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PERSONAJES
A: Una mujer muy vieja; delgada, autoritaria, orgullosa, tan entera como los estragos
del tiempo lo permitan. Uñas escarlata, el cabello bien arreglado, usa maquillaje.
Adorable camisón y bata de noche.
B: Se ve como A se vería a los 52; en traje de calle.
C: Se ve como B se vería a los 26.
EL MUCHACHO: Veintitres años más o menos; atuendo informal, juvenil (saco, corbata,
camisa, pantalón de mezclilla, zapatos sport, etc.)
ESCENARIO
La obra se sitúa en una recamara “opulenta” de toque francés. Colores pastel; predomina
el azúl. Una cama al fondo centro, con una pequeña banca al pie. Almohadas de encaje,
una adorable colcha. Pinturas francesas del siglo XIX. Dos sillones ligeros, cubiertos de
una seda preciosa. Si hay una ventana, cortinillas de seda. El piso alfombrado de color
pastel. Dos puertas, una a la derecha, una a la izquierda. Arcos para ambas. El segundo
acto tiene la misma escenografía que el primer acto, excepto por el equipo médico que se
decida utilizar.
PRIMER ACTO
Al levantarse el telón, A está en el sillón de la izquierda, B en el de la derecha, C en la
banca al pie de la cama. Es la tarde. Un momento de silencio.
A (Una afirmación que viene de la nada; a nadie en particular.) Tengo noventa y un años.
B (Pausa.) ¿De veras?
A (Pausa.) Sí.
C (Sonrisita.) Tiene noventa y dos.
A (Pausa más larga; no muy agradable.) Es lo mismo. Da igual.
B (A C.) ¿De veras?
C (Se encoge de hombros; señala unos papeles.) Eso dice aquí.
B (Pausa; estirándose.) Bueno… ¿qué importa?
C Lo que hace la vanidad.
B Lo que hace el olvido.
A (Para Todos.) Tengo noventa y uno.
B (Suspiro de aceptación.) Está bien.
C (Sonrisa más pequeña.) Tiene noventa y dos.
B (Desprecopada.) Ay… olvídalo.
C ¡No! Es importante. Hay que hacer las cosas…
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Dramaturgo estadounidense, cuyas obras más logradas se centran en las relaciones familiares. Nació en
Washington, capital, y fue adoptado de niño por el ejecutivo del teatro norteamericano Reed A. Albee, de la
cadena de teatros de variedades y salas de cine Keith-Albee. Después de una primera educación muy estricta, la
señora Albee lo envió a escuelas militares, preparatorias muy selectas y, finalmente, se rebeló contra su madre
cuando ella descubrió su homosexualidad. A los veinte años abandonó su familia adoptiva y se fue al Village,
donde desempeñó trabajos diversos, desde junior, a vendedor de discos. Escribió su primera obra en un acto,
Historia del zoo (1959), en tres semanas. Entre sus otras obras están El sueño americano (1961), ¿Quién teme
a Virginia Woolf? (1962), La balada del café triste (1958), adaptada a partir de una novela de la escritora
norteamericana Carson McCullers, Tiny Alice (1964) y Un equilibrio delicado (1966), por la que ganó el Premio
Pulitzer de Teatro de 1967. Con Seascape (1975), Albee ganó su segundo Premio Pulitzer. Sus obras posteriores
incluyen The Lady from Dubuque (1977), una adaptación de Lolita (1979), del novelista rusoamericano Vladimir
Nabokov, y El hombre de tres brazos (1983). En 1994 recibió por tercera vez el Premio Pulitzer por Tres
mujeres altas (1991). Las primeras obras teatrales de Albee están marcadas por temas habituales del teatro del
absurdo, en que los personajes padecen por su incapacidad o desgana para comunicarse de modo significativo o
relacionarse unos con otros. Tres mujeres altas parte de un realismo, en apariencia tradicional, para dejarnos
en presencia del absurdo: tres mujeres que son una sola, enfrentan un destino común: la muerte.
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Tres mujeres altas 2 Edward Albee
B ¡No importa!
C (Sotto voce.) Me importa a mí.
A (Pausa.) Lo sé porque él dice; “Tienes exactamente treinta años más que yo; sé
cuántos años tengo yo porque sé cuántos años tienes tú, y si alguna vez se te
olvida cuántos años tienes, pregúntame cuántos años tengo y entonces lo sabrás”,
(Pausa.) Ay, eso me lo ha dicho tantas veces.
C ¿Qué tal si se equivoca?
A (Distante; voz curiosamente más ligera, más aguda.) ¿Qué?
B Qué más da.
C (Todavía a A.) ¿Qué tal si él se equivoca? ¿Qué tal si él no es treinta años más
joven que usted?
A (Subitamente alza la voz, con durezaa.) ¡Yo creo él sabe cuántos años tiene!
C No, quiero decir… qué tal si él no sabe bien a bien (señalando a A.) cuántos años
tiene usted.
A (Pausa.) No seas tonta. ¿Cómo va a ser posible que él no sea treinta años más
joven que yo si yo soy treinta años mayor que él? Lo repite una y otra vez. (Pausa.)
Cada vez que viene a verme. ¿Qué día es hoy?
B Es (El día que es en la realidad.)
A ¡¿Lo ves!?
C (Un poco como si tratara con un niño.) Bueno, puede ser que uno de los dos se
haya equivocado, y puede ser que él no se equivocó.
B (Pequeña risa burlona.) Equivoque.
C (Sonrisa efímera.) Sí; lo sé.
A No seas estúpida. ¿Qué día? ¿Qué día es?
B Es (Ibid.)
A (Niega con la cabeza.) No.
C (Interasada.) ¿No qué?
A No, no es. (Ibid.)
B Está bien.
C (A A) ¿Qué día cree usted que es?
A (Confusión.) ¿Qué día es? ¿Qué día creo…? (Sus ojos se empequeñecen.) Pero, si es
hoy, claro. ¡¿Tu qué día crees que es?! (Se vuelve hacia B; risotada.)
B ¡Bien dicho, mujer!
C (Se mofa.) ¡Qué respuesta! Qué tonta…
A ¡No me hables en ese tono!
C (Ofendida.) ¡Vaya! ¡Lo siento!
A Te pago, ¿o no? No me puedes hablar en ese tono.
C De alguna manera.
A (Tono de reto.) ¡¿Qué?!
C Indirectamente. Le paga a alguien que me paga a mí, alguien que…
A Bueno; ahí está: ¿lo ves? No me puedes hablar de esa manera.
B No te está hablando de esa manera.
A (Descarta la idea y ríe.) No sé de qué me estás hablando. (Pausa.) Por cierto.
(Silencio; luego llora. La dejan. Empieza en autocompasión, procede a llorar por
llorar, y concluye en rabia y odio a sí misma por tener que llorar. Se toma su
tiempo.)
B (Cuando acaba.) ¿Te sientes mejor?
C (Entre dientes.) Por favor.
B (A A.) Unas buenas lágrimas lo echan todo para afuera.
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Tres mujeres altas 3 Edward Albee
A (Ríe pícara.) ¿Qué hacen las malas? (Ríe de nuevo; se le une B.)
