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Los espectros del autismo1

Éric Laurent

La angustia de los espectros

El título que he escogido no deja de evocar el del libro escrito por Jacques
Derrida a finales de los años noventa, en el que subrayaba la presencia inexorable de
de Marx2. A medida que la experiencia política « marxista » se alejaba, fueron la
doctrina marxista y sus críticas respecto al sistema capitalista las que recobraron
fuerza – un vigor de ultratumba, en cierto modo. La temática del espectro hacía
resonar la famosa primera frase del Manifiesto comunista: « un espectro se cierne
sobre Europa: el comunismo... »

El autismo no se cierne ni sobre Europa, ni sobre América, Latina o del Norte,


pero su presencia se hace sin embargo cada vez más inquietante. Desde que la
reconfiguración del DSM-IV3 hace estragos, se observa incluso una verdadera
epidemia que plantea un problema agudo: ¿Cómo dar cuenta de ello? ¿Cómo explicar
que, en veinte años, el número de ítems listados en la categoría se haya multiplicado
por diez? Si es difícil incriminar a una mutación en la especia humana, el autismo es
realmente el espectro que se cierne sobre las burocracias sanitarias.
Sin embargo, es más bien una angustia la que me ha hecho elegir este título, a
saber, la de los usuarios que caen bajo la rúbrica de esta categoría. Ésta apareció por
primera vez en ocasión de la conferencia de presentación del DSM-V – cuya
publicación, inicialmente prevista para 2012, se va a retrasar debido a la oleada de
protestas que despertó, provocando un verdadero escándalo.
Estaba previsto en particular retirar el ítem « Asperger » de los « síndromes sin
organización » para reintroducirlo en el espectro de los autismos – espectro entendido
aquí en el sentido, ya no de fantasma, sino de haz luminoso. En una rueda de prensa,
las asociaciones de sujetos dichos Asperger testimoniaron de su angustia por el hecho
de perder su especificidad diagnóstica, demostrando a la vez la absurdidad del
diferencial que se les pretende aplicar disociando sus facultades cognitivas, intactas, y
su supuesta incapacidad para leer las emociones o los afectos de los demás.
Rechazando ser confundidos con quienes no tienen capacidades cognitivas, hicieron
frente común para reivindicar su especificidad y escapar a un espectro que no cesa de
ampliarse. Debemos prestar atención a estas angustias de los sujetos concernidos,
representados por este significante para los otros significantes y, por tanto, con
fundamento en su derecho a ser dignamente catalogados.

Difracción y juego de manos

Para situar la o las causas de esta angustia hay que reconsiderar el carácter y el
destino realmente extraño de la categoría « autismo », en tanto que es una de las
consecuencias más notables de la reincorporación de la psiquiatría a la medicina a
finales de los años setenta. La psiquiatría, que practicaba hasta entonces el estudio de
la relación que los sujetos establecían entre ellos – la paranoia es una enfermedad de
la plaza pública4 –, perdió su estatuto singular para convertirse en una disciplina
biológica centrada en el cuerpo, en el sentido del organismo. Ahora bien, el autismo,
caracterizado por la falta extrema de relación, presentaba la ventaja de distinguirse
de los trastornos del uso de la palabra y del lenguaje; esquizofrenia y paranoia se
mantenían como trastornos o desórdenes del lazo social. El autismo podía entonces
ser considerado como una afección psíquica pura, liberada de los condicionantes del
lenguaje en la relación con el Otro. Se trataba en aquel momento de promover una
categoría para el mayor número posible de casos, en detrimento de la de psicosis,

