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Literatura y Derecho Faustino Martinez
Literatura y Derecho Faustino Martinez
LITERATURA
Y
DERECHO
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . IX
De letras y de letrados. A modo de introducción . . . . . . . . . XVII
VII
VIII CONTENIDO
PRÓLOGO
Beatriz BERNAL
XVII
DE LETRAS Y DE LETRADOS.
A MODO DE INTRODUCCIÓN
¿Existe algún aspecto de la vida que pueda quedar al margen del dere-
cho? Pocos o muy pocos, por no decir ningunos, escasos y en muy con-
tadas circunstancias. ¿Existe algún campo de la vida que pueda verse
postergado por la literatura, que pueda quedar al margen de un proyecto
literario, cualquiera que sea su manifestación externa, ya teatro, ensayo,
poesía, novela, cuento? Casi ninguno es la respuesta otra vez. Ambas dis-
ciplinas, artes o ciencias, según los casos, las visiones y los enfoques que
se defiendan, proceden a extender la totalidad de sus influencias y de sus
perspectivas sobre el conjunto global de las conductas humanas. Son vi-
siones de la generalidad de la existencia, cada una de ellas con sus propios
códigos, parámetros y discursos. Pero visiones que nos muestran cómo
es realmente el ser humano y cómo aspira a ser, la realidad y el deseo, en
la conocida terminología de Luis Cernuda. Si hay esa concordancia, lógi-
co es deducir la existencia de más que posibles interferencias e injeren-
cias recíprocas, por el simple hecho de compartir lugares comunes, unas
fronteras casi intangibles, difíciles de precisar, que aluden de modo inde-
fectible al humano actuar y al humano pensar. Porque con el derecho y la
literatura lo que tenemos delante es siempre al ser humano.
Partamos de tres pilares básicos: hay una sociedad, hay un derecho,
hay una literatura. La primera se exterioriza a través de unas formas de
convivencia que precisan de toda una normatividad que asuma la norma-
lidad de las conductas. Así aparece el derecho, ligado a la sociabilidad y
a la historicidad, dado que emana de lo social (procede de allí) y halla su
reflejo en la historia misma (puesto que en ella encuentra modelos). Uno
y otro acaban siendo finalmente expresados por la literatura, la cual ter-
mina por englobar los dos fenómenos anteriores bajo su manto protector,
bajo su lenguaje preciso y cuidado, rico, bello, que, aunque no imperati-
vo, sirve como vehículo que expresa y expone, que critica y denuncia, a
modo de una conciencia constante de todo lo que deriva de lo social que
XVII
XVIII INTRODUCCIÓN
es, al mismo tiempo, lo jurídico. Se cierra, pues, de esta forma tan rotun-
da el ciclo ideal previsto. La vida bruta del hombre en la colectividad,
esto es, la vida social —y, por ende, propiamente jurídica— pasa a ser
depurada por medio de un lenguaje especial, propio y armónico, de tipo
técnico-científico, el del derecho, que regula aquella coexistencia plural
con sus imperatividades y coercibilidades. Pero sociedad y derecho no
quedan al margen del lenguaje ordinario, común, no tecnificado o en
vías de tecnificación: para plasmar los dos fenómenos anteriores, aparece
otro nuevo lenguaje orientado a la belleza, antes que a cualquier otra fina-
lidad, descriptivo y no prescriptivo. El derecho define la sociedad ideal,
imperturbable, la sociedad que se quiere defender, la sociedad que debe
ser y muchas veces no es; por su parte, la literatura nos muestra aquella
sociedad que realmente existe, con sus ventajas y con sus defectos, con lo
positivo y lo negativo de los seres humanos que, al fin, la conforman y la
realizan, con sus exageraciones y desvío, pero también con sólidas des-
cripciones ancladas en la realidad y, por ende, en la verdad.
Este triángulo esbozado con sus múltiples injerencias sirve para poner
de manifiesto que la distancia que separa el derecho y la literatura, uni-
dos ambos por el cemento que conforma la vida en sociedad y la palabra
humana, no es tan grande como se pueda pensar a primera vista. Ambos
son lenguajes, a fin de cuentas, y así coinciden en su aspecto formal ex-
terior. El derecho, por medio de normas, se configura como conjunto de
textos de intensidad obligatoria variable, mientras que la literatura se
queda en la simple condición de textos, no apoyados en la coacción, sin
carácter constrictivo —no obstante la incidencia que muchos de ellos
puedan adquirir en su mismo momento de aparición o con el paso del
tiempo—. Pensemos en la Biblia, que es, como destacó Steiner, algo más
que un libro: es el libro por antonomasia. No obstante su falta de fuerza
obligatoria, eso no ha impedido que germine como el texto de más inten-
sa y mayor influencia en la historia de la civilización occidental. Por me-
dio del lenguaje tanto jurídico como literario, caminamos y hallamos fi-
nalmente la cultura. Dentro de un concepto unitario de civilización, la
cultura de una determinada sociedad tiene plurales manifestaciones, a
modo de un caleidoscopio que refleja las variadas facetas en las que se
puede expresar el acontecer humano. Aquélla, la cultural, se proyecta de
diversas maneras en un intento de aprehender los sentimientos, valores,
principios, deseos, lo ético y lo sentimental, de una comunidad determi-
INTRODUCCIÓN XIX
1 Véase sobre la formación y evolución del derecho común, las aportaciones clásicas
de Savigny, F. C., Geschichte des römischen Rechts im Mittlealter, 7 ts., Wiesbaden-Bie-
brich, Becker and Co., 1834; Besta, E., Introduzione al Diritto Comune, Milán, Giuffrè,
1938; Ermini, G., Corso di Diritto Comune. I. Genesi ed evoluzione storica. Elemento
costitutivi. Fonti, 2a. ed., Milán, Giuffrè, 1946; voz “Diritto Comune”, Nuovo Digesto
Italiano, Turín, UTET, 1938, t. IV, pp. 970 y 971; y la misma voz en Nuovissimo Di-
gesto Italiano, Turín, UTET, 1957, t. V, pp. 826-829; Vinogradoff, P., Diritto romano
nell’Europa medioevale, Milán, Giuffrè, 1950; Calasso, F., Medio Evo del Diritto, t. I: Le
fonti, Milán, Giuffrè, 1954; e Introduzione al Diritto Comune, Milán, Giuffrè, 1970; Ko-
schaker, P., Europa y el derecho romano, Madrid, Editorial Revista de Derecho Privado,
1955; Brynteson, W. E., “Roman Law and legislation in the Middle Ages”, Speculum. A
journal of medieval studies, vol. 41, núm. 3, julio de 1966, pp. 420-437; Thieme, H., voz
“Gemeines Recht”, Handwörterbuch zur deutschen Rechtsgeschichte, Berlín, Erich Sch-
midt Verlag, 1971, t. I, colección 1.506-1.510; Cavanna, A., Storia del Diritto Moderno
in Europa, t. I: Le fonti e il pensiero giuridico, Milán, Giuffrè, 1982; Piano Mortari, V.,
Gli inizi del Diritto moderno in Europa, 2a. ed. Nápoles, Liguori 1982; Merryman, J. H.,
La tradición jurídica romano-canónica, 2a. ed., México, Fondo de Cultura Económica,
1993; Bellomo, M., La Europa del derecho común, Roma, Il Cigno Galileo Galilei, 1996;
Wieacker, F., Historia del derecho privado de la Edad Moderna, Granada, Comares,
2000; Berman, H. J., La formación de la tradición jurídica de Occidente, México, Fondo
de Cultura Económica, 2001, y Stein, P. G., El derecho romano en la historia de Europa.
Historia de una cultura jurídica, Madrid, Siglo XXI, 2001. La producción de la doctrina
jurisprudencial más relevante se puede consultar en Coing, H. (coord.), Handbuch der
Quellen und Literatur der neueren europäischen Privatrechtsgeschichtte. Erster Band.
Mittelalter (1100-1500), Munich, C. H. Beck, 1973.
2 Sobre la expansión europea del derecho común, véase Calasso, F., op. cit., nota 1,
pp. 607 y ss.; “In orbem terrarum”, Introduzione al Diritto Comune, cit., nota 1, pp. 303-
340; y Fernández Barreiro, A y Paricio, J., Historia del derecho romano y su recepción
europea, Madrid, Centro de Estudios Ramón Areces, 1991, pp. 211-244.
4 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
3 Véase Lombardi, L., Saggio sul diritto giuriprudenziale, Milán, Giuffrè, 1975, pp.
79-119.
LA CRÍTICA AL SISTEMA JURÍDICO DEL DERECHO COMÚN 5
7 Como denuncia en pleno siglo XVIII, uno de los más originales y reconocidos pen-
sadores reformistas, Juan Francisco de Castro, quien habla en diversos fragmentos de su
obra capital de la alegación de “escuadrones de AA.”, de la desaparición de la certeza de
la ley entre los inmensos volúmenes de los intérpretes, “hechos estos dueños de la legis-
lación, poseedores de sus llaves, sin conceder a alguno entrada sino por su trabajosa lec-
tura, haciendo de formidables dragones que se encargaron de su custodia, el que necesite
la ley debe pensar seriamente en el modo de franquearse paso para encontrarla”. Véase
Castro, J. F., Discursos críticos sobre las leyes y sus intérpretes, en que se demuestra la
incertidumbre de éstos, y la necesidad de un nuevo y metódico cuerpo de derecho para
la recta administración de justicia, 2a. ed., Madrid, Imprenta de E. Aguado, 1829, t. I,
lib. III, discurso IV, pp. 228 y ss. La primera edición es del año 1776.
8 Véanse, entre otros muchos, Altamira y Crevea, R. de, “Les lacunes de l’histoire
du droit romain en Espagne”, Mélanges Fitting, Montpellier, Société Anonyme de l’Im-
premerie Générale du Midi, 1907, t. I, pp. 59-84; Larraona, A. y Tabera, A., “El derecho
justinianeo en España”, Atti del Congreso Internazionale di Diritto Romano, Pavía, Tip.
Successori Flli. Fusi, 1935, t. II, pp. 83-182; Horn, N., “Literaturgeschichtliche Aspekte
der Rezeption in Spanien”, Tijdshrift voor Rechtsgeschiendenis, vol. XXXVII, 1969, pp.
489-514; García y García, A., “La penetración del derecho clásico medieval en España”,
AHDE, vol. XXXVI, 1966, pp. 575-592; y su volumen En el entorno del derecho común,
Madrid, Universidad Rey Juan Carlos, Dykinson, 1999, con varias colaboraciones de
interés; Font Ríus, J. M., “El desarrollo general del derecho en los territorios de la Co-
rona de Aragón (Siglos XII-XIV)”, VII Congreso de Historia de la Corona de Aragón.
Ponencias, Barcelona, 1962, pp. 289-326, y “La recepción del derecho romano en la
Península Ibérica durante la Edad Media”, Recueils de Mémoires et Travaux publiés par
la Société d’Histoire du Droit et des Institutions des Anciens Pays de Droit Écrit, 1967,
fasc. VI, pp. 85-104; Hinojosa y Naveros, E. de, “La recepción y estudio del derecho
romano en España”, Obras, Madrid,��������������������������������������������������
Ministerio de Justicia, Consejo Superior de Inve-
stigaciones Científicas, 1974, t. III, pp. 319-358; las colaboraciones de García-Gallo, A.,
Barrero García, A. M., y González Díez, G., en el volumen colectivo Diritto Comune e
Diritti Locali nella Storia dell’Europa. Atti del Congreso di Varenna, Milán, Giuffrè,
LA CRÍTICA AL SISTEMA JURÍDICO DEL DERECHO COMÚN 7
1980, pp. 225-284; Petit, C., “Derecho común y derecho castellano. Notas de literatura
jurídica para su estudio (Siglos XV-XVII)”, Tijdshrift voor Rechtsgeschiendenis, vol. L,
1982, pp. 157-195; Pérez Martín, A. (ed.), España y Europa, un pasado jurídico común.
Actas del I Simposio Internacional del Instituto de Derecho Común, Murcia, Instituto de
Derecho Común, Universidad de Murcia, 1986; “El estudio de la recepción del derecho
común”, en VV. AA., Seminario de historia del derecho y derecho privado. Nuevas téc-
nicas de investigación, Bellaterra, Universidad Autónoma de Barcelona, 1985, pp. 241-
325, y “Derecho común, derecho castellano, derecho indiano”, Rivista Internazionale di
Diritto Comune, núm. 5, 1994, pp. 43-89; Sánchez-Arcilla Bernal, J., “La pervivencia
de la tradición jurídica romana en España y la recepción del derecho común”, Estudios
jurídicos en homenaje al maestro Guillermo Floris Margadant, México, UNAM, Fa-
cultad de Derecho, 1988, pp. 379-413; Iglesia Ferreirós, A., “La recepción del derecho
común: estado de la cuestión e hipótesis de trabajo”, El Dret Comú i Catalunya. Actes
del II Simposi Internacional. Barcelona, 31 de maig-1 de juny de 1991. Edició d’Aquilino
Iglesia Ferreirós, Barcelona, Fundació Noguera, 1992, pp. 213-330, y “Ius Commune:
un interrogante y un adiós”, El Dret Comú i Catalunya. Actes del VIII Simposi Interna-
cional. Barcelona, 29-30 de maig de 1998. Edició d’Aquilino Iglesia Ferreirós, Barce-
lona, Fundació Noguera, 1999, pp. 239-637; y Clavero Salvador, B., Temas de historia
del derecho: derecho común, Salamanca, Ediciones Universidad, 1994, pp. 40 y ss. Entre
los manuales al uso, véanse Sánchez, G., Curso de historia del derecho. Introducción
y fuentes, 7a. ed. corregida, Madrid, Instituto Editorial Reus, 1949, pp. 78 y ss.; Gibert
Sánchez de la Vega, R., Historia general del derecho español, Granada, Imprenta de F.
Román, 1968, pp. 41 y ss.; y Elementos formativos del derecho en Europa. Germánico,
romano, canónico, Granada, Imprenta de F. Román, 1976, pp. 61 y ss.; Pérez-Prendes, J.
M., Curso de historia del derecho español, Madrid, Universidad Complutense, Facultad
de Derecho, 1989, vol. I, pp. 637 y ss.; García-Gallo, A., Manual de historia del derecho
español, t. I: El origen y la evolución del derecho, 8a. ed., Madrid, AGESA, 1982, pp. 80
y ss.; Gacto Fernández, E., Alejandre García, J. A. y García Marín, J. M., El derecho hi-
stórico de los pueblos de España, 3a. ed., Madrid, Universidad Complutense, Facultad de
Derecho, 1982, pp. 265 y ss.; Lalinde Abadía, J., Iniciación histórica al derecho español,
3a. ed., Barcelona, Ariel, 1983, pp. 125 y ss.; Fernández Espinar, R., Las fuentes del
derecho histórico español, Madrid, Centro de Estudios Ramón Areces, 1985, pp. 303
y ss.; y Manual de historia del derecho español, t. I: Las fuentes, Madrid, 1990, pp.
343 y ss.; Pérez Bustamante, R., Historia del derecho español. Las fuentes del derecho,
Madrid, Editorial Dykinson, 1994, pp. 83 y ss.; Sánchez-Arcilla Bernal, J., Historia del
derecho. Instituciones políticas y administrativas, Madrid, Editorial Dykinson, 1995, pp.
373 y ss.; e Historia del derecho español, Barcelona, Cálamo, 2001, pp. 171 y ss.; Iglesia
Ferreirós, A., La creación del derecho. Una historia de la formación de un derecho esta-
tal, 2a. ed. corregida, Madrid, Marcial Pons, 1996, t. II, pp. 9 y ss.; y Tomás y Valiente,
F., Manual de historia del derecho español, 4a. ed., Madrid, Tecnos, 1997, pp. 180 y ss.
8 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
11 Véaseun resumen de las opiniones de algunos juristas en Petit, C., “Derecho co-
mún y derecho castellano…”, cit., nota 8, pp. 157-195; y Pérez Martín, A., “Derecho
común…”, cit., nota 8, pp. 43-89.
10 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
12 Losletrados van ocupando poco a poco los principales puestos de gobierno, como
el recién alumbrado Consejo Real que, como cuerpo burocrático organizado con plantilla
fija, actuación permanente y competencias propias, fue iniciativa de Juan I, hasta el punto
de poder afirmar que los juristas se hicieron indispensables para el buen gobierno y la
correcta administración. Sobre esta cuestión, véase Maravall, J. A., “La formación de
la conciencia estamental de los Letrados”, Revista de Estudios Políticos, núm. 70, julio-
agosto de 1953, pp. 53-81; y Moxó, S. de, “La promoción política y social de los letrados
en la Corte de Alfonso XI”, Hispania. Revista española de historia, vol. XXXV, núm.
129, 1975, pp. 5-29.
13 El texto en Cortes de los Antiguos Reinos de León y Castilla publicados por la Real
Academia de la Historia, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1863, t. II, p. 376.
14 Libro de las bulas y pragmáticas de los Reyes Católicos, edición facsímil, Madrid,
Instituto de España, 1973, t. I, ff. CXVIII-CXIX.
15 El texto en Iglesia Ferreirós, A., La creación del derecho. Una historia del derecho
español. Antología de textos, Barcelona, 1991, p. 122. Esta disposición no se verá altera-
da por las nuevas Ordenanzas de Madrid, del año 1502, recogidas en Libro de las bulas
y pragmáticas de los Reyes Católicos, cit., nota 15, t. I, ff. LXIV-LXXVI. Acerca de la
labor de los Reyes Católicos, véanse Villapalos Salas, G., Justicia y monarquía. Puntos
de vista sobre su evolución en el reinado de los Reyes Católicos, Madrid, Marcial Pons,
1997, pp. 97-122; y Suárez Bilbao, F. y Navalpotro y Sánchez-Peinado, J., “La consolida-
ción del derecho común en Castilla. La obra legislativa de los Reyes Católicos”, Le Droit
LA CRÍTICA AL SISTEMA JURÍDICO DEL DERECHO COMÚN 11
18 Nueva recopilación de las leyes de Castilla. Tomo tercero de autos acordados, ed.
facsimilar, Valladolid, Lex Nova, 1982, vol. IV, ff. 199 y 200, libro 2, título 16, 1. Dado
por el Consejo el 5 de febrero de 1594: “El Consejo consulto a su Majestad que aviendo
visto la demasia, que ay en Abogados, assi en hacerse pagados, como en alargarse en las
Informaciones en Derecho, parecia que de aquí adelante los hagan breves, i compendio-
sas en Latin, sin Romance alguno, si no fuera algun dicho de testigo, ó de Escribano, ó
ponderación de Lei, i aleguen solamente la Lei, ó Doctor, que principalmente tocan al
punto, i al que refiere á los otros sin decir los referidos por él, so pena de 20 mrs para
la Camara, i pobres por mitad...”; y f. 201, libro 2, 16, 7. Dado por el Consejo el 19 de
enero de 1624, ordenando la limitación en las informaciones presentadas por letrados
a un máximo de veinte hojas. Si la anterior constituía una clara muestra de limitación
cualitativa, ahora el Consejo establece una cuantitativa, lo que exigiría a los abogados
la agilización de sus escritos y la restricción a la cita indiscriminada de leyes romanas,
canónicas o de doctores del derecho común: “...que las partes, que litigan, no puedan dar
las informaciones, ni los abogados hacerlas, ni los jueces recibirlas de mas cantidad, que
de las dichas 20 hojas...”.
19 Ibidem, vol. IV, ff. 67 y 68, así como ff. 68 y 69, libro 2, título 1, 1. Dado por el
Consejo el 4 de diciembre de 1713: “...lo que es mas intolerable, creen que en los Tribu-
nales Reales se deve dar mas estimación a las Civiles, i Canónicas, que las Leyes, Orde-
nanzas, Pragmáticas, Estatutos, i Fueros de estos Reinos siendo assi que las Civiles no
son en España leyes, ni deven llamarse assi, sino Sentencias de Sabios, que solo pueden
seguirse en defecto de ley, i en quanto se ayuden por el Derecho Natural, i confirmen el
Real, que propiamente es el Derecho Comun, i no el de los Romanos, cuyas leyes, ni las
demas estrañas, no deven ser usadas ni guardadas...”; y libro 2, 1, 3. Dado por el Consejo
LA CRÍTICA AL SISTEMA JURÍDICO DEL DERECHO COMÚN 13
dísimas del padre Feijóo, Berní, Mayáns o Castro, entre otros muchos,
sentarán las bases para la renovación jurídica, del método y de la forma
creadora, que alumbrará el siglo XIX y su hija más preclara: la codifica-
ción. El triunfo del derecho común y de su estilo había sido indiscutible
durante varias centurias. Era el momento para proceder a una revisión de
las bases sobre las que se erigía el sistema jurídico.
el 29 de mayo de 1741: “...en lugar del Derecho de los Romanos, se restableciese la lectu-
ra, i explicación de las leyes Reales, asignando Cátedras, en que precisamente se uviesse
de dictar el Derecho Patrio, pues por él, no por el de los Romanos, deven substanciarse,
i juzgarse los pleitos... tengan cuidaddo de leer, con el derecho de los Romanos las leyes
del Reino, correspondiente á la materia que explicaren”.
20 Una síntesis bibliográfica en Celemín Santos, V., El derecho en la literatura medie-
val, Barcelona, Bosch, 1996, pp. 193-195, a la que remitimos.
14 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
45 Véase García-Pelayo, M., “El buen y el mal gobierno”, Del mito y de la razón en la
historia del pensamiento político, Madrid, Revista de Occidente, 1968, pp. 319-337.
LA CRÍTICA AL SISTEMA JURÍDICO DEL DERECHO COMÚN 19
47 Dante Alighieri, “Paraíso”, Divina Comedia, 6a. ed., Petrocchi, Giorgio y Martínez
de Merlo, Luis (eds.), Madrid, Cátedra, 2000, Canto VI, p. 550, versos 10-15: “César fui,
soy el mismo Justiniano / que quitó, inspirado del Espíritu, / lo excesivo y superfluo de
las leyes. / Y antes de que a esta obra me entregara, / una naturaleza en Cristo sólo / creía,
y esta fe me era bastante”, referencia esta última al combate de la herejía monofisita que
negaba la unión hipostática.
48 Ibidem, Canto X, p. 583, versos 103-105: “Sale aquel resplandor de la sonrisa / de
Graziano, que al uno y otro fuero / dio su ayuda, ganando el paraíso”. Figura Graciano a
renglón seguido de las apariciones de San Alberto Magno y Santo Tomás de Aquino. A
continuación, aparece el otro gran protagonista literario del Medievo, esta vez en el cam-
po de la teología: Pedro Lombardo, en p. 584, versos 106-108: “Quien cerca de él adorna
nuestro coro / fue el Pedro que al igual que aquella viuda, / su tesoro ofreció a la Santa
Iglesia”. De la misma manera que la obra de Graciano fue el elemento capital del derecho
canónico, la obra sobre la que trabajaron los juristas posteriores, las Sentencias de Pedro
Lombardo fueron el texto de referencia obligado en el campo teológico y prácticamente
todos los grandes pensadores medievales realizaron algún comentario a ese texto.
49 Concretamente, en el tercer círculo donde se castigaba a los violentos contra Dios
y sus designios, englobando aquí a los blasfemos, los homosexuales y los usureros. La
inclusión de Accursio no obedece a una crítica de su obra, sino a su pretendida homo-
sexualidad, lo mismo que la alusión a Prisciano, probablemente un profesor boloñés del
siglo XIII. Cfr. Ibidem, “Infierno”, Canto XV, p. 167, versos 106-114: “Sabe, en suma,
que todos fueron clérigos / y literatos grandes y famosos, / al mundo sucios de un igual
pecado. / Prisciano va con esa turba mísera, / y Francesco D’Accorso; y ver con éste, / si
de tal tiña tuvieses deseo, / podrás a quien el Siervo de los Siervos / hizo mudar del Arno
al Bachiglión, / donde dejó los nervios mal usados”. En otras obras, sin embargo, Dante
criticará abiertamente a los bartolistas. Véase infra.
LA CRÍTICA AL SISTEMA JURÍDICO DEL DERECHO COMÚN 23
colación, concordando así con la visión usual que sitúa entre la segunda
mitad del siglo XIII (fecha del Fuero Real) y comienzos del siglo XIV los
inicios de la recepción hasta la consagración definitiva de dicho sistema
jurídico a través del Ordenamiento de Alcalá de Henares (1348). Esas
fechas constituyen, pues, el punto de partida para que la literatura se haga
eco de las nuevas tendencias detectables en el mundo del derecho.
Así sucede con el poema titulado Revelación de un ermitaño, datado
en el siglo XIV, que narra una aparición de la que es partícipe un ana-
coreta muy virtuoso a la que sigue un interesante diálogo del cuerpo y
del alma, exponiendo básicamente las miserias y defectos del primero.
Cuando la aparición concluye, se produce una reflexión final acerca de la
fugacidad de la vida y de la imposibilidad de conocimiento del momento
en que se fallece y se es llamado a comparecer ante Dios, juicio éste en el
que no cabe apelación, ni siquiera alegación de los mejores juristas, Cino
de Pistoya y Bártolo de Sassoferrato, a los que se alude expresamente en
el texto. La cita de ambos será constante en los textos posteriores, sín-
toma de que eran los más conocidos por el pueblo debido a su más que
probable empleo en la práctica judicial y extrajudicial. El destino y los
designios divinos apenas pueden ser objeto de comprensión por el hom-
bre y en consecuencia todas las artimañas que pudieran valer en la tierra,
carecen de cualquier utilidad en el cielo:
Por los brazos de la Muerte van pasando todos los hombres, sin dis-
tinción, y aquélla aprovecha para dibujar pequeñas semblanzas de los
vicios y defectos que presenta el compañero de baile. A cada uno de estos
se le da la oportunidad de un pequeña (e inútil, por otro lado) defensa,
a la búsqueda de una cierta compasión y piedad, que no provoca en la
51 Véase Huizinga, J., El otoño de la Edad Media. Estudios sobre la forma de la vida
y del espíritu durante los siglos XIV y XV en Francia y en los Países Bajos, Madrid,
Alianza Editorial, 1996, pp. 194-212.
52 “Prólogo”, Danza de la Muerte, ed. conforme al Códice del Escorial, Barcelona,
Tipografía L’Avenç, 1947, p. 5.
LA CRÍTICA AL SISTEMA JURÍDICO DEL DERECHO COMÚN 25
Muerte más que una severa reprobación, recordando el castigo al que es-
tán llamados y abundando en los defectos y vicios con los que se acusa.
El último verso de cada intervención de la Muerte da pie a la entrada del
nuevo protagonista. Frente a la tendencia democrática que se ha atribui-
do, conviene decir que lo que augura la igualdad es la vida en el más
allá: la Muerte denuncia el incumplimiento por cada uno de los estados
de aquellos deberes y obligaciones que eran inherentes a su condición
dentro del esquema mental del Medievo. La tendencia igualitaria y de-
mocrática solamente se predica para la vida que vendrá en ultratumba,
no para la que se está a punto de concluir:53 en el más acá, se conserva
la división funcional que había sido una constante en todas las centurias
medievales.
Sucesivamente aparecen dos doncellas (lo efímero de la belleza, lo
cual constituye una innovación sustancial respecto a otras danzas euro-
peas coetáneas, más preocupadas por lo tétrico, lo lúgubre), y en el orden
jerárquico que establecía la sociedad medieval decadente, surgen empa-
rejados el Papa, el emperador, el cardenal, el rey, el duque, el arzobispo,
el condestable, el obispo, el caballero, el abad, el escudero, el deán, el
mercader, el arcediano, hasta que llegamos a la figura del abogado. La
Muerte introduce la presentación del letrado, refiriendo aquella actividad
en la que éste estaría enfrascado, preparando alguna defensa, algún dic-
tamen, algún consejo, para lo cual usa los textos romanos, y dentro de
ellos, el más prestigioso y conocido (el Digesto de Justiniano): “Dançad,
abogado, dexad el digesto”.54
Tiene la palabra el abogado, según el esquema de la composición. Su
defensa se articula a partir de un ejercicio de autocompasión, en el que el
“qué será de mí” figura como motivo central. La inutilidad de sus cono-
cimientos jurídicos ante el juicio que se le avecina también es puesta de
53 Tema éste que será retomado por Juan de Mena con algunas alusiones veladas al
mundo del derecho. En su “Razonamiento que Juan de Mena faze con la Muerte”, dice
el poeta de la actuación de ésta: “Padre Santo, emperadores, / cardenales, arçobispos, /
patriarcas e obispos, / reyes, duques y señores, / los maestros y priores, / los sabios cole-
giales, / tu los fazes ser iguales / con los simples labradores… No aprovechan los saberes
/ non las artes nin las mañas, / nin proezas nin fazañas, / grandes pompas ni poderes, /
grandes casas nin haberes, / pues que todo ha de quedar, / salvo el solo bien obrar, / Muer-
te, cuando tú vinieres”. Cfr. Rodríguez Puértolas, Julio (ed.), Poesía crítica y satírica del
siglo XV, 3a. ed., Madrid, Castalia, 1989, p. 186, versos 105-112 y versos 121-128.
54 Danza de la Muerte, op. cit., nota 53, p. 19, verso 328.
26 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
55 Ibidem,
p. 19, versos 329-336.
56 Du
Cange, D., “Collectarium”, Glossarium Mediae et Infimae Latinitatis, París-
Niort, L. Favre, 1883, t. II, p. 405.
57 Danza de la Muerte, cit., nota 53, p. 20, versos 337-344.
LA CRÍTICA AL SISTEMA JURÍDICO DEL DERECHO COMÚN 27
Pero el texto tiene un apartado propio para los abogados, para los le-
trados, de los que se critica, sobre todo, su extraordinaria ambición eco-
58 Ibidem, p. 25, versos 449-456: “Maestro famoso sotil e capaz, / que en todas las ar-
tes fuestes sabidor, / non vos acuytedes, linpiad vuestra faz, / que a pasar avredes por este
dolor, / yo vos leuare ante un sabidor / que sabe las artes syn ningunt defecto; / sabredes
leer por otro decrepto, / portero de maça, venid al tenor”.
59 López de Ayala, P., Libro rimado de palacio, Kenneth, Adams (ed.), Madrid, Cáte-
dra, 1993, p. 150, estrofa 78.
28 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
nómica que lleva a prolongar los juicios con la intención de hacer sus
honorarios más y más elevados.60 El abogado busca y rebusca para que
el cliente no lo abandone. Por eso dice López de Ayala que “veredes de-
cretales, clementinas rebolver” (nueva referencia a los textos canónicos)
en los que se mueve como en un mar agitado el jurista. El letrado además
no desespera nunca porque siempre es posible encontrar alguna razón
jurídica, por mínima que sea, para defender alguna postura con la que
ganar tiempo para conseguir nuevamente derivar el pleito hacia donde le
interesa ya que “veinte capitulos fallo por vos enpesçer / e non fallo más
de uno con que vos pueda acorrer”, para añadir a continuación:
Quien los cuida tener malos después falla opinion
de algunt doctor famado que sosterná su razón,
E pasando asi el tiempo nasçe otra conclusión.
Porque, en suma, el arte de los letrados está por encima de las leyes y
de sus comentarios. La acción de aquéllos se coloca en un nivel superior,
puesto que es capaz de desvirtuar el sentido de una norma, para interpre-
tarla en su sentido normal al momento siguiente: “Pues lo ál aventurastes,
non vos debe de doler / lo que aquí despendierdes de todo vuestro aver, / e
veremos los letrados cómo fueron entender / las leyes, que este pleito así
nos ha de vençer”. López de Ayala, con cierta amargura, dice que “non ha
leyes que vos puedan nin sus glosas estorvar”, de modo que el abogado
60 Ibidem,
pp. 192-195, estrofas 315-337.
61 Véase
infra. No deja de ser curioso que, aunque se trate de un pleito civil, el abo-
gado cite en su provecho a un canonista, lo cual se puede interpretar como una crítica
velada a la verborrea fácil y seductora de los letrados a los cuales vale cualquier argu-
mento para la prolongación de los litigios y para conseguir la aceptación de los clientes,
ignorantes normalmente de toda cuestión jurídica.
LA CRÍTICA AL SISTEMA JURÍDICO DEL DERECHO COMÚN 29
aparece como un auténtico oráculo al que se acude para que maneje los
textos legales a su antojo y para provecho de su defendido. En todo caso,
el autor denuncia siempre estas maniobras dilatorias que se traducen en
un coste económico enorme para el cliente, como cuenta al final de las es-
trofas dirigidas a los abogados: estos solicitan al cliente más y más dinero
para llegar a la alzada ante el rey; el cliente sacrifica todo su patrimonio
en virtud de dichas exigencias; al final, se queda sin patrimonio, sin pleito
y sin nada, con un pérdida de tiempo abrumadora. Solamente triunfa el
abogado. La razón de su éxito: el mismo sistema jurídico que permite esas
perversiones, esas dilaciones casi surrealistas.
El derecho común había, pues, calado hondo. Pero esa forma de ope-
rar en el mundo de lo jurídico presentaba un reverso peligroso como se
ha podido ver. Las críticas eran aceradas. Esto llevó a algunos autores
a plantearse realmente el significado del derecho y de la justicia. En el
panorama castellano del momento (tránsito del siglo XIV al siglo XV)
pesaban varios condicionantes de signo diverso. La situación política era
bastante desalentadora.62 Los Trastámara se habían instalado en el poder
hacia poco menos de medio siglo a cambio de numerosas concesiones a la
nobleza que realmente señoreaba la Corona. Esta nobleza actuaba muchas
veces de forma arbitraria, injusta, con sus propias armas jurisdiccionales,
resultado de las amplias concesiones con que los monarcas de la nueva
dinastía habían premiado a sus fieles o habían comprado las fidelidades de
sus enemigos. El rey aparece así como el garante de la justicia, el único
tutor verdadero del reino, el que da unidad al mismo por encima de toda la
dispersión imperante. Añádase a esa situación de inseguridad provocada
por los poderosos, el empleo de mecanismos jurídicos que demoraban
los pleitos por tiempo indefinido y hallaremos la explicación de las que-
jas que formulan, por citar tres ejemplos coetáneos, lo siguientes autores.
Fray Iñigo de Mendoza, supuesto autor de las Coplas de Mingo Revulgo,
proclama que la justicia, antaño poderosa, ahora se asustaría con un sim-
ple conejo:
63 Fray Iñigo de Mendoza, Coplas de Mingo Revulgo, Poesía medieval, Lama, Víctor
de (ed.), Madrid, Random House Mondadori, 2002, p. 255, versos 118-126.
64 Poesía crítica y satírica del siglo XV, cit., nota 54, p. 153, versos 7 y 8.
65 Ibidem, p. 153, versos 9-14.
66 Marqués de Santillana, Poesías completas, Durán, Manuel (ed.), Madrid, Clásicos
Castalia, 1984, t. I, p. 263, verso 382.
LA CRÍTICA AL SISTEMA JURÍDICO DEL DERECHO COMÚN 31
67 Poesía crítica y satírica del siglo XV, cit., nota 54, p. 282, versos 121 y 122.
68 Ibidem, pp. 280 y 283, versos 39-50 y 128-130.
69 Ibidem, p. 213, versos 57-64.
32 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
en otras obras variadas.74 Pero la obra que vamos a examinar, por la enorme
masa poética que contiene, se convierte en uno de los mejores exponentes
de la visión cortesana acerca del derecho y es testimonio impagable de las
reflexiones de los hombres bajomedievales acerca de todas las virtudes y
de todos los defectos que presentaba el mundo jurídico.
78 Cfr. Gual Camarena, M., “El Cancionero de Baena como fuente histórica”, cit.,
nota 76, p. 614. el mismo autor advierte, en p. 615, que a pesar de todo ello y del am-
biente cortesano, los datos y citas de carácter socio-económico son fiables, mientras que
las referencias a la “historia externa” merecen mayor recelo por el carácter laudatorio
(muchas veces remunerado) de los versos.
79 Cfr. Alborg, J. L., op. cit., nota 76, t. I, p. 323.
36 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
como los judíos o los conversos, con todas las implicaciones políticas y
morales que tales reflejos contemplaban. Un amplio fresco cabalmente
realizado que observa los cambios de la fortuna, los ascensos y las caídas
de los poderosos, las luchas políticas entre facciones, las difamaciones,
la búsqueda del favor político y económico, temas tan tratados a lo largo
de la literatura que llegan hasta hoy mismo.
Vamos a detenernos en este texto del que serán objeto de examen tres
aspectos: las referencias a los juristas del derecho común, a los textos
legales y doctrinales, y las opiniones referidas a la práctica jurídica desa-
rrollada al amparo del sistema consolidado.80 No vamos, pues, a estudiar
con detalle la profusa terminología jurídica que en el mismo se contiene
con numerosos vocablos y frases hechas en las que se alude a términos
del lenguaje jurídico general, del derecho procesal (donde el ius commu-
ne halla sus más celebrados y perdurables resultados) o de otras ramas
del orden jurídico. Simplemente hay que mencionar el perfecto manejo
de los términos jurídicos por parte de los poetas medievales y la propie-
dad con la que se emplean los mismos, aun cuando se trate de efectos
poéticos o meramente líricos, sin base específicamente jurídica.
En el texto utilizado podemos ver el uso de las voces civile jure en unos
consejos y deseos dirigidos al recién nacido Juan II;81 la expresión comu-
naleza para aludir a la justicia que se predica tanto de Dios82 como de los
reyes como atributos inherentes a sus supremas labores de gobierno,83
adornada con otras virtudes varias;84 derechero85 o derechurero,86 para
referirse a comportamientos justos, admitidos, dignos de loa, su antóni-
81 Cancionero, cit., nota 76, p. 262: “Tanta agudeza nunca en foçilar / vi en centellas
de bivo carbón / como quando Mercurio quiso fablar, / mostró en sus ojos e su dispo-
siçión. / Diz: Yo le enfloyo seso e razón / e sabiduría por que él solo apure / como Justi-
niano en Çivile jure, / leyes e partidas, las que buenas son”.
82 Ibidem, p. 402, versos 24-28: “E dará sentençia el que es sabidor / en todas las
cosas, en nunca avré / d’Él suplicaçión jamás nin revista, / aquesto que digo vos diz’ el
Salmista: / Timor et tremor obtimerunt me”.
83 Predicando incluso la unión entre Dios, el rey y la justicia, como en ibidem, p. 52:
“La segunda dixo: Yo só la Justiçia, / señera e amarga, sin todo abrigo, / perdí mi pilar, mi
Rey, mi amigo, / que me sostenía sin toda maliçia; / agora cuitada, toda mi cobdiçia / es ir
a bevir a yermos extraños / bien como vevía fasta los veinte años, / salvo si se enmienda
alguna avariçia… A vos, la Justicia, de Dios mucho amada, / buscado vos tengo un noble
marido, / el gentil Infante, de bondat guarnido, / con quien vos devedes tener por onrada;
/ e desque con él viérenvos juntada / de todas las gentes seredes temida; / pues non vos
quitedes de aquesta partida, / que muy neçessaria nos es vuestra estada”; y p. 548. “Rey
eres sobre los reyes, / coronado emperador, / do te plaze van tus leyes / todos han de ti
pavor, / e pues eres tal señor / non fazes comunaleza; / si entiendes que es proeza, / non
soy ende judgador”.
84 Ibidem, “Dezir de Miçer Françisco a las siete virtudes”, p. 312, verso 225-232.
Son concretamente siete: el juicio, la verdad, la lealtad, la corrección, “la quinta llaman
Conjurado Sermón, / la sesta Igualdat, la setena Ley dada”.
85 Ibidem, p. 104: “Pues el alto, poderoso, / sabio, noble, verdadero / Rey d’España
virtuoso, / con templança derechero”; p. 495: “Dixo: Señora, juez derechera, / respondo
e digo que vos fallaredes / que por su confesión vos non devedes / judgar lo que pide en
esta manera”; p. 499: “E mando que faga la execuçión / el niño inoçente sin otra manzi-
lla, / don Juan, derechero señor de Castilla”; p. 383: “Fuera Dios luego injusto e liviano
/ e la su justiçia sin abondamiento, / si a nuestro linage mortal e humano, / muriendo en
pecados e mal estamiento, / fiziera aver gloria sin meresçimiento, / ca non fuera luego
juez derechero, / e, si con derecho juzgara llenero, / fuéramos todos en condenamiento”,
p. 597: “Agora seas papa o rey o perlado / o duque o conde o grand cavallero, / salvarte
puedes en qualquier estado, / si quieres con Dios andar derechero”.
86 Ibidem, p. 619: “Virgen, crey muy sin dudança / que el Señor derechurero, / Dios
contigo verdadero, / se quiere en ti encarnar / e omillar / por el su pueblo salvar / de du-
rable tribulança / e malandança”.
38 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
87 Ibidem, p. 754: “Alto Rey, luego primero / començó a fazer estrena / e vengóse a
boca llena / de su tío el tortiçero; / como rey muy justiçiero / le corrió bien la çapata / por
el robo e la barata / que l’ fizo el viejo trotero”.
88 Ibidem, p. 297: “Quando tu curso egualas, / que al bueno das los bienes / e al malo
fadas malas, / a pocos tal curso tienes, / ca lo buelves e revienes, / al bueno el bien pri-
vando, / al malo multiplicando: ¡ cata qué tuerto mantienes!”; p. 302: “Dezides que en
dar e non dar / ella ningunt tuerto faze”; p. 376: “Pues non ay dubda que Dios es justo /
e a ninguno tuerto non faze”; p. 378: “Que su poder asoluto podría / a todos asolver o los
condenar, / mas de su poder ordenado usar / derecho conviene fazer todavía; / por ende,
de essa guisa gran tuerto faría / si pena el malo jamás non oviesse, / como si al bueno bien
non le diesse, / a cada qual d’ellos segunt meresçía”.
89 Véase supra.
90 Una fuerte crítica a los operadores gubernativos y judiciales en el poema que com-
pone Álvarez de Villasandino, en Cancionero, cit., nota 76, pp. 78-81, dirigida a los
regidores y gobernadores de los reinos, a los recaudadores y a los escribanos. El nivel de
depravación, corrupción y ruina moral lo expresa con claridad la última estrofa: “Señor,
mucho más diría / si lo quisiesse dezir, / mas non lo podría escrevir / en dos noches e un
día; / tanta es la burlería / que en la corte veo andar / que non la podrié contar / un Maestro
en Theología”.
91 Ibidem, p. 615, versos 57-59: “Assí llego a ser muy grand emperante, / que me
obedesçen muy muchos reyes, / e fago decretos e fueros e leyes”.
92 Ibidem, p. 746, versos 267-274: “Yo leí, quiero dezilla, / su nobleza de dos reys /
que fezieron nobles leys / e fechos de maravilla; / don Fernando e su quadrilla, / que ganó
con sus bondades / a las muy nobles çibdades / de Córdoba e de Sevilla”.
LA CRÍTICA AL SISTEMA JURÍDICO DEL DERECHO COMÚN 39
93 Son los casos del proceso por causa de Amor sobre el que Nicolás interroga a su
Maestro, en ibidem, pp. 333-336, con escrito de agravios y condena de costas, incluidos;
del proceso entre la Soberbia y la Mesura, ibidem, pp. 492-500; del proceso entre la Do-
lencia, la Vejez, el Destierro y la Pobreza, pp. 507-515; o del proceso de los colores (“a
manera de pleito e de reqüesta que ovieron en uno los colores del paño verde e prieto e
colorado, porfiando quál d’ellos es mejor”), pp. 616-618. En otros casos, pierde el conte-
nido metafórico y se refiere a asuntos reales, con lo que se realiza una nueva crítica al sis-
tema judicial, como en ibidem, pp. 520-528, “este dezir fizo e ordenó el dicho Ruy Páez
de Ribera quexándose de Juan Gómez bachiller, alcalde que era en Sevilla, por quanto
le agravió e non le quiso fazer derecho de un arrendador a quien el dicho Ruy Páez avía
fiado en una renta çiertos marabedís”. Finalmente, hay ejemplos de lides poéticas, como
la que se produce entre Juan Alfonso de Baena y Fernán Manuel de Lando, sentenciada
por fray Diego de Valencia, en ibidem, pp. 647-650.
94 Véase sobre el tema Pérez Martín, A., El derecho procesal del ius commune en Es-
paña, Murcia, Universidad de Murcia, Servicio de Publicaciones, 1999, passim. Entre las
múltiples voces que aluden a esta rama del derecho podemos citar las siguientes: “carta
citatoria”, “conquista”, “contestado”, “contradita”, “defension”, “degreto” en el sentido
de sentencia, “esepçiones”, “jure probata”, “libeldo”, “libramiento”, “munitoria”, “pe-
rentoria”, “procesoso”, “pleiteses”, “fazer pleito”, “rebtar”, “reconvençión”, “rescrito”,
entre otras muchas.
95 Cancionero, cit., nota 76, p. 413, versos 5-8: “Por ende, vos ruego bien como a le-
trado / que me declaredes, segund ley de derecho, / en cómo se guarde mi onra e provecho
/ en lo que se sigue por este deitado”.
96 Ibidem, p. 165: “Testamento e codeçillo / ordenó como christiano / e mandó luego
de mano / mandas de muy grant cabdillo”.
97 Ibidem, p. 79: “Señor, éstos que compraron / los ofiçios d’esta guisa, / segunt fallo
por pesquisa, / todo el reino coecharon… los dichos recabdamientos, / fuerça es los poni-
mientos / que se han de cohechar”; p. 230: “E ser en la cuenta de los verdaderos; / quien
d’esto me quita, codiçia coecho… Quien fuera me dexa con los coçineros / assaz me
conturba e assaz me coecha”; p. 336: “Vandero me llamas por te escusar / de los grandes
yerros que tú tienes fecho / a esa señora, que pides cohecho”; p. 527: “Despechados e
40 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
rendidos / son muy muchos labradores, / cohechos de arrendadores / los traen muy opri-
midos”; p. 777: Çessarán luego monedas, / los pedidos e cohechos”.
98 Ibidem, p. 146: “Mi señor Adelantado, / flaco ando e amarillo, / pensando en este
omezillo”; p. 165: “Que le fagan un luzillo / en que sea debuxada / toda su vida lazdrada
/ sus corrençias e omezillo”; p. 198: “Triste ando e amarillo, / señora, noche e mañana,
/ fasta que vos vea sana, / con plazer, sin omezillo. / Omezillo tendo agora / con quien
obra açidental”; p. 503: “Por ésta fue fecho el igualamiento / entre los Reyes que estavan
partidos / en los omezillos antigos avidos”; p. 354. “Quando vienes luego tienes / con las
gentes omezillo”; p. 732: “Siembren mal e omezillo”; p.778: “Çessarán portogaleses / e
todos los sus gavarros, / çessarán también navarros, / esso mesmo los ingleses; / çessarán
aragoneses, / e todos los omezillos, / quedarán para morillos / malos años, negros me-
ses”.
99 Ibidem, p. 731: “Desatiento, con fallimiento / contra mí son, por verdat, / e con
poco passamiento”.
100 Ibidem, p. 151, asociada a la codicia: “¡Quántos codiçiosos dizen simonía / lo çierto
e derecho e clara verdad! “; p. 789: “Muchos tratan de renuevo / por henchir el su costal,
/ e non dan éstos un uevo / por aver el prençipal; / fallo en el Memorial / que legos e
clerecía / usan de la ximonía / sin temor de su Fiscal”.
101 Véase Celemín Santos, V., op. cit., nota 21, pp. 149-152.
LA CRÍTICA AL SISTEMA JURÍDICO DEL DERECHO COMÚN 41
105 Ibidem, “Este dezir fizo fray Migir de la Orden de Sant Jerónimo, capellán del onra-
do obispo de Segovia, don Juan de Tordesillas, quando finó el dicho señor Rey don Enri-
que en Toledo. El qual dezir es muy bien fecho e assaz fundado segunt lo requería el abto
sobre que es fundado el dicho decir”, p. 58, versos 1-16. No son extrañas estas alusiones
a los juristas como integrantes de la corte del rey. Dice Baena en Cancionero, cit., nota
76, p. 770, versos 1.362-1.378: “Los emplastos provechosos / son los grandes cavalleros
/ e leales consejeros / con buen seso estudiosos, / ca deven ser acuçiosos / por serviçio de
Dios e vuestro / que non tomen el seniestro / estos fechos peligrosos. / Los socroçios son
pastores / e perlados de la egleja, / pues que saben la conseja, / e los vuestros abditores /
e tambien sabios doctores, / de quien vos tanto fiades; / si con saña porfiades, / lean bien
los relatores”.
LA CRÍTICA AL SISTEMA JURÍDICO DEL DERECHO COMÚN 43
Con motivo del mismo evento, fray Diego de Valencia compone otro
“dezir” en el cual se vuelven a manifestar esos deseos para con el nuevo
monarca, algunos de ellos de marcado componente jurídico.116 Al tratar el
tema del asesoramiento y consejo que el rey debe tener, el poeta se expresa
con contundencia reclamando la necesidad de un conocimiento exhaustivo
del derecho como requisito indispensable para un buen gobierno. El autor
marca la diferencia entre el derecho civil, acaso como orden culto, estudio
para el cual hay que acudir a los doctores, frente al popular cotidiano inte-
grado por fueros y usos, que hay que respetar en todo caso:
Tenga con prebanos derecho çevil,
dotores sotiles vença por esamen,
e todos los fueros e uso servil
mantenga del todo que pueblos non clamen.
Los finos partistas assí lo enfamen
Que faga derecho a mí e a ti;
Dios le dé vida por que sea assí:
Respondan oyentes, digan todos: Amen.117
Sin lugar a dudas, el poema más conocido y que mejor refleja la si-
tuación jurídica de Castilla es el atribuido a Fernán Martínez de Burgos,
cuyo título es lo suficientemente expresivo: “Dezir que fue fecho sobre
la justiçia e pleitos e de la gran vanidad d’este mundo”.118 La crítica es
demoledora porque llega incluso al rey con una pregunta directamente
dirigida a Dios. La justicia en manos de los hombres es totalmente des-
truida por sus prácticas llenas de corrupción, sobornos, oficios inútiles
y excesivos. Un panorama totalmente pesimista sobre el que además no
116 Ibidem, Este dezir fizo el Maestro Fray Diego de Valençia de la orden de Sant
Françisco, en respuesta d’este otro dezir e de ençima que fizo el dicho miçer Francisco al
nasçimento del Rey nuestro señor; el qual dezir el dicho maestro fizo por los consonantes
qu’el otro primero, e en algunos lugares retrató al otro, p. 269, versos 121-139: “Sea
Rey de paz, en justiçia fundado, / en todos los bienes solíçito, presto, / cortés e amoroso,
de todos amado, / en todos sus fechos sea bien compuesto, / fermoso, graçioso, de muy
lindo gesto, / de Dios sobre todo leal amador, / católico firme, grant defendedor / de la ley
de Christo sobre todo esto. / Aya en sus días sin contradiçión / toda monarchía con muy
grant potençia, / del león e leona la su bendiçión / por que biva ledo en grant eselençia. /
Los reyes comarcanos fagan reverençia / al su alto nombre e grant solepnidat, / e sea jus-
tiçiero e rey de verdat; / concuerden los sabios con la su çiençia. / De biudas e pobres sea
guardador / e guarde derecho a todos igualmente; / de villas, çibdades sea fundador”.
117 Ibidem, p. 272, versos 273-280.
118 Ibidem, pp. 603-610.
LA CRÍTICA AL SISTEMA JURÍDICO DEL DERECHO COMÚN 47
¿La razón? El modo de operar de los letrados. Citas y más citas de los
principales doctores, de las más importantes leyes, con lo que los expe-
dientes se hacen gigantescos y los jueces devienen inútiles para verificar
todo lo que se alega. En resumen, se ven impedidos materialmente para
sentenciar por la corruptela práctica en la que los sumen los abogados.
Cualquier pequeño defecto, cualquier minucia sirve para prolongar inde-
finidamente el litigio para mayor gloria del perito. Aparecen las primeras
alusiones personales con aumento del número de protagonistas. Bártolo,119
119 Bártolo de Sassoferrato, probablemente uno de los mejores juristas de todos los
tiempos, vive entre los años 1314 y 1357. Su obra es amplísima y trata prácticamente
48 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
todos los temas del derecho romano tanto públicos como privados, así como la práctica
totalidad de los textos romano-justinianeos son objeto de sus comentarios, hasta el punto
que en la Universidad de Padua existía una cátedra destinada exclusivamente al estudio
de la obra de este prodigio muerto en plena juventud. Son numerosos sus comentarios,
tratados, estudios monográficos, pareceres y consejos, hasta ocupar un total de diez vo-
lúmenes en folio, según la más corriente de las ediciones de sus obras. Véase Calasso, F.,
op. cit. nota 1, pp. 572-577. La difusión de su obra en España, con cerca de 125 manuscri-
tos, volumen no comparable a ningún otro autor, ha sido estudiada por García y García,
A., “Bártolo de Saxoferrato y España”, en Derecho Común en España…, cit., nota 81,
pp. 99-128.
120 Juan Andrés, versión castellanizada del nombre del canonista Giovanni Andrea,
es acaso uno de los mejores juristas canónicos del siglo XIV. Autor de una obra abun-
dante que incluye comentarios al Sexto (influido por Guido de Baysio y su Rosarium,
será completado por unas Additiones y por una Novella entre los años 1336 y 1342), a
las Clementinas (glosa que aparece en 1326) y a las Decretales de Gregorio IX (su obra
más conocida: la Novella in Decretales Gregorii IX, aparecida en 1338), además de otras
obras menores que incluyen repeticiones, cuestiones y tratados varios. Muere en el año
1348 a consecuencia de la peste. Véase Schulte, J. F. von, Die Geschichte der Quellen
und Literatur des canonischen Rechts, Graz, Akademische Druck, 1956, t. II, pp. 205-
229; y Le Bras, G. (dir.), Histoire du Droit et des Institutions de l’Eglise en Occident,
t. VII: L’âge classique. Sources et théorie du droit, París, Sirey, 1965, pp. 327 y 328; y,
específicamente sobre su obra, los estudios XVI y XVII recogidos en Kuttner, S., Studies
in the History of Medieval Canon Law, Aldershot, Variorum Reprint, 1999.
121 Discípulo de Bártolo, más completo en su formación que el maestro, ya que unía la
condición de civilista y canonista, vive entre los años 1327 y 1400. Su obra es asimismo
amplísima ocupándose también del derecho canónico. Véase Calasso, F., op. cit., nota 1,
pp. 577-578.
122 Enrique de Segusia o de Susa, conocido como el Ostiense por haber sido obispo
de dicha sede vecina a Roma, autor de la Summa Aurea, síntesis del derecho romano y
canónico, elaborada con una maestría sin comparación en el siglo XIII (fallece en 1271).
Puede ser considerada, dice Le Bras, como la culminación del esfuerzo científico de los
glosadores y de los canonistas de los siglos XII y XIII. Al mismo tiempo, la Summa es
un importante compendio del Decreto de Graciano y de las Decretales de Gregorio IX.
Véase Schulte, J. F. von, op. cit., nota 121, pp. 123-129; y Le Bras, G. (dir.), op. cit., nota
121, pp. 312-314.
LA CRÍTICA AL SISTEMA JURÍDICO DEL DERECHO COMÚN 49
123 Azzo de Bolonia, glosador de comienzos del siglo XIII, muerto en el año 1230,
autor de una ingente producción literaria entre las que destacan una Summa Codicis, una
Summa Institutionum, una Lectura Codicis, un completo aparato de glosas (Apparatus in
Digestum Vetus), unas Additiones ad Collectionem Summarium ad Digesta, distinciones,
glosas y una Summula de Possessione. Véase Calasso, F., op. cit., nota 1, pp. 533 y ss.; y
Kantorowicz, H. y Buckland, W. W., Studies in the Glossators of the Roman Law, Aalen,
50 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
e de escrivanos e recabdadores
que roban el reino por estrañas vías
¡yo non vi tantos en todos mis días!
E tanto padeçe este reino cuitado
que es maravilla non ser asolado,
si el señor Rey non quiebra estas lías.
132 Véase Riaza, R., “Sobre la Peregrina y sus redacciones”, AHDE, vol. VII, 1930,
pp. 168-182; García y García, A., “Obras de derecho común medieval en castellano”,
AHDE, vol. XLI, 1971, pp. 668 y 669; Barrero García, A. M., “Los repertorios y diccio-
narios jurídicos desde la Edad Media hasta nuestros días (notas para su estudio)”, AHDE,
vol. XLIII, 1973, pp. 321 y 322; y Pérez Martín, A., “El estudio del derecho común en
España”, cit., p. 257 y pp. 280 y 281. Durante la estancia en Toledo del futuro obispo,
alrededor de 1380, compuso una Tabula Iuris, conocida como Peregrina o Pelegrina,
conservada en diversas ediciones tanto latinas como romances. Se trata de un repertorio
alfabético de términos jurídicos en el cual se emplearon citas de textos romanos y canó-
nicos, y de las Partidas, a los que posteriormente se sumaron fragmentos del Fuero Real,
Fuero Juzgo, Ordenamiento de Alcalá y otros Ordenamientos de Cortes. Sobre la base de
esta obra, en el siglo XV, el oidor Bonifacio García compuso una suerte de adaptación o
resumen de la anterior, con una glosa que proporciona interesantes datos sobre el derecho
castellano bajomedieval. Esta adaptación recibió el nombre de Bonifacia (Peregrina a
compilatore glosarum dicta Bonifacia), en honor a su autor. Fue publicada en Sevilla en
el año 1498.
133 La “Suma Ambrosina” a la que alude el texto puede referirse a dos obras canóni-
cas: un colección datada con posterioridad al Decreto de Graciano, procedente de Italia
y posterior al III Concilio de Letrán, o bien, lo más factible, a una Summa Titulorum,
atribuida a Ambrosio que la compone entre los años 1213 y 1215, bajo la influencia de
la colección de Bernardo de Pavía. Junto con el aparato de Tancredo, el de Dámaso y el
del propio Bernardo de Pavía, serán empleados profusamente por Bernardo de Parma
en su glosa ordinaria a las Decretales de Gregorio IX. Véase Le Bras, G. (dir.), op. cit.,
nota 22, t. VII, pp. 224, 302 y 309; y Kuttner, S., op. cit., nota 121, estudios XIII y XIV,
específicamente sobre la obra de Bernardo de Parma.
134 Cancionero, cit., nota 76, p. 743, versos 155-162. Los editores de la versión que
manejamos aluden a la posibilidad de que la voz “pena” sea en realidad “peña”. Ignora-
LA CRÍTICA AL SISTEMA JURÍDICO DEL DERECHO COMÚN 55
mos el significado de los tres últimos versos, aunque podría referirse a alguna cuestión
relativa al derecho criminal y a algún tratado sobre el particular, cuyo sentido final des-
conocemos.
135 Ibidem, p. 581, versos 73-84: “Notilo afirmó Bernardo / con reguardo / estable e
determinado, / en le ferir con tal dardo / como sardo / a la Virgen tan osado; / su dicho
non faz alardo / sin descardo / lo que diré afincado, / pues argüid por Bocardo, / que ya
ardo / veyendo mal silogicado”. Sobre el Decreto de Burcardo, véase Fantappié, C., op.
cit., nota 125, pp. 86-88.
136 Cancionero, cit., nota 76, p. 109, versos 1-8: “Señor Alfonso Álvarez, grant sabio
perfeto / en todo fablar de linda poetría, / estrenuo en armas e en cavallería, / en regir
compañas sin algunt defeto, / que abrades ruégovos el vuestro Decreto / e me declaredes
aquella visión / que puso Sant Johán en revelaçión / en el Apocalipsi oscuro e secreto”;
p. 453, versos 33-40: “Non sé qué cosa es Decreto / nin me puse a lo aprender, / mas bien
creo e sé creer / que es un Dios solo e neto, / al qual ningún grant secreto / non se puede
ençelar; / lo que a mí quiso ordenar / yo de aqueso me entremeto”; y p. 626, versos 41-48,
con alusión asimismo a las Sentencias de Pedro Lombardo, y al Colectario de San Isido-
ro: “Aquí yo añado un alto secreto / que me paresçía ser fecho divino: / ¿quál d’ellos más
sirve spíritu malino / segund las Sentencias e santo Decreto? / Dezid lo que dize el santo
perfeto, / ¿quál será más grande desaventurado /quál más en la muerte de Dios olvidado /
segund los exemplos que diz’ el Coleto?”. Se trata de la obra clave del derecho canónico
medieval. Véase Schulte, F. J. von, op. cit., nota 121, t. I, pp. 39-75.
137 Cancionero, cit., nota 76, versos 105-111: “A muchos cuerdos embarga / aqueste
mal sovernal, / e lievan sobre la carga / por codiçia mundanal; / según diz’ el Decretal; /
que los ricos avarientos / por sus mereçimientos / al fuego van infernal”.
138 Ibidem, p. 673, versos 9 y 10: “Señor, yo leyendo en mi Clementina / fallé una
dubda de grant sotileza”. Véase infra la continuación de este poema.
139 Ibidem, p. 649, versos 89-96: “Yo fallo sin dubda en Filosofía / que los çinco sesos
son nesçessarios / e libran al cuerpo de muchos contrarios / e danle plazer siquiera algunt
día; / peroque ay entre ellos muy grant mejoría / segunt representan ojectos que vees; /
assí lo confirman decretos e leyes, / e más puramente la grant Theología”.
140 Ibidem, p. 155, versos 1-4: “Pena le pone la setena Partida / al que es difamoso
componedor, / et quanto más al que es trobador / de desonores, que es cosa sabida”. La
56 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
referencia alude a Partida 7, 9, 3, De la deshonra que face un home á otro por cántigas
ó por rimas: “Enfaman et deshonran unos á otros non tan solamente por palabra, mas
aun por escriptura faciendo cántigas, ó rimas ó dictados malos de los que han sabor de
enfamar. Et esto facen á las vegadas paladinamente et á las vegadas encubiertamente,
echando aquellas escripturas malas en las casas de los grandes señores, ó en las iglesias,
ó en las plazas comunales de las cibdades ó de las villas, porque cada uno lo pueda leer: et
en esto tenemos que reciben muy grant deshonra aquellos contra quien es fecho: et otrosi
facen muy grant tuerto al rey lo que han grant atrevimiento como este. Et tales escripturas
como estas dicen en latin famosos libellos, que quiere tanto decir como libro pequeño que
es escripto á enfamamiento dotro. Et por ende defendieron los emperadores et los sabios
que ficieron las leyes antiguas, que ninguno non debiese enfamar á otro desta manera: et
qualquier que contra esto ficiese, mandaron que si tan grant mal era escripto en aquella
carta que si le fuese probado en juicio á aquel contra quien la face, que merecie pena
por ende de muerte, ó de desterramiento ó otra pena qualquier; que aquella pena misma
reciban también el que compuso la mala escriptura como el que la escribió…”.
141 Cancionero, cit., nota 76, p. 335, versos 9-16: “Ca fuestes vandero en ansí judgar,
/ non fezistes peso en aqueste fecho, / pues que judgastes contra derecho, / segunt las
leyes que suelen usar; / ca vos bien sabedes, sin otro dubdar, / que es en derecho escripto
e fallado / que qualquier que a otro oviere robado, / que l’ entregue el doblo de quanto
tomar”. La Partida 7, 14, 18 establece la pena para el hurto realizado de forma encubierta,
suceso que parece remitir al caso descrito: “Los furtadores pueden seer escarmentados en
dos maneras: la una es con pena de pecho: et la otra con escarmiento que les facen en los
cuerpos por el furto ó mal que facen. Et por ende decimos que si el furto es manifiesto,
que debe tornar el ladrón la cosa furtada ó la estimacion della á aquel á quien la furtó,
maguer sea muerta ó perdida; et demas debel pechar quatro tanto como aquello que valie.
Et si el furto fuere fecho encubiertamente, estonce debe dar el ladrón la cosa furtada ó
la estimacion della, et pecharle mas dos tanto de quanto era lo que valie”. Por eso pide,
versos 17-24, que le devuelva su corazón robado y el suyo propio: “E pues me robó la
dicha señora / en la manera que vos he contado, / deviera por vos assí ser mandado / que
me tornara, luego en essa ora, / el mi coraçón, que cada día llora / por la grant tristeza
que consigo tién, / e que me entregara el suyo también / por la osadía que fizo adesora”.
El poeta emplea de forma equívoca la palabra “robo” y derivadas, cuando parece que
está refiriéndose a un “hurto”, al menos desde la perspectiva del derecho criminal con-
templado en el cuerpo alfonsino: el robo implica siempre violencia, fuerza (Partida 7, 13,
1), mientras que el hurto parece un comportamiento más ladino, más sigiloso, dirigido a
conseguir la propiedad de la cosa mueble, lo cual puede ser perfectamente extensivo al
caso que nos ocupa: la dama de una forma artera y vil ha arrebatado el corazón del poeta
con intención de hacerlo de su propiedad, conforme a Partida 7, 14, 1: “Furto es malfetria
que facen los homes que toman alguna cosa mueble agena ascondidamente sin placer de
su señor, con entencion de ganar el señorio, ó la posesion ó el uso della…”.
LA CRÍTICA AL SISTEMA JURÍDICO DEL DERECHO COMÚN 57
rencia no del todo exacta a una supuesta ley de la Partida Séptima,142 así
como una mención general al derecho en ellas contenido.143
Mayor concreción y conocimiento del derecho se manifiesta al tratar el
tema de la prescripción y de la posesión. En el pleito que sostienen la Me-
sura y la Soberbia,144 aquélla acusa a ésta de haber corrompido el mundo
durante cerca de cuarenta años y se escenifica un proceso con cumplidas
referencias a los “tiempos” de los procesos, imbuidos de reminiscencias
canónicas:
E digo, señora, que ya puede aver
bien quarenta años, a mi pensamiento,
que con osadía de atrevimiento
nos faze del todo la fuerça perder;
e contra derecho nos quiere tener
forçado lo bueno en su possessión;
e todas nosotras, por esta ocasión,
estamos a punto de nos peresçer.
142 Se emplean las Partidas con ánimo de burla, sin referise a ninguna ley en particular,
en Cancionero, cit., nota 76, p. 655, versos 1-10: “Señor, mal se desordena / e desuena /
la reqüesta que traedes, / pues leedes / que en la Partida setena / se ordena que en Guillena
/ e Carchena e Araçena / suelen los perros besar / e finchar los que no traen curmena”.
143 Ibidem, p. 213, versos 33-40: “Que sin poder absoluto / del noble Rey castellano,
/ quanto yo afané e afano / es árbol seco sin fruto; / mas guardando el astatuto / de las
Siete Letras, tengo, / que, si dos mulas mantengo, / manterné tres a pie enxuto”. Parece
referirse al respeto a la ley en general. La remisión a las mulas evoca un refrán castellano,
de acuerdo con la edición que manejamos del texto de Baena. “A pie enxuto” quiere decir
sin perder nada, a salvo.
144 Ibidem, pp. 495 y 496.
58 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
Y continúa:
En derecho común avemos escrito
que debda e fuerça e salto e rapina
e otro mal fecho que conteçe aína,
por quarenta años es todo prescrito;
e pues ella conosçe en el su rescrito
que ha tanto tiempo, pues non debe ser
oída en juizio nin yo padesçer
aquello que me pide por su mal escrito.
ca, sino también empleo con fines líricos de los temas que el derecho pro-
porcionaba de modo continuado. El lector interesado puede hallar más
reflexiones de tipo procesal en el resto del pleito comentado.
Los poetas son hombres de su tiempo y, no obstante el predominio
del derecho común, aluden en momentos puntuales al derecho propio de
la Corona. Existen algunas referencias aisladas al propio derecho caste-
llano, como se puede ver al hablar de “fuero” en el sentido de derecho
general,145 de “fazañas” con las que se evocan las sentencias con las que
los jueces castellanos creaban derecho por su sola voluntad y se conver-
tían en modelos de conducta, a la par que expresiones de hechos pretéri-
tos gloriosos,146 o en las varias alusiones a los pactos de tipo vasallático-
señorial,147 usuales en la Castilla señorial, o en las behetrías.148
Los estilos prácticos desarrollados por todos los juristas que son men-
cionados en la obra, están perfectamente reflejados:149 en la “Pregunta de
145 Ibidem, p. 190, versos 9-16: “Pues oístes que del cuero / diz’ que salen las correas,
/ palabras mintrosas, feas, / hanlas todos por agüero; / e, si yo antes non muero, / fío en
Dios que mis contrarios / a sus libeldos muy varios / non valdrá alegar el fuero”; y p. 716,
verso 12, ya citado: “Sin leer Chino nin fuero”. Acerca de esta palabra, véase Mêrea, P.,
“Em torno da palavra forum (notas de semántica jurídica)”, Revista Portuguesa de Filo-
logía, vol. I, núm. 2, 1948, pp. 485-494; y García-Gallo, A., “Aportación al estudio de los
fueros”, AHDE, vol. XXVI, 1956, pp. 387-446.
146 Cancionero, cit., nota 76, p. 46, versos 1 y 2: “De grant tempo fasta agora / muchas
gentes por fazaña”; p. 73, versos 3 y 4: “Todo ombre verdat publique / sin lisonja, por
fazaña”; p. 117, verso 5: “A esto respondo, como por fazaña”; p. 151, verso 64: “desdeñar
mayores tienen por fazañas”; p. 240, verso 17: “Dezid, señor, por fazaña”; p. 461, verso
17: “O si entendedes como por fazaña”; p. 591, verso 24: “A los que su padre dexó por
fazaña”; y p. 741, versos 70-74: “Pero ¡juro en Jhesu Christo, / —esto quede por faza-
ña— / que jamás en toda España / otro tal nunca fue visto!”.
147 Ibidem, p. 751, verso 511: “Fizo pleito e omenaje”; p. 752, verso 553: “Por el pleito
e postura”; y p. 759, verso 847: “Fizo pleitos e posturas” y verso 851: “Esos tractos con
firmezas”. Véase Grassotti, H., Las instituciones feudo-vasalláticas en León y Castilla,
Spoleto, Centro di Studi sull’Alto Medio Evo, 1969, t. I, pp. 216 y ss.
148 Cancionero, cit., nota 76, p. 164, versos 25 y 26: “E pues eres behetría / de Ayala
entre parientes”.
149 Acerca del método de los glosadores y comentaristas, simplificados, como se verá,
en la fórmula “testo e glosa” repetida hasta la saciedad en el Cancionero, véase Riccobo-
no, S., “Mos italicus e mos gallicus nella interpretazione del Corpus Iuris Civilis”, Acta
Congressus Iuridici Internationalis, Roma, Pontificium Instituti Utriusque Iuris, 1935, t.
II, pp. 377-398; Calasso, F., op. cit., nota 1, pp. 521 y ss.; Weimar, P., “Die legistische Li-
teratur und die Methode des Rechtsunterrichts der Glossatorenzeit”, Ius Commune, vol.
II, 1969, pp. 43-83 [ampliado en Coing, H. (coord.), op. cit., nota 1, t. I, pp. 129-260];
Horn, N., “Die juristische Literatur der Kommentatorenzeit”, en Coing, H. (coord.), op.
60 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
cit., nota 1, pp. 84-129 ( ampliado en ibidem, t. I, pp. 260-364); Carpintero Benítez, F.,
“Mos italicus, mos gallicus y el Humanismo racionalista. Una contribución a la historia
de la metodología jurídica”, Ius Commune, vol. VI, 1977, pp. 108-171; y “En torno al
método de los juristas medievales”, AHDE, vol. LII, 1982, pp. 617-647; Cannata, C. A.,
Historia de la ciencia jurídica europea, Madrid, Tecnos, 1996, pp. 142-150; y Wieacker,
F., op. cit., nota 1, pp. 17-64 De una manera muy simplificada, la glosa supondría el
simple comentario filológico de corte exegético, la búsqueda del significado del texto y
de todas sus palabras; el comentario implica un nivel superior de conocimiento y de con-
strucción jurídicas que se traduce en la capacidad de edificar teorías, hipótesis y demás
mecanismos lógico-científicos. La glosa busca la clarificación de la letra de la ley, su
significado; el comentario trata de hallar el sentido de la norma interpretada a través de
la dialéctica que triunfaba en el campo filosófico y teológico. El carácter práctico de este
método es indiscutible y marcó el modo de operar en el mundo jurídico de los comenta-
ristas que salieron así del reducto meramente intelectual en el que se habían confinado,
voluntaria o involuntariamente, los glosadores con su admiración y temor reverencial a
los textos romanos.
150 Cancionero, cit., nota 76, “Pregunta del Maestro contra un Abat”, p. 330, versos
9-16.
LA CRÍTICA AL SISTEMA JURÍDICO DEL DERECHO COMÚN 61
151 Ibidem, “Este dezir fizo e ordenó el dicho Ferrant Sánchez Calavera, comendador
susodicho, también esso mismo contra el Amor, maravillándose d’él e de los nombres
que le ponen las gentes, ca los unos le dizen bien e los otros le dizen mal. El qual dezir es
bueno e bien fecho segunt la invençión d’él”, p. 406, versos 41-48.
152 Como se puede ver en estos versos de Diego Martínez de Medina, en ibidem, p.
288, versos 41-48: “Sin embargo de la diosa / que dizen de los amores, / segunt dizen
sabidores, / bien tengo que sea glosa / que nunca ovo tal cosa, / salvo dizen gloria vana,
/ mas la Estrella Diana / visto es que es fermosa”.
153 Ibidem, p. 179, versos 49-56: “Fago fin quanto a esto, / concluyendo mi razón, / e si
me dezides: Non, / non cuido parar mal gesto, / que por glosas e por testo / bien costum-
bran los señores / dezir a sus servidores: / Non vos quiero dar aquesto”; p. 403, versos 17
y 18: “E por que entiendas que digo verdat, / quiérolo probar por libros e testo”; p. 581,
versos 85-90: “E dezides que, si mostrare / e provare / su retrato bien provado, / que habrá
quien lo declare / e repare / por versículo glosado”; p. 677, verso 17: “Señor, yo sostengo
por testo e glosa”; p. 692, verso 21: “Si sobre su testo un poco glosadas”; p. 700, verso
15: “E non sé qué l’diga por testo nin glosa”; p. 702, verso 12: “Nichil repliques por glosa
nin testo”; p. 708, verso 46: “Les quiero provar por testo sin glosa”; p. 710, verso 11:
“Nin glosa nin testo de Chino e de Sesto”; p. 711, versos 40-44: “E si reídes, protesto, /
maguer tengo rudo gesto, / que por glosa e por testo / yo vos pique en el sombrero”.
62 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
F. J. von, op. cit., nota 121, t. I, pp. 199-205 (Tancredo) y t. II, pp. 88-91 (Godofredo); y
Le Bras, G. (dir.), op. cit., nota 121, t. VII, pp. 299 (Tancredo) y 308 (Godofredo).
158 Cancionero, cit., nota 76, p. 673, versos 9-16: “Señor, yo leyendo en mi Clementina
/ fallé una dubda de grant sotileza; / por ende, soplico a vuestra nobleza / que la remiredes
por ser pelegrina; / e que leyendo la grant Prestolina / me dedes notable famosa respuesta
/ a una qüistión deyuso propuesta, / guardando las causas de vuestra Ambrosina”. La
referencia a la “Prestolina” puede aludir más bien a la “Bartolina”, esto es, a las obras de
Bártolo, auténtica enciclopedia del saber jurídico por la variedad de casos y asuntos en
ella tratados. Sobre la “Ambrosina”, véase supra. Se vuelven a citar en p. 743, versos 158
y 159: “E la Suma ambrosina, / e más la Ley bartolina”.
159 Ibidem, p. 366, versos116 y 117: “Que Dios que es justo non puede judgar, / salvan-
te derecho, justiçia, razón”; p. 397, versos 167 y 168: “Qu’el juez que es justo non debe
judgar / salvo justiçia, razón e derecho”. Sobre la noción “ratio scripta”, común en el len-
guaje jurídico medieval, véase Guzmán Brito, A., “Razón escrita”, Revista de Estudios
Histórico-Jurídicos, 1979, vol. IV, pp. 135-155. Esta voz, como equivalente a derecho
romano, prevalece en el lenguaje jurídico de los siglos XIII al XVI, aunque curiosamente
no nace en la órbita de los glosadores y comentaristas, en especial, pp. 136-142.
160 Cancionero, cit., nota 76, p. 363, versos 9-16.
64 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
Entre los ejemplos jocosos a los que nos referimos, baste un pequeño
botón de muestra. Sabido es el extraordinario valor que tenían los libros
en el Medievo hasta la aparición de la imprenta. Por ese motivo, en una
poesía anónima del siglo XV se refiere el caso de un fraile que deja em-
barazada a una mujer y se ve obligado a vender y empeñar sus libros para
hacer frente a los gastos de la inminente maternidad:
¿Existe algún aspecto de la vida que pueda quedar al margen del dere-
cho?, ¿existe algún otro campo de la vida que pueda verse postergado
por la literatura, que pueda quedar al margen de un proyecto literario
cualquiera que sea su manifestación externa: teatro, ensayo, poesía,
novela, cuento...? Ambas disciplinas, artes o ciencias, según los casos
y las visiones que se defiendan, extienden su influencia y su visión so-
bre la totalidad de las conductas humanas, lógico es pensar en las más
que posibles interferencias que se pueden dar entre ambas por el mero
hecho de compartir campos comunes que se refieren indefectiblemen-
te al humano actuar o al humano pensar. Como punto previo de parti-
da, encuentro tres pilares: la sociedad, que se exterioriza por medio de
un mundo especial (el derecho), el cual acaba siendo expresado por la
literatura: ésta termina englobando los dos fenómenos anteriores bajo
su manto protector, bajo su lenguaje. La vida bruta, la social, y la vida
estilizada a través de un lenguaje propio y armónico, sui generis, de
carácter técnico-científico, minoritario, por tanto, y otro nuevo len-
guaje, orientado a la belleza antes que a cualquier otra finalidad priori-
taria. Este triángulo con sus recíprocas ingerencias es el marco de par-
tida general para abordar el estudio del derecho a través de su reflejo
literario. En el derecho existen textos de intensidad obligatoria varia-
ble; la literatura se queda en la sola condición de textos, no apoyados
en la coacción inicialmente, sin ese carácter constrictivo, no obstante
la incidencia que muchos de ellos pueden obtener en su tiempo o en
67
68 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
Nada podemos decir acerca de Shakespeare que sea tan importante co-
mo lo que expresó Emerson. Sin Shakespeare no habría canon, pues sin
Shakespeare no habría en nosotros, quienesquiera que seamos, ningún
yo reconocible. Le debemos a Shakespeare no sólo que representara
nuestra cognición, sino gran parte de nuestra capacidad cognitiva. La
diferencia entre Shakespeare y sus más directos rivales es cualitativa y
1 Véase Bloom, H., El canon occidental. La escuela y los libros de todas las épocas,
2a. ed., Barcelona, Anagrama, 2002, p. 13.
2 Para los elementos que erigen una obra en “canónica”, cfr. Bloom, H., El canon…
cit., p. 39: “Ningún movimiento originado en el interior de la tradición puede ser ideológico
ni ponerse al servicio de ningún objetivo social, por moralmente admirable que sea éste.
Uno solo irrumpe en el canon por fuerza estética, que se compone primordialmente de la si-
guiente amalgama: dominio del lenguaje metafórico, originalidad, poder cognitivo, sabidu-
ría y exhuberancia de dicción. La injusticia última de la injusticia histórica es que sus vícti-
mas no precisan otra cosa que sentirse víctimas. Sea lo que sea el canon occidental, no se
trata de un programa para la salvación social”.
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 69
3 Ibidem, p. 51. El propio Bloom cita las palabras de Samuel Johnson que son suma-
mente gráficas: “Shakespeare es, por encima de todos los escritores, al menos de todos los
escritores modernos, el poeta de la naturaleza, el poeta que sostiene ante sus lectores un fiel
espejo de las costumbres y de la vida”, p. 73.
70 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
que juegan con nuestras bajas pasiones; sus dramas históricos que apare-
cen a medio camino entre la finalidad educativa y la moralizante, así co-
mo la recreación global de todo un tiempo y de toda una época, todo ello
muestra una visión acentuada de la historia como magister vitae; y así su-
cesivamente hasta rellenar cada una de sus obras maestras y adscribirlas a
una sensación, a un valor, a una virtud, a un instante de la historia del hu-
manidad. Bloom concluye afirmando que para Shakespeare probable-
mente se necesita un término más borgiano que el de universalidad: al
mismo tiempo todos y ninguno, nada y todos, Shakespeare, afirma cate-
górico, es el canon occidental.4 Más que un autor, es una literatura total.
Un saber tan enciclopédico también tenía cabida para el conocimiento
jurídico: no se olvide la temática central de El mercader de Venecia.5 Pero,
a modo de prólogo en este trabajo sobre derecho y literatura, se quiere
traer a colación, una obra menor —o menos conocida— de Shakespeare,
en la cual juega con la vinculación entre amor y derecho. Me refiero, claro,
al Soneto número CXXXIV, perteneciente a sus Sonetos de amor, dirigidos
a un “rubio señor” y, a su pasión complementaria, una negra dama. Quie-
nes sean sus reales destinatarios, sigue constituyendo un enigma varios si-
glos después, un enigma que no se ha resuelto, que probablemente no se re-
solverá y cuya resolución acaso no tenga importancia. Queda la belleza de
las palabras y de sus combinaciones, su arbitrariedad lírica, su poso. El
amor se equipara aquí a un vínculo jurídico, de carácter profano, pero un
vínculo en suma, una obligación, un deber, de donde manan intereses, mo-
ras y demás institutos relacionados con lo jurídico.6 Parece darse a enten-
der una relación triangular: el amante shakespeariano ha encontrado otro
amante. El amante primero, Shakespeare, narra como está “hipotecado al
albedrío” de su amante, el cual o la cual tiene otro que es “prenda tuya”. El
4 Ibidem, p. 86.
5 Ibidem, pp. 55-86, en particular, del mismo autor, véase el monumental ensayo
de Shakespeare, La invención de lo humano, Barcelona, Anagrama, 2002.
6 No se olvide la visión orteguiana del enamoramiento, que implica un alto nivel de
dependencia del otro: “El enamoramiento, en su iniciación, no es más que eso: atención
anómalamente detenida en otra persona”, para continuar afirmando que “reprimamos los
gestos románticos y reconozcamos en el enamoramiento —repito que no hablo del amor
sensu estricto— un estado inferior de espíritu, una especie de imbecilidad transitoria. Sin
anquilosamiento de la mente, sin reducción de nuestro habitual mundo, no podríamos ena-
morarnos”, Cfr. Ortega y Gasset, J., Estudios sobre el amor, 12a. ed., Madrid, Alianza,
2002, pp. 43 y 45.
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 71
Abandono el canon y paso a fijar las hipótesis sobre las que laborar. Este
trabajo se enmarca en una labor de investigación que tiene una finalidad
clara: dar a la luz las manifestaciones específicas que se produjeron en la li-
teratura popular —esto es, no culta, no exclusivamente jurídica— sobre el
nuevo sistema del derecho común que la Europa bajo medieval y moderna
estaban asimilando sin prácticamente excepciones territoriales. Manifesta-
ciones que se proyectan en dos direcciones, como sucede con todo aconte-
cimiento humano, y tendré ocasión de exponer en el sentido de ejemplos
arquetípicos que encarnan las dos visiones: la crítica de corte constructivo
(en la cual se realizan aportaciones o se muestran caminos para salir del la-
berinto de lo criticado); y la mera descripción, casi paisajística, de un esta-
do de cosas y de opinión que ha calado hondo en el conglomerado social y
ha pasado a formar parte de los hábitos y las costumbres del mismo, siendo
perfectamente asumido, asimilado y aceptado, sin mayor preocupación al
respecto. Nuestro primer protagonista es el derecho común y a él debo refe-
rirme de inmediato para enmarcar la senda jurídica que conducirá a la sen-
da literaria.
Sabida es la rápida difusión que el derecho común experimentó en los
diferentes territorios europeos, a partir de su formulación doctrinal situada
tradicionalmente en torno a los siglos XII y XIII. El siglo XII, usualmente
considerado como el punto de partida del redescubrimiento del derecho ro-
mano, muestra claramente toda una serie de cambios que se han producido
en la Europa occidental. El renacimiento de las ciudades, el redescubri-
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 73
miento de las antiguas rutas comerciales merced a las Cruzadas, las con-
quistas en el sur de Italia y en la Península Ibérica, entre otros muchos fac-
tores, provocan un cambio sustancial en el esquema político, económico y
social del momento. La mutación debía producirse asimismo en la órbita
jurídica. La vida urbana incipiente, pero pronto dominante, opuesta a los
imperativos económicos de la época señorial que se dejaba atrás, exigía
una nueva reformulación del orden jurídico, con una organización admi-
nistrativa más coherente que protegiese esas conquistas, una administra-
ción de justicia flexible y metódica, que comportaba la necesidad de un de-
recho sistematizado, y una reanimación de la labor de los juristas. Los
primeros siglos medievales habían contemplado el predominio de una nor-
mativa dispersa, divergente, basada en la costumbre, ciertamente mezcla
de varias tradiciones jurídicas, ninguna de las cuales había conseguido
la hegemonía.8
El descubrimiento de versiones completas y auténticas de los principa-
les textos romano-justinianeos proporcionó el material indispensable para
la construcción de esta nueva jurisprudencia, para una nueva sistematiza-
ción, para un estudio renovado del derecho romano. La resurrección de es-
te orden jurídico se sitúa alrededor del año 1100 gracias a la labor de Irne-
rio, un oscuro filólogo y gramático boloñés, quien convierte el derecho en
una disciplina autónoma separada de las artes liberales a las que había sido
adscrito en los primeros siglos medievales como ejemplo de un determina-
da forma de razonamiento y debate. Con sus glosas, Irnerio y sus discípu-
los procedieron a interpretar y explicar los pasajes de la obra justinianea,
contribuyendo a su resurrección en el sentido de recuperación de ese
10 Véase sobre la formación y evolución del derecho común las aportaciones clásicas
de Savigny, F. C., Geschichte des Römischen Rechts im Mittelalter, Wiesbaden-Biebrich,
Becker and Co., 1834, Besta, E., Introduzione al diritto comune, Milán, Giuffrè, 1938;
Ermini, G., Corso di diritto comune. I. Genesi ed evoluzione storica. Elemento costitutivi.
