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ROCK EN MEDELLÍN:

la historia sin tarima.


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Índice

Introducción

Capítulo 1: Ancón: fuma sueños y siembra ilusiones

● Medellín, entre bambuco y nueva ola

● Juancho López, Los Yetis y la Nueva Ola

● Crisis juvenil de la Posguerra

● Junín, la calle de la elegancia

● Mayo del 68

● Verano del amor, ​Hippismo y ​Woodstock

● “Nosotros no seremos iguales a nuestros padres”: ​Woodstock

● La última del dial

● ‘Carolo’, el hombre

● Gracias, maestro

● Primeras horas

● Desde la 49 hasta La Estrella

● Primer día

● Ancón en botones, fotos y comida

● Segundo día

● Tercer día y cierre

● Las repercusiones
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● La época oscura

Capítulo 2: La Batalla de las Bandas: Sin resquicio para los sueños

● Jesucristo Super Star

● Herencia Rockera

● The Beatles, los rebeldes

● “No future in England’s dreaming”

● Ser punk

● El Punk Medallo

● Medellín, entre el apogeo y el desequilibrio económico

● El camino de la droga

● Welcome to Hell, Venom

● Hacer nada

● JIV Limitada

● Carlos Alberto Acosta, el precursor

● La Plaza de Toros La Macarena

● Súper Conciertos JIV Limitada

● Argus

● Si no es por Pablo Escobar, no hay concierto.

● Argus, el concierto

● Cuestión de clases
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● Problemas de estratificación social

● Extremistas, chatarrudos, radicales

● La Batalla de las Bandas

● El Cartel

● Primeras horas

● La visión de ​Parabellum

● ¿Y ​Kraken?

Capítulo 3: Altavoz y los idearios de a Medellín sin tarima

● Caída del radicalismo

● Radio Discos ZH

● Inicios del rock en español: la ‘Nueva Ola’

● La difusión del Rock en Español en Medellín: Radio Pirata

● Concierto de Conciertos

● Los noventa en Colombia

● Metal Medallo

● Rock al Parque

● La Rockactividad

● La generación MTV

● Nuevas propuestas

● La generación Altavoz
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● La idea: un festival gratuito para los jóvenes

● Altavoz a través de los años

● Bozo Records
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INTRODUCCIÓN

Como subgénero del jazz y del blues nace a mediados de 1950, en Estados Unidos, el Rock and
Roll. Apoyado por una estructura económica industrial y comercial se convierte entonces en el
primer género estrechamente ligado a la cultura musical estrictamente juvenil.

Con representantes como Elvis Presley y Chuck Berry en los años cincuenta, junto a The
Beatles, The Rolling Stones, The Who y su invasión británica de los sesenta, se logra popularizar
el género, sobre todo con eventos a gran escala como el Woodstock de agosto de 1969, donde un
aproximado de 400.000 personas, por 18 dólares de la época, pudieron disfrutar de tres días de
sexo, drogas y rock and roll.

Dicho Festival llegó a ser emulado en Colombia en junio de 1971, momento en que fue
programado el Festival de Ancón en La Estrella Antioquia, producto del movimiento hippie
gestado a lo largo de los sesenta en ciudades como Cali, Bogotá y Medellín.

Según cuenta Jorge Giraldo Ramírez en su artículo “El rock, sonido para ángeles”, en el
Medellín de los años sesenta se da una masiva migración desde el campo por parte de familias
con hijos pequeños. Durante los años de esta gigantesca colonización poblacional, el rock llega a
Medellín, como al resto del tercer mundo, pretendiendo instalarse entre la juventud, sumándose a
la política de izquierda y el nadaísmo, lo que se transfiguró en las tres manifestaciones de
rebeldía juvenil en la capital antioqueña.

El rock llega a la ciudad en pequeñas dosis. En 1958, Jimmy Reisback y su programa “Monitor”
de Caracol presentó como gran novedad la “música americana” y con ella comenzó la ola de
programas radiales juveniles, que con el tiempo dieron espacio para la difusión de nuevos
artistas colombianos: Los Yetis, Los Ampex y Los Speakers, entre otros.

A la ola radial juvenil se sumaron viajeros que movieron las copias de los grandes grupos
anglosajones de la época, y después con los pequeños prensajes de esos álbumes efectuados por
las disqueras nacionales, la mayoría de las cuales tenían sus fábricas en la ciudad. Los Long
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Plays de The Who, The Police y AC/DC, entre otros, ya se conseguían en algunas tiendas
específicas del pasaje Junín.

De aquí se nutren pequeñísimos grupos de jóvenes de las clases alta y media. La difusión más
amplia fue mediatizada por los grupos y cantantes mexicanos, argentinos y españoles, que
coparon las emisoras y el gusto de los jóvenes en general, iniciando el socavamiento inexorable
de la cultura tanguera, dominante en esos años.

Bandas musicales setenteras como Los Yetis y Los Ampex dieron paso a la división del público
punkero y el metalero de los ochenta con grupos como Parabellum y Kraken. Finalmente, gracias
a la sensibilización y a los conciertos mixtos, se dio paso a bandas actuales como Tres de
Corazón o Los Suziox que hoy mueven a su público en los diferentes festivales de la ciudad.

Cada momento del rock tanto local como internacional estuvo entonces estrechamente ligado a
su público y a sus seguidores, lo que le da el éxito a eventos como el Festival Internacional
Altavoz que en su edición del 2015 tuvo alrededor de 63.000 espectadores.

Vicente Salas a través de su trabajo “El público y la creación musical” publicado en la Revista
Musical Chilena afirma que el auditor de hoy día se ha separado de lo que expresan los músicos
contemporáneos, se afinca en la rutina del repertorio clásico-romántico y ha perdido, con la
curiosidad, toda aptitud para escuchar música de una manera inteligente y sensible, porque no
otro fruto podía esperarse de más de media centuria en que los creadores musicales han
procurado deliberadamente, como un placer morboso, cortar tras de sí todos los puentes.

Hoy en día, según Salas, es imposible discernir si el público no quiere conocer otras obras que
las del repertorio trillado y por esto se le interpretan a porfía, o si a causa de esta reiteración nace
su desconocimiento de que en la música puede haber algo más.

Por su parte, Fabián Beltramino en su investigación “La relación del público con la música
electroacústica” muestra que quien escucha música es un actor social ubicado en un punto
preciso de coordenadas históricas y personales; desarrolla dicha actividad a partir de modelos
perceptivos integrantes de un orden social entendido como totalidad.
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“Medellín (en los años cincuenta) se transformó poco a poco en un paisaje urbano, en una
sociedad industrializada; esto favoreció el ingreso de expresiones culturales foráneas, que
trajeron un imaginario de ciudad que encajaba perfectamente con la forma de vivir y sentir de la
época, como es el caso del tango argentino, de la ranchera mexicana y el rock”, afirma Ivan
Darío Cano en “Identidad desde el caos, el caos de la identidad. Una historia del rock en
Medellin”.

Así pues, el espectador como parte esencial del arte, ya que el autor no realiza sus obras para
esconderlas, debe ser visto y representado como una parte importante del éxito del autor mismo,
sobre todo si de música se trata.

Un buen seguidor y espectador hace parte esencial de la historia misma de una banda y su
música. Cada historia que un seguidor tenga con el fin de entrar a un concierto o tener un disco
es una historia de la banda y contribuye a engrandecerla.

Tomando en cuenta que la historia del rock en Medellín se ha contado por la evolución musical
de las bandas y a través de textos como “Medellín en vivo: la historia del Rock. Una
aproximación histórica y visual a la escena rock de la ciudad desde los años sesenta hasta
nuestros días” y documentales como “Neon 90”, estrenado en 2013, es importante ahora
enfocarse en el resto de la historia, donde por medio de las historias de aquellas personas que
vivieron los conciertos sin subirse a la tarima, sin saber tocar un instrumento y comprando los
discos y las camisetas se puede narrar la historia musical de la ciudad, la cual en ningún
momento estuvo desligada a los presidentes, los movimientos sociales, los grupos armados y los
miedos del adolescente común.

