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Durante el Renacimiento se dio una cierta dualidad entre los filósofos, los médicos y el
resto de hombres de ciencia; algunos tenían una visión del cuerpo mecánica, reflejo de la
concepción del universo como un gran mecanismo y que para entenderlo necesitábamos
estudiar sus partes (Descartes 1596-1650). En cambio otros entendieron el cuerpo humano
y la propia naturaleza como algo vivo movido por una fuerza “vis” interna (Paracelso 1493
– 1591).
En el siglo XVII con el médico inglés Thomas Sydenham se da el primer paso
hacia la clínica “moderna” y al estudio de la enfermedad en el individuo enfermo
con una descripción objetiva y sistemática de los síntomas en el paciente.
Durante los siglos XVIII, XIX y XX las ciencias de la naturaleza evolucionaron
considerablemente hasta convertirse en sólidos apoyos para la nueva ciencia
médica: por una parte el estudio químico de la composición de los productos
naturales así como sus sustancias activas, y por otra el análisis fisiológico de los
mecanismos de acción. Gracias a la fructífera relación entre la química y la
medicina se generó un gran avance de estas ciencias, de la patología y de la
clínica.
Pero a mediados del siglo XIX el desarrollo industrial, estimuló la instauración de
una población más consciente, crítica y formada, con un fuerte sentido de la
libertad que se tradujo en un rechazo a las terapias peligrosas de la época, como
las sangrías o el empleo abusivo del arsénico y el mercurio. Estas circunstancias
favorecieron el surgimiento del movimiento naturista en Alemania.
El Movimiento Naturista Europeo del siglo XIX