Está en la página 1de 10

Introducción.

La niñez, como edad inicial, se ha vuelto la


expresión de un gusano del hombre que, como

Niñez, infancia y “-¡Oh! - dijo la niña - tienen muñecas muy


bonitas y muchos juguetes,
juegan y se divierten.-¿Todo el día? -Sí,
cruel paradoja, sólo puede ser mariposa durante
el poco tiempo que le resta de infancia. Pero, a la
vez, es el humano ya desarrollado –es decir, ya
señor. -¿Y tú? hecho, ya adaptado- el que se arrastra como

literatura ¡Yo trabajo!”


(Victor Hugo).
gusano, aceptando más o menos dócilmente las
reglas mecánicas y mortuorias de los lenguajes
infectos por la razón, la moral y la jurisprudencia.
Carlos Skliar “(…) La cena para la cual teníamos que Los niños no hablan de la infancia, ni
(CONICET/FLACSO, Argentina). regresar y durante la cual sólo pensábamos en siquiera en secreto, pues no forman parte de una
subir enseguida para terminar el capítulo secta ni de una logia, y porque no hay secretos ni
FECHA DE RECEPCIÓN: 14/04/2016. FECHA DE ACEPTACIÓN: 03/06/2016. interrumpido” misterios a revelar. La afirmación que siempre
Cómo citar: Skliar, C. “Niñez, infancia y literatura”. Revista Crítica Año I N.º I: 19 -28. (Marcel Proust). retorna y se hace cada vez más sombría: no ver al
niño por lo que es, sino por lo que podría llegar a
La niñez, la nuestra y la del mundo, la de la ser; el juego menos divertido y que se cierne como
RESUMEN. humanidad en general y la del sujeto en singular, sombras sobre los niños para que dejen de serlo
la niñez como la edad de la candidez, ingenuidad, rápidamente: ¿qué serás cuando seas grande?
Este texto es un intento por distinguir la noción de “niñez” de inmadurez y deslumbramiento, ya no está, no Cuando decimos algo de un niño, el niño ya
“infancia”, considerando la primera como una diferencia de edad y existe, se ha ido, difícilmente regrese, quizá nunca no está, es inaprensible y, por ello, sólo podemos
generación, y a la segunda como una temporalidad sin edad ni generación, haya existido. mencionar la estela de su rastro en nosotros, una
una atmósfera particular de atención, memoria, lenguaje y ficción. Para ello Si alguna vez ese cuerpo sin lenguaje, suerte de cometa fugaz cuya luminosidad se ha
indaga sobre algunas imágenes presentes en cierta literatura titubeante, zozobrante, atolondrado, perdido en el umbral mismo de las palabras
contemporánea, con el objeto de multiplicar las percepciones sobre una desacompasado, coleccionista, soñador, metido sucesivas. Clarice Lispector lo escribe de un modo
infancia que ya no está, aunque es, y a la cual seguimos buscando durante para sí en su propio mundo y a la vez abierto al crudo y bello:
toda la vida. universo, enroscado en sus propias sensaciones y
percepciones, ha dado muestras de presencia y ¿Cómo conocer alguna vez a un niño? Para conocerlo

PALABRAS CLAVE: INFANCIA - NIÑEZ - LITERATURA. existencia, su semblante corresponde a una época tengo que esperar a que se deteriore, y recién
distinta a la de hoy, o estuvo siempre fuera de entonces estará a mi alcance. Allá está él, un punto en
época, o es un concepto vago y sin época, aunque el infinito. Nadie conocerá su hoy. Ni él mismo (...) Un

RESUMO. quizá siga vivo en los retratos frecuentes de una día lo domesticaremos como humano y podremos
temporalidad a veces literaria, otras veces dibujarlo. Pues así hicimos con nosotros y con Dios

Este texto é uma tentativa por diferenciar a noçao de 'criança' daquila filosófica, y tal vez cinematográfica. (Lispector, 2005: 17).

de 'infância', pensando a primeira como uma diferença de idade e generaçao, Que la imagen romántica de la niñez haya
e a segunda como uma temporalidade sem idade nem generaçao, uma desaparecido no quiere decir que no haya algo ¿Esperar a que el niño se deteriore, a que se
atmosfera específica de atençao, memória, linguage e ficçao. Com tal parecido a la infancia entre nosotros, en nosotros: vuelva adulto, hacer que se ponga a nuestro
propósito pergunta-se sobre algumas imagens presentes em certa literatura restos, residuos, retazos, jirones; fragmentos que alcance, explicarlo, domesticarlo para dibujarlo,
contemporânea, com o intuito de multiplicar as percepçoes sobre uma todavía pueden vislumbrarse en algunos niños, para trazar su contorno, para dar a entender su
infância que já nao está, ainda que é, e à qual continuamos a procurar en algunos adolescentes, en algunos jóvenes, en contenido? Es por ello que hay tanto desatino en
durante toda a vida. algunos adultos o en algunos ancianos: juegos, la búsqueda de una respuesta a lo que es un niño, y
gestualidad, rebeldías del lenguaje, figuras la mirada se posa, entonces, en lo que podría
PALAVRAS CHAVE: INFÂNCIA - CRIANÇA - LITERATURA. extrañas del movimiento, acciones sin ninguna llegar a ser, en su estado travestido y revulsivo de
utilidad productiva, miradas de transparencia, adulto.
ritmos, atmósferas y lecturas.
La infancia no es la niñez: ambas ideas o Las interrupciones a la infancia.
imágenes o discursos se separaron, perdieron el
sustento en apariencia inconmovible de su origen Ocurre que en la búsqueda de una respuesta
mítico; cuando encajamos a los niños en la efectiva o eficaz acerca de qué es un niño
infancia, algo, mucho, se pierde, se evapora; pero interrumpimos su infancia y luego pasamos
cuando sustraemos a los niños de la infancia buena parte de la vida intentando recuperar lo
también algo se pierde, algo se esfuma. Y en perdido. Interrumpimos la infancia de los niños y
ambos casos permanece un cierto gesto de luego nos preocupa su sobre-abundancia o su
disgusto, de incomodidad, de dolor, de carencia, su inclinación al consumo o su
indiferencia. incapacidad de productividad, su formación y su

Revista Crítica [Año I N.º I, Agosto 2016, Rosario] ISSN: 2525-0752, pp. 19-28.
Introducción. La niñez, como edad inicial, se ha vuelto la
expresión de un gusano del hombre que, como

Niñez, infancia y “-¡Oh! - dijo la niña - tienen muñecas muy


bonitas y muchos juguetes,
juegan y se divierten.-¿Todo el día? -Sí,
cruel paradoja, sólo puede ser mariposa durante
el poco tiempo que le resta de infancia. Pero, a la
vez, es el humano ya desarrollado –es decir, ya
señor. -¿Y tú? hecho, ya adaptado- el que se arrastra como

literatura ¡Yo trabajo!”


(Victor Hugo).
gusano, aceptando más o menos dócilmente las
reglas mecánicas y mortuorias de los lenguajes
infectos por la razón, la moral y la jurisprudencia.
Carlos Skliar “(…) La cena para la cual teníamos que Los niños no hablan de la infancia, ni
(CONICET/FLACSO, Argentina). regresar y durante la cual sólo pensábamos en siquiera en secreto, pues no forman parte de una
subir enseguida para terminar el capítulo secta ni de una logia, y porque no hay secretos ni
FECHA DE RECEPCIÓN: 14/04/2016. FECHA DE ACEPTACIÓN: 03/06/2016. interrumpido” misterios a revelar. La afirmación que siempre
Cómo citar: Skliar, C. “Niñez, infancia y literatura”. Revista Crítica Año I N.º I: 19 -28. (Marcel Proust). retorna y se hace cada vez más sombría: no ver al
niño por lo que es, sino por lo que podría llegar a
La niñez, la nuestra y la del mundo, la de la ser; el juego menos divertido y que se cierne como
RESUMEN. humanidad en general y la del sujeto en singular, sombras sobre los niños para que dejen de serlo
la niñez como la edad de la candidez, ingenuidad, rápidamente: ¿qué serás cuando seas grande?
Este texto es un intento por distinguir la noción de “niñez” de inmadurez y deslumbramiento, ya no está, no Cuando decimos algo de un niño, el niño ya
“infancia”, considerando la primera como una diferencia de edad y existe, se ha ido, difícilmente regrese, quizá nunca no está, es inaprensible y, por ello, sólo podemos
generación, y a la segunda como una temporalidad sin edad ni generación, haya existido. mencionar la estela de su rastro en nosotros, una
una atmósfera particular de atención, memoria, lenguaje y ficción. Para ello Si alguna vez ese cuerpo sin lenguaje, suerte de cometa fugaz cuya luminosidad se ha
indaga sobre algunas imágenes presentes en cierta literatura titubeante, zozobrante, atolondrado, perdido en el umbral mismo de las palabras
contemporánea, con el objeto de multiplicar las percepciones sobre una desacompasado, coleccionista, soñador, metido sucesivas. Clarice Lispector lo escribe de un modo
infancia que ya no está, aunque es, y a la cual seguimos buscando durante para sí en su propio mundo y a la vez abierto al crudo y bello:
toda la vida. universo, enroscado en sus propias sensaciones y
percepciones, ha dado muestras de presencia y ¿Cómo conocer alguna vez a un niño? Para conocerlo

