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Monografia - El Laudo Arbitral - Marc
Monografia - El Laudo Arbitral - Marc
2
Contenido
INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................... 4
CAPITULO I: MARCO TEORICO ................................................................................................... 5
1. ASPECTOS GENERALES ........................................................................................................... 5
1.1. DEFINICION DE LAUDO ........................................................................................................ 10
1.2. NATURALEZA JURÍDICA DEL LAUDO ARBITRAL .......................................................... 10
1.2.1. Teoría jurisdiccional del arbitraje. ................................................................................... 12
1.2.2. Teoría contractualista del arbitraje. ................................................................................ 15
1.2.3. Teoría mixta o intermedia del arbitraje. ......................................................................... 16
1.2.4. Teoría autónoma del arbitraje ......................................................................................... 18
1.2.5. Otras teorías sobre el arbitraje. ...................................................................................... 18
1.2.5. Teorías del arbitraje aplicadas al laudo arbitral. .......................................................... 20
1.3. DE LA CLASIFICACIÓN DEL LAUDO ARBITRAL. ............................................................ 21
1.3.1. Laudo definitivo y laudo firme. ........................................................................................ 21
1.3.2. Laudo emitido por las partes o transaccional. .............................................................. 22
1.3.3. Laudo parcial. .................................................................................................................... 23
1.3.4. Laudo Consentido ............................................................................................................. 23
1.4. PRINCIPIOS APLICABLES AL LAUDO ARBITRAL ........................................................... 24
1.4.1. Congruencia ....................................................................................................................... 24
1.4.2. Exhaustividad .................................................................................................................... 25
1.4.3. Fundamentación y Motivación ........................................................................................ 25
1.5. DISTINCIÓN ENTRE LAUDOS Y DECISIONES PROCESALES .............................. 26
CAPITULO II: EL LAUDO ARBITRAL EN LA LEGISLACIÓN PERUANA .......................... 28
2. EL LAUDO ARBITRAL EN LA LEGISLACIÓN NACIONAL: DL. Nº 1071 DECRETO
LEGISLATIVO QUE NORMA EL ARBITRAJE............................................................................ 28
2.1. EL LAUDO ARBITRAL. ........................................................................................................... 28
2.1.1. Proceso con la existencia de un solo laudo .................................................................. 31
2.1.2. Proceso con la existencia de más de un laudo ............................................................ 32
A. Proceso con la existencia de dos laudos que resuelvan cuestiones de fondo. ..... 32
B. Proceso con existencia de dos laudos, uno sobre el fondo y otro sobre la forma. 35
C. La transacción y los laudos parciales ....................................................................... 36
2.1.3 Cuestiones adicionales ..................................................................................................... 38
2.2. FORMA DEL LAUDO ARBITRAL .......................................................................................... 40
2.2.1. La formalidad de que el laudo conste por escrito ........................................................ 40
3
2.2.2. La firma del laudo.............................................................................................................. 41
2.2.3. Opiniones discrepantes.................................................................................................... 48
2.2.4. Constancia de la existencia del laudo ........................................................................... 52
2.2.5. Adhesión del árbitro que no firmó el laudo ................................................................... 53
INTRODUCCIÓN
4
CAPITULO I: MARCO TEORICO
1. ASPECTOS GENERALES
Con la finalidad de poder diferenciar las distintas resoluciones emitidas por el
tribunal arbitral en el transcurso del proceso, es necesario poder distinguir que
es el laudo el más importante de los proveídos, pronunciamiento con el cual
se da por culminada la función arbitral y además la finalización del proceso
como resultado de un acuerdo previo entre las partes, para el sometimiento al
medio alterno de solución a controversias; el laudo arbitral es el resultado de
la aplicabilidad de principios, relación de los hechos y alegaciones de las
partes, es una decisión concreta emitida por los árbitros, sosteniéndose bajo
fundamentos jurídicos debiendo cumplir requisitos de fundamentación,
5
congruencia e imparcialidad1.
De acuerdo con la definición que nos brinda la LMCA en su art. 59, es una
resolución emitida sobre la cuestión en sometimiento con sujeción a derecho,
equidad o acorde a normas y principios técnicos de conformidad a lo estipulado
en el convenio arbitral4. Para José María Roca “la equidad entendida como
sentido natural de lo justo permite la resolución de controversias de una forma
más flexible que la aplicación rígida de las normas jurídicas”.5
1
Sobre el concepto de laudo arbitral, se puede consultar CABANELLAS DE TORRES, Guillermo, “Diccionario
Jurídico Elemental”, 18ª Edición, Heliasta, Buenos Aires – Argentina, 2006, p. 220. “Por laudo se entiende la
sentencia o fallo que pronuncian los árbitros o los amigables componedores en los asuntos a ellos sometidos
voluntariamente por las partes, y que poseen fuerza ejecutiva de sentencia firme, una vez consentido o
agotados los recursos de que son susceptibles, de pasar en autoridad de cosa juzgada como los fallos de los
tribunales ordinarios”.
2
CAIVANO, Roque J., Op.Cit., p. 247.
3
RODRIGUEZ-CANO, Rodrigo Bercovitz, y otros, “Comentarios a la ley de arbitraje”, 1era.Edición, TECNOS S.A.,
Madrid, 1991, p. 464. El art. 59 de la LMCA, establece que los árbitros decidirán la cuestión sometida a su
consideración con sujeción a derecho, equidad o conforme a normas y principios técnicos, de conformidad a
los estipulado en el Convenio Arbitral.
4
Véase el art. 1.2 de la Convención de Nueva York, sobre el reconocimiento y la ejecución de las sentencias
arbitrales extranjeras, “la expresión sentencia arbitral no solo comprenderá las sentencias dictadas por los
árbitros nombrados para casos determinados, sino también las sentencias dictadas por los órganos arbitrales
permanentes a los que las partes se hayan sometido.”
5
La cita corresponde a ROCA, José María citado por DEL POZO JÁCOME, PATRICIA ALEXANDRA, “Ejecución de
laudos arbitrales, sus límites en la justicia ordinaria”, tesis de grado, Facultad de Jurisprudencia, Universidad
Internacional del Ecuador, Quito, Ecuador, 2012, p.56. Debemos destacar que en los países de Latinoamérica
se suele utilizar el concepto de amigable composición como sinónimo de arbitraje en equidad, y suele ser el
tipo de arbitraje establecido en defecto de acuerdo de las partes. Agregamos además que en algunos países
6
La convención de Nueva York y la Convención de Panamá, tiene un papel
importante en cuanto al desarrollo del tema de laudo arbitral, por su carácter
internacional resulta de importancia, en cuanto al arbitraje comercial
internacional manejando al laudo y la sentencia arbitral de forma indistinta.6
Sin embargo, estas convenciones no brindan un concepto claro y preciso de
lo que es el laudo arbitral, pero si una pequeña referencia de lo que trata. La
definición de este vocablo se introduce en la Ley de Modelo de UNCITRAL,
pero debido a ciertas discrepancias no se logra introducir como tal.7
Aunque no se trata de un acto emanado de un órgano del Estado en sentido
jurídico material, el laudo arbitral es sustancialmente equiparable a las
sentencias dictadas por los jueces públicos, pues participa de un mismo
carácter imperativo y tiene aptitud para adquirir eficacia de cosa juzgada. 8 El
laudo sea de derecho, equidad o técnico, siempre deberá ser sostenido; si el
arbitraje es de derecho el laudo debe justificarse por definición, a las normas
jurídicas que corresponda, al paso que, cuando es de amigable composición,
basta que se sujete al “saber y entender” de quienes lo pronuncian.9
Ello no significa que los amigables componedores puedan prescindir de la
aplicación del derecho, sino “deben fallar las causas ex aequo et bono10,
moderando, según las circunstancias, el rigor de las leyes” con mayor margen
discrecional11, sobre la locución latina podemos citar lo previsto en el art. 33.2
como el nuestro, se lleva acabo el arbitraje técnico cuando se recure a la decisión de un tercero para que
resuelva un conflicto, en relación a sus conocimientos técnicos sobre la materia, esto ocurre en países como
Argentina y Colombia.
6
Convención de Panamá art. 4 “Las sentencias o laudos arbitrales no impugnables según la ley o reglas
procesales aplicables, tendrán fuerza de sentencia judicial ejecutoriada. Su ejecución o reconocimiento podrá
exigirse en la misma forma que la de las sentencias dictadas por tribunales ordinarios nacionales o extranjeros,
según las leyes procesales del país donde se ejecuten, y lo que establezcan al respecto los tratados
internacionales.”
