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LA TEORÍA

MARXISTA

Categorías de base y problemas actuales

Agustín Cueva
La teoría marxista 5

PRESENTACIÓN

a clase obrera tiene y asume la responsabilidad histórica

L de colocarse a la cabeza de las demás clases trabajado-


ras, para oponerse y combatir al capitalismo y al impe-
rialismo, para derrocarlos e implantar el poder popular, la dic-
tadura del proletariado y construir el socialismo.
Esa tarea es una hazaña gigantesca que incorpora como
La Teoría Marxista protagonistas a millones de seres, a las masas trabajadoras, a
Agustín Cueva los pueblos y a la juventud.
(1987) Esa gran proeza es la revolución social del proletariado, sig-
nifica el derrumbamiento del viejo mundo de la propiedad pri-
Ediciones de la revolución ecuatoriana vada, los privilegios y la explotación, y su sustitución por el
Colección mundo de la igualdad social, por la sociedad de los trabajado-
40 Aniversario del res.
Partido Comunista Marxista Se trata de la primera revolución hecha por las mayorías en
Leninista del Ecuador beneficio de ellas mismas.
El cumplimiento de ese compromiso por parte de la clase
Publicación a cargo de la obrera requiere la guía de la teoría revolucionaria, de la doc-
COMISIÓN UNIVERSITARIA trina del proletariado, del marxismo leninismo.
del PCMLE El marxismo leninismo es la teoría revolucionaria más
avanzada que ha sido elaborada por la humanidad a lo largo
Edición: 1.000 ejemplares
de su milenario devenir. Es un sistema filosófico, la concepción
1ro. de Agosto de 2004 del mundo de la clase obrera. A través del marxismo leninismo
Quito – Ecuador los proletarios explican el mundo, pero, fundamentalmente, con
6 La teoría marxista 7

su guía, con sus principios son capaces de transformar el mun-


do, de organizar y hacer la revolución.
El marxismo leninismo se encarna, se convierte en fuerza
material, en la existencia y la lucha del partido comunista, en
los combates de los trabajadores y los pueblos.
“El marxismo leninismo no es un dogma, es una guía pa- I. LA CONCEPCIÓN MARXISTA
ra la acción”. Esta es una afirmación expresa de los Clásicos,
es una verdad corroborada por la práctica social de millones de
DE LAS CLASES SOCIALES
trabajadores, por varias revoluciones victoriosas.
Plenamente convencido de esta realidad, el PCMLE, al cum-
plir 40 años de lucha por la revolución, renueva su disposición
y decisión de continuar el combate por la el socialismo; dispo-
ne sus fuerzas para enfrentar nuevas batallas, para crecer y for-
talecerse, para la forja de un poderoso movimiento revolucio-
1. INTRODUCCIÓN
nario de las masas trabajadoras, para hacer uso legítimo de la
violencia revolucionaria.
En la teoría marxista el concepto de clase social difiere fun-
Una de las maneras como los marxista leninistas del Ecua-
damentalmente del que pueden asignarle otras escuelas socioló-
dor perseveramos en nuestro cometido revolucionario es la pu-
gicas por varias razones:
blicación de la COLECCIÓN CUARENTA ANIVERSARIO.
(a) El marxismo no concibe a las clases sociales como sim-
Se trata de la publicación de una serie de materiales teóri-
ples categorías nominales construidas a partir de un esquema ló-
cos, de la autoría de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Enver Hox-
gico–formal aplicable a cualquier sociedad. Le es por lo tanto
ha y otros revolucionarios destacados.
extraña la clásica división de la sociedad en tres clases: alta, me-
Son títulos cuya edición es responsabilidad de los Comités
dia y baja, por más que tal división aparezca “refinada” con
Provinciales, de las Comisiones adjuntas al Comité Central que
nuevas subdivisiones (clase media alta, clase media media, cla-
se involucran en este esfuerzo.
se media baja, etc.) o que dichas categorías se rellenen con da-
Están dirigidos a los militantes del PCMLE, a nuestros com-
tos empíricos provenientes de la combinación de múltiples “in-
pañeros y amigos, a los hombres y mujeres de la clase obrera y
dicadores”.
los pueblos del Ecuador. Pretenden constituirse en una nueva
(b) El marxismo tampoco cree que la estructura de clases
herramienta para adelantar la lucha revolucionaria, para acer-
consista en las simples diferencias de ingresos, nivel educativo,
car el día de la victoria.
prestigio, etc. Desde luego tales datos reflejan, a grosso modo,
posiciones sociales distintas, pero se trata de los efectos más vi-
Comisión de Educación Política del
sibles de determinadas estructuras de clases y no de elementos
Comité Central del PCMLE
fundadores de tales estructuras.
(c) Ni siquiera la magnitud de la “fortuna” o “riqueza” de los
8 Agustín Cueva La teoría marxista 9

miembros de una sociedad es para el marxismo el elemento fun- profundo de la “sociedad civil” en el sustrato de su economía.
damental de la estructura de clases. No sólo que aquellos térmi- Pero el texto resulta además interesante de releer en un momen-
nos son bastante imprecisos sino que, además, en el interior de to en que el concepto de “sociedad civil” ha vuelto a la circula-
una misma clase la magnitud de la riqueza puede diferir nota- ción, mas casi siempre con un uso premarxista. ¿Por qué? Por-
blemente de unos individuos a otros, así como, en sentido inver- que en la medida en que dicho concepto sea privado de su mé-
so, la fortuna de los miembros de dos o más clases puede coin- dula económica, o, si se prefiere la metáfora original de Marx,
cidir. de su “anatomía” proporcionada por la economía política, lejos
(d) En todo caso, el marxismo sostiene que el problema de de superar un supuesto “economicismo” se está retrocediendo
las clases sociales no puede estudiarse correctamente si no es a hacia la prehistoria del materialismo histórico. Recordemos que
partir de una teoría general de la sociedad y de la historia. Por el texto citado no es ningún desliz de la pluma de Marx, sino
eso, antes de abordar dicho problema es menester comenzar de- que condensa una reflexión que él y Engels han venido elabo-
finiendo algunas cuestiones básicas del materialismo histórico. rando por lo menos desde la época de La ideología alemana,
donde aparte de señalar que la “sociedad civil es el verdadero
2. LA SOCIEDAD CIVIL Y SU “ANATOMÍA”: hogar y escenario de toda la historia”, insiste en su contextura
CONSTITUCIÓN DEL MATERIALISMO primordialmente material:
HISTÓRICO “La sociedad civil abarca todo el intercambio material de los
individuos, en una determinada fase de desarrollo de las fuerzas
En su famoso “Prólogo” de la Contribución a la crítica de la productivas. Abarca toda la vida comercial e industrial de una
economía política Marx resume en los términos siguientes lo fase y, en este sentido, trasciende los límites del Estado y de la
que podríamos llamar su camino hacia el materialismo históri- nación...” 2.
co: La sociedad civil efectivamente abarca eso... y mucho más.
“Mi investigación desembocaba en el resultado de que, tanto Pero justamente por esta característica abarcante resulta que el
las relaciones jurídicas como las formas de Estado no pueden concepto de sociedad civil termina por revelarse meramente
comprenderse por sí mismas ni por la llamada evolución gene- descriptivo (empírico), es decir, carente de todo poder de expli-
ral del espíritu humano, sino que radican, por el contrario, en las cación. Es lo que no acaba de entender Proudhon, al menos a
condiciones materiales de vida cuyo conjunto resume Hegel, si- juicio de Marx:
guiendo el precedente de ingleses y franceses del siglo XVIII, “A determinada fase de desarrollo de la producción, del co-
bajo el nombre de ‘sociedad civil’, y que la anatomía de la so- mercio, del consumo, corresponden formas de constitución so-
ciedad civil hay que buscarla en la Economía Política” 1. cial, una determinada organización de la familia, de los esta-
En efecto, podría afirmarse en un primer acercamiento que el mentos o de las clases: en una palabra, una determinada socie-
materialismo histórico consiste en buscar siempre el sentido dad civil. A una determinada sociedad civil, corresponde un de-
terminado orden político (état politique), que no es más que la
1
En Obras escogidas en 3 tomos, Ed. Progreso, Moscú, s.f., t. I, p. 517.
2 Marx–Engels: La ideología alemana, Ediciones Pueblos Unidos, Bue-
Salvo indicación contraria, las citaciones que en adelante se hagan de Obras
escogidas (OE) serán de acuerdo con esta edición. nos Aires, 1973, p. 38.
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expresión oficial de la sociedad civil. Esto es lo que el señor les de producción.


Proudhon jamás llegará a comprender, pues él cree que ha he- La combinación de estos dos elementos: fuerzas productivas
cho una gran cosa apelando del Estado a la sociedad civil, es de- y relaciones sociales de producción, constituye la matriz econó-
cir, del resumen oficial de la sociedad a la sociedad oficial” 3. mica de todo modo de producción y es la que determina, inclu-
El Estado (“resumen oficial”) no flota efectivamente en el sive, los demás momentos de lo económico: la circulación, dis-
vacío: se sustenta en la sociedad. Pero esa sociedad, a su turno, tribución y consumo de bienes materiales (e inmateriales).
no puede ser comprendida a cabalidad si se la examina simple- Sobre la base de esta matriz económica, a la que se denomi-
mente a nivel “oficial”, o sea como sociedad civil sin más deter- na también infraestructura, se “levanta” (según la expresión fi-
minación: sin sus determinaciones económicas y sin sus deter- gurada de Marx) la superestructura social, que a su vez consta
minaciones de clase. En esta idea reside la piedra angular del de dos instancias fundamentales:
materialismo histórico. (a) La instancia jurídico–política, que comprende el conjun-
Ahora bien, la búsqueda de aquellas determinaciones obliga to de organizaciones e instituciones sociales: Estado y derecho,
a disolver el concepto de sociedad civil en una red (sistema) de fundamentalmente, en los modos de producción clasistas.
otros conceptos, ellos sí explicativos y no ya meramente des- (b) La instancia ideológica propiamente dicha, formada por
criptivos, que son los únicos capaces de permitirnos convertir a el conjunto de ideas, imágenes y representaciones “histórica-
ese vasto campo empírico en objeto de conocimiento científico. mente orgánicas”, en el sentido señalado por Gramsci:
“Es preciso... distinguir entre ideologías históricamente orgá-
3. MODO DE PRODUCCIÓN Y FORMACIÓN SOCIAL nicas, es decir, que son necesarias a determinada estructura, e
ideologías arbitrarias, racionalistas, ‘queridas’. En cuanto histó-
Uno de tales conceptos explicativos de base es el de modo de ricamente necesarias, tienen una validez ‘psicológica’, ‘organi-
producción, que se refiere a la forma en que los hombres obtie- zan’ las masas humanas, forman el terreno en medio del cual se
nen sus medios materiales de existencia. Ello supone, necesaria- mueven los hombres, adquieren conciencia de su posición, lu-
mente, dos tipos de relaciones íntimamente imbricadas, pero chan, etc.
que es menester distinguir en el plano teórico: En cuanto ‘arbitrarias’, no crean más que ‘movimientos’ in-
(a) La relación de los hombres con la naturaleza para efectos dividuales, polémicas, etc. (tampoco son completamente inúti-
de la producción; relación que es captada por el concepto de les porque son como el error que se contrapone a la verdad y la
fuerzas productivas, que designa a la capacidad que los hombres afirma)” 4.
poseen en determinado momento para obtener cierta productivi- Ahora bien, la relación que existe entre la base o infraestruc-
dad, con ayuda de sus conocimientos y técnicas, máquinas, he- tura y las dos instancias superestructurales consiste en una arti-
rramientas, etc. culación compleja, que puede definirse de la siguiente manera:
(b) La relación que los hombres establecen entre sí en el pro- (a) La base determina en última instancia a la superestructu-
ceso productivo, es decir, lo que se denomina relaciones socia- ra, en la medida en que le asigna una función muy precisa, cual

3 Carta de Marx a Pavel Vasilievich Annenkov, de 28–XII–1846, en OE, I, 4 El materialismo histórico y la filosofía de B. Croce, Juan Pablos Editor,
532. México, 1975, p. 58.
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es la de producir las condiciones jurídicas, políticas e ideológi- porciona, por así decirlo, un primer “modelo” teórico sobre la
cas necesarias para la reproducción del respectivo modo de pro- estructuración básica de la sociedad.
ducción. Sin embargo, y por su misma condición de concepto ubicado
(b) Dentro de estas coordenadas estructurales de funciona- en un nivel muy alto de abstracción, el concepto de modo de
miento, la superestructura posee, sin embargo, una autonomía producción necesita complementarse con otro, que se sitúe en
relativa, que le permite tener sus formas específicas de desarro- un nivel de concreción mayor. Este concepto es el de formación
llo y actuar a la vez sobre la base. Pero no hay que olvidar que social (o formación histórico–social o económico–social, como
esa autonomía es relativa, en el sentido de que nunca puede re- se prefiera), que se refiere a las sociedades históricamente da-
basar los límites que esas coordenadas le imponen. Como dice das, en las que ya no encontramos un solo modo de producción
Erik Olin Wright con respecto a la instancia estatal: y en estado “puro”, sino, por regla general, una combinación es-
“...la estructura económica fija límites de variación en la es- pecífica de varios modos de producción.
tructura del Estado a la vez que determina la medida en que ella Esta combinación no consiste desde luego en una simple
misma será reproducida por la estructura del Estado que surja de yuxtaposición, sino que constituye una estructura articulada de
hecho” 5. manera muy compleja:
Es imposible que el modo de producción capitalista, por (a) En primer lugar, los modos de producción se combinan
ejemplo, funcione “normalmente” con una superestructura so- siempre bajo la hegemonía de alguno de ellos, el dominante,
cialista. O a la inversa. que es el que imprime su carácter a la formación social en su
(c) El grado y la forma en que la superestructura actúa sobre conjunto y redefine la situación de los otros modos de produc-
la base varía según el modo de producción de que se trate. Así, ción (subordinados), fijándoles límites de funcionamiento y de-
en el modo de producción capitalista la intervención de lo jurí- sarrollo. Mas, la índole dialéctica de esta relación hace que el
dico y lo ideológico sobre la instancia económica no es de la modo o los modos de producción subordinados sobredetermi-
misma naturaleza que en el modo de producción feudal. Por es- nen, por su parte, el funcionamiento y desarrollo del modo de
to, es decir, porque en cada modo de producción se da una arti- producción dominante, con el cual se relacionan, por lo tanto,
culación distinta entre la base y la superestructura, es que el conflictivamente. Por sobredeterminación ha de entenderse, en
concepto de modo de producción puede utilizarse en un sentido este caso, la posibilidad de que el modo de producción subordi-
muy amplio, para designar no sólo a la matriz económica sino nado, sin alterar las leyes fundamentales de funcionamiento del
también a la estructura resultante de la articulación de las tres modo de producción dominante, le pueda imponer ciertas mo-
instancias: la económica, la jurídico–política y la ideológica 6. dalidades específicas de desarrollo.
En este sentido, el concepto de modo de producción es uno de Además, dicha relación va sufriendo alteraciones con el de-
los más importantes de la sociología marxista puesto que pro- curso histórico de suerte que, en determinado momento, el mo-
do de producción subordinado puede dejar de serlo y convertir-
5 Erik Olin Wright: Clase, crisis y Estado, Siglo XXI de España, Madrid, se en dominante. Lo cual depende, claro está, de la índole de los
1983, esp. pp. 8–9. modos de producción comprendidos en cada relación: la ten-
6 Cf. por ej. Luis Althusser y Etienne Balibar: Para leer ‘El capital’, Siglo
XXI, México, 1967; o Nicos Poulantzas: Poder político y clases sociales en
dencia al predominio, a largo plazo corresponde siempre al mo-
el Estado capitalista, Siglo XXI, México, 1971. do de producción que expresa el mayor desarrollo de las fuerzas
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productivas. les efectos?


(b) En segundo lugar, en una formación social no sólo se ar- El marxismo ha dado una respuesta muy precisa a este pro-
ticulan diferentes modos de producción con todas sus instancias blema: se trata de aquellos modos de producción en los que
y elementos, sino que también pueden articularse en una misma existe la propiedad privada de los medios y/o agentes de la pro-
unidad concreta elementos de varios modos de producción. Es ducción (hombres, tierra, herramientas, máquinas, etc.). Así:
el caso, sobre todo, de ciertas situaciones de transición, en las “En el sistema esclavista, el trabajador pertenece al propieta-
que encontramos unidades económicas, instituciones políticas o rio particular, del cual es la máquina de trabajo... En la relación
sistemas ideológicos de carácter “mixto”, semifeudales o semi- de vasallaje, es un elemento de la propiedad de la tierra, al igual
capitalistas, por ejemplo. que la acémila” 8.
(c) Por último, junto a los modos de producción fundamenta- En el modo de producción capitalista los medios fundamen-
les, que son aquellos capaces de imponer su hegemonía en una tales de producción están monopolizados por los capitalistas.
formación social (comunitario primitivo, esclavista, feudal, ca- Por eso, en todos estos modos de producción las relaciones so-
pitalista o socialista), existen también modos de producción se- ciales correspondientes se organizan en torno a mecanismos bá-
cundarios, que sólo pueden aparecer en un plano subordinado, sicos de explotación: relaciones entre amos y esclavos en el es-
dependiendo de algún modo de producción fundamental. Es el clavismo, entre señores y siervos en el feudalismo, entre bur-
caso del modo de producción mercantil simple (producción ar- gueses y proletarios en el capitalismo.
tesanal y pequeño–campesina), al que denominaremos, para Por lo tanto, las clases sociales son ante todo posiciones es-
marcar su carácter peculiar, forma de producción. tructurales que el sistema asigna objetivamente a individuos de-
terminados. Por eso escribió Marx, en el prólogo a la primera
4. MODO DE PRODUCCIÓN Y CLASES SOCIALES edición de El capital:
“En esta obra, las figuras del capitalista y del terrateniente no
En su conocida carta a J. Weydemeyer, Marx señaló, como aparecen pintadas, ni mucho menos, de color de rosa. Pero ad-
uno de sus principales aportes, la demostración de que “la exis- viértase que aquí sólo nos referimos a las personas en cuanto
tencia de las clases sólo va unida a determinadas fases históri- personificación de categorías económicas, como representantes
cas del desarrollo de la producción” 7. Demostración con la cual de determinados intereses y relaciones de clase. Quien como yo
no sólo echó por tierra la idea de que la división de la sociedad concibe el desarrollo de la formación económica de la sociedad
en clases es eterna, sino que además sentó el principio básico pa- como un proceso histórico–natural, no puede hacer al individuo
ra la definición del estatuto teórico de las clases sociales. responsable de la existencia de relaciones de que él es social-
En efecto, afirmar que la existencia de las clases sólo va uni- mente criatura, aunque subjetivamente se considere muy por en-
da a determinadas fases históricas del desarrollo de la produc- cima de ellas” 9.
ción equivale a decir que las clases son efectos específicos de
determinados modos de producción. ¿De qué modos de produc-
8 Marx: Fundamentos de la crítica de la economía política, Editorial de
ción se trata y cuál es el nivel estructural básico que produce ta-
Ciencias Sociales, Instituto del Libro, La Habana, 1970, t, I, p. 356.
9 El capital, 5a. reimpresión, Fondo de Cultura Económica, México, 1972,
7 Marx a Joseph Weydemeyer, 5–III–1852. en OE, I, 542. vol. I, p. 15. En adelante, las citas provendrán de esta edición.
16 Agustín Cueva La teoría marxista 17

Y Lenin, por su parte, definió a las clases por los “lugares” y en un examen crítico de los materiales estadísticos, se ve con-
que grandes grupos de hombres ocupan en un sistema de pro- firmado hoy por la intervención política abierta de todas las cla-
ducción históricamente determinado: ses en el curso de la revolución” 12.
“Las clases son grandes grupos de hombres que se diferen- (b) En segundo lugar, al precisar que las relaciones entre las
cian entre sí, por el lugar que ocupan en un sistema de produc- clases son relaciones de explotación (y expropiación), puesto
ción históricamente determinado, por las relaciones en que se que una de ellas puede adueñarse del trabajo de la otra por ocu-
encuentran frente a los medios de producción (relaciones que par puestos diferentes en un régimen determinado de economía
las leyes fijan y consagran), por el papel que desempeñan en la social, Lenin está señalando también la razón por la cual las dos
organización social del trabajo y, por consiguiente, por el modo clases fundamentales de cada modo de producción en el que tal
y la proporción en que perciben la parte de la riqueza social de explotación se da sólo pueden relacionarse de una única mane-
que disponen” 10. ra: antagónicamente. De donde se deriva otro hecho, muy im-
Definición que nos permite dilucidar tres puntos más sobre la portante: las clases sociales están siempre en lucha (aunque con
teoría marxista de las clases sociales: intensidad variable y en diversos planos), y es precisamente es-
(a) Que las clases no son el efecto de cualquier nivel de la es- ta lucha la que constituye el motor principal de la historia en las
tructura social, ni el resultado de la articulación de lo económi- sociedades clasistas. Por eso, en el materialismo histórico la teo-
co, lo político y lo ideológico (como afirma Nicos Poulantzas, ría de las clases sociales es inseparable de la teoría general de la
por ejemplo 11), sino que ellas se generan y adquieren existencia historia.
objetiva a nivel de la matriz económica de ciertos modos de pro- (c) Por último habría que señalar, dentro de estas generalida-
ducción. des de base, que la existencia de las clases en un determinado
Por esto, es decir, porque las clases tienen una existencia ob- modo de producción redefine la naturaleza de las dos instancias
jetiva aún antes de que los agentes sociales tomen conciencia de superestructurales, en la medida en que les confiere inevitable-
su posición estructural, es que el propio Lenin, en su libro El de- mente un carácter clasista. La instancia jurídico–política ya no
sarrollo del capitalismo en Rusia, pudo prever con algunos años es en este caso un conjunto de instituciones al servicio de toda
de anticipación el comportamiento político de las clases de la la sociedad (que en sí misma ha devenido entonces una “comu-
Rusia zarista en la revolución democrático–burguesa de 1905, y nidad ilusoria”, como más adelante se verá), sino que está cons-
escribir lo siguiente en el prólogo a la segunda edición de dicha tituida por aparatos de clase; del mismo modo que la instancia
obra: ideológica ya no es la representación del mundo de la comuni-
“El análisis del régimen social y económico y, por consi- dad real toda, sino la esfera en que las ideas dominantes son ne-
guiente, de la estructura de clases de Rusia, que hacemos en la cesariamente las de la clase dominante.
siguiente obra, análisis basado en una investigación económica
10 Una gran iniciativa, en Obras escogidas en 3 tomos, Ed. Progreso,
Moscú, s.f., t. 3, p. 228. En adelante, toda cita de OE provendrá de esta edi-
ción.
11 Op. cit., p. 62 y ss. y, en particular, la definición de clase social formu- 12 El desarrollo del capitalismo en Rusia, Ediciones de Cultura Popular,
lada en la P. 75. México, 1971, p. 10.
18 Agustín Cueva La teoría marxista 19

y otra familia. Unas cuantas unidades de éstas forman una aldea,


5. CLASE “EN SÍ”, CLASE “PARA SÍ” y unas cuantas aldeas, un departamento. Así se forma la gran
masa de la nación francesa, por la simple suma de unidades del
Hemos visto cómo las clases son efectos de la matriz econó- mismo nombre, al modo como, por ejemplo, las patatas de un
mica de ciertos modos de producción sobre los agentes sociales, saco forman un saco de patatas. En la medida en que millones
a los que constituyen precisamente en clases; hemos insistido, de familias viven bajo condiciones económicas de existencia
por lo mismo, en que ya en este nivel (el económico) las clases que las distinguen por su modo de vivir, por sus intereses y por
tienen una existencia objetiva, y hasta hemos citado un pasaje su cultura de otras clases y las oponen a éstas de un modo hos-
de Marx en el que éste afirma que los terratenientes o los capi- til, aquellas forman una clase. Por cuanto existe entre los cam-
talistas no son más que “personificación” de ciertas categorías pesinos parcelarios una articulación puramente local y la iden-
económicas. Ahora bien, todas estas observaciones tendientes a tidad de sus intereses no engendra entre ellos ninguna comuni-
definir en un primer nivel el estatuto teórico de las clases (pre- dad, ninguna unión nacional y ninguna organización política,
viniendo cualquier desviación voluntarista–idealista) corren el no forman una clase. Son, por tanto, incapaces de hacer valer su
riesgo de ubicarnos en una posición errónea (positivista–estruc- interés de clase en su propio nombre, ya sea por medio de un
turalista) si es que no retomamos oportunamente el problema de parlamento o por medio de una Convención. No pueden repre-
la relación dialéctica entre las clases en cuanto efectos de deter- sentarse sino que tienen que ser representados. Su representan-
minada estructura económica y las clases como agentes históri- te tiene que aparecer al mismo tiempo como su señor, como una
cos concretos. autoridad por encima de ellos, como un poder ilimitado de Go-
Marx plantea el problema con toda nitidez en un famoso pa- bierno que los proteja de las demás clases y les envíe desde lo
saje del 18 Brumario: alto la lluvia y el sol. Por consiguiente, la influencia política de
“Los campesinos parcelarios forman una masa inmensa, cu- los campesinos parcelarios encuentra su última expresión en el
yos individuos viven en idéntica situación, pero sin que entre hecho de que el poder ejecutivo somete bajo su mando a la so-
ellos existan muchas relaciones. Su modo de producción les ais- ciedad” 13.
la unos de otros, en vez de establecer relaciones mutuas entre Este texto de Marx, que por sí solo constituye una obra maes-
ellos. Este aislamiento es fomentado por los malos medios de tra de análisis sociológico, nos coloca, pues, de lleno, en el pro-
comunicación de Francia y por la pobreza de los campesinos. blema de lo que se ha dado en llamar la clase “en sí” y la clase
Su campo de producción, la parcela, no admite en su cultivo di- “para sí”. En efecto, esos campesinos parcelarios constituyen
visión alguna del trabajo ni aplicación alguna de la ciencia; no una clase social a nivel económico, puesto que están ubicados
admite, por tanto, multiplicidad de desarrollo, ni diversidad de en una misma situación estructural, que objetivamente los opo-
talentos, ni riqueza de relaciones sociales. Cada familia campe- ne a otras clases de la respectiva formación social; sin embargo,
sina se basta, sobre poco más o menos, a sí misma, produce di- el propio Marx estima que, a otro nivel, que es el político, di-
rectamente ella misma la mayor parte de lo que consume y ob- chos campesinos no constituyen una clase. Tomada al pie de la
tiene así sus materiales de existencia más bien en intercambio
con la naturaleza que en contacto con la sociedad. La parcela, el 13 El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, OE, I, 489–490. Los subra-
campesino y su familia; y al lado, otra parcela, otro campesino yados son nuestros.
20 Agustín Cueva La teoría marxista 21

letra, la segunda afirmación puede inducir a confusión y pres- fiende se convierten en intereses de clase. Pero la lucha de cla-
tarse para las interpretaciones más diversas y antojadizas; sin se contra clase es una lucha política” 14.
embargo, su sentido contextual es perfectamente claro: si los Al construir el concepto de clase en dos niveles, el de la cla-
campesinos parcelarios son “incapaces de hacer valer su interés se en sí y el de la clase para sí, Marx retiene, pues, con una ter-
de clase” es porque ya son objetivamente (“en sí”, o sea estruc- minología que tal vez no sea la más apropiada, la doble dimen-
turalmente) una clase social, aunque todavía no estén organiza- sión del problema:
dos como tal en el plano político ni hayan tomado aún concien- (a) Las clases sociales como efecto de la matriz de determi-
cia (“para sí”) de aquella situación objetiva. nados modos de producción y formaciones sociales sobre los
En el mismo sentido va este otro análisis de Marx sobre la agentes de la producción.
clase obrera, en Miseria de la filosofía: (b) Las clases como verdaderos sujetos históricos (fuerzas
“La gran industria concentra en un mismo sitio a una masa sociales) capaces de actuar sobre las estructuras y transformar-
de personas que no se conocen entre sí. La competencia divide las. Sujetos que devienen tales a través de la lucha de clases y
sus intereses. Pero la defensa del salario, los une en una idea co- por el desarrollo de una organización y una conciencia de clase.
mún de resistencia: la coalición. Por lo tanto la coalición persi- Esta conceptualización, en la que la reconstitución lógica de
gue siempre una doble finalidad: acabar con la competencia en- las clases coincide con su reconstitución histórica 15, es además
tre los obreros para poder hacer una competencia general a los relevante en la teoría marxista por tres razones:
capitalistas. Si el primer fin de la resistencia se reducía a la de- (a) Porque permite realizar un análisis objetivo de la estruc-
fensa del salario, después, a medida que los capitalistas se aso- tura de clases y una previsión histórica asimismo objetiva, que
cian a su vez movidos por la idea de la represión, las coalicio- son los fundamentos necesarios para una correcta práctica polí-
nes, en un principio aisladas, forman grupos, y la defensa por tica.
los obreros de sus asociaciones frente al capital, siempre unido, (b) Porque sólo sobre la base de aquella distinción es posible
acaba siendo para ellos más necesaria que la defensa del salario. definir objetivamente la conciencia de clase, que no es igual al
Hasta tal punto esto es cierto, que los economistas ingleses no conjunto de ideas y representaciones que sus miembros puedan
salían de su asombro al ver que los obreros sacrificaban una tener en determinado momento (conciencia psicológica inme-
buena parte del salario en favor de las asociaciones que, a juicio diata), sino que consiste en la conciencia de “lo que debe histó-
de estos economistas, se habían fundado exclusivamente para ricamente hacer (una clase) en conformidad con su ser” (Marx:
luchar en pro del salario. En esta lucha –verdadera guerra civil–
se van uniendo y desarrollando todos los elementos para la ba- 14 Miseria de la filosofía, Ediciones de Cultura Popular, México, 1972, pp.
talla futura. Al llegar a este punto, la coalición toma carácter po- 157–158. El segundo subrayado es nuestro.
lítico”. 15 “... El único método indicado (es) el lógico. Pero éste no es, en realidad,
“Las condiciones económicas, transformaron primero a la más que el método histórico, despojado únicamente de su forma histórica y
masa de la población del país en trabajadores. La dominación de las contingencias perturbadoras. Allí donde comienza esta historia debe
del capital ha creado a esta masa una situación común, intereses comenzar también el proceso discursivo, y el desarrollo ulterior de éste no
comunes. Así, pues, esta masa es ya una clase con respecto al será más que la imagen refleja, en forma abstracta y teóricamente consecuen-
te, de la trayectoria histórica…” F. Engels: Carlos Marx. Contribución a la
capital, pero aún no es una clase para sí. Los intereses que de- crítica de la economía política, OE, I, 528.
22 Agustín Cueva La teoría marxista 23

La Sagrada Familia). “La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la
(c) Porque tal distinción permite fijar el papel exacto de la historia de la lucha de clases”, escribe en el Manifiesto, aunque
vanguardia política (partido de clase), que consiste justamente Engels observa, con razón, que el término “todas” no incluye,
en convertir a la clase “en sí” en clase “para sí”. obviamente, a las sociedades “prehistóricas”, es decir, precla-
sistas.
6. CLASES, ESTAMENTOS, CASTAS Para el marxismo, entonces, las clases sociales son algo in-
herente no sólo al modo de producción capitalista, mas también
El problema de los “estamentos” y las “castas” (sobre todo a otros, como el feudal y el esclavista. Ello no obstante, el fenó-
de estas últimas) ha sido ampliamente desarrollado por la socio- meno adquiere características distintas en estos últimos.
logía no marxista, que por lo general opone tajantemente la or- Decíamos, en el numeral 3 de este capítulo, que en cada mo-
ganización estamental y de castas a la de las clases sociales. Son do de producción se da una forma diferente de articulación en-
demasiado conocidos los razonamientos en el sentido de que, tre los niveles económico, jurídico–político e ideológico, va-
mientras los estamentos y las castas constituyen sistemas “ce- riando en cada caso el grado y la forma de intervención de las
rrados”, las clases se caracterizan por conformar un sistema dos instancias superestructurales sobre la base económica. Pues
“abierto”, que permite una amplia movilidad horizontal y verti- bien, esto no deja de tener sus consecuencias sobre la estructu-
cal de sus miembros. ra de las clases, que adquiere una forma diferente según el mo-
Este no es, desde luego, el lugar apropiado para entablar una do de producción de que se trate. En el modo de producción ca-
amplia discusión sobre el asunto; sólo quisiéramos observar que pitalista las clases sociales no sólo que se generan a nivel de la
incluso ciertos autores que en términos generales aceptan los infraestructura económica sino que, además, aparecen como un
puntos de vista de Marx sobre las clases sociales en la sociedad puro efecto de ésta, sin que ni lo jurídico ni lo ideológico inter-
capitalista, estiman que pierden pertinencia tratándose de las vengan directamente en su fijación; en otros modos de produc-
formaciones precapitalistas. Es, por ejemplo, la opinión del so- ción no ocurre lo mismo:
ciólogo Georges Gurvitch, para quien las clases “sólo aparecen “Es sabido –escribe Lenin– que en las sociedades esclavista
en las sociedades globales industrializadas en las que los mode- y feudal las diferencias entre las clases quedan también fijadas
los técnicos y las funciones económicas están particularmente en la división de la población por estamentos, asignándose a ca-
acentuadas” 16. Gurvitch llega incluso a afirmar que “Marx ha da clase un lugar jurídico especial en el Estado. Por eso, las cla-
vacilado mucho en cuanto a saber si habría de reconocer la exis- ses de las sociedades esclavista y feudal (y también de la socie-
tencia de las clases en todo tipo de sociedad, fuera de las socie- dad del régimen de servidumbre) eran a la vez estamentos dis-
dades arcaicas y de la sociedad futura o comunista completa- tintos. Por el contrario, en la sociedad capitalista, en la sociedad
mente realizada” 17. burguesa, todos los ciudadanos son jurídicamente iguales, la di-
Sin embargo, Marx es perfectamente claro sobre este punto: visión por estamentos ha sido abolida (por lo menos en princi-
pio) y, por eso, las clases han dejado de ser estamentos. La di-
visión de la sociedad en clases es común a las sociedades escla-
16 Georges Gurvitch: El concepto de clases sociales, de Marx a nuestros vista, feudal y burguesa, pero en las dos primeras existían las
días, Nueva Visión, Buenos Aires, 1973, p. 193.
17 Ibid., p. 85. clases–estamentos, mientras que en la última ya no son esta-
24 Agustín Cueva La teoría marxista 25

mentos” 18. tradicciones. De donde se derivan algunas cuestiones íntima-


Texto que pone en claro algunos puntos: mente relacionadas entre sí:
(a) Que la división en clases existe tanto en la sociedad capi- (a) La de la no correspondencia exacta entre la estructura de
talista como en otras donde las relaciones sociales de produc- clases y su fijación superestructural en “estamentos” o “castas”.
ción se organizan en torno a un mecanismo básico de explota- Obviamente, éstas y aquéllos no reproducen cual un calco a la
ción, como ya se vio. primera, como puede comprobarse, por ejemplo, a través del es-
(b) Que en todos estos casos se trata, en lo esencial, del mis- quema de la página siguiente, con el que el historiador Manfred
mo fenómeno. Kossok ilustra “la relación multilinear que existe entre la estruc-
(c) Que sin embargo, allí donde predominan o por lo menos tura de clases y la diferenciación étnica en la América hispana
subsisten los modos de producción feudal o esclavista, las dife- en vísperas de la revolución de independencia” 19.
rencias de clase quedan también fijadas por un lugar asignado a
cada una de ellas a nivel jurídico; lugar que, insistimos, no es el
de generación de las clases (que en cualquier modo de produc-
ción es el económico), sino de fijación de las mismas.
De manera que, en términos generales, podríamos afirmar
que un sistema de estamentos no es otra cosa que una estructu-
ra de clases sobredeterminada, en ciertos modos de producción,
por la intervención directa del nivel jurídico; de la misma ma-
nera que los sistemas llamados de castas son estructuras de cla-
se sobredeterminadas por una intervención acentuada del nivel
ideológico, que se encarga de fijar las divisiones de clase como
un sistema basado en diferencias étnicas, culturales u otras. Los
dos tipos de sobredeterminación no son por lo demás excluyen-
tes, e incluso es frecuente que se conjuguen, con predominio
tendencial de uno u otro.
Una observación más sobre este punto. Las superestructuras
jurídico–política e ideológica poseen, como ya lo vimos, un gra-
do de autonomía relativa, el cual determina que, una vez que se
han establecido con su intervención sistemas estamentales o de
castas, éstos puedan evolucionar también de manera relativa-
mente autónoma, generando sucesivos desfasamientos y con-

18 El programa agrario de la socialdemocracia rusa, en Lenin: La alian- 19 Manfred Kossok: El contenido burgués de las revoluciones de inde-
za de la clase obrera y el campesinado, Ed. Progreso, Moscú, s.f., nota al pie pendencia en América Latina, en Historia y sociedad, Segunda época, No.
de la p. 71. 4, Invierno de 1974, p. 69.
26 Agustín Cueva La teoría marxista 27

ESTRUCTURA DE CLASES Y DIFERENCIACIÓN ÉTNICA EN LA AMÉRICA (b) El conflicto, en determinados momentos de transición,
HISPANA EN VÍPERAS DE LA REVOLUCIÓN DE INDEPENDENCIA, SEGÚN entre una estructura de clases que ha evolucionado en concor-
EL HISTORIADOR MANFRED KOSSOK
dancia con el desarrollo de un nuevo modo de producción, y los
sistemas de “estamentos” o “castas” que se conservan como so-
brevivencia de los anteriores. Proceso dialéctico que tiende a re-
Burocracia colonial (inclu-
yendo alto clero y comercian- españoles solverse de acuerdo con las necesidades inherentes a la repro-
tes de ultramar) ducción del modo de producción dominante.
(c) Por último, no está por demás señalar que la inexistencia
de sistemas de “estamentos” o “castas”, de los que sólo cabe ha-
blar cuando guardan relación con situaciones precapitalistas, no
Latifundistas (incluyendo
criollos impide que puedan seguir existiendo problemas raciales, por
dueños de minas y obrajes)
ejemplo, bajo un sistema ya decantado de clases, de orden ine-
quívocamente capitalista. Como observa Octavio Ianni:
Comerciantes
“...no es cierto que las relaciones capitalistas de producción
destruyan o eliminen las desigualdades sociales, económicas,
Oficios libres (incluyendo
mestizos políticas y culturales basadas en diferencias raciales. Por el con-
bajo clero)
trario, el capitalismo recrea esas diferencias continuamente, se-
Artesanos
gún las leyes de la división del trabajo social y estratificación
(privilegiados) social que le son propias. Todos pasan a ser ciudadanos, traba-
jadores libres, etc., según la ideología burguesa dominante. En
Artesanos
mulatos la práctica, todos continúan existiendo como obreros y burgue-
(no privilegiados)
ses, al mismo tiempo que como indios, negros, blancos, hin-
Campesinos
dúes, paquistaníes, amarillos, mestizos, etc.” 20.
(libres) El que no existan más “estamentos”, en el sentido estricto
que hemos conferido al término, tampoco impide que incluso la
Campesinos
indígenas
superestructura jurídica fije sistemas de desigualdades entre
(en dependencia feudal)
sectores de la población, como podría ser el caso típico de la
mujer en los códigos civiles y penales de pleno siglo XX, por
ejemplo. Pero este problema, así como el señalado por Ianni,
Proletariado forman parte del sistema general de desigualdades del capitalis-
(diversas categorías)
negros
mo, al que nos referiremos más adelante.
Esclavos

20 Octavio Ianni: Esclavitud y capitalismo, Siglo XXI México, 1976, pp.


Relación predominante
Relación secundaria 165–166.
28 Agustín Cueva La teoría marxista 29

de la burguesía. Se trata, desde luego, de lo que el propio Marx


7. ARTICULACIÓN DE CLASES EN UNA llamó “una anomalía en el mercado mundial basado en el traba-
FORMACIÓN SOCIAL jo libre” 22, pero que hemos querido destacar por su posible apli-
cación al análisis histórico de ciertas situaciones caribeñas, por
Hemos analizado hasta aquí el problema de las clases socia- ejemplo.
les sobre todo en su nivel teórico más abstracto; esto es, a nivel (c) Tenemos, además, múltiples situaciones “mixtas” o “di-
de modo de producción. Ahora es necesario ubicarnos en un fusas”, que ya no pueden ser conceptuadas como simples “ano-
plano más concreto, el de formación social, para examinar algu- malías”, sino que son fenómenos inherentes a formaciones
nas de las características que la estructura de clases puede pre- acentuadamente heterogéneas o en proceso de transición. Tales
sentar a este nivel. situaciones son, verbi gratia, la de los terratenientes semicapi-
(a) En primer lugar tenemos el problema del número de las talistas (aquellos que en América Latina han recibido el nombre
clases que, como se vio, son fundamentalmente dos para cada de “oligarcas”); o la del semiproletariado, en el que tanto insis-
modo de producción en el que existe un mecanismo de explota- tió Lenin al estudiar la formación social rusa:
ción que, en el plano de las relaciones sociales de producción, “...En los países capitalistas atrasados, como Rusia, la mayo-
organiza necesariamente oposiciones binarias: amos–esclavos, ría de la población se compone de semiproletarios, es decir, de
señores–siervos, burguesía–proletariado. hombres que durante una parte del año viven como proletarios,
Ahora bien, basta pensar en el hecho de que en una forma- que si quieren comer tienen que recurrir, en cierta medida, al
ción social se articulan varios modos de producción para enten- trabajo asalariado en empresas capitalistas” 23.
der la razón por la cual el número de las clases puede aumentar Obsérvese que Lenin ubica a la “inmensa mayoría de la po-
sensiblemente. blación” rusa en la categoría de semiproletarios. En otro de sus
(b) En segundo lugar, la misma articulación compleja de mo- textos el mismo autor insiste en esas zonas de transición en las
dos de producción, y aun de instancias de éstos, puede producir que las fronteras entre el proletariado propiamente dicho y otras
ciertas “asimetrías” en la estructura de clases de una formación clases populares pareciera diluirse, difuminada en una especie
social. Es bastante conocido aquel pasaje de los Grundrisse en de penumbra estructural:
el que Marx afirma que “hoy día llamamos con justo título ca- “El capitalismo dejaría de ser capitalismo si el proletariado
pitalistas a los propietarios (esclavistas, A.C.) de las plantacio- ‘puro’ no estuviese rodeado de una masa abigarradísima de ele-
nes americanas” 21; afirmación que parece fundarse en el hecho mentos que señalan la transición del proletariado al semiprole-
de que tales propietarios actuaban ya, a nivel de la producción tariado (el que obtiene una mitad de sus medios de existencia
misma, de acuerdo con las leyes de la economía capitalista. Sea vendiendo su fuerza de trabajo), del semiproletario al pequeño
de ello lo que fuere, lo cierto es que esto plantea inevitablemen- campesino (y al pequeño artesano, al obrero a domicilio, al pe-
te el problema de una “asimetría” en la medida en que el escla- queño patrono en general), del pequeño campesino al campesi-
vo ya no tiene frente a sí a un simple amo esclavista, sino a un no medio, etc., y si en el seno mismo del proletariado no hubie-
propietario de esclavos que constituye en realidad una fracción
22 Fundamentos..., loc. cit.
21 Fundamentos..., ed. cit., t. I, p. 394: 23 Una gran iniciativa, OE, 3, 228.
30 Agustín Cueva La teoría marxista 31

ra sectores de un desarrollo mayor o menor, divisiones de carác- subsunción todavía formal del trabajo al capital. Sin embargo,
ter territorial, profesional, a veces religioso, etc.” 24. es evidente que entre esa conceptualización y la de “lumpenpro-
(d) El texto precedente de Lenin es extremadamente rico y lo letariado” no existe homogeneidad teórica. Este último concep-
seguiremos explotando teóricamente. Por el momento, nos per- to, que no recubre ni de lejos el campo de los otros dos, sólo
mite observar dos cuestiones más: la heterogeneidad de la com- puede construirse teniendo en consideración ciertos efectos se-
posición de cada clase de acuerdo con múltiples determinacio- cundarios de la matriz de una formación social, y en especial el
nes históricas propias de la respectiva formación social, y el de- modo de vida que ella genera en ciertas capas sociales, como lo
sarrollo consecuentemente desigual de esas mismas clases. han hecho Marx y Engels en muchas de sus obras 26. Es decir,
Asunto que tiene que ver, entre otras cosas, con la imprescindi- considerando esa “esfera de la vida extraproductiva que se ca-
ble necesidad de una vanguardia política. racteriza por las condiciones materiales, las relaciones entre los
(e) La articulación específica de una formación social llega hombres y las formas de su actividad vital” 27; factores que, cla-
incluso a constituir en clase a ciertos grupos sociales que en ri- ro está, sólo cobran relevancia cuando se trata de grupos distin-
gor no lo serían analizados en el nivel teórico más abstracto, el tos de las clases fundamentales y cuya situación se define, jus-
del modo de producción. Los campesinos parcelarios, por ejem- tamente, por su no inserción en las relaciones básicas de pro-
plo, cuya forma de producción (mercantil simple) en sí misma ducción.
no genera clases sociales, se convierten en clase en la medida en (g) En fin, la articulación de modos de producción en una
que sus condiciones económicas de existencia “los distinguen formación social puede producir situaciones extremadamente
por su modo de vivir, por sus intereses y por su cultura de otras complejas, en aquellos momentos de transición en que dos o
clases y los oponen a éstas de un modo hostil” (Cf. cita 13). Es más modos de producción ejercen sus efectos sobre un mismo
decir, en la medida en que están articulados de cierta manera en grupo concreto, al que ubican en una situación de clase ambiva-
el conjunto de una formación social: sometidos, por ejemplo, en lente. Tal sería, por ejemplo, la situación que analiza Lenin en
el caso de las formaciones capitalistas, a los “modos de explo- el siguiente texto:
tación secundarios del capital”: usura, impuestos, mecanismo “Ponemos entre comillas la palabra campesinado para seña-
desfavorable de intercambio, etcétera 25. lar la existencia en este caso de una contradicción que está fue-
(f) El caso del “lumpenproletariado” es, por su parte, un buen ra de toda duda: en la sociedad contemporánea el campesinado
ejemplo de otro tipo de efectos de la estructura concreta de una ya no es, naturalmente, una clase indivisa. Y quien se sorprenda
formación social sobre el sistema de clases. En el nivel más abs- de tal contradicción es que se olvida que no se trata de una con-
tracto del análisis, cierto fenómeno (que en América Latina fue tradicción derivada de la exposición o implícita en la doctrina,
percibido ideológicamente como “marginalidad” y ahora como sino de una contradicción de la vida misma. No es una contra-
“informalidad”) puede conceptualizarse como presencia de un dicción inventada, sino una contradicción dialéctica viva. Por
ejército industrial de reserva o existencia de una amplia zona de
26 Cf. en especial El dieciocho Brumario y Las luchas de clases en
24 La enfermedad infantil del ‘izquierdismo’ en el comunismo, OE, 3, Francia, de Marx, y Las guerras campesinas en Alemania, de Engels.
396–397. 27 Diccionario marxista de filosofía, Ediciones de Cultura Popular,
25 Cf. Marx: Las luchas de clases en Francia, OF. I, 218. México, 1972, p. 211.
32 Agustín Cueva La teoría marxista 33

cuanto la sociedad del régimen de servidumbre está siendo des- mente a las clases sociales, en ningún nivel, so pena de fran-
plazada de nuestro agro por la sociedad ‘contemporánea’ (bur- quear la frontera que separa al marxismo del populismo y de
guesa), el campesinado deja de ser una clase, dividiéndose en ciertas concepciones “eurodemócratas” y afines. Concepciones
proletariado agrícola y burguesía rural (grande, mediana, peque- que, por lo demás, distan mucho de ser novedosas, como lo
ña y pequeñísima). Por cuanto se conservan aún las relaciones atestiguan estas polémicas líneas de Marx en el 18 Brumario:
del régimen de servidumbre, el ‘campesinado’ sigue siendo una “Pero el demócrata, como representa a la pequeña burguesía,
clase, es decir, lo repetimos, una clase no de la sociedad burgue- es decir, a una clase en transición, en la que los intereses de dos
sa, sino de la sociedad del régimen de servidumbre. Estos ‘por clases se embotan el uno contra el otro, cree estar por encima
cuanto’ representan una realidad viva que se manifiesta en ese del antagonismo de clases en general. Los demócratas recono-
complejísimo entrelazamiento de las relaciones propias del régi- cen que tienen en frente a una clase privilegiada, pero ellos, con
men de servidumbre y del régimen burgués que se observa ac- todo el resto de la nación que los circunda, forman el pueblo. Lo
tualmente en el agro ruso. Expresándonos en los términos usa- que ellos representan son los derechos del pueblo, lo que les in-
dos por Marx, diremos que la renta en trabajo, la renta en espe- teresa es el interés del pueblo. Por eso, cuando se preparan pa-
cie, la renta en dinero y la renta capitalista se entrelazan en ra una lucha, no necesitan examinar los intereses y las posicio-
nuestro país del modo más caprichoso” 28. nes de las distintas clases. No necesitan ponderar con demasia-
da escrupulosidad sus propios medios. No tienen más que dar la
8. “PUEBLO” Y CLASES SOCIALES señal, para que el pueblo, con todos sus recursos inagotables,
caiga sobre los opresores” 30.
Dada la importancia del fenómeno populista en América La- Con menor ironía que Marx, Rosa Luxemburgo no es menos
tina, así como los claros rebrotes de neopopulismo en el plano enfática en recalcar que:
teórico (en la obra de un Ernesto Laclau por ejemplo 29), es ne- “...En una sociedad de clases, el pueblo, como un todo social
cesario precisar que en el materialismo histórico el concepto de y político homogéneo, no existe, mientras que sí existen en ca-
pueblo se refiere al conjunto de clases y capas subordinadas da nación las clases sociales con sus intereses y ‘derechos’ an-
que, por el mismo hecho de serlo poseen fundamentales intere- tagónicos” 31.
ses en común, constituyendo por lo tanto los protagonistas de lo Lenin, por su lado, insiste en que “al emplear la palabra ‘pue-
que podríamos denominar el bloque popular. Entre nosotros, la- blo’, Marx no velaba con ella las diferencias de las clases, sino
tinoamericanos, este bloque incluye por regla general al prole- que unificaba determinados elementos capaces de llevar la re-
tariado, el campesinado, la pequeña burguesía, las capas medias volución hasta el final”; para luego subrayar que aquella dife-
y el subproletariado. renciación no se hace con el fin de que “la clase de vanguardia
Ahora bien, todo el problema reside en que las categorías de se encierre en sí misma, se limite con una medida estrecha... si-
“pueblo” y “popular” no pueden suplantar teórica ni política- no para que la clase de vanguardia, sin adolecer de las vacila-

