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I. Justificación
II. Objetivos
1. Introducción General
A. La Palabra Apócrifo
B. La formación del canon bíblico
C. Apócrifos del Nuevo Testamento
i. Clasificación y distribución
2. Apócrifos
A. Textos Fragmentarios
i. Fragmentos papiráceos
ii. Agrapha
B. Apócrifos de la Natividad
C. Apócrifos de la Infancia
D. Apócrifos de la Pasión y descenso a los infiernos
E. Apócrifos Asuncionistas
F. Cartas del Señor
G. Apócrifos gnósticos de Nag Hammadi
3. Evangelio de Judas
4. Conclusiones
5. Bibliografía
I. JUSTIFICACIÓN
Son muchas las herencias que de origen apócrifo han aflorado en la tradición de la
Iglesia, y que, hoy en día, no dejan de ser problemáticas cuando de dar razón de ellas
se trata. Además, una cosa lleva a la otra; en muchos casos, la curiosidad ha resultado
imprudente, y en el intento de satisfacer los vacíos que deja el contenido de los libros
canónicos, hemos caído en desafortunadas interpretaciones del misterio revelado.
Por tanto, no es baladí la empresa que ahora abordamos. Es más bien una oportunidad
para conocer y para llenarnos de argumentos, para desmontar y reafirmar versiones,
para plantear preguntas y para encontrar posibles respuestas, y en definitiva, para
enriquecer nuestra labor académica.
II. OBJETIVOS
General:
Específicos:
Establecer las relaciones que con ellos guardan los libros canónicos, y
evidenciar cuál ha sido el influjo de estos textos en la proliferación de diversas
tradiciones ausentes en los relatos canónicos.
Hacernos una idea de cuál fue el ambiente que respecto a los escritos sagrados
se vivió en las comunidades cristinas de los primeros siglos, además de conocer
a través de ellos a las comunidades mismas y sus corrientes de pensamiento.
Llevar adelante un trabajo de investigación grupal que tenga como resultado la
elaboración de un trabajo y su posterior exposición.
1. INTRODUCCIÓN GENERAL
A. La Palabra Apócrifo
Aunque los 27 escritos que constituyen actualmente el canon del Nuevo Testamento
forman parte de las obras más antiguas de la literatura cristiana, para la formación del
canon fueron necesarios algunos siglos. Porque los cinco primeros siglos produjeron
numerosas obras de los cuatro géneros literarios neotestamentarios y, en un principio,
todas respondían a la intención originaria de fijar por escrito la doctrina autentica de
Cristo. Como criterio decisivo de la fiabilidad se impuso la apostolicidad de los escritos,
que podía apoyarse directamente en Cristo. Por eso, cuando se trataba de una obra no
escrita por un apóstol, era atribuida a ellos: no en el sentido de una falsificación o de un
engaño, sino para ponerla bajo la sombra de la autoridad apostólica y mostrar que ella
contenía la verdad de fe garantizada. Como es natural, no todos los escritos gozan de
la misma calidad y fiabilidad, de modo que las comunidades concretas, con diferencias
locales, sólo reconocieron como Sagrada Escritura y admitieron como proclamación
pública en la liturgia una parte de todas aquellas obras. Así, hacia mediados del siglo II
cuajó un primer consenso basado en la tradición y que constituyó un criterio decisivo en
la fijación del canon del Nuevo Testamento.
Los apócrifos del Nuevo Testamento suelen clasificarse, al igual que los libros
canónicos correspondientes, en cuatro grupos: Evangelios, Hechos, Epístolas y
Apocalipsis. Los dos primeros grupos son los que contienen escritos más numerosos.
En general podemos decir que los apócrifos más antiguos, los que eran realmente de
carácter tendencioso, han desaparecido, siendo reemplazados en su mayor parte por
reelaboraciones posteriores, más ortodoxas.
Buena parte de éstas se nos conservan en su lengua original, generalmente griega, y
en varias traducciones o refundiciones latinas y orientales (coptas, siríacas, etíopes,
armenias, árabes, eslavas). Algunas se conservan únicamente en estas versiones.
Solamente poseemos fragmentos de algún apócrifo que debió escribirse
originariamente en lengua siríaca.
I. Textos fragmentarios. Hablaremos de los apócrifos perdidos que nos han dejado
las obras de los escritores eclesiásticos de los primeros siglos; los fragmentos
papiráceos descubiertos en Egipto, y una colección de agrapha, o dichos del
Señor, que no figuran en los Evangelios canónicos.
II. Apócrifos de la Natividad. Esto es el Protoevangelio de Santiago y sus dos
reelaboraciones latinas del evangelio llamado del Pseudo Mateo y De Nativitate
Mariae.
III. Apócrifos de la infancia. Incluimos aquí el Pseudo Tomás griego, que es el
núcleo fundamental de este ciclo, y las traducciones íntegras del Evangelio
árabe de la infancia, y de la Historia de José el Carpintero. Añadiremos a esto
las noticias más interesantes contenidas en otros textos secundarios, tales como
el Evangelio armenio de la infancia, el Evangelio latino de la infancia, etc.
IV. Apócrifos de la pasión, bajada a los infiernos y resurrección de Cristo. Aquí
incluimos el antiquísimo fragmento de Akhmím o Evangelio de Pedro el ciclo
completo alrededor de Pilato y el Evangelio de Bartolomé.
V. Apócrifos Asuncionistas. De la literatura inmensa en torno al tema de la sunción
de María, recogeremos textos tan representativos como el Libro de San Juan
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La argumentación más reciente a favor de un origen de Siria o Palestina a finales del siglo IV en : G. M.
Hahneman, The Muratorian Fragment and Development of the Canon, O 1992.
Evangelista, la Homilía de Juan de Tesalónica y la Narración de José de
Arimatea.
VI. Cartas del Señor. Incluimos aquí la correspondencia entre Jesús y Abgaro, así
como la llamada Carta del Domingo.
VII. Apócrifos gnósticos de Nag Hammadi. De entre los numerosos documentos que
integran esta biblioteca, descubierta en Egipto a mediados del s. XX, mostramos
aquí las versiones de los evangelios coptos de Tomás y de Felipe.
2. APÓCRIFOS
A. TEXTOS FRAGMENTARIOS
i. FRAGMENTOS PAPIRÁCEOS
Pertenece al siglo III o IV. Fue encontrado en Behnesa. Contiene una conversación de
Jesús con sus discípulos, cuyo carácter gnóstico salta a la vista.
[Verso]
<<…Efectivamente, la naturaleza visible, extenuada por el anquilosamiento y la
corrupción, no puede aniquilar la naturaleza de las cosas incorruptibles. Quien tenga
otros (oídos) que escuche a los despiertos hablo yo>>.
Contiene un diálogo entre Natanael y Jesús escrito en dos folios papiráceos cocidos
entre sí. Depende de Io. 1,49 (Cf. 1,29) y añade la curiosa respuesta de Jesús a
Natanael: <<Camina al sol>>, que parece ser de origen maniqueo. El papiro pertenece
probablemente al siglo VI. Es la primera vez que en un Evangelio apócrifo se da el titulo
de Rabbí.
“…Natanael confesó y dijo: <<Rabí, Señor, tú eres el hijo de Dios>>. Respondióle el
Rabí y le dijo: << Natanael, camina al sol>>. Respondió Natanael y dijo: <<Rabí, señor,
tú eres el cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo>>. Respondióle el rabí y
dijo…”
FRAGMENTO EVANGELICO DE FAYUM
I
<<y entonces verás de quitar la pajita que está en el ojo de tu hermano>> (Cf. Lc. 6,42;
Mt. 7,5).
II
Dice Jesús :<<Si no hacéis abstinencia del mundo, no encontraréis el reino de Dios; y
si no observáis el sábado, no veréis al Padre>>.
III
Dice Jesús: <<Estuve en medio del mundo y me dejé ver de ellos en carne; y encontré
a todos ebrios y no di con ninguno que estuviera sediento entre ellos>>.
Es una pieza de un rollo papiráceo que comprende cuarenta y dos líneas, distribuidas
entre cinco precedidos de una breve frase, que algunos interpretan como
introducción o epígrafeEstas líneas están muy mutiladas y ocupan el dorso del papiro,
cuyo anverso contiene una relación de porciones de tierra. La escritura, que es uncial,
denota una mano distinta de la que copió los logia de 1897. Fue encontrado por los
mismos investigadores ingleses, B. P. Grenfell y A. S. Hunt, el a; o 1903 en la
localidad de Behnesa. Los editores (G H) mantienen su antigua opinión y consideran
también estos logia como una colección independiente de dichos del Señor. Más aún,
creen encontrar en este segundo hallazgo un nuevo apoyo para fundamentar su
opinión. A pesar de ello, la casi totalidad de los críticos sigue considerando ambas
colecciones como una especie de excerpta o florilegio procedente de algún escrito
evangélico.
Es de un interés grande, dentro de la colección, la frase introductoria a que acabamos
de aludir. En efecto, pueden con motivo preguntarse si de hecho hace referencia a las
logias que siguen o más bien a un hipotético texto anterior. Aquí entra en juego la
interpretación de las palabras iniciales. Los editores quisieron leerlas .
Siete, en cambio, pensando que no tenían sentido las leyó de esta manera
. Waitz y Zahn creen que no deben alterarse y juzgan que el inicial es
la terminación de una palabra anterior, mientras que los restantes términos han de
tomarse en sentido conclusivo: tales son los discursos… Es una interpretación
apuntada ya anteriormente por Batiffol. Pero hay más. Mientras las cinco logias
acusan marcadamente influencia sinóptica, esta frase presenta claras afinidades con
San Juan. ¿Bastan estas razones para negarle el carácter de introducción o epígrafe?
Los citados autores creen que sí, aunque White y James, por su parte, sigan
considerándola en este sentido.
Las analogías con los evangelios canónicos, particularmente con San Juan, son
evidentes. Se encuentran solamente dos episodios nuevos: el del leproso y el de la
siembra en el Jordán. El primero de éstos bien puede considerarse como una
ampliación del relato evangélico. Del segundo piensan los mismos editores que
contiene un elemento taumatúrgico más cercano de los apócrifos que de los canónicos.
Teniendo en cuenta, además, el carácter de mosaico tan propio de nuestro fragmento,
ya que reúne y mezcla conjuntamente según su propósito elementos heterogéneos
contenidos en los cuatro evangelistas, es obvia la conclusión de que el Pap. Egerton 2
es tributario de los canónicos. Las divergencias en cuanto a la expresión subrayadas
cuidadosamente por Mayeda, no invalidan la deducción, si se tiene en cuenta la
libertad con que los escritores de los primeros siglos citaban el testimonio evangélico,
ciñéndose a la sustancia del dicho y no a su forma literal. El recurso a una fuente
común desconocida es de resultado muy problemático cuando se poseen datos tan
concluyentes como los citados.
Fragm. I [verso]
1. Y volviéndose hacia los jefes del pueblo, les dirigió este discurso: «Examinad
las Escrituras en las que vosotros pensáis encontrar la vida; ellas son las que dan
testimonio acerca de Mí. No penséis que yo he venido a acusaros ante mi Padre. Es
Moisés, en el cual tenéis puesta vuestra confianza, quien os acusa». Pero diciendo
ellos: «Bien sabemos que Dios habló a Moisés, más por lo que a ti se refiere,
ignoramos de dónde eres», respondió Jesús diciéndoles: «Ahora os acusa vuestra
incredulidad»…………
EVANGELIO DE MARÍA MAGDALENA
(Fraga. P. Ryl. III 463)
Este evangelio gnóstico era conocido hasta hace poco únicamente por cierto fragmento
copto del siglo V conservado en Berlín, cuyas primeras noticias se debieron a C.
Schmidt (Einvorirenaesches gnostisches Originalwerk?: SitzAKB {1896} 839/847). El
año 1938 dio a conocer C. H. Roberts el fragmento griego (catalogue of the Greek and
Latin Papyri in the John Rylands Library. Vol.3: Theological and Literary Texts. {n.457-
551} Manchester). Este fragmento, más breve que el copto, se nos presenta como
índice de la obra original griega, confirmándose con ello la tesis de Schemidt, según la
cual toda la literatura copta relacionada con los gnósticos y con el cristianismo en
general, procede de fuentes helénicas.
Este evangelio, que posiblemente data del siglo II, no se ha de confundir con la leyenda
apócrifa sobre el perfume de María Magdalena, contenido en el relato apócrifo de Los
Milagros de Jesús.
Se trata de una hoja añadida a un manuscrito del siglo V que contiene la Pistis Sophia.
En ella se nos describe la dispersión de los apóstoles por todo el mundo en términos
muy semejantes a los doce últimos versículos de San Marcos.
…El hombre justo. Ellos marcharon de tres en tres a las cuatro regiones que
comprenden los cielos y predicaron el evangelio del reino en todo el mundo,
cooperando Cristo con ellos por su palabra vigorosa y por las señales y milagros que
les acompañaban. Y así han aprendido los hombres acerca del reino de Dios en toda
la tierra y en el mundo entero de Israel, para testimonio de todas las naciones que
están desde que el sol se levanta hasta que se pone.
Esta narración evangélica está contenida en una hoja hallada entre los restos de un
antiguo manuscrito de los Acta Pauli (siglo III?). Cf.James NT p.3132.
Están contenidos en un códice del siglo V comprende 71 folios y que fue encontrado y
hecho conocer por C. Schmidt. En él se encuentran el Evangelio de María Magdalena,
el Apócrifo de Juan y la Sabiduría de Jesucristo. Los tres son de carácter gnóstico.
a) APÓCRIFO DE JUAN
b) SABIDURIA DE JESUCRISTO
…Después que Él había resucitado de entre los muertos, cuando sus doce discípulos y
siete discípulas habían subido ya a Galilea, al monte que es llamado… y gozo: estando
ellos en duda en lo referente a la sustancia del todo y de la disposición y de la santa
providencia y de la fuerza de las potestades y de todas las cosas que el Salvador había
hecho con ellos…Y dijo: «La paz sea con vosotros, mi paz os doy». Y todos se
llenaron de admiración y de miedo.
Otra fragmento publicado por Schmidt en «Agnostos Theos» (1913), p.72, presenta otra
escena que tuvo lugar después de ésta. El Señor les indica que vayan preguntando lo
que gusten y El va respondiendo a sus dudas. Uno de los discípulos que preguntan es
Mateo:
«! Oh Cristo!, nadie podrá encontrar la verdad si no es por medio de ti. Danos, pues, a
conocer la verdad». Repuso el Salvador: «Al que es, al indescriptible, no le han podido
conocer ni dominios, ni potestades, si subordinaciones, ni fuerzas, ni naturalezas desde
la fundación del mundo hasta ahora, sino sólo aquel a quien El permite realizar esto por
mi medio».
ii. AGRAPHA
Es evidente, según el testimonio de San Juan (21,30), que los evangelios canónicos no
nos han conservado la relación integra de todo lo que hizo y habló Jesús en su vida
mortal. Este hecho se explica porque el intento de los evangelistas al escribir era
sencillamente darnos lo sustancial del mensaje de Cristo en orden a la economía de la
redención y no satisfacer nuestra curiosidad. Además, el carácter de una predicación
como la de Jesús, repetida en diferentes regiones y ante distintos auditorios, exigía
necesariamente que en ella se encontraran rasgos semejantes y aún comunes, los
cuáles fueron descarados por los hagiógrafos en sus narraciones.