7
SILVA SILVA, Jorge Alberto, Óp. Cit., p. 212.
8
PALACIO, Lino Enrique, Óp. Cit., pp. 133-134. El art. 63 de la LMCA, establece que el laudo arbitral tiene la
fuerza y validez de una sentencia judicial y pasada en autoridad de cosa juzgada.
9
GIL ECHEVERRY, Jorge Hernán, Op., Cit., p. 138. Cuando las partes no han pactado al respecto, deberán
resolver con equidad según lo establecido en el art. 59 de la LMCA.
10
La locución latina ex aequo et bono (en español: de acuerdo con lo correcto y lo bueno) alude a la facultad de
los tribunales de resolver los litigios con la solución que consideren más equitativa en el caso particular.
11
PALACIO, Lino Enrique, “Derecho procesal civil: Procesos arbitrales y universales”, Tomo IX, 2da. Edición,
Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2003, p. 114. La amigable composición autoriza evitar una interpretación legal
7
del Reglamento de Arbitraje de la Comisión de las Naciones Unidas para el
Derecho Mercantil Internacional (CNUDMI; en inglés, UNCITRAL), de 197612.
Para Antonio Rivera Neutze, laudo es el veredicto final dentro de un marco
legal, previamente acatada la jurisdicción arbitral, a que arriba el tribunal
arbitral después de conocer los argumentos expuestos y diligenciar las
pruebas por las partes, el cual debe emitirse por escrito y razonadamente con
mérito ejecutivo universalmente reconocido, cual si fuere una sentencia
judicial13.
En cuanto a ello, Lino Enrique Palacio sostiene que laudo es la decisión
definitiva de los árbitros o amigables componedores sobre la cuestión
comprendida en el compromiso, y además sostiene que aunque no se trate de
un acto jurídico emanado de un órgano del Estado en sentido jurídico material,
el laudo es sustancialmente equiparable a una sentencia, pues participa de su
mismo carácter imperativo y posee, una vez firme o ejecutoriado, la autoridad
de la cosa juzgada14.
estricta y autoriza aplicar la equidad y buena conciencia, y decidir de acuerdo a la justicia y la imparcialidad
para llegar a una solución en equidad.
12
Dicha disposición establece “El tribunal arbitral decidirá como amigable componedor (ex aequo et bono) sólo
si las partes lo han autorizado expresamente para ello y si la ley aplicable al procedimiento arbitral permite este
tipo de arbitraje”. El Convenio europeo de Ginebra de 1961 reconoce expresamente dos clases de arbitraje, en
equidad y arbitraje de amigables componedores, indicando que los árbitros decidirán como amigables
componedores, si así corresponde a la voluntad de las partes
13
RIVERA NEUTZE, A. y GORDILLO RODRÍGUEZ, R, “Curso práctico de Arbitraje Comercial Internacional”, 1ª
Edición, Llerena, Guatemala, 2001, pp. 185-186.
14
PALACIO, Lino Enrique, Op., Cit., p 913.
8
aquellas personas solo tiene relevancia en tanto enmarca el ámbito de
resolución de los árbitros, quienes pueden pronunciarse solamente sobre
aquellas cuestiones que les fueron sometidas.15
El laudo hace cosa juzgada respecto del fondo de las cuestiones que fueron
sometidas a arbitraje y resueltas en él, de la misma forma que las sentencias
de los tribunales ordinarios. Firme o consentido el laudo, las decisiones que
contiene no pudiendo las partes volver a plantearlas ante ningún otro tribunal,
ni judicial ni arbitral. Adquieren la firmeza propia de un acto jurisdiccional, con
eficacia para las partes que pueden procurar su cumplimiento forzado y para
los jueces, que carecen de potestad para revisar el contenido de un laudo
consentido.16
La sentencia arbitral, es el fin que persiguen las partes cuando se someten al
arbitraje; el laudo en el orden jurisdiccional es semejante a la sentencia que
dicta un juez, su diferencia radica en que: la jurisdicción del juez proviene de
la ley, mientras que la jurisdicción del árbitro proviene de la autonomía de la
voluntad de las partes.17
La sentencia arbitral debe contener únicamente los puntos controvertidos que
las partes acordaron someter a arbitraje, tal como lo establece el numeral 5
del art. 60 LMCA,18 caso contrario incurriría en causal de nulidad como lo
instituye el art. 68; este tema se estudiara más adelante; dentro de la Nulidad
de los laudos arbitrales. A pesar de todo lo citado con anterioridad, el arbitraje
puede finalizar de manera anticipada, y sin pasar por todas las etapas
15
CAIVANO, Roque J., Óp. Cit., p. 248. Este pronunciamiento tiene fuerza vinculante y es de obligatorio
cumplimiento, por lo que constituye la expresión más acabada de la jurisdicción que ejercen los árbitros, dando
cumplimiento su cometido principal.
16
CAIVANO, Roque J., ”El arbitraje: nociones introductorias”, en Revista Electrónica de
Derecho Comercial, Agosto 2013, disponible en: http://www.derecho- comercial.com/Doctrina/Arb-001.pdf,
sitio consultado el 30 de septiembre de 2014.
17
La cita corresponde a AYLWIN AZOCAR, Patricio, citado por DEL POZO JÁCOME, PATRICIA ALEXANDRA, Óp.
Cit. p. 86.
18
Dicho artículo establece “El laudo se pronunciara por escrito y deberá indicar: 5.-la resolución deberá ser
clara, precisa y congruente con las demandas y demás pretensiones deducidas oportunamente en el pleito,
haciendo las declaraciones que éstas exijan, condenando o absolviendo al demandado, y decidiendo todos los
puntos litigiosos que hayan sido objeto de debate. Cuando estos hubieren sido varios, se hará, con debida
separación, el pronunciamiento correspondiente a cada uno de ellos; guardando el orden lógico que le
corresponde”
9
procesales del arbitraje. Las maneras anormales son por ejemplo la
transacción, el desistimiento, la renuncia, el cumplimiento de obligaciones
reclamadas mediante el arbitraje.
19
RODRÍGUEZ CANO, Rodrigo Bercovitz, y otros, “Comentarios a la ley de arbitraje”, 1era Edición, Tecnos S.A.,
Madrid, 1991, p. 50; Referirse a la naturaleza del laudo arbitral, es partir a la razón de este proceso, es llegar a
la esencia misma del arbitraje, considerarla como una institución mediante la cual las partes otorgan a los
árbitros las facultad de dirimir controversias, sobre la cual se han creado grandes debates.
10
laudo, está realizando un acto jurisdiccional, al que los árbitros están
facultados, no por voluntad de las partes sino más bien por facultad otorgada
por la ley. Esta teoría es defendida por Patricio Aylwin 20, Barrios de Angelis,
Rocco, entre otros. Otra de las teorías sostenidas por los eruditos tales como
Rivero Hernández, Jaime Guasp, indican que “el laudo arbitral es el resultado
de la libertad de los contendientes, no de su sujeción, porque, si bien el
resultado no es para ellos libre “in effectu”, ha sido libre “in causa” y tiene, por
lo tanto, fuerza de obligar, porque ellos quisieron que se les obligara” 21.
Es decir, el árbitro puede imponer su decisión a las partes, porque fue la
voluntad de ellas someterse al arbitraje, y por ende a la resolución del mismo;
caso que no ocurre en la jurisdicción ordinaria, donde la sujeción a ella no nace
de las partes, sino de la Ley22.
Por su parte el autor Francisco Rivera Hernández, cita que la naturaleza
jurídica del laudo tiene distintas teorías acerca de su naturaleza, a cuyo
respecto suele distinguir tres de ellas:
1) la teoría contractualista,
2) la teoría jurisdiccional, y
20
Al respecto Vid. AYLWIN AZOCAR, Patricio, “El juicio arbitral”, 1era Edición, Editorial Jurídica de Chile,
Santiago de Chile, 2005, p. 489, es el fin que persiguen las partes cuando se someten al arbitraje; el laudo en el
orden jurisdiccional es semejante a la sentencia que dicta un juez, su diferencia radica en que: la jurisdicción
del juez proviene de la ley, mientras que la jurisdicción del árbitro proviene de la autonomía de la voluntad de
las partes.
21
RIVERO HERNÁNDEZ, Francisco, “El arbitraje en el Derecho Español”, 1era Edición, Bosch, Barcelona-España,
1956, p. 21.
