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Teseo y el laberinto de Creta

De los tre hijos que tuvo Europa, uno llegó a ser rey de Creta. Se llamaba Minos y era un hombre
ambicioso, pues no se limitó a gobernar sobre su isla, sino que embarcó a menudo a su ejercito con el
proposito de conquistar territorios en la orilla norte del Mediterráneo. Atenas y Mégara, entre otras
ciudades griegas, cayeron en sus manos, lo que convirtió a Minos en uno de los hombres más
respetados y temidos de su época.
Minos había tenido dos hijas con su mujer, Pasífae. Aunque las quería con locura, su m,ayor deseo era
tener un hijo varón para nombrarlo heredero de su imperio. Asi que el día en que Minos supo que
Pasífae estaba embarazada por tercera vez, una plácida sonrisa le iluminó la cara. Presintío que la
criatura que venía en camino era el varón que tanto había deseado y se prometió que le daría una
educación magnífica para que, cuando llegase a ser rey, se ganase el aprecio de todos los hombres y
mujeres de Creta.
Sin embargo, cuando Pasífae dio a luz, la alegría de Minos se quebró en pedazos, pues el recién nacido
no tenía nada que ver con el niño que el rey había soñado. Era un ser montruoso, con cabeza de toro y
cuerpo de hombre, al que pronto se le empezó a llamar “Minotauro” -el toro de Minos-. Cuando el rey
lo vio por vez primera, se enojó tanto que se encaró con su esposa.
-¡Ese monstruo no puede ser hijo mío!- -le gritó-. Responde, Pasífae: ¿con quién me has engañado?
Pasífae no tuvo más remedio que confesar la verdad. Llorando a lágrima viva, explicó que había tenido
amores con un toro, un magnífico toro blanco al que había visto pastando en uno de los valles más
verdes de Creta. Al oir aquello, Minos se quedó pensativo. Recordó la historia de su propia madre, que
había llegado a Creta a lomos de un falso toro, y sospechó que tal vez el animal que había enamorado a
Pasífae era en realidad un dios. Por eso mismo, descartó la idea de matar al Minotauro, pues temía
provocar la ira de los dioses si llegaba a darle muerte. Ya más sereno, Minos le dijo a su esposa:
-Ese monstruo es una vergüenza para nuestra familia, así que lo esconderemos para que nadie pueda
verlo.
Aquel mismo día, Minos mandó llamar a un arquitecto del que había oído hablar mucho. Se llamaba
Dédalo, y era un inventor genial.
-Quiero que construyas un laberinto- le dijo Minos.
-¿Un laberinto?- preguntó Dédalo.
-Si, un palacio con una distribución tan compleja que quien entre en él no encuentre jamás la salida.

Con su admirable ingenio, Dédalo levantó en Cnosos un palacio único en el mundo.estaba compuesto
por miles de salas y pasillos comunicados entre sí, y uno podía caminar durante días por el interior de
aquel edificio sin encontrar nunca la salida, pues siempre acababa por volver a estancias y corredoresen
los que ya había estado. Sólo un dios, con su inteligncia ilimitada,podría haber descubierto el camino
que llevaba a la salida.

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