Por esto, cabe preguntarse si, al margen del contenido canónico, podemos encontrar
rasgos auténticos del material didáctico del Mesías. Efectivamente, la tradición nos ha
conservado diversas sentencias atribuidas a Jesús, las cuales a primera vista no
aparecen en los cuatro evangelios, razón por la que han venido a llamarse agrapha.
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Supplément au Dictionnaire de la Bible
Así pues, podemos concluir que son poquísimas las palabras originales de Jesús
llegadas hasta nosotros fuera del Evangelio. Su estudio, sin embargo, proporciona
datos interesantes para el conocimiento de la historia del texto evangélico y de las
corrientes espirituales que impulsaban a ala cristiandades que nos los trasmitieron.
Dijo Jesús (a quien Dios salude): “Dichoso el que abandona la pasión del
momento por una promesa ausente que aún no vio”
Dijo Jesús (a quien Dios salude): “Quien busca el mundo se parece al
hombre que bebe agua de mar. Cuanto más bebe, tanto más aumenta su
sed, hasta que el agua acabe por matarle”
Se cuenta de Jesús (a quien Dios salude) que dijo a sus apóstoles: “No os he
enseñado a vanagloriaros, sino a trabajar. La sabiduría no consiste
ciertamente en la expresión de la ciencia, sino en la práctica de ella”
Dijo el Mesías (a quien Dios salude): ”¡Oh gremio de los apóstoles! ¡Cuantas
son las lámparas que apaga el viento! ¡A cuántos siervos de Dios corrompe la
vanidad!”
B. APÓCRIFOS DE LA NATIVIDAD
Protoevangelio de Santiago
Según cuentan las memorias de las doce tribus de Israel, había un hombre muy rico por
nombre Joaquín, quien hacía sus ofrendas en cantidad doble diciendo: “El sobrante lo
ofrezco por todo el pueblo, y lo debido en expiación de mis pecados será para el Señor
a fin de volverle propicio”.
Llegó la fiesta grande del Señor, en que los hijos de Israel suelen ofrecer sus dones, y
Rubén se plantó frente a Joaquín diciéndole: “No te es lícito ofrecer el primero tus
ofrendas, por cuanto no has suscitado un vástago en Israel”.
Joaquín se contristó en gran manera y se marchó al archivo de Israel con intención de
consultar el censo genealógico y ver si por ventura había sido él el único que no había
tenido posteridad en su pueblo. Y examinando los códices, se acordó, por ejemplo, de
cómo el patriarca Abrahán le dio el Señor en sus postrimerías por hijo a Isaac.
Joaquín quedó sumamente afligido y no compareció ante su mujer, sino que se retiro al
desierto. Allí plantó su tienda y ayunó cuarenta días y cuarenta noches, diciéndose a sí
mismo: “No bajaré de aquí, ni siquiera para comer y beber, hasta tanto que no me visite
el Señor mi Dios; que mi oración me sirva de comida y de bebida”… (1, 1 - 4)
Al cumplir la niña un año, dio Joaquín un gran banquete, invitando a los sacerdotes, a
los escribas, al sanedrín y a todo el pueblo de Israel. Y presentó la niña a los
sacerdotes, quienes la bendijeron con estas palabras: “¡Oh Dios de nuestros Padres!,
bendice a esta niña y dale un nombre glorioso y eterno por todas las generaciones”. A
lo cual respondió todo el pueblo: “Así sea, así sea. Amén”. La presentó también Joaquín
a los príncipes de los sacerdotes, y éstos la bendijeron así: << ¡Oh Dios altísimo!, pon
tus ojos en esta niña y otórgale una bendición cumplida, de esas que excluyen las
ulteriores>>. (6, 2)
Al llegar los tres años, dijo Joaquín: <<Llamad a las doncellas hebreas que están sin
mancilla y que tomen sendas candelas encendidas para que la acompañen, no sea que
la niña se vuelva atrás y su corazón se vea cautivado por alguna cosa fuera del templo
de Dios. Y así lo hicieron mientras iban subiendo al templo de Dios. Y la recibió el
sacerdote, quien, después de haberla besado la bendijo... (7, 2)
Bajaron sus padres, llenos de admiración, alabando al Señor Dios porque la niña no se
había vuelto atrás. Y María permaneció en el templo como una palomita, recibiendo
alimento de la mano de un ángel.
Pero al llegar a los doce años, los sacerdotes se reunieron para deliberar, diciendo:
<<He aquí que María a cumplido sus doce años en el templo del Señor, ¿qué hemos de
hacer con ella para que no llegue a mancillar el templo?>> Y dijeron al sumo sacerdote:
<<Tú, que tienes el altar a tu cargo, entra y ora por ella, y lo que te de a entender el
Señor, eso será lo que hagamos>>.
Y el sumo sacerdote, endosándose el manto de las doce campanillas, entró en el
“sancta sanctorum” y oró por ella. Mas he aquí que un ángel del Señor se apareció,
diciéndole: <<Zacarías, Zacarías, sal y reúne a todos los viudos del pueblo. Que venga
cada cual con una vara, y de aquel sobre quien el Señor haga una señal portentosa, de
ése será mujer>>. Salieron los heraldos por toda la región de Judea, y, al sonar la
trompeta del Señor, todos acudieron. (8, 1-3)
Terminando que hubo su plegaria, tomó de nuevo las varas, salió y se las entregó, pero
no apareció señal ninguna en ellas. Más, al coger José la última, he aquí que salió una
paloma de ella y se puso a volar sobre su cabeza. Entonces el sacerdote le dijo: <<A ti
te ha cabido en suerte recibir bajo tu custodia a la virgen del Señor>>.
José replicó: <<Tengo hijos y soy viejo, mientras que ella es una niña; no quisiera ser
objeto de risa por parte de los hijos de Israel>>. Entonces el sacerdote repuso: <<Teme
al Señor tu Dios y ten presente lo que hizo a Datán, Abirón y Coré: como se abrió la
tierra y fueron sepultados en ella por su rebelión. Y teme ahora tu también, José, no
sea que sobrevenga esto mismo a tu casa>>
Y él, lleno de temor, la recibió bajo su protección. Después le dijo: << Te he tomado del
templo; ahora te dejo en mi casa y me voy a continuar mis construcciones. Pronto
volveré. El Señor te guardará>>. (9, 1c-3)
Cierto día cogió María un cántaro y se fue a llenarlo de agua. Mas he aquí que se dejo
oír una voz que decía: <<Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo, bendita tú
entre las mujeres>>. Y ella se puso a mirar en torno, a derecha e izquierda, para ver de
donde podía provenir esta voz. Y, toda temblorosa, se marchó a su casa, dejó el ánfora,
cogió la púrpura, se sentó en su escaño y se puso a hilarla.
Mas de pronto un ángel del Señor se presentó ante ella, diciendo: <<No temas, María,
pues has hallado gracia ante el Señor omnipotente y vas a concebir por su palabra>>.
Pero ella al oírlo, quedó perpleja y dijo entre sí: << ¿Deberé yo concebir por virtud del
Dios vivo y habré de dar a luego como las demás mujeres?>>
A lo que respondió el ángel: <<No será así, María, sino que la virtud del Señor te
cubrirá con su sombra; por lo cual, además, el fruto santo que ha de nacer de ti, será
llamado Hijo del Altísimo. Tu le pondrás por nombre Jesús, pues Él salvará a su pueblo
de sus propias iniquidades>>. Entonces dijo María: <<He aquí la esclava del Señor en
su presencia; hágase en mi según tu palabra>>. (11, 1-3)
Llena de gozo, María se fue a casa de Isabel su parienta. Llamó a la puerta y, al oírla
Isabel, dejó la escarlata, corrió hacia la puerta, abrió, y, al ver a María, la bendijo
diciendo: << ¿De dónde a mí el que la madre de mi Señor venga a mi casa?; pues fíjate
que el fruto que llevo en mi seno se ha puesto a saltar dentro de mí, como para
bendecirte>>. Pero María se había olvidado de los misterios que le había comunicado
el arcángel y elevó sus ojos al cielo y dijo: << ¿Quién soy yo, Señor, que todas las
generaciones me bendicen?>>... Cuando sucedieron estas cosas, tenía ella dieciséis
años. (12, 2-3c)
Mas he aquí que un ángel del Señor se le apareció en sueños, diciéndole: <<No temas
por esta doncella, pues lo que lleva en sus entrañas es fruto del Espíritu Santo. Dará a
luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, pues Él ha de salvar a su pueblo de sus
propios pecados>>. Y, una vez despierto, José se levantó y glorificó al Dios de Israel
por haberle concedido tal gracia, y siguió guardando a María. (14, 2)
Y vino una orden del emperador Augusto para que se hiciera el censo de todos los
habitantes de Belén de Judea. Y se dijo José: <<Desde luego que a mis hijos si les
empadronaré, pero ¿qué voy hacer de esta doncella? ¿Cómo voy a incluirla en el
censo? ¿Como mi esposa? Me da vergüenza. ¿Como hija mía? ¡Pero si ya saben
todos los hijos de Israel que no lo es! Este es el día del Señor, que Él haga según su
beneplácito>>. (17, 1)
Y, al salir la partera de la gruta, vino a su encuentro Salomé, y ella exclamó: << Salomé,
Salomé, tengo que contarte una maravilla nunca vista, y es que una virgen a dado a
luz; cosa que, como sabes, no sufre la naturaleza humana. >> Pero Salomé repuso:
<<Por vida del Señor, mi Dios, que no creeré tal cosa si no me es dado introducir mi
dedo y examinar su naturaleza>>. Y habiendo introducido la partera, le dijo a María:
<<Disponte, porque hay entre nosotras un gran altercado con relación a ti>>. Salomé,
pues, introdujo su dedo en la naturaleza, mas de repente lanzó un grito, diciendo: <<
¡Ay de mi! ¡Mi maldad y mi incredulidad tienen la culpa! Por tentar al Dios vivo se
desprende de mi cuerpo mi mano carbonizada>>. (19, 3 – 20, 1)
Y José se dispuso para salir hacia Judea. Por entonces sobrevino un gran tumulto en
Belén, pues vinieron unos magos diciendo: << ¿Dónde se encuentra el nacido Rey de
los Judíos? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle>>.
(21, 1)
Al darse cuenta Herodes de que había sido burlado por los magos, montó en cólera y
envió sus sicarios, dándoles la consigna de matar a todos los niños de dos años para
abajo. Y cuando llegó a María la noticia de la matanza de los infantes, se llenó de
temor, y, envolviendo a su hijo entre pañales, lo reclinó en una pesebrera de bueyes. Y
cuando se enteró Isabel de que también buscaban a su hijo Juan, lo cogió, y, lo llevó a
la montaña y se puso a mirar dónde esconderlo; pero no había lugar propicio para
hacerlo. Por lo cual, entre sollozos, exclamó a grandes voces: << ¡Oh monte de Dios!,
recibe en tu seno a la madre con su hijo>> Y al instante abrió la montaña sus entrañas
para recibirlos. Y les acompañó una gran luz, pues estaba con ellos un ángel de Dios
para guardarlos.
Pero Herodes proseguía en la búsqueda e Juan y envió sus emisarios a Zacarías para
que le dijeran: << ¿Dónde has escondido a tu hijo?>> Mas el respondió de esta
manera: <<Yo me ocupo en el servicio de Dios y me encuentro de ordinario en el
templo. No sé dónde esta mi hijo>>.Los emisarios informaron a Herodes de todo lo que
pasaba, quien se encolerizó sobremanera, diciéndose a sí mismo: <<Debe ser su hijo el
que va a reinar en Israel>>. Y envió un nuevo recado, diciéndole: <<Dinos la verdad de
dónde está tu hijo, porque de lo contrario bien sabes que tu sangre está bajo mi
mano>>.
Pero Zacarías respondió: <<Seré mártir del Señor si te atreves a derramar mi sangre,
porque mi alma será recogida por el Señor al ser segada una vida inocente en el
vestíbulo del santuario>>. Y al romper el alba fue asesinado Zacarías, sin que los hijos
de Israel se dieran cuenta. (22, 1- 23, 3)
Y yo, Santiago, que he escrito esta historia, al levantarse un gran tumulto en Jerusalén,
con la ocasión de la muerte de Herodes, me retiré al desierto hasta que se apaciguó el
motín, glorificando al Señor mi Dios, que me concedió la gracia y la sabiduría para
componer esta narración. (25, 1)
Fue Tischendorf quien dio este último título al texto publicado por Thilo en 1832 según
el manuscrito de París n. 5557 A (s. XIV). Se inspiró para ello en la carta de San
Jerónimo a Cromacio y Hliodoro, que figura como prólogo en el citado códice. Esta
atribuye el escrito al evangelista San Mateo. Su origen se ubica a mediados del s. VI.
Su estilo algo bárbaro y las ideas monásticas de que se hace eco acreditan su
composición por esta época.
El Ps. Mateo se compone de dos partes marcadamente distintas. La primera es una
reelaboración del Protoevangelio. La segunda contiene elementos heterogéneos.
Algunos episodios parecen originales, mientras que otros están tomados del evangelio
apócrifo del Pseudo Tomás.
Y, porque obraba de este modo, Dios multiplicaba sus rebaños, y no había, en todo el
pueblo israelita, nadie que lo igualase en abundancia de reses. Y todo eso comenzó a
hacerlo desde el año quinceno de su edad. Y, cuando llegó a los veinte años, tomó por
esposa a Ana, hija de Isachar y de su propia tribu, es decir, de la raza de David. Y, a
pesar de haber transcurrido otros veinte años, a partir de su casamiento, no había
tenido hijos, ni hijas. (I, 1-2)
Y nueve meses después, Ana dio a luz una niña, y llamó su nombre María. Y, destetada
que fue al tercer año, Joaquín y su esposa Ana se encaminaron juntos al templo, y
ofrecieron víctimas al Señor, y confiaron a la pequeña a la congregación de vírgenes,
que pasaban el día y la noche glorificando a Dios. (IV)
Y María llegó a los catorce años, y ello dio ocasión a los fariseos para recordar que,
conforme a la tradición, no podía una mujer continuar viviendo en el templo de Dios.