Por medio de éste libro se pretende mostrar a Medellín, una ciudad con una historia del rock que
se puede resumir en tres momentos: Festival de Ancón (1971), La Batalla de las Bandas (1985) y
el Festival Internacional Altavoz (2004 – actualidad), una ciudad que ha demostrado sus éxitos y
fracasos a través de sus jóvenes, de los conciertos, los pogos y la marihuana, una ciudad que
pareciera nunca haber estado cómoda consigo misma y que, como adolescente, pareciera no
tener idea de su futuro.
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No pretendo demostrar un concepto de rock en Medellín, pues como se demuestra en cada una
de las páginas siguientes cada historia, cada barrio, cada forma de llegar al rock y cada forma de
vivir la música es lo que le da la pauta a cada persona para hacerse un concepto y a partir de ello
transformar su manera de ver el rock de la ciudad.

Aspiro que usted, que está leyendo esto, entienda su rol y se haga partícipe de un nuevo capítulo
de esta historia.
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CAPÍTULO 1

Ancón: Fuma sueños y siembra ilusiones

Era la primera de las tres noches que pretendían estar ahí, Juan Fernando Uribe, conocido entre

sus amigos como ‘el Maso’, temblaba de frío, pero las diversas fogatas y el calor interno que
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sólo un buen ​‘barillo’ ​ puede brindar, lo hacían pensar más en cuál sería la banda que seguía o en

cómo tantos amigos del grupo de “La 49” se acomodarían en la única carpa que no estaba

inundada.

Ninguno de ellos pretendía volver a su hogar en esos días. Fuera de la congestión en la entrada y

la distancia que separaba el municipio de La Estrella con el barrio San Javier, aquellos jóvenes

sabían que hacer acto de presencia era un quiebre histórico para Medellín, y que aquel género

musical juvenil había llegado para quedarse.

Sin embargo, el rock n roll no llegó aquel viernes primero de junio de 1971 a la ciudad. El

Festival de Ancón fue una consecuencia de lo que se vivía en las juventudes de los años sesenta,

principalmente inglesas y estadounidenses, que encontraron en la nueva música la rebeldía, la

desazón y cura para la depresión de la posguerra.

Ese pensamiento ya había permeado en la juventud de Medellín que, ligada por sus padres con la

música folklórica tradicional, habían encontrado en The Beatles y en aquella música conocida

como ​Nueva Ola una válvula de escape para mostrar el inconformismo hacia lo establecido en

ese momento.

1
Barillo: Forma como se le conocía coloquialmente al cigarrillo de Marihuana en la época
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Medellín, entre bambuco y nueva ola

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Hijos del Frente Nacional ​, los jóvenes colombianos buscaban únicamente vivir en paz, dejar

atrás la época de violencia y sobrellevar al último presidente de este periodo, el conservador


3
Misael Pastrana Borrero ​. El amor y el respeto mutuo entre los individuos era un sentimiento

universal.

Sin embargo, la tendencia conservadora del pueblo colombiano y, específicamente, en Medellín,

era predominante en esos días. Factores sociales como el machismo había generado que las
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mujeres permanecieran encerradas en sus casas, con el único propósito de realizar los “destinos”

del hogar y con muy poca presencia en la vida política y laboral del país.

El Arzobispo era una de las personas más respetadas a nivel local y cualquiera que no asistiera a

la misa del domingo podía ser fácilmente tildado de pecador.

Los niños eran obligados a participar a las ocho de la noche, como la costumbre lo indicaba, de

La Hora Católica. Todelar Radio le daba voz al cura Fernando Gómez Mejía, el cual le enseñaba

a la familia las buenas costumbres, lo que se debía hacer y, también, lo que debían alejar.

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Frente Nacional: coalición política entre los partidos liberal y conservador entre 1958 y 1974,lo que aseguraba la
sucesión de cuatro periodos de gobierno de coalición, repartición equitativa de ministerios y candidato presidencial
elegido por acuerdo bipartidista.
3
Misael Pastrana Borrero: presidente de Colombia por el partido conservador entre 1970 y 1974.
4
Destinos: labores domésticas tradicionales. En la época se pensaba que esto era obligación de la mujer del hogar.
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Ese mismo padre fue quien el día después del Festival de Ancón condenó a la juventud. Es que

aquel mensaje de “Amor y Paz”, cuando el país había sufrido cuatro años atrás la tragedia de
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Camilo Torres y la inevitable formación del ELN ​ no encajaba en la mente de los de mayor edad.

Los jóvenes del país, muy lejos de la Guerra de Vietnam y alejados de la crisis de la Posguerra,

pasaban los años cincuenta y sesenta entre los éxitos musicales provenientes de Argentina,

México y España, cuyas letras, en su mayoría, eran los grandes éxitos de Estados Unidos

traducidos al español.

Hacia los mediados de los años sesenta los movimientos ​Go-Go y ​Ye-Ye se apoderaron de las

juventudes. Estos géneros, llamados así por las pequeñas palabras que acomodaban ​The Beatles

en sus canciones, dieron paso a lo que se conocería como ​Nueva Ola.

Juancho López, Los Yetis y la Nueva Ola

Para Juancho López la música traída desde Estados Unidos nunca fue algo ajeno a su casa. Su

padre, quien ponía canciones de Perry Como, Tonny Bennet y de Frank Sinatra en la radiola,

trató de inculcarle el gusto por aquella música que, aunque buena a los oídos de Juancho, no era

lo que buscaba.

Faltaba algo que no sabía que era, más pesado, más rápido, más fuerte que lo que le ofrecían

grupos como The Platters. No fue sino hasta el momento que escuchó por primera vez a Elvis

Presley que se sintió realmente pleno. Aquella balada combinada con country y con blues fue el

punto de partida para buscar más de aquello que después conocería como rock n roll.

5
ELN: Ejército de Liberación Nacional. Grupo guerrillero de ideología Marxista-Leninista y pro-liberación cubana que
fue fundada el 4 de julio de 1964 por estudiantes del Partido Comunista ​las ​Juventudes del Movimiento
Revolucionario Liberal​ y el ​Movimiento Obrero Estudiantil y Campesin​o.
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Entre amigos del ​Colombus School y LP’s comprados por su padre, llegó Paul Anka, que tenía

una canción rápida y una lenta. Luego Chuck Berry, ​La Nueva Ola y el Twist.

Las calles estaban inundadas de Twist. el mexicano Enrique Guzmán, quien fuera la primera voz

del reconocido grupo Los Tin Top, se convirtió en el ídolo de toda la generación. “​Oye niña no
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me trates mal, y si quieres bailaremos Twist” .

La Plaga, ​El Rock de la Cárcel y todos aquellos éxitos de la Nueva Ola traídos de México,

Argentina y España fueron la sensación. Billy Cafaro, Palito Ortega y otros más que salieron de

aquel semillero de cantantes llamado ​El Club del Clan pasaron a ser referentes de Argentina y,

con el tiempo, de los países latinoamericanos.

La copia llegó al punto de volver moda la imitación de Elvis: Johny Tedesco, Nicky Jones, hasta

el mismísimo Sandro, en sus inicios, imitaron al Rey. Además, la facilidad que brindó Codiscos

de conseguir toda la música de ​The Beatles y la que dio RCA Víctor para escuchar los discos

provenientes de México, Uruguay, Argentina, España y Chile fueron el empuje inicial para

convertir aquel naciente rock n roll en una moda perdurable.

Juancho López no podía quedarse atrás y, después de rayar sus discos de tanto escucharlos,

decidió convertirse en cantante pues, según él, no había de otra. Aunque no sabía nada de inglés,

comenzó como imitador de Elvis en el Club Campestre, donde los socios, cada año, se reunían a

presentar su talento artístico.

6
Fragmento de “Oye Niña”, de Enrique Guzmán.
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Haciendo la mímica de cantar una canción de Enrique Guzmán, vestido como vaquero y con las

patillas pintadas, la presentación en el Campestre de “Elvio Pérez”, su personaje, fue la

sensación y, sin preguntarle, fue programado para la siguiente versión. Así lo recuerda Juancho:

“Esa otra vez llevaron a un músico a que nos tocara canciones, él me llamó y me dijo

que yo era muy aficionado al rock n roll, que si era capaz de cantar una canción.