28 El programa agrario…, ed. cit., p. 72. 30 La ideología alemana, ed. cit., p. 30.
29 Ernesto Laclau: Política e ideología en la teoría marxista, 2a. ed., Siglo 31 R. Luxemburgo: La cuestión nacional y la autonomía, Cuadernos de
XXI, México, 1980. Pasado y Presente, Siglo XXI, México, 1979.
34 Agustín Cueva La teoría marxista 35

ciones, la inconstancia y la indecisión de las clases intermedias, En efecto, en un corte estructural instantáneo (“sincrónico”,
luche con la mayor energía y el mayor entusiasmo por la causa si se quiere), el entrelazamiento de las clases del agro ruso, igual
de todo el pueblo, al frente de todo el pueblo” 32. que el de los distintos tipos de renta, podrían parecer “capricho-
Con la categoría “pueblo” ocurre, pues, prácticamente lo sos” (término que, por lo demás, no pasa de ser una imagen en
mismo que con el concepto de “sociedad civil”: utilizados sin el texto de Lenin); pero, habida cuenta de que dicha estructura-
referencia a una estructura de clases y muchas veces para sosla- ción de clases forma parte de un proceso, los sistemas de con-
yar a ésta, constituyen una buena “puerta falsa” que permite ale- tradicciones que en ella se entrelazan adquieren una jerarquía y
jarse discretamente del marxismo. un sentido: uno de ellos pertenece en rigor al pasado, el otro al
futuro; éste crece y se desarrolla, aquél va debilitándose paula-
9. ESTRUCTURAS, PROCESOS, tinamente.
HISTORICIDAD CONCRETA Mas no sólo hay esto. Las clases, como ya lo vimos, no son
únicamente efectos pasivos de la infraestructura económica de
Tal como hemos venido viéndolo, las clases son definibles, la sociedad sino que, a través de los niveles político e ideológi-
primero, en un nivel teórico altamente abstracto que es captado co, se convierten en verdaderos agentes sociales y, en este sen-
por el concepto modo de producción; luego son aprehensibles tido, tienen una historia, su propia historia. Así, gran parte de los
en un plano más concreto, cuando las estudiamos organizadas y “campesinos” protagonistas del movimiento revolucionario me-
redefinidas por su articulación específica en una formación so- xicano de la década de 1910, por ejemplo, eran ya “peones” asa-
cial. Pero todavía hay algo más, que debemos señalar: las clases lariados o por lo menos semiasalariados. Ateniéndose a estos
no forman parte de una realidad estática, sino de totalidades or- solos datos, hasta sería posible demostrar que en los años de la
gánicas en movimiento; es decir, de estructuras que son al mis- revolución el “proletariado” ya era el grupo predominante entre
mo tiempo procesos. Y es este movimiento histórico, precisa- los pobres del campo. Sin embargo, ¿cómo explicarse la ideolo-
mente, el que confiere sentido a su articulación. gía y el comportamiento político de los dos grandes movimien-
Lenin escribe, por eso, lo que sigue, refiriéndose al problema tos agraristas de la época si no se tiene en consideración el he-
planteado en el texto de la cita 28: cho de que aún aquellos “asalariados” que los integraban no
“...En el campo ruso coexisten dos tipos de contradicciones constituían todavía un proletariado en sentido estricto sino más
de clase: en primer lugar, las contradicciones entre los obreros bien, en su historicidad concreta, un campesinado en curso de
agrícolas y los patronos rurales; en segundo lugar, las contradic- proletarización?
ciones entre todo el campesinado y toda la clase de los terrate- Ejemplos como el precedente podrían multiplicarse al infini-
nientes. La primera contradicción crece y se desarrolla; la se- to; mas, lo que nos interesa recalcar es sólo una cuestión teóri-
gunda se va debilitando poco a poco. La primera pertenece toda co–metodológica: sin la recuperación de dicha historicidad, el
ella al futuro; la segunda, en medida considerable, al pasado” 33. análisis marxista corre el riesgo de no poder cumplir con una de
sus finalidades primordiales: la explicación cabal de los proce-
32 Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, Ed.
sos históricos concretos.
Progreso, Moscú, 1977, p. 103.
33 El partido obrero y el campesinado, en La alianza de la clase obrera y
el campesinado, ed. cit., p. 59.
36 Agustín Cueva La teoría marxista 37

es tan clásica que Marx no deja de evocarla en el 18 Brumario:


10. FRACCIONES Y ESTRATOS DE CLASE “Orleanistas y legitimistas se encontraron en la república los
unos junto a los otros y con idénticas pretensiones. Si cada par-
El análisis de la estructura de clases en una formación social te quería imponer frente a la otra la restauración de su propia
dada presenta un problema más, derivado del hecho de que las dinastía, esto sólo significaba una cosa: que cada uno de los dos
clases, como ya se indicó, no son conjuntos absolutamente ho- grandes intereses en que se divide la burguesía –la propiedad
mogéneos, sino que en su seno se presentan subdivisiones o dis- del suelo y el capital– aspiraba a restaurar su propia supremacía
continuidades importantes, que generan toda una gama de con- y la subordinación del otro. Hablamos de dos intereses de la
tradicciones secundarias (o sea, no antagónicas estructural- burguesía, pues la gran propiedad del suelo, pese a su coquete-
mente hablando), que no obstante pueden convertirse en factor ría feudal y a su orgullo de casta, estaba completamente abur-
de primera importancia en determinadas coyunturas históricas, guesada por el desarrollo de la sociedad moderna” 34.
cuando se desencadena una crisis de hegemonía por ejemplo (c) Otro factor muy importante, que ha venido perfilándose
(con la consiguiente exacerbación de aquellas contradicciones entre los anteriores, es el de la articulación de la burguesía con
en el seno de la burguesía). determinada fase del capitalismo. La división de la burguesía en
El problema de las fracciones de clase sólo puede resolverse monopólica y no monopólica tiene por supuesto que ver con di-
mediante el análisis concreto de cada formación social; aquí nos cho factor y remite al problema de las relaciones con el impe-
limitaremos, por lo tanto, a ofrecer algunas indicaciones de or- rialismo y al de determinar la existencia o no de una burguesía
den general tomando como punto de referencia las formaciones nacional, así como la índole y grado de su “nacionalismo” (allí
capitalistas. donde este todavía se da, caso cada vez menos frecuente).
a) Un primer factor determinante de la formación de fraccio- (d) A nuestro juicio, no cabe hablar de fracciones de clase, en
nes de clase es, en lo que a la burguesía se refiere, el de las dis- el sentido estricto del término, cuando se trata de divisiones que,
tintas formas de existencia del capital. La ubicación de éste co- según el decir de Poulantzas, “sólo se descubren a nivel políti-
mo capital productivo, capital mercancías o capital dinero tien- co” 35. Este autor piensa lo contrario, y en favor de su tesis adu-
de a crear, en la fase premonopólica, sendas fracciones de clase ce el ejemplo de la “fracción burguesa republicana” a la que se
que son la burguesía industrial, la burguesía comercial y la bur- refiere Marx en el 18 Brumario; mas, una lectura atenta de ese
guesía financiera. texto clásico demuestra que el término fracción, en este caso
b) En el mismo nivel de análisis resulta relevante también la concreto, no tiene más alcance teórico que la palabra “pandilla”
contradicción que puede generarse entre los titulares de la renta que viene a continuación:
del suelo y los del capital propiamente tal, siempre en la fase “No se trata –escribe Marx– de una fracción de la burguesía
premonopólica o con respecto a sectores asimilables a ella. En mantenida en cohesión por grandes intereses comunes y deslin-
el caso latinoamericano esta división sirvió de criterio para mar- dada por condiciones peculiares de producción, sino de una
car el parteaguas entre la denominada “oligarquía” y la burgue- pandilla de burgueses, escritores, abogados, oficiales y funcio-
sía tout court, aunque en la realidad histórica dicha división nun-
ca fue tan tajante como la teoría hacía suponer. De todos modos, 34 El dieciocho Brumario, OE, I, 432.
la contradicción secundaria entre la renta del suelo y el capital 35 Op. cit., p. 99.
38 Agustín Cueva La teoría marxista 39

narios de ideas republicanas, cuya influencia descansaba en las teoría marxista que para el caso de la burguesía. Lenin, por
antipatías personales del país contra Luis Felipe, en los recuer- ejemplo, escribe lo siguiente:
dos de la antigua república, en la fe republicana de un cierto nú- “Sólo una clase determinada, a saber, los obreros urbanos y
mero de soñadores, y sobre todo en el nacionalismo francés, cu- en general los obreros fabriles, los obreros industriales, está en
yo odio contra los tratados de Viena y contra la alianza con In- condiciones de dirigir a toda la masa de trabajadores y explota-
glaterra atizaba constantemente a esta fracción” 36. dos en la lucha por derrotar el yugo del capital, en el proceso
Además, de seguirse consecuentemente el criterio de Pou- mismo de su derrocamiento, en la lucha por mantener y conso-
lantzas, tendríamos que el proletariado, por ejemplo, compren- lidar el triunfo, en la creación del nuevo régimen social, del ré-
de tantas “fracciones de clase” como formaciones ideológi- gimen socialista, en toda la lucha por la supresión completa de
co–políticas existan en su seno. Lo cual confundiría las cosas, las clases” 38.
en lugar de aclararlas. Este pasaje podría ser interpretado, por supuesto, en el senti-
(e) El único caso en que el monto de la “riqueza” y los ingre- do de que sólo aquellos obreros constituyen el proletariado, que
sos adquiere relevancia como indicador de estratificación y Lenin distinguiría, como siempre, de la “masa de trabajadores y
eventual fraccionamiento en el seno de una clase es tratándose explotados”, o sea, del pueblo en general. Sin embargo, el pro-
de la pequeña burguesía. Pero ello obedece a la situación espe- blema no es tan simple: ¿por qué Lenin emplearía, entonces, la
cífica de esta clase (de “transición”), cuya dinámica de disolu- expresión obreros urbanos? Bien se podría entender que este úl-
ción se busca captar con dicho indicador. En suma, no se trata timo término está destinado a señalar una diferencia entre pro-
de descubrir su estratificación presente per se, sino en función letariado urbano y proletariado rural y sacar la conclusión de
de la tendencia a la proletarización o hacia el aburguesamiento que ciertas sobredeterminaciones que pesan sobre el segundo lo
que pueda revelar. En el caso del agro, ello puede darnos una convierten en una fracción de clase que necesita la dirección
medida (si el análisis es dinámico) del grado de descomposición ideológica del primero.
del campesinado. (h) Además, queda pendiente el problema de los asalariados
(f) En el caso de la pequeña burguesía también puede esta- del sector comercial, a cuyo problemático estatuto se refirió
blecerse una diferenciación según las situaciones estructurales Marx en algunos pasajes de El capital. De admitirse, como pa-
en que ella se genera: la producción artesanal, el pequeño co- rece lo más acertado, que ellos también forman parte del prole-
mercio y la producción pequeño–campesina. Criterio que ad- tariado 39, de hecho constituirían una fracción del mismo. Marx
quiere relevancia en la medida en que el desarrollo siempre de- señala, justamente, que entre los obreros asalariados del sector
sigual del capitalismo produce efectos diferenciadores sobre ca-
da uno de aquellos sectores. 38 Una gran iniciativa, OE, 3, 227.
(g) En lo que concierne al proletariado, el problema de las 39 Hecho sobre el cual está lejos de haber acuerdo en el marxismo. Mao,
fracciones o estratos 37 parece estar mucho menos definido en la por ejemplo, ubica a los dependientes de comercio entre el semiproletaria-
do, atendiendo especialmente a su nivel de vida (Cf. Análisis de las clases
de la sociedad china, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1968, p. 9 y
36 El dieciocho Brumario, OE, I, 417. ss.). Poulantzas, por su parte, los ubica entre la pequeña burguesía, en razón
37 Sobre la diferencia entre fracciones y estratos de clase, véase Poulant- de su ideología (Cf. Fascismo y dictadura, Siglo XXI, México, 1971, p. 278
zas, op. cit., p. 98 y ss. y ss.).
40 Agustín Cueva La teoría marxista 41

comercial y “los obreros empleados directamente por el capital las discontinuidades étnico–culturales, la diferenciación por se-
industrial tiene que mediar necesariamente la misma diferencia xos y demás. Divisiones todas de suma importancia, puesto que
que entre el capital industrial y el capital comercial y la que casi siempre marcan límites por los que se perfila la sobreexplo-
existe, por lo tanto, entre el capitalista industrial y el comercian- tación de amplios sectores de la clase obrera, pero que a nues-
te” 40. En términos similares podría plantearse el problema de tro parecer no constituyen exactamente fracciones de clase en la
los asalariados del sector financiero y de aquellas actividades medida en que su heterogeneidad no arranca de la estructura de
que contribuyen a la realización de la plusvalía (la publicidad, la matriz económica; sino que son varias de las múltiples estra-
por ejemplo) 41. tificaciones originadas en niveles secundarios de lo económico
(i) Hay ciertos efectos secundarios de lo económico –el mon- o en sobredeterminaciones de tipo superestructural.
to de las remuneraciones en este caso– que puede llegar a crear
un estrato superior diferenciado en el seno del proletariado. Más 11. EL PROBLEMA DE LAS “CLASES MEDIAS”:
concretamente: cuando sobre la base de esta diferenciación pro- LA PEQUEÑA BURGUESÍA
duce efectos la ideología burguesa, ocurre la formación de ese
estrato al que Lenin denominó “aristocracia obrera”. El término de “clase” o “clases medias”, cuyo uso en singu-
Este estrato, que como el propio Lenin lo señala, surge en los lar o plural, indistintamente, por sí mismo denuncia cierta am-
países imperialistas donde las “ganancias monopolistas eleva- bigüedad conceptual, ha sido objeto de múltiples controversias
das... engendran la posibilidad económica de -sobornar a las ca- y, en la sociología no marxista, ha servido de cajón de sastre en
pas superiores del proletariado” 42, puede desarrollarse también el que se juntan elementos tan disímiles como la mediana bur-
en los países dependientes, pero en condiciones muy particula- guesía, los pequeños capitalistas, los obreros que alcanzan cier-
res casi siempre ligadas con la presencia de capital imperialista to nivel de remuneración, los intelectuales, la tecnoburocracia,
(fue el caso de la “aristocracia obrera” de las minas de Chuqui- etcétera. Resulta inútil insistir en el esquema ideológico que ins-
camata y El Teniente en el Chile de la Unidad Popular, por pira tal “clasificación”, por lo general ligada a la teoría de la
ejemplo). “movilidad social”. Sobre su aplicación caricatural a América
(j) Queda desde luego la observación de Lenin en su famoso Latina quizá no haya mejor ejemplo que el ahora poco conoci-
texto de la cita 28, referente a que en el seno mismo del prole- do libro de J. J. Johnson, La transformación de América Latina.
tariado hay “sectores de un desarrollo mayor o menor, divisio- Surgimiento de los estratos medios 43, cuya lectura retrospectiva
nes de carácter territorial, profesional, a veces religioso”; a lo no deja de ser aleccionadora.
cual podríamos añadir (en el texto de Lenin hay un “etcétera”) Además, es justo reconocer que en los propios clásicos del
marxismo los términos “clases” o “estamentos medios” han si-
40 El capital, III, 286. do empleados con cierto margen de fluctuación. Sin embargo,
41 Cuestión sobre la que tampoco hay el menor acuerdo. Cf. por ejemplo, hay un primer punto que está muy claro: cuando Marx habla de
Nicos Poulantzas: Las clases sociales y el capitalismo actual, Siglo XXI, esas “clases” o “estamentos” jamás incluye en ellos a sectores
México, 1976, y la discusión que del mismo hace Erik Olin Wright, en op. tales como los intelectuales o la burocracia, los que por sí mis-
cit., sobre lo que el primero denomina “nueva pequeña burguesía” y el
segundo “proletariado”.
42 El imperialismo, fase superior del capitalismo, OE, I, 699 43 Ed. Solar Hachette, Buenos Aires, 1961.
42 Agustín Cueva La teoría marxista 43

mos no tienen en la teoría marxista, el estatuto de clase social. Sin embargo, no cabe hacerse una representación simplista
En segundo lugar, la tendencia predominante entre los clási- de la situación de “transitoriedad”. Si bien es cierto que la lógi-
cos va en el sentido de llamar “clases” o “estamentos medios” ca económica más gruesa del capitalismo va en el sentido de la
al grupo constituido por los pequeños industriales, los pequeños eliminación de la forma de producción mercantil simple y de la
comerciantes, los artesanos y los campesinos pequeño–produc- clase ligada a ella, no es menos cierto que en cada nueva fase
tores (en el Manifiesto por ejemplo). Sólo así puede entenderse, del desarrollo capitalista se abren nuevos espacios para esa for-
además, reflexiones como la siguiente, que son la base de todas ma de producción, aunque subsumidos formalmente al gran ca-
las conceptualizaciones marxistas sobre las “clases medias”: pital. Además, la lógica política del sistema puede perfectamen-
“Los estamentos medios –el pequeño industrial, el pequeño te generar contratendencias que, por ejemplo, permitan la sobre-
comerciante, el artesano, el campesino–, todos ellos luchan con- vivencia de una pequeña burguesía rural bastante más allá de lo
tra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales que la simple lógica económica del desarrollo del capitalismo
estamentos medios. No son, pues, revolucionarios, sino conser- en el agro lo habría permitido. La pequeña burguesía, no lo ol-
vadores. Más todavía, son reaccionarios, ya que pretenden vol- videmos, es frecuentemente utilizada como elemento amorti-
ver atrás la rueda de la historia. Son revolucionarios, únicamen- guador de la lucha de clases.
te por cuanto tienen ante sí la perspectiva de su tránsito inmi- Surgida de la forma de producción mercantil simple, la pe-
nente al proletariado, defendiendo así no sus intereses presen- queña burguesía incluye también, en su configuración concreta,
tes, sino sus intereses futuros, por cuanto abandonan sus propios a un sector social que no es propiamente productivo, sino que se
puntos de vista para adoptar los del proletariado” 44. origina en el plano de la circulación correspondiente a dicha for-
¿Por qué esta inminencia de ruina y esta oposición en princi- ma: el pequeño comercio. Todos estos sectores se constituyen
pio “reaccionaria” a la burguesía? Porque estos “estamentos”, a en clase, como ya lo vimos, por su forma de articulación en una
los que en otros textos de los clásicos se los llama con mayor formación social capitalista, y el límite que las diferencias de la
propiedad pequeña burguesía, en rigor no pertenecen al modo burguesía propiamente dicha, y en especial de los pequeños ca-
de producción capitalista, sino que se originan en una forma es- pitalistas con los que a menudo tiende a confundírseles, es el de
pecífica de producción: la forma de producción mercantil sim- su no inserción en las relaciones capital–trabajo asalariado:
ple. Y esta forma, siempre dependiente de algún modo de pro- “amplia masa de productores no envuelta directamente en la lu-
ducción fundamental (ver el numeral 3 de este trabajo), se ve cha entre el capital y el trabajo”, como dice Marx refiriéndose a
amenazada de ruina al enfrentarse a procesos tales como el rá- los campesinos parcelarios 45. La pequeña burguesía es pues
pido desarrollo de las fuerzas productivas y la concentración y aquella clase que se caracteriza por trabajar “por cuenta propia”
centralización del capital; procesos que tienden a disolver a la en su taller, su negocio o su finca, apoyándose en el trabajo per-
pequeña burguesía como clase y empujar a sus miembros hacia sonal del propietario y su familia y ocupando sólo de manera
las posiciones polares del modo de producción capitalista. Por eventual y secundaria personal extrafamiliar asalariado.
eso la pequeña burguesía es conceptualizada en el marxismo co- Esta situación estructural de la pequeña burguesía tiende, por
mo clase de transición. lo demás, a producir efectos ideológicos muy específicos como

44 Manifiesto del Partido Comunista, OE, I, 120. 45 La guerra civil en Francia, OE, I, 232.
44 Agustín Cueva La teoría marxista 45

los siguientes: gen a nivel superestructural, sea en la instancia jurídico–políti-


(a) La dificultad de percibir las relaciones sociales imperan- ca (caso de la burocracia), o bien en la ideológica (caso de los
tes en las formaciones capitalistas como relaciones de explota- intelectuales).
ción. La pequeña burguesía “no está en condiciones de compren- Gramsci, quien empleaba el término “intelectuales” para de-
der el carácter de clase de esta explotación y esta opresión, de signar tanto a los intelectuales propiamente tales como a los
las que sufre, a veces, no menos que el proletariado” (Lenin) 46, cuadros burocráticos, nos ha legado una nítida reflexión al res-
precisamente porque las sufre a través de los “modos de explo- pecto:
tación secundaria del capital” (ver el numeral 7 de este trabajo) “La relación entre los intelectuales y el mundo de la produc-
y no a través de una inserción directa en la lucha entre el capital ción no es inmediata, como ocurre con los grupos sociales fun-
y el trabajo. damentales, sino que pasa por la ‘mediación’ en grado diverso
(b) La dificultad, por la misma razón, de percibir el carácter de todo el tejido social, del mismo complejo superestructural del
de clase del Estado burgués, en el que la pequeña burguesía que los intelectuales son, precisamente, los ‘funcionarios’” 47.
tiende a ver más bien un poder “arbitral” y “protector”: “una au- Ahora bien, el hecho mismo de que los intelectuales –en el
toridad por encima de ellos, ... un poder ilimitado de gobierno sentido gramsciano del término– sean los “funcionarios” del
que los proteja de las demás clases y les envíe desde lo alto la complejo superestructural nos está señalando una cuestión im-
lluvia y el sol” (Marx, cita 13). portante: puesto que esa superestructura está compuesta por
(c) En fin, la persistente ilusión de “independencia” (repre- aparatos e ideologías de clases, tales “funcionarios” no están si-
sentación idealizada de la condición de pequeño propietario), tuados al margen de la estructura de clases de una sociedad de-
exacerbada por un temor a la proletarización que, manipulado terminada, sino integrados a ella de una manera específica y
por la ideología dominante, deriva a menudo en posiciones po- compleja: con “mediaciones” múltiples, para retomar la expre-
líticas abiertamente antiproletarias (en límite: procesos de fas- sión de Gramsci.
cistización). En el caso de la burocracia el problema se presenta, en una
primera aproximación, con bastante claridad: ella constituye el
12. LAS CAPAS O CATEGORÍAS SOCIALES: cuadro represivo–administrativo del máximo aparato encargado
INTELECTUALES y BUROCRACIA de asegurar la reproducción del sistema: el Estado. Situación es-
tructural que por sí misma nos está indicando ya el ligamen que
Queda por estudiar la situación de algunos grupos sociales necesariamente se establece entre la burocracia y la clase o cla-
específicos, como los intelectuales y la burocracia, que según la ses dominantes, más allá de los nexos empíricos que entre ellas
teoría marxista no constituyen clases sociales propiamente di- pueda existir (nepotismo; clientelismo, etcétera).
chas. Y no lo son, porque tales grupos, a los que puede denomi- Sin embargo, hay algunos elementos que deben tomarse en
narse capas o categorías, no se generan a nivel de la matriz eco- cuenta para un análisis más concreto de la inserción de la buro-
nómica de un determinado modo de producción, sino que sur- cracia en la estructura de clases:

46 Quiénes son los “amigos del pueblo” y cómo luchan contra los social- 47 Los intelectuales y la organización de la cultura, en Antonio Gramsci:
demócratas, Ed. Anteo. 3a. ed., Buenos Aires, 1973, p. 163. Cultura y literatura, Ed. Península, Madrid, 1967, pp. 34–35.
46 Agustín Cueva La teoría marxista 47

(a) La autonomía relativa de que goza la burocracia, la que En lo que se refiere a los intelectuales propiamente tales
incluso le permite actuar coyunturalmente en contra de tal o (aquellos cuya actividad social fundamental consiste en produ-
cual interés inmediato de la clase dominante, arbitrar las pugnas cir y transmitir ideas, imágenes y representaciones en general),
entre las diferentes fracciones de ésta, o hacer valer sus intere- importa tener presente que lo que decide en última instancia su
ses particulares de burocracia. Todo esto, dentro del límite es- ligamen con una clase determinada es la representación ideoló-
tructural arriba señalado. gica que ellos asumen, voluntaria o involuntariamente. Es la te-
(b) La situación diferenciada que puede crearse en el seno de sis formulada por Marx en este pasaje del 18 Brumario:
la burocracia, según se trate de los cuadros administrativos o de “Tampoco debe creerse que los representantes democráticos
los represivos propiamente tales: muy a grosso modo, entre las (del partido socialdemócrata; A.C.) son todos shopkeepers o
ramas civil y militar del aparato estatal. Esto explica, por ejem- gentes que se entusiasman con ellos. Pueden estar a un mundo
plo, por qué las fuerzas armadas proceden a la depuración de la de distancia de ellos, por su cultura y su situación individual. Lo
burocracia civil y de los aparatos ideológicos después de cada que los hace representantes de la pequeña burguesía es que no
golpe de Estado. van más allá, en cuanto a mentalidad, de donde van los peque-
(c) La estratificación interna de la burocracia, que crea dife- ños burgueses en modo de vida; que, por tanto, se ven teórica-
rencias a veces significativas, entre las “alturas” (o “cúspide”) y mente impulsados a los mismos problemas y a las mismas solu-
las bases. Lo cual no autoriza a denominar burguesía burocrá- ciones a que impulsan a aquellos, prácticamente, el interés ma-
tica a esa “cúspide” porque, o bien se trata de burgueses incrus- terial y la situación social. Tal es, en general, la relación que
tados en la burocracia (que siempre los hay, pero no configuran existe entre los representantes políticos y literarios de una cla-
una fracción burguesa específica), o bien se está hablando de al- se y la clase por ellos representada” 48.
tos cuadros que se enriquecen a costa del erario público pero Los intelectuales, entonces, aunque constituyen en cuanto ta-
que sólo devienen en burgueses cuando, invierten el “patrimo- les una capa social específica en las formaciones capitalistas 49,
nio” así adquirido, pasando entonces a definirse no ya por el están penetrados por las contradicciones de clase expresadas en
puesto burocrático que ocupan sino por el destino de lo que aho- la superestructura (las que, desde luego, impregnan también en
ra sí constituye un capital. mayor o menor medida a la burocracia). Incluso aquellos inte-
(d) El origen de la burocracia en sus distintos niveles, según lectuales cuyas actividades se desarrollan en el seno de institu-
las clases o capas sociales en que tal burocracia sea reclutada en ciones estatales o paraestatales –enseñanza, por ejemplo– están
cada formación social. Gramsci, por ejemplo, ha insistido mu- profundamente penetrados por dichas contradicciones.
cho en este asunto en textos como La cuestión meridional; sin Las tendencias ideológicas que se manifiestan entre los inte-
embargo, no debemos exagerar el alcance teórico y menos el
político de dicho reclutamiento, so pena de caer en errores ya 48 OE, I, 434.
clásicos como el de dividir a los ejércitos sudamericanos en 49 Queda el problema de saber si los intelectuales constituyen también una
“populares” y “aristocráticos”, cosa que ni es evidente ni pare- capa social específica en las formaciones precapitalistas. Según algunos au-
ce mayormente significativa. tores la constitución de esta capa estaría ligada al desarrollo del capitalismo.
Cf. por ejemplo el articulo sobre “intelectualidad” en el Diccionario de filo-
(e) Los efectos secundarios de lo económico: privilegios, ni- sofía marxista ya citado, o la distinción que establece el propio Gramsci en-
vel global de remuneraciones, etcétera. tre intelectuales “tradicionales” y “orgánicos”, en op. cit.
48 Agustín Cueva La teoría marxista 49

lectuales están por supuesto determinadas por múltiples facto- fica que la sociedad podría o debería existir sin la institución fa-
res: estatuto general del intelectual en la sociedad, desarrollo miliar, ni mucho menos, sino que, en el plano de la explicación
concreto de la lucha de clases, origen social predominante, efec- del movimiento histórico en su conjunto es teóricamente más
tos secundarios del nivel económico, etcétera. En los últimos adecuado tratar de hallar esa explicación a partir de la lucha de
años se ha comprobado también, y de un modo cada vez más clases que partiendo de la oposición entre familias o algo pare-
claro, que aquellas tendencias difieren enormemente según se cido.
trate de intelectuales del tercer mundo o de los países imperia- Ejemplo que por lo demás no es tan rebuscado que se diga.
listas. En el 18 Brumario, Marx trata precisamente de explicar la opo-
Por último, no debe olvidarse que la esfera ideológica goza sición entre “legitimistas” y “orleanistas” dentro de un esquema
de una autonomía relativa, la cual, en determinadas circunstan- de contradicciones de clases y fracciones de clases, en lugar de
cias, puede permitir que los intelectuales adquieran un peso pro- seguir el camino de la historiografía tradicional que seguramen-
pio y hasta sean capaces de generar subconjuntos ideológicos te habría intentado explicar las turbulencias de la Francia de en-
relativamente autónomos. tonces por la pugna entre las dos ramas de la familia real.
(c) La jerarquía señalada en el literal anterior implica, ade-
13. GRUPOS Y CONTRADICCIONES más, que dado su rango teórico las clases sociales sobredeter-
DE CARÁCTER SECUNDARIO minan a los demás grupos y categorías sociales, imprimiéndoles
modalidades específicas de existencia: marcándolas con un “se-
En los últimos tiempos se viene acusando insistentemente al llo de clase”, si cabe la expresión. Así por ejemplo, no es posi-
marxismo de ser un “reduccionismo clasista”. Esto nos obliga a ble imaginar un problema racial en el capitalismo que no esté
deslindar, con la mayor precisión posible, el lugar del concepto sobredeterminado por la estructura de clases, en mayor o menor
de clase en el interior de la teoría marxista. medida.
(a) Una primera aclaración: el marxismo jamás ha pretendi- Usamos en este caso el concepto de sobredeterminación pa-
do que la sociedad –ninguna sociedad– estuviese dividida ex- ra indicar una relación en que un nivel determina al otro, pero
clusivamente en clases, sin espacio para la existencia de otros sin que el nivel determinado sea un epifenómeno del determi-
grupos sociales de características peculiares. Justamente en el nante.
numeral anterior hemos señalado la presencia de capas o cate- (d) Las contradicciones que generan los grupos que no son
gorías sociales, pero es obvio que la cuestión no se agota allí. clases sociales han sido conceptualizadas en el marxismo como
Aunque no lo hayamos registrado, por no ser de interés inme- contradicciones secundarias. Lo importante es comprender que
diato para nuestros propósitos, los clásicos se han referido cen- esto no significa restarles trascendencia humana o moral, ni ne-
tenares de veces, si es que no millares, a otros grupos institui- gar la urgencia de su resolución, sino que tiene que ver con las
dos como la familia, por ejemplo. siguientes cuestiones muy precisas.
(b) Sin embargo, y a diferencia de la sociología burguesa, el Primero: esas contradicciones no arrancan de las estructuras
marxismo no cree que todos los grupos sociales posean igual es- básicas de ningún modo de producción. En efecto, no existe
tatuto teórico. ¿Qué significa exactamente esta afirmación? Pa- modo de producción alguno fundado en la explotación de la
ra seguir con el ejemplo precedente digamos que ello no signi- mujer, por ejemplo, por más que hasta ahora la mujer haya sido
50 Agustín Cueva La teoría marxista 51

“normalmente” superexplotada en todos los modos de produc-


ción clasistas. Lenin fue, por lo demás, muy sensible a este pro- 14. PODER DE CLASE, DOMINACIÓN, “HEGEMONÍA”
blema 50.
Segundo: por lo mismo, y por sí solas, dichas contradiccio- Las relaciones de clase son, como ya se ha visto, relaciones
nes no comprometen aquella configuración estructural ni son de explotación. Ahora bien, para que este tipo de relaciones se
susceptibles de explicar la evolución histórica de la misma. mantenga es necesario que simultáneamente exista una relación
Tercero: a partir de esas contradicciones no es posible conce- de poder, es decir, que la clase explotadora sea al mismo tiem-
bir una alternativa a dichas estructuras de base. El capitalismo, po una clase dominante.
por ejemplo, mal puede ser superado por un “modo de produc- El dominio o dominación de una clase sobre otra consiste,
ción indígena” o de “color”, aunque en América Latina no falta pues, en la disposición de los medios adecuados para el mante-
quien teorice en favor de un “socialismo moreno”. nimiento y la reproducción de ciertas estructuras basadas en de-
(e) Al no ser contradicciones estructurales propiamente di- terminada forma de extracción del excedente económico (domi-
chas, las de carácter secundario son difíciles de aprehender teó- nación conservadora) o en la disposición de los medios necesa-
ricamente en razón de su misma heterogeneidad. Es lo que ocu- rios para poner fin a tal tipo de estructuras (dominación revolu-
rre con la cuestión étnica 51, por ejemplo, que en la misma Amé- cionaria). Aquellos medios se concentran fundamentalmente en
rica varía enormemente de país a país y hasta de región a región. el Estado y, dentro de éste, en la capacidad de disponer en últi-
No es lo mismo el problema indígena en el altiplano andino que ma instancia de la fuerza concentrada y organizada.
en la selva amazónica, como tampoco se equipara ninguno de Lo anterior no significa que la dominación de clase, para ser
éstos con el problema de la discriminación contra la población tal, haya de expresarse de manera permanente y exclusiva a tra-
negra, que por su parte tampoco es igual en Brasil que en los Es- vés de la violencia. Significa que la clase dominante, para repro-
tados Unidos. Son problemas derivados de la historia de cada ducirse socialmente, tiene que controlar de modo regular un
formación social y de las modalidades concretas de desarrollo centro de comando desde el cual pueda incluso asegurar la re-
del capitalismo y en esa perspectiva tienen que ser estudiadas. producción coherente de su predominio ideológico que, de otro
(f) Ninguna de las dificultades anteriores puede desde luego modo, permanecería relativamente disperso y amorfo en el ám-
justificar el relativo descuido o por lo menos retraso que con bito de la “sociedad civil”.
respecto a estos problemas se registra en la tradición marxista, Por esto, resulta altamente erróneo oponer la “hegemonía” a
que tiene que estudiarlos no en sustitución del análisis riguroso la dominación, como si la primera excluyese a la segunda, cuan-
de clase sino justamente en la perspectiva de éste. do en realidad no es más que una forma de ésta. En efecto, lo
que Gramsci y la tradición gramsciana denominan “hegemonía”
no es sino un aspecto o momento de la dominación burguesa,
50 A título de ejemplo pueden verse sus reflexiones al respecto en Una allí donde ésta se ha reforzado a tal grado que ya no necesita re-
gran iniciativa, loc. cit., pp. 234–235. currir más que muy esporádica y limitadamente a la violencia;
51 De los pocos autores latinoamericanos que han tratado sistemáticamen-
por razones y en las condiciones que estudiaremos en el último
te el problema en los últimos tiempos podemos citar el libro de Luis Felipe capítulo de este libro. En tal caso estamos frente a formas “he-
Bate: Cultura, clases y cuestión étnico–nacional, Juan Pablos Editor, Méxi-
co. 1984.
gemónicas”, “consensuales”, democrático–burguesas de domi-
52 Agustín Cueva La teoría marxista 53

nación. Sin embargo, ello no significa que no haya puntos y momen-


Lo que conviene tener presente es que ni siquiera en los ca- tos de atenuación de las contradicciones de clase, con el consi-
sos de las democracias más avanzadas del mundo capitalista de- guiente apaciguamiento del ritmo y las formas de lucha. Lo cual
jan de existir la dominación y la explotación. Y no sólo hacia el puede ocurrir por múltiples razones que van desde la posición
exterior, o sea hacia los países dependientes, sino aun en las pro- que cada país ocupa en el seno de la cadena imperialista (ten-
pias áreas imperiales. Incluso en un ejemplo como el de Italia, dencia a la atenuación en el “centro”, tendencia a la agudización
donde el Partido Comunista se ufana de obtener cerca de un ter- en la “periferia”), hasta cuestiones de índole ideológico–cultu-
cio de la votación, es evidente que la burguesía sigue conservan- ral, pasando desde luego por la tradición histórica de cada for-
do el monopolio de la violencia reaccionaria, expresada en la mación social.
existencia de unas fuerzas armadas monolíticamente anticomu- Por lo demás, no cabe olvidar que la lucha de clases nunca se
nistas, imbuidas de la doctrina de la seguridad nacional e inte- da exclusivamente entre las clases fundamentales, sino que ocu-
gradas totalmente a la OTAN. Por lo demás, rayaría en el absur- rre en una estructura más compleja, en donde cada constelación
do la sola idea de pensar que por poseer un tercio de la votación histórica de contradicciones determina una matriz específica de
el PC podría controlar en igual proporción las fuerzas armadas, clases, entre las que tienden a constituirse bloques y alianzas
como absurdo sería imaginar que por idéntica razón la econo- que son los protagonistas más concretos de cada coyuntura.
mía italiana tendría que funcionar en sus dos tercios de acuerdo Una advertencia final. La lucha de clases es sin duda el “mo-
con las leyes del capitalismo y en el tercio restante según nor- tor de la historia”, pero dentro de ciertos parámetros históri-
mas socialistas. co–estructurales. Así, el proletariado está en capacidad de aca-
Las estructuras económicas de base y el poder en cuanto tal, bar con el sistema capitalista que le oprime, pero no de conse-
por definición no se comparten ni son negociables; hay un prin- guir cualquier cosa bajo ese régimen, dentro del cual tiene que
cipio de unicidad estructural que constituye la médula misma respetar, para comenzar, cierto nivel de la tasa de ganancia.
de cualquier modo de producción. Igualmente, las clases trabajadoras de los países dependientes
pueden y deben acabar con el imperialismo, pero no pueden, ni
15. NOTA FINAL SOBRE LA LUCHA DE CLASES de lejos, lograr bajo ese régimen condiciones de vida análogas
a las de los trabajadores de los países “centrales”. Hay paráme-
El principio que acabamos de señalar es justamente el que tros que se pueden destruir, pero nunca rebasar sin esa destruc-
asigna posiciones estructurales estables a las clases fundamen- ción.
tales de cada modo de producción, las que por lo tanto no pue-
den alterar su condición de explotadoras y explotadas, de domi-
nadoras y dominadas, como no sea mediante una ruptura es-
tructural. Es a este hecho al que se denomina relación antagó-
nica y es esa tensión (tendencia a la ruptura) la que impulsa el
movimiento de la historia. Por eso es lícito afirmar que las cla-
ses sociales sólo existen a través de su lucha e incluso que los
conceptos de clases sociales y lucha de clases son inseparables.
La teoría marxista 55

II. CLASES SOCIALES Y


PROPIEDAD

Propiedad económica o real, propiedad jurídica o formal,


apropiación real, posesión, tenencia o “detentación”: he ahí
unos cuantos conceptos muy utilizados por la ciencia social
contemporánea, pero cuyo contenido y alcance teóricos distan
mucho de estar claramente delimitados. Hay más bien en este
campo una gran ambigüedad, que tal vez no sea sino el trasun-
to de un intento de revisión y eventual impugnación del concep-
to marxista de propiedad y sobre todo de su carácter decisivo
para la explicación de las estructuras sociales clasistas.
Con el fin de esclarecer esta importante cuestión realizare-
mos aquí una discusión, aunque sea somera, de las tesis de algu-
nos autores, comenzando por las de Pierre–Philippe Rey, quien
niega, pura y llanamente, que el concepto de propiedad sea una
categoría perteneciente al ámbito de la infraestructura económi-
co–social. Después analizaremos los problemas derivados de la
distinción entre propiedad y “apropiación real”, tal como la for-
mula Etienne Balibar; luego pasaremos al examen del desplaza-
miento que Charles Bettelheim efectúa a través de los conceptos
de apropiación real, posesión y control, para construir una teo-
ría de la estructura social a nuestro juicio bastante controvertible
y que no deja de recordar la conceptualización de un Ralf Dah-
56 Agustín Cueva La teoría marxista 57

rendorf, por ejemplo, a la cual también nos referiremos. En fin, da por “la forma económica específica en que se arranca al pro-
antes de exponer nuestras propias tesis nos detendremos a exa- ductor directo el trabajo sobrante”. Frase textual de Marx, que
minar algunos textos de Nicos Poulantzas sobre el arrendamien- Rey extrae del siguiente pasaje, harto conocido, de El capital:
to, con el objeto de mostrar la distancia que separa a sus tesis de “La forma económica específica en que se arranca al produc-
las de Lenin, en quien sin embargo dice inspirarse. tor directo el trabajo sobrante no retribuido determina la relación
de señorío y servidumbre tal como brota directamente de la pro-
1. RELACIONES DE PRODUCCIÓN, ducción y repercute, a su vez, de un modo determinante sobre
PROPIEDAD Y CLASES SOCIALES: ella. Y esto sirve luego de base a toda la estructura de la comu-
PIERRE – PHILIPPE REY Y LAS TESIS DE MARX nidad económica, derivada a su vez de las relaciones de produc-
ción y con ello, al mismo tiempo, su forma política específica.
Como ya lo enunciamos, el interés de las tesis de Rey con- La relación directa existente entre los propietarios de las condi-
siste en que se ubican en una posición de radical beligerancia ciones de producción y los productores directos –relación cuya
frente a lo que el autor denomina: forma corresponde siempre de un modo natural a una determina-
“... la tradición marxista, constituida después de la muerte de da fase de desarrollo del tipo de trabajo y, por tanto, a su capaci-
Marx, y que ha identificado, sin razón alguna, sin que se pueda dad productiva social– es la que nos revela el secreto más recón-
hallar el origen de esta identificación en ningún lugar de El ca- dito, la base oculta de toda la construcción social y también, por
pital, relaciones de producción y relaciones de propiedad” 1. consiguiente, de la forma política de soberanía y dependencia,
Cuestión que para Rey no es más que una tergiversación o un en una palabra, de cada forma específica de Estado” 3.
craso error, ya que, según su interpretación: Texto que Rey comenta arguyendo que:
“... las relaciones de propiedad, aunque se trate de la propie- “... poco importa que Marx designe a la clase que se apropia
dad de los medios de producción, no son en modo alguno rela- del trabajo ajeno como ‘la propietaria de los medios de produc-
ciones de producción, sino sólo relaciones jurídicas; pertenecen, ción’. Esto manifiesta, simplemente, que en los dos ejemplos de
pues, a la ‘superestructura’. Lo cual quiere decir que es teórica- modos de producción que Marx tiene en mientes en ese momen-
mente concebible acometer contra las relaciones de propiedad, to, la clase explotadora (feudal o capitalista) es en cierto mo-
es decir contra los efectos, sin acometer contra la causa, esto es, mento de la historia de estos modos de producción, de una u otra
la relación de producción...” 2. manera..., propietaria de los medios de producción. Lo cual no
Las relaciones de propiedad serían, entonces, simples efectos debe ocultar el hecho esencial, que es la extorsión del trabajo,
superestructurales –jurídicos en este caso– de una relación de ‘secreto más recóndito, base oculta de toda la construcción so-
producción determinante que de ninguna manera consistiría en cial’ y en relación al cual todo, incluida la propiedad, debe ocu-
la propiedad económica real de la que tradicionalmente han ha- par su lugar y desempeñar su función” 4.
blado los marxistas, sino en una relación muy distinta, constitui- Afirmación, esta última, desde todo punto de vista incuestio-
nable. Digamos desde ahora, anticipando una observación que
1 Pierre–Philippe Rey: Los alliances de classes. “Sur l’articulation das
modes de production” suivi de “Matérialisme historique et lutte de clas-
ses”. François Maspero, París, 1913, p. 99. 3 El capital, FCE, vol. III. p. 733.
2 Op. cit., pp. 99–100. 4 Op. cit., p. 101.
58 Agustín Cueva La teoría marxista 59

luego formularemos a Bettelheim, que una “apropiación” parti- Ahora bien, este proceso previo (punto de partida y no resul-
cular de los medios de producción que no permita que quienes tado) nada tiene de meramente “jurídico” y “superestructural”,
la realizan se apropien del excedente generado por los produc- sino que es, a no dudarlo, el proceso económico real de consti-
tores directos se parecerá a todo menos a la propiedad capitalis- tución de un tipo de propiedad privada sin la cual resulta abso-
ta, del mismo modo que los supuestos “apropiantes” serán todo lutamente incomprensible la existencia del modo de producción
lo que se quiera, salvo una burguesía. capitalista. Y no se trata de un dato “prehistórico”, del que el
Mas, el problema planteado por el razonamiento de Rey no análisis “estructural” posterior podría en rigor prescindir, sino
estriba en esto. Lo que se trata de saber en última instancia, es de un elemento estructurante de base, “premisa” que se repro-
si esa relación de propiedad de que habla Marx es en verdad una duce y acentúa a medida que se desarrolla el modo capitalista de
contingencia, que aparece únicamente en virtud de los “ejem- producción:
plos” que Marx tenía en mientes en cierto momento de su refle- “El régimen del capital presupone el divorcio entre los obre-
xión (como hubiera podido tener otros), o si por el contrario di- ros y la propiedad sobre las condiciones de realización de su
cha relación es un elemento constitutivo de determinadas es- trabajo. Cuando ya se mueve por sus propios pies, la produc-
tructuras económico–sociales, generador de relaciones de clase ción capitalista no sólo mantiene este divorcio, sino que lo re-
y por lo tanto de explotación. produce y acentúa en una escala cada vez mayor. Por tanto, el
Nuestra opinión es la de que, sin salir de El capital al que proceso que engendra el capitalismo sólo puede ser uno: el pro-
Rey apela, resulta fácil demostrar que la tesis de este autor ca- ceso de disociación entre el obrero y la propiedad sobre las
rece de todo asidero. En efecto, si aceptamos la interpretación condiciones de su trabajo, proceso que de una parte convierte
de que es “la forma en que se arranca al productor directo el tra- en capital los medios sociales de vida y de producción, mientras
bajo sobrante” el fundamento último de las relaciones de pro- de otra parte convierte a los productores directos en obreros
ducción, simplemente caemos en ese círculo vicioso al que se asalariados” 6.
refiere Marx en el capitulo consagrado a la acumulación origi- Por lo tanto, la propiedad privada de los medios de produc-
naria: ción no es sólo el elemento que ha engendrado históricamente
“Hemos visto cómo se convierte el dinero en capital, cómo al capital y el trabajo asalariado, sino también el elemento es-
sale de éste la plusvalía y cómo la plusvalía engendra nuevo ca- tructural que sigue engendrándolos, es decir, produciendo y re-
pital. Sin embargo, la acumulación de capital presupone la plus- produciendo relaciones de clase. Lo cual es válido, por lo de-
valía, la plusvalía la producción capitalista y ésta la existencia más, para todo modo de producción clasista. Por eso escribe
en manos de los productores de mercancías de grandes masas de Marx, de manera inequívoca:
capital y fuerza de trabajo. Todo este proceso parece moverse “El trabajo excedente no fue inventado por el capital. Don-
dentro de un círculo vicioso, del que sólo podemos salir dando dequiera que una parte de la sociedad posee el monopolio de los
por supuesta una acumulación ‘originaria’ anterior a la acumu- medios de producción nos encontramos con el fenómeno de que
lación capitalista...; una acumulación que no es resultado, sino el trabajador, libre o esclavizado, tiene que añadir al tiempo de
punto de partida del régimen capitalista de producción” 5. trabajo necesario para poder vivir una cantidad de tiempo suple-

