Está en la página 1de 228

Eloy Alfaro

Escritos Políticos
PENSAMIENTO POLÍTICO ECUATORIANO

Eloy Alfaro
Escritos Políticos

Introducción y selección de Jorge Núñez Sánchez


Ministerio de Coordinación de la Política
y Gobiernos Autónomos Descentralizados

DORIS SOLIZ CARRIÓN


Ministra

ALEXIS RIVAS
Viceministro

MÓNICA MANCERO
Proyecto de Estudios y Pensamiento Político

Pensamiento Político Ecuatoriano


Colección dirigida por Fernando Tinajero

Quito, Junio 2011


Presentación

Doris Soliz Carrión

Sin duda, la figura de Alfaro y su Revolución han sido un referente fundamental


para la Revolución Ciudadana. Como no serlo, si la vida entera del “Viejo Lu-
chador” estuvo marcada por su valor, voluntad y liderazgo. Por su perseverancia
e inquebrantable abnegación en pos de una radical transformación social y ma-
terial de nuestro País. Si se entregó a la causa de la integración nacional, enla-
zando el norte con el sur, y sobre todo la Costa y la Sierra, a través de vías de
comunicación, y por supuesto, del ferrocarril. De aquel ferrocarril, por medio
del cual, la inefable lejanía regional tuvo al fin su encuentro.
El General Alfaro no fue tan solo un revolucionario, fue también un vi-
sionario. Su pensamiento y su concepción política, social y económica tuvo un
carácter de avanzada. Buscó sentar las bases para la modernización y el desarro-
llo ecuatoriano, cuando hasta entonces, el Ecuador era uno de los países más
atrasados de América Latina. Gracias a su empeño, la educación se democratizó.
Instituyó la enseñanza laica y obligatoria en el nivel primario, procurando ge-
nerar una conciencia ciudadana renovada, más libre, tolerante y crítica. Asi-
mismo, dio un gran empuje a la producción, al comercio y al desarrollo de la
industria nacional. Pero su labor no quedó ahí, ya que luchó por los derechos,
las reivindicaciones y las libertades ciudadanas y, en especial, por la soberanía
del país.
Si bien su tendencia doctrinaria proviene de una matriz liberal, el soplo
del tiempo lo condujo hacia la “vanguardia ideológica del radicalismo” impreg-
nado de un fuerte contenido social, ubicándole en la vanguardia del pensa-
miento político de su tiempo. Su sueño fue abolir el viejo sistema
clerical-terrateniente y romper con los prejuicios de la época que corroían los
espíritus libres. Es así como procuró quebrantar la mentalidad patriarcal y las
ataduras que asían a la mujer a un mundo doméstico, estrecho, imbuido en
una plétora de carencias asentada en la ignorancia, y se propuso crear una so-
ciedad con nuevos horizontes y un renovado porvenir.
Su visión amplia de la vida lo llevó, entonces, a consagrar planteamientos
tales como la igualdad entre hombres y mujeres; la protección a los sectores
más vulnerables de la sociedad, en especial de los ancianos y discapacitados; el

5
elevar el potencial y las capacidades de los ciudadanos y ciudadanas a través de
las ciencias y las artes;, y el franquear las brechas de injusticia e inequidad social
mediante la acción del poder público.
Ese es el gran Alfaro, el Gran Revolucionario de Montecristi, cuya imagen
y estela, lejos de desvanecerse, adquieren más fulgor. El conductor y estadista
al que admiramos, al que seguimos y al que dedicamos estas líneas. Este volu-
men no recoge únicamente su pensamiento, recoge su destello que estoy segura
se impregnará en todo aquel que decida sumergirse en su memoria.

6
Índice

Presentación................................................................................................5
Doris Solíz Carrión

Eloy Alfaro: pensamiento y acción de un revolucionario..............................9


Jorge Núñez Sánchez

1. Correspondencia y documentos .........................................................43


2. Mensajes a las Asambleas Constituyentes y
al Congreso Nacional .........................................................................79
3. Escritos para la historia.....................................................................167
4. Documentos anexos .........................................................................221

7
Eloy Alfaro:
pensamiento y acción de un revolucionario

Jorge Núñez Sánchez

Un siglo después de la “hoguera bárbara” de El Ejido, la figura de Eloy Alfaro


sigue siendo poco conocida en varios aspectos, y particularmente, en lo que
hace referencia a su actividad internacionalista y su pensamiento político. Lo
primero puede resultar explicable, en tanto que aún no se ha hecho una minu-
ciosa investigación sobre la actividad política coordinada que desarrollaran,
entre fines del siglo XIX y comienzos del XX, ese conjunto de revolucionarios
liberales de América Latina al que pertenecieran Eloy Alfaro y José Martí, entre
muchos otros. Pero lo segundo resulta del todo inexplicable, dada la buena
cantidad de estudios, ensayos y libros que se han escrito sobre Alfaro y la Re-
volución Liberal ecuatoriana de 1895.
Ocurre, a nuestro entender, que la imagen de Alfaro como pensador polí-
tico ha sido distorsionada por el fervor que se ha puesto en la consagración del
héroe, hecho que ha privilegiado el estudio de sus acciones políticas y militares
sobre el de sus ideas y experiencias políticas. Pero también ha contribuido a
ello cierta pereza mental de algunos estudiosos, que se han limitado a repetir
que Alfaro fue un liberal por antonomasia, y quienes, a partir de ese equívoco,
nos han regalado una figura de alcance ideológico limitada, e incluso, anacró-
nica a la luz de la historia.
Algo ha tenido que ver en esto ese complejo de inferioridad con que nues-
tros intelectuales han visto la vida y la historia nacionales. Acostumbrados a
valorar a su propio país como “la última rueda del coche”, y a mirarlo con des-
precio o, en el mejor de los casos, con conmiseración, a ellos les parecía lógico
y normal que nuestra Revolución de 1895 hubiera sido el más tardío ensayo
de reforma ocurrido en la América Latina. De lo cual se derivaba la conclusión
de que Alfaro todavía se hallaba empeñado en la reforma liberal cuando en
otras partes del continente ya se estaba luchando por la revolución agraria.
Apreciaciones de esta laya, construidas sobre prejuicios intelectuales y com-
plejos nacionales, han contribuido a minusvalorar nuestra historia y a distor-
sionar la imagen de los grandes personajes de ella. Si esos supuestos estudiosos
del alfarismo y la Revolución de 1895 se hubieran empeñado en investigar a

9
fondo aquel periodo de nuestra historia, pasando luego a compararlo con el si-
milar de otros países de Hispanoamérica, hubieran descubierto varias verdades
de bulto, como las siguientes:
— Que si bien Eloy Alfaro vino de una matriz ideológica liberal y, en sen-
tido general, puede ser clasificado dentro del liberalismo de su tiempo, no es
menos cierto que integró la vanguardia ideológica del radicalismo, un movi-
miento político de corte social demócrata, que por entonces emergía en Amé-
rica Latina y que luego daría lugar a la formación de los Partidos Radicales en
varios países sudamericanos.
— Que Alfaro imprimió a la Revolución Liberal ecuatoriana un carácter
de avanzada, que la convirtió en la última y más completa experiencia de re-
forma del continente, a la vez que en un matinal ensayo de desarrollo industrial
autónomo, en el que se podían identificar ya ciertos rasgos del nacionalismo
revolucionario que luego florecería en otros países del área, particularmente en
el “varguismo” brasileño, el “peronismo” argentino y el “cardenismo” mexicano.
— Que el proyecto alfarista de desarrollo industrial fue tomado como mo-
delo, en al menos, otro país de América Latina (Colombia), con efectos alta-
mente positivos.
— Que fueron precisamente esas ideas las que distanciaron a Alfaro y los
alfaristas, de Plaza y el liberalismo tradicional, llevándolos a romper el bloque
histórico de la revolución de 1895 y a enfrentarse por las armas en 1906, en
busca de definir la orientación revolucionaria.
— Que, por otra parte, Alfaro fue uno de los principales líderes del inter-
nacionalismo liberal, movimiento que promovió la independencia de Cuba y
Puerto Rico. Abogó por la reconstitución de la Gran Colombia y adelantó un
audaz intento de alianza militar y unidad política de América Latina para en-
frentar la emergencia del imperialismo.

Este libro, en el que se recogen algunos documentos representativos del pen-


samiento político de Eloy Alfaro, apunta a ilustrar al público ecuatoriano acerca
de estos temas, que empatan directamente con los asuntos de nuestro tiempo.

10
ELOY ALFARO REVOLUCIONARIO

Eloy Alfaro Delgado nació en Montecristi, Manabí, el 25 de junio de 1842,


siendo el tercero de los siete hijos habidos entre Manuel Alfaro González, un
inmigrante español dedicado al comercio, y Natividad Delgado López, una
joven manabita. Ya joven, estudió contabilidad y comercio, pues su padre –un
antiguo luchador republicano, perseguido por la monarquía española– buscó
darle la mejor educación posible en su medio, con profesores privados, y luego
lo llevó en sus viajes comerciales al exterior.
Esa educación y los viajes le abrieron a Eloy los ojos a la realidad de su
país y luego su temperamento arrojado lo impulsó a interesarse por la lucha
política. Se inició, así, una etapa en la que compartió las tareas comerciales y
los afanes políticos, logrando hacer una buena fortuna con el comercio de som-
breros de paja toquilla producidos en su tierra natal, que él empezó a exportar
hacia otros países y especialmente a Panamá. Pero los afanes políticos pudieron
más y lo llevaron a la lucha por las transformaciones sociales, en la que consu-
mió toda su fortuna personal.
Convertido en un combatiente liberal, su voluntad, inteligencia y capaci-
dad de mando le granjearon progresivamente el liderazgo del liberalismo, pri-
mero en su provincia y luego en toda la costa norte ecuatoriana. Así, para
mediados de 1882 se hallaba ya en capacidad de lanzar desde Esmeraldas una
primera campaña militar contra la dictadura de Veintemilla, que lamentable-
mente fracasó. Mas esa lucha tuvo un logro: permitió que Alfaro y sus segui-
dores se desengañaran del todo de los viejos políticos liberales, fervientes
colaboradores del dictador y acostumbrados al acomodo burocrático. Fue así
que esos jóvenes combatientes asumieron rápidamente las ideas del radicalismo,
nueva corriente política que crecía en América Latina y que reivindicaba los
principios democráticos y laicos del liberalismo, así como las nuevas ideas so-
cialdemócratas respecto del trabajo y los trabajadores.
De este modo se explica que, meses más tarde, cuando se extendió a todo
el país la lucha armada contra la dictadura, se hayan formado tres gobiernos
insurgentes regionales: uno, de corte radical, que tenía a Eloy Alfaro como Jefe
Supremo de Manabí y Esmeraldas; otro, liberal, presidido por Pedro Carbo,
en Guayas y Los Ríos; y un tercero, conservador, formado por los conservadores
de la Sierra.
Alfaro se destacó militarmente en esa lucha nacional y especialmente en
las operaciones encaminadas a la toma de Guayaquil, pero él y sus combatientes

11
radicales, triunfantes en el campo militar, fueron fácilmente derrotados en el
campo político por una coalición de hábiles señores de gabinete, conservadores
y liberales, que instauraron lo que se dio en llamar “Período Progresista”. Con
ello, el viejo régimen oligárquico logró un nuevo respiro que habría de durar
once largos años, durante los cuales se sucedieron los gobiernos de José María
Plácido Caamaño, Antonio Flores Jijón y Luis Cordero.
Amparado en una imagen de “liberalismo católico”, que se mostraba como
alternativa frente a los extremos, liberal y conservador, el “Progresismo” logró
aglutinar a buena parte de la clase política ecuatoriana, aunque el nivel decisorio
quedó reservado a “La Argolla”, un pequeño círculo de grandes familias pro-
pietarias de Quito, Guayaquil y Cuenca, vinculadas por parentesco, amistad o
negocios. Ello explica que otras familias poderosas de cada región, tanto con-
servadoras como liberales, combatieran activamente al “Progresismo”, acusán-
dolo de corrupción y nepotismo.
En 1894, el negociado conocido como “la venta de la bandera”, causó una
creciente indignación nacional, que luego se volvió irrefrenable. Al comenzar
1895, se multiplicaron las protestas y actos populares en todos los rincones del
país. Entre tanto, los grupos radicales empezaron a utilizar nuevas tácticas de
lucha: el 3 de febrero ensayaron una huelga general en Guayaquil, mientras en
todo el país adquirían armas y se preparaban para la lucha. El 5 de ese mes,
desde Managua, Eloy Alfaro dirigió una proclama al país, convocando a la in-
surrección armada. Decía en ella:

Solamente a balazos dejarán vuestros opresores el poder, que tienen únicamente


por la violencia. Pensar de otro modo equivale a dar tregua a tenebrosas intri-
gas… Sin sacrificios no hay redención… La libertad no se implora como un
favor, se conquista como un atributo inmanente al bienestar de la comunidad.
Afrontemos, pues, resueltamente los peligros y luchemos por nuestros derechos y
libertades, hasta organizar una honrada administración del pueblo y para el
pueblo.

EL ESTALLIDO REVOLUCIONARIO

Respondiendo al llamado del líder radical, diversas poblaciones del litoral se


alzaron en armas contra el poder; las primeras fueron Milagro y Vinces. Luego,
las montoneras se multiplicaron en toda la cuenca del Guayas y las demás pro-

12
vincias costeras, mientras se insurreccionaban contra el gobierno algunas ciu-
dades del interior.
En síntesis, la revolución triunfó rápidamente en la costa, dada la general
aceptación que tuvo entre la ciudadanía la Jefatura Suprema del general Eloy
Alfaro y la rapidez y eficiencia con que las fuerzas liberales vencieron o ahu-
yentaron a las tropas oficiales. Asustadas por la situación, las oligarquías de
Quito, Guayaquil y Cuenca buscaron formar un gobierno interino, con un ca-
caotero liberal a la cabeza, pero el pueblo guayaquileño se lanzó a las calles y
proclamó a Eloy Alfaro como Jefe Supremo del país. Éste se hallaba en Cen-
troamérica y se embarcó rápidamente para Guayaquil, adonde llegó el 18 de
junio para asumir el mando otorgado por el pueblo.
Con gran visión política, el “Viejo Luchador” formó prontamente su go-
bierno y buscó constituir un “bloque histórico”, capaz de garantizar el triunfo
de la revolución gracias a una conjunción de fuerzas y capacidades: el empuje
y la sangre del pueblo, la influencia y poder económico de la burguesía costeña,
y la inteligencia, cultura y sagacidad política de la pequeña burguesía radical.
Alfaro inició su gobierno en Guayaquil bajo el lema de “Perdón y olvido”.
Ofreció a sus enemigos el olivo la paz, buscando evitar una dolorosa guerra
civil y orientar las energías nacionales hacia la reconstrucción moral y material
de la nación. Pero la oligarquía de la Sierra no estaba en disposición de ceder
fácilmente el poder y, contando con el poderoso apoyo de la Iglesia, se preparó
afanosamente para una “guerra santa” contra el liberalismo, haciendo colectas
públicas y reclutando hombres. Al fin, fracasadas las Comisiones de Paz en-
viadas a Quito y Cuenca, Alfaro preparó a su ejército popular para la marcha
hacia la Sierra, al mismo tiempo que organizaba el gobierno en las provincias
costeñas.
Mientras tanto, la clerecía serrana organizaba procesiones de fe militante
y clamaba desde los púlpitos reiteradas convocatorias a la “guerra santa”, des-
tacándose en ello el arzobispo de Quito y los obispos de Portoviejo, Riobamba
y Loja. Por su parte, la oligarquía regional de Cuenca y Loja atizaba una cam-
paña separatista, en busca de unir al Austro con El Oro, para formar una “Re-
pública del Pacífico”.
El 16 de julio de 1895, el ejército montonero de Alfaro inició su marcha
y logró ascender rápidamente hacia la Sierra, ayudado por los indios del Chim-
borazo. Luego derrotó a los conservadores en varias batallas decisivas, que mar-
caron definitivamente el triunfo militar de la revolución: San Miguel de
Chimbo (8 de agosto), Ambato (15 de agosto), Gatazo (15 de agosto) y Girón

13
(23 de agosto). Al fin, el 4 de septiembre entraba en Quito el “Viejo Luchador”
con sus tropas, en medio de los aplausos de la multitud.

ELOY ALFARO, EL ESTADISTA

El triunfo militar de Alfaro fue solo el comienzo de un amplio esfuerzo de re-


novación y modernización de la sociedad ecuatoriana. El programa de la re-
forma liberal fue esbozado en el Registro Oficial del 3 de septiembre de 1895:
Regeneración de la República. Paz en el exterior. Orden, honradez y reorga-
nización en régimen interno. Fomento al comercio y las industrias, desarrollo
de las artes, protección a las ciencias. Mejora y aumento de la instrucción pú-
blica. Arreglo y fiscalización de las finanzas del Estado. Mesura y equidad en
el reparto presupuestario. Régimen de responsabilidad para los funcionarios
públicos. Respeto a las garantías constitucionales. Fomento de la inmigración.
Respeto para la religión nacional y consideración para las ajenas creencias. Im-
pulso a la agricultura. Multiplicación de las vías de comunicación entre regio-
nes. Construcción de ferrocarriles. Perfeccionamiento de las instituciones
militares.
En síntesis, se trataba de una reforma de carácter laico, que se proponía
separar al Estado de la Iglesia, refrenar toda intromisión clerical en la política,
nacionalizar y secularizar al clero y nacionalizar los bienes de manos muertas.
Paralelamente, con la institución de la “educación pública laica y obligatoria”
se buscaba crear una nueva conciencia ciudadana, proclive al libre pensamiento
y a la tolerancia.
De otra parte, se trataba de una revolución burguesa, que buscaba eliminar
las relaciones feudales de trabajo existentes en el país (el concertaje y la servi-
dumbre indígena, la prisión por deudas) y redistribuir la propiedad de la tierra,
tal como lo ofreciera Alfaro, en 1895, a los indígenas del Chimborazo que le
apoyaron en la guerra civil.
Por fin, era una revolución nacionalista, que pretendía integrar las aisladas
regiones ecuatorianas, fortalecer al país para su defensa y buscar paralelamente
la resolución del secular problema territorial con el Perú por medios pacíficos.
Y el plan de ferrocarriles nacionales era el medio a través del cual el régimen
revolucionario se proponía unir a sierra y costa, vincular al norte con el sur y
colonizar y poblar la región oriental.

14
Empero, tan ambicioso proyecto nacional chocaba inevitablemente con
muchos intereses creados, puesto que se orientaba a destruir políticamente al
régimen clerical-conservador y, en lo económico, se enfilaba contra el sistema
terrateniente en su conjunto. De ahí que el proyecto revolucionario hallara re-
sistencias inclusive al interior de las filas progresistas, donde lo apoyaban los
radicales y lo resistían los liberales de la vieja escuela, que solo querían una tí-
mida reforma política y un irrestricto comercio internacional.
Desde su primer gobierno, el presidente Alfaro buscó sentar bases para la
modernización y desarrollo del Ecuador, hasta entonces uno de los países más
atrasados de América Latina. Así, se propuso democratizar y mejorar la educa-
ción nacional, para lo cual la Asamblea aprobó la Ley de Instrucción Pública
(1897), que establecía la enseñanza primaria gratuita, laica y obligatoria. Luego
se crearon el Instituto Nacional Mejía, de Quito, las escuelas normales de Quito
y Guayaquil, para la formación de los nuevos maestros laicos, y la Casa de Artes
y Oficios, en Manabí. También hubo especial cuidado en profesionalizar al
nuevo ejército surgido de la revolución, para asegurar la defensa nacional. Así,
se fundaron en Quito el Colegio Militar, para la formación de oficiales, y la
Academia de Guerra, para su posterior perfeccionamiento; y también la Escuela
de Clases y los Cursos Militares de Aplicación, para la formación técnica de la
tropa. En otros ámbitos, se fundó la Maternidad pública y la primera planta
telefónica de Quito.
Asunto importante fue la apertura de negociaciones con el Vaticano, para
reformar el Concordato de García Moreno. La negociación fue dura y tensa y
el gobierno finalmente promulgó la Ley de Patronato, por la que el Estado se
declaraba patrono de la Iglesia y se reservaba el derecho de aprobar los nom-
bramientos de prelados y de vigilar la administración de los bienes eclesiásticos.
No menos significativa fue la suspensión de pagos de la deuda externa, que Al-
faro decretó para cortar los abusos de los prestamistas y obligarlos a una rene-
gociación que favoreciera los intereses nacionales.
También fue destacada la política internacional del gobierno alfarista.
Frente al desangre causado en Cuba por el colonialismo español, interpuso sus
buenos oficios ante la monarquía de Madrid, pidiendo la independencia para
ese país hermano. De otra parte, preocupado por el expansionismo peruano
sobre el Ecuador y también por la emergencia amenazante del imperialismo
moderno, promovió la reconstitución de la Gran Colombia de Bolívar, me-
diante negociaciones con los gobiernos de Venezuela y Colombia. No obstante,
la iniciativa más importante en este campo fue su propuesta de reunir un Con-

15
greso Internacional de Países Americanos, con objeto de “dictar un Derecho
Público Americano, a la vez que facilitar los medios para ensanchar las relacio-
nes comerciales entre sí”. La iniciativa de Alfaro apuntaba a reglamentar la apli-
cación de la “Doctrina Monroe”, usada por los EE.UU. para intervenir en los
asuntos internos de los demás países americanos, y por eso mereció la activa
oposición de la diplomacia del norte, que buscó hacerla fracasar. Pese a ello, el
Congreso se reunió en Ciudad de México, con la asistencia de delegados de
Centroamérica, México y Ecuador, pues otros países de excusaron a última
hora.
Paralelamente, dispuso la iniciación de estudios para construir los ferro-
carriles de Manta a Santa Ana, de Machala a Pasaje, de Sibambe a Cuenca y de
Ibarra a El Pailón. Reorganizó la obra del ferrocarril Guayaquil-Quito, iniciado
en tiempos de García Moreno, ampliando la vía, rectificando el trazado y bus-
cando financiamiento internacional para esa gran obra nacional. Más tarde,
hizo planes para construir un ferrocarril de Tulcán a Macará y otro de Ambato
al Curaray, con miras a ocupar y colonizar el Oriente.
Pero mientras Alfaro se esforzaba en moralizar y modernizar al país, la re-
acción clerical-conservadora seguía atizando el fuego de la guerra civil. Desde
Colombia se armaban sucesivas invasiones militares contra el Ecuador, por
parte del obispo de Pasto y los conservadores emigrados, mientras la Iglesia y
los hacendados serranos organizaban grupos armados para seguir su “guerra
santa” en el centro y sur de la Sierra. Por suerte, el ejército liberal logró vencer
a todas esas fuerzas contrarrevolucionarias, aunque esa constante presión militar
conservadora llevó al gobierno alfarista a moderar su acción de reforma, en
busca de aplacar la resistencia de sus enemigos.

LA DIVISIÓN DEL LIBERALISMO

Al terminar su primer período de gobierno, Alfaro se vio en el dilema de escoger


un candidato oficial para la Presidencia de la República. Dubitó y finalmente
escogió al moderado general Leonidas Plaza, vinculado por matrimonio a al-
gunas de las más destacadas familias terratenientes de la Sierra. Pero el método
de selección dejó un hondo resentimiento en Plaza, que sería el germen de fu-
turos enfrentamientos entre “alfaristas” y “placistas”.
Plaza triunfó electoralmente y su acción de gobierno calmó progresiva-
mente los ánimos de la clase terrateniente serrana y trajo la ansiada paz. Dis-

16
tanciado de Alfaro y apoyado en el ala moderada del liberalismo, el nuevo go-
bernante se aproximó a los conservadores y les garantizó la posesión tranquila
de sus latifundios. Paralelamente, un Congreso con fuerte presencia radical
puso en ejecución algunas avanzadas medidas anticlericales, tales como la Ley
de Matrimonio Civil (1902), que permitió el divorcio de los cónyuges, y la
Ley de Cultos (1904), que refrenó la acción política del clero y el poder eco-
nómico de la Iglesia.
En 1905, “alfaristas” y “placistas” se enfrentaron otra vez por la sucesión pre-
sidencial. Alfaro propuso que una asamblea del partido escogiera al candidato li-
beral, pero Plaza impuso un candidato oficial enemigo del radicalismo: Lizardo
García. Este banquero de Guayaquil y enemigo de Alfaro representaba los inte-
reses de la plutocracia costeña, empeñada en restablecer una suerte de nuevo “pro-
gresismo”, en el que los liberales compartieran el poder con la oligarquía
conservadora de la Sierra. Como Alfaro criticara los afanes de García, que buscaba
poner término definitivo a la revolución y suspender los trabajos del ferrocarril
Guayaquil-Quito, fue calumniado por el gobierno, que lo acusó de peculado en
el contrato ferroviario e incluso hizo planes para enjuiciarlo penalmente.
Fue la gota que colmó la paciencia de los radicales, quienes se lanzaron
nuevamente a la revuelta. El 1 de enero de 1906, los liberales de Riobamba, li-
derados por los generales Emilio María Terán y Julio Román, desconocieron
al gobierno de García y proclamaron la Jefatura Suprema de Eloy Alfaro. Tras
una campaña de veinte días, Alfaro retomó el poder como Jefe Supremo y de
inmediato convocó una Asamblea Constituyente, que lo nombró Presidente
de la República y dictó la avanzada Constitución de 1906, en la que se consagró
el verdadero espíritu de la revolución alfarista: separación absoluta del Estado
y la Iglesia y supresión de la religión oficial. Libertad de enseñanza. Educación
pública laica y gratuita, obligatoria en el nivel primario. Absoluta libertad de
conciencia y amplias garantías individuales. Prohibición de ser elegidos legis-
ladores los ministros de cualquier culto. Protección oficial a los indígenas y ac-
ción tutelar del Estado “para impedir los abusos del concertaje”.
Ese segundo gobierno de Alfaro fue más radical y tuvo grandes logros y
realizaciones. Pero también tuvo una mayor oposición política, pues a sus viejos
enemigos conservadores, que siguieron combatiéndolo incluso con las armas,
se sumaron ahora los nuevos enemigos liberales, que conspiraron para derro-
carlo y hasta trataron de matarlo. Y a ellos se sumó una activísima prensa de
oposición, audaz y desaforada como ninguna, que lo tachaba de “tirano”,
“monstruo sanguinario”, etc.

17
El mismo Alfaro no era ya el activo gobernante de otros días. Prematura-
mente envejecido, no se hallaba en condiciones de radicalizar la reforma liberal
y convertirla en una revolución agraria, lo que le habría permitido vencer al
contubernio de la vieja oligarquía y la nueva burguesía liberal. Su acción se en-
filó, pues, a afianzar las conquistas políticas ya logradas y a continuar sus planes
de obra pública.
No obstante, remontando esas aguas adversas, el viejo caudillo siguió bo-
gando por sus proyectos de progreso nacional, a veces pese a la oposición de
un Congreso adverso. Impulsó reformas a la Ley de Instrucción Pública. Creó
nuevas escuelas primarias en muchos lugares del país y escuelas nocturnas para
artesanos. Fundó la Escuela de Bellas Artes, el Conservatorio Nacional de Mú-
sica, una Escuela Normal para Mujeres en Guayaquil, la Escuela Naval y la Es-
cuela de Medicina Veterinaria. Becó a una cincuentena de jóvenes, hombres y
mujeres, para que estudiaran en el exterior profesiones útiles al país. Inició las
obras de canalización y agua potable de Quito, y las de canalización y sanea-
miento de Guayaquil. Pero, por sobre todo, se esforzó en la terminación del
ferrocarril Guayaquil-Quito, obra formidable que él concebía como su mayor
logro gubernamental. Al fin, el tren llegó a la capital el 25 de junio de 1908,
entre aclamaciones de la multitud y loas al progreso nacional.

LOS GRANDES SUEÑOS DE ELOY ALFARO

Como todo estadista de verdad, Alfaro tuvo grandes sueños y proyectos para
el progreso nacional. El primero de todos ellos fue el plan de ferrocarriles y ca-
rreteras, que él concebía como el medio básico para unir a las grandes y aisladas
regiones, romper los prejuicios regionalistas, promover el desarrollo interno
de la nación y fortalecer al país para su defensa, buscando paralelamente la re-
solución pacífica del secular problema territorial con el Perú. En este sentido,
el plan de ferrocarriles nacionales tenía una gran importancia, porque era el
medio a través del cual el régimen revolucionario se proponía unir a sierra y
costa (línea Guayaquil-Quito), vincular al norte con el sur (ferrocarril Tulcán-
Loja, ferrocarril de El Oro y ferrocarriles de Manabí) y colonizar y poblar la
región oriental (ferrocarril Ambato–Curaray). Además, el plan ferroviario res-
pondía también a una estrategia de defensa nacional, pues permitiría una rápida
movilización de tropas desde y hacia cualquier lugar de país (véase, en este vo-
lumen, la Historia del Ferrocarril de Guayaquil a Quito (1911).

18
Sin embargo, tan ambicioso proyecto nacional debía chocar inevitable-
mente con muchos intereses creados, puesto que implicaba romper con unos
aislamientos regionales favorables al caciquismo político, facilitar la moviliza-
ción de las gentes y los productos y abrir el interior del país a la modernidad
tecnológica y las nuevas ideas. Entre los mayores opositores al plan ferroviario
figuraron los clérigos, que proclamaban que el ferrocarril era un engendro del
demonio, que era movido por fuego y vapor, echaba chispas y producía ruidos
metálicos, todos ellos signos infernales.
Su segundo gran sueño fue el desarrollo industrial del país. Como radical
que era, quería un Ecuador moderno, lleno de fábricas y con trabajadores bien
pagados, que diera un salto hacia la modernidad y dejara atrás los tiempos del
atraso y la dependencia. Para ello, promovió leyes que protegieran a la industria
y la agricultura nacionales y estimularan el desarrollo interno y el empleo, an-
ticipándose a las ideas del “New Deal” que treinta años después aplicara Fran-
klin Delano Roosevelt en los EE. UU. Opinaba que un país como el nuestro,

“casi virgen en materia de aplicaciones modernas, demanda una decidida pro-


tección para levantarse al nivel industrial productor de naciones mucho más
pobres que la nuestra en materias primas”.1

Y consideraba que un mecanismo esencial de ese proteccionismo debía ser


el manejo arancelario, toda vez que, en su opinión,

“la liberación de derechos sobre la importación de artículos similares a los que


se producen en la República, tiene necesariamente que producir una competencia
desastrosa para la agricultura e industrias nacionales; puesto que los importa-
dores de productos extranjeros, están en condición de abaratar el precio de esos
artículos, hasta el extremo de hacer ruinosa la producción ecuatoriana.” 2

Movido por estas ideas, Alfaro solicitó al Congreso liberar de derechos a


la importación de máquinas para la agricultura y la industria fabril, a fin de
modernizar la producción, fomentar el empleo y duplicar la riqueza pública,
consciente como estaba de que

1
Véase, en este volumen, el Mensaje del Presidente de la República sobre liberación de derechos de
aduana a las máquinas para la agricultura. Quito, mayo 27 de 1897 (ver Documento Nº 10).
2
Véase más adelante el Mensaje especial sobre liberación de derechos a la importación de víveres.
Quito, a 9 de enero de 1907.

19
“la carencia de brazos, el elevadísimo tipo de interés sobre el capital que se em-
plea en la República, lo rudimentario de nuestra agricultura, los mismos fenó-
menos meteorológicos que ocasionan la frecuente escasez de víveres, las
dificultades de transporte, el casi ningún uso de la fuerza mecánica aplicada a
las labores del campo, etc., son obstáculos inmensos para la producción nacio-
nal; y, por lo mismo, el precio de nuestros productos resulta excesivamente su-
bido, en comparación de los gastos que los productores extranjeros tienen de
hacer en el mismo caso.” 3

Inevitablemente, esta política económica intervencionista le ganó una feroz


oposición de sus antiguos amigos, los comerciantes liberales del puerto, que se
oponían a todo proteccionismo y abogaban por la más absoluta libertad de im-
portación y exportación, en busca de favorecer a sus negocios particulares. En
cambio, fue apreciada por los trabajadores del país, que le agradecieron por
ella, y admirada en otros países de América Latina, donde el liberalismo tradi-
cional había merecido la resistencia de los productores nacionales, precisamente
por su feroz librecambismo, que terminaba siempre por arruinar las manufac-
turas, las artesanías e incluso la agricultura nacionales.
Como anotara el ex Presidente de Colombia Alfonso López Michelsen,
Alfaro sorprendió a la América Latina con

“el impacto de una concepción liberal, impregnada de contenido social, despo-


jada de retórica vacua, y que tenía por meta el desarrollo económico… Fue
un caso realmente excepcional en la América española el de que, años antes de
la revolución mexicana, de la aparición de Alessandri en Chile o de Irigoyen
en la Argentina, hubiera aparecido en este rincón de América, que es el Ecua-
dor, un precursor de la talla de Eloy Alfaro.”

Continuando con ese análisis de la Revolución Liberal ecuatoriana, López


Michelsen agregó:

“No era Alfaro un hombre culto en el sentido que se le daba a esta palabra en-
tonces. Era, por sobre todo, un hombre práctico. Se había iniciado como em-
presario y había culminado su carrera como político, tras haber dado muestras
de una singular sensibilidad social. … Pero lo más interesante del político li-

3
Mensaje Especial al Congreso sobre la liberación de derechos a la importación de víveres.

20
beral ecuatoriano fue el haberse desprendido de los prejuicios liberales de sus
antecesores y haber optado por constituirse en defensor de las clases trabajadoras
y en vocero de las reivindicaciones proletarias. Su espíritu pragmático lo llevó
a atribuirle una gran importancia al desarrollo de la infraestructura de su país,
poniendo especial empeño en la construcción del ferrocarril entre Quito y Gua-
yaquil, pero, simultáneamente, en donde puso el mayor énfasis el llamado “So-
litario de Montecristi” fue en hacer de su partido el abanderado de las ideas
progresistas de la época. Y cuando digo progresistas me refiero no al marxismo,
que hasta entonces era desconocido en la América española, sino a las grandes
divulgaciones que a través de sus novelas había hecho Víctor Hugo sobre la con-
dición de las clases menos favorecidas por la fortuna.”
Con razón decía yo, en el discurso que pronunciara con motivo de la inaugu-
ración de un busto de Alfonso López Pumarejo en el salón llamado de los Ex
Presidentes, (del Congreso Colombiano, J.N.), que la “Revolución en Marcha”
de los años 30 había sido un reflejo de la enorme influencia que ejerció Eloy
Alfaro sobre López Pumarejo, apenas salido de la adolescencia.” 4

El tercer gran sueño de Alfaro fue una reforma social que aboliera el viejo
sistema clerical-terrateniente, rompiera la mentalidad patriarcal y creara una
sociedad más abierta, equitativa y democrática. En ese marco debe verse su es-
fuerzo por romper las cadenas que ataban a las mujeres al mundo de la vida
doméstica, la ignorancia y el beaterío. Decía que “nada hay tan doloroso como
la condición de la mujer en nuestra Patria” y por eso se propuso

“abrirle nuevos horizontes, hacerla partícipe de las manifestaciones del trabajo


compatible con su sexo, llamarla a colaborar en los concursos de las ciencias y
las artes; ampliarle, en una palabra, su campo de acción, mejorando su porve-
nir.” 5

4
“Revolución en Marcha” se llamó el exitoso proceso de reforma política desarrollado por el Pre-
sidente colombiano Alfonso López Pumarejo, padre de López Michelsen, durante sus dos administra-
ciones (1934-1938 y 1942-1945). Este concepto fue definido por él mismo como “el deber del hombre
de Estado de efectuar por medios pacíficos y constitucionales todo lo que haría una revolución”. Las
principales medidas de esta reforma reivindicaron el intervencionismo del Estado en beneficio del de-
sarrollo nacional y los derechos laborales, el fortalecimiento del sistema tributario y el mayor cobro de
impuestos. También buscó una reforma agraria, que finalmente no ejecutó.
5
Véase más adelante el Mensaje del Presidente de la República solicitando la protección especial a la
mujer; Quito, junio 2 de 1897.

21
Uniendo la acción a la palabra, les franqueó a las mujeres la entrada a los
colegios y universidades, las ocupó en las Administraciones de Correos y Telé-
grafos Nacionales, y creó para ellas Escuelas Normales y numerosas plazas de
maestras de párvulos. Claro está, la Iglesia y los conservadores pusieron el grito
en el cielo, acusándolo de corromper a las mujeres y violar la santidad del hogar,
y en el fondo temían que esas mujeres educadas y dueñas de su propio destino
dejaran de estar bajo el control ideológico de la Iglesia.
También debe verse bajo esta orientación la más radical medida de su go-
bierno, que fue la nacionalización de los “bienes de manos muertas” (1908),
es decir, de todos los bienes raíces de las comunidades religiosas establecidas
en la República. Las rentas de esos bienes fueron destinadas a la Beneficencia
Pública y con ellas se crearon hospitales gratuitos, ancianatos y hogares para
niños desamparados, además de seguir manteniendo a los religiosos existentes.
Por desgracia, muchos de esos bienes no llegaron a manos del Estado, sino que
se quedaron en manos de jefes liberales, que se apoderaron ilícitamente de ellos
tras recibirlos en “encargo” de las comunidades religiosas, las cuales buscaban
evitar así su expropiación.
La misma orientación tuvo su denuncia del “concertaje” y su pedido de
soluciones legales, hechos a la Convención Nacional de 1897:

“Tenemos en las provincias del Litoral una clase de gente campesina, conocida
con el nombre de peones conciertos; esclavos disimulados, cuya desgraciada
condición entraña una amenaza para la tranquilidad pública, el día en que
un nuevo Espartaco se pusiera a la cabeza de ellos para reivindicar su liber-
tad.” 6

Por desgracia, la resistencia conjunta de sus aliados liberales y sus oponen-


tes conservadores impidió la eliminación del “concertaje” y la creación de un
mercado de trabajo basado en la libre contratación y el pago de salarios.
En fin, hay que recordar que esa preocupación por los problemas sociales
llevó a don Eloy a interesarse por la suerte de los trabajadores ecuatorianos, a
partir de la idea de que su primer problema era la falta de fuentes de trabajo.
Precisamente por ello abogó por la protección a las industrias nacionales, a las
que algunos diputados liberales próximos al comercio buscaban afectar, bajo
el pretexto de combatir a los monopolios. Dijo al respecto:

6
Véase el Mensaje del Jefe Supremo de la República a la Convención Nacional; Quito, octubre 10 de
1896.

22
“Lo más grave, es la pérdida de trabajo para tantos brazos empleados hasta
ahora en dichas fábricas. El problema que más preocupa a los hombres de Es-
tado, en todos los países civilizados, es el de proporcionar trabajo remunerativo
al pueblo; porque los brazos desocupados constituyen un peligro mortal para
las naciones; el pueblo sin trabajo, es el abismo siempre abierto para las insti-
tuciones, para la moralidad y el progreso, para la paz y felicidad públicas.” 7

No es menos cierto que Eloy Alfaro promovió la organización de sindica-


tos, contando para ello con el apoyo del líder obrero cubano Miguel Albuquer-
que, que por entonces vivía en Guayaquil y actuaba como representante del
Partido Revolucionario Cubano. Eso explica que las primeras organizaciones
obreras nacieran en la época de la Revolución Liberal y desenvolvieran en aquel
tiempo sus primeras luchas. Y así se explica también, en buena medida, la fuerza
que el movimiento sindical ecuatoriano alcanzó entre 1912 y 1922, hasta llegar
al punto de realizar grandes huelgas obreras.
Un reflejo del avanzado pensamiento político del sector radical del libera-
lismo, más conocido como “bando alfarista”, es el que trasluce el “Programa
Liberal Radical del Chimborazo”, suscrito hacia 1908 por los activistas de Rio-
bamba, encabezados por el general Julio Román, quien fuera Ministro de Edu-
cación de Alfaro y actuara como uno de los líderes de la rebelión militar de
enero de 1906 contra el presidente liberal Lizardo García. En este documento,
que se publica por primera vez en este libro, pueden verse planteamientos tales
como la igualdad entre hombres y mujeres, la protección a ancianos y discapa-
citados, la nivelación de las inequidades humanas por medio del poder público,
el combate al egoísmo individual en pro de la unidad humana, la nacionaliza-
ción de la propiedad agraria “en beneficio de todos los asociados”, la protección
y control a la producción industrial, la concentración en el Estado del derecho
a la emisión monetaria, la recaudación completa de los bienes de manos muer-
tas, la elevación cultural del pueblo y su preparación “para la revolución cien-
tífica” y el reconocimiento de la ciencia como única fuerza del progreso. En
suma, toda una serie de planteamientos que se aproximaban más a la ideología
anarquista, que al viejo liberalismo individualista.8

7
Cf. Mensaje Especial al Congreso sobre la liberación de derechos a la importación de víveres. Cit.
supra.
8
Hay que recordar, a este propósito, que en el liberalismo latinoamericano se había desarrollado
una corriente de pensamiento anarquista, que tuvo como sus máximos exponentes a José María Vargas
Vila, en los países de la antigua Gran Colombia, y a los hermanos Ricardo y Enrique Flores Magón en
México, donde fundaron el anarquista Partido Liberal Mexicano.

23
CUESTIONES LIMÍTROFES Y DE SOBERANÍA

En 1910 recrudeció el viejo litigio fronterizo con el Perú, a propósito del arbi-
traje del rey de España. El Perú había gastado sumas considerables para comprar
el favor de los asesores del rey, por lo que el Ecuador temía que ese laudo le
fuera totalmente adverso. Entonces el Perú empezó a concentrar tropas en la
frontera, con ánimo de obligarnos a reconocer su ocupación de los territorios
orientales. En tal situación, el Ecuador entero se galvanizó alrededor de su go-
bierno y Alfaro mostró una vez más su temple de estadista y organizador: puso
en pie de guerra un ejército de 25 mil hombres y organizó una reserva de 20
mil; luego, usando el ferrocarril trasandino, movilizó rápidamente las tropas a
la frontera sur y se colocó él mismo a la cabeza. Aunque el árbitro español se
inhibió finalmente de dictar su laudo, la exhibición de fuerza hecha por nuestro
país logró frenar la agresión y evitar la guerra.
Pero el Ecuador no podía vivir en un permanente sobresalto. Necesitaba
garantizar su integridad territorial y su desarrollo pacífico. Con sincero patrio-
tismo, Alfaro creyó encontrar una garantía para nuestra seguridad nacional en
la propuesta de arrendamiento de las islas Galápagos hecha por los EE.UU.
Estos constituían una potencia imperialista emergente, en cuyos planes geo-
políticos entraba la posesión –pacífica o forzada– de nuestras islas, a fin de ga-
rantizar la seguridad del Canal de Panamá, que se encontraba en construcción.
Preocupado con el peligro de que los norteamericanos ocuparan el archipiélago
por la fuerza, el gobierno alfarista hizo una contrapropuesta, según la cual el
valor del arrendamiento sería de quince millones de dólares y debería ir acom-
pañado de una garantía norteamericana sobre la integridad de nuestro territorio
amazónico. Respaldaban la posición de Alfaro algunos insignes patriotas y opo-
sitores políticos, como fray Enrique Vacas Galindo y el doctor Juan Benigno
Vela, quienes incluso iban más allá y planteaban la venta del archipiélago para
financiar la defensa nacional. No obstante, la reacción conservadora, cegada
de odio y rencor, se alzó terrible, feroz, incendiaria, acusando al gobierno de
Alfaro de pretender vender el país a los Estados Unidos. Lo menos que le dije-
ron al gobernante en esos días fue “traidor”, “pillo”, “vendepatria” y otras lin-
dezas por el estilo.
Luego, receloso de seguir adelante una negociación como ésa sin contar
con la opinión nacional, Alfaro encargó a los gobernadores de todo el país que
consultasen sobre el asunto a las gentes más honorables de cada provincia, “sin
exceptuar a ningún partido político”. Efectuada la consulta, la opinión ciuda-

24
dana fue desfavorable al arrendamiento, por lo que Alfaro acató la voz de la
soberanía y suspendió toda negociación al respecto. El desenlace fue excelente
para el país, que así logró salvarse de los voraces planes imperialistas, pero tam-
bién para Alfaro, cuya iniciativa de consultar al pueblo fue sin duda ejemplar
y le salvó de un paso en falso.9

CRISIS SUCESORIA Y GUERRA CIVIL

Al acercarse la terminación de su segundo período, Alfaro tropezó otra vez con


el problema de la sucesión. Una vez más, temió que una candidatura radical
agravara el conflicto político, por lo que escogió como candidato a Emilio Es-
trada, un viejo luchador liberal y empresario porteño. Luego se enteró de que
Estrada era un enfermo cardíaco y que podía morir por la altura de la capital,
lo cual provocaría una guerra civil, por lo que pretendió que Estrada renunciase
a su elección, a lo que éste se negó. El consiguiente conflicto condujo a un
golpe de Estado preparado por los “estradistas” (11 de agosto de 1911). Alfaro
se asiló en la legación de Chile, renunció a la presidencia y salió del país luego
de comprometerse a no regresar antes de un año.
Poco después se concretaron los temores de Alfaro. Antes de los cuatro
meses de gobierno, Estrada murió y estalló la guerra civil: el general Flavio Al-
faro se alzó en armas en Esmeraldas, proclamándose Jefe Supremo del país y
otro tanto hizo en Guayaquil el general Pedro J. Montero.
Alfaro vino de Panamá, pero no para liderar a las fuerzas anti guberna-
mentales, sino para promover un arreglo pacífico entre las diversas facciones
liberales que se enfrentaban. Mas todos sus esfuerzos de negociación fueron
vanos y la guerra civil estalló una vez más, sangrienta, brutal, incontenible. Fla-
vio Alfaro y Montero unieron sus fuerzas para enfrentar a las del gobierno, co-
mandadas por los generales Leonidas Plaza y Julio Andrade, las que bajaron
hacia la costa y triunfaron en Huigra, Naranjito y Yaguachi, en enero de 1912,
al costo de un terrible desangre (solo en el combate de Yaguachi hubo 400
muertos). Pero los insurrectos tenían todavía en su poder la gran plaza de Gua-
yaquil y vencerlos parecía tarea difícil, y más si se considera que era época de
invierno y los soldados serranos se hallaban agobiados por el calor y las enfer-
medades del trópico.

9
Véase Historia del Ferrocarril de Guayaquil a Quito (1911).

25
Don Eloy, actuando como mediador, propuso una capitulación que Plaza
y Andrade aceptaron, garantizando la vida y libertad de los vencidos. Parecía
que con esto se había evitado la continuación de tan sangrienta campaña y que
alboreaba ya la paz. Pero el gobierno de Quito desconoció los acuerdos de ar-
misticio firmados por sus generales en campaña y ordenó el apresamiento y
enjuiciamiento de los jefes insurrectos. Entre ellos incluyó al “Viejo Luchador”,
que ninguna participación había tenido en esta revuelta, aunque era el símbolo
mayor del radicalismo, tan odiado por la clerecía, la oligarquía y la gran bur-
guesía liberal. Montero fue enjuiciado sumariamente en Guayaquil y asesinado
durante el juicio; luego, su cadáver fue arrastrado por las turbas. Los demás
presos fueron conducidos a Quito, por órdenes del gobierno, con igual ho-
rrendo propósito. Junto a Flavio Alfaro, autor y líder de la revuelta, figuraban
también todos aquellos líderes radicales a los que la derecha temía y quería eli-
minar, aunque fuesen inocentes: los generales Medardo Alfaro, Manuel Se-
rrano, Ulpiano Páez y el coronel y periodista Luciano Coral, cuyos artículos
causaban escozor a los conservadores.
Los presos llegaron a Quito el 28 de enero y, tras la formalidad de entre-
garlos en el panóptico, fueron masacrados por una turba asalariada, dirigida
por el jefe de la cochera presidencial. Luego sus cuerpos fueron arrastrados por
la chusma fanatizada hasta el parque de El Ejido, donde se los incineró en esa
que Alfredo Pareja llamó “hoguera bárbara”. Las fotografías de esa horrenda
masacre muestran a la chusma alevosa quemando los cadáveres, bajo la mirada
complaciente de señoritos bien vestidos, que parecieran dirigirla.
Entre los autores intelectuales del crimen se destacaron la gran prensa, que
desde días atrás clamaba por la sangre de las futuras víctimas, y muchos bene-
ficiarios de la revolución liberal, que habían trepado hasta las alturas del poder
bajo la sombra generosa del radicalismo. A la cabeza de estos figuraban el En-
cargado del Poder, Carlos Freile Zaldumbide; el ministro de Gobierno, Octavio
Díaz, y el ministro de Guerra, general Juan Francisco Navarro.
Tras el asesinato de los jefes radicales, el régimen liberal renegó de su ide-
ología revolucionaria y se transformó en un despiadado régimen plutocrático,
presidido por la gran burguesía bancaria, que lideraba el banquero guayaqui-
leño Francisco Urbina Jado; la emergente burguesía agro-industrial, represen-
tada por el coronel Enrique Valdez Concha, propietario del ingenio Valdez; y
el nuevo poder militar, que lideraba el general Leonidas Plaza Gutiérrez, que a
la vez era representante del sector terrateniente de la sierra.

26
EL INTERNACIONALISMO ALFARISTA

Eloy Alfaro fue también un líder preocupado por la suerte de América Latina,
continente que conocía más que la mayoría de líderes políticos de su tiempo.
Habiendo vivido, trabajado y luchado por la reforma liberal en Panamá y varios
países centroamericanos, también estaba al tanto de las realidades políticas exis-
tentes en México y los países del Caribe y, gracias a sus contactos con José Martí,
Antonio Maceo y otros independentistas caribeños, seguía con sumo interés las
luchas de independencia de Cuba y Puerto Rico. En fin, sus viajes por Sudamé-
rica como exiliado político le pusieron en contacto con los grandes líderes y
pensadores de la región, particularmente con los liberales peruanos, colombianos
y venezolanos, e igualmente con los radicales chilenos y argentinos.
Esas estancias y viajes le pusieron en contacto con las duras realidades so-
ciales y políticas del continente, donde sesenta años después de la independen-
cia pervivían las viejas lacras sociales heredadas de la colonia y agravadas por el
republicanismo oligárquico: el peonaje servil de los campesinos indígenas, la
explotación y marginalidad de negros y mestizos y el atraso económico de las
regiones interiores, junto a la prepotencia de las oligarquías terratenientes, es-
trechamente aliadas con una Iglesia de mentalidad colonial, que todavía pre-
dicaba contra el sistema republicano de gobierno.
Pero, por otra parte, ese conocimiento y esas relaciones le permitieron tam-
bién enterarse de las luchas y proyectos de las fuerzas progresistas del conti-
nente, que por diversos medios buscaban impulsar una reforma que
modernizara y fortaleciera al Estado nacional, liberándolo de la agobiante in-
fluencia eclesiástica, integrando sus regiones dispersas, estimulando el desarrollo
económico y mejorando las condiciones de vida de la población. Y finalmente
lo llamaron a convertirse en una suerte de coordinador de las acciones del li-
beralismo revolucionario del continente y a plantearse avanzados proyectos de
unidad e integración entre los países del área.
Influido desde su juventud por la combativa prédica liberal de Juan Mon-
talvo, su pensamiento político se completaría más tarde con las ideas de liberales
románticos como el panameño Justo Arosemena, el peruano Ricardo Palma,
los cubanos José Martí y Rafael María Merchán y el colombiano José María
Vargas Vila; de liberales nacionalistas como el chileno José Manuel Balmaceda,
los venezolanos Antonio Guzmán Blanco y Joaquín Crespo, y el nicaragüense
José Santos Zelaya, y también con las de pensadores radicales como los chilenos
José Victorino Lastarria y Francisco Bilbao, y el argentino Leandro N. Alem.

27
Durante su exilio en Lima, sus planes internacionalistas tuvieron un avance
significativo en las conversaciones entabladas con el prócer cubano Antonio
Maceo, en 1888, cuando identificaron como objetivos comunes la lucha por
la independencia de Cuba y la liberación política del Ecuador. Dos años des-
pués, en 1890, Alfaro viajó con destino a Chile, donde entró en contacto con
dirigentes liberales y radicales, siempre en el marco de la fraternidad masónica.
Luego viajó a la Argentina, con la recomendación de tomar contacto con el ex
Presidente Bartolomé Mitre, que dirigía el respetado rotativo La Nación, en el
que colaboraba José Martí. Por entonces, Mitre acababa de fundar con Leandro
N. Alem la “Unión Cívica”, que en el futuro se convertiría en un partido sim-
bólico del radicalismo sudamericano.
Cuando Alfaro reemprendió su viaje, con dirección a Uruguay, Brasil y
Venezuela, llevaba consigo una carta de Mitre para José Martí, en la que le pre-
sentaba a Alfaro y le recomendaba aunar esfuerzos con él; llevaba también una
suma de dinero, que era el pago de Mitre por las colaboraciones de Martí. Pero
antes de entregar esas valiosas encomiendas, Alfaro recaló en Venezuela, donde
gobernaba por entonces el general Joaquín Crespo, uno de los líderes liberales
nacionalistas, con quien entabló estrecha amistad política y de quien recibió
apoyo pecuniario para su lucha. Ahí se encontró también con el pensador y
activista liberal colombiano José María Vargas Vila, que se asilara en ese país
huyendo del gobierno conservador de Rafael Núñez. Alfaro reconoció en Var-
gas Vila al pensador de avanzada que requería su causa y éste, por su parte, vio
en el ecuatoriano la experiencia y capacidad de liderazgo que hacía falta para
comandar los planes revolucionarios del internacionalismo liberal; fue así que
ambos decidieron concertar en el futuro sus esfuerzos de liberación.
En octubre de 1890 Alfaro marchó hacia los Estados Unidos en busca de
José Martí, con quien se encontró finalmente en Nueva York el 24 de ese mes.
Luego de la entrega de las encomiendas de Mitre, los dos heraldos de la libertad
entablaron estrecha amistad y desarrollaron planes de cooperación política, en
compañía de otros latinoamericanos radicados en esa ciudad, entre quienes se
encontraban César Zumeta, Patricio Jimeno, y Juan Pérez Bonalde. Más tarde
Vargas Vila, también se sumó al grupo junto con su secretario Ramón Palacio
Viso.10

10
Regino Sánchez Landrián, “Eloy Alfaro y la emancipación latinoamericana”, en www.jose
marti.cu/files/Eloy Alfaro.doc

28
Tras su estancia en los Estados Unidos, Alfaro siguió su periplo latinoa-
mericano, que lo llevó nuevamente hacia Panamá, Costa Rica y finalmente Ni-
caragua, donde gobernaba por entonces (1893) el general José Santos Zelaya,
un reformador que laicizó y modernizó el Estado, eliminó los fueros coloniales,
nacionalizó los bienes de manos muertas, impulsó el desarrollo económico y
actualizó la legislación del país. Zelaya era también un fervoroso partidario de
la unión centroamericana.
Vinculados por un ideario político común, Alfaro y Zelaya negociaron re-
servadamente el primer “Pacto de Amapala”, por el que se creó una Internacio-
nal revolucionaria con participación de los revolucionarios centroamericanos
José Santos Zelaya, de Nicaragua,; Policarpo Bonilla, de Honduras; y Rafael
Antonio Gutiérrez, de El Salvador, así como varios revolucionarios sudame-
ricanos: el ecuatoriano Eloy Alfaro, los colombianos Benjamín Herrera y Juan
de Dios Uribe, el venezolano Joaquín Crespo, el colombo–panameño Belisario
Porras y los cubanos José Martí y Antonio Maceo. Por ese pacto, los suscrip-
tores se comprometieron a brindarse ayuda mutua en los campos militar, po-
lítico y financiero, con miras a conquistar un abanico de objetivos que incluían
la independencia de Cuba y Puerto Rico, la aplicación de la reforma liberal en
los países centroamericanos y andinos y la reconstitución de la Gran Colombia,
como puntos de partida para un nuevo proyecto de unidad latinoamericana.
Una simple revisión de la cronología política de esos años muestra la se-
riedad con que los firmantes tomaron su compromiso y el modo coordinado
con que ejecutaron sus acciones. Crespo tomó el poder en Venezuela en 1892,
entrando en Caracas de modo triunfal, el 6 de octubre de ese año. Zelaya tomó
el poder en Nicaragua en julio de 1893, derrocando al conservador Roberto
Sacasa. Bonilla depuso del poder al conservador Domingo Vásquez en Hon-
duras y asumió el mando en 1893. Los liberales colombianos se alzaron en
armas en enero de 1895 contra el gobierno conservador, que les había cerrado
las puertas a la participación electoral, y capitularon tras una breve campaña
se sesenta días. Por su parte, los liberales cubanos se lanzaron en febrero de
1895 a una nueva campaña por la independencia de su país. Alfaro, llamado
por el pueblo ecuatoriano, asumió la Jefatura Suprema del país en junio de
1895 y entró triunfalmente en Quito el 4 de septiembre de ese mismo año,
tras derrotar a las fuerzas conservadoras en una breve pero durísima guerra civil.
Y los liberales colombianos tomaron nuevamente las armas en octubre de 1899
e iniciaron la llamada “Guerra de los Mil Días”, ganada finalmente por los
conservadores.

29
A más de la coordinación de sus cronogramas de acción, la fraternidad
masónica que unía a todos estos revolucionarios liberales se expresó también
en formas directas de colaboración político-militar, en las que Eloy Alfaro des-
tacó notoriamente, tanto a través de sus iniciativas políticas como de sus giras
continentales, en las que promovió la formación de una alianza revolucionaria
latinoamericana, que tuviera por objetivo el establecimiento de una “Confe-
deración de Estados Sudamericanos”, que contrapesara la influencia continental
de los Estados Unidos.
La acción de esa Internacional Revolucionaria coordinada por Alfaro no
se redujo a conversaciones y planes políticos. Pasando de las palabras a los he-
chos, el presidente venezolano Joaquín Crespo entregó fondos para promover
las acciones revolucionarias. Lo propio hizo el gobernante nicaragüense José
Santos Zelaya, quien entregó para la causa recursos financieros, armas y un
barco, el “Momotombo”, que quedó en manos de Alfaro. Hubo también otras
contribuciones para la causa común, de las que se conoce poco o casi nada, en
razón del secreto con que se manejaron. Y no faltaron contribuciones específicas
para tal o cual proceso nacional, como p. e. el aporte personal de mil pesos que
Antonio Maceo hizo a Alfaro para la revolución liberal ecuatoriana.
Los participantes del “Pacto de Amapala” habían acordado previamente
que esos recursos serían usados en el país donde más próximo estuviera un es-
tallido revolucionario. Y como el estallido se dio primero en Colombia, el
barco, las armas y los recursos acopiados fueron canalizados hacia ese país,
donde los liberales se habían lanzado a una guerra revolucionaria con más vo-
luntad que recursos y sin contar con el armamento indispensable para una larga
campaña, al punto que no pudieron proveer de armas de fuego a grandes con-
tingentes de voluntarios que se enrolaron para la lucha.
Para entonces, las fuerzas conservadoras del área coordinaban también sus
acciones contrarrevolucionarias, en especial, los gobiernos de Bogotá y Quito,
que mantenían una estrecha colaboración mutua. Estos gobiernos también cru-
zaban información con el gobierno español, cuyos agentes vigilaban estrecha-
mente a los revolucionarios cubanos y a sus colaboradores en los diversos países.
Fue así que Eloy Alfaro, identificado ya como el jefe de esa internacional revo-
lucionaria, fue expulsado de la provincia de Panamá por el gobierno colom-
biano de Rafael Núñez, a petición del gobierno ecuatoriano de Antonio Flores
Jijón. Nuestro personaje pasó entonces a Costa Rica y desde ahí emprendió
una nueva gira política que lo llevó a Nueva York, San Francisco de California,
México, El Salvador, y finalmente, Nicaragua. Aquí lo esperaba un honroso

30
decreto de la Asamblea Nacional nicaragüense, por el cual “en atención a sus
altos merecimientos personales” y a “los grandes servicios prestados por él a la
causa de la democracia en América Latina” se le otorgaba el grado de “General
de División del Ejército de la República”. Ese decreto tenía fecha del 12 de
enero de 1895. Cinco meses después, Alfaro recibía desde Guayaquil el aviso
de que había sido proclamado Jefe Supremo de la República del Ecuador, por
lo que regresó de inmediato a su país.
Una vez en el poder, Alfaro se empeñó en cumplir con las obligaciones
que le imponía el “Pacto de Amapala”, particularmente respecto de la guerra
cubana de independencia y la revolución liberal colombiana (“Guerra de los
Mil Días”). En cuanto al primer caso, es conocido su frustrado intento de en-
viar tropas ecuatorianas a pelear por la independencia de Cuba, así como sus
gestiones políticas ante el gobierno español. También es conocido su apoyo a
la lucha de los liberales colombianos, que en buena medida era una continua-
ción de los apoyos mutuos que en el pasado se habían brindado los liberales de
Ecuador y Colombia.
El apoyo de Alfaro a la revolución colombiana no sólo se justificó en los
ideales comunes y la fraternidad masónica, sino también en la activa colabora-
ción que el gobierno conservador de Colombia, presidido por Miguel Antonio
Caro, brindó a los derrotados conservadores ecuatorianos, amparándolos en
territorio colombiano, brindándoles apoyo económico y financiero, y entre-
gándoles una franja fronteriza, para que desde ahí incursionaran frecuente-
mente contra el Ecuador. Alfaro, por su parte, dio protección territorial y
entregó apoyo económico, armas y equipos a los revolucionarios colombianos,
con miras a que estos lograran abrir un corredor en el frente sur para abastecer
por ahí a sus tropas del Cauca. Cabe precisar que igual cosa hicieron entonces
los gobiernos liberales venezolanos de Joaquín Crespo y Cipriano Castro, quie-
nes proveyeron de armas, recursos y apoyo logístico a los liberales colombianos
del departamento de Santander. Y tampoco faltó el sostenido apoyo del go-
bierno nicaragüense de Zelaya, que ayudó, conjuntamente con el gobierno
ecuatoriano de Alfaro, a la fuerza liberal colombiana de Belisario Porras que
incursionó en Panamá desde Centroamérica, con ánimo de abrir un nuevo
frente de guerra contra el gobierno de Bogotá.
Varias fueron las incursiones militares hechas en ese periodo desde Co-
lombia contra el Ecuador, bajo la coordinación de los generales colombianos
Miguel Montoya, Jefe del Sur del Cauca, y N. Domínguez, enviado especial
del gobierno colombiano. La primera tuvo lugar en 1895, cuando el jefe con-

31
servador ecuatoriano Aparicio Ribadeneira, autoproclamado “Capitán General
de los Ejércitos, Supremo Director de la Guerra y Encargado Provisional del
Poder Ejecutivo”, empezó una campaña de reclutamiento de mercenarios en
las poblaciones del sur de Colombia, con fondos y armas provistos por las au-
toridades colombianas; de este modo logró formar una columna de más de 100
pastusos, con la que fortaleció sus propias tropas, cada vez más afectadas por
la deserción. Sin embargo, por presión directa del Presidente colombiano, que
buscaba guardar al menos un aparente respeto al derecho internacional, Riba-
deneira se vio compelido a ocupar “siquiera un palmo de terreno ecuatoriano”,
como condición indispensable para continuar recibiendo el reconocimiento
oficial colombiano de “representante del Gobierno Constitucional del Ecuador”
y el consecuente apoyo económico y militar.11 Buscando, pues, controlar el te-
rritorio de la sierra norte para asentar allí su gobierno, el ex-Ministro lanzó una
operación militar contra Ibarra, a cargo de los batallones Ayacucho y San Ga-
briel, dirigidos por el comandante Ricardo Cornejo. La operación resultó un
fracaso, pues los expedicionarios fueron derrotados en Ibarra por las fuerzas li-
berales del coronel Nicanor Arellano. Esto produjo un generalizado derrotismo
en el resto de emigrados conservadores, que terminó por frustrar la continua-
ción de la campaña. Al fin, el gobierno colombiano desarmó a los emigrados y
mercenarios, poniendo fin, por el momento, a la acción militar de éstos en la
región fronteriza colombo-ecuatoriana (3 de octubre de 1895).
Posteriormente, nuevas incursiones militares contra el Ecuador fueron or-
ganizadas por los conservadores ecuatorianos emigrados, con el activo respaldo
del gobierno de Colombia y del Obispo de Pasto, fray Ezequiel Moreno Díaz,
que convirtió a la guerra contra los liberales ecuatorianos en su particular “gue-
rra santa” contra el odiado liberalismo12. Teniendo como “Comandante General
de Operaciones” al coronel colombiano Almeida, el prelado formaba ejércitos
de pastusos fanáticos y los lanzaba contra el vecino país, proclamando que “el
liberalismo es pecado, es un error contra la fe y está condenado por la Iglesia”.
También protegía a los cristeros ecuatorianos derrotados y, sin recato alguno,
instruía a los sacerdotes de su jurisdicción para la recluta de combatientes: “Pro-
curad, Venerables Cooperadores, –les decía– que vuestros pueblos no vean im-
pasibles la guerra que se hace a Jesucristo y a su Religión Santa”.