Acordamos que cantara La Plaga y no la terminé, me fue muy mal por los nervios y la

falta de idea del ritmo, yo iba por un lado y la canción por otra. Ni me felicitó el músico,

menos mal que no había nadie. Un oso”. (López, 2015)​.

En el Bachillerato Técnico de Economía y Comercio de la Universidad Pontificia Bolivariana,

donde estudiaba Juancho en 1961, se encontró con un amigo que, al verlo, lo invitó a un ensayo

de su grupo: Los Falcons.

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De nuevo ​La Plaga, de nuevo la vergüenza. “Como es posible una persona con un swing ​ de
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éstos y una medida ​ tan cochina” le gritaban sus nuevos compañeros y Juancho, inocente, ni

entendía a qué se referían.

Aun así, siguió en el grupo, viajó a otras ciudades y grabó algunos coros para RCA Víctor, para

discos decembrinos como ​Aquellos Diciembres y hasta colaboraciones con Los Teen Agers, en

Codiscos, por unos cuantos pesos.

7
Swing: sensación rítmica expansiva creado por la interacción entre los intérpretes de la banda y la respuesta del
público, como el movimiento impulsivo de pies o cabeza.
8
Medida: cantidad de sílabas métricas que componen un verso. Cochino: repugnante, asqueroso. Medida cochina:
que le cuesta seguir el ritmo de la canción y se adelanta o se retrasa al ritmo general.
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Sólo el matrimonio fue capaz de alejarlo de la música. Con 19 años pasó a vestirse de corbata y

ropa formal en una boutique para músicos de Junín, en el centro de Medellín.

Crisis juvenil de la Posguerra

En Postdam, una ciudad alemana cercana a Berlín, se celebró el 2 de agosto de 1945 la última

conferencia aliada tras su victoria en la Segunda Guerra Mundial.

Años después, los jóvenes europeos de mediados de los cincuenta y principios de los sesenta, al

haber sobrellevado una vida entre la miseria y la pobreza, llevaron a cuestas la insatisfacción y el

desasosiego de haber vivido aquella época y que, en consecuencia, derivaría en grupos

específicos, marginales, existenciales, contestatarios y críticos.

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Jean-Paul Sartre ​ y Albert Camus ​ le enseñaron a esta generación que el mundo era un absurdo.

Sartre desde el marxismo y Camus desde el humanismo dieron postulados antiburgueses y

anticapitalistas que fueron el estandarte de aquellos jóvenes obligados a trabajar desde temprana

edad.

La reconstrucción europea, realizada gracias a la ayuda estadounidense brindada por medio del
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Plan Marshall ​, tenía como objetivo la distribución más equitativa de la riqueza entre las

diferentes capas sociales y fue quizás uno de los mayores agravantes al existencialismo juvenil.

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Jean-Paul Sartre: filósofo exponente del existencialismo y del marxismo humanista.
10
Albert Camus: novelista y filósofo, se le asoció al existencialismo, aunque el aclarara que lo suyo era el absurdismo
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Plan Marshall: Iniciativa de Estados Unidos para ayudar a Europa Occidental, donde se les brindó alrededor de
13.000 millones de dólares para la reconstrucción de los países devastados en la Segunda Guerra Mundial
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Una reconstrucción desde la perspectiva socialdemócrata, reformista, y no mediante posiciones

liberales, hizo que se dieran nuevas clases medias dominadas por el consumismo, muy diferente

a la idea de ahorro que tuviesen tiempo atrás.

Éste ‘estado de bienestar’ fue rechazado por la juventud que desencadenaría el ‘Mayo del 68’

francés. La moda de la clase alta fue burdamente imitada por la clase media, lo que llevaría a los

jóvenes a un rechazo hacia la familia, el Estado y el mercado: los símbolos de la autoridad y el

consumo.

La crisis de la familia tradicional posteriormente llevaría al inicio de movimientos sociales como

la liberación de la mujer, rechazo a los tabúes sexuales a todo tipo de puritanismo de la nueva

sociedad del consumo.

Según el sociólogo Albert K. Cohen en su libro Teoría de las Subculturas Criminales (Cohen,

1955), los adolescentes de clase trabajadora que no rendían lo suficiente en la escuela se unían a

las bandas en sus horas libres para desarrollar fuentes alternativas de autoestima. Aquellos

valores que les brindaban en la casa tomaban otro significado y la ambición y conformismo de

sus padres, se convertían en hedonismo, rebeldía y desafío a la autoridad.

De allí el éxito de un personaje joven que representó la rebeldía: Elvis Presley fue el mayor

ícono en los años nacientes del rock n roll. Ritmo trepidante, movimientos pélvicos y letras

rebeldes chocaron contra la nueva sociedad bienpensante norteamericana y, sin esperar mucho, al

resto del mundo.

En Europa comenzó en Reino Unido por medio del movimiento ‘Jóvenes Airados’, un grupo de

dramaturgos, directores cinematográficos, literatos y pensadores que expresaron su


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inconformismo principalmente con la obra teatral ​Mirando hacia atrás con ira ​, estrenada en

1956.

Algunos jóvenes se dedicaron a la rebeldía estética. La afirmación de una identidad y cultura

propias daría pie a lo que fuera después la base de las conocidas como tribus urbanas.

Los ​Teddy Boys británicos, los ​Blousons Noirs franceses y los ​Provos neerlandeses compartían

las mismas características: look, apropiación de espacios, rechazo al sistema, defensa del grupo,

marginalidad y, principalmente, ser descendientes de obreros que no les brindaban acceso a las

nuevas clases medias.

Proletariados, iconoclastas, rebeldes contra la familia, el estado y la escuela; provocadores,

xenófobos, drogadictos y libertarios, todo con el fin de despertar al ciudadano medio de su

egoísmo y su ignorancia para que, por un momento, se inquietaran por lo que estaba pasando.

La segunda ola europea de rebeldía juvenil estaría altamente influenciada por los ​Teddy Boys.

Sus descendientes, los ​Mods y los ​Rockers, alardeaban sus motocicletas de marca ​Lambretta y

Harley-Davidson, mientras se enfrentaban entre sí.

Los ​Mods inventaron un estilo propio que les permitió soslayar hábilmente las distancias entre la

escuela, el trabajo y el ocio, lo cual ocultaban y proclamaban en iguales proporciones.

Los medios, las fuerzas del mercado y las contradicciones internas de rigor, disgregaron en dos

estilos definidos: ​Hard Mods y ​Mods interesados en la moda de los sesenta. Hijos de la segunda

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Mirando hacia atrás con ira: obra de teatro de John Osborne que trata sobre un triángulo amoroso que implica a un
inteligente pero desafecto joven, su impasible esposa de clase alta y la mejor amiga de ella.
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corriente, los ​Skinheads con su pelo rapado, tirantes, camisas ​Ben Sherman ​ y botas ​Doctor
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Martens ​, se convirtieron en una especie de caricatura del trabajador modelo en la costa sur de

Inglaterra.

Tomando al teórico cultural Stuart Hall en su libro ​Resistencia a través de los rituales (Hall,

1976), se puede hablar de una respuesta subcultural de los S​kinheads donde sus “cosas”

(ideología y forma de vestir), procedentes de la cultura parental (padres y el sistema al que han

sido obligados a pertenecer) no se transformaron al verse situadas en un contexto diferente, si no

que fueron subvertidas y reorganizadas: las botas ​Doctor Martens, el peinado y las demás

características del ​Skinhead pasaron de ser propios de la cotidianidad laboral obrera a redefinirse

en un contexto juvenil, caótico y contestatario.

Mientras tanto, en Estados Unidos, se daría pie al movimiento juvenil más importante de la

época, el ​Hippismo.