5 El Capital, ed. cit., vol I, p. 607. 6 El Capital, ed. cit., vol. I, p. 608.
60 Agustín Cueva La teoría marxista 61

mentario, durante el cual trabaja para producir los medios de vi- veles específicos del todo social: el de las relaciones técnicas de
da destinados al propietario de los medios de producción, dan- producción y el de las relaciones sociales de producción (que en
do lo mismo que este propietario sea el aristócrata ateniense, el algunos textos soviéticos, por ejemplo, aparecen con el nombre
teócrata etrusco, el civis romanus, el barón normando, el escla- de modo de producción tecnológico y modo de producción so-
vista norteamericano, el boyardo de la Valaquia, el terratenien- cial, respectivamente) 10.
te moderno o el capitalista” 7. El problema de la conceptualización de Balibar no radica por
En fin, y para centramos en el problema que aquí nos intere- lo tanto en la distinción entre una esfera técnica (donde final-
sa más de cerca, recordemos que Marx y Engels, para no hablar mente parece ubicarse su concepto de apropiación real) y una
de Lenin, siempre que definieron explícitamente las clases lo hi- esfera social (donde se ubica su concepto de propiedad), sino en
cieron a partir del concepto de propiedad: la forma en que el autor concibe tanto la “apropiación real” co-
“Los propietarios de simple fuerza de trabajo, los propieta- mo las vinculaciones de ésta con las relaciones sociales de pro-
rios de capital y los propietarios de tierras, cuyas respectivas ducción y en particular de propiedad. Contrariamente a lo que
fuentes de ingresos son el salario, la ganancia y la renta del sue- Balibar piensa, la novedad de su reflexión no consiste en haber
lo, es decir, los obreros asalariados, los capitalistas y los terra- efectuado un riguroso deslindamiento entre campos hasta en-
tenientes, forman las tres grandes clases de la sociedad moder- tonces mal delimitados, sino más bien en haber realizado el mo-
na, basada en el régimen capitalista de producción” (Marx) 8. vimiento opuesto, que toma equívocas las fronteras de aquellos
“Por burguesía se comprende a la clase de los capitalistas campos.
modernos, que son los propietarios de los medios de producción En efecto, Balibar define por un lado la propiedad económi-
social y emplean trabajo asalariado. Por proletarios se compren- ca de los medios de producción como el “poder de consumirlos
de a la clase de los trabajadores asalariados modernos, que, pri- productivamente..., como medios de apropiación del trabajo ex-
vados de medios de producción propios, se ven obligados a ven- cedente” 11 (definición aceptable, al menos en lo que a la propie-
der su fuerza de trabajo para poder existir” (Engels) 9. dad privada se refiere), y por otro nos habla de la apropiación
Aclarado lo cual podemos abocarnos a la tarea no tan simple real, que sería la “capacidad del productor directo para poner en
de esclarecer el concepto marxista de propiedad y sus alcances. acción (mettre en oeuvre) los medios de producción sociales” 12.
Ahora bien, todo el problema estriba en la ambigüedad de es-
2. PROPIEDAD Y “APROPIACIÓN REAL”: ta segunda definición, que para comenzar emplea una expresión
LA CONCEPTUALIZACIÓN DE E. BALIBAR verbal como mettre en oeuvre que por igual puede significar po-
ner en funcionamiento o hacer funcionar, en el sentido estricta-
Antes de analizar la tesis de este autor conviene recordar que mente técnico, que utilizar o explotar, en un sentido que impli-
el materialismo histórico ha diferenciado siempre estos dos ni-
10 V. gr., el artículo sobre “modo de producción” en el Diccionario mar-
7 El Capital, ed. cit., vol. I, pp. 180-181. xista de filosofía de I. Blauberg et al., ya citado.
8 El Capital, ed. cit., vol. III, p. 817. 11 “Sur les concepts fondamentaux du matérialisme historique”, en: Louis
9 Nota de Engels a la edición inglesa del Manifiesto del Partido Comunis- Althusser, Etienne Balibar: Lire le Capital, t. II, Petite Collection Maspero,
ta (1.888). CF. Obras Escogidas de Marx y Engels, Ed. Progreso, Moscú, París, 1970, p. 121.
1971, t. I, p. 19. 12 Op. cit., p. 97.
62 Agustín Cueva La teoría marxista 63

ca ya cierto grado de posesión. Tan es así que mientras, como se la cual tiene el derecho de posesión 15.
verá después, Balibar parece emplear dicha expresión en el pri- Parece, en todo caso, que Balibar entiende por “apropiación
mer sentido, autores como Bettelheim o Poulantzas la emplean real” la capacidad técnica de poner en acción los medios de pro-
en el segundo, identificando plenamente apropiación real y po- ducción, puesto que la define como una relación entre tres ele-
sesión: mentos únicamente: trabajador directo, medios de trabajo, obje-
“De una manera general, la posesión está constituida por la to de trabajo, prescindiendo, por ende, del no trabajador (pro-
capacidad de poner en acción los medios de producción” (Bet- pietario). Además, es lo que parece desprenderse de una afirma-
telheim) 13. ción como la de que en el modo de producción capitalista “el
“La relación de apropiación real –o de posesión– del trabaja- trabajador como individuo humano está ‘separado’ de toda ca-
dor directo..., lo cual puede designarse como la posibilidad o pacidad para poner en acción, por sí solo, los instrumentos del
no..., para el trabajador directo de poner en obra los medios de trabajo social; ha perdido la habilidad del oficio, que no corres-
producción sin la intervención del no trabajador” (Poulantzas) 14. ponde ya a la naturaleza de los medios de trabajo” 16.
Y es que, al no señalar con precisión de qué capacidad está Pero decíamos que sólo parece ser así, puesto que en otros
hablando, el propio Balibar abre las puertas a toda suerte de pasajes de su obra Balibar recae de nuevo en la ambigüedad,
equívocos, que en última instancia remiten a la no distinción de precisamente cuando pretende deslindar las relaciones de pro-
estas dos series de efectos: los originados en determinado desa- piedad de las de “apropiación real”. Así por ejemplo al retomar
rrollo de las fuerzas productivas y los provenientes de determi- estos dos textos de El Capital:
nadas relaciones sociales de producción, cuya raíz está en la “En la apropiación individual de objetos de la naturaleza, el
propiedad. trabajador se controla inicialmente a sí mismo; más tarde, es
De ahí que, a la pregunta de si el siervo feudal, por ejemplo, controlado por otro”.
estaba o no en capacidad de poner en acción los medios de pro- Y: “La apropiación de este trabajo por el capital”.
ducción en los dominios del señor sin la intervención de éste, Textos que Balibar comenta enseguida en estos términos:
resulta imposible contestar afirmativa o negativamente sin que “El segundo ‘Aneignung’ (apropiación) designa una relación
antes se precise de qué tipo de capacidad se trata. Pues es tan de propiedad... Pero el primero no designa una relación de pro-
evidente que el siervo sí tenía la capacidad técnica para hacer- piedad: pertenece al análisis de lo que Marx denomina ‘proceso
lo, como que carecía de la capacidad social (propiedad o al me- de trabajo, o más bien, él sitúa el análisis de este proceso de tra-
nos posesión) para ello. No es entonces un azar el que el ejem- bajo como parte del análisis del modo de producción. No hace
plo clásico con el que se ilustra la “apropiación real” por parte intervenir en absoluto al capitalista en cuanto propietario, sino
del trabajador directo sea precisamente el del pequeño produc- sólo al trabajador, los medios de producción y el objeto de tra-
tor propietario de medios de producción o, en el mejor de los bajo” 17.
casos, el del siervo en “su” parcela, es decir, en la parcela sobre
15 Al respecto puede verse, por ejemplo, la ponencia de N. Poulantzas so-
13 Charles Bettelheim: Cálculo económico y formas de propiedad, Ed. bre “Las clases sociales”, en F. Fernández et al.: Las clases sociales en Amé-
Siglo XXI, México, 1972, p. 85. rica Latina, Ed. Siglo XXI, México, 1975, pp. 98–99 y 156.
14 Nicos Poulantzas: Fascismo y dictadura, Ed. Siglo XXI, México, 1971, 16 Op. cit., pp. 98–99.
p. 318. 17 Op. cit., p. 96.
64 Agustín Cueva La teoría marxista 65

Cabe preguntar a Balibar: ¿cuándo es que Marx no hace in- Marx, al decir que:
tervenir al capitalista como propietario? Ciertamente no en la “El proceso de trabajo es tal, en el modo de producción capi-
primera parte del primer texto, ya que hasta ese momento no talista, que el trabajo individual no puede poner en acción los
hay capitalista: Marx se refiere al trabajador propietario de los medios de producción de la sociedad, que son los únicos que
medios de producción. Pero claro que sí en la segunda parte, pueden funcionar como tales. Sin el ‘control’ del capitalista, que
pues ese otro (autrui en la traducción de Balibar) que luego apa- es un momento técnicamente indispensable del proceso de tra-
rece es precisamente el capitalista en cuanto propietario de los bajo, éste no posee la adecuación (Zweckmässigkeit) indispen-
medios de producción. Marx, está sin duda señalando el efecto sable para que sea trabajo social. La adecuación propia del mo-
de una relación de propiedad sobre el proceso de trabajo, como do de producción capitalista implica la cooperación y la división
lo corroboran otros pasajes de (El Capital en donde demuestra de funciones de control y ejecución” 19.
que el capitalista convierte en propiedad suya incluso las nue- Lo cual nos lleva a plantear otro problema de fondo que tam-
vas “potencias espirituales” de producción: poco Balibar esclarece: el del sujeto histórico de aquella “sepa-
“Lo que los obreros parciales pierden, se concentra, enfren- ración”. Escribe el autor, en un texto ya citado parcialmente:
tándose con ellos, en el capital. Es el resultado de la división “La dificultad de Marx para pensar la distinción de las dos
manufacturera del trabajo el erigir frente a ellos, como propie- relaciones (de propiedad y de apropiación real, AC) en ciertos
dad ajena y poder dominador (subrayado por Marx), las poten- textos de retrospectiva histórica se explica por la forma particu-
cias espirituales del proceso material de producción. Este pro- lar que ellas revisten en el modo de producción capitalista. En
ceso de disociación comienza con la cooperación simple, don- efecto, una y otra pueden ser caracterizadas en este modo de
de el capitalista representa frente a los obreros individuales la producción por una ‘separación’: el trabajador está ‘separado’
unidad y la voluntad del cuerpo social del trabajo. El proceso si- de todos los medios de producción, desprovisto de toda propie-
gue avanzando en la manufactura, que mutila al obrero, al con- dad (salvo la de su fuerza de trabajo); pero al mismo tiempo el
vertirlo en obrero parcial. Y se remata con la gran industria, trabajador como individuo humano está ‘separado’ de toda ca-
donde la ciencia es separada del trabajo como potencia indepen- pacidad para poner en acción por sí solo los instrumentos del
diente de producción y aherrojada al servicio del capital” 18. trabajo social; ha perdido la habilidad del oficio, que no corres-
Con lo cual tocamos un problema que es necesario aclarar, ya ponde ya a la naturaleza de los medios de trabajo; el trabajo ya
que Balibar lo vuelve confuso en vez de precisado. Pregunta- no es, como dice Marx, su ‘propiedad’” 20.
mos: ¿si ese control del que habla el autor no es el efecto de una Y es cierto que el obrero aislado, “como individuo humano”,
relación de propiedad, entonces qué es? Más concretamente: ¿a a partir de cierto momento histórico ya no está en capacidad téc-
qué título el capitalista ejerce tal control? ¿En cuanto portador nica de hacer funcionar por sí solo los instrumentos del trabajo
de determinado “espíritu” o “racionalidad”, como en la óptica social, a la manera del antiguo artesano por ejemplo. Este es sin
weberiana? ¿Como momento técnicamente indispensable del duda un efecto técnico del desarrollo de las fuerzas productivas
proceso de producción? Infortunadamente, Balibar parece optar que debemos tener presente, incluso para no caer en la ilusión
por esta última interpretación, que no es precisamente la de
19 Op. cit., p. 97.
18 El capital, ed. cit., vol. I, p. 294. 20 Op. cit., pp. 98–99.
66 Agustín Cueva La teoría marxista 67

de un retorno a la sociedad de los pequeños productores propie- tarios de capital en simples propietarios, en simples capitalistas
tarios. Pero con ello no concluye el problema referente al modo de dinero. Aun cuando los dividendos que perciben incluyan el
de producción capitalista, sino que más bien empieza. interés y el beneficio del empresario, es decir, la ganancia total
Primeramente, y sobre todo en la actualidad, cada capitalista (pues el sueldo del gerente es o debe ser un simple salario para
tomado aisladamente (“como individuo humano”) tampoco es- remunerar cierto tipo de trabajo calificado cuyo precio regula el
tá capacitado para hacer funcionar aquellos medios y organizar mercado de trabajo, como el de otro trabajo cualquiera), esta ga-
la producción. Aun como clase los capitalistas tienen que recu- nancia total sólo se percibe ahora en forma de interés, es decir,
rrir cada vez más a los managers, técnicos y capataces, ponien- como simple remuneración de la propiedad del capital. La ga-
do al descubierto esa condición parasitaria de la “oligarquía fi- nancia aparece así (y ya no solamente una parte de ella, el inte-
nanciera” que Lenin no dejó de subrayar: rés, que deriva su justificación de la ganancia del prestatario)
“Es propio del capitalismo en general el separar la propiedad como simple apropiación de trabajo ajeno sobrante, emanada de
del capital y la aplicación de éste a la producción, el separar el la transformación de los medios de producción en capital, es de-
capital monetario y el industrial o productivo, al separar al ren- cir, de su enajenación con respecto al verdadero productor, de su
tista, que vive sólo de los ingresos procedentes del capital mo- antagonismo como propiedad ajena frente a todos los indivi-
netario, y al patrono y a todas las personas que participan direc- duos que intervienen realmente en la producción, desde el ge-
tamente en la gestión del capital. El imperialismo, o dominio del rente hasta el último jornalero” 22.
capital financiero, es el capitalismo en su grado más alto, en el De otra parte, tampoco es verdad que el proletariado, en
que esta separación adquiere unas proporciones inmensas. El cuanto clase, esté técnicamente incapacitado para hacer funcio-
predominio del capital financiero sobre todas las demás formas nar los medios de producción y organizar ésta, como pretende
de capital implica el dominio del rentista y de la oligarquía fi- también la ideología burguesa. Si la clase obrera no realiza esta
nanciera...” 21 “apropiación real” en los países capitalistas, es porque tales me-
Todas estas separaciones y discontinuidades existen real- dios de producción no le pertenecen: porque no son su propie-
mente, mas no significan que la oligarquía financiera haya de- dad. El control por parte del capitalista no es, por lo tanto, un
jado de ser la propietaria de los medios de producción, como lo “momento técnicamente indispensable del proceso de trabajo”,
asevera la sociología burguesa. Por el contrario, tales hechos no sino un efecto inevitable del monopolio privado de los medios
hacen más que resaltar el contraste entre una masa privada de de producción. Además, nunca fue lo que Balibar afirma. Justa-
toda propiedad y una propiedad capitalista “oligarquizada” mente para que nadie caiga en el error de pensarlo, Marx obser-
que en esas condiciones revela mejor que nunca ser la raíz de la
explotación, tal como lo señalara Marx en esta conclusión sobre 22 El capital, ed. cit., vol. III, p. 415. Con lo cual Marx no quiere decir que
las sociedades denominadas anónimas: los gerentes formen parte del proletariado. Por lo general tales gerentes per-
“Transformación del capitalista realmente en activo en un tenecen más bien a la burguesía, pero no porque la dirección técnica les con-
simple gerente, administrador de capital ajeno, y de los propie- ceda la “propiedad real” de las empresas, sino porque la clase burguesa los
incorpora y convierte en sus representantes al compartir con ellos una parte
de la plusvalía extraída a los obreros. En este caso, claro está, los gerentes ya
21 El imperialismo, fase superior del capitalismo, en Obras escogidas en no caen dentro de la hipótesis manejada aquí por Marx, que por algo está ma-
tres tomos, Editorial Progreso, Moscú, s. f., tomo I, p. 739. tizada con la expresión “o debe ser”.
68 Agustín Cueva La teoría marxista 69

vó de manera inequívoca que: ción basada fundamentalmente en el análisis de la correspon-


“El capitalista no es tal capitalista por ser director industrial, dencia o no correspondencia de las fuerzas productivas con las
sino al revés: es director industrial por ser capitalista. El alto relaciones sociales de producción. Pero aun en este punto su re-
mando se convierte en atributo del capital, como en la época flexión tiende a caer en una visión sistémica del problema, que
feudal era atributo de la propiedad territorial el alto mando en la conduce a una cuasi eliminación de la lucha de clases. Basta con
guerra y el poder judicial” 23. examinar los textos siguientes de Marx para darse cuenta de que
Y Marx supo distinguir también, con absoluta nitidez, lo que allí donde Balibar tiende a ver sobre todo homologías y adecua-
es en rigor una necesidad inherente a determinado grado de de- ciones, el autor de El Capital ve, antes que nada, enfrentamien-
sarrollo de las fuerzas productivas, y lo que es resultado de re- tos y contradicciones:
laciones sociales asimismo determinadas de producción: “Nota común a toda producción capitalista, considerada no
“Todo trabajo directamente social o colectivo en gran escala, sólo como proceso de trabajo, sino también como proceso de
requiere en mayor o menor medida una dirección que establez- explotación del capital, es que, lejos de ser el obrero quien ma-
ca un enlace armónico entre las diversas actividades individua- neja las condiciones de trabajo, son éstas las que le manejan a
les y ejecute las funciones generales que brotan de los movi- él; pero esta inversión no cobra realidad técnicamente tangible
mientos del organismo productivo total, a diferencia de los que hasta la era de la maquinaria. Al convertirse en un autómata, el
realizan los órganos individuales. Un violinista solo se dirige él instrumento de trabajo se enfrenta como capital, durante el pro-
mismo, pero una orquesta necesita un director. Esta función de ceso de trabajo, con el propio obrero; se alza frente a él como
dirección, de vigilancia y enlace, se convierte en función del ca- trabajo muerto que domina y absorbe la fuerza de trabajo viva.
pital tan pronto como el trabajo sometido a él reviste carácter En la gran industria, erigida sobre la base de la maquinaria, se
cooperativo. Como función específica del capital, la función di- consuma, como ya hemos apuntado, el divorcio entre las poten-
rectiva asume también una importancia específica” 24. cias espirituales del proceso de producción y el trabajo manual,
Como se ve, no es Marx quien tiene dificultad en distinguir con la transformación de aquéllas en resortes del capital sobre
el plano estrictamente técnico del propiamente social, sino que el trabajo” 25.
es la ambigüedad teórica de Balibar la que induce a confusión. “La faz independiente y extraña que el régimen capitalista de
Su misma definición de la denominada “apropiación real”, que producción presta a las condiciones y a los productos del traba-
por razones meramente expositivas tomamos como punto de jo respecto al obrero, enfrentándose con éste, se convierte, con
partida, no es en verdad el origen sino más bien el resultado de la maquinaria, en una abierta y total contradicción. Por eso es
una concepción equívoca que termina por borrar las fronteras de en la era de la maquinaria cuando estallan las primeras revuel-
los campos que pretende delimitar. tas brutales del obrero contra los instrumentos del trabajo” 26.
Es cierto que la conceptualización de Balibar no está distor- Contradicción que, como se ve, no deriva en forma alguna
sionada por propósitos insidiosos, sino que constituye un es- del hecho de que el trabajador individual haya perdido la capa-
fuerzo encaminado a la elaboración de una teoría de la transi- cidad técnica de dominar los instrumentos de trabajo (el escla-

23 El capital, ed. cit., vol. I, p. 268. 25 El capital, ed. cit., vol. I, p. 350.
24 El capital, ed. cit., vol. I, pp. 266–267. 26 El capital, ed. cit., vol. I, p. 358.
70 Agustín Cueva La teoría marxista 71

vo y el siervo la tenían pero no por eso dejaban de ser ellos mis- les que brotan del organismo total” en razón del desarrollo de
mos instrumentos o aditamentos de la tierra), sino que es la con- las fuerzas productivas) y convertido en posesión efectiva o
tradicción entre un proceso de socialización cada vez más cre- control, al mismo tiempo que el concepto de relaciones sociales
ciente de las fuerzas productivas y un proceso de apropiación de producción es desplazado de nivel con el fin de que incluya
(propiedad) privada no menos creciente de los medios de pro- no sólo la división social sino también la división técnica del
ducción, “potencias espirituales” inclusive. Cualquier concep- trabajo:
tualización que no permita rendir cuenta clara de esta contradic- “Al nivel del análisis, es necesario distinguir entre relaciones
ción y su desarrollo, expresados en la lucha de clases, es por lo de producción, es decir, el sistema de lugares asignados a los
tanto una conceptualización equivocada. agentes de la producción en relación con los principales medios
de producción (sistema que constituye una estructura funda-
3. PROPIEDAD, POSESIÓN, “CONTROL”: mental) y relaciones sociales de producción. Estas últimas son
LOS ANÁLISIS DE BETTELHEIM los ‘efectos’ de tal estructura fundamental. Tales efectos con-
ciernen tanto a los agentes mismos (la división en clases, la di-
Al hablar de posesión allí donde Balibar hablaba de apropia- visión social del trabajo, la división técnica del trabajo) como a
ción real, Bettelheim está lejos de operar un simple desplaza- las formas del proceso del trabajo en las que entran los agentes
miento terminológico. Por el contrario, este artilugio apunta a y a las modalidades de articulación de esos procesos...” 27
una cuestión de fondo, que consiste en presentar al “director de Aquella estructura fundamental, que Bettelheim denomina
orquesta” como “poseedor efectivo” de los instrumentos, o, pa- relación de producción sin más calificativos, pasa a ser concep-
ra decirlo en términos teóricos y no ya metafóricos, a convertir tualizada entonces de esta manera:
“las funciones generales que brotan del organismo productivo “Cada tipo de relación de producción se define por las rela-
total” (cf. la cita 24 de Marx en este mismo capítulo) en matriz ciones de posesión–propiedad, y el contenido preciso de estos
generadora de la estructura social. términos se modifica según la combinación en que cada uno en-
En efecto, si Balibar incurría en el error de representarse tra con el otro” 28.
ciertos momentos sociales del proceso productivo como mo- Luego afirma el autor que “la posesión está constituida por la
mentos “técnicamente necesarios” del mismo, lo que hace Bet- capacidad de poner en acción los medios de producción” y “la
telheim en un libro como Cálculo económico y formas de pro- propiedad (en tanto que relación económica), está constituida
piedad es cometer el error estrictamente inverso: la función de por el poder de afectar los objetos sobre los que ella se ejerce,
dirección, vigilancia y enlace, exigida según Marx por “todo y muy especialmente sobre los medios de producción a usos da-
trabajo directamente social o colectivo en gran escala” es pre- dos, y a disponer de los productos obtenidos con la ayuda de
sentada por el autor como una posesión efectiva, susceptible de esos medios de producción” 29.
engendrar en la mayoría de los países socialistas una verdadera Basado en estos conceptos, Bettelheim inicia su análisis de
estructura capitalista, con la polarización de clases respectiva.
Para apuntalar teóricamente sus puntos de vista, Bettelheim 27
comienza por eliminar de plano el concepto marxista de relacio- Op. cit., p. 89.
28 Op. cit., p. 85.
nes técnicas de producción (en el sentido de “funciones genera- 29 Op. cit., pp. 85-86.
72 Agustín Cueva La teoría marxista 73

las formaciones que actualmente construyen el socialismo, inte- “Las unidades de producción, o los ‘agrupamientos’ o ‘unio-
rrogándose, en primer término, sobre la cuestión de la propie- nes’ de unidades de producción que ejercen ese dominio sobre
dad, problema al que responde de manera tajante, diciendo que los procesos separados, es decir, que tienen la capacidad de con-
aquí, al igual que en los países capitalistas, los productores di- trolar determinados procesos de apropiación de la naturaleza
rectos se encuentran separados de los medios de producción: (apropiación real) son, por lo mismo, poseedoras de los medios
“En efecto, durante el periodo de transición (que sería el ac- de producción que ponen en acción.” 31
tual, AC), es el Estado (o una forma política que cumpla, en es- Pero esta respuesta es todavía preliminar, ya que queda por
te sentido, las mismas funciones) el que respalda la propiedad saber qué mismo ocurre en el seno de aquellas entidades que no
‘social’. Ello significa que esta propiedad no es social, ya que son más que “sujetos jurídicos”:
es ejercida por el Estado ‘a nombre de la sociedad’. Por lo tan- “Uno de los problemas que se plantean es el siguiente: más
to, hasta en el nivel de la propiedad, los productores inmediatos allá de la cuestión de los ‘sujetos jurídicos’, ¿quién, (qué cate-
están separados de sus medios de producción: solamente son goría de agentes) está efectivamente en posesión de los medios
‘propietarios’ por intermedio del Estado” 30. de producción, de los fondos fijos y circulantes y quién, efecti-
La propiedad de los medios fundamentales de producción vamente, puede disponer de ellos? En el caso de la Unión So-
pertenece pues al Estado, que a esta altura del razonamiento de viética y de su sector estatal, que tomaremos aquí por ejemplo,
Bettelheim aparece como una entelequia que flota por encima sus agentes no son los trabadores sino los dirigentes de las em-
de la sociedad, sin contenido de clase alguno: si lo tuviera, la presas, cuyos directores son nombrados por el Estado, o sea por
argumentación del autor caería por su propio peso, ya que la las autoridades gubernamentales. Son por lo tanto los dirigentes
propiedad de un Estado de clase no puede ser otra cosa que de las empresas quienes –dentro de los límites impuestos por la
propiedad de la clase a la que éste representa. Problema que propiedad estatal en tanto que relación de producción– tienen la
Bettelheim “resolverá” finalmente presentando a ese Estado no disposición efectiva de los medios de producción y de los pro-
como producto de determinadas relaciones sociales de produc- ductos obtenidos gracias a la puesta en acción de éstos por los
ción, sino más bien como generador de las mismas (teoría de la trabajadores” 32.
“burguesía de Estado”). Queda entendido que el término “puesta en acción” designa
Sin embargo, como de plantearse directamente tal tesis ella en este caso preciso un acto meramente técnico, y que la aludi-
revelaría sin tapujos el carácter no marxista del razonamiento da propiedad estatal no es una propiedad social, como ya se vio.
que la inspira, el autor desplaza el problema hasta el nivel de la Siendo así resulta, según Bettelheim, que los productores direc-
“posesión”, entendida a la postre como “toma de decisiones” en tos de los países socialistas no sólo están privados de la propie-
el sentido más formal del término: esto es, sin preguntarse qué dad de los medios de producción, sino además de su posesión,
decisiones se pueden tomar en un sistema social dado (conteni- que pertenecería a los dirigentes de las empresas estatales, que
do), sino sólo quién las toma operacionalmente (forma). por lo mismo son empresas capitalistas para el autor:
Para llegar a esto, Bettelheim señala que en los países socia- “El carácter capitalista de la ‘empresa’ (que, principalmente
listas:
31 Op. cit., p. 103.
30 Op. cit., p. 137. 32 Op. cit., pp. 104–105.
74 Agustín Cueva La teoría marxista 75

en la industria, es la ‘unidad de producción’ concreta sobre la su poder en la separación del productor directo y los medios de
que, por regla general, se ejerce la propiedad del Estado en las producción, queda la inquietud de saber con qué interés econó-
formaciones sociales en transición) tiende a que su estructura mico lo hace. Bettelheim afirma que cada director de industria
revista el doble aspecto de una doble separación: la separación es un agente de acumulación del “capital social”, pero aquí nos
de los trabajadores de sus medios de producción (que tiene por topamos ya con la primera paradoja: la de un supuesto capitalis-
contrapartida la posesión de esos medios por las empresas, es ta que no puede acumular para sí, puesto que en los países so-
decir, de hecho, por sus dirigentes) y la separación de las em- cialistas no existe la propiedad privada de ese “capital”. Uno
presas entre sí” 33. cree entonces que el “burgués” en cuestión –faute de mieux– por
De suerte que en estas formaciones sociales se habría inver- lo menos se reserva el derecho de usufructuar de la empresa de
tido por completo la relación causal establecida por Marx: un la que se ha “apropiado” (requisito mínimo para que pueda ha-
individuo ya no sería director de empresa por ser capitalista o blarse con algún sentido de posesión), mas resulta que no hay
representante de un capitalista, sino que sería capitalista por ser tal; según el ejemplo del propio Bettelheim, dicho “capitalista”
director; el “alto mando” habría dejado de ser el atributo de de- tampoco puede disponer para sí del producto de la empresa que
terminada relación social de producción para convertirse en esa dirige:
relación misma. Tal trastocamiento legitimaría el que pueda ha- “En caso de venta de un producto, por ejemplo, la suma per-
blarse de una verdadera “burguesía de Estado”: cibida por la empresa en contrapartida de esta venta entra en la
“El término ‘burguesía de Estado’ empleado para designar posesión de dicha empresa y se convierte en propiedad del Es-
esta capa se justifica por las formas de separación entre los tra- tado” 35.
bajadores inmediatos y los medios de producción, en las que ba- Segunda paradoja de esta “apropiación real”, que nos coloca
sa su poder. Se justifica también por las funciones que cumple ante la imagen de unos “capitalistas” bastante sui generis que,
esta clase, siendo la principal de ellas la función de acumulación estructuralmente imposibilitados de apropiarse de los medios de
que ejerce en tanto que agente del capital social, motivo por el producción y de hacer suyo el excedente económico, parecieran
cual la cuestión del ‘consumo personal’ de esta clase es relati- actuar movidos más bien por aberraciones de carácter freudiano.
vamente secundaria, al igual que secundario el ‘modo de acce- ¿Cabe hablar, en esas condiciones, de capitalismo y burgue-
so’ a las funciones, es decir, el ‘modo de entrar’ en la clase” 34. sía? Nuestra opinión es la de que no, al menos desde un punto
Hasta aquí el razonamiento del autor, en sus líneas esencia- de vista marxista.
les. Veamos ahora cómo estas tesis no dejan de plantear serios “Al comprar la fuerza de trabajo –escribe Marx–, el capita-
problemas desde el punto de vista de una concepción materia- lista incorpora el trabajo del obrero, como fermento vivo, a los
lista de la historia, aun en el supuesto de que todo lo que él afir- elementos muertos de creación del producto, propiedad suya
ma sobre los países socialistas fuese cierto, cosa bastante con- también... El proceso de trabajo es un proceso entre objetos
trovertible. comprados por el capitalista, entre objetos pertenecientes a él.
Admitido, por ejemplo, que esa “burguesía de Estado” basa Y el producto de este proceso le pertenece, por tanto, a él, al ca-
pitalista, ni más ni menos que el producto del proceso de fer-
33 Op. cit., p. 109.
34 Op. cit., pp. 138–139. 35 Op. cit., p. 104.
76 Agustín Cueva La teoría marxista 77

mentación de los vinos de su bodega” 36. “disposición efectiva” podría decirse) la tienen los directores,
Marx jamás pensó, seguramente, que con el transcurso del en este caso de la empresa capitalista, cuya posesión han adqui-
tiempo iba a surgir una clase de “capitalistas” cuya esencia ya rido de hecho. Lo cual redefine el alcance mismo de la propie-
no radicaría en la propiedad del vino y del producto de su fer- dad del capitalista “nominal”, creando una situación que el au-
mentación, sino en el hecho de “decidir” que dicha fermenta- tor califica por el momento de paradójica:
ción se realice. “Al menos en la administración diaria de la empresa, y con
Por lo demás, resulta fácil comprobar que, aplicando al pie frecuencia en su planificación a largo plazo, la última palabra
de la letra el marco teórico de Bettelheim, uno puede demostrar corresponde de facto a los directores. Ellos deciden lo que debe
que el capitalismo no es capitalismo con la misma seguridad producirse, la cifra de personas que deben ser ocupadas, cómo
con que él demuestra que el socialismo no es tal. Basta recordar debe organizarse la empresa y cómo debe venderse y comprar-
al respecto las viejas tesis de Dahrendorf. se. Si por propiedad entendemos una situación social que exclu-
ye el control, tendremos que los managers se hallan en la para-
4. PROPIEDAD Y “CONTROL EFECTIVO”: dójica situación de poseer una propiedad casi ilimitada sobre
LOS ANÁLISIS DE DAHRENDORF una empresa que no les pertenece” 38.
Obsérvese que Dahrendorf no se pregunta en qué consiste es-
Seremos breves en el tratamiento de este autor, puesto que su ta “última palabra” ni a qué intereses básicos de clase obedece;
universo teórico nos es ya familiar a través de lo visto anterior- es decir, que se mantiene en un plano tan formal como el de Bet-
mente. En efecto, Dahrendorf emprende su análisis de la estruc- telheim, a quien tampoco le preocupaba averiguar a qué necesi-
tura social de las “sociedades industriales avanzadas” a partir de dades reales responde el funcionamiento global de determinado
la dicotomía propiedad–control, que apenas si difiere formal- sistema productivo: si a las de un puñado de magnates o a las de
mente del binomio propiedad–posesión de Bettelheim: la población en su conjunto 39.
“El fenómeno decisivo fue subrayado acertadamente por Afirma Dahrendorf que son los managers quienes deciden lo
Marx: el desdoblamiento de la doble función del empresa- que debe producirse, pero omite señalar el ámbito estructural e
rio–capitalista en dos funciones separadas, la de ‘capitalista’ institucional en el que necesariamente tienen que encuadrarse
(como dice Marx equivocadamente) y la de ‘dirigente’, de di- tales decisiones: esto es, el hecho de que esos managers están
rector o manager que, si jurídicamente es sólo un empleado, obligados a hacer producir aquello que arroje mayores benefi-
controla de hecho el proceso de producción. Este fenómeno de cios a los capitalistas, de quienes son los ejecutivos. Que para
la separación de propiedad y control da lugar a una imagen es- realizar ese “aquello” tengan que decidir entre la fabricación de
tructural de empresario en la que las situaciones superiores re-
caen sobre dos grupos, por lo general bien diferenciados” 37. 38 Op. cit., p. 66.
Dahrendorf también “constata” que la “última palabra” (la 39 Hecho que por lo demás no se demuestra con elucubraciones más o me-
nos sofisticadas, sino examinando el grado de satisfacción de necesidades ta-
36 El capital, ed. cil, vol. I, p. 137. les como las de pleno empleo, educación y cultura popular, atención de la sa-
37 Ralf Dahrendorf: Las clases sociales y su conflicto en la sociedad in- lud, alojamiento, alimentación, esparcimiento, etc., campos en los que los
dustrial, Ed. Rialp, S. A., Madrid, 1970, pp. 65–66. Libro publicado en su países socialistas registran índices que nada tienen que ver con los de los paí-
idioma original en 1957. ses capitalistas de desarrollo económico comparable.
78 Agustín Cueva La teoría marxista 79

salchichas, fruslerías o revistas pornográficas (si tal alternativa dole de su contenido esencial y de su proyección histórica.
se presenta), así como sobre la forma (no social sino técnica) de
producirlas, es un hecho, pero que de ninguna manera va en me- 5. ARRENDAMIENTO Y PROPIEDAD:
noscabo de la propiedad de los capitalistas, puesto que más bien POULANTZAS Y LENIN
la “pone en acción”, volviéndola técnicamente viable. Hablar,
en esas condiciones, de una propiedad “casi ilimitada” de los Es tan grande el impacto de estas concepciones tecnocráticas
ejecutivos sobre las empresas que dirigen, resulta inapropiado de la apropiación real, que incluso torna difícil para algunos au-
por decir lo menos. Su mismo “poder” en el seno de la empresa tores una comprensión correcta del pensamiento de los clásicos
no es más que una expresión del poder del gran capital, cuya re- con respecto al problema de la no correspondencia entre propie-
presentación ostentan aquellos managers y a cuyos intereses dad económica real y propiedad jurídica formal en determina-
tienen que ajustar sus decisiones instrumentales. das situaciones concretas. Para demostrarlo tomaremos aquí el
No hay, por lo tanto, ninguna alteración de fondo en la es- ejemplo de ciertos análisis sobre el arrendamiento de predios
tructura básica del sistema por este hecho, y menos todavía una rústicos en donde resulta clara la presencia de una inferencia
transformación cualitativa que autorice a afirmar, como lo hace que podría formularse en estos términos: quien ejerce el control
Dahrendorf, que el “control efectivo” de los managers ha con- técnico del proceso productivo tiene de hecho la propiedad real;
ducido a la abolición del capitalismo: el arrendatario tiene indudablemente tal control, luego posee di-
“Quiero decir que la separación de propiedad y control ha cha propiedad; el terrateniente arrendador deviene, por consi-
conducido a una forma de estructura propia que, conforme a un guiente, un mero propietario nominal. Es el razonamiento que
sentido riguroso de nuestra definición, no es ya capitalista. Des- subyace en esta tipificación de Poulantzas por ejemplo:
de un punto de vista jurídico–formal no ha desaparecido, cierta- “La empresa agrícola fundada esencialmente sobre el arren-
mente, la propiedad privada de los medios de producción, mas damiento de las tierras, en fincas ricas, medianas y pequeñas.
ha perdido su función de control. El propietario legal y el direc- Se trata aquí, como lo ha demostrado Karl Kautski, del capita-
tor efectivo de la producción no son ya idénticos” 40. lista ‘rentista’ típico. El poder económico real se halla esencial-
Y es que sucede que, una vez que uno convierte el problema mente en manos del arrendatario, constituyendo estas haciendas
de la propiedad de los medios de producción en un problema de las empresas agrícolas (propiedad económica y posesión se
dirección finalmente técnica del proceso productivo, es tan fá- identifican parcialmente). En cuanto a la propiedad jurídica for-
cil encontrar capitalismo por doquier como no verlo en ninguna mal, pertenece al capitalista; la renta se fija bien de manera es-
parte, lo que a la postre da lo mismo. De igual manera que uno table, bien de manera móvil, según la cosecha. En esta forma de
puede crear o eliminar clases a voluntad con sólo borrar el fac- empresa ocurre que el propio poder económico real está dividi-
tor determinante de su constitución y reemplazarlo con el plura- do; sucede que sea el propietario jurídico quien determina los
lismo burgués que ve surgir “clases” a partir de cualquier dife- productos del cultivo y el arrendatario el empleo de los medios
renciación de ingresos, funciones, “prestigio”, etc.; lo que no es de producción. Porque se trata de una forma específica de tran-
sino una manera sutil de disolver el concepto de clase, priván- sición al establecimiento del capitalismo en la agricultura” 41.

40 Op. cit., p. 69. 41 Fascismo y dictadura, p. 320.


80 Agustín Cueva La teoría marxista 81

Tipificación confusa y hasta contradictoria, que no parece te- cluirla en la clase social que el autor atribuye a los “grandes
ner otro hilo conductor que la vaga idea de que el que arrienda arrendatarios”.
sus tierras (poco importa a quién) queda reducido a la calidad de Hay que volver, pues, a los textos en que Lenin analiza los
mero propietario “formal”. Presupuesto arbitrario, puesto que el casos en que “la vida deja a un lado el marco jurídico”, pero a
hecho de que el “capitalista rentista típico” dé en arrendamien- partir de premisas que nada tienen que ver con las de Poulant-
to su fondo de ninguna manera significa una pérdida de la pro- zas. En El desarrollo del capitalismo en Rusia, por ejemplo, Le-
piedad económica real de él, del mismo modo que el hecho de nin detecta dos tipos no solamente distintos sino completamen-
tomado en arriendo no implica, por sí solo, la adquisición de un te opuestos de arrendamiento, según la relación concreta de cla-
“poder económico real”. Todo depende de qué relación de cla- ses en que se asientan. Así tenemos una primera situación (caso
se regule tal arrendamiento, como luego lo demostraremos a 1) en que los protagonistas del “contrato” son, de una parte el
partir de los análisis de Lenin. campesino pobre, que da la tierra en arriendo, y de otra, el cam-
Por lo mismo, tampoco puede deducirse la pertenencia a una pesino rico que la toma. En este caso, el marco jurídico y sus ca-
clase de la sola calidad de arrendatario, que de por sí no es más tegorías no hacen más que velar el proceso de descomposición
que una condición jurídica, ella sí formal. Sin embargo, es lo del campesinado:
que hace Poulantzas en otro de sus análisis sobre la cuestión: “Se dice, en primer término, que para estudiar la vida de los
“En la división de las clases en el campo, tenemos el caso de campesinos agricultores es natural y necesaria la agrupación de
los grandes arrendatarios. Estos, según Lenin, pertenecen al acuerdo con la tierra. Este razonamiento pasa por alto una par-
campesinado rico, no teniendo la propiedad jurídica formal de ticularidad esencial de la vida rusa: la índole no libre de pose-
la tierra, que pertenece al capitalista rentista. Si bien esos gran- sión del ‘nadiel’, que, por la fuerza de la ley, tiene un carácter
des arrendatarios pertenecen al campesinado rico, no quiere de- igualitario, y cuya movilización se halla trabada en grado sumo.
cir que perciban elevados ingresos, sino que tienen el control Todo el proceso de descomposición de los campesinos agricul-
real de la tierra y de los medios de trabajo, es decir que son pro- tores estriba precisamente en que la vida deja a un lado este
pietarios económicos efectivos” 42. marco jurídico. Al utilizar el agrupamiento según el ‘nadiel’ po-
Casi huelga aclarar que Lenin jamás dijo que cuando “al- nemos juntos al campesino pobre, que da la tierra en arriendo, y
guien” toma en arriendo las tierras de un capitalista rentista in- al rico, que la arrienda o la compra; al pobre, que abandona la
gresa automáticamente a la clase de los campesinos ricos “pues- tierra, y al rico, que la ‘recoge’; al pobre, que cultiva peor la tie-
to que” ha pasado a tener el “control real”. Por lo demás, la afir- rra con una insignificante cantidad de ganado, y al rico, que tie-
mación de Poulantzas se desintegra por sí sola en los extremos ne mucho ganado, abona la tierra, introduce mejoras, etc., etc.
de la tautología o el absurdo, porque, o bien se trata efectiva- Ponemos juntos, con otras palabras, al proletario del campo y a
mente de un campesino rico que toma en arrendamiento tierras los representantes de la burguesía rural. Los ‘términos medios’
y en este caso su pertenencia a una clase está definida de ante- obtenidos de esa suma velan la descomposición y son, por ello,
mano, o bien no se trata de un campesino rico, sino de la Uni- puramente ficticios” 43.
ted Fruit Company, por ejemplo, en cuyo caso mal podemos in- La condición de clase de los arrendatarios no se deduce,

