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Un estudio sobre los “10 mandamientos”

Rab Yosef Bittón


Estudio sobre Aseret Adebarim

ASERET ADEBARIM
(Los 10 mandamientos)

¿Qué los hace especiales?


Los Diez Mandamientos ‫ הדברות עשרת‬fueron dados
al pueblo judío durante el pacto (‫( ברית‬celebrado
entre el Pueblo de Israel y Dios (Ex. Caps. 19, 20).

Este Pacto, la única vez que HaShem se


manifestó al Pueblo Judío colectivamente, se
conoce como ‫ »סיני הר מעמד‬, La experiencia [de la
revelación de haShem] en el Monte Sinaí».

Mientras que para otras religiones los Diez Mandamientos están por encima de los otros
mandamientos de la Biblia hebrea, para la tradición judía los Diez Mandamientos son, evidentemente,
una parte esencial de la Tora, pero todos los demás preceptos Bíblicos no son de menor importancia.

¿Qué tienen de especial, entonces, los Diez Mandamientos? La Gemara en el Tratado de


Makkot explica que de los 613 Mandamientos de la Torá, 611 fueron dados por intermedio de Moshe
Rabbenu y los dos restantes fueron escuchados directamente de HaShem. Veamos. De acuerdo al
la narración explícita de la Tora (peshat) cuando el Pueblo de Israel escuchó a HaShem, la
experiencia de escuchar la voz Divina resultó tan abrumadora que el pueblo sintió que sicológica y
físicamente no lo resistirían. Entonces, Am Israel pidió la intermediación de Moshé. Ex. 20:19 «Y le
dijeron a Moisés: Habla tú a nosotros y escucharemos. Que no nos hable [directamente] Dios, porque
[sentimos que] nos vamos a morir.» Desde este punto de vista, sólo los dos primeros mandamientos
son absolutamente excepcionales. Según nuestros Jajamim, el Pueblo de Israel solicitó la mediación
de Moisés después que HaShem enunció los dos primeros mandamientos. Es por eso que solamente
los dos primeros mandamientos están formulados en la primera persona («Yo soy HaShem tu Dios»
… «No tendrás otros dioses delante de mí«). Mientras que a partir del tercer mandamiento es Moshé
quien se dirige al pueblo de Israel, y se refiere a HaShem en la tercera persona. El tercer
mandamiento dice «no pronunciarás el nombre de Dios en vano» y no dice «no pronunciarás Mi
nombre en vano».

¿Por qué no son más conocidos?


¿No deberían ser los 10 Mandamientos el primer texto
que se estudie (¡y se memorice!) en toda escuela judía?
Creo que necesitamos un poco de historia para entender
lo que ocurrió…

Por un lado, la recitación de los 10 Mandamientos


está registrada en la Mishná (Tamid 5:1) como parte de la
litúrgica diaria del Bet haMiqdash (año 68 de la era

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común). ¿Por qué entonces no recitamos todos los días los 10 Mandamientos?

La respuesta se encuentra en la Guemará Berajot 12a donde nos cuentan que varios rabinos
en el siglo 3 y 4 de la e.c. trataron de re-instituir la recitación de los 10 Mandamientos en Babel, que
en ese entonces era el epicentro de la vida judía en la diáspora, pero las cortes rabínicas no lo
permitieron. ¿Por qué? Las crípticas palabras que usa la Guemará en hebreo son: ‫מפני תרעומת‬
‫ המינים‬, que significa más o menos, «debido a las escandalosas [ideas y prácticas] de los herejes».
Pero ¿A qué y a quiénes se refiere la Guemará?.

En el nuevo testamento, escrito en los tiempos de la Guemará, siglos 3 y 4 de la era común,


se habla de los 10 Mandamientos como «los únicos preceptos revelados directamente por Dios», y
por lo tanto, «los únicos mandamientos que son obligatorios para los seguidores de la iglesia».
Implicando que todos los otros mandamientos, NO son de origen divino «directo» y por lo tanto no
son mandatorios. No puedo extenderme demasiado en el tema de por qué la iglesia cristiana
formuló estratégicamente una especie de «judaísmo light», una nueva religión desprovista de casi
todas las obligaciones técnicas. Pero, puedo referir al lector interesado en el tema al libro de Paul
Johnson, «La historia del Cristianismo». Creo recordar que en las primeras 10 páginas de este
fascinante libro explica el debate de los apóstoles respecto a qué partes de la ley judía deberían
seguir siendo obligatorias en su «nueva religión». Johnson nos cuenta que decenas de miles de
romanos se sentían muy atraídos hacia el monoteísmo y la ética judía, pero no estaban dispuestos
a circuncidarse, dejar de trabajar en Shabbat, cuidar las leyes de kashrut, etc. y por lo tanto muy
pocos romanos se convirtieron al judaísmo. Los apóstoles vieron aquí una gran oportunidad: la
conversión potencial de miles de romanos a su nueva religión. Y para hacer las cosas más accesibles
a los futuros conversos, que la iglesia desesperadamente necesitaba, los apóstoles adoptaron una
versión «menos estricta» del judaísmo (que luego se llamó catolicismo), donde, por ejemplo, la
circuncisión se reemplaza por el bautismo, y prácticamente todas las leyes rituales son
derogadas, excepto por los 10 Mandamientos…

La Guemará, tanto en su edición original (siglo 6 de la e.c.) como en las ediciones impresas
en la edad media, menciona genéricamente a los «herejes». Y no podía ser más explícita y
mencionar directamente al cristianismo, ya que cualquier referencia que pareciera crítica contra la
iglesia, podría desencadenar persecuciones y matanzas de judíos, y justificar la destrucción en las
llamas de sus «demoniacos» libros. De cualquier manera la referencia de la Guemará no deja lugar
a la ambigüedad.

Este debate en torno a los 10 Mandamientos generó también una pregunta muy famosa:
¿Debemos ponernos de pie cuando escuchamos la lectura pública de los 10 Mandamientos en Yitró
y vaEtjanán?

Maimónides dijo que NO. Y explicó que mientras que para otras religiones los Diez
Mandamientos están por encima de los otros mandamientos de la Biblia hebrea, para la tradición
judía los Diez Mandamientos son, evidentemente, una parte esencial de la Torá, pero NO son más
importantes que todos los demás preceptos Bíblicos. Para enfatizar este concepto fundamental y
expresar la creencia judía en la uniformidad de todas las Mitsvot de la Torá en cuanto a su
importancia y origen Divino, Maimónides prohibió ponerse de pie cuando los diez Mandamientos se
leen en la Sinagoga, para que no demos a entender que los otros 603 mandamientos pertenecen a
una categoría inferior (El Rab Obadia Yosef z»l escribe que a fin de no contradecir a Maimónides,
cuando se leen los 10 Mandamientos en público, se puede invitar a subir a la Torá a una persona
erudita o un anciano y así nos ponemos de pie en honor a esa persona, y no a los 10 Mandamientos).

Volviendo a nuestra pregunta original, ¿por qué los 10 mandamientos no son más y mejor
conocidos y estudiados? Es muy posible que este largo debate acerca de la importancia suprema
que otras religiones le atribuyen a los 10 Mandamientos haya colaborado para que lamentablemente
los estudiemos un poco menos. Trataremos de remediar un poquito esta situación y analizaremos
los 10 Mandamientos explorando cada mandamiento en particular.
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¿Cuántos mandamientos hay en los Diez


Mandamientos?
La pregunta se parece un poco a «¿De qué color era el
caballo blanco de San Martin?», pero no lo es.
Según la tradición judía, los Diez Mandamientos contienen más de
diez mandamientos (Mitzvot).

Para Maimónides, por ejemplo, el segundo mandamiento incluye cuatro preceptos:


1. La prohibición de creer en cualquier dios o ente al que se le atribuya un
poder divino.
2. La prohibición de hacer ídolos.
3. La prohibición de postrarse ante ídolos
4. La prohibición de adorar o servir ídolos o falsos dioses.

También el décimo mandamiento se divide en realidad en dos mandamientos:


1. La prohibición de planificar tomar o de tomar lo que le corresponde al
prójimo de forma ilegal o por la fuerza (lo tajmod).
2. No desear las posesiones del prójimo (lo tit-ave).

En otras palabras, los Diez Mandamientos contienen en realidad más de 10 preceptos o


mitzvot. ¿A qué se debe este error de cálculo? Simplemente a un error de traducción. La Torá nunca
llamó a los Diez Mandamientos «mandamientos» (‘eser Mitzvot o algo así), los llamó ‘aseret
hadebarim,«los diez enunciados» o en hebreo rabínico ‘aseret hadibberot, «las diez declaraciones».

Originalmente, en español se les llama «decálogo», a partir de dos palabras griegas, «deca»,
diez, «logoi», palabras » (del prefijo «deca» vienen palabras como «decano», quien tenía a su cargo
diez soldados, o «decimal» o incluso «Diciembre» el décimo mes en el antiguo calendario gentil, que
usualmente corresponde al décimo mes del calendario judío: Tebet) que sería una traducción un
poco mas excéntrica pero más literal de ‘aseret hadebarim .

Éste no es el único error conceptual referido a los «Diez» Mandamientos». Por ejemplo,
muchos piensan que las dos tablas que contenían los Mandamientos eran arqueadas ya que así es
como Gustave Doré, el más famoso ilustrador de Biblias no-judio, o incluso Marc Chagall, el más
famoso pintor judío contemporáneo, dibujaron las Tablas de la Ley. Pero en realidad, no hay ninguna
fuente judía que justifique esta imagen popular. Según el Talmud en Baba Batra 14a las tablas de la
Ley eran rectangulares, sin arcos. Cada una de ellas medía 6 tefajim [=palmos. Cada tefaj es
aproximadamente 8 cm] de alto por 6 de ancho y estaban separadas una de otra.

La película vs. el Libro


En algunos casos, la película es mejor que el libro, y en otros
casos, NO. La famosa producción cinematográfica «Los 10
Mandamientos», realizada en 1956, en blanco y negro, es una de las
películas más famosas de todos los tiempos. Millones de personas,
judíos y no-judíos, se han educado acerca de la salida de Egipto y la
entrega de la Torá más por lo que han visto en esa película que por lo
que han leído en el texto de la Torá.

Y la película contiene varios «errores» respecto al guión que


marca «el Libro», lo que ha contribuido a una confusión generalizada
respecto a algunos detalles de los 10 Mandamientos, como veremos
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a continuación. Para apreciar la ironía, comenzaremos por afirmar que en la tradición judía «Los 10
Mandamientos» no son ni «10» ni «Mandamientos» (aunque por razones puramente prácticas los
voy a seguir llamando así).

NÚMERO
Según la tradición judía, los 10 Mandamientos contienen más de «10» preceptos (Mitsvot).
Para Maimónides, por ejemplo, el segundo mandamiento incluye cuatro preceptos: 1. La
prohibición de creer en cualquier dios o ente mitológico al que se le atribuya un poder divino. 2. La
prohibición de hacer ídolos. 3 La prohibición de postrarse ante ídolos 4. La prohibición de adorar o
servir ídolos o falsos dioses. También el décimo mandamiento se lo divide en dos mandamientos: 1.
La prohibición de planificar tomar de forma ilegal o por la fuerza lo que le pertenece al prójimo (así
entienden la Torá shebealpé el precepto «lo tajmod»). 2. No envidiar las posesiones del prójimo («lo
tit-ave»). En otras palabras, los Diez Mandamientos contienen en realidad más de 10 preceptos o
Mitsvot.

NOMBRE
La Torá nunca llamó a los 10 Mandamientos «mandamientos» (eso se llamaría en hebreo
‘eser Mitsvot o algo así). La Torá llamó a los 10 Mandamientos ‘aseret hadebarim,»los diez
enunciados», o en hebreo rabínico ‘aseret hadibberot, «las diez declaraciones». Originalmente, en
español se conoce a los 10 Mandamientos como el «decálogo». «Decálogo» es una traducción
muchas más fiel y más precisa que «Los 10 Mandamientos». La palabra «decálogo» se forma de
partir de dos palabras griegas, «deca», diez, y «logoi», palabras » que es la traducción virtualmente
literal de «aseret hadebarim».

LAS TABLAS
Muchos imaginan que las dos tablas que contienen los 10 Mandamientos eran arqueadas, ya
que así es como entre muchos otros Gustave Doré, el más famoso ilustrador de Biblias (no-judío), o
incluso Marc Chagall, el más famoso pintor judío contemporáneo, dibujaron las Tablas de la Ley.
Pero en realidad, no hay ninguna fuente judía que justifique esta imagen popular. Según el Talmud
en Baba Batra 14a las tablas de la Ley eran cuadradas. Cada una de ellas medía 6 tefajim [= palmos].
Cada tefaj es aproximadamente 8 cm] de alto por 6 de ancho y estaban separadas una de otra. El
famoso artista Miguel Angel Buonarroti (1475-1564) (que, siguiendo la tendenciosa traducción de la
Vulgata esculpió a su Moisés con «cuernos» surgiendo de su cabeza, cuando en realidad la Torá
dice que del rostro de Moshé surgía un «halo» de luz ‫ )כי קרן עור פני משה‬interpretó correctamente la
tradición talmúdica y esculpió las tablas de la ley cuadradas y separadas.

MISCELÁNEAS
Por supuesto que las tablas de la ley fueron escritas en hebreo. Pero los Sabios discuten qué
tipo de «fonts» (caracteres) fueron utilizados: si los antiguos «fonts» hebreo (‫ )כתב עברי‬o asirios ( ‫כתב‬
‫)אשורי‬.
No sabemos con seguridad si cada tabla contenía exactamente 5 «mandamientos» como
aparece virtualmente en todos los dibujos y esculturas. Ya que el texto de los 5 primeros
mandamientos es mucho más largo que el de los últimos 5 Mandamientos (aproximadamente 4/5).
Tendría también sentido suponer que fueron escritos de otra manera: la mitad del texto en una tabla
y la mitad en la otra.
De los 10 mandamientos, 7 están formulados como prohibiciones (No matarás. No codiciarás.
etc. ) y 3 están formulados como mandamientos positivos (creer en HaShem, recordar el Shabbat, y
honrar a los padres).
Uno de los temas que aparece fuera de discusión (aunque también demanda un par de
aclaraciones) es que los primeros 5 mandamientos se refieren a nuestra relación con Dios, mientras
que los últimos 5 mandamientos, se refieren a nuestra relación con el prójimo.

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PRIMER MANDAMIENTO:
Yo soy el eterno, tu D-os,
que te saqué de la tierra de Egipto,
de la casa de esclavos.

¿Mandamiento o preámbulo?
Comenzaremos a analizar el primero de los Diez
Mandamientos. Como veremos inmediatamente, comprender lo que
este mandamiento dice no es sencillo. ¿Por qué? Principalmente
porque el primer mandamiento no está formulado en el modo
imperativo.

Así dice la Torá: «Yo soy HaShem, tu Dios, que te rescató de


la tierra de Egipto, de la casa de esclavos». Aquí no hay, aparentemente, una orden específica como
en el caso por ejemplo de «NO ROBARÁS». Este Mandamiento NO nos dice que tenemos que hacer
o dejar de hacer algo…

Esta es la primera pregunta que tenemos que abordar: si este Mandamiento es un precepto,
una orden a cumplir, o es un preámbulo a los demás mandamientos. Es decir, la forma que el Creador
se presenta ante el pueblo antes de pronunciar sus mandamientos.

A través de la historia los rabinos debatieron largamente la naturaleza del primer


mandamiento. Para Maimónides, por ejemplo, el primer mandamiento, a pesar de no estar
formulado en el modo imperativo, expresa una orden a seguir. Como lo veremos en más detalle este
mandamiento nos ordena «creer en Dios».

Para otros rabinos, como Najmánides o el Rab Jasdai Crescas, el primer mandamiento NO
expresa un precepto específico. El Rab Crescas escribe en su libro «Or HaShem» que no puede
haber un mandamiento que nos obligue a creer en la existencia de Dios. Reconocer la existencia de
Dios no puede ser una «ley», sino un prerrequisito «filosófico’ (por llamarlo de alguna manera) para
todos los demás mandamientos. Por lo tanto, explica, el primer mandamiento, que enfatiza la
existencia de Dios, es como un preámbulo para todos los demás mandamientos que
se presentan a continuación, no es un mandamiento en sí.
Ahora trataremos de entender a haRambam, Maimónides. Maimónides por lo general no se mueve
un ápice de lo que dice la Guemará. Y la Guemará en Masejet Makot explica que de los 613 preceptos
de la Torá, 611 fueron dados por intermedio de Moshé Rabenu, y los dos restantes fueron
transmitidos «directamente» por HaShem. Y esos dos preceptos transmitidos por haShem son el
primero y el segundo mandamiento ( ‫)אנכי ולא יהיה לך‬. Esto queda claro también porque solamente
los dos primeros Mandamientos están expresados en la primera persona del singular («Yo soy
HaShem tu Dios» … «No tendrás otros dioses delante de Mí») mientras que a partir del tercer
mandamiento es Moshé quien se Dirige al pueblo de Israel, y se refiere a HaShem en la tercera
persona ( el texto bíblico dice: «No pronunciarás el Nombre de Dios en vano» y no dice «no
pronunciarás Mi nombre en vano»). De acuerdo a este texto Talmúdico, el primer mandamiento es
una Mitsvá, un precepto Bíblico, no un preámbulo. Y así, en su famoso libro Sefer haMitsvot, un libro
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que presenta los 613 preceptos de la Torá, Maimónides menciona el Primer Mandamiento como la
primera Mitsvá de la Torá.
Siguiendo esta última opinión, nuestra próxima pregunta es: ¿Cuál es específicamente la orden, el
precepto, que se nos ordena seguir y cumplir en este mandamiento que dice «Yo soy haShem tu
Dios»? Sobre esto hablaremos, BH mañana.

La diferencia entre «Dios» y «Soberano»


Ya explicamos que la declaración inicial de los Diez Mandamientos
«Yo soy HaShem tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la
casa de esclavos» (Ex. 20: 2) puede ser visto como una introducción
a los 10 Mandamientos, o como un precepto, una Mitsvá,
independiente.

Siguiendo esta segunda opinión, la de Maimónides,


debemos preguntamos ¿cuál es la obligación específica que este mandamiento nos está indicando?
Tradicionalmente se entiende que este mandamiento expresa nuestro deber de creer en «la
existencia» de Dios. Lo cual, como vimos, fue cuestionado por algunos rabinos que opinaban que
nuestra creencia en Dios no puede ser objeto de una «ordenanza» bíblica. Puede haber, sin
embargo, una forma un poco más profunda de entender este mandamiento que creo que nos ayudará
a comprenderlo mejor y nos facilitará armonizar entre las dos opiniones en conflicto.

Para comenzar, debemos leer con mucha atención las breves pero muy precisas palabras de
Maimónides en el Sefer HaMitsvot y en Mishné Torá, Yesodé haTora 1: 5-6, donde se ve que
Maimónides se refiere a la creencia en Dios como un ‘iqar, un principio de nuestra fe, más que como
una «orden» a cumplir. Nosotros, el pueblo judío, hemos adquirido el conocimiento de la existencia
de Dios, en primer lugar, por nuestros ancestros, quienes fueron testigos presenciales de la
revelación de HaShem en el monte Sinaí.

Nosotros «heredamos» su experiencia, y así nos convertimos también en «testigos» de Su


existencia. Basados en esta experiencia heredada también desarrollamos nuestra propia percepción
intelectual y nuestra vivencia personal. De ser así, si este mandamiento NO expresa la orden de
creer en la «existencia» de Dios, ¿qué es lo que nos está ordenando? Tendríamos que examinar en
profundidad 2 palabras. La primera es el verbo «ser» en presente (Yo soy) y la segunda la palabra
hebrea ELOQUEJA (convencionalmente traducida como «tu Dios»).

SOY Leamos de nuevos las tres primeras palabras del Primer mandamiento: «’‫ ה אנכי אלקיך‬.
«Tradicionalmente se traducen como «Yo soy HaShem ELOQUEJA (=tu Dios)». Pero aquí podemos
identificar una ambigüedad. En hebreo el verbo «ser»en tiempo presente no se escribe. La palabra
«soy», en hebreo, no existe. Está implícita en esta frase. Este hecho, por lo tanto, nos da lugar a
intentar una traducción diferente, sin desviarnos en absoluto del significado literal de este versículo.
En lugar de «Yo soy HaShem ELOQUEJA» , podríamos traducirlo como: «Yo, HaShem, soy
ELOQUEJA» . ¿Cual es la diferencia?

Entendido como una orden «Yo soy HaShem ELOQUEJA» nos estaría indicando la obligación
de creer en la existencia de Dios. Mientras que «Yo, HaShem, soy ELOQUEJA» , nos indicaría que
HaShem, a Quien ya conocemos y en Quien ya creemos, es nuestro ELOQUEJA. En esta segunda
traducción la existencia de Dios se da como un hecho conocido y la obligación que de aquí se
desprende es la de afirmar y comportarnos sabiendo que HaShem es nuestro ELOQUEJA.

