Está en la página 1de 4

Soltando nuestra carga

Como personas en alguna ocasión de nuestra vida hemos pasado por circunstancias que parecen
pesadillas, es evidente que todos tenemos problemas y no podemos escapar a ellas. Los problemas
no hacen distinción de personas ya sean de avanzada edad, jóvenes, buenas o malas. Las personas
confrontan problemas financieros, familiares, sociales, mentales, físicos y espirituales.

Problemas que se vuelve una carga para nuestra vida.


Muchos se cuestionan y toman el camino fácil de culpar a Dios de todo lo malo que les pasa, pero
acaso ¿Será culpa de Dios?

Veamos la siguiente ilustración:

Estaba una vez una anciana en su silla de ruedas en el porche al frente de su casa, cuando un joven
que andaba de puerta en puerta se le acercó. Cuando se dio cuenta de que éste vendía Biblias con
el fin de pagarse sus estudios universitarios, la anciana maldijo a Dios, le escupió en la cara al joven,
y dijo que le hubiera gustado escupirle a Dios su rostro. Para esta mujer, el culpable de que su vida
se hubiera echado a perder, era Dios. Su condición actual se debía a que, siendo adolescente, ella,
su prometido, y otra pareja viajaban en un auto, el cual, por alguna razón se varó en un cruce de
ferrocarril. En ese momento venía un tren y como el auto no tuvo tiempo de apartarse, el tren lo
impactó. El prometido de ella y la otra pareja murieron en el accidente; ella quedó paralizada de la
cintura para abajo. A partir de ese momento se pasó el resto de su vida en una silla de ruedas,
amargándose cada vez más, pues creía que Dios la había tratado injustamente. Todos los días quería
morir.
Al igual que a Job, se le dificultaba entender por qué Dios la había dejado viva.
Le parecía que, si Dios hubiera tenido misericordia, éste la habría dejado morirse junto con los
demás. Se preguntaba por qué tenía que recibir mayor castigo que los demás. La experiencia de Job
nos ayuda a hacerle frente a problemas como el que esta mujer sufría. En Job 13, vemos a Job
tratando de encontrarle una explicación a su problema, y podemos entender su frustración y tenerle
compasión.

La revelación de Dios en el Sufrimiento

Job ha estado viviendo en una miseria sin alivio durante meses, con llagas abiertas por todo su
cuerpo. Durante este tiempo ha cargado el dolor de siete hijos muertos y tres hijas muertas. Toda
su riqueza se desvaneció en una tarde. Se hizo repulsivo para su esposa, odioso para sus hermanos,
e incluso los niños lo despreciaban mientras yacía sobre las cenizas fuera de la ciudad. Job 2:9

Los amigos de Job no le habían sido de mucha ayuda (Job 19.2–5). Le decían que él debía haber
hecho algo malo, pero no podían decirle qué era. Tenían buenas intenciones, pero carecían de
entendimiento.
La explicación que le habían dado a Job, acerca de lo que estaba pasándole, no le había servido a
éste en lo más mínimo. Le habían hablado de su experiencia del pasado y de lo que habían
observado en sus propias vidas.

Job también se había visto obligado a acudir a su experiencia personal, pero lo que vio fueron
hombres inicuos que prosperaban y llegaban a viejos. Eran hombres de considerable influencia y
que habían sido bendecidos con numerosos hijos. Dios no los castigaba a ellos. Su ganado les
producía ganancias. Disfrutaban de sus hijos. Se pasaban sus días en riquezas, y morían
repentinamente, sin ningún sufrimiento (Job 21.7–13, Lucas 12:46). Incluso vio a los inicuos
provocando a Dios. Los que prosperaban no veían ningún provecho en servirle a Dios, y no trataban
de ocultar sus creencias (Job 21.14–15). Esto tenía confundido a Job.

¿Cuántas veces nos hemos preguntado del porque a la gente que no tiene a Dios prosperan en lo
material? El Salmo 73 nos da la respuesta a esta pregunta, misma pregunta que el salmista Asaf se
hacía.