PALABRAS CLAVE: INFANCIA - NIÑEZ - LITERATURA. existencia, su semblante corresponde a una época tengo que esperar a que se deteriore, y recién
distinta a la de hoy, o estuvo siempre fuera de entonces estará a mi alcance. Allá está él, un punto en
época, o es un concepto vago y sin época, aunque el infinito. Nadie conocerá su hoy. Ni él mismo (...) Un

RESUMO. quizá siga vivo en los retratos frecuentes de una día lo domesticaremos como humano y podremos
temporalidad a veces literaria, otras veces dibujarlo. Pues así hicimos con nosotros y con Dios

Este texto é uma tentativa por diferenciar a noçao de 'criança' daquila filosófica, y tal vez cinematográfica. (Lispector, 2005: 17).

de 'infância', pensando a primeira como uma diferença de idade e generaçao, Que la imagen romántica de la niñez haya
e a segunda como uma temporalidade sem idade nem generaçao, uma desaparecido no quiere decir que no haya algo ¿Esperar a que el niño se deteriore, a que se
atmosfera específica de atençao, memória, linguage e ficçao. Com tal parecido a la infancia entre nosotros, en nosotros: vuelva adulto, hacer que se ponga a nuestro
propósito pergunta-se sobre algumas imagens presentes em certa literatura restos, residuos, retazos, jirones; fragmentos que alcance, explicarlo, domesticarlo para dibujarlo,
contemporânea, com o intuito de multiplicar as percepçoes sobre uma todavía pueden vislumbrarse en algunos niños, para trazar su contorno, para dar a entender su
infância que já nao está, ainda que é, e à qual continuamos a procurar en algunos adolescentes, en algunos jóvenes, en contenido? Es por ello que hay tanto desatino en
durante toda a vida. algunos adultos o en algunos ancianos: juegos, la búsqueda de una respuesta a lo que es un niño, y
gestualidad, rebeldías del lenguaje, figuras la mirada se posa, entonces, en lo que podría
PALAVRAS CHAVE: INFÂNCIA - CRIANÇA - LITERATURA. extrañas del movimiento, acciones sin ninguna llegar a ser, en su estado travestido y revulsivo de
utilidad productiva, miradas de transparencia, adulto.
ritmos, atmósferas y lecturas.
La infancia no es la niñez: ambas ideas o Las interrupciones a la infancia.
imágenes o discursos se separaron, perdieron el
sustento en apariencia inconmovible de su origen Ocurre que en la búsqueda de una respuesta
mítico; cuando encajamos a los niños en la efectiva o eficaz acerca de qué es un niño
infancia, algo, mucho, se pierde, se evapora; pero interrumpimos su infancia y luego pasamos
cuando sustraemos a los niños de la infancia buena parte de la vida intentando recuperar lo
también algo se pierde, algo se esfuma. Y en perdido. Interrumpimos la infancia de los niños y
ambos casos permanece un cierto gesto de luego nos preocupa su sobre-abundancia o su
disgusto, de incomodidad, de dolor, de carencia, su inclinación al consumo o su
indiferencia. incapacidad de productividad, su formación y su

Revista Crítica [Año I N.º I, Agosto 2016, Rosario] ISSN: 2525-0752, pp. 19-28.
descomposición. Lo encerraban a menudo en aquel espacio que
escribe Maillard: “He de irme. Ahora sé que no ensueño. No sólo el regreso imposible a un tiempo
Interrumpimos su soledad: la soledad en la suspendía el lado lúdico (…) Era un espacio
hay retorno. El lugar sigue estando, sigue siendo mítico, sino el apego al olor, el sabor, lo que toca la
que se cuece la ficción, la soledad en la que juega absolutamente neutro, donde las funciones de los
idéntico a sí mismo, pero yo no” (Maillard, 2011: piel, los sonidos aún indescifrables, la aventura
con el lenguaje. La ficción debe acabarse para dar gestos quedaban anuladas: el movimiento era
78). sin límites, la mordida al tiempo, ese tiempo en
paso al peso de lo real, y el lenguaje debe dejar de innecesario y casi ridículo. Las paredes no eran
He aquí una de las formas de la travesía que que nada era serio ni grave y todo lo era. Y por ello
hacer metáfora, debe dejar de ser materno –en el superficies estimulantes para un humano, mucho
la infancia promete: la de regresar y saber que ya insiste en escribir a través de ese lenguaje de la
sentido de la invención-, para pasar a ser paterno menos tratándose de un niño. Precisamente por ello,
no se puede retornar, la travesía de la experiencia memoria donde encuentra algunos indicios,
–en el sentido de la ley-. era un espacio que aplastaba la infancia –una masa
afectada, o mutada, o destruida. Como si hubiera ciertos gestos, haciéndolos regresar a un tiempo
El tiempo de la infancia muere, pues sus pesada aplastando a otra mucho menos robusta-, por
un nuevo vacío, pero ahora habitado por el actualizado, con una lengua completamente
hábitos comienzan a formar parte de la hilera de lo que resultaba imposible actuar o pensar de forma
pasado, como si el paisaje de la herencia tuviera diferente, una lengua equivocada, como sugiere
los sucesos ordenados, utilitarios, aprovechables; adecuada a la edad (Tavares, 2012: 83-84).
presencias y ausencias y como si escribir no fuera Manoel de Barros (2002: 53): “Para volver a la
pasan de las horas de la ficción a la pérdida de la otra cosa que quedarse desprotegido, vaciado, de infancia, los poetas tendrían que reaprender
invención, del tiempo que parece esfumarse, al Lo opuesto a la infancia es lo que podríamos toda luz y toda sombra. también a errar la lengua”: “Las cosas que no
aburrimiento: “Qué largos serían los días por nombrar, entonces, como una estancia sin Y quizá también se trate de la decisión de no tienen nombre son más pronunciadas por los
aquel entonces. Cada hora invocaba una vida que
se marchaba para siempre”, escribe Fadanelli
(2006: 52).
El dolor de infancia acontece en el
momento en que interrumpe la intensidad del
instante y se fuerza la tiranía de la secuencia: allí
el tiempo se hace demasiado largo, está extendido
hacia el tedio, la insignificancia, se tuerce hacia
una otra duración, aquella de la cronología simple
gestos. Y es que los adultos sabemos cómo
confinar a los niños, cómo derrotarlos:
interrumpiendo, también, su lenguaje, un
lenguaje perceptivo que no está hecho de
conceptos rigurosos o definitivos, un lenguaje
parecido al de algunos buenos poetas y buenos
narradores.
A la niñez se le desprende su infancia y
luego pasamos décadas deseando un reencuentro
fijar en las palabras aquello que el tiempo tiene de
movimiento, de imprevisibilidad, de quimera y,
sobre todo, de parsimonia: “Hay una lentitud que
permite estar en perfecta unión con lo vivido, ése
es el tiempo de la infancia. Pero, a golpes
apresurados de lanzadera, tejemos el tiempo de
los calendarios” (Maillard, 2011: 78).
¿Dónde se encuentra la escritura, dónde
buscarla, si no es en la
voz tiene formato de sol”. “
niños”, habrá que: “Usar algunas palabras que
todavía no tengan idioma”, pues: “El inicio de la

