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DOLORES CACUANGO
Pionera en la lucha por los derechos indígenas
ISBN- 978-9978-92-516-4
La autora
Quito, enero de 2007.
8 RAQUEL RODAS
DOLORES CACUANGO 9
PRIMERA PARTE
La hacienda serrana:
un mundo de abundancia y de miseria
Las fuerzas conservadoras que se oponían al proyecto
liberal representaban a los terratenientes de la Sierra, posee-
dores de grandes extensiones de cultivo, hatos, rebaños y
además, dueños de peones y de sus familias que trabajaban
en las condiciones más inhumanas.
La hacienda serrana tenía un sistema de estratificación
muy marcado. En la cúspide estaba el dueño de la hacienda,
quien normalmente había heredado a través de generaciones
la propiedad de la tierra y de cuyo producto vivía con holgu-
ra y lujo. Después venía el administrador: un mestizo que
ganaba un sueldo y ostentaba la representación del amo que
no se molestaba en vivir en el campo. Tenía todo el poder
dentro de la hacienda. Luego, estaba el mayordomo que era
un indio “apatronado” encargado de hacer cumplir las órde-
nes del administrador y disponer quién, dónde y cuándo
habían de cumplir las labores los trabajadores del latifundio.
Después estaba el cuentayo, indio responsable de los bienes
de la hacienda. Si la hacienda era grande requería de varios
cuentayos: uno de troje, otro de ganado, otro de tejería, etc.,
según las especializaciones que tuviera el fundo. Más abajo se
ubicaban los peones libres que trabajaban en los meses de
mayor demanda (siembra o cosecha) y ganaban un jornal por
cada día de labor. Los yanaperos que vivían cerca de la
hacienda trabajaban gratis, en ciertas épocas de año, a cambio
de hierba, agua, leña que la hacienda les permitía tomar. Al
final de la escala estaban los conciertos o gañanes y sus fami-
lias que no podían salir de la hacienda. Trabajaban gratis por
el préstamo de un pequeño trozo de tierra, al que llamaban
huasipungo, que les proporcionaba lo mínimo para sobrevi-
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Matrimonio de Dolores
Rafael Catucuamba se llamaba el gañán que Dolores esco-
gió como compañero de su vida. Él era hijo de José
Catucuamba y de Juana Chirana, muertos los dos tras duras
jornadas de trabajo. Dolores y Rafael entraron en noviazgo. El
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SEGUNDA PARTE
El levantamiento de Changalá
En la época juliana, en Cayambe se produjo un importan-
te alzamiento que contribuyó a definir el nacimiento de la
organización indígena. La rebelión acaeció en los primeros
meses de 1926. A causa de una intención de venta de las tie-
rras comunales que, desde tiempos coloniales, habían sido
concedidas a indígenas de la parcialidad de Juan Montalvo y
a los habitantes del pueblo de Cayambe, unos y otros se
levantaron para impedir esa negociación por parte de la fami-
lia García Alcázar, hacendada de la zona.
También en esa ocasión las mujeres tuvieron un papel
relevante. Mestizas cayambeñas provistas de tambores reco-
rrieron las calles y los caminos convocando a la gente.
Petrona Barriga, Lucinda Baroja, Rafaela Torres, Ana Valdivia
y la negra Beltrana comandaron a la población alzada por
más de un mes. Dando ejemplo de coraje se colocaron al fren-
te y con su pecho hacían retroceder a los caballos de los sol-
dados. Como las mujeres no se movían, los hombres tuvieron
que permanecer con ellas en la lucha todo el tiempo de la
sublevación. Esta fue sofocada al fin con la intervención de
los batallones Carchi e Imbabura. Con la interposición de la
Iglesia las mujeres protagonistas fueron encarceladas y luego
condenadas al ostracismo y al silencio.
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Socialistas e indígenas
El socialismo aparecía como una nueva tendencia política
promovida por jóvenes intelectuales y profesionales que pre-
conizaban propuestas más avanzadas. Los socialistas agrupa-
dos alrededor del periódico “La Antorcha” fueron los prime-
ros en abanderarse abierta y decididamente a favor de la
población indígena.