42 “Las clases sociales”, en loc. cit., p. 97. 43 El desarrollo del capitalismo en Rusia, ed. cit., pp. 83–84.
82 Agustín Cueva La teoría marxista 83

pues, de su calidad de tales, sino exactamente al contrario: el nes territoriales, sino la transformación del campesino en obre-
significado del arrendamiento está dado por una relación previa ro rural. En el capítulo anterior hemos visto que el arriendo tie-
de clase, hecho que puede comprobarse empíricamente: ne en la hacienda campesina un significado opuesto: para unos
“... con respecto al arrendamiento de tierras, los datos mues- es una ampliación ventajosa de la hacienda y para otros un con-
tran también aquí que la burguesía campesina se apodera de él... venio hecho bajo la influencia de la necesidad. Ahora vemos
vemos que cuanto más acomodado es el campesino tanto más que la entrega de la tierra en arriendo tiene también una signi-
toma en arriendo, pese a estar mejor provisto de tierra de ‘na- ficación opuesta en la economía terrateniente: a veces represen-
diel’. Vemos igualmente que el campesino acomodado desplaza ta la transmisión de la hacienda a otra persona a cambio de una
al campesino medio...” 44. renta, a veces constituye un procedimiento de explotar por
Cuestión “lógica de por sí –añade Lenin– si aplicamos de cuenta propia la hacienda, un modo de asegurarse mano de
manera consecuente el punto de vista que diferencia los grupos obra” 46.
campesinos por su fortuna” ya que “precisamente la buena si- El estudio de Lenin no cubre desde luego todas las situacio-
tuación de la hacienda (del arrendatario, AC) constituye el fac- nes teóricamente posibles, que son tantas como relaciones de
tor determinante” de esta relación, en la que el pez grande se co- clase existan susceptibles de regular el contrato de arrendamien-
me al chico, cuando “los ricos se apoderan de las tierras arren- to en una situación histórica determinada. Pero la pauta de aná-
dadas” 45. lisis está claramente indicada: no es cuestión de deducir la pro-
No se trata pues, en Lenin, de una inferencia a priori, sino piedad real del presupuesto de que el arrendatario es quien po-
del análisis concreto de una situación concreta en la que la “vi- ne materialmente en acción los medios de producción, sino de
da” –esto es: la lucha de clases– “deja a un lado al marco jurí- investigar qué significa socialmente esa mise en oeuvre, de
dico”. Por eso, cuando la relación de clases que regula el arren- acuerdo con una determinación de clase previa, determinada a
damiento es otra, el sentido de ese “contrato” también cambia, su vez por la relación de propiedad (“por su fortuna” dice Le-
por más que el arrendatario ponga efectivamente “en marcha” nin) que ya afecta a los agentes antes de que establezcan la re-
los medios de producción en la parcela arrendada. Tal es el ca- lación de arrendador–arrendatario. Los términos mismos del
so 2 que analiza Lenin, en el cual el arrendador ya no es el cam- contrato, con todas sus consecuencias económico–sociales, no
pesino pobre sino el terrateniente, y el arrendatario no ya el serán más que una expresión del factor determinante que Lenin
campesino rico sino el pobre del campo, quien por serlo tiene señala. Por eso, aun en el seno de los grandes arrendatarios pue-
que pagar en trabajo el alquiler de la tierra. Entonces: den establecerse diferencias substanciales según se trate de
“... vemos aquí un arriendo de tipo completamente especial, campesinos ricos, de burgueses industriales locales, o de la Uni-
que no expresa la renuncia del propietario a llevar la hacienda ted Fruit como en el caso al que aludíamos.
propia, sino el aumento de los labrantíos, propiedad de los te- El ejemplo del arrendamiento no pone en cuestión la tesis
rratenientes, desarrollo que no expresa el reforzamiento de la marxista básica de que la estructura de clases se genera a partir
hacienda campesina a través de la ampliación de sus posesio- de la propiedad y no del control técnico de los medios de pro-
ducción, sino que más bien la confirma plenamente. Lenin lo di-
44 Op. cit., p. 76.
45 Op. cit., pp. 76 y 78. 46 Op. cit., p. 183.
84 Agustín Cueva La teoría marxista 85

ce con absoluta claridad: no es que un campesino se vuelva ri- vas con las relaciones sociales de producción. Por lo tanto, las
co porque toma grandes extensiones de tierras en arriendo (tesis relaciones técnicas soportan siempre los efectos de las relacio-
burguesa encaminada a demostrar que quienes siguen siendo nes sociales de producción, pero sin que ello signifique que es-
pobres es porque carecen de “espíritu empresarial”), sino que tos efectos y aquellas relaciones (técnicas) sean teóricamente
las toma justamente por ser rico, condición que le permite apro- asimilables (ya se vio cómo Marx establece una neta distinción
piarse tarde o temprano de las tierras arrendadas, dentro del ine- entre estos dos planos).
vitable proceso de concentración de la propiedad en el régimen Las relaciones sociales de producción son, en cambio, aque-
capitalista de producción. llas relaciones de propiedad y no propiedad que se entablan en-
tre los agentes y los medios de la producción y, con esta media-
6. PROPOSICIONES PARA UNA ción, entre los agentes mismos del proceso productivo (relacio-
ADECUADA CONCEPTUALIZACIÓN nes de clase).
Por propiedad entendemos la capacidad efectiva de disponer,
De lo expuesto hasta aquí se desprende, en primer término, en última instancia y en provecho propio, de determinados bie-
la necesidad de establecer una clara distinción entre las relacio- nes (medios de producción, que es lo que importa en definitiva),
nes técnicas de producción y las relaciones sociales propiamen- así como de disponer, en provecho propio también, del produc-
te tales. to obtenido gracias a la apropiación de esos bienes.
Las relaciones técnicas de producción son aquellas relacio- La propiedad puede ser privada o social. Como lo señala
nes operativas, históricamente determinadas, que establecen los Marx:
agentes de la producción con los medios y el objeto del trabajo, “La propiedad privada, por oposición a la propiedad social,
en razón del desarrollo de las fuerzas productivas (diferentes colectiva, sólo existe allí donde los instrumentos de trabajo y las
grados y formas de dominio de la naturaleza) y de las distintas condiciones externas de éste pertenecen en propiedad a los par-
funciones, también operativas, exigidas por este desarrollo (di- ticulares” 47.
visión técnica del trabajo). Cuando tales instrumentos y condiciones no pertenecen a los
Definición que es menester completar con dos precisiones: particulares, sino a la sociedad en su conjunto, nos encontramos
a) El grado de dominio técnico del trabajador directo sobre el pues ante formas sociales o colectivas de propiedad, como ocu-
proceso de trabajo no implica, por sí solo, grado alguno de pro- rría en la comunidad primitiva o como ocurre actualmente en
piedad o posesión. Estos dos últimos conceptos pertenecen al los países socialistas (nos referimos al sector socializado o co-
ámbito de las relaciones sociales y no técnicas de producción lectivizado de éstos, que es el hegemónico, y no a aquellos ni-
(Cualquier hijo de vecino sabe, por lo demás, que no hay que veles atrasados donde todavía subsiste, como instancia subalter-
confundir al trabajador que está capacitado para operar por sí na, la propiedad privada).
solo una máquina Xerox, por ejemplo, con el capitalista propie- En lo tocante a la propiedad privada hay que tener en cuen-
tario de la misma). ta, además, que su carácter es muy distinto según que los pro-
b) Las relaciones técnicas de producción no pueden darse pietarios sean los trabajadores mismos o personas que no traba-
nunca al margen de determinado modo de producción, es decir,
al margen de una articulación dialéctica de las fuerzas producti- 47 El Capital, ed. cit, vol I, p. 647.
86 Agustín Cueva La teoría marxista 87

jan 48. En el primer caso (producción artesanal o pequeño-cam- siempre momentos muy localizados dentro de límites infraes-
pesina) la propiedad no es un medio de explotación, aunque tructurales que la superestructura jurídica como totalidad no
pueda convertirse, en determinados procesos de descomposi- puede transgredir. En el modo de producción capitalista, por
ción, en “semillero del capitalismo”. En cambio en el segundo ejemplo, la propiedad privada jamás puede ser abolida como
caso (modos de producción esclavista, feudal y capitalista) la institución jurídica fundamental y, de hecho, ni siquiera ha po-
propiedad privada es siempre un medio de explotación. Por eso dido ser suprimida en aquellos niveles en que teóricamente es
podría afirmarse, ampliando una conocida definición de Marx, posible e incluso “conveniente” su abolición. Esto, por una ra-
que en estos tres modos de producción la propiedad privada, zón que Lenin percibió con absoluta claridad:
vista desde el lado del amo esclavista, el señor feudal o el capi- “La renta diferencial no puede ser abolida en el régimen ca-
talista, consiste en el derecho a apropiarse del trabajo ajeno no pitalista; en cambio, sí puede serlo la renta absoluta, por ejem-
retribuido, o de su producto, y vista del lado del esclavo, el sier- plo con la nacionalización de la tierra, cuando ésta se convierta
vo o el proletario, en la imposibilidad de hacer suyo el produc- en propiedad del Estado. Este traspaso de la tierra al Estado so-
to de su trabajo” 49. cabaría el monopolio de los propietarios privados y abriría el ca-
Definible como un derecho, la propiedad privada no es, sin mino para una libre competencia más consecuente y completa
embargo, una institución meramente superestructural. En la me- en la agricultura. Por esta razón, dice Marx, los burgueses radi-
dida en que tal derecho es sinónimo de una capacidad efectiva cales han planteado esta reivindicación burguesa progresista de
de disponer de determinados bienes en provecho propio, se tra- la nacionalización de la tierra más de una vez en la historia; rei-
ta de una verdadera relación económica, que la superestructura vindicación que sin embargo espanta a la mayor parte de la bur-
jurídica no hace más que reflejar y consolidar (por más que al guesía, puesto que ‘toca’ muy de cerca a otro monopolio, parti-
mismo tiempo la mistifique ideológicamente, presentándola co- cularmente importante y ‘sensible’ en nuestros días: el monopo-
mo una expresión de “voluntades”). lio de los medios de producción en general” 50.
Aquel reflejo no es, naturalmente, un reflejo mecánico, y por Los desfasamientos entre la propiedad económica y su refle-
eso pueden producirse, y efectivamente se producen, desfasa- jo jurídico deben ser examinados por lo tanto en su justa dimen-
mientos que en el límite son capaces de implicar un divorcio sión: esto es, dentro de los límites que les fija la estructura fun-
concreto entre la propiedad jurídica (que sólo en este caso cabe damental de cada modo de producción. Uno puede concebir, y
denominarla formal), y la propiedad económica, que es la pro- así ocurre en efecto, que los capitalistas transfieran algunas ac-
piedad real. Mas no debemos olvidar que tales desfases son ciones de sus empresas a los obreros, para dar a éstos una ilu-
sión de “propiedad” (propiedad formal, por lo tanto); resulta en
48 “... el carácter de la propiedad privada es muy distinto, según estos par-
cambio inconcebible que transfieran al proletariado la propie-
ticulares sean obreros o personas que no trabajan. Las infinitas modalidades dad jurídica íntegra de todos los medios de producción. La mis-
que a primera vista presenta este derecho son todas situaciones intermedias ma lucha de clases, que frecuentemente abre brechas entre los
que oscilan entre estos dos extremos”. El capital, ed. cit., vol. I, p. 647. niveles que venimos analizando e incluso impone formas socia-
49 “... la propiedad, vista del lado del capitalista, se convierte en el dere-
cho a apropiarse trabajo ajeno no retribuido, o su producto, y vista del la-
do del obrero, como la imposibilidad de hacer suyo el producto de su traba- 50 V. I. Lénine: Karl Marx et sa doctrine, Editions Sociales, París, 1971,
jo” El capital, ed. cit., vol. I, p. 492. p. 38.
88 Agustín Cueva La teoría marxista 89

les de propiedad en determinados puntos del sistema, tropieza de producción y a la estructura de la propiedad privada corres-
siempre con una frontera que no puede sobrepasar a menos de pondiente:
operar una transformación radical, que implica ya el paso a otro “La tercera forma posible, es la relación de propiedad respec-
modo de producción. to a los medios de subsistencia, encontrados desde el primer
En fin, es necesario recordar que la propiedad privada no es momento como condición natural del sujeto que trabaja que no
una entidad abstracta y ahistórica, sino el resultado de estructu- posee sin embargo la tierra, ni el instrumento, ni incluso el tra-
ras y procesos que van determinando sus modalidades concre- bajo. Se trata en realidad de la fórmula de la esclavitud y el va-
tas de existencia. Por eso, la propiedad privada en toda su pure- sallaje... (Esta forma de propiedad, A.C.) no encierra ninguna
za sólo aparece con el advenimiento del “capital moderno, con- relación del individuo que trabaja respecto a los medios de pro-
dicionado por la gran industria y la competencia mundial que ducción...” 52
representa a la propiedad privada en su estado más puro, despo- Fuera de estas situaciones típicas, el problema de la llamada
jada de toda apariencia de comunidad y habiendo excluido cual- “posesión” carece de verdadero alcance teórico y sólo induce a
quier acción del Estado sobre el desarrollo de la propiedad” 51. confusión, sobre todo cuando se lo asimila con las relaciones
El proceso de acumulación originaria es justamente el encarga- técnicas de producción (que, como acabamos de comprobar una
do de borrar todas las “impurezas” de la propiedad privada pre- vez más, de ninguna manera embrollan el pensamiento de
capitalista, tal como ha venido ocurriendo en América Latina, Marx).
por ejemplo, a partir del último tercio del siglo XIX. El mismo concepto de apropiación real, que pertenece a la
Y es dentro de este proceso histórico de desarrollo de la pro- esfera de las relaciones sociales de producción y no a la de las
piedad privada donde debe ubicarse el problema de la relación relaciones técnicas del hombre con la naturaleza, tiene que ser
entre la propiedad y la posesión, que Marx, no por azar, lo tra- utilizado por lo tanto en su correcta acepción: no como algo dis-
ta únicamente al referirse a situaciones precapitalistas o de tran- tinto de la propiedad real, sino como su propio movimiento; es-
sición al capitalismo. Además ahí está, ante nuestros ojos, el to es, como el proceso a través del cual dicha propiedad se cons-
ejemplo concreto de América Latina, en la que el problema del tituye, reproduce y amplía.
llamado “precarismo” (conflicto entre propiedad “eminente” y
posesión, agudizado por la acentuación de la lucha de clases) ja-
más se presenta en los puntos más avanzados del modo de pro-
ducción capitalista, sino sólo en los sectores (agrarios) en tran-
sición hacia él.
Marx no se equivocó, pues, al enfocar la posesión en térmi-
nos de propiedad o no propiedad de los medios de subsistencia
(como un derecho de usufructo, si se quiere) y refiriéndose
siempre a una problemática típica dé los modos precapitalistas

51 Marx–Engels: La ideología alemana, Ediciones de Cultura Popular, 52 Carlos Marx: Fundamentos de la crítica de la economía política, Ins-
México, 1972, pp. 105–106. tituto del Libro, La Habana, 1970, t. I, p. 383.
La teoría marxista 91

III. CIENCIA SOCIAL E


IDEOLOGÍAS DE CLASE

1. LA PRÁCTICA CIENTÍFICA EN GENERAL:


UNIDAD EPISTEMOLÓGICA CON
DIFERENTES ESTATUTOS SOCIOLÓGICOS

La actividad científica, en general, puede definirse como una


práctica encauzada a producir un conocimiento objetivo de las
leyes que rigen la estructuración y el funcionamiento de deter-
minado campo de la realidad natural o social. En este sentido,
posee una especificidad que la vuelve irreductible a cualquier
otro tipo de práctica, confiriéndole unidad a pesar de la diferen-
cia del objeto de cada ciencia particular. Es posible afirmar, por
consiguiente, que no existe diferencia epistemológica alguna
entre las ciencias naturales y las ciencias sociales.
Sin embargo, esta unidad epistemológica no implica que los
dos grupos de ciencias posean un estatuto sociológico similar,
es decir, una idéntica forma de inserción en el todo social. Por
el contrario, aquí surgen diferencias substanciales que determi-
nan la marcada e inevitable intervención de las ideologías en el
campo teórico de las ciencias sociales, en contraste con lo que
ocurre en el terreno, también teórico, de las ciencias naturales.
Para entender la diversa evolución histórica de uno y otro con-
92 Agustín Cueva La teoría marxista 93

junto de ciencias en este aspecto, hay pues que comenzar por la serva cien por ciento de la lucha ideológica de clases, al menos
recuperación de su heterogéneo estatuto sociológico. tiende abiertamente a ello. Por esta razón nadie habla, en el mo-
mento presente, de una ciencia burguesa y una ciencia proleta-
2. EL ESTATUTO SOCIOLÓGICO ria en el campo de las ciencias naturales.
DE LAS CIENCIAS NATURALES Resulta legítimo, entonces, señalar que hay un claro proceso
de desideologización de este tipo de ciencias, con la sola condi-
Por definición, las ciencias naturales están destinadas a dar ción de no confundir la práctica científica propiamente tal con
cuenta de estructuras y procesos no sociales, pero cuya aprehen- la “filosofía nocturna” de los hombres de ciencia, para retomar
sión teórica interesa a la sociedad en la medida en que le abre la la expresión de Bachelard. Está claro que las especulaciones
posibilidad de acrecentar constantemente su dominio sobre la idealistas de un biólogo o un físico, por ejemplo, no forman par-
naturaleza. En cuanto instancia de conocimiento, las ciencias te de la biología o de la física (con las que guardan una relación
naturales están directamente ligadas con el desarrollo de las de exterioridad), sino que tienden a ser ubicadas en el ámbito de
fuerzas productivas, al menos desde que se implantó el primer la ideología a que pertenecen.
modo de producción que en estricto rigor involucra un proceso Igualmente hay que distinguir –siempre en el caso de las
de reproducción ampliada, esto es, el modo de producción espe- ciencias de la naturaleza– entre el proceso de producción de co-
cíficamente capitalista. nocimientos, de una parte, y su aplicación y explotación socia-
No es un azar que desde entonces las ciencias naturales ha- les, de otra. La física nuclear, por ejemplo, no es en su estructu-
yan adquirido un vertiginoso desarrollo y una independencia ca- ra interna una ciencia de clase por más que las armas atómicas
da vez mayor con respecto a las formas ideológicas (teología, fi- que se fabriquen con su aplicación sean utilizadas para la defen-
losofía especulativa, etcétera) que secularmente las mantenían sa de determinado sistema social y estén, por lo mismo, al ser-
supeditadas. Tales formas devinieron una verdadera traba a par- vicio de ciertos intereses de clase.
tir del momento en que las “potencias espirituales” del hombre, Aun sin recurrir a ejemplos tan extremos como éste, es fácil
descubiertas como facultad de producir conocimientos sistemá- señalar que en una sociedad clasista el propio desarrollo de las
ticamente aplicables a la transformación de la naturaleza, fueron fuerzas productivas está supeditado a los intereses de la clase
incorporadas de manera consciente al proceso productivo. dominante, que instrumentalizó las ciencias naturales desde el
Ahora bien: ya que la tarea de dominar la naturaleza no es mismo momento de la instauración del modo de producción es-
cuestionada actualmente por ningún grupo social históricamen- pecíficamente capitalista (que de otra manera no hubiera podi-
te significativo 1, y que la naturaleza, por su parte, mal puede do establecer la extracción de plusvalía relativa como eje bási-
oponerse a tal voluntad de dominio, las ciencias que se ocupan co de su funcionamiento). Pero no hay que olvidar que las ins-
de ella gozan de un estatuto social particular que si no las pre- trumentalizó propiciando su desarrollo como instancias de co-
nocimiento objetivo de la realidad natural y no distorsionando
1 Los movimientos ecologistas –salvo en sus expresiones más exagerada- su estructura teórica en función de intereses de clase.
mente románticas– no se oponen a que el hombre domine la naturaleza, sino Tal instrumentalización no deja de plantear problemas de ca-
a la forma destructiva en que lo hace. En rigor se oponen a cierta aplicación rácter ético a los hombres de ciencia (y no debería dejar de ha-
y explotación sociales de la ciencia, lo cual es muy distinto como más ade-
lante se verá. Actitud justa, por lo demás. cerlo), mas no porque ello afecte a la naturaleza interna de su
94 Agustín Cueva La teoría marxista 95

ciencia, deformándola en este ámbito, sino porque sus conoci- ferencia a un campo vagamente definible como el espacio de “lo
mientos de cierta esfera de la realidad, en virtud de su misma social”. Y decimos campo, que no objeto, en vista de que las di-
objetividad, son aplicados y explotados con determinados fines vergencias comienzan en el momento mismo de convertir a ese
sociales, a menudo aviesos. campo en objeto teórico. En efecto, ¿qué hay de común entre los
Por lo tanto, es lícito hablar de problemas ideológicos (en el conceptos marxistas de modo de producción y formación social,
sentido lato del término) derivados de la aplicación social de las que conforman el objeto de estudio del materialismo histórico,
ciencias naturales, pero en rigor no se puede hablar de una in- y los conceptos weberianos de sociedad y cultura, por ejemplo?
tervención de las ideologías en la construcción teórica de dichas Recordemos, a título ilustrativo, que ni siquiera la concep-
ciencias. ción del quehacer científico coincide en el caso de las dos co-
rrientes que acabamos de mencionar. Para Weber, en rigor no
3. EL ESTATUTO TEÓRICO DE existen leyes que rijan el movimiento histórico en su conjunto,
LAS CIENCIAS SOCIALES sino únicamente constelaciones individuales de hechos correla-
cionados entre sí, de modo que desde su perspectiva mal podría
Distinto es el caso de las ciencias sociales, dado que ellas, en definirse a la ciencia social en el sentido en que lo hemos hecho
su misma construcción teórica tienen que dar cuenta de estruc- nosotros. En palabras suyas:
turas y procesos sociales y no de estructuras y procesos natura- “Para las ciencias exactas de la naturaleza, las ‘leyes’ son
les. Se vinculan, pues, de manera inmediata y directa con la es- tanto más importantes y valiosas cuanto más general es su vali-
fera de las relaciones sociales de producción, a cuyo manteni- dez. Para el conocimiento de los fenómenos históricos a través
miento o transformación contribuyen por el solo hecho de ela- de sus premisas concretas, las leyes generales son regularmente
borar tal o cual representación teórica de base. las más faltas de valor, por ser las más vacías de contenido. Por-
Aquí ya no se dispone del espacio de neutralidad abierto por que cuanto más abarca la validez de un concepto genérico
la existencia de una meta universalmente admitida (necesidad –cuanto mayor es su extensión–, tanto más nos aleja de la rique-
de dominar la naturaleza) y por la unilateralidad del agente, co- za de la realidad, puesto que ha de ser lo más abstracto y pobre
mo en el caso anterior, sino que se está en la encrucijada de in- de contenido para poder contener el aspecto común del mayor
tereses de clase contrapuestos y en lucha. La relación de domi- número posible de fenómenos. En el campo de las ciencias de
nio del hombre sobre la naturaleza es una relación sin contrin- la cultura, el conocimiento de lo general nunca tiene valor por
cante y por lo tanto apolítica; las relaciones sociales de produc- sí mismo. De lo dicho hasta aquí resulta que carece de sentido
ción son en cambio intrínsecamente políticas y no pueden dejar un estudio ‘objetivo’ de los procesos culturales en el sentido de
de expresarse como tales, incluso en el terreno científico. Por que el fin ideal del trabajo científico deba consistir en la reduc-
esto, las ideologías intervienen directa y activamente en las ción de la realidad empírica a unas ‘leyes’” 2.
ciencias sociales, determinando la construcción de universos Además, Weber no concibe a la sociedad como una totalidad
teóricos diferentes. estructurada en la que es posible distinguir lo que objetivamen-
Lo que acabamos de señalar es fácil de comprobar con sólo
confrontar un tratado de sociología burguesa con uno de mate- 2 Max Weber: Sobre la teoría de las ciencias sociales, Barcelona, Edicio-
rialismo histórico, que no tienen otra cosa en común que su re- nes Península, 1971, p. 47.
96 Agustín Cueva La teoría marxista 97

te es esencial y lo que no lo es. Por eso escribe: que subraya, por ejemplo, qué diferencia a un país capitalista de
“Cuando exigimos del historiador o del sociólogo la premisa otro y estudia qué tienen en común todos ellos. Por último..., es-
elemental de que sepa distinguir entre lo esencial y lo secunda- ta hipótesis creó, además, por primera vez, la posibilidad de
rio, y que para ello cuente con los ‘puntos de vista’ precisos, existencia de una sociología científica, porque sólo reduciendo
únicamente queremos decir que sepa referir –consciente o in- las relaciones sociales a las de producción, y estas últimas al ni-
conscientemente– los procesos de la realidad a unos ‘valores vel de las fuerzas productivas, se obtuvo una base firme para re-
culturales’ universales y entresacar consecuentemente aquellas presentarse el desarrollo de las formaciones sociales como un
conexiones que tengan un significado para nosotros. Y si de proceso histórico natural. Y se sobreentiende que sin tal concep-
continuo se expone la opinión de que tales puntos de vista pue- ción tampoco puede haber ciencia social (los subjetivistas, por
den ser ‘deducidos de la materia misma’, ello sólo se debe a la ejemplo, reconocen que los fenómenos históricos se rigen por
ingenua ilusión del especialista, quien no se percata que –desde leyes, pero no pudieron ver su evolución como un fenómeno
un principio y en virtud de las ideas de valor con las que ha histórico natural, precisamente porque no iban más allá de las
abordado inconscientemente el tema– de entre la inmensidad ideas y fines sociales del hombre, y no supieron reducir estas
absoluta sólo ha destacado un fragmento íntimo, precisamente ideas y estos fines a las relaciones sociales materiales) 4.
aquel cuyo examen le importa” 3. Escrito en 1894, este texto de Lenin pareciera destinado a re-
Perspectiva teórica que se sitúa exactamente en las antípodas futar punto por punto las tesis weberianas antes citadas, que sin
de la teoría materialista en general y en particular del pensa- embargo datan de 1904. No es un azar, por lo demás, que todos
miento de Lenin para quien: aquellos que emprenden el “regreso” del materialismo al idea-
“El materialismo proporciona un criterio completamente ob- lismo sociológicos (para no hablar de sus posiciones políticas)
jetivo, al destacar las relaciones de producción como estructura lo hagan siempre apoyados en la misma muletilla: “lucha con-
de la sociedad, y al permitir que se aplique a dichas relaciones tra el ‘reduccionismo economicista’ o ‘clasista’” 5.
el criterio científico general de la repetición, cuya aplicación a Por otra parte es bien conocido que Weber, siguiendo a Dilt-
la sociología negaban los subjetivistas. Mientras se limitaban a hey, incluso levanta una barrera epistemológica entre las cien-
las relaciones sociales ideológicas..., no podían advertir la repe- cias de la naturaleza y las ciencias sociales (llamadas por ellos
tición y regularidad en los fenómenos sociales de los diversos ciencias “del espíritu” o “de la cultura”); las primeras suscepti-
países, y su ciencia, en el mejor de los casos, se limitaba a des- bles de llegar a una verdadera explicación de las leyes que rigen
cribir tales fenómenos, a recopilar materia prima. El análisis de la estructura y el funcionamiento de su objeto de estudio; las se-
las relaciones sociales materiales..., permitió inmediatamente gundas, limitadas a una comprensión (Verstehen) de las “con-
observar la repetición y la regularidad, y sintetizar los sistemas ductas significativas” de los agentes sociales.
de los diversos países en un solo concepto fundamental de for-
mación social, En síntesis fue la única que permitió pasar de la 4 V. I. Lenin: Quiénes son los “amigos del pueblo” y cómo luchan con-
descripción de fenómenos sociales (y de su valoración desde el tra los socialdemócratas, Buenos Aires, Editorial Anteo, 1973, pp, 14 y 15.
5 Cf. por ejemplo el trabajo de Ernesto Laclau: Política e ideología en la
punto de vista del ideal) a su análisis rigurosamente científico,
teoría marxista, Siglo XXI, México, varias ediciones; y la amplia discusión
del mismo en Populism and popular ideologies, LARU Studies, Vol. III, no.
3 Max Weber, op. cit., p. 49. 2/3, January 1980, Toronto, Canadá.
98 Agustín Cueva La teoría marxista 99

Agentes que, por lo demás, aparecerán asimilados completa- servando que incluso “la acumulación del conocimiento social
mente a los individuos en el estructural–funcionalismo contem- está gobernada por regularidades diferentes de aquellas que go-
poráneo, que por lo mismo tiene una forma muy peculiar de de- biernan la acumulación de resultados en las ciencias naturales”.
finir a la sociedad, convertida en objeto teórico a través del con- Todo lo cual se explica, a su juicio, por la situación siguiente:
cepto de sistema social: “La historia de la sociología, cualquiera sea el grado de au-
“Un sistema social –reducido a los términos más simples– tonomía que esta disciplina pueda lograr, sigue siendo parte in-
consiste, pues, en una pluralidad de actores individuales que in- tegrante de la historia intelectual y se torna prácticamente in-
teractúan entre sí en una situación que tiene, al menos, un aspec- comprensible fuera de este contexto. Y me refiero no solamen-
to físico o de medio ambiente, actores motivados por una ten- te a los nexos entre el pensamiento sociológico y las ideologías,
dencia a ‘obtener un óptimo de gratificación’ y cuyas relaciones que comparativamente han sido más frecuentemente estudiados
con sus situaciones –incluyendo a los demás actores– están me- y son de extraordinaria significación. Mi afirmación se refiere
diadas y definidas por un sistema de símbolos culturales estruc- también a las relaciones entre la sociología y la cultura toda de
turados y compartidos” 6. una época y un país determinados, así como a sus raíces en la
Desacuerdo de principio sobre lo que ha de entenderse por conciencia social” 7.
“sociedad”; desacuerdo no menos profundo sobre el concepto
de ciencia social; desacuerdo en cuanto al método o métodos de 4. EL PROBLEMA DE LA VERIFICACIÓN
análisis: parece evidente que la unidad de las ciencias sociales Y SUS IMPLICACIONES
no consiste en otra cosa que en su confluencia en un campo de
lucha en el que se enfrentan tendencias teóricas antagónicas. Y hay un problema más, que complica las cosas. El científi-
El hecho que acabamos de señalar es en efecto tan obvio, que co social en general no puede, por razones fácilmente entendi-
en el balance del desarrollo mundial de la sociología preparado bles, reproducir a voluntad en un gabinete o laboratorio los fe-
en 1982 por la Asociación Internacional de Sociología, uno de nómenos que estudia. Se encuentra, por lo tanto, imposibilitado
los articulistas no vacila en afirmar que “los diversos sociólogos de aislar experimentalmente lo que es esencial de lo que no lo
tienen poco en común, salvo el hecho de llamarse a sí mismos es, o de demostrar, experimentalmente también, la forma de vin-
‘sociólogos’ y de trabajar en el marco de similares institucio- culación de los distintos elementos del todo social Como obser-
nes”; luego recalca que “la evolución de la sociología ha sido de va Marx:
naturaleza fuertemente multilinear” (“a multiple poradigm “En el análisis de las formas económicas de nada sirven el
science”, como la denomina más adelante), para terminar ob- microscopio y los reactivos químicos. El único medio de que
disponemos, en este terreno, es la capacidad de abstracción” 8.
6 Talcott Parsons: El sistema social, Ediciones de la Revista de Occidente,
Madrid, 1966, p. 25. Parsons cree pertinente aclarar, casi al final de su libro, 7 Jerzy Szacki: The history of sociology and substantive sociological the-
que su punto de vista “no constituye la ‘reducción’ de la teoría sociológica a ories, en Sociology, the state of art, editado por Tom Bottomore Stefan
términos psicológicos, sino la extensión del aspecto estructural de esa teoría Nowak y Magdalena Sokolowska, bajo el patrocinio de la Asociación
a una formulación expresa de su concernimiento con el proceso motivacional Internacional de Sociología, SAGE Publications, London and Beverly Hills,
dentro del contexto del funcionamiento del sistema social como sistema” 1982, pp. 367–371.
(sic, p. 546). Como se diría en portugués: E pior a emenda que o soneto. 8 K. Marx: El capital, (“Prólogo a la primera edición”), vol. I, p. XIII.
100 Agustín Cueva La teoría marxista 101

El científico social procede, pues, como cualquier hombre de cación experimental similar a la de algunas ciencias naturales
ciencia, por abstracciones sucesivas que conducen a la construc- no impide la construcción de una teoría verdaderamente cientí-
ción de determinados sistemas teóricos, pero con la diferencia fica de la sociedad, ya que dicho carácter no deriva de tal o cual
de que la validez o invalidez de los mismos no puede ser verifi- forma de verificación, sino de la capacidad de elaborar concep-
cada mediante la experimentación artificial controlada, sino só- tos idóneos para la captación de las leyes que rigen el movi-
lo a través (y “a lo largo”, con todo lo que esto implica) de la miento de la historia. No olvidemos que en materia social, igual
experiencia proporcionada por el propio desarrollo histórico. que en las ciencias naturales, el empirismo no siempre tiene la
Ahora bien, esta experiencia dista mucho de presentarse co- última palabra. Como dice el físico Robert March refiriéndose
mo un “libro abierto”, capaz de revelar de inmediato la adecua- a las tesis de Galileo:
ción o no adecuación de un sistema teórico con respecto a la “Una vez más, la prueba más significante en la cuenta final
realidad. La misma complejidad de toda estructura social difi- no fue la de qué idea era la que describía más de cerca los mo-
culta el conocimiento de sus leyes profundas de funcionamien- vimientos que solían observarse en la naturaleza, sino la de cuál
to (“en realidad, toda ciencia estaría demás si la forma de mani- llevaría en definitiva a un conocimiento más profundo de la na-
festarse las cosas y la esencia de éstas coincidiese directamen- turaleza. El modo de ver de Galileo condujo directamente a las
te”, decía Marx 9); y más todavía cuando se trata de estructuras conquistas de Newton, mientras que el antiguo no conducía a
de carácter clasista que están produciendo sin cesar efectos de ninguna parte” 11.
mistificación e incluso de “inversión”: Sin embargo, el hecho de que no sea posible demostrar expe-
“Ya al estudiar las categorías más simples del régimen capi- rimentalmente lo que es una determinación en última instancia
talista de producción e incluso de la producción de mercancías, o una relación dialéctica, por ejemplo, facilita la intromisión
las categorías mercancía y dinero, hemos puesto de relieve el fe- ideológica en la construcción de las ciencias sociales. Y decimos
nómeno de mistificación que convierte las relaciones sociales, facilita, que no origina, para dejar claramente sentado que la
de las que son exponentes los elementos materiales de la rique- fuente principal de esta intervención no radica en la estructura
za en la producción, en propiedades de estas mismas cosas de tales ciencias ni arranca de problemas metodológicos supues-
(mercancías), llegando incluso a convertir en un objeto (dinero) tamente “irresolubles”, sino que es un efecto de las contradic-
la misma relación de producción. Todas las formas de sociedad, ciones existentes en el seno de determinada formación social.
cualesquiera que ellas sean, al llegar a la producción de mercan-
cías y a la circulación de dinero, incurren en esta inversión. Pe- 5. LA NATURALEZA DE LA
ro este mundo encantado e invertido se desarrolla todavía más INTERVENCIÓN IDEOLÓGICA
bajo el régimen capitalista de producción y con el capital, que
constituye su categoría dominante, su relación determinante de Las determinaciones sociológicas de la ciencia social, enten-
producción” 10. didas como determinaciones originadas en una estructura de
El que las ciencias sociales no puedan recurrir a una verifi- clases, no constituyen un problema meramente “exterior”; la
ideología del científico social no es, como en el caso del sabio
9 Ibid., vol. III, p. 757.
10 Marx, ibid., vol. III, p. 765. 11 Robert H. March: Física para poetas, Siglo XXI, México, 1977, p. 37.
102 Agustín Cueva La teoría marxista 103

dedicado a las ciencias naturales, una simple “filosofía noctur- lista bastante similar al de Marx: antagonismo entre el trabajo y
na”. La intervención de las ideologías tampoco se traduce aquí el capital, intensificación del trabajo hasta reventar músculos y
por puras diferencias “valorativas”, sino que lleva a la construc- nervios, desarraigo e incluso “enajenación” de la clase obrera,
ción de universos teóricos distintos y, en el límite, antagónicos. pérdida del control del proceso productivo por parte del produc-
Tomemos un ejemplo. Cuando se trata de analizar la génesis tor directo, quiebras constantes y correlativa centralización del
del capitalismo, la diferencia esencial entre los análisis de Marx capital, crisis económicas, etc. Sin embargo, todos estos fenó-
y los de Max Weber no radica en que el primero aprecie “nega- menos están conceptualizados de tal forma que, lejos de apare-
tivamente” la acumulación originaria y el segundo la valore en cer como expresiones normales de las leyes de valorización y
términos “positivos”, cosa que sería totalmente falso afirmar. La acumulación de capital, son presentados como formas “anóma-
diferencia está en que el autor de La ética protestante y el espí- las” o “desviadas” de un sistema en lo fundamental regido por
ritu del capitalismo 12 simplemente pasa por alto aquel proceso, un nuevo tipo de “solidaridad”. Resulta curioso comprobar có-
desplazando su análisis hacia un elemento “cultural” que apare- mo hasta la ley del valor aparece por momentos formulada de
ce como la clave de dicha génesis: nos referimos al concepto manera bastante análoga a la de Marx 13, pero sólo para concluir
weberiano de “racionalización” de todas las pautas del compor- a que las diferencias de clases se originan en transgresiones a la
tamiento humano (hecho general y esencial para el autor), del ley del valor. ¡Como si no bastara con que dicha ley regule el
que la “racionalización” económica (sinónimo absoluto de “ca- precio de la fuerza de trabajo para que la extracción de plusva-
pitalismo moderno” en Weber) no sería más que una expresión lía y la reproducción de las clases antagónicas tengan lugar!
particular. Ejemplos que permiten mostrar de qué manera la interven-
No hace falta entonces que Weber se pronuncie moralmente ción de las ideologías en la construcción de las ciencias sociales
en favor del capitalismo para que haya una toma de partido; dista mucho de ser una “adherencia externa”, una “filosofía
basta y sobra con aparejar teóricamente los conceptos de “racio- nocturna” o un “juicio de valor”, que vendría a añadirse a una
nalidad” y capitalismo y analizar todo en esa perspectiva. Tam- representación en sí misma objetiva del universo social, sino
poco es menester que el autor justifique explícitamente el siste- que es una intervención que, según la ideología de que se trate,
ma capitalista para hacer la apología del mismo: suficiente con distorsiona o no la representación de la estructura y leyes de
que lo represente como resultado de la austeridad, las privacio- funcionamiento de la sociedad.
nes y el comportamiento económicamente “racional” de la bur-
guesía, y no como resultado histórico de un proceso de despojo
a los productores directos.
Otro ejemplo. Si leemos algunos capítulos de la obra De la 13 “En una sociedad dada, cada objeto de cambio tiene, a cada instante, un
división del trabajo social, de Emilio Durkheim, especialmente valor determinado, que podríamos llamar su valor social. Este representa la
del libro III, vemos como éste describe una serie de fenómenos cantidad de trabajo útil que contiene; por esto no hay que entender el trabajo
que parecieran configurar un diagnóstico de la sociedad capita- integral que pudo costar, sino la parte de esta la energía susceptible de pro-
ducir efectos sociales útiles, es decir, que responden a necesidades normales.
Aunque tal magnitud no pueda ser calculada matemáticamente, no por ello es
12 Max Weber: La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Edicio- menos real”. Emilio Durkheim: De la división del trabajo social, Schapire
nes Península, Barcelona, 1969. Editor S.R.L. Buenos Aires, 1973, p. 324.
104 Agustín Cueva La teoría marxista 105

bría que dar sobre la diferencia entre estos dos niveles de apre-
6. EL PROBLEMA DE LOS “VALORES” hensión de la realidad, quizá no habría mejor que el de la com-
paración de una obra como la de fray Bartolomé de Las Casas,
Empero, llegados a este punto hay que tener mucho cuidado que descubre con minuciosidad, dolor e ira los efectos de la acu-
en no confundir el problema de la intervención de las ideologías mulación originaria de capital en América Latina, pero sin nin-
de clase en la construcción de las ciencias sociales con lo que se gún conocimiento teórico de ese proceso 16, y los capítulos co-
ha dado en llamar el problema de la ciencia “libre o no de valo- rrespondientes de El capital de Marx 17, que arrojan luz sobre
res”. Este último planteamiento, con todo lo progresista que los acontecimientos aunque apenas se refiera a ellos.
pueda ser en determinados contextos como el de cierta sociolo- De otra parte, y como ya se vio a través de los citados textos
gía estadounidense por ejemplo 14, da más cuenta de la crisis éti- weberianos, la afirmación de que el fundamento último de la
ca que afecta a muchos científicos sociales que del problema ciencia social radica en la adopción de ciertos valores no es más
teórico de la ciencia social misma. que una puerta abierta al subjetivismo 18. Se quiere decir con
Señalemos, en primer término, que es falso que una posición ello que la sociedad carece de una estructura objetiva científica-
éticamente progresista asegure por sí sola la producción de co- mente cognoscible, y que lo único que cabe frente a esta “natu-
nocimientos correctos, o sea, objetivos, de la realidad social. raleza de lo social” son puntos de vista distintos, tan válidos
Lukacs observó ya, al escribir el prólogo autocrítico a La teoría unos como otros. Al no existir un en sí social, lo único que que-
de la novela, la posibilidad de que se entrelacen en un mismo da, en esta perspectiva, es la posibilidad de múltiples para sí,
autor, e incluso en toda una corriente de pensamiento, una “éti- según la “pauta valorativa” que escoja cada investigador.
ca de izquierda y una epistemología de derecha” 15. Se pudiera Por esto, conviene poner en claro que la ciencia social no es
añadir que tal es el drama de gran parte de la sociología peque- una simple mise en forme de determinados valores o pautas cul-
ño burguesa tanto en sus posiciones liberales cuanto en sus ex- turales, sino una práctica específica en la cual las perspectivas
presiones de ultraizquierda, aunque estas últimas son cada vez de clase intervienen de manera también específica.
menores desde que muchos “ultras” de ayer se han convertido
en los socialdemócratas y “euromarxistas” de hoy. 7. LA CIENCIA SOCIAL BURGUESA:
Lo cual no quiere decir que en los textos inspirados por una SUS LÍMITES ESTRUCTURALES
ética progresista no pueda haber ideas justas ni juicios acertada-
mente críticos sobre los efectos del sistema; mas una cosa es En lo que a la ciencia social burguesa concierne, es menester
percibir éstos y denunciarlos y otra conocer la estructura y leyes precisar que no es una actividad encaminada a la producción de
que determinan su constante producción. Si algún ejemplo ha- 16 Cf. Bartolomé de Las Casas: Historia de las Indias, Ed. Agustín Milla-
res Carlo, con prólogo de Lewis Hanke, 3 vols., México, 1951.
14 Alvin Gouldner: El antiminotauro: el mito de una sociología libre de 17 Cf. sobre todo el cap. XXIV del libro I.
valores, en Revista mexicana de ciencias políticas y sociales, No. 62, 18 Por esta razón incluso discrepamos de tesis como la de Adolfo Sánchez
México, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, octubre- Vásquez para quien: “La objetividad de las ciencias sociales es valorativa; en
diciembre de 1970. ellas no se escinden objetividad y valor”. Tesis 5 de su ensayo La ideología
15 Georg Lukacs: Prólogo a La théorie du roman, Editions Gonthier, de la “neutralidad ideológica” en las ciencias sociales, en rev. Historia y so-
Suiza, 1963. ciedad, Segunda época, No. 7, 1975, p. 15.
106 Agustín Cueva La teoría marxista 107

meras imágenes ilusorias de la realidad, a la manera de las reli- teoría, truncando y redefiniendo de este modo conocimientos
giones, por ejemplo. Está dotada de cierto grado de cientificidad parciales que dichas ciencias puedan llegar a producir. Estos
en la medida en que efectivamente produce conocimientos ob- mismos conocimientos quedan, de esta suerte, instrumentaliza-
jetivos de determinada índole y sobre parcelas asimismo deter- dos y unilateralizados (teóricamente) en razón de la perspectiva
minadas de la realidad social. Por esto la economía o la socio- de clase que los supedita.
logía burguesas poseen una eficacia práctica que va bastante Por eso, la economía burguesa puede analizar múltiples mo-
más allá de sus efectos puramente ideológicos, permitiendo una mentos del movimiento objetivo del modo de producción capi-
real aplicación de los conocimientos parcelarios que producen. talista y por supuesto captar muchos de sus mecanismos y efec-
La teoría keynesiana en su momento, como la friedmaniana en tos, pero no puede, dada su naturaleza clasista, aprehenderlos
la actualidad, suponen una reconstrucción conceptual adecuada como momentos, mecanismos y efectos de una estructura social
de múltiples mecanismos de funcionamiento de la economía ca- constituida en torno a la explotación de una clase por otra. Es-
pitalista, sin lo cual mal podrían servir de guía a determinadas to le impide incluso llegar a definir de manera teóricamente ade-
políticas económicas. Y lo mismo podría decirse, aunque con cuada un concepto tan fundamental como el de capital, que en
variaciones de grado, de la sociología funcionalista y empirista, la economía burguesa aparece siempre como sinónimo de un
de la psicología social burguesa etcétera. Tan es así que a partir acervo de bienes o algo semejante, y no como lo que en reali-
de ellas pueden llevarse a cabo investigaciones como el triste- dad es, o sea, como una relación social antagónica que permite
mente célebre Plan Camelot u otros de contrainsurgencia, o que una clase se apropie de la plusvalía producida por otra. De
aplicarlas con relativa eficiencia para la manipulación de las ahí que Marx tenga que insistir, de manera aparentemente ma-
masas. chacona a lo largo de toda su obra, en que “el capital no es una
Esto no quiere decir, sin embargo, que tales ciencias consti- cosa, sino una relación social entre personas a las que sirven de
tuyan un acervo de conocimientos neutros, susceptibles de ser vehículo las cosas” 19. Lo que para nosotros suena a obviedad,
explotados para fines sociopolíticos distintos e inclusive anta- pero es sistemáticamente disimulado por la economía burguesa.
gónicos, como ocurre en el caso de las ciencias naturales. No. Más aún, recordemos que el propio concepto de clase apare-
Aunque contengan niveles de conocimiento objetivo como los ce como una categoría ajena a la economía burguesa, que por
ya señalados, son ciencias de clase y no otra cosa en la medida principio la remite al campo de la “sociología”. Y esta discipli-
en que la ideología burguesa interviene directamente en su na, que gracias al primer tour de passe recibe dicho concepto ya
construcción, o sea, en su configuración interna, fijándoles amputado de sus fundamentos económicos, se encarga a su tur-
fronteras estructurales que no pueden ser rebasadas teórica- no de desvirtuarlo todavía más, disolviéndolo en un haz de
mente en su concepción global de la realidad. “múltiples variables”. Así que la misma división de la ciencia
¿De qué frontera se trata y qué efectos produce en el seno de social burguesa en una “economía” y una “sociología” no es
la teoría social? ajena a una perspectiva de clase que, por un lado permite ocul-
En términos generales puede afirmarse que tal frontera está tar el hecho de que toda categoría económica es una categoría
constituida por la imposibilidad de revelar el carácter clasista de social y por otro soslayar la determinación que en última instan-
las sociedades de clase que estudia, límite que impone una serie
de distorsiones y coartadas en el funcionamiento global de la 19 El capital, vol. I, p. 651.
108 Agustín Cueva La teoría marxista 109

cia ejerce lo económico sobre los demás niveles del todo social. burguesa puede presentar desde luego múltiples tendencias y
Esta desocialización de las categorías económicas es eviden- matices: su denominador común no está dado por la repetición
te incluso en las expresiones más progresistas del pensamiento de un discurso literal o argumentalmente idéntico, sino por la no
burgués, como sería por ejemplo el caso de la CEPAL. Tal co- transgresión de la frontera indicada. Dentro de ese acotamiento,
mo lo destaca Octavio Rodríguez en su libro La teoría del sub- su presentación tiene que ser tanto más “renovadora” y “creati-
desarrollo de la CEPAL: va” cuanto que, no lo olvidemos, es producto de una sociedad de
“... la limitación del pensamiento estudiado no depende de ... consumo que no sólo devora bienes materiales sino también
carencias de forma, sino del propio enfoque que se utiliza, es imágenes y representaciones. La ciencia social burguesa, igual
decir, de su naturaleza estructuralista. En breve, la limitación que cualquier otra mercancía, no puede ser ajena a ese fenóme-
que se desea destacar deriva de que los aportes teóricos de la no que conocemos con el nombre de moda.
CEPAL (que dicen esencialmente respecto al modo como se va
transformando la estructura de producción de bienes y servicios 8. LA CIENCIA SOCIAL BURGUESA
durante la industrialización periférica) no consideran ni anali- EN LA COYUNTURA ACIUAL
zan las relaciones sociales que están en la base del proceso de
industrialización y de las transformaciones de estructuras que Si la ciencia social no puede dejar de tomar partido frente a
éste trae consigo” 20. las oposiciones de clase vigentes en una formación social deter-
Siendo la burguesía la clase propietaria de los medios de pro- minada (y ya vimos que no toma partido diciendo que está bien
ducción, su interés material fundamental consiste en la conser- que unos hombres se apropien de los medios de producción pa-
vación de éstos y, como derivación de ello, su interés ideológi- ra que así puedan expropiar la plusvalía producida por otros, si-
co se concentra en la negación de que el núcleo estructurador de no ocultando esta estructura de base), es claro que tampoco pue-
toda formación social radica en la distribución de los factores de de dejar de participar en la oposición que, como corolario de lo
producción en términos de propiedad. De ahí que ninguna eco- anterior, se da actualmente entre dos sistemas sociales antagóni-
nomía, sociología o ciencia política burguesa esté en capacidad cos, que son el capitalismo y el socialismo. En este sentido, la
de poner en claro este hecho, demostrar que allí reside el origen situación de la ciencia social burguesa no es la misma hoy que
material de las clases sociales y que éstas, al configurarse en to- hace un siglo o tres cuartos de siglo, cuando todavía el capitalis-
mo de la división de la sociedad en propietarios y no propieta- mo podía ser analizado en comparación con el modo de produc-
rios de los medios de producción, son entidades antagónicas cu- ción que lo precedió, y en esa perspectiva aparecer con rasgos
yo conflicto permea todos los niveles del cuerpo social. objetivamente progresistas. En 1920 Weber podía aún permitir-
Uno puede pasar revista de cualquier tratado de economía o se el lujo de presentar al capitalismo como el movimiento de ra-
sociología y comprobar que la frontera entre la ciencia social cionalización por antonomasia; hoy la tarea resulta más ardua
burguesa y el materialismo histórico se ubica, con absoluta pre- por decir lo menos, y tanto economistas como sociólogos se ven
cisión, en el punto arriba señalado. Más acá de este limite, que obligados a tomar partido de manera siempre más directa. Algu-
constituye su infranqueable límite de clase, la ciencia social nos, como Milton Friedman y su escuela, lo harán abiertamente
recalcando las virtudes de la “libre empresa” y la economía de
20 Siglo XXI, México, 2ª. ed., 1981, p. 273. mercado sin barreras, para ellos sinónimo absoluto de libertad y
110 Agustín Cueva La teoría marxista 111

bienestar, por más que ese neoliberalismo no deje de hundir ca-


da día más a las economías del llamado Tercer Mundo. Otros, 9. MATERIALISMO HISTÓRICO
recurrirán a artimañas bastante burdas para demostrar la “supe- Y PERSPECTIVAS DE CLASE
rioridad” del capitalismo sobre el socialismo. Incluso publica-
ciones que uno puede suponer serias y respetuosas de sí mismas, Hemos señalado ya que la ciencia social no es una simple
como el anuario editado por François Maspero bajo el título L’é- proyección o mise en forme de ciertos “valores”, sino que es una
tat du monde, no vacilan en hablar de la “crisis económica y de- actividad específica en la que las ideologías de clase intervienen
gradación” de los países socialistas, en contraste con unos Esta- de manera igualmente específica, fijando, en el caso de la ideo-
dos Unidos “sin reflujo”, a pesar de que los datos que su misma logía burguesa, una frontera estructural que la ciencia social co-
publicación proporciona indiquen que la economía de la URSS rrespondiente no puede rebasar. Estas reflexiones allanan el ca-
ha crecido dos veces más rápidamente que la de los Estados mino para una mejor comprensión del nexo que guarda el mate-
Unidos en el período que en este caso consideran (1965–80) 21. rialismo histórico con la perspectiva de la clase social con la que
Lejos de registrar una tendencia a la desideologización, las está orgánicamente vinculado, es decir, el proletariado.
ciencias sociales se hallan pues más comprometidas que nunca El materialismo histórico no es, desde luego, una mera pro-
en la lucha ideológica, en razón de la profunda crisis que pade- yección de cierta “ética obrera” ni una pura prolongación de los
ce el mundo capitalista, con sus secuelas de depauperación no “anhelos” del proletariado; es una ciencia por derecho propio y
sólo de clases sino de zonas enteras del planeta, sobre todo en está regido, consiguientemente, por las normas del quehacer
las áreas subdesarrolladas. En esas condiciones no es un azar el científico en general. Su sistema de categorías es un sistema
que justamente en estas áreas, de las que América Latina forma teórico que permite reproducir la estructura y el movimiento ob-
parte, la lucha contra las posiciones del materialismo histórico jetivos de la realidad histórico–social y no sólo reproducir el
sean cada vez más arduas, yendo desde la represión y las medi- punto de vista de determinada clase o, lo que es peor todavía, li-
das administrativas hasta las campañas de desprestigio puro y mitarse a ser una mera “teoría crítica” 23.
simple. Campañas tanto más empecinadas e insidiosas cuanto Esto no significa, sin embargo, que en el materialismo histó-
que entre nosotros existe una ya arraigada tradición de ciencias rico esté ausente una perspectiva de clase. Por el contrario, la
sociales progresistas y de cuadros de alto nivel formados en ba- perspectiva del proletariado está presente desde el momento
se a la teoría marxista 22, que es precisamente lo que se preten- mismo de la construcción de la ciencia social marxista y, luego,
de erradicar. en todo su desarrollo ulterior, como permanente condición so-
cial de producción y aplicación de la teoría.
21 L’etat du monde 1981. Annuaire économique et géografique mondial,
¿Qué alcance tiene esta afirmación?
dirigido por François Gèze, Alfredo Valladão e Ives Lacoste, Ed. François No quiere decir, por supuesto, que tal perspectiva secrete au-
Maspero, París, 1981. Cf. especialmente los capítulos dedicados a Europa del tomáticamente conocimientos de tipo científico ni, menos aún,
Este, la Unión Soviética y Estados Unidos.
22 A este respecto véase nuestro trabajo Reflexiones sobre el desarrollo de
23 Que es a lo que pretenden reducirla autores como José Aricó, por ejem-
los estudios latinoamericanos en México, en Varios: Balance y perspectivas
de los estudios latinoamericanos, Coordinación de Humanidades/Facultad plo. Cf. su artículo Marx y América Latina, en rev. Nueva sociedad, 66,
de Filosofía y Letras, UNAM, 1985. Caracas, mayo/junio 1983, pp. 56–57.
112 Agustín Cueva La teoría marxista 113

que ellos broten por generación espontánea de la conciencia psi-


cológica (conciencia inmediata) de los obreros. Lenin fue claro 10. “CIENCIA” E “IDEOLOGÍA”:
sobre este punto al señalar, en su obra ¿Qué hacer?, que libra- UNA ANTINOMIA ABSTRACTA
da a su sola espontaneidad y sin el concurso de la ciencia social
marxista, la clase obrera no puede ir más allá del “tradeunionis- A lo largo de esta exposición hemos evitado tratar la antino-
mo”, o sea, del economicismo. Recalcó con ello la autonomía mia “ciencia–ideología” de manera abstracta e indeterminada
del materialismo histórico como práctica científica, a la vez que por considerar que, planteada como tal, es simplemente falsa. De
su papel de vanguardia teórica de la cual no puede prescindir la hecho, la “ideología” a secas no existe históricamente –o al me-
vanguardia política. nos no en el momento actual–, puesto que las ideologías enfren-
Empero, no hay que olvidar que esa autonomía es siempre tadas en la ciencia social y fuera de ella son ideologías de clase.
relativa ya que solo a condición de mantenerse, en la perspecti- Sólo ubicándolas en este plano es posible, por lo demás, captar
va de los intereses históricos del proletariado es posible estar en sus efectos diferenciales en el terreno del quehacer científico so-
situación de producir un conocimiento objetivo de la realidad cial, cuyo desarrollo no se ve limitado o impulsado por la inter-
social, siempre que se cumpla, a partir de esta situación, con los vención de la “ideología” sin más calificativo, sino que se des-
requisitos de la práctica científica correspondiente. En términos pliega en el ámbito demarcado por cada perspectiva de clase,
metafóricos podría decirse que en este caso la perspectiva de que restringe o amplía las posibilidades de objetividad en fun-
clase desbroza el terreno sobre el cual se levantará una construc- ción de los intereses materiales expresados en cada ideología.
ción científica. En efecto, si la intervención de la ideología bur-
guesa en la construcción de la ciencia social se manifiesta por el
establecimiento de una frontera estructural como la que se ana-
lizó en el apartado 7, la intervención de la perspectiva proleta-
ria se caracteriza, en cambio, por el levantamiento de esta barre-
ra: la ideología de clase no constituye aquí un elemento obstruc-
tor, sino que es más bien el factor encargado de abrir un campo
de visibilidad en el que la ciencia social puede desarrollar toda
su objetividad.
Por lo demás, el mismo concepto de ideología del proletaria-
do tiene que ser entendido de manera histórica y dialéctica, es
decir, no como una “esencia” dada de una vez para siempre, si-
no como una representación del mundo en permanente desarro-
llo y susceptible de ir incorporando, cada vez con mayor pro-
fundidad, los elementos de conocimiento que el materialismo
histórico le aporte.
La teoría marxista 115

