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Qucd~tn rig.uros;irnc ntc prohibi~'l.S. sin la auto rizac ión esc rita de los titttlnrcs del CO/J)'rig/11. b{~jo las
sanciones cstablcci(l:LS en 1:·1s leyes. I:' rcpro(lucción IOt:.ll o p:1rci::il de cs1a obnl por cu.rdql1icr medio o
proce<li 1niento, comprencli<los Ja reprogr.tffa y el 1ra1~111lien10 informfttico. )' 1:1 clislribución <le ~jen1-
plarcs de e lla nied iantc alquiler o présttuno públic..'Os.
ISB N: 978-84-9892-094-9
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l1t1prc-s o y c-ncuodcrnado en Espnñn por (Barcelo na)
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NOTA A ESTA EDICIÓN
David Jou ha traducido la Introducció n a esta obra, así como los Agradeci mientos y las
presentaciones a la «Vida y obra» de Copérnico, Ga li leo, Newton y Einstein . Suya es
también la vers ió n española q ue actualiza la a no tación de la o bra de Copérnico.
Gali leo y Newton.
Respecto a los textos de Jos cientílicos aqu í reunidos, nuestra ed ición parte de tra-
ducciones d irectas de sus respectivos origina les, según se deta lla a continuación:
Sobre las re11olucio11es de los orbes celestes. de Nicolás Copérnico, se editó por vez
primera en 1543 baj o e l tílUIO De rei,ol11tio11ib11s orbi11111 coelestium. La versión caste-
llana que reproducimos se debe a Carlos IVlínguez y Mercedes Testa! y fue publi cada
con a nterioridad por Editora Nacional en Miidrid, 1982.
La primera impresión del Diálogo sobre dos 1111p1•as ciencias, de Galileo Gal ile i, a
cargo de Lo uis Elzevier a pareció en Leiden en 1638 bajo e l 1ftulo Discorsi I' Di111ostra-
zior1t! Ma1/re111t1tic/11?i111or110 a c/111?1111011e scit111ze. Nuc.stm edición sigue la <1uc, elaborada
por Carlos Solís y Javier Sádaba, fue publ icada por Editora Nacional (Consideracio11es y
demostraciones matemáticas sobre dos 1111e1•as ciencias, Madrid, 1976).
De Las armonías del 1111111do, de Johannes Kepler, se ha seleccionado aquí el Li-
bro V. La obra fue impresa en 16 19 bajo el título Harmonices Mwuli. La traducción
castellana de l origi na l latino ha s ido llevada a cabo por vez primera por José Luis J\ni n-
tcgu i Tamayo.
Los Principios matemáticos de la filosofía 11a111ral, de Isaac Newton, fueron publi-
cados e n 1687 bajo e l título Philosophicae nat11ralis principia mathemalica. La traduc-
ción cas1c lla na reproduce aquí Ja e laborada por Eloy Rada García y publicada por
Alianza (Nladrid, 1987).
De la obra de Albert Einstein se han seleccionado siete e nsayos de la colección de ar-
tículos pu blicada en alemán bajo e l título Das RelativiUitspriuzip y recogida en The Pri11-
ciplesofRelativiTy: A Collectio11 ofOrigi11al Pape1-s 011 the SpecialTheoryofRelalii>ity, obra
que reú ne los trabajos de H.A. Lore nz, A. Einstein, H . Minkowski y H. Weyl (Teubner,
Leipzig, 1922). La traducción castellana ha sido llevada a cabo por Javier G:ircía Sanz. Los
dos primeros artícu los reproducen Ja publicada previamente por Crítica en 200 1. Los cinco
restantes eran inéditos en castellano hasta hoy. Sus respectivos títulos originales, así como
sus datos editoriales, pueden hall:irse en nota a pie de página al inicio de cada uno de ellos.
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AGRADECIMIENTOS
Este libro no habría sido posible sin la ayuda de mucha geme de talento que prestó su
colaboración en di versas etapas del desarrollo de la obra. Entre los que merecen una
grati tud especial se encuentran M ichae l Ros in , consultor de Runn ing Press, G il King, y
la señora K aren Sime, ayudante del profesor Stephen Hawki ng.
Tam bién debemos expresar nuestra gmti tud a diversos miembros pasados y presen-
tes del eq uipo de Running Press: Cario de V ito, Kathleen Greczy lo, Kelly Pennick, Bill
Jones y Debornh Grnndinetti.
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INTRODUCCIÓN
«Si he logrado ver más kjos. ha sido porque he subido a hombros de gigantes», escri-
bió Isaac Newton a Ro ben Hooke en 1676. Aunque se refería a sus descubrimientos e n
óptica más que a sus trabaj os, más impon antes, sobre la gmvitación y las leyes del mo-
vimiento, el co111e11 tario de Newto n re fl eja adecuadamente cómo la cienc ia. y de hecho
e l conj unto de la civilizac ió n. co nsis te en una serie de pequeños progresos. cada uno de
los cua les se a lza sobre los alcanzados a nte riormente. Éste es e l 1e111a de este volumen
fascina nte, que uti liza textos originales pam trazar la evolución de nuestra imagen del
linnamento desde la revoluciona ria propuesta de Nicolás Copérnico de que la Tierra
g ira a lrededor del Sol a la no menos revolucio naria de Albert Einstein de que el espac io
y el tie mpo son curvados y de formHdos por la masa y la e nergía. Es una h is toria impre-
sionante, porque tanto Copérnico como Einstein han contribuido a cambiar profunda-
111cntc la 111a11cra de ver nuestro lu gar c11 el ordc11 cós111ico. Pasó nucs1 ro lugar de Jlrivi-
leg io en el cen1ro del Universo, pasaro n la etern idad y la certidumbre, y pasaro n el
espac io y el tiempo absolutos, sustituidos po r láminas elásticas.
No sorprende que ambas teorías chocaran con una encarnizada oposic ió n: la Inqu isi-
c ión en e l caso de la teoría copcrnicana y el naz ismo en el caso de la re latividad . Actual-
111c11tc, tcr1dc111os a n1c11osprcciar co1110 i11gcnua la a11tigua ''isió11del t111i\1crso de Aristó-
teles y Pto lomeo, e n la cua l la Tierra estaba en e l centro del un iverso y e l Sol giraba a s u
a lrededor. Sin embargo, no deberíamos clesdeílar demasiado su modelo. que no era e n
a bso luto estúpido. Incorporaba la idea aristoté lica de que la Tie rra es una esfera y no una
placa p lana, y resu !taba razonablemente preciso en s u func ión principal, la de predecir
las posiciones aparentes de los c uerpos celestes en el fi rmamento, con finalidades astro -
lógicas. De hecho, resultaba casi tan preciso como la herética sugerenc ia formu lada por
Copé nlico e n 1543 de que la Tien-a y los planetas giran en órbitas circulares alrededor
del So l.
Gal ileo encontró convincente la propuesta de Copérn ico, no porque concordara me-
jor con las o bservaciones de las posiciones p lanetarias, sino por s u simplicidad y ele -
gancia, que contras taba n con los complicados epiciclos de l modelo p to lemaico. En los
Diálogos sobre dos nuevas cie11cias los personajes de Ga lileo , Salviati y Sagredo pre -
senta ban argumentos persuasivos a favor de la teoría de Copémico. Pese a ello, su ter-
cer personaje, Simplicio, aún podía defender a Aristó teles y Ptolomeo y sostener que
en realidad la 11erra estaba en reposo y e l Sol g u-aba a su alrededor.
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10 A HOMBROS DE GIGANTES
De hecho, hasta que los trabajos de Kcpler no dieron mayo r prec is ión al modelo he-
liocéntrico y Newton no formuló las leyes del movim iento. e l modelo geocéntrico no
perd ió toda su credibilidad. Ello supuso un gran cambio en nuestra visión del Universo:
si 110 nos halltlT110S en el centro. ¿tiene nt1cstro.1 cx.istc11cia ;_1lgu na irnport;111cia? ¿Por q11é
Dios o las leyes de la naturaleza deben preocuparse por lo que ocurre en la tercera roca
que gira alrededor del Sol. que es donde nos dejó Copém ico? Los científicos modernos
han ido mucho más allá que Copérn ico en su búsq ueda de una descripción de l universo
en que el l10111brc (en el o.1 ntiguo sc11tido e:111 tcrior t1 lo polític;;t1t1c11tc correcto) no j ug;_1r;:1
ningún papel. Aunque esta ma nera de abordar el problema ha conseguido descubrir le-
yes objetivas i111¡>crsono.1lcs c1uc rigen el universo . no 11;_1 cxplic•1do. al 1ncnos por al1r.1ra.
por qué el u11 i\1crso es co1r10 es c11 l11ge:1r de ser u110 <le los 111uchos otros pos ib l~s uni,·cr-
sos q11c t:u·nbién scría11 co11s is1c111cs co11 c:slas lc) 1cs.
A lg unos científicos pretenden qu" esta limitación es l!ln sólo pro visional, y que
cua11do dcscubratllOS la teoría u1•i ficad<t dcfi1ti1 i v~'1. ésl<l (>rescribird de fortlla ún ica el es-
tado del universo, la intensidad de la gravitación, la masa y la carga de l e lectró n. y mu-
chas otras constantes por el est ilo . Sin e mbargo, muchas características del universo
(como por ej emplo el hecho de <1ue estemos en el tercer plane ta, e n vez de en e l segun-
do o e n e l cuarto) pa recen arbitrarias y acc identales más que ser predicciones de una
ecuación maestra. Muc ha gente (incluido yo mismo) cree que la aparición de un uni ver-
so tan complej o y estructurado req uiere invocar e l llamado principio antrópico, que nos
vue lve a s illlar en la posic ión central que hemos tenido la modestia de rechazar desde la
época de Copérnico. El princ ipio antrópico se basa en e l hecho evidente de que no esta-
ríamos preguntándonos por la naturaleza del Universo si éste no hubiera co ntenido estre-
llas, pla netas y com puestos químicos estables, entre otros prerreq uisitos de vida (¿ inte li-
gente'?) tal como la que conocemos. Si la teoría definiti va hic iera una predicción única
para e l estado y e l contenido del Universo , sería una coinc idencia muy nota ble que este
estado se ha llarn e n el dim inuto s ubconjunto de estados comp:u ib les con la vida.
Sin embargo, la obra del últ imo pensador de este volume n, A lbert Einstein, abre una
nueva posibilidad . Einste in desempe~ó un papel m uy importante en el desarrollo de la
-
1corín cu3ntica, scg1í11 la cual 1111sistc111a110 ric11c una. sola l1istoria, co1110 ncostun1bramos
a pensar, s ino muchas hi storias posibles, cada una con una cierta proba bilidad. Ein stein,
además, fue casi e l único responsable de la teoría general de la relatividad, en la que e l
espacio y el tiempo se curvan y se convierten en entidades d inám ica s. Esto significa que
est:'.ln sujetos a la teoría cuántica, y que el m ismo Un iverso tiene todas las fonnas y todas
las hi storias posibles. La mayoría de ellas sería completamente inadecuada para e l desa-
rrollo de la vida, pero unas pocas reúnen todas las condiciones necesarias para ello. No
importa que estos pocos uni versos tengan una probabilidad mu y baja respecto a los de-
más: los universos s in vida no tendrían a nad ie q ue los observam. Es suficicme que haya
al me nos una historia en que se d esarrolle la vida, de la cual nosotros somos una eviden-
cia, aunque no lo seamos de inteligencia. Newton dijo que había subido a hombros de gi-
gantes. Pero tal como este volumen ilustra muy bie n, nuestra comprensión no avanza tan
sólo edificando le nta y continuamente a partir de los trabajos anterio res. Algunas veces,
como ocurrió con Copérnico o con Einstein, tenemos que hacer un salto inte lectual a una
nueva visión de l mundo. Quizá Newton debería haber dic ho «Usé hombros de gigantes
com o trampolín».
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Nicolás Copér11ico
( 147 3-1 543)
VI DA Y OBRA
Copyrghled ma'cria
12 A HOMBROS DE GIGANTES
de Aristó teles duró muchos s iglos. Muchos estudiosos modernos creen que la acepta -
ción un iversal de esta teoría por parte de las au toridades relig iosas di licu ltó e l progreso
ele la ciencia. )'U que poner en ducl41 lt1s 1c.orí::.1s ::.1ristotélic¡1s era po11cr en cntrcdicl10 l::.t
¡¡utoridad de la propi¡1 iglesia.
C inco s ig los tras la muerte de Aristóteles. un egipcio llamado C laudia Ptolomco (87-
150 d .C.) propuso un modelo de universo q ue predecía con mayo r precisió n los movi-
mientos y las acciones de las esferas en e l firmamento . Tal como Aris tóte les, Ptolomco
crcí<t c1uc l:.t T ierra cst41b:.1en TCJ)Oso. )' razo11ó q11c los objetos cttcn J1acia el cc11tro de l:.t
Tierra porque ésta debe estar inmóvil e n el centro del universo . Pto lo mco llegó a clabo-
rí.tr un sistctll::.-t en <1uc los cuerpos ccJc.stcs se l"ll0\1 Ían ulrcdcdor de la circ1111fcrcncia de SllS
epiciclos ( un círculo en que el p laneta se mueve y cuyo centro se desp laza s imu lt<Ínea-
mente a lo largo de un c írculo de radio mayor). Para lograrlo . supuso la Tierm ligera-
mente separada del cent ro del universo y llamó «cquiintc» a este nuevo centro (un punto
i1l1agi nario que lc ayudab:.t a tcne;:r c11 c:11cnta los 1no,•ir11it:11tos 1)Ja11etari os obst:rv0:1blcs).
Ajustando convenientemente los tamaíios de los círculos, Pto lo meo logró predecir los
movimientos de los cuerpos ce lestes. La cristiandad tuvo pocos pro blemas co n el mode-
lo geocé ntrico pto lemaico, que dejaba espacio en e l universo, más a llá de las estrel las fi-
jas, para acomodar un cielo y un inlie rno , de manera que la Ig lesia adoptó este modelo
de l unive rso como una verdad establecida.
La imagen aristo télica y ptolemaica del cosmos rei nó, con pocas modilicaciones
signilicatÍ\"<lS, du ra nte más de mi l años. No fue hasta 1514 que e l sacerdote polaco Ni -
colás C opérnico re vivió e l modelo heliocé ntrico del unive rso. Copérn ico lo pro puso
meramente como un mouelo para calcular las posicio nes de lo s planetas porque temía
que la Ig lesia le tac hara de herej e s i Jo pro ponía como una auténtica descripc ió n de la
realidad. A tra vés de sus estud ios de los movim ie ntos planetarios, Co pérn ico llegó a
conve ncerse de que la Tierra era un planeta más y que e l Sol estaba en el centro del un i-
verso , hipó tesis que se conoce como modelo he liocéntrico . La ruptura de Copérnico
marcó uno de los mayores c ambios de parad igma que ha hahido en la historia, a brió el
camino a la astronomía moderna y a fectó a mpliamente a la ciencia, la lí losoffa y la reli-
gión. El anciano clérigo d udaba si d ivu lgar su teoría, ya que no quería irritar a las a uto-
ridades eclesiásticas, por lo cua l sólo mostró su libro a unos pocos astrónomos. La obra
cumbre de Copérn ico, De revo/11tio11ib11s, rue publ icada cuando se hallaba en su lecho
de muerte, en 1543. No vivió lo suficiente para ser testigo del caos que provocaría su
teoría heliocéntrica.
Copérnico nació e l 19 de fehrero de 1473 en Torun, Po lo nia, en una fam ilia de mer-
caderes y o ficiales munic ipales que o torgaban una e levada prioridad a la educación. Su
tío, Lucas Wmzenrode, príncipe-obispo de Erm land, se aseguró d e que su so brino reci-
biera la mejor formación académica disponib le en Polonia. En 149 1, Copérnico ingre-
só en la Universidad de Cracovb, donde siguió una carrera de esllldios generales du-
rante cuatro afias, antes de viajar a Italia para estudiar derecho y medicina, tal como era
habitual e n las éli tes polacas en aque l tiempo. D urante sus esllldios en la Universidad
de Bolonia (donde llegó a ser profesor de astronomía) Copérnico se alojaba en la casa de
Domenico Maria de Novara, e l f:lmoso matemático de quien llegó a ser discípulo. No-
vara era crítico con Ptolomeo, cuya astronomía de l siglo segundo contemplaba con es-
cepticismo. En noviembre de 1500, Copérnico observó un eclipse de luna e n Roma.
Aunque pasó e n Italia a lgunos años m:\s estudiando medicina, nunca perdió su pasión
por la astronomía.
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NICOLÁS COPÉRNICO 13
Tms recibir el gmdo de doc tor en derecho canónico, Copérnico ejerció la medic ina
en la corle e pi scopal de Heils berg. donde vivía su tío . La reale7,a y los altos clérigos re-
quería n sus servicios médicos. pero Copérnico dedicó la mayor pa rle de su liempo al
servicio de los pobres . En 1503 regresó a Polonia y se tmsladó al palacio episcopa l de
s u tío e n Lidzbark Wa11n isnk i. All í. se ocupó de los asuntos adm inistrativos de la d ió-
cesis y de hacer de asesor de s u tío. Tras el fal lecim iento de és te en 15 12 . Copérnico se
desplazó definitivamente a f'muenburg y hubiera dedicado el resto de su vida a l servi-
cio eclesiástico. 11cro el estudioso en lllt1tc111;lt ict1s. 111cdicin~' )' tcologít1 <1uc l1abít1 c11 él
es taba tan sólo a l inicio del trabaj o que le harfo famoso.
En mai-¿o de 151 3. Copérnico adquirió ochocien tos bloques de piedra y un barril de
cal pard co 11sl ruir t111a torre de obscr\'<.tción. en la cut'tl ul ili zó i11stru111c11tos ;:1stro11ómi·
cos como c uadrantes. ¡mralácticos y astrola bios pnm observar e l Sol. la Luna y las es-
trellas. El año siguiente. e scribió un breve Comentario sobre las teorías de los movi-
mientos de los objetos celestes a partir de sus disposicio11es (De hypothesib11s 111011111111
coell'stium a se co11stit111is commentarioltts), pero rehusó publicar e l manuscri to y sólo
lo hizo c ircu la r d iscretamente e ntre unos pocos am igos de confianza. El Co111e11tario
fue un primer inte nto d e propo ner una teoría astronómica en que la Tierra se mueve y e l
Sol permanece en re poso. Copérnico no estaba satisfecho con el sistema astro nóm ico
aris1otélico-ptolemaico que había dominado Occ ide n1e dura nte sig los. Opinaba que el
cen1ro de la Tierra no era el centro del un iverso, si no tan sólo el cen1ro de la órbirn de la
Luna. Copérnico había llegado a la conc lusión de que las perturbaciones aparentes e n
los movimientos observables de los planetas resullaban de la pro pia ro tación de la Tie-
rrn alrededor de s u eje y de su desplazam ie nto a lo largo de su órbita. «Giramos a lrede-
dor del Sol», co nc luyó e n s u Come111ario, «como todos los demás pla ne tas.»
A pesar de las espec ulaciones de Arisrnrco sobre un universo heliocén trico, ya en el
siglo 111 a.c., los teólogos y los in1electuales se sentían más a g usto con una teoría geo -
cé111rica. Jlrc111i sa que nt111ca fue puesta scrin111cntc c11 tela de juic io. Prudc111c111c11tc.
Copérnico se abstu vo de desvelar sus opi niones e n público y prefirió ir desarro llando
en silc11cio stts idc:ls, cfcct11a11do cálculos 111i11uciosos y traza11do sofisticados diagra·
mas, y evitó que s us teorías circularan fuera de un selec10 c írcu lo de a misrndcs. Cuan-
do , en 1514, e l papa León X requ irió a l obispo Paolo de Fossombrone que pid iera a Co-
pérnico s u o pinión sobre la refonna del calendario ecles iástico, el a strónomo polaco
replicó q ue el conocim iento de los movimientos del So l y de la Tierra co n respecto a la
long itud del año era insuficien1e para poder ser tenido en cucnla en una refonna. El reto
debió preocupar a Copérnico, sin embargo. ya que pos1criormente escribió a l papa Pau-
lo 111, el que encargó a IVtiguel Angel que pinrnra la capi lla Sixlina, a lgunas observa-
cio11cs rele\1n111cs que sirvicro11 J>nrn establecer Jos fu11da111c11tos del cale11d:irio grcgo·
riano setenta a!los despué s.
Au n así, Copérnico temía exponerse a las iras del púb lico y de la Iglesia, y pasó va-
rios años trabajando e n privado para corregir y ampliar el Co111e11wrio. El resultado fue
Sobre las n~1·olucio11es de los orbes cele.Hes (D e revolurio11ib11s orbium coelesrium) que
completó en 1530, pero cuya publicación re trasó durante trece años. El riesgo de una
co ndena eclesi:íslica no em, sin embargo, la única mzón de sus dudas respeclO de la pu-
blicación, sino que era un perfeccionista y consideraba que sus observaciones debían
ser verificadas y revisadas una y o tra vez. Co ntinuó e nseñando los principios de su
teoría planelaria, incluso en presencia del papa Clemente VII, que apro bó sus trabajos.
En 1536 , Clemente le pidió fonnalmente que pub licara sus teorías. pero fue necesario
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14 A HOMBROS DE GIGANTES
que un an tiguo alumno de veintici nco años, el alemán Georg .foachim Rhcticus, que
dejó su cátedra de ma temáticas en \Vittemberg para poder estudiar con Copérnico. per-
suadiera a su maestro a que publicara De revol11tio11ib11s. En 1540. Rhct icus colaboró
en la edición de la obra y c11trcgó el rl1a11t1scrito ;1 un impresor lutcr..1no de Nurc111bcrg.
da11do ttsí co111icnzo tl la rc\•olt1ció11 copcr11ic<.111a.
Cuando De 1-e1•0/11rio11iln1s apareció en 1543, fue atacado por teó logos protesta ntes
que 111antcnían q11c 11n 11ni,1crso hel iocéntrico iba contra la Biblia. Argii ía11 que lc.1s tcop
rías de Copérnico podrían hacer que la gente creyera que eran una simple pieza de un
orden natural y no los d ueños de la naturaleza. ni el centro a lrededo r del cual se ordena
toda ella. Deb ido a esta oposición c lerical. y quizá tamb ién por la incredul idad general
que suscitaba un universo que no fuem geocénlrico. entre 1543 y 1600 menos de una
decena de científicos aceptaron la teoría copernicana. Adcm¡ís, Copén1 ico no hizo nada
por resolver el mayor problema con que se enfrentaba cualquier s islcma en que la Tie -
rra girara alrededor de su eje (y o rbilara alrededor del Sol). a saber. por qué los cuerpos
terrestres permanecen sobre la Tierra que gira. La respuesta fue propuesta por Giorda -
no Bruno, un cientílico italiano, copernicano dec lar<ldo, que sugirió que el espacio po-
dría no 1ener lím ites y que el sistema so lar podría ser uno en tre muchos otros siste mas
en e l universo. Bruno tambié n desarrolló algunas ideas puramente especulativas de as-
tronomía que Copérnico no había explorado en De revo/11tio11ib11s. En sus escritos y
conferencias, el c ientífico ital iano sostenía que en el universo había infinitos mundos
habitados por vida inteligente, algunos de los cuales, quizá, con seres superiores a los
hu ma nos. Es ta audacia pu so a Bruno e n el punto de mira de la Inquisición, que lo juz-
gó y condenó por sus creenc ias heréticas . Fue quemado en la hoguera en 1600.
En conjunto, sin embargo, el libro de Co pérnico no tuvo un imp>tcto inmed ia to so-
bre los estudios astronómicos modernos. En De revo/11rio11ib11s, Copérnico no pro puso
en realidad un sistema he liocéntrico, sino más bien un sistema heliostát ico. Consideró
que e l Sol no estaba exactamcn1c e n e l ccn1ro del universo. sino 1a n sólo pró ximo al
centro, para poder dar razó n de las variaciones observadas en la retrogresió n y e l brillo .
Sostenía que la Tierra describfa cada día un g iro completo a lrededor de su eje y que
daba una vuel1a a l Sol cada a11o. En la primera de las seis secciones del libro, se opuso
al modelo pto lemaico, que situaba lodos los cuerpos ccles1es en órbita al rededor de la
tierra, y escab leció e l orden he liocéntrico correcto: Mercurio. Venus, la Tierra, Marte,
Júpiter y Saturno (los seis planetas conocidos en aquel tiempo). En la segunda secc ió n,
utilizó las matemáticas (es decir, epiciclos y equamcs) para exp licar los movimientos
de las es1rellas y los p la netas, y razonó que el movimiento del sol coincidía con e l de la
tie rra. La tercera sección proporciona una explicación matemática de la precesión de
Jos equ inoccios. que Copérnico atribuye a la rotación de la Tierra alrededor de s u cje.
Las secciones restantes de De revol11rionib11s están dedicadas n los mov im ientos de los
planetas y de la luna.
Copérnico fue el primero que situó correctamente Venus y Nlercu rio, y estableció
con notable precisión el orden y la d istancia de los p lanetas conocidos. Consideró estos
dos pla netas (Venus y Mercurio) como los m1ís próximos al Sol, y observó que giran
más nípidamente , y e n e l interior de la órbita de la Tierm.
Antes de Copérn ico, se creía que el So l era o tro p la neta. Situar e l Sol en el centro
virtual del sistema p lanetario fue el punto de partida de la revolución copernicana. Al
apartar la Tierra del centro del universo, donde se suponía que anclaba todos los c uer-
pos celestes, Copémico se vio obligado a preguntarse por las teorías de la gravedad .
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NICOLÁS COPÉRNICO 15
De tocias l:is opiniones )' clescubrin1ien1os, ninguna clcbe haber ejercido J11ayor efecto so-
bre el espíritu humano que la doctrina copcrnicana. Apenas el mundo había sido considerado
como redondo y completo en sí mismo, cuando se Je pidió que renunciara al tremendo privi-
legio e.le ser el cenln:> del universo. Qu i7...1 nuncn se ha}1a hecho un:l petición t~ln exigente a Ja
hu111;.1nidad. )'•:l que. tll ;.1d111ilirla. tantas cosas se de.~\'(111ecían c11 hu1110 y niebla. ¿Qué se hizo
del Edén, nucstr0 mundo de inocencia. piedad y poesía?: ¿qué se hizo del testimonio de Jos
sentidos. de las convicciones de i1nn fe poético-rel.igJos:i? No sorprende que sus conten1porá-
ncos rehusaran perder todo esto y presentaran toda Ja resistencia posible a una doctrina que
autorizab.;.1 y exigía de sus con\'ersos una liberlad de n1ir..1s )' una grandeza de pens::ul1iento
desconocidas. 11i tan siquiera soña<L1s. l1astn entone-es.
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SOBRE LAS REVOLUCIONES
DE LOS ORBES CELESTES
INTRODUCCION
AL LECTOR SOBRE LAS HIPÓTESIS DE ESTA OBRA 1
Divulgada ya la fama acerca de la novedad de las hip61esis de es1a obra. que considera que
la T ierr;i se mueve y que el So l es1á inmóvil en el cen1ro del uni verso, no me extraíla que al -
gunos erudi1os se hayan ofendido veheme111emente y consideren que no se deben m od i fi -
car las disciplinas liberales cons1i1Uidas correc1amente ya hace 1iempo. Pero si quieren
ponderar la cucs1i6n con exac1itucl, enco111rarán que el au101· de esta obra no ha comeliclo
nada por l o que merezca ser reprend ido. Pues es propio del aslrónomo calcular la hi storia
de los movimientos celestes con una labordi ligenle y dics1m. Y además concebir y confi-
gl1rar las causttS de es los 1l10\ri 111ientos, o sus l1i1>ótesis, c11ando ¡>or 111cclio de 11ingún proce-
so racio11al 1>uede ª''eriguar lt1s ,·erdaderas causas de el los. Y con 1ales supt1estos puede11
calcularse correcmmente dichos movimientos a partir de los principios de la geo mc1ría.
1:ir110 mimndo hacia el futuro com o hacia el pasado. Ambas cosas ha esiablecido este aUJor
de modo lllU)' no1able. Y no es necesario que esms hipó1esis sean verdaderas, ni siquiera
que sean verosímiles, sino que se bas1a con que mues1ren un cálculo coincideme con las ob-
servac iones. a no ser que alguien sea tnn ignoranie de la geometría o de Ja ó pl ica que tenga
por verosímil el e1Jiciclo de Venus. o crea que ésa es In causa por la que precede unas veces
al Sol y 01rns le sigue en cunrenla grados o mr.s. ¿Quién no advierte, supues10 es10. q ue ne-
cesariamente se sigue que el diáme1ro de la es1relln en el perigeo es más de cumro veces
mayo r, y su cuerpo más de dieciséis veces mayor de lo que a1Jarece en el apogeo, a lo que.
sin embargo, se opone la experiencia de cualqu ier edad?2 También en es1a disciplina hay
cosas no menos absurdas o que en este m omento no es necesario exam inar. Es1á suficien-
1. Se l'fcc. que este prólogo. atribuido inici:.llrncntc a Co1>i.'rnico. fue escrito en rc~1l idad por 1\ndrcas
Osiandcr. un tcóJogo lutcrn.no )' amigo de Copérnico. que "io De revolutionibus en la prcns..1.
2. P1olonlco hncc que Venus .se 1nucva en un epiciclo la razón de cuyo r..ldio al r.l·
dio <!el c:írcultl cxcénlrico que 1r.1nspor1:i :al epiciclo es ::iproxim:ut::1mcn1c de tres :t cuatn).
Porconsiguicnh::. sería lle cspen;i.rc.)uc la nu1gnitud u1x1rentc del plancln \'ariara con la v;:1·
riación de su distancia a la Tie1Ya, en los pl'opotcionc-s a¡>un1adas por Osi:indcr.
Adcrnás. se h.allóquc, si el ¡>lancta esiaha sobre el CJ)iciclo. la posición rnedia del Sol a¡xi·
rccí:t :11ine:•d.1 con EPA. Por lo 1:1nto, dad.is las r:1zoncs <&el epiciclo y <le l::i cx<.."éntrica, Venus
nunca debería aparecer desde la Tierra a una distancia anguku· dcnulsitldo superior u 40 gr.i·
dos del ccnlro <le su epiciclo, es decir. de la posición media del Sol, 1::11como se obscrv:1.
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18 A HOMBROS DE GIGANTES
1emen1e claro que este arle no conoce com pleta y absolurnmenle las causas de los movi -
mientos aparen les desiguales. Y si al suponer algunas, y ciertamente piensa muchísimas.
en modo a lguno s uponga que puede persuadir a alguien [en que son verdad). sino tan
sólo para establecer correctamente el cálculo. Pero ofreciéndose vru·ias hipótesis sobre
uno solo y el mismo movim iento (como la excentricidad y el epicic lo en el caso del mo-
vimiento de l Sol) el astrónomo tomará la que con mucho sea más füc il de comprender.
Quizá el fi lósofo busque más la verosim ilitud. pero ninguno de los dos comprenderá o
1rctns111itirá 11adc.1cierto.a 110 ser que le 11:..ty:..t sido rc\rcJo1do por la cli\•inich1d. Por lo t:..1nto.
pcrttlilt:Ull os c111c lt:t1nbié11 cst:..ts nuevas l1ipótcsis se dc11 a conocer c11trc l;;ts antigtJas. no
como 111<\s verosím il e--;. sino porque son al mismo tiempo admirnb lcs y fáciles y porque
~•port<.tn un gr..tn tesoro de sapientísi111as observacio nes. Y no espere nad ie. c11 lo q11c res~
pecta a las hipótesis. algo cierto de Ja astronomía. pues no puedc proporcionarlo; para
que no salga de esta disciplina más es túpido de lo que cnlr6, si toma como verdad lo ima-
ginado pam otro uso. Adiós.