ELOQUEJA Ahora, la pregunta del millón: ¿Que significa ELOQUEJA? El nombre Eloquim,
traducido generalmente como «Dios», significa en realidad «Juez Supremo y Soberano», en otras
palabras: la Autoridad Máxima. Entendiéndolo así, este mandamiento NO estaría indicando nuestra

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obligación de «creer» en la existencia de Dios (¡eso se da por entendido!) , sino en aceptarlo como
la Autoridad Suprema que rige nuestras vidas, nuestro Soberano. La diferencia entre estas dos
lecturas del Primer Mandamiento pueden parecer insignificantes. Pero piensen en esto: muchas
personas con valores liberales «creen» en la existencia de un Dios Creador pero no están dispuestos
a aceptar que ese Dios es Alguien a quien debemos obedecer. Al decir que HaShem es nuestro
ELOQUIM, estamos afirmando que Él tiene la autoridad para establecer lo que está bien y lo que
está mal.

Para concluir, podríamos parafrasear el primer Mandamiento de la siguiente manera: “Tu


debes saber que Yo, HaShem, Soy tu ELOQUEJA, tu Soberano. Yo te liberé de la esclavitud
en Egipto, y ahora ya NO estás más bajo la autoridad del Faraón. Ahora estás exclusivamente
bajo MI jurisdicción”.

El becerro de oro
Cuando el pueblo de Israel vio que Moshé tardaba en
regresar del Monte Sinaí hicieron un ídolo, un becerro de
oro. En la inauguración oficial de esa nueva «religión»,
similar a la religión de los egipcios que adoraban animales,
declararon: «Ele ELOQUEJA Israel», «Este es tu Dios,
Israel».

Es interesante observar que, consciente o inconscientemente, utilizaron la misma expresión


que HaShem utilizó en el primer mandamiento cuando dijo «Anojí HaShem, ELOQUEJA», Yo
HaShem, soy tu Dios». Evidentemente la intención NO era reemplazar a HaShem por un becerro de
oro. El pueblo judío seguía creyendo en Dios. Pero no todos estaban conformes con que HaShem
sea «ELOQUEJA»: un Dios al que uno «sirve» comportándose con integridad y con una conducta
moral intachable… El becerro de oro era un «ELOQUEJA» completamente diferente. Para «servirlo»
el pueblo se emborrachó y se entregó a la lujuria y a la promiscuidad. Esa es la forma de adorar a
los ídolos paganos. Este detalle es revelador y muy relevante para comprender la naturaleza de
nuestra Emuná o fe judía.

Más allá de lo obvio, la principal diferencia entre servir a HaShem y servir al becerro es que
el becerro de oro NO habla, no se revela, no demanda nada, no se mete en lo hago o dejo de hacer.
Mientras que HaShem exige que practiquemos la quedushá, que obedezcamos elevandonos y
controlando nuestros impulsos, al becerro de oro se lo adora justamente obedeciendo a los más
bajos instintos. El becerro de oro NO se entromete en mi vida privada. No tiene demandas éticas ni
espirituales. Al igual que los dioses griegos o romanos, sólo me pide que de vez en cuando le ofrezca
algún sacrificio, para satisfacer SUS apetitos…

Yo leí un poco sobre la vida de Albert Einstein, un gran científico y alguien que ayudó al
Estado de Israel. Siempre me interesó comprender su filosofía religiosa. Lo que aprendí es que
Einstein creía en Dios, pero a su manera. No creía en el Dios de Abraham Itsjaq y Yaaqob, un Dios
«personal», es decir, que nos indica qué debemos hacer con nuestras vidas. El dios de Einstein y de
muchos individuos progresistas o liberales, es el sabio creador del mundo, pero no se mete en lo que
yo hago o dejo de hacer. Es como el dios de Aristóteles que creó el mundo y luego lo abandonó a su
suerte. O el dios pasivo que Espinoza que es todo (o nada) a la vez, pero que no tiene una voluntad
específica, o si la tiene no la manifiesta.

La paradoja es que millones de individuos creen en Dios, pero se relacionan con Él como si
se tratara del becerro de oro: no piensan que necesariamente hay que obedecer Su voluntad. El
primer mandamiento, por el otro lado, deja muy en claro que HaShem no es sólo el Creador. Él es
también quien define qué está bien y qué está mal. La forma judía de relacionarnos con Dios pasa
en primer lugar por la obediencia a Sus mandamientos. Por observar el código de conducta que Él

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estableció. Nuestra relación con HaShem, tal como la relación entre esposos o entre padres e hijos,
consiste en una serie de derechos y obligaciones. Siguiendo el primer mandamiento, nosotros, el
pueblo de Israel, demostramos nuestra creencia y amor por Dios, obedeciendo Su voluntad.

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SEGUNDO MANDAMIENTO:
Yo No tendrás dioses ajenos en mi presencia. No
harás para ti efigies talladas ni cualquier imagen de lo
que exista arriba en los cielos, abajo en la tierra o en
las aguas debajo de la tierra. No te prosternarás
ante ellos ni les servirás, pues Yo soy el eterno, tu D-
os, [un] D-os celoso, que toma en cuenta la iniquidad
de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta
generación de los que me aborrecen. Pero hago
bondad por millares [de generaciones] a los que me
aman y a los que guardan mis mandamientos.

No desplazarás a Dios
El segundo mandamiento contiene 4 preceptos. 1. La
prohibición de creer en cualquier dios o entidad, mitológica o
natural, a la que se le atribuya inteligencia o un poder divino. 2.
La prohibición de hacer ídolos. 3 La prohibición de postrarse ante
ídolos 4. La prohibición de adorar o servir ídolos o falsos dioses.
El primero de estos 4 preceptos, en hebreo ‫ לא יהיה לך‬consiste
según lo define Maimónides (Mishné Torá 1:6) en «concebir» que existen otros poderes divinos,
independientes de HaShem.

Para ser más claros, no se trata aquí de no creer en Dios. Ni se trata de adorar o servir a
algún otro dios o ídolo (eso vendrá en los próximos 3 preceptos de este mismo mandamiento). Esta
Mitsvá, al igual que el primer mandamiento, se circunscribe al universo de las ideas y creencias. En
este caso, aceptar, concebir o declarar que existe otro dios u otro poder independiente de HaShem.

En el contexto histórico de la Torá, los pueblos paganos de la antigüedad aceptaban y


declaraban la existencia de multiples poderes «divinos», dotados de inteligencia y autonomía. Por
ejemplo: en el mundo pagano, los astrólogos aseguraban que los planetas ejercen una influencia en
los acontecimientos de la vida humana. Los griegos y los romanos representaban dioses
antropomórficos que supuestamente dominaban el mar, la tierra, la fertilidad, etc.

Uno podría pensar que en la actualidad, el hombre moderno ha llegado a un conocimiento


muy avanzado que le permite entender la realidad sin prejuicios medievales. Aunque eso no quiere
decir que la humanidad haya superado totalmente la tentación de reemplazar a Dios. Esa tentación,
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como tratamos de explicar, no se debe a un deseo de no «creer» en Dios. El mayor desafío de una
persona liberal es aceptar lo que declara el primer mandamiento: al «autoridad» de Dios. En la
antigüedad, como en el famoso caso del rey Nimrod, aceptar la autoridad de Dios implicaba una
gran limitación a la autoridad del rey. Por eso, la gran necesidad de desplazar a Dios y reemplazarlo
por la autoridad del monarca de turno. Pero éste no es un fenómeno que ocurrió sólo en el pasado.

Los individuos que tienen un problema con el concepto de Dios como autoridad van a hacer
todos los esfuerzos posibles para seguir «desplazando a HaShem» y reemplazarlo por otros
«dioses» que no demandan nada de nuestra conducta.

Estuve viendo un maravilloso documental de «Nature» realizado por PBS, donde se


presentan los increíbles trucos que desarrollan ciertos animales para engañar a sus depredadores.
Creo que vale la pena verlo porque me parece que refuerza nuestra Emuná en la infinita Sabiduría
de HaShem, que permite a cada especie desarrollar una estrategia diferente para que se pueda
conservar, cambiado sus colores, disimulando su olor, o fingiendo su propia muerte.

Claro que la productora PBS, fiel a su filosofía liberal, no va a estar diciendo lo que dijo el rey
David en Tehilim cuando hablo de la naturaleza , » ‘‫»מה רבו מעשיך ה‬, «Qué grandes son Tus obras,
HaShem!». PBS pone mucho cuidado en aclarar cada vez que presenta alguno de estos increíble
trucos (algunos de los cuales PBS llama «milagrosos») que estos increíbles trucos son el resultado
de «millones de años de evolución». Como si la evolución fuera una entidad inteligente,
independiente de Dios, que por mecanismos aleatorios maneja todo el sistema ecológico de nuestro
planeta.

Creo que la atribución de esta Sabiduría e Inteligencia a la naturaleza constituye ejemplo


moderno del desplazamiento de Dios y su reemplazo por un supuesto super-poder al que no se lo
llama «Dios» o «Creador», pero se lo trata como tal.

Lo más importante, es invisible a los


ojos
Previamente explicamos que la primera parte
del Segundo Mandamiento, «No tendrás otros dioses
delante de Mí», significa que no debemos concebir la
existencia de poderes divinos, inteligentes,
independientes de HaShem.

La segunda parte incluye 3 prohibiciones: la de


hacer ídolos, arrodillarse ante ellos y/o servirlos o
adorarlos de alguna otra manera.

Desde los inicios de la humanidad siempre existió esa necesidad de representar a Dios. Hasta
el día de hoy sigue siendo muy difícil creer en un Dios que no se lo puede ver. Y si aún para nosotros,
que vivimos en un mundo donde lo invisible (la energía, las ondas de radio o TV, los rayos X, etc.)
es parte de nuestra realidad, imaginemos lo difícil que habrá sido miles de años atrás, en la cultura
pagana donde lo que no se ve no existe, aceptar que «Dios» es invisible.

La revolución de Abraham Abinu no fue sólo la negación del politeísmo, lo más difícil de digerir
para el mundo que rodeaba a Abraham, era que a ese Dios no se lo podía ver. Cuando HaShem nos
entregó la Torá ascendimos otro escalón en nuestra comprensión. Tampoco podemos representar a
Dios. Y de eso justamente se trata esta segunda parte del segundo mandamiento.

David haMelej en el Mizmor 104 de Tehilim, Barejí nafshí que se lee en Rosh Jódesh, se
planteó este interrogante ¿Cómo es que no vemos a Dios, el Creador Todopoderoso? HaShem es

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Estudio sobre Aseret Adebarim

Omnipresente. Él creó el mundo, lo controla, y lo guía constantemente. Entonces, ¿cómo es posible


que no lo veamos en ningún lado? El Rey David dedicó los primeros versículos de Barejí Nafshí para
responder por qué no podemos ver a Dios o, más precisamente, qué caminos debemos elegir para
encontrarlo.

Salmo 104:1: Tú, HaShem, infinitamente grandioso, [Te ocultas de nosotros] revistiéndote de gloria y esplendor.

El Rey David nos explica que HaShem maneja el mundo mientras permanece oculto. Dios
permanece invisible para nosotros porque opera en forma «encubierta». HaShem tiene control
absoluto sobre Su universo, pero maneja este mundo a través de un sinnúmero de agentes o
«ángeles». Estos ángeles no son cupidos o bebés con alas y aureolas. David afirma que
los ángeles de HaShem son lo que llamamos fuerzas naturales -el viento, el sol, el clima, etc.- y que
estas fuerzas son activadas de manera continua por el Creador para mantener Su Creación.

Piensen por ejemplo en la lluvia: «HaShem hace que el viento sople, para comenzar el
mecanismo que resultará en la lluvia». HaShem permanece oculto y simultáneamente en pleno
control de Su universo, al actuar a través de Sus agentes.

Salmo 104:2 [Dios] se viste con un ropaje de luz; [Él] extiende los cielos como una cortina.

Este versículo explica otras razones por las que no vemos al Creador del universo. HaShem
se vuelve invisible, ocultándose detrás de un ropaje de luz y un velo compuesto de cielos. En otras
palabras, desde nuestra perspectiva como habitantes de la tierra, la luz y los cielos son una pantalla
que esconde la presencia de Dios. Cuando alzamos la vista en búsqueda de HaShem, todo lo que
vemos es el sol luminoso y los cielos. Nuestra vista no puede atravesar las múltiples cortinas (hoy
diríamos «dimensiones») que ocultan la presencia de Dios. El Creador del universo permanece
recóndito; fuera de la vista. «Voluntariamente» eclipsado.

La luz, al igual que muchos agentes de Dios, puede ser tan abrumadora para un ser humano
que su inalcanzabilidad nos deja en claro por qué observar a su Creador va más allá de
nuestros límites.

El Talmud Yerushalmi (Jolin 59b) relata una disputa entre un hombre pagano y un erudito
judío. El emperador romano le demandó a Rabí Yehoshúa ben Jananiá (segundo siglo E.C.) ver al
Dios de Israel. «Eso es imposible», replicó el sabio judío. Dado que el emperador insistía, R.
Yehoshúa lo hizo salir a la luz del sol de verano y le pidió que mirara fijamente al sol. «No puedo»,
le contestó el emperador. Rabí Yehoshúa había argumentado el caso convincentemente. «Si no
puedes tolerar mirar a uno de Sus sirvientes – ¡¿cómo podrías contemplar Su propia gloria?!»

El Rey David enseña que una persona no debe confundir la invisibilidad de Dios con Su
ausencia. De este versículo podemos comprender mejor por qué nosotros, o la ciencia y los
científicos, al analizar la Creación, jamás nos encontraremos con Dios en forma directa; más bien –
inevitablemente – nos encontraremos con cualquiera de Sus numerosos agentes. Dios es
invisiblemente omnipresente. No lo podemos encontrar con los ojos, sino con nuestra mente y
corazón.

No serás supersticioso
Estamos analizando el segundo mandamiento, «No tendrás
otros dioses delante de Mí». La Torá nos advierte que no debemos
creer en otros dioses o poderes –objetos o fuerzas sobrenaturales–
que supuestamente son independientes de HaShem.

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Estudio sobre Aseret Adebarim

Si bien la mayoría del mundo moderno ha superado la idolatría clásica, es decir, la adoración
a dioses de piedra o madera, todavía sobreviven ciertos hábitos íntimamente conectados con las
prácticas idólatras. Me refiero a las supersticiones.

¿A qué nos referimos con supersticiones? A la creencia o la fe en el poder de algo que NO


es HaShem, una perfecta ilustración de lo prohibido en el segundo mandamiento. Ejemplos: la
creencia en el poder, bueno o malo, de ciertos objetos. Digamos un espejo roto, un anillo o un libro
con poderes, una cinta roja, agua bendecida por un «santo», etc.

La humanidad, especialmente los sectores menos educados de la población, siempre se


sintieron tentados a creer en supersticiones, y atribuir ciertos poderes a objetos o fenómenos
naturales. Como ya explicamos, es mucho más fácil servir a un objeto que no exige nada de nosotros,
que servir a HaShem que nos demanda aprender, estudiar, y nos exige disciplina,
integridad, generosidad, etc. También está el efecto «control». Puedo comprar una «cinta roja» y
tener la sensación que al poseerla la controlo, y controlo su poder, como el anillo del «Lord of the
Rings»….

De un total de 613 mandamientos, la Torá dedicó más de 50 a la negación de la idolatría,


para enseñarle el pueblo judío a rechazar toda creencia y culto a poderes mágicos o supersticiosos,
o como lo llama la Torá, Abodá Zará.

El segundo mandamiento nos enseña que no hay nadie ni nada que tenga un «poder» o un
influencia sobrenatural en nuestras vidas, más que HaShem. Es muy grave, pero debemos reconocer
que lamentablemente, aún personas creyentes u observantes pueden caer en las
supersticiones. Pareciera ser que es compatible creer en Dios y ser supersticioso al mismo tiempo.
Especialmente si los objetos de superstición son objetos rituales.

Este fenómeno no es nuevo. Veamos un ejemplo. Hay poco artículos religiosos más sagrado
que el Tefilín, las filacterias que los hombres judíos vestimos todos los días para rezar. El Tefilín
tiene obviamente QUEDUSHÁ, «santidad», lo cual significa que debe ser tratado con muchísimo
cuidado. No se lo puede llevar a lugares inapropiados, etc. Pero no hay que confundir «quedushá»,
que como lo ejemplifica el caso del Tefilín, nos demanda cuidar de estos artículos, con la falsa
creencia de que el Tefilín, como objeto ritual, tiene superpoderes. Maimónides escribió sobre este
tema. Imaginemos que un niño pequeño llora sin parar. Y ya tratamos todo para calmarlo. La
pregunta que explora Maimónides es ¿podemos colocar en la cama de este niño un Tefilín, para que
con el «poder de la santidad del Tefilín » ese bebé deje de llorar y pueda dormir? Lo mismo podríamos
hacer con un Sefer Torá, un rollo de Torá, el único objeto que tiene una quedushá / santidad mayor
a la del Tefilín. ¡No existen objetos más sagrados! Por lo tanto, si la santidad de un objeto religioso
proyecta algún poder sobrenatural que ese objeto posee, estos dos artículos deberían estar en lo
más alto de la lista de efectividad.

Maimónides, que menciona explícitamente estos dos artículos, considera esta práctica como
una forma de idolatría, y lo condena con palabras muy pero muy severas MT, Abodá Zará 11:12: «…
asimismo, si alguien coloca un Tefilin o un Sefer Torá en [la cama de] un niño pequeño para que se
quede dormido, no solo que es culpable de [dos formas de idolatría:] encantamiento y hechicería,
sino que también es culpable de herejía….».

Como vemos, no es un nuevo fenómeno que algunas personas un poco confundidas quieran
«usar» artículos rituales para prácticas supersticiosas.

El segundo mandamiento nos enseña que no existen otros «poderes» independientes de


Dios. No importa que tan sagrados sean esos objetos.Lejos de apelar a objetos o amuletos, lo que
debo hacer en caso de enfermedad o de cualquier otro problema, es en primer lugar realizar mi mayor
esfuerzo por resolver el problema, y a la vez REZAR, pedirle directamente a HaShem que nos ayude.
Sabiendo que en última instancia, todo está EXCLUSIVAMENTE bajo Su poder.
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Estudio sobre Aseret Adebarim

TERCER MANDAMIENTO:
No tomarás el nombre del Eterno, tu D-os, en
vano; pues el Eterno no absolverá
al que jure en su nombre en vano..

No invocarás el nombre de Dios en vano


Para Maimónides, invocar el nombre de Dios en vano se
circunscribe a 4 categorías, todas relacionadas con juramentos
“triviales” hechos en el nombre de Dios.

MT, Hiljot Shebu’ot 1:4-7:

1. Uno invoca el nombre de HaShem en vano cuando jura por el nombre de HaShem
sobre algo que es obvia y visiblemente falso: por ejemplo, si jura que algo negro es
blanco o que algo blanco es negro.
2. Cuando una jura por algo que es obvio y visible, ya que el juramento es superfluo:
por ejemplo, jura que algo blanco es blanco.
3. Cuando uno jura que una Mitzvá de la Torá no será más aplicable para él: jura por
HaShem que nunca se pondrá el Tefilin, etc. Las Mitsvot siguen siendo aplicables
para él.
4. Cuando uno jura por el nombre de HaShem hacer algo que es
humanamente imposible: p.e., jura que no beberá agua ni cualquier otro líquido por
una semana. Éste sería un juramento trivial.

El Rab Jayim Pereira-Mendes, un gran rabino Sefaradí del siglo pasado, extendió el alcance
de este mandamiento a los criterios de la sociedad moderna:

1. Invocamos el nombre de HaShem en vano cuando pronunciamos Su nombre de


forma irrespetuoso. Y también cuando decimos Su nombre o nos referimos a Él
en nuestras oraciones, sin pensar en lo que estamos diciendo.
2. Invocamos Su nombre en vano cuando decimos que Dios es bueno, justo,
misericordioso, etc., pero no tratamos nosotros mismos de ser buenos, justos,
misericordiosos, etc. Porque si “realmente” creemos en lo que decimos de Dios,
que representa el máximo grado de moralidad, deberíamos hacer todo nuestro
esfuerzo por imitar Sus cualidades. Actuar de otra manera se consideraría como si
lo que dijimos de Dios, lo dijimos «en vano”. Por lo tanto, debemos desarrollar una
predisposición positiva y noble hacia el prójimo. Actuar con flexibilidad,
comprensión y tolerancia. Y ser tan indulgente con los demás como HaShem es
con nosotros.
3. Como pueblo elegido por Dios, los judíos somos llamados por Su nombre: el pueblo
de HaShem. Y cuando hacemos algo malo, deshonramos y profanamos Su
nombre. Y al igual que todos los miembros de una familia sienten ninguna
vergüenza cuando cualquiera de ellos incurre en una ofensa, cuando un
Yehudí hace algo mal, el dolor es sentido por todos los judíos.

