Cuando nos enfrentamos a
un fuego de prueba
(4.1–19)
Coy Roper
INTRODUCCIÓN
Todos nosotros ocasionalmente pasamos por
momentos de crisis. Tenemos un accidente, tenemos
un examen final, nos enfermamos o muere un ser
querido. Perdemos un trabajo, o tal vez un amigo o
cónyuge nos es infiel. ¿Qué hacemos entonces?
Los cristianos a quienes Pedro escribió estaban
enfrentando una crisis aún más difícil que las
mencionadas arriba. Estaban siendo perseguidos por
su fe. Pedro escribió: «Amados, no os sorprendáis
del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como
si alguna cosa extraña os aconteciese» (4.12). Tome
nota del tiempo pretérito perfecto: «… que os ha
sobrevenido». La idea es que la prueba estaba sobre
ellos en ese momento, para cuando Pedro escribió.
Otros dos versículos en el cuarto capítulo
también sugieren que ya estaban pasando por un
momento de crisis y uno mayor era inminente. El
versículo 17 dice: «Porque es tiempo de que el juicio
comience por la casa de Dios; y si primero comienza
por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no
obedecen al evangelio de Dios?». Tome nota ahora
del tiempo presente: «… es tiempo». ¡La iglesia
estaba siendo «juzgada» o «probada»! La palabra
griega para tiempo en el versículo 17 es kairos, la
cual no únicamente significa tiempo cronológico,
también quiere decir «temporada apropiada». Por lo
tanto, Pedro dijo en este versículo que había llegado
la «temporada apropiada» para el juicio.
El versículo 7 dice: «… el fin de todas las cosas
se acerca». Es posible que Pedro esté hablando
aquí del fin del mundo, la venida de Cristo y del
Día del Juicio. Si es así, estaba diciendo, en efecto:
«Todo lo que tiene que suceder antes del regreso
de Cristo ha sucedido. Por lo tanto, podría venir
en cualquier momento». Sea o no la forma como
los primeros cristianos entendieron la expresión,
hoy también debemos creer que —dos mil años
después— el fin del mundo se «acerca» y seguirá
estando «acercándose» aunque Cristo retrase Su
regreso otros dos mil años.
Es más probable, sin embargo, que Pedro
estuviera refiriéndose al tiempo del «fuego de
prueba», y al tiempo del «juicio» cuando habló de
«el fin de todas las cosas». J. W. Roberts dijo: «El
concepto hebreo de “juicio” ve todas las calamidades
y catástrofes como el “día del Señor”, “el fin”, “el
día postrero” y “el juicio”».1 Es probable que Pedro
utilizara este concepto judío para volver a insistir
en la lección en cuanto a que se había iniciado un
fuego de prueba, que el juicio de los cristianos
estaba avanzando y que la presente persecución
estaba destinada a empeorar; por lo tanto, dijo: «el
fin de todas las cosas» —más y más dificultades,
tribulaciones, persecuciones y padecimientos— «se
acerca».
Tres veces en un solo capítulo a los lectores se
les advierte de los problemas presentes y por venir:
en el versículo 12, cuando habló de un «fuego de
prueba», en el versículo 17, cuando dijo que «es
tiempo de que el juicio comience» con la iglesia;
y en el versículo 7, cuando dijo que el tiempo del
fin «se acerca».
¿A qué tiempo se refería Pedro? Por muchos
años, los cristianos no experimentaron persecución
de parte del gobierno romano. Cuando fueron
perseguidos, fue generalmente por los judíos. La
situación cambió cuando Nerón se convirtió en
emperador, quien fue acusado de incendiar Roma.
Un historiador romano llamado Tácito registró lo
que pasó después:
Nerón, para deshacerse de este informe, vinculó
1 
J. W. Roberts, I and II Peter and Jude (1ª y 2ª Pedro y
Judas), The Living Word Commentary (Austin, Tex.: R. B.
Sweet Co., 1964), 49.