1
alegando la existencia de errores de diagnóstico.
Siguiendo la moda, el acento se desplazó de los trastornos del lenguaje hacia los
del humor, recalificando como « bipolares » a sujetos esquizofrénicos. Este
reposicionamiento permitió concentrar el máximo de trastornos en la perspectiva de la
búsqueda de una determinación biológica y, especialmente, genética. Llegó entonces
la sorpresa, paradójica: en lugar de una causalidad más simple, el significante
espectro produjo la dispersión.
Esto nos recuerda que toda la maquinaria del DSM va dirigida contra la clínica
psiquiátrica clásica, heredera de los inicios del siglo XX, más tarde reconfigurada en
los años cincuenta, con la inclusión de la esquizofrenia aislada, por Bleuler, y de los
trastornos del humor. La simplificación operada por el DSM y su lista de síndromes
hicieron volar por los aires las categorías anteriores. Sin embargo, este trabajo de
reordenamiento no cesa, al estar articulado está articulado, de un modo preciso, no
solo con las opiniones de los psiquiatras americanos, que creen estar ejerciendo su
derecho de voto sobre estas categorías, su uso y su utilidad, sino también con los
desplazamientos operados por la ciencia, ignorante del estado actual de la clínica – se
da prioridad a los desplazamientos de la ciencia, sin que importen las formas clínicas.
Así, cierta publicación, comprometida con la renovación de este catálogo,
ambiciona dar un paso más y amplificar todavía más el espectro del autismo: los
polos extremos los constituyen ahí respectivamente el autismo y los trastornos
bipolares, los cuales incluyen la esquizofrenia a título de variante. Se parte, entonces,
del autismo y de los trastornos de la comunicación para llegar a lo que remite a la
relación con el otro y a los trastornos afectivos. ¡La comunicación versus la relación
con los demás! Esta evolución están en consonancia con la tendencia general de la
psiquiatría, que favorece cada vez más los trastornos del humor en detrimento de los
trastornos del lenguaje.
Esto también está en consonancia con las esperanzas de medicalizar el autismo,
para el que no hay todavía medicamento de referencia. La farmacopea, tan útil en las
psicosis, fracasa aún en el autismo. Lo único que queda es inventar, encomendándose
a la fuerza de la intención: se preconiza ya la prescripción de oxitocina para los
autistas, dado que esta hormona se ha presentado como un mediador que
supuestamente estabiliza la relación con el otro. ¿No tiene acaso un papel principal en
la relación madre-hijo? Las madres con una tasa elevada de oxitocina, no solo se
interesan más por su progenitura, sino que son compañeras más fieles. Porque -
punto delicado- la experimentación evidenció que el comportamiento de la rata se
desregula en cautividad; « busca menos actividades en el exterior » y ya no pasa de
un pretendiente al otro con tanta alegría: he aquí por qué se alega una pretendida
fidelidad. Es un verdadero juego de manos: se observa que un comportamiento se
modifica, se detiene. Y se da la explicación de que, gracias a la oxitocina, se es más
fiel y uno se implica más en su pareja. ¡Entonces, ya no faltaría más que situar a la
oxitocina y la dopamina en los dos extremos del espectro!
Esta concepción, que posiciona al macho en el polo autismo y a la hembra en el
polo opuesto tiene el mérito de la simplicidad; evoca la famosa teoría de Simon
Baron-Cohen (Oxford)5 para quien el autismo se debe, sin duda, a un exceso de
testosterona, lo cual explicaría que la prevalencia del autismo en los sujetos
masculinos sea cuatro casos de cinco, mientras que las mujeres están tres veces más
expuestas al riesgo de depresión a partir de la pubertad.
Un achatamiento tal de la clínica no podía sino producir un espectro extraño, mal
definido, y favorecer la multiplicación de los casos que forman parte, supuestamente,
del polo del autismo; tanto es así, que un experto ha podido deducir que a este ritmo,
de aquí a diez años, será diagnosticado como autista uno de cada cincuenta sujetos.
Es demasiado.

El retorno de lo particular

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Es pues muy saludable que el entusiasmo de las burocracias sanitarias para
ampliar el espectro del autismo tropiece con una resistencia a dejarse incluir y a que
esta categoría genere una vasta diversidad, debido a las paradojas correlativas de su
misma extensión. Cuando se despiertan tantas esperanzas de reducir la explicación
del autismo a una base genética, resulta que los últimos trabajos publicados -así
como otros que apuntan a la genética aplicada- ya no se focalizan en las variaciones
típicas de genes bien delimitados; cuentan hoy día con las prestaciones de las nuevas
máquinas que permiten estudiar, más amplia y rápidamente, conjuntos de mutaciones
genéticas, ya sean masivas, particulares o incluso muy numerosas en ciertos sujetos
que entran en el llamado « espectro autista ».
Contra el sueño científico que aspiraba a la reducción a una base simple, la
consideración de variaciones masivas impone a los investigadores estudiar a largo
plazo casos cada vez más diferentes. Este horizonte nos permite pensar que el futuro
del espectro de los autismos reside en los autistas mismos, dicho de otra manera, en
los sujetos autistas, con la singularidad propia de cada uno.
Frente a esta diversidad, para quienes se esfuerzan en entrar en relación con
estos sujetos a partir de una perspectiva psicoanalítica, la dificultad es tal que se
impone una llamada a la invención de una solución particular hecha a medida. En
efecto, enfrentarse a este imposible no tiene más remedio que una invención, que
debe incluir cada vez el resto que, para un sujeto, permanece en el límite de su
relación con el otro.