Fonti, 2a. ed., Milán, Giuffrè, 1946; voz “Diritto comune”, Nuovo Digesto italiano, Turín,
Unione Tipografico-Editrice Torinese, 1938, t. IV, pp. 970 y 971; y la misma voz en Nuo-
vissimo Digesto Italiano, Turín, Unione Tipografico-Editrice Torinese, 1957, t. V, pp.
826-829; Vinogradoff, P., Diritto romano nell’Europa medioevale, Milán, Giuffrè, 1950;
Calasso, F., Medio Evo del Diritto. I., Milán, Le fonti, Giuffrè, 1954; e Introduzione al dirit-
to comune, Milán, Giuffrè, 1970; Koschaker, P., Europa y el derecho romano, Madrid, Edi-
torial Revista de Derecho Privado, 1955; Trusen, W., Anfänge des Gelehrten Rechts in
Deutschland. Ein Beitrag zur Geschichte der Frührezeption, Wiesbaden, Steiner Verlag,
1962, pp. 22-33; y Gelehrtes Recht im Mittelalter und in der frühen Neuzeit, Goldbach,
Keip Verlag, 1997; Brynteson, W. E., “Roman Law and Legislation in the Middle Ages”,
Speculum. A Journal of Medieval Studies, vol. 41, 3, julio de 1966, pp. 420-437; Thieme,
H., voz “Gemeines Recht”, Handwörterbuch zur Deutschen Rechtsgeschichte, Berlín,
Erich Schmidt Verlag, 1971, t. I, col. 1.506-1.510; Cavanna, A., Storia del diritto moderno
in Europa. I. Le fonti e il pensiero giuridico, Milán, Giuffrè, 1979, pp. 21 y ss.; Piano Mor-
tari, V., Gli inizi del diritto moderno in Europa, 2a. ed., Nápoles, Liguori, 1982; Merr-
yman, J. H., La tradición jurídica romano-canónica, 2a. ed., México, Fondo de Cultura
Económica, 1993; Wieacker, F., Historia del derecho privado de la Edad Moderna,
Granada, Comares, 2000; Berman, H. J., La formación de la tradición jurídica de Occiden-
te, México, Fondo de Cultura Económica, 2001; y Stein, P. G., El derecho romano en la his-
toria de Europa. Historia de una cultura jurídica, Madrid, Siglo XXI de España Editores,
2001; la producción de la doctrina jurisprudencial más relevante se puede consultar en
Coing, H. (coord.), Handbuch der Quellen und Literatur der Neueren Europäischen Priva-
trechtsgeschichtte, Mittelalter, Erster Band (1100-1500), Munich, C. H. Beck’sche Ver-
lagsbuchhandlung, 1973.
11 Sobre la expansión europea del derecho común, véase Calasso, F., Medio Evo del
Diritto. I, Le fonti, pp. 607 y ss.; “In orbem terrarum”, Introduzione al diritto comune, pp.
303-340; Gilissen, J., Introduction historique au droit, Bruselas, Bruylant, 1979, pp. 314 y
ss.; Fernández Barreiro, A. y Paricio, J., Historia del derecho romano y su recepción euro-
pea, Madrid, Editorial Centro de Estudios Ramón Areces, 1991, pp. 211-244; Bellomo, M.,
La Europa del derecho común, Roma, Il Cigno Galileo Galilei, 1996; y Trusen, W.,
“Römisches und partikuläres Recht in der Rezeptionszeit”, Gelehrtes Recht iim Mittelalter
und in der Frühen Neuzeit, Goldbach, Keip Verlag, 1997, pp. 737-760.
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 77
12 Véase Lombardi, L., Saggio sul diritto giurisprudenziale, Milán, Giuffrè, 1975, pp.
79-119.
13 Cfr. Pennington, K., “Learned Law, Droit Savant, Gelehrtes Recht: the Tyranny of a
Concept”, Rivista Internazionale di Diritto Comune, núm. 5, 1994, p. 198.
78 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
Discursos críticos sobre las leyes y sus intérpretes, en que se demuestra la incertidumbre de
éstos, y la necesidad de un nuevo y metódico cuerpo de derecho para la recta administra-
ción de justicia, 2a. ed., Madrid, Imprenta de E. Aguado, 1829, t. I, Libro III, Discurso IV,
ff. 228 y ss. La primera edición es del año 1776. La visión ilustrada, siguiendo los pasos de
Leibniz, era partidaria de la simplificación del derecho mediante la creación de definiciones
razonablemente establecidas, que se desarrollan progresivamente de unas a otras en una
concatenación lógica, como en la ciencia matemática, produciendo proposiciones válidas y
verdaderas en sí mismas, como es el caso de la objetiva ley de los números que están por en-
cima de todo (Dios incluido) y tienen una validez superior. Evidentemente, las diferencias
entre estos dos modos de entender la ciencia jurídica son notorias; la ruptura aparecía como
inminente.
19 Dentro de una tendencia general en el mundo anglosajón, conducente a examinar
las múltiples relaciones que se dan entre el derecho y la literatura, sus caminos paralelos y las
intersecciones que ambas recorren en una ruta singular que conduce al conocimiento más
completo, se deben citar los trabajos de Posner, R., Law and Literatura: a Misunderstood
Relation, Cambridge, Harvard University Press, 1988; Brooks, P. y Gerwitz, P. (eds.),
Law’s Stories. Narrative and Rhetoric in the Law, New Haven y London, Yale University
Press, 1996; Binder, C. y Weisberg, R., Literary Criticisms of Law, Princeton Uni-
versity Press, 2000; y Evans, J., In difesa della storia, Palermo, Sellerio, 2001. Para el caso
italiano, véase el reciente trabajo en sede procesal donde examina asimismo la literatura
emanada de los escritos jueces, procuradores, abogados y demás personal vinculado al pa-
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 81
var la conexión fuerte que había entre estos dos universos aparentemente
separados. Así lo había expresado Savigny cuando formula su idea del es-
píritu o conciencia popular, conglomerado de todo el conjunto de creacio-
nes culturales de un pueblo, dentro de la que se insertan varias disciplinas,
y así lo habían plasmado en la práctica los hermanos Grimm cuando afir-
maron que hubo un tiempo en que derecho y poesía dormían en la misma
cuna y vivían una misma vida.20 No es mi intención aquí enumerar todos
los trabajos que sobre el particular se han redactado,21 sino simplemente
dar cuenta de aquellas contribuciones más relevantes en orden al objeto
acotado de investigación que elegí: la crítica del derecho común y su refle-
jo en la literatura entre los siglos XVI y XVII, ciñéndome a la producción
procedente de Francia y España.
Fieles a este propósito, recuérdense, a modo de somera recapitulación, las
diversas colaboraciones de Joaquín Costa sobre esta materia,22 y, sobre todo,
o soberanía (p. VII). De la obra de Costa, ha dicho el profesor Escudero que se pueden ob-
servar “agudas interpretaciones del pensador aragonés o atisbos sugestivos que bien po-
drían ser objeto de consideración crítica. A modo de ejemplo, sus afirmaciones de un opti-
mismo racional de la musa popular española o el reconocimiento de la intencionalidad con
independencia de los efectos jurídicos ocasionados (pp. 12 y ss. y 36 y ss.) en el primero de
los citados; la esterilización del ingenio español por el influjo de la literatura mudéjar, lírica
y sensista, que habría obstaculizado un desenvolvimiento activo de la controversia racional
recuperada por Mariana y Suárez (p. 101), etcétera”. Cfr. Escudero, J. A., “En torno al obje-
to de la historia del derecho”, Historia del derecho: historiografía y problemas, 2a. ed., Ma-
drid, Universidad de Madrid, Facultad de Derecho, Sección de Publicaciones e Intercam-
bio, 1988, p. 26, nota núm. 28. Véase La semblanza de Hinojosa, E. de, “Joaquín Costa
como historiador del derecho”, AHDE, vol. II, 1925, pp. 5-12.
23 Publicado originariamente en el homenaje a Menéndez y Pelayo en el año vi-
gésimo de su profesorado, Madrid, 1899. La segunda edición apareció en los Estudios de
historia del derecho español, Madrid, 1931, pp. 73-112. La edición que trabajo es la de Hi-
nojosa, E. de, “El derecho en el poema del Cid”, Obras. Estudios de investigación,
Madrid, Publicaciones del Instituto Nacional de Estudios Jurídicos, 1948, t. I, pp.
181-215. Del mismo, con idéntica temática, merece ser destacado su discurso de ingreso en
la Real Academia, leído ante S. M. Alfonso XIII, el 6 de marzo de 1904. Véase “Poesía y
derecho”, Obras. Estudios de síntesis, Madrid, Publicaciones del Instituto Nacional de
Estudios Jurídicos, 1974, t. III, pp. 433-454.
24 Véase García-Gallo, A., “El carácter germánico de la épica y del derecho en la Edad
Media española”, AHDE, vol. XXV, 1955, pp. 583-679.
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 83
25 Cfr. Costa, J., “Concepto de derecho en la poesía popular española”, Estudios jurídi-
cos y políticos, p. 86.
26 Véase García-Gallo, A., “Las versiones medievales de la independencia de Casti-
lla”, AHDE, vol. LIV, 1984, pp. 253-294.
27 Véase García-Gallo, A., “Una aproximación jurídica a la literatura popular: amor y
derecho en el cancionero español”, en Alvarado Planas, J. (ed.), Historia de la literatura ju-
rídica en la España del antiguo régimen, Madrid, Marcial Pons Ediciones Jurídicas y So-
ciales, 2000, pp. 11-33.
28 Véase Castán Tobeñas, J. M., El derecho en el auto de acusación del género huma-
no, Madrid, Instituto Editorial Reus, 1960.
29 Véase Alcalá-Zamora y Castillo, N., Estampas procesales de la literatura, Buenos
Aires, Ediciones Jurídicas Europa y América, 1961.
30 Véase Pemán, J. M., La idea de justicia en las letras clásicas españolas, Madrid,
Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, 1967.
31 Véanse las diferentes colaboraciones de sus Estudios de historia del pensamiento
español, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2001.
32 Véase Maravall, J. A., Teatro y literatura en la sociedad barroca, Madrid, Semina-
rios y Ediciones, 1972.
33 Véase Eizaga y Gondra, M., Un proceso en el libro del buen amor, Bilbao, Editorial
Vizcaína, 1942.
34 Véase Rodríguez-Arango Díaz, C., “El matrimonio clandestino en la novela cervan-
tina”, AHDE, vol. XXV, 1955, pp. 731-774.
35 Véase García González, J., “El matrimonio de las hijas del Cid”, AHDE, vol. XXXI,
1961, pp. 531-568.
84 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
56 Véase la bibliografía citada por Álvarez Vigaray, R., El derecho civil en las obras de
Cervantes, Granada, Comares, 1987, pp. 23-31.
88 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
57 Véase García-Pelayo, M., “El buen y el mal gobierno”, Del mito y de la razón en la
historia del pensamiento político… cit., pp. 319-337.
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 89
ella. De esa manera, ciertas etapas de la historia jurídica, de las que se sabe
poco o muy poco merced a la precariedad de las fuentes directas (piénsese,
por ejemplo, en la Alta Edad Media, con sus pocos textos normativos, sus
lacónicos documentos de aplicación del derecho, la ausencia de obras cul-
tas de los juristas, el silencio respecto a la práctica judicial, etcétera), pue-
den ser conocidas desde la perspectiva jurídica gracias al apoyo que pro-
porciona la literatura y su visión de esa época.
De la misma forma, en los periodos históricos más cercanos, donde el
volumen de las fuentes es enorme e inabarcable, tampoco se debe desdeñar
la aportación de la literatura como una de las manifestaciones de ese nivel
“popular” al que se refería García-Gallo. Cierto es que las fuentes legales y
jurisprudenciales enseñan de una manera amplia el panorama jurídico del
momento histórico concreto que se ha acotado. Pero no debe olvidarse que
esas fuentes sitúan en un nivel elevado socialmente hablando, en las altas
esferas de las sociedad, en el mundo elitista y especializado de los reyes,
consejeros, legisladores, jueces, oidores, juristas, catedráticos y demás per-
sonajes, desconociendo qué es lo que realmente sucedía en la calle, en las
plazas, en los barrios bajos, entre aquellas personas que, como decía Una-
muno, no hacían la historia, sino que la padecían. Y este acercamiento al
nivel popular, constituido por el universo que crean los literatos, gente
culta por lo general —mas no necesariamente perita en el mundo de lo jurí-
dico—, puede servir para completar la visión de un ordenamiento jurídico,
la sensación de la gente común respecto al mismo, las trampas y trucos que
se seguían en su aplicación, la realidad a flor de piel de un derecho que ha
de ser, por su propia esencia, necesariamente vivo, cómplice de esa socie-
dad en la que aparece insertado.
La historia del derecho debe caminar así de un modo necesario e indis-
cutible hacia las diversas formas de organización de la estructura social. El
punto de partida es esa realidad compleja, apasionante, plural, diferente,
ante los ojos de cualquiera. La forma de mirar, las lentes de aumento o los
microscopios que se empleen para percibir ese entramado, determinan el
resultado de mi investigación. Hay que elegir el elemento que acerque a esa
realidad de la manera más fidedigna posible a lo que realmente ha aconteci-
do en el pasado. Se trata, por tanto, de seleccionar una de las ventanas des-
de las que se puede contemplar el paisaje: es una visión, no la única, espe-
cializada, que debe combinarse con las aportadas desde otras perspectivas,
para adquirir así una dimensión global, general y completa de ese paisaje
90 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
ca del derecho se percibe por vías y cauces diferentes a los de la propia vida
jurídica. Los lazos jurídicos que quieren dominar y sojuzgar la realidad no
son los únicos que sirven para el conocimiento del mundo jurídico. A la
pluralidad de enfoques y visiones, sigue una mayor riqueza, un mayor ri-
gor, mayor acercamiento a una verdad que, en la historia, nunca puede ser
absoluta, sino suma de perspectivas, verdades y certezas relativas.
Desde la antigüedad el entronque entre derecho y literatura ha sido ob-
vio, repetido, usual. La literatura, se ha insistido en varias ocasiones, refle-
ja el sentir cultural y, por ende, jurídico de un pueblo. Pero el derecho ha
proporcionado argumentos constantes al mundo literario. Basta citar la
más selecta colección de tragedias griegas (Sófocles, Eurípides y Esquilo)
para observar que, al margen de las pasiones humanas y de los caprichos
divinos, el mundo del derecho está presente en los conflictos, las luchas, las
decisiones y las paces que se desarrollan ¿Qué es Antígona, si no un relato
del enfrentamiento entre el mundo jurídico y el mundo ético, entre el cum-
plimiento de las leyes de la ciudad y el cumplimiento de los deberes mora-
les que se tienen para con los parientes más próximos? Antígona es para-
digma y marca una senda que será reiterada en la mayor parte de los textos
literarios de la posteridad: la lucha entre el ius no escrito, no mudable, no
cambiable, que no es de ayer, ni de hoy, sino de siempre, el ius que vale a
toda suerte de relaciones humanas vinculadas por relaciones de sangre con
la familia en el centro axial de este conjunto. Frente a ese derecho inmuta-
ble, aparecen las leyes que exigen obediencia uniforme e incondicionada,
que rompen la unidad interpersonal y familiar, el amor fraterno, conyugal,
paterno y filial, ignorando la continuidad de la sangre y garantizado por el
elemento masculino de la sociedad, el rey, único y supremo legislador. Se
pasa así, desde el punto de vista literario, a la formulación de una nueva
existencia jurídica dominada por el positivismo: las nuevas leyes escritas y
mudables, que son de ayer, de hoy, probablemente no de mañana. Esa si-
lenciosa sacralidad del derecho es suplantada por la exterioridad de la ley.
El poder se convierte en máquina legisladora y la legalidad aparece como
única forma de legitimidad, como la unidad de medida jurídica. Del dere-
cho de origen familiar, sagrado, se pasa a un sistema de creación que es em-
presa tecnificada, funcionalizada, funcionarizada y burocratizada. Las co-
medias de nuestro Siglo de Oro, ¿no evocan con sus títulos muchos temas
jurídicos con la lucha entre una visión de la ley, como aquel texto benéfico
o maléfico, moderada o cruel, a la que se contrapone el poder salvífico del
92 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
59 Cfr. Bruner, J., La fabbrica delle storie. Diritto, letteratura, vita, Roma-Bari, Edito-
ri Laterza, 2002, p. 68, y, en general, los capítulos I y II, pp. 5-69.
60 Idea reiterada constantemente en la “Introducción” a su Sumario de las lecciones de
historia crítica de la literatura jurídica española, Madrid, Imprenta de la Revista de Legis-
lación, 1897-1898, pp. 30-60.
94 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
61 Muchas de las reflexiones aquí vertidas sobre la obra de Rabelais forman parte de un
trabajo pendiente de publicación en los Quaderni Fiorentini per la Storia del Pensiero Giu-
ridico Moderno, vol. 32, correspondiente al año 2003, bajo el título Derecho y literatura:
Rabelais o la formulación de un nuevo camino jurídico.
62 Este estilo tardío, desarrollado durante los siglos XV y siguientes, se caracterizó por
cuatro notas: el predominio de la actividad forense frente a la docente; el distanciamiento
progresivo de las fuentes romanas y canónicas; la búsqueda obsesiva del argumento de au-
toridad; y el refugio conservador en la communis opinio, de acuerdo con Tomás y Valiente,
F., Manual de historia del derecho español, 4a. ed., Madrid, Tecnos, 1997, pp. 298-310.
96 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
63 Sobre esta corriente anterior al siglo XVI que puede calificarse como “prehumanis-
tas”, véase Chiappeli, L., “La polemica contro i legisti dei secoli XIV, XV e XVI”, Archivio
Giuridico, vol. XXVI, 1881, pp. 295-322; y “Firenze e la scienza del diritto nel periodo del
rinascimento”, Archivio Giuridico, vol. XXVIII, 1882, pp. 451-486; y Girard, P. F., “Les
préliminaires de la renaissance du droit romain”, Revue historique du droit français et
étranger, 4a serie, 1, enero-junio de 1922, pp. 5-46; para la también llamada “Jurispruden-
cia culta”, véase la síntesis bibliográfica que proporciona Piano Mortari, V., “Dialettica e
giurisprudenza. Studio sui trattati di dialettica legale del sec. XVI”, Diritto, Logica, Metodo
nel Secolo XVI, Nápoles, Jovene Editore, 1978, pp. 121-124; Fubini, M., “L’umanista: ri-
torno di un paradigma? Saggio di un profilo storico da Petrarca ad Erasmo”, Archivio Stori-
co Italiano, núm. 147, 1989, pp. 435-508; y Ascheri, M., “Giuristi, umanisti e istituzioni del
Tre-Quattrocento”, Diritto medievale e moderno. Problema del processo, della cultura e
delle fonti giuridiche, Rimini, Maggioli Editore, 1991, pp. 101-153.
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 97
bles, que se refieren al hombre como nuevo centro del universo, es lógico
deducir la existencia de derivaciones en el campo del derecho. Ese antro-
pocentrismo, que supera el teocentrismo medieval, se proyecta en todas las
direcciones, incluida la jurídica.
No hay una ruptura total y absoluta, porque la historia no avanza con ce-
suras drásticas, ni por medio de saltos ciegos hacia adelante, sino mediante
cambios sutiles, lentos, seguros y constantes. Renacimiento es santifica-
ción del hombre y de su papel fundamental como dominador del universo;
es enfrentamiento contra todo tipo de dogmas o de verdades inmutables; es
reivindicación de la tolerancia; es búsqueda de la libertad personal y de ac-
ción, de la libertad religiosa frente a todo aquello que suponga cercenar la
natural tendencia del hombre hacia la vita libera, en el nuevo sentido abs-
tracto, no medieval, que se debe dar a la voz libertas. La propuesta de Ra-
belais responde al espíritu renacentista por antonomasia: recuperar el papel
capital del hombre como medida de todas las cosas, como canon. Era nece-
sario que esa misma libertad que se reivindicaba para todos los campos de
la vida, se plasmase asimismo en el campo jurídico y admitir la existencia
de nuevas fuentes sobre las cuales trabajar. Se trataba no sólo de revisar el
contenido de los textos romanos, que gozan de un prestigio bíblico, dog-
mático e inmutable, una suerte de eternidad intelectual, que no admitía la
más mínima crítica filológica, sino también de proceder a conseguir nue-
vos instrumentos de apoyo para el razonamiento. Se consigue así una supe-
rior libertad interpretativa, y, con ella, también más materiales, más funda-
mentos, menor sujeción al mundo de los libros jurídicos, menor
dependencia de la letra de las leyes y de las autoridades, mayor desarrollo
teórico propio, sin vincularse a opiniones de antaño. La apertura tiene lugar
en el método y en el objeto.
En el siglo XVI, el ambiente es parecido, si no más ácidamente crítico si
cabe todavía. En la península ibérica, Juan Luis Vives se enfrenta abierta-
mente al sistema del derecho común, insultando a Accursio y a Bártolo por
su oscuridad y cripticismo, con la intención de recuperar la inspiración fi-
losófica de lo jurídico.64 Será un espejismo puesto que en los reinos penin-
sulares, salvo alguna excepción notable como es el caso de Antonio Agus-
tín, el bartolismo seguirá su singladura sin prácticamente oposición, ni
Los abogados reclaman para sí el primer puesto entre la gente culta. Ninguna
otra clase está más satisfecha de sí misma. No cesan de dar vueltas a la roca
de Sísifo, ordenando más de seiscientas leyes con el mismo espíritu sin im-
portarles si sirven para algo. Y viven amontonando glosa tras glosa. Y una
opinión sobre otra, como para dar a entender que su profesión es la más difí-
cil de todas. A sus ojos todo aquello que ofrece alguna dificultad o molestia
es distinguido.
Añadamos a éstos el grupo de sofistas y dialécticos, gente más locuaz y
escandalosa que los bronces de Dodona, capaces, cada uno de ellos, de com-
petir en garrulería con veinte mujeres escogidas. Mejor les iría si a la charla-
tanería no añadieran un espíritu pendenciero. Son capaces de venirse a las
manos por cosas tan nimias como el pelo de cabra, perdiendo en el ardor de
la refriega el hilo de la verdad. Pero también a éstos les hace felices su amor
propio. Con tres silogismos son capaces de contender desaforadamente con-
tra cualquiera y sobre cualquier tema. Estentor que se les opusiera, su petu-
lancia les haría invictos.65
Difícil sería aplicar tales normas en otros países donde hay tantas leyes y
su cumplimiento es tan complicado y difícil. Allí, en cambio, todos son ju-
risperitos, pues, como lo he dicho, las leyes son muy pocas, y su interpreta-
ción más simple pasa por ser la más equitativa.
Todas las leyes, como dicen, se promulgan para que cada cual sepa có-
mo ha de proceder; las interpretaciones más sutiles podrían sólo convenir a
unos pocos (ya que son pocos los que pueden entenderlas). Indispensables
son leyes cuyo sentido está al alcance de la mayoría. Con referencia al vul-
go, que es esa mayoría, y el que mayor número de leyes necesita, la abun-
dancia de ellas, cuya interpretación no alcanza nadie sino con gran inteli-
gencia y largas controversias, equivale a la ausencia de leyes, puesto que su
entendimiento no llega a comprenderlas, ni su vida, ocupada en el trabajo
necesario, bastaría para ello.67
Tomasso Campanella exalta la simplicidad de las leyes de la Ciudad del
sol, respecto de las cuales proclama que son “pocas, breves, claras y están
escritas en una tabla de bronce, colgada de los huecos del templo, es decir,
entre las columnas”. La sencillez de las mismas se extiende a su propia es-
tructura lógica:
Internazionale della Società Italiana di Storia del Diritto, Florencia, Leo S. Olschki Edito-
re, 1966, pp. 459-467.
67 Moro, Tomás, Utopía, 14 ed., México, Porrúa, 2001, libro II, pp. 84 y 85.
100 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
Cada una de ellas contiene en estilo metafísico y breve las definiciones de las
esencias de las cosas, o sea, qué es Dios, los ángeles, el mundo, las estrellas,
el hombre, la fatalidad, la virtud, etcétera, todo ello, con un gran sentido.
Están también indicadas las definiciones de todas las virtudes. El juez de ca-
da virtud ocupa un asiento, llamado tribunal, colocado precisamente debajo
de la columna en donde se halla la definición de la virtud que le corres-
ponde juzgar. Para ejercer su función, se siente en él y, volviéndose al
culpable, le dice: Hijo, has faltado a esta sagrada definición (por ejemplo,
la de la magnanimidad, la de la beneficencia, etcétera.). La lee…, y, después
de una discusión, le condena al castigo merecido por su delito (malos tratos,
deshonor, soberbia, ingratitud, pereza, etcétera.). Las penas son verdaderas
y eficaces medicinas que tienen más aspecto de amor que de castigo.68
68 Campanella, Tomasso, “La imaginaria Ciudad del Sol (idea de una República filo-
sófica)”, Utopías del Renacimiento, estudio preliminar de Eugenio Imaz, México, Fondo de
Cultura Económica, 2001, pp. 185 y 186.
69 Véase Kelley, D. R., “Guillaume Budé and the first historical school of law”, Ameri-
can Historical Review, vol. LXXII, núm. 3, abril de1967, pp. 807-834; y Piano Mortari, V.,
“Studia humanitatis e scientia iuris in Guglielmo Budeo”, Diritto, logica, metodo nel secolo
XVI… cit., pp. 321-345.
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 101
70 Acerca del método de los glosadores y comentaristas, véase Riccobono, S., “Mos
italicus e mos gallicus nella interpretazione del Corpus Iuris Civilis”, Acta Congressus Iuri-
dici Internationalis, Roma, Pontificium Instituti Utriusque Iuris, 1935, t. II, pp. 377-398;
Calasso, F., Medio Evo del Diritto. I. Le fonti, pp. 521 y ss.; Weimar, P. “Die legistische Li-
teratur und die Methode des Rechtsunterrichts der Glossatorenzeit”, Ius Commune, vol. II,
1969, pp. 43-83, ampliado en Coing, H., (coord.), Handbuch der Quellen und Literatur der
Neueren Eurpäischen Privatrechtsgeschichte... Erster Band, Mittelalter (1100-1500), Mu-
nich, C. H. Beck’sche Verlagsbuchhandlung, 1973, pp. 129-260; Horn, N., “Die juristische
Literatur der Kommentatorenzeit”, Ius Commune, vol. II, pp. 84-129 (ampliado en Coing,
op. cit., t. I, pp. 260-364); Carpintero Benítez, F., “Mos italicus, mos gallicus y el Humanis-
mo racionalista. Una contribución al la historia de la metodología jurídica”, Ius Commune,
vol. VI, 1977, pp. 108-171; y “En torno al método de los juristas medievales”, AHDE, vol.
LII, 1982, pp. 617-647; Cannata, C. A., Historia de la ciencia jurídica europea, Madrid,
Tecnos, 1996, pp. 142-150; Wieacker, F., Historia del derecho privado de la edad moder-
na… cit., pp. 17-64; y Hespanha, A. M., Cultura jurídica europea. Síntesis de un milenio,
Madrid, Tecnos, 2002, pp. 73 y ss.
102 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
71 Véase Piano Mortari, V., “Considerazioni sugli scritti programmatici dei giuristi del
secolo XVI”, Diritto, Logica, Metodo nel secolo XVI... cit., pp. 267-300.
72 Véase Carpintero Benítez, F., Mos italicus, mos gallicus y el humanismo racio-
nalista, pp. 124-135. El trabajo más completo sobre el particular es el de Piano Mortari,
V., Cinquecento giuridico francese. Lineamenti generali, Nápoles, Liguori Editore,
1995, pp. 195 y ss. Otras visiones pueden consultarse en Maffei, D., Gli inizi dell’uma-
nesimo giuridico, Milán, Giuffrè, 1956, pp. 61 y ss.; Kisch, G., Erasmus und die Juris-
prudenz seiner Zeit. Studien zum Humanisitischen Rechtsdenken, Basilea, Helbing &
Lichtenhahn, 1960, passim, y específicamente, pp. 381-403; Orestano, R., Introduzione
allo studio storico del diritto romano, 2a. ed., Turín, G. Giappichelli Editore, 1963, passim;
Calasso, F., “Umanesimo giuridico”, Introduzione al diritto comune... cit., pp. 183-205;
Espinosa Gomes da Silva, N. J., Humanismo e direito em Portugal no século XVI, Lisboa,
Universidad de Lisboa, 1964, pp. 11 y ss.; las colaboraciones de los ya mencionados Ores-
tano, R,. “Diritto e storia nel pensiero giuridico del secolo XVI”, La storia del diritto nel
quadro delle scienze storiche... cit., pp. 389-415; y Kisch, G., “Die humanistische Jurispru-
denz”, ibidem, pp. 468-490; Villey, M., La formation de la pensée juridique moderne.
Cours d’histoire de philosophie du droit, 9a ed., París, Éditions Montchrestien, 1975, pp.
104 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
507 y ss.; Cavanna, A., Storia del diritto moderno in Europa. I… cit., pp. 172 y ss.; Stein, P.
G., “Legal Humanism and Legal Science”, Tijdschrift voor Rechtsgeschiedenis, vol. LIV,
1986, pp. 297-306; Cannata, C. A., Historia de la ciencia jurídica europea… cit., pp.
148-150; Wieacker, F., Historia del derecho privado de la edad moderna… cit., pp. 56-64;
y Hespanha, A. M., Cultura jurídica europea… cit., pp. 139-142.
73 Véase García y García, A., “Las anotaciones de Elio Antonio de Nebrija a las Pan-
dectas”, AHDE, vol. XXXV, 1965, pp. 557-564.
74 Véase Gómez Piñán, T., “Antonio Agustín (1517-1586). Su significación en la cien-
cia canónica”, AHDE, vol. V, 1928, pp. 346-388.
75 Sin lugar a duda y sin que esto suponga minusvalorar a otros egregios representan-
tes, las dos figuras más excelsas de esta corriente jurídica fueron Jacobo Cujacio
(1520-1590) y Hugo Donello (1527-1591), el primero en el plano crítico-analítico, el se-
gundo en el sistemático. Sobre los mismos, véase Piano Mortari, V., Cinquecento giuridico
francese… cit., pp. 358-365 y pp. 368-374, respectivamente. El programa de Cujacio ex-
puesto en una breve carta en la que hace un inventario de textos y libros que deben compo-
ner la biblioteca de un estudiante de derecho, puede consultarse en Flach, J., “Cujas, les
glossateurs et les bartolistes”, Nouvelle Revue Historique de Droit Français et Étranger,
vol. VII, 1883, pp. 205-227. No todo fue unanimidad científica y laudatoria. Alberico Gen-
tili, jurista italiano de la segunda mitad del siglo XVI, critica abiertamente a esta “jurispru-
dencia culta”. Véase Astuti, G., “Mos italicus e mos gallicus nei dialoghi De iuris interpre-
tatibus di Alberico Gentili”, Rivista di storia del diritto italiano, vol. XV, 1937, pp.
149-207; y Garin, E., “Leggi, diritto e storia nelle discussioni dei secoli XV e XVI”, La sto-
ria del diritto nel quadro delle scienze storiche... cit., pp. 417-435.
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 105
76 Esto provocó una pugna entre los criterios que debían estimarse preponderantes.
Algunos otorgan primacía a los elementos históricos y filológicos, caso de Budeo, Hotman,
Charonda, Duareno o Cagnolo. Otros reconstruyen el corpus justiniano a partir de criterios
estrictamente jurídicos, sin el auxilio de otras disciplinas, como Baro, Cujacio o Donello.
Cfr. Fiorelli, P., “Giuristi e linguisti tra istituzione e storia”, La storia del diritto nel quadro
delle scienze storiche... cit., pp. 447-458; y Carpintero Benítez, F., Mos italicus, mos galli-
cus y el humanismo racionalista, pp. 126-127.
77 Cfr. Piano Mortari, V., Cinquecento giuridico francese... cit., p. 196.
106 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
universo jurídico propio sobre el que trabajar: se produce así una liberación
del pesado yugo que constituían las glosas y los comentarios medievales,
así como las correcciones introducidas en los propios textos clásicos por
los compiladores justinianeos. Al estudio jurídico se le suma el estudio filo-
lógico, lingüístico, con la finalidad de encuadrar cada porción de los textos
en su lugar adecuado y en su sentido originario, desprendiéndolo de toda
suerte de corrupción provocada por la impericia de los juristas intermedia-
rios. Su fruto se puede ver en las excelentes ediciones críticas debidas a mu-
chos de estos autores como Jacobo Godofredo (Código Teodosiano) o Dio-
nisio Godofredo (el Corpus Iuris Civilis). La recuperación de un lenguaje
sabio, equilibrado, suponía consagrar el mayor tecnicismo posible dentro
del tecnicismo jurídico.
Aceptada la existencia científica del derecho y su carácter de saber espe-
cializado, es preciso que esto se desarrolle con pulcritud y escrupuloso res-
peto al lenguaje propio.
Ese conocimiento suponía además la reivindicación del texto como pun-
to de partida de todo trabajo jurídico. En efecto, las glosas y los comenta-
rios habían conseguido el oscurecimiento de los textos hasta el punto que
los autores procedían a trabajar sobre la base de los grandes aparatos debi-
dos a los más selectos autores. El texto legal del que se partía era eliminado
de cualquier tipo de examen. En consecuencia, el nuevo humanismo rei-
vindicó el estudio de los textos teniendo en cuenta su propia literalidad,
evitando en la medida de lo posible recurrir a los trabajos de otros autores
como referencia. Con ello se daba el golpe de gracia al argumento de auto-
ridad y la opinión común, como elementos claves del razonamiento jurídi-
co. Se ponía de relieve así la capacidad del hombre para razonar por sí mis-
mo, con la consecuente tendencia a evitar la excesiva dependencia férrea
de los argumentos de otros escritores. En consonancia con el espíritu del
Renacimiento y su marcado optimismo antropológico, se colocaba al hom-
bre como medida de todas las cosas en el campo del derecho para su crea-
ción y para su interpretación. No se obviaba el juego de la razón, sino que,
al contrario, se potenció su uso, pero dentro de unos límites que evitasen
las degeneraciones en que habían incurrido los juristas de épocas anterio-
res.78 Se prescindía conscientemente del pasado en aras del mismo pasado,
78 Predominando más entre los autores alemanes que entre los franceses. Véase Piano
Mortari, V., “Dialettica e giurisprudenza. Studio sui trattati di dialettica legale del sec.
XVI”, Diritto, logica, metodo nel secolo XVI... cit., pp. 117-264.
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 107
79 Cfr. Carpintero Benítez, F., Mos italicus, mos gallicus y el humanismo racionalista,
p. 125.
80 Cfr. Piano Mortari, V., Cinquecento giuridico francese... cit., p. 197.
108 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
81 Como advierte Hespanha, A. M., Cultura jurídica europea... cit., p. 141, se mostra-
ron críticos con el derecho justinianeo en nombre de un pretendido derecho romano clásico,
pero lo que verdaderamente les atraía era un derecho que respondiese a las preocupaciones
de los filósofos y juristas de su tiempo, un derecho que “fuese sistematizable y reductible a
dos o tres principios racionales adaptados a la cosmovisión de la época”. Según su pensa-
miento, ese derecho con esas características había sido el derecho clásico, desfigurado y re-
ducido luego por Justiniano y Triboniano, blanco de numerosos ataques. Sin esa corrup-
ción, el derecho romano conservaría su carácter axiomático que se podría reducir a unos
pocos principios racionales, como el pacta sunt servanda o el neminem laedere.
82 Manejo la siguiente edición: Rabelais, F., Gargantúa y Pantagruel, 4a ed., México,
Porrúa, 1999. Acerca del papel que representan el autor y su obra en el contexto de la litera-
tura francesa, véase Brunel, P. et al., Histoire de la literature française, t. I: Du Moyen Âge
au XVIII siècle, Bordas, París, 1977, pp. 85-107; y Del Prado, J. (coord.), Historia de la lite-
ratura francesa, Madrid, Cátedra, 1994, pp. 242-258.
83 Referencias al mundo jurídico en la obra de Rabelais, véase Villey, M., La forma-
tion de la pensée juridique moderne… cit., pp. 515 y 516. Más en detalle, véase Plattard, J.,
La vie et l’oeuvre de Rabelais, París, Boivin, 1939, pp. 10-18, p. 79 y pp. 92 y 93; Marichal,
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 109
88 Recepción que se produce con altibajos debido a la renuencia de los monarcas fran-
ceses a reconocer la primacía del emperador alemán. Véase Chenon, E., “Le droit romain à
la Curia Regis de Philippe-Auguste à Philippe le Bel”, Mélanges Fitting, Montpellier, So-
ciètè Anonyme de l’Impremerie Générale du Midi, 1907, t. I, pp. 195-212.
89 Véase Gouron, A., “Les juristes de l’ècole de Montpellier”, Ius Romanum Medii Ae-
vi, Pars IV, 3 a., Milán, Giuffrè, 1970.
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 113
90 Véase la visión general que suministran los tratados clásicos de historia del derecho
francés acerca de las fuentes del derecho y de las relaciones entre costumbre, derecho escri-
to y derecho romano: Glasson, E., Histoire du droit et des institutions de la France, París,
Librairie Cotillon, 1891-1903, t. IV, pp. 14 y ss., y t. VIII, pp. 8 y ss.; Esmein, A., Cours élé-
mentaire d’histoire du droit français, 10a. ed., París, Librairie J. B. Sirey, 1910, pp. 708 y
ss.; Cavanna, A., Storia del diritto moderno in Europa. I... cit., pp. 391-409; Olivier-Martin,
F., Histoire du droit français des origines à la Révolution, París, Éditions du Centre Natio-
nal de la Recherche Scientifique, 1992, pp. 109 y ss., Bart, J., Histoire du droit privé. De la
chute de l’empire romain au XIX siècle, París, Éditions Montchrestien, 1998, pp. 107-141;
Guillot, O. et al., Pouvoirs et institutions dans la France médiévale. Des temps féodaux aux
temps de l’État, 2a ed., París, Armand Colin, 1998, t. II, pp. 60 y ss.; Ellul, J., Histoire des
institutions. Le Moyen Âge, París, Quadrige/PUF, 1999, pp. 136-143; y Basdevant Gaude-
met, B. y Gaudemet, J., Introduction historique au droit. XIII-XX siècles, París, Librairie
Générale de Droit et de Jurisprudente, 2000, pp. 95 y ss.
114 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
92 Ibidem, Libro I, capítulo IX, p. 21: “Sin embargo, tengo esperanza de escribir algún
día sobre esto más extensamente y demostrar, tanto por razones filosóficas, como por auto-
ridades reconocidas y probadas, de gran antigüedad, cuáles y cuántos colores hay en la na-
turaleza y lo que por cada uno de ellos puede ser representado, si Dios me conserva la médu-
la del bonete, esto es, el jarro del vino, como le llamaba mi abuela”.
93 Ibidem, Libro I, capítulo X, p. 21: “Y no se debe esta significación a una imposición
humana, instituida o promulgada, sino que nace del consentimiento de todo el mundo, como
lo que los filósofos llaman jus gentium, vigente en todas las comarcas, pues demasiado sa-
béis que todos los pueblos, todas las naciones (excepto los antiguos siracusano y algunos ar-
givos que tenían el alma al revés), cuando quieren demostrar exteriormente su tristeza, lle-
van ropas negras y todos los duelos se representan por el color negro. El consentimiento
universal, que no es hijo de un acuerdo y para el que la naturaleza no da argumento ni razón,
pero que cada uno de pronto puede comprenderlo por sí mismo, sin ser instruido en ello por
tercera persona, lo llamamos derecho natural”.
94 Puede que esos epítetos sean intrínsecos a todos los juristas. Véase Gargantúa y
Pantagruel… cit., Libro I, capítulo XVII, p. 32: “Los parisienses que se componen de gen-
tes de todos los países, y están hechos de piezas de todas las procedencias, son por naturale-
za buenos juradores, buenos juristas y un poco despreocupados”.
95 Gargantúa y Pantagruel… cit., Libro I, capítulo XXXIX, p. 64.
96 Ibidem, Libro I, capítulo XLII, p. 69.
116 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
sas, las más reputadas y célebres del momento. Es ésta la primera parte de
la obra que se publicará en el año 1532, como ya se ha visto. En el Prólogo,
aparece una primera mención al mundo del derecho. El autor, en el afán por
popularizar su obra, quiere que la misma se transmita “como si se tratara de
una doctrina religiosa secreta”. Pero existe un problema para ello: “…por-
que hay en esto más fruto de lo que piensa esa caterva de fanfarrones em-
pingorotados, que no entiende más de estos agradables entretenimientos
que de lo que hace Raclet en el Instituto”,97 alusión a un conocido profesor
de la época, Reneberto Raclif, de la universidad de Dole, cuyo conocimien-
to de la obra de Justiniano dejaba mucho que desear.
Una vez adolescente, Pantagruel comienza una peregrinación en busca
del conocimiento, del saber jurídico. Poitiers, La Rochelle, Burdeos, Tou-
louse. Frecuenta varias universidades, dentro de las que debemos destacar
la de Montpellier, donde comienza su periplo como jurista, a tenor de su
propia confesión: “…y pasó a estudiar leyes; al ver que allí no había más
que levantiscos y enredadores y una caterva de legistas, se marchó tam-
bién”.98 Llega a Avignon, pasa por Valence y Angers, hasta que concluye
su periplo en Bourges, el gran centro jurídico de la renovación francesa del
momento. Su peregrinación recuerda un poco a la del propio Rabelais. Se
puede hablar de un auténtico “rito iniciático”, de varias fases y en varios lu-
gares, iniciación en el campo jurídico, que se va desarrollando in crescen-
do hasta llegar a su culminación cuando es nombrado juez en unos capítu-
los que desarrollaré más adelante, momento cenital en el que se alcanza el
punto culminante de toda carrera jurídica: se ha convertido en el sumo
sacerdote del derecho, el encargado de desarrollar la actuación más rele-
vante, esto es, la aplicación particularizada de las normas. La visión, por
tanto, recuerda a esa idea del jurista como sacerdos iuris, tan querida en el
pensamiento medieval, un oficio que no se adquiere de repente, sino que se
va desarrollando de forma sucesiva a través de la adquisición de nuevos y
plurales saberes, con el derecho como eje final de toda la construcción. En
Bourges, se da cuenta de que los libros jurídicos son auténticos desperdi-
cios, no por su contenido, sino por la corrupción a que se ha visto sometida
por la interpretación distorsionadora, cuyo ejemplo más paradigmático es
la glosa de Accursio. Las palabras de Rabelais son lo suficientemente ex-
presivas para abundar en mayores reflexiones. Reivindica el texto primige-
Pasó entonces a Bourges, y allí, durante largo tiempo y con gran aprovecha-
miento, estudió leyes. Algunas veces, decía que los libros de aquel estudio le
parecían un hermoso ropaje de oro, triunfante y precioso a maravilla; pero
bordado de mierda, porque en el mundo no hay libros tan hermosos, tan
adornados, tan elegantes como los textos de las Pandectas; pero sus borda-
dos, es decir, la glosa de Accurso, es tan desabrida, tan infame, tan punible,
que no es más que suciedad y villanía.99
llegar algunos aires nuevos de cambio. Tras afirmar que en la época pre-
sente, las facilidades para aprender son incomparablemente superiores a
las de otros tiempos pretéritos porque se ha producido una recuperación de
todos los saberes, en consonancia con el ideal renacentista,102 manifiesta la
convicción de que su hijo aprenderá de memoria los textos legales al uso:
“De derecho civil quiero que sepas todos los textos y los compulses y co-
mentes con ayuda de la filosofía”.103 Por tanto, que se esfuerce en desarro-
llar el nuevo método de estudio que no consiste solamente en hacer un ejer-
cicio memorístico, sino en reflexionar con filosofía, con criterio, con
sentido, sobre aquello que se conoce.
Una formación completa exige el conocimiento del derecho civil, colo-
cado en un lugar análogo a las lenguas y a la historia,104 a las artes libera-
les,105 a las ciencias de la naturaleza,106 la medicina y la teología,107 así co-
102 Ibidem, Libro II, capítulo VIII, p. 111: “Ahora todo el estudio se concentra en el co-
nocimiento de las lenguas muertas: Griego, sin poseer el cual, es vergonzoso que un hombre
se llame sabio; hebreo, caldeo y latín. Los impresos tan elegantes y correctos en uso hoy,
que por inspiración divina se inventaron en mi tiempo, como por el contrario, la artillería
por sugestión diabólica, hacen que todo el mundo esté lleno de sabios, de preceptores doctí-
simos, de librerías amplias, y tengo por seguro que ni en tiempo de Platón, ni de Cicerón, ni
de Papiniano, había para el estudio la facilidad que hay ahora. No habrá en lo sucesivo
quien antes de salir a plaza no se haya fortificado en la oficina de Minerva, y preveo que los
vagabundos, los verdugos, los aventureros y los palafreneros de mañana, serán más ilustra-
dos que los doctores y los predicadores de hoy”.
103 Ibidem, Libro II, capítulo VIII, p. 112.
104 Idem, “Quiero que aprendas perfectamente las lenguas: primero el griego, como
quería Quintiliano; después el latín; luego el hebreo para las Letras sagradas, y, por último,
el caldeo y arábigo para el mismo objeto. Que formes tu estilo, en cuanto al griego a la ma-
nera de Platón; en cuanto al latín, a la de Cicerón. Que no haya historia que no conozcas, a lo
cual te ayudará la cosmografía”.
105 Idem, “De las artes liberales, geometría, aritmética te he dado nociones cuando eras
pequeño, a la edad de cinco o seis años; sigue estudiándolas y aprende todos los cánones de
las astronomía. Deja a un lado la astrología adivinatoria y el arte de Lullius, como cosas ton-
tas y vanas”.
106 No figura en la edición manejada, pero sí en esta otra que asimismo he consultado,
ibidem, traducción de Teresa Suero y José María Claramunda, Barcelona, Plaza y Janés
Editores, 1989. Libro II, capítulo VIII, p. 225: “En cuanto al conocimiento de los hechos de
la naturaleza, quiero que a él te entregues enteramente que no haya mar, río ni fuente cuyos
peces no conozcas; que no te sean desconocidos los pájaros del aire, los árboles y arbustos
de los bosques, todas las hierbas de la tierra, los metales escondidos en el seno de los abis-
mos y la pedrerías de todo el Oriente y el Mediodía”.
107 Ibidem, Libro II, capítulo VIII, p. 112: “Después examina cuidadosamente los libros
de los médicos griegos, árabes y latinos, sin despreciar los talmudistas y cabalistas, y por
frecuentes anatomías, podrás adquirir conocimiento perfecto del organismo humano. Du-
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 119
Por entonces había pendiente en la corte un pleito seguido entre dos grandes
señores, uno de los cuales era el señor Baiscul, como demandante, y en re-
presentación de la otra parte del señor Humeuesne. La controversia, desde el
punto de vista del derecho, era difícil y ardua, y el parlamento tanto entendía
de esto como de los dialectos alemanes. Dispuso el rey que se reunieran en
rante algunas horas del día, examina también los santos libros primero, en griego, el Nuevo
Testamento y las Cartas de los Apóstoles; después, en hebreo, el Antiguo Testamento”.
108 Ibidem, Libro II, capítulo X, p. 115: “Pantagruel, atento a los encargos y admonicio-
nes de su padre, quiso un día probar su saber; al efecto en todas las encrucijadas de la villa
anunció conclusiones de todos los ramos del saber en número de mil setecientas sesenta y
cuatro, tocando en ellas las más intrincadas dudas de todas las ciencias. En la calle de Teus-
se discutió con todos los profesores, maestros de arte y oradores, y los sentó a todos de culo.
En la Sorbona, con los teólogos, por espacio de seis semanas durante cuatro horas, desde las
doce hasta las seis de la tarde, con dos horas de intervalo para descansar y comer, pues no
quiso privar a dichos teólogos sorbonistas de beber y repantigarse conforme a su costumbre.
A estas sesiones asistían la mayor parte de los señores de la Corte, maestros de respuestas,
presidentes, consejeros, matemáticos, secretarios, abogados y otros más, con los regidores,
médicos y canonistas; hombres en suma, a quienes no era fácil quitarles la carne de los dien-
tes; pero no obstante sus ergos y sus falacias, a todos les puso el dedo en los labios y les pro-
bó palmariamente que no eran sino vanos enmucetados”.
120 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
asamblea los cuatro hombres más sabios y más elocuentes de todos los parla-
mentos de Francia, con el Gran Consejo y los Rectores de las principales
Universidades no sólo del reino, sino también de Italia y de Inglaterra, como
Iaso, Pilippe Dece, Petrus de Petronibus y muchos otros portavalonas. Reu-
nidos por espacio de cuarenta y seis semanas, no habían acertado a morder
en el asunto para ajustarlo a derecho de ningún modo y estaban tan despe-
chados y tan vencidos que se llenaban de vergüenza.109
¿De qué diablo sirven entonces barullos de papeles y copias como me dais?
¿No es mejor que ver con los propios ojos, oír con los propios oídos el deba-
te, que leer esas bagatelas, que no son sino engañifas, sutilezas diabólicas de
Cépola y subversiones del derecho? Estoy seguro de que vosotros y todos
aquellos por cuyas manos ha pasado el pleito habéis encontrado y opuesto el
pro y el contra, y en caso de que la controversia fuera fácil de juzgar y clara,
la habéis oscurecido con razones irracionales, necedades y opiniones ineptas
de Accurso, Baldo, Bartolo, Castro, Imola, Hipolytus, Panormo, Bartachin,
Alejandro, Curtius y otros viejos mastines que jamás entendieron la ley más
fácil de las Pandectas, que fueron otra cosa que ladrones de diezmos e igno-
rantes de todo lo necesario para la inteligencia de las leyes, porque no tenían
conocimiento de las lenguas griega y latina y sí sólo de las gótica y bárbara.113
La solución de la ciencia jurídica pasa por una vuelta a los textos clási-
cos efectuada desde tres premisas: filológica, filosófica e histórica. Se debe
partir de la base material sobre la que están construidos los textos, las pala-
bras: se impone el conocimiento del latín y del griego, que ha de emplearse
de un modo elegante y culto en la escritura, puesto que no será posible co-
112 Conforme a los datos proporcionados por Besta, E. y Del Giudice, P., Storia del di-
ritto italiano, volume I, parte seconda…cit. passim, los autores mencionados son Bartolo-
meo Cipolla o Caepolla, civilista de la segunda mitad del siglo XV; Paolo de Castro
(1394-1441), uno de los máximos representantes del comentario en la línea de Bártolo y de
Baldo, de quien fue discípulo; Giovanni Nicoletti de Imola (muerto en 1436), civilista y ca-
nonista muy apreciado en su tiempo; Hipólito de Marsella (1450-1529), jurista francés es-
pecializado en derecho criminal; Niccolò Tedeschi, llamado el abad Panormitano (muerto
en 1453), uno de los más reputados canonistas junto a Giovanni Andrea; Giovanni Bertac-
chini (1448-1497), autor de un repertorio de derecho canónico de gran difusión; Alessandro
Tartagna de Imola (1424-1477), civilista y canonista que comentó el Digesto, el Código y
las Decretales; aunque hay otros juristas con el mismo nombre, creo que la referencia se ha-
ce a éste por ser el de mayor prestigio y fama, en la línea de todos los demás que le acompa-
ñan. El Curtius que se menciona al final no figura en ningún repertorio al uso. Pudiera ser
Curzio Rocco de Pavia (1470-1515), canonista que abordó el tema del patronato, o bien
Francesco Corti (muerto en 1500).
113 Gargantúa y Pantagruel… cit., Libro II, capítulo X, pp. 116 y 117.
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 123
rídico es fruto de una juridificación de los valores éticos o morales que una
sociedad defiende y encarna, pues, aunque el derecho moderno ha procedi-
do a deslindar el campo jurídico y el campo moral, no es factible hablar
nunca de un derecho absolutamente amoral, esto es, que no tenga una serie
de valores y principios como punto de partida que sirva para iluminar las
diferentes normas que lo integran. No existe derecho al margen de la ética.
Las normas romanas no son una excepción a esta regla. Si se quiere cono-
cer realmente el espíritu de las leyes, el jurista deberá saber cuál o cuáles
eran los principios que auspiciaban la creación de tal norma, el sustrato
cultural o intelectual que le servía de sustento. Ello comporta retrotraer
el análisis jurídico a las corrientes filosóficas que inspiraron a los legisla-
dores. Piénsese, por poner algún ejemplo, en el componente marcadamente
cristiano que adquieren muchas normas romanas desde la época de Constan-
tino, en el notable peso de la filosofía estoica, dentro de la que destacan al-
gunos emperadores romanos, o de la filosofía neoplatónica. El conoci-
miento de esta parcela permitirá formular una visión más global y completa
del mundo romano. Conocer, en suma, la mentalidad que hizo surgir las
normas para poder profundizar en las finalidades que se persiguen por me-
dio de las mismas: “Además, dado que las leyes han sido extraídas de la fi-
losofía moral y natural, ¿cómo han de comprenderlas esos locos que no han
estudiado más filosofía que mi mula?”115
Finalmente, las humanidades también tienen su lugar. No se puede co-
nocer el derecho romano, si se carece de datos y noticias acerca de la propia
evolución de Roma, de su historia. Por eso, se ha calificado al humanismo
jurídico como un método histórico-crítico, el primero que afronta el estu-
dio del derecho desde una perspectiva de historicidad. El mundo del dere-
cho comparte la nota, consustancial al ser humano, de la esencia histórica
de todas sus manifestaciones culturales. El ser del hombre consiste en la
historia, antes que en la naturaleza. El derecho es histórico, evolutivo, en
continuo cambio y renovación. Si se considera una norma como simple
producto atemporal, eterna, puesta por un legislador perpetuo en un mo-
mento dado y para un pueblo concreto, se pierde la capacidad de analizarla
en todos sus extremos y queda reducida a una mera manifestación positiva,
externa, sin sentimientos, sin ser, aquella manifestación cultural que sirve
para tomar el pulso de la comunidad a la que está sirviendo, el crisol donde
se solidifican las influencias plurales que condicionan la vida de la colecti-
115 Idem.
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 125
117 Idem.
118 Ibidem, Libro II, capítulo XIII, p. 122: “Pues bien, señores, si así os agrada, así lo ha-
ré —dijo Pantagruel—, pero no encuentro el caso tan difícil como vosotros. Vuestro párrafo
Catón, la ley Frater, la ley Gallus, la ley Quinque pedum, la ley Vinum, la ley Si Dominus,
la ley Mater, la ley Mulier bona, la ley Si quis, la ley Pomponius, la ley Fundii, la ley Erup-
tor, la ley Putor, la ley Venditor y tantas otras son mucho más difíciles en mi opinión”. Se
trata de alusiones a textos de la compilación justinianea, en buena parte acertadas y concor-
dantes, es decir, no inventadas, salvo ejemplos jocosos.
119 Cfr. Nardi, E., Rabelais e il diritto romano, pp. 55-68.
120 Gargantúa y Pantagruel… cit., Libro II, capítulo XVI, p. 130: “…y además el que,
según los legistas, la agitación y el movimiento tienen por efecto el desarrollo”.
121 Ibidem, Libro II, capítulo XIX, p. 136: “Los teólogos, médicos y cirujanos allí pre-
sentes, pensaron que con este signo quería decir que su adversario tenía lepra; los conseje-
ros, legistas y decretalistas supusieron que aludía a esta especie de felicidad humana que ra-
dica en el estado del leproso, como según se dice, sostenía Nuestro Señor”. En la otra
edición manejada, p. 275, figura la palabra “decretistas” en vez de “decretalistas”.
122 Ibidem, Libro III, capítulo II, p. 177: “En lugar de observar las leyes suntuarias y
coenarias de los romanos, la ley Orchia, la Faima, la Didia, la Licinia, la Cornelia, la Lepi-
diana, la Antia, y las de los Corintios…”.
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 127
123 Ibidem, Libro III, capítulo XIV, p. 196: “Preguntadles a los señores clérigos, a los
señores presidentes, a los señores consejeros, abogados, procuradores y otros glosadores de
las venerables rúbricas de frigidis et maleficiatis”.
124 Ibidem, Libro III, capítulo XV, p. 198: “A ti te gustan las sopas de prima y yo prefie-
ro las de liebre acompañadas de alguna ración de labrador salado en nueve lecciones”; y ca-
pítulo XVI, p. 200: “…son verdaderos perros de muestra, verdaderas rúbricas de derecho”.
125 Ibidem, Libro III, capítulo XII, p. 192 (Baldo); y capítulo XIX, p. 204 (Bártolo).
126 Ibidem, Libro III, capítulo XXIX, p. 225.
127 Ibidem, Libro III, capítulo XXXVII, p. 239: “No me apartaré de la cuestión si os
cuento lo que dice Yox. André, acerca de un canon de cierto rescripto de papel enviado al
gobernador de La Rochela, y después de él Panormo en el mismo canon, Barbatias sobre las
Pandectas, y recientemente Jasson en sus consejos, han reproducido acerca de Seigny Ioan,
loco insigne de París, bisabuelo de Caillette”. Los juristas aludidos son los ya conocidos
Juan Andrés (Giovanni Andrea, canonista), el Abad Panormitano (Niccolò Tedeschi, cano-
nista) y Jasón de Maino, de quienes ya he apuntado algunos datos, además de Andrea Bar-
bazza da Messina, canonista del siglo XV. En profundidad sobre este caso, véase Nardi, E.,
“Seigny Joan le fol e il fumo dell’arrosto”, Studi in onore di Biondo, Biondi, t. II, pp.
243-267.
128 Gargantúa y Pantagruel… cit., Libro III, capítulos XXXIX-XLIII, pp. 243-251.
El juez Bridoye es el trasunto del canciller Du Poyet. El presidente del tribunal recibe el
nombre de “Trinquamelle” (literalmente, rompe almendras), aunque pudiera tratarse de
una deformación del nombre de Tiraqueau o Tiraquelo, jurista que fue protector de Ra-
belais y lugarteniente del baile de Fontenay-Le-Comte, entre otros cargos.
129 Ibidem, Libro III, capítulo XXXIX, pp. 243 y 244: “Después de haber bien visto,
revisto, leído, releído, paladeado y hojeado, los complementos, aditamentos, comparti-
ciones, comisiones, informaciones, anteprocesos, producciones, alegaciones, interdic-
tos, contradictos, respuestas, preguntas, réplicas, dúplicas, tríplicas, escrituras, reproches,
gabelas, salutaciones, comprobaciones, confrontaciones, aclaraciones, libelos, rescriptos
papales, cartas reales, compulsorias, declinatorias, anticipatorias, evocaciones, envíos,
reenvíos, conclusiones, alegatos de no proceder, apuntamientos, textos, confesiones, expo-
siciones y otras grajeas y especias de una parte y otra, como debe hacer el buen juez…”.
130 Ibidem, Libro III, capítulo XLIV, p. 252: “Cierto es, sin embargo, que la dirección,
en la judicatura actual, la ha trazado Triboniano, hombre miserable, infiel, bárbaro, tan
128 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
maligno, tan perverso, tan avaro e inicuo, que vendía las leyes, edictos, rescriptos, constitu-
ciones y ordenanzas a la parte que le ofrecía más dinero. Así, con sus recortes, retazos y ca-
bos sueltos, ha ido destruyendo y anulando la ley sana y principal, por miedo a que dicha ley
y los libros de los antiguos jurisconsultos, dedicados a la exposición de las Doce Tablas y
los edictos de los pretores dieran a conocer al mundo su maldad. Por todo esto, sería me-
jor, es decir, menos mal vendría a los litigantes de caminar sobre abrojos que de entablar
demandas sobre su derecho; así rogaba Catón en su tiempo y aconsejaba que fuera de
abrojos el pavimento de los sitios en donde funcionaran los tribunales de justicia”.
131 Sorprende ver cómo Rabelais salva de la quema al derecho canónico. Probablemen-
te, por su formación canonista, consideraba la supremacía de este cuerpo normativo frente
al derecho romano y no lo consideraba tan responsable de la degradación del sistema por su
contenido evangélico. Al mismo tiempo, siempre se consideró que el derecho canónico era
el depositario de la equidad, gozando de una cierta supremacía moral sobre el derecho secu-
lar. Al llegar a la Isla de los Papimanes, es decir, personas obsesionadas por el Papa y la
Iglesia en general, se ve como este pueblo vive conforme al derecho canónico, con elogio-
sas palabras, en Gargantúa y Pantagruel… cit., Libro IV, capítulo LI, p. 357: “¡Oh divinas
Decretales!.. ¡Oh seráfico Sexto!.. ¡Oh querúbicas Clementinas!.. ¡Oh extravagantes angé-
licas!”. En Libro IV, capítulo LII, p. 358, se añade una mención laudatoria al abad Panormi-
tano de quien se dice que “jamás mintió”. Más elogios al derecho canónico y a los canonis-
tas, sobre todo decretalistas, en Libro IV, capítulo LIII, pp. 360 y 361. Es frecuente el
empleo de neologismo para designar a los herejes, tales como “decretalífugo”, “decretali-
ción”, “decretalicida”, o, en otro sentido, “decretaliarca” para aludir a quien se gobierna por
las normas canónicas a la perfección.
132 Gargantúa y Pantagruel… cit., Libro IV, prólogo, p. 282: “Estaba encantado del
mismo modo y tan perfectamente como los abogados de ahora”; capítulo XII, pp. 304 y
305: “…cuando un monje, presbítero, usurero o abogado, quiere mal a cualquier gentilhom-
bre de su país…”.
133 Ibidem, Libro V, capítulo X, p. 404; capítulo XLVI, p. 458. Cfr. Nardi, E., Rabelais
e il diritto romano, p. 46.
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 129
mismo tiempo que se articulaban las medidas para hacer frente a esos de-
fectos y solucionarlos.
El humanismo jurídico francés no tendría una supervivencia más allá
del siglo XVI en un sentido estricto,134 pero sentó las bases para adherir al
mundo jurídico todo el componente cultural del cual es capaz el hombre en
aras de la búsqueda de la justicia. Todo lo cual provocó una mayor libertad
de interpretación y una mayor confianza en el papel del hombre que acaba
desembocando precisamente en la reivindicación de la razón humana co-
mo mecanismo interpretativo que sirve para descubrir el derecho más jus-
to, sabio y perfecto que se pueda imaginar. Estas son las puertas del iusna-
turalismo racionalista. Rabelais, por medio de Pantagruel, había definido
el camino a seguir. Cujacio y Donello, los dos representantes más señala-
dos de esta corriente,135 harán honor al programa de trabajo que Rabelais
había esbozado en su inmortal obra.
134 Véase Guizzi, V., “Il diritto comune in Francia nel XVII secolo. I giuristi alla ricerca
di un sistema unitario”, Tijdschrift voor Rechtsgeschiendenis, vol. XXXVII, 1969, pp.
1-45.
135 Referencias bibliográficas a ambos autores en Coing, H. (coord.), Handbuch der
Quellen und Literatur der Neueren Europäischen Privatrechtsgeschichte… cit., t. II/1, pp.
470 y 471.
136 Véase entre otros muchos, Altamira y Crevea, R. de, “Les lacunes de l’histoire du
droit romain en Espagne”, Mélanges Fitting, Sociètè Anonyme de l’Imprimerie Générale
du Midi, Montpellier, 1907, t. I, pp. 59-84; Riaza Martínez-Osorio, R., Historia de la litera-
tura jurídica española. Notas de un curso, Madrid, Universidad Central de Madrid, 1930,
pp. 34 y ss.; Larraona, A. y Tabera, A., “El derecho justinianeo en España”, Atti del Congre-
so Internazionale di Diritto Romano, Pavia, Istituto di Studi Romani, Tipografia Successori
F. Fusi, 1935, t. II, pp. 83-182; Horn, N., “Literaturgeschichtliche Aspekte der Rezeption in
Spanien”, Tijdshrift voor Rechtsgeschiendenis, vol. XXXVII, 1969, pp. 489-514; García y
García, A., “La penetración del derecho clásico medieval en España”, AHDE, vol. XXXVI,
1966, pp. 575-592; y su volumen En el entorno del derecho común, Madrid, Dykinson,
1999, con varias colaboraciones de interés; Font-Ríus, J. M., “El desarrollo general del de-
recho en los territorios de la Corona de Aragón (siglos XII-XIV)”, VII Congreso de Historia
de la Corona de Aragón. Ponencias, Barcelona, Imprenta Viuda de Fidel Rodríguez Ferrán,
130 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
1962, pp. 289-326; y “La Recepción del derecho romano en la Península Ibérica durante la
Edad Media”, Recueils de Mémoires et Travaux publiés par la Société d’Histoire du Droit
et des Institutions des Anciens Pays de Droit Écrit, fascículo VI (1967), pp. 85-104; Hinojo-
sa y Naveros, E. de, “La recepción y estudio del derecho romano en España”, Obras, Ma-
drid, Publicaciones del Instituto Nacional de Estudios Jurídicos, 1974, t. III, pp. 319-358;
las colaboraciones de García-Gallo, A. et al., en el volumen colectivo Diritto comune e di-
ritti locali nella storia dell’Europa. Atti del Congreso di Varenna, Milán, Giuffrè, 1980, pp.
225-284; Petit, C., “Derecho común y derecho castellano. Notas de literatura jurídica para
su estudio (siglos XV-XVII)”, Tijdshrift voor Rechtsgeschiendenis, vol. L, 1982, pp.
157-195; Pérez Martín, A. (ed.), España y Europa, un pasado jurídico común. Actas del I
Simposio Internacional del Instituto de Derecho Común, Murcia, Universidad de Murcia,
1986; “El estudio de la recepción del derecho común”, varios autores, Seminario de historia
del derecho y derecho privado. Nuevas técnicas de investigación, Bellaterra, Universidad
Autónoma de Barcelona, 1985, pp. 241-325; y “Derecho común, derecho castellano, dere-
cho indiano”, Rivista Internazionale di Diritto Comune, núm. 5, 1994, pp. 43-89; Sán-
chez-Arcilla Bernal, J., “La pervivencia de la tradición jurídica romana en España y la re-
cepción del derecho común”, Estudios jurídicos en homenaje al maestro Guillermo Floris
Margadant, México, UNAM, 1988, pp. 379-413; Iglesia Ferreirós, A., “La recepción del
derecho común: estado de la cuestión e hipótesis de trabajo”, El Dret Comú i Catalunya.
Actes del II Simposi Internacional, Barcelona, 31 de mayo-1o. de junio de 1991, Edició
d’Aquilino Iglesia Ferreirós, Fundació Noguera-Associació Catalana d’Història del Dret
Jaume de Montju c, 1992, pp. 213-330; y “Ius Commune: un interrogante y un adiós”, El
Dret Comú i Catalunya. Actes del VIII Simposi Internacional, Barcelona, Edició d’Aqui-
lino-Iglesia-Ferreirós-Fundació Noguera-Associació Catalana d’Història del Dret Jau-
me de Montju c, 29 y 30 de mayo de 1998, 1999, pp. 239-637; y Clavero Salvador, B., Te-
mas de historia del derecho: derecho común, Salamanca, Ediciones de la Universidad de
Salamanca, 1994, pp. 40 y ss. Entre los manuales al uso véase Sánchez, G., Curso de histo-
ria del derecho. Introducción y fuentes, 7a. ed., corregida, Madrid, Instituto Editorial Reus,
1949, pp. 78 y ss.; Gibert Sánchez de la Vega, R., Historia general del derecho español,
Granada, Imprenta de Francisco Román, 1968, pp. 41 y ss.; Elementos formativos del dere-
cho en Europa. Germánico, romano, canónico, Granada, Imprenta de Francisco Román,
1976, pp. 61 y ss.; Pérez-Prendes, J. M., Curso de historia del derecho español, Madrid,
Universidad Complutense, 1989, t. I, pp. 637 y ss.; Historia del derecho español, Ma-
drid, Facultad de Derecho-Universidad Complutense, 1999, t. II, pp. 1.129 y ss.; Gar-
cía-Gallo, A., Manual de historia del derecho español, t. I: El origen y la evolución del de-
recho, 8a ed., Madrid, Artes Gráficas y Ediciones, 1982, pp. 80 y ss.; Gacto Fernández, E.,
et al., El derecho histórico de los pueblos de España, 3a. ed., Madrid, Facultad de Dere-
cho-Universidad Complutense, 1982, pp. 265 y ss., Manual básico de historia del derecho
(temas y antología de textos), Madrid, Laxes, 1997, pp. 173 y ss.; Lalinde Abadía, J., Inicia-
ción histórica al derecho español, 3a. ed., Barcelona, Ariel Derecho, 1983, pp. 125 y ss.;
Fernández Espinar, R., Las fuentes del derecho histórico español, Madrid, Centro de Estu-
dios Universitarios Ramón Areces, 1985, pp. 303 y ss.; Manual de historia del derecho es-
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 131
pañol. I. Las fuentes, Madrid, Centro de Estudios Ramón Areces, 1990, pp. 343 y ss.; Cla-
vero Salvador, B., Institución histórica del derecho, Madrid, Marcial Pons Ediciones
Jurídicas y Sociales, 1992, pp. 35 y ss.; Pérez-Bustamante, R., Historia del derecho espa-
ñol. Las fuentes del derecho, Madrid, Dykinson, 1994, pp. 83 y ss.; Sánchez-Arcilla Ber-
nal, J., Historia del derecho. Instituciones políticas y administrativas, Madrid, Dykinson,
1995, pp. 373 y ss.; Historia del derecho español, Barcelona, Cálamo Producciones Edi-
toriales, 2001, pp. 171 y ss.; Iglesia Ferreirós, A., La creación del derecho. Una historia de
la formación de un derecho estatal, 2a. ed., corregida, Madrid, Marcial Pons Ediciones Jurí-
dicas y Sociales, 1996, t. II, pp. 9 y ss.; Tomás y Valiente, F., Manual de historia del dere-
cho español, 4a. ed., Madrid, Tecnos, 1997, pp. 180 y ss.; Merchán Álvarez, A., Las épo-
cas del derecho español, Valencia, Tirant Lo Blanch, 1998, pp. 115 y ss.; Coronas González,
S. M., Manual de historia del derecho español, 2a. ed., Valencia, Tirant Lo Blanch, 1999, pp.
227 y ss.
137 Un resumen en Sánchez-Arcilla Bernal, J., “La obra legislativa de Alfonso X el Sa-
bio. Historia de una polémica”, El Scriptorium Alfonsí: de los libros de astrología a las
Cantigas de Santa María, Madrid, Editorial Complutense, 1999, pp. 17-81. Con algunas
precisiones y matizaciones, véase del mismo autor el estudio introductorio a Alfonso X el
Sabio. Las Siete Partidas (El Libro del Fuero de las Leyes), introducción y edición dirigida
por José Sánchez-Arcilla Bernal, Madrid, Reus, 2004, pp. XIII-XXXVI.
132 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
138 Ordenamiento de Alcalá de Henares (1348), Título 28, ley 1, Como todos los pleytos
se deben librar primeramente por las Leyes deste Libro; et lo que por ellas non se pudiere li-
brar, que se libre por los Fueros; et lo que por los Fueros non se pudiere librar, que se libre
por las Partidas. Cito la edición de Los códigos españoles concordados y anotados, Madrid,
Antonio de San Martín Editor, 1872, t. I, pp. 465 y 466.
139 Véase un resumen de las opiniones de algunos juristas en Petit, C., “Derecho común
y derecho castellano. Notas de literatura jurídica para su estudio (siglos XV-XVII)”,
Tijdschrift voor Rechtsgeschiedenis, vol. L, 1980, pp. 157-195; y Pérez Martín, A., “Dere-
cho común, derecho castellano, derecho indiano”, Rivista Internazionale di Diritto Com-
mune, vol. 5, 1994, pp. 43-89.
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 133
140 Los letrados van copando poco a poco los principales puestos de gobierno, como el
recién alumbrado Consejo Real que, como cuerpo burocrático organizado con plantilla fi-
ja, actuación permanente y competencias propias, fue iniciativa de Juan I, hasta el punto
de poder afirmar que los juristas se hicieron indispensables para el buen gobierno y la co-
rrecta administración. Sobre esta cuestión, véase Maravall, J. A., “La formación de la
conciencia estamental de los letrados”, Revista de Estudios Políticos, núm. 70, ju-
lio-agosto de 1953, pp. 53-81; y Moxó, S. de, “La promoción política y social de los letra-
dos en la Corte de Alfonso XI”, Hispania. Revista española de historia, vol. XXXV, núm.
129, 1975, pp. 5-29.
141 El texto en Cortes de los Antiguos Reinos de León y Castilla publicados por la Real
Academia de la Historia; Madrid, Imprenta y Estereotipia de M. Rivadeneyra, 1863, t. II,
p. 376.
142 Véase Pérez de la Canal, M. A., “La Pragmática de Juan II, de 8 de febrero de 1427”,
AHDE, vol. XXVI, 1956, pp. 659-668. Una visión general sobre este predominio de los ju-
ristas y las soluciones adoptadas para limitar su influencia, puede consultarse en Marongiu,
A., “Legislatori e giudici di fronte all’autorità dei giuristi. Dalle legge delle citazioni all’art.
265 CPV Reg. Gen. Giud”, Studi di storia e diritto in onore di Enrico Besta per il XL anno
del suo insegnamento, Milán, Giuffrè, 1939, t. III, pp. 441-464.
134 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
143 Libro de las Bulas y Pragmáticas de los Reyes Católicos, Madrid, edición facsímil,
Instituto de España, 1973, t. I, ff. CXVIII-CXIX.
144 El texto en Iglesia Ferreirós, A., La creación del derecho. Una historia del derecho
español. Antología de textos, Barcelona, Editorial Signo, 1991, p. 122. Esta disposición no
se verá alterada por las nuevas Ordenanzas de Madrid, del año 1502, recogidas en Libro de
las Bulas y Pragmáticas de los Reyes Católicos… cit., t. I, ff. LXIV-LXXVI. Para el prota-
gonismo jurídico del reinado de los reyes católicos, véase Villapalos Salas, G., Justicia y
monarquía. Puntos de vista sobre su evolución en el reinado de los reyes católicos, Madrid,
Marcial Pons, Ediciones Jurídicas y Sociales, 1997, pp. 97-122; y Suárez Bilbao, F. y Na-
valpotro y Sánchez-Peinado, J., “La consolidación del derecho común en Castilla. La obra
legislativa de los reyes católicos”, “Le Droit Commun et l’Europe. El derecho común y Eu-
ropa”, Actas de las Jornadas Internacionales de Historia del Derecho de El Escorial, Ma-
drid, Dykinson, Universidad Rey Juan Carlos, 2000, pp. 285-314.
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 135
145 Leyes de Toro. Ley Primera. Cito por Los códigos españoles concordados y ano-
tados, 2a. ed., Madrid, Antonio de San Martín, Editor, 1872, t. VI, pp. 571 y 572. Com-
pleta este nuevo orden de cosas la Ley Segunda… cit., t. VI, p. 572, en la cual se ordena
que los letrados “sean principalmente instructos é informados de las dichas leyes de
nuestros reynos, pues por ellas y no por otras han de juzgar”.
146 Véase Pérez Martín, A. y Scholz, J. M., Legislación y jurisprudencia en la España del
antiguo régimen, Valencia, Universidad de Valencia-Secretariado de Publicaciones, 1978.
147 Nueva Recopilación de las Leyes de Castilla, Valladolid, t. III de Autos Acordados,
edición facsimilar, Lex Nova, 1982, volumen IV, ff. 199 y 200, libro 2, título 16, 1. Dado
por el Consejo el 5 de febrero de 1594: “El Consejo consulto a su Majestad que aviendo vis-
to la demasia, que ay en Abogados, assi en hacerse pagados, como en alargarse en las infor-
136 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
maciones en derecho, parecia que de aquí adelante los hagan breves, i compendiosas en La-
tin, sin Romance alguno, si no fuera algun dicho de testigo, ó de Escribano, ó ponderación
de Lei, i aleguen solamente la Lei, ó Doctor, que principalmente tocan al punto, i al que re-
fiere á los otros sin decir los referidos por él, so pena de 20 mrs para la Camara, i pobres por
mitad…”; y f. 201. Libro 2, 16, 7. Dado por el Consejo el 19 de enero de 1624, ordenando la
limitación en las informaciones presentadas por letrados a un máximo de veinte hojas. Si
la anterior constituía una clara muestra de limitación cualitativa, ahora el Consejo establece
una cuantitativa, lo que exigiría a los abogados la agilización de sus escritos y la restricción
a la cita indiscriminada de leyes romanas, canónicas o de doctores del derecho común:
“…que las partes, que litigan, no puedan dar las Informaciones, ni los Abogados hacerlas,
ni los Jueces recibirlas de mas cantidad, que de las dichas 20. hojas…”.
148 Nueva Recopilación de las Leyes de Castilla, t. III de Autos Acordados… cit., vol.
IV, ff. 67 y 68 y ff. 68 y 69, Libro 2, título 1, 1. Dado por el Consejo el 4 de diciembre de
1713: “…lo que es mas intolerable, creen que en los Tribunales Reales se deve dar mas esti-
mación a las Civiles, i Canónicas, que las Leyes, Ordenanzas, Pragmáticas, Estatutos, i Fue-
ros de estos Reinos siendo assi que las Civiles no son en España leyes, ni deven llamarse as-
si, sino Sentencias de Sabios, que solo pueden seguirse en defecto de ley, i en quanto se
ayuden por el Derecho Natural, i confirmen el Real, que propiamente es el Derecho Comun,
i no el de los Romanos, cuyas leyes, ni las demas estrañas, no deven ser usadas ni guardadas
…”; y Libro 2, 1, 3. Dado por el Consejo el 29 de mayo de 1741: “…en lugar del Derecho de
los Romanos, se restableciese la lectura, i explicación de las leyes Reales, asignando Cáte-
dras, en que precisamente se uviesse de dictar el derecho patrio, pues por él, no por el de los
Romanos, deven substanciarse, i juzgarse los pleitos…tengan cuidado de leer, con el dere-
cho de los Romanos las leyes del Reino, correspondiente á la materia que explicaren”.
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 137
150 Lope de Vega en sus cartas, Madrid, Edición de G. de Amezúa, tipografía de Archi-
vos, 1941, t. III, p. 270: “No soy letrado, pero soy clérigo; mientras ellos busquen leyes en
sus Bártulos, buscaré yo en mi brebiario y missal oraçiones”.
151 Acerca de la vida, obra y significado de Lope, véase Díez Borque, J. M. (coord.),
Historia de la literatura española. II. Renacimiento y Barroco. Siglos XVI-XVII, Madrid,
Taurus, 1982, pp. 659-668; Rico, F. (dir.), Historia y crítica de la literatura española. Si-
glos de Oro: barroco, Barcelona, Crítica, pp. 291 y ss.; Alborg, J. L., Historia de la literatu-
ra española, 2a. ed., Madrid, Gredos, 1987, t. II, pp. 196-334; y Canavaggio, J. (dir.), Histo-
ria de la literatura española, t. III: El siglo XVII, Barcelona, Ariel, 1995, pp. 85-113.
152 Una síntesis sobre estos precedentes puede consultarse en mi trabajo “La crítica al
sistema del derecho común en el cancionero de Juan Alfonso de Baena. Siglo XV”, Prolo-
gus Baenensis… cit, segundo semestre de 2003, donde se mencionan, entre otros referen-
cias, a Dante, la Revelación de un Hermitaño, la Danza de la Muerte, el Libro Rimado de
Palacio de Pedro López de Ayala, la obra lírica del Marqués de Santillana, la Coplas de Min-
go Revulgo, atribuidas a fray Iñigo de Mendoza, y poemas aislados de Hernán de Mexía,
Gómez Manrique y Juan de Mena, así como las citas inexcusables al mundo jurídico que re-
cogen el Arcipreste de Hita y el Arcipreste de Talavera en sus obras ya clásicas.
153 Véase Maravall, J. A., Teatro y literatura en la sociedad barroca, Madrid, Semina-
rios y Ediciones, 1972.
154 Véase Bermejo Cabrero, J. L., “Aspectos jurídicos de La Celestina”, Derecho y en-
samiento político en la literatura española… cit., pp. 95-109; “Dos notas cervantinas...”,
cit., pp. 139-159; y “Dos obras de Lope...”, op. cit., pp. 161-186; “Un tema jurídico en la
tradición literaria. Famosos juristas y legisladores...”, op. cit., pp. 194 y 195; y “Justicia pe-
nal y teatro barroco”, Sexo barroco y otras transgresiones premodernas… cit., pp. 91-108.
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 139
155 Por motivos obvios, acude a las citas continuadas de Bártolo en su “Espejo de Ver-
dadera Nobleza”, Biblioteca de Autores Españoles. Prosistas castellanos del siglo XV, edi-
ción y estudio preliminar de Mario Penna, Madrid, Atlas, 1959, t. CXVI, pp. 89-116. La cita
es obligada al ser el jurista italiano el autor de un importantísimo Tractatus de Insignis et
Armis, al que puede referirse el mismo Lope de Vega en la novela El peregrino en su patria,
citada infra.
156 Citado por Maravall, J. A., Carlos V y el pensamiento político del Renacimiento…
cit., pp. 179-190.
157 Guevara, A. de, Libro Primero de las Epístolas Familiares, edición y prólogo de Jo-
sé María de Cossío, Madrid, Aldus, 1950, t. I, p. 189, Letra para don Pedro de Acuña, conde
de Buendía: “Que el caballero administre justicia en su tierra… pues vemos cada día por ex-
periencia cuánta ventaja hay del que tiene buen seso al que no sabe más de a Bártulo”; y Le-
tra para don Hernando de Toledo: “Cuando Dios mandó que los jueces de su república fue-
sen sabios, no lo dixo para que solamente supieran a Baldo, y a Bárthulo, y al Esforzado…”,
t. I, p. 405.
158 A modo de ejemplo, basta tras citas correspondientes a sendas obras del jesuita
aragonés. Así, pueden leerse varios pasajes donde se refiere a la presencia de Bártolo y de
Baldo en El Criticón, parte II, crisis III en Gracián, B., Obras completas, Madrid, Bibliote-
ca Castro-Turner, 1993, t. I, p. 266: “Con una palmada que da un letrado en un Bártulo, cu-
yo eco resuena allá en el bartolomico del pleiteante, ¿no hace saltar los ciento y los doscien-
tos al punto, y no de la dificultad? Advertid que jamás da palmada en vacío y, aunque
estudia en Baldo, no es de balde su ciencia”; parte III, crisis XII, p. 406: “Pero ya Bártulo y
Baldo comenzaron a alegar por la Jurisprudencia; acotando entre los dos doscientos textos
con memoriosa ostentación, probaron con evidencia que ella había hallado aquel maravillo-
so secreto de juntar honra y provecho, levantando los hombres a las mayores dignidades
hasta la suprema”; y parte III, crisis IV, p. 509: “Téngale por un Bártulo moderno”. Reapa-
recen Bártolo y Baldo en “El Discreto”, capítulo V, Obras completas… cit., t. II, pp. 116 y
117: “Lo que dice es que ella es la hermosura formal de todas, realce del mismo saber, os-
tentación del alma, y que tal vez aprovechó más saber escribir una carta, acertar a decir una
razón, que todos los Bártulos y Baldos”. Finalmente, en su Agudeza y arte de ingenio, “Dis-
curso XXXI”, Obras completas… cit., t. II, pp. 564 y 565, donde se recoge un soneto del
doctor Juan Francisco Andrés dedicado a Raimundo de Peñafort, insigne figura de la cano-
nística medieval.
140 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
159 Tanto en sus obras en prosa como en verso, que mencionaré con ánimo comparativo.
Más en profundidad sobre la crítica de Quevedo a las prácticas de los letrados, véase Gacto
Fernández, E., Sobre la justicia en la fuentes literarias… cit., pp. 44 y ss.
160 Calderón De La Barca, P., Entremeses, jácaras y mojigangas, Rodríguez, Evangeli-
na y Tordera, Antonio (eds.), Madrid, Clásicos Castalia, 1990, Entremés de la Franchota, p.
256: “En el alma me bulle la chicota, turbar hiciera a Bártolo y Baldo”.
161 Como marco general de referencia, cfr. Bermejo Cabrero, J. L., “Un tema jurídico en
la tradición literaria. Famosos juristas y legisladores”, Derecho y pensamiento político en la
literatura española… cit., pp. 192-194. Podemos citar a Setanti, J., “Centellas de varios
conceptos”, Biblioteca de Autores Españoles, Madrid, Atlas, 1953, t. LXV, p. 533, núm.