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Estudio sobre Aseret Adebarim

4. Invocamos Su nombre en vano si nos llamamos a nosotros mismos “judíos”, pero


vivimos como paganos. Trivializamos nuestra condición de pueblo de HaShem.
Por ejemplo: cuando no rezamos a HaShem, reconociendo Su poder, o para
declararle nuestras necesidades o para darle gracias por todo lo que nos da. Otro
ejemplo: cuando adoptamos hábitos morales o celebraciones que no pertenecen
al pueblo de HaShem.

5. Invocamos Su nombre en vano cuando inventamos excusas para justificar nuestra


negligencia o la desobediencia de Sus leyes, como si nuestra sabiduría fuera
mayor que la suya. En estos dos últimos casos no hay consistencia entre lo que
decimos y lo que hacemos, y a eso se lo considera invocar Su nombre en vano.

Estos ejemplos fueron traídos, con mínimas modificaciones, del libro del Rab Pereira Mendes “Jewish
Religion Ethically Presented”, (New York, 1905)

La responsabilidad de ser judío

El tercer mandamiento quizás sea el menos conocido de


todos. Primero vamos a exponer la explicación tradicional
de este mandamiento y luego, basándonos en un artículo
del Rab Amar, veremos el tercer mandamiento desde una
perspectiva distinta.

1. El tercero de los diez mandamientos «LO TISA» se


refiere a la prohibición de jurar en el nombre de Dios en
falso o innecesariamente (shebu’at shav). La tradición judía entiende la palabra «TISA» en este
contexto como «no invocarás» el nombre de Dios en vano (en otros contextos la palabra TISA o
NOSE se puede traducir como: llevar, cargar, tomar, etc.). De acuerdo a Maimónides, la prohibición
de invocar el nombre de HaShem se extiende también a recitar una bendición, berajá, en vano. ¿Por
qué? Porque una shebu’a, un juramento, es básicamente una declaración, la afirmación de una
creencia o un hecho. Una bendición ritual, por ejemplo, cuando decimos una berajá antes de comer,
también es una declaración. Afirmamos una idea o una creencia acerca de HaShem pronunciando
Su nombre. Por ejemplo, cuando digo la bendición «boré Perí ha’etz», no estoy diciendo «Gracias a
Dios por esta fruta», literalmente estoy diciendo: «Bendito eres Tú, HaShem, nuestro Dios, Rey del
universo, (que eres el) Creador del fruto del árbol «. En otras palabras, estoy afirmando y
reconociendo que HaShem es el creador de este fruto. Por lo tanto, si pronuncio ésta u otra
declaración similar innecesariamente, «invocando el nombre de HaShem en vano», estaría
transgrediendo el tercer mandamiento. Este es el origen del principio halájico: «safeq berakhot
lehaqel», en una situación en la que no estoy seguro si debo o no debo decir una berajá, lo correcto
es abstenerme, para no arriesgar a pronunciar una berajá innecesariamente (lebatalá) y transgredir
el tercer mandamiento «LO TISA».

2. El rabino Shelomo Amar, hoy en día Gran Rabino de Jerusalem, explica que este
mandamiento se extiende también a un área diferente, muy sensible y quizás más aplicable. El Rab
Amar expone la prohibición de la LO TISA como la advertencia de no «llevar/cargar» el nombre de
Dios en vano o falsamente, simulando religiosidad o piedad.

El Midrash nos trae la historia de un comerciante judío que viajaba de ciudad en ciudad. Una
vez llegó a un pueblo de Babilonia un viernes y traía consigo una gran cantidad de dinero. ¿Qué
hizo? Fue a la sinagoga y vio un hombre rezando y vistiendo el Tefilin en su cabeza. Sin dudarlo
mucho, le dio el dinero a este hombre y le pidió que cuidase de él hasta después de Shabbat. Cuando
terminó Shabbat, el comerciante fue a la casa de este hombre para retirar su dinero. Pero para su

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Estudio sobre Aseret Adebarim

gran sorpresa el hombre lo engañó y le dijo que nunca lo había visto y que nunca recibió ningún
dinero de él… El comerciante fue a la sinagoga y rezó. Y en su plegaria le dijo a HaShem: «Señor
del mundo, cuando yo vi a ese hombre en la sinagoga no confié en él, ya que nunca antes lo vi, yo
confié en TU nombre que él «llevaba» sobre su cabeza [en su Tefilín]». Al final, la historia terminó
bien. Eliyahu haNabi le reveló al comerciante en sus sueños una clave secreta que le permitió
acceder a la propiedad del ladrón y recuperar su dinero.

Los Jajamim traen el caso de este hombre que fingía ser piadoso como una ilustración del
tercer mandamiento: «No llevarás el nombre de HaShem en vano», falsamente. Llevar el nombre
de HaShem, en este caso a través del Tefilin que ese hombre llevaba sobre su cabeza (y creo que
el mismo criterio se podría aplicar a una Kipá o cualquier otro símbolo que me identifique como
Yehudí observante) implica una tremenda responsabilidad que debemos saber honrar. Y si me
comporto mal, como hizo ese estafador, y traiciono el nombre de HaShem que llevo conmigo, estoy
transgrediendo el mandamiento que dice explícitamente: «…no será perdonado por HaShem aquel
que lleve Su nombre en vano.»

No malrepresentarás.
Previamente presentamos 2 explicaciones del tercer
mandamiento. En síntesis se podría decir que las dos
explicaciones difieren en cuanto a la traducción (o al
alcance) de la palabra hebrea “TISA”. Primero
exploramos lo que se aprende del Tercer Mandamiento
cuando entendemos LO TISA como no “invocar” el
nombre de HaShem en vano, en el contexto de un
juramento, promesa, berajá, etc.

En segundo lugar, explicamos LO TISA como “No llevarás el nombre de dios en vano” y la
responsabilidad que esta misión exige. Cuando un ejecutivo de una compañía defrauda
económicamente a su empresa, usando fondos de la compañía para beneficio personal, está
engañando a su empresa, a sus socios, clientes y empleadores. Pero cuando un líder religioso usa
fondos públicos inapropiadamente, o es partícipe de algún fraude económico, no solo está engañado
a sus “empleadores”, sino que por sobre todo está perjudicando muchísimo a la religión que
representa. En Argentina, se comenta que ayudaron a un ladrón de guantes blancos a entrar a un
convento en la mitad de la noche y esconder allí dinero mal habido. Si esto se comprueba, entonces
en primer lugar, tendríamos un ejemplo muy real, aunque no sea dentro del marco judío, de cómo a
veces se puede trivializar, utilizar en vano o para fines materiales el “prestigio de una institución
religiosa” que supuestamente funciona en nombre de Dios.

Esto, por supuesto, puede pasar en todas las religiones y el efecto de frustración y desencanto
que estos escándalos causan en los feligreses es devastador. Ya que afectará el prestigio de la
religión, y/o aquellos que la representan, quienes supuestamente deben dar el ejemplo de honestidad
e integridad moral.

Si algo parecido ocurriera en el pueblo judío se llamaría JILUL HASHEM, la profanación “del
nombre de HaShem”. ¿Y por qué se denomina así?

Los judíos “llevamos” el nombre de HaShem, y por lo tanto, somos responsables de no


defraudar ni trivializar Su nombre. Es como si yo trabajara para Federal Express. Llevo el uniforme,
la insignia y la gorra que me identifica como Federal Express. Trabajar para esta compañía implica
también que yo represento a esta compañía. Si trato bien a los clientes, los clientes no van a decir
que Fulano de tal los trató bien, más bien van a decir que el servicio al cliente de Federal Express es
excelente. El crédito va mayormente para la compañía, no para el individuo. Lo mismo pasaría si yo

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Estudio sobre Aseret Adebarim

trato mal a los clientes: la compañía es la que va a sufrir un gran daño en su reputación y en su
nombre.

De una manera similar, los Yehudim representamos a HaShem: “trabajamos” (o quizás


somos Sus socios) en Su compañía. Hasta nos vestimos con un uniforme que nos identifican con
HaShem: Kippa, Tseniut y por sobre todo, Talit y Tefilín. Estos últimos, representan en realidad el
nombre de HaShem como dice el pasuq ‫ כי שם ה’ נקרא עליך‬que el mundo es testigo que El Nombre
Divino está en cada Yehudí.

El tercer Mandamiento no se refiere sólo al caso en el que nuestras palabras pueden trivializar
o profanar el Nombre de HaShem. Son principalmente nuestras acciones las que afectan para un
lado o para el otro el prestigio y la reputación del Nombre de HaShem que todo judío lleva consigo.

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Estudio sobre Aseret Adebarim

CUARTO MANDAMIENTO:
Recuerda el día de Shabat para santificarlo.
Seis días trabajarás y harás toda tu labor.
Pero el séptimo día es Shabat para el Eterno,
tu D-os; no harás ninguna labor: ni tú, ni tu hijo
o tu hija, ni tu siervo o tu sierva, ni tu ganado o
el extranjero que esté en tus portales. Porque
[en] seis días el Eterno hizo los cielos y la
tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, y
descansó en el séptimo día. Por eso el Eterno
bendijo al día de Shabat y lo consagró

Lo que quiero vs. lo que necesito


De todos los mandamientos, el relativo al Shabbat
parece ser el de mayor alcance práctico. Debemos dejar de
trabajar, de ocuparnos de procurar nuestro sustento, un séptimo
de nuestras vidas. Teniendo en cuenta también en el trabajo
nuestra relación de dependencia con HaShem. De esta manera
hacemos del Shabbat un día «sagrado», especial, diferente y
espiritual.

La espiritualidad del Shabbat comienza por entender por


qué debemos abstenernos de trabajar en este día. Y la clave,
creo, se encuentra en el texto que nos cuenta acerca del «Man»,
el primer indicio que tuvimos como pueblo acerca de la esencia
del Shabbat.

Veamos. Después de la salida de Egipto, el pueblo de


Israel sufrió la escasez de agua y alimentos en el desierto. HaShem hace que el maná (en hebreo
«Man», un alimento especial que tenía todas las propiedades nutritivas necesarias) descienda
desde el cielo. En ese momento HaShem le explica al pueblo de Israel cómo deben comportarse
respecto del Man. Estas instrucciones son esencialmente educativas. Nos enseña al pueblo judío
cómo manejarnos con lo material.
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Estudio sobre Aseret Adebarim

Hay tres instrucciones fundamentales de las cuales podemos aprender una gran lección de
economía espiritual judía. Y todas estas lecciones están relacionadas con el Shabbat.

¿DE DÓNDE LLEGA MI COMIDA? En primer lugar el Man nos enseña que la comida, la
satisfacción de nuestras necesidades materiales, llega del cielo (=Dios). Eso no significa que no
debemos trabajar para ganarnos el pan. De hecho, el cuarto mandamiento prácticamente nos ordena
trabajar. Lo que la Torá quiere, entonces, es educarnos a la idea fundamental de que en última
instancia nuestro sustento (parnasá) está determinado desde «los cielos». El campesino puede
trabajar de sol a sol sembrando su tierra, pero si «el cielo» no provee la lluvia, no tendrá lo que comer.
Un empresario puede ser muy inteligente y trabajador, pero si sufre un accidente, o es víctima de
una enfermedad terminal, no podrá seguir trabajando. Nuestro trabajo tiene que estar acompañado
por la Emuná (=convicción) de que en última instancia es HaShem quien determina lo que voy a
tener para comer. Esta es la idea principal del Shabbat: que nuestro sustento, como el Man, depende
de HaShem.

NO ACUMULARÁS: La segunda lección tiene que ver con el rechazo a la acumulación


compulsiva de bienes materiales. En el desierto, estaba prohibido acumular «Man». Cada
uno tenía que recoger solamente el Man que necesitaba para ese día. Si alguien recogía más Man
de lo que necesitaba, el Man extra se pudría. La lección es importantísima: en el mundo hay comida
para todos. Como judío, no tengo necesidad de mirar a mi vecino como mi rival, como si cuanto más
tiene él menos tengo yo, o viceversa. Desistir del aprovisionamiento desproporcionado representa
una expresión de confianza, aprecio y gratitud por la generosidad de HaShem. Debemos trabajar
para recoger el «Man», pero sabiendo que lo que recogemos es un regalo de «los cielos».

EN SHABBAT «NO»: El día viernes se debía recoger doble porción de Man, para el viernes
y para Shabbat. ¿Por qué? Porque el Man no descendía durante Shabbat. No había que salir (y no
se podía salir) a trabajar/recoger la comida en Shabbat. Todo judío que observa el Shabbat conoce
muy bien la importancia de esta lección. Uno puede perder muchas ofertas de trabajo, sólo por no
estar dispuesto a trabajar el séptimo día de la semana. En muchos casos un comerciante judío debe
sacrificar potencialmente un 20% o 25% (o a veces más) de lo que vende durante la semana, porque
en Shabbat no puede continuar sus negocios. Cumplir Shabbat, como algún vez observaron los
Romanos, no es una idea comercialmente conveniente. Pero, ¿existe acaso una mejor forma de
expresar mi confianza en HaShem? ¿De demostrar mi convicción de que no por trabajar más voy a
tener más de lo que HaShem habrá de determinar para mi y para mi familia?

Shabbat y la Creación
La noción de «descanso» o “reposo” asociada con
Shabbat puede llegar a ser un poco confusa. La gran mayoría
de las traducciones de la Biblia presentan al Shabbat como un
«día de descanso” que el Todopoderoso concede a la
humanidad.

Pero, ¿es Shabbat realmente un día de descanso


semanal que nuestro Divino CEO nos da porque quiere que sus
empleados trabajen de manera más eficiente y más productiva
durante la semana siguiente? Esta podría ser la idea de Shabbat
una sociedad de esclavos (o una sociedad extremadamente
materialista) donde la razón de la existencia es el trabajo. Y el
objetivo del Shabbat es mejorar la productividad.

Hemos explicado el Cuarto Mandamiento, la observancia del Shabbat, como el precepto que
indica «reposar» de nuestro trabajo. Pero esa falta de actividad no está destinada al descanso físico

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Estudio sobre Aseret Adebarim

sino a expresar, a través de nuestra inactividad, la convicción de que nuestros medios de vida
provienen, en última instancia, de HaShem.

Desde este punto de vista, Shabbat nos recuerda Yetsiat Mitzrayim, la salida de Egipto. Una
vez fuera de Egipto, como lo aprendimos del maná, dejamos de estar bajo la jurisdicción del Faraón
e ingresamos bajo las alas de la Supervision Divina. El propósito de nuestros esfuerzos semanales
es llegar a Shabbat. Trabajamos duro durante la semana para celebrar y disfrutar al máximo el día
de Shabbat. Ese es el significado de la bendición del séptimo día en Génesis 2:3: HaShem «bendijo
el séptimo día y lo santificó (es decir, lo estableció como el día más importante de la semana).

En el contexto de Bereshit, por otro lado, Shabbat expresa una noción diferente, la
culminación de la creación. La idea principal que transmite Shabbat en Bereshit es que en el séptimo
día Dios terminó (vayikhal) Su trabajo creativo y detuvo (vayishbot) «para siempre» el proceso
Creación.

RaDaQ explica muy claramente que el Shabbat marca el final del proceso de Creación. ‫ונגמרו‬
‫« כולם ביום הששי ומכאן ואילך אין כל חדש … שלא ברא אחר יום הששי דבר‬Y a partir de este momento [después
del Sexto Día] no hubo nuevas creaciones… porque [Dios] no creó nada nuevo después del Sexto
Día «(Génesis 2: 1-2)».

Vamos a explorar el significado más profundo de las palabras de RaDaQ:

¿Por qué los cristianos celebran la Creación el día domingo, los musulmanes el viernes y
nosotros los judíos en Shabbat? A primera vista, pareciera que tiene más sentido conmemorar la
creación en el primer día de la semana, que celebra el inicio de la Creación. O bien el Sexto Día, el
último día de la creación. La Tora, sin embargo, indica que debemos celebrar el acto de creación en
el séptimo día, cuando Dios «terminó» Su Creación. ¿El día que no hubo Creación para celebrar la
Creación? ¿Por qué?¿Cuál es la diferencia entre el proceso Divino de la Creación y la naturaleza?

Si la materia y la vida hubieran sido producidas por la naturaleza, la naturaleza NO podría


dejar de seguir creando. La naturaleza no puede parar su curso. Debería haber continuado la
creación de átomos y células, materia y seres vivos. Cuando un evento ocurre sólo una vez, no se lo
puede llamar un evento de «natural». Es más bien un evento «sobrenatural». En este sentido, según
lo explicado por los rabinos del Talmud, la observancia del Shabbat es nuestro testimonio de que
Dios, y NO la naturaleza, creó el universo. Que nada surgió de forma espontánea o natural.

La conclusión del proceso creativo, es decir, el Shabbat, es lo que hace que la Creación haya
sido un fenómeno único e irrepetible, que sólo ocurrió una vez, durante un período particular y
singular llamado «Los Seis Días de la Creación”. Shabbat, “zejer lemaase bereshit”, celebra el acto
de Creación. Nuestro testimonio de que Dios, y no la naturaleza, trajo a nuestro mundo a su
existencia.

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Estudio sobre Aseret Adebarim

QUINTO MANDAMIENTO:
Honra a tu padre y a tu madre, para que se
prolonguen tus días sobre la tierra que el
eterno, tu D-os, te concede...

La diferencia entre respetar y honrar a los padres.

En la Torá hay dos Mitsvot que regulan la relación


padres /hijos. La primera de ellas es kabbed et abija ve-et
imeja «Honra a tu padre y a tu madre». Este es el quinto de
los Diez Mandamientos.

Y hay una segunda Mitsvá en el libro de Vayiqrá -


Leviticus- 19, 3, que dice ish immó veabiv tira’u, «Uno debe
respetar a su madre y a su padre».

Estas dos Mitsvot son diferentes y de hecho, se complementan entre sí, como veremos a
continuación.

Comenzaremos por la segunda Mitsvá: Respetar a nuestros padres. El lenguaje que utiliza
la Torá, que nosotros tradujimos como respecto es tira’u, que literalmente significa «temer». Pero no
se trata de tenerle miedo a los padres sino de un temor reverencial, o sea, respeto.

Respetar a los padres incluye todo lo que NO debemos hacer a nuestros padres. Algunos
ejemplos:
 No puedo llamar a mis padres por su nombre particular.
 No puedo contradecir o desobedecer a mis padres.
 Un hijo o una hija no deben sentarse en un lugar que es designado para su padre o su madre.
Por ejemplo, en el asiento de su madre en la mesa o en el sillón especial de su padre en la
casa, o en el asiento de su padre en la sinagoga, etc.

El respeto de los padres es una forma de establecer líneas claras: «Yo soy el padre y tú eres el
hijo: no somos iguales.». Esta distancia es absolutamente necesaria para los hijos, no para el ego
de los padres. Estos principios establecen límites y definen la autoridad, sin lo cual un niño no puede
ser bien educado. En un sentido práctico, la Mitsvá de «respetar» a nuestros padres se aplica
principalmente cuando somos niños o jóvenes y dependemos de nuestros padres. Un niño judío se
educa a actuar con disciplina y a aceptar la autoridad de los padres. Lo cual eventualmente lo
entrenará para aceptar una autoridad superior: la autoridad Divina.

La primera Mitsvá, «Honrar a los padres», es muy diferente. No se trata de lo que NO está
permitido hacer hacia los padres, sino de lo que debemos hacer hacia nuestros
padres. Básicamente, honrar a nuestros padres significa «cuidar a» y «ocuparnos de» nuestros
padres. Y como ya explicamos, este es el quinto de los Diez mandamientos.

Nuestros sabios explicaron que honrar a los padres incluye por ejemplo nuestra obligación de
atender a nuestros padres, acompañarlos, llevarlos y traerlos, y si fuera necesario, darles de comer
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Estudio sobre Aseret Adebarim

y vestirlos. Esta Mitsvá hace hincapié en el deber de gratitud y reconocimiento hacia quienes nos
alimentaron, nos vistieron y cuidaron de nosotros cuando éramos niños.

Como el lector podrá apreciar, el respeto a los padres se aplica principalmente cuando nosotros,
los hijos, dependemos de nuestros padres. Mientras que honrar a los padres se aplica principalmente
cuando nuestros padres son mayores, y dependen de nosotros, los hijos.