A partir de su nacimiento institucional (1926), el socialis-
mo tuvo carta abierta para influir en los procesos organizati-
vos del pueblo. La alianza con los indios permitió remover los
antiguos prejuicios e intereses que mantenían en esclavitud a
la población indígena, al mismo tiempo que ampliaron las
bases populares que el Partido necesitaba para sostenerse. El
I Congreso Socialista reunido en Quito, puntualizó como una
aspiración primordial del socialismo la liquidación del problema
del indio, como señala en su libro, Germán Rodas.
Entre los años veinte y treinta el movimiento indígena
siguió alimentando la fogata donde habrían de quemarse los
esquemas de dominación. Cabecillas como Gualavisí,
Ambrosio Laso y Dolores Cacuango se afirmaron en la esce-
na nacional reclamando justicia.
La presión social obligó a crear en 1927 la Junta Protectora
de Indios que nunca llegó a funcionar. Milton Luna dice que
para el indio, a pesar de los discursos líricos, en la década del vein-
te no cambió nada. Se refiere sobre todo a la supresión del con-
certaje que debía aplicarse inmediatamente conforme obligaba
la ley pero que en la práctica fue desconocida por la parte
patronal. Sin embargo el indigenado protagonizó varias accio-
nes y mantuvo la atención en torno a su emergencia.
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Dolores, hermana
La gente iba a la casa de Dolores a contarle sus sufrimien-
tos, a pedirle que le acompañara en sus reclamos, a llevar las
quejas a Quito, a buscar ayuda en el sindicato: “En mi casa han
organizado no más. En otras partes tam han organizado no más,
porque duro parando, duro parando. A mí ca no hacía nada ningu-
no. Por eso a mí jamás cogió”.
De entre los muchos incidentes en los que testificó con sus
propios ojos, Dolores contaba de esta manera:
Yendo con agradito, todo eso amontonado, cargan-
do indio roto cabeza, cargando toditos los indígenas
yendo. Entonces ahí el político (Teniente Político)
sabía decir: Bueno, yo voy a salir a favor. Yo voy a
mandar a Quito. Estando así, ca ya vino patrón y
viendo a este pobre campesino así tapado, todito
ensangrentado, sentado así, dijo patrón: Ah, ah, ah,
bandido así hay que tener a estos indios. Y el polí-
tico decía: - Patroncito es que usted no sabe que...
Bueno, bueno, para después ha de quedar; que vaya
nomás al trabajo.
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Pero más que receptar las quejas, procuraba que las cos-
tumbres empleadas en las haciendas cambiaran a una situación
más humana, que se reconocieran a los indígenas como seres
de derechos, como personas. La posibilidad de agruparse y
presentar ante las autoridades la voz colectiva le enardecía.
Y nosotros ca, decíamos: más mejor a patrón viejo
de Moyurco vamos a avisar. Pero pior, viejo ca
cerrando las puertas castiga. Ninguno era favora-
ble a nosotros pobres. Por eso yo ca ya vine con la
noticia del sindicato y avisé a la gente. Entonces ca,
nosotros, yo formé, de noche no más, de noche.
Cuando llegaron a saber que estaba formando sin-
dicato dijeron: Ve la india bandida. Y a mí mismo
otros indígenas decían: No te metas con socialistas,
no te metás. Este ca, demonio son, hereje son. No
vale. A vos ca, patrón ha de mandar al penal. Yo ca
vuelta contestaba: Entonces por qué pega, por qué
maltrata al pobre natural. ¿Para qué? Habiendo un
borreguito, al patrón dinvalde. Habiendo un chan-
chito, al patrón dinvalde. Gallinita habiendo, al
patrón dinvalde. Huevos recogiendo a Quito. Todo.
Su liderazgo se impone
Un grupo de mil indígenas, engañados por el Jefe Político
de Cayambe, había llegado a Quito. Supuestamente iban a
conferenciar con el presidente Ayora. Entraron a Quito con-
mocionando la ciudad. Era inusitado mirar a un inmenso
conjunto de indios que no venían amarrados como antes, ni
arrastrados, ni agachados, sino con paso firme y el puño alza-
do. Al frente del grupo estaba la valiente e ingeniosa Dolores.