380: “Entre las cosas del mundo cuyo saber es la práctica, suelen perderse muchas veces los
puramente letrados; porque les parece que es agravio de sus letras atreverse al parecer
de los otros, y con esto dan consigo en un atolladero de errores, de que no basta á sacarlos
Bártulo ni Baldo”; Pinelo, L. de, “Libros de chistes, recogido en Sales españolas o agudezas
del ingenio nacional”, Biblioteca de Autores Españoles, 2a. ed., Madrid, Atlas, 1964, t.
CLXXVI, p. 99: “Los juristas tienen cinco libros, así como los judios tenían cinco libros de
Moysen”, los cuales son el Código, las Instituta, el volumen, el “Esforçado”, y los Digestos
Nuevo y Viejo; y Huarte de San Juan, J., Examen de ingenios para las ciencias, Fresco Ote-
ro, Felisa (ed.), Madrid, Espasa Calpe, colección Austral, 1991; Proemio, p. 47: “Y si como
Baldo (aquel ilustre varón en derecho) estudió medicina y la usó, pasara adelante con ella,
fuera un médico vulgar (como ya realmente lo era, por faltarle la diferencia de ingenio que
esta ciencia ha menester) y las leyes perdieran una de las mayores habilidades de hombre
que para su declaración se podía hallar”; y, en especial, capítulo XI, Donde se prueba que la
teórica de las leyes pertenece a la memoria; y el abogar y juzgar, que es su práctica, al en-
tendimiento; y el gobernar una república, a la imaginativa, pp. 193-212.
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 141
casa). Unas veces, se utilizan los nombres de juristas para respaldar una
afirmación. Se acude a la autoridad y se usa un modo de argumentación tí-
picamente jurídico y conforme al estilo del derecho común. Así sucede con
la comedia Mirad a quien alabáis. La parodia puede entreverse en estos re-
cursos. En otras ocasiones, lo que se hace es comparar a alguien en proceso
de educación con alguna de estas famosas lumbreras que proporciona el
mundo jurídico. El protagonista por antonomasia va a ser Bártolo, quien
gozaba de un prestigio indiscutible por parte de la ciencia jurídica y de la
práctica judicial. Es lo que acontece en la mayor parte de las obras de Lope
que citaré:
Fuenteovejuna, La Corona de Hungría, La Santa Liga, El cardenal de
Belén, La serrana de Tormes, Mirad a quien alabáis, La venganza ventu-
rosa y la novela El peregrino en su patria. Bártolo y otros juristas, como
Baldo o Jason, son menciones continuadas.162
Basta recordar que las dos “Leyes de Citas” castellanas, la de Juan II y la
de los reyes católicos, aludían al primero expresamente como referencia
jurídica inexcusable. Su nombre había pasado al Olimpo de los sabios, de
los intocables. Eso hizo que con suma facilidad el pueblo, el lenguaje po-
pular, asumiesen su nombre como modelo de inteligencia, sabiduría, erudi-
ción, formación jurídica, y, al mismo tiempo como el representante del
confusionismo y la complejidad a la que se había llegado en el mundo
del derecho.163 Incluso la alusión a sus obras, enormes y enciclopédicas, ya
162 Bártolo de Sassoferrato, probablemente uno de los mejores juristas de la Edad Me-
dia, vive entre los años 1314 y 1357. Su obra es amplísima y trata prácticamente todos los
temas del derecho romano, tanto públicos como privados. La totalidad de la obra justinia-
nea es objeto de sus agudos comentarios, hasta el punto que en la universidad de Padua exis-
tía una cátedra dedicada exclusivamente a estudiar su obra exegética. Véase Calasso, F.,
Medio Evo del Diritto. I. Le fonti... cit., pp. 572-577. La difusión de su obra en España, con
cerca de 125 manuscritos, volumen no comparable a ningún otro autor, ha sido estudiada
por García y García, A., “Bartolo de Saxoferrato y España”, Derecho común en España.
Los juristas y sus obras, Murcia, Universidad de Murcia, 1991, pp. 99-128. A su lado, como
se verá en orden de importancia y número de citas, figura Baldo de Ubaldi (1327-1400), dis-
cípulo de Bártolo, profesor en Bolonia, Pisa, Florencia y Perugia, más completo en su for-
mación que el maestro, dado que a su condición de civilista, unía la formación canónica e
incluso feudal. Véase sobre el mismo Calasso, F., Medio Evo del Diritto. I. Le fonti… cit.,
pp. 577 y 578.
163 Tanto es así que en muchas de sus obras, el personaje dotado de mayor ingenio y
agudeza naturales recibe este nombre. Véase Griswold Morley, S. y Tyler, R. W., “Los
nombres de personajes en las comedias de Lope de Vega”, Estudio de onomatología, Ber-
keley-Los Ángeles, University of California Publications on Modern Philology-University
142 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
of California Press, 1961, parte I, p. 53. Como indican los autores, en Parte I, p. 22, es un
nombre apenas usado para designar a los caballeros, pero tampoco a los criados, lo que lo
colocaría en un estrato social intermedio, perfectamente acorde con el lugar social que te-
nían los juristas.
164 De acuerdo con Corominas, J. y Pascual, J. A., Diccionario crítico etimológico cas-
tellano e hispánico, Madrid, Gredos, 1984, t. I, p. 533, voz “Bártulos”, esta palabra designó
de forma sucesiva los libros de estudio, por ser Bártolo uno de los más prolíficos e influyen-
tes jurisconsultos a nivel universitario y a nivel práctico, los argumentos jurídicos, y, desde
fines del siglo XVIII y por extensión del primero de los significados a cualquier objeto vo-
luminoso, los enseres que constituían la decoración y el ajuar de una casa.
165 Concretamente, en las piezas La elección de los alcaldes de Daganzo y en la novela
atribuida presuntamente a Cervantes, La tía fingida, citadas por Bermejo Cabrero, J. L.,
“Dos notas cervantinas”, op. cit., p. 156. Dos son los pasajes del entremés en el que se hace
alusión a la literatura del derecho común. Véase Cervantes, M. de, Entremeses, Asensio,
Eugenio (ed.), Madrid, Clásicos Castalia, 1970, La elección de los alcaldes de Daganzo, p.
114: “Así se me aderezan los sentidos, que me parece a mí que en aquel punto podrá prestar
leyes a Licurgo y limpiarme con Bártulo”; y en p. 120: “Sansones para las letras y para las
fuerzas Bártulos”. En la novela vuelven a detectarse dos referencias. Véase Cervantes, M.
de, Novelas ejemplares, III, Bautista Avalle Arce, Juan (ed.), Madrid, Clásicos Castalia,
1987, La tía fingida, p. 325: “Dos estudiantes mancebos, más amigos del baldeo o rodencho
que de Bártulo o Baldo”; y p. 329: “Graduado en utroque”.
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 143
Deben resaltarse dos cosas. Por un lado, la referencia a los dos juristas
probablemente más famosos del momento (Bártolo y Jasón, junto a Baldo
que será citado en otras obras referidas más adelante), al mismo tiempo que
se alude veladamente a los estilos desarrollados por los mismos con esas le-
yes repletas de glosas anotadas en los márgenes, origen del carácter farra-
goso del derecho. Por otro lado, una tímida referencia a los abogados, auto-
res de esas informaciones largas en las que no paraban de efectuar citas y
remisiones a los principales juristas del derecho común.
Otros autores aparecen aparejados en una nueva referencia. Esta vez en
La Santa Liga, otra comedia histórica que narra los preparativos de la bata-
lla de Lepanto. El sultán, ante el senado veneciano, defiende sus derechos
166 Fuenteovejuna, Arrete Blanco, Juan José (ed.), Madrid, Biblioteca Didáctica Ana-
ya, 1990, acto II, pp. 75 y76.
167 A critical edition of Lope de Vega’s. La Corona de Hungría, Tyler, R. W. (ed.), Ma-
drid, Department of Romance Languages, University of North Caroline, Editorial Castalia,
1972, acto III, p. 142, con nota en p.183.
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 145
sobre la isla de Chipre frente a los de Saboya, en estos términos. Vuelve Ja-
són, pero no Bártolo. En su lugar, su discípulo, Baldo de Ubaldi. El dere-
cho común está dominando de nuevo la argumentación jurídica:
168 Lope de Vega, “La Santa Liga”, Comedias, Madrid, Biblioteca Castro-Turner,
1994, t. X, acto I, pp. 505 y 506.
169 El cardenal de Belén, prólogo y notas de Elisa Aragone, Zaragoza, Biblioteca Clási-
ca Ebro, 1957, p. 35. Se refiere al licenciado Gonzalo Mateo de Berrio. Desconozco más da-
tos acerca de este jurista del siglo XVI.
146 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
170 Lope de Vega, “La serrana de Tormes”, Comedias, Madrid, Biblioteca Castro-Tur-
ner, 1993, t. IV, acto I, p. 125.
171 Fray Lope Félix de Vega Carpio, “Mirad a quien alabáis”, Comedias escogidas,
Hartzenbusch, J. E. (ed.), Madrid, Biblioteca de autores españoles, 1952, t. IV, acto I, p.
461.
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 147
por haber regresado a Nápoles, ciudad cuna de todos los vicios, antes de
tiempo. Ante el silencio del amo, el criado responde lo que sigue:
174 “La obediencia laureada”, Comedias escogidas... cit., nota 171, t. IV, acto I, p. 169.
175 “La pobreza estimada”, Comedias escogidas… cit., nota 171, t. IV, p. 142.
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 149
Ha dado de manera que hacer vuestro pleito á los doctores desta Universi-
dad, no solo legistas y canonistas, pero también teólgos, que no se ha visto
en ella otra quistión tan notablemente controvertida. El que con más curiosi-
dad lo ha visto, es el señor doctor Aurelio, que os dará esta. Si alguno en el
mundo, aunque resuciten Bártulo, Baldo y Jasón de Maino, os puede dar este
pleito, es él, por ser el más raro, único y famoso ingenio que han visto nues-
tras escuelas. El va á sus pretensiones: regaladle, servidle, que solo lo que
tiene escrito es para que el Consejo os adjudique el mayorazgo. 177
177 “El alcalde mayor”, Comedias escogidas… cit., nota 171, t. IV, acto I, p. 33.
178 “El alcalde mayor”, Comedias escogidas… cit., nota 171, t. IV, acto II, p. 36.
179 Idem.
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 151
Esa crítica velada se torna de todo punto afilada cuando Lope pone en
boca de uno de los personajes la siguiente expresión: “hidalgo letrado y
hombre de bien es de temer”.181 Una lectura a sensu contrario del pasaje es
sumamente expresiva. Tales calidades difícilmente se hallan en la mis-
ma persona. Sobran comentarios al respecto.
La devoción de Leonardo por su profesión lleva a Mondragón a ofrecer-
le toda una biblioteca del mejor derecho del momento, con la finalidad de
acercar a su amo a la mujer de aquél. ¡Qué mejor manera de hacerlo que
ofreciendo a un letrado obsesionado por su profesión las obras más selectas
y famosas de toda perfecta biblioteca jurídica! Al no hallarse Leonardo en
casa, es entregada una lista a la criada. La enumeración de autores que hace
Mondragón demuestra el conocimiento, al menos nominal, que Lope tenía
de los autores cuyas obras circulaban con mayor regularidad en la España de
los siglos XVI y XVII, y que, por ende, eran empleadas por los abogados,
jueces y tribunales:
180 “El cuerdo en su casa”, Comedias escogidas, Hartzenbusch, J. E. (ed.), Madrid, Bi-
blioteca de Autores Españoles, 1950, t. III, acto I, p. 442.
181 Ibidem, t. III, acto II, p. 448.
152 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
182 Ibidem, t. III, acto II, p. 450. Los autores citados son los siguientes, de acuerdo con el
catálogo proporcionado por Besta, E. y Giudice, P. del, Storia del diritto italiano, Floren-
cia, Librería O. Gozzini, volume I, parte seconda, 1969; y por Coing, H. (coord.), “Hand-
buch der Quellen und Literatur der neueren europäischen Privatrechtsgeschichte”, Zweiter
Band. Neuere Zeit (1500-1800). Das Zeitalter des Gemeinen Rechts, Munich, Erster Teil-
band. C. H. Beck’sche Verlagsbuchhandlung, 1977, passim, todos ellos pertenecientes a la
dirección metodológica del bartolismo jurídico y en su mayor parte originarios de Italia:
Godofredo de Trani (muerto en 1245), decretalista; Dino Rossoni de Mugello (1278-1298),
civilista y canonista; Oldrado da Ponte da Lodi (muerto en 1335), comentarista del derecho
justinianeo, de las novelas y del derecho feudal; Bártolo de Sassoferrato y Baldo de Ubaldi:
a Baldo y a su hermano Angelo puede aludir la mención “Uvaldos” del verso siguiente;
Paolo de Castro, jurista del siglo XV, uno de los mejores comentaristas de su tiempo; Albe-
rigo da Rosciate (muerto en 1354), comentarista del derecho civil, autor de un diccionario
de derecho. A este autor puede aludir el nombre “Rosatos” del verso siguiente; el apelativo
“Aretinos” puede corresponder a Angelo Gambiglioni (muerto en 1451) o a Francesco
Accolti (1418-1486), nacidos ambos en Arezzo, de ahí el apelativo, con mayor probabili-
dad este último debido a su mayor fama; Filippo Decio o Felipe Desio (1454-1535), jurista
milanés del siglo XVI; el varias veces mencionado Jasón de Maino (1435-1519), figura cla-
ve en el tránsito del siglo XV y XVI, con una producción ingente de comentarios, cuya la-
bor compiladora recuerda a la de Accursio en cierta medida; Curcio, referencia que apare-
cerá en la obra de Rabelais, puede ser Francesco Curtius o Curzio Rocco da Pavía; Amedeo
Giustino di Città di Castello, autor de obras sobre los síndicos comunales; Raffaele Fulgo-
sio (1367-1427), consultor de la República veneciana; Gianfrancesco Sannazzai della Ripa
(1480-1535), jurista italiano; Guglielmo Budeo, uno de los iniciadores del estilo jurídico
galo; Andrés Tiraquelo o Tiraqueau (1488-1558), jurista francés especializado en derecho
criminal, adscrito al bartolismo jurídico; y Giovanni Francesco Porporato (1485-1544), asi-
mismo italiano. Piénsese, por ejemplo que una de las grandes obras de la jurisprudencia cas-
tellana del siglo XVI, las Glosas de Gregorio López a las Partidas, impresas en Salamanca
de 1555, emplea como recursos usuales las obras de los siguientes juristas: Bártolo, Baldo y
Angelo de Ubaldi, Andrea de Isernia, Juan de Imola, Bartolomé de Saliceto y Felipe Desio,
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 153
Hay plaga de letrados, dije yo. No hay otra cosa sino letrados, porque unos lo
son por oficio, otros lo son por presumpción, otros por estudio (y destos po-
cos), y otros (estos son los más) son letrados porque tratan con otros más ig-
norantes que ellos (en esta materia hablaré como apasionado) y todos se
gradúan de dotores y bachilleres, licenciados y maestros, más por los mente-
catos con quien tratan que por las universidades, y valiera más a España lan-
gosta perpetua que licenciados al quitar… La justicia, por lo que tiene de
verdad, andaba desnuda; ahora anda empapelada como especias. Un Fuero
Juzgo con su maguer y su cuemo y conusco y faciamus era todas las libre-
rías, y aunque son voces antiguas suenan con mayor propiedad, pues llaman
sayón al alguacil, y otras cosas semejantes. Ahora ha entrado una cáfila de
Menochios, Surdos y Fabros, Farinacios y Cujacios, consejos, decisiones y
meditaciones, y cada día salen autores, y cada uno con una infinidad de volú-
menes: Doctoris Putei In legem 6, volumen 1, 2, 3, 4, 5, 6 hasta 15; Licentiati
Abtitis, De usuris; Petri Cusqui, In Codigua; Rupis, Bruticarpin, Castani,
Montoncanense, De adulterio et parricidio; Cornarano, Rocabruno… Los
letrados todo tienen un cimenterio por librería, y por ostentación andan di-
ciendo: Tengo tantos cuerpos, y es cosa brava que las librerías de los letra-
dos todas son cuerpos sin alma, quizá por imitar a sus amos.184
entre los extranjeros, conforme a Gibert, R., Ciencia jurídica española, Granada, imprenta
de Francisco Román, 1982, p. 10. Lope vuelve a reflejar el sentir cotidiano, aunque sea en
un saber específico y enrevesado para el pueblo.
183 “El cuerdo en su casa”, Comedias escogidas… cit., t. III, acto II, p. 450.
184 Quevedo y Villegas, F. de, Los sueños, 4a. ed., Arellano, Ignacio (ed.), Madrid, Cá-
tedra, 2003, pp. 353-356.
154 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
185 Quevedo y Villegas, F. de, La hora de todos y la fortuna con seso, Bourg, Jean, Du-
pont, Pierre y Geneste, Pierre (eds.), Madrid, Cátedra, 1987; capítulo XIX: “Letrado y liti-
gantes”, pp. 214-216. Algunas menciones aisladas figuran en la apología “Su espada por
Santiago”, Obras, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, Atlas, 1951, t. XLVIII, pp.
423 y ss., en defensa del patronato único de Santiago frente a Santa Teresa de Ávila, em-
pleando numerosas citas de Bartolo, Baldo y textos legales del derecho común para funda-
mentar la pretensión; y en sus “Migajas sentenciosas”, Obras completas, 6a. ed., estudio
preliminar, edición y notas de Felicidad Buendía, Madrid, Aguilar, 1990, t. I, p. 1225.
186 “El cuerdo en su casa”, Comedias escogidas… cit, nota 171, t. III, acto II, p. 451.
187 Idem.
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 155
Para concluir con nuevas citas: “En el Digesto esta dicho / Párrafo qui-
bus si bene”, o bien cuando se afirma que “lo que no da es natural, / no es
del arte preferido. / La ley ubi repugnantia / pienso que párrafo primo”.188
Lope muestra claramente las varias direcciones que solamente un genio
como él puede imprimir en el empleo del lenguaje. Los recursos proceden-
tes del campo jurídico son empleados en diferentes acepciones: unas veces,
para indicar el prototipo de sabiduría jurídica, de conocimiento científico:
Bártolo es el modelo preferido, seguido de Baldo y de Jasón de Maino;189
188 Ambas en “El cuerdo en su casa”, Comedias escogidas… cit., t. III, acto II, p. 452.
189 La solución no difiere en el caso de Quevedo y Villegas, F. de, Poesía original com-
pleta, edición, introducción y notas de José Manuel Blecua, Barcelona, Planeta, 1999, en
donde aparecen los mismos protagonistas: Bártolo, Baldo, el abad Panormitano, Curzio,
Jason de Maino, etcétera, así como las referencias los textos más reputados del derecho
común, el empleo abusivo de los mismos y la crítica siempre presente a la lentitud de la
justicia. Así, por ejemplo, “Elogio al duque de Lerma, don Francisco”, Antistrophe II, p.
270, verso 4: “A Curcio aventajado y parecido”; Túmulo de don Francisco de La Cueva y
Silva, grande jurisconsulto y abogado, p. 281, versos 1-4: “Éste, en traje de túmulo, mu-
seo,/ sepulcro en academia transformado,/ en donde está en cenizas desatado/ Jasón, Licur-
go, Bártulo y Orfeo”; Duélese un preso en los términos mismos de sus visitas, p. 536, versos
9-11: “Siempre me están pidiendo los derechos:/ conversación que a Bártulo cansara/ y a
cincuenta letrados barbihechos”; A la barba de los letrados, p. 576, versos 1-4: “¡Qué ami-
gos son de barba los Digestos,/ hircoso licenciado! Mas sin duda/ de barba de cabrón, inton-
sa y ruda, / más se presumen brujas que no textos”; Riesgos del matrimonio en los ruines ca-
sados, p. 617, versos 76-78: “Cásanse los letrados, dignidades, / para que a sus mujeres con
Jasones/ puedan también juntarse abades”; Letrilla satírica, Chitón, p. 651, versos 16-22:
“Que por buscar pareceres/ revuelvan muy desvelados/ los Bártulos los letrados,/ los abades
sus mujeres./ Si en los estrados las vieres/ que ganan más que el varón,/ chitón”; Letrilla sa-
tírica. Y no lo digo por mal, p. 663, versos 29-37: “Con más barbas que desvelos, / el letrado
cazapuestos, / la caspa alega por textos, / por leyes cita los pelos. / A puras barbas y duelos, /
pretende ser el doctor/ de Brujas corregidor, / como el barbado infernal. / Y no lo digo por
mal”; Burla de los eruditos de embeleco que enamoran a feas cultas, p. 881, versos 37
y 38: “Échese luego a dormir/ entre Bártulos y abades,/ y amanecerá abrazado/ de Zenón y
de Cleantes”; Censura costumbres y las propiedades de algunas naciones, p. 902, versos
29-32: “Un abogado, que quiere,/ por barbado, corregir,/ con más zalea que leyes,/ menos
textos que nariz”; Consultación de los gatos, en cuya figura también se castigan costumbres
y aruños, p. 907, versos 53-56: “Desdichado del que vive/ por la mano de un letrado,/ que
me funda el no comer/ en los Bártulos y Baldos”; Matraca de las flores y la hortaliza, p.
930, versos 111 y 112: “el licenciado Repollo,/ doctor in utroque jure”; Romance de la Ro-
ma, p. 1.069, versos 65-72: “A tu nariz soy testigo/ que han puesto pleito en derecho:/ por
teta la pide un pecho/ y una panza por ombligo./ Y me ha dicho un hablador/ que, con justi-
cia y enojo,/ la pide por roncha un piojo/ y por cero un contador”; Sátira contra don Juan de
Alarcón, p. 1.109, versos 73-76: “¿Quién del derecho aprendió/ a párrafo y no a letrado?/
¿Quién, en coma consultado,/ de tilde se graduó?”; Carta de la Perala a Lampuga, su bra-
vo, p. 1.127, versos 13 y 14: “No son los dotores los matasanos,/ sino los procesos y el escri-
156 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
bano”; Relación que hace un jaque de sí y de otros, p. 1.147, versos 65-70: “Más alcaldes ha
tenido/ que el castillo de Milán;/ más guardas que monumento,/ más hierros que el Alco-
rán,/ más sentencias que el derecho”; Los sopones de Salamanca, pp. 1.194 y 1.195, versos
67-76: “catedrático de Sexto/ en casa de sus vecinas,/ quien para dar madrugón/ en la posa-
da que habita,/ mejor entiende en España/ las leyes de la Partida;/ en las vacantes de negra,/
rige cátedra de Prima,/ y en materia de Digesto,/ hombre que nunca se ahíta”; y en su Poema
heroico de las necedades y locuras de Orlando, canto II, p. 1.266, verso 621: “que amor no
estudia a Bártulo ni a Baldo”.
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 157
en el mundo jurídico como arma arrojadiza, satírica y censoria, mas sin de-
seos vivos de alterar el panorama existente. La cerrazón al extranjero, el
peso de la Inquisición, el olor a herejía de todo aquello relacionado con la
Reforma y sus consecuencias colaterales, la propia inercia de los operado-
res jurídicos habituados a ese tan complejo sistema jurídico y judicial (rea-
cios, al cambio de todo cuanto supusiese una modificación de su modus
operandi) determinan la inmersión de España en la más rancia y conven-
cional tradición jurídica, sin oídos para escuchar —o simplemente oír—
aquello que procedía del país vecino. Frente a la revolución, Lope de Vega
lo expresa con claridad, se opone la involución; frente a lo nuevo, lo tradi-
cional; frente al cambio, el inmovilismo; frente a los nuevos caminos, las
antiguas veredas sobre las que se asentaba el orden jurídico clásico. España
no se sumó a este movimiento de renovación jurídica que nace en Francia.
Probablemente no por la ausencia de juristas relevantes y prestigiosos, sino
por el ambiente de cerrazón cultural y represión intelectual que se vivía,
que impedía la existencia de los primeros. Era Ortega quien afirmaba con
cierta amargura que lo malo no era que no se quemasen herejes, sino que el
páramo intelectual en el que se había convertido España no daba siquiera
herejes para quemar, no había pensadores que pudieran ser calificados co-
mo heterodoxos, no había oportunidad para el disenso, ni para la forja de lí-
neas de pensamiento que se apartasen de la más estricta ortodoxia. El dere-
cho no fue una excepción y, frente a la innovación, España manifestó una
referencia simplemente humorística, escasamente crítica en lo construc-
tivo, una aceptación general del sistema existente y una conformación a
sus vocablos y técnicas, pero sin ningún espíritu de cambio que es lo que
convierte a las ciencias en arriesgadas y al riesgo, en la garantía del éxito fi-
nal de toda investigación.
mento formativo de todos los juristas que los lleva a dominar no sólo el de-
recho (lo cual no se niega, ni discute), sino todas aquellas materias
complementarias sin las cuales no es factible proceder a un conocimiento
profundo y global del universo de las leyes, las glosas, los autores, las citas.
Un buen jurista debe ser, al mismo tiempo, un buen historiador, un buen
latinista y un buen filósofo. Hay reminiscencias de ese Ars Combinatoria
del que hablaba Raimundo Llulio en el medievo, un saber general, comple-
to, totalizador que permita acercarse a todo tipo de conocimiento, de mate-
ria, de sabiduría, con garantías ciertas de éxito. Rabelais es quien pone por
escrito este nuevo programa ideológico orientado a conocer de un modo
pleno el mundo del derecho, abandonando dogmas de antaño y proponien-
do nuevas maneras de enfrentarse a lo jurídico. Se trata de un programa que
estaba en el aire. Budeo, Zasio o Alciato lo habían esbozado. El autor lo
completa con el innegable apoyo de una prosa sólida, capaz, fuerte y plena
de ironía. Cujacio y Donello lo llevarán a su efímera culminación. Es evi-
dentemente un pensamiento crítico, pero es una crítica que al mismo tiem-
po que desmorona los esquemas anteriores, propugna nuevas salidas al la-
berinto en el que parece haberse quedado la ciencia jurídica. El jurista tiene
que ser un humanista y el humanismo es la filosofía del hombre como cen-
tro del universo, como eje central de la creación.
En suma, Rabelais lo que reivindica es la subordinación del derecho al
hombre y no al revés: el hombre no puede ser esclavo del derecho, del tex-
to, sino que por medio del empleo de aquellos instrumentos apuntados,
contará con el material más perfecto, su razón, para alcanzar los fines su-
premos que todo orden jurídico persigue. El texto está ahora a su servicio,
no esclavizándolo como con anterioridad. Solamente así se podría realizar
la justicia para la colectividad y la libertad para el hombre individual. Sus
palabras siguen siendo válidas. El jurista no puede ocultarse en la oscu-
ridad de las leyes y de sus propias palabras, sino que ha de abrirse a la sociedad
y ha de estar a su servicio. La cultura es la que proporcionará esos materia-
les, pero habrá de ser la cultura general, no solamente la reducida porción
de saber que el derecho integra, porque eso conduciría al aislamiento y a la
soledad. La confianza ciega en el hombre, que el Renacimiento convierte
en parte esencial de su programa, se convierte asimismo en confianza ciega en
el homo iuridicus, pero un hombre jurídico que ha de ser renovado. Ra-
belais y luego Francia entera (el éxito, en este caso, no es europeo) tratarán
de llevar a la práctica estos postulados. Sus certeras aportaciones, además de
DERECHO COMÚN Y LITERATURA 163
surcan algunas de sus comedias, muestran ese tono entre cómico y amargo
que singulariza la actividad judicial en la Castilla del Siglo de Oro. Brillan
por su ausencia los juristas hispánicos o el propio derecho hispánico, sínto-
ma claro de su incapacidad para imponerse a la práctica, usos y estilos del
derecho común. Es decir, no se alegaban, no se aplicaban, no existían más
que como apéndices subordinados al caudal romano-canónico de textos y
de doctrina, y pretextos para su aplicación. Lo mismo sucede cuando em-
plea, con mucha ironía, las formas de citar de los operadores jurídicos, ba-
sándose en el modelo de los textos romanos, con claras parodias de los
nombres de las leyes, sus párrafos y sus contenidos, que muestran una
aproximación ciertamente erudita.
Lope aúna la visión popular, desprovista de cualquier reminiscencia
profesionalizada, junto a una visión semiculta, más evidente, en la cual
proyecta más dosis de crítica serena. El derecho lo ha inundado todo, bien
por la vía de la asimilación en boca del pueblo de algunos de sus elementos
claves de referencia, bien por la vía de la caricatura del modo de actuar jurí-
dico, disparado ahora sobre otros elementos perfectamente alejados de
aquél. La genialidad de Lope se manifiesta también en el dominio limitado,
por tanto, que ejerce en un campo que no es el suyo. Él simplemente habla por
voz del pueblo e imita lo que los ambientes cultos han impuesto como mo-
delo de saber jurídico refinado. Pero sin innovar. He tratado de mostrar que
el tradicionalismo, el aire conservador hispánico tuvo una manifestación
cumplida en el campo del derecho, aferrándose a las prácticas de antaño,
frente a la convulsión que Rabelais trataba de exportar a toda Europa. Uno
literato, Lope, testimonio del pueblo y de la forma que ha tenido el lenguaje
jurídico de trascender más allá del foro, de los tribunales o de las escriba-
nías; el otro, literato también, pero humanista, todo al mismo tiempo y con
genialidad, y, en consecuencia, en condiciones de proponer nuevas vías so-
bre las cuales debería discurrir la ciencia jurídica en el futuro.
164 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
surcan algunas de sus comedias, muestran ese tono entre cómico y amargo
que singulariza la actividad judicial en la Castilla del Siglo de Oro. Brillan
por su ausencia los juristas hispánicos o el propio derecho hispánico, sínto-
ma claro de su incapacidad para imponerse a la práctica, usos y estilos del
derecho común. Es decir, no se alegaban, no se aplicaban, no existían más
que como apéndices subordinados al caudal romano-canónico de textos y
de doctrina, y pretextos para su aplicación. Lo mismo sucede cuando em-
plea, con mucha ironía, las formas de citar de los operadores jurídicos, ba-
sándose en el modelo de los textos romanos, con claras parodias de los
nombres de las leyes, sus párrafos y sus contenidos, que muestran una
aproximación ciertamente erudita.
Lope aúna la visión popular, desprovista de cualquier reminiscencia
profesionalizada, junto a una visión semiculta, más evidente, en la cual
proyecta más dosis de crítica serena. El derecho lo ha inundado todo, bien
por la vía de la asimilación en boca del pueblo de algunos de sus elementos
claves de referencia, bien por la vía de la caricatura del modo de actuar jurí-
dico, disparado ahora sobre otros elementos perfectamente alejados de
aquél. La genialidad de Lope se manifiesta también en el dominio limitado,
por tanto, que ejerce en un campo que no es el suyo. Él simplemente habla por
voz del pueblo e imita lo que los ambientes cultos han impuesto como mo-
delo de saber jurídico refinado. Pero sin innovar. He tratado de mostrar que
el tradicionalismo, el aire conservador hispánico tuvo una manifestación
cumplida en el campo del derecho, aferrándose a las prácticas de antaño,
frente a la convulsión que Rabelais trataba de exportar a toda Europa. Uno
literato, Lope, testimonio del pueblo y de la forma que ha tenido el lenguaje
jurídico de trascender más allá del foro, de los tribunales o de las escriba-
nías; el otro, literato también, pero humanista, todo al mismo tiempo y con
genialidad, y, en consecuencia, en condiciones de proponer nuevas vías so-
bre las cuales debería discurrir la ciencia jurídica en el futuro.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO COMO
LENGUAJE JURÍDICO EN EL DERECHO ALTOMEDIEVAL
HISPÁNICO
165
166 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
por todas con este periodo histórico y con su estudio—,3 requiere, pues, un
poco de sangre fría, cabeza reflexiva y una actitud que sin miedo y sin ira,
permita penetrar en la realidad compleja que ante nosotros muestran los
fragmentos de un incompleto diccionario de dimensiones enciclopédicas
que es el Medievo. Evidentemente con un distanciamiento que permita no
juzgar, ni compartir, misiones éstas que no nos competen, pero sí com-
prender, acercarse al modo de vivir, sentir, concebir lo que ese periodo del
pasado es capaz de suministrarnos.
De entre las diferentes perspectivas que se presentan al estudioso, nin-
guna tan sugerente y tan atractiva como la que manifiesta el mundo jurí-
dico, un mundo que como dijo el profesor Paolo Grossi, nace como con-
secuencia de una debacle cultural de consecuencias imprevisibles para
el hombre del momento: la caída, nunca total, nunca absoluta, el declive
de toda una civilización, la romana, que había ejercido una hegemonía
incontestable durante varias centurias y cuyo legado es tema recurrente
dentro de la intelectualidad medieval: el mito de Roma, referente inte-
lectual, es una constante del pensamiento.4 Con ella cae o entra en una
fase de decadencia, para el Occidente europeo, un modelo jurídico y un
soporte institucional o político (el Imperio) que le servía de sustento, de
amparo, de protección. Surge una época de transición, y como todas las
transiciones, época rica por sus matices y por su propia definición o esen-
cia. Porque a través de todo un proceso de ósmosis, se parte de una de-
terminada dirección y de unos determinados basamentos culturales y se
llega a otra diametralmente opuesta, se admiten determinados presupues-
tos que van siendo depurados, matizados, erradicados o corregidos, hasta
la consecución del producto final neto, ya no bruto, sino desprendido de
todos los componentes que la mentalidad del momento considera exóge-
nos, prescindibles, desechables. Época de avances y de retrocesos, de una
espiritualidad que se va imponiendo, con la consiguiente sepultura de
3 Véase Pernoud, R., Para acabar con la Edad Media, 2a. ed., Palma de Mallorca,
Barcelona, José J. de Olañeta, 1999. Evidentemente, la obra de esta historiadora francesa
busca todo lo contrario: reivindicar el Medievo poniendo fin a la ignorancia, errores e
ideas admitidas respecto a este periodo.
4 Cfr. Grossi, P., “En busca del orden jurídico medieval”, en AA. VV., De la Ilustra-
ción al Liberalismo. Symposium en honor al profesor Paolo Grossa, Madrid, Centro de
Estudios Constitucionales, 1995, pp. 46 y 47. Esa referencia constante a Roma es estudia-
da por García-Pelayo, M., “La lucha por Roma (sobre las razones de un mito político)”,
Los mitos políticos, Madrid, Alianza Editorial, 1981, pp. 111-152.
168 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
los mismos, debida el genio creador del propio hombre del Medievo,
cosa que no debe olvidarse puesto que no se puede considerar como un
mero receptor de influencias ajenas, provoca el nacimiento de una nueva
civilización,7 con rostro antiguo en un cuerpo nuevo, dado que el derecho
no es amigo de grandes saltos suicidas, sino de la sedimentación pausada
en la medida en que las posibilidades económicas, culturales y políticas
del momento lo permitan. Tres pilares, decíamos, a partir de los cuales
diseñar esa nueva arquitectura, en la cual se manifiesta la capacidad gene-
radora del hombre.8 El derecho cobra así un valor de testimonio indiscu-
tible para saber realmente qué fue lo que pasó, cómo pasó y por qué pasó.
Es, ha sido y será un puntal claro de la cultura y uno de los componentes
que mayor y mejor número de fuentes nos proporcionan para verificar
estos asertos. Cultura jurídica es, en sí mismo, una redundancia. La cul-
tura engloba lo jurídico y lo jurídico es siempre cultural porque todo lo
jurídico es cultura, y la cultura abarca en su seno cualquier manifestación
creadora o innovadora del ser humano: el derecho no se sustrae a esta
influencia, pero tampoco otras artes o habilidades, mecanismos o técni-
cas, a las que se ha consagrado su cada vez más reducida creatividad.9
10 Cfr. Fogel, R. W. y Elton, G. R., ¿Cuál de los caminos al pasado? Dos visiones de
la Historia, México, Fondo de Cultura Económica, 1989, pp. 22 y ss.
11 Cfr. Benjamin, W., La dialéctica en suspenso. Fragmentos sobre la Historia, San-
tiago de Chile, Universidad Arcis-Lom Ediciones, 2004, p. 85. El pensador alemán pro-
clama además que la Historia opera como “telescopización del pasado mediante el
presente” (en p. 139), “puesto que ese presente polariza el acontecer en pre-historia y
post-historia” (en p. 140), finalizando su disertación con una bella metáfora sobre el papel
constructor del historiador: “Para el dialéctico se trata de tener el viento de la historia del
mundo en el velamen. Pensar, en él, quiere decir: izar las velas. Cómo sea izadas es lo
que importa. Las palabras son sus velas. El cómo sean izadas las convierte en concep-
tos” (p. 145).
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 171
II
17 Cfr. García- Pelayo, M., “La idea medieval del derecho”, Del mito y de la razón
en la historia del pensamiento político, Madrid, Revista de Occidente, 1968, pp. 65 y
66: “La Edad Media, en efecto, luchó por el derecho con una intensidad difícilmente
comprensible para nuestra mentalidad. Tal intensidad y patetismo se debían a que, como
mostrará más adelante, el derecho no era concebido como una creación de la voluntad
racionalizada que la sociedad pudiera cambiar en función de su utilidad y conveniencia,
sino como una realidad concreta que emergía espontáneamente y que era inseparable
de la comunidad o de la persona misma. Por tanto, la defensa del derecho —no del
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 175
19 Cfr. Von Gierke, O., Teorías políticas de la Edad Media, Maitland, F. W. (ed.),
Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1995, p. 74.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 177
na) penetran como ley del universo en todos los seres plurales existentes.
Esa ley eterna lo inunda todo, todo lo condiciona, todo lo ve y todo lo
rige. Las partes aparecen claramente vinculadas o subordinadas a esa en-
tidad suprema a la que nos hemos referido. Porque, admitiendo clara-
mente la existencia de partes, la vida de las mismas no se rige por ningún
criterio de autonomía o independencia, sino que aparecen encauzadas por
la vinculación férrea y estricta a la divinidad, sin ninguna posibilidad o
vía de escape. Ello desde un punto de vista lógico, por la simple razón de
que la unidad siempre precede a la pluralidad, el todo es siempre anterior
a las partes: la pluralidad debe su origen a la unidad y tiende a retornar a
la misma. El orden es, en suma, la supeditación de la pluralidad a la uni-
dad, la reductio ad unum, la dirección superior de la entidad única para la
consecución de los fines asimismo únicos, lo cual solamente es factible si
la propia unidad gobierna la pluralidad, esto es, dirigiéndola, manejándola,
fijando sus elementos, determinando su fin o sus fines. Dos son los pode-
res sobre los que se fundamenta el poder, que lo ejercitan materialmente
con ánimo de supremacía: Imperio y Papado, uno en lo temporal, otro en
lo espiritual. Pero por encima de los mismos, lo que destaca es la existen-
cia de un fuertemente acentuado vínculo religioso que contribuye a uni-
ficar la Europa post-romana. El cristianismo ha sido el catalizador de las
energías dispersas que se han fraguado tras la caída del Imperio romano,
es el elemento que ha servido de unión, de bálsamo, de remedio ante una
civilización que se desmoronaba. La ha mantenido, la ha conservado, ha
sido la depositaria más fiel de esa cultura de la Antigüedad que en otras
condiciones estaba llamada a extinguirse. La cristiandad, la res publica
christiana aparece así como la encarnación de ese ideal de comunidad
política única y universal,20 además de ser la única comunidad cierta,
verdadera, en cuanto que depositaria de lo que se considera el mensaje
revelado y la Verdad con mayúsculas: es el centro donde se funde el cri-
sol de culturas existentes, el eje con arreglo al que se vertebra la dispari-
dad y le da apariencia unitaria.21 A pesar de que la existencia cotidiana,
20 Con cierto tono didáctico, véase Pérez Martín, A., “La Respublica Christiana me-
dieval: Pontificado, Imperio, Reinos”, en AA. VV., El Estado español en su dimensión
histórica, Barcelona, PPU, 1984, pp. 59-128.
21 Uno de los mejores ejemplos en que se da esa tensión entre la unidad y la pluralidad
es en el campo político, a propósito de la defensa de todas aquellas teorías orientadas a
justificar el poder político y su transmisión. Véase sobre el pensamiento político medie-
178 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
sin embargo, transitaba por los cauces del localismo más acentuado y un
pluralismo político marcado (inexistencia de ciudades, proliferación de
pequeños núcleos habitados sin comunicación entre los mismos, ruina
de las antiguas rutas comerciales; en suma, aislamiento de una pobla-
ción ya de por sí reducida en lo demográfico), se tenía conciencia de
formar parte de una realidad, política a la par que religiosa, que superaba
con creces las limitaciones y reducciones a las que conducían irremisi-
blemente las condiciones precarias de la existencia cotidiana. La Europa
occidental era un conglomerado plural, con un sustrato común que servía
de unificador (que no uniformador). Las múltiples instancias inferiores
necesitaban incardinar su actuación y sus potestades con arreglo al deci-
sivo criterio de la jerarquía. Aldeas, vecindades, señoríos, castillos, vi-
llas, ciudades, provincias, repúblicas, principados y reinos, todos ellos en
el seno del Imperio cristiano, necesitaban marcar y delimitar con preci-
sión cuál era su ámbito preciso de actuación. A ello ayuda la idea de ju-
risdicción, como término y concepto que encarna la localización del po-
der, su expansión, su forma de realizarse, acaso el único elemento que
sirve para ordenar este caótico panorama conforme a la idea de jerar-
quía.22 Muchas comunidades acababan desembocando en una gran comu-
val: Mertens, D., Il pensiero politico medievale, Bolonia, Il Mulino, 1999; y Tabacco,
G., Le ideologie politiche del medioevo, Turín, Einaudi, 2000, al margen de los clásicos
de Carlyle, A. J., A History of Mediaeval Political Theory in the West, 6a. ed., 6 vols.,
Londres, William Blackwood and Sons, 1970; Kantorowicz, E. H., Los dos cuerpos del
rey. Un estudio de teología política medieval, Madrid, Alianza Editorial, 1985; Ullmann,
W., Principios de gobierno y política en la Edad Media, Madrid, Alianza Editorial, 1985;
e Historia del pensamiento político en la Edad Media, 4a. ed., Barcelona, Ariel, 1999;
AA. VV., The Cambridge History of Medieval Political Thought. C. 350-c.1450, Burns,
J. H. (ed.), Cambridge, Cambridge University Press, 1988, t. I, con las colaboraciones
más destacadas por lo que aquí respecta de Van Caenegem, pp. 174 y ss., y Pennington,
pp. 354 y ss.; Von Gierke, O., op. cit., nota 20.; y Sabine, G. H., Historia de la teoría
política, Thorson, T. H. (ed.), México, Fondo de Cultura Económica, 2002. Con material
de los anteriores, construye García-Pelayo, M., “El Reino de Dios, arquetipo político.
Estudio sobre las fases políticas de la Alta Edad Media”, Los mitos políticos, cit., nota
4, 1981, pp. 153-351. Para el caso hispánico, véase Maravall, J. A., “El pensamiento
político de la Edad Media”, Estudios de historia del pensamiento español. Edad Media,
Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1999, t. I, pp. 25-55, centrado
esencialmente en el papel del rey como eje de la dinámica política.
22 Además de las obras de Costa, P., y Vallejo, J., citadas infra, véase de este último
“Power Hierarchies in Medieval Juridical Thought. An Essay in Reinterpretation”, IC,
vol. 19, 1992, pp. 1-29.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 179
nidad superior, suma de todos los poderes, cuya nota definitoria venía
conformada por el ideario cristiano, pauta de conducta interna y externa
que simbolizaba la forma de integración en la misma. Bautismo, como
paso necesario para la integración plena en esa comunidad; eucaristía,
como muestra de la renovación cotidiana de esa creencia y de esa perte-
nencia; excomunión, como sanción más grave puesto que suponía la pér-
dida de la gracia sacramental y la exclusión del círculo social delimitado.
La comunidad político-religiosa se basa en esa realidad sacramental
como expediente que determina la inserción y la continuidad en esa co-
lectividad que se dice perfecta; se basa en compartir un fundador históri-
co común; se basa, en última instancia, en el predominio del factor reli-
gioso como elemento decisivo para la integración en el colectivo. Fuera
de la religión (la católica), no existe sociedad, no se forma parte de la
única sociedad real y verdadera: se está en ella, pero no se es de ella. La
aparente contradicción entre la tendencia universalista y la tendencia lo-
calista se salva a través del empleo de ciertos argumentos teóricos como
el neoplatonismo o la visión aristotélica de las diferentes gradaciones del
ser (la unidad ha de ser universal, lo cual sólo es posible dando a cada una
de las partes el lugar que le corresponde, el lugar que debe; ésta es la
única garantía de la integración armónica entre todas las instancias exis-
tentes). Hay un centro originario, fundacional, basilar, con la dualidad
Papa-emperador a su frente, con un idioma común y con una caput mun-
di, Roma, referencia indispensable, de donde derivan las jerarquías para-
lelas en el campo secular y en el campo eclesiástico. Hay un solo cuerpo
con numerosos miembros que no actúan de forma aislada, sino coordina-
da, correspondiendo precisamente a la cabeza la suprema función rectora
de todo ese conjunto único dentro de la diversidad de sus partes. Y ese
cuerpo es esencialmente referido a Dios. La realidad es exclusivamente
la cristiandad. Solamente en su seno es posible la perfección, entendida
como camino rectilíneo hacia Dios. Fuera de ella, no hay nada, solamen-
te imperfección, deshechos, ruinas, proyectos y potencias, que nunca po-
drán materializarse al faltar el elemento de la fe que es el que cohesiona,
une y da sentido a la totalidad de la comunidad. En función de aquélla, el
cristiano, el hombre por excelencia, define al resto de la humanidad y se
sitúa a sí mismo con relación a los demás. Y los modelos políticos que los
seres humanos tratan de llevar a la práctica son precisamente calcos o
180 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
III
La sacralidad del derecho es la nota ejemplar que debe iniciar las re-
flexiones sobre este aspecto. Dios es derecho y ese derecho es justicia.
Por tanto, todo derecho es siempre justo o, al menos, goza de una presun-
ción de conformarse con arreglo al modelo de justicia divina que se halla
en su base. Hay una identificación plena de los sujetos o protagonistas
que actúan sobre el escenario jurídico. El derecho es religioso y cristiano,
y aparece como costumbre santa, tradicional, antigua, encarnación de la
conciencia o del ideario jurídico de una determinada comunidad, comu-
nidad sobre la que precisamente Dios ha procedido a verter su conoci-
miento de la realidad ordenada, de la criatura suya que es el hombre. Era
un derecho heredado, transmitido de generación en generación, de padres
a hijos, en relación al cual la intervención del poder político quedaba ex-
clusivamente relegada a la protección, amparo o tutela del mismo, pero
nunca afectaba a la esencia misma, a su más profunda intimidad. No se
determinaba cuál era ese derecho, sino que se presuponía su existencia y,
una vez admitida ésta, se procedía a su defensa, a su edificación práctica.
Un derecho, finalmente, que no fue creado por estudiosos y eruditos,
formados en unas lenguas y en unas técnicas singulares, exclusivas, pro-
pias, sino que fue elaborado o formulado por aquellos que poseían un
conocimiento pragmático de las cuestiones jurídicas y, por ende, aquellos
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 181
que podían separar sin problemas lo justo de lo que no lo era, sino que se
vinculaba —o al menos eso se creía— a la propia comunidad, un derecho
que arranca del taller de lo cotidiano, de la vida práctica. 23
Si ese derecho forma parte del orden divino de la creación, se colige
de modo inmediato que ese derecho vivido, querido, realizado cotidia-
namente, que se corresponde con el derecho divino, se singulariza por
dos notas esenciales: la antigüedad y la bondad. El derecho es, en la
conocida expresión de Kern,24 “alt und gut”, antiguo y bueno. Para que
talli, Turín, Einaudi, 1994, pp. 719-760; Grossa, P., L’ordine giuridico medievale, Roma-
Bari, 1995 (El orden jurídico medieval, cit., nota 17, 1996), aunque con ideas que no han
sido pacíficamente admitidas, como se puede observar, a modo de ejemplo, en las reseñas
críticas de Ascheri, M., Rivista Trimestrale di Diritto e Procedura Civile, vol. 50, núm. 3,
1996, pp. 965-973; o la de Pacheco Caballero, F. L., Initium, núm. 2, 1997, pp. 793-799;
por el contrario, una visión laudatoria se halla en Tomás y Valiente, F., en su prólogo a la
traducción española citada, pp. 17-26, publicada asimismo en AHDE, núm. 65, 1995, pp.
1.139-1.145; continuando el elenco de visiones generales sobre este momento medieval,
véase Berman, H. J., La formación de la tradición jurídica de Occidente, México, Fondo
de Cultura Económica, 2001, pp. 59 y ss. Para el caso hispánico, véase Gacto Fernández,
E., Temas de historia del derecho: derecho medieval, Sevilla, Universidad de Sevilla-
Secretariado de Publicaciones, 1977; y especialmente castellano-leonés, véase Pacheco
Caballero, F. L., “Reyes, leyes y derecho en la Alta Edad Media castellano-leonesa”, El
Dret Comú i Catalunya. Actes del V Simposi Internacional. Edició d’Aquilino Iglesia
Ferreirós, Barcelona, Fundació Noguera, 1996, pp. 165-206.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 183
25 Cfr. Kern, F., “Recht und Verfassung im Mittelalter”, op, cit., nota 24, pp. 7 y 8; y
García-Pelayo, M., “La idea medieval del derecho”, cit., nota 24, p. 89.
184 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
“Verum qui labilis est hominis memoria et ea que in tempore fuerit cum temporis lapsus
in oblivione dilabuntur ad huius facti firmitatem, nos sepe nominatus archiepiscopus sigi-
lli nostri testimonium presenti carte appendimus”; y núm. 40, 1289, pp. 91 y 92: “Porque
es natural cosa que todo omne que bien faze quiere que gelo lieven adelante, e que no
olviden, nin se pierda, que commoquier que cansse e mingue el curso de la vida deste
mundo aquello en lo que finca en remembrança por él al mundo, e este bien es guiador de
la su alma ante Dios, e por non caer en olvido lo mandaron los reyes pone en escripto en
sus privilegios, porque los reyes que regnasen depués dellos e toviessen el so lugar fues-
sen tenudos de guardar aquello, e de lo levar adelante, confirmándolo por sus privilegios.
Por ende catando esto queremos que sepan por este nuestro privilegio los que agora son
e serán daquí adelante”.
29 Como lo expresa el redactor del Libro Registro del monasterio de Corias, aun cuan-
do la intención económica es lo que prevalece, no deja de ser significativa la idea de bus-
car la claridad, la certeza, y evitar el efecto demoledor del paso del tiempo y la corrupción
que los hombres pueden introducir en perjuicio de los demás: “Licet in ecclesia librorum
sit copia ad fidem in gentibus predicandam, ut possimus scire legis noue ac ueteris ins-
trumenta. Tamen neccesarium est unicuique ecclesie codicem habere bene notatum, de
ecclesiis, prediis, seruis, et possessionibus de iure sibi spectantibus ut nec superstet nec
futuri, de iure ab antecessoribus adquisito, fraudem uel ignoranciam paciantur”, todo
ello “ut domus Dei cotidie de bono in melius crescent ad sufficienciam seruorum Dei de
die in diem redditus ecclesie augeantur”, en Floriano, A. C., El Libro Registro de Corias
(Primera Parte), Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, 1950, pp. 3 y 4.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 187
30 Sumamente expresivo a este respecto es el Concilio de Coyanza, del año 1055. Cfr.
García-Gallo, A., “El Concilio de Coyanza. Contribución al estudio del derecho canónico
español en la Alta Edad Media”, AHDE, núm. 20, 1950, pp. 363-364. Se habla en dicha
reunión conciliar de corregir y dirigir las reglas o los trámites de la Iglesia, la restaura-
ción de la cristiandad, como consecuencia de las malas conductas que han provocado
pecados por desoír la voz de Dios: “La misión del Concilio es hacer oír la doctrina divina,
cuya observancia trae a los pueblos la felicidad (Praef. 11). Taponados los oídos, no se
escuchan las leyes, ni la doctrina de los apóstoles, ni lo que enseñan los cánones (Praef.
8). Por ello, los obispos mandan a todos que escuchen la que ordena el Concilio: si, como
dice el apóstol, se obedecen los mandatos de los príncipes y señores en las cosas tempo-
rales, ¿por qué se resisten las enseñanzas de la Sagrada Escritura, que mira a la salud de
las almas? (Praef. 9)”.
31 Así destaca García-Pelayo, M., “La idea medieval del derecho”, cit., nota 24,
pp. 85-86, que se trata de un derecho revelado, más que creado, a un rey antiguo conver-
tido en figura mítica, encarnación de los ideales jurídicos de justicia de su pueblo, o bien
un derecho emanado de los poderes carismáticos de aquél. Pero siempre nos hallamos
ante un derecho de los antiguos, un derecho viejo, transmitido por la tradición y no crea-
do por reflexión abstracta y que, aun revelado al rey o por el rey, se había configurado ya
como derecho de la comunidad: “Cierto también que en ocasiones se establecían normas
no emanadas consuetudinariamente ni recibidas de la tradición. Pero, en primer lugar,
tales normas sólo podían establecerse por el consensus, también llamado muy frecuente-
mente iudicium, de la comunidad misma como dueña del derecho, a través de sus grupos
representativos (dando a esta palabra una acepción muy alta); en segundo lugar, y esto
es lo más importante para el tema que tratamos en este momento, el establecimiento de
normas jurídicas por el rey y los magnates no se consideraba como un acto legislativo,
como una invención o creación racional del derecho, sino como un acto de jurisdicción
(iuris dictio) consistente en el descubrimiento, dentro del orden jurídico de la comunidad
o de sus principios básicos, de las normas exigidas por el caso planteado, de modo que
la nueva norma surgía como un incidente del ius dicere. En la realidad de las cosas se
podía dar origen a un nuevo derecho, pero tal creación se hacía sin clara conciencia de
ello y bajo la idea de la pura aplicación a una circunstancia dada del derecho establecido.
Tampoco alteraba este cuadro la creación de nuevas relaciones jurídicas a través de pac-
tos o mediante el otorgamiento de privilegios por parte del monarca o de cualquiera que
dispusiera de derechos, pues tales modos no significaban directamente una creación de
derecho objetivo, sino, formalmente, una modificación, una transformación de derechos
subjetivos, dentro del orden jurídico existente, y sociológicamente el reconocimiento de
status concretos de poder”. Añade posteriormente, en p. 90, que cuando no existía una
188 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
norma expresa aplicable a un caso, era preciso encontrarla, hallarla, descubrirla “median-
te la inducción del derecho vigente o por la ficción de que existía por el consentimiento
tácito o expreso de la comunidad”. Del mismo García-Pelayo, véase: “El Reino de Dios,
arquetipo político”, cit., nota 24, p. 229 y, sobre todo, pp. 283-285, sobre el papel de la
justicia que se conserva, se actualiza para casos particulares, pero tampoco es creada por
los hombres, ya que es Dios el único responsable de la misma. Para Sabine, lo que existe
nunca es creación de nuevo derecho, sino una reformulación o reinterpretación de aque-
llo que constituía el antiguo derecho. Cfr. Sabine, G. H., Historia de la teoría política,
cit., nota 21, p. 173.
32 Cfr. Kern, F., “Recht und Verfassung im Mittelalter”, cit., nota 24, p. 24.
33 Ibidem, p. 43. Enfermedades que son creadas por los hombres, no por Dios, hacia
el que se debe tender, erradicando aquellas impurezas e imperfecciones que se deben a la
intervención corruptora del hombre.
34 “Factualidad” que, en palabras de Grossi, implica no que el derecho nazca de los
hechos (cosa evidente y de todos sabida), sino sobre todo que ese hecho mismo tiene una
carga lo suficientemente vital para poder proponerse, sin el concurso de intervenciones
ajenas, “sino con la única condición de mostrarse dotado de eficacia, como un hecho
auténticamente normativo, revelando la innata capacidad de ser protagonista per se de
los distintos ordenamientos, donde llega a ser fuente en sentido formal”, en Grossi, P.,
L’ordine giuridico medievale, cit., nota 17, p. 57 (El orden jurídico medieval, cit., nota
17, p. 75).
35 No obstante lo cual, recuérdese la advertencia de Umberto Eco: “Con el aire de
que nunca se dice nada nuevo. No es verdad, la cultura medieval tiene el sentido de la
innovación, pero se las ingenia para esconderlo bajo el disfraz de la repetición”, en Eco,
U., Arte y belleza en la estética medieval, 2a. ed., Barcelona, Lumen, 1999, p. 11.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 189
que coincide con el derecho divino… Pero no basta con restaurar y confirmar el antiguo
y buen derecho, es necesario también mejorarlo… Podríamos resumir esta actividad re-
novadora del antiguo y buen derecho a través de la cancelación de los malos fueros y
de la imposición de los buenos fueros con las palabras de Fernando III, quien señalaba
que convenía al poder regio remover las pravas costumbres y fomentar e instituir las
útiles y honestas (“Regalias congruit excellencie prauas consuetudines remouere, utiles
et honestas instituere et fouere)”. Cfr. Iglesia Ferreirós, A., La creación del derecho, cit.,
nota 24, t. II, p. 80. Sobre la cuestión del establecimiento, permanencia y mutabilidad
del derecho antiguo, véase Krause, H., “Dauer und Vergänglichkeit im mittelalterlichen
Recht”, SZ.GA, núm. 75, 1958, pp. 206-251.
39 Así las reacciones nobiliarias bajomedievales ponen de relieve el escrupuloso res-
peto profesado a Dios y al bien del pueblo, subterfugios bajo los que se ocultan los inte-
reses más profundos y particulares de los señores, pero que no deja de mostrar la menta-
lidad de la época y la forma de manipular las conciencias con estos argumentos. Véase,
con la oscuridad de siempre, Clavero, B., “Notas sobre el derecho territorial castellano,
1367-1445”, HID, núm. 3, 1976, pp. 141-165.
40 Debido a la dificultosa tarea de distinguir, de detallar, de deslindar cuando se pro-
duce el complemento del derecho vigente (Rechtsergänzung), conservación de los pila-
res básicos del orden jurídico adaptándolo a nuevas necesidades (lo que puede hacerse
mediante mejoras, enmiendas, sin minuciosidad ni detalle respecto al cuerpo principal
del derecho), y cuando se da la modificación del mismo (Rechtsveränderung), es de-
cir, el cambio, la alteración de ese mismo orden jurídico. Se puede afirmar, de acuerdo
con la mentalidad medieval lo primero, pero es más difícil admitir lo segundo. Véase
Sprandel, R., “Über das Problem neuen Rechts im früheren Mittelalter”, SZ.KA, núm.
79, 1962, pp. 117-137. El mismo Sprandel sitúa el tránsito hacia un nuevo orden jurídico
en la Querella de las Investiduras y el pontificado de Gregorio VII, instante en el que el
Papa reclama para sí el poder jurisdiccional o de dicción del derecho (Rechtsprechung),
el poder dictaminador o de control moral (Rechtsbegutachtung) y, finalmente, el poder
legisferente o innovador del orden jurídico (Gesetzgebung).
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 191
41 Véase Gouron, A., “Non dixit: ego sum consuetudo”, SZ.KA, núm. 105, 1988, pp.
133-140, quien demuestra la paulatina incidencia de esta idea en los textos previos al
renacimiento jurídico boloñés.
42 Cfr. Sabine, G. H., Historia del teoría política, cit., nota 21, p. 171. Además del
rasgo teológico, Sabine añade para afirmar esa superioridad del derecho un rasgo popular
192 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
cual es la identificación del derecho y el pueblo, idea de origen germánico: “El derecho
como algo perteneciente al pueblo o a la tribu, casi como un atributo del grupo o una
propiedad común que lo mantuviera unido. Cada uno de los miembros de éste vivía
dentro de la paz del pueblo y el derecho establecía esencialmente las normas necesarias
para impedir que se quebrantase la paz”. Sin perjuicio de ello, el derecho —continúa el
autor citado—, no implicaba que aquél fuese una criatura del pueblo, dependiente de su
voluntad y susceptible de ser modificado o hecho por ésta. La idea predominante era, cu-
riosamente, la contraria, es decir, que el pueblo era precisamente creación del derecho, en
pp. 172-173: “En realidad, no se suponía que el derecho lo hiciese nadie, ni un individuo
ni el pueblo. Se imaginaba como algo tan permanente e inmutable como cualquier cosa
que pudiera tener esos caracteres en la naturaleza, una permanente omnipresencia en el
cielo, como dijo el magistrado Holmes en una de sus célebres opiniones”.
43 El poder político central se manifiesta impotente ante el vendaval que supone la
feudalidad y sus múltiples centros de decisión, de lo que se sigue la incapacidad para
promover la ejecución puntual de sus deseos. El poder central unitario, cuyo modelo es el
Imperio romano, se fracciona, y pasan a un primer plano los poderes periféricos diversos,
quienes actúan amparados en la propia realidad de los hechos que los encumbra a las cimas
del dominio social, o bien resultan investidos de atribuciones de carácter público por par-
te de los propios poderes centrales. Resultado de ese pluralismo político es el pluralismo
jurídico. Pero, al mismo tiempo, la ausencia de poderes centralizados y uniformadores se
debe a la proliferación de centros de poder económico que se escapan de ese control o, al
menos, de esa tentativa de control: señoríos, feudos, ciudades y municipios con facultades
autárquicas más o menos amplias forman ese embrollado panorama político institucional,
esa diversidad de modelos organizativos, que se traducen en la ausencia de un modelo o
tipo ideal. La aparición de esos poderes periféricos, privilegiados, acaba desembocando
en esa “poliarquía feudal” de la que hablaba Hegel, que desde posiciones fácticas va pau-
latinamente consolidando por medio del derecho el contenido de todas las atribuciones
que le son propias y que estructuran la dominación final resultante. Si el derecho opera
mediante privilegios que refrendan en la vía jurídica el estatuto impuesto por los hechos,
si es la realidad la que marca el camino jurídico, la conclusión final de este proceso es
ese “cosmos de privilegios” con el que Max Weber calificó la época medieval. Las citas
referidas en Hegel, G. W. F., Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal, Ma-
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 193
drid, Alianza Editorial, 2001, pp. 607 y ss.; y Weber, M., Economía y sociedad. Esbozo
de sociología comprensiva, México, Fondo de Cultura Económica, 2002, pp. 556 y ss.
44 Se debe hablar, no obstante, más que de derecho consuetudinario, de una serie de
costumbres, usos o estilos que presentan una clara dimensión jurídica. La idea es formu-
lada por Köbler, G., “Consuetudo und Gewohnheit: Gewohnheit und Gewohnheitsrecht
im Deutschen Frühmittelalter”, Recueils de la Société Jean Bodin pour l’Histoire Com-
parative des Institutions (La coutume), 52, 2a. parte, Bruselas, De Boeck Université,
1990, pp. 63-87; y Kroeschell, K., en las primeras ediciones de su Deutsche Rechtsges-
chichte. Band 1: Bis 1250 (citamos por 11a. ed., Opladen-Wiesbaden, 1999, pp. 69 y ss.);
y retomada como base para la reseña crítica del libro de Dilcher, D. et al., “Gewohns-
heitsrecht und Rechtsgewohnheiten im Mittelalter”, QFI, núm. 23, 1994, pp. 428-434.;
y “Der Rechtsbegriff der Rechtsgeschichte. Das Beispiel des Mittelalters”, SZ.GA, núm.
111, 1994, pp. 310-329. Véase sobre el papel y fundamento de la costumbre, en abstracto,
Celano, B., Dos estudios sobre la costumbre, México, Fontamara, 2000. Sobre la costum-
bre en el ámbito medieval, véase por todos, Krause, H., voz “Gewohnheitsrecht”, HDR,
cit., nota 24, t. VII, cols. 1.675-1.684; Gilissen, J., “La Coutume”, Typologie des sources
du Moyen Âge occidental, fasc. 41, Turnhout, Brepols, 1982, pp. 20 y ss.; y Grossi, P.,
L’ordine giuridico medievale, cit., nota 17, pp. 87 y ss. (El orden jurídico medieval, cit.
nota 17, pp. 101 y ss.).
45 No llama la atención, por tanto, en contra de ese pretendido espíritu popular que se
halla en la base de la costumbre, que los dos poderes que de un modo más decisivo con-
tribuyeron a la fijación y delimitación del derecho medieval consuetudinario o, más bien,
de esas costumbres con consecuencias y ramificaciones jurídicas que pueblan la Edad
Media, fuesen los reyes, en primer lugar, y la Iglesia, en segundo, como destacó Krause,
H., “Königtum und Rechtsordnung in der Zeit der sächsischen und salischen Herrscher”,
SZ.GA, núm. 82, 1965, pp. 6 y 7.
194 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
esa realidad, una interpretación cabal de esa dimensión jurídica que pre-
existe al ser humano y que se sitúa por encima de él. Una autoridad de la
que se predican los mismos elementos que sirven para la caracterización
del derecho, es decir, la bondad y la antigüedad han de ser halladas en el
mismo intérprete para que de ese modo pueda acceder al conocimiento
de lo jurídico con las mayores garantías de una penetración adecuada en
su esencia. El derecho medieval, decía Arno Borst, depende no tanto de
potestades, de poderes, cuanto de la interpretación que efectúan algunos
hombres venerables que actúan de conformidad con aquello que han reci-
bido de los ancestros. La caracterización permite identificar, pues, a esos
dos elementos relaciones, sujeto y objeto del derecho, ambos revestidos
de las mismas notas definidoras. Son hombres venerables porque su fun-
ción es interpretar aquello que es objeto de veneración, el orden jurídi-
co, y poseen ese rasgo por la antigüedad inherente a sus cometidos. Son
elencos de preceptos tradicionales, renovados o mejorados en algunos
aspectos, pero arrancados del espíritu o sentir jurídico de la colectividad.
De ahí se concluye otro rasgo: la particularidad, el carácter pormenori-
zado, detallado, minucioso, nunca general, que presenta el componente
jurídico, la falta de abstracción, la ausencia de generalidad. No podemos
hallar normas generales, sino que se van definiendo poco a poco, casuís-
ticamente, comportamientos particulares que deben erigirse en modelos
a seguir.49 Ese derecho existe por y para sí mismo, tiene detrás de sí a la
divinidad, lo cual es justificación y garantía de su existencia sempiterna.
Es derecho en continuo devenir, cuyo conocimiento por parte del hombre
es lo que marca su realización práctica. El hombre, incapaz de acceder
a todo lo que la creación significa, se contenta con acceder a una parte
de la misma, parte que se encarga de realizar en la práctica dentro de sus
posibilidades. Como el plan divino, nunca podrá llegar a ser conocido
en su totalidad, el hombre se resigna a una comprensión particularizada,
fragmentaria, de la realidad que Dios pone delante de sus ojos, sin que
sea capaz o esté capacitado para efectuar un perfecto enlace intelectual
entre todos las téseras que conforman el mosaico construido por el ser
superior.
Ese carácter etéreo que presenta a todas luces el orden jurídico se tra-
duce en un nivel técnico escaso, por no decir en un marcado atecnicismo,
en parte provocado por la incapacidad del ser humano para un cono-
50 La confluencia de varios factores determina esa visión atécnica del mundo jurídico.
Una sociedad primitiva en regresión desde el punto de vista de la seguridad, la escasez
de población y, en consecuencia, la incapacidad de dominar amplios espacios, la prolife-
ración de núcleos campesinos o semiurbanos aislados entre sí, sin comunicaciones flui-
das, el localismo idiomático, la inexistencia de redes comerciales generales, entre otros
elementos, determinan, en expresión de García-Pelayo, que “de tal época estaba ausente
el sistema, la intensificación, la extensión y la complejidad de las relaciones sociales
derivadas de un tráfico económico intenso, así como los fenómenos de abstracción, obje-
tivación y movilidad sociales que siguen a la economía preponderantemente monetaria.
A estas circunstancias, que obstaculizaban el desarrollo de los de procesos socializadores
de relativa amplitud, se unía el hecho de que, dada la penuria de medios institucionales
y la debilidad del poder para dominar espacios relativamente amplios, el hombre carecía
de protección jurídica al margen de su grupo social, fuera este territorial o personal, lo
que le condicionaba a estar adherido a él con la consiguiente limitación de sus sistema de
relaciones sociales”. Cfr. García-Pelayo, M., “La idea medieval del derecho”, cit., nota
24, p. 74.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 197
51 Cfr. Monitor, E. y Schlosser, H., Perfiles de la nueva historia del derecho priva-
do, Barcelona, Bosch, 1980, p. 16. Al ser un derecho abierto o con esta conformación
abierta, se deduce que nos hallamos ante lo contrario a “un sistema racional de concep-
tos tajantes” que se ampara en “reglas abstractas y culmina en una legalidad lógica”. Y
añaden ambos autores, en p. 18: “El derecho sometido en su casuística a un continuo
perfeccionamiento, lógicamente devenía en ocasiones dificultoso alcanzar una sinopsis,
por cuanto descansaba no tanto en un conocimiento racional como en la intuición. Por
ello las ideas intuidas de costumbre y fuero no eran inaccesibles al humor y a la fantasía.
Aunque así respondiera a algo superficial era por otra parte la única manera de expresarlo
y de alcanzar una cierta seguridad. Se entiende que todas estas formas fenomenológicas
del derecho medieval se sustraen a todo empeño de encontrar una homologación unifi-
cadora que permita reducirlas a un sistema. Se presentan en punzante contradicción con
las formas jurídicas razonables, mentalmente articuladas con todo esmero, consecuencia
lógica de la construcción efectuada por el derecho romano”. En idéntico sentido, véase
Cannata, C. A., Historia de la ciencia jurídica europea, Madrid, Tecnos, 1996, pp. 103 y
ss.; Wesenberg, G. y Wesener, G., Historia del derecho privado moderno en Alemania y
en Europa, Valladolid, Lex Nova, 1998, pp. 39 y ss.; Wieacher, F., Historia del derecho
privado de la Edad Moderna, Granada, Comares, 2000, pp. 17-31; y Hespanha, A. M.,
Cultura jurídica europea. Síntesis de un milenio, Madrid, Tecnos, 2000, pp. 73 y ss.
198 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
54 Véase Grossi, P., L’ordine giuridico medievale, cit., nota 17, pp. 74 y ss (El orden
jurídico medieval, cit., nota 17, pp. 90 y ss.).
55 Tiempo medieval del que ha dicho Jacques Le Goff que es esencialmente un tiempo
agrícola, puesto que nos hallamos en un mundo donde la tierra es lo fundamental y las
relaciones con la misma, de opulencia o de ausencia de dominio sobre la misma, marca
las pautas de encuadramiento social, económico, político o religioso. Al ser un tiempo ru-
ral, se tiene que tratar imperativamente de un tiempo de larga duración, ceñido al espacio
agrícola. Es un tiempo campesino, tiempo de esperas, de paciencias, de permanencias,
de vueltas a comenzar, de lentitudes, no de inmovilismo, pero sí de resistencia al cam-
bio, no referido a acontecimientos y no dependiente, por tanto, de fechas que oscilan al
ritmo de la propia naturaleza”. Cfr. Le Goff, J., La civilización del Occidente medieval,
cit., nota 5, p. 246. Junto al tiempo rural, los tiempos clerical y señorial acompañan la
vida de los campesinos, en pp. 249 y ss., dependientes, en última instancia, todos ellos
del tiempo natural. El resultado más claro de esa visión del tiempo se puede contemplar
en los perfiles que presenta la contratación agraria altomedieval, donde a la nota de la
larga duración, se le suman los rasgos del carácter mejoraticio implícito en todas estas
figuras contractuales y la amplitud de poderes otorgados a los cultivadores respecto del
propietario. Sobre estos contratos, es esencial el conjunto de obras de Grossi, P., Locatio
200 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
ad longum tempus. Locazione e rapporti reali di godimento nella problematica del diritto
comune, Nápoles-Pompeya, Morano Editore, 1968; “Problematica strutturale dei con-
tratti agrari nella esperienza giuridica dell’alto medioevo italiano”, Agricoltura e mondo
rurale in Occidente nell’Alto Medioevo. Settimana di Studi di Spoleto, Spoleto, Centro
Italiano di Studi sull’Alto, 1965, pp. 487-529; Le situazioni reali nell’esperienza giuri-
dica medievale. Corso di storia del diritto, Padua, CEDAM, 1968; y L’ordine giuridico
medievale, cit., nota 17, pp. 98 ss. (El orden jurídico medieval, cit., nota 17, pp. 111 y
ss.).
56 Véase Steiner, G., Lecciones de los maestros, Madrid, Siruela, 2004, pp. 17 y ss.
57 Sobre los orígenes de estas escuelas de derecho, véase AA. VV., La scuola
nell’Occidente latino dell’Alto Medioevo. Settimana di Studi di Spoleto, 2 vols., Spo-
leto, Centro Italiano di Studi sull’Alto Medioevo, 1972, en especial, la colaboración de
Zimmermann, H., “Römische und kanonische Rechtskenntnis und Rechtsschulung im
früheren Mittelalter”, t. II, pp. 767-794; Radding, Ch. M., The Origins of Medieval Ju-
risprudence. Pavia and Bologna, 850-1150, New Haven-Londres, Yale University Press,
1988; y Pedersen, O., The First Universities. Studium Generale and the Origins of Uni-
versity Education in Europe, Cambridge, Cambridge University Press, 2003.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 201
63 Cfr. Sbriccoli, M., “La benda della giustizia. Iconografia, diritto e leggi penali dal
Medioevo all’Età Moderna”, Ordo Iuris. Storia e forme dell’esperienza giuridica, Milán,
Guiffrè, 2003, pp. 45 y 46.
64 Véase Duby, G., Tiempo de catedrales. El arte y la sociedad, 980-1420, Barcelona,
Argot, 1983.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 205
65 Véase Le Goff, J., Dios de la Edad Media. Conversaciones con Jean-Luc Pouthier,
Madrid, Trotta, 2005, pp. 10 y ss.
66 Con la lógica incidencia del ideal sacro germánico de la Ewa. Véase Schröder, R.,
Deutsche Rechtsgeschichte, 2a. ed., Berlín, Leipzig, Walter de Gruyter & Cia., 1920, t.
I, pp. 14-17, lo que implica una profunda similitud con lo mágico, como puso de relie-
ve Hattenhauer, H., “Zur Autorität des germanische-mittelalterlichen Rechtes”, SZ.GA,
núm. 83, 1966, pp. 258-273, para quien la magia es el fundamento de la autoridad del
derecho, la razón de su existencia, porque el derecho mismo es mágico: el derecho es
aquel componente de encantamiento que une y desune, ata y desata, santifica y conserva
la relación de los hombres con otros hombres y con los dioses, con dos expresiones esen-
ciales de esto: el juramento y la donación.
67 Con predominio de la visión de Agustín de Hipona. Véase Pasquato, O., “La giusti-
zia in S. Agostino”, La giustizia nell’Alto Medioevo. Settimana di Studi di Spoleto, Spo-
leto, Centro Italiano di Studi sull’Alto Medioevo, 1995, t. I, pp. 127-161. Transposición
de ese esquema agustinista es la que efectúa Isidoro de Sevilla y se refleja en la construc-
ción doctrinal que los monarcas visigodos asumen como propia para la fundamentación
de su poder, un poder en ningún caso de origen humano, sino divino, y nunca absoluto,
por lo anterior, es decir, encaminado u orientado a los fines específicos que la divinidad
fija como condiciones de su otorgamiento. Sobre esta cuestión, véase Petit, C., “Iustitia
y Iudicium en el reino de Toledo. Un estudio de teología política visigoda”, La giustizia
nell’Alto Medioevo, cit., nota 67, t. II, pp. 843-932. Idea continuada después por los mo-
narcas medievales, como expone Pacheco Caballero, F. L., “Reyes, leyes y derecho en la
Alta Edad Media castellano-leonesa”, cit., nota 24, pp. 177 y ss.
68 Sigue siendo de cita ineludible por la abundancia de apuntes bibliográficos, el tra-
bajo de Kelsen, H., “La idea de justicia en las Sagradas Escrituras”, Estudios sobre ju-
risprudencia y teología, México, Fontamara, 2003, pp. 109 y ss. Desde otra perspectiva,
206 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
véase Berman, H. J., La formación de la tradición jurídica de Occidente, cit., nota 24, pp.
177 y ss., bajo el título “Fuentes teológicas de la tradición jurídica occidental”.
69 Véase Sánchez Domingo, R., “Iudicium Dei y creencia en la Alta Edad Media”,
Homenaje al profesor Alfonso García-Gallo, Madrid, Universidad Complutense, 1996, t.
I, pp. 321-330.
70 Véase además de la bibliografía referida a la historia de la teoría política medieval
citada supra, Figgis, J. N., El derecho divino de los reyes y tres ensayos adicionales,
México, Fondo de Cultura Económica, 1982; Bloch, M., Los reyes taumaturgos, México,
Fondo de Cultura Económica, 1988; Hani, J., La realeza sagrada. Del faraón al cris-
tianísimo rey, Palma de Mallorca-Barcelona, José J. de Olañeta, 1998, pp. 147 y ss.; e
Iglesia Ferreirós, A., “Cos Mìstic”, AEM, vol. 25, núm. 2, 1995, pp. 683-697. Muestra de
esa divinización se observa asimismo en el ceremonial que se seguía para la coronación
donde el componente religioso acentuó la vinculación del monarca con la Divinidad,
véase Longás Bartibás, P., “La coronación litúrgica del rey en la Edad Media”, AHDE,
núm. 23, 1953, pp. 371-381; y Sánchez-Albornoz, C., “La ordinario principis en la Es-
paña goda y postvisigoda”, CHE, núms. 25-26, 1962, pp. 5-36, incluso retrotrayendo esa
semidivinización a la época visigoda, véase Barbero de Aguilera, A., “El pensamiento
político visigodo y las primeras unciones regias en la Europa medieval”, Hispania, vol.
XXX, núm. 115, 1970, pp. 245-326.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 207
71 Véase Marongiu, A., “Un momento típico de la monarquía medieval: el rey juez”,
Anuario de Historia del Derecho Español, vol. 23, 1953, pp. 677-715. Ejemplo claro de
este papel de legislador inexistente y juzgador continuo lo podemos hallar en el caso ca-
rolingio y en su expresión normativa más clara: los llamados capitulares. Véase Ganshof,
F. L., “Recherches sur les Capitulaires”, RHDF, vol. IV, serie, 35, 1957, pp. 33-87 y pp.
196-246, con la clara y rotunda negación de que Carlomagno y sus sucesores puedan ser
considerados como auténticos y grandes legisladores. Una monarquía que, en expresión
de Maravall, nace de la aportación medieval, con sus ideas sobre la unidad del género
humano y la unidad del mundo que se han desarrollado en el seno del cristianismo, una
tradición grecolatina que implicaba una forma de organización política en lo cuantitativo
(gobierno unipersonal) y en lo cualitativo o finalista (gobierno para el bien de la colecti-
vidad): “La palabra monarquía queda, pues, para designar la forma de una organización
política coronada por un rey singularmente fuerte e incontrastado en su poder, siempre
que esas notas se den en todo el espacio de su jurisdicción y que ese espacio sea una de
las entidades sustantivas histórico-geográficas o geográfico-políticas, según el ángulo
desde el que se vean, que modernamente empiezan a consolidarse en la conciencia de las
gentes”, cfr. Maravall, J. A., “Sobre el concepto de monarquía en la Edad Media españo-
la”, Estudios dedicados a Menéndez Pidal, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones
Científicas-Patronato Marcelino Menéndez y Pelayo, 1954, t. V, p. 412 (Estudios de his-
toria del pensamiento español. Edad Media, cit., nota 21, t. I, pp. 57-77). El contraste se
acentúa al examinar el papel, siempre relevante, que la administración de justicia jugará
en momentos posteriores, sobre todo a partir de la recepción del derecho común. Una
exposición general sobre el tema puede consultarse en el trabajo de González Alonso, B.,
“La justicia”, en Artola M. (dir.), Enciclopedia de Historia de España, 2. Instituciones
políticas. Imperio, Madrid, Alianza Editorial, 1988, pp. 343-417.
72 Véase supra.
73 Véase Hattenhauer, H. “Das Herz des Königs in der Hand Gottes. ��������������
Zum Herrscher-
bild im Spätantike und Mittelalter”, SZ.KA, núm. 67, 1981, pp. 1-35.
74 Véase Costa, P., Iurisdictio. Semántica del potere politico nella pubblicistica me-
dievale (1100-1433), Milán, Giuffrè, 1969 (Ristampa. Biblioteca per la Storia del Pen-
siero Giuridico Moderno, núm. 62, Milán, Giffrè, 2002). Obra que, en ningún caso, deja
208 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
IV
tras que el turbulento es imagen del diablo, y por eso también entre los títulos usados por
los emperadores no cede el de pacificus al de triumphator”. ¿Cómo se edificó ese camino
hacia la restauración de la paz primigenia? Primeramente, la Iglesia dio el paso al prote-
ger determinados lugares y determinadas personas por medio de las sanciones canónicas
al uso (paces de Dios), que fueron seguidas más adelante por la restricción de cualquier
conducta violenta en determinadas festividades o fechas determinadas por el calendario
litúrgico (treguas de Dios). De este modo, se conseguía una primera protección objetiva
de personas, lugares y bienes, y una segunda temporal, delimitando ciertos espacios de
tiempo donde la paz debería ser la regla general, con las correspondientes sanciones
canónicas (esto es, espirituales: excomuniones, penitencias, etcétera), que luego se verán
refrendadas por la asunción desde los poderes seculares de esos mecanismos, acompaña-
dos de las consecuentes sanciones seculares (ya de tipo personal, ya de tipo patrimonial)
Véase, a modo de síntesis, Gergen, T., “The Peace of God and its legal practice in the
Eleventh Century”, CHD, núm. 9, 2002, pp. 11-27; y “La paz de Dios y la protección de
personas y de bienes”, CHD, núm. 11, 2004, pp. 303-325.
77 Más adelante, reyes y príncipes con protecciones específicas a ciertas personas,
ámbitos o lugares. A modo de ejemplo, véase García de Valdeavellano, L., “El mercado.
Apuntes para su estudio en León y Castilla durante la Edad Media”, AHDE, núm. 13,
1931, pp. 201-405; Orlandis, J., “La paz de la casa en el derecho español de la Alta Edad
Media”, AHDE, núm. 15, 1944, pp. 107-161; o Gibert, R., “La paz del camino en el de-
recho medieval español”, AHDE, núms. 27-28, 1957-1958, pp. 831-852.
210 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
78 Véase Biondi, B., Il diritto romano cristiano, 3 vols., Milán, Giuffrè, 1952-1954.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 211
Éste no recibe sin más los mandatos de Dios o de sus vicarios, sino que le
impone algo más. El hombre, ser más perfecto de la creación, está llama-
do a dominarla. Dominio que no es gratuito, dominio que implica cargas,
obligaciones, contraprestaciones. El hombre tiene ese poder, resultado
de su creación a imagen y semejanza de Dios. El hombre ha de hacer eso
que Dios le impone porque es la única vía para alcanzar la felicidad per-
fecta propuesta por la divinidad. Pero, al mismo tiempo, se le exige una
cierta lealtad a la obra divina, una fidelidad porque este concepto, la fides,
es capital para entender la conformación de todas las relaciones cruzadas
de poder que emergen en el Medievo. Hay aspectos donde emerge de
manera nítida: el feudalismo, esa especie de pedagogía de la sumisión,
se construye sobre esta base de las relaciones leales entre un señor y un
vasallo. Pero por elevación o extensión, todo el conjunto de relaciones
que aparecen en el Medievo nacen de esa fidelidad en última instancia.
Y esa fidelidad, no podía ser de otro modo, no está separada de las con-
sideraciones religiosas. Antes bien, al contrario, se imbrica nuevamente
en la religiosidad imperante. Creencia, lealtad, confianza, aparecen uni-
dos sin posibilidad alguna de separación, porque lo primero implica lo
segundo y así sucesivamente. La creencia religiosa, la inexistencia de
dudas, el ciego seguimiento de una doctrina (la única verdadera, la única
importante), forjan auténticos soldados espirituales, prestos a soportar
cualquier forma de sacrificio. La base de la cristiandad no es tanto polí-
tica como espiritual, no nace tanto de la potestad como de la autoridad
derivada de la verdad. El martirio sería el resultado lógico final. La fe es,
decía García-Pelayo, la creencia en la Revelación, es lo firme, lo verda-
dero, lo que ha de venir, “la convicción de lo que no se ve pero que es
lo cierto porque será”.79 Esa fe en Cristo se transforma en una suerte de
lealtad mística, en el elemento que sirve de calificación y de clasificación
de todos los seres humanos. Lealtad que se debe a Dios, a toda su obra y
a todos sus representantes y que hallará en la Biblia numerosos ejemplos
con los que son comparados los más célebres reyes medievales.80 Por
79 Cfr. García-Pelayo, M., “El Reino de Dios, arquetipo político”, cit., nota 21, p. 292.
Es San Pablo en sus epístolas el que sirve de modelo asimismo para observar las ramifi-
caciones de la fe, origen, por ejemplo, de la lealtad, la confianza, el valor, el sacrificio, la
fortaleza o la esperanza. Se trata de la virtud capital y de ella arrancan todas las demás,
en el campo teológico. En especial, véanse pp. 292 y ss.
80 Véase Schramm, P. E., “Das Alte und das Neue Testament in der Staatslehre und
Staatssymbolik des Mittelalters”, La Bibbia nell’Alto Medioevo. Settimana di Studi di
Spoleto, Spoleto, Centro Italiano di Studi sull’Alto Medioevo, 1963, pp. 229-255.