Honrar a quienes nos dieron la vida

Vamos a ver algunos ejemplos de honrar a nuestros padres:

QUIDDUSH
En la mayoría de las familias sefardíes, los hijos dan un tributo especial a sus abuelos y
padres en ocasión del Qiddush, especialmente el viernes por la noche. Los hijos e hijas se acercan
para ser bendecidos por su padre, su madre y sus abuelos, aun cuando ya son mayores. Los padres
o abuelos bendicen a los hijos con la bendición de los Cohanim (yebarejeja HaShem
veYishmereja Que HaShem te bendiga y te proteja, etc. Muchos padres también dicen: yesimeja /
yesimej Eloqim, Que HaShem te bendiga como a Efraim y Menashe, etc.) y cualquier otra bendición
adicional, para ver sus buenos deseos cumplidos. Inmediatamente después de eso, los hijos besan
la mano de los abuelos y de los padres en señal de honor, amor y devoción hacia ellos.

ALIYÁ LATORÁ
Cuando un abuelo o un padre es llamado para subir a la Torá, todos los miembros de la familia
se levantan en sus asientos en la sinagoga en honor a sus mayores. Este reconocimiento es
expresado por los hijos, hermanos menores, y a veces, sobrinos del anciano, que ha sido llamado al
Sefer Torá. Cuando el padre o el abuelo regresan a su asiento, los nietos y los hijos besan su mano.
Cuando un patriarca mayor de la comunidad es llamado a la Torá, no es raro encontrar a decenas
de personas que se levantan en su honor.

LOS NOMBRES DE NUESTROS BEBÉS


Nombrar a nuestros hijos con los nombres de nuestros padres es considerado una de las más
altas formas de dar honor (kabod) a nuestros padres. Es una tradición antigua, y muy
cuidadosamente mantenida en las comunidades Sefaradíes. En general, el primer niño llevará el
nombre del padre del esposo, y la primera niña, el nombre de la abuela paterna. El segundo niño
llevará el nombre del padre de la esposa, y la segunda niña, el nombre de la abuela materna.

En la tradición Ashkenazí, sin embargo, no se nombra a los bebés con los nombres de los
abuelos mientras estos últimos están con vida. ¿Por qué? Es un asunto puramente práctico. Como
explicamos, no se permite llamar a nuestros padres por su nombre propio. Tenemos que llamarlos
respetuosamente “padre» o “papá”, “madre» o “mamá”. Ahora bien, de acuerdo con la tradición
Ashkenazi, esta restricción incluye mencionar el nombre de uno de los padres, incluso cuando
estamos dirigiéndonos a otra persona. Por ejemplo; si el nombre de mi padre es Ya’aqob y un amigo
mío se llama Ya’aqob, no debería llamar a mi amigo por su nombre en presencia de mi padre, porque
va a parecer como una falta de respeto mencionar el nombre propio de mi padre en su presencia,
incluso cuando me estoy dirigiendo a otra persona. Por lo tanto, si mi padre Ya’aqob está con vida y
yo nombro a mi hijo «Ya’aqob», inevitablemente, cada vez que yo llame a mi hijo en presencia de mi
padre, se consideraría una falta de respeto hacia mi padre. Y es por esto que de acuerdo con la
tradición Ashkenazi, los hijos no llaman a sus bebés con los nombres de los padres, mientras que
los padres viven.

ASISTENCIA ECONOMICA
El Talmud (Quidushín 32) afirma que los hijos no están obligados a apoyar económicamente
a sus padres si los padres tienen los medios para mantenerse. Sin embargo, cuando los padres no
pueden trabajar debido a que ya son demasiado mayores, y / o cuando no tienen los medios para

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mantenerse a sí mismos, es un gran mitsvá apoyar a los padres de uno financieramente y


proporcionarles alimentos, ropa, vivienda, y todo lo necesario para que vivan con dignidad. El apoyo
económico a los padres en estas circunstancias debe ser asumido por todos los hijos, basado en la
capacidad financiera de cada uno. Si los padres tienen los medios para mantenerse a sí mismos,
pero que no quieren gastar sus propios activos y / o eligen vivir en un estándar de vida muy bajo, los
hijos no están obligados a proporcionar ayuda financiera adicional a sus padres .

¿Cómo tratar a nuestros padres?


Mantener la dignidad de nuestros padres mientras
se realiza la mitsvá de honrarlos, se aprende de un
pasaje en el Talmud de Jerusalem, que indica que “es
posible alimentar a los padres de uno con exóticos
manjares y aun así ser considerado un mal hijo; y es
posible forzar a uno de los padres a trabajar en la
molienda y ser considerado un buen hijo”.

El Talmud ilustra estos casos con dos historias


reales:
Primer caso, un hijo le daba de comer a su padre comida de lujo, aves exóticas (probablemente algún
tipo de faisán). Un día el padre le preguntó al hijo: ¿de dónde tienes el dinero para estos alimentos?
Y el hijo respondió «Tranquilo, viejo. Un perro come en silencio lo que se le da, tú también debes
comer tu comida sin hacer preguntas.” Este hijo, dice el Talmud: heredará el infierno.

El segundo caso se refiere a un hijo que trabajaba en la molienda de su padre. Un día, el rey
convocó a los trabajadores de la molienda al palacio para ayudar con un trabajo muy difícil. El rey
esperaba que cada familia mandara un trabajador. El hijo decidió ofrecerse a trabajar para el rey y
le dijo a su padre que tomará su lugar en la molienda de la familia, para que el padre no sea tratado
de una manera poco digna ante el rey. Este hijo que envió a su padre a trabajar a la molienda, dicen
los Sabios, «heredará el paraíso ‘.

Cuando un hijo o una hija están asistiendo o ayudando a sus padres ancianos, debe hacerlo
con alegría y con un lenguaje corporal positivo. Si un hijo o una hija ayudan a sus padres, pero hace
que sus padres sientan que son una carga, se genera un dolor emocional incalculable para los
padres, especialmente cuando dependen exclusivamente de este hijo o hija. Los rabinos explicaron
que cuando ayudamos a nuestros padres debemos hablar con ellos con dulzura, con buenas
palabras y con el respeto que se le debe a una autoridad superior.

Cuando los padres mayores vienen a visitar a la casa de su hijos, deben ser recibidos con
amor y honor. Y el hijo o hija deben enseñar a sus propios hijos a honrar y respetar a sus abuelos.
Para terminar, hemos citado en la cabecera de este artículo el versículo del 5to mandamiento que
nos indica la obligación de honrar a nuestros padres. La Torá dice: «Honra a tu padre y a tu madre
para que tus días en la tierra sean más largos …», esta es la traducción convencional de este pasuq:
por cuidar de nuestros padres mayores, tendremos el mérito de gozar de una vida más larga.

Hay una segunda lectura alternativa de este pasuq: En lugar de traducir lema’an ya-arijun
yameja como «para que tus días en la tierra sean más largos», podemos traducirlo como
«para cuando tus días en la tierra sean más largos”. Brevemente, y en otras palabras: Si honras a
tus padres, cuando tu seas mayor, merecerás ser honrado por tus hijos, de la misma forma que tu
has honrado a tus padres. Esto es, por supuesto, una recompensa enorme. En mi experiencia como
rabino, esta es una regla que casi no tiene excepciones: cuando envejecemos, seremos tratados por
nuestros hijos de la misma manera que tratamos y honramos a nuestros propios padres. Nuestros
hijos tal vez no siempre escuchan lo que decimos, pero sin duda ellos siempre ven lo que hacemos
y recuerdan y repiten lo que hicimos.

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Estudio sobre Aseret Adebarim

Honrar a nuestros padres, en circunstancias


especiales

Los rabinos del Talmud examinaron el tema de honrar a


los padres en circunstancias especiales. Veremos dos ejemplos:

PADRES SENILES
Los rabinos presentaron el caso de Rab Asé, que vivía
con su madre mayor, y que ya estaba senil. Rab Asé cuidaba
muy bien de ella y hacía lo que podía para complacerla, honrarla y no contradecirla. El Talmud ilustra
el comportamiento errático de la madre y la reacción de Rab Asé: un día ella le pidió que le comprara
joyas, y él le trajo algunas joyas. Otro día ella le pidió que le buscara un marido para ella. Tratando
de apaciguarla, él le dijo que lo iba a hacer… Pero la situación llegó a un punto en que los pedidos
de la anciana madre eran cada vez más excéntricos y su comportamiento se volvió cada vez más
violento. Rab Asé decidió entonces dejarla. Los rabinos explicaron que Rab Asé no la dejo sola sino
que contrató a una muy buena persona para que cuidara de su madre.

Los Sabios dijeron que Rab Asé pensó que de otro modo, en estas circunstancias, se vería
obligado a faltarle el respeto a su madre y tal vez tener que restringirla físicamente, algo que no
estaba dispuesto a hacer. Los Sabios también explicaron que, por alguna razón, en este caso, el
comportamiento de la madre de Rab Asé era más agresivo en presencia de su hijo, pero con otras
personas, la madre se comportaba con más tranquilidad. Sobre la base de este precedente los
rabinos concluyeron que, en determinadas circunstancias, el hijo o la hija pueden dejar a sus padres
mayores bajo el cuidado de otra persona. Obviamente, cada caso es completamente diferente del
otro, y debe ser tratado específicamente. Yo recomendaría que, en ningún caso, los hijos tomen este
tipo de decisiones basados simplemente en intuición. Más bien, se debería consultar con un
trabajador social o un sicólogo y con un rabino para determinar qué es lo mejor que uno puede hacer
por sus padres en este tipo de situaciones.

DESOBEDECER A LOS PADRES POR SU PROPIO BENEFICIO


Honrar a nuestros padres incluye obedecerlos y en lo posible complacer sus deseos. Pero,
¿qué hay que hacer si los padres piden a su hijo o hija algo que va a ser perjudicial para ellos? Por
ejemplo: ¿Qué debe hacer un hijo si su padre le pide que le traiga una bebida alcohólica y el hijo
sabe que el padre terminará en estado de embriaguez? ¿El hijo, tiene que obedecer a su padre y
llevarle el licor, siguiendo ciegamente las órdenes de su padre, o debe negarse a asistir a su padre
en este caso? Los rabinos están de acuerdo en que en este caso el hijo debe negarse a comprar u
obtener alcohol para su padre, pero debe hacerlo con el máximo respeto, tratando de disuadir a su
padre con palabras dulces y lógicas.

Al hijo no se le permite gritarle a sus padres o faltarles el respeto, incluso cuando el hijo tiene
razón. Los rabinos contemporáneos traen algunos otros ejemplos comunes. Si el padre es diabético
y le pide a su hijo que le lleve un alimento dulce, o cuando un padre le pide a su hijo o hija que le
traiga cigarrillos o cualquier cosa que pudiera causar un daño «significativo» para la salud de la
madre del padre, es decir, cualquier cosa que un médico le impediría hacer, tomar o comer. Una vez
más, aún en estos casos donde los hijos desobedecen a los padres, es fundamental que los hijos
mantengan una actitud respetuosa y eviten ofender o humillar a sus padres, aun cuando están
tratando de protegerlos de algo perjudicial. (Yalqut Yosef, Kibbud Ab va-Em, 2, 46-60).

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SEXTO MANDAMIENTO:

No asesines.

¿No matarás o no asesinarás?

El sexto mandamiento, «No matarás», a primera vista parece


ser el más sencillo de entender. Sin embargo, es uno de los
mandamientos más complejos ya que debe ser definido una y otra
vez para comprender su extensión, y es también uno de los más
relevantes en la modernidad.

En primer lugar, acordemos que NO MATARÁS es una


traducción un poco engañosa. En castellano, como en hebreo, hay una diferencia entre matar y
asesinar. Matar puede incluir el terminar con la vida de animales, mientras que «asesinar» se reduce
a matar personas. Este mandamiento se debería traducir entonces como NO ASESINARÁS.

Como dijimos, si bien este mandamiento solo incluye 2 palabras, 6 letras, es complejísimo en
términos de su extensión e inclusión. La ley judía, al igual que la ley civil de cualquier país civilizado,
distingue entre los distintos tipos de «asesinato». En las siguientes líneas veremos algunas de estas
categorías, según las menciona Maimónides.

En primer lugar, hay un asesinato «permitido» que es el caso de matar en defensa propia. Si
alguien se acerca con la intención de matarme (en hebreo: «rodef») entonces para defenderme lo
podría matar. Lo mismo sucede si alguien mata al asesino potencial de otra persona inocente.

En segundo lugar tenemos el asesinato accidental, un caso que está explícitamente legislado
en la Torá. En el texto bíblico se trae el ejemplo de dos personas que van a trabajar al campo, a
talar árboles. A uno de los trabajadores se le escapa la parte de metal de su hacha y hiere
mortalmente a su compañero. En este caso, no existe la intención de matar y tampoco negligencia.
Se podría comparar hoy con algunos tipos de accidentes de tránsito, donde se determine que las
circunstancias del fatal accidente estuvieron completamente más allá del control del victimario. En
este caso, en los tiempos bíblicos, el asesino no intencional debía exiliarse en las ciudades de
refugio.

En tercer lugar tenemos el asesinato de otra persona cuando ocurre por negligencia: es decir,
«A» no tuvo la intención de matar a «B». Pero tenía que haber previsto ciertas medidas de seguridad
para evitar ese accidente. El ejemplo clásico en nuestros días es una persona que maneja a toda
velocidad y «accidentalmente» mata a otra persona. Esto se llama negligencia, o en hebreo: peshi’a.
Y por supuesto el grado de responsabilidad es muy grande, aunque no haya existido la intención de
matar.

En cuarto lugar, está la situación en la que una persona por ejemplo, golpea intencionalmente
a otra, sin intención de matarlo, pero sin querer lo mata.

Y en quinto lugar, está el caso del asesinato con premeditación, es decir, cuando «A» asesina
a «B» intencionalmente. En este último caso, si se estableciera la culpabilidad e intencionalidad del
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asesino por dos testigos válidos, entonces cabría la pena de muerte para el asesino (dicho sea de
paso, en los tiempos del Sanhedrín, o máximo tribunal judío, si bien se enviaba a este individuo a
prisión y se lo sentenciaba a muerte, era muy raro que se ejecutase efectivamente al prisionero).

Maimónides también menciona otros tipos de homicidio como por ejemplo: provocar
intencionalmente la muerte de otra persona; asesinar a través de un tercero; suicidio, etc.Cada uno
de estos casos merece un tratamiento particular en términos de intencionalidad, responsabilidad,
sentencia, etc. El lector interesado podrá encontrar todos estos casos y más en Mishné Torá, Sefer
Neziquín, Hiljot Rotseaj.

Como se podrá apreciar, este tema que hemos resumido es muy complejo. Pero aquí solo
comienza la exploración de este mandamiento. En los párrafos siguientes veremos algunos otros
ejemplos de NO ASESINARAS. ¿El aborto, se lo considera asesinato? ¿Está permitida la eutanasia
en la ley judía? ¿Se puede desconectar el pulmotor de un paciente en estado vegetativo? etc.

Aborto y homicidio

Veremos de qué manera se relaciona el aborto con el


homicidio.

El caso de aborto discutido en el Talmud se refiere a lo


que hoy llamamos «aborto terapéutico», es decir, cuando la
vida de la madre que va a dar a luz está en peligro, y los
médicos estiman que la única manera de salvar su vida
es sacrificando al bebé que aún no nació.

En este caso, las primeras fuentes rabínicas (Mishná


Aholot, 7: 6, escrita ca.200 de la era común) establecen de
manera consensuada que el feto debe ser sacrificado con el fin de salvar la vida de la madre. Este
caso se relaciona con homicidio, pero NO en la forma que, muchos pueden suponer.

La Mishná da a entender que en esta situación el bebé que está por nacer se considera desde
un punto de vista legal «rodef», que como explicamos ayer significa «un homicida en potencia» con
respecto a su madre, y por lo tanto se aplica el principio de «defensa propia»: Si «A», en este caso
la madre, va ser matado por «B», en este caso el bebé, se debe sacrificar a «B» para salvar la vida
de «A» ( habba lehorgeja hashkem lehorgo, Sanhedrín 72a). El bebé, irónicamente, es considerado
como un rodef «involuntario».

Unas generaciones más tarde, los sabios del Talmud analizaron esta declaración de la Mishná
y se preguntaron qué sucede cuando el bebé ya está en el proceso mismo de su nacimiento. Por
ejemplo, si ya sacó su cabeza, y se establece ahora por los médicos que de proseguir el parto, la
vida de la madre corre peligro ¿se siguen aplicando los mismos criterios de defensa propia, y se
sacrifica la vida del bebé para salvar la vida de la madre? Los Sabios entendieron que esta es una
situación distinta, ya que el bebé sigue siendo el «rodef» de la madre, pero ahora la madre es también
el «rodef» de este bebé. Dicho en términos muy simples, los Sabios explicaron que antes de nacer
el bebé, la vida de la madre tiene prioridad, porque el bebé es todavía un feto, una vida potencial.

Pero una vez que el bebé nace, es decir, su cabeza y / o la mayor parte del cuerpo ya está
fuera, su vida no debe ser sacrificada, ya que la madre y el bebé están en una situación de igualdad.
En este caso, por lo tanto, los médicos deben hacer todo lo posible para salvar la vida de ambos.

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Estudio sobre Aseret Adebarim

Aborto y malformaciones congénitas


Seguimos analizando el sexto mandamiento y su
aplicación en situaciones médicas complejas. Explicamos que el
Talmud discute y permite en ciertas condiciones el aborto
terapéutico, es decir, cuando la vida de la madre está en peligro.

Ahora bien, salvo por motivos médicos, el aborto está


estrictamente prohibido por la ley judía. Sin embargo, la ley judía
no considera el aborto como asesinato, es decir, un crimen que
merecía la pena de muerte en los tiempos en que los tribunales judíos aplicaban la ejecución.

La Torá menciona explícitamente el caso en el que una persona negligentemente provoca


que una mujer embarazada aborte a su bebé (Shemot 21:22) y no considera ese caso como
homicidio, sino que aplica otro tipo de pena para el agresor ( ‫)ונתן בפלילים‬. A este respecto, el
judaísmo es diferente de otras religiones, por ejemplo, el cristianismo. Para la iglesia católica la vida
comienza en la concepción y por lo general equipara el aborto con el asesinato.

Para la ley judía la prohibición de abortar, se enmarca dentro del crimen de daños corporales
o mutilación ( ‫)חבלה‬, no asesinato (‫רצח‬, hay muy pocos rabinos que disienten en este punto). Ya que
el individuo se considera una persona legal solo una vez que nace. Antes de nacer, es considerado
como yerej imó, o sea, un miembro del cuerpo de la madre. Esta consideración tiene implicancias,
por ejemplo, para la determinación del aborto cuando se detecta una malformación congénita en el
feto.

Este tipo de casos representan un nuevo reto en la ley judía. Me explico. Obviamente, los
rabinos del Talmud o de la Edad Media, Maimónides o Shulján Aruj, no abordaron estos casos,
porque sólo en nuestros días tenemos la capacidad de determinar la salud de un bebé en el útero
materno. Al igual que en otros casos como trasplante de órganos, no existe una legislación Talmúdica
sobre la cual nos podamos basar para determinar la ley. Y es importante saber que cada vez que
no podemos encontrar un antecedente directo en la ley Talmúdica, generalmente nos encontraremos
con más de un opinión rabínica, que basadas en analogías Talmúdicas, y no en precedentes legales,
llegarán a conclusiones diferentes, y muchas veces opuestas.

El tema que recién mencionamos, el aborto en un caso de malformación genética, no es una


excepción a esta regla. El caso de Tay-Sachs, por ejemplo, una gravísima enfermedad genética
que destruye progresivamente el sistema nervioso y resulta en la muerte del individuo a una edad
muy temprana, ha sido analizado por los legisladores rabínicos modernos (= posqim). Y si bien la
mayoría de los rabinos se inclinan a autorizar el aborto en este caso específico, no existe un
consenso absoluto al respecto.

Aparte del tipo de malformación se discute por ejemplo, en qué mes del embarazo se detecta
el problema, la situación emocional de la familia, la forma en que se haría el aborto, etc. Desde un
punto de vista halájico, en casos como éste, donde no hay precedentes Talmúdicos directos y no
existe un consenso entre las autoridades rabínicas, cada situación debe ser analizada en particular,
consultando con los rabinos de la comunidad de uno respecto a los criterios a seguir.

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Estudio sobre Aseret Adebarim

«No matarás» y la donación de órganos

Vamos a explorar muy brevemente un tema muy


complejo: la donación de órganos.

Hay dos tipos de donación de órganos: Cuando los


órganos se toman de
1. Donantes vivos y cuando se extraen de
2. Donantes cadavéricos.

DONANTES VIVOS
Esta categoría incluye, por ejemplo, la donación de riñón; médula ósea y la donación de
sangre. En el pasado, muchos rabinos, entre ellos el rabino Isaac Weiss y el Rabino Eliezer Yehuda
Waldenberg z»l, expresaron ciertas reservas acerca del permiso para donar un riñón, por ejemplo,
porque pensaban que aunque una persona puede tener una vida normal con un solo riñón , los
riesgos para el donante durante y después de la cirugía, eran demasiado altos y podían poner en
peligro su vida.