IV. SOBRE EL CONCEPTO


DE ENAJENACIÓN

1. PROBLEMAS DE ORDEN METODOLÓGICO

Cualquier discusión encaminada a precisar el estatuto del


concepto de “enajenación” en el interior de la teoría marxista
debe partir de algunos principios metodológicos, a falta de los
cuales uno corre el riesgo de encerrarse en un círculo vicioso sin
salida posible. Concretamente, quisiéramos señalar aquí los si-
guientes:
1) El marxismo no se confunde con todo lo que Marx escri-
bió en cualquier momento y circunstancia de su vida. Y nos re-
ferimos no sólo al problema del momento (importante en razón
de la evolución del pensamiento de Marx) sino también a la
cuestión de las circunstancias, para dejar sentado desde ahora
que nos parece ilegítima la tendencia hoy en boga, de atribuir
preeminencia a los Grundrisse sobre El capital, por ejemplo,
habida cuenta de que los primeros constituyen materiales pre-
vios y menos elaborados que el segundo. En conjunto, son aque-
llos los que deben ser leídos a la luz de éste, sin perjuicio de que
la relación se invierta con respecto a determinados puntos o as-
pectos.
Diríamos que, en rigor, ni siquiera resulta escandaloso al
116 Agustín Cueva La teoría marxista 117

afirmar, como ya se ha hecho, que en algunos textos de Marx y pretende la perspectiva filológico–empirista) con todo lo que
Engels se encuentran conceptos y desarrollos teóricos premar- Marx y Engels escribieron en cualquier momento y circunstan-
xistas. Cuando Engels, pongamos por caso, critica la teoría ri- cia de su vida, sino que, en estricto rigor, está constituido por el
cardiana del valor–trabajo en su Esbozo de una critica de la nuevo corpus teórico–científico descubierto por aquellos funda-
economía política (publicado el mismo año que los famosos dores y enriquecido con los aportes posteriores surgidos de la
Manuscritos del 44), parece evidente que lo hace desde un pun- experiencia histórica del movimiento obrero internacional (mar-
to de vista premarxista. Igual que cuando Marx, preso todavía xista–leninista); corpus que comprende dos disciplinas íntima-
de una concepción empirista de “lo real”, formula los siguientes mente ligadas entre sí, que son el materialismo dialéctico y el
reproches a la teoría del valor de los economistas clásicos, en materialismo histórico.
los Cuadernos de París, que datan también de 1844: En la discusión sobre el concepto de “enajenación” no se tra-
“Para dar más coherencia y precisión a sus leyes, la eco- ta, por lo tanto, de averiguar si Marx lo utilizó o no (cosa por
nomía política tiene que suponer la realidad como accidental demás evidente) ni hasta qué momento de su vida empleó los
y la abstracción como lo real” 1 términos entfremden y entfremdung (hecho fácil de establecer
“De este movimiento real (se refiere a la oferta y la de- en el terreno empírico), sino de indagar si el concepto en cues-
manda, A. C.), del cual la ley no es más que un momento abs- tión forma o no parte de la lógica interna de la nueva teoría cien-
tracto, casual y unilateral, los economistas modernos hacen tífica fundada por Marx y Engels, y, de ser así, con qué estatu-
algo accidental, inesencial. ¿Por qué? Porque si quisieran ex- to y significación se incorpora a ella y cuáles son sus condicio-
presar abstractamente ese movimiento, dada la reducción nes y límites de pertinencia. En síntesis, se trata de saber si el
que hacen de la economía política a fórmulas rigurosas y concepto de “enajenación” es o no una categoría constitutiva del
exactas, la fórmula fundamental tendría que decir: en la eco- materialismo dialéctico e histórico y cuál es su tenor teórico
nomía política, la ley está determinada por su contrario, por exacto. Problema que no podemos eludir, sobre todo tratándose
la ausencia de leyes. La verdadera ley de la economía políti- de un concepto de indudable estirpe idealista.
ca es el azar, de cuyo movimiento nosotros, los hombres de 2) Hablábamos en el numeral precedente de la lógica inter-
ciencia, fijamos arbitrariamente algunos momentos en forma na de la teoría marxista, que sin duda constituye un primer ni-
de leyes” 2 vel de referencia con respecto a la pertinencia o no pertinencia
Afirmaciones que son sin duda del puño y letra de Marx, pe- de determinado concepto. Precisemos, sin embargo, un segundo
ro que no por ello forman parte de la teoría marxista, a la que principio, que nos alejará de todo formalismo. Tal principio es
más bien contradicen. De hecho, son los argumentos que toda- el de que un concepto sólo adquiere carta definitiva de ciudada-
vía esgrimen ciertos economistas burgueses contra la teoría nía en el marxismo en la medida en que contribuye a descubrir
marxista del valor y de la plusvalía. y formular con la mayor objetividad y precisión las leyes que ri-
Por eso insistimos en que el marxismo no se confunde (como gen la conformación, el funcionamiento y el desarrollo de un
objeto determinado, produciendo un conocimiento científico del
1 Carlos Marx: Cuadernos de París (Notas de lectura de 1844), ERA,
mismo. En el caso del materialismo histórico, que es el que más
México, 1974, p. 112
de cerca interesa aquí, ese objeto está constituido por el desarro-
2 Ibid., p. 126. llo histórico de la sociedad.
118 Agustín Cueva La teoría marxista 119

Por lo tanto, “el problema consiste en indagar si el concepto Luego, transcribe, a guisa de prueba, unos pocos pasajes de
de “enajenación” es o no necesario para la explicación de algún El capital donde efectivamente aparece el verbo entfremden, co-
nivel de esa realidad que no podría ser conocido mediante nin- mo éste que a continuación citamos:
gún otro concepto con la misma objetividad y precisión (univo- “Puesto que desde antes de su entrada (del obrero, E. M.)
cidad). Requisitos que es menester subrayar con el mayor énfa- en el proceso (de producción) su propio trabajo le es aliena-
sis, apuntando desde ahora a un problema muy importante: el do (entfremdet), es apropiado por el capitalista e incorporado
carácter plurívoco, para no decir passe–partout, del concepto de en el capital, se objetiva en el transcurso del proceso, cons-
“enajenación”, que frente a otros conceptos no parece añadir tantemente, en forma de productos alienados (in fremdem
más que ambigüedades y connotaciones filosófico-especulati- Produkt)” 4.
vas, dato que en sí mismo no deja de ser inquietante. Tal es la versión española, directa y bastante fiel, de la tra-
Insistamos, en fin, en que no se trata de discutir si se puede ducción que Mandel hace de este texto de Marx. Sólo que, si to-
o no denominar “enajenación” a tal o cual efecto cuyas causas mamos una traducción distinta del mismo pasaje, como la ya
se explican mediante otros conceptos, que son los verdadera- clásica de Wenceslao Roces, nos topamos con una sorpresa que
mente científicos puesto que nos proporcionan un conocimien- parece constituir un verdadero atentado contra la supuesta teo-
to objetivo de los mecanismos productores de dicho efecto. Lo ría marxista de la “enajenación”. La traducción española de Ro-
primero es una cuestión meramente nominal y por lo tanto no ces dice así:
constituye un problema teórico; lo que importa, es averiguar si “Como antes de entrar en el proceso de producción el
un concepto como el de “enajenación” cumple o no el segundo obrero es despojado de su propio trabajo, que el capitalista se
cometido, propiamente científico. apropia e incorpora al capital, durante el proceso este traba-
3) Al examinar los textos de Marx hay que tener cuidado, jo se materializa constantemente en productos ajenos” 5.
además, de no confundir los conceptos teóricos, o sea aquellos ¿Se trata de un error de Roces? ¿Fue una incapacidad suya
que articulados entre sí constituyen el núcleo productor del co- para entender el alcance teórico de ciertas palabras la que lo lle-
nocimiento científico, con los conceptos meramente descripti- vó a traducir entfremdet por despojado e in fremdem Produkt
vos, es decir, que no tienen otra significación que la del uso co- por productos ajenos? Diríamos que no, que la traducción de
mún y corriente. Sirva un ejemplo. El economista Ernest Man- Roces es correcta. Él comprendió que en este caso el verbo ent-
del, en su libro La formación del pensamiento económico de fremden no implica ninguna “teoría de la enajenación”, que
Marx, afirma que: Marx está señalando con él un “simple” (?) acto de despojo y
“No sólo el concepto de alienación no es ‘premarxista’, si- que incluso la expresión in fremdem Produkt no significa otra
no que forma parte del instrumentarium del Marx llegado a cosa que productos ajenos, en la acepción común y corriente de
la plena madurez. Al leer atentamente El capital lo volvemos objetos que pertenecen a otro. Roces, que con seguridad no bus-
a encontrar, igualmente, aunque a veces en forma ligeramen- caba tomar partido en la polémica actual (de todas maneras su
te modificada” 3. traducción es anterior a las tesis de Althusser), nos ofrece sin
3 Ernest Mandel: La formación del pensamiento económico de Marx de
4 Loc. cit., nota de pie de página.
1843 a la redacción de El Capital: estudio genético, 5a. ed., Siglo XXI, Mé-
5 El capital, vol. I, p. 480. FCE, México, 1972.
xico, 1973, P. 204.
120 Agustín Cueva La teoría marxista 121

embargo una buena lección práctica de cómo “leer” El capital. el proceso de elaboración de la teoría marxista consiste en el
4) De otra parte, hay que tener cuidado de no confundir las movimiento de la reflexión de Marx y Engels desde el nivel de
condiciones históricas (e incluso biográfico–personales) de pro- ciertos efectos (“resultados”) hasta el de las causas (estructuras),
ducción de una teoría con el contenido de la misma. Es un he- del análisis de las instancias superestructurales (religión, ideolo-
cho, y de la más grande importancia en la trayectoria intelectual gía, en general, derecho, Estado) al análisis de la “base” o in-
de Marx, su “encuentro” con la problemática hegeliana y feuer- fraestructura y, en general, del plano de la crítica al de la expli-
bachiana de la “enajenación”: esto está fuera de duda. En térmi- cación científica. En el curso de este proceso, que “sigue en ge-
nos de futuribles –que desde luego no son los del marxismo– neral un camino opuesto al curso real de las cosas”, no solamen-
hasta podría afirmarse que sin dicho “encuentro” Marx jamás te van “iluminándose” a la luz de nuevos descubrimientos las re-
habría logrado descubrir lo que después descubrió; queda sin flexiones precedentes, sino que además hay, en determinado
embargo por averiguar qué relación guarda aquel momento de momento, un salto de orden cualitativo que es el que instituye a
su trayectoria intelectual con la teoría marxista propiamente di- la teoría marxista como tal (cuestión que un marxista difícilmen-
cha: (a) si se ha conservado intacto, como dimensión “humanis- te puede negar, so pena de impugnar la propia existencia del
ta” del pensamiento de Marx, por ejemplo; (b) si ha sido redefi- marxismo como una nueva teoría científica de la sociedad) 7.
nido posteriormente y en este caso en qué términos; o (c) si ha Dicho salto implica no sólo la redefinición y reubicación de
sido superado en el momento de constituirse una nueva proble- anteriores conceptos, sino sobre todo la reformulación de las
mática y un nuevo corpus teórico donde de derecho ya no tiene “preguntas” mismas, es decir, el replanteamiento de las “bases
cabida, aunque de hecho aparezca el término “enajenación”, es- filosóficas generales”. No en vano Marx y Engels inician su crí-
porádicamente, en las obras de madurez de Marx. La primera de tica radical de la “ideología alemana” con la reflexión siguien-
estas hipótesis parece no tener actualmente ningún defensor en te, que más allá de sus alcances inmediatos es una indicación de
el campo marxista y haberse convertido más bien en bandera de inestimable valor metodológico:
ciertas corrientes idealistas; la discusión estaría centrada enton- “Después de todo, en sus últimos esfuerzos, la crítica ale-
ces en torno a las hipótesis (b) y (c). mana no ha abandonado el terreno de la filosofía. Lejos de
5) Por último, parece necesario meditar en esta observación dedicarse a examinar sus bases filosóficas generales, se ha li-
del propio Marx: mitado exclusivamente a plantearse preguntas derivadas, to-
“La reflexión acerca de las formas de la vida humana, in- das ellas, de un sistema filosófico determinado, el sistema
cluyendo por lo tanto el análisis científico de ésta, sigue en hegeliano. Y no es sólo en las respuestas sino también en las
general un camino opuesto al curso real de las cosas. Co- propias preguntas donde hay mistificación” 8.
mienza post festum y arranca, por tanto, de los resultados ¿Pensaba Marx, al redactar estas líneas, que él mismo había
preestablecidos en el proceso histórico” 6.
Trayectoria inevitable en la conformación de cualquier pen- 7 Tal vez no sea superfluo recordar que el pensamiento marxista ha tenido
samiento científico, a la que el mismo Marx no podía escapar, siempre conciencia de este “salto” o “ruptura”, tradicionalmente percibido
aunque sólo fuese por su condición de pionero. Es un hecho que como un renversement de la dialéctica hegeliana. Althusser no hizo más que
formular en nuevos y más radicales términos el problema.
8 La ideología alemana, Fondo de Cultura Popular, México, 1972, p. 15.
6 Ibid., p. 40. Subrayado nuestro.
122 Agustín Cueva La teoría marxista 123

sido atrapado en los Manuscritos por la red de ciertas “pregun- cesos.


tas” que en sí encerraban ya una “mistificación”? Inútil insistir Tenemos, en primer lugar, lo que Marx denomina la enajena-
aquí en las distancias que Marx y Engels manifiestan en La ción de la cosa, que básicamente consiste en la pérdida por el
ideología alemana con respecto al concepto de “enajenación”, obrero de los productos de su trabajo, aunque Marx también
empleado raramente y con el fin expreso de “hacernos entender alude aquí a la pérdida de los medios de producción por parte
de los filósofos”. Examinemos más bien el uso de este concep- del productor directo. Preso de la problemática de la enajena-
to en aquellos Manuscritos. ción–exteriorización, el autor llega sin embargo, en un momen-
to dado, a plantear la cuestión en términos de comportamiento:
2. EL CONCEPTO DE ENAJENACIÓN “Todas estas consecuencias vienen determinadas por el
EN LOS MANUSCRITOS hecho de que el obrero se comporta hacia el producto de su
ECONÓMICO–FILOSÓFICOS DE 1844 trabajo como hacia un objeto ajeno” 9.
Hay, de todas maneras, una neta primacía de la problemática
El concepto de “enajenación”, tal como Marx lo utiliza en los productor–producto:
Manuscritos, y más concretamente en el capítulo consagrado a “La relación directa entre el trabajo y sus productos es la
“El trabajo enajenado”, al que nos referiremos aquí, opera en relación entre el obrero y los objetos de su producción. La
tres dimensiones básicas: que media entre el rico, los objetos de la producción y la pro-
a) Como una categoría hasta cierto punto descriptiva, que ducción misma es, simplemente, una consecuencia de esta
permite a Marx reflexionar sobre algunos efectos objetivos y relación”. 10.
subjetivos del modo de producción capitalista, e incluso de mo- Es cierto que Marx vislumbra en todo este manuscrito el pro-
dos de producción anteriores, sobre los agentes sociales; pero blema de la propiedad privada (de los medios de producción);
sin que el concepto “modo de producción” esté todavía defini- pero el predominio de la perspectiva filosófico–especulativa es
do ni la relación estructura/efectos claramente delimitada. tal, que termina por imponer una inversión de la relación entre
b) Como un concepto ideológico que, a la vez que señala la propiedad privada y el “trabajo enajenado”, apareciendo éste
ciertos efectos, tiende a ocultar las líneas esenciales del meca- como causa de aquella:
nismo estructural que los produce, desviando constantemente la “La relación entre el obrero y el trabajo engendra la rela-
reflexión de Marx hacia un “lugar” teóricamente inadecuado. ción entre el trabajo y el capitalista o, como se le suele lla-
c) Como un campo tanto más problemático, cuanto que Marx mar, el patrono dueño del trabajo. La propiedad privada es,
introduce ya, a esta altura de su reflexión, ciertas categorías eco- pues, el producto, el resultado, la consecuencia necesaria del
nómicas de base (trabajo asalariado, capital, mercancía, etc.) trabajo enajenado, de la relación externa del obrero con la
que producen “cortocircuitos” constantes con las categorías “fi- naturaleza y consigo mismo. La propiedad privada se deriva,
losóficas” todavía dominantes (“hombre”, “esencia humana”, pues, por análisis, del concepto del trabajo enajenado, del
“extrañamiento”; etc.), que sin embargo abren perspectivas crí-
ticas sobre el campo de la economía burguesa. 9 Manuscritos económico–filosóficos de 1844, Grijalbo, Colección 70,
En todo caso, el concepto de “enajenación” es un concepto México, 1968, p. 75.
ubicuo, que apunta hacia una multiplicidad de fenómenos y pro- 10 Ibid., p. 77.
124 Agustín Cueva La teoría marxista 125

hombre enajenado, del trabajo extraño, de la vida extraña, bién el proceso discursivo, y el desarrollo ulterior de éste no
del hombre extrañado (. . .) El análisis de este concepto re- será más que la imagen refleja, en forma abstracta y teórica-
vela que, aunque la propiedad privada aparezca como el fun- mente consecuente, de la trayectoria histórica...” 13
damento, como la causa del trabajo enajenado, es más bien En segundo lugar, Marx se refiere en “El trabajo enajenado”
una consecuencia de éste, del mismo modo que los dioses no a lo que denomina autoenajenación, entendida como el hecho
son, en su origen, la causa sino el efecto del extravío de la de que el trabajo no forma parte efectiva de la esencia del hom-
mente del hombre” 11. bre trabajador; prueba de ello, nos dice, es que “el obrero se
Parece superfluo insistir en que en El capital la relación cau- siente en sí fuera del trabajo, y en éste se siente fuera de sí” 14.
sal entre la apropiación privada de los medios de producción y Signo inequívoco de que nos hallamos ante un mundo “enajena-
el “trabajo enajenado” (que ha adquirido ya un nombre científi- do”, en la medida en que la actividad constitutiva de la esencia
co: fuerza de trabajo convertida en mercancía) es estrictamen- del hombre, es decir, el trabajo, se ha convertido en un simple
te la inversa. Más bien conviene llamar la atención sobre una medio de existencia. Con lo cual llegamos al núcleo de lo que
cuestión de orden metodológico (y por ende también teórico), se ha dado en llamar la “antropología” de Marx, esto es, su con-
que reviste la más alta importancia. Mientras en los Manuscri- cepción del “hombre”:
tos Marx deduce que “la propiedad privada se deriva, pues, por “Cierto que también el animal produce. Construye su ni-
análisis, del concepto del trabajo enajenado, es decir, del hom- do, su morada, como la abeja, el castor, la hormiga, etc. Pe-
bre enajenado, del trabajo extraño, de la vida extraña, del hom- ro sólo produce aquello que necesita directamente para sí o
bre extrañado”; en El capital en rigor ya no “deduce” nada, si- para su cría; produce de un modo unilateral, mientras que la
no que constata que, como paso previo a la conversión de la producción del hombre es universal; sólo produce bajo el
fuerza de trabajo en mercancía, ocurre un despojo de los pro- acicate de la necesidad física inmediata, mientras que el
ductores directos y por lo tanto un proceso de concentración de hombre produce también sin la coacción de la necesidad fí-
los medios de producción en las manos de unos pocos propieta- sica, y cuando se halla libre de ella es cuando verdaderamen-
rios privados. Este proceso, que no es otro que el de la denomi- te produce; el animal sólo se produce a sí mismo, mientras
nada acumulación originaria, “no es resultado, sino punto de que el hombre reproduce a toda la naturaleza; el producto del
partida del régimen capitalista de producción” (subrayados de animal forma directamente parte de su cuerpo físico, mien-
Marx) 12. tras que el hombre se enfrenta libremente a su producto. El
En el caso de los Manuscritos nos encontramos, pues, ante animal produce solamente a tono y con arreglo a la necesi-
una deducción de tipo “filosófico”, en el sentido tradicional del dad de la especie a la que pertenece, mientras que el hombre
término; en el caso de El capital, ante una reconstitución obje- sabe producir a tono con toda especie y aplicar siempre la
tiva del real movimiento histórico. Y ya sabemos, a partir de En- medida inherente al objeto; el hombre, por tanto, crea tam-
gels, que: bién con arreglo a las leyes de la belleza” 15.
“Allí donde comienza esta historia debe comenzar tam-
13 F. Engels: Contribución a la crítica de la economía política de Carlos
Marx. En: Marx–Engels: Obras escogidos, vol. I, Progreso, Moscú, 1971, p. 354.
11 Ibid., p. 85. 14 Manuscritos..., p. 78.
12 El capital, vol. I, p. 607. 15 Ibid., pp. 81–82.
126 Agustín Cueva La teoría marxista 127

En fin, Marx nos habla de un tercer nivel de enajenación, que b) En cuanto a la autoenajenación y la enajenación del hom-
es la del hombre con respecto al hombre: bre con respecto al hombre, el problema está en que tales con-
“En general, la tesis según la cual se le enajena al hombre ceptos sólo cobran pertinencia a condición de admitir otro, que
su ser genérico significa que un hombre se enajena al otro y constituye su fundamento: el concepto de esencia humana.
que cada uno de ellos se enajena al ser humano. La enajena- Concepto que sin la menor duda maneja Marx en los Manuscri-
ción del hombre, y en general toda relación del hombre con- tos, pero del que no estamos seguros forme parte de su pensa-
sigo mismo, sólo se realiza y se expresa en su relación con miento posterior. La misma oposición tajante entre necesidad y
los demás hombres. Por consiguiente, considerado desde el libertad, eje de la definición del “hombre” en “El trabajo enaje-
ángulo del trabajo enajenado, todo hombre es considerado en nado”, nos parece haber sido abandonado por Marx ulterior-
relación con los demás con arreglo a la medida y a la relación mente.
en que él mismo se encuentra como obrero” 16. c) En fin, apartémonos por un momento de los escritos de
No queremos extendernos mayormente sobre el contenido de Marx, para mostrar con un ejemplo concreto cómo el concepto
este texto, que por un lado posee un arrière–goût filosófico–es- de “enajenación”, ligado indisolublemente al de “hombre”, con-
peculativo, mientras que por otro anuncia ya una reflexión tan duce de manera inevitable a un callejón sin salida en el análisis
lúcida como la que después formulará Marx en el capítulo XL- concreto de situaciones concretas, que para el marxismo es la
VII, de la Sección Sexta, Libro Tercero de El capital, donde sos- prueba decisiva de la validez e invalidez de un concepto. Tome-
tiene que la “forma económica específica en que se arranca al mos, para esto, un conocido texto de Adam Schaff, quien formu-
productor directo el trabajo sobrante no retribuido... es la que la el problema en los siguientes términos:
nos revela el secreto más recóndito, la base oculta de toda la “La enajenación, como se interpreta en los principales
construcción social...” 17 Más bien quisiéramos presentar algu- textos de Marx, desde los Manuscritos hasta El capital, es el
nas conclusiones de orden general sobre el uso del concepto de nombre que se da a la relación entre el hombre y sus diver-
“enajenación” en los famosos Manuscritos: sos productos que consiste en el hecho de que:
a) En un primer nivel, que sería el de lo que Marx denomina (i) el hombre produce ciertas cosas, ideas, instituciones,
la enajenación de la cosa, personalmente no vemos qué añadi- etcétera, con la intención de satisfacer sus necesidades socia-
rían para el conocimiento científico conceptos tales como el de les y alcanzar metas especificas en este campo;
“enajenación” o “trabajo enajenado”, frente a conceptos más (ii) sin embargo, esas diversas entidades, producto de la
precisos como los de expropiación, explotación de una clase actividad humana en un mecanismo social específico, están
por otra, apropiación de la plusvalía, fuerza de trabajo conver- sujetas a la operación de las leyes que gobiernan ese meca-
tida en mercancía, etc., que Marx definirá con la mayor exacti- nismo y frecuentemente se hacen de una manera que el hom-
tud posteriormente. ¿Añaden los primeros una connotación “fi- bre no se propuso; su funcionamiento autónomo en cuanto a
losófica” que los segundos no poseen? ¿Qué mismo se gana con las metas definidas por sus productos se convierte en un ele-
la agregación de ambiguas resonancias ideológicas? 18.
captar cierta desazón de los intelectuales, especialmente del “primer mundo”, que
16 Ibid., p. 83. por esa vía adherían al marxismo. Por demás está decir que la “enajenación” de-
17 Ed. cit., vol. III, p. 733. jó de estar de moda hace rato en esos medios, por lo demás hoy fuertemente de-
18 En algún momento se pensó que esas resonancias ideológicas servían para rechizados.
128 Agustín Cueva La teoría marxista 129

mento de espontaneidad en el desarrollo social; delicuescente, a partir de una categoría como la de “hombre”,
(iii) lo que ha sido producido por el hombre se transforma sujeto histórico imaginario que incluso precedería (?) a las leyes
a sí mismo de esta manera, como resultado de la enajenación, que rigen el proceso social, en cuyo curso se extraviaría su
en una fuerza ajena al hombre, se opone a su voluntad, can- “esencia” y frustraríanse sus “designios”, corroídos por la “ena-
cela sus planes, lo domina, y a veces hasta se convierte en jenación”.
una amenaza para su existencia misma. Observación con la cual cerramos este paréntesis, para vol-
En este sentido, que es el fundamental en el marxismo, la ver al pensamiento de Marx, ahora en El capital.
enajenación es el término para una relación objetiva consis-
tente en el hecho de que lo que ha sido producido por el hom- 3. FETICHISMO Y ENAJENACIÓN EN EL CAPITAL
bre es enajenado de su productor” 19.
He ahí la tesis de Schaff, bastante clásica en términos de fi- En El capital, bien lo sabemos, la problemática de la “enaje-
losofía especulativa y que dudamos tenga que ver algo con el nación” está ausente, al menos con ese nombre. ¿Podrá decirse,
pensamiento de Marx en El capital, al que luego nos referire- sin embargo, que ella “reaparece” con el nombre de “fetichis-
mos. Tesis que por lo mismo se desploma al momento de apli- mo” en el capítulo I de la sección primera del Libro Primero y,
carla al análisis concreto de una situación concreta, como la de eventualmente, en el capítulo XLVIII, sección séptima, del Li-
este ejemplo que queremos proponer: el de las instituciones co- bro Tercero?
loniales de América Latina. En efecto, o bien entendemos en es- En el conocido subcapítulo consagrado a “El fetichismo de la
te caso por “hombre” al colonizador y entonces no hay razón al- mercancía, y su secreto”, Marx analiza, en efecto, con mucho
guna para afirmar que las instituciones creadas por él se hayan detenimiento y enorme rigor científico, el mecanismo por el
tomado en contra de su “productor”, “enajenándosele”; o bien cual las relaciones sociales de producción capitalistas, que son
designamos con el término “hombre” al indígena colonizado, relaciones entre clases, aparecen en la representación empírico-
pero resulta aberrante afirmar que tales instituciones hayan sido ideológica de los agentes sociales como relaciones entre cosas
“su” producto; o, finalmente, no nos referimos en concreto ni al Marx escribe a este respecto:
uno ni al otro, sino al “hombre” en general, en cuyo caso el aser- “Lo que aquí reviste, a los ojos de los hombres, la forma
to carece de sentido puesto que estamos especulando con una fantasmagórica de una relación entre objetos materiales no es
entidad metafísica, históricamente inexistente. más que una relación social concreta establecida entre los
Véase, pues, cómo un proceso de “institucionalización” per- mismos hombres. Por eso, si queremos encontrar una analo-
fectamente explicable a la luz de la teoría marxista y sus cate- gía a este fenómeno, tenemos que remontarnos a las regiones
gorías científicas: explotación (a nivel económico), dominación nebulosas del mundo de la religión, donde los productos de
(a nivel político), mistificación (a nivel ideológico), clases y lu- la mente humana semejan seres dotados de vida propia, de
cha de clases (en todos los planos), se torna de repente “opaco”, existencia independiente, y relacionados entre sí y con los
hombres. Así acontece en el mundo de las mercancías con los
productos de la mano del hombre. A esto es a lo que yo lla-
19 Adam Schaff: La teoría de enajenación de Marx versus la ingeniería mo el fetichismo bajo el que se presentan los productos del
social, en Varios: La filosofía y las ciencias sociales, Grijalbo, Colección
Teoría y Praxis, 24, p. 317. trabajo tan pronto como se crean en forma de mercancías y
130 Agustín Cueva La teoría marxista 131

que es inseparable, por consiguiente, de este modo de pro- Adrede hemos reproducido todo este arsenal metafórico de
ducción” 20. Marx, que refuerza admirablemente su discurso teórico, pero
El tema es retomado en el capítulo XLVIII del Libro Terce- que sin duda no lo instituye como tal: del mismo modo que los
ro, bajo el título de “La fórmula trinitaria”, donde Marx mues- símiles dramáticos del 18 Brumario confieren una enorme fuer-
tra con extraordinaria lucidez cómo ciertas categorías que, en za a este texto, aunque sin autorizar, a formular una teoría de la
virtud de la estructura económica misma del régimen capitalis- “dramaticidad” del proceso político. No nos detendremos por lo
ta de producción, se presentan como sendos atributos de deter- tanto a analizar el plano metafórico en que aquí se mueve Marx,
minados objetos materiales, no son más que el resultado de una sino que pasaremos a presentar algunas reflexiones sobre el
mistificación, de un efecto–engañifa inscrito en el propio fun- contenido científico de su análisis.
cionamiento de una “economía de mercado”. a) Marx se refiere, con el nombre de “fetichismo”, a un efec-
En efecto, la ganancia no puede aparecer como atributo del to muy concreto de la estructura del modo de producción capi-
capital, la renta como atributo de la tierra y el salario como atri- talista sobre los agentes sociales, efecto de mistificación que
buto del trabajo, sino a condición de admitir como un hecho na- consiste en hacer aparecer las relaciones sociales (entre clases)
tural el que los medios de producción existan como capital (es- como relaciones entre cosas. El autor compara este hecho con el
to es, como propiedad de la burguesía), la tierra como tierra mo- fenómeno religioso, pero precisando que se trata de una analo-
nopolizada por el régimen de propiedad privada y el trabajo úni- gía: no dice, en ningún momento, que la “enajenación”, a la ma-
camente como fuerza humana convertida en mercancía. Admi- nera de Visnú, presenta diversos avatares, uno de los cuales se-
tido lo cual, claro está, estas categorías propias del modo de pro- ría el “fetichismo” de la mercancía. Tampoco entra en juego
ducción capitalista, que en última instancia representan relacio- aquí concepto alguno de “esencia humana”: ni explícitamente,
nes de clase, se convierten en categorías naturales, propias de puesto que Marx no se refiere a él, ni implícitamente, ya que na-
las cosas, determinando que las propias relaciones sociales, ar- da tiene que ver con la lógica interna de su reflexión rigurosa-
ticuladas siempre a nivel del mercado, sea percibidas como re- mente científica. Además, el término “fetichismo” es metafóri-
laciones entre objetos materiales. Con lo cual entramos, nos di- co y Marx está plenamente consciente de ello: tan es así, que en
ce Marx, en el universo (ideológico) de la “falsa apariencia”, el el capítulo dedicado a la “fórmula trinitaria” analiza exactamen-
“engaño”, la “mistificación”, la “fantasmagoría”, el “fetichis- te el mismo fenómeno (representación de las relaciones sociales
mo”; en un mundo “encantado”, “invertido”, “puesto de cabe- como si fuesen relaciones entre cosas) pero sin insistir más en
za”; en una “religión de la vida diaria” que “sustantiva” y “cris- aquella metáfora (más adelante veremos por qué razón). Metá-
taliza” los distintos elementos de la riqueza social, “personifica” fora que sin embargo no es arbitraria, ya que sirve para poner en
a las cosas y “materializa”, “objetiva” a las relaciones sociales relación distintas formas de percepción de la realidad unidas por
de producción, permitiendo que Monsieur le Capital y Madame el común denominador de su carácter ideológico, en el sentido
la Terre aparezcan como “personajes sociales, a la par que lle- en que Marx y Engels definen este término en La ideología ale-
van a cabo sus brujerías directamente, como simples cosas ma- mana; esto es, como un conjunto de representaciones “inverti-
teriales”. das” de la realidad, que ignoran sus verdaderas determinacio-
nes.
20 El capital, vol. I, p. 38. b) Es importante recalcar que Marx analiza el “fetichismo”
132 Agustín Cueva La teoría marxista 133

de la mercancía como un fenómeno propio del modo de pro- laciones de la producción originaria de valor” 21.
ducción capitalista y de ningún otro, arguyendo razones bastan- c) Conviene señalar, además, que este efecto mistificador
te convincentes: allí donde predominan las relaciones sociales que, como Marx lo señala, viene ya inscrito en la compleja ma-
serviles o esclavistas, por ejemplo, tales relaciones no pueden triz económica del régimen específicamente capitalista de pro-
aparecer como relaciones entre cosas: son, “evidentemente”, ducción, no funciona sin embargo al margen de otros elementos
relaciones personales. Y Marx va más lejos todavía en la suti- ideológicos activos, ni sin relación con la lucha de clases. Tal
leza de su análisis al señalar que el efecto de “cosificación” efecto es inseparable del discurso sobre la “libertad” y la “igual-
(usamos el término sin ninguna connotación especulativa) de dad” de todos los hombres (a los que sólo ciertas circunstancias
las relaciones sociales tiene una historia en el seno del propio “naturales” pueden entonces ubicar en situación de desigual-
modo de producción capitalista, según las fases por las que és- dad); inseparable, asimismo, del discurso burgués que en cada
te atraviesa: momento instituye a la ganancia, la renta y el salario como atri-
“Si nos fijamos primeramente en el capital dentro del pro- butos inherentes a cada uno de los factores “naturales” de “to-
ceso directo de producción, como destilador de trabajo so- da” producción; inseparable de la teoría económica burguesa
brante, vemos que esta relación es todavía muy simple y la que, por su posición de clase, es incapaz de superar determina-
estructura real se impone a los exponentes de este proceso, a das fronteras 22; inseparable, en fin, del grado de conciencia al-
los propios capitalistas, y está aún presente en su conciencia. canzado por la clase obrera. Es, en suma, un fenómeno que tie-
Así lo demuestra palmariamente la violenta lucha sosteni- ne que ser estudiado como el efecto de determinada estructura
da en torno a los límites de la jornada de trabajo. Sin embar- económico–social, sobredeterminada en todo momento por el
go, la cosa se complica incluso dentro de esta esfera de ac- nivel concreto de la lucha de clases.
tuación directa y sin mediación, del proceso directo entre el d) En el capítulo consagrado a la “fórmula trinitaria”, que
trabajo y el capital. Al desarrollarse la plusvalía relativa den- constituye uno de los momentos culminantes de El capital,
tro del régimen verdaderamente específico que es el régimen Marx prácticamente abandona –ya lo dijimos– la metáfora del
capitalista de producción, con lo cual se desarrollan las fuer- “fetiche”, y no sin razón: esta metáfora, que por un lado tiene la
zas sociales productivas del trabajo, parece como si estas ventaja de remitir a otros fenómenos de mistificación, por otro
fuerzas productivas y las conexiones sociales del trabajo en presenta el inconveniente de evocar la problemática del hombre
el proceso directo de éste se desplazasen del trabajo al capi- productor “enajenado” en un producto que se le torna “extraño”
tal. De este modo, el capital se convierte ya en una entidad y lo domina, etc. Problemática que Marx supera desde el mo-
muy mítica, pues todas las fuerzas sociales productivas del mento en que su descubrimiento de la lucha de clases como mo-
trabajo aparecen como propiedades suyas y no del trabajo tor de la historia le permite comprender que la cuestión no gira
como tal, como fuerzas que brotan de su propio seno. Luego, en torno a la oposición productor/producto, oposición falaz en
se interpone el proceso de circulación, cuyo cambio de ma- la medida en que remite a una supuesta confrontación del “hom-
teria y de forma recae sobre todas las partes del capital, in- bre” con “las cosas”, que no es sino la apariencia que en la so-
cluso del capital agrícola, en el mismo grado en que se desa-
rrolla el régimen específicamente capitalista de producción. 21 Op. cit., vol. III, pp. 765–766.
En esta órbita pasan completamente a segundo plano las re- 22 Cuestión que desarrollamos con amplitud en el siguiente capítulo.
134 Agustín Cueva La teoría marxista 135

ciedad capitalista presenta el antagonismo entre clases. En ri-


gor, recordémoslo, ni siquiera la relación trabajo asalariado/ca- 4. SOCIALISMO Y ENAJENACIÓN
pital puede ser analizada como un enfrentamiento entre el pro- SEGÚN ERNEST MANDEL
letariado y una “cosa material”; el gran mérito de Marx consis-
te justamente en haber descubierto que: En su libro La formación del pensamiento económico de
“... el capital no es una cosa material, sino una determi- Marx, al que ya nos referimos antes, Mandel interviene vigoro-
nada relación social de producción, correspondiente a una samente en la discusión sobre el contenido y alcance de los Ma-
determinada formación histórica de la sociedad, que toma nuscritos, que él considera como una obra de “transición del jo-
cuerpo en una cosa material y le infunde un carácter social ven Marx desde la filosofía hegeliana y feuerbachiana hasta la
específico” 23. elaboración del materialismo histórico. En esta transición –dice
e) En conclusión, no vemos con claridad qué lugar teórico Mandel– se combinan necesariamente elementos del pasado
puede ocupar en El capital el concepto de “enajenación”. Por- con elementos del porvenir” 24. Más adelante observa cómo, “al
que, o se trata de una cuestión meramente nominal y en este ca- someter a la economía política a una crítica sistemática (Marx),
so uno puede llamar “enajenación” al efecto ideológico del mo- descubrió que ésta tendía a disfrazar las contradicciones socia-
do de producción capitalista que Marx explica científicamente les, la miseria obrera, que estaban, por así decido, resumidas en
en los capítulos señalados, con el mismo derecho con que lo el fenómeno del trabajo alienado”. Con razón concluye que
puede denominar “fetichismo”, “cosificación” o como se quie- “aquí el pensamiento de Marx oscila al borde de los grandes
ra (una vez que uno sabe con precisión de qué está hablando el descubrimientos” (subrayado nuestro) 25.
nombre es lo de menos): o bien se trata de una cuestión de fon- Luego de citar y analizar algunos textos de los Grundrisse,
do; tendiente a afirmar que el “fetichismo” es la forma que la Mandel expone finalmente su opinión con respecto a la “teoría
“enajenación” reviste en el modo de producción capitalista, pe- marxista de la enajenación”:
ro entonces hay que explicar en qué mismo consiste esta enti- “De todos estos pasajes se desprende claramente una teo-
dad suprahistórica que cual Ave Fénix resurge siempre de entre ría marxista de la alienación, que es el desarrollo coherente
las cenizas. de la contenida en La ideología alemana, y el rebasamiento
Especie de maldición que pesa sobre el género humano, pa- dialéctico de las contradicciones contenidas en los Manuscri-
reciera ser que la “enajenación” acompaña al hombre incluso en tos de 1844” 26.
la construcción del socialismo; al menos, es lo que sostienen al- Mandel no trata, sin embargo, con suficiente rigor teórico la
gunos autores como Ernest Mandel, cuyas tesis vamos a exami- cuestión. Su representación del problema se constituye un poco
nar a continuación. a salto de mata, con brochazos que surgen aquí y allá, casi siem-
pre a través de comentarios a tal o cual autor. De este impreci-
24 Ed. cit., p. 181.
25 Op. cit., pp. 182–183.
26 Ibid., p. 207. El término alienación es sinónimo absoluto de enajena-
ción, y más todavía en este caso en que se trata de una traducción del fran-
23 Ibid., p. 754. Subrayado nuestro. cés en donde el único término existente es aliénation.
136 Agustín Cueva La teoría marxista 137

so método de exposición sobresalen empero algunos puntos que sible’, como el autor (se refiere a Petrovic, A.C.) parece ha-
nos parece importante señalar: cerlo en la primera parte de la cita. Ya que uno de los rasgos
a) Para Mandel, la “enajenación” no consiste en la ausencia particulares de la capacidad de anticipación humana es pre-
de realización de las posibilidades humanas ya históricamente cisamente aquél de que el hombre pueda plantearse proble-
dadas: mas mucho antes de que las condiciones de su solución me-
“No compartimos –escribe– la opinión de Gajo Petrovic, diata hayan madurado” 29.
según la cual la alienación constituye la ausencia de realiza- Reflexión que me parece altamente significativa, en la medi-
ción de las posibilidades humanas ya históricamente crea- da en que constituye la puerta abierta hacia el campo infinito de
das. Si fuera así, el hombre primitivo (que realizaba en efec- la utopía, del más puro subjetivismo. En efecto, en una perspec-
to las posibilidades existentes en su época) habría sido real- tiva como la de Mandel, en la que lo históricamente posible es
mente un hombre desalienado, contrariamente a lo que afir- un detalle empírico carente de importancia, el concepto de
ma el propio Petrovic” 27 “enajenación” se convierte necesariamente en expresión de la
b) El concepto de “enajenación” tendría entonces, según distancia –eterna e incolmable, puesto que se la ha reducido a
Mandel, más bien una dimensión “prospectiva”. En este sentido términos exclusivamente subjetivos– entre cualquier “proyec-
comparte la opinión de Helmut Fleischer expuesta en el siguien- to” o anhelo y su efectiva realización. En todo caso no vemos
te pasaje: mayor relación entre esta óptica (que recuerda más bien al “so-
“... El concepto debería tener un sentido prospectivo más ñador definitivo” de Breton o al “hombre–ser de lejanías” de
que retrospectivo; podría señalar que se mantiene un retraso Heidegger) y el marxismo–leninismo, expresión de la perspec-
con lo que es posible, más que hacerlo en el sentido de que tiva y proyectos de clase históricamente determinados del pro-
se haya perdido lo que antes poseía. Ya que la noción positi- letariado.
va (opuesta a la de alienación) de lo que es propio del hom- d) En el último capítulo de su libro, Mandel aborda ya direc-
bre no puede ser concebida, a partir de las premisas de Marx, tamente el problema de la “enajenación” en las sociedades so-
como una idea platónica o una entelequia aristotélica, sino cialistas o, más precisamente según él, en “la sociedad de tran-
más bien como una anticipación o proyección arraigada en la sición del capitalismo al socialismo”. Como su propio título lo
naturaleza y ligada a una situación histórica, y, con más pre- indica (¿Desalienación progresiva por la construcción de la so-
cisión, como una proyección finita a partir del horizonte de ciedad socialista o bien alienación inevitable en la “sociedad
la problemática social dada... 28 industrial”?), este capítulo apunta también a la denuncia de un
c) Opinión que Mandel asume, pero con beneficio de inven- mito burgués, el de la “alienación inevitable en la sociedad in-
tario. En concreto, no acepta que la “alienación” deba definirse dustrial”, denuncia correcta aun si uno no está dispuesto a reco-
como la no realización de lo históricamente posible: rrer todo el meandro teórico del autor. Pero volvamos a lo que
“Los conceptos de ‘anticipación’ y de ‘proyección’ –ob- más nos interesa, que son las tesis referentes a la “enajenación”
serva– no deberían encerrarse en el de ‘lo históricamente po- en las sociedades socialistas, para cuyo análisis Mandel propo-
ne el siguiente camino metodológico:
27 Ibid., p. 210.
28 Loc. cit. 29 Op. cit., p. 211.
138 Agustín Cueva La teoría marxista 139

“Se trata de efectuar el análisis haciendo abstracción, pri- “Esto es evidente cuando se analiza en profundidad la rea-
mero, de los factores que refuerzan y agravan la alienación a lidad económica de los países de base económica socialista.
consecuencia de la deformación o de la degeneración buro- Es manifiesto que las necesidades de consumo de los traba-
cráticas de la sociedad de transición, y luego, de integrar es- jadores no están enteramente satisfechas: ¿esto no implica
tos factores particulares en un análisis más concreto de los una alienación del trabajador en relación con los productos
fenómenos de alienación en países como la URSS, las ‘de- de su trabajo, sobre todo cuando estos productos son bienes
mocracias populares’, etcétera” 30. que desea adquirir y que el desarrollo insuficiente de las fuer-
No nos detengamos pues en el controvertido problema de la zas productivas (¡para no hablar de las deformaciones buro-
“burocratización”, que de acuerdo con el propio Mandel sólo cráticas del sistema de distribución!) le impide apropiarse?
vendría a reforzar o agravar algo que de todas maneras está pre- Es manifiesto también que la división del trabajo (cuyos ma-
sente por otras razones y en otros niveles de estas sociedades en les están reforzados por la organización burocrática) aliena a
transición. Aunque sí conviene aclarar, de paso, que uno puede menudo al trabajador y al ciudadano de la actividad produc-
perfectamente discutir el problema de una eventual desviación tiva. El número de candidatos a los estudios universitarios
burocrática sin recurrir al leitmotiv de la “enajenación”, del mis- que no son admitidos en la Universidad y que se ven obliga-
mo modo que se puede hacerlo sin añadir que ello confiere a las dos a desempeñar una actividad con el único fin de subsistir
sociedades en cuestión un carácter “verdaderamente kafkiano”. son otros tantos testimonios de esta alienación. Podríamos
Entre las fuentes fundamentales de la “enajenación” en los ampliar la lista al infinito” 31.
países socialistas, Mandel señala unos cuantos problemas rea- Concordamos con el autor en que las necesidades de consu-
les, que ningún marxista puede ignorar: el bajo o todavía insu- mo de los trabajadores no están enteramente satisfechas en los
ficiente desarrollo de las fuerzas productivas, la supervivencia países socialistas; mas nos permitimos observar que, en el pla-
de la ley del valor, la no abolición inmediata y total del Estado, no subjetivo en el que él plantea las cosas, probablemente nun-
entre otros. Problemas ciertos, repitámoslo, y sobre los cuales ca lo estarán. En efecto, no se trata según Mandel del cumpli-
existe una vasta bibliografía, comenzando por los escritos del miento o incumplimiento de tareas históricas concretas, como la
propio Lenin. Sólo que Mandel, consecuentemente con su con- de alimentar a la población de suerte que todos dispongan de
vicción de que las condiciones y posibilidades objetivas de ca- más del mínimo indispensable de calorías, pongamos por caso,
da momento histórico carecen de importancia, enfoca todo este o de proporcionar una vivienda adecuada conforme al grado de
conjunto de problemas desde una perspectiva enteramente sub- desarrollo de las fuerzas productivas, o, si se prefiere un ejem-
jetiva y por ende idealista. El concepto –el “tema” habría que plo más cercano a nuestros problemas, de abolir el analfabetis-
decir en este caso– de la “enajenación” no es más que un instru- mo y brindar escolarización completa a la población en un lap-
mento adaptado a dicha perspectiva. Examinemos, para com- so razonable. No es cuestión de esto, ya que el autor no evalúa
probarlo, este pasaje en el que Mandel “analiza en profundidad” la situación a partir de alguna meta históricamente determinada,
(sic) algunas manifestaciones “evidentes” de la “alienación” en sino situándose en una línea de fuga que se pierde en un hori-
las sociedades socialistas: zonte metahistórico.

