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Gregorio Marañón
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influye decisivamente en la difusión y en la eficacia de los grandes mitos,
como en la de los altos personajes históricos, que son también, en buena
parte, mitos. La popularidad de Don Juan se debe a sus paseos nocturnos
por Sevilla y a sus querellas con las estatuas de los muertos, a los que tira
irreverentemente de sus barbas de piedra; pero nada de esto tiene que ver
con el donjuanismo. De igual modo que Fausto es popular por Mefistófeles,
personaje secundario, en la inmensa tragedia del más allá que Fausto
simboliza (EXPLICACIÓN 1).
Para nuestra demostración, es necesario, ante todo, analizar los
componentes de la leyenda de Don Juan. Son, como hemos visto, dos. En
primer lugar, el hombre fascinador que atrae a las mujeres, que las seduce,
las abandona y las sustituye por otras en una incansable experiencia de
amor.
El segundo elemento de la leyenda es el tema religioso que se
mezcla con la pasión carnal; la irreligiosidad del protagonista y su cinismo;
su perpetuo desafío a la sociedad, a la Iglesia y a Dios. Y aún se podría
añadir la lección moral, que unas veces es el castigo del libertino y otras su
supremo perdón.
De estos dos elementos, solo el primero es esencial para la
psicología del protagonista. El segundo, cualquiera que sea su fuerza
pintoresca y legendaria, nada añade a la médula de la personalidad
donjuanesca. Y por eso, aunque fuera al principio lo más llamativo de la
leyenda misma, el agente de su éxito y de su difusión, no tardó mucho
tiempo en desaparecer (ARGUMENTO 2).
A partir de mediados del siglo XIX la leyenda romántica de Don Juan
se convierte en un problema de biología sexual. En 1886, con Hayen,
aparece la palabra donjuanismo, indicando ya la transformación de la
leyenda, de un mito literario, en una modalidad humana del amor. Don Juan
no vuelve a acordarse más de la estatua del Comendador, ni asociará ya
nunca más sus noches de amor con invitaciones macabras a los muertos.
No obstante, este Don Juan moderno que hoy estudian los psicólogos es el
mismo que salió recién creado, tocado de plumas arrogantes, de las manos
geniales e inconscientes de Tirso de Molina (ARGUMENTO 3).
Ahora bien, si eliminamos lo anecdótico, el Don Juan que nos queda,
el hombre fascinador, prototipo eterno de una forma de amor humano, ¿qué
tiene que ver con España? Mi contestación es categórica. Es evidente que,
siendo una modalidad universal del amor, Don Juan aparece, como en todas
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partes, en la Península Ibérica; pero, lejos de tener un carácter
originariamente y fundamentalmente español, yo afirmo que el amor
donjuanesco es en España una importación exótica, sin raíces nacionales y
sin tradición (CONCLUSIÓN).
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el camino para la enunciación categórica de su tesis, que se enunciará más
adelante. Se trata, pues, de una pequeña INTRODUCCIÓN al tema.
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Subapartado a). Líneas 5-10. Refutación de la idea contraria de
Gendarme de Bevotte, y afirmación de la importancia de España en la creación
de mitos.
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Subapartado d). Líneas 14-19. Insistencia en la idea que tiene el vulgo
de la españolidad de Don Juan y descripción del ambiente que rodea al
personaje, según la perspectiva popular, de forma predominantemente nominal.
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modo que Fausto es popular por Mefistófeles, personaje
secundario, en la inmensa tragedia del más allá que Fausto
simboliza.
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mujeres y el tema religioso que rodea sus andanzas amorosas– sólo es
importante el primero para determinar su psicología.
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APARTADO 6. LÍNEAS 54-60. Conclusión: Se repite con otra formulación la
tesis inicial.