11
Miguel A. González Páez, 1934. “Memorias Históricas”. Tipografía Quito, 1934, págs. 228-
229.
12
Desde 1992, fray Ezequiel Moreno es santo de la Iglesia católica.

32
Uno de sus protegidos en Pasto era monseñor Pedro Schumacher, el obispo
de Portoviejo, que había desatado la guerra civil en la provincia de Manabí,
proclamando “el exterminio de los impíos”. Al fin, como el aguerrido ejército
ecuatoriano derrotara una y otra vez a los invasores (que en enero de 1899 lle-
garon a penetrar hasta el nudo de Sanancajas) 13, fray Ezequiel y sus cómplices
buscaron provocar la directa intervención de tropas colombianas en los ataques
al Ecuador.
Entonces, al gobierno de Alfaro le salió un aliado inesperado: lastimado
su espíritu patriótico por la descarada intervención extranjera en los asuntos
internos de su país, el obispo de Ibarra, monseñor Federico González Suárez,
al ser llamado por el Gobierno para pronunciar una oración fúnebre en el tras-
lado de los restos del Mariscal Sucre a la Catedral, encargó su obispado a su
Vicario General, monseñor Alejandro Pasquel, mediante una carta que ordenó
publicar. En ella decía:

“Cooperar de un modo u otro a la invasión colombiana, sería un crimen de


lesa Patria; y nosotros, los ecuatorianos eclesiásticos, no debemos nunca sacrificar
la Patria para salvar la Religión: el patriotismo es virtud cristiana y, por lo
mismo, muy propia de sacerdotes” 14.

Exasperados, fray Ezequiel y sus áulicos se lanzaron frontalmente contra


González Suárez. Mediante folletos y pasquines le dijeron de todo: “apóstata”,
“oportunista”, “infame”, “tonto”, “turiferario del crimen victorioso”, etc. El
más afiebrado insultador del obispo de Ibarra fue Schumacher, quien, según el
mismo González Suárez, lo había “perseguido con encarnizamiento” desde años
atrás, por revelar en la Historia General de la República del Ecuador la corrupción
eclesiástica existente en la época colonial. Y se dice que la facción pastusa llegó
incluso a planear el asesinato del prelado ecuatoriano.
La polémica entre los obispos de Pasto e Ibarra fue tremenda. Entre otras
publicaciones, fray Ezequiel lanzó un violento folleto titulado “O catolicismo o
liberalismo. No es posible la conciliación”. En él, señaló a “los cómplices más no-
tables del liberalismo”, que en su opinión eran: 1.- Los que dan su voto por
candidatos liberales. 2.- Los que contribuyen con su dinero a la mejor organi-
zación del Partido Liberal. 3.- Los que asisten a fiestas liberales; los que concu-
13
En el duro combate de Sanancajas, ocurrido el 23 de enero de 1899, hubo 44 muertos, en su
mayor parte colombianos.
14
Cit. por Oswaldo Albornoz Peralta, “Historia de la acción clerical en el Ecuador”: Ed. Claridad,
Guayaquil, 1973.

33
rren a entierros liberales;... los que... llenan de aplausos a los que pronuncian
discursos liberales. 4.- Los que se suscriben a periódicos liberales. 5.- Los que
mandan a sus hijos o dependientes a escuelas y colegios liberales... Según este
cruzado de la fe, ni siquiera se salvaban del anatema “las mujeres que se adornan
con cintas rojas o engalanan sus casas y balcones con trapos rojos en las fiestas...”.
Como si todo esto no bastara, el obispo Moreno Díaz viajó a Roma en
1898 para que la Sagrada Congregación dirimiera sus contradicciones con
monseñor González Suárez. La opinión del Vaticano le fue favorable y el 30
de mayo del año siguiente Ezequiel tuvo una “entrada triunfal en Pasto, resar-
cido de tantos pesares”.
A partir de entonces, prosiguió con más bríos su guerra santa contra el li-
beralismo ecuatoriano, mientras la feroz guerra civil llamada “De los Mil Días”
agitaba ya el suelo colombiano. Entonces Alfaro pasó a la ofensiva: envió un
contingente de tropas en apoyo de los liberales colombianos y prestó todo su
apoyo y protección a sus coidearios del país vecino que se organizaban o refu-
giaban en nuestro país. El 29 de marzo de 1900 ordenó que sus tropas regulares
cruzaran la frontera y liquidaran al nuevo ejército mercenario formado por el
obispo de Pasto y acampado en Ipiales. En represalia, tropas regulares colom-
bianas y cristeros atacaron Tulcán, donde fueron derrotadas.
Como es sabido, los liberales colombianos no lograron vencer a las fuerzas
de contención que los conservadores habían colocado en la frontera sur, con
lo cual perdieron la posibilidad de beneficiarse en mayor medida del apoyo al-
farista. Y tras ello se instaló en el Ecuador el gobierno de Leonidas Plaza Gu-
tiérrez (1901), que continuó la reforma liberal en el interior pero negó todo
apoyo a la revolución liberal colombiana, obteniendo a cambio que el gobierno
de Bogotá refrenara al obispo de Pasto y su “guerra santa” contra el alfarismo
y retirara el apoyo militar a los conservadores ecuatorianos emigrados. Años
más tarde, por el Tratado Peralta-Uribe (1910), Colombia se comprometió a
la internación de los frailes capuchinos refugiados en Pasto, que seguían en ac-
titud agresiva.

LOS PROYECTOS DE UNIDAD AMERICANA

Los proyectos de unidad americana fueron parte esencial del internacionalismo


revolucionario de Eloy Alfaro. Hemos mencionado antes su empeño por el es-
tablecimiento de una “Confederación de Estados Sudamericanos”, que vincu-

34
lara políticamente a nuestros países y contrapesara la influencia continental de
los Estados Unidos. A eso apuntaban sus gestiones con el presidente Antonio
Guzmán Blanco, de Venezuela, en 1887, su convocatoria a un Congreso Con-
tinental Americano, en 1895, y el Pacto Político Reservado que acordó, en
1900, con los presidentes Cipriano Castro, de Venezuela, y José Santos Zelaya,
de Nicaragua, en su condición de Presidente del Ecuador.
En cuanto a la iniciativa de reunir un Congreso Internacional Americano,
sus objetivos fueron definidos de este modo por el gobierno alfarista:

“La formación de un Derecho Público de América, que, dejando a salvo dere-


chos legítimos, dé a la Doctrina Americana, iniciada con tanta gloria por el
ilustre Monroe, toda la extensión que se merece y la garantía necesaria para
hacerla respetar; medios de procurar el adelanto por el perfeccionamiento e im-
plantación de industrias; impulsar el comercio dictando medidas que vayan
extendiéndolo, con desarrollo progresivo, sin dejar de atender a las necesidades,
conveniencias y derechos de nación a nación, y aprovechar, en fin, todo aquello
que, sin perjudicar a los demás, proporcione a nuestras repúblicas medios ade-
cuados para afianzar las relaciones comerciales y conseguir el engrandecimiento
mutuo” 15.

Sin duda resultaba audaz, por decir lo menos, que el gobierno de un pe-
queño país sudamericano promoviera una reunión internacional para analizar
y reglamentar la aplicación de la “Doctrina Monroe”, usada por los Estados Uni-
dos como un pretexto para intervenir unilateralmente en los asuntos internos
de los demás países americanos. Y, obviamente, esta iniciativa alfarista mereció
la activa oposición de la diplomacia norteamericana, que finalmente hizo fracasar
la celebración de tan importante cónclave hemisférico, pese a la favorable dis-
posición mostrada inicialmente por varios países de América Latina.
Para evaluar mejor esa iniciativa del líder ecuatoriano hay que precisar que
los Estados Unidos vivían por entonces el momento de emergencia de su poder
imperialista y que, en ese mismo año de la convocatoria alfarista, en 1895, el
Secretario de Estado norteamericano, Richard Olney, señaló que “La soberanía
de los Estados Unidos, por motivos de defensa, se extiende a todo el continente” 16.

15
Invitación a los Cancilleres del Continente a participar en un Congreso Americano; Guayaquil, di-
ciembre 26 de 1895).
16
Jorge Núñez, Nicaragua, La Trinchera invencible. l985. Quito: Ediciones de la ADHILAC, p.
143.

35
También es útil indicar que, un año después, el Presidente Cleveland afirmó:
“Hoy los Estados Unidos son prácticamente soberanos en este continente y su palabra
es ley en los asuntos en los que intervienen” 17. Y no está demás exponer que poco
después, en 1899, el Presidente Teodoro Roosevelt proclamó desembozada-
mente el “derecho” de su país a la expansión imperial, diciendo:

“Siempre que se ha producido un movimiento de expansión ha sido porque la raza


que lo ha llevado a cabo era una gran raza. Ha sido como una señal y una prueba
de la grandeza de la nación expansionista. Y además debe tenerse en cuenta que, en
todos y cada uno de los casos, esos movimientos supusieron un beneficio incalculable
para la humanidad” 18.

Al fin, el Congreso Americano se reunió en México, en la fecha prevista,


pero sólo asistieron a él los representantes de los países anfitriones (Ecuador y
México) y de las cinco repúblicas centroamericanas. Esto llevó al ilustre inter-
nacionalista mexicano don Genaro Estrada a atribuir el fracaso de la reunión
a “los más fuertes intereses de los Estados Unidos…al negarse a que se discutiera la
Doctrina Monroe, y la reservadísima actitud de los gobiernos sudamericanos” 19.
Por los mismos días de su convocatoria al frustrado Congreso Americano,
Alfaro tomó otra histórica iniciativa americanista que, a su turno, habría de
enfrentar la oposición norteamericana: el 19 de diciembre de 1895 se dirigió a
la reina María Cristina de España, abogando por la Independencia de Cuba. 20
Y como sus buenos oficios no lograran resultado positivo, el Viejo Luchador
no trepidó en preparar un cuerpo de tropas destinado a luchar por la indepen-
dencia cubana, mismo que puso a las órdenes del coronel León Valles Franco.
Finalmente, la absurda negativa colombiana a permitir el paso de esas tropas
con destino al Caribe frustró esa acción internacionalista del Ecuador y el pre-
sidente Eloy Alfaro. Y poco después se produjo la intervención de los Estados
Unidos en la guerra cubana de independencia, no cono ánimo de ayudar a los
patriotas cubanos, que se hallaban cerca del triunfo, sino de tomar bajo su con-
trol la “Perla de las Antillas”. En efecto, tras derrotar a España en una breve
campaña naval-militar, los EE. UU. firmaron con España el Tratado de París
(10 de diciembre de 1898), por el que Cuba se constituyó en territorio especial

17
Núñez, Nicaragua…, p. 143.
18
Núñez, Nicaragua…, pp. 145-146.
19
Citado por Jorge Villacrés Moscoso, “Historia diplomática del Ecuador”, T.II, p. 272.
20
Cf. Carta a la Reina María Cristina de España (1895).

36
de ocupación militar, las islas Guam y las Filipinas se convirtieron en colonias
norteamericanas y Puerto Rico fue tomado por los vencedores como botín de
guerra21.
Pero el gobierno alfarista no solo hubo de enfrentar la oposición estadou-
nidense a su política americanista, sino también una nueva escalada de presio-
nes imperialistas en busca de la enajenación de las Islas Galápagos. Pobre, débil
y estremecido aún por los efectos de una larga guerra civil, el Ecuador se hallaba
abocado a una ardua tarea de reconstrucción y modernización nacional, que
requería de grandes inversiones públicas. Entonces, queriendo aprovechar en
su beneficio las urgencias económicas del Estado ecuatoriano, se hicieron pre-
sentes varios países y corporaciones extranjeras interesadas en la compra o arren-
damiento del Archipiélago de Colón o de alguna de sus islas. Un consorcio
europeo ofreció 25 millones de dólares por la venta de las islas y el gobierno de
Francia propuso 100 millones de francos por el arrendamiento de un puerto
libre. Y los Estados Unidos, que avanzaban planes para la construcción del
Canal de Panamá, consideraron que el control de las Galápagos era una nece-
sidad estratégica para la protección del futuro Canal. Fue así que el gobierno
de Taft instruyó a su embajador en Quito, Archibald Sampson, para que pro-
pusiera al gobierno ecuatoriano el arrendamiento de la Isla Chatham por el
lapso de 99 años y un pago de 5 mil dólares anuales. Finalmente, estas pro-
puestas no prosperaron, como no prosperó una contraoferta del general Plaza
al embajador Sampson para hipotecar las islas a cambio de un préstamo nor-
teamericano de 10 millones de dólares22. Sin embargo, ello no significó el fin
de las ambiciones estadounidenses sobre el Archipiélago, que continuaron en
los años siguientes.
Hablemos ahora del Pacto Reservado firmado en 1900 entre los presiden-
tes Cipriano Castro, de Venezuela, José Santos Zelaya, de Nicaragua, y Eloy
Alfaro, del Ecuador.23 Es bueno recordar que en el año de 1900 los países lati-
noamericanos se encontraban en una expectante actitud frente a la situación
internacional, caracterizada por variados síntomas de emergencia de un nuevo
21
Hortensia Pichardo, 1977. “Documentos para la Historia de Cuba”, La Habana: Ed. de Ciencias
Sociales, I, pp. 540–546.
22
Gonzalo Ortiz Crespo. 1980. “El Imperialismo y las Islas Galápagos”. Cuenca: mimeo, p. 36.
23
Véase Pacto Político Reservado firmado por los gobernantes de Venezuela, Nicaragua y Ecuador
(1900). Este documento, que ha sido recientemente descubierto en el Archivo del Ministerio de Rela-
ciones Exteriores de Venezuela dentro de una investigación efectuada acerca del tema “Venezuela y las
Conferencias Panamericanas”, y que aparecerá incluido en su segundo tomo, que al momento está por
publicarse, nos ha sido proporcionado por la dirección del mencionado Archivo. Dada su significativa
importancia, lo incluimos en este libro.

37
imperialismo. Dos años antes, España, la vieja potencia imperial, había sido
vencida militarmente por el naciente poder de los EE. UU., que tomó Cuba y
Puerto Rico y se convirtió, así, en una potencia dominante en el Caribe. Ese
mismo año, Colombia se hallaba conmocionada internamente por un nuevo
intento de revolución liberal (la “Guerra de los mil días”), mientras que los Es-
tados Unidos firmaban con Inglaterra el Tratado Hay–Pauncefote, que margi-
naba a los ingleses de la futura construcción de un canal por Panamá, obra que
quedaba consagrada como un derecho exclusivo de los estadounidenses. Al
mismo tiempo, crecían las tensiones entre EE. UU. y Nicaragua, cuyo gobierno
había respaldado a los independentistas cubanos y miraba con recelo el proyecto
de construcción de un canal por Panamá, que dejaba al margen el proyecto de
canal interoceánico por Nicaragua. Finalmente, se acumulaban sobre el hori-
zonte regional los nubarrones de la primera crisis de la deuda externa, pues va-
rios países latinoamericanos habían suspendido el pago de la deuda (entre ellos
Ecuador y Venezuela) y otros más se hallaban inclinados a hacer lo propio.
Ecuador, como se ha visto, se hallaba bajo la amenaza de enajenar sus islas del
Archipiélago de Colón o ser despojado de ellas.
En medio de ese crítico panorama, la conciencia latinoamericana recibió
por entonces un campanazo de alerta con la publicación de “Ariel”, libro escrito
por el pensador uruguayo José Enrique Rodó, en el que se denunciaba la pre-
sencia de un nuevo imperialismo, que amenazaba a los pueblos hispanoameri-
canos. Fue precisamente a fines de ese año cuando los delegados
plenipotenciarios de Venezuela, Nicaragua y Ecuador, debidamente instruidos
por sus gobiernos, firmaron en Caracas, el 9 de noviembre, un “Pacto Político
Reservado”, “inspirados por el deseo de precaver á los tres Países de todo peligro in-
ternacional y de velar colectivamente por la conservación del orden público en cada
uno de los tres Estados” 24.
Por este pacto, los tres países se declaraban “unidos por el sagrado vínculo
de los principios liberales y democráticos que felizmente rigen en las Instituciones
de los tres Países” y constituían una triple “alianza ofensiva y defensiva para los
casos de hostilidad”, detallando las medidas a tomar por los tres países en caso
de que alguno de ellos fuese agredido, y comprometiéndose a utilizar todos los
recursos pacíficos y militares que fuesen necesarios para la defensa del país ata-
cado.

24
Ver texto en Documentos Anexos.

38
Dos características particulares de este pacto internacional eran: una, el
plazo de vigencia del mismo, que debía durar mientras ejercieran el poder los
tres gobernantes que lo suscribieron, salvo el caso de que alguno de sus susti-
tutos quisiera adoptar las obligaciones contraídas y los demás estuviesen de
acuerdo; y otra, el carácter secreto del mismo, derivado del artículo octavo,
donde se especificaba que dada “la naturaleza especial de este Pacto, cada una de
las Partes contratantes se obliga á mantenerlo en secreto, hasta que por las tres se
considere oportuna su publicación”.
Empero, los suscriptores subrayaban que no se trataba de una alianza agre-
siva contra otros países latinoamericanos y precisaban, en el artículo séptimo,
que “las tres Altas Partes contratantes propenderán de común acuerdo á obtener la
incorporación de las demás Repúblicas hermanas á esta alianza, que sólo tiende al
mayor aseguramiento de la paz general”.
A nuestro entender, es precisamente este artículo el que revela el sentido
profundo del Pacto tripartito, que buscaba crear una barrera defensiva frente a
la amenaza implícita de los poderes imperialistas, por medio de una alianza
que vinculaba a tres países, pero propendía a crear un sistema defensivo lati-
noamericano, en busca del “mayor aseguramiento de la paz general”.
Visto en perspectiva histórica, este Pacto Tripartito fue una reedición del
“Tratado de Unión, Liga y Confederación” suscrito en 1825 por los asistentes al
Congreso Anfictiónico de Panamá, y también, en gran medida, una prefigura-
ción de la UNASUR.

EPÍLOGO

Iniciado el siglo XXI, la imagen de Alfaro ha cobrado una creciente dimensión


histórica, mientras los fuegos de su revolución siguen encendiendo el espíritu
de los ecuatorianos e inspirando movimientos políticos y proyectos revolu-
cionarios. Seguidores de Alfaro se reclamaron los jóvenes oficiales que derro-
caron al régimen de la “bancocracia” en 1925 e instauraron la Revolución
Juliana. Y como alfaristas se proclamaron los jóvenes guerrilleros que insur-
gieron contra el régimen oligárquico en los años ochenta del siglo XX. En
fin, hace apenas unos pocos años, el pueblo del Ecuador, mediante una en-
cuesta nacional, escogió a Eloy Alfaro como “El mejor ecuatoriano de todos
los tiempos”, lo cual revela la profundidad con que su acción caló en la con-
ciencia del país.

39
Las ideas de Alfaro trascendieron también las fronteras nacionales. Durante
su vida, fue objeto de variados honores y homenajes. Así, el Congreso Nacional
de Nicaragua le otorgó el grado de general, en agradecimiento por sus luchas
en pro de la libertad y por sus esfuerzos de paz entre naciones centroamericanas.
Luego, a fines del siglo XIX, un congreso liberal colombo-venezolano lo pro-
clamó futuro Presidente de una nueva Confederación Grancolombiana. Por su
parte, el gran pensador, escritor y prócer cubano José Martí lo proclamó como
“uno de los pocos americanos de creación”. “Y un gran combatiente, escritor e
ideólogo colombiano, Juan de Dios Uribe, exaltó la lucha y los valores patrió-
ticos de Alfaro, mientras su antiguo secretario privado, Angel T. Barrera, escri-
bió una biografía de Alfaro, en que lo calificó como “El Garibaldi americano”,
comparándolo con el gran revolucionario europeo y unificador de Italia.
José María Vargas Vila, otro notable pensador radical y hombre de letras
colombiano, escribió un libro sobre su vida e inmolación, titulado La muerte
del cóndor. Luego, monumentos en su honor se levantaron en casi todas las re-
públicas americanas, a la par que sucesivos gobiernos cubanos elogiaban sus
gestiones ante la corona española, en favor de la libertad de Cuba. Para cerrar
con broche de oro esa zaga de homenajes, el ex presidente de Colombia, Al-
fonso López Pumarejo, afirmó que la exitosa política económica que ejecutó
en su país, y que impulsó la industrialización y desarrollo interno de Colombia,
la había aprendido del general Eloy Alfaro durante su estancia en Ecuador.
Justificadamente, el nombre y la imagen de Eloy Alfaro siguen siendo, para
el pueblo ecuatoriano, una bandera para luchar por el progreso social y material
del Ecuador. Esperamos que este libro contribuya también a la difusión del
pensamiento de ese gran combatiente revolucionario, que abrió en nuestro país
los cauces de la modernidad, el progreso material y la justicia social.

40
Eloy Alfaro
Escritos Políticos
1. Correspondencia y documentos

Alfaro eligió en 1876, Jefe Supremo del Liberalismo


a Nicolás Infante

En la ciudad de Guayaquil, a los dos días del mes de mayo de mil ochocientos
setenta y seis, los abajo suscritos, miembros del Gran Partido Liberal, reunidos
en la casa del Sr. ..., con el objeto de acordar los medios de contener el crimen
terrorista que amenaza apoderarse por completo de la República, al amparo de
la presente Administración, y con el fin de tender a la formación de un nuevo
Gobierno que armonice con los verdaderos principios democráticos y que dé
vida, libertad y engrandecimiento a la Nación Ecuatoriana, y

CONSIDERANDO:

1º- Que la revolución inmoral e injustificable del 17 de Enero de 1869 ha


destruido el imperio de la Soberanía Nacional, base de la República;
2º- Que esa obra inicua ha sido sancionada por el Presidente señor Borrero
no sólo con el hecho de haber jurado la Constitución draconiana impuesta por
el capricho del Dictador, sino también con el hecho más escandaloso aún de
haber rechazado con el voto del absolutista la justa solicitud elevada por varios
pueblos para que se convocara la Convención, en cuyo seno renacerían los de-
rechos políticos y sociales que el pueblo tiene perdidos;
3º- Que es un deber de todo ciudadano guardar y defender su libertad y
sus derechos;
4º- Que con la negativa del Gobierno los patriotas liberales han perdido
toda esperanza de reconquistar los derechos legítimos de la Patria por medios
pacíficos obligándoles, por lo tanto, a apelar a la violencia y buscar en las armas
el sostenimiento de la justa causa que defienden;
5º- Que proclama y circular dirigidos por el Gobierno a los ecuatorianos
prueban hasta la evidencia que el doctor Borrero ha traicionado al Partido que
lo elevó, y ponen de manifiesto el deseo de perpetuar las sangrientas leyes de la
tiranía que han debido desaparecer a la muerte del tirano;

43
6º- Que el doctor Barrero, inconsecuente con los principios proclamados
por él anteriormente y burlando las esperanzas de los patriotas, ha rendido
culto a la memoria del tirano, ha adoptado sus leyes, se ha rodeado de sus es-
birros, y ha santificado su detestable política ultramontana, rechazando, con
traidora mano, las ideas y los hombres del Gran Partido Nacional que le pro-
clamó su Caudillo y que, por tanto, han sido rotos los lazos que le unían a la
mayoría de los ecuatorianos;
7º- Que según las mismas palabras de la proclama gubernativa; roto el vín-
culo de unión entre los gobernantes y los gobernados, ni aquéllos tienen el de-
recho de mandar ni éstos el de obedecer.
8º- Que la Constitución de García Moreno quedó rota por sí misma en el
memorable 6 de Agosto y después anulada y completamente sepultada por el
pueblo quiteño, en la jornada del 2 de Octubre, y que, en consecuencia el
nuevo Presidente no ha tenido derecho para desenterrarla y declararla vigente;
oponiéndose a la convocatoria de una Asamblea Constituyente;
9º- Que ha sido desconocido por el actual Gobierno el principio de la al-
ternabilidad, haciendo figurar en los altos destinos de la República a los mismos
empleados de la Dictadura;
10º.- Que con indignación y escándalo de los pueblos el doctor Borrero
se ha rodeado de algunos hombres serviles, corrompidos y traidores, y que tal
círculo no puede inspirar la menor confianza a la nación que ha sido por largos
años degradada y oprimida por ellos;
11º.- Que la pretensión de sostener la Constitución y leyes monstruosas
de la Dictadura, es una amenaza constante contra la seguridad individual, con-
tra la industria, el comercio y la agricultura; ramos de suyo aniquilados y des-
trozados por los gravámenes y malversaciones de las rentas públicas en la época
de la dominación garciana;
12º.- Que siendo, por otra parte, casi seguro que, en fuerza de las intrigas
ministeriales, y de los ocultos manejos del ultramontanismo se renueven las
hostilidades y vejámenes contra el Partido Liberal y vuelva la nación a caer im-
potente y encadenada bajo el poder de sus antiguos opresores y verdugos hun-
diéndose quizás para siempre en la negra fosa del terror, los últimos restos del
patriotismo, las escasas formas del sistema del gobierno electivo y alternativo
que aún existe.
Por todas estas poderosas razones y en ejercicio de nuestros derechos,

44
RESOLVEMOS:

Art. 1º- Desconocer la autoridad de la actual Administración y la de la


Constitución de 1869;
Art. 2º- Trabajar sin tregua ni descanso, como lo demandan las presentes
difíciles circunstancias, hasta poner en armas la República para combatir y de-
rribar el orden de cosas existente,
Art. 3º- Nombrar al ciudadano NICOLAS INFANTE, Jefe del Partido
de Acción, investido de amplias facultades, hasta el día en que cualquiera de
las provincias del Ecuador regularice la marcha de la Revolución y disponga
con entera libertad lo que tenga por conveniente;
Art. 4º- Respetar y obedecer al Jefe designado en todo lo que sea condu-
cente a la Revolución; ya sea en esta ciudad o en cualquier otro punto de la
REPUBLICA.

(f) Eloy Alfaro.- Miguel Valverde.- Es copia.-(f) Rafael Caamaño.- ,secretario.

8888

Eloy Alfaro a sus Conciudadanos

ECUATORIANOS!
En cumplimiento de un deber ineludible, marcho nuevamente al suelo
patrio para tomar parte en la sagrada y honrosa campaña que ha emprendido
la Nación contra la oprobiosa Dictadura que está insultando la dignidad de la
América republicana.

CONCIUDADANOS!
Después del triunfo, la hidra de la anarquía se presentará reclamando el
botín de las aspiraciones vulgares. Por mi parte, la designación de Magistrado
con que me han honrado los habitantes de la ínclita provincia de Esmeraldas,
servirá de base para dar ejemplo de abnegación y patriotismo: llegado el mo-
mento oportuno, propondré resignar el mando en el territorio. que se halle
bajo mi jurisdicción, en un ciudadano que por sus preclaros antecedentes me-
rezca la confianza de la República.

45
COMPATRIOTAS!
El caudillaje condecorado con el Poder, ha venido entregando la Nación
en las garras del buitre del Personalismo. Si no por gratitud, por patriótica con-
veniencia, debemos esforzarnos en tributar homenaje de reconocimiento a
nuestros ilustres progenitores del DIEZ DE AGOSTO en Quito y del NUEVE
DE OCTUBRE en Guayaquil: coronar la magna obra del Libertador Bolívar
y del inmaculado Sucre, debe ser la aspiración de todo hombre honrado y el
fruto de nuestros patrióticos esfuerzos.
Mis antecedentes me dan la autoridad necesaria para asegurarnos que mi
cabeza responde, en el camino que sea preciso seguir, de la dignidad y de la
honra de la Nación.
En marcha, Enero 27 de 1883.

Eloy Alfaro.

8888

Eloy Alfaro a los habitantes de Manabí

Conciudadanos! El entusiasta recibimiento que habéis hecho a los valero-


sos soldados de la ínclita Esmeraldas, es digno de un pueblo que ama la libertad.
Como un solo hombre os habéis levantado para apoyarnos y vuestra valiente y
decidida actitud, ha contribuido eficazmente al triunfo pacífico que hemos ob-
tenido. En nombre de los vencedores Esmeraldenses, os tributo público testi-
monio de gratitud.
HABITANTES DE MANABI! En las actas populares, vuestra generosidad
me ha discernido el grado de general; os lo agradezco. Tengo, ante todo, el
deber de dar ejemplo de abnegación y desprendimiento, y lo hago con entu-
siasmo, porque así sirvo mejor a los principios republicanos. Respetuosamente
renuncio, pues, el nuevo título militar que me habéis dado. En otra ocasión,
cuando mis servicios sean de más importancia para la Nación, lo aceptaré, y
recordaré con gratitud y orgullo, la iniciativa que habéis tomado en premiar
mi consagración a la causa de la República.
MANABITAS! La grave situación política que alcanza el país, os presenta
la oportunidad de pesar en la balanza de sus destinos de una manera decisiva.

46
Por mi parte no omitiré sacrificio alguno para corresponder a la confianza que
en mi se ha depositado.

8888

Mensaje del Ciudadano Encargado del Mando Supremo


de Esmeraldas y Manabí a la Asamblea Nacional

Honorables Diputados:
Sea lo primero felicitar a los verdaderos representantes del pueblo en el
día de su instalación. Este fausto suceso anunciará el renacimiento de la justicia,
en brazos del derecho y de la libertad, puesto que vuestras deliberaciones serán
presididas por el patriotismo y el progreso legítimo de la República..
El esclarecido patricio señor don Miguel Valverde, que ha desempeñado
el Ministerio de lo Interior y Relaciones Exteriores de mi Gobierno, lleva el
carácter de Delegado de éste, ante la Asamblea nacional.
Los poderes que me confiaron los patriotas habitantes de Esmeraldas y
Manabí, cesan en el momento en que yo tenga conocimiento oficial de vuestra
legal y solemne instalación. De hecho me separaría del Gobierno el 9 de Oc-
tubre próximo, si me acompañara la convicción de que en este día se cumplía
vuestra reunión; pero los deplorables atentados perpetrados el primer día de
las elecciones, en la capital de la Nación, hacen dudar a los verdaderos patriotas
de su realización en la fecha señalada. Cuando os constituyáis como Cuerpo
soberano, el Sr. Valverde os presentará este Mensaje, y os expresará mi pro-
fundo acatamiento a la Asamblea constituyente de la República.
Devuelto a los legítimos Delegados del pueblo el poder supremo, que even-
tualmente se me confió, sólo me resta luego darles cuenta de mis actos en Me-
morias especiales, mías y de mis Secretarios de Estado.
Hoy que, por primera vez, se reúne una Asamblea constituyente, repre-
sentante de todos los partidos políticos, es la época preciosa en que, poniéndoos
a la altura de vuestra sagrada misión, remediéis nuestros males y aseguréis la
paz, tan necesaria para la ventura del país. Tened presente, Honorables Dipu-
tados que no vais a dar Constitución para un solo partido, sino para toda la
Nación; y que por esto mismo ha de ser acomodada a la naturaleza del hombre
y a sus grandes aspiraciones; garantizad el libre desenvolvimiento de la inteli-

47
gencia, y habréis engrandecido la República, colocándola en el carril de su pro-
greso gradual, merced a una paz civilizadora.
A un pueblo que, alzado en masa, derrotó la tiranía, preciso es darle una
sabia constitución que asegure la libertad que se supo conquistar. Esa, Hono-
rable legisladores, es vuestra ardua labor.
¡Quiera el Todopoderoso escuchar los votos que a El elevo para que ilumine
vuestras deliberaciones!
HONORABLES DIPUTADOS
Portoviejo, a 27 de Setiembre de 1883.
Eloy Alfaro.

8888

Eloy Alfaro a los habitantes de Esmeraldas y Manabí

Conciudadanos:
La Asamblea constituyente se ha instalado en la capital de la República, y,
por tanto, cesa el Mando Supremo que me confiásteis para combatir y debelar
la humillante Dictadura.

Compatriotas:
Al retirarme a la vida privada, llevo la satisfacción de haberos acompañado
en los momentos de peligro para la Patria, y de haber propendido, en la esfera
de mis alcances, a hacer práctico el ejercicio de las libertades públicas.

Compañeros de armas:
Habéis conquistado con vuestros esfuerzos y vuestra sangre, el derecho de
ser libres. Descansáis placenteros en vuestros hogares, después de establecer el
honroso precedente de que sabéis abandonarlos para someteros a las fatigas de
la guerra, cuando la dignidad del ciudadano así lo reclama.
Como ecuatoriano he cumplido literalmente cuanto ofrecí a la Nación.
Vuestro conciudadano y amigo,

Eloy Alfaro.
En Portoviejo, a 28 de Octubre de 1883.

48
Mensaje sobre el Federalismo

Honorables Diputados:
Os ofrecí, en mi mensaje preliminar del 27 de Septiembre, daros cuenta
de mis actos oficiales; pero antes de ello, juzgo como esencial necesidad someter
a vuestras deliberaciones un problema político -social de vital importancia, que
resuelve la condición de oprimidos y opresores que constantemente aviene en
pos de nuestras luchas civiles, y mantiene en expectativa continua y en con-
moción a toda la República.
Prácticamente viene demostrando la historia política del Ecuador y la
luenga experiencia que, en nuestras contiendas intestinas, cuando ha triunfado
la sierra sobre la costa, ésta ha sido la oprimida; y cuando ha predominado
sobre el interior el litoral, éste ha sido el opresor. Tal hecho explica como ha
habido siempre en el Ecuador, más o menos débiles o fuertes, series no inte-
rrumpidas de oprimidos y opresores.
Hoy mismo cuando el progreso tanto ha debilitado el ruin y opacado egoísmo
de localidad, se atiza con pasión desapoderada el espíritu de provincialismo en
provecho de intrigantes y en mengua y menoscabo de los principios políticos.

He ahí el fruto que ha cosechado el Ecuador, allí ha germinado esa cábala


centralizadora, origen de la tiranía, travestida de carácter legal o constitucional,
sistema que ha mantenido al país sumido en la más paciente abyección. A costa
del progreso físico y moral de éste, se ha ostentado, por esa causa, triunfante el
caudillaje, favorecido por la suerte. Para cortar ese cáncer político no hay más
recurso que dar al través con el personalismo, simbolizado por el centralismo,
y adoptar resueltamente el sistema redentor de la federación, en cuyo vastísimo
recinto tienen puesto y cabida los partidarios doctrinarios, que lindan por el
triunfo en la justicia y de la equidad de luchas civilizadoras.
Opónense al federalismo algunos que convierten sus miradas para fijarlas
sólo en el estrecho límite del tesoro nacional. Grande es el obstáculo; pero todo
es obviable para el patriotismo que guía a las administraciones honradas. De-
jemos por el momento que prevalezca el sistema actual de recaudación y en
vista de los presupuestos de gastos de cada provincia, asígnesele a cada uno de
los Estados su cuota para atender a sus precisos gastos Palpablemente se verá
entonces cuan notable es el excedente que arrojan los ingresos de la República;
y este superávit formará el tesoro nacional, del cual, según lo requieran las ne-
cesidades del país, dispondrá el Congreso federal.

49
Fijad la consideración, honorables legisladores, en la azarosa situación que
alcanza el país y palparéis cuanto necesita una forma de gobierno que, tran-
quilizando los ánimos, infunda confianza en la paz que, bajo estos auspicios,
sería fecunda en atributos bienhechores.
No hay concordia sin armonía; y sin una y otra prevalecen los odios. La
concordia y la armonía vendrán unidas si a cada Estado se asegura, conforme
el sistema federal, la soberanía inmanente de que es dueño, para constituirse
conforme a sus costumbres y legítimas aspiraciones. Si, por ejemplo, Azuay
quiere ser mandado por un eclesiástico sea y acátese la voluntad de ese pueblo;
si Pichincha prefiere un jurisconsulto, téngalo, nada más justo; y si Guayas le
place un financista, en hora buena; sea servido según su querer. Así satisfacen
las localidades sus deseos y sus, propósitos; y el ejecutivo federal será una ga-
rantía de orden como acontece en los Estados Unidos de Norte-América.
En Colombia, gracias a sus instituciones federales, van tornándose impo-
sibles las guerras civiles de carácter general. Merced a su federalismo, Colombia
no destierra ni a uno de sus hijos por opiniones políticas; y por su educación
liberal, los colombianos se distinguen en todas partes por su decidida propen-
sión a favorecer la libertad de los pueblos oprimidos. Todo, colombiano, al re-
cordar el adelanto de su país, se enorgullece de ser colombiano, educación que
a esa nación valerosa hace fuerte y respetable y simpática en el exterior.
Cuanto a Venezuela, salvó la federación del caos de anarquía en que sumida
la puso el centralismo.
Solamente el Ecuador se ha quedado rezagado, atrás de sus hermanas las
“hijas del inmortal Bolívar”, y –dígase lo que se quiera– en lo legítimamente
noble y bueno, nuestra política debe ser colombiana de llano en plano; porque
así lo reclama nuestro progreso y nuestra grandeza futura. Hoy no somos más
que un girón desprestigiado de la gloriosa nacionalidad que nos legaron íntegra
los héroes de la magna revolución de la independencia.
Dejemos, pues, a un lado las pasiones ruines del partidismo personal, ho-
norables diputados, y reparemos medio siglo que llevamos de errores y calami-
dades, bajo el título nominal de República.
Los ecuatorianos, que rendimos culto eterno a la imperecedera memoria
de Bolívar, al par que a las virtudes del inmaculado Sucre, hemos de propender
a la pacífica reconstitución de Colombia la grande. Venezuela y la nueva Co-
lombia, son acaso las que menos necesitan de la grandiosa reorganización de la
nacionalidad fundada por los egregios obreros de nuestra emancipación y sin
embargo siempre anhelan, como sus documentos públicos lo comprueban, la

50
unión de las tres secciones en la misma gloriosa entidad de otros días. Deseo
innato es siempre en los pueblos tender hacia su mayor grandeza y así, tarde o
temprano el advenimiento de la unión colombiana será el fruto espontáneo de
la ilustración de sus hijos. Entre tanto, el sistema político de antaño ha venido
alimentando mezquinos odios y pequeñas rivalidades y ha pretendido poner a
ecuatorianos y granadinos sobre el mismo pie de las locales competencias que
dividen a interioranos y costeños. El federalismo hará desaparecer esas emula-
ciones triviales y llevará a entrambos pueblos por el camino de la fraternidad y
de la unión cuando sin ceder a sujeción alguna, libres de toda presión, procla-
men con espontaneidad ese sistema fundamental.
Cuando en 1787 se reunieron en convención los fundadores de la Gran
República norteamericana, establecieron el sistema federal “con el objeto de
formar una unión más perfecta, establecer la justicia, afirmar la quietud do-
méstica, promover a la defensa común,’ promover el bienestar general y ase-
gurar los beneficios de la libertad para nosotros y para nuestra posteridad...
como dice el texto de la sencilla constitución que sirvió de pauta a Washington
y de base a la prosperidad y asombroso desarrollo de ese gran pueblo.
El centralismo ha costado a la República cruentísimos y casi estériles sa-
crificios. El federalismo es el sistema hoy adoptado por pueblos que mucho se
han esforzado por constituirse libremente. A vosotros toca determinar lo que
más convenga al Ecuador.
Honorables diputados.
Eloy Alfaro.
Portoviejo, a 9 de octubre de 1883:

8888

A los Ecuatorianos

Compatriotas:

Los repetidos mandatos de la opinión pública, que pusieron desde No-


viembre de 1884 la espada en mis manos, me autorizan hoy a dirigiros la pa-
labra, que, como debéis estar persuadidos no es la del engaño, de la ambición
y del fraude, sino la voz amiga de quien, como vosotros, anhela la redención

51
de nuestra patria, para que libre y feliz, pueda ocupar en la familia americana
el distinguido puesto que le tiene señalado la Providencia.
Desde que por una de esas inmensas desgracias que suelen pesar sobre
las Naciones, la más santa de las causas vino a personificarse, por una de esas
inconcebibles aberraciones de nuestra vida política, en el más abominable de
los Gobiernos; el pueblo ecuatoriano, tan grande como generoso siempre, ha
visto esterilizados los nobles esfuerzos y los cruentos sacrificios que, en aras
del patriotismo, ofreciera a la libertad, tan perseguida en el Ecuador por los
tiranos.
Bien sabéis, Conciudadanos, que el actual Gobierno de nuestra patria in-
fortunada, no sólo ha suspendido las garantías constitucionales, violando la
Carta Fundamental y las leyes secundarias, sino que con escándalo del mundo
ha recorrido toda la escala de los crímenes. No hay uno solo que haya dejado
de ser cometido por los sicarios del despotismo. Allí están las publicaciones de
la prensa revelando los atentados de lesa civilización, que ponen al Gobierno
del señor Caamaño fuera de la ley común. Asesinatos, flagelaciones, robos, tor-
turas, incendios de poblaciones indefensas; y, en una palabra, todas las trans-
gresiones de la moral, han sido consumadas en varios pueblos de la República,
que siguen, no sólo como ayer bajo la inmensa pesadumbre de los consejos de
guerra, sino que hoy se asesina con refinada crueldad a los prisioneros como
sucedió en Montecristi y otros lugares.
Este violento estado de calamidades y humillaciones para el país, no podía
menos que engendrar la resistencia, que ha venido a traducirse en la indigna-
ción general y en la actitud bélica de algunos pueblos, que no ha podido ni
podrá someter el Gobierno por carecer de popularidad y de prestigio.
No me detendré aquí en aducir como nuevas causas justificativas de la
lucha empeñada, los innumerables desaciertos de la Administración actual ya
en lo que dice relación con el Gobierno, ya en lo que se refiere a nuestro vale-
roso Ejército y a nuestras relaciones internacionales, para contraerme a lo que
hoy preocupa verdaderamente el país, pues se trata nada menos que de sus in-
tereses permanentes. Quiero hablaros de la situación económica de la Repú-
blica, una vez que el peculado y la ineptitud del Gobierno, la han conducido
a un estado de postración tal, que no tiene precedente en nuestra historia.
El Ecuador, por causas que son bien conocidas, atravesaba una profunda
crisis, digna de llamar seriamente la atención de los poderes públicos, obligados
a buscar el remedio para salvar al país, cuando vino la Convención de 83 a 84
a decretar el desbarajuste de la Hacienda Nacional, sancionando un monstruoso

52
presupuesto que le presentó el Gobierno, a fin de que le sirviera de pretexto
para cohonestar sus especulaciones ilegítimas.
Cerca de dos millones de déficit anual, arrojaba aquella ley que vino a de-
mostrar de un modo palpable, la mala fe y la incompetencia de los encargados
de la cosa pública, quienes, después de este su primer despropósito, han seguido
imperturbables en el camino de los desaciertos. Vinieron luego las medidas
económicas que la opinión general reclamaba del Gobierno para conjurar la
crisis que se reagravaba cada día, y las decepciones experimentadas demostraron
al país que lejos de obtener la protección que le era debida, tenía que seguir
soportando los nuevos errores económicos, que, como la incalificable ley de
Aduanas, aumentaban más y más las dificultades de la situación.
Surgió por entonces la imposibilidad de la transacción entre el Comercio
del Interior y el del Litoral, a consecuencia de la falta de metálico, pues los
pueblos de la sierra sólo eran tenedores del inconvertible billete del Banco de
Quito. Informada la prensa de las causas que motivaban esa falta de canje del
papel circulante, pidió al Gobierno exigiera al expresado establecimiento de
crédito el cumplimiento de sus deberes, o el correspondiente castigo, en caso
de que faltara a ellos. Pero la complicidad culpable del Ejecutivo fue tardando,
con general escándalo, esta medida salvadora, hasta que amotinado el pueblo
de Quito, obtuvo promesas que por ser oficiales creyó seguras, cuando no hi-
cieron sino aumentar su ruina, puesto que no se cumplieron.
El arreglo con el Banco Internacional de Guayaquil abrió un paréntesis a
esta situación, comprometiéndose el Gobierno a hacer ilegales desembolsos, e
imponiendo al pueblo una pérdida de 25%. Bien sabéis hoy, conciudadanos,
que ese arreglo ha sido ineficaz, pues las emisiones clandestinas que arruinaron a
las Provincias trasandinas enriqueciendo a unos pocos, están ya saliendo a luz.
La inmoralidad administrativa que engendraba la anterior conducta del
Gobierno, reagravada con los saqueos a la Aduana de Guayaquil, que por esa
época eran ya públicos y notorios, han dado al pueblo la medida de la corrup-
ción de sus gobernantes.
El derroche de los caudales públicos puso al Gobierno en la necesidad de
apelar a empréstitos hostiles de la opinión, consumando los actos de vandalaje
que todos conocéis.
Pero como la paz es hoy imposible en el Ecuador mientras ese Gobierno
subsista, la solicitud de nuevos empréstitos, que le han sido negados por el co-
mercio honrado, le ha puesto en el caso de apelar a una farsa urdida en los con-
ciliábulos de la camarilla destinada a ventilar los asuntos económicos. El

53
descuento del nuevo empréstito de 250.000 sucres, ha sido rechazado por el
Banco del Ecuador, que tantos servicios ha prestado al Comercio en sus épocas
de angustia y que tanto honor hace al país por la notoria probidad de sus pro-
cedimientos. Irritado el Gobierno con esa negativa que, además de quitarle el
crédito le dejaba sin recursos, pues el empréstito sólo estaba suscrito en pagarés
de acomodo, ha querido exigir al Banco el descuento de esas obligaciones; pero
esta institución ha resuelto, con mucha cordura, ponerse en liquidación antes
que suscribir su ruina, que sería también la del país.
Ved aquí, Conciudadanos, trazado a grandes rasgos, el doloroso cuadro de
nuestras desgracias públicas. Os encontráis en presencia de un Gobierno desacre-
ditado que es impotente para consolidar la paz, y que habiendo agotado la fortuna
pública que ha consumido en sus derroches, se lanza hoy sobre la fortuna privada,
como lo demuestra la contribución decretada por el Ejecutivo con fecha 22 de
Marzo último, que tiende a esquilmar completamente la riqueza particular.
A vosotros toca hoy manifestar de un modo solemne vuestra soberana vo-
luntad, que estoy a cumplir como soldado republicano. O apoyáis al Gobierno
que es una vergüenza nacional, y que en el actual estado del país, no hay poder
humano capaz de reconciliarlo con la opinión pública, pues la moral y la civi-
lización lo condenan; o para no ver consumada la pérdida de vuestros intereses
y tranquilidad, presenciando impasibles la ruina de la República, hacéis un es-
fuerzo patriótico a fin de abreviar esta violenta situación con menos sacrificios
de sangre, de tiempo y de dinero, pues la caída de ese Gobierno es inevitable,
si no hoy, que es lo más probable, mañana, que ese aparato administrativo que
se denomina Gobierno venga a tierra; pues no hay pueblo que cuando resuelve
ser libre, no acabe con sus opresores.
No es posible suponer siquiera que el Gobierno del señor Caamaño, des-
pués de sobreponerse a las leyes, quede en pie burlándose del pueblo que ha
vilipendiado. Tiene que sucumbir bajo el enorme peso de sus crímenes, que
hasta hoy han quedado impunes; tiene que abrirles paso a las ideas de justicia,
de libertad y progreso; tiene en fin, que desaparecer para que la dignidad na-
cional quede salvada.
Esta es, compatriotas, la inflexible lógica de la Historia; ésta vuestra firme
creencia; ésta vuestra suprema aspiración.
En cuanto a mí, bien lo sabéis, Conciudadanos, mi único anhelo es con-
tribuir a la pública ventura en la medida de mis fuerzas. Yo sólo aspiro a cumplir
vuestros mandatos, poniéndome, como siempre, al servicio de la causa liberal,
que, como sistema de Gobierno, busca en la justicia y el respeto a la ley, el ne-

54
cesario equilibrio que debe existir entre la autoridad y la libertad, entre los de-
beres y los derechos del hombre.
Las exageraciones que a las ideas que profesamos, les atribuyen los explo-
tadores de la sencillez del pueblo, no son sino las innobles armas de que se
valen los enemigos de la causa liberal. Nosotros aspiramos a implantar un sis-
tema de honradez y de progreso, contando con el apoyo de los buenos ciuda-
danos, y rindiendo en todo tiempo el debido homenaje a la opinión pública.

COMPATRIOTAS:
La hora de la redención ha llegado. Hagámonos dignos de obtenerla, y
mereceremos las bendiciones de la posteridad.

Eloy Alfaro.
Lima, Abril 24 de 1886.

8888

Carta a Antonio Guzmán Blanco, Presidente de Venezuela

1887.- Lima, Enero 9.


Señor General Antonio Guzmán Blanco.
Presidente de los Estados Unidos de Venezuela.
Caracas.
Señor
El señor General don Rafael Aizpurúa tuvo la dignación de trasmitirme,
desde Panamá, el atento cuanto interesante recado con el que Ud. se ha servido
honrarme, y al cual en comprobación de la importancia que tienen para mí las
acciones de los hombres eminentes y encaminadas al progreso de los pueblos,
correspondo por medio de la presente misiva, que será puesta en manos de Ud.
por mi hermano el Dr. Marcos A. Alfaro, quien sabrá interpretar fielmente mi
profunda consideración por el regenerador de Venezuela, y por el patriota en
cuyo pecho, para honra de esa República, cuna de tantos héroes, está palpi-
tando el corazón del inmortal Bolívar.
Cuando en 1883, una parte de mis compatriotas, me honró, encargán-
dome del Mando Supremo de una de las secciones más liberales de mi patria,

55
elevé a la Asamblea Constituyente, reunida entonces en Quito, un Mensaje
concerniente a la forma federal y a la reconstitución de la Gran Colombia. Mas
no siempre ni en todas las regiones son acogidas las grandes ideas, o para hablar
con más franqueza, en aquella Asamblea predominaba el partido sin luces ni
virtudes, formado por los tiranuelos de mi patria, y yo desde entonces he tenido
que morar en el destierro, donde no he dejado de luchar un solo día, a brazo
partido, y continuaré luchando hasta ver triunfante la idea.
Ahora bien, los actos recientes de Ud., como Primer Magistrado de Vene-
zuela, sus conatos en favor de las naciones hermanas de ella, y finalmente, el
recado a que he aludido al principio, de esta carta, me han suministrado la su-
ficiente claridad, para apreciar las nobles propensiones del Ilustre Americano,
a favor de mi patria.
Mi hermano Marcos hablará a Ud., como si yo le hablara, y espero que
Ud., se dignará prestarle su benévola acogida.
Ofrézcome de Ud., señor General, como elocuente amigo y compatriota.

Eloy Alfaro.

8888

Credenciales a Marcos Alfaro

Eloy Alfaro al Presidente de Venezuela,


General Guzmán Blanco - 1887

Sr. Don Marcos A. Alfaro.


Como Jefe de la Revolución Ecuatoriana, y en virtud de los plenos poderes
de que estoy investido, tanto por actas públicas y privadas en el Ecuador, como
por actas de los emigrados en Colombia y el Perú, expido a Ud. la presente
credencial, para que en representación del Partido Liberal de nuestra Patria,
pueda pactar con el Ilustrado Presidente de Venezuela, General Guzmán Blanco
una alianza ofensiva y defensiva, que sirva de fundamento para la reconstitución
de la Gran Colombia, bajo las bases del sistema Federal, o de la Confederación,
y en guardia de la dignidad y recíprocos intereses de ambos países.

56
De sus gestiones se servirá darme oportuno aviso para mi aprobación por
escrito.
DIOS Y LIBERTAD
(f.) Eloy Alfaro

8888

Ecuador, tiranicidio del “Seis de Agosto”

Por casualidad ha llegado a mis manos el diario La Nación que se publica en


Guayaquil, en cuyo número 2.315, correspondiente al 1º de Marzo del año
en curso, he leído una carta suscrita por don José María Sarasti y dirigida al
señor Francisco Ignacio Salazar.
La persona que firma la referida carta, me hace figurar, maliciosamente,
emitiendo conceptos o palabras que he estado lejos, de haber expresado jamás.
Repugnancia inmensa siento al verme forzado a hacer una ligera reminis-
cencia; pero no puedo permitir que mi silencio se interprete de un modo in-
debido.
Fue en Esmeraldas y no en Manabí, donde mandé comparecer ante mí al
prisionero Comandante Francisco Sánchez tomado en la Tola, en Diciembre de
1882. A las preguntas que le hice sobre su participación en la tragedia política
del seis de Agosto de l875, que dio por resultado la muerte de García Moreno,
me contestó que no había sabido nada. Esta respuesta, que yo transmití en una
conversación al señor José María Sarasti, es la que éste ha tergiversado a su sabor.
El Ministro Sr. Semblantes, que, privadamente, tenía bastantes datos res-
pecto de lo acaecido en esa memorable conspiración, interrogó también al des-
graciado Sánchez, y éste se encerró siempre en la frase de que no había sabido
nada. Al fin se confundió y atribuló tanto que, por esa circunstancia, mandé
que se le restituyera a su prisión.
Continuando después la campaña, me trasladé a Manabí y el preso fue
conducido a Montecristi, donde lo dejé enfermo, si mal no recuerdo.
Para que se comprenda mejor quién era el personaje, cuya palabra se trata
de hacer abonada, con lo dicho por mi al señor Sarasti, lo daré a conocer rela-
cionando el funesto episodio de que fue protagonista en Montecristi.
Don Gustavo Rodríguez, Jefe Civil y Militar de la Provincia, nombrado

57
por mi Gobierno, movido a compasión por las súplicas de Sánchez, lo dejaba
andar libremente en la población de Montecristi, y lo socorría en todo lo que
podía necesitar. El presunto preso, a título de agradecimiento, rogó al Sr. Ro-
dríguez, que le permitiera servir de instructor de los reclutas, para corresponder,
de alguna manera, a los actos de caridad de que era objeto. El representante de
la autoridad se negó; pero instó tanto el prisionero que al fin el Jefe Civil y Mi-
litar accedió a su petición. Sánchez tuvo, entonces, entrada franca al cuartel y
se hizo recomendable por su contracción en instruir a los soldados en los ejer-
cicios elementales. Transcurridos algunos días, en altas horas de la noche, y por
obra de la más negra de las traiciones, cayó el cuartel en poder de los enemigos.
Al tener noticias el Sr. Rodríguez del alboroto, abandonó su habitación y se
dirigió al cuartel. Encontróse con aquel pérfido instructor y le preguntó:
—¿Qué novedad hay, Comandante Sánchez?
—No sé nada contestó el interrogado.
Como se ve, no saber nada era la frase estudiada de aquel sujeto.
Había acaecido lo siguiente: con refinada astucia, el citado Sánchez, había
facilitado la toma por sorpresa del cuartel, lo que ocasionó después el asesinato
a sangre fría y con premeditación de varios vecinos muy honorables de la ciu-
dad, a parte de los que perecieron combatiendo.
Restablecido el orden, a costa de algunas víctimas, y recapturado Sánchez,
fue juzgado y sentenciado a muerte. Antes de expiar sus crímenes, suplicó al
Jefe Civil y Militar, que también había salvado de un modo verdaderamente
casual de ser ultimado, que le oyera los grandes secretos que poseía. Negóse el
Sr. Rodríguez; instó el reo, expresando que al país le importaba saber los detalles
extraordinarios de esos secretos; pero al Jefe Civil y Militar le repugnó escuchar
a un hombre de tan negra historia. Este, al fin, consiguió hacer sus revelaciones
a otra persona. A su debido tiempo se sabrá lo que interese a la justicia; pues
en el tiranicidio del Seis de Agosto, hay dos clases de actores: unos, libertadores,
que se sacrificaron por patriotismo y otros, asesinos de la calaña del individuo
que aseguraba no saber nada, y que fueron movidos por el resorte de bastardos,
personalísimos intereses.
Había ocurrido ya el drama sangriento de Montecristi, cuando el señor
Sarasti dice que marchaba conmigo “hacia el campamento de Sabana Grande”
y que “durante el viaje conversábamos del asesinato del doctor don Gabriel
García Moreno y de las publicaciones que se habían hecho entonces” precisa-
mente cuando, con el sacrificio de nuevas víctimas, podía apreciar mejor el es-
tudiado no se nada, señor, del reo Sánchez.

58
De paso haré notar, que lo que el señor Sarasti llama asesinato, es para el
Ministro de la Guerra de García Moreno en la época del tiranicidio, el origen
de “ACONTECIMIENTOS POLITICOS, iniciados en Agosto de 1875”,
según carta escrita en 1880, que original he visto y leído.
Bastará para los imparciales, que les recuerde lo dicho por mí, en varios
acápites, de los dos primeros opúsculos que, con el título de la Regeneración y
la Restauración, publiqué en Panamá en 1884, mucho antes del movimiento
político de Noviembre de ese mismo año. Del segundo de esos cuadernos, pá-
gina 31, línea diez y siete, copio el párrafo que sigue:
“Entre los que, pagaron con la vida sus crímenes, estaba el famoso Co-
mandante Francisco Sánchez, el mismo sujeto que jugó un papel tan tenebroso
en el tiranicidio de García Moreno.
Ya que el Sr. Sarasti se ha mostrado tan asequible para hacer revelaciones
capciosas, suponiendo frases que no han existido, bien ha podido recordar lo
que, respeto de su defendido, le dije en la conferencia de la hacienda de San
Antonio (cuando por primera vez le conocí), amén de lo que ya le había dicho
en una de mis cartas, que me parece me la contestó de Riobamba.
Por lo demás, está bien que ciertos herederos políticos de esa funesta mor-
tuoria, sigan derramando lágrimas de cocodrilo del que los manejó como a es-
clavos y los gobernó como a parias.
La Historia no se ha escrito aún: y puede considerarse obra inútil pretender
oscurecer los acontecimientos de nuestra política: día llegará en que al verdad
alumbre los hechos y en que la Justicia cumpla su deber.

Eloy Alfaro
Lima, Junio 5 de 1887.

8888

Proclama de Eloy Alfaro al Pueblo Ecuatoriano

“Compatriotas.
“Vuestro elevado civismo me retrae de mi obligado silencio y me impone
el deber de dirigiros nuevamente la palabra.

59
“Este país palpando los vergonzosos efectos de esa escuela de vicios y de-
pravaciones que en aciaga hora fundó en nuestros lares el Caín de la Inmortal
Colombia.
“Habéis protestado valerosamente en los comicios y actos populares contra
los malignos mandatarios que han puesto en almoneda hasta la dignidad na-
cional.
“Ahora os falta arrancar de esas manos impuras el arma patricida que tiene
levantada sobre el pecho del pueblo! ... Solamente a balazos dejarán vuestros
opresores el poder, que tienen únicamente por la violencia. Pensar de otro
modo equivale a dar tregua a tenebrosas intrigas. ...

“Sin sacrificios no hay redención. La libertad no se implora como un favor:


se conquista como un atributo inmanente al bienestar de la comunidad. Afron-
temos, pues, resueltamente los peligros y luchemos por nuestros derechos y li-
bertades, hasta organizar una honrada administración del pueblo y para el
pueblo. En fin, hagamos algo digno que merezca los aplausos de la posteri-
dad”.
“Ecuatorianos: Con vuestro altivo proceder, habéis consagrado una página
inmortal en la Historia Patria; vais a continuar la obra redentora, bien lo sé.
“Marcho, pues, en vuestro auxilio para participar en las penalidades de la
campaña y tener la honra de conduciros al combate y a la victoria.”
Managua, 5 de febrero de 1895.

8888

El Jefe Supremo de la República, al Pueblo Ecuatoriano

Conciudadanos:
Desde que acepté la Magistratura Suprema, he consagrado todos mis afa-
nes a llevar a glorioso término la grandiosa obra de la Regeneración Nacional,
que confiasteis a mi patriotismo.
Brindé con la paz a nuestros hermanos del Interior, que permanecen sub-
yugados por un Gobierno espurio; y, aunque la inmensa mayoría de las perso-
nas sensatas, ha reconocido la justicia de nuestra causa y manifestado ardientes
deseos de secundar nuestros propósitos y tendencias, se me hace, sin embargo,

60
necesario apelar a las armas para reducir a los que, contra el torrente de la opi-
nión pública, pretenden sostener aún, el carcomido edificio de las viejas tira-
nías.
La lucha por la Honra Nacional puso en mis manos el Gobierno del pue-
blo, y es en defensa de éste que marcho al Interior, para asegurar el triunfo del
programa liberal y establecer la moralidad política en oposición al corruptor
sistema de vandalaje, depredaciones y negocios inicuos de que ha hecho gala
la expirante administración que puso en almoneda la bandera de la República.
Agotados mis esfuerzos conciliadores, que no tenían otro objeto, que el
de evitar el derramamiento de sangre ecuatoriana, he asumido una actitud re-
suelta, que ponga término a los tenebrosos manejos de los mismos a quienes
he concedido amplias garantías y generoso perdón. Caiga, pues, la responsabi-
lidad de los sucesos que van a desarrollarse, sobre los empecinados enemigos
públicos, que anteponen sus intereses a los de la Patria que defendemos.
Las intrigas de los viejos sicarios del despotismo y de los traficantes del
poder caído, unidas, por desgracia, a la impaciencia de unos pocos y a las am-
biciones de un círculo más reducido aún, han estado sembrando alarmas y des-
confianzas en la hora suprema de la justicia nacional.
Esta conducta antipatriótica para con un Gobierno que ha permitido el
ejercicio de las libertades públicas en plena campaña contra el despotismo y la
barbarie, me ha permitido medir el grado de desmoralización en que tenía su-
mida la República el más pérfido y criminal de los Gobiernos.
Compatriotas del Interior:
Voy a combatir a los tiranos que os engañan y oprimen.
Estad seguro que os devolveré vuestras libertades y trabajaré sin descanso
por vuestro bien, Las creencias del pueblo y todos los derechos legítimos, serán
respetados por quién ha emprendido en la obra de levantar la República por
medio de estas dos grandes virtudes sociales: la tolerancia y la justicia.
Ecuatorianos:
Al salir a campaña, dejo encargado el Poder Ejecutivo al Consejo de Mi-
nistros, que goza de toda mi confianza y que marchará de acuerdo conmigo en
el despacho de los múltiples ramos de la Administración Pública.
Prestadle todo el apoyo que necesita para secundar mis esfuerzos y rodeadle
del respeto que merece como colaborador inteligente y honrado de una causa
santa.

61
Guayaquileños:
Mientras yo combato en el interior a los enemigos de la Libertad, cuidad
vosotros de este Cuartel General, con serenidad y valor, que para eso sois los
descendientes de los héroes de Octubre y de Marzo.
Conciudadanos todos:
Tened fe en el triunfo definitivo de la causa que defendemos y estad per-
suadidos de que la victoria más espléndida coronará vuestras cívicas virtudes.
Guayaquil, Julio 24 de 1895.

Eloy Alfaro
El Presidente del Consejo y Ministro de lo Interior, Relaciones Exterio-
res, etc., (f.) L. F. Carbo.- El Ministro de Hacienda, (f.) Lizardo García.- El
Ministro de Guerra y Marina, (f.) Cornelio E. Vernaza.

8888

Alfaro contesta al General José M. Sarasti

Alausí, Agosto 4 de 1895.


Toda medida que tienda a suavizar los rigores de nuestra contienda civil,
me causa especial satisfacción: y de ahí el agrado con que he recibido la nota el
la que va Ud a permitirme que conteste con alguna extensión.
El Gobierno que se inauguró en Guayaquil, acorde con el programa de
paz y concordia que se impusiera, expidió pasaporte para el exterior a los seño-
res Sáenz, Borja, Sucre, etc... Harto penetrado estoy, señor General, de que no-
bleza y generosidad son deberes que no puede eludir un caudillo político; y
hasta me parece que durante mi dilatada carrera política lo he probado lo bas-
tante. Ahora mismo, en esta ocasión, el país es testigo de cuanto he hecho por
evitar la inútil efusión de sangre y demás desastres de la guerra civil. Si no lo
he conseguido, si las gestiones pacíficas de que fueron encargadas las diferentes
comisiones parlamentarias, que acredité ante su gobierno abortaron por com-
pleto; y finalmente, si la guerra entre hermanos ha estallado, nadie dirá que es
culpa mía, y sí de quienes, como Ud., no han sabido o no han querido inspi-
rarse en los sentimientos de un puro y levantado patriotismo; la culpa es, y la
historia lo confirmará, de quienes han apelado a todo medio, a la calumnia, a

62
la sencilla credulidad de las masas, al fanatismo que busca pretexto en una re-
ligión que nadie ataca, para atizar una contienda que no tendrá, ciertamente,
otro resultado que el de privar al país de hombres que pueden ser útiles. La
culpa es suya, señor General, puesto que ha podido y puede aún evitar esta
lucha neciamente fratricida, entre la casi totalidad de la Nación y un fantasma
de gobierno. Me hallo a la cabeza de un ejército invencible por su patriotismo;
la justicia, apoyada en la fuerza, está de mi lado; cuento con la victoria, no obs-
tante que sé que tengo por adversario un ejército denodado, dirigido por un
jefe experto y valeroso, digno de estar a la defensa de una mejor causa; pero
antes que mis glorias como soldado están mis deberes como ciudadano; y así
me permito invitar nuevamente al Gobierno de Quito, por medio de su Co-
mandante en Jefe, a un tratado de paz que, siendo honroso para ambas partes,
satisfaga las nobles aspiraciones del país; entendiéndose que esta proposición
no implica la suspensión de las hostilidades.