Borde de goce

Esta dificultad hace que despierte interés, especialente, una categoría que
concierne a sujetos que se encuentran aislados desde hace tiempo, como es el
autismo con « encapsulamiento ». Este término remite al hecho de que un sujeto que
no tiene imagen, que no reacciona a la imagen del cuerpo, ha instaurado, en lugar del
espejo, que no funciona para él, una neo-barrera corporal, en o bajo la cual está
totalmente encerrado. El encapsulamiento funciona como una burbuja de protección
en la que el sujeto vive; no tiene cuerpo, pero tiene una cápsula o su burbuja muy
sólida detrás de la cual se sostiene.
En los años noventa, trabajé cinco o seis años en un hospital de día con niños
autistas; en este contexto, planteé en 1992 que en el autismo el retorno del goce no
se efectúa, ni en el lugar del Otro como en la paranoia, ni en el cuerpo como en la
esquizofrenia, sino más bien en un borde.
Era la época en que Jacques-Alain Miller proponía reconsiderar los aportes de
Lacan, no ordenando ya la clínica de la psicosis únicamente a partir de la forclusión,
sino sistematizando la problemática del retorno del goce – en el cuerpo propio o en el
Otro. Esto permitió ampliar nuestras perspectivas.
Me ha parecido pues oportuno examinar cómo se sostiene la hipótesis de este
retorno, de esta presencia opaca del goce, con este curioso límite, este neo-borde que
es el lugar donde el sujeto está escondido – ya sea de manera incompleta, como lo
había captado Bruno Bettelheim – bajo una defensa masiva, salvo que sea producto
de su propio vacío. En la experiencia que constituyen los tratamientos que tienen
lugar con estos sujetos, ¿cómo puede desplazarse este borde?
Numerosos inicios de tratamiento revelan precisamente que este borde forma un
límite casi corporal, infranqueable y más allá del cual ningún contacto con el sujeto
parece posible. Se necesita siempre un cierto tiempo, variable en cada caso, y
después de que algo se haya podido enganchar, para que este neo-borde se afloje, se
desplace, constituyendo un espacio – que no es ni del sujeto ni del otro – donde un
nuevo tipo de intercambios, articulados con un otro menos amenazante, se pueda
producir.

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Espacios de juego

En el interior de este espacio son posibles la negociaciones con el otro. Se puede


introducir el juego. En efecto, aunque el término « juego » no sea del todo adecuado
para calificar estos inicios de metonimia, querría conservarlo para sostener que lo que
instalamos con el psicoanálisis es un espacio de juego: en las neurosis, es el de los
equívocos, como Lacan los nombra en « L'étourdit »6. En la psicosis, es el de la
construcción de una lengua personal que pueda incluir ciertos equívocos, y es también
el de la construcción y el desplazamiento de este nuevo borde.
Está claro que no puede reducirse el modo en que se instala un espacio tal de
juego con un sujeto autista a un método técnico susceptible de producir aflojamiento
y obertura. En cierta manera, todo vale – anything goes – para obtener el instante de
atención de un sujeto cuya indiferencia, absoluta hasta entonces, cede, ya sea porque
entra en relación en un momento dado, ya sea porque la evita, o bien porque cesa la
repetición exacta de su modo de relación con el otro. La manera misma en que nos
dirigimos al sujeto implica que entendemos que este acercamiento no se reduce ni a
una técnica, ni a un aprendizaje -este último existe, claramente, en la perspectiva
conductista, cuando la obtención de una recompensa refuerza, como ellos dicen, los
efectos de dicho aprendizaje.
Si la ganancia de saber y la recompensa significan algo en nuestra perspectiva,
es en la medida en que toda ampliación del saber inconsciente, o del inconsciente
como saber, es a la vez un efecto de goce. El juego implica un nudo indefectible entre
la ganancia de saber y la satisfacción, incluso el más allá de la satisfacción. Nosotros
apuntamos hacia la inmersión del sujeto en este espacio de juego, que no tiene nada
que ver con la comunicación o la relación de aprendizaje.
Cuando digo que todo vale, no es es que sea trivial, sin embargo. Es una manera
de hacer entender que no se puede dar una descripción acabada de lo que vale. Sería
más justo decir que no-todo vale, ya que no se puede reducir lo que vale a un
conjunto cerrado. Ello no impide decir anything goes, que pasa mejor que not anthing
goes. Para el no-todo, habría que encontrar un mejor título.
Así, en un grupo de sujetos autistas, uno puede servirse del transitivismo del uno
para intentar provocar una pequeña epidemia: el que soporta intercambiar un objeto
con el terapeuta puede interesar al que no lo soporta, en la medida en que el
intercambio pone en juego la extracción de un objeto que forma parte de su borde. Es
posible a veces suscitar un intercambio entre estos dos sujetos, construir una cadena
entre ellos, velando porque haya un número suficiente de estilos, por ejemplo; que
cada uno tenga el suyo, cosa que reduce la tensión agresiva. Y cada vez que se
produce la cesión de un objeto que franquea el borde, pasa al otro lado --o bien se
incluye en el borde uno nuevo-- , acompañarlo de una palabra derivada de los
fenómenos o de las palabras de las que dispone el sujeto. No se trata únicamente de
una práctica entre varios terapeutas, sino de la práctica entre varios cuerpos de
sujetos autistas. Aunque formen un grupo, no puede aprehenderse como tal, pues el
transitivismo de los cuerpos es muy distinto.
No son los efectos imaginarios del grupo los que se tienen en cuenta, sino los
intercambios que pueden producirse en lo real. Se trata de obtener así la extracción
de un objeto clave de la constitución de este espacio mismo.

