Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Por Qué No Estalla Una Revolución
Por Qué No Estalla Una Revolución
UNA REVOLUCIÓN
¿Te has preguntado alguna vez porqué nadie reacciona ante la infame oleada
de opresión y abusos de todo tipo que estamos sufriendo?
¿Te has preguntado porqué no estalla una Revolución masiva y por qué todo
el mundo parece estar dormido o hipnotizado?
Estos últimos años se han hecho públicas informaciones de todo tipo que
deberían haber dañado la estructura del Sistema hasta sus mismísimos
cimientos y sin embargo la maquinaria sigue intacta, sin ni tan solo un arañazo
superficial.
Durante décadas hemos creído que los luchadores por la verdad, los
informadores capaces de desvelar asuntos encubiertos o airear los trapos
sucios, podían cambiar las cosas.
Que podían alterar el devenir de la historia.
De hecho, hemos crecido con el convencimiento de que conocer la verdad era
crucial para crear un mundo mejor y más justo y que aquellos que luchaban por
desvelarla eran el mayor enemigo de los poderosos y de los tiranos.
Y es que podríamos seguir así por todas las comunidades autónomas o por el
propio gobierno central, donde las dos grandes familias político-criminales del
país, PP y PSOE, se han dedicado a saquear sin ningún tipo de recato.
Y a pesar de hacerse públicos todos estos casos de corrupción generalizada; a
pesar de revelarse la implicación de las altas esferas financieras y
empresariales, con la aquiescencia del poder judicial; a pesar de demostrarse
por activa y por pasiva que la infección afecta al Sistema en su generalidad, en
todos los ámbitos, imposibilitando la creación de un futuro sano para el país; a
pesar de todo ello, la respuesta de la población ha sido…no hacer nada.
La máxima respuesta de la ciudadanía ha sido “ejercer el legítimo derecho de
manifestación”, una actividad muy parecida a la que hace la hinchada cuando
su equipo de fútbol gana una competición y sale en masa a la calle para
celebrarlo.
Es decir, nadie ha hecho nada efectivo por cambiar las cosas, excepto picar
cacerolas.
Ahí está el caso del deporte de masas, azotado como está por la sospecha de
la corrupción, de la manipulación y del dopaje y por la más que probable
adulteración de todas las competiciones bajo el control comercial de las
grandes marcas…y a pesar de ello, sus audiencias televisivas y su seguimiento
no solo no se ve afectado, sino que sigue creciendo cada vez más y más y
más…
Y lo que es más alucinante del caso: una vez “filtradas” estas informaciones,
nadie se ha preocupado de rebatirlas.
¡Ni mucho menos!
¿De qué sirve saber de forma explícita y documentada que la energía nuclear
solo nos puede traer desgracias, como nos demuestran los terribles accidentes
de Chernobyl y Fukushima, si tales revelaciones no surten ni el más mínimo
efecto?
¿De qué nos sirve saber que los bancos son entidades criminales dedicadas al
saqueo masivo si seguimos utilizándolos?
¿De qué nos sirve saber que la comida está adulterada y contaminada por todo
tipo de productos tóxicos, cancerígenos o transgénicos si seguimos
comiéndola?
¿De qué nos sirve saber la verdad sobre cualquier asunto relevante si no
reaccionamos, por más graves que sean sus implicaciones?
Y para luchar contra este fenómeno, resulta clave saber cómo se desarrolla el
proceso…
Percepción
Sin lugar a dudas, formamos parte de la generación con mayor capacidad de
procesamiento de información a nivel cerebral de la toda historia de la
humanidad, con muchísima diferencia, sobretodo a nivel visual y auditivo.
Es más, a medida que nacen y crecen nuevas generaciones, éstas adquieren
una mayor velocidad de percepción de información.
Por lo visto, parece que nuestro cerebro tiene capacidad suficiente para percibir
tales volúmenes de información y comprender los mensajes asociados a esos
estímulos.
Ahí no radica el problema.
De hecho parece que nuestro cerebro disfruta con ello, pues nos hemos
convertido en adictos al bombardeo de estímulos.
El problema aparece en la siguiente fase.
Valoración
Es cuando debemos valorar la información recibida, es decir, cuando llega la
hora de juzgar y analizar sus implicaciones, que nos topamos con nuestras
limitaciones.
Porque, literalmente, no disponemos de tiempo material para hacer una
valoración en profundidad de esa información.
Antes de que nuestra mente, por sí misma y con criterios propios, pueda
juzgar de forma más o menos profunda la información que recibimos, somos
bombardeados por una nueva oleada de estímulos que nos distraen e inundan
nuestra mente.
Es por esta razón que nunca llegamos a valorar en su justa medida, la
información que recibimos, por importantes que sean sus posibles
implicaciones.
Porque vivimos inmersos en la cultura del twit, un mundo donde toda reflexión
sobre un evento dura 140 caracteres.
Y esa es la profundidad máxima a la que llega nuestra limitada capacidad de
análisis.
Es por esta razón, por nuestra impotencia a la hora de valorar y juzgar por
nosotros mismos el volumen de información al que estamos sometidos, que la
propia información que nos es transmitida lleva incorporada la opinión que
debemos tener sobre ella, es decir, aquello que deberíamos pensar tras
realizar una valoración profunda de los hechos.
Resumiendo: nos hace pensar “en titulares” y por norma general, esos titulares
ni tan solo los pensamos nosotros mismos, sino que nos son inoculados con la
propia información.
Respuesta
Una vez reducido a la mínima expresión nuestro tiempo de valoración personal
de los hechos, entramos en la fase decisiva del proceso, aquella en que
nuestra posible respuesta queda anulada.
Más allá de las valoraciones que hagamos sobre estos personajes inventados,
estos ejemplos nos sirven para demostrar que el bombardeo incesante de
información al que estamos sometidos acaba desembocando en una
fragmentación de nuestra energía emocional y por ello acabamos ofreciendo
una respuesta superficial o nula.
Una respuesta que en momentos como el que vivimos, intuímos debería ser
mucho más contundente y que sin embargo, no llegamos a generar porque
carecemos de energía suficiente para hacerlo.
CONCLUSIÓN
Quizás todo lo expuesto anteriormente no es lo que querías escuchar.
Es poco estimulante y resulta algo complicado y farragoso, pero las realidades
complejas no pueden reducirse a un ingenioso titular en forma de twit.