30 Ibid., pp. 224–225. 31 Ibid., p. 219.


140 Agustín Cueva La teoría marxista 141

Refiriéndose a Hegel, Mandel observa que este filósofo: mo pareciera ser sin embargo más complejo, y además no ve-
“Desarrolló una verdadera dialéctica de las necesidades y mos qué se gana, ni en lo político ni en lo estrictamente teórico,
el trabajo, y llegó, de tal manera, a una doble definición del con insistir en que Cuba, Vietnam, Corea o la URSS son socie-
trabajo alienante y alienado: alienante porque el trabajo es, dades “alienadas” puesto que aún no han logrado doctorar a la
por naturaleza, exteriorización (Verausserung) de una capa- totalidad de la población. Más provechoso parece evaluar los
cidad humana, que hace que el hombre pierda algo que le grandes triunfos que estos países y otros del campo socialista
pertenecía antes; alienado porque las necesidades van delan- han conseguido ya en todos los órdenes, señalar los errores don-
te siempre de la producción, porque ésta nunca puede satis- de los haya y sugerir soluciones, pero siempre dentro de un ho-
facer plenamente a aquellas” 32. rizonte de posibilidades y metas históricamente determinadas.
Ahora bien, Mandel no descarta esta problemática por irrele- Tememos, en todo caso, que perspectivas como la de Mandel
vante (que lo es), sino que se limita a responder de manera afir- tengan poco que ver con el punto de vista del proletariado y en
mativa a lo que Hegel respondió negativamente. Y en este pla- general de los pueblos que luchan por la construcción del socia-
no es evidente que Hegel, idealista consecuente, tiene razón: de- lismo, conscientes de que tienen delante de sí una enorme tarea
finida la “alienación” como el hecho de que las necesidades va- histórica por cumplir, pero conscientes también de los gigantes-
yan subjetivamente delante de la producción, es un hecho que cos progresos ya realizados. Y tememos, sobre todo, que en al-
tal “alienación” es insuperable, aunque sólo fuese porque el pro- gunos casos el uso del concepto de “enajenación” no sea más
ceso de producción de bienes materiales y no materiales es tam- que la expresión de la “enajenación” de los intelectuales con
bién un proceso de producción de nuevas necesidades. Suponer respecto al proceso histórico real, tejido de luchas, sacrificios y
lo contrario equivale, por lo demás, a concebir el socialismo no victorias populares que, en principio al menos, no deberían se-
como el “fin de la prehistoria” (dixit Marx), sino como el fin de guir siéndonos tan “ajenas”.
la historia tout court. Confesemos, por otra parte, que nos resul-
ta harto difícil entender la supuesta “alienación” del trabajador
con respecto a los productos de su trabajo que “el desarrollo in-
suficiente de las fuerzas productivas le impide apropiarse”; es
decir, como privación de unos productos “suyos” que –si hemos
entendido bien– en realidad no los ha producido (?).
En lo que se refiere al segundo ejemplo de “enajenación”, re-
presentado por los candidatos rechazados en las universidades
de los países socialistas, pensamos que en realidad es un hecho
deplorable, a la vez que admiramos la generosidad que supone
por parte de un intelectual el concebir la sociedad socialista co-
mo una asociación de egresados de los centros de enseñanza su-
perior. El proceso revolucionario y de edificación del socialis-

32 Ibid., p. 178.
La teoría marxista 143

V. CULTURA, CLASE Y NACIÓN

1. ¿TEORÍA DE LA CULTURA O ANÁLISIS


MATERIALISTA HISTÓRICO DEL
CAMPO DENOMINADO CULTURAL?

Cuando uno examina cualquier índice temático de las obras


escogidas de Marx y Engels, termina inevitablemente por des-
cubrir una incómoda paradoja: el concepto de cultura ni siquie-
ra aparece en tales índices 1. y al escarbar en nuestra propia me-
moria la perplejidad no hace más que incrementarse: de un lado
nos queda la convicción de que aquellos clásicos sí sentaron las
bases para una explicación de la cultura; de otro, está la cuasi
certidumbre de que apenas si la mencionan en sus obras. Cuan-
do a ella se refieren explícitamente, es siempre de manera tan-
gencial 2; jamás, en todo caso, utilizan el término cultura como
un concepto teórico, es decir, como un concepto destinado a

1 Cf., por ejemplo: C. Marx, F. Engels: Obras escogidas, en tres tomos,


Editorial Progreso, Moscú. 1973.
2 Esto ocurre incluso en una obra como La ideología alemana, en donde
la cultura es mencionada muy pocas veces y sobre todo para indicar, de pa-
sada, que ella está íntimamente vinculada al proceso de producción material
y que se enriquece con el incremento del intercambio universal.
144 Agustín Cueva La teoría marxista 145

producir el conocimiento de un objeto determinado. En La ideo- En primer lugar, lo que habitualmente denominamos cultura,
logía alemana, por ejemplo, la cultura parece identificarse con o sea, la “completa y multiforme producción de toda la tierra”
la “completa y multiforme producción de toda la tierra (las crea- (o de un país determinado, si se quiere restringir especialmente
ciones de los hombres)” 3; expresión con la cual se señala un el problema), está constituido por un conjunto de fenómenos
vasto y problemático campo de investigación que, sin embargo, que no poseen otro denominador común que el de ser “creacio-
no será analizado a partir de ninguna teoría específica de la cul- nes de los hombres”; es decir, productos no naturales. Ahora
tura sino con las categorías propias del materialismo histórico bien, parece evidente que similitud tan general mal puede servir
(teoría de los modos de producción y las formaciones sociales). de fundamento para la conformación de un objeto teórico: ela-
Una superficial revisión de ciertos textos de Lenin tiende a borar una “teoría de la cultura” resulta, en este sentido, tan difí-
“tranquilizarnos”, en la medida en que este autor sí se refiere cil como elaborar una “teoría de la naturaleza”.
explícitamente y con relativa frecuencia a la cultura. Empero, En segundo lugar, y como derivación de lo anterior, es paten-
una lectura más atenta de los mismos nos instala de nuevo en la te que el campo cultural engloba a un conjunto de fenómenos
incertidumbre: Lenin nunca precisa lo que ha de entenderse por que, más allá del denominador común señalado, poseen estatu-
cultura y, lo que es más, emplea el término en los más variados tos teóricos diferentes en la medida en que corresponden a nive-
sentidos: conocimientos científicos o técnicos, educación, lite- les asimismo diferentes de la realidad social. El clásico intento
ratura, arte, ideología, hábitos, costumbres, etc. Se trata, a no de clasificar a la cultura en por lo menos dos grandes categorías,
dudarlo, de un uso simplemente descriptivo del vocablo: con él “cultura material” y “cultura espiritual”, demuestra, con todo lo
alude a un campo abigarrado de la realidad, que no a un objeto insatisfactorio que pueda ser, la existencia de una percepción
teóricamente construido. Como luego se verá, cada conjunto del problema planteado por parte de casi todos los autores que
particular de fenómenos culturales es, además, sujeto a un trata- abordan esta temática.
miento político distinto por parte de Lenin. Tercero: al ser la cultura una creación de los hombres, es,
¿Insuficiencia de los clásicos del marxismo? ¿Laguna teóri- quiérase o no, un producto social; no puede comprendérsela, por
ca que hay que colmar? Ciertamente no. Estamos frente a un tanto, al margen de sus condiciones sociales de producción y,
problema derivado de la contextura de la realidad y no de una consecuentemente, de la estructura social a partir de la cual es
insuficiencia de la teoría, por las razones que de inmediato pa- producida. Contrariamente a lo que postula el pensamiento
samos a señalar. idealista, no es la cultura la que confiere sentido a la sociedad
sino que es ésta, a través de sus estructuras y procesos, la que
3 El pasaje completo del cual hemos extraído esta definición dice así: “Es confiere sentido a la cultura; en otras palabras, la que la deter-
evidente, por lo que dejamos expuesto más arriba, que la verdadera riqueza mina.
espiritual del individuo depende totalmente de la riqueza de sus relaciones
reales. Sólo así se liberan los individuos concretos de las diferentes trabas na-
Por todo esto, lo que en cierto momento aparecía como una
cionales y locales, se ponen en contacto práctico con la producción (incluyen- paradoja de los clásicos del marxismo, casi como una insufi-
do la espiritual) del mundo entero y se colocan en condiciones de adquirir la ciencia conceptual suya, resulta ser en el fondo un movimiento
capacidad necesaria para poder disfrutar esta completa y multiforme produc- teórico necesario en la medida en que corresponde, como decía-
ción de toda la tierra (las creaciones de los hombres)” Carlos Marx–Federico mos, a la contextura misma de la realidad. Ya que la cultura no
Engels: La ideología alemana, Ediciones Pueblos Unidos, Buenos Aires,
1973, p. 39. es, en primera instancia, un factor constitutivo (determinante)
146 Agustín Cueva La teoría marxista 147

de la estructura social, sino más bien un campo empírico deter- guesía” 5.


minado por ella, no sólo teórica sino también metodológica- Una primera idea que cabe rescatar de este texto es la de que,
mente se impone un desplazamiento que consiste en alejarse en las sociedades antagónicas, la cultura no puede desarrollarse
momentáneamente del plano de su existencia fenoménica (po- sin sufrir algún tipo siquiera de determinación proveniente de la
niendo incluso entre paréntesis el concepto que descriptivamen- estructura de clases propia de cada formación social. En este
te lo señala), para ubicarse en el plano de las estructuras y pro- sentido existen, en los casos que Lenin tiene en mientes, una
cesos que le confieren sentido 4. Esto, desde luego, sin perjuicio cultura burguesa, una cultura democrática y socialista y, even-
de que, en un segundo momento, se retorne al análisis dialécti- tualmente, una cultura reaccionaria y clerical.
co del otro aspecto igualmente real del problema: el del grado y Una segunda idea importante está dada por la observación
las maneras en que una cultura históricamente constituida y de- relativa al diferente rango que cada una de esas unidades cultu-
terminada, sobredetermina a su turno la forma concreta de de- rales detenta en la respectiva formación social. Así la cultura
sarrollo de los procesos sociales y confiere a la formación social burguesa ocupa, en este caso, el lugar de cultura dominante, en
respectiva una “fisonomía” nacional sui generis. razón del índice de predominio que la burguesía ha adquirido en
Es el método de análisis que aquí nos proponemos seguir. la estructura económico–social global. Lo cual quiere decir que
existe, correlativamente, una cultura dominada, que es la de las
2. LA DIMENSIÓN CLASISTA DE LA CULTURA clases subalternas.
Una tercera idea, estrechamente vinculada a la anterior, con-
Para el tratamiento de este problema tal vez lo más pertinen- siste en la observación de que el rango ocupado por cada unidad
te sea partir del conocido texto de Lenin que dice lo siguiente: cultural en el seno de determinada formación social confiere a
“En cada cultura nacional hay elementos, por muy poco de- tales unidades posibilidades en principio distintas de articula-
sarrollados que estén, de cultura democrática y socialista, pues ción. Por esto, la cultura democrática y socialista existe, en es-
en cada nación hay la masa trabajadora y explotada, cuyas con- te caso, bajo la forma de simples elementos, mientras que la cul-
diciones de vida engendran inevitablemente una ideología de- tura burguesa está presente bajo una forma distinta: como enti-
mocrática y socialista. Pero en cada nación, hay también una dad que, por el hecho de ocupar la posición dominante, está en
cultura burguesa (y, muy a menudo, una cultura reaccionaria y mejores condiciones estructurales de articularse a sí misma y de
clerical) –y ésta no sólo bajo la forma de ‘elementos’, sino en articular, imprimiéndole su sentido, a la mayor parte de los ele-
forma de cultura dominante–. Por eso la ‘cultura nacional’ es, en mentos a ella subordinados.
general, la cultura de los terratenientes, de los popes y de la bur- Aunque tomando como punto de referencia un campo bas-
tante más restringido de la cultura, el del llamado folklore, An-
4 En su libro Sociedad, formación económico–social y cultura, Luis F. Ba- tonio Gramsci plantea una reflexión que va en similar dirección
te llega a la conclusión de que “la categoría de cultura no es ni puede ser con- que la de Lenin. En efecto, el pensador italiano define al folklo-
siderada como categoría explicativa central de ninguna disciplina de la cien-
cia social”; pero que “sin embargo, es indispensable precisar con claridad las
relaciones categoriales objetivas y lógicas, entre el aspecto cultural de la so- 5 Notas criticas sobre la cuestión nacional, citado según el texto recopila-
ciedad y la categoría explicativa fundamental de formación económico–so- do en: Lenin: Escritos sobre la literatura y el arte, Ediciones Península. Bar-
cial”. Ediciones de Cultura Popular, México, 1978, pp. 194–195. celona, 1975, pp. 160–161.
148 Agustín Cueva La teoría marxista 149

re como “una concepción del mundo no sólo no elaborada y una serie de innovaciones, a menudo creadoras y progresistas,
asistemática... sino también múltiple; no sólo en el sentido de espontáneamente determinadas por formas y condiciones de vi-
diverso y contrapuesto sino también en el de estratificado...” 6 da en proceso de desarrollo y en contradicción con la moral de
En seguida veremos lo que esta estratificación significa. Por los estratos dirigentes –o solamente distintos de ella–” 8.
el momento, conviene retener la idea de que, para Gramsci, un Reflexión que nos previene contra toda interpretación empi-
importante segmento de la cultura “popular” aparece como una rista de lo que ha de entenderse por cultura de clase. En efecto,
verdadera amalgama, incapaz de articularse en la medida en no todo lo que el pueblo produce, piensa o practica constituye
que carece, según sus palabras, de “concepciones elaboradas, automáticamente tal tipo de cultura, en la medida en que entre
sistemáticas y políticamente organizadas y centralizadas en su sus expresiones culturales hay también una buena dosis de ele-
contradictorio desarrollo” 7. mentos “fosilizados” y de prácticas y normas simplemente neu-
Observación que nos permite formular un cuarto punto, cual tras en términos clasistas. Suponer lo contrario, a partir de cierto
es el de que, tanto en opinión de Lenin como de Gramsci, la romanticismo, jamás conduce más allá de posiciones populistas.
cultura sólo puede articularse realmente con el concurso de una Sintetizando lo dicho hasta aquí podríamos, pues, afirmar
ideología que la organice y confiera sentido a cada uno de sus que las sociedades antagónicas generan efectivamente culturas
elementos. Sin el concurso de este factor sistematizador y polí- clasistas, posibles de definir como sectores y planos de la cultu-
ticamente orgánico, la cultura mal puede rebasar su espontánea ra articulados por ideologías de clase o, por lo menos, determi-
condición de amalgama, como no sea en niveles estrictamente nados por prácticas sociales que realmente corresponden a los
formales. Lo cual no quiere decir, por supuesto, que la cultura intereses objetivos de determinadas clases.
sea reductible a la ideología que la articula: si ésta está en ca-
pacidad de “organizar” a aquélla, es justamente porque son dis- 3. LA DIMENSIÓN NO CLASISTA DE LA CULTURA
tintas.
Gramsci es por lo demás muy claro al distinguir diversos La definición que acabamos de formular sugiere inequívoca-
“estratos” en el interior de esa amalgama que en principio cons- mente que no toda “la completa y multiforme producción de to-
tituye la cultura “popular” espontánea. Así, cuando se refiere a da la tierra” se constituye o puede constituirse en cultura de cla-
la “moral del pueblo”, o sea, a ese “conjunto determinado (en el se, sino únicamente una parte de ella. ¿Es verdad esto y, si lo es,
tiempo y en el espacio) de máximas para la conducta práctica y cómo explicar el hecho desde el punto de vista del materialismo
de costumbres que de ella se derivan o que han producido”, ob- histórico cuando nos referimos a sociedades clasistas?
serva que: Comencemos por citar la opinión que a este respecto dan dos
“También en esta esfera se deben distinguir diversos estratos: autores soviéticos, Rosental e Iudin, en su Diccionario filosófi-
los fosilizados, reflejo de condiciones de vida pasada y, por con- co abreviado. Dicen:
siguiente, conservadores y reaccionarios, y los que constituyen “En una sociedad antagónica, la cultura espiritual es una cul-
tura de clase. La cultura dominante es la cultura de la clase domi-
6
nante. Al desarrollarse como consecuencia de las contradicciones
Antonio Gramsci: Cultura y literatura, Ediciones Península, Barcelona,
1977, p. 330.
7 En ibid. 8 Op. cit. p. 331.
150 Agustín Cueva La teoría marxista 151

sociales, es un instrumento de lucha de clases. En esta lucha, las y los tomamos única y exclusivamente como contrapeso a la
diversas clases utilizan medios culturales tales como la escuela, cultura burguesa y al nacionalismo burgués de cada nación” 10.
la ciencia, la prensa, las artes, etc., para lograr sus objetivos” 9. Sin embargo, seis años más tarde lanzaba una consigna que
Los autores parecen sugerir, pues, que sólo la cultura “espi- parecía contradecir flagrantemente lo anterior:
ritual” es una cultura de clase en las sociedades antagónicas; no “Hay que tomar toda la cultura que el capitalismo ha dejado
lo sería, por tanto, la cultura “material”. Pero a nuestro juicio es- y construir con ella el socialismo. Hay que tomar toda la cien-
ta distinción, al estar basada en la vieja dicotomía “espíritu–ma- cia, la técnica, todos los conocimientos, el arte. Sin ello no po-
teria” en vez de en las categorías del materialismo histórico, demos construir la vida de la sociedad comunista. Y esta cien-
embrolla el problema en lugar de resolverlo. ¿La prensa a la que cia, esta técnica, este arte, están en las manos y los cerebros de
aluden, es “espíritu” o “materia”? ¿La ciencia, actividad “espi- los especialistas” 11.
ritual” al parecer, forma realmente parte de una cultura de clase ¿El Lenin de 1919 contradecía realmente al Lenin de 1913?
en las sociedades clasistas? Por cierto que no. En 1920 volvió a insistir en que “no se pue-
En su afán de resolver el problema, Rosental e Iudin incu- de desterrar ni destruir a los intelectuales burgueses”, o sea, a
rren, por lo demás, en un segundo error teórico que consiste en esos especialistas de los que hablaba un año antes; pero simul-
confundir lo que es propiamente una cultura de clase (en el sen- táneamente recalcó que:
tido que hemos señalado) con lo que es una cuestión bien dis- “... hay que vencerlos, transformarlos, refundirlos, reeducar-
tinta: la utilización por las clases de ciertos elementos cultura- los, así como, por lo demás hay que reeducar, al precio de una
les como instrumentos de lucha. Los conocimientos en materia lucha de largo aliento, sobre la base de la dictadura del proleta-
de aeronáutica, por ejemplo, no forman parte de ninguna cultu- riado, a los propios proletarios, los cuales tampoco se desemba-
ra de clase, por mucho que en una sociedad capitalista puedan razan de sus prejuicios pequeñoburgueses súbitamente, por mi-
ser utilizados para reprimir a los sectores populares o destinar- lagro, bajo la prescripción de la Virgen, bajo el efecto de una
se al disfrute preferencial de determinada clase. Son dos órde- consigna, de una resolución, de un decreto, sino solamente al
nes de problemas totalmente distintos en la medida en que en un precio de una lucha de masas, larga y difícil, contra las influen-
caso estamos ante objetos internamente estructurados de acuer- cias pequeñoburguesas en las masas” 12.
do con una lógica de clase y en el otro no. ¿Qué pensaba en definitiva Lenin sobre la cultura “espiri-
¿Qué tratamiento dio Lenin a esta cuestión y cómo llegó a es- tual” heredada del capitalismo? ¿Que era o no una cultura de
tablecer una diferenciación entre lo que es propiamente una cul-
tura de clase y lo que en rigor no lo es? 10 Op. cit., p. 161.
11 Los éxitos y las dificultades del poder soviético, recopilado en op. cit.,
En sus ya citadas Notas críticas sobre la cuestión nacional
p. 156. José Carlos Mariátegui por su parte, formula una reflexión similar: “El
Lenin fue muy enfático en afirmar: socialismo presupone la técnica, la ciencia, la etapa capitalista; y no puede
“Al proclamar la consigna de ‘cultura internacional de la de- importar el menor retroceso en la adquisición de las conquistas de la civiliza-
mocracia y del movimiento obrero mundial’, tomamos de cada ción moderna, sino por el contrario la máxima y metódica aceleración de la
cultura nacional sólo sus elementos democráticos y socialistas, incorporación de estas conquistas en la vida nacional”. Ideología y política,
Empresa editora Amauta, Lima, Perú, 8a. ed., 1977, p. 161.
12 La enfermedad infantil del comunismo: el izquierdismo, pasaje recopi-
9 Ediciones Quinto Sol, S.A., México, s. f., p. 105. lado en op. cit., p. 160.
152 Agustín Cueva La teoría marxista 153

clase? ¿Que había que asimilarla o que se debía derrotarla? Esta somera revisión de las diferenciadas tomas de posición
Creemos que el punto clave para entender su posición sobre de Lenin con respecto a “la cultura” parecen pues corroborar
este asunto –posición que nada tiene de contradictoria– consis- nuestra tesis de que la órbita cultural vinculada al desarrollo de
te en poner en evidencia que su análisis del problema cultural las fuerzas productivas no constituye una cultura de clase pro-
pasa por un esquema teórico que no guarda relación alguna con piamente dicha, por más que en una sociedad antagónica dicha
la dicotomía “espíritu/materia”, sino que está referido a diferen- órbita esté, como es natural, instrumentalizada por la clase do-
tes planos estructurales del todo social. minante.
En efecto, cuando afirma que de cada cultura nacional hay Distinción que, por lo demás, es de vital importancia en el
que tomar sólo (y lo subraya) sus elementos democráticos y so- plano político por dos razones: (a) porque si el hecho de negar
cialistas, Lenin alude a determinada dimensión de la cultura: la la existencia de las culturas de clase conduce inexorablemente a
que tiene que ver con las ideas, representaciones, costumbres, una desviación de derecha, la posición contraria, de reducir to-
hábitos, etc., vinculados al plano de las relaciones sociales de da la cultura a términos clasistas, conduce a un error de ultraiz-
producción; es decir, a las relaciones de explotación y domina- quierda; y (b) porque aquella distinción determina dos formas
ción–subordinación que mantienen unos hombres con respecto diferenciadas de la lucha de clases: lucha por la abolición de la
a otros (relaciones de clase). Y en este plano, claro está, el so- cultura de clase del adversario, en un caso; lucha por la expro-
cialismo mal puede hacer suya esta cultura: tiene que vencerla. piación de los elementos culturales no clasistas que ese adver-
Tiene, entre otras cosas, que reeducar a sus portadores, impul- sario ha acumulado, en el otro.
sando una lucha de masas capaz de establecer la hegemonía
ideológico–cultural del proletariado (revolución cultural).
En cambio, cuando Lenin habla de “tomar toda la cultura que 4. LA CULTURA EN SU DIMENSIÓN FORMAL:
el capitalismo ha dejado”, se refiere sin duda a otra dimensión EL EJEMPLO DE LA LENGUA
de esa cultura: concretamente, a todos los conocimientos y ma-
neras de hacer (técnicas) que implican variados grados de domi- A través de una serie de entrevistas publicadas en 1950, Sta-
nio del hombre sobre la naturaleza; esto es, a la parte de la cul- lin se pronunció sobre algo que constituía un espinoso proble-
tura que tiene que ver con el desarrollo de las fuerzas producti- ma para los marxistas de la época: la cuestión de saber si la len-
vas, tanto en su aspecto “material” como “espiritual”. Por eso gua forma o no parte de la superestructura. Con su indudable ta-
aquí incluye también al arte, que en cierto nivel es una práctica lento práctico Stalin concluyó tajantemente que la respuesta te-
encaminada al dominio “espiritual” de la naturaleza (trátese de nía que ser negativa; pero sin dejar de intuir que, a pesar de ello,
la exterior al hombre o de la suya propia). Y lo incluye, por su- la lengua sufre en ciertos niveles algunas determinaciones pro-
puesto, sólo en cuanto es éso: no en cuanto portador de determi- venientes de la estructura social. Mas, en el plano teórico su res-
nadas ideologías, lo cual es objeto de otro nivel de análisis (véa- puesta distó de ser satisfactoria:
se a este respecto las reflexiones del propio Lenin sobre la obra “En pocas palabras: no puede incluirse a la lengua ni en la
de Tolstoi) 13. categoría de las bases ni en la categoría de las superestructuras.
Tampoco puede incluírsela en la categoría de los fenómenos ‘in-
13 Op. cit., pp. 121 – 151. termedios’ entre la base y la superestructura, pues tales fenóme-
154 Agustín Cueva La teoría marxista 155

nos ‘intermedios’ no existen” 14. “ideologías históricamente orgánicas, es decir, que son necesa-
A renglón seguido se enfrascó en una disquisición por mo- rias a determinada estructura” 16.
mentos bizantina tendiente a demostrar dos cosas: por un lado, De lo cual se desprende, además, que el campo denominado
que existe cierta analogía entre la lengua y los instrumentos de cultural es mucho más rico y variado que sus determinaciones
producción, ya que ambos “manifiestan cierta indiferencia (sic) estructurales, aunque sólo fuese por el hecho de que siempre “el
hacia las clases y pueden servir por igual a las diversas clases de fenómeno es más rico que la ley” 17. Por algo la “esencia” (es-
la sociedad”; y por otro, que ello no obstante la lengua no pue- tructura) tiene que ser aprehendida mediante un proceso de abs-
de identificarse con tales instrumentos en la medida en que no tracción, o sea, como el mismo término lo indica, mediante la
produce bienes materiales sino sólo “palabras”. Con su típica extracción de ciertos elementos, los esenciales, con exclusión
corrosiva ironía concluyó: “No es difícil comprender que si la de los demás.
lengua pudiera producir bienes materiales, los charlatanes se- Si volvemos al caso de la lengua, de inmediato descubrimos
rían los hombres más ricos de la tierra” 15. que su configuración interna básica corresponde a la necesidad
Todo lo cual es cierto, pero deja sin resolver teóricamente el de establecer las condiciones formales de emisión de un cierto
problema planteado: si la lengua no “encaja” en ninguna de las tipo de mensajes y no a una determinación proveniente del de-
tres categorías mencionadas por Stalin ¿dónde entonces ubi- sarrollo de las fuerzas productivas o de tales o cuales relaciones
carla? sociales de producción. No hay ninguna morfología, sintaxis,
A nuestro juicio, el quid de la cuestión radica en la forma fonética o fonología susceptibles de explicarse por su relación
misma de conceptualizar a la base y la superestructura. En efec- con alguno de esos planos estructurales; y ni siquiera el nivel se-
to, si concebimos a estas dos instancias como categorías taxo- mántico de un idioma puede explicarse por tal tipo de determi-
nómicas destinadas a encasillar exhaustivamente la realidad so- nación, a no ser en parcelas muy marginales y que en realidad
cial, con todos sus procesos y fenómenos, siempre aparecerán la sólo adquieren pleno sentido cuando se pasa del plano del códi-
lengua, el deporte, la familia o lo que fuere, para jugarnos una go (lengua) al de los mensajes emitidos a través de él, los que
mala pasada teórica. Y nos la jugarán inevitablemente, por la obviamente poseen ya un contenido extralingüístico: ideológi-
sencilla razón de que los conceptos de base y superestructura no co, científico o simplemente pragmático, según el caso.
pueden ser tratados como casillas taxonómicas sino como lo que Por lo tanto, la lengua es un fenómeno cultural neutro en el
en realidad son: puntos nodales de articulación del todo social sentido de que ni constituye un punto nodal de la estructura de
que, al constituir su estructura fundamental, determinan en gra- una formación social ni su configuración interna básica depen-
do diferente al conjunto de procesos y fenómenos también so- de de determinaciones provenientes de tal estructura. Lo que es
ciales, pero que en sí mismos no constituyen, por definición, ni más: por ser la lengua un código que establece las condiciones
una base ni una superestructura. Las propias ideas, recordémos- formales de emisión de cierto tipo de mensajes, se encuentra por
lo, sólo forman parte de la superestructura cuando configuran
16 Antonio Gramsci: El materialismo histórico y la filosofía de B. Croce,
14 J Stalin: Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico. El Juan Pablos Editor, México, 1975, p. 58.
marxismo y la lingüística, Ediciones Cuauhtémoc, México, 1973. p. 76. 17 V. I. Lenin: Cuadernos filosóficos, Ediciones Estudio, Buenos Aires,
15 Op. cit., p. 77. 1974. p. 147.
156 Agustín Cueva La teoría marxista 157

así decirlo al abrigo de una determinación que la convierta, por tirse en lengua dominada, poseedora por lo tanto de un estatuto
ejemplo, en mero código de clase. Si la ideología dominante social negativo; y (c) la del español en ciertas zonas del altipla-
quiere realmente dominar, tiene que emitir sus mensajes a tra- no andino, donde frente a las lenguas vernáculas adquiere el es-
vés de un código que los dominados entiendan, trátese del códi- tatuto de lengua dominante, dotada de un signo social positivo.
go lingüístico o de cualquier otro código análogo. Y es justa- Cuestión que dista mucho de ser intrascendente, aunque sólo
mente la existencia de estos códigos formales comunes lo que, fuese por estas dos razones:
bajo ciertas condiciones históricas, viene a constituirse en uno Primero, porque el hecho de que una lengua se convierta en
de los elementos fundamentales de la identidad nacional (cues- lengua dominada mutila sin la menor duda sus posibilidades de
tión que retomaremos más adelante). desarrollo histórico: la conquista española y la sociedad que ella
Sin embargo, el problema no concluye aquí ni es tan sencillo engendró, obstruyeron múltiples posibilidades de desarrollo del
como en un principio podía parecer. Si bien es verdad que la es- idioma quichua, por ejemplo.
tructura de una formación social no determina la configuración Segundo, porque al sufrir un idioma determinados efectos
interna básica de la lengua, también es cierto que no por ello de- derivados de la estructura de una formación social dada, de he-
ja de sobredeterminarla en otros niveles o aspectos de su desa- cho adquiere una coloración simbólica particular que lo inserta
rrollo histórico. en las luchas sociales de diverso tipo, en donde por lo general
Ni siquiera vale detenerse en lo más obvio: las connotacio- convergen un problema de clase y un problema nacional.
nes, incluso de clase, fáciles de detectar en diversas lenguas.
Emplear determinados términos, construir la frase de determi- 5. FORMAS CULTURALES Y NACIÓN
nada manera, pronunciar (realizar) un fonema en tal o cual for-
ma, pueden efectivamente convertirse en “marcas” de clase en El análisis de un fenómeno como el de la lengua nos ha per-
la medida en que allí entre a operar un segundo “código” (ya su- mitido recorrer un camino aparentemente insólito: luego de de-
perestructural) adherido al primero (propiamente lingüístico). mostrar que se trata de un hecho cultural eminentemente formal,
Pero hay algo aún más importante y es el hecho de que, en hemos arribado a un punto en que la hemos encontrado inserta
algunas formaciones sociales, la sobredeterminación a que nos en conflictivos procesos sociales. Pero en verdad este recorrido
hemos referido puede llegar al extremo de conferir cierto status nada tiene de insólito puesto que la estructura de cada forma-
a idiomas enteros. Así, si tomamos como ejemplo al idioma es- ción social, además de (a) configurar culturas de clase en cierto
pañol encontraremos, en un primer nivel de análisis, que natu- nivel y (b) instrumentalizar clasistamente a la parte no clasista
ralmente se trata de un simple código formal, sin ningún estatu- de la cultura, también (c) confiere determinado rango y valor
to social que lo “acompañe”. Pero si pasamos a un segundo ni- simbólico a los estratos meramente formales de la cultura, o sea,
vel analítico, que es el de su modo concreto de inserción en de- a aquellos que en principio no guardan una relación directa ni
terminadas formaciones sociales, podremos detectar por lo me- con la base ni con la superestructura.
nos tres situaciones claramente diferenciables: (a) una como la Conviene ahora avanzar un poco más en nuestro análisis, a
del Uruguay contemporáneo, supongamos, en donde el español partir de la idea de que son precisamente estos estratos o dimen-
sencillamente carece de estatuto social en cuanto idioma: b) una siones formales de la cultura los que adquieren relevancia cuan-
situación como la “chicana”, en la que el español pasa a conver- do se pasa a analizar la “fisonomía peculiar” de una nación.
158 Agustín Cueva La teoría marxista 159

Aunque se trate de un autor cuya popularidad se ha visto bas- lo mismo peculiares de vida material de una sociedad. En fin, y
tante mermada en los últimos tiempos, vamos a permitimos ci- por muy gruesamente formulada que esté su reflexión al respec-
tar nuevamente a Stalin, con el clásico texto en que define lo to, hay que suponer que la comunidad de psicología y de “fiso-
que ha de entenderse por nación: nomía espiritual” tampoco está referida a contenidos (de clase,
“Nación es una comunidad humana estable, históricamente por ejemplo) ni a niveles ideológicos propiamente superestruc-
formada y surgida sobre la base de la comunidad de idioma, de turales, sino a una dimensión preponderantemente formal, en
territorio, de vida económica y de psicología, manifestada ésta este caso idiosincrática.
en la comunidad de cultura” 18. Pensamos, por lo demás, que ésta es la única manera de en-
Texto clásico, decíamos, pero también bastante extraño por tender cómo es posible que el Estado, representante de intereses
más de una razón. Por ejemplo: ¿por qué Stalin, que en su vida de clase por definición particulares, pueda aparecer como repre-
puede haber pecado de todo menos de idealista, confiere una sentante del interés general de la sociedad. Y es que esta socie-
importancia tan grande a la comunidad de idioma, que incluso dad, por fisurada que esté, posee un mínimo de elementos co-
coloca antes de la comunidad de vida económica? O bien: ¿có- munes (la “sangre”, la lengua, costumbres y hábitos, una geo-
mo es posible que hable de la “comunidad de psicología, refle- grafía y una historia compartidas, etc.) a partir de los cuales es
jada en la comunidad de la cultura”, o de una “fisonomía espi- factible mantener, consolidar y hasta desarrollar lo que Marx y
ritual, que se expresa en las particularidades de la cultura nacio- Engels denominaron una comunidad ilusoria 20. Ilusoria en
nal”. 19, sin plantear el problema de las clases ni explicar lo que cuanto la comunidad real, se ha escindido a consecuencia de los
en términos marxistas ha de entenderse por “fisonomía espiri- antagonismos de clase; mas no por ello menos vigente a nivel
tual”, ni interrogarse sobre si ésta forma o no parte de la supe- ideológico y hasta “sensorial”, en la medida en que algunas o
restructura de determinada formación social? muchas de aquellas formas culturales siguen siendo comparti-
Pensamos que el punto de vista de Stalin sólo cobra coheren- das por buena parte e incluso por la totalidad de los miembros
cia en todos los órdenes desde el momento en que planteamos de una sociedad, aunque no necesariamente en grado similar.
la hipótesis de que está referido al plano preponderantemente Sobre esta base, el Estado mismo puede aparecer como un
formal de la cultura, que justamente por serlo puede llegar a Estado–nación, expresando una dominación de clase por sus
constituirse en denominador común de una totalidad por lo de- contenidos fundamentales, pero no de una manera informe sino
más contradictoria y antagónica. El caso del idioma ya lo hemos mediante una dominación moldeada en la fragua de una tradi-
analizado. En cuanto a la comunidad de vida económica, pare- ción. La profundidad con que el Estado pueda aparecer como un
ce razonable creer que Stalin no aludía con ello a las relaciones Estado verdaderamente nacional dependerá sin embargo del
sociales de producción, que ciertamente no tienden a crear una grado de “hegemonía” 21 con que la clase dominante logre ejer-
comunidad real entre el explotado y el explotador; sino más cer su dominio. En el mejor de los casos este dominio se mos-
bien a determinadas modalidades formales muy concretas y por trará como una suerte de “dirección espiritual y moral” (dixit

18J. Stalin: El marxismo y la cuestión nacional, Ediciones Cuauhtémoc, 20 Cf. La ideología alemana, ed. cit., p. 35.
México, s. f., p. 13. 21 En el sentido gramsciano del término, que comentaremos críticamente en
19 Loc. cit. el capítulo final de este libro.
160 Agustín Cueva La teoría marxista 161

Gramsci) y la clase dominante aparecerá entonces como “repre- la medida en que tal concepto es inseparable de otro: el de cul-
sentante y rectora” de la entera comunidad nacional Pero tal po- tura nacional. Y hemos puesto asimismo énfasis en la dimensión
sibilidad de “hegemonía”, que es prácticamente sinónimo de formal de la cultura por estimar que esta dimensión adquiere un
capacidad para configurar una comunidad ilusoria, tampoco peso muy específico cuando el problema analizado es precisa-
brota ex nihilo ni de la sola voluntad o habilidad políticas, sino mente el de los rasgos peculiares (“fisonómicos”) que distin-
que depende de cierta constelación objetiva de factores determi- guen a una comunidad humana de otra.
nada por la mayor o menor homogeneidad estructural de la so- Sin embargo, está claro que tal fisonomía, por formal que
ciedad, así como por la mayor o menor capacidad de participa- pueda parecer desde cierto punto de vista, es un producto emi-
ción en el reparto mundial del excedente económico, como lue- nentemente histórico. Es el fruto de una tradición (procesos y
go veremos. prácticas compartidas secular y hasta milenariamente) que deja
Sea de esto lo que fuere, es un hecho que a medida que nos huellas profundas en el “rostro” de un pueblo, de la misma ma-
acercamos a niveles de concreción mayor el análisis de las for- nera que “la vida” (procesos y prácticas personales) deja su im-
mas culturales cobra cada vez más importancia. Y ello por múl- pronta en el rostro de un individuo. El problema de la nación y
tiples razones entre las que merecen destacarse las siguientes: la cultura nacional no puede ser estudiado, por tanto, al margen
(a) Aunque en el proceso de abstracción sea necesario, como de la estructura y la historia de las formaciones económico–so-
oportunamente se dijo, captar lo esencial con prescindencia de las ciales en que se ha desarrollado y desarrolla 22.
expresiones fenoménicas concretas, éstas no dejan de existir ni de Comencemos por recordar que el concepto de formación
desempeñar, en cierto nivel, un papel histórico significativo. económico–social particular 23 es claramente distinguible del de
(b) La producción y reproducción de la vida social es un pro- nación, puesto que está constituido por otro orden de determi-
ceso que no sólo involucra contenidos (en el sentido de instan- naciones. Consiste en la unidad de la base con la superestructu-
cias estructurales) sino también formas, las que en buena medi- ra, articulada de manera específica gracias a la presencia de un
da constituyen los materiales concretos a través de los cuales los Estado que, con su acción “reguladora”, tiende a crear un espa-
hombres se ligan subjetivamente con sus condiciones de exis- cio relativamente autónomo de acumulación, tanto en el sentido
tencia. estrictamente económico del término como en el sentido más
(c) No cabe olvidar que cuando se habla de formas cultura- amplio de una acumulación de tradiciones y contradicciones,
les se está hablando de formas en perpetua búsqueda de conte- dotadas de un ritmo histórico particular. Por algo escribió Marx
nidos; esto es, en busca de un sentido histórico que no está da- que la sociedad civil:
do de una vez por todas, sino que va conformándose al calor de “Abarca toda la vida comercial e industrial de una fase y, en
arduas luchas.
22 Si algún defecto de fondo tiene el referido trabajo de Stalin es justamen-
6. ESTADO–NACIÓN Y FORMACIÓN te el de proponer una definición rígida de nación que pareciera asfixiar cual-
SOCIAL EN AMÉRICA LATINA quier movimiento dialéctico de la historia.
23 Hablamos de formación económico–social particular para establecer
una diferencia con el empleo del concepto de formación económico–social en
La reflexión sobre el concepto de nación nos ha llevado a co- un sentido más amplio, que se refiere a toda una etapa histórica del desarro-
locar en primer plano la cuestión cultural, hecho explicable en llo universal.
162 Agustín Cueva La teoría marxista 163

este sentido, trasciende los límites del Estado y de la nación, si gación y no de unificación en el terreno económico y, a fortio-
bien, por otra parte, tiene que hacerse valer al exterior como na- ri, en el terreno cultural. En este sentido, la creación de las con-
cionalidad y, vista hacia el interior, como Estado” 24. diciones materiales de existencia de un espacio nacional real-
Una formación económico–social sólo puede pues cohesio- mente integrado guarda relación estrecha con el proceso de acu-
narse como tal en la medida en que al mismo tiempo consolide mulación originaria que, al imponer un movimiento tendencial
su ya señalada perspectiva de Estado–nación, forjando ese espa- de conversión de todos los elementos de la producción en capi-
cio relativamente autónomo de acumulación al que hemos he- tal constante y capital variable, tiende simultáneamente a crear
cho referencia. Mas el problema reside, justamente, en las con- un mercado nacional tanto de valores (económicos) como de
diciones históricas concretas de conformación y desarrollo de símbolos (culturales).
dicho espacio. Pero tal proceso no es necesariamente lineal ni uniforme. En
El Estado burgués, por el solo hecho de existir, tiende desde América Latina sobre todo, está marcado por un desarrollo de-
luego a cohesionar a la sociedad civil y a construir el Estado-na- sigual en extensión y profundidad, por modalidades y ritmos
ción. Pero, una cosa es lo que el Estado se proponga como tarea que varían no sólo de país a país sino incluso de región a región,
y otra, a veces muy diferente, lo que efectivamente pueda lograr determinando grados diversos de disolución de la base precapi-
en determinadas condiciones históricas. No olvidemos que, si talista previa. De hecho, el proceso de acumulación originaria
de una parte el Estado es el elemento “regulador” de las contra- (realizado en su fase más intensa en el último tercio del siglo
dicciones de la sociedad civil, de otra parte es también e inexo- XIX), lejos de crear una matriz depuradamente capitalista, im-
rablemente el reflejo de ellas, que son las que en última instan- pone el predominio del modo de producción capitalista dentro
cia lo determinan. Esa sociedad civil rebasa, por lo demás, las de una abigarrada constelación de modos de producción y for-
fronteras del Estado–nación, “trasciende sus límites”, como lo mas productivas. Al seguir el capitalismo latinoamericano, ulte-
recuerda Marx, constituyendo por ende no sólo su condición in- riormente y por regla general, una vía reaccionaria de desarro-
terna sino también externa de existencia. llo, la disolución de los elementos precapitalistas deviene un
Una condición interna fundamental para la configuración de proceso lento y tortuoso, que dificulta la articulación de un mer-
un verdadero Estado–nación consiste en la creación de un mer- cado interior verdaderamente nacional. Quiérase o no, la etapa
cado interior que rebase los límites puramente locales y regiona- denominada oligárquica implica una sociedad todavía regiona-
les y abarque todo el ámbito de una formación económico–so- lizada y estamentalizada; de suerte que no es sino hasta la fase
cial particular (mercado nacional). Mercado en el sentido econó- siguiente (de “desarrollo hacia adentro”, como diría la CEPAL),
mico, naturalmente, puesto que allí radica la base objetiva de to- que tal mercado empieza realmente a configurarse, simultánea-
do lo demás; pero también mercado cultural, en el sentido de co- mente con la conformación de un circuito interno relativamente
munidad de vivencias y símbolos nacionalmente compartidos. amplio de reproducción del capital. Pero aun entonces el proble-
Ahora bien, un mercado de tales características sólo puede ma de la heterogeneidad estructural de nuestras sociedades per-
construirse sobre la base de la disolución de la matriz precapi- siste, en razón misma de que el tránsito de una fase a otra se ha
talista: el precapitalismo es, por definición, un factor de disgre- operado por medio de mutaciones graduales y desiguales, que
no mediante una transformación estructural a la vez global y ra-
24 La ideología alemana, ed. cit., p. 38. dical.
164 Agustín Cueva La teoría marxista 165