El escritor de este salmo fue un hombre llamado Asaf, un líder de uno de los coros del templo.
Obviamente, él no era un hombre rico, sino uno que había dedicado su vida a servir a Dios (1
Crónicas 25.6). Pero al igual que nosotros, él había experimentado ciertas dificultades y cuestionado
la injusticia de todo. Él observó la gente mala a su alrededor viviendo por sus propias reglas,
disfrutando de todas las riquezas y los placeres del mundo y acumulando riquezas. Él se queja,
"Porque no tienen congojas por su muerte, Pues su vigor está entero. No pasan trabajos como los
otros mortales, Ni son azotados como los demás hombres" (Salmo 73:4-5).

Asaf estaba viendo estas personas que no tenían problemas. Ellos podían pagar sus cuentas, tenían
bastante para comer y muchos lujos. Pero el pobre de Asaf se quedó estancado dirigiendo el coro y
tratando de vivir piadosamente. Y para empeorar las cosas, su elección para servir a Dios parecía
que no le ayudaba. ¡Él empezó a envidiar a estas personas e incluso a preguntarle a Dios el por qué
Él permitía que sucedieran semejantes cosas!

Asaf envidió a estas personas malvadas hasta que él se dio cuenta de algo muy importante. Cuando
él entró en el santuario de Dios, comprendió plenamente el destino final de ellos: "Cuando pensé
para saber esto, Fue duro trabajo para mí, Hasta que, entrando en el santuario de Dios, Comprendí
el fin de ellos. Ciertamente los has puesto en deslizaderos; En asolamientos los harás caer. ¡Cómo
han sido asolados de repente! Perecieron, se consumieron de terrores. Como sueño del que
despierta, Así, Señor, cuando despertares, menospreciarás su apariencia"(Salmo 73:16-20).
Aquellos que tienen riquezas temporales en la tierra, son en realidad mendigos espirituales porque
no tienen las verdaderas riquezas — la vida eterna.

Recompensas de seguir a Cristo


Desde la entrada del pecado a este mundo, los seres humanos viven con una tendencia natural hacia
el egoísmo. Esto provoca que, prácticamente en todas sus actividades, el humano anda buscando
en primer lugar en que le beneficia lo que hace. Incluso en su trato con Dios, con frecuencia el ser
humano ha funcionado sobre la base del interés personal. Este tipo de actitud la represento muy
bien el apóstol Pedro cuando le dijo a Cristo: “Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido;
¿Qué pues, tendremos?” (Mateo 19:27).
La pregunta de Pedro, indicaba un interés de por medio al decir (“lo hemos dejado todo y te hemos
seguido”) su entendimiento fue de que, por haber hecho cierta cantidad de trabajo le correspondía
cierto tipo de recompensa. La respuesta del Señor, como siempre, fue de lo más interesante:

Una respuesta corta e inmediata.

Esta respuesta registrada en Mateo 19:28-30 podríamos resumirla así: Si Pedro, habrá una
recompensa. De hecho, en el caso de ustedes que me habéis seguido, tengo planes especiales para
el lugar que habéis de ocupar. Pero además Pedro, habrá recompensa para cualquiera que por amor
a mí, haya dejado casas, o familia, o tierra. Tengo planes de darles cien veces más, y al final la vida
eterna. Pero, si quiero decirte que mi forma de recompensar no es exactamente como la que tú
conoces, por eso en mi reino, muchos que ahora son primeros, serán postreros y muchos que son
postreros, serán primeros.

La fidelidad es la capacidad de no engañar, no traicionar a los demás. Es un valor moral que faculta
al ser humano para cumplir con los pactos y compromisos adquiridos. La persona fiel es aquella que
cumple con sus promesas y mantiene su lealtad aún con el paso del tiempo y las distintas
circunstancias.

La fidelidad es entonces el cumplimiento de la palabra dada.

El que anda en el camino de la fidelidad, también anda en el camino de la obediencia, en todo.


Obedeciendo cada mandamiento que Dios escribe en su corazón. Siempre, sin excepción.

Incluso cuando hay dificultades y los sentimientos no razonan, lo más importante es ser fiel y
encomendar todo a DIOS.

Proverbios 3:5-6

¿Qué le sucede a la humanidad? ¿Porque tanto desanimo en la


iglesia? ¿Porque hay muchos problemas y tribulaciones?

