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La voluntad


El hombre es un ser abierto a la verdad, pero también al bien, al que tiende
de forma natural.

Hemos visto también que el hombre tiende mediante los deseos e impulsos
hacia bienes sensibles o captados por la sensibilidad (apetito sensible).

Ahora vamos a ver la tendencia hacia el bien captado intelectualmente
(apetito racional)

Voluntad humana es la tendencia espiritual hacia el bien concebido por la
inteligencia.

Es importante distinguir entre querer y desear, algo que no se hace en el
lenguaje coloquial o corriente. La confusión proviene de que querer y
desear son concomitantes y concurrentes: el mismo objeto es a la vez
querido y deseado. Si como, es porque deseo comer, pero también porque
mi voluntad, que es racional (la voluntad es el querer de la razón)

La diferencia está clara cuando el bien concebido no es sensible, cuando
por ejemplo, quiero justicia. Cuando quiero justicia puede que no quiera
ningún bien sensible. Y aún más clara cuando hay oposición entre voluntad
y deseo: cuando deseo comer un pastel, pero no lo quiero.
La voluntad

Pero, ¿no era la verdad un bien para la inteligencia? ¿Cuál es la diferencia
entre el bien de la inteligencia y el bien de la voluntad?

Sin duda el querer es una representación abstracta de un bien, pero no se
dirige a él como abstracto, como un concepto en el que tengo la verdad
(para eso está la inteligencia), sino como un bien concreto que quiero.
Cuando uno quiere quiere en concreto: quiere a su padre, a su madre, a su
esposa, a sus amigos.

Lo voluntario y lo involuntaria
Por ejemplo, es involuntaria la acción de un hombre si es por ignorancia,
como cuando decimos que lo ha hecho sin querer. O cuando alguien obliga
a otra persona a hacer algo.
¿Qué es entonces lo voluntario? Para Aristóteles, lo voluntario es “aquello
cuyo principio está en uno mismo y que conoce las circunstancias concretas
de la acción. Es decir, para que una acción sea voluntaria, lo que se
requiere es que su principio sea intrínseco (que la persona no esté
violentada por un agente externo y que haya cierto conocimiento del fin).
La voluntad

El conocimiento del fin puede ser:
a) Imperfecto, como cuando se conoce la cosa que es fin, pero no en
cuanto fin. Por ejemplo, un animal cuando se dirige a un bien captado por
los sentidos, pero sin reflexión.
b) Perfecto, cuando se conoce la cosa que es fin, pero en cuanto fin, se
conoce la razón del fin. Y que conoce la razón del fin se orientan los
medios, que siempre hacen referencia al fin. De hecho, Aristóteles nunca
emplea la palabra fin, sino que recurre a la expresión “aquello que es para
el fin”.

La distinción entre voluntario e involuntario marca dos tipos de actos.
a) Actos del hombre. Son las acciones que ocurren en el hombre, pero que
no se reconoce como autor, no están sujetas a su voluntad libre pero que
son actos suyos (el palpitar del corazón, la digestión, etc).

b) Actos humanos: Son las acciones en las que el hombre se reconoce
como autor, y son susceptibles de un juicio ético, porque han sido libres.
La voluntad

Es decir, los actos del hombre no pueden ser actos éticos (una mala
digestión no es un mal moral). Pero tampoco todos los actos humanos son
propiamente calificables moralmente (por ejemplo, los actos del hombre
hechos con ignorancia).

Es la conciencia, la voz interior la que nos avisa, normalmente con acierto
sobre la voluntariedad y la responsabilidad real de nuestras acciones.

Si el objeto de la inteligencia es la verdad, el objeto de la voluntad des el
bien captado previamente por la inteligencia: nihil volitum nisi praecognitum
(nada es querido si no es previamente conocido).

Si el objeto de la inteligencia es el ser en cuanto verdadero, el objeto de la
voluntad es el bien que le presenta la inteligencia a la propia voluntad.
Los trascendentales

Todas las cosas parecen muy diversas entre sí, pero todas ellas tienen algo en
común, que existen y que su existencia tiene un modo muy determinado, es de una
forma muy concreta y precisa.