Entonces se resolvió enviar un heraldo a todas las tribus de Israel, a fin de que, en el
término de tres días, se reuniesen todos en el templo…
Y, al día siguiente, todos de nuevo se congregaron, y, después de haber ofrecido
incienso, el Pontífice entró en el Santo de los Santos, y presentó las varas. Y, una vez
estuvieron todas distribuidas, se vio que no salía la paloma de ninguna de ellas. Y
Abiathar se revistió con el traje de las doce campanillas y con los hábitos sacerdotales,
y, entrando en el Santo de los Santos, encendió el fuego del sacrificio. Y, mientras
oraba, un ángel le apareció, diciéndole: Hay aquí una vara muy pequeña, con la que no
has contado, a pesar de haberla depositado con las otras. Cuando la hayas devuelto a
su dueño, verás presentarse en ella la señal que se te indicó. Y la vara era la de José,
quien, considerándose descartado, por ser viejo, y temiendo verse obligado a recibir a
la joven, no habían querido reclamar su vara. Y, como se mantuviese humildemente en
último término, Abiathar le gritó a gran voz: Ven y toma tu vara, que es a ti a quien se
espera. Y José avanzó temblando, por el fuerte acento con que lo llamara el Gran
Sacerdote. Y, apenas hubo tendido la mano, para tomar su vara, de la extremidad de
ésta surgió de pronto una paloma más blanca que la nieve y extremadamente bella, la
cual, después de haber volado algún tiempo en lo alto del templo, se perdió en el
espacio. (VIII, 1. 3)
Y José tomó a María con otras cinco doncellas, que habían de habitar con ella en su
casa. Y las doncellas eran Rebeca, Sefora, Susana, Abigea y Zahel, a las cuales los
sacerdotes dieron seda, lino, jacinto, violeta, escarlata y púrpura. Y echaron suertes
entre ellas, para saber lo en que cada una trabajaría, y a María le tocó la púrpura
destinada al velo del templo del Señor. Y, al tomarla, las otras le dijeron: Eres la más
joven de todas, y, sin embargo, has merecido obtener la púrpura. Y, después de decir
esto, empezaron a llamarla, por burla, la reina de las vírgenes. Pero, apenas acabaron
de hablar así, un ángel del Señor apareció en medio de ellas, y exclamó: Vuestro apodo
no será un apodo sarcástico, sino una profecía muy verdadera. Y las jóvenes quedaron
mudas de terror, ante la presencia del ángel y sus palabras, y suplicaron a María que
las perdonase, y que rogase por ellas. (VIII, 5)
Y, al tercer día, mientras tejía la púrpura con sus manos, se le presentó un joven de
inenarrable belleza. Al verlo, María quedó sobrecogida de temor, y se puso a temblar.
Pero el visitante le dijo: No temas, ni tiembles, María, porque has encontrado gracia a
los ojos de Dios, y concebirás un rey, que dominará no sólo en la tierra, sino que
también en los cielos, y que prevalecerá por los siglos de los siglos. (IX, 2)
Y, en tanto que ocurría todo esto, José, que era carpintero, estaba en Cafarnaún, al
borde del mar, ocupado en sus trabajos. Y permaneció allí nueve meses. Y, vuelto a su
casa, encontró a María encinta. Y todos sus miembros se estremecieron, y, en su
desesperación, exclamó: Señor Dios, recibe mi alma, porque más vale morir que vivir. Y
las jóvenes que con María estaban le arguyeron: ¿Qué dices, José? Nosotras sabemos
que ningún hombre la ha tocado, y que su virginidad continúa íntegra, intacta e
inmaculada. Porque ha tenido por guardián a Dios, y ha permanecido siempre orando
con nosotras. A diario un ángel conversa con ella, y a diario recibe su alimento de
manos de ese ángel. ¿Cómo podría existir un solo pecado en ella? Y, si quieres que te
declaremos nuestras sospechas, nadie la ha puesto encinta, si no es el ángel de Dios.
(X, 1)
Y José había ido a buscar comadronas. Más, cuando estuvo de vuelta en la gruta,
María había ya parido a su hijo. Y José le dijo: Te he traído dos comadronas, Zelomi y
Salomé, mas no osan entrar en la gruta a causa de esta luz demasiado viva. Y María,
oyéndola, sonrió. Pero José le dijo: No sonrías, antes sé prudente, por si tienes
necesidad de algún remedio. Entonces hizo entrar a una de ellas. Y Zelomi, habiendo
entrado, dijo a María: Permíteme que te toque. Y, habiéndolo permitido María la
comadrona dio un gran grito y dijo: Señor, Señor, ten piedad de mí. He aquí lo que yo
nunca he oído, ni supuesto, pues sus pechos están llenos de leche, y ha parido un niño,
y continúa virgen. El nacimiento no ha sido maculado por ninguna efusión de sangre, y
el parto se ha producido sin dolor. Virgen ha concebido, virgen ha parido, y virgen
permanece. (XIII, 3)
El tercer día después del nacimiento del Señor, María salió de la gruta, y entró en un
establo, y deposité al niño en el pesebre, y el buey y el asno lo adoraron. Entonces se
cumplió lo que había anunciado el profeta Isaías: El buey ha conocido a su dueño y el
asno el pesebre de su Señor. Y estos mismos animales, que tenían al niño entre ellos,
lo adoraban sin cesar. Entonces se cumplió lo que se dijo por boca del profeta
Habacuc: Te manifestarás entre dos animales. Y José y María permanecieron en este
sitio con el niño durante tres días. (XIV)
Un maestro judío, llamado Zaquías, habiendo oído asegurar de Jesús que poseía una
sabiduría más que eminente, concibió propósitos intemperantes e inconsiderados
contra José, a quien dijo: ¿No quieres confiarme a tu hijo, para que lo instruya en la
ciencia humana y en la religión? Pero bien veo que tú y María preferís vuestro hijo a las
tradiciones de los ancianos del pueblo. Deberíais respetar más a los sacerdotes de la
Sinagoga de Israel, y cuidar de que vuestro hijo compartiese con los otros niños una
afección mutua, y de que se instruyese, al lado de ellos, en la doctrina judaica.
José respondió diciendo: ¿Y quién es el que podrá guardar e instruir a ese niño? Más,
si tú quieres hacerlo, nosotros no nos oponemos en modo alguno a que lo ilustres en
todo aquello que los hombres enseñan. Habiendo oído Jesús las palabras de Zaquías,
le respondió, y le dijo: Maestro de la ley, a un hombre como tú, le conviene parar en
todo lo que acabas de decir y de nombrar. Yo soy extraño a vuestras instituciones, y
estoy exento de vuestros tribunales, y no tengo padre según la carne. Cuanto a
vosotros que leéis la Ley, y que os instruís en ella, debéis permanecer en ella. Aunque
presumas de no tener igual en materia de ciencia, aprenderás de mí que ningún otro
que yo puede enseñar las cosas de que has hablado. Y, cuando haya salido de la tierra,
abolirá toda mención de la genealogía de tu raza. Tú, en efecto, ignoras de quién he
nacido, y de dónde vengo. Pero yo os conozco a todos exactamente, y sé cuándo
habéis nacido, y qué edad tenéis, y cuánto tiempo permaneceréis en este mundo.
Entonces cuantos habían oído estas palabras quedaron asombrados, y exclamaron: He
aquí un verdaderamente grande y admirable misterio. Nunca hemos oído nada
semejante. Nada de este género ha sido dicho por otro, ni por los profetas, ni por los
fariseos, ni nunca tal se ha oído. Nosotros sabemos dónde él ha nacido, y que tiene
cinco años apenas. ¿De dónde viene que pronuncie esas palabras? Los fariseos
respondieron: Jamás oímos a un niño tan pequeño pronunciar tales palabras. Y Jesús,
contestándoles, dijo: ¿Os sorprende oír a un niño pronunciar tales palabras? ¿Por qué,
pues, no dais fe a lo que os he dicho? Y puesto que, cuando yo os he dicho que sé
cuándo habéis nacido, os habéis asombrado, os diré más, para que os asombráis más
aún. Yo he tratado a Abraham, a quien vosotros llamáis vuestro padre, y le he hablado,
y él me ha visto. Oyendo estas palabras, todos callaban, y nadie osaba hablar. Y Jesús
les dijo: He estado entre vosotros con los niños, y no me habéis conocido. Os he
hablado como a sabios, y no me habéis comprendido, porque, en realidad, sois más
jóvenes que yo, y además, no tenéis fe. (XXX, 1-4)
Otra vez el maestro Zaquías, doctor de la Ley, dijo a José y María: Dadme al niño, y lo
confiará al maestro Leví, que le enseñará las letras, y lo instruirá. Entonces José y
María, acariciando a Jesús, lo condujeron a la escuela, para que fuese instruido por el
viejo Leví. Jesús, luego que entró, guardaba silencio. Y el maestro Leví, nombrando
una letra a Jesús, y comenzando por la primera, Aleph, le dijo: Responde. Pero Jesús
calló, y no respondió nada. Entonces el maestro, irritado, cogió una vara, y le pegó en
la cabeza.
Pero Jesús dijo al profesor: Sabe, en verdad, que el que es golpeado instruye al que le
pega, en vez de ser instruido por él. Pero todos los que estudian y que escuchan son
como un bronce sonoro o como un címbalo resonante, y les falta el sentido y la
inteligencia de las cosas significadas por su sonido. Y, continuando Jesús, dijo a
Zaquías: Toda letra, desde la Aleph a la Thau, se distingue por su disposición. Dime,
pues, primero lo que es Thau, y te diré lo que es Aleph. Y aún dijo Jesús: Hipócritas,
¿cómo los que no conocen lo que es Aleph podrán decir Thau? Di primero lo que es
Aleph, y te creerá cuando digas Beth. Y Jesús se puso a preguntar el nombre de cada
letra, y dijo: Diga el maestro de la Ley lo que es la primera letra, o por qué tiene
numerosos triángulos, graduados, agudos, etc. Cuando Leví lo oyó hablar así del orden
y disposición de las letras, quedó estupefacto.
Entonces comenzó a gritar ante todos, y a decir: ¿Es que este niño debe vivir sobre la
tierra? Merece, por el contrario, ser elevado en una gran cruz. Porque puede apagar el
fuego, y burlarse de otros tormentos. Pienso que existía antes del cataclismo, y que ha
nacido antes del diluvio. ¿Qué entrañas lo han llevado? ¿Qué madre lo ha puesto en el
mundo? ¿Qué seno lo ha amamantado? Me arredro ante él, por no poder sostener la
palabra que sale de su boca. Mi corazón se asombra de oír tales palabras, y pienso que
a ningún hombre es dable comprenderlas, a menos que Dios no esté con él. Y ahora,
desgraciado de mí, he quedado entregado a sus burlas. Ahora que creía tener un
discípulo, he encontrado un maestro, sin saberlo. ¿Qué diré? No puedo sostener las
palabras de este niño, y huirá de esta ciudad, porque no puedo comprenderlo. Viejo
soy, y he sido vencido por un niño. No puedo encontrar ni el principio ni el fin de lo que
afirma. Os digo, en verdad, y no miento, que, a mis ojos, este niño, juzgando por sus
primeras palabras y por el fin de su intención, no parece tener nada de común con los
hombres. No sé si es un hechicero o un dios, o si un ángel de Dios había en él. Lo que
es, de dónde viene, lo que llegará a ser, lo ignoro.
Entonces Jesús, con aire satisfecho, le sonrió, y dijo en tono imperioso a los hijos de
Israel, que estaban presentes, y que lo escuchaban: Los estériles sean fecundos, los
ciegos vean, los cojos anden derechos, los pobres tengan bienes, y los muertos
resuciten, para que cada uno vuelva a su estado primero, y viva en aquel que es la raíz
de la vida y de la dulzura perpetua. Y, cuando el niño Jesús hubo dicho esto, todos los
que estaban aquejados de enfermedades fueron curados. Y nadie osaba ya decirle
nada, ni oír nada de él. (XXXI, 1-4)
Jesús tenía seis años, y su madre lo envió a buscar agua a la fuente con los niños. Y
sucedió que, cuando había llenado su vasija de agua, uno de los niños lo empujó y le
destrozó la vasija. Pero Jesús extendió el manto que llevaba, y recogió en él tanta agua
como había en el cántaro, y la llevó a su madre. La cual, viendo todo esto, se
sorprendía, meditaba dentro de sí misma, y lo guardaba todo en su corazón. (XXXIII, 1-
2)
Cuando José iba a un banquete con sus hijos, Jacobo, José, Judá y Simeón, y con sus
dos hijas, y con Jesús y María, su madre, iba también la hermana de ésta, María, hija
de Cleofás, que el Señor Dios había dado a su padre Cleofás y a su madre Ana, porque
habían ofrecido al Señor a María, la madre de Jesús. Y esta María había sido llamada
con el mismo nombre de María para consolar a sus padres.
Siempre que estaban reunidos, Jesús los santificaba, y los bendecía, y comenzaba el
primero a comer y a beber. Porque ninguno osaba comer, ni beber, ni sentarse a la
mesa, ni partir el pan, hasta que Jesús, habiéndolos bendecido, hubiere hecho el
primero estas cosas. Si por casualidad no estaba allí, esperaban que lo hiciese. Y, cada
vez que él quería aproximarse para la comida, se aproximaban también José y María y
sus hermanos, los hijos de José. Y estos hermanos, teniéndolo ante sus ojos como una
luminaria, lo observaban y lo temían. Y, mientras Jesús dormía, fuese de día o de
noche, la luz de Dios brillaba sobre él. Alabado y glorificado sea por los siglos de los
siglos. Amén. (XLII, 1-2)
Es una refundición abreviada del Ps. Mateo. Durante la edad media fue atribuido este
apócrifo a San Jerónimo en su Historia Ioachim et Annae. Aún hoy se encuentra entre
las obras del santo doctor. La causa de todo esto debe encontrarse en la carta de San
Jerónimo a Cromacio y Heliodoro, que según dijimos al tratar del Ps. Mateo, se
encuentra en muchos manuscritos como prólogo al De nativitate Mariae.
El estilo es más delicado y elegante que el de su original. Por otra parte, su exégesis
bíblica, bastante adelantada, acusa influencias de doctores como Beda o Alcuino. Todo
esto nos da pie para concluir que el autor debió ser un contemporáneo de Carlomagno
(s. IX).
Este ha ido eliminando del relato todo lo que podía chocar contra la mentalidad de su
tiempo: primer matrimonio de José, prueba de las aguas amargas, constatación
escabrosa de Salomé, etc. Precisa algunos conceptos vacilantes de sus predecesores
en lo relativo al vínculo de María con José; no duda en calificarlo de verdadero
matrimonio y lo distingue conceptual y temporalmente de los desposorios. En general
manifiesta una devoción más delicada a la Santísima Virgen.
Sabemos que la bienaventurada y gloriosa María siempre virgen, salida del tronco real
de la familia de David, nació en la ciudad de Nazareth, y fue educada en Jerusalén, en
el templo del Señor. Su padre se llamaba Joaquín, y su madre Ana. Su familia paterna
era de Galilea, de la ciudad de Nazareth, y su familia materna era de Bethlehem. (I, 1)
Porque Dios es vengador del pecado, mas no de la naturaleza. Y, cuando cierra una
matriz, lo hace para abrirla después de una manera más admirable, y para que se sepa
que lo que nace así no es fruto de la pasión, sino presente de la Providencia.