22
DEL POZO JÁCOME, PATRICIA ALEXANDRA, Óp. Cit. p 88.
11
fundamentales del arbitraje: el convenio arbitral y la función desarrollada por
el árbitro. Dependiendo el nivel de prioridad que se le dé a cualquiera de los
dos elementos expuestos, así se perfilara una de las dos posturas o teorías 23.
Para poder debatir acerca de la naturaleza jurídica del arbitraje y como
derivación el del laudo, es necesario tener claro en que consiste la función
jurisdiccional; en sentido estricto, consiste en el ejercicio de una función cuyo
objetivo es solucionar pacíficamente los conflictos sometidos a la decisión de
un órgano que tenga competencia para resolverlos.
23
RIVERO HERNÁNDEZ, Francisco, Op, Cit., p. 25.
24
Sobre este punto para profundizar se puede consultar CAIVANO, Roque J., Óp. Cit. pp. 92-93. Una de las
primeras cuestiones que surge de ello es que la potestad jurisdiccional se encuentra acotada por los hechos
invocados y la sustancia pedida. Debe limitarse a resolver estrictamente los aspectos del litigio que las partes
le sometieron, surgiendo el tema decidendum, de las peticiones que se formulan.
12
Juez y su laudo se equipara a la sentencia, por lo tanto, tiene naturaleza
jurisdiccional. Fundamenta en las similitudes que existen entre el arbitraje y el
proceso judicial; tomando en cuenta que ambos tienen la misma finalidad que
es la de dar solución a un conflicto jurídico.25 Estos terceros interventores
desempeñan una función jurisdiccional con carácter temporal mientras se
resuelve el conflicto concreto sometido al proceso arbitral, ejecutando la
jurisdicción desde el momento en que es nombrado por las partes26 o los
centros de arbitraje27 en su caso.
Esta teoría hace alusión que el proceso trata de resolver conflictos jurídicos
mediante un tercero que es un juez, por lo que el arbitraje es un proceso, y el
árbitro sería un juez.28 Sustenta la jurisdiccionalidad del arbitraje con el poder
de los árbitros de decidir con obligatoriedad, con efecto de cosa juzgada y
ejecutoriedad del laudo.
25
ROMERO DE LEONOR, Susana Esmeralda, Óp., Cit., p. 31. No se puede comparar el papel que desempeña el
árbitro con la del juez, debido que a pesar de ser terceros imparciales para dirimir el conflicto, el primero de
ellos puede basarse en principios de equidad, técnicos o de ley, mientras que el juez tiene que resolver
conforme a derecho.
26
La LMCA regula la designación de árbitros en su “Art. 37.- Las partes podrán designar los
árbitros de manera directa y de común acuerdo o delegar en un tercero, persona natural o jurídica, la
designación parcial o total de los árbitros…..”
27
Según el art. 37 en su inciso 3° estipula “En el arbitraje con árbitro único si alguna de las partes estuviere
renuente a la designación, o no hubiere acuerdo entre las mismas o si los
dos árbitros o el tercero o terceros delegados no pudieren acordar la designación del que faltare, éste o éstos
serán designados por el Centro de Arbitraje que corresponda, cuando se trate de arbitraje institucional o,
tratándose del arbitraje ad-hoc, por cualquiera de las instituciones arbitrales que estuvieren legalmente
establecidas en el lugar del domicilio donde habrá de llevarse el arbitraje, a solicitud de cualquiera de las
partes.”
28
Sobre este punto resulta interesante lo expuesto por MERINO MERCHÁN, José y CHILLON MEDINA,
José María, citado por BRITO CENTENO, Janneth Carolina, Óp. Cit. p. 25, dichos autores exponen la teoría
jurisdiccional –como postura procesalista- como uno de los tres cuerpos de doctrina que mencionan que
existen sobre la naturaleza del arbitraje: postura procesalista, postura privatista y postura sincrética o ecléctica.
Hacen la semejanza, respecto de la primera postura, de arbitraje con proceso y arbitro con juez.
13
laudos por ejemplo) deben solicitar la cooperación de los tribunales ordinales.
La muestra más clara de que existe jurisdicción en el arbitraje se refleja en el
juicio jurídico que realiza el árbitro al que se le encomienda dirimir una
controversia determinada y el resultado de tal juicio se reviste de la eficacia de
cosa juzgada29.
La doctrina jurisdiccional30 es sostenida por, Laurent, Glasson, Tissier,
Lainné31, Morel, Manresa, Fededozzi, Montara y otros, creen que los árbitros
son jueces independientes, pero no solo por el acuerdo de nombramiento de
las partes, sino también porque el Estado les ha reconocido esa
representación.
No es solo la voluntad de las partes la que atribuyen jurisdicción a los árbitros,
es también el Estado como titular de esa jurisdicción quien lo posibilita a través
del ordenamiento jurídico, bajo ciertas condiciones.
El acuerdo arbitral opera así como el elemento a través del cual se actúa la
disposición legal que permite en forma general desplazar esa potestad,
asignándola en forma específica.32
Los laudos emitidos por los árbitros están revestidos de la misma e idéntica
fuerza que las sentencias del poder judicial, hacen cosa juzgada respecto
cuestiones resueltas por los árbitros y se les concede el carácter de título
ejecutivo. La vía judicial para su cumplimiento forzado es la correspondiente a
la ejecución de sentencias judiciales.33
29
SERRA DOMINGUEZ, M., “Estudio de derecho procesal”, 1era Edición, Ariel, Barcelona, 1969, p. 580.
30
Al respecto Vid. MANRESA Y NAVARRO, José María, “Comentarios a la Ley de Enjuiciamiento Civil”, 4ta
Edición, Tomo IV, Madrid, 1920, p. 6.
31
El carácter jurisdiccional defendido originariamente por el autor en 1899, ha sido apoyado por la doctrina y
la jurisprudencia belga, así como por la doctrina francesa. Quienes defienden la teoría jurisdiccional suelen
disimular una intención: la de jerarquizar al Estado. Éste será en cada caso el que admita o reniegue del
arbitraje, él impondrá las leyes que lo rijan.
32
CAIVANO, Roque J., Óp. Cit. p. 96.
33
Ibidem. p. 97. Para desestimar la asimilación jurídica entre el arbitraje y el mandato basta con señalar que
los árbitros, lejos de ser mandatarios de las partes, son verdaderos jueces, no representan a los litigantes ni
responden a ellos. No están sujetos a ordenes o instrucciones ni aun de la parte que los propuso como árbitros
y son recusables cuando tienen con las partes una relación tal que permite dudar de su imparcialidad.
14
1.2.2. Teoría contractualista del arbitraje.
34
CAIVANO, Roque J., Óp. Cit. p. 92. Es equiparable a un contrato privado, como una manifestación más de la
soberanía y poder de disposición de las partes sobre sus relaciones jurídicas.
35
AYLWIN AZÓCAR, Patricio, “El juicio arbitral”, 1era Edición, Editorial Jurídica de Chile, Santiago de Chile p.
32. Su rango distintivo está en que considera al árbitro como un simple mandatario de las partes, que solo actúa
en virtud del poder que éstas le confieren en el compromiso, a cuyos términos debe ajustarse rigurosamente.
36
CAIVANO, Roque J., Óp. Cit., p. 95. Su existencia y su actividad se justifica por cuanto, siendo las cuestiones
que se someten a arbitraje originadas en derecho disponibles para las partes, el Estado no puede privarlos de
la facultad de escoger el método para resolverlas. Pero la efectividad de la decisión arbitral proviene del
compromiso que ambas partes asumieron de acatarla.
15
y su emisión por el árbitro es sencillamente el cumplimiento de la prestación
debida en cuanto obligado contractual, que solo a él compete, objeto de su
obligación asumida al aceptar el cargo frente a los interesados que lo
nombraron. Su incumplimiento comportaría el de un contrato, y determinara la
pertinente responsabilidad contractual.
GUASP, quien ha sido uno de los principales defensores de la teoría
contractualista, considera al arbitraje como un contrato, por considerar el
convenio arbitral como fundamental para determinar la naturaleza jurídica de
toda la institución del arbitraje, es su origen el convenio arbitral.