1
 la culpa e infligió las torturas más exquisitas a
una clase odiada por sus abominaciones, llamada
cristianos por el populacho. Christus, de quien
el nombre tuvo su origen, sufrió la pena capital
durante el reinado de Tiberio a manos de uno
de nuestros procuradores, Poncio Pilato, y una
superstición muy maliciosa, así comprobada
por el momento, estalló nuevamente no única-
mente en Judea, la primera fuente de ese mal,
sino también en Roma, donde todas las cosas
horribles y vergonzosas de todas partes del
mundo encuentran su centro y se hacen popu-
lares. En consecuencia, se realizó una detención
primeramente de todos los que se declararon
culpables, y luego, gracias a la información,
una inmensa multitud fue condenada, no tanto
por el delito de incendiar la ciudad, sino por su
odio contra la humanidad. Toda suerte de burlas
fue añadida a sus muertes. Cubiertos con pieles
de animales, fueron destrozados por perros y
perecieron, o fueron clavados en cruces, o con-
denados a las llamas y quemados, para servir
como iluminación nocturna cuando la luz del
día hubo expirado. Nerón ofreció sus jardines
para el espectáculo, y exhibía un espectáculo
en el circo, mientras se mezclaba con el pueblo
vestido de un auriga o de pie en un carruaje.
Por lo tanto, incluso para los criminales que
merecían castigo extremo y ejemplar, surgió
un sentimiento de compasión, porque no fue,
al parecer, por el bien público, sino para saciar
la crueldad de un hombre, que ellos estaban
siendo destruidos. (ANALES 15.44)2
Asia Menor, donde vivían los cristianos a quienes
Pedro escribió, estaba muy lejos de Roma. Sin
embargo, la persecución iniciada por el emperador
probablemente habría sido llevada a cabo hasta
cierto punto por oficiales romanos en otras partes
del imperio. La persecución en Asia Menor puede
no haber sido tan severa como la de Roma, sin
embargo, tuvo que haber sido lo suficientemente
severa como para hacer que Pedro les escribiera
una carta a los cristianos para ayudarles a superar
el sufrimiento que enfrentaron en los días de la
persecución de Nerón.
¿Qué ayuda les ofreció Pedro en esos días de
pruebas? ¿Cómo podían afrontar su dura prueba
de fuego? Pese a que no estamos sufriendo a causa
de nuestra fe, como lo estaban ellos; probablemente
podamos aprender algo del consejo de Pedro que
nos ayude a enfrentar nuestras propias crisis. Para
decirlo de otra manera, permita que Pedro le diga
cómo actuar cuando enfrente su fuego de prueba.
Mantenga su mente en Jesús (4.1–6)
La primera amonestación de Pedro en 4.1–
6 fue «vosotros también armaos del mismo
2 
Ibíd., 3.
2
pensamiento» ya que Cristo «ha padecido en la
carne» (vers.º 1). Pensar en Cristo y Su sufrimiento
nos «armará», o preparará, para el sufrimiento en
al menos tres formas:
Nos recordará que Cristo sufrió. Si el Único que
jamás pecó, el propio Hijo de Dios mismo, tuvo
que sufrir, ¿por qué debería sorprendernos que
tengamos que sufrir?
Nos ayudará a reaccionar adecuadamente cuando
sufrimos. Cuando pensamos en el sufrimiento de
Cristo, recordamos que se negó a pecar cuando fue
condenado a muerte injustamente. Recordar eso nos
ayudará a aceptar el sufrimiento sin represalias y a
no guardar rencor contra nuestros verdugos.
Nos ayudará a vivir con rectitud a pesar del
sufrimiento. Pedro dijo: «… quien ha padecido en la
carne, terminó con el pecado, para no vivir el tiempo
que resta en la carne, conforme a las concupiscencias
de los hombres, sino conforme a la voluntad de
Dios» (vers.os 1, 2). Pedro parecía estar diciendo
que si sufrimos y aún permanecemos fieles, nos
fortaleceremos, y podremos entonces superar mejor
otras tentaciones a pecar. (Vea Stg 1.2–4.)
Pedro pasó a explicar este pensamiento
especificando que no debemos pecar como lo
hicimos una vez, o como hacen quienes no son
cristianos. Dijo que quienes no son cristianos (los
gentiles) disfrutaban de su pecado. A ellos les
agradaba «[andar] en lascivias, concupiscencias,
embriágueces, orgías, disipación y abominables
idolatrías» (vers.º 3). Les agradaban las fiestas
alocadas, emborracharse, bailar, la perversión
sexual, el exhibicionismo, todo ello vinculado
a la adoración de ídolos. Les gustaba pecar y se
sorprendían cuando sus amigos se negaban a seguir
pecando con ellos después de que esos amigos se
convirtieron al cristianismo. Por lo tanto, Pedro
dijo: «os ultrajan» (vers.º 4). Hoy, es posible que se
burlen de usted o le insulten.