En nuestros días, sin embargo, los donantes son examinados cuidadosamente física y
psicológicamente, y los riesgos quirúrgicos y post-quirúrgicos de complicaciones para el donante han
disminuido drásticamente, gracias a los avances de la medicina moderna. En una de sus respuesta
rabínicas, el Rab Obadia Yosef z«l evalúa las objeciones del rabino Weiss y el rabino Waldenberg, y
afirma que, puesto que hoy en día los riesgos involucrados en la donación de riñón son tan bajos, se
considera un gran Mitsvá donar un riñón, y este acto se enmarca dentro de la Mitsvá de salvar una
vida, (piquaj nefesh). La donación de un riñón para salvar una vida, sugiere el Rab, podría también
ser requerida por el mandamiento de la Torá «lo ta’amod al dam re’ekha», «no te quedarás inmóvil
mientras tu prójimo se desangra» (es decir, mientras se está muriendo) «.

DONANTES CADAVÉRICOS
La forma más común de donación de órganos y la que se debate entre los rabinos modernos,
es la donación de órganos después de la muerte del donante. Esta es la donación de órganos que
se alude en las licencias de conducir donde se autoriza o no extraer los órganos para
ser trasplantados.

La donación cadavérica se relaciona en un punto crucial con el sexto mandamiento. Esto es:
la definición de «muerte». Me explico: Algunos órganos, como el corazón, por ejemplo, no pueden
ser trasplantados después de que éste deja de funcionar. El corazón debe ser extraído del cuerpo
del donante, mientras que todavía está latiendo. Hasta la década de los 1970s, esta operación era
imposible debido a que la insuficiencia cardiopulmonar irreversible, era el único estándar para la
determinación de la muerte. Pero, más adelante, los científicos desarrollaron respiradores o
ventiladores médicos que mantienen la respiración, evitando que el corazón deje de latir. En una
situación conocida como «la muerte irreversible de la corteza cerebral» el cerebro podría detener
por completo sus actividades vitales, mientras que el paciente todavía sigue respirando con el
respirador y su corazón sigue latiendo. La pregunta entonces es: este paciente se considera muerto
porque su cerebro ya está muerto, o se sigue considerando vivo porque su corazón sigue
funcionando?

Hay dos opiniones sobre este tema:

1. CORAZÓN. La opinión más estricta sostiene que mientras el corazón está latiendo y la
persona está respirando, el paciente se considera vivo, incluso cuando la respiración es causada por
un respirador, e incluso cuando la corteza cerebral está muerta. Y por lo tanto, extraer el corazón de
este paciente sería considerado asesinato. La fuente bíblica para esta opinión es que cuando el

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Estudio sobre Aseret Adebarim

hombre fue creado, Dios insufló en el cuerpo de Adán un hálito de vida (respiración o nishmat jayim),
y esto indica que la vida está determinada por la respiración.

2.CEREBRO. La opinión más permisiva también sostiene que la respiración es la señal


inequívoca de vida. Pero explica que con el fin de ser considerada como un signo de vida, la
respiración tiene que ser autónoma. El Rabinato de Israel emitió un fallo hace unos años indicando
que en su opinión la muerte cerebral se debe considerar muerte, incluso si el paciente está conectado
a un respirador artificial, y su corazón aún está latiendo. Explicaron que, si bien nos parece a nosotros
que el paciente todavía está respirando, una vez que se determina la muerte de la corteza cerebral,
el centro de control de la respiración autónomo se desactiva de forma irreversible, y se ha perdido
para siempre el control sobre la respiración. La vida está conectada a la respiración cuando la
respiración es autónoma, es decir, cuando todavía existe la capacidad de respirar. Un paciente con
muerte cerebral que respira se podría comparar a un cuerpo decapitado que, de alguna manera,
conectado a un respirador artificial, sigue con su corazón activo. Ya que el corazón es un músculo
autónomo y puede funcionar «mecánicamente» incluso cuando no es activado por la corteza
cerebral. Pero, puesto que ya no existe la posibilidad de respiración autónoma el paciente se
considera muerto y en determinadas condiciones, sus órganos podrían extraerse para el trasplante.

TARJETAS de DONACIÓN DE ÓRGANOS


En Israel (ver https://www.adi.gov.il/en/ ) y en los EE.UU.(https://www.hods.org/) hay dos
instituciones importantes ADI y HODS que apoyan la donación halájica de órganos y le ofrecen al
donante la opción de elegir entre los dos dictámenes rabínicos anteriormente mencionados. Sus
sitios web tienen fuentes de información muy importante y seria sobre este tema.

ACLARACION: La Halajá de hoy trata de cuestiones muy delicadas de vida y muerte, y se escribe
sólo con fines educativos. Para cualquier cuestión práctica, por favor, consulte con el rabino de su
comunidad.

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Estudio sobre Aseret Adebarim

SÉPTIMO MANDAMIENTO:

No cometas adulterio.

La prohibición de tener
relaciones íntimas con cualquier otra
persona que no sea el esposo o la
esposa.

Aclaremos primero que la visión


judía de la sexualidad, a diferencia de
otras religiones, es sumamente
positiva. Nuestros Sabios explicaron que nuestra conducta en general nos debe llevar a parecernos
a Dios: así como Él es compasivo, justo y generoso, nosotros también debemos ser compasivos,
justos, generosos, etc. Esta «imitación de Dios» que nos propone la Torá alcanza su máximo grado
cuando marido y mujer se convierten en «creadores» de una nueva vida. La procreación es el acto
que más nos permite parecernos a HaShem, el Creador.

Además, lo sexual tiene que ver con alcanzar nuestra plenitud física y emocional. Cuando la
Torá describe por primera vez la sexualidad dice: «Y el hombre… se apegará a su mujer (esto es un
eufemismo para describir la relación sexual) y serán una sola carne (Genesis 2:24)». De aquí que
hombre o mujer son vistos en el judaísmo como la mitad de un ser humano (pelag gufá). Un individuo
alcanza su totalidad sólo cuando se casa. Y es en el acto sexual donde esta plenitud llega a su
máxima expresión.

También es muy interesante observar que la primera vez que la Torá describe el acto sexual
dice: «Y Adam CONOCIÓ a Eva su mujer» (Gen. 4:1). Esta palabra, «conocer», asociada con lo
sexual, NO funciona aquí como un eufemismo. Se podría decir que para el judaísmo el órgano sexual
más importante es… el cerebro. «Conocer» a la otra persona, conocerse, compartir el mismo
objetivo, es una condición sine qua non para la intimidad sexual. Esto es, debe existir una conciencia
común entre hombre y mujer y un compromiso mutuo y formal de ambas partes para crear y mantener
una familia, esto es: el matrimonio.

Tan importante y poderosa es la sexualidad que debe ser regulada, ya que se puede
corromper. Este Shabbat leímos en la Perashá de Noaj que la violencia y el abuso sexual
generalizado fueron los primeros síntomas de la degradación moral de la generación del diluvio,
donde el sexo había dejado de ser un acto que acercará a lo Divino. Ya no tenía que ver con el amor
o la sagrado, sino exclusivamente con la búsqueda sin escrúpulos de satisfacer un instinto hormonal,
como los animales.

La sexualidad es un acto sagrado, pero también es vulnerable y corruptible. Una ilustración


trivial para entender mejor este concepto. El vino es un elemento muy importante en la liturgia judía.
Lo usamos para realizar el Quiddush (santificar el Shabbat), en la ceremonia de casamientos
(santificar nuestro compromiso), en un Berit Milá, en el Seder de Pésaj, etc. El vino es un elemento
asociado con la santidad o santificación, la alegría y la celebración. Pero cuando nos excedemos, o
cuando el alcohol se usa en otros marcos, esa asociación con la santidad (quedushá) desaparece.
Y el alcohol puede llegar a ser terrible y destructivo. Como leímos este Shabbat que ocurrió con Noaj:
el alcohol en exceso lo llevó a perder sus escrúpulos, su conciencia y su decencia. Con la sexualidad
ocurre lo mismo (¡multiplicado por 100!).
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Estudio sobre Aseret Adebarim

La sexualidad tiene su marco adecuado: el matrimonio. Dentro del matrimonio, la sexualidad


es un acto de santidad, que nos permite imitar al Creador y que nos acerca más que ningún otro acto
a la persona que más queremos.

Pero en el caso de adulterio, cuando el sexo ocurre fuera del matrimonio, es destructivo (en
el mundo moderno, en la mayoría de los casos de divorcio, la infidelidad juega un papel fundamental
y representa por lo general la última línea roja que se ha cruzado). La infidelidad nos hace perder
nuestra conciencia, nuestra decencia y nuestra familia. Nos aleja, más que ningún otro acto, de
HaShem y de las personas que más queremos.

¿Cómo renovar la pasión en el matrimonio?


La Torá nos enseña que para reforzar la fidelidad no
alcanza sólo con «tener en cuenta» este
mandamiento. Nuestro compromiso a la fidelidad conyugal
se consolida con una actitud específica hacia la sexualidad.

En primer lugar, conociendo la naturaleza de la


sexualidad en el matrimonio. En segundo lugar teniendo una
conducta apropiada hacia las personas del otro sexo. Y en tercer lugar ejerciendo un control sobre
nuestros pensamientos y nuestros ojos. B’H, hablaremos sobre cada uno de estos 3 puntos.

Comencemos por el principio, la naturaleza de la sexualidad en el matrimonio.

Una de las Mitsvot más importantes en la familia judía es Taharat haMishpajá (o Niddá), que
se suele traducir por «pureza familiar.» En el matrimonio judío las relaciones íntimas están limitadas
durante aproximadamente 12 días el mes. Los días excluidos se relacionan con el ciclo de la mujer
y siete días adicionales. Cuando los Sabios del Talmud explicaron la lógica de esta regulación
dijeron que al cabo de estos días sin contacto físico, marido y mujer se reencuentran íntimamente y
«sienten lo mismo que sintieron la noche de bodas». En otras palabras, este periodo de separación,
lejos de afectar el deseo sexual, lo renueva y lo incrementa. Evitando así caer en uno de los mayores
problemas del matrimonio moderno: el aburrimiento sexual.

Este «aburrimiento» tiene que ver con la teórica potencialidad ilimitada de la intimidad sexual
y es parte de la «naturaleza» de un matrimonio donde las sexualidad no está regulada. El síndrome
de la «rutina sexual» es uno de los factores que más influyen en la búsqueda de la novedad sexual,
que puede llevar al adulterio. Por su propia naturaleza, el pico de la atracción sexual ocurre cerca
del casamiento. Pero con el paso de los años (y NO me estoy refiriendo a un problema de edad…),
la atracción física hacia la propia esposa no aumenta sino que casi inevitablemente disminuye. La
intimidad sexual matrimonial comienza a tornarse menos intensa, monótona y demasiado
predecible. Todo esto hace que la pasión progresivamente disminuya… Este es un fenómeno que
es muy bien conocido por sicólogos y sexólogos.

Hace casi 2000 años atrás (en texto original hebreo lo citamos arriba) Ribbí Meir explicó que
el periodo mensual de separación física en una pareja judía hace que, el marido por ejemplo,
comience a «extrañar» a su esposa, y su atracción física hacia ella crezca cada vez más. A medida
que se acerca el día del Mikvé (la inmersión ritual que concluye los días sin intimidad sexual) su
deseo se renueva. Y cuando su mujer llega del Mikvé, Ribbí Meir afirma que marido y mujer, incluso
muchos años después de casados, se reencontrarán con la misma pasión que sintieron en su noche
de bodas. Este ciclo, que se repite cada mes (excepto cuando la mujer está embarazada) evita la
rutina sexual y renueva la pasión en el matrimonio.

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Estudio sobre Aseret Adebarim

Vamos a entenderlo mejor: imaginemos a un joven judío que está en su habitación solo con
su esposa a quien quiere y a la cual se siente atraído. Y sin que medie entre la pareja nada más que
esta abstracta Mitsvá de Taharat haMishapajá, el joven puede decirse a sí mismo «Ahora NO». Su
deseo por su propia esposa, ¿disminuirá o se acrecentará? Su mujer, como explica Ribbí Meir, se
transforma en el «objeto» exclusivo de su deseo, ya que lo prohibido atrae.

Durante esos días de separación de la mujer que ama, el marido ni siquiera puede pensar en
otra mujer que no sea su propia esposa. Además, en estas circunstancias y durante estos días el
joven esposo judío pasa por un gran entrenamiento en cuanto a su capacidad para controlar su
propia sexualidad. Lo cual es absolutamente esencial para no caer en una atracción fatal que derive
en el adulterio. Algo más, El periodo de separación física también promueve un nivel de comunicación
entre marido y mujer muy profundo, que va más allá de lo sexual. En esos días sin actividad sexual,
y desde el comienzo del matrimonio, marido y mujer tienen que comunicarse afectivamente, pero en
un plano que bien podríamos llamar «platónico». En el judaísmo, el nivel más alto al que una pareja
debe aspirar es el nivel de «amistad» (re’ut), el cual acompañara a la pareja durante el resto de su
vida y en todas las circunstancias. Incluso en esos años cuando la pasión hormonal disminuye
notablemente (en la sociedad moderna cada vez son más las parejas que se divorcian después de
los 50. Según el Huffington Post, en 2010 en EEUU, 1 de cada 4 parejas que se divorciaron
pertenecían a este grupo. Contrariamente al deseo sexual biológico, la amistad entre marido y mujer,
se debe intensificar con el correr de los años y es la mayor garantía de fidelidad y solidez de un
matrimonio. Este profundo nivel en el cual mi esposa es también mi mejor amiga, se desarrolla
intensamente en esos días sin intimidad sexual. ¿Conoce usted, querido lector, algún otro método o
técnica sexual que produzca estos resultados?

Iyjud, protegiendo la fidelidad conjugal.


Veamos otro aspecto de la actitud judía hacia la sexualidad.
Hay leyes y códigos de conducta que tienen como uno de sus
objetivos fundamentales salvaguardar la fidelidad conjugal. Una de
estas importantes reglas se llama Iyjud, o aislamiento.

Leemos en el libro de Shemuel II, capítulo 13, acerca de un


joven llamado Amnón, hijo del rey David. Amnón estaba obsesionado
con Tamar, también hija de David, pero de madre diferente. Amnón
fingió estar enfermo, se encerró en su cuarto y le pidió a su padre
David que le pidiera a Tamar prepararle algo para comer. Cuando
Tamar llegó, Amnón hizo que todos los presentes salieran de su
cuarto y pidió que Tamar le diera de comer de su mano.

Cuando llegó Tamar, Amnón, por la fuerza, abusó de ella. Esto afectó al Rey David, quien
se sintió en parte responsable por no haber evitado lo ocurrido. Junto con su Corte de Justicia ( ‫דוד‬
‫ )המלך ובית דינו‬establecieron, o según la mayoría de las opiniones, «extendieron» esta ley de Iyjud
(‫גזרו על ייחוד פנויה‬, aclaremos que la Cortes de Justicia judías tienen el derecho de establecer nuevas
regulaciones, como la Corte Suprema en los países el mundo moderno).

La ley de Iyjud (‫ ייחוד‬, se pronuncia «ijud») establece que un hombre judío no debe estar a
solas en un cuarto cerrado con una mujer que no sea su esposa (o su madre, o su hija, etc). Esta
regla se enmarca dentro de la categoría de guedarim o siyaguim , es decir, «vallados o barreras de
contención Halájicas» que evitan el riesgo de caer en una prohibición mayor.

Un vallado es lo que establece un guardabosque, cuando erige una cerca unos pasos antes
de un precipicio, para que los que visitan el lugar no se acerquen demasiado, y por distracción o por
lo atractivo del paisaje, se caigan.

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Estudio sobre Aseret Adebarim

Hay muchos ejemplos de este tipo de vallados en la sociedad moderna. A una persona que
sufre de adicción al alcohol y se quiere rehabilitar se le aconseja no frecuentar bares, ni fiestas donde
se bebe, ni salir con amigos que beben alcohol. Todas estas restricciones adicionales son «vallas»
necesarias para que quien quiere recuperarse de su adicción se proteja de sí mismo, y de la tentación
que puede llegar a ser irresistible. Es mucho más fácil resistirse a entrar a un bar, que resistirse a
tomar alcohol, una vez que uno tiene una copa en la mano….

Los Jajamim consideraron que el instinto sexual es tan poderoso que uno no debería confiar
sólo en su sentido común y su decencia (‫)אין אפוטרופוס לעריות‬. Sino que deben existir normas
adicionales, vallados, a fin de evitar enfrentar un escenario potencialmente inadecuado. La regla del
Iyjud tiene ese cometido: evitar un mal mayor. Y si bien la fidelidad es fundamentalmente un tema
de valores y moralidad, si un hombre respetase al pie de la letra las leyes de Iyjud, la posibilidad de
cometer adulterio, especialmente sin premeditación, disminuiría drásticamente.

La ley de Iyjud establece que un hombre y una mujer deben evitar recluirse o permanecer
solos en una habitación u oficina que esté trabada o cerrada con llave. La presencia de otras
personas en ese recinto, o incluso el hecho que el lugar o la oficina donde están, sean accesible
desde afuera, evita o disminuye significativamente la posibilidad de cualquier tipo de tentación, acoso
o abuso sexual. El concepto de Iyjud, es hoy, creo yo, más aceptado que nunca.

En los aeropuertos de EEUU si alguien que pasa por los controles de seguridad lleva algo
inusual debajo de sus ropas, tendrá que ser escoltado a una oficina cerrada, donde se le ordenará
sacarse la ropa. Pero todo ese tiempo, desde que entra hasta que sale, estará acompañado siempre
no por uno, sino por «dos» oficiales de su mismo género. Así se evita que pueda suceder algo
inadecuado. Es como que el concepto de Iyjud, lejos de haber pasado de moda, cada vez se entiende
mejor y se aplica para evitar situaciones potencialmente indebidas.

Recuerdo que hace unos años participé en un congreso de rabinos organizado por la
Orthodox Union (OU) y en una de las charlas, un prestigioso abogado nos recomendó a los rabinos
presentes que siempre que atendamos a una persona dejemos la puerta de nuestra oficina
entreabierta o por lo menos sin llave, como una forma de prevención general. Nos contó que en los
Estados Unidos hay una enorme conciencia sobre este tema y que muchísimos profesionales judíos
y no judíos, médicos, dentistas, psicólogos han establecido pautas similares, evitando aislarse con
un paciente o un cliente a solas en un cuarto cerrado, para prevenir situaciones inapropiadas, casos
o denuncias de abuso sexual.

Hace unos años atrás un rabino norteamericano tuvo una audiencia con el Papa anterior,
Benedicto. Era en el tiempo en que la Iglesia de Boston había recibido cientos de denuncias de abuso
sexual, pedofilia, etc. Este rabino le sugirió al Papa que la iglesia adoptase la ley judía de Iyjud, y
la estableciera como política eclesiástica: que ningún cura o sacerdote se pueda reunir a solas con
un alumno, niña o niño, en un recinto cerrado. Y que siguiendo esta simple regla se reducirían al
mínimo los problemas que tanto daño habían causado a cientos o miles de menores. No sé lo que
pasó al final, y si el Papa siguió o no siguió este consejo,
pero pude apreciar, una vez más, la infinita sabiduría de
nuestra Torá y nuestros Sabios que hace miles de años
establecieron leyes que recién hoy la humanidad llega a
valorar, apreciar e imitar.

La fidelidad en tiempos modernos

En la tercera parte del Shemá Israel leemos una


indicación muy importante respecto las pautas morales
que la Torá demanda de una persona judía. VELO
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Estudio sobre Aseret Adebarim

TATURU AJARE LEBABJEM… Este pasuq nos indica que no debemos dejarnos llevar por nuestros
instintos. Y que esas pasiones se alimentan de lo que ven nuestros ojos, ya que lo que pasa a
nuestro alrededor, lo que vemos, nos afecta, seamos o no seamos concientes de ello.

Esta es también la fuente Bíblica de la cual se aprende el código de conducta sexual de un


hombre y una mujer judía. Este código tiene como objetivo fundamental enseñarnos que lo sexual
se encuadra «exclusivamente» en la intimidad entre marido y mujer.

Esta simple pero fundamental idea implica que la interacción entre hombres y mujeres, que
no son esposos, no debe pasar los límites de la cordialidad. Lo cual debe reflejarse, por ejemplo, en
la forma en que un hombre judío habla y mira a una mujer. Un hombre judío no debe actuar o dirigirse
sensualmente hacia ninguna otra mujer que no sea su esposa. O, en la forma que una mujer judía
se viste y se presenta a sí misma cuando está fuera de su hogar. Una mujer judía debe reservar su
«appeal» para su esposo.