En ese reaprender a errar, ese equívoco


para regresar a una existencia tan finita como
infinita, la literatura muestra territorios o zonas o
pasajes o travesías o rumbos ciertos e inciertos
por donde atraviesa la infancia en su destino final


y pura, la de la productividad sin ningún provecho tan improbable como imposible: y es que nuestra batalla entre el tiempo de la
ético ni estético. animalidad ya se ha perdido en nombre de la infancia y el tiempo de los
Todo lo que era simultáneo, disyuntivo, civilización seca y bien comportada, nuestra calendarios? ¿Y cómo no
caótico y apasionante se vuelve sucesión, atención ya está definitivamente focalizada en sentirse derrotados o, por
principio y fría finalidad, y es en esa interrupción intentar sobrevivir, nuestra soledad es insufrible lo menos, cansados sin
de la soledad y la ficción donde se arrasa con la o impracticable, no sabemos qué hacer con el remedio?
invención, con una intuición de la libertad o del tiempo libre –ese tiempo liberado del producto y Hay escrituras donde
libre albedrío, la suposición de lo ilimitado, la el consumo-, y nuestro lenguaje dejó hace tiempo de recuerdo o de olvido.
se puede leer la infancia. No se trata de una
creencia en la totalidad; y, por eso, también, es de ser materno –ventral, fecundo, metafórico- Pero es sobre todo el encontrar la
promesa, de una redención, de una solución al
que ya no hay salto al vacío, ya no hay ensayo ni para pasar a ser paterno –riguroso, jurídico-. disonancia que las teorías no encuentran porque
dolor por su pérdida; al contrario: cada palabra –y
hay narratividad ni hay experiencia. no la buscan, esa disonancia entre inocencia y
no los signos encorvados ya por su agotamiento
La lengua se ahoga a sí misma en una Imágenes literarias de la infancia. astucia, entre tiempo libre y tiempo muerto, entre
de sentido- nace en voz alta, afirmada, con una
soledad diluida por la necesidad de hacernos el mundo a los pies o el mundo demasiado lejano,
fragilidad que habla con el mundo, lo interroga, le
serios. Esa sensación de asfixia la narra Al intentar regresar a la infancia la infancia que se hace y la que se deshace, la de
pide respuestas, le pregunta porqué, lo sacude, no
intensamente Gonçalo Tavares: permanecen aún esos sitios de la memoria donde siglos incalculables, la de la guerra, la del tiempo
lo deja en paz.
uno se piensa pero ya no está, ya no es. Así lo sin medidas, la de otros tiempos, lo que la
Entregarse, entonces, a la memoria de esa
literatura puede darnos.
voz de lo que ya fuera escrito –como señalara
Se trata de la memoria, sí, de la memoria de
Barthes- en alta voz:
la infancia, como lo escribe Christa Wolf en
Muestra de infancia:
La escritura en alta voz pertenece (…) a la
significancia, es sostenida no por las inflexiones
Mucho se ha investigado, teorizado y escrito sobre la
dramáticas, las entonaciones malignas, los acentos
memoria de la infancia, “sabemos poco mientras no
complacientes, sino por el tono de la voz, que es un
sepamos lo que acontece en ese plano”; mientras
mixto erótico de timbre y de lenguaje y que como la
ignoremos el origen de ciertas asociaciones infantiles
dicción puede también ser la materia de un arte: el
que van a acompañarnos durante toda la vida;
arte de conducir el cuerpo (Barthes, 2013: 113) .
mientras nos preguntemos si el lugar natal del
hombre es una ciudad, un país, o el recuerdo que de
Cierta literatura quisiera recuperar lo
ellos conserva; mientras no sepamos a dónde
imposible o lo impensable de la experiencia de la
dirigirnos para buscar nuestra propia historia (Wolf,
infancia: su atmósfera de soledad, vitalidad y
1984: 19).

Revista Crítica [Año I N.º I, Agosto 2016, Rosario] ISSN: 2525-0752, pp. 19-28.
descomposición. Lo encerraban a menudo en aquel espacio que
escribe Maillard: “He de irme. Ahora sé que no ensueño. No sólo el regreso imposible a un tiempo
Interrumpimos su soledad: la soledad en la suspendía el lado lúdico (…) Era un espacio
hay retorno. El lugar sigue estando, sigue siendo mítico, sino el apego al olor, el sabor, lo que toca la
que se cuece la ficción, la soledad en la que juega absolutamente neutro, donde las funciones de los
idéntico a sí mismo, pero yo no” (Maillard, 2011: piel, los sonidos aún indescifrables, la aventura
con el lenguaje. La ficción debe acabarse para dar gestos quedaban anuladas: el movimiento era
78). sin límites, la mordida al tiempo, ese tiempo en
paso al peso de lo real, y el lenguaje debe dejar de innecesario y casi ridículo. Las paredes no eran
He aquí una de las formas de la travesía que que nada era serio ni grave y todo lo era. Y por ello
hacer metáfora, debe dejar de ser materno –en el superficies estimulantes para un humano, mucho
la infancia promete: la de regresar y saber que ya insiste en escribir a través de ese lenguaje de la
sentido de la invención-, para pasar a ser paterno menos tratándose de un niño. Precisamente por ello,
no se puede retornar, la travesía de la experiencia memoria donde encuentra algunos indicios,
–en el sentido de la ley-. era un espacio que aplastaba la infancia –una masa
afectada, o mutada, o destruida. Como si hubiera ciertos gestos, haciéndolos regresar a un tiempo
El tiempo de la infancia muere, pues sus pesada aplastando a otra mucho menos robusta-, por
un nuevo vacío, pero ahora habitado por el actualizado, con una lengua completamente
hábitos comienzan a formar parte de la hilera de lo que resultaba imposible actuar o pensar de forma
pasado, como si el paisaje de la herencia tuviera diferente, una lengua equivocada, como sugiere
los sucesos ordenados, utilitarios, aprovechables; adecuada a la edad (Tavares, 2012: 83-84).
presencias y ausencias y como si escribir no fuera Manoel de Barros (2002: 53): “Para volver a la
pasan de las horas de la ficción a la pérdida de la otra cosa que quedarse desprotegido, vaciado, de infancia, los poetas tendrían que reaprender
invención, del tiempo que parece esfumarse, al Lo opuesto a la infancia es lo que podríamos toda luz y toda sombra. también a errar la lengua”: “Las cosas que no
aburrimiento: “Qué largos serían los días por nombrar, entonces, como una estancia sin Y quizá también se trate de la decisión de no tienen nombre son más pronunciadas por los
aquel entonces. Cada hora invocaba una vida que
se marchaba para siempre”, escribe Fadanelli
(2006: 52).
El dolor de infancia acontece en el
momento en que interrumpe la intensidad del
instante y se fuerza la tiranía de la secuencia: allí
el tiempo se hace demasiado largo, está extendido
hacia el tedio, la insignificancia, se tuerce hacia
una otra duración, aquella de la cronología simple
gestos. Y es que los adultos sabemos cómo
confinar a los niños, cómo derrotarlos:
interrumpiendo, también, su lenguaje, un
lenguaje perceptivo que no está hecho de
conceptos rigurosos o definitivos, un lenguaje
parecido al de algunos buenos poetas y buenos
narradores.
A la niñez se le desprende su infancia y
luego pasamos décadas deseando un reencuentro
fijar en las palabras aquello que el tiempo tiene de
movimiento, de imprevisibilidad, de quimera y,
sobre todo, de parsimonia: “Hay una lentitud que
permite estar en perfecta unión con lo vivido, ése
es el tiempo de la infancia. Pero, a golpes
apresurados de lanzadera, tejemos el tiempo de
los calendarios” (Maillard, 2011: 78).
¿Dónde se encuentra la escritura, dónde
buscarla, si no es en la
voz tiene formato de sol”. “
niños”, habrá que: “Usar algunas palabras que
todavía no tengan idioma”, pues: “El inicio de la