Universal es la propiedad que tienen sólo un conjunto de seres por el hecho de ser
como son. Es el universo de individuos que tienen un mismo modo de ser o esencia.
Son universales, por ejemplo, los perros, caballos, hombres, etc. (todos los entes
que son perro, forman parte del universo de perros).

Por ejemplo, no toda realidad, no todos los entes son animales racionales, por tanto,
ni la animalidad ni la racionalidad son trascendentales, no llegan a todos los entes.
Los universales son concebidos por la mente y se llaman también géneros,
conceptos o ideas. La idea de perro, como universal, incluye a todos los perros.
Cuando tenemos la idea de perro, cuando tenemos el universal perro, podemos
conocer a todos los perros, sean del tamaño o de la raza que sean.

En la siguiente página podemos ver un cuadro de universales
Los trascendentales
Los trascendentales

Arbol de Porficio para los seres materiales


Los trascendentales

Trascendental es una propiedad que tienen los entes por el hecho de ser entes, por
el hecho de ser o existir. Son propiedades comunes.

La lista de seguros trascendentales son: unidad, verdad y bondad. Se discute hasta
qué punto lo pueda ser la belleza. En los últimos años se han incorporado la
posibilidad de que la relación pueda ser trascendental.

La noción de trascendental equivale o es igual, en consecuencia a la noción de ser.
Trascendental y ser es convertible. Entonces ¿por qué poner varios nombres
distintos a lo mismo? ¿Realmente hay diferencia entre lo que es y la
trascendentalidad?

Realmente no, pero sí según la razón. Los trascendentales no son sino la
consideración mental del ser. Es decir, hay distinción entre ser y trascendental según
la razón, según nuestro modo compuesto de entender la realidad. No es una
distinción real sino de razón.

Toda la realidad bajo la razón negativa de que es indivisible (si algo se divide, por
ejemplo una piedra tendremos nuevas piedras, pero la primera ya dejó de existir al
ser dividida) es una. Es decir, la unidad es trascendental. Es toda la realidad bajo
razón de su unidad.
Los trascendentales
Indivisibilidad Cognoscibilidad Querido,
(cohesión interna) por la inteligencia apetecido o
amado por una
voluntad
Realidad o ser
bajo la nuestra
manera de Unidad (unum) Verdad (verum) Bondad (bonum)
entender las
cosas, bajo la
razón de...

Realidad de suyo es sólo realidad, sólo ser


Existen, pues, dos planos que es preciso no confundir:
a) El plano ontológico, plano del ser, de la realidad, de las cosas.
b) El plano del lógico, que es el plano del pensamiento.

Entre ambos planos existen unas ricas relaciones: El plano de la realidad es el
prioritario, mientras que el plano del pensamiento es secundario, de tal forma que al
pensar bien la realidad estoy en la verdad. Es decir, es lo pensado lo que tiene
fundamento en la realidad y no al revés.
La voluntad

El bien como trascendental

En el lenguaje ordinario llamamos bien a aquello que nos reportan algo. Decimos
que hemos logrado un buen trabajo, decimos que el descanso es bueno para la
salud, decimos que un caballo veloz es un buen caballo, etc.

¿Qué tiene en común la palabra bien al aplicarla a tantas cosas distintas?
Tienen en común que son. Para cada cosa su bien consiste en ser según su
naturaleza: como está en la naturaleza del hombre trabajar y hacerlo dignamente,
podemos calificar a un trabajo como bueno; como el hombre tiende a
autoconservarse, busca no perder su salud, así como la virtud caballo consiste en
galopar veloz para no ser atrapado por los depredadores: un caballo veloz es un
buen caballo.

Por tanto, igual que en la verdad, todo lo que es, por el hecho de ser, es bueno. Ser
y bondad son convertibles.

Por eso el mal se define como una privación o ausencia de un bien debido. Una
ceguera para el hombre es una ausencia de un bien debido. El mal moral también es
una ausencia de un bien debido.

Si el bien se funda en el ser, cuando más ser más bondad hay en algo: en Dios hay
más bondad (pura bondad porque es puro ser, totalmente ser). Y por eso también
Dios es lo máximamente querible. Y por eso se quiere a sí mismo y lo que quiere lo
quiere de forma perfecta.
El bien como trascendental

Por eso dice Aristóteles que el bien es lo que todas las cosas apetecen, porque toda
perfección a la que tienden los seres es apetecible. Las perfecciones siempre son
apetecibles. Las personas más perfectas son las más buenas, y al mismo tiempo las
máximamente queribles (y queridas).