C (Mueve la cabeza con admiración.) Algunas veces usted es tan…
A (Fea de pronto.) ¡¿Qué?!
C (Pausa breve.) No importa. Iba a decir algo agradeble. No importa.
A (A B.) ¡¿Qué dijo?! Murmura todo el tiempo.
C ¡No murmuro! (Molesta consigo misma.) ¡No importa!
A ¡¿Cómo esperan que una oiga lo que dice?!
B (Conciliando.) No terminó su frase. No importa.
A (Triunfo pequeño, satisfecha de sí misma.) Apuesto a que no.
C (Sintiéndose perseguida, pero sin ser displicente.) Lo que quise decir es que puede
ser que usted haya estado equivocada acerca de su edad hace tanto tiempo, puede
ser que se haya estado mintiendo a usted misma desde hace tantos años, auque
por qué alguien habría de mentir por un año…
B (Fastidiada.) Déjala en paz; déjala quitárselo si quiere.
C No la voy a dejar.
A ¡¿Quitarme qué?!
C ¿Por qué mentir por un año? Puedo imaginar que alguien se quite diez o que trate
de hacerlo. Aunque es más factible que una se quite siete, o cinco, muy buenos y
engañosos, ¡¿Pero uno?! ¿Quitarse un año? ¿Qué clase de vanidad es esa?
B (Chasquea la lengua.) Cómo le das vueltas.
A (La imita.) Cómo le das vueltas.
C (Ronronea.) Cómo le doy vueltas. Bueno, puedo entender diez o cinco o siete, pero
no uno.
B Y le sigues.
A (A C.) Y le sigues. (A B) ¡¿Y le qué?!
B Y le sigue dando vueltas.
A (Jovial.) ¡Sí! ¡Y le sigues dando vueltas!
C (Sonríe.) Sí; lo sé.
A (Repentinamente, pero sin urgencia.) Quiero ir.
C ¿A dar vueltas?
A (Más urgencia.) Quiero ir. Quiero ir.
B ¿Quieres ir? (Se levanta.) ¿Quieres la bacinica? ¿Vas a hacer del uno? ¿Quieres la
bacinica?
A (Avergonzada de discutirlo.) No… ¡Nooooo!
B Ah. (Va hacia A.) Muy bien. ¿Puedes caminar?
A (Lloriqueo.) ¡No lo sé!
B Bueno, vamos a tratar. ¿Está bien? (Señala el andador.) ¿Quieres el andador?
A (A punto de llorar.) ¡Quiero andar! ¡No sé! ¡Lo que sea! ¡Tengo que ir! (Comienza
un lloriqueo desesperado.)
B ¡Está bien! (La ayuda a levantarse. Descubrimos que el brazo izquierdo de A está
en un cabestrillo, inutilizado.)
A ¡¡Me lastimas!! ¡¡Me lastimas!!
B Ya, pues; ¡soy muy cuidadosa!
A ¡¡No, no lo eres!!
B ¡Sí, sí lo soy!
A ¡¡No, no lo eres!!
B (Enojada.) Sí lo soy.
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Tres mujeres altas 4 Edward Albee
A ¡No, no lo eres! (De pie, sollozando, arrastrando los pies con la ayuda de B; sale y
dice desde afuera.) Estás tratando de lastimarme; ¡¡ya sabes cómo me duele!!
B (A C, al salir.) Ahí te encargo el negocio.
C Sí. Yo me encargo. (Intercambios de palabras apagadas tras bastidores. C mira
hacia ellas, sacude la cabeza, mira hacia abajo. Habla tanto para ella como para ser
escuchada.) Supongo que una podría mentir por un año, sería algo así como tener
la última palabra, una venganza privada, tal vez, una pequeña victoria, quizás. (Se
encoge de hombros.) No sé, tal vez estas cosas se vuelven importantes. ¿Por qué
no puedo ser amable?
B (Vuelve a entrar.) Esta vez lo logramos. (Suspira.) Y seguimos adelante.
C No siempre llega, ¿eh?
B E la mañana, se moja cuando se despierta, una especie de saludo al día, supongo:
el esfinter y el cerebro fuera de sincronía. Nunca lo hace durante la noche, más bien
se moja mientras está despertando.
C Buenos días al día, ¿eh?
B Algo a algo.
C Ponle un pañal.
B (Niega con la cabeza.) No lo acepta. En ésas ando, pero ella no lo acepta.
C ¿Sábana de hule?
B No la acepta. Levántala, ponla en el sillón y ella hace lo demás. Dale una taza de
café…
C Negro.
B (Risita.) ¡Mitad crema y tanta azúcar! ¡Tres cucharadas! ¿Cómo ha vivido tanto?
Dale una taza de café, ponla en el sillón, dale una taza de café, y hagan sus
apuestas.
C (Mira el sillón en donde está.) ¡¿Cuál sillón?! ¡¿Este sillón?!
B (Ríe.) Le atinaste. No te apures.
C Debe ser horrible.
B (Desaprobando.) ¿Para quién?
C (Enfrentandola.) ¡Para ella! A ti te pagan. Probablemente sea horrible para ti
también, pero a ti te pagan.
B Como no deja ella de informarme… ni tú.
C Eso de empezar a perderlo, quiero decir, el control, la pérdida de la dignidad, la…
B ¡Ay, basta! ¡Es cuesta debajo de los dieciséis en adelante! ¡Para todas nosotras!
C Sí, pero…
B ¿Cuántos años tienes, veinte y pico? ¿Todavía no te das cuenta? (Demuestra.)
Tomas aire… lo sueltas. La primera bocanada de aire que tomas estás de cabeza y
te dan nalgadas para que respires. La última… bueno; la última lo dejas salir todo…
y ya. Empiezas… y luego te detines. No seas tan blanda. Quisiera que los niños lo
aprendieran, quisiera lograr que un niño de seis años diga: “me estoy muriendo” y
sé lo que eso significa.
C ¡Eres terrible!
B Hay que empezar con los jóvenes; hacerlos conscientes de que tienen poco tiempo.
Hacerlos conscientes de que se están muriendo desde el momento en que están
vivos.
C ¡Qué horror!
B ¡Madura! ¿Acaso tú lo sabes? ¿Acaso tú sabes que te estás muriendo?
C Bueno, claro, pero…
B (Terminando.) Madura.
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A (Entra tambaleando, arrastrando los pies.) ¡Alguien podría morirse ahí dentro y a
nadie le importaría!
B (Brillante.) ¡Ya terminaste!
A ¡Una podría morirse! ¡Alguien podría caerse y romperse algo! Alguien podría
morirse, para lo que le importa a nadie.
C (A sí misma, pero para ser escuchada.) ¿Quién es este… “alguien”? Alguien podría
hacer esto, alguien podría hacer…
B Es una manera de hablar.
C (Levemente sarcástica.) No. ¿De veras?
B (Sin caer en la provocación.) Eso me cuentan.
A (Agitando el brazo.) ¡Agárrame! ¡¿Quieres que me caiga?! ¡¿Quieres que me caiga?!