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NICOLÁS COPÉRNICO 19
insistió para que publicara este libro y le dejara sali r a la luz. pues re len ido por mí había
estado en silencio, no sólo nueve aíios. sino ya cuatro veces nueve. A lo mismo me im -
pt1lsaron otros 111uchos \ aro11cs c111i11c.ntcs y doctos,cxhortándo111c ¡>ara que no me. ncgo_t·
1
111durante111ás tic1npo. a c:ausC:l del rn icdo concebido. tt J>rcscnt¡lr 1nl obra pt1ra la c.on1ú 11
util idad de los estudiosos de las matemáticas. Decían que. cuanto más absurda pareciera
01l1ora ;:i 1nuchos esta doctri11;.1111ía sobre el n10, 1 i111icnto de la Tierra. 1e:111ta 1nás <.tdmira·
ció11 y fa\'Or tendría dcs11ués de q11c, por In cdició11de 111 is co111c11ta.rios. \1 icr.1n lc\•ant'--tdn
la niebla del absu rdo por las c larísimas demostracio nes. En consecuenc ia. convencido
por aquellas 1>crsuasio11cs y co11 csla cs1)cra11z:1. pcr1nití a 111is t1rnigos cr11c l1 icicsc11 In
ed ic ión de la obra que me habían pedido tanto tiempo.
Y qu iz:.1. Vuestra Santi clad 110 t.1cl1t1irtlr.'i tt.111lo el <1uc ll'lt:. l1ay.:1 (tlrcvido c.1 sc1car a lt:l
lu z estas lucubraciones. después de tomarme mnto trab;tjo en elaborarlas. como e l que
no haya dudado e n poner por escrito mis pensam ientos sobre d movi miento de la Tie-
rra. Pero lo que más esperará oír de mí cs. qué me pudo haber venido a la mente para
que. contra la opinión recibida de los matemáticos e incluso con tra e l sentido comú n,
me haya a trevido a imagi nar algún mov imiento de la Tierra . Y así, no qu ie ro ocu ltar a
Vuestra Santidad, que ninguna otra cosa me ha movido a meditar sobre otra relación
[estructura] para deducir los movimientos de las es feras del mundo, sino e l hecho de
comprender que los matemáticos no están de acuerdo con aquellas investigaciones. Pri-
mero, porque estaban tan inseguros sobre e l movimiento del Sol y de la Luna que no
podía demostrar ni observar la magnillld constante de la revolución a nual. Después,
porque i1I establecer los movimientos, no sólo de aquéllos, sino tam bién de las otras
c inco estrellas errantes, no utilizan los mismos principios y su puestos, ni las mismas
demostraciones en las revo luciones y movimientos aparentes. Pu es unos uti lizan sólo
c írculos homocéntricos, otros, excéntricos y epicic los, con los que no cons ig uen p le na -
me nte lo buscado. Pues los que confían en los homocéntricos, mmque hayan demostra-
do a lgunos movimientos diversos de los que pueden componerse, no pud iero n deducir
de e llo nada ta n seguro que respond iera sin duda a los fenómenos. Mas los que pensa-
ro11 cr1 los cxcé11tricos, au11quc c1l grart ¡lartc J)nrccfa11 t1nbcr rcst1clto Jos 1110 \ri111ic111os
aparentes por medio de cálculos congruentes con ellos, sin embargo admitieron entre
tanto muchas cosas que parecen contravenir los primeros p rincipios acerca de la regu-
laridad de l movimicnro. Tampoco pudiero n hallar o calcular partiendo de ellos lo más
imponanrc, esto es, la form a del mundo y la simetría exacta de sus partes, sino que les
s ucedió como si alguien tomase de diversos lugares manos, pies, cabeza y otros miem-
bros a uté nticamente óptimos, pero no reprcsenrmivos en relación a un solo cuerpo, no
correspondiéndose entre sí, de modo que con ellos se compondría más un monstruo
que un hom bre. Y así, en e l proceso de demostración q ue llaman «método» olvidaron
algo de lo necesario, o adm itieron algo ajeno, o que no pertenece en modo alguno al
tema. Y esto no les hubiese sucedido en modo alguno, si hubieran seguido principios
seguros. Pues si las h ipótesis supuestas por e llos no fueron falsas, todo lo que d e ellas
se deduce se podría verificar sin lugar a dudas. Y aunque lo que a hora d igo es oscuro,
en su lugar se hará claro.
En consecuencia, reflexionando largo tiempo conmigo mismo sobre esta incerti-
dumbre de las matemáticas transmitidas para calcu lar los movimientos de las esferas
del mundo, comenzó a e nojanne que a los filósofos, que en otras c uestiones han estu-
d iado tan cuidadosamente las cosas mc\s minuciosas de ese orbe, no les constara ningún
cálculo seguro sobre los movimientos de In máquina del mundo, constn1ida para nosotros
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20 A HOMBROS DE GIGANTES
po r el mejor y más reg ula r a rtífice de todos. Por lo cual, me esforcé en releer los libros
de todos los filósofos que pudiera tene r, para indaga r s i a lg uno había opinado q ue los
1no,1 i1nicnlos de las esferas cra11 distin tos a los que st11Joncn qt1icncs c11scñ::i11 1nntc1nc.l·
1ict1s c11 las csc11cl:.1s. Y cnco11tré c11 Cicerón que N iccto ft1c el pri1ncro en opi11ar que la
T ierra se 1110\1 Í;1. Dcsp11és. t¿1111 bié.11 en [>l11t;1rco encontré que hc.1bío1 algunos otros de esa
opinión. CU)'ttS pc.1labras . pt1r<:1 que todos las tcngt1n claras. 1n c pareció bien lrt1nscribir:
Algunos piensan que la Ticrru permanece quieta, en cambio Filolaoel Pitagórico dice que
se n1ue-vc e.n un círculo oblicuo alrededor del fuego. de-la misma manera que el Sol y Ja Luna.
1-ler~1clicles el del Ponlo )' Ecfa1110 el Pi10-1g6rico piensan que la Tie1Ta se n1ueve pero no con tr.ts-
lació11, si110 c(>1110 un11rucd41. ulredcd<Jr de su ))f<JJ>Í(J centro. desde el ocaso J1asta el orto.1
En consecue ncia, a provec ha ndo esa ocasió n e mpecé yo tamb ién a pensar sobre
la mov ilidad de la Tierra. Y au nq ue la opi nión parecía abs urda, si n embargo, pues to
que sabía c1ue a o tros se les había co ncedido tal libertad an tes q ue a mí, de modo qu e
representaban a lgunos c írculos para demostrar los fe nó menos de los astros, es timé
que fáci lmente se me permiti ría experimen tar, si, s upues to algú n movim iento de la
Tierra, podrían e ncontra rse en la re voluc ión de las órbitas celestes d emostraciones
más fi rmes que lo eran las de aqué llos.
Y yo. s upuestos así los movimientos que más a bajo e n la obra atribuyo a la Tierra.
cncor11ré con L1 11a la.rg;,_1 )' <.1 bt111dantc obscr\1aci6n que, si se rclaciona11 los 111ovi 111icntos
de los dem3s a stros errantes co n e l mov imiento c ircular de la Tierra . y s i los movi-
111ic111os se c:llcL1la11 co 11 res1lccto 01 1~1 rcvoluci6 n de c:1da as1ro. 110 só lo de nl1í se siguen
los fenómenos de aquéllos, s ino que también el orden y magnitud de los astros y de 10 -
das lns órlli tns, e i11cluso el cielo 111is1110 , se 1lo11c11 cr1 concx i6 11; de l:tl 111odo qL1C c11 nin-
gunn ¡1arte puede ca111hiarse 11:-1da, si11 la co11fusi611 de las 01ras ()flrtes y de lodo el uni -
verso. De ahí ta mbién, que haya seguido e n el 1ra nscurso de la obra c s1e o rde n, de
modo que en e l libro prime ro describiré todas las posic iones d e las ó rbitas con los mo-
vim ien tos que le atribuyo a la Tierra, de modo que ese libro contenga como la constitu-
ción conuín del universo. Después, en los restantes libros, re laciono los movimientos
de los demás astros y de todas las órbi tas co n la movilidad de la Tierra , para que de a hí
pueda deducirse e n qué medida los movi mientos y apariencias ele los demás astros y ó r-
bitas pueden salvarse, si se re lacionan con e l mo vim ie nto de la Tierra . No dudo que los
ingeniosos y doctos matemáticos concordarán conmigo, si, como la fi losofía exige en
primer lugar, quisieran conocer y exp licar, no superfic ia lmente s ino con profundidad,
aquello que para la de mostración de estas cosas ha sido realizado por mí e n esta obra .
Pe ro, para que tanto los doctos como los ignorantes por igua l vieran que yo no evitaba
el j uicio de nad ie, preferí dedicar estas lucubraciones a Vuestra Santidad antes que a
cualquier otro , puesto que ta mbién en este remotísimo rincón de la Tierra, donde yo
vivo, sois considerado como e minentísimo por la dignidad de vuestra orden y tan1bién
por vuestro amo r a todas las letras y a las matemáticas, de modo que fücilmente con
vuestra autoridad y j uic io podéis reprim ir las mordedu ras de los calumniadores, a unque
está en el proverb io que no hay re medio contra la mo rdedura de un s icofante..
Si por casualidad hay µ a Ta<o>.óy o• [cha rlntanesj que, a un s ie ndo igno rantes de to-
das las matemáticas, pre sumen de un j uicio sobre ellas por a lgún pasaje de las Escritu-
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NICOLÁS COPÉRNICO 21
ras, n1aligna111c11tc distorsionado de su se11tido, se atrcviel'a11 a recl1azar )' atacar esta es-
tructuración m ín, no hago e n a bsoluto caso de ellos, hasta e l punto de que condenaré s u
j uicio como temerario. Pues no es desconocido que Lactancio . por o tra parte célebre
escritor. a unque matemático mediocre, habló puerilmente de la forma de la Tierra, al
reírse de los que trt1ns111iticro 11 qt1c. la Ticrrt1 tic11c for111a de. globo. Y así. no dcbc- 1J~1rc·
cernos sorprendente a los e stud iosos. si a hora otros de e sa clase se ríen de nosol ros. Las
111atcn1áticc1s se cscribc11 para los 1n::llc1náticos. a los qt1c cs1os trabajos 11ucstros. si 111 i
OtJ i11ión 110 rllc c11g~•ña. les pttrcccrrtn que aJJOrt:.111 (tlgo a l~l rc1>úblic:.1 cclcs iástic.a , cuyo
principado tiene ahora Vues tra Sa111 idad. Pues así. no hace mucho, bajo León X. en el
co11ci lio de Lctr<i11, cu;.111do se lralt1ba de ca111bi ~1r el calc11d:1ric> eclesiástico. todo quedó
incl<:c-iso ú11ict1111e 11 tc. <.1 c~Lt1 sa de c1uc las 111C'1g 11ilt1des de los años y de los 111éSt!S ) los
1
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LIBRO PRIMER0 1
Entre los muchos y variados esiudios sobre las le tras y las artes, con los que se vivifi can
las inteligencias de los hombres, pienso que principalmente ha n de abarcarse y seguirse
con el mayor a fán las q ue versan sobre las cosas más bellas y más d ignas del saber. Ta les
son las que tratan de las maravillosas rnvo luciones del mu ndo y del c urso de los astros,
de las magnitu des, de las d istancias, del o rto y del ocaso, y de las causas de todo lo que
aparece en el c ielo y que lina lme nte expliciin la forma total. Pues ¿qué hay más hermoso
que e l cie lo, que contiene toda la be lleza? Incluso los propios nombres lo declaran : Cie-
lo y Nlundo ; éste, co n denominación de pureza y o rnamen to, aquél con apelación a lo
adornado. Al mismo , por su extraordinaria exce le ncia, muchísimos filósofos le lla maro n
d ios visible. De ahí, que si la dignidad de las a rtes se est ima por la rnaieria que tmtan, será
sin duda importantísima, esta que unos lla nrnn astronomía, otros astrología, y muchos
entre los antig uos la consumación de las matemáticas. Ella es la cabeza de las demás ar-
tes noble s, la m:1s digna del hombre libre, y se apoya e n casi todas las ramas de las nrnte-
máticas. Aritmética, geome tría, óptica, geodesia, mecánica,)' si hay a lguna otra mds, to-
das se d irigen a ella. Y, siendo pro pio de todas las buenas a rtes el apartar de los vicios y
d irigi r la mente de los hombres hacia lo mejor, e lla puede pro porcio nar esto más abun-
dantemente y con increíble placer del esp íritu. Pues ¿quién. adhiriéndose a lo que ve
constituido en óptimo orden, d irigido por la providenc ia divina, m ediante Ja asidua con-
templación y c ierto hábito hacia estas cosas, no es llamado hacia lo mejor y adm ira a l ar-
tífice de todo, e n el que está la felicidad y el bien completo? Pues no e n vano aquel sal-
mista d ivino se confesaría: de lec1ado por e l trabajo de d ios y arrebatado por las obras de
s us manos; si no es porque, por medio de estas cosas como por una espec ie de vehículo,
fuéramos llevados a la comemp lació n del sumo bien.
Pla tón advirtió con mucho acierto, cuá nta utilidad y aclo1110 comporta a la Repúbli -
ca (pasando por a lto las innumera bles ventajas para los particulares) . Éste, en e l sépti-
mo libro de las Leyes, considera q ue debe extenderse [su estudio], para que con su ayu -
da se ma me nga viva y vig ila nte la c iudad, respecto del orden en los días, los tie mpos
d ivididos en meses y años con \'istn a las solemnidades y también a los sacrificios; y si
(d ice) a lguien niega su necesidad para e l hombre que desee aprender cualquiera de las
1. Los tres 1>árrafos inlro<luc1orios se h11llan en ltt eclición de TI1orn del centenario y en I:' edición de \ 1nr-
so\·ia.
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24 A HOMBROS DE GIGANTES
más alias doctr inas, pensará con gran estupidez: y cs1ima q ue falta mucho, para que
cualquiera pueda llegar a ser o ser llamado divino, si no tiene el conocimienlo necesa-
rio del Sol. ni ele la L una. ni de los dcm(ts asiros.
Pero esta c.icncia. n1ás di,•in¡t qt1c l1u1nan:.1. que invcstigt1 tc1nas de gn1ndísi1na ttltu -
ra. no carece de d ificullaclcs. sobre lodo respcc lo a sus principios y supuestos. ;i los que
los griegos l la111,tn <<hipótes is>->. y \reinos que rt1ucl1os de los C(UC intcnt¡1ron tratarlos es-
tuvieron en desacuerdo y n i siquiera util izaro n los m ismos cálculos. Adcm:ís. el curso
ele los astros y la revolución ele las estrellas no ha pod ido dc li nirsc con un número ex;ic-
10. 11i reducirse :.1 un conocir11 ic11to J)crfcclo . si 110 es con 1l1 ucl10 tictnpo y con 1t1 uch:.1s
obscr\•acio11cs rcalizad:.1s de :.t11tc111ano. con las c1uc. co1110 ya diré. se 1n111Slll ilc '-l le:1 ~>os
lcrio ridacl de mano en mano. Pues. aunque C. Ptolomco el A lejandrino. que destaca am-
pliamente sobre Jos demás por su ndmirable ingenio y escrupulosidad. llevó toda esta
cie11ci a 01 su 111{is alto grado 111t:dian1e obscr\rac io11cs. d t1rJ1ltt! r1t:ls dt: cucllrocic11Los
aiíos, de manera que parecía no faltar nada que él no hubiera abordado. Sin embargo.
vemos que muchas cosas no coinciden con aquellos movim ientos que debían segu irse
de su enseíianza. ni con algunos o tros mo vi mientos, descubiertos m;\s tarde, aún no
conoc idos para é l. D e ahí que, incluso Plutarco, cuando habla del giro anual del Sol ,
dice: «H asta ahora, el movimiento de Jos astros ha vencido Ja peric ia de Jos matemát i-
cos». En efecto, tomando como ej emp lo el año mismo, considero bien claro que han
sido tan diversas las opiniones, hasta tal pu nto que muchos han desesperado de poder
encontrar un cálculo seguro sobre él. A sí, favoreciéndome Dios, si n el q ue nada pode-
mos, voy a intentar investigar con más amplitud sobre estas cosas respecto a las 0 1111s
estrellas, poseyendo más detalles que apoyarán nuestra doctrina, a causa del intervalo
más amplio de tiempo entre nosotros y los autores de este arte que nos precedieron, con
cuyos ha llazgos 1endremos que comparar Jos que han sido wmbién descubiertos de
nuevo por nosotros. Confieso que voy a exponer much¡¡s cosas de d iferente manera que
111is Jl rcdcccsorcs, n1111quc co11vicr1c apoyarse crl ellos, pucsro que por pri 111crn vez
nbricro11 la puerta c11 l:l i11vcstigació1) de csras cosas.
l. EL MUNDO ES ESFÉRICO
En pr imer lugar. hemos de señalar que el mundo es esférico. sea porque es Ja fo nna
m'1s perfecta de 1odas. sin comparación alguna. to1almente indivisa. sea porque es Ja
m'1s capaz de todas las liguras, Ja que m'1s conviene para comp render todas las cosas y
consen "arlas. sea tamb ién porque las dem(Js panes separadas del mundo (me reliero al
Sol, a la Luna y a las estrellas) aparecen con tal forma . sea porque con esta forma 1odas
J:-1s cosas tic11de11 ~1 1>crfcccio11arse, co1110 aparece c1'1 las got11s de agtt:l y c11 los de1nois
cuerpos líquidos, ya q ue tienden a limitarse por sí mi smos. parJ que nad ie po nga en
duda Ja atribució n de !a l form a a los cuerpos divinos.
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NICOLÁS COPÉRNICO 25
ción de los montes y el descenso de los valles, a pesar de lo cual modifican muy poco
la redondez total de Ja Tierra. Lo cual se clarifica de Ja siguien te manera. Pues hacia
el norte. 1n;:1rchando desde ct1alquicr pc1rtc. el \'érti cc de la rc\:olu ción diurna se clc\ 1a
poco a poco. descendiendo el otro por el contrario otro lanto, y muchas cslrcllas alre-
dedor del septentrión parecen no ponerse y algunas hacia el punto ausiral parecen no
salir más. Así. en ltal ia no se ve Canopus. visible desde Egipto. Y en llalia se ve la últi-
ma estrella de Pluvius. que no conoce nucslra región de clima más frío. Por el contra-
rio. par:;t los que l llt1rcl1a11 h ¡-1c; i¡1 el su r se ele''ªº <1q11él las, 111icntr.1s que dcscic11dcn las
que pé:trc:1 11osotros están clc\rad'-IS. Adc111cls. lt1s inclinttcioncs de los polos c.0 11 rclació11 a
cs11acios tncdidos de Ja Ticrri.t están en cu..1lc1uicr parte c11 Jc11nis111c.11azón, lo q11c c11 11 i11 ·
gu11.:1 otr(t íigura s11ccclc, 11ada 111fts que c11 la esférica. De donclc es cvidc111c c1uc la Tic·
rr.·1 ta111bié11 está inclui<:h.l entre ,rért ices )', por tanto, es esférica. t ln}' ql1c <.lilt'1dir ta111·
bién, que los habita111es oc oriellle no perciben los eclipses vespertinos del So l y de la
Luna. ni los que habilan hacia el ocaso los matutinos; con respecto a los ecl ipses me-
dios, aquéllos los ven más tarde y éstos más prorllo. También se deduce porque las
aguas surcadas por los naveganies tienen esta misma figura: puesto que quienes no dis-
tinguen la tierra desde Ja nave, la con1emplan desde la parte alla del mástil, desde Ja tie-
rra, a Jos que permanecen en Ja orill a, les parece que desciende poco a poco al avanzar
Ja nave, hasta que finalmente se oculia, como poniéndose. Consia también que las
aguas. íl uiclas por naturale1.a, se di rigen siempre hacia abajo, Jo mismo que Ja tierra, y
no se elevan desde el Ji1oral hacia posiciones anteriores, más de Jo que su convexidad
permite. Por Jo cual es aceptado, que la tierra es 1an10 más alla, cuan10 emerge sobre el
océano.
3. DE CÓMO LA TIERRA
JUNTO CON EL AGUA FORMA UN GLOBO
Así pues, el océano que rodea a ést:l [Ja lierra] ex lendiendo sus mares por todas partes,
llena sus abismos más profundos. Por tanio convenía que hubiera menos agua que tie-
rra, para que el agua no absorbiera toda la lierra (dirigiéndose ambas por su gravedad
hacia el mismo cemro) y con el fin de que quedaran algunas partes de lierra e islas per-
ceptibles aquí y allá para salvación de los seres vivos. Pues ¿qué es el propio continen -
te y Ja superfic ie de Ja Tierra sino una isla mayor que las demás? Y no es necesario es-
cuchar a algunos de Jos peripacéticos, quienes consideraron que coda el agua es diez
veces mayor que coda la lierra. acepmndo Ja conjecura de que en Ja transmutación de Jos
elementos de una parce de cierra resu lt:in diez de agua; y dicen que la tierra sobresale un
poco, porque, siendo cavernosa, no se equilibra por todas partes según su gravedad, y
que uno es el centro de gravedad y ocro el de magnirnd. Pero se equh·ocan por su igno -
rancia del arte de In gco1netría, al no saber que el ngun 110 puede ser n1a} or ni siete \ re .
1
ces, para que alguna parte de Ja tierra estu viera seca, a no ser que la Tierra abandonara
el centro de gravedad y dejara el Jugar a las aguas como más pesadas que ella. Puesto
que las esferas se relacionan enlrc sí como Jos cubos ele sus diámecros. En consecuen-
cia, si para siete paites de agua hubiera una octava parte de tierra, su diámetro no podría
ser mayor que Ja dislancia desde el centro [el radio) a Ja circunferencia de las aguas.
Tanto 111cnos, que e l ngua sea diez \reces 111ayor.
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26 A HOMBROS DE GIGANTES
1. El «Círculo orbi1ah>(orbi,f ) es el círculo 1náxin10 :-;obre el cu:ll el pl:ineta se mue\'e en su esfeta (spllne -
ra). Copérnico utiliza la palabra orbis. que designa ori,ginariamcntc un círculo mtls que una esfera porque. si la
esfera ptM:dc st~r ncc.'Csaria par.t 1:1explicación 1nccánica del 1novin1icnto. s61o el círculo C!' ncccs.:uio para la ex-
plicación matemática.
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NICOLÁS COPÉRNICO 27
La más conocida de todas es la revol uc ión d iaria , a la que los griegos ll aman vuxlhí
µepov , esto es, un espacio de tiempo de un día y una noche. Por eso se piensa que todo
e l mundo se desliza desde el o rto hacia el ocaso, excepto la Ti erra. Esla revolución se e n-
tiende como la medida comú n de lodos los movi mientos, puesto que med imos el tiempo
sobre todo por el número de días.
Después vemos o tras revoluciones como en senl ido contra rio, esto es, del ocaso al
orto, me re fiero a la de l Sol, la de la Luna y de las c inco estre llas errantes. Así, el Sol
nos pro po rcio na e l año, la Luna los meses, los períodos de tie mpo más divu lgados; así,
los otros cinco p lanetas reali1.an cada uno s u propio cic lo. Sin e mbargo, las di ferenc ias
son múltiples: primero, porque no gimn alrededor de los mismos polos a través de los
que se desenvuel ve aquel prime r movimiento. av;:mzando por la oblicuidad de la eclíp-
tica; después, porque en su prop io cic lo no parecen moverse con regularidad. Pues el
Sol y 1:-• lu11;-, se obscrvar1 a lo !;;irgo de:. su curso un:ts \rec.es lentos. otras \·cccs 1nás rá -
pidos. Pero percibimos tamb ién que las otras c inco estrell as crmntes retroceden a veces
)' después se dc1 icne11.
Y mientras e l Sol avanza constante y directamente por s u camino, aquél los andan
errantes ele diversos modos, vagando unas veces hacia e l sur, otras hacia e l norte: por
ello so11 l la111ados <<Jlla11e1as~>. Añádase ta111biér1 el qtte u11as \1eccs se prese11ta11111ás cer-
canos a la Tierra y se llama n perigeos [que están en su perigeo]. o tras miis a lejados y se
les dice apogeos [que están e n su a pogeo). Y no menos conv iene confesar que Jos mo -
vimientos son c ircu la res, o compuestos por muchos círcu los, porque mantienen las
irregu laridades según una ley lija y con re novac io nes consta ntes: lo que no podría su-
ceder s i no fuer.in circulares. Pu es el c írculo es el único que puede volver a recorre r e l
cam ino recorrido. Como, por ej emp lo, e l So l, con su movim ien to compuesto de círcu-
los, nos trae de nuevo, una vez y o tra, la irreg ularidad de los d ías y las noches y las cua-
tro estaciones del año, en lo cua l se reconocen varios movim ie ntos: puesto que no puede
s uceder que un cuerpo celeste si mple se mueva des igualmente en una sola ó rbita. Pues
esto podríH acontecer, o por la inconsrnnc ia de la fuerza motriz, bien por una cimsa ex -
terior o por s u propia natum leza , o por las modificaciones del c uerpo que g ira. Pero
como repug nan n la inteligencia unü y o tras, y es indigno pensar que tal cosa se produ-
ce en los c ue rpos que est{ln const ituidos por una o rdenación ópt ima, es consecuente ad-
m it ir que sus movimientos regu lares nos aparecen como irregulares, bien por los dife.-
rentes polos de sus círc ulos, o también porque la T ierra no está en el centro de Jos
círculos, a través de los cuales ellos se mueven, y para nosotros que contemplamos des-
de la T ierra e l tránsi to de estos astros, nos sucede que, por sus irregulares distancias,
nos parece n los más cercanos mayores que los que están más alejados (según ha s ido
mostrado en la óptica); así, en arcos iguales de una órb ita (a l ser visto a una distanc ia
diferente) aparecerán movim ientos desiguales e n tie mpos iguales. Por esta causa ante
todo, j uzgo necesario que con todo cuidado señalemos cuál sea e l comportamiento de
la Tierra con respecto a l ciclo, para que mientras q ueremos es tudiar lo más a lto, no ig-
noremos lo que nos es m ás próx imo, y por e l mismo error atri bu yamos a los c uerpos
celestes lo que es propio de la Tierra.
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28 A HOMBROS DE GIGANTES
Ya se ha demos1rado que 1ambién la Tierra tiene forma de g lobo. Pienso que se debe ver
si el mov im iento es consecuencia de su forma y qué posició n ocupa en el universo: sin
estos datos no es posible hallar una razón fija de los movi micmos aparentes en el cielo.
Aunque entre los autores, una mayoría conviene en q ue la Tierra descansa en med io del
n1l1ndo, de 1na11crn que juzga11 esto co1110 i11opinab lc )' hasta ridículo pensar Jo contrario:
si n cn1bnrgo. si lo considcrar11os con más atención. esta cucstiór1 aparecerá no )'U sólo
como no resuelta, sino tam bién como nada desprec iable. Pues todo cambio segú n lapo·
sición que aparece, o es por el movimiento de lo mirado, o del que mira, o evidentemente
por un cambio dispar de uno y o tro. Pues no se percibe movim iento entre mov im ientos
iguales entre sí. me refiero a entre lo visto y el que ve. Y es desde la Tierra. a partir de don·
de se contemp la aquel cic lo celeste y se representa a nuestra visión. En consecuencia, si
se le atribuye t•lgú111no\•imicnlo a ltt 1"icrra. el 1nis1110 t1pc1rcccrá igl1al c11 el un iverso qt1c
Je es exterior. pero co1110 si pa.samn ¡Jor c11ci111n c11 sc11t ido 01>ucsto. tttl es en 1>ri 111cr lt1go1r
ltt rcvo luci611 di<.tri<.t. J>ucs este 111ovi11·1icnto Jlarccc arrastr<lr a todo el 11·1undo, excepto a. l<.1
Tierra y lo que está a su alrededor. Y si conced ieras que el ciclo no tiene nada que ver con
este movim iento. y q ue la Tierra g ira del ocaso hacia el orto, si algui en con seriedad cs-
1ucli3 cuanto se refiere al orto y ocaso aparente del So l. de la Lu na y de las estrellas, en·
contrará que estas cosas suceden así. Y siendo el cielo el que contiene y abarca todo, el
lugar comú n de todas las cosas, no aparece claro inmediatamente, por qué no se atribuye
el movimiento más al contenido que al continente, a lo colocado más que a lo que pro ·
porciona la localizació n [ «loeato qtmm locanti»]. Con razón eran de esia o pini ón los pi·
tagóricos Heráclides, Ecfanto y Nicetus de Siracusa, según C ice1·ón, que suponían a la
Tierra dando vueltas en el centro del mundo. Opinaban que las estrellas se ponían a cau-
sa de la interpos ición de la Tierra y que salían al cesar de interponerse.
Supuesto esto, sigue también otra duda , y no menor, sobre la posición de la T ierra,
au nque ahora se acepta y se cree por casi todos que la T ierra está en el centro del mun-
do. Puesto que, si alguien niega que la Tierra conserva el medio o centro d el mu ndo, no
admi1iendo, sin embargo, que la d istancia [entre el cemro de la Tierm y el centro del
mundo] es tan grande que fuera comparable [a la d istancia] con la esfera de las estrellas
fijas, aunque sea importan te y se pone de manifiesto en re lac ión con las ó rbims del Sol
y de las demás estrel las, y por ello es1ime que el movim iento de éstos aparece diversi-
ficado, como si fueran regu lados por 01ro centro di s1into del de la Tierra, quizá pud ier::i
aponar una razón no inadecuada sobre el movimienio de apariencia irregu lar. Pues el
que Jos astros errantes se perciban más cercanos a la T ierra, y los m ismos más alejados,
necesariamente prueba que el cen1ro de la TierrJ no es centro de aq ue ll os círcu los. Lo
que cons1a es si la T ierra se acerca o se aleja de aquél los o aquéllos de la T ierra, y no se-
ría asombroso, si alguien opinase que además de aquella revolución diaria exis1e algún
otro movimiento de Ja Tierra. Y se euenm que Fi lo lao el Pi tagórico, maiem:'.itico no vu l-
gar, has1a el punto de que para ver le Platón no dudó en d irigirse a I tal ia, segú n 1ransmi·
1en Jos que escribiero n la vida de Platón, opinó que la T ierra giraba, e incluso que se
n10\1ía co11 varios movin1ientos, }' qt1e era uno 111ás e11tre los astros .
Pero muchos pensaron que podía demostrarse con cálculo geométrico que la Tierra
está en el medio del mundo, y que es como un punto central con respecto a Ja inmensidad
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NICOLÁS COPÉRNICO 29
del c ic lo, y que por esta ca usa es inmóvil, de modo que al moverse el uni verso el centro
pennancce sin movimiento, y lo que está próx imo a l centro se mueve muy lentamente.
El hecho de q ue esta 1an gran masa de la Tierra no sea com parable con la magni tud del
c ielo puede emenderse por lo sigu ieme: porque los círcu los limilanles (pues así se 1ra-
ducen los ópCt 01rrat de los griegos) corran en dos roda la esfera de l cielo, esio no po-
dría suceder si la magni1ud de la Tierra compamda con e l c ielo, o su d islancia desde el
centro del mundo, fuera muy imponame. Pu es el círcu lo que corra la esfera en dos pasa
por e l cenlro de la esfera y es el máximo de los circunscribibles . Así pues, el horizon -
1e sea el cfrcu lo ABCD, y sea E la Tierra, donde eslá nues1ro puma ele vista y e l centro
del horizome, desde el cual se separan las (estre llas] visibles de las no visibles. Por me-
d io ele una diop1ra o de un horoscopio o un corobaie, colocado e n E, se ve el princip io
de Cáncer nacieme en e l punto C, y
e n e l mis mo morn emo aparece e l
principio de Capricorn io po nien1e en
e l punlo A. En consecuenc ia, estan-
do AEC en línea recta según la cliop-
1ra, cons1a que es un diáme1 ro de la
eclíp1ica, porque los seis signos [del
zod íaco] visibles de limirnn un se -
micírculo, y e l cemro E es e l mis mo
que el del horizonte. Pero 1cnninada
la revolución, cuando e l principio de f.
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30 A HOMBROS DE GIGANTES
para la estimación de los sen tidos. En magnitud, la Tierra es con respecto a l cielo como
un punto con respecto a l cuerpo y como lo finito con respecto a lo infi nito. Y no parece
haberse dc1nostrado otra e.osa; pt1c.s de ¡1hí no se sigue que la T ierra deba csttlr quictt1 en
el medio del mundo. Y aú n nos admiramos más de que tan vasto mundo de la vuelta
en un espac io de XXllll horas. m{ts que una mínima parle de éste que es la Tierra.