Extracciones, desplazamientos, inclusiones

Los objetos a de los sujetos autistas pueden ser muy curiosos. Así, Temple
Grandin, sujeto autista de renombre mundial, hoy profesora de la Universidad de
Colorado y especialista mundial en zootécnica, inventó un objeto transicional que
llamó cattle trap para hacer entrar a los animales en los corrales de la manera más
eficaz y evitándoles sufrimiento. Se mete al objeto en la jaula… y ¡clac! Su propia

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madre pudo decir que estos cattle traps eran el objeto transicional de su hija,
preocupada por esta cuestión desde la infancia, hasta que llegó a construir este objeto
en la realidad. Cuanto menor es el estrés en los animales, mejor es la carne; pero su
objetivo era salvarlos del sufrimiento. Estamos lejos del peluche o de la muñeca
transicional, pero este dispositivo nos dice algo del modo en que el sujeto puede
preservar una relación fija con un objeto que entra en su dispositivo, que adquiere y
da una forma: aquí, la en-forma [Nota de T: Una traducción posible sería "horma", ya
que el verbo enformer se usa en francés para "dar forma a un sombrero o un zapato
poniendo en su interior un molde de madera] del objeto a es, ni más ni menos, el
cattle trap.
Otros casos muestran cómo un sujeto necesita incluir un objeto transicional –
sería, en efecto, una maravilla que construyera verdaderamente uno. Cuando el
trastorno o la afectación llegan a su máximo, algunos sujetos autistas se extraen su
propia mierda, introduciendo la mano en su ano a modo de un fist-fucking bastante
horrible. Es menos frecuente en la clínica de hoy, cuando nos ocupamos más de estos
niños, pero yo conocí una época en que esto era bastante habitual. ¿Cómo pasar de
esta extracción en bruto a las muñecas, objetos de mierda, estropeados e informes,
apestosos a veces, que están realmente en continuidad con esta extracción del objeto
anal del cuerpo? Y a partir de ahí, ¿cómo transformar el objeto alejándolo del cuerpo,
por medio de un dispositivo tal que pueda ser tomado de otro modo? Como en el
cattle trap, susceptible de una inclusión entre otros, los sujetos testimonian de tales
efectos de extracción cuando consiguen extraer estos objetos tan pegados al cuerpo,
separándose al mismo tiempo de ellos.
El propio espacio de este borde adquiere entonces una distancia con respecto
al cuerpo. Es un lugar para transformar el grito fundamental o, más exactamente, el
ruido fundamental de la lengua – que le queda porque ha rechazado el significante –
al que el sujeto autista está sometido. Es conocida la extrema sensibilidad de estos
sujetos autistas al ruido – es el caso de aquel niño que se tapaba los oídos cuando
pasaba un avión a diez mil metros de altitud – sin que los estudios estadísticos, por
otra parte numerosos, alcancen a mostrar que la causa del autismo resida en esta
sensibilidad auditiva y en la transmisión del ruido al cerebro. Como esos trastornos
auditivos no han sido demostrados, el ruido en cuestión no explica entonces la
dificultad de los autistas para escuchar lo que se les dice. En todo caso, hay algo que
la clínica conoce bien: el autista se encuentra en un espacio que no implica distancias.
Habida cuenta de la disyunción entre lo visual y lo acústico, el avión está ahí, muy
cerca, y su ruido también, desde el momento en que ha entrado en el campo visual
del sujeto, ya sea a diez mil kilómetros o a un metro. El ruido fundamental no es el
del motor del avión, lo que se mantiene es el ruido de la lengua, que no cesa nunca.
¿Cómo tratar, pues, este objeto? Me acuerdo de un sujeto que tenía como
único sistema dos palitos con los que hacía ruido todo el día. El analista que lo recibía
le respondía con su voz. Durante semanas, meses, el sujeto golpeaba sus palitos uno
contra otro en sesión, hasta que el analista vocalizó la cosa, muy suavemente,
diciendo « ti-ti-ti-ti-ti-ti ». Un día, aprovechando que el terapeuta estaba sentado con
las piernas cruzadas en el suelo, el sujeto depositó los palitos en el falso agujero
dibujado por las piernas cruzadas de su partenaire y entonó él mismo un « ti-ti-ti-ti-ti
». Pudo después pasar del intercambio de los « ti-ti-ti » a la nominación de otras
cosas. He aquí una forma en que puede inaugurarse la primera cadena, permitiendo al
sujeto salir de su aislamiento.