212 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
81 Véase Hattenhauer, H., “Minne und recht als Ordnungsprinzipen des mittelalterli-
chen Rechts”, SZ.GA, núm. 80, 1963, pp. 325-344.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 213
82 Cfr. García-Pelayo, M., “Las culturas del Libro”, Los mitos políticos, cit., nota 4,
pp. 353 y 354. Con la consecuencia final que expresa el mismo autor, en p. 355: “Origi-
nariamente la creencia en el Libro se deriva de la creencia en la revelación fijada en su
texto, pero el Libro, en cuanto expresión de la palabra santa, se transforma en sí mismo
en santo y, en cuanto realidad material o sensible portadora de las representaciones, sig-
nificaciones y valores inmateriales de una cultura, se convierte en símbolo básico de esa
cultura, de modo que quien rechaza u ofende el Libro, rechaza u ofenda al mundo cultural
en cuestión”.
214 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
83 Véase Millares Carló, A., “La Cancillería real en León y Castilla hasta fines del
reinado de Fernando III”, AHDE, núm. 3, 1926, pp. 227-306.
84 Véase Laffon Álvarez, L., “Arenga hispana: una aproximación a los preámbulos
documentales de la Edad Media”, HID, núm. 16, 1989, pp. 133-232. La invocación tie-
ne su origen en el mundo pagano, procedente de la costumbre de iniciar determinados
escritos con la consagración de los mismos a los dioses manes. Fue Pablo de Tarso pre-
cisamente el que recomendó esa invocación en su carta a los colocenses (haced todo
en nombre de Dios) y Juan Crisóstomo aludía al carácter de presagio favorable que la
misma innovación comportaba: “La invocación es una fórmula de confianza, por lo que
los cristianos sacralizaron con un símbolo (chrismón, cruz) o con un nombre o con ambos
elementos, sus cartas y sus documentos jurídicos. Por su misma naturaleza, permitía una
gran libertad en su expresión literaria siempre que estuviese en rigurosa ortodoxia con
los dogmas y con los misterios cristianos. Los escriptores de los documentos llegaron a
crear un claro estilo retórico en torno a estos. Así, el nombre sólo de Dios, el nombre de
Dios con alguno de sus atributos, la Trinidad, etcétera”, en p. 144.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 215
87 Véanse Mitre Fernández, E., “El sentido medieval de la muerte. Reflexiones desde
el prisma del siglo XX”, AEM, núm. 16, 1986, pp. 621-630; y Poyer de Cardinal, S.,
“Tiempo de morir y tiempo de eternidad”, CHE, núm. 70, 1988, pp. 153-182.
218 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
la patrística.89 Pero ese eje, ese vehículo que parece cohesionar de modo
directo o de modo mediato todo el engranaje jurídico, es el libro sagrado.
La Biblia es el instrumento del que se sirve el hombre medieval para
conocer las verdades de la fe (instrumento, en primer lugar, de la fe) y
para efectuar una lectura del mundo creado, que se realiza precisamente
a partir de los protagonistas que aparecen recogidos en el texto bíblico
(instrumento, en segundo lugar, de la razón y del conocimiento, que se
reconduce a los moldes fijados en la primera de las lecturas posibles del
texto). La radiografía perfecta del mundo se hace gracias a la propia Bi-
blia y ese mundo tiene que ser reconducido a los esquemas que el texto
por antonomasia presenta ante los ojos de los hombres. Se trata de un
centro de imputación intelectual, un depósito donde se halla todo y hacia
donde se tienen que dirigir los recursos del intelecto para conseguir su
armonización y proporcionar el material ideológico que permita el com-
bate, la lucha dialéctica. La Biblia suministra referencias, apólogos, mo-
delos, paradigmas de lo más variado, historias para construir la historia,
referencias, en suma, todo cuanto se precisa para educar, para transmitir,
para trasladar conocimientos de cualquier signo a esa mayoría iletrada,
pero también a la elite letrada. Así, se comienzan a manejar los diferentes
textos en los que se condensan pequeños tratados esquemáticos de una
Middle Ages, Nueva York, Charles Scribner’s Sons, 1983, t. II, pp. 210-223; y “Bibel”,
Lexikon des Mittelalters, Munich-Zurich, Artemis, 1983, cols. 40-82.
89 Junto a la Biblia, su complemento lógico en cuanto que interpretación fidedigna de
la tradición primigenia de ese cristianismo en formación, las fuentes patrísticas siguen
teniendo un peso específico que se perderá en momentos sucesivos. Véanse Munier, Ch.,
“À propos des textes patristiques du Décret de Gratien”, Monumenta Iuris Canonici.
Series C. Subsidia. Vol. 4. Third International Congress of Medieval Canon Law, Ciudad
del Vaticano, Biblioteca Apostólica Vaticana, 1971, pp. 43-50; y “L’autorité del’Église
dans le système des sources du droit médiéval”, Actas del III Congreso Internacional de
Derecho Canónico, Pamplona, EUNSA, 1977, pp. 113-134. Asimismo acontece con los
libros sapienciales. Véase Gaudemet, J., “Sagesse biblique et droit canonique”, Letture
Cristiane de Libri Sapienzieli. XX Incontro di studiosi dell’antichità cristiana, Roma,
Institutum Patristicum Augustinianum, 1992, pp. 127-144. Como todo orden jurídico, el
abigarrado conjunto de fuentes que se hallan en su interior precisan de una articulación
jerárquica. Sicardo de Cremona, alrededor del año 1180, proponía la siguiente jerar-
quía al respecto: Evangelios, Decálogo y preceptos apostólicos; cánones de los primeros
cuatro concilios; cánones de los restantes concilios; decretales papales y derecho romano;
escritos de los Santos Padres; y finalmente exempla et consuetudines. Cfr. Munier, Ch.,
“L’autorité de l’Église dans le système des sources du droit médiéval”, p. 133; y Losada
Cosme, R., “La teoría de las fuentes del derecho eclesiástico en la renascencia jurídica de
principios del siglo XII”, REDC, vol. XV, núm. 44, 1960, pp. 317-370.
220 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
91 Como ejemplos de esas pérdidas, véanse los dos estudios complementarios de Or-
landis, Rovira, J., “Sobre el concepto de delito en el derecho de la Alta Edad Media”,
AHDE, núm. 16, 1945, pp. 112-192; y “Consecuencias del delito en el derecho de la
Alta Edad Media”, AHDE, núm. 18, 1947, pp. 61-165; y la gráfica trasposición de men-
talidades de De Arvizu y Galárraga, F., El valor intimidatorio de la pena en el derecho
medieval español: su proyección al momento actual, León, Universidad de León, 1986,
pp. 10-35. A modo de apuntamientos y perfiles sobre el periodo posterior, véase López-
Amo Marín, A., “El derecho penal español de la Baja Edad Media”, AHDE, núm. 26,
1956, pp. 337-367; y Lalinde Abadía, J., “La pena en la Península Ibérica hasta el siglo
XVII”, Recueils de la Société Jean Bodin pour l’Histoire Comparative des Institutions
(La peine), núm. 56, 2a. parte, Bruselas, De Boeck Université, 1991, pp. 173-203.
92 Las citas y concordancias de los textos bíblicos se han efectuado a partir de tres edi-
ciones consultadas: Biblia Sacra Vulgatae Editionis Sixti V, Pont. Max. jussu recognita
et Clementis VIII auctoritate edita (Barcelona, Libraria Religiosa-Ex Typographia Pauli
Riera, 1862); Sagrada Biblia. Versión directa de las lenguas originales, 12a. ed., Madrid,
BAC, 1962; y Biblia de Jerusalén, Bilbao, Desclée de Brower, 1976. Como complemen-
to de lo anterior y a modo de ilustración de los personaejes citados, con blibiografía de
raíz teológica sobre todo, puede consultarse: AA. VV., Manual Bíblico. I. Introducción
general a la Sagrada Escritura, Madrid, Casa de la Biblia, 1966, pp. 357 y ss., sobre
instituciones civiles, militares y religiosas; Enciclopedia de la Biblia, 2a. ed., 6 ts., Bar-
celona, Garriga, 1969; y Brown, R. E. et al. (dirs.), Comentario bíblico San Jerónimo, 4
ts., Madrid, 1971. Como complemento gráfico de lugares y escenarios, véase Wright, G.
E., Arqueología bíblica, Madrid, Cristiandad, 1975.
222 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
93 Cfr. Petit, C., “Iustitia y Iudicium en reino de Toledo”, cit., nota 68, pp. 876 y ss.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 223
95 Véase Martín Mínguez, B., Las fórmulas tenidas por visigodas, Madrid, Imprenta
de Fortanet, 1920. Fórmula I: “… Sit ille deo reus, sic á sancta communione alienus, sit
a consortio, iustorum extraneus, sit á grege católico segregatus. Atque dum ille tremende
examinationis iudicii dies illuxerit: inter impiorum cruciamenta sortis Iudae damna susb-
tineat, inter crepitantibus flammis aeternis conflagetur in cendiis, sit que erga hominibus
manendo obnoxius illa parti vestrae suppleat, quae de maculanda ingenuitate legalis so-
nat sentencia…”. Fórmula V: “… Et sicut Satan et Abiron, viuus in infernum descendat,
et cum Iuda Scarioth participium sumat, et insuper inferat vobis auri libras tantas, et nec
sic quoque hanc libertatem inrumpere permittatur in quam rem…”. Fórmula VII: “…Et
iuditium Iude Scariotis sumat, vt in eius condemnatione communem habeas participium,
ac in aduentum Domini sit anathema maranatha, vel in hoc seculo exors ad ovni cetu
catholicae religiones Gyezi lepra percutiatur qui nostrae oblationis cartulam sacrilega
mente ineruare voluerint, haec Transgressor diuina ulciscente seueritate suscipiat, nulla
tamen ratione huius nostrae oblationis formam ineruare valeat in quam cartulam preseas
praesentibus stipulatus sum et spopondi…”. Fórmula XXIV: “… nam si quis sane quod
fieri non reor aliquis contra hunc factum deum venire conauerit tot libras auri fisci viribus
pro futuras cogatur exoluere et confusus recedat atque cum Judam Scarioth habeat parti-
cipium et nec sic quoque huic paginae valeat fundamenta disrumpere”. Fórmula XXXIX:
“…et sinceres de tam celeri domini vindicta congaudeant et quemadmodum descendit ira
dei super Sodomam et Gomorram ita super nos extuantibus flammis euiat mala, ac lepra
Gyesi viuosque terra absoribeat, quemadmodum absoruit Datan et Abiron viuos terra
sceleratissimos, vt videntes omnes superna irae Dei iuditium talibus hominibus terreantur
exemplo”. Fórmula XLV: “…sed a contrario continere vel defendere nituerit communi-
catio illius irrita sit a diabulo aeterna damnatione confusus sententia anathematorum pu-
niatur, et cum Iuda Scarioth aeterno iudicio concremetur nec vili hominum religiosorum
seu laicorum me apud se audeat retinene. Quod si fecerit suprascripta diuina damnatione
incurrat, et me apud se retinere non valeat”. La continuidad medieval de estas fórmulas
fue defendida en su día por Beneyto López, J., “Sobre las Fórmulas Visigodas Judas, Da-
tán y Abirón”, BRAH, núm. 101, julio-septiembre de 1932, pp. 191-197. La influencia
en otros ámbitos europeos vecinos, quizás por el empleo de fuentes comunes proceden-
tes en todo caso de la tradición jurídica visigoda, ha sido estudiada por Schwerin, C.,
“Sobre las relaciones entre la fórmulas visigóticas y las andecavenses”, AHDE, núm. 9,
1932, pp. 177-189.
96 Lo destaca Canellas López, A., Diplomática hispano-visigoda, Zaragoza, Institu-
ción Fernando El Católico, 1979, pp. 111 y 112, con los documentos allí mencionados.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 225
Penas espirituales que reconducen a los esquemas que se citarán a continuación: excomu-
nión, anatema, ira de Dios o terror divino, juicio de Dios, maldición divina, fuego eterno,
báratro, compañía del diablo, de judíos, de paganos y de Judas, o ya la personificación de
los incumplimientos en moldes bíblicos como Ananías y Safira, Sodoma y Gomorra, la
lepra de Giezi, Datán, Abirón y nuevamente Judas. Aparece, por ejemplo, en la donación
de Chindasvinto que se conserva en la catedral de Astorga, en Astorga I, núm. 1, 646, p.
53: “Sit anathema in conspectu Domini Patris omnipotentis et in sanctorum angelorum
sit condemnatus et perpetua utlione percusus in conspectu Domini nostri Iesuchristi et
sanctorum apostolorum eius sit etiam in conspectu Sancti Spiritus et Martirum Christi
repetita anathema marenata, id est, duplici perditione damnatus ut de hoc seculo sicut
Datan et Abiron vivus tera continuo absorbeatur laui et tartareas penas cum Iuda Christi
proditore perenni perferat cruciatu et super inferat meae parti que vestre ipsum monaste-
rium duplatum vel triplatum”.
97 Citamos por Concilios visigóticos e hispano-romanos, Barcelona, Madrid, Centro
Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1963.
98 II Concilio de Toledo (año 527). Exposición del obispo de Toledo, Montano, con
referencias a Nadab y Abiud, hijos de Aarón, quienes murieron al ofrecer fuego profano
a Dios (Números 26, 61); Coré, Datán y Abirón, a los que nos referiremos supra; Ocías u
Ozías, muerto de lepra enviada por Yahvé al tratar de ingerirse en cuestiones sacerdotales
226 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
y tratar de dirigir los ritos del Templo, y su hijo Jotam (llamado Ozán en el texto conci-
liar), también mencionados en 2 Crónicas 26, 16-23. Con estas invocaciones se quiere
poner de manifiesto el fracaso al que están abocados todos aquellos que se rebelan contra
los designios divinos, especialmente, contra la atribución a los sacerdotes de sus funcio-
nes características y el intento de usurpación de las mismas por parte del poder secular.
99 III Concilio de Toledo (año 589). Profesión de fe de los obispos, presbíteros y
próceres visigodos: “Si qui autem ab ea recesserint eiusque detraxerint fidei et commu-
nionem respuerint, hii audiant ore divino in die iudicii: Discedite a me maledicti, necio
vos, ite in ignem aeternum qui paratus est diabolo et angelis eius. Sint ergo damnata
in coelo et in terra quaequumque per hanc catholicam fidem damnantur, et sint accepta in
coelo et in terra quaequumque in hanc fidem accipiuntur, regnante domino nostro Iesu
Christo, qui cum Patre et Spiritu Sancto est gloria in secula seculorum. Amen”. IV Con-
cilio de Toledo (año 633), canon 75, para quien infringiese el juramento de fidelidad del
monarca para con su pueblo se prescribe “neque partem iustorum habeas sed cum dia-
bolo et angelis eius aeternis suppliciis condemnetur una cum eis qui eadem coniuratione
nituntur, et par poena perditionis constringat quos in pernicie prava societas copulat”. V
Concilio de Toledo (año 636), canon 3: “…sit a consortio catholicorum privatus et divino
anathemate condemnatus”. VI Concilio de Toledo (año 638), canon 3: “…ergo postquam
ordine promisso ad gubernacula accesserit regni, si ipse temerator extiterit huius promis-
si, sit anatema Maranatha in conspecto sempiterni Dei et pabulum efficiatur ignis aeterni,
simul cum eo damnatione perculsi quiquumque sacerdotum eius implicati fuerit errori”.
XVII Concilio de Toledo (año 694), canon 7: “Si quis igitur hoc pietatis edictum violan-
dum delegerit, infirmandum crediderit aut quoquo pacto temerare intenderit, sit perpetue
anathematis ultione damnatus et a pagina caelesti abrasus, atque cum diabolo eiusque
acrioribus supliciis alligatus”.
100 XIII Concilio de Toledo (año 683), canon 4: “Sit aeterno anathemate fultus et futuri
examinis indicio condemnatus”.
101 XVI Concilio de Toledo (año 693), canon 1.
102 IV Concilio de Toledo (año 633), canon 75: “Et ideo su placet omnibus qui adestis
haec tertio reiterata sentencia, vestrae vocis eam consensu firmate. Ab universo clero vel
populo dictum est: Qui contra hanc nostram definitionem praesumserint anatema Mara-
natha, hoc est perditio in advente Domini sit, et cum Iuda Scarioh partem habeas et ipse
et socii eorum. Amen”. XVI Concilio de Toledo (Año 693), canon 10: “Et ideo si placet
omnibus qui adestis haec tertio reiterata sentencia vestrae vocis eam consenso firmate.
Ab universis Dei sacerdotibus, palatii senioribus, clero vel omni populo dictum est: Qui
contra hanc vestram definitionem venire praesumpserit, sit anatema Maranatha, hoc est,
perditio in adventum Domini et cum Iuda Scarioth partem habeat ipse sociisque suis”.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 227
que los escribanos se verán prestos a emplear con fruición. Con lo cual,
hallamos tres posibles influencias dentro de la obra normativa de un po-
der que se significó de modo claro y rotundo por su cristianismo, por
el furor de la conversión, por la adaptación con arreglo a la mentalidad
cristiana del aparato político y por la aplicación de sus principios a la
totalidad de la legislación. Esas tres influencias serían la propia legisla-
ción regia, de lo que es ejemplo la ley de Ervigio dictada para establecer
aquello que constituiría el credo que los judíos deberían profesar; los
concilios, lugar de donde originariamente manarían aquellas referencias
a la Biblia como texto modélico o ejemplar y las fórmulas visigóticas,
admitiendo que se trata de un formulario supuestamente de comienzos
del siglo VII, el cual aparece como especie de paradigma de la literatura
notarial gótica y cuyos modelos escriturarios bien pudieron pervivir más
adelante en las zonas mozárabes o cristianas. La persistencia del derecho
visigodo y del estilo cultural en aquél encarnado, a través de estos tres
frentes abiertos, se da sin solución de continuidad en las centurias medie-
vales. La religiosidad gótica, plasmada en los ejemplos apuntados, había
sido ya ensalzada por Sánchez-Albornoz, en la ya clásica polémica con
Castro, puesto que ese modo especial de vivir el cristianismo no derivó
del contacto con una nueva espiritualidad, como fue la islámica, sino que
halló raíces anímicas propias que fueron afirmando y magnificando ese
contexto de espiritualidad, enfrentado ahora a las nuevas circunstancias
de las primeras centurias medievales.103
Una base visigótica que se podría ver reforzada por medio de dos
modelos que se sucederán en el tiempo, junto a la presencia constante,
acreditada por las colecciones canónicas y diplomáticas, de la documen-
tación procedente de la Santa Sede y de los sucesivos pontífices es la
normativa de procedencia carolingia, de indudable prestigio en la Europa
occidental y, al mismo tiempo, plenamente imbuida de esta religiosidad
si se quiere amenazadora (aproximadamente en el tránsito del siglo VIII
al siglo IX),104 y la fuerza espiritual revivificante que supone para toda la
103 Véase Sánchez-Albonroz, C., España, un enigma histórico, 6a. ed., Buenos Aires,
Edhasa, 1977, t. I, pp. 241 y ss. Dos son los parámetros bajo los cuales debe de ser exa-
minada esa fe: la pérdida del gusto por la investigación acerca del hombre y del mundo
para centrar la vida bajo el ropaje de la fe, y la teocratización de la sociedad, consagran-
do íntegramente la contextura vital al servicio de la vida ultraterrena.
104 Sobre todo, por motivos que a nadie se le escapan, la normativa de tipo conciliar.
Véase MGH. Concilia Aevi Merovingici. I. En los capitulares apenas se hacen menciones
228 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
como las que hallaremos en los documentos hispánicos, sino que se desprende de su
lectura un sentido mucho más pragmático, con una religiosidad ciertamente existente,
más encubierta, sutil, latente, como se pone de manifiesto en las invocaciones con las
que se inician los textos, plenas de reminiscencias teológicas. Las cláusulas finales sue-
len referirse a penas físicas o pecuniarias, o bien a la pérdida de feudos y beneficios, con
una clara vocación de cumplimiento y de realización de lo ordenado. Hay excepciones
aisladas, referidas a Judas, la separación de la comunión de los cristianos y demás tipo-
logía común. Véase MGH. Capitularia Regum Francorum. I. 131 Capitularia de Iudaeis
(fecha incierta), pp. 258-259; I. Additamenta ad capitularia regum Franciae Orientalis,
131, 823-825, pp. 304-305; 168 (fecha incierta), p. 335; y Ansegisi Abbatis Capitularium
Collectio, pp. 400 y 401. La vinculación carolingia, sobre todo con los condados catala-
nes y con el reino asturiano, sin embargo, no permiten afirmar una influencia decisiva,
sino el desarrollo de una tradición propia dentro de la Península Ibérica. Sí aparecen en
todo instane citas bíblicas para justificar la labor normativa de los monarcas, sobre todo
del Antiguo Testamento, y para legitimar los cambios operados en las tradiciones jurídi-
cas compiladas, lo que demuestra de nuevo el empleo reiterado de la Biblia en todos los
ámbitos posibles.
105 Véase, a modo de síntesis, Díaz y Díaz, M. C., De Isidoro al siglo XI: ocho estudios
sobre la vida literaria peninsular, Barcelona, Ediciones El Albir, 1976; y Antelo Iglesias,
A., “Sobre el magisterio isidoriano en la Alta Edad Media. Notas de historia literaria y
cultural”, Hispania, vol. XXXVIII, núm. 138, 1978, pp. 55-70. Como marco general,
véase García-Villoslada, R. (dir.), La Iglesia en la historia de España. II. 1º, Madrid, La
Editorial Católica, 1982, pp. 64 y ss.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 229
107 Véase León-Dufour, X., Vocabulario de teología bíblica, Barcelona, Herder, 1967,
pp. 745-747. La voz más usual es “Diablo” Diplomática astur, vol. II, núm. 104, 873,
p. 78: “Sit primitus a Domino Jhesu Christo maledictus, et a Christi corpus et sanguine
excomunicatus, et a limine sancte matris ecclesie secuestratus, utrisque in fronte vivens
careat lucernas, demumque cum diabolo et Judas traditore marata anathema factus, cum
demonibus penas eternas sustineat luiturus, amen”. Pero hay cabida para otras voces
análogas: “Demonio”, San Millán, núm. 14, 903, p. 20: “Sit primitus a Domino Jhesu
Christo maledictus, et a Christi corpus et sanguine excomunicatus, et a limine sancte
matris ecclesie sequestratus, utrisque in fronte vivens careat lucernas, demumque cum
diabolo et Judas traditore marata anathema factus, cum demonibus penas eternas susti-
neat luiturus, amen”; “Satán” y “Satanás”, en Ubieto, San Millán, núm. 328, 1063, p.
315: “Cum Satana et Iuda traditore habitator sit inferni, per omnia secula, amen”; Irache,
núm. 30, 1064, p. 41: “Mitatur cum Iuda traditore et satelitibus Satane in flumis inferni in
seculis sempiternis”; núm. 42, 1068, p. 57: “Mittatur cum Iuda traditore et satellibus sa-
thellitibus Sathane in orendis claustris tetri abissi in seculis sempiternis”; núm. 49, 1072,
p. 65: “Et ligetur cum Satan in artissimis uinculis inferni in seculis sempiternis, amen”;
núm. 57, 1076, p. 76: “Mittatur cum Iuda traditore et angeli Sathane inenarrabilibus fla-
mis, tetri abissi in seculis sempiternis”; núm. 80, 1100, p. 103: “Et ligetur cum Satan in
orrendis claustris inferni profundi, amen”; y núm. 208, 1187, p. 225: “Et in eternum cum
Satana et angelis eius habeat porcionem”; Urraca, núm. 84, 1116, p. 486: “Et cum Iuda
Domini traditore dimissus, et habeat communionem cum Sathana et cum angelis eius”;
San Vicente Oviedo, núm. 197, 1141, p. 188: “Et cum sathana et angelis eius in infernum
perhenne deputatus”; núm. 203, 1144, p. 193: “Et cum Sathana trusus in inferno, luat
penas pro illato dampno”; núm. 240, 1155, p. 230: “Sit maledictus et excomunicatus
cum Sathan et cumplicibis eius eternis ignibus cruciandus”; núm. 248, 1158, p. 238:
“Et sit sors eius cum Sathana et habitatoribus inferni et cum Juda Domini proditore”;
núm. 250, 1158, p. 241: “Luatque penas cum satana eiusque conplicibus eterna morte”;
y núm. 263, 1155, p. 252: “Sit maledictus et excomunicatus, cum Satan et conplicibus
eius eternis ignibus cruciandus”; Lacarra, J. M. y Vázquez de Parga, L., “Fueros leone-
ses inéditos”, AHDE, núm. 6, 1929. Fuero de Ríoseco, núm. 4, 1222, p. 436: “Et cum
Sathana in perpetuum damnatus”; “Belzebú”, Leire, núm. 88, 1071, p. 137: “Si quis uero
ex meis succesoribus, aliqua magna aut minima persona, inquietare uoluerit te super hoc
meum concessum, primitus in hac uita binas careat lucernas et postea non euadat auerni
penas, set cum belzebub in regno eius sit habitans, amen”; Alfonso I Aragón, núm. 96,
1120, p. 153: “Et anathematizatus cum Iuda traditore habeat in inferno mansionem, cum
Belzebub participacionem per infinita secula seculorum, amen”; o la variante más exótica
“Behelzebut”, La Rioja, núm. 86, 1126, p. 149: “Si quis autem temerator presumptuosus
accesserit et hanc carte seriem infringere uel perturbare ausus fuerit, in primir lumine
careat oculorum, deinde iram incurrat Dei et Sancte Marie, post mortem quoque habeat
Iudam Scarihot traditorem consortem et Behelzebut consolatorem”; “Natanael”, Saha-
gún II, núm. 400, 1013, p. 45: “Et qui miserit in hista cartula aliquid que non licet sedeat
ille condemnatus et cum Iuda confirmatus et cum Natanael uel socii eius”; y núm. 458,
1040, p. 118: “Sedeat ille condemnatus et cum Iuda confirmatus et Natanael uel sociis
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 231
eius et cum Dadan et Abiron qui propter sua xelura terra uibos obsorbuit”; Entrepeñas /
Escalada, núm. 20, 1135, p. 70: “Inprimis sit maledictus et cum Nathanahel sociatus et
cum Iuda traditore anathematizatus”. Existen errores de los propios copistas que hacen,
a modo de ejemplo, llamar al diablo “Zabulo”, como en en Sahagún I, núm. 114, 949, p.
149: “Et cum nequissimi zabulorum principe eternis penis trudentus et in corpore vivente
lumine et oculorum careat visione et non cum electis sed cum reprobis perpetuam abeat
mansione”; Liébana, núm. 55, 952, p. 67: “Et non habeat potestatem cum ecclesia sancta,
sed cum Zabulo descendant in pena, et insuper persoluat ecclesie uestre auri libras tres
et insuper ante tribunal Domini mecum asserat, et hec paginola firmis permaneat”; San
Millán, núm. 62, 984, p. 73: “Et cum Zabulo in gehenna perpetim penas luat”; núm. 67,
996, p. 77: “Demumque in inferno inferiori eternas cum zabulo sustineat penas, amen”;
núm. 68, 992, p. 78: “Cum zabulo et eius ministris et cum Juda Scarioth eternas luat pe-
nas perpetualiter in inferno inferiori”, y núm. 87, 1020, p. 100: “Et cum zabulo in gehenna
perpetuas luat penas, amen”; Sancho el Mayor, apéndice II, núm. 58, 1031, p. 385: “Et in
prefati vinas careat lucernas atque in eternum baratri antra dimersus penas sustineat cum
Zabulo lugiturus”, y apéndice III, núm. 211, 1054, p. 452: “Si quis autem hoc meum fac-
tum disrrumpere uoluerit, siue rex uel princeps, sine miles, seruus uel liber, propinquus
uel extraneus, carentibus bonis, utentibus malis, de Christo dampnatus, a diabolo nexus,
regnum cum zabulo et cum sociis ejus in ereui antro. Amen”; La Rioja, núm. 9, 1047, p.
37: “Istud factum, si aliquis homo siue ex nobilibus siue ignobilibus corrumpere uoluerit
ob suam superbiam, maledictus a fidelibus, extraneatus a proienie eius, carentibus bonis,
utentibus malis, a Christo dampnatus, a diablo uinculatus, regnet cum illo Zabulo de suis
stipatus sociis in Ereui antro. Amen”, y núm. 19, 1060, p. 65: “Et cum Zabulo sit ignibus
eternis consumandus, amen”; Alfonso VI, núm. 1, 1067, p. 4: “Sed penas eternas cum
Iuda, Domini traditores, orribiliter semper lugeat cum Zabulo in inferni baratro”; Santa
María La Real Nájera, núm. 18, 1074, p. 36: “Et cum Zabulo sit ignibus eternis con-
summandus, amen”. Error que se reproduce en algunos documentos pertenecientes a los
mismos corpora documentales, lo que incide en la labor muchas veces mecánica que
los copistas, meros amanuenses, reproductores que no creadores de textos, desarrollaban.
Es factible asimismo que el error sea intencionado y no se trata realmente de ningún de-
fecto del copista, de creer a Robert Graves y a Raphael Patai, es decir, que la expresión
mencionada sea una derivación de la deidad ugarítica “Baal-Zebub” o “Zebul” (de donde
Belcebú), consultada por el rey Ocozías en Ecrón (2 Reyes 1, 2 y siguientes) y siglos
después los galileos acusarán a Jesús de tener tratos con ese “príncipe de los demonios”.
Cfr. Graves, R. y Patai, R., Los mitos hebreos, Madrid, Alianza Editorial, 2004, p. 10.
232 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
tan importante es Dios como el diablo en tanto este segundo sirve para
reforzar las cualidades de Aquél. Dios y el diablo se oponen en todas
las cualidades, en todos los ámbitos, y luchan por la dominación de los
cielos y de la tierra, asistiendo el hombre, como convidado de piedra,
a esa pugna de dimensiones milenarias, si bien es aquél el bocado más
apetecido, el objeto último de las luchas entre los dos poderes, el botín
deseado, lo que se pone de manifiesto a lo largo de la vida de la criatura
y, sobre todo, en el momento crepuscular de su muerte.108
Ambos se necesitan porque el combate entre el bien y el mal es lo que
caracteriza la historia de la humanidad y son los representantes egregios
de cada una de esas posiciones respectivas los que identifican lo bueno
absoluto y lo malo absoluto. Nuevamente afloran los ecos de Agustín de
Hipona. Dios se identifica, ya lo hemos visto, con el derecho y con la jus-
ticia. El diablo se opone, por tanto, a esta identificación: es la injusticia,
es el error, es la ausencia de juridicidad. No sorprende, pues, que el que
incumpla algún mandato jurídico, dice un documento del monasterio de
Sahagun, “non habeat parte in lege Domini”.109 El pecado del diablo es el
más grave dentro del catálogo de pecados capitales: su soberbia lo llevó
108 En este sentido, la aparición del diablo, dice Le Goff, adopta dos formas clásicas: el
seductor, con apariencias engañadoras y atrayentes, y el perseguidor, ahora con su aspec-
to más terrorífico, dirigido en ambos casos al hombre, objeto real de la disputa que suele
tener como escenario su propia muerte, momento de la suprema tentación. Satán, por un
lado, y San Miguel, por el otro, lugarteniente de Dios (para eludir la visión maniquea)
tratan de llevarse el alma del difunto a sus respectivos dominios. Cfr. Le Goff, J., La civi-
lización del Occidente medieval, cit., nota 5, pp. 226 y 227. A mayor abundamiento sobre
las representaciones del diablo, véase voz “Teufel”, Lexikon für Theologie und Kirche,
2a. ed., Friburgo, Herder, 1965, t. X, pp. 1-5; voz “Gott”, Lexikon des Mittelalters, cit.,
nota 88, t. IV, cols. 1.581-1.583; y voz “Teufel”, en ibidem, t. VIII, cols. 578-591; Le
Goff, J. y Schmitt, J. C. (eds.), Diccionario razonado del Occidente medieval, Madrid,
Akal, 2003, voz “Diablo”, pp. 212-220; y voz “Dios”, pp. 221-231; y Seibt, F., La funda-
ción de Europa. Informe provisional sobre los últimos mil años, Barcelona, Paidós, 2004,
pp. 301-306.
109 Sahagún II, núm. 712, 1072, p. 437. Más casos en Gradefes, núm. 40, 1137, p. 61:
“Et sit scomunicatus a fide et a lege Christi xeparatus non abeat parte cum Deus protec-
tore set cum Iudas proditore in eterna dampnacione, amen”; núm. 68, 1151, p. 95: “In
primis sedeat excomunicatus et a lege Dei segregatus et cum Iuda in inferno damnatus”;
y núm. 86, 1151-1157, p. 118: “Sit excomunicatus a fide et a lege Christi separatus”;
Sahagún IV, núm. 1.311, 1151, p. 230: “Et si aliquis homo, tam de propinquis quam de
extraneis, quisquis ille fuerit qui talia comiderit et nostrum scriptum frangere quesierit,
imprimis sedeat excomunicatus et ad lege Dei segregatus et cum Iuda traditore in inferno
dampnatus”.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 233
p. 39: “Et in futuro seculo cum Iuda, Christi domini sui traditore, et cum persequutoribus
sanctorum martirum et cum Datan et Abiron sciat se interpellantibus sanctis submer-
surum et arsurum in mansionibus et flammis inferni inferioris”; o su heredad estará en el
infierno, como en Irache, núm. 5, 1032, p. 9: “Et si aliquis ex meis filiis aut nepotibus uel
pronepotibus aut extraneis conatus fuerit corrumpere hoc nostrum factum, careat binis
lucernis, demumque anathematizatus ab ecclesia catholica, utatur habitatione tetri bara-
tri, amen”.
114 Diplomática astur, vol. I, núm. 51, 846, p. 237: “Et sit extraneus de hoc testamento
et de regno Dei, et sit anatema marenata in conspectu Dei Patris omnipotentis et in ignem
eternum perpetuat penas luat”.
115 Diplomática astur, vol. I, núm. 50, 844, p. 226: “Quod si quis ex genere nostro, uel
aliorum, ad hoc nostrum testamentum uiolandum ueneri, uel ad implendum non adiuue-
rint, quisquis ille fuerit, clericus uel laicus, in inferno cum Iuda traditore et Datam et Abi-
ron quos terras uiuos absorbuit dampnetur in perpetuum, et filii eius fiant orfani et uxor
eius uidua, et regnum eius temporale accipiat alter et a comunione corpore et sanguinis
Christi fiat alienus, eterni uero regni participatione priuetur pereeniter”.
116 Carbajal, núm. 20, 1151, p. 80: “Et non habeat parte in regno Christi et Dei”.
117 Sobrado I, núm. 376, 1227, p. 355: “Et perdat hereditatem in Paradiso”; y en núms.
377, 378, 379, 380 y 381.
118 Irache, núm. 80, 1100, p. 103.
119 En muy contadas ocasiones se le da un nombre característico a ese no sujeto. Por
ejemplo, en Sahagún IV, núm. 1.290, 1146, p. 197, se le llama “usurpador”: “Vsurpator,
236 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
sane, pro damno quod inferre temptauit, soluat in duplo quod inquietauit in simili loco et
insuper det uobis quinque auri libras et regi totidem”.
120 Véase Le Goff, J. y Schmitt, J. C., (eds.), Diccionario razonado del Occidente
medieval, cit., nota 108, voz “Más Allá”, pp. 497-505.
121 “Báratro”, entendido en el lenguaje culto de la época, como “terre fossa, vorago
profundum spacus fobea in infernum”, tal y como se desprende de García de Diego, E.,
Glosarios latinos del Monasterio de Silos (Murcia, Universidad de Murcia-Tipografía
Sucesores de Nogués, 1933), voz “Baratrum”, p. 54. Término similar es “Ereuum”, p.
144, al que se refiere llanamente como “profundum infernum”, que se recoge en algunos
documentos infra. Silos es centro focal de cultura y por ese motivo el glosario empleado
es la expresión de lo que la elevación cultural del momento, la inteligencia, entendía por
tales vocablos. Ejemplos varios y plurales en S. Pedro Montes, núm. 1, 892, p. 79: “Qui
ille fierit qui talia commiserit, trudcidatus et multatus judicio divino mereatur eternum
baratrum et cum Juda Domini proditore lugeat penas in eterna dampnatione”; Sahagún
I, núm. 8, 905, p. 31: “Postque picea non evadat baratri pena” La Rioja, núm. 1, 923, p.
18: “Sed in secula seculorum baratri antra dimersus penas eternas sustineat luiturus”;
núm. 2, 972, p. 20: “Et in secula seculorum baratri antra dimersus penas eternas sustineat
luiturus”; y núm. 3, 972, p. 22: “Et in secula seculorum baratri antra demersus, penas
eternas sustineat luiturus”; Albelda-Logroño, núm. 1, 924, p. 22: “Sed in secula secu-
lurum baratri antra dimersus penas eternas sustineat luiturus”; y núm. 6, 1058, p. 28: “E
celicolis semotus in ima tetri baratri maneat retrusus perpetue”; Prieto, A., “Documentos
referentes al orden judicial del Monasterio de Sahagún”, AHDE, núm. 45, 1975, núm. 4,
945, p. 492: “Siquis tamen aliquis homo contra hanc scripturam agnitionis & confirmatio-
nis aussu temerario venire niterit & hec agnitione aut ipsa prima Cartula cum testamento
Domino Ranemiri infringere conaverit vibus suis à fronte careat lucernis postque picea
non evadat baratri pena”; Sobrado I, núm. 8, 964, p. 40: “Et cum sceleratis baratra di-
mersus”; y núm. 44, 947, p. 78: “Et postea cum sceleratis penas luat tartareas, ba-
ratro dimersus, et cum Iuda Christi traditore partem accipiat in eterna damnatione”;
Entrepeñas / Escalada, núm. 1, 940, p. 47: “A fronte ambobus careat lucernis postque
picea non euadat baratri penam, set eum impiis et iniquis lugeat perpetim”; San Cugat I,
núm. 211, 987, p. 177: “Et iram Domini incurrat et post istum seculum locum exustionis
Baratri decrepitantibus eterni flammis possideat inrevocabili ergastulo”; núm. 217, 988,
p. 183: “Et cum Iuda Scariotheno pseudo tamen apostolo in celidrolo belvalisque Baratro
distragicam partem perfruat, et in resurrectione secunda condempnatus resurgat”; y núm.
223, 988, p. 189: “Et cum Iuda Scariotheno, pseudo apostolo, inter crepitantibus Baratri
flaminibus, efficiantur paribus, et in resurreccione secunda existat heredibus”; Tumbo A
Santiago, núm. 61, 1019, p. 177: “Et sit pabulum gehenna in baratro ignis eterni”; Ar-
lanza, núm. 38, 1042, p. 82: “Set cum Juda traditore baratrique inferno inferiori, amen”;
y núms. 39, 40, 41, 45 y 48, en idéntico sentido; núm. 86, 1100, p. 164: “Sedeat exco-
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 237
municatus et condemnatus a catholica fide et non abeat parte cum Christo Redemptore,
set cum Juda Domini proditore lugeat pena baratrique inferno inferiori, amen”; y núm.
92, 1122, p. 172: “In primis ira Dei veniat super eum, et non habeat partem cum Christo
Redemptore sed cum Juda Domini proditore lugeat pena baratrique in inferno inferiori,
amen”; Cardeña, núms. 6, 66, 76, 116 y 260. La otra referencia a la que hacemos men-
ción, igualmente de influencia griega, es la que alude al Tártaro o a las penas “tartáreas”.
Se trata del lugar donde, de acuerdo con la mitología grecorromana, sufrían tormento
los gigantes enemigos de los dioses que habían sido castigados por Zeus. Virgilio en la
Eneida describe ese doble más allá situado bajo tierra: tras descender por un vestíbulo y
atravesar el campo de los muertos que no han recibido sepultura, se cruza la laguna Esti-
gia, que da paso a una bifurcación: el Tártaro, poblado de gemidos y ruidos estrepitosos,
y los Campos Elíseos, con praderas llenas de luz. Véase la voz “Tartarus”, en Der Neue
Pauly Enzyclopädie der Antike, Stuttgart, Weimar, Metzler, 2002, vol. XII, núm. 1, cols.
38 y 39. La presencia en la Biblia se reduce a una sola cita en la segunda Epístola de Pe-
dro 2, 4. “Si enim Deus angelis peccantibus non pepercit, sed rudentibus inferni detractos
in tartarum tradidit cruciandos, in judicium reservari”. Se trata ahora del lugar que espera
a los malvados, donde se hallarán con los ángeles que secundaron a Satán, entregados a
los abismos de las tinieblas para que fuesen custodiados hasta el día del Juicio Final. Por
ejemplo, en León I, núm. 24, 909, p. 40: “Siquis ausu temerario ad inrumpendum uenerit,
et hanc kartam infringere conauerit, uiuens suis a fronte kareat luminibus, ignibusque
ultricibus cremetur cum opibus suis, atque in diem examinis cum tartareis lugeat penis,
et insuper inferat uobis auri libra una, perpetim abitura”; Ramiro II, núm. 47, 943, p. 642:
“In primis sit segregatus a corpus et sanguine Domini nostri Ihesu Christi et cum sceleratis
penas luet tartareas baratro dimersus, et hunc factum nostrum in cunctis obtineat firmitatis
roborem”; Ordoño III, núm. 7, 952, pp. 254-255: “Imprimis yactus illum terre, confusus
et excomunicaus absorbeatur cunctis penis, orribilior illum conterat pena et picea, sulforea
igneaque excipiatur tartara, illo loco detemtus ubi misericordia queritur et non inuenitur,
ubi amara mors mortis succedit que deuetur Iude, Domini traditores et diabulo et angelis
suis”; López Ferreiro, Historia, vol. I. apéndices, núm. 63, 952, p. 150: “Et cum sceleratis
pennas luat tartareas numquam finiendas et cum Iuda Domini traditore partem accipiat
in eterna dampnatione”; S. Pedro Montes, núm. 6, 918, p. 89: “Et tharthareas penas cum
Judas Christi traditore perhenni perferat cruciatu”; y núm. 49, 1091, p. 134: “Postremo
autem puniatur in tartaris cum Juda traditore Domini”; Alfonso V, Documentos judi-
ciales, núm. 7, 1017, p. 242: “Sit anatematus in conspectu Dei Patris omnipotentis, et
Sanctorum Apostolorum eius sit condemnatus et perpetua ultione percussus, sit etiam in
conspectu Sanctorum martirum et Sancti Spiritus et Christi perpetua anathema marenata,
id est duplici perdiccione damnatus, ut de hoc seculo sicut Datan et Abiron quibus con-
tinuo absorbeatur iatu et Tartareo penas cum Iude Christi traditore perenniter cruciatus,
et insupere inferat uel inferamus ad domno, cuius fuerint, ipsos homines duplatos et post
partem regis mille solidos de auro et ipse monasterio firmiter habeat roborem”; Sobrado
II, núm. 245, 1189, p. 248: “Et cum Iuda Domini traditore in tartaro condempnatus”. El
“Tartarus” aparece conceptuado en los Glosarios latinos del Monasterio de Silos, p. 412,
como “locus aput inferos tenebris confusus, ubi impiorum anime detruduntur”, custodia-
do por un “tartareum custodem”, el “canentri cerbereum”.
238 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
122 Celanova II, núm. 199, 986, p. 217: “Inprimis sit segregatus a conuentu uel cetu
sancte Eclesie catholice et priuatus a corpore et sanguine Domini Ihesu Christi, et multa-
tus anathema marenata, presenti seculo carens amborum lumina, a capite uerticis usque
ad plantam pedis percussus lepre ulceribus scaturiens, uermibus examen ebulliens uita
carens, mortem et tenebras et dampna exitia inueniens, cum Iuda Domini proditore in
stagnum ignis et sulfuris proiectus, tartari baratro similem cum abominatis a Domino
condempnatis luat penas in eterna dampnatione ubi est uermis uiuens et nunquam mo-
riendus”.
123 Celanova I, núm. 52, 936, p. 124: “Et in perpetua confusione dimersus, separetur
a sanctorum consortio, et sortiatur auerni caligo ut peniteat se impie egisse”; Cardeña,
núm. 51, 945, p. 83: “Aliquis homo uos inquietare ausus fuerit, sit confusus et maledictus
a Domino, et in hoc seculo fulmen celicus deuoret illum. Amen”; Irache, núm. 7, 1042,
p. 11: “Si quis autem hoc decretum dirumpere temptauerit, filiorum aut propinquorum
meorum, sit anathema maranatha et cum Datan et Abiron habeat partem in Auerni ba-
ratro”; núm. 13, 1054, p. 19: “Si quis autem hoc meum factum dirumpere uoluerit, siue
rex uel princeps, siue miles, seruus uel liber, propinquus uel extraneus, carentibus bonis,
utentibus malis, de Christo dampnatus, a diabolo nexus, regnet cum zabulo et cum sociis
eius in Ereui antro, amen”; y núm. 14, 1055, p. 20: “Si quis homo uoluerit hoc factum
dirumpere quod ego feci, dirumpatur ilia eius et uiuus dimergatur in inferno, ac extranea-
tus a fidelibus animabus cum zabulo habitet in profundo Ereui, amen”; Leire, núm. 35,
1044, p. 67: “Primitus careat hoc in euo binas lucernas, postque non euadat auerni pe-
nas, et hanc scripturam firmem et sinceram permaneat”; Urraca, núm. 76, 1116, p. 474:
“Quod si aliquis suadente sibi nequitia antiqui hostis uoluerit obuius consurgere aduersus
hunc legitimum titulum testamenti nostra sponte factum et non in laco penituerit, gladio
anathematis feriatur, cum Datan et Abiron, quos pro suis sceleribus uiuos terra obsoruit,
deglutiatur, et cum Iuda Domini proditore, in terra Stigiam sulfurcis cathenis religetur”.
124 Diplomática astur, vol. II, núm. 189, 907, p. 358: “Et hunc uotum nostrum infrin-
gere temptauerit sit reus ad corpus et sanguinis Domini nostri Ihessu Christi et in perpe-
tuo cum transcessoribus picea optineat gehenna, et in futuro non euadat baratri pena”; y
núm. 192, 908, p. 368: “Omnia sit anathema marenata in conspectu Dei patris omnipo-
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 239
tentis ut non eum recipiat sancta eclesia sit a regione uiuorum auferatur eius memoria et
anima illius in inferorum baratro cum Iuda… dimersus geenna”; Arlanza, núm. 7, 929,
p. 25: “Post que picea baratrique gehenna sit mancipandus”; San Millán, núm. 35, 945,
p. 44: “Cum Judas inferni gehenna”; núm. 36, 945, p. 45: “Set cum Juda in inferno luat
gehennam”; Ramiro II, núm. 89, 974, p. 677: “In primis uiuens suis amborum a fronte
careat lucernis, ignibusque ultricibus cremetur cum opibus suis atque in diem exanimis
cum tartareis lugeat penis, et cum Iuda Christi traditore permaneat, in picea gehenna per-
henniter cruciaturum in eterna dampnatione”; San Vicente de Oviedo, núm. 172, 1131, p.
166: “Cum Juda traditore et ipsius consimilibus perpetuis gehenne ignibus cruciandus”;
Eslonza, núm. 108, 1186, p. 173: “Sepultus cum Iuda Scariote in gehenna”; Palencia,
núm. 134, 1213, p. 265: “Et cum Iuda, Domini proditore, in inferno penas sustineat ge-
hennales”. Otros testimonios en Sahagún I, núms. 93, 97, 98 y 99.
125 Véase Léxico hispánico primitivo (siglos VIII al XII), Seco, Manuel (ed.), Madrid,
Espasa, Fundación Ramón Menéndez Pidal, Rela Academia Española, 2003, p. 281.
126 Cierta tradición rabínica habla de la existencia de siete tierras. Arqa, la quinta tie-
rra, contiene la Gehenna y sus siete estratos, cada uno de ellos con sus almacenes de
oscuridad. El más elevado es el Seol, y debajo del mismo se encuentran otros llamados
Perdición, Sentina, Silencio, Puertas de la Muerte y Puertas del Valle Tenebroso. El fuego
de cada uno de esos estratos es sesenta veces más violento que el del inmediatamente
inferior. Véase Graves, R., y Patai, R., Los mitos hebreos, cit., nota 107, pp. 38-45.
127 Así, en Tumbo A Santiago, núms. 127, 131, 132, 133, 134, 135, 136, 137, 139 y 140.
128 Leire, núm. 314, 1141, p. 412.
240 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
129 San Cugat I, núm. 216, 988, p. 181: “Et post ista vita locum et societatem teneat
cum Iuda pseudo apostolo”.
130 Sobrado I, núm. 48, 994, p. 82: “Et particeps fiat cum Iuda traditore, qui redempto-
rem mundi tradidit”.
131 Sahagún I, núm. 128, 950, p. 165: “Et cum Christi proditore perpetim mancipatus”;
núm. 130, 951, p. 168: “Et Christi proditore in penis eternis mancipatus”; Sobrado I,
núm. 3, 952, p. 28: “Quod si aliquis homo de magnis uel infimis ad hunc nostrum uotum
infringere ausus uenerit, primitus a sinu matris ecclesie existat seclusus et eternis in penis
perpetim mancipatus, ultimi examinationis diei non cum electis in gaudia eterna habeat
portionem, set locum tetrum cum Christi proditore ad perpetim cruciandum ueniat illi in
sortem”; Sahagún II, núm. 430, 1032, p. 84: “Et in die illa cum Domini proditore luat
penas in eterna dampnacione”.
132 Sahagún II, núm. 547, 1051, p. 239: “Et in trepidanda Domini die cum Iuda magis-
tri proditore perferat penas in eterna damnatione”. Cabe el empleo de las dos expresiones,
Señor y Maestro, para referirse a Jesucristo, en Sahagún IV, núm. 1.256, 1136, p. 150:
“Et in inferno cum Iuda proditore, qui Dominum et Magistrum suum tradidit perpetue
dampnationi subiectus”; o López Ferreiro, Historia, t. IV, apéndices, núm. 9, 1140, p.
31: “Sit maledictus et ab ecclesia excommunicatus et cum Iuda sui Domini et Magistri
proditore in inferno damnatus”.
133 Serós, núm. 2, 1058, p. 13: “Et cum Iuda traditore qui osculo tradidit Filium homi-
nis, et aliis persecutoribus inimicis Christi, in inferno inferiori, per secula cuncta, amen,
amen, amen”.
134 Condes de Castilla, núm. 32, 964, p. 280: “Et si aliquis homo, hanc donationem
meam, reges uel potestas aut uniuersus populus contrarius uenerit, sit a Domino male-
dictus, et cum iuda qui Dominum uendidit, abeat portionem in inferno inferiori, amen. Et
inferat ad dominus terre quingentas libras aureas”.
135 La conducta de Judas es narrada por Mateo (Anuncio de la traición 26, 20-25;
prendimiento, 26, 47-56), Marcos (14, 10-11; 14, 17-21; y 14, 43-52), Lucas (22, 1-6; 22,
21-23; y 22, 47-53), y Juan (13, 21-30; y 18, 1-11). Es precisamente la referencia a Judas
la que hace nacer, en el vocabulario medieval, la voz “traición” como sinónimo de infi-
delidad, dado que la conducta de Judas es una entrega (traditio) que oculta realmente una
suprema perversión de la fidelidad debida. Idea intuida por Grassotti, H., “La ira regia
en León y Castilla”, CHE, núms. 41 y 42, 1965, p. 123: “¿Se formaría la idea traditio =
traición como resultado del surgir y del arraigar de la idea de que la entrega por Judas de
Nuestro Señor fue una traición en el sentido medieval y moderno del vocablo?”; y refren-
dada y confirmada por Iglesia Ferreirós, A., Historia de la traición, cit., nota 94, p. 95:
“Tenemos así que los traidores medievales —proditores-traditores en las fuentes latinas—,
se equiparan a Judas, el primero de ellos, por haber entregado a Jesús. Pero al convertirse
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 241
Judas en el primer traidor —proditor-traditor—, deja de ser aquel que entrega, para con-
vertirse en el infiel, en el prototipo de los infieles, que ha entregado al Señor”.
136 Muñoz Romero, Colección, Fueros y privilegios de la villa de Alquézar, 1069,
p. 249.
137 Santa María La Real Nájera, núm. 25, 1085, p. 46: “Sane, quod minime credo,
qui contra hoc hunc meum factum ad disrumpendum venerit, quisquis fuerit qui talia co-
misserit, sit ille Deo reus et a comunione extraneus et a cetu christianorum et angelorum
privetur et cum Iuda Scarioth pro evo infinito cruciandus, oro damna secularia inferat
ipsius ecclesie quantum auferre voluerit in duplo et parti regia auri libras quingentas
binas, stante et permanente hec series per secula cuncta”; Alfonso VI, núm. 5, 1068, p.
13: “Extraneus fiat a sinu matris Ecclesie et locum penitentie non inueniat, sed Domini
proditorem Iudam teneat sociatum per euo infinito”, y núm. 190, 1107, p. 487: “Sane,
si quilibet potestas, imperator, rex, comes, dux, aut ego seu quelibet persona, contra hoc
nostrum scriptum legitime factum atque confirmatum temptando uenerit uel uenero, sit
maledictus et excomunicatus et cum Iuda, Domini traditori, tenebrosis inferni karceribus
non reuersurus tradatur”.
138 Santo Domingo de la Calzada, núm. 1, 1120, pp. 9 y 10: “Et cum Iuda traditore in
inferno in perpetuum laboret, ploret et suspiret”.
242 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
materiales, sino incluso para los que simplemente intenten esta infrac-
ción, lo cual implica una rigurosidad que manifiesta la importancia dada
a lo que se ha escrito, a lo que se ha pactado. El simple pensamiento pue-
de determinar ya la reacción del derecho frente al que sencillamente idea
o pergeña el desconocimiento del mismo. El simple “inquietare voluerit”
al que alude la carta de población de Agramunt,141 o la tipificación de
comportamientos materiales de claro enfrentamiento con el orden jurídi-
co creado, “tradere, vel frangere, vel disrumpere”,142 “perturbare, disrum-
pere, diminuere vel convellere”,143 o simplemente anichilare, aniquilar,
exterminar lo dispuesto,144 engloban la totalidad de conductas, a veces
simples pensamientos, que quedan bajo el absoluto control de un Dios
que todo lo sabe y todo lo puede, que penetra, por tanto, en la cabeza y
en lo más recóndito del cerebro humano para conocer en profundidad sus
deseos. Ocasionalmente, se tipifica ese deseo de incumplimiento como
si de una rebelión se tratase. El derecho busca la firmeza y persigue la
estabilidad. Su orden lógico es, por tanto, el cumplimiento, nunca la in-
voluerit his meis factis, aut quemlibet homo venerit ad inrumpendum supranominatum
terminum, et blasfemaverit his meis datis, aut contendere terris, vel vineis, seu lignarum,
arbuscolis, aut etiam molinis cum suis productilibus aquis, aut vero mittere voluerit alius
foris suprataxatis…”, en Muñoz Romero, Colección, p. 36. Y Alfonso VI con los Fueros
de Sahagún en 1084: “Si vero quod non spero aliquis de mea progenie vel extranea fuerit
prosapia, qui has leges et foros secundum quod resonat in titulo capitulo primo date per
vim per fraudem confundere voluerit Rex, vel Imperator, aut Regina, Pontifex infolatus
clericus vel monachus ordinatus, consul, aut Princeps, armatus vir aut femina qui hoc
tentaverit, non habeat sors cum Deo neque Sanctis eius, excomunicatus et maledictus
existat, et non habeat partem in Christi redemptione, et duobus á fronte careat luminibus,
et cum Juda traditore in infernalibus ignibus”, en ibidem, p. 305. La extensión abarca
asimismo los diferentes cuadros de la Iglesia, como en Liébana, núm. 45, 941, p. 54: “Si
quis aliquis ex meis propinquis uel extraneis uel potestas, seu aliqua rogita supositaque
persona, hoc stilo comtempserit et inrumpere uoluerit, in primis segregatus sit a comu-
nione Christi et non abeat potestatem comorandi uel orandi in ecclesie sancta, set cum
diabolo descendat in pena, siue episcopus, siue presbiter, abba, comes, laycus seu ex
infimo gradu aliquis auulsus fiat a uera mater ecclesia”.
141 Muñoz Romero, Colección, Carta de población de Agramunt otorgado por Armen-
gol y Dulcia, condes de Urgell, 1113, p. 402.
142 Muñoz Romero, Colección, Fueros y privilegios del monasterio de Cillaperil,
1110, p. 399.
143 Santo Domingo de la Calzada, núm. 10, 1134, p. 18.
144 Lacarra, J. M., “Documentos para la historia de las instituciones navarras”, AHDE,
núm. 11, 1934. Privilegios concedidos por Sancho el Sabio al monasterio de La Oliva.
5, 1157, p. 491: “Si quis uero hoc meum donum dirrumpere uel adnichilare uoluerit, sit
maledictus et excomunicatus sicut Iudas qui tradidit Christum”.
244 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
145 León IV, núm. 1.279, 1093, p. 588: “Nos uero desuper nominati super hoc factum
facimus pactum et firmissimam stabilitatem, quod si aliquis ex nobis aut ex progenie uel
ex consanguinitate nostra hoc factum firmamenti quod inter nos posuimus et firmauimus
aduersum uso uel successores uestros insurrexerimus uel surrexerint, ut confringatur et si
ne emendare noluerit, quisquis ille fuerit qui talia comiserit, habeat maledictionem patris
et matris et sit exconmunicatus ab ipso episcopo qui cathedram Legionensem rexerit, et
insuper pariat episcopo uel eius successoribus D solidos argenti purissimi, et tripplet uel
dupplet quod calumpniauerit, et hec nostra series testamenti firmissima permaneat euo
perhenni et secula cuncta, amen”.
146 Albelda-Logroño, núm. 1, 924, p. 21: “Si quis tamen ex nostris succesoribus hanc
nostram conauerit conuellere deuotionem quia instintu diaboli minime fieret esse cum
ipsis impiis atque incredulis quos supra memorauimus perpetuam hic et in eternum opti-
neat diram dampnationem et sic nostrum uotum diutissime sancitum et onconuulsum per-
maneat” y Carracedo, núm. 3, 995, p. 27: “Si quia ausu temerario hunc factum nostrum
in quacumque temporibus infringere voluerit tam regia potestas quam etiam populorum
universitas temptationis diabilicas nunquema ab eo discendat et cum Juda, Domine tradi-
tore, percipiat ultionem in aeterna damnatione”.
147 Muñoz Romero, Colección, Fueros y privilegios del monasterio de San Juan de la
Peña, 1090, p. 326.
148 Zaragoza, núm. 18, 1175, p. 104: “Et sicut suprascriptum est sit firmum et stabile
per bonam fidem sine ingenio inter nos et posteros nostros per secula cuncta”.
149 La cesión de una iglesia por parte del abad de San Vicente de Oviedo es calificada
por el redactor como “hoc benignitatis et pietatis opus”, en San Vicente Oviedo, núm.
235, 1154, p. 226.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 245
156 Sahagún I, núm. 351, 996, p. 424: “Descenda super eum guditius macni Dei et
iram furoris Domini et indignatio Altisimi Salbatoris et a diem iuditium non venia set ad
sanctum sacro comunionem esgomunigatus permanea in eterna damnatione”.
157 Véase Jacob, E., Teología del Antiguo Testamento, Madrid, Marova, 1969, pp. 111-113.
158 León III, núm. 548, 991, p. 52: “Tunc ueniat super eum maledictio et detestatio
quam scripsa est in libro Moisi, serbi dei”, y núm. 550, 991, p. 58, con idéntica expresión;
San Vicente Oviedo, núm. 209, 1145, p. 199: “Si aliquis ex progenie nostra vel extranea
hoc testamentum nostrum infringere voluerit iram Dei omnipotentis incurrat, anathemati
perpetuo subiaceat, maledictiones que in libro Moysi servi Dei maledictis dantur ha-
beat”; Diplomática astur, vol. I, núm. 10, 780, p. 74: “Si aliquis ex progenie nostra vel
extranea, hoc testamentum nostrum infringere vouerit, iram Dei omnipotentis incurrata,
annathemate perpetuo subiaceat. Maledictiones, quae in libro Moysi ser vi Dei maledictis
dantur habeat, in praesenti vita semper in oprobium vivat, membris magis necesariis ca-
reat, et in futura vita cum Dathan et Abiron participium teneat, et cum diabolo et angelis
eius ignibus aeternis mancipatus permaneat”; Tumbo A Santiago, núm. 61, 1019, p. 177:
“Neminem permittimus qui hoc factum nostrum in aliquo irrumpat aut mutilare presu-
mat, sed qui fecerit, Domini accipiat maledictiones que sunt scripte in libro Moisi, serui
Dei excelsi”.
248 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
Et qui hoc scriptum disrrumpere voluerit sit tale, quale superius dictum est. Et in prima
vice habeat ira Dei et de omnibus XII Apostolis, et maledictio Dei, et omnium Sancto-
rum, veniat super illo, et super generationes ejus, amen”.
166 Santo Domingo de la Calzada, núm. 19, 1134, p. 18.
167 Una referencia asimismo bíblica es la profecía de que el cuerpo será devorado por
los gusanos, como acontece en varios pasajes de las Sagradas Escrituras como castigo
para personas especialmente impías. Así en Astorga I, núm. 34, 928, p. 86: “Habeat regis
iram et post a Christo dupla confessio orbatus hac careat luce pessimo diuinitus vltus a
planta pedis vsque ad verticem capitis riuos vulnerum percurrentes made factus vermibus
terror et error fiat omnium iussibus in futuro cum impiis et sceleratis arsurus tradatur fla-
mmis”, y núm. 180, 996, p. 173: “Qui vero hunc decretum nostrum infringere vel inmu-
tare voluerit habeat de regis ira vlcere pessimum vultum a planta made factum scaturiens
vermibus”; o en Cardeña, núm. 224, 1024, p. 263: “Et insuper ira Dei abeat in primis; et
post lumen careat amborum occulis; in uita uero eius deuorent eum uermis; anima autem
eius tradatur eternalibus flammis; et lugeat penas cum Iuda Domini traditoris. Amen”. En
ese infierno donde viven por siempre los gusanos y las llamas no se extinguen, en León
IV, núm. 1.084, 1052, p. 278: “In penas tartareas dimersurus in profundum penis inferni
ubi nunquam uermis moriuntur, nec flamma ignis extinguitur”; núm. 1.201, 1077, p. 468:
“Sentiat Dei uindictam super se in presenti ita ut occulis non uideat, nec auribus audiat,
dolores capitis dispereat, manibus et pedibus contractum decidat, uermibus putrefactum
sepultura careat, omnibus se uidentibus terrorem fatiat et ne talia presumant amoneant”;
Sahagún II, núm. 712, 1072, p. 437: “Inprimis aut propriis a prioras luminibus careat
uisum et uermibus ebulliens uel scatuliens”; Carbajal, núm. 2, 1096, pp. 61-62: “Et am-
borum oculorum lumine careat, et in hoc seculo uermes ebulliant corpore sua, et omnem
partem corporis sui sit confusa omne tempore et secula cuncta, et hereditatem superius
nominatam uobis perpetim habitura”.
168 Sobrado I, núm. 1, 952, p. 28: “Set locum tetrum cum Christi proditore ad perpetim
cruciandum ueniat illi in sortem et in corpore uiuens propiis a fronte careat lucernis, ab-
negaret illi aures auditus, nares olfactus, manibus tactus et pedibus gressus”; Sahagún I,
núm. 164, 959, p. 203: “Et marenata anathemate perpetim condemnatus et vivens dum fu-
erit in corpore propiis sensibus careat a capite videlicet auditus et visus, olfatus, odoratus
250 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
et tactus et supremo examinationis die non cum electis a dextris sed cum reprobis locum
percipiat lugenid a sinistris et sibi in damnum persolbat auri talentum a parte regis”; núm.
165, 959, p. 205: “In primis a sinu matris eglesie existat seclusus et socius Christo neganti-
bus in supremi examinationis diei non mereatur a dextris eternum percipere regnum sed a
sinistris cum diabulo in ignem perpetuum insuper in corpore vivens careat propriis a fronte
lucernis ab auribus audita et ab ore locutio”, y núm. 176, 960, p. 220: “Et in corpore vivens
propriis careat lucernis a fronte, aures denegent auditum et lingua loquendi careat usum”.
169 Sahagún I, núm. 285, 976, p. 344: “Et ante quoque quam illius anima segregata fuerit
ex corpore per intercessione sanctorum dominica in illis veniat ultione ut lingua loquendi
careat usu et utrosque occulos perdat a fronte”; Sahagún III, núm. 864, 1090, p. 173: “Inpri-
mis ambobus a fronte careat lucernis et lepra Domini percussus de uertice capitis usque
uestigia pedis sulphoratus penas luat perpetuas”, y núm. 1.072, 1073, p. 418: “Et lepra
Domini percussus de uertize capitis usque uestigia pedis sulforatus penas luat perpetuas”;
Sobrado I, núm. 441, 1241, p. 399: “A Deo sit maledictus et exconmunicatus et fiant cecus
et mutus et surdus et leprosus et cum Iuda traditore Domini in inferno dampnatus”.
170 Sobrado I, núm. 495, 1165, p. 446: “Sit maledictus et excommunicatus et cum Iuda
Domini traditore in eterna damnatione habeat mansionem et ulcera plenus et pustulas
pessimas et ille et semen eius in uanum uiuant et dies deficiant et in amaritudine finian-
tur”. La lepra llava aparejada esa separación que conduce a la pobreza económica, a la
mendicidad, en Catedral Oviedo, núm. 31, 978, p. 119: “Mendicitas et lepra prosapiam
teneat suam et extraneus persistat a sancta communione quatinus cum Iuda Christi prodi-
tore ardendus permaneat in eterna dampnatione”, y núm. 43, 1020, p. 148: “Mendicitas
et lepra prosapia teneat sua, et cum Iuda Domini proditore lugeat penas in eterna damna-
tione”. En el Fuero de Calatayud, se dice que sufra con Judas “tribulacione, et anxiam,
et dolorem in inferno inferiori”, en Ramos Loscertales, J. M., “Textos para el estudio del
derecho aragonés en la Edad Media”, AHDE, núm. 5, 1928, núm. 4, 1131, p. 415.
171 Diplomática astur, vol. II, núm. 149, 895, p. 207.
172 Eslonza, núm. 102, 1181, p. 163: “Si uero aliquis homo iniqua ductus cupiditate
contra hunc factum meum ame sponte patratum ad infringendum uenire temptauerit tam
de extraneis quam eciam de propinquis quisquis ille fuerit qui talia mouere conauerit a
sancte ecclesie secernatur gaudio et alienetur a cetu catholico ereat eius lingua in palati an-
tro nec aspiret derelictus a Christo in inferno inferiore ubi paciatur penas sine fine amen”.
173 Nótese que no se aplica el sustantivo “justicia”, sino que se alude a la venganza
de Cristo, para significar de alguna manera la imprevisibilidad de los resultados finales,
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 251
como en Liébana, núm. 44, 940, p. 52: “In primis sit segregatus a cetu christianorum
et ad comunione corporis et sanguinis Domini excomunicatus permaneat, et talis ultio
diuina eum sequatur, ut uidentes terreant et audientes contremescant”; núm. 50, 946, p.
59: “Et talis ultio diuina eum sequatur, ut uidentes terreant et audientes contremescant”;
o en Tumbo A Santiago, núm. 87, 1087, p. 225: “Si quis tamen uoluerit infringere aut
euacuare in quolibet tempore de uniuersis rebus de superius continentur, uel abstrahere
aut secludere aliquod uiolenter a iure huius sedis, antea sustineat seuerissimam ulcionem
a Christo Domino”.
174 Arlanza, núm. 14, 937, p. 42: “Sit anathema in conspectu Dei Patris omnipotentis,
et sit condemnatus et tartareas penas lugeat, et sit particeps cum Juda traditore ut nullum
auxilium prebeat misericordia Dei”.
175 Priorato San Juan, núm. 226, 1230, p. 219: “Sit maledictus et destructus, et cum
Iuda traditore sit per cuncta secula in inferno”.
176 En un sentido positivo, para significar las consecuencias afirmativas del cumpli-
miento del derecho. Asi en San Cugat II, núm. 774, 1098, p. 433: “Cunctis autem eidem
loco iuste servantibus sit pax Domini nostri Iesucristi, quatinus et hic fructum bone actio-
nis percipiant et apud districtum iudicem, premia eterne pacis inveniant”; o cuando dice
Alfonso VII que “omnibus autem hoc onbseruantibus sit pax Domini nostri Ihesu Christi,
quatinus et hinc fructum bone actionis percipiant et apud disctrictum iudicem premia
eterna pacis inueniant, en Tumbo A Santiago, núm. 101, 1129, p. 248.
177 León III, núm. 775, 1021, p. 358: “Et in die illa tremenda pars eius sit ad sinistris”,
y núm. 803, 1023, p. 396: “Post dicessu uero eius kadauera eius non sepeliantur cum
ceteris, nec spiritus societur cum electis, set in die illa tremenda iudicii cum reprobis
pars eius sit ad sinistris”; León IV, núms. 1.035, 1.036, 1.045 y 1.055; Sahagún III, núm.
736, 1074, p. 12: “Et non habeat partem cum electis ad dexteram sed cum reprobis ad
sinistram”.
178 Sahagún II, núm. 695, 1070, p. 417: “Sit ille Deo reus et a sancta communione
alienus, sit a consortio iustorum alienus, sit a grege iustorum segregatus atque dum ille
tremende examinacionis iudicii dies illuxerit inter impiorum cruciamenta sortis Iude
dampna sustineat, inter crepitantibus flamis eternis conflagretur incendiis, sitque erga
hominibus manendo obnoxius”; Otero de Dueñas, núm. 276, 1074, p. 387: “Sit Deo reus,
scit a sancta comunione extraneus et a consortio iustorum alienus; ita et a rege catholico
sit segregatus adque, dum ille tremendi iuditii diem examinationis inluxerit, inter impio-
rum cruciamenta sortis Iude damna sustineat”, y Sahagún III, núm. 770, 1079, p. 56: “Sit
a grege catholico segregatus”.
252 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
De esta forma, dirá un documento leonés del año 1072, aquellos vio-
lentos, malditos y blasfemos, sobre los que no hace efecto el temor a
Dios, no serán incluidos entre aquellos redimidos por el agua del Espí-
ritu Santo, sino insertados entre los alienados.179 “Departidos del bien
de Dios”, por tanto, quedan estos individuos negadores del orden esta-
blecido.180
La ira de Dios es además perpetua: “teneat pari supplicio per evo
infinito”,181 debe estar el sujeto dispuesto a soportarla por tiempos infini-
tos, como se lee en el Fuero de Molina Ferrera,182 por varias y sucesivas
generaciones. El número siete, de componentes cabálisticos y místicos,
aflora en los textos de un modo continuado.183 La carta de población de
179 León IV, núm. 1.182, 1072, p. 426: “Ut si quis uiolentus uel maledictus uel blas-
femus et Deum non timens siue rex siue comes siue aliquis ex maioribus aut minoribus
huic nostre constitutioni et remissioni contradicere uoluerit, et id ipsum repetere, non
conputetur inter eos qui sunt regenerati ex aqua Spiritus Sancto, set deputetur inter eos
qui aligenati sunt a Patre et Filio et Spiritu Sancto, sicut fuit Datan et Abiron, qui uiuos
terra obsoruit et descenderunt uiuentes in infernum, ita contingant hominibus huic testa-
mentum nostrum contradicentibus et nobis in perpetuum ueniam delictorum”.
180 Véase Martínez Díez, G., “Álava: desarrollo de las villas y fueros municipales
(siglos XII-XIV)”, AHDE, núm. 41, 1971. Fuero de Corres, apéndice, núm. 1, 1256, p.
1.133: “Et este fuero et estas costumbres que aquí son escriptas les do et les confirmo que
las ayan firmes et estables pora siempre jamas; et qui quiere que contra ello viniere sea
departido del bien de Dios et peche en coto a mi et a los que regnaren despues de mi en
Castiella et en Leon cinco mill moravedis et al conceio de Corres, el sobredicho, todo el
danno doblado”, y Fuero de Santa Cruz de Campezo, apéndice, núm. 2, 1256, pp. 1.138-
1.139: “Et este fuero et estas costumbres que aquí son escriptas les do et les confirmo que
las ayan firmes et estables para siempre iamas: et qui quiere que contra ello viniere sea
departido del bien de Dios…”.
181 Sahagún I, núm. 132, 951, p. 171.
182 Véase González, J., “Aportación de fueros castellano-leoneses”, AHDE, núm. 16,
1945. Fuero de Molina Ferrera concedido por el cabildo de la Catedral de León, núm. 3,
año 1141, p. 631: “Si quis hoc scriptum infringere quesierit sit excommunicatus et male-
dictus per infinita secula amen”.
183 Catedral Oviedo, núm. 89, año 1085, p. 258: “Sit maledictus et excomunicatus
usque in septimam generationem et cum Diabolo et angelis eius dimergatur in eterna
dampnatione”; y núms. 90, 91, 92, 93, 96, 97, 104, 105 y 107; Sobrado II, núm. 13, 1142,
p. 31: “Iram Dei omnipotentis cum regia indignatione incurrat et sit maledictus usque
in VII generationem”; núm. 263, 1206, p. 263: “Sit maledictus usque ad septimam gen-
erationem”, y núm. 374, 1220, p. 358: “Iram Dei omnipotentis incurrat et sit maledictus
usque in septimam generationem et careat uisione Dei et angelorum eius”. El 7 y sus
múltiplos sugieren la idea de abundancia, de conjunto y de totalidad. Es la cifra sagrada
por excelencia, puesto que se compone del 4 y del 3, simbolizando la perfección: rige el
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 253
tiempo (semana, año sabático, año jubilar), las generaciones, la venganza, el ritmo del
pecado, etcétera. Los ejemplos bíblicos son abundantísimos en este sentido. Véase Von
Allmen, J. J. (dir.), Vocabulario bíblico, Madrid, Marova, 1968, pp. 237-240, y Enciclo-
pedia de la Biblia, cit, nota 92, t. V, pp. 561 y 562.
184 Muñoz Romero, Colección, Carta de población de Cardona, 986, p. 54: “Si quis
vero quamlibet potestas, aut regis imperio vel principum, seu omo cupidus, vel maicia
ductus, pro aliqua ocasione vel longo tempore prolonganda post nos, qui hoc factum
nostrum et pactum convellere temptaverit vel infringere, hoc commendamus et per inde-
secabilem Trinitatem commonimus, ut quisquis ille fuerit, qui ipsius terre vel provincie
principatum obtinuerit, aut pontifex ordinatus extiterit, vel iudex fuerit, et zelum Dei
abuerit, et paradisi gaudia frui desideraverit, statimm surgat et sententiam istam quomo-
do nos confirmamus adfirmare contempnat et in perpetuum stare discernat”.
185 Sahagún IV, núm. 1.184, 1111, p. 30: “Et non uideat que bona sunt in Iherusalem
celestem, ne cum gaudentes gaudeat, ne cum sapientes sapiat, set cum Iuda traditore
pariat pena in aeterna damnacione”.
186 Arlanza, núm. 28, 1037, p. 62: “Ab utrisque privetur hominibus, omnibus bonis
careat, malis cunctis incurrat”.
254 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
fue condenado por Dios en estos términos: “Cum operatus fueris eam, non dabit tibi fruc-
tus suos: vagus et profugus eris super terram”, si bien se matizó la condenación a renglón
seguido dado que Dios impidió que Caín pudiese ser muerto por cualquiera. Una ira, por
tanto, que se manifiesta también misericordiosa, que expresa en suma la omnipotencia di-
vina. Véase AA. VV., Manual Bíblico. II. Antiguo Testamento, Madrid, Casa de la Biblia,
1968, pp. 11 y ss; Enciclopedia de la Biblia, cit., nota 92, t. II, pp. 35 y 36, y Comentario
Bíblico San Jerónimo, cit., nota 92, t. I, pp. 75-77.
190 Sobre las que cayeron pestes y fuego, como afirma el redactor de los Fueros de Bur-
gos, concedidos por Alfonso VI en el año 1103: “Et fluat super eos pistis, ignis, sicut pluit
super Sodomam et Gomoram, et ita diversus sit, sicut illi diversi fuerint qui habitatores
eran Sodomae et Gomorae”, en Muñoz Romero, Colección, p. 258; y en Concejo Burgos,
núm. 3, 1103, p. 57. La referencia, nuevamente, la hallamos en Génesis 19, 24: “Igitur
Dominus pluit super Sodomam et Gomorram sulphur et ignem á Domino de coelo”. En
el Fuero de Marañón de Navarra, concedido por Alfonso I el Batallador, se castiga con
la expulsión de la Iglesia y la participación en un destino de castigos como en Sodoma
y Gomorra: “Non habeat partem in cunctis divinis oficis, é á sancta matre Dei eclesia
sedeat extraneus, é habeat portionem sicut Sodoma é Gomorra, sit anathematizatus, et
excomunicatus, et á christiane fidei consorcio separatus, é cum Datam é Abiron quos
terras vivos absoruit é cum Juda traditore habeat partem in inferno inferiore usque in
seculum seculi amen”, en Muñoz Romero, Colección, p. 495. Asimismo en San Millán,
núm. 9, 864, p. 14: “Descendat super eum iram domini nostri Jhesu Christi, et cum Datan
et Abiron habeat portione in inferno inferiori et absorbeat terra sicut absoruit Sodoma et
Gomorra, amen”, y núm. 48, 952, pp. 58 y 59: “In primis ira Dei descendat super illos
et ruina celestia, et lebra canina, et sumergat illos Deus sicut submersit Suduma et Ga-
marra, quos terra vivos absoruit, et animas illorum in paradiso non habeant portionem”;
Condes de Castilla, núm. 61, 999, p. 442: “Et cum Iuda Domini traditore infernales
lugeat penas et suberatur sicut Sodoma et Gomorra et sicut Datam et Abiron quos vivos
terra absorbuit”, y núm. 74, 1014, p. 532: “Et cum Sodoma et Gomorra, quos ignis de
celo consumpsit et cum Datan et Abiron, quos uiuos terra absorbuit”; Sancho el Mayor,
apéndice II, núm. 80, 1033, p. 397: “In aspectu Domini et Dei anathema sit, corrumpat
eum Dominus atque dimergat, sicut Sudumam et Gumuram, et constituat eum Dominus
in sede Judae traditoris finitus”; Sahagún III, núm. 887, 1092, p. 203: “Et si sumergat
illi Dominus sicut sumersit Datan et Abiron et Sodoma et Gomurra, qui pro suas culpas
uibos obsorbuit eos terra”. En una donación al monasterio de Santiago de León, el abad
Miguel dice “descendat super eum rumphea celestis quemadmodum super Datan et Abi-
ron uel super Sodomam et Gomorra et luctum in consolatione assiduus et eius anima
scomunicata in dampnatione perpetua”, en León III, núm. 554, 992, p. 64; Sahagún IV,
núm. 1.237, 1129, p. 121: “Non uideat que bona sunt in glem in Iherusalem, sed sumergat
illi Deus sicut sumersit Sodoma et Gomorra et Detan et Abiron”, y Oña, núm. 47, 1131,
p. 40: “Et qui istum pactum uoluerit disrumpere, in primis habeat ira Dei et de beata
uirgo Maria et de beatorum apostolorum Petri et Pauli et de cunctis omnibus sanctis, et
ad sancta mater ecclesia sedeat anatemato et excomunicato et habeat partem cum Iuda,
traditore, et cum Datan et Abiron, quem terra obsorbuit et cum Sodoma et Gomora atale
256 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
nis. Amen”; Lavaix, núm. 4, 1013, p. 61: “In primis iram Dei omnipotentis incurrat et
a liminibus sanctorum extraneus efficiat et cum Iuda Scarioth partem accipiat et non
hereditet cum sanctis neque cum electis Dei, in secula seculorum, amen, et aponat super
illum Deus plagas scriptas nomine in libro Apocalipsis Iohanis”. El carácter simbólico
y alegórico del texto de San Juan se presta a la perfecta utilización de muchas de sus
imágenes (Anticristo, la bestia, la Jerusalén celeste, profecías, los veinticuatro ancianos,
los sellos, las desgracias que se ciernen sobre la humanidad, etcétera), por parte del hom-
bre medieval. Vease sobre este texto capital dentro del conjunto bíblico y del imaginario
medieval: Cerfaux, L. y Mabier, J., El Apocalipsis de San Juan leído a los cristianos, Ma-
drid, Fax, 1968; Wikenhauser, A., El Apocalipsis de San Juan, Barcelona, Herder, 1969;
Comentario Bíblico San Jerónimo, cit., nota 92, t. IV, pp. 531 y ss., y Schick, E., El
Apocalipsis, Barcelona, Herder, 1974.
194 Archivo Condal Barcelona, núm. 138, 957, p. 300: “Et veniant super eum universe
maledicciones Veteris hac Novi Testamenti”.
195 “Anathema” y “Anathematus”, en García de Diego, E., Glosarios latinos del Mo-
nasterio de Silos, p. 35, significan respectivamente “mare natha, perditio in adventu do-
mini” y “abominatus, execratus, fori missus”, sumamente gráficos, directos y expresivos
estos significados: abominado, despreciado y echado fuera, con la consecuente condena-
ción en el Juicio Final, como en Tumbo A Santiago, núm. 10, 883, p. 76: “Et si quis illud
per aliquam ocasionem quocumque in tempore de iure Sancti ac Beatissimi Iacobi auferre
uoluerit, sit in eternum anatema et pereat in futuro iudicio, amen”; Irache, núm. 2, 1024,
p. 5: “Nullus audeat hoc meum pactum disrumpere neque filius, neque nepos, neque et
nepotis, neque propinquus, neque extraneus. Si quis ex ipsis superscriptis voluerit hoc
factum extrahere, anathema fiat. Votum tamen meum firmum et inconvulsum permaneat
in eternum”; Fitero, núm. 12, 1148, p. 367: “Cum unanimi consilio et concordi uoluntate
omnium ecclesie nostre clericorum in nomine Domini et in uitute Spiritus Sancti preci-
pientes decernimus, et, decernendo firmiter statuimus, huius quoque donacionis temera-
rium uiolatorem anathematis mucrone percutimus”.
196 Las expresiones “marenata” o “maranata”, supervivientes de la época visigoda,
parecen proceder de un texto de Pablo de Tarso, 1 Corintios 16, 22: “Si quis non amat
Dominum nostrum Jesum Christum, sit anathema. Maran Atha”. A juicio de Floriano,
A. C., Curso paleografía y paleografía y diplomática españolas, cit., nota 85, pp. 397 y
398, se trata de una locución aramea que agrava de modo solemne y misterioso la con-
denación que implica el anatema. Parece tratarse de una frase cuyo empleo continúan los
escritores cristianos, griegos y latinos, que puede ser traducida como “Nuestro Señor ha
venido” o “Señor Nuestro, ven”, de modo que en la interpretación patrística, dado que
el Redentor viene al mundo a sacrificarse por la salvación de todo el género humano, es
maldito y execrable aquel que no lo ame. Puede tratarse, se advierte finalmente, de una
llamada para que el Señor vuelva por segunda vez a juzgar al mundo y a castigar a aque-
llos que no lo amen. De todos modos, en la documentación medieval, parece convertirse
258 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
en un adjetivo que acompaña la voz principal, desprovista, por tanto, del primigenio
significado que pudiera tener en sus inicios, para simbolizar la condenación irremisible
del anatematizado, una condenación que es considerada como doble perdición. A modo
de ejemplo, véase Prieto, A., “Documentos referentes al orden judicial del monasterio de
Sahagún”, AHDE, núm. 45, 1975, 6, 960, p. 496: “Nec nos neque aliquis quilibed vi-
vens in seculo aut quisquam ad heredum suorum vel cujuspiam assertionis persona qui
hanc suam voluerit comvellere devotionem in aliquo aut hujus nostri decreti testationis
infringere tenorem ut de hoc quod superius conscriptum est inde aliquid vel modica rem
alienare inmutilare vel abscidere proabili quoquunque trasmutationis pressumet quod si
talia conatus fuerit defraudare vel in modico in primis à fronte vibens suis ambobus
careat luminibus sit itaque anathema in conspectu Dei Patris Omnipotentis & Sancto-
rum Angelorum ejus sit condemnatus & perpetua ultione percussus in conspectu Domini
nostri Jhesu Xpi & Sanctorum Apostolorum ejus sit etiam in conspectu Sancti Spiritus &
Martirum Xpi repetita anathema Marenata id est duplici perditione damnatione damnatus
& ut de hoc seculo sictu Datan & Abviron vibos continuo absorveatur yatu & tartareas
penas cum Juda Domini proditore perenni perferat cruciatu in eterna damnatione & quo-
gatur pars regia auri numos quingenti binos stante & permanente hanc scripta utilitatis
testamenti in omne robore ac perpetua firmitate”.
197 Diplomática astur, vol. I, núm. 16, 800, p. 97 “Prius sit a Domino Deo maledictus
et confusus”; Tumbo A Santiago, núm. 66, 1028, p. 187: “Quisquis autem hoc meum
factum infringere temptauerit, sit ab omnipotenti Deo confusus et in inferno dampnatus”.