Así, tu esposa Ana te parirá una niña, y la llamarás María. Y, conforme a vuestro voto,
se consagrará al Señor desde su niñez, y estará llena del Espíritu Santo desde el
vientre de su madre. Y no comerá ni beberá nada impuro, ni vivirá en medio de las
agitaciones populares del exterior, sino en el templo, a fin de que no pueda enterarse, ni
aun por sospecha, de nada de lo que existe de vergonzoso en el mundo. Y, con el curso
de la edad, bien como ella nació milagrosamente de una mujer estéril, de igual modo,
por un prodigio incomparable y permaneciendo virgen, traerá al mundo al hijo del
Altísimo, que será llamado Jesús o salvador de todas las naciones, conforme a la
etimología de su nombre. (III, 1c. 3)
Entonces el Gran Sacerdote anunció en público que todas las vírgenes que habían sido
educadas en el templo, y que tenían catorce años, debían volver a sus hogares, y
casarse, conforme a la costumbre de su nación y a la madurez de su edad. Todas las
vírgenes obedecieron con premura esta orden. Sólo María, la Virgen del Señor, declaró
que no podía hacerlo. Como sus padres la habían consagrado primero a Dios, y ella
después había ofrendado su virginidad al Señor, no quería violar este voto, para unirse
a un hombre, fuese el que fuese. El Gran Sacerdote quedó sumido en la mayor
perplejidad. Él sabía que no era lícito violar un voto contra el mandato de la Escritura,
que dice: Haced votos, y cumplidlos. Más, por otra parte, no le placía introducir un uso
extraño a la nación. Ordenó, pues, que, en la fiesta próxima, se reuniesen los notables
de Jerusalén y de los lugares vecinos, por cuyo consejo podría saber cómo le
convendría obrar en una causa tan incierta.
Porque es bien sabido que Isaías vaticinó: Y saldrá una vara del tronco de Isaí, y un
vástago retoñará de sus raíces. Y reposará sobre él el espíritu del Señor, espíritu de
inteligencia y de sabiduría, espíritu de fortaleza y de consejo, espíritu de conocimiento y
de temor del Altísimo. (VII, 2. 3c)
Sería quizá demasiado largo, y para muchos enojoso, insertar en este opúsculo todos
los sucesos que, conforme a nuestros textos, precedieron y siguieron a la natividad de
Nuestro Señor. Omitiendo, pues, lo que está suficientemente referido en el Evangelio,
pasemos a la narración de lo que allí aparece menos detallado. (IX, 5)
C. APÓCRIFOS DE LA INFANCIA
Así como el ciclo apócrifo en torno a la Natividad surgió con el intento de satisfacer la
curiosidad de los cristianos de los primeros siglos acerca de los ascendientes de Jesús
y de los fenómenos ocurridos en su nacimiento, de la misma manera surgió en época
posterior este ciclo apócrifo de la infancia, con la pretensión de llenar las lagunas que
los evangelios canónicos y los mismos apócrifos de la natividad dejaron en torno a la
adolescencia de Jesús.
Son cuatro las obras más representativas de este ciclo: el Evangelio de la Infancia del
Ps. Tomás, el evangelio árabe de la infancia, el evangelio armenio de la infancia y la
Historia de José el Carpintero.
Tomás su supuesto autor, no fue identificado con el apóstol del mismo nombre hasta
después del siglo III, cuando su culto estaba ya extendido en Oriente. Lo más probable
es que el autor de ésta historia apócrifa fuera un cristiano helenista mediocremente
versado en lengua y literatura judaicas.
Es un problema interesante el que plantean las relaciones de este apócrifo con el Ev.
Gnóstico de Tomás, tal como le conocemos por los testimonios de San Ireneo e
Hipólito. Hay quienes piensan incluso en su posible influjo hindú, procedente de ciertas
narraciones sobre la infancia de Krishna y de buda. A pesar de la trivialidad de la forma
y de lo extravagante de algunos episodios, no dejan de aflorar en el relato ciertos dejos
de pintoresca ingenuidad, que han dejado profundas huellas en la leyenda y en la
iconografía. La redacción original del apócrifo debió remontarse probablemente a las
postrimerías del siglo II.
Yo, Tomás Israelita, he juzgado necesario dar a conocer a todos los hermanos
procedentes de la gentilidad la infancia de Nuestro Señor Jesucristo y cuantas
maravillas realizó después de nacer en nuestra tierra. El principio es como sigue:
II
Este niño Jesús, que a la sazón tenía cinco años, se encontraba un día jugando en el
cauce de un arroyo después de llover. Y recogiendo la corriente en pequeñas balsas,
la volvía cristalina al instante y la dominaba con sola su palabra. Después hizo una
masa blanda de barro y formó con ella doce pajaritos. Era a la sazón día de sábado y
había otros muchachos jugando con él. Pero cierto hombre judío, viendo lo que
acababa de hacer Jesús en día de fiesta, se fue corriendo hacia su padre José y se lo
contó todo: «ira tu hijo está en el arrollo y tomando un poco de barro ha hacho doce
pájaros, profanando con ello el sábado».
Vino José al lugar y al verle, le riñó diciendo: «Por qué haces en sábado lo que no está
permitido hacer? Más Jesús batió sus palmas y se dirigió a las figurillas gritándolas:
¡Marchaos! Y los pajarillos se marcharon todos gorjeando. Los judíos, al ver esto, se
llenaron de admiración y fueron a contar a sus jefes lo que habían visto hacer a Jesús.
III
José llamó aparte a Jesús y le amonestó de esta manera: ¿Por qué haces tales cosas,
siendo con ello la causa de que éstos nos odien y persigan? Jesús replicó: “Bien sé
que estas palabras no proceden de ti. Más por respeto a tu persona callaré. Esos
otros, en cambio, recibirán su castigo”. Y en el mismo momento quedaron ciegos los
que habían hablado mal de él.
Los testigos de esta escena se llenaron de pavor y quedaron perplejos, confesando
que cualquier palabra de su boca, fuera buena o mala, resultaba un hecho y se
convertía en una maravilla. Cuando José se dio cuenta de lo que Jesús había hecho,
lo cogió de la oreja y le tiró fuertemente.
5
La verdadera explicación de los defectos reales que aparecen en la persona de Jesús radica en los
resabios gnósticos latentes en el apócrifo. Había entre los gnósticos quienes consideraban a Jesús
dotado de un cuerpo psíquico [el que fue sacrificado en la cruz) sometido al influjo de las pasiones. Otros
le consideraban revestido de un manto se semillas pneumáticas, como primicia de aquellos que iban a
ser salvos por Él. Otros, finalmente, creían que el verdadero Salvador no descendió sobre Jesús hasta el
momento del bautismo y se separó de él, en el momento de la pasión. Teniendo ante los ojos
concepciones como éstas, no parece extraño encontrar un Jesús colérico, caprichoso, vengativo, como
aquí viene retratado.
El muchacho entonces se indignó y le dijo: “Tú ya tienes bastante con buscar sin
encontrar. Realmente te has portado con poca cordura ¿No sabes que soy tuyo? No
me seas causa de aflicción”.
A los pocos días sucedió que, a un joven que se encontraba cortando leña en las
cercanías, se le escapó el hacha y le cortó la planta del pié. El desdichado se moría
por momentos a causa de la hemorragia.
Sobrevino por esto un gran alboroto y se arremolinó mucha gente. Jesús acudió
también allí. Después de abrirse paso a viva fuerza por entre la multitud llegó junto al
herido y apretó con su mano el pie lastimado del joven, quien súbitamente quedó
curado. Dijo entonces al mozo: “Levántate ya; continúa partiendo leña y acuérdate de
mí” la multitud al percatarse de lo ocurrido, adoró al niño diciendo: “Verdaderamente en
este muchacho habita el Espíritu de Dios”.
XI
Una vez siendo tiempo de la sementera, salió Jesús con su Padre a sembrar trigo en
su finca. Y mientras José desparramaba la simiente, se le ocurrió también al niño
Jesús sembrar un granito de trigo. Y después de la ciega y la trilla su cosecha fue de
cien coros. Entonces convocó en su era a todos los pobres de la localidad y les
repartió el grano. José se llevó después lo restante. Y Jesús tenía ocho años cuando
obró este milagro.
XV
Dándose cuenta José de que la inteligencia del niño iba madurando juntamente con la
edad, quiso de nuevo impedir que quedara analfabeto; por lo que le llevó a otro
maestro y se lo puso a su disposición. Es de notar que el maestro conocía bien la
capacidad del muchacho y le tenía miedo, porque sabía que éste había matado a
varios profesores. Y después que le escribió el alfabeto se entretenía con él durante
largo tiempo sin obtener respuesta de sus labios.
Por fin Jesús le dijo: “Si de verdad eres maestro y conoces perfectamente las letras,
dime primero cuál es el valor del Alfa y luego te diré yo cuál es el de la Beta”. Irritado
entonces el maestro, le pegó en la cabeza. Cuando el niño sintió el dolor, le maldijo; e
inmediatamente se desvaneció el maestro y cayó a tierra de bruces. El muchacho
volvió a casa de José. Éste se llenó de pesar y dijo a su madre que no le dejara salir
fuera de casa, porque todos los que le enojaban quedaban muertos.
XVI
Otra vez mandó José a su hijo Santiago que fuera a atar haces de leña para traerlos a
casa. El niño Jesús le acompañó. Más ocurrió que, mientras Santiago recogía los
sarmientos, le picó una víbora en la mano. Habiéndose echado en el suelo todo lo
largo que era y estando ya para morir, se le acercó Jesús y le sopló en la mordedura.
Inmediatamente desapareció el dolor, reventó el reptil y Santiago recobró
repentinamente la salud.
XIX
Cuando tenía doce años, sus padres marcharon como de costumbre a Jerusalén, para
asistir a las fiestas de la pascua enrolados en la caravana. Después del primer día de la
marcha se pusieron a buscarle entre sus parientes. Más, no dando con él, se afligieron
mucho y retornaron a Jerusalén en su busca. Finalmente lo encontraron en el templo
sentado en medio de los doctores, escuchándoles y haciéndoles preguntas. Todos
estaban pendientes de él y se admiraban de ver que, niño como era, dejaba sin palabra
a los ancianos y maestros del pueblo, desentrañando los puntos principales de la ley y
las parábolas de los profetas.
Y acercándose María su madre le dijo: “Hijo mío, ¿Por qué te has portado así con
nosotros? Mira con que preocupación te hemos venido buscando. Más Jesús replicó:
¿Y por qué me buscabais? ¿No sabéis acaso que debo ocuparme de las cosas que se
refieren a mi Padre?
Y los escribas y fariseos le decían a María: “Dichosa de ti entre las mujeres, ya que el
Señor ha tenido a bien bendecir el fruto de tus entrañas, porque gloria, virtud y
sabiduría semejantes ni las hemos oído ni visto jamás. Jesús se levantó y siguió a su
madre. Y era obediente a sus padres. Mientras tanto iba creciendo en edad, sabiduría
y gracia.
Lleva este nombre por no haberse conocido hasta hace poco más que la redacción
árabe del mismo. Hoy, sin embargo, está ya identificada su redacción siríaca, de
manera que podría titularse más bien, Evangelio siro-árabe de la infancia.6
6
Estas apreciaciones están basadas en las investigaciones de P. Peeters, Evangiles Apocryphes t.2
introd.
La parte más original está comprendida entre los capítulos 11-41, donde se contienen
muchos episodios fantásticos, fruto de imaginación oriental. Es interesante observar el
papel de mediadora que ejerce la Virgen María en todas las curaciones milagrosas
relatadas. Peeters ha notado que ciertos pasajes aislados pueden representar una
tradición más antigua que la compilación del apócrifo; el relato en el capítulo 20-21,
sobre el joven convertido en mulo y devuelto después a su condición humana, puede
ser que esté inspirado en la Historia Lausiaca de Paladio, que fue traducida en época
muy reciente al siríaco. En ella se cuenta el milagro de un jumento convertido en mujer
gracias a las oraciones de San Macario el Egipcio.
Reconstrucción del texto
Evangelio Árabe de la Infancia
En el nombre de Padre y del Hijo y del espíritu Santo un solo Dios. Con el auxilio y el
fervor de la Divinidad Suprema empezamos a escribir el libro de los milagros de
Jesucristo, Dueño, Señor y Salvador nuestro, que lleva por título Evangelio de la
infancia, en la paz del Señor. Amen.
I. PALABRAS DE JESÚS EN LA CUNA
Encontramos lo que sigue en el libro del pontífice Josefo, sacerdote que vivió en los
tiempos de Cristo y a quien algunos identifican con Caifás. En él se cuenta que Jesús
habló cuando se encontraba precisamente reclinado en la cuna, y que dijo a su madre:
«Yo soy Jesús, el hijo de Dios, el verbo, a quien tú has dado a luz de acuerdo con el
anuncio del ángel Gabriel. Mi Padre me ha enviado para la salvación del mundo 7»
Se había puesto ya el sol cuando una anciana llegó a la gruta en compañía de José. Y
he aquí que estaba iluminado el recinto con una luz más hermosa que el resplandor de
lámparas y antorchas, y más refulgente que la luz del sol. Un niño en pañales y
reclinado en un pesebre estaba mamando la leche de su madre, María. Admirados los
dos de esta luz, pregunta la anciana a María: ¿Por ventura eres tú, la madre del recién
nacido? Al responder María afirmativamente, le dice: «pues tú no eres como las demás
hijas de Eva». A lo que María replica: Lo mismo que mi hijo no tiene igual entre los
niños, de igual manera su madre, no tiene semejante entre las mujeres. Dice entonces
la anciana: «Aquí he venido, señora mía, en busca de alguna recompensa, que hace ya
mucho tiempo que me encuentro aquejada de parálisis». Dícele pues María: «Pon tus
manos sobre el niño». Y nada más hacer esto, quedó curada la mujer. Entonces
marchó diciendo: De ahora en adelante seré la esclava y criada de este niño durante
todos los días de mi vida.
III. LA ENDEMONIADA
7
No se conoce el origin de este episodio en que se contiene un verdadero «agraphon». Sike y Peeters
creen que debía formar parte de una serie de anécdotas difundidas entre los cristianos de Egipto, ya que
pasó posteriormente al Corán.
Se cuenta que la Sagrada Familia llegaron a una ciudad donde se encontraba una
mujer endemoniada, que, habiendo salido una noche por agua, se había visto
acometida por el maldito y rebelde Satanás. No era capaz de aguantar sus vestidos y
no había manera de hacerla permanecer en casa. Siempre que intentaban sujetarla
con cadenas o con cordeles, rompía las ligaduras y huía desnuda a lugares salvajes.
Se situaba en las encrucijadas de los caminos y entre los sepulcros, acometiendo a la
gente con piedras y causando males a sus familiares.
Al verla María se compadeció de ella, por lo que Satanás la dejó al momento y huyó en
forma de un joven, diciendo: «Ay de mí, María, por culpa tuya y de tu Hijo» De esta
manera se vio libre aquella mujer de su azote. Dueña ya de sí, sintió vergüenza de su
propia desnudez y retornó a casa evitando el encuentro con las gentes.
Vivía allí mismo otra mujer cuyo hijo era atormentado por Satanás. Su nombre era
judas. Cuantas veces la pobre criatura era embestida por el demonio, se ponía a
morder a todos cuantos se le acercaban. Y si no encontraba a nadie a su alcance, se
mordía sus propias manos y miembros. Al llegar pues la fama de la Virgen María y de
su hijo Jesús a la madre del desgraciado, se levantó ésta y llevó a Judas ante la
presencia de Nuestra Señora.