La bondad del ente aparece en tanto y cuanto lo que es es apetecible, es querible
por una voluntad.

Es más, todo el mundo obra sub ratione boni, es decir bajo razón de bien. Nadie
quiere el mal por el mal. Por ejemplo, el ladrón obra mal, pero obra para obtener un
bien (lo robado).

La cosas no son buenas porque nosotros las queramos o deseemos, sino que las
queremos porque son buenas. De igual manera que las cosas no son verdaderas
porque las concibamos, sino porque de suyo son verdaderas.

La bondad no es algo subjetivo, que depende de la opinión, ni del querer de la
mayoría. Hay una realidad manifiesta en el amar: queremos lo mejor, lo más
perfecto. Nadie escoge un mal caballo o un cuchillo que corta mal, sino un caballo o
un cuchillo perfecto.
El bien como trascendental

Existe una relación entre una facultad de la voluntad (es la que capta el bien) y la
realidad querida, así como existía una relación entre el entendimiento o razón, (como
facultad de conocer la verdad de la realidad), y la realidad a conocer.

La relación del querer es distinta en en Dios y en el hombre. Las criaturas quieren las
cosas en la medida que son buenas. En cambio, Dios no quiere las cosas porque
son buenas, sino que porque las quiere las hace ser, y por tanto ser buenas: el
querer divino es fundamento de bondad de las criaturas. Dios por exceso de amor,
crea criaturas que como reflejo de su bondad, son buenas.

Resumiendo:
- Algo es bueno en cuanto es.
- Algo es bueno cuando alcanza su fin.
En el hombre no hay perfecta coincidencia entre ser bueno por ser y ser bueno por
alcanzar su fin, porque muchas veces no alcanza su fin (puede renunciar a ser
perfecto y ser no alcanzar el fin de ser moralmente bueno). En Dios hay perfecta
coincidencia entre ser y ser bueno.
Algo es bueno en cuanto difunde su perfección, su bondad. Dios es tan bueno que
comunica su perfección, hace ser las cosas por su bondad y las hace buenas, por
eso el bien es difusivo de suyo, nadie es bueno si no comunica su bondad a los
demás, si su rica vida interior se la queda para sí (por sus obras les conoceréis).
El bien como trascendental

Del bien al que tiende el hombre -y que puede no hacer en virtud de su libertad- nace
la ética.

La ética responde, pues, a la pregunta acerca de qué es bueno hacer (ética del bien
o de las virtudes) no qué debo hacer (ética del deber) o qué es lo valioso (ética de
los valores).

Hasta mediados del S.XX jamás en ética se habló de los valores.

Los valores son los juicios subjetivos sobre lo que estimamos bueno para nosotros,
pero nuestros juicios pueden no ser correctos, por lo que resulta imposible articular
una ética en torno a valores: cada uno tiene los suyos, muchas veces en
contradicción con los de los otros, por lo que todo intento de fundar una ética en
torno a valores acaba en un auténtico caos y desconcierto moral.

En cambio sí que es posible fundar una ética conforme a los bienes: éstos son
objetivos y se derivan de las tendencias incoadas en la naturaleza humana y del
primer principio del obrar práctico: el bien ha de hacerse y el mal ha de evitarse.
La voluntad

La voluntad se mueve hacia el bien, pero no siempre acierta, igual que la
razón se mueve hacia la verdad, pero no siempre acierta. Aristóteles nos
enseña que el fin al que se mueve la voluntad puede ser aparente o real.

La voluntad no tiende nunca al mal, ni siquiera cuando renunciamos a
nuestra vida por un martirio: con ello, equivocadamente o no, aspiramos a
un bien mayor.

La voluntad, como querer de la razón, al igual que la razón también es una
razón inmaterial o espiritual. Esto se ve cuando la voluntad se mueve por
valores inmateriales, como la libertad, la justicia, la verdad, etc: son bienes
que no son sensibles, no son materiales (aunque lo querido es siempre un
bien concreto), es decir, la justicia en este caso concreto, porque sólo amo
la justicia cuando hago acciones justas.