Nuevo modelo bíblico, esporádicamente recogido: que sea confundido como el faraón en
el Mar Rojo, en León III, núm. 821, 1025, p. 417: “Et tali confusio ueniat super eum sicut
uenit super pharahoni in Mari Rubro, et sic terra uiuum eum obsorbeat sicut consumpsit
Datan et Abiron, et hic iaceat dimersum in profundissimum infernum ubi ille qui similis
se faciebat Deo nostro et mors”; o que sufran el castigo de la ira divina, la inmersión en
las aguas del mismo mar, como en S. Victorián Sobrarbe, núm. 12, 1035, p. 21: “Et cum
Iuda Scariotis et cum Pharone qui in Rubro Mari submersus est, et cum Datan et Abiron
quos uiuos terra absoruit, in inferno portionem accipiat”, y núm. 31, 1055, p. 53: “Et a
restu… obnoxius teaneatur partemque cum Iuda Scharioth et Faraone qui in Rubro Maris
dimersus est, uel cum Datan et Abiron quos uiuos terra obsorbuit, partem cum illis in per-
petuum abeant”; o en León V, núm. 1.368, 1120, p. 93: “Quicumque igitur hanc paginam
delere studuerit, et ad effectum ducere conabitur, sit anathema maranatha, et pereat sicut
Pharaon et exercitus eius in mari Rubro submersi fuerunt Domino permitente”. Véase
sobre esta cuestión, Auzou, G., De la servidumbre al servicio, cit., nota 191, pp. 192 y ss.
198 Incitando a todo el mundo, a todo el pueblo, a rechazar a ese sujeto, como en León
III, núm. 794, 1022, p. 382: “Inprimis sedeat reus et abominatus extraneus et ad sancta sa-
cra non perueniat set cum impiis sedeat excomunicatus et dicant omnis populi fiat, fiat, et
ad sancta conmunione non perueniat, amen”, núm. 795, 1022, p. 383 y 812, 1024, p. 406.
199 Muñoz Romero, Colección, Fuero de Valle concedido por el conde Ramón de Borgo-
ña, 1094, p. 333: “Si quis tamen quod fieri non credimus, et aliquis homo ad irrumpendum
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 259
venerit, vel venerimus, tam de extraneis, quam de propinquis nostris, qui istum factum
meum infringere quesierit sit leprosus et anathematizatus et á conspectu Domini nostri
Jhesu Xristi separatus et cum Juda, etcétera”. Una lepra que se extenderá de la cabeza a los
pies, en León IV, núm. 1.264, 1092, p. 562: “Inrprimis ira eiusdem Sancti Saluatoris ueniat
super eum et lepra Domini percussus a uertice capitis usque ad plantam pedis, non uideat
que bona sunt in Iherusalem nec pacem in Israhel, sed apostate Iude particeps facturus in
inferno inferiori dimergatur perpetim ibi cruciandus”.
200 Protagonista de varios episodios en 2 Reyes. Era criado del profeta Eliseo. Éste
procuró la curación del general sirio Namán mediante la realización de siete baños en
el río Jordán, lo cual acepta realizar con cierto escepticismo. Una vez curado, aquél in-
tenta compensar a Eliseo, pero el profeta no acepta ninguno de sus presentes, cosa que
sí se apresura a hacer Giezi, quien pide furtivamente una cierta cantidad de dinero. En
castigo por su osadía y por su pecado de simonía, Eliseo le castiga a sufrir la lepra que
había curado previamente al general sirio, como se expone en 2 Reyes 5, 19-27: “Sed et
lepra Naaman adhaerebit tibi, et semini tuo, usque in sempiternum. Et egressus est ab eo
leproso quasi nix”. Véase Comentario Bíblico San Jerónimo, cit., nota 92, t. I, pp. 541 y
542. Numerosos ejemplos acreditan el conocimiento de esta historia, mezcla de avaricia,
de mentira y de simonía, como en Diplomática astur, vol. II, núm. 105, 873, p. 84: “Et
judicium Judae Scariotis sumat, ut in ejus comdemnatione communem habeat partici-
pium; ut in advenut Domini sit anatema et maranata, vel in hoc saeculo exors ad omni
cetu religionis Giezi lepra percutiantur”; núm. 108, 874, p. 93: “Et iudicium Iudes Sca-
riotes summat, ut in eius condemnationem habeat participium hoc in aduentu Domini sit
anatema marenata uel in hoc seculo exors ab omni cetu religionis, Giezi lebra percutjatur,
qui nostrre oblationis cartulam sacrilegamente inerbare uoluerit”; núm. 150, 895, p. 209:
“Ac in aduentum Domini sit anathema marenata, uel in hoc seculo exors ab omni cettu
catholice religionis Giezzi leura percutjatus permaneat”; Astorga I, núm. 24, 923, p. 78;
Condes de Castilla, núm. 4, 929, p. 145; Castañeda, núm. 2, 940, p. 30; Ramiro II, núm.
38, 940, p. 634: “In primis sit a Domino maledictus et cum Iuda, traditore Domini, co-
munem habeat damnationem, arreptus a diabolo corruat et a fronte lucernis careat, giezi
lepra sit percussus et in inferno inferiori arsurus et iuri fiscali exsoluat omnia duplatum,
et hunc seriem testamenti et insolubilem permaneat”; Fernando I, núm. 13, 1041, p. 70;
Cardeña, núms. 11, 12 y 43; Silos, núm. 9, 1041, p. 11; S. Pedro Montes, núms. 8, 9, 10
y 11. Aparecen las variantes gráficas más diversas como “Ieci” o “Lexi”.
201 Levítico, capítulo 13 y siguientes. Como gráficamente destacó Pablo de Tarso, es
ese elemento corrupto el que puede corromper a la totalidad pues poca levadura hace
fermentar la masa, en 1 Corintios 5, 6, y Gálatas 5, 9. Antes en Mateo 13, 33.
202 Diplomática astur, vol. II, núm. 125, 882, p. 140: “Et no abeant cum Domino in
prima resurrectione ressussitandi”, dado que en ese lugar donde va destinado no hay sitio
260 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
Unde coram vivo Deo ego Aldefonsus rex de Castella et uxor mea Regina
anmonemus nostri regni succesores, ut nullus eorum tan grandis quam nulli
personae hoc factum notri regali authoritate in presencia donata eet confir-
mata et in hanc paginam scriptum, et sine aliquo quolibet perverso ingenio
para la redención: “infernalibus, ubi nulla constat redemptio”, en Alfonso VIII, núm. 953
(fecha incierta), p. 655. Donación a la Orden de Calatrava de unas huertas previamente
confiscadas; Castañeda, núm. 13, 1033, p. 46: “Et non resurgat in die magno iudici”, y
núm. 14, 1103, p. 48: “Et non resurgat in die iudicii quando Dominus uenerit iudicare
seculum per ignem”.
203 Arlanza, núm. 15, 937, p. 44: “Et in finem vite sue non abeat locum penitencie
nec peccatorum suorum remissionem, sed cum Juda Domini proditore lugeat penam in
eternam damnationem”, y Siresa, núm. 1 (primera mitad del siglo IX), p. 12: “Si quis
sane quod fieri minime credo, contra hanc scripturam voluntatis et distractionis mee ire
fuerit conatus, primitus iram omnipotentis Dei incurrat, et neque in isto neque in futuro
seculo nullam inveniat remissionem peccatorum, et a liminibus sacris vestris efficiatur
extraneus, quod nec dissimile pena debet suscipere qui res Deo sacras connatur aufferre,
stante et permanente huius scripture serie cum omni robore”.
204 León V, núm. 1.420, 1138, p. 186.
205 Sahagún II, núm. 381, 1003, p. 25: “Obtamus uiuens a corpore extraneatus sit ad sa-
crasancta babtisma et a cetu sinu matris eglesie et a fronte careat ambobus lucernis et nemo
sit qui illi misereatur et in futuro saeculo cum Iudas Domini traditore teneat sociatum”.
206 Job 21, 14.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 261
207 Muñoz Romero, Colección, pp. 340 y 341. Esos a los que se refiere son, entre otros,
los “quasi judeus haereticus ab omni getu Christianorum anathematizatus”. También lo
hace constar el propio Alfonso VI en el Fuero de Miranda de Ebro, en Alfonso VI, núm.
150, 1099, pp. 389 y 390: “Et si uoluerint hoc frangere per uiolenciam aut alia ocasione
quacumque, sit maledictus et confusus ex parte Dei omnipotentis et beati Petri et aliorum
apostolorum, et sit cum illis quibus Deus dixerit: Discedite a me, et sit sicut iudeus et
hereticus a tota communione christianorum separatus, et post mortem sit cum diabolo
et Iuda proditore in profundo infernorum semper et perpetuo”.
208 Con fuegos atroces y perpetuos. León I, núm. 55, 921, p. 92: “Atrocibus et perpe-
tuis ignis exurendus”; núm. 75, 927, p. 127: “In ignem eternus iturus”, y Tumbo A San-
tiago, núm. 27, 915, p. 107: “Et post discessum a corpore igni perpetuo sit perhenniter
mancipandus”.
209 Tumbo A Santiago, núm. 31, 919, p. 116: “Si quis sane contra hanc nostram deuo-
cionem contrarius aduenerit in hoc presenti seculo amborum oculorum careat luminibus
morboque ualidissimo pereat”, y núm. 33, 922, p. 120: “Et post uermibus scaturiens cum
impiis et sceleratis in inferni antro dimersus cum Datan et Abiron eternas sustineat penas
luiturus”.
210 Tumbo A Santiago, núm. 50, 927, p. 152: “Et anima eius cruciatu a corpore euulsa
nunquam refrigerium acipiat”; y núm. 65, 1028, p. 186: “Et in inferno dimersus refrige-
rium nunquam accipiat sed in secula seculorum penas eternas sustineat”.
211 Tumbo A Santiago, núm. 64, 1024, p. 184: “Atque in die examinacionis tartareas
cum Iuda patiatur penas et non audiat uocem dicentis: Venite benedicti Patris mei”, y,
en este caso con sentido positivo que justifica la confirmación de los Fueros de Santiago
operada por el conde Raimundo de Borgoña, núm. 75, 1105, p. 204: “Sicut ceteri ingenui,
ut intercessionibus et meritis eiusdem apostoli et orationibus clericorum huius loci in die
iudicii audiamus uocem Domini dicentis: Venite benedicti patris mei, precipite regnum
uobis ab origine mundi preparatus”, frase tomada de Mateo 25, 34: “Tunc dicet rex his,
262 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
qui a destris ejus erunt: Venite benedicti patris mei, possidete paratum vobis regnum a
constitutione mundi”.
212 León I, núm. 47, 918, p. 79: “Quod et iurationem confirmo, ut hanc testum nostrum
infringere ausus fuerit, recognoscat facies nostra in illa die ubi omnes debeant audire:
Venite benedicti Patris mei, percipite regnum, et ibi recipiunt unusquisquie secundum
opera eorum; stante et permanente huius scripture nostre textum in omni perpertuam
firmitatem”.
213 Sahagún II, núm. 407, 1020, p. 54: “Et cum Iuda traditore inferat penas inextingui-
biles et nunquam recuperetur ueniam”.
214 San Vicente Oviedo, núm. 29, 1015, p. 29: “Sitque separatus a totius Christiani-
tatis fide”; Documentos, núm. 10, 1025, p. 16: “Siquis tamen, quod fieri non credimus,
aliquis homo aut ex propinquis nostris, venerit ad irrumpendum hunc nostrum factum
in primis siat excommunicatus et separatas a fide Christi et cum Iuda traditore habeas
participium”; San Cugat II, núm. 681, 1075, p. 343: “Quod si ego donatrice, aut aliquis
homo sexus utriusque, qui contra hanc donacione venero, aut venerit ad inrumpendum,
nil valeat, sed primo ira Dei incurrat et extraneus a s. Dei ecclesia sit, et eiectus ad omni
populo christiano”.
215 Diplomática astur, vol. I, núm. 20, 804, p. 106: “Excomunicatus sit a Corpore et
Sanguine Domini nostri Iesu Christi”; Documentos, núm. 12, 1044, p. 21: “Qui vero
istius facti nostri trasgressor extiterit, sit maledictus usque ad septimam generationem,
et omnes maledictiones que continentur in sacris Scripturis veniant super eum, á corpore
et sanguine Domini separetur, et cum Iuda proditore in inferno inferiori habeat penas, et
quantum inde sacrilege abstulerit in quadruplum restituat Ecclesie et regie Maiestati”.
216 Diplomática astur, vol. I, núm. 24, 812, pp. 128 y 129: “Et hic esse priuatum Chris-
ti comuunione”; Diplomática astur, vol. ����������������������������������������������
II, núm. 143, 891, p. 186: “Et hic esse priua-
tum Christi comunione et futuro iudicium nobiscum pro id suas asserit actione insuper
copleat”; y núm. 145, 894, p. 196: “Et Christi communionem segregatus in futuro iudicio
nobiscum pro id suas aserat actiones”.
217 Diplomática astur, vol. I, núm. 4, 745, p. 43: “Si quis anc seriem dotis uiolauerit sit
anatema ad concilio, uidelicet sanctorum segregatus”.
218 Siresa, núm. 2, 850, p. 14: “Si quis autem vestrum illos inquietare voluerit per hanc
memorialem nostram imprimis ira Dei incurrat super eum, et ab ecclesia sancta et a fide
catholica sit segregatus, et cum dies ille magnus et manifestus et tremendus advenerit,
reus stet ante tribunal Domini nostri Ihesu Christi”; San Juan de la Peña, núm. 51, 1030,
p. 152: “Et condempnatus in iudicio Domini nostri Ihesu Christi, ut videntes metuant,
audientes contremiscant, factores terreantur”.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 263
219 Diplomática astur, vol. II, núm. 136, 866, p. 166: “Quod qui fecerit, reus perma-
neant ab ecclesia catholica et extraneus sit a sancta communione amen”; núm. 142, 889,
p. 179: “In primis sit Domino reus, et a sancta comunione et ceterorum christianorum sit
extraneus et insuper cum Iuda Domini traditore abeat participium in perpetuum ad dam-
nationem, et non fiet illis nec in finem communione percipienda”; núm. 157, 898, p. 238:
“In primis sequestratus ad eclesia catholica et a conuentum christianorum sit extraneus
a porcione corpus et sanguinis Domini in eterna damnacione cum Iuda traditorem abeat
participium; et insuper dampna secularia adictus inferat partem eclesie sancte, tantum
quantum eadem auferre uoluerit”; núm. 166, 902, p. 279: “In primis sit excommunicatus
et extraneatus et separatus de Domini nostri Ihesu Christi”.
220 Diplomática astur, vol. I, núm. 11, 781, p. 79: “Segregatus a Corpus Christi sit”; y
núm. 30, 822, p. 157: “Excomunicatus permanent a corporis Domini nostri Ihesu Christi,
nec in fine comunicatio accipiat”.
221 Diplomática astur, vol. I, núm. 5, 747, p. 52: “Sit condemnatus et perpetuam ultio-
nem percussus in conspectu Domini nostri Ihesu Christi, et Sanctorum eius”, y núm. 40,
832, p. 188: “Ipsoque anathematis maledictione percussus pereat in eternum”.
222 Diplomática astur, vol. I, núm. 2, 740, p. 35: “Iram Dei omnipotentis incurrat, et sit
in inferni voragine demersus”.
223 Jaca, núm. 8, 1077, p. 51: “Et quicumque voluerit istam cartam quam fatio popula-
toribus Iacce pro crudelitate sua disrumpere, sit excomunicatus et anatematizatus et om-
nino separatus a toto Dei consorcio, si sit de meo genere vel de alio. Amen, amen, amen.
Fiat, fiat, fiat”. El anatema tiene su origen en el Antiguo Testamento y alude inicialmente
a las ofrendas religiosas que, sustraidas al uso profano, se reservaban para los dioses. La
versión griega de la Biblia, esta voz pasa a designar la ofrenda a Dios de una persona o
de una ciudad, que deben ser destruidas como en sacrificio sangriento. Tras el destierro
babilónico, el anatema queda reducido a una confiscación de bienes con exclusión de la
vida religiosa de la comunidad, de modo análogo a la excomunión. Ésta, presente tam-
bién en la tradición judaica, comportaba el apartamiento temporal o definitivo de la vida
religiosa y se justificaba por el carácter social de ciertas ofensas que no solamente aten-
taban contra Dios: conformaban peligros o atentados contra la propia esencia de la vida
comunitaria, siendo profusamente empleado en el Nuevo Testamento por los apóstoles,
erigiéndose en una de las penas canónicas de mayor gravedad por sus inmediatas conse-
cuencias. Véase Bauer, J. B., Diccionario de teología bíblica, Barcelona, Herder, 1967,
pp. 74-76. La primera referencia propiamente jurídica la hallamos en el Concilio de Elvira,
siendo frecuentes las distinciones canónico-conciliares a lo largo de casi cinco siglos entre
la excomunión —en tanto que exclusión del solo sacramento— y el anatema —que impli-
264 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
227 Sahagún II, núm. 533, 1049, p. 220. En parecidos términos, Sahagún III, núm.
1.120, 1105, p. 481: “… sit excomunicatus et a corpore Christi alienus, lingua aderente
palato, subita morte suffocatus, a demonibus in infernum submersus, cum suis omnibus
adiutoribus et sequacibus talia pacientibus, luat penas cum Iuda traditore in inferno in-
feriore”, y núm. 1.126, 1105, p. 488: “Ueniat super eum ira Dei et fulgurea flamma celi,
careatque geminis a fronte lucernis et cum Iuda Domini proditore perhennes luat penas
in generatione et generatione, sit seiunctus a Christi comunione et a gaudio uniuersalis
ecclesie remotus a uiuentium regione et maledictioni subditus usque ad septiman genera-
tionem demregatur in inferni uoragine”.
228 Lex Visigothorum, núms. 2, 1, 8 (Chindasvinto), De his, qui contra principem vel
gentem aut patriam refugi sive insulentes existunt.: “Quod si fortasse pietatis intuitu a
principe fuerit illi vita concessa, non aliter quam effossis oculis relinquatur ad vitam,
quatenus nec excidium videat, quo fuerat nequiter delectatus, et amarissimam vitam du-
cere se perenniter doleat”. En consecuencia, cegado físicamente, dice una donación de
la reina doña Elvira, “non uideat ortum surgenit aurore”, en Tumbo A Santiago, núm. 90,
1017, p. 231.
266 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
Juicio Final porque solamente aquel que allí figure, en el libro de la vida del cordero,
obtendrá la salvación. Los textos, fuente de inspiración de la documentación manejada,
serían Apocalipsis 3, 5: “Qui vicerit, sic vestietur vestimentis albis, et non delebo nomen
ejus de Libro vitae, et confitebor nomen ejus coram Patre meo, et coram angelis ejus”;
ibidem 20, 12: “Et vidi mortuos, magnos qui in eo erant; et mors et infernus dederunt
mortuos suos, qui in ipsis erant; et judicatum sunt mortui ex his quae scripta erant in li-
bris, secundum opera ipsorum”; e ibidem 21, 27: “Non intravit in eam aliquod coinquina-
tum, aut abominationem faciens et mendacium, nisi qui scripti sunt in libro vitae Agni”.
En el Antiguo Testamento, se maneja asimismo esta imagen, pero con un sentido material
que comienza a espiritualizarse en el libro de Daniel. Véase Enciclopedia de la Biblia,
cit., nota 92, t. IV, pp. 1.017 y 1.018. Aparece asimismo con alguna variación en Leire,
núm. 61, 1060, p. 99: “Et fiat nomen eius libro uiuencium ablutum in secula sempiterna”,
y Tumbo A Santiago, núms. 28, 67, 93 y 94.
234 Diplomática astur, vol. I, núm. 19, 804, p. 104: “In primis iram Dei non effugiat,
et extraneus maneat a catholica fide, reusque sit ante conspectum Domini, et nomen eius
deleatur de libro vite et lugeat damnatione inferni cum Iuda Domini proditore, et sit super
euam anathema marenata, et sit excommunicatus et a sacratissimo corpore, et sanguine
Domini nostri Ihesu Christi et a liminibus Sancte Ecclesie segregatus”; núm. 41, 834, p.
194: “Si quis contra hunc factum meum ad irrimpendum venerit, sit Omnipotenti Deo
ante faciem suam reus, et de Sancta Communione sit extraneus et a congregatione Sanc-
tae Ecclesiae sit segregatus, et cum iustis in libro vitae non scribatur, et Juda traditore
Domini nostri Jesu Christi in suplicio eterno mancipetur”, y Diplomática astur, vol. II,
núm. 152, 895, p. 214: “Et deleatur de libro uiuentjum”.
235 Diplomática astur, vol. I, núm. 37, 829, p. 177: “In primis sit excomunicatus et
cum Iuda traditore condemnatus et non habeat anime sue ueniam ante Deum”.
236 Muñoz Romero, Colección. Fuero de Santa Cristina, 1062, p. 223. También en
Alfonso V, núm. 2, 1000, p. 168: “Et non uideat que bona sunt in Iherusalem, et nomen
eius deleatur de libro uite”; y núm. 9, 1011, p. 180: “Et quicumque eos inde abstraere
uoluerit quisquis fuerit auferrat Dominus memoriam illi de libro uite et non uideat bona
que sunt in Iherusalem nec pacem super Israel sed cum Iuda, Domini traditore, patiatur
pennas inferni”; Eslonza, núm. 32, 1005, p. 60: “Et non uideat que bona sunt in Hierusa-
lem nec pars in Srahel set fiet pulbis ille et progenie sua”; núm. 59, 1129, p. 100: “Et bona
Iherusalem numquam uideat”; y núm. 61, 1129, p. 104: “Non uideat bona Iherusalem”; y
Tumbo A Santiago, núm. 54, 986, p. 160; y núm. 60, 1011, p. 173.
237 S. Pedro Montes, núm. 243, 1192, p. 344.
268 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
241 San Juan de la Peña, núm. 23, 987, p. 73. Citado repetidas veces en dicha colec-
ción documental, y en otras del área aragonesa, como Serós, núm. 1, 992, p. 11, y núm.
37, 1170, p. 63; y Pedro I Aragón, núm. 18, 1095, p. 232, y núm. 52, 1098, p. 285. La
Vulgata refiere ese texto de extracción davídica, en donde se puede leer que aquellos que
se apoderen de las cosas de Dios, serán convertidos en polvo y paja arrastrados por el
viento, en Salmos 82, 13 y 14. Implicitamente se refiere a este Salmo una venta recogida
en Archivo Condal Barcelona, núm. 138, 957, p. 300: “In primis a liminibus sancte Dei
ecclesie extraneus fiat… et vel, ut stipula ventum rapta rothando depereat, et sic percucia-
tur ut curari nequeat et dum in hoc corpore vivit nisi resipuerit et satisfaccionem fecerit
numquam bene inveniat et quod expetit vindicare non valeat”.
242 Documentos, núm. 33, 1125, p. 53, y núm. 34, 1129, p. 54.
243 Muñoz Romero, Colección. Fuero de Nájera (segunda mitad del siglo XI), p. 295.
244 Documentos, núm. 38, 1142, p. 60.
245 Celanova II, núm. 81, 947, pp. 44 y 45: “Sit excomunicatus et perpetua confusione
multatus in conspectu Dei Patris omnipotentis et sanctorum apostolorum eius et marti-
rum, adque cum Iuda Domini proditore uno contubiernietur in loco in tenebris exteriori-
bus et caligosis”.
246 Lacónico testimonio que proporciona Mateo 27, 5: “Et projectis argenteis in tem-
plo, recessit: et abiens laqueo se suspendit”, y San Pedro en uno de sus primeros discur-
sos, en Hechos de los Apóstoles 1, 18 y 19: “Et hic quidem possedit agrum de mercede
iniquitatis, et suspensus crepuit medius: et diffusa sunt omnia viscera ejus. Et notum
factum est omnibus habitantibus Jerusalem, ita ut appellaretur ager ille, lingua eorum,
Haceidama, hoc est ager sanguinis”. Véase Enciclopedia de la Biblia, cit., nota 92, t. IV,
pp. 742-751; y Comentario Bíblico San Jerónimo, cit., nota 92, t. III, pp. 143 y ss. Es
destacable que la imagen, positiva o negativa, de Judas Iscariote no procede del Nuevo
270 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
posibilidades de salvación eran ínfimas, por no decir nulas. Por ese mo-
tivo, Judas y los que le acompañan pasan a morar en un infierno inferior,
algunas veces revestido de aditamentos que recuerdan a la cultura grie-
ga.247 Ese castigo, ese suplicio superior lo expone Alfonso VII en el Fuero
de Lara, del año 1135:
Ego Alfonsus tocius Hispanie Imperator, et rex aut comes, aut aliqua per-
sona hominis qui hunc testamentum auso temerario dirumpere voluerit,
repentinus judicius incurrat dagnavilis, ab utroque privetur, et sit anate-
matus in conspectu Dei patris et santorum eius, neque infirmi visitentur,
neque mortui sepelliantur, et non habeant partem cum Christo redemptore,
sed cum Juda traditore baratri qui inferni inferiore selaria insuper damna
ad partem inferat, rex qui terram obtinuerit, centum libras auri exolvat, et
ista carta permaneat.248
dos con Judas el traidor en infierno, é con Datan é Abiron que los sorbió
la tierra, é vengales ira de Santa María con las Virgenes, et de Sant Miguel
con todos los ángeles, é de San Pedro con todos los Santos, amen.251
99, 100, 102, 105, 106, 108, 109, 112, 113, 114, 115, 121, 122, 127, 130, 132, 140, 141,
144, 149, 151, 152, 154, 156, 158, 160, 161, 164, 170, 172, 174, 181, 188, 190, 192, 193,
197, 200, 201, 203, 204, 206, 207, 211, 216, 218, 219, 226, 227, 231, 232, 233, 234, 235,
240, 241, 244, 247, 250, 254, 258, 261, 263, 271, 274, 276, 277, 286, 296, 307, 310, 321
y 330; Santa María Huerta, núms. 1, 3, 4, 7, 14, 16, 24, 26, 35, 36, 38, 52, 59, 62 y 67;
Fernando I, núms. 1, 3, 16, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 26, 28, 35, 38, 39, 41, 47, 48, 55, 59,
62, 66, 69, 72, 74 y 76; León I, núms. 1, 5, 10, 20, 27, 38, 41, 42, 45, 49, 50, 54, 55, 56,
57, 63, 66, 68, 72, 73, 80, 81, 109, 110, 121, 150, 168, 175, 177, 180, 201, 231, 236, 248,
251 y 253; León III, núms. 512, 518, 521, 526, 527, 530, 534, 535, 536, 538, 539, 540,
541, 543, 545, 548, 555, 558, 568, 571, 574, 575, 576, 577, 582, 592, 599, 606, 611, 617,
618, 619, 620, 621, 631, 643, 656, 658, 660, 664, 677, 679, 698, 700, 701, 702, 706, 708,
710, 711, 712, 718, 723, 732, 733, 746, 747, 752, 759, 776, 777, 796, 800, 801, 806, 815,
818, 826, 830, 842, 848, 849, 852, 857, 862, 865, 871, 873 y 894; León IV, núms. 901,
904, 911, 916, 924, 926, 934, 939, 952, 974, 975, 983, 987, 991, 992, 997, 1.002, 1.003,
1.005, 1.010, 1.028, 1.046, 1.047, 1.048, 1.050, 1.058, 1.082, 1.094, 1.099, 1.123, 1.124,
1.126, 1.131, 1.135, 1.136, 1.137, 1.139, 1.141, 1.142, 1.146, 1.149, 1.153, 1.154, 1.155,
1.156, 1.163, 1.165, 1.166, 1.172, 1.178, 1.179, 1.185, 1.196, 1.211, 1.213, 1.214, 1.221,
1.222, 1.123, 1.1226, 1.235, 1.238, 1.240, 1.241, 1.244, 1.246, 1.247, 1.248, 1.253,
1.261, 1.262, 1.266, 1.267, 1.268, 1.270, 1.271, 1.276, 1.277, 1.280, 1.281, 1.282, 1.284,
1.285, 1.286, 1.287, 1.293, 1.295, 1.296, 1.297, 1.298, 1.299, 1.300, 1.301, 1.304, 1.305,
1.310, 1.313, 1.319, 1.320, 1.321 y 1.323; Tumbo A Santiago, núms. 17, 20, 21, 23, 24,
25, 34, 44, 45, 52, 55, 78 y 79; Astorga I, núms. 8, 10, 17, 20, 29, 39, 40, 47, 48, 55, 86,
93, 128, 129, 135, 140, 145, 171, 202, 214, 256, 268, 278, 333, 357, 359, 379, 388, 435,
586, 613 y 629; Astorga II, núms. 646, 648, 676, 714, 716, 731, 751, 755, 760, 769, 797,
798, 813, 815, 830, 835, 839, 878, 1.050, 1.104. 1.118, 1.153 y 1.417; Carbajal, núms.
11, 19, 24, 26, 27, 29, 31, 35, 39, 40, 41, 42, 45, 46, 48, 51, 52, 53, 54, 55, 56, 58, 64,
66, 68, 71, 73, 74, 76, 82, 88, 89, 90, 91, 93, 96, 97, 98, 99, 100, 101, 104, 106, 107, 117,
118, 124, 132, 133, 141, 142, 143, 145, 146, 147, 148, 149, 150, 151, 152, 153, 154, 155,
156, 157, 158, 159, 160, 163 y 166; Urraca, núms. 3, 5, 7, 9, 10, 16, 18, 19, 20, 23, 26,
28, 31, 32, 34, 35, 37, 38, 39, 42, 43, 45, 47, 49, 51, 52, 54, 57, 58, 60, 63, 64, 66, 67,
71, 73, 75, 76, 78, 79, 80, 84, 85, 86, 89, 91, 92, 94, 95, 96, 97, 98, 99, 101, 102, 103,
104, 105, 106, 107, 110, 111, 112, 114, 115, 116, 117, 118, 121, 124, 125, 126, 127, 128,
133, 135, 138, 139, 140, 141, 142, 146, 147 y 148. Otros cartularios donde la presencia
es inmensa, y cuya cita omitimos al lector, son los de Ribagorza, San Juan de la Peña, S.
Pedro Montes, Ramiro II, Castañeda, Jaca, Prieto, A., “Documentos referentes al orden
judicial del Monasterio de Sahagún”, AHDE, núm. 45, 1975, pp. 489-541; La Rioja, So-
brado I, Sobrado II, Sahagún I, Martínez Díez, G., “Fueros locales en el territorio de la
provincia de Santander”, AHDE, núm. 46 1976, pp. 576-608; Ubieto, San Millán, Santo
Domingo de la Calzada, Martínez Díez, G., “Fueros de La Rioja”, AHDE, núm. 49, 1979,
pp. 388-454; Albelda-Logroño, Ávila, Documentos León, Ordoño III, Carrizo I, Carrizo
II, Oña, Burgos II, López Ferreiro, Historia, ts. I-V, Alfonso V, Huelgas, Palencia, Silos,
Sahagún II, León V, Alfonso I Aragón, León VI, Santa María La Real Nájera, Sahagún
V, Celanova I, Carracedo, Cardeña, Condes de Castilla, Alfonso VI, Entrepeñas / Esca-
lada, Trianos, Nogales, Celanova II, S. Victorián Sobrarbe, Aguilar de Campoo, entre las
numerosas manejadas.
274 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
253 Sorprende no hallarlo con tanta frecuencia en las cartas de población de los con-
dados catalanes, ni en general en los documentos procedentes de esta región, a pesar
de que los encabezamientos religiosos sí existen como en otras zonas de la Península
(incluso más barrocos que sus coetáneos peninsulares), lo mismo que otras invocaciones
espirituales, juramentos, menciones a la gracia de Dios por la que gobiernan los condes y
demás cargos públicos, etcétera. Predomina el componente sancionador económico, sín-
toma de la pujanza del poder político, que no se veía compelido a emplear los recursos re-
ligiosos para condicionar los comportamientos de los destinatarios de la documentación.
Probablemente ayuda a ello la configuración de todo un sistema de fidelidades feudales
de tipo vario, con juramentos sobre la Biblia y con sanciones económicas aparejadas, que
contribuían a constituir una cierta estabilidad en las relaciones jurídicas y ciertos visos de
cumplimiento de las mismas. El derecho se cumplía sin necesidad de recurrir a elementos
metajurídicos. La religión queda aparcada en provecho de la feudalidad y de sus compo-
nentes. Poder político, completado con un eficaz sistema privado de lealtades, que marca
la senda recta del cumplimiento jurídico. El perfeccionamiento por parte del derecho de
los propios mecanismos que marcan su realización fue probablemente el motivo que lle-
va al apartamiento del componente religioso. Así, en Font Ríus, Cartas, núm. 7, 974, p.
12: “Cum Iudas Scharioth participet in eternum et in super componat libram auri unam”;
y núm. 41, 1088, p. 70: “Et cum Iuda traditore sciat se concremandum ignibus eternis”.
No aparece en Valls Taberner, F., “Un Formulari Juridic del segle XII”, AHDE, núm. 3,
1926, pp. 508-517. Pocas menciones asimismo en Poblet, núms. 1, 2, 4, 6, 23, 92 y 198.
Referencias a la ira de Dios se recogen en S. Creus, núms. 86, 87, 97, 100, 115, 128, 160,
161 y 240, con escasa presencia de Judas ( núms. 89, 122 y 265); en Roca Rossa (para
Judas, núms. 19, 53, 144 y 156; para la ira divina, documentos núms. 44, 45, 51 y 52); en
Lavaix (Judas, núms. 1, 40, 69 y 74; ira de Dios, núms. 1, 4, 6, 8, 12, 20, 28, 33, 51, 62,
64 y 74; excepcional la cita de Datán y Abirón, núm. 62 [1167], 107). Mayor abundancia,
sin alcanzar el modelo castellano, en Besalú, núms. 9, 25, 112, 314, 351, 489, 514, 573,
2.016, 2.032, 2.036, 2.051, 2.056, 2.057, 2.077, 2.081, 2.084, 2.085, 2.100, 2.110, 2.113.,
2.116, 2.122, 2.124, 2.125, 2.130, 2.140, 2.142, 2.143, 2.144, 2.149, 2.155, 2.159, 2.164
y 2.211; en Santa Anna Barcelona, núms. 21, 191, 204, 222, 228, 233, 251, 266, 299,
360, 420 y 598; y en Archivo Condal Barcelona, núms. 3, 4, 29, 33, 50, 52, 54, 57, 74,
87, 88, 108, 116, 119, 122, 127, 133, 134, 137, 141, 153, 156, 157, 177, 180, 197, 201,
204, 210, 225 y 231, con las figuras clásicas de la ira de Dios, Judas, Datán y Abirón.
Escasa es asimismo la presencia aragonesa por los motivos apuntados, y solamente la ira
del rey parece paliar ese vacío de religiosidad, como sucede en Zaragoza, núm. 40, 1210,
p. 131; y núm. 45, 1214, p. 135. En la documentación de Jaime I, solamente hemos hal-
lado dos menciones de carácter bíblico, en Jaime I, núm. 32, 1221, p. 75: “Quicumque,
autem, contra hec scripta in aliquo venire presumpserit, iran Dei omnipotentis et omnium
sanctorum eius incurrat, et extorres a corpore et sanguine Christi cum Iuda proditore et
Datan et Abiron intereant, et eant, nisi resipuerint, ad Tartara, non redituri. Et ne aliqua
pena eis desit, hic indignacionem nostram perpetuam cum corpore et avere se noverint
sine aliquo remedio incursuros”; y núm. 182, 1233, p. 314: “Quicumque, autem, contra
hanc cartam venire in aliquo attemptaverit, iram Dei omnipotentis et gloriose virginis
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 275
Homo qui talia comiserit in primis descendat super illum ira Dei et rufea
celestis, et a corpore et sanguine Domini nostro Ihesu Christi fiat segrega-
tus, et veniat super illum ira Dei, sicut descendit super Sodoma et Gomo-
rra, et sicut descendit super Datam et Abiron viros sceleratissimos quos
uiuos terra obsoruit, et non habeat parte cum Christo, sed cum Antichristo,
et cum Iuda proditoris Domini lugeat penas in eterna damnatione. 256
exeat condempnatus, et non habeas partem in resurrectione prima, et ieiunium aut elemo-
sinam aut orationem non proficiat ei”.
256 Diplomática astur, vol. I, núm. 54, 852, p. 246.
257 Monstruo que aparece en Job 3, 8: “Maledicant ei qui maledicunt diei, qui parati
sunt suscitare Leviathan”; e ibidem 40, 20: “An extrahere poteris Leviathan hamo, et fune
ligabis linguam ejus?”. Tanto Leviatán como Behemot, el otro monstruo que ilustra este
libro bíblico, son los símbolos de las fuerzas incapaces de ser dominadas por el hombre,
pero que, sin embargo, se pliegan a la voluntad de Dios. Otras referencias figuran en
Isaías 51, 9-10, y, con un carácter descriptivo más suave, en los Salmos.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 277
258 Muñoz Romero, Colección. Fueros de los lugares de la jurisdicción del monasterio
de Cardeña concedidos por Fernando I, 1039, p. 188. Otros ejemplos documentales en
Arlanza, núm. 2, 912, p. 8: “Et consorcium cum Leviatan possessor inferni”; núm. 5, 923,
p. 19: “Et cum Leviatan detineatur fundo baratri assurus eternasque penas legituras”;
núm. 6, 929, p. 23: “Et cum Leviatan detineatur fundo varatrici assurus, eternasque penas
luituras”; y núms. 29, 30, 32, 37 y 46; Fernando I, núms. 7, 10, 11, 18, 32, 36, 37, 42,
43, 44, 49, 52, 63, 64 y 65; Leire, núm. 53, 1057, p. 90: “Et cum Leuiatan detineatur in
profundo baratri arsurus eternasque penas ibi lugiturus, amen”; Cardeña, núms. 42, 235,
247, 250, 252, 260, 265, 266, 267 y 285; Urraca, núm. 77, 1116, p. 476; y núm. 93, 1118,
p. 501; y Alfonso VIII, núm. 4, 1151, p. 14: “Et cum Leuiatam detineatur fundo baratri
assurus, eternasque penas lugituras”.
259 Documentos, núm. 41, 1157, p. 67: “Si quis de nostris quam de extraneis hoc nos-
trum factum spontaneum rumpere temptaverit, iram Dei omnipotentes et regiam indigna-
tionem incurrat”; núm. 45, 1169, p. 73: “Si quis autem hoc sriptum aliquatenus infringere
temptaverit, ira omnipotens Dei cum regia indignatione incurrat et cum Iuda traditore
penas luat eternas insuper”. Abundantes referencias a esa incursión en la ira de Dios
omnipotente y la ira o indignación regia, se pueden hallar en Fernando II, núms. 1 y ss.
Esta modalidad formularia será la que acaba por triunfar y por imponerse a las restan-
tes menciones bíblicas. No deja de ser paradójico que el mayor protagonismo de esta
cita se origine con aquellos monarcas que pueden ser calificados como poderosos o,
al menos, como dominadores de los dispersos poderes existentes en su reino. Cuando
el fortalecimiento de esa autoridad regia llegue a su culminación (sobre todo, a partir
de Alfonso X), el abandono del recurso bíblico será ya un hecho incontestable. No
harán falta los modelos de las Sagradas Escrituras, sino que el poder regio bastará para
constreñir los deseos criminales de los posibles incumplidores del derecho escriturado,
como se verá más adelante.
260 Véase Grassotti, H., “La ira regia en León y Castilla”, op. cit., nota 135, pp. 5-135;
y Las instituciones feudo-vasalláticas en León y Castilla, Spoleto, Centro Italiano di
Studi sull’Alto Medioevo, 1969, t. II, pp. 927-1.081. Acaso la ira regia era la única parte
de estas sanciones que tenían visos de aplicación dado que los castigos infernales sólo se
darían tras la muerte, no existían pruebas que verificasen la realización de las maldicio-
nes y las penas pecuniarias previstas eran de cuantías inalcanzables que hacía imposible
el percibirlas.
278 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
261 Consecuencias detalladas en Grassotti, H., “La ira regia en León y Castilla”, op.
cit., nota 135, pp. 32 y ss.
262 Zaragoza, núm. 19, 1176, p. 105: “Ita quod de cetero nunquam magis episcopus
Cesarausguste nec canonici nec nullus alius homo sit ausus disrumpere nec inquietare
neque mutare illa convenientia; qui, quod non credo, fecerit perdet amorem meum et pei-
tabit mihi mille morabetinos”, y núm. 66, 1242, p. 169: “Mandamos itaque vicariis, baiu-
lis, curiis et nostris subditis et officialibus universis presentibus et futuris quod predicta
omnia suprascripta ubique teneri et observari inviolabiliter faciant, si de nostri confidunt
gratie et amore”.
263 Muñoz Romero, Colección. Fueros y privilegios de la ciudad de Burgos, 1073,
p. 258: “In primis iram atque maledictionem omnipotentis Dei incurrat, et sanctae Dei
genitricis virginis Mariae intercessione atque omnium sanctorum Dei… demergatur in
infernum”; Irache, núm. 67, 1087, p. 88: “Et sanctam Mariam matrem domini omnesque
sanctos Dei dum uixerit semper iratos habeat in uita et in morte nisi iuste emendauerit,
amen, amen, amen”; núm. 101, 1119, p. 124: “In hoc seculo et in futuro iram Dei incurrat
et Sanctam Mariam, matrem Domini, omnesque sanctos contra se iratos habeat in uita et
in morte et in die iudicii nisi legitime emendauerit, amen”; núm. 131, 1137, pp. 153 y
154: “Iram Dei omnipotentis et beate Marie et omnium sanctorum incurrat, et cum Iuda
traditore inferni penas sustineat, amen”; núm. 189, 1176, p. 207: “Et ad sanctam Mariam
matrem Dei omnisque sanctos Dei dum uixerit semper iratos habeat in uita et in morte
nisi iuste emendauerit”; y núm. 244, 1208, p. 261: “Nuil omne de nostra natura ni fem-
ma quiera corromper ni desdezir, sia maledicto del nostro seinor Dios et de la gloriosa
so madre et nos ambos, en aquest siglo et en otro, et al dia del iudicio”; Alfonso VIII,
núm. 221, 1175, p. 369: “Si quis autem huius rei temerator aut contemptor existere uo-
luerit, excommunicatus et anathematizatus eterne dampnationi subiaceat condempnatus
et amara morte percussus Sanctam Mariam et omnes Dei electos hic et in futuro sentiat
sibi contrarios atque in inferno inferiori Iudam traditorem habeat consortem et diabolum
consolatorem, inceptum suum irritum maneat”; Carbajal, núm. 18, 1148, p. 77: “Sit ex-
comunicatus a Deo et Beata Maria Uirgine et omnibus Sanctus Dei”; núm. 59, 1185, p.
126: “Iram Dei Omnipotentis et Beate Marie semper Uirginis et omnium Sanctorum Dei
incurrat”; núm. 80, 1201, p. 150: “Et si aliquis nostrorum uel extraneorum hoc scrip-
tum infringere temptauerit, a Deo et beate Marie semper Uirginis et omnibus sanctis sit
maledictus et excomunicatus in perpetuum, amen”; Sandoval, núm. 17, 1182, p. 70: “Si
qui uero, de nostro genere uel de extraneo, hanc cartam irrumpere uoluerit, iram Dei
omnipotentis et Beate Marie semper Uirginis cum regia indignatione incurrat”; Trianos,
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 279
núm. 24, 1186, p. 70: “Iram Dei omnipotentis et beate Marie semper uirginis, cum regia
indignatione incurrat”; Gradefes, núm. 197, 1187, p. 249: “Et habeat iram Dei et beata
Marie Uirginis et omnium sanctorum”; Fernando III, núm. 42, 1218, p. 52: “Quicumque
uero huius mee concessionis paginam infringere uel ausu temerario uiolare presumpserit,
iram Dei omnipotentis et beate Virginis incurrat”, y núm. 43, 1218, pp. 53 y 54: “Iram
omnipotentis Dei et beate Virginis incurrat”.
264 Muñoz Romero, Colección. Donación de varias heredades hecha por el conde San-
cho de Castilla, 1011, p. 57: “Et iram Omnipotentis Dei et de omnibus Sanctis tan ipse
quam omnes qui consenserint, plenarie incurrant”; idem. Fuero de Logroño, 1095, p. 341:
“… ex parte domini omnipotentis, et beata Dei genitricis virgo semper Maria, et ex parte
beatorum Apostolorum et omnium Sanctorum eius, sit maledictius et confusus cum iis
qui dixerunt Domino Deo: recede á nobis…”; idem. Privilegio de Alfonso VII eximiendo
a mozárabes, castellanos y francos de la ciudad de Toledo del derecho de portazgo, 1157,
p. 376: “Sit á Deo maledictus et Sanctis ejus, et in Inferno cum Iuda, christi proditore,
sine fine damnatus, et cum Datam et Abiron, quos vivos terra absorvit variis crutiatibus
apud inferos tormentetur”; Documentos, núm. 52, 1187, p. 88: “Ex parte Dei omnipoten-
tis et omnium sanctorum sit maledictus et excomunicatus et cum Iuda Domini proditore
in inferno inferiori in perpetuum condempnatus, amen”; Entrepeñas / Escalada, núm. 7,
1087, p. 55: “Et pro damnato tempora non habeat partem in Domini uiuum, neque cum
angelis et archangelis, neque cum sanctas et sanctis, sed cum Iuda traditore lugeat penas
in eterna dampnatione”.
265 Entrepeñas / Escalada, núm. 4, 1055, p. 51: “Non abeat parte cum angelis neque
cum arcagelis neque cum profetas neque cum apostolis nec Deum protectorem, nisi cum
Iudas traditorem in eternam porcione”; Arlanza, núm. 89, 1119, p. 169: “Et quomodo non
habeat portionem cum Deo, neque cum angelis neque cum archangelis, sed cum Juda
traditore sit anathematizatus et extra ecclesia excomunicatus”.
266 Burgos I, núm. 3, 929, p. 12: “Et descendat super eum ira et furor Domini et Sancti
Quirici et Sancti Michaelis et Sancti Iuliani omniumque sanctorum”; y núm. 11, 1024, p.
30: “Sit anatemate marenate proculsus in cospectu Dei Patris omnipotentis et Sanctorum
Cosmas et Damianus uel eius martirum”; La Rioja, núm. 4, 1044, p. 28: “Condempnatus
anathema sit maranata, et sanctum Iulianum et sanctam Mariam et omnes electos Dei
hic et in futuro sentiat sibi contrarios, atque in inferno inferiori Iudam traditorem habeat
consortem et diabolum consolatorem”; y núm. 80, 1125, p. 139: “Ex parte Dei omnipoten-
tis, Patris, Filii et Spiritus Sancti et beate Marie semper uirginis et beatorum apostolorum
Petri et Pauli et sanctorum martirum Emeterii et Celedonii, excommunicatus et anathe-
matizatus in perpetuum habeatur et post uite obitum pena perfruatur eterna. Amen”; San
Cugat III, núm. 915, 1131, p. 103: “Iram omnipotentis Dei et sancti martiris Cucuphatis
anatematizatus incurrat”; Astorga II, núm. 791, 1163, p. 144: “Si quis igitur meae volun-
tarii facti violator contra hunc meae donationis paginam venire presumpserit iram Dei et
280 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
Sancti Iacobi et omnium sanctorum cum indignatione mea incurrat”; Tumbo A Santiago,
núm. 117, 1168, p. 283: “Quod quicumque infringere uel perturbare temptauerit iram et
indignationem Dei et Beati Iacobi cum excommunicatione incurrat et regie maiestatis
reus teneatur in perpetuum exilium et suorum omnium amissionem patiatur et hec carta
semper robur obtineat”; Documentos, núm. 83, 1221-1229, p. 139: “Si quis autem contra
statutum nostrum ausu temerario contraire presumpserit, iram omnipotentis Dei et bea-
torum apostolorum Petri et Pauli se noverit incursurum”; Muñoz Romero, Colección.
Privilegios de los pobladores del monasterio de San Andrés (sin fecha), p. 232: “Quod
si aliter vobis impedire voluerit, super hiis quae ad nos pertinent, impediatur judicio Dei
et Sancti Andreae Apostoli, et omnium Sanctorum Apostolorum”; Alfonso IX, núm. 619,
1230, p. 716: “Maledictionem Dei omnipotentis et beati Jacobi apostoli et beate Eolalie
uirginis et martiris et regiam indignationem incurrat”; Liébana, núm. 155, 1249, p. 181:
“Et sea malditu de Dios et de todos los santos, et vengale la ira de Sancte Turibio et la su
alma nunqua aya part en paradiso”; y núm. 169, 1259, p. 194: “Iram Dei omnipotentis et
confessoris Christi Turibii plenarie incurrat”; Albelda-Logroño, núm. 114, 1307, p. 167:
“Nulli ergo omnino hominum liceat hanc paginam presentis ordinationis, constitutionis,
statuti et salubris prouissionis infringere uel ei ausu temerario contra ire. Si quis autem
hoc attenptare pressumpserit indignationem, iram et maledictionem omnipotentis Dei et
Beati Martini conffessoris incurrat et cum Datan et Abiron quos terra uiuos abssorbuit et cum
Satana in profundum malorum per superbiam descendente percipiat portionem”.
267 Eslonza, núm. 1, 912, p. 2: “Sit anathema in conspetu Dei patris et sanctorum apos-
tolorum uel omnium martirum eius”; Lacarra, J. M., “Documentos para la historia de las
instituciones navarras”, AHDE, núm. 11, 1934. Sancho III concede libertad para comprar
a los moradores de Abárzuza. Núm. 1, 1028, pp. 487 y 488: “Sit maledictus a consortio
Dei et cetu sanctorum et a consortio omnium fidelium christianorum per infinta secu-
la, amen”; Alfonso VI, núm. 81, 1085, p. 210: “Et abeat iram sanctae Mariae uirginis,
matris Domini nostri Ihesu Christi, cum coro uirginum; et abeat iram Sancti Micaelis
arcangili cum coro angelorum; et abeat iram sancti Petri apostoli, qui habeat potestatem
ligandi atque soluendi, cum coro apostolorum; et abeat iram sancti Stefani protomartiris
cum coro martirum; et abeat iram Sancti Martini cum coro confessorum; et non abeat
partem in prima resurrectionis, sed semper partem habeat in inferno inferiori cum Iuda
traditori. Fiat, fiat. Amen”; Astorga I, núm. 473, 1095, p. 367: “Sit ipse excomunicatus et
anatematicatus et a Deo omnipotenti Patri et Filii et Spiritu Sanctu et sancti Verissimi
et Santae Mariae omniumque sanctorum et sanctarum segregatum hic et in ebum amem
fiat”; Documentos, núm. 40, 1148, p. 64: “Qui istam cartam disrumpere voluerit, anatema
sit; non abeat partem cum Deo omnipotente; ira Dei et sancte Marie Virginis et omnium
Sanctorum veniat super eum, et cum Iuda traditore inferni penas lugeat”; núm. 46, 1170,
p. 77: “Maledictus et excomunicatus ex parte omnipotentes Dei et ex parte Beate Marie
matris eius et omnium sanctorum Dei et pereat cum Datam et Abiron cum impiis in
inferno inferiori per secula cuncta amen”; Muñoz Romero, Colección. Fueros de Santa
María del Puerto, 1042, pp. 189 y 190: “Excommunicatis á corporis et sanguinis Domini
et habeant iram Dei et Sanctae Mariae matris ejus Domini nostri Jesu-Christi et de suis
Apostolis et Prophetis, atque de omnium Sanctorum Martirum, Virginum et Confesso-
rum, et careant á fronte lucernas oculorum duorum, et sit pars illorum cum Juda traditore
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 281
Si quis tamen quo de fieri minime credimus tam nos quam aliquis ex nos-
tra progenie uel extranea, hanc kartulam testamenti infringere temptauerit,
quisquis ille fuerit qui talia commiserit, in primis auferat dominus memo-
riam illius de terra cum diaboloo et angelis eius, cum Iuda domini prodito-
re, cum Simone Mago et Nerone et Datam et Auirone in profundum inferni
luat penas in eterna dampnatione. Sit maledictus et excommunicatus usque
in septimam generationem et pro temporali dampno quantum de predic-
tis monasteriis in contemptione miserit, tantum aliud in duplo simili loco
cum mille libras purissimi auri cultores Ouetensi eclesie persoluat et hanc
scripturam plenum obtineat.273
273 Diplomática astur, vol. I, núm. 65, 857, p. 285. Otros ejemplos en que aparecen
estos extraños personajes en Catedral Oviedo, núm. 79, 1076, p. 233; núm. 120, 1101-
1109, p. 326; núm. 137, 1117, p. 356; núm. 155, 1143, p. 394; núm. 159, 1145, p. 398;
núm. 160, 1150, p. 405; núm. 163, 1154, p. 414; núm. 172, 1161, p. 431; núm. 192, 1177,
p. 467; núm. 213, 1192, p. 504; y núm. 214, 1197, p. 506; Leon IV, núm. 1.239, 1086, p.
523: “Et abeat partem et societatem cum Symone mago, cum Iuda quoque atque Nero-
ne, cum diabolo et angelis eius”; núms. 1.291, 1.292, 1.312 y 1.316; Carbajal, núm. 1,
1093, p. 60: “Et abeat partem cum Datan et Abiron et Simone mago, et pereat in eternum,
amen”; y núm. 2, 1096, p. 61: “Et abeat partem cum Datam et Abiron, cum Simone mago,
cum Iuda quoque adque Nerone, cum diabolo et angelis eius, et pereat in eternum, amen”;
Urraca, núm. 1, 1109, p. 354: “Et habeat partem et societatem cum Datan et Abiron, cum
Simone Mago, cum Iuda quoque atque Nerone, cum diabolo et angelis eius, et pereat in
eternum, amen”; y núm. 36, 1112, p. 419: “Inprimis sit maledictus et excomunicatus a
fide catholica, cum Datan et Abirone, cum Simone Mago et Nerone, et cum Iuda, Domini
proditore, cum diabolo et angelis eius par penas luat in eterna dampnatione”; León V,
núm. 1.336, 1112, p. 26: “In primis sit maledictus et excomunicatus a fide catholica, cum
Datan et Abirone, cum Simone Mago et Nerone, et cum Iuda Domini proditore”; núm.
1.342, 1113, p. 35: “Et habeat societatem cum Iuda proditore, cum Datan et Abiron, cum
Simone Mago, et habeat partem cum diabolis”; núm. 1.405, 1133, p. 160: “Et habeat
partem et societatem cum Datan et Abiron, cum Simone Mago, cum Iuda quoque atque
Nerone, cum diabolo et angelis eius, et pereat in eternum, amen”; y núm. 1.441, 1143, p.
217: “Sit maledictus, et exconmunicatus, et cum impio Nerone, seu mago Simone, atque
cum Iuda Domini traditore, crucietur assidue in eterna dampnatione”; Gradefes, núm. 24,
1127, p. 38: “Si quis tamen presenti uiolauerit scripture perpetua damnetur excomunatio-
ne et habeat societate cum Dathan et Abiron cum Simne Mago cum Iuda quoque atque
Nerone cum diabolo et angelis eius et pereat in eternum, amen”; Eslonza, núm. 67, 1142,
p. 111: “Et cum Datham et Abiron habeat partem et cum Simone malefico sustineat penas
et cum Juda Domini traditore luat penas in inferno inferiori et careat a fronte luminibus
amen”; y núm. 89, 1157, p. 143: “Et non habeat parte in regno Dei sed cum Datam et
Abiron et cum Simone mago rege atque Nerone et angeli eius in eterna dampnatione in
secula seculorum amen”.
284 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
274 Catedral Oviedo, núm. 155, 1143, p. 394: “Sit maledictus et excommunicatus usque
in septimam generationem et cum Datan et Abiron Simone Mago et Nerone cum Pilato
et Oloferne cum Iuda Domini proditore et cum Diabolo et angelis eius uoracis gehenne
incendiis trucidatur, luat penas in eterna dampnatione”. Poncio Pilato es el procurador
romano de Judea que entrega a Jesucristo a la muerte segura, querida por el sanedrín. Su
figura aparece distorsionada en los Evangelios Apócrifos. Holofernes es el general asirio
encargado de tomar venganza de los pueblos occidentales, concretamente de los judíos.
El sitio de Betulia y sus relaciones con la viuda Judit constituyen la temática principal del
libro bíblico que toma el nombre de aquélla. Véase AA. VV., Manual Bíblico. II. Antiguo
Testamento, op. cit., nota 189, pp. 171 y ss.
275 Zaroen, Arfaxat y Galerio son personajes de dudosa ubicación, probablemente in-
sertados en virtud de tradiciones apócrifas. Así se explicaría la participación de los mis-
mos en los martirios de los apóstoles Simón y Judas. En todo caso, se busca nuevamente
la ejemplaridad: se pone de relieve el pecado de idolatría por ellos cometido, pero no
aparecen en los textos bíblicos, salvo Arfaxat en Judith, 1, 1, 5, 6, rey de los medos, de
cuya existencia histórica también hay dudas.
276 San Cugat I, núm. 61, 959, p. 53.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 285
Si uero, quod absit, an nobis aut filiis seu neptis nostris uel aliquis homo,
hoc nostro dato disrumpere uoluerit, in primis ut eueniat ei contrictio Heli
sacerdos et ramorum eius, maledictio Dauid, quam inprecatus est Dohec,
277 Elí o Helí, juez de Israel, muere de forma inmediata y fulminante al ser informado
que los filisteos se habían apoderado del Arca de la Alianza, en 1 Samuel 4, 4-18. Se
emula, pues, su muerte veloz; no se considera su conducta que parece moverse dentro de
la más estricta ortodoxia.
278 Doeg es el encargado de ajusticiar a Abimelec, sus familiares y los sacerdotes de
Nob por orden de Saúl bajo la acusación de traición, dado que aquellos habían ocultado
al rey noticias acerca de David, en 1 Samuel 22, 9-23; éste manifiesta su dolor en Salmos
52, 2.
279 Concretamente, a la señal que Dios le impone para evitar ser muerto por cualquier
otra persona, en Génesis 4, 15.
280 El asno del que habla Jeremías se refiere a la imprecación que el profeta dirige al
rey Joaquím, afirmando que su sepultura será como la sepultura de un asno: “Sepultura
asini sepelietur, putrefactus et projectus extra portas Jerusalem”, en Jeremías 22, 19.
281 Yahvé, en su inmenso poder, rompe la vara de los impíos y el cetro de los tiranos,
dice Isaías 14, 5: “Contrivit Dominus baculum impiorum, virgam dominantium”.
282 Tomada de Deuteronomio 11, 6: “Et Dathan atque Abiron filiis Eliah, qui fuit fi-
lius Ruben, quos aperto ore suo terra absoruit, cum domibus et tabernaculis, et universa
substantia eorum, quam habebant in medio Israel”. El castigo de la ceguera al que se
alude es una de las maldiciones que recoge también Deuteronomio 28, 29: “Et palpes in
meridie sicut palpare solet caecus in tenebris, et non dirigas vias tuas”. El texto de las
Costumbres de Tortosa, verbigracia, recoge ese catálogo de maldiciones. Véase Código
de las Costumbres escritas de Tortosa, Foguet, R. (ed.), Tortosa, Imprenta Querol, 1912,
libro IX, “Hoc est sacramentum Judeorum”, pp. 505 y ss., con influencias nuevamente de
la antigua legislación visigoda.
283 Tomas violentas de Jericó, Hai, territorios del Mediodía, territorios del Norte y
Caleb, en Josué 6, 20; 8, 24-25; 10, 28-39; 11 y 14.
284 El texto se refiere al episodio del Mar Rojo, descrito en Éxodo 14, 26.
285 La reflexión sobre la vejez en Eclesiastés 12, 6: “Antequam rumpatur funiculus
argenteus, et recurrat vitta aurea, et contentatur hydria super fontem, et confringatur rota
super cisternam”.
286 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
sygnum quod enotatus est Kayn, sepultura asyni de quo loquitur Iheremias,
perdictio qua precatores terre latus absorbuit, et interitus Cananeorum, et
contrictio Idrie ad fontem, et arenarum cominatio in litoribus que salis
fluctibus uerberantur, et confractio uirge gloriose de Esaye ut sit quasi
cecus palpans pariete; hec omnia euenient ei qui hoc scriptum frangere
conaberit.286
286 Cardeña, núm. 110, 963, pp. 141 y 142. Fronilde con sus hijos Oveco y Álvaro y
con sus sobrinos Romano y Vermudo, donan al monasterio de San Pedro de Cardeña y a
su abad Esteban una dehesa. Con variantes en Pedro I Aragón, núm. 16, 1094, p. 228. “Si
quis autem hoc donativum meum disrumpere voluerit habeat sortes cum Iuda traditore,
qui tradidit Dominum Salvatorem, veniat ei contrictio Eli et Raomorum eius maledictio
David quam imprecatus est do hec Idumueus, signum quod enotatus est Chain sepultura
asini de quod loquitur Hieremias et perditio qua peccatores terre ratus obsorbit, amen,
amen”.
287 Puede aludir al tono eminentemente combativo que el profeta Daniel manifiesta en
sus relaciones con Babilonia y con sus reyes (Nabucodonosor, Baltasar, Darío y parte del
reinado de Ciro), a los que está de continuo criticando por su soberbia e idolatría y a los
que vaticina la pérdida de su poder. Se ocupa de ello a lo largo de la primera parte de su
libro, la parte plenamente histórica, no profética. Véase Enciclopedia de la Biblia, cit.,
nota 92, t. II, pp. 768 y ss. Daniel simboliza la justicia de Dios frente a la justicia de los
hombres, la fidelidad absoluta a la ley divina, aun habiendo alcanzado altos cargos en el
gobierno babilónico, la lealtad a Dios en todos sus manifestaciones públicas y privadas.
La historia de Daniel no es una biografía, ni un relato de su época: es, sobre todo, una
teología de la historia y una visión del mundo esencialmente optimista porque lo que
aguarda al hombre es el triunfo de Dios finalmente.
288 Ruina derivada de la pérdida voluntaria de los derechos de primogenitura, en Géne-
sis 27, 1-46. Las tradiciones hebraicas colocan a Esaú frente a Jacob en una situación de
desventaja que en algunas ocasiones termina de modo trágico y violento. Véase Graves,
R. y Patai, R., Los mitos hebreos, cit., nota 107, pp. 244 y ss.
289 Desde la época de Moisés, Moab era el enemigo tradicional de Israel, aunque tras
las victorias de David rara vez consiguió sojuzgar al pueblo elegido o constituir una
amenaza real. Se siguió considerando, sobre todo en la literatura profética, como la per-
sonificación de todos los enemigos de los judíos, como en el caso de Isaías y sus libros.
Véase Asimov, I., Guía de la Biblia. Antiguo Testamento, 10a. ed., Barcelona, Plaza y
Janés, 1993, pp. 113, 149-176, 215 y 493, respectivamente.
290 Realizado por Abraham cuando éste logra tener descedencia de su esposa legítima.
La concubina Agar como su hijo Ismael son abandonados en el desierto de Berseba, en
Génesis 21, 14-21. Ese abandono físico y espiritual es a lo que parece aludir el texto.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 287
291 San Juan de la Peña, núm. 3, 828, pp. 23 y 24; núm. 13, 905-925, pp. 46 y 47;
núm. 32 (siglo X), p. 95, con cita a Achab: “Et fiat ruina domui eius, sicut domui Acham,
filium Carmi, qui contradixit preceptolo sue filii nun et turbabit Israhel, et sit interitum
eius, sicut interitum Datan et Abiron, quos vivos terra devoravit”; y núm. 34, 1005, pp.
98 y 99.
292 San Cugat III, núm. 1.020, 1158, p. 190. Así lo recoge 1 Reyes 22, 34: “Vir autem
quidam tetendit arcum, in incertum sagittam dirigens, et casu percussit regem Israel inter
pulmonem et stomachum. At ille dixit auriga suo: Verte manum tuam, et ejice me de
exercitu, qui graviter vulneratus sum”.
293 Aparece en Mateo 27, 26; Marcos 15, 15; Lucas 23, 25 y Juan 18, 40. También
en los Hechos de los Apóstoles 3, 14, implícitamente. Probablemente, son los crímenes
previos que él comete y por los que estaba en prisión, los que llevan a identificarlo con la
maldad, porque él no tuvo nada que ver en la elección que supuso su liberación, efectuada
por la turba congregada y ratificada por Poncio Pilato.
288 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
Quod si aliquis ex nobis aut filiis nostris vel neptis aut aliquis ex consan-
guinibus nostris seu aliquis homo ex parte imperatoris aut rex aut pontifex
sivi comes vel potestas aut quislibet homo istum nostrum factum disrum-
pere conaverit vel turbare voluerit, in primis cum Iudas Scarioht in infer-
num abitet per secula seculorum, amen. ��������������������������������
Et adhuc vivens in corpore duos-
bus luminibus careat ad fronte et proibeatur a sancta communione et post
discessum non sepelietur corpus eius cum ceteris nec spiritus eius societur
cum electis, sed cum Datan et Abiron et Sodoma et Gomorra sit pars eius
in eterna dampnacione, inferantque ad pars inperii X libras aureas, et Islam
paginas in cunctis roborem firmiter obtineat, amen.295
294 Liébana, núm. 91, 1064, p. 109: “Et si quis aliquis homo uel de alia parte aliquam
molestiam fecerit aut istum pactum disrumpere quesierit non habeat partem cum angelis
neque cum arcangelis neque cum uirgines, confessores, set cum Barrabas damnationes in
penas excommunicatus et segregatus sit a fide Christi”; núm. 94, 1065, pp. 113 y 114: “Et
si quis tamen aliquis homo ex propinquis meis uel heredibus meis aut alia subrogata per-
sona hoc titulo disrumpere quesierit uel potestas, non habeat partem cum angelis neque
cum uirginis, confesores, set cum Bulburas (=Barrabás) damnationes in penas escumu-
nigatus et segregatus a fide Christi, et cum Datan et Abiron et Canamura que illos bibos
terra obsoruit”; y núm. 95, 1066, p. 115: “Non habeat partem cum angelis neque cum
archangelis neque cum uirgines, confessores, set cum Bulburas damnationes in penas
excomunicatus et segregatus sit a fide Christi, et cum Datan et Abiron, quod biuos terra
obsoruit”.
295 Documentos, núm. 29, 1104, p. 48.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 289
296 San Cugat II, núm. 449, 1012, p. 95: “Qui vero hanc nostram conlationem maligni-
ter contempserint et non eam anathema, ut mali periurii et fidem Christi negatores exis-
tant et animas eorum, cum de hoc seculo exierint, cum paganis et iudeis permaneant”;
Font Ríus, Cartas, núm. 11, 1012, p. 22: “Anathema, ut mali periurii et fidem Christi
negatores existant et animas eorum, cum de hoc seculo exierintm cum paganis et iudeis
permaneant”; Otero de Dueñas, núm. 122, 1019, p. 198: “In primis, sit excomunicatum
ad christianis et condematum cum pacanis”; Leire, núm. 29, 1040, p. 60: “Qui enim de
fliis aut de tribu nostra uel quacumque hominis persona uobis ac succesoribus uestris
contumeliam inferre super eum conaberit, separatus a consorcio sanctorum participetur
cum aduersariis christianorum in tenebris inferorum”.
297 Muñoz Romero, Colección, p. 341.
298 Ibidem, p. 352.
290 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
tatotibus”; o que fueron absorbidos por la tierra a causa de las conductas deplorables que
infectaron el santuario divino, en Alfonso IX, núm. 5, 1188, p. 14: “Et Datan et Abiron,
quos pro infestatione presumptuosa qua infestabant sanctuarium Dei terra uiuos obsor-
buit”. En la versión romanceada de la carta de seguridad concedida por Alfonso VI a los
mozárabes de Toledo se puede leer, en Privilegios Toledo, núm. 2, 1101, p. 91: “Et sea
sumido lloradero en las penas perdurables en la fondura del infierno con Datan et Abiron
los quales la tierra sorbio bivos por que fueron rebeldes a los mandamientos de Dios”.
308 Por ejemplo, en los más antiguos documentos recogidos en la Diplomática astur,
vol. ��������������������������������������������������������������������������������������
I, núm. 25, 816, p. 143: “Descendat super illum repentinus Dei iuditius, sicut descen-
dit super Datan et Abiron, viros sceleratissimos, quos vivos terra absoruit”; núm. 35, 828,
p. 170: “Descendat super illum iram Dei sicut descendit super Datam et Abiron, quos
terra obsoruit pro suo scelere”; núm. 52, 847, p. 240: “Descendat super illum rumphea
celestis sicut descendit super Datam et Abiron, quos bibos terra obsoruit”; núm. 53, 852,
p. 241: “Et insuper decendat super eum ira dei sicut descendit super Datam et Abiron,
quos terra uiuos obsoruit, ut merear inuenire indulgenti Domini”; núm. 62, 856, p. 269:
“Descendat super illos ira Dei et runfeam celi, sicut descendit super Datran et Habiron
uiros sceleratissimos quem pro suo scelere uiuos terra obsoruit”; núm. 80, 864, p. 323:
“Descendat super eum iram Domini nostri Ihesu Christi, et cum Datan et Abiron habeat
portione in inferno inferiori et absorbeat terra sicut absoruit Sodoma et Gamorra, amen”;
Diplomática astur, vol. II, núm. 95, 870, p. 54: “Et descendat super illud qui italia com-
miserit quod descendit super Datan et Abiron; et Sodoma et Gomorra uiuos terra illos
absoruit, et qui talia comiserit non resurgat cum iustus sed cum impiis et sceleratos”;
núm. 101, 871, p. 72: “Ut de hoc seculo sicut Datan et Abiron uiuos continuo obsorueat
terra et tartareas penas cum Iuda Christi traditore perhenniter perferat cruciatum”; núm.
106, 873, p. 86: “Et si quis de ipsa nostra quinta fraudare quisierit descendat super eum
runfea celestis sicut descendit super Datam et Abiron uiros celeratisimos, quos propter
sua scelera uiuos terra consobuit”; núm. 160, 899, p. 256: “Iram Dei excelsi incurrat, et
canonicali sententia damnatus, cum Iuda, Datan, et Abiron infernale sustineat cruciatus”.
Sobre el significado de las voces latinas apuntadas, véase Diccionario latino-español
formado sobre el de don Manuel Valbuena, 14a. ed., París, Garnier Hermanos, 1865, p.
759; Du Cange, Glossarium Mediae et Infimae Latinitatis, París-Niort, L. Favre, 1886,
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 293
guiendo el modelo bíblico, Coré consigue salir bien parado y las citas
expresas al mismo son reducidas, si bien existen.309 Datán y Abirón son
los condenados por excelencia: “Quos uiuos terra conglutanauit particeps
cum sibi consentientibus atque fauentibus fiat si bis tercioue commonitus
datagere contepserit”.310
Los documentos que aluden a este castigo para los infractores son nu-
merosísimos, puesto que en muchas ocasiones la referencia a Judas lleva
aparejada la mención, anterior o posterior, de Datán y de Abirón, nueva-
mente para significar lo execrable de ese comportamiento rebelde no sólo
contra la legítima autoridad, sino también contra los designios divinos
que la habían puesto al frente del pueblo correspondiente. Algunos textos
callan la mención bíblica, pero se acogen a los efectos que la maldición
divina provocará para los infractores. Dice una donación hecha por el rey
García al monasterio de Eslonza que los que atenten contra el contenido
de la donación regia sufrirán la ira de Dios, la confusión del Espíritu San-
to y “uiuens terra obsorbeat illum”,311 como sucede en el episodio bíblico
referido. La formulación de esta referencia se estabiliza en los siglos
centrales del Medievo. Lo hallamos en su versión latina, por ejemplo, en
el Fuero de Caseda concecido por Alfonso I el Batallador en el año 1129,
donde se proclama que el incumplidor del texto foral “habeat mansionem
cum Datan, et Abiron, et cum Juda traditore, in inferno inferiori hic et in
perpetum”;312 en el Fuero de Escalona de 1130, donde se especifica ya
en qué consiste esa condenación: “sit maledictus á Deo omnipotente et
tuales por la idea de los amargos tormentos que dichos rebeldes debieron
145, 165, 166, 169, 170, 172 y 173; Serós, núms. 2, 4, 6, 7, 15, 27, 28, 39 y 48; Huesca II,
núms. 488, 543 y 546; S. Pedro Montes, núms. 2, 4, 6, 12, 21, 98, 104, 107, 110, 116, 121,
123, 125, 126, 130, 135, 137, 138, 153, 160, 162, 164, 165, 171, 180, 181, 183, 210, 216,
240, 256 y 385; Ramiro II, núms. 7, 11, 56, 59 y 60; Castañeda, núms. 15, 25, 29, 33, 34,
40, 41, 42, 47, 52, 60, 61, 96, 103, 111, 166 y 187; Jaca, núms. 2, 3, 6 y 12; Sobrado I,
núms. 51, 120, 146, 162, 164, 166, 174, 244, 247, 248, 250, 260, 261, 265, 413, 442, 466,
468, 478 y 489; Sobrado II, núms. 27, 31, 33, 34, 53, 55, 57, 59, 72, 73, 85, 138, 160, 161,
176, 224, 304 y 341; Sahagún I, núms. 22, 70, 105, 196, 197 y 307; Privilegios Catedral
Toledo, núms. 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 15, 16, 21, 22, 42, 55 y 56; Ordoño III, núms. 5 y 9;
Leire, núms. 9, 10, 12, 15, 16, 17, 18, 20, 21, 23, 24, 36, 41, 42, 51, 90, 99, 109, 121, 130,
132, 140, 141, 144, 149, 151, 152, 156, 158, 160, 170, 181, 188, 190, 192, 197, 203, 204,
206, 207, 216, 226, 227, 231, 232, 233, 234, 235, 240, 244, 250, 254, 258, 263, 271, 274,
286, 307, 310 y 321; López Ferreiro, Historia. I. Apéndices, núms. 36, 46 y 48; Concejo
Burgos, núms. 4, 5, 6 y 11; Fernando I, núms. 8, 10, 11, 12, 16, 20, 26, 27, 35, 54, 58, 59
y 61; Burgos I, núms. 3, 11, 15, 23, 45, 54, 60, 63, 64, 70, 91, 98, 100, 109, 110, 120, 141,
142, 153, 159 y 162; Palencia, núms. 2, 3, 9, 14, 15, 17, 20, 23, 24, 28, 33, 34, 35, 36, 42,
45 y 75; León I, núms. 83, 93, 137, 192 y 220; Silos, núms. 19, 27, 29, 30, 33, 37, 38, 39,
47, 48, 49, 59 y 120; Sahagún II, núms. 418, 435, 458, 500, 505, 512, 593, 611, 619, 702
y 727; Sahagún III, núms. 795, 814, 820, 852, 858, 873, 876, 887, 891, 897, 985, 1.022,
1.034, 1.038, 1.045, 1.069, 1.087 y 1.148; León IV, núms. 946, 951, 952, 954, 971, 973,
1.007, 1.020, 1.074, 1.082, 1.104, 1.135, 1.149, 1.153, 1.154, 1.155, 1.165, 1.166, 1.178,
1.186, 1.243, 1.259, 1.269, 1.273, 1.282, 1.293, 1.301, 1.304, 1.305, 1.310 y 1.320; León
V, núms. 1.327, 1.328, 1.329, 1.333, 1.336, 1.337, 1.338, 1.343, 1.354, 1.360, 1.365,
1.367, 1.381, 1.396, 1.437, 1.440, 1.444, 1.471, 1.474, 1.499, 1.565, 1.574, 1.593, 1.594,
1.603, 1.641, 1.653, 1.664, 1.666, 1.668, 1.669 y 1.675; Privilegios Toledo, núms. 1, 2,
6, 7 y 8; Alfonso I Aragón, núms. 27, 74, 75, 79, 95, 112, 157, 191, 262 y 279; León VI,
núms. 1.725, 1.731, 1.735, 1.740, 1.763, 1.767, 1.783, 1.875, 1.898 y 1.932; Sahagún
IV, núms. 1.179, 1.187, 1.195, 1.197, 1.200, 1.201, 1.216, 1.219, 1.223, 1.226, 1.227,
1.237, 1.239, 1.257, 1.262, 1.266, 1.269, 1.277, 1.280, 1.282, 1.284, 1.291, 1.298, 1.313,
1.326, 1.333, 1.337, 1.358, 1.365, 1.384, 1.395 y 1.402; Santa María La Real Nájera,
núms. 16, 32, 41, 46, 50, 51, 69 y 70; Sahagún V, núms. 1.538, 1.547 y 1.614; Tumbo A
Santiago, núms. 33, 34, 38, 39, 40, 43, 46, 48, 56, 70, 71, 72, 80, 92, 99, 103, 104, 110,
112, 114, 119, 120, 122, 123, 124, 126, 128, 130, 141 y 145; Carracedo, núms. 1, 15 y
16; Gradefes, 20, 43, 49, 58, 60, 65, 75, 84, 111, 116, 138, 139, 149, 214, 281 y 391;
Condes de Castilla, 1, 4, 55, 57, 64, 74 y 79; Alfonso VI, núms. 11, 21, 26, 34, 38, 60,
74, 75, 86, 87, 91, 108, 113, 122, 131, 132, 136, 137, 140, 141, 144, 146, 148, 149, 151,
152, 153, 154, 155, 156, 159, 160, 163, 164, 166, 170, 171, 173, 175, 176, 177, 178, 180,
185, 187, 188, 189 y 192; Astorga I, núms. 11, 12, 32, 35, 64, 65, 84, 103, 111, 121, 143,
183, 200, 215, 230, 233, 241, 264, 279, 297, 298, 299, 328, 329, 341, 354, 378, 407, 428,
430, 448, 462, 507, 532, 534, 571, 576, 602 y 611; Astorga II, núms. 703, 757, 806, 818,
837, 848, 849, 889, 916, 921, 924, 985, 988, 991, 994, 997, 1.019, 1.021, 1.108, 1.262 y
1.293; Carbajal, núms. 4, 38, 86 y 102; Entrepeñas / Escalada, núms. 9, 12, 14, 25 y 28;
Nogales, núms. 2, 3, 5, 28, 30 y 56; Urraca, núms. 2, 3, 10, 11, 13, 27, 42, 45, 51, 54, 57,
58, 60, 63, 64, 66, 71, 76, 79, 80, 86, 89, 94, 98, 99, 102, 103, 104, 105, 106, 107, 110,
111, 116, 118, 124, 133, 135, 136, 138, 140, 146, 147 y 148; Sandoval, núms. 12, 21, 24,
25, 58, 62 y 73; S. Victorián Sobrarbe, núms. 12, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 23, 25, 26,
27, 31, 34, 54, 62, 63, 66, 72, 73, 74, 137, 140, 163, 172, 173, 218, 219, 251, 262, 276,
300, 302 y 307; y Aguilar de Campoo, núms. 1, 2, 9, 9 bis, 11, 40, 99 y 270.
296 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
322 Comentario Bíblico San Jerónimo, cit., nota 92, t. III, pp. 458-460.
298 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
tionem cum Iuda Scarioth et cum Anania et Safira, qui ceciderunt mortui
ante pedes apostolorum propter fraudem quam fecerat”.323
Ejemplos de otras citas ya esporádicas y residuales (desde un punto de
vista cuantitativo), nuevamente empleadas como modelos de conducta,
se hallan en la documentación para referirse a comportamientos variados,
tales como la desobediencia primera de Adán,324 la pérdida de la condi-
ción regia, como sucedió a Saúl o a Herodes,325 y con ello la pérdida de la
gracia divina y de la posibilidad de la contemplación de Dios; la infamia
a la que estarán sometidos perpetuamente los sacerdotes que condenaron a
Jesucristo, personificados en Anás y Caifás, sumos sacerdotes, ambos per-
sonas de existencia histórica comprobada, aunque desempeñaron el cargo
con un diferencia temporal de quince años;326 la combinación factible de
323 Siresa, núm. 4, 867, p. 20. Otros ejemplos en León I, núm. 109, 936, p. 178: “Quos
siquis , ausu temeritatis aut calide ingeniosque, hanc deuocionem usurpare aut infrin-
gere conauerit, sit inprimis a Deo maledictus et anathema marenata dampnatus, in die
aduentus Christi; lepra Iezi percussus, Ananie et Saffire fraudibus mortique socius, cum
Datan et Abiron et ceteris transgesoribus superbia dampnatus, ereati uiuis profundis terre
iatibus; atque cum Iuda traditore dampnatione socios; consorcio sanctorum exclusus et a
comunione sancte ecclesie; se iunctus cum reprobis a sinistris sistentibus; iudicii diem in-
ferno deditus, obiurgationis uoce punitus, igni perpetuo diem arsurus”; Fernando I, núm.
54, 1059, p. 152: “Quod si quis dirumpere destruens hoc meum decretum uoluerit, cum
Anania et Saphira periculum maledictionis patiatur et cum Datan et Abiron absorbeatur
in profundum abissi”; San Juan de la Peña, núm. 152, 1059, p. 187: “Et cum Anania et
Safira, qui de propria substantia sua fraudaberunt”; Alfonso I Aragón, núm. 112, 1122, p.
172: “Quisquis uero ex posteritate mea vellet ingenitatem istam disrumpere, maledicatur
ab Omnipotenti Deo, qui cuncta creauit et a Genitrice eius omnibusque sanctis eius et sit
particeps cum Datan et Abiron, quos terra viuos absoruit, et cum Anania et Saphira, qui
ante pedes Apostolorum extincti ceciderunt, et cum Iuda traditore in inferno inferiori,
amen”; y núm. 154, 1125, p. 229: “Si quis superstes uel successor hoc meum donatiuum
euellere, extraere uel impedire uoluerit, Ananie et Saphire exemplo subiaceat, amen”.
324 Pedro I Aragón, núm. 92, 1100, p. 338: “Et si venerit quod ego non possum implere
preceptum patris mei, mando et rogo filiis vel fratri vel nepotibus et omni posteritati ut
impleant iussu si Deus amplificaverit eis in regnum thesaurizate vobis thesauros in celo,
tamen prevideat quisquis nutu Dei fuerit successor ne sit inobediens patris quia Adam per
inobedientia egeptus est de paradisi deliciis”.
325 La Rioja, núm. 6, 1045, p. 31: “Sicut Saul, Datan et Abiron a facie Dei miserabiliter
proiectus, cum Iuda Domini traditore atque principe demoniorum, Satana, in profundum
inferni inter orrentes flammas perpetuo ardeat”; Alfonso VIII, núm. 1, 1145, p. 10. Dona-
ción efectuada por Sancho III de un solar a la iglesia de Calahorra: “Quecumque igitur
persona cuiuscumque ordinis uel dignitatis hoc meum donatiuum prefate aecclesie auferre
temptauerit uel in modico deprauauerit, nisi plenarie emendauerit, cum Saule et Herode,
perditis regibus, a facie Dei proiectus, non habeat requiem, nec in hoc seculo nec in futuro”.
326 Quienes sufren el castigo de las llamas perpetuas, donde no hay posible redención,
en Alfonso VIII, núm. 612, 1193, p. 89: “Maledicionem perpetuam omnipotentis Dei se
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 299
VI
nouerit incursurum, tot et tantum preterea sub Anna et Cayfa cruciatibus laceretur quod
inde calamitati inuidens penis infernalibus ubi nula restat redemptio torqueatur”; núm.
616, 1193, p. 96: “Tot et tantos pretera apud inferos sub Anna et Caypha cruciatibus la-
cerentur, quod, Iude, penis inuidens, solus inter unda renatos baptismatis tantalicet”; doc.
núm. 618, 1193, p. 99, en idénticos términos; y núm. 840, 1209, p. 473: “Tot et tantis
peccata sub Anna et Caipha apud inferos cruciatibus laceretur, quod Iude penis inuidens,
solus inter catholicos tantalicet, ueruntamen qui plures sunt homines qui presentia magis
horrent supplicia quam futura, iccirco huius mei facti uiolator nequissimo penam iniungo
irremisibiliter ut in redemptione sceleris mille morabetinos regie parte soluat, dupplicato
damno eis quie irrationabiliter passi fuerint detrimentum”.
327 Lucas 23, 1-12, que añade tras la comparencia de Jesús ante el rey: “Et facti sunt
amici Herodes et Pilatus in ipsa die: nam antea inimici erant ad invicem”. La amistad que
nace precisamente puede determinar el castigo común para ambos, algo sobre lo que se
pronuncia los Evangelios Apócrifos.
328 San Juan de la Peña, núm. 6, 860, p. 30: “Sit separatus a consortio sanctorum et de-
leat Deus nominem eius libro vite, et cum Iuda traditore et cum Herode et Pilato et principe
eorum Sathan abeat partem per infinita secula seculorum, amen”. También se menciona
en Serós, núm. 29, 1131, p. 54: “Quiquis hanc cartam disrumpere volueris, sit dampnatus,
cum Pilato et Iuda traditore abeat partem in inferno inferiori, amen”.
300 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
329 Un cambio advertido y apuntado en sus perfiles más genéricos en su día por Ferrari,
A., “La secularización de la teoría del Estado en las Partidas”, AHDE, núm. 11, 1934, pp.
449-456.
