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Sarmiento escribe el Facundo teniendo en mente a un lector ilustrado.

Las clases dirigentes


latinoamericanas y la elite intelectual europea son, por excelencia, el público hacia el cual
apunta este ensayo de interpretación de la realidad nacional. Ahora bien, puesto que las obras
circulan de un medio a otro sin su contexto enunciativo, (lo cual las hace aptas para una
reintepretación en función de la estructura de su campo de recepción)1, el objetivo de mostrar
ante un público letrado extranjero la condiciones específicas que determinan la peculiar
idiosincracia argentina demandará apelar a figuras ya presentes en el repertorio intelectual de
las elites ilustradas, para así poder dar cuenta de estos caracteres únicos e irreducibles.
Sarmiento, por lo tanto, ubicado en un entrelugar marginal de intelectual periférico, se
concibe a sí mismo como mediador entre la intelectualidad europea y la realidad americana2.
Hará uso, entonces, de un recurso tradicional ligado al expansionismo decimonónico:
el orientalismo. Éste, aparte de adornar con colores «exóticos» la literatura europea, tuvo
como fin la implantación de una perspectiva negativa sobre Oriente (identificado no sólo
geográficamente con el Asia, sino con toda región que no formase parte de los países
occidentales centrales, así como también con la Edad Media), asociándolo con lo primitivo,
con el atraso civilizatorio y con el orden político despótico. La estrategia de Sarmiento será
pues, establecer una equivalencia entre la pampa argentina y el Oriente (visto por Europa),
explicando lo desconocido por medio de lo conocido. Así lo indica Piglia: “en el
prodecidimiento de las analogías hay que ver uno de los fundamentos ideológicos del
Facundo: la lógica de las equivalencias disuelve las diferencias y resuelve, mágicamente, las
contradicciones”3. Lo oriental ya ha sido definido y juzgado como lo bárbaro e inculto, que
precisa ser atravesado por el proceso civilizatorio.
Una primera aproximación al discurso orientalista en Facundo puede establecerse
mediante la observación de sus epígrafes. Cada capítulo está encabezado por una cita, de
procedencia europea, que anticipa y ─en cierta medida─ resume la sección que está por
desarrollarse. Tómese como ejemplo el acápite del capítulo VI, que presenta a La Rioja con
un comentario de Roussel sobre Palestina, o el del capítulo siguiente, en el que una reflexión
sobre la Edad Media por parte de Chateaubriand antecede al análisis de la sociabilidad
argentina. Así y todo, la primera analogía explícita entre el Oriente y la pampa se da en el

1
Bourdieu, Pierre (1999). “Las condiciones sociales de la circulación de las ideas” en Intelectuales,
política y poder, Buenos Aires, Eudeba.
2
Ramos, Julio (1989). “Primera parte” a Desencuentros de la modernidad en América Latina, México,
FCE, p. 24.
3
Piglia, Ricardo (1980). “Notas sobre el Facundo” en Punto de vista, Buenos Aires, nº 8, p. 18.
capítulo I, con el párrafo que comienza: “esta extensión de las llanuras imprime, por otra
parte, a la vida interior, cierta tintura asiática, que no deja de ser bien pronunciada”.
Sarmiento utiliza con profusión imágenes sensibles que facilitan ─a la vez que
direccionan─ una interpretación visual de sus teorías. Invoca el Alí-Bajá de Monvoisin para
representar pictóricamente el aspecto de Facundo Quiroga. Esboza una extendida
consideración sobre el colorado (lo que Sazbón denomina «una hermenéutica de los
símbolos»4) para crear un puente entre su uso por parte del régimen rosista, y su presencia en
las insignias de los pueblos “bárbaros”, de los emperadores, de los verdugos, de los salvajes,
etc. Una auténtica estrategia de clasificación de las alteridades mediante aglutinación,
característica ─registrada por Angenot5─ de la hegemonía en cuanto norma pragmática que
constituye la formación de un etnocentrismo.
Pero este despliegue retórico carecería de cohesión sin un marco conceptual que
sirviera de soporte a todas estas analogías: la teoría del medio, tópico en la historiografía
romántica. Basándose en el psicologismo hegeliano de Cousin (la triple categoría de los
«lugares», los «pueblos» y los «grandes hombres»), y tomando como principal referente el
modelo de El espíritu de las leyes, de Montesquieu, Sarmiento elabora una interpretación de
la aparición del caudillismo en la Argentina a partir de las determinaciones de su escenario
geográfico; esto es, una geogénesis6. La pampa argentina, al igual que la llanura asiática,
engrendra la defectuosa asociación pastora; y ésta origina la constitución psíquica que
posibilita el orden despótico. Lo geográfico influye en lo morfológico, y esto en lo
institucional.7
La orientalización de la pampa contiene, en suma, el proyecto de justificar la doctrina
del origen del caudillismo bárbaro, con el fin último de criticar las políticas federales y,
especialmente, el gobierno de Rosas, atribuyéndoles los títulos descalificadores de «tiranía» o
«despotismo».8

4
Sazbón, José (2002), “Facundo: la vida de los signos” en Historia y representación, Bernal,
Universidad Nacional de Quilmes, p. 259.
5
Angenot, Marc (2010). “El discurso social” en El discurso social, Buenos Aires, Siglo XXI, p. 42.
6
Terán, Oscar (2008). “La generación del 37: Sarmiento y Alberdi” en Historia de las ideas en
Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI, pp. 76-77..
7
Orgaz, Raúl (1950). “Sarmiento y el naturalismo histórico” en Sociología argentina, Córdoba,
Assandri, p. 313.
8
Altamirano, Carlos (2005). “Introducción al Facundo” en Para un programa de historia intelectual,
Buenos Aires, Siglo XXI, pp. 56-57.

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