Este simple concepto (¿monogamia total?) NO es muy afín a la sociedad moderna, donde la
sexualidad se ha transformado en un producto comercial que llega a través de la publicidad, la
pornografía, los medios de comunicación, etc. Todas estas son «industrias» cuyo objetivo principal
es hacer dinero. Venden apelando a uno de los instintos más básicos y poderosos del hombre, que
debería estar reservado «exclusivamente» para el matrimonio. Y esta explotación generalizada de la
sexualidad para fines de lucro ha redefinido radicalmente a la cultura de la sociedad moderna gentil
de una manera que parece irreversible. Lo sexual ya dejó de ser una cuestión «privada» entre marido
y mujer, para transformarse en un producto de consumo banal, el cual, o a través del cual, se vende
más y mejor.

La industrialización del sexo deja secuelas psicológicas y emocionales muy negativas. Las
niñas, por ejemplo, desde una corta edad son directa o indirectamente adoctrinadas a vestirse para
atraer la mirada del hombre más hacia su cuerpo que hacia sus ojos. La mujer es la que más ha
perdido con esta revolución sexual, ya que lamentablemente, ha sido víctima de una «objetización»
de su persona.

El hombre también ha perdido muchísimo. Los jóvenes están constantemente bombardeados


con imágenes sensuales, pornografía y sobre-estimulación. Y ya no son capaces de ver al sexo
como algo íntimo.

En este marco tan hostil a los códigos judíos ¿cómo puede hacer un joven o una mujer judía
para asociar lo sexual con la pureza, con la santidad, con la imitación de lo Divino o por lo menos
con la intimidad? Es muy difícil alcanzar ese nivel cuando uno vive en una sociedad donde la
sexualidad ya ni siquiera está asociada con el amor…

Uno de los desafíos más importantes (quizás el mayor) que los Yehudim enfrentamos hoy es:
cómo hacer para preservar nuestros códigos de conducta judíos en una sociedad con una moralidad
completamente distinta. Este es un tema muy profundo que le quita al sueño no sólo a Rabinos y
educadores, sino también a muchos padres y madres de Am Israel.

¿Socialización o planeamiento estratégico?


Previamente hablamos de las dificultades que tiene una
persona judía para mantener su código de conducta moral en una
sociedad con códigos opuestos. Explicamos que la sexualidad en el
judaísmo tiene lugar exclusivamente en la intimidad del matrimonio.

Esto no sólo tiene que ver con la visión judía sobre las
relaciones pre-matrimoniales o el adulterio, sino también con el

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Estudio sobre Aseret Adebarim

fenómeno de la revolución sexual de los 60’s y la industrialización sexual que caracteriza a la


sociedad moderna. Tomemos como ejemplo la hipersexualización de las niñas, un fenómeno del
cual la sociedad moderna todavía no conoce las consecuencias a largo plazo. Niñas de 8, 9 o 10
años se maquillan, se visten de una manera seductora y se comportan como mujeres adultas. Y todo
esto se produce a través de la influencia de los medios, la televisión, internet, y los Smartphone.
¿Qué hacer entonces frente a esta invasión mediática que amenaza con transformar los valores
judíos y nuestros códigos de conducta sexual?

SOCIALIZACION: Socialización significa que la gente que vive en una sociedad absorbe los
valores de esa sociedad sin evaluarlos ni cuestionarlos (ya que por lo general, es lo único que
conoce) y los integra a su personalidad. Muchos no conocen lo suficiente acerca del judaísmo, o no
han sido bien informados, y no tienen otro marco de referencia para poder evaluar lo que los rodea.

Estas personas probablemente están «socializadas». En ese estado uno se asimila a lo que
ve y vive a su alrededor. Cuando hablamos de asimilación no debemos pensar sólo en matrimonios
mixtos. Es la asimilación de valores, de códigos morales no-judíos, la que primero debe
preocuparnos. Ahora bien, cuando uno estudia Torá y aprende los códigos de moralidad del pueblo
de Israel, desarrolla una conciencia de lo que pasa a su alrededor y entonces puede mirar y evaluar
la realidad que conoce «desde el balcón» («from the balcony», es una frase en inglés que se usa en
sicología para describir una visión objetiva, desde afuera de uno mismo, y en este caso, desde afuera
de la cultura que a uno lo rodea). Recién entonces uno está capacitado para comparar un código
moral frente al otro.

Pero ¿qué se puede hacer cuando uno es consciente de lo perjudicial de la banalización


sexual? Siguiendo el ejemplo que mencionamos, padres que no quieren que sus hijos se «socialicen»
con los códigos morales modernos, hay 2 posibles estrategias.

FILTROS: Hay padres que dejarán que sus hijos usen computadoras, smartphones e internet,
pero con ciertos límites. No estoy hablando ahora de los límites de horario sino de límites de
contenido. Ejemplos: en Estados Unidos hay routers que se pueden programar para limitar el acceso
a material indebido. Hay también filtros virtuales gratuitos como K9. Y lo más popular y efectivo son
los proveedores de internet «judíos» que filtran de entrada todo material inapropiado. TAG, por
ejemplo, es una de las compañías más importantes en esta área y tiene oficinas en muchas ciudades
del mundo incluyendo Buenos Aires y Ciudad de México. Ver http://www.taghelpline.org/. También
está KOSHERNET www.koshernet.com que tiene filiales en el mundo entero. Hoy en día también
existen una gran cantidad de aplicaciones de «parental control» para smartphones. Todo esto
disminuye drásticamente la exposición de nuestros hijos a la banalización sexual mediática y otras
desvirtudes de la sociedad moderna.

BLOQUEO: Muchos Yehudim optan por no tener directamente acceso a TV o internet o


celulares con internet. Crean estas barreras de contención virtuales ya que piensan que de otra
manera resulta imposible evitar la exposición a la banalización moral moderna. Si bien no es fácil
cerrar los hogares herméticamente a la invasión cultural, estas familias judías sin pantallas
electrónicas en sus casas, crean su propio ambiente donde el estudio, la lectura y las distendidas
conversaciones en familia llenan los espacios que en otros hogares ocupa el internet.

No es mi intención emitir un juicio de valor acerca de cuál estrategia es la mejor o la más


efectiva. Creo que ambas tienen su lógica y su mérito. Ambas requieren un gran esfuerzo. Todo
comienza por la concientización acerca de las secuelas de la socialización en la sociedad moderna,
y el sentido de urgencia para evitar la banalización de algo tan íntimo, sagrado y delicado como es
la sexualidad.

Es cierto que la sociedad ejerce una influencia que parece imposible de contrarrestar. Pero
al fin y al cabo somos descendientes de Abraham Abinu. Un hombre que, convencido de su verdad,

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Estudio sobre Aseret Adebarim

pudo sobreponerse a la presión social y estuvo dispuesto a hacer enromes sacrificios para alejarse
de lo que lo alejaba de HaShem, y mantenerse del lado de la verdad.

¿Cómo relacionarse con personas del sexo


opuesto?
Conocer los códigos morales de la Torá es esencial
para proteger el matrimonio y la fidelidad. Quiero finalizar el
estudio de este mandamiento con una última reflexión.
Explicamos que en el judaísmo la sexualidad es algo
sagrado y exclusivo. La santidad de este acto tiene que ver
con el marco donde tiene lugar: el matrimonio.

Hay otro elemento que también pertenece


exclusivamente a la relación marido y mujer, de suma
importancia, y del cual se habla menos. Veamos. La primera
vez que la Torá describe una relación sexual dice: «Y Adam
CONOCIÓ a Eva su mujer». Este conocimiento no es físico
sino emocional y conduce a la sexualidad. Por lo tanto,
también debe ser reservado para la relación marido y mujer,
y no puede desarrollarse fuera del matrimonio.

El adulterio, muchas veces ocurre sin premeditación.


Es decir, los sentimientos entre dos personas se van desarrollando sin que uno se dé cuenta. Como
explicamos muchas veces, la estrategia judía para proteger la fidelidad es crear cierta barreras o
medidas preventivas, como Iyjud, no recluirse a solas con otra mujer (u otro hombre que no se a el
marido), o evitar el contacto físico con personas del sexo opuesto, etc. Debemos ser conscientes
también que, cuando nos relacionamos con personas del sexo opuesto, se debe mantener una
distancia emocional. Ya que el adulterio suele suceder como consecuencia de una conexión
emocional previa.

Un ejemplo. Imaginemos a un hombre casado y su relación con una empleada o secretaria.


Las buenas relaciones entre seres humanos comienzan por el respeto. No puedo relacionarme con
alguien, con mi vecino por ejemplo, si no me respeta o si yo no lo respeto a él. El respeto es el
requisito más elemental de toda relación humana. Luego, si esa relación crece un poco más,
estaríamos hablando de cordialidad, que es un nivel por encima del respeto. En una relación de
cordialidad hay comunicación positiva, un buen entendimiento y un sano intercambio de
ideas. Luego, la relación puede llegar a un próximo nivel. Y aquí es donde los Jajamim nos enseñan
que hay que tener cuidado. El próximo nivel es un nivel de «confianza» o cercanía emocional (en
hebreo, quirub da’at). En una relación de cordialidad se intercambian pensamientos, pero en una
relación de confianza se intercambian emociones, sentimientos, secretos y temas más
privados. Esta relación, que en un principio puede no tener que ver necesariamente con lo sexual,
es una relación de CONOCIMIENTO (da’at) más íntimo, y como vimos en el caso de Adam, suele
conducir al próximo nivel: la intimidad. Por ejemplo, cuando una pareja comienza el proceso de
dating, empiezan relacionándose con respeto, luego con cordialidad, y luego si la relación crece, se
desarrollará este «conocimiento» más íntimo, más emocional y de más confianza. Cuando esto
ocurre es una indicación que se puede seguir adelante, hacia el matrimonio.

Ahora podemos entender un poco mejor la advertencia de los Sabios del Musar (ética judía)
respecto a quirub da’at con personas del sexo opuesto. ¿Qué puede pasar si un hombre casado
comienza una relación «de confianza» con una de sus empleadas? ¿Si comparte con ella, por
ejemplo, los problemas que él tiene con su esposa? ¿Qué pasa cuando una mujer casada llega a
este nivel de confianza emocional con su dentista, su coach, su profesor, etc.? Claro que esta
«relación emocional» no sucede de la noche a la mañana. Este relacionamiento tuvo que haber

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Estudio sobre Aseret Adebarim

pasado primero por el respeto y luego por la cordialidad. Y de alguna manera, quizás inconsciente,
llegó a un nivel superior.

Para proteger la fidelidad se debe tener conciencia de los niveles en los cuales una relación
humana se desarrolla. Y un hombre o una mujer casados deben guardar siempre el respeto y la
cordialidad hacia todo ser humano, pero evitar que se llegue a un acercamiento emocional cuando
se relacionan con personas del sexo opuesto.

La fidelidad es la base de la familia judía. Proteger la fidelidad garantiza nuestra felicidad


conyugal y la estabilidad emocional de las personas que más queremos. Proteger la fidelidad implica
la auto-imposición de ciertos códigos de conducta e interacción con personas del sexo opuesto. La
conciencia y la aplicación de ciertos «limites». Lo cual evitará llegar a situaciones que sean más
difíciles de controlar.

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Estudio sobre Aseret Adebarim

OCTAVO MANDAMIENTO:

No secuestres.

No robarás… vidas.
El octavo mandamiento es uno de los menos
conocidos. Me refiero a que no muchos saben que la tradición
judía explica que este mandamiento no se refiere al robo de
posesiones materiales sino al robo de personas, el
secuestro. Vamos a clarificar un poco este tema.

Como ya lo explicamos varias veces, el texto de la Torá está sujeto a la tradición oral, lo que
se llama en hebreo la Tora shebe’alPé. Y ésta explica que el contexto de este mandamiento no trata
de daños materiales sino personales. Por ejemplo: «No matarás» se refiere sólo a no matar
personas. La prohibición de matar innecesariamente animales o la indemnización que debe pagar
quien mata al animal del prójimo, son temas que están abordados en otros versículos de la Torá. De
la misma manera, el robar posesiones ajenas está legislado en otra Mitsvá. En el libro de Vayqrá la
Torá dice ‫« לא תגנבו‬No robareis, no engañareis ni mentiréis unos a otros» (Lev. 19:11). Y luego en
otro versículo que prohíbe el hurto: «No te abusarás [comercialmente] de tu prójimo y no
hurtarás». La interpretación de este mandamiento es parte de lo que los Rabinos laman ‫דבר הלמד‬
‫מענינו‬, es decir, cuando el sujeto o el objeto de una Mitsvá se aprende de su contexto: daños
personales y físicos; no materiales.

Ahora bien, ¿por qué se habrá referido la Torá en los 10 mandamientos al secuestro en lugar
de haberse referido a algo más elemental que es el robo material?. Me parece que la razón podría
tener que ver con que el secuestro es la máxima expresión del «robo». No es robarle dinero a alguien,
es robarle a alguien su libertad, o en muchos casos, su vida. El secuestro extorsivo, lamentablemente
común en muchos países en nuestros días, es parte de lo que este mandamiento condena. Pero la
mayoría de los secuestros en la antigüedad no eran secuestros extorsivos, donde uno podía liberarse
si su familia pagaba un rescate. En la antigüedad se secuestraba para esclavizar.

Cuando un pueblo invadía a otro la parte más importante del botín de guerra eran los
esclavos. Todos los sobrevivientes del pueblo vencido eran tomados como esclavos y muchas veces
la esclavización sucedía fuera del contexto de guerra. Los cazadores de esclavos o los piratas se
aventuraban a distintas zonas geográficas para secuestrar personas y comercializarlas. Estas
personas eran vendidas por un buen precio en los mercados de esclavos. Esta práctica era muy
común. En el imperio Romano, por ejemplo, un hombre rico llegaba a tener hasta 500 esclavos, y el
emperador romano hasta 20.000. Y hasta hace no mucho tiempo atrás era común cazar esclavos en
África y deportarlos a otros lugares del mundo.

Lo peor es que la esclavitud, lamentablemente, no terminó. Solo que hoy se llama con otro
nombre: «tráfico humano» o «trata de personas». Y las cifras son increíbles… A veces estas
personas son raptadas o directamente sometidas a la fuerza. Y muchas veces son engañadas para
luego ser sometidas al trabajo forzado. Según la Organización Internacional del Trabajo el trabajo
forzado de personas que han sido secuestradas por traficantes genera para estos últimos beneficios
estimados en 150.000 millones de dólares anuales (2014). En 2012, la OIT estimó que 21 millones
de víctimas están atrapadas en la esclavitud moderna. De éstos, 14,2 millones (68%) son explotados
para mano de obra, 4,5 millones (22%) son explotados sexualmente y 2,2 millones (10%) son
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Estudio sobre Aseret Adebarim

explotados en el trabajo forzado impuesto por el estado. (Para más información ver el informe
mundial de las Naciones Unidas sobre la trata de personas).

Aparte de entender ahora lo que significa el octavo mandamiento, vemos una vez más que
los preceptos de la Torá «no han pasado de moda». El octavo mandamiento sigue siendo hoy tan o
más relevante que nunca.

No robarás, aunque se pueda.


Si bien en castellano usamos los dos verbos indistintamente, en
hebreo y en la ley judía, existe una diferenciación entre robar y hurtar. Hurtar,
en hebreo guenebá, es cuando tomo algo que no me pertenece sin que el
dueño de ese objeto lo sepa, pero sin intimidación ni violencia.

Mientras que robar, guezelá, es tomar algo de una persona por la fuerza o a través de la
intimidación. Alguien puede «hurtar» tus pertenencias cuando no estás en casa. Sin embargo, si una
persona se acerca a ti en la calle y te amenaza para que le des tu reloj, te ha «robado».

En ambos casos, la ley judía establece en primer lugar que los perpetradores deben restituir
el objeto que tomaron a su dueño. Y si ese objeto ya no existe más, deben restituir su valor
monetario. En la antigua ley judía, que se aplica solo cuando existe el Sanhedrín (la corte suprema
de justicia rabínica, que esperemos que BH pronto sea restablecida) la persona que hurtó debía
pagar al damnificado el doble del valor de lo que tomó, mientras que el que robó podía redimirse si
restituía lo que tomó por la fuerza. El primer caso, irónicamente, se considera más serio ya que el
ladrón, que hurta a espaldas de su víctima, ignora deliberadamente la presencia de HaShem y que
Él todo lo ve.

El robo en cualquiera de sus formas está prohibido, independientemente del valor del objeto
que uno toma. Incluso si alguien roba algo de un valor monetario insignificante (pajot mishavé perutá)
he perpetrado el acto de robar. E incluso cuando alguien toma algo de otra persona, sin su
consentimiento, temporariamente y con la intención de devolverlo. Ese acto también se considera
«robo».

La prohibición de robar se aplica, obviamente, para personas judías y no judías. Cuando una
persona comete un error y me da dinero de más, por ejemplo, un cajero en un supermercado se
equivoca y me devuelve más dinero del que me corresponde, aunque técnicamente es su error y uno
legalmente podría retener ese dinero extra, es una gran oportunidad para cumplir con una de las
Mitsvot más importantes de la Tora: Quiddush HaShem, Santificar el nombre de Dios. Esto es:
cuando una persona no judía observa en una persona judía un comportamiento ético ejemplar, se
inspirará y alabará a Dios por haberle dado al pueblo judío la Torá, una ley de justicia, integridad y
bondad. Además, según dice el Sefer haJasidim, cuando uno obtiene un dinero que es el fruto del
error de un gentil, no vera de él ninguna bendición.

El Talmud (Makot 24a, Rashí) trae el ejemplo del más alto nivel de integridad, y la Guemará
lo presenta como el epítome de Yirat Shamayim (lit., temor de Dios), «devoción religiosa».

En los tiempos del Talmud, unos 1700 años atrás, Rab Safrá puso su burro a la venta. Una
persona no judía vino a su casa y le ofreció 50 monedas por su burro. En ese preciso momento el
Rab Safrá estaba recitando el Shemá Israel, y cuando uno recita esta oración no solo que no puede
hablar sino que tampoco puede hacer ningún gesto con su mano o con su cabeza, etc. ya que esta
oración demanda una atención total. El comprador, que no conocía estas reglas, interpretó el silencio
de Rab Safrá como un rechazo a su oferta de 50 monedas, y entonces le ofreció 60. Rab Safrá
seguía recitando el Shemá Israel, por lo que no reaccionó. El comprador subió la oferta y ofreció 70.
Cuando Rab Safrá terminó el Shemá, se negó a aceptar las 70 monedas. Le dijo al comprador que

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Estudio sobre Aseret Adebarim

en su corazón (en su mente) él había aceptado la primera oferta: 50 monedas, y que no iba a tomar
un dinero que no le correspondía. Técnicamente Rab Safrá podia haber aceptado las 70 monedas.
Sólo él, Rab Safrá y HaShem podían saber que acepta la primera oferta. Es por eso que esta simple
historia de integridad suprema fue considerada por el Talmud como la máxima expresión de respeto
y reverencia a HaShem.

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Estudio sobre Aseret Adebarim

NOVENO MANDAMIENTO:
No expreses falso testimonio contra tu
compañero..

«No darás falso testimonio»


El noveno mandamiento dice: «No
serás un falso testigo contra tu prójimo», lo
cual es explicado por la tradición judía
como «No mentirás en una corte de
justicia».

Tal como hemos explicado, NO ROBARÁS se refiere a la máxima forma de robar: robar una
vida (secuestro, tráfico humano, esclavización, etc.). El noveno mandamiento también se refiere a la
máxima expresión de la mentira: mentir en la corte de justicia. Si no se criminalizara la mentira en la
corte, no podría existir la justicia. Y sin justicia tendríamos corrupción, anarquía e impunidad. La
sociedad colapsaría. La Torá nos advierte severamente acerca de la manipulación y la distorsión del
sistema judicial, criminalizando, por ejemplo, el soborno a jueces u otros oficiales de la corte. Este
mandamiento nos advierte específicamente sobre mentir en la corte, lo cual se llama en castellano
«perjurio».

La ley judía toma muy seriamente el tema de testimonios. Hay varias condiciones para que
alguien pueda servir como testigo. Por ejemplo, los testigos no pueden ser familiares del acusado o
de alguna de las partes. En un corte judía un solo testigo no puede dar testimonio. Se necesitan
siempre por lo menos 2 testigos. El hecho que se requieren dos testigos en lugar de uno, si bien no
evita completamente el perjurio, disminuye drásticamente la posibilidad del falso testimonio.

También hay cuestiones de carácter que pueden descalificar a un testigo. Los impíos
(resha’im) son incompetentes para actuar como testigos. Esto incluye personas que han cometido
delitos: delincuentes, estafadores, ladrones, usureros, etc. Tampoco pueden ser testigos los
apostadores o las personas que deliberadamente y sin justificación dejan de trabajar o estudiar, ya
que son sospechosos de pasar su tiempo libre en actividades delictivas (ver más detalles en el
Shulján ‘Aruj Joshen Mishpat Capítulo 34).

