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A lo dicho hay que agregar que este unilateralismo legal, obedecía a un manifiesto
interés de las clases dominantes, mantener inalterable el orden establecido. El
estudioso del Derecho se hallaba constreñido a ocuparse de aprender la ley, de
aplicarla y de exigir el cumplimiento de lo resuelto por el juzgador. Se pregonaba
que la ley era perfecta y, por lo tanto, válida para todo lugar y ocasión. De este
modo resultaba innecesario y, hasta nocivo, promover las reformas de
actualización y perfeccionamiento. Si la ley era perfecta, estaba exenta de
descontextualizaciones temporales y/o espaciales.
Más tarde otras escuelas sostuvieron que el Derecho debería ir más allá de los
textos legales; y no agotar su atención solamente en el estudio del contenido de
las leyes, ya que estas son simples formulaciones hipotéticas que solo tienen
sentido si están ligadas a la búsqueda de una finalidad axiológica. El estudioso
tenía que hallar la verdadera esencia de la actividad legislativa. Este enfoque
académico hace ingresar al campo del Derecho, temas como la justicia, bien
común, paz social, libertad, igualdad, etc.
Como se podrá apreciar, esta corriente ya cuenta con dos dimensiones claramente
diferenciadas. El Derecho debe estudiar tanto los preceptos legales, como los
valores que éstos persiguen. La filosofía griega y romana, la patrística de la Iglesia
y el iusnaturalismo moderno, fueron los movimientos intelectuales portadores de
esta teoría bidimensional.
A fines del siglo XIX, con la entrada del positivismo en la escena intelectual, el
fenómeno jurídico pasó a ser estudiado desde una perspectiva sociológica,
llegándose a la convicción de que la ley es un hecho cultural, estimulado por las
necesidades vitales del hombre, cuya meta es regular las conductas individuales
y colectivas. Esta nueva concepción, que parece realista por donde se le mire, sin
proponérselo tal vez, siguió siendo unidimensional, ya que solo se concentró en
los hechos sociales, y dejó de lado la norma y la evaluación axiológica.
IV. BIBLIOGRAFÍA.