B Sí, quiero que te caigas; quiero que te caigas y te rompas en… diez pedazos.
C O cinco, o siete.
A ¿Dónde está mi silloncito? (Lo ve perfectamente.) ¿A dónde se fue mi silloncito?
B (Entrando en el juego.) ¡Jesús, ¿a dónde se fue su silloncito?! ¡Alguien se ha llevado
su silloncito!
C (Se da cuenta.) ¡¿Qué?!
A (¿Lo sabe? Probablemente.) ¿Quién tiene mi silloncito?
C (Montada en su caballo.) ¡Lo siento! (Se levanta rápidamente; se aleja.) ¡Su majestad!
B (Apaciguando) Allí está tu silloncito. ¿quiéres tu almohada= ¿Quieres que te traiga
tu almohada? (A C.) Traeme su almohada.
A Quiero sentarme.
B Sí, sí. Aquí vamos. (Gentilmente acomoda a A en su sillón.)
C (Junto a la cama.) ¿Cuál almohada!
B (A A.) ¿Estás cómoda? ¿Quieres tu almohada?
A (Petulante.) Desde luego que no estoy cómoda; desde luego que quiero mi almohada.
C (Todavía junto a la cama.) ¡No sé cuál!
B (Yendo hacia la cama.) Son dos, de hecho, una para la espalda (la agarra) y ésta
para el brazo. (La agarra; va hacia A.) Listas; inclínate hacia delante. (Coloca la
almohada tras la espalda.) ¡Qué amor de niña!
A ¡Mi brazo! ¡Mi brazo! ¡¿Dónde está la almohada?!
B Aquí vamos. (Acomoda la almohada del brazo.) ¿Ya estamos a gusto? (Silencio.) ¿A gusto?
A ¿Qué?
B Nada. (Una sonrisa de complicidad a C.)
C ¿Y así es siempre?
B Ajá.
C Qué hazaña.
B No has visto nada.
C ¡Apuesto a que no!
A (A B.) No puedes dejarme ahí dentro así nada más. ¿Qué tal si me caigo? ¿Qué tal
si me muero?
B (Reflexiona en ello; serena.) Bueno… si te cayeras, yo te oiría o tú armarías un
escándalo; y si te murieras, ¿qué importaría?
A (Pausa; luego se ríe; verdadero gozo.) ¡Bien dicho, mujer! (Se divierte viendo que
C no se divierte.) ¿Y a ti qué te pasa?
C (Breve silencio, hasta que adviete que le hablan.) ¡¿A quién?! ¡¿A mí?!
A Sí. A ti.
C ¿Qué me pasa a mí?
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B Shhhhhhhh.
A (Entusiasmo infantil.) Montaba a mujeriegas y motaba a horcajadas, y manejaba
ponys -de alquiler- y me encantaba todo eso. Él iba conmigo y montábamos todas
las mañanas, y la dálmata venía con nosotros, ¿cómo se llamaba… Suzie? No.
Teníamos buenos caballos y los exhibíamos en concursos y ganábamos todos los
listones, y los guardábamos en una gran vitrina abajo en el… no, ésa era la otra
casa. Los guardábamos. (Pausa; dándose vigor.) Y copas. Todas esas copas de
plata que ganamos, y tazones y charolas. Conocíamos a todos los jueces pero no es
por eso que ganábamos: ganábamos porque éramos los mejores.
C (Por debajo.) Por supuesto.
B (Sotto voce.) Compórtate.
A (Desechando la idea.) Ay, ya aprenderá. (De vuelta al recuerdo.) ¡Teníamos
caballos! Conocía a todos los jueces; y me metí a la cuadrilla cuando
consursábamos en los campeonatos, y me sentaba ahí y miraba a los caballos; yo
nunca montaba en los campeonatos, Earl lo hacía; él era nuestro jinete. Me sentaba
ahí amirar con los jueces. Todos me conocían; éramos famosos; teníamos un
establo famoso, y cuando emitían el juicio me decían si habíamos ganado, y casi
siempre ganamos, y si me lo decína, y casi siempre lo hacían, yo hacía una señal.
Me quitaba el sombrero y me tocaba el sombrero (Lo hace: se toca el cabello) y
hacía sabían que habíamos ganado.
C (A B en voz baja.) ¡¿Quiénes?! (B se encoge de hombres, mantiene la mirada en
A.)
A (Muy racional: explicando.) Todos en nuestro palco. (Otra vez infantil.) Ay, me
encantaba, montar en la mañana, ir al establo en la carreta, con mi abrigo y mis
pantalones de equitación y mi derby, y acariciandoa… ¿cómo se llamaba?, la
dálmata –Suzie, creo… no- y montaba y galopaba. Algunas veces me iba sola.
C (A B.) ¿Quién?
B Su esposo, lo más probable. (A A.) ¿Montabas de pequeña?
A (Risita como un lamento.) No. Éramos pobres.
C (A A.) ¿Pobres? ¿Realmente… pobres?
A Bueno, no; no realmente pobres; mi padre era un arquitecto; diseñaba muebles;
los hacía.
C Eso no es un arquitecto, eso…
B Olvídalo.
A Hacía muebles tan hermosos; era arquitecto. Estricto, pero justo. No, mi madre era
estricta. No, ambos eran estrictos. Y justos. (Esto la confunde; llora.)
B Ya, ya.
A ¡No sé qué estoy diciendo! ¿Qué estoy dicendo?
B (Confortando.) Estás hablando de caballos; estabas hablando de montar, y
preguntamos: cuando eras una niña pequeña…
A (Racional; dura.) Nunca montamos; los vecinos tenían un caballo pero nunca lo
montamos. No creo que mi hermana montara jamás. Pero yo no sé nadar.
(Murmullo de conspiración.) Ella bebía.
C ¿De niñita?
B ¡Ay, por favor!
A (Verdaderamente inocente.) ¿Qué? ¿De qué me hablas?
B Caballos. Nunca montaste de niñita.
A Uno montaba si era granjero o si era rico.
C (Burlándose ligeramente.) O si eras un granjero rico.
B Shhhhhhh.
A (Sobre A, a B.) Y aprenderá. (A C, ominosa.) ¿No es cierto?
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prometer que nunca le cortará el brazo, y que no dejará que nadie más lo haga
tampoco, y él promete; ¿asumiendo que ella lo olvidará? Probablemente; pero ella
no lo olvida. Hay algunas cosas que ella nunca olvida. “Me lo prometió; tú estabas
allí; lo escuchaste”. Creo que dice eso cada tercer día: “Me lo prometió; tú estabas
allí; lo escuchaste”. (Un vidrio se rompe tras bastidores.) ¡Ay, Dios! (Sale. Ahora
tras bastidores.) ¡Y ahora, por qué hiciste eso?! ¡Niña malcriada! ¡Malcriada,
malcriada! (A grita ululando y ríe tras bastidores.) ¿Qué tengo que hacer, quitarte
todo? ¡¿Eh?! (A aparece en escena otra vez, ululando entre risitas, seguida de B.)