Para conseguir sumergirse en este espacio, a veces el sujeto debe aislarse - si


es que puede soportarlo. En caso contrario, se le puede proponer una inmersión entre
pares, en talleres de cuentos, por ejemplo, mediante un relato narrativo, una falsa
narración con la ayuda de personajes. En un caso presentado en el Foro de Barcelona,
un lobo amenazante había captado la atención de un sujeto, que miraba fijamente la

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imagen durante meses, sin querer saber nada de ella, invadido por un miedo terrible,
mientras los otros niños se identificaban con el lobo o lo mataban enérgicamente.
Hasta que un buen día, se levantó y soltó estas palabras: « Soy un lobo de mierda ».
Con esta identificación con lobo de mierda, no separado, por supuesto, del objeto a –
un lobo cubierto de toda la mierda interior y exterior -, apareció poco a poco la idea
de empezar a hablar, y pudo hablar con un pajarito: no fue un « ti-ti-ti » sino el « tu
tu tu ti ti tu ri ti tui » del parajito. Esta secuencia constituyó entonces un inicio,
aunque, como ustedes saben, esto no tiene ninguna relación con la inmersión del
sujeto en el baño de lengua del cuento, que sirve como un pretexto, pues no se trata
de un juego de roles. La cuestión no es que los sujetos hagan o no el papel del lobo,
sino de conseguir que, en un momento dado, en este intercambio de palabras, en esta
inmersión calculada, se dé la oportunidad de un intercambio entre el lobo de mierda
silencioso y el pajarito, y que a partir de ahí, el sujeto encuentre la manera de
engancharse.