Pues los que dicen que el centro es inmóvil y también que las cosas próximas al
centro se mueven menos. esto no prueba que la Tierra esté quieta en medio del mundo.
y no es diferente que si d ijeras que e l cielo g ira . pero los polos est{tn fijos, y que las
cosas próximas a los polos se mucvcn muy poco. De t:sle 1nodo se manifit:sla que Cy·
nosura [la es trella po lar) se mucvc con mucha mayor lentitud que Aqui la o Canícula.
porquc describe un círculo nwnor por la proxim idad del polo. Co mo todas ellas forman
pt.1rte de u11\l 1nis111a csfcr.:t. CU)'tl lll0\1 ilidad . dcsa¡>~1rccic11do j \111lo ''su cje. 110 ad111 ilc un
1110\1i1nic11to igua l e111rc sí de tO(l¡ls su s pé11'1cs: sin c111bargo. la rt:.\10 Jució11 totc'1l las con-
duce en una igualdad de tiempo, pero no en una igualdad de espac io .
En esta razón se apoya el argu mento según el cual la Tierra constituye una parle de
la esfera celeste, de la mis ma espec ie y del mismo mov imiento. de modo que por estar
próxima a l centro se mueve poco. Luego, ella misma se moverá, en cuanto cuerpo ex is·
lente, no e n cuan to centro, en e l m ismo tiempo con respecto a arcos semejantes del
círcu lo celeste, aunque menores. Que esto es falso, es más c laro que la luz: pues e nton-
ces sería necesario q ue el mediodía perma neciera siempre en un lugar, y en o tro siem-
pre fuera medianoche, y no se podrían producir ni los orlos ni los ocasos cotidianos, sien-
do uno e inseparable el movimiento del todo y de la parle.
Pe ro la relación entre aquellas cosas que están sepa111das por una diferencia sus tan-
cial es e nte ramente diversa: las que se mueven en una órbita más pequeña a vanzan más
deprisa que las que recorren un círculo mai•or. Así, el astro Sawrno, e l mayor de los
errantes, completa su g iro en e l año treinta, y la Luna, q ue sin duda es e l más próximo
a la Ticrr~1. recorre st1 circuito c11un111cs~ y In 111is111:1 T ierra, li11nl111c11tc, parcccr.'i co111·
plcrnr su circuito e n el espacio de tiempo de un día )' una noche. Por consiguiente re-
surge la duda sobre la revolución d iaria.
E incluso su posició n se cuestiona como menos segura por lo anterionnen1e d icho. Pues
dicha demostración no aporta ninguna otra cosa que la inmensa magnitud del ciclo con res-
pecto a la Tierra. Y no consrn en manera alguna hasta dónde se extiende esta inmensidad.
Igual que, en el extremo opuesto, en los corpúsculos mínimos e indivisibles, que llaman
átomos. aunque no son sensibles, duplicados o tomados mú lliplemente no componen de
inmediato un cuerpo visible , pero pueden multiplicarse hasta mi pumo que sean suficien-
tes para aparecer con una magnitud aparente; así ocu rre también con respecto a la posición
.de la Tierra, au n no estando en el centro del mundo, sin embargo, su distancia [al centro]
es incomparable sobre todo en relación con la esfera de las e stre llas fijas.
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NICOLÁS COPÉRNICO 31
la gravedad y la ligereza . Pues la T ierra es el elemento más pesado y todas las cosas pe-
sadas son conducidas hacia ella, y tienden hacia su auténtico pu n10 medio. En efecto,
siendo l<-1 T icrn1 esférica, hncia ella son ttrrastradas las cos¡1s 1ntís grr1vcs por su proJ)ia
naturalczt1. for111a11do ángulos rectos con s11supcrfic.ic. y si no f11cran retenidas en cli cl1a
SUJJcrficic. cé1crít1n hacia su centro: p11cslo c1uc u11a línctt rccléi, que c<.1c pcrpc11dicult1r tt
1111~1 SUJJcrficic pla11a. ta11gcntc a 1;:1 csfcr¡t, J lasa por el centro. Pero parece scg11 irsc que
las cosas son conducidas al punto medio para quedar inmóvi les en el centro. En conse-
c11l.!11ci;:1, tanto 111ás clcsc¡1ns¡111i loda la Ticrrr1 c11 el cc11tro. y c ll~1. que rcc.ibc en sí todo lo
que cae, perman<Jccrá inmóvil por su peso.
Oc igual r11odo. t~unbié11 se i11tcntt11>robarlo c11 razón del 1tlovi11) ic 1110 )' de su ne:ttt1rct·
leza. D ice A ristóteles q ue el movimiento de un c uerpo simple i:s simple. Pero hay un mo -
v imiento simple meto y otro circular ; de los rectos hay uno hacia arriba y o tro hacia aba-
jo. Por lo que iodo movimicnto simple o se dirige hacia el centro. que es hacia abajo. o
parte del ccntro, que cs hacia arriba. o alrcdcdor del centro. qut! es el circular. De este
modo, conviene que las tierras y las aguas, consideradas elementos más pesados, sean
arrastradas hacia dentro, esto es, que se d irijan al centro, pero los aires y los fuegos, que se
destacan por su ligcre1..a, han de moverse desde el centro hacia arriba. Parece conveniente
conceder un movim iento rectilíneo a estos cuatro elementos, y en cambio a los cuerpos
celestes el que se muevan en una órbita alrededor del centro. Esto d ice Aristóteles.
Consecuentemente, dice Pto lomeo de A lejandría, si la Tierra d iese vueltas, al me-
nos una revolución diaria, tendría que suceder lo opueslo a lo an1es señalado. Pues su
m o vim iento tendría que ser muy violen10 y su rapidez insuperable, ya que en XX!lll
horas recorrería iodo el ámbito de la Tierra . Pero este mov im iento ven igi noso lan;i,aría
de repente todas las cosas y parecerían incapaces de uni rse, y más bien se dispersaría lo
un ido, a no ser que algum1 fuerza de coherenc ia las mantuviera en su unidad. Y ya hace
tiempo, dijo, la Tierra dispersada se habría elevado al mismo cielo ( lo que es tota lmen -
te ridículo),)' con m ayor mot i vo, los seres animados y todas las demás cosas suellas en
manera alguna permanecerían estables. Pero tampoco las cosas que caen se dirigirían
en línea recta al lugar destinado par:i ellas, ni en la perpendicular, desplazada entre tan-
to (la posición) por tama rapidez. Y también veríamos que las nubes y cualquier otra
cosa pendiente en el aire siempre er:in arr:istr:idas hacia el ocaso (occidem e].
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32 A HOMBROS DE GIGANTES
hecho el c ie lo tan inmenso, porque un movimiento de inefable veheme ncia lo a leja del
centro, y de no ser así caería si estuviera quieto? Con seguridad, si este razonamiento
1uvic.r(1 razón de ser, ltl magnit11d del ciclo 1a1l'lbién se di rigirítt h;:tcia lo i11fi 11ito. P11cs 11n
1no\1 i1nic.n to c11,1nto m6s es llc\'ttdo J1,1ci<.1 lo alto por su í111pctu 1 tanto más veloz será a
causa de ltt sic1n1)rc crccic11tc circ1111fcrc11cia. que ncccs;1ria11·1cntc ha de recorrer c11 el
espacio de XXlfll horas: y a la vez. a l crecer e l movi miento. crece la inmensidad del
ciclo. Así la vclocidnd har<l U\1a11zar l1c:1sta el infinito a In tnagnitud )' la 111agnit11d a la
\ 1clocidttd. Y scgú11 t1q11cl c:1xio 1
11t1 físico: lo que es infi11ito no p11cdc ser ttlüt\1csado ni
1110,rido b;:tjo razón alguna. Luego ncccsarit1111cntc el ciclo cstt1r:i quieto.
Pero dicc11 que fucf(l del ciclo 110 hay ningú11 cuerpo, ni ll1go:1r. 11 i vc:tcío. ni en abso~
luto nada, y no existe nada por donde pueda extenderse el c iclo. Entonces es realmente
:1dmirab le. si a lgo puede ser contenido po r nada. Pero si el c iclo fuera infinito y s61o
ft1era finito en Sll co11c;.t\1 idc:uJ i 111erior, <1uizá con 111ás ft1crza se cor1fir111t1r,l c1uc ftrer;:l del
cielo 110 hay nc.1da . pueslo que cualq11 icr cosil cslarÍ<l e11 él, setact1al sea l<-l 1t1agnitud qt1c
ocupara. pero el cielo mismo penn anecería inmóvil. Pues e l a rgumento m;\s fuerte para
imemar demostrar que e l mundo es finito es el movim ie nto.
Pe ro dejemos a la discusió n de los fi siólogos [fi lósofos de la naturaleza] si el m undo
es finito o infi nito, teniendo nosotro s como seguro esto, que la Tierra está limitada por
sus po los y terminada por una superficie esférica. Luego, por qué dudamos a ún en con-
cederle u na movi 1iclad por na tu raleza congruente con s u forma, en vez de deslizarse todo
el mundo , c uyos lím ites se ignoran y no se pueden conocer, y no confesamos sobre la re -
voluc ió n diaria q ue es a parienc ia en e l c ielo y verdad e n la Tie rr'J, y que estas cosas son
como lo que d ijem el Eneas de Virgilio, c uando a firma: «Salimos de l pue rto y las tie rras
y las ciudades re troceden». Puesto que al flotar una nave sobre la tra nqu ilidad de las
aguas, todo lo que está fuera de e llos es considerado por los navegantes mo viéndose, de
acuerdo con la image n de su mo vim iento, y :11 mismo tiempo juzgan que están q uietos,
con rodo lo que está con e llos. Así, en lo concerniente a l movim iento de la Tierra. puede
estimarse que todo el mundo da vuelias.
Po r consigui ente, ¿qué pod ríamos decir de las nubes y de todas las demás cosas que
flotan en el aire, bajan, se detienen, o suben de nuevo a las alturas, si no es q ue la Tierra.
con e l elemento acuoso unido a ella, se mueve ele esrn forma, y también que una parre no
pequeña de a ire y todo lo que tiene del mismo modo relación con la Tierra, sea porque el
aire próx imo a la Tierra, mezclado con materia acuosa o térrea, sigue la m isma naturale1.a
que la Tierra, o sea porque e l movimiento del a ire e s adquirido, que participa en la perpe-
tua revo lución y sin resis tencia a causa de la contigü idad de la Tierra? Por e l comrario, con
u11a nd111iraci611 igual, dicen que In rcgi6 11superior del aire sigue el 1110\1 i111ie11to ce leste, lo
que revelan aquellas estrellas repentinas, me refiero a los cometas, también llamadas po-
gonías [barbadas] por los griegos, para c uya generación designan tal lugar; las cuales ta m-
bién, como los otros astros, nacen y se ponen. Nosotros podemos decir que, por su gran
distancia desde la Tierra, esa parte de l aire est(l privada de aque l movimiento te rrestre. Por
eso aparecer:\ tranquilo e l aire que es tá próximo a la Tierra, y también Jo que está suspen-
dido en é l, a no ser que , como puede suceder, sean agitados por el viento o cualquier otro
ímpetu. ¿ Pues es el viento en el a ire otra cosa distinta qu e las o las en el mar?
Pero tene mos que confesar que e l 1novim iento de lo que cae y de lo que se e leva es
doble, en comparación con e l del mu ndo, y compuesto de un movimiento recto y uno
circular. Y en cuanto a las cosas que caen por su prop io peso, siendo sobre todo de tie-
rra, no es dudoso que las partes conserven la misma naturaleza que el todo. Y no se p re-
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NICOLÁS COPÉRNICO 33
sen la ninguna otra razón en las que por una fuerza ígnea son lanzadas hacia las alturas.
Pues la mbién este fuego terrestre se al ime nta sobre todo de una materia 1érrea, y defi-
nen la llama no ele o tra manera que como humo ardiente. Pues es propicclacl del fuego
extenderse tl lodo lo que i11vttdc: y esto Jo hace co11 t;.1nta f11crz.a qt1c con 11 i11gú 11 proccdi·
111icnto. 11i co11 11i11gu11a 1nác¡uin(t puede itnpcdirsc q trc. rotn l;.1 cárc.cl. co1•11>lctc s11 ob111.
También el movim icnlo se extiende desde e l centro hasta la circunferenc ia. Oc ahí que.
si alg11na de l:;ts pt1rtcs terrestres se c11ccndicra. sería llc\'ada del centro a lo alto.
En consecuenc ia. lo que dicen de qu<: un movim ien to simple es propio de un cucqJo
simple. s<: v<:riftca en primer lugar del circu lar. si el cuerpo sim ple permanece en s u lu-
gor 11c:11u1c:-tl y c11 su propia uniclt-td. E11 cs;.t posició11el1110 ,'illl ic11to no es o tro c1uc el circ11·
lar, que permanec<: tota lmentc en sí. semej ante a lo que está en reposo. S in embargo , el
mo vimiento rectilíneo sobreviene a aquella s cosas qu<: so n desplazadas de s u lugar natu-
ml. o que so n empuj adas o que de algún modo están fuera de él. Y moda repugna tanto a
la ordenación y forma de todo el mundo cuanto que algo. c sté fuera de su si tio. Luego el
mo vim iento recto no sucede si no a aquellas cosas que 110 se mantienen co rrectame111e y
no so n perfectas confo nne a la naturaleza, cua ndo se separan de su todo y a bandona n su
un idad . Sobre todo las que se agitan arriba y abajo , y no tienen , excepto el circu lar, n in-
gún movi miento simple. un ifo rme y regular, pues no pueden estar en equil ibrio a causa
de su ligereza o por el impulso de su peso. Y todo lo que cae, te niendo al principio un mo-
vim iento len to, aumenta su veloc idad a l caer. Por el con trario, vemos que este fuego
terreno (y no vemos ningú n otro) impulsado hacia lo alto , inmediatamente languidece,
reconociendo como causa la de la violencia de la materia terrestre. El ci rc ular siempre
g ira regu larmente, pues tiene una causa constante, sin embargo aqué l [el rec1ilíneo ] deja
de acele rarse; porque al conseguir su lugar dejan de ser pesados o ligeros y cesa aquel
mo vim iento. Siendo, pues, e l movimiento circular e l del todo, en cambio e l rec1 ilíneo el
de las panes, podemos compamr el movhniento circular con el rectilíneo, como un ser
vivo co n uno enfermo . Y el hecho de que Aristóteles d ivida el mo vim iento s imp le en tres
c lases: el q ue parte del centro, e l que se dirige al cen tro y el que gira al rededor del cen-
tro, se juzgará co1110 urt único acto de razorta111icnto, del 1n is1110 ntodo <111c distingu i111os
Ja linea, e l punto y Ja superficie, aunque no pueden su bsistir el uno sin el otro , o sin el
cuerpo.
J\ esto se ailade ta mbién que Ja condición de inmovilidad se considera más noble y
d ivina que la ele mutació n o inestabi lidad, que convienen por ello más a Ja Tierra que al
mundo. Añado también que parecería bastante absurdo adjudicar un movimiento a l co n-
tinente o Jocaliza111e y no más bien a l conten ido o localizado, que es Ja Tierra. Finalmen1e,
siendo manifiesto que las estre llas errantes se aproximan o se a lejan de Ja Tierra, ento n-
ces será el movimiento de un solo cuerpo que se desarro lla alrededor del punto medio
(ellos q uieren que sea el centro de la Tierra), desde el punto medio y mmbién hacia e l
m ismo. En consecue ncia, conviene que el movimiento, que se realiza alrededor del pun-
to medio, sea to mado como e l más general y suticiente, de modo que el movimiento de
cada uno se apoye sobre su propio centro.
A partir de todas estas cosas adviertes que es más probable la movilidad de la Tie-
rra que la quietud, sobre todo con respecto a la revolución diaria, mucho más propia de
la Tierra. Y pienso que esto es s uficiente para la primera parte de la cuestión.
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34 A HOMBROS DE GIGANTES
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NICOLÁS COPÉRNICO 35
el de Platón, otros por debajo de él. como Pto lomeo y gran parte de los más modernos.
Alpetragius coloca a Venus superior al Sol y a J\1ercurio inferior.
En consccucncitt, los qt1c siguen a Plaló11, considc.f'-lll qttc- todtts las cslrcllas. cucr·
pos oscuros por o tra parte. brillan con la luz recibida del Sol: si estuviesen por debajo
del Sol. por la poca distancia desde éste. serían vistos faltándoles la mitad o parte de su
redondez. Pues la luz rec ib ida la reenvían hacia arriba. esto cs. hacia el Sol. tal como
\'Cltl os en la Lu11a 11t1C\"íl o mcngt1a111c. Ta1nb ié11 dicen qt1c ;_1 veces el Sol es intcrcc1>1a·
do por el paso de ellos y le falta la luz a tenor de su nmg nitud: corno esto no sucede
nunca. piensan que de ni ngú n modo están por debajo del Sol. 1
Por el contrario. quienes colocan por debajo del So l a Venus y Mercurio rei\'i ndi-
can como mz6 n la ampl itud de espacio qm: aprecian entre el So l y la L una. Pues cn-
co11traron qt1c la dis1a11cia 111áx i111t1 de 1;:1 Tícrr.:• <l 1.-, Lt111a es de scsc111a ) cuatro y u111
sexto unidades, siendo una unidad la distancia desde el centro de [el radio) la Tierra,
tal medida está contcnidn dieciocho veces en el intervalo mínimo del Sol [y la Tierra].
que son l .160 unidades, y entre el mismo y la Lu na 1.096. Y pam que no permanezca
vacía tan gran extensión, a partir de los intervalos entre los ápsides, por med io de los
cua les se calcu la el espesor de aquellos orbes,' encuen tran que estos números [distan-
cias! son completados, de tal manem que al ápside más alto de la Lu na sucede el más
bajo de Mercurio, a cuyo punto más alto sigue la pró xima Venus, la que desde su ápsi-
de más elevado casi toca al ínfimo del Sol. Y en efecto , entre los ápsides de l\1ercurio
calculan unas cientosetenta y siete y media de las unidades antedichas, y el restante es-
pac io se llena con el i ntervalo de Venus' de aproximadamente 910 un idades. Por tanto,
no reconocen que en estas estrellas haya una cierta o pacidad sim ilar a la de la Luna,
sino que brillan co n luz propia o impregnados todos sus cuerpos por el So l y por ello
no ponen impedimento al Sol, lo cual en la rea lid<ld es una idea rarísima el que ellos se
interpongan a nuestra visión del So l, pues o rd inariamente se retiran por la lat itud. Ade-
más, porque son cuerpos pequeños en com paració n con el Sol, ya que Venus, aun sien-
do mayor que M ercurio, apenas puede cubrir la ceni~sima parte del Sol, como qu iere
l\1achomctus Aratcnsis (Albategnius, al-Banan i el Harranitc), que estima el diámc1ro
del So l en diez veces mayor, y por el lo no es fácil ver una mancha tan pequeña bajo
una luz 1an potentfsima. Aunque A vcrrocs, en su paráfrasis a Ptolomco, recuerda que
l. El tránsilo de Venus dclanlc del Sol fue observado por pri1ncra vcz - 1ncdiantc un
1clcscupiu- en 1639.
2. Es decir. el espesor de l:i esfer•• vendría d.¡1Jo 1>0r la rai 6n del <.li~í n1c tro tlcl e1Jiciclo
al dián1ctro de l:t esftr:l o, en ti diagrama :l.djunro, por la distancia cnt.re el 1nás inlerno y el
n1ás cxtcrflo de los trc..'i cfrc.ulos concéntricos.
3. La sucesión de Jos círculos orbitales segun sus perigeos y a1>0,scos pt.1ede ser re·
prcscnl::1da en el diagm111a siguiente. c1uc h{t sido dibujado a csci.lln.
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36 A HOMBROS DE GIGANTES
había visto algo negruzco, cuando o bservó la conju nc ió n del Sol y M ercurio que había
calculado. Y por ello opinan que estas dos estrellas se mueven por debaj o del círculo
solar.
Pero Clitln poco fin11c y cierto es e-s ic razontt111 icnto se 1nanificsla en que siendo la
distt1nci(t hnsta el 1>crigco lunar. scgú11 Ptolornco ele 38 11nidt.1dcs. ele l;.1s q11c tina u11idlld
es del centro de la T ierra a su superficie [el mdio]. pero según una estimación m:ís ve-
rílZ son 111ás de 49 (c-0 1110 se 111ostrt1rii 111ás tarde), si11 c111bnrgo sabc1nos que c11 10:111 gran
cspt1cio 110 h¡ty co111c11ida ninguna otra cosa nltd<11n::ls q11c t.tirc y. si se q11icrc. incl11so lo
que llaman elemento ígneo. Además. el d iámetro del círculo [del epic ic lo] de Venus.
por el que se sepam [digres ión angular] del Sol XLV gmdos más o menos a cada l11do.
debe ser seis veces mayor que la d istancia desde el centro de la Tierra al ápside inferior
de .:1quél. co1110 se dcr11ostrará en s11 lt1gar.' ¿Qué dir(J11. 1)ucs. C(UC l1cty co111c11 ido c11 un
csi)~1cio tar1 grJndc co1110 )Jara que con1c11ga la Tit:rrJ. e l ~iire. el éler. l¡t Lt11'la y Nlc rcu-
r io? Y. además. ¿qué albergaría aquel ingente epiciclo de Venus. si g irase alrededor de
la T ierra inmóvil?
También se manifiesta poco convincente aquella argumentac ió n de Ptolomeo, se-
gú n la c ual debería ocupar el Sol una posic ión media entre los p lane tas que se separan
[elongación angular] en todos los sentidos y los que no se separan.2 puesto que la Luna
al separarse ella misma en todos los sentidos, muestra su falsedad. Pero ¿qué causa ale-
garán los que ponen bajo el Sol a Venus y después a M ercurio, o los separan en otro o r-
den, puesto que no realizan circuitos separados y diferentes del Sol como las demás es-
trellas errantes, a no ser que la relació n entre velocidad y lent illld no falsee el orden?
En consecuenc ia, sen1 necesario o q ue la Tierra no sea el centro, al que se reli ere el
orden de los astros y de los orbes, o no habrá, ni aparecerá, una razón segu 111de orden,
por la que la posición superio r es debida más a Saturno que a Júpiter o a cualquier otro.
Po r ello c reo que no debe despreciarse en absoluto lo que opi nó Martianus Capella,
que escri bió una enc ic lo ped ia, y algu nos o tros latinos. Pues pensaron que Venus y
Nlercurio giran alrededor del Sol, que está en el centro, y juzgan que por esta causa no
se apartan de él m:\s de lo que les permite In convexidad de sus o rbes: por lo que no ro -
dean a Ja ·ricrra. co1110 los dc111ás , si110 que sus :1psidcs girn11 en otros scnlidos. Pues,
¿qué orra cosa quieren decir sino que el centro ele aquellos orbes est:\ alrededor del
Sol? A sí, la órbita de Nlercu rio conviene que esté encerrada dentro de la órbita de Ve-
nus, que es mayor en m:\s del doble, y tendrá por esa misma amp li tud un lugar suti -
cicnre para ella.'
l. Segó:n llcolo1ne<>, la razón del radio del epicic Jo de \ 'enus al J';.lclio <le su excén1rica se hall:i entl'e 2 a 3 y
3 a 4. o aproximadi:uncntc 43 1/11 a 60. Co1no en el perigeo el epiciclo se resta de Ja distancia inedia. o radio del
cír<.'t1lo excéntrico. y en el apogeo se Sl1m:1:a I~• <-lis1;¡nci:1mc<lia. 1;1 r.'zón de la distancia de \ 1enus en el perigeo
y en el apogeo es aproxinlndan1cntc de 1 a G. Es decir, en el paso del apogeo al perigeo. la razón del au1ncnto
en la 1n:tgnitud :l.J):ll'ente del plane1a deberla ser a1">roxin1ttd:i1ncn1e de 36 a 1, ya que J:11n:ignitud :ipare1ue Yflrí:t
in,·crs.a111cntc a Ju ruzón del cuudrudo ele la disLrinc:ia. ])ero no $C obscrvn 1.al aumcnt<..1 en la n1agnitud tlcl pl:ine·
1a. Es1a oposición entre una apariencia y las t'Onsecuencia.s de una hipótesis hecha
para salvar otra :iparic-nc.ia aún cslá pres.ente en el propio esqucnla de Copérnico.
2. Ptolon1eo hace que los éénlrOS de los epiciclos de \ 1enus y tic Mercurio vi:1jen
alrededor de In licrr.i longitudin:ilmentc con el mismo ritn10 que-el Sol medio. )' de
tal 1n:•ner.1((UCés1c se h::1lle sie1npre sobre la rcCla l)ue se ex1ie11dc llCs<le el centro
de 1:-i Tic-rra a los centros de sus epiciclos, en tanto que los centros de los c-piciclos de
los planetas superiores l)()drfan es1ar a cualquier distancia ::ingular <lel Sol nledio.
3. Tal como en el siguiente diograma. que ha sido dibujado a escala.
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NICOLÁS COPÉRNICO 37
Si alguien, aprovechando esto como ocasión, relacionara tam bién Saturno, Júpi ter y
Marte con aquel mismo cen tro, entendiendo su magnitud tan grande que puede conte-
ner lo que en ellos hay y rodear a la Tierra. no se equivocará. Esto lo demuestra la rcla-
c ió11 cxistc11tc c11 la tabJ,1 de sus nlo\•imicntos. 1 Pt1cs co 11s tt1 que cs1án sic1l'lprc Jll(ÍS cer-
ca de la Tierra alrededor de s u salida vespert ina. esto cs. cuando e stán en oposición al
Sol. media ndo Ja Tierm entre ellos y el So l; en cambio. están más lejos de Ja Tierra e n
l. Considérese el caso de ~1artc. Scgtín P1olon1co. In razón de su e1>iciclo a su excéntrica es 39 1/~ a 60. o
:iproximad:imcnlc 2 n 3. ~1 nrtc licnc 37 ciclos de anomalía,<> movimiento sobre el epiciclo, y 42 ciclos de lon-
gitutl. o 1UQ\•i1nicn10 del cpicic::lt) sol'>1'c la c:<cénlrica. en 79 ailos sohu·es: o. para si n1pli ficar. <ligan1os que la 1·a -
zón del n10\1imiento del Sol al de los planetas es de 2 a l. Copél'nico sugiere aquí que si el centro del nloVi·
n1 iento del planeta est:1 situado alrec.le<lol' del Sol e 11 n1ovi1n ie 1110. entonces los ciclos ptolen1ai('Q.S de anornalía
representarían el ntímcrodc \'ecc.squc el Sol ha superado al planeta en longitud: así, los 37ciclosdc anomalía m:is
los 42 ciclos de longitud su111an los de las 79 rc\.·olucioncs solares. Es decir. el Sol estará viajando ahora a lre-
dedor de lü ·r ierra en un círc.ulo que tiene la misn1a n1agnin1d relati\'a que el epiciclo de ~·tarte seglín Plolo!'nto
y tie ne un epiciclo que lienc la Jnisrna magnitud rclati\':t que el círculo e~cén tri co tic ~'l a rte según Ptolo·
meo, sobre el cual epiciclo f\<t:inc vi3ja en Ja dirección opuesta con una \'elocid3d que es la mitad de la del Sol.
Según an1bas hipótesis. Ja apariencia desde la Tic1Ta será la fni.s1na. lal con10 se \'Cen los diagrarnas siguicnlcs.
En efecto. 1al como en la hipó1csis ptolcmaic:i, supóngase que la Tierra cs1á en el centro de los eirct1los
;1pro:ti1n:u.Ja1ncn1c co11céntrico:; del Sol. ~f•lrtc y Ju eclíptica. Sea el ru<.lio <lcl epiciclo del pl1111etu al radio de
Ja cxl-éntric:t dél plnncl:'.l como 2 :t 3. Ahora, en primer lugar, s:upongnmos el Sol vis10 :ti principio de Leo, y
su¡x>ngase que el planeta en el pcl'igco de su epiciclo se ve al co1uic.nzo de 1\cu~l'io, c.n o¡JOsicití n al Sol. A
continuación, supóngase que el Sol se despla1.a 240 gr;ldos hacia el este, hasta el co1nienzo de Aries; )' SU·
¡>6ngtL'ie que <luran1e el 1nis1nt) inlcrv:ilo el epiciclo :';C n1ue\'C 120 gl':"1dos hacia el este.. hasta el coo1icn1.<><le
Gémi nis, y el planeta 120 gr:1dos h:1ci:1 el cslc sobre el epiciclo. 1\hora, el pl:1nc1:i scr.í vis10 en T:n1ro, a unos
36 grn<los al ocscc del S ol.
Pero, si de conforn1idad ron la hipótesis sen1icopernit:'.lna se hace que el Sol gire alrededor de la ·rie1Ta
c.n un cír(;ulo que tiene lu nlis1na 111agnitu<l relativa que i:I c.piciclo p1olc1naico de M<i.rte-. en lonto que ri-1arcc
se h~11la en un epiciclo que tiene la misma magni1ud rela1 i ~1 que Sll excénlrica p1olemaic:i y tiene su cenlro
en el Sol: y si la posición aparente de ~1fartc y el Sol son al principio las rnisfnas de antes)' el Sol se despla·
za 240 grados al cs1c, a lo largo de la def'ercn1e de ~1:irt e, mientras ~'1art c se mueve 120 grados :11 oeste en su
e-p iciclo. entonces M::u1c vol\'cn:í a ser hnllndo en Tauro, nproxim11dnmcn1c n 36 grados ol oeste del Sol.
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38 A HOMBROS DE GIGANTES
el ocaso vespertino. cuando se ocultan cerca del Sol, mientt-as tenemos al Sol entre
ellos y la Tierra. Lo que indica suficientemen te que su centro remite más al So l y alre-
clcdor del cual rcalltÁ'ln sus giros Vcnl1s y f\1crc t1rio. 1
Pero al sustentarse todos en un solo centro, es necesario que el espacio que queda
entre el orbe convexo de Venus y el cóncavo de Marte, sea considerado también como
un orbe o una esfera. homocéntriea con aquéllos. con respecto a las dos superficies. y
que contenga a la Tierra, a su acontpañm1tc la Lu na, y todo lo que cst;'Í contenido baj o
el globo lt111ar. De ningú11 n1odo J>odc111os sc1>•1rar de li.l Ticrr.:t a la Lu n~1. que está, fucr:.t
de toda d iscusión, muy próxima a ella. sobre todo habiendo hallado en este espacio un
lug;,1r nclccu ;,1do )' suficic11lc1nc111c c:-tlllpl io J>i1ra ella. í'or ello no 11os a\1crgiicnz;,1confcst1r
que t:stc tocio c1uc e:1barca l;;:t Lu nc1, i11cluido el cc11tro de J;,1 Tierra, se l111sl<.-td•1 a tr:.tvés de
:1quella gr,1n órbita entre las otras estrellas errantes, en una rc"o lución anual alrededor
del Sol, y alrededor del m ismo está él centro del mundo: por lo que pcnnanccicndo el
Sol intnÓ\•il. cu:ilqu icr cosa que aparezca rt:lacio nada con el 111ovi111 ien10 del Sol puede
veri ficarse aún mejor con la movilidad de la Tierra; pero la mag ni tud del mundo es tan
grande que, aunque la d istancia de la Tierra al Sol tenga una dimensión bastante evi -
dente con respecto a cualquier otm órbita de las eslrellas errantes en razón de sus mag-
nitudes, no aparece como perceplib le co n respeclo a la esfera de las estrellas fijas. Creo
que esto es más fácil de conceder. que distraer la inteli gencia con aquélla casi infi nita
111ultitucl de órbitas, como están ob ligados a realizar, quienes detuv ieron a la Tie1r.i en
el centro del m undo. M ás bien hay que segu ir la sagacidad de la naturaleza, que así
co1110 ev itó al 111áximo que se produjera algo superfluo e inútil, del mismo modo ador-
nó a veces una misma cosa con muchos efectos.
Siendo todo esto muy difícil y casi inconcebible, y por su puesto cont ra la opinión de
Ja 111,\yorí~t, sin e111bargo, (ti ''\~'nznr, con 1,1 ;:l)'ud¡, de dios, lo hétre1nos 111ás cl~1ro que el
mismo Sol, sobre todo para los que no ignoran el arte de las matemálicas. Por lo que
permm1ccicndo a salvo la primera razón (pues nadie alegará una mas convcn ieme que la
de medir la magni tud de las ó rb itas por la canlidad de tíempo}, el o rden de las esferas se
sigue de esta manera, empezando por la más alta.