37
DEL POZO JÁCOME, Patricia Alexandra, Óp. Cit., p.36. Esta teoría es defendida principalmente por Mattirolo,
Rocco, Guasp, entre otros. Sobre ello consultar CHIOVENDA, Guiseppe, “Principios del Derecho Procesal Civil”,
S. Ed., Casais Santalo, Tomo I, Madrid, 1922, p. 127. Según Chiovenda el árbitro no es funcionario público, no
tiene jurisdicción ni propia ni delegada, sus facultades se derivan de la voluntad de las partes de conformidad
con la ley y su decisión es irrevocable por la voluntad de las partes, pero no es ejecutiva.
38
DEL POZO JÁCOME, Patricia Alexandra, p. 40.
39
CAIVANO, Roque J., Óp. Cit., p. 92.
16
sino que son una especie de combinación de las teorías clásicas o
consideración de otros elementos de la institución de arbitraje.
Existen varios autores40 que, con la intención de armonizar ambas teorías, han
aportado con sus razonamientos dando lugar a la teoría mixta; y es así como
Cremades considera que se “constituye en algo más que un puro contrato para
configurarlo en una verdadera jurisdicción. El contrato de arbitraje genera, en
virtud de la autonomía de la voluntad de las partes, una jurisdicción privada,
aunque sometida a efectos de legalidad al control de los jueces y tribunales”. 41
Para esta teoría el arbitraje tiene como fundamento y causa primera unos
contratos privados (entre las partes, por un lado, y con el designado árbitro,
luego). Mas los efectos declarativos y ejecutivos del laudo son propios de lo
jurisdiccional; sin embargo, el árbitro no tiene potestad para ejecutar lo juzgado
por él, ni la eficacia (ejecutibilidad por el juez ordinario) de su decisión es
patrimonio exclusivo del arbitraje. Por ello, aunque el arbitraje es un
equivalente jurisdiccional, y la función del árbitro y del juez se mueven en
idéntico o aparecido plano, son de naturaleza diferente.42
40
Entre esos autores la Dra. María de los Angeles Nahid Cuomo, citado por ROMERO DE LEONOR, Susana
Esmeralda, Op., Cit.,, p. 32, la teoría mixta considera el arbitraje como una institución sui generis, de naturaleza
mixta o híbrida, en la que conviven, como un todo indisoluble, el origen contractual del mismo y la teología
jurisdiccional que explica su aparición, institución contractual por su origen, procesal por sus efectos.
41
CREMADES, Bernardo, citado por DEL POZO JÁCOME, Patricia Alexandra, Óp. Cit., p. 46. Esta tesis, brinda al
arbitraje una estructura “sui generis”, puesto que se compone de una parte contractual y otra jurisdiccional
que en la técnica jurídica se denomina jurisdicción convencional.
42
RODRIGUEZ-CANO, Rodrigo Bercovitz, y otros, Óp. Cit. p. 466. El arbitraje no cabe en toda su amplitud en el
ámbito contractual, por lo que la postura de la naturaleza contractual es insuficiente, y tampoco puede
encausarse únicamente en el terreno del proceso jurisdiccional, porque tal postura quedaría muy amplia, pues
sería como ignorar el origen contractual del mismo.
17
además, autoriza al arbitraje como medio para solucionar determinados
conflictos; y a los procesalistas, que olviden que sin acuerdo arbitral no es
posible el arbitraje voluntario.
43
Previsto en la Convención de Ginebra de 1927; en aquellas épocas el laudo llego a tener valor definitivo
solamente si un tribunal estatal lo confirmaba.
18
que el convenio habla de la "obligatoriedad", y en ese sentido el término
"definitivo" ya no tiene la importancia que tuvo antes.
Tal postura es una manera hibrida de ver la naturaleza del arbitraje, sostiene
que es una naturaleza sui generis, es decir, propia de dicha institución.
Manifiesta que el arbitraje no cabe en toda amplitud en al ámbito contractual,
por lo que la postura de la naturaleza contractual es insuficiente; y tampoco
puede encausarse en el terreno del proceso jurisdiccional, porque tal postura
quedaría muy amplia, pues sería como ignorar el origen contractual del mismo.
Con tales fundamentos se inclinan por la postura ecléctica, y aceptan el
término de “jurisdicción convencional”.45
La Teoría negocial-procesal es la sostenida por Lorca Navarrete, mediante la
cual manifiesta que el arbitraje es un negocio jurídico con la finalidad funcional
44
PREZNIETO CASTRO, Leonel, y James A. GRAHAM, “Tratado de arbitraje comercial internacional mexicano”,
1era. Edición, Limusa, México, 2009, pp. 260-261.
45
MERINO MERCHAN, J.F. y CHILLON MEDINA, J.M., citado por BRITO CENTENO, Janneth Carolina, Óp.
Cit. p. 28. Convencional por dos momentos, el convenio arbitral, el acuerdo de las partes que es el punto de
origen del arbitraje, y el momento en que se vinculan jurídicamente las partes con los árbitros, quienes prestan
el servicio de dirimir la controversia; Jurisdiccional, no por la función de los árbitros en sí, sino por los efectos
jurídicos que el Derecho dota al arbitraje, de tal suerte que el otorga a los laudos arbitrales una misma tutela
jurídica que a la sentencias judicial, reflejado en regular con detalle la intervención judicial y la ejecución forzosa
de laudo, al que se le das fuerza de título ejecutivo y adquiere la calidad de cosa juzgada.
19
procesal que resuelve cuestiones litigiosas a partir de la suscripción del
convenio arbitral, perfilándose la existencia de un negocio jurídico, no con las
consecuencias propias de un contrato, sino con una vertiente garantista y
sustantiva.
Esta teoría es defendida por Patricio Aylwin, Barrios de Angelis, Rocco, entre
otros. Otros, tales como Rivero Hernández, Jaime Guasp, indican que “el laudo
arbitral es el resultado de la libertad de los contendientes, no de su sujeción,
porque, si bien el resultado no es para ellos libre “in effectu”, ha sido libre “in
causa” y tiene, por lo tanto, fuerza de obligar, porque ellos quisieron que se les
obligara”.
20
consideración, solo puede ser ejecutado por un juez ordinario, quien deberá
cumplir la decisión arbitral como si hubiera sido dictada por otro juez ordinario
(y ahí radica, en los alcances ejecutivos entre laudo y sentencia, una de las
mayores diferencias entre jurisdicción arbitral y estatal), se está admitiendo
analógicamente la calidad de jueces de los árbitros y las características
procesales del arbitraje.
El laudo arbitral es la decisión emanada de los árbitros que ponen fin al litigio,
tiene fuerza vinculante y es obligatorio, resolviendo definitivamente el diferendo
que las partes les había sometido; estas resoluciones deben apegarse a lo
alegado y debidamente probado por las partes, de la misma manera que las
sentencias dictadas por los jueces de primera instancia. Los laudos arbitrales
una vez ejecutoriados deben ser cumplidos de inmediato, sin embargo, la falta
de acatamiento permite a cualquiera de las partes recurrir a la justicia ordinaria
para que un juez ordene la ejecución, para poder comprender a cabalidad sobre
los medios de impugnación en el laudo arbitral es necesario establecer
previamente cuál es su clasificación.
46
BRITO CENTENO, Janneth Carolina, Óp. Cit. p. 33.
21
El laudo definitivo no significa que sea laudo firme, ya que el laudo definitivo
es susceptible a ser impugnado, por medio del recurso de nulidad47 y además
el de apelación debido a la reforma que sufrió la LMCA en el año 2009; el laudo
firme en cambio, es aquel definitivo que ha alcanzado firmeza, ya sea por
haber transcurrido el plazo para ser impugnado, o porque ya se resolvió el
recurso de nulidad o apelación, que contra él se intentó, y que por tanto no hay
recurso que impugnar, produciendo los efectos de cosa juzgada y de ejecución
forzosa.
Esta clasificación del laudo arbitral es conocida por laudo emitido por las partes
o también como transaccional, podría definirse entonces como un acuerdo,
pacto o transacción al que llegan las partes en conflicto cuando ya ha sido
iniciado el proceso arbitral, estando figurada en una resolución que pone de
esta manera fin al proceso arbitral y que tiene forma de laudo.48
47
En opinión contraria, Vid. BARAHONA VILAR, Silvia, “Articulo 36. Laudo por acuerdo de las partes” en AA.VV.,
Comentarios a la Ley de Arbitraje (Ley 60/2003, de 23 de Diciembre), coordinadora Silvia Barona Vilar, Civitas,
Madrid, 2004, pp. 1210-1212. Barona no está de
48
BRITO CENTENO, Janneth Carolina, Óp. Cit., 35
49
Ibídem pp. 35-36. Vid. BARAHONA VILAR, Silvia, Op., Cit., La autora señala que los requisitos que debe tener
un acuerdo entre las partes plasmado en un laudo arbitral, es decir un laudo emitido por las partes o laudo
consensuado, que pueda desplegar los efectos jurídicos de un laudo arbitral, son los siguientes: que se trate de
un acuerdo, pacto o transacción producido durante las actuaciones arbitrales, que dicho acuerdo debe suponer,
la necesaria participación de las partes sujetos del conflicto, y que el acuerdo se plasme en una resolución.