Tal vez lo anterior es trágico, sin embargo, hay
algo aún más trágico, a saber: Cuando las personas
se hacen cristianas, pero no cambian sus vidas
—¡cuando continúan participando con sus amigos
en la antigua vida de pecado! ¡Eso es realmente
trágico!
Pedro entonces dijo que los que atormentan a
los cristianos no se saldrán con la suya, sino que
«darán cuenta al que está preparado para juzgar
a los vivos y a los muertos» (vers.º 5). En otras
palabras, estaba diciendo: «No se preocupen por
sus perseguidores; ¡Dios se ocupará de ellos!».
El siguiente versículo, el versículo 6, es difícil,
porque se nos dificulta ver cómo encaja en el
contexto. Cuando Pedro dijo: «Porque por esto
también ha sido predicado el evangelio a los
muertos», tal vez estaba explicando por qué es
justo que Dios juzgue a todos, tanto a los vivos
como a los muertos. El evangelio fue predicado a
los muertos cuando les fue predicado mientras aún
estaban vivos. Por lo tanto, a pesar de que podían
ser «juzgados en carne según los hombres», todavía
podían «[vivir] en espíritu según Dios», es decir, ser
salvos. Por lo tanto, no tienen excusa, y Dios puede
condenar a los impíos con justicia. La idea entonces
es la siguiente: El evangelio ha sido predicado porque
viene el juicio, para que sea evidente que los juicios de
Dios son justos.
Recordar a Cristo, entonces, nos ayudará aceptar
el sufrimiento y —más importante aún— vivir con
rectitud cuando sufrimos.
sed sobrios Y velad (4.7)
Pedro lo expresó de esta manera: «Mas el fin
de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y
velad en oración» (4.7).
¿Qué quiso decir Pedro? Otras versiones
consignan que debemos ser «hombres de oración
tranquilos y con control» (Phillips), o que debemos
«llevar una vida ordenada y sobria, entregada a la
oración» (NEB). La idea es que no debemos enfrentar
la vida con ligereza ni frivolidad; no debemos tomar
decisiones a la ligera ni actuar sin pensar en las
consecuencias. Un poeta dijo: «La vida es real, la
vida es seria y la tumba no es la meta». La vida no
es un continuo día de campo, no es simplemente
una larga fiesta. Si queremos hacer frente a los
problemas con éxito, tenemos que hacerlo con un
razonamiento calmo y un juicio sobrio.
Sin embargo, eso no es todo. Hemos de «velar en
oración». La necesidad de ser sensibles está dictada
por la necesidad de orar. ¡Tal vez la oración —la
oración eficaz y ferviente— es aún más importante
que ser sobrios y de buen juicio cuando se trata
de enfrentar una crisis! Esos cristianos habían de
enfrentar la persecución con una mente sobria y con
la oración. Así debemos hacerlo nosotros.
Amaos unos a otros (4.7–12)
De acuerdo con Pedro en 4.7–12, el amor mutuo
es esencial. Es, de hecho, lo más esencial; es «ante
todo». Cuando los cristianos del siglo primero
confrontaban pruebas, «ante todo» tenían que
permanecer juntos, tenían que amarse unos a otros.
¿Por qué? Porque, por un lado, el amor no podía
serles quitado. Las autoridades podían confiscar
sus bienes, privarlos de sus medios de subsistencia,
incluso privarles de sus vidas. Sin embargo, no
podían destruir el lazo de amor que unía a los
cristianos unos con otros. Por otro lado, sin amor
unos por otros, un cristiano podría entregar a otro
en manos de los perseguidores. Con amor, ninguna
cantidad de presión podría obligar a uno a traicionar
a otro. ¿Cuál es la lección para nosotros? Cuando
alguno de nosotros enfrenta una prueba, lo más
probable es que salga adelante si verdaderamente
nos «[amamos] unos a otros».
¿Qué hará el amor unos por otros?
Cubrirá multitud de pecados. Lo hace, en primer
lugar, en que rehusamos recriminarles a los demás
los pecados que cometen; somos misericordiosos.
En segundo lugar, cuando somos misericordiosos
y perdonamos a los demás, somos perdonados.