Un hombre que no tiene conocimientos básicos de la Tora (la Biblia) o de la Mishna o de las
normas básicas de la conducta civilizada (derej erets), se presume que su vida es reprochable y por
lo tanto no se lo considera competente como testigo. Esta presunción, sin embargo, es refutable si
hay evidencia de que, a pesar de la ignorancia de esta persona, su conducta es intachable.

Todos estos requerimientos y limitaciones tienen como objetivo evitar en lo posible que el
sistema judicial judío pueda ser degradado. Volviendo al tema de testigos falsos; en los tiempos del
Talmud, cuando existían las cortes rabínicas, existían severas penas para los falsos testigos. Por
ejemplo: si los testigos falsos eran recusados por otros testigos, demostrando que no pudieron haber
estado en el lugar del crimen durante la fecha que mencionaron en su testimonio (‘edim
zomemim), los primeros testigos recibían la pena que correspondía al crimen que quisieron
adjudicarle al acusado. Así, por ejemplo, si basado en el testimonio de estos falsos testigos, el
acusado tendría que pagar una indemnización de 1.000 pesos, los falsos testigos tendrían que pagar

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Estudio sobre Aseret Adebarim

esos 1.000 pesos. Lo que es más, si los falsos testigos acusaron a alguien de un crimen que conlleva
la pena de muerte, esos falsos testigos eran condenados a la pena capital.

A pesar de todos estos recaudados para que la justicia sea alcanzada, la mentira de los
testigos, a veces, no se puede detectar. La Torá garantiza sin embargo que cuando la justicia
humana es defraudada, la Justicia Divina no tardará en llegar.

Leemos en el libro de Mishlé del rey Salomón, que un falso testigo que se salió con las suyas
y pudo engañar a la corte de justicia humana, se las tendrá que ver con la Justicia Divina. HaShem
no absolverá ni perdonará al testigo falso. ‫עד שקרים לא ינקה ויפיח כזבים לא ימלט‬, «El testigo falso no
quedará sin castigo; y el que declara mentirás no escapará [de la justicia Divina]», Proverbios 19:5.
Todos los días, 3 veces por día, pedimos en nuestras Tefilot [=oraciones, específicamente, la ‘amida]
que HaShem renueve las cortes de justicia y así, cuando reine la rectitud, desaparecerán muchos de
nuestros pesares. Declaramos al final de esta oración que HaShem, es ‫מלך אוהב צדקה ומשפט‬, es un
Rey [«Rey» aquí significa «Juez Supremo»] que ama la rectitud y la justicia. Y por lo tanto, no deja
que reine la impunidad.

Mentir en los negocios


El Noveno mandamiento, «No darás falso testimonio» nos
introduce a un tema muy importante en el judaísmo: el valor de la verdad
y la honestidad. En los próximos días, a través de algunos ejemplos,
veremos cómo es la dinámica de estos valores en el pueblo judío.

Decir la verdad y actuar con honestidad es visto en el judaísmo


como uno de los más altos imperativos religiosos. Tanto es así que
nuestros Rabinos afirmaron que a nuestra llegada al Mundo Venidero (=
la vida después de esta vida) deberemos responder tres preguntas ante
el Tribunal Celestial, con el objetivo de evaluar el nivel espiritual que
hemos alcanzado en nuestra existencia mundana.

La primera pregunta que nos hará la corte celestial tiene que ver con nuestro comportamiento
con el dinero. ?‫¿« נשאת ונתת באמונה‬Te has conducido con integridad en tus negocios?» Claramente,
nuestra forma de actuar en nuestros negocios está considerado por nuestra Tora como el indicador
más preciso de nuestro nivel religioso.

Ilustración: Si yo me dedico a vender automóviles y un cliente me dice que quiere su nuevo


auto a finales de este mes, y yo sé que no voy a conseguir ese auto al final del mes ¿debo decirle la
verdad a mi cliente y perder una venta, o puedo mentirle, decirle que lo conseguiré y unos días antes
de fin de mes invento alguna excusa? Si miento, no estaría perdiendo un cliente…. Nuestra Tora es
muy estricta respecto a la prohibición de mentir. En Shemot 23: 7 la Torá dice categóricamente: ‫מדבר‬
‫שקר תרחק‬, «Te alejarás de la mentira». Por lo tanto, incluso cuando uno sabe que al decirle la
verdad al cliente, éste irá a otro lugar a comprar su coche, debo decir la verdad.

Hace 2000 años atrás nuestros Rabinos afirmaron que el sello de HaShem (Dios) es: «La
Verdad». ¿Qué significa esto? En la antigüedad el sello de un Rey era lo que hoy es una firma o un
PIN. La marca visual que servía para identificar, por ejemplo, que una carta había sido escrita o
dictada por el Rey. Del mismo modo, la presencia de HaShem está representada por Su firma «La
Verdad». Lo explicaremos mejor: cada vez que actuamos con honestidad, especialmente en
nuestros negocios, «firmamos» el nombre de HaShem. Cuando estamos dispuestos a actuar con
integridad, especialmente cuando las pérdidas pueden ser cuantiosas, estamos afirmando con
nuestro accionar que valoramos Su instrucción y reconocemos Su Presencia. Y así, una acción
honesta se transforma en Su firma. Mi acción se convirtió en Su sello. Ya que indirectamente y sin

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Estudio sobre Aseret Adebarim

palabras, demuestro que HaShem existe. Y las personas que ven cómo actué se inspirarán a
declarar: «Este proceder honesto viene de HaShem (=de Su Torá)».

Si un Yehudí, por el contrario, miente, inventa historias o actúa engañosamente para ganar
dinero, aleja a HaShem…. Al actuar engañosamente en sus negocios, al no firmar su acción con el
sello de HaShem, está provocando que la gente no lo «vea» a HaShem. Su accionar deshonesto en
cierta forma, hace desaparecer Su firma. Es como si esa persona hubiera «vendido» la Presencia (o
la reputación) de HaShem por dinero…

Para terminar, en su obra Pele Yo’etz, un libro que es una mini enciclopedia de valores judíos,
el Rab Eliezer Pappo, se refiere entre otros temas a la honestidad comercial. Y nos muestra un
ángulo diferente acerca del valor de la verdad y la honestidad. El Rab Pappo afirma que aparte de
su inestimable valor espiritual, actuar con honestidad en los negocios, es bueno para nuestros
negocios. Ya que el producto más valioso que existe en el mundo de los negocios es «el buen
nombre». Cuando actuamos con honestidad muchas veces perdemos algún negocio y dejamos de
ganar dinero. Pero a largo plazo, al actuar con honestidad estamos construyendo un buen nombre,
una reputación que a la larga va a atraer más y más clientes a nuestra compañía. En otras palabras,
la honestidad no solamente es un importantísimo valor religioso, actuar con honestidad es también
la decisión comercial más inteligente. No hay mejor publicidad para un comerciante que la fama de
un buen nombre y una buena reputación.

Mentir, y no sentir culpa


A propósito de nuestro análisis del noveno mandamiento,
«No darás falso testimonio», veremos hoy algunos ejemplos de
casos excepcionales en los que la mentira puede estar justificada.

Shelom Bayit: Mentir para promover o mantener la paz en


la familia está justificado, siempre y cuando esta mentira no cause
daño a ninguna otra persona. Los rabinos dedujeron este
importante principio de los hermanos de Yosef. Cuando Yosef era joven, fue traicionado por sus
hermanos que lo secuestraron y lo vendieron como esclavo. Después de muchos años, Yosef se
convirtió en el gobernante de Egipto. Yosef se comportó con ellos sin resentimiento, pero ellos
pensaron (equivocadamente) que Yosef todavía les guardaba rencor y que se comportaba
positivamente con ellos sólo para no causarle más angustia a su padre, Ya’aqob.

Cuando Ya’aqob Abinu murió, los hermanos pensaron que ahora Yosef se vengaría de ellos.
Así que le mintieron a Yosef (Génesis 50:15-18). Se preguntaron los hermanos, « ¿Qué pasará si
Yosef todavía guarda rencor contra nosotros, y nos hace pagar por todo lo malo que le hicimos?
Entonces le enviaron un mensaje a Yosef, diciendo: Tu padre ordenó antes de morir lo siguiente: Así
le dirán a Yosef: Por favor, te ruego que perdones la transgresión de tus hermanos y su pecado, que
te han hecho mal.» En realidad Ya’aqob, no había enviado ningún mensaje a Yosef (es posible que
Ya’aqob nunca se enteró, o no se quiso enterar, de lo que los hermanos le hicieron a Yosef).

Los Jajamim justificaron esta mentira porque los hermanos de Yosef pensaron que de otra
manera la armonía de la familia se hubiera alterado para siempre. Y también observaron los Jajamim
que este tipo de «mentiras blancas» (o piadosas) sólo se permite cuando esta mentira no causa
ningún daño a nigún otro ser humano, como en el caso de Yosef y sus hermanos.

Hay otros casos en los que los Jajamim indicaron que la verdad podría ser modificada
(leshanot min ha-emet): cuando contradice otros valores importantes.
Ilustraciones:

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Estudio sobre Aseret Adebarim

1. Masejtá (Tratado talmúdico). De acuerdo a Rashí, si una persona, por ejemplo, sabe
perfectamente y de memoria un tratado del Talmud y alguien le pregunta qué tan bien conoce este
tratado talmúdico, uno puede ocultar la verdad y decir que no la conoce muy bien. Los judíos
valoramos inmensamente la humildad, y puesto que en este caso modificando la verdad no se
provoca un daño a nadie, se permite. Otros rabinos (Maguén Abraham) añaden que de esta misma
manera uno también puede comportarse con humildad en otras áreas religiosas o espirituales. Por
ejemplo: si alguien está haciendo un acto de Jesed (beneficencia) o practicando una severidad extra
(jumrá) puede (debería!) ocultarlo de los demás, por humildad.

2. Purayá (intimidad sexual): En cuestiones de intimidad, también está permitido no revelar


toda la verdad o incluso modificar la verdad. Si alguien pregunta algo inapropiado, por ejemplo: «¿Tu
esposa va al Mikvé esta noche?» o algo así, se puede ocultar la verdad por razones de Tzeni’ut (=
discreción). Tzeni’ut no sólo se refiere a la forma de vestir recatada propia de los Yehudim, sino
también se manifiesta en nuestro proceder y palabras, en los temas que discutimos y con quién
discutimos estos temas.

3. Ushpizá (huéspedes): Ba’ale haTosafot lo explican así. En el pasado no había hoteles, y


los viajeros a menudo buscaban alguien que les ofreciera una cama para pasar la noche y un pedazo
de pan para desayunar. Entonces, si yo fui hospedado en la casa de alguien y me trataron
excepcionalmente bien, y sospecho que si hago pública mi alabanza hacia mis anfitriones, muchos
otros viajeros -algunos de los cuales podrían no ser honestos o podrían comportarse de manera
abusiva- intentarán alojarse en esa casa, está permitido desviarse de la verdad y ocultar los elogios
al anfitrión por su tratamiento excepcional. Ya que de lo contrario todo el mundo querrá hospedarse
en esa casa, e involuntariamente, yo podría causar una posible situación de abuso hacia mi generoso
anfitrión. En esta y otras circunstancias similares, se permite ocultar la identidad de mis benefactores
o minimizar su generosidad.

Como vemos, aunque la verdad es un valor muy alto y estimado en el judaísmo, y la Tora nos
advirtió que nos alejáramos de la mentira, a veces, para comportarnos con humildad, con moralidad
o para evitar daños u abusos a personas generosas, podemos desviarnos de la verdad.

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DECIMO MANDAMIENTO:
No codicies la casa de tu prójimo;
no codicies la mujer de tu prójimo,
ni su siervo ni su criada, ni su toro,
ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo...

No envidiarás
Si bien el ideal más alto de un Yehudí es desarrollar un
carácter que sea inmune al sentimiento de envidia, la realidad es
que es casi imposible evitar que un pensamiento de envidia «se
filtre» en nuestra mente. Pero lo que sí podemos evitar es que
ese pensamiento se instale en nosotros, y se quede allí a
«controlar» nuestra mente y causarnos un gran daño emocional.

Controlar o canalizar la envidia es quizás la lección más antigua que HaShem le enseñó a la
humanidad. Cuando Cain vio que HaShem había recibido la ofrenda de su hermano Hebel (Abel) y
había rechazado la suya, Cain se llenó de envidia y se deprimió. ¿Qué había pasado? Mientras que
Hebel le había ofrecido a HaShem, como gesto de gratitud, lo mejor de su cosecha, Cain le ofreció
lo que a él ya no le servía, lo que iba a desechar. HaShem le explico a Cain lo que tenía que hacer
para que sus ofrendas fueran recibidas: «Cain, ¿por qué estas deprimido? Si simplemente haces las
cosas mejor [y eres un poco menos egoísta] tu ofrenda será recibida «‫ …»הלא אם תטיב שאת‬Y si no
lo haces, quiero que sepas que el pecado [de la envidia] te hará caer, y si no lo controlas, terminará
controlándote a ti…» .

Como todos sabemos, Cain no escuchó las palabras de HaShem y en lugar de concentrarse
en hacer mejor las cosas para lograr así que su ofrenda sea recibida, eligió la via más fácil: matar a
la competencia. Así, la envidia destruyó a la víctima y al victimario. La envidia mató a Hebel y condenó
a Cain a vivir una vida nómada y de persecución.

En Melajim 1, capítulo 21 tenemos otro ejemplo en el cual la envidia llevó al asesinato. Nabot,
un ciudadano honrado de Israel (alrededor del año 900 aec) era vecino del rey Ajab, del reinado de
Israel. Nabot tenía una viña. Y Ajab, el rey, quería su viña. Y le dijo a Nabot: «Véndeme tu viña, que
está cerca de mi palacio, para que yo me pueda hacer allí un hermoso jardín.» Nabot le respondió a
Ajab que no podía venderle su viña, ya que era la herencia de sus padres. Ajab se fue a su casa,
triste y deprimido (como Cain). El rey, que todo lo tenía, fue ahora prisionero de su envidia. Se
obsesionó por tener el campo de Nabot. No podía pensar en otra cosa. Sentía que su felicidad y su
realización personal dependían de poseer esa viña. La envidia se apoderó de su mente. Su esposa
fenicia, Izabel, una mujer de una conducta reprochable, le hizo la misma pregunta que HaShem le
hizo a Cain: « ¿Por qué estás deprimido?» Y cuando Ajab le contó la causa de su tristeza, Izabel le
aconsejó a su esposo exactamente lo contrario de lo que HaShem le aconsejó a Cain. En lugar de
minimizar la importancia de esa viña y alentar a su esposo para que no se dejara controlar por la
envidia, le dijo: « ¿No eres TÚ el rey de Israel? Ahora verás como yo te daré la viña de Nabot.»

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Estudio sobre Aseret Adebarim

Izabel planeó un complot contra Nabot. Lo acusó falsamente de haber blasfemado a Dios y
al rey, un crimen capital. Pagó a dos hombres indecentes para que actuaran como falsos testigos e
incriminaran a Nabot. Y así, el tribunal encontró a Nabot culpable. Lo sentenciaron a muerte y lo
ejecutaron. Y entonces Izabel le dijo a Ajab: «Ahora puedes confiscar su viña y hacer con ella lo que
te plazca.»

Es interesante observar en este caso que violar el último mandamiento, «NO ENVIDIARÁS»,
llevó a la transgresión del noveno mandamiento, «NO DARAS FALSO TESTIMONIO», cuando se
acusó falsamente a Nabot; y también el octavo, «NO ROBARÁS», cuando Ajab «confiscó» la
propiedad de Nabot, y el sexto Mandamiento, «NO MATARAS», cuando ejecutaron al pobre de
Nabot. La envidia lleva a todo eso, y más.

Los últimos mandamientos son los que prohíben actos criminales: «6. No Matarás, 7. No
cometerás adulterio, 8. No robarás y 9. No darás falso testimonio». El décimo mandamiento, «No
envidiarás» es el que prohíbe aquello que eventualmente lleva a transgredir alguno o todos los 4
anteriores Mandamientos. La envidia es la raíz de muchas acciones destructiva. Nos empuja a
destruir a los demás y termina destruyéndonos a nosotros mismos.

La Envidia y sus Tres Niveles


El último mandamiento dice «No codiciarás». «No
codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu
prójimo, ni a su siervo, ni a su sierva, ni a su buey, ni a su
asno, ni cosa alguna de tu prójimo.» (Exodo 20:17).

Como sabemos, los 10 Mandamientos fueron


repetidos por Moshé al pueblo de Israel 40 años
después, antes de que el pueblo entrara a la tierra de Israel.
Las dos versiones de los 10 Mandamientos son virtualmente
idénticas. Con algunas pocas excepciones. Una de estas
excepciones tiene que ver con el Décimo Mandamiento.

Mientras que en el libro de Shemot (Éxodo) dice: «No codiciarás (‫ )לא תחמוד‬la casa de tu
prójimo…», en el libro Debarim dice también «No desearás…» , (‫ )לא תתאווה‬la casa de tu prójimo,
etc. Maimónides y otros rabinos explican que el décimo Mandamiento incluye no una sino dos
Mitsvot, dos niveles diferentes en el área de la envidia.

De acuerdo a Maimónides, «No desearás» se transgrede cuando uno desea algo que el
prójimo posee y piensa o planea la forma de obtener ese objeto de él. Esta prohibición tiene que
ver exclusivamente con el pensamiento.

«No codiciarás» por el otro lado, tiene que ver con la acción. Cuando no sólo envidio lo que
tiene mi vecino, sino que activamente trato de adquirirlo de él, lo presiono para que me lo venda, lo
intimido, etc. Este mandamiento se transgrede cuando obtengo el objeto de mi deseo, aunque haya
pagado por él.

Existen tres niveles relacionados con el acto de la endivia o la codicia.

1. El primer nivel de envidia es cuando espontáneamente deseo lo que tiene el prójimo. Este
pensamiento, si bien como vamos a explicar más adelante, es la raíz de todo lo demás, no está
técnicamente «penalizado», ya que estos pensamientos ingresan involuntariamente en nuestras
mentes.

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Estudio sobre Aseret Adebarim

2. La segunda etapa es cuando yo permito y dejo que ese pensamiento espontáneo de envidia
se instale en mi mente, y lo transformo en mi propio pensamiento. Esto sucede cuando yo pienso
cómo obtener lo que deseo. Aquí ya hay un elemento de «acción voluntaria» y responsabilidad
personal, aunque sólo se dé al nivel del pensamiento. Por eso, planear, calcular y especular acerca
de cómo podría obtener lo que le pertenece a mi vecino representa la transgresión del décimo
mandamiento.

3. Cuando mi plan se concretiza, y obtengo lo que codicié, aunque sea por medios permitidos,
transgredí el nivel más serio del décimo mandamiento.

Como explicamos, la envidia espontánea (el primer nivel) no puede ser erradicada. Un poeta
judío europeo, Solomon N. Rabinovich, escribió la siguiente sátira para ilustrar el problema humano
de la envidia. Una de sus personajes confiesa: «El día que me va muy bien en mis negocios, cuando
llego a mi pueblo le cuento a todos mis vecinos que me fue muy mal, y así, yo estoy contento y ellos
están contentos. Y el día que me va muy mal, cuando llego al pueblo les digo que nunca tuve un día
mejor, así, yo estoy triste y ellos también están tristes». Más allá de lo cómico, esta dura sátira nos
muestra que los seres humanos, por naturaleza, somos envidiosos. Pero, hay formas de conquistar
la envidia. La Torá nos enseña que uno se puede educar a no ser envidioso, en primer lugar no
dejando que los sentimientos de envidia se instalen en nuestra mente.

La envida positiva

La envidia de los Sabios muliplica la Sabiduria


El famoso psicoanalista judío Erich Fromm (1900-1980)
escribió un libro monumental llamado «Tener o ser». El
libro de Fromm, que bien podría ser considerado un libro
de «Musar» (ética judía), muestra la diferencia entre
estos dos verbos, explicando que hay dos formas de
«identidad».
1. Cuando nos identificamos por lo que tenemos e
identificamos a los demás por lo que tienen
2. Cuando nos identificamos e identificamos a los demás
por lo que son.

Quisiera extender este profundo análisis de Fromm hacia un área completamente distinta, la
envidia. La idea es que hay dos tipos de envidia:
1. La envidia negativa; cuando envidio a alguien por lo que tiene y por lo que logró poseer, y
2. La envidia positiva, cuando envidio a alguien por lo que es o logró ser.