22
el proceso arbitral, observando la posibilidad de que pueda producirse un
acuerdo entre las partes en el pleito, por el que se resuelva el fondo del asunto.
Este acuerdo entre partes debe elevarse a categoría de laudo, sin tal acuerdo
se ha producido una vez han iniciándolas actuaciones arbitrales, y si así lo
dispusieran las partes.
Sin embargo, todos condicionan que sea una solicitud por ambas partes, una
parte no puede unilateralmente solicitar la conversión de una transacción en
laudo.
50
BRITO CENTENO, Janneth Carolina, Óp. Cit., p. 39. Si las circunstancias del caso lo exigen, el tribunal arbitral
puede dictar un laudo parcial o provisional, con el fin de determinar una o más cuestiones antes del laudo final.
23
El laudo consentido está sometido a las mismas reglas de forma que los demás
laudos, exceptuando la necesidad de motivación, pero debe estar dentro de los
contenidos del acuerdo arbitral a menos que las partes acuerden de forma
expresa darle su poder al árbitro, y con ello no pueda ser negado de
conformidad con el derecho arbitral aplicable.
Entre las características del laudo, más allá de ser obligatorio es muestra
palpable que quienes han sido investidos como árbitros tienen pleno ejercicio
de lo que hace a la jurisdicción, aun cuando sea de carácter meramente
temporal (es decir, que la misma comienza con la aceptación del cargo y
culmina con la decisión final plasmada en el laudo mismo); así, también no
debemos dejar de lado lo que hace al contenido del mismo, y que tendrá por
límite de validez principal, el que solamente deberá contener los puntos
controvertidos que simplemente las partes acordaron someter al juicio de los
árbitros y no otras (al igual que sucede con las controversias sometidas a los
jueces naturales), lo cual acarrea en caso de excederse o tratar sobre otras
cuestiones no sometidas, la tacha de la nulidad.51
1.4.1. Congruencia
Este principio también llamado de correlación, exige que las pretensiones que
se resuelvan en el laudo sean las planteadas y debatidas en el enjuiciamiento.
51
GAGLIERO, Silvana Gabriela, “El laudo arbitral: nociones generales”, en Revista iberoamericana de arbitraje
y mediación, Noviembre 2013, disponible en:
http://www.servilex.com.pe/arbitraje/colaboraciones/el_laudo_arbitral.php, sitio consultado el 17 de
septiembre de 2014.
52
GONZALEZ DE COSSIO, Francisco, “Arbitraje”, 1era Edición, S.E., Mexico, 2001, p. 216
24
Un laudo no puede, por tanto, resolver sobre pretensiones diferentes de las
planteadas.
1.4.2. Exhaustividad
Este principio exige que se resuelvan en el laudo todas las pretensiones
planteadas en el enjuiciamiento. La exhaustividad no entraña que deba
solucionarse de manera favorable sobre lo solicitado sino, simplemente que
se resuelva.
25
La obligación de fundar y motivar depende también de las reglas de arbitraje
o de la voluntad de los contendientes.
Una forma de entenderlo es que mientras los laudos deciden sobre los puntos
controvertidos del fondo del asunto, las órdenes procesales tienden a versar
únicamente sobre cuestiones de procedimiento.
26
27
CAPITULO II: EL LAUDO ARBITRAL EN LA LEGISLACIÓN PERUANA
28
Asimismo, cabe señalar que el laudo arbitral no es, de ninguna manera, una
acción mecánica que realice el tribunal arbitral. El laudo implica una actividad
de razonamiento lógico-jurídico (en el caso de un arbitraje de conciencia, se
podrá prescindir del aspecto jurídico) sobre todo lo actuado, con el objeto de
que el resultado se plasme en una resolución denominada laudo arbitral.
Por su parte, señalan Fouchard, Gaillard y Goldman, que el laudo arbitral puede
ser definido como una decisión definitiva por parte de los árbitros respecto de
todo o parte de la disputa sometida a su conocimiento, sea que se refiera al
fondo de la controversia, a la competencia de los árbitros o a temas de
procedimientos, siempre y cuando esa decisión sea, como ya se indicó,
definitiva.
Los citados autores, identifican hasta cinco tipos de laudos: laudos finales,
laudos preliminares, laudos interinos, laudos interlocutorios y laudos parciales.
La doctrina hace referencia a los laudos interinos. Nosotros creemos que este
tipo de denominación constituye un contrasentido, ya que un laudo no puede
ser interino, un laudo es definitivo.
29
Todos sabemos que, por ejemplo, las excepciones pueden recaer no sobre el
íntegro de las pretensiones procesales de la contraparte, o sobre el íntegro de
materias controvertidas, sino sólo sobre algunas. O, incluso, recayendo sobre
el íntegro de materias controvertidas o pretensiones procesales, el tribunal
arbitral podría decidir declarar fundada la excepción en contra de una o algunas
de las pretensiones, archivándose dichos extremos controvertidos del proceso
y quedando subsistentes otros a efectos de laudar.
González de Cossío8 señala que el laudo parcial es aquél que versa sobre una
parte del objeto del litigio; es decir, sobre uno de los puntos de la demanda o la
contestación.
30
resuelve la excepción, y no cuando termine el proceso arbitral con el laudo que
ponga fin al mismo.
Ahora bien, Cantuarias9 nos habla de algunos supuestos en los cuales resulta
conveniente emitir laudos parciales, a saber:
De otra parte, debemos señalar que no cabe identificar un laudo parcial con el
denominado laudo interino, ya que el laudo parcial es definitivo y no interino, en
la medida en que el laudo parcial no faculta al tribunal arbitral a volverse a
pronunciar sobre aquello respecto a lo que ya se pronunció.
31
En dicho laudo se resolverán los puntos controvertidos, así como las
excepciones y cuestiones previas que el Tribunal no hubiese resuelto
previamente, por haberlo considerado mejor así.
Por otra parte, cabe señalar que también nos encontraremos con la existencia
de un solo laudo, cuando la parte demandada haya deducido una excepción
(que podría ser, por ejemplo, la de incompetencia) y el tribunal hubiese resuelto
en la etapa inicial del proceso, declarando fundada dicha excepción.
Siendo ello así y habiendo sido declarada fundada tal excepción, lo que
correspondería es el archivo del proceso.
Naturalmente que en este caso empezarán a correr los plazos establecidos por
la Ley para interponer los recursos de rectificación, interpretación, integración
y exclusión del laudo, comprendidos en el artículo 59 de la misma.
Decimos esto, en la medida de que la parte que no hubiese sido favorecida con
el primer laudo tendría clara la situación de que ese tribunal que la ha
condenado al resolver favorablemente la primera pretensión de su contraparte,
también la condenará en materia indemnizatoria, quedando la incertidumbre
únicamente en relación a la cuantía a la que será condenado por el referido
tribunal.
33
busque —por todos los medios— que los miembros del tribunal se aparten del
proceso.
Lo que se pretendería en este caso es que los nuevos miembros del tribunal
arbitral puedan ser personas que no compartan la idea de que el contrato se
haya resuelto de manera ilegal (tal como resolvió la primera pretensión el
tribunal en su composición original).
Así las cosas, si el tribunal arbitral pensara diferente, la parte que ha perdido
en el primer laudo parcial, pretendería ser condenada a una irrisoria
indemnización, la misma que —obviamente— arrojaría como resultado de la
pretensión accesoria un monto ínfimo por concepto de intereses legales.
34
E incluso podría pensarse en la rara (pero posible) situación en la que dicho
proceso de anulación termine anulando el laudo parcial antes de que el tribunal
arbitral emita el segundo laudo parcial.
Menudo problema.
B. Proceso con existencia de dos laudos, uno sobre el fondo y otro sobre la
forma
Otro supuesto en el cual tendríamos pluralidad de laudos arbitrales sería aquél
en el cual el Tribunal decida resolver al inicio del proceso una excepción de
incompetencia o caducidad deducida exclusivamente sobre alguna o algunas
de las pretensiones del demandante, pero no sobre todas ellas.