De la extracción como acto de lenguaje

Los encuentros con estos sujetos dan testimonio, cada uno a su manera, de que
alguna cosa del cuerpo debe extraerse para que algo diferente pueda, acto seguido,
entrar en la lengua del sujeto, en su diccionario personal.
Sin embargo, no se puede hacer equivaler la inclusión de un significante a la
extracción de una cierta cantidad de objeto a, como si fuera un sistema donde los
niveles se equilibraran según el principio de Arquímedes; se trata de buscar algo que
permita desplazar el límite del borde autístico. Es tras una extracción del objeto
cuando algunos significantes, dotados de un estatuto especial, pueden advenir.
Tomemos el ejemplo de un sujeto de nacionalidad española, que extrae de la
televisión lo que para él tiene función de Otro. Él es autista, aunque en realidad la
televisión es hoy el Otro para todo el mundo. Hay en estos momentos dos Otros
fundamentales: la televisión y la pantalla del ordenador, la página web. En efecto,
para la gran mayoría de nosotros, lo que tiene existencia es lo que se ve en
televisión; de manera inversa, lo que no se ha visto en televisión no la tiene. Decir de
algo que ha aparecido en televisión le aporta existencia, un peso real; si no es así, no
inspira la misma confianza, no se tiene la idea de que eso exista verdaderamente. A la
vez, la gente pasa cada vez menos tiempo delante del televisor y está más delante de
la pantalla de su ordenador, de tal manera las cosas que han salido por la pantalla son
las que están más dotadas de consistencia. ¿Qué le quedará como existencia a un
libro que no esté digitalizado? ¿A quién le interesará, para quién tendrá una existencia
verdadera?
Los sujetos autistas están efectivamente muy centrados en este Otro de la
televisión, que garantiza la estabilidad del Otro hablante y que parece mucho más
fiable que el resto de la gente. Así, este sujeto constituyó su lengua a partir de
estribillos escuchados en la televisión, retales y pedazos del discurso del Otro. Como
se trataba de un español de Galicia –donde un célebre hombre político de derechas
tenía como eslogan: « Puedo prometer y prometo »-, se escuchó un día a este joven
autista emitir esta antífona gritándola con todas sus fuerzas. Se trataba realmente de
una elección, porque eso era un concentrado de todo el discurso universal. Extraer
esto es un acto de lenguaje – en el sentido de Austin -, es realmente un acto de
promesa, y por lo tanto, de algún modo, el acto mismo. Pero es también una
tautología: en cuanto se extrae la frase, ésta no remite a otra cosa más que al
enunciado mismo, separado de su enunciación. Parece un acto irónico, la ironía
psicótica consistente en aislar en el Otro la antífona « puedo prometer y prometo »,
que anticipa al Berlusconi de la videocracia - de la televisión como discurso del amo.
Cuando el sujeto autista retiene tal o cual cantinela, se convierte, en cierto sentido,
en analizador del discurso común que se repite entre nosotros.

6
Tratamientos de la « forclusión de la falta »

En cuanto a la famosa literalidad que caracteriza a la extracción y la constitución


del lenguaje del sujeto autista, ¿qué sentido le damos nosotros? He aquí un sujeto
que, en el momento de dar algo a una educadora que se llamaba Reyes, se ponía a
gritar: « Voy a ver a los Reyes Magos ». No se trata ni de una metáfora, ni de un
equívoco, sino más bien de un mundo donde, al mismo tiempo y literalmente, Reyes y
Reyes Magos son equivalentes. Su mundo estaba hecho así, y el sujeto disponía de
procedimientos de verificación muy potentes que le permitían verificar que se dirigía
correctamente a la persona llamada Reyes. Movilizaba, en efecto, a todas las
educadoras para asegurarse de quién era Reyes, a la vez que producía este falso
equívoco entre Reyes y los Reyes Magos. Los procedimientos de verificación consistían
en dirigirse a la educadora para decirle: « Eres tú la que te llamas Reyes, entonces, tú
eres los Reyes Magos, pero, tú, ¿cómo te llamas? » Él verificaba que podía
efectivamente dirigirse a ella, que podía cederle el objeto demandado, que podía
cederlo al buen destinatario sin equivocación posible. Así podía soportar en la lengua
esta no literalidad entre Reyes y Reyes Magos, pero no un equívoco a nivel de la
referencia.
Podemos también traer al debate la indiscutible prevalencia del autismo en los
sujetos masculinos, pues es algo comprobado. Freud nos indicó por qué las mujeres
tenían más bien trastornos del humor o una depresión cuando la pérdida de amor
estaba en juego, y Lacan complicó un poco la cuestión. Pero nosotros podemos
aproximarnos al punto de saber de por qué, por un lado, las mujeres lloran y, por el
otro, por qué los hombres son más bien autistas, algo con lo que las mujeres están
totalmente de acuerdo: no únicamente fetichistas sino también autistas, cosas ambas
que no carecen de relación. Ya que Lacan hablaba del « estilo fetichista del amor
masculino », ¿qué mutación se produce en este punto en relación a la zona del
autismo? Quizás recuerden ustedes el artículo donde Jacques-Alain Miller comentaba
el caso de Rosine Lefort, el niño del lobo7, y sobre todo la reacción del sujeto en el
momento de descubrir el agujero del lavabo. El horror surgió para él ante este
agujero e intentó cortarse el pene para arrojarlo ahí, algo que J.-A. Miller proponía
llamar « la entrada en función de este menos que intenta inscribirse en lo real ». Así,
aludía al hecho de que el mundo demasiado lleno del sujeto no permitía incluir o dar
un lugar a la falta, que necesitaba, por lo tanto, ser producida. Si seguimos esta
hipótesis, podemos pensar por qué los niños saturados por el pene tienen una mayor
sensibilidad a la forclusión de la falta. Para un sujeto, en su relación con el otro, no es
lo mismo tener o no tener este apéndice. A medida que la relación con este apéndice
se construye, ¿cómo se articula con esta sensibilidad particular a la forclusión de la
falta?
El ejemplo de Birger Sellin8 lo ilustra, cuando narra en su testimonio el modo en
que tapó el agujero -dicho de otro modo, el agujero de la lengua – mediante las
matemáticas. Muy dotado para las matemáticas, se topó con algo insoportable cuando
su profesor quiso enseñarle la teoría de los conjuntos, donde tropezó con un límite.
Tan brillante para el cálculo, no podía admitir el axioma según el cual el conjunto
vacío puede añadirse, incluirse en cualquier conjunto sin éste tenga que ser
modificado. Esto le desesperaba y no quiso saber más de este horror hasta que el
profesor tuvo la genial idea de decirle: « Es así porque es así, es una definición ».
Como este axioma formaba parte de la ley del mundo, si era así porque era así, pudo
empezar a soportar que algo tan horrible exista en la teoría de los conjuntos. B. Sellin
se convirtió finalmente en profesor de matemáticas, no sin incluir el manejo posible
de esta falta.

