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Topalov-De La CS A Los Problemas Urbanos PDF
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CHRISTIAN TOPALOV
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2. Trabajadores y reformadores
1. Es la tesis de la mayoría de los policy studies, desde los de Webb hasta 1960 e,
incluso, después. Véase para el problema de la vivienda Roy Lubove (1962), Henri
Guerrand (1974) y A.S. Wohl (1977). En cuanto a la desocupación, Robert H. Bremner
(1956), Roy Lubove (1968) y John A. Garraty (1978).
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talismo necesitaba . Por su parte, los teóricos del control social es-
tán desilusionados y consideran que todas las políticas inventadas
por los reformadores son formas cada vez más refinadas de domi-
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nación, una extensión sin fin de las ramificaciones del poder . El
inconveniente de todas estas interpretaciones en sus formulaciones
más rígidas (no obstante los aportes considerables de las dos que
hemos mencionado en último término) es que no llegan a tener en
cuenta que en los procesos históricos mencionados intervienen por
lo menos dos elementos, los de arriba y los de abajo, donde ambos
cambian al mismo tiempo que el sistema de poder que los une. En
otras palabras, ambos términos son el resultado de una interacción,
marcada por vacilaciones y sorpresas, entre prácticas y movimien-
tos populares e iniciativas de las clases dirigentes (empresarios,
expertos y gobierno). Por supuesto las modalidades de esta relación
varían según los países, los ámbitos de la reforma, las épocas histó-
ricas y los grupos obreros.
En todo caso, desde hace unos veinte años, se acumulan elemen-
tos historiográficos que indican que al menos antes de la Primera
Guerra Mundial los obreros se mostraban reticentes y a veces fran-
camente hostiles a muchas medidas de política social elaboradas en
los medios reformistas y aplicadas por políticos liberales progresistas
o solidaristas. Henri Pelling (1968) fue uno de los primeros que sem-
bró dudas en un artículo iconoclasta que publicó en 1968; después
de esa fecha, otros autores han explorado las cuestiones planteadas
por la quiebra de las certidumbres que compartían los progresistas
de todos los horizontes teóricos y que habían sido consolidadas en
tres cuartos de siglo de actividad e historiografías reformistas. Natu-
ralmente, sería posible estudiar históricamente ese cambio radical de
criterios, coincidente con la crítica de los sistemas de bienestar social
formulada por los teóricos de enfoque “radical”, marxista o libertario
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3. Ciencias y administración
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en el propio terreno del adversario dejan paso a las que cabría deno-
minar como tecnologías de la norma objetivada.
La norma formaliza una necesidad objetiva del individuo y de la
sociedad y al mismo tiempo también el medio racional de satisfacer-
la. La ciencia permite enunciar esa necesidad gracias a un método
experimental que puede aplicarse a todos los aspectos de la vida
social. John Nolen, importante figura de la planificación urbana en
Estados Unidos se refiere en los siguientes términos a uno de los
principales resultados del gigantesco laboratorio de la modernidad,
que fue la Primera Guerra Mundial: “Hay leyes por las que se rige el
bienestar humano, leyes científicas, y ahora sabemos mejor que nunca
que conviene respetarlas. La vivienda no es una excepción. Hay que
respetar ciertas normas en materia de vivienda y también en materia
de alimentación, vestido, navíos, municiones, construcción de fábri-
cas, automóviles, aviones y toda la compleja maquinaria del mundo
moderno“ (Nolen, 1918).
La norma es abstracta y no ha sido formulada para tal o cual
grupo particular, para tal o cual clase social, sino que su valor es
universal. Cada sistema normativo crea su nomenclatura estadística
capaz de clasificar a los individuos de manera unívoca y señalando
la medida en que deben modificarse las condiciones que los caracte-
rizan. Citemos al respecto la invención de la llamada por Charles
Booth poverty line (línea de pobreza) a finales de la década de 1880,
la definición de los criterios de la superpoblación de las viviendas
por las oficinas de censos y la definición, a finales de la década de
1920, de las normas por las que debían regirse los equipos colectivos
por los teóricos de la “idea de unidad vecinal”. Los aparatos encarga-
dos de la observación de las poblaciones y de poner en práctica las
normas no tienen por qué conocer a los grupos reales, les basta con
hacer caso a las categorías que nacen de su propia intervención.
Cada individuo se sitúa en una serie de posiciones independientes
unas de otras, construidas por varios sistemas de clasificación prác-
tica. Mientras las leyes científicas ignoran al individuo concreto, las
normas que las ciencias permiten establecer reconstruyen a un indi-
viduo diferente, que se convierte en sujeto de la administración.
La norma queda objetivada en reglamentos administrativos o en
espacios construidos en los que la racionalidad se impone a todos
independientemente de las voluntades individuales, tanto de los go-
bernantes como de los gobernados. La norma es la segunda mano
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