La respuesta esta en las mismas personas, que confían mas en su razonamiento y en su “capacidad”
que se olvidan que Dios puede llevar tus cargas y ansiedades. Salmos 55:22 y 1 Pedro 5:7

Por esa razón no salen de sus problemas y no hallan consuelo.

Para concluir veamos la siguiente ilustración:

Un hombre iba por un camino con un pesado costal de papas sobre sus espaldas. Caminaba lenta y
sufridamente. Dios, que lo veía, le preguntó: "¿Hacia dónde vas con ese costal de papas?". El hombre
miró hacia el cielo y le respondió insolentemente: "¿Por qué me preguntas si tú lo sabes todo?". Y
siguió su camino…

En otro lugar, alejado de allí, otro hombre iba cargando una carretilla llena de ladrillos. Dios, que lo
veía le preguntó: "¿Hacia dónde vas con esa carretilla?". El hombre respondió: "Voy al pueblo". Dios
le dijo: "¿Quieres que te ayude con esa carga?". El hombre le contestó: "Puedo solo".
En otro lugar, un hombre iba cargando un montón de leña atada con una cuerda. Dios, que lo veía,
le dijo: "¿Hacia dónde vas con esa leña?". El hombre respondió: "La llevo a mi casa al otro lado de
ese cerro". Dios le dijo:- ¿quieres que te ayude?". El hombre, accedió y Dios tomó la cuerda y cargó
la leña. Poco habían caminado, cuando el hombre le quitó la leña a Dios y la volvió a cargar él mismo.
Dios siguió caminando a su lado y un kilómetro más adelante, el hombre se la volvió a entregar para
que Él la cargara. Pero, más adelante, el hombre se la volvió a quitar y la cargó nuevamente y así
siguió a lo largo del camino.

En otro lugar, muy lejos de allí, otro hombre iba por un camino llevando un pesado costal de arena.
Dios, que lo veía, le dijo: "¿Hacia dónde vas con ese costal de arena?". El hombre respondió: "Tengo
que llevárselo a mi patrón, que vive a 5 Km. de aquí". Le dijo Dios: "¿Quieres que te ayude?". El
hombre sonrió y le dijo: "¡Oh sí Señor, yo ya no puedo con esta carga!" y se la entregó. Siguieron
caminando y el hombre le iba contando a Dios alegremente de su vida, de su familia y de su trabajo.
Le hacía preguntas, le pedía opiniones, en fin, el hombre y Dios, conversando y conversando,
llegaron a destino. El hombre ya no se había acordado más de su carga. El Señor mismo cumplió la
encomienda de entregársela al patrón de aquel hombre. El hombre agradeció mucho la ayuda y el
Señor le dijo: No te dejaré ni te desampararé, siempre que me necesites, estaré contigo.

¿Con cual de estos cuatro hombres nos identificamos?

¿cómo el primero que cuando tiene problema, no se toma en cuenta a Dios? O ¿como el segundo
hombre, orgulloso y soberbio, que no acepta la ayuda de nadie? O ¿cómo el tercer hombre, que
entrega su carga a Dios, pero en realidad su fe es escasa y decide volverla a cargar él mismo? O
¿cómo el cuarto hombre, que mantiene una buena relación con Dios y humildemente y con alegría,
acepta Su ayuda y se olvida de su carga hasta el final del camino, porque confía en que Él tiene el
poder para librarlo de esa carga, al punto de que él ya no tiene que preocuparse más por ella?

Quizá cuando estamos en problemas acudimos a Dios, le pedimos, lloramos, pero no soltamos
nuestra carga. Seguimos soportando y sufriendo, en constante afán. Sólo cuando voluntariamente
le entreguemos esa carga, Él la tomará y la cargará sobre Sus hombros.

Sigamos el ejemplo del cuarto hombre, mantengamos una buena relación con Dios, dejemos que Él
nos ayude con toda la carga y descansemos en Él.

¿Cuál es nuestra carga? ¿Decepción, traición, resentimiento, abuso, abandono, soledad, tristeza,
baja autoestima, adicciones...? Cualquiera que sea la carga, no importa el tiempo que la llevas sobre
tu espalda,

Jesús te dice: " Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré
descansar". (Mateo 11:28)

¡DIOS ES MÁS GRANDE QUE TUS PROBLEMAS!

También podría gustarte