Había entrado sin que los perseguidores se percataran. “El
pesquisa andaba buscando a mí en Cayambe, en Guachalá, en
Calderón, en El Ejido, queriendo cogerme. Yo tiznada la cara, negra,
negra, trapuda, trapuda, estera poniendo encima, por medio de las
patas de caballo, voy pasando”.
Una vez que llegaron a la capital les condujeron al cuartel
de policía y les notificaron que quedaban prisioneros. Allí
fueron golpeados y ultrajados. A pesar de eso insistieron en
hablar con el presidente Isidro Ayora. Al fin permitieron que
una comisión se movilizara a la casa de gobierno. Les recibió
el secretario quien se limitó a aconsejarles que vuelvan a la
hacienda, pidan perdón al patrón y se pongan a trabajar.
Regresaron escoltados por el ejército. Como dice
Mercedes Prieto, el diario El Comercio insistía en asombrarse
de las osadas pretensiones de los indígenas que habían aban-
donado la característica de los sencillos hijos de Atahualpa. Al
respecto, cuenta Neptalí Ulcuango:
DOLORES CACUANGO 47
El desarraigamiento
En previsión de represalias, Dolores tuvo la buena idea de
esconderse. Cuando vinieron a llevarla a la madrugada, no la
encontraron porque huyó al cerro de la Compañía.
Los hijitos querían ir conmigo pero no podía llevar-
les. Mi hermanita dijo: -Espera mamita lleva un
cucaíto, maíz tostado voy a hacer. Yo, no dije, así no
más, me voy. Echando pañuelito botado a los hom-
bros, salí a las cuatro de la mañana, por cerro. En
hueco de loba ahí amanecí. No dejé coger. A las
cinco de la mañana había venido guardia civil con
empleado y no halló a mí. Buscando en sembrado,
en quebrada, sin hallar.
La compañera Dolores
El reclamo de las casas de los cuarenta y seis líderes de las
haciendas de la Asistencia Pública, los reunió en un esfuerzo
mancomunado que no cesó pese a las amenazas, a la persecu-
ción y a la diáspora. En esa lucha Dolores conoció a Tránsito
Amaguaña, hija de Venancio Amaguaña y Rosa Alba, uno de
los matrimonios desposeídos de la vivienda. Dolores tenía
cuarenta años, Tránsito dieciséis, pero ya estaba casada y era
madre de familia. Rosa Alba, su madre, fue una de las precur-
soras de la rebelión indígena en Cayambe. La primera que fue
en busca de luces a Ibarra para enfrentar la extorsión. Tránsito
junto a su madre se unió a los cabecillas. A la muerte de Rosa
Alba, la hija realizó una ceremonia comunal muy significati-
va exaltando su liderazgo ejemplificador.
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Dolores Cacuango al frente de las escuelas indígenas bilingúes. Sesión con las familias, 1952
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Persecución y amenazas
Dolores, junto a otros líderes y lideresas, continuaba orga-
nizando, levantando el ánimo, explicando los objetivos de la
lucha, robusteciendo la conciencia. Yendo y viniendo de
Quito, hablando con las autoridades, buscando nuevas entre-
vistas con los funcionarios de Gobierno, de Previsión Social y
de Trabajo, de Fomento, de Educación. Continúa el testimo-
nio de Luis:
TERCERA PARTE
Dolores en la CTAL
Corría el año 1942. Había una preocupación generalizada
en los países latinoamericanos azotados por las consecuen-
cias de la guerra mundial. Ecuador había sufrido la derrota y
la usurpación de sus tierras a manos de la diplomacia com-
prometida con los intereses de Estados Unidos, país que
comandaba el bloque de los aliados en contra de los países
del Eje germano-nipón.
En octubre de ese año visitó el país Vicente Lombardo
Toledano, Presidente de la Confederación de Trabajadores de
América Latina, CTAL. El sindicalista fue invitado a
Cayambe donde Dolores Cacuango y Jesús Gualavisí prepa-
raron su recibimiento con una multitud de indígenas, hom-
bres y mujeres, que le aclamaron. La visita de Toledano fue un
motivo más para que Arroyo del Río pusiera de manifiesto su
poco aprecio a la clase trabajadora a la vez que su escondido
temor a la sublevación popular.