Entre tanto, Santiago y José habían sacado al niño Jesús fuera de casa para jugar con
otros niños. Y, estando todos sentados, se acercó Judas el endemoniado, y se puso a
la derecha de Jesús. Entonces fue atado por Satanás, como de costumbre, y quiso
morder a aquél; pero no pudo. Sin embargo, le hizo daño en el costado derecho 8 y
Jesús se puso a llorar. Más de repente salió Satanás del endemoniado bajo la forma
de un perro rabioso. Y este niño era Judas Iscariote, el que luego habría de entregarle
a los judíos. Es de notar que el costado en que le lastimó judas fue el mismo que
traspasaron los judíos con una lanza.
V. VIDA OCULTA
Después que Jesús fue hallado en el templo y después de hacer muchos milagros.
Decidió ocultar sus milagros y a dedicarse al estudio de la Ley, hasta que cumplió
treinta años, que fue cuando el Padre le dio a conocer públicamente a la orilla del
Jordán con esta voz bajada del cielo: «Este es mi Hijo amado, en quien reposo»,
estando presente el Espíritu Santo en forma de blanca paloma 9.
Antiguamente fue conocida tan sólo por una redacción árabe publicada por G. Tallin el
año 1722, según un manuscrito de la Biblioteca Real de París proveniente de Egipto.
Esta procedencia y el culto que desde antiguo profesaron los coptos a San José dieron
pie para pensar que la tal redacción árabe podía ser una simple versión de un original
8
La red. Sir. Dice textualmente que Judas «mordió» a Jesús en el costado derecho. Añade que éste
tenía a la sazón tres años.
9
Cf. Mt. 3,17.
copto. Esta hipótesis se confirmó cuando E. Quatremere señaló efectivamente la
existencia del texto copto contenido en unos manuscritos que a la sazón se
encontraban en la Biblioteca Imperial de parís, pero que provenían de la Vaticana, de
donde habían sido substraídos el año 1797.
Así abandonó esta vida mortal nuestro padre José el carpintero, padre de Cristo según
la carene, el que vivió ciento once años. Cuando nuestro Salvador hizo a los apóstoles,
reunidos en el monte de los olivos, el relato de toda su vida, éstos fueron escribiendo
estas palabras, las depositaron después en la biblioteca de Jerusalén y dejaron
consignado, además, que el día en que el santo anciano se separó de su cuerpo fue el
26 de Epep, en la paz del Señor. Amén.
Y un día estaba nuestro buen Salvador en el monte de los Olivos con los discípulos en
torno y se dirigió a ellos con estas palabras: << ¡Oh mis queridos hermanos, hijos de mi
buen Padre, a quienes El ha escogido de entre todo el mundo!
Bien sabéis lo que tantas veces os he repetido: Es necesario que yo sea crucificado y
que guste la muerte; que resucite de entre muertos; por vuestra parte, lo prediquéis a
todo el mundo; que haga descender sobre vosotros una fuerza de lo alto, la cual os
llenará del Espíritu Santo; y que vosotros, finalmente, prediquéis a todas las gentes de
esta manera: Haced penitencia (Hc 1,8).
Porque vale más un vaso de agua en la vida venidera que todas las riquezas de este
mundo. Y vale más poner tan sólo el pie en la casa de mi Padre que toda la riqueza de
este mundo, y aún más: vale más una hora de regocijo para los justos que mil años
para los pecadores, en que han de llorar y lamentarse, sin que nadie preste atención ni
consuelo a sus gemidos.
Cuando, pues, os llegue a vosotros, mis distinguidos miembros, la hora de marchar,
predicadles que mi Padre os exigirá cuentas con balanza justa y equilibrada que os
exigirá cuentas.
Así como nadie puede escapar de la mano de la muerte, de la misma manera ninguno
puede substraerse a sus propios actos, sean buenos o malos. Además, os he dicho
muchas veces, y repito ahora, que ningún fuerte podrá salvarse por su propia fuerza y
ningún rico por lo cuantioso de sus riquezas.
Y ahora escuchad que os voy a narrar la historia de mi padre José, el bendito anciano
carpintero.
Había un hombre llamado José, oriundo de belén, esa villa judía que es la ciudad del
rey David estaba muy bien impuesto en la sabiduría y en su oficio de carpintero
Este hombre José, se unió en santo matrimonio a una mujer que le dio hijos e hijas:
cuatro varones y dos hembras, cuyos nombres eran: Judas y Josetos, Santiago y
Simón; sus hijas se llamaban Lisia y Lidia. Y murió la esposa de José, como está
determinado que suceda a todo hombre, dejando a su hijo Santiago niño aún de corta
edad.
José era un varón justo y alababa a Dios con todas sus obras. Acostumbraba a salio
forastero con frecuencia para ejercer el oficio de carpintero en compañía de sus dos
hijos, ya que vivía del trabajo de sus manos en conformidad con lo dispuesto en la ley
de Moisés. Este varón justo de quien estoy hablando es José, mi padre según la carne,
con quien se desposó en calidad de consorte mi madre, María
V. LA ENCARNACIÓN
Y al decimocuarto año de su edad vine yo, Jesús vuestra vida, a habitar en ella por mi
propio deseo. Y a los tres meses de su embarazo volvió el candoroso José de sus
ocupaciones. Más al encontrar mi madre encinta, presa de la turbación y del miedo,
pensó en abandonarla en secreto. (Mt 1, 19). Y fue tan grande el disgusto que no quiso
comer ni beber (aquél día).
ANCIANIDAD DE JOSÉ
Más le llegó a mi padre José la hora de abandonar éste mundo, que es la suerte de
todo hombre mortal.
Cuando su cuerpo enfermó, vino un ángel a anunciarle: «Tu muerte tendrá lugar este
año» Y, sintiendo su alma llena de turbación, hizo un viaje a Jerusalén, penetró en el
templo del Señor, se humilló ante el altar y oró de esta manera:
PLEGARIA DE JOSÉ
“¡Oh Dios, Padre de toda misericordia y Dios de toda carne, Señor de mi alma, de mi
cuerpo y de mi espíritu! Si es que se han cumplí ya los días de vida que me has dado
en este mundo, te ruego, Señor dios, que envíes el arcángel Miguel para que esté a mi
lado hasta que mi desdichada alma, salga del cuerpo sin dolor ni turbación….!Oh Dios,
que juzgas a todos en verdad y en justicia, ojalá que tu misericordia me sirva ahora de
consuelo, ya que tú eres la fuente de todos los bienes y a ti se te debe la gloria por
eternidad de eternidades! Amén.”
JOSÉ EXPIRA
Al exhalar su espíritu yo le besé. Los ángeles tomaron su alma y le envolvieron en
lienzo de seda. Yo estaba sentado junto a él y ninguno de los circunstantes cayó en la
cuenta de que ya había expirado; Entonces puse su alma en manos de Miguel y
Gabriel, para que le sirvieran de defensa contra los genios que acechaban en el
camino. Y los ángeles se pusieron a entonar cánticos de alabanza ante ella, hasta que
por fin llegó a los brazos de mi Padre.
D. APOCRIFOS DE LA PASIÓN Y RESURRECCIÓN
Evangelio de Pedro
Describe las últimas escenas de la pasión y la resurrección de Cristo con las primeras
apariciones. Y su contacto con la narración canónica es evidente. La semejanza que
ofrece, sobre todo con los evangelio sinópticos, son numerosas y significativas. Unas
veces se refieren sólo al pensamiento, otras veces también a la expresión. Todo esto
arguye una dependencia clara de las fuentes canónicas. Como crítica a esta situación,
la mayor parte de los sabios se inclina a creer que el autor no hizo otra cosa que
reelaborar el contenido canónico según ciertas tendencias canónicas. Ofrecen interés
especial los v. 26-27, que nos dan un paralelo con el final del Evangelio de San Marcos
(16, 10), y el v. 60, que probablemente es una alusión al último capítulo de San Juan.
Algunos críticos han querido encontrar rastros de este apócrifo en los escritos
extracanónicos más antiguo de la era cristiana, con lo que han pretendido fijar su
composición en las primeras décadas del siglo II. Se citan como lugares paralelos: San
Ignacio, Bernabé, San Policarpo. Todas estas analogías ofrecen puntos de contactos
tan débiles, que no dan derecho sino a conclusiones puramente conjeturables. Puede,
pues, fijarse su fecha de composición hacia el 150 d. C. el ligar de origen debe
encontrarse con mayor probabilidad en Siria que en Egipto.
I
Pero de entre los judíos nadie se lavó las manos: ni Herodes ni ninguno de sus jueces.
Y, al no quererse ellos lavar, Pilato se levantó.
Entonces el rey Herodes manda que se hagan cargo del Señor, diciéndoles:
<<Ejecutad cuanto os acabo de mandar que hagáis con él>>
II
Se encontraba allí a la sazón de José, el amigo de Pilato y del Señor. Y, sabiendo que
iban a crucificarle, se llegó apilado en demanda del cuerpo del Señor para su sepultura.
Pilato as u vez mandó recado a Herodes y le pidió el cuerpo (de Jesús).
VI
XIV
Era a la sazón del último día de los Azimos y muchos partían de vuelta para sus casas.
Y nosotros, los doce discípulos del Señor, llorábamos y estábamos sumidos en la
aflicción. Y cada cual, apesadumbrado por lo sucedido, retornó a u casa.
Yo, Simón Pedro, por mi parte, y Andrés, mi hermano, tomamos nuestras redes y nos
dirigimos al mar, yendo en nuestra compañía Leví el de Alfeo, a quien el Señor…
Éste consta de dos partes: de las Actas de Pilato (cap1-6) y del Descensus Christis ad
infernos, un libro sobre la bajada de Jesús al inframundo después de su muerte (cap
17-27). Por tanto, forma parte de los evangelios que complementan la historia de la
pasión de Jesús. Uno de los principales recae sobre Poncio Pilatos, al que se pretende
disculpar, y en el culto de los santos.
El recopilador mismo indica en el prólogo la fecha de la redacción final de la obra: <<en
el año decimoctavo del reinado de nuestro emperador Flavio Valentiniano, en la
indicación novena>>, es decir, en el año 425. La primera parte, las Actas de Pilato, es,
con seguridad, anterior al año 375/376, pues las cita Epifanio de Constancia
(Salamina). Dos alusiones en Justino y en Tertuliano parecen apuntar, además, a una
fecha de nacimiento anterior al año 150. Es posible que su redacción esté relacionada
también con las paganas Actas de Pilato mencionadas en Eusebio, y cuya finalidad era
azuzar el odio contra los cristianos durante la persecución desencadenada en tiempos
de Maximino Daia (311/312). Fiedrich Scheidweiler duda de esta afirmación sólo
respecto del Descensus, cuya añadidura considera más tardía porque falta en la única
redacción griega que ha llegado hasta nosotros; en cambio las Actas están
configuradas con mayor detalle: << Además, no cuadra ahí, la obra está cerrada y no
admite ampliación alguna>>. Añade Scheidweiler que la recensión B es una revisión
tardía de la redacción original que amplía considerablemente los capítulos 10 y 11 y, en
cambio, reduce mucho el capítulo 16 para poder añadir el Descensus. Una alusión
probable a la fecha de redacción del Descensus a partir de las postrimerías del siglo IV
podría ser la referencial de sal. 23,7 (<< alzad, oh puertas, ya vuestros dinteles para
que el rey de la gloria haga su entrada>>) a la bajada del Hades, pues, al parecer,
hasta Gregorio de Nisa se relaciona ese versículo exclusivamente con la ascensión.
A su vez, las Actas de Pilato se dividen en dos partes: capítulos 1-11, las Acta Pilati
propiamente dichas informan del proceso de Jesús ante Pilatos, de su crucifixión y
sepultura. En el plano teológico pretenden defender el nacimiento virginal de Jesús
contra las calumnias de los judíos, su poder divino e inocencia, confirmadas por sus
milagros, así como presentar a Pilatos como contrario a la crucifixión de Jesús. Para
ello elaboran toda una serie de materiales tomados de los evangelios canónicos.
El autor de esta interpolación, llamado Ananías según el prólogo, debió ser un judío-
cristiano que se proponía reivindicar el nombre de Jesús, sirviéndose para ello del
supuesto testimonio de sus propios enemigos.
PARTE I
Prólogo
Yo, Ananías, protector, de rango pretoriano, legisperito, vine por medio de las divinas
Escrituras en conocimiento de Nuestro Señor Jesucristo y me acerqué a El por la fe, y
se me permitió recibir el santo bautismo…
1. Salió, pues, Jesús del pretorio, acompañado de los dos malhechores. Y, en llegando
al lugar convenido, le despojaron de sus vestiduras, le ciñeron un lienzo y le pusieron
alrededor de las sienes una corona de espinas…
PARTE II
1. Dijo entonces José:<< ¿Y por qué os admiráis de que Jesús haya resucitado? Lo
admirable no es esto; lo admirable es que no ha resucitado él solo, sino que ha
devuelto a la vida a gran número de muertos, los cuales se han dejado ver de muchos
en Jerusalén…>>
3. Cuando esto oyeron los resucitados, hicieron sobre sus rostros la señal de la cruz y
dijeron a los pontífices: << Dadnos papel, tinta y pluma>>. Trajéronselo, pues, y,
sentándose, escribieron de esta manera.
XI
Y en cuanto terminó de leerse el escrito, todos los que escuchaban dieron con su faz en
tierra y se pusieron a llorar amargamente, mientras golpeaban duramente sus pechos y
decían a voz en grito:<< ¡Ay de nosotros!
Estos son, hermanos carísimos, los testimonios de Karino y de Leucio acerca de Cristo,
Hijo de Dios, y de sus santas gestas en los infiernos. Al cual demos todas alabanzas y
gloria por los siglos infinitos. Amén.
Escritos Complementarios
<< Por cuanto tuviste la osadía de condenar a muerte a Jesús Nazareno de una
manera violenta y totalmente inicua y, aun antes de dictar sentencia condenatoria le
pusiste en manos de los insaciables y furiosos judíos… Por todo esto, vas tú mismo a
ser conducido a mi presencia, cargado de cadenas, para que presentes tus excusas y
rindas cuentas de la vida que has entregado a la muerte sin motivo alguno>>.
Éstas hacen referencia a dos cartas que se presentan como cambiadas entre ambos
personajes, en las que salta a la vista la simpatía que sentía el autor por el procurador
romano. A la vez se mezclan extrañas leyendas de3 cuño medieval sobre la muerte de
Herodes y de sus allegados.
Tischendorf las encontró junto con la Carta de Pilato a Tiberio, pero se resistió a
publicara. Ella presenta una redacción tan torturada a veces y la sintaxis tan deficiente,
que en algunos casos no cabe dar sino una traducción aproximada.
Llegó aroma la Carta y fue leída al César en presencia de no pocas personas. Y todas
quedaron atónitas al oír que, a causa del delito de Pilato, las tinieblas y el terremoto
habían afectado a toda la tierra. Y, montando en César en cólera, envió soldados y
ordenó que llevaran preso a Pilato.
II
Conducido fue a Roma y enterado el César de que había llegado, se sentó éste en el
templo de los dioses a la cabeza del senado, acompañado de todo el elemento militar y
de la multitud que integraba sus fuerzas. Entonces dio órdenes de que avanzara
delante de Pilato y quedara de pie. Y a continuación le dijo: ¿por qué has tenido la
osadía de hacer tales cosas, monstruo de impiedad, después de haber visto prodigios
como los que hacía aquel hombre? Por atreverte a cometer tal villanía, has acarreado
la ruina de todo el universo>>.