(f.) Eloy Alfaro

8888

Al General Sarasti

Guamote, 9 de Agosto de 1895.


Aunque no ha sido mi intención entablar con el señor General ninguna
discusión, y sobre ningún respecto, no puedo menos de manifestar la extrañeza
que me ha causado el que se impute a mi Gobierno el desconocimiento del
voto general de las Provincias del Interior, ni menos ese provincialismo intruso
que Ud. parece reprocharle. El voto, si voto hubiera, le manifestaría a Ud la
inmensa popularidad que apoya nuestra causa. No estoy solo, señor General,
es el partido liberal, con sus antecedentes irreprochables, con sus hombres con-
notados y con una gran masa del pueblo independiente muy laborioso, los que
coadyuvan a esta ardua, pero nobilísima tarea que me he impuesto. Ni cómo
podría sostenerse que la guerra por la reivindicación de la honra nacional, sea
más bien costeña que interiorana? Porque si es verdad que a la costa le cupo la
honra de iniciarla, no lo es menos que estalló igualmente y casi al propio
tiempo, en las Provincias de Imbabura, el Carchi, Pichincha, León, Tungura-

63
hua, Chimborazo, Bolívar y últimamente en Loja y Cañar. Los combates de
Tulcán, San Miguel de Latacunga, Guaranda, Quito, y al fin los de Chillo y
Loja, probándolo están, perentoriamente, ya que en estas acciones de guerra
no ha entrado como motor principal el elemento costeño.
En suma, esta guerra no es guerra de provincialismo: no es la costa la que
se lanza a invadir la sierra, ni los cañones los que se preocuparán de entrar a saco
en los hogares de los pacíficos, pero valerosos interioranos. Decirlo por la Prensa,
es una inteligente mala fe; asegurarlo en nota oficial, una ligereza incalificable.
La guerra podrá ser, si Ud. quiere, guerra de partidos, guerra de probidad contra
el fraude, de la honradez en el manejo de los caudales públicos, contra los pe-
culados monstruosos, y esta guerra no soy el único que la ha encendido: ella es
el resultado de la labor incesante y eficaz de toda la República que se ha levan-
tado, en masa, a vengar su honra, ultrajada, a asegurar de una vez para siempre,
su buen nombre y sus más caros intereses en peligro. Mi presencia en el Ecuador,
solicitada con espontaneidad sin ejemplo, y por una gran mayoría de la Nación,
de lo cual me honraré toda mi vida, significa que ella quiere, por fin, el término
de sus desventuras, contando para ello con que todavía sabré sacrificarme, si
fuere menester. ¿Cómo Ud. puede acusarme, señor General de haber invadido
esta comarca, sin agravio ninguno de parte de ella, cuando, ciertamente no me
cupiere la honra de dirigirles esta nota desde Guamote, abogando todavía por
una paz casi imposible y contraria quizás al sentimiento unánime de la Repú-
blica, que quiere, una vez por todas, acabar con ese elemento de depravación,
que ha estado a punto de hundirla en el abismo de la deshonra y de la miseria,
si no hubiera sido Ud., con su ataque a Guaranda, guarnecida por un puñado
de patriotas, quien tomó abierta y decididamente la ofensiva?
Por lo demás, voy persuadiéndome de que es Ud. señor General, y se lo
digo francamente, el defensor conocido del orden legal y las instituciones re-
publicanas de estos últimos tiempos, por más que en 1883 fue Ud. declarada-
mente revolucionario: lo que siento es que ese orden legal y esas instituciones
Republicanas sean los del señor Caamaño, desgraciado fundador de la argolla,
después del señor Flores, el celebérrimo financista que todos saben: los del
inepto y desventurado señor Cordero, uno de los pasivos culpables de aquella
almoneda indigna del pabellón ecuatoriano, y en fin, lo que siento y hasta ahora
me asombra, es que Ud. que en diversas ocasiones ha asegurado que, según su
opinión, la constitucionalidad del Gobierno de Quito terminaba el 20 de Junio
último, se empeñe en la defensa de un orden de cosas condenados privada-
mente hasta por su propia conciencia.

64
Para concluir, diréle a Ud. señor General, que nunca he hecho política
con miras de interés personal. Si tal hubiera sido mi objeto, quien sabe si nada
me hubiera sido más fácil que ocupar constitucionalmente el solio presidencial,
que no vale, sin duda, uno solo de los sufrimientos, ni una sola de las persecu-
ciones de que vengo siendo víctima, donde quiera que me he hallado Y desde
hace tan largo tiempo. De modo que estoy enteramente dispuesto a un acuerdo
razonable que, soluciones pacíficamente la contienda.
El señor General se servirá, pues, decirme oportunamente si su Gobierno
acepta la iniciativa de paz, tomada por mí, para formular entonces las bases del
arreglo a ella conducentes, sin que, mientras esto suceda, haya suspensión de
hostilidades.

(f.) Eloy Alfaro

8888

Acerca del Mercado Público

Quito, Octubre, 3 de 1895.


Sr. Gobernador de la Provincia.
Con sorpresa he visto la falta de un mercado en esta ciudad porque los
puestos de vivanderos al aire libre, que hay esparcidos en la plaza de San Fran-
cisco, no merecen el nombre de mercado, y son un descrédito para la capital
de la República. Es urgente, por tanto, que se proceda a establecer un local
apropiado y decente para el expendio público de los víveres de consumo diario;
y en tal sentido recomiendo a Ud. que, con la mayor solicitud posible, pida a
este Concejo Cantonal que formule las bases para proceder inmediatamente a
la construcción de la plaza de abastos, en el lugar que el Concejo elija, y con-
tando para la obra con la subvención fiscal de $ 50.000, que se pagarán por el
Tesoro de Hacienda de esta Provincia, en dividendos de $ 3.000 mensuales;
pero con las condiciones indispensables de que la construcción del edificio se
hará, previa licitación pública, por el contratista que ofrezca mayores ventajas,
y de que la obra estará terminada dentro del plazo de dos años.
Una de las atenciones preferentes de la autoridad debe ser el cuidar de la
higiene pública, que en esta capital ha sido muy desatendida; siendo la provi-

65
sión de agua potable y el establecimiento de desagüe, elementos indispensables
de salubridad, especialmente en una ciudad populosa y civilizada como Quito.
Recomiéndole, pues, que proponga a la Municipalidad el estudio de tan im-
portante asunto, así como también el de proporcionar a ese vecindario un buen
sistema de alumbrado público; tratando, en todo caso, de prevenirse contra el
peculado y el fraude, que han sido erigidos en sistema de administración por
los gobiernos anteriores. Para establecer estas mejoras, el Gobierno contribuirá
con las subvenciones que sean indispensables.
Dios y Libertad,

Eloy Alfaro.

8888

Referente a los Indios

Quito, 8 de Octubre de 1895


Señor Gobernador:
Desde mi llegada a Alausí he venido oyendo quejas incesantes y revelacio-
nes conmovedoras acerca de la suerte tristísima de la raza primitiva y de la
crueldad con que generalmente se le trata. Y ha llegado a sorprenderme, en
toda su repugnante desnudez, esta novedad tradicional, de que los antiguos
pobladores del Nuevo Mundo sean en esta región lo mismo que fueron en los
tiempos de Pizarro; y de que la raza negra, importada de África tenga mejores
derechos, universalmente reconocidos, que los humildes pobladores de los
Andes.
Es necesario que tan monstruosa excepción desaparezca, que la República
sea consecuente consigo misma y que nuestra civilización no tenga anchurosos
aspectos de barbarie. Así, mientras nuestros Legisladores elaboren leyes prácticas
en favor de nuestros afligidos parias, leyes que los levanten de la abyección en
que yacen a la dignidad de hombres libres, en posesión de todos los derechos
propios de los seres racionales, quiero que Ud. imparta órdenes severas a todas
las autoridades que le están subordinadas para que el infeliz indio sea tratado
como lo exigen los sentimientos humanitarios de la civilización moderna y se
persiga y castigue rigurosamente a los que, abusando de su autoridad, maltratan

66
de cualquier modo a esos nuestros hermanos, desheredados e injustamente vi-
lipendiados.

Usted se servirá dar cuenta al Ministro de lo Interior del modo como se


cumple esta prevención del Gobierno de la provincia de su mando.
Dios y Libertad,

Eloy Alfaro.

8888

Sobre el Mejoramiento de la Condición de la Mujer

EL JEFE SUPREMO DEL ECUADOR

Quito, 11 de Octubre de 1895


Señor Gobernador de la Provincia
Presente.
En todas las naciones serias y verdaderamente civilizadas de uno y otro
continente, viene dándose a la mujer, de acuerdo con los principios más obvios
de la ciencia de buen gobierno, una participación directa en aquellos de los
asuntos públicos que, lejos de ser incompatibles con su condición e índole es-
pecialísima, contribuyen, por el contrario, a darle mayor realce, elevándose a
sus propios ojos y suministrándole los medios necesarios de practicar la virtud
y de atender a su subsistencia por sus propios esfuerzos y con una honrada in-
dependencia. Fundado en éstas y otras consideraciones que sería prolijo enu-
merar, me propongo, a mi llegada a Guayaquil, expedir un decreto que habilite
a la mujer ecuatoriana para el ejercicio de ciertos cargos públicos, de fácil des-
empeño y muy en armonía con su sexo y aptitudes. Así, pues, he resuelto, a tí-
tulo de ensayo, que la Administración General de Correos, sea servidas por
señoritas, a excepción de los cargos de Administrador General e Interventor
que continuarán desempeñados por hombres.
Por tanto, sírvase Ud. extender los respectivos nombramientos y darles in-
mediata posesión de sus cargos a las señoras y señoritas de la adjunta lista.

67
Con el objeto de facilitar el trabajo se servirá Ud. disponer igualmente que
el actual Oficiar Mayor de la Oficina continúe en su cargo.
Dios y Libertad.

(f.) Eloy Alfaro.

8888

Mensaje a la Reina Regente de España


abogando por la Paz en Cuba

El Jefe Supremo de la República del Ecuador


a su Majestad la Reina María Cristina, Regente de España.-
Madrid.

Majestad:

El pueblo del Ecuador, que en un tiempo formó parte de la monarquía


española, a la cual lo ligan los vínculos de la amistad, de la sangre, del idioma
y de las tradiciones, se siente conmovido en presencia de la cruenta y aniqui-
ladora lucha que sostienen, Cuba, por su emancipación política y la Madre Pa-
tria, por su integridad.
Mi gobierno, ciñéndose a las leyes internacionales, guardará la neutralidad
que ellas prescriben; pero no se puede hacer el sordo al clamor de este pueblo, an-
heloso de la terminación de la lucha; y debido a esto me hago el honor de dirigirme
a V. M. como lo haría el hijo emancipado a la madre cariñosa, interponiendo los
buenos oficios de la amistad, para que Vuestra Majestad, en su sabiduría y guiada
por sus humanitarios y nobles sentimientos, en cuanto de V. M. dependa, no ex-
cuse la adopción de los medios decorosos que devuelvan la paz a España y Cuba.
Nuestra historia recuerda que durante quince largos años lidió Colombia
por su independencia y la conquistó a costa de más de doscientas mil vidas, de
la casi total extinción de su riqueza pública y privada y de un legado en deuda
flotante de doscientos millones de pesos; y ha sido preciso el decurso del tiempo
para que las antiguas colonias, ya constituidas en naciones autónomas, reanu-
dasen oficialmente, con la Madre Patria, los lazos de amistad. España perdió

68
casi todo su comercio con América; no obstante que a raíz de obtenida la in-
dependencia, Colombia permitió la admisión de la bandera española en sus
puertos y que los españoles eran acogidos en ellos como hermanos.
Tan grandes males se habrían evitado, a mi ver, si España no hubiera des-
oído el prudente consejo que en tiempo oportuno dio el gabinete británico,
consistente en que ajustase la paz con sus colonias, reconociendo su indepen-
dencia con la reserva establecida en solemne convenio, entonces aún posible,
de ventajas especiales para su bandera. No se habría desviado la corriente de
su comercio de esta parte del mundo y la comunión entre ambos pueblos habría
tenido solución de continuidad
V. M. sabe que fue solo bajo el reinado del augusto esposo de V. M., don
Alfonso XII, de gloriosa memoria, cuando definitivamente las relaciones ofi-
ciales entre España y sus hijos vinieron a ser cordiales.
Parece cuerdo acatar ahora las enseñanzas de la experiencia y el consejo
del gabinete británico, dado en caso análogo en la época a que me he referido;
así España pondrá a cubierto sus intereses y habrá hecho justicia a las aspira-
ciones de Cuba sin mengua de su decoro.
Ruego a V. M. que acoja esta carta como una prueba de la leal amistad
que el Ecuador profesa a España, puesto que sólo un sentimiento elevado me
mueve a dirigirle a V. M.; así como me guía también un sincero deseo de que
se acreciente la gloria del trono que con tanta prudencia como sabiduría ocupa
V. M. en nombre y representación de su augusto hijo Don Alfonso XIII, a
quien Dios guarde.
Hago votos por la felicidad de España, y por la de V. M. y la de su augusto
hijo el Rey.
Dado en Guayaquil, residencia accidental del Gobierno, a 19 de Diciem-
bre de 1895.-

f) Eloy Alfaro.
El Ministro de Relaciones Exteriores.-
f) I. Robles

8888

69
Invitación a los Cancilleres del Continente a participar en un
Congreso Americano

Ministerio de Relaciones Exteriores.-


Guayaquil, Ecuador.
Diciembre 26 de 1895.

Señor Ministro:
Después de la revolución política efectuada en la República del Ecuador,
se ha inaugurado un gobierno popular cuyo programa puede reducirse a esta
expresión: la prosperidad de la Patria.
Y como para conseguirlo, no sólo debe entenderse al régimen político ad-
ministrativo, sino también procurar las mejores y más estrechas relaciones in-
ternacionales y no sólo entre el Ecuador y las demás repúblicas americanas,
sino de todas ellas entre sí; he recibido instrucciones del señor Jefe Supremo
de la República, quien desea dar una prueba de sus elevadas miras respecto de
la política en el exterior y procurar que se afiance la paz en el continente, para
dirigirme al gobierno de la República de .........., por el digno órgano de V. E.,
e invitarle a la reunión de un Congreso Internacional al que concurran dos re-
presentantes de cada una de las repúblicas del Continente de Colón.
La realización de este propósito ha sido constante preocupación del Señor
Jefe Supremo, quien en sus largos años de ostracismo ha sabido captarse la sim-
patía de muchos pueblos, de manera que cuenta con la aquiescencia de los go-
biernos de varias repúblicas y con la cooperación de varios hombres ilustrados,
patriotas de influencia y de prestigio reconocido.
Hoy que se encuentra al frente de los destinos del Ecuador, en observancia
de sus principios siempre firmes y favorables a la reunión de las repúblicas ame-
ricanas, su primer paso fue acreditar un plenipotenciario ante el gobierno de
Washington con instrucciones de facilitar dicha reunión, como consta en el
oficio dirigido al Excelentísimo Señor Secretario de Estado de los Estados Uni-
dos el 16 de noviembre del presente año, con estas frases:
“Ensanchar las relaciones políticas y comerciales entre los dos países y ocu-
parse en dar a los intereses de este continente, por medio de un Congreso In-
ternacional, toda la fuerza de cohesión de que han menester para la mutua
prosperidad y grandeza de las naciones del Nuevo Mundo, son las labores a
que dedicará el representante del Ecuador sus preferentes esfuerzos”.

70
El ilustrado gobierno de V. E. Está, sin duda, penetrado de la necesidad
de tal reunión, porque ella es la llamada a resolver puntos de vital importancia
para todas las repúblicas de América, en lo político y en lo comercial.
En la actualidad y considerando el impulso que han recibido estas repú-
blicas por el esfuerzo propio de sus hijos, y por el imprescindible adelanto que
proporcionan el tiempo, el estudio y el trabajo, cada una de ellas ha adquirido
su importancia y por mutuo interés, por seguridad propia, deben reunirse los
representantes de todas las Repúblicas Americanas y discutir y resolver todo lo
que se relaciona con su progreso y bienestar; y formar, teniéndose por base la
justicia y la confraternidad, el derecho público americano.

Así habremos adquirido respetabilidad y evitaremos conflictos, asegurando


la paz entre nuestras repúblicas y las demás naciones.
El Ecuador, por esto, quiere tomar la honrosa iniciativa para la reunión
del Congreso Internacional de que he hablado, Congreso que debe tomar en
consideración como puntos primordiales:
La formación de un Derecho Público de América, que, dejando a salvo
derechos legítimos, dé a la Doctrina Americana, iniciada con tanta gloria por
el ilustre Monroe, toda la extensión que se merece y la garantía necesaria para
hacerla respetar;
Medios de procurar el adelanto por el perfeccionamiento e implantación
de industrias; impulsar el comercio dictando medidas que vayan extendiéndolo,
con desarrollo progresivo, sin dejar de atender a las necesidades, conveniencias
y derechos de nación a nación, y aprovechar, en fin, todo aquello que, sin per-
judicar a los demás, proporcione a nuestras repúblicas medios adecuados para
afianzar las relaciones comerciales y conseguir el engrandecimiento mutuo.
Resolver la reunión del Congreso en épocas determinadas, que bien puede
fijarse en cada diez años; y designar la capital de la República, en donde, de un
modo alternativo, debe efectuarse la reunión.
Como por desgracia, entre algunas de nuestras Repúblicas, existen hoy di-
ferencias por hechos especiales que traen su origen desde años atrás, como la
discusión sobre límites, no debe el Congreso, de ninguna manera ni en forma
alguna, ocuparse de estos asuntos, porque ello podría traer dificultades mutuas
y hacer hasta perjudicial la benéfica labor que deseamos llevar a cabo.
Los fines principales de la convocatoria están expuestos, dejándose en li-
bertad al Congreso para que determine el tiempo que debe funcionar. Como
lugar para la reunión, fíjase, por esta vez, la capital de la República Mexicana

71
y como fecha para la instalación el 10 de Agosto del año próximo, aniversario
del Primer Grito solemne de Independencia, lanzado con tanto heroísmo en
la cuna de los primeros próceres, quienes como mártires regaron con su sangre
el suelo de la antigua capital de los Shiris y hoy de la República Ecuatoriana.
Si el gobierno de V. E. juzga, como lo creo, aceptable la proposición, fácil
será llevarla a cabo, sobretodo cuando mi gobierno se propone que el Congreso
Republicano de América se reúna, cualquiera que sea el número de represen-
taciones que a él concurran, pues, como es de costumbre, las otras naciones
podrán adherirse posteriormente a las resoluciones que se dicten.
Esperando favorable acogida de parte del gobierno de .........., tengo a
honra suscribirme con la mayor consideración y respeto.
De V. E. obsecuente servidor,
f) Ignacio Robles

8888

Para que los Indios hagan valer sus Derechos

Eloy Alfaro, Jefe Supremo de la República

Considerando:
Que es un deber del Gobierno, proteger de una manera especial a la parte
más desvalida y menesterosa de nuestra sociedad, la clase indígena, facilitándole
los medios de hacer valer sus legítimos derechos, y poniéndola al mismo tiempo
a cubierto de los abusos de que frecuentemente es víctima por su ignorancia;
Decreta:
Art. 1º.-Los individuos de raza indígena pura gozarán del beneficio de am-
paro de pobreza, en los términos de los artículos 940 y 946 del Código de En-
juiciamientos Civiles, pudiendo aún hacer uso de papel común en sus
pedimentos ante cualquiera autoridad.
Art. 2º.-En los juicios en que los indígenas, siendo actores, fueren conde-
nados en costas, el Juez de la causa ordenará que la mitad de éstas sea satisfecha
por los procuradores de aquéllos, siempre que aparezca mala fe o temeridad
notorias.

72
Art. 3º.-La disposición anterior es relativa sólo a los indígenas que no sepan
leer ni escribir, y para sus efectos, las demandas iniciadas por ellos y todos los
escritos subsiguientes, serán firmados por sus respectivos apoderados o defen-
sor, sin lo cual no podrán ser admitidos dichos escritos.
Art. 4º.-Los indígenas que se hallaren actualmente retenidos por costas ju-
diciales procedentes de juicios civiles, serán puestos en libertad, tan luego como
sumariamente comprueben su insolvencia.
Quedan reformados el artículo 946 del Código mentado y demás leyes
que se opusiesen al presente decreto, cuya ejecución corresponde al Ministro
de Estado en el despacho de Justicia.
Dado en Quito, en el Palacio de Gobierno, a 10 de Abril de 1896.

f).-Eloy Alfaro.
f).-EI Ministro de Justicia, Carlos Freile Z.
f).-EI Subsecretario, José Julián Andrade.

8888

Al Partido Liberal - Radical

Llamado a esta Capital por el último Congreso para formar parte de la Comi-
sión Militar Codificadora, me ha sido altamente satisfactorio hallar en los hijos
del Pichincha, siempre vivo, el fuego de ese elevado patriotismo que, en toda
ocasión ha hecho de esta ciudad uno de los principales focos de las grandes
ideas.
Nada tiene, pues, de particular que varios de mis copartidarios, tanto de
Quito como de otras poblaciones de la República, firmes en las doctrinas que
en todo tiempo han sostenido, me hayan invitado a dirigir un llamamiento a
todos los ciudadanos de buena voluntad, para la unificación del Partido a que
pertenecemos. La consolidación inquebrantable de las instituciones liberales,
que garanticen y fomenten el desarrollo moral y material de nuestra Patria,
clama por esta reorganización.
En obsequio de la mutua conciliación, no toquemos las causas de la divi-
sión que entre nosotros ha prevalecido durante último cuatrienio; pero, sin
negar cuán sensiblemente ha dañado ésta el renombre de nuestro Partido, no

73
olvidemos, las obligaciones contraídas por su doctrina, desde que se constituyó
en poder, tomando por norma la Equidad y la Justicia. Los reivindicadores de
la dignidad nacional, a par que infatigables obreros, del progreso, unidos como
un solo hombre, en Junio de 1895, si obtuvieron indiscutible victoria en la
lucha más tenaz que registran los anales patrios, fue cabalmente por la unión
que en sus filas dominaba y fue también por ella la seguridad con que entonces
se sentó la base de la regeneración política y social del Ecuador, con reformas
que se imponían por ley evolutiva.
De esa misma unión hemos menester ahora para la consolidación de nues-
tras conquistas civilizadoras, y a la sombra de la paz, cuya conservación debe
ser nuestro principal objetivo, a no ser que desaforadas ambiciones o incalifi-
cables felonías intenten destruirla.
Y es, precisamente, la unificación del Partido Liberal Radical, en toda la
República, la que de suyo conjurará la temida perturbación.
Unámonos, pues, cuantos anhelamos por la existencia prospera y vigorosa
de las Instituciones Liberales en nuestro país; haya centros directores en cada
capital de provincia, los cuales, en comunicación constante con las Juntas o
Clubs de los cantones y parroquias, inspiren un mismo pensamiento y una sola
voluntad a cuantos, bajo una misma bandera, no aspiramos más que al bien-
estar y engrandecimiento de la Patria.
Quito debe ser el centro de esta unificación del Liberalismo ecuatoriano,
mediante la formación de un Directorio General que atienda a todos los medios
posibles para lograrla. Y dichos círculos directivos son los que, naturalmente
deben designar los candidatos idóneos para Senadores y Diputados de la pró-
xima Legislatura.
Los Partidos doctrinarios nacen y luchan por moralidad política y por el
anhelo vivísimo de perfeccionamiento de las instituciones patrias; pero no to-
leran jamás gobiernos que -por negocios o conveniencias privadas- se forman
con personal híbrido.
No olvidemos que en todas las naciones de América, en donde aún preca-
riamente ha imperado el deslayado acomodamiento a que me refiero, con la
desmoralización política, ha traído siempre consigo la corrupción o la ruina de
los pueblos. Ni tenemos necesidad de remontarnos demasiado en nuestra his-
toria, para la comprobación del hecho innegable de la verdad que acabamos
de asentar.
La reorganización, por tanto, de nuestro Partido y la consiguiente conso-
lidación de las instituciones liberales que nos rigen, son prendas de paz y de

74
prosperidad para la República, y aseguran, además, la pronta conclusión del
Ferrocarril Trasandino, timbre, en lo material, el más preciado de la transfor-
mación de 1895.
(f.) Eloy Alfaro.

8888

Hacia la Reestructuración de la Gran Colombia

Quito, 27 de Junio de 1. . .
Señor Presidente Rafael Reyes
Bogotá.
Agradezco a V. E. profundamente la expresiva felicitación que V. E. se ha
dignado enviarme, en nombre del pueblo y Gobierno colombiano y en el suyo
propio para el pueblo y Gobierno ecuatoriano y para mí, con motivo de la in-
auguración de nuestro ferrocarril interandino, en las puertas de la histórica
Ciudad de Quito. Se ha realizado en mis días con esta obra magna de paz, pro-
greso y civilización, el anhelo más grande de mi vida de ciudadano, de soldado
y de magistrado; y mi satisfacción sube de punto cuando considero que la Pro-
videncia me ha concedido la fortuna de haber acercado, por mi mano, con el
lazo de acero de la fraternidad humana, el Ecuador a sus hermanos de sangre,
la nueva Colombia y Venezuela: primer paso gigantesco dado hacia la Confe-
deración de las tres hijas de Bolívar, obligadas a cumplir su testamento político,
ya que heredaron de él Patria y Gloria. Después de este gran acontecimiento
de la terminación de la primera etapa del ferrocarril interandino del Ecuador,
la lógica de la historia nos señala ya un deber que cumplir: el dar el primer
paso hacia la Confederación Colombiana.
Este año rico, a pesar de todo, en beneficios para Colombia, Venezuela y
el Ecuador, no debe terminar sin que se cuente en sus anales la primer gran
Dieta Colombiana, en la cual los delegados de los Gobiernos respectivos pon-
gan los cimientos de la Confederación de las tres repúblicas.
Confiemos en Dios que tendremos virtudes y fortaleza para conquistar y
conservar este gran bien.
Eloy Alfaro.

75
Al General Montero, Jefe Supremo del Guayas,
invocándolo a la Paz

Guayaquil, Enero 5 de 1912.


Señor General don Pedro J. Montero, Jefe Supremo del Guayas.
Señor
Convencido de que una guerra fratricida entre liberales no solamente es
dañosa para nuestro partido sino también de funestas consecuencias para el
país, he creído de mi deber presentarme con el carácter de mediador, en los
términos que constan del Manifiesto adjunto.
A la penetración de Ud. no pueden ocultarse los móviles patrióticos que
me han impulsado a procurar el advenimiento de una paz que reclama la civi-
lización no menos que los principios liberales y los intereses de la Nación.
Para el mejor éxito de mi pacificadora misión, era indispensable disipar
hasta la sombra de la sospecha de una ambición personal, de mi parte, y con
tal motivo insinué la conveniencia, de fijarse en una candidatura civil para el
ejercicio del poder.
Punto es éste sobre el que llamo la atención de usted, confiado en que
sabrá estimarlo como la segura prenda de que no me guía otra aspiración que
la de la paz general y la buena armonía de cuantos componen el gran partido
Liberal Radical. Conozco el patriotismo de usted y no dudo que sin vacilación
alguna se prestará a coadyuvar a la consecución de la paz sin derramamiento
de sangre, con lo cual habrá alcanzado un nuevo timbre honroso, y la gratitud
de los ecuatorianos.
Encarezco por tanto a usted que a la brevedad posible se sirva nombrar
una Comisión compuesta de tres miembros, a efecto de que conferencie con
la que a su vez y en igual forma nombre el Jefe Supremo proclamado en Esme-
raldas, General don Flavio E. Alfaro y el Gobierno que preside en Quito el
doctor Carlos Freile Zaldumbide.
Establecidas las conferencias de paz en el lugar que se estime conveniente,
fácil será, no lo dudo, llegar a un avenimiento que unifique la opinión, asegure la
paz, afiance el Régimen Liberal y asegure garantías para todos los ecuatorianos.
No creo necesario excitar el civismo de usted, ni extenderme en conside-
ración acerca de la conveniencia de cuanto dejo expuesto, y así sólo me resta
esperar su aquiescencia.

(f.) Eloy Alfaro.

76
Último Manifiesto de Alfaro a la Nación

“Al regresar a mi Patria, a la que saludo con veneración, creo un deber im-
puesto por las circunstancias, el dirigir la palabra a la Nación Ecuatoriana y
particularmente al gran Partido Liberal Radical.
La situación del País, en extremo delicada, exige, para salvarla dignamente
que todos procedamos con abnegación y desinterés.
Hoy más que nunca deben posponerse las aspiraciones personales ante la
necesidad de unificar la acción patriótica de cimentar la paz en la República.
La perfecta armonía, la más absoluta concordia, son en los momentos ac-
tuales los factores que se imponen para contener la anarquía, cuyas funestas
consecuencias a nadie se le ocultan.
Para evitar tan grave mal, preferí abandonar el suelo patrio, antes que ocu-
par nuevamente la Presidencia como pude hacerlo sin ningún esfuerzo, a raíz
de los sucesos de agosto del año pasado.
En la actualidad la familia ecuatoriana se encuentra en plena discordia y a
punto de entrar en una guerra fratricida, cruenta y dolorosa. En tales circuns-
tancias no he trepidado en abandonar mi retiro para mediar amistosamente
con el objeto de que se llegue a buen acuerdo entre las secciones de la República
que se encuentran regidas por gobiernos diferentes.
El patriotismo me impone misión de paz, y si como lo espero, me secunda
la mayoría de mis compatriotas para obtener el buen éxito, será ello lo que
constituya la más grata satisfacción de mi vida.
Ir a la paz mediante un juicioso acuerdo para elevar a la primera magistra-
tura del Estado un personaje civil, de reconocida honorabilidad, capaz de con-
tinuar la obra de engrandecimiento que ha venido efectuando el régimen
liberal, sería hermoso y digno de un pueblo patriota como el del Ecuador.
En el desgraciado caso de encenderse la guerra civil hasta el punto de ir a
los campos de batalla, ELEMENTOS LE SOBRAN PARA TRIUNFAR A
LA JEFATURA SUPREMA PROCLAMADA EN ESTA CIUDAD. Esto está
en la conciencia pública, pero el patriotismo, la humanidad, el buen nombre
ecuatoriano y los altos intereses del país, exigen que se procure a todo trance
una solución pacífica a la par que decorosa para todos.
Tenemos pendiente una grave cuestión internacional, que si bien hasta
hoy hemos tratado de solucionar equitativamente aceptando los buenos oficios
de las poderosas naciones que median en el asunto, no por eso deja de exigirnos,
de un modo imperioso, que nos presentemos unidos ante el mundo y con ca-

77
pacidad suficiente para merecer las altas consideraciones de los demás al propio
tiempo que para hacer valer nuestros legítimos derechos ante la justicia o en
cualquiera otra forma. Reclamo, pues, el concurso de todos mis compatriotas
para la obra que me propongo realizar, haciendo completa abstracción de mi
personalidad y sin otra mira que la de ver a mi Patria feliz al amparo de sólida
paz interna basada en el Imperio de las Instituciones liberales vigentes.
Procedamos con la cordura que las circunstancias reclaman, y no sólo da-
remos una prueba de civilización, sino que escribiremos una bella página en la
historia ecuatoriana.
Guayaquil, Enero 5 de 1912.

(f.) Eloy Alfaro.


(Imprenta El Vigilante)

8888

78
2. Mensajes a las Asambleas Constituyentes
y al Congreso Nacional

Mensaje del Jefe Supremo de la República a la


Convención Nacional de 1896 - 1897

Señores Diputados:
En cumplimiento del deber que me ha impuesto el cargo de Jefe Supremo
de la República, paso a daros cuenta de los actos ejecutados durante el tiempo
que he ejercido el Poder Supremo, de que fui investido por los pueblos.
Breve seré en la narración de los hechos, porque así lo requiere la naturaleza
misma de este Mensaje; pero, la deficiencia que notéis, será suplida, ya por los
señores Ministros en sus respectivos informes, ya por mensajes especiales, que
debo presentaros para tratar, detenidamente, de varios asuntos de vital interés.
Vivía la Nación bajo el peso abrumador de un círculo político, corrompido
y corruptor, cuando la medida de la iniquidad se colmó con el negociado del
Japón. La prensa honrada del país afrontó el peligro, descubrió por completo
el negociado infame y los pueblos se lanzaron a la lucha armada. Guayaquil, el
pueblo de las heroicas tradiciones, dio forma respetable al sentimiento patrió-
tico de reivindicar la dignidad nacional ultrajada, y, en ejercicio de su soberanía
inmanente, el CINCO DE JUNIO, estableció un nuevo Gobierno que lo di-
rigiera en la gran labor de su regeneración.
Yo tuve la honra de ser proclamado Jefe de ese Gobierno, con el carácter
de Jefe Supremo de la República.
Hallábame en la hospitalaria tierra de Nicaragua, cuando el alambre eléc-
trico me llevó la noticia de mi proclamación. Al instante acepté tan alta distin-
ción, me puse en marcha y el 18 de junio arribé a esta ciudad. Conmovida mi
alma por el entusiasmo delirante del pueblo, que me hacía palpar que siempre
era digno descendiente de los Próceres del Nueve de Octubre, asumí el mando
el día 19.
Un deber de justicia me obliga a hacer constar aquí que el cargo de que fui
investido lo recibí de manos del señor don Ignacio Robles, a quien Guayaquil
encargó del mando, con el carácter de jefe Civil y Militar, durante mi ausencia.

79
Su comportamiento en los momentos de mayor excitación; en las circuns-
tancias difíciles que siguen siempre después de que un pueblo sacude la opre-
sión; en el instante mismo en que se hacía indispensable, unir el tino a la
energía, la indulgencia con la justicia y procurar la unión del partido, hacen
recomendable al señor Robles, a la gratitud del pueblo que, si honra le dispensó
y justicia le hizo con la elección, bienes ha recibido de él, con un proceder
ejemplarmente desinteresado, en época tan especial en que ambiciones bastar-
das, suelen poner a prueba la moría de bien.

La Nación se encontraba, cuando me hice cargo del mando, en completa anar-


quía; y fue por esto mi cuidado preferente procurar la conciliación ánimos exal-
tados, para que no fueran estériles los sacrificios del pueblo.
Envié comisiones de paz a Quito y Cuenca, donde se encontraban los ver-
daderos núcleos de resistencia, y di como instrucción especial, al señor doctor
don Rafael Pólit, Presidente de la Comisión principal, la de que, si mi perso-
nalidad fuese un inconveniente para obtener la paz, yo estaría pronto a sepa-
rarme del poder, con tal de que ese paso tendiera a la reconciliación de la familia
ecuatoriana.
Las comisiones fueron rechazadas, e hizo entonces inevitable la guerra.
Carecíamos del armamento necesario para atender a los miles de patriotas
que clamaban por empuñar el rifle para combatir y lavar la afrenta inferida al
sagrado Emblema de la Patria, a esa bandera que Bolívar y Sucre llevaron en
sus manos siempre victoriosa, hasta verla tremolar con gloria en la cumbre de
los Andes, sellando la independencia de medio Continente.
La situación económica del país no podía ser más aflictiva; todas las rentas
pignoradas; la Tesorería de Guayaquil empeñada con certificados por ingentes
sumas y la ciudad amenazada de un desbordamiento por manejos maquiavéli-
cos, brote natural de esa escuela de depravación que había implantado en el
país el partido floreano de tenebrosa historia.
Para llevar a cima la grande obra de la regeneración, se presentaban obstá-
culos al parecer insuperables, pero la sensatez y levantado patriotismo del Pue-
blo guayaquileño, alejó el peligro y obvió todos los inconvenientes. Se facilitó
al Gobierno el dinero preciso para atender a los gastos inaplazables; las armas
que estaban en manos de los buenos ciudadanos fueron entregadas al Parque y
se organizó en la Costa un ejército de voluntarios hasta donde lo permitieron
los exiguos elementos de guerra; ejército que, por distintas direcciones marchó
en auxilio de sus hermanos del Interior, quienes, si es verdad se encontraban

80
empeñados en heroica lucha, hubieran sucumbido ante la desigualdad de fuer-
zas y la carencia de elementos. Con su abnegada cooperación y con el valeroso
arrojo de nuestros soldados se triunfó en todas partes, volviendo así la paz a la
Nación.
Los vencidos en armas fueron perdonados.

Restablecido el orden, dedicó el Gobierno sus esfuerzos a reorganizar la admi-


nistración pública y a prestar decidido apoyo a las mejoras de interés general
que reclamaban preferente atención.
Empeñado en esas labores sobrevino la tenaz conspiración de los vencidos.
Mi programa de Perdón y Olvido lo tomaron por debilidad, acostumbrados,
como estaban, en la condición de vencedores, al exterminio del vencido.
Era notorio que el Gobierno se encontraba con escasez de armamento en
sus parques. Para prevenir la alteración del orden y en la convicción de que es-
tando bien armado el Gobierno, desistirían los insensatos de sus planes sub-
versivos, o bien que, al estallar cualquier movimiento reaccionario,
anonadaríamos por la fuerza y en poco tiempo a los rebeldes, puse especial cui-
dado en proveer nuestros parques, y en consecuencia, contraté una buena can-
tidad de elementos de guerra, que habrían estado en nuestro poder en febrero
próximo pasado, a no haber ocurrido en Europa intrigas que lo impidieron.
El contrato se ha renovado, y por cable tenemos ya aviso de encontrarse
en camino diez mil rifles Mausser. Con este refuerzo seguirá consolidándose la
paz, y en caso necesario, tendremos a la mano medios con que restablecer el
orden sin demora.
Los enemigos del adelanto del Ecuador se reanimaron al ver casi desar-
mado al Gobierno y aún precipitaron sus movimientos temerosos, quizás, de
que pudiéramos remediar el daño que se nos había causado. Ambiciones bas-
tardas completaron el plan revolucionario.
Cuando la conspiración tomó el carácter de notoriedad pública, expedí el
Decreto de 21 de marzo que prescribe que el Gobierno haría la guerra con los
bienes de los enemigos; decreto que, al haberlo puesto en ejecución, sin mira-
mientos de ninguna clase, habría ahorrado a particulares y al país inmensos sa-
crificios. Mas, debo aclarar que en el terreno de las intrigas, bajo el velo de los
empeños por conmiseración, no soy fuerte.
Poco uso he hecho de este Decreto, casi reducido a pocas familias que de-
dicaron con cinismo sus bienes a proteger invasiones filibusteras y a favorecer
insurrecciones en todo sentido. Esos bienes adquiridos con la desolación del

81
país, amasados con el sudor del Pueblo, fomentados con la fuerza y regados
con la sangre de hermanos, debían pagar el mal que hicieron y precautelar uno
mayor.
Los facciosos llamándose defensores de la Religión que el Gobierno no ha
atacado ni podía atacar –aunque dictara providencias contra determinadas per-
sonas del clero, quienes saliendo del círculo de acción que les da su ministerio,
se convirtieron en corifeos políticos–, se presentaron en armas desde el Carchi
al Macará y solo debido al concurso y denuedo de los buenos ciudadanos han
podido el gobierno debelar la insurrección más formidable que registran nues-
tros anales.
Según los datos adquiridos ha sido el clero extranjero el motor principal
de la conspiración. Son de notoriedad pública los trabajos en el Exterior del
Obispo Schumacher, oriundo de Austria, para organizar invasiones y procu-
rarnos conflictos internacionales; así como la labor constante del Obispo Masía,
de nacimiento español, revelada en una carta que se encuentra en poder del
Gobernador de Loja. En Cuenca los Padres Salesianos fabricaron gran cantidad
de cápsulas para los facciosos, asegurando que era para salvar la Religión.

En Riobamba expedí el Decreto de 1 de julio, que asigna gratificaciones a los


heridos y a los deudos de nuestros valerosos soldados que se sacrificaran en de-
fensa de las libertades públicas.
He cometido la falta de no haber impuesto a los culpables una contribu-
ción de guerra extraordinaria para el cumplimiento de ese sagrado compromiso,
pero os ruego, encarecidamente, que reparéis esa falta involuntaria en la forma
que estiméis conveniente.
En Cuenca, compadecido del engaño de que habían sido víctimas los azua-
yos, que pensaban que era deber morir por la religión que creían perseguida,
mandé poner en libertad a los prisioneros de guerra en el mismo campo de ba-
talla y expedí además el Decreto de indulto fechado en 23 de agosto.

Encontrábame en Riobamba por consecuencia de los disturbios que terminaron


en los desfiladeros de Quimiag a Chambo, cuando tuve conocimiento de la re-
presentación dirigida al Gobierno por el Pueblo guayaquileño, solicitando que
la Convención Nacional se reuniera en esta ciudad.
Grande fue mi conflicto: conocía por una parte las ventajas naturales que
tiene en su favor la Capital de la República y que ellas facilitarían la reunión y
trabajos de la Representación Nacional; y por otra, me encontraba en el deber

82
de hacer justicia a la alteza de miras que entrañaba la solicitud del Pueblo factor
principal de la Regeneración del Ecuador.
Resolví el problema, conciliando los deseos y aspiraciones de los dos pue-
blos, en comunicación telegráfica que dirigí al Consejo de Ministros y en cir-
cular que, por recomendación mía, pasó el señor Ministro de lo Interior a los
Gobernadores de Provincia.
En tal virtud, expedí con fecha 14 de septiembre el Decreto de convoca-
toria que me permite la honra de veros reunidos en el Templo de la Ley, y pre-
sentaros mis respetuosas congratulaciones.

Nuestras relaciones internacionales son satisfactorias.


Mi Gobierno ha puesto todo su anhelo en estrechar más los vínculos de
cordial amistad con todas las naciones del mundo y, especialmente, con las de
este Continente.
Hemos recibido Ministros Plenipotenciarios de Colombia, Perú, Vene-
zuela, Brasil, Chile y España y Ministro residente de la Gran Bretaña.
Por nuestra parte se acreditó una misión diplomática ante los Gobiernos
de Estados Unidos de Norte América y Méjico.
Abundando el Gobierno ecuatoriano en sentimientos fraternales de levan-
tado americanismo, invitó a los Gobiernos del Continente a un Congreso In-
ternacional, que debía reunirse con el objeto de dictar un
Derecho-Público-Americano, a la vez que facilitar los medios para ensanchar
las relaciones comerciales entre sí. En el día señalado se instaló en la Capital
Mejicana la Junta de Delegados, con asistencia de los Representantes de Mé-
jico, Guatemala, San Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Ecuador.
Las Repúblicas de Bolivia y Paraguay, ofrecieron enviar sus Representantes;
más, después se excusaron.
La mayoría de los gobiernos de las demás Naciones acogieron el proyecto
con entusiasmo, elogiando el propósito; y ofrecieron estudiar las decisiones del
Areópago y adherirse a ellas, sometiéndolas a sus Legislaturas.
La Junta de Delegados al Congreso Americano clausuró sus sesiones, con-
trayendo el empeño de procurar la reunión de otro Congreso con la asistencia
de Representantes de todas las Repúblicas del Continente.
Al Ecuador, que le cupo la honra de tomar la iniciativa para la reunión
de una Asamblea Internacional que tan imperiosamente se hace necesaria, cá-
bele la satisfacción de haber dejado su nombre en alto puesto, habiendo reci-
bido, a la vez, honrosos elogios en documentos de trascendental significación,

83
que tendré complacencia de comunicaros, en el instante que los reciba ofi-
cialmente.
Siendo la Isla de Cuba, teatro de una guerra desoladora, consideré deber
de humanidad, a la vez que de americanismo, interceder con nuestra Madre
Patria a favor de la generosa emancipación de esa Antilla. Aún no he recibido
contestación.
Con la íntima convicción de que uno de los pactos que requiere variaciones
trascendentales, es el existente en el Ecuador y el Vaticano, envié especiales y
concretas instrucciones a nuestro Ministro ante la Santa Sede, a fin de que ini-
ciara las reformas convenientes y de acuerdo con las ideas, tendencias y aspira-
ciones del país. Los trabajos para conseguir la variación del Concordato, que
tanto predominio concede a la Iglesia sobre el Estado, se han iniciado ya, y los
informes y demás documentos recibidos, me persuaden de que esos trabajos
avanzan en términos satisfactorios.

Dados los antecedentes escandalosos que han precedido siempre a los arreglos
de la Deuda Inglesa, juzgué de estricta justicia cortar, ejecutivamente, el nudo
gordiano, y al efecto expedí el Decreto de 14 de marzo, que suspende la entrega
de las sumas asignadas para el pago de esa deuda y ordena depositar su producto
en el Banco del Ecuador. El depósito está existente sin que, la penuria del Era-
rio, ni en los momentos más difíciles, haya sido motivo para distraer esa suma;
la honra nacional exigía su conservación.
Para que se estudiara detenidamente, este viejo y enojoso asunto, nombré
una comisión de personas honorables y competentes de Guayaquil, pero des-
graciadamente no aceptaron.
Por fortuna, el Sr. Dr. Emilio M. Terán, había aceptado el cargo de escla-
recer la manera como se había procedido en la concesión de los terrenos baldíos
de Esmeraldas, y como uno y otro asunto están conexionados íntimamente, se
impuso, espontáneamente, la ímproba labor de hacer a la Nación ese especial
servicio. Los documentos recopilados, los datos recogidos y la narración de los
hechos que han tenido lugar, constan impresos en un libro de 868 páginas.
La República ha contraído deuda de gratitud con ese buen ecuatoriano, y,
por mi parte, y en nombre del Gobierno, he expresado mi reconocimiento al
inteligente laborioso patriota.

El vigor más inquebrantable, la mayor energía de mi Gobierno, no han sido


suficientes para triunfar sobre las capciosas y eternas alegaciones empleadas por

84
los fatídicos empresarios de la vía férrea de Chimbo, por tener el injusto pleito
que se ha sostenido contra los derechos de la Nación.
Cuando me hallaba resuelto a emplear todo rigor de la justicia ejecutiva
contra esos pertinaces especuladores, convine en una transacción cuyo resultado
fuese la entrega inmediata al Gobierno del Ferrocarril de Durán a Chimbo,
ciertas restricciones y el pago de las costas procesales a cargo de la Compañía
de Obras Públicas, aunque, a decir verdad, la insolvencia de ésta dejaba sin
efecto el cumplimiento del convenio.
Se me ha informado posteriormente que los términos del arreglo son de
tal naturaleza que verificada la liquidación prescrita, el Estado, además de pagar
lo que no tiene por que reconocer, quedaría todavía comprometido con fuerte
suma de dinero a favor de los autores de nuestra ruina. Las bases de transacción
han sido suscritas a nombre del Gobierno de completa buena fe y por falta de
conocimientos perfectos en el embrollo; de ahí el que todo esfuerzo de mi parte
haya sido estéril sobremanera.
Esto me ha persuadido de una tristísima realidad; si a un Gobierno como
el que os dirige la palabra, que ha hecho guerra con energía a quienes de mala
fe han especulado con el país, lo burlan sin temor ni respeto a la justicia ¿qué
no se habrá consumado antes de ahora si el régimen caído hubo pervertido en
los suyos todo sentido de honradez, para aprovecharse de negociaciones sinies-
tras y perdurables?
La Deuda Externa y el Ferrocarril de Chimbo explican suficientemente la
perversión de esos Gobiernos y lo ilícito del móvil de sus actos administrati-
vos.
El retardo en la solución del pleito con los titulados contratistas, ha impe-
dido al Gobierno dar a los trabajos del Ferrocarril una forma práctica y bene-
ficiosa, consignándolos previamente a la administración de una Junta formada
en Guayaquil con sujetos de indisputable honradez y competencia rentística,
que alejaran la venalidad y el fraude e inspirasen absoluta confianza a la Repú-
blica. En esta forma el ferrocarril será un hecho.
Capitales se consiguen fácilmente para grandes empresas, cuando la inver-
sión de los empréstitos es honrada y se sabe que la obra que se construye es la
mejor garantía para el prestamista, sin tomar en cuenta los productos del
mismo ferrocarril y las rentas que el Gobierno puede afectar transitoriamente
para el pago de un interés moderado, pero que estimule el lucro individual de
capitales nacionales y extranjeros que no tardarían en cubrir sus gastos y ser
atendidos con seguridad en el servicio de intereses.

85
Va para un año que el Gobierno tiene contratado un buen cuerpo de in-
genieros –dirigido por el señor Muller, profesor de primera clase y ventajosa-
mente conocido por su honorabilidad y competencia– que se ocupa de ejecutar
el trazo de la vía a Sibambe. Levantando científicamente el plano, se sabrá el
costo de la obra.
Tanto de Europa como de Norte América se han solicitado informes sobre
ese proyecto ferrocarrilero y he diferido el suministrarlos para cuando esté ter-
minado el plano respectivo.
Habiendo honradez, habrá capital de sobra, repito, y la obra se realizará,
sin pérdida de tiempo.
A un ingeniero del Estado se ha recomendado levantar el plano para una
vía férrea de Manta a Santa Ana, pasando por Montecristi y Portoviejo. El tra-
yecto es llano y por tanto la obra barata y con brillante perspectiva de beneficios
para los empresarios y para Manabí.
Otra empresa ferroviaria de fácil construcción es la de Machala al Pasaje.
Tarde vine a penetrarme de ello, por cuyo motivo no he tenido tiempo de hacer
estudiar científicamente ese camino.
He tenido ofertas para varias otras empresas de ferrocarril: la principal una
que debía partir de la Provincia de los Ríos a Ibarra. Para garantizar el cumpli-
miento del contrato, exigí el depósito de una cantidad competente, y como la
que se ofreció fue pequeña, la rehusé. Además, la Nación debe dar toda prefe-
rencia a la obra empezada por Yaguachi.
Habría aceptado un depósito de cincuenta mil sucres, por un privilegio
para construir el ferrocarril del Pailón a Quito, pero consultado el ingeniero
ill en los detalles, éste lo condenó por ser de vía demasiado angosta y por
tanto quedó sin efecto el proyecto.
El camino de herradura de Ibarra al Pailón, estaría ya terminado sin los
trastornos políticos que han tenido lugar en las Provincias del Norte. Para la
prosecución de los trabajos se ha asignado renta especial y la terminación de la
obra será una realidad en el año próximo.
La apertura de ese camino dará vida al comercio de Imbabura y Carchi
con Esmeraldas.
La Instrucción Pública exige de preferencia vuestra especial atención; que
se establezca un buen sistema de una manera sólida y que se reglamente la en-
señanza para hacerla fácil y práctica.
Para ello se hace necesario crearle rentas propias y que garanticen su exis-
tencia independientemente del Gobierno. De este modo no estarán los pre-

86
ceptores sujetos a los vaivenes de la política, percibirán sus haberes con regu-
laridad y, por tanto, se contraerán con interés y buena voluntad al cumpli-
miento de sus deberes.
La Beneficencia, necesita también rentas y administración propias.
Con el sistema actual, no reciben los Hospitales y demás casas de caridad,
los subsidios que debe darles el Gobierno, con la puntualidad debida, por cau-
sas que serían demás reseñar en este Mensaje.
Bien reglamentado el servicio y con personal honrado que se encargue del
manejo del ramo, no se repetirían los casos de falta absoluta de recursos, como
sucede a menudo en épocas de alternación del orden. Se ha observado en la
Beneficencia de Guayaquil, que cuando ha estado servida por personas hono-
rables, los donativos han sido cuantiosos, y que estos cesaron cuando el Go-
bierno anterior puso en juego su influencia perniciosa, para explotar también
ese ramo. Personal honrado dirige hoy la administración de la Beneficencia,
pero con el accidente que ocurrió prevalece la desconfianza que es preciso des-
vanecer con leyes protectoras de tan respetable institución.

La agricultura, hoy por hoy, constituye la verdadera riqueza del país, y, por
consiguiente, merece leyes que le presten apoyo y fomento. Los gravámenes
que pesen sobre ella, deben dedicarse exclusivamente al establecimiento de es-
cuelas agrónomas, tendentes a mejorar científicamente el cultivo de los exis-
tente y a introducir nuevas industrias, como la seda, el henequen y otras que
no están al alcance de la iniciativa particular para implantarlas inmediatamente.
El cultivo del heneque o cabuya en Yucatán –Méjico–, sobrepuja en valor al
cacao en el Ecuador, con la perspectiva favorable de que en nuestro país, se
produce esa planta espontáneamente.
Precisa reglamentar el cultivo de la tierra, porque entiendo que la destruc-
ción de los bosques produce el alejamiento de las lluvia, así como también es
menester disminuir gradualmente los impuestos ordinarios que gravan los fru-
tos, especialmente al cacao.
Me he visto obligado, perurgido por los gastos de la guerra a gravar algunos
productos de exportación, pero esto es transitorio y deben desaparecer tan luego
como se cubran los empréstitos a que están afectados.
La agricultura merece tal protección que, en mi concepto, los frutos de
exportación deben estar exentos de toda contribución fiscal, exceptuando lo
que se destine para el establecimiento y fomento de escuelas agrícolas. Los im-
puestos municipales deben limitarse en lo posible.

87
Los establecimientos bancarios que destinaran sus capitales al exclusivo fo-
mento de la agricultura, necesitarían a su vez de prerrogativas razonables, y la
concesión de ella, os la recomiendo especialmente.

El comercio ha tenido en mí decidido apoyo en consonancia con las conve-


niencias generales, y por esto he alterado en tal sentido los derechos de impor-
tación de algunos artículos.
Soy partidario del libre cambio en su más lata aceptación, pero mientras
dure la infancia de nuestro desarrollo industrial, pienso que debemos dar am-
paro juicioso a los ramos que necesitan de leyes protectoras, y aun de razonables
auxilios del Tesoro Nacional.
La grande cuestión que viene preocupando a los pueblos y gobiernos, es
la de la moneda que debe adoptarse como el curso obligatorio.
Las estadísticas demuestran que al presente no hay en el planeta oro sufi-
ciente para atender a todas las transacciones y que su producción es relativa-
mente escasa: mientras que la plata abunda y su producción aumenta
diariamente en proporción tan gigantesca que la depreciación de su valor se-
cular obedece a ese interés natural que señala los precios sobre toda especie por
la ley económica de la oferta y la demanda. Esta emergencia ha dado margen
al inmenso juego de bolsa que hacen los grandes capitalistas de ultramar; juego
que ha estado amenazado arruinar a los países de América, donde el metal
blanco es la base monetaria de su sistema económico; situación anómala que
convierte en su caos el valor real de los tipos regulares de cambio y que direc-
tamente afecta la marcha próspera de nuestro comercio.
Prevenir, en lo posible, los daños que todavía pueden surgir de semejante
situación, será labor que os agradecerá el país.
Escuchar a los economistas y estudiar atentamente los debates que susciten
los particulares sobre tan vitalísimo problema a fin de resolver lo que convenga
a los habitantes de la República, cuya prosperidad, proveniente siempre del tra-
bajo, constituye la riqueza positiva y honrada de la familia y la fuerza y respe-
tabilidad de los pueblos libres; esta es la cuestión.
El papel moneda fiscal en sus variadas formas, debemos desecharlo, porque
este arbitrio, como recurso normal, establece y constituye, con rarísimas ex-
cepciones, una amenaza inminente a la fortuna del rico, como al bienestar del
pobre. Al fin degenera el papel moneda en juego de bolsa y las fluctuaciones
de alzas y bajas, efecto del agio corruptor socavan la moralidad comercial, pre-
cipitando a la ruina absoluta, como corolario de las bajas forzosas.

88
Procurar la descentralización de las rentas nacionales, lo más posible, es en mi
concepto un asunto que debe ocupar, preferentemente, la atención de la Con-
vención Nacional. Los asociados teniendo particular interés en la recaudación
e inversión de las rentas públicas, vigilarán especialmente su manejo y harán
notorias las faltas que se noten y las necesidades y reformas que deban llenarse.
Igualmente y para que día a día, en lo posible, pueda saberse el movimiento
de la Hacienda pública es menester que en la contabilidad de hacienda se efec-
túen reformas de trascendencia.
Esto haré a mi juicio indispensable la creación de una cartera especial, que
se contraiga, exclusivamente, a la recta administración de los caudales públicos,
a la inspección periódica u ocasional de las oficinas de Hacienda y a cuidar de
que las cuentas marchen con el día, como sucede en los Bancos comerciales.
Así como en la milicia no hay verdadero ejército sin disciplina, en el orden
económico no hay hacienda sin método claro y sencillamente práctico.
Debido al actual sistema está ahora la Nación, en riesgo de perder algunos
centenares de miles de sucres por derechos de importación de la Aduana de
Guayaquil. Las planillas de varias quincenas no pudieron pasarse con oportu-
nidad, debido al pésimo sistema que está en vigencia y el último incendio se
ha encargado de liquidarlas.

Los créditos antiguos a cargo de la Nación necesitan que se regularice el pago


buscando un sistema que sin gravar en demasía al Erario, permita ir amorti-
zando esas deudas contraídas por todos los gobiernos, reconocida por muchos
y no cubiertas por ninguno.
El cumplimiento de las obligaciones contraídas trae el crédito; nadie debe
tenerlo mayor que el Estado y sin embargo la ley actual que reglamenta la can-
celación de deudas, tiene también cancelado el crédito nacional interno.
Con excepción de los préstamos en dinero que hacen los Bancos al Go-
bierno, y que tienen ramos determinados para amortizar las sumas dadas por
contratos y cuyo fiel cumplimiento interesa a la conveniencia pública; para el
servicio de los de créditos antiguos puede asignarse cantidades limitadas y pru-
dentes, con el fin de extinguir las deudas de quienes concedan mayores ventajas
al Fisco. Este sistema de licitación o remate ha sido adoptado ya con resultado
satisfactorio en otras naciones, desapareciendo también así, el favoritismo y
aun el agio corruptor.

89
El servicio judicial ha venido siendo una llaga social gangrenosa, porque las
disposiciones legales subsistentes dan lugar a toda clase de abusos.
Sin buena administración de justicia no puede vivir en paz ningún país y
para conseguir ésta en el nuestro, es indispensable que se lleven a cabo las ne-
cesarias reformas que requiere tan importante ramo de la administración pú-
blica. Jueces que personalmente son honrados pero que tienen que guiarse por
leyes tenebrosas no pueden dar buen fruto. Corrijamos, pues, los defectos le-
gales para impedir la torcida aplicación de la misma ley.
Creo que convendría hacer obligatorio el sistema de árbitros en las cues-
tiones civiles, a fin de conseguir así pronta y barata administración de justicia,
y procurar favorecer al litigante honrado.
Puede hacerse el ensayo limitándolo a las cuestiones que en lo futuro se
ventilen y fijando cuantía bien determinada. Los demás quedarían bajo la férula
del actual sistema, hasta tanto se palpen los beneficios o inconveniencias del
nuevo.

En la administración pública el progreso material que ha alcanzado el Ecuador,


se debe, por lo general, a esfuerzo de las Municipalidades; y esto a pesar de que
alguno malos gobernantes han restringido y desviado por miras proditorias la
acción benéfica de los Municipios.
Es indispensable darles facilidades fuerza y amplitud en su acción local,
pero sin permitirles que comprometan por sí solas las rentas del porvenir. Bien,
que la acción libre se ejerza en las rentas del año, pero no así en la de los pos-
teriores, porque tal procedimiento es poner al personal que va sucediéndose
en la dolorosa necesidad de no poder ejecutar trabajos que se hacen indispen-
sables en épocas dadas aunque antes no lo hayan sido.
Recibir por legado de un personal anterior, la bancarrota del Erario mu-
nicipal, es bien triste; y sobre todo si, como sucede actualmente en la de Gua-
yaquil, se hace indispensable acudir al alza de contribuciones o la creación de
otros impuestos, para salvar una situación difícil o conseguir los medios precisos
de llenar las obligaciones que impone la ley. Los que comprometen el porvenir
no asumen la responsabilidad; los que heredan la triste situación son quienes
sufren las consecuencias y la mala voluntad del pueblo, que sin atender a los
antecedentes, fijase solo en la nueva traba que se le impone.
Juzgo, pues, conveniente que siquiera mientras se consiga regularizar la
marcha económica de los Municipios, deben de limitarse sus atribuciones por
lo que respeta a la administración e inversión de fondos, a los de solo un año,

90
pudiendo afectarlos por tres, previa aprobación del Ejecutivo con dictamen del
Consejo de Estado. Si la época pasare de más de tres años, deben acudir al
Congreso para obtener la concesión.

La mujer, ese ángel del hogar, que entre nosotros vive relegada a oficios do-
mésticos, merece la especial protección de una Asamblea liberal, por medio de
leyes que la protejan, como en Estados Unidos de América, y darle, además,
derecho de participación en los empleos públicos que sean compatibles con su
sexo. Por mi parte, he dado principio a esa protección ocupándolas en las ad-
ministraciones de correos; aparte de que en Guayaquil se ha establecido una
escuela de telegrafía para señoritas, con el objeto de emplearlas en nuestras ofi-
cinas telegráficas.
Justo es también ensanchar la esfera de protección abriendo a las mujeres
las universidades de la República, a fin de que puedan dedicarse al estudio de
profesiones científicas y proporcionarles, igualmente, talleres adecuados para
el aprendizaje de artes y oficios.
En Guayaquil sería fácil, con apoyo de un decreto protector, organizar
otra sociedad que, a semejanza de la Filantrópica se ocupe, exclusivamente de
niñas.
Reconociendo el Gobierno los inmensos beneficios que la Sociedad Fi-
lantrópica de esta ciudad viene prestando, por esfuerzo privado, a juventud
desvalida, y por eso, dispuso auxiliarla con la suma de cien mil sucres que per-
cibirá de un pequeño dividendo que se le ha señalado en los rendimientos del
muelle. Igual apoyo he dispensado a otras instituciones análogas, por ser este
puerto el centro donde convergen las mayores necesidades y ocupaciones co-
merciales.

