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De los miles de millones de ancianos, sólo una décima parte sobrevivió a las
multiplicadas por las olas, a los sedientos tragos de sal, a los colmillos de los
profundo del mar. Entonces taladraron roca y hierro con pico y dinamita y
fruta o sus huesos tronaron como si fueran ramas secas. Fueron cientos de
miles los que explotaron junto con las cargas de dinamita o quedaron
sepultados entre los túneles. Pero hubo cerca de un millón de ancianos que
Los viejos se arremolinan, acercando sus manos callosas para sentir las
manitas suplicantes a través del cristal. Adentro, los niños se apilan, golpeando
en vano la esfera.
—¡Ey, miren! ¡Ésa soy yo! —grita una anciana señalando a una niña
—Y yo soy ese chico tan… tan solo... ¡Hola! —susurra y luego grita un
Los ancianos levantan sus bastones para hacerle saber que no los
Grarunda.
Los ancianos aprietan los puños mientras asienten. Saben eso y saben
aún más por los sueños en donde se les reveló que en realidad eran niños
mundo falso eran proyectados por los niños para no enloquecer en el encierro
—¡Aún somos niños! —exclaman los ancianos para darse coraje, para no
de fuego que Grarunda va acumulando entre sus manos, para no temer que
cada uno, al tocar a su niño, dejará de ser lo que ya fue. Los ancianos
disponen sus escasas fuerzas para sostener sus metralletas, para quitar el
candado de las granadas, listos para la batalla; mientras los chicos en la esfera