4. Muerte de Pilato:
A este relato apenas puede dársele la categoría de apócrifo. Tischendorf lo copió del
manuscrito de milán Ambros. L. 58 (s.XIV) y se decidió a publicarlo por el interés que
esta leyenda, genuinamente occidental, había suscitado en la Edad media y por creer
que procedía de una fuente más antigua. Su composición se considera como
plenamente medieval.
En los días del emperador Tiberio César, siendo Herodes tetrarca, bajo el dominio de
Poncio Pilato, Cristo fue entregado por los judíos y declarado inocente por Tiberio.
Por aquellos días estaba Tito de régulo a las órdenes de Tiberio en la región de
Aquitania , en una ciudad de la Libia llamada Burdigalla, es de saber que Tito tenía una
llaga en la p0arte derecha de la nariz, originada por un cáncer, estando su rostro
desecho hasta el ojo.
XIV
SENTENCIA
Evangelio de Bartolomé
Hoy, gracias a los descubrimientos que se han ido haciendo y a las consecuencias a
que ha llevado su estudio, podemos constatar no solamente la gran difusión que
tuvieron en ambientes helénicos, coptos, latinos y eslavos diversos escritos
relacionados con San Bartolomé, sino reducir éstos a la unidad y reivindicar para todos
ellos el título de Evangelio de Bartolomé.
El año 1835 publicaba E. Dulaurier un fragmento sahídico que acababa de encontrar en
la Biblioteca Real de París. Entre otras cosas, se describe en el la entrada de Adán y
Eva en el paraíso. Esta fue la razón de que su editor diera a su hallazgo el título de
Apocalipsis de Bartolomé, sin parar mientes en otros pasajes del citado fragmento, que
dan más bien la impresión de pertenecer aun evangelio de la resurrección y de la
ascensión del Señor.
A las redacciones coptas se las puede tachar de esa incoherencia, mezcla de fantasía y
de errores de interpretación, que es característica general de la literatura copta.
Proceden todas de un texto común, que pudo existir en el siglo V o VI. Este texto
debido derivarse de las fuentes griegas, sin que necesariamente hayamos de decir que
fue una traducción. Dichas fuentes fueron libremente alteradas y mezcladas con otros
elementos fantásticos.
El Evangelio de Bartolomé desarrollan los temas que más excitaban la curiosidad de los
antiguos: en carnación, bajada de Cristo a los infiernos, creación de los ángeles, caída
de Lucifer, etc. Temas análogos desarrollan Las Actas pilati en su segunda parte. La
literatura apocalíptica, abundante en extremos, sentía predilección por todos estos
puntos. Hay que recalcar que la secta de los gnósticos se preocupaba de ellos también
con cierta frecuencia. No obstante este apócrifo no contiene en general errores
dogmáticos. Su carácter fantástico y misterioso le hace provenir de Egipto, donde
alguna secta cristiana de los alrededores de Alejandría debió sacarle a la luz el siglo IV.
Su lengua original debió ser el griego.
I
Después de que Nuestro Señor Jesucristo resucitó de entre los muertos, se acerco a él
Bartolomé y le abordó de esta manera: <<Descúbrenos, Señor, los misterios de los
cielos>>.6 Jesús le respondió diciendo: <<So [antes no] me despojo de este cuerpo
carnal, no podré revelártelo”. [Pero cuando resucitó, después de estar sepultado,
ninguno se atrevió a preguntarle, porque, aunque no se le podía ver, su divinidad
estaba realmente presente]
Bartolomé, después, acercándose al Señor, le dijo: <<Tengo algo que decirte,
Señor>>…
II
6
Las recensiones coptas abren la narración con la descripción de la última cena y la cierran con la
Ascensión del Señor. En el c.I describen la pasión con datos extraños e incoherentes. Jesús durante la
cena resucita un gallo en señal de su propia resurrección. Después es traicionado por judas y crucificado.
Al verlas Ananías en el título en el patíbulo, pide a los judíos que le crucifiquen también a él mismo.
Finalmente, el Señor se lleva consigo el alma de Ananías tal como lo había predicho.
Estaban los apóstoles en el lugar llamado Chilturá (Chiruvin, Chritir) [con María madre
de Dios]. Y Bartolomé, acercándose a Pedro, Andrés y Juan, les dice:<< ¿Por qué no
pedimos a la llena de gracia que nos diga cómo concibió al Señor y cómo pudo llevar
en su seno y dar a luz al que no puede ser gestado?>> Mas ellos vacilaban en
preguntarle.
Y dice Bartolomé a pedro:<< Tú, como corifeo y maestro que eres, acércate e
interrógala>>. Más, al ver a todos vacilantes y en desacuerdo, Bartolomé se acercó a
ella y le dijo:<< Dios te salve, tabernáculo del Altísimo; aquí venimos todos los
apóstoles a preguntarte cómo concebiste [al que es incomprensible, y cómo llevaste en
tu seno a Aquel que no puede ser gestado, o cómo, en fin, diste a luz a tanta
grandeza>>.]
III.
Entonces el Señor se marchó con ellos al monte Moría y se sentó en medio de ellos.
Más a causa del miedo vacilaban al preguntarle. Y Jesús respondió y dijo:
“Preguntadme lo que os plazca, pues dentro de siete días me marcharé a mi Padre, y
ya no me dejare ver de vosotros de este manera”
Y ellos, vacilantes le dicen: “Permítenos ver el abismo según lo que nos prometiste”
Y les dijo Jesús: «Mejor os vendría no ver el abismo; pero, si queréis, seguidme y lo
veréis. Y, al verlo, los apóstoles cayeron en tierra. Más el Señor les levantó diciendo:
“¿No os decía hace un momento que no os vendría ver el abismo?”
IV
Y, tomándolos de nuevo se puso en camino del monte de los Olivos. Y Pedro decía a
María: “¡Oh tú!, llena de gracia, ruega al Señor para que nos revele los arcanos
celestiales”. María repuso a Pedro: « ¡Oh tú! Piedra escogida, ¿acaso no prometió Él
fundar su Iglesia sobre ti?...
Y habiendo aparecido de nuevo el señor, le dice Bartolomé: «Señor, muéstranos al
adversario de los hombres para que veamos quien es y cuáles son sus obras, ya que ni
de ti siquiera se apiadó, sino que te hizo pender del patíbulo. Entonces les hizo bajar al
monte de los Olivos. Y, habiendo lanzado una mirada de furor a los ángeles que
custodiaban el tártaro, indicó a Miguel que hiciera sonar la trompeta fuertemente.
Cuando éste la hubo sonado, subió Belial aprisionado por 560 ángeles y atado con
cadenas de fuego.
Más Jesús se acercó a ellos, los levantó y les infundió ánimo. Y dice a Bartolomé:
«Písale con tu propio pie en su cerviz y pregúntale cuáles son sus obras hasta ahora y
cómo engaña a los hombres. Bartolomé, pues, se fue y le pisó en la cerviz que tenía
oculta hasta las orejas, diciéndole: «Dime quién eres tú y cuál es tu nombre».
Respondió Belial: «Al principio me llamaba Satanaíl, que quiere decir Mensajero de
Dios. Más cuando no reconocí la imagen de Dios, mi nombre fue llamado Satanás, que
quiere decir ángel guardián del tártaro. Yo también fui llamado primer ángel, porque,
cuando Dios hizo el cielo y la tierra, tomó un puñado de fuego y me formó a mí el
primero. Lo demás no estoy dispuesto a manifestártelo.
Entonces le dice el apóstol Bartolomé: «Anda, dime malhechor, mentiroso, lleno de
envidia y astucia, lobo rapaz. ¿Cómo te las arreglas para embaucar a los hombres, de
modo que dejen al Dios vivo, creador de todas las cosas, que hizo el cielo y la tierra?
Entonces Bartolomé, juntamente con los demás apóstoles, empezó a glorificar al Señor
Jesús, diciendo: “Bendito sea el Señor Dios de Israel, porque nos ha visitado y ha
redimido a su pueblo* de la mano de sus enemigos y con nosotros ha usado de
misericordia y de justicia. El cual vive y reina, juntamente con el Padre y con el Espíritu
Santo, por todos los siglos de los siglos. Amén.
*
Cf. Lc 1,68
E. APÓCRIFOS ASUNCIONISTAS
Los más antiguos entre éstos se remontan más allá del siglo IV; surge, pues, el
problema de explicar su conexión con el hecho histórico de la Asunción. No sería
descabellado a este respecto suponer la existencia de un arquetipo primitivo del que
derivaran los mencionados textos apócrifos. Tal existencia está avalada por el
testimonio del Ps. Melitón, quien alude expresamente a un Transitus Sanctae Mariae
original de Leucio, a quien se presenta como discípulo de los apóstoles y que, por
tanto, debió escribir a principios del siglo II. Pero aún prescindiendo de ésta hipótesis,
que, como se ve, no deja de tener su fundamento, puede salvarse el vacío entre los
apócrifos y el hecho de la Asunción recurriendo a una tradición oral que, arrancando de
Egipto probablemente, se fue propagando en el tiempo y en el espacio, dando con ello
lugar a las diversas narraciones que hoy poseemos sobre el particular.
El influjo de esta literatura a través de los siglos ha sido muy grande, llegando a invadir
los mismos textos litúrgicos. Recuérdese a este respecto el oficio mozárabe de la
Asunción según el manuscrito de Silos publicado por M. Férotin, y asimismo, la
narración apócrifa de la Asunción publicada por Tamayo Salazar a base del
Legendarium Segoviense y de diversos Breviarios. Su influencia en la inspiración
artística es aún mucho mayor, particularmente en oriente. De hecho se señalan
algunos monumentos de inspiración apócrifa anteriores a este siglo. Citemos entre
otros ejemplares, la representación de la Capella degli Scrovegni (Papua), debida al
pincel de Giotto; el tímpano de la Portada Preciosa de la Catedral de Pamplona (s.XIV),
y la tabla de la Colegiata de Bañolas (Gerona, s.XIV). Ante la imposibilidad de incluir
toda la producción apócrifo-asuncionista por ser demasiadas ediciones, nos limitaremos
a reproducir los tipos más representativos y de mayor influencia.
Libro de San Juan Evangelista (El Teólogo)
Se trata de uno de los apócrifos asuncionistas que han gozado de mayor difusión,
particularmente en el Oriente Bizantino. En Occidente se conserva de él una traducción
latina publicada en 1933 por Dom A. Wilmart 10. Se conservan asimismo otras
narraciones occidentales dependientes de él, el cód. Ambrosiano L 58, que dice
textualmente: «Assumptio beatae Virginia Mariae qualiter facta sit, ex quodam libello
apocrypho, qui Iohanni evangelistae adscribitur, edocemur». El primer crítico moderno
que lo editó fue Tischendorf, utilizando para ello cinco códices diversos.
No puede considerársele tampoco como arquetipo primigenio del que deriven todos los
demás apócrifos como simples versiones o refundiciones, sino como el representante
más caracterizado y antiguo de un tronco apócrifo que ha tenido diversas
ramificaciones en la literatura asuncionista. De esta familia debemos descartar el
Transitus B, atribuido a Melitón, obispo de Sardes. Es curioso notar que en este
apócrifo no aparece visiblemente el fenómeno de la Asunción, haciéndose saber
únicamente en la visión final que el cuerpo ha sido trasladado al paraíso.
[308] Cuando la santísima y gloriosa Madre de Dios y siempre virgen María iba, según
su costumbre, cabe el sepulcro del Señor para quemar aromas y doblaba sus santas
rodillas, solía suplicar a Cristo, hijo suyo y Dios nuestro, que se dignara venir hacia sí.
III
10
Según el único manuscrito de Santa Croce P1.XV d.12, en Laurenziana (folio 19-20 s.XIV)
Cierto día —que era viernes— fue, como de costumbre, la santa (virgen) María al
sepulcro. Y, mientras estaba en oración, acaeció que se abrieron los cielos y descendió
hasta ella el arcángel Gabriel, el cual le dijo: «Dios te salve, ¡oh madre de Cristo
nuestro Dios!, tu oración, después de atravesar los cielos, ha llegado hasta la presencia
de tu Hijo y ha sido escuchada. Por lo cual abandonarás el mundo de aquí a poco y
partirás, según tu petición, hacia las mansiones celestiales, al lado de tu Hijo, para vivir
la vida auténtica y perenne».
VI
Y, mientras ella estaba en oración, me presenté yo, Juan, a quien el Espíritu Santo
arrebató y trajo en una nube desde Éfeso, dejándome después en el lugar donde yacía
la madre de mi Señor. Entré, pues, hasta donde ella se encontraba y alabé a su Hijo;
después dije: «Salve, ¡oh madre de mi Señor, la que engendraste a Cristo nuestros
Dios!; alégrate, porque vas a salir de este mundo muy gloriosamente». [310]
Entonces yo, Juan, le dije a mi vez: «Ya está para venir Jesucristo, Señor y Dios
nuestro; y tú vas a verle, según te lo prometió». A lo que repuso la santa madre de
Dios: «Los judíos han hecho juramento de quemar mi cuerpo cuando yo muera». Yo
respondí: «Tu santo y precioso cuerpo no ha de ver la corrupción». Ella entonces
replicó: «Anda, toma el incensario, echa incienso y ponte en oración». Y vino una voz
desde el cielo diciendo amén.
XIX
Pablo, a su vez, respondió y dijo: «También yo, mientras me encontraba en una ciudad
a poca distancia de Roma, llamada tierra de los Tiberios, oí al Espíritu Santo que me
decía: La madre de tu Señor está para abandonar este mundo y emprender por medio
de la muerte su marcha a los cielos; ponte [pues] tu también en camino de Belén para
despedirla. Y en esto una nube luminosa me arrebató y me puso en el mismo sitio en
que a vosotros».
XXVI
Y cuando hubo acabado su oración, dijo a los apóstoles: «Echad incienso y poneos en
oración». Y, mientras ellos oraban, se produjo un trueno en el cielo y se dejó oír una
voz terrible, como [el fragor de] los carros. Y en esto [apareció] un nutrido ejército de
ángeles y potestades y se oyó una voz como [la] del Hijo del hombre. Al mismo tiempo,
los serafines circundaron en derredor la casa donde yacía la santa e inmaculada virgen
y madre de Dios. De manera que cuantos estaban en Belén vieron todas estas
maravillas y fueron a Jerusalén anunciando todos los portentos que habían tenido
lugar.
XXVII
Y sucedió que, después que se produjo aquella voz, apareció de repente el sol y,
asimismo, la luna alrededor de la casa. Y un grupo [315] de primogénitos de los santos
se presentó en la casa donde yacía la madre del Señor para honra y gloria de ella. Y vi
también que tuvieron lugar muchos milagros: ciegos que volvían a ver, sordos que oían,
cojos que andaban, leprosos que quedaban limpios y posesos de espíritus inmundos
que eran curados. Y todo el que se sentía aquejado de alguna enfermedad o dolencia,
tocaba por fuera el muro [de la casa] donde yacía y gritaba: «Santa María, madre de
Cristo, nuestro Dios, ten compasión de nosotros».