Pero también podría darse el caso en el cual el tribunal declare fundadas las
excepciones deducidas, con lo cual sólo serán materia de resolución en el laudo
definitivo aquellas pretensiones que no hayan sido afectadas por dicho primer
laudo, vale decir, aquéllas que no hayan sido excluidas del proceso por
archivamiento.
35
Es decir, hasta ahora, si combinamos todos los supuestos mencionados,
podríamos ir en un promedio de tres laudos por proceso.
Decimos esto, por cuanto cuando se trate de laudos interlocutorios (es decir,
relativos a cuestiones de favor-excepción o defensas previas), el tribunal arbitral
no tendría la necesidad de abrir etapa probatoria, cerrarla y establecer un plazo
para emitir el laudo (fundamentalmente, cuando tal extremo vaya a ser resuelto
en la etapa previa del arbitraje y no formando parte del laudo definitivo).
36
han constituido objeto de controversia entre las partes. La transacción tiene
valor de cosa juzgada».
Pero, aplicando el viejo aforismo jurídico que reza que quien puede lo más,
puede lo menos, es posible que las partes celebren una transacción parcial a
través de la cual solamente pongan fin a alguno o algunos de los aspectos
litigiosos que las separan.
En este caso, lo más frecuente es que las partes una vez suscrita la transacción,
soliciten al tribunal arbitral que la misma sea homologada como laudo, de
manera tal que tendrá carácter de título ejecutivo, lo que significa que ante la
renuencia de cualquiera de ellas para cumplir con lo dispuesto en dicha
transacción, su contraparte podrá proceder a una rápida ejecución judicial.
37
Pero como hemos adelantado, podría producirse el caso en el cual no exista
sólo una sino varias transacciones, lo que implicaría que las partes se vayan
poniendo de acuerdo paulatinamente en el curso del proceso arbitral.
Ello podría conducir a que las partes hayan solicitado al tribunal arbitral
homologar como laudos todas estas transacciones, con lo cual, finalmente,
podríamos encontrarnos ante un variado número de laudos.
Por lo demás, todas estas transacciones podrían haber llegado a poner término
al proceso, vaciándolo de contenido y tornando en inútil la emisión de un laudo
final elaborado por el propio tribunal. Se produciría un supuesto de sustracción
de materia.
Pero podría haber ocurrido lo contrario, es decir que las transacciones parciales
no hayan culminado con la solución de todas las controversias entre las partes,
con lo cual será necesaria la emisión de un laudo final.
Es así que si uno tuviera que formular la pregunta relativa a cuántos laudos
podrían existir a lo largo de un proceso arbitral, no sería posible dar una
respuesta precisa, en la medida de que, como hemos visto, las combinaciones
y posibilidades resultan verdaderamente infinitas.
38
Sin embargo, tales situaciones de animadversión contra el tribunal arbitral no
deberían ser descartadas cuando nos encontremos en presencia de laudos
interlocutorios, vale decir de laudos que resuelven excepciones.
Esto significa que tal situación de hostilidad contra el tribunal arbitral también
podría estar presente en el caso de laudos interlocutorios.
Sin embargo, sospechamos que en algunos casos, sobre todo cuando se trata
de cuestiones de fondo y no de cuestiones formales, los laudos parciales
pueden llegar a entorpecer el desarrollo del proceso, no sólo por el tema de la
probable hostilidad de aquella parte que pierda en el laudo parcial, sino por la
extensión de los plazos necesarios para emitir el laudo, que resultarían de
aplicación a cada uno de dichos laudos y su necesariamente formal proceso de
emisión.
39
De otro lado, en lo que respecta a la práctica arbitral peruana, en los años de
vigencia de la Ley de Arbitraje, los tribunales por lo general han sido muy cautos
en la aplicación de la figura de los laudos parciales.
Creemos que, sin que se haya tratado de un tema surgido fruto de concienzuda
discusión, han estado presentes en los tribunales arbitrales las ideas que
venimos exponiendo y ellas han determinado que la aplicación de la figura del
laudo parcial haya estado fundamentalmente centrada en supuestos de
excepción en los cuales ella resultaba absolutamente necesaria.
1. Todo laudo deberá constar por escrito y ser firmado por los árbitros, quienes
podrán expresar su opinión discrepante. Cuando haya más de un árbitro,
bastarán las firmas de la mayoría de los miembros o sólo la del presidente,
según corresponda, siempre que se manifiesten las razones de la falta de una
o más firmas.
2. Para estos efectos, se entenderá que el laudo consta por escrito cuando de
su contenido y firmas quede constancia y sean accesibles para su ulterior
consulta en soporte electrónico, óptico o de otro tipo.
40
En relación a que todo laudo deberá constar por escrito, la Ley se refiere a que,
en efecto, éste pueda estar escrito o que se pueda entender como escrita a
todas las formas que se consideren asimilables a la forma escrita en las que
puede constar un convenio arbitral.
Sin perjuicio de ello, cabe señalar que el requisito de formalidad del laudo,
aunque parezca mentira, no es sancionado por la Ley como una causal de
anulación del mismo.
41
se haya concertado mediante la ejecución de ciertos actos o por cualquier otro
medio.
- Se entenderá que el convenio arbitral consta por escrito cuando se cursa una
comunicación electrónica y la información en ella consignada es accesible para
su ulterior consulta. Por ‹comunicación electrónica› se entenderá toda
comunicación que las partes hagan por medio de mensajes de datos. Por
‹mensaje de datos› se entenderá la información generada, enviada, recibida o
archivada por medios electrónicos, magnéticos, ópticos o similares, como
pudieran ser, entre otros, el intercambio electrónico de datos, el correo
electrónico, el telegrama, el télex o el telefax.
Ahora bien, una revisión histórica nos permite aseverar que la firma manuscrita
u ológrafa no ha sido la única forma de dar autenticidad a los documentos, en
tanto fueron utilizados otros procedimientos; sin embargo, ella ha representado
y representa aún el instrumento por excelencia a través del cual la
manifestación de voluntad de los sujetos queda legitimada y corroborada.
42
De esta manera, para saber si un documento fue emitido por un individuo, para
conocer la relación que existe entre el documento y el individuo legalmente, o
al menos por la práctica común, se procede a estampar la firma autógrafa.
43
Lo anterior nos permite inferir que la regla general es la de la preeminencia de
la libertad en la expresión gráfica, y por ello se acepta la validez de las firmas
que sólo contienen el apellido del otorgante, y aun sus iniciales u otros signos,
cuando ella constituyere su forma habitual de firmar.
No sólo eso, sino que cada quien puede hacer la firma que quiera, incluso sin
que ella tenga relación alguna con su nombre o apellidos.
Lo cierto es que la firma, entendida en su sentido amplio, esto es, como medio
de identificación personal, puede adoptar diversas formas, desde nombres
completos hasta garabatos ilegibles.
Ahora bien, el examen que hemos realizado hasta este momento nos conduce
necesariamente a sostener que la firma cumple un rol predominante en lo que
respecta a la teoría de los actos jurídicos, por ende, su función dentro de un
laudo resulta vital.
44
ha emanado del firmante. Por supuesto, tal presunción es iuris tantum y, por
ende, admite prueba en contrario.
Existe, pues, una presunción de integridad del texto que avala. De esta manera,
al presumirse la conformidad, se presume asimismo la integridad del texto al
que acompaña.
Por otro lado, la autenticidad del documento, implica poner a esta declaración
de voluntad, íntegra e inalterada, en relación de correspondencia unívoca e
indestructible con los árbitros que la emitieron, de modo tal que no pueda ser
negada o repudiada por éstos. Ni la firma ni el documento que certifica deben
haber sido alterados, toda vez que los escritos deben perdurar en el tiempo.
Por otra parte, cabe señalar que resulta evidente que cuando haya un solo
árbitro el laudo deberá estar firmado por ese árbitro y cuando estemos en
presencia de un tribunal arbitral colegiado, dice la segunda parte del inciso 1
del artículo 55 de la Ley de Arbitraje, Decreto Legislativo n.° 1071, bastarán las
firmas de la mayoría de los miembros o sólo la del presidente, según
corresponda, siempre que se manifiesten las razones de la falta de una o más
firmas.