Su padre, la generación ​Beat, fue creada a partir del asco hacia la guerra, la política, el dinero, el
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trabajo y el sistema en general. Con el ​Carpe Diem como estandarte y las drogas psicodélicas

como escudo trataron de sobrellevar la frustración sobre aquella sociedad. Los ​beatniks, aquellos

seguidores de los literatos de la generación ​Beat, fueron los precursores del ​Hippismo, con ​En El

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Camisas Ben Sherman: Populares entre Mods y Skinheads, eran reconocibles por ser habitualmente de pequeños
cuadros, corte ajustado al cuerpo, botón en la parte posterior del cuello y cortes en el centro de la manga.
14
Botas Dr. Martens: populares entre obreros, carteros y policías, fueron apropiadas por Skinheads y Punks como
parte de su identidad, de mostrar de don venían.
15
Carpe Diem: locución latina que se entiende como “aprovecha el momento”.
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Camino de Jack Kerouac como biblia debajo del brazo y agrupados en colectivos fraternos,

igualitarios, de espíritu comunista.

Los ​Hipsters, corriente nacida en 1940 que adoptó el estilo de vida de los músicos de Jazz (forma

de vestir, actitud de relajación, humor sarcástico y laxos códigos sexuales), diferían con las ideas

de los ​Beatnicks y forjaron una alianza fuerte con sus raíces negras. Mientras los ​Hipsters se

inquietaban por su pasado, por el jazz y el blues, los ​Beatnicks crecían en una cultura instruida,

vanguardista y cosmopolita, dándole ciertas libertades a los impulsos ocasionados por el

capitalismo del nuevo mundo.

Aquellos hippies representaron la contracultura. Buscaron vivir al margen convencidos de que

era inútil luchar por una sociedad que ya estaba podrida por dentro. En cambio, trataron de

fundar una sociedad espiritual, hedonista, amorosa y ligada a la naturaleza, la meditación, la

quietud y las drogas psicodélicas.

En las instituciones universitarias estadounidenses y británicas se venía gestando, desde

mediados de los años sesenta, una inquietud, una inconformidad, que luego se desenvolverían en

movimientos estudiantiles en el año de 1968, un año antes de Woodstock y tres antes de Ancón.

17
La Guerra de Vietnam ​ acaparaba todas las miradas del gobierno de los Estados Unidos.

Aquella guerra de imposible justificación, creó un malestar generalizado en diferentes niveles

sociales, sobre todo en la clase media baja, los hippies y los estudiantes.

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En El Camino: libro publicado por Jack Kerouac en 1957, narra la historia de un viaje desde Nueva York a Nueva
Orleans, Ciudad de Mexico, San Francisco y Chicago, siendo el retrato de una Norteamérica subterránea, auténtica y
desinhibida, ajena a todo lo establecido.
17
Guerra de Vietnam: conflicto bélico librado entre 1964 y 1975 para impedir la reunificación de Vietnam bajo un
gobierno comunista. La guerra fue alargada principalmente por el apoyo de Estados Unidos a la República de
Vietnam.
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La represión desencadenada contra los estudiantes fue excesiva: cierre de universidades,

encarcelamientos, suspensión de derechos civiles y violencia física. Aquella primavera de 1968

vio morir a más de 40 estudiantes que luchaban en la Universidad de Berkeley, lo que hizo que la

revolución estudiantil tomara más fuerza de lo esperado.

Junín, la calle de la elegancia

El capitalismo salvaje no demoró en llegar a las calles de Medellín. Aunque la brecha social era

enorme, el lado elitista de la capital antioqueña podía brindarse el lujo de vestir a la moda de

París, con el pasaje Junín como pasarela principal.

“Fueron tantas las ganas de mostrar el poder económico que uno de aquellos burgueses,

el señor José Tobón Uribe, tomó unos planos de Francia y se construyó un castillo de

verdad, que hoy lo conocemos como el Museo El Castillo” (López, 2015)

Juancho, a quien le tocó vivir su juventud entre almacenes de ropa, asegura haber visto tiendas
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que no tendrían nada que envidiarle a Nueva York o a París. El ​bluff llegó a ser tal que se

diferenciaba desde lejos quien era una persona “de bien”, o quien era simplemente “pueblo”.

“Nos diferenciaban por la cultura, porque ¿qué educación íbamos a tener nosotros? La gente de

pueblo no tenía derecho a nada en ese tiempo, y los jóvenes menos” (López, 2015).

19
Junín, el epicentro de la moda, tenía tanto poder que Fenalco ​ les sugería a los dueños de los

almacenes que si algún producto era comercializado en el mercado de Guayaquil, saliera

inmediatamente de circulación en el sector.

18
Bluff: forma coloquial de la época para referirse a la moda de la élite
19
Fenalco: Federación Nacional de Comerciantes
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De esa calle también saldría uno de los movimientos ideológicos más importantes de la época, el
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Nadaísmo ​. Doce tipos que concurrían el lugar de moda, que se delimitaba en las dos calles de

Junín que comunicaba el Parque Bolívar con La Playa y la anterior hacia Colombia. El resto,

aunque estuviera en la misma calle, era otra cosa.

El Astor y Versalles se convirtieron en los lugares más concurridos de la juventud. Además,

podían comer helado en la Heladería Donald, tomar gaseosa en El Miami, en toda la esquina del

parque, o en unos billares, a unos metros, cuyo dueño era el alemán Gerber Geithner, pero que

todos le decían ‘Míster’.

Luego de dos años trabajando en la Boutique, Juancho comenzó a trabajar tomando pedidos en el

comercio general, lo que le exigía trabajar en las mañanas y le brindaba todas las tardes libres.

El sitio perfecto para vagar fue el billar de ‘Míster’, donde había una rockola, en ese tiempo

conocido como piano, donde por cada moneda sonaba alguna canción. La exclusividad de tener

canciones de ​Elvis, de los ​Platters, de ​Ritchie Valens o temas instrumentales de ​The Venture hizo

que confluyeran allí los jóvenes y los nadaístas a tomar Coca-Cola y a no hacer nada en toda la

tarde.

“En una vagancia de esas, por la tarde, yo vivía en el Poblado ya casado y me fui para

Codiscos a ver si había un corito o algo para ganarme unos pesitos, porque uno ganaba

el mínimo en el comercio. Yo entré y el subgerente me dijo que qué me había hecho, no

me había vuelto a ver, que me tenía una propuesta pero se me habían adelantado, porque

20
Nadaísmo: Corriente vanguardista que trataba de interpretar el sentido de la existencia humana.
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ya tenían un muchacho grabando, pero igual me lo iban a presentar, porque era igualito

a mí, que juntos salíamos con algo” (López, 2015)​.

No se puede expresar con palabras el gran cariño fraternal que sintieron Juancho López y Juan

Nicolás Estela aquel día. Se entendieron inmediatamente en los gustos, y las visitas diarias a la

casa del otro a escuchar música dieron como resultado una prueba en Codiscos donde ellos dos e

Iván Darío López, el hermano de Juancho, se presentaron dos meses después de haberse

conocido.

Juan Nicolás como primera voz, Iván Darío como segunda y Juancho como tercera o contraalta

dieron el primer ensayo de lo que serían ​Los Yetis: “Yetis, como el hombre de las nieves, y sin J,

porque no es un avión”, aclara Juancho.

Subieron rápidamente, y ante la falta de competencia fueron la primera opción para abrir el

concierto de Enrique Guzmán en Medellín. Los promocionaron como “Los Yetis y sus fabulosas

guitarras eléctricas” aunque la única que tuvieran fuera la de Juan Nicolás, que no tenía nada de

fabulosa.

Vestidos de blazers, con peinado ​Beatle, bailaron ​Twist en coreografía mientras cantaron. Fue la

sensación, al punto de ser considerados extranjeros, atrayendo las miradas de todos los ​disk

jockeys de la época.

Eran invitados en todas las emisoras, los seguidores les cortaban el pelo en la calle, les sacaban

los pañuelitos de los bolsillos y se peleaban por las gafas de sol acabadas de arrebatar

directamente del rostro de ellos.


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“Lo señalaban a uno en la calle, íbamos a las cafeterías del centro, en el Ley de

Maracaibo y en el de Colombia, que ahí caían todas las peladas bonitas de las

universidades, y allá éramos los duros” (López, 2015)​.