Ahora bien, ningún bien creado satura el deseo de felicidad del hombre, ya
que la voluntad siempre quiere más, el hombre busca la plenitud de la
bondad, imposible en esta vida. De ahí que el ansia humana sólo se calma
con Dios, sumo bien, perfecto bien, pleno bien.
La voluntad

Es decir, el hombre está inclinado: no se pueden elegir los fines de la
naturaleza humana, ni el fin más elevado, como es el fin de la felicidad. Se
llama voluntas ut natura, (voluntad inclinada naturalmente al bien general).
Sí puedo elegir el fin concreto de la acción y los medios los medios para el
fin: ser feliz de esta determinada manera, haciendo ésto concreto y con
estos medios. Se le llama también voluntas ut ratio, porque el bien concreto
es elegido por la razón.

La inteligencia mueve a la voluntad a querer algo, pero también la voluntad
mueve a la inteligencia a conocer mejor el bien querido.
La libertad

La experiencia más básica de la libertad la observamos cuando nos
sentimos libres porque nadie nos obliga. A esta a ausencia de coacción se
le puede llamar “libertad de”. Apunta a una de las dimensiones de la
libertad, pero es una descripción meramente negativa.

También experimentamos la libertad cuando captamos la no necesidad de
nuestras acciones. Podemos pensarlo en el plano positivo, como una
autoposesión y dominio de nuestros actos. En este sentido se habla de
“libertad para”, puesto que es evidente que la libertad no es un fin en sí
misma, sino que sirve para aquello obtener aquello que queremos. Nos
sentimos dueños de nuestra acciones, respondemos de nuestros actos.

Responsabilidad es el otro nombre de la libertad, la otra cara de la moneda.
Ligado a la responsabilidad, está la obligación de cumplir las promesas a
las que libremente optó. Pero las promesas disponen hacia el futuro, luego
el ejercicio de la libertad culmina siempre que nos mantengamos fieles a los
compromisos adquiridos.

La indecisión supone también una prueba de la libertad en el hombre, ante
la indeterminación de la voluntad.
La libertad

Estas son manifestaciones y vivencias subjetivas de la libertad. Sin
embargo, como en Matrix, no podemos confundir la sensación de libertad
con la libertad. Tenemos que aclararnos con el significado del término
libertad.

Lo primero que nos damos cuenta es que libertad, como tantas otras cosas,
se dice de muchas maneras, es decir, tiene muchos sentidos, es una
realidad análoga (analogía), no unívoca o equívoca.
1-Libertad fundamental o trascendental. Es la constitutiva o nativa del
hombre por el hecho de ser persona, por su naturaleza, por tener un alma
racional, una razón abierta a toda la realidad, abierta a opuestos, a
conocerla y a amarla. Funda los demás sentidos de libertades.
Nuestra libertad es finita, situada en el tiempo. No es absoluta, eso es una
utopía sin fundamento, no existe una libertad autónoma. Estamos
condicionados por factores biológicos, afectivos, educacionales, cultruales,
etc que son previos al ejercicio de la libertad. Además somos seres
sociales: todo lo que hacemos influye en los demás.
Es una libertad interior y como tal no puede ser violada o coaccionada
externamente.
La libertad
2-Libertad psicológica o libre albedrío. Es la capacidad de
autodeterminación del hombre hacia unos fines y unos medios. La libertad
concretada.
3-Libertad moral. Por la que el hombre se hace cada vez más perfecto
(según las virtudes) o se aleja de su autorrealización (según los vicios).
4º Libertad social y política: la capacidad de intervenir en la vida social y
política sin prohibiciones para crear un orden social justo.

Libertad de elección.
La libertad de elección podría definirse como la propiedad de la voluntad de
para autodeterminarse hacia algo que la inteligencia le presenta como
bueno.
La voluntad está determinada al bien en general, pero indeterminada para el
bien concreto. Pero el estar inclinada al bien en general no es elegible, no
hay libertad total. Sí podemos escoger distintos modos de hacer el bien, con
los medios adecuados.
La ética

Nace con Sócrates y su ética intelectualista de la virtud.

Aristóteles es el primer gran filósofo con una ética acabada, una ética sobre
el bien y la felicidad.

Si todo lo que el hombre piensa puede ser verdadero o falso (y se puede
demostrar acudiendo al principio de no contradicción), todo lo que el
hombre hace es bueno o malo (aplicando el pnc al obrar).