A (Divagando, cojeando; muy contenta, a C.) ¡Rompí el vaso! ¡Agarré el vaso y lo
aventé al lavabo! ¡Rompí el vaso y ahora ella tiene que limpiar todo! (B ha vuelto a
entrar.)
B ¡Niña malcriada!
A ¡Rompí el vaso! ¡Rompí el vaso! (Risitas; de pronto su rostro se entristece y llora;
entonces.) ¡Tengo que sentarme! ¡No puedo sentarme yo sola! ¿Por qué no me
ayuda nadie.
B (Ayudándola) Vamos, ya; aquí vamos.
A ¡Au! ¡Au!
B Ya, está bien.
C (Por debajo) ¡Jesús!
B (A C; acomodando a A.) Eres de gran ayuda.
C (Fría.) ¿Se supone que debo ayudar?
B (Con desprecio.) Tú sólo vienes de parte del abogado.
A (Repentina y sospechosamente alerta.) ¿Qué? ¿Qué dijiste?
B (Un hecho.) Dije, bueno, quise decir, puesto que ella sólo viene de parte del
abogado, no tiene por qué comportarse como un ser humano; no tiene por qué
ayudar en nada; no tiene…
A (A C contenta.) ¿Vienes de parte de Henry?
C No; Harry murió; Harry murió hace años.
A (Otra vez lágrimas.) ¿Harry está muerto? ¿Cuándo murió Harry?
C (Sube la voz.) ¡Hace treinta años!
A (Pausa breve; corta las lágrimas.) Bueno, yo ya lo sabía. ¿Para qué estás hablando
de Harry?
C Usted preguntó si venía de parte de Harry; preguntó…
A Yo no haría una cosa tan estúpida.
B (Divertida, a C.) Y así es siempre.
A (Aclarando para el mundo.) Harry solía ser mi abogado, pero eso fue hace años.
Harry se murió -¿qué? ¿hace treinta años?; Harry se murió. Ahora su hijo es el
abogado. Yo voy a verlo; bueno, él viene a verme; algunas veces yo voy a verlo.
C Sí; usted va. Y sí, él viene.
A ¿Por qué estás aquí?
C (Suspira.) Algunas cosas se han… traspapelado; no se han hecho. Algunas cosas…
A (Pánico.) ¡¿Alguien se está robando cosas?!
C No no no no. Le mandamos papeles para firmarlos y usted no los firma; le
llamamos y usted no nos regresa la llamada; le mandamos cheques para firmar y
usted no los firma; cosas como ésas.
A No sé de qué me estás hablando.
C Bueno…
A ¡Nada de eso es cierto! ¡Esás mintiendo! ¡Comunícame con Harry!
C Harry está…
B (A A.) ¿Perdón? ¿El montón de “luego-los-reviso?”
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B ¡Por supuesto!
C ¿Quién?
A (Ríe.) ¿Y a ustedes qué les pasa?
C (Explicando.) Somos demócratas.
A ¿Qué?
C Bueno, eso pasa, tú preguntaste.
A ¡No seas fresca!
B ¡Dios mío! No había oído eso en mucho tiempo. (Imita.) “¡No seas fresca!”
A Mi madre me decía eso todo el tiempo. ¡No seas fresca! A mi hermana y a mí. Nos
hacía comer todo lo que nos ponía delante, y lavar los platos; nos enseñó el
significado de ser mujer. Era estricta pero justa. No, ése era nuestro padre: no,
eran los dos. (Quejido de niñita.) Están muertos; hermanita, están muertos!
C Un judío chaparro y astuto.
B Por lo menos no dijo ¡judas!
A (Vuelve a sus recuerdos.) Nos enseñó a enviar notitas de agradecimiento, y llevar
regalitos cuando íbamos de visita, y nos hacía lavar nuestras prendas todas las
noches antes de acostarnos. Algunas veces mi hermana no lo hacía y yo tenía que
lavar las de ella, también. Logró hacer de nosotras señoritas decentes.
C ¿Ir a la iglesia dos veces al día? ¿Y rezar mucho?
A ¿Qué? Ah, sí, íbamos a la iglesia pero no hablábamos mucho de eso. Lo veíamos
natural, supongo. (A B.) ¿Cuánto robaste?
B (Sin responder a la provocación.) ¿Cuándo?
A Cuando haya sido.
B (Arrastra las palabras.) Bueno, esperé a que te durmieras…
A Nunca duermo…
B … hasta que pretendieras estar dormida, y luego fui al armario de la plata y bajé
todas las charolas de plata grandes, y me las metí bajo la falda, y salí bamboleando
por el pasillo…
A Búrlate si quieres. (Risitas repentinas.) ¡Seguro que te veías chistosa!
B (Jugando.) Bueno, supongo.
A Bamboléandote así; probablemente tintineabas también.
B Sí, estoy segura que sí. Talán, talán.
A (Ulula) ¡Talán, talán! (Advierte que C no se divierte; dura.) Tú no crees que nada es
chistoso ¿O sí?
C Ah, sí; sólo estoy tratando de decidir qué creo que sea en realidad lo más hilarante:
cuentas sin pagar, antisemitismo, senilidad o…
B Óyeme, óyeme. Juega en tu propia liga, ¿sí?
C (Molesta.) ¡Bueno! ¡Lo siento!
A (Mira fijamente a C.) Tendré que hablar con Harry sobre ti.
B (Ibid.) Harry está muerto; Harry ha estado muerto por años.
A (Cada vez más absorta en sí misma) Lo sé; igual que todos. Ya no tengo amigos; la
mayoría están muertos, y los que no están muertos se están muriendo, y los que
no se están muriendo se mudaron y yo ya no los veo.
B (Consolando) Bueno, ¿qué importa? No quieres a muchos de ellos de todas
maneras.
A (Está de acuerdo para no entrar en complicaciones.) Es verdad. Pero se supone que
debes quererlos, y tenerlos cerca. ¿No es un contrato? Aceptas a las personas
como amigos, inviertes tiempo en ello, te esfuerzas, y no importa si ya no los
quieres -¿quién quiere a quien ahora?-, has invertido todo ese tiempo, y qué
derecho tienen ellos de… de…
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B Claro.
C ¿Ya desde entonces?
A ¿Desde cuándo?
C Cuando… cuando llegaron apenas a la ciudad.
A ¡No, claro que no! Después. Bueno, cuando salíamos tomábamos champaña -antes
de ir a las tascas ilegales. Tomábamos champaña y mordisqueábamos cáscaras de
naranja endulzadas. Él me trae esas cáscaras, algunas veces, cuando viene. O
flores: frisias, cuando están en temporada. Es lo menos que puede hacer. ¡Y lo
sabe!
C (A B, un aparte.) ¿Quién? ¿De quién habla?
B (Absorta con A.) Shhhhhhhh. Su hijo.
A Salíamos juntas, pero ninguna se metía con los novios de la otra. Ella era un
primor, a mí me gustaban… hombres más salvajes, yo supongo.
C Tsk, tsk, tsk.
B (A C. divertida.) ¿Por qué? ¿A ti no?
A Nunca nos gustaron los mismos niños… hombres. Yo creo que no le gustaban
mucho los hombres. Bueno, yo sé que no; no le gustaba el sexo, en todo caso.