L a primera y más alta de todas es la esfera de las estrellas fijas, que se contiene a sí
misma y a 1odas las cosas, y por ello es inmóv il: es, pues, el lugar de l universo. con res-
pecto a la cual se relaciona el movi miento y la posic ió n de todos los demás astros.
Pues, si algunos consideran que ella tamb ién se mueve de algún modo, nosotros atr i-
bu iremos [ese movimien10], aunque :i.~í lo parezca, a o tra causa. en la deducción del
movimiemo terrestre. Sigue Saturno, el primero de los astros errantes, que completa su
circuito en treinta años. Después ele éste Júpiter, que se mueve en una revo lución de
doce años. Después Nl arte, que g ira en dos años. En este orden, la revo lución anual
ocupa la cuarta posición, en dicha revolución dijimos que está contenida la Tierra jun-
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NICOLÁS COPÉRNICO 39
to con la órbita de la Luna como epiciclo. En quinto lugar está Venus, que vue lve al
punto de partida en el noveno mes. Finalmente, el sexto lugar lo tiene Mercur io, que se
111t1C \ 'C en un espac io de ochc11tc1 días.1
l. Para ver cón10 Col)l"rnico dedujo Ja duración de sus períodos de rc\'olución. considérense las sigt1ien·
tes razones ptolemaicas p:tr:i Jos planetas inícriorcs:
Resulta notnble que el ntimero de ciclos de longitud en un año sea igual al numero de ciclos solares.
Adc1n:¡s , los dos planctus tienen una elongación angular limit;:1dn rcs1JiCcto al .Sol. Par.1cxplic:Lr cstns dos pc-
cu l i ~1 rid:·1ctcs., Copérnico h :tté q ue l::i T ie rra se mucv:1 en 1:·1 c ircunlCrcncin <le u n círculo que cncicrr.1 lai:. órbi-
láS de Venus y d e f\1crcurio. con el Sol en el e.entro de. las tres órbilas. l!.nlotu::cs, los c iclos d e. unorn3lía del
plane1a en ran1os años se convienen en el nún1ero de veces que el planeta avanza a Ja Tierra. a medid::i que
an1l>os giran alrededor del Sol. Es decir. en tantos años solares el planeta habrá viajado alrededor del Sol un
ntímero de veces que es igual ~1 1~1 sum ~' de sus cicl<>s de :1nomalía )' de sus ciclos de longitud. Así. por ejem·
plo. Venus viaja alrededor del Sol aproximad..i.n1ente 13 veces en S años solares: por lo tanto. su período de
re,·otución es o.pro:<in1ad<t1nen1e de 1111 01eses; y, análogan1cn1c, el de r\'ltrcurio es aproxicn•ldan1en1e 88 d ías;
aunque por alguna osc:ur:.t razón C<J1Xr11i(.'Q c~r i bc en rea lidad 9 n1CSC$ J)Unt Venu ~ («n<.>no 1ncnsc rc<luc:itur»)
y 80 días para ~1 ere urio («octaginta dien1m s1>atio circumcu1Tens»).
é l lector puede intuir de los siguientes diagra1nas lu equipolencia. con rcspcelo a las apal'icncias. de las
explic-.acioncs ptolemaic;, y copernieana del mo\'imiento <le \tenus.
Al1or:l, según In hipótc-.sis de: Ptolomeo. cons ideremos la 1ie1Ta situndn en el centro de la eclíptica, el
círculo ~l:i r y el círculo firb ir:1I de Vcnu.:', c1uc lleva el épiciclt) pli111Ct;1rio. El radio del epiciclo es ni del círcu-
lo Ol'bitnl n¡>ro:<inln.dantcocc c.o n\o 3 es ~1 4. Supongnn1os J)rin1c.ro que el Sol está sicuado co el 1nedio de Es·
corpio, )' :>upongn1nos \ 'enus e n conjunción con el Sol )' en e.J perigeo des.u epiciclo. Supong;.1n1os ;.1 conti·
nu.ación que el Sol se desplaza J80 Grados haci:i el este hasta el medio de Tauro. y nnálogamenle el centro del
epiciclo; duranle este n1isnu) in1crv:1lo. el pl:1nct:1se dc:q>laZ.1.r:'i 112'/~ gr:1dos h:1ci:1 el este sobre s u cpicicl<>)'
ap;ireccrá aproximadamente en medio de 1\ries. es decir. unos 30 gr.ados al oeste del Sol.
Pero. seg11n la hipótesis <le Co¡>érnico. colociuen1os el Sol en el cen1ro de los círculos Ol'bilales <le \ 'enus
y la 'J'icrra. q ue conser\'an lns rnagni1u<lcs rclntivns del epiciclo p1olcmtti("U y el círculo orbi1al de Venus. pero
n1an1eng~unos la 1'ierra en el centro de la eclíptica. en lo que se refiere a la.s apariencias. ya <1ue la tlistancia
entre la Tierra y e l Sol es imperceptible en con1pan:ición con In. magnitud de Ja esfera de las estrellas fijas.
Ahora. si la Tierra se coloca en c:I centro tle T::luro. vis1a dcscte el Sol. y el planc1a está en su 1>erigeo cnlre Ja
licn·:1 y e l Sol. de l:ll m~ac r.t que Venus y el Sol up.itrcccrÍ3n en medio de Escorpión. micnlra.s Venus se mue-
ve 292 1/ z gratlos hacia el es1e. c n1011ces e l Sol aparccer.í en el cen1ro de Tauro. y el 111 isn10 planeta en n1cdio
de Aric.s. es decir, a unos 30 grados al oeste del Sol.
Pero vol \'ilmOS a los tres planetas superiQ1·es:
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40 A HOMBROS DE GIGANTES
Y e n medio de todo permanece e l Sol. Pues ¿quién en este bell ísimo te mplo pondría
esta lámpara en o tro lugar mejor, desde el que pudiera iluminar todo? Y no si n razón
u11os le ll:.1n1:.1n lti111paüt del 1n11ndo. olros mente. otros rector. Trin1c.gisto le llc1r11ó <<dios
visible », Sófocles. en Elcctm. «el que lodo lo ve». t\ sí. en efecto. como sentado en un
solio real , gobicrn:.:t l:.1 ftllllilit.1 de. los :.1stros ql1c lo rodct111. T:.:1r11poco Ja Tierra c.s 1>rÍ\'ttda
en 111a11cra :.1lgu11a ele los servic ios de l:.1 Lu11a. pero. co1no dice Aristóteles en De A11i·
111c1/ib11.~. la L11na tiene con la Ticno u11 grn11 1>arc11tcsco . A su \'CZ. lo.1 Tierra concibe del
Sol)' se c111baraz¡:1 en un parto ílnu<.11..
Po r consig.11 ic 11tc. c nco11tnl1nos bajo cs t:.1 ordcn¡1ción un;:t ad111 irablc silllctría del
1111111do y un nexo scg 11 ro de ~1r111011íc.1 entre el lllO\•i 111ic11to )' lc.1 lo 11gitucl de lt1s órbit;:1s.
como no puede encontrarse de otro modo. ' Aquí es posiblc advertir al observador
l. Recordemos l:ls r:azones ptolcm:i.icos entre eJ rodio del epiciclo y el del círct•lo excéntrico.)' las e:<·
ccnlricidade.s corrcspondienlcs.
En el esquema ptolcn1aico es i1nposible caJculaJ' las mngni1udes rel:lli\•:ts de. Jos círculos excéntricos, ya.
<1uc no hay ninguna 111ediJa co1nún a tollos ellos. Pero ahora que los círculos cxcéntric.."Os tle Mercurio y Je
\ 1enus y los epiciclos de ~·l:. n c. J1ípitcr y S;;uurno han sido reducidos :ll círctilo orbit.al de la 1·ierr:;1, es f:ícil
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NICOLÁS COPÉRNICO 41
•••
').
s•1•'
..• J( 11
\ 0<°"\
~
nten10 por qué aparece mayor la progresión y la re1rogmdación en Jí1pi1er que en Sa-
1urno y menor que en Nlan e. y a la vez mayor en Venus que en M ercurio.' Y por qué mi
fl ujo y reflujo aparece más frecuen1emen1e en Sat urno q ue en JLípi1er y m(ts rarnmen-
1e en M;lrle y en Venus que en l'vl ercu rio.' Adem(ts, po r qué Smurno. Jú pi1er y Mane
calcular la$ n1agnitu<les rc.Jalivas de ll)s círculos orl>i1ales -.que o.hora so n los CJ>ici c l o~ de los planctus inlC·
riores )' los círculos excéntricos de los superiores-, ya que, ¡>0r razón de Ja necesati:.1 con1ncnsura.bil idad en~
trc epiciclo y excéntrico. todos ellos son conn1cnsur.iblcs con el círculo orbit:il de la Tierra. As(. por cjcntplo.
si tom:1mos 1:1 distancia de k1 1icrr:1 al Sol como unidad, los pl:1nc1as. observarán las siguientes distanc ias
apro~irn :idas respecto al Sol.
~·tc rcurio
\ 'enus '"
>/,
Tic11·a
J\·1arte J '/ z
Júpiter
Salurno
5
9
l. En los: tres plancl:tS superiores, los ángulos <1uc rnidcn la prtlgresión y la rc1rograd•1Ción :1p;1n.:n1cs 1ie-
ncn como \'érticc el centro <lcl planeta y como Indos las lnngcntcs traz.ndas ni círculo orbil:'I del planeta. C::s
fácil ver que. de acuerdo con las n1ag11i1udes rel;'lli\!a,s de los círculos ortlitales, los aroos de progresión y re-
trograchción partccrán n1cnorc.s en Saturno que en Jíipitcr. y rnayorcs en \ 'cnus que en ~1crcurio.
2. Los intcl'c-.ambios de progresión y re1rogradación son proporcion3les al ntimero de ' 'eces que la Tie-
rra 3\'anza a los planetas exteriores y que Jos pklnctas interiores avanz:ln a In Tierra. Ahora la 1ien·a a\'anza a
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42 A HOMBROS DE GIGANTES
acrónicos están más cerca de la Tierra que en las prox imidades de su ocultación yapa-
rición. Pero sobre todo M arte, cuando dura toda la noche (en oposición al So l ], parece
igl1;:i lar c11 111agnilud a Júpilcr (distingt1 iblc sólo por su color roj izo). sin c111b;1rgo, en
otro sitio se le cncucntrtl con dificult:..1d c11trc- lns estrellas de scg1111da r11:..1g11 itud. 1 bus-
c{tndolc con una observaci ón c uidadosa por medio de scxt;mtes. Todo ello procede de
Ja 111is1nt1 causa. que c-stá en el 1110,:i111 icnto ele la Ticrr:..t.
Puc-s to q 11c 11ingt1n<.l de estas c-0s:..1s ap:..trccc en l:..1s tijas. dc11111cstra su i11n1cns;.:t altitud.
lo <1uc t<.11nbién hace c1uc se dc.s,·anczca ante n11cstros ojos la órbit;:t del 1110\ ri111icnto anuc.11
y su i111agcn: porc1uc todo lo \'isi blc tiene :..1lgunc1 lo11gitucl dc11lro de 1111a distt1ncitt. 1nás
allá de la cual no se vt:, co mo se demuestra en óµtic<i. Pues, que desde el más al to dt: los
~•stros t:rrt111 tcs, Sa1ur110. l1c.1s1.:1 la esfera de las cstrt!ll;.1s fij as l1ay u11a gran dista11cia. lo de-
muestran sus dt:slcllantes luces. Por este indicio se distinguen sobre Lodo de los planetas.
pues c111rc los t] UC se 111uevc11 y los q ue 110 se 111t1e\"c11 convcr1ít1ql1c ht1bier<:t lí 1 111;ix i111;:1 di-
ferencia. Tan adm irable es esta d i vina obra del Óµtimo y !vtáx imo [Hacedor).
En consecuencia, como tantos y tan grandes testimon ios de las estrellas errantes con-
cuerdan con la m ovi lidad terrestre. expondremos ahora tal movimiento en resumen, dc-
111ostr.:111do al 111cnos los fe116111enos apare111es 111ed ia11 1c el 111is1110 co1no l1i¡>Óle-sis. Es ne-
cesario adm i tir un trip le m ov imiem o. El prim ero, el que hemos d icho q ue e111 llamado
vuxfh1µep Lvóv por l os gr iegos, el circu i to del d ía y de la noche, que se diri ge del ocaso
al o rto alrededor del eje de la T ierra, en cuanto se cons idera q ue el mundo es llevado en
la direcc ión o puesta, describiendo el c írculo equinoccia l, al que algunos llmntln equ id ial,
im itando la sign i fi cación de los griegos, entre los que se llama 1<Tl]µepLvóc;. El segu ndo
es el movimiento anual del cemro, el c ual descri be el círcu lo ele los sig nos alrededor del
So l, ele modo sem ejalllc del ocaso al orto , esto es, del oeste al este, avanzando ent re Ve-
nus y lvfartc (como se ha dicho) con los cuerpos que le acomp:iilan. Esto hace que el mis-
mo Sol, con un movimiento sim ilar, parezca atravesar el zodíaco. Por ejemplo, de este
modo, al pasar el centro de la Tierra por Capricorn io, el Sol parece atravesar Cáncer, al
pasar por Acuario, en L eo, y así sucesi \'amente (como decíamos). Es necesario emender
que el círculo equinoccial y el eje de la Tierra tienen una incli nac ión variab le con respec-
to a este círculo, que pasa por la mitad de los signos, y su p lano [plano de la eclíptica). Por-
que si pennanec ieran lij as y no siguiesen sino el movimiento del centro, no aparecería nin-
guna desigualdad entre los días y las noches, sino que sería o sol sticio ele verano o de
invierno, o equinoccio, o verano, o inv ierno, o cualquier otra form a del tiempo permanece-
S:uunto rnás :t 1nenudo que llipiler, Júpi1er n1ás :'l 1nenudo que rv1::111e, a ~larle n1ás n rnenudo que es av:inl3-
da por \ 1cnus. y 3.\'ttnzada 111cnos a incnudo por \ 1cnus que por ~lcrcuri o. De :aquí que-la frccucnci:t de pro-
gresión)' retrogradación es1en en este orden.
l. Scglí n el esquema ptolcmnico. sólo :i p..1.rtir de los c.nmbios de m.:ignitud del planctu ~·lar1c puede dedu-
cirse cuáles: son sus <lis1:lnci:1s rcl:itivas :·11n1icrr:1 en el pc:1igeo y e l apogeo. Pero scgtín el cs<"1uem:'I copernica-
no. se sigue de las distilncias relativa....; del planc.l:t en el ptrigeo y en el :ipogto - que cs.tán en la propor<:i6n de
1a 5- que el diámelro aparente del 1>lane1a debería variar inversamente a est:1 1)('()1)()rción, s.u¡X>niendo que el
planeta 1)udier:t \'C-rsc cucindo está en conjunción éOn el Sol.
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NICOLÁS COPÉRNICO 43
ría igual a si misma. Luego, sigue el tercer movimiento, e l de decli nación, también una re-
voluc ión anual. pero hacia el oeste, esto es, retroced iendo al contrario del movimiento del
centro . Y t1sí, tl C4lU5'., de estos dos 1no, ri1nic11tos CilSi iguales y co11lrarios entre sí, st1ccdc que
e l eje de la Tierra y. en ella misma el mayor de los paralelos. el ecuador, m iran siempre casi
hacia la misma parte del mundo. y de ahí que permanezcan como inmó viles. Entretanto el
Sol parece moverse por la o blicuidad de la ecl íptica. con el mismo mov imiento q ue el cen-
tro de la Tierm. y no de otra manera que si éste [el centro de la Tierra] fuera el centro del
mundo. con tal de que recuerdes que la di sta ncia entre el Sol y la Tierra en compamción
con la esfera de las cstrellas lijas excede ya a nuestra vista.
Como e stas cosas son de tal ma nera, que míis desean ser comp rend idas por los ojos
que dichas. tracemos el c írculo ABCD . que representará el c ircu ito anual dc:I centro de
la Tierra en el p lano de la eclíptica. y sea E e l Sol. el cent ro del mismo. Estc círculo lo
cort•·•ré c11 CU(llro J'artcs co11 Jos diá1nctros
AEC y BED. O cupe el punto A el pri nc ipio
de Cá ncer, B e l de Libra, C e l de Capricor- a I
nio, D e l de Ari es. Y pongamos e l centro de
la Tierra primero e n A. sobre e l cual dibuja- //
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44 A HOMBROS DE GIGANTES
H poco a poco hacia el Sol. regresará a la posición de l principio, desde donde empeza-
n1os a avanzar.
1 I
1. O, en OlrUS pllilbras . el eje del ecuador 1crrcs1rc describe alrcdcdt)r <1cl eje de l:t cclíptictt 1crrcs1rc uno.
tloblc superficie cónica que liene-sus vé11iccs en el centro de la Ticrr.1, en un período de re"olución aproxi-
madamente igual al del centro de la Tierra.
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NICOLÁS COPÉRNICO 45
D ado el diámelro de un círculo, se dan Jambién los lados del triángulo, cuadrado, he-
xágono, pe11tágo110 y decágono, a los que c ircunscribe dicho círculo.
Puesto que la d istanc ia desde e l centro (radio] , la mitad del d iámetro , es igua l al Indo
del hexágono, el lado del triángulo al cuadrado es igual a l triple del lado del hexágo no al
cuadrado, y el cuadrado de l lado del tetrágono es igua l ni doble d el lado del hexágono al
cuadrado, según se demostró en los ElemenlOS de
Euclides. Luego se dan, el lado de l hexágono en Ion-
A CE B D
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46 A HOMBROS DE GIGANTES
gitud de<: (100.000] unidades, el del tetrágono de 14 1.422 unidades, y e l del triángulo
de 173.205 unidades.
Sea, ahora, A B e l lado del hexágono, que por el problema I de l libro ll o por el X
del libro VI de Euclides, e n media y extrema pro porción se corta e n el punto C. y sea el
seg me nto mayor CB , igual a l cu al se le añade BO. En consecuencia. AB O completa es-
tará d ividida en extrema y media proporc ió n: y e l segmento menor, el a ñad ido BO, el
lado del decágono inscrito en e l círculo. AB e l lado de l hexágono; lo c ual se c larificó a
partir del V y IX preceptos de l libro XIII de Euclides.
Pe ro BO se conocerá de este modo: córtese e n dos partes AB e n el pun to E. Es pa-
tente por el 111 precepto del mismo libro de Euclides. que e l cuadrndo de EBD es igual
al quíntuplo del c uadrado dc EB . Pero EB se conoce con una longi tud dt: [ (50.000)
unidades, a part ir de ella se conoce d quíntup lo de su c uadrado. y EBD con una long i-
tud de 11 1.803 unidades, de las c ua les, si se rcstan 50.000 <1ue ticn<: El3. qucda 130 dt:
6 1.803. lado dcl decágono buscado .
Tam bié n se conoce e l lado del pen tágo no, e l cuadrado del cual es igua l a la suma de
los cuadrados del lado del hexágono y del decágo no, de 117.5 57 unidades.
Luego, dado el d iá me tro de l c írculo, se conocen los lados del triángulo, tetrágono,
pentágono, hexágono )' decágono inscritos e n e l mis mo c írc ulo. Que es lo que había
que demostrar.
PORIS1'1 A
Por /o /(11110 es c laro que, habiendo sido dada la cuerd(I de cualquier arco, se conoce
también la q11e s11btie11de al arco del semicfrc11/o.
Puesto q ue e l á ngu lo en un semicírculo es recto: y en los triángu los rectángu los, el
cuadrado de la subtensa ¡1l á ngulo recto, es10 es, el cuad1~1do del d iá metro, es igua l a la
suma de los cuadrados de los á ngulos que compre nden dicho á ngulo recto. En conse-
cue nc ia, pues10 que e l lado del decágono, que s ub 1iende XXXVI grados de la c ircunfe-
rencia, ha sido de mostrado como de 61.803 unidades. de las que e l difünetro tiene ce.
se conoce también la rec ia que subtiende a los restantes CXLll ll grados del sem ic írcu-
lo, de 190 .21 1 de aque llas unidades. Y e n el caso del lado del pentágono, que mide
l 17.557 unidades del diámetro y s ubtiende un a rco de LXXII grados, se conoce la línea
recta que subtiende los restantes CVlll grados de l sem icírcu lo , de 161.803 unidades.
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NICOLÁS COPÉRNICO 47
También el ACl3 y e l 13DA son iguales entre sí por estar e n el mismo segmento de
c írcu lo, y puesto que dos triángu los semejantes 1endrán lados semejantes, entonces
13C es a 13D, como EC es a AD. y. por lo lanto. el [rect6ngulo ) que está bajo EC y 13D
es igual a l que está bajo BC y AD. Pero también el trióngulo ABE y el CBD son se-
mejantes, porque los ángulos ABE y CBD han sido hechos ig uales. y e l 13AC y 13DC
son iguales porque abarcan el mismo arco de círcu lo . Sea ele nuevo. AB es a BD como
AE es CD. y, po r lo tanto, el [rcclá ngu lo] que está bajo AB y CD es igua l a l q ue está
bajo AE y 13D. Pero ya st: declaró que el [rec t¡íngulo) AD. 13C t:ra igua l que e l 13D. EC.
En conjunro. pues. e l 13D. AC es igual al AD. 13C y a l Al3, CD. Qut: era oporiuno dc-
111osln 1r.
TEOREMA TERCERO
A partir dP esto, si fi1Pra11 dadas rectas sulJ/endidas a arcos desigualPs en u11 semi-
CÍJ'Culo. la sub/P11sa [cuerda/ de es/P sPmicírculo. por la quP PI al'Co mayor excPde al
menor. también es dada.
De modo que e n e l semicírcu lo ABCD, y con diámetro
AD , sean conocidas AB y AC subrensas de arcos desigua -
les. Deseando nosotros averiguar la su bte nsa BC, se cono-
cen, po r lo antes dicho, las subtensas BD y CD ck los arcos
restames del sem icírculo, con los cuales se delimita en e l
semicírcu lo e l cuadrilfüero ABCD, cuyas diagonales AC y
BD son conocidas, j unto con los tres lados AB , AD y CD;
en e l c ual, como ya se demos1 ró [el recrángulo] que hay bajo AC y BD es igual a la
suma del AB , CD y del AD, BC. Luego, si el [rec1ángu lo] que esrá bajo AB , CD , se res-
ta del AC, BD, q uedará el AD, BC. Y así, dividiendo por AD, en c uanro es posible, se
calcu la la subrensa buscada BC.
De ahí que siendo conoc idos, por los datos an1eriores, por ejemplo los lados del
pentágono y del hexágono , por es1a relacíón se conoce la subrensa de XII grados, en los
que e llos se difcrencían, y que es de 20.905 de las un idades del diáme1ro.
TEORENIA CUARTO
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48 A HOMBROS DE GIGANTES
TEORElvlA QUINTO
De 1111e1•0. cuando se conocen las cuenlas q11e s11/Jlit'111/e11 a dos arcos. se conoce ram-
bién la que s11blil'nde al arco comple10 co111p11l'slo por ellos.
Sean AB y BC las subtensas conocidas en un
e c írc ulo. Alinno que se conoce también Ja que sub-
~::;:::::::7~, tiende a todo el arco ABC. Dibujados los d iá me tros
AFD y BFE, trácese tambié n las s ubtensas BD y
CE, que se conocen por Jos teoremas precedentes, a
causa de que AB y BC son conocidos y DE es igual
A D a AB. Uniendo CD ciérrese el cuadrilátero BCDE,
cuyas d iagonales BD y CE se conocen junto con
tres lados e l BC, DE y BE, y también se conocerá el
restante CD por el segundo teo rema, y por lo tanto
se conoce Ja s ubtensa CA, que subtiende al resto del
semicírcu lo y a todo el arco ABC: q ue es Jo q ue se
buscaba.
Además, como hace poco se han hallado las líneas rectas que s ubtienden arcos de
tres, uno y medio, y tres cuartos de gmdo, con cuyos interva los cualquiem puede con-
feccionar tablas con una relación mu y exacta, aunque si quiere avan7.ar por medio de
gmdos y unir un arco a otro, o por medios grados, o de cualqu ier o tro modo, con razón
dudará de las su btensas de tales gmdos, porque nos faltan Jos c:lleulos gráficos con los
que se demuestren. S in e mbargo, nada nos im pide hallar e l error perceptible a los sen-
tidos y, establecido e l c:llculo, segu ir e l que menos di sienta [con los admitidos]. Esto
también Jo investigó Ptolomeo con res pecto a las subte nsas de un grado y de medio, ad-
virtiéndonos primero [de Jo sigu iente].
TEORE/\1A SEXTO
La raz6n entre dos arcos es mayor que la razón en1re la mayor y la menor de las recms
s11b1e11didas {cuerdas/.
Sean en un c írculo dos arcos des ig uales unidos, AB y BC. y sea el m ayor BC. Afirmo
que la razón de BC aAB es mayor que la de las subtensas BC aAB. Abarquen éstas el án-
gulo B, q ue se corta e n d os por Ja línea BD, y unáse AC, que corta a BD en e l p unto E.
de modo semejante únanse también AD y CD que son iguales. porque con el las se sub-
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NICOLÁS COPÉRNICO 49
PROBLEMA
Pero puesto que el arco es s iempre mayor que la su btensa a~ ! trazada . s iendo la recta la
línea más corta de las que tienen los mismos extremos, con iodo la desigualdad tiende
a la igualdad al pasar las secciones del círculo de mayores a menores, de modo que, en
e l punto de contacto extremo (de tangenc ia) del circulo, coexisten la línea c ircular y la
rcctn: c11 COllSccue11c in, es necesario que. a11tcs de qLtC
esto ocurra, d ifieran entre sí con una discrepancia e
poco manifiesta. Sea, pues, po r ejemp lo. AB un arco
A 8
de 111 grados y AC uno de 1 grado y medio; se demos-
tró que la subtensa AB tiene 5.235 unidades, de las
que el d iámetro propuesto tienen' [200.000J, y AC de
2.618 de las mismas unidades. Y siendo AD el doble
del arco AC, sin embargo la su btensa AB es menor que 15'
e l doble de la cuerda AC, qu e supera en una unidad a
las 2.617. Pero s i tomamos AD de un grado y medio y AC de tres cuartos de grado, ten-
dremos Ja subtensa AB de 2.6 18 unidades y AC de 1.309 unidades, que, aunque debe
ser mayor q ue la mitad de la subtensa A D, e n nada parece di fere nciarse de la mitad,
sino que a hora surge Ja misma proporción entre los arcos y las líneas rectas.
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50 1\ HOMBROS DE GIG1\ NTES
Luego, como vemos hemos llegado a un punto, en e l que la diferencia emre recta y
la curva que la envuelve escapa a los semidos. como convertidos en una sola línea, no
dudamos e n tomar 1.309 como su btensa de tres cuartos de grado, en igual proporción
con respecto a un grado y con respecto a las partes restantes [del grado], de modo que
ttñadicndo tin cu<1rto a los lrcs cut1rtos cstab lcz.ca111os ltl subtcnst1 de un grado en l .745
unidades. la de medio grado en 872•¡, unidades. y la de un terc io en 582 unidades
tlproximt.1dt:11ncntc. Si11 c111bargo. pienso que es st1 fic ic11tc. si só lo co11signa111os cr1 la tap
bla las mitades de las líneas que s ubt ienden a un arco doble. Con esta fo rma abreviada.
co 111prcndc111os en t•n cut.tdr<lntc. lo qt1c c:ra ncccs<1rio cxtc11dcr h(tst.:1 el sc111 icírc11 Jo: y
sobre todo porque resu lta n de uso más frccueme en la demostración y el cálculo las se·
111icucrd¡1s c1uc las cucrdtts. Prcsc11ta1l1os t:thora unt.1 lt:tbla co11 incrc1nc11tos de un sexto
de gmdo. y qu.: tiene tres columnas: .:n la primera están los grados o las unidndes del
~1rco }' las scxlt.iS p<trtc:s de \111 g111do; líl segunda contiene el nú111ero en long itud de la
mitad de la línea que subtiende [cuerda] un arco doble; la tercera contiene la d iferencia
entre los m ismos números en longitud que hay entre cada uno de los grados, y por me -
dio de las cuales [las diferenc ias] podemos a ñad ir proporcionalme nte lo que convenga
en cada una de las fracciones de los grados. Y ésta es la tabla.
Mittuies 1\1itades
U11itlt1tles U11itlt1de.\'
tle ca1e1rltr.'i de cuerdas
An:o.f ¡1or t.·c1tla A1t ·c1.\· ¡1ar cadc1
11 ctrt t>.f ti ( IJ"COS
¡¡mdo ¡¡111do
o tl o/J/es o doble.1
o 10 29 1 29 1 3 20 5814
o 20 582 3 30 6105
o 30 873 3 40 6395
o 40 1163 3 50 6685
o 50 1454 4 o 6975
o 1745 4 10 7265
10 2036 4 20 7555
20 2327 4 30 7845
30 2617 4 40 8135
40 2908 4 so 8425
50 3199 5 o 8715
2 o 3490 5 10 9005
2 10 3781 5 20 9295
2 20 407 1 5 30 9585
2 30 4362 5 40 9874
2 40 4653 5 so 10164
2 50 4943 290 6 o 10453
'
,) o 5234 6 10 10742 289
3 10 5524 6 20 11031
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NICOLÁS COPÉRNICO 51
( conti1111ación)
1W.itc1cles 1\fi1t1cles
Unidades U11i<lacles
tfe t:1 1ertlf1.\' tfe CllttrtftlJ'
J\ lt.'fJS /Jl) r Ciltltl J\ l l.'{),\' por t·atlt1
a (ll'C(IS (1 l lf'COJ'
gmdo grado
o dobles o dobles
6 30 11320 12 30 21644
6 40 11609 12 40 21928
6 50 11898 12 50 22212
7 o 12187 13 o 22495 283
7 10 12476 13 10 22778
7 20 12764 288 13 20 23062
7 30 13053 13 30 23344
7 40 13341 13 40 23627
7 50 13629 13 50 23910 282
8 o 13917 14 o 241 92
8 10 14205 14 10 24474
8 20 14493 14 20 24756
8 30 1478 1 14 30 25038 281
8 40 15069 14 40 25319
8 50 15356 14 50 25601
9 o 15643 15 o 25882
9 10 15931 15 10 26163
9 20 16218 15 20 26443 280
9 30 16505 15 30 26724
9 40 16792 15 40 27004
9 50 17078 15 50 27284
10 o 17365 16 o 27564 279
10 10 17651 286 16 10 27843
10 20 17937 16 20 28122
10 30 18223 16 30 28401
10 40 18509 16 40 28680
10 50 18795 16 50 28959 278
1l o 1908 1 17 o 29237
11 10 19366 285 17 10 29515
11 20 19652 17 20 29793
11 30 19937 17 30 3007 1 277
11 40 20222 17 40 30348
11 50 20507 17 50 30625
12 o 2079 1 18 o 30902
12 10 21076 28~ 18 10 31178 276
12 20 21360 18 20 31454
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52 A HOMBROS DE GIGANTES
(co111imwció11)
Mitades 1\1it(1tles
Unidades Unidades
tle l't1e1rlft\' tle l·11ertlas
Arras por cada 1\ Tt'()S porcadtt
ti (ll'COS (1 att'OS
grado grt1clo
• tlo/Jles • dobles
19 o 32557 25 o -12262
19 10 32832 25 10 42525 263
19 20 33 106 25 20 42788
19 30 33381 274 25 3() 43051
19 40 33655 25 40 43313 262
19 50 33929 25 50 43575
20 o 34202 26 o -13837
20 10 34475 273 26 10 -14098 261
20 20 347-18 26 20 44359
20 30 35021 26 30 44620 260
20 40 35293 272 26 40 -14880
20 50 35565 26 50 45140
21 o 35837 27 o 45399 259
21 10 36 108 27 1 27 10 -15658
21 20 36379 27 20 45916 258
21 30 36650 27 30 46175
21 40 36920 270 27 40 46433
21 50 37 190 27 50 46690 257
22 o 37460 28 o 46947
'22 10 37730 269 28 10 ~7204 256
22 20 37999 28 20 47460
22 30 38268 28 3() 47716 255
22 40 38537 268 28 40 47971
22 50 38805 28 50 ~8226
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NICOLÁS COPÉRNICO 53
( conti1111ación)
1W.itc1cles 1\fi1t1cles
Unidades U11i<lacles
tfe t:1 1ertlf1.\' tfe CllttrtftlJ'
J\ lt.'fJS /Jl) r Ciltltl J\ l l.'{),\' por t·atlt1
a (ll'C(IS (1 l lf'COJ'
gmdo grado
o dobles o dobles
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54 A HOMBROS DE GIGANTES
(co111imwció11)
Mitades 1\1it(1tles
Unidades Unidades
tle l't1e1rlft\' tle l·11ertlas
Arras por cada 1\ Tt'()S porcadtt
ti (ll'COS (1 att'OS
grado grt1clo
• tlo/Jles • dobles
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NICOLÁS COPÉRNICO 55
( conti1111ación)
1W.itc1cles 1\fi1t1cles
Unidades U11i<lacles
tfe t:1 1ertl f1.\' tfe CllttrtftlJ'
J\lt.'fJS /Jl) r Ciltltl J\ l l.'{),\' por t·atlt1
a (ll'C(IS (1 l lf'COJ'
gmdo grado
o dobles o dobl es
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56 A HOMBROS DE GIGANTES
(co111im wció11)
Mitades 1\1it(1tles
Unidades Unidades
tle l't1e1rlft\' tle l·11ertlas
Arras por cada 1\ Tt'()S porcadtt
ti (ll'COS (1 att'OS
grado grt1clo
• tlo/Jles • dobles
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1W.itc1cles 1\fi1t1cles
Unidades U11i<lacles
tfe t:1 1ertl f1.\' tfe CllttrtftlJ'
J\lt.'fJS /Jl) r Ciltltl J\ l l.'{),\' por t·atlt1
a (ll'C(IS (1 l lf'COJ'
gmdo grado
o dobles o dobl es
78 30 97992 S4 20 99511 28
78 40 98050 57 84 30 99539 27
78 50 98107 56 84 40 99567
79 o 98163 55 84 50 99594 26
79 10 98218 54 85 o 99620 25
79 20 98272 85 10 99644 24
79 30 98325 53 85 20 99668 23
79 40 98378 52 85 30 99692 22
79 50 98430 51 85 40 99714
80 o 9848 1 50 85 50 99736 2L
80 10 9853 1 49 86 o 99756 20
80 20 98580 86 10 99776 19
80 30 98629 48 86 20 99795 1$
80 40 98676 47 86 30 998 13
80 50 98723 46 86 40 99830 17
81 o 98769 45 86 50 99847 16
81 LO 9881 4 44 87 o 99863 15
81 20 98858 43 87 10 99878 14
81 30 98902 42 87 20 99892 13
81 40 98944 87 30 99905 12
81 50 98986 41 87 40 99917
82 o 99027 40 87 50 99928 11
82 10 99067 39 88 o 99939 10
82 20 99106 38 88 10 99949 9
82 30 99144 88 20 99958 8
82 40 99182 37 88 30 99966 7
82 50 99219 36 88 40 99973 6
83 o 99255 35 88 50 99979
83 10 99290 34 89 o 99985 5
83 20 99324 33 89 10 99989 4
83 30 99357 89 20 99993 3
83 40 99389 32 89 30 99996 2
83 50 9942 1 31 89 40 99998 1
84 o 99452 30 89 50 99999 o
84 10 99482 29 90 o 100000 o
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58 A HOMBROS DE GIGANTES
Pero si f11eran dados dos lados del 1riá11gulo con alguno de los áng11los, se conocerán
rambién el otro lado j111110 con los demás ángulos.