Aquí volvemos al tema relativo a cuántos tienen que haber votado para que
haya laudo. Para tales efectos, se debe tener presente los comentarios que
efectuamos con ocasión del análisis del artículo 52 de la Ley de Arbitraje, en el
sentido de si tienen o no que haber votado más de la mitad de los miembros
del tribunal arbitral. En ese entender, hacemos aplicables a este extremo del
inciso 1 del artículo 55 de la Ley, los casos en los cuales bastará con el voto
del presidente para que haya laudo, dentro del tema de las mayorías y minorías
necesarias para laudar.
47
Finalmente, la última parte del inciso 1 del artículo 55 establece que podrá faltar
la firma de alguno de los árbitros: «Siempre que se manifiesten las razones de
la falta de una o más firmas».
Así, cabe preguntarse ¿cuáles pueden ser las razones por las cuales alguien
no firme?
De otro lado, cabe señalar que la ausencia de firma puede ser suplida con la
huella digital, y si no hubiese una huella digital, por alguna manifestación de
voluntad dada por el árbitro.
Ahora, claro está, si un laudo está firmado por la mayoría de miembros del
tribunal y hay uno que no lo ha podido firmar, se podría indicar esa situación
simplemente a título de referencia o a título informativo. El hecho sería
relevante, ya que si no se considerara que ese árbitro ha emitido su voto,
devendría aplicable la norma en virtud de la cual si un árbitro no firma una
resolución o un laudo, se entiende adherido a lo resuelto por la mayoría.
48
Cabe señalar que, como resulta lógico, el tema de la opinión discrepante
adquiere relevancia si se trata de un tribunal arbitral compuesto por tres árbitros
o por un número mayor, si fuese el caso.
Como bien señala Munné, el laudo arbitral —en caso de árbitro único— no
plantea ningún problema de orden a la formación del laudo y de las restantes
decisiones arbitrales, dado que las mismas las reflexiona, emite y redacta el
árbitro único. Cuando hay más de un árbitro, es decir, en el caso de colegio
arbitral, sí se plantean mayores problemas en orden a la adopción de
decisiones.
Estaremos de acuerdo en que no es lo mismo que nadie objete dentro del propio
tribunal arbitral la decisión de fondo, a que alguno de los árbitros objete la
decisión con un voto singular (disidente).
Por su parte, Redfern, Hunter, Blackaby y Partasides señalan que las opiniones
disidentes plantean un problema, aun mayor. Existe una amplia diferencia entre
la doctrina y la práctica en cuanto a la conveniencia de permitir que se emitan
opiniones disidentes. Los árbitros expresan su disentimiento rehusando firmar
el laudo. Por ello, las opiniones disidentes son cada vez menos frecuentes. Por
lo general, cuando se expresa una opinión disidente, ésta se adjunta al laudo
si los demás árbitros lo consienten, o bien, se entrega a las partes en forma
separada. En cualquiera de los dos casos, la opinión disidente no forma parte
del laudo mismo: no es un «laudo» sino una opinión.
Al respecto, Yáñez Velasco afirma que todos los árbitros deben firmar el laudo,
pero si la declaración de voluntad de un árbitro contradice la mayoría, se
permite el voto discrepante, reservado o particular. Y si la discrepancia es de
varios árbitros y coinciden entre sí, nada impide un voto particular conjunto. La
falta de regulación en el proceder conduce a la libertad de formas pero requiere,
como regla de principio, que efectivamente haya existido un voto disidente con
la mayoría y que el árbitro —su autor— desee expresarlo y justificarlo
individualizadamente.
50
Dentro de tal orden de ideas, a través de la opinión disidente, el árbitro
minoritario expresa la discrepancia con relación a aspectos de fondo de la
controversia y con la forma cómo —los otros árbitros— han resuelto la misma.
51
miembro del Tribunal podrá adjuntar al laudo su opinión individual, sea que
disienta o no con la mayoría, o una declaración sobre su disensión».
Por otro lado, tenemos a las «opiniones separadas», las cuales se presentan
cuando existe acuerdo sobre la parte resolutiva del Laudo, pero no están de
acuerdo en las consideraciones que los llevan a resolver en ese sentido.
Según Arrighi, en el caso de las opiniones separadas, si bien uno o más árbitros
están de acuerdo acerca de la parte resolutiva del laudo arbitral (es decir, están
de acuerdo con el fallo), deciden emitir una opinión separada (o sea, respecto
de la parte considerativa), debido a que pueden no estar de acuerdo con parte
o todo el razonamiento seguido por la mayoría o con la forma en que el mismo
ha sido formulado.
Las opiniones separadas sí forman parte del laudo, porque están de acuerdo
con la parte resolutiva del resto de miembros del tribunal arbitral, a diferencia
de los votos disidentes.
53
CAPITULO III: EL LAUDO ARBITRAL A NIVEL INTERNACIONAL
3. EL ARBITRAJE INTERNACIONAL
La expansión y globalización del comercio e inversiones transfronterizas han
potenciado las relaciones comerciales entre empresarios, inversores y Estados,
las cuales son hoy en día más complejas que nunca. Como es inevitable que
algunas de estas relaciones se rompan, las partes tienen que considerar
(preferiblemente al comienzo de la relación) el mejor medio de resolver
cualquier controversia que pueda surgir entre ellas. En muchos casos, éste será
el arbitraje.
El arbitraje viene siendo utilizado desde hace siglos, como muestra Platón al
escribir sobre el arbitraje en la Grecia antigua. En tiempos más modernos, el
arbitraje se convirtió en el método común de resolución de controversias en
algunos sectores industriales (como por ejemplo en los sectores de la
construcción, las materias primas, el transporte marítimo y los seguros) donde
el conocimiento técnico de los árbitros era especialmente importante. Sin
embargo, en los últimos 50 años aproximadamente el arbitraje ha sido aceptado
por la comunidad internacional de manera creciente y se ha reconocido su
importancia como mecanismo principal para la resolución de controversias
comerciales complejas y transnacionales (así como las ventajas económicas
que para un Estado tiene el hecho de ser visto como “favorable al arbitraje”).
54
tribunales nacionales de la otra parte. El arbitraje internacional permite
resolver una controversia en un foro neutral.
• Flexibilidad procesal: Los reglamentos de arbitraje son más eficientes,
flexibles y mucho menos complejos que la mayoría de las reglas de
procedimiento civil nacionales, lo que hace que aquéllos se adapten mejor a
controversias en que concurren partes de diferentes jurisdicciones.
• Árbitros con la experiencia apropiada: Los árbitros pueden ser
seleccionados por su familiaridad con prácticas comerciales relevantes, usos
comerciales y estructuras legales, y por su capacidad para aplicar diferentes
ordenamientos jurídicos nacionales y tratar con cuestiones de Derecho
comparado.
• Autonomía de las partes: Las partes de un arbitraje pueden configurar el
proceso para la resolución de su controversia seleccionando, por ejemplo, la
ley aplicable, el lugar del arbitraje, muchos aspectos del procedimiento
arbitral y, desde luego, los árbitros que consideren velarán por que las partes
tengan una oportunidad justa y razonable de presentar su caso.
55
Laudo Ejecutable: Gracias a la existencia de convenios internacionales, la
posibilidad de ejecutar y hacer cumplir los laudos arbitrales en cualquier parte del
mundo es mucho mayor que la de sentencias judiciales, ya que una sentencia
que no pueda ser ejecutada contra los activos correspondientes carece de
interés. Esta característica es a menudo determinante a la hora de optar por el
arbitraje en contratos internacionales. El convenio más importante para la
ejecución de laudos arbitrales (aunque haya otros) es el Convenio de Naciones
Unidas de 1958 sobre el Reconocimiento y la Ejecución de las Sentencias
Arbitrales Extranjeras (conocido como el Convenio de Nueva York). Más de 145
países forman parte del Convenio de Nueva York, cada uno de los cuales, en
términos generales, acuerda hacer cumplir los laudos arbitrales dictados en otros
Estados firmantes con la excepción de ciertos casos limitativos de oposición a la
ejecución.
Los Estados firmantes del Convenio de Nueva York están recogidos en el Anexo
2. No existe convenio alguno tan amplio que permita la ejecución de sentencias
judiciales (el más similar es el Reglamento Bruselas-I, cuyo ámbito de aplicación
se limita a partes Europeas).