330 Huelgas, núm. 212, 1227, p. 311: “Ego, don Rodrigo Teiero, en uno con mie mugier
dona Illana, que esta uendida façemos e esta carta mandamos façer, ossi coteamos e ro-
bramos que si alguno de nuestra natura o dotra aliena est nuestro fecho quisiere demandar
o dessatar, en la primera aya la ira de Dios omnipotente, de Sancta Maria, cum omnibus
Sanctis, sit maledictus et excomunicatus, et cum Iudas traditore in inferno dampnatus, e
peche en coto al rey CCC solidos, e a uso, don Garcia, uuestra heredat doblada uel me-
liorata in tali loco uel meliori”; Carbajal, núm. 128, 1237, p. 208: “Se por auentura dal-
quien de mía parte o de estranna, o yo mismo, contra este mío fecho uinier, sea maleyto
et escomungado”; núm. 129, 1237, pp. 209 y 210: “Et se por auentura de mía parte ho de
extranna, ho yo meismo, contra este mío fecho uinier, que sea maldictu et excomungado,
ya cum Iudas in inferno danado”; y núms. 130, 161, 162, 167, 168, 171, 175, 179, 181,
183, 188, 191, 198 y 201; Documentos lingüísticos, núm. 188, 1235, p. 242: “Qui estos
cambios quisiere temptar ho crebantar, primera mient aya la ira de Dios et peche en coto
al rey de la tierra mil moorauedis, et istos cambios finquen firmes et estables por sempre
iamas a amas las partes”; núm. 223, 1223, p. 293: “E tod aquel qui esta carta quebrantar,
seia maldicto et descomungado et aia la ira de Dios et peche al rey mill morabedis, et a
uso otra tanta heredad doblada et meiorada en otro tal logar”; núm. 284, 1256, p. 385: “Et
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 301
qui quier que contra esta mi ffranqueza et contra este mio ffecho quisiere uenir o minguar
lo en alguna cosa, aya la yra de Dios llenera mientre et peche en coto a mi et a los que
regnaren despues de mi mill morauedis en oro”; núm. 338, 1248, p. 454: “Et esta mi carta
desta donation sea estable et ualedera pora todos tienpos, et nenguno non sea osado de
quebrantar la nin de hyr contra ella nin menguar la en nenguna cosa, ca el que lo fiziesse
aurie la yra de Dios et la mia, et pechar mie en coto mill morabedies, et auos, maestro,
et a la orden todo el danno dupplado”; Eslonza, núm. 149, 1243, p. 234: “Sea maleito e
descomungado”; núm. 152, 1252, p. 241: “Sea mallito e descomungado et con Iudas
in inferno danado”; núm. 154, 1260, p. 242: “Sea maldicto et descomungado et con Iu-
das en enferno dampnado”; núm. 155, 1260, p. 243: “Sea maldicto e descumengado”; y
expresiones análogas en núm. 156, 157, 158, 160, 162, 164, 165, 168 y 169, 1260-1276;
Carrizo I, núms. 360 y siguientes, 1260: “E con Iudas traydor in infierno damnado”;
Oña, núm. 209, 1276, p. 208: “Qualquiera que esta vendida e esta robra quisiere temptar
o quebrantar, primeramientre aya la ira de Dios e de Sancta Maria, e peche en coto al rey
de la tierra mill maravedis de la moneda sobredicha, e a uso, don Pero Garcia, abbat de
Onna, e al conuento dese mismo logar esta vendida sobredicha sea doblada e meiorada
en otro atal o en semeiable logar”; Lacarra, J. M., “Documentos para la historia de las
instituciones navarras”, AHDE, núm. 11, 1934. Confirmación del Fuero de Mendavia por
el infante Fernando de Castilla, núm. 6, 1274, p. 494: “Sea destruido et coffondido et aya
parte en el infierno con Judas traydor, amén”; Albelda-Logroño, núm. 82, 1285, p. 113:
“E si alguno contra esto que nos mandamos uiniere sea maldicho de Dios e de Sancta
Maria e de la corte celestial e sea condempnado con Datan e Abiron los quales soruio la
tierra biuos e sea echado en los infierno con Judas traydor e aya la mia yra e demas peche
a nos en coto diez mill morauedis de la buena moneda e al obispo don Martin o a qui su
boz touiesse todo el danno doblado”; y núm. 118, 1311, p. 173, en ese mismo sentido;
Sahagún V, núm. 1.857, 1290, p. 487: “Et si alguno de nuestros o destranos que esta carta
de nos a uso ffecja e roblada quisiesse mudar o quebrantar, o pasare contra algunas destas
cosas, sea maldito e descomungado e con Iudas traydor en enffierno danado”. Algunas
veces se traduce al romance el texto originario, cuando se trata de confirmaciones, como
sucede en S. Pedro Montes, núm. 385, 1294, p. 499. Sancho IV confirma un privilegio
de Ordoño I a favor del monasterio: “Por ende, se alguno de aquí endelante, tan de los
obispos de la Eglesia, como Conde o Juyz o principe, o abbat, o monge, o clérigo o laygo,
o omme de qualquier estado que sea, quisier con osadío e con sobervia ir quebrantar este
nostro estrumento e desondrar ela orden o el lugar e dese nostra eglesia tirar ela vida de
los monges e el estabelecemientos de los apóstolos e contra elos mandamientos de los
Padres sanctos, que en este nostro estrumento son dichos, quir fur aquel sea maldito ante
la faz de nostro Sennor e de los sous angeles santos, e sea condempnado, e sea ferido
de convengancia perdurable ante nostro Jhesu Chrispo e ante los sous apostolos, e sea
maldicho e escomungado del Spiritu Sancto, e sea damnado del cuerpo e de la alma, e
vivo sea sorvido de la tierra assí como Datan e Abirón, e sofra elas penas del infierno
perdurablemiente con Judas el traedor. E sobre esto torne el danno dobrado a mi e tres
tanto al monesterio”. O en la confirmación del Fuero de Palencia, mandada redactar por
Alfonso X para poner fin a las querellas entre obispo y concejo, en Caamaño, M., “El
Fuero romanceado de Palencia”, AHDE, núm. 11, 1934, p. 517: “Si alguno aquesta carta
de donacion et de otorgamiento et de confirmamiento quesiere quebrantar en alguna cosa
et trabaiar el concejo de Palencia sobre aquesta cosa por alguna ocasión et ossare que-
brantar los nombrados fueros sea maldicho et descomulgado et aya la lleneramente de
Dios todopoderoso et sufra las persurables con Judas el traydor de nuestro sennor”.
302 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
331 Así, en Fernando III, núms. 753, 754, 755, 756, 761, 762, 763, 764, 789, 812, 820,
821, 825 y 827, donde solamente se invoca la ira de Dios y la del rey; o núms. 813, 816,
822, 824, 839, 841 y 843. Su hijo, Alfonso X, apenas modifica el panorama: entre los
años 1250 y 1255, su documentación va ocultado la estela sacra, presente por medio de
invocaciones a la ira de Dios, maldiciones divinas, excomuniones y Judas, como se puede
ver en Alfonso X Murcia, núm. 1, 1241, p. 1; núm. 2, 1243, p. 3; núm. 3, 1243, p. 4; núm.
7, 1245, p. 8; núm. 8, 1245, p. 10; núm 9, 1246, p. 13; y núm. 14, 1252, pp. 22 y 23; y Al-
fonso X Andalucía, núm. 1, 1243, p. 3; y núm. 2, 1248, p. 4, documentación que va dando
paso a sanciones más terrenales, en el sentido que se expresa, verbigracia, un privilegio
dado a Cartagena: “Et mandamos et deffendemos que ninguno non sea osado de ir contra
este priuilegio pora crebrantarlo nin pora minguarlo en ninguna cosa, ca qualquier que
lo fiziesse aurie la nuestra ira et pecharnos y e en coto dos mil morauedis et al conceio
de Cartagena o a qui en su uoz touiesse todo el danno doblado”, en Alfonso X Murcia,
núm. 79, 1267, pp. 94 y 95. Lo mismo sucede en la mayor parte de los documentos de
Jaime I, otro monarca igualmente poderoso e igualmente amparado en el derecho común
para profundizar en el contenido del poder regio: la ira e indignación regias pueblan sus
textos, en Jaime I, núms. 4, 8, 16, 18, 22, 29, 34, 40, 60, 61, 80, 83, 84, 86, 89, 100, 104,
106, 115, 130, 144, 145, 182 y 223. Poco más añade Huici, Jaime I, vol. I, núm. 40, 1224,
pp. 84 y 85: “Quicunque autem vestrum in hoc inventus fuerit tepidus vel remissus iram
et indignacionem Dei omnipotentis et nostram et penam aliam, secundum motum animi
nostri, se noverit incursurum”; y núm. 64, 1228, p. 131: “Sciant autem huius irrevocabilis
concessionis atque largicionis violatores, se iram et indignacionem omnipotentis Dei in-
cursuros et a nobis in rebus et corporibus absque remedio aliquo ferituros”. Colecciones
diplomáticas de procedencia municipal certifican, mejor que cualquier otra cosa, este
tránsito a otra religiosidad, como los casos de Sepúlveda, Riaza y Cuéllar, en cuyos do-
cumentos desde mediados del siglo XIII, desaparece cualquier referencia bíblica, salvo
alguna esporádica presencia de la ira de Dios.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 303
334 Cfr. Cassirer, E., Saggio sull’uomo, Milán, Armando Editore, 1948, pp. 47-49.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 305
335 González Crespo, E., Colección diplomática de Alfonso XI. Diplomas reales con-
servados en el Archivo Histórico Naciona. Sección de Clero. Pergaminos, Madrid, Uni-
versidad Complutense, 1985, núm. 47, 1315, p. 89. Privilegio rodado de Alfonso XI
confirmando el privilegio de Sancho IV dado a la orden de predicadores para que no
paguen portazgo.
336 Díaz Martín, L. V., Colección documental de Pedro I de Castilla. 1350.1369, Sala-
manca, Junta de Castilla y León, Consejería de Cultura, 1997, t. I, núm. 25, 1350, pp. 80
y 81. Carta de privilegio de Pedro I confirmando a la Iglesia de Santa María de Guadalupe
la de Alfonso XI.
306 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
El Llibre Blanch de Santas Creus (Cartulario del siglo XII), Udina Mar-
torell, Federico (ed.), Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, Sección de Estudios Medievales de Barcelona, 1957. = S.
Creus.
Fernández Catón, J. M., Colección documental del Archivo de la Catedral
de León. Tomo VI (1188-1230), León, Centro de Estudios e Investiga-
ción San Isidoro, 1991 = León VI.
Fernández del Pozo, J. M., “Alfonso V, rey de León”, León y su histo-
ria. Miscelánea histórica, León, Consejo Superior de Investigaciones
Históricas, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 1984, t. V.
Apéndice Documental. Colección diplomática de Alfonso V, 163-262 =
Alfonso V.
Fernández Flórez, J. A., Colección diplomática del monasterio de Saha-
gún (1200-1300), León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro,
1994 = Sahagún V.
————, Colección diplomática del monasterio de Sahagún (1100-
1199), León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 1991 =
Sahagún IV.
———— y Herrero de la Fuente, M., Colección documental del monas-
terio de Santa María de Otero de Dueñas. I (854-1108), León, León,
Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 1999 = Otero de Due-
ñas.
Fernández Rodríguez, J., Ramiro II, rey de León, Madrid, Consejo Supe-
rior de Investigaciones Científicas, Instituto Jerónimo Zurita, 1972 =
Ramiro II.
————, Los reyes de León. Ordoño III, León, Ediciones Leonesas, 1982
= Ordoño III.
Floriano, A. C., Diplomática española del periodo astur, Oviedo, Im-
prenta La Cruz, 1949-1951, ts. I y II = Diplomática astur. Como com-
plemento de la misma, véase Martínez Díez G., “Las instituciones del
reino astur a través de los diplomas (718-910)”, AHDE, núm. 35, 1965,
pp. 59-167.
Font Ríus, J. M., Cartas de población y franquicia de Cataluña, Madrid,
Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto
de Geografía, Etnografía e Historia, Unidad de Investigación en Histo-
ria Medieval, 1969 = Font Ríus, Cartas.
Fuente Crespo, J. de la, Colección documental del monasterio de Tria-
nos (1111-1520), León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro,
2000 = Trianos.
ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 311
Nuestro siglo XIX, en todos los ámbitos y campos, se mueve entre aque-
llas coordenadas que, de modo concatenado, Octavio Paz empleó para ca-
lificar el romanticismo español: epidérmico y declamatorio, patriótico y
sentimental. Epidérmico por superficial, por quedarse en la mera aparien-
cia de las cosas, sin penetrar en su esencia más íntima; lo que llevaba a un
predominio de lo formal, de lo meramente expositivo. Por eso, declamato-
rio, por su afición desmedida a la oratoria; patriótico por su nacionalismo
a ultranza, en sus diferentes versiones y territorios; y sentimental como
contrapuesto a racional, cerrando el círculo apuntado. ¿Fue la realidad ju-
rídica, legal y doctrinal, de esa centuria merecedora de tales notas en cierto
modo peyorativas? Comencemos con una cita.
Quien así habla, desde la atalaya que proporciona la mitad del siglo
XIX, ese siglo en donde la codificación es la gran empresa político-
legislativa (Cultural con mayúsculas) y con ella la exaltación de la tra-
dición jurídica propia (o, más bien, la exaltación y la lucha de las tradi-
ciones jurídicas propias), es Pedro Gómez de la Serna, acaso uno de los
juristas más sabios, reputados y exitosos de la citada centuria. La radio-
grafía que efectúa de las prácticas universitarias es sumamente gráfica
y clarificadora, a la par que equilibrada o, cuando menos, buscadora del
equilibrio. Ha llegado la época de un derecho propio, español, nacional o
patrio, términos que se emplean y que emplearemos indistintamente, un
derecho que sea el objeto principal de enseñanza y de investigación en
las universidades. El derecho romano, reconociendo su valía, su carácter
fundamental y basilar, sin embargo, ha de pasar a un segundo plano por-
que la evolución, el progreso, imponen indefectiblemente la adaptación
de todas las acciones humanas y de todas sus creaciones al signo que
marcan los tiempos. Ha sepultado el estudio del derecho nacional durante
siglos y es preciso un cambio sustancial y formal, pero sin prescindir de
él de forma absoluta. Lo que está denunciando y anunciando Gómez de la
Serna es la expresión del estado en que ha caminado la universidad espa-
ñola, en lo que se refiere al estudio del derecho, desde el siglo XVIII. Se
reivindica, pues, el giro total hacia lo propio. Pero, ¿cómo se ha llegado
a ese pronunciamiento tan expresivo, violento si se quiere, de aquel ex-
1 Cfr. Gómez de la Serna, P., Prolegómenos del derecho, Madrid, Imprenta de Lala-
ma, 1845, cap. XIII, pp. 123 y 124. Esta obra se publica tras el plan de estudios aprobado
por Real Orden de 1 de octubre de 1842, y se adapta al contenido del mismo con esta
nueva disciplina orientada a, dice al autor siguiendo las prescripciones legales, “dar a
los jóvenes legistas una idea general de la ciencia a que se dedican, hacerles conocer las
partes en que se divide, e inspirarles el sentimiento de la dignidad del abogado”, p. 5.
SÁTIRA CONTRA LA PREDILECCIÓN DEL DERECHO ROMANO 319
da paso a una armonía más o menos forzada, más o menos necesaria, más
o menos forzosa. Porque el orden en última instancia requiere y busca la
tranquilidad para poder construirse.3 Y en relación a ese orden, el dere-
cho juega un papel capital, como aglutinador de intereses contrapuestos,
como cemento que sirve de unión a lo plural, a lo diverso, a través de
cesiones y concesiones. Entre ellos, entre esos factores que apuntábamos
como determinantes, destaca, como cabeza de lanza, la propia decisión
política de un rey o príncipe que impulsa positivamente, o tolera sin obs-
taculizar de modo directo, el empleo de un derecho ajeno en principio
al cuerpo político que tiene encomendado dirigir, un derecho ajeno que
paulatinamente va convirtiéndose en derecho propio, que deviene tradi-
ción, suplantando a aquella antigua normativa consuetudinaria con la que
había combatido. Esa nota de extranjería se pierde para ser naturalizado,
asumido dentro de las órbitas territoriales y jurídicas respectivas. Allí,
en la persona de ese rey, que emplea el derecho romano como un arma
arrojadiza, se halla todo el armazón ideológico que le permite consolidar
un poder de cara al exterior (contra el Papado y contra el Imperio) y de
cara al interior (contra la nobleza, los prelados o las ciudades), todo ello
envuelto en un discurso cultural que auxilia y coadyuva a la propagación
de este nuevo orden jurídico racional, en el que tienen cabida las uni-
versidades, la formación de un nuevo estamento culto al servicio de ese
poder (los juristas o letrados), la exigencia de superación y renovación
de las tradiciones jurídicas altomedievales (que son contrapuestas a un
nuevo derecho racional, escrito, casi eterno, perfecto, total y completo,
legal, seguro, cierto), o la difusión de un primera literatura notarial y pro-
cesal, que ayuda a su aplicación práctica en oposición a los modelos jurí-
dicos antiguos. El derecho común sólo es explicable, para narrar su éxito,
desde esta perspectiva política: solamente el poder que se hallaba detrás
permite llegar a la raíz de este fenómeno europeo, general, del que nacen
después como frutos y efectos, aquellos procesos intelectuales expresa-
dos, y que contribuyen a aferrar aquella dinámica político-jurídica, en
un claro ejemplo de retroalimentación o de justificación última por parte
4 Enseñanza del derecho que presenta un carácter universal en toda Europa, como
puso de manifiesto Coing, H., “L’insegnamento del Diritto nell’Europa dell’Ancien
Régime”, Studi Senesi, vol. LXXXII, serie III, XIX, fasc. 2, 1970, pp. 179-193; más
desarrollado en “Die juristische Fakultät und ihr Lehrprogramm”, en Coing, H. (dir.),
SÁTIRA CONTRA LA PREDILECCIÓN DEL DERECHO ROMANO 323
5 En este proceso que coincide con la Edad Moderna, es esencial el papel desarrolla-
do por los juristas que, al interpretar, recrean realmente la voluntad regia para conducir a
la solución apuntada. Véase el magnífico trabajo de Petit, C., “Derecho común y derecho
castellano. Notas de literatura jurídica para su estudio (siglos XV-XVII)”, Tijdschrift
voor Rechtsgeschiedenis, núm. 50, 1982, pp. 157-195. En Castilla, no existe un pronun-
ciamiento expreso acerca del derecho común; antes bien, las disposiciones normativas
tienden a restringir su empleo en los tribunales y juzgados. La jurisprudencia hace lo
opuesto amparándose en varios argumentos. El caso de la Corona de Aragón es menos
paradigmático dado que sus cuerpos normativos hacían referencia expresa, directamente
o empleando subterfugios conocidos por todos los juristas (el arbitrio, la razón natural,
la equidad, expresiones que inequívocamente reconducían al derecho justinianeo y al
derecho canónico), a ese derecho común, sólidamente instalado en su condición de dere-
cho supletorio, condición ésta que no se pierde con la Nueva Planta borbónica. La con-
tinuidad universitaria en el estudio del derecho común era, pues, una cuestión referida al
derecho propio, al sistema jurídico tradicional en el que aquél estaba incardinado. Sobre
estos territorios, véase Iglesia Ferreirós, A., La creación del derecho. Manual. Una his-
toria de la formación de un derecho estatal español, 2a. ed. corregida, Madrid, Marcial
Pons, 1996, t. II, pp. 67 y ss.
6 Cfr. Zagrebelsky, G., Historia y Constitución, Madrid, Trotta, 2005, p. 88, con
referencias a la Constitución, extrapolables a todas las normas del orden jurídico.
SÁTIRA CONTRA LA PREDILECCIÓN DEL DERECHO ROMANO 325
8 Tomo Tercero de Autos Acordados que contiene Nueve Libros por el orden de ti-
tulos de las Leyes de Recopilación, i van en él las Pragmaticas, que se imprimiero en
el año de 1723 al fin del Tomo tercero todos los Autos acordados del Tomo quarto de
ella, i otras muchas Pragmaticas, Consultas resueltas, Cedulas, Reales Decretos, i Autos
Acordados, que han aumentado, Madrid, Juan Antonio Pimentel, 1745 (edición facsí-
mil, Valladolid, 1982, pp. 67 y 68), lib. 2, 1, Auto 1, Las Chancillerías, i Audiencias, i
los demás Tribunales guarden las leyes del Reino. El Consejo pleno en Madrid a 4 de
diciembre de 1713: tras referirse a Alfonso IX, Reyes Católicos, Leyes de Toro y las
disposiciones de Felipe II y Felipe III, de 1567 y 1610, respectivamente, se dice que
aquellos “… establecieron entre otras leyes las que se hallan recopiladas en la primera de
Toro, en la Pragmatica, que está al principio de la Nueva Recopilac. i en la lei 3 tit. 1 lib.
1 de ella, por las quales se dispone que assi para actuar, como para determinar los pleitos,
i causas, que se ofrecieren, se guarden integramente las leyes de Recopilación de estos
Reinos, los Ordenamientos, i Pragmaticas, leyes de la Partida, i los otros Fueros (en lo
que estuvieren en uso) no obstante que de ellas se diga no son usadas, ni guardadas; i que
en caso que en todas ellas no aya lei, que decida la duda, ù en el de que la aya, estando
dudosa, se recurra precisamente à su Mag. para que la explique; i en contravención de lo
dispuesto, se substancian, i determinan muchos pleitos en los Tribunales de estos Reinos,
valiendose para ello de doctrinas de libros, i Autores Estrangeros, siendo mucho el daño,
que se experimenta de ver despreciada la doctrina de nuestros propios Autores, que con
larga experiencia explicaron, interpretaron, i glosaron las referidas Leyes, Ordenanzas,
Fueros, usos, i costumbres de estos Reinos; añadiendose à esto que con ignorancia, ò
malicia de lo dispuesto en ellas sucede regularmente que, quando ay lei clara, i determi-
nante, si no está en las nuevamente recopiladas, se persuaden muchos, sin fundamento,
à que no está en observancia, ni debe ser guardada; i si en la Recopilación se encuentra
alguna lei, ò Pragmatica, suspendida, ò revocada, aunque no aya lei clara, que decida la
duda, i la revocada, ò suspendida pueda decidirla, i aclararla, tampoco se usa de ellas; i
lo que es mas intolerable, creen en los Tribunales Reales se debe dar mas estimacion à
las Civiles, i Canonicas, que à las Leyes, Ordenanzas, Pragmaticas, Estatutos, i Fueros
de estos Reinos, siendo assi que las Civiles no son en España leyes; ni deven llamarse
assi, sino sentencias de Sabios, que solo pueden seguirse en defecto de lei, i en quanto
se ayuden por el Derecho Natural, i confirman el Real, que propriamente es el Derecho
Comun, i no el de los Romanos, cuyas leyes, ni las demas estrañas no deven ser usadas
ni guardadas, según dice expresamente la lei 8, tit. 1 lib. 2, del Fuero Juzgo; i la glossa
de su Comentador Alfonso de Villadiego refier uvo lei en España, que prohibia con pena de
la vida alegar en Juicio alguna lei de los Romanos… aver avido la lei, que queda dicha,
por la qual se prohibia con pena de la vida, el que ninguno pudiesse alegar en Juicio lei
alguna de los Emperadores Romanos: con lo qual concurre que, siendo a si que en los
casos dudosos toca solo al Rei, como Legislador, la interpretación, i declaracion; por huir
de este medio, se recurre las mas veces à las leyes, i Autores Estrangeros, de que se ha
seguido el abandono, i ruina de las principales Regalias: i para evitar tan graves incon-
venientes, i perjudicialisimas consecuencias al servicio de Dios, i del Rei, i de la causa
328 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
pirado por una razón superior que no podía errar. Pero tampoco podía
hacerse una anulación global del derecho pretérito. Como en toda época
de transición, se buscó el difícil y precario equilibrio entre aquello que
servía y podía ser todavía de utilidad (instituciones así pensadas y conce-
bidas) y aquello otro que merecía el desprecio más absoluto y la conse-
cuente eliminación del panorama normativo.11 Conservar los cimientos
del edificio, dice el profesor Tomás y Valiente, pero derribar con orden
gran parte de sus paredes.12 Ésa era la finalidad perseguida. Ése era el
destino. El reto era inmenso y no se puede decir que se consiguiese de
una manera triunfal absoluta. Como en toda reforma, hay compromisos
entre lo que se va y lo que se queda o, mejor, entre lo que se quiere sea
expulsado y lo que se quiere permanezca. Realmente fueron más los pro-
yectos que las realizaciones, pero se debe a la mente de los ilustrados las
radiografías más perfectas de los males que aquejaban a la Península
desde épocas anteriores. El derecho antiguo en muy buena medida fue
conservado, pero en estado grave de supervivencia, de permanente enfer-
medad o debilidad, con unas críticas demoledoras y continuadas, ya ini-
ciadas en el siglo XVII,13 si bien no había conseguido la unanimidad
doctrinal, el mismo pronunciamiento en todos los pensadores y juristas
del momento respecto a su papel.14 Y es que ese derecho común era man-
11 Véase Puy Muñoz, F., Las ideas jurídicas en la España del siglo XVIII (1700-
1760), Granada, Universidad de Granada, 1962; y El pensamiento tradicional en la Es-
paña del siglo XVIII (1700-1760), Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1966. Para el
contexto, véase Herr, R., España y la revolución del siglo XVIII, Madrid, Aguilar, 1973 y
Sánchez Agesta, L., El pensamiento político del despotismo ilustrado, Madrid, Instituto
de Estudios Políticos, 1979.
12 Cfr. Tomás y Valiente, F., Manual de historia del derecho español, 4a. ed., Madrid,
Tecnos, 1987, p. 384.
13 Los ejemplos de Saavedra Fajardo, Fernández de Navarrete, Pedro Simón Abril y
Juan de Madariaga, mencionados por Petit, C., op. cit., nota 5, pp. 190-194.
14 Esa pervivencia en ciertos sectores del derecho romano llega por dos vías. Pri-
meramente, en los reinos de la antigua Corona de Aragón, cuyo derecho se conserva
(aunque sin órganos que lo actualicen o revisen), el cuerpo del derecho justinianeo fue
un elemento imprescindible y decisivo para suplir el fosilizado y estéril derecho propio
por la vía interpretativa (con la universidad de Cervera como centro intelectual o los
ejemplos personales de los eruditos José Finestres o Gregorio Mayáns). Por otra parte,
el segundo apoyo al romanismo radica en la tradicional identificación de aquél con el
derecho natural y de gentes, línea que seguirán, entre otros, el citado Mayáns, Fernández
de Mesa, Pérez y López, Berní o Vizcaíno Pérez. Véanse Mayáns y Sicar, G., Epistolario.
IV. Mayáns y Nebot (1735-1742). Un jurista teórico y un práctico, transcripción, notas
y estudio preliminar de Mariano Peset, Valencia, Ayuntamiento de Oliva, 1975, pp. IX-
XCVIII; Tomás y Valiente, F., op. cit., nota 12, pp. 386 y 387; Clavero, B., “Leyes de la
330 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
tenido por rutina, por tradición y por respeto, pero multitud de aconteci-
China: orígenes y ficciones de una historia del derecho español”, AHDE, núm. 52, 1982,
pp. 209-213, sobre Mayáns y Jovellanos; y Tormo Camallonga, C., “Berní y Catalá, el
derecho común y las universidades”, Cuadernos del Instituto Antonio de Nebrija de es-
tudio sobre la universidad, núm. 3, 2000, pp. 279-316. Son, sin embargo, mayoritarias
las voces críticas, aupadas por el predominio del pensamiento europeo racionalista, que
se enfrentan a la inercia del sistema. Desde los que combaten el derecho romano desde
una perspectiva regalista, en cuanto que aquél aparece como negación del poder del rey
o restricción-limitación del mismo, hasta aquellos otros que, partiendo de la ecuación
derecho romano = derecho natural, entendían que podía prescindirse de su estudio y
que bastaba simplemente emplear las luces de la razón para la consecución del objetivo
último del conocimiento jurídico y mejorarlo en la medida de lo posible. No obstante, el
objeto principal de las críticas vino determinado por las prácticas perniciosas a las que se
había vinculado el derecho común (citas de autores, nulidad de la construcción jurídica,
repetición de argumentos, vacío del intelecto de cada jurista, etcétera), esos defectos de
la jurisprudencia que habían hecho sonar la alarma mental de autores coetáneos, como
Muratori, Filangieri, Verney o Beccaria, entre otros. Es línea secundada por los pensa-
dores más relevantes del s. XVIII, de nuestra Ilustración jurídica, tales como Macanaz
(auténtico azote del derecho común), Feijoo, Medina y Flores, Cabarrús, Lardizábal,
Foronda, de nuevo Fernández de Mesa, Mora y Jaraba, Meléndez Valdés, Jovellanos (en
menor medida) y Juan Francisco de Castro, autor de la más completa crítica al orden
jurídico de los siglos anteriores. Sobre estos autores, defensores de un derecho “nuevo”,
en lo formal y en lo material, véanse Torres Campos, M., Nociones de bibliografía y
literatura jurídicas de España, Madrid, Establecimiento Tipográfico de Góngora, 1884,
pp. 259-287; Riaza, R., Historia de la literatura jurídica española, Madrid, Litografía
E. Nieto, 1930, pp. 220 y ss.; Peset, M., “Una propuesta de Código romano-hispano
inspirada en Ludovico Antonio Muratori”, Estudios jurídicos en homenaje al profesor
Santa Cruz Teijeiro, Valencia, Universidad de Valencia, Facultad de Derecho, 1974, t. II,
pp. 217-260; y “Derecho romano y derecho real en las universidades del siglo XVIII”,
AHDE, núm. 45, 1975, pp. 273-339; Clavero, B., “La disputa del método en las postri-
merías de una sociedad, 1789-1808”, AHDE, núm. 48, 1978, pp. 307-334; y “La idea de
Código en la Ilustración jurídica”, Historia, instituciones, documentos, núm. 6, 1979, pp.
49-88; Scholz, J. M., “De camino hacia el templo de la verdad. La crítica de la justicia
en el siglo XVIII español”, Mayáns y la Ilustración. Simposio Internacional en el Bicen-
tenario de la muerte de Gregorio Mayáns, Valencia, Ayuntamiento de Oliva, 1981, t. II,
pp. 573-609; y “Aufklärerischer Kodificationsdiskurs”, en Coing, H. (dir.), Handbuch,
cit., nota 4, t. III, 1, pp. 428-438; Truyol y Serra, A., Historia de la filosofía del derecho
y del Estado, t. II: Del Renacimiento a Kant, 3a. ed., Madrid, Alianza Editorial, 1988, pp.
320-324; Molas Ribalta, P., “Política, economía y derecho”, en Aguilar Piñal, F. (ed.), Hi-
storia literaria de España en el siglo XVIII, Madrid, Trotta, 1996, pp. 915-963; Coronas
González, S. M., “La literatura jurídica española en el siglo XVIII”, en Alvarado Planas,
J. (ed.), Historia de la literatura jurídica en la España del Antiguo Régimen, Madrid,
Marcial Pons, 2000, vol. I, pp. 527-574, con abundantes datos bibliográficos y biográ-
ficos sobre los principales juristas del XVIII; y Peces-Barba Martínez, G., Fernández
García, E. y De Asís Roig, R. (dirs.), Historia de los derechos fundamentales, t. II: Siglo
XVIII, 3 vols., Madrid, Dykinson, 2001, en concreto la colaboración de Martínez Neira,
M., “La Ilustración (jurídica) española”, en ibidem, t. II, vol. I, pp. 381-437.
SÁTIRA CONTRA LA PREDILECCIÓN DEL DERECHO ROMANO 331
Pérez y López (Teatro de la legislación universal de España e Indias, entre 1791 y 1798),
Marcos Gutiérrez (Librería para abogados y jueces, de nuevo reformada, en 1801), Az-
nar y Notario (Febrero Reformado, en 1817 y 1825), o Eugenio Tapia (Febrero Novísimo,
en 1828). Sobre esta literatura, véase Coing, H. (dir.), Handbuch, cit., nota 4, 1976, t. II,
2, pp. 228 y ss. y pp. 1.271 y ss. (= con traducción en Pérez Martín, A. y Scholz, J. M.,
Legislación y jurisprudencia en la España del Antiguo Régimen, Valencia, Universidad
de Valencia, Secretariado de Publicaciones, 1978); Montanos Ferrín, E., “Notas sobre la
práctica jurídica gallega en el siglo XVIII”, AHDE, núm. 52, 1982, pp. 711-731; Gibert, R.,
Historia general del derecho español, Madrid, M. Huerta, 1981, pp. 256 y ss.; y Ciencia
jurídica española, Granada, Imprenta de Francisco Román, 1983, pp. 24 ss.; Molas Ribal-
ta, P., “Política, economía y derecho”, op. cit., nota 14, pp. 955-958; Coronas González,
S. M., “La literatura jurídica española en el siglo XVIII”, op. cit., nota 14, pp. 534 y ss.,
y Martínez Neira, M., “La Ilustración (jurídica) española”, cit., pp. 390 ss.
17 Tomamos la expresión de A. Paterson a través de R. C. Van Caenegem, I signori
del diriito. Giudici, legislatori e professori nella storia europea, Ascheri, Mario (ed.),
Milán, 1991. Partiendo de una premisa básica, p. 62 (“Chi controlla il diritto controlla
la società”), tres son los ejemplos dibujados por el historiador europeo, encarnación de
ese señorío o dominio sobre el derecho: el legislador, el juez y el jurista. El predominio
del primero corresponde al Estado liberal decimonónico, mientras que la dualidad juez-
jurista obedece a motivos de corte político, en p. 82: un poder fuerte y unido, centralizado
y homogéneo, crea las condiciones para que se forme un legislador nacional y potentes
tribunales centrales, mientras que si ese poder es débil o goza de escaso prestigio, la
ausencia de órganos legislativos y judiciales, su papel irrelevante e incapaz de dominar
el mundo jurídico, genera un vacío que es rellenado por los juristas, por la doctrina y por
los profesores. Es éste el diagnóstico del derecho común.
334 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
mativa y doctrinal existente para acabar con la selva jurídica). Ello pro-
vocaría otro efecto colateral, cual sería la desconfianza, el recelo y la
crítica, velada o abierta, de los posibles clientes ante esa ignorancia que
los abogados mostraban, que acentúa la sátira aguda y afilada hacia la
labor de los juritas prácticos. Se origina toda una retahíla de poemas, le-
trillas y demás ingenios literarios, cuya continuidad en el siglo XIX hará
nacer el ejemplo aquí estudiado. El desfase entre ambas tendencias era
evidente y trata de ser paliado mediante el empleo de varios recursos, de
entre los cuales merece destacarse la pasantía, ya realizada en los despa-
chos de los abogados, ya en las famosas academias prácticas, dependientes
de la propia universidad o externas a la misma.19 Allí los jóvenes estudian-
tes leerían los tratados prácticos, las leyes y ordenamientos patrios, las or-
denanzas de las audiencias más próximas o donde podrían desempeñar
sus funciones, examinarían conjuntos armónicos de pleitos, fórmulas,
provisiones y escritos, que los convirtiesen en verdaderos adalides del
derecho realmente empleado, esto es, en conocedores de formularios por
los cuales encauzar el derecho vivo. El vacío entre el derecho enseñado y
el derecho practicado se supera en la vida real con la interposición de un
nuevo eslabón burocrático, pseudo-universitario, cuya función primor-
dial estribaba en hacer que los juristas ya formados abandonasen la nor-
mativa romano-canónica de la que partían y se sumergiesen en las com-
plejidades del derecho regio, creado por el monarca y modulado e
interpretado por los diferentes niveles o aparatos aplicativos del derecho,
desde los consejos hasta las audiencias y chancillerías, pasando por todas
las autoridades inferiores. Se buscaba así estudiar, conocer aunque fuese
en forma mínima, el derecho verdaderamente aplicado con sus formula-
rios procesales, sus escritos, la preparación de intervenciones orales, et-
cétera. Estaba claro que el sistema universitario hacía aguas, no servía
19 Como ha destacado Bermejo, las academias nacen impulsadas unas veces por la pro-
pia universidad (caso de Salamanca) y otras, las más, por la iniciativa individual “a base
de juntarse un grupo de profesionales y formar una especie de asociación que, cuando la
ocasión lo permitiera, sería elevada la categoría de Academia, formalmente reconocida,
tras cumplir una serie de trámites ante el Consejo de Castilla, que daría su aprobación
final”, en Bermejo Cabrero, J. L., “La Academia de derecho civil y canónico en el siglo
XVIII”, AHDE, núm. 52, 1982, p. 649. Más en profundidad, del mismo, “La enseñanza
del derecho español en el siglo XVIII”, Derecho y administración pública en la España
del Antiguo Régimen, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Centro
de Estudios Históricos, 1985, pp. 143-187. Las academias destacan por su variedad: las
hay estivales, prácticas, disertadoras, especializadas en derecho privado o en derecho
público, en latín o en castellano, etcétera.
336 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
para la vida práctica, ni estaba dotado de las fuerzas suficientes para en-
cauzarlo hacia sus propios intereses como había sucedido en el Medievo
(donde el papel de los juristas prácticos para la inserción del derecho
común había sido decisivo). El cambio era una exigencia y el protector
supremo de los intereses del Estado, el rey debía actuar en este sentido,
como modo de tutelar los intereses de todos y de cada uno de sus súbdi-
tos, pero también como modo de afirmar su creciente poderío. La crisis
del derecho común había venido provocada no sólo por el egocentrismo
de los reyes, un factor externo, en suma, quienes veían en aquel orden
jurídico a un rival que hay que batir y suplantar, sino también por un
factor interno, el cual responde a los postulados esenciales a los que debe
servir todo orden jurídico: un alejamiento de la sociedad y de sus necesi-
dades, demandas y circunstancias, fruto de la cada vez mayor compleji-
dad que adquiría la vida colectiva, y la consolidación de una sólida má-
quina de poder estatal, para cuyo funcionamiento no servía la regulación
clásica, convencional, sino que era precisa la forja de todo un aparato
alternativo basado en la experiencia y no en la pretendida ciencia que el
derecho romano traía consigo. La respuesta para hacer frente a esta dua-
lidad de intenciones se halla en la reivindicación del derecho propio, des-
de una postura ciertamente nacionalista, en su posicionamiento como
elemento indiscutible y esencial de toda la vida jurídica, desde el nivel
docente hasta la superior aplicación práctica del mismo, por entenderse
que solamente desde el conocimiento concreto de las necesidades era
posible establecer el derecho que la sociedad precisaba exactamente. En
esa dirección van a caminar los intereses de los monarcas y de sus minis-
tros reformistas.
La voluntad regia, centro del nuevo universo jurídico, sin embargo,
no contaba con el placet favorable de todas las instancias implicadas.
Sus deseos se podían ver entorpecidos precisamente en la base de todo
el edificio jurídico: en las instancias educativas y formativas. Se quería el
cambio, pero no todos estaban por la labor. De entre esas instituciones
mencionadas, las universidades (y su tradicional autonomía por depender
del papado o de la Iglesia, con numerosos ejemplos peninsulares) y el
partido colegial (perfectamente imbricado en la estructura burocrática
que proporcionaba de inmediato trabajo a los estudiantes, recién fina-
lizadas sus carreras respectivas), constituían el escollo más dificultoso.
No todo eran oposiciones, pues el aire de reforma era sentido cada vez
con una mayor intensidad. La vida práctica forense había ido dando paso
a un mayor reflejo y aceptación del derecho nacional o patrio y de otras
SÁTIRA CONTRA LA PREDILECCIÓN DEL DERECHO ROMANO 337
las universidades están fuera del poder real en buena parte y su tradi-
ción las muestra seguras y afincadas en el derecho romano. Conservan
sus viejos saberes. Los colegiales las dominan, al menos las más impor-
tantes, y nutren los puestos más altos de la burocracia. De otro lado, no
afectan radicalmente al poder real; no existe —hasta épocas más tardías—
un enfrentamiento entre el romanismo y la legislación propia; aquellos
mismos colegiales que suben a los consejos, a pesar de su primera inex-
periencia, aplican la ley regia, aun cuando se envuelva en romanismo para
completarla. Y, en todo caso, las zonas del derecho público y administra-
tivo —podríamos decir con terminología más reciente— se resuelven en
normas patrias, en el arbitrio del rey y sus consejos, en unas fidelidades
ineludibles al monarca. El núcleo del poder no se ve nunca afectado por la
aplicación del derecho romano.22
23 Ibidem, p. 325.
340 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
dolid. Los gimnasios de Cánones y Leyes”; y González Navarro, R., “Las academias de
jurisprudencia en la reforma de la Universidad Complutense del siglo XVIII”, ambos en
Coloquio Internacional Carlos III y su siglo. Actas, Madrid, Universidad Complutense,
Departamento de Historia Moderna, 1990, t. I, pp. 713-732 y pp. 747-764, respectiva-
mente. El protagonismo reformista corresponde a cuatro grandes políticos del momento:
Olavide, Floridablanca, Jovellanos y, sobre todo, Campomanes. Sobre este último, véase
Risco, A., “L’enseignement du droit en Espagne au XVIIIe siècle: signification de la bi-
bliotèque idéale de Campomanes”, en VV. AA., De l’alphabétisation aux circuits du livre
en Espagne (XVI-XIX siècles). Ouvrage Collectif, París, Éditions du Centre National de
la Recherche Scientifique, 1987, pp. 267-307; y Vallejo García-Hevia, J. M., “Campoma-
nes, la reforma universitaria y el control de la enseñanza en la España de la segunda mitad
del siglo XVIII”, Revista Galega de Administración Pública, núm. 16, mayo-agosto de
1997, pp. 45-148, en especial sobre planes de estudio, pp. 113-148. Sobre el protagonista
de este impulso reformador, véase del mismo autor, los trabajos terriblemente descripti-
vos y faltos de conceptualizaciones jurídicas elementales, La monarquía y un ministro,
Campomanes, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1997; y Campo-
manes y la acción administrativa de la Corona (1762-1802), Oviedo, Real Instituto de
Estudios Asturianos, 1998, meros acarreos de datos que, al menos, pueden proporcionar
un fondo sobre el que trabajar.
SÁTIRA CONTRA LA PREDILECCIÓN DEL DERECHO ROMANO 343
28 Hasta ese preciso instante de 1771, la manualística al uso estaba compuesta por
pequeños tratados que comentaban las Instituciones de Justiniano, como los de Toman,
Galtier, Heineccio (los Elementa Iuris Civiles secundum ordinem Pandectarum, Amster-
dam 1731) y, sobre todo, Vinnio (In quatuor libros Institutiones Imperalium comentarius
academicus et forenses, Amsterdam, 1641, con ediciones posteriores en los años 1665,
1726, 1755, 1761, 1767 y 1786, esta última en Valencia; y sus Selectarum iuris quaes-
tionum libri duo, del año 1624) , quien efectuaba en su texto unas concordancias entre
el derecho romano y el derecho holandés que marcaba la senda que debía seguirse en la
Península Ibérica. Bajo la inspiración de esta última obra y con la inserción de referen-
cias al derecho patrio, surgen los comentarios de Tomás Martínez Galindo (Phoenix ju-
risprudentiae hispanicae, sive Instituta hispana, Madrid, Franciscum de Leefdael, 1715),
Antonio de Torres y Velasco (Institutiones Hispaniae practica-theorico Commentatae,
Madrid, Haeredes Joannis Garcia Infanzon, 1735), Berní y Catalá (Instituta Civil y Real:
en donde con la mayor brevedad se explican los SS. de Justiniano y en su seguida los ca-
sos prácticos, según Leyes Reales de España, Valencia, Cosme Grancha, 1745), Fernán-
dez de Mesa (Arte histórica y legal de conocer la fuerza y uso de los derechos nacional y
romano en España. Y de interpretar aquél por éste, y por el propio origen, Valencia, Im-
prenta de la viuda de Jerónimo Conejos, 1747) y la de Maymó y Ribes (Romani et hispani
juris Institutiones ad usum scholae et fori, Joachinum Ibarra, 1777), obras elementales
con un derecho romano, estructurador y dominante, con citas y comparaciones al derecho
real, partidas, diversas recopilaciones y pasajes de autores castellanos. El predominio
de Heineccio y Vinnio, no obstante estos intentos patrios, sigue siendo abrumador y
no pasan de ser saludables intentos de cumplir el mandato regio de 1741, dando tímida
entrada, por vía de comparación y concordancia, al derecho nacional. La persistencia de
los autores alemán y holandés citados en el siglo XIX sigue siendo destacada. Así la obra
de Vinnio es objeto de varias ediciones posteriores: en la edición de 1794 de sus Selecta-
rum iuris quaestionum, se añaden comentarios anteriores para volver a ser reeditadas en
Barcelona en 1835, en 1846-1847 y en 1867, traducido al castellano y “adicionado con
las variantes del derecho español y las diferencias más notables del derecho municipal de
Cataluña”. En el caso de Heineccio, véase García-Gallo, A., “La fuentes legales vigentes
a comienzos del siglo XIX”, cit., nota 20, p. 19, nota 12, con la trayectoria hispánica de
sus obras. Sobre esas “instituciones” que no rompen totalmente con el pasado hispánico
y común, véase Luig, K., “Institutionenlehrbücher des nationalen Rechts im 17. und 18.
Jahrhundert”, Ius Commune, vol. III, 1970, pp. 64-97; “The Institutes of National Law
in the Seventeenth and Eighteenth Centuries”, The Juridical Review, 1972, pp. 193-226;
344 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
que proporcionar los propios juristas nacionales. Con este fin, nacen las
obras más exitosas por el apoyo del poder político que se traduce en su
posterior obligatoriedad como libro de texto: la de los doctores arago-
neses Ignacio Jordán de Asso y Miguel de Manuel Rodríguez, en el año
1771,29 y la del valenciano Juan Sala, en 1803.30 El triunfo del derecho
regio es ahora evidente puesto que se estudia de forma independiente y se
estudia con arreglo a exposiciones asimismo patrias, pero la ruptura no es
Scholz, J. M., “Penser les institutes hispano-romaines”, Quaderni Fiorentini per la Sto-
ria del Pensiero Giuridico Moderno, núm. 8, 1979, pp. 157-178; Peset, M., “L’intro-
duction des manuels d’enseignement dans les Universités espagnoles au XVIIIe siècle”,
en VV. AA., De l’alphabétisation aux circuits du livre en Espagne (XVI-XIX siècles).
Ouvrage Collectif, París, 1987, pp. 163-185; Buigues Oliver, G., “Algunas anotaciones
a la Instituta de Juan Sala y su relación con Vinnio”, Claustros y Estudiantes, Valencia,
Universidad de Valencia, Facultad de Derecho, 1989, t. I, pp. 75-89; Martínez Neira,
M., “Lecturas antiguas y lecturas ilustradas. Una aproximación a los primeros manuales
jurídicos”, Cuadernos del Instituto Antonio de Lebrija de estudio sobre la universidad,
núm. 1, 1998, pp. 143-209; y Álvarez de Morales, A., “La enseñanza del derecho en la
Edad Moderna en España: los libros de texto”, Las universidades hispánicas..., cit., nota
15, t. I, pp. 75-86. Acerca de la difusión de otras ramas del nuevo orden jurídico, sobre
todo, el derecho natural, véase Rus Rufino, S., Historia de la cátedra de derecho natural
y de gentes de los Reales Estudios de San Isidoro (1770-1794). Sobre el problema del
origen de la disciplina derecho natural en España, León, Universidad de León, Secreta-
riado de Publicaciones, 1993; Álvarez de Morales, A., “La difusión del derecho natural y
de gentes europeo en las universidades españolas de los siglos XVIII y XIX”, Doctores y
escolares…, cit., nota 15, t. I, pp. 49-59; y “La enseñanza del derecho natural y de gentes:
el libro de Heineccio”, en Bermejo Castrillo, M. A. (ed.), Manuales y textos de enseñanza
en la universidad liberal. VII Congreso Internacional sobre la Historia de las Universi-
dades Hispánicas, Madrid, Dykinson, 2004, pp. 365-381.
29 Las Instituciones del derecho civil de Castilla aparecen divididas en tres libros
(personas, cosas y acciones), siguiendo la sistemática de las Instituciones de Justiniano
y de Gayo, con amplitud e independencia. El libro primero se dedica al estado civil y
natural de las personas, tutela, curaduría, desposorios, matrimonio, y, más brevemente,
filiación y patria potestad. El libro segundo se ocupa de las cosas, división, dominio y su
adquisición, más donaciones, derechos reales y derecho criminal. El libro tercero es un
compendio de derecho procesal. Además del derecho castellano, eje del trabajo, dedican
algunas páginas al derecho aragonés a modo de contrapunto. Véase Peset, M., “Derecho
romano y derecho real”, cit, nota 14, pp. 332-334.
30 Sala pública inicialmente, en 1779, el Vinnius Castigatus, obra que nace desfasada,
pues la concordancia había dado paso ya en la época de aparición al estudio directo del
derecho patrio; en 1788-1789 aparecen sus Institutiones romano-hispanae ad usum Tiro-
num hispanorum ordinata (sobre las Instituciones de Justiniano) y en 1794 su Digestum
romano-hispanum ad usum Tironum (sobre los Digestos). Su gran obra será la Ilustra-
ción, ya aludida. Véase Peset, M., “Derecho romano y derecho real”, cit., nota 14, pp.
334-338.
SÁTIRA CONTRA LA PREDILECCIÓN DEL DERECHO ROMANO 345
31 Véase Peset, M. y Peset, J. L., La Universidad española…, cit., nota 20, pp. 117 y
ss.; y Carlos IV y la Universidad de Salamanca, Madrid, Consejo Superior de Investiga-
ciones Científicas, Instituto Arnau de Vilanova, 1983, pp. 222-224 y pp. 259-268; Álva-
rez de Morales, A., La Ilustración y la reforma…, cit., nota 20, pp. 292 y ss.; y Martínez
Neira, M., “¿Una supresión ficticia? Notas sobre la enseñanza del derecho en el reinado
de Carlos IV”, AHDE, núm. 68, 1998, pp. 523-544.
346 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
32 Sobre estas últimas reformas que nos introducen en el periodo estudiado, véase
Peset, M., “La enseñanza del derecho y la legislación sobre universidades durante el rei-
nado de Fernando VII (1808-1833)”, AHDE, núm. 38, 1968, pp. 229-375. Para la reforma
de 1802, pp. 232-234. Para la de 1807, pp. 238-248.
SÁTIRA CONTRA LA PREDILECCIÓN DEL DERECHO ROMANO 347
33 Sobre el papel de esa palabra echada al aire, selecto y exclusivo, del foro, véase
Petit, C., Discurso sobre el discurso. Oralidad y escritura en la cultura jurídica de la
España liberal. Lección inaugural. Curso académico 2000-2001, Huelva, Universidad
de Huelva, 2000.
34 Una panorámica general de la cultura jurídica de siglo XIX en Álvarez Alonso, C.,
“La legitimación del sistema. Legisladores, jueces y juristas en España (1810-1870 c.
a.) (I)”, Historia Constitucional. Revista Electrónica de Historia Constitucional, núm.
4, junio de 2003, dirección en Internet: http://hc.rediris.es/cuatro/indice.html; y (II), en
ibidem, núm. 5, junio de 2004, dirección en Internet: http://hc.rediris.es/05/indice.html.
Para cuestiones propiamente relacionadas con la codificación, véase Tomás y Valiente,
F., “Aspectos generales del proceso de codificación en España”, Anales de la Real Acade-
mia de Jurisprudencia y Legislación, núm. 19, 1988, pp. 37-60; Clavero, B., “El método
entre infieles o el Código en España”, Quaderni Fiorentini per la Storia del Pensiero
Giuridico Moderno, núm. 20, 1991, pp. 271-317; Petit, C., “El Código inexistente (I).
Por una historia conceptual de la cultura jurídica en la España del siglo XIX (1)”, Anua-
rio de Derecho Civil, octubre-diciembre de 1995, t. XLVIII, fasc. IV, pp. 1.429-1.465; y
“El Código inexistente (II). Por una arqueología de la civilística española (1)”, Anuario
de Derecho Civil, octubre-diciembre de 1996, t. XLIX, fasc. IV pp. 1.415-1.450. A lo
que se suma el problema de la publicación de las normas y la coexistencia normativa de
órdenes plurales, con los esfuerzos y equilibrios trazados por los juristas para conseguir
la apariencia de unidad y la idea de cohesión y armonía, inherentes a todo sistema jurí-
dico. Véase Lorente Sariñena, M., “De la revista al diccionario: Martínez Alcubilla y el
orden de prelación de fuentes en la España decimonónica”, en Tau Anzoátegui, V. (ed.),
La revista jurídica en la cultura contemporánea, Buenos Aires, Ciudad Argentina. Edito-
rial de Ciencia y Cultura, 1997, pp. 243-287; y La voz del Estado. La publicación de las
normas (1810-1889), Madrid, Boletín Oficial del Estado, Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, 2001, pp. 167 y ss.
35 Época esta que, en expresión de Peset, “da entrada a ideas, ciencias y estructuras
diferentes, se inicia la demolición de la universidad tradicional española, su autonomía,
su variedad. Oponen —los liberales— un esquema racional y uniforme a las constitucio-
nes y estatutos arrastrados durante siglos. En materias jurídicas, declina el derecho civil
romano, desaparece toda una facultad de cánones; surge la añoranza de enseñar por có-
digos, se restaura el derecho natural y de gentes, emergen ya asignaturas más modernas.
Pero, de momento, Fernando VII detendrá esta línea de evolución por algún tiempo”, en
Peset, M., “La enseñanza del derecho…”, cit., nota 32, p. 294.
348 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
II
Julio Didot, con dedicatoria a Vives. La reimpresión que manejamos y que empleamos
para la trascripción es realizada por la Revista General de Legislación y Jurisprudencia,
con introducción y notas de Fermín Canellas Secades, catedrático de derecho civil de la
Universidad de Oviedo, luego rector de la misma. Imprenta de la Revista de Legislación,
Madrid, 1879. Así figura en Torres Campos, M., Bibliografía española contemporánea
del derecho y de la política, 1800-1880: con tres apéndices relativos a la bibliografía
extrajera sobre el derecho español, a la hispanoamericana y a la portuguesa-brasileña,
Madrid, Librería de Fernando Fe, 1883-1897, p. 44, en el Apartado VI “Historia del De-
recho”; C) Derecho español. 1. Derecho general y castellano; b) Obras doctrinales. Desde
aquí quiero manifestar mi más profundo y sincero agradecimiento al profesor José María
Coma Fort, de la Universidad Complutense de Madrid, quien me proporcionó el ejemplar
indicado que ha servido de base para la construcción de este trabajo, hallado en una de
sus múltiples pesquisas por las librerías de viejo, pasión ésta que compartimos.
41 Cfr. Nieto García, A., Las limitaciones del conocimiento jurídico. Lección jubilar
pronunciada en la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense el 12 de marzo
de 2001, Madrid, Universidad Complutense, Facultad de Derecho, Servicio de Publica-
ciones, 2001, pp. 49 y 50: “El peor de los pecados profesorales es, consecuentemente, el
fundamentalismo. Las teorías fundamentalistas —nacidas en la soberbia del poder— no
admiten su contingencialidad, su relatividad, la aparición de una crisis ni la posibilidad
de su fin. A todo intento de reforma oponen su contrarreforma. No tienen interlocutores
sino enemigos. No reconocen disidencias sino herejías. No se valen de jueces sino de
alguaciles y verdugos. Yo entiendo, por el contrario, que en la Universidad cabemos
todos y que la amicitia sapientiae a todos nos hermana. Esto no significa, sin embargo,
admitir la cómoda doctrina del todo vale. No creo ciertamente que valga todo. En la
doctrina jurídica hay grano y hay paja, hay profetas y falsos profetas, hay sabios y hay
necios. Pero ¿quién puede arrogarse la suprema potestad de separar el grano de la paja, de
arrancar las malas yerbas, de desenmascarar a los falsos profetas y de arrojar del templo
a los mercaderes? ¿Es que puede establecerse una policía científica para censurar libros
SÁTIRA CONTRA LA PREDILECCIÓN DEL DERECHO ROMANO 351
compartiría con sus hermanas hispánicas los mismos planes, las mismas
preocupaciones e idénticos defectos ya descritos.43
El estudio de las relaciones e imbricaciones entre el mundo jurídico
y el mundo literario no es tema novedoso, decíamos. Desde los inicios
de la historia del derecho se procuró observar la conexión fuerte y firme
que había entre estos dos universos aparentemente separados. No es este
el lugar para enumerar todos los trabajos que sobre el particular se han
redactado, numerosos por lo demás.44 Lo relevante es poner de relieve el
por qué de esta unión. ¿De dónde procede esta conexión entre derecho y
literatura? ¿Por qué es necesaria esta relación desde el punto de vista del
estudio de ambas disciplinas? La respuesta es siempre la búsqueda del
conocimiento más perfecto y profundo de una cultura, entendida como
las respuestas intelectuales que una sociedad da a los problemas que le
son presentados o con los que se enfrenta, con los que se tiene que
enfrentar. A modo de un prisma caleidoscópico que refleja las varia-
das facetas en que se puede expresar el acontecer, aquélla se proyecta
de distintas formas en su intento de expresar los valores, los principios,
para captar el mundo en el que se mueve. Los habrá realistas, los habrá
idealistas, los habrá naturalistas, pero siempre se podrá encontrar un poso
mínimo de verdad: el escritor es una de las voces más autorizadas de su
tiempo por la sensibilidad que demuestra para captarlo y para legarlo a
la posteridad. Derecho y literatura son caminos conducentes a un mismo
destino, decía Rafael de Ureña: el bien. En el primer caso, personificado
en la justicia; en el segundo, en la belleza.45
El poema que ahora presentamos nace como crítica, como denuncia
de una situación que aparentemente no debería estarse produciendo, si
tomamos como exclusiva referencia y como marco único la sola legisla-
ción de la época. Hemos visto como se ha producido el paulatino cambio
de una educación universitaria que descansaba sobre el derecho romano
a una nueva modalidad en la que se ha erguido con fuerza un derecho
nacional. Si las universidades, como ya hemos visto, habían procedido a
postergar, sin eliminarlo, el derecho romano de la docencia, si el derecho
nacional campaba ahora a sus anchas por las aulas y era el pretendido eje
de la reflexión y del estudio jurídico, ¿cómo explicar entonces esa res-
puesta del autor?, ¿por qué esa querella contra la praxis universitaria y la
praxis judicial? La respuesta es sencilla. La vida del derecho no gusta de
controles estrictos, ni de desvíos que vayan contra la senda marcada por
la tradición histórica. En una sociedad indecisa, que aún no había dado
el paso definitivo para sumergirse en la dinámica liberal decimonónica, el
cambio era muchas veces una palabra hueca y un temor oculto que trata-
ba de eludirse por medio de los argumentos más peregrinos. La sociedad
era estática y, dentro de ella, también la universidad compartía esas dosis
de inmovilidad. Una cosa era el deseo y otra la realidad. Porque la diná-
mica hispánica iba por otros derroteros, seguía la inercia de los tiempos
anteriores, y la práctica docente continuaba inundada de textos y glosas
romano-canónicas, de escolasticismo, de debates bizantinos vacuos, in-
suficientes y completamente inútiles para la formación del jurista y para
el posterior ejercicio profesional en el foro. Nuestro autor lo sabe y por
eso habla, actúa, denuncia. Compuesto de ciento cincuenta tercetos y un
cuarteto final, el escritor (y el jurista), víctima él mismo del sistema des-
crito y parodiado, práctico que sabe de lo que está hablando, nos brinda
una crítica demoledora tomando como punto de partida un argumento
45 Véase Ureña y Smenjaud, R. de, “Introducción”, Sumario de las lecciones de his-
toria crítica de la literatura jurídica española, Madrid, Establecimiento Tipográfico de
Idamor Moreno, 1897-1898, pp. 30-60.
SÁTIRA CONTRA LA PREDILECCIÓN DEL DERECHO ROMANO 357
46 Con la presencia lógica de Justiniano y de su obra magna. Terceto núm. 10: “Cien
mil leyes allí vieras cruzando / del latino Digesto, y los sutiles / enredos de los Bártulos
campeando”. Terceto núm. 31: “Sé que algunos osaron con orgullo / las leyes proscribir
de Justiniano / debiendo a ellas el progreso suyo”. Terceto núm. 45: “¡Cuánto más nos
hubiera interesado / haber seguido el Juzgo primitivo, / que al latino Digesto prohija-
do!”. Terceto núm. 103: “Antes juzgo preciso que envolvieran / contrariedades las de las
Pandectas / que todas las antiguas refundieran”. Terceto núm. 121: “Llenando su carrera
literaria / la Instituta y Digestos, por fin salen / aun los de aplicación extraordinaria”.
Terceto núm. 136: “Del volumen inmenso que en su era / al imperio caduco que regía /
dio Justiniano para que muriera”.
47 Únicamente hay una referencia expresa al Fuero Juzgo, en Terceto núm. 45: “…
haber seguido el Juzgo primitivo”. Hay otras referencias genéricas a nuestras “leyes” o
a nuestros “códigos”, llenas de adjetivos positivos, sin identificación puntual de los mis-
mos, aunque el autor se referiría a los principales cuerpos de la legislación del momento
(desde Partidas hasta la Novísima Recopilación).
48 Juristas romanos de distintas épocas. El rey Numa Pompilio, al que se atribuyen
las primeras normas religiosas de Roma, es el único personaje de la Antigüedad citado.
El clasicismo está representado por Celso y Javoleno Prisco (siglo II). Del momento epi-
gonal del clasicismo (siglos II y III), aparecen las cuatro grandes figuras de Papiniano,
Paulo, Ulpiano y Gayo. De los autores de la compilación justinianea, Doroteo es el único
mencionado. Terceto núm. 19: “Mas con la sutileza acostumbrada / defiende Papiniano
que sí vale, / por ser una verdad acreditada”. Terceto núm. 57: “Según su juicio desvarían
los reyes / si alguna nueva al expedir, no tienen / a Papiniano o Doroteo por fuelles”.
Terceto núm. 72: “Cayo, y Ulpiano, y Menna, y mucha extraña / autoridad en el derecho
oida / no convendré que el esplendor empaña”. Terceto núm. 90: “Ya de años han corrido
largas sumas / que el Consejo real había tentado / del fuero proscribir a tantos Numas”.
Terceto núm. 107: “De ella nace ostentarse civilistas / aquellos que de Paulo o Doroteo /
son con tanto fervor panegiristas”. Terceto núm. 139: “Y más firme en tus luces apoyarte,
/ que no siguiendo el rancio magisterio, / en Javoleno o Celso asegurarte”. Los datos cro-
nológicos de los juristas romanos son tomados de Arangio-Ruiz, V., Historia del derecho
romano, 5a. ed., Madrid, Reus, 1994.
49 Se trata de Bártolo de Sassoferrato, el mejor exponente del estilo jurídico italiano,
y de Nicolás Tudeschi, llamado el Abad Panormitano, canonista, para más señas. Terceto
núm. 10: “… y los sutiles / enredos de los Bártulos campeando”; Terceto núm. 17: “Con
otros muchos el Abad reputa / inútil el legado, si no existe / la cosa cuando a alguno se
tributa”.
50 De acuerdo con esa idea nacionalista o patriótica que expresa claramente el Terceto
núm. 71: “¡Fanatismo oprobioso y lamentable! / Regnícolas tan sabios cuenta España /
cual los de Roma en su época loable”. Concretamente son citados Covarrubias, Molina y
Sala, en Terceto núm. 73: “De tan nuestra que hay esclarecida / como Molina, Covarru-
bias, Sala, / y otra suma infinita conocida”. Los mencionados son Diego de Covarrubias,
Luis de Molina (autor de un conocido tratado sobre mayorazgos, al que se alude a ren-
SÁTIRA CONTRA LA PREDILECCIÓN DEL DERECHO ROMANO 359
glón seguido en el poema) y el ya mencionado Juan Sala, autor del principal manual del
“Derecho real” del primer XIX.
51 Así se dice que el jurista adopta la postura de un petulante abogado francés “que
huele a rosa y se compone el rizo”, y que critica los aires reformistas impulsados por
ciertos autores del siglo XVIII, en Tercetos núms. 116 y 117: “Montesquieu calentoles
la cabeza, / Filangieri, Bentam, y otros ateos / que arden en el infierno con certeza. / Tal
piensan, y lo dicen sin rodeos / las pelucas forenses que retrato, / siempre obstinados
como los hebreos”.
360 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
53 Se refiera al precepto del Ordenamiento de Alcalá, título 27, ley 2 (Como se deben
entender las palabras de las Leyes, e Fueros, e Ordenamientos que fablan en como la
justicia, o juredicion, o Sennorio de los logares, o de otras cosas del Rey, si se pueden
ganar por tiempo, o non), en el que se permite la enajenación de jurisdicciones y su ad-
quisición por prescripción, a salvo siempre la “mayoría de justicia” del monarca. Se dice,
en Tercetos núms. 84-86: “Entre las infinitas repugnantes, / la alienación de tanto señorío
/ que daños nos causó tan agravantes, / efecto fue del sumo poderío / que de Alfonso el
Undécimo en la era / de los legistas tuvo el desvarío. / El yugo señoril de allí viniera, / de
allí el valor que en la española Corte / al servil feudalismo se le diera”.
362 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
54 Figura clave del primer liberalismo cubano, vive entre los años 1765 y 1837. Estu-
diante del Real Seminario, donde cursa Humanidades, y Leyes en La Habana, donde fue
SÁTIRA CONTRA LA PREDILECCIÓN DEL DERECHO ROMANO 363
/ del sistema escolar tan corrompido”, quien prohibirá “la enseñanza te-
meraria” del derecho romano (una reforma que no se había materializado
al tiempo de este escrito). A partir de ese instante, cuando la reforma se
materialice y se estudie el derecho nacional, los estudiantes podrán escu-
char dignísimas lecciones “con fruto tuyo y de la patria un día”, se evita-
rán los enredos de antaño, se primará la capacidad deductiva, a partir de
principios, de los mismos estudiantes, con confianza en la razón y en su
poder.55 La proclama final vuelve a insistir en las notas referidas que guían
la crítica: nacionalismo y antirromanismo. Se debe silenciar “el romanis-
mo y sus secuaces”, para que los códigos nacionales salgan del olvido y
sean los únicos enseñados en las aulas. Ello permitirá conocer ese genio
nacional hasta ahora callado y oculto, ese monumento magnífico que han
construido las leyes primordiales y las costumbres patrias, cuyo abandono
“nos trajo duros males”. ¿Significa eso abandonar el derecho romano? Ni
mucho menos. Lo que sucede es que ese orden antiguo debe ser consulta-
do “por gala” y “no con preferencia”, erradicando la práctica de antaño,
mezcla de error y de capricho. Todo lo cual conducirá a la creación de un
alumnado más ilustrado, más sabio y más libre. Concluido el discurso y
ante el desengaño que el joven Andrés ha sufrido, éste pide un poco de
silencio y de tiempo para la reflexión. Tras un plazo prudente, acepta el
consejo y pregunta dónde se explica ese derecho nacional. El autor lo
lleva hasta la clase “en que se estudia con gran provecho”, la cátedra de
Jurisprudencia del Real Colegio Seminario de San Carlos y de San Am-
lector de la cátedra de Prima de Cánones, continuó sus estudios en España. Los cargos
que desempeñó son innumerables: fundador de la Real Sociedad Patriótica, diputado en
las Cortes, síndico perpetuo del Real Consulado de Agricultura y Comercio, consejero de
Indias, miembro de la Junta para la Pacificación de las Américas, académico de la Real
Academia de Derecho Patrio y Común de Madrid, marqués de la Gratitud, cruz de Isabel
La Católica, entre otros muchos. Véase Pezuela, J. de la, op. cit., nota 42, t. I, pp. 32-36;
y Calcagno, F., op. cit., nota 40, pp. 49-57. Sobre el mismo, véase el magnífico trabajo de
Beatriz Bernal, Cuba: fundamentos de la democracia. Antología del pensamiento liberal
cubano desde fines del siglo XVIII hasta fines del siglo XX, compilación y estudio intro-
ductorio de Beatriz Bernal, Madrid, Fundación Liberal José Martí, 1994, 1994, pp. 23-42
y pp. 45 y ss., para el mencionado Arango.
55 Tercetos núms. 137-140: “Entonces sí, que sin tan falsa guía / de Astrea oirás dig-
nísimas lecciones / con fruto tuyo y de la patria un día: / Entonces desearás, no en los
centones / que el pedantismo compiló, enredarte, / sino hacer de principios deducciones,
/ y más firme en tus luces apoyarte, / que no siguiendo el rancio magisterio, / en Javoleno
o Celso asegurarte. / Hoy goza libre la razón su imperio, / y no las sutilezas con sus bases,
/ sino el estudio de las ciencias serio”.
364 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
56 Obispo de La Habana (1757-1832). Véase Pezuela, J. de la, op. cit., nota 42, t. III,
p. 300; y Calcagno, F., op. cit., nota 40, pp. 261-263. Como ha destacado la profesora
Bernal, una de las mayores y mejores investigadoras sobre la historia del pensamiento
cubano, ese Real Seminario fue realmente el semillero de la innovación educativa en
Cuba. Mientras que la Real y Pontificia Universidad de San Jerónimo, a pesar de su tardía
fundación, había quedado anclada en los métodos tradicionales de enseñanza, el Real
Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio, nacido en 1773, se integró a la Mo-
dernidad, esto es, a “la orientación ilustrada de signo liberal propia de la época”. Ese am-
biente se debió, sobre todo, a la obra de dos pedagogos cubanos: José Agustín Caballero
y Félix Varela, su discípulo. Allí fue donde se enseñó por primera vez economía política,
derecho político (con una cátedra de Constitución) o derecho nacional. Véase Bernal, B.,
“Estudio introductorio: dos siglos de pensamiento liberal cubano”, Cuba: fundamentos
de la democracia…, cit., nota 54, pp. 24-26.
SÁTIRA CONTRA LA PREDILECCIÓN DEL DERECHO ROMANO 365
1 Es de justicia citar las bibliotecas en las que hemos desarrollado las consultas de las
fuentes constitutivas del esqueleto conceptual de este trabajo: la Biblioteca del Departa-
mento de Historia del Derecho y de las instituciones de la Universidad Complutense de
Madrid, con la magnífica labor omnipotente de su responsable, Isabel de Grandes Pas-
cual; la Biblioteca del Departamento de Filosofía del Derecho de la misma Universidad;
la Biblioteca del Departamento de Filología Clásica, también en nuestra Ciudad Univer-
sitaria Complutense; la Biblioteca de la Universidad Pontificia de Comillas; la Biblioteca
del Seminario Conciliar de la Inmaculada y San Dámaso de Madrid; y la Biblioteca del
Max Planck Institut für europäische Rechtsgeschichte, en Frankfurt am Main, frecuenta-
da en enero y febrero de 2006. A todos los encargados y trabajadores, de diferente rango,
que prestan sus servicios en las mencionadas bibliotecas, queremos hacerlos destinata-
rios de nuestro más sincero agradecimiento por haber hecho posible, con su atención,
dedicación y paciencia, la confección de este modesto trabajo. La abundantes citas a J.–P.
Migne se entienden realizadas a las varias ediciones, reediciones y reimpresiones de su
Patrologia Latina y de su Patrologia Graeca, de uso cotidiano entre los estudiosos, por
lo que no son precisas indicaciones de lugar o de editorial, más que la referida al tomo
correspondiente donde se encuentra la obra empleada.
2 Véase Vendryes, J., El lenguaje. Introducción lingüística a la Historia, México,
Unión Tipográfica Editorial Hispano Americana, 1979, pp. 80 y ss.
381
382 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
3 Véase Foucault, M., Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias
humanas, Buenos Aires, Siglo XXI, 2002, pp. 41 y ss.
LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 383
II
origines des sociétés humaines, París, A. Colin, 1986; y The Interface between the Writ-
ten and the Oral, Cambridge, Cambridge University Press, 1987.
10 Véase Borges, J. L., “La Biblioteca de Babel”, publicado inicialmente en el vo-
lumen El jardín de los senderos que se bifurcan, 1941 (ahora recogido en Ficciones,
Madrid, Alianza Editorial, 2005, pp. 86-99, por donde citamos).
LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 387
III
15 Lo que justifica las críticas de Kelsen dado que no se da una respuesta a la pregunta
clave: ¿Cómo debe comportarse el ser humano? ¿Qué debe hacer? Véase Kelsen, H., Il
LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 391
problema della giustizia, G. Losano, Mario (ed.), Turín, Einaudi, 1975, pp. 18-20; Teoría
pura del derecho, 4a. ed., Buenos Aires, Eudeba, 2000, pp. 45 y ss.; y ¿Qué es la justi-
cia?, 13a. ed., México, Fontamara, 2001, pp. 56-58.
16 Véase Anderson, P., Los fines de la historia, Barcelona, Anagrama, 1996.
392 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
la segunda carece de esa referencia a la imperatividad: “Norma —en latín escuadra para
trazar ángulos rectos— es otra metáfora para indicar los criterios impuestos por aquella
potestad imperativa, en tanto los criterios en general, aunque no sean oficialmente im-
perativos, se llaman reglas, es decir, por metáfora del instrumento que sirve para trazar
líneas rectas (regula en latín). La palabra norma aparece en el siglo IV después de Cristo
para designar los reglamentos de los tributos, pero se ha generalizado y difundido mucho
en nuestro siglo por influencia alemana (die Norm). Regla, en cambio, es una palabra más
usada desde antiguo, sobre todo por los autores de libros para la enseñanza del derecho,
que debían extraer principios generales por razón de economía del esfuerzo y equivalía
a la palabra griega canon, que se utiliza para designar los preceptos del derecho de la
Iglesia, el derecho canónico; el término regla se utiliza muy comúnmente entre los an-
glosajones (rule of law); norma, entre los alemanes”. Cfr. D’Ors, A., Una introducción
al estudio del derecho, 8a. ed., Madrid, Rialp, 1989, p. 24. Sin olvidar, con Dworkin, que
las reglas obligan, mientras que los principios pueden inclinar, pesar más o menos a favor
una u otra tesis, pero carecen de obligatoriedad final, de intensidad imperativa.
LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 395
Véase Villey, M., op. cit., nota 14, pp. 100 y ss., dado que es el último elemento de la
definición el que hay que retener, el que establece la diferencia específica.
25 Digesto 50, 17, 206 (Pomponius Libro IX Ex Variis Lectionibus): “Iure naturae
aequum est, neminem cum alterius detrimento et iniuria fieri locupletionem”.
LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 397
IV
pp. 421-430; Reiner, H., “Die Goldene Regel. Die Bedeutung einer sittlichen Grund-
formel der Menschheit”, Zeitschrift für philosophische Forschung, vol. III, 1948-1949,
pp. 74-105; Hein, N. J. y Jeremias, J., voz “Goldene Regel”, Die Religión in Geschichte
und Gegenwart. Handwörterbuch für Theologie und Religionwissenschaft, 3a. ed., Her-
ausgegeben von Kurt Galling, Tubinga, J. C. B. Mohr, 1958, t. II, cols. 1.687-1.689;
“Goldene Regel”, Biblisch-historisches Handwörterbuch, Reicke, Bo y Rost, Leonhard
(eds.), Gotinga, Vandenhoeck & Ruprecht, 1962, t. I, col. 583; Dihle, A., Die Goldene
Regel. Eine Einführung in die Geschichte der antiken und frühchritslichen Vulgärethik,
Gotinga, Vandenhoeck & Ruprecht, 1962; y voz “Goldene Regel”, Reallexikon für Antike
und Christentum. Sachwörterbuch zur Auseinandersetzung des Christentums mit der an-
tiken Welt, Stuttgart, Anton Hiersemann, 1981, t. XI, cols. 930-940; Singer, M. G., “The
Golden Rule”, Philosophy, núm. 38, 1963, pp. 293-314; y voz “Golden Rule”, The En-
cyclopedia of Philosophy, Edwards, Paul (ed.), Nueva York, Macmillan, 1967, t. III, pp.
365-367; Lutz, A., “Die goldene Regel”, Zeitschrift für philosophische Forschung, vol.
XVIII, 1964, pp. 467-475; Schmid, J., voz “Goldene Regel”, Lexikon für Theologie und
Kirche, Friburgo, Verlag Herder, 1957-1966, t. IV, cols. 1.040-1.041 (con nueva edición
en Friburgo, 1995, t. IV, cols. 821-823); VV. AA., voz “Goldene Regel”, Theologische
Realenzyclopädie, Berlín, Nueva York, Walter de Gruyter, 1984, t. XIII, pp. 570-583;
Kaufmann, E., “Was ist und gibt es Gerechtigkeit?”, Juristische Arbeitsblätter, vol. 17,
núm. 4, abril de 1985, pp. 202-207; Erler, A., voz “Regula Aurea”, Handwörterbuch zur
deutschen Rechtsgeschichte, Berlín, Erich Schmidt Verlag, 1986, fasc. 26, cols. 502 y
503; “Goldene Regel”, Evangelisches Kirchenlexikon, Gotinga, Vandenhoeck & Rupre-
cht, 1989, t. II, col. 247; “Règle d’Or”, Catholicisme. Hier. Aujourd’hui. Demain, París,
Letouzey, 1990, t. XII, cols. 727-731; Hoche, H. U., voz “Goldene Regel”, Historisches
Wörterbuch der Philosophie, Ritter J. y Gründer, K. (eds.), Basilea, Schwabe Verlag,
1992, t. VIII, pp. 450-463; y Burchard, Ch., voz “Golden Rule”, The Encyclopedia of
Christianity, Eerdmann y Brill (coeds.), Michigan, 2001, t. II, pp. 444 y 445.
LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 399
o intenciones. Es regla que implica alteridad, esto es, que rebasa los már-
genes de la conducta individual para encauzarla en las relaciones con los
otros, amigos o enemigos, nacionales o extranjeros, familiares o ajenos
a la familia. Sale del mundo moral para introducirse en el mundo jurídi-
co. Es predica de uno, como pauta de conducta, pero en relación al otro,
como criterio para determinar su viabilidad. Su esencia es la reciproci-
dad, entendida a modo de sinalagma. La pauta de conducta viene dada no
por una descripción minuciosa de cómo han de ser nuestras actuaciones,
sino que se vinculan las mismas al comportamiento de los demás: nuestra
conducta habrá de ser la misma que queremos que tengan los demás para
con nosotros. Sin implicar egoísmo, ni tampoco una absoluta depen-
dencia con el actuar ajeno. No hay materialidad en su configuración,
sino simple formalidad. Es precepto formal porque indica una dirección
concreta, dando libertad para los caminos que conducen a la misma. La
conducta no es examinada individualmente en relación a los efectos que
en los otros pudiera provocar, sino en la repercusión directa que los efec-
tos de la misma tendrían en la persona del actuante si se invirtiesen las
tornas, si fuesen los demás los operadores y no los sufridos destinatarios
de las conductas examinadas, valoradas, a la luz de esos efectos concre-
tos. Precisamente, se trata de hallar su justificación, su explicación y su
legitimación en el examen concreto que esa misma conducta, invertida,
tendría en nosotros mismos. Ofrece otra perspectiva, otro punto de vista,
en el cual el sujeto, autor y actor, pasa a ser sujeto receptor y paciente
de su misma conducta ahora ejercitada por los demás. Eso supone que
la valoración del comportamiento se inserta en una dinámica de cruce de
responsabilidades, deberes y facultades. El sujeto actúa sobre los demás,
pero la valoración depende del supuesto contrario, de que esa misma
conducta fuese ejercitada por los demás sobre el sujeto ahora actuante.
Lo que supone que los criterios para examinar dicha conducta resultan
de la fusión de los valores de ambas entidades intervinientes, del sujeto
y del receptor. El sujeto actuante se convierte eventual e imaginariamente
en receptor de la misma conducta que desarrolla sobre los demás y es pre-
cisamente en función de esa misma conducta desde la que se examina la
moralidad practicada o la ausencia de moralidad de la conducta propia. El
individualismo es reemplazado por los efectos del comportamiento colec-
tivo sobre el sujeto individual. No se obra para obtener algo de los demás,
sino que se persigue el convencimiento de que la actuación para con ellos
sería idéntica a aquella que ellos tendrían para con nosotros.
Los orígenes de esta regla de conducta son inciertos y no se puede
dar una fecha de nacimiento de la misma, ni tampoco adscribirla a una
400 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
29 Así lo acredita Spendel, G., “Die Goldene Regel als Rechtsprinzip”, Festschrift für
Fritz Von Hippel zum 70. Geburtstag, Tubinga, Mohr-Siebeck, 1967, pp. 491-516.
30 Algunos pasajes en “La República” o en “Las Leyes”, de Platón, así como en la “Re-
tórica” y en la Ética a Nicómaco, del Estagirita, cuando se abordan temas como la justicia,
la equidad, etcétera, constituyen el escaso bagaje que ambos pensadores dedican a este
tema, sin que realicen una afirmación concluyente de este principio, ni por supuesto lo
asuman como propio dentro de su pensamiento. Véase Dihle, A., Die Goldene Regel, cit.,
nota 28, pp. 31 y ss., y pp. 85 y ss.
31 Cfr. Ibidem, pp. 82-84.
32 Lo hace J. Jeremias en su voz “Goldene Regel”, Die Religion in Geschichte und
Gegenwart, cit., nota 28, t. II, col. 1.688, quien conceptúa la formulación negativa de
la regla como “Klugheitsregel”, mientras que la positiva es una “Anleitung für die Lie-
besübung”.
LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 401
33 Hechos de los Apóstoles 15, 28-29: “Porque ha parecido al Espíritu Santo y a noso-
tros no imponeros ninguna otra carga más que estas necesarias: que os abstengáis de las
carnes inmoladas a los ídolos, de la sangre y de los ahogados y de la fornicación, de lo
cual haréis bien en guardaros. Pasadlo bien”.
34 Romanos 13, 8-10: “No estéis en deuda con nadie, sino amaos los unos a los otros,
porque quien ama al prójimo ha cumplido la Ley. Pues no adulterarás, no matarás, no
robarás, no codiciarás y cualquier otro precepto, en esta sentencia se resume: Amarás al
prójimo como a ti mismo. El amor no obra el mal del prójimo, pues el amor es el cumpli-
miento de la ley”.
402 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
ello supervisado por el supremo amor a Dios, comienzo y fin de todas las
cosas, del cual el amor al prójimo es reflejo.
Desde ese instante bíblico, su presencia en los textos cristianos me-
dievales se repetirá hasta la saciedad, como eje de la reflexión moral y
así lo acreditan las obras de los principales teóricos de la llamada patrís-
tica. De ahí, pasará, vía traslaticia, a los pensadores medievales que se
levantan sobre la sabiduría de los santos padres: Anselmo de Canterbury,
Pedro Abelardo, Buenaventura, Alberto Magno o Tomás de Aquino. Fi-
nalmente, seguirá su ruta hacia la modernidad, en las palabras usadas por
Martín Lutero, Hobbes, Berkeley, Shaftesbury, Pufendorf, Thomasius o
Leibniz.35 Voltaire dirá en una de sus más conocidas obras que todos los
pueblos asiáticos, en concreto la India, se dominan por las pasiones y por
la razón universal que hace de contrapeso a esas pasiones, la cual impri-
me en todos los corazones la conocida regla de oro en su formulación y
sentido evangélicos. Son los dos caracteres que la naturaleza imprime en
el ser humano con independencia de su raza y los dos vínculos, hacerse a
uno mismo y hacer a los demás, que los une, por encima de todo aquello
que los divide. El resto, el resto de normas, dirá Voltaire, nacen del suelo,
de la tierra y de la costumbre, pero no oscurecen ese mandato prime-
ro, original, tremendamente humano.36 Immanuel Kant, se suele afirmar,
procede a la secularización de este principio que se verá sustituido por su
“imperativo categórico”, a modo de regla áurea secularizada.37 Lo afir-
mará el filósofo de Königsberg en varios de sus más conocidos textos en
35 Sobre estos autores, véase Verdross, A., La filosofía del derecho del mundo occi-
dental. Visión panorámica de sus fundamentos y principales problemas, trad. de Mario
de la Cueva, México, UNAM, Centro de Estudios Filosóficos, 1962, pp. 141 y ss.
36 Voltaire, Essai sur les mœurs et l’esprit des Nations et sur les principaux faits de
l’Histoire, depuis Charlemagne jusqu’à Louis XIII, vol. II, cap. CXLIII: “Tous ces peu-
ples ne nous ressemblent que par les passions, et par la raison universelle qui contraba-
lance les passions, et qui imprime cette loi dans tous les cœurs: Ne fais pas ce que tu ne
voudrais pas qu’on te fit. Ce sont là les deux caractères que la nature empreint dans tant
des races d’hommes différents, et les deux liens éternels dont elle les unit, malgré tout ce
qui les divise. Tout le reste est le fruit du sol de la terre, et de la coutume”. Citamos por
la edición electrónica de las œuvres complètes de Voltaire. Dirección en Internet: http://
www.voltaire-integral.com.
37 Véase D’Agostino, F., “La Regola Aurea e la Logica della Secolarizzazione”, Cris-
tianesimo, Secolarizzazione e Diritto Moderno, Lombardi Vallauri, Luigi y Dilcher, Ger-
hard (eds.), Milán, Biblioteca per la Storia del Pensiero Giuridico Moderno 11-12, 1981,
t. II, pp. 941-955.
LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 403
38 Citamos cronológicamente por orden de aparición de las obras referidas (La Crítica
se publica en 1788 y la Metafísica en 1797). Véase Kant, I., Crítica de la razón práctica,
R. Aramayo, Roberto (ed. y trad.), Madrid, Alianza Editorial, 2000, p. 97, parte I, lib. I,
cap. I, § 7. Ley básica de la razón pura práctica: “Obra de tal modo que la máxima de
tu voluntad siempre pueda valer al mismo tiempo como principio de una legislación uni-
versal”; y La metafísica de las costumbres, 2a. ed., estudio preliminar de Adela Cortina
Orts, Madrid, Tecnos, 1994, pp. 39 y 40. Introducción a la doctrina del derecho § C Prin-
cipio universal del derecho: “Una acción es conforme a derecho cuando permite, o cuya
máxima permite a la libertad del arbitrio de cada uno coexistir con la libertad de todos
según una ley universal… Por tanto, la ley universal del derecho: obra externamente de
tal modo que el uso libre de tu arbitrio pueda coexistir con la libertad de cada uno según
una ley universal”.