Veamos algunos ejemplos del mundo del «tener». Yo puedo tener: dinero, inversiones,
posesiones; el mejor coche, el mejor celular, la mejor casa, etc. También puedo tener una buena
posición laboral: patrón de tal empresa, CEO de una famosa compañía, etc. Lo que poseemos es
vulnerable. Todo lo que tenemos lo podemos perder. Alguien me lo puede quitar o usurpar. Y
además, todo lo que tengo puede ser adquirido y «transferido». Lo que tengo, también puede ser
objeto de envidia. Hay quien va a envidiar mi casa o mi fortuna o mi posición, etc. Y muchos intentarán
quizás competir conmigo y quitarme lo que gané.

Veamos ahora algunos ejemplos del «ser». A la dimensión del ser pertenecen, por ejemplo,
mi «sabiduría», lo que aprendí, estudié y experimenté. Mi «carácter», lo que con el tiempo refiné o
modifiqué de mi personalidad: mi paciencia, un poco más larga que antes; mi buen humor, que ahora
es casi incondicional (al mal tiempo, buena cara); mi sensibilidad hacia el que sufre, que desarrollé
porque yo también sufrí, etc. Y luego están mis «valores»: mi generosidad, mi espiritualidad, es decir,
la relación que desarrollé con HaShem, mi integridad, etc.
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Estudio sobre Aseret Adebarim

Todas estas virtudes de la dimensión del «ser» no son vulnerables ni transferibles. No se


pueden comprar ni vender ni heredar. Y aunque estudiar es caro, la sabiduría no se puede comprar
con dinero, sino dedicando tiempo al estudio y a la lectura. Algo parecido sucede con mi carácter:
por más que yo quiera, no me será posible «transferir» a mis hijos mi paciencia, algo que cultivé con
el correr de los años. Y si bien un padre puede enseñarle a sus hijos integridad, no hay garantías de
que este u otro valor se transfiera necesaria u automáticamente a mis herederos. En la dimensión
del «ser» no existen las transferencias.

Ahora que quizás comprendemos un poco mejor la diferencia entre ser y tener, podemos
continuar hablando de la envidia. Cuando la envidia sucede en el ámbito del «tener», es destructiva.
Puede destruir al envidiado y suele destruir al envidioso, la víctima principal, a veces no sólo que no
obtendrá lo que desea, sino que podrá llegar a perder lo que tiene.

Para probar este último punto los rabinos citan el ejemplo de Koraj. ‫מה שביקש לא נתנו לו ומה‬
‫שבידו נטלוהו ממנו‬. Koraj «tenía» una posición muy importante dentro del pueblo judío. Pero para él no
era suficiente ni gratificante, ya que su primo, Moshé «tenía» un cargo superior a él. Koraj organizó
una rebelión contra Moshé con el ánimo de usurpar su posición. Al final no solo que Moshé no fue
afectado por Koraj sino que Koraj no consiguió lo que quiso, y encima perdió todo lo que tenía. La
envidia material nos lleva a desenfocarnos de nuestros propios logros y nos hace estar pendientes
todo el tiempo del éxito ajeno. Esta envidia nos destruye interiormente, sembrando en nuestro seno
sentimientos como la depresión, el odio, el resentimiento. Nuestra existencia, como la de Koraj, se
vuelve miserable.

Ahora hablemos un poco de la envidia en la dimensión del «ser». Este suele ser un
sentimiento positivo ya que más que envidia es admiración. Y como yo sé que no puedo «quitarle»
a mi colega su sabiduría, o que de nada me serviría afectar negativamente su carácter o sus valores,
la única opción que me queda para canalizar mi admiración hacia él es la imitación: tratar de «ser»
como él, dedicándole mas tiempo al estudio, cultivando más mi paciencia, refinando mi carácter,
desarrollando una mejor relación con Dios, revaluando mis valores, etc. En otras palabras, esta
envidia es positiva porque me estimula a crecer.

Nuestros rabinos denominaron a la envidia por la sabiduría de otra persona ‫ קנאת סופרים‬, la
envidia o la competencia entre los estudiosos de la Torá. Que en realidad no afecta ni disminuye la
sabiduría de la persona admirada, sino que en última instancia la multiplica.

¿Cómo se dice en hebreo «mal de ojo»?


Para encontrar el significado original detrás de un concepto
o una idea judía, debemos analizar el origen de las palabras
hebreas que definen esa idea. Advierto que inevitablemente,
una aventura filológica de ese tipo puede convertirse en un
poco técnica y densa, especialmente para el lector que no
domina la lengua hebrea. De mi lado trataré de ser lo menos
técnico posible. Del lado del lector, apelo a su paciencia y
comprensión, con la esperanza de que al finalizar la lectura
sienta que el esfuerzo valió la pena.

Estamos terminando de analizar el Décimo Mandamiento: «No envidiarás.». La envidia ha


sido siempre asociada simbólicamente con el «ojo», ya que mirar y observar lo que tiene el vecino
es el principio que conduce a los celos y a la envidia. Una breve búsqueda en Google («mal de
ojo») nos demostrará que virtualmente todas las religiones y culturas, incluyendo a las antiguas
religiones paganas e idolatras, creían y creen en el poder del «mal de ojo». Esta realidad nos tiene
que alertar y hacernos revaluar cuál es exactamente la idea JUDIA acerca del mal de ojo, que

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Estudio sobre Aseret Adebarim

obviamente no puede ser asociada con la idea pagana del mal de ojo. Comencemos, como dijimos,
por un análisis etimológico.

En el idioma hebreo, Bíblico o rabínico, NO existe la palabra o expresión «mal de ojo» ( ‫רעת‬
‫)העין‬. Hay, sin embargo, dos expresiones parecidas:
1. «El ojo del malo» (‫ )עין הרע‬y
2. «El ojo malo» (‫)עין רעה‬.

Comencemos por aclarar que la palabra ‫( עין‬que se pronuncia ‘ayin), «ojo» en hebreo
corresponde al género femenino. Por eso no se puede decir en hebreo ‫ עין רע‬para decir «el ojo malo»
sino que se dice ‫עין רעה‬, en femenino. Ahora bien, si ‫‘ עין הרע‬ayin hará no se refiere al mal de ojo,
¿a que sí se refiere? O, en otras palabras, ¿qué significa «el ojo del malo»?.‫עין הרע‬

Para entender el concepto del «ojo del malo» deberíamos compararlo con una expresión
hebrea mucho más y mejor conocida: «leshón hará» (que mucha gente erróneamente
pronuncia «lashón hará»). En hebreo la palabra «lashón», lengua, también es femenino (en
hebreo, los elementos del cuerpo se adjetivizan en femenino: lashon medaberet guedolot, etc).
Leshón hará entonces no es la «lengua mala» o «el mal de la lengua» sino «la lengua del
malvado». En hebreo la expresión «la lengua del malvado» no se refiere al daño causado a otra
persona a través de un poder sobrenatural sino que define lo que se conoce como «maledicencia»,
hablar mal de otras personas, degradarlas y dañarlas con nuestras palabras. Esta acción es
considerada como una gravísima transgresión. La maledicencia puede herir, destruir y hasta matar
(en inglés hay un concepto muy interesante: «character assassination», «destruir la reputación de
una persona», una forma de asesinato virtual).

Veamos ahora la expresión ‘ayin hará, el ojo del malo. «El ojo del malo» se refiere al carácter
envidioso de una persona. De la misma forma que leshón hará se usa para definir los daños que
causa la maledicencia, ‘ayin hará se usa para definir las consecuencias destructivas que acarrea la
envidia. Es interesante que en Birkot haShahar, todas las mañanas le pedimos a HaShem que nos
proteja de los daños que nos pueden causar otras personas a través del leshón hará, hablando mal
de nosotros, y del ‘ayin hará, cuando alguien se obsesiona con nuestro éxito, ya que como vimos por
ejemplo con Koraj, los celos son destructivos.‫עין רעה‬

Veamos ahora el segundo concepto: «El ojo malo». En la Mishná aparece la expresión «el
ojo malo» asociado con la idea de avaricia y falta de generosidad. Un ejemplo: La Terumá, que era
una donación (o impuesto), de una parte de la cosecha que debía ser entregada a los Cohanim, los
maestros del pueblo judío. La Torá no establece cuál es el porcentaje exacto de nuestra cosecha
que se dona al Cohen. Ahora bien, si una persona aportaba para la Terumá un 1/40 de su cosecha
se consideraba un acto de «ojo generoso» (en hebreo ‘ayin yafá). Si alguien aporta 1/50 de su
cosecha, tiene un «ojo promedio» (‘ayin benonit) y el que aportaba 1/60 tiene un «ojo malo» o ‘ayin
ra’a. Como vemos, el concepto de «ojo malo» no tiene que ver con poderes mágicos sino con la
avaricia y la falta de generosidad. El ideal de un Yehudí en el área de Terumá o Tsedaqá (caridad,
asistencia económica al necesitado) es comportarse con ‘ain yafá, con un «ojo generoso»
(literalmente, «ojo lindo»).‫עין טובה‬

Para finalizar, veremos cuál es el concepto opuesto al ojo malo o al ojo del malvado. En la
Mishná de Pirqué Abot los rabinos se refieren a ‘ayin toba, «el buen ojo». ¿Qué es el buen ojo? El
buen ojo se define de varias maneras: la actitud positiva, ver el lado bueno de los demás, ver el vaso
medio lleno, etc. Pero creo que la mejor definición es que cuando uno tiene un «ojo bueno» es capaz
de estar contento no sólo por su propio éxito sino también por el éxito de los demás.

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Estudio sobre Aseret Adebarim

Lo Opuesto a La Envidia
Comentando acerca de concepto de «mal de
ojo», explicamos que las actitudes que tenemos
hacia otras personas en el área de la envidia o la
generosidad se definen en hebreo con expresiones
asociadas a los ojos. El «ojo malo» (‫ )עין רעה‬describe
la falta de generosidad o el egoísmo; el «ojo del malo» (‫ )עין הרע‬define la envidia y los celos; «ojo
lindo» (‫ )עין יפה‬se refiere a la bondad y al desprendimiento; y el «ojo bueno» (‫ )עין טובה‬define al
altruismo y la nobleza de carácter.

Vamos a profundizar un poco más este último concepto, lo cual nos ayudará a comprender
mejor el fenómeno de la envidia.

La envidia es un tema recurrente en la Torá. Irónicamente, casi todos los hermanos en el libro
de Bereshit, desde Caín y Abel hasta Yosef y sus hermanos, sufren en algún momento y de alguna
manera por temas relacionados con la envidia. La envidia aparece por temas de primogenitura, más
o menos atención de los padres o incluso atención Divina (Caín y Abel). Los primeros hermanos que
logran evitar por completo el fenómeno de la envidia son a la vez los últimos hermanos que aparecen
en el libro de Bereshit: Efraim y Menashé, los hijos de Yosef.

Ya’aqob Abinu bendice a su nieto Efraim antes que a Menashé, que era el primogénito y tenía
prioridad. Menashé aceptó la determinación de su abuelo, y no encontramos que haya reaccionado
mal o haya tenido recelos del éxito de su hermano menor. Así, el libro de Bereshit comienza con el
fratricidio, un hermano matando al otro, y va progresando hasta llegar a la harmonía fraternal. En
términos de la superación de la envidia ¿Qué podría ser mejor que la aceptación del éxito del otro?

En el próximo libro de la Torá, Shemot, encontramos a Moshé y a su hermano mayor


Aharón. HaShem se revela a Moshé y le encarga liberar a Israel de Egipto. En cierto punto HaShem
también le concede a Moshé, que Aharón lo acompañe y lo asista. Y allí se expresa lo que sucederá
y sucedió cuando Aharón se encuentra con Moshé: ‫וראך ושמח בליבו‬, «Y te verá y se alegrará en su
corazón». Dos observaciones antes de explicar lo que este pasuq dice. Primero, que la Torá ya nos
prepara a comprender que estamos hablando de sentimientos relacionados a envidia/altruismo, ya
que si bien no se mencionan «ojos», la Torá utiliza un verbo asociado con la vista: «Y te
verá». Segundo, también se habla de alegrarse «en el corazón», es decir, internamente, no de la
boca para afuera sino de una manera totalmente genuina.

Ahora veamos lo que este versículo dice: Aharón era el hermano mayor. Quizás HOY no le
demos mucha importancia a este detalle de nacimiento, pero en esos tiempos el hermano mayor era
también el líder natural de la familia. Y cuando este orden no se preservaba la harmonía familiar
quedaba al borde del colapso. Aharón era el hermano mayor. Naturalmente, él debía ser el líder que
liberara a Israel. En lugar de eso, su rol ahora era ser el asistente de Moshé, su sombra. Sin
embargo, no solo que no tuvo recelos y aceptó su nuevo rol como ocurrió con Menashé, sino que
Aharón se elevó a un nivel superior: se alegró por asignación de su hermano menor como líder (algo
que teóricamente le correspondía a él, ¡a Aharón!). Y su alegría no fue protocolar ni forzada. Fue una
alegría totalmente sincera e incondicional.

Esto es ‫עין טובה‬, «el buen ojo», la capacidad de poder alegrarnos por el éxito de los demás.

El «buen ojo» es la actitud completamente opuesta a la envidia. De hecho, es el antídoto


contra todos los males de la envidia. Pero tener «un buen ojo» no es fácil ni muy común, ya que
requiere un altísimo nivel de espiritualidad y desprendimiento material. ¿Conocen gente así? No es
raro que las personas con este tipo de altruismo no sean muchas. Alcanzar este nivel de generosidad

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Estudio sobre Aseret Adebarim

puede llevar años de un duro trabajo en el refinamiento de nuestro carácter. Pero el esfuerzo vale
la pena, ya que poseer la virtud del «buen ojo» es la mejor garantía de una vida feliz, elevada y plena.

3 ideas para evitar envidiar y ser


envidiados
1. Ostentación.
No podemos evitar completamente ser envidiados,
ya que es algo que muchas veces está fuera de nuestro
control. Pero hay algo que SÍ podemos hacer para
minimizar la envidia. O por lo menos para no alentarla. Me
refiero a comportarnos con «humildad». Actuar al revés
de lo que nos propone la sociedad de consumo: No exhibir
mis bienes materiales. No alardear de las vacaciones que
tomamos, no ostentar en las fiestas que celebramos o en la ropa que vestimos o en el automóvil que
manejamos. Aprender a mostrar menos de lo que tengo, es un valiosísimo hábito que vale la pena
cultivar. Atención: No estamos hablando de vivir con austeridad, lo cual es una opción personal, sino
de evitar el exhibicionismo. Yo tengo el derecho de disfrutar lo que HaShem me permitió ganar con
mi esfuerzo y mi honestidad. Pero aun así, y especialmente frente a los demás, debo comportarme
con modestia y humildad. No mirar con altanería a quienes tienen menos que yo. Y no caer en la
trampa que nos tiende la sociedad de consumo, que nos alienta a impresionar a los demás y a
despertar su envidia.

2. ¿Hacia dónde mirar?


Si la envidia es un instinto natural, imposible de erradicar, por lo menos debe ser canalizado
de una manera positiva. Como ya lo explicamos, hay áreas de la vida en la cuales la envidia lejos de
ser negativa nos puede ayudar a crecer. Para eso, debemos aprender hacia dónde dirigir nuestra
mirada. Hay un pasuq (versículo) de la Torá, que si bien se refiere a un tema no relacionado con la
envidia, nos sirve como referencia mnemotécnica en este tema tan sensible. La Torá dice que
HaShem es nuestro Dios, y que no existen otros dioses ni «en el cielo y arriba [de éste], ni en la tierra
y debajo [de ésta]». Apliquemos esta idea en el área de la envidia. «En el cielo» significa en los
temas espirituales: conocimiento, humildad, integridad, relación con Dios, etc. En todos estos temas
«celestiales», debo mirar hacia «arriba», es decir, puedo y debo compararme y «envidiar» al que es
más y mejor que yo. La envidia/admiración en estas áreas es el mejor incentivo para estimular
nuestro propio crecimiento. Asimismo, debo aspirar a tener amigos que sean mejores que yo en las
áreas «celestiales». Observarlos, admirarlos y «envidiarlos» de una manera que me lleve a imitarlos.

Por el otro lado tenemos lo terrenal. «En la tierra» en asuntos terrenales, en todo lo que tiene
que ver con temas materiales, debo mirar hacia «abajo», es decir, debo compararme con el que
tiene menos que yo. Si tengo 10, no debo mirar al que tiene 15 y envidiarlo. Esa actitud solo me
llevará a sentirme miserable y frustrado. Debo mirar a los que tienen menos que yo. Debo pensar
que Baruj HaShem (Gracias a Dios!) tengo 10, que es mucho más que 9, 8 o 7. Y cuando me
comparo con quienes tienen menos que yo, de pronto valoro mucho más lo que tengo. Tenemos que
adoptar el hábito de «orientar» nuestros ojos hacia arriba o hacia abajo, según estemos hablando de
temas que conciernen a lo material o a lo espiritual.

3. Emuná. Finalmente, lo más importante para evitar la envidia es la Emuná, la fe en


HaShem. Hay varios niveles en la fe en Dios. Primero, por supuesto, está la creencia en Él, y todos
los aspectos teológicos y filosóficos relacionados a Su existencia. Luego, parte de la fe judía consiste
en saber que HaShem «masbia’ lejol jai ratsón», mantiene a cada una de Sus criaturas de acuerdo
a Su voluntad, es decir, a Su determinación. Emuná significa la «aceptación» de que HaShem es en
última instancia Quien determina cuánto nos toca en lo material. En el contexto de la envidia,
«Emuná» se refiere a este elevadísimo nivel de la fe. Saber que a pesar de nuestros máximos
esfuerzos laborales, es HaShem el Que tiene la última palabra: cuánto gano, cuánto tengo y cuánto

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me queda. Y es también Él quien determina cuánto gana y cuánto tiene mi vecino. Saber, reconocer
y aceptar, por ejemplo, que si Él así lo quisiera, y a pesar de mis tremendos esfuerzos, yo podría
tener mucho menos de lo que tengo (Hashem nos libre,Si me enfermo, o tengo un accidente, etc.).

Reconocer que HaShem está al mando, me debe inspirar una enorme paz interior. Él me da
a mí lo que Él considera que yo merezco y necesito, etc. y yo lo acepto en paz. Este pensamiento es
un parte integral de la fe judía.

Una última idea: Saber, reconocer y aceptar que HaShem «está en control» es exactamente
el contenido del Primero de los Diez Mandamiento. Si el lector lo recuerda lo explicamos así: «Yo,
HaShem, soy tu Dios», quiere decir: «Yo, HaShem, estoy a cargo de ti , como quedó demostrado al
haberte liberado de Egipto, la casa de esclavos» . Y si HaShem está a cargo de lo que yo tengo y
de lo que tiene mi vecino, envidiar a mi vecino pone en duda mi creencia en Él, o mi fe en Su justicia
o en Su criterio. Envidiar es desafiar la premisa de que en última instancia HaShem es «Elokeja», Mi
Dios.

De esta manera, concluimos nuestro aprendizaje de los Diez mandamientos, viendo como el último
mandamiento nos lleva nuevamente al primero, cerrando así un círculo de Mitsvot muy importantes
que debemos recordar permanentemente.

Por: Rab Yosef Bittón


Comunidad Ohel David UShlomo
710 Shore Boulevard, Brooklyn, NY.
rabbibitton@yahoo.com

Nacido en Argentina, el rabino Yosef Bittón, ex Gran Rabino de


Uruguay, es conocido como uno de los principales exponentes
rabínicos en el mundo Sefaradí. Aparte de su Ordenación Rabínica de
parte del Gran Rabinato de Israel y su ordenación como Dayan de
parte del Rabino Obadiá Yosef, el rabino Bitton realizó estudios
académicos en la Yeshiva University así como también en la
universidad de Ben Gurión, en Bar-Ilan y en el departamento doctoral
de la Universidad de Emory en Atlanta, GA. Ha sido rabino comunitario
y líder religioso durante más de 25 años en Buenos Aires, Montevideo
y actualmente en Nueva York, donde es el rabino de la congregación
Ohel David UShlomo en Manhattan Beach, Brooklyn.

Su último libro es AWESOME CREATION (inglés), un análisis riguroso


y muy original de los tres primeros versículos del Génesis, basado en
la comprensión de que “la Torá y el mundo físico son en realidad dos
libros escritos por el mismo Autor “.

El Rabino Bittón escribe desde hace 5 años «Halakha of the Day» en


inglés, un email diario sobre Torá, pensamiento judío y
particularmente sobre la historia de los rabinos Sefaradíes. Halakha
of the Day en Ingles tiene 8000 suscriptores en todo el mundo. Ver
sitio: www.halakhaoftheday.org En 2014 el rabino Bittón comenzó a
escribir Halajá of the Day en español, que hoy llega a más de 40,000
suscriptores en el mundo judío de habla hispana.

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