Tenemos en las provincias del Litoral una clase de gente campesina, conocida
con el nombre de peones conciertos; esclavos disimulados, cuya desgraciada
condición entraña una amenaza para la tranquilidad pública, el día que un
nuevo Espartaco se pusiera a la cabeza de ellos para reivindicar su libertad.
En el curso de la campaña del año anterior, recibí muchas insinuaciones
de soldados que eran peones, en el sentido que esperaban de mí, un decreto
que los redimiera de su condición de esclavos. Recuerdo la impresión que me
causó en la batalla de “Gatazo” un soldado que se me acercó para decirme, en-
altecido por ardor bélico, poco más o menos estas palabras: “Mi General, voy
a pelear mi libertad; después del triunfo me dará una papeleta, para no ser más

91
concierto.” –Creo que ese valeroso soldado sucumbió en el combate, porque
no se me presentó al día siguiente como se lo recomendé, para atenderlo en su
justo reclamo.
He tenido el propósito de reunir en Guayaquil a los dueños de haciendas
para que excogiten los medios de llegar a un resultado satisfactorio tanto para
el patrón como para el infeliz concierto.
La solución del problema no es tan difícil como a primera vista aparece.
Hablando sobre el particular con un inteligente administrador de una gran ha-
cienda, me dijo: que a sus peones les había perdonado las deudas bajo la con-
dición de que, por el jornal que les pagara otro, le darían la preferencia, y que
desde entonces, por agradecimiento, tenía los brazos necesarios para sus labores
agrícolas.
Este punto es digno de vuestra atención, pues más vale prevenir el mal
que remediarlo.
La raza indígena, la oriunda y dueña del territorio antes de la conquista
española, continúa también en su mayor parte sometida a la más oprobiosa es-
clavitud, a título de peones. Triste y bochornoso me es declararlo; los benéficos
rayos del sol de la Independencia, no han penetrado en las chozas de esos in-
felices, convertidos en parias por obra de la codicia que ha atropellado a la
moral cristiana.
A título de peones conciertos, los indios son siervos perpetuos de sus lla-
mados patrones.
Y como no solo son culpables los que esclavizan sino también los que san-
cionamos con la indiferencia, ese delito de lesa humanidad, contra una clase
desvalida, cada uno de nosotros cargue con la parte de responsabilidad que le
corresponde y ponga el hombro a la reparación que reclama la propia concien-
cia de personas racionales y honradas.
Por un decreto se ha exonerado ya a la clase indígena de ciertas contribu-
ciones.
A vuestra sabiduría toca conciliar el derecho a la libertad que tiene esa clase
desvalida, con el apoyo que requiere la agricultura y servicio doméstico, pues
si no debemos consentir la esclavitud, tampoco debemos tolerar la vagancia,
ni menos que falte a los patrones la protección debida en contratos humanita-
rios y honrados con los peones y jornaleros.
Con la perspectiva del restablecimiento completo del orden, de las liberales
y progresistas reformas que con justicia se esperan de la Convención Nacional
y seguros de que en el Ecuador encontrarán una libertad completa en sus dis-

92
tintas manifestaciones, tal como sucede en todos los países civilizados, se pre-
paran a venir a nuestro suelo millares de familias de Europa y de América del
Norte, con el propósito de cultivar nuestras selvas.
Preparar el terreno para darles facilidades, proporcionarles la mejor acogida
posible y garantizarles por completo el ejercicio libre de industrias, favorecién-
dolas por medio de concesiones que despierten el deseo del trabajo, tal es nues-
tro deber, porque esa es también nuestra conveniencia.
Dar vida al país por medio de la inmigración y el fruto benéfico que más
tarde se coseche, será debido a la fructífera semilla sembrada en hora feliz por
los distinguidos patriotas que forman hoy la Asamblea Constituyente,
En el Ecuador existen fueros para los militares y los eclesiásticos, odioso
privilegio que es necesario eliminar.
Pensé decretar la abolición de tales fueros, mas tuve que abstenerme por
la cortapisa que pone una de las cláusulas del Concordato; pero como este obs-
táculo tiene que ser obviado en el nuevo arreglo con la Santa Sede, creo que,
en nuestra Carta Fundamental podéis consignar que, ante la ley, son iguales
todos los habitantes de la República.
Servicios inmensos prestaría a la marina, dando ocupación lucrativa a cen-
tenares de artesanos, la construcción de un verdadero astillero o dique seco en
la ría de Guayaquil.
En tiempo de la colonia, Guayaquil era el obligado arsenal marítimo,
donde no solo se reparaban los buques que surcan el mar Pacífico, sino también
donde se construían las naves para el servicio de cabotaje.
El flujo y reflujo hace de las riberas de la ría, astilleros naturales, que solo
por incuria de los Gobiernos permanecen estacionarios.
Esta obra, en mi concepto es indispensable, y conociendo su importancia
me he ocupado de ella, pero sin poder darle forma práctica por lo azaroso de
los tiempos que han corrido.
Una vez levantados los planos, creo fácil conseguir que por empresa par-
ticular se realice la construcción del dique aludido, atendiendo a que será un
buen negocio para el empresario.
Para nada nos hemos preocupado aún, del fomento de la piscicultura, sin
embargo de prestar nuestros ríos y esteros de agua salada, facilidades inmensas
para la procreación del salmón y otra variedad de peces, que no existen en nues-
tras aguas. Igual cosa pasa con los criaderos de ostras, que fácilmente pueden
aumentarse en proporción suficiente para abastecer la costa del Pacífico.

93
No se necesitan caudales para fomentar estas y otra nuevas industrias, sino
ligero apoyo pecuniario del Gobierno cuando sea menester. Concediendo pri-
vilegios razonables abundarían las ofertas de capitalistas y la implantación y fo-
mento de nuevas empresas sería un hecho.
Juzgo que podéis autorizar al Gobierno para que, mirando como más con-
venga a los intereses comerciales, proceda a dar apoyo transitorio, ya sea en
forma de prima, garantía de intereses sobre capital, concesión de privilegio o
alza o baja de derechos de importación a toda empresa nueva que se introduzca
al país, sujeto como es natural a la aprobación del Congreso cuando se trate de
operación de mayor cuantía. Me refiero solo a empresas y concesiones de menor
consideración, las últimas pueden fijarse limitadamente, disponiendo que la
concesión se efectúe de acuerdo con el Consejo de Estado y sin afectar en nin-
gún caso el presupuesto y la marcha próspera de la administración.

El ejército que tenemos, todo es nuevo, improvisado, y si algo se ha veterani-


zado ha sido en la campaña misma.
Todo él ha sabido corresponder a la aspiración de la República, combatiendo
con bizarría donde ha sido menester, sin que la falta de elementos, la diferencia
del clima y las privaciones y fatigas de varias campañas, hayan hecho vacilar su
constancia ni doblegar su valor. El restablecimiento del orden lo han conquistado
nuestros bizarros soldados en cruentas luchas; la paz de que disfruta el país y la
reunión del Cuerpo Constituyente, son el resultado de sus sacrificios.
Los Jefes y Oficiales que hoy tenemos, ostentan sus presillas orladas con
el fuego de los combates, ellos y nuestros valientes soldados pusieron a prueba
su patriotismo. Me enorgullezco con justo motivo de haber sido el Jefe de esa
legión de valerosos ciudadanos.
En otra parte ya os he hablado de la deuda que tiene pendiente la Nación
con los heridos y deudos de los que han rendido la vida con la aspiración de
ver la Patria honrada y libre. Os recuerdo también, de nuevo, mi recomenda-
ción, esperando de vosotros este acto de justicia.
He ofrecido terrenos baldíos, con la condición de que sean cultivados, a
los voluntarios que han sido licenciados después de ruda campaña soportada
con ejemplar abnegación. Nada más justo que recompensa tan exigua y nada
más conveniente al incremento de la agricultura.
Que el Gobierno cumpla con lo ofrecido a sus denodados defensores y
que a la vez procure decretar cuanto convenga al mejoramiento moral y mate-
rial del Ejército activo, es uno de mis principales aspiraciones.

94
Os he hablado anteriormente del Ejército activo; tócame ahora recordaros que
debéis también dictar disposiciones adecuadas para reglamentar debidamente
las guardias nacionales.
Los Gobiernos anteriores han abusado tanto de este elemento militar, que
su existencia ha venido a ser impopular y es preciso que sabias reformas den
por resultado que corresponda a los altos propósitos que entraña esa nobilísima
institución.
De ella hay que obtener en caso indispensable los ciudadanos que la Patria
necesite para su defensa, pero garantizando su estabilidad e impidiendo que
los abusos que se cometen y los forzados cuanto inútiles trabajos a que en más
de una ocasión se les obliga, den un contrario resultado, pues así en lugar de
tener buenos soldados, aumenta el número de peones arrastrados por el abuso
o por el engaño.
Preferible es, la esclavitud voluntaria a la obligada; de allí que los peones
abunden y los soldados del ejército pasivo, sean en tan escaso número.
Muchos extrañarán que habiendo estado investido de todos los Poderes,
sin limitación alguna, no haya puesto en práctica varias de las reformas que
voy reseñando.
Bien sabéis la vida tempestuosa que ha llevado el Gobierno y que hemos
vivido constantemente con el arma al brazo, asechados siempre por un enemigo
implacable e insensato.
La lucha, ha sido por otra parte, no solamente en los campos de batalla,
sino también contra ese torrente de enredos, intrigas y favoritismo, convertido
desde antaño en sistema de vida política, y que impide al mandatario honrado
cumplir sensiblemente con su deber. Agréguese a esto, la necesidad inaplazable
de levantar recursos para atender a tantos gastos extraordinarios, motivados
por las aspiraciones, y se comprenderá fácilmente que no he dispuesto mate-
rialmente de más tiempo que el que he empleado en lo poco que se ha hecho
en el sentido de la reorganización del país.
(…)
Por la situación anómala que ha atravesado el país no me ha sido dable es-
tudiar las necesidades de las oficinas públicas y las reformas que en ellas con-
venga implantar
Algunas variaciones he llevado a cabo, así como también he aumentado
en varias oficinas el tren de empleados, por considerarlo de necesidad inapla-
zable, como lo ha sido el aumento de muchos sueldos. –Solo así, se obtiene
buen servicio en las oficinas con buenos colaboradores.

95
En el régimen pasado, ha sido sistema señalar sueldos exiguos que obliga-
ban a vivir casi en la indigencia al hombre de bien que será por la necesidad o
la desgracia compelido a prestar sus servicios.
En cuando a otros que aceptaban desempeñar un puesto para explotarlo,
el monto del sueldo les era del todo indiferente.
Actualmente por el cambio de empleados como por el aumento de la renta
que les estaba asignada, el servicio público ha mejorado notablemente en todo
sentido en especial en el ramo de Hacienda, pues sin embargo de habernos en-
contrado envueltos en dilatada guerra civil, que todo lo ha trastornado, los in-
gresos han sido superiores a los de los últimos años en que la paz daba
facilidades para la recaudación de rentas.
Las entradas de la Aduana de Guayaquil en el presente año serán superiores
a las del mejor año económico del Gobierno anterior.
Para la buena administración de justicia, para conseguir aumento de rentas,
para contar con soldados pundonorosos y empleados activos, se necesita ocupar
hombres inteligentes y honrados y los servicios de ellos solo se consigue con el
sistema de pagar buenos sueldos implantados ya por la Jefatura Suprema.
El ensayo durante la borrasca ha sido favorable; al consolidarse la paz estoy
seguro de que en el año próximo, el resultado será extraordinariamente satis-
factorio.

Sé muy bien que este Mensaje no encierra la solución de grandes problemas,


ni la minuciosa relación de todos los actos de la administración política que ha
corrido a mi cargo desde junio de 1895; lo último corresponde a los Ministros
de Estado, como ya os lo manifesté al principio, lo primero lo espera el país
con derecho y con justicia como obra digna de vuestros méritos e ilustración.
No olvidéis que esa obra tiene que ser redentora y que la suerte del Partido
y de la Patria se encuentra en vuestras manos; tened presente que la corrupción
política implantada desde la dominación floreana, es sistema que, en las últimas
administraciones ha adquirido prosélitos en gran escala, quienes hoy, siguiendo
la consigna del partido, tratan en todo terreno de establecer el caos y de dividir
para mandar.

Aquí debiera terminar el presente Mensaje, pero tengo que extenderlo aún más,
porque si las amarguras que he experimentado en el Calvario del Poder, no han
sido suficientes para herir de golpe y profundamente mi ánimo, el flagelo te-
rrible de las llamas que en fatídica hora ha destruido el corazón del a República,

96
me ha contristado tanto, que justo y necesario es que os llame la atención de
manera especial, sobre la triste situación a que ha quedado reducido Guayaquil,
el orgullo de nuestra Patria y áncora preciosa de las libertades patrias.
Si como Magistrado cumplo con el deber de deciros, el Ecuador ha per-
dido su mejor ciudad; como ciudadano tengo que demostrar mis sentimientos
de dolor al ver aún las cenizas humeantes de este suelo querido; solo como pa-
triota, callo, porque Guayaquil es escombros, pero la libertad y el patriotismo
tienen su domicilio en el espacio de tierra privilegiada donde os encontráis; su
hogar es la ciudad entera, cubierta por el cielo que ostenta los colores de su
gloriosa bandera.
Oprimidos se encuentran hoy por el dolor, contristados al ver el esfuerzo
de tantos años en escombros, pero al toque de guerra, si ésta es para defender la
Patria y sostener sus principios, veréis al instante salir de entre las ruinas un
nuevo ejército de voluntarios y sacrificar familia y fortuna en aras de la libertad.
Manos criminales, han querido ahogar el progreso de esta ciudad, herirla
de muerte, para ver en agonía su preponderancia y amortajada la libertad, pero
insensatos, no conseguirán sus fines, porque de esas cenizas saldrá Guayaquil
más floreciente, más próspera y más rica.
La adversidad retempla los ánimos y donde hay elementos y hábitos de
trabajo, las riquezas acumuladas en un siglo se recuperan en pocos años.
Por sus propios esfuerzos se levantará la Perla del Pacífico, pero eso no
quita que los Representantes de la Convención Nacional, que comprenden
bien cuánto debe la transformación política del país a esta ínclita ciudad, que
saben que el ejército patriota se ha compuesto en gran parte de hijos de Gua-
yaquil y que les consta los esfuerzos y sacrificios que le cuesta la derrota del
odioso partido que nos agobiaba y la conquista de la libertad que disfrutamos,
escogiten los medios de devolver en corto tiempo, todo el esplendor y toda la
belleza a esta patriótica ciudad.
Protección decidida a ella y que la paz sea el primer bien que reciba.
La suerte de Guayaquil está en vuestras manos porque con sabias disposi-
ciones de vuestra parte y un Gobierno que esté a la altura de su deber renacerá
de nuevo feliz.
Dios os guíe en el cumplimiento de vuestro deber.
Señores Diputados,

Eloy Alfaro.
Quito, octubre 10 de 1896.

97
Mensaje del Presidente Interino de la República
sobre la necesidad de que el Gobierno
continúe el Ferrocarril del Sur

Señores Diputados:
En Mensaje especial tuve la satisfacción de manifestaros la necesidad im-
periosa de proceder cuanto antes, y venciendo todos los obstáculos que puedan
presentarse, a la continuación y término del Ferrocarril del Sur; factor principal
para el progreso del país; medio expedito y seguro de unir a todos los habitantes
de la República, y de conseguir, como práctico resultado, que la igualdad de
ideas, principios y aspiraciones, afiance la paz, dé impulso al Comercio y a la
Agricultura, y vida y bienestar a la Patria.
Más, para dar principio a estos trabajos con la libertad necesaria y la acti-
vidad que ellos han menester, ante todo, y como condición indispensable, es
preciso buscar los medios de conseguir que el pequeño trayecto que hasta hoy
recorre la línea férrea, entre a la Administración directa del Gobierno sin que
existan trabas para ello; ni haya que buscar la intervención de un tercero, que,
con el carácter de juez y a nombre de la justicia tenga embargada no solo la
propiedad fiscal, sino aún la acción misma del Gobierno.
El arreglo lo creo fácil y aceptable por las partes que intervienen en el jui-
cio, para la rescisión de los contratos del Ferrocarril de Durán a Sibambe; es
decir, el Gobierno, el Sr. Marco J. Kelly y la compañía del Ferrocarril y Obras
Públicas de Guayaquil. Al primero le es conveniente, como os lo he manifes-
tado, tener a su cargo la línea férrea con absoluta, independencia de todo otro
individuo, sociedad o intervención judicial, y poder así sin obstáculo, entrar
de lleno en las reparaciones que son de vital importancia y en la obra misma;
a los otros, para ver concluidos juicios que, si se prolongan por intereses con-
trapuestos, no por eso pueden darles esperanza de una solución favorable.
Compensar los derechos y obligaciones y renunciar cada parte a lo que puede
alegar, pedir u obtener, es el bien que debemos hacer al país, dejando alegatos
para ejecutar trabajos reproductivos e indispensables para el porvenir.
Consecuente con el modo de pensar que os manifiesto, traté, en la época
en que estuve investido de amplios poderes, de llegar a una transacción acep-
table, y aun se firmaron por parte del Gobierno y del defensor de la compañía
y Obras Públicas, las bases para el arreglo; documento que encontraréis anexo
y señalado con la letra A.

98
Obstáculos provenientes de la reacción terrorista que conmovió de nuevo
a la República, impidieron que el arreglo se llevara a efecto con las solemnidades
debidas.
Después, e instruido de que entre las cláusulas que formaban la transac-
ción, existían algunas perjudiciales al Gobierno, otras que daban mayor derecho
a la compañía del que realmente tiene en la actualidad y que también se habría
prescindido de varios puntos esenciales, me vi obligado a buscar un nuevo arre-
glo que, sin los inconvenientes especiales apuntados, diera por resultado la ter-
minación de los litigios, renunciando cada una de las partes, mutuamente, las
acciones a que se creía con derecho. Formúlese entonces la minuta, letra B.
Al irse a efectuar esta nueva forma de transacción, vino el desastroso in-
cendio de Guayaquil a entorpecer la terminación del asunto, motivo por el
cual, y no creyéndome ya con atribuciones legales para concluirlo, acudo a la
Convención Nacional: ella, conociendo los antecedentes, y estudiando las con-
veniencias del país, debe dar sobre el particular una solución en armonía con
los intereses y aspiraciones del Gobierno.
Deseo que la Asamblea Nacional proceda en este asunto, con toda la am-
plia libertad de que goza, y sólo como data ilustrativo, me permito dejar cons-
tancia de las siguientes observaciones.
Bajo dos aspectos puede y debe estudiarse la conveniencia de las partes
para la terminación de los litigios pendientes, y procediendo con imparcialidad,
os presentaré en números, y por los datos existentes, cuál sería el resultado fa-
vorable o adverso, si se atiende a los cómputos hechos hasta que el Gobierno
recibió las sales y la Empresa Ferrocarrilera perdió la administración de la obra,
por secuestro judicial.
El cómputo de todos los trabajos hechos por el Señor Kelly, primeramente,
y por la compañía de Obras Públicas, después, en las distintas secciones en que
se encontraba dividido el estudio del Ferrocarril, asciende según documentos
oficiales, y teniendo en cuenta el precio y condiciones del contrato, a la
Suma de S/. 598.701,38
Y la Empresa tendría que pagar al Gobierno por el
producto de las sales a razón de S/.200.000 anuales
en 4 años 5 meses que la explotó la Compañía S/. 833.500,00
SALDO EN CONTRA DE LA EMPRESA S/. 234.798,62

Si tomamos, no ya la estrictez del precio fijado en el contrato, en relación


a lo trabajado, sino el avalúo total de los trabajos ejecutados, y que existen he-

99
chos por orden y cuenta del Gobierno, tendremos:
Avalúo practicado S/. 835.972,41
Recibido por sales S/. 833.500,00
SALDO A FAVOR DE LA EMPRESA S/. 47.527,59

Si dejamos estos datos y tomamos los suministrados por los mismos Em-
presarios, tenemos:
Valor del avalúo según ellos S/.1’076.279,00
Recibido por sales S/. 833.500,00
SALDO A FAVOR DE LA COMPAÑÍA S/. 222.770,00

Nada debo manifestar respecto del cómputo, porque el deja a favor del
Gobierno una suma de consideración.
Por lo que respecta al tercero, aparecerá a primera vista que le es perjudicial
a la empresa la transacción; pero debemos tener en cuenta que no es así, ya por
cuanto es exagerado el cómputo de que me ocupo, e imposible de tomarse
como base, ya por cuanto, ese saldo a favor, nada da en compensación al Go-
bierno.- Los trabajos ejecutados durante el tiempo que la Empresa ha estado a
cargo del señor Kelly y de la Compañía de Obras Públicas, son hoy tan inútiles
al Gobierno, que no representan valor alguno, pues ni en parte pequeña son
utilizables.

Además de esta observación, es necesario tener presente, que en ningún caso,


se ha hecho el cómputo, aunque sea aproximativo de los daños y perjuicios su-
fridos por el Gobierno por la falta de cumplimiento del contrato, menos por
los intereses de la explotación de sales y tampoco la liquidación de las multas,
que a razón de S/1.000 mensuales debería pagar la Empresa, desde la fecha en
que debía haberse hallado el Ferrocarril en Sibambe.
Nótese además que si a favor de la Empresa, se ha cargado el valor de todo
trabajo y todo gasto, en su contra y unido al producto de la sal, debe cargarse
el producto del Ferrocarril en todo tiempo de la explotación.
No puedo aceptar que el valor que representa el Ferrocarril, comprendido
entre Durán y Yaguachi, y que ha sido avaluado en S/.426.000 entre en los
avalúos ya puntualizados, porque la subvención que el contrato de Agosto 11
de 1887 concede a la Empresa, o sea la suma de S/.50.000 anuales, quedó can-
celada al firmarse el nuevo contrato, cuyas bases aprobó el Congreso de 1890
(artículo 5º).

100
A este hecho particular me refiero, al deciros que las primeras bases de
transacción no se firmaron por contener, entre otras, cláusulas que daban a la
Empresa más derecho del que realmente tiene.

De aceptarse la inclusión del avalúo del Ferrocarril de Durán a Yaguachi, en-


tonces la operación en sus tres distintas fases, varía por completo en contra del
Gobierno en esta forma:
Saldo que en contra de la Compañía
deja en el primer cómputo S/. 284.798,62
Valor del Ferrocarril de Durán a Yaguachi S/. 426.000,00
Saldo a favor de la Empresa S/. 141.201,38

El segundo daría:
Saldo que en contra de la Compañía deja
el seguido cómputo S/. 47.427,59
Valor del Ferrocarril de Durán a Yaguachi S/. 426.000,00
SALDO A FAVOR DE LA COMPAÑÍA S/. 378.472,41

Por el tercero, tendríamos:


Saldo a favor de la Compañía S/.192.779,00
Valor del Ferrocarril de Durán a Yaguachi S/.426.000,00
A FAVOR DE LA EMPRESA S/.618.779,00

Pero como os he dicho, no puede el Gobierno, ni debe pagar esa suma


porque se renunció a ella por el contrato de 1890, y esa renuncia surtió su
efecto como lo surtió la entrega inmediata de las sales, aunque en lo general
no se llevó a cabo por la falta de cumplimiento de las cláusulas resolutorias.
Existían en la primera transacción, bases perjudiciales al Gobierno, porque
sólo se comprendían los materiales embargados, y no lo están los que en alguna
cantidad se encuentran después del puente de Chimbo, que es menester sean
del Gobierno, como todo lo existente y todo lo trabajado, para que la inter-
vención extraña y nuevas reclamaciones no se presenten en otra ocasión.
1896.

8888

101
Mensaje del Presidente Interino de la República
sobre la conveniencia de continuar las sesiones de la Asamblea en
la Capital de la República

SEÑOR PRESIDENTE DE LA CONVENCION NACIONAL:


Vuestro propósito de terminar aquí la Constitución de la República, es un
título de honra para los Representantes de la Nación que han accedido a las
aspiraciones del Partido Liberal; pero como mis deberes de primer Magistrado
me obligan a corresponder debidamente a vuestros patrióticos esfuerzos, véame
en la imprescindible necesidad de manifestaros las dificultades que pueden pre-
sentarse si prolongáis vuestras sesiones en esta ciudad que tanto se interesa por
vuestro bien. La inusitada proximidad del invierno, me hace temer que la sa-
lubridad pública sufra algún tanto, por la aglomeración de las familias, con
motivo del último incendio que ha destruido buena parte de la ciudad; así es
que soy de parecer que la Convención Nacional vaya a terminar sus labores en
la Capital de la República. Si resolvéis hacerlo así, otro deber no menos impe-
rioso me obliga también a manifestaros que, como los enemigos jurados de la
libertad continúan conspirando contra el orden público, juzgo indispensable
que invistáis al Ejecutivo de las facultades extraordinarias que necesita durante
este interregno para mantener la paz, que es el primer bien que debemos ofrecer
al país. Reinstalada la Convención en Quito, las cosas volverían al orden nor-
mal, tal y cual se encuentra hoy.

Señor Presidente.
ELOY ALFARO
El Ministro de lo Interior,
J. de LA PIÉRRE.
Guayaquil, Noviembre 6 de 1896.

8888

102
Mensaje del Presidente Interino de la República
pidiendo prórroga del plazo dado al Comercio de Guayaquil
sobre las liquidaciones y pedidos, con motivo del incendio
del 5 y 6 de Octubre

SEÑORES DIPUTADOS:
Después del desastroso incendio que tuvo lugar en la ciudad de Guayaquil,
en los días 5 y 6 de Octubre del presente año, que destruyó parte de esa rica y
floreciente ciudad, y teniendo en consideración las serias dificultades, en las
transacciones comerciales a fin de evitar perjuicios considerables al comercio
de esa plaza, expedí el decreto de 8 de Octubre en el cual se dispuso en su Art.
3º, que los saldos a cargo del comercio por liquidaciones de pedimentos de
Aduana hasta el 5 de ese mes, podían ser satisfechos en pagarés a seis meses de
plazo con intereses descontables de nueve por ciento anual a la orden del Te-
sorero de Hacienda del Guayas, firmados por personas abonadas y garantizadas
por otras de igual carácter a juicio de dicho empleado y del Colector de Aduana.
En el artículo 4º del referido decreto se hizo igual concesión a todos los
comerciantes que verificaran pedidos de Aduanas hasta el 31 de este mes.
Hoy vence el plazo señalado, y como el comercio no se repone todavía de
los grandes quebrantos producidos por el incendio, creo indispensable que la
Asamblea Nacional disponga, si lo tiene a bien, la prórroga de los artículos 3º
y 4º del mencionado decreto, por un tiempo prudencial que pueda ser de seis
meses más, es decir, hasta el 30 de Junio del próximo año de 1897.

Quito, Diciembre 31 de 1896


Señores Diputados.
ELOY ALFARO
El Ministro de Hacienda,
José María Carbo.

8888

103
Mensaje especial sobre la obra del Ferrocarril del Sur, dirigido
a la Convención Nacional por el Presidente Interino de la
República, General Don Eloy Alfaro

Señor Presidente de la Convención Nacional:


En el Mensaje que dirigí a la Convención Nacional, dándole cuenta del
movimiento administrativo de la República, durante el tiempo en que ejercí la
Jefatura Suprema, tracé, a grandes rasgos, la historia de las especulaciones es-
candalosas y del peculado infame de que fue víctima la grandiosa obra del Fe-
rrocarril del Sur.
Vinculado como está en ella el porvenir de la Nación, en todos los ramos
de su actividad mercantil, agrícola e industrial, vuelvo a llamar la atención de
los Representantes del pueblo para que, con su ilustración y patriotismo exco-
giten los mejores medios de llevar a feliz término la empresa comenzada, por
exigirlo así, no solamente la conveniencia nacional, sino el buen nombre y pres-
tigio de la noble causa de la libertad y el progreso que defendemos, con inque-
brantable perseverancia y con fe ciega en el triunfo definitivo de la justicia y la
civilización, sobre el abuso y la barbarie.
El informe del Ingeniero en Jefe, Mr. Muller, encargado por mi Gobierno
del estudio y trazo de la línea, y que acompaño a este Mensaje especial, llevará
a la Cámara el convencimiento de la practicabilidad del ferrocarril en condi-
ciones mucho más favorables de las que generalmente se creía, pues pueden
vencerse las grandes dificultades que, anteriores e incompletos estudios de pura
especulación, habían dejado entrever.
Línea fácil, segura y económica nos promete el informe en que me ocupo:
así es que la alteza de miras de los Diputados de la Nación hará lo demás, para
que al volver de pocos años, los pueblos todos de la República, unidos con lazo
de fierro, consoliden la unidad nacional que hará desaparecer el provincialismo
y levantará al país de su postración económica, abriendo al esfuerzo individual
nuevos y más hermosos horizontes.
En el mundo moderno y en la civilización que alcanzamos, es necesario
proscribir el empirismo en todos los ramos de la administración porque él ma-
logra toda honrada labor o da margen al abuso y a la especulación con detri-
mento de los caudales del pueblo.
Increíble parece, señor Presidente, que las últimas Administraciones hu-
bieran celebrado contratos a la gruesa ventura sin saber lo que tenían entre
manos, y sin someterse a la ciencia llamada a establecer la verdad.

104
De allí el robo inicuo de que ha sido víctima nuestro Tesoro, explotado
por los mismos a quienes la ley encargaba de su custodia.
Especuladores sin conciencia celebraron esos contratos con la única mira
de ganar grandes comisiones y dejar burlada la credulidad de tantas personas
honorables que, dentro y fuera de la República, contribuyeron con sus capitales
a la redención económica del país.
Por esta razón, juzgo absolutamente indispensable, para celebrar contratos
definitivos, que la ciencia pronuncie primero su última palabra, a fin de poder
negociar, sobre base sólida y con éxito cierto.
Pero, como mientras los estudios científicos se terminan, el Gobierno no
puede ni debe cruzarse de brazos, opino por que le autoricéis a continuar la
obra con los recursos que tengáis a bien disponer, pues bien puede hacerse
mucho en la parte que no ofrece dificultades de otro lado del Chimbo.
En el firme propósito de proseguir los trabajos del ferrocarril, hice venir
del extranjero seiscientas toneladas de rieles que están en Durán esperando de
la Convención Nacional esta palabra entusiasta; adelante!
Las rectificaciones que hay necesidad de hacer al trazo hecho por los ante-
riores contratistas, han impedido al Gobierno poner manos a la obra; pero,
como es fácil vencer esos inconvenientes, no debemos perder un tiempo tan
precioso.
Los principios de la ciencia nos enseñan que en las grandes Empresas Na-
cionales, generalmente los Gobiernos no son buenos administradores, porque
sus ocupaciones múltiples no les permiten, entrar en ciertos detalles y fiscali-
zarlo todo. En esta virtud, yo no vacilaría en confiar el éxito del Ferrocarril a
una comisión honorable, compuesta de hombres patriotas, probos y de fortuna,
que se encargase de allegar los capitales de que habemos menester para la cons-
trucción de la obra redentora y de excogitar los mejores medios de llevarla a
cabo.
Los Poderes Legislativo y Ejecutivo, en los respectivos casos, se reservarían,
como es natural, la facultad de aprobar o desechar los contratos; pero la Co-
misión administraría, con entera independencia, a fin de ofrecer a todos la más
completa garantía de honradez y competente manejo.
Esa Comisión podría componerse, en mi concepto, de las siguientes per-
sonas que inspirarán confianza al capital extranjero y al nacional.
Señores:
Ignacio Robles,
I. C. Roca,

105
Eduardo M. Arosemena,
Homero Morla,
Enrique Seminario,
Lautaro Aspiazu,
Nicolás Norero,
Eduardo Rickert,
Pedro Pablo Gómez.
Agregándose un número igual de suplentes que podrían serlo los señores
siguientes:
Vicente Sotomayor y Luna,
Guillermo López,
Luis A. Dillon,
Antonio Madinyá,
Francisco J. Coronel,
Carlos Alberto Aguirre,
Lisímaco Guzmán,
Sixto Durán Ballén,
Samuel Koppel.
Firmemente persuadido estoy, señor Presidente, de que confiada la Admi-
nistración del Ferrocarril a una Comisión como la que acabo de indicar, los
capitales extranjeros vendrán al país a buscar colocación provechosa y a en-
grandecer la República.
Toca, pues, a los Representantes del pueblo, señalar, por lo pronto, los fon-
dos necesarios para que el Gobierno pueda continuar la obra.
Terminados los estudios científicos, el Poder Legislativo destinará, al fe-
rrocarril rentas seguras que puedan ser pignoradas para allegar los fondos que
necesita para llevarla a feliz remate, ya por cuenta de la Nación o ya por em-
presas particulares, como mejor convenga a los intereses públicos.
Algún dinero costará la grandiosa obra; pero habiendo honradez, los mi-
llones sobrarán y la patria renacerá, como el fénix, de sus propias cenizas.
No tengo que encarecer a usted, señor Presidente, este Mensaje especial,
porque todos los ecuatorianos estamos convencidos de que sin ferrocarril no
es posible el verdadero y rápido progreso nacional.
A petición del ingeniero Mr. Muller, nombré una comisión compuesta de
los señores Emilio Estrada, C. ill y Rafael Ontaneda, para que examinara
los trabajos hechos y la ruta que debía seguir el camino. Acompaña a este Men-
saje el informe de dicha Comisión.

106
Las ofertas que de capitales de Europa y los Estados Unidos del Norte, ha
comenzado a recibir mi Gobierno, me demuestran que el mundo comercial,
buscando la manera de invertir sus caudales con seguridad y provecho, se in-
teresa por la prosperidad del Ecuador, porque tiene confianza en la rectitud de
miras y en la honorabilidad de la nueva Administración.
Si los Diputados del pueblo, como lo espera la Nación entera, dan a este
asunto vital para la República, toda la importancia que realmente tiene, y rodea
al proyecto del prestigio que necesita para infundir la confianza general, la an-
helada construcción del ferrocarril será la página más hermosa del Partido Li-
beral.
Señor Presidente,

Eloy Alfaro
El ministro de Obras Públicas,
J. de Lapiérre

8888

Mensaje del Presidente de la República sobre Liberación


de Derechos de Aduana y las Máquinas para la Agricultura

Señores Diputados:
En uno de mis anteriores Mensajes os manifesté cuán decisiva es en el pro-
greso de los pueblos la acción proteccionista de los Gobiernos.
El egoísmo arancelario respecto a artículos dedicados a la agricultura y a
las industrias, debe desaparecer de nuestra Ley de Aduanas, a fin de fomentar
el empleo de las máquinas, que tanto significan para el impulso y desarrollo de
las empresas fabriles y agrícolas, duplicando la riqueza pública.
Países como el nuestro, casi virgen en materia de aplicaciones modernas,
demanda una decidida protección para levantarse al nivel industrial productor
de naciones mucho más pobres que la nuestra en materias primas.
El empirismo y la rutina dominante en casi todas las manifestaciones del
trabajo, por falta de máquinas, es asunto de reforma que debemos favorecer
hasta donde sea posible; para lo cual bastaría librar de derechos de importación
todo lo que sea máquinas para la agricultura y la industria fabril, especificando

107
convenientemente las clases exceptuadas, correspondiéndole al Ejecutivo con-
ceder la liberación, como medida reguladora del abuso que puede sobrevenir.
Con solo esta medida habremos dado un gran paso favoreciendo dos fuen-
tes de riqueza, cuyos benéficos resultados muy pronto los palpará el país.
Dictad, pues, la reforma conveniente en la Ley de Aduanas, seguros del
inmenso beneficio que reportará tan liberal disposición.
Señores Diputados,

Eloy Alfaro
El Ministro de Hacienda, encargado del Despacho de Fomento,
Ricardo Valdivieso
Quito, mayo 27 de 1897.

8888

Mensaje del Presidente de la República solicitando la Protección


Especial a la Mujer y Participación en los Empleos Públicos

Señores Diputados:
Nada hay tan doloroso como la condición de la mujer en nuestra Patria,
donde relegada a los oficios domésticos, es limitadísima la esfera de su actitud
intelectual, y más estrecho aún el círculo donde pueda ganarse el sustento in-
dependiente y honradamente.
Abrirle nuevos horizontes, hacerla partícipe en las manifestaciones del tra-
bajo compatible con su sexo, llamarla a colaborar en los concursos de las cien-
cias y de las artes; ampliarle, en una palabra, su campo de acción, mejorando
su porvenir, es asunto que no debemos olvidar.
En el Ecuador, especialmente, nada se ha hecho por mejorar la condición
de la mujer; no es justo que una Asamblea ilustrada y compuesta de liberales,
clausure sus sesiones sin haber iniciado siquiera la reforma en este sentido.
¿Por qué no franquearle a la mujer las puertas de las Universidades, a fin
de que se dediquen al estudio de profesiones científicas?
¿Por qué no proporcionarle, asimismo, institutos especiales para el apren-
dizaje de artes y oficios que no riñan con su sexo?

108
¿Por qué no darle participación en los empleos públicos, compatibles tam-
bién con su sexo?
En los Estados Unidos, la protección especial que las instituciones han
dado a la mujer, está proclamando el perfeccionamiento social de ese gran país.
Y no se diga, siguiendo el pesimismo egoísta de muchos, que todas estas
reformas en la educación de la mujer alejan del hogar su poesía y su tranquili-
dad. Todo lo contrario: la mujer instruida, la mujer que posee artes o indus-
trias, la mujer que trabaja y adquiere la experiencia que da al contacto más
inmediato con la vida real, lejos de perjudicar en la vida doméstica, es un gran
auxiliar para la familia y una prenda valiosa para el esposo, porque, retemplada
su alma en el realismo, sus ideas acerca de la fidelidad y del honor –su mejor
patrimonio–, llegan a ser más claras y más perfectas, y más sólida, por consi-
guiente, la educación moral que reciben los hijos de tales mujeres.
Prácticamente proclama el aserto anterior la mujer norteamericana, donde
las leyes protegen decididamente al bello sexo, dándole garantías y concedién-
dole derechos que han levantado su nivel a un grado tal, que es prodigiosa la
actividad en que se desenvuelve la influencia femenina en las distintas mani-
festaciones de la vida social.
Convencido de la importancia de cuanto dejo expuesto, inicien el período
de la Jefatura Suprema esa protección a la mujer, ocupándolas en las Adminis-
traciones de Correos y estableciendo una clase de Telegrafía para señoritas.
Pero como no es posible quedarnos en el principio, corresponde a la Asam-
blea de 1897 perfeccionar la protección iniciada dictando leyes que emancipen
a la mujer ecuatoriana de ese estrechísimo círculo en que vive, y la brinden
oportunidad de levantarse a un nivel que la ofrezca abundancia de recursos
para su subsistencia honrada.
El tiempo se encargará de hacer palpar las ventajas de las reformas en este
sentido, y la Historia hará justicia a quienes las pusieron en práctica.
Señores Diputados,

Eloy Alfaro
El Ministro de Hacienda, encargado del Despacho de Fomento,
Ricardo Valdivieso
Quito, junio 2 de 1897.

8888

109
Mensaje del Presidente de la República al Congreso Nacional

Señores Senadores y Diputados:


Siéntome animado de viva satisfacción al ver instalado el Augusto Cuerpo
Legislativo; pues ello me permite cumplir con el precepto constitucional de
darle, en esta ocasión, somera cuenta de mis actos administrativos e informarle
acerca de la situación de la República.
La tranquilidad del país no es todavía sólida. La paz no ha podido man-
tenerse sino a expensas de la constante y eficaz vigilancia del Gobierno; mas es
preciso tener en cuenta que, si sólo se hubiese tratado de los enemigos tradi-
cionales, la Policía habría sido suficiente para mantener el orden; pero circuns-
tancias especiales han proporcionado fuera a la oposición desatentada, dándole
a veces carácter amenazante y produciendo inquietud y malestar generales.
Respecto a lo moral, debo deciros que, tras de la cruenta lucha en los cam-
pos de batalla, ha sobrevenido para mi Gobierno otra sumamente enojosa, la
lucha contra la corrupción política; corrupción que no es desconocida para
nadie y que, nacida bajo tenebrosos auspicios, desde la iniciación de la nacio-
nalidad ecuatoriana, ha venido desarrollándose a pesar de algunos intervalos
saludables, y ha obligado al país a recorrer una víacrucis de sacrificios y confu-
sión, cuyos efectos se sienten todavía, porque un mal tan arraigado no puede
extirparse sino de una manera paulatina.
Con sobrado fundamento, uno de los Patriarcas de la causa redentora de
los pueblos, don Pedro Moncayo, decía:

“De todos los males que causó Flores al país, ninguno ha sido tan inicuo, ni de
tan fatales consecuencias, como esa escuela de vicios y depravación que dejó
establecida”.
Esa escuela de iniquidad, que se ha alimentado con la vida de los pueblos
y que, en diversas épocas y en diferentes formas, ha traicionado a la República,
combina aún criminales planes encaminados a adquirir de nuevo, por la vio-
lencia, la posesión del Poder; pero ellos serán, en todo sentido, frustrados por
el vigoroso esfuerzo de los buenos ciudadanos, que están prontos a inmolarse
en aras de la Patria, si fuere menester, para asegurar las libertades públicas. In-
tentar, pues, que vuelva a inclinar la cerviz a ese yugo, el pueblo que tan heroi-
camente lo sacudió para avanzar en el camino de la civilización, equivale a
cometer la loca empresa del desquiciamiento de la mole inmensa de los Andes.

110
El Decreto de amnistía de 9 de Julio último, fue expedido a pesar de la
amenaza de una invasión liberticida en connivencia con algunos traidores de
dentro del país, y esa amenaza aún subsistente; pero nuestros valerosos soldados
están, con el arma al brazo, esperando sólo la señal de marcha a donde los pro-
voquen el peligro, para escarmentar otra vez, si fuere preciso, a los contumaces
perturbadores del orden.
Demás es asegurar el triunfo de nuestras legiones, máxime contando, como
debo contar, con el apoyo de los hombres de bien, y la opinión honrada del
país, con los cuales tengo la confianza de que se cimentará y afianzará la paz
pública, y el Estado avanzará, con paso firme, por el camino de su regeneración
política y social.
Esta como conspiración permanente por parte de la escuela a que me refiero,
incapaz de entrar en razón y menos aún de arrepentirse de las calamidades que a
la Patria ha ocasionado, ha sido causa para que, muy a pesar mío, haya conservado
hasta hoy las Facultades Extraordinarias de que me invistió la última Asamblea y
que ahora solemnemente os las devuelvo, asegurándoos que, si bien el peligro que
las motivó aún subsiste, rara vez, sin embargo las he usado, y eso para precaver el
crimen, que no para castigarlo. Y os las devuelvo, Señores Representantes, movido
por la confianza que ya os manifesté, y porque abrigo la convicción de que vuestras
labores contribuirán eficazmente a consolidar la paz que demanda el progreso de
la República, basado en el desenvolvimiento de sus poderosas fuerzas vitales.
Nada, nada ha omitido la oposición ciega para hacerme desistir de mis
propósitos de procurar la armonía nacional por medio de una política de cle-
mencia; pero hasta ahora, felizmente, no me ha sido menester recurrir a la apli-
cación de todo el rigor de la justicia para cumplir los deberes que me competen
como inmediato responsable de la causa de la libertad y la civilización.
A pesar de las dificultades expuestas, complázcome en manifestaros, que
los diversos partidos políticos, tocante a sus legales luchas por las ideas, han te-
nido, tienen y tendrán verdaderas garantías, circunstancia que aquí, como Jefe
de la Nación, me enorgullezco al patentizarla.
He puesto escrupuloso esmero en conservar y extender más, en lo que ha
estado a mi alcance, las buenas relaciones del Ecuador con las otras Potencias.
Nuestra Legación en Washington continúa prestando importantes servi-
cios al país.
Ante la Dieta de la República Mayor de Centro América, existe acreditada
una Legación permanente, que la representa ad honorem, el honorable y dis-
tinguido doctor don Fernando Sánchez.

111
Al antiguo Encargado de Negocios en Montevideo, Señor Francisco A. Gómez,
se le ha promovido, por sus buenos servicios, al rango de Ministro Residente,
también ad honorem.
Se ha celebrado con la República de Chile un tratado de reciprocidad co-
mercial, que será sometido a vuestra deliberación. Dicho parto, en mi con-
cepto, abre un nuevo mercado al tabaco, azúcar y café. El beneficio que de él
reportarán nuestros productores compensa con creces las concesiones que ha-
cemos a todos los artículos chilenos. Además, el establecimiento de una nueva
línea de vapores directos, facilitará un valiosísimo comercio de frutas de ambos
países, siendo él una ventaja para los que a ese negocio se dedican en nuestro
puerto principal y para los agricultores de las provincias del Oro, del Guayas y
Los Ríos.
Con módicos derechos de exportación, impuestos oportunamente a ese
fácil y abundante tráfico, el Fisco se resarcirá de lo que deje de percibir por las
franquicias que se otorgan en el tratado de comercio con Chile.
Sin embargo, considero el referido convenio como un ensayo que tiene de
ensancharse y perfeccionarse con la práctica, y que contribuirá, por modo efi-
caz, a realizar el inmenso bien de estrechar, con los vínculos de intimidad sin-
cera y provechosa, a dos pueblos hermanos.
También se ha celebrado, con la misma República, un tratado de Extradi-
ción, que ha merecido ya aprobación del Congreso Chileno, y que el Señor
Ministro de Relaciones Exteriores someterá a vuestro estudio. Chile, que siem-
pre se ha manifestado deferente para con el Ecuador, acaba de darnos otra
prueba de amistad, concediéndonos varias becas en sus colegios nacionales,
que serán de grande utilidad para nuestra juventud estudiosa e inteligente.
En la Legación Norteamericana ha ocurrido un cambio de personal: al
Excmo. Señor Archibald J. Sampson, sucesor del Honorable Señor Tillman,
se le ha reconocido en su elevado carácter de Enviado Extraordinario y Ministro
Plenipotenciario de los Estados Unidos de América.
El Honorable Señor J. Hipólito Frandin está reconocido como Encargado
de Negocios de Francia, Nación con la cual se ha celebrado un convenio, por
el que, las Altas Partes contratantes, se garantizan recíprocamente el tratamiento
de la nación más favorecida.
También hemos ajustado con la República Francesa convenciones sobre
propiedad literaria y cambio de paquetes postales, todo lo cual será sometido
a vuestra decisión.

112
Para la concurrencia de nuestras manufacturas y frutos a la Exhibición
universal del año 1900, se han adoptado las medidas más conducentes a que
el Ecuador figure, dignamente, en ese grandioso certamen de la civilización y
del progreso.
Para la Exposición Ecuatoriana en Berlín, se ha nombrado Delegado al
Cónsul Señor Roberto Jannasch, y a este mismo Agente se le han conferido
los necesarios poderes para celebrar un convenio de cambio de paquetes postales
con el Imperio Alemán.
El país ha estado debidamente representado en el Congreso Postal Inter-
nacional celebrado en Washington, en el Congreso Científico Latino Ameri-
cano de Buenos Aires, en el Jubileo de S. M. la Reina Victoria, y lo estará así
mismo, en la Conferencia Internacional de Historia y Demografía de Madrid,
en el Congreso Internacional de la Historia de La Haya y en las fiestas del Cen-
tenario de Vasco de Gama en Lisboa.

Se ha declarado el desahucio del Tratado de 1886 con la Gran Bretaña, con el


objeto de celebrar otro que esté más en armonía con las necesidades de la época
y de nuestro comercio.
El Honorable Señor Antonio Díaz Miranda, Cónsul de España en Quito,
fue promovido, por su Gobierno, a la categoría de Encargado de Negocios, y
como tal se halla reconocido.
Además, el Señor Antonio Díaz Miranda, representa al Gobierno de Italia,
en lo referente a una reclamación de los Padres Salesianos, la cual se discute ya
por medio de Jueces árbitros.
En la guerra surgida desgraciadamente entre los Estados Unidos de Amé-
rica y España, se ha adoptado, como norma de conducta, la más completa neu-
tralidad.
Háse adherido el Ecuador al Reglamento Internacional, que indica los me-
dios de evitar colisiones en el mar, y al Código Internacional de señales marí-
timas, publicado por el Admirantazgo Inglés.
En las relaciones entre el Ecuador y la Santa Sede existe un grave asunto
por solucionarse, y es el ajustamiento de un Concordato que deslinde, de una
manera razonable y precisa, los deberes y derechos del clero, sin menoscabo de
la religión predominante en el país y de acuerdo con la Constitución vigente.
Anhelando terminar, cuanto antes y del modo más satisfactorio, tan inte-
resante cuestión, se invitó a la Santa Sede Apostólica para que acreditase un Re-
presentante debidamente autorizado para arreglar las diferencias pendientes.

113
Debido a esta invitación, que se hizo con el carácter de premiosa, el Sumo
Pontífice Romano se dignó elegir a Monseñor Gasparri para que le representase
en el Ecuador, debiendo precederle Monseñor Juan Bautista Güidi, a fin de no
retardar los arreglos más urgentes.

Vino, en efecto, del Brasil, Monseñor Güidi, y en el acto, nombróse, con el


carácter de Ministro Plenipotenciario ad-hoc, al Señor Doctor Don Manuel
B. Cueva, investido de todas las facultades necesarias para tratar con el distin-
guido Enviado de la Santa Sede.
Iniciáronse las conferencias entre los dos Representantes; pero, cuando
menos se esperaba, Monseñor Güidi manifestó que carecía de autorización para
tratar, y, aunque sus credenciales acreditaban lo contrario, se retiró, dando por
terminada su misión con sólo haber conocido los deseos y propósitos del Go-
bierno Ecuatoriano.
De la manera como se discutió, por parte del Ecuador, este delicado
asunto, podéis juzgar por los documentos que os presentará el señor Ministro
de Relaciones Exteriores, los cuales considero honrosos para el país.
En la actualidad, Monseñor Gasparri se encuentra en Lima, sin que sepa-
mos aún la época en que vendrá a esta Capital, para desempeñar la misión que
le ha sido encomendada.
La veneración que guardo por los Próceres de nuestro Independencia, quie-
nes nos legaron una Patria, la más poderosa en las Américas del Sur y Central,
me impele a fijar la atención en nuestra debilidad y pequeñez actuales, e indi-
caros lo que, a mi juicio, convendría realizar, para asegurarnos tranquilo por-
venir, al abrigo de una hermosa confraternidad.
Por ahora, intereses bastardos impiden pensar en la reconstitución de la
antigua y gloriosa Colombia de Bolívar; pero sí sería fácil formar una Confe-
deración que presente unidos, ante el Nuevo Mundo, a los pueblos que con-
quistaron su Independencia en los campos de Carabobo, Boyacá y Pichincha.
Efectuada esta unión, esas nacionalidades, en lo tocante en sus asuntos internos,
continuarán disponiendo de sus destinos, como a bien tuvieren, tal cual ha ve-
nido sucediendo hasta el día de hoy; pero, en lo referente a Relaciones Exte-
riores, formarían una sola entidad política compuesta de Venezuela, Colombia
y el Ecuador confederados, con un total de ocho millones de habitantes, es-
parcidos desde las playas del Orinoco y Hoya Amazónica, hasta el Golfo del
Guayas; es decir, en toda la extensión del territorio más rico del Continente de
Colón.

114
Una Dieta, compuesta de Plenipotenciarios de las tres Repúblicas, sería la
llamada a organizar esa gran entidad internacional, que nos mostraría fuertes
y respetables ante las demás potencias, y nos permitiría representar un inmenso
papel, como Nación, en la vida del porvenir. Además tendríamos la ventaja
de que entonces, nuestras cuestiones de límites, tan peligrosas y de suma tras-
cendencia ahora, siendo de suyo insignificantes al tratarse de una fraternidad
práctica, serían arregladas por Juntas Anfictiónicas, como querellas de familia.
Meditad, os ruego, al calor de acendrado patriotismo, plan tan vasto como
provechoso, a fin de que si, con la mirada siempre fija en lo porvenir, lo estimáis
oportuno, me autoricéis para proponer, sin demora, a los Gobiernos de Caracas
y Bogotá, la reunión de un Congreso preliminar, en el que se discutan las bases
de la gran Confederación que ha de verificarse después, naturalmente con el
mutuo acuerdo de los pueblos respectivos.
La situación económica ha mejorado en algún tanto, a pesar de las difi-
cultades, al parecer invencibles, que ha venido presentando.
La desmoralización en el manejo de las rentas públicas, durante el régimen
anterior, es notorio al país, así como los perniciosos efectos que han produ-
cido.
En consecuencia, el Gobierno actual heredó de las Administraciones pa-
sadas la bancarrota, en todas sus variadas formas, situación que se agravó a
causa de los ingentes gastos ocasionados por la guerra civil de 1895 y 1896.

Nuestra renta principal, la de la aduana de Guayaquil, se ha encontrado siem-


pre comprometida por obligaciones improrrogables, cuyos pagos han afectado
de una manera sensible, el modus vivendi diario. Por esto, comprenderéis fá-
cilmente, cuántas y cuán graves dificultades rentísticas se habrán presentado a
mi Gobierno; y por que éste, constreñido por supremas necesidades de salud
pública, haya tenido que adoptar medidas salvadoras y honorables, suficientes
para no llegar al extremo de no hacer uso de las odiosas facultades que conceden
al Ejecutivo los apartes 2º y 3º del artículo 98 de la Constitución, para cobrar
anticipadamente las contribuciones, o exigir empréstitos forzosos.
Los ingresos en 1897 han subido a S/. 6.760.544,58
Y los egresos a S/. 5.690.219,73

La diferencia que entre estas dos Partidas aparece, proviene de la cuenta


de Crédito Público y de la existencia de Caja de las Tesorerías, como se expli-
cará en los cuadros anexos a la Memoria respectiva.

115
Como entradas de las Aduanas
marítimas y terrestres figuran S/. 5.568.621,92
De los cuales corresponde a la
De Guayaquil S/. 5.373.198,81

Divididos como sigue:


Importación S/. 2.668.003,17
Exportación, sustitución, diezmo,
Impuestos adicionales de Exportación, etc. S/. 742.295,92

Y partícipes S/. 1.962.899,72

El sistema arancelario que se observa en la República es muy deficiente, y


pide variación absoluta.
A causa de esta deficiencia y de las inventariadas y viciosas rutinas que
están en práctica, sucede que, a pesar de manejar la Aduana de Guayaquil un
personal tan honorable como competente, siempre se encuentra atrasado el
cobro de algunas quincenas.
El arancel norteamericano, que fija simplemente un tanto por ciento sobre
el valor de factura, lo estimo como el más práctico, sencillo y correcto.
El escandaloso contrabando que, hasta la formación del actual Gobierno,
se efectuaba por el Muelle y por la Aduana de Guayaquil, se ha logrado que
hoy sea casi imposible; mas, por desgracia, no ha podido conseguirse igual re-
sultado respecto a las introducciones clandestinas que se hacen por las fronteras
del Carchi y del Macará, donde se ha establecido una verdadera y muy alar-
mante corriente de tráfico ilícito. Vienen ya, hasta para el comercio de Quito,
mercaderías que no pagan un centavo por derechos de importación. Esto se
debe muy principalmente al escaso personal que la ley señala para impedir el
contrabando por ese lado; pues, para vigilar la frontera del Carchi, apenas de-
signa un cabo de resguardo y veinte guardas, en tanto que la vecina República
de Colombia mantiene, en esa misma zona, ciento veinte guardas, y ni aun así
consigue impedir, en lo absoluto, el paso de bayonetas y otros artículos que,
comerciantes de ambos países, introducen a Pasto de contrabando.
La provincia de Loja se abastece, en gran parte, de lo que libremente in-
troducen los especuladores por la extensa línea del Macará, que materialmente
es imposible pueda ser vigilada por sólo doce guardas que la ley establece para
tal objeto.

116
Así mismo por el cantón de Santa Rosa, tanto por tierra como por mar, se
efectúa un constante contrabando, que no puede impedirse con el escaso res-
guardo existente y que también exige seria atención.
Otro tanto puede decirse del Pailón, en la provincia de Esmeraldas.
Por lo expuesto, os recomiendo dictéis las providencias necesarias para ata-
jar este mal, que amenaza reducir considerablemente nuestra renta aduanera.
El millón y medio de sucres en Bonos de Aduana, fue depositado en el
Banco Comercial y Agrícola, recibiendo el Gobierno un anticipo de
S/.630.000, y por esta cuenta se debía el 30 de Junio último S/.209.347,47.
El empréstito de S/.650.000 levantado en Setiembre de 1896, ha sido cu-
bierto ya, con sus respectivos intereses, al Banco Comercial y Agrícola.
Las cuentas todas de los Bancos han bajado notablemente; sólo al Banco
del Ecuador se le ha pagado, hasta el 31 de Julio último, la suma de
S/.735.187,08 por deudas contraídas por los Gobiernos anteriores al de Junio
de 1890, y además S/.150.000, valor de una mensualidad que el último de
ellos recibió adelantada, por cuenta de su contrato de anticipos sobre las rentas
de Aduana.
En el ramo de sal ha producido en el año 97, la suma de S/.253.854,66.
También exige reforma la ley sobre el estanco de este artículo, pues ella da mar-
gen a un contrabando que perjudica mucho al Fisco. Además la provincia del
Carchi se abastece con sal introducida clandestinamente de Colombia.
El impuesto sobre aguardientes ha rendido en 1897 la suma de
S/.322.105,57, producto insignificante, debido a la ley de la materia; y, por
tanto, se hace indispensable adoptar otro sistema de impuesto sobre ese artí-
culo, procurando la sencillez en el procedimiento y la mayor equidad al gravar
al productor, con el objeto de alejar la posibilidad del contrabando, y conseguir
así que el rendimiento sea cuantioso, cual debe esperarse de la sabiduría del
Legislador.
Se ha convocado licitadores para el arrendamiento de las minas de brea y
petróleo de Santa Elena, sobre la base condicional de cuatrocientos mil sucres
por veinte años. Los plazos de la licitación se han ido prorrogando, y el último,
que está fijado para el 30 del mes en curso, también será necesario prorrogarlo,
para favorecer la competencia.
Aún no se ha presentado ninguna propuesta; pero informes privados que
he recibido, me hacen esperar que se logrará arrendar las referidas minas en
mayor cantidad que la indicada.

117
Os recordaré, que los Sres. M. G. Mier y Compañía obtuvieron de la Con-
vención Nacional de 1878 un privilegio, por veinte años, para explotar esa pro-
piedad nacional por la suma de 1.100 pesos febles al año. Dicho privilegio
terminó el 22 de Mayo próximo pasado, y, desde entonces, se arrendaron pro-
visionalmente al señor Antonio B. Agacio dichas minas, por 3.000 sucres anua-
les, hasta el 30 del mes actual, o hasta que el Gobierno verifique la licitación
de que os he hablado. Además, se ha levantado un plano y redactado un in-
forme científico de las referidas minas, todo lo cual se ha remitido a nuestros
Consulados de ultramar, para dar a conocer debidamente esa valiosa propie-
dad.
Espero señaléis al Ejecutivo el modo cómo, en definitiva, debe proceder
respecto a este asunto.
El estanco de pólvora ha producido S/.35.625,73, y se han recaudado
S/.41.699,55 por impuesto sobre tabaco, correspondiente todo al año ante-
rior.
Respecto al ramo de tabaco se me ha iniciado una vasta negociación sobre
la base de un monopolio a cambio de un empréstito al Gobierno, en cantidad
suficiente, para pagar todas las deudas de la Nación; empréstito que será amor-
tizado con parte de las utilidades de ese monopolio.
Cuando se me presenten formalmente las bases para este negociado, las
pasaré a vuestro estudio, para que, conciliando los intereses económicos del
país, con los de la clase trabajadora que se dedica a esta industria, resolváis lo
conveniente.
Un Sindicato de capitalistas franceses, es el que desea acometer tal em-
presa.
El ramo de timbres, en el año próximo pasado, produjo:
Por timbres fijos y móviles S/. 117.639,88
Por timbres telegráficos S/. 15.127,31
Por timbres postales S/. 41.812,63
Por timbres conmemorativos S/. 7.219,95

Es de advertir que, desde antes del advenimiento de la Jefatura Suprema


del 95, había venido realizándose una gran falsificación de papel sellado, la cual
no pudo notarse sino después de algún tiempo. Además, cuando, en Agosto
de 1895, esta ciudad quedó abandonada, a consecuencia de la fuga de los sos-
tenedores del antiguo régimen, se efectuó un gran fraude de sellos postales, y
tanto par eso, cuanto por haberse verificado después otro fraude del mismo gé-

118
nero, del cual se dio oportuna denuncia al Poder Judicial, el Gobierno hubo
de dictar providencias para remediar el mal; y a ello responden las disposiciones
contraídas a declarar inválido el papel sellado que se hallaba en uso y a ordenar
la incineración de gran cantidad de sellos de varias clases, sobre todo postales.
Debido a lo expuesto y a la deficiencia de la ley de la materia, lo producido
por este ramo en el año anterior, sólo monta a la suma de S/.181.799,77; hé
aquí indicado el origen de las dificultades gravísimas, que, en este año, ha arros-
trado la instrucción primaria especialmente.
El impuesto sobre timbres produce generalmente en otros países una renta
de consideración. Por ejemplo, en México rinde sobre veinte millones de pesos,
teniendo esa República doce millones de habitantes. Tomando, pues, por
norma esa proporción, en el Ecuador debería producir, por lo menos, dos mi-
llones de sucres. Conviene, por tanto, fijéis vuestra atención en este impor-
tantísimo punto y hagáis, en la ley respectiva, las reformas necesarias para que
ella produzca los mejores resultados.
La Contribución general del 1% y 2% y 3%
produjo en el primer semestre de 1897 S/. 15.576,07
Y el segundo S/.123.137,26

Los catastros que existía para el cobro de esta contribución, dejan mucho
que desear en toda la República, salvo contadas excepciones. Por esta razón
en algunas provincias han transcurrido largos años sin que ingrese un solo cen-
tavo, y en otras lo que se ha logrado cobrar no es lo que en justicia debía per-
cibir el Fisco, por ese ramo. Es por tanto necesario levantar nuevos catastros,
y he tomado empeño en que ello se verifique por personas competencia, a fin
de obtener el mejor y más equitativo resultado.
Por alcabalas se ha recaudado,
en el año de 1897, la suma de S/. 158.124,20
El monto de los derechos percibidos
por nuestro Cuerpo Consular durante
el año anterior, fue de S/. 79.216,69

Desde el mes de Febrero de 1896 hasta el de Abril de 1898, se recaudaron


por el 10% de derechos de importación afecto al pago de la Deuda Externa,
S/.531.878,54. De esto, existen depositados en el Banco Comercial y Agrícola
S/.83.448,79. La diferencia S/.448.429,75 hubo, imprescindiblemente, de
emplearse para atender a gastos ineludibles y premiosos del servicio público,

119
en fuerza de la necesidad y contando para la consiguiente reposición con el
50% del producto de los Bonos de Aduana, producto que está destinado a ese
objeto, y que, con lo correspondiente a las quincenas que aún figuran en el In-
greso de los libros fiscales, tal vez alcance a la suma de S/.600.000.
Siendo como es notoria la severidad como siempre he tratado a la llamada
“Deuda Inglesa”, no necesito afirmar que, sólo en presencia de angustiosas dis-
yuntivas relacionadas con la conservación del orden, pude resolverme a tocar
ese delicado depósito, aún con la seguridad de que, cuando llegase el caso, ten-
dría facilidades para reponer la cantidad de que hubiese dispuesto, y dejaría así
salvada cualquier dificultad.
En los estudios de la línea de Chimbo a la carretera, frente a Sibambe, se
ha gastado la suma de S/.206.003,53.

Se impone ya en el Ecuador la necesidad de adoptar el Talón de oro, por varios


motivos y, muy especialmente, porque la fluctuación de los cambios de margen
para que se efectúe un juego de Bolsa, que ha perjudicado ya mucho a nuestro
comercio y que amenaza arruinarlo.
La comisión de monedas nombrada por el Gobierno, ha elaborado un pro-
yecto de conversión, que os será presentado original, lo mismo que otro que
debo recibir, y en vista de ello, el Ejecutivo emitirá oportunamente su opinión
acerca de este problema de tanta trascendencia para el porvenir.
Al introducirse las convenientes reformas en la Ley del impuesto sobre
aguardientes y en la de Timbres, de suerte que se obtenga por ellas el debido
rendimiento, puedo asegurar que habrá más de lo necesario para que cada pro-
vincia esté en condiciones de atender a su presupuesto civil, como acontece ya
con las de Cañar, Imbabura, León, Tungurahua y Bolívar, a las cuales hoy, salvo
pequeños y excepcionales auxilios, el Gobierno sólo suministra lo preciso para
el sostenimiento de sus guarniciones y policía.
El trabajo que le corresponde al Ministerio de Hacienda, resulta ahora tan
recargado, que le es enteramente difícil poder desempeñar las diversas y labo-
riosas secciones de que se compone; y, por esto, no se ha conseguido aún tener
todos los libros con el día, a pesar de la asiduidad y constancia que los emple-
ados han empleado a ello. Sin embargo ha logrado mejorar este servicio hasta
donde ha sido posible. Esto, no obstante, si pudiese ser reformada la Consti-
tución antes del año de 1901, pediría de nuevo que, en el acto, se aumentase
el número de los Ministros Secretarios de Estado con un Ministro del Tesoro,
seguro de que con esto lograríamos tener una contabilidad fiscal completa-

120
mente satisfactoria, lo que, como se ocultará a vuestra ilustración facilitaría la
buena marcha administrativa; pero, como tal reforma es prohibida por la
misma Constitución, me abstengo de pedir absolutamente nada al respecto.
El Señor Ministro del Ramo completará detalladamente los datos que, en
orden a la Hacienda Pública, acabo de daros.
El convenio celebrado el 14 de Julio de 1897, entre el Gobierno debida-
mente autorizado, y el señor Archer Harman, para la construcción de un Fe-
rrocarril Trasandino, fue perfeccionado de acuerdo con el Art. 1º del contrato
referido.
Con fecha 9 de Septiembre de 1897, se me hizo saber que se había for-
mado la respectiva Compañía Empresaria en Jersey City, siendo su Presidente
el señor Charles R. Lee y Secretario el señor Edward Morley, y a este acto le
conferí la aprobación debida.
Por parte de los enemigos de la Empresa se han puesto en juego activísimas
intrigas para frustrar la formación de la mencionada Compañía; pues a la par
que propalaban, en todos los tonos, dentro del país, que el contrato era ruinoso
para el Ecuador, hicieron llegar, a manos de los accionistas de la Empresa, in-
formes de que el Ferrocarril costaría de 25 a 30 millones de pesos oro, en lugar
de los 17 millones calculados por el señor Harman; agregando además a guisa
de adehala, que sería imposible que el público tomase acciones, tratándose de
negocios con una Nación desacreditada, cuyo Gobierno acababa de repudiar
su Deuda Externa.
Felizmente el señor Harman conocía ya al país, y había tenido ocasión de
palpar la justicia que caracteriza a mi Gobierno en todos sus actos, y desvaneció
los temerarios cargos formulados; mas, para llevar adelante la gran empresa de
una manera eficaz, era necesario remover el obstáculo de la llamada Deuda Ex-
terna, y, en consecuencia, los contratistas resolvieron comprarla, creyendo
poder adquirirla al bajo precio que se había cotizado, y, con tal propósito, par-
tió a Londres el señor Harman.
Por su parte, los tenedores de bonos ecuatorianos, en presencia de un
fuerte comprador, elevaron, de una manera extraordinaria, el tipo de su papel,
y sólo, con mucha labor y dificultad, pudo obtener el señor Harman condicio-
nes relativamente razonables.
Las bases que primeramente se transmitieron de Londres, por cable, para
convenir en la amortización de la deuda, las rechacé: y, después de varias ges-
tiones, de acuerdo con el Consejo de Estado, quedaron fijadas otras que son
las siguientes:

121
Aceptada la deuda al tipo de 35%, con 4% de interés y 2% de amortiza-
ción anuales, garantizados con renta de Aduana.
Pagar 6.000 libras por gastos; y
Dedicar los fondos existentes del 10% a la amortización de la deuda re-
ducida.
Esto tiene la ventaja de que, al formalizarse el convenio, la deuda quedará
reducida aproximadamente a 200.000 libras esterlinas; y el servicio podrá ha-
cerse con parte del 10% de los derechos de exportación, quedando el saldo
para el Gobierno.
Sin la necesidad de favorecer la obra de nuestro Ferrocarril Trasandino,
obra grandiosa que atraerá y desarrollará la riqueza en las principales provincias
de la República, especialmente en las Interandinas, sin esa necesidad, repito,
habría rechazado el arreglo, porque me repugnaba, en extremo el alza abusiva
del tipo; pero, antes de dar oído a mis particulares sentimientos, debía atender
a las conveniencias del país, y por eso acepté las condiciones apuntadas.
Sabéis, Señores Representantes, que el Congreso de 1894 autorizó al Go-
bierno del Sr. Dr. Luis Cordero para un nuevo arreglo con los acreedores ex-
tranjeros, en lo tocante al pago de intereses y amortización, pero sin disminuir,
en dicho arreglo, el capital reconocido. En consecuencia, en Marzo de 1895,
celebróse, el convenio correspondiente, y, a no ser por el Decreto expedido por
la Jefatura Suprema el 14 de Marzo de 1896, habría quedado la Nación de-
biendo, por muchísimos años, alrededor de 700.000 libras esterlinas, a más de
sacrificar inútil e indefinidamente el gravamen sobre Aduanas, destinando a su
cumplimiento; mientras que, por el arreglo Harman, quedará, como os he ma-
nifestado, rebajada la deuda a 200.000 libras esterlinas aproximadamente, y el
servicio reducido a la menor expresión.
Hasta ahora, sólo tengo motivos para juzgar favorablemente del Señor Ar-
cher Harman y de sus asociados en la Empresa ferrocarrilera, quienes han efec-
tuado ya desembolsos relativamente considerables, sin que el Gobierno les haya
ayudado ni con un solo centavo, en tanto que, en épocas de vergonzosas re-
cordación para el pueblo ecuatoriano, los dineros del Fisco eran los sacrificados
a la sombra de contratos ferroviarios, llegando la farza a tal extremo, que hasta
los planos proyectados entonces, para el trayecto de la línea del puente de
Chimbo a Sibambe, eran inexactos, según testimonio del Señor Müller.
La guerra que inopinadamente ha sobrevenido entre España y los Estados
Unidos, ha demorado los arreglos definitivos que tiene que hacer la Compañía,
y, por consiguiente, también el comienzo de los trabajos; pero tengo aviso de

122
que, a pesar de este contratiempo imprevisto, prepara el envío de materiales y
que, dentro de poco tiempo más, se pondrá en viaje el Señor Harman, seguido
de un respetable Cuerpo de Ingenieros.
Considero, por lo expuesto, muy seria y respetable la expresada Compañía;
y si, por un acaso, obstáculos inesperados e insubsanables, hiciesen fracasar la
empresa, ninguna suma perdería la Nación; pero tengo confianza de que la
grande obra redentora del Ecuador, se realizará durante mi Administración.

