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APROPIACION Y ALIENACION
Introducción
Parece contradictorio hablar de alienación en un simposium sobre el futuro de
la psiquiatría, tomando en cuenta que el término alienación, usual en el siglo XIX,
desapareció totalmente del lenguaje hablado y escrito de la psiquiatría a lo largo
del siglo XX.
No obstante, creo que más que una contradicción es una paradoja, algo
frecuente en la historia de lo humano. Las palabras alienación y su antónimo
apropiación pertenecen, por derecho propio, al futuro de la psiquiatría, que tiene
ahora que rescatar su conceptuación desde la geología subterránea de su historia,
dado que las corrientes de superficie de la historia del siglo XX han encubierto las
auténticas raíces de lo humano y de la vida, sea esta saludable o patológica.
Comienzo por el término alienación, sinónimo de enajenación, derivados
ambos del latín “alienus”: de otro, por oposición a propio. Su uso terminológico se
originó en el ámbito jurídico-comercial, sustentado por el derecho romano, basado
en el derecho de las personas a lo propio. Enajenación y alienación significaron y
significan la pérdida de lo propio, en el sentido de pérdida de la disponibilidad de
ello por parte de la persona. Lo propio se vuelve no propio, ajeno a la persona, no
disponible.
Esa alienación de lo personal, puede suceder porque deja de ser propio, de
pertenecer a uno o porque pasa a pertenecer a otro. Mi propiedad pasa a ser
propiedad de otro. En el primer caso la alienación es un problema individual, donde
el sujeto pierde su propiedad, algo que era inherente a la interioridad de su ser y de
lo suyo, se vuelve externo, se extranjeriza o se exterioriza respecto a la unidad
íntima del individuo. Esta sería una alienación personal.
En el segundo caso la alienación es producto de la apropiación por otro (otros)
de lo que pertenecía y era propio del uno. Esta alienación, fruto del juego
individuo/otros, individuo/sociedad, corresponde a la alienación social.
Históricamente, el tratamiento teórico del tema de la alienación durante el siglo
XX siguió casi exclusivamente el derrotero de la alienación social, en la saga de
Marx.
Para Marx, la alienación sería una apropiación indebida, por parte del capital,
del producto laboral del obrero, transformado en mercancía. La enajenación sería
tanto del producto laboral cuanto de la vida del obrero, quien se ve privado de un
trozo de su espacio-tiempo de acción productiva, sufriendo él mismo una
desrealización.
También señaló Marx otra alienación, la de la inautenticidad de la conciencia,
por el condicionamiento ideológico de clase, constituyendo una falsa conciencia.
En Lukács la alienación es referida al hombre mismo como totalidad, al sufrir
una “desnaturalización” de su ser, por su transformación desde ser “sujeto activo”
de su vida hasta ser “objeto pasivo” de relaciones “cosificantes”, por parte de los
otros.
Esta línea sociológica de la antropología y filosofía ha contribuido notablemente
a la marginación del problema de la alienación del ámbito de la psicopatología. El
mejor ejemplo de ello es la rotunda afirmación de Michel Foucault en su libro
Enfermedad mental y personalidad: “Al hacer de la alienación social la condición de
la enfermedad disipamos de un solo golpe el mito de la alienación psicológica”.
Esta afirmación, sostengo, es un total error, derivado precisamente del mito de
la alienación social, tan vigente en el siglo XX. Por el contrario, sólo puede haber
alienación personal y no social. Esta es parte de la tesis de la presente ponencia.
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Conclusiones:
Un ser vivo sigue siéndolo gracias a la incorporación material, energética
e informacional que continuamente realiza desde el medio. Y sigue siendo el
mismo viviente gracias a que esa incorporación es una asimilación integrativa
coherente con su propia unidad estructural.
La pérdida de lo propio, la expropiación, constituye una enfermedad somática.
Un viviente humano llega a ser humano porque incorpora logos y cultura a su
modo de ser vivo, esto es, un ser cognitivo que discrimina eficazmente las
realidades de los símbolos y que organiza bien las estructuras simbólicas. Si pierde
sus propiedades psíquicas humanas, si se deteriora su aprehensión de lo real y su
estructuración simbólica, presenta enfermedades típicamente humanas, como
todas las que originan fenómenos neuropsicopatológicos, que son trastornos de su
relación simbólica apropiada a la realidad, que le perturba su apoderamiento del
poder de lo real. Surgen las impotencias funcionales psíquicas.
Una persona, para llegar a ser persona, tiene que re-apropiarse de su propio
cuerpo, de su propia intimidad y de sus manifestaciones expresivas y conductuales.
A la vez, para vivir una vida personal, tiene que apropiarse de la realidad con
que realiza su propia conducta y apropiarse del en donde la realiza, apropiarse de
su espacio personal; así como también tiene que apropiarse de la duración de su
propia conducta, apropiarse de su tiempo personal. Realidades particulares y
estructura espacio-temporal propiamente personales, configuran el Mundo personal
de la existencia de la persona.
Pero aún más, una persona que pretende vivir personalmente, esto es, desde
sí misma, tiene que darse a sí misma su propia identidad, su identidad personal, a
través de la libre elección de valores y sentidos de las cosas de su mundo, que le
permite seleccionar y preferir, para la realización de su vida, aquello que sea
apropiado a su propia identidad personal. Esta elección de valores y sentidos, para
que puedan ser realizadores de la vida personal, tiene que co-fundar sentido y
valor tanto en la propia realidad personal, cuanto en la estructura propia de lo real
con lo que realiza su libertad. La libertad personal realizadora respeta tanto lo otro
y al otro cuanto respeta la propia mismidad.
En el fallo, distorsión o perversión de estos complejos procesos apropiativos;
en los procesos desapropiativos se basan los fenómenos de alienación personal
que configuran toda la psicopatología.