En ese reaprender a errar, ese equívoco


para regresar a una existencia tan finita como
infinita, la literatura muestra territorios o zonas o
pasajes o travesías o rumbos ciertos e inciertos
por donde atraviesa la infancia en su destino final


y pura, la de la productividad sin ningún provecho tan improbable como imposible: y es que nuestra batalla entre el tiempo de la
ético ni estético. animalidad ya se ha perdido en nombre de la infancia y el tiempo de los
Todo lo que era simultáneo, disyuntivo, civilización seca y bien comportada, nuestra calendarios? ¿Y cómo no
caótico y apasionante se vuelve sucesión, atención ya está definitivamente focalizada en sentirse derrotados o, por
principio y fría finalidad, y es en esa interrupción intentar sobrevivir, nuestra soledad es insufrible lo menos, cansados sin
de la soledad y la ficción donde se arrasa con la o impracticable, no sabemos qué hacer con el remedio?
invención, con una intuición de la libertad o del tiempo libre –ese tiempo liberado del producto y Hay escrituras donde
libre albedrío, la suposición de lo ilimitado, la el consumo-, y nuestro lenguaje dejó hace tiempo de recuerdo o de olvido.
se puede leer la infancia. No se trata de una
creencia en la totalidad; y, por eso, también, es de ser materno –ventral, fecundo, metafórico- Pero es sobre todo el encontrar la
promesa, de una redención, de una solución al
que ya no hay salto al vacío, ya no hay ensayo ni para pasar a ser paterno –riguroso, jurídico-. disonancia que las teorías no encuentran porque
dolor por su pérdida; al contrario: cada palabra –y
hay narratividad ni hay experiencia. no la buscan, esa disonancia entre inocencia y
no los signos encorvados ya por su agotamiento
La lengua se ahoga a sí misma en una Imágenes literarias de la infancia. astucia, entre tiempo libre y tiempo muerto, entre
de sentido- nace en voz alta, afirmada, con una
soledad diluida por la necesidad de hacernos el mundo a los pies o el mundo demasiado lejano,
fragilidad que habla con el mundo, lo interroga, le
serios. Esa sensación de asfixia la narra Al intentar regresar a la infancia la infancia que se hace y la que se deshace, la de
pide respuestas, le pregunta porqué, lo sacude, no
intensamente Gonçalo Tavares: permanecen aún esos sitios de la memoria donde siglos incalculables, la de la guerra, la del tiempo
lo deja en paz.
uno se piensa pero ya no está, ya no es. Así lo sin medidas, la de otros tiempos, lo que la
Entregarse, entonces, a la memoria de esa
literatura puede darnos.
voz de lo que ya fuera escrito –como señalara
Se trata de la memoria, sí, de la memoria de
Barthes- en alta voz:
la infancia, como lo escribe Christa Wolf en
Muestra de infancia:
La escritura en alta voz pertenece (…) a la
significancia, es sostenida no por las inflexiones
Mucho se ha investigado, teorizado y escrito sobre la
dramáticas, las entonaciones malignas, los acentos
memoria de la infancia, “sabemos poco mientras no
complacientes, sino por el tono de la voz, que es un
sepamos lo que acontece en ese plano”; mientras
mixto erótico de timbre y de lenguaje y que como la
ignoremos el origen de ciertas asociaciones infantiles
dicción puede también ser la materia de un arte: el
que van a acompañarnos durante toda la vida;
arte de conducir el cuerpo (Barthes, 2013: 113) .
mientras nos preguntemos si el lugar natal del
hombre es una ciudad, un país, o el recuerdo que de
Cierta literatura quisiera recuperar lo
ellos conserva; mientras no sepamos a dónde
imposible o lo impensable de la experiencia de la
dirigirnos para buscar nuestra propia historia (Wolf,
infancia: su atmósfera de soledad, vitalidad y
1984: 19).

Revista Crítica [Año I N.º I, Agosto 2016, Rosario] ISSN: 2525-0752, pp. 19-28.
Habrá una tensión infinita, irresoluta, una desearlo. toda su desesperación para desplomarse en el aquellos imbéciles”
ambigüedad al acecho en la memoria acerca de la sinsentido. (Irène Némirovsky).
infancia: ¿ingenuidad o rebeldía? ¿Percepción o La infancia lectora. Proust, en busca del tiempo perdido, un
pensamiento? ¿Razón o corporalidad? ¿Lenguaje recuerdo de infancia, la intensidad y duración de Quizá haya que pensar qué ocurriría si de
de la madre o del padre? Aquella tensión parece ¿De dónde provienen los primeros sonidos, una posibilidad imposible: hacer que la infancia verdad la soledad naciera a la par de la infancia
ser adulta, no niña. Así lo relata Coetzee en su las primeras lecturas, la relación con lo visto? sea infancia más allá de sus confines, sin artificios, como condición inaugural de la existencia y no ya
novela Infancia: ¿Qué es lo que hace posible la escritura como sabiendo que no podemos regresar, que no hay como un destino opaco y transitorio de la vida
inicio de una acción cuyo desenlace se ignora? infancia detrás, a lo lejos, inasible, sino en todos adulta. Esta idea puede ser retratada a partir de la
La infancia, dice la Enciclopedia de los niños, es un ¿Cómo se conjugan las experiencias de escuchar y los instantes en que erramos el lenguaje. novela El niño prodigio; de la escritora ruso-
tiempo de dicha inocente, que debe pasarse en los atesorar las palabras, de ser leído y, tal vez, Así lo relata Goran Petrovic en su libro francesa Iréne Némirovsky.
prados entre ranúnculos dorados y conejitos, o bien escribir, de mirar hacia lo mínimo, hacia lo que no Diferencias: A orillas de un puerto maloliente del Mar
junto a una chimenea, absorto en la lectura de un lleva nombre y nombrarlo una y otra vez? Negro, al sur de Rusia, revueltos entre chatarra y
cuento. Esta visión de la infancia le es completamente Nadie sabe cómo se aprende, cómo es ¿Cómo leía en aquel entonces? A la medianoche ropas viejas, en ese sitio donde el mercado y las
ajena. Nada de lo que experimenta en Worcester, ya posible retener para sí la propiedad de la lengua, simplemente me arrebataban el libro de las manos, olas negras, sudadas, se mezclan como una
sea en casa o en el colegio, lo lleva a pensar que la qué trayectorias o travesías se vuelven aciertos o porque por la mañana había que ir a la escuela. Pero materia pesada e indefinible; allí mismo, en ese
infancia sea otra cosa que un tiempo en el que se desaciertos en la elección de una palabra, una yo, convencido de que, hasta ese entonces, a nadie en lugar donde los estibadores y cargadores no ven la
aprietan los dientes y se aguanta (Coetzee, 2000: 19). cadencia, una descripción. Ocurre que todo el mundo se le había ocurrido algo parecido, conseguí luz de la tarde y las ratas se mueven por la arena
sucede al revés, quizá como recuerdo y no como en la tienda de aparatos eléctricos Radioton, a como peces rápidos, los niños nacen, se van de
La hipérbole de la infancia: de la propagación de una idea, tal vez como un escondidas de mis padres y a falta de dinero para una casa demasiado pronto, atraviesan su infancia
luminosidad a la oscuridad. fragmento de una memoria claroscura y no como lámpara de bolsillo, una pila cuadrada con un foco bajo limosnas, se multiplican como navíos rotos,
una intención de voluntad; sucede, quién sabe, pequeño, el más pequeño que había. Por la noche la imperfectos, y más de la mitad se mueren por
Hay un relato de Víctor Hugo al interior de con la percepción ulterior de lo imperceptible, y conectaba con el polo positivo y el negativo, y seguía causa de las epidemias y del hambre.
Los Miserables –La niña sola- que narra la aun así no siempre, no seguramente, no leyendo debajo del edredón sofocándome por la falta Toda niñez queda resumida a una cajita
travesía de la niña Cosette en búsqueda de agua a definitivamente. de aire. Cada diez minutos tenía que destaparme y maltrecha, el sepulcro de madera blanda, unos
la fuente del bosque. En ese fragmento Cosette se Welty recuerda, por ejemplo, los vestigios respirar profundamente. Mucho tiempo después pocos segundos de llanto, y un recuerdo sostenido
siente animada bordeando las casas y poderosos del escuchar durante su infancia: escribí sobre eso, comparando este mundo con el por tumbas sin cruces en un cementerio donde las
encontrando personas a los lados del camino, escuchar las canciones que silbaban sus padres a lugar donde sólo se toma el aire para la literatura, y el flores se pudren y el paso de la luz está vedado al
pero en la medida en que las tinieblas se hacen través de la escalera de su casa –su madre en la mundo de la literatura como el lugar donde uno se mundo.
más espesas, va perdiendo su serenidad, y planta baja, su padre en el cuarto de baño–; marea (Petrovic, 2008: 24). Entre la acidez y la lastimosa declinación
aminora el paso maquinalmente. escuchar a su madre cantando día y noche; del tiempo, Ismael, el hijo menor de los Baruch
En ese breve trayecto se pone en juego la escuchar la primera vez en que le fue ofrecida la La infancia como primera y definitiva cumple diez años, y percibe por primera vez que la
metáfora de la infancia y su soledad: un mundo en lectura: “Desde la primera vez que me leyeron, y soledad. soledad es, sin más, quedarse solo, permanecer a
principio luminoso se va transformando poco a desde que empecé a leer por mí misma, jamás ha solas, estar a solas: solo de hermanos, solitario en
poco en una atmósfera lúgubre y desierta; la niña existido un solo renglón que no haya oído” (Welty, “¡Exigirle que fuera un genio no era más el umbral del puerto, solo delante de la escritura y
deja de caminar y corre, por temor a la oscuridad, 2012: 32). que una monstruosa injusticia! 'Trabaja, lee', le la lectura, huérfano de los vendavales del invierno
por miedo a las figuras horripilantes que cree ver Marcel Proust reúne en sus recuerdos a su repetían todos aquellos ignorantes, todos y del azote del fuego del verano, lejos del dinero y
entre la maleza y las ramas; ya no puede mirar ni propio niño con sus propios libros:
escuchar nada, y el llanto la sobrecoge.
Pareciera ser como si la infancia de Cosette Tal vez no haya días más plenamente vividos en
dependiese de la duración de la luz del día, se nuestra infancia que aquellos que creímos dejar pasar
extinguiese delante de la primera oscuridad, y la sin vivirlos, aquellos que pasamos con uno de
indefensión fuese el estado de ánimo habitual que nuestros libros preferidos (…) Quién no recuerda
el crepúsculo arroja sobre su cuerpo. como yo esas lecturas realizadas durante las
Abrumada, la niña del relato de Víctor Hugo vacaciones, que ocultábamos sucesivamente en todas
solo piensa en huir o, mejor dicho, en retroceder, las horas del día lo bastante apacibles e inviolables
en regresar a las lámparas encendidas de las casas como para poder acogerlas (Proust, 2012: 69).
vecinas dejadas atrás, como si fuese la única
forma de dar fin a su pesadumbre y congoja. Y el Proust escribe sobre una infancia que no
retorno por el camino, ya no es el mismo, ya no quisiera ser interrumpida, una infancia de
puede serlo, pues ahora carga con el peso del cubo lectura, el leer más deseante que pensante, a la
de agua que es, en cierta manera, el peso de una misma hora de los juegos, en el transcurso de la
existencia que carga, a su vez, con la sensación de siesta, escondidos, durante una pausa remota que
haber perdido su infancia, de haber envejecido sin el mundo ya no ofrece y que, además, combate con