Pues~ o bien los Indos son iguales;)' si son des iguales. el ángulo dado o es recio o es
agudo u obtu so: y a la vez los lados dados pueden comprender o no comprender el án-
gt1 lo dado.
En primer lugar. en el triC.ngulo ABC. sean los dos lados cono-
A cidos AB y AC iguales . que comprenden al ángulo dado A . En
consecuencia, los otros ángulos. los de la base DC, como son
iguales, se conocen también como la mitad del resto. después de
substraer A de dos ángu los rectos. Pero si el ángulo dado en prin-
cipio hu biera estado en la base. se conocería inmediatamente su
compallero y el otro será el resultado de restarle éstos a dos rectos.
Pero en un tr iángulo de ángulos co nocidos, se conocen los lados:
por la tabla se conoce la prop ia base BC en un idades. de las cuales
A B o AC, como si fueran líneas trazadas desde el centro [mdios] ,
serían de c [unidades] , o un diámetro de ce [200.000] unidades.
Si el ángulo BAC, comprendido por lados conoci-
dos, fuera recto, resu ltará lo mismo. Pues es clarísimo
A que lo que suman los cuadrados de A B y AC es igual al
cuadrado ele la base BC; se conoce, por tanto. BC en
long itud y los o tros Indos en su relación mutua. Pero el
scg111cnto de círcu lo que cubre 11n triá11gulo ortogo11al es
un sc111icírct1 lo. Cll )'tt base ·Be ~crín el cliá111e1 ro. En co11·
B e secuencia, BC sertí de ce (200 .000] un idndes, se dnrtín
AB y AC como subtensas a los restantes ~ngu los B. C. Por ello la relac ión de la tnbla
los mostrará en unidades, de las cua les CLX XX son iguales n dos rectos.
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NICOLÁS COPÉRNICO 59
Lo mismo resu ltará si se hubiera dado BC con otro de los lados que comprenden el
ángulo re.cto : lo que pienso que consta ya muy claramente.
Sea ahora conocido el ángulo agudo A BC. comprendido por los lados tamb ién co-
nocidos AB y BC. y desde e l punto A descie nda una perpendicu lar a BC. prolongando
ést::t. si fuera necesario. scgú11 caigtl dentro o fuera del lriá11gu lo. Estt1 pcr¡>c11dicu lt1r sctt
AD. por ltt que se disti11guc11 dos tritlngu los ortogont1lcs
ABO y ADC. Y pucslo que e n el triángu lo ABO se dan A
los ángulos. pues O es recto y B es dado por hi pólesis.
luego se dan también AD y BD po r la tabla. como sub-
tensas a los á ngulos A y B. en unidades de las que AB . el
d iámetro del círcu lo. tiene ce (200.000]. Y por la misma
mzón por la que se conoc ía AB en longitud. se conocerán B D e
igualmente AD y BD. Y tamb ién se da CD. en la que BC
y BD se diférenc ia n. En consccu.:nc ia. también e n t:I triá ngu lo rec rángulo ADC. dados
los lados AD y CD, se conoce el lado buscado AC y el ángulo ACD según la preceden-
te demostración.
Y no sucederá de otro modo s i el ángu lo B fuera obtuso, puesto que desde el punto A
trazada la perpendicular AD a la línea recta prolongada BC, se produce el triángulo ABD
de ángu los dados. Pues e l á ngu lo ABD , exterior al ABC,
D
es conocido, y e l Des recto, luego st: conoce B D y AD, en
las unidades de las que A B tiene ce. Y puesto que BA y
BC están entre sí en proporc ión conoc ida, se conoce tam -
bié n AB, en las mismas un ictaues en las que se mide BD y
CBD completa. Por tanto, también e n el rriángulo rectán- e A
gu lo ADC, siendo dados dos lados, e l AD y el CD, seco-
noce wmbién el buscado AC y e l ángulo BAC,junto con el que q ueclaACB: que es lo que
se buscaba.
Sea, ahora, uno u o rro ele los lados ciados e l que subt ie nde a l ángulo conocido B,
esto es, puede ser AC, ju nto con AB. Luego, se conoce por la rab ia e l AC, e n unida-
des ele las que e l diáme tro del circu lo que circunscribe al triángu lo A BC tiene ~
[200.000], y por la razón dada entre AC y AB, se conoce e n unidades similares AB y
por la tabla e l ángu lo ACB jumo con e l otro ángulo BAC, por e l que se conoce también
la subtensa CB: y con esta razón dada se conoce la lo ng itud de los lados en cua lquier
111ag11itud.
111
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60 A HOMBROS DE GIGANTES
Luego, queda ahora que se demuestre esto en los triá ngulos escalenos, que de modo
semejante dividiremos en o rtogona les. Sea ABC el triángulo escaleno de lados conoci -
dos, y al lado que se;:i más largo. por ejemplo el BC. b(ijese la perpendicular AD. Y nos
enseña la proposición XIII de l libro 11 de Euclides. que
A AB. sub lcnsa de t111 á11gulo ngudo. al cuadr(tdo. se resta
de la s uma ele los otros dos lados a l cuadmdo y resulta el
dob le del rectángulo BC. CD. Pues es necesario que el
Úngt1lo C SCi:t ag11cl o, de Olít.1 l ll'111CíU S\ICCdcrÍa lnl llbié11.
contra la hipótesis. que AB sería e l lado más largo. lo
IJ D e que conviem: señalar a parti r del libro T de Euc lides.
pro posic ión XVTI y las dos siguie ntes. Luego. se dan
BO y OC. y los tri(tngulos ABO y ADC serán ortogona les. de lados y ángulos conoci -
dos, como ya se ha repetido varias veces. n partir de los cuales constan los ángulos bus-
cados del triángulo ABC.
De o tro modo. Igualmente, la penúlt ima proposición del libro llT de Euc li des, nos
mostrará quizá un método más cómodo, si por e l lado más peque ño, que sea el BC,
con centro en C y con un intervalo [radio l BC, describimos un
__.-.F círcu lo que corta rá a los dos lados restantes o a uno de ellos. Cor-
te ahora a los dos, a AB en e l punto E y AC e n el D, y extiéndase
tam bié n la línea ADC hasta e l punto F para comp le tar el diámetro
DCF.
Estructurado esto así, es claro por aquel precepto de Euclides,
que el rectángu lo FA, AD, es igua l a l que hay en BA , AE, siendo
uno y otro igua l a l cuadrado ele la línea q ue desde A toca [tangen-
te] al c írc ulo. Pero se conoce AF completa, a l ser conocidos todos
sus segmentos, o sea, CF, CD, iguales a BC, que son la d istancia
d el centro a la c ircunfe rencia (radios), y AD, long itud en la que
CA excede a CD (AD= CA - CD]. Por lo cua l, como es conocido
el rectángulo BA. AE y la recta AE e n lo ngi tud, j unto con e l resto
BE, que s ubtiende a l arco BE. Un iendo EC tendremos el triángulo
BCE de lados conocidos: luego se da ta mbién el ángulo EBC. De
a hí que, por lo precedente, se conozcan también los restantes á n-
gu los C y A, e n e l triá ngulo ABC.
Por otra parte, q ue el círcu lo no co rte a AB, como e n la si-
gu iente figura. donde AB cae sobre la c ircunferencia cóncava: no
cr-----~E menos ser:'í dada BE y, e n el triángulo isósceles BCE, e l á ngulo
CBE ser:'í dado y el exterior ABC. Y con e l mismo argumento de
demostración de antes se conocen los otros á ngulos .
Y lo dicho sobre los tri:íngulos recti líneos, e n los que se basa la
F '--_.- mayo r parte de la geodesia, es suficiente. Pasemos a hora a los es-
féricos.
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NICOLÁS COPÉRNICO 61
de los ángulos e n un arco de c írculo má ximo, que es descrilo con e l pun10 de sección
como polo, y esle arco es interceptado por los c uadrantes de los círcu los que co111pren -
dc11 el ángt1 lo. ·rttl tire.o (tSÍ i11tcrccptt1do es n 1od¡1 l\t circ11nfcrcnci;:1, co1no c.Júng11 lo de
la sección es a 1111 rectos. los que dijimos que conten ían CCCLX grados iguales.
Si lr11biera tres arcos de círc11/os máximos de una esfera, de los que dos cnalq11iera.
juntos, fueran mayores que el tetT:ero, es e••idente que con ellos puede construirse un
triángulo esférico.
Pues lo que aqu í s.: propone con respecto a los arcos lo dem uestra la pro posic ión
XXIII d.:l libro XI de Euc lides respecto a los ángulos. Ex is ti.:ndo la m isma razón ""'"'
ángulos y arcos y pasando los círcu los máximos por el centro de la csfcr<l, es pat.:nrc
que. aquellos tres sectores de los c írc ulos a los que perte necen los arcos, constituye n un
ángulo sólido en e l centro de la esfera . Luego, está c laro lo que se propone.
IT
Es necesario que cualquiera de los arcos del triángulo fe.~férico/ sea menor que 1111 se-
micírc11/o.
Pues e l sem icírc ulo no forma ningún ángulo e n e l centro, sino q ue descansa en una
línea recta . Pero los otros dos á ngulos, a los cua les pene necen los arcos, no pueden ce-
rrar un ángulo sól ido en e l centro y de ahí wmpoco un 1riáng ulo esfé rico. Y p ienso que
ésta fue la causa por la que Ptolo meo, e n la expl icación de es1e tipo de triflngu los, sobre
todo con respecto a la figura de l sector e sférico. declara q ue no existen arcos conside-
rados mayores que un semicírc ulo.
fll
En los triángulos eJféricos que tienen un ángulo IT!cto, la línea recta [cuerda/ que sub-
tiende al doble del lado que se opone al ángulo n 1c10, es a fa subtensa (cuerda/ de uno
de los fados que comprenden el ángulo recto, como el di<ímelro de fa esfera a la [cuer-
da/ que subtiende el doble del ángulo comprendido en el círculo máximo de la esfera
por el lado restante y el primero ( hipolenusaf.
Sea, pues, el triáng ulo e sférico ABC, cuyo á ng ulo C sea recto. Digo que la s ubten-
sa al doble de AB es a la subtensa del doble de BC como e l diámetro de la esfera es a la
línea que subt ie nde en e l círculo máximo al doble d el áng ulo BAC.
To mando A como polo, descríbase DE arco de un c írc ulo máximo, y comp lé te nse
los cuadrnntes de los círculos ABO y ACE. Y desde e l centro de b esfera F, señálense
las secciones comunes de los círculos: FA b de ABO y ACE, FE Ja de ACE y DE, y FO
de ABO y DE. Y además FC de los círculos AC y BC. Después trácense formando á n-
gu los rectos lperpendicularesI BG a FA, BI a FC y DK a FE, y únase GJ.
En consecuencia. puesto que si un círculo corta a otro círculo traza do a tra\'és de s us
po los, lo corta e n ángulos rectos, será recto el ángulo comprendido por AED, y también
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62 A HOMBROS DE GIGANTES
IV
E11 cualquier triá11g11lo que te11ga 1111 ángulo rl!cto, conocié11dose además 01ro ángulo
j unto co11 cualquier lado, se puede co11ocer el resta111e á11gulo y los demás lados.
Sea, pues, e l triángulo ABC. que 1icne e l á ngulo A recio y 01ro cualquiera, por
ejemp lo el B, dado. Respecto a l Indo dado suponemos una trip le posibi lidad: q ue sen
adyacente a los á ngu los dados, como AB , o sólo a l recio, como AC, o que se o ponga ni
recto, como BC.
En primer Jugar. sen el lado dado AB y tomando a C como polo descrfbnse e l arco
del círcu lo máximo DE y, compleiados Jos cuadrantes
e CAD y CBE, prolónguese AB y DE hnstn que se cor-
len en e l puma F. Luego, a la vez, estará e n F e l polo
de CAD, porque A y D son ángulos rectos. Y puesto
que , si en una esfera las órbitas máx imas se cortan en-
tre sí en :íngulos rectos, recíprocamente se cortan en
dos y recíprocamente se corta n por los po los, luego
A
también serán ABF y DEF cuadrantes de los círculos .
Siendo co nocido AB, se conoce también BF, la parte
¡: --~ restante del cuadrante. y e l ángu lo EBF es igua l al co-
D noc ido ABC, por opuesto por el vértice. Pero, por la
B demostración precedente, la subtensa del doble de BF
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NICOLÁS COPÉRNICO 63
es a la s ub1e nsa del doble de EF, como e l di5mclro de la esfera es a la sublcnsa del do -
ble de l ángu lo EBF. Pero !res de e llas se co nocen: e l d iá metro de la esfera, la [cuerda]
del doble de BF y del doble del ángu lo EBF. o s us mi1ades. Luego. se da por la propo-
sición XV del li bro VI de Euclides. lmn bién la m i1ad de la línea que subtiende a l dob le
de EF. y por la tabla el a rco EF y el resto DE del cuadrante. o e l ángu lo buscado C. Del
mismo modo . pero a l contrario. la sublcnsa del doble de DE es a la del doble de AB.
como la del doble de EBC es a la del do ble de CB . Pero tres ya se conocen. DE. AB y
CBE como cuadrante del c írculo: luego se da también la cuarta. que subtiende a l dob le
de CB. y el propio lado buscado CB. Y puesto qm: la subtensa del doble de CB es a la
del dob le de CA. como la del doble de BF es a la del doble de EF. pueslo que es tán en
la misma razón que el d iá metro de la esfera a la subtensa al doble del ángu lo CBA. y
dos 111zo11cs iguales a t11·•a so11 igt1c.'\ lcs c.ntrc sf: en co11sccuc11cia . dadas al1ol'í'• tres BF. EF
y CB. se da la cuana CA y el !ercer lado CA del lritíngu lo A BC.
St:a a hora AC el lado considerac.lo entre Jos e.latos. y nucs1ro pro pósito es encontrar
los lados AB y BC,junto con e l á ngu lo res1an1e C. De nuevo, si se invierle el argume n-
10 se tendrá que la subtensa del doble de CA es a la subtensa de l doble de CB en la
misma proporció n que la subtensa del doble del ángulo ABC es al d iámelro, con lo que
se conoce e l lado CB; también AD y BE como la d ife re ncia de los cuadranles. Así de
nuevo tendremos que la s ubtensa del doble de AD es a la subtensa del doble de BE
como la s ubtensa de l doble de ABF, que es el diámetro , es a la subtensa del doble de
BF. Por ta nto, se conoce el a rco BF y la d iferencia es e l lado AB. Co n un rnzo nam ie nto
simi la r a Jos precedentes, por med io de las subtensas de l doble de BC, AB y FBE, se
conoce la subtensa de l doble de DE, o sea, e l ángu lo C restante.
De nuevo , supuesto e l lado BC, se conocerá o tm vez como a ntes AC y las res1antes
AD y BE. A partir de ellas, por medio de Jns líneas rectas s ubte nd idas y el diámetro,
como se ha d ic ho muchas veces, se conoce el i1rco BF y e l lado resrnnte AB . Entonces,
por e l lCOrema precedente, po r medio de los conocidos BC, AB y CBE, se o b1ic ne el
arco ED, esto es, el otro ángulo C. El que buscábamos.
Y así, una vez más, en el lriá ngu lo ABC dados Jos á ngu los A y B, de Jos cua les e l A
es rec10, j un10 co n alguno de Jos tres lados, se conoce e l 1c rccr á ngu lo con Jos o tros dos
lados. Lo que se quería demos1rnr.
Dados los cíngulos de 1111 1ricí11g11/o, 11110 de los cuales sea recto, se co11oce11 los lados.
l\1ante nie ndo aú n Ja figurn precedente, do nde por medio del ángulo conocido C, se
conoce e l a rco DE. y e l EF rcs10 del cuadrnmc de l círcu lo . Y pues10 que BEF es un á n-
gu lo recto, porq ue BE desciende del polo de DEF, y e l 5ngulo EBF es opuesto por el
vértice a un :íngu lo co nocido; en consecuencia, ten iendo el tri5ngulo BEF un 5ngulo E
rec to y adem¡ís e l 5ngulo B dado, j unto con el lado EF, es un tri:íngulo de lados y 5ngu -
los conocidos por e l teorema precedente. Luego se da BF y el resto del cuadrante AB :
y tam bién en e l tritíngulo ABC se demuestra que se conocen los restantes lados AC y
BC por lo precede nte.
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64 A HOMBROS DE GIGANTES
VI
Si en Ja misma esfeit1, dos triángulos tu1>ieran 11n ángulo recto y además ot10 ángulo
igual a ot10 del ot10 triángulo. y 1111 lado de uno igual a otro lado, ya sea el adyacente
a los á11g11los iguales. ya sea el que se opone a cada uno de los ángulos ig11ales. S<~ ten-
drán también los restantes lados de 11no ig11ales a los restantes lados del otro. y el res-
tante á11g 11/o ig11al al á11g11lo restante.
Sea el hemisferio ABC. en e l q ue se loma n dos tri<Íngulos ABO y CEP. cuyos ángu-
los A y C son rectos. y ade más e l ángulo AOB es
13
igu1.al ni CEF. )' L111 l;tdo igu;tl ''un Indo . Pri ltl cr.Ullcn ~
te. este lado es ild) ace11le a los ángtilos iguales (esto
1
cs. AD igu :1l a CE). Afi rmo que tamb ién el lado AB
¡, es igual a l lado CP, y BO a l EP, y e l Ílngu lo resta nte
ABO a l rcstamc CFE.
Pues to mados los po los e n B y F. trácense los
cuadrantes de c írculos máximos G HI e IK L, y com-
plétense AD! y CEI, los cuales es necesario que se
corten e ntre sí en el polo del he mis ferio, que está en
el punto 1, porque los ángu los en A y C son rectos. y
f po rque G HI y CEI son círculos descritos por los po-
los del propio A BC.
En consecue ncia. puesto que AD y CE se suponen co mo lados iguales, serán también
los a rcos resta ntes DI e JE iguales, y los ángulos IDH e IEK , pues son opuestos por el vér-
tice ¡1los s up uestos como iguales, y e l H y el K son rectos. Y las cosas que están e n la mis-
n1¡1 r~azón con respecto~' tan(\ razón~ e11tre sí están en la 111is111c1 r¡azón; será se111ej¡\nte lar.:'-
zón de la su btensa [cuerda] del doble de ID a la subtensa del dob le de HI y la subtensa del
do ble de E l a la subtensa del doble de l K, siendo una y otra por e l tercer teorema prece-
dente, como e l di fün etro de la esfera es a la subtensa del doble del á ngulo IDH, o ig ua l a
la su btensa del doble de l EK. Y por la X 1111 proposición del libro V de los Elementos de
Euclides, siendo la subte nsa al doble del a rco DI igual a la que subtie nde a l doble de fE,
tam bién serán igua les las su btensas de l dob le de IK y de HI. Y como en círcu los iguales,
líneas rectas iguales cortan a rcos ig ua les, y de l mismo modo las partes de los múltiplos
están en la misma razón, se rán iguales los arcos simples [planos] IH e IK y las partes res-
tantes de los cuadrantes G H y KL, a partir de los cuales cons ta n los á ngulos B y F como
iguales. Por esto también es la misma la razón e mre la subtensa del doble de AD a la sub-
tensa del doble de BD y la sub1ensa de l doble de CE a la subte nsa del dob le de BD, que
la sub1e nsa de l doble de EC a la su btensa a l dob le de EF. Y puesto que una y o tra es
como la subtensa al doble de HG, o su igual KL, es a la subtensa d el doble de BDH, esto
es, e l d iá me tro, por e l inverso del tercer teorema, también AD es igua l a CE. Luego por
la XIUJ proposició n del libro V de los Elementos de Euclides, BD es igua l a EF, por las
líneas rectas [cuerdas] s ubtendidas a los mismos a rcos dob les.
De l m ismo modo, para BD y EF iguales, demostraremos q ue los restantes lados y
5ngu los son iguales. Y a la vez, si AB y CF se toman como lados iguales. el mism o re -
sultado se sigue por la identidad de las ra zones.
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NICOLÁS COPÉRNICO 65
VII
También, a1111q11e 110 lr11biera ángulo recto, co11 1111 de que el lado adyace111e a los án-
gulos iguales fuera igual e1111111bos 1riá11g11los, se demostrará lo 111is1110.
De csle modo. si e n los dos triángulos ABO y CEF. los dos ángu los By D fucmn
iguales a r y E del otro. t;:u11 bié11 el lt1clo IlD . que es llCl) ncc11tc t:l ángtilos igu~llc.s . será
1
igual al lado EF. De nuevo afir1110 que esos triángt1 los ticnc11 igu<tlcs lados e iguales á11·
gu los. B
Pues tomados de nuevo los polos e n l) y des- r:.
críbansc los arcos de círculos máxi mos GH y KL. Y
prolongadas AD y GH córtense en N, y s imi larmen-
te pro longadas EC y LK. en M. En consecuenc ia,
M K
puesto que los dos triángulos HDN y EKl\1 tienen
N L
igua les los ángulos HDN y KEl\1, que son opuestos G
por el vértice a los to mados co mo iguales, y el H y e l
K son rectos, por ser seccio nes de arco descritas a
través de los polos, también son iguales los lados DH
y EK. Luego son equi ángu los esos triángulos y equi-
láteros por la precedente demostración. F
Y de nuevo , porque GH y KL son arcos igua les a causa ele que B y F son ángu los
supuestos iguales, luego toda GHN es igual a toda 1'1KL, por e l axioma ele la suma de
igm1les. En consecuencia, aquí ta mbién son dos triángulos, AGN y !VICL, que tienen un
lado GN, igual a otro del otro, ML, y iambién un ángulo ANG igual a C1'1L, y G y L
rectos. Será n por e llo tambi én esos triángulos de lados y ángulos igua les. Por consi-
gu iente, si se restan iguales de iguales, resultarán igua les AD a CE, AB a CF y el :íngu-
lo BAO al otro ángu lo ECF. Que es lo que h¡1bía que demostrar.
VII I
Pero IC/111bié11, si dos triángulos t11l'iera11 dos lados de 11110 iguales a dos lados del otro,
y 1111 ángulo de 11110 igual a 1111 á11g11lo de otro, ya sea el que co111pre11de11 los lados igua-
les, ya sea el que está e11 la base, también la base será igual a la base y los ángulos res-
1r1111es a los ángulos res1a11tes.
Como en la precedente figura, sea e l lado AB igual ni lado CP y el AD al CE, y, en
primer lugar, el á ngu lo A, comprendido por los la-
B
dos iguales, igual a l ángulo C. Afi rmo q ue tamb ién
la base BD es igua l a la base EF y el á ngulo B a l F, y
e l que queda BOA a l restante CEF.
Tendremos, pues, dos triángu los AGN y CL/\1 ,
cuyos :íngu los G y L son rectos, y el GAN igual ni K
/\1CL, que son lo que les falt:i [suplementarios) a los N L
G
iguales BAO y ECF. En consecuencia, esos triángu -
los so n entre sí equiángu los y cquihíteros. Por lo cual,
restándolos de los iguales AD y CE, queda como res-
to DN y ME también iguales. Pero ya se hizo patente
que el ángulo DNH es igual ni E/\1 K, y q ue el H y el F
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66 A HOMBROS DE GIGANTES
K son rectos; también serán Jos dos triángulos DHN y EM K de iguales ángu los y lados
entre sí, a partir de Jos cuales BD queda igual a Er y GH a KL, por Jo que By r son án-
gulos igl1t1lcs )' los rcstc.1ntcs AD.13 )' l~EC iguc.1lcs.
Si, e n vez de los lados AD y EC. se toma como iguales las bases 130 y EF. opues ta s
~'ángulos igut1lc-s (J)cr1l1a11ccic-11do lo demás). se dc111osl111nln del 1n is1110 1nodo. I,ucsto
que. por medio de los •íngulos GAN )' l\1CL exteriores iguales, y G. L rectos. y AG
igual a CL. tendremos igualmente dos triángulos AG N y tvlCL. como antes. a su vez de
lttdos )'ángu los ig11a lcs entre sí. T;:1rnbié11. c11 cuc.1nto JJartcs de <tqué llos. los (triá11g11los)
DHN y MEK son iguales, porque H y K son á ngulos rectos. y DNli . Kl\1E iguale s, y
los lados OH. EK, que; son los res tos de los cuaclmnles, son igua les: ele lo que se sigue
lo m is mo que dij imos.
IX
Ta111bih1 en los triángulos isósceles esféricos, los ángulos que están en la base son
iguales entre sí.
Sea el lriángulo ABC, cuyos dos lados AB y AC sean
A
iguales. Ali rmo que Larnbién los ángulos que es1án junio
a Ja base, e l ABC y el ACB son iguales.
Desde e l vér1 ice A, desc ie nda un círcu lo máximo,
AD, que con e a Ja base fo nnanclo á ngulos recios, es10
es, 1razaclo por Jos polos [ele Ja base]. En consecuencia ,
en Jos d os lriángu los ABD y ADC, el lacio BA es igual al
lado AC, y el AD com1í n a ambos, y los á ngu los e n D
recios: es paien1e, por Ja demos1 r11ción amerio r, que los
D ~ngu los ABC y ACB son igua les. Que es lo que había
B e que demosl rar.
POR ISl'-1A
De aquí se sigue: e l arco 1ra2ado por e l vértice de un triá ngu lo isósceles fonnando á n-
gulos recios en Ja base, corlará en dos a Ja base y a l ángulo comprendido por los lados
iguales, y viceversa: Jo que cons1a por ésla y por Ja precede/lle demos1ración.
Dos 1riá11g11los cualesquiera, que 1e11ga11 los lados de 11110 iguales a los lados del otro,
1e11drá11 f(Jmbié11 los tí11g11los iguales entre sí.
En efec10, puesto que, e n cada tri¡í ngu lo, Jos tres segmen1os de círcu los máximos
co nstitu yen pinímides. que tienen las cúspides en el cemro de Ja esfera, y como bases
Jos triángulos planos, que eslán conlenidos por las líneas rectas que s ubtienden [cuer-
das] a los arcos de Jos lriángu los convexos. Y aquellas pirám ides son semejantes e igua -
les por Ja definición de figuras sólidas semejames e iguales, y Ja razón de semejanza ra-
dica en que tienen Jos ángulos tomados e n cualquier orden igual uno a otro de cada
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NICOLÁS COPÉRNICO 67
triángulo, luego tendrán esos triángu los los ángulos iguales entre sí. Y especialmente,
los que d efinen más generalmente la si mi litud de figura~. qu ie re n que ellas sean cua-
lcsqu icrt1 que 1cng;1n co11figt1racionc-s scmcj n111c.s, y n cc.1us¡1 de las 1'l'1isn1c.ls co11figura·
cioncs 6.11gt1los iguttlcs c11trc un¡1 }'otra. De lo cual juzgo que está claro que en t111t1 es·
fcr::t. los triángu los ClUC son cqtti látcros entre sí. so11 sc111cjc.1n1cs. del 1tlis1110 inodo que
en los [triángulos) planos.
XI
Todo 1riá11gulo del q11e se co11oce11 dos lados j111110 cou w1 á11g11lo, se co1111ierte en 1111
1riá11g11lo de lados y ángulos couocidos.
Pues si los l;:l dOs tl;:ados fuci-..:t11 igt1alcs. scrá11 iguales los á11gulos c1uc c.slán en In
base; y lrnzando un arco desde el vér1 ice a la base, fo nnando ángulos recios [perpendi -
cu la r], fáci lme nle se hará pa1en1e lo buscado por medio de l corolario TX.
Pero si hubieran sido dados los lados desiguales, como en e l lriángulo ABC. cuyo
ángulo A es dado junio con dos lados, los cuales pueden comprender e l á ngulo dacio o
no comprenderlo . Sean, pues, en prime r lugar, los lados dados AB y AC los que com-
prenden e l á ngulo; y tomando a C como polo, descríbase e l a rco de círculo máximo
DEF, y complé1ense los cuadran1es CAD y CBE,
y prolongado AB , corlará a DE en e l punto F. e
Así, lambién en el iriángulo ADF se conoce e l
lado AD, lo que le falla [complemeniario] al cua -
dran 1e a par1 ir de l AC; y e l á ngulo BAO conoci -
do por lo que le falla a l CAB para va le r dos rec-
tos [s uplementa rio] (pues la razón y la dimensión
A¡-----
enire los á ng ulos es la misma que las que aco111e-
cen en la sección de líneas y planos rec ios); y el
ángulo O es recio. En consecuencia, por e l 1111 F
(teorema) de es1e capfm lo, sem el triángulo AD F
de ángulos y lados conocidos. Y de nuevo, e n e l
1riángulo BEF se ha encontrado e l ángulo F, y el D
E es rec to por la secció n a panir del polo, y iam-
bié n e l lado BF, en e l que iodo ABF excede a AB. Luego, por e l mismo 1eorema, 1am-
bién BEF sem un 1riángulo de lados y á ngu los dados. Oc ahí que paniendo de BE se
conoce BC, res10 del cuadran1e, y a par1ir de EF se conoce e l res10 de OEF complc10,
que es DE, y e s e l ángulo C: y por med io del á ngu lo E BF, e l l\BC, que era e l que se
buscaba, por ser opues1os por e l vénicc.