El primer principio incuestionable del obrar práctico se puede expresar de la
siguiente manera: el bien ha de hacerse y el mal evitarse.

Como todo lo que hacemos lo hacemos libremente, somos principio de lo
que hacemos y lo hacemos voluntariamente (porque queremos), cualquier
acto humano puede ser calificado de bueno o malo.

Ética o moral (sinónimos) se define como la disciplina filosófica que estudia
el orden que la razón introduce en los actos voluntarios del hombre para
realizar el bien humano.

La pregunta ética versa sobre cómo podemos alcanzar el bien al que tiende
nuestra voluntad por naturaleza.
La ética

La ética es un saber práctico por su objeto y por su fin, pero es especulativo
por su modo de conocimiento.

La ética no trata de lo necesario, sino de lo contingente, de lo que puede ser
de otro modo, de lo contingente operable por nuestra libertad, del bien al
alcance de la mano, sea bien útil, deleitable, honesto (bien en sí mismo).

Tradicionalmente la ética se ha dividido en monástica, económica y política,
aunque en realidad todos los actos tienen una dimensión política.

Existen básicamente tres tipos de éticas:
a) Éticas del deber b) Éticas de los valores c) Ética del bien y la felicidad
(llamadas también eudaimonísticas)

a) La ética del deber es aquella que dice que tenemos que actuar según
normas universales, por mandatos, por imperativos, por normas, por leyes.
Responde a la pregunta ¿qué debo hacer? Pero el hombre no está hecho
para actuar por deber, sino por el bien, y el cumplimiento del bien trae gozo,
alegría, felicidad. La felicidad es la satisfacción interior de llevar una vida
buena, acorde a las tendencias del hombre gobernadas por la razón.
La ética
El deber tiene su lugar en la ética, un papel secundario como propedéutico
de la virtud. Cuando no hay virtud, cuando no hemos descubierto el carácter
de bueno que tiene algo, el deber tiene su lugar. Por ejemplo, cuando el
niño no sabe que meter los dedos en el enchufe es malo, es preciso
ordenarle, mandarle. También es un ejemplo ir a misa o regalarle algo a la
novia/o. O descubrimos el carácter de bueno que tienen esos actos, o
dejamos de ir a misa y nos quedamos sin novio/a.
Como no estamos hechos para el deber, sino para el bien, la ética del deber
acaba rompiendo la psicología del hombre y creando innumerables
problemas.
Muchos nazis actuaban por deber / obediencia a sus superiores. Si no se
obra por lo que es bueno, se puede hacer también mucho daño a los demás
seres humanos

.
La ética

b) La ética del valor o de los valores nace con Max Scheler en las primeras
décadas del siglo XX.
El valor (lo valioso) es el juicio que hace cada persona de lo que considera
bueno. Tiene en cuenta la dimensión subjetiva, pero no la objetiva. Es decir,
cualquier valor puede ser aceptable, por lo que es imposible fundar así una
ética compartida. Toda ética del valor acaba en un caos de valores
contradictorios entre sí.

c) La ética de la eudaimonística (especialmente la de la virtud) armoniza la
dimensión objetiva y subjetiva del bien. Afirma que tenemos por naturaleza
unos fines y unos bienes marcados que no podemos cambiar, que son
universales (dimensión objetiva), pero que se tienen que aplicar aquí y
ahora para distintos agentes morales, por lo que cabe que un bien al que
todos tendemos objetivamente (un pastel) no sea bueno para todos (no sea
subjetivamente bueno para todos). Es por tanto, la más racional, la que le
corresponde al hombre en cuanto hombre, la que tiene en cuenta el bien en
cuanto bien.

Sus máximos representantes son Aristóteles y Tomás de Aquino.
¿Qué son las virtudes?

Las virtudes son hábitos (disposiciones estables para obrar) operativos
buenos y los vicios, lo contrario.

Las virtudes y los vicios conforman nuestro carácter moral, virtuoso o no.

Las virtudes y los vicios son hábitos, de tal modo que crean una
connaturalidad con el bien o con el mal. Al que ya es humilde, la humildad le
resulta fácil, no tiene que hacer grandes esfuerzos, tiene connaturalidad con
la humildad, le sale de suyo, es humilde porque le da la gana, que es la
razón más poderosa para hacer el bien.