Hará que seamos hospitalarios. La hospitalidad
era entonces más que invitar a alguien después
de la iglesia a tomarse una taza de café. Era
llenar las necesidades de los que eran pobres, o
de los que viajaban, o que alguien le permitiera
a la iglesia reunirse en su casa. Necesitamos esa
hospitalidad hoy; si nos amamos unos a otros, la
tendremos. «Hospedaos los unos a los otros sin
murmuraciones» (4.9).
Hará que usemos nuestros dones en beneficio de
unos y otros. Primera de Pedro 4.10, 11 sugiere
que cada cristiano tiene un don de Dios; que cada
cristiano es un mayordomo de los dones —y, por
tanto, es responsable ante Dios por la forma en que
los utiliza; que nuestros dones difieren, porque se
especifica el hablar y el servir; sin embargo, otros
son posibles; que hemos de usar nuestros dones de
todo corazón; que hemos de usar nuestros dones
para la gloria de Dios; que, más importante para
nuestros propósitos, hemos de utilizar nuestros
dones «unos por otros».
Usted ha recibido algunos dones de Dios. ¿Cómo
los está usando? ¿Únicamente para beneficiarse
a sí mismo? Entonces no está cumpliendo con el
propósito para el cual Dios le bendijo con sus dones.
Usemos nuestros dones —cualesquiera que sean—
en beneficio de «unos por otros».
Tenga la actitud correcta para
con el sufrimiento (4.12–19)
Pedro presentó aquí varios puntos dignos de
mención sobre el sufrimiento. En primer lugar,
los cristianos no debemos sorprendernos cuando
sufrimos por causa de nuestra fe. (Vea también
2ª Ti 3.12.) En segundo lugar, cuando sufrimos a
causa de nuestra fe, debemos regocijarnos. (Vea 4.13,
14.) Si en efecto sufrimos por ser cristianos, por lo
menos quiere decir que nuestro cristianismo se está
mostrando. En tercer lugar, cuando sufrimos por
causa de nuestra fe, no debemos tener vergüenza,
3
sino que debemos glorificar a Dios. Ser perseguidos
por causa del Señor es un privilegio, no una
desgracia. En cuarto lugar, cuando sufrimos por
causa de nuestra fe, debemos hacer siempre lo
correcto (4.19). En quinto lugar, cuando sufrimos por
causa de nuestra fe, debemos encomendar nuestras
almas a Dios (4.18). Después de todo, ¿qué pueden
hacernos los hombres que realmente importe, cuando
Dios puede y nos salvará eternamente y se ocupará
con justicia de nuestros perseguidores?
Sin embargo, tiene que quedar claro que el
sufrimiento del que habló Pedro es un sufrimiento
por causa de la fe. Cuando dijo: «Si alguno padece
como cristiano» (4.16), estaba diciendo, «si alguien
sufre por ser cristiano». (Vea también 4.19.)
Podríamos sufrir por varias razones: nuestros
pecados, nuestros errores de juicio, las enfermedades,
los desastres naturales o la muerte de seres queridos.
Pedro no estaba hablando del sufrimiento por
cualquiera de estas razones. Estaba hablando del
sufrimiento porque somos cristianos.
A veces podríamos pensar que estamos sufriendo
porque somos cristianos, cuando en realidad es
únicamente por la mala manera en que reaccionamos
para con las personas. Puede que las personas se
burlen de mí, no porque esté haciendo lo que es
correcto, sino porque hago lo que es correcto de la
manera equivocada. Junto con mi «bondad», puede
que muestre una mala disposición, que hace que los
demás se disgusten de mí. Pedro no está hablando
de nuestro sufrimiento causado por nuestros propios
problemas de personalidad.
Cada vez que había algo difícil de aceptar, una
mujer decía: «Soy simplemente una pobre mártir
cristiana; eso es lo que soy». Si era un día caluroso y
estaba sufriendo por el calor, se sentaría en el porche
delantero, bebería limonada fría, se abanicaría para
enfriarse mientras el sudor bajaba por su cara y
diría constantemente: «Soy simplemente una pobre
mártir cristiana; eso es lo que soy». Si quemaba la
tostada y alguien se quejaba, si se cansaba después
de caminar a la ciudad, o si tenía un resfriado y
tenia que sonarse la nariz cada pocos minutos, diría:
«Soy simplemente una pobre mártir cristiana; eso
es lo que soy».