Tuvimos que obligarla a casarse, cuando tenía casi cuarenta; tuvimos que encontrar
a alguien para ella. No creo que ella lo amara: él era un (despectiva) irlandés.
C (Sacude la cabeza) A veces no lo creo.
B (Incisiva, mientras A trata de acomodarse en la silla.) ¿Por qué no? ¿Irlandés,
negro, judío? Te lo dije: no significa nada. Es la forma en que lo aprendió.
C De esos padres estrictos pero justos. (B se encoge de hombros.)
A (Ha oído.) Tengo amigos judíos, y tengo amigos irlandeses, y tengo amigos
sudamericanos; los tuve. No puertorriqueños, nada de eso, sino venezolanos, y
cubanos. Ah, nos encantaba ir a La Habana.
C (A B, más o menos.) Otro mundo, ¿eh?
B Ajá.
A Nunca he tratado con gente de color -bueno, servidumbre, sí. En Pinehurst tenían
servidumbre de color y solíamos visitarlos de vez en cuando. Sabían cuál era su
lugar; eran amables, y bien portados; nada como esos negros subiditos, los de la
ciudad.
C (Consternada.) ¡Santo Dios!
A Él se la pasa diciéndome que no puedo decir estas cosas. No sé a qué cosas se
refiere. Una vez dijo que ya no vendría a verme si yo decía esas cosas. No sé a qué
cosas se refiere. ¿Qué quiso decir?
B No te preocupers. Tu hermana se casó con un italiano.
A (Confundida.) Se casó… ¿qué? Ah, eso fue después. Siempre estuve alerta
buscando al hombre adecuado.
C ¿Y ella no?
A No; ella siempre pensó que todo le iba a caer del cielo. Y así fue, muy seguido. Yo
tuve que trabajar por todo; nada se cruzó en mi camino. Yo era alta y guapa; ella
era alta y bonita, alta pero más baja, no tan alta como yo… era. (Solloza.) ¡Me
encogí! ¡No soy alta! ¡Yo era alta! ¡¿Por qué me encogí?!
B (A A paciente.) Eso pasa con el tiempo: nos encogemos. Además, nos pasa cada
día: somos más altas en la mañana de lo que somos en la noche.
A (Todavía sollozando.) ¡¿Cómo?!
B La espina dorsal se comprime según pasa el día.
A (Solloza aun más.) Yo ya no la tengo. Yo tuve una espina dorsal; ¡ya no la tengo!
C (A B, sotto voce) ¿Qué quiere decir?
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B Ornamentados.
A Sí, ornamentados… y anchos. Habíamos salido –nunca lo olvidaré, nunca olvidaré
esto- habíamos ido a una fiesta y habíamos bebido champaña, y estábamos ¿qué?,
¿borrachos? Un poco supongo. Y llegmos a casa y estábamos a punto de meternos
a la cama. Teníamos una recámara grande, con vestidores separados, y –ya sabes,
baños separados- y nos estábamos desvistiendo; nos preparábamos para ir a la
cama. Estaba frente a mi tocador, y me había quitado la ropa -mis zapatos, mi
vestido, y mi ropa interior- y estaba ahí sentada frente a mi tocador (de veras le
divierte decir esto; risas, risitas, etc.), y estaba… bueno, estaba desnuda; no tenía
ni un pañuelo, excepto que tenía todas mis joyas. No que había quitado mis joyas.
B ¡Qué maravilla!
A ¡Sí! Así estaba, completamente desnuda con mis perlas -mi collar- y mis
brazaletes, mis brazaletes de diamantes… dos, no; ¡tres! ¡Tres! Y entonces entra él,
desnudo como un gorrión -era chistoso cuando quería- estábamos desnudos muy
seguido, al principio, muy al principio. Todo eso terminó. (Pausa.) ¿Dónde voy?
B ¿En tu historia?
A ¿Qué?
B En tu historia. ¿Dónde vas en tu historia?
A Sí; claro.
C Estás desnuda en tu tocador, y él entra, y él está desnudo, también.
A … como un gorrión: ¡sí! ¡ay, no debería contar esto!
B ¡Sí! ¡Sí deberías!
C ¡Sí!
A ¿Sí? Ah… bueno, ahí estaba yo, y tenía mi polvera grande y me estaba polveando, y
estaba poniendo atención a eso. Sabía que él estaba ahí, pero no estaba poniéndole
atención. Tengo algo para ti, dijo, tengo algo para ti. Y yo estaba sentada, y levanté
los ojos y miré en el espejo y… ¡no! ¡No puedo contar esto!
B y C (Escolares tontuelas.) Sí, sí, cuenta, cuenta. ¡Cuéntanos! ¡Sí! ¡Cuéntanos! (Esto ad
libitum)
A Y miré y ahí estaba él, y su… su pito estaba bien parado, y… y de ahí colgaba un
nuevo brazalete.
C (Asombro.) ¡Dios mío! (B sonríe)
A Y estaba colgado de su pito, y se acercó y era el brazalete más hermoso que yo
hubiera visto; era de diamantes; y era ancho, tan ancho y… Pensé que te gustaría
esto, dijo. Ay, santo cielo, es tan hermoso, dije. ¿Lo quieres? Dijo, ¡sí, sí! Dije, ¡ay
santo cielo, sí! (El humor cambia un poco hacia lo negro.) Y se acercó, y su pito
tocó mi hombro -él era chaparro, y yo era alta, o algo. ¿Lo quieres? Dijo, y me picó
con él, con su pito y me di la vuelta, y tenía un pitito. Ay, no debería decir eso; es
terrible decir eso, pero así era. Tenía un… ya sabes… pequeño, y de ahí colgaba el
brazalete, y se acercó más, a mi cara, y ¿lo wquieres? Pensé que te gustaría. Y yo
dije, ¡No! ¡No puedo hacer eso! ¡Tú sabes que no puedo hacerlo! Y no podía; nunca
pude hacerlo, y dije, ¡No! ¡No puedo hacer eso! Y se quedó ahí parado por… bueno,
no sé… y su pito se… bueno, empezó a ablandarse, y el brazalete resbaló, y cayó en
mis piernas. Estaba desnuda; cayó muy dentro de mis piernas. Quédatelo, dijo, y
se dio vuelta y salió de mi vatidor. (Largo silencio; finalmente solloza, concluyente.)
B (Finalmente.) Está bien. (Va a consolar a A.)
C (Amable.) La salvaje.
B (Todavía consolando.) Está bien; está bien.
A (Niñita.) Llévame a la cama; llévame a la cama.
B Seguro. (A C.) Ayúdame. (La ayudan a levantarse del sillón y a llegar a la cama
durante lo siguiente.)
A (Grita.) ¡Mi brazo! ¡Mi brazo!