En las Memorias de los señores Ministros de Obras Públicas y de Hacienda,


encontraréis insertos los documentos que se relacionan con la Empresa del Fe-
rrocarril Trasandino y el arreglo de la malhadada Deuda Externa.
En Agosto del año próximo, el Gobierno entró en posesión del Ferrocarril
de Durán a Chimbo y, desde entonces hasta el 31 de Diciembre del mismo
año, esa propiedad nacional ha producido S/.91.542,77.
Deducidos los gastos ordinarios y los sueldos de empleados, el saldo del
anotado rendimiento, se ha invertido en mejoras de la obra; pues la línea se re-
cibió en mal estado y ha sido menester continuar reconstituyéndola casi de
nuevo.
Durante el invierto antepasado, las lluvias torrenciales destruyeron el
puente de Yaguachi e inundaron la parte baja de la vía, al extremo de inte-
rrumpir el tráfico; pero los daños causados fueron reparados sin demora, y el
servicio se encuentra restablecido.
Los trabajos de los caminos de herradura de Ibarra al Pailón, del Girón al
Pasaje y de Pelileo a las montañas de Canelos se han continuado con empeño
y se hallan muy avanzados. El camino de Chone a Quito, por las montañas
de Santo Domingo de los Colorados, estará expedito para el tráfico antes de
terminar el año en curso; y el ramal de Riobamba a la carretera está ya con-
cluido.
Para el nuevo edificio de la Aduana de Guayaquil, se ha convocado licita-
dores dentro y fuera del país, de acuerdo con un plano levantado al efecto; mas
debo haceros notar que, tratándose de una obra de primera clase como ésta,
que tal vez costará alrededor de un millón de sucres, el pago resultará muy di-
latado, si se efectúa con sólo el 4% de los derechos de importación que señala
la ley, lo cual tiene de influir desfavorablemente en el precio que fijen los que
presenten propuestas para la construcción del citado edificio. Por lo tanto,
opino sería más conveniente fijar un derecho adicional de 10% sobre la Im-
portación por la Aduana de Guayaquil, con el exclusivo objeto de atender a la

123
obra de que os hablo. Con este aumento en la renta, sobrarán licitadores, y,
de la competencia, resultará ventaja en el costo y prontitud en la ejecución.
El Puerto Bolívar fue inaugurado el 24 de Julio de este año, aniversario
del natalicio del Libertador; pero todavía no se ha abierto al tráfico, atendiendo
a las observaciones de la Cámara de Comercio de Guayaquil, y a la aproximidad
de la reunión del Congreso que, con mejor acuerdo, puede ahora resolver lo
conveniente.
Aún cuando en el presupuesto no existe asignación alguna para obras nue-
vas imprevistas, se ha atendido a las de mayor urgencia, con cargo a la partida
de “Gastos extraordinarios”. El Ministro del ramo os dará cuenta detallada de
estos particulares.
Dedicado por la ley, el producto del ramo de timbres, para atender a la
Instrucción Pública, calculándolo en S/.400.000, ha resultado que, el rendi-
miento del impuesto referido, sólo monta a la suma de S/.181.799,77; razón
por la cual se ha tropezado con verdaderas dificultades para cubrir el costo que
ocasiona la buena marcha de la Instrucción, a tal punto que, parte de ellos, se
han pagado con los fondos para gastos extraordinarios.
Si la Convención Nacional hubiese sancionado la Ley de Timbres que mo-
dificaba la existente, es seguro que no habríamos tenido tan notable diferencia
entre el rendimiento calculado y el efectivo, y el servicio de la Instrucción se
habría verificado con regularidad y hasta con holgura.
Sin embargo, han funcionado, en toda la República, 758 escuelas, a las
que han asistido 50.000 alumnos de ambos sexos.
A favor de los más aprovechados y estudiosos jóvenes se sostienen en el
Exterior las becas siguientes:
Varones.- En París 1 para Medicina y 2 para Agronomía
En Roma 1 para Pintura
En Estados Unidos 2 para Electricidad y 3 para Ingeniería.
Señoritas.- Una en Londres y otra en San Salvador, para Pedagogía.
Tanto el Instituto Mejía de esta Capital, como el Colegio Olmedo de Gua-
yaquil, ambos de reciente creación, se encuentran en buen pie y prometen ser
de los mejores de la República.
Salvada que sea, como lo espero, la escasez de la renta señalada para la Ins-
trucción Pública, sólo faltaría completar tan importante ramo, creando Escuelas
de Artes y Oficios para niñas.
El Ejército ha continuado adquiriendo regular organización, y tanto por esto
cuanto por su lealtad y disciplina, es invencible guardián del orden público.

124
A él se deben los beneficios de la paz que disfrutamos, y es seguro que, para man-
tenerla, no trepidará en sacrificarse abnegadamente, en caso que fuere necesario.
Nuestros bravos soldados, hechos a las privaciones y conocedores de su
alta y honrosa misión, han correspondido perfectamente a la confianza de la
Nación y del Gobierno, siéndole a este sensible que, por la penuria del Tesoro,
no siempre haya podido satisfacerles todos sus haberes, lo que va efectuándose
como mejoran las actuales circunstancias.
Son dignas del mayor encomio la aplicación y la constancia con que los
Jefes, Oficiales y soldados se dedican al estudio y manejo de las armas moder-
nas, y de los adelantos que en ellas se hacen; lo que prueban que aman la noble
carrera a que pertenecen y sienten verdadera satisfacción en servir bien a la Pa-
tria y a la Libertad.
Se han establecido escuelas primarias en los cuarteles, a fin de que, hasta
los soldados rasos, sepan leer y escribir.
Nuestros recursos no nos han permitido aumentar la flotilla nacional; pero
se ha atendido a la conservación de los buques que poseemos. El “Cotopaxi”
ha sido seriamente reparado y se encuentra en condiciones de hacer el servicio
entre la costa y el Archipiélago de Colón, al cual me propongo dedicarlo, para
favorecer la rica agricultura de esa parte de la República.
La cañonera “Tungurahua” necesita de algunas reparaciones, y ya se ha
pedido a Europa lo necesario para efectuarlas; pero tal como está, puede todavía
funcionar.
Cuando comiencen los trabajos del Ferrocarril Trasandino, emplearé en
ellos algunos batallones alternándolos convenientemente. Con esto se aumen-
tará los haberes del soldado; mantendremos nuestro Ejército permanente con
un presupuesto muy reducido, y podremos contar con buena base para levan-
tar, con facilidad, una respetable fuerza en cuanto fuere preciso.
Ha ocurrido una que otra falta cometida individualmente por algún mi-
litar, cosa harto común aún en los países más adelantados que el nuestro; sin
que ninguna haya quedado impune. Muy satisfactorio me es deciros que estoy
contento del comportamiento ejemplar de mis valerosos camaradas.
Los gastos del Ejército, en el año anterior, ascienden a S/.1’868.930,17,
de los cuales S/.881.065,96 corresponden al semestre.
La administración de nuestras selváticas regiones del Oriente requiere, de
modo inaplazable, una reorganización completa.
Es también de urgente necesidad dictar leyes que favorezcan la inmigración
que convenga al país.

125
En Mensajes especiales os manifestaré lo que, a mi juicio conviene disponer
respecto a Beneficencia, Policía, Agricultura, Comercio, Bancos, Concertaje
de peones y otros asuntos.
Terminaré reproduciendo aquí algo de lo que expuse a la Convención Na-
cional en mi Mensaje de 10 de Octubre de 1896, y es lo siguiente:
“Procurar la descentralización de las rentas públicas lo más posible, es, en
mi concepto, un asunto que debe ocupar, preferentemente, la atención de la
Convención Nacional. Los asociados, teniendo particular interés en la recau-
dación e inversión de las rentas públicas, vigilarán especialmente su manejo y
harán notorias las faltas que se adviertan, y las necesidades y reformas que deban
llenarse o efectuarse.
Igualmente, y para que día a día, en lo posible, pueda saberse el movi-
miento de la Hacienda pública, es menester que en la contabilidad fiscal se in-
troduzcan reformas de trascendencia.
Así como en la milicia no hay verdadero Ejército sin disciplina, en el orden
económico no hay Hacienda sin método claro y sencillamente práctico”.
En efecto, Señores Representantes, el desorden en que encontré la Ha-
cienda pública, y que no podía remediarse en poco tiempo, ha sido la más grave
dificultad con que he tropezado en mi Administración, y por eso reclamo de
vosotros especial consagración en escogitar los medios mayormente eficaces
para terminar, de la manera más rápida posible, la organización de todas y cada
una de las oficinas fiscales.
Arreglada la Hacienda Pública, el país, tranquilo y a la sombra de la paz,
seguirá, con paso firme, el camino de su regeneración y engrandecimiento.
Hago fervientes votos porque el más acendrado patriotismo y la más es-
tricta justicia, prevalezcan en vuestras deliberaciones.
Señores Senadores y Diputados.

ELOY ALFARO
Quito, Agosto 10 de 1898

8888

126
Mensaje del Presidente de la República al resignar
el Mando Supremo ante el Congreso Nacional

Honorables Legisladores:
En conformidad con el Art. 143 de la Constitución, hoy es el día en que
debo resignar el Supremo Cargo de la República; deber que, ante vosotros, me
es altamente honroso cumplir.
Al prestar solemnemente la promesa constitucional ante la Convención,
el bien posible de la Patria y su progreso, fueron mi primordial objetivo; y aun-
que tan escabrosa ha sido la senda que, Administración tan combatida como
la mía, se ha visto obligada a seguir, con todo, jamás me han faltado patriótico
anhelo e infatigable tesón por el bienestar y adelanto de la República.
Merced a la cooperación de los hombres de buena voluntad y a la abnega-
ción y bizarría del Ejército con que felizmente ha contado mi Gobierno en
todo trance, juzgo sin pasión que mi programa “Perdón y Olvido”, no menos
que el de reparación y justicia, han sido fielmente cumplidos hasta este mo-
mento.
Arrancar de la Administración pública las raíces de los vicios sembrados y
hábilmente cultivados durante el larguísimo lapso de la dominación conserva-
dora; abrir vías de comunicación, cuantas las han permitido nuestros recursos
y la iniciativa de cada sección territorial; realizar el sueño más ardiente del as-
cendrado patriotismo, un ferrocarril al través de nuestra cordillera; levantar
muy alto el Crédito público del abismo en que tanto tiempo yaciera; descartar
la Instrucción pública de las trabas del monopolio que la envilecía; crear y fo-
mentar instituciones magníficas para la inaplazable instrucción militar; sostener
a fuerza de contrariedades y hasta sacrificios cruentos el sistema democrático
adoptado y prescrito por la última de nuestras Constituciones; velar porque la
libertad, la ley y la igualdad en el derecho no sean palabras vanas en la Repú-
blica,…he ahí la ambición más ardiente que me ha dominado durante el ejer-
cicio del Poder. El Ecuador de hoy, en efecto, no es la República anterior a la
imperecedera fecha del 5 de Junio de 1895; y esta sencilla comparación apenas
me basta para aguardar tranquilo, como aguardo, el fallo de la Historia, no
menos que el de todo espíritu imparcial y levantado.

Tienda ahora vuestras arduas labores, HH. Legisladores, a la consolidación de


la paz y de las instituciones del verdadero liberalismo; tiendan a la unión de
sincera fraternidad de cuantos hemos militado por la regeneración de nuestra

127
Patria, que de esta manera dejaréis al nuevo Jefe del Estado expedito el sendero
que ha menester la República para su prosperidad. Tal es el voto más ardiente
y sincero de quien, con abnegación, estará siempre listo hasta para el sacrificio
de su existencia por el engrandecimiento de la Patria y del Partido Liberal.
Honorables Legisladores,

ELOY ALFARO.
Palacio Nacional, Quito, Agosto 31 de 1900.

8888

Mensaje del Presidente de la República


al Congreso Nacional sobre la necesidad de Premiar
a los Buenos Servidores de la Patria

Señores Senadores y Diputados:


Allí donde las virtudes cívicas pasan inadvertidas; donde la labor patriótica
de los ciudadanos no encuentra sino desdén y olvido, donde el premio reser-
vado para los mejores servidores de la Patria, son la ingratitud y la miseria; no
puede haber progreso moral, no puede haber civilización verdadera, no pueden
formarse esos grandes patricios, honra y gloria de los pueblos ilustres.
Estimular la virtud, premiar los sacrificios llevados a cabo en pro-común,
venerar y proteger a los buenos ciudadanos, glorificar a los héroes y a los sabios,
han sido siempre reglas infalibles de un buen Gobierno; por más que las pa-
siones de bandería hayan también perseguido con tesón a los hombres de ver-
dadero mérito. Estos hombres no pertenecen únicamente a un partido político
ni a una reducida agrupación de ciudadanos, sino a la República entera; porque
el patriotismo y las virtudes cívicas no dejan de serlo en ningún bando civil,
en ninguna escuela política, por contraria que sea a nuestras ideas. Todo ciu-
dadano benemérito tiene, pues, derecho a la gratitud nacional; y el Estado se
halla en el deber ineludible de acordar premios y dispensar protección a todos
los ecuatorianos ilustres, sin distinción de colores políticos.

Don Antonio Borrero, Presidente que fue de la República, aunque adversario


mío en política, es ciudadano digno de encomio, si por su acrisolada honradez,

128
si por los importantes servicios que ha prestado a la Patria como escritor y hom-
bre público.
En los más lóbregos días de la República, cuando el despotismo había
como anonadado a la Nación, el Señor Borrero se irguió con la altivez propia
de los defensores del Pueblo y “El Centinela” vino a ser uno como látigo de
fuego para la tiranía. Y cuando por imprevistos acontecimientos llegó el Señor
Borrero al Poder, por más que el partido liberal haya visto frustradas muchas
de sus esperanzas, es indiscutible que la Administración fue honrada y tolerante:
la probidad era el distintivo del Gobierno de aquel Magistrado.
Y el Señor Borrero, anciano y pobre, vive hoy casi olvidado de sus conciu-
dadanos, Señores Legisladores; y es menester que nos apresuremos a reparar
esta injusticia, cumpliendo los deberes de gratitud y protección para con uno
de los ecuatorianos más notables. Es menester que escogitéis el medio de ma-
nifestar palpablemente al País, que el Estado no olvida ni puede olvidar, a hom-
bres como Borrero; y que corresponde a la Nación hacer llevadera la honrada
ancianidad de todos sus buenos hijos. Es menester que señaléis siquiera una
suma para costear la edición de los escritos del Señor Borrero, a fin de que la
República no se prive de las producciones, de un escritor tan ilustrado. Os en-
carezco, pues, la deliberación de este importante asunto; puesto que el premio
que acordéis al Señor Borrero, será a la vez un acto de estricta justicia, y un es-
tímulo para que la juventud siga las lecciones de probidad de nuestros pro-
hombres.
Señores Legisladores,

ELOY ALFARO.
Palacio Nacional, en Quito, Octubre 5 de 1900

8888

Mensaje del Presidente de la República al Congreso Nacional

Señores Legisladores:
Motivo es de felicitación para la Patria veros hoy congregados en este re-
cinto, dando cumplimiento a lo dispuesto por el Art. 44 de la Suprema de
nuestras leyes; si bien me fue harto sensible que no llegara a verificarse el Con-

129
greso Extraordinario, convocado para el 24 del mes que espiró, por la urgente
necesidad de resolver asuntos de vital importancia para la Nación.
Frustrada de manera definitiva y sin que para ello fueran menester nuevos
sacrificios, la última, la más injustificable de las invasiones organizadas en la
frontera del Norte; y extinguidas ciertas divergencias alarmantes que habían
surgido en el partido liberal y que hacían temer por el orden público, éste, du-
rante los últimos meses de mi Gobierno no ha sido alterado visiblemente, si
bien las amenazas no han desaparecido.
Mi Gobierno, sin embargo, con el fin de llevar a cima sus nobles y levan-
tados propósitos, en orden a la regeneración del Ecuador, ha tenido que conti-
nuar en la lucha y lucha ardua contra la corrupción política de que os hablé en
uno de mis anteriores Mensajes; y ésta es la causa de haber conservado yo las fa-
cultades Extraordinarias, de las cuales he hecho uso muy limitado. El Decreto
de indulto general, con que mi Administración saludó la llegada del nuevo siglo,
acreditando está la magnitud y clemencia del Gobierno radical para con sus ene-
migos, que lo son a la vez de la paz, y, por consiguiente, del progreso. Me com-
plazco, pues, en repetirlo: todos los ecuatorianos sin distinción de colores
políticos gozan hoy plenamente de las garantías constitucionales.
Modificado por el último Congreso el art. 17 de la Ley de Régimen Ad-
ministrativo Interior, para que estuviese en consonancia con el 101 de la Cons-
titución, a fin de atender mejor al servicio público, establecí, por Decreto de
1º de Enero del año en curso, la Secretaría de Fomento, adscribiendo a ella a
más de ese ramo, los de Crédito Público, Beneficencia, Agricultura, Estadística,
Correos y Telégrafos, etc., que, con excepción del segundo pertenecían todos
al Ministerio de lo Interior, Oficina de suyo recargada de trabajo y más ahora
todavía con las atenciones que demandan la obra del Ferrocarril.
Obedeciendo a lo prescrito por el Art. 1º de la Ley de 20 de Octubre de
1900 se expidió en 24 de Diciembre del mismo año, el Decreto reglamentario
de las Casas de juego en Guayaquil; y por el de 24 de Abril próximo pasado
quedaron también reglamentadas todas las otras casas establecidas o que en
adelante se establecieren en la República con dicho objeto.
Si por hacer entrar en la vida social a la Región de Oriente ha sido grande
y tenaz el anhelo del Gobierno, las disposiciones legislativas, por desgracia, dic-
tadas hasta ahora con este fin, han venido a ser en la práctica del todo nugato-
rias. Mientras no haya un camino fácil y expedito, siquiera hasta Archidona,
los habitantes de esas comarcas continuarán en el mismo estado de barbarie
que siempre lamentamos.

130
Deuda de gratitud, y por tanto sagrada, para quienes no tuvieron reparo
en derramar su sangre a fin de legarnos Patria y Libertad, fue la que se propuso
pagar la Legislatura del 98, la que con tanto ahínco quiere verificarla el Go-
bierno, laudablemente secundado por los patrióticos miembros del Comité
“Diez de Agosto”, que presto dará cima a la erección del monumento destinado
a la memoria de los Próceres de nuestra Independencia.
Cumple a mi deber como hombre público y a mi decidido interés por la
integridad y salvaguardia del liberalismo ecuatoriano, dejar anotadas para que
la Historia las estudie, las ilumine y las sancione, algunas de las faces que ha
presentado el problema político que se encarnó en la lucha eleccionaria para la
designación del Presidente de la República en el próximo período constitucio-
nal.
En el ardor de esa lucha, como fue y aún es notorio, el país se veía amena-
zado de una conflagración armada. De los candidatos exhibidos prevalecían
dos que, con razón o sin ella, fueron considerados por el sentimiento de la ma-
yoría como representante de tendencias extremas, que no aseguraban la común
aspiración a la tranquilidad de la República. En frase gráfica, pero injusta por
lo absoluta, un notable escritor americano tuvo al uno como representante del
Convento y al otro del cuartel.
En tal situación, surgió una candidatura de conciliación, que fue acogida
como vínculo de cordialidad entre los liberales y como prenda de paz y de con-
cordia entre la familia ecuatoriana. Ella, además, se presentaba como promesa
y como garantía de la prosecución en la política liberal implantada por el mo-
vimiento redentor del 5 de Junio de 1895. En ese concepto, con tales pers-
pectivas y como encarnación de esos que tengo por loables objetivos, acepté
esa candidatura en mi condición de ciudadano.
La elección presidencial se efectuó en orden, obteniendo mayoría el can-
didato que simbolizó las patrióticas aspiraciones de quienes dieron ese valor y
ese sentido a sus sufragios.
La situación así despejada presagiaba una era de tranquilidad. Sin em-
bargo, en el curso de poco tiempo surgió la desconfianza en el seno del libera-
lismo, desconfianza que relajaba su cohesión y que debía comprometer su
fuerza e inhabilitar su labor. Más tarde fue manifiesto el peligro de un trastorno
del orden público. Lo anómalo de la situación, y la natural deferencia a inte-
reses vitales del liberalismo, imponían al candidato elegido su renuncia, como
único medio de que la agrupación política de que él iba a ser personero, y sobre
la cual pesa la responsabilidad de los destinos del país, reasumiera la aptitud y

131
la libertad de disponer de su suerte y de proveer del modo que mejor la satis-
ficiera a su necesaria unificación.
Por desgracia no se cumplió ese acto de abnegación, que hubiera restable-
cido la calma cubriendo de gloria al propio tiempo a quien de ese modo pro-
pendía a la ventura nacional.
Y la expectativa, así como la incertidumbre, lejos de conjurar fomentan la
desconfianza y están dando ocasión a cambios de actitudes y a confusión en
las opiniones. Esto hace temer para lo futuro una desviación en la línea recta
y definida de una política genuinamente liberal.
Estamos viendo a los vencidos en los campos de batalla y en las urnas elec-
torales, formar en las filas del candidato en referencia, encubriendo su proceder
con la calumniosa conjetura de que el actual Gobierno prepara un golpe de
Estado. Bien saben quienes aparentan esa patriótica alarma, que el empeño de
mi palabra y mis antecedentes me ponen a cubierto de sospechas acerca de pro-
pósitos indignos de un hombre de mi carácter.
Altos y nobles han sido los motivos que determinaron palabras o insinua-
ciones mías a que se ha querido dar una torcida inteligencia. He contribuido
a los sacrificios que mi causa ha demandado para hacerla triunfar y exaltarla;
he consagrado a sostener su existencia política todos mis desvelos y todas mis
energías; he dado a ella la mayor y mejor parte de mi vida; tengo para ella mis
mejores pensamientos y mis más puros deseos; y no pido sino el derecho de
contribuir a su afianzamiento, y que se me crea que no amenazo su vida ni
procuro su ruina. Sufro inmensamente cuando la veo en peligro, y del mismo
modo que me siento capaz, en pro de ella, de todas las abnegaciones, supongo
también en los demás la misma disposición a idénticos sacrificios. Mis palabras,
mi actitud, han sido un reclamo, no una imposición. Ellas expresan las in-
quietudes de un patriota, sin poner jamás en tortura la rectitud del Magistrado:
en ese carácter, el camino que me señala la ley es el que debo seguir: He creído
e insisto en creer que la actitud actual de las opiniones se presta respecto del li-
beralismo a muy serios peligros. El apoyo del adversario, sea espontáneo o re-
querido para resolver cuestiones de incumbencia doméstica de una comunidad
política, no puede ser desinteresada, dadas nuestras circunstancias y nuestros
antecedentes históricos. Los cambios políticos radicales no se improvisan; y
de una comunidad como el partido conservador ecuatoriano, sobre el cual pesa
el atavismo fatal de tres siglos de espíritu absorbente, autoritario y tradiciona-
lista, no surge de improviso un partido eminentemente democrático. Gobier-
nos de transacción, de compromiso, no son todavía para nuestra educación

132
política. Después de una servidumbre de muchos lustros, el liberalismo en el
Ecuador responde a sus compromisos históricos adaptados sus ideales a la pri-
mordial necesidad de su existencia y a las condiciones de educación de nuestro
pueblo. Bastante he hecho con procurar calma odios inextinguibles, ilustrar
las masas, empeñarme en abrir vías de comunicación, otorgar garantías para
todos los derechos. Pero el manejo de la dirección política hay que efectuarlo
con sus hombres y según sus propósitos para ir hacia la luz, hacia el progreso.
En la dirección política es reclamo de vida el deslinde de los partidos. Las fu-
siones, tenemos ejemplos próximos, palpitantes y vivos, desmoralizan los par-
tidos y envilecen a los pueblos. Hago esta digresión para encarecer a los Señores
Legisladores, continúen manteniendo como hasta aquí sus propios ideales, pues
el sostenimiento de la existencia definida, incólume de su propio partido, como
base y fuente de una moralidad política nos librará de agrupaciones híbridas.
En las actuales perspectivas mi deber es claro: resignaré ante vosotros el
mando de la República el 31 del presente mes para retirarme a la vida privada;
pues solamente prestaré mis servicios a la causa genuinamente liberal. Confío
en que vosotros y el país entero, reconoceréis que tengo como el primordial de
mis deberes y el más escrupuloso de mis cuidados no empañar mis glorias de
republicano. Que los liberales se mantengan a la altura de sus nobles propósi-
tos: que la Nación prospere y se engrandezca a impulsos de las más generosas
ideas y de los esfuerzos de todos sus buenos hijos, son mis grandes ambiciones;
que ellas se realicen y tendré por gratas muchas torturas y algunas ingratitudes,
y hasta por coronas las actuales acerbas infundadas calumnias.
Si fuere menester, en Mensaje especial volveré a tratar con más amplitud
el punto a que se contrae esta parte de mi informe.

Nuestras Relaciones Exteriores se mantienen en el mejor pié; y puedo afirmaros


que el Ecuador cultiva cordial amistad con todas las Naciones civilizadas. El
Honorable Cuerpo Diplomático, acreditado en Quito, se compone de los dig-
nos Representantes de los Estados Unidos del Norte, Chile, España, Francia y
el Perú. Los Honorables Diplomáticos que representan a Alemania, Bélgica,
Inglaterra e Italia, tienen su residencia en Lima, desde donde se entienden con
la Cancillería Ecuatoriana.
La República Argentina y la de Colombia hánnos enviado también sus
Ministros Plenipotenciarios y Enviados Extraordinarios, los que se hallan ya
en esta Capital.

133
El Excmo. Ministro Plenipotenciario y Enviado Extraordinario de los Es-
tados Unidos del Norte América, hubo de ausentarse temporalmente; pero se
hallará de regreso después de poco.
Nuestra Cancillería ha recibido aviso oficial de que el Sr. Arzobispo de Far-
sallia ha sido nombrado por la Santa Sede para Delegado Apostólico residente
en Quito. El Diplomático Pontificio se hallará en esta Capital hasta el 15 del
mes entrante.
En el Cuerpo Diplomático Ecuatoriano he tenido a bien aumentar el per-
sonal secundario de las Legaciones; y he puesto preferente atención a la obra
beneficiosa de nacionalizar el Cuerpo Consular. También he acreditado al Sr.
Dn. Homero Morla como Ministro Residente en la Gran Bretaña.
El Ministro de Relaciones Exteriores os dará cuenta de la estrictez con que,
por nuestra parte, hemos cumplido lo estipulado en los Protocolos Carbo-
Cuerpo Márquez y Peralta-Uribe. Las autoridades colombianas fronterizas no
han correspondido a este leal proceder, y hasta han puesto empeño en violar
manifiestamente esos pactos. La organización de invasiones allende el Carchi,
puede decirse que ha sido permanente hasta hace pocos meses; pero el Ejército
Ecuatoriano ha sido una valla inexpugnable para los invasores y los que prote-
gían. Debo, sin embargo, advertiros que nuestras amistosas relaciones con Co-
lombia no se han alterado.
El 24 de Noviembre del año último, recibí en audiencia pública solemne
al Excmo. Dr. Dn. Aurelio Sousa, Enviado Extraordinario y Ministro Pleni-
potenciario del Perú. Este distinguido Diplomático mantiene la mejor armonía
con nuestro Gobierno; y confío en que su labor será eficaz para la terminación
de nuestras diferencias con la República del Sur.
El Ministro Peralta, cumpliendo especiales instrucciones del Gobierno,
solicitó también que se concediera la dignidad cardenalicia al Prelado Metro-
politano del Ecuador; y el Excmo. Sr. Gasparri ofreció someter esa solicitud a
la Santa Sede, como consta en un recuerdo especial.
Como consecuencia de las Conferencias de Santa Elena, el Delegado Apos-
tólico declaró oficialmente restablecidas las relaciones entre la Iglesia y el Es-
tado; y prescribió al Clero la obligación de respetar la Autoridad constituida,
con lo que desapareció el pretexto religioso para la guerra civil.
A pesar de la penuria fiscal, la Instrucción Pública ha dado muchos y gran-
des pasos en la senda del adelanto.

134
Al hablaros de las obras públicas, he manifestado ya las adquisiciones de
nuevos locales para Colegios Escuelas, así como la reconstrucción o mejora-
miento de otros edificios destinados al mismo objeto.
El Ministro de Instrucción Pública os dará minuciosos informes sobre este
ramo que viene a ser la piedra angular de la prosperidad nacional. El os hablará
del prodigioso aumento de alumnos en las escuelas primarias y en los planteles
de instrucción secundaria y superior; de las nuevas asignaturas establecidas en
las Universidades y Colegios; de la fundación de escuelas pedagógicas y noc-
turnas de obreros; del aumento de becas para facilitar la instrucción y educación
de los militares y niños pobres; en fin, de todos los esfuerzos del Gobierno a
favor de la difusión de las luces, y de todos los obstáculos con que ha tropezado
en su patriótico empeño. Os recomiendo, sí, que prestéis preferente atención
al aumento de rentas destinadas a la Instrucción pública, en especial a la ense-
ñanza primaria.
Como lo notaréis en el cuadro de egreso, lo invertido en Instrucción Pú-
blica asciende a S/.559.665,60, incluyéndose en esta cantidad S/.34.800,81
que corresponde al Colegio Militar.
Los Tribunales de Justicia, puede afirmarse que generalmente cumplen sus
augustos deberes; pero, os diré con pesar, que hay algunos Jueces que están
muy lejos de merecer el alto cargo que desempeñan. La Administración de
Justicia es deficiente y tardía en algunos distritos; más, teniendo el Ejecutivo
que respetar religiosamente la independencia del Poder Judicial, no le ha sido
posible reprimir los abusos y castigar la negligencia de esos Jueces y mucho
menos cambiarlos con otros que llenen a conciencia sus delicadas funciones.
Al Juez que prevarica, que deniega o retarda la justicia, se le puede enjuiciar y
castigar, cierto, Señores Legisladores: pero esos enjuiciamientos escollan no
pocas veces en resistencias que o es del caso exponer, y el Juez culpado queda
impune. La recta Administración de Justicia es el fundamento del bienestar
social; y por lo mismo, espero que, en vista de los datos que os dará el Ministro
del Ramo, vuestra sabiduría escogitará los medios más adecuados para dismi-
nuir el mal, aunque no sea posible extirparlo.

Penetrado de la importancia del Ramo de Policía, incesantes han sido mis es-
fuerzos por levantar en lo moral y material, a la altura que se merece Institución
de tanta trascendencia; y he logrado que siquiera en Quito y Guayaquil llegue
a cumplir su cometido de manera bastante satisfactoria. Palmarios han sido
también los resultados de su benéfica influencia en la zona de los trabajos fe-

135
rrocarrileros, en comarcas como en Canelos, Santo Domingo de los Colorados,
Archidona, el Aguarico, etc., que por lo extensa de su territorio, lo apartadas
que se hallan de los centros de población y de la vigilancia inmediata de la au-
toridad, el crimen prevalecía impune hasta la transformación política de 1895.
Pero como el objeto primordial de la Policía, antes que castigar el delito,
debe ser prevenirlo, se hace imperiosa la necesidad de que, por todos los medios
posibles, ensanchéis la esfera de acción de la Policía de O. y S.: poner nuestro
Código Penal en consonancia con las instituciones que hemos reformado; y
señalar en el presupuesto fondos suficientes, para que el Ejecutivo pueda esta-
blecer Policías rurales militarmente organizadas, en todas las provincias y de
preferencia en las de la Costa que justamente y con instancia las reclaman, hé
aquí los dos puntos capitales a que, en asunto de tanta monta llamo vuestra
atención.
Después de la seria atención que, de parte mía, han requerido el manteni-
miento del orden público y la consolidación de la paz, mis labores como Go-
bernante se han dirigido de preferencia a las obras públicas. Muy importante
ha sido el empuje dado a estas en estos últimos años de mi Administración, es-
pecialmente a los caminos, arterias sin las cuales se haría imposible la vida de
los pueblos. De aquí mi constante afán porque todas las provincias tengan sa-
lida directa y rápida al Océano y a las Regiones occidentales y orientales, em-
porios las últimas, sin disputa, de la futura riqueza ecuatoriana. En esta materia
y sin tomar en cuenta los caminos nacionales y la grandiosa obra del Ferrocarril
Trasandino, baste deciros que sólo para los vecinales de Pichincha se han expe-
dido 19 Decretos Ejecutivos.
Pero enumeremos en orden siquiera las principales obras que se han llevado
o se están llevando a feliz término en toda la República, aún sin mencionar la
reparación constante y el embellecimiento de ciertos edificios como el Palacio
de Gobierno, el Teatro, el Observatorio Astronómico, etc.
En la provincia del Carchi, y entre el fragor mismo de los combates libra-
dos casi a diario con la reacción conservadora, se ha atendido con entusiasmo
a la vía que pone en comunicación esa provincia con la de Imbabura, vía que
presto y sin dificultad será carretera; en el pueblo de Mira y en Tulcán, dentro
de muy poco se verán provistos de agua potable.
En Imbabura, el camino del Pailón, sueño de todo Gobierno, desde los
tiempos coloniales, en el mío ha venido a ser una realidad; habiéndose invertido
en más de las 40 leguas ya expeditas para el tráfico, algo como 200.000 sucres:
no terminará el año en que corre sin que se halle concluida esa grande obra.

136
La canalización de Ibarra, en cuyos trabajos preliminares se ha gastado ya una
suma no despreciable, también presto dejará de ser vana aspiración de esa ciu-
dad, que tanto la ha menester por su clima. El agua potable para Imantag, el
camino de Cotacachi a Otavalo, la carretera de Ibarra a esta Capital, los puentes
de Cristopamba y Apuela, y lo de Chorlaví, la Josefina y San Antonio, mani-
fiestan el progreso que por el Norte ha adquirido el ramo a que me refiero.

En la provincia de Pichincha, los edificios públicos de Quito han sido mejora-


dos con munificencia, concluidos algunos de urgente necesidad, y comprados
otros indispensables para el mejor servicio administrativo. Inauguróse hace
pocos meses, el edificio destinado a Escuela de Clases; y en estos días se inau-
gurará otro más cómodo y espléndido para Colegio Militar. La casa presiden-
cial, lo sabéis, es una de las mejores de esta ciudad; y está al acabarse el edificio
de la Policía, que será sin disputa el primer cuartel de la República. El Sanitario
Rocafuerte, obra deveras colosal, progresa a pasos agigantados, merced a la hon-
radez y actividad de la Junta que dirige esos trabajos; y el monumento a los
Próceres del Diez de Agosto, cuenta ya con una suma respetable de dinero, con
la que se facilitará la pronta conducción de la obra que se ha mandado trabajar
en Europa.- En cuanto a caminos larga sería la enumeración de los emprendi-
dos en esta provincia; pero el que nunca será ponderado lo bastante, es el que
acorta de quince a cinco días la distancia de Bahía a la Capital. Se me asegura,
por último, que en esta estación se iniciarán los estudios para el trazo del Fe-
rrocarril que pondrá a Quito en comunicación con la Costa por la vía de
Chone.
En la provincia de León, se trabajan un camino directo a la Costa por Que-
vedo y otro por contrato a la Región Oriental; y están al concluirse tanto una
casa magnífica de Gobierno como la destinada a Escuela de Artes y Oficios,
comenzada en las Administraciones anteriores.
En la provincia de Tungurahua, merece mención especial el camino de Ca-
nelos, en el que se han colocado puentes de tanta importancia como el de
Baños, puente que los reaccionarios tuvieron el salvajismo de cortar. Las obras
del Sanitario de Ambato, del agua potable, del Hospital, etc., van tomando
cada día mayor aliento.
La provincia del Chimborazo ha adquirido una valiosa casa para oficinas
de gobierno; ha terminado una carretera que empalma con la nacional; ésta se
ha extendido hasta Guamote; hállase adelantado en gran parte el camino de
Papallacta, vía tan necesaria para la Costa; y en breve, Riobamba, gozará de

137
agua potable, obra que vivamente os encarezco por la importancia a que está
llamada dicha ciudad.
La provincia de Bolívar, ha sido también agraciada con una casa para ofi-
cinas fiscales, los dos caminos a la Costa han sido constantemente reparados,
y los edificios públicos como el Colegio San Pedro, el Hospital, el Colegio
Echeandía, han sido atendidos, ya refaccionándolos o ya continuando en su
construcción suspendida hace largo tiempo.
En la provincia de Cañar, a más de la casa con que se le ha dotado para
despacho de Gobierno, sus vías de comunicación para con el Azuay y la Costa
han recibido impulso considerable.
En el Azuay, las casas de Beneficencia están resucitando, aunque lenta-
mente de la postración en que las dejaron los Gobiernos anteriores, y no muy
tarde cumplirán su objeto debidamente. Apenas está concluido un gran edificio
para la plaza de mercado; hánse concluido puentes en el río Chigli y Azogues;
parece que por fin llegará a su término la vía tan costosa del Naranjal, sin que
por esto se haya desatendido la que conduce al Priente. Háse por fin estable-
cido en Cuenca una Junta de Obras Públicas que debe llevar a cabo las del
agua potable y alumbrado eléctrico y las demás que con tanto entusiasmo han
emprendido.
Loja y nuestra Capital son las únicas ciudades de la República que gozan
de alumbrado eléctrico, instalado durante la actual Administración, por es-
fuerzo particular, pero con apoyo decidido del Gobierno. El Colegio Bernardo
Valdivieso, el de niñas, la casa de Artes y Oficios, la de Huérfanos, el camino
que conduce al Macará y el que va directamente a la Costa, son las obras que
más han progresado en la provincia de Loja.
La obra de más aliento en El Oro es el Ferrocarril de Puerto Bolívar ya
con seis kilómetros entregados al tráfico de la capital de la provincia con el
mencionado Puerto, en el que se está colocando un muelle de fierro de mucho
costo.
En la provincia de Los Ríos, háse gastado mucho dinero para tener expe-
dito el camino que desde Babahoyo nos trae acá del Chimborazo; reconstrúyese
la casa de la Gobernación y el puente del Palmar, y espero que no tardará la
colocación del de hierro para unir la ciudad nueva con la vieja.
Pero en ningún otro punto de la República ciertamente ha habido más
afán por su bienestar y adelanto como en el Guayas; en su capital quedan re-
lativamente pocos vestigios del gran incendio que en 1896 redujo a cenizas la
mitad de Guayaquil. De entonces acá el Palacio de Gobierno, la Cárcel, los

138
Hospitales, los Cuarteles, etc., han sido objeto de constantes y costosas recesores
de Rafael Valdez la construcción de una Aduana de fierro a prueba de incendio,
la cual ha comenzado; y por S/50.000 va a terminarse en toda su extensión la
casa de Gobierno. Se ha contratado con los Sres. Reimberg y Cª un muelle de
fierro y de madera, para cuya ejecución ha debido organizarse una empresa con
el capital de 200.000 libras esterlinas.- El Colegio Vicente Rocafuerte es una
obra colosal que inmortalizará a la Junta Patriótica encargada de su construc-
ción y en especial, al Sr. Emilio Estrada, quien desinteresadamente, ha cum-
plido con afán y probidad la obligación que se impuso. Si no de tanta
magnitud, no es de menor importancia el Colegio de la Inmaculada, para edu-
cación de señoritas, construido en esta Administración. El benemérito Cuerpo
contra incendios ha sido atendido con preferencia en la reconstrucción de de-
pósitos, adquisición de material, etc.
En la provincia de Manabí debo volver a mencionar el camino de Quito
a Bahía, tanto porque es ésta provincia la que más aprovechará de este beneficio,
cuanto porque la Junta auxiliadora ha contribuido en mucho al progreso de la
obra. En Portoviejo, la casa de Huérfanos y de Artes y Oficios; en Bahía, el
Colegio Mercantil y el de niñas, la Aduana de Cayo, el Colegio de niñas en
Calceta y el de niños de Rocafuerte, son obras que, fuera de las emprendidas
por las Municipalidades, quedarán como recuerdo de la presente Administra-
ción.
De la provincia de Esmeraldas, merece especial mención el edificio del
Faro que está en reconstrucción y el adelanto, aunque paulatino, del Instituto
Agrícola “Vargas Torres”.
Más todavía y no menos importantes son las obras públicas que durante
este tiempo ha emprendido la Nación; pero he tenido que exponer apenas su-
cintamente las principales, exceptuando la del Ferrocarril Trasandino, que ocu-
pará lugar preferente en el Informe del respectivo Ministerio. En él se os
indicarán además las obras que de preferencia deben iniciarse a fin de que dic-
téis las medidas oportunas para que no haya pueblo en la República que no
participe de este benéfico impulso por su adelanto material, a par del que va
desarrollando por su progreso intelectual y moral.
Sin traer como buenas y valederas las reformas de otros países, bastará decir
que la experiencia adquirida durante largos años en el nuestro, evidencia de los
buenos resultados de confiar la dirección, conservación y administración de los
establecimientos de beneficencia a Juntas que, como la de Guayaquil, sean
compuestas de personas honorables sin tomar en cuenta su filiación política.

139
De allí el haberse puesto en práctica el Decreto de 26 de Junio de 1896 y la
formación en Marzo último de la Junta de Beneficencia que funciona en esa
Capital, y cuya labor administrativa, fecunda desde luego en buenos resultados,
ha venido a satisfacer las aspiraciones del Gobierno. En los tres meses que lleva
de vida la Junta, se palpan los beneficios realizados, los cuales demuestran lo
conveniente que es interesar a los asociados de una misma circunscripción civil
en la administración y fomento lo que a su localidad se refiere. Tal es la idea
que encarna el Proyecto de Ley que presentará el Ministerio, estableciendo Jun-
tas de Beneficencia en las capitales de provincia donde no las hubiere, así como
otros también sobre Beneficencia.
La clausura del Lazareto de Quito, es una de las medidas indispensables
que la higiene recomienda a favor de los habitantes de la Capital, que vivimos
respirando los aires de Lazareto y con el temor peregne (sic) del contagio.
No obstante la buena voluntad del Gobierno para atender a la pública be-
neficencia, no siempre ha podido llenar con regularidad las necesidades de las
casas nacionales en donde se ejerce esa virtud altamente cristiana. A esto se
añade la incuria de algunas Municipalidades en cumplir el Decreto de 6 de
Agosto de 1892 siendo ésta otra de las causas para que los establecimientos acre-
edores a estas cuotas centesimales hayan sentido notable malestar económico.
La provincia de Esmeraldas, así como algunas poblaciones de las del Gua-
yas y Pichincha han sufrido epidemias más o menos asoladoras, y para comba-
tirlas se han dictado todas las medidas del caso y provisto a sus pobladores de
cuanto hubieron de menester en tan aflictivas circunstancias.

A fomentar y provocar la inmigración y colonización que contribuyen pode-


rosamente al desenvolvimiento económico de los pueblos, y a la cultura y bien-
estar material de ellos, obedece la creación de la Junta que se estableció por
Decreto Ejecutivo de 12 de Junio, la cual ha comenzado a funcionar, después
de haberse dado el Reglamento que mereció la aprobación del caso.
La Ley de 1849 es un anacronismo a la hora presente. Y por lo tanto no
merece una mera reforma, sino una completa derogación por otra que amplíe
el Decreto de 10 de Marzo de 1897, consultando el estado actual del pueblo
ecuatoriano, y que ofrezca más facilidades y garantías a los inmigrantes o co-
lonos que vengan aumentar la población de nuestras ciudades o a establecer
colonias en las vastas y vírgenes comarcas del territorio nacional.
El establecimiento de un Departamento de inmigración y colonización
del que dependan directamente las Juntas provinciales y los agentes especiales,

140
dotándolas de rentas propias, es una reforma que se impone, y en este sentido
el Departamento del Ramo someterá un Proyecto de Ley.
Cuanto al Comercio, a la Agricultura e Industria, palmario es el desenvol-
vimiento operado después de la trasformación política del 5 de Junio de 1895.
Como un dato significativo del incremento del comercio en general, baste
decir que la circulación de moneda y títulos de crédito mercantil en 31 de Di-
ciembre de 1900, es decir, poco después de la adopción definitiva del Talón de
oro, era de S/29’328.000 contra S/16’815.000 en 1895.
Lo propio ha acontecido con la agricultura, a la que íntimamente está vin-
culada la riqueza pública del Ecuador.

Las propiedades rústicas han aumentado en un 50% sobre el valor que tenían
en aquel año, y algo más en las provincias de la Costa, en donde el cultivo del
cacao y por lo mismo su producción han ido en progresión ascendente, ya que
según las estadísticas industriales, el Ecuador es el mayor productor de cuantos
mandan a los mercados extranjeros ese grano que tantas aplicaciones tiene. La
producción ecuatoriana representa hoy la tercera parte de la del globo, y en
pocos años más conseguirá, indudablemente, alcanzar a la mitad, y ejercer po-
derosa influencia en las cotizaciones de los mercados consumidores.
La protección a la industria, no en toda la amplitud que fuere deseable, sino
en las medidas de la posibilidad, ha ocasionado el desarrollo actual, tanto que
ciertos ramos de ella han mejorado de manera tan notoria que rivalizan en calidad
con los mejores similares de los países en donde han llegado a la perfección.
La pesca en general y la cacería marítima, otro ramo de industria que ejer-
cen con provecho en las aguas de la República los buques extranjeros, con no-
table perjuicio, de la industria nacional, fue objeto de un reglamento que
expidió el 25 de Febrero último y cuyos resultados comienzan a palparse.
Para proceder con acierto en orden a la concesión de patentes industriales,
de acuerdo con la ley de 1880, puesta en vigencia por la Legislatura de 1898,
se dispuso oír el dictamen del H. Consejo de estado, quien opinó por la con-
cesión siempre que se llenaran las formalidades legales, y se comprobara por el
inventor el carácter de tal.
En la Secretaría de Fomento se ventilan algunas solicitudes; concluida la
tramitación legal de una de ellas, se concedió al Sr. Asmussen patente de im-
portación para introducir al país una nueva industria, consistente en una ex-
tensa red de comunicaciones telefónicas con los aparatos autoteléfonos y
teatromicrófono.

141
La Ley de 1880 que he mencionado no guarda armonía con las necesidades
actuales, natural es de que se la reforme; y con tal propósito, se ha consultado
el Proyecto que presentará el Ministro del Ramo, así como otro referente a la
de marcas de fábrica y comerciales.
Los gastos hechos en el Departamento de Guerra y Marina ascienden a
S/.3’113.607,60 cts.
La Escuela de Clases, fundada para reorganizar el Ejército, funciona a sa-
tisfacción del Gobierno, bajo la competente dirección de instructores chilenos,
dignamente presididos por el Mayor Cabrera.
En breve se inaugurará también el Colegio Militar, cuyo espacioso edificio
está ya casi terminado. Profesores chilenos serán también los encargados de
instruir a los alumnos de dicho Colegio; y me halaga la esperanza de que, des-
pués de no mucho tiempo, el Ejército de la República –que tanto se distingue
por su abnegación, valor y más virtudes militares- podrá igualarse a los ejércitos
mejor instruidos y organizados.
Hemos adquirido en Alemania una batería de cañones Krupp, de tiro rá-
pido para fortaleza, y cuatro baterías de campaña, del mismo sistema moderno,
con abundante parque y accesorios completos, inclusive tres aparatos para re-
cargar los cartuchos metálicos ya usados.
Respecto de nuestra marina, he tenido el propósito de adquirir un buque de
guerra moderno, ofrecido en venta por tres millones y cien mil francos. Enco-
mendé la gestión de este negocio a nuestro Ministro en Francia, Sr. Homero Morla;
pero, no habiendo podido cerciorarse el comisionado de las buenas condiciones
marineras de la nave en referencia, he suspendido la negociación. También dos
Gobiernos amigos nos han ofrecido ceder cruceros convenientes para nuestras cir-
cunstancias; y es probable que el Gobierno se decida a aceptar esta oferta y adquirir
uno de dichos cruceros, si persistieren las dificultades para el inmediato examen
del primer buque de que os he hablado, el que se encuentra en aguas asiáticas.
A nuestro Ejército le ha tocado en suerte la parte más ardua en esta etapa
de la formación política iniciada en Junio del 95. Como es bien notorio, los
reaccionarios del Ecuador, eficazmente protegidos por sus correligionarios del
Exterior, no han cesado un instante en sus maquinaciones liberticidas. Venci-
dos a cada paso por nuestros valerosos soldados, siempre han contado con el
perdón más amplio; y siempre han vuelto a reincidir en su tarea de ensangrentar
y arruinar la República. Desde 1895 se ha combatido con encarnizamiento
desde el Carchi al Macará; mas lo que ha producido mayor conflagración, han
sido las repetidas invasiones por nuestras fronteras.

142
He tenido también reiterados avisos de proyectos de expediciones maríti-
mas; pero preparado como estaba a no permitir que los enemigos del orden y
la libertad pisasen nuestras playas, he visto disiparse por sí aquellos criminales
proyectos.
El comportamiento del Ejército liberal ecuatoriano ha sido superior a todo
elogio; y en esa larga y cruenta lucha, sostenida para salvar las públicas liberta-
des, hánse visto frecuentemente mis camaradas privados hasta de lo más nece-
sario. Conocían la penuria fiscal; y con abnegación sin límites, sin raciones y
sin abrigo, han soportado todas las penalidades de una campaña cruda, sin más
estímulo que el cumplimiento del deber y sin más esperanza de premio que la
salvación de la Patria.
El liberalismo de mis compañeros de armas ha estado sometido a las más
duras pruebas; pero sus virtudes han vencido todo obstáculo y el Partido Liberal
se encuentra en pié. Sólo con soldados de esta clase ha podido el Gobierno,
en que tengo la honra de presidir, triunfar en una lucha tan desigual como la
que ha sostenido, manteniendo siempre en alto la dignidad y los derechos del
pueblo ecuatoriano.
Debo hacer justicia al Cuerpo de Telegrafistas, colaborador impertérrito
del Ejército, puesto que estos empleados han participado de todos los peli-
gros y azares de la campaña, viéndoseles, con el rifle a la mano y el aparato
telegráfico debajo del brazo, en todos los campamentos, cumpliendo siempre
su deber.
La Policía ha hecho lujo de actividad y de enérgico valor; y siempre que
ha sido menester ha entrado en combate, sosteniendo luchas extraordinaria-
mente desiguales, como sucedió en Latacunga y San Antonio, donde su hero-
ísmo asombró al enemigo.
No menos digno de encomio ha sido el proceder de los empleados civiles.
Muchos de ellos han abandonado sus oficinas para tomar parte activa en las
campañas; y cuando se ha aumentado la amenaza al orden, todos han acudido
a los cuarteles y convertídose en abnegados defensores del Gobierno.
Cuando calmada la exaltación de las pasiones políticas, se estudie fría y
concienzudamente el proceder de mis colaboradores en la Administración pú-
blica, ya civiles, ya militares, la Historia les hará justicia; y los señalará como
infatigables obreros de la libertad, que han merecido bien de la Patria.
En cuanto a mí declaro que sin el apoyo abnegado de todos esos patriotas,
nada habría podido hacer en pro de las libertades públicas y del buen nombre
de la Nación; y que por consiguiente, habría sido quizás víctima de mi patrió-

143
tico empeño, sin conseguir que la Bandera Liberal tremolase tan alta en la Re-
pública. No habría tenido la satisfacción de anunciaros ahora, como lo hago,
que la obra del Ferrocarril Trasandino es un hecho, que la vigencia del Patrón
de oro tiene asegurados los capitales ecuatorianos contra las oscilaciones del
metal blanco; que los caminos de herradura a Manabí y Esmeraldas, que au-
mentarán prodigiosamente la riqueza y darán más facilidades a la defensa de la
Nación, están para concluirse; que el peculado oficial ha desaparecido, como
lo prueba la pureza con que la Convención Nacional, las Legislaturas poste-
riores y el Ejecutivo han manejado los intereses del Estado.
No os podría hacer notar los rápidos progresos alcanzados por la Nación
en el corto tiempo que domina en ella el régimen liberal; el restablecimiento
de su crédito en el Exterior; los nuevos rumbos señalados a la Instrucción
Pública; los nuevos campos abiertos para la Industria; el notable cambio de
las ideas sociales en el pueblo; en fin, el vivo interés que el Ecuador inspira
hoy día a las naciones extranjeras. Indudablemente que la República ha en-
trado de lleno en un período de prosperidad y engrandecimiento; y que, me-
diante la subsistencia de Gobiernos liberales y patriotas, muy pronto nuestra
República se contará entre los pueblos más adelantados y ricos del mundo
Colón.
Sobre la tan debatida cuestión del Archipiélago de Galápagos, lo más im-
portante que podría deciros, se contiene en mis Mensajes de 27 de Agosto y
25 de Octubre de 1898; Mensajes que los recibisteis y estudiasteis en sesión
secreta; y que no me fue dado publicarlos, por habérmelo prohibido la Legis-
latura. El Ministro de Relaciones Exteriores os hablará de las falsas aseveracio-
nes que, sobre enajenación de las referidas islas, ha propalado la oposición
política, con el ánimo de hacer daño al Gobierno actual.
El arreglo definitivo de la Deuda Externa ha encontrado nuevas dificulta-
des, las que están por fin allanadas; y tendré el placer de informaros, en Mensaje
especial, de negociado tan importante.
En vísperas de resignar el Supremo Poder, me es satisfactorio manifestaros
que abrigo la firme esperanza de que los verdaderos servidores de la Patria y
miembros genuinos del Partido Liberal han de continuar la regeneradora labor
que se inició en el memorable y glorioso 5 de Junio de 1895; y que no habrá
sacrificio, por grande que sea, capaz de hacernos retroceder en el camino que
nos ha trazado el patriotismo y que nos va conduciendo rápidamente a la pros-
peridad de la República. Vuestra alteza de miras y acendrado amor patrio son
prendas seguras de que continuaréis formando siempre en las filas de los obreros

144
del engrandecimiento nacional; y de que os empeñaréis en conquistaros un
nombre digno de figurar entre el de los mejores ciudadanos.
Honorables Legisladores

ELOY ALFARO
Quito, 11 de Agosto de 1901

8888

Mensaje del Encargado del Mando Supremo de la República


a la Convención Nacional de 1906 - 1907

Señores Legisladores:
Cumplo la honrosa obligación de presentaros el Mensaje de estilo; a fin
de que conozcáis lo principal de la marcha administrativa y de las necesidades
de la Nación.
Como sabéis, desde la memorable transformación política de 1895, la Re-
pública se convirtió en un campamento hasta 1901; porque la desesperada re-
sistencia que opuso el partido conservador a las reformas liberales, fue tenaz y
constante, a pesar de los repetidos triunfos que obtuvo en muchos campos de
batalla, el denodado e invencible Ejército liberal.
Contra toda previsión, vino enseguida un período de traficantes en polí-
ticas; y la desmoralización más lamentable cundió en todos los ramos de la ad-
ministración nacional. Y como consecuencia legítima de esa profunda
corrupción administrativa, surgió la elección del Sr. Dn. Lizardo García; elec-
ción debida a la coacción y a la venalidad más degradantes y vergonzosas. En
las elecciones presidenciales anteriores, con excepción de la popular del Sr. Don
Antonio Borrero, habían luchado los partidos disputándose el triunfo en los
comicios, aun con violencias de hecho, y ensangrentando no raras veces las
urnas del sufragio; pero, jamás, ningún bando político había descendido a com-
prar votos, hasta la elección del Sr. García. Este procedimiento corruptor, sem-
bró el descontento en todas las clases sociales; y el Gobierno del Sr. García se
inauguró sin partido doctrinal propio, y sobre una base de arena que debía de-
rrumbarse al menor soplo.

145
Evidenciada la política desmoralizadora de mi sucesor en el Gobierno, fui
acremente censurado por la generalidad de los liberales; y muchos consideraban
que estaba en el deber ineludible de ponerme en armas para lanzar del Solio,
al Magistrado que nos afrentaba, después de habernos hecho traición. Amante
de la paz, y esperando que ese período de mercantilismo político terminaría
con la elección del nuevo Presidente, me negué repetidas veces a echar mano
del doloroso remedio de las armas; y, persiguiendo siempre mis pacíficos pro-
pósitos, provoqué la reunión de una Asamblea de Delegados del Partido Libe-
ral, a fin de que se eligiera una persona honorable para candidato a la
presidencia de la República. Y, en efecto, reunióse en Quito esa Asamblea de
patriotas, a pesar de la odiosidad y resistencia del Gobierno; pero, por desgracia,
no dio resultados prácticos, a causa de haberse negado a terciar en la lucha elec-
toral, el candidato que fue elegido. Los secuaces del mercantilismo quedaron,
pues, dueños absolutos del campo; y el Sr. García fue levantado al Poder por
el esfuerzo oficial y los votos comprados.
En vista de la mala atmósfera que rodeaba el nuevo Gobierno, los parti-
darios del Sr. García propalaron de todas maneras, que estaba resuelto a tomar
el camino de la rectitud y de la honradez, separando de la administración a
todos los que la habían desacreditado; más, nada de esto llegó a cumplirse; y,
con ligeros cambios, todo continuó como antes, para oprobio de la República.
A pesar de todo, deseando mantener la paz a toda costa, opiné todavía que
debíamos dejar pasar los cuatro años de administración del Sr. García, si obte-
níamos por lo menos, honradez en el sufragio; pero mi opinión fue debatida
en los principales grupos liberales; y mucho mas cuando se llegó a tener cono-
cimiento de los proyectos que halagaba el Gobierno en punto a reformas reac-
cionarias de la Constitución.
Por ese tiempo fuéme forzoso abandonar mi domicilio y trasladarme a la
Capital, para desempeñar el cargo de Codificador Militar, con que me honrara
el Congreso, y sin parar mientes en la hostilidad que desplegó el Gobierno con-
tra las pacíficas labores que se me habían encomendado, a fin de que no se al-
terase el orden, hice un llamamiento a mis correligionarios para que se
organizaran y tomaran parte en la próxima lucha eleccionaria de Senadores y
Diputados. Pero, luego llegué a convencerme y a palpar que era inútil ese tra-
bajo; y que se hallaban en grave peligro esas instituciones liberales que tantos
sacrificios habían costado al país.
Había llegado el momento de resolver definitivamente acerca de la situa-
ción; y reuní a mis amigos políticos de la Capital, a fin de buscar el medio más

146
adecuado para conjurar los males que afligían a la República. La discusión fue
serena y desapasionada; y por unanimidad, resolviese apelar a las armas para
libertar la Patria de manos de los que la infamaban; y se me impuso la obliga-
ción de acaudillar ese movimiento salvador, el que debía realizarse el día 1 de
enero en varias provincias, cuando yo me hallase de regreso en la ciudad de
Guayaquil.
Si el partido liberal-radical contaba con la opinión pública, carecía de
armas y de dinero; y un patriota de la Capital proporcionó la pequeña suma
de diez y ocho mil sucres, en calidad de préstamo y en dos dividendos, para
los grandes gastos que la transformación política demandaba. Esta cantidad
distribuyóse entre los jefes del movimiento que debían operar en las provincias
de Chimborazo, Tungurahua, Carchi y Pichincha; y el General Flavio E. Alfaro
reintegró después una parte de la suma destinada a la última provincia, por no
haberla invertido. Este es el único dinero que tuve a mi disposición para realizar
los acontecimientos del mes de enero pasado; y he tenido que entrar en estos
detalles, quizás impropios de un documento tan solemne, para desvanecer las
calumnias de nuestros adversarios. Toda la fuerza de la transformación de enero,
estuvo en el inmenso prestigio de la causa liberal, amenazada por el mercanti-
lismo político imperante. Las instituciones liberales que implantaron los Le-
gisladores del sextenio de mi primera administración, habían echado hondas
raíces en el corazón del pueblo; y los ciudadanos que se levantaron en armas
para defenderlas, de ninguna manera pensaron en el lucro vil, sino que obraron
impelidos por los más nobles ideales. Las armas con que combatieron, fueron
las mismas que ya otras veces habían manejado en defensa de la libertad, como
le consta a todo el país; de manera que es una calumnia infame afirmar que
manos extrañas me suministraron dinero y enviaron fusiles Winchester desde
Norte América, para que derrocara al Gobierno del Sr. García.