El hombre cuando obra por virtud se perfecciona, se hace cada vez hombre
más perfecto, porque es a lo que tiende por naturaleza (el vicio es contrario
a la naturaleza). Por eso Aristóteles define también la virtud como aquello
que perfecciona a un agente y hace perfectas sus obras, y por eso también
dice que el virtuoso es digno de elogio.

Es decir, el hombre tiene por naturaleza las tendencias de la
autoconservación, sexualidad, sociabilidad y búsqueda de la verdad.
Aplicando el primer principio del obrar práctico, estas tendencias se pueden
seguir bien o mal. Y es la razón la que se encarga de guiar el obrar.
La ética

Por ejemplo, si uno enfoca bien sus apetitos sensibles, se dice que tiene la
virtud de la templanza, y si enfoca bien (racionalmente) sus relaciones
sociales se dice que es justo.

La pléyade de virtudes son aplicaciones del primer principio del obrar
práctico a la naturaleza del hombre, siempre gobernadas por lo más alto
que tiene el hombre, es decir, su razón. Por eso la virtud es lo que conviene
al hombre, es lo racional, lo que le plenifica. Pero estas cualidades objetivas
que son las virtudes se pueden lograr de modos distintos, dependiendo de
la subjetividad de las personas. Existen cuatro virtudes cardinales.

Templanza y fortaleza introducen racionalidad en nuestros apetitos
sensibles (comida, sexualidad, etc). Si no existen, se ata a la pasión, igual
que los animales y anula su racionalidad, convirtiéndose en licencioso. Si
alguien anula los apetitos sensibles se convierte en un puritano. La virtud
consiste en un cierto término medio, que en el fondo es un máximo.

La fortaleza introduce el orden de la razón en el apetito irascible, frente a los
dos extremos viciosos: temerario (exceso) y el cobarde (defecto). Una
aplicación de la fortaleza es aquella de los estudios: hay que saber ser
fuerte para no claudicar en las dificultades del estudio.
La ética

La prudencia es otra virtud cardinal. En este punto, es necesario, otra vez,
depurar el lenguaje: lo que habitualmente se entiende por prudencia no
coincide estrictamente con la concepción de la prudencia filosóficamente
considerada.

En el lenguaje habitual, prudencia es sinónimo de astucia, cálculo,
sagacidad. Se dice que el prudente es el que sabe esperar astutamente su
oportunidad.

En ética filosófica prudencia es una virtud intelectual, no estrictamente
moral, aunque se aplique a las acciones morales. Versa sobre saber
encontrar los medios adecuados y prescribirlos. Las virtudes morales
marcan el fin de la acción y la prudencia se dirige a los medios.

No hay acto bueno sin unos fines buenos y unos medios buenos. Una
acción con buenos medios pero malos fines no es una acción buena (buen
ladrón). Un buen fin con unos malos medios tampoco es una buena acción
(regalar un gato muerto a la novia/o no es una acción virtuosa, aunque el
fin, aunque la intención sea buena).
La ética

La justicia es la última de las virtudes cardinales. A diferencia de las demás,
tiene como característica principal el estar orientado hacia el otro. Se es
templado con uno mismo (aunque secundariamente también afecte a los
demás), pero para ser justo es necesario que exista un otro.

La justicia se define como dar a cada uno lo suyo.

La justicia es una cierta igualdad.

La justicia incluye normas y leyes, pero no se limita a su aplicación objetiva,
porque somos sujetos y cada uno estamos en situaciones concretas. Las
leyes versan sobre lo general (por ejemplo: prohibido pisar el césped).

Por eso la justicia no se puede realizar sin prudencia, sin calcular los
medios aquí y ahora para un agente moral. Uno puede pisar el césped
porque le ha dado un infarto: la norma general entonces no se puede
aplicar. Porque la justicia no se aplica a objetos, sino a sujetos, tiene que
tener en cuenta la situación concreta de cada cual. Si no se hace así, se es
injusto. Por eso es importantísima la virtud de la prudencia: es el prudente el
que sabe cuando toca aplicar la norma general o hacer una excepción. No
hay que olvidar que la justicia es una cierta igualdad, no una igualdad total.

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