Si e n lugar de AB se toma CB, que se opone al ángu lo dado, s ucederá lo mismo.
Pues se dan los restos de los cuadrantes AD y BE, y, por la misma argumentación, dos
1riángulos ADF y BEF de ángu los y lados dados, como antes. Por lo cual, el 1riángulo
propuesto ABC se conviene en de lados y ángulos dados: lo que se intentaba.
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68 A HOMBROS DE GIGANTES
XII
Y además. si fueran dados dos á11g11los cualquiera )1111.10 co11 1111 lado, sucederá lo
111is1110.
Pc11t1anccicr1do la estructura de la figuro:• ~111tcrior. se d¡1n c11 el tri:'.ingulo ABC dos án-
gulos, e l ACil y e l BAC. con e l lado AC. que es adyaccnlc a uno y olro á ngulo. Adcm(is.
e si uno de los ángulos dados fucrc1 recto~ habría po-
d ido consegu irse lodo lo demás. deduciéndo lo se-
gún el cuarto lcorcrna prcccdc11tc. Pero q11crc1nos
que ésle sea d islinlo . que no sean recios. En conse-
c uenc ia. será AD el resto del cuadranle CAD
A [complernenlario], y e l á ngulo BAO lo que le folia
a l IlAC para dos recios (sup lememario]. y el O rec-
io. En consecuenc ia, en el lri;\ngu lo AFD. por el
F cuarlo teorema de este capítu lo, se conocen los án-
gu los con los lados. Pero, por el ángu lo dado C se
conoce e l arco DE y el resto EF, y el BEF es recio,
y el á ngulo F es común a uno y 01ro lriángulo. Se
D
conocen, pues, por e l cua r10 1eorema de esle capí-
tulo, BE y FB, por medio de los cuales consia rán los otros lados AB y BC, los buscados .
Además, si uno de los ángulos ciados fuera opu es10 al lado conoc ido, por ejemp lo, si
se da el ángulo ABC en lugar del ACB, permaneciendo igual lo demás, 1ambién cons1ará
lo m ismo por la a nlerior demos1mci6n, tocio e l triángulo ADF con los ángulos y lados da-
dos, y, en particular, e l lriángulo semejanie BEF, ya que, a causa del ángu lo F común a
uno y 01ro, y e l EBF que es opues10 por e l vén ice al dado, y el E que es recto, se de-
111ues1r:i, como en los precedenies, que se conocen rnmbién wdos s us lados; de lo que se
deduce Jo m ismo que d ijimos. Esián, pues, codas escas cosas ligadas por un nexo siempre
111111110 y pcrpc1uo, como corresponde a Ja forma de l globo.
X II I
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NICOLÁS COPÉRNICO 69
mos del sigu ie nle modo. Pues, siendo una sub1ensn [cuerda] la línea recia BC. tendre-
mos el lriáng ulo reclilíneo BEC de lados conocidos. por estar dados sus arcos; tam bién
pt:1st1rá t:t ser de á11gl1los c.011ocidos )' tcndrc111os e l ángulo BEC busc:¡1do. cslo es, el e.se
férico IlAC. y los demás por lo prccedenlc.
S i el triángt1lo fucr.1 csc.alcno. e.orno c11 ltt segunda figurt1. es c laro que l<ts 1t1 il;1dcs
de ltts Jí11ct1s rectas que cstá11 bt:tjo sus <:treos dobles no se toce:111 en absol11to. Puesto que.
si e l tirco AC fuera mayor que e l AB. siendo Cf' la mitad
de la s ublensa a l doble del arco AC. caerá más a bajo; pero B
si es rt1cnor. c;,1crá 111::ls ttrribn. c11 cut1nto t1c.c1ccc que t¡-tlcs
1í11e.:1s csté11 tltás ccrc~tnc.1s o 1nás alcj;,1dc-1s del cc111 ro . ¡Jor In
proposición XV del libro 111 el<: Euc lides. Enlonces. hágase
f'G pamlda a BE. que corla rá a 130. secc ión común de los
c írculos. e n el punlo G. y únanse CG. En consecuenc ia, es
c laro que e l á ngu lo EFG es recio, y lo mismo su igua l
AEB, y e l EFC (siendo CF la milad de la sublensa [cuerda]
a l dob le de AC) 1a111 bién es recio. En consecuencia, CFG
será el á ngu lo de la sección de los c írculos AB, AC, que
iambién e nconlraremos. Pues DF es a FG, como DE a EB ,
pues son semeja ntes los lriángulos DFG y DEB . Pero la
m isma rai,ón liene 1a mbién DG con respec10 a DB , luego D
1ambién se conocerá DG e n las un idades de las que DC
vale 100.000. Pero como e l ángulo GDC es dado por el a rco BC, luego, por el segundo
1eore ma de los 1riá ngulos pl anos, se conoce 1mnbién e l lado GC en las mismas unidades
que los res1an1es lados de l 1riángulo plano G FC.
En consecuencia, por e l úhimo 1eo re ma de los 1riángulos planos, tendremos el á n-
gu lo G FC, es10 es, el á ngulo esférico BAC buscado, y de ahí ob1endremos los dem,\s
por e l undécimo 1corcma ele los 1riá ngulos esféricos.
X IV
Si dado 1111 arr:o de 1111 círculo, se corta de llll ma11era que cada 11110 de los segme111os es
mtmor q11e 1111 semicírculo, yJttera dada la razó11 de la mirad de la s11bte11sa {cuerda j al
doble de 1111 segme1110 con respecto a la mitad de la s11bte11sa al doble del otro, se co-
11ocerá11 wmbié11 los arcos de ta les segme11tos.
Dese, pues, e l a rco ABC a lrededor d el centro D,
q ue se corla de tal modo e n el punlo B que sus scg-
mcnlos sean menores que un semicírcul o, y habien-
do sido 1amb ié n dada de a lgún modo en long i1ud la
n1zón de la milad de la sub1ensa a l doble de AB con
respeclo a la m i1ad de la sub1e nsa al doble de BC. Y CfL'--j~f---:::::::;;;?\A
afirmo que los arcos AB y BC son dados.
Sub1ié ndase, pues, la recia AC, que corle al diá-
metro e n el punlo E, y desde los extremos A, C, cai-
gan perpendiculares a d ic ho difüne1ro , q ue sean AF
y CG, las cuales 1endr:ín que ser las mitades (de lns
cuerdas ( al doble lde los arcos) AB y BC.
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70 A HOMBROS DE GIGANTES
En consecuencia. en los triángulos rectángulos AEF y CEG los ángulos que tienen
el vértice e n E son iguales, y los m is mos triángulos, por ser equiángu los y semejantes.
tie nen pro porc ionales los lados que se oponen a los ángulos iguales. como AF es a CG.
así AE es EC. En consecue nc ia. habiendo sido dadas por estos cálculos AF o CG. por
los mismos tendremos AE y EC: de donde se dará por los mismos cálculos toda la
AEC. Pero se conoce la línea que s ubtiende al arco ABC. e n las mi smas unidades de la
que parte del centro
, [rad io] DEB. en las que también se conoce AK. la mitad ele AC. y
el resto EK. Unans<: DA y DK. qu.: también s.:rán dadas en las mismas unidades que
DB. como Ja m itad de Ja [cuerda] que subticnd<: al scgm.:nto restant<: [suplementario)
cleA13C e n d semicírcu lo. comprendido bajo el •Íngulo DAK. y. e n consecuencia. el án·
gulo ADK es dado . como comprendiendo Ja mitad del arco Al3C. Pero dados también
los lados del triángu lo EDK y d ángulo recto EKD. se conocerá también EDK. y de a hí
todo el ángulo EDA que comprende el arco Al3. con lo que constará t<lmbién el res ta n·
te CB: de lo cual se cspemba Ja dcmostmción.
XV
Dados lodos los á11g11los de u111riá11g11lo, si11ser11i11gu110 recio, se co11oce11 lados los
lados.
Sea el triángulo A BC del que se conocen
todos los á ngulos, pero ninguno de el los es rec-
G to. Alirrn o que se dan también todos los lados .
En efecto, de uno de los ángulos, corno A,
descienda AD por los polos del arco BC, que
cortará a BC formando á ngulos rectos, y la mis-
ma AD caerá demro del triá ngulo, a no ser que
uno de los á ngulos de la base, el B o e l C, fuese
obtuso y el otro agudo: si sucediera e sto, habría
que bajar el a rco desde el propio ángulo obtuso
hasta la base. En consecuencia, completados los
B cuadrantes BAF, CAG y DAE, y haciendo de
c'---_i_--~
D polos B, C, trácense Jos arcos EF y EG. En con-
secuenc ia, serán rectos los ángulos F y G.
Por lo tanto. e n los triángulos que tienen un
ángulo recto, la proporción será: Ja mitad [de la
cuerda] que subtiende a AE es a la m itad del
doble de EF, como la mitad del diámetro de Ja
esfera es a b mitad de b que subtiende a l doble
del á ngu lo EAF. Del mismo modo, en e l trián·
gulo AEG, q ue tiene en G un ángulo recto, la
m itad de la que subtiende al doble de AE es a
la m itad de la q ue subt iende al doble de EG,
tendr;í la m isma razón que la m itad del d ifüne-
tro de la esfera a la mitad de la que subtiende al
doble de EAG. En consecuencia, por la m isma
B razón. la mitad de la que subtie nde a l doble de
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NICOLÁS COPÉRNICO 71
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LIBRO SEGUNDO
Habiendo expuesto e n síntesis los tres mov im ientos de la Tie rra, po r med io de los cua -
les prometimos demostrar todas las apariencias de los astros, haremos de nuevo esto
mismo exa minándo los por parres, uno a uno, e in vestigando segú n nuestras p rop ias po-
si bilidades. Empezaremos, pues, por e l cambio más conocido de todos, el del tiempo
diurno y nocturno, a l cua l dijimos que los griegos lla maban wx~hjµepov y que adm i-
timos como apropiado a l g lo bo terrestre de manera toral y directa, puesto que de é l s ur-
gen Jos meses, Jos a ílos y demás medidas del tiempo con numerosos nombres, como re -
sultado de un cálculo a partir de Ja unidad. Diremos, pues, pocas cosas acerca de Ja
desigualdad de los días y las noches, de l nacim ie nto y la puesta del So l, de las parres
del zodíaco y de los signos, y de las consecuencias de este género de revolución. Sobre
todo, porque muc hos ya ha n escri to con suficiente profusión acerca de estos asuntos,
respecto a Jos c ua les tenemos la misma o pinió n y concordmnos. Y no tiene impo rtancia
alguna el que si e llos lo dem uestran por medio de la quietud de la Tierra y la rotación
del uni verso, noso tros, partie ndo de concepción opuesta, alcancemos el mismo fin, por-
que cosas rccÍJlroc:is concucrda.1l i11\1crsa111c1ltc c111rc sí. N o 0 111itirc1nos 1 si1t c111 bargo,
nada que sea imprescind ible.
Nadie se a dm ire, pues, si habla mos del orto y ocaso del Sol y de las estrellas, y de
otras cosas semejantes a éstas, sino sepa que nosotros hablamos con un lenguaje habi-
tual, el cual puede ser comp re nd ido por todos, teniendo siempre, sin embargo, en la
mente que: «Para nosotros, transportados por la Tierra, transitan e l Sol y la Luna, y
vue lve e l turno de las estrellas y de nuevo retroceden».
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NICOLÁS COPÉRNICO 73
que es1á al norte trópico del solstic io de verano. y al otro. al que está al sur, brumal, se-
gún se expuso antes en la resu mida descripción de los movim ien los terrestres.
Después sigue el llamado ho rizonte. al que los lat inos llamaron límite (pues nos se-
para la parte visible del mundo de la que nos est;í ocu lta). en el que parecen salir todos
los astros q ue se ponen. que tiene su centro en la super ficie de Ja Tierra y su polo junto
a nuestro vértice. Pero puesto que la ncrr.i no se puede compar.ir con la inmensidad del
c iclo. y sobre todo porque ni siquiera la d istancia entre el Sol y la Luna (según nuestra
hi pótesis) puede discernirse con respecto a la magn itud del ciclo. el círculo horizonte
parece cortar el ciclo c11 clos partes co1110 por el centro del inundo. según dcn1ostnu11os
al principio. Pero. en c uanto el horizonte es obl ic uo con respecto al círcu lo equ inocc ial.
toca también a dos círcu los para l.:los a ambas partes de él. es decir. d que está al norte.
el de las estrel las visibks. el que está al sur el de las oculws. l lamados por Proclo y los
griegos. :•quél ártico. éste ~int•1rt ico~ y éstos. scgú11 la oblict1ida<I del horizo 11tc, o sea. In
elevación del polo equinoccial, s.: hacen mayores o m.:nores. 1
Queda el meridiano que pasa por los polos del horizonte y por los del ecuador. y
que, por tanto, es perpendicu lar a ambos círcu los; cuando el Sol lo alcanza señala el
mediodía y la medianoche. Pero estos dos círculos que tienen el centro en la superlicie
de la Tierra (me reliero al horizonle y al meridiano) siguen el movimiento de la Tierra,
seg1ín nuestro punio de m ira. Pues el ojo loma siempre el papel de centro de la es íera de
todo lo visible que le rodea. Además, tocios los círculos tomados en la T ierra producen
en el cielo sus imágenes y las de los círculos semej antes a ellos, como se demuestm en
cosmografía y en lo relativo a las d imensio nes de la T ierra. Y éstos son los círculos que
tienen nombres propios, pud iendo designarse los demás de inlinitas maneras .
l. Es decir. l::i n1agnitud del circulo de las eslrellas siempre visibles v;tria invers::imente con l::i oblict1idad
del h orizonte~· dirccta1ncnlc con la elevación de los polos del ccu~1 dor.
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74 A HOMBROS DE GIGANTES
Preparado así este instrumento, co nviene trazar la línea del meridiano en e l pavimen-
to. extendido en e l plano del horizonte y debidamente igualado por medio de un hidros-
copio o un corobantc, par« c1uc 110 se inc.Jinc l1acia parte algl1nt1. Así pues, descri to tin
círculo en é.stc. se erige tin gno111on en st1 centro. )1 obscr\·¡111do u11 poco tintes del mcdio-
dítt. scñ¡:1larc1l1os dónde toc.n la cxtrc111idacl ele ltl so111 bn.1 ¡1 l;.1 circun fcrcncin del círc ulo.
Actu aremos de igual ma nera después del mediodía, y cortaremos en dos el a rco del círcu-
lo que está entre las dos señales anotada s. De este modo . la línea recta trazada desde e l
centro a través del punto de la sección, nos mostrará infaliblemente la dirección meridio-
nal y la septentriona l. Sobre ésta (línea] como base. se levanta e l plano del instrumcnio y
se fija en posición perpendic ular. vuelto e l centro [del cuadranie) hacia el sur, desde e l cuni
una línea C(Ut: descienda cxacta1·11cntc co11vcrgc co11 ltl línca 111cridic111a en á11g11lo recio. Oc
este modos<: consigue q ue la superficit: del instrumento conte nga el círcu lo mt:rid iano .
A pan ir dt: ;.1quí. en los d ías dt: vt:rano y en t:I so lsticio de invierno hay q ue obs~rvar
las sombras del Sol, cayt:ndo por el centro [del cuadrantt:] a trJvés de aquel índice o ci-
lindro (seña la ndo en c ualquier parle j unto al arco del cuadrante, con lo que e l lugar de
la sombra se consigne con seguridad) y anotaremos lo más cuidadosamente posible el
punto medio de la sombra e n grados y m inulos. Si hic iéramos eslo, e l arco que se e n-
cue ntre e ntre dos sombras señaladas, la de invierno y la de verano, nos mos1rará la dis-
tancia entre los trópicos y la oblicu idad lOlal de la eclíplica.' Si tomamos la mitad de
este arco, tendremos cuánto dis1an los lrópicos del ecuador, y quedará claro cuán gran-
de es e l á ngu lo de inclinación del ecuador con respecto a l círculo de la eclíplica.
En consecuencia, P1olomeo cons ideró este intervalo, que está e n1re los ya señalados
lími1es, el boreal y el austral, de IIIL grados, XLII minutos, XL segundos, de los que el
círculo tiene CCCLX, además de lo que ya aparece observado por Hiparco y Eratóste -
nes antes que él: XI partes ele las q ue lodo un c írculo lendría XVIIC; y, por tanto, la mi-
tad que es de XXIII grados, LI m inutos, XX segundos, de los cuales el círcu lo tiene
CCC LX grados, demuestro plcnmncn1e la d is ta ncia de los 1róp icos a l círculo ecumo -
ria l, y el ángu lo de secció n con la cclíp1ica. Pensó, pues, Pro lomco que era así invaria-
blcmcn1c y que así permanecería siempre. Pero desde aquel tiempo hasta noso1ros se ha
encon1r:1do que éstos han decrecido com inuamcmc. En e fecto, se ha descubierto ahora
por nosotros, y por a lgu nos otros coetá neos nuestros, q ue la dista ncia e ntre los trópicos
no es más de XLVI grados y aprox imadmnentc LVII I minulos, y el á ngu lo de sección
de XX!ll grados, XXIX m inu tos, de modo que se pone de mani fiesto ya suficie nie-
menre que la oblicuidad de la ec líptica es móvi l; acerca de lo cua l mostr:1remos más
adelallle la conjemr:1 bastante probable de que nunca fue mayor de XXIII grados, Lll
mimnos, y nu nca scr:l menor de XX III grados, XXVIII m inulos.
1. Con10 la <li s1ancin entre el Sol y la Tierra es in11>erce1>tible en cornparnción con el radio (le l:t esfera de
las estrellas tijas. el centro del cuadrante puede ser conlado romo el centro de la. esfera de la.s esttcllas fija.<>.
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NICOLÁS COPÉRNICO 75
E11 consccuc11ci~1. a lo que dccí¡11nos con respecto t.11 horizo11tc. que en él n:.1cc11 )1 111 t1c·
ren las partes del mundo, añadimos que e l cielo eslá dividido e n dos por e l círculo me-
ridiano, el cual, e n e l espacio de XXH ll horas, a traviesa lanlo a la ec líplica como al
ecuador y d ivide las circunferencias cor1ándolas en la intersecció n de p rima\•era o de
otoño , y a la vez queda divid ida su c ircun ferencia, interceptada por aquéllos [círculos].
S iendo todos círculos máximos, consl ituyen un lriángu lo esférico recu'ingulo; porque
constituye un ángu lo recio aquel donde e l meridiano co rta a l ecuador trazados por los
po los, segtí n se definió. Así pues, e l arco del meridiano o de cualquier círculo que pasa
por los po los, así intercepiado, se denom ina la declinación de un segmento de l z,odíaco.
En cambio, el arco correspondiente a parti r del círculo de ecuador se llama ascensión
recta, que se establece conjuntamente con e l arco simi la r del zodíaco.
Todo es10 se demuestm fáci lme nte mediante un triá ngulo convexo. Sea ABCD un
círculo que pasa a la vez por los polos del ecuador
F
y del zodí¡1co, al que 111t1chos de11or11i1·l a 11 coluro.
sea AEC la mirnd de la cclíp1ica. BED la miiad de l
ecuador, el equinoccio de prim avcm cs1é en el pun-
10 E, e l so lstic io de verano en el A, e l solsticio de
invierno en e l C. Tó mese F como polo del movi- D
miento d iario y sobre la cc líp1ica un arco EG de
XXX grados por ejemp lo , al que corla un cuadran-
le de círculo FGH. En1onces, es eviclenle que en el
lriángulo EGH se conoce un lado, EG, de XXX
grados, con el ángu lo GEH, q ue según la máxima
dec linación AB 1endrla un mínimo de XX III gra-
dos, XXV III minu tos, sie ndo CCCLX igual a cumro rectos, y el ángulo GHE es recio.
En consecue ncia, por el cuano teorema de los triángulos esféricos, e l triángu lo
EG H será ele ángulos y lados conocidos. Sin duda se demos1ró que la cuerda del do ble
de EG es a la cuerda del doble de G H, como el do ble de la cuerda de AGE, o sea, del
d iáme1ro de la es fera, es a la cuerda del doble de AB ; es1ando sus semicuerdas e n la
misma proporción. En consecuencia, la semicuerda del doble de AGE es la dislancia
desde el centro [radio] igual a e [100.000] un idades, y la sem icue rda del doble de AB
de 39.822 de las mismas unidades, y la de l do ble de EG de 50.000 un idades; y si cua-
lro números son proporcionales, el produc10 de los medios es igual al produc to de los
exlremos, por tanto tend remos que la m itad de la cuerda del doble del arco G H ser:í de
19.91 l unidades, y el arco G H, según las tablas, será de XI grados, XX IX minutos, co-
rrespond iente a la declinación del segme nto EG . Por lo tanto, 1ambié n e n el triángu lo
AFG se dan los lados: FG es igual a LXXVUJ grados, XXXI minutos, y AG de LX de
los m ismos grados, como lo que queda ele un cuadran1e, y e l ángulo FAG es recio; lo
mismo ocu rrirá con las cuerdas del doble de los arcos FG, AG, FGH y BH, o sea. serán
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76 A HOMBROS DE GIGANTES
proporcionales a sus semicucrdas. Como de éstas, tres son conocidas, tambié n seco-
nocerá la cuarta BH , igu al a LXII grados, VI minutos, que es la ascensión recta a par-
tir del solstic io de verano. o HE ig ual a XXVII grados, Lllll minutos. ascensión recta
desde e l equinoccio de primavera. De igual modo. part ie ndo de los lados dados FG de
LXXVHI gmdos, XXXI mi nutos. y AF de LXHll grados. XXX minutos, y del cua-
drrmlc del círcu lo . tendremos el ángulo AGF. de LXIX grados. XX!ll mi nutos y medio
aproximadamente. igual a su opuesto por el vértice MGE. Procederemos en los demtís
casos como en es te ejemplo.
No con\•icnc ignore-ir qt1c el círculo 1ncridiano corla en á11gulos rectos a la cc líptict1. en
los puntos en los que la eclíptka toca a los trópicos; pues entonces la corla pasm1do por los
polos, como d ij imos. Pero en los pu nios cqu inoccialcs f0 111111 un :íngu lo menor q ue un rcc -
10 . debido a la inc linac ión de la ecl íptica dcsvi:'indo-
K se del {tngu lo recto. si<>ndo s u valor de LXVI gmdos.
XXXTI minutos. Ha y q ue advertirqut:a arcos iguales
de la eclíptica, tomados a pa rtir de los puntos del
D
equinoccio o de l solsticio, se siguen á ngulos y lados
F e iguales de los triángulos. De este modo, si describi -
A mos e l a rco equinoccial ABC y el de la eclíptica
M
DBE, que se cortan e n el punto B, donde está el equi-
noccio, y si toma mos los arcos FB y BG igu ales, y si
trazamos por e l po lo del movimiento diario, que es
K, dos cuadrantes de c írculo KFL y HGM , tendre -
mos dos triángulos FLB y BMG , c uyos lados BF y
H BG son igua les y tambié n son iguales los á ngulos
opuestos por el vértice B, y los á ngulos e n L y 1'1 son
rectos: e n consecuencia, por e l sexto teorema de los triá ngu los esféricos, se demuestra que
son de lados y ángu los iguales. Así, son ig11alcs las dcc li nac io11cs FL y iv1G, las asccrlsio·
ncs rectas LB y BM. y el ángulo restante F con e l que queda G.
Del m ismo modo quedará patente supo nie ndo
D a rcos iguales a part ir de un pu11to trópico [so lsticio),
tal como AB y BC, si fueran iguales sus disrnncias al
pu11to de contacto B en el tró pico. Pues, trazando
desde D, polo del círcu lo ecuatorial, los cuadra11tcs
Di\, DB, serian scmeja11tes los triángulos J\BD y
DBC, cuyas bases AB y BC son iguales, e l lado BD
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NICOLÁS COPÉRNICO 77
Tabla de dec/i1racio11es
·ª-
.$
Dec/inncio11es
<;
¡.;¡
• • • • • •
o 24 o 31 1l 50 11 61 20 23 20
2 o 48 32 12 11 12 62 20 35 21
3 12 33 12 32 12 63 20 47 21
4 36 2 34 12 52 13 64 20 58 21
5 2 o 2 35 13 12 13 65 21 9 21
6 2 23 2 36 13 32 14 66 21 20 22
7 2 47 3 37 13 52 14 67 21 30 22
8 3 11 3 38 14 12 14 68 21 40 22
9 3 35 4 39 14 31 14 69 21 49 22
JO 3 58 4 40 14 50 14 70 21 58 22
11 4 22 4 41 15 9 15 71 22 7 22
12 4 45 4 42 15 27 15 72 22 15 23
13 5 9 5 43 15 46 16 73 22 23 23
14 5 32 5 44 16 4 16 74 22 30 23
15 5 55 5 45 16 22 16 75 22 37 23
16 6 19 6 46 16 39 17 76 22 44 23
17 6 41 6 47 16 56 17 77 22 50 23
18 7 4 7 48 17 13 17 78 22 55 23
19 7 27 7 49 17 30 18 79 23 24
20 7 49 8 50 17 46 18 80 23 5 24
21 8 12 8 51 18 18 81 23 10 24
22 8 34 8 52 18 17 18 82 23 13 24
23 8 57 9 53 18 32 19 83 23 17 24
24 9 19 9 54 18 47 19 84 23 20 24
25 9 41 9 55 19 2 19 85 23 22 24
26 10 3 10 56 19 16 19 86 23 24 24
27 JO 25 10 57 19 30 20 87 23 26 24
28 10 46 10 58 19 .i4 20 88 23 27 24
29 11 8 10 59 19 57 20 89 23 28 24
30 11 29 11 60 20 JO 20 90 23 28 24
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78 A HOMBROS DE GIGANTES
o 55 o 31 28 54 4 61 52 51 4
2 so o 32 29 51 4 2 59 54 4
3 2 45 o 33 30 50 4 63 60 57 4
4 3 40 o 34 31 46 4 64 62 o 4
5 4 35 o 35 32 45 4 65 63 3 4
6 5 30 o 36 33 43 5 66 64 6 3
7 6 25 37 34 41 5 67 65 9 3
8 7 20 38 35 40 5 68 66 13 3
9 8 15 39 36 38 5 69 67 17 3
10 9 11 40 37 37 5 70 68 21 3
11 JO 6 41 38 36 5 71 69 25 3
12 11 o 2 42 39 35 5 72 70 29 3
13 11 57 2 43 40 34 5 73 71 33 3
14 12 52 2 44 41 33 6 74 72 38 2
15 13 48 2 45 42 31 6 75 73 43 2
16 14 43 2 46 43 31 6 76 74 47 2
17 15 39 2 47 44 32 5 77 75 52 2
18 16 34 3 48 45 32 5 78 76 57 2
19 17 31 3 49 46 32 5 79 78 2 2
20 18 27 3 50 47 33 5 80 79 7 2
21 19 23 3 51 48 34 5 81 80 12
22 20 19 3 52 49 35 5 82 81 17
23 21 15 3 53 50 36 5 83 82 22
24 22 10 4 54 51 37 5 84 83 27
25 23 9 4 55 52 38 4 85 84 33
26 24 6 4 56 53 41 4 86 85 38 o
27 25 3 4 57 54 43 4 87 86 43 o
28 26 o 4 58 55 45 4 88 87 48 o
29 26 57 4 59 56 46 4 89 88 54 o
30 27 54 4 60 57 48 4 90 90 o o
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NICOLÁS COPÉRNICO 79
o o o o o o
66 32 24 31 69 35 21 61 78 7 12
2 66 33 24 32 69 48 21 62 78 29 12
3 66 34 24 33 70 o 20 63 78 51 1l
4 66 35 24 34 70 13 20 64 79 14 11
5 66 37 24 35 40 26 20 65 79 36 11
6 66 39 24 36 70 39 20 66 79 59 10
7 66 42 24 37 70 53 20 67 80 22 10
8 66 44 24 38 71 7 19 68 80 45 10
9 66 47 24 39 71 22 19 69 81 9 9
JO 66 51 24 40 71 36 19 70 81 33 9
11 66 55 24 41 71 52 19 71 81 58 8
12 66 59 24 42 72 8 18 72 82 22 8
13 67 4 23 43 72 24 18 73 82 46 7
14 67 10 23 44 72 39 18 74 83 11 7
15 67 15 23 45 72 55 17 75 83 35 6
16 67 21 23 46 73 11 17 76 84 o 6
17 67 27 23 47 73 28 17 77 84 25 6
18 67 34 23 48 73 47 17 78 84 50 5
19 67 41 23 49 74 6 16 79 85 15 5
20 67 49 23 50 74 24 16 80 85 40 4
21 67 56 23 51 74 42 16 81 86 5 4
22 68 4 22 52 75 15 82 86 30 3
23 68 13 22 53 75 21 15 83 86 55 3
24 68 22 22 54 75 40 15 84 87 3 3
25 68 32 22 55 76 14 85 87 53 2
26 68 41 22 56 76 21 14 86 88 17 2
27 68 51 22 57 76 42 14 87 88 41
28 69 2 21 58 77 3 13 88 89 6
29 69 13 21 59 77 24 13 89 89 33 o
30 169 24 21 60 77 ~5 13 90 90 o o
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80 A HOMBROS DE GIGANTES
bio de oblicuidJd de la eclíptica, camb iar todo lo que sigue a esa mi sma oblicu idad .
Ademñs en la ascensió n recta en gran medida se encuentra la misma diferenc ia, puesto
c1uc no excede una déc.i111:.1 p;1rtc de tin so lo <<tic1npo>>: )' que c11 el c.spncio de u11a hor;:t
rcnl iza sólo la centésima qui ncuagésima parte (11150] de un «tiempo» . Los antiguos
l la111:.1ron. <<tic1ll))O>> <1 lt1s 1>nrtcs del ccut1dor. que se origin:1n j l1n to co11 lt1s p<1rtcs de la
eclíptica. CCCLX partes de uno y otra constitu yen un círculo. según hemos dicho va-
rias ,·cccs; ]Je.ro . p•trit disti11guirlas. la 111ayoría lll.1111aron grt:idos a lc.1s 1>artcs de la cclípp
tica y «tiempos» a las del ecuado r. lo que nosotros im it;ircmos en el re sto de la obra.
At1nc1uc cs1~·1s clifcrc11cias so11 t;.111 pcc1uciias. q11c con r.:tz.ón 1>11cdcn 111cnos1>rccit1rsc. si11
embargo no es molesto aplicarlas también en esta [labia].
Se han expuesto los datos respecto a la oblicuidad mínima de la eclíptica . datos que
:lll nquc pan:zcan ser sufi cientes. a nosotros no s parecen muy escasos. A part ir de aquí
pueden ap lica rse las tablas a cu:1l qu ier otra obl ic uidad de la eclíptica, s i en razón de la
(liferc11cia c11tre l:1 1ní11i111é.1 y lc=t 11l,Íx i111 :-l ob li cuid;1d de la ~clíplicc=t se discierne e111rc las
pa rtes semeja n1es en cada caso. Por ejemplo, si con una oblicuidad de XXIO grados ,
XXXH O minutos. quisiera conocer qué decli nación debe tener una distancia de XXX
grados de la eclíptica , tomados a parti r del ecuador, e ncuentro e n Ja tabla [de dec lina-
ciones] XI grados, X XIX m inutos, y en [la columna de] diferencias XI minutos, que se
añaden al 101a l en el ca so de la má xima oblic uidad de la ecl íptica, que era. co mo hemos
dicho, de XX111 grados , Lll m inutos. Pero ya se ha seña lado que Ja oblic uidad es de
XX lll grados. XXXllll m in utos, luego diré que es VI m inu tos mayor que la oblicuidad
mínima, o sea, Ja cuarta pa rte de XXIV m inutos e n Jos que excede la máxima oblicui-
dad. Esla ndo en una proporcio nalidad semej ante lfl minutos a XI , los cuales cuando los
ha ya sumado a los XI grados , XXIX m inutos, 1endré XI grados, XXX II minutos, con
Jos que se obtendra e n1onces la decl inació n ele los XXX grados de la eclíptica tomados
desde el ecuador. Del m ismo modo convendrá hacer con re speclo a los ángu los y a las
ascc11sio11cs rccLas, excepto que sicn1prc convic11c añadir [In difcrc11cia] a éstas, rcs1nr·
Ja s iempre a aqué llo s (ángulos merid ianos], para que se proceda más correctamente con
relación al liempo.