Puede que pensemos así también. Cuando
tomamos un examen final, recibimos una multa de
estacionamiento, nos golpeamos un dedo del pie
o perdemos una bufanda, podemos pensar: «Soy
simplemente un pobre mártir cristiano; eso es lo
que soy».
Sin embargo, lo anterior no es necesariamente
así. Pedro en este pasaje no nos elogia por cualquier
tipo de sufrimiento, ni sugiere que deberíamos
4
alegrarnos independientemente de la razón de
nuestro sufrimiento. No calificamos como «mártires
cristianos» —con las bendiciones que ello sugiere—
cuando sea que suframos.
Entonces, ¿qué tenía Pedro para decirnos en
nuestra situación? La mayoría de nosotros no sufre
por causa de nuestra fe —al menos no mucho.
¿Hay alguna palabra aquí que nos ayudará cuando
sufrimos por otras razones?
Creo que podemos usar aquí un poco de lógica
que dice «¿Cuánto más?». Si no debemos hacerles
mal a los que nos persiguen, ¿cuánto más debemos
abstenemos de hacerles mal a los involucrados
cuando sufrimos por otras razones? Si sufrir
como cristianos no debe sorprendernos, entonces
¿cuánto más no habríamos de sorprendernos cuando
sufrimos de la misma manera que sufren los demás
seres humanos? Si hemos de hacer lo correcto
incluso cuando somos perseguidos, ¿cuánto más
debemos hacer lo justo cuando sufrimos por «causas
naturales»? Si hemos de encomendar nuestras almas
a Dios cuando somos perseguidos por la fe, ¿cuánto
más debemos confiar en Él cuando sufrimos por
razones de enfermedad, accidentes o errores? Y
sobre todo, si no debemos perder la fe cuando somos
perseguidos, ¿cuánto más debemos permanecer fieles
a Dios cuando confrontamos momentos de tensión
relativamente menores en la vida?
Los cristianos a los que Pedro se dirigió estaban
confrontando una «prueba de fuego» de persecución
y posible muerte. Habían de «[encomendar] sus
almas al fiel Creador, y [hacer] el bien». Puede que
también confrontemos un «fuego de prueba», sin
embargo, nuestro «fuego de prueba» difícilmente
se compara con el de ellos. Cuánto más, entonces,
debemos siempre «encomendar [nuestras] almas
al fiel Creador, [haciendo] el bien».
CONCLUSIÓN
Como conclusión, consideremos la siguiente
pregunta hecha por Pedro: «Porque es tiempo de que
el juicio comience por la casa de Dios; y si primero
comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos
que no obedecen al evangelio de Dios? Y: Si el justo
con dificultad se salva, ¿En dónde aparecerá el impío
y el pecador?» (4.17, 18). Probablemente la referencia
principal de Pedro aquí fue a la persecución que
se avecinaba, y no al juicio definitivo cuando los
justos e injustos serán separados y galardonados o
castigados eternamente. Sin embargo, la pregunta
que hizo también es apropiada para el juicio final:
«¿Cuál será el fin de aquellos que no obedecen al
evangelio de Dios?».
Pablo respondió a esa pregunta por nosotros
en 2ª Tesalonicenses 1.6–9:
Porque es justo delante de Dios pagar con
tribulación a los que os atribulan, y a vosotros
que sois atribulados, daros reposo con nosotros,
cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo
con los ángeles de su poder, en llama de fuego,
para dar retribución a los que no conocieron a
Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor
Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna
perdición, excluidos de la presencia del Señor y
de la gloria de su poder (énfasis añadido).
¿Podría algo ser más claro? Cristo vendrá «en
llama de fuego, para dar retribución a los que no
[…] obedecen al evangelio […] los cuales sufrirán
pena de eterna perdición».
Mi amigo, si usted no ha obedecido el evangelio
—si usted no ha creído en Jesús, ni se ha arrepentido
de sus pecados, ni confesado su fe, ni se ha bautizado
para la remisión de los pecados— ¡entonces estos
escritores inspirados dicen que está perdido ahora
y estará perdido eternamente! Es decir, estará
perdido a menos que usted elija responder a Cristo
haciéndose obediente al evangelio. ¿Tomaría esa
decisión ahora mismo?

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