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cosas, de noche, donde creía que yo no las iba a encontrar, cuando venía a
quedarse por un tiempo conmigo; hasta caerse… hasta caerse como se caía mamá
cuando vino a quedarse, a vivir con nosotros; él dijo que ella podía venir; ¿adónde
más podía haber ido? ¿Siquiera nos camíamos bien? ¿Al final? Al final ya no, no
cuando ella me odiaba. Estaba indefensa, ella… gritaba: ¡te odio! Apestaba; su
cuarto apestaba; te odio, me gritaba. Creo que todos me odiaban, porque yo era
fuerte, porque tenía que serlo. Mi hermana me odiaba; mamá me odiaba; todos los
demás, ellos me odiaban; él se fue de casa; se escapó. Porque yo era fuerte. Era
alta y era fuerte. Alguien tenía que serlo. Si yo no lo era, entones… (Silencio; A
quieta, ojos abiertos; ¿se ha estremecido un poco antes de su silencio?) (Después
de un instante B y C se miran una a la otra. B se levanta, va hacia la cama, se
inclina, mira a A. toma su pulso.)
C (Se asoma después de un rato.) ¿Está… ay, Dios mío, está muerta?
B (Después de un rato.) No. Está viva. Creo que tuvo una embolía.
C ¡Ay, dios mío!
B Más vale que llames a su hijo. Yo voy a llamar al doctor. (C se levanta, sale por la
derecha, mirando a A mientras sale; B acaricia la cabeza de A, sale por la
izquierda. A sola; quieta; silencio.)
SEGUNDO ACTO
A está sobre la cama (De hecho, una máscara al molde de la actriz que representa a A;
exactamente el mismo vestuario que usó A en el Primer Acto. Debemos creer que el
maniquí es A –una mascarilla de oxígeno sobre nariz y boca ayuda a la ilusión.) Cuando
aparece A, lleva puesto un adorable vestido color lavanda. Un silencio, B y C entran, por
el lado opuesto a sus salidas al final del Primer Acto. Ellas -y A, cuando entre- están
vestidas de manera distinta a como estaban al final del Primer Acto, excepto que el
maniquí de A viste como A al final del Primer Acto. C se sienta. B va a la cma, mira a “A”.
B (En general.) No hay cambio.
C (Anhelante.) ¿No?
B Así es esto.
C (Se estremece.) ¿Sí?
B (Sombría.) Dan ganas de llegar a ahí. (No hay respuesta de C.) ¿No?
C (Dura.) No quiero hablar de eso; no quiero pensar en eso. Déjame en paz.
B (Aguda.) Vale la pena pensar en ello, aun a tu edad.
C ¡Déjame en paz!
B (Paseando, tocando cosas.) Tiene que ser de alguna forma… embolia, cáncer o,
como dice la dama, “estrellarse contra una montaña con un jet”. ¿No? (No hay
respuesta.) O… bajar de la banqueta para toparse contra una pared que pasa a 90
kilómetros por hora…
C ¡Basta!
B O… aún peor, piensa en esto… estás sola en casa durante la noche, los sirvientes se
han retirado, él está fuera, en el club, estás sentada sola en casa, fuerzan la
ventana, entran ellos, con sus piesecitos de gato y todo, te encuentran, sentada
allá arriba en el cuarto de estar…
C ¡Dije que basta!
B (Sonríe.) … me encuentran sentada allá arriba en el salón de estar, revisando las
invitaciones, o lo que sea… cuentas; vienen detrás de mí, me cortan la garganta,
mientras pienso, Ay, Dios mío, me están cortando la garganta, si acaso, si hay
tiempo para eso.
C (Gruñido animal de protesta.) ¡Arghhhhhhh!
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B (Tranquila.) Ya casi acabo. O los oigo… los oyes darse la vuelta, los miras -
¿Cuántos? ¿Dos? ¿Tres?-, te quiebras, comienzas a griar, así es que tienen que
cortarte la garganta, mi garganta, aunque puede que ellos no lo hayan planeado
así. Toda esa sangre en el tapete chino. Vaya, vaya.
C (Pausa; curiosa.) ¿Tapete chino?
B (Muy natural.) Sí, beige, con brocado rosa todo alrededor de las orillas. Lo
conseguimos en una subasta.
C No lo sabía.
B (Sorpresa momentánea.) No; claro que no lo; no lo sabías. Lo tendrás, sin
embargo; el tapete, quiero decir. Es evidente que nadie te corta la garganta, o la
mía, para el caso. (Lo considera.) Puede que sea mejor.
C (Lamento, indefensa.) Tienes cosas que decirme, supongo.
B Ah, por supuesto que sí. Pero fíjate, tampoco yo lo sé todo, o tal vez sí. (Hace un
besto hacia “A”.)
C (La mira también.) Haré un testamento, conseguiré algún tipo de papel que les
permita dejarme morir si llego a ese estado.
B No hay ningún papel… no existían entonces, traté. No puedes salirte con la tuya en
este mundo. (A entra durante el diálogo siguiente, de la izquierda.)
C Tiene que haber algún papel. ¿Te sales con la tuya en todo y luego no puedes al
final? ¡Tiene que haberlo!
A ¿Tiene que haber qué? (Es enteramente racional durante este acto; B y C no están
sorprendidas de verla.)
C Un testamento en vida.
A (Observando a A.) Iba a hacerlo, pero luego se me olvidó, o se me fue de la mente,
o algo pasó. Él me insistía, ¡haz uno! Ël hizo el suyo, según dice. Quise hacerlo; ya
no hay mucho que hacer al respecto. ¿Hay algún cambio?
B No, estamos… así como estábamos, no hay cambio.
A Me pregunto por cuanto tiempo seguirá esto. Espero que sea rápido. A cómo-se-
llama le tomó seis años, ni un movimiento, ni un parpadeo, vivía conectada,
respiraban por ella, orinaban por ella.
B ¿La conozco?
A No; eso fue después de tus épocas, por decirlo de alguna manera.
B Ajá.
A Había mucho dinero de por medio mucho. Los niños -¡ja, cincuenta años el más
joven- los “niños” no se ponían de acuerdo. Querían ver el testamento primero, el
abogado no se los enseñaba, se dividieron en dos bandos: ¡mátenla! ¡ayúdenla a
seguir! Nada bonito.
C (De veras fuera de sí misma.) ¡Basta! ¡Basta!
A (A una niña traviesa) Ya… madura.
B (Sonríe.) Madurará; está madurando.
A Bueno; sí, por supuesto. Y tú también.
C (Rabia) ¡Yo no me convertiré en … eso! (señala a “A”)…
A (“Ya estuvo bien”) ¡Ay, por favor!
B (¡Ay, por favor!) Ya estuvo bien.
C No está bien.
B (Sonríe) ¿Qué planeas hacer al respecto?
A (Entretenida.) Sí; eso me interesa.
C (A A; señalando a B) Ni me transformaré en esto.
B (Un alarido.) ¡Ja!
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A (Perdida.) No me acuerdo.
C ¿Qué le pasa a má?
B Ella aguanta; se queda sola por casi veinte años, y luego se muda con nosotros. (A
A.) ¿Cómo nos va con eso?
A (Neutral.) ¿Qué? Se convierte en una enemiga. Muere cuando tiene ochenta y
cuatro años –diecisiete años de eso, de quedarse arriba en su cuarto, en la casa
grande, con nosotros. La colitis, los cigarros, los seis o siete pekineses que pasaron
por ahí. Dejé de quererla.