Para concluir

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Esto es lo esencial de lo que quería transmitir. Debemos recoger y difundir las
experiencias de nuestra práctica con estos sujetos, testimoniar de los resultados
obtenidos publicándolos, para tener así la oportunidad de hacernos escuchar por
quienes se encuentran en posiciones de responsabilidad9. No se puede reducir al
sujeto autista a un sistema de relaciones basado en aprendizajes repetitivos y creer
que así se obtienen mejores resultados que el psicoanálisis. Hay que defender nuestro
punto de vista y defender a estos sujetos, que pueden perfectamente beneficiarse de
esta inmersión en el lenguaje, a condición de saber cómo manejarla.

A lo largo del animado debate que siguió a esta conferencia, Éric Laurent precisó
que, para él, la conversación sobre el autismo no debe focalizarse en el punto de
saber si hay un pasaje o no entre el autismo y la esquizofrenia, aunque esta cuestión
tenga toda su dignidad desde el punto de vista de la psiquiatría, o movilice a las
burocracias sanitarias, preocupadas por establecer cuál es el cattle cap más adecuado
para encerrar al sujeto; la conversación debe más bien centrarse en el desarrollo de
una clínica borromea del caso, abordado en su singularidad más absoluta10.

enricberenguer@gmail.com

Traducción de Iván Ruiz Acero

Revisada por Enric Berenguer

Notas
1
Traducción del texto publicado en La Cause freudienne. Nouvelle revue de psychanalyse, nº 78.
Navarin. 2011, no revisada por el autor.
2
Ver en J. Derrida, Espectros de Marx, Ed. Trotta. 1995.
3
Ver en American psychiatric Association, DSM-IV: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos
mentales, Ed. Masson. 2007.
4
Ver en J. Lacan, « Structure des psychoses paranoïaques », in Ornicar?, nº 44, mars 1988, p. 5-18: «
le délire d’interprétation est un délire du palier, de la rue, du forum ».
5
S. Baron-Cohen, « L’autisme: une forme extrême du cerveau masculin? », Terrain, nº 42, mars 2004.
Artículo disponible en internet.
6
J. Lacan, « L'étourdit », Autres écrits, Paris, Seuil, 2001, p. 491.
7
J.-A. Miller, « La matrice du traitement de l’enfant au loup », La Cause freudienne, nº 66, mai 1997,
p. 148.
8
Ver sobretodo en B. Sellin, La solitude du déserteur, Paris, Laffont, 1998 [Hay traducción al castellano
en B. Sellin, Quiero dejar de ser un dentrodemí: Mensaje desde una cárcel autista, Galaxia Gutenberg,
1994].
9
No sólo hay que examinar la ley, sino que se trata también de poder influir en ella. Este fue el caso
del Foro de Barcelona sobre el autismo, organizado de manera urgente en junio de 2010. El gobierno
casi autónomo en Cataluña estaba a punto de promulgar una ley concerniente al autismo; el lobby
cognitivo-conductual tenía la ambición de que sus métodos figurasen como la referencia fundamental
para el tratamiento del sujeto autista. Fue entonces que se organizó el foro de Barcelona con el fin de
mostrar que existía una oposición, determinada y argumentada, por parte de los profesionales de la «
salud mental » orientados por el psicoanálisis. Una gran variedad de intervenciones reunieron a
quienes ejercen su práctica como terapeutas, también a los padres y las familias de sujetos autistas, a
artistas sensibles al tema del autismo, y a sujetos que han salido del autismo y que estaban en
condiciones de testimoniar de los tratamientos que habían recibido, etc. Los llamados « usuarios » de
la salud mental, sujetos enfermos o que sufren, más o menos cuidados o curados, mostraron así que
se unían para oponerse al monopolio de la referencia conductual. Debemos pues manifestarnos
activamente sobre el terreno y trabajar para influir en la redacción de los textos de leyes, cuyos
efectos pueden ser devastadores. El autismo se presta a especulaciones, sin duda, pero sobretodo a
reglamentaciones que se elaborarán minuciosamente a partir de ahora en el mundo entero.
10
La discusión que siguió a esta intervención no ha sido íntegramente reproducida aquí. É. Laurent