En 1966 decidieron sacar el LP, y ante las primeras negativas decidieron hacer parte del proyecto

musical de Discos Fuentes ​14 Impactos Juveniles. Aquel fue el impulso final, que se extendería

en un disco para Juan Nicolás Estela y otro para ​Los Yetis.

“En esa época los disk jockeys eran los que lanzaban los discos, los comentaban y

reseñaban para que uno los comprara, y cuando lanzamos nosotros el disco nos

invitaron a hablar con todos los DJ de SACODI, que eran los más grandes de esa época:

programas especiales, invitaciones a El Show de los Frenéticos, y aunque me invitaban a

cantar solo y la embarraba, el disco tuvo mucho éxito” (López, 2015)​.

Se convirtieron en los dueños de Junín, al punto de promocionar en el Teatro de allí un álbum de

láminas de artistas, donde ​Los Yetis era una de las figuras más escasas.

Los Speakers, ​Los Ampex, ​Los Falcons y ​Los Yetis fueron las cartas de presentación de una

generación que necesitaba un cambio. ​Los Yetis, el que mandaba la parada en Medellín, convirtió

a sus integrantes en unos pequeños ​rockstars de Junín.

Fue tanto el apogeo que llamaron la atención hasta de la iglesia Católica, predominante en

aquella época, y fueron excomulgados, pues sus movimientos y canciones hacían, según ellos,

que las mujeres se desvistieran. No fue nada raro en la época, pues Elvis, con sus movimientos
24

pélvicos, y The Beatles, con su icónica frase “somos más grandes que Jesús”, ya habían sido
21
señalados con el dedo del Papa Pablo VI ​.

Antes de llegar a la década de los setenta, Iván Darío López se va a estudiar a la Universidad

Jorge Tadeo Lozano de Bogotá, dando como terminada la época de ​Los Yetis.

“​Cuando Los Yetis se acaban había una emisora muy fuerte, la última del dial, que no la

oían sino los jóvenes, de rock muy pesado, de hippies y todo eso. Se le ocurrió a Carolo y

a otros, en una traba por allá en San Andrés, que iban a hacer un festival en Medellín, de

rock. Hablaron con el Alcalde y él les prestó una manga en Ancón, en unos morros que

había allá, lo que hoy es la estación de Isagén” (López, 2015)​.

Mayo del 68

En la Universidad de Nanterre, a las afueras de París, el rectorado universitario se negó a aceptar

la petición estudiantil de prolongar el horario nocturno de la residencia de estudiantes y de

suprimir en ella la separación de sexos.

El movimiento estudiantil se extendió y, el 2 de mayo de ese año, ocuparon la Universidad de la

Sorbona en París, donde se quedarían por cincuenta días. El 7 de ese mes ya no serían sólo ellos

si no los estudiantes de todos los centros de enseñanza en el país.

Un día después, el 8 de mayo, ocuparían el Barrio Latino y convirtieron el Odeón en un centro de

debates. El 10, se daría lo que se conoce como “Viernes Negro”, donde las fuerzas policiales

arremetieron las barricadas de los estudiantes, generando así centenares de heridos.

21
Papa Pablo VI: su período duró entre 1963 y 1978. Señaló en más de una ocasión que el rock aludía al satanismo,
por lo que también estuvo en contra de grupos como Black Sabbath y canciones como Stairway to Heaven (Led
Zeppelin).
25

Luego de una visita a los obreros de Renault, los estudiantes se alían con estos y ocupan la

fábrica mientras los trabajadores se declaran en huelga, lo que rápidamente se multiplicaría en

todas las empresas del país.

No es si no hasta el 23 de Mayo que el primer ministro Georges Pompidou pacta un aumento

general de salarios del 38% mensual, vacaciones pagadas de 30 días, extensión de la seguridad

social a todos los trabajadores y jubilación con el 100% del salario.

El 7 de junio reanudan el trabajo y el 16 de ese mes desalojan completamente el Odeón, dando

fin a la rebelión.

Tras las elecciones de junio, el Gobierno francés reconoce la necesidad de emprender reformas

profundas para hacer frente al malestar social que se vivía en el país. El referéndum de abril de

1969 sobre regionalización y reforma del Senado fue impulsado por el presidente Charles de

Gaulle bajo el plebiscito de que se retiraría de la acción política si no ganaba el “Sí”, lo que en

efecto debió hacer. Charles de Gaulle se retiraría de su cargo al triunfar el “No”, lo que demostró

que aquella generación no confiaba en las reformas sociales y políticas planteadas por los líderes

que habían dirigido el país desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Verano del amor, ​Hippismo y ​Woodstock

En Estados Unidos, la forma que encontraron de protestar fue más espiritual y menos violenta.

Los jóvenes ​hippies se agruparon para tomarse las libertades que su ideología les brindaba y,

lejos de una guerra como la francesa, tomaron espacios propios donde gobernaba el amor, el

pacifismo y las sustancias alucinógenas.


26

El invierno de 1967 en San Francisco, California, dio a luz al festival de concentración ​Hippie

llamado ‘​Human Be-In’. La frase “sexo, drogas y rock n roll” tomó sentido: sexo como respuesta

a las rígidas normas, drogas como forma de autoconocimiento y rock n roll como banda sonora

de una generación.

Influenciados por unos ​Beatles que habían dejado su música pop para desarrollar un rock

psicodélico, tomaron el éxito ​All You Need Is Love para evangelizar su ideología por el mundo.

Como rechazo a la Guerra de Vietnam y siendo aún hijos de la Posguerra, los jóvenes

comenzaron a peregrinar hacia San Francisco y a instalarse en el barrio de Haight-Ashbury, un

suburbio de la ciudad.

El verano de ese año nacieron los festivales al aire libre como se conocen hoy. ​Jimmi Hendrix,

Janis Joplin y ​The Who, entre otros, se presentaron en los primeros de ellos, como el ‘​Fantasy

Fair ​and Magic Mountain Music Festival’ o el ‘​Monterrey Pop’.

La cifra de jóvenes sobrepasó los 100.000 y con ello se abrieron nuevas formas de mercado,

emisoras, grupos de teatro, foros y diversas actividades culturales.

Claro, solo fue un verano, y tras la llegada de septiembre la mayoría de personas volvieron a su

lugar de origen y a sus deberes universitarios. El “​Verano del Amor” dejó un rastro de

drogadicción, mendicidad y violencia en aquel barrio, pero la mayoría de valores promovidos en

ésta época perdurarían en los años venideros.

“Nosotros no seremos iguales a nuestros padres”: ​Woodstock


27

Dos años después, el quince de agosto de 1969, en la granja de Bethel, en Nueva York, se daría

comienzo al festival más importante de la época. El ​hippismo marcó su huella en la historia con

el ​Festival de Woodstock, el cual tenía en sus terrenos una capacidad para sesenta mil personas,

las cuales terminaron por ser más del medio millón.

Aunque el pelo largo y la ropa desgastada de los organizadores del evento fueran asociadas con

las políticas izquierdistas y el uso de las drogas, el festival fue promocionado en el ​New York

Times, ​The Times Herald Record y diferentes estaciones de radio.

Las personas que no estaban de acuerdo con éste festival mantuvieron en vilo a los propietarios

del terreno de Wankill, donde se pretendía realizar en un principio, al realizar llamadas anónimas

donde amenazaban con volarles la casa.

22
Max Yasgur ​ les permitió el terreno de su granja en Bethel y con el empujón mediático que

lograron tener al ser censurados en Wankill, el público reaccionó rápidamente al nuevo llamado.

Poco importaban los dieciocho dólares que costaba la entrada para el fin de semana, el jueves

catorce de agosto, un día antes del gran primer día, ​Woodstock ya tenía entre sus terrenos a 25

mil personas.

Aunque estaba programado para comenzar a las 4:00 p.m., el gran flujo de personas evitó que los

artistas programados para el primer día, que se concentraría en la música ​Folk, estuvieran a la

hora programada.