C ¡Yo no podría!
A (Se encoge de hombros.) Se convierte en una enemiga.
B (Interesada, pero no mucho.) ¿Cómo?
A (Suspira.) Llega a tenerme rencor; empieza a resentir hacerse vieja, hacerse …
inútil –los ojos, la espina, la mente. Empieza a resentir que yo tenga -que nosotros
tengamos- tanto, y que yo esté siendo generosa –que nosotros estemos siendo
generosos. Brinca por todo; se pone del lado de mi hermana; me critica.
B (Algo de pasmo) Ella no era así.
C ¡No! ¡No podría serlo!
A No me importa. Olviden que se los dije. Ella nunca se mudó con nosotros; todavía
está viva allá en el campo, en la misma casa; tiene ciento treinta y siete años
ahora, hornea su comida, corre tres veces a la semana.
B Está bien; está bien.
A (A B.) Hay algo más. ¿Lo quieres oír? (B mueve la cabeza hacia C.) Por supuesto
que tú no. (C niega conla cabeza.) No, por supuesto que no. En fin, te casas con él.
C (Le queda claro.) Me caso.
A Sí; él es gracioso, y el lindo.
B Canta…
A Baila…
B … y es rico, o va a serlo….
A … y le encantan las mujeres altas.
B Y de repente tú te das cuenta que te encantan los hombres chaparros.
A Pingüinos. (A y B sueltan risitas.)
B (Todavía a C.) Y todo marcha bien. Su mamá no me quiere -no te quiere- para
nada, pero el viejo sí.
A ¡Seguro que sí! Eres alta; apuesto a que eres candente.
B (A C.) Te lo ganas. (A A.) ¿Sabes? Creo que era un viejo rabo verde tras nuestros
huesitos.
A Sí; yo creo que sí.
B Y, caramba que sí quería un nieto.
A Ah, eso lo hizo feliz.
C (Asombro) ¿Tengo niños?
B (No muy amable.) Tenemos uno; tenemos un niño.
A (Igual) Sí, lo tenemos. Tengo un hijo. (Él aparece en el arco de la derecha, se
queda inmóvil, mira fijamete a “A” recostada en la cama.)
B (Viéndolo con desprecio.) Vaya, qué fabuloso verte otra vez. (Repentina y rabiosa,
le espeta en la cara.) Fuera de mi casa. (Él no reacciona.)
C (Levantándose) ¡Basta! (Se mueve hacia Él.) ¿Es… es él?
B ¡Dije, fuera de mi casa!
A (A B.) De veras, cállate. (A C.) Déjalo en paz; ha venido a verme. (Él va hacia “A”,
se sienta a la derecha de ella, ya sea en la cama o en una silla, toma su brazo
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Tres mujeres altas 27 Edward Albee
derecho; sacude los hombros, pone su frente sobre el brazo de ella, o al revés, se
queda quieto. No reacciona a nada de lo que se habla acerca de él hasta que se
indique.) Eso es; cumple con tu deber.
C Él es… santo cielo. Qué lindo; qué guapo; que tan…
B ¡No dirías eso si supieras!
A Shhhhhhh.
B (A A.) ¡No lo haría (A Él.) Cerdito de…
A Shhhh, Shhhh. No quiero pensar en eso. Regresó; nunca me amó, nunca nos amó,
pero regresó. Déjalo en paz.
C Es tan joven.
A Sí… bueno. Asi se veía cuando se marchó, agarró su vida y una maleta y se fue. (A
B.) ¿No?
B (A espaldas de Él; menos veneno, pero mezclado con dolor.) Llevabas puesto ese
abrigo el día que te fuiste. ¡Creí haberte dicho que te cortaras el pelo!
A Sí, sí, es cierto; llevaba puesto ese abrigo. Me voy, dijo, y se llevó una maleta.
(Pausa.) Y su vida.
C (Azorada.) ¿Se fue de mi lado? ¿Por qué?
B (Agria.) Tal vez cambiaste; dicen que cambiaste; yo no lo he notado. (A A.)
¿Vuelve? ¿Vuelve a mí -a mí? ¿Lo dejo?
A Seguro. Nos da un paro cardíaco; se lo dicen; él vuelve. ¿Veintitantos años? Eso sí
que es un rencor de muchos años -por ambos lados. No volvió cuando murió su
padre.
B (Destructiva) ¡Claro que no!
A Pero vino a mí. Me levantan y me dicen que él va a venir a verme; dicen que me va
a llamar. Llama. Oigo su voz y lo recuerdo todo, pero soy cortés. Bueno, qué tal,
digo. Qué tal tú, dice. Nada de “Esto no debería haber pasado”. Nada de “Te
extrañé”, ni siquiera esa mentirita. Mi hermana está en casa; está tirada de
borracha, allá arriba, inconsciente; y ni siquiera era mentira. Pensé en pasar a
verte. Sí, ven. Y viene; y nos miramos el uno al otro y los dos nos aferramos a lo
mismo de siempre, lo mismo desde el día enq ue se fue. “Te ves bien”, dice; y, “Tú
también”, digo. Y no hay disculpas, no hay recriminaciones, no hay lágrimas, no
hay abrazos; labios secos sobre mis mejillas secas; sí, eso. ¿Y nunca lo discutimos?
¿Nunca nos metemos en el por qué? ¿Nunca vemos más allá de donde estamos?
Somos extraños; tenemos curiosidad el uno acerca del otro; pero hasta ahí.
B Yo nunca lo voy a perdonar.
A (Anhelante, triste.) No; nunca lo hago. Pero jugamos yendo a lugares formales.
Nunca… recordamos el pasado. Al fin, me permite hablar de su infancia. Pero él
nunca tiene nada que decir al respecto: no parece tener que decir acerca de casi
nada que tenga que ver con nosotros, conmigo!
B (Dientes apretados.) ¡Nunca!
A (A B.) O contigo. (A C; y triste sonrisa.) O de ti.
C ¿Nosotras lo… nosotras lo echamos? ¿Cambié tanto?
B (Rabia.) ¡¡Él se fue!! ¡¡Agarró sus monitos y se fue!! Y yo no quiero volver a verlo
nunca más. (A Él.) ¡¡Vete!! (Enojada, humillada, lágrimas.)
A (Muy calmada; triste sonrisa.) Bueno, sí quieres, ¿entiendes? Si quieres volver a
verla. Espera veinnte años. Quédate sola excepto por la hermana inconsciente en el
piso de arriba, y la cubierta del piano con las fotos en los marcos de plata, y el
mayordomo, y… quédate bien sola; tú quieres volver a verlo, pero las condiciones
son muy duras. Nunca lo personamos. Lo dejamos venir, pero nunca lo
perdonamos (A Él) ¡Apuesto a que tú no sabes de eso… ¿o sí?
C (A A.) ¿Cómo cambiamos? (A Él.) ¿Cómo cambié? (Él acaricia el rostro de “A”, se
estremece un poco.)