8
señaló especialmente que hay en el autismo, sin duda, fenómenos que pertenecen al dominio de la
psicosis, tales como el retorno del significante en lo real, así como otros que son más específicos. « No
hay que pensar el debate en términos de categorías, afirmó, sino situarlo en el terreno de la
particularidad, de lo más significativo de cada caso. ¿Cómo actúan las tres consistencias de lo real, de
lo simbólico y de lo imaginario? ¿Cómo se desplazan? Esto es siempre más interesante que las
discusiones infinitas en las que la particularidad de cada caso se pierde en una generalización más o
menos amplia.
Esta clínica permite especialmente un abordaje fino de las diferencias entre fenómenos de borde
y acontecimientos de cuerpo, legibles a partir de una “clínica del circuito”. Se hizo uso de ello al inicio
con niños que estaban entre la psicosis precoz y el autismo, en casos de psicosis infantil grave, sin que
se tratase de autistas con un neo-borde. Completamente desbordados, tales sujetos vagan por el
mundo con un cuerpo que parece fragmentado, como decimos en psicoanálisis. Pero esto es incluso
una categoría demasiado general. Se trata en efecto de saber de qué se trata en este desbordamiento.
En sujetos sin límites y sin borde, ¿cómo trazar un límite? Seguro que no mediante cualquier tipo de
aprendizaje, sino construyendo un borde metonímico al circuito pulsional, sirviéndose del “material”
(juegos, desplazamientos, palabras, etc.) que se presente. El circuito metonímico puede servir para la
construcción de bordes pulsionales, a condición de que no se trate únicamente de hacer dibujos o de
colocar juguetes en el suelo o en la mesa. Puede tratarse, por ejemplo, de dar un objeto al niño,
acompañarlo al lavabo con el objeto en una bolsita, extraerlo; el niño que deja el lavabo llevándose
papel entra entonces en un nuevo circuito, etc.
Según Deleuze, el cuerpo sin órganos se muestra como una esfera o la superficie de todas las
superficies; ahora bien, esta topología da demasiada consistencia al borde, dado que no se trata
únicamente de construir este borde, sino de poder, después, desplazarlo, para evitar que funcione
como un neo-borde absoluto.
Para que este desplazamiento no constituya una pura y simple efracción, una invasión, debe
producirse a través de un acontecimiento de cuerpo, que es preciso considerar, no como un efecto de
significación cualquiera, sino como una extracción de goce, consiguiendo que el sujeto ceda algo de la
carga de goce que afecta a su cuerpo, y ello además sin que esta cesión de goce le sea demasiado
insoportable. Esto puede suceder, por ejemplo, lanzando una pelota o también a través de un
intercambio de miradas: el sujeto con la mirada perdida en el vacío o dirigida hacia el cielo está más
bien cautivo del mundo, es mirado por él; un encuentro de miradas que se cruzan pone en juego una
posible extracción del objeto mirada.
Los instrumentos que J.-A. Miller extrae de la última enseñanza de Lacan son muy útiles para
pensar esta clínica. Por otra parte, es preguntándome cómo utilizarlas que me vi llevado a repensar de
manera nueva lo que había entendido hace veinte años. Estos instrumentos permiten en efecto reabrir
las cosas de otro modo, y hay que servirse de ellos ».

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