Richie Havens, el único de los artistas que estaba en el lugar y mentalmente preparado, abrió el

festival a las 5:07 p.m. El cierre lo hizo ​Jimmi Hendrix, que aunque estaba programado para la

22
Max Yasgur: granjero, propietario del terreno donde se realizó Woodstock.
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medianoche del domingo diecisiete de agosto, por retrasos en la programación no tocó hasta las

nueve de la mañana de ese lunes. El espectáculo, que duró más de dos horas, fue el más largo en

su carrera.

Entre la llegada del hombre a la luna, la Guerra de Vietnam y el arribo del capitalismo salvaje,

los jóvenes de aquella época encontraron en esos tres días de festival una confirmación de sí

mismos, de aquellas melenas largas, vestidos de colores e importancia de la juventud. Entre

Jimmi Hendrix, ​Janis Joplin, ​The Who, ​Santana y ​Joe Cocker éstos jóvenes dieron con la válvula

de escape para liberarse, mostrar su sexualidad a flor de piel, consumir sustancias alucinógenas y

escuchar el rock n roll que vería, por primera vez, la congregación masiva a su nombre.

La última del dial

Desde Envigado, cambiando el sonido de una generación. ​La Voz de la Música, la precursora del

rock en la ciudad, fue pensada desde 1964 cuando Aurelio Toro comenzó a recoger aparatos

viejos de ​RCN, donde trabajaba.

Aunque nunca estudió una carrera, ‘el Grillo’ Toro, como lo conocerían después, viajó a Estados

Unidos a hacer algunos cursos radiales, trayendo consigo la iniciativa de montar su propia

emisora. Se trajo unos alambiques, que eran conocidos en el país norteamericano como “​The

Voice of Music”, y no demoró en licenciar su idea con este mismo título, pero en español.

En los primeros días de la radio en Colombia, a medida que la frecuencia en la que se encontraba

la emisora subía, la antena con la que se emitía era más corta. Para ahorrar recursos, se pidió la
29

última frecuencia, pues mientras ​Radio Sutatensa debía tener una antena de ciento cincuenta

metros, la de ​La Voz de la Música empezó con una de cuarenta y dos.

Se comenzó a emitir con música orquestada, sin voz, con el fin de ser escuchado en los

hospitales. Contrató trabajadoras que ponían las canciones mientras hacían sus destinos, por lo

que entre disco y disco hacían el almuerzo, lavaban ropa o atendían a los niños del hogar.

Aunque no sabían nada de música, tenían algo claro: que entre poner un disco de 4 minutos o,

por ejemplo, ​Salisbury, que sobrepasa los 15, preferían poner el segundo, para poder dedicarse a

lo demás sin tantas interrupciones.

Cinco años después de comenzar, en 1969, ‘el Grillo’ chequeó su emisora y escuchó en ella

música muy estruendosa, con mucha guitarra y de larga duración. Ante la recriminación, las

trabajadoras, que se encontraban en el Parque de Envigado, le explicaron que cuando ponían esa

canción la gente comenzaba a llamar, ya fuera a pedirla o a preguntar el nombre.

Al ser los teléfonos tan escasos y las llamadas tan poco convencionales, ‘el Grillo’ Toro visitó a

sus empleadas al día siguiente, colocó la canción y, efectivamente, el teléfono comenzó a sonar,

todos pidiendo que colocaran nuevamente el disco de “​Pat Primo”.

La marca de ropa ​Pat Primo utilizó por muchos años la canción ​Break Song, de Vanilla Fuge,

para sus comerciales de televisión y, aunque durara veintitrés minutos, los radioescuchas de ​La

Voz de la Música enloquecían al escucharla nuevamente.

Ante el furor, ‘el Grillo’ se fue a las tiendas de ropa de Junín como ​Discomoda y ​Caro, con LP

en mano, a que le vendieran más “de esa música”. De ahí, sin saberlo, se hizo de los discos de
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The Beatles y ​The Rolling Stones, entre otros, que fue mezclando con la música orquestada de

siempre.

Los primeros discos los compró, después hizo pactos con los importadores: ​JIV, la ​Caverna de

Carolo, etc. A quienes él les daba publicidad y ellos le retribuían con música. Llegó la música y

las disqueras. Él les hacía algún trabajo y ellos le daban música o tocadiscos.

Ponía todo lo que se ligara al género del rock: a ​James Brown, a ​Jimmy Hendrix, a ​Janis Joplin y

todas las canciones que llegaban de las películas, entre los que se destacaron ​Jesucristo

Superstar, ​Woodstock, la ​Opera de Jesucristo y el ​Bangladesh. Todas las películas ‘el Grillo’ las

promocionaba en la estación y en mitad de la película le ponían el anuncio de la emisora.

Sin embargo, la incursión no le salió gratuita, pues la buena publicidad que había gestado en esos

cinco años se fue disminuyendo ante la propaganda negativa contra la emisora: música de

hippies, música que no se puede escuchar, música del pecado, y un sin número de ataques

provocados principalmente por el padre Fernando Gómez y su ​Hora Católica.

En la Emisora Claridad, a las 8 de la noche, todos los días, el Padre comenzaba su discurso:

“A los jóvenes duro, duro con los jóvenes. Se nos está llenando esto de hippies, duro con

los hippies. En estos momentos hay una radiodifusora que está entrando con esa música

de los hippies, duro con la última del dial”.

Escuchar al sacerdote era obligatorio en cada hogar católico después de rezar el rosario, mientras

comían y se preparaban para acostarse. Sin embargo, cuando la hora pasaba, los niños pedían
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prestados los radios para que, entre almohadas y a escondidas, pudieran escuchar ​La Voz de la

Música.

Pero ay donde los pillara la abuelita madrugadora a las cinco de la mañana con la radio

sintonizada en la última del dial, no bajaba de regaño donde lo calificaran de hippie y le quitaran

la radio, la música y el saludo.

La emisora no tenía locutores, y se comenzó a legislar en contra de ​La Voz de la Música: los

locutores sin licencia solamente podían anunciar o pautar publicidad. Al llegar la Policía y ver

que en ​La Voz de la Música no habían locutores, pedían la licencia del que hacía la identificación

de la emisora, que era un recorte que se había hecho de otro locutor, Armando Plata, cuando en

el Festival de 1971 dijo “transmitiendo para emisora 1020 de Bogotá, Radio 15, el Festival de

Ancón, y ​la Voz de la Música la número uno de la radio en el valle Medellín​”.

A esto se sumaba que al estirar tanto el recorte y al empatarlo con alguna canción ya sonaba

lento y medio macabro, lo que les dio además un tinte ‘satánico’ a los ojos del padre Gómez. ​La

Voz de la Música se apagó en 1982 por falta de recursos.

‘Carolo’, el hombre

No hizo mucho ruido las primeras veces que estuvo en la mira de los medios. Como integrante

activo de los grupos manifestantes de la Universidad de Antioquia realizó, junto a sus

compañeros de causa, una serie de cuarenta manifestaciones que terminaron con la renuncia del

alcalde Ignacio Vélez Escobar.


32

23
Con la visita de David Rockefeller ​ a Colombia en 1968 lograron hacer estallar incontables

bombas molotov que construyeron con los envases de la cafetería de la Universidad, como lo

narra Elkin Mesa en uno de los capítulos de “Ancón: Del Quiebre Histórico a la Quiebra

Histórica”.

Dos años después, en 1970, ese mismo hombre estaría al frente del alcalde Álvaro Villegas

Moreno, proponiéndole el primer gran festival de rock de la ciudad.

No era un hombre de negocios ni había hecho un evento en su vida. Un día, entre nadaístas,

pasaba las vacaciones en la playa de San Andrés. En uno de esos viajes patrocinados por la

naturaleza, ‘Carolo’ se imaginó un festival grande, que se extendía casi que igual al mismo mar

Caribe que tenía al frente.

Era el día que el presidente Misael Pastrana Borrero iba a visitar la isla. Gonzalo Arango, ‘Pablus
24
Gallinazus’ ​ y otros nadaistas, junto a ‘Carolo’, decidieron irse de allí, a una parte solitaria cerca

al Hoyo Soplador, donde el Negro Pepa, quien hacía unas tortas de cangrejo deliciosas.