La política desleal y corruptora del General Plaza; las sórdidas negociaciones


en que se hallaban envueltos algunos de los principales dignatarios de la Na-
ción; los proyectos de operaciones financieras ulteriores, denunciadas y com-
batidas por la prensa, como afrentosas para el país; nuestras cuestiones
internacionales lamentablemente dirigidas por nuestra Cancillería; la tendencia
manifiesta a favorecer la reacción conservadora, resucitando el progresismo; el
quebrantamiento de las leyes fundamentales, y la degradación de las institu-
ciones democráticas, llevada hasta el extremo de ponerle precio al sufragio po-
pular, los atentados y errores diarios de los gobernantes, habían llenado ya la

147
medida de la paciencia del pueblo, y fueron los más poderosos elementos para
la caída de ese mercantilismo político que representaba el Sr. García. La revo-
lución era necesaria, inaplazable, en el concepto de la mayoría de los ecuato-
rianos; como un remedio heroico para los males de la República; y cuando me
puse a la cabeza del movimiento, verificóse, de modo espontáneo y fácil, la más
rápida de las transformaciones políticas que registra la Historia de América.
Los radicales de Riobamba y Guaranda iniciaron esa transformación en la
noche del 31 de diciembre al 1 de enero, y se apoderaron de las citadas plazas,
con la mayor facilidad. En Riobamba dirigieron el movimiento los Coroneles
Pacífico Gallegos, Emilio María Terán y Julio Román, que fueron aclamados
Generales del Ejército, a raíz del triunfo; pero, desgraciadamente, cuatro días
después, se sacrificó esa falange valerosa en los desfiladeros de Chancaguán.
El 4 de enero se pronunció en Latacunga el bizarro batallón “Pichincha”,
impulsado exclusivamente por la adhesión de la tropa a la causa liberal; puesto
que el Ejército, formado y aguerrido en las incesantes luchas del liberalismo
contra los enemigos de la civilización y la libertad, no podía permanecer indi-
ferente, y menos, combatir contra su propia bandera, por la que había derra-
mado su sangre en tantos campos de batalla. El Ejército era esencialmente
liberal; y, obedeciendo a sus principios y a sus tradiciones gloriosas, tenía que
apoyar por fuerza, el movimiento salvador de la causa democrática, que es la
causa santa de la humanidad. Gran parte del Ejército se puso, espontáneamente
y con el mayor entusiasmo, de nuestro lado, y en el mismo día 4 de enero, se
pronunciaron, asimismo, los valerosos Carchenses que componía el Batallón
“No. 7o. de línea”, y que se encontraban en marcha para Latacunga. El deno-
dado Escuadrón “Yaguachi” se incorporó también en masa al “Carchi”; y todas
las fuerzas indicadas pusiéronse a órdenes del Coronel Justiniano Viteri, Jefe
que las condujo hasta la población de San Andrés, en el Chimborazo, en donde
el General Terán asumió el mando de esa División.
Movida por los mismos patrióticos sentimientos, la guarnición de Ibarra
se pronunció el 5 de enero y se puso a órdenes del General Nicanor Arellano,
siendo reforzada, luego, por los valientes soldados de Tulcán que se pronun-
ciaron por la revolución el día 7 del mismo mes.
Mientras tanto, se habían levantado partidas armadas en los históricos can-
tones de Daule y Vinces; y los liberales y radicales de todas las provincias se
hallaban a punto de secundar los pronunciamientos ya realizados, pues reinaba
en todo el país el más grande entusiasmo por la transformación.

148
A las once de la noche del 31 de diciembre salí de Guayaquil, sirviéndome
de guía el antiguo y valiente guerrillero radical, Coronel Pedro Montero; y a
través de las montañas, me dirigí a la provincia de Bolívar, acompañado ya por
un puñado de patriotas. En el camino tuve conocimiento del desastre de Chan-
caguán; y cerca ya de Guaranda se me unió el Jefe Civil y Militar de la provin-
cia, Dr. José Facundo Vela, con unos cincuenta jóvenes armados. Sin más
noticia que la derrota de las fuerzas revolucionarias de Riobamba, pensé retro-
ceder a la provincia de Los Ríos para organizar las fuerzas liberales de la Costa;
pero recibí aviso oportuno del pronunciamiento de los Batallones “Carchi” y
“Pichincha”, y del Escuadrón “Yaguachi”; y me puse en marcha inmediata-
mente para incorporarme a mis valerosos camaradas, lo que conseguí el 12 de
enero, en Latacunga.
En la mañana del 15 de enero, seguí la marcha con el ejército, en dirección
a la Capital; y al llegar al tambo de Cuilche, nuestra bizarra Caballería capturó
una avanzada; y por ella supe, con seguridad, que el ejército contrario se en-
contraba acampado en Chasqui. Proseguí la marcha y, como a una milla, hice
alto y dispuse el orden de ataque. La resistencia de los adversarios fue vigorosa
y digna de mejor causa; más fue tan irresistible a fondo la carga que dieron mis
valientes camaradas, que no tuve necesidad de impartir nuevas órdenes para
obtener la más completa victoria. En premio de tanto valor, concedí un ascenso
general hasta Tenientes Coroneles, inclusive; y como el Coronel Montero so-
bresalió en esa acción de guerra, ganó las estrellas de General de la República.
Al día siguiente proseguimos la marcha a la Capital, y antes de llegar a
Machachi, recibí la grata nueva del pronunciamiento de Quito. Sucedió que
los presos políticos del Panóptico, dirigidos por uno de ellos, el General Flavio
Alfaro, se adueñaron de las armas de la guardia, y, apoyados por el pueblo, se
lanzaron denodadamente sobre los cuarteles, los que se rindieron sin resistencia
alguna. El 17 de enero, en medio del entusiasmo del pueblo, tuvo lugar la en-
trada del ejército vencedor en el Chasqui; e inmediatamente me ocupé en la
organización del Gobierno. El día 18 expedí un decreto de amplia amnistía;
puesto que no debía haber entre ecuatorianos, ni vencedores, ni vencidos.
Entretanto, la población de Santa Rosa, en la provincia de El Oro, se había
pronunciado el día 16; y la libérrima provincia de Esmeraldas, el 19, dirigida
por el Coronel Carlos Concha. Las partidas armadas que levantaron los Coro-
neles Martínez, Rugel y Figueroa, se habían aumentado considerablemente y
concentrádose en Palenque y Daule.

149
El siempre invicto pueblo guayaquileño se levantó en masa el día 19 de
enero, impulsado solo por su amor a las instituciones liberales, y sin siquiera
un caudillo que lo dirigiera en el combate. Principió por libertar a los presos
políticos y apoderarse sorpresivamente del Cuartel de Policía, y con las armas
que encontró allí, lanzóse sobre los cuarteles y se sacrificó heroicamente en
lucha desigual con los cuerpos de línea. Sin embargo de haberse agotado las
municiones, se mantuvo a la defensiva, sin que lo amedrentaran los centenares
de víctimas, tendidas en las calles. En el fragor del combate, muchos patriotas
se reunieron en la Gobernación, y aclamaron como Jefe Civil y Militar al Dr.
Emilio Arévalo. Al amanecer del día 20, vino por fin el desenlace de aquel san-
griento drama: se rindieron los cuarteles, y se concedieron amplias garantías a
todos los vencidos.
Cuenca, la cuna de Abdón Calderón, se pronunció el 21 del propio mes,
dirigiendo el movimiento el Dr. José Peralta; y en el mismo día, se pronuncia-
ron también Azogues y Machala, siendo nombrados para Jefes Civiles y Mili-
tares, respectivamente, el Dr. Rafael Aguilar y el Comandante Benicio Mejía.
En igual fecha, como si hubiera habido acuerdo previo, se pronunció Loja con
el Coronel Virgilio Guerrero a la cabeza; y en fin, el movimiento popular de
enero fue secundado a porfía por todas las poblaciones de la República. La
guarnición de Manabí fue la última en rendirse el día 26, al Coronel Carlos
Concha; el que había desembarcado en Bahía con los voluntarios de Esmeral-
das, para auxiliar a los radicales manabitas que se habían levantado sin armas.
Por esta breve y genuina narración constante a todos los moradores del
Ecuador, conoceréis, Señores Legisladores, la magnitud e infamia de las calum-
nias lanzadas contra la transformación de enero: os repito que ninguna clase
de elementos hemos recibido, ni podido recibir, del Exterior, como lo propalan
los enemigos de nuestra causa; pues la caída del Sr. García se debió únicamente
a su propio desprestigio, y al patriótico entusiasmo de la inmensa mayoría de
los ecuatorianos.
Fenecida la lucha armada, emprendieron los vencidos la más dura campaña
política contra los vencedores; y, en su desapoderado furor, han echado mano
de todos los medios imaginables, por reprobados y desdorosos que fuesen.
Jamás, en ningún país de América, se ha desbordado la prensa de oposición,
como entre nosotros, en la época actual; la falsedad, la injuria, la calumnia, en
sus más repugnantes e inmorales fases, han sido las armas preferidas por nues-
tros adversarios. Se ha conspirado abiertamente, sin respetos ni escrúpulos; se
han urdido conjuraciones que, descubiertas a tiempo, se han desvanecido; se

150
ha difamado a la Nación misma, por combatir a mi Gobierno; en fin, se ha
dado rienda suelta a todas las pasiones de bandería, en uno como certamen de
perversidad y de infamia. Y en medio de este desleal combate, el Gobierno se
ha mantenido sereno y exageradamente respetador de todas las libertades, de
todas las garantías constitucionales, de todos los principios de equidad y de to-
lerancia. Aun llegado el caso de ser ya necesario reprimir a los conspiradores
más audaces, el Gobierno no ha salido de los estrictos límites señalados por la
ley, como os lo expondrá el Ministro de lo Interior y Policía; de manera que,
si la audacia y procacidad de los enemigos del régimen radical, ha ido a los ex-
tremos, también la moderación y tolerancia del Gobierno han sido sin igual
en nuestra historia.

Arduos y difíciles, os he dicho que son varios de los problemas sometidos y a


vuestra deliberación; y salta como el primero y más importante, el de las rela-
ciones entre la Iglesia y el Estado, que tenéis que resolver con amplio criterio
y elevado espíritu; ya que la cuestión religiosa ha dividido hondamente a la fa-
milia ecuatoriana y mantenídola en agitación violenta. Recordad que el sextenio
de mi primera administración, a pesar de nuestra tolerancia y generosidad con
los adversarios, nos vimos envueltos en una constante guerra religiosa, que de-
vastó al país; y como vuestra labor es de paz, y ha de tender al establecimiento
de instituciones definitivas y permanentes, os recomiendo que prestéis especial
atención a este difícil problema, y que tratéis de solucionarlo de manera que
desaparezca, una vez por todas, de la órbita de la política ecuatoriana.
La doctrina liberal impone el deber ineludible de respetar la creencia de
toda persona; y de amparar y rodear de garantías el santuario de la conciencia
humana. La tolerancia más amplia, el respeto más acendrado al derecho ajeno,
el acatamiento más profunda a la fe de todos los asociados, son la base del li-
beralismo y la norma de una política conciliadora y acertada.
La grandiosa misión del Partido liberal consiste, precisamente, en romper
toda traba de la conciencia, en extirpar toda opresión del espíritu humano, en
hacer práctico el derecho irrestricto de adorar a Dios, según las creencias de
cada cual; y es por esto que combate todo fanatismo y condena en lo absoluto
toda tiranía religiosa.
La ley llamada de Cultos, hízose necesaria para evitar que los bienes de los
fieles llegasen a invertirse otra vez en elementos de discordia social, en revolu-
ciones sangrientas, en esas invasiones ofensivas a la dignidad de la República,
tan frecuentes en los años de mi Gobierno anterior; y esa Ley, aunque imper-

151
fecta, si se hubiera ejecutado con tino, honradez y equidad, habría evitado que
se exasperara tanto la pasión religiosa y se ahondase más y más la división entre
los ecuatorianos. Pero, de la manera como se ha llevado a ejecución la Ley de
Cultos, preciso es decirlo, el Gobierno del General Plaza ha querido arrojar un
baldón eterno sobre su Administración; puesto que no se ha hecho sino prote-
ger negociaciones ilícitas y afrentosas con pretexto de dicha Ley, como si hu-
biera sido sancionada únicamente para favorecer usurpaciones. Al volver al
mando de la República, unos de mis mayores empeños ha sido corregir este
mal; y he dado órdenes constantes a los Señores Ministros de Cultos para que
esa Ley fuese lealmente cumplida, y se cubrieran con puntualidad los Presu-
puestos de las Comunidades religiosas que, hasta la transformación de enero,
casi no habían sido pagadas de sus haberes, sin embargo de haber fondos para
ese pago.
Empeñado, como el que más, en que la doctrina liberal se llevase a la prác-
tica, mi primera administración fue de constante labor para establecer una ra-
zonable libertad de conciencia en el Ecuador, procurando conciliar todos los
intereses de los asociados, en beneficio de la paz; pero la intransigencia del clero
–acostumbrado a un dominio absoluto no interrumpido– volvió estériles todos
los esfuerzos conciliadores de mi gobierno. El clero, con raras excepciones, y el
partido conservador se opusieron a todo advenimiento, a toda tentativa de pa-
cificación, a todo anhelo de concordia; porque solo aspiraban a la restauración
de ese estado de cosas que había mantenido al pueblo en el aislamiento y el
atraso, hasta la gloriosa Revolución de 1895. Y hoy, como entonces, nos halla-
mos al frente del problema religioso, de cuya solución depende, en gran parte,
la consolidación de la tranquilidad pública.
Dos son, a mi juicio, las soluciones posibles de la cuestión religiosa; el re-
greso al antiguo patronato, con todos sus inconvenientes, y mientras la libertad
de cultos se abra campo en los centros populares para que pueda el clero cató-
lico adquirirse vida independiente y propia, o la separación de la Iglesia y el
Estado, también con todas las dificultades inherentes a este sistema político. Si
hemos de tomar en cuenta el estado de nuestra civilización y los seculares per-
juicios dominantes todavía ente nosotros, lo natural y conveniente sería tornar
a la Ley de Patronato, en una forma equitativa y conciliadora, de manera que
la creencia católica quedase amparada y garantizada por los poderes públicos;
pero dentro de límites fijos, que la potestad eclesiástica no pudiese traspasar,
con ningún pretexto. De esta manera, deslindadas las facultades de ambos po-
deres; señalada la órbita de acción meramente espiritual para la Iglesia; desli-

152
gadas la religión y la política, es de creer que la concordia surgiría de suyo; y
que la reconciliación sincera de los ecuatorianos no presentaría dificultades de
ningún género. Dada la excepcional situación de la República, éste sería tal vez
el camino de la prudencia y del acierto; pero el clero se niega a reconocer el
patronato, juzgándolo contrario a sus doctrinas.
Eliminado uno de los términos de la disyuntiva, no quedaría sino la sepa-
ración de la Iglesia y el Estado, para resolver el problema que me ocupa. Há-
blese de personas o de colectividades, es la base del liberalismo genuino, el
respeto al derecho ajeno; y por tanto, en este caso, lo racional, lo justo, lo con-
veniente, sería que el Estado reconociese todos los derechos de la Iglesia, con-
siderada como persona jurídica, tal y conforme sucede en las naciones más
libres y más adelantadas del mundo moderno. Así lo exige el más sagrado de
los principios, el respeto al sentimiento religioso, a la libertad más íntima del
hombre, la de su conciencia; principio sin el que vendría a ser contradictoria
la doctrina liberal.
Sea libre la Iglesia y capaz de adquirir derechos y contraer obligaciones;
pero, quede sujeta a todas las prescripciones de nuestra legislación. Y al decre-
tarlo así, os encarezco prevenir todos los motivos de ulteriores conflictos entre
la Iglesia y el Estado; adoptando en lo posible, disposiciones análogas, a las que
en los EE.UU., México, Venezuela, etc., han evitado toda colisión entre los
Poderes. En los países que van a la vanguardia del progreso, el clero está privado
de toda oportunidad de intervenir en los negocios del Estado; y el ateísmo es
casi desconocido, y no existen partidos que profesen en sus doctrinas forma al-
guna de hostilidad contra el culto. Los gobiernos, por su parte, se ven libres de
la necesidad de dictar medidas preventivas o represivas que hieran, de una ma-
nera u otra, los sentimientos religiosos de gran número de ciudadanos. Allí,
donde la religión existe en situación de completa independencia, toda forma
de subvención oficial es innecesaria para su mantenimiento; porque las eroga-
ciones de los fieles son suficientes para dar al culto todo el esplendor que sus
dogmas exigen. La separación de los Poderes, cuando no significa la erección
de un Estado dentro del Estado y del Altar frente del Solio; cuando la potestad
eclesiástica, como mera persona jurídica, está sujeta a todas las leyes de la Na-
ción, y no sale de la órbita espiritual en que domina; cuando el Estado no in-
vade, ni puede invadir, esas atribuciones espirituales de la Iglesia, no hay duda
que es una base sólida y perdurable de concordia social, y un elemento de pro-
greso y de civilización.

153
Os he puesto de manifiesto, con la ingenuidad y alteza de miras propias
de la ocasión, el difícil y complejo problema religioso; y la Nación puede esperar
que, cualquiera solución que adoptéis será maduramente dictada, bajo la ins-
piración de los más elevados sentimiento de justicia y patriotismo, y teniendo
en cuenta únicamente la mayor conveniencia nacional.

No ignoráis, Señores Legisladores, el rumbo dado a nuestros negocios interna-


cionales, en los pasados cuatro años; y el Ministro del Ramo os expondrá en
su Memoria todo lo necesario, al respecto. A pesar de los inconvenientes crea-
dos por esa desacertada dirección diplomática, el nuevo Gobierno ha puesto
todo empeño en remover dificultades y cimentar las más cordiales relaciones
de amistad con las Repúblicas limítrofes; me es placentero afirmaros que la
labor de nuestra Cancillería ha producido los mejores resultados.
En Colombia y en el Perú continúan representando al Ecuador los mismos
diplomáticos Andrade y Aguirre Aparicio, respectivamente; y han sido acredi-
tados por mi gobierno, el Dr. Emilio Arévalo, como enviado Extraordinario y
Ministro Plenipotenciario, ante el Gobierno del Brasil; el Sr. Dn. Luis F. Carbo,
con igual carácter, ante el Gobierno de Norte América; el Dr. Emilio María
Terán, con el mismo elevado cargo, ante la Gran Bretaña; el Dr. Fernando Sán-
chez, como Ministro Residente, ad-honorem; en Nicaragua; el Dr. Rafael H.
Elizalde, ascendido a Ministro Residente, ante la República de Chile; y el Sr.
Walter Schultze, como Encargado de Negocios ad-honorem, ante el Imperio
Alemán. Los Sres. Ministros Rendón y Vásquez, continúan en España con la
Misión Diplomática que antes desempeñaban; siendo el primero, además, Mi-
nistro Residente en Francia.
El cuerpo Diplomático en esta Capital, se compone de los distinguidos
señores: Monseñor Alejandro Bavona, enviado extraordinario y Delegado Apos-
tólico; Dn. Emiliano Isaza, enviado extraordinario y Ministro Plenipotenciario
de Colombia; Dn. Joseph Lee, enviado extraordinario y Ministro Plenipoten-
ciario de los Estados Unidos de América; Dn. Francisco J. Herboso, enviado
extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Chile; Dn. T. Carletti, enviado
extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Italia; Dn. G. Michaelles, en-
viado extraordinario y ministro Plenipotenciario de Alemania; Dn. Ricardo
Larios y Segura, que remitió de Lima copia de las credenciales que lo acreditan
como enviado extraordinario y Ministro Plenipotenciario de España; represen-
tando a esta Nación, como Encargado de Negocios, el Sr. Enrique de Perera y
Blesa, mientras venga el Sr. Larios al Ecuador; Dn. Graccho da Sá Valle, Mi-

154
nistro Residente del Brasil ; Dn. Bobot Descoutures, Ministro Residente de
Francia; Dn. Willam Nethorpe Beauclork, Ministro Residente de la Gran Bre-
taña e Irlanda; y Dn. Arturo García, encargado de Negocios del Perú; Diplo-
máticos que han contribuido eficazmente a estrechar más los lazos de amistad
y unión que nos ligan a las nobles Naciones que representan.
El nuevo Gobierno fue quien tuvo la honra de recibir y reconocer en su
elevado cargo, a los Sres. Herboso, Carletti y Descoutures.
El Ministro de Relaciones Exteriores, lo repito, os dará razón detallada de
todos los actos del Gobierno creado por la transformación política de enero; y
os encarezco, señores Legisladores, que prestéis atención preferente a nuestros
negocios internacionales, pues sois los llamados a resolver de una manera sa-
tisfactoria, las complicadas y difíciles cuestiones que se hallan pendientes en la
Cancillería.

Bien sabéis, Señores Legisladores, que a medida que desarrollan y adelantan


los pueblos, han menester leyes adecuadas que llenen las nuevas necesidades; y
sean conformes con el grado de prosperidad y civilización de los que han de
obedecerlas. Las transformaciones del Derecho están íntimamente ligadas a las
transformaciones de los pueblos; de tal manera que sería absurdo regir un Es-
tado moderno con la misma jurisprudencia de las naciones antiguas. Los pro-
gresos de nuestra República y las conquistas del liberalismo ecuatoriano, exigían
premiosamente una reforma radical de nuestras leyes; las que ni siquiera guar-
daban armonía con la Constitución, ni con los principios filosóficos y políticos
que hoy imperan en el Ecuador.
Conocedor de esta necesidad, he decretado nuevos Códigos, como el
Penal, el de Comercio, el de Policía, el de Enjuiciamientos en materia Criminal
y la Ley de Instrucción Pública; leyes que someto a vuestro ilustrado criterio
para que, estudiándolas maduramente, las reforméis y perfeccionéis en cuanto
fuere posible. Al promulgar dichos Códigos, me propuse facilitaros vuestra
labor, presentándoos un cuerpo de leyes; a fin de que la discusión de los Señores
Legisladores recayese únicamente sobre puntos determinados, y se ahorrasen
tiempo y trabajo en la realización de reformas tan indispensables. Como el in-
terés de todo ecuatoriano no debe ser otro que el acierto en cuestión de tanta
monta, confío en que emprenderéis el examen de dichas leyes con el empeño
y patriotismo que os distinguen.

155
El estado de la Hacienda deja mucho que desear; y requiere reformas urgentes.
El aumento de gastos que ha producido la guerra, indispensable para salvar
al país de garras del mercantilísimo político, y la rebaja de las rentas aduaneras,
producida por el inconsulto Arancel que expidió el Congreso último, han cau-
sado el natural desequilibrio en el Presupuesto; pero, mediante las acertadas
reformas económicas que habéis de dictar seguramente, se restablecerá ese equi-
librio tan necesario para que la República pueda llevar vida desahogada y pro-
pia. Y esto os será fácil; porque, como lo estamos viendo ya, las industrias
toman inusitado incremento y se extienden a regiones que antes no las cono-
cían; los capitales extranjeros acuden a fomentar el progreso de la Nación; las
vías de comunicación dejan de ser una ilusión lejana, mantenida solo por el
patriotismo, y las riquezas naturales del país, se están transformando en filón
abierto y en fuente de prosperidad para todos. La explotación del los bosques;
el cultivo del caucho; el desarrollo de la agricultura en sus ramos más produc-
tivos; la extensión del comercio; el laboreo de minas, en especial las de carbón
en las provincias azuayas; la implantación de nuevas industrias, etc., no son ya
meras esperanzas, sino que unas se han convertido, y otras están para conver-
tirse, en halagadoras realidades, en pruebas elocuentes e indiscutibles de que el
Ecuador marcha sin detenerse por el camino del progreso; y de que, en un día
no muy lejano, lo veremos grande, próspero y feliz. La República no está, Se-
ñores Legisladores, en el estado de inopia y miseria que los calumniadores de
su propia Patria han pintado con colores siniestros; la República está exuberante
de vida y tiene a su alcance todos los medios para enriquecerse, para llegar al
nivel de los pueblos poderosos del Continente. Y vosotros tenéis la gloria de
haber sido llamados para emprender la labor económica que ha de conducir a
nuestra Patria a ese estado de prosperidad y grandeza; puesto que el Gobierno,
en que tengo la honra de presidir, háse limitado a decretar las reformas que ha
creído más urgentes e inaplazables para la reorganización de la Hacienda.
Para combatir el contrabando de aguardientes, se ha limitado a una quinta
parte de los rendimientos que debía producir ese Ramo, expedí el Decreto del
10 de abril. gravando la destilación; puesto que con este sistema se logra facilitar
la recaudación de la renta y evitar en mucho los perjuicios que el Fisco recibe
de los contrabandistas. Esa contribución la pagan, en definitiva, los consumi-
dores; y de ninguna manera se ha de considerar como un obstáculo puesto a la
producción. Naturalmente, el Decreto mencionado ha sido muy combatido
por los que tenían interés en mantener las facilidades para el contrabando; pero,
espero de vosotros que conservaréis el mismo sistema de imposición, con el

156
que veremos cuadruplicarse las rentas del ramo de aguardientes, en el próximo
año; lo que contribuirá a balancear el presupuesto de las provincias. Esta renta
es cuantiosa en todos los países; pero en el Ecuador ha sido casi nula hasta
ahora por falta de leyes adecuadas sobre la materia.
Deseando prestar apoyo eficaz a las industrias nacionales, promulgué un
nuevo Arancel de Aduanas, basado sobre el sistema proteccionista; arancel que
debía principiar a regir el 1 de noviembre próximo. Más, como se levantase
una considerable corriente de oposición contra ese Decreto, dando prueba de
imparcialidad, lo declaré suspenso, para someterlo a vuestra consideración; y
os recomiendo que emprendáis su inmediato estudio, a fin de que el nuevo
Arancel que acordéis, principie a regir desde el año entrante.
Con el fin de atraer capitales extranjeros y de que se establezcan nuevas
industrias en el país, expedí el Decreto de 26 de junio, el que producirá opimos
frutos para el progreso nacional.
El cultivo del Tabaco, constituye un ramo de riqueza que puede desarro-
llarse muy en grande, ya en la Costa, ya en las regiones montañosas de la zona
media; y considerando necesario proteger esta industria, decreté la abolición
del estanco, aceptable solo en países no productores.
Y, como es más beneficioso para todo país el comercio libre que el mono-
polio, dispuse también la extinción del estanco del papel de fumar y de la pól-
vora.
Por un error económico se habían multiplicado las Colecturías especiales,
en las que existen cantidades relativamente considerables, sin utilidad práctica
para la Nación. Por esto he decretado su abolición, exceptuando las Colecturías
de Beneficencia, de Instrucción Pública, de Aduana de Guayaquil, y de las cuo-
tas correspondientes a los Municipios en las rentas del Fisco. Además decreté
que los ingresos locales de cada provincia se invirtiesen exclusivamente en el
pago de sueldos de los empleados respectivos, los que antes han vivido reci-
biendo sus haberes con mucho atraso.
La dualidad que existía en los Tribunales de Cuentas, me determinó a crear
un Tribunal de Revisión que garantizara mejor los intereses del Fisco y de los
cuentadantes.
Una comisión de Banqueros de Francia y Holanda ha celebrado con el
Gobierno, un contrato ad-referéndum, sobre empréstitos; contrato que en
breve someteré a vuestra deliberación, para que resolváis lo que sea más conve-
niente a la República.

157
Pretender progreso sin vías de comunicación, es buscar el fin sin poner los me-
dios indispensables para conseguirlo. Aquella frase tan común y tan repetida
de que los caminos son las arterias que dan la vida a los pueblos, encierra una
gran verdad; porque la nación que no tiene ferrocarriles, ni carreteras, ni ca-
minos de herradura, es realmente una nación muerta para el progreso. Mientras
más vías de comunicación tenga un Estado, mayor y más pronto es su desarro-
llo; de manera que nunca es inútil la apertura de la más pequeña senda, porque
significa un adelanto positivo para el país. Sin caminos ¿qué significan para el
Ecuador sus inmensos y feraces bosques, donde la cosecha siempre es segura y
pingüe, donde las maderas preciosas abundan en asombrosa variedad, donde
el caucho y aun el cacao son espontáneos, donde la quina se halla a cada paso,
donde todo es riqueza, apenas desflorada? Qué significan las dilatadas y fértiles
planicies interandinas, cuando la producción ha tenido que limitarse siempre
al consumo interior, por falta de salida de los productos excedentes, aún a las
comarcas más cercanas? No estamos viendo frecuentemente que el hambre
aflige a una provincia, mientras las vecinas nadan en la abundancia, y no pue-
den socorrerla solo por falta de facilidad de locomoción? De qué le han servido
al Ecuador las grandes riquezas minerales de sus cordilleras, cuando los mejores
yacimientos, los filones más abundantes, se hallan muy lejos de las costas, ais-
lados entre las quiebras de los Andes, en lugares donde no es posible el trans-
porte de máquinas poderosas ni de los medios más necesarios para su
explotación?
Para mí, señores Legisladores, lo mismo que para todos los ecuatorianos
que ansían el engrandecimiento de la patria, la realización de nuestro ideal está
en la apertura de caminos, de cuantos caminos se pueda, en todas direcciones;
y sin perdonar sacrificio, sin retroceder ante ningún obstáculo, sin acobardarse
ante la grita del tradicionalismo que anhela aún mantenernos en el más abso-
luto aislamiento, es decir, en la oscuridad y el atraso, en la miseria y la muerte.
He aquí la razón de mi decidido empeño en la construcción del Ferrocarril
Central; y tengo el placer de anunciaros que, a pesar de todos los obstáculos
que la mala fe y el espíritu de bandería han opuesto a esta obra verdaderamente
redentora, se ha conseguido ya que la gigantesca palanca del progreso, la loco-
motora, llegase a Mocha. En el curso de este mes avanzará a la ciudad de Am-
bato; en noviembre, a Latacunga, y muy a principios del año próximo, a la
Capital, la que verá realizados sus sueños más constantes y patrióticos, al escu-
char en su seno, esos silbidos de la locomotora que son la llamada de resurrec-
ción para los pueblos.

158
Siguiendo el mismo sistema de promover el progreso, ha celebrado el Go-
bierno dos contratos ad-referéndum para la construcción de una línea férrea
que una las provincias de Cañar y Azuay al Ferrocarril Central. Esas dos pro-
vincias importantísimas, aparte de la feracidad y extensión de sus campos, cons-
tituyen la zona mineral más rica de la República; y bastará la explotación de
sus abundantes minas de carbón para que ese ferrocarril tenga vida propia desde
luego, y deje utilidades a la empresa y al Gobierno.
El primer contrato se celebró con el señor Eduardo Morley; y el segundo,
con la misma Compañía del Ferrocarril de Guayaquil a Quito: el Ministro de
Obras Públicas os presentará ambos contratos para que os sirváis estudiarlo, y
aprobar el que mayores ventajas ofrezca a la Nación.
Animado del mismo espíritu, ha celebrado también el Gobierno otro con-
trato ad-referéndum, para la construcción de tres líneas férreas: la primera, de
Quito a la rica e importante provincia de Imbabura; la segunda, de Bahía a
Chone; y la tercera, de Manta a Santa Ana, ambas en la no menos rica e im-
portante provincia de Manabí. Os dignaréis asimismo, prestar vuestra atención
a este contrato; y aprobarlos si lo juzgáis ventajoso para la República, como lo
ha juzgado el Gobierno.
El Ferrocarril al Curaray es de suma importancia; de modo que debe cons-
truirse sin omitir sacrificio alguno. Más, según las bases del contrato acordado
con la Junta Patriótica, ese ferrocarril habría resultado sumamente caro; y el
Gobierno se vio en la necesidad de convocar licitadores, a fin de obtener las
mayores ventajas posibles. El Ministro del Ramo os dará cuenta detallada de
este importantísimo negocio y de las ofertas que se nos han hecho.
Los caminos de Quito a Chone, y de Ibarra a Esmeraldas, se hallan des-
truidos en gran parte por la imperdonable desidia en no haberlos terminado,
y por la inercia en no haber reparado lo construido; y os encarezco que dictéis
las medidas necesarias para que tan importantes vías de comunicación se pon-
gan al servicio público lo más pronto posible.
El camino de Machala a Cuenca, a más de poner en comunicación dos
provincias, dará vida a los ricos valles que atraviesan los ríos Jubones, Rircay y
Tarqui. Las leyes han señalado fondos especiales para este camino; pero esos
fondos han desaparecido sin que la obra se realizara. Servíos, pues, dictar dis-
posiciones adecuadas y de la mayor eficacia para la apertura inmediata de esta
vía.
Una de las obras más necesarias y urgentes para la Capital, es su canaliza-
ción y provisión de agua potable; y el Gobierno declarándola obra nacional,

159
votó la suma de $1.700.000, como veréis en los Decretos respectivos. Esta obra
es inaplazable; y os recomiendo su inmediata conclusión.
Es incalculable la importancia de la canalización y saneamiento de Gua-
yaquil, nuestra metrópoli comercial y el centro del movimiento del país. El
Ministro de Obras Pública os informará de las disposiciones dadas al respecto;
pero me incumbe recomendaros sobre modo que, ampliando el Decreto dic-
tado últimamente para la extirpación de la fiebre amarilla, señaléis los fondos
necesarios para esta obra salvadora.

Del respeto debido a lo más sagrado del hombre, la conciencia, nace la libertad
de enseñanza: limitarla, de cualquier modo que fuera, sería volver a la esclavitud
del espíritu humano, contra la que tanto ha combatido y combate la doctrina
liberal. Todos tienen derecho para enseñar, sujetándose a las leyes de la materia;
pero, la enseñanza oficial y costeada con fondos públicos, debe continuar obli-
gatoria y laica.
Asombroso es el interés que en todas las clases sociales se ha despertado
por la educación e ilustración de sus hijos; de suerte que las Escuelas y los Co-
legios son pocos para esa laudable ambición de saber que se ha apoderado del
pueblo. Puedo afirmaros que, dentro de poco, el Ecuador rivalizará con las na-
ciones más adelantadas de América, en el número proporcional de escolares y
de estudiantes; lo que ha de significar un alto grado de progreso moral e inte-
lectual para nuestra Patria.
Aparte del adelanto en los Colegios y Universidades, debo anunciaros que
se palpa ya la gran utilidad de los demás planteles de enseñanza, como los Ins-
titutos Normales, la Escuela de Bellas Artes, el Conservatorio de Música, etc.;
de donde principian a salir alumnos muy aprovechados, y aptos para desem-
peñar el magisterio. El Instituto Normal de Señoritas acaba de proporcionar
institutrices a varias provincias; y el pueblo, conocedor de estas ventajas, tiene
ya empeño en que sus hijos concurran a los referidos planteles.
El Gobierno ha comprado varias casas destinadas a Escuelas y Colegios;
pues juzga que todo sacrificio es pequeño, al tratarse de la difusión de las luces
entre el pueblo.
Fue mi resolución destinar para Beneficencia e Instrucción Pública, en ge-
neral, las rentas de Sal y de Timbres; pero, el cúmulo de obstáculos sobrevenidos
en la actualidad, me han impedido realizarla.

160
No cumpliría un deber de justicia y de patriotismo, si no os recomendara a
nuestro denodado Ejército; cuyas dotes militares son una firme garantía para
el liberalismo y para la seguridad de la Nación. El valor indómito, la abnega-
ción, la disciplina, la constancia en la defensa de los principios liberales, el amor
ardoroso a la Patria, hacen del Ejército ecuatoriano, una colectividad digna de
la atención preferente de todos los altos Poderes del Estado.
La Instrucción del Ejército va muy delante; y el Colegio Militar y la Es-
cuela de Clases están produciendo buenos resultados. La reorganización de la
milicia será más fácil, a medida que aumente la instrucción del soldado y de la
oficialidad; y es de esperar que, no muy tarde, tendrá la República un Ejército
bien organizado e instruido que rivalice con los mejores del Continente.
El Gobierno ha iniciado la compra de cincuenta mil fusiles Manlicher re-
formado, calibre siete-nueve, con las municiones necesarias; elementos de gue-
rra comprados al Sr. Georg Grotstueck de Berlín. También se ha negociado
con el Sr. F. U. Falcinelli Graziosi dos baterías de Artillería, sistema Skoda,
Austriaco, con las municiones necesarias.
Los Señores Ministros de Estado, os darán cuenta detallada de todo lo re-
lacionado con su respectivo Departamento administrativo.
Os repetiré, para concluir, Señores Legisladores, que este Mensaje no con-
tiene sino ideas generales sobre lo principal de la Administración pública; pero,
vosotros, interesados en el bien de la Nación, y con vista de los informes de los
Ministros Secretarios de Estado, desarrollaréis mis ideas y las transformaréis en
leyes, si las juzgáis encaminadas al progreso y engrandecimiento de la Repú-
blica. Al someteros mis propósitos, no tengo otro fin que cumplir un deber; y
cooperar con patriótico empeño, al mejor acierto en las labores de los encarga-
dos del Poder público. Pero, en vuestras manos está la suerte de la Patria; y
tengo la convicción íntima de que os conquistaréis un puesto envidiable en la
historia ecuatoriana, cumpliendo como se debe el difícil y elevado cargo que
os han conferido los pueblos.
Honorables Diputados,

Eloy Alfaro
Palacio Nacional, Quito, a 9 de octubre de 1906.

8888

161
Mensaje Especial del Presidente de la República
a la Asamblea Nacional, sobre la Ley de Liberación de
Derechos a la Importación de Víveres

Honorables Señores Diputados:


Tengo la honra de dirigiros este Mensaje especial, porque, convencido
como estoy de vuestra alteza de miras y acendrado patriotismo, no dudo que
acogeréis las observaciones que voy a haceros sobre la Ley de Exoneración de
derechos de importación de víveres.
El Gobierno, como repetidas veces lo ha manifestado, tiene el mayor in-
terés en remediar las necesidades del pueblo; pero débese ejercer esta filantropía
oficial, conciliando los intereses de la clase necesitada con los de las industrias
nacionales y los del Fisco. La Ley que habéis sancionado, desde luego animados
de las mejores intenciones, no guarda esta conciliación tan necesaria para la
prosperidad del país; y en las objeciones que os presenté, las que ni siquiera
han sido leídas en la Asamblea, puse de manifiesto los gravísimos inconvenien-
tes que se originarían de la sanción de la referida Ley.
En efecto, la liberación de derechos sobre la importación de artículos si-
milares a los que se producen en la República, tienen necesariamente, que pro-
ducir una competencia desastrosa para la agricultura e industrias nacionales;
puesto caso que los importadores de productos extranjeros, están en condición
de abaratar el precio de esos artículos, hasta el extremo de hacer ruinosa la pro-
ducción ecuatoriana. La carencia de brazos, el elevadísimo tipo de interés sobre
el capital que se emplea en la República, lo rudimentario de nuestra agricultura,
los mismos fenómenos meteorológicos que ocasionan la frecuente escasez de
víveres, las dificultades de transporte, el casi ningún uso de la fuerza mecánica
aplicada a las labores del campo, etc., son obstáculos inmensos para la produc-
ción nacional; y, por lo mismo, el precio de nuestros productos resulta excesi-
vamente subido, en comparación de los gastos que los productores extranjeros
tienen de hacer en el mismo caso. De aquí es que, por ejemplo, los cereales
producidos en California, aun cargando los gastos de conducción hasta Gua-
yaquil, pueden ser vendidos a menor precio que los productos similares del
país; lo que, a todas luces, vendría a causar la más completa ruina de la agri-
cultura ecuatoriana; es decir, cegaría esa fuente de riqueza, la primera en todos
los pueblos, y la que todos los Legisladores del mundo, han procurado mante-
ner abierta y ensancharla cuanto les ha sido posible.

162
Y no se diga que así se combate la miseria del pueblo; porque, en épocas
anormales, se puede conseguir tan laudable fin, concediendo a los Municipios
el privilegio que hoy se ha concedido a todo el comercio. El proyecto que tuve
la honra de someteros, al respecto, habría llenado todas las necesidades públicas,
sin causar el menor perjuicio a los intereses de la Nación y de los productores.
Añadid a esto la pérdida de más de un millón de sucres anuales para el
Fisco, con la liberación de los derechos de aduana de que estoy tratando; y ve-
réis que, sin aliviar sensiblemente la condición del pueblo, habéis aumentado
las dificultades económicas del Gobierno, precisamente cuando debemos poner
todo empeño en aumentar las rentas fiscales para salvar al país.
Por lo que mira a la industria azucarera, ciertamente, debéis poner coto a
todo monopolio que encarezca aquel artículo de primera necesidad; pero la
Ley que impugno, sin remediar el mal, no ha hecho sino abrir nuestros mer-
cados al libre expendio de azúcar extranjera, en perjuicio de los productores
nacionales. Vuestra gran ilustración me dispensa de hacer comentarios sobre
este desastroso resultado; pero, sí llamaré la atención de la Honorable Asam-
blea, sobre las indefectibles leyes económicas que regulan ese equilibrio instable
entre la demanda, la oferta y el precio de un artículo. Abierto un nuevo y vasto
mercado al azúcar del Perú, por ejemplo, su precio debe subir necesariamente;
y más, si se toma en cuenta que la producción ecuatoriana viene de sufrir una
depresión considerable, ya que no sufra paralización completa, como es de
temer. Por consiguiente, no tendremos azúcar barata, como se ha pretendido
al expedir la Ley que refuto; sino que, lejos de obtener este beneficio, emigrará
el numerario y quedará sacrificada una industria nacional en provecho exclusivo
de la República vecina.
Lo mismo digo de las demás industrias perjudicadas, como la fabricación
de cerveza y de fideos; pero lo más grave, es la pérdida de trabajo para tantos
brazos empleados hasta ahora en dichas fábricas. El problema que más preo-
cupa a los hombres de Estado, en todos los países civilizados, es el de propor-
cionar trabajo remunerativo al pueblo; porque los brazos desocupados
constituyen un peligro mortal para las naciones; el pueblo sin trabajo, es el
abismo siempre abierto para las instituciones, para la moralidad y el progreso,
para la paz y felicidad públicas. Mas, la Ley que habéis expedido, produciría
todo lo contrario; porque privaríais de ese trabajo moralizador a millares de
ecuatorianos, los que han de convertirse por necesidad en factores de desorden
y de anarquía.

163
Ahora, si paramos mientes en la manera cómo se ha tramitado la expedi-
ción de dicha Ley, no os ocultaré mi extrañeza de que el Ejecutivo haya sido
así como sorprendido, en un asunto de tan suma importancia. En oficio de
fecha dos del presente mes, marcado con el número 71, el Ministro de Ha-
cienda se dirigió a la Honorable Convención, acusando recibo de los Proyectos
de Decreto sobre liberación de derechos de aduana de artículos alimenticios
de primera necesidad, y sobre derogación del Decreto Supremo de 4 de octubre
del año anterior; e hizo la observación de que el término para sancionar dichos
Proyectos, no debía correr desde el primero de enero, por haber sido feriado
dicho día. La Asamblea, tomando en consideración el referido oficio del mi-
nisterio, declaró que accedía a las insinuaciones hechas por el señor Ministro
Puga; y, por tanto, quedó resuelto que el término para la sanción indicada,
debía contarse desde el día dos, como así consta en el oficio del Sr. Secretario
de la Asamblea, fechado el día tres y marcado con el número 73. El H. Consejo
de Estado, con vista de este oficio y atendiendo a que los términos deben con-
tarse conforme al artículo 44 del Código Civil, resolvió en la sesión del día
cuatro, estudiar los Proyectos que se le habían sometido, en la reunión del día
siguiente; y así lo hizo, en efecto, y el día cinco fueron presentadas las objeciones
del Ejecutivo. El Consejo de Estado, el Presidente de la República y sus Minis-
tros, descansábamos, pues, en la resolución previa de la Asamblea Nacional; y
no podíamos suponer, ni por un momento, que habíais de declarar ilegal vues-
tra resolución del día dos, y sancionado por el Ministerio de la Ley, un Decreto
tan lesivo a los intereses de la Nación. Os repito, el Ejecutivo, se ha visto así
como sorprendido; pero, aún es tiempo de remediar el mal, modificando el re-
ferido Decreto en el sentido de Proyecto que os presenté, o conforme vuestra
alta ilustración os aconseje. Evitad, señores Legisladores, todos los graves in-
convenientes que a la ligera os he apuntado en este Mensaje; sin que por esto
desatendáis las necesidades del pueblo ni dejéis de reprimir los monopolios,
que tan justamente os han alarmado. Como solo el patriotismo y la convenien-
cia pública inspiran a todos los poderes públicos, espero que acogeréis benévo-
lamente mis observaciones.
Señores Diputados,

Eloy Alfaro
Palacio Nacional, Quito, a 9 de enero de 1907.

8888

164
Segundo Mensaje Especial del Presidente de la República
a la Asamblea Nacional sobre la Derogación de la Ley de
Derechos sobre la Importación de Víveres

Honorables Diputados:
Conocido en la República el texto del Decreto de 27 de diciembre del año
próximo pasado, sobre liberación de derechos a la importación de víveres, etc., ha
producido él, la excitación que era de esperarse, por los males que a la industria
y a la clase obrera acarrea, y los cuales tuve ocasión de apuntaros en mis Obje-
ciones a dicho Decreto.
Los trabajadores de la Fábrica de Cerveza Nacional de Guayaquil, los pri-
meros, me han dirigido la solicitud que os transcribo, y en la cual ponen de
manifiesto todo el cuadro de miserias y desdichas que se les depara con motivo
de la próxima clausura de esa Fábrica, la cual va a ser literalmente arruinada
por ese mismo Decreto.
Doscientas familias, Sres. Diputados, van a quedar sin pan ni abrigo; la
floreciente industria de Cerveza Nacional va a ser extinguida; y todo esto con
perjuicio del Erario y con riesgo inminente de la alteración de la bienhechora
paz, a cuyo abrigo, únicamente, puede engrandecerse la Nación. Y mañana,
asimismo, quedarán arruinados los Ingenios de Azúcar, deudores, en su mayor
parte, de gruesas sumas de dinero a los Bancos Nacionales, y saldrán a la calle
millares de laboriosos jornaleros a engrosar el número de los elementos nocivos
del país, y el Fisco perderá una respetable cantidad que debería figurar en su
exhausto ingreso.
Y lo sabéis bien, señores diputados, el Gobierno carece de facultades para
contener tamaño mal; y si vosotros no lo remediáis, tendrá el dolor de ver que se
consuma, y con él, la ruina de la industria y el desastre de considerable número
de jornaleros, dignos de que los protejan y amparen los Poderes del Estado.
No quiero cansaros repitiendo las mismas poderosas razones que tuve el
honor de exponeros en mis Objeciones y Mensaje anterior sobre ese Decreto,
que, si inspirado en el más puro patriotismo, a acarrear no los bienes que os
propusisteis, si no todos los males que no os imaginasteis, y que los considero
irremediables, si es que no optáis por revocarlo, como es de conveniencia y de
justicia; y así me limito a llamar vuestra atención acerca de ellas, y pediros car-
guéis vuestra consideración sobre la fundada solicitud de que os vengo ha-
blando, a fin de que, interesados como sois por la paz y el progreso del país,
hagáis por salvarlo del peligro que le amenaza, revocando el Decreto.

165
Vuelvo a repetiros; el Decreto prepara la ruina de una parte importante de
la industria nacional, y deber mío es volver a vosotros para que la conjuréis;
conjuradla. El Decreto va a inutilizar centenares, tal vez millares de brazos, sa-
cándolos de las fábricas, donde elaboran la riqueza nacional, a la calle, en donde
engrosarán, seguramente, las filas de los perturbadores del orden público; y
deber vuestro es contener la consumación de este gravísimo mal: contenedlo.
El Decreto va a privar el Erario de una gruesa suma de dinero en sus ingresos;
y deber vuestro es evitar este daño a las rentas nacionales: evitadlo.
Y no debo dejar desadvertida la consideración de peso indiscutible, de que
el Decreto fue oportunamente objetado, y por lo mismo, no pudo ser sancio-
nado por el Ministerio de la Ley, como lo acreditan los antecedentes publicados
en el No. 274 del Registro Oficial, conexionados con el propio Decreto; sobre
cuyo particular llamo vuestra ilustrada atención, a fin de que lo apreciéis como
una razón más para declarar su derogación.
He aquí, Honorables Diputados, la solicitud en referencia: estimadla en
todo lo que ella vale, y salvad la industria nacional.
Honorables Diputados,

Eloy Alfaro
Palacio Nacional, Quito, a 18 de enero de 1907.

166
3. Escritos para la historia

Campaña de Esmeraldas

El deber cumplido hace que sea menos dolorosa para mí la obligación en


que estoy de hacer una reseña de lo más sustancial ocurrido en la reciente cam-
paña de Esmeraldas. Propóngome, pues, hacer una breve exposición de los he-
chos para que formen su juicio mis conciudadanos.
El 5 de junio llegué a Pianguapí, en donde me esperaba un grupo de vo-
luntarios; asumí el mando y nombré Secretario General al joven patriota don
Miguel Valverde, que me acompañaba en unión del Coronel J. Mz. Pallares,
Comandante Centeno y otros amigos más.
El armamento que allí encontré consistía en menos de 100 fusiles de ful-
minante, entre buenos y malos, 18 armas de precisión de diferentes sistemas,
con muy pocas cápsulas y algunas escopetas. Y llevé 60 rifles y 10 carabinas ré-
mington con abundante parque. Al emprender la marcha desde Panamá, mi
propósito era seguir avanzando con celeridad como medida indispensable, para
evitar se reforzara la guarnición enemiga que había en Esmeraldas; pero esto
no me fue posible verificarlo. En la madrugada del 7 salimos de Pianguapí para
La Tola en embarcaciones menores y en el curso del día llegamos a esa pobla-
ción; al siguiente debíamos continuar avanzando y tuve que desistir por infor-
mes especiales; y resolví esperar la llegada de un buque que debía traerme una
cantidad de rifles y dos cañones, de montaña. El buque tuvo su viaje dilatadí-
simo; llegó al fin pero sin los cañones y desfalcadas las cajas en las que solamente
resultaron 36 rifles. Ignoro dónde tuvo lugar el robo. Los citados rifles con
abundantes cápsulas fueron trasbordados en canoas y llegaron a mi poder des-
pués de un viaje peligrosísimo, pues hubo que burlar la vigilancia de varios va-
pores enemigos que recorrían la costa con tropas de desembarco y que
esperaban dar caza al buque y a los valerosos expedicionarios que lo tripulaban.
Recibido este armamento, aunque muy deficiente, resolví avanzar. Durante mi
permanencia en La Tola, el enemigo, superior en número y bien provisto de
artillería, no intentó ningún movimiento agresivo y se limitó a bloqueamos y
a hacer ostentación de sus fuerzas sin desamparar sus embarcaciones. Para fa-

167
cilitarles el ataque, dispuse dejarle libres todos los puntos por donde podían
efectuar un desembarco; medida infructuosa, pues, como llevo dicho, solo se
limitaron a hacer alarde de los elementos de que disponían. En La Tola se en-
grosaron algo nuestras filas, y puse especial atención en disciplinarias lo mejor
posible. ¡Ímproba labor es organizar voluntarios! Se formaron las columnas Es-
meraldas, Seis de Abril, Libertadores y Constitución, que componían un total
de 150 hombres, aproximadamente, al mando de los Comandantes Villacís,
Ríos, Centeno y Mayor Marchán, respectivamente.
Dos días antes de salir de La Tola llegó a mis manos un Boletín que el ene-
migo había dejado en un caserío inmediato, en el cual anunciaba oficialmente
haber sido dispersadas las fuerzas revolucionarias del norte. Yo no le di entero
crédito a esa noticia, pero en la duda no vacilé en tomar la ofensiva para cumplir
con mi deber en lo que humanamente fuera posible.
Con las fuerzas mencionadas emprendí la marcha. Llegamos a Rioverde
el 14 de julio, en donde encontré varios tripulantes del vapor Esmeraldas con
su Capitán, tomados prisioneros por nuestra avanzada. Una fuerte fiebre que
nos atacó al señor Valverde y a mí nos hizo perder muchos días en Rioverde.
Allí se nos presentaron también algunos voluntarios. El 23 se incorporó el señor
Roberto Andrade que había salido de Imbabura con tal propósito; y en el acto
como un homenaje tributado a sus heroicos méritos, le nombré jefe de Estado
Mayor con el grado de Comandante. El 24 emprendimos nuevamente la mar-
cha para buscar un paso por donde cruzar el correntoso río de Esmeraldas. Se
caminó toda la noche, y al rayar el día 25 pasamos por el caserío llamado La
Piedra, frente a la ciudad de Esmeraldas y a tiro de cañón de vapor enemigo
que estaba anclado en el puerto. En ese punto me informaron que el enemigo
tenía la costumbre de situar un destacamento de 25 a 50 hombres en el caserío
de Tachina, dispuse lo necesario para coparlo y designé las columnas Seis de
Abril y Esmeraldas para su ejecución, con orden, terminante comunicada a sus
jefes de no hacer fuego mientras no se les intimara rendición. En Tachina nada
encontramos, pero allí adquirimos la certidumbre de que el destacamento ene-
migo estaba en el caserío inmediato de Tábule. La Seis de Abril llevaba la van-
guardia, y en los momentos que consumada la sorpresa y que el Comandante
Ríos personalmente intimaba rendición, que ya era inevitable para los contra-
rios, una descarga inesperada sembró la desolación de ese recinto; descarga que
por poco ocasiona también la muerte del valiente Ríos. Había sucedido que
un sargento con unos pocos soldados de la Esmeraldas se habían extraviado de
su columna, y apenas divisaron por una vereda el grupo de los soldados del

168
destacamento, sin orden rompieron los fuegos que ocasionaron seis bajas, entre
muertos y heridos, dos de estos paisanos. Siempre deploraré esa sangre derra-
mada inútilmente. El destacamento se componía de solo 10 soldados; los so-
brevivientes que eran 6 con un oficial, fueron tomados prisioneros, y los rifles
que tenían pasaron a mejores manos. La captura de ese piquete nos causó
mucho daño, debido en parte a los guías que temerosos de un encuentro, nos
extraviaron y desorganizaron en el orden de la marcha. Seguimos adelante y
donde encontramos canoas principiamos a pasar el río; en la tarde de ese mismo
día acampamos en Puebloviejo. Ocupábamos y a la misma orilla en que estaba
el enemigo.
El 28 recibí un posta de Tumaco con cartas de los tripulantes del vapor
Olmedo. Se me proponía que fuera yo a Tumaco, o bien que evitara encuentros
y que me retirara a La Tola para recibir ciertos refuerzos. Reuní un Consejo de
Guerra para deliberar lo que convendría hacer, en el que prevaleció la opinión
de que si emprendíamos retirada a La Tola, perderíamos la mitad de la tropa
en razón de que estaba muy maltratada por las penosas jornadas que se habían
hecho y por el riguroso servicio de campaña que acostumbrábamos hacer, y
que entre todos ellos ninguno quería retroceder sino combatir. Se tomaron en
consideración otras circunstancias que presentaban como infructuoso el regreso
a La Tola. A mí también se me hacía doloroso retroceder por más que deseaba
recibir el refuerzo de buenos compañeros y de 80 rifles. Pero convencido de la
verdad que expresaban los jefes que componían el Consejo de Guerra, procedí
de conformidad.
Las fuerzas que estaban a mis órdenes, se componían de propietarios arte-
sanos, agricultores, etc., etc., gente toda difícil de sujetarse a una vida dilatada
de cuartelía y marchas y contramarchas. Contesté a los amigos de Tumaco lo
que me cumplía hacer.
Al día siguiente, julio 29, tuvo lugar la acción de Las Quintas. En la ma-
ñana recibí aviso de que el enemigo se movía sobre nuestro campamento, que
la mayor parte de sus fuerzas venía por tierra camino de Tiaune a la Victoria,
y que una pequeña parte estaba destinada a llamarnos la atención por la isla de
Tontavaca, situada cerca de Puebloviejo. A las 10 de la mañana los fuegos de
nuestras avanzadas por la orilla del río, anunciaron la presencia del enemigo
en la citada isla. Inmediatamente dispuse que la columna Esmeraldas, com-
puesta de excelentes tiradores, se situara en el caserío de Las Quintas, y el resto
de las fuerzas las coloqué convenientemente para recibir al enemigo que venía
por tierra. Viendo que el ataque por el río era de mayores proporciones de los

169
que se me había avisado, ordené que el Libertadores tomara parte en la acción;
momentos después de haber entrado en línea este refuerzo, el enemigo princi-
pió a gritar “viva Alfaro, viva Villacís” y los fuegos calmaron de ambos lados.
Acto continuo el enemigo se internó al monte y se perdió de vista. No era po-
sible imaginarse que los tales vivas habían sido una estratagema para conseguir
retirarse impunemente. El ataque esperado por tierra no se efectuó. En la acción
de Las Quintas que duró una hora, el enemigo presentó sobre 200 soldados en
una línea de guerrillas situada en la playa de la isla, que sirvieron de buen blanco
para nuestros tiradores; las pérdidas que sufrieron fueron considerables, las que
tuvieron buen cuidado de ocultar. La fuerza que los rechazó se componía de
menos de 70 voluntarios, y no tuvimos pérdida que lamentar, gracias a la fa-
vorable situación del terreno. Aunque todos pelearon bien, los honores del
triunfo correspondieron a la Esmeraldas, en particular al Comandante Villacís
y a todos los oficiales que mandaban las descubiertas Tenientes Ampudia y
Cazar que fueron ascendidos a Capitán. Cayeron en nuestro poder la mayor
parte de las canoas en que había venido el enemigo, en las cuales se encontró
un pequeño botiquín de campaña y dos cajones de cápsulas rémington.
Confieso que las innobles estratagemas del enemigo, me quitaron las ven-
tajas de la victoria. Al mismo tiempo que se retiraban a todo correr para Esme-
raldas, recibía yo aviso de que realmente venían las fuerzas anunciadas por
tierra. Con ese informe y los vivas durante el combate, que yo tenía motivos
para considerar verdaderos, me engañaron completamente.
En Puebloviejo aumentáronse bastante nuestras filas, allí organicé la co-
lumna Colombia, que eligió por su Comandante al entusiasta señor Jacinto
Nevares.
Como resultado de la acción de Las Quintas, los mudistas hicieron em-
barcar en Esmeraldas sus equipajes y todo lo que les estorbaba para la retirada
y pronto embarque de sus tropas. Para mí no podía ser más aciaga la noticia,
puesto que teníamos seguridad de apoderarnos del armamento que tenían en
mano. Estaban en disposición de reembarcarse cuando optaron por hacer trin-
cheras para defenderse en la ciudad.
De Guayaquil me habían escrito asegurándome que de allí no saldrían re-
fuerzos para la guarnición de Esmeraldas.
Yo estaba esperando, aunque ya con desconfianza, un movimiento que
debía tener lugar en las fuerzas contrarias, cuando se me informó que esperaban
recibir refuerzos de Guayaquil. Entonces resolví no perder más tiempo.

170
Salimos de Puebloviejo el 4 de agosto con el propósito de efectuar el ataque
al día siguiente: El atraso de una de las Columnas retardó nuestra llegada al es-
tero de Tiaune, y en la mañana siguiente pasamos en canoas el estero para llegar
a la hacienda llamada “La Propicia”, en donde se empleó parte del día en lim-
piar el armamento que se había mojado por la lluvia constante de la noche an-
terior. Se hizo forzoso perder allí el resto del día.
Circunstancias especiales me determinaron a mandar un parlamentario
para intimar la rendición a la guarnición de Esmeraldas. El Capitán Sarria, que
fue de parlamento, cumplió su misión y regresó con la noticia de haber llegado
el Babahoyo con el General Robles.
Pensar en retirada encontrándonos en las inmediaciones de Esmeraldas,
no era prudente ni decente. Reflexioné en la confianza que entraría el enemigo
con el refuerzo recibido, y resolví llevar a cabo el ataque a las cuatro de la ma-
drugada. Personalmente di la orden a los jefes de cuerpo para que algunas horas
después, a media noche, estuvieran listos para marchar. En la tropa que yo
tenía, la columna más cumplida era la Seis de Abril, la cual en ese día estaba si-
tuada vigilando uno de los caminos que conducía a Esmeraldas. Llegó la hora
fijada y esa columna no apareció. Mandé traerla y al fin llegó algunas horas
después. Su demora consistió en que emboscaron una avanzada más lejos del
lugar que había señalado yo personalmente. Esta dilación me trastornó lo pri-
mordial del plan. Al fin emprendimos la marcha; todos íbamos a pie con ex-
cepción de dos presos políticos, a quienes por estar en imposibilidad de caminar
les permití ir a caballo; tres bestias, unas que con mucha dificultad conseguí,
las destiné para conducir el parque.
Horas antes de salir de “La Propicia”, dispuse que todos los empleados ci-
viles formaran una columna de Macheteros, la que puse bajo las órdenes del
Secretario General señor Valverde.
Amanecía cuando descendíamos el cerro Mucumbiazo; a las seis y media
de la mañana hice alto: nos encontrábamos a pocas cuadras de Esmeraldas. El
monte estaba espeso, y al aparecer nosotros, el enemigo no había advertido
nuestra aproximación. Las columnas Esmeraldas y Constitución venían de van-
guardia; llamé a sus jefes comandante Villacís y Mayor Marchán; al primero le
señalé el extremo Sur, y al segundo Norte, los que debían atacar, limitándose a
sostener el fuego formados en guerrillas a distancia proporcional. Les manifesté
que el objeto de iniciar el ataque en la forma indicada a los extremos opuestos
de la ciudad, era para llamar la atención del enemigo hacia esos lados, y que el
resto de las fuerzas las destinaba para tomar por asalto el centro; operación que

171
se facilitaba, por extenderse Esmeraldas de Norte a Sur. En términos precisos
les manifesté todo el plan para que se penetraran bien de la importante coope-
ración que yo esperaba de esos dos cuerpos. Ambos jefes conocían perfecta-
mente la localidad. Les ordené marchar por las veredas interiores que hay, para
no ser vistos o detenidos por el enemigo. Tenía planos de las trincheras y co-
nocía las disposiciones de defensa que adoptaban en la población. Previne a
Marchán de no romper los fuegos hasta tanto no lo hiciera la Esmeraldas, y
ambos jefes se fueron llenos de entusiasmo. Entonces avanzó la Seis de Abril a
poca distancia para esperar mis órdenes. Principiaba a desfilar la Colombia
cuando oí el primer tiro, que fue contestado con una descarga del enemigo, y
continuó el fuego generalizándose. Al momento supuse que la Constitución y
quizás la Esmeraldas habían encontrado obstáculos para avanzar, y en el acto
resolví precipitar el asalto del centro. Al efecto ordené que la Colombia, seguida
de la columna de Macheteros, se incorporaran a la Seis de Abril y ejecutaran el
ataque. Avanzaba yo con el Libertadores que tenía de reserva, cuando se me
presentó un sargento de la Colombia a darme parte de que el enemigo manio-
braba para cortarnos, señalando con la mano hacia mi izquierda. Lancé al Li-
bertadores en la dirección que se me indicaba. Yo seguí adelante y entonces vi
a nuestros voluntarios desorganizados y en pelotones. Continué recorriendo
nuestra línea hacia la izquierda, y encontré al Libertadores que no habiendo
hallado enemigo a retaguardia, iniciaba el ataque por un camino bastante ancho
que hay detrás de la iglesia. Dispuse una carga general. En ese avance murió el
denodado Mayor Pizarro, segundo jefe del Libertadores. Fueron apagados los
fuegos de la trinchera inmediata a la iglesia que estaba a pocos pasos de nuestros
valientes, la cual, como un cuarto de hora después la reocupó el enemigo. La
artillería funcionaba con actividad, pero ningún daño nos causaba; no así de
las trincheras, de donde disparaban sin dejarse ver ni la cabeza. Estaban muy
nutridos los fuegos, cuando recorrió nuestra línea la voz de “bandera de parla-
mento, el enemigo se rinde”. La bandera blanca que había puesto el enemigo,
la fueron desenvolviendo lentamente hasta que se reconoció la antigua bandera
ecuatoriana que es azul en el centro y blanca a los extremos. Reconocida la ini-
cua superchería, los fuegos se renovaron, pero no volvieron a tomar el vigor
que tenían antes.
Veamos lo que desde el principio había causado el trastorno del plan.
El Mayor Marchán se puso a la cabeza de la descubierta que precedía a su
Columna, y en vez de elegir una vereda que lo llevara al punto que le había de-
signado yo, tomó el camino que conduce al centro del enemigo. El primer tiro

172
salió de esa descubierta y mató al centinela; el enemigo respondió con una des-
carga que mató al valeroso Marchán que avanzaba. El resto de la Columna sin
voz ni mando se convirtió en una pelotera. El Comandante Villacís al oír esos
tiros no prosiguió su marcha, y seguido de unos pocos inició el combate por
ese lado. Con el resto de esa Columna sucedió como con la anterior. El ene-
migo que creía probable nuestro avance y que descansaba descuidado, recibió
aviso oportuno de nuestro movimiento, concentró sus fuerzas, se preparó y
nos recibió con descargas cerradas. El Comandante Ríos entró con muy poca
gente también. El Comandante Nevares evitó en parte ser envuelto por el tor-
bellino, desviándose hacia la derecha y mediante maniobra entró en lucha la
Colombia con arrojo temerario. Los Macheteros, aunque envueltos por el tu-
multo, se condujeron con intrepidez. El Libertadores fue la única columna que
entró íntegramente a la pelea, y con algunos dispersos que se agregaron, sostuvo
los fuegos con regularidad. Perdió más de una tercera parte de los 33 volunta-
rios que la componían. Entre los muertos que hubo en ese recinto quedaron,
además de los malogrados Marchán y Pizarro, los intrépidos oficiales Roberto
Morales, Rubén Miranda, Daniel Carrillo; y entre los heridos el señor Mon-
túfar de quien recordaré sus denodados esfuerzos con admiración y gratitud, y
los valientes oficiales Santillán, julio Carrasco. Continuaba el combate, en al-
gunos lugares a tiro de pistola, cuando se me presentó un oficial a darme parte
de que el enemigo tomaba posiciones en punto inmediato para flanqueamos.
Llamé al Comandante jefe de Estado Mayor que estaba inmediato, a mi Ayu-
dante Capitán Andrade y unos cuantos compañeros más y marché a contener
el avance del enemigo por nuestra retaguardia. Siguiéronme los demás com-
batientes de ese punto; por este movimiento se interrumpió casi repentina-
mente el combate, pues un momento después solo se oía uno que otro tiro por
el resto de la línea. A retaguardia no encontramos enemigos; a unos pocos de
nuestros dispersos los confundieron sin duda con los contrarios. Apagados
nuestros fuegos y en desorden todo, no era posible ya renovarla lucha. Busqué
el camino que había traído y principié a organizar los dispersos que encontré.
Entonces emprendimos la retirada andando paso a paso, por los heridos que
llevábamos, de los cuales, los más graves iban a hombros o colocados en los ca-
ballos que conducían el parque. El intrépido Mayor Rebolledo, tercer jefe de
la Colombia, que había sido de los últimos en retirarse, cerraba la marcha con
un grupo que él mismo había organizado. Como a las dos de la tarde hicimos
alto en la hacienda de San Rafael, situada a orillas del Tiaune. Allí se atendió
a los diez heridos que llevábamos, entre los cuales estaba el segundo jefe de la

173
Seis de Abril, el abnegado Comandante López Rosas, a quien se le amputó un
pie, y el valerosísimo joven Clemente Concha, segundo jefe de la Colombia
que había sido sacado de la inmediación de una trinchera por la intrepidez de
nuestro cirujano, fue allí curado también.
Cuando el ataque, contábamos con 250 voluntarios. El armamento con-
sistía en 115 rifles, 70 fusiles de fulminante, algunas escopetas y machetes.
Aún en medio de la pelotera, los que tenían armas de fuego no se retiraron
sin disparar; pero los que realmente combatieron en toda regla, calculo que no
llegaron a ciento, consecuencia del desorden que se introdujo al principiar la
acción. La lucha duró menos de una hora. Nuestras bajas fueron relativamente
considerables; ascendieron a unos 40 entre muertos y heridos. Prisioneros per-
dimos muy pocos; entre estos uno de mis ayudantes, Capitán Mario Oña, que
combatió con mucho denuedo; se había separado de mí para ejecutar una
orden. También quedaron en poder del enemigo, heridos, el abnegado Sargento
Mayor Julio Estupiñán y el bravo Alférez Octavio Jurado, pertenecientes a la
columna Macheteros. Individualmente ejecutaron prodigios de valor nuestros
voluntarios. Tal fue el combate de Esmeraldas, que tuvo lugar el día 6 de agosto.
Yo estoy seguro de que sin la heroica precipitación del Sargento Mayor
Marchán, todas las columnas habrían ocupado sus puestos previamente desig-
nados, y entonces, sin embargo de los mil hombres que atrincherados y con
artillería guarnecían la ciudad, la victoria habría sido irremisiblemente nuestra.
A los valientes que yo tenía la honra de mandar, les sobraba voluntad y resolu-
ción para combatir y triunfar. Solamente un desorden fortuito ha podido hacer
infructuosos, por el momento, los esfuerzos del más abnegado patriotismo.
Como en la acción de Las Quintas, hubo también en las trincheras vivas
insidiosos.
De Esmeraldas habíaseme informado que la guarnición estaba pronta a
proclamar a don Pedro Carbo siempre que yo lo apoyara con las fuerzas que
tenía a mis órdenes. Yo acepté, y en esperar el pronunciamiento perdí un
tiempo precioso. El envío de un parlamento la víspera del combate de Esme-
raldas, no fue más que un ultimátum a esa proposición.
Después de la retirada, nuestra fuerza reunida en San Rafael ascendió a
unos 170 hombres. En la noche acampamos en las inmediaciones de la ha-
cienda de San José. Al día siguiente hicimos alto en Monquilve, a orillas del
estero. Muchos me pidieron su baja y se la concedí; y a los prisioneros que aún
tenía los puse en libertad. Algunos desertaron. Estas circunstancias redujeron
mucho mis fuerzas.