Lo que es más: todo el proceso histórico al que venimos re-


firiéndonos está estructuralmente determinado por la forma en 7. ALGUNOS RASGOS DEL DESARROLLO
que América Latina se inserta dentro del sistema capitalista im- CULTURAL LATINOAMERICANO
perialista mundial; o sea, por una situación de dependencia que
no hace más que profundizar el carácter contradictorio de nues- Por las razones que acabamos de señalar las clases dominan-
tro desarrollo y obstruir, de maneras diversas, la plena confor- tes locales han sido, por regla general, históricamente incapaces
mación de las entidades nacionales. Aun cuando las economías de asumir la “dirección intelectual y moral” de nuestras socie-
latinoamericanas no adquieren la forma de economías de “en- dades y, por ende, de regir claramente el proceso de conforma-
clave” (caso extremo de deformación estructural), su carácter ción de una cultura nacional latinoamericana. El hecho de que
dependiente determina una malformación del aparato producti- el capitalismo no se haya desarrollado aquí por una vía demo-
vo que constantemente obstruye la homogenización del espacio crática 25 ciertamente les ha impedido nutrirse de la savia popu-
económico nacional. Lo cual, claro es, no deja de repercutir en lar, asimilarla y desarrollar con sus ingredientes una sólida cul-
la forma de desarrollo, desigual, del mercado interior. tura burguesa nacional, legitimándose al mismo tiempo como
En estas condiciones, la creación del Estado–nación y de la clase. Y la misma situación de dependencia les ha vedado bus-
cultura nacional correlativa se torna tanto más difícil cuanto que car y robustecer sus “señas de identidad” diferenciales. En lo
tropieza con barreras no solamente internas sino además exter- que a su vinculación con los intelectuales concierne, esas clases
nas. Antes mismo de haber construido la unidad nacional, estas han dispuesto, por idénticas razones, de un margen muy estre-
formaciones económico–sociales se ven supeditadas y en cierto cho de “cooptación”: la capa de intelectuales “orgánicos” del
sentido desvertebradas por los múltiples efectos, incluso cultu- bloque oligárquico–burgués–imperialista ha sido siempre del-
rales, de la dominación imperialista. Antes de haber construido gada, por decir lo menos.
las condiciones objetivas y subjetivas de su hegemonía interior, En contraposición dialéctica con lo anterior se han desarro-
las burguesías criollas se encuentran ya en una situación de su- llado en cambio, significativamente, los elementos democráti-
bordinación en el plano internacional. De suerte que, glosando cos y liberadores de nuestra cultura. Es más: podría decirse que
aquella cita de Marx (cita 24), podríamos afirmar que la socie- es en torno de éstos que la auténtica fisonomía nacional de
dad civil latinoamericana, estructuralmente heterogénea y de- América Latina ha ido configurándose. Oprimida por el cerrojo
pendiente, tiene una dificultad congénita para “hacerse valer” oligárquico–burgués–imperialista, de hecho las expresiones cul-
hacia el exterior como nación independiente y, hacia el interior turales más altas de nuestro subcontinente corresponden a un
como Estado soberano, capaz de desarrollar con plenitud ese es- movimiento de rebeldía contra él. Si en el caso ruso al que alu-
pacio relativamente autónomo de acumulación. día Lenin podía decirse, con razón, que la cultura nacional es
Por esto, si la investigación sobre la nación es en gran medi- “en general, la cultura de los terratenientes, de los popes y de la
da una reflexión sobre la “fisonomía” peculiar de una formación
social determinada, habría que concluir que en este caso esta-
25La tesis de que el capitalismo latinoamericano se desarrolló por una vía
mos frente a una fisonomía tensa y todavía incompleta, en cons-
exactamente contraria, la oligárquico–dependiente, hemos expuesto amplia-
tante búsqueda de su propia identidad. mente en nuestro libro El desarrollo del capitalismo en América Latina, Siglo
XXI, México, varias ediciones.
166 Agustín Cueva La teoría marxista 167

burguesía” (ver cita 5); en el caso latinoamericano no cabría patrias”.


afirmar legítimamente lo mismo. El que la cultura nacional vaya conformándose a partir de lo
Y no se trata, desde luego, de que la cultura burguesa impe- que hasta entonces había sido una amalgama de elementos dis-
rialista no sea aquí la cultura dominante: sin duda lo es, pero no persos a nivel local o regional, no significa, sin embargo, que
de manera omnímoda ni sin una fuerte resistencia. Por eso, tal ella adolezca de provincianismo o enclaustramiento. Por el mis-
cultura raras veces aparece como la expresión de una suave “he- mo hecho de nuestra temprana incorporación al sistema capita-
gemonía”, sino más bien, en perspectiva histórica, como un pro- lista mundial (siglo XVI), el horizonte cultural de América La-
ceso de constante contrarrevolución cultural. A las armas de una tina rebasa el ámbito de lo estrictamente nacional. Al menos, así
cultura nacional bastante critica, el bloque dominante frecuen- lo visualizan sus pensadores más avanzados, desde un José
temente no tiene otra cosa que oponer que la critica de unas ar- Martí, con su célebre frase: “Injértese en nuestras repúblicas el
mas sin mayor alternativa cultural nacional. Es sintomático, por mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas” 26;
lo demás, el que en gran parte de los países latinoamericanos la hasta un Tomás Borge, con su convicción de que nuestra cultu-
verdadera intelectualidad “orgánica” de aquel bloque se encuen- ra ha de ser “una cultura universal pero que sea capaz de poner
tre en los institutos castrenses, antes que en las universidades y en vigencia sus propias raíces” 27.
otros centros propiamente culturales. Lo cual no quiere decir, en modo alguno, que la conforma-
Dada la articulación particular de las contradicciones estruc- ción y afirmación de nuestra identidad nacional no tenga que
turales en América Latina, el desarrollo cultural de esta área pasar por una cierta perspectiva nacionalista. Como lo expresa-
presenta por lo demás ciertos rasgos específicos que conviene ra adecuadamente Mariátegui:
destacar. “El nacionalismo de las naciones europeas –donde naciona-
En lo que se refiere a la relación de la cultura popular con la lismo y conservatismo se identifican y circunstancian– se pro-
cultura de los intelectuales, sin duda existen aquí muchos más pone fines imperialistas. Es reaccionario y antisocialista. Pero el
vasos comunicantes que en el caso de la Europa contemporánea, nacionalismo de los pueblos coloniales –sí, coloniales económi-
por ejemplo. Baste a este respecto recordar un hecho. La cultu- camente, aunque se vanaglorien de su autonomía política– tiene
ra progresista que empieza a desarrollarse a partir de los años un origen y un impulso totalmente diverso. En estos pueblos, el
veinte de este siglo, aproximadamente, se propone como princi- nacionalismo es revolucionario y, por ende, concluye con el so-
pal tarea la recuperación de los materiales vernáculos, “crio- cialismo. En estos pueblos la idea de la nación no ha cumplido
llos”, regionales, etc., con los cuales inicia una especie de aco- aún su trayectoria ni ha agotado su misión histórica” 28
pio originario de formas y símbolos propios que, a la par que re- Y no cumplirá esta trayectoria ni agotará tal misión en tanto
presenta un primer intento de articulación de una cultura genui- no se rompan los vínculos de dependencia con el imperialismo
namente democrática, constituye también la expresión primera y se erradiquen todas sus secuelas. Por eso, el nacionalismo
de la configuración de un espacio relativamente autónomo de
acumulación cultural. Este es incluso el momento en que, al ser
26 “Nuestra América”, en: José Martí: Política de Nuestra América, 2a. ed.,
literaturizada a partir de sus manifestaciones populares, el habla
Siglo XXI, México, 1979, p. 40.
latinoamericana conquista su autonomía relativa, dejando de de- 27 Discurso pronunciado el 18 de enero de 1981.
pender de los paradigmas expresivos de las respectivas “madres 28 Op. cit., p. 221.
168 Agustín Cueva La teoría marxista 169

consecuente tiene un contenido antimperialista, a la vez que en-


garza con las luchas en pro del socialismo, en la medida en que
nuestra opresión nacional es precisamente producto de la inser-
ción de América Latina en el sistema capitalista.
Los mejores perfiles de nuestra cultura nacional han sido, por
esto, forjados en un movimiento de rechazo al sistema capitalis- VI. EL FETICHISMO DE
ta imperialista y su cultura de clase, que en América Latina ha
hecho sentir sus efectos más aberrantes. En el curso de este mo-
LA “HEGEMONÍA”
vimiento se ha recuperado ya gran parte de nuestras raíces telú-
ricas y ancestrales, así como nuestras más altas tradiciones, pe-
ro no con espíritu pasatista ni chauvinista, sino como formas y
símbolos de una empecinada voluntad de configurar un rostro
propio que refleje el no menos tenaz designio de llevar adelan-
te las urgentes tareas de liberación. En este terreno queda desde
Antonio Gramsci se ha convertido, a no dudado, en punto de
luego mucho por hacer, pero las bases están sentadas y el derro-
referencia obligado de todos los estudios que actualmente se
tero señalado. Hay en todo caso una partida que no podemos
realizan sobre la cuestión estatal, tanto en Europa occidental co-
perder.
mo en América Latina. Desde cierto punto de vista el autor ita-
liano aparece incluso como el verdadero fundador de la ciencia
política marxista, por fin liberada, según se dice, del lastre del
“dogmatismo” y el “economicismo” y, por supuesto, de la con-
cepción “instrumentalista” del Estado que habría caracterizado
al pensamiento leninista. De esta suerte Gramsci ha devenido
una especie de anti–Lenin, dotado de incalculables proyeccio-
nes teóricas y aun políticas.
¿En qué consiste ese aporte gramsciano que tanto revuelo ha
causado en la ciencia política marxista? Al parecer se trata, en
lo esencial, de que Gramsci habría demostrado, en contra de to-
da una tradición, que la clase dominante se impone como tal no
sólo a través de la coerción, o sea de la violencia física, sino
también mediante la “hegemonía”, es decir, por medio de una
“dirección intelectual y moral” capaz de asegurar incluso el
“consenso activo” de los gobernados.
Lo cual es desde luego cierto, pero no constituye propiamen-
te una novedad dentro del pensamiento marxista–leninista. La
170 Agustín Cueva La teoría marxista 171

ideología alemana, de Marx y Engels, está enteramente dedica- profunda que podría formularse así: ¿es acaso utópico pretender
da a demostrar que las ideas dominantes en una sociedad son conquistar la hegemonía si precisamente antes de alcanzar el
precisamente las de la clase materialmente dominante; y la obra poder o por lo menos en una estrategia de lucha por el poder, la
toda de Marx, incluido El capital, intenta poner en claro los me- hegemonía no es sino una parte de la dominación? Si la hege-
canismos estructurales y superestructurales a través de los cuales monía está ya dentro de la dominación es evidente que no pue-
el momento ideológico de la dominación se realiza: fetichismo de ser conquistada. En cuanto a esto creo que hay que revisar el
de la mercancía, peculiaridad de la explotación centrada en la ex- concepto de ideología y, adoptando el pensamiento de Gramsci
tracción de plusvalor relativo, propiedad y consiguiente control como modelo de análisis, hay en él otra teoría de la ideología di-
de los medios de producción y reproducción ideológica, etc. ferente a la de Marx en algunos aspectos. La cuestión de la ideo-
Y en cuanto a Lenin, casi huelga aclarar que para él todo pro- logía no puede plantearse simplemente en términos clasis-
ceso de dominación social comprende un importante momento tas–instrumentales, es necesario hacer un análisis mucho más
de dominación cultural. Son harto conocidas sus tesis sobre las complicado” 3.
“dos funciones” que ese proceso de dominación supone 1, como Se esté o no de acuerdo con sus planteamientos, hay que re-
conocida es su concepción del partido como dirigente y maestro: conocer en la respuesta de Christine Buci–Glucksman el mérito
“Educando al partido obrero, el marxismo educa a la van- de la franqueza. En efecto, si se quiere encontrar a toda costa
guardia del proletariado, vanguardia capaz de tomar el Poder y una novedad trascendental en las reflexiones de Gramsci, ello
de conducir a todo el pueblo al socialismo, de dirigir y organi- no puede desembocar en otra cosa que en una revisión del pen-
zar el nuevo régimen, de ser el maestro, el dirigente y el jefe de samiento del propio Marx y no sólo de las supuestas “desviacio-
todos los trabajadores y explotados en la obra de organizar su nes” ulteriores. En una perspectiva de este tipo el concepto
propia vida social sin la burguesía y contra la burguesía” 2. gramsciano de “hegemonía” adquiere naturalmente originali-
¿En dónde reside entonces la novedad real del pensamiento dad, en la medida en que ya no aparece como momento consti-
gramsciano? Tal vez no tanto en sus escritos cuanto en una lectu- tutivo de un proceso estructurado de reproducción social (re-
ra muy particular de ellos, que tiende a separar el momento ideo- producción de determinado modo de producción), sino como
lógico–cultural de la dominación de clase de esa dominación una dimensión autónoma de la sociedad que sería posible modi-
misma. En este sentido, Christine Buci–Glucksman, una de las ficar cualitativamente aun antes de que la estructura de poder
más connotadas y sutiles intérpretes de Gramsci, fue muy clara al haya sido realmente trastrocada. Visión que sin duda se sitúa en
responder a una pregunta que le formuláramos en una entrevista las antípodas de la de Lenin, para quien:
para la Revista mexicana de sociología. Afirmó lo siguiente: “EI proletariado necesita tomar el Poder estatal, organización
“... creo que en tu pregunta hay una segunda intención más centralizada de la fuerza, organización de la violencia, tanto pa-
ra aplastar la resistencia de los explotadores como para dirigir a
1 “Todas las clases opresoras sin excepción necesitan, pata salvaguardar su la enorme masa de la población, a los campesinos, a la pequeña
dominación, dos funciones sociales: la función del verdugo y la función del burguesía, a los semiproletarios, en la obra de ‘poner en mar-
cura”. La bancarrota de la II Internacional, en: Obras escogidas en 12 to-
mos, Progreso, Moscú, 1976, tomo V, p. 245.
2 El Estado y la revolución, en Obras escogidas en tres tomos, t. 2, Ed. 3 “Entrevista con Christine Buci–Glucksman”, Revista mexicana de soci-
Progreso, Moscú, s.f., pp. 313–314. ología, Año XLII. vol. XLII, Núm. 1, Enero–marzo de 1980, p. 297.
172 Agustín Cueva La teoría marxista 173

cha’ la economía socialista” 4. otros de sus escritos.


No se trata, pues, de que Lenin ignorara la necesidad de una Esto, en el plano teórico más general, pues es verdad que en
dirección intelectual y moral de la sociedad o desconociera la otro plano, más concreto, Gramsci introduce toda una perspec-
dimensión “pedagógica” de todo quehacer político, elementos tiva de análisis tendiente a poner de relieve el nuevo “espesor”
sin los cuales mal puede alcanzarse una verdadera “hegemo- adquirido por el Estado capitalista de “Occidente”. Es bien co-
nía”; se trata de que, para él, estos elementos no pueden operar nocida su afirmación de que:
como “variables” independientes del poder tour court. Por eso, “... al menos en lo que respecta a los Estados más avanzados,
el problema de la conquista de la “hegemonía” en determinada (...) la ‘sociedad civil’ se ha convenido en una estructura muy
sociedad no puede aparecer, según Lenin, como algo desvincu- compleja y resistente a las ‘irrupciones’ catastróficas del ele-
lado de la conquista del poder político, so pena que de la teoría mento económico inmediato (crisis, depresiones, etc.): las supe-
marxista del Estado y la revolución “no qued(e) en pie más que restructuras de la sociedad civil son como el sistema de las trin-
una noción confusa de un cambio lento, paulatino, gradual, sin cheras de la guerra moderna...” 7
saltos ni tormentas, sin revoluciones” 5. Al contrario de lo que ocurría en un país como la Rusia za-
Que Gramsci jamás llegó a formular tesis como las que Le- rista, por ejemplo:
nin critica parece la evidencia misma. Hasta donde conocemos, “... en donde los cuadros de la vida nacional son embriona-
nunca renegó del leninismo ni olvidó que hay un momento mi- rios y desligados y no pueden transformarse en ‘trinchera o for-
litar (técnico–militar y político–militar según sus palabras) de taleza (...) En Oriente el Estado era todo, la sociedad civil era
la lucha de clases, que no puede ser sustituido por el solo com- primitiva y gelatinosa; en Occidente, entre Estado y sociedad ci-
bate ideológico. Al reflexionar sobre la lucha de las naciones vil existía una justa relación y bajo el temblor del Estado se evi-
oprimidas, por ejemplo, Gramsci habla de: denciaba una robusta estructura de la sociedad civil. El Estado
“... una forma de acción política que posea la virtud de deter- era sólo una trinchera avanzada, detrás de la cual existía una ro-
minar reflejos de carácter militar en el sentido: 1) de que sea efi- busta cadena de fortalezas y casamatas; en mayor o menor me-
ciente para disgregar íntimamente la eficacia bélica de la nación dida se entiende, pero esto precisamente exigía un reconoci-
hegemónica; 2) que constriña a la fuerza militar hegemónica a miento de carácter nacional” 8.
diluirse y dispersarse en un gran territorio, anulando en gran Observaciones que, no está por demás recordarlo, son formu-
parte su capacidad bélica” 6. ladas con el explícito propósito de respaldar las opiniones de
Reflexión que muestra fehacientemente cómo Gramsci de- Lenin en contra de la tesis trotskista de la “revolución perma-
tecta con claridad la contextura político–militar del poder y su nente”; aunque al hacerlo, ciertamente, Gramsci incurre en más
intrincada dialéctica, a la vez que utiliza el concepto de hegemo- de una ambigüedad, tanto por imprecisión propiamente dicha
nía en un sentido bastante más amplio del que se registra en como por omisión. Imprecisión, puesto que al plantear el pro-
blema en términos de “Occidente” y “Oriente” da pábulo a una
lectura culturalista ulterior de sus escritos; y omisión, ya que al
4 El Estado y la revolución, Obras escogidos, ed. cit.. p. 313.
5 Ibid., p. 307.
6 Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el Estado moderno, Juan 7 Ibid., p. 94.
Pablos Editor, México, 1975, pp. 73–74. 8 Ibid., pp. 95 – 96.
174 Agustín Cueva La teoría marxista 175

no poner en evidencia el sustrato económico del cambio de con- de “sistemas de participación” por acciones tendientes a forjar
textura de la “sociedad civil” y el Estado “occidentales”, trunca una imagen de “democratización del capital”, que no por falaz
a la vez que sugiere una rica veta de análisis. Punto con el que deja de producir efectos ideológicos. Lenin llega incluso a afir-
tocamos uno de los flancos más débiles del pensamiento grams- mar que la exportación de capitales “imprime un sello de para-
ciano: su manejo insuficiente de la economía política que, por sitismo a todo el país (imperialista, A.C.), que vive de la explo-
un lado le impide interrogarse sobre las condiciones infraestruc- tación del trabajo de unos cuantos países y colonias de ultra-
turales de constitución y desarrollo de la “hegemonía” burgue- mar” 10.
sa, mientras por otro lado y correlativamente, da margen a que No es del caso entrar a discutir aquí si estas observaciones de
sus reflexiones sobre la esfera política se vean afectadas por un Lenin dan o no cuenta de todas las transformaciones ocurridas
grado tal de indeterminación, que hasta deja la impresión de en la “sociedad civil” y en la esfera político–estatal de los paí-
convertir a la autonomía relativa de dicha esfera en una verda- ses imperialistas. Lo más seguro es que no, en la medida en que
dera autonomía absoluta. Debilidad que desde luego constituye se trata de anotaciones muy puntuales dentro de una reflexión
la “puerta falsa” por la cual habrán de colarse posteriormente to- que persigue otros propósitos, de índole más general. Sin em-
das las corrientes revisionistas. bargo, hay una cuestión metodológica que no cabe pasar por al-
El fenómeno que Gramsci analiza desde su peculiar perspec- to: para Lenin, las transformaciones a que hemos hecho referen-
tiva en las dos citas precedentes, por cierto no es algo que esca- cia no son independientes del lugar que cada país ocupa en el
pe a la percepción teórica de Lenin. En El imperialismo, fase su- seno de la cadena capitalista imperialista, de suerte que la pro-
perior del capitalismo, por ejemplo, Lenin está plenamente pia “hegemonía” burguesa, en el sentido de una capacidad de
consciente de que el capitalismo, al llegar a su estadio imperia- “dirección intelectual y moral” (predominio ideológico), no es-
lista, registra cambios no solamente de naturaleza económica si- tá desvinculada de su hegemonía en el sentido más amplio del
no también de índole política, que no pueden dejar de afectar a término: supremacía de un Estado sobre otros 11.
la contextura misma del Estado (ahora burgués–imperialista) y Por demás está decir que con la reflexión gramsciana no su-
de su correspondiente “sociedad civil”. cede lo mismo: en esto radica justamente su segundo flanco dé-
El solo hecho de que el capitalismo se transforme en capita- bil. Cuando Gramsci se refiere a la evolución del Estado en
lismo monopolista de Estado dice ya bastante en este sentido,
aunque obviamente el problema no se agota allí. Está claro, 10 Ibid., p. 775.
11 Tal vez convenga recordar que el término hegemonía tiene en español
igualmente, que la obtención de superganancias en las áreas co-
loniales, semicoloniales y dependientes, permite a la oligarquía dos acepciones: “Supremacía de un estado sobre otros. Fig. Superioridad en
cualquier grado” (Martín Alonso: Diccionario del español moderno). Acep-
financiera levantar ciertas “trincheras y fortificaciones” en el in- ciones que grosso modo coinciden con las de la voz inglesa hegemony: “Lea-
terior de su sociedad nacional, no más fuera mediante el robus- dership; predominance; preponderance of one state among others” (The new
tecimiento de la aristocracia obrera (apoyo social de la burgue- Webster encyclopedia dictionary of the English language). Igual que en Ita-
sía, como dice Lenin 9), o gracias (es otro ejemplo) a la creación liano, como lo prueban los escritos del propio Gramsci ¡Es curioso que la his-
toria del imperialismo junte estas acepciones! Nosotros entrecomillamos el
término al referirnos al sentido restringido de “superioridad intelectual y mo-
9 El Imperialismo, fase superior del capitalismo, Obras escogidas, ed. cit., ral”, al “leadership”, y lo liberamos de las comillas cuando aludimos a la su-
t. I, p. 699. premacía imperialista.
176 Agustín Cueva La teoría marxista 177

“Occidente”, jamás menciona siquiera el hecho de que se trata minada función de “seguridad nacional”, aunque no precisa-
de Estados imperialistas; dato que, por asombroso que ello pue- mente en el sentido que oficialmente se les atribuye. Sin su pre-
da parecer, también tiende a ser sistemáticamente omitido por la sencia y constante crecimiento, las burguesías imperialistas mal
mayoría de sus intérpretes y exegetas. Gracias a esta omisión, podrían asegurar el flujo permanente de excedente económico
que dista mucho de ser una peccata minuta, el importante apor- desde las áreas dependientes hacia los centros metropolitanos,
te de Gramsci para la mejor comprensión de la forma (modali- con lo cual sus propias posibilidades de dominar “democrática-
dad concreta) que la dominación burguesa asume en los Estados mente” en tales centros peligraría. Recuérdese, a título de ejem-
imperialistas será convertido, póstumamente, en una especie de plo, que bastó con que en el rubro petrolero se nivelaran relati-
verdad ahistórica e indeterminada, en principio aplicable a cual- vamente los términos de intercambio, para que los países impe-
quier Estado capitalista. Lo cual dificulta, como es natural, el rialistas vieran fuertemente agudizada la crisis que sus propias
análisis de la real relación dialéctica que en la fase imperialista contradicciones habían generado. Y es que hasta el simple dere-
se establece entre los dos elementos constitutivos de toda domi- cho de viajar a “donde se le pegue la gana” (orgullo de esos cen-
nación: la coerción y la “hegemonía”. tros hegemónicos) es tanto más real y “democrático” cuanto
En efecto, si uno se atiene a la mayor parte de los estudios mayor y más barato sea el combustible proveniente del mundo
pretendidamente gramscianos que circulan hoy en día, hasta pa- subdesarrollado. Sin duda el sistema capitalista funciona como
reciera ser que por fin el capitalismo ha alcanzado una etapa de un todo estructurado, tanto a nivel económico como en la esfe-
“humanización” en la que la dominación burguesa ya no descan- ra política, por más que entre cada uno de sus “eslabones” haya
sa en última instancia en “la boca del fusil”, sino en la democra- cierto nivel de discontinuidad, marcado por particularidades na-
cia y el consenso. El aparato represivo sin embargo esta allí, pro- cionales que sería necio desconocer.
tuberante como nunca, pero esa misma protuberancia tiende a En todo caso, conviene tener presente que la fase imperialis-
ser percibida a menudo como una especie de garantía de una ta del capitalismo no se caracteriza por una tendencia general al
“seguridad nacional” amenazada desde el “exterior”: casi como predominio de las formas democráticas de dominación, sino
una muralla que la “civilización” se ve obligada a levantar para más bien por un desarrollo desigual de su superestructura polí-
protegerse de las constantes arremetidas de la “barbarie”. tica, correlato inevitable del desarrollo desigual de la base eco-
Así, y por paradójico que esto pueda parecer, la doctrina de nómica. Ello determina una suerte de división internacional de
la seguridad nacional, doctrina que ningún latinoamericano me- las modalidades de dominación en función del lugar que cada
dianamente progresista acepta como moneda de buena ley, de eslabón nacional ocupa en la cadena capitalista imperialista; di-
hecho ha llegado a ser asumida por muchos de nuestros homó- visión particularmente acentuada a partir de la segunda posgue-
logos “occidentales” 12. Y es que, en el fondo, algo hay de cier- rra, cuando de modo deliberado se refuerzan algunos eslabones
to en la idea de que tales aparatos represivos desempeñan deter- del sistema con el fin de levantar un “dique” frente al avance del
socialismo. Gracias a dicho reforzamiento se crean “polos de
12 Hay quienes piensan que el Estado “de seguridad nacional” es privativo desarrollo” en donde las contradicciones del sistema tienden sin
de las áreas dependientes, cuestión que ameritaría una discusión más deteni- duda a atenuarse, permitiendo el “florecimiento” de la democra-
da. Aquí, damos por sentado que, en cierto sentido al menos, los Estados im- cia burguesa; pero a costa, como es natural, de la acumulación
perialistas son los principales defensores y aplicadores de la doctrina de “se-
guridad nacional”. de contradicciones en la “periferia”, que no tardará en mostrar-
178 Agustín Cueva La teoría marxista 179

se como un “tercer mundo” o “mundo subdesarrollado”, en el nos aún en el político, como si el comportamiento de gentleman
que aquella democracia estará lejos de florecer. que la burguesía exhibe en sus centros imperiales fuese comple-
Y es que el predominio de formas “consensuales” o represi- tamente ajeno a las tropelías que comete en la “periferia”, an-
vas de dominación burguesa no depende de factores “cultura- verso y reverso de una única medalla.
les” o meramente ideológicos, ni de un indeterminado “desarro- De acuerdo con esta distorsión ideológica, el problema de la
llo político”, sino de la configuración estructural de un sistema “hegemonía” o no “hegemonía” de la burguesía en determinado
que incluso determina que la misma clase dominante que por un espacio aparece como una cuestión exclusivamente interna, es
lado parece imponerse en virtud de su capacidad de “dirección decir nacional, desvinculada de la otra hegemonía, sin comillas,
espiritual y moral” (en los eslabones fuertes primordialmente), que se articula con una envergadura internacional y constituye
por otro lado necesite aplicar niveles supremos de violencia en el verdadero soporte de la primera. Hay, desde luego, una fla-
los eslabones débiles, sobre todo cuando allí se desarrollan mo- grante contradicción entre este supuesto y la práctica política de
vimientos sociopolíticos que buscan alterar significativamente las potencias capitalistas, que en ningún momento olvidan que
dicha configuración (movimientos de liberación nacional). No el sistema tiene que ser preservado como una totalidad articula-
está por demás recordar, a este respecto, que son los mismos da; pero esta contradicción, bien lo sabemos, es ideológicamen-
aparatos armados supuestamente “democráticos” y “apolíticos” te disuelta mediante el recurso a la mítica presencia de un ene-
de los Estados Unidos y algunos países de Europa Occidental migo situado “extramuros”: supuestamente, los aparatos repre-
–los mismos, ni más ni menos– los principales encargados de sivos del imperialismo jamás actúan en función de las contra-
desestabilizar a los regímenes progresistas del Tercer Mundo, dicciones del propio sistema, sino siempre en respuesta a ame-
cuando no de aplicar en éste, de manera sistemática, desde la nazas “exteriores” a él.
tortura hasta el genocidio. Afirmación que conserva su validez A su turno, el hecho de que los países imperialistas sean efec-
aun cuando aquellos aparatos consiguen sacar las castañas del tivamente los más avanzados en términos de desarrollo de las
fuego con mano ajena: después de todo, la eficacia represiva de fuerzas productivas tiende a crear otra imagen falaz: la de que
los ejércitos “gorilas” de América Latina no deriva de ninguna también lo son en el terreno político. Cuestión que por lo menos
tradición autóctona de “barbarie”, sino del entrenamiento, ase- habría que matizar. De una parte y como ya se vio, es verdad
soramiento y apoyo logístico proporcionados por los centros que estos países han logrado, a través de su supremacía impe-
“democráticos” de Occidente, de donde proviene, además, lo rial, crear determinadas condiciones históricas que tornan viable
medular de su alimento ideológico. una forma de dominación democrático–burguesa relativamente
Sabemos que estas constataciones pueden sonar un poco sólida y estable. En este sentido, es cierto que su superestructu-
“brutales”, en la medida en que hieren cierta visión del mundo ra política interna es más avanzada que la de los países capita-
que el propio sistema nos impone, casi como un “sentido co- listas dependientes, en donde la democracia burguesa no es pre-
mún”. En efecto, uno de los mayores espejismos que genera el cisamente la norma. Pero este mismo hecho supone una situa-
sistema imperialista es el de una articulación linear y no estruc- ción muy particular que Gramsci percibió con toda lucidez: el
tural de sí mismo, según lo cual pareciera que la contextura de fortalecimiento de las “trincheras y casamatas” de la “sociedad
sus puntos más “avanzados” poco o nada tiene que ver con la de civil” o, lo que es lo mismo, de las diversas instancias a través
sus lugares “atrasados”, ni siquiera en el plano económico y me- de las cuales se consolida el dominio burgués sobre el conjunto
180 Agustín Cueva La teoría marxista 181

de la sociedad. Lo cual significa que en este tipo de países (que ción. De suerte que, si bien la superestructura política de los paí-
por algo son eslabones fuertes del sistema) la perspectiva de la ses “avanzados” del capitalismo registra en cierto sentido (desa-
lucha de clases se encuentra enormemente limitada por la soli- rrollo de la democracia burguesa) un correlativo “adelanto” con
dez de la “sociedad civil” burguesa; para no hablar del aparato respecto a la de los países subdesarrollados; desde otra perspec-
armado, infinitamente más poderoso, tecnificado, ideológica- tiva, que es la de las posibilidades de una transformación revo-
mente compacto e internacionalmente integrado que el de los lucionaria, involucra actualmente un considerable retraso en re-
países dependientes 13. lación con el Tercer Mundo. La experiencia histórica de los úl-
Gramsci insistió, por lo demás, en que esta solidez de la so- timos diez años, para no remontamos más allá, confirma plena-
ciedad civil y del Estado en los países imperialistas persiste in- mente la hipótesis de que la cadena imperialista tiende a rom-
cluso durante las grandes crisis económicas. Con expresivas perse por sus eslabones más débiles.
metáforas escribió que en tales países: Ahora bien, el problema que acabamos de plantear se torna
“Ni las tropas asaltantes, por efectos de las crisis, se organi- tanto más complejo en el plano político, cuanto que aquel retra-
zan en forma fulminante en el tiempo y en el espacio, ni tanto so no siempre es percibido como tal por los teóricos progresis-
menos adquieren un espíritu agresivo; recíprocamente, los asal- tas del mundo “desarrollado”. Algunos tienden incluso a con-
tados no se desmoralizan ni abandonan la defensa, aún entre los vertir a esta limitación en virtud, haciendo del obligado gradua-
escombros, ni pierden la confianza en las propias fuerzas ni en lismo una especie de vía ideal (“democrática”) de transición ha-
su porvenir. Las cosas, por cierto, no permanecen tal cual eran, cia una vaporosa utopía que, por su misma ingravidez histórica,
pero es verdad que llegan a faltar los elementos de rapidez, de está de antemano exonerada de todos los problemas, sacrificios
ritmo acelerado, de marcha progresista definitiva que esperaban y errores de lo que despectivamente denominan “el socialismo
encontrar los estrategas del cardonismo político” 14. real”. Convencidas de que “bourgeoisie oblige”, las corrientes
Cuestión en la que Gramsci no se equivocó y a la cual –hay eurocomunistas, por ejemplo, esperan ahorrarse los dolores del
que ser justos con él– jamás llegó a considerar como un privile- parto de una nueva sociedad, que piensan alumbrar con la sola
gio “democrático”. Lo menos que cabe decir es que tal situación mediación de una ordalía ideológica que llevaría a la “conquis-
no le entusiasmaba demasiado. ta de la hegemonía”. Así como en los tiempos de Marx y Engels
Sea de esto lo que fuere, es innegable que en los eslabones hubo una “ideología alemana” que creía realizar una revolución
fuertes se ha desarrollado una contextura estructural caracteri- de tal magnitud que, a su lado, hasta la gran revolución france-
zada simultáneamente por la flexibilidad y la resistencia, que al sa aparecía como un simple juego de niños; asimismo ahora hay
mismo tiempo que ha ampliado el espacio reformista ha dismi- una “ideología europea” (hablamos naturalmente de la revisio-
nuido las posibilidades de una ruptura revolucionaria, y a la par nista) que con su revolución imaginaria deja chicas a todas las
que ha permitido la vigencia de formas democrático–burguesas revoluciones reales hasta hoy conocidas.
de dominación ha opuesto una sólida barrera para su supera- Por lo demás, toda esta ideología se articula a una falacia
más, que surge de la exposición de una verdad a medias: la afir-
13 Comparada con la OTAN, por ejemplo, la CONDECA ha demostrado ser
mación de que la democracia burguesa vigente en los eslabones
finalmente bastante frágil.
fuertes se explica, de manera indeterminada, por la lucha de sus
14 Op. cit., p. 94. clases populares. Verdad a medias, decimos, puesto que aquí
182 Agustín Cueva La teoría marxista 183

también se omite algo que es más que un mero detalle: los pa- substancial de una matriz estructural que de otro modo dejaría
rámetros estructurales del sistema que han permitido que esa lu- de ser tal.
cha de clases, que nadie pretende ignorar, produzca ciertos efec- Tanto el Estado de los países “avanzados” como el de las
tos y no otros, como los que se registran en los países subdesa- áreas subdesarrolladas han sufrido mutaciones importantes en la
rrollados por ejemplo. ¿O es que alguien piensa, seriamente, fase imperialista y, más aceleradamente aún, en los últimos
que Suiza es más democrática que Guatemala porque en el país treinta años; el dominio burgués se ha tornado más sofisticado
alpino la lucha de clases es y ha sido más intensa? y complejo y sus formas de reproducción ideológica han alcan-
Para nosotros, latinoamericanos, lo grave de todo esto radica zado un grado de “tecnificación” antes desconocido, aunque só-
en que tales ilusiones vienen ejerciendo influencia en ciertos lo fuese por el enorme desarrollo de todos los mass media con-
medios intelectuales progresistas e incluso en algunas organiza- trolados por el imperialismo. Mas no por esto el Estado capita-
ciones políticas de izquierda. Lo cual resulta paradójico, por de- lista ha dejado de ser lo que en esencia es, ni de asentarse en úl-
cir lo menos, en un momento en que el imperialismo desarrolla tima instancia en el ejercicio de la violencia. De una violencia
sus aspectos más belicistas y agresivos, sin apartarnos de su mi- “racionalizada”, claro está, es decir, dosificada y actualizada en
ra. En lo que a los círculos intelectuales concierne, dicha para- función de sus necesidades, intereses y posibilidades, pues nin-
doja se explica en buena medida por las propias condiciones ob- gún estado golpea con palo de ciego como no sea en el momen-
jetivas de producción del pensamiento social institucionalizado to de sus finales estertores.
en la América Latina capitalista. Pero también hay en tal postu- Es innegable que en este contexto la lucha ideológica se
ra mucho de snobismo y dependencia intelectual: siempre resul- vuelve más indispensable que nunca, pero a condición de que
ta más elegante glosar el último libro europeo que escudriñar a apunte a desenmascarar al sistema y no a proporcionarle “nove-
fondo nuestra realidad o rescatar el inmenso acervo revolucio- dosas” antiparras; y de que sea capaz de romper con el “sentido
nario acumulado por los movimientos de liberación del Tercer común” impuesto por la dominación en lugar de moverse den-
Mundo. Por lo demás es verdad que la Sierra Maestra cubana, tro de él como en un círculo vicioso.
como la jungla vietnamita, los desiertos sajarahuis o la monta- Por otra parte, creemos que ya es hora de analizar crítica-
ña nicaragüense, son lugares poco propicios para el desarrollo mente algunos de los mitos que últimamente han venido forján-
de cierto tipo de refinamientos intelectualistas. dose, y no por casualidad, en torno al problema de la democra-
No quisiéramos, sin embargo, que de lo dicho hasta aquí se cia en América Latina.
infiriera que postulamos pasar por alto la complejidad de deter- En primer lugar es falso que la izquierda latinoamericana ha-
minados problemas, negar la importancia de las luchas demo- ya descuidado este problema hasta antes de recibir la última
cráticas, o tomar en este mismo instante el cielo por asalto. De “iluminación” metropolitana. La revolución cubana triunfó co-
sobra conocemos que el mundo de hoy se ha tornado más intrin- mo abanderada de la democracia en contra de la tiranía batistia-
cado y contradictorio que nunca; pero pensamos que ninguna na; la experiencia chilena fracasó en gran medida por llevar su
frondosidad o enmarañado follaje deben hacemos perder de vis- vocación democrática hasta sus últimas y casi suicidas conse-
ta los perfiles del gran bosque. Lo complejo supone un cúmulo cuencias; el movimiento sandinista encarnó y sigue encarnando
de sobredeterminaciones de diverso género que se entrelazan las aspiraciones democráticas de su pueblo, que obviamente no
con las determinaciones de base, pero sin abolirlas ni alterar lo hay que confundir con las de la “iniciativa privada”. Por lo de-
184 Agustín Cueva La teoría marxista 185

más, y en un contexto estatal tan poco democrático como el la- ras de combate. Pero una cosa es reconocer este hecho y bregar
tinoamericano, resulta casi una ironía “recordarles” a las masas porque se abran espacios democráticos cada vez más amplios
que hay que luchar en favor de la democracia: es lo que vienen para que a través de ellos se expresen las aspiraciones más pro-
haciendo desde siempre, por muchos errores que hayan podido fundas de las masas y su lucha avance; y otra, muy distinta, ha-
cometer en su camino. Pero, en un contexto igualmente marca- cerse ilusiones sobre el contenido de la democracia burguesa y
do por las más atroces desigualdades sociales, también resulta hasta convertir a ésta en meta final de la humanidad. Todo es
fuera de toda sensatez pedirles que no traten de imprimir un se- cuestión de saber de qué lado uno se coloca históricamente.
llo específico a esa democracia: después de todo es comprensi- En cuarto lugar y para evitar que nuestros planteamientos se
ble que los mineros bolivianos se planteen el problema en tér- confundan con los de cierto ultrismo “permanente”, conviene
minos “algo” diferentes que el obrero alemán o escandinavo. La precisar que no postulamos que la revolución esté al orden del
democracia no es un cascarón vacío, sino un continente que va- día por doquier en América Latina, al margen de los contextos
le en función de determinados contenidos. nacionales concretos y de las respectivas correlaciones de fuer-
En segundo lugar es asimismo falsa la aseveración de que la zas. Estamos convencidos de que América Latina constituye
izquierda “ha fracasado” en América Latina por no haberse per- una unidad no solamente cultural sino histórica, en el sentido
catado de que, junto a las reivindicaciones estrictamente prole- más fuerte del término, puesto que está dotada de una misma
tarias, debía incluir también las de índole nacional y popular de- tradición, un mismo enemigo común y un similar anhelo de li-
mocrática. Si de algo ha pecado la izquierda latinoamericana en beración; pero aspiramos a ser lo suficientemente dialécticos
algún momento de su historia es más bien del error contrario: no como para entender que se trata de una unidad no sólo en la ad-
haber logrado imprimir una dirección proletaria a tantos y tan- versidad sino también en la diversidad: cada país tiene, como es
tos movimientos democráticos y nacionalistas. El problema se obvio, sus peculiaridades y un propio ritmo de desarrollo de sus
ubica en síntesis en otro nivel: ¿cómo recuperar lo nacional po- contradicciones, que a no dudarlo imprimen modalidades espe-
pular sin caer en el nacional–populismo que algunos parecen cíficas y tiempos diferenciados a su lucha de clases. Articular
añorar? Es la vieja cuestión que se viene debatiendo desde los estas particularidades con la universalidad del problema que he-
tiempos de Mariátegui, Mella y Haya de la Torre y que seguirá, mos intentado rescatar, es justamente el gran desafío que la his-
seguramente por largo tiempo, obsesionando con razón al pen- toria nos plantea.
samiento político latinoamericano. Como quiera que sea es per-
tinente recordar que la necesidad de forjar una “voluntad nacio-
nal popular” como ingrediente necesario de nuestra liberación,
la formuló claramente José Martí un siglo ha.
En tercer lugar –y queremos que esto quede bien claro– no
pretendemos negar la enorme y decisiva importancia que la lu-
cha por la democracia tiene en América Latina. En una región
como la nuestra, asolada permanentemente por las más oprobio-
sas dictaduras, casi parece superfluo insistir en que las reivindi-
caciones democráticas constituyen una de las más altas bande-
La teoría marxista 187

VII. EL MARXISMO
LATINOAMERICANO:
HISTORIA Y PROBLEMAS
ACTUALES

1. LA INTERNACIONAL COMUNISTA
Y LOS PARTIDOS NACIONALES

La idea de una dependencia absoluta de los partidos comu-


nistas (PC) latinoamericanos con respecto a la Internacional Co-
munista (IC) ha sido sostenida por tres fuentes harto disímiles:
(a) el imperialismo y las clases dominantes en general, (b) el
movimiento trotskista y (c) algunos PC. Que las fuerzas com-
prendidas en el primer literal esgriman esa tesis es más que
comprensible: se trata de presentar a los PC y grupos afines co-
mo organizaciones ajenas a la realidad nacional, y al propio
marxismo como “ideología foránea”. Igualmente se entienden
las razones del trotskismo: es una manera de atribuir todas las
limitaciones y eventuales errores de la izquierda realmente exis-
tente (la otra, imaginaria, es por definición inmaculada) a Stalin
y la IC. Llama la atención, en cambio, que ciertos PC sostengan
tesis parecidas, pero tal asombro se disipa al observar que no
por azar son aquellos partidos que no han logrado arraigar en las
masas obreras y en general populares de sus respectivos países.
Culpar de ello a la IC –disuelta hace más de 40 años– resulta en-
tonces un expediente tan fácil como irresponsable.
188 Agustín Cueva La teoría marxista 189

Que la pertenencia a la IC no determinaba de manera fatal el fico proceso histórico venezolano 2.