25
“Yo me tiré un ácido y en las nubes empecé a visionar un festival y a verlo. Yo no tenía

conocimiento, pero empecé a hablar. Como yo era el más joven de ese grupo, me

tildaban de mascota, y que me había chiflado. Yo les decía que no, que como en la Biblia

donde ‘el Espíritu Santo bajó en bolas de fuego’, así me llegó la idea y así la iba a

hacer” ('Carolo', 2015)​.

23
David Rockefeller: reconocido en el ámbito de los negocios como líder global en el mundo de las finanzas y las
relaciones exteriores. En 1968 visitó Bogotá para firmar la fusión del Chase Manhattan Bank de Alemania y el Banco
de Comercio de Colombia.
24
Pablus Gallinazus: Su nombre real era Gonzalo Navas Cadena, fue un cantautor, poeta, escritor, estudiante de
derecho y de teatro. Fue uno de los más celebres intérpretes de la canción protesta en Colombia.
25
Tirarse un ácido: Consumir LSD
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No esperó mucho, y aunque tuviera un par de días más de descanso agarró una moto de esas de

noventa centímetros cúbicos que alquilan en la isla y, mientras despotricaba por el bendito

momento en que cogió una moto que se iba a varar, la agarró, la tiró por el acantilado y la

observó mientras se perdía en el agua. Sin mucho más, se fue para Medellín.

Para el mismo Carolo ​“el Festival de Ancón no nació de un banco de proyectos, o de una

empresa publicitaria, o de una empresa disquera, ni de nada. Ancón fue un grito

libertario de independencia vital. Ancón ni se repite ni se repetirá porque fue la

iluminación y el homenaje más verraco a la improvisación. Ancón le rompió la

virginidad a Medellín y eso solo se puede hacer una vez” ('Carolo', 2015)​.

“​Cartelandia”, su negocio en el pasaje Junín, fue sus inicios, “​La Caverna de Carolo”, que

llegaría después, sería epicentro del desarrollo de la idea. En su negocio se vendían discos de

vinilos, afiches y ropa hippie, pues este movimiento, a nivel de estilo, llegó rápido a Medellín: el

pelo largo, los zapatos con suela de llanta, las manillas de cuero, el signo de la paz, las camisas

floreadas y la marihuana, aunque ésta última entrara al establecimiento con el único fin del

consumo del propietario.

“​Cartelandia” estaba en un segundo piso, barato, pues según decían a la gente no le gustaba

subir escalas. Luego, “​La Caverna de Carolo”, estuvo ubicada en un sótano, por lo que no se

demoró mucho en correr el rumor de que era peligroso entrar allí, y que todo estudiante que si

quiera se asomara a aquel lugar era desnudado y obligado a fumar marihuana. Esto, para la

Caverna, fue la mayor publicidad.


34

Sin redes sociales a las cuales acudir, ‘Carolo’ tuvo que ir a escuelas, barrios y locales a

preguntar quién tocaba guitarra en Medellín y Bogotá. Con instrumentos prestados, cada que a la

Caverna entraba un bajista, un guitarrista y un baterista se formaba un grupo que tocaría en

Ancón.

El padre Gómez, y su ​Hora Católica, decretaron que era pecado mortal ir a ​Ancón, lo que

aumentó la expectativa y las ganas de asistir de los jóvenes. “Como la gente no era tan mala, la

mínima oportunidad de pecar la aprovechaban, y el pecado mortal era una oferta muy tentadora”.

Ahí fue que ‘Carolo’ tuvo que presentarse nuevamente en la Policía, a hablarles sobre ​Ancón.

- Pero ¿usted no es el mismo que el año pasado tuvimos como dos o tres veces aquí porque

era el responsable de las manifestaciones y de los quiebres de vitrinas?

- Sí, mi coronel, pero ya me dejé crecer el pelo, ya no comulgo con las ideas

revolucionarias sino con las de paz y amor. Las piedras, los cocteles molotov y los

garrotes con los que quebrábamos los parabrisas de los carros los vamos a cambiar por

guitarras, flautas y armónicas.

Y le comieron el cuento, aunque la seguridad del evento se redujera a dos policías, quienes se

limitaron a acompañar a ‘Carolo’ y transportar treinta o cuarenta platos de comidas encargados

de algún restaurante.

Leonardo Nieto, el dueño de Versalles, fue el primero en poner patrocinio para el evento. Cinco

mil pesos más servir de fiador para que Manuel Arcila, el dueño del chance en la ciudad, le

prestara al evento otros cincuenta mil a interés. Nieto quedó tan contento con el evento que al
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momento de la devolución del dinero le dijo a ‘Carolo’ que dejara eso así, que aquel evento

había sido un cambio radical.

Del pasaje La Bastilla sacó los obreros que montaron la estructura de ​Ancón, pues una semana

antes del evento, al visitar el lugar, no había caído en cuenta de que debía tener una tarima,

conectores y amplificadores.

La tarima, que se hizo con una altura de 1,20 metros, al terminar el tercer día del festival apenas

sobrepasaba los 80 centímetros.

Aquel primero de junio de 1971 Carolo fue el primero en pararse al inicio del puente que

invitaba al festival. Cobró 13,20 pesos a cada asistente, un peso por cada uno de los diez amigos

que le ayudaban, para una amiga y para él, y 1,20 peso que fue directo a pagar el impuesto de

10% para promocionar el deporte y crear ​Coldeportes, Ley que se había instaurado desde 1969 y

que casi nadie había tomado en serio.

Carolo, orgulloso, comenta: “la historia del deporte en Colombia empieza con los marihuaneros

de ​Ancón”.

Gracias, maestro

Álvaro Villegas Moreno, por esos tiempos alcalde de Medellín, dio en 1971 el “Sí” que le

costaría su puesto como mandatario. Allá estaba, el primer día de ​Ancón, dando el saludo de

bienvenida a más de diez mil asistentes al evento. “Es el reconocimiento a una acción juvenil que

no podemos tapar con las manos”.


36

Aun así, la Iglesia, comandada por el arzobispo Tulio Botero Salazar, calificó al evento de

aquelarre y al Alcalde como permisivo, antimoral y agresor de las buenas costumbres.

Fernando Gómez, en la ​Hora Católica, no dejó pasar la oportunidad, y en su editorial del veinte

de junio de 1971 se soltó diciendo:

“Los festivales hippies constituyen el más desgarbado certamen de indignidad, de

degeneración, de cinismo, de vulgaridad, de corrupción. De escándalo y de vergüenza

para una sociedad. Ese mundo de los vagos, de los perezosos, de los drogados, del

desaseo físico y moral no tiene por qué recibir el apoyo de la autoridad ni de los órganos

de publicidad ni de una sociedad que se precie de culta y cristiana. El Alcalde autorizó a

los millares de hippies a que nos invadieran como una arrolladora avenida de fango

putrefacto para que abofetearan con sus manos sucias el rostro de la ciudad, para que

invitaran a los niños a ser maleducados, ruines, perversos y para que incitaran a la

juventud a embrutecerse en el mundo del amor libre y de los estupefacientes destructores

y enervantes.

La insólita conducta del alcalde, lo priva de toda autoridad moral y cívica para

continuar rigiendo los destinos de Medellín, la ciudad culta, honorable y digna espera su

renuncia. No le faltará que hacer en la república de los hippies, donde será acogido por

una salva de aplausos y coronados como la turba delirante de vagos y degenerados que

hablan con voz entrecortada, miran con ojos cansados de marihuana y disputan a los

animales inmundos el fango y la hierba maldita. Muchas gracias, alcalde, por la

humillación. Felicitaciones por su responsabilidad en el cumplimiento del deber.


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Congratulaciones por sus maravillosos planes turísticos y, sobre todo, por la clase de

turistas que trajo. Reconocimiento a su amor por Medellín y a su respeto por nuestra

sociedad y por las tradiciones cristianas de nuestras gentes. Con usted, Medellín irá muy

lejos, pero hacia la degradación, hacia el abismo, hacia la derrota, hacia el descrédito,

hacia la corrupción, hacia la oscuridad. En una palabra: la ciudad ha sido víctima de la

más humillante de las alcaldadas” (Caro 'Carolo' & Bueno, 2001)​.