174
Los soldados, llenos de indignación, me informaron que el enemigo ofrecía
veinticinco mil pesos por mi cabeza. En Monquilve descansamos un día, y el
9 de agosto cruzamos la montaña; como a las dos de la tarde, salíamos a Timbre
en el río de Esmeraldas. El enemigo en número considerable había llegado en
la mañana a la hacienda de La Victoria distante una hora de Timbre. Hicimos
rancho en el Peñón de Chula y continuamos a la hacienda del señor Chiriboga.
En la tarde del 10 de agosto continuamos la marcha, subiendo el río con el
deseo de pasar a Manabí. Había que cruzar una dilatadísima montaña, y por
escasez de víveres tuve que desistir, y adopté otra ruta. Por enfermedad tuve
que separarme de mis compañeros don Miguel Valverde que se quedó en com-
pañía del muy patriota Gobernador don Pedro Gómez, quien tampoco pudo
seguir la marcha por su quebrantada salud. Pasamos el riachuelo Popa y llegar-
nos al estero de Rioverde. Nos encontrábamos en la montaña, en vía para el
río Onzole, cuando recibimos un posta que traía la noticia de haber sido redu-
cida a 200 hombres la guarnición mudista de Esmeraldas, y que lo demás de
las tropas las habían mandado a Guayaquil. En el acto dispuse regresar, y nos
encontramos con que la noticia había sido inexacta. Regresamos. El 30 de
agosto subimos el estero de Meribe, y después de dos días de montaña, llegamos
al estero de Contaduro en donde nos proveímos de balsas y en pocas horas de
navegación, desembocamos al río Onzole, que bajamos en dos días. Estuvimos
a corta distancia de La Tola, que estaba ya ocupada por el enemigo, lo mismo
que otros puntos de tránsito para la costa. Determinamos trasladarnos a la Sie-
rra. En canoas subimos el caudaloso río Cayapas, y el 7 de septiembre llegamos
a un lugar que llaman El Puerto, de donde principia el viaje a pie por la mon-
taña. Allí tuvieron que quedarse muchos compañeros. El día 8 principiamos a
internarnos; el 10 llegamos a Pueblo Viejo, caserío antiguo de los indios Caya-
pas, en donde se quedaron los Comandantes Centeno y Ríos y algunos com-
pañeros más que no podían caminar o que estaban enfermos. De allí en 5 días
cruzamos la montaña más inclemente y áspera que sea posible imaginarse. El
día 15 salimos a la provincia de Imbabura por los páramos de Pifian. Me acom-
pañaban el Coronel Pallares, Comandante Andrade; en fin 22 entre jefes, ofi-
ciales y clases. Mi plan se desconcertó porque no encontré los caballos que se
me había dicho habría para todos. Tuve que variarlo. El 17 estuve a corta dis-
tancia de Ibarra, y adquirí la certidumbre de un próximo movimiento revolu-
cionario. Encontré en el tránsito numerosos amigos que me acompañaron y
facilitaron el viaje que era casi público. El 20 de septiembre por la mañana pa-
saba el puente de Chiles y me encontraba en territorio de la libre Colombia.

175
En Ipiales, los colosos en intrigas políticas, hicieron imposible mi cooperación
personal: el movimiento revolucionario que a la sazón se levantaba en Imbabura
tenía color de rosa y consideraron innecesario el contingente del patriotismo.
En obsequio de la verdad agregaré que no dejaron de invitarme repetidas veces
para que los acompañara, pero sin programa, sin organización y de tal modo
que implicaba renegación anticipada de mis convicciones políticas; proposición
inaceptable para mí, que tengo por norma respetar las opiniones ajenas, y que
aspiro a un movimiento verdaderamente nacional. Y como tampoco era deco-
roso favorecer división alguna, resolví regresar a la costa, y al efecto el 28 de
septiembre salí de Ipiales para Tumaco.
Los hechos que han ocurrido demuestran palpablemente que si al princi-
piar la campaña hubiera tenido a mi disposición 209 rémington, en el término
de la distancia habría caído en nuestro poder la guarnición mudista que había
en Esmeraldas, y sobre la marcha Manabí hubiera sido el lugar donde en breve
pudiera organizar fuerzas respetables que habrían dado apoyo eficaz al levan-
tamiento de las provincias del Guayas y Los Ríos. Los enemigos del usurpador
son numerosos; lo que ha faltado han sido armas de precisión.
Frecuentemente sucedió en Esmeraldas, al presentarse un hombre, que al
armarlo con un fusil o escopeta, decía francamente que si no le daban un ré-
mington se desertaba; y como no podía mejorarle el armamento, tampoco
podía evitarle la deserción por ese motivo.
Me cumple dar cuenta del dinero sonante recibido y gastado en Esmeral-
das bajo mi inspección. Excusado es anticipar que no tuvimos abundancia del
precioso metal. En La Tola fue urgente tomar prestados 600 pesos; en Rioverde
recibió el comisario de Guerra, Mayor Estupiñán, unos 300 pesos en dos par-
tidas, y en Puebloviejo 200 pesos, otro préstamo. Algunos créditos que se con-
trajeron, especialmente por víveres, ropa, etc., constan en los recibos
respectivos. No había más sueldo que la ración en víveres que se daba diaria-
mente y que era igual para todos. Algunos amigos del exterior me ayudaron
oportunamente con generosidad.
Con esos elementos, yo no me habría lanzado a la campaña tan prematu-
ramente como lo hice; mucho más teniendo entre manos una fuerte negocia-
ción por armamento, que un mes después habría estado a mi disposición; pero
mi respetable amigo el doctor Francisco J. Montalvo me comunicó que iban a
ponerse en armas por Imbabura, y me instaba para que cooperara por la costa;
y también se me dio aviso de que el grupo de patriotas que había en Pianguapí
se disolvería si yo retardaba mi viaje. Y como no soy muy reacio cuando se trata

176
de luchar por los principios republicanos, por ello me felicito, aun cuando el
descalabro del Seis de Agosto haya interrumpido el curso de la campaña.
La caída del Mudo Veintemilla habría sido inmediata, sin los intrigantes
que por adueñarse del Poder por medio de la cábala, han sacrificado a los que
combatían a pecho descubierto. Mientras los pueblos se levantaron inermes
para combatir y derrocar al traidor, los miserables intrigantes por interés per-
sonal frustraron movimientos importantes en Guayaquil especialmente.
Mientras tanto Esmeraldas, la débil y aislada provincia del Ecuador puede
enorgullecerse de haber cumplido su deber con denuedo.
Panamá, octubre 14 de 1882.

Eloy Alfaro

8888

177
Historia del Ferrocarril de Guayaquil a Quito

Páginas de verdad escritas por el General Eloy Alfaro,


gestor de la Magna Obra

Quito, marzo 5 de 1931


Señor don Leopoldo Rivas B.,
Director de la Revista “Nariz del Diablo”.
Presente.

Mi estimado señor:
Tengo el agrado de contestar la atenta esquela de usted, correspondiente
al 14 de enero del año en curso.
No son “folletitos sobre el desarrollo de los trabajos del Ferrocarril del Sur,
que, de su puño y letra, escribió el General Eloy Alfaro”, los que se hallan en
mi poder, sino páginas escritas a máquina y corregidas por el propio General,
acerca de la construcción de dicho Ferrocarril, tres meses antes de su victima-
ción. Las referidas páginas, en forma de carta, fueron dirigidas al señor Ángel
T. Barrera –ex Secretario Privado del General– quien comenzó a darlas a luz
en El Tiempo de Guayaquil; pero los acontecimientos políticos de entonces, el
asalto a la imprenta de ese diario, etc., etc., impidieron que continuase la pu-
blicación, desapareciendo los originales.
Cuando el General era conducido preso a la Capital –en el mismo Ferro-
carril objeto de sus constantes desvelos– acompañélo yo desde Huigra. En
Alausí me entregó un rollo de papeles, diciéndome: “Te encargo esto que me
ha tenido muy preocupado durante el viaje, por temor de que se me pierda,
no de que me roben; porque, felizmente, estos muchachos son muy honrados.
(Pronunció estas palabras con marcada acentuación dirigiéndose a los que le
escoltaban). La maletita en que los he guardado, a cada rato se me confunde;
y en tus manos, los papeles quedan seguros. Es la Historia del Ferrocarril”. Más
tarde, al momento de almorzar, el General agregó: “Esos papeles que te he dado
son muy interesantes: sería lástima que se perdieran. Contienen la historia del
Ferrocarril. Es la vindicación del pobre Harman, a quien tanto se ha calum-
niado. Comenzó a publicarse en El Tiempo; pero supongo que ya no existen
los manuscritos. En cuanto puedas, que eso se dé a luz. Es la única copia que

178
ha quedado … Tal vez me dé un cólico en el viaje, y quiero estar seguro de que
esos documentos no desaparecerán”.
He conservado el rollo de papeles con la veneración de que es digno todo
cuanto proviene de una mano ilustre. Las vicisitudes de la suerte –adversa antes
que próspera– no me han permitido emprender en la publicación de obra de
tanta importancia y trascendencia. En mi concepto reviste carácter de palpi-
tante actualidad e interesará la lectura no solo a nuestros compatriotas.
El respeto a la verdad y el que merece un autor tan eminente, ya por la
sinceridad del relato, ya por la justicia y la modestia, en los conceptos con que
se refiere a sus más encarnizados enemigos, imponen el deber de no omitir ni
una línea del escrito. Conviene que el Ecuador lo conozca, que lo conozca
Quito, especialmente, Quito que presenció el sacrificio del hombre cuyas ener-
gías se consagraron, exclusivamente, a su engrandecimiento y belleza.
Accediendo, pues, a la amable insinuación de usted, gustoso le envío las
páginas del General Alfaro, con algunas notas mías que no se apartan de la ver-
dad.
De usted, muy atento y S.S.

Carlos Andrade.

8888

Historia del Ferrocarril de Guayaquil a Quito

Panamá, 28 de octubre de 1911

Mi recordado amigo Barrerita:1


Todavía no me llega tu carta correspondiente al presente vapor, lo que sig-
nifica que no me has escrito o que en la oficina de correos de allá la han inter-
ceptado para evitarme la molestia de leerla. En este caso, poco ganamos con el
transcurso del tiempo, que tiene la imprudencia de aclararlo todo.
Me ha sorprendido dolorosamente la noticia de la muerte de Don Archer
Harman, de la manera trágica que dicen ha sucedido. Yo la deploro en el alma,

1
Se refiere al señor Ángel T. Barrera, que fue Secretario Privado del Presidente General Eloy Al-
faro (Nota de la primera edición).

179
porque sin la honradez, inteligencia y actividad de ese amigo, los cargos espan-
tosos lanzados por los enemigos del Partido Liberal, con ocasión del Ferrocarril,
habrían quedado aparentemente justificados.
Todavía recuerdo con indignación que el Congreso de 1898 levantó la
bandera de la insurrección contra el contrato ferrocarrilero, calificándolo de
pretexto para saquear la Nación, sin perjuicio de calificarme de traidor a la Pa-
tria, porque de esa manera iba a entregar el País a los yanquis, aseguraban, y
sobre todo, que con su anulación se salvaba la santa religión de nuestros ma-
yores.
Recuerdo que en la Cámara de Diputados, quedamos reducidos a dos
votos favorables al Gobierno, el de Don Emilio Estrada y el de un joven In-
triago, que después nombré Ministro del Tribunal de Cuentas de Guayaquil,
en premio a su patriotismo. Recuerdo que dicha Cámara, acordó un decreto,
anulando el indicado Contrato y expresamente quitándome hasta la facultad
de intervenir de ninguna manera en su realización. Advertido de ese propósito,
pasé un mensaje especial a la Cámara del Senado, protestando enérgicamente
de ese proceder arbitrario e inicuo, y aunque solo, como una tercera parte de
los Senadores apoyaban honradamente al Gobierno, conseguí contener la ava-
lancha desmoralizadora de esos políticos de sacristía y obtuve también que el
señor Harman consintiera en satisfacer las exigencias de mis enemigos políticos,
y se acordaron algunas reformas secundarias en el contrato originario. Sería
alargar demasiado esta carta, si me pusiera a referir todos los incidentes que
entonces ocurrieron, así es que me limitaré ahora a mencionar lo más notorio.
Aquella oposición que entonces se me hacía, no era más que un pretexto
para facilitar la revolución contra los liberales que componíamos el Gobierno
y que de buena fe emprendimos en la tarea de la reforma política y social del
Ecuador. Para dar una idea de la magnitud de las contrariedades que hemos
sufrido, referiré únicamente lo que se relaciona con el Ferrocarril.
Desempeñaba en esa época Don Miguel Valverde, el Consulado del Ecua-
dor en Nueva York. Se me dio parte de que era agente activísimo de los cons-
piradores de Quito, especialmente inculcando la desconfianza a los accionistas
del Ferrocarril, y lo destituí al momento. Antes Don Miguel había descollado
por sus sacrificios en pro de la buena causa. Siendo adolescente mereció que
García Moreno, arbitrariamente, lo aventara al Napo, junto con el malogrado
joven Don Federico Proaño, en castigo de ser redactores de un periódico mo-
derado de oposición, llamado la “Nueva Era”. Para mí era un deber la buena
colocación del señor Valverde y lo nombré Cónsul en Nueva York, designándole

180
todos los ingresos como sueldo. Si hombres ilustrados y de talento como el señor
Valverde, tuvo de contrarios el contrato Harman, ¿qué había que esperar de
los señores Curas, que se les hacía creer que defendían la Santa Religión ha-
ciéndole la guerra al Gobierno Liberal que yo presidía?
Entre los Senadores se encontraban los señores Manuel A. Larrea y Lizardo
García, ambos candidatos rivales a la jefatura Suprema de la revolución en ciernes.
El primero consiguió la supremacía de la presunta jefatura, y despechado Don
Lizardo de la conducta de los conspiradores, apoyó con algunos de los suyos el
Contrato Ferrocarrilero, y de esta manera, desde ese día, obtuvimos en el Senado
una ligera mayoría de votos que facilitó el arreglo de la transacción con Mr. Har-
man. Revísese la lista de los nombres de los ciudadanos que componían el Con-
greso netamente oposicionista de 1898 y se podrá estimar el cargo pérfido que
por la prensa y a gritos vociferaban contra la “feroz tiranía” de mi Gobierno. Se
verán allí los nombres de muchos “radicales” que dudando se consolidara la doc-
trina liberal en el Poder, se afiliaron con los empedernidos terroristas de siempre.
En cierto modo, siendo notoria la hostilidad que se presentaba por la frontera
del Norte y Sur, y que realmente en el interior de la República estábamos en mi-
noría entonces, no era obligación de los dudosos afrontar el peligro, como lo
afrontamos nosotros sin vacilación, hasta triunfar en toda la línea. Con esta ex-
plicación, no hay que extrañar la generosidad con que fueron tratados todos nues-
tros adversarios. Pero no anticipemos el orden de los sucesos.
Cuando regresó el señor Harman a Quito y se encontró con la novedad
hostil del Congreso, accediendo con generosidad a mis observaciones, me dijo
que con la venta de una de las islas de Galápagos, obtendría más de lo necesario
para ser indemnizado por daños y perjuicios; pero que por consideraciones a
mí, entraría en arreglos con el Congreso, porque prefería ganar por medio de
su trabajo y a la vez siendo útil a mi Gobierno y al País, lo mismo que podía
conseguir por medio de una reclamación, y de ese modo retribuía la manera
decente como yo lo había tratado; pero que contaba con mi apoyo honrado de
siempre cuando la empresa lo necesitara. Habría preferido que Harman hubiera
relacionado este punto, porque habría sido más explícito que yo.
Enseguida del arreglo con el Congreso, volvió Don Archer a Nueva York
y se encontró con el principal accionista, desanimado en lo absoluto, por dos
agentes de Quito, que tuvieron el apoyo del señor Valverde en su labor diabó-
lica. Siento no recordar en este momento el nombre del accionista principal
de entonces, que era una casa millonaria, y que dándose por engañada, exigió
de Mr. Harman la devolución de la fuerte cantidad que ya había desembolsado.

181
El hecho de la modificación arbitraria del primitivo contrato, celebrado con
todos los requisitos de Ley, ponía en transparencia que no había buena fe en
esa clase de operaciones en el Ecuador, principiando por el Gobierno que lo
permitió, decían los accionistas, y exigieron el reembolso de lo que ya habían
pagado y fue forzoso a Don Archer Harman atenderlos, quedando así casi des-
baratada la Compañía.
Al señor Harman se le había facilitado conseguir en Nueva York, la sus-
cripción comp1eta de accionistas, comprobando que en la adquisición del Con-
trato del Ferrocarril no había tenido necesidad de gastar en gratificaciones ni
un solo centavo con nadie, circunstancia que demostraba la idoneidad de todos
los ciudadanos que intervinieron en la negociación, entre quienes se encontra-
ban los miembros de la Asamblea Constituyente, que había reorganizado la
República del Ecuador y que tuvo la honra de decretar y sancionar las bases
para el Ferrocarril Trasandino Nacional. Decreto que considerado en sentido
mercantil tenía las apariencias de visionario, porque en realidad la Nación no
contaba con capital ni con crédito para poder realizar obra tan gigantesca. So-
lamente tenía en nuestro abono la pureza con que se manejó la negociación,
que demostraba la honorabilidad de todos los Diputados, amén de la gratifi-
cación de tres millones y medio de dólares en Bonos diferidos que fueron re-
chazados con el decoro debido.
En cambio estábamos abrumados con las perpetuas conspiraciones reac-
cionarias, que frecuentemente nos envolvían en la guerra civil, siendo la más
ruidosa la que terminó en la batalla de “Chimborazo”, que a bandera desple-
gada era enemiga del Ferrocarril; y como adehala de semejante época de lucha,
vivíamos debiendo hasta el aire que respirábamos, para ser menos gravosos a
los vencidos y facilitar la reconciliación. Mucho hay que aclarar a este respecto.
Don Archer había conseguido contratar con una poderosa Compañía de
materiales para Ferrocarril, la ejecución del nuestro; pero cuando el represen-
tante que mandaron a Quito, presenció el procedimiento de los congresistas,
desistieron y anularon su convenio con Harman. Este inteligente y audaz em-
presario, no se amilanó ni un momento y continuó en su labor adelante, con
el firme propósito de llevar el tren a Quito y así lo cumplió salvando terribles
contrariedades. Hubo momentos que su principal capital consistió en el des-
interesado apoyo que decididamente le prestaba el exhausto Gobierno Ecua-
toriano.
Escribiendo sin ver los documentos pertinentes, no puedo precisar muchos
puntos esenciales que me sirvan de base de comparación. El Ferrocarril nuestro

182
se contrató en doce millones 282 mil dólares, en Bonos que deben ser pagados
gradualmente por el Gobierno. Además hay otra emisión de cinco millones
250 mil dólares, que deben ser amortizados con productos del mismo Ferro-
carril. Nuestra vía férrea mide 290 millas desde Durán a Quito. En su cons-
trucción se emplearon doce años escasos.
Entiendo que el Ferrocarril del Oroya mide 148 millas escabrosas como el
nuestro, y que su construcción costó más de cuarenta millones de pesos oro,
invertidos paulatinamente en más de 30 años de trabajo.
El Ferrocarril de Costa Rica, del Puerto Limón a Alhajuela, mide unas 120
millas, costó más de cuatro millones de libras esterlinas, siendo la altura de su
Cordillera como la mitad de la nuestra.
Solicitando el valor de los Ferrocarriles de Valparaíso a Santiago; de Mi-
llendo a Puno; de Veracruz a Méjico, y otros similares en América, podríamos
establecer comparaciones concluyentes en nuestro favor.
Palpando ya el señor Harman los aciagos efectos de las travesuras de los
congresistas y confiando firmemente en la buena fe de mi Gobierno, resolvió
cambiar de escenario y se trasladó a Londres. Allí se encontró con Sir James
Sivewright, archimillonario filántropo que daba protección a toda empresa
honrada que se le presentara, por lejano que fuera el lugar donde se realizara.
Cerciorado el filántropo inglés, de los antecedentes y pureza que había mediado
en la negociación, tomó parte como accionista en nuestro Ferrocarril y este
apoyo entrañó la realización de nuestra obra redentora, base eficaz del desarrollo
industrial de algunas Provincias andinas del Ecuador.
Los Gobiernos de García Moreno, Borrero, Veintemilla y Caamaño, ha-
bían construido como 60 millas de la línea férrea, vía angosta, es decir, treinta
y seis pulgadas de ancho, desde Durán a Chimbo, de donde tenía que seguir a
Sibambe, como la ruta más asequible para trepar la Cordillera andina. Lo cons-
truido comprendía la parte plana del camino.
El Empresario Harman inició los nuevos trabajos con mucho vigor. Estaban
ya enrieladas seis millas y listas número mayor de millas para recibir los rieles,
cuando un derrumbe espantoso cubrió con grueso espesor de tierra la mayor
parte de cuanto se había trabajado. Sucedió que en ese año no hubo estación seca
y que las lluvias torrenciales se prolongaron ocasionando el desastre indicado.
En años anteriores había. sucedido igual percance en los trabajos que ini-
ciaron el Presidente García Moreno y el empresario Kelly, que terminaron con
derrumbes de tierra; pero los trabajos fueron entonces en la parte más baja del
trayecto; mientras que los trabajos de Harman fueron en latitud más alta, para

183
ponerse a cubierto de los percances sucedidos a Don Gabriel y a Kelly; pero
parecía que hasta la naturaleza se oponía al avance de la locomotora a la cuna
de los Shirys y que se había aliado con los terroristas para darle golpe mortal al
Ferrocarril.
Don Archer llegó desalentado a Quito, y cuando me relacionó la magnitud
del desastre acaecido, también quedé anonadado, y cuando me preguntó, ¿ahora
qué hacemos?, le contesté: primero tomemos un trago de whisky para espantar
al diablo y después veremos qué se hace. Ambos quedamos reanimados, y como
mi interlocutor era hombre de empresa, convinimos en buscar una nueva vía.
La Compañía tenía un magnífico ingeniero, de apellido Davis, que ganaba ca-
torce mil dollars de sueldo anual (sueldo mayor que el del Presidente del Ecua-
dor), y lo escogimos para la nueva exploración, utilizando los diversos datos
adquiridos antes por los prácticos montañeros, en definitiva aceptamos la del
río Chanchán con el inconveniente de exigir más gradiente y ser muy escabrosa,
pero más corta que la ruta de Sibambe abandonada por necesidad. El Ingeniero
Davis adquirió en el desempeño de su comisión, una insolación terrible que lo
llevó a la tumba. Felizmente quedó un buen auxiliar en el Mayor John A. Har-
man, ingeniero, hermano de Don Archer, que se desempeñó perfectamente y
que más tarde también fue víctima de la maligna fiebre.
Los trabajos volvieron a iniciarse con mucho empeño partiendo desde
Bucay (Elizalde) en dirección a Huigra y Alausí. La Compañía Empresaria hizo
venir más de cuatro mil peones de Jamaica, que prestaron en oportunidad buen
concurso, porque los jornaleros nacionales escaseaban.
Repentinamente se me presentó el señor Harman en Quito, con la nove-
dad de que toda la cuadrilla de peones que trabajaban en abrir la trocha, habían
caído enfermos con fiebre. Observaron que a la altura de unos 700 pies sobre
el nivel del mar, había muchos árboles pequeños que producían insectos colo-
raditos muy diminutos, que al caer sobre cualquier persona le ocasionaba dolor
de cabeza, que degeneraba en fiebre. Mucho nos alarmó esa novedad. Acorda-
mos guardar reserva del obstáculo inesperado y que se contratara la destrucción
de esos arbustos con una persona competente, mediante generosa gratificación,
abarcando el espacio de cien metros a cada lado del camino. Don Archer regresó
volando a su campamento, ejecutó todo con la actividad y energía de costum-
bre, y desapareció, sin causar alboroto, ese peligro inimaginable.
Don Archer tuvo que regresar a Ultramar. Siempre que hacía compras de
materiales en cantidad considerable, nos presentaba en Quito las facturas ori-
ginales, lo mismo que los conocimientos de embarque. De todos esos materiales

184
había en camino, en la época a que aludo, cantidades considerables. El reem-
bolso que hubo que hacer a los primeros Accionistas, que se retiraron espanta-
dos del proceder de los Congresistas del 98, puso en conflicto a la Compañía,
que también tuvo que atender al pago de los valiosos materiales adquiridos
para llevar adelante los trabajos principiados de la magna Obra.
Los Ministros de Estado, especialmente el doctor José Peralta y Don Abe-
lardo Moncayo, mis buenos auxiliares, vivían llenos de confianza, lo mismo
que yo, considerando que ya la gran obra estaba salvada y asegurada su ejecu-
ción, aunque los tenaces oposicionistas seguían asegurando en todos los tonos,
que todo no era más que un pretexto para saquear al País, y que Don Gabriel
la habría realizado con solo cien mil Libras, a lo más. No dejaban de infundir
desconfianza y alarma.
En esas circunstancias, se me presentó el Mayor Harman con un cable-
grama descifrado, en el cual le decía su hermano Archer que le pidiera al Go-
bierno, en calidad de anticipo, tal cantidad en Bonos (no recuerdo ahora la
suma fija, pero pasaban de dos millones de dólares), para poder hacer frente
a tales y cuales compromisos pendientes; o de lo contrario, la bancarrota de
la Compañía era inevitable. Aunque la respuesta tenía el carácter de premiosa,
contesté al emisario volviera por la resolución definitiva. Entonces llamé a los
señores Ministros Peralta y Moncayo, y al leer el cablegrama en referencia, los
dominó la misma mortificación que yo había sentido. Entramos en conferen-
cia que importaría se conociera en sus menores detalles, pero que no lo hago
hoy por no alargar demasiado esta carta. Pues bien, los señores Ministros, con
mucho juicio, apelaron a todos los razonamientos y peligros que presentaba
el préstamo para negarse rotundamente. Observéles que con la negativa se
venía abajo el proyectado Ferrocarril, y que eso equivalía a la caída del Partido
Liberal y al consiguiente triunfo de los terroristas. Más bien estaban resueltos
a expatriarse voluntariamente del país, que a sufrir los peligros que presentaba
el préstamo. Felizmente el patriotismo es una fuente ilimitada para los sedien-
tos de esa enfermedad. Les observé que los materiales habían principiado a
llegar y que llegaría lo restante anunciado; que al quebrar la Compañía, como
se presumía, yo me comprometía a dejar la Presidencia de la República en
manos del Vicepresidente, para irme a dirigir personalmente los trabajos de
la vía férrea, y que ayudado por ingenieros competentes, si no traía el tren
hasta Guamote, por lo menos alcanzaría a dejarlo en Alausí. Los Ministros
interlocutores, tenían plena confianza en el cumplimiento de mis resoluciones.
Aceptaron con aplauso mi combinación y facilitaron con regocijo el temido

185
préstamo, que me parece pasó luego de 4 millones en total, y que después de
la terminación de mi período constitucional, nos puso en peligro de ir a parar
al Panóptico, como lo demostraré a su tiempo. En medio de la gritería que le-
vantaron nuestros enemigos, vivíamos tranquilos, porque podíamos compro-
bar de manera exacta, con las facturas a la vista, cómo se había invertido el
supuesto desfalco, que había salvado la Obra del Ferrocarril; la falta consistía
en el pago anticipado del valor entregado, lo cual envolvía responsabilidad
para nosotros al ser juzgados por la mala fe, mientras que ese proceder salvó
a los Accionistas de la pérdida de sus aportes, y al Gobierno de los trastornos
consiguientes.
Cada vez que se me ofrecía hacer viaje a Guayaquil, me venía por el lado
de Alausí, recorriendo la línea señalada para la vía férrea, y quedaba espantado
al ver esos precipicios que eran intransitables hasta para las cabras, y a veces me
asaltaba la idea de su impracticabilidad si no se hacía mayor gasto de millones
de dólares. Cerraba los ojos y confiaba en mi buena estrella.
Me propuse acumular recursos para atender al servicio de los Bonos res-
pectivos, desembolso que entonces era reducido. Sin embargo de las necesida-
des terribles exigidas por la situación de guerra interna que atravesábamos,
remitíamos a Londres esos fondos. Recuerdo que cuando me separé del Go-
bierno en 1901, quedaron depositados en poder del Fideicomisario, algo como
150 mil libras, depósito que les dio valor extraordinario a los Bonos ferrocarri-
leros y que moralmente sirvió de mucho a la Compañía Empresaria en el en-
sanche de su crédito.
Teníamos en contra el desprestigio de los Bonos de la llamada Deuda In-
glesa, provenientes de la época de la Independencia. Aquello fue un abuso de
los primitivos prestamistas, aunque algunos de ellos aparentemente justificados
por el hecho de dar crédito a los patriotas de la Guerra Magna, lo que en apa-
riencia equivalía a arrojar el oro sellado al fondo del mar; de tal manera era el
peligro que se corría al cruzar el Océano hasta llegar a tierra firme. En muchos
casos sucedió que una Nación poderosa facilitó el dinero que algunos comer-
ciantes antillanos recibían a condición de invertirlo en materiales de guerra y
darlo a crédito con la seguridad de ser consumidos en favor de la Independencia
de Colombia. De esta manera el Gobierno protector, se ponía a cubierto del
cargo de quebrantar la neutralidad; pero los intermediarios abusaron sensible-
mente de su generoso proceder. En el arreglo de cuentas, aparecieron uniformes
para soldados, pantalón y chaqueta de paño ordinario, al precio de £16 cada
terno, y lo demás por el estilo. Mediaron otros abusos, efecto de la inocencia

186
de nuestros mayores en esa clase de negociaciones. En el definitivo reconoci-
miento de esos créditos, la víctima venía a ser la generación presente; y cono-
ciendo los antecedentes que en variadas formas habían ocurrido, especialmente
la falta de colonización pactada en el arreglo conocido con el nombre de Icaza-
Mocatta, que doraba la píldora, porque en verdad al cumplirse habría iniciado
la prosperidad del País, en vez de producirnos el conflicto de 1858 con el Perú,
que tanto daño causó al Ecuador. Tuve que aplicarle a ese nudo gordiano, un
golpe supremo: decreté la suspensión de esa Deuda, contrariando mis propios
deseos, porque me hacía mucho daño personal ese proceder; pero en cambio
cumplí con mi deber.
Acreedor muy diferente fue el Presidente africano de Haití, protector de
Bolívar. Cuando Don Simón le preguntó de qué manera le pagaría el carga-
mento de materiales de guerra que le daba, le contestó el noble Pétion: “Me
paga usted dándoles libertad a los esclavos”, y así lo cumplió con la subsiguiente
derrota de los realistas en Venezuela, Cundinamarca, Quito y en el Virreinato
de Lima.
La Compañía del Ferrocarril necesitaba que los Bonos del Ferrocarril que
les dábamos en pago de los trabajos que se realizaban en la vía férrea, fueran
cotizados en la Bolsa de Londres, y para conseguir esto era necesario la extin-
ción de los Bonos de la llamada Deuda Inglesa; lo que considerándolo conve-
niente a la salvación del crédito nacional, de acuerdo con mis colaboradores
principales, acepté las condiciones que me dirigió el señor Harman, al tipo de
35 por ciento, parte al contado y parte en una emisión de Bonos, llamados
Bonos Cóndores, moneda de oro ecuatoriano, equivalente a una Libra Esterlina.
El señor Harman consiguió comprar gradualmente una parte de los llamados
Bonos de la Deuda Inglesa a tipo muy bajo; pero cuando en la Bolsa advirtieron
que había compradores de ellos, principiaron a subir su precio, y Don Archer
optó por entenderse directamente con los Bondholders y los contrató al 35 por
ciento con excepción de unas cien mil Libras en Bonos que conservaba parti-
cularmente un socio de la firma de Rubert Lubbeck y Compañía, que Don Ar-
cher se encontró compelido a comprar al 45 por ciento, para conseguir recoger
toda la emisión circulante entonces. Los terroristas clamaron contra ese arreglo,
y más tarde intrigaron y consiguieron se enviara a Londres a Don Lizardo Gar-
cía, con el carácter de Comisionado Fiscal, para que pesquisara los fraudes que
firmemente creían, a puño cerrado, habían ocurrido, y poder acabar así con
mi pobre personalidad política. La operación fue tan clara y sencilla, que con
facilidad pudo el señor Comisionado Fiscal cerciorarse del proceder correcto

187
en todo ese negociado. A los esfuerzos del señor Harman, procurando la mejor
cotización en la Bolsa de Londres, de los Bonos ferrocarrileros, se debió la ex-
tinción de la llamada Deuda Inglesa, deuda que después de la consumación de
nuestra Independencia, causó muchísimos males al Ecuador.
El General Castilla, Presidente del Perú, dominado de nobles sentimientos
de americanismo, impugnó la concesión de terrenos baldíos en el Oriente, que
el Gobierno del Ecuador había celebrado con nuestros acreedores de Ultramar
y que debían colonizar los ingleses, considerando salvar así la autonomía de las
Naciones de la América del Sur; pero pretextando que esos terrenos eran pe-
ruanos, porque de otro modo no podía impedir la supuesta amenazante colo-
nización, y, además, salvándonos del peligro de volvernos ingleses.
Los oposicionistas del Gobierno en Quito, también desconfiaban de la co-
lonización inglesa, y miraban con simpatía la intervención del Perú, cuya pro-
tección aceptaron al principio, suponiendo que el bondadoso Presidente
Castilla hacía el reclamo de los terrenos baldíos para salvar al Ecuador de las
garras de los ingleses. Sobrevino la confusión y se convirtió todo en un caos,
sirviendo de pretexto el forzado arreglo de la llamada Deuda Inglesa; digo arre-
glo forzado, porque también se propalaba la especie de que en caso contrario,
obligábamos a la poderosa Nación inglesa a echársenos encima para cobrarnos
lo que debíamos, especie que propalaban los cobradores, abusando de nuestra
debilidad. Atribuyeron a la Gran Bretaña una intención malévola que jamás
abrigó contra nuestros pueblos; intención imaginaria que fue explotada pérfi-
damente por los especuladores, como lo comprobó más tarde la repudiación
de los Bonos aludidos, cuando el cumplimiento de exigencias temerarias nos
obligó a anularlos. Sin la necesidad de construir el Ferrocarril Trasandino, qui-
zás se habría puesto en evidencia la verdadera historia de los Bonos antiguos,
si se nos hubiera exigido su pago; pero fue forzoso atender de preferencia a la
Obra redentora del Ecuador, dejando a la vez terminado el odioso reclamo de
esa Deuda, que había asumido ya apariencias de completa legalidad. Volvere-
mos a tomar el hilo de los trabajos de nuestro Ferrocarril Trasandino.
Los trabajos en la construcción del Ferrocarril, continuaron con vigor ex-
traordinario. El trayecto de Durán a Chimbo, que era de vía angosta, se en-
sanchó a 42 pulgadas y así continuó desde Bucay hasta Quito. El renombrado
ingeniero Coronel Shunk, que había sido Presidente de la Comisión de Inge-
nieros Americanos que había estudiado el trazo para el grandioso Ferrocarril
intercontinental, proyectado por el Gobierno de Washington, fue contratado
por la Compañía para rectificar el trazo que debía servir de lecho a nuestra

188
línea férrea, y en esa labor pude verlo varias veces en mis frecuentes viajes a la
Costa.
Los materiales anunciados, llegaron y continuaron llegando en abundan-
cia: ya no había lugar a desconfianza, en apariencia al menos. La plaga de la
variolosa, muy aficionada a la raza indígena y a los africanos, de los que tenían
algunos miles de braceros, se introdujo varias veces a los campamentos; pero
fue repelida rápidamente adoptando medidas sanitarias eficaces.
En agosto de 1901 terminó mi Administración, y contento me separé del
ejercicio de la abrumadora Presidencia. Como de costumbre, me vine a Gua-
yaquil recorriendo los campamentos y lugares de trabajo. Cada campamento
era una aldea donde abundaban materiales y elementos de subsistencia, y régi-
men de sanidad y de moralidad. Prevalecía completo orden y organización
magnífica en todo sentido.
Con mi familia fijé mi residencia en Guayaquil, como un grato homenaje
al valeroso Pueblo que el Nueve de Octubre, Seis de Marzo y Cinco de Junio,
llevó a cabo la Independencia y regeneración política y social de la Patria
amada, a la vez que procuraba garantías para mi personalidad. Por igual con-
sideración estaría actualmente viviendo en Guayaquil; pero los sentimientos
de patriotismo que en la Capital de la República me obligaron a permanecer
en quietud, me obligaron también a expatriarme. Salvado milagrosamente de
la sorpresa que produjeron los acontecimientos del día once, con solo guardar
silencio, habría recobrado en seguida el ejercicio de la Presidencia en Quito;
pero los revoltosos habrían abandonado la ciudad, y mirando por su propia
defensa; se habrían retirado a los páramos, donde tenía que prolongarse la
guerra civil, que habría arruinado completamente al País, y así debilitado,
puéstonos a merced de cualquier invasión, que impulsada por el interés de
consumar la descuartización inicua del Territorio Nacional, se habría lanzado
contra el Ecuador.
Ante semejante perspectiva, mi deber era prescindir en lo absoluto de mi
venganza personal y procurar la unificación del elemento liberal en el Poder,
con la certidumbre de que al verificarse la codiciosa invasión suriana, sería vic-
toriosamente rechazada. Al quedarme en Guayaquil, juzgaba que al presentár-
seme el Pueblo pidiéndome que se repitiera otro Gatazo, tenía que darle gusto,
y la manera de evitar ese compromiso, era alejarme, bajando silenciosamente
el río, con la resolución de que al sobrevenir cualquier conflicto internacional
y necesitar la Patria de mis servicios, al instante volar a su llamada para conducir
a mis compatriotas al combate y a la victoria.

189
Encontrábame, pues, en la época a que me refiero, avecindado en Guaya-
quil, cuando se me presentó el Mayor Harman a manifestarme confidencial-
mente que ya se había gastado en los trabajos del Ferrocarril, todo lo
presupuestado hasta Guamote.
No me causó sorpresa la confidencia, porque en más de 20 millas, enrie-
ladas unas y listas para recibir durmientes las otras, destruidas en los espantosos
derrumbes ocurridos entre Chimbo y Sibambe, la Compañía había sufrido pér-
dida considerable, y el costo de cada milla por la nueva ruta del muy escabroso
Chanchán, era muy superior al de la vía abandonada. No recuerdo si entonces
había llegado o estaba al llegar la locomotora a Alausí.
No quedaba otra medida de salvación, decíame el Mayor Harman, que el
auxilio extraordinario del archimillonario Sivewright, y que estaban seguros de
conseguir ese concurso monetario, si yo le dirigía el cablegrama que en borrador
me presentó, explicando extensamente la situación. El mensaje me pareció de-
masiado extenso, con explicaciones técnicas escritas en un pliego, y lo rehusé.
Convine en dirigir a dicho Don James un cablegrama netamente mío, lacónico
y escrito a mi manera. Este cablegrama se encaminó sin demora y se ha publi-
cado después, pero sin la explicación de los antecedentes premiosos que lo mo-
tivaron, ha pasado desapercibido. Más o menos decía en mi lacónico mensaje
cablegráfico, que la necesidad de salvar el capital invertido, obligaba a los ac-
cionistas a proteger a la Empresa hasta alcanzar la llegada del tren a Guamote,
con cuya operación quedaba asegurado el tráfico en la parte más difícil del ca-
mino, y que de esa manera se aseguraba un considerable rendimiento, teniendo
por base un buen servicio de utilidad pública. El señor Sivewright me contestó
al instante, que seguiría apoyando los trabajos de la obra del Ferrocarril hasta
llegar a Quito, y así lo cumplió en todo lo que le fue pedido razonablemente
por los accionistas directores.
En homenaje a los importantes servicios prestados por Sir James Sive-
wright, en la obra ímproba del Ferrocarril Trasandino del Ecuador, fue que fi-
guró su fotografía en la colección de estampillas que se emitieron oficialmente
para conmemorar el portentoso arribo del tren a la cuna de los Shyris. Pero no
anticipemos los acontecimientos. Me parece que en Septiembre de 1902 al-
canzó a llegar el tren a la villa de Alausí. Algunos días después de la inaugura-
ción, por invitación del Presidente de la Compañía, fui con mi familia y
muchas personas amigas, a visitar la magna obra terminada hasta Alausí. Que-
damos encantados del escabroso trayecto recorrido desde Elizalde (Bucay) en
adelante. Mediante infinidad de puentes, chicos y grandes, y tres túneles pe-

190
queños con gradiente máxima hasta de seis por ciento en determinado lugar,
se pudo conseguir la formación del lecho para los durmientes y consiguiente
ascenso a la Cordillera de los Andes en la parte más difícil para la vía férrea.
Hubo que atropellar el escabroso cerro conocido con el nombre de la Nariz
del Diablo, para abrirle paso a la locomotora. Ese pequeño obstáculo pudo do-
minarlo la Empresa con el gasto de un millón de sucres.
Poco tiempo después volvió a invitarme el señor Harman, fuera a inspec-
cionar los trabajos en el paso de la quebrada de Shucos. En efecto fui, y salimos
de Alausí en un convoy compuesto de la locomotora y un carro. Hicimos alto
al llegar al sitio de los trabajos, y salimos del carro y seguimos a la orilla, desde
donde con la vista se dominaba la profunda quebrada de Shucos y el puente
que se trabajaba para cruzarlo, cuyo piso tendría como una cuadra de extensión.
Su costo fue mayor que lo gastado en el paso de la Nariz del Diablo. Pasaría
media hora en esa inspección turista, cuando al regresar encontramos a la lo-
comotora con una de sus ruedas descarriladas por un hundimiento pequeño
del terreno. Se supone que ese espacio debió ser en tiempo inmemorial el cráter
de un volcán; pues, todo ese terreno se hunde en pequeñas secciones con fre-
cuencia.2 Volví a mi domicilio de Guayaquil algo alarmado con la continuación
de los obstáculos inesperados.
Los trabajos continuaron adelante con actividad, y en seguida el tren llegó
a Guamote. No recuerdo con precisión si ese grato acontecimiento ocurrió en
1903. Las pasiones políticas se habían calmado y pude concurrir a su inaugu-
ración, con la trivial novedad de que pudiendo llegar el tren en la tarde, de día,
lo hicieron llegar en la noche para evitar que el Pueblo me hiciera una demos-
tración entusiasta. Tuvieron la atención oficial de señalar el 25 de junio, día
de mi natalicio, para hacer la fiesta de la inauguración. Allí tuve el placer de
ver a muchos amigos, que pasaron de paseo a Guayaquil. Algunos de ellos vi-
sitaban por primera vez a la invicta ciudad, cuna de Olmedo y de Rocafuerte,
más regocijados y orgullosos que si vinieran de explorar el Polo Ártico.
Los trabajos prosiguieron bien y con ligera variación en el lecho que recibió
los rieles entre Guamote y Riobamba; pues, en el plano original se prescindía
casi en lo absoluto de ocupar en parte la carretera que servía de tráfico al pú-
blico. Alcanzó a llegar el tren a Riobamba, pero no recuerdo con certeza si este
gratísimo acontecimiento se verificó en 1904 o en 1905.

2
La sección a que alude el General Alfaro, es la que hoy se conoce con el nombre de Puebloviejo,
en donde la Compañía del Ferrocarril ha mantenido siempre cuadrillas para cuidar la línea en el terreno
que se hunde (Nota de la primera edición).

191
La Compañía solicitó a la Municipalidad de la citada ciudad, le señalara
sitio para establecer la estación, y por indicación de uno de los señores conce-
jales más influyentes, señalaron un solar situado a algunas cuadras fuera de la
población. Anoto este incidente porque más tarde fue motivo de serios disgus-
tos para el Gobierno, y con dificultad se consiguió que la Compañía llevara la
estación del Ferrocarril adentro de la ciudad, como se encuentra actualmente.
El Congreso de 1905, tuvo a bien legislar sobre Codificación de las leyes
militares y nombró una Comisión compuesta de los Generales Sarasti, Nicanor
Arellano y el suscrito. En oportunidad me trasladé a Quito para dar cumpli-
miento al mandato legislativo. En lo que menos pensaba era en tomar parte en
ningún trastorno político; pues solo el pensarlo me causaba disgusto. Mis co-
rreligionarios connotados, me patentizaban el peligro que corría el Partido Li-
beral Radical de sucumbir, envuelto por una política descolorida, mercantil, y
les contestaba con una negativa redonda. Para ponernos a cubierto de even-
tualidades adversas, observé la necesidad de tomar parte en la elección de Se-
nadores y Diputados en perspectiva, y cuando observé que teníamos que luchar
contra corriente y marea, como dicen los marinos, al tener que navegar contra
obstáculos insuperables, comprendía lo grave de la perspectiva.
Ya veía a los espías que rondaban mi casa habitación para conocer a las
personas que suponían que yo llamaba para catequizarlas. Los señores que com-
ponían el Gobierno, creían de buena fe que yo era un cadáver político, y en
esta creencia consideraban les era permitido tratárseme de la manera más des-
airada posible. Bastará observar por ahora, que yo había llevado a mi hijo Ol-
medo, que había estudiado con provecho en las Escuelas Militares de West
Point y Saint Cyr, con el objeto de utilizar sus conocimientos militares en la
emisión legislativa en lo que a mí correspondía hacer, y se me pusieron obstá-
culos que me dieron la medida de lo que yo tenía que esperar.
Además de los cargos políticos, tenía en perspectiva la cárcel con toda apa-
riencia de justicia, por los millones que anticipadamente había ordenado se le
entregaran a la Compañía del Ferrocarril, sin lugar a defensa ante la desaforada
perversión de mis enemigos.
Cuando tuve conocimiento de que en la alta esfera oficial se había tratado
de la conveniencia de apresarme y de reducirme al Panóptico, ya no me quedó
otro recurso que procurar el inmediato cambio del personal gubernativo.
En una de tantas visitas de los principales correligionarios Liberales Radi-
cales, tratóse de la situación, y en definitiva resolvimos apelar a las armas, para
poner a cubierto de cualquier trapisonda política, los principios liberales pro-

192
clamados en la popular transformación de 1895, y al mismo tiempo darnos
garantía personal.
Recomendé a dicha junta designara al ciudadano que debíamos reconocer
como caudillo, anticipándoles que de mi parte prestaría con gusto mis servicios
únicamente como militar. La junta se fijó en mi persona, y como no había
tiempo que perder, acepté el patriótico encargo.
Inmediatamente dicté todas las órdenes necesarias para en el caso de que
yo fuera apresado, estallara en el acto la revolución en la misma Capital.
Para llevar a feliz término el patriótico problema resuelto por la junta, con-
tábamos únicamente con el prestigio que nos daba en la mayoría de la opinión
pública, la nobilísima doctrina Liberal Radical, conocida ya prácticamente por
el Pueblo Ecuatoriano.
Al principio tuvimos que soportar la contrariedades consiguientes, que
por la intriga de un alma de Judas revistieron más gravedad de lo imaginable.
Emprendí viaje de regreso a Guayaquil. En Riobamba me puse de acuerdo
con los amigos principales. A dicha ciudad llegaban con regularidad los trenes
desde la estación de Durán. Los trabajos en la vía férrea en construcción, con-
tinuaban lentamente, y se desconfiaba de oír pronto el silbato de la locomotora
saludando la cuna del esclarecido Juan Montalvo.
Proseguí ya mi viaje en tren expreso, gracias a la fina atención de los em-
pleados, del Ferrocarril; pero en la base de la Nariz del Diablo, me encontré
con un carro descarrilado intencionalmente, lo cual me obligó a seguir en carro
de mano hasta Huigra y me hizo demorar el tiempo respectivo, lo que nada
me significaba con tal de llegar al día siguiente en la tarde. Pero para desbaratar
la demostración popular que las Autoridades suponían me haría el pueblo Gua-
yaquileño, determinaron que mi arribo fuera tarde de la noche, como sucedió,
pero con la novedad de que millares de ciudadanos me esperaron en el Malecón
y me acompañaron contentos desde el muelle hasta mi casa de habitación. In-
dudablemente el celoso pueblo del Cinco de Junio, desconfiaba también sobre
la estabilidad de sus heroicos esfuerzos en 1895.
Insensiblemente, el trastorno para mis proyectos, había sido completo en
la cuna de Olmedo. Se veía en transparencia que la intriga de una persona ex-
perta en política, hacía informar de lo más esencial al Gobierno. Ya veremos el
nombre y apellido de ese ambicioso de baja estofa.
No cabía prórroga. Se había acordado que al amanecer el día 1 de enero, tu-
vieran lugar los pronunciamientos. Se trataba por lo menos de la salvación per-
sonal de mis correligionarios comprometidos, y ya no me era posible ni vacilar.

193
Sin embargo de encontrarse mi casa permanentemente vigilada, me resolví
a salir de ella en la noche del 31 de diciembre de 1905, y lo conseguí con toda
felicidad. Necesitaba encontrarme en campo libre para poder concurrir al lugar
donde me llamaran los acontecimientos.
Mediante rápida travesía por la montaña, guiado por el intrépido Coronel
Montero, antiguo guerrillero conocedor de esos lugares, estaba al día siguiente
a corta distancia de la estación de Barraganetal. Únicamente pude adquirir la
noticia de que los patriotas de Riobamba se habían pronunciado el día 1 de
enero, de conformidad con lo acordado.
Los empleados del Ferrocarril, creo que todos tenían simpatía personal en
mi favor, pero en cumplimiento de su deber, guardaron estricta neutralidad,
de manera que me fue imposible incorporarme al instante a mis bizarros ca-
maradas pronunciados en Riobamba, teniendo, la confianza de que mi presen-
cia allí, en esos momentos, produciría el inmediato pronunciamiento de toda
la República, pues amigos y enemigos ignoraban mi paradero en la montaña,
incidente que explotaban a su amaño los gobiernistas.
Como era natural, el Gobierno se apropió del tráfico de los trenes y con
mucha actividad movilizó tropas de Guayaquil, que pusieron en jaque a Rio-
bamba.
En la necesidad de ponerme en contacto con mis correligionarios, resolví
encaminarme al centro de la República, y por camino montañero me dirigí a
la provincia de Bolívar. En el tránsito tuve conocimiento del desastre de Ya-
guarcocha, noticia propalada por los señores curas de aldea, con la añadidura
de que los pronunciamientos de Riobamba andaban dispersos.
Felizmente, Guaranda se había pronunciado también el 1 de enero, grato
acontecimiento que facilitó la realización de mi itinerario. Excúsome detalles
que me será satisfactorio relacionar más adelante, en homenaje a mis bizarros
compañeros. Únicamente diré ahora que el 12 de enero me incorporé a mis
valerosos camaradas que me esperaron en Latacunga y que cinco días después
descansábamos tranquilamente en Quito, en donde también se me incorporó
en breve el General Nicanor Arellano, a la cabeza de los batallones de volunta-
rios que comandaba. Al darme cuenta de la manera como había cumplido su
comisión en el Norte, me manifestó la mortificación que había sufrido al es-
cuchar al Doctor Manuel Benigno Cueva, en sentido enteramente contrario a
lo que habíamos resuelto en la junta. Dicho Doctor Cueva era uno de los pocos
copartidarios de confianza que habían compuesto el escaso número de los ami-
gos que formaron la referida junta, y estaba, por consiguiente, impuesto de

194
todo lo que se resolvía y hacía. Don Nicanor era la honradez y lealtad en pasta,
sencillez de carácter extraordinaria, y todavía expresaba su espanto al oír la in-
sistencia del Doctor Cueva, para persuadirlo que dejara sin cumplir la comisión
que yo le había señalado en las provincias del Norte, de acuerdo con lo resuelto
en la junta, de la cual era miembro también Don Nicanor. “El General Alfaro
es un cadáver político; no se sacrifique usted inútilmente”, llegó a decirle el
Doctor Cueva al General Arellano. Al informarme de semejante incidente, mi
sorpresa fue también extraordinaria. En cumplimiento de mi deber, los señores
Ministros de Estado, fueron informados del particular por el mismo Don Ni-
canor, quien autorizó se hiciera el uso que consideraran conveniente de todo
lo que relacionaba. Así pude conocer quién era el alma de Judas que nos puso
en inminente peligro de sucumbir.
Al haberse cumplido el pronóstico del ex vicepresidente de la República,
aún estaríamos esperando la llegada de la locomotora a Quito.
La Convención Nacional que en 1906 funcionaba en la Capital, exigió
cambiara el personal del Ministerio, y en esa época, ejercía el General Arellano
el cargo de Ministro de Guerra y Marina. Mirando por la conciliación entre
los copartidarios, de acuerdo con los Ministros censurados, hube de acceder a
la expresión de los Legisladores constituyentes. Desde entonces principiaron
los intrigantes a minar el carácter sencillo de Don Nicanor, hasta que con el
transcurso del tiempo, consiguieron convertirlo en enemigo del Gobierno, en
cuya labor sospecho tuvo parte principal el Doctor Cueva.
Como hombre rastrero o felón, es una notabilidad ese Doctor Manuel
Benigno Cueva. Como Diputado concurrió a la Convención Nacional que
en 1896 se instaló en Guayaquil. Era persona de una conducta privada inta-
chable, trabajador, estudioso y de carácter conciliador. Lo consideré adecuado
para Vicepresidente de la República y le ofrecí ese puesto. Me contestó que
no podía desempeñar ese alto cargo con dignidad, y lo rehusaba porque era
deudor de tantos miles de sucres, cuya cantidad no recuerdo ahora, pero que
la mandé entregar y se obvió el obstáculo. El agraciado tuvo su polémica con
algunos de sus coterráneos que trataron de desacreditarlo, tanto por la prensa
como por medio de un abogado respetable de Guayaquil. En obsequio a la
verdad declararé que en el desempeño de la Vicepresidencia se comportó re-
lativamente con honradez, aunque algunas ocasiones con timidez ante el pe-
ligro. Con el transcurso del tiempo, llegó la época de elegir el Presidente que
debía de sucederme en ese cargo, y francamente me propuso lo apoyara en
esa elección, a lo cual me negué rotundamente, porque la Constitución lo in-

195
habilitaba para ese cargo en tal período, lo mismo que a mí. Desde esa época,
silenciosamente se alejó de mi lado. Cuando para la Codificadora regresé a
Quito y vino a verme, me figuré que lo hacía por patriotismo ante el peligro
que amenazaba a los Liberales, y con esa apariencia consiguió desorientarme.
Tiene su circulito, y en agradecimiento a los notorios servicios que le he pro-
digado, me ha causado sigilosamente todo el daño que ha estado a su alcance
hacerme.
Clausurada la Asamblea Nacional de 1907, tuvo la Policía conocimiento
de que Don Manuel Benigno era uno de los conspiradores de trastienda, y se
resolvió su destierro, de cuyo castigo se salvó presentándose y haciéndome la
promesa de guardar absoluta neutralidad. En lugar de mandarlo inmediata-
mente al patíbulo, con lo cual habría consumado un acto de estricta justicia,
confié en su palabra y cometí el crimen de dejarlo libremente en su casa. A ren-
glón seguido se fraguó una seria conspiración, que al haber tenido feliz resul-
tado, habría dado al traste con los trabajos de la vía férrea en las provincias de
León y de Tungurahua, o retardarlos por mucho tiempo al menos. El mani-
pulador de esos planes fue el Doctor Cueva, valiéndose de otras personas que
en cierto modo le pertenecían, pero que procediendo judicialmente, lo dejaban
a salvo de responsabilidad.
Entraron en acción los conspiradores, y descubiertos los cabecillas osten-
sibles de la rebelión, cayeron prisioneros algunos y fueron a parar al Panóptico,
mientras que otros ganaron la frontera para esquivar el rigor de la Ley. Cons-
tantemente se me presentaban dificultades indirectas en esas conspiraciones,
que habrían dado al traste con la obra del Ferrocarril Trasandino, y que feliz-
mente desvanecimos.
De los nuestros, no faltaba uno que otro cangrejo que desconfiara hasta de
sí mismo. Por mi parte no hubo jamás el interés del soborno, que podía ende-
rezar a cualquier torcido o tímido. Advertiré que siempre les he tenido miedo
a los flojos, porque por timidez, ante el peligro, cometen cualquier bajeza, sin
el menor escrúpulo. Sobre este particular podré escribir prodigios a su debido
tiempo. Anticiparé que he tenido a mi lado numerosos patriotas con cuya co-
operación, he podido darle patria redimida a los esclavos.
Volveré a tomar el hilo del trabajo material de la vía férrea, con el mayor
laconismo posible.
Los accionistas muy contentos con el cambio del personal del Gobierno,
y nosotros ofreciéndoles cariñosamente hasta el cielo con la mano, con tal de
que pronto llevaran el tren a Quito. En cambio, los verdaderos enemigos del

196
Ferrocarril, procurando hacernos volar hasta con bombas de dinamita. En lo
económico, la situación de la Compañía era muy crítica. Desacreditados sus
Bonos, que los cotizaban al 40%, sin compradores.
En el antiguo plano de la línea férrea, estaba señalado que un ramal debía
hacer la conexión con Ambato pero definitivamente se consiguió que el tren
cruzara la ciudad.
Recomendamos encarecidamente emplear el máximo de actividad en los
trabajos, y salvadas las dificultades que presentó la quebrada conocida con el
nombre de Oreja del Diablo, entró la locomotora a la cuna del egregio Juan
Montalvo y se inauguró alegremente la Estación. Los empresarios, haciendo
prodigios de inteligencia y de economía, alcanzaron a llevar el tren a los su-
burbios de San Miguel.
Si mal no recuerdo, gran parte de los pagos que habíamos anticipado a la
Compañía en momentos de suprema necesidad, correspondían al trayecto de
la vía férrea en la provincia de León; había que darle inversión legal a ese prés-
tamo y cancelarlo. No podíamos repetir la misma operación anterior sin agravar
nuestra responsabilidad; y sin el respectivo auxilio, la vía férrea no podía ade-
lantar una milla más puesto que los Bonos correspondientes a este trayecto,
los habíamos entregado en pago anticipado y su valor encontrábase invertido
en la parte construida ya.
En presencia de situación tan angustiosa, resolví que se le ayudara con di-
nero efectivo; pero sucedía que recursos en metálico, no teníamos; que las ren-
tas eran insuficientes para atender a los gastos en el sostenimiento de las tropas
que se organizaban para poder contrarrestar a los conspiradores y mantener el
orden público; en fin, atravesábamos espantosa escasez de recursos.
La situación era aún más grave de lo que vamos reseñando. Estaba infor-
mado de que la cantidad gastada en los trabajos ferroviarios realizados, excedían
con mucho a lo presupuestado. Comprendía que al suspenderse los trabajos,
la ruina de los Empresarios era obligada, y que los Bonos ferrocarrileros, caerían
en completo desprestigio. Al finalizar esta relación, explicaré la equivocación
que sufrió el señor Harman al formular su contrato ferrocarrilero; la enorme
pérdida que sufrió la Compañía y la manera como fue subsanada.
No me quedó otro recurso que disponer, en calidad de préstamo, de los
fondos destinados al servicio de los Bonos, salvando así los cuantiosos intereses
de los contratistas y los del Gobierno. La suma fue relativamente considerable,
no recuerdo ahora el total, que se entregó en dinero sonante a los Empresarios,
y que se invirtieron en la prosecución de la obra magna. Resultó insuficiente

197
este auxilio, y fue necesario agregar 600 mil sucres más, que se consiguieron
en operaciones de crédito en el comercio de Guayaquil.
Después de ímproba labor, pasó el tren por los suburbios de Latacunga y
llegó a Machachi. De este lugar a Tambillo, se presentaba un declive que parecía
favorable, pero que al soportar el peso del tren, se hundía el lecho en algunas
partes, motivado por grietas subterráneas formadas por corrientes de agua. Fue
preciso reforzar el lecho de ese trayecto y los gastos presupuestados se aumen-
taron considerablemente. En definitiva, para llegar a los suburbios de la histó-
rica ciudad de Quito, tuvimos que prestar 400 mil sucres más a la Compañía;
y el 17 de junio de 1908, en el barrio de Chimbacalle, se colocó el último clavo
de oro que fue clavado por mi hija América. La fiesta de la inauguración fue
solemne. Los habitantes de la República regocijados, se pusieron en pie para
saludarla. En especial, el entusiasmo del verdadero Pueblo Quiteño rayó en de-
lirio.
Don Archer Harman estuvo presente a la inauguración, y las demostra-
ciones de merecido cariño de que fue objeto, le hicieron olvidar las gratuitas
ofensas que los enemigos de mi Gobierno le habían prodigado temerariamente.
Ante el beneficio que reportaba a la Patria amada, me consideré recom-
pensado también y profundamente agradecido de mis nobles copartidarios, es-
pecialmente de mis valerosos camaradas que, en cada uno de sus triunfos,
dejaban expedito el camino para el avance de la locomotora hacia la cuna de
los Shirys, y con sus toques marciales de dianas en cada triunfo que obtenían,
saludaban el progreso material de la Nación.
Mi proyecto primitivo fue dejar establecida la vía férrea desde Loja a Tul-
cán, con cuya medida consideraba la República, relativamente, bien defendida.
Igual propósito fue el que me impulsó en la necesidad de llevar el tren, a todo
trance, de Bucay a Quito, de cuya medida hemos principiado a recoger ya el
fruto, previsto. Cuando en el año anterior, tuvimos la amenaza de invasión por
el lado de Tumbes, nuestras medidas de defensa las facilitó mucho nuestro Fe-
rrocarril Trasandino. Desde Pasto y Tulcán, lugares los más distantes del pro-
bable teatro de la guerra, habrían venido los voluntarios por miles, soldados
todos, y desde Quito, el tren les habría facilitado su marcha rápida a la Costa
y consiguiente incorporación al Cuartel General. Por documento oficial irre-
prochable sabemos, que el Gobierno peruano movilizó más de 30 mil soldados,
que escalonaron en los Departamentos del Norte hasta el puerto de Tumbes.
Esa amenaza de invasión tomó tal aspecto de gravedad, que juzgué de mi deber
inspeccionar personalmente el campo limítrofe y me trasladé al poblado de

198
Santa Rosa. Los gratuitos enemigos del Ecuador, tenían ya abundante material
de guerra y mucha tropa acantonada en Tumbes y sus inmediaciones. Entonces
dispuse la movilización de algunos batallones de Guayaquil, y horas después
cruzaban entusiastas por Machala. En esos momentos llegaron, también, dos
batallones de los bravos Esmeraldeños, que desesperaban por tener la honra de
pertenecer a la vanguardia. Los patriotas orenses, clamaban por su acuartela-
miento; dispuse se acuartelaran solamente tres batallones, en Santa Rosa, en
Machala y en el Pasaje, sirviéndome el primero de escolta en la parroquia li-
mítrofe. De los patriotas azuayos llegaron hasta Girón dos batallones que se
desesperaban por incorporarse al Cuartel General. Vinieron volando de Quito,
el Regimiento de Artillería “Bolívar”, y de Portoviejo el Batallón “Manabí”.
Gracias al Ferrocarril se me habrían incorporado, sin dilación, numerosos ba-
tallones que solo esperaban la orden de marchar. En pocos días más, habría
contado en el Cuartel General, con un Ejército capaz de castigar al aleve inva-
sor; digo aleve, porque entiendo que a título de más fuertes, pretendían adue-
ñarse hasta de Machala, a pretexto de indemnización. Mientras tanto, el más
ínfimo de los soldados que me acompañaba, tenía absoluta confianza en nues-
tro triunfo, como que nuestra causa entrañaba la justicia. Paralizó el enemigo
la concentración de su Ejército en Tumbes, y paralicé también la marcha del
nuestro hacia la línea fronteriza; pues nosotros siempre hemos tratado con ge-
nerosidad a nuestro vecino, como hermano.
Yo me regresé entonces para Quito, dejando en mi lugar al bizarro General
Franco, con la recomendación de vigilar bien la línea fronteriza.
Felizmente sobrevino la mediación ofrecida por los Gobiernos de Was-
hington, Río Janeiro y Buenos Aires, que aceptamos con agradecimiento, como
acción humanitaria, y retiramos de la provincia de El Oro, los batallones que
teníamos allí acantonados.
Por el interés que presentaba la cuestión Internacional, inspeccioné el Fe-
rrocarril que parte de Puerto Bolívar a Machala y al Pasaje, y lo encontré en
malísimo estado todo. En el viaje nos descarrilamos varias veces, pero como el
terreno es muy plano, no hubo novedad andando despacio como íbamos. Sin
embargo, para el servicio militar nos era útil, y resolví su reconstrucción inme-
diata. Apelé al señor Harman, y conociendo el beneficio temporal que podía
reportar esa mejora a la Nación, en esa época de movimientos militares, al ins-
tante principió el trabajo de su mejoramiento sin exigir ningún pago de pre-
sente, en consideración a nuestra penuria fiscal y convino en ser reembolsado
con el producto del tráfico del mismo ferrocarril.