39 Kant estima que la regla áurea no puede ser una ley universal porque no contiene el
principio del deber hacia uno mismo, ni el deber de caridad hacia los otros (dado que ha-
bría personas que consentirían fácilmente que los otros no fuesen obligados a beneficiarle
para ser dispensados así de la benevolencia de otros), ni el principio del deber estrecho
de los hombres los unos contra los otros, porque el criminal podría argumentar contra el
juez que lo condena. Véase Kant, I., Grundlegung zur Metaphysik der Sitten, Vorländer,
Kart (ed.), Hamburgo, Feliz Meiner, 1957, § 430, p. 53.
404 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
homicida non habet vitam aeternam in se manentem? Et per semetipsam Veritas: Diligite
inimicos vestros, benefacite his qui vos oderunt; et iterum: Dimittite et dimittetur vobi; si
autem non demiseritis, nec Pater vester coelestis dimittet vobis peccata vestra”, en Con-
cilios visigóticos e hispano-romanos, Vives, José (ed.), Barcelona, Madrid, Consejo Su-
perior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1963, pp. 270 y 271 (aho-
ra en La Colección Canónica Hispana. V. Concilios hispanos: segunda parte, Martínez
Díez, Gonzalo y Rodríguez, Félix (eds.), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, 1992, pp. 393 y 394). En idéntico sentido, ya en el siglo X, Regino de Prüm,
De Ecclesiasticis Disciplinis et Religione Christiana Collectus, lib. I, cap. CCVII, para
la hospitalidad; y capítulo CCC, para el perdón, en Migne, J. P. (ed.), Patrologia latina,
t. CXXXII; a comienzos del siglo XI, Burchardo de Worms, Decretorum Libri Viginti,
en varios pasajes de los libros III, XVI y XIX. El texto en Migne, J.P. (ed.), Patrologia
latina, t. CXL. En la segunda mitad del siglo XI y casi arribando al siglo XII, emplean
como norma jurídica esta regla de un modo expreso, basándose en dos falsas decretales
atribuidas a los pontífices Gregorio IV y Melquíades, ambas dictadas en sede procesal,
con invocaciones a la necesidad de juzgar conforme a la verdad probada y a la caridad de
todo cristiano exigible. Así, Anselmo de Lucca, Collectio Canonum una cum Collectione
Minore, Thaner, Friedrich (ed.), Neudruck der Ausgabe Innsbruck, Librariea Academicae
Wagnerianae, 1906-1915, Aalen, 1965, lib. II, cap. 17; y lib. II, cap. 41; e Ivo de Char-
tres, Decretum, Pars V, cap. XVIII; y Pars XVII, caps. CXXIV-CXXXI; y, sobre todo, en
Panormia, lib. IV, cap. CXII y cap. CXVI. Ambas compilaciones en Migne, J.-P. (ed.),
Patrologia latina, t. CLXI.
41 A modo de ejemplo, véase Polémica entre cristianos y paganos a través de los
textos. Problemas existenciales y problemas vivenciales, Sánchez Salor, Eustaquio (ed.),
Madrid, Akal, 1986.
406 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
Dios, más juez que padre, un Dios, como dice Números, que es tardo en
la ira y grande en misericordia, que perdona la iniquidad y la rebeldía,
sin dejarla impune,45 que busca la justicia plena,46 no impide la aflora-
ción excepcional y esporádica de ciertos preceptos en los que se predica
la venganza y, al mismo tiempo, el amor a ese prójimo, ese reclamo de la
mansedumbre.47 Porque esa justicia, divina en su concepción y humana
en su realización, es, en palabras del profeta Isaías, el camino para la paz
y el orden.48
Veamos algunos ejemplos separados de esa tendencia a la retribución,
de esa tendencia a amar al prójimo que es, decimos, excepcional y espo-
rádica en el Antiguo Testamento. Comencemos con la vieja ley mosaica,
la primera formulación jurídica del pueblo elegido. En Éxodo 23, versí-
culos 1 y siguientes, se pueden atisbar algunas indicaciones en tal sentido
a través del enunciado sucesivo de ciertas prohibiciones concretas que
van fraguando el modelo de conducta ideal que Yahvé quiere para con
su pueblo, que exigirá a cada uno de los miembros del pueblo elegido.
Dichas prescripciones presentan una aspecto marcado por una clara alte-
ridad, una referencia constante a la participación del otro, del ajeno, no
del enemigo, sino de un prójimo cercano, al que se denomina extranjero,
en un intento de superación de las luchas tribales que protagonizan los
primeros años de la dominación judía en la Tierra Prometida: no mentir,
no testificar en falso, no dejarse arrastrar al mal, devolver los animales
perdidos a los enemigos, no torcer el derecho de los pobres, no hacer
daño al extranjero.49
En Levítico 19, 17-18, se insiste en las mismas líneas de conducta
que había fijado el libro anterior del Pentateuco. Ahora el protagonista
es el odio: no odies a tu hermano, mas repréndelo de modo fraternal para
que no haya posibilidad alguna de llegar al pecado, porque la dirección
perseguida es la ausencia de venganza y de rencor contra los “hijos de
tu pueblo”, para concluir con el mandato de amor al prójimo que será
usual en el Nuevo Testamento.50 El mismo Levítico 19,33-34 predica el
amor hacia el extranjero, ya no enemigo, para que se le trate como a un
indígena de entre el pueblo escogido, como a uno propio, recordando la
misma situación de extranjería que el pueblo elegido vivió en Egipto.51
Saúl reconoce que David es mejor que él mismo pues “tú me has hecho
bien y yo te pago con mal”,52 y el hijo de aquél, Salomón, habla de Dios
que ha de obrar con cada uno según sus caminos.53 El libro de Job 31,
29-30 o los Proverbios 20, 22 y 24, 17, 24, 29 y 25, 21, también insisten
en esa misma línea, el primero en una presentación interrogativa de la
cuestión,54 los segundos en la consagración de una claro deber de asis-
tencia al prójimo, ahora enemigo, y de prohibición de delectación en su
El que se venga será víctima de la venganza del Señor, que le pedirá exacta
cuenta de sus pecados. Perdona a tu prójimo la injuria, y tus pecados, a tus
ruegos, te serán perdonados. ¿Guarda el hombre rencor contra el hombre
e irá a pedir perdón al Señor? ¿No tiene misericordia de su semejante y va
a suplicar por sus pecados? Siendo carne, guarda rencor. ¿Quién va a te-
ner piedad de sus delitos? Acuérdate de tus postrimerías y no tengas odio.
Y guárdate de la corrupción y de la muerte y cumple los mandamientos.
Acuérdate de la alianza del Altísimo. Y no aborrezcas a tu prójimo y per-
dona las ofensas.56
Guárdate, hijo, de toda fornicación y ante todo toma esposa del linaje de
tus padres; no tomes mujer extranjera que no sea del linaje de tu padre, que
55 Proverbios 20, 22: “No digas: Devolveré mal por mal; confía en Yahvé, que Él te
salvará”; 24, 17: “No te goces en la ruina de tu enemigo, no se alegre tu corazón al verle
sucumbir”; 24, 29: “No digas: Como me ha tratado a mí le trataré yo a él y le daré lo que
se merece”; y 25, 21: “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de
beber”.
56 Eclesiástico 28, 1-9.
57 Miqueas 7, 18: “¿Qué Dios como tú, que perdonas la maldad y olvidas el pecado
del resto de tu heredad? No persiste por siempre su enojo, porque ama la misericordia”;
Oseas 6, 1: “Venid y volvamos a Yahvé: Él desgarró, Él nos curará; Él hirió, Él nos ven-
dará”; y Joel 2, 13: “Rasgad vuestros corazones, no vuestras vestiduras, y convertíos a
Yahvé, vuestro Dios, que es clemente y misericordioso, tardo a la ira, grande en miseri-
cordia y se arrepiente de castigar”.
LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 411
58 Tobías 4, 12-16.
59 Gálatas 3, 24-25: “De suerte que la Ley fue nuestro ayo para llevarnos a Cristo,
para que fuéramos justificados por la fe. Pero, llegada la fe, ya no estamos bajo el ayo”.
60 Cfr. León-Dufour, X., Diccionario del Nuevo Testamento, Madrid, Cristiandad,
1977, pp. 365 y 366.
412 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
61 Para estos aspectos, véase Meinertz, M., Teología del Nuevo Testamento, 2a. ed.
revisada, Madrid, Fax, 1966, pp. 89 y ss., y Schelkle, K. H., Teología del Nuevo Testa-
mento. II. Dios estaba en Cristo, Barcelona, Herder, 1977.
LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 413
y Mateo 22, 37-40: “Él le dijo: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda
tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo,
semejante a éste, es: Amarás al prójimo como a ti mismo. De estos dos preceptos, penden
toda la Ley y los Profetas”. Para una comprensión general, sirvan como apoyo Schmid,
J., El Evangelio según San Mateo, Barcelona, Herder, 1967, pp. 109 y ss., en especial,
pp. 216 y 217; Schiwy, G., Iniciación al Nuevo Testamento. 1, Salamanca, Sígueme,
1969, pp. 121 y ss.; VV. AA., Comentario bíblico San Jerónimo, t. II. Nuevo Testamento I,
Madrid, Cristiandad, 1972, pp. 196 y 197; Bonard, P., Evangelio según San Mateo, Madrid,
Cristiandad, 1975, pp. 159 y ss., y Trilling, W., El Evangelio según San Mateo, Barcelona,
Herder, 1976, t. I, pp. 170 y ss, colección El Nuevo Testamento y su mensaje. Comentario
para la lectura espiritual.
63 Marcos 12, 28-31: “Se le acercó uno de los escribas que había escuchado la disputa,
el cual, viendo cuán bien había respondido, le preguntó: ¿Cuál es el primero de todos los
mandamientos? Jesús contestó: El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios,
es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con
toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. Mayor que estos no hay mandamiento alguno”.
64 Lucas 6, 27-38. Véase Schmid, J., El Evangelio según San Lucas, Barcelona, 1968,
pp. 186 y ss., en especial pp. 195-198; Schiwy, G., op. cit., nota 62, pp. 432 ss.; VV. AA.,
LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 415
Comentario bíblico San Jerónimo, cit., nota 62, pp. 347-350; y Stöger, A., El Evangelio
según San Lucas, Barcelona, Herder, 1975, t. I, pp. 181 y ss, colección El Nuevo Testa-
mento y su mensaje. Comentario para la lectura espiritual.
65 Lucas 10, 25-29: “Levantóse un doctor de la Ley para tentarle, y le dijo: Maestro,
¿qué haré para alcanzar la vida eterna? Él le dijo: ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo
lees? Le contestó diciendo: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu
alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo. Y le dijo.
Bien has respondido. Haz esto y vivirás. Él, queriendo justificarse, preguntó a Jesús:
¿Y quién es mi prójimo?”. De ahí arranca la parábola del samaritano (Lucas 10, 30-37),
aplicación práctica de esa regla general de amor: ni el sacerdote, ni el levita se ocupan
del herido, pasando de largo, sino el despreciado samaritano que se ocupa de su salud
presente y futura: “¿Quién de estos tres te parece haber sido prójimo de aquel que cayó
en poder de ladrones? Él contestó: El que hizo con él misericordia. Contestóle Jesús: Vete
y haz tú lo mismo”.
66 Mateo 5, 47: “Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más?
¿No hacen eso también los gentiles?”.
67 Ibidem, 6, 3: “Cuando des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace la derecha”.
68 Así se pide a la divinidad que nos perdone, de la misma manera que el hombre per-
dona a quien le ha ofendido, en Mateo 6, 12: “Y perdónanos nuestras deudas, así como
nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Nuevamente, en el campo exclusivamente
humano, Mateo 18, 21: “Entonces se le acercó Pedro y le preguntó: Señor, ¿cuántas veces
416 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
he de perdonar a mi hermano si peca contra mí? ¿Hasta siete veces? Dícele Jesús: No
digo ya hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”, esto es, de forma indefinida.
69 Mateo 19, 16-19: “Acercósele uno y le dijo: Maestro, ¿qué de bueno haré yo para
alcanzar la vida eterna? Él le dijo: ¿Por qué me preguntas sobre lo bueno? Uno solo es
bueno; si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Dijole él: ¿Cuáles? Jesús
respondió: No matarás, no adulterarás, no hurtarás, no levantarás falso testimonio; honra
a tu padre y a tu madre y ama al prójimo como a ti mismo”.
70 El eje lo constituye la epístola a los Romanos, sobre todo. Véanse Zedda, S., Para
leer a San Pablo, Salamanca, Sígueme, 1965, pp. 297 y ss.; Wikenbauser, A., Introduc-
ción al Nuevo Testamento, Barcelona, Herder, 1966, pp. 291 y ss.; VV. AA., Comentario
bíblico San Jerónimo, Madrid, Cristiandad, 1972, t. IV: Nuevo Testamento II, pp. 101 y
ss.; Kertelge, K. Carta a los Romanos, Barcelona, Herder, 1973, colección El Nuevo Tes-
tamento y su mensaje. Comentario para la lectura espiritual, y Eichholz, G., El Evangelio
de Pablo. Esbozo de teología paulina, Salamanca, Sígueme, 1977.
71 Romanos 1, 14: “Me debo tanto a los griegos como a los bárbaros, tanto a los sabios
como a los ignorantes”.
72 Ibidem, 12, 17: “No volváis mal por mal; procurad el bien a los ojos de todos los
hombres”.
LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 417
79 Véase Pizzorni, R., Il Diritto Naturale. Dalle origini a S. Tommaso d’Aquino, 3a.
ed., Bolonia, Edizione Studio Domenicano, 2000, pp. 167 y ss.
LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 419
VI
cho natural, véase Pizzorni, R., “La naturalità del Diritto Naturale nel pensiero greco-
romano”, Aquinas. Rivista Internazionale di Filosofia, año XVIII, núm. 2, 1975, pp.
149-181.
82 Como visión general, véanse Châtelet, F. (dir.), Historia de la filosofía. Ideas, doc-
trinas, Madrid, Espasa-Calpe, 1976, t. I, pp. 225 y ss.; Gilson, E., La filosofía en la Edad
Media: desde los orígenes patrísticos hasta el fin del siglo XIV, 2a. ed., Madrid, Gredos,
1985; Vignaux, P., El pensamiento en la Edad Media, México, Fondo de Cultura Econó-
mica, 1995; Fassò, G., Storia della Filosofia del Diritto. I. Antichità e medioevo, Roma-
Bari, Laterza, 2001, pp. 165 y ss.; Barcala Muñoz, A., “La Edad Media”, en Vallespín, F.
(ed.), Historia de la teoría política, Madrid, Alianza Editorial, 2002, t. 1, cap. 3, pp. 227
y ss., y Flasch, K., Introduzione alla filosofia medievale, Turín, Einaudi, 2002.
LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 421
85 Véase Mor, C. G., “La Bibbia e il Diritto canonico”, La Bibbia nell’Alto Medioevo.
Settimane di Studio del Centro Italiano di Studi sull’Alto Medioevo, Spoleto, Centro
Italiano di Studi sull’Alto Medioevo, 1963, pp. 163-179. Son expresivas las palabras
finales: con el desarrollo de la vida hacia nuevas exigencias prácticas, con los primeros
gestos de una reforma, con la más decidida orientación jurídica de la vida organizativa
y disciplinaria, separado del mundo de la teología moral, el canonista mirará con intento
interés solamente la norma legislativa, mientras que la Biblia, fundamento e insustituible
presupuesto del eterno e inmutable derecho divino, se convertirá en la razón de la me-
ditación del moralista y del dogmático. Más en profundidad, véase Lobrichon, G., “Gli
usi della Bibbia”, Lo spazio letterario del Medioevo. 1. Il Medioevo Latino, vol. I: La
produzione del testo, Guglielmo Cavallo, Claudio Leonardo y Menestò, Enrico (dirs.),
Roma, Salerno, 1992, t. I, pp. 523-562.
86 Véase Dihle, A., Die Goldene Regel, cit., nota 28, pp. 103 y ss.
87 Cfr. Jaeger, W., op. cit., nota 81, p. 101.
88 Lactancio, Instituciones divinas, 6, 23, 32, Madrid, Gredos, 1990.
89 Clemente de Alejandría, El pedagogo, lib. I, 1, 1, Madrid, Gredos, 1998.
LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 423
Et sicut uobis fieri uultis ab hominibus, ita et uos facite illis. In isto prae-
cepto utique alia pars eius sudauditur: et sicut uobis fieri non uultis ab
hominibus, ita et uos ne faciatis illis. Hoc si nouus deus et ignotus retro
et nondum plane editus praecepit, qui me nulla antehac institutione for-
mauerit, qua prius scirem, quid deberem mihi uelle uel nolle atque ita et
aliis facere quae et mihi uellem, non facere quae et mihi nollem, passiui-
tatem sententiae meae permisit nec adstrinxit me ad conuenientiam uo-
luntatis et facti, ut id aliis faciam, quod mihi uelim, et id nec aliis faciam,
quod mihi nolim.95
Non enim definiit, quid mihi atque aliis debeam uelle uel nolle, ut ad le-
gem uoluntatis parem factum, et possum iam alii non praestare quod ab
alio mihi uelim praestitum, amorem obsequium solatium praesidium et
eiusmodi bona, proinde et alii facere quod ab alio fieri mihi nolim, uim
Las obras de otros autores, de los siglos II y III, como Justino (muerto ha-
cia el 165),98 Ireneo de Lyon (muerto alrededor del año 202-203),99 el ya cita-
gico y pastoral frente a los campos eminentemente jurídicos, y la estrecha conexión entre
los diversos ámbitos de la vida eclesiástica comunitaria (liturgia, catequesis, predicación)
y las prescripcioines (costumbres litúrgicas, preceptos morales, disposiciones disciplina-
res, normas y procedimientos). De la interrelación entre ambos elementos, comenzará
a nuclearse el aspecto propiamente jurídico del derecho de la Iglesia, en Introduzione
storica al Diritto Canonico, cit., nota 110, p. 40.
115 Hay otra forma de penetración de la Biblia en el campo del derecho canónico: la
vía que conforman los exégetas y comentadores de los textos sagrados (sobre todo, la pa-
trística). Véase Le Bras, G., “Les Écritures dans le Décret de Gratien”, Zeitschrift der Sa-
vigny-Stiftung für Rechtsgeschichte (Kanonistische Abteilung), XXVII, 1938, pp. 47-80.
116 Entendiendo por tal, aquella tendencia política que conduce a diluir el orden natural
dentro del orden espiritual, el derecho natural en la justicia sobrenatural, el derecho del
Estado en el de la Iglesia, tendencia que fue más construcción a partir de la interpreta-
ción de los textos de Agustín de Hipona que teoría propia derivada inmediatamente del
mismo. Véase el clásico, ahora traducido, de Arquillière, H.-X., El agustinismo político.
Ensayo sobre la formación de las teorías políticas en la Edad Media, trad de Ignacio
Massot Puey, Granada, Universidad de Granada, 2005.
LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 429
117 Agustín de Hipona, Sermorum Classes Quatuor, Sermón IX, cap. �������������
X, 14: “… De-
cem enim preacepta ad duo illa refereuntur, sicuti audivimus, ut diligamus Deum et prox-
imum: et duo illa ad unum illud. Unum est autem, Quod tibi fieri non vis, alii ne feceris
(Tob. IV, 16). Ibi continentur decem, ibi continentur duo”; (continúa en Sermón IX, X,
15; y Sermón IX, X, 16: “; y Sermón CCLX, 1, con ejemplos concretos de conducta: “Ne
moras faciamus, acturi multa, regeneratis in Bautismo, qui hodie miscendi sunt populo,
brevis sed gravis sermo reddendus est… cavete ne imitemini malos fideles, imo falsos
fideles; quasi confitendo fideles, sed male viviendo infideles. Videte, quia testificor vobis
coram Deo et Angelis ejus: castitatem servate, sive conjugalem, sive omnimodae conti-
nentiae. Quisque quod vovit reddat. Qui non habetis uxores, licet vobis ducere uxores,
sed quorum mariti, non vivunt. Feminae quae non habent viros, licet eis nubere, sed eis
viris quorum uxores non vivunt. Qui habetis uxores, nihil mali faciatis praeter uxores.
Reddite quod exigitis. Fides vobis debetur, fidem debitis. Fidem debet maritus uxori,
uxor marito; ambo Deo. Quicumque continentiam vovistis, reddite quod vovistis; qui
non exigeretur, si non vovissetis. Quod potuit licere, non licet: non quia nuptiae dam-
nantur, sed qui retro respicito damnatur. Cavete a fraudibus in negotiis vestris. Cavete a
mendaciis et perjuriis. Cavete a verbositate et lujuria. Quaecumque non vultis fieri vobis,
nolite facere aliis, et hominibus et Deo. Quid vos onerem? Haec agite, et Deus pacis ertis
vobiscum (Philipp. IV, 9)”. Ambos sermones en Migne, J.-P. (ed.), Patrologia latina, t.
XXXVIII.
118 Agustín de Hipona, “De la verdadera religión”, cap. XLVI, 87, Obras de San Agus-
tín, Madrid, BAC, 1956, t. IV.
119 Agustín de Hipona, “De la cuantidad del alma”, cap. XXXIII, 73, Obras de San
Agustín, Madrid, BAC, 1951, t. III.
120 Agustín de Hipona, “In Iohannis Evangelium Tractatus”, XLIX, 12, Corpus Chris-
tianorum. Series Latina, Turnholt, Brepols, 1990, t. XXXVI.
121 Agustín de Hipona, “Enarrationes in Psalmos”, en idem, supra.
122 Agustín de Hipona, “In Iohannis Evangelium Tractatus”, en idem, supra.
430 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
123 Véase como síntesis Truyol Serra, A., “San Agustín”, en Domingo, Rafael (ed.),
Juristas universales. 1. Juristas antiguos, Madrid, Barcelona, Marcial Pons, 2004, vol. I,
pp. 219-226.
LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 431
124 Agustín de Hipona, “De Ordine”, lib. II, VIII, 25, Stromata Patristica et Mediae-
valia. Fasciculus II. Aurelii Augustini Contra Academicos. De Beata Vita necnon De
Ordine Libri, Amberes, In Aedibus Spectrum, 1956.
125 Agustín de Hipona, “Escritos antimaniqueos. Contra Fausto”, libro XV, 7, Obras
de San Agustín, Madrid, BAC, 1993, t. XXI, concluyendo que “adviertes, sin embargo,
cómo tu error te impulsa a ir en contra, y, tanto si lo sigues como si no lo sigues, lo expe-
rimentas, ya hagas lo que no quieres que te hagan, ya no lo hagas porque no quieres que
te lo hagan”.
432 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
mentada por el Espíritu Santo. Y debe servir como pedagogo que señala
el camino hacia la gracia. Todas derivan, en última instancia, de Dios, de
su voluntad o de su razón, en tanto ley eterna como orden del universo
al que todos y todo se pliegan. En su tratado político más relevante, De
civitate Dei, la regla áurea vuelve a cobrar protagonismo en tanto esa
ciudad de Dios se fundamenta en la misma regla como elemento de co-
hesión de todas las estructuras mentales del ser humano. Como se sabe,
esta obra, esencial para explicar el pensamiento político medieval, debe
ser leída en clave simbólica, porque ni la ciudad de Dios, ni la ciudad del
diablo, existen o existieron realmente: son comportamientos, conductas,
reflexiones, sobre modelos míticos de organización política que prefigu-
ran los que serán los dos grandes poderes medievales, Papado e Imperio,
simplemente esbozados aquí por el sabio de Hipona. El ataque, que le
lleva a invocar la regla de oro en su vertiente positiva, se dirige contra
el pensamiento estoico y su doctrina sobre las buenas pasiones.126 Según
éstos, el sabio solamente puede tener tres pasiones y está vedada para él
la tristeza o dolor, que es incapaz de sentirla:
De las que los griegos llaman eupathias, y nosotros podemos decir pasio-
nes buenas, y Cicerón en el idioma latino llamó constancias, los estoicos
no quisieron que hubiese en el ánimo del sabio más que tres en lugar de
tres pasiones, por el deseo, voluntad; por la alegría, gozo; por el temor,
cautela; pero en lugar del dolor (al que nosotros, por huir de la ambigüe-
dad, quisimos llamar tristeza) dicen que no puede haber objeto alguno en
el ánimo del sabio; porque la voluntad apetece y desea lo bueno, lo que
hace el sabio; el gozo es del bien conseguido, lo cual dondequiera alcanza
el sabio; la cautela evitar el mal, lo que debe obviar el sabio.
Pero la tristeza, porque es del mal que ya sucedió, son de opinión los
estoicos que ningún mal puede traer al sabio, y dicen que en lugar de
ella no puede haber otra igual en su ánimo; así les parece que, fuera del
sabio, no hay quien quiera, goce y se guarde, y que el necio no hace sino
desear, alegrarse, temer y entristecerse; y que aquellas tres son constancias
y estas cuatro perturbaciones, según Cicerón, y según muchos, pasiones.
En griego, aquellas tres, como insinué, se llaman eupathias y, estas cuatro,
pathias.
126 Agustín de Hipona, “La ciudad de Dios”, lib. XIV, cap. 8: “De las tres perturbacio-
nes o pasiones que quieren los estoicos que se hallen en el ánimo del sabio, excepto del
dolor o la tristeza, lo cual no debe admitir o sentir la virtud del ánimo”, Obras de San
Agustín, Madrid, BAC, 1965, t. XVII.
LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 433
Asimismo, ¿quién puede negar que está bien mandado que lo que desea-
mos que otros hagan a nosotros, eso mismo hagamos nosotros con ellos,
434 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
para que no nos demos unos a otros deleites y gustos torpes? Y, con todo,
es precepto muy saludable y verdadero: Todo lo que queréis que hagan los
hombres con vosotros, eso mismo haréis vosotros con ellos. Y esto, ¿por
qué, sino porque en este lugar la voluntad se usa en sentido propio, sin que
se pueda tomar en mala parte? Pero, ¿no diríamos en el lenguaje más co-
mún que usamos: No queráis mentir todo mentira, si no hubiese también
voluntad mala, de cuya malicia se diferencia aquella voluntad que nos
anunciaron y predicaron los ángeles diciendo Paz en la tierra a los hom-
bres de buena voluntad, porque inútilmente se dice de buena, si no puede
ser sino buena? ¿Y qué alabanza hubiera hecho el apóstol de la caridad al
decir: No se alegra del pecado, si no se alegra con él la malicia?
Por lo tanto, los buenos y los malos quieren, se guardan, temen y gozan;
y, por decir lo mismo con otras palabras, los buenos y los malos desean,
temen y se alegran; pero los unos bien y los otros mal, según que es buena
o mala su voluntad. Y aun la tristeza, en cuyo lugar dicen los estoicos que
no se puede hallar cosa alguna en el alma del sabio, se halla usada en bue-
na parte, y principalmente entre los nuestros; porque el apóstol elogia a los
corintios de que se hubiesen entristecido según Dios…
Y conforme a esta doctrina pueden los estoicos responder por su parte
que la tristeza parece muy útil para que se duelan y arrepientan de su pe-
cado, y que en el ánimo del sabio no puede haber causa, porque no hay
pecado cuyo arrepentimiento le cause tristeza, ni puede existir algún otro
mal cuya pasión y dolor le contriste; porque aun de Alcibíades refieren (si
no me engaña la memoria en el nombre de la persona) que creyendo era
bienaventurado oyendo los discursos e instrucciones de Sócrates, que le
manifestaron era miserable por ser necio e ignorante, se cuenta que lloró.
Así que la necedad fue aquí la causa propia de esta inútil e importante
tristeza con que el hombre se duele de no ser lo que debe ser; mas los es-
toicos dicen que no el necio, sino el sabio es incapaz de tristeza.
Fíjate, Señor Dios, y contempla con esa paciencia tuya en observar cómo
los hijos de los hombres se esmeran meticulosamente en cumplir con los
cánones y normas sobre letras y sílabas que recibieron de sus antepasados,
mientas, por otra parte, descuidan las reglas eternas de la vida perdurable
recibidas de ti. Y esto lo hacen de tal modo que quien profesa o enseña
las fórmulas clásicamente convenidas, y, en contra de las normas grama-
ticales, escribe la palabra ombre sin hache, desagrada más a los hombres
que si, en contra de su tus mandamientos, oda al género humano, siendo
él mismo hombre. Como si fuera posible que el hombre tuviera un enemi-
go más peligroso que el mismo odio con que se irrita contra él, o como si
presiguiéndole pudieran hacerle mayor daño que el que causa a su cora-
zón, odiando. Indiscutiblemente, no hay conocimiento de letras más ínti-
mo que el de las escritas en la propia conciencia: Lo que no quieras para
ti, no se lo hagas a otro.127
127 Agustin de Hipona, Confesiones, Madrid, BAC, 2005, lib. I, 18, 29, p. 52.
436 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
que no quieras que los demás te hagan a ti. De nuevo, la regla áurea,
ya no como presupuesto ético de vida comunitaria, sino como elemento
decisivo de instrucción, de educación, de formación cristiana.131 La Vida
de los Padres, a medio camino entre una regla y narración histórica con
fines ejemplarizantes, aporta preceptos similares con miras educativas,
destinadas a la formación de eremitas y monjes, hermanos en la fe y en
la vida comunitaria, cuya educación es expuesta siguiendo el modelo que
proporcionan las biografías plurales de aquellos sujetos mencionados en
su interior, que aparecen como espejos en los que reflejar todas las virtu-
des de sus conductas cotidianas.132
VII
131 Ibidem, Reg. Mag., lib. III, “Quae est ars sancta, quam docere debet abbas discipu-
los in monasterio?”, 9, La Règle du Maître. I. Sources Chrétiennes, París, Éditions du
Cerf, 1964.
132 “Vitae Patrum sive Historiae Eremiticae Libri Decem”, lib. VII, cap. VI, 2, Contra
iram, et de origine irae: “Quidam fratres venientes ad abbatem Antonium, postulabant
ab eo audire, sermonem per quem salvarentur (Joan. libel. IV, núm. 11). Quibus ille
ait: Scripturas audivistis, et scitis quae vobis a Christo sufficiant. At illi, ut ipse quoque
aliquid eis dicere dignaretur, instabant. Tunc dicit eis: Evangelium dicit: Si quis te per-
cusserit in maxillam dexteram, praebe illi et alteram (Matth. V). At illi se facere hoc non
posse dixerunt. Respondi senex: Praebere alteram non potestis? Vel in illam iterum si
voluerit ferire sustinete. Sed cum neque hoc se posse facere testarentur, dicit eis senex:
ergo si hoc non potestis, ne reddatis malum pro eo quod accepistis. Et cum idem verbum,
quod superius dixerant, repeterent, dixit abbas Antonius discipulo suo: Vade, fac illis
escas, ut comedant, vides enim quod valde infirmi sunt. Et aid ad illos: Si enim hoc non
potestis, et alterum non vultis, quid a me requiritis? Ut video, necessaria est vobis oratio,
per quam infirmitas vestra sanetur”; y caps. VII y VIII, De retribuendo malum pro malo,
y De non retribuendo inimicis. Asimismo, se responde en op. cit., lib. VII, cap. XVII, 1,
a la pregunta qué es la fe, afirmando que es la la vida humilde y caritativa, y el hacer el
bien siempre al prójimo: “Frater quidam requisivit abbatem Pimenion, dicens: Quid est
fides? Cui senex: In charitate et humilitate semper viviere et facere bonum proximo suo”.
Los textos en Migne, J.-P. (ed.), Patrologia latina, t. LXXIII.
438 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
133 Dando origen a dos direcciones. La visión antiintelectual es, en cuestiones éticas,
voluntarista y entiende esa ley moral como una manifestación de la voluntad de Dios,
identificada con la ley mosaica o con el Evangelio. La tendencia intelectual, sin embargo,
acepta como ley moral las Sagradas Escrituras, entendiendo el Antiguo Testamento como
dictado por la naturaleza, y el Nuevo Testamento por la razón. En el pensamiento esco-
lástico, la ley moral siempre es designada con el nombre de “ley natural”. Cfr. Fassò, G.,
Storia della Filosofia del Diritto. I. Antichità e medioevo, cit., nota 82, pp. 196 y 197.
134 Véase Villey, M., Compendio de filosofía del derecho. II. Los medios del derecho,
Pamplona, EUNSA, 1981, pp. 95 y ss.
440 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
135 Además de R. Pizzorni, ya citado, son esenciales como marco ideológico del Me-
dievo para esta particular construcción del derecho natural, los siguientes trabajos: Lot-
tin, O., Psychologie et morale aux XIIe et XIIIe siècles, Lovaina, Abbaye de Mont Cesar,
Gembloux-Duculot, 1942-1960; Weigang, R., Die Naturrechtslehre des Legisten und De-
kretisten von Irnerius bis Accursius und von Gratina bis Iohannes Teutonicus, Munich,
Hueber, 1967; Pizzorni, R., “Il Diritto Naturale nelle prime scuole teologiche del secoli
XI e XII”, Apollinaris, XLIX, 1 y 2, 1976, pp. 51-78; “Il Diritto Naturale nella Scolastica
del sec. XIII prima di Tommaso d’Aquino”, Apollinaris, XLIX, 3 y 4, 1976, pp. 363-417;
e “Il Diritto Naturale nell’Alto Medioevo e nei Decretisti”, Aquinas. Rivista Internazio-
nale di Filosofia, año XIX, núm. 2, 1976, pp. 237-272 y Hervada, J., “Notas sobre la
noción de derecho natural en los juristas y teólogos desde Anselmo de Laón hasta San
Alberto Magno”, Revista de Estudios Histórico-Jurídicos, vol. V, 1980, pp. 349-374. El
juego se desarrolló a cuatro bandas para integrar la revelación, la razón, lo natural y los
instintos.
136 Atón de Vercelli, Expositio Epistolarum S. Pauli. Epistola ad Romanos, en Migne,
J.-P. (ed.), Patrologia latina, t. CXXXIV. Se refiere más adelante a la inscripción de esa
LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 441
ley en el corazón de todos los hombres: “Hic quaerendum est, de quibus cogitationibus
dicat Apostolus: utrum de illis, quae nunc sunt, aut de his, quae futurae sunt. Et revera
de his, quea nunc sunt, loquitur: quoniam non solum quae agimus, sed etiam quae
cogitamus, sictu notae et characteres in ceris, ita in tabulis cordis nostri scribuntur, et
manent occulta usque ad diem judicii: tunc enim omnia manifestaerunt, et judicaban-
tur…”. Insiste en esta dirección en su “Capitulare”, cap. XXXIII, De presbyteris qui
pro alterius ecclesia munera promittunt, col. 35, también en Migne, J.-P. (ed.), Patro-
logia latina, t. CXXXIV.
137 Anselmo de Canterbury, “Liber de Voluntate Dei”, cap. II, Voluntas Dei multipli-
citer dicitur: “Dicendum est igitur voluntatem Dei multipliciter accipi: ut quidquid pos-
tea opponatur, sine omni difficultate opulentius aperiatur. Voluntas itaque Dei accipitur
aliquando in Scripturis, aequipollens omnipotentis suae praescientiae et ordinationi sa-
gaciter omnia disponenti. Unde dicitur: Omnia quaecumque voluit Dominus fecit (Psal.
CXIII, 3), hoc est, quidquid Deus ab aeterno facturum se ordinavit, nihil inexpletum
reliquit. Accipitur etiam Dei voluntas (al. nomen rerum), secundum quemdam affectum
misericordiae Dei: ut ibi: Vult Deus omnes salvos fieri (I Tim. II, 4), quod est dicere,
facit sanctos velle ut omnes salvi fiant, quod ipse tamen vult, hoc est ipse disposuit; sed
sanctos fecit velle Dei et proximi inspirando dilectionem, qua dilectione non inconve-
nienter fiunt in Ecclesia orationes a sanctis pro schismaticis et haereticis, Judaeis quoque
et gentilibus. Institutio divina, Dei voluntas non improprie appellatur. Dei autem insti-
tutio in duo dividi potest, in praecepta divinarum Scripturarum, et in legem naturalem:
quaecumque homini insita est naturalis, quae est: Quod tibi fieri nolueris, alteri ne feceris
(Tob. IV, 16), etcétera. Cui quicumque obviat, Dei voluntatem non serva. Praecepta etiam
divinarum Scripturarum, et rectae observationes Ecclesiarum, voluntas Dei non immerito
appellantur quibus quicumque observanter non acquiescit, a Dei voluntate deviare peni-
tus dicitur; cum tamen ab ordine praescientiae ejus nullatenus valeat exorbitare”. El texto
en “Opera Omnia”, en Migne, J.-P. (ed.), Patrologia latina, t. CLVIII.
138 Anselmo de Canterbury, “Liber de Voluntate Dei”, cap. III: “Ecce voluntas Dei
quaturo modis accipitur a doctoribus magistris, scilicet pro scientia Dei; pro volunta-
te sanctorum, qui volunt et injustos charitative salvari; pro ratione humana; quarto pro
praeceptis divinis. Si quis vero oculo mentis hos modos considerat, non ulterius in Dei
voluntate determinanda impeditus laborabit: sed vocis acceptione fideli intendens in-
genio, de verbis facile dijudicabit. Itaque cum dicitur, adulterium vel homicidium vult,
vel non vult Deus fieri: hae propositiones non repugnant sibi, nec contradicunt; ambae
enim verae sunt et indubitabiles, si quis ejus vocis aequivocationem multiplicem, quae
442 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
est, vult, fideliter attendat. Nam, Deus vult adulterium, hoc est praescit, praevidet. Unde
nullus dubitat, quia omnia videt et omnia praescit. Item, non vult, hoc est non praecipit,
vel mentibus fidelium inspirando non facit velle. Vel non vult Deus adulterium, id est ex
vi rationis animae, ex naturali scilicet, lege data a Deo, non habemus quod quis in hoc
nec etiam in alio debeat offendere proximum. Juxta has autem determinationes, potest
quilibet has Dei voluntates determinare aperte”.
139 Anselmo de Canterbury, “Liber de Conceptu Virginali et Originali Peccato”, cap.
IV, Quod nihil per se sit justum aut injustum, nisi ipsa justitia, vel injustitia, et quod nihil
puniatur nisi voluntas: “Quare non est in eorum essentia ulla injustitia; sed in voluntate
rationali illos inordinate sequente. Cum enim illis resistit voluntas, condelectando legi
Dei secundum interiorem hominem; tunc est justa voluntas. Justitiam enim, quam lex
jubet, et legem Dei dicitur, quia a Deo est; et legem mentis, quia per mentem intelligitur:
sicut lex vetus lex Dei dicitur, quia a Deo est; et lex Moysi, quia per Moysen ministrata
est”. El texto en Migne, J.-P. (ed.), Patrologia latina, t. CLVIII.
140 Véase Bliemetzrieder, Franz (ed.), Anselms de Laon: Systematische Sentenzen, Be-
iträge zur Geschichte der Philosophie des Mittelalters, Band XVIII, Heft, 2 y 3, Münster,
Verlag der Aschendorffschen Verlagsbuchhandlung, 1919, pp. 78 y 79: “Modus ergo et
tempus regenerationis et reparationis hominum consideranda sunt. Tempus ������������������
ab Adam in-
cipit. Ex quo enim homo se ipsum perdidit, deus hominem reparare non cessauit. Modus
uero fuit lex, prius naturalis; postea uero, ea sopita, lex per Moysem scripta; tempore
autem gratie spiritus scribens in corde, id est, fides iperans ex dliectiones. Lex naturalis
hec est: quod tibi non uis fieri, alii ne feceris. Quam qui custodiret, penitus legis mandata
compleret, et creatoris sui imaginem in se incorruptam conseruaret, sicque liberum arbi-
trium in se restauraret. Lex mandatorum est: non adulterabis, nec concupisces rem proxi-
mi tui, et cetera. Quod legem naturalem fideliter obseruantem non facturum, constanter
iudico; hec enim sibi fieri non uult”.
141 Ibidem, pp. 35 y 36: “Contra originale peccatum sunt inuenta remedia et in natu-
rali et in scripta lege et in tempore gratie. Naturalem autem legem naturalis ratio tenere
LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 443
De operibus restat nunc ut quae dicenda sunt aperias. M. Tria genera fac-
torum sunt: quaedam sunt omnino bona quae nunquam licite praeteriri
persuadet, ut, quod homo non occidatur; hanc enim sua naturalis ratio unumquemque
docet. Scriptam ueterem, qui data fuit a principio Moysi in tabulis lapideis. Nouam legem
euangelia. Remedia ueteris et noue legis legimus, scilicet, circumcisionem et baptisma.
Remedia naturalis non legimus; estimamus tamen fuisse aliqua, sicut munera, oblationes.
Unde dicit genesis: Respexit deus ad Abel et ad munera eius”.
142 Ibidem, p. 37: “Naturalis enim lex fuit omnibus communis. Inter eos autem quibus
data est, quidam erant ualde boni, quidam mediocres, quidam ualde mali. Ualde bonis
data est in signum et in figuram noue legis, ut in ea scirent noua prefigurari; mediocribus
in pedagogum, ut eos instrueret et non desineret, ut male agerent, lex interdiceret dicens:
non occidens; ualde malis in perditionem, ut postquam non obedirent et qui in sordibus
erat, magis adhuc sordesceret, hoc exigente iustitia, quia, postea quam homo se subtraxit
gratie dei, iustum est, ut gratia ei subtrahatur, et ita magis sordescit”.
143 Ibidem, p. 86: “Per fidem antiqui patres, qui sub naturalis lege erant, deo placue-
runt et peccati originalis maculam in se euacuabant, remissionem accipientes, scilicet in
sustentationem, id est, ut ante datam hostiam, id est, effusum sanguinem Christi, regni
celestis ianuam nulli precedentium patrum intrarent. Per fidem ergo testimonium iustitie
consecuti sunt senes. Per fidem plurimam hostiam Abel quam cum Cain obtulit. Fide
Enoch translatus est, ne uideret mortem; ante translationem enim testimonium habebat
placuisse deo per fidem, sine qua impossibile est deo placere. In operibus ergo huius
fidei Abel et alii primitiui fideles naturalem legem implere, prout natura eorum corrupta
patiebatur, laborabant; nec ante tamen ad paradysum redire primi peccati pena impedi-
ente potuerunt, sed ad inferos ante Christi aduentum omnes descenderunt, ubi tamen sine
molestia aduentum eius fideliter expectauerunt, et per ipsum ad beatitudinis gloriam se
reuocandos sperauerunt”.
444 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
possunt; quaedam omnino mala sunt quae nunquam licite committi pos-
sunt; quaedam sunt media quea sive fiant sive non fiant nec culpa est nec
meritum. Quae sic ergo se habent ut nunquam licite fieri possint, illa tan-
tummodo lex naturalis prohibuit; illa vero quae nunquam licite possunt
praeteriri sola praecepit, media omnia ad utrumlibet relinquens. De illis au-
tem quae vel praceptum in corde hominis posuit: Quod tibi vis, id aliis fe-
ceris; quod tibi non vis, aliis ne feceris (Matth. VII, Tobiae IV), ut ex sui
videlicet consideratione homo disceret qualem se erga proximum exhibere
deberet. Sed postea, cum lex subintrasset, et disciplinam viviendi actio-
nem proponeret coepit ex iis quae media erant quaedam excipere, et ex eis
alia per praeceptionem, alia per prohibitionem in alteram partem tantum
locare, ut quemadmodum primo homini in paradiso Deus de concessione
naturali unam pro praecepto disciplinae exhibitionem exceperat, ita modo
filiis ejus non ex una veritate stantibus, sed per varios errores dissipatis,
non unum de concessione naturali praeceptum disciplinae quasi proban-
dis, sed quasi corrigendis et reparandis multa formaret, ut quanto magis se
in mediis temperare discerent, tanto levius inconcessa cavere valerent. 144
144 Hugo de San Víctor, “De Sacramentis Legis Naturalis et Scriptae. Dialogus”, en
Migne, J.-P. (ed.), Patrologia latina, t. CLXXVI.
145 Ibidem, lib. I, parte VI, cap. 7, “De duobus praeceptis naturae et disciplinae”: “Bo-
num homini a Deo vel datum vel promissum nihil profuisset, nisi et ad illud quod datum
fuerat apponeretur custodia ne amitteretur, et ad illud quod promissum fuerat aperiretur
via ut quaereretur et inveniretur. Propterea ad bonum datum posita est custodia, praecep-
tum naturae; et ad bonum promissum aperta est via, praeceptum disciplinae. Duo ista
praecepta data sunt homini: praeceptum naturae et praeceptum disciplinae. Praeceptum
naturae fuit quod intus aspiratum est per naturam; praeceptum vero disciplinae quod foris
appositum est ad disciplinam; intus per sensum, foris per verbum. In his duobus mandatis
totum continetur quidquid bonum vel faciendum vel cavendum, praecipitur. In praecepto
naturae tria sunt: praeceptio, prohibitio, concessio. Praeceptum autem naturae nos nihil
aliud intelligimus, quam ipsam discretionem naturalem quae intrinsecus inspirata est ut
per eam homo erudiretur de his quae sibi vel appetenda vel fugienda fuerunt. Quasi enim
quoddam praeceptum dare erat, discretionem et intelligentiam agendi, cordi hominis as-
pirare. Quid ergo cognitio faciendorum fuit, nisi quaedam ad cor hominis facta praecep-
tio? Et quid rursus cognitio vitandorum fuit nisi quaedam prohibitio? Quid vero cognitio
eorum quae media fuerunt existimanda est, nisi quaedam concessio? Ut illic homo suo
libero arbitrio relinqueretur ubi quamcumque partem elegisset non laederetur Deo igitur
praecepire, erat docere hominem quae sibi necessaria forent. Prohibere autem demons-
LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 445
trare noxia. Concedere vero insinuare ad utrumlibet se habentia”. El texto en Migne, J.-P.
(ed.), Patrologia latina, t. CLXXVI.
146 Ibidem, “De Sacramentis Christianae Fidei”, lib. I, parte XII, cap. 4.
147 ibidem, lib. I, parte XII, cap. 5: “Immobilia ergo sola lex naturalis habuit duobus
praeceptis comprehensa. In uno bona praecipendo, in altero mala prohibendo”.
148 Ibidem, lib. I, parte XII, cap. 6, “De tribus praeceptis primae tabulae”: “In quibus
praecipue dilectio Dei commendatur, et tota Trinitas unus Deus aequaliter adoranda et
colenda praecipitur”.
446 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
149 Ibidem, lib. parte XII, cap. 7, “De septem aliis praeceptis quae sunt secundae ta-
bulae”: “Septem alia, secunda tabula continebat, quae hominem ad dilectionem proximi
instituunt; et propterea septennario distinguuntur, quia in praesenti vita tantum quae sep-
tem diebus volvitur: nostra charitas pietatis operibus exercetur erga proximum; postea,
consummatis operibus et finitis laboribus, per contemplationem pariter cum proximo
beatificanda in Deum. �����������������������������������������������������������������
Amor igitur proximi et temporalis est quantum pertinet ad exhibi-
tionem operis, et aeternus quantum pertinet ad effectum dilectionis”.
150 Ibidem, lib. I, parte V, cap. 1: “Prima rerum omnium causa est voluntas Creatoris
quam nulla praecedens causa movit quia aeterna est; nec subsequens aliqua confirmat, quo-
niam ex semelipsa justa est. Neque enim idcirco juste voluit, quia futurum justum fuit
quod voluit, sed quod voluit, idcirco, justum fuit, quia ipse voluit. Suum enim ac proprium
voluntatis ejus est esse justum quod est, et ex eo quod in ea justum est quo ex ea justum
est. Quoniam secundum eam justum est quod justum est quod utique justum non esset, si
secundum eam non esset. Cum ergo quaeritur quare justum est quod justum est, conve-
mentissime respondetur: quoniam secundum voluntatem Dei est, quae justa est. Cum vero
quaeritur quare voluntas Dei justa est, hoc sanius respondetur: quoniam primae causae
causa nulla est cui ex se est esse quod est. Haec autem sola est unde ortum est quidquid
est; et ipsa non est orta, sed aeterna”.
151 Lombardo, Pedro, Collectanea in omnes D. Pauli Apostoli Epistolas. In Epistolam
ad Romanos, versos 14-16: “Dixerat supra gentilem, si male operaretur, damnari, et sal-
LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 447
vari, si bene operaretur [Remigius]: sed cum legem non habeta, quasi nesciat quid sit bo-
num, quidve malum, videretur sibi neutrum debere imputari [Hilarius, August.]. Contra
quod Apostolus ait: Etsi non habeat scriptam legem, habet tamen naturalem, qua intelli-
git, et sibi conscius est quid sit bonum, quidve malum. Lex enim naturalis est, injuriam
nemini inferre, nihil alie num praeripere, a fraude et perjurio abstinere, alieno conjugio
non insidiari, et caetera talia; et ut breviter dicatur, nolle aliis facere quod tibi non vis
fieri: quod evangelicae concordat doctrinae. Proinde non videtur hic alios significasse
sub nomine gentium quam eos qui ad Evangelium pertinent. Ne moveat quod naturaliter
dixit quae legis sunt facere, non spiritu Dei, non fide, non gratia. Hoc enim agit spiritus
gratiae, ut imaginem Dei in qua naturaliter facti sumus instauret in nobis. Vitium quippe
contra naturam est quod utique sanat gratia. Non ergo usque adeo in anima humana ima-
go Dei terrenorum affectuum labe detrita est, ut nulla in ea lineamenta remanserint. Non
omnino deletum est quod ibi per imaginem Dei, cum crearetur, impressum est. Proinde
vitio sanato per gratiam naturaliter fiunt ea quae legis sunt: non quod per naturae nomen,
ut dictum est, negata sit gratia, sed potius per gratiam reparata natura, qua gratia inferiori
homine innovato lex justitiae scribitur quame deleverat culpa. Hoc enim illic scribitur per
renovationem quod deletum erat per vetustatem. Et ideo talis, etsi legem Mosi scrpitam
non habeat, credendum est bene vel male operari, et merito salvari sive damnari: bene op-
erari dico, et salvari quod tamen non est nisi per gratiam et fidem quae renovat naturalem
imaginem Dei in homine sopitam, sine que renovatione male operatur quis et damnatur,
accusante cum conscientia [Orig., Ambros.]. Quasi dicat: Vere factores justificabuntur,
quia etiam gentes. Et hoc est: Cum enim gentes quae legem, scriptam Mosi, non habent,
naturaliter faciunt ea quae legis sunt, id est naturali ratione illuminata per gratiam discer-
nunt facienda et vitanda, quae faceret lex; vel faciunt ea quae legis sunt, id est credere
in Christum et Deum, quamvis ejusmodi legem non habentes, id est in scriptam ipsi sibi,
sunt lex id est valent sibi legem, qui ostendunt, indiciis operum, opus legis scriptum in
cordibus suis, id est firmiter infixum rationi eorum, dum illa opera laudant, quae lex ju-
bet, illa damnant, quae lex prohibet [Ambros.]. Vel, opus legis est fides quam ultro habent
in cordibus, id est in intimo affectu, ubi fides per dilectionem operatur, quam cum quis
exhibet Deo, naturali indicio ostendit semetipsum legem sibi esse, quia quod mandat lex,
facit, scilicet ut credat in Christum”. El texto en Migne, J.-P. (ed.), Patrologia latina, t.
CXCI.
448 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
152 Lombardo, Pedro, “Sententiarum Libri Quatuor”, lib. III, dist. 37, núm. 3, “De
mandatis secundae tabulae”, en Migne, J.-P. (ed.), Opera Omnia, Patrologia latina,
t. CXCII.
153 Abelardo, Pedro, “Commentaria in Epistolam Pauli ad Romanos”, lib. IV, XIII,
10, § 176-184, Opera Theologica. Corpus Christianorum. Continuatio Mediaevalis, XI,
Turnholt, 1969: “Ad hanc autem proximi dilectionem illa duo naturalis legis praecepta
pertinent: Quod tibi non uis fieri, alteri ne fecers, et Quae uultis ut faciant uobis homines,
et uso eadem facite illis. Quorum quidem praeceptorum intelligentia quae sit habenda,
non fortassis omnibus patet. Saepe enim ex caritate aliis honorem aut beneficium impen-
dimus quod ab aliis suscipere recusamus, uel saepe alios pro iustitita punimus uel etiam
interficimus, cum hoc ab aliis nullatenus pati uelimus”.
LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 449
ficandam, aut sola consuetudine aut scripti nititur auctoritate, utpote poenae vindictarum
vel in examinandis accusationibus sententiae judiciorum, cum apud alios ritus sit due-
lorum vel igniti ferri; apud alios autem omnis controversiae finis sit juratum, et testibus
omnis discussio circumferatur. Unde ����������������������������������������������������
fit ut cum quibuscumque vivendum est, nobis eo-
rum quoque instituta, quae diximus, sicut et naturalia jura teneamus. Ipsae quoque leges
quas divinas dicitis. Vetus scilicet ac Novum Testamentum, quaedam naturalia tradunt
praecepta, quae moralia dicitis, ut diligere Deum vel proximum, non adulterari, non fu-
rari, non homicidam fieri, quaedam vero quasi positivae justitiae sint, quae quibusdam
ex tempore sun accommodata, ut circumcisio Judaeis et baptismus vobis et pleraque alia
quorum figuralia vocatis praecepta. Romani quoque pontifices vel synodales conventus,
quotidie nova condunt decreta, vel dispensationes aliquias indulgent, quibus licita pris
jam illicita, vel e converso fieri autumatis, quasi in eorum potestate Deus posuerit vel per-
missionibusm ut bona vel mala esse faciant, quae prius non erant et legis nostrae possit
eorum auctoritas praejudicare. Superest autem nunca ut post considerationem justitiae ad
reliquas duas virtutis species stylum convertamus”. El texto en Migne, J.-P. (ed.), Patro-
logia latina, t. CLXXVIII.
157 Claraval, Bernardo de, S. Bernardi Abbatis ad Hugonem de Sancto Victore Epistola
seu Tractatus, de Baptismo aliisque Quaestinionibus ab ipso propositis, capítulo I, 2:
“Quanti namque interim toto orbe non baptizati moriuntur, profecto ignorantes, quid cum
Nicodemo Jesus noctu secretoque confabuletur? Quid ergo? Necdum lex promulgatur, et
jam praevaricantes tenentur? Et quomodo, inquit, credent in eum quem non audierunt?
Quomodo vero audient sine praedicante? Quomodo autem praedicabunt nisi mittantur?
(Rom. X, 14, 15). Necdum injuncta, necdum vulgata, necdum audita praedicatio est:
et juxta pigri ac nequam servi sententiam tam durus est Dominus, ut necdum sata jam
metere velit, et non sparsa colligere? Absit. Sed audi magis hujus rei veritatem. Qui unus
est Magister in coelo et in terra, ei qui magister tantum in Israel erat, familiari privatoque
colloquio tradebat quod traderet; docebat quod doceret, non quod exigeret et ab absenti-
bus, non unde praescriberet et his qui non audierant. Valde quippe injuste exigitur obe-
ditio, ubi non praecessit auditio. Neque enim tal est hoc, quod et absque promulgatione
naturalis lex ignorare non sincret, quale, verbi gratia, illud est: Quod tibi non vis fieri, alii
ne feceris (Tob. IV, 16)”. El texto en Migne, J.-P. (ed.), Patrologia latina, t. CXXXII.
LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 451
Pero, ¿cuáles son las palabras que debe observar el príncipe con tanta di-
ligencia? Ciertamente los preceptos de la ley, de modo que a través de él
ni una tilde o ápice de la ley caiga en tierra, porque no la recibe con sus
propias manos o con las de sus súbditos. Hay algunos preceptos que obli-
gan perpetuamente, que son legítimos entre todos los pueblos y que en
ningún caso pueden derogarse impunemente. Antes de la antigua ley, en el
tiempo de esa ley y en el de la gracia hay una ley que obliga a todos: No
hagas a otro lo que no quieres para ti. Y: Haz a otro lo que quieres que se
haga contigo.158
158 Juan de Salisbury, Policraticus, Ladero Quesada, M. A. (ed.), Madrid, Editora Na-
cional, 1984, lib. IV, cap. 7, pp. 326 y 327.
452 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
162 Hales, Alejandro de, Summa Theologica seu sic ab origini dicta Summa fratris
Alexandri. Tomus IV. Liber Tertius, Quaracchi, 1948. Libro III, Pars II, Inquisitio II,
Quaestio IV, Quorum sit Lex Naturalis, Membrum I, Capítulo I, ff. 349-351.
163 Ibidem, III, II, II, IV, Membrum III, cap. I, art. III, ff. 360 y 361: “Tertio quaeritur
utrum de dictamine legis natualis sit quod una sit unius. ��������������������������������
Quod sic videtur… b. Secunda ra-
tio. Rom. 2, 14. Cum gentes, etcetera, dicti Glossa: Lex naturalis est nolle alii facere quod
sibi non vult fieri. Sed constat quod vir nollet quod mulier divideret carnem suam cum
pluribus; ergo vir tenetur ex lege non dividere suam; ergo et non habere plures uxores”.
164 Ibidem, III, II, II, IV, Membrum III, cap. I, art. IV, ff. 361 y 362: “Secundum legem
naturae debes alii facere quod tibi vis fieri; sed nullus ratione ordinatus vult quod affectus
uxoris separaretur a se; ergo tenetur secundum illud praeceptum ad adhaerendum uxori
inseparabiliter secundum affectum, sicut vult se diligi inseparabiliter, non ad tempus”.
454 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
165 Buenaventura, Collationes de Decem Praceptis, collatio I, núm. 22: “In prima,
dico, tabula continentur mandata ordinantia nos ad Deum; Deus autem est Trinitas, Pater,
et Filius et Spiritus sanctus. Patri attribuitur maiestas, Filio veritas et Spiritui sancto bo-
nitas. In Patre est summa maiestas humiliter adoranda; in Filio est summa veritas fideliter
asserenda; in Spiritu sancto est summa bonitas sincere amanda. Sed si ista tria ex aeterna
ordinatione debemus facere, tunc necesse est, in prima tabula esse tria mandata secun-
dum ista tria appropiata tribus personis divinis. In primo quidem mandato praecipitur
humilis adoratio divinae maiestatis, cum dicitur: non habebis deos alienos. In secundo
mandato praecipitur fidelis assertio divinae veritatis, cum dicitur: Non assumes nomen
Dei tui in vanum. In tertio praecipitur divinae bonitatis sincera dilection, cum dicitur:
Memento, ut diem sabbati sanctifices. Ista sunt tria mandata primae tabulae”. El texto en
Obras de San Buenaventura, ed. bilingüe, Madrid, BAC, 1948, pp. 626-628.
LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 455
166 Ibidem, collatio I, núm. 23, pp. 628 y 629. Para desarrollos explicativos de los
mandamientos, véase collatio V y ss.
167 Ibidem, collatio V, núms. 2 y 3, pp. 682 y 683.
456 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
num. Et ideo talium principiorum notitia est inserta per naturam simpliciter, et acquiritur
per accidens notitia terminorum”.
170 Decretum 1, 1, 1, Dictum Ante, en Richter, E. L. y Friedberg, E. (eds.), Corpus Iuris
Canonici.Pars Prior. Decretum Magistri Gratiani, 2a. ed., Graz, Akademische Druck,
458 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
Aunque no hay una clara determinación de qué sea ese derecho na-
tural, por la herencia plural que en relación al concepto se ha venido
forjando a resultas de la combinación de varias tradiciones intelectuales,
sí se tiene conciencia de que la regla de oro puede formar parte de la
misma, de alguna de sus múltiples acepciones, de alguno de sus senti-
dos. Algunos textos anónimos permiten probarlo.171 En sus comentarios
a Graciano, Paucapalea, el primer gran glosador canónico, y Rufino de
Bolonia, otro de los grandes iniciadores de esa práctica más lingüística
que jurídica, coinciden en sus reflexiones. El primero de ellos, discípulo
del propio Graciano, se detiene en el inicio del Decretum, para reiterar
que el derecho natural es el contenido en la legislación mosaica y en el
Evangelio, cuyo presupuesto lo conforma la regla áurea en sus dos for-
mulaciones, pero añade algo más: su origen hay que retrotraerlo al origen
de la misma criatura racional. Es ley superior a cualquier otra forma o
manifestación de derecho, no admitiendo ninguna clase de variación en
el tiempo, es decir, es inmutable:
1959. En relación con el mismo, para la matización respecto al alcance del derecho natu-
ral, véase Decretum 1, 6, 3.
171 Así, en la Summa Lipsiensis, en la Summa Coloniensis, en la Summa Oxoniensis y
en la Summa de Iure Canonico tractaturus, textos todos ellos del área anglonormanda en
la segunda mitad del siglo XII, uno de los significados que se confiere al derecho natural
es la versión negativa de la regla aurea. Cfr. Padovani, A, Perchè chiedi il mio nome?
Dio, natura e diritto nel secolo XII, ristampa emendata, Turín, G. Giappichelli, 1997, pp.
107 y 108.
172 Paucapalea, Summa Paucapaleaei, § Introductio. El texto citado por Die Summa
des Paucapalea über das Decretum Gratiani, �������������������������������������������
Hrsg. von Joh. Friedrich von Schulte, Gies-
sen, E. Roth, 1890, pp. 1 y 2. El resto del derecho arranca posteriormente a partir de este
derecho natural: “Consuetudinis autem ius post naturalem legem exordium habuit, ex
quo homines in unum convenientes coeperunt simul habitare, quod ex eo factum creditur
tempora, ex quo Cain aedificasse civitatem legitur… Ostenso constitutionum divinarum
ac consuetudinis, naturales quoque iuris exordio, nunc de decretis illud videndum est,
quod primo sanctorum patrum decreta, inde conciliorum statuta condi coeperunt. Post
LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 459
apostolos namque summi pontifices et sancti patres, penes quos condendi canonum era
auctoritas, continuo sibi succeserunt”.
173 Rufino de Bolonia, Summa Decretorum, prima pars, distinctio 1, Quo quisq. iubet.
alii fac. quod sibi vult fieri, (Neudruck des Ausgabe Padenborn 1902), Aalen, Scientia,
1963, pp. 7 y 8.
174 Glosa Ledere a Dig. 1, 1, 1, De iustitia et iure, f. 5, en Corpus Glossatorum Juris
Civiles. VII. Acursii. Glossa in Digestum Vetus, Turín, Juris Italici Historiae Instituto
Taurinensis Universitatisa, 1969.
460 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
Muy grand es a marauilla el pro que aduzen las leyes a los omes, ca ellas
les muestran connoscer a Dios, e connosciéndol, en qué manera le deuen
amar e temer. E otrossí les muestran connoscer su sennor natural, en qué
guisal deuen seer obedientes e leales. E otrossí muestran cuemo los omnes
se amen unos a otros, queriendo cada uno poral otro su derecho, guardán-
dose de nol fazer lo que no querríe que a él fiziessen. E guardando bien
estas cosas uiuen derechamientre e han folgura e paz, e aprouechasse cada
uno de los suyo e a sabor dello, e enriquecen las gentes, e amochiguasse el
pueblo e acrescientase el sennorío.175
175 Partida 1, 1, 6, A qué tienen pro las leyes. El texto en Alfonso X el Sabio. Primera
partida según el manuscrito ADD 20.787 del British Museum, Arias Bonet, Juan Antonio
(ed.), Valladolid, Universidad de Valladolid, Secretariado de Publicaciones, 1975, p. 6.
En términos similares, se recoge en otra obra previa del Rey Sabio, el llamado Espéculo,
cuyos materiales fueron empleados en la redacción posterior de Partidas. En concreto,
Espéculo 1, 1, 6, A que tiene pro las leyes: “Muy grande es a marauilla el pro que aduzen
las leys a los omnes, ca ellas les amuestran conosçer Dios, et, connosçiendol, ssabran en
que manera le deuen amar et temer. Otrossi, les muestran connosçer ssu ssennor natural
en que guisa le deuen sser obedientes et leales. Otrossi muestran como los omnes sse
amen vnos a otros, queriendo el vno para el otro ssu derecho, guardando sse del non
ffazer lo que non querie quel ffeziessen. Et guardando bien estas cosas biuen derecha-
mjente, et an ffolgura et paz, et aprouecha sse cada vno de lo ssuyo, et an ssabor dellos
las gientes, et amuchigua sse el pueblo, et acreçenta sse el ssennorio et enrriqueze”. El
texto en Espéculo. Texto jurídico atribuido al Rey de Castilla Don Alfonso X, el Sabio,
introducción y aparato crítico de Robert A, MacDonald, Madison, Hispanic Seminary of
Medieval Studies, 1990, pp. 6 y 7. Además de la tradición cristiana, es factible pensar
que el pensamiento musulmán, por la vía de traducciones de libros sapienciales, como el
Calila et Dimma, usuales por otro lado en la corte alfonsina, pudiese incidir directamente
en la recepción de esta regla de oro, que asimismo era conocida en la tradición islámica.
Véase Gómez Redondo, F., Historia de la prosa medieval castellana. I. La creación del
discurso prosístico: el entramado cortesano, Madrid, Cátedra, 1998, pp. 180 y ss.
LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 461
176 Véase Rhonheimer, M., op. cit., nota 83, pp. 246-248 y pp. 272 y ss., y Natural Law
and Practical Reason, cit., nota 83, pp. 58 y ss.
177 Tomás de Aquino, Suma de Teología, parte I, II, cuestión 94, art. 2: “Ahora bien,
entre las cosas que son conocidas de todos hay un cierto orden. Porque lo primero que
alcanza nuestra aprehensión es el ente, cuya noción va incluida en todo lo que el hombre
aprehende. Por eso, el primer principio indemostrable es que no se puede afirmar y ne-
gar a la vez una misma cosa, principio que se funda en las nociones de ente y no-ente y
sobre la cual se asientan todos los demás principios, según se dice en IV Metaphys. Mas
así como el ente es la noción absolutamente primera del conocimiento, así el bien es lo
primero que se alcanza por la aprehensión de la razón práctica, ordenada a la poeración;
porque todo agente obra por un fin, y el fin tiene razón de bien. De ahí que el primer
principio de la razón práctica es el que se funda sobre la noción de bien, y se formula así:
el bien es lo que todos apetecen. En consecuencia, el primer precepto de la ley es éste:
El bien ha de hacerse y buscarse; el mal ha de evitarse. Y sobre éste se fundan todos los
demás preceptos de la ley natural, de suerte que, cuanto se ha de hacer o evitar caerá bajo
los preceptos de esta ley en la medida en que la razón práctica lo capte naturalmente como
bien humano”. Citamos por Suma de Teología, ed. dirigida por los Regentes de Estudios
de las Provincias Dominicanas en España, Madrid, BAC, 1989, t. II, pp. 732 y 733.
462 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
178 Véase Hervada, J., Lecciones propedéuticas de filosofía del derecho, 3a. ed., Pam-
plona, EUNSA, 2000, pp. 471 y ss.
DE AMOR Y DE FEUDOS: LECTURA JURÍDICA
DEL CANCIONEIRO DA AJUDA
463
464 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
1 Como aproximación al marco histórico y teórico, véase VV. AA., “La justicia en
el derecho privado y en el derecho público”, Anuario de la Facultad de Derecho de la
Universidad Autónoma de Madrid, núm. 2, 1998.
2 Cfr. Latorre, A., Justicia y derecho, Barcelona, Salvat, 1974, pp. 30-33.
DE AMOR Y DE FEUDOS: LECTURA JURÍDICA 465
3 Cfr. Riemen, R., “La cultura como invitación”, en Steiner, G., La idea de Europa,
Madrid, Siruela, 2005, pp. 24 y 25. Para concluir brillantemente que “la cultura no es
más que una invitación, una invitación a cultivar la nobleza del espíritu. La cultura habla
en voz baja: Du sollst dein Leben ändern. La sabiduría que ofrece se revela no solamen-
te en palabras, sino también en hechos. Ser culto requiere mucho más que erudición y
elocuencia. Más que ninguna otra cosa, significa cortesía y respeto. La cultura, como
el amor, no posee la capacidad de exigir. No ofrece garantías. Y, sin embargo, la única
oportunidad para conquistar y proteger nuestra dignidad humana nos la ofrece la cultura,
la educación liberal. Los artistas y los intelectuales no deben ser monarcas, no deben ni
siquiera esforzarse en ser rey ni parte de una élite de poder. Pero una sociedad que ignore
el ennoblecimiento del espíritu, una sociedad que no cultive las grandes ideas humanas,
acabará, una vez más, en la violencia y en la autodestrucción”.
466 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
arte o como práctica que, más que la justicia o con ocasión y pretexto de
la misma, pretende asegurar una convivencia razonable, una cierta paz so-
cial, a través del intercambio y de la cesión recíprocos de razones, dotados
de una cierta capacidad de persuasión de los otros y ante los otros. En este
sentido, el derecho es elemento de la cultura. El derecho es trasunto de la
idea de justicia que es defendida por una determinada comunidad política.
De lo que se sigue, que ese concepto de justicia forma parte asimismo del
universo cultural en el que se halla inserto el sujeto. La historicidad del de-
recho no es más que el cambio o la dinámica resultante de las variaciones
que experimenta la idea de justicia a lo largo de su peregrinar de siglos.
Una visión errónea del derecho perjudicial y socialmente equivocada es la
que configura el mismo como una simple suma de textos y éstos como ins-
trumento maleable al servicio de intereses particulares, aunque se disfrace
con una pretendida capa legal. El derecho no consiste solamente en normas
y no es solamente instrumento del poder político. Son normas que refle-
jan unos axiomas previos y es empleado asimismo por un poder que ha
de plegarse en muchas ocasiones a tales axiomas de modo ineludible. El
derecho cambia la sociedad o trata de cambiarla en ocasiones, pero no es
menos cierto que en otros casos actúa como un rígido corsé que solidifica,
consolida y estatiza una realidad social dada e impide su alteración. Este
doble juego es consustancial al fenómeno jurídico y permite observar esa
dialéctica del cambio y de la mutación.
Una de las bases del derecho son ciertamente las normas, mas para
penetrar en el sentido de éstas hay que salir de los textos y entrar en la
sociedad. Las leyes son como los alimentos y las medicinas, que sólo al-
canzan valor cuando han entrado en el cuerpo. Y ese cuerpo es más com-
plejo. No es simple receptáculo de normas, sino que a su lado emergen
los jueces, los tribunales, la administración, los oficiales públicos, los
propios juristas, todo un cúmulo de sujetos actuantes que contribuyen,
dentro de sus respectivas posibilidades, a construir ese universo jurídico.
El derecho se hace al razonar, al pensarse, al reflexionar empleando el
texto como punto de partida, nunca como punto de llegada. Lo propio y
específico de éste es exigir y ofrecer razones capaces de justificar con-
ductas. La búsqueda de su esencia, de su integridad exige el conocimien-
to del mundo global en el que se inserta. Esta búsqueda tiene como objeto
establecer una correcta delimitación de los caracteres que presenta la ma-
teria que se va a conocer y a estudiar. Se habla de objetos “egológicos”,
conformados por la propia conducta del ser humano de la que puede
DE AMOR Y DE FEUDOS: LECTURA JURÍDICA 467
munidad que participan de ella: es una realidad que existe fuera de cada
hombre concreto, una realidad que éste halla al nacer y que le sobrevive
cuando muere. La cultura sobrevuela la existencia humana, se pega a la
misma, pero siempre con un ánimo de provisionalidad. El derecho forma
parte de ese acervo cultural de un pueblo, de un país, de una nación o de
un Estado, como la objetivización de la vida humana que queda en la so-
ciedad a disposición de los seres humanos, con la finalidad intrínseca de
enriquecerse, transformarse y transmitirse, tal y como sucede con el resto
de los elementos que componen esa herencia. Como los individuos, todo
conglomerado cultural está sujeto a la acción de ciertos procesos natura-
les. Nacen, se desarrollan, llegan a la madurez, envejecen y, finalmente,
mueren. Los hombres tienen el poder de construir una cultura conforme a
sus ideales y de prolongar su existencia y duración, por medio de un uso
racional de sus facultades de cooperación. La vida de la cultura puede
ser conservada, pero nunca eternamente. La institución del derecho está
profundamente afectada por el destino de la cultura en general. Sigue las
curvas ascendentes y descendentes de su desarrollo. El derecho se integra
con los mismos y se enmarca en el proceso diferenciador de los varios
sectores de la civilización. Se independiza totalmente de muchos de ellos,
mientras que con otros sigue manteniendo unas relaciones estrechas (la
moral, la religión, ciertos usos sociales, etcétera). De la misma manera
que la cultura, el derecho existe antes que nada por causa del hombre y
para el servicio del hombre. En su desarrollo progresivo, el derecho im-
plica un avance que va acompañado de la consecución de cotas más altas
de libertad política. Se presenta como producto de la evolución cultural y
participa de la fluctuación general que experimentan todas las creaciones
humanas. Los factores que operan en el moldeamiento de las civilizacio-
nes afectan generalmente al derecho porque éste es, lo reiteramos y lo
compartimos, producto histórico.
El derecho se presenta como un elemento integrante y civilizador de
la cultura, de naturaleza indispensable para que aquélla sea completa.
Arma poderosa y bifronte que se mueve entre la simple coerción social,
la coacción en su estado más puro, y la pacífica y normada resolución de
los conflictos, en una balanza que se inclinará por una o por otra solución
a lo largo del tiempo. Hasta la más rudimentaria y primitiva civilización,
no es concebible sin la presencia ordenadora, correctora o reparadora del
derecho, conjunto de normas y de sus interpretaciones, recreaciones y
ensoñaciones, configurado a lo largo del tiempo que permite fijar cuáles
DE AMOR Y DE FEUDOS: LECTURA JURÍDICA 469
son las conductas permitidas y cuáles las prohibidas, que delimita el ám-
bito de obligaciones y facultades de los miembros de la colectividad, al
mismo tiempo que señala los cauces existentes para la resolución de los
conflictos que inevitablemente han de surgir en el seno de cada sociedad.
Que busca, en suma, la justicia como prevención o como reparación. Ese
derecho, parte integrante de la cultura de cada grupo humano, indispen-
sable para él, se encuentra imbricado con el resto de las manifestaciones
culturales de la misma sociedad. El derecho de un pueblo responde siem-
pre al modo de ser del mismo pueblo, a sus exigencias concretas, a sus
necesidades, circunstancias y demandas puntuales. Nace, se desarrolla y
muere a la par que nace, se desarrolla y muere el grupo social al que sir-
ve. Es parte integrante de la cultura de un pueblo, pero es también parte
determinante de la misma.6
Es cultura, lo cual parece evidente y lógico, en cuanto expresión de
un sentir y de una cierta capacidad intelectual de respuesta, pero es una
modalidad particular de cultura, una subespecie, que viene configura-
da precisamente por el empleo de unos rudimentos científicos propios.
Johannes-Michael Scholz propuso en su día reorientar el conocimiento
histórico del derecho hacia una dimensión sociopolítica de los procesos
culturales, en donde se tenga en consideración la atención a las diversas
técnicas que han sido empleadas para la modernización del derecho, usa-
das por los juristas y adscritas a la ciencia jurídica moderna, a la visión
del campo jurídico como un campo de fuerzas doblemente determinado
(en lo exterior y en lo interior), dado que lo jurídico es un microcosmos
social y depende del reconocimiento otorgado por sus rivales dentro del
grupo, y, finalmente, el estudio de las fuerzas de dominación, en una
simbiosis acertada que permite compatibilizar las relaciones dimanantes
de los procesos jurídicos y de los procesos culturales.7 En este sentido, el
elemento cultural derecho se singulariza por la existencia de un conglo-
merado intelectual a su servicio: un aparato conceptual, una técnica y una
lógica propias, una sistemática u ordenación y, sobre todo, un lenguaje,
6 Cfr. Clavero, B., Institución histórica del derecho, Madrid, Marcial Pons, 1992,
p. 15: “El derecho comienza por ser cultura, cultura meramente social y otras que pueden
sumarse, la cultura política y la cultura docta, cultura de la ley y cultura de la ciencia, cul-
turas más o menos encontradas, pero que habrán de estar en relación para que el sistema
funcione”.
7 Véase Scholz, J. M., “La historia del derecho como sociología histórica de la cultu-
ra”, AHDE, vol. LVIII, 1988, pp. 499-507.
470 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
II
hasta el punto de poder afirmar que no hay reducto que quede al margen
de lo jurídico, que esté separado de lo jurídico, exento de lo jurídico. El
derecho lo cubre todo y lo inunda todo por cuanto el hombre impregna
todas sus actividades con las dos notas esenciales que lo definen: sociabi-
lidad e historicidad. En consecuencia, el derecho todo lo permea, incluso
los sentimientos más íntimos, porque también tiene cabida lo no racional
en su seno.9 Esta omnipresencia, que es resultado de una omnipotencia,
se traduce en la existencia de varias fuentes, no exclusivamente jurídicas
por medio de las cuales llegar a conocer la esencia del mundo jurídico,
la experiencia de ese derecho en formación, consolidado y finalmente
aplicado, rechazado, traicionado o excusado, la vida toda de la realidad
jurídica desde el instante mismo de su concepción hasta su éxito o fraca-
so final, cual es su aplicación, momento que persigue cualquier precepto
en su normal desarrollo vital. La literatura es, se nos antoja, uno de los
elementos más decisivos de cara a la interpretación final de una deter-
minada experiencia jurídica, una realidad del derecho vivido, sufrido o
combatido. Esa literatura clásica que ha superado el paso del tiempo, que
ha devenido esencial, que se ha convertido en receptáculo de sabiduría.10
Una literatura que comprenda los tres grandes rasgos que Harold Bloom
considera necesarios para su inserción en el templo de lo clásico, lo per-
durable, lo inmortal: esplendor estético, fuerza intelectual y sabiduría. 11
Porque la literatura es, en cierta forma, arqueología de nuestras propias
vidas.12
9 Véase Grossi, P., “La fantasia nel Diritto”, Quaderni Fiorentini per la Storia del
Pensiero Giuridico Moderno, núm. 15, 1986, pp. 589-592.
10 Se trata de una línea de investigación que venimos siguiendo en los últimos años. A
modo de estado de la cuestión y con la bibliografía allí citada, nos remitimos a mis traba-
jos: “La crítica al sistema jurídico del derecho común en el Cancionero de Juan Alfonso
de Baena. Siglo XV”, Prologus Baenensis, núm. 2, 2003. Revista Digital del Centro de
Documentación Juan Alfonso de Baena. M. I. Ayuntamiento de Baena. Disponible en:
http://www.juanalfonsodebaena.org; “Derecho y literatura: Rabelais o la formulación
literaria de un nuevo camino jurídico”, Quaderni Fiorentini per la Storia del Pensiero
Giuridico Moderno, núm. 32, 2003, pp. 703-729; “Derecho común y literatura: dos ejem-
plos de los siglos XVI y XVII”, Anuario Mexicano de Historia del Derecho, vol. XVII,
2005, pp. 113-210, y “El derecho común en la obra de Lope de Vega: unos breves apun-
tamientos”, Opinión Jurídica. Publicación de la Facultad de Derecho de la Universidad
de Medellín, vol. 4, núm. 8, 2005, pp. 131-141, entre otros.
11 Cfr. Bloom, H., ¿Dónde está la sabiduría?, Madrid, Santillana, 2005, p. 13.
12 Cfr. Magris, C., El Danubio, 6a. ed., Barcelona, Anagrama, 2004, p. 234.
472 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
13 La expresión “amor cortés” es acuñada por G. Paris, “Études sur les romans de la
Table Ronde. Lancelot du Lac. II: Le Conte de la Charrette”, Romania, núm. 12, 1883,
pp. 459-534. El término es aceptado por la mayoría de los autores, entendiéndose que
forma un concepto medieval perfectamente válido, como expone Ferrante, J. M., “Cor-
tes’ Amor in Medieval Texts”, Speculum. A Journal of Medieval Studies, vol. 55, núm.
4, octubre de 1980, pp. 686-695, y Reiss, E., “Fin’ Amors: its History and Meaning in
Medieval Literatur”, Medieval and Renaissance Studies, núm. 8, 1979, pp. 74-99. Sobre
este modelo de amor medieval, véase Wechssler, E., Das Kulturproblem des Minnesangs,
Halle, Niemeyer, 1909; Frappier, J., “Vues sur les conceptions courtoises dans les litté-
ratures d’oc et d’oil au XII siècle”, Cahiers de Civilisation Médiévale, vol. II, 1959, pp.
135-156; Dronke, P., Medieval Latin and the Rise of European Love-Lyric, 2a. ed., Oxford,
Clarendon Press, 1968, t. I, pp. 1 y ss.; Lewis, C. S., La alegoría del amor. Estudio de la
tradición medieval, Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1969, pp. 1-36;
Imbs, P., “De la fin’amor”, Cahiers de Civilisation Médiévale, vol. XII, 1969, pp. 265-285;
Green, O. H., España y la tradición occidental. El espíritu castellano en la literatura desde
el Cid hasta Calderón, Madrid, Biblioteca Románica Hispánica, 1969, t. I, pp. 94 y ss.;
Newman, F. X. (ed.), The Meaning of Courtly Love. Papers of the first annual Conference
of the Center for Medieval and Early Renaissance Studies. State University of New York
at Binghamton, Albany, State University of New York Press, 1968, con bibliografía deta-
llada en pp. 97-102; Marchello-Nizia, Ch., “Amour courtois, société masculine et figures
du pouvoir”, Annales. Économies. Sociétés. Civilisations, vol. 36, núm. 6, noviembre-
diciembre de 1981, pp. 969-982; Bornstein, D., voz “Courtly Love”, Dictionary of the
Middle Ages, Nueva York, Charles Scribner’s Sons, 1983, t. III, pp. 667-674; Duby, G.,
“A propósito del llamado amor cortés”, El amor en la Edad Media y otros ensayos,
Madrid, Alianza Editorial, 1988, pp. 66-73; y “El modelo cortés”, en Duby, G. y Perrot,
M. (dirs.), Historia de las mujeres en Occidente, t. 2: La Edad Media, Klapisch-Zuber,
Ch. (dir.) Madrid, Taurus, 1992, pp. 300-319; y La mujer, el caballero y el cura. El ma-
trimonio en la Francia feudal, Madrid, Taurus, 1999; Bonnassie, P., Vocabulario básico
de historia medieval, 4a. ed., Barcelona, Crítica, 1994, pp. 21-26; Regnier-Bohler, D.,
voz “Amor Cortés”, en Le Goff, J. y Schmitt, J. C. (eds.), Diccionario razonado del
Occidente medieval, Madrid, 2003, pp. 23-29, y Wilson, K. M. y Margolis, N. (eds.),
Women in the Middle Ages. An Encyclopedia, Westport, Londres, 2004, con varias voces
referidas a esta temática.
DE AMOR Y DE FEUDOS: LECTURA JURÍDICA 473
15 Cfr. Lewis, C. S., op. cit., nota 13, p. 11, añadiendo las cuatro notas que singulari-
zan ese amor: humildad, cortesía, adulterio y religiosidad opuesta a la religión positiva
dominante.
16 El juego de fidelidades es más complejo de lo que a primera vista puede parecer,
porque la relación “vasallático- amorosa” suele superponerse a otra relación ya trabada,
de ahí que la dominación afectiva tenga por base una dominación política previamente
constituida. Así, la señora lo será doblemente: por decisión voluntaria y por tradición his-
tórica. Por otro lado, el vasallaje no es nunca unilateral: el hecho de la aceptación de ese
vasallaje crea asimismo deberes para la señora, de modo que su condición de parte fuerte
en la relación no es tan clara como se ha pretendido ver. Su aceptación crea un vínculo
y crea una obligación de recompensar al vasallo por los servicios recibidos, recompensa
que no puede tener otra forma de satisfacerse plenamente que la entrega física a aquél:
“La dama es la esposa de un señor, y a menudo de su propio señor. En todo caso, es dueña
de la casa que él frecuenta. En virtud de las jerarquías que gobernaban entonces las re-
laciones sociales, ella estaba efectivamente por encima de él, quien enfatiza la situación
con sus gestos de vasallaje. Se arrodilla en la postura del vasallo, habla, compromete su
fe, y promete, como un hombre sometido a vínculo de vasallaje, no llevar su servicio a
ningún otro sitio. Y va más allá aún: a la manera de un siervo, hace entrega de sí mismo.
A partir de ese momento, deja de ser libre. La mujer sí lo es de aceptar o rechazar la
ofrenda. En ese instante se descubre el poder femenino. Para una mujer, para esta mujer,
el hombre está a prueba, conminado a mostrar lo que vale. Sin embargo, si, al final de
este examen, la dama acepta, si escucha, si se deja envolver por las palabras, también
ella queda prisionera, pues en esta sociedad está establecido que todo don merece un
don a cambio. Calcadas de las estipulaciones del contrato vasallático, las cuales obligan
al señor a devolver al buen vasallo todo cuanto reciba de él, las reglas del amor cortés
obligan a la elegida, como precio de un servicio leal, a entregarse finalmente por entero.
Cfr. Duby, G., “A propósito del llamado amor cortés”, op. cit., nota 13, pp. 301 y 302.