56
Conocimiento técnico y experiencia: Las partes pueden seleccionar árbitros
con los conocimientos técnicos o la experiencia más adecuados al caso. Aunque
algunas jurisdicciones tengan muy buenos tribunales especializados (por ejemplo
la División Comercial del Tribunal Supremo de Nueva York o el Tribunal inglés de
Tecnología y Construcción), en otras las partes corren el riesgo de que su
controversia sea resuelta por un juez con poca o ninguna experiencia en el tema.
57
mayoría de las leyes de arbitraje modernas requieren que todos los árbitros sean
imparciales. Sin embargo, una parte puede utilizar su elección o participación en
el proceso de selección para asegurarse, en la medida de lo posible, que el
tribunal entenderá el contexto comercial, las cuestiones más relevantes y las
preferencias procesales de dicha parte. Las partes pueden ponerse de acuerdo
sobre ciertos criterios que habrán de reunir los árbitros, o el árbitro que presida,
aunque habrán de tener mucho cuidado de no afinar tanto los criterios que resulte
difícil identificar a candidatos potenciales. En arbitrajes con más de una parte en
uno de los lados, o en que sea posible que más partes sean incluidas a lo largo
del procedimiento, es normalmente muy complicado mantener el derecho de las
partes a escoger (y no simplemente delegar la elección a una institución) a los
árbitros. Por ejemplo, si una parte tiene el derecho de elegir a un árbitro pero las
dos partes del otro lado no se ponen de acuerdo en una selección conjunta, éstas
últimas podrían alegar que no están recibiendo un trato igualitario. Por lo tanto,
en controversias en las que intervengan multitud de partes, se ha de prestar una
atención especial al modo de selección de los árbitros.
58
fondo) contra todo laudo arbitral (ahorrándose así probablemente años de
posibles procedimientos posteriores). En cualquier caso, en muchas
jurisdicciones, los laudos sólo pueden ser revisados en circunstancias
estrictamente delimitadas. Los tribunales arbitrales internacionales están
generalmente autorizados a conceder a la parte ganadora en el laudo la mayoría,
o al menos una parte, de sus gastos, aunque la práctica varía según las
reglas/leyes aplicables y la composición del tribunal.
59
cuidado en su redacción. Sin embargo, si no se incluye una cláusula adecuada
antes de que surja la controversia, será a menudo difícil obtener el consentimiento
de todas las partes ya que sus intereses particulares serán distintos. En tales
circunstancias, las partes en cuestión tendrán que decidir si comienzan
procedimientos separados en relación con el tercero.
1.1. El Tribunal
En la amplia mayoría de los casos, el tribunal arbitral está formado por uno o tres
árbitros. La elección entre uno o tres árbitros se puede hacer por adelantado o
supeditar a un acuerdo posterior entre las partes (o a la decisión de una institución
arbitral o autoridad de nominación) una vez haya surgido la controversia.
Las partes pueden pedir que los árbitros (o el Presidente) posean ciertas cualidades
determinadas (por ejemplo, personas con un mínimo 10 años de experiencia
profesional o con nacionalidades distintas de las de las partes o con experiencia en
transacciones financieras internacionales). Los árbitros no tienen por qué ser
necesariamente abogados pero en el caso de controversias internacionales de gran
valor económico normalmente lo son.
Por lo general, las partes solicitan la opinión y consejo de sus abogados sobre los
árbitros convenientes a cada caso. Cuando damos consejo a este respecto, nos
basamos en nuestra experiencia con personas que reúnen las características
necesarias (así como su experiencia como árbitro) y trabajamos junto con nuestro
cliente para identificar a aquellos árbitros que esperamos sigan los razonamientos
más acordes con la posición de nuestro cliente. Entre los factores que consideramos
podemos incluir:
61
conferencias, las opiniones de nuestros compañeros y la reputación general
del candidato; y
• la capacidad del candidato de influir en la elección del Presidente y la
probabilidad de que sus opiniones influencien a los otros árbitros durante las
deliberaciones.
Muchos países tienen leyes de arbitraje que proporcionan el marco legal para la
práctica de arbitrajes. Sin embargo, salvo normas imperativas contrarias de la
ley aplicable, las partes son libres de convenir el procedimiento para su arbitraje
(o simplemente aceptar el procedimiento ordinario conforme a dicha ley). En
lugar de redactar un procedimiento específico para cada contrato, las partes
suelen adoptar (y modificar según convenga en función del caso concreto) un
conjunto de reglas de arbitraje ya listas y de probada utilidad. Estas reglas
(modificadas o completadas por las partes) son entonces interpretadas a la luz
de la ley de arbitraje de la sede (situs legal) del arbitraje.
63
supervisión) que sus reglamentos prevén y su estructura de
costes.
En cambio, los procedimientos bajo los reglamentos de la LCIA o del ICDR están
administrados de forma más flexible, siendo el papel de dichas instituciones
principalmente el de ocuparse del nombramiento (y de las posibles solicitudes de
recusación) del tribunal. No hay ninguna exigencia formal en cuanto a la redacción
de un Acta de Misión o al examen de los borradores de laudos arbitrales..
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del Acta de Misión; y, después, un anticipo para cubrir íntegramente el resto del
arbitraje (aunque este monto pueda ser ajustado más tarde si se considera
oportuno). En controversias con un cuantía del litigio elevada, requiere que las
partes tengan que desembolsar (o garantizar) sumas sustanciales de dinero al
principio del procedimiento.
En cambio, la LCIA cobra (por su cuenta y la de los árbitros) en función del tiempo
empleado. Las tarifas de honorarios que la LCIA acuerda con los árbitros son
generalmente muy inferiores a las que éstos mismos árbitros cobrarían en caso
de ser contactados directamente por las partes.
Aunque los gastos administrativos del ICDR están basados en la cuantía del
litigio, los honorarios del tribunal (tal y como ocurre con la LCIA) son calculados
según el tiempo empleado.
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comerciales comunes como en arbitrajes entre Estados y personas (fue utilizado
como base para el Reglamento del Tribunal de Reclamaciones Irán-EE.UU. y para
un gran número de Tratados Bilaterales de Inversión). Han influido además en
otros reglamentos.
66
ejemplo, acordar que cualquier arbitraje habrá de regirse de conformidad con
una ley nacional concreta. Sin embargo, en un contexto internacional, las partes
deben primero asegurarse de que están satisfechos con dicha legislación y de
que están dispuestos a recurrir a los tribunales locales cuando sea necesario
resolver alguna dificultad que surja durante el procedimiento.
Las partes a veces también creen que, al evitar los honorarios de instituciones
arbitrales, el arbitraje ad hoc resultará más económico que el arbitraje institucional.
Aunque esto sea posible en teoría, en la práctica los beneficios derivados de los
servicios administrativos prestados por una institución y los honorarios inferiores
de los árbitros bajo un reglamento institucional pueden fácilmente llegar a
compensar los gastos incurridos, especialmente en controversias donde la cuantía
del litigio y la complejidad son importantes y donde es probable que muchas
cuestiones procesales deban ser tratadas. Un arbitraje ad hoc aumenta
considerablemente la probabilidad de intervención de un tribunal nacional
provocando así gastos potencialmente significativos que también habrán de ser
tomados en cuenta. En general, antes de seleccionar el arbitraje ad hoc las partes
deberían asegurarse de que no obtendrán mejor servicio por un arbitraje
institucional o bajo el Reglamento UNCITRAL.
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un Estado firmante y un nacional de otro Estado firmante. La competencia
jurisdiccional se establece sobre la base del consentimiento, del contrato, de la
legislación local sobre inversiones extranjeras del lugar donde se ubique la
inversión o de los derechos precedentes de Tratados Internacionales. El
aumento en el número de controversias entre inversores y Estados, y la
proliferación de Tratados Bilaterales de Inversión que prevén el arbitraje CIADI
han provocado que el CIADI tenga cada vez más importancia en controversias
entre inversores y Estados.
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• Demanda reconvencional eventual
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• Audiencias
• Laudo arbitral
El artículo 5 de la Convención limita las razones por las que los Estados firmantes
pueden oponerse a reconocer y hacer cumplir laudos arbitrales extranjeros:
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“1. Sólo se podrá denegar el reconocimiento y la ejecución de la sentencia, a
instancia de la parte contra la cual
es invocada, si esta parte prueba ante la autoridad competente del país en que
se pide el reconocimiento y la ejecución:
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ley, ha sido dictada esa sentencia.
1.4.2. Estados firmantes: A 15 de febrero de 2014 estos son los Estados que
han aceptado, ratificado o heredado la Convención:
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CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
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