destino de los PC pareciera la evidencia misma. Sólo con pen- Una última observación: casi huelga aclarar que importantes
sar en la trayectoria de tres partidos asiáticos hoy en el poder, el episodios de nuestra historia, como el levantamiento comunis-
chino, el vietnamita y el coreano, uno percibe la inmensa distan- ta de 1935 en el Brasil o el Frente Popular chileno del 36, sólo
cia que los separa de sus homólogos latinoamericanos, todos en la leyenda difundida por Michael Löwy son reductibles a
miembros, no obstante, de la IC. Los asiáticos estuvieron desde mots d’ ordre del KOMINTERN 3. Innumerables testimonios
luego más cerca de ésta organización que los latinoamericanos, confirman la “autoctonía” del movimiento brasileño 4, a la vez
mas ello no fue óbice para que, de una parte, nacionalizaran pro- que ningún historiador medianamente serio dudaría de la rai-
fundamente su marxismo (para bien o para mal) y, de otra, si- gambre nacional del Frente Popular de Aguirre Cerda y Salva-
guieran entre sí vías harto distintas. La experiencia de Mao, so- dor Allende.
bre todo a partir de 1935, comprueba además la siguiente hipó-
tesis: no es que algunos PC fueron –y a veces siguen siendo– 2. MITO Y REALIDAD DE
débiles por que la IC les impuso determinada línea política; al JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI
contrario, fue en la medida en que eran débiles y carentes de
arraigo popular que una línea “exterior” parecía imponérseles. Reivindicado por los neogramscianos tanto como por los
Mao pudo divergir de Stalin porque se movía, según su metáfo- maoistas de Sendero Luminoso, y no menos por el gobierno de
ra, “como el pez en el agua”. Velasco Alvarado que por todos los partidos comunistas, José
Para el caso de América Latina no es superfluo recordar que Carlos Mariátegui (JCM) es a la par un clásico de nuestro mar-
también existen diferencias muy notables en el desarrollo de los xismo y una suerte de espacio simbólico en el cual confluyen
PC. Bastante ortodoxos y de masas, los partidos chileno y uru- múltiples mitos. Aquí nos limitaremos a exponer nuestra opi-
guayo, se parecen más bien a sus equivalentes de la Europa me- nión sobre algunos puntos controvertidos.
diterránea, hasta la década pasada al menos. Un partido como el Primero, nos parece falso que JCM sea una especie de profe-
Comunista de México tiene en cambio una historia surcada por ta heterodoxo, como en algún momento lo creyeron ciertos mar-
todo tipo de “heterodoxias”, que sin embargo poco lo acercaron xistas dogmáticos y, lo que es peor, siguen creyéndolo todavía
al pueblo. Una lectura cuidadosa de su recién publicada Histo- los teóricos trotskistas o algunos publicistas cercanos a la social
ria pone de manifiesto que su verdadero drama nunca fue el de democracia. Asombra, por lo demás, que intelectuales de la IV
una definición frente a la IC, sino el de cómo reaccionar y ac- Internacional reivindiquen como suyo a un autor que explícita-
tuar frente a la revolución que ocurría en su propio país 1. Si mente dio razón a Stalin contra Trotsky, incluso en cuanto a la
creemos en estudios como el de Manuel Caballero, el PC de Ve-
nezuela tampoco parece poseer una trayectoria explicable en 2 Manuel Caballero: La Internacional comunista y América Latina. La
función de las consignas de la IC: el autor tiene razón en subra- sección venezolana, Cuadernos de Pasado y Presente, No. 80, México, 1978.
yar que esa trayectoria es más comprensible a partir del especí- 3 Michael Löwy: El marxismo en América Latina (De 1909 A nuestros
días). Antología, ERA, México, 1982.
4 Cf. por ejemplo: Denis de Moraes e Francesco Viana: Prestes: lutas e
1 Arnoldo Martínez Verdugo (ed.); Historia del comunismo en México, autocríticas, Vozes, Petrópolis, 1982; o: Moisés Vinhas: O Partidão. A luta
Enlace–Grijalbo, México, 1985. por um partido de massas, 1922–1974, Hucitec, São Paulo, 1982.
190 Agustín Cueva La teoría marxista 191

necesidad de desarrollar el socialismo en un solo país 5, y que negativa, pero con la aclaración de que hoy tampoco lo es, aun-
con mayor explicitez aún hizo de la existencia de un feudalismo que por razón bastante menos intrigante de la que algunos qui-
latinoamericano el pivote de sus brillantes análisis (crimen de sieran encontrar: su universo de preocupaciones no es el más
lesa–interpretación según el trotskismo). Tampoco deja de coincidente, al menos a nivel de la experiencia empírica cotidia-
asombrar que, a fuerza de querer hacer de JCM un disidente na, con el que ha primado en el Cono Sur. Sin el menor ánimo
avant la lettre, José Aricó, por ejemplo, termine inventándose de fastidiar a Aricó y menos aún de postular al monopolio de
un JCM “antiestatalista”, “contrario a la visión clasista del mar- una “andinidad” en la que no creo, debo confesar que mi lectu-
xismo oficial” y “creador de un universo que se define más en ra de sus múltiples interpretaciones de JCM no hacen más que
términos de cultura que en los estrictamente de clase” 6. ¿Dón- corroborar aquella sospecha: estudioso adentrado en los mean-
de expresó JCM semejantes ideas? dros del debate europeo, Aricó me deja siempre la impresión de
Segundo: tampoco parece tener asidero objetivo la leyenda pasar un poco al lado de las preocupaciones de JCM; casi como
de una obra de JCM cuyo destino póstumo hubiera consistido en si hiciera un esfuerzo por traducir al lenguaje de los “blancos”
transitar de las catacumbas del “estalinismo” a una especie de el sui generis discurso del “cholo” peruano.
epifanía actual: ambos extremos son falsos. Para los andinos de Tercero: JCM no me parece un teórico strictu sensu, es decir,
mi generación y de la que la precedió, JCM nunca fue un des- un pensador cuyo trabajo se dirija fundamentalmente a la revi-
conocido. Más aún: era impensable, justamente en los años en sión y/o reelaboración de categorías y sistemas conceptuales de
que se supone que el “Amauta” estuvo proscrito, que discutié- interpretación de la realidad. En este sentido, suscribo sin reser-
ramos del problema indígena o agrario, de cuestiones literarias va las siguientes opiniones de Rubén Jiménez Ricárdez:
o de lo que 20 años más tarde se denominaría “modos de pro- “(JCM abordó los problemas teóricos del marxismo) en
ducción”, sin conocer mínimamente los 7 ensayos. Por los años un número limitado de ensayos. Constituyen, si he visto bien,
4Os y 50s este libro ya era un clásico 7. la parte más débil de la obra de Mariátegui. La de menor
Cabe desde luego preguntarse si JCM era igualmente cono- aliento crítico. Pero la anima la misma pasión política que al
cido en el Cono Sur, por ejemplo. Y la respuesta tiene que ser resto de su obra. Habrá que considerar los trabajos que la in-
tegran como un tipo de trabajos subsidiarios. Discurren en un
5 Cf. José Carlos Mariátegui; Obra política, ERA, México, 1984, p. 219. terreno filosófico y dejan ver el inacabado proceso de apre-
Löwy mutila sin el menor respeto ese texto para dar a entender que Mariáte- hensión del materialismo dialéctico por parte de Mariátegui.
gui era filotrotskista, siendo que Mariátegui incluso comparte abiertamente Son, por tanto, los hitos sintomáticos de un proceso teórico
la idea de la revolución en un solo país. La cita mutilada se puede encontrar no concluido, y no las graves y definitivas desviaciones del
en Löwy, op. cit., p. 20.
6 Cf. su artículo “El marxismo latinoamericano” en Norberto Bobbio y Ni- marxismo que muchos han querido ver” 8.
cola Matteucci: Diccionario de política, Siglo XXI, México, 1982, p. 987. Ni tampoco, añadiríamos, las geniales aportaciones que otros
7 Algunos me han hecho notar que transcurrieron 15 años entre la primera se empecinan en descubrir.
edición de los 7 ensayos (1928) y la segunda (1943) y 9 años más entre ésta ¿En qué radica entonces la grandeza de JCM? Ante todo, en
y la tercera (1952). Es cierto, mas ello corresponde al ritmo editorial de la habernos legado el primer esquema marxista de interpretación
época. Entre la primera (1950) y la segunda edición (1959) de El laberinto
de la soledad pasaron 9 años y eso que ya eran otros tiempos, en un país co-
mo México y con un autor que dista mucho de ser un proscrito: Octavio Paz. 8 “Prólogo” a Obra política de Mariátegui ed. cit., p. 13.
192 Agustín Cueva La teoría marxista 193

de las modalidades específicas de desarrollo del capitalismo en oscura que se extendería desde ahí hasta 1959, en que se produ-
América Latina, en condiciones de dependencia y articulación ce la revolución cubana.
con otras formas productivas (feudalismo, esclavitud, comuni- Esta versión carece de toda seriedad. Es justamente a partir
dad primitiva); esquema que muchos de nosotros, discípulos su- de los años 30s cuando cobra cuerpo un movimiento intelectual
yos, seguimos considerando válido. Al hacerlo, JCM ligó por inspirado en el marxismo, y de tanto vigor y envergadura que
vez primera el discurso marxista a nuestra realidad, evitando bien podría considerárselo como el fundamento de toda la cul-
que aquel discurso flotara como una substancia etérea incapaz tura moderna de América Latina. A él pertenecen poetas de la
de incorporarse al referente empírico que pretende explicar. talla de Neruda, Vallejo o Nicolás Guillén, novelistas como Jor-
¿Nacionalización del marxismo? Si se quiere, sí. ge Amado o Carlos Luis Fallas, pintores como los del muralis-
Luego, JCM nos enseñó con el ejemplo cómo la vocación to- mo mexicano y hasta arquitectos como el gran Niemeyer. Sin
talizadora del marxismo no puede permanecer como mero pos- duda lo mejor de nuestra cultura.
tulado, sino que tiene que cuajar como práctica real: sus análi- Y obsérvese que no se trata de creadores que “por un lado”
sis abarcan, en efecto, desde la problemática económica hasta se confiesen marxistas y “por otro” hagan una obra que nada
los vericuetos de la literatura, pasando por el estudio de la diná- tenga que ver con dicha ideología. No; el peso del marxismo es
mica regional (hoy tan de moda), del problema educativo, la tan grande que a veces ocurre más bien lo contrario: autores que
cuestión étnica, etc. Todo ello, con una particular lucidez y so- militan en partidos no marxistas, pero cuya obra está impregna-
bre la base de un inmenso acervo cultural que, también por pri- da de una visión materialista del mundo. Sirvan de ejemplo los
mera vez en nuestra historia, es incorporado a coordenadas sis- novelistas Jorge Icaza de Ecuador, Ciro Alegría del Perú o el
temáticamente marxistas sin caer en ese pot pourri teórico que premio Nobel Miguel Ángel Asturias.
aún caracteriza a buena parte del ensayo latinoamericano. Ahora bien, conviene destacar que a través de esta pléyade
En fin, JCM abrió el camino a una crítica marxista de las de creadores el marxismo se funde indisolublemente con lo na-
ideologías adversarias, sobre todo a través de sus debates con el cional y lo popular en la medida en que: (a) se recuperan las raí-
idealismo y el populismo. Además, claro está, de ser un pione- ces populares subyacentes en grupos étnicos oprimidos: indios,
ro al señalar la necesidad de una vía revolucionaria y socialista negros, mulatos, mestizos, etc.; (b) se reinterpreta nuestra histo-
de solución de los problemas latinoamericanos, justificada cien- ria y nuestras tradiciones; (c) se crea, a partir de lo anterior, un
tíficamente por el análisis de nuestro específico desarrollo capi- nuevo repertorio simbólico y hasta un nuevo lenguaje; y ello (d)
talista. Inmensos aportes de este hombre singular. sin caer en el folklorismo y ubicando esas imágenes y represen-
taciones en la perspectiva de la construcción de una cultura na-
3. 1930–59: LA FUNDACIÓN DE UNA VISIÓN cional hasta entonces inexistente, o por lo menos atrofiada por
MARXISTA DE NUESTRO MUNDO el carácter estamental de la sociedad oligárquica y por la domi-
nación imperial; y (e) destacando las múltiples tensiones y con-
Con frecuencia suele presentarse un panorama del desarrollo tradicciones, incluidas las de clase, que surcan la vida de nues-
inicial del marxismo en América Latina dividido en dos fanta- tras naciones.
siosas etapas: (a) una especie de edad de oro que se extinguiría Al participar decisivamente en la conformación de esta vi-
con la muerte de Mariátegui, en 1930; y (b) una supuesta edad sión del mundo, el marxismo adquiere carta de ciudadanía en
194 Agustín Cueva La teoría marxista 195

América Latina a la vez que esta región se “marxistiza”. En ade- la Colonia hasta los años 60s de este siglo, ha poseído similar
lante, será el continente más impregnado de marxismo: nadie característica.
podrá trazar la historia contemporánea de sus actividades vita- Por último constatemos que durante todo el lapso analizado
les prescindiendo de ese ingrediente que hallaremos no sólo en en este numeral, se registra un notorio desarrollo desigual del
la política, sino también en la literatura, las artes plásticas, la marxismo: hegemónico en muchas áreas de la cultura, cuaja
música neofolklórica o la canción–protesta, las ciencias sociales muchísimo menos en el plano orgánico–partidario (pese a la
o la misma teología. existencia de PC y afines) y penetra sólo muy lentamente en las
Quedan, desde luego, algunas preguntas por responder, em- masas.
pezando por la siguiente: ¿por qué los “especialistas” en marxis-
mo latinoamericano no se han percatado de este fenómeno que 4. LA REVOLUCIÓN CUBANA:
salta a la vista? Dejemos al lector la tarea de indagar la parte que CULMINACIÓN Y RUPTURA
corresponde a la simple ignorancia y la que es atribuible a la
mala fe. Las reflexiones precedentes ayudan a explicar algo que todos
Una segunda cuestión consiste en saber qué determinó el au- intuimos: la revolución cubana no surgió por generación espon-
ge de aquella visión fuertemente marxistizada de la realidad. tánea. Permiten entender, asimismo, aquella aseveración de Fi-
Amén de la influencia de la revolución bolchevique y otros del Castro que muchos ponen en duda: que antes del triunfo del
acontecimientos “externos” (la Guerra Civil española o el Fren- 59 él era ya marxista-leninista. Coadyuva, por último, a com-
te Popular francés, por ejemplo), hubo por supuesto la eferves- prender cómo la revolución cubana sólo en apariencia constitu-
cencia y disponibilidad de nuestras propias fuerzas sociales y en ye una transgresión del principio de que “sin teoría revoluciona-
particular de unas capas medias tanto más jacobinas y antiimpe- ria no hay acción revolucionaria”. En este caso la teoría revolu-
rialistas, cuanto que soportaban directamente las consecuencias cionaria strictu sensu estaba dada por la presencia del marxis-
de una vía oligárquica de desarrollo (“descompuesta” en alguna mo–leninismo a nivel mundial, pero existía además una “aclima-
medida por la crisis del 29) y de la dependencia del imperialis- tación” latinoamericana de dicha teoría y una visión del mundo
mo que nos impedía culminar el proyecto nacional. El marxis- inspirada en ella, pletórica de vivencias y símbolos nacionales.
mo–leninismo (fórmula inseparable entre nosotros) fue en tales En la medida en que el materialismo histórico arraiga en Améri-
condiciones el único instrumento capaz de dar cuenta de esa ca Latina como marxismo–leninismo, es decir, como pensamien-
compleja situación y señalar al mismo tiempo un camino de su- to profundamente antiimperialista, tampoco es de extrañar que el
peración. líder cubano, sin “engañar” a nadie ni plantearse dilemas como
Una tercera inquietud se refiere al contraste entre la riqueza los de Ernesto Laclau 9, encuentre natural juntar aquel pensa-
de aquel cúmulo de imágenes y representaciones revoluciona- miento con nuestra mejor tradición libertaria, encarnada en este
rias, y la relativa y simultánea pobreza del pensamiento abstrac- caso por José Martí. Veinte años más tarde la experiencia se re-
tamente expresado: ensayo filosófico, sociológico, etc. Así es, petirá, mutatis mutandis, en la Nicaragua sandinista.
pero la explicación de tal “anomalía” rebasa los propósitos de
este artículo en la medida en que remite a un problema mayor: 9 Ernesto Laclau: Política e ideología en la teoría marxista, Capitalismo,
el de inquirir por qué la cultura de América Latina toda, desde fascismo, populismo, 2a. ed., Siglo XXI, 1980, p. 193 y ss.
196 Agustín Cueva La teoría marxista 197

Pero junto al movimiento de las ideas está también el de la perialistas, la “brecha” que los separaba del Tercer Mundo no
realidad. En este decisivo plano la revolución cubana es culmi- había hecho más que aumentar. Justamente por eso surgen las
nación y superación, a la vez, de una serie de insurrecciones y nociones de Tercer Mundo y “subdesarrollo”; al calor, por lo de-
revoluciones que marcan toda la etapa de la posguerra en Amé- más, de luchas de liberación nacional que se libran en muchos
rica Latina. Recordemos tres por su importancia, comenzando puntos del globo: Indochina, Argelia, Congo, etc.
por el “bogotazo” de 1948, en donde Fidel hizo uno de sus pri- La revolución cubana es, pues, el punto de confluencia de
meros aprendizajes, quedando marcado tanto por la acción de muchas vertientes: de una tradición jacobina y antiimperialista
las masas como por la personalidad del líder asesinado, Jorge muy autóctonas y un marxismo–leninismo asimilado y moldea-
Eliécer Gaitán, en quien confluían en explosiva mezcla lo me- do a nuestra medida; de todo ello, y una disposición revolucio-
jor del liberalismo radical, muchos rasgos del populismo enton- naria de las masas acorde con nuestra condición de eslabón dé-
ces en boga, y una suerte de difuso socialismo. bil; en fin y muy importante, de un momento en el que por pri-
En segundo lugar hay que mencionar la revolución guate- mera vez la historia universal busca totalizarse no ya a través de
malteca (1944–54), en el que otro líder del futuro Movimiento la acción y el pensamiento de las metrópolis de siempre, sino
26 de Julio, el “Che” Guevara, hizo a su turno el aprendizaje. por la constitución de una nueva unidad que, aún de manera di-
¿Qué conclusiones extrajo de allí? Por lo menos dos: (a) la iz- fusa, empieza a denominarse Tercer Mundo.
quierda sólo puede triunfar a condición de organizar y armar a
las masas, para garantizar y profundizar con ellas el proceso re- 5. EL MARXISMO RENOVADO DE LOS AÑOS 60s.
volucionario; y (b) en los países dependientes, la parte más ar-
dua de la lucha no es la que se libra contra la clase dominante ¿Implicó la revolución cubana una superación del marxismo
local sino la que hay que sostener contra el imperialismo. latinoamericano hasta entonces existente? Por supuesto que si
Queda una tercera experiencia cuya influencia sobre el pro- ya que constituyó no sólo una culminación sino además una cri-
ceso cubano es más difícil de aquilatar: la revolución boliviana tica práctica de aquél, al mostrar nuevos caminos y perspecti-
del 52. Lo más probable es que de esta revolución saliera una vas para la revolución. En la medida en que el marxismo–leni-
lección exactamente inversa a la de Guatemala; de nada sirve te- nismo no es únicamente una teoría “crítica”, sino una teoría en-
ner a las masas combatiendo en las calles ni –hecho insólito– a caminada a transformar la realidad, el hecho de que los revolu-
los obreros aniquilando al ejército de la clase dominante, si no cionarios cubanos hayan logrado este objetivo implicó por sí
existe una organización de vanguardia que cumpla realmente su mismo una superación: no sólo de ciertas tesis y prácticas del
papel. marxismo llamado “tradicional”, es decir, el de los PC, sino
Aparte de esto, no hay que olvidar que el modelo de desarro- también y hasta diría que sobre todo, de aquellos marxismos
llo capitalista dependiente de la posguerra había entrado en una imaginarios que siempre tuvieron razón verbal o escrita pero ja-
zona crepuscular en América Latina, junto con las distintas op- más transformaron en lo más mínimo la realidad.
ciones políticas que lo acompañaron, desarrollismo y populismo ¿Cuáles fueron las principales concepciones modificadas por
sobre todo. Amén de que, a estas alturas de la historia, esa cri- el proceso cubano? Es ya de rigor señalar cuatro: (a) la defini-
sis enlazaba con una de carácter mundial: a finales de los años ción del carácter de las formaciones sociales latinoamericanas;
50s era evidente que junto al boom económico de los países im- (b) el esquema de interpretación de las clases sociales y por tan-
198 Agustín Cueva La teoría marxista 199

to del sistema de eventuales alianzas; (c) el carácter de la revo- ni cree que de allí se deriven consecuencias para la futura revo-
lución latinoamericana; y (d) las formas de lucha. lución. El debate, sin embargo, enriqueció nuestras ciencias so-
En lo atinente al primer punto, mucho se insiste en que la re- ciales aunque sólo fuese porque las puso en tensión.
volución cubana sólo fue posible en cuanto sus líderes com- En lo que concierne al segundo punto, esto es, el esquema de
prendieron que nuestras sociedades no son feudales ni semifeu- interpretación de las clases sociales, lo fundamental de la discu-
dales, sino plenamente capitalistas. Se trata, sin embargo, de sión giró en tomo de la existencia o no de una burguesía nacio-
una atribución post factum. No existe un solo texto, ni uno so- nal y al papel que ella podía desempeñar en el proceso revolu-
lo, en que tal preocupación aparezca esbozada siquiera por al- cionario. Como en el caso anterior, este problema también apa-
guno de los dirigentes del 26 de Julio. Hasta agosto de 1961, el reció con posterioridad a la revolución cubana y más por la ex-
Che seguía hablando de una reforma agraria “antifeudal y an- periencia de otros países que por la que inicialmente se había
tiimperialista” 10 Al revisar su Obra revolucionaria resulta en dado en la Isla. En efecto, en un famosísimo texto de 1961, el
cambio evidente que su radical antiimperialismo está enriqueci- Che escribía sobre Cuba lo siguiente:
do con un amplio conocimiento de las luchas de liberación del “Es comprensible que la burguesía nacional, acogotada
Tercer Mundo así como de la reflexión en tomo a ellas: a la vez por el imperialismo y por la tiranía, cuyas tropas caían a sa-
que por los análisis y concepciones sobre lo que se había detec- co sobre la pequeña propiedad y hacían del cohecho un me-
tado como situación de subdesarrollo. En este sentido, cabe su- dio diario de vida, viera con cierta simpatía que estos jóve-
brayar que el marxismo latinoamericano se enriqueció al expe- nes rebeldes de las montañas castigaran al brazo armado del
rimentar una tercermundización, hecho tanto más necesario de imperialismo... Así, fuerzas no revolucionarias ayudaron de
destacar cuanto que el “euromarxismo” tratará de sepultarlo hecho a facilitar el camino del advenimiento del poder revo-
después. lucionario” 11.
Lo anterior no significa que el debate sobre el carácter de A esas alturas, sin embargo, era ya evidente que en los demás
América Latina no se haya desarrollado a la suite de la revolu- países latinoamericanos la “burguesía nacional”, azorada por el
ción cubana, especialmente provocado por André Gunder Frank curso de la revolución cubana, iba convirtiéndose en una fuerza
y su escuela (que por lo demás fueron acogidos en la revista cu- cada vez menos progresista. Era además verdad algo que los es-
bana Pensamiento Critico). No es del caso entrar aquí en el la- tudios sociológicos y económicos corroboraban: el proceso de
berinto argumental de esta discusión, cuyo desenlace es de to- transnacionalización, que confería un nuevo carácter a nuestras
dos conocido: dado que la América Latina de los años sesenta economías, había vuelto raquítica en un extremo y transnacio-
en adelante era predominantemente y cada vez más capitalista a nalizada en el otro a la antigua “burguesía nacional”; en suma,
juicio de todos, el debate tendió a languidecer por falta de con- la había “descompuesto”. Las contradicciones interburguesas
trincantes y de actualidad. Con honrosas excepciones como la (secundarias obviamente) seguían existiendo, pero eran ya de
de Luis Vitale, nadie se enardece actualmente ante la pregunta otro tipo.
de si América Latina fue o no feudal en los siglos XVI a XIX, Si los puntos hasta ahora tratados representan implicaciones

10 Ernesto Che Guevara: Obra revolucionaria, ERA, México, 1971, p. 421 11 “Cuba: ¿excepción histórica o vanguardia en la lucha anticolonialista?”,
(Discurso en Punta del Este). en Obra revolucionaria, ed. cit., p. 517.
200 Agustín Cueva La teoría marxista 201

de la revolución cubana, antes que planteamientos explícitos de flujo del movimiento revolucionario latinoamericano que dura-
ella, los concernientes al carácter de la revolución latinoameri- rá aproximadamente un quinquenio, hasta 1978, y conocerá tal
cana y a las formas de lucha son en cambio sus aportes directos. vez su peor momento en 1976, cuando los regímenes militares
La gesta cubana pone al orden del día la posibilidad de una re- de derecha o recientemente derechizados parecen controlar casi
volución socialista, que en su curso resolverá las tareas teórica- todo el continente.
mente “democrático–burguesas” y desde luego las de liberación En estas condiciones, el marxismo latinoamericano desarro-
nacional (antiimperialistas) 12. En cuanto a las formas de lucha, lla cuatro líneas principales de investigación, que a la vez son de
actualiza la posibilidad de la acción armada recuperando una necesario cuestionamiento sobre: (a) el carácter de los nuevos
vieja tradición guerrillera y “montonera” de América Latina. regímenes, especialmente del Cono Sur; (b) los cambios opera-
Sin embargo, a partir de ese momento entramos en una etapa en dos en el Estado latinoamericano; (c) la necesidad de restable-
la que se experimentan todas las formas de lucha, desde el de- cer la democracia y las vías para conseguirlo; y (d) los marcos
nominado “foquismo” hasta la guerrilla urbana que le sigue, globales de interpretación de la realidad latinoamericana.
continuando en los años 70s con experiencias tan diversas como En cuanto al primer punto, puede decirse que hay unanimi-
la de la Unidad Popular chilena o la guerra popular prolongada dad en constatar el carácter novedoso de los regímenes milita-
que se da en algunas zonas de Colombia y sobre todo en Cen- res recién implantados; o sea, que no se trata más de las dicta-
troamérica. duras latinoamericanas de tipo tradicional sino de golpes insti-
Por otro lado, la década de los 60s inicia una suerte de épo- tucionales que aspiraban a remodelar la economía, las relacio-
ca de oro de nuestras ciencias sociales, que por primera vez de- nes sociales y la política de los respectivos países en consonan-
jan de ser una mera caja de resonancia de lo que se dice en Eu- cia con un proceso de transnacionalización de los mismos. Más
ropa o Estados Unidos, para configurar su propia problemática allá de este acuerdo, las divergencias comenzaban, particular-
y hasta pretender elaborar su propia teoría: la de la dependencia, mente agudas al discutir el carácter fascista o no fascista de
que no es del caso entrar a discutir aquí. Esas ciencias sociales aquellos regímenes. Inútil recapitular los argumentos de un de-
están además altamente politizadas y en un interesante vaivén bate cuyo eco es todavía perceptible. Las alternativas a la tesis
dialéctico contribuyen, a su tomo, a dar asidero científico a las de la fascistización fueron, como se recordará, de un lado la del
tesis de las diversas organizaciones políticas 13. denominado “Estado de Seguridad Nacional (sostenida por Luis
Maira, por ejemplo); de otro y a la izquierda, la teoría del Esta-
6. REFLUJO Y NUEVOS CUESTIONAMIENTOS do de Contrainsurgencia, de R. M. Marini (No evocamos la te-
sis del Estado Burocrático-autoritario, sustentada por G.
En 1973, con el golpe de Estado en Uruguay y el derroca- O’Donnell, por situarse fuera del debate marxista). Supuesta-
miento de Salvador Allende en Chile se inicia un período de re- mente, cada tesis interpretativa correspondía a determinada fór-
mula política de lucha antidictatorial, aunque, irónica como
12 Cf. Carlos Rafael Rodríguez: Cuba en el tránsito al socialismo siempre, la historia determinó nuevos parteaguas en la década
(1959–1963). Siglo XXI, México, 1978. de los 80s.
13 Incluso de los PC, como puede comprobarse con sólo leer la Declara-
Con respecto al segundo punto –cambios operados en el Es-
ción de la Conferencia de los Partidos Comunistas de América Latina y del
Caribe, Granma, resumen semanal, La Habana, 22 de junio de 1975. tado– también hubo consenso en detectar su remodelación en
202 Agustín Cueva La teoría marxista 203

función de los requerimientos del capital financiero, hecho que


a su manera supone cierto tipo de modernización. ¿Estableci- 7. ENTRE LA REVOLUCIÓN Y
miento, entonces, de un capitalismo monopolista de Estado? EL “EUROCOMUNISMO”
Aquí, ya estábamos lejos de la unanimidad. ¿Grado de robustez
de ese Estado? Tampoco había acuerdo sobre esto y hasta hoy 1979 es un año axial en la historia del marxismo latinoame-
no lo hay. ricano por más de una razón. En primer lugar, por el triunfo de
La cuestión de la democracia pareció en un comienzo el me- la revolución sandinista, veinte años después de la revolución
jor punto de confluencia para todas las fuerzas antidictatoriales; cubana y al cabo de tantas experiencias fallidas de la izquierda.
pero a la larga devino la peor manzana de la discordia en la me- Revitalizante en sí misma, la victoria nicaragüense no fue ade-
dida en que cada quien rellenaba aquel concepto con los más di- más un hecho aislado: fue el punto descollante de un proceso re-
versos contenidos. Chile, donde la izquierda siempre tuvo más volucionario que tomaba cuerpo en El Salvador y se articulaba
alternativas que en el resto del Cono Sur, ilustra a cabalidad los en Guatemala, al tiempo que prendía en un punto lejano y has-
alcances de estas discrepancias, hoy más agudas que ayer. Pero ta entonces ignorado: la Granada de Bishop.
esto remite a problemas que analizaremos en la parte final. Sin embargo, el desarrollo de estos y otros procesos será tan-
Queda el cuarto punto –cuestionamiento de los marcos gene- to más arduo y sinuoso cuanto que coincide con una precipita-
rales de interpretación de la realidad latinoamericana– que a ción de derechización de “Occidente”, es decir, de los países im-
grosso modo se expresó como una oposición entre la “teoría de perialistas. Está desde luego el acontecimiento más conocido: la
la dependencia” y una “teoría de la articulación de modos de “reaganización” de los EU, que en verdad se inició bajo el man-
producción bajo dominio imperialista”; discusión que en su mo- dato del mismo Carter, a mediados de 1979. Y está también su
mento levantó encendidas pasiones pero que hoy, a la distancia, equivalente de ultramar, representado por la señora Thatcher.
parece en gran medida superada, para no decir démodée. En par- Pero esto es sólo una parte: más grave, sin duda, es la derechi-
te, porque la realidad presente ya no plantea las mismas pregun- zación de los partidos socialistas de Francia, España y Portugal,
tas y retos de hace una década; en parte porque cada uno de los cada vez más satélites de la potencia estadounidense. Además,
campos (“dependentistas” y “antidependentistas”) han ido de- y como lo cuenta detalladamente R. Aron en sus Mémoires 14, la
cantando sus tesis y también... sus filas. antigua intelectualidad de izquierda, o por lo menos progresis-
De todas maneras aquellos debates fueron interrumpidos o, ta, ya había experimentado un viraje de 180 grados hacia fina-
más exactamente, reencauzados por dos acontecimientos que se les de los 70s. Y conste que no se trata, únicamente de un anti-
perfilaron con nitidez en 1978: el renacimiento del movimiento sovietismo o anticomunismo, sino también de un expreso anti-
de masas, impresionante en casos como el del Brasil, y el rebro- tercermundismo 15. No es éste el lugar para analizar las causas
te del espíritu insurgente en Centroamérica, sobre todo en Nica-
ragua. Signos inequívocos de una nueva etapa. 14 Raymond Aron: Mémoirer, Julliatd, París, 1985, esp. la “Cinquieme
partie”.
15 Quien desee tener una idea de la furia antitercermundista, coloreada de
racismo, de importantes sectores de la intelectualidad europea, cf. Le Mon-
de diplomatique en español, Año VII, No. 77, Mayo de 1985, dossier titula-
do: “Una bestia a abatir: el tercermundismo”.
204 Agustín Cueva La teoría marxista 205

de tal derechización, que indudablemente tiene que ver con la sivamente venezolana; de manera efímera México viviría una
profunda crisis de Occidente, uno de cuyos chivos expiatorios etapa parecida y, en cierto sentido, los últimos alientos del “mi-
ha resultado ser el Tercer Mundo (como lo fueron los judíos en lagro brasileño” alimentaban circuitos de bienestar proclives al
la crisis del 29). “eurocomunismo”.
El “eurocomunismo” surge precisamente en este contexto, Como quiera que fuese, dicha corriente sembró una enorme
como una expresión más de la crisis de la izquierda europea y confusión en América Latina y contribuyó al desarme ideológi-
concibiéndose a sí mismo, en una de sus vertientes, como una co de muchos sectores de izquierda, en el momento en que ma-
alternativa conservadora a la “vía chilena”. En efecto, mientras yor firmeza requeríamos para combatir a un imperialismo cada
la mayor parte de la izquierda latinoamericana reaccionó ante la vez más prepotente y agresivo. Entre otras cosas, nos hacía per-
derrota en Chile destacando el error consistente en no haber he- der esa conciencia tercermundista con que nos habíamos enri-
cho todo lo posible para tomar realmente el poder, la dirigencia quecido en los años 60s; ahora, aun teóricamente se presuponía
del PC italiano llegó a la conclusión estrictamente opuesta: ha- nuestra pertenencia a aquello que Gramsci denominó “Occiden-
bía que proceder con más cautela, marchando al compás de una te”. No faltó quien vaticinara que a la vuelta del milenio países
alianza con la Democracia Cristiana. Tesis que ciertamente evi- como México, Brasil y Venezuela ingresarían al club de los de-
taría el golpe, puesto que lo torna innecesario, aún sin llegar a sarrollados. En esos sueños andábamos cuando la crisis de 1982
los extremos del PCI: “terza via” al socialismo bajo el paraguas nos deparó el duro despertar que conocemos: volvimos al redil
protector de la OTAN. de los subdesarrollados y no siquiera con la cabeza erguida.
Mas seamos justos: si todos los caminos conducen supuesta-
mente a Roma, no todos parten de allí. Tesis bastantes similares 8. DIVERSIDAD, PLURALISMO
a las del “eurocomunismo” surgieron en América Latina al co-
menzar la década de los 70s, sintetizadas por ejemplo, en el li- Como lo ha señalado en más de una ocasión Shafik Jorge
bro Proceso a la izquierda, de Teodoro Petkoff, ex–guerrillero Handal, dirigente de los comunistas salvadoreños, la propia di-
venezolano y actual dirigente del MAS. Sólo que dicho texto tu- versificación que ha experimentado la estructura social de nues-
vo mínima influencia fuera de su país; fue recibido como lo que tros países crea no sólo clases, sino grupos de fisonomía muy
en gran parte era: fruto de una elevada fiebre petrolera. específica que legítimamente aspiran a poseer órganos propios
Distinto fue el destino del “eurocomunismo” en razón de va- de expresión 16. Al mismo tiempo, la crisis del imperialismo y
rios hechos. Primero, venía con el sello europeo, en un momen- del capitalismo en cada país radicaliza a muchos grupos socia-
to en que una extraña mezcla de debilidad y frivolidad nos ha- les, que adoptan posiciones revolucionarias. En esas condicio-
cía recaer en la dependencia teórico–cultural. Segundo: con ra- nes resulta muy difícil pensar que una sola agrupación política
zón o sin ella, traía el aval de un hombre por todos respetado: pueda ser considerada como vanguardia, con excepción de las
Antonio Gramsci. Tercero: aparecía como la “vía democrática”
al socialismo, en un contexto en que la mayoría de latinoameri-
16 Cf., entre otros, Mario Menéndez Rodríguez: El Salvador: una autén-
canos clamábamos por un “retorno” a la vida democrática.
tica guerra civil, EDUCA, Centroamérica, 1980, p. 159 y ss.; o Marta Har-
Cuarto: fuera de Centroamérica, la norma era más bien el decli- necker: Pueblos en armas, Universidad Autónoma de Guerrero, México,
ve ideológico. Quinto y último: la fiebre petrolera no era exclu- 1983, p. 133 y. ss.
206 Agustín Cueva La teoría marxista 207

demás, y lo que se impone con razón es la idea de los frentes re- rresponde obligatoriamente a la que divide a marxistas y no
volucionarios (en Nicaragua ocurrió igual que en El Salvador) marxistas. Entre los “eurocomunistas” que hacen profesión de
que en conjunto constituyen la vanguardia del respectivo proce- su oposición al socialismo real y gala de su “distancia crítica”
so. Hay pues una especie de diversidad en la unidad, cuya evo- frente a todas las revoluciones de este mundo, y los cristianos
lución no está determinada de antemano: puede o no ser conve- comprometidos con la revolución (como tantos que ahora exis-
niente avanzar hacia la conformación de un partido que rempla- ten en América Latina) me parece evidente que la posición de
ce al frente, dependiendo de muchas condiciones objetivas y izquierda está representada por los segundos.
subjetivas, internas y externas. Por lo demás, entre el universo teórico de esos cristianos re-
Si la diversificación de la estructura social nacional favorece volucionarios y el del marxismo de igual signo, tal vez haya
la formación de varias organizaciones revolucionarias por país, menos distancia de la que se suele suponer. En un reciente nú-
la diversidad histórico–estructural entre países, sumada a la mero de la revista Cristianismo y sociedad, por ejemplo, vienen
multiplicidad de experiencias en la construcción del socialismo varios estudios que muestran cómo las ciencias sociales lati-
en el mundo, propician otro fenómeno: que organizaciones apa- noamericanas, fuertemente impregnadas de marxismo, han ser-
rentemente similares en determinado momento experimenten vido de nexo entre el materialismo histórico y la visión del
con el transcurso del tiempo transformaciones que las llevan a mundo de los cristianos de avanzada. Samuel Silva Gotay afir-
posiciones a veces harto disímiles. Es lo que ocurre con los PC, ma que “la interpretación radical de la dependencia estructural,
no sólo a nivel latinoamericano sino mundial. En efecto ¿qué si- representada por los científicos de izquierda, inclinados al uso
militud hay actualmente entre los PC de la URSS, China, Alba- de las categorías marxistas de análisis socio–económico, fue lo
nia, España y Yugoslavia, por ejemplo? Poca, como no sea una que hizo posible que muchos militantes cristianos del continen-
referencia al marxismo cada vez más equívoca y una historia te vinieran en contacto con el análisis marxista e hicieran una
común cada vez más remota. Quizás en América Latina la dife- interpretación marxista de la historia y el subdesarrollo latinoa-
rencia sea menos contrastante, sobre todo a raíz del virtual fra- mericano” 17. Más reservado, el padre Gustavo Gutiérrez pien-
caso de las líneas maoista y “albanesa”; lo cual no significa que sa que “si hay encuentro, éste se da entre teología y ciencias so-
no se registren variaciones notables si se compara, por ejemplo, ciales, y no entre teología y análisis marxista”; aunque de in-
al PC brasileño con el de El Salvador, al PSUM con el PC cu- mediato tiene que señalar un matiz: “salvo por los elementos de
bano, o a éste con el nicaragüense. Ello, a nivel de las posicio- éste (del análisis marxista, AC) que se hallan en las ciencias so-
nes políticas, porque a nivel de desarrollo y presencia nacional ciales contemporáneas, en particular tal como se presentan en
las diferencias no son menos notables, como se vio en el nume- el mundo latinoamericano” 18.
ral primero de este artículo. El caso arriba mencionado del PC Precisión correcta, puesto que en “el mundo latinoamerica-
nicaragüense sirve, por lo demás, para demostrar cómo la van-
guardia del proceso revolucionario no se confunde necesaria-
17 Samuel Silva Gotay: “Las condiciones históricas y teóricas que hicieron
mente con los PC.
Y esto nos lleva a un último punto, que tiene que ver con el posible la incorporación del materialismo histórico en el pensamiento cris-
tiano de América Latina”, Cristianismo y sociedad, No. 84, México, 1985,
pluralismo ideológico: en la actualidad, la frontera que separa a p. 40.
las posiciones revolucionarias de las no revolucionarias no co- 18 Gustavo Gutiérrez: “Teología y ciencias sociales”, revista cit., p. 56.
208 Agustín Cueva La teoría marxista 209

no” también esta esfera de la cultura resulta inimaginable sin el fensor de la “sociedad civil”), que el pueblo para exigir que el
aporte marxista, que ni siquiera la sistemática represión de los Estado burgués respete la autonomía de sus organizaciones sin-
últimos años ha logrado erradicar de las ciencias sociales. dicales, partidarias, etc.
Lo cual no quiere decir que el marxismo esté “imponiéndo- Igual ambigüedad encierra el concepto de “hegemonía”, una
se” a los cristianos ni “infiltrándose” en la teología, sino que vez desprendido de su uso europeo occidental que alude a la for-
hay una confluencia cimentada en una cultura revolucionaria, ma de dominación actual de la burguesía financiera: consenso
patrimonio común de los latinoamericanos y que alimenta el en el interior del espacio metropolitano, coerción en la “perife-
proyecto radical de cambio. Con su fulgurante mezcla de sandi- ria”; explotación atenuada adentro, sobreexplotación afuera.
nismo y poesía, de cristianismo y marxismo–leninismo 19, Nica- ¿Qué queda del concepto de “hegemonía” cuando se lo aplica
ragua es sin duda la mejor plasmación de esta confluencia. en las antípodas, es decir, en las sociedades “periféricas”? Ape-
nas una mistificación subliminar que induce a pensar que el po-
der se estructura según el más puro esquema liberal: por medio
9. PERFILES DEL DEBATE ACTUAL de una libre competencia de ideas, imágenes y representaciones,
que termina por favorecer a los “concursantes” políticos más
El debate evocado en el numeral 5 de este trabajo, referente meritorios.
al carácter de las formaciones sociales latinoamericanas, fue en En fin y como lo señalamos con anterioridad, está el mismo
todo momento un debate explícito; el que se desarrolla actual- concepto gramsciano de sociedades “occidentales” que no hace
mente sobre el mismo tema (aunque con diferentes alternativas) más que desvirtuar nuestra peculiaridad derivada de la depen-
es en cambio un debate solapado, pleno de coartadas. dencia y el subdesarrollo. Y, tras de todo este equívoco anda-
En tales condiciones, el propio marxismo comienza a adop- miaje teórico, una cuestión fundamental que nunca termina de
tar un lenguaje equívoco, a veces enredado en la trampa de vie- aflorar: ¿cuál es el verdadero status de las sociedades latinoa-
jas oposiciones premarxistas, como por ejemplo la de “sociedad mericanas de hoy?
civil” vs. “sociedad política”. Se olvida, en este caso, que al Cuando Gramsci afirmó que las sociedades de “Occidente”
marxismo se constituyó haciendo la “vivisección” del concepto se caracterizaban por el robustecimiento de la “sociedad civil”,
de “sociedad civil” hasta descubrir su médula económica y su quiso señalar un reforzamiento de la sociedad burguesa; de otro
contradictoria textura clasista. Fuera de esta perspectiva ¿qué modo resultarían incomprensibles los problemas y perspectivas
puede significar para un marxista la categoría de sociedad civil? que atisba para la revolución proletaria. Además, es lógico que
Nada, como no sea un campo semántico ambiguo, al que por ello ocurriera en los eslabones fuertes (países imperialistas): Le-
igual puede apelar la burguesía para pedir que se desestatice en nin también lo previó. Queda por saber si un fortalecimiento pa-
su favor la economía (el FMI resulta en esta óptica el mejor de- recido de la burguesía está ocurriendo en nuestra sociedad y ba-
jo qué forma y en qué condiciones. Hay que estar conscientes,
además, de que si tal cosa viene de veras sucediendo, significa
19 El mejor texto teórica a este respecto es el titulado: “En Nicaragua se
que la revolución socialista quedará aplazada sine die, como
juega el destino de América Latina”, discurso del comandante Bayardo Arce
en el Primer Congreso del Pensamiento Antiimperialista, Managua,
efectivamente ha ocurrido en “Occidente”.
20/11/85, mimeo. Por tanto la misma discusión sobre el carácter “leninista” o
210 Agustín Cueva La teoría marxista 211

no de nuestras sociedades 20, lejos de ser, como se pretende, un levantamiento de ciertas restricciones a los derechos individua-
debate sobre qué “vía” de transición y qué socialismo adoptar, les, como las que se derivan del estado de emergencia vigente.
implica pronunciamientos sobre una cuestión mucho más deci- Por lo menos Colombia ha vivido medio siglo en estado de si-
siva: la de saber si aún es viable una alternativa anticapitalista tio, que es más grave que el de emergencia. Amenazado por un
(y necesariamente antiimperialista) en América Latina, o si lo puñado de facinerosos, que no llegaban al centenar, Alfonsín
máximo a que podemos aspirar es a un “socialismo” a la euro- impuso igual medida en Argentina en 1995, sin que nadie la en-
pea occidental, sólo que sin “periferia” de donde extraer exce- contrase escandalosa.
dente económico para atenuar los efectos de la explotación. Segundo: parece absolutamente idealista pensar que pueda
Punto con el cual nos acercamos a otra cuestión vital. Contra existir en la actualidad una democracia sin adjetivos. Este es,
lo que se recalca en “Occidente”, Lenin no es únicamente el teó- además un problema que no depende de los marxistas: la demo-
rico de cierto tipo de partido y de lucha por el poder; es además cracia estadounidense, por ejemplo, no va a dejar de ser burgue-
el teórico del capitalismo en su fase imperialista, por más que sa e imperialista por el hecho de que algún teórico neomarxista
esto suene a lugar común. Ahora bien: ¿puede haber en la Amé- decida liberarla de tales calificativos. Nótese, a este respecto,
rica Latina dependiente un marxismo susceptible de prescindir que las agresiones que EU perpetra por el mundo se basan en el
de su complemento leninista? Pareciera que no y menos todavía consenso de la mayoría de la nación, además de que, por regla
en un momento en que el imperialismo se muestra más agresi- general, siguen todos los procedimientos previstos por la Ley:
vo y expoliador que nunca. con la mayor “libertad” el Congreso vota la cantidad de fondos
que ha de destinarse a cada agresión.
10. MARXISMO Y DEMOCRACIA Tercero: la elección de métodos democráticos o no democrá-
ticos de lucha (en el sentido de su apego o no a la ley vigente)
Está en el orden del día afirmar que la cuestión central del no necesariamente dependen del solo campo revolucionario.
marxismo pasa hoy por su definición frente a la democracia. Aparte de que identificar democracia con legalidad es exagera-
Aseveración que parece absolutamente correcta con la sola con- do por decir lo menos: en América Latina, lo normal es más bien
dición de hacer ciertas precisiones breves destinadas a evitar in- que la burguesía rompa su propia legalidad y que los sectores
tencionales deformaciones o malentendidos. populares sean acusados de “subversivos” cuando responden a
Primero: la democracia es siempre una respuesta histórica y tales transgresiones.
concreta destinada a conseguir el máximo bienestar para el pue- Cuarto: es obligación del marxismo latinoamericano definir
blo (o al menos coyunturalmente, su mal menor), y no un con- con profundidad lo que ha de entenderse por democracia en paí-
junto de normas formales que deben aplicarse con independen- ses como los nuestros, habida cuenta primordialmente de las as-
cia de cada situación. En este sentido, es evidente que a un país piraciones e intereses de los sectores populares y evitando que
agredido como Nicaragua no puede exigírsele, supongamos, el se utilice el concepto de democracia para enmascarar las contra-
dicciones de clase, eludir las definiciones frente al imperialis-
20 Cf., por ejemplo, la “Introducción” a Caminos de la democracia en
mo, o alejar del horizonte toda posibilidad de una transforma-
América Latina, de la Fundación Pablo Iglesias, Ed. Pablo Iglesias, Madrid,
ción realmente anticapitalista.
1984. Quinto y último: no hay que olvidar que la discusión actual
212 Agustín Cueva 213

en el seno de la izquierda latinoamericana no pasa por la fron-


tera ficticia entre una corriente supuestamente democrática y
otra que no lo sería (la denominada “leninista”); la diferencia
real se da más bien entre una tendencia que trata de congelar las
aspiraciones de las masas en el nivel fijado por el democratismo
burgués, y otra que no niega la democracia sino que busca la INDICE
manera de elevarla hasta niveles revolucionarios. Para esta últi-
ma, el problema no es obviamente el de la democracia a secas,
ni el de la democracia como una esencia filosófica, sino el de
cómo incorporar la mayor cantidad de democracia para el pue- Presentación ........................................................................... 5
blo en el proceso de transformación radical de la realidad.
I. LA CONCEPCIÓN MARXISTA
DE LAS CLASES SOCIALES ........................................ 7

1. Introducción ..................................................................... 7
2. La sociedad civil y su “anatomía”:
constitución del materialismo histórico ........................... 8
3. Modo de producción y formación social ....................... 10
4. Modo de producción y clases sociales ......................... 14
5. Clase “en sí”. Clase “para sí” ........................................ 18
6. Clases, estamentos, castas .......................................... 22
7. Articulación de clases en una formación social ............ 28
8. “Pueblo” y clases sociales ............................................ 32
9. Estructuras, procesos, historicidad concreta ................ 34
10. Fracciones y estratos de clase ..................................... 36
11. El problema de las “clases medias”
la pequeña burguesía ................................................... 41
12. Las capas o categorías sociales:
intelectuales y burocracia ............................................. 44
13. Grupos y contradicciones de carácter secundario ........ 48
14. Poder de clase, dominación, “hegemonía” ................... 51
214 Índice Índice 215

15. Nota final sobre la lucha de clases ................................ 52 10. “Ciencia” e “ideología”: una antinomia abstracta ......... 113

II. CLASES SOCIALES Y PROPIEDAD .......................... 55 IV. SOBRE EL CONCEPTO DE ENAJENACIÓN ............ 115

1. Relaciones de producción, propiedad 1. Problemas de orden metodológico .............................. 115


y clases sociales: Pierre–Philippe Rey
2. El concepto de enajenación en los
y las tesis de Marx ........................................................ 56
Manuscritos económico–filosóficos de 1844 ............... 122
2. Propiedad y apropiación real:
3. Fetichismo y enajenación en El capital ....................... 129
la conceptualización de Etienne Balibar ....................... 60
4. Socialismo y enajenación según Ernest Mandel ......... 135
3. Propiedad, posesión, “control”:
los análisis de Bettelheim ............................................. 70
V. CULTURA, CLASE Y NACIÓN ................................... 143
4. Propiedad y “control efectivo”:
los análisis de Dahrendorf ............................................ 76 l. ¿Teoría de la cultura o análisis materialista
histórico del campo denominado cultural? .................. 143
5. Arrendamiento y propiedad: Poulantzas y Lenin .......... 79
2. La dimensión clasista de la cultura ............................. 146
6. Proposiciones para una adecuada
conceptualización .......................................................... 84 3. La dimensión no clasista de la cultura ........................ 149
4. La cultura en su dimensión formal:
III. CIENCIA SOCIAL E IDEOLOGÍAS DE CLASE .......... 91
el ejemplo de la lengua ................................................153
1. La práctica científica en general: 5. Formas culturales y nación .......................................... 157
unidad epistemológica con diferentes 6. Estado–nación y formación
estatutos sociológicos ................................................... 91 social en América Latina .............................................. 160
2. El estatuto sociológico de las ciencias naturales ......... 92 7. Algunos rasgos del desarrollo
3. El estatuto teórico de las ciencias sociales .................. 94 cultural latinoamericano ............................................... 165
4. El problema de la verificación y sus implicaciones ....... 99
VI. EL FETICHISMO DE LA “HEGEMONÍA” .................. 169
5. La naturaleza de la intervención ideológica ................ 101
VII. EL MARXISMO LATINOAMERICANO:
6. El problema de los “valores” ....................................... 104
HISTORIA Y PROBLEMAS ACTUALES .................... 187
7. La ciencia social burguesa:
sus límites estructurales .............................................. 105 l. La Internacional Comunista y
8. La ciencia social burguesa en la coyuntura actual ..... 109 los partidos nacionales ................................................ 187

9. Materialismo histórico y perspectivas de clase ........... 111 2. Mito y realidad de José Carlos Mariátegui .................. 189
216 Índice

3. 1930–59: la fundación de una visión


marxista de nuestro mundo ......................................... 192
4. La revolución cubana: culminación y ruptura .............. 195
5. El marxismo renovado de los años sesentas ............. 197
6. Reflujo y nuevos cuestionamientos ............................ 200
7. Entre la revolución y el “eurocomunismo” .................. 203
8. Diversidad, pluralismo ................................................. 205
9. Perfiles del debate actual ............................................ 208
10. Marxismo y democracia .............................................. 210

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