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en el Chile de Hoy*
El Chile de hoy, tal como nos toca vivirlo, es una sombra de la promesa que se nos
Chile, aquella idea, no nos pertenece del todo, tal como solemos creer, pero aún así nos
últimos treinta años (los que me toca vivir) ponen de manifiesto esta realidad ajena y
himno patrio, nuestro destino impuesto es ser la copia -¿feliz?- de un edén, imagen
otrora ocupado por un más allá, un cielo o un paraíso. Es así como chilenos nunca
somos, sino en este permanente estar desplazado, cual imagen borrosa producto de las
históricas fotocopias que se han impreso y vuelto a imprimir sobre nuestros cuerpos.
En mi experiencia docente, puedo reconocer una y otra vez esta situación, en tanto lo
docentes como estudiantes, lo que constituye uno de los puntos más críticos del
situación que vive esta última, de hecho, no es más que un reflejo más o menos
Pese a todo lo anterior, las instituciones, los estados, las escuelas, los individuos de
tanto en tanto hacemos crisis, lo cual, además de dar cuenta que algo prevalece en
estado de latencia, se debe a que los productos de este sistema no nos satisfacen, no
porque seamos caprichosos, sino porque como seres vivientes abrigamos formas de
libertad que no se reducen ni se identifican con los objetos que se hacen parte de este
buscándonos entre medio de las cosas, en algún rincón de este mundo cosificado. Y allí
políticamente correcta del pensar. Es así que el evangelio del error humano, si no hace
más que reparar en este, es más bien un pregón paralizante de terror e inercia, que nos
una sociedad en sí misma, una extensión directa de aquella mayor. Si es reflejo, entonces,
anterioridad.
Desde esta situación que impone, por ejemplo, la sociedad que podríamos denominar
“música chilena de tradición escrita”, es común asumir en términos históricos que buena
parte de nuestra tarea está hecha y resuelta en aquello que ligera e irreflexivamente
llamamos “Tradición de la música occidental”. Aquí una primera imagen dislocada: la
las obras que han surgido producto de esta tradición. Así, podemos decir que buena parte
creyendo que esta aparente restitución es nuestro sacrificio, nuestro destino, nuestra
nos abre el cielo azulado de la música, tal cual como parte de este Chile se nos promete un
bajo la premisa ideológica del Chile actual, se muestra en gran parte de los casos
cual, como sujetos representativos de la sociedad musical, nos educamos tan sólo para
conmemorar una vida ya vivida en otro tiempo y lugar. Esta permanente conmemoración
de la memoria histórica es nuestra copia del ansiado feliz edén de la música, actitud que
particular para con la música y la vida, privilegiando, entre otras cosas, el valor
De esta forma, si hacemos referencia cabal a nuestra actividad como músicos, tanto en el
“mercado” sino también del sacrificio, entendido este último como entrega, como ofrenda
en gratuidad. La actitud sacrificial o sagrada que puede llegar a adquirir el hacer musical,
surge en tanto despierta en nosotros la crisis, de momento en que nos sentimos dislocados
de nuestra existencia, desplazados históricamente respecto a aquello que nos toca vivir
como músicos en un país que no involucra sólo un aspecto económico-social, sino también
Entonces, la experiencia -y el pensar que deviene la misma- finalmente nos presenta una
verdad que no acaba en la obediencia inculcada, de modo que la música también existe en
nosotros como parte vital de una naturaleza arcaica y profundamente humana, contenida
A su vez, todo aquel que funda en estos términos su realidad como músico, será sin
excepción un observador agudo de la realidad en que vive, aboliendo las limitaciones que
impone este mundo de imágenes rotas, para restituir, gracias al sacrificio, todo aquello de
Nuestro verdadero y nuevo mundo no es otro que aquel que se nos presenta a escala de
Siguiendo la vía anterior, una crisis liberadora es aquella que nos conduce hacia una
Del mismo modo, la historia se nos puede presentar desde una perspectiva tanto nueva
como tierna, para invitarnos a vivir, así como otros ya vivieron, lo para nosotros
Somos para el tiempo que somos. Tiempo que nos plantea desafiante la necesidad rebelde
de dejar caer desobedientes las ideas imperantes, y así caer nosotros también en la cuenta
que antes del velo de la inercia en que se nos muestra el mundo hay una vida que sigue
avanzando y esperando por nosotros al ritmo de nuestro andar. Antes de morir, en tono
soñando”.
* Ponencia leída en coloquio ´´Crear música en el Chile de hoy: perspectivas y testimonios de tres compositores