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NICOLÁS COPÉRNICO 81
El círcu lo del horizon1e de Ja e sfera recia es uno, y 01ro d iferente es el ele la esfera obli-
cua. En cfcc10, se lla ma horizonre de la esfera recta aquel con respec10 al cual se levan-
1a perpendicularmeme e l ecuador, o que pasa por los polos del círculo equinoccial. Por
e l co111rario, llamamos horizonte de esfera oblicua aquel con respec10 a l cual se inclina el
círculo de l ecuador. Por lo tanto, en el hori20111e recto iodos los asiros salen y se ponen
)' Jos días se producen siempre iguales a las noches. Pues el horizonre corra por la mi-
lad todos Jos parale los descritos en el movimiento d iario, esto es, pasa por sus polos, y
all í sucede lo que ya exp licamos acerca de Jos meridianos. Pero aquí tomamos el día
desde la salida del Sol hasla e l ocaso, no desde la luz hasla las tinieblas como e ntiende
e l vulgo, esto es, desde el amanecer hasta la primera antorcha, acerca de lo cual dare -
mos muchas explicac iones con respecto al orto y ocaso de los signos [del zodíaco].
Por el contrario , donde e l eje de la Tierra es perpendicu lar al horizonte, nada sale ni
se pone, sino que e n s u giro todos los astros q ue se mueven es1:ín siempre vis ibles o
siempre ocullos, a no ser por e l efeclo de otro movimiento, como es e l anual alrededor
del Sol: de donde se sigue que e l día durn allí continuamente dur:mte seis meses, la no-
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82 A HOMBROS DE GIGANTES
che el resto del año, y no ven otra separación que la del invierno y verano, puesto que
el círcu lo ecuatorial coincide all í con el horizonte.
Po r otrtt p~1rtc. en ltt esfera oblict1a sttl c 11 y se ponen cicrtc:ts cstrcl lns, o tras cstñn
siempre visibles o siempre ocultas: mientras tanto los d ías y las noc hes se hacen desi-
guales. Donde el horizonte que es ob li cuo toca dos círculos paralelos según la medida
de su inclinación. uno de ellos. el que está j un to al polo vis ible, del imita el ámb ito de
los ast ros visibles. y por el contrario, el que está ju nto al polo que no se ve. delimita lo
que siempre está oculto. Por lo tanto, al incid ir el horizonte entre estos lím ites a lo lar-
go de su latitud total. corta en dos partes a lodos los paralelos en arcos desiguales. ex-
cepto al ecuador. que es el mayor de los pim:ilclos. y Jos círcu los máximos S<: corlan en-
tre sí en dos partes . Así pues. el horizonte ob li cuo divide, en el hem isferio superior
junto al polo vis ible, arcos de p11111lclos mayores que los del lado del polo oculto. el
austral. y lo inverso acontece en el hem isferio oculto . En Jos cuales. el Sol. visible a
causa del movimiento diario. produce la disparidad de los dfos y las noches.
H ay también d iferencias entre las sombras del mediodía. por las que unas [gentes] se
l laman periscios, o tros anfi scios, o tros heteroscios .
Pcriscios son aquellos a los que podernos llamar «circu mum bráti lcs», porque d istr i-
buyen la sombm del Sol en todo su alrededor. Y son aquellos cuyo vértice o polo del
horizonte dista menos, o no más, del po lo de la Tierra que el lró pico del ecu ador. Pues,
allí. los paralelos a los que toca el horizonte. existiendo corno límites entre las estrellas
siempre visibles y las que están siempre oculins. son mayores que los 1rópicos o igua-
les. Y por m1110. el Sol es1ival que bri lla entre las est rellas siempre visib les proyecta en
ese tiempo las so mbras del g nomon en tocias las d irecciones. En camb io, cuando el
horizonte toca los trópicos, ellos mismos se convierlen en lím ites en1re las es1 rellas
siempre visib les y las que están siempre ocu ltas. Po r lo cual, en vez de ser mediano-
che, el So l en el so lsticio aparece corno roznndo In Tierra. en este ¡>reciso mo mento
iodo el círculo de la ec líptica co incide con el horizonte y al instante seis signos surgen
si multáneamente y ot ros tantos se ponen por el lado contrnrio. y el po lo de In eclíptica
coinc ide con el po lo del horizonte.
Anllsc ios, los que envían las sombras de l mediodía a una y 01111 parte. so n los que
habitan ent re uno y o tro 1rópico, espacio al q ue los antiguos llaman zona media; y pues-
10 que el círcu lo de la eclípt ica incide dos veces direc1amente sobre toda aquella región,
segú n se demuestm en el segundo teorema de los Plrae110111e11a de Euclides, all í mismo
desaparecen las sombras de los gnomon dos veces, y al pasar el Sol de una a otra parte,
los gnomon envían la sombra a veces hacia Ja zona austral, a veces hacia la boreal.
L os demás, que habitamos entre és1os y aquéllos, somos heteroscios, porque sólo
enviamos sombras al med iodía hacia una parte, que es el norte.
L os matemálicos ant iguos acostumbraron a dividir el orbe de Ja Tierra en siete cli-
mas, así Meroe, Siena, Alejandría, Rodas, H elesponto, por la milad del Ponto, D niéper,
Bizancio y los demás, por cada paralelo, según la diferencia y exceso de los días más
largos, también segú n la longitud de las sombras, q ue a mediodía o bservaron co n gno-
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NICOLÁS COPÉRNICO 83
mo n e n los d ías de equinoccio y en los o tros cam bios del Sol, y sobre todo según Ja ele-
vación del polo o la latitud de cada clima. Estas cosas han cambiado en parte con el
tic1n¡)o, l11ás adelante no son las 1nis1ll'-lS c1uc fucro11 untes. <.t C·ttllStl (co1110 hcn1os dicl10)
de la mudable o blicuidad de la eclíptica que los antiguos desconocieron: o sea. para de-
cirlo con Tll tl)'Or corrección. a c-a usa de la \r;:i_riablc i11cli n¡1ció11 del círculo ccut1to rit1I res·
pecto del plano de la ec líptica, de lo que aquellas dependen . Pero las e levaciones del
po lo. o sea. las lat itu des de los lugares. y las sombras equ inocciales coinciden con las
que se encuentran anotadas desde la antigiiedad: lo cual era preciso que s ueedicrn.
puesto que el ecuador sigue al polo del g lo bo terrestre. Por lodo esto, aquellos climas
110 se dcsig11a11 ni dcl'i11cn con s11ficicnlc CX'-tclitucl por dclcrn1i11aclos ca111bios de. los
dítas )' de las so111 bn1s. sino 111iís corrcct:.tn1cntc por sus dislci11c ias al cc11ador. c1uc sic111·
pre pcr111a11cccn i11\1arit1blcs. Pero ;:1qucl c<1111bio en los trÓJ)icos. a1111 sit:11do lllU)' poco
co11sidc.rab le. t1d111 itc cr1 lt)S lugarc-s ni st1r u11a vari'1ciór1 i>c<¡ueii'1 de los días )' de las
so1,1br<'1S, y se h~tce 111ás evidcnle en los tlt•c se dirigen al 11or1c.
En lo que c oncierne a las sombras de los gnomo n, es patente que para cualq uier
a ltitud determinada del So l, se percibi rá una long itu d de la sombra, y viceversa . Así,
si AB íuera un gnomon que arroja la som bra BC. y
como el indicador es perpend ic ular con respecto al
A
plano de l horizonte, es necesario que e l ángulo ABC
sea siempre recto, por deíinic ió n de las líneas perpen-
d icu la res al plano. Por Jo cua l, si se traza AC, ten-
dremos el triángul o rectángu lo ABC, y para una a lt i-
tu d determinada del So l tendremos dado el ángulo
ACB . Y por e l primer teorema de los triángu los p la-
nos, estará dada la razón del g nomon AB a su sombra
BC, y también la lo ngitud de BC. Por el contrario, da-
dos AB y BC, también consmrá, po r el tercer teo rcnrn
de los triá ngu los planos, e l ángu lo ACB y la elevació n
del Sol que proyecta aquella som bra segíin la hora.
Por eso, los anciguos, e n la descripción de aquellos IJ e
c limas clel g lo bo de la Tierra, les as ig na ron las lo ng i-
cudes de cada u na de las sombras de mediodía, unas veces e n Jos equ inoccios, otras
c 11 uno lJ o tro de los solstic ios.
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84 A HOMBROS DE GIGANTES
En consecuencia, sea Al3CD e l meridiano del orbe y 13ED el semic írculo del hori -
zonte en e l hemisferio oriental, AEC el semicírculo del ecuador, cuyo polo boreal sea E
Tomada la sal ida del Sol con la entrada del verano (solsticio) en e l punto G. descríbasc
el a rco FGH de un círculo m;íximo. Así pues . puesto que la movilidad ele la esfera te-
rrestre se produce alrededor del po lo F del ecuador. es preciso que los puntos G. H.
concuerden con el meridiano ABCD. puesto que los paralelos cstñn a lrededor de los
m is mos polos. a través de los cuales los círculos m;í-
ximos intcrccp1an arcos semcj m1lcs en aquellos [para-
le los). Por t;mto. e l mismo tiempo que hay desde la
F
sal ida del Sol. en G. hasta mediodía. dclim ila lam -
bién el a rco AEH. y al CM parte res1an1e subterránea
D del sem icírcu lo desde med ianoche a la sa lida del
B
So l. Hay, pues. un sem ic írculo AEC. c uyos cuaclr..m-
tcs del círculo son AE y EC, parliendo del m ismo
E
polo de Al3CD; por lo tan to, EH será la m itad de la
di ferenc ia entre e l día más largo y el equinoccial, y
EG la la titud entre la salida del Sol en el equinoccio
y en el so lsticio. Por consig uiente, en el triángulo
EGH. el ángulo GEH, de la oblicuidad de la esfera,
es determinado por medio del arco AB, y siendo recto el ángulo GHE. dándose el lado
GH por la d istancia entre el trópico de verano y e l ecuador, los restantes lados se darán
también por e l cuarto 1eorema de los triángu los esféricos: EH la mitad de la di fe rencia
en1re el día más largo y el equinoccial, y GE la latitud de la salida del Sol. E incluso si
con e l lado G H hubiern sido ciado el lado EH , la miwd de la diferencia en tre el día más
largo y el equ inoccio, o e l lado EG, se da en E el ángulo de inclinación de la esfera, y
de a hí FD elevación del polo sobre el hori zonte.
Si no se to ma el 1rópico, sino cualqu ie r o tro pumo Gen la ec líptica, no menos que-
darían c laros los arcos EG y EH. Puesto que, según la 1abla de decl inacio nes expuesta
más arriba, q ueda determinado el arco GH de decli nac ión, e l cual corresponde a l m is-
mo grado de la eclíptica, y las demás partes ele la demos1rac ió n quedan c laros por el
111is1110 sistcrna.
De donde se sigue que los grados de la ecllptica que equidistan del trópico corran
los m is mos a rcos del horizomc, desde la salida del So l en el equinoccio y has1a e l m is-
mo núme ro de grados, y producen las magnitudes de los d ías y de las noches sucesiva-
meme igua les; esto es, porque el paralelo coincide e n esos grados con la ec líptica, sien-
do igual la decli nación para Jos mismos grados. Pero, tomando a una y otra parte de la
sección equinoccial arcos iguales, resu ltan a su vez latitudes de la salida del So l igua-
les, pero e n diversas direcciones, y magnitudes inversas de los días y las noc hes, porque
describ ir:ín por ambas partes arcos iguales de los paralelos, en la medida que los mis-
mos puntos, equidistantes del ecuador, tienen igua les dec linaciones desde e l c írculo
equinoccia l.
Descríbanse, pues, en la m isma figura, los arcos de los paralelos GJ\1 y KN_. que
corten a l horizonte BED en los puntos G, K, y también LKO, c uadrante del circulo má-
ximo que pasa por el polo sur L. Así pues, ya que la decli nación HG es igual a la decli-
nación KO, se tendr:ín dos tri:íngulos DFG y BLK, en los que dos lados de uno son
iguales a dos lados de l otro. FG es igual a LK. y las e levaciones del polo FO y LB , y los
ángu los en By D son rectos. En consecuencia, los terceros lados DG y BK son iguales.
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NICOLÁS COPÉRNICO 85
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86 A HOMBROS DE GIGANTES
1 o 36 o 37 o 39 o 40 o 42 o 44
2 12 15 18 21 1 24 1 27
3 48 53 57 2 2 2 6 2 11
4 2 24 2 30 2 36 2 42 2 48 2 55
5 3 1 3 8 3 15 3 23 3 31 3 39
6 3 37 3 46 3 55 4 4 4 13 4 23
7 4 14 4 24 .¡ 34 4 45 4 56 5 7
8 4 51 5 2 5 14 5 26 5 39 5 52
9 5 28 5 54 6 8 6 22 6 22 6 36
10 6 5 6 20 6 35 6 50 7 6 7 22
11 6 42 6 59 7 15 7 32 7 49 8 7
12 7 20 7 38 7 56 8 15 8 34 8 53
13 7 58 8 18 8 37 8 58 9 18 9 39
14 8 37 8 58 9 19 9 41 10 3 10 26
15 9 16 9 38 10 1 10 25 10 49 11 14
16 9 55 LO 19 10 44 11 9 11 35 12 2
17 10 35 11 11 27 11 54 12 22 12 50
18 lI 16 11 -13 12 11 12 40 13 9 13 39
19 11 56 12 25 12 55 13 26 13 57 14 29
20 12 38 13 9 13 40 14 13 14 46 15 20
21 13 20 13 53 14 26 IS o 15 36 16 12
22 14 3 14 37 15 13 15 49 16 27 17 5
23 14 47 15 23 16 o 16 38 17 17 17 58
24 15 31 16 9 16 48 17 29 18 1o 18 52
25 16 16 16 56 17 38 18 20 19 3 19 48
26 17 2 17 45 18 28 19 12 19 58 20 45
27 17 50 18 34 19 19 20 6 20 54 21 44
28 18 38 19 24 20 12 21 21 51 22 43
29 19 27 20 16 21 6 21 57 22 50 23 45
30 20 18 21 9 22 22 55 23 51 24 48
31 21 10 22 3 22 58 23 55 24 53 25 53
32 22 3 22 59 23 56 24 56 25 57 27 o
33 22 57 23 54 24 19 25 59 27 3 28 9
34 23 55 24 56 25 59 27 4 28 10 29 21
35 21 53 25 57 27 3 28 10 29 21 30 35
36 25 53 27 o 28 9 29 21 30 35 31 52
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NICOLÁS COPÉRNICO 87
( conti1111ación)
J o 45 o 47 o 49 o 50 o 52 o 54
2 1 3J J 34 J 37 1 4J J 44 1 48
3 2 J6 2 2J 2 26 2 3J 2 37 2 42
4 3 3 8 3 J5 3 22 3 29 3 37
5 3 47 3 55 4 4 4 13 4 22 4 3J
6 4 33 4 43 4 53 5 4 5 15 5 26
7 5 J9 5 30 5 42 5 55 6 8 6 2J
8 6 5 6 J8 6 32 6 46 7 J 7 J6
9 6 5J 7 6 7 22 7 38 7 55 8 J2
JO 7 38 7 55 8 J3 8 30 & 49 9 8
11 8 25 8 44 9 3 9 23 9 44 10 5
12 9 J3 9 34 9 55 10 J6 JO 39 11 2
13 Jo 1 JO 24 10 46 1J 10 11 35 12 o
14 JO 50 JJ J4 1J 39 12 5 J2 3J 12 58
15 JJ 39 J2 5 12 32 13 o 13 28 13 58
16 J2 29 12 57 13 26 13 55 J4 26 14 58
17 J3 J9 13 49 14 20 14 52 J5 25 15 59
18 J4 10 14 42 15 15 15 49 16 24 17
19 J5 2 15 36 16 JJ J6 48 J7 25 18 4
20 15 55 16 31 17 8 17 47 J8 27 19 8
21 J6 ·19 17 27 18 7 18 47 J9 30 20 13
22 J7 44 18 24 19 6 J9 49 20 34 2J 20
23 J8 39 19 22 20 6 20 52 2J 39 22 28
24 19 36 20 21 21 8 21 56 22 46 23 38
25 20 34 21 21 22 1J 23 2 23 55 24 50
26 2J 34 22 24 23 J6 24 10 25 5 26 3
27 22 35 23 28 24 22 25 19 26 17 27 18
28 23 37 24 33 25 30 26 30 27 3J 28 36
29 24 4J 25 40 26 40 27 43 28 48 29 57
30 25 47 26 49 27 52 28 59 30 7 3J 19
3J 26 55 28 o 29 7 30 J7 3J 29 32 45
32 28 5 29 13 30 54 31 31 32 54 34 14
33 29 J8 30 29 31 44 33 34 22 35 47
34 30 32 3J 48 33 6 34 27 35 54 37 24
35 31 5J 33 10 34 33 35 59 37 30 39 5
36 33 J2 34 35 36 2 37 34 39 10 40 5J
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88 A HOMBROS DE GIGANTES
(co111imwció11)
1 o 56 o 58 o 1 2 1 4 7
2 1 52 1 56 2 o 2 4 2 9 2 13
3 2 48 2 54 3 o 3 7 3 13 3 20
4 3 M 3 52 4 4 9 4 IS 4 27
5 4 41 4 51 5 5 12 5 23 5 35
6 5 37 5 50 6 2 6 15 6 28 6 42
7 6 34 6 49 7 3 7 18 7 34 7 50
8 7 32 7 48 8 5 8 22 8 40 8 59
9 8 30 8 48 9 7 9 26 9 47 10 8
10 9 28 9 48 10 9 10 31 10 54 11 18
l1 10 27 10 49 11 13 11 37 12 2 12 28
12 11 26 11 51 12 16 12 43 13 11 13 39
13 12 26 12 53 13 21 13 50 14 20 14 51
14 13 27 13 56 14 26 14 58 15 30 16 5
15 14 28 15 o 15 32 16 7 16 42 17 19
16 15 31 16 5 16 40 17 16 17 54 18 34
17 16 34 17 10 17 48 18 27 19 8 19 51
18 17 38 18 17 18 58 15 40 20 23 21 9
19 18 44 19 25 20 9 20 53 21 40 22 29
20 19 50 20 35 21 21 22 8 22 58 23 51
21 20 59 21 46 22 34 23 25 24 18 25 14
22 22 8 22 58 23 50 24 44 25 40 26 40
23 23 19 24 12 25 7 26 5 27 5 28 8
24 24 32 ?"
-~ 28 26 26 27 27 28 31 29 38
25 25 47 26 46 27 4S 28 52 30 o 31 12
26 27 3 28 6 29 11 30 20 31 32 32 48
27 28 22 29 29 30 38 31 51 33 7 34 28
28 29 44 30 54 32 7 33 25 34 46 36 12
29 31 8 32 22 33 40 35 2 36 28 38 o
30 32 35 33 53 35 16 36 43 38 15 39 53
31 34 5 35 28 36 56 38 29 40 7 41 52
32 35 38 37 7 38 40 40 19 42 .¡ 43 57
33 37 16 38 50 40 30 42 15 44 8 46 9
34 38 58 40 39 42 25 44 18 46 20 48 31
35 40 46 42 33 4! 27 46 23 48 36 51 3
36 42 39 44 33 46 36 48 47 51 11 53 47
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NICOLÁS COPÉRNICO 89
( conti1111ación)
J 1 9 J 12 J J4 17 1 20 23
2 2 JS 2 23 2 28 2 34 2 39 2 45
3 3 27 3 35 3 43 3 5J 3 59 8
4 4 37 4 47 4 57 5 8 5 19 5 31
5 5 47 5 50 6 J2 6 26 6 40 6 55
6 6 57 7 12 7 27 7 44 8 1 8 J9
7 8 7 8 25 8 43 9 2 9 23 9 44
8 9 J8 9 38 JO o 10 22 10 45 11 9
9 JO 30 10 53 JJ J7 11 42 12 8 J2 35
JO J1 42 J2 8 J2 35 13 3 13 32 14 3
11 J2 55 J 3 24 13 53 14 24 14 57 15 31
12 J4 9 J4 40 15 13 15 47 16 23 17 o
13 J5 24 15 58 16 34 17 IJ 17 50 18 _,_
"?
14 J6 40 J7 J7 17 56 18 37 19 19 20 4
15 J7 57 J8 39 19 19 20 4 20 50 21 38
16 J9 16 19 59 20 44 2J 32 22 22 23 15
17 20 36 21 22 22 11 23 2 23 56 24 53
18 21 57 22 47 23 39 24 34 25 33 26 34
19 23 20 24 J4 25 JO 26 9 21 11 28 17
20 24 45 25 42 26 43 27 46 28 53 30 4
21 26 J2 27 14 28 18 29 26 30 37 31 54
22 27 42 28 47 29 56 31 8 32 25 33 47
23 29 J4 30 23 31 37 32 54 34 J7 35 45
24 31 4 32 3 33 21 34 44 36 13 37 48
25 32 26 33 46 35 10 36 39 38 14 39 59
26 34 8 35 32 37 2 38 38 40 20 42 10
27 35 53 37 23 39 o 40 42 42 33 44 32
28 37 43 39 19 41 2 42 53 44 53 47 2
29 39 37 4J 21 43 12 45 J2 47 21 49 44
30 41 37 43 29 45 29 47 39 50 ;,_
-? 37
3J 43 44 45 44 47 54 50 J6 52 53 55 48
32 45 57 48 8 50 30 53 7 56 1 59 19
33 48 J9 50 44 53 20 56 J3 59 28 63 21
34 50 54 53 30 56 20 59 42 63 3J 68 11
35 53 40 56 34 59 58 63 40 68 18 74 32
36 56 42 59 59 63 47 68 26 74 36 90 o
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90 A HOMBROS DE GIGANTES
(co111imwció11)
26 29 32 36 40 44
2 2 52 2 58 3 5 3 12 3 20 3 28
3 4 17 4 27 4 38 4 49 s o 5 12
4 5 44 5 57 6 11 6 25 6 41 6 57
5 7 11 7 27 7 44 8 3 8 22 8 43
6 8 38 8 58 9 19 9 41 10 4 10 29
7 10 6 10 29 10 54 11 20 11 47 12 17
8 11 35 12 1 12 30 13 o 13 32 14 5
9 13 4 13 35 14 7 14 41 15 17 IS 55
10 14 35 15 9 15 45 16 23 17 4 17 47
11 16 7 16 45 17 25 18 8 18 53 19 41
12 17 40 18 22 19 6 19 53 20 43 21 36
13 19 15 20 20 50 21 41 22 36 23 34
14 20 52 21 42 22 35 23 31 24 31 .,-_, 35
1 s 22 30 23 24 24 22 25 23 26 29 27 39
16 24 10 25 9 26 12 27 19 28 30 29 47
17 25 53 26 57 28 5 29 18 30 35 31 59
18 27 39 28 48 30 31 20 32 44 34 19
19 29 27 30 41 32 1 33 26 34 58 36 37
20 31 19 32 39 34 5 35 37 37 17 39 5
21 33 15 34 41 36 14 37 54 39 42 41 40
22 35 14 36 48 38 28 40 17 42 15 44 25
23 37 19 39 o 40 49 42 47 44 57 47 20
24 39 29 41 18 43 17 45 26 47 49 50 27
25 41 45 43 44 45 54 48 16 50 54 53 52
26 44 9 46 18 48 41 51 19 54 16 57 39
27 46 41 49 4 51 41 54 38 58 o 61 57
28 49 24 ,_
-., l 54 58 58 19 62 14 67 4
29 52 20 55 16 58 36 62 31 67 18 73 46
30 55 32 58 52 62 45 67 31 73 55 90 o
31 59 6 62 58 67 42 74 4 90 o
32 63 10 67 53 74 12 90 o
33 68 74 19 90 o
34 74 33 90 o
35 90 o
36
Lo c1uc ~lc¡u í falla pertenece a a(1uellos (astros] que ni 11accn 11i se ponc11.
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NICOLÁS COPÉRNICO 91
consta de dos razones: es decir, de la cuerda del doble de PL a la cuerda del doble de Ar,
esto es , PK es a KE, y de la cuerda del doble de Al3 a la cuerda del doble de DL, esto es,
como EK es a KN. por lo tanto EK es asumido (lomado como lénnino medio] entre FK
y KN. También de la misma manera 13E es a EN secolllpone de la razón BE es a EK y de
KE es a EN. tal como de modo más detallado demuestra Ptolomeo por medi o de los seg-
111cnlos esféricos.
Así esti mo que se determi na no só lo la des igua ldad de los días y de las noches, s ino
también la de la Luna y la de las estrellas . y la de cualquiera cuya dtic li nación d e los pa-
ralelos descritos por ellos en el lllov imiento diurno hubiera sido dada, y diferenciaría
los segmentos que están en la parle s uperior de la Tierra [hemisferio norte) de los que
e stán en la parte in ferior, por lo qut: fílcil mcnlc podría entenderse el nacim iento y oca-
so de aquéllos (astros).
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92 A HOMBROS DE GIGANTES
Así pues. expuestas la magnitud y la d iferencia de las noches y de los d ías. sigue e n el
correspondie nte orden la exposición de las ascensiones obl icuas jumo con sus «tie m-
pos» [divisio nes de tiempo], a las que llamaré «dodecatemorfas•>. esto es, partes duo-
décimas del zodíaco, o de cualquier otro arco del m ismo que se tome: no hab ie ndo
otras diferenc ias en tre la ascensión recta y la oblicua que las que expusimos sobre el
día equ inoccial y e l contrario. Por otra parte, las duodéci mas partes, tomando prestados
los nombres de seres vivos que son los nombres de las estre ll as fijas, se ll amaron Aries ,
Tauro, Gém inis, Cáncer y las demás, sigu ie ndo el orden a partir del equ inocc io de pri-
111a\'era.
Po r lo 1anto, se repi te para mayor evidencia el círculo meridiano ABCD , con e l se-
micírcu lo ecuato rial AEC y el del horizonte BED, q ue se cortan en e l punto E, tóme-
se e l equi noccio e n H, por el cual e l c írcu lo FH I de
la eclíptica con a al horizonte en L, a través de esta
A----~ intersecc ión desde el polo K del ecuador desciende
K el c uadr-Jnte del círcu lo m áximo KLM. Así pues.
aparece que. con el arco de la eclíptica HL, se le-
o vanta e l a rco equinoccial HE: pero en Ja esférn recta
B ascendía aque l arco junto co n e l HEM . La diferen-
cia entre estas nsccnsio11cs es EM, la cual }'ª dc111os·
tramos que es Ja diferenc ia part ida por dos e ntre el
día equinoccial y su contrario: pero lo que se aíladía
en la dec linación boreal, aquí se qui ta. y a su vez se
af1adc c11 u11a :lscc11si611 recta aus1ral para \'Ol\'Crsc
o bl icua. Y cuantas veces aparezca cualqu ier signo o
cua lqu ier arco de Ja eclíptica, q uedar:\ de mani l1esto por las ascensiones, numeradas
desde el princ ipio hasta el 11nal.
De todo e llo se sigue que habiendo sido dado algún grado de la eclíptica q ue se le-
vanta, tomado desde el ecuador, se da ta mbién e l que está en mitad del c ie lo . Po r lo tan-
to, habiendo sido dada la declinac ió n L del grado que nace, con respecto a la d is tancia
HL de l ecuador, también se conoce HEl\1 la ascensión recta y todo AHEM el arco de la
mi tad de un día. En consecuencia, el arco restante AH es conocido, que es la ascensión
recta del arco FH, el cual también se conoce po r la tabla o porque en AFH se conoce el
ángulo de la intersección AH F, el lado AH y e l ángulo FAH que es recto. Y así, todo
el arco FHL de la eclíptica se da entre el grndo del orto y el grado que d ivide por la mi-
tad al cie lo .
Y viceversa, si e l grado que mide por la mitad al cielo hubie1~1 sido dado primero
como e l arco FH, conoceríamos también el grado de l o rto; pues se conocerá la decli-
nación AF y e l a rco AFB por el á ngu lo de declinación de Ja esfera. y e l arco restan te
FB. Ahora bien, en el triángu lo BFL es conocido por Jo a nterio r e l ángulo BFL, el lado
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NICOLÁS COPÉRNICO 93
FB y el ángulo FBL es recto; Juego se da el lado buscado FHL. O de o tra ma nera, como
deduciremos más abajo.
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94 A HOMBROS DE GIGANTES
7'abla <le las asc(~11sio11es de los sig11os e1t la revol11ció1i ele 11110 esfe1n rectcl
6 5 30 o 55 6 185 30 o 55
y
ARIES
J2 JI o o 55 J2 J9 1 o o 55
LIBRA
J8 J6 34 o 56 J8 196 34 o 56
24 22 JO o 56 24 202 JO o 56
30 27 54 o 57 30 207 54 o 57
'?) 6 33 43 o 58 6 2 13 43 o 58
TAURO ESCORPIO
J2 39 35 o 59 J2 2 J9 35 o 59
J8 45 32 o J8 225 32 o
24 5J 37 24 23 1 37
30 57 48 2 30 237 48 2
u: 6 64 6 3 6 244 6 3
GÉMINIS SAG ITARIO
J2 70 29 4 J2 250 29 4
J8 76 57 5 J8 256 57 5
24 83 27 5 24 263 27 J 5
30 90 o 5 30 270 o 5
6 96 33 5 6 276 33 5
Ci\NCER CAPRICORNIO
J2 J03 3 5 J2 283 3 5
J8 J09 3J 5 J8 289 3J 5
24 115 54 4 24 295 54 4
30 122 J2 3 30 302 J2 3
6 128 23 2 6 308 23 2
LEO ACUARIO
J2 134 28 J2 314 28
JS 140 25 o J8 320 25 o
24 J46 17 o 59 24 326 J7 o 59
30 152 6 o 58 30 332 6 o 58
n:p 6 157 50 o 57 X 6 337 50 o 57
VIRGO PISCIS
J2 J63 26 o 56 12 343 26 o 56
J8 169 o o 56 JS 349 () o 56
24 174 30 o 55 24 354 30 o 55
30 JSO o o 55 30 360 o o 55
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NICOLÁS COPÉRNICO 95
6 334 320 3 6 2 50 2 32 2 12 49
y
12 7 10 6 44 6 15 5 44 5 8 4 27 3 40
18 10 50 10 10 9 27 8 39 7 47 6 44 5 34
24 14 32 13 39 12 43 11 40 10 28 9 7 7 32
30 18 26 17 21 16 11 14 51 13 26 JI 40 <) 40
6 22 30 21 12 19 46 18 14 16 25 14 22 11 57
12 26 39 25 1o 23 32 21 42 19 38 17 13 14 23
18 31 o 29 20 27 29 25 24 23 2 20 17 17 2
24 35 38 33 47 31 43 29 25 26 47 23 42 20 2
30 40 30 38 30 36 15 33 41 30 49 27 26 23 22
n 6 45 39 43 31 41 7 38 23 35 15 31 34 27 7
12 51 8 48 52 46 20 43 27 40 8 36 13 31 26
18 56 56 54 35 51 56 48 56 45 28 41 22 36 20
24 63 o 60 36 47 54 54 49 51 15 47 41 49
30 69 25 66 59 64 16 61 10 57 34 53 28 48 2
6 76 6 73 42 71 O 67 SS 64 21 60 7 54 55
12 83 2 80 41 78 2 75 2 7 1 34 67 28 62 26
18 90 JO 87 54 85 22 82 29 79 10 75 15 70 28
24 97 27 95 19 92 55 90 11 87 3 83 22 78 55
30 104 54 102 54 100 39 98 5 13 13 91 50 87 46
6 112 24 11 0 33 108 30 106 11 103 33 100 28 96 48
12 Jl9 56 11 8 16 Jl6 25 Jl4 20 1JI 58 109 13 105 58
18 127 29 126 o 124 23 122 32 120 28 118 3 115 13
24 135 4 133 46 132 21 130 48 128 59 126 56 124 31
30 142 38 14 1 33 140 23 139 3 137 38 135 52 133 52
6 150 11 149 19 148 23 147 20 146 8 144 47 143 12
12 157 4 1 157 156 19 155 29 154 38 153 36 153 24
18 165 7 1 6~ 40 164 12 163 4 1 163 5 162 24 162 47
24 172 34 172 21 172 6 17 1 5 1 171 33 171 12 170 49
30 180 o 180 o 180 o 180 o 180 o 180 o 180 o
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96 A HOMBROS DE GIGANTES
(co111im wció11)
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NICOLÁS COPÉRNICO 97
Sig. o o o o • o o o
º Sig.
o 27 32 24 32 21 32 18 32 15 32 12 32 9 32 30
y 6 27 37 24 36 21 36 18 36 15 35 12 35 9 35 24
12 27 49 24 49 21 .is 1s 47 15 45 12 43 9 41 18
18 28 13 25 9 22 6 19 3 15 59 12 56 9 53 12
24 28 45 25 40 22 34 19 29 16 23 13 18 10 3 6 X
30 29 27 26 15 23 11 20 5 16 56 13 45 10 31 30
6 30 19 27 9 23 59 20 48 17 35 14 20 11 2 24
12 31 21 28 9 24 56 21 41 18 23 15 3 11 40 18
18
24
32
34
35
5
29
30
20
43
26
27
3 22
23 24
43
2
19 21
20 41
15
16
56
59
12
13
26
20
12
6 - -
30 35 40 32 17 28 52 25 26 21 52 18 14 14 26 30
n 6 37 29 34 30 37 27 5 23 11 19 <12 15 48 24
12 39 32 36 4 32 32 28 56 25 15 21 25 17 23 18
18 41 44 38 14 34 41 31 3 27 18 23 25 19 16 12
24 44 8 40 32 37 2 33 22 29 35 25 37 2 1 26 6 ;o
30 46 41 43 11 39 33 35 53 32 5 28 6 23 52 30
6 49 18 45 51 42 15 38 35 34 44 30 50 26 36 24
3 48 34 45 o 41 8 37 55 33 43 29 34 18
18 54 44 51 20 47 48 44 13 40 31 36 40 32 39 12
24 57 30 54 5 50 38 47 6 43 33 39 43 35 50 6 /
30 60 4 56 42 53 22 49 54 .t6 21 42 43 38 56 30
6 62 40 59 27 56 o 52 34 49 9 45 37 41 57 24
12 64 59 61 44 58 _,, :>:>
?" -- 7 5 1 46 48 19 44 48 18
18 67 7 63 56 60 20 57 26 54 6 50 47 47 24 12
24 68 59 65 52 62 42 59 30 56 17 53 7 49 47 6 m.
