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Los conceptos de Freud sobre identificación, permiten entender las importancias de los rasgos de
carácter en la pubertad. El yo y el ello que Freud plantea el problema en términos de
transformación de la libido objetal en libido narcisista, que trae consigo el abandono del objeto
externo y sus fines sexuales (una especie de sublimación). El ello puede tolerar la perdida y la
posibilidad de esperar, cuando el yo se ha modificado para dominarlo.
Consiste que por identificación, el yo ha reconstruido dentro de si el objeto externo sexual, sea
con fines de tolerar si perdida y de ofrecerse como tal al ello, o también tolerar la espera
(simultaneidad de carga de objeto e identificación) ofreciéndose al ella temporariamente. Freud
llega aún más lejos, afirmando que estas identificaciones entran dentro del proceso de las fases
del desarrollo y forman el carácter.
Los rasgos del carácter en la pubertad se considera como transicionales y con una doble
finalidad; elaborar una pérdida y permitir una espera. Por medio de los rasgos de carácter se
expresaría en el yo las identificaciones del objeto perdido y, simultáneamente, las del esperado.
Estos dos objetos cambian parar el púber varón y la mujer por influencia de factores culturales y
biológicos.
La púber se identifica, con un objeto parcial; el pene del padre y lo ofrece a si misma (por
identificación) como falo, adquiriendo ciertos rasgos masculinos ligados al padre o sustitutos. Esta
posibilidad calma ambas ansiedades; por un lado, al sentirse poseedora de un falo no percibe la
perdida de la bisexualidad como algo que la expone a una angustia intolerable ligada al conflicto
edipico (niega internamente la heterosexualidad aunque externamente la perciba). Lo nuevo, sus
deseos genitales, son perfectamente controlados por la identificación fálica; asi evita la
percepción interna de sus deseos edipicos pregenitales y genitales.
Siempre es mas tolerable perder algo que o se tiene realmente (lo fálico) que lo que coincide con
la propia identidad.
El rasgo de carácter primordial de las mujeres púberes adquiere ahora un significado mas claro.
Es como un objeto transicional percibido en forma narcisista (por medio del dominio sobre el
varón y la indiferencia aparente) que permite controlar los dos ansiedades, de perdida y
persecutoria y esperar el ansiado rol femenino, con que se enfrentara a los 15 años, al asumir el
complejo edipico ahora postergado.
Pero simultáneamente descubre lo nuevo; su desarrollo físico y genital, así como también sus
impulsos libinosos genitales, que necesita posponer. Le ofrece a su ello, por identificación,
aspectos parciales de una imagen masculina (el padre interno) no asimilado al yo, que le
permitirían esperar, con el crecimiento sino lo nuevo peligroso que realmente puede perder.
La adquisición de los rasgos de carácter en el varón tiene el mismo sentido que en la mujer; por
un lado expresara la posibilidad de elaborar un duelo (fuerte identificación con el sexo perdido)
adquiriendo características transitorias de los dos sexos, y por otro lado la paulatina aceptación
de su identidad sexual (débil identificación con el propio sexo). Es claro aquí, que ambas
identificaciones aparecen en un rasgo de carácter pasivo-compulsivo (inhibiciones,
irresponsabilidad, machismo, fanfarronería, formalismos, masturbación).
Hay varias razones para este compás de espera, pero hay dos en especial; primero, y como mas
importante, que durante la pubertad los impulsos son de características polimorfo-perversas,
dando al conflicto edipico la característica de pregenital; en segundo lugar, la necesidad de
restaurar lo antes posible la identidad del YO y sus funciones en crisis, especialmente la
capacidad sintética y de pensamiento en la forma adulta (“pensamiento lógico-formal, Piaget”)
que le permitirá elaborar sus conflictos en niveles más simbólicos.
A esta edad no son tan necesario los rasgos de carácter defensivos típicos de la pubertad
simplemente porque a los 15 años las púberes ya están preparadas para afrontar intelectual y
sexualmente su rol, por tener la identidad mas afianzada.
El rasgo de carácter se reeemplaza en ambos sexos por la barra, que interviene como un objeto
transicional. La barra es el ultimo baluarte de la bisexualidad, o sea, la ultima posibilidad de sentir
los impulsos sexuales individuales todavía confundidos con los del otro sexo, no formando ya
parte de si como en el carácter, sino como miembro del grupo. Esto sucede por el fenómeno de
identificación proyectiva, en el que chicas y chicos viven inconcientemente como propio el sexo
opuesto. La barra se vive como una unidad por el monto de identificación proyectiva; cada uno
vive al otro como parte de si y al mismo tiempo como distinto.
Los varones y mujeres, a los 15 años se sienten mas identificados con su propio sexo, pero
todavía tienen que aprender a instrumentarlo y aceptar la bisexualidad real como un elemento
enriquecedor que no requiere ser proyectado afuera, en la barra o en los rasgos de carácter. En
la pubertad, la bisexualidad fantaseada servía para graduar la ansiedad surgida por la
heterosexualidad (conflicto edipico), pero a los 15 años su abandono pone al descubierto
ansiedades vinculadas con la homosexualidad latente.
Podemos terminar estos comentarios sobre los rasgos de carácter y la barra como objetos
transicionales bisexuales agregando que la psicopatología depende directamente de la falla de
estas dos defensas normales para elaborar el duelo básico de la adolescencia; la perdida de la
bisexualidad fantaseada y la aceptación de la bisexualidad real. Rotas estas defensas y aceptada
la bisexualidad real surge con toda claridad el conflicto edipico, que de pregenital pasa a
platearse en términos de genitalidad adulta a los 15 años.