199
Conociendo la importancia estratégica que significaba un ramal ferroviario
de Machala a Santa Rosa, estuvo a punto de realizarse; pero cuando tuve cono-
cimiento que un Senador en plena Cámara, con aplauso de los oposicionistas,
había dicho, más o menos, que era falso el mal estado del Ferrocarril de Machala,
y que solo servía de pretexto para negociaciones ilícitas y poner su manejo en
manos de extranjeros, presumí se presentarían mayores dificultades. Consigno
este incidente antiferrocarrilero, relativamente insignificante, para dar una idea
de la clase de oposición que he tenido que contrarrestar constantemente.
Se presentó en Quito el Conde de Chamacé; y cuando tuve conocimiento
que este caballero contaba con el apoyo de los banqueros Rothschild, conocidos
favorablemente en el mundo comercial, para la Empresa que venía a proponer
al Gobierno Ecuatoriano, entramos en arreglos, ad referendum, sobre la cons-
trucción de un Ferrocarril que partiendo de un lugar central, (no recuerdo ahora
el lugar de partida) debía terminar en la orilla norte del Río Amazonas. Parte
del territorio señalado para el nuevo Ferrocarril ecuatoriano, estaba ocupado
abusivamente por el Gobierno peruano, lo sabía perfectamente el contratista
Charnacé, y nos decía que estaba bien informado que la justicia amparaba los
derechos del Ecuador en toda su plenitud, y que no tenía la menor duda de que
el Laudo sería en nuestro favor. Se convino en pagar en terrenos baldíos, en lotes
alternados, a tanto la milla, el valor de la línea férrea pactada. Antes de firmarse
la escritura respectiva, nos suplicó el Conde de Charnacé, que suprimiéramos
las palabras de “lotes alternados”, porque le proporcionaría algún tropiezo en la
formación de su Compañía en Europa, y que esa condición la dejáramos al ar-
bitrio del Congreso, que viendo que la operación era tan benéfica para el Ecua-
dor, lo ayudaría en la forma que fuere necesario. Siendo ad referendum el
Contrato, convine en la supresión de esas dos palabras, puesto que en definitiva
el Congreso resolvería lo que fuere conveniente a la Nación. Sobre todo, a mí
me halagaba muchísimo el auxilio indirecto, eficaz, que nos iba a proporcionar
el contrato con el honorable Conde de Charnacé en la cuestión Oriente.
Pues bien, la oposición anatematizó el contrato Charnacé, y trabajó con
tanta actividad, que consiguió poner al país en peor predicamento que en 1858,
cuando la temida colonización inglesa. Los principales promotores fueron los
héroes de Torres-Causano o Padre Solano.
La situación llegó al extremo de que si no rescindía el contrato Charnacé,
sin esperar el Congreso como lo pedían los rememoradores de Don Gabriel, la
revolución estallaba, el país se arruinaría completamente y el único beneficiado
sería el Perú.

200
Era perjudicial a los intereses del país la anulación del referido contrato;
pero los perjuicios habrían sido mayores al estallar la guerra civil por ese motivo.
En presencia de tan grave perspectiva, se acordó anular el contrato Charnacé,
y administrativamente lo anulamos, aunque mortificados con la postergación
del anhelado ferrocarril al Oriente. Transcurrirían muchos años antes que se
vuelva a presentar la oportunidad de conseguir la celebración de otro contrato
similar, que reporte tanto beneficio al Ecuador, como el de Charnacé, repu-
diado temerariamente en fuerza de las malas pasiones de los oposicionistas al
régimen Liberal.
Habíamos pactado ya con el Señor Harman, la prolongación del Ferroca-
rril de Quito a Ibarra, cuando Don Archer, espantado de la oposición que ha-
cían a mi Gobierno, con pretexto de las obras ferroviarias especialmente,
encarecióme se cancelara la Escritura sobre continuación del Ferrocarril al
Norte, siquiera para no oír tanta difamación gratuita y atrozmente calumniosa,
que ya volvía casi imposible el sostenimiento del orden público; me suplicó
Mr. Harman, repito, que le cancelara el Contrato adicional aludido, y tuve
que cancelárselo, sin someterlo al Congreso.
Preocupado en la conveniencia de procurar a mi país alguna otra produc-
ción que iguale o supere a la del Cacao, cuyo cultivo actualmente constituye la
riqueza principal de nuestra agricultura, venimos a informarnos que el Maguey
o Heniquen, Ramie y más similares textiles, era el ramo que debíamos proteger
para fomentar su cultivo en el Ecuador, con la perspectiva de superar pronto
en riqueza al Cacao, y sin causarle perjuicio de competencia.
Don Archer Harman, procurando un nuevo artículo que fomentara el au-
mento de carga para el Ferrocarril, había mandado de Riobamba muestras de
Cabuya a la rústica, tal cual se produce, para su análisis en los Estados Unidos,
y resultó ser la fibra de superior calidad a la de Manila y Yucatán.
Vinieron de Chicago capitalistas especuladores en esa fibra, y quedaron
muy entusiasmados de las facilidades que había para su cultivo, y especialmente
del análisis de la Cabuya de Imbabura, que resultó de calidad superior a la de
las otras provincias ecuatorianas. Me manifestaron que necesitaban alguna ga-
rantía para los fuertes capitales que pensaban dedicar al negocio, tales como la
de que no se les impondría fuertes derechos de exportación que les causara la
ruina de su negocio.
Necesitaban también procurarse transporte barato para lo cual pensaron en
establecer un tranvía movido por fuerza eléctrica desde Ibarra a Quito, y para la
conducción al puerto de Guayaquil, contaban con el Ferrocarril Trasandino.

201
Por el deseo de abreviar el fomento de la agricultura en Manabí, con faci-
litarle transporte barato, especialmente al Maguey o Cabuya, conseguí del señor
Harman, Presidente de la “Guayaquil and Quito Railway Company”, celebrar
un contrato para que se tendiera a uno de los puertos marítimos del Cantón
de jipijapa, y fue negado o embrollado en el Congreso.
Esta oposición motivó, de parte de los fanáticos políticos, un torrente de
improperios contra el Gobierno y los Empresarios Ferrocarrileros, que llegó a tal
extremo, que los Contratistas nos rogaron nuevamente se cancelara el Contrato
que los obligaba a extender la vía férrea a la provincia de Imbabura, sin someterlo
al Congreso, y que fue forzoso acceder. Capitalistas franceses habían ofrecido al
señor Harman ser accionistas principales en esta sección del Ferrocarril al Norte.
Yo deploré inmensamente este trastorno en mis planes ferrocarrileros, es-
pecialmente en lo relativo a Manabí, porque sobre la protección a las industrias,
me preocupaba más la movilización rápida de tropas de Manabí o viceversa,
pues en los planes de hostilidad del adversario gratuito del Ecuador, entra la
ocupación transitoria de la rica provincia manabita, como medida estratégica
contra Guayaquil.
Yo reconozco la superioridad del actual Ejército peruano, al que actuó en
la Guerra del Pacífico: ahora es relativamente respetable por su mejor organi-
zación y disciplina, y desde luego, le he prestado la buena atención que merece.
Dispone el Perú de mayores elementos bélicos, especialmente marítimos.
Ahora la superioridad del Ejército Ecuatoriano, consiste principalmente en
que el último de nuestros soldados, sabe y está identificado con la justicia que
asiste al Ecuador en su cuestión límites, y que la santidad de la causa que de-
fiende, lo obliga a luchar hasta vencer o morir. Con esta resolución inquebran-
table, con más o menos sacrificios, la victoria tiene que coronar los esfuerzos del
Ejército Ecuatoriano. Desde luego, preferible que el Gobierno peruano aban-
done sus pretensiones y acatando los nobles sentimientos de justicia, prefiera
una transacción razonable, capaz de que reconcilie a ambos pueblos, que en su
conveniencia recíproca, reconocen la de vivir como buenos hermanos. Que des-
istan, pues, de su política de rapiña de territorio en el Oriente, y que también
tratan de implantar en la línea del Macará, especialmente en las inmediaciones
de Tumbes. Ni aun Colombia, ha estado libre de esa rapacidad internacional,
aliento de los especuladores en Caucho en vasta escala, por de pronto.
En vista de la situación intransigente, que en cierta manera predominaba en
el País, desistieron los capitalistas de Chicago en sus proyectos de implantaciones
textiles, y por tanto, se desvaneció la esperanza del tranvía eléctrico a Ibarra.

202
En la provincia del Cañar existen magníficas Hulleras, reconocidas ya. El
carbón que consume la Compañía, lo traen de Australia, que es caro. Algunos
accionistas del Ferrocarril pensaron en la organización de un Sindicato con el
objeto de construir una línea férrea para explotar las Hulleras, dando al Go-
bierno una módica retribución por el uso de ellas. Habláronme sobre el parti-
cular, convinimos en que formalizarían su propuesta para someterla al
Congreso; pero en presencia de la situación intransigente que observaban, des-
istieron de su propósito del Ferrocarril a Cuenca, y terminó la esperanza que
abrigábamos de que continuaría inmediatamente la cinta de acero hasta Loja,
silos informes que les dábamos sobre abundancia de minas de mármol, hierro,
cinabrio, parafina y otros minerales, se presentaban en cantidad suficiente para
su favorable explotación. Todo hubo de suspenderse, hasta que desaparezca la
influencia de los cabecillas promotores de esa resistencia antipatriótica en al-
gunas poblaciones serraniegas, como todavía sucede, aunque de capa caída ya,
cuando no son utilizadas por los explotadores políticos.
Personalmente me abochornaron mucho semejantes contrariedades pro-
ducidas por el fanatismo religioso, y ante los extranjeros procuraba atenuar las
pasiones extraviadas de muchos de mis conciudadanos que, con pretexto de
defender la pureza de sus sentimientos religiosos, violaban precisamente los
preceptos Evangélicos que recomiendan la tolerancia religiosa y respeto a la
conciencia honrada del género humano. Que en Turquía, sin embargo de en-
contrarse a la vista de Europa, tan poderosa, no podían evitar dejaran de co-
meterse atropellos sangrientos, fruto exclusivo del fanatismo. Lo que acontecía
en la Patria de Rocafuerte y Montalvo, apenas eran rezagos de la Colonia.
En la cuestión límites con el Perú, hemos visto a tales opositores del Go-
bierno Liberal, negarle toda clase de recursos para atender a la defensa de la
integridad nacional, con el santo pretexto de no agobiar a los pueblos con pe-
sadas contribuciones, o de que los gobernantes se robaban el producto de esas
contribuciones, escarneciendo así uno de los preceptos sagrados de la Iglesia,
que manda no calumniar a su prójimo. Por moderación, suspendo, por ahora,
la continuación de este párrafo.
Pero para nada toman en consideración, que en la época que los Gobiernos
del Ecuador confesaban y comulgaban constantemente, y que eran más papistas
que el Papa, ha sido que algunos Gobiernos Católicos del Perú, principiaron a
adueñarse de nuestro selvático territorio Oriental, y que solamente desde 1895,
que los Gobernantes Ecuatorianos comulgaban en la fuente del patriotismo, ha
venido a contenerse el avance desmedido del maquiavélico usurpador.

203
Lejos de mí la idea de lanzar la menor inculpación contra los Legisladores
que aceptaron el monstruoso arreglo Herrera–García; digo monstruoso, porque
imposible que el Ecuador quede sin salida libre, propia, al Amazonas, y que la
locomotora, al fin y al cabo, lo ponga en contacto directo con las riberas del
Guayas, mediante la conexión con nuestro Ferrocarril Trasandino, existente ya.
Con la realización del contrato Charnacé, debidamente estudiado y sancionado
por el Congreso, habríamos terminado la más grande aspiración nacional. Pero
no volvamos a recordar este fracaso, que constituye un gran triunfo de los ene-
migos del régimen político que he tenido la honra de acaudillar, y volvamos a
reanudar el asunto primordial de estos apuntamientos.
Desagradaba mucho a los habitantes de Riobamba, el establecimiento de
la Estación ferroviaria a algunas cuadras fuera de la ciudad, y tenían razón.
Las complicaciones que se presentaron, sirvieron de pretexto para algunas
publicaciones muy ofensivas y calumniosas contra los Empresarios del Ferro-
carril y el Gobierno.
Entonces los neutrales fomentaron la idea de que la línea férrea fuera di-
recta de Cajabamba a Ambato, lo cual acortaba la distancia, y que un ramal
hiciera el servicio a Riobamba. Semejante innovación, levantó el consiguiente
resentimiento de los riobambeños. El caso era delicado. La tarifa de pasajeros
y flete de carga; señala a tanto la milla, y la innovación favorecía el tráfico di-
recto entre Quito, Guayaquil y poblaciones intermedias. Que ganaban algunas
millas en el viaje directo, era incuestionable.
En Riobamba decían que al no llegar el tren de pasajeros a la ciudad, que-
daban reducidos a ruinosa exclusión, y era la verdad. Pensábamos en que si
aplicábamos esa máxima de economía a la ciudad de Ambato, quedaba también
perjudicada, y que el objeto de las líneas férreas, es favorecer a las poblaciones
razonablemente.
Al fin se acordó que los trenes de pasajeros, continuaran llegando directa-
mente a Riobamba, y se contrató la construcción de una línea férrea que, par-
tiendo de las inmediaciones de Cajabamba, acortara la distancia a Riobamba,
con el fin de afianzar el tráfico directo de los trenes de pasajeros.
Para rebajar la tarifa de fletes y pasajes, era forzoso procurarse combustible
barato. Ya no era posible pensar por de pronto, en las Hulleras del Cañar y
Azuay. De acuerdo con el Señor Harman, se resolvió apelar a la fuerza eléctrica.
El camino se encuentra cruzado por algunos riachuelos muy correntosos, sufi-
cientes para proporcionar todo el poder hidráulico necesario para un buen ser-
vicio del Ferrocarril. La base central, venía a ser el riachuelo que corre por las

204
inmediaciones de Ambato; pero en esta ciudad, se formó un grupo de oposi-
ción, con el pretexto de que las aguas que se tomaran del río, eran perdidas
para los agricultores que tenían chacras de plantaciones frutales en las orillas,
quienes, engañados, se presentaban como enemigos irreductibles de cualquier
estación hidráulica en su río. No había más remedio que desistir o exterminar-
los: se optó por lo primero.
El pueblo ambateño no es responsable de ese atraso, sino un grupo de le-
guleyos desalmados, a quienes movía el deseo criminal de causar daño al Go-
bierno, cuando el perjudicado era el mismo pueblo, cuyos intereses pretextaban
defender. Quedó, pues, sin efecto, el propósito de rebajarse la tarifa de fletes y
pasajes, a causa del crecido valor del combustible en uso.
Omito ocuparme del contrato de transacción, celebrado con la Compañía
del Ferrocarril, porque sin tener a la vista el texto respectivo, no puedo recordar
detalles de trascendencia.
Lo propio tengo que manifestar respecto al capítulo Arbitraje, en el cual
me representó el finado Doctor César Borja con inteligencia y probidad; lo
mismo que del Ministro Plenipotenciario William C. Fox, digno representante
del Excelentísimo Presidente de los Estados Unidos.
Aún más ocurrió en Ambato, por el insano interés de perjudicar a Harman,
socio de Alfaro, decían los infames calumniadores, con el objeto de acrecentar
el odio contra mí y mis dignos colaboradores.
Resolvió la Compañía sacar del ardiente clima de Durán, sus talleres de
reparación de máquinas y construcción de carros que tienen allí, y que le con-
venía establecerlos en Ambato, por su clima benigno, abundancia de agua, que
el pueblo congeniaba con sus empleados, y sobre todo, por ser lugar central.
Tenían la intención de establecer allí talleres que les facilitarían hasta la cons-
trucción de locomotoras. El señor Harman consultó al Gobierno su proyecto,
pidiendo se le concediera gratis los solares de pertenencia fiscal que se necesi-
taren, y con gusto accedimos a ello.
Se esparció la grata noticia en las provincias centrales de la República, y
cuando llegó a conocimiento del grupito de aquellos leguleyos desnaturalizados
de Ambato, a los que he aludido antes, principiaron en tal laboreo de oposición,
que la Compañía desistió del proyecto de establecer sus grandes talleres de ma-
quinarias en Ambato.
En contraposición, vecinos honorables de Riobamba, ofrecieron facilitar
gratis, los solares que necesitaren para trasladar los talleres de Durán a Rio-
bamba. También el Gobernador de la provincia de León informó al Gobierno,

205
que la Municipalidad o vecinos ofrecían hacer construir en Latacunga, gratis,
los edificios que indicara la Compañía para establecer allí los grandes talleres
que tenían en Durán, y rogaban que les dieran la preferencia.
De todos esos particulares informamos a la Compañía; pero recordaron
que en Riobamba había existido una pandilla denominada Manta Negra, que
hasta personalmente provocaba a los empleados de la Compañía, y que desea-
ban evitar choques escandalosos; que además, la escasez de agua adentro de la
ciudad, era grave inconveniente. Las propuestas generosas de Latacunga, le
agradaron muchísimo al Señor Harman, pero su ubicación lo alejaba dema-
siado del punto central, aparte de que las erupciones del Cotopaxi se encami-
naban mucho a los contornos de Latacunga, y que ya habían causado daños
terribles a los empresarios en fábricas de telares. Para evitar reclamaciones ju-
diciales y aun choques con apariencias de populares, hubo que desistir de la
implantación del sistema eléctrico, que habría podido movilizar con economía
los trenes de nuestro Ferrocarril Trasandino.
En conversación confidencial, pregunté al señor Harman, a cuánto ascen-
día el valor real, en efectivo, gastado en la obra del Ferrocarril.
Me contestó Don Archer, que aún no se había preocupado en saberlo con
precisión matemática, pero que calculaba que tal vez alcanzaba a veinte millones
de dólares el valor de lo gastado en dinero sonante.
Le observé se sirviera informarme de qué manera había cubierto el déficit
que a simple vista, notaba en la operación.
Me respondió el Señor Harman, que el déficit lo habían sufrido en especial,
las Compañías auxiliares que había organizado para atender a la mejor adqui-
sición de los materiales que se habían empleado en la vía férrea. En seguida,
mencionó los nombres de los Agentes vendedores o Casas Comisionistas que
se encargaron de ese trabajo y con cuyo sacrificio se cubrió el déficit de la
enorme pérdida sufrida, que no pudieron resistir, y que en definitiva los obligó
a presentarse en quiebra.
Sucedió que la Compañía pagaba en Bonos, el valor de los materiales con-
seguidos para el Ferrocarril, y que fueron los Agentes intermediarios aludidos,
los que sufrieron las pérdidas que ocasionaron las fluctuaciones en el tipo de
los Bonos que recibieron en pago. La operación, aunque correcta, fue desgra-
ciada para los especuladores, y de suyo se explica el resultado, sensible para
nuestro crédito.
Únicamente la Ecuadorian Association, establecida en Londres, se salvó
de la quiebra, como había sucedido con sus antecesores similares en Nueva

206
York y Londres. Los accionistas de la Ecuadorian Association, eligieron de su
Presidente a Sir James Sivewright. Este caballero aceptó el cargo por lo que
tenía de honorífico, pero no concurrió al despacho ni una sola vez. Al infor-
marse que se encontraba en falencia la Asociación que estaba garantizada mo-
ralmente con el prestigio que le daba la gerencia de su nombre, dispuso su
liquidación y que el déficit se pagara a prorrateo entre los accionistas. Verificada
la liquidación, le correspondieron a Sir Sivewright más de 90 mil libras de pér-
dida y al señor Harman 42 mil libras, que era uno de los socios de menor cuan-
tía, y en proporción pagaron los demás accionistas, cuyo número no recuerdo.
Mediante este sacrificio, pudo la Ecuadorian Association salvarse de la quiebra;
medida que no pudieron adoptar los accionistas de las Agencias anteriores;
pero cuya pérdida contribuyó también a cubrir el déficit que, de otro modo,
habría correspondido a los Empresarios del Ferrocarril, o encontrándose obli-
gados a paralizar la obra sin poder llegar a su término.
Me parece que después, los accionistas del Ferrocarril organizaron otra
Compañía con el nombre de “Inca”, que les ha servido mucho.
Ahora, ocupémonos en recapitular la operación.
El Gobierno ha pagado la suma de 12 millones 282 mil dólares en Bonos,
que llaman “principales” y que ganan el 6 por ciento de interés y que serán
amortizados en el transcurso de 33 años con el uno por ciento anual que tiene
asignado para el objeto. Este es el costo neto de la Obra para la Nación.
Además, debidamente autorizada por el Contrato, la Compañía construc-
tora ha emitido 5 millones 250 mil dólares en Bonos, que ganan el seis por
ciento de interés anual, y señalado también el uno por ciento de amortización,
servicio que debe ser atendido del producto del tráfico del mismo Ferrocarril;
comprometido a atender con su rendimiento, de preferencia, al pago de sus
empleados y demás gastos propios. A estos Bonos se les da la denominación
de “privilegiados”.
Por intereses y amortización, se han entregado sumas considerables relati-
vamente, pero estrictamente ajustado a lo debido. A estos pagos, es que mis
enemigos políticos, califican de robos del Gobierno, o de peculados, de acuerdo
con el señor Harman. Todos esos santos fariseos católicos, aseguran y han pu-
blicado en todos los tonos, que existe ese latrocinio o peculado. Ocasión pro-
picia se les ha presentado a esos feroces calumniadores, para comprobar
judicialmente su aseveración.
Los Bonos amortizados ya, pasan de un millón de dólares, Bonos que per-
manecen en depósito en la respetable casa Bancaria de los señores Glyn, Mills,

207
Currie y Compañía, que actúan como Fideicomisarios en el Contrato del Fe-
rrocarril Trasandino.
De conformidad con el respectivo Contrato de junio de 1897, se ha veri-
ficado otra emisión como de siete millones de dólares, (no recuerdo la suma
fija) que se denominan “Bonos comunes”, de los cuales corresponden al Go-
bierno 49 por ciento y a la Compañía constructora 51 por ciento, cuyas uni-
dades rigen la administración de la empresa, determinada en los Estatutos
respectivos. Después de amortizados los Bonos principales, serán únicamente
los Bonos comunes, los que representen a la Compañía constructora, princi-
palmente para el reparto de los ingresos líquidos con el Gobierno, hasta termi-
nar el plazo de la concesión, desde cuyo vencimiento vendrá a ser el Ferrocarril
propiedad exclusiva de la Nación.
Yo sí comprendo la buena fe con que se imaginan mis enemigos políticos,
que ellos podían haber arreglado un contrato infinitamente mejor que el cele-
brado bajo mi inspección; pero sucede que, por egoísmo, nunca hacen nada
grande, que pueda mejorar la condición de sus prójimos, amén de que ni ban-
queros católicos se atreven a hacerles préstamos de millones ni con hipotecas,
por la perspectiva de que aun librando bien, se convierta lo esencial en carnes
condensadas en lata, como aconteció en la construcción del famoso Ferrocarril
de Ambato al Curaray. Sabían perfectamente lo que hacían, al oponerse patrió-
ticamente al proyecto efectivo del Ferrocarril Charnacé, de Ambato o sus in-
mediaciones a la orilla norte del Amazonas. Mientras tanto, esos santos católicos
de la oposición, podían hacer saber al público, por la imprenta, la cantidad de
centenares de miles de sucres que recibieron para la obra del Ferrocarril de Am-
bato al Curaray, de qué manera la invirtieron y cuántas millas férreas recorre la
locomotora. Demás es decir, que no se preocuparon en comprar ni un solo riel;
pero sí compraron en Nueva York cantidades considerables de víveres conser-
vados en latas, especialmente carnes, en época que, como el Ferrocarril no había
llegado todavía a Ambato, se conseguía el mejor novillo por menos de 20 pesos
sencillos. La Policía de Guayaquil se encargó de arrojar al río, por encontrarse
en mal estado, muchos cajones o barriles que contenían de esos materiales des-
tinados a la construcción de la flamante vía férrea de Ambato al Curaray.
Bien conozco que el Ecuador, con su Ferrocarril Trasandino, emprendió
una obra superior a sus recursos, y que su realización nos había de envolver en
gravísimos apuros económicos, si sobrevinieren contrariedades extraordinarias.
Recuerdo que en 1897, se levantó un Catastro ligero, que computó el valor
de las propiedades urbanas y rústicas de las provincias del Pichincha, León,

208
Tungurahua y Chimborazo, en algo más de cien millones de sucres, catastro
que se pensó en formalizarlo judicialmente para darle precio propio a cada pro-
piedad e imponerle una contribución sobre el aumento del valor que le diera
la vía férrea, cuyo impuesto se destinaría al pago de la obra del Ferrocarril. La
operación se presentaba muy complicada y desistimos de ella.
Bien, pues; esas mismas casas, haciendas y terrenos del catastro de 1897, con
la llegada del tren a Quito, han cuadruplicado su valor, que actualmente valen
más de 400 millones de sucres. De manera que los propietarios de las provincias
por donde ha pasado la línea de acero, han obtenido una utilidad de 300 millo-
nes, sin más sacrificios que los que ha soportado el Gobierno, en cumplimiento
de su deber, mirando por la prosperidad de sus compatriotas y vecinos.
Por su parte, los caballeros de la oposición, no se cansan de propalar en
todos los tonos, que esa obra monstruosa tiene arruinado al país y que si el Go-
bierno no se compusiera de pícaros y ladrones, ya el Ferrocarril sería propiedad
nacional. Los más moderados de los enemigos, dicen que el Ferrocarril es un
ELEFANTE BLANCO para el Ecuador. ¡Hágame usted patria libre con se-
mejantes cangrejos!
Desgraciadamente, los últimos semestres de intereses y amortización, no se
pudieron pagar, debido a la amenaza permanente de agresión del Perú, que nos
obligó a destinar todas nuestras escasas rentas para atender a la defensa nacional.
Atónito tengo que recordar la vocinglería que formaron los filántropos de
la oposición, para combatir los decretos legislativos de contribuciones llamadas
de “guerra”, que le quitaban la comida de la boca al pueblo infeliz, clamaban
con desenfado los flamantes opositores.
Basta manifestar que, si hubiera tenido que apoyarme en el producto de
esas contribuciones de guerra, ni un buen servicio diplomático habría podido
atender con la oportunidad y eficacia necesaria, como se atendió todo. Se tra-
taba de cuestión internacional y de acuerdo con mis colaboradores principales,
se nombraron a varios conservadores en el alto cargo de Ministros Plenipoten-
ciarios y Enviados Extraordinarios; y en homenaje a la justicia, diré que se ma-
nejaron muy bien, como buenos ecuatorianos, porque no hay regla sin
excepción, agregaré.
Cuando en el año próximo pasado, se consideró inminente la invasión,
según los aprestos bélicos que hacía el Gobierno del Perú, vime obligado a tras-
ladarme a Guayaquil. Recuerdo se me presentó una comisión de la junta Pa-
triótica de esa ciudad, compuesta de personal muy honorable, a estimularme
para el inmediato acuartelamiento de nuestros conciudadanos que anhelaban

209
organizarse. Nos cruzamos las explicaciones del caso, y se convencieron que,
de mi parte, no consistía la demora. Les dije que señalaran el número de miles
de compatriotas que juzgaban necesarios para la campaña y que en el acto serían
complacidos; pero que la indicada junta se hiciera cargo de hacer pagar direc-
tamente las raciones respectivas y que en cuanto al armamento, todo estaba
listo. Me ofrecieron consultarse con la junta. En definitiva les manifesté que,
si deseaban se elevara a 60 mil soldados veteranos el número de tropas existen-
tes, al momento se ordenaría, comprometiéndome a tenerlos listos y equipados
en el curso de una semana; que lo único que necesitaba era contar, con seguri-
dad, con el servicio de las raciones.
La contestación de la junta Patriótica fue que estaba empeñada en la adqui-
sición de algunas baterías de cañones de los mejorados recientemente, y que en
cuanto a lo demás, cuando se presentara el caso se atendería en la forma posible.
La Comisión de la junta estaba compuesta de los connotados vecinos Don
Carlos Gómez Rendón y Don Martín Avilés, que a veces no concurría por in-
disposición en su salud, y una o dos personas más, notables de la localidad,
que a veces se renovaban. En la primera visita, fueron acompañados por Don
Amalio Puga, Intendente General de Policía. A estas conferencias asistía tam-
bién Don Emilio Estrada, Gobernador de la Provincia del Guayas, cuando el
despacho a su cargo se lo permitía. Me parece que su ocupación principal en-
tonces era procurar recursos para gastos del Ejército, y que los conseguía de los
Bancos. Ante la inminencia del peligro, se veía a los ciudadanos, pobres y ricos,
artesanos y labriegos, lo mismo que al estudiante y al doméstico, preocupados
esencialmente en aprender el manejo del fusil y uniformes, todos en nobles
sentimientos de abnegación para atender a la salvación de la Patria amada. Con
orgullo descansaban en el cumplimiento de sus deberes desde el más infeliz
soldado hasta el jefe. Fortalecidos por la justicia que asiste a la Nación ecuato-
riana, tenían absoluta confianza en que el triunfo coronaría sus esfuerzos. A
nadie le preocupaba el capítulo raciones, porque muchos que habían sido mis
comilitantes, sabían que cuando escaseaba el dinero, abundaba el ganado: co-
mida no había faltado nunca, y por tanto no faltaría en lo futuro.
Recuerdo que en esos días de preparativos premiosos, tuvimos acuartelados
más de 28 mil soldados, listos para entrar en campaña, los cuales considerába-
mos base suficiente para conseguir rechazar completamente la invasión que nos
amenazaba por la línea del Macará.
Contábamos, además, con unos 20 mil voluntarios que por la tarde con-
currían a los cuarteles provisionales, y que después de sus ejercicios doctrinales,

210
volvían por la mañana a sus ocupaciones habituales durante el día, para atender
a la alimentación de sus familias.
Declarada que hubiera sido la guerra, al instante se habría duplicado el
efectivo del Ejército ecuatoriano, obligado a defender con las armas, la integri-
dad de su territorio, que trata de arrebatarle el Perú, a viva fuerza.
Pero el Ecuador, si no contara con las facilidades que le presta el Ferrocarril
Trasandino, estaría embromado, porque le sería imposible atender a la movi-
lización de sus elementos con eficacia. Sin embargo de palparse este beneficio
salvador, no estaba libre el señor Harman, lo mismo que yo, de los más burdos
improperios, sin tener más culpabilidad Don Archer, que haber cumplido sus
contratos con el Gobierno, de la manera más honorable a su alcance.
Conmigo, el caso era distinto, porque los movía la venganza contra el
hombre que los había aniquilado políticamente, destruyéndoles la continuación
de la vida política de antaño. Ahora mismo sucede que uno de los principales
difamadores que han aprovechado de la transformación del once de Agosto, lo
hace por inquina personal.
Decía el renombrado Don Pedro Moncayo, que entre los liberales y con-
servadores doctrinarios, no había más que un paso de diferencia; que unos de-
seaban ampliar la libertad individual, y que los otros procuraban concentrar
más acción en la autoridad; no son las mismas palabras expresadas en una de
sus publicaciones por el esclarecido publicista señor Moncayo, pero en esencia
es el contenido de su apreciación. Por supuesto, se refería a los países cimenta-
dos en el camino del progreso. En verdad, no puede decirse lo mismo de los
políticos que son movidos por bastardos intereses o por depravadas pasiones
personales, como sucede con la notabilidad cuyo nombre deseo lanzar a la es-
tampa, para que sea juzgado por sus propios coterráneos.
Bien, pues; esa clase de simulados políticos, cuando abundan, son los que
conducen a los pueblos al caos y a la confusión, como ocurre actualmente en
el Ecuador. Merece un estudio imparcial el punto, comparados los anteceden-
tes, con los que precedieron al Seis de Marzo y Cinco de Junio.
Esa clase de personas en su labor inicua, son las que consiguieron amargar
en su vida a Don Archer Harman, en su carácter de Gerente en la construcción
del Ferrocarril Trasandino, al extremo de haber conseguido formar en la opi-
nión pública cierta corriente desfavorable; todo con el objeto principal de pro-
yectar sombras tenebrosas contra el Régimen Liberal que me ha tocado en
suerte presidir en el Ecuador. Felizmente al fin, la luz resplandece más en se-
mejantes tenebrosidades y pone en transparencia a los actores.

211
Constantemente me llaman “asesino del pueblo quiteño”, “asesino del 25
de Abril”, afirmación que vociferan y propalan mis enemigos, tal como si real-
mente hubiera ocurrido algún acontecimiento desgraciado que autorizara ese
calificativo. Sucedió lo siguiente:
Los oposicionistas conspiraban públicamente; se valieron de los Estudian-
tes descendientes de familias curuchupas,3 que relativamente son numerosas,
para formar su asonada. Sin recelo hacían propaganda en favor de su revolu-
ción. Con pretextos especiosos se presentaron en pleno día en la Plaza principal,
a bandera desplegada; como a los vivas y mueras no se les agregaba nadie prin-
cipiaron a disparar sus revólveres. Entonces el destacamento que teníamos en
la Plaza rompió sus fuegos al aire, según lo había ordenado anticipadamente.
Los bochincheros consiguieron herir al jefe de Artillería, a un joven empleado
del Ministerio y a uno o dos más neutrales. Ante el fuego nutrido al aire que
hacía la tropa, los Estudiantes abandonaron la Plaza y se dispersaron comple-
tamente sin salir ninguno de ellos ni contuso. Tal fue el decantado asesinato
del pueblo quiteño que se me atribuye.
También sucedió que al oírse el alboroto en el Cuartel del Batallón “Car-
chi”, destacaron un piquete para que recorriera las inmediaciones. Los soldados
no hacían caso de las provocaciones que les hacían los revoltosos que encon-
traban a su paso, pero uno que otro borrachito se permitió hacerles fuego con
su revólver, y los soldados en natural defensa, dispararon sus rifles sobre ellos,
y dos de los bulliciosos murieron y unos pocos más salieron heridos en el curso
de la recorrida del mencionado piquete. Esta fue la famosa carnicería del 25
de Abril.
Detalladamente consta todo en el respectivo sumario que se levantó, con
motivo de los disturbios del 25 Abril de 1907 en Quito; y sin embargo, no tre-
pidan en afirmar que el pueblo fue asesinado, cuando lo cierto es que el verda-
dero Pueblo quiteño fue indiferente a ese bochinche y lo ha sido siempre a
todo lo que sea innoble, aun cuando se le atribuyan actos que únicamente co-
rresponden a los trastornadores fementidos.
Como esos calumniadores no tienen respeto ni por la memoria de sus an-
tepasados, que en parte fueron los asesinos de Berruecos, Miñarica, del 19 de
Octubre en Quito, de Mocha y Jambelí, del 3 de junio en Guayaquil, y otros
muchos actos sangrientos, no les importa un pito el reproche histórico, por

3
Curuchupa. Palabra quichua; se aplica al ganado que se encuentra muy agusanado. El pueblo
quiteño designaba con ese adjetivo a los defensores del Gobierno conservador de 1895. Nota del General
Eloy Alfaro.

212
amargo que sea, con tal de colmarnos de improperios y satisfacer sus bastardas
aspiraciones.
Uno de los cargos formidables que me han atribuido los furibundos opo-
sicionistas, ha sido de que he tratado de negociar el Archipiélago de Galápagos.
He manifestado ya, que la mayoría de los Senadores y Diputados que constitu-
yeron el Congreso de 1898, tomaron por bandera para su revolución el contrato
del Ferrocarril Trasandino, pretextando ser ruinoso; pero había omitido decir,
que también propalaban que yo trataba de vender el Archipiélago de Galápagos,
con el innoble propósito de enriquecerme y enriquecer a mis partidarios.
Entonces juzgué de mi deber pasarles un Mensaje, haciéndoles saber que
antes de finalizar el año de 1895, había recibido ofrecimiento de cinco millones
de Libras Esterlinas por el mencionado Archipiélago, que había rechazado, ade-
más de otra cantidad, igual destinada para repartir entre las familias que estaban
en desgracia a consecuencia de la tiranía de García Moreno, y de cualquier otro
acto de reparación justiciera, que quedaba a mi albedrío donar, como lo con-
siderara justo. La necesidad de poner a salvo la honorabilidad del Partido Li-
beral Radical que me había honrado con su confianza, que se trataba de
mancillar gratuitamente, me obligó a poner en evidencia la manera como re-
almente había pasado el incidente.
La oferta tenía más gravedad de lo imaginable, porque entonces ejercía yo
el cargo de jefe Supremo de la República, investido de facultades omnímodas
en las Actas Populares, en cuya confección no tuve arte ni parte, ni podía te-
nerla, encontrándome hacía muchos años lejos de la Patria amada y declarado
hasta Pirata por una Legislatura endemoniada.
No necesitaba del concurso del Congreso para consumar legalmente la ne-
gociación del Archipiélago. Lejos de mí el pensamiento de atribuirme ningún
mérito en mi procedimiento, porque simplemente cumplía con mi deber, juz-
gando que estando en poder de una poderosa Nación Europea aquellas Islas,
constituía entonces una amenaza para la autonomía de las Repúblicas de la
América del Sur en la Costa del Pacífico. Ipso facto rechacé la proposición, y
después referí a los colaboradores lo ocurrido y a muchos amigos les he mos-
trado los Mensajes aludidos.
Con el Congreso de 1898, coincidió también que me ofrecieron 300 mi-
llones de francos por el Archipiélago de Galápagos o de Colón, como se le
llama ahora en memoria al legendario marino descubridor de América, y los
rechacé sin vacilación por las consideraciones apuntadas. Con este motivo, pasé
otro Mensaje reservado al Congreso, y cesaron entonces en el cargo de especu-

213
lación con el Archipiélago, y solo quedaron los conspiradores limitados en su
oposición al Ferrocarril, dizque por considerarlo ruinoso al país.
Hará cosa de dos años, se me insinuó que si el Gobierno del Ecuador con-
venía en arrendar dicho Archipiélago, se me haría la propuesta respectiva. Yo
no podía resolver problema tan arduo por mí y ante mí, y habiendo cambiado
las circunstancias se resolvió en Consejo de Ministros que yo pasara una circular
a los Gobernadores de las provincias, indicándoles que consultaran la opinión
de los vecinos principales para saber positivamente los deseos de la mayoría de
los habitantes, y entonces resolver lo que me cumplía contestar. En definitiva,
al Congreso le correspondía solucionar el problema.
Los opositores, se aprovecharon de la Circular sobre arrendamiento del
Archipiélago que dirigí a los Gobernadores, de la cual tuvieron conocimiento
por la imprenta, pues tenía la costumbre de hacer publicar mis actos adminis-
trativos, de interés general, en la mayor extensión que era dable hacerlo, y juz-
garon propicia la ocasión para pensar en otro 25 de Abril en mayor escala.
Forzosa es una ligera digresión. En años anteriores que tuve la satisfacción
de ser vecino de Guayaquil, hubo un Intendente a quien le agradaba mucho
cualquier manifestación contra mi persona. De vez en cuando, se veían grupos
de pueblo, más o menos numerosos, que recorrían en la noche las calles de la
ciudad al grito de “muera o abajo Alfaro”, con el aditamento de tirano, asesino,
ladrón, traidor, incendiario, pirata, y otras lindezas de estilo en esa clase de ma-
nifestaciones.
Al día siguiente recibía las visitas de algunos artesanos nacionales, que ve-
nían a informarme que los manifestantes agresivos de la noche pasada, eran
casi en su totalidad peruanos, que habían muy pocos ecuatorianos, pero que
ninguno era guayaquileño. Me lo decían con cierto orgullo los descendientes
o compañeros de los que realizaron las transformaciones políticas del “Seis de
Marzo” y “Cinco de Junio”.
En ese tiempo había avecindados en Guayaquil como ocho mil peruanos
entre mujeres, niños y hombres, la mayor parte jornaleros oriundos de los De-
partamentos del Norte del Perú, quienes encontraban fácil ocupación en nuestro
Litoral. La participación que han tomado en nuestras disensiones domésticas,
les ha perjudicado tanto como la cuestión internacional, tratándose de un pueblo
esencialmente liberal como el costeño ecuatoriano, en particular en presencia
del pueblo guayaquileño, que con justicia se enorgullece de haber tomado parte
decisiva en favor de los grandes acontecimientos que han conducido a la Repú-
blica por el camino de su verdadera regeneración política y social.

214
Sin embargo de tanto encono como ha germinado de la cuestión interna-
cional, no pueden quejarse los peruanos de maltrato en el Ecuador, comparado
con el que en el Perú han sufrido los ecuatorianos, siendo los agredidos. De
parte de la Autoridad ecuatoriana, han tenido siempre los peruanos las consi-
deraciones y tolerancia que han sido posibles, con generosidad.
Los oposicionistas pusieron en explotación sus planes subversivos en toda
la República, con ocasión del Archipiélago, y no se discutía lo que conviniera
al País sino lo que más pudiera contrariar la acción del Gobierno.
Problema tan grave, lo trataba siempre con mis compatriotas connotados,
en especial con los Señores Ministros de Estado, como era natural. Ninguno
pensaba en enajenar ni una pulgada de territorio nacional, pero se preocupaban
de lo que sería más conveniente a la Nación y del peligro de perder el Archi-
piélago sin lugar a respirar. Mucho se discutían las complicaciones que pudie-
ran surgir después de terminada la grandiosa obra del Canal Interoceánico, y
que nuestras Islas, debido a su posición geográfica, y casi desiertas, venían a
constituir una zona estratégica en el Mar Pacífico, estación obligada e inmejo-
rable, para cualquier flota beligerante. Conferencias íntimas de esa clase, no se
pueden publicar prematuramente con todas sus minuciosidades y solo se ma-
nifiesta aquello que en esencia signifique lo favorable y adverso a la convenien-
cia pública. En estos casos, siempre he puesto a un lado los enconos políticos,
sea cual fuere su naturaleza, y he procedido de acuerdo con lo más conveniente
al País, dentro de los límites de la dignidad nacional.
Concluyamos con el Capítulo arrendamiento. Activaron los opositores sus
trabajos, especialmente en la Costa. Ocasionalmente encontrábame en Gua-
yaquil, cuando se me presentó una Comisión a solicitar del Gobierno de parte
del pueblo y en su propio nombre, que rechazaban en lo absoluto el arrenda-
miento del Archipiélago de Colón y que no pensara en ello. Contesté que siem-
pre había acatado la voluntad del pueblo, y que por tanto atenderíamos sus
deseos. Influyó moralmente en mi contestación, el personal de la Comisión,
compuesta de vecinos respetables de la ciudad, cuya intervención pacífica en
los asuntos internos, he atendido siempre, cuando la consideraba desinteresada.
Con esta contestación de mi parte, se desentendió el Gobierno en el asunto
arrendamiento; pero no así los opositores que siguieron propalando rumores
falsos que favorecieran sus planes proditorios.
Cortemos por lo sano, para abreviar la terminación de estos breves datos
ferrocarrileros.

215
Entró ya la Compañía constructora en desahogo, nos devolvió los cente-
nares de miles de sucres que le habíamos prestado para conseguir llevar la lo-
comotora a Quito, como la llevó, y aún más, nos dio en préstamo, en
momentos de penuria fiscal, una regular cantidad, medio millón de sucres, si
mal no recuerdo, y que con nuestros agradecimientos les pagamos también,
después de poco tiempo.
Llegó el momento de fijar, dentro de la ciudad de Quito, sitio para la es-
tación ferroviaria. El Señor Harman solicitó de la Municipalidad señalara la
localidad necesaria, y con tal motivo se suscitó entre los vecinos alguna com-
petencia, natural en esos casos, que dio por resultado disolverse la reunión de
vecinos o de Ediles, no recuerdo con precisión, sin resolver el problema.
Entonces solicitó la Compañía, que el Gobierno fijara el sitio de la Esta-
ción. Cuando se me presentó el Señor Harman con semejante solicitud, le con-
testé que debíamos fijamos en que el lugar de la nueva Estación facilitara la
continuación de la vía férrea al Norte. Uno de los circunstantes observó que si
nos empeñábamos en la continuación del Ferrocarril a Ibarra, la malicia de los
oposicionistas supondría que era un pretexto para perpetuarme en el Poder y
que corríamos el peligro de que intentaran asesinarnos. Nos reímos de la broma
amenazante, que tenía apariencias de verdad, y Don Archer manifestó que sos-
pechaba que el sitio que yo deseaba era el Ejido norte de la ciudad que provo-
caba a la continuación del Ferrocarril a Tulcán, que tanto anhelaba yo. Por
unanimidad se acordó con placer que la nueva Estación se estableciera en el
lugar que ocupan los vastos edificios que componen el Hipódromo y cuartel
de Caballería y que además se le facilitara el terreno fiscal necesario para que la
estación fuera muy amplia, cual lo requería mi proyecto. El Señor Harman im-
partió las disposiciones del caso, y lleno de salud y vigor emprendió viaje a
Nueva York, sin imaginamos jamás que se despedía para la otra vida.
Quedó a cargo de la administración del Ferrocarril el Señor Norton, ca-
ballero muy honorable. Terminados los estudios de la prolongación de la vía
férrea de Chimbacalle al Ejido, vino a informarme el Señor Norton, que ese
trabajo se presupuestaba en un millón y medio de sucres o de dólares, no re-
cuerdo bien en cual moneda, y que atento a la situación financiera de la Com-
pañía, lo conveniente era cruzar el río Machángara por la cercanía del Palacio
de la Exposición y establecer en sus inmediaciones la Estación principal; cuya
operación se calculaba costaría medio millón, y que el millón de economía se
invirtiera en nuevo material rodante que atendería bien, con provecho recí-
proco, el servicio público.

216
Siendo tan juiciosas las observaciones del Señor Norton, le contesté que
por mi parte las aceptaba, pero que atento a las circunstancias, yo no podía por
delicadeza resolver solo el asunto, que se sirviera dirigirme una solicitud razo-
nada, que sometería al Consejo de Estado, y que en definitiva, en Consejo de
Ministros se resolvería su solicitud. Convinimos en esto, pero en esos días tuvo
necesidad el Señor Norton de irse a Guayaquil, y me manifestó que a su regreso
presentaría la solicitud indicada. Mas, a su regreso se tropezó con los famosos
accidentes del Once de Agosto y se paralizó mi intervención.
Conociendo que el costo del Ferrocarril Trasandino había sobrepujado
mucho al valor contratado y que no obstante esa enorme pérdida, el Ferrocarril
había sido construido hasta llegar a los suburbios de Quito, les he guardado,
por decencia y en conciencia, toda clase de consideraciones a los contratistas
en lo relativo a detalles secundarios de la magna obra.
Felizmente el producto del tráfico, ha correspondido a lo que se esperaba.
No recuerdo el rendimiento en los últimos meses, pero ya pasaban de 100 mil
sucres mensuales, observándose que van aumentando rápidamente con el trans-
curso del tiempo. A ese paso ya produce más de lo necesario para atender a sus
gastos, y pronto tendrá sobrante, que será aplicado al servicio de intereses y
amortización de los Bonos ferrocarrileros.
En la actualidad, volver a estudiar los medios conducentes para conseguir la
reducción de la tarifa de fletes y pasajes, es lo primordial. Obtenida esta reducción,
contribuirá a fomentar eficazmente el desarrollo de la producción agrícola en todas
sus variedades, ensanchará el comercio interno y aumentará extraordinariamente
el tráfico personal, en beneficio todo del Ferrocarril y de la Nación. Entonces el
rendimiento de la vía férrea, retribuirá con creces los sacrificios sufridos antes.
Siento no tener a la vista, algunas publicaciones favorables y adversas a los
contratos de 1897 y 1898 relativas al Ferrocarril, que me refrescarían la me-
moria y me permitirían aclarar puntos contradictorios.
Después de llegada la locomotora a los suburbios de Quito, he tenido la
intención de hacer venir un Ingeniero caracterizado, que se ocupara en estudiar
valorizar por secciones, nuestra vía férrea Trasandina; pero la contratación de
un buen Ingeniero de reputación conocida, cuyo informe sea intachable, de-
manda un gasto crecido, que la crisis económica que hemos atravesado, no me
lo ha permitido. Una verídica información de esa clase, ahogará para siempre
a los difamadores sin ley ni conciencia.
En muchas naciones del mundo, se ha visto con frecuencia hartar de im-
properios a empresarios honrados, cuyos hechos causaban daño a un bando

217
político, y en la innoble necesidad de desprestigiar al adversario, han traspasado
los límites del encono y se han posado en el fango de la calumnia. Estos fenó-
menos se advierten principalmente en los países donde predomina el fanatismo.
Notorio que en materia religiosa, sobrepujó él Gobierno Ecuatoriano a
todas las Naciones del Continente Americano, al extremo de que se trataba de
eliminar el nombre glorioso de “Ecuador” por el de “República del Sagrado
Corazón de Jesús”. Esto ocurría hasta el día de la batalla de “Gatazo”.
Al partido que yo he tenido la honra de acaudillar, le ha tocado una época
de reformas que hemos llevado adelante, amparados por la equidad y la justicia
siempre. En otras naciones, pero de épocas recientes aún, las reformas religiosas
se han verificado a sangre y fuego; mientras que los liberales ecuatorianos hemos
realizado dichas reformas con la mayor cortesía y humanidad.
Vencidos nuestros, fanáticos adversarios, reaccionaban constantemente,
ayudados por sus cofrades de las naciones vecinas. En 1898, hasta llegó a rea-
lizarse una colecta considerable en el Continente, con cuyo auxilio llevaron a
cabo la santa cruzada que terminó con la derrota que sufrieron en las faldas del
Chimborazo.
Para nuestros católicos, no era el mismo Dios, el “God” de los ingleses, el
“Gott” de los alemanes, el “Allah” de los turcos, o el “Dieu” de los franceses.
Hasta el año de 1895, sobraban dedos de la mano para contar el número de
residentes europeos en Quito, porque a todos se les miraba como herejes, y si
no confesaban y oían misa frecuentemente, estaban expuestos a recibir una ca-
riñosa apedreada en las calles, o por lo menos, oír insultos y provocaciones in-
sulsas. Tales son los enemigos acérrimos del Ferrocarril en el Ecuador.
Don Archer Harman profesaba la religión Protestante, circunstancia que
lo presentaba como persona inaceptable, bajo ningún concepto, para los faná-
ticos católicos. Era Don Archer un caballero cumplido en la extensión de la
palabra: trabajador activo, generoso, franco y jovial en su trato social.
Contrariedades y disgustos no faltaron como sucede siempre en toda
grande empresa. Yo solo tengo motivos de consideración y aprecio por la me-
moria del Señor Archer Harman, en recuerdo de su porte honrado, inteligente
y leal. En conciencia declaro que sin el auxilio personal de Don Archer Har-
man, jamás habría podido realizar la Obra del Ferrocarril Trasandino del Ecua-
dor, como al fin se realizó, venciendo dificultades casi increíbles.
Estoy seguro que, cuando los habitantes del Ecuador se convenzan del
honrado proceder observado por Don Archer Harman, en la obra del Ferroca-
rril, como homenaje de gratitud le elevaran una hermosa estatua en una de las

218
cumbres de los Andes, en la vía férrea, que eternice a la vista del viajero, los es-
fuerzos de un hombre digno de ese recuerdo y del pueblo agradecido que la
erigiere.
Termino estos breves apuntamientos, significando mi profundo pesar por
la pérdida en esta vida del excelente amigo y buen obrero auxiliar del progreso
material, apoyo de la moral, del Ecuador, rogando al Todopoderoso prodigue
su mirada misericordiosa en favor del Espíritu del que fue Archer Harman.
Por mi parte, ¡honra a su memoria!

Eloy Alfaro

8888

219
4. Documentos anexos

Pacto Político y Reservado, firmado por los Gobernantes


de Venezuela, Nicaragua y Ecuador

Caracas, 9 de noviembre de 1900.

Cipriano Castro, Jefe Supremo de la República de Venezuela, José Santos


Zelaya, Presidente de la República de Nicaragua, y Eloy Alfaro, Presidente de
la República del Ecuador;

Inspirados por el deseo de precaver á los tres Países de todo peligro inter-
nacional y de velar colectivamente por la conservación del orden público en
cada uno de los tres Estados, han convenido en celebrar un Pacto especial, de
carácter político y reservado, y al efecto han nombrado Plenipotenciario: el
primero al señor Doctor Carlos González Bona; el segundo al señor Doctor
Fernando Sánchez, su Secretario de Estado en el Despacho de Relaciones Ex-
teriores é investido hoy con el carácter de Enviado Extraordinario y Ministro
Plenipotenciario ante el Gobierno de Venezuela; y el tercero al señor Doctor
Felicísimo López, investido hoy con el carácter de Ministro Residente ante el
Gobierno de Venezuela; Quienes, después de haber exhibido sus respectivos
Plenos Poderes, hallados en buena y debida forma, han convenido en lo si-
guiente:

Primero: Los tres Gobiernos se declaran unidos por el sagrado vínculo de los
principios liberales y democráticos que felizmente rigen en las Instituciones de
los tres Países.

Segundo: Para asegurar el mayor imperio de los mencionados principios en el


seno de la paz interior y exterior de cada uno de dichos Países, éstos quedan en
virtud del presente Pacto, unidos en alianza ofensiva y defensiva para los casos
de hostilidad.

221
Tercero: En el caso de que alguna Nación fomente ó auxilie expediciones re-
volucionarias contra cualquiera de los aliados, los restantes interpondrán sus
buenos oficios a favor de la neutralidad; y si no se obtuviere resultado satisfac-
torio, concurrirán inmediatamente con todas la fuerzas y recursos de que pue-
dan disponer, hasta obtener el triunfo de la triple alianza que por el presente
Pacto queda constituida.

Cuarto: Caso de declaración oficial de la guerra por parte de alguna Nación


contra uno ó más de los aliados, la concurrencia de los restantes será inmediata
con todas las fuerzas y recursos de que puedan disponer.

Quinto: Declarada la guerra, corresponderá al General Cipriano Castro, Jefe


Supremo de la República de Venezuela, -ó á quien él designare,- la dirección
suprema de la guerra; como también le corresponderá sellar la paz, de acuerdo
con los otros aliados, que habrán también de suscribirla.

Sexto: Los Estados aliados no podrán celebrar por sí solos Tratados de paz con
las demás Naciones. La dirección de esas negociaciones corresponderá al Ge-
neral Cipriano Castro, Jefe Supremo de la República de Venezuela, y los Tra-
tados se celebrarán de común acuerdo entre los aliados, debiendo todos
suscribirlos.

Séptimo: Las tres Altas Partes contratantes propenderán de común acuerdo á


obtener la incorporación de las demás Repúblicas hermanas á esta alianza, que
sólo tiende al mayor aseguramiento de la paz general.

Octavo: Dada la naturaleza especial de este Pacto, cada una de las Partes con-
tratantes se obliga á mantenerlo en secreto, hasta que por las tres se considere
oportuno su publicación. La presentación de él á los respectivos Cuerpos Co-
legisladores se conciliará con esta circunstancia.

Noveno: La alianza establecida por este Pacto permanecerá en pleno vigor


mientras ejerzan simultáneamente la primera Magistratura de Venezuela, de
Nicaragua y del Ecuador, los Generales Cipriano Castro, José Santos Zelaya y
Eloy Alfaro, respectivamente, salvo el caso de que el sustituto de alguno quiera
hacer suyas las obligaciones de este pacto y las demás Partes asientan á ello.

222
Décimo: Las atribuciones conferidas al General Cipriano Castro por los nú-
meros quinto y sexto de este Pacto, se mantendrán en toda su fuerza y plenitud
cualquiera que sea el carácter discrecional ó constitucional con que se halle al
frente del Gobierno de Venezuela.

Undécimo: Este Pacto será ratificado dentro del menor plazo posible por los
Jefes de los tres Estados aliados, y las ratificaciones se canjearán en Caracas.

En fe de lo cual los Plenipotenciarios se suscriben en los ejemplares, en


Caracas, á nueve de noviembre del año de mil novecientos.

Carlos González Bona


Fernando Sánchez
Felicísimo López

(AHMPPRE, Archivo Antiguo, Ecuador, Tratados Varios,


1859-1912, Vol. 9, fs. 122-123.)

8888

Programa Liberal Radical del Chimborazo (1908)

La Sociedad Liberal Radical del Chimborazo, llamada por su índole a cum-


plir con los preceptos que informa la doctrina liberal, en cuanto se compadecen
con los adelantos de la ciencia, la evolución de las gentes y las necesidades de
organización, cumple con un deber político amplificando su Programa de Prin-
cipios, que lo promulgara en 1904.
El progreso sigue la ruta de las perfecciones sin detenerse jamás y en su
avance deja la luz que ha menester la conciencia humana. Esa luz llega a los
pueblos que han puesto esfuerzo para alcanzar el beneficio, a los pueblos que
no hacen de piedra obstaculizadora en el camino del Ideal.
El Ecuador trabaja y trabajará, tesoneramente, por su progreso y a medida
de sus posibilidades va limpiando los obstáculos. La Justicia reconocerá, cuando
la preocupación haya concluido y al liberalismo ecuatoriano deberá la Patria
la aureola que la adorna. En la circunscripción relativa, la Sociedad Liberal Ra-

223
dical del Chimborazo ha cumplido su obligación . De su seno han salido legis-
ladores que iban por su programa, militares que le han defendido con noble
espada, ciudadanos que le han mantenido sin mancha y mártires que con su
sacrificio le han santificado.
Pero, ¿es toda la obligación? ¡No! El derecho reclama sus preeminencias
sobre el hecho; la organización social busca mejores orientaciones; el pensa-
miento quiere amplios horizontes para ejercitar sus facultades, y a todo esto
tiende la Sociedad Liberal Radical del Chimborazo, y promulga sus principios
de hoy, repitiendo lo que dijera en 1904, “para que merezca el apoyo unánime
de la mayoría ilustrada y el prestigio inherente a la firmeza de convicciones”, y
expone su campo de acción en los principios siguientes:
1º Ratificar su programa anterior.
2º Reconocer y hacer práctico el derecho de todos los ecuatorianos a los
beneficios de la tierra.
3º.- Nivelar, en relación a la equidad, las preeminencias de unos que per-
judican a la igualdad de todos.
4º Reconocer la majestad humana como una sola y en cada individuo la
majestad completa.
5º Destruir el egoísmo con la unidad del hombre.
6º Impedir toda esclavitud que amengüe la dignidad.
7º Los sexos son iguales y aptos para la vida y para el trabajo.
8º La desgracia que emane por edad, por caso fortuito y por fenómeno
materno la remediará el Municipio.
9º El desarrollo de la inteligencia da la competencia política.
10º En guerra justa ha conquistado el liberalismo su exaltación y debe
mantenerla aun por medio de la guerra.
11º La ley no puede restringir la libertad de reunión y de asociación.
12º Reivindicar los intereses sociales para la amplitud inmensa de las ne-
cesidades.
13º Si el sufragio es una verdad, aceptarlo; si es una mentira, desecharlo.
14º El municipio autónomo es moralizador del Estado.
15º La prostitución y el juego son males morales. El Estado no debe man-
charse con las rentas que ellos producen.
16º Instrucción primaria laica y obligatoria y a cargo únicamente del Es-
tado.
17º Toda necesidad de la niñez para su instrucción, subvencionada larga-
mente con las rentas del Estado.

224
18º En el presupuesto nacional, el primer capítulo, la Instrucción Pública.
19º Hacer del Estado la propiedad agraria, en beneficio de todos los aso-
ciados.
20º Mientras lo anterior se consiga, reglamento a la utilidad agraria y obli-
gación de cultivo.
21º Protección a las industrias, que serán controladas por el gobierno, fa-
cilitando la utilidad equitativa y no la ganancia usurera.
22º El crédito público es el único que tiene derecho a la emisión (mone-
taria), y los bancos a sus transacciones bursátiles, vigiladas por el Estado.
23º La religión es propiedad del fuero interno. Las religiones son libres.
24º El Estado vigila las religiones y las sujeta en sus manifestaciones ex-
ternas.
25º La Sociedad desconoce como un coeficiente de progreso a los tercios
petrificados por el dogma o desmoralizados por el lucro.
26º Recaudación completa de los bienes de manos muertas.
27º Impedir a todo punto el motín en el pueblo y prepararlo para la revo-
lución científica.
28º Las relaciones entre los Estados deben estar concordantes con el res-
peto humano.
29º Reconocer la ciencia como única fuerza del progreso.
30º Atacar el gobierno de los hábiles y procurar el gobierno de los sabios.

Suscriptores: Julio Román, Pacífico Villagómez, Benigno Chiriboga, Al-


fredo Monge, Rosendo Uquillas B., Julio C. Chiriboga, José Velasco R., Anto-
nio Falconí, Manuel T. Haro, Emilio Baquero, Julio Falconí, Alejandro
Baquero, Manuel Lizarzaburu, Urcisino Alvarez, Luis Falconí.

225
Este libro se terminó de
imprimir en Junio de 2011
en la imprenta V&M Gráficas.
Quito, Ecuador

También podría gustarte