XXXIX
XLVIII
La presente narración asuncionista en forma de homilía tiene por autor a San Juan,
arzobispo de tesalónica, que compuso asimismo la primera parte de las Actas de San
Juan Demetrio. No debe confundírsele, como se ha hecho frecuentemente, con el
arzobispo del mismo nombre que asistió al VI concilio ecuménico (680-681),
contemporáneo de San Andrés Cretense, de San Germán de Constantinopla y de San
Juan Damasceno. Las razones de autenticidad de esta obra, fundadas sobre todo en
argumentos de crítica interna, pueden verse en Jugie.
III
Cuando María, la santa madre de Dios, iba ya a desprenderse del cuerpo, vino hacia
ella el gran ángel y le dijo: «María, levántate y toma esta palma que me ha dado el que
plantó el paraíso; entrégasela a los apóstoles para que la lleven entre himnos ante ti,
pues dentro de tres días vas a abandonar el cuerpo. Sábete que voy a enviar a todos
los apóstoles a tu lado; ellos se preocuparán de tus funerales y contemplarán tu gloria
hasta que (por fin) te lleven al lugar que te está reservado». Y María respondió al ángel
diciéndole: « ¿Por qué has traído esta palma solamente y no una para cada cual, no
sea que, al dársela a uno, murmuren los demás? ¿Y que es lo que quieres que haga o
cuál es tu nombre para que se lo diga, si me lo preguntan?» Respondióle el ángel: «
¿Por qué inquieres mi nombre?, pues causa admiración (sólo) el oírlo. No titubees en lo
concerniente a la palma porque muchos serán curados por su medio y servirá de
prueba para todos los habitantes de Jerusalén. Al que, por consiguiente, da crédito, se
le manifiesta; y al que no cree, se le oculta. Ponte, pues, en camino de la montaña».
Entonces María echó a andar y subió al monte de los Olivos, mientras iba brillando ante
ella la luz del ángel y tenía en sus manos la palma. Y cuando llegó al monte, éste se
alegró juntamente con todas las plantas que allí había, hasta el punto de que éstas
inclinaban sus cabezas y (la) adoraban. María se turbó al ver esto, pensando que
estaba Jesús, y dijo: « ¿Eres tú, por ventura, el Señor, pues por ti se ha obrado tal
maravilla, ya que estas plantas te han adorado? Porque digo yo que nadie puede hacer
un portento semejante, sino el Señor de la gloria, el que se entregó a sí mismo a mí».
[328] Entonces le dijo el ángel: «Nadie puede hacer prodigios si no es por su mano,
pues Él comunica virtud a cada uno de los seres. Yo soy el que tomo las almas de los
que se humillan a sí mismos ante Dios y el que las traslado al lugar de los justos el
mismo día en que salen del cuerpo; y por lo que a ti se refiere, si llegas a abandonar el
cuerpo, yo mismo en persona vendré por ti».
Le dice entonces María: «Señor mío, ¿cómo te presentas a los elegidos? Dime, pues,
lo que es; dímelo para que yo obre (como conviene) cuando vengas a asumirme». Él le
responde: « ¿Qué es lo que tienes, señora? Has de saber que, cuando envíe por ti el
Señor, no vendré yo sólo, sino que acudirán también todos los ejércitos angélicos e irán
cantando ante ti». Y el ángel, en diciendo esto, se hizo como luz y subió al cielo.
IV
María, por su parte, volvió a su casa. Y al instante se conmovió el edificio por la gloria
de la palma que estaba en su mano. Y, después que hubo cesado la conmoción, entró
en su cámara secreta y dejó la palma sobre un lienzo finísimo. Entonces se puso a orar
al Señor, diciendo: «Escucha, Señor, la oración de tu madre, María, que clama a ti, y
envía sobre mí tu benevolencia, y que ningún genio maligno venga a mi presencia en el
momento aquel en que vaya a salir del cuerpo, sino cumple más bien lo que dijiste
cuando lloré en tu presencia diciendo: ¿Qué haré para evadirme de las potestades que
vengan sobre mi alma? Y me hiciste la siguiente promesa: No llores; no son ángeles, ni
arcángeles, ni querubines, ni serafines, ni ninguna otra potestad los que han de venir
por ti, sino que yo mismo en persona vendré a recoger tu alma. Ahora, pues, se ha
acercado el dolor a la parturienta». Y se puso a orar diciendo: «Bendigo la luz entera en
que habitas; bendigo toda plantación de tus manos, que permanece por los siglos.
Santo, que habitas entre los santos, escucha la voz de mi oración».
IX
Cuando se puso, pues, el sol (era a la sazón el día segundo), yendo ya a salir ella del
cuerpo, dijo Pedro a todos los apóstoles: «Hermanos, el que tenga palabra de
edificación, que diga y adoctrine al pueblo durante toda la noche». Dijéronle los
apóstoles: « ¿Y quién (de nosotros) es antes que tú? Nos alegraremos
extraordinariamente si nos es dado oír tus instrucciones».
Entonces Pedro empezó a decir: «Hermanos míos y todos cuantos habéis venido a
este lugar en esta hora en que va a partir nuestra madre María: los que habéis
encendido estas lámparas visibles con el fuego terreno, habéis hecho bien; pero
quisiera yo también que cada uno tuviera su lámpara inmaterial en el siglo que no tiene
fin. Me refiero a la lámpara del hombre interior, que consta de tres pabilos, esto es:
nuestro cuerpo, nuestra alma y nuestro espíritu.
XII
Mientras Pedro estaba entretenido en decir estas cosas para confortar a las turbas, se
echó encima el alba y salió el sol. María entonces se levantó, salió fuera, elevó sus
manos e hizo oración al Señor. Terminada ésta, entró de nuevo y se tendió sobre el
lecho. Pedro se sentó a su cabecera y Juan a sus pies, mientras los demás apóstoles
rodeaban la cama. Y sobre la hora de tercia sonó un gran trueno desde el cielo y se
exhaló un perfume de fragancia (tan suave), que todos los circunstantes fueron
dominados por el sueño, exceptuados solamente los apóstoles y tres vírgenes, a
quienes el Señor hizo velar para que dieran testimonio de los funerales de María y de
su gloria. Y he aquí que (de repente) se presenta el Señor sobre las nubes con una
multitud sin número de ángeles. Y Jesús en persona, acompañado de Miguel, entró en
la cámara donde estaba María, mientras que los ángeles y los que por fuera rodeaban
la estancia cantaban himnos. Y, al entrar, encontró el Salvador a los apóstoles en torno
a María y saludó a todos. Después saludó a su madre. María entonces abrió su boca y
dio gracias con estas palabras: «Te bendigo porque no me has desairado en lo que se
refiere a tu promesa. Pues me diste palabra reiteradamente de no encargar a los
ángeles que vinieran por mi alma, sino venir tú (en persona) por ella. Y todo se ha
cumplido en mí, Señor, conforme a tu ofrecimiento. ¿Quién soy yo, pobrecita de mí,
para haberme hecho digna de tan gran gloria?» Y al decir estas palabras cumplió su
cometido, mientras su rostro sonreía al Señor. Mas el tomó su alma y la puso en manos
de Miguel, no sin antes haberla envuelto en unos como velos, cuyo resplandor es
imposible describir.
Mas nosotros los apóstoles vimos que el alma de María, al ser entregada en manos de
Miguel, estaba integrada por todos los miembros corporales, fuera de la diferencia
sexual, no habiendo en ella sino la semejanza de todo cuerpo (humano) y una blancura
que so-[339] brepasaba siete veces a la del sol. Pedro, por su parte, rebosante de
alegría, preguntó al Señor, diciendo: « ¿Quién de nosotros tiene un alma tan blanca
como la de María?» El Señor respondió: «¡Oh Pedro!, las almas de todos los que
nacen en este mundo son semejantes; pero al salir del cuerpo no se encuentran tan
radiantes, porque en unas condiciones se las envió y en otras (muy distintas) se las
encontró, por haber amado la oscuridad de muchos pecados. Mas, si alguno se
guardare a sí mismo de las iniquidades tenebrosas de este mundo, su alma goza al
salir del cuerpo de una blancura semejante». Después dijo de nuevo el Salvador a
Pedro: «Pon a buen recaudo con mucha diligencia el cuerpo de María, mi habitación.
Sal por el lado izquierdo de la ciudad y encontrarás un sepulcro nuevo; deposita en él
el cuerpo y esperad allí, como se os ha mandado».
Al decir esto el Salvador, empezó a gritar el cuerpo de la santa madre de Dios, diciendo
en presencia de todos: «Acuérdate de mí, Rey de la gloria; acuérdate de mí, pues soy
obra de tus manos; acuérdate de mí, pues he guardado el tesoro que me fue dado en
depósito». Respondió entonces Jesús al cuerpo: «No te dejaré: tesoro de mi margarita;
no te dejaré a ti, que fuiste hallado (fiel) guardián del depósito que te había sido
encomendado; lejos de mí el abandonarte a ti, que fuiste el arca que gobernaste a tu
gobernador; lejos de mí, el abandonarte a ti, tesoro sellado, hasta que seas buscado».
Y, al decir esto, desapareció el Salvador.
XIII
Pedro, en compañía de los demás apóstoles y las tres vírgenes, amortajaron el cadáver
de María y lo pusieron sobre el féretro. Después de esto se levantaron los que habían
sido vencidos por el sueño. Pedro entonces tomó la palma y dijo a Juan: «Tú eres el
virgen; tú eres, por tanto, el que debes ir cantando himnos delante del féretro con las
palmas en las manos». Pero Juan replicó: «Tú eres nuestro padre y obispo; así pues,
tú debes presidir el cortejo hasta tanto que llevemos el féretro al lugar (fijado)».
Entonces dijo Pedro: «Para que nadie de nosotros se apene, coronemos el féretro con
la palma».
Se levantaron, pues, los apóstoles y cargaron con el féretro de María. Pedro, mientras
tanto, entonó: «Salió Israel de Egipto [Sal 113, 1]. Aleluya». El Señor y los ángeles, por
su parte, se paseaban sobre las nubes y cantaban himnos y alabanzas sin ser vistos.
Sola-[340] mente se percibía la voz de los ángeles. Se extendió el rumor de (aquella)
numerosa multitud por Jerusalén entera. Cuando oyeron, pues, los sacerdotes el
tumulto y la voz de los que cantaban, se estremecieron y exclamaron: « ¿A qué viene
este tumulto?» Uno les dijo que María acababa de salir del cuerpo y que los apóstoles
estaban en derredor suyo cantando himnos. Al momento penetró Satanás en su interior
y, montando en cólera, dijeron: «Venid, vámonos fuera, demos muerte a los apóstoles y
hagamos pasto de las llamas el cuerpo que llevó (en su seno) a aquel embaucador».
Se levantaron, pues, y salieron armados de espadas y (otros) medios de defensa con el
propósito de matarlos. Pero inmediatamente los ángeles que iban sobre las nubes les
hirieron de ceguera. Éstos, al no saber adónde se dirigían, daban con sus cabezas
contra los muros, exceptuado únicamente un pontífice de entre ellos, el cual había
salido para ver lo que ocurría. Cuando se acercó, pues, éste al cortejo y vio el féretro
coronado y a los apóstoles que cantaban himnos, dijo lleno de ira: «He aquí la
habitación de aquel que despojó nuestra nación. Mira de qué gloria tan terrible goza».
Y, dicho esto, se abalanzó furiosamente sobre el féretro. Lo agarró por donde estaba la
palma con ánimo de destruirlo; después lo arrastró y quiso echarlo por los suelos. Pero
repentinamente sus manos quedaron pegadas al féretro y pendientes de él al ser
desprendidas violentamente del tronco por los codos.
XIV
Aunque tardía la presente narración suscita interés por haber sido la difusora en el
Occidente medieval de muchas leyendas contenidas en el Ps. Juan y en el
Tesalonicense. Añade, además de esto, el curioso episodio de Tomás, esbozado ya en
algunos manuscritos interpolados del Tesalonicense, que ha tenido su réplica en la
leyenda y en la iconografía asuncionista. Recordemos a este respecto, por vía de
ejemplo, la tabla de N. Florentino (s.XV), conservada en la Catedral vieja de
Salamanca, donde aparece la Virgen arrojando desde las nubes el famoso ceñidor a
Tomás, que se encuentra arrodillado en el sepulcro vacío.
XI
Llegando el domingo, y a la hora de tercia, bajó Cristo acompañado de multitud de
ángeles, de la misma manera que había descendido el Espíritu Santo sobre los
apóstoles en una nube, y recibió el alma de su madre querida. Y mientras los ángeles
entonaban el pasaje aquel del Cantar de los Cantares en que dice el Señor: «Como el
lirio entre espinas, así mi amiga entre las hijas», sobrevino tal resplandor y un perfume
tan suave, que todos los circunstantes cayeron sobre sus rostros (de la misma manera
que cayeron los apóstoles cuando Cristo se transfiguró en su presencia en el Tabor), y
durante hora y media ninguno fue capaz de incorporarse.
XVI
Después los apóstoles depositaron el cadáver en el sepulcro con toda clase de honores
y rompieron a llorar y a cantar, por lo excesivo del amor y de la dulzura. De pronto se
vieron circundados por una luz celestial y cayeron postrados en tierra, mientras el santo
cadáver era llevado al cielo en manos de los ángeles.
XVII
Entonces el dichosísimo Tomás se sintió repentinamente transportado al monte Olivete,
y, al ver cómo el bienaventurado cuerpo se dirigía hacia el cielo, empezó a gritar
diciendo: « ¡Oh madre santa, madre bendita, madre inmaculada!, si he hallado gracia a
tus ojos, ya que me es dado contemplarte, ten a bien por tu bondad alegrar a tu siervo,
pues que te vas camino del cielo». Y en el mismo momento le fue arrojado desde lo alto
al bienaventurado Tomás el cinturón con que los apóstoles habían ceñido el cuerpo
santísimo [de María]. Al recibirlo entre sus manos, lo besó, y, dando gracias a Dios,
retornó al valle de Josafat.
XXIV
Yo soy José, el que deposité el cuerpo del Señor en mi sepulcro y le vi resucitado; el
que guardé de continuo su templo sacratísimo, la bienaventurada siempre virgen María,
antes y después de la ascensión del Señor; el que escribí, finalmente, en el papel y en
mi corazón las palabras que salieron de la boca de Dios y el modo como llegaron a
realizarse los acontecimientos arriba consignados. Y di a conocer a todos, judíos y
gentiles, lo que mis ojos vieron y mis oídos oyeron, y no dejaré de predicar [lo] mientras
viva.
Roguemos instantemente a aquélla, cuya asunción es hoy venerada y honrada por todo
el mundo, que se acuerde de nosotros ante su piadosísimo Hijo en el cielo. Al cual le es
debida alabanza y gloria por los siglos sin fin. Amén.
F. CARTAS DEL SEÑOR
Se trata del rey Abgaro V Ukhama, cuyo reinado se extendió primeramente desde el
año 4 a.C. hasta el 7 d.C., en que fue destronado por su hermano Ma’hanu IV. Fue
soberano de la ciudad de Edesa (Siria), capital de la Osrhoena, situada al otro lado del
río Eufrates.