30 70 38 67 27 64 18 61 17 58 9 54 58 52 38 30
6 72 0686365 51 62 46 59 37 56 27 53 16 24
12 73 4 70 2 66 59 63 56 60 53 57 50 54 46 18
18 73 51 70 50 67 49 64 48 61 46 58 45 55 44 12
24 74 19 71 20 68 20 65 19 62 IS 59 17 56 16 6
30 74 28 71 28 68 28 65 28 62 28 59 29 56 28 o
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98 A HOMBROS DE GIGANTES
de AB, como el d iáme tro es a la cuerda del doble de AE, según sucede en los triángu -
los esféricos.
Sobre cstt1s cos,1s t¡ttllbién añttdirc.mos tres cjcrnplos de tablt1s. Ltt pri111crt1 será ILt
de las ascensiones en la esfera recta. tomando e l principio de Aries y el incremento de
las seis p:1rtcs de la eclíptica. L., scgt111dt1 será l:.1 de ILts ascensiones en la csfcrtt obl i-
cua. se procederá de un modo semejante cada seis grados desde el paralelo cuyo polo
tie ne una e levac ión de XXXIX grados. hasta el paralelo que tiene una e levación de
LVII grados. señalando los incrementos medios de Hes en tres gmdos. La restante tra-
la de los tlngu los clcl l1orizontc )' 11roccdc de seis cr1 seis grados bajo las rnis111;:ls siete
columnas. y lodo ello segú n la mínima oblicu idad de la eclípt ica de xxrrr grados.
XXVII I minu tos. con lo que casi se est(i de acue rd o en nuestro siglo.
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NICOLÁS COPÉRNICO 99
eclíptica que está en medio del ciclo, y del ángulo de sección con el meridiano, siendo
el círculo del meridiano uno de los que lmnbién pasan a través del vértice del horizon-
te. Ya prcc.c-dió ltttnbién el rnz.011n11·1icnlo accrc~1 del :l11gulo del orto, CU)'O co111p lc111cn~
tario es aquel al que el cuadrnllle del círculo comprende por el vértice del horizonte con
el o rlo de la eclíptica.
Repetida la figur.i anterio r. queda por tanto examinar
l ~•s secciones 111cdias. es decir. las intcrscccio11cs del ¡:
círculo meridiano con los semicírcu los de la e.e líptica y
del ho rizonte; tómese cualqu ier punto de la eclíplica en-
tre el med iodía y el o rto o el ocaso, por ejemplo sea éste
G. por el cual desde el polo del horizonlc í' descienda el D
cuadnlnl<: del círculo FGM. Po r lo tan lo. en loda esa hora JJ
se conoce AGE, el arco de la cclíp lica enlre el meridiano
y el ho rizonte, y AG por hipó1csis; del m ismo modo,
también se da AF, a causa de ser conocida la all itud me-
ridiana AB con el ángulo meridiano FAG, también se da
FG por lo demos 1rado acerca de los triángu los esféricos,
y el ángulo restante GH , altitud del punto G, con el án-
gu lo FGA: lo que buscábamos.
Todo eso, acerca de Jos ángu los y secciones co n respecto a la eclíptica, lo tomamos
en síntesis de P10Jomeo, refiriéndonos en general a Ja tradició n de los triángulos esféri-
cos. C on Jo que, si alguien quisiera ej erc itarse, podría encontrar por sí mismo muchas
más mediciones útiles además de estas que hemos utilizado como ej emp lo.
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100 A HOMBROS DE GIGANTES
so: e n efecto, no a nticipan [s u ocaso] con la llegada del Sol como acontece con aque llos
planetas [Saturno, Júp iter, Ma rte] , ni son descubiertos con el a lejamiento de éste [el
Sol]. sino que ant ic ip;índose se mezclan con el fulgor del Sol y se des\~meccn. Aque-
llos. al he.leer la salida \'CS)Jcrlina ) 1 tn:Jlul ina no se obscu recen durante algún tic1npo. de
manera que pasan la noche casi con s u propia luz: y éstos (Venus y f'vlcrcurio) se ocul-
tan completamente desde el ocaso hasta el o rto y no pueden ser vistos. Hay también
otra difcrcnciczl, en c.1quéll os el o rto )' el ocaso 111att1t i11os ' 'crdadcros so11 <.111tcriorc.s '-' los
apare ntes. los vespert inos posteriores. además de que por la ma1iana preceden a la sal i-
da del Sol y por la ta rde siguen a su oc-0so. En cambio. en los planetas inferiores. lasa-
l idc.1 111a.1utintl )' vesperti na a1>arcr1lcs son )JOstcrio rcs c1 lt1s vcrdc.1dcrJs. J'cro los c>casos
so11 ¡1111criorcs.
La manern segiín la cual se determ inan [el orto y el ocaso] pued<: comprenderse por
lo que se ha d icho más a rriba a l cxpon<:r la ascensión o blicua de cualqu ier astro que
1c11gc.1 u11;1 J)Os ici6 11 conocida )' e11 co i11cide11c ia con c1ué gr.:tdo de l:a eclíptica s::ale o se
pone; si e ntonces apareciera e l Sol en ese grado o e n su contrario. e l astro realizará en-
tonces un orto o un ocaso matu tino o vesperti no verdadero. De estos se d iferencian los
apare ntes según la c laridad y magnitud de cada estrella, de tal modo que las que brillan
con mayor luz están menos tiempo obscu recidas por los rayos solares que aquellas que
son más oscuras. Y los lím ites de aparición y ocultación se toman en a rcos sub-hori-
zonte de los c írculos que pasan por los po los de l horizonte, entrt: e l mismo horizonte y
el So l. En las estre llas fijas de primera magnitud hay aprox imada mente XII grados [de
límite], para Saturno XI, parn Júpiter X, para Marte XI y medio, para Venus V, para
Mercurio X. Pero en todo [este período], en el que lo q ue queda de lu z d iurna cede
ante la noche, q ue abarca e l c repúscu lo o e l a lba, hay XVIII grados del ya menc iona-
do círculo, y cuando e l Sol ha atravesado tilles grndos, también lfls estrellas meno res
empiezan a aparecer; y precisamente con esta dista ncia, a lgu nos [astróno mos] toman
un paralelo trazado po r debajo del ho rizonte, al c ual, mientras e l Sol lo toca . d icen que
amanece o que term ina la noche. Así pues. sabiendo en qué grado de la eclíptica el as-
tro sale o se pone, y conociendo en el mis mo punto e l á ngu lo de sección de la eclíptica
con el horizo nte, si entonces hubiéramos enco ntrado tam bién entre el grado del o rto y
el Sol, tantos grados de la eclíptica cuántos sean sul'icientes y que conciernen a la pro-
fundidad del Sol en relación a l horizonte, según los lími1es prescritos del astro pro-
pues to, nosotros podremos decir q ue se prod uce su primera salida u ocultac ión. Pero lo
que expusimos en la precedente demostración so bre Ja a ltitud del So l respecto 3 13 Tie-
rra, conviene también en todo su descenso bajo la Tierra y no difiere de 13 otra posición;
de qué modo los (astros] que se ponen en el hemi sferio aparente, nacen en el oculto, y
que so n cosas inversas, es fácil de e nte nder. Acerca del orto y ocaso de los a stros y del
movimiento cotidia no del globo terrestre es s uficiente con lo dicho.
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NICOLÁS COPÉRNICO 1o1
nos matemáticos antiguos juzgaro n que los fenómenos de las estrellas no errantes ante-
ced ía n. corno el principio de este aJ'le, juzgamos que se debía segu ir esta decisión, por-
que entre los principios y las hipótesis hab íamos supucslo que la esfera de bs eslrellas
no c rmnlcs era inmóvil. a lrededor de lal decisión se acumu laban los errores. de lodos
los <.1stros c1uc se 1l1t1c.\ rc11.
Pero que nadie se admire porque hayamos acepiado esle orden. hab ie ndo c.stimado
Plolo meo e n su Almagesto que no podía rc<i li zarsc la explicació n de las eslrcllas lijas.
si anles no precedía n los conocimientos [de las posiciones) sobre el Sol y la Lu na. y por
tanto lo que alnñc a las cslrcllas fijas pensó diferi rlo a aquellos [conocimienlos) ; noso -
tros juzgamos que hay que oponerse a esle ju icio. Porque si entiendes los cálcu los so -
bre los que se deduce el movim ic nto de la Luna y el Sol. la idea qu izá se manlendría.
En cfccto. 1a111bién el gcómclra ~1cnelao dclcnninó muchas cslrellas y sus posic iones
por mcodio de cálcu los sobrco las conjuncio nes lunares. Peoro lo haremos mucho n1<:jor si
co11 l<.t a)1t1cla de i11str\1lllt!1ttos dt:tcr111i na111os cuí1lc111 icr c1stro a tr,1\ 1és de las ¡losicioncs
d iligenlcmente exam inadas del Sol y de la Luna, 1al como mos1rare111os. También nos
parece inútil el intenlo de aquellos que pensaron que pod ía delimitarse la magnillld del
año solar a partir de los equ inoccios o de los sols1 icios, y no a partir de las estrellas li-
jas; en lo cual nunca pudieron estar de acuerdo con nosotros, de 1al manera que e n n in-
guna parle la discrepancia fuera mayor. Esto lo había advertido P1o lo meo, quien ha-
biendo considerado aten la mente e l año solar en su tiempo, no s in sospecha de error que
con el liempo pudiera ma nifes1arse, aconsejó a la posterioridad que se escruiase más
larde la ullerior cer1eza de es1e asun10. Así pues, nos parec ió que es preciso saber, !al
como 111os1rnmos en es1e libro, de qué modo, con la ayuda de ins1rumen1os, se toman
las posiciones del Sol y de la Lu na, es10 es, cuán 10 dis1an de l eq ui noccio primavera l o
de 0 1ros pun1os cardinales del mu ndo, lo que nos proporcionará una serie de comodi -
dades para escru1ar Jos o tros asiros, con lo que inc lu so expondremos la esfera de las es-
lrcllas fijas cn1rc1cjida de cons1elaciones y su rcpresen1ación.
Pero con qué ins1rumen1os se podría tomar la d isrnncia ele Jos irópicos, la oblicui-
dad de la cclíp1ica y la inclinación de la csfern o la al1i1ud del polo de l ecuador, se ex-
puso an1eriormcn1e. De l m ismo modo podemos 1o nrnr cualqu ier 01ra al 1i1uel del So l ele
mediod ía. Cuál sea Ja allitud, segú n su d iferencia con rcspcc10 a la incl inac ión de la es-
fera, nos mosirará cuámo se inclina el Sol a parlir del círcu lo equinoccial, y a 1ravés de
csm declinación, se manifesrnrá la posición del So l a l mediodía, 1omada desde e l equi-
noccio o desde el solsticio. El Sol parece airavcsar nproximadamen1e un solo grado en
e l espacio de XXll ll horas; 11 minu1os y medio pasan por cada hora. De donde, en cual-
quier hora de1crminada se deducirá fáci lmc me su posició n.
Pero para observar la posición de Ja Luna y de las cs1rcllas fijas hay 01 ro ins1rumen-
10, a l que P1olomco llama as1ro la bio . Se fa brican dos órb itas circulares, o sea, Jos már-
genes cuadrilá1eros de las órbi1as, de mi modo que las superfic ies de lados o caras pla-
nos, la cóncava y la convexa, estén orien1adas hacia los úngulos recios, iguales en lodo
y se111ejan1es, que concuerden en magnitud, por supueslo que por un 1amaño demasia-
do peque ño no se hagan menos manejables, 1enie ndo e n cuen1a que la am plillld contri-
buye mejor que la pequeñez para dividirlo en grados. La a nchura y su espesor sean
como m ínimo la 1rigésima parte del d iámetro. Conéctense y pónganse en contacto ,;un-
tos e ntre s í los úngulos rectos, coincidiendo entre sí los cóncavos y los convexos , como
en la redondez de un solo globo. Pero de ellos, uno o btenga e l pueslo de círcu lo de los
s ignos, el 01ro el del que pasa por ambos polos (los llamaré equ inoccial y de la ec lípti-
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102 A HOMBROS DE GIGANTES
ca). Aque l círcu lo de los signos hay que dividirlo en partes iguales, en CCCLX a lo largo
de los lados. según se s uele hacer; los cuales se subdividirán a su vez según la capacidad
del instrumento. Tam bién en el otro c írc ulo (medidos los cuadrantes desde la cdíptica)
señálense los polos de la propia eclíptica. y tomada la distancia desde éstos. según e l mó-
dulo de oblicu idad de la eclíptica. ;u1ótcnse también Jos polos del c írculo ecuato ria l.
D is¡) uc-st;_ts así cst:;ts cos¡1s. prepárense o lrtlS clos órbitas. construidas cxact:;11ncntc por
los mismos polos de la eclíplic;:i. en los cua les se moverán. una exterior y otra interior.
Que éstos tc11gon igl1;_1I grosor c11trc lt.1s dos superficies plant.ts. pero la c111chura de sus c;_1~
ras scí.t sc111cjc1111c il (1quéllos~ colocc1dos de t<1l 111odo que la s111Jcrtic ic có11ca\ a del 111ayor
1
toque la convexa. y la convex idad del menor toque por todas parles la cóncava de la
eclípt ica. de 111odo <(Ut! no se impida su giro. pero que dejen r.íci lmcntt! pasar a la ec líp-
tica con su meridiano. y a la vez libremente entre sí. Pcrfo rarc111os con ha bi lidad estas
órbitas c ircu lar"s en los po los de la eclíptica según su d iáme tro y colocaremos unos cjt!s,
co n los que se conecten y se puedan 111over. Divídase también la ó rbita interior t!n
CCCLX partes iguales, de manera que en cada cuadrante salgan noventa hacia los po los.
Además, en la cavidad de éste ha de ser colocado otro círculo. y este qu into c írculo
susceptib le tamb ién de virar e n el mismo plano. a cuyas superficies planas se lijan unos
ins1rume111os [agujas con pínulas) que tengan posibil idad de pasar de una a otra parte,
de acuerdo con e l diámetro, y reflectores o espej illos, por donde la luz de la estrella
pueda entrar y salir. tal como sucede en las d ioptras, por el mismo diámetro de la órbi-
ta circu lar, a l que también se han de ajustar ciertos resaltes o indicadores de números
para observar las la titudes de l círculo co111 inen1e. Ha de a ñad irse un sex10 círcu lo, que
lo rodee por co mpleto y sostenga e l astrolabio s uspendido e n puntos de sujeción de los
po los ecuatoriales, colocado en alguna columnilla y sos te nido por ella, y levantado per-
pendicu la nnente a l plano del horizonte; ajustados tamb ién los po los según la inc lin:t-
ción de la esfera, de modo que tenga un meridiano similar a l nalllral y con respecto a
éste muévase lo menos posible.
Preparado así el instrumento, cuando queramos saber la posición de alguna estrella.
hacia el atardecer, o sea, cuando el Sol está a p unto de irse, cuando ya tenemos anlc la
vista la Luna, aj ustaremos e l círcu lo exterior al grado de la eclíptica, en el q ue habre-
mos determinado la posic ión del So l en ese tiempo, conocido po r los métodos prece-
demcs, y giraremos Ja sección de las ó rbitas hacia el Sol, hasta q ue cada uno de e llos,
me refiero n In eclíp tica y a aquel círcu lo exterior que pasan través de s us polos. se os-
curezcan a sí mismos. ' Emonces g iramos también el círcu lo interior hacia la Luna, y
pucs1n la mirada en e l plano de e ll a, donde veamos a In Luna bisecada desde el m ismo
plano o desde e l opuesto, a notaremos la situación e n In eclíptica del ins trumento; és1n
será. pu es, la simnción de In Lunn vista según Ja long itud. Porque sin clln no ha bría
modo de captar las posiciones de las e strellas, puesto que entre todas es In única partí-
cipe del día y de la noche. Después, a l llegar la noche, cuando puede ser vista b estre -
lla cuya posic ión buscamos, ajustarem os b órbila exterior a la posición de la Luna, por
la cual, con respecto a la Lu na, colocamos b posición del astrolabio, ta l como hic imos
con el Sol. Entonces viramos también el círcu lo interior hac ia la estrella, hasta que ésta
parezca tomar contacto con la parte p lana de b órbila, y es vista a través de Jos espej i-
llos, que están e n e l pequeño círculo interio r. Y así tendremos averiguada la longillld
con la latitud de la estre lla. l\1ienlras se hace todo esto, examínese con la mirada qué
J. Es decir. h:isln que l:is sombras se cor1:1n como dos rcc1:1s pcrpcndicul:ircs entre sí.
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NICOLÁS COPÉRNICO 103
grado de la ec líptica está en mitad del cielo. y a qué horas se ha llevado a cabo e l expe -
rimento. y que conste e n c la ro.'
Por ejemp lo, Ptolomco. en el a ño segundo del emperador Antonino Pío . en el nove-
no dí:.1 de J>harr11 t1lhl. oct¡t,,.o 1ncs de los egipcios. queriendo obscrv..tr c11 Alcjanclría. J1¡1·
c ia el ocaso del Sol. la posición de la estrella que se llama Basil iscos o Régulo en el pe-
cho de L<:o . dispuesto ya el astro la bio hac ia el ocaso del So l. pasadas c inco horas
cq11i11occia lcs dc-s dc 111cdiodía. c t1c1ndo el Sol se c11c-o ntraba a 111 graclos )' u11a \ c inti· 1
ct1a1 ronvo1 parte ele l'iscis. :.t i lllO\'Cr el círc 11lo inter io r encuentra qt1c Ja Luna si gue des·
pués [está a l este) del S ol a XCII grados y un octavo; por lo q ue a pareció entonces la
posic ió n de la Luna a V gmdos y una sc;xta parte d" Gémi ni s. Y después de media horn.
1. Leyenda:
l . Círetllo a (f¡lves de los polos <le In. eclíptica
2. E.elíptica
3, Círculo exterior
4. Círculo interior
5. Círculo n\e1mr
6. C írculo n1crid i.ino
A y A 1• Jlolos del ecuador
BCC' B' Eje. de la cclfplica
O Zcni1. o pt',lo tlel horiionh:
El ostrolabio cst:í constru ido u imagen del firmamento ptolcmoico. o como un «.uni,·en;o en mini:i1urn».
Cc_)n$iguiente1ni:n1e, el funcionarnicn10 (h:I áslr<>l:ibio es un•1 i1ni1:1ci6n a escala reducid:1de 1:1rt\'Olución t.lc
los c.iclos.
El astrolabio se clispone con el círculo 1Tieridiano (6) fijado en la lfnea meridiana y con los polos nor1e )'
sur del ecuador (1\ y A' ) apuntando h:icia los polos celestes de encima y debajo del horizonte, de manera q ue
el rncridiano no c~1nlbie durante el curso d e 1:1revo lución diaria. Los g r;u.los. de la cclíptic:1 eclcslc están indi-
cados en el círcu lo eclíptico (2), con los sois.licios o equinoccios en las interseccio nes de la cclíp1ic:i (2) y el
círculo ílue 1>:1sa 1>0r los polos de la cclíf>lic;i ( J).
El círculo exterior (3) se h::tcc girar ha.Sltt e l puntt>
de la eclfpli<.•.a donde. se calcula que está el sol. y a
continuación la intersección del círculo exterior)' ASTROLABIO DE COPÉRN ICO
de la eclíptica se hace gir:1r hacia el 1nisn10 Sol.
hasta que c:ub círculo produc..-c u n:1 sombra rccli·
o
línea que corta l>C:Jl>en<liculanl1en1e la 01ra so111-
bra. N)Otá. n nledida que el círculo exterior gira
alre<letlor tlel eje del ecuador hacia e l eje de la
cclíptíc:i. el círculo que p:isa por los polos de la
eclíptica. el círculo irllcrior y el círculo 1ncnor gi-
ran alred edor d el eje del ec-uodor, y o 1nedid:t que
el pQIO de la ecl í1>ticca gin1 alrc<le<lor del polo <lcl
c.cuador dur.:tntc la rc,·o luci6 n diaria; el giro h:tcia
el Sol de la intersl'cciún de a111bos círculos sirve ó 3 1 ..
p:lra dar al giro anual y al giro diario del Sol la
proporción a(lccuatla -.:1 uno respecto <.lcl otro; y la
sombnt cnJcifonnc incJic3 que l:t cclíptié:t cic m :1-
c_lcr::1 ocupa en el ltSlrolubio la J>OSición n.:lutiva
que la ecl íptica celeste ocupa en este nlonlento de
la l'C\'Oluc.i 6n d iaria. El cfrc.u lo inte.rior (4) puede
ser gir:ldo :i.hor:i h:1ci:1l:i Lun:i p:tr:i marcar sobre 1:1
eclíptica la longitud lunar. y el círculo nlcnor (5)
puede ser rotndo en el pin.no del círculo in1erior,
J).ilra n1arc.ar 1~1 latitud lunar en e l c írculo interior
-
t:?raduado. LÍNEA
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104 A HOMBROS DE GIGANTES
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NICOLÁS COPÉRNICO 105
En el extremo de la cola. 53 30 N. 66 o 3
i\I este en 1:1 cola. 55 50 N. 70 o 4
En el comienzo de la cola. 69 20 N. 74 o 4
La que c-stá más al sur en el cu:idrángulo
ni oeste. 83 o N. 75 20 4
La del 111isn10 lado que está 111ás al norte. 87 o N. 77 40 4
La n1ás al sur de las que c.slán en e l ludo
s iguiente. JOO 30 N. 72 40 2
U1 del 111isn10 lado. que es1J:1 n1ns al norte. 109 30 N. 7J 50 2
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106 A HOMBROS DE GIGANTES
(co111imwció11)
DRAGÓN
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NICOLÁS COPÉRNICO 107
( conti1111ación)
CEFEO
En el p ie derecho . 28 40 N. 75 40 4
En el p ie izquierdo. 26 20 N. 64 IS 4
En el lado dc1'Ccho bajo el cinturón. o
40 N. 71 10 4
La que. cst:í por encima del hombro derecho. 340 o N. 69 o 3
L• que toca la ar1iculación derecha de la picn w. 332 40 N. 72 o 4
La del este a ésta, tocando la pierna. 333 20 N. 74 o 4
L• que está en el pecho. 352 o N. 65 30 5
En el brazo izqu ierdo. 1 o N. 62 30 4 lll'lVOI'
' .·
De las tres c1ue e"tán en la ti~utl. hl austral. 339 40 N. 60 15 5
La del medio. 340 40 N. 61 15 4
L• del norte de las tres. 342 20 N. 61 30 5
BOYERO O ARTOPHYLACIS
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108 A HOMBROS DE GIGANTES
(co111imwció11)
EL ARRODILLADO O HÉRCULES
En la cabeza. 221 o N. 37 30 3
En la axila derecha. 207 o N. 43 o 3
En el brozo derecho. 205 o N. 40 10 3
En el coslndo derecho. 201 20 N. 37 10 4
En el hombro izquierdo. 220 o N. 48 o 3
En el brazo izquierdo. 225 20 N. 49 30 4 mayo r
En el costado izquierdo. 231 o N. 42 o 4
Una de las tres que hay en la izquierda. 238 50 N. 52 50 4 mayor
De las dos que quedan. la del norte. 235 o N. 54 o 4 n1ayor
la n1Cls al sur. 234 50 N. 53 o 4
En el lado derecho. 207 10 N. 56 10 3
En el lado izquierdo. 213 30 N. 53 30 4
En lu nalga i1.quicrda. 21 3 20 N. 56 10 5
E11la salida de la 1nisn1a 1>ier11a. 214 30 N. 58 30 5
De lns tres q ue hay en In pierna izquierda. la del oes1e. 217 20 N. 59 50 3
La del esle a ésta. 218 40 N. 60 20 4
La tercer.i del este. 21 9 40 N. 61 15 4
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NICOLÁS COPÉRNICO 10 9
( conti1111ación)
LIR A
CISNE O /\VE
En el pito. 267 50 N. 49 20 3
En la c:ibeza. 272 20 N. 50 30 5
En medio del cuello. 279 20 N. 54 30 4 mayoo·
En el pecho. 29 1 50 N. 56 20 3
L~ que luce en la cola. 302 30 N. 60 o 2
En la articu lación del al:\ derecha. 282 40 N. 64 40 3
De las Lres que hay en la 1>lanta del'echa. la n1ás <.ti sur. 285 50 N. 69 ~o 4
La del medio. 284 30 N. 71 30 4 mayor
La última de las 1rcs y en el exlrcmo del ala. 3 10 o N. 74 o 4 n1ayor
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11 o A HOMBROS DE GIGANTES
(co111imwció11)
En Ja cabeza. 1 N.
JO 45 20 4
En el pecho. 4 N.
10 46 45 3 mayor
En el cinturón. 6 N.
20 47 50 4
So bre Ja s illa. junto a las piernas. 10 o N. 49 o 3 mayor
Junto n las rodillas . 13 40 N. 45 30 3
En Ja pierna. 20 20 N. 47 45 4
En el extremo del pie. 355 o N. 48 20 4
En el brazo izquierdo. 8 o N. 44 20 4
En el cúbico izquierdo. 7 40 N. 45 o s
En el cúbito derecho. 357 40 N. 50 o 6
En el pie de la si lla. 8 20 N. 52 40 4
En medio del respaldo. 1 JO N. 51 40 3 n1cnor
En el extremo. 27 10 N. 51 40 6
13 estrellas, de las que hay 4 de 3.' magnitud. 6 de 4.', 1 de 5.', 2 de 6.' .
PERSEO
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NICOLÁS COPÉRNICO 111
( conti1111ación)
En la rodifüt derechn. 38 10 N. 28 15 4
Ln del <)este a ésta en la rodilla. 37 10 N. 28 10 4
De las dos q ue hay e n el vientre. la del oeste. 35 40 N. ?_)- 10 4
La del este. 37 20 N. 26 15 4
En el mu~lo derecho. 37 30 N. 24 30 5
En la panto rrilla derecha. 39 40 N. 28 45 5
En la pierna izquierda. 30 10 N. 21 40 4 mayor
En l:i rúdifül izquierda. 32 o N. 19 50 J
En la J>icr11a izquierda. 3 1 40 N. 14 -15 3 mayor
En el talón izquierdo. 24 30 N. 12 o 3 n1cnor
En l.i p:1r1e n1t\s :lita del pie izc1uierdo. 29 40 N. 11 o 3 mayor
26 estrellas, de las que 2 son de 2 .' magnitud, 5 de 3 .' , 16 de 4.' , 2 de 5.'. l nebulosa.
14 estrell:is, de las cuales 1 de I .' magnitud, 1 de 2 .", 2 de 3.', 7 de 4.', 2 de 5.' , 1 d e6.'.
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1 12 A HOMBROS DE GIGANTES
(co111im wció11)
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NICOLÁS COPÉRNICO 1 13
( conti1111ación)
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114 A HOMBROS DE GIGANTES
(co111im wció11)
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NICOLÁS COPÉRNICO 1 15
( conti1111ación)
ANDRÓMEDA
TRI ÁNGULO
En el vér1ice del triángulo. 4 20 N. 16 30 3
De las 3 que hay en la base del triángu lo.
la del oeste. 9 20 N. 20 40 3
L~ clel medio. 9 30 N. 20 20 4
De las tres. la de este. 10 10 N. 19 o 3
Así pue.<, en esta región septclllrional, hay en total 360 estrefü1s: 3 son de l.• magnitud, 18 ele 2 .',
81 de3.'.177de 4.'.58de5.".13de6.'. l nebulosay9oscurns.
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1J 6 A HOMBROS DE GIGANTES
De las que están e11 111edio y alrededor del cfrc11/o del zodfaco
ARIES
13 es1rellas. de las que 2 son de 3.' ma,g.niwd. 4 ele 4.'. 6 de 5.', 1 de 6.'.
TAURO
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NICOLÁS COPÉRNICO 1 17
( conti1111ación)
32 estrell:1s, y además ele la (]UC es1á en el extremo del cuern(> cJel 11c) rle, 1 es de 1.• magnitud, 6 de
3. ', 11 de 4.', 13 de 5.', 1 de 6.'.
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1 18 A HOMBROS DE GIGANTES
(co111imwció11)
GÉMINlS
CÁNCER
Una nebulosa en medio del pecho que se
llama Pmesepc. 93 40 N. o 40 nebu losa
De las dos al oeste del cuadril:.1.tcro, ):_) mú...; al norte. 91 o N. 1 15 4 menor
L.:1 n1á$ ttl sur. 91 20 sur 10 4 menor
De las dos del este. a los q ue se llama
Asnos, Ja rnás ~\ I norte. 93 40 N. 2 40 4 mayor
La Asinus al sur. 94 40 sur o 10 4 mayor
En In pin7.a o brazo del sur. 99 50 sur 5 30 4
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NICOLÁS COPÉRNICO 119
( conti1111ación)
LEO
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120 A HOMBROS DE GIGANTES
(co111im wció11)
De las dos que hay sobre la espa lda, la del oeste. 119 20 N. 13 20 5
La del este. 121 30 N. 15 30 5
De las tres que hay bajo el vientre. la del norte. 129 50 N. 1 10 4 n1cnor
La del medio. 130 30 sur o 30 5
La n1:'is al sur de las tres . 132 20 sur 2 40 5
E11trc l<>S cxlrcmos de Leo )' de Osa1 de in\'Olucic)n
nebulosa, una cola que llaman cabellera de Berenice,
que está 1nás al norte. 138 10 N. 30 o lun1 inosa
De las dos del sur, la que cst6 al oeste. 133 50 N. 25 o oscura
La del este en íig11 1~1 de hoja de hiedra. 1 ~1 50 N. 25 30 osc:ur.a
VIRGO
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