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A Sí, no le tenía confianza; la había montado al principio de ese otoño; era estúpida y
pendenciera, respingaba ante el movimiento de una sombra. (A C.) Le dije a él,
“Anda tú, yo me voy a quedar; anda tú”
B Sí.
A Pero se veía tan herido que dije. “Ah, está bien”, y allá vamos, por el bosque, el
verde, el dorado, la niebla que llegaba… ¡hasta las rodillas! ¡Vaca estúpida, no
caballo! ¿No podía ver la cerca en la niebla? ¿Se acercó muy rápido y luego se
atemorizó así nada más? ¡Salimos volando!
B ¡Salimos volando!
C ¡Ay, no!
A (A B.) Pude haberme roto el cuello, supongo. Suertuda.
B Bueno, sí, habría que tomar eso en cuenta.
A (A B.) Jamás volvimos a montar un cazador, ¿o sí?
B Nah.
A ¡Maldito yeso, pesaba una tonelada! ¿Y sabes en qué pensaba más?
B (Recordando.) Con quién lo está haciendo; a quién tiene arrinconada en qué rincón,
qué pasillo, a quién le está metiendo su verguita.
A Que puede que nos deje, que puede que decida conseguir una que no esté rota.
C (Asombro) ¡¿Qué clase de hombre es este?!
A (A C.) Hombre-hombre.
B (A C.) Hombre-hombre.
C ¿Cómo que fueron tiempos felices? ¿Buenos tiempos, dijiste?
B (A C.) Ah, bueno, probamos que éramos humanas. (A A.) ¿No?
A (A B.) Por supuesto. (A C.) Éramos falibles. Una vez que caes -así te levantes o
no- una vez que caes, y lo ven, saben que pueden empujarte. Así estés hecha de
loza y te hagas añicos, o seas de bronce y resuenes al volcarte, no tiene la menor
importancia; es el pedestal lo que importa.
B (A C.) Para traducir…
C Gracias.
A (Dulce sonrisa.) Gracias.
B Para traducir… puedes ir por ahí arreglando el mundo, parchándolo todo -a todos-
y están muy agradecidos contigo -de mala gana, pero agradecidos-, pero una vez
que tú misma caes, prueba que no eres así tan superior a ellos como ellos creían,
luego te dejarán seguir haciendo todo por ellos, arreglando el mundo, etcétera,
pero ya no te odiarán tanto… porque no eres perfecta.
A (Muy brillante.) Y entonces todo está mejor. Agradable y mejor. ¿No lo convierte
eso en buenos tiempos? Él no te deja por otra coas; es dulce y te da un gran anillo
de diamantes, y ya no tienes que volver a subire a un cazador nunca más. ¿No lo
convierte eso en un tiempo feliz?
C ¿Me dejan dispararle al caballo?
B (Ríe.) ¡¿Discúlpame?!
A (¡Ups!) ¡Juuuu! ¡Nunca se me ocurrió! (A y B ríen juntas.)
C (Firmeza.) Nunca me convertiré en ustedes –en ninguna de ustedes.
B (Mira a C) ¡Ay, basta! (A A) ¿Y el gran anillo, el diamante grande? ¿Ya no lo usas?
A (De pronto sobria.) Perdido.
B (Sobria también.) ¿Ah?
A Lo vendí.
B ¿Ah?
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A (Un poco amarga.) He vendido todo. Bueno, no todo… pero la mayoría. ¿El dinero
ya no rinde tanto hoy día? ¡El dinero no rinde nada! No tengo dinero. Tengo dinero,
pero me lo como… cada año; cada año hay menos.
B Deberíamos recortar gastos; deberíamos…
A No me hables a mí de recortarse! ¡Es todo pasta! ¡Es falso! ¿toda la joyería metida
en la bóbeda, en el banco? ¡Toda es falsa!
C ¿Por qué está ahí? ¿Por qué te… por qué nos tomamos la molestia?
A (Menosprecio.) ¡Ju!
B (A C, luego a A) ¿Por qué la sacamos y la usamos? ¿Por qué la falsa se ve tan bien
como la real, hasta se siente igual, y nadie tiene por qué saberlo? (Específicamente
a A)¿No?
C ¿Apariencias?
A ¿Apariencias? ¿Eso que aparenta ser?
C Quiero decir, ¿a quién tratamos de impresionar?
A A nosotras. Ya aprenderás. Guardé el diamante grande. Cuando lo compramos
-cuando él me lo trajo-, dijo…
B Esta es una piedra perfecta; nunca he visto una mejor. Si alguna vez quieres
vender esto, tráemela de vuelta, te daré más de lo que tú pagaste por ella. Me dio
palmaditas en la mano. Pat-pat.
A Pat-pat. Y así es que la llevé de vuelta -después de que él murió, después del
cáncer y todo, después de todo eso. Ellos la miraron; dijeron que estaba bastante
defectuosa, o estaba nublada… o algo.
B ¡Hijos de puta!
A Me ofrecieron la tercera parte de lo que él pagó por ella, y el dólar no valía ni la
mitad de lo que valía antes.
C (A A)¿No los demandaste? (A B) Quiero decir, ¿qué podemos hacer? No podemos sólo…
A (Aceptación.) ¿Qué puedes hacer? No hay nada que puedas hacer. Sigues adelante;
te… comes a ti misma. Las personas hambrientas absorben sus propios cuerpos. El
dinero sigue ahí -las inversiones siguen ahí, excepto que son menos cada año; se
absorbe a sí mismo. Lo que no tienes es todo aquello que habías planeado tener,
¿los extras?
B (A A) El diamante grande, ¿eh?
A El diamante grande… y la mayoría de lo demás. Bueno, ¿qué importa? Es puro brillo…
C (Protesta.) ¡No! ¡Es más que eso! Es prueba tangible… de que somos valiosas!…
(avergonzada.) … de que nos aprecian.
A (Se encoge de hombros.) Bueno, se fue; todo el brillo se fue.
B (Lamento.) Sí. (Agita la mano) Adios.
C ¿Hay otras sorpresas?
B (Risa crujiente.) Ay, sí; muchas.
A Ay, querida; tú nada más espera. (De reojo hacia la cama.) Ella esconde el dinero.
Lo que sea que obtiene por la joyería lo guarda en efectivo, y gasta un poco cada
vez que no alcanza con lo de costumbre. Hay mucho; no puede gastarlo todo -sin
que la gente sepa lo que está haciendo, quiero decir. Lo esconde, pero llega un
momento en que no puede recordar dónde lo escondió, y no puede enconatrarlo…
nunca. Y no puede decirle a nadie. (Silencio.)
B (Un poco tímida.) ¿Es malo el cáncer?
A ¿Cuándo es bueno?
C ¿Qué tan malo?
A (Burlándose.) ¡Cuéntenme; cuéntenme! (A C) ¡Muy terrible! (A B; tono más
suave.) Seis años; te lo dije, le toma seis años a partir de cuando se entera
-cuando le dicen que lo tiene- hasta que se nos va. Próstata -se extiende a la
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Tres mujeres altas se estrenó en 1994 en el teatro Vineyard de Nueva York bajo la dirección de Edward Albee.
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