Revista Crítica [Año I N.º I, Agosto 2016, Rosario] ISSN: 2525-0752, pp. 19-28.
Habrá una tensión infinita, irresoluta, una desearlo. toda su desesperación para desplomarse en el aquellos imbéciles”
ambigüedad al acecho en la memoria acerca de la sinsentido. (Irène Némirovsky).
infancia: ¿ingenuidad o rebeldía? ¿Percepción o La infancia lectora. Proust, en busca del tiempo perdido, un
pensamiento? ¿Razón o corporalidad? ¿Lenguaje recuerdo de infancia, la intensidad y duración de Quizá haya que pensar qué ocurriría si de
de la madre o del padre? Aquella tensión parece ¿De dónde provienen los primeros sonidos, una posibilidad imposible: hacer que la infancia verdad la soledad naciera a la par de la infancia
ser adulta, no niña. Así lo relata Coetzee en su las primeras lecturas, la relación con lo visto? sea infancia más allá de sus confines, sin artificios, como condición inaugural de la existencia y no ya
novela Infancia: ¿Qué es lo que hace posible la escritura como sabiendo que no podemos regresar, que no hay como un destino opaco y transitorio de la vida
inicio de una acción cuyo desenlace se ignora? infancia detrás, a lo lejos, inasible, sino en todos adulta. Esta idea puede ser retratada a partir de la
La infancia, dice la Enciclopedia de los niños, es un ¿Cómo se conjugan las experiencias de escuchar y los instantes en que erramos el lenguaje. novela El niño prodigio; de la escritora ruso-
tiempo de dicha inocente, que debe pasarse en los atesorar las palabras, de ser leído y, tal vez, Así lo relata Goran Petrovic en su libro francesa Iréne Némirovsky.
prados entre ranúnculos dorados y conejitos, o bien escribir, de mirar hacia lo mínimo, hacia lo que no Diferencias: A orillas de un puerto maloliente del Mar
junto a una chimenea, absorto en la lectura de un lleva nombre y nombrarlo una y otra vez? Negro, al sur de Rusia, revueltos entre chatarra y
cuento. Esta visión de la infancia le es completamente Nadie sabe cómo se aprende, cómo es ¿Cómo leía en aquel entonces? A la medianoche ropas viejas, en ese sitio donde el mercado y las
ajena. Nada de lo que experimenta en Worcester, ya posible retener para sí la propiedad de la lengua, simplemente me arrebataban el libro de las manos, olas negras, sudadas, se mezclan como una
sea en casa o en el colegio, lo lleva a pensar que la qué trayectorias o travesías se vuelven aciertos o porque por la mañana había que ir a la escuela. Pero materia pesada e indefinible; allí mismo, en ese
infancia sea otra cosa que un tiempo en el que se desaciertos en la elección de una palabra, una yo, convencido de que, hasta ese entonces, a nadie en lugar donde los estibadores y cargadores no ven la
aprietan los dientes y se aguanta (Coetzee, 2000: 19). cadencia, una descripción. Ocurre que todo el mundo se le había ocurrido algo parecido, conseguí luz de la tarde y las ratas se mueven por la arena
sucede al revés, quizá como recuerdo y no como en la tienda de aparatos eléctricos Radioton, a como peces rápidos, los niños nacen, se van de
La hipérbole de la infancia: de la propagación de una idea, tal vez como un escondidas de mis padres y a falta de dinero para una casa demasiado pronto, atraviesan su infancia
luminosidad a la oscuridad. fragmento de una memoria claroscura y no como lámpara de bolsillo, una pila cuadrada con un foco bajo limosnas, se multiplican como navíos rotos,
una intención de voluntad; sucede, quién sabe, pequeño, el más pequeño que había. Por la noche la imperfectos, y más de la mitad se mueren por
Hay un relato de Víctor Hugo al interior de con la percepción ulterior de lo imperceptible, y conectaba con el polo positivo y el negativo, y seguía causa de las epidemias y del hambre.
Los Miserables –La niña sola- que narra la aun así no siempre, no seguramente, no leyendo debajo del edredón sofocándome por la falta Toda niñez queda resumida a una cajita
travesía de la niña Cosette en búsqueda de agua a definitivamente. de aire. Cada diez minutos tenía que destaparme y maltrecha, el sepulcro de madera blanda, unos
la fuente del bosque. En ese fragmento Cosette se Welty recuerda, por ejemplo, los vestigios respirar profundamente. Mucho tiempo después pocos segundos de llanto, y un recuerdo sostenido
siente animada bordeando las casas y poderosos del escuchar durante su infancia: escribí sobre eso, comparando este mundo con el por tumbas sin cruces en un cementerio donde las
encontrando personas a los lados del camino, escuchar las canciones que silbaban sus padres a lugar donde sólo se toma el aire para la literatura, y el flores se pudren y el paso de la luz está vedado al
pero en la medida en que las tinieblas se hacen través de la escalera de su casa –su madre en la mundo de la literatura como el lugar donde uno se mundo.
más espesas, va perdiendo su serenidad, y planta baja, su padre en el cuarto de baño–; marea (Petrovic, 2008: 24). Entre la acidez y la lastimosa declinación
aminora el paso maquinalmente. escuchar a su madre cantando día y noche; del tiempo, Ismael, el hijo menor de los Baruch
En ese breve trayecto se pone en juego la escuchar la primera vez en que le fue ofrecida la La infancia como primera y definitiva cumple diez años, y percibe por primera vez que la
metáfora de la infancia y su soledad: un mundo en lectura: “Desde la primera vez que me leyeron, y soledad. soledad es, sin más, quedarse solo, permanecer a
principio luminoso se va transformando poco a desde que empecé a leer por mí misma, jamás ha solas, estar a solas: solo de hermanos, solitario en
poco en una atmósfera lúgubre y desierta; la niña existido un solo renglón que no haya oído” (Welty, “¡Exigirle que fuera un genio no era más el umbral del puerto, solo delante de la escritura y
deja de caminar y corre, por temor a la oscuridad, 2012: 32). que una monstruosa injusticia! 'Trabaja, lee', le la lectura, huérfano de los vendavales del invierno
por miedo a las figuras horripilantes que cree ver Marcel Proust reúne en sus recuerdos a su repetían todos aquellos ignorantes, todos y del azote del fuego del verano, lejos del dinero y
entre la maleza y las ramas; ya no puede mirar ni propio niño con sus propios libros:
escuchar nada, y el llanto la sobrecoge.
Pareciera ser como si la infancia de Cosette Tal vez no haya días más plenamente vividos en
dependiese de la duración de la luz del día, se nuestra infancia que aquellos que creímos dejar pasar
extinguiese delante de la primera oscuridad, y la sin vivirlos, aquellos que pasamos con uno de
indefensión fuese el estado de ánimo habitual que nuestros libros preferidos (…) Quién no recuerda
el crepúsculo arroja sobre su cuerpo. como yo esas lecturas realizadas durante las
Abrumada, la niña del relato de Víctor Hugo vacaciones, que ocultábamos sucesivamente en todas
solo piensa en huir o, mejor dicho, en retroceder, las horas del día lo bastante apacibles e inviolables
en regresar a las lámparas encendidas de las casas como para poder acogerlas (Proust, 2012: 69).
vecinas dejadas atrás, como si fuese la única
forma de dar fin a su pesadumbre y congoja. Y el Proust escribe sobre una infancia que no
retorno por el camino, ya no es el mismo, ya no quisiera ser interrumpida, una infancia de
puede serlo, pues ahora carga con el peso del cubo lectura, el leer más deseante que pensante, a la
de agua que es, en cierta manera, el peso de una misma hora de los juegos, en el transcurso de la
existencia que carga, a su vez, con la sensación de siesta, escondidos, durante una pausa remota que
haber perdido su infancia, de haber envejecido sin el mundo ya no ofrece y que, además, combate con