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La loca Dolores
Después de haber cumplido decorosa y lúcidamente su
misión en Colombia, Dolores contó con el respaldo total de la
izquierda ecuatoriana para sus proyectos. En contraste dio
ocasión a improperios y burlas entre algunos mestizos de
Cayambe que veían con mezquinos ojos el papel protagónico
de la “india” Dolores. Su combatividad y fervor le valieron el
calificativo de la “loca” Dolores. Un epíteto común aplicado a
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La fundación de la FEI
La lucha de los sindicalistas del campo presionó a los
políticos que se vieron obligados a discutir en otro tono la
cuestión indígena. Entonces se escuchaban en el Parlamento
frases como éstas que difundían los periódicos de la época:
- El problema del indio es un problema nacional
- Todos los problemas del país se resumen en el indio
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Dolores, formadora
Dolores, ya madura en edad y experimentada en la lucha
asume que su ciclo terminará pronto. Con paciencia, con
amor y responsabilidad se apresta a traspasar el mandato.
Forma gente a través del discurso clarificador, de la frase
ardorosa, del consejo oportuno y a través de su ejemplo de
vida de mujer valerosa, honesta, inclaudicable. La doctrina
socialista empata con sus creencias sociales, con sus aspira-
ciones. Los líderes “renacientes” comprenden que: “Mama
Dulu Cacuango, de San Pablo Urco, por tanto maltrato hablaba del
socialismo que es a favor del campesino”.
“Yo de la mano de Mama Dolores aprendí la lucha. Desde
jovencito ella me llevó para que aprenda cómo hay que hablar con los
doctores, con las autoridades”, dice Miguel Lechón.
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CUARTA PARTE
La Reforma Agraria
Esta es la vida,
un día mil muriendo, mil naciendo,
mil muriendo, mil renaciendo...
Dolores Cacuango
3 Para el año 1990, el movimiento indígena formado ya no solamente por los kichwas de
la sierra y el oriente sino por las otras trece etnias organizadas a través de la Confederación
de Nacionalidades Indígenas, CONAIE, paralizó el país con un levantamiento nacional.
Aunque su afán de insertarse prontamente en “la vida democrática del país” ha dado lugar
a graves errores y divisiones al interior del movimiento, hay que reconocer que ya no se
puede ignorar la existencia de una sociedad multicultural. Han sido notorias algunas con-
quistas obtenidas en los últimos años. Varios indígenas han llegado al Congreso Nacional.
Luis Macas fue el primero. Una indígena Nina Pacari, fue vicepresidenta de la Legislatura
y luego, en el gobierno de Lucio Gutiérrez ejerció temporalmente la representación del país
como Canciller de la República. Hombres y mujeres indígenas han ejercido Subsecretarías
de Estado. Sus intereses específicos son impulsados desde el Consejo Nacional de los
Pueblos Indígenas, CODENPI. Los gobiernos locales han contado con varios alcaldes fren-
te a los municipios. El gobierno de Auki Tituaña, alcalde de Cotacachi, es paradigmático en
muchos aspectos. Tituaña es un prospecto interesante con opción de llegar a la primera
magistratura del país. El acceso a las universidades nacionales y extranjeras ha dotado al
país de profesionales de excelente nivel en las diferentes ramas del saber humano. Luis
Macas dirige la Universidad Indígena. El mismo Macas, fue en el 2006 candidato a la
Presidencia de la República. El presidente Rafael Correa ha integrado a indígenas mujeres
a importantes funciones dentro del Estado
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Fuentes bibliográficas
Textos:
Diarios:
Entrevistas:
Archivos:
ÍNDICE DE TEMAS
DOLORES CACUANGO
Pionera en la lucha por los derechos indígenas 5
PRIMERA PARTE
SEGUNDA PARTE
TERCERA PARTE
CUARTA PARTE
La Reforma Agraria 85
La repartición de tierras en Olmedo 88
Dolores en la gloria y el olvido 91
Fuentes bibliográficas 99