La patrística española nos ha conservado una curiosa carta de Liciniano, (ant. 602),
obispo de Cartagena, dirigida a Vicente, obispo de Ibiza, en la que se fustiga el error de
los que «creían que había epístolas enviadas desde el cielo». Esta carta
supuestamente nada más leer su encabezado recomendaba la observancia del
domingo. Esto último dio pie para pensar que el susodicho apócrifo pretendía mover al
pueblo cristiano a «judaizar, a fin de que nadie en ese dic (domingo) prepare lo
necesario para el sustento o se ponga en camino». Se presenta a sí misma como
escrita por Jesucristo en persona y bajada del cielo hasta el altar de San Pedro en
Roma. Hace hincapié sobre el precepto dominical y conmina con terribles penas a sus
infractores. Esta carta en texto griego gozó a partir del siglo VI de una difusión
extraordinaria. A finales del siglo pasado todavía corrían por las librerías de Atenas y
de Jerusalén ejemplares de un folleto que contenía su texto greco moderno para uso
del vulgo. Esta fuera de duda que la lengua original en que se escribió la mencionada
carta fue el griego.
Hoy poseemos siete textos griegos diferentes, que se pueden agrupar y son tantas las
discrepancias de los diversos textos entre sí, que resulta imposible reducirlos a la
unidad, si bien todos coinciden en lo sustancial del contenido. A la luz del texto aparece
bien claro que las inventivas de Liciniano en si citada epístola a Vicente se dirigían
particularmente al supuesto origen divino de este documento. Sus apreciaciones
acerca del carácter judaizante, basadas únicamente en que al principio se recomienda
la observancia del domingo, parecen un tanto infundadas, y seguramente las habría
desmentido si hubiera tenido paciencia para leer el documento hasta el final.
G. APÓCRIFOS GNÓSTICOS DE NAG HAMMADI
Los textos de Nag Hamaddi son un conjunto de 53 textos en códices datados en el siglo
IV. Son traducciones originales del griego al copto; en ese lugar es donde se hallaba el
primer monasterio cristiano, fundado por San Pacomio a principios del siglo IV. Al
principio eran leídos en esa comunidad aunque no se considerasen inspirados, pero
fueron prohibidos por el obispo de Alejandría -que pretendía evitar posibles confusiones
posteriores-, por su carácter gnóstico y por no ser obra de la primera tradición
apostólica, sino de sectas gnósticas. Sin embargo, algunos monjes copiaron una parte
de esos escritos y los enterraron, encontrándose así hace unos años.
Son interesantes en cuanto a que nos pueden ayudar a completar algunas lagunas en
nuestros conocimientos del gnosticismo de los primeros siglos; sin embargo, no tienen
ninguna utilidad histórica por lo que respecta a la Tradición Apostólica o a la vida de
Jesucristo.
Dejando a un lado otros textos apócrifos que no son evangelios (como los apócrifos del
Antiguo Testamento, los tratados, los libros apocalípticos…), los Evangelios Apócrifos
de Nag Hammadi son los siguientes: El Evangelio de la verdad, El Evangelio según
Tomás y El Evangelio según Felipe.
Del Evangelio de Tomás, que no hay que confundir con el Evangelio de la infancia
según Tomás ni con el <<Libro de Tomás>> proveniente de NHC II/7, se habían
conservado sólo – hasta el descubrimiento y publicación de la biblioteca de Nag
Hammadi (1945/1948) – fragmentos de Jerónimo y, sin que se supiera, en los papiros
1, 653 y 654 de Oxyrhynchos. Orígenes, Eusebio y otros habían informado, además, de
que lo utilizaban los gnósticos y los maniqueos.
El Códice II/2 de Nag Hammadi contiene el texto completo, en versión copta, del
evangelio escrito a mediados del s. II en griego en el este de Siria. Reúne 114 dichos
del Señor de los tipos literarios más diversos: apotegmas (diálogos), Logia (dichos
sapienciales), dichos proféticos y apocalípticos, legales y comunitarios, dichos-yo y
parábolas. Aproximadamente la mitad de ellos tienen paralelos en los sinópticos. La
otra parte tiene paralelos en la descubierta fuente de dichos Q, y presentan agrapha en
parte conocidos ya y en parte desconocidos.
La importancia especial del Evangelio de Tomás reside en que se trata de una
colección de dichos de Jesús que documenta por primera vez la existencia de este
género que había sido postulado con anterioridad como fuente Q para Mateo y Lucas
partiendo del análisis de los evangelios sinópticos. Este estado de cosas ha hecho
gravitar el interés de gran parte de los investigadores sobre las relaciones entre los
Evangelios de Tomás y los sinópticos. La cuestión fundamental es la siguiente: Por
primera vez tenemos entre manos una colección de <<dichos de Jesús>> análogos a
los que se leen en los evangelios canónicos, pero sin el entramado narrativo de estos.
No se ha aclarado aún de modo definitivo hasta que punto forma parte de los escritos
gnósticos el Evangelio de Tomás. Presenta tendencias gnósticas, pero parece más bien
un cuerpo extraño en la biblioteca de Nag Hammadi.
Estas son las palabras que pronunció Jesús el viviente y que Dídimo Judas Tomás
consignó por escrito.
Evangelio de Felipe
El evangelio de Felipe no es una colección de logia o dichos del Señor, sino que
constituye más bien un rosario de pensamientos y consideraciones esotéricas que el
autor va desgranando sin otra ilación aparente entre sí que la que ofrece una
momentánea asociación de ideas, una metáfora más o menos inteligible o una
contraposición entre conceptos.
La temática se desarrolla en un ambiente abiertamente gnóstico-valentiniano, sin que el
autor se preocupe de explicar en cada caso el alcance de sus alusiones o de perfilar las
relaciones entre las categorías empleadas, cosas todas ellas, que son de difícil acceso
para nosotros, pero presumiblemente familiares para el circulo de lectores de la Gnosis.
Los nombres que se dan a las cosas mundanas son muy engañosos, Porque distraen
nuestros pensamientos de lo que es correcto a lo que es incorrecto. Así uno oye la
palabra «Dios» no percibe lo que es correcto, sino que percibe lo que es incorrecto. Lo
mismo sucede con «el Padre» y «el Hijo» y «el Espíritu Santo» y «vida» y «luz» y
«resurrección» y «la Iglesia» y todo lo demás, la gente no percibe lo que es correcto
sino que perciben lo que es incorrecto, a menos que hayan llegado a saber lo que es
correcto. Los (nombres que se oyen) están en el mundo (para 54 engañar). Si
estuvieran en el eón, no serian utilizados como nombres del mundo. Ni estarían
colocados entre las cosas mundanas. Tienen un fin en el eón.
Un solo nombre no es pronunciado en el mundo, el nombre que el Padre dio al Hijo, el
nombre sobre todas las cosas: el nombre del Padre. Porque el Hijo no se convierte en
el Padre salvo cuando usa el nombre del Padre. Aquellos que tienen este nombre
conocen pero no lo dicen. Pero aquellos que no lo tienen, no lo conocen.
Pero la verdad hizo que existieran nombres en el mundo porque no es posible enseñar
sin nombres. La verdad es una sola cosa y es también muchas cosas por causa de
nosotros que aprendemos está única cosa en amor a través de muchas cosas. (11-12)
Antes de que Cristo viniera no había pan en el mundo, igual que el paraíso, el lugar
donde estaba Adán, tenía muchos árboles para alimentar a los animales pero nada de
trigo para alimentar al hombre. El hombre acostumbraba a alimentarse como los
animales, pero cuando el Cristo, el hombre perfecto, vino, trajo pan del cielo para que
el hombre pudiera ser nutrido con el alimento del hombre. (15)
La eucaristía es Jesús. Porque es llamado en siríaco «Farisaza» que significa «el que
es esparcido», porque Jesús vino crucificando al mundo. (53)
En cuanto a la Sabiduría que es llamada «la estéril», es la madre (de los) ángeles. Y la
compañera del (Salvador) es María Magdalena. (Y Cristo) la (amó) más que a (todos)
los discípulos (y acostumbraba) a besarla (a menudo) en la (boca). El resto (de los
discípulos se ofendían) por ello (y expresaban su desaprobación). Le dijeron, «¿Por
qué la amas más que a todos nosotros?». El Salvador respondió, «¿Por qué no os amo
como a ella?». (55)
El Señor dijo, «Bienaventurado aquel que es antes del que vino a ser. Porque es, ha
sido y será». (57)
Si uno desciende al agua y sale sin haber recibido nada y dice «Soy cristiano» ha
tomado prestado el nombre. Pero si recibe el Espíritu Santo, tiene el nombre como
regalo. El que ha recibido un regalo no tiene que devolverlo pero del que ha recibido un
préstamo se requiere un pago. Así (sucede) cuando alguien experimenta un misterio.
¡Grande es el misterio del matrimonio! Porque (sin) él el mundo (no habría existido).
Porque la existencia (del mundo depende del hombre) y la existencia (del hombre del
matrimonio). Pensad en la (relación incontaminada) porque posee (un gran) poder. Su
imagen consiste en una (contaminación) de la forma. (59-60)
El comienzo
La secreta historia de la revelación que Jesús hizo en conversación con Judas Iscariote
durante una semana tres días antes de que celebrara la Pascua.
"Un día el estaba con sus discípulos en Judea, y los encontró congregados y en
piadosa observancia. Cuando se acercó a ellos y los vio dando las gracias por el pan,
se rió. Los discípulos le dijeron "Maestro, ¿por qué te estás riendo de nuestra oración
de gracias? Estamos haciendo lo correcto" El les respondió "no me estoy riendo de
ustedes. (Ustedes) no están haciendo esto por su propia voluntad sino porque es a
través de esto que su dios será alabado" Ellos dijeron "Maestro, tú eres el hijo de
nuestro de dios". Jesús les respondió "¿cómo me conoces? Ciertamente les digo,
ninguna generación de la gente que está en medio de ustedes me conocerá".
Cuando los discípulos escucharon esto, comenzaron a enojarse y enfurecerse y a
blasfemar en contra suya en sus corazones. Cuando Jesús se dio cuenta de su falta de
(entendimiento, les dijo) "¿Por qué esta agitación los conduce al odio? Vuestro dios que
está dentro suyo y (...) ha provocado al odio en sus almas. Dejen que cualquiera de
ustedes que sea lo suficientemente fuerte entre los humanos manifieste al hombre
perfecto y se pare frente a mi cara".
Ellos dijeron "Tenemos la fuerza". Pero sus espíritus no se atrevieron a pararse
colocarse frente a él, excepto Judas Iscariote. El se puso delante de Jesús, pero no
pudo mirarlo a los ojos, y dio vuelta su cara.
Le dijo "yo sé quién eres y de donde vienes. Tú vienes del reino inmortal de Barbelo. Y
yo no soy digno de pronunciar el nombre de quien te ha enviado" Sabiendo que Jesús
estaba reflexionando sobre algo que lo tenía exaltado, Jesús le dijo "aléjate de los otros
y yo te diré los misterios del reino. Es posible para ti alcanzarlo, pero deberás asumir
un gran trato".
Judas le dijo "Rabbi, ¿qué clase de fruto producirá esta generación?". Jesús le
respondió "Las almas de toda la generación humana morirá. Cuando esta gente, de
cualquier manera, completen el tiempo del reino y sus espíritus los dejen, sus cuerpos
morirán, pero sus almas vivirán y serán tomadas" Judas señaló "¿Y qué harán el resto
de las generaciones? Es imposible sembrar semilla en la (roca) y cosechar su fruto".
El sueño de Judas
"Ven, yo (dos líneas perdidas), pero te acongojarás mucho cuando veas al reino y toda
su generación". Cuando escuchó esto, Judas le dijo "¿qué beneficio es el que he
recibido? Por haberme apartado de esta generación. Jesús le contestó "te convertirás
en el decimotercero y serás maldito por las demás generaciones -y tú gobernarás sobre
ellos. En los últimos días ellos maldecirán tu asenso a la (generación) bendita".
El gnosticismo primitivo
Los gnósticos eran una secta ecléctica: tomaban elementos del judaísmo, del
cristianismo, de la religión del actual Irán, de la filosofía griega, y amasaban una
doctrina para liberar al ser humano de todas las angustias de esta vida material. La
palabra «gnosis» proviene del griego y quiere decir: conocimiento. «Serás mejor que
todos los demás», le dijo Jesús a Judas en referencia a sus discípulos, «porque
sacrificarás el cuerpo de hombre del que estoy revestido». Este concepto es propio de
los gnósticos llamados «cainitas»: Judas, al entregar a Jesús a la muerte, facilita su
salida del cuerpo aparente y la liberación de la divinidad que llevaba dentro.
Sus principales creencias son:
7
Jn 21, 25
8
Cf: Lc 8, 19 / Jn 2, 12
No obstante, a través de muchos documentos, sobre todo patrísticos, podemos
vislumbrar claramente el sentir de la Iglesia sobre este particular. Ella se ha preocupado
siempre de señalar y reprobar los escritos heréticos que se presentan en forma de
narraciones evangélicas. En este sentido es bien expresivo el testimonio de Inocencio I
en su carta a Exuperio de Tolosa, en la que denuncia y condena los escritos falsificados
por Leucio, así como el Santo Toribio de Astorga en su carta a Idacio y Ceponio, en que
condena los apócrifos priscilianistas de uso en España.
La Iglesia ha tenido además buen cuidado de deslindar siempre el campo de lo
inspirado, que pertenece al tesoro de la revelación, y el de lo espúreo o simplemente
apócrifo que pretende pasar como tal, aunque no sea de tendencias heréticas. En este
sentido son elocuentes los testimonios de Orígenes, Eusebio, Decretum Gelasianum y
demás catálogos.
En cuanto a las narraciones pseudoevangélicas que pretenden sencillamente satisfacer
la curiosidad de los lectores, se observan entre los Santos Padre dos tendencias
distintas: una capitaneada por San Jerónimo, viendo las extravagancias,
contradicciones e incluso frases de mal gusto en que frecuentemente incurren los
apócrifos, opta por la abolición de éstos, desesperando poder encontrar en ellos algo
de provecho; otra, más suave, procura buscar ese “aurum in luto” a que alude San
Jerónimo y es más tolerante con esta literatura. San Agustín, afirmando
categóricamente su acanonicidad, no dejaba de reconocer que podía encontrarse en
ella “algo de verdad”. Los antiguos escritores orientales particularmente se sirvieron no
pocas veces de datos consignados en los apócrifos. Entre muchos, se encuentran a
Clemente de Alejandría, Eusebio, San Epifanio, San Andrés Cretense, San Juan
Damasceno… La misma Iglesia, tanto oriental como occidental, ha dado acogida en su
liturgia a diversas fiestas que no tienen otro fundamento escrito que el de los evangelios
apócrifos.
Sin embargo, es muy de agradecer a la Iglesia y a los Santos Padres esta su actitud
ordinaria de reserva frente a esta literatura. Gracias a ella en gran parte, se nos ha
conservado inalterado el tesoro auténtico de la revelación escrita.
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