Revista Crítica [Año I N.º I, Agosto 2016, Rosario] ISSN: 2525-0752, pp. 19-28.
aún más lejos de un trozo de pan.
Ismael aprende cientos de salmos y
versículos, frases sagradas, recitados tercos y
monótonos; lo aprende todo como quien se
prende al universo y no lo suelta, hasta que llega la
hora de entender la dictadura de los números y
desiste. Se escapa de las cantidades y las
fracciones, de la tiranía de las cuentas y las
“mármoles como espejos en el suelo, a la duración
efímera del sueño.
Será un gran poeta, Ismael; será un genio;
será ilustre, será rico. Toda profecía sobre aquello
que seremos es cruda e hipócrita: para poder ser
lo que aún no somos, habrá que dejar de ser lo que
se estamos siendo; dejar de ser mísero, dejar de
ser ignorante, dejar de ser hambriento,
mu g ri e nt o , b o rrac h o .
paso a su genialidad de niño, escribir canciones
que asombrarán al mundo.
Pero esto es imposible. Nada, nadie vuelve a
su sitio después de la primera edad y del primer
amor: ya no hay niñez, casi no queda aire, la boca
se atraganta por la saliva contenida durante siglos
y la vida es la revelación más extrema del olvido.
Alejado de la princesa, recuperándose de la
La precariedad de la vida y la muerte de la
infancia.

“A inventar se empieza pronto. Luego, en


la mayoría de los casos, te arrebatan el hábito.
El arte de ser inventor consiste pues en no
permitir que la vida, la gente o el dinero te
arrebaten, entre otras cosas, el hábito de


fiebre, se encuentra delante de aquello que si se inventar”.
Toda promesa lleva en su busca de verdad ya no se encuentra: la soledad (Stig Dagerman).
punta menos visible un que lee, es decir: la otra fiebre.
dulce veneno: la condición Ismael lee la totalidad de los libros de la En el relato de Dagerman Matar a un niño
de abandonarse y mutar, biblioteca, lee con el silencio y con la ternura, lee sabemos, desde el primer párrafo, que un niño
hacerse a imagen y hasta sentirse su propio antepasado bárbaro; morirá atropellado por un auto en medio de una
semejanza de quien te desecha lo popular y copia como esclavo servil a ruta desierta de un poblado perdido. Lo sabemos,
acoge, abandonar el los clásicos y, así, su escritura resulta nula, inútil, y no podremos hacer nada al respecto, a no ser
ecuaciones, del peso injusto de las estrellas y los
revoltijo alegre de los instintos, desgraciarse. cada vez más insignificante. Quiere aprender las demorar las páginas. Pero los personajes –la
quilogramos.
Se trata, ahora, de otra soledad: ya no la de leyes de la creación, las reglas que componen el pareja que conduce el coche, los padres del niño,
Se escapa, pero en verdad no huye, regresa:
los puertos mustios, sino la del brillo inútil de los ritmo y las imágenes, los juicios que determinan el propio niño- no lo saben y hacen sus vidas como
vuelve al puerto donde la infancia se exilia, al
palacetes. Una soledad de uno con uno mismo, el qué es y qué no es la poesía. De niño prodigio se si lo que ocurriera fuera sólo el suave paseo, la
único lugar donde el paisaje se ensancha, a
extrañamiento por quebrarse en dos o tres partes convirtió en hombre en desgracia, desamparado, dulce mañana, el leve desayuno, una posible visita
percibir los aromas de Asia, los perfumes de los
del alma, por olvidarse la memoria de sí, aturdido. al mar.
ajos, las cebollas, las matronas y las manzanas: el
abandonarse entre sábanas limpias sobre camas El reencuentro con su padre solo le enseña En cuatro páginas, Dagerman muestra la
desesperado retorno a la soledad vagabunda, la
altas en habitaciones puras, mientras los sueños el infortunio de los cambios: aquel niño habitualidad y la imprevisibilidad de las vidas,
impaciencia del alcohol, la embriaguez de la
continúan su derrotero de cuerpos hambrientos, vagabundo y vivo es ahora un desagradable joven haciendo que el coche de una pareja feliz avance
alegría.
ojos vidriosos, lamidos de perros desfallecidos. lleno de impericia. El reencuentro con la princesa lentamente, que recorran desprevenidos los
Estar solo traza en los huesos el olor de lo
Soledad partida en medio, tajos de oro tanto echa todo por tierra: su voz ya no sale, su voz es paisajes abiertos de los pueblos anteriores a la
incierto. Y de lo incierto solo es posible encontrar
como de pescado podrido, heridas de sal sin mar, inservible, su voz ha dejado de serlo. muerte, que el niño comience a prepararse para
o desencontrar una voz, desencallar el grito de la
de progreso y de pesadillas. Y una soledad sin voz es, quizá, la mayor de cruzar la carretera, y que sus padres planeen en
infancia, agujerear la natural miseria, desviar el
Entonces, la melancolía: la tirantez de un todas las desgracias. detalle lo que será un domingo de felicidad: “Y es
rumbo de las olas y los barcos.
cuerpo que se debate entre quedarse e irse, seguir Nada, nadie, ninguna lectura puede que la vida está construida de manera tan
La voz de Ismael es fina, armoniosa, entera,
siendo niño o dejar de serlo, pisar el fango o los prometernos que la soledad esté en el lugar despiadada que un minuto antes de que un
capaz de una melodía más remota y más viviente
pisos nobles, el amor iniciático hacia una princesa indicado, que nos sobrecoja a la hora señalada, hombre feliz mate a un niño, el hombre es todavía
que los tugurios y las rancias bebidas; tiene el
gélida o el refugio caliente entre las prostitutas. que nos busque en la esquina anunciada, o que feliz” (Dagerman, 2014: 154).
color de los ojos abiertos y la armonía de los
La melancolía, sí, como ese gesto de la nos arrope en el momento justo, o que impida una Bastarán pocos fragmentos más para que
campos de algodones que nunca viste, como si
soledad que no encuentra consuelo jamás, que se muerte anunciada. esas vidas, dichosas y ajenas unas de otras en
abriera la boca y anunciara una vida nueva frente
mantiene irritado por el odio hacia uno mismo, apariencia, se reúnan en el peor de los
a un mundo desecho, raído, desfigurado por las
por el desprecio al pasado, porque el único sitio encuentros: bastará que el coche continúe un
asimetrías; como si torciese el rumbo
donde no sentirse desgraciado es bajo las faldas poco más su marcha, que el niño de unos pocos
incontestable de la tormenta última; capaz de
de la princesa.
cambiar ternura por asesinatos, docilidad por
La persistente melancolía por parecerse
tajos de cuchillos: “Tenía un timbre puro, suave y
cada vez más a un objeto de adorno, a una pieza
penetrante a la vez, y siempre cantaba sin
preciada por los visitantes, a una suerte de
cansarse hasta quedar dormido, ebrio tanto de
admiración que no hace más que humillarte.
música como de aguardiente” (Némirovsky,
La voz de la melancolía no canta: padece.
2009: 17).
Y esa misma rigidez de la tristeza es la que le
Ismael es un niño prodigio.
provoca a Ismael la fiebre, el sudor frío, el terror
Su voz cautiva al amante de una princesa sin
de la asfixia, la farsa de la muchedumbre que se
trono, y ese hombre despechado lo arrastra hacia
santigua delante de su soledad de muerte.
una casa nueva, hacia el lujo de las reclusiones de
Sin embargo, no va a morirse, pero ocurrirá
gala, fuera del puerto, fuera de los suburbios y de
algo más nefasto, si acaso fuera posible: hundida
los muelles, lejos de la infancia, entregado como
la genial voz aguda, apartado de las viejas músicas
un regalo a una mujer vestida de negro, a la
que ahora le parecen necias y energúmenas,
llanura del palacio, a las flores sin época, a los
creerá posible componer novedades, dar otra vez