DE AMOR Y DE FEUDOS: LECTURA JURÍDICA 475
22 Así, Ortega y Gasset, J., “Amor en Stendhal”, Estudios sobre el amor, 12a. ed.,
Madrid, Revista de Occidente, Alianza Editorial, 2002, pp. 43-45, quien lo califica como
“atención anómalamente detenida en otra persona”. El ensayo referido figura como pró-
logo a la edición española de uno de los mejores libros que teorizan precisamente sobre
ese sentimiento; me refiero a la obra de Stendhal, Del amor, Madrid, Alianza Editorial,
2003, pp. 7 y ss.
23 Un comentario al mismo, en nuestro trabajo “Derecho común y literatura: dos
ejemplos de los siglos XVI y XVII”, op. cit., nota 10, pp. 116-118.
24 Citaremos por la siguiente edición del Cancioneiro de Ajuda, Michaelis de Vas-
concelos, Carolina (ed.), 2 vols., reimp. de la ed. de Halle, Lisboa, Imprensa Nacional,
Casa da Moeda, 1990 (en adelante, Cancionero, referido al tomo I, donde se recogen las
cantigas. El tomo II es sumamente recomendable por las noticias históricas y biográficas
que proporciona sobre nuestros protagonistas, los trovadores). El Cancionero de Ajuda
está datado alrededor del año 1275 y fue concebido como tal en una corte, real o señorial,
gallega o castellana, próxima al círculo de Alfonso X. Este cancionero constituye la más
antigua compilación de esta lírica, luego completada por otros dos: el llamado Colocci-
Brancuti y el de la Biblioteca Vaticana. Acerca de la lírica galaico-portuguesa, véase
Filgueira Valverde, J., “Lírica medieval gallega y portuguesa”, en Díaz-Plaja, Guillermo
(dir.), Historia General de las Literaturas Hispánicas, vol. 1: Desde los orígenes hasta
1400, Barcelona, Vergara, 1969, pp. 545-642; Rodríguez Lapa, M., Lições de Literatura
portuguesa. Época Medieval, 7a. ed., Coimbra, Coimbra Editora, 1970; Fernández del
Riego, F., Historia da Literatura galega, 4a. ed., Vigo, Galaxia, 1978, pp. 29-57; Saraiva,
A. J. y Lopes, O., História da Literatura portuguesa, 11a. ed., Oporto, Porto Editora,
1979, pp. 35 y ss.; Braga, T., Histórica da Literatura portuguesa. Idade Média, Lisboa,
Europa-América, 1984; Antología de la poesía gallego-portuguesa, Alvar, Carlos y Bel-
trán, Vicente (selección, estudio y notas), Madrid, Alhambra, 1985, pp. 3 y ss.; Tavani,
G., “La poesia lirica galego-portoghese”, en Köhler, E. (dir.), Grundriss der romanischen
Literaturen des Mittelalters, Heidelberg, Carl Winter, 1980, vol. II, t. 1, fasc. 6; A poesía
478 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
los siglos XII y XIII (la recopilación se efectúa a finales de esta última
centuria). Es el primer gran cancionero, con predominio de las llamadas
“cantigas de amor”,25 y el que cronológicamente coincide con el apogeo
de la edad feudal, una época en la que el cúmulo de fidelidades y pactos de
antaño sigue persistiendo, sigue inexorable rigiendo la vida política, no
obstante una monarquía en construcción que trata de suplantar la estrecha
vinculación feudal por una nueva, inspirada en el derecho romano ahora
felizmente recuperado, basada en la vinculación general, uniforme e in-
contestada a un poder real ya consolidado desde el punto de vista teórico
y desde el punto de vista práctico. Se busca, se buscará ahora suplantar
el amor artificial feudal por un amor natural real, que llevará finalmente
a la identificación en la Baja Edad Media de los conceptos, inicialmente
diferenciados, de vasallo y de natural.26
lírica galego-portuguesa, Vigo, Galaxia, 1986; y Tra Galizia e Provenza. Saggi sulla
poesia medievale galego-portoghese, Roma, Carocci Editori, 2002; Pena, X. R., Litera-
tura galega medieval. I. A Historia, Barcelona, Sotelo Blanco, 1986; Tarrío Varela, A.,
Literatura galega. Aportacións a unha Historia crítica, Vigo, Edición Xerais, 1994, pp.
17 y ss.; Dronke, P., La lírica en la Edad Media, Barcelona, Ariel, 1995, pp. 137 y ss.;
Marcos, A. y Serra, P., Historia de la literatura portuguesa, Salamanca, Luso-Española
de Editores, 1999, pp. 12 y ss.; Machado, A. M., “La poesía trovadoresca gallego-portu-
guesa”, en Gavilanes, J. L. y Apolinário, A. (eds.), Historia de la literatura portuguesa,
Madrid, Cátedra, 2000, pp. 47-83; VV. AA., História da Literatura portuguesa, Lisboa,
Alfa, 2001, t. I, pp. 101-161, y Rodríguez Alonso, M., Historia de la literatura gallega,
Madrid, Acento, 2002, pp. 16-30.
25 Véase bibliografía citada supra. El material lírico se presenta usualmente bajo tres
formas: la cantiga de amigo (confesión que hace la dama a un “amigo” confidente, cuyo
motivo suele ser la ausencia de su amado, embarcado en acciones militares o de servi-
cio al rey), la de amor (el poeta es ahora el enamorado que habla en primera persona y
presenta a la amada como auténtica señora), y la de “escarnio e maldizer”, forma ésta de
tipo satírico y mordaz, una sátira que, como narra D. Schwanitz, servía para representar
a rufianes, monstruos, criminales y canallas, situaciones infernales y ridículas, con un
estilo grotesco y sucio: “Desde el punto de vista del género, la sátira estaba relacionada
con la épica, es decir, no era realista, y subrayaba lo aberrante, lo abyecto, lo vulgar y lo
feo, y por lo tanto también la falta de dignidad del cuerpo, las excreciones, la suciedad, la
sexualidad y todo aquello que la vergüenza tenía a bien ocultar. Expresaba las transgre-
siones del orden moral de la sociedad mediante la descomposición de las formas bellas.
Por eso se convirtió en el estilo dominante de la literatura moderna del siglo XX que
subraya la alienación, el aislamiento y el dolor del cuerpo torturado. Esto es lo que vuelve
a la literatura moderna tan deprimente”. Cfr. Schwanitz, D., La cultura. Todo lo que hay
que saber. La literatura europea, Madrid, Taurus, 2005, p. 9. Nos interesa esencialmente
la de amor, para la cual es clave el trabajo de Beltrán, V., A cantiga de amor, cit. supra.
26 La vinculación del individuo a la tierra podría determinarse por el lugar de naci-
miento y por la sangre, conjuntamente. Se era “natural” de una tierra por vía parental, es
DE AMOR Y DE FEUDOS: LECTURA JURÍDICA 479
El amor cortés, el amor de cancionero, el fine amour que dirán los pri-
meros poetas provenzales, pugna por encauzar la relación sensible a tra-
vés de un dispositivo ético que permita la reflexión acerca de la propia
esencia del amor y de sus profundas razones. Es un amor que trata de ser
racionalizado y, por ende, regularizado. No es amor en bruto, sino amor
depurado, canalizado por medio de todo el ritual de signos y de símbolos
que el feudalismo impone como forma usual de concertar cualquier tipo
de relación: el beso, la genuflexión, el colocar las manos del vasallo entre
las del señor, todo evoca el mundo feudal y reconduce a las reglas por las
que aquél se regía inexorablemente. Es un amor idéntico al feudal. Ahora
la mujer no es simplemente la encargada de la reproducción: es un ser
merecedor de respeto, de admiración e incluso de adoración. El amor cor-
tesano implica asimismo un proceso de dominación para el propio caba-
llero del momento, en el sentido de que debe seguir todo un cúmulo de
pautas y cánones de conducta, generándose un intervalo entre el naci-
miento de su propio deseo y la satisfacción final del mismo. Es un manan-
tial de sentimientos, una explosión afectiva la que se origina en Provenza,27
y se dirige mediante la palabra y los sentidos. Es en la “cantiga de amor”
donde la influencia occitana se observa con mayor claridad, aunque con
matices que conviene resaltar: el modelo peninsular presenta un tono y
decir, por ser hijo de padres naturales que hubiera nacido en ella, mientras que el mero
nacimiento en la tierra, sin el requisito de la sangre, no permitía sin más la adquisición
de la naturaleza. Ésta aparecía como algo consustancial al sujeto del que se tratase. En
todo caso, era vínculo diferente del vasallaje, dado que éste procedía del derecho que el
rey poseía sobre la tierra y sobre los que en ella vivían. La relación era aquí directa y
personal con el monarca. Sin embargo, desde la Baja Edad Media, vasallo y natural serán
ya términos sinónimos e intercambiables. Cfr. Sánchez-Arcilla Bernal, J., Materiales
didácticos para el estudio de las instituciones político-administrativas. Siglos XV-XIX,
Madrid, Editorial Dykinson, 2004, t. I, pp. 92 y 93.
27 La Provenza es el lugar donde explosiona el amor cortesano, pero al norte del Loira
existía ya toda una tradición que preparaba o abonaba un terreno de cara a la recepción de
los temas trovadorescos. A finales del siglo XII, aparecerán las grandes cortes principes-
cas en Normadía, Turena, Champagne y Flandes, desde donde se desplegó y fortaleció
el modelo literario para finalmente expandirse por todas partes, en su expresión francesa
o en su expresión provenzal. Cfr. Duby, G., “A propósito del llamado amor cortés”, cit.,
nota 13, p. 304. Por su parte, Bonnasie destaca el hecho de que en esa región y en los
condados catalanes, la persistencia de la legislación visigoda, mucho más favorable a
la mujer y a su personalidad jurídica que el derecho consuetudinario franco, permitió
aquélla conservar una cierta independencia material y su personalidad jurídica. Cfr. Bon-
nassie, P., op. cit., nota 14, p. 22. Sobre los orígenes de la lírica y las diferentes teorías
expuestas, véase Rodríguez Lapa, M., op. cit., nota 24, pp. 29 y ss.
480 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
31 Cfr. Rodríguez Lapa, M., op. cit., nota 24, pp. 19-25.
32 Frente a esta vinculación al mundo feudal, Jacques Le Goff se cuestionaba hasta
qué punto la poesía y la civilización musulmanas o los lazos con el catarismo había
coadyuvado a la génesis del amor cortés, y añadía asimismo: “Mientras que muchos
insisten sobre el carácter feudal de esta concepción del amor, inspirado en apariencia por
las relaciones entre el señor y el vasallo (el señor es en este caso la dama, en un desquite
del bello sexo), otros, a los que yo sigo con mayor gusto, ven en él una rebeldía contra
la moral sexual de ese mismo mundo feudal. Que el amor cortés ha sido antimatrimonial
482 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
resulta evidente. Y el matrimonio era, sin duda, campo privilegiado para un combate que
tendía a revolucionar no solamente las costumbres, sino asimismo la sensibilidad. Recla-
mar la autonomía del sentimiento, pretender que podían existir otras relaciones entre los
sexos, aparte de las del instinto, de la fuerza, del interés y del conformismo, había en ello
algo verdaderamente nuevo”. Cfr. Le Goff, J., La civilización del Occidente medieval,
Barcelona, Juventud, 1969, pp. 472 y 473.
33 Idea de unos tribunales y juicios del amor que alcanza un desarrollo literario re-
levante en la Francia medieval. Véase Goodrich, P., “Law in the Court of Love: Andres
Capellanus and the Judgments of Love”, Stanford Law Review, vol. 48, núm. 3, febrero
de 1996, pp. 633-675.
34 ¿Por qué la Provenza es la tierra de nacimiento de esta tendencia poética y ética? Se
ha hablado de varias causas que pueden resumir esa construcción: el florecimiento de la
vida en las poderosas cortes laicas del sur de Francia; el refinamiento que allí adquieren
los nobles; la difusión y el acceso a la cultura, más amplio que en épocas anteriores; la
ausencia de funciones de unos caballeros que ya no tienen dónde guerrear, así como el
ascenso social de los menestrales, que han de dedicarse a otras ocupaciones; el mismo
deseo de crear un lenguaje y una mitología propios para establecer así una separación
estamental con los demás cuerpos sociales. Una síntesis se puede consultar en Van der
DE AMOR Y DE FEUDOS: LECTURA JURÍDICA 483
Walde Moheno, L., “El Amor Cortés”, Espacio Académico de Cemanáhuac, vol. III,
núm. 35, junio de 1997, pp. 1-40.
35 En la conocida expresión de Elias, N., La sociedad cortesana, México, Fondo de
Cultura Económica, 1996.
36 Pues, como señala Duby, la corte fue “lugar de creación, pero seguramente lugar
de difusión… era la encrucijada de todos los caminos y tuvo como función propagar
aquellos modelos propiamente cortesanos hasta los límites más extremos de la sociedad
aristocrática, para extenderlos luego, por último, de una manera muy amplia, hacia abajo,
entre todos los hombres que no eran nobles pero que estaban fascinados por el esplendor
de la corte. El príncipe, es decir, el rey, cerca de él el clérigo y el caballero; abajo la masa
que admira aquellos modelos de perfección humana: tal es el esquema más simple de la
sociedad feudal. Tal es también el marco de los movimientos de vulgarización, de los
complejos fenómenos de imitación, de intercambios a todos los niveles que podemos
llamar, a falta de otra palabra, cultura”. Cfr. Duby, G., “La vulgarización de los modelos
culturales en la sociedad feudal”, Hombres y estructuras de la Edad Media, 3a. ed., Ma-
drid, Siglo XXI, 1989, p. 208.
484 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
III. Feudalismo37
dos, aquellos que sobre la base del modelo clásico procedieron a adaptarlo
al peculiar equilibrio de fuerzas existentes en las diversas regiones. Un
modelo que se exporta, que llega y que se adapta, nunca fielmente, sino
fundiéndose, mezclándose, con las fuerzas imperantes. Con el feudalismo
llega también su lenguaje. Es un dato evidente que la Península Ibérica
recibe buena parte del influjo feudal, dadas las conexiones políticas inme-
diatas (el caso de los condados catalanes) e intelectuales (como en el reino
asturiano), que se mantienen con la corte franca. Pero que ese feudalismo
no se transplante de una forma pura, pues incluso en la Marca Hispánica,
territorio abonado para seguir con absoluta fidelidad el patrón dominante,
hubo adaptaciones y modificaciones derivadas de la propia naturaleza de
las cosas allí existentes. Hubo, eso sí, reflejos tímidos, continuaciones
de ciertas prácticas del periodo gótico, alteraciones de las mismas, nuevas
formas o vestimentas de pactos, instituciones vasalláticas por un lado,
beneficiales por otro, sin proceder a su mezcla jurídica, diferenciación
respecto del ya mentado modelo clásico. No se produce un feudalismo
europeo, sino un singular feudalismo hispánico, feudalismo sin feudos
curiosamente, feudalismo en proceso de desarrollo, inmaduro, pero con
posibilidad de crecimiento en algunos de sus elementos. Hubo destellos,
no un foco continuado de luz; hubo estrellas del feudalismo, mas no se
constituyó la galaxia feudal. La singularidad hispánica también lo fue en
el campo feudal y así no hubo pie a la constitución de un sistema político
regido por dichos principios. Las páginas escritas sobre el particular son
abundantísimas y los estudios de Sánchez-Albornoz, el ya citado Vale-
deavellano o Hilda Grassotti, son concluyentes en este aspecto.44 Pero la
44 Se dice que todos pasamos la vida escribiendo el mismo libro y esto es claro en la
trayectoria de los citados tres investigadores, quienes centraron en ese “feudalismo his-
pánico” lo mejor de su estudios. Me limito a destacar lo más preciado de esa producción
científica. Véanse Sánchez-Albornoz, C., “España y Francia en la Edad Media. Causas
de su diferenciación política”, Revista de Occidente, núm. 4, diciembre de 1923, pp. 294-
316; “El juicio del Libro en León y un feudo castellano del siglo XIII”, AHDE, núm. 1,
1924, pp. 387-390; En torno a los orígenes del feudalismo, 3 ts., Mendoza, Buenos Aires,
Universidad Nacional de Cuyo, 1942; El stipendium hispano-godo y los orígenes del be-
neficio prefeudal, Buenos Aires, Instituto de Investigaciones Históricas, Departamento de
Historia de España, 1947; España, un enigma histórico, Buenos Aires, Editorial Sudame-
ricana, 1956, t. II, pp. 6-105; “Conséquences de la reconquête et du repeuplement sur les
institutions féodo-vasalliques en Leon et Castille”, Les structures sociales de l’Aquitaine,
du Languedoc et de l’Espagne au premier âge féodal, París, Éditions du Centre National
de la Recherche Scientiphique, 1969, pp. 17-40; Investigaciones y documentos sobre las
490 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
instituciones hispanas, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile, 1970; Viejos y nue-
vos estudios sobre las instituciones medievales españolas, 2a. ed., Madrid, Espasa-Calpe,
1976 y “Une société d’exception dans l’Europe féodale”, AHDE, núm. 50, 1980, pp.
1.249-1.276; Grassotti, H., Las instituciones feudo-vasalláticas en León y Castilla, 2 ts.,
Spoleto, centro Italiano di Studi sull’Alto Medioevo, 1969 y, García de Valdeavellano, L.,
El feudalismo hispánico y otros estudios de historia medieval, Barcelona, Ariel, 1981.
45 Influencia en Partidas puesta de manifiesto por Riaza, R., “Las Partidas y los Libri
Feudorum”, AHDE, núm. 10, 1933, pp. 5-18.
46 Los factores que siguen, todos ellos enumerados por García de Valdeavellano, L.,
“Las instituciones feudales en España”, El feudalismo hispánico y otros estudios de his-
toria medieval, cit., nota 44, pp. 85 y 86.
DE AMOR Y DE FEUDOS: LECTURA JURÍDICA 491
47 De los cinco matrimonios de Alfonso VI, tres se celebran con nobles de proce-
dencia gala: Inés de Aquitania, Constanza de Borgoña y Beatriz de Aquitania. Por su
parte, Urraca y Raimundo reciben el gobierno de Galicia, mientras que Teresa y Enrique
regirán el condado de Portugal. Véanse Linaje Conde, A., Alfonso VI. El rey hispano y
europeo de las tres religiones (1065-1109), Burgos, La Olmeda, 1994, y Martínez Díez,
G., Alfonso VI. Señor del Cid, conquistador de Toledo, Madrid, Temas de Hoy, 2003, con
abundantes datos biográficos.
48 Véase Vázquez de Parga, L. et al., Las peregrinaciones a Santiago de Compos-
tela, ed. facsímil de la realizada en 1948 por el Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, Pamplona, Gobierno de Navarra, Departamento de Educación y Cultura,
1998, t. I, pp. 499 y ss., en especial, pp. 515-517. Una combinación de elementos francos
procedentes de la vía de peregrinación y el emporio cultural que se forja en Santiago de
Compostela, importante señorío de la mitra, junto al desarrollo de una lírica vinculada al
culto jacobeo, pudieron servir de lanzamiento para todo el aparato poético profano. Así
lo consideró en su día Carolina Michaelis de Vasconcelos en su trabajo “A Galliza, centro
de cultura peninsular de 800 a 1135. Santiago de Compostella, foco onde desabrochou o
lirismo gallego-português”, en su edición del Cancioneiro de Ajuda, cit., nota 24, t. II, pp.
769 y ss. Himnos a Santiago y a las peregrinaciones, invocaciones bélicas en los campos
de batalla y en la peligrosa travesía que constituía el camino, los votos, las recopilacio-
nes de milagros, las aventuras multicolores cuyo escenario eran las vías conducentes a
Compostela, las obras de arte de la misma ciudad, las fiestas conmemorativas, se reflejan
en el resultado final.
49 Cfr. Michaelis de Vasconcelos, C., “A Galliza, centro de cultura peninsular de 800
a 1135”, Cancionerio de Ajuda, cit., nota 24, t. II, p. 772.
50 Merced al apoyo que le prestan Fernando I y Alfonso VI, nunca desinteresadamen-
te. �����������������������������������������������������������������������������������
Véase Bishko, Ch. J., “The Clunic Priories of Galicia and Portugal: their Acquisti-
tion and Administration (1075-ca. 1230)”, Studia Monastica, vol. VII, 1965, pp. 305-356
(recogido en el volumen Spanish and Portuguese Monastic History, 600-1300, Londres,
Variorum Reprints, 1984, XI).
492 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
51 Ese papel de la corte es destacado por D’Heur, J. M., Troubadours d’oc et trou-
badours galiciens-portugais: recherches sur quelques échanges dans la littérature de
l’Europe au Moyen Âge, París, Funda�����������������������������������������������
ção Calouste Gulbenkian, Centro Cultural Portu-
gués, 1973, pp. 265 y ss.
52 También literariamente hablando, véase Rodríguez Puértolas, J. (coord.), Histo-
ria social de la literatura española (en lengua castellana), 2a. ed., Madrid, 1981, pp.
53 y ss.
53 Véase Duby, G., “La vulgarización de los modelos culturales en la sociedad feu-
dal”, Hombres y estructuras de la Edad Media, 3a. ed., Madrid, 1989, pp. 198-208.
DE AMOR Y DE FEUDOS: LECTURA JURÍDICA 493
IV
señor feudal típico y prototípico) y para féminas (la señora que sojuzga el
corazón del vasallo). Este “señor” puede ser Dios en algunas ocasiones,
el señor de señores como se puede leer en varios pasajes bíblicos,57 al
que se le reprocha haber otorgado al vasallo ese otro señor terrenal que
tanto dolor causa,58 pero lo usual es que cuando se habla en las cantigas
de “señor” tengamos que tener presente la referencia prácticamente glo-
bal a una mujer, a una “señora” dominante que se impone a la voluntad
del trovador-servidor. La feminización del nombre es tardía, pero lo que
subyace en el empleo constante y reiterado de la voz “señor” no es la
vinculación a un universo masculino, sino a la realidad inmediata de feu-
dos y vasallos, al poder que la mujer tiene sobre el hombre por razón del
amor que aquél le profesa. Es un señor, da igual que sea varón o mujer,
al que todo se debe y al que se está sometido de una forma prácticamente
absoluta. A partir del siglo XIII, la palabra halla su femenino de modo
analógico y vulgar para generalizarse en la prosa a partir de la siguiente
centuria.59 Ejemplos de ese uso en donde “señor” es usado para referirse
a la amada se pueden encontrar en abundantes cantigas cuando se habla
de “señor”, “mi señor”, “señor hermoso”, o eventualmente “señor de mi
corazón”,60 “buena señor” 61 o “mi señor y mi bien”,62 pero con exiguos
57 Cancionero, cit., nota 24, I, 1: “Deus, meu senhor, se vus prouguer, / vos me tolhe-
de este poder / que eu ei de muito viver; / ca, mentr’eu tal poder ouver’ / de viver, nunca
perderei esta coita que og’eu ei / d’amor en meu coraçon”; I, 69: “¡Nostro Senhor! En
que vus mereci / por que me fostes tal senhor mostrar”; I, 157: “Nostro Senhor, que mi-a
min faz amar / a melhor dona de quantas el fez”; I, 203: “Nostro Senhor que me fez tanto
mal, / ainde me podera fazer ben, / se mia senhor, per que este mal ven”.
58 Amor torturado cuya responsabilidad corresponde a Dios, porque ha enamorado al
poeta, pero no le permite ni la simple contemplación de la amada señora. Cancionero,
cit., nota 24, I, 82: “De quantos mui coitados son, / a que Deus coita faz aver, / min faz
mas coitado viver. / E direi-vus per qual razon: / faz-me queren ben tal senhor, / a mais
fremosa nen melhor / do mund’, e non mi-a faz ver”. Pero no siempre: Cancionero, cit.,
nota 24, I, 192: “Que, pois me Deus tan boa senhor deu, / non querria das outras a melhor
/ eu quere ben por aver seu amor”. Hay todavía un pequeño resquicio a la esperanza, en
Cancionero, cit., nota 24, I, 203: “Nostro Senhor que me fez tanto mal, / ainda me podera
fazer ben, / se mia senhor, per que este mal ven, / eu visse ced’; e non lhe peço al”.
59 Frente a la citada evolución lingüística, se propuso en su día una evolución semán-
tica. Véase Álvarez Blázquez, J. M., “Sobre la voz señor en los trovadores (concepto de
amor servil)”, Cuadernos de Estudios Gallegos, 1950, t. V, fasc. 15, pp. 87-104.
60 Cancionero, cit., nota 24, I, 156: “Punhar quer’ora de fazer / a meus olhos mui
gran prazer / que lhes non fiz, á gran sazon, / ca lhes quero fazer veer /a senhor do meu
coraçon”.
61 Ibidem, I, 192: “Que, pois me Deus tan boa senhor deu”.
62 Ibidem, I, 443.: “Que sen meu grado me parti / de mia senhor e do meu ben”.
496 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
tida 4, 25, 1, texto coetáneo al Cancionero de Ajuda, nos dirá que señor
es aquel que “a mandamiento e poderío sobre todos aquellos que biuen
en su tierra”. Como señor, dominante, adornado con todas las virtudes,
no es precisa ninguna adjetivación posterior. La simple voz es sinónimo
de todo lo bueno, lo perfecto, lo bello y lo hermoso. No es precisa con-
creción ulterior. Eso explica que ni en el aspecto físico ni en el espiritual
o psicológico, se acumulen elementos descriptivos de la mujer, porque
el solo sustantivo se basta y se sobra para designar la realidad a la que
se quiere aludir. Una especie de abstracción rodea a la señora amada,
de la que no se sabe el nombre regularmente, ni su aspecto externo, ni
siquiera el ámbito geográfico en el que se mueve. No hay enumeración
de antropónimos, ni de rasgos físicos, ni de lugares, ciudades, villas o
aldeas donde aquélla pudiese vivir. Un ambiente de cierta evanescencia e
irrealidad lo rodea todo, como si la realidad física no tuviese existencia y,
lo que es más, importancia, con una mujer que no se describe y un paisaje
que también está ausente.
El señor es el ser perfecto, la totalidad del bien a la que se tiene que
tender para alcanzar la perfección y con ella la felicidad, si bien este
objetivo se va a ver frustrado de modo sucesivo. Es compendio de todo
aquello a lo que tiende el vasallo. Ninguna otra palabra puede aproximar-
se a describirla,69 o bien se emplean palabras de una significación general
que aluden a su buen aspecto, buen semblante o bello rostro.70
La mujer es la suma de todas las virtudes, es el ser perfecto e irrepetible,
la mejor creación que Dios ha efectuado, quien aparece así como respon-
sable último de la creación y del amor que ha nacido:71 la que mejor habla,
hasta el siglo XV, Salamanca,Universidad Pontificia, 1986, t. II, p. 1.580, y Léxico his-
pánico primitivo (siglos VIII al XII), Seco, Manuel (ed.), Madrid, 2004, pp. 584 y 585.
69 Cuando existe esa descripción, es esencialmente anímica, referida no a elementos
externos, sino a rasgos psicológicos o internos, como se puede ver infra. A modo de
ilustración, véase D’Heur, J. M., Recherches internes sur la lyrique amoureuse des trou-
badours galiciens-portugais (XII-XIV siècles), París, FNRS, 1975, pp. 435 y ss.
70 Cancionero, cit., nota 24, I, 5: “U veja o bon semelhar / da mia senhora, se lhe Deus
der’, / que a tal fez, end’o poder”; I, 49: “Ca se el vir’ o seu bon semelhar / d’esta senhor,
por que mi-a mal ven”; I, 55: “Nen a perderá, mia senhor, / quen vir’ vosso bon parecer”;
y I, 380: “Non poder vosso, nen veer / o vosso mui bon semellar”. “Bon semelhar”, “bon
parecer”, “fremoso parecer” y concordantes, se emplean en ibidem, I, 5, 7, 40, 43, 47, 49,
55, 70, 76, 84, 85, 88, 97, 98, 107, 113, 128, 130, 139, 141, 163, 166, 246, 248, 280, 287,
335, 351, 369, 382, entre otros muchos ejemplos.
71 Cancionero, cit., nota 24, I, p. 94: “En vos, que fez Deus a melhor / dona de quantas
donas vi”; I, 102: “Ca tan fremosa dona nunca fez / Nostro Senhor de quantas donas fez,
DE AMOR Y DE FEUDOS: LECTURA JURÍDICA 499
la más mansa, la más hermosa, la que mejor aspecto presenta, la que me-
jor regalo es para la vista.72 El trovador Pero Mafaldo concluye, de forma
definitiva, que “a fezo Deus de muito ben senhor / e das melhores donas
a melhor”.73 Joan Soares Somesso la califica, sin rubor, como la “melhor
dona do mundo”,74 y Pero García Burgalés la define de igual manera.75 La
adoración se ha apoderado de los vates medievales. La fidelidad tiene una
primera manifestación en esta exaltación sin límites de la señora amada. La
palabra se pone al servicio, valga la redundancia, del propio servicio feudal.
El señor tiene un poder prácticamente ilimitado sobre el vasallo,
incluso si se quiere arbitrario, totalizador, absoluto, no sujeto a res-
/ nen tan comprida de tod’outro ben!”; I, 118: “E a que Deus fez melhor parecer, / mia
senhor est, e senhor das que vi, / de mui bon preço e de mui bon sen, / per boa fe, e de
tod’outro ben / de quant’eu nunca d’outra don’oí”; I, 127: “Vi una dona melhor parecer
/ de quantas outras eno mundo vi”; I, 129: “U a podia eu mui ben veer, / e u a vi mui
melhor parecer / de quantas donas vi nen veerei!”; I, 131: “Senhor, que Deus mui melhor
parecer / fez de quantas outras donas eu vi”; I, 133: “Sab’oge Deus e sancta Maria, / que
a fezeron melhor parecer / de quantas donas vi e mais valer / en todo ben; e ben veeria”; I,
150: “Que vos parecedes melhor / de quantas eu vi, mia senhor”; I, 152: “Por aquel Deus
que vus feze nacer / e mui melhor das outras parecer / donas que el en este mundo fez, /
e mui mansa e de mui melhor prez”; I, 157: “Nostro Senhor, que mi-a min faz amar / a
melhor dona de quantas el fez, / e mais fremosa e de melhor prez, / e a que fez mais fre-
moso falar”; I, 179: “Por Deus Senhor, que vos tanto ben fez / que vus fezo parecer e falar
/ melhor, senhor, e melhor semelhar / das outras donas, e de melhor prez”; I, 186: “Por
Deus vus quero rogar, mia senhor, / que vus fezo de quantas donas fez / a mais fremosa,
nen de melhor prez: / pois todo ben entendedes, senhor”; I, 244: “Deus, que lhe mui bon
parecer foi dar (…) Nostro Senhor que lhe deu mui bon prez, / melhor de quantas outras
donas vi / viver no mund’; e, de pran, est assi: / Deus que lh’a ela tod’este ben fez”.
72 Ibidem, I, 41: “Por ben-prez e por ben-falar, / por bon-sen e per parecer”; I, 88: “Ca
non / vi nunca dona tan ben parecer / nen tan flemoso, nen tan ben falar”; I, 101: “Ay, mia
senhor e meu lum’ e meu ben, / per boa fe, verdade vus direi”; I, 107: “Tanto a vi fremoso
parecer / e fremoso falar que sol mester”; I, 140: “Tan mansa vus quis Deus Senhor fazer
/ e tan fremosa, e tan ben falar”; I, 141: “Cuidando en quanto vus Deus fez de ben / en
parecer e en mui ben falar”; I, 161: “Tanto a vi fremoso parecer, / e falar mans’, e fremos’
e tan ben, / e de tan bon prez, e tan de bon sen / que nunca d’ela mal cuidei prender”; I,
252: “Ca desejos non ei eu de perder / da mansedume e do bon parecer / e da bondade,
se eu ben fazer”; I, 254: “Por quan mansa e por quan de bon prez / e por quan aposto vus
fez falar”; I, 364: “Per boa fe, fremosa mia senhor, / sei eu ca mais fremoso parecer / vus
fez Deus, e mais fremoso falar / de quantas outras donas quis fazer. / E al vus fez que vus
ora direi: / fez-vus mais mansa e de mui melhor / doair’ e melhor talhada seer”.
73 Ibidem, I, 431.
74 Ibidem, I, 21.
75 Ibidem, I, 93: “Por que digo que sodes a melhor / dona do mund’; e verdade direi”.
500 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
84 Ibidem, I, 68.
85 Ibidem, I, 131.
86 Partida 4, 25, 1, para el concepto de naturaleza. Se enumeran, a renglón seguido,
diez tipos o modos de naturaleza, de las que destacamos las dos primeras: “La primera, e
la mejor, es la que han los omes a su señor natural por que tan bien ellos, como aquellos
de cuyo linaje descienden, nascieron e fueron raygados, e son en la tierra onde es el Se-
ñor. La segunda es la que auiene por vasallaje”, en Partida 4, 24, 2.
502 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
93 Ibidem, I, 256: “Estas manhas, segundo é meu sen, / que o mar á, á el rei. E por en
/ se semelhan, que’-no ben entender”.
94 Ibidem, I, 64: “Mais direi-vus por que o leixei: / por amor que mi-o non quis con-
sentir. / E pois amor non me leixa partir / da mia senhor, nen d’aqueste logar, / quen me
quiser’, venha m’aquí buscar”.
95 Ibidem, I, 171.
96 Ibidem, I, 284.
506 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
97 Ibidem, I, 362.
98 Véase Grassotti, H., Las instituciones feudo-vasalláticas en León y Castilla, cit.,
nota 44, t. I, pp. 33 y ss. Vasallos serán los que reciban prestimonios no gratuitos, laicos o
eclesiásticos, los súbditos o naturales del rey, algunos concejos de realengo o sus habitan-
tes, los moradores de ciudades y villas de señorío laico y eclesiástico, así como las gentes
de condición inferior en situación de dependencia dominical. Para la voz “vassallus” o
“vassus”, véase Du Cange, D., Glossarium Mediae et Infimae Latinitatis, París, Niort, L.
Favre, 1887, t. VIII, pp. 249-252; Rodón Minué, E., op. cit., nota 68, p. 254; Santa Rosa
de Viterbo, J., op. cit., nota 68, t. II, pp. 625 y 626; Niermeyer, J. F., op. cit., nota 68, pp.
DE AMOR Y DE FEUDOS: LECTURA JURÍDICA 507
1.061-1.064; Alonso, M., Diccionario medieval español, cit., nota 68, t. II, p. 1.616, y
Léxico hispánico primitivo, cit., nota 68, pp. 642 y 643.
99 Partida 4, 25, 1: “Señor es llamado propriamente aquel que a mandamiento e po-
derio sobre todos aquellos que biuen en su tierra… E vassallos son aquellos que reciben
honrra o bien fecho de los señores assi como caualleria, o tierra, o dineros por seruicio
señalado que les ayan de fazer”. Citamos por la edición anastática del Boletín Oficial del
Estado, Madrid, 1976.
100 Solamente en un pasaje se habla de “cavaleiro” para indicar esa diferenciación, en
Cancionero, cit., nota 24, I, 317. Fuera de ese ejemplo no hay alusiones a la vida anterior
del enamorado, ya vasallo con plenos efectos y con cancelación de la vida anterior.
508 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
101 Cancionero, cit., nota 24, I, p. 6. Otras, escasas, referencias a vasallo, en ibidem, I,
342: “Ora faz a min mia senhor, / como senhor pode fazer / a vassalo, que defender / non
se pode, nen á u lh’ir”; I, 402: “E a min faz og’ el mayor pesar / de quantos outros seus
vassalos son”; I, 428: “D’eu por vassalo, e vos por senhor”.
102 Cfr. Grassotti, H., Las instituciones feudo-vasalláticas en León y Castilla, cit., nota
44, t. I, p. 66: “A diferencia de lo que ocurría en la Europa feudal donde el término homo
se jerarquizó despaciosamente y llegó a significar vasallo —hacia el siglo XIII homines
se llamó por antonomasia a quienes habían prestado el homenaje vasallático— en León
y Castilla el vocablo no sufrió el mismo proceso ascensional”. En Cataluña, por ejemplo,
era sinónimo de vasallo, pero si este término implicaba necesaria e implícitamente la
dependencia para con un señor, la voz “homo” se acompañaba de una construcción: “esse
homo alicuius”, ser hombre de alguien. Cfr. Rodón Binué, E., op. cit., nota 68, pp. 138-
141. Además de las que se citan adelante, referencias a hombre como sinónimo de ser-
vidor en Cancionero, cit., nota 24, I, 42: “Voss’om’ en tal cuita viver”; I, 45: “Com’om’
a que, senhor, non val”; I, 49: “Nen outr’ome que tal senhor amar”; I, 52: “En guarirdes
voss’ome que matades”; I, 58: “E se me quiserdes guardar / de morte, guardaredes i
/ voss’ome, se guardardes mi”; I, 187: “Nunc’assi ome de senhor / esteve com og’eu
estou”; I, 303: “Mais ambos i paredes o melhor, / ca pois omen ben serv’a bon senhor,
/ bon galardon debe d’ess’a levar”; I, 363: “Que m’eu por en non possa creer / sempre
voss’omen’e al non”; I, 396: “Venho-vus rogar / por un meu omen que non quer servir”;
I, 398: “Pois boas donas son desamparadas / e nulho omen no’-nas quer defender”; I, 445:
“E vosso fui, senhor, des que vus vi; / e fora mias, se non morress’ assi”.
DE AMOR Y DE FEUDOS: LECTURA JURÍDICA 509
…E por én,
Un vassalo soo que á,
De pran, de morte perde-l-á
Por esta cuita en que me ten.112
García-Gallo, A., Manual de historia del derecho español. I. El origen y la evolución del
derecho, 8a. ed., 10a. reimp., Madrid, AGESA, 1984, pp. 599 y 600: “Cuando esto ocu-
rre, y ante la posibilidad de que los distintos señores tengan intereses encontrados y todos
ellos reclamen al vasallo su ayuda, se llega a distinguir dos clases de homenaje. Uno de
ellos es integrum o solidum, pleno, y cualquier otro es planum, llano, simple. Por el pri-
mero el vasallo se convierte, según se dice en Cataluña, en homo solidus et alecris (del
latín alacer, alicer, alegre, pronto, dispuesto) u homen soliu et alegre, hombre completo
y dispuesto —fuera de España se le llama ligio (del alemán ledig, libre de otro lazo)—,
y en realidad lo es, pues sirve al señor contra todos los hombres, mientras que el vasallo
simple exceptúa de su servicio el actuar contra su senior solidus”.
116 Cancionero, cit., nota 24, I, 126.
117 Ibidem, I, 187.
118 Ibidem, I, 444. También en I, 290: “E non me val i preito nen menage, / e ides-vus
e me desamparades, / desampare vos Deus, a que o eu digo”. Sobre el pleito-homenaje,
véase Grassotti, H., Las instituciones feudo-vasalláticas en León y Castilla, cit., nota 44,
t. I, pp. 216 y ss.
DE AMOR Y DE FEUDOS: LECTURA JURÍDICA 513
guardados faze cada uno lo que deue e cresce e dura el amor verdadero entre ellos. Otros
debdos y ha de muchas maneras entre los vassallos e los Señores, que son tenudos de
guardar los unos a los otros, en tiempo de guerra e de paz e de que diximos en la segunda
partida deste libro, en las leyes que fablan en esta razon”.
125 Las referencias a la buena fe tanto del señor como, sobre todo, del vasallo, son nu-
merosísimas, en Cancionero, cit., nota 24, t. I, 2, 4, 7, 10, 11, 12, 24, 52, 74, 85, 87, 94,
101, 115, entre otras.
126 Presentada en sentido negativo, en ibidem, I, 9: “E creo que fará mal-sen / quen
nunca gran fiuz’ouver’ / en mesura d’outra molher”.
127 Ibidem, I, 304: “Pero quero m’esforçar / con sen e con lealdade / d’amar e seer
leal”; I, 307: “Porque sol dizer a gente / do que ama lealmente”; I, 313: “E ben me pode
516 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
chamar desleal / de querer eu, nen por ben nen por mal / viver com’ora sen ela vivi”; I,
352: “A quen Deus quisesse o poder dar / de lhi fogir, muit’estaria ben, / ca de mil coitas,
en que omen ten, / se guardaria, d’aquel desleal / ond’omen non poder aver ergo mal”.
128 Ibidem, I, 275. “Todos dizen que filh’outra senhor, / e que me punhe ben de me
quitar / de vos amar, pois non ei voss’amor”; I, 276: “Enquant’ eu vivo for’, / non quer’
outra senhor filhar / se non vos, se vos non pesar”; I, 309: “Mais lo poder ja non é meu: /
ca o dem’ agora d’amor / me fez filhar outra senhor”.
129 Reclamada y predicada de ambas partes, en ibidem, I, 9, 31, 117, 230, 250, 254,
307, 313, 325, 365, 383, 387, 434, 445. Para Carolina Michaelis de Vasconcelos, en
“Glossario do Cancioneiro da Ajuda”, Revista Lusitana, vol. XXIII, núms. 1-4, 1920, p.
55, “Mesura” se identifica con comedimiento, moderación, justa medida, cortesía o ma-
neras palaciegas, cualidades reclamadas y reclamables de ambas partes intervinientes.
130 Ibidem, I, 6: “Mais vos en preito sodes en”; I, 10: “Per meu preito mal embaraza-
do”; I, 63: “En me de seu preito e de si quitar”; I, 210: “Pois me levo, sol non é en preito”;
I, 291: “Preito me trage de me fazer ben”; I, 367: “Mais Deus, que preito tan desaguisado
/ de poderdes vos teer negado / tan muito ben como vus quis Deus dar”.
131 Premio en el sentido de valor, mérito, gloria, buenas cualidades, en ibidem, I, 11,
85, 86, 232, 255, 257, 269.
132 Es la lógica que se impone: el buen vasallo recibe del buen señor buen galardón, en
ibidem, I, 303: “Ca pois omen ben serv’ a bon senhor, / bon galardon deve d’ess’ a levar”;
I, 307: “Porque sol dizer a gente / do que ama lealmente: / se s’én non quer enfadar, / na
cima gualardon prende”.
133 Ibidem, I, 254: “Por mercê é que vus venho pedir / e porque soo vosso, e porque non
/ cato por al, nen seria razon”.
134 Ejemplos múltiples en ibidem, I, 3: “Ben-no creede, mais por vus buscar / muito
serviç’enquant’eu vivo for”; I, 37: “E sempre serviç’e amor”; I, 65: “Pola veer moiro e
pola servir”; I, 71: “Que meu serviço non me quer”; I, 83: “Pois contra vos non me val,
mia senhor, / de vus servir, nen de vus querer ben”; I, 95: “Que seu serviço non lhe quer /
per nulha guisa gradecer”; I, 121: “Senhor fremosa, que sempre servi”; I, 137: “Nunca fiz
cousa de que me tan ben / achasse come de quanto servi / sempr’una dona , des quando
DE AMOR Y DE FEUDOS: LECTURA JURÍDICA 517
a vi”; I, 204: “Nen quitarei, enquant’eu vivo for’, / de vus servir, senhor, e vus amar”;
I, 232: “Trobei eu tanto, e tanto a servi”; I, 253: “Nen quer que eu seja seu servidor”; I,
254: “E porque soo vosso servidor”; I, 260: “Que m’el dá por mia senhor, que servir”;
I, 268: “Pois se non dol Deus de mi, nen Amor, / nen vos, senhor, que eu sempre servi”;
I, 272: “Senhor fremosa, queria saber / de vos que sempre punhei de servir”; I, 291: “A
mia senhor, que eu mais d’outra ren / desejei sempr’e amei e servi”; I, 307: “Non pe-
sasse meu serviço”; I, 334: “Pois me non val / contra vos serviço, nen al / que vus faça”;
I, 418: “De min podedes vos, senhor, seer servida”; I, 467: “A que eu muito servi”.
135 Ibidem, I, 291: “A mia senhor, que eu mais d’outra ren / desejei sempr’e amei e servi”.
136 Una suerte de consejo universal es el que se busca, pues se pide a los cercanos,
y amigos, a la señora, todo ello para acabar con las dolorosas cuitas de amor, si bien la
señora muchas veces no responde, sumiendo al poeta en una mayor tristeza (otro incum-
plimiento más de sus deberes), en ibidem, I, 10: “Que sen conselho que vos, mia senhor, /
me en este mundo fazedes viver”; I, 24: “Senhor fremosa, fui buscar / conselh’, e non-no
pud’aver”; I, 30: “E pois que lh’esto feit’ouver, / outro conselho á i d’aver”; I, 51: “Mal
conselhado que fui, mia senhor”; I, 52: “Que non acho que / me dê conselho, nen vos
non mi-o dades”; I, 53: “Quen me conselho der’, terrei / que muit’ é bon conselhador”; I,
68: “En gran coita vivo, senhor, / a que me Deus nunca quis dar / conselho”; I, 134: “E
por en non / me sei conselho, nen sei ora ben / se prove d’ir, se non; e meu sen / e meus
conselhos todos aqui son”; I, 154: “Ay eu cativo, que non poderei / prender conselho,
pois sen vos ficar”; I, 253: “Mais eu que me faço conselhador / d’outros, devera pera min
prender / tal conselho”; I, 275: “Este conselho non poss’eu filhar”.
137 Se pide defensa, entre otras cosas, frente a los designios del Amor, en ibidem, I,
80: “Que mi-amostr’ aquel matador / ou que m’ampare d’el melhor”; I, 263: “Ca non me
Deus de vos ben, senhor, / que me pod’amparar de seu avor, / se og’eu sei al por que o
temer”; I, 264: “Pois mi-a min Deus non quis, nen mia senhor, / a que roguei de me d’el
amparar”.
138 Ibidem, I, 29: “Pero lhe nunca mal busquei, / ei lh’ora de buscar perdon, / ca me
quer mal de coraçon”.
139 Peleas incluso contra Dios, a quien se acusa de causar ese mal de amores, en ibi-
dem, I, 146: “E des osmais non pod’ el saber ren / de mia fazenda, se non devinhar’, / pois
el assi quer migo guerrejar”.
518 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
140 Ibidem, I, 160: “A coita que eu prendo, non sei quen atal prenda, / que me faz fazer
sempre dano de mia fazenda”.
141 Ibidem, I, 165: “E tenho que faço dereit’ e sen / en querer mal quen vus quer mal e
ben”.
142 Como hace Pero da Ponte, en ibidem, I, 288: “E o dia que vos eu vi, / senhor, en
tal ora vus vi / que nunca dormi nada, / nen desejei al nada / se non vosso ben, pois vos
vi!”.
143 Ibidem, I, 68: “Senhor, que assi morrerei, / pois assi é vosso prazer”.
144 El “fazer ben” y su consecuencia, el beneficio, son sinónimos del verbo amar, tanto
para el vasallo como para el señor. El vasallo ha servido bien a la señora amándola; lo que
espera ahora es la misma conducta para con él, el bien hacer es aspiración a ser amado.
Véase Spina, S., “O fazer ben dos cantares trovadorescos”, Revista Brasileira de Filolo-
gia, vol. II, núm. 2, 1956, pp. 179-186.
145 Cancionero, cit., nota 24, I, 361: “Senhor fremosa, / de mi poderosa”.
146 Ibidem, I, 7: “Vos que mi-assi cuitades, mia senhor, / que eu me quite de vus ben
querer, / de pran ¿cuidades que algun poder / ei eu, senhor, de me vus en quitar? / ca vos
por al non o ides fazer. / Mais a verdade vus quer’eu dizer: / este poder nunca mi-o Deu
quis dar”.
147 El señor aprisiona al vasallo, en ibidem, I, 41: “E essa me ten en poder, / e essa est a
mia senhor, / e essa me faz o mayor / ben d’este mundo desejar”; I, 250: “En que me ben
mostrass’ o seu poder”; I, 285: “Sen vos, que me teedes en poder”; I, 296: “Una dona que
me ten en poder”; I, p. 305: “Una dona que quero mui gran bem; / e muit’ á ja que m’en
seu poder ten”; I,306: “Ca senhor ei que me ten en poder”; I, 440: “Nen saben qual coita
mi faz sofrer / esta senhor que me ten en poder”.
148 Ibidem, I, 40: “Ay mia Senhor, se eu non merecesse / a Deus quan muito mal lh’eu
mereci, / d’outra guisa pensara el de mi / ca non que m’en vosso poder metesse. / Mais
soube-lh’eu muito mal merecer / e meteu-m’el en o vosso poder / u eu jamias nunca coita
perdesse”; I, 427: “E mia senhor, mui gran poder vus deu / Deus sobre min”.
149 Ibidem, I, 54: “E Deus, se vus for’ en prazer, / sacade-me de seu poder”.
150 Ibidem, I, 386: “Vos sodes mia morte, e meu mal, e meu ben”.
DE AMOR Y DE FEUDOS: LECTURA JURÍDICA 519
151 Mandado como aviso, anuncio, recado de la señora, pero siempre con ese compo-
nente de ordenación, de coactividad, que deriva de la relación feudal, en ibidem, I, 8: “Ca
ja eu sempre guardar-m’ei / d’aver mais ben do que og’ei, / se por vosso mandado non”;
I, 304: “Ca sempr’eu serei pagado / de quanto s’ela pagar’, / e de fazer seu mandado, /
se m’ela quiser’ mandar”; I, 332: “Digas-me mandado de mia senhor”; I, p. 343: “E mui
longi d’oir vosso mandado”; I, 347: “Poi-la que non fosse nada / por mi é tan alongada /
de min, que non sei mandado / d’ela, nen de mia fazenda”; I, 355: “Nenhun conselho boo
que filhar, / porque non fiz seu mandado enton”; I, 414. “Pois minha senhor me manda”.
152 Ibidem, I, 232: “A boa dona, por que eu trobava”; I, 247: “Que mui grad’ eu querria
fazer / una tal cantiga por mia senhor / qual a devia fazer trobador / que atal senhor fosse
ben querer… Tan muit’avia mester de saber / trobar mui ben quen por atal senhor / trobar
quisesse”; I, 279: “Pero eu vejo aquí trobadores , / senhor e lume d’este olhos meus, / que
troban d’amor por sas senhores / non vej’eu aquí trobador, par Deus”; I, 306: “E porque
m’ora quitei de trobar, / muitos me teen por quite d’amor”; I, 346: “Pero que mia senhor
non quer / que por ela trobe per ren, / nen que lhi diga quan gran ben / lhi quero, vel en
meu cantar”; I, 352: “Ja m’eu quisera leixa de trobar, / se me leixass’ a que mi-o faz fa-
zer”; I, 372: “Muitos teen oje por meu trobar / ca mi-o non faz nulha dona fazer; / e be-no
poder pora si teer”; I, 446: “Muitos me preguntan, per boa fe, / preguntas que non devian
fazer, / que lhes diga por quen trob’, ou qual é”.
520 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
153 Ibidem, I, 446: “Muitos me preguntan, per boa fé, / preguntas que non devian fazer,
/ que lhes diga por que trob’, ou qual é. / E por en ei a todos a dizer / ca non saberan quen
é mia senhor, / per mi, entanto com’eu vivo for’. / En lh’o dizer non seria mia prol; / et
eles, pois, mi-o terrian per mal, / se lh’o dissesse; e des i per fol / me terriam; e digo-lhes
eu al: / ca non saberan quen é mia senhor, / per mi, entanto com’eu vivo for’. / ¿E que an
consigo de mi aficar / que lhes diga, qual é a senhor que ei? / E en al deverian a falar, / que
seria mais sap rol; e direi / ca non saberan quen é mia senhor, / per mí, entando com’eu
vivo for”.
154 Ibidem, I, 447.
155 Ibidem, I, 30, 48, 184, 220, 228, 245, 246, 405, 446, 447.
DE AMOR Y DE FEUDOS: LECTURA JURÍDICA 521
161 Cancionero, cit., nota 24, I, 18: “Agora m’ei eu a partir / de mia senhor, e d’aver
ben / me partirei poi-la non vir”; I, 21: “E pero no direi por quen; / mais per muitas terras
irei / servir outra, se poderei / negar esta que quero ben”; I, 126: “Punhei eu muit’en me
quitar / de vos, fremosa mia senhor”; I, 424: “E quando m’eu da mia senhor parti”.
162 Ibidem, I, 389.
163 Ibidem, I, p. 15: “Ca sempre eu desejei mais d’al / de viver con ela e, mal / que me
pes, a partir-m’ei en”; I, 23: “E se m’ela por Deus mandasse / o que me nunca quis man-
dar / que me non fosse, e que ficasse / ali u ela ouvess’estar”; I, 103: “De que m’eu trist’
e chorado parti / e muit’ anvidos e mui sen sabor, / porque me disse que me partiss’en /
a mia senhor e meu lum’ e meu ben, / mais fremosa das donas que eu vi”; I, 135: “Nos-
tro Senhor, ¿e ora que será / de min, que moiro, porque me parti / de mia senhor mui
fremosa”; I, 174: “Noutro dia, quando m’eu espedi / de mia senhor, e quando mi-ouv’a
ir”; I, 290: “Agora me part’eu mui sen meu grado / de quanto ben oge no mund’avia”;
I, 294: “Veed’, amigos, como m’en parti: / Leixei-lh’a terra, por lhe non fazer / pesar, e
viv’u non posso viver”; I, 357: “Grave dia naceu, senhor, / quen se de vos ouv’a partir,
/ e se teve por devedor / de se a outra terra ir / como m’eu de vos partirei. / Ora quando
m’alongarei / de vos, viverei sen sabor”; I, 360: “Vedes, senhor, u m’eu parti / de vos, e
vus despois non vi, / ali tenh’eu o coraçon”; I, 391. “Con gran coita de vos direi-vo’-lo
DE AMOR Y DE FEUDOS: LECTURA JURÍDICA 523
que farei: / leixar quer’ a terra u vos sodes, senhor… E se me Deus quisess’oir, alá mo-
rrerei”; I, 397: “Cuidava-m’eu, quando non entendia / que mal-sen era de vus ben querer,
/ senhor fremosa, que m’en partiria… pero non me part’en”.
164 Ibidem, I, 28.
165 Ibidem, I, 61: “Ca eu, ¿como vus fogirei, / pois estes, de que tal med’ei, / me non
leixan de vos partir? / E pois m’alhur non leixan ir, / estar-lhis-ei mentr’eu poder”.
166 Ibidem, I, 70: “Ir-vus queredes, mia senhor, / e fiqu’end’eu con gran pesar… E
rogu’eu a Nostro Señor / que, se vos vus fordes d’aquen, / que me dê mia morte por en, /
ca muito me será mester”; I, 199: “E pois me queria desemparar, / quando a vi, mandasse
me partir / logo de si¡ e mandasse-m’end ir”
167 Ibidem, I, 73: “Ora veg’eu que me non fará ben / a mia senhor, pois me mandou
dizer / que me partisse de a ben querer”.
168 Ibidem, I, 280.
169 Ibidem, I, 68.
524 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
cialmente, pp. 147 y ss., para la obra alfonsina, donde acaba cuajando una idea de traición
como violación de la lealtad debida al monarca (sobre todo, en Espéculo y Partidas).
174 Cancionero, cit., nota 24, I, 158.
175 Ibidem, I, 248.
526 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
529
530 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
como se supone, sino que nos rodea a cada paso que damos. Al mismo
tiempo, la imagen juega un rol decisivo en aquellas sociedades donde la
escritura es patrimonio de unos pocos y el reconocimiento de las normas
básicas de convivencia solamente se puede producir por medio de imáge-
nes que todo el mundo comprende, entiende e interioriza. La iconografía
jurídica desempeña una misión didáctica y educativa.
El derecho es también una estética, puede llegar a ser goce o placer
visual, recreación de la visión y de los otros sentidos con afán comunica-
tivo, que se sirve de lo percibido por ese medio para ilustrar, ilustrarse e
ilustrarnos. ¿No hablamos de una “jurisprudencia elegante” para desig-
nar a la escuela holandesa del siglo XVII? ¿No es la elegancia virtud es-
tética predicada del derecho? ¿Puede ser elegante el derecho? ¿Puede ser
bello, feo, indiferente? ¿Posee el derecho la capacidad de conmocionar y
conmocionarnos por medio de la simple contemplación de sus imágenes?
¿Tiene el derecho una indiscutible dimensión plena de esteticismo?1 La
manifestación de ese derecho como obra artística, al servicio del poder
establecido, se puede percibir en numerosos ejemplos, a medio camino
entre la educación y la coacción, que van desde la escultura medieval,
que magnifica a Dios como centro del universo, hasta la pintura cortesana
de la Edad Moderna, compendio mudo de reglas, juegos de influencias,
intereses, prerrogativas, protocolos, exaltaciones y casi divinizaciones, o
las sátiras de Honoré Daumier de todas y cada una de las profesiones ju-
rídicas, pasando por las condecoraciones, los emblemas y los escudos, a
modo de compendios de derecho (y de derechos) portátiles.
La contemplación de esas obras de arte, además del goce estético pri-
mero que conlleva, trae aparejada y exige al investigador una segunda
lectura interpretativa que vaya más allá de las solas imágenes y llegue al
sentido profundo, querido o no por el autor. Si esa lectura se hace en clave
jurídica, nos permite una cumplida interpretación de la idea de derecho
que se manejaba y de sus efectos, negativos o positivos, una lectura de
todo aquello que de ese derecho se desprendía. El orden jurídico se repre-
sentaba para ilustrarse a sí mismo y para ilustrar a sus potenciales desti-
natarios sobre los efectos, con el convencimiento de que debían seguirlo
o debían evitarlo, de acuerdo con la perspectiva adoptada por el autor.
2 Véase Fehr, Hans, Kunst und Recht (I. Das Recht im Bilde. II. Das Recht in der
Dichtung. III. Die Dichtung im Recht), Berna, Rentsch, Francke, 1931.
3 Sbriccoli, Mario, “La benda della Giustizia. Iconografia, diritto e leggi penali dal
medioevo all’età moderna”, en AA. VV., Ordo Iuris. Storia e forme dell’esperienza giu-
ridica, Milán, Giuffrè, 2003, pp. 41-95.
DE METÁFORAS Y DE DERECHOS 533
aparato institucional. Esa ley es la verdad, o más bien, ésta halla su punto
de apoyo en el mundo jurídico. La ley es, como se dice ahora en p. 47,
no sólo un medio del poder, sino también una técnica del poder mismo.
Así, el elemento legal es el que pasa a ocupar un lugar central dentro del
elenco de instrumentos empleados por el poder, sin que ningún otro sea
capaz de hacerle sombra.
El paroxismo de esta concepción sacral del orden legal llega con la
época de las revoluciones (VI, pp. 51-67): el gran sello de los Estados
Unidos (ilustración de la p. 52) muestra eso ojo (de una ley especial: la
constitución), compendio de las antiguas tradiciones referidas, que pre-
side el nuevo orden secular del gobierno y del poder. La vida de la ley,
bajo la forma propiamente de ley o de constitución, es la vida de un
personaje de primer orden en el nivel jurídico e institucional, sin ningún
tipo de restricción, ni competencia capaz de ocultar su dimensión axial
en la construcción de un nuevo orden, perfeccionador del anterior como en
el caso norteamericano, o superador y destructor del mismo para la in-
mediata edificación de uno nuevo, como en el modelo francés. Es, sobre
todo, la Francia revolucionaria la que lleva el culto a la ley a su más alta
consideración. Si esa ley es el poder por excelencia o la expresión del
poder por antonomasia (la nación o el pueblo), lógico es que se produzca
un nuevo transvase de las insignias de aquél hacia el nuevo titular de esa
potestad: el ojo de la ley hace su aparición. La antigua trinidad católica
es sustituida por esa nueva trinidad de los tiempos laicos que tocan vivir.
El pueblo-nación (dividido, a su vez, en tres estamentos), el rey y la ley
forman esa tríada mágica sobre la que se sustenta el edificio político,
arquitectónicamente dependiente del poder de la ley (así, la viñeta de la
Asamblea Constituyente de 1791, en p. 53, refleja a esos tres personajes).
El ojo asoma en la Convención, como eje de lo público, acompañado de
los símbolos republicanos, subordinado a ellos (ilustración en p. 54). Ya
no hay ojo de Dios u ojo de rey, sino que la función de vigilancia ahora
está encomendada a la ley. La época del Terror lleva a su máxima expre-
sión este ideario (acción, pureza, vigilancia; eso es el Comité de Salud
Pública, en ilustración de la p. 56, con un ojo que auxilia en esos tres
cometidos). Monedas, panfletos, textos, dibujos, cuadros con los sím-
bolos de la revolución y sus inspiradores, el ojo de la ley provoca una
maximización de los esfuerzos conducentes a reemplazar a los antiguos
dioses políticos por uno nuevo. El resultado es, paradójicamente, una
DE METÁFORAS Y DE DERECHOS 543
nueva divinización, esta vez de la ley (p. 59), empleada en una triple
dirección: la ley es el nuevo poder que reemplaza a la monarquía; es el
pastor que protege al pueblo-nación contra los excesos que pudieran pro-
ceder del aparato administrativo de la monarquía; y es el medio perfecto,
la voz, que va a llevar a la práctica el ideario codificador, puesto que su
generalidad y abstracción le permite pasar por encima de lo particular,
de lo local, de lo privilegiado, caracteres todos ellos del Antiguo Régi-
men abolido (p. 59). Pero esa función no es exclusivamente de control
y límite, de garantía y defensa. Hay más: en el diseño constitucional, la
ley (y su ojo) adquieren una decisiva dimensión en el sentido de conver-
tirse en los instrumentos precisos por medio de los cuales se desarrolla
el catálogo de los derechos y de las libertades del pueblo-nación, la to-
talidad de derechos del ciudadano, derechos fundamentales o libertades
asimismo fundamentales, que solamente se pueden materializar a través
de una ley que fije sus precisos contornos. El legislativo es, por tanto,
parte esencial en la construcción de ese modelo de Estado decimonóni-
co. El reparto de los papeles es claro: la ley es la bondad, la libertad en
todas sus manifestaciones. En cambio, el lobo que ataca lo más valioso
es el aparato monárquico, el nuevo poder ejecutivo que es el resultado
de una monarquía pasada por el tamiz de las nuevas constituciones y de
las limitaciones allí obrantes (p. 63). Actúa como poder que personifica
la voluntad popular, como frontera a los abusos del poder, como garante
último de la unidad (p. 64). El Estado mismo acaba siendo representado
como un ojo (ilustración de Ledoux, en p. 65, que muestra un boceto de
un teatro de la Revolución, con un globo ocular en el que se refleja un
parlamento; es la ilustración también de la portada). Ese ojo es el ojo de
la ley, ojo donde todo está contenido, por lo menos, en lo que respecta a la
organización del poder. Esa idea de omnipotencia y omnisciencia que se
predica del ojo y que de ahí pasa a la ley, tiene su reflejo, por ejemplo, en
el diseño que hace Bentham, de su modélica prisión (el panóptico), cuya
razón de ser última es precisamente la que proporciona la etimología
de la palabra, esa visión de todo, la construcción de un edificio de vigi-
lancia cuyo fundamento sea la posibilidad de ser un ojo casi divino que
controle la totalidad de la vida de los reclusos, en donde ya no hay lugar
para la intimidad. La línea inaugurada por Bentham ha sido estudiada
por Foucault, novelada por Huxley u Orwell, plasmada en la práctica
con cámaras en las calles, satélites, sistemas electrónicos que permiten
544 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
saber todo cuanto hacemos. El ojo sigue existiendo, ¿es ahora el Estado
quien vigila sin ningún tipo de restricción?, ¿es ahora la vigilancia más
agresiva que antaño, más plena de riesgos contra derechos y libertades?,
¿el ojo de la ley ha sido ya capaz de proceder a cegar cualquier otra forma
de visión que no sea la estatal?, ¿qué hay de los ojos particulares a los
que esa ley antaño protegía? Ya no aparece como ese ojo tutor del poe-
ma de Schiller, que no era sino manifestación de una ley actuante como
defensora del orden y de la tranquilidad, de la paz burguesa conseguida
tras encauzar las riadas revolucionarias. La paz de los ciudadanos era la
primera de las obligaciones y cuidados del Estado, pero también aquellos
debían ser respetuosos con la ley como expresión de ese orden y de esa
tranquilidad. Nada hay fuera de ese esquema. El papel del ciudadano es
la obediencia; el del Estado también. Sin interferencias. Sin reformas.
Sin juegos al margen de los esquemas que fija el orden jurídico, al que se
quiere dar una suerte de eternidad. Como sucedía con Dios.
Finalmente, el ojo desaparece y la metáfora acaba falleciendo (VII, pp.
67-72): en el siglo XIX vemos presente el ojo, pero alejado de la simbo-
logía jurídica de antaño. Ciertamente la desaparición no es inocente. La
ley ha dejado de ser ese mito, ese ojo que todo lo controlaba, todo lo veía
y todo lo regulaba. La moderna sociedad es más rápida que la lenta le-
gislación producida. Ello ha provocado un vaciamiento del contenido de
la ley que es resultado de ese dinamismo incesante en el que vivimos. El
derecho va detrás de la sociedad y ésta impone muchas veces sus pecu-
liares puntos de vista, de suerte tal que la capacidad de transformación de
lo jurídico ha dado paso a una cierta capacidad dirigida eminentemente a
la conservación de lo establecido. El derecho simplemente consolida lo
que la sociedad ha demando, probado y sentenciado. La crisis del sistema
parlamentario, del papel mismo del legislativo, la vulgarización de sus
actuaciones (el compromiso de todos los días, atrapado por la más pro-
funda de todas las mediocridades, dice expresivamente el A. en p. 69),
entre otros factores, han provocado que ese ojo de la ley se haya cerrado,
a lo que se suma, sobre todo, la ceguera para cuestiones jurídicas que
supusieron las dictaduras del siglo XX (ellas mismas responsables de un
intento de revitalizar la metáfora), ciegas a toda exigencia de legislación
y de justicia, y, al mismo tiempo, responsables ellas mismas de que la jus-
ticia y la ley, como valores materiales y no simples recipientes formales,
fuesen cegadas. Ruptura de la igualdad, ruptura del pensamiento plural,
DE METÁFORAS Y DE DERECHOS 545
547
548 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
que valore, que enjuicie esos hechos en su contexto histórico y que trate
de desentrañarlos en su proyección presente.2
Pero ello requiere unos presupuestos de partida y una serie de pregun-
tas con las que golpear nuestras conciencias: ¿es el derecho solamente
norma o normas?, ¿es el derecho exclusivamente un conjunto de textos
con una intensidad obligatoria variable?, ¿el conocimiento del derecho se
produce por el manejo único de escritos donde se recogen aquéllas?, ¿pue-
de conocerse el derecho, históricamente hablando, sin necesidad del dere-
cho mismo, sin acudir a las fuentes jurídicas?, ¿es posible reconstruir un
sistema desde fuera del sistema mismo? De preguntas parecidas arranca el
atractivo (y polémico) punto de partida que propone la profesora Fögen,
directora del prestigioso Instituto Max Planck para la Historia del Dere-
cho Europeo de Frankfurt am Main, para el acceso completo a la Historia
del derecho romano,3 no mediante textos, juristas, compilaciones, normas,
leyes, rescriptos, respuestas, senadoconsultos, edictos pretorios y demás
categorías conocidas, ni tampoco manualística o literatura especializada,
sino a partir de las “historias”, esto es, de ciertas ficciones que sirven de
excusa para reclamar y examinar el lado más fantasioso del ser humano y,
al mismo tiempo, su lado más puro, más descarnado, más tremendamen-
te vital, poderoso y fuerte. La leyenda, el mito, lo históricamente creído
antes que lo empíricamente verificado, constituyen el arranque de este
trabajo que ha sido recibido con cierto escepticismo, notoria crítica e in-
dudable asombro dentro de la más clásica romanística, aun reconociendo
sus indudables méritos,4 debido a lo revolucionario de sus planteamientos
y a lo osado de su método de trabajo, al colocar en el mismo plano el mito
y el logos, lo pasado y lo presente, el derecho romano y la actualidad, lo
jurídico y lo artístico, realidades que en principio parecen incompatibles,
lejanas, distantes, diversas. Se parte de la leyenda, de las creencias antes
que de las ideas, pero con la finalidad de explicar las segundas mediante
las primeras. Creencias que no son simples errores, exageraciones, distor-
2 Véase Petit, C., “El romano de Pompeyo o hic sunt leones”, Anuario de Historia
del Derecho Español, núm. 69, 1990, pp. 563-606.
3 El libro que comentamos es la versión italiana del original alemán publicado bajo el
título Römische Rechtsgeschichten. Über Ursprung und Evolution eines sozialen System,
Gotinga, Vandenhoeck & Ruprecht, 2002 y en segunda edición en 2003.
4 Así, Jakobs, H. H. en su reseña crítica a la original versión alemana de esta obra, en
la Zeitschrift der Savigny-Stiftung für Rechtsgeschichte. Romanistische Abteilung, núm.
120, 2003, pp. 200-209.
550 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
siones o mentiras, sino que son guías que conducen hasta lo más profundo
del ser humano. Ya lo afirmaba en su momento J. L. Borges, al preferir
siempre lo simbólico a lo realmente existente, lo poéticamente configu-
rado a lo materialmente constatable, porque los símbolos son en ocasio-
nes las formas más puras de plasmar la realidad y de llegar a su esencia
misma: representar la realidad por medio de signos que la ocultan, pero,
a su vez, la advierten. Sueños, palabras y letras, representaciones, imáge-
nes, figuraciones, ensoñaciones de los hombres, traducidos en mitología
plural, son lecturas de la realidad misma que acogen en su seno la verdad
más íntima, que ha de ser glosada con el microscopio y las lentes de un
científico empeñado en desentrañar la verdad. El punto de partida son le-
yendas, con base en la historiografía romana, cinco “historias” varias que
conducen a una sola Historia oficial.
Porque lo que el curioso lector encontrará es una singular aproxima-
ción al mundo del derecho romano, tal y como el propio título lo define,
sin que pueda conducir a errores o equívocos. No es una sola Historia,
uniforme y unidireccional, con mayúsculas, sino varias “historias”, que
confluyen en esa Roma, en la que acaban desembocando todos los cami-
nos. No se centra en el derecho romano como algo estático, como algo
dado y recibido, sino en el proceso de formación del mismo, en su naci-
miento y evolución, en su dinamismo, en su cambio. No es solamente el
derecho en abstracto, la sucesión de normas, su interpretación o su glo-
sa, sino algo más profundo: el desarrollo del mismo orden jurídico como
punto de partida para la conformación de todo un sistema social, en el
cual el derecho tiene un papel decisivo y determinante, pero no único. Así
ese sistema jurídico, social, político y económico pasa a ser contemplado
desde la óptica peculiar de su evolución y desde el marco genérico de las
mutaciones que en el conjunto social el derecho va introduciendo, sancio-
nando, imponiendo o ratificando. La conexión continua entre el derecho
y la sociedad es perfectamente visible y la interacción de ambos campos
que se transmiten modelos y experiencias. Así visto, el título nos remite
a derecho romano y no al derecho romano, a un derecho en su globali-
dad, en su capacidad para penetrar hasta lo más recóndito del entramado
constituido, con una permeabilidad absoluta. Esto sucede así porque la
identificación entre Roma y su derecho es total. La comunidad política
romana va unida indisolublemente a la idea del derecho y no hay otro
pueblo que haya vivido su realidad jurídica de una manera más plena,
PORQUE UNA IMAGEN VALE MÁS QUE MIL PALABRAS 551
centrales del libro, números 2-8, con el singular ejemplo del laúd del ar-
chiduque Fernando del Tirol, labrado por Girolamo de Virchi en la ciudad
de Brescia el año 1574). Lucrecia, dice la profesora Fögen en p. 51, debía
sufrir la violencia sexual y morir de muerte trágica porque solamente así
podía tener comienzo el nuevo sistema político. Es un sacrificio expurga-
torio que sirve para purificar el sistema mismo y darle un nuevo sentido,
un nuevo origen, una nueva fundamentación. Se limpia toda corrupción
y toda suciedad para que amanezca la nueva realidad política impoluta. A
la República sucia, viciada, corresponde la nueva República libre de todo
pecado, de todo mal, de toda corrupción. En el instante preciso que sucede
a la expulsión de los reyes y tras la auto-inmolación femenina, matriarcal,
la nueva República, acaso para superar la debilidad de antaño, adopta de
inmediato la forma patriarcal, masculina, con dos hombres, los cónsules,
Bruto y Colatino, y un carácter electivo que permite superar los riesgos
de las transmisiones hereditarias de virtudes y de vicios y la consecuente
degeneración del poder, con rechazo para todo lo que signifique la monar-
quía (incluso el nombre mismo es eliminado de la vida política romana).
El episodio de los hijos de Bruto, uno de esos cónsules primeros, cam-
peón de la libertad, que pactan con el antiguo rey etrusco para asesinar
a su padre con ánimo de restablecer la monarquía y que son castigados
con la muerte por tal intento de manchar de nuevo la República limpia
de pecado, sanciona la eclosión definitiva del nuevo espíritu republicano:
el sistema ya no es paternalístico, puesto que el propio cónsul permite el
castigo de sus vástagos; es ahora una República igualitaria y fraterna. El
sacrificio de Lucrecia, con todo lo trágico que literaria y artísticamente
representa, habría valido la pena por su significación política futura.
Sentadas las bases políticas sobre fuertes cimientos que desdibujan la
misericordia paterna y de donde arranca un Estado concebido como poder
que no conoce de sentimientos de ninguna clase, salvo los que afectan a su
propia consolidación, defensa y protección, la segunda de las “historias”
nos remite ya al derecho propiamente dicho, al proceso conducente a la
formulación de un derecho de y para Roma, y, concretamente, al episodio
de Virginia y Apio Claudio (Virginia e il decemviro Appio Claudio. Le
origini del diritto, pp. 53-117). Sabido es que en sus orígenes el derecho
romano descansaba sobre esas etéreas costumbres de los antepasados, mo-
res maiorum, sobre las cuales se desarrollaba toda la subsiguiente activi-
dad interpretativa. El carácter sacral de aquellos usos, prácticas y estilos
556 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
para que todo romano pudiese conocerlas no fue suficiente para asegurar
su persistencia, pero en su lugar entró la memoria como mecanismo de
conservación y transmisión subsidiario. El derecho de los hombres ya no
depende de los dioses y son los hombres mismos capaces de colocarlo en
un formato que permita su difusión y conocimiento, su comprensión y dis-
cusión, su debate y enriquecimiento, su cumplimiento por medio de cau-
ces ordinarios (los procesales). La autora se explaya con las reflexiones
acerca de la propia significación de los números de la leyenda (el número
es el nombre, reflexiona en pp. 82 y ss.): las leyes no personalizadas, con
el nombre del promotor como era práctica común, sino remitidas a una
comisión colectiva, en cierto punto anónima, doce tablas, diez hombres
poderosos que las escriben, raíces pitagóricas de todo este empleo y tam-
bién bíblicas, el número cuaternario (reflejos en el arte moderno de esta fi-
guración, pero también en el antiguo, láminas centrales, números 9-11), la
conexión entre los números y la música, evocaciones literarias de Virginia
con el Roman de la Rose, Boccaccio y Chaucer a la cabeza, hasta piezas
teatrales de los siglos XVIII y XIX. El derecho es finalmente la palabra,
una vez que ha reemplazado al número.
Pero, al lado de todo ese proceso de escritura del derecho, hay otro
acontecimiento decisivo y es el que viene proporcionado por la propia
conducta de Apio Claudio: para que se produjese el nacimiento pleno del
derecho, de ese derecho que se había escrito, se exigía como complemento
lógico el no derecho, la injusticia y la arbitrariedad, siendo Apio Claudio
quien desarrolla esta faceta anti-jurídica precisamente para la consolida-
ción de todo lo jurídico, para afirmar el valor del derecho mismo frente
a aquellos territorios limítrofes donde no existe ese derecho, donde es
violado o ignorado. Dice así la profesora Fögen, en p. 99, que en Apio
Claudio los romanos han representado el entero y largo acto de naci-
miento del sistema jurídico, con todo tipo de detalles y de precisiones: la
comunicación compuesta de información, con la escritura del derecho,
la transmisión de ese derecho por medio del proceso y su comprensión,
a través del debate, el público y la discusión, y, sobre todo, el recurso últi-
mo del que precisa el derecho para su existencia, que es el no derecho, para
su afirmación y para darle todo su sentido. Ese Apio Claudio es el mons-
truo cuyo único camino era la iniquidad. Frente a ello, el derecho romano
emana con la fuerza total que impone la ruptura de ese orden arbitrario,
para dotar al sistema social de toda la seguridad y toda la certeza de sus
contenidos.
558 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
No debe olvidarse, como hace la autora en p. 124, que uno de los princi-
pales fines del derecho es precisamente planificar el futuro por medio de
contratos, amenazas de sanciones, o la regla del pacta sunt servanda: el
derecho no puede asumir la totalidad de los riesgos y los acontecimientos
imponderables de la vida, no puede eludir desastres naturales y guerras,
ni garantizar la salud o las relaciones afectivas, pero sí puede tutelar de-
terminadas actitudes y posiciones, dar estabilidad a las mismas. No puede
garantizar la realización de todo lo que el hombre quiere, pero sí aquello
a lo que el hombre se compromete. Con el calendario en sus manos y su
publicidad, no solamente se hizo luz para conocer los días en que se podía
actuar judicialmente; se consiguió además disponer de un futuro estructu-
rado por medio del derecho (p. 125). Pasado, presente y futuro se dan la
mano en la labor de Gneo Flavio.
Pero, además, nuestro escriba procede a la difusión de las fórmulas, de
aquellas palabras, precisas y exactas, que los litigantes, so pena de nuli-
dad, debían pronunciar para el desarrollo normal del proceso, fórmulas
que junto con las interpretaciones y las respuestas eran también custo-
diadas por los pontífices, como depósito general del derecho todo. Ese
secretismo, que se traduce en la propia simbología de las edificaciones
(el templo israelí que custodia el Arca de la Alianza o el edificio donde
se desarrolla la vida del proceso, reproducido mucho tiempo después por
Kafka y Welles, pp. 130-131, historias que muestran un gran paralelismo
con nuestra “historia”: el derecho se publica y luego se procede a su oculta-
ción), obedecía a una razón profunda, cual era evitar que el pueblo litigase
de un modo gratuito, a su sola voluntad y placer, y que el derecho también
controlase aquí el uso indiscriminado que podía hacerse del mismo. Con
la fórmula, se reduce tal situación y se reduce lo jurídico al formalismo
lingüístico: se habla en fórmulas, pero no sobre las fórmulas; se dice el
derecho, no se habla del derecho, como expresamente señala la autora en
p. 135. Con ello, se asumen unas cuotas de publicidad de las que hasta
entonces carecía la vida jurídica.
Las mutaciones no cesan con estas dos actividades anteriores. La Lex
Ogulnia, en el año 300 a. C., eleva a ocho los miembros del colegio ponti-
fical, de los cuales cuatro serán plebeyos, síntoma inequívoco del cambio
social introducido, y del conflicto entre patricios y plebeyos que está en
su base misma: el cambio estructural de la sociedad implica un cambio
radical en el mundo jurídico y un apertura a las clases sociales en lucha.
PORQUE UNA IMAGEN VALE MÁS QUE MIL PALABRAS 561
propio interés), sino que irá directamente a la raíz misma del derecho, a
los juristas en un intento claro de controlar todo el proceso jurídico, desde
la inicial creación normativa hasta su final interpretación decisiva. Los
testimonios de Pomponio, de Gayo y de las Instituciones de Justiniano,
posteriores en el tiempo, pero recopiladores del saber del pasado, respecto
al valor de los pareceres doctrinales, nos conducen a la introducción de
un elemento distorsionador, que ya no tendrá como punto de partida el
saber particular del jurista: es el ius publice respondendi ex auctoritate
Principis, el privilegio de responder públicamente con la misma fuerza
imperial, como si el propio príncipe hubiera dictado la correspondiente
respuesta, una suerte de control de calidad y de autoridad. Ahora prima-
rá la concesión del privilegio imperial como elemento de diferenciación
de los saberes y de jerarquización de los mismos. Medida centralizadora
que pretende romper con la multiplicidad, pero que acaba también con
la riqueza creativa que aquélla implicaba. La antigua autoridad del dere-
cho daba paso a una nueva autoridad política que se proyectaba sobre el
mismo y tenían que entrelazarse por las ventajas que para ambos signi-
ficaba tal medida. Sin perjuicio de ello, el efecto parece ser débil o nulo,
conforme a los testimonios de la obra justinianea, donde los juristas no
comparecen por la autoridad del Príncipe, sino que siguen haciéndolo por
su propia autoridad (pp. 202 y 203): el derecho no oye la llamada del
poder y se estabiliza con arreglo a las formas clásicas. Tardará todavía un
tiempo en consolidarse la nueva realidad con la legislación imperial y el
encuadramiento de los juristas dentro de la burocracia. Esta estación de
término devino inevitable.
De todos modos, en la lectura que elabora la autora, el derecho conti-
núa alimentándose de sí mismo, de textos auto-referenciales que hacen
alusión a ese ars boni et aequi, esa técnica que delimita lo bueno y lo
justo, en el sentido de equitativo. Fuera del discurso jurídico, quedan los
otros campos de la vida, que no se insertan en aquél: el jurista romano
hablará de la relación entre el esclavo y el patrón, hablará de la propie-
dad y de las concesiones en precario a los campesinos, pero no halla-
remos en los mismos una sola referencia a la estructura social, política
o económica, que lo sustenta, ni un solo juicio, ni una sola crítica. Es
un sistema cerrado, operativamente hablando, puesto que se basa en la
distinción entre derecho y no derecho, y autopoyético, pues se produce y
reproduce a sí mismo, casi perpetuamente. Los textos hablan solamente
566 FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
inicia una nueva etapa, ni mejor, ni peor, en la historia de Roma, que im-
plica asimismo un nuevo cambio en la forma de entender, concebir y crear
el derecho. El poder ahora es quien crea, guía, turba, usa, ocupa el mundo
jurídico, se inserta en los deberes del gobierno. Resultado inmediato es la
abundancia normativa que hasta Augusto se había limitado a lo indispen-
sable. No hubo hasta entonces un derecho público romano, propiamen-
te dicho (administrativo, fiscal, de policía), sino solamente un derecho
privado, destinado a resolver conflictos entre particulares. Cambio en la
temática y cambio en la cantidad de ese derecho que ahora comienza a
manar por cauces diferentes a los clásicos y que tiene al emperador al úni-
co protagonista, con todos los demás operadores jurídicos subordinados a
su voluntad. Pero ese nuevo momento, posterior al clásico, queda ya fuera
de las páginas de este magnífico trabajo.
Aquí concluye el recorrido trazado por la profesora Fögen, de un modo
tan atrevido como lleno de matices, sugerencias e ideas nuevas. El dere-
cho se comienza a edificar cuando se conforma un régimen político que se
reputa más justo y virtuoso, en contraposición a los abusos monárquicos.
Las fases subsiguientes han sido delineadas siguiendo el esquema de las
“historias” descritas: la idea de constituir, en primer lugar, un texto escrito
originario (la Ley de las XII Tablas), que es ocultado para evitar su uso
indiscriminado por todo el mundo; la celosa y paulatina separación del
derecho respecto del archivo donde estaba depositado y respecto a otros
campos reguladores asimismo de las relaciones sociales, sobre todo, la
religión; la apertura de ese derecho a la población en el momento mismo
en que se producen profundos cambios sociales del ambiente; la ampliación
de las fuentes sociales y comunicativas, los juristas y sus textos, así como la
formación de especialistas en este nuevo saber; y la final autoalimentación
con textos propios y autorizados por el poder.
Un derecho, el romano, que no tuvo una pretensión totalizadora, sino
que se basó en un escrupuloso respeto de la propiedad privada y de la
libertad del querer, como señaló F. Schutz en su momento, que no incidió
en todas las materias sociales y económicas, sino que las respetó. Libre
de interacciones e influencias laboriosas, que lo pudieran desestabilizar,
habitó ese derecho romano en un lugar seguro respecto de las críticas,
hostilidades y ataques, donde poder nutrirse de casos y textos que el mis-
mo derecho generaba, producía, alimentaba e interpretaba, de forma so-
lipsista, aislada, casi autística (p. 209). Lo que vino después, tanto en el
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Imperio como fuera de él, fueron variaciones sobre esos temas centrales
que la leyenda había creado, que los juristas habían desarrollado y que
los historiadores recogieron en sus crónicas y en sus escritos. Ya no habrá
Roma, pero la idea de Roma subsiste durante todo el Medievo con una
fuerza tremenda. Roma y su derecho estarán presentes en las discusio-
nes medievales todas, desde la lucha entre señorío y soberanía, la pugna
Imperio-Papado, hasta los argumentos de representación política con la
idea de un pacto o contrato social, construido según el modelo del contra-
to consensual romano. Hubo una República romana y un derecho romano;
después, numerosos otros derechos a los que Roma sirvió como Historia
fundacional, en cuanto que tradición, y como base conceptual,1 derecho
que también tendrán sus leyendas y sus “historias” sensacionales e ines-
peradas (hallazgo de manuscritos de la obra justinianea, robo de la littera
fiorentina, pacto entre Federico Barbarroja y los juristas en Roncaglia,
nuevas constituciones de los emperadores medievales, etcétera). Llegar a
ese derecho primigenio puede hacerse de muchas maneras. La profesora
Fögen nos ha guiado por una de ellas, en este paseo por el derecho, la
literatura y el arte, de una forma realmente magistral.
1 Un exquisito y didáctico resumen de esa historia posterior en: Serrano, Paricio, J.,
El legado jurídico de Roma, Madrid, El Faro, 2007.