Revista Crítica [Año I N.º I, Agosto 2016, Rosario] ISSN: 2525-0752, pp. 19-28.
aún más lejos de un trozo de pan.
Ismael aprende cientos de salmos y
versículos, frases sagradas, recitados tercos y
monótonos; lo aprende todo como quien se
prende al universo y no lo suelta, hasta que llega la
hora de entender la dictadura de los números y
desiste. Se escapa de las cantidades y las
fracciones, de la tiranía de las cuentas y las
“mármoles como espejos en el suelo, a la duración
efímera del sueño.
Será un gran poeta, Ismael; será un genio;
será ilustre, será rico. Toda profecía sobre aquello
que seremos es cruda e hipócrita: para poder ser
lo que aún no somos, habrá que dejar de ser lo que
se estamos siendo; dejar de ser mísero, dejar de
ser ignorante, dejar de ser hambriento,
mu g ri e nt o , b o rrac h o .
paso a su genialidad de niño, escribir canciones
que asombrarán al mundo.
Pero esto es imposible. Nada, nadie vuelve a
su sitio después de la primera edad y del primer
amor: ya no hay niñez, casi no queda aire, la boca
se atraganta por la saliva contenida durante siglos
y la vida es la revelación más extrema del olvido.
Alejado de la princesa, recuperándose de la
La precariedad de la vida y la muerte de la
infancia.

“A inventar se empieza pronto. Luego, en


la mayoría de los casos, te arrebatan el hábito.
El arte de ser inventor consiste pues en no
permitir que la vida, la gente o el dinero te
arrebaten, entre otras cosas, el hábito de


fiebre, se encuentra delante de aquello que si se inventar”.
Toda promesa lleva en su busca de verdad ya no se encuentra: la soledad (Stig Dagerman).
punta menos visible un que lee, es decir: la otra fiebre.
dulce veneno: la condición Ismael lee la totalidad de los libros de la En el relato de Dagerman Matar a un niño
de abandonarse y mutar, biblioteca, lee con el silencio y con la ternura, lee sabemos, desde el primer párrafo, que un niño
hacerse a imagen y hasta sentirse su propio antepasado bárbaro; morirá atropellado por un auto en medio de una
semejanza de quien te desecha lo popular y copia como esclavo servil a ruta desierta de un poblado perdido. Lo sabemos,
acoge, abandonar el los clásicos y, así, su escritura resulta nula, inútil, y no podremos hacer nada al respecto, a no ser
ecuaciones, del peso injusto de las estrellas y los
revoltijo alegre de los instintos, desgraciarse. cada vez más insignificante. Quiere aprender las demorar las páginas. Pero los personajes –la
quilogramos.
Se trata, ahora, de otra soledad: ya no la de leyes de la creación, las reglas que componen el pareja que conduce el coche, los padres del niño,
Se escapa, pero en verdad no huye, regresa:
los puertos mustios, sino la del brillo inútil de los ritmo y las imágenes, los juicios que determinan el propio niño- no lo saben y hacen sus vidas como
vuelve al puerto donde la infancia se exilia, al
palacetes. Una soledad de uno con uno mismo, el qué es y qué no es la poesía. De niño prodigio se si lo que ocurriera fuera sólo el suave paseo, la
único lugar donde el paisaje se ensancha, a
extrañamiento por quebrarse en dos o tres partes convirtió en hombre en desgracia, desamparado, dulce mañana, el leve desayuno, una posible visita
percibir los aromas de Asia, los perfumes de los
del alma, por olvidarse la memoria de sí, aturdido. al mar.
ajos, las cebollas, las matronas y las manzanas: el
abandonarse entre sábanas limpias sobre camas El reencuentro con su padre solo le enseña En cuatro páginas, Dagerman muestra la
desesperado retorno a la soledad vagabunda, la
altas en habitaciones puras, mientras los sueños el infortunio de los cambios: aquel niño habitualidad y la imprevisibilidad de las vidas,
impaciencia del alcohol, la embriaguez de la
continúan su derrotero de cuerpos hambrientos, vagabundo y vivo es ahora un desagradable joven haciendo que el coche de una pareja feliz avance
alegría.
ojos vidriosos, lamidos de perros desfallecidos. lleno de impericia. El reencuentro con la princesa lentamente, que recorran desprevenidos los
Estar solo traza en los huesos el olor de lo
Soledad partida en medio, tajos de oro tanto echa todo por tierra: su voz ya no sale, su voz es paisajes abiertos de los pueblos anteriores a la
incierto. Y de lo incierto solo es posible encontrar
como de pescado podrido, heridas de sal sin mar, inservible, su voz ha dejado de serlo. muerte, que el niño comience a prepararse para
o desencontrar una voz, desencallar el grito de la
de progreso y de pesadillas. Y una soledad sin voz es, quizá, la mayor de cruzar la carretera, y que sus padres planeen en
infancia, agujerear la natural miseria, desviar el
Entonces, la melancolía: la tirantez de un todas las desgracias. detalle lo que será un domingo de felicidad: “Y es
rumbo de las olas y los barcos.
cuerpo que se debate entre quedarse e irse, seguir Nada, nadie, ninguna lectura puede que la vida está construida de manera tan
La voz de Ismael es fina, armoniosa, entera,
siendo niño o dejar de serlo, pisar el fango o los prometernos que la soledad esté en el lugar despiadada que un minuto antes de que un
capaz de una melodía más remota y más viviente
pisos nobles, el amor iniciático hacia una princesa indicado, que nos sobrecoja a la hora señalada, hombre feliz mate a un niño, el hombre es todavía
que los tugurios y las rancias bebidas; tiene el
gélida o el refugio caliente entre las prostitutas. que nos busque en la esquina anunciada, o que feliz” (Dagerman, 2014: 154).
color de los ojos abiertos y la armonía de los
La melancolía, sí, como ese gesto de la nos arrope en el momento justo, o que impida una Bastarán pocos fragmentos más para que
campos de algodones que nunca viste, como si
soledad que no encuentra consuelo jamás, que se muerte anunciada. esas vidas, dichosas y ajenas unas de otras en
abriera la boca y anunciara una vida nueva frente
mantiene irritado por el odio hacia uno mismo, apariencia, se reúnan en el peor de los
a un mundo desecho, raído, desfigurado por las
por el desprecio al pasado, porque el único sitio encuentros: bastará que el coche continúe un
asimetrías; como si torciese el rumbo
donde no sentirse desgraciado es bajo las faldas poco más su marcha, que el niño de unos pocos
incontestable de la tormenta última; capaz de
de la princesa.
cambiar ternura por asesinatos, docilidad por
La persistente melancolía por parecerse
tajos de cuchillos: “Tenía un timbre puro, suave y
cada vez más a un objeto de adorno, a una pieza
penetrante a la vez, y siempre cantaba sin
preciada por los visitantes, a una suerte de
cansarse hasta quedar dormido, ebrio tanto de
admiración que no hace más que humillarte.
música como de aguardiente” (Némirovsky,
La voz de la melancolía no canta: padece.
2009: 17).
Y esa misma rigidez de la tristeza es la que le
Ismael es un niño prodigio.
provoca a Ismael la fiebre, el sudor frío, el terror
Su voz cautiva al amante de una princesa sin
de la asfixia, la farsa de la muchedumbre que se
trono, y ese hombre despechado lo arrastra hacia
santigua delante de su soledad de muerte.
una casa nueva, hacia el lujo de las reclusiones de
Sin embargo, no va a morirse, pero ocurrirá
gala, fuera del puerto, fuera de los suburbios y de
algo más nefasto, si acaso fuera posible: hundida
los muelles, lejos de la infancia, entregado como
la genial voz aguda, apartado de las viejas músicas
un regalo a una mujer vestida de negro, a la
que ahora le parecen necias y energúmenas,
llanura del palacio, a las flores sin época, a los
creerá posible componer novedades, dar otra vez

Revista Crítica [Año I N.º I, Agosto 2016, Rosario] ISSN: 2525-0752, pp. 19-28.
pasos más, y todo estallará en mil pedazos. Y Bibliografía
entonces la vida de la pareja que ahora pasea
estará signada, siempre, por ese instante Barros, M. de. ( 2010). Poesía completa. São Paulo: Leya.
posterior, todo les resultará demasiado tarde, y ya Barthes, R. ( 2003). Ensayos críticos. Buenos Aires: Seix Barral.
no podrán pasear jamás. Pero también la vida de Coetzee, J. M. (2000). Infancia. Barcelona: Mondadori.
los padres del niño se recubrirá de luto y no habrá Dagerman, S. (2014). El hombre desconocido. Madrid: Nórdica Libros.
un mar que los consuele. Hugo, V. (2012). Los miserables. Barcelona: Editorial Planeta.
Y el niño será ese niño, un poco antes de ser Kafka, F. (2006). Diarios. Barcelona: Mondadori.
atropellado, y ya nunca más. Lispector C. (2002). “Felicidad clandestina”. En Cuentos Reunidos.
Madrid: Alfaguara.
Conclusiones. Maillard, C. (2011). Bélgica. Valencia: Editorial Pre-textos.
Nemirovsky, I. (2009). El niño prodigio. Buenos Aires: Alfaguara.
“Soy un niño, ¿a qué viene tanta Petrovic, G. (2008). Dierencias. México: Sexto Piso.
ceremonia conmigo?” Proust, M. (2012). Días de lectura. Madrid: Taurus Great Ideas.
(F. Kafka) Tavares, G. (2012). Aprender a rezar en la era de la técnica. Barcelona:
Literatura Mondadori.
Nos hemos acostumbrado demasiado a la Werlty, E. (2012). La palabra heredada. Madrid: Impedimenta.
vida hacia delante: un niño crece, deja de ser niño, Wolf, C. (1984). Muestra de infancia. Madrid: Alfaguara.
trabaja día y noche, muere; una niña se hace
mujer, viaja, escribe sus memorias, desfallece en
el intento, muere.
Una respiración curiosa nos impulsa a los
sueños después, a las ideas después, al descanso
después; pero después no queda margen, no hay
tiempo, la vida se aplana y estrecha en sus
extremos.
La vida hacia delante es una quimera cuyo
sentido demora en comprenderse, y al hacerlo, en
ese extraño instante en que nos damos cuenta que
la vida no era hacia delante sino hacia los lados, el
sinsentido nos viste con ropas ya mojadas y
luctuosas.
La infancia podría ser ese instante de la
detención, la ficción, la atención desatenta y la
percepción extrema. La imágenes literarias de la
infancia que aquí hemos intentado apenas
delinear, dan potencia a esta idea: infancia aquí
querrá decir: la inutilidad más importante de la
vida y de la historia, lo contrario del grito, el
nacimiento, lo porvenir, lo que se abre al tiempo y
lo agujerea con sonidos impensados, la ficción en
el corazón y en las primeras palabras, la atención
que se pierde detrás de las hormigas, debajo de los
sueños, por delante de las nubes, frente a la ya
consabida preeminencia de la muerte.

Revista Crítica [Año I N.º I, Agosto 2016, Rosario] ISSN: 2525-0752, pp. 19-28.
pasos más, y todo estallará en mil pedazos. Y Bibliografía
entonces la vida de la pareja que ahora pasea
estará signada, siempre, por ese instante Barros, M. de. ( 2010). Poesía completa. São Paulo: Leya.
posterior, todo les resultará demasiado tarde, y ya Barthes, R. ( 2003). Ensayos críticos. Buenos Aires: Seix Barral.
no podrán pasear jamás. Pero también la vida de Coetzee, J. M. (2000). Infancia. Barcelona: Mondadori.
los padres del niño se recubrirá de luto y no habrá Dagerman, S. (2014). El hombre desconocido. Madrid: Nórdica Libros.
un mar que los consuele. Hugo, V. (2012). Los miserables. Barcelona: Editorial Planeta.
Y el niño será ese niño, un poco antes de ser Kafka, F. (2006). Diarios. Barcelona: Mondadori.
atropellado, y ya nunca más. Lispector C. (2002). “Felicidad clandestina”. En Cuentos Reunidos.
Madrid: Alfaguara.
Conclusiones. Maillard, C. (2011). Bélgica. Valencia: Editorial Pre-textos.
Nemirovsky, I. (2009). El niño prodigio. Buenos Aires: Alfaguara.
“Soy un niño, ¿a qué viene tanta Petrovic, G. (2008). Dierencias. México: Sexto Piso.
ceremonia conmigo?” Proust, M. (2012). Días de lectura. Madrid: Taurus Great Ideas.
(F. Kafka) Tavares, G. (2012). Aprender a rezar en la era de la técnica. Barcelona:
Literatura Mondadori.
Nos hemos acostumbrado demasiado a la Werlty, E. (2012). La palabra heredada. Madrid: Impedimenta.
vida hacia delante: un niño crece, deja de ser niño, Wolf, C. (1984). Muestra de infancia. Madrid: Alfaguara.
trabaja día y noche, muere; una niña se hace
mujer, viaja, escribe sus memorias, desfallece en
el intento, muere.
Una respiración curiosa nos impulsa a los
sueños después, a las ideas después, al descanso
después; pero después no queda margen, no hay
tiempo, la vida se aplana y estrecha en sus
extremos.
La vida hacia delante es una quimera cuyo
sentido demora en comprenderse, y al hacerlo, en
ese extraño instante en que nos damos cuenta que
la vida no era hacia delante sino hacia los lados, el
sinsentido nos viste con ropas ya mojadas y
luctuosas.
La infancia podría ser ese instante de la
detención, la ficción, la atención desatenta y la
percepción extrema. La imágenes literarias de la
infancia que aquí hemos intentado apenas
delinear, dan potencia a esta idea: infancia aquí
querrá decir: la inutilidad más importante de la
vida y de la historia, lo contrario del grito, el
nacimiento, lo porvenir, lo que se abre al tiempo y
lo agujerea con sonidos impensados, la ficción en
el corazón y en las primeras palabras, la atención
que se pierde detrás de las hormigas, debajo de los
sueños, por delante de las nubes, frente a la ya
consabida preeminencia de la muerte.

Revista Crítica [Año I N.º I, Agosto 2016, Rosario] ISSN: 2525-0752, pp. 19-28.

También podría gustarte