Al bajarse de la tarima, dando paso al inicio del festival, recibió quizás las más sinceras

felicitaciones que recibiría en aquella época. Humberto Caballero y ‘Carolo’, sin extenderse, le

dieron la mano, diciéndole “gracias, maestro, por creer en la juventud”.

Primeras horas

A doscientos metros del Santuario de la Virgen de Chiquinquirá, en el municipio de La Estrella,

los primeros ​hippies habían ocupado el campo y habían prendido los primeros “barillos” de

marihuana. Los que habían llegado desde el jueves agradecían haber estado adentro en esos

momentos, pues el puente de hierro y madera colocado por las autoridades sobre el rio Medellín

se había vuelto una autopista de ​hippies que eran requisados, superficialmente, por ‘Carolo’. El

agua del río debió tomar un sabor amargo de la cantidad de aguardiente que ‘Carolo’,

decomisando, había tirado debajo de la estructura.

La gente vestía bluyines desteñidos, vestidos hindúes, botas estilo campana, camisas floridas y

psicodélicas, correas gruesas, camisetas desteñidas con límpido, estampados del Che Guevara o

el signo de la paz, pañoletas rojas y sombreros de cuero. Escuchaban música en una grabadora

portátil y compartían, despreocupados, su falta de higiene.


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Los únicos que se quedaban afuera, al iniciar el puente, eran los mochileros que habían llegado a

la ciudad a última hora. “Venga, deme un peso, necesito entrar” decían los que se

autodenominaban los ​hippies de verdad.

Algunos, con tiza, se dedicaron a grabar en el puente tres palabras: todo será amor. Un poco más

allá, cerca de la casa cural y escrito con el mismo elemento, se predicaba la frase “si quiera se

murieron los abuelos”.

Aquella pasarela no fue sino la muestra de lo que se había vuelto Medellín en todo ese año, pues

el centro de la ciudad se convirtió rápidamente en un mercado persa que veía llegar desde Cali,

Bogotá, Pereira y quien sabe de dónde más, una cantidad ilimitada de buses oliendo a

“naturaleza”.

Los medios de comunicación de la época, en especial ​El Colombiano, no bajaba de calificativos

como “personas con vestimentas estrafalarias”, “jóvenes rebeldes”, “invasivos” o “raros

personajes” para referirse a los asistentes al festival. Sin embargo, allí, en Ancón, sólo había

jóvenes como Juan Fernando Uribe, ‘El Maso’, quien su mayor pecado habría sido escuchar

rock, vestir a su gusto y consumir un par de sustancias.

Así lo narra Jaime González Restrepo en el artículo “​Epicentro Mundial Hippie” del catorce de

junio de 1971:

“Invasión:

Desde finales de la pasada semana, Medellín comenzó a ser invadido por centenares de

extraños personajes, con sus vestimentas estrafalarias y sus largas cabelleras, que
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deambulan por las principales vías, constituyéndose en otro de los atractivos para los

turistas que nos visitan.

En los sectores periféricos se han improvisado viviendas, en las cuales permanecen los

“jóvenes rebeldes” a la espera de que se inicie el festival, considerado por ellos como un

culto a la paz.

Se han hecho cálculos que permiten aseverar que antes de la finalización de la presente

semana Medellín quedará convertida en la sede mundial de los hippies por espacio de

cuatro días, y será el centro de atención de todos los países del mundo” (Restrepo J. G.,

1971)​.

Desde la 49 hasta La Estrella

Juan Fernando apenas había salido del bachillerato cuando el diario vivir de la época lo llevó a

contagiarse del ritmo del rock n roll. Para él todo comienza el primero de marzo de 1971, el

primer día del primer semestre en su carrera de Medicina en la Universidad de Antioquia.

Aún desorientado con las facultades y los salones, se le informó que, al día siguiente, se llevaría

a cabo una Asamblea General de Estudiantes en el Teatro Camilo Torres.

La Asamblea tendría como antecesor el movimiento estudiantil que se había generado en la

Universidad del Valle ese mismo año, quienes exigían la renuncia del rector y la eliminación de

los representantes del sector privado y de la Iglesia en el consejo superior universitario. Las

propuestas de los estudiantes vallecaucanos fueron sangrientamente reprimidas por el ejército y

dejaron más de veinte muertos, lo que llevaría a un estado de sitio en todo el país.
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La Asamblea General de la Universidad de Antioquia daría como resultado un paro indefinido

que se prolongaría durante siete meses, lo que dejó a Juan Fernando y a sus amigos a merced de

Junín y la vagancia.

Se consolidó aún más el grupo de amigos que vivían en la Carrera 49, en el barrio San Javier,

que luego pasaría a ser simplemente “La 49”. Aunque ‘el Maso’ no fuera de ese barrio, lo

frecuentaba mucho por su amigo del colegio, Carlos Durán, y entre idas a El Huevo, el Morro y

Las Colinitas, hoy destruidas, se hizo uno más del grupo.

La mayoría de aquellos muchachos compartían el mismo gusto por la calle, el rock psicodélico,

la pinta ​Beatle, los discos de ​Black Sabbath, ​Led Zeppelin y aquella “mística” que rodeaba a lo

que ellos denominaban el sentimiento puro del Rock.

Aquella Medellín Católica y pacata tuvo que sobrellevar su Universidad más representativa en

paro y completamente dominada por la ideología izquierdista comunista, una juventud de clase

media o elitista que se impregnó de drogas psicodélicas, de marihuana, de rock inglés, rock ácido

y del sentimiento hippie que provenía de aquella película de ​Woodstock que estuvo en cartelera

tanto tiempo y que no se cansaban de ver. Juan Fernando, por ejemplo, la vio siete veces, pues

estaba enamorado de aquella rumba, esa calidad de artistas y esa idea de que no todo podía estar

regido por la iglesia.

“Uno de los parches era ‘La Caverna de Carolo’, que fue más una oficina y un sitio de

reunión de los amigos en las tardes. Había un muchacho que trabajaba allá

permanentemente que se llamaba Guillermo y hacía artesanías en cuero, manillas,

sombreros y cosas y allá llegaban esa cantidad de locos y de marihuana y de cosas. Yo


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nunca había visto tanta marihuana reunida como en la ‘Caverna de Carolo’, era un

jurgo ahí en el suelo y todo el mundo iba y armaba sus barillos. Él no era un distribuidor

de marihuana, sino que era muy marihuanero, como todos los jóvenes de la época”

(Uribe J. F., 2015)​.

Si no junineaba, Juan Fernando y su combo iban caminando la ciudad, con un radiecito que

sonaba discos de ​The Beatles o que sintonizaban en ​La Voz de La Música. De ahí, dice él, se

graduó en rock, pues la emisora, sin publicidad, pasaba discos del género día y noche.

Un día, en El Huevo, mientras tocaban guitarra y fumaban sus barillos, llegó el rumor que la idea

loca de ‘Carolo’ había tomado forma y que ese ​Woodstock a la colombiana sería el 18, 19 y 20

de junio de ese año. Sin más, se apuntaron los que se pegarían el viaje hasta La Estrella, dando

como resultado tres camionetas llenas.

En la camioneta de los Montoya se subieron tres carpas y los que comandaban la excursión. El

parque de ​Ancón, donde ahora hay una variante hacia el municipio de Caldas y una central

eléctrica, aquel día era un campo verde, lindo, con una montañita al lado y una tarimita con un

techo de Eternit.

“Cuando llegamos no había nadie, había tres hippies ecuatorianos ahí dormidos que

llegaron la noche anterior. Nosotros de una atravesamos el puentecito, pusimos las

carpas y escogimos el mejor montículo para hacer el campamento: tres carpas, dos de

ellas sin piso y una con piso para las peladas y la gente más exclusiva. La grande era de

tela de blue jean, pintada con el signo de la paz y otras cosas que pintamos días antes del
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festival, armamos el campamento, limpiamos todo y estuvimos listos a las 7:30 de la

mañana” (Uribe J. F., 2015)​.

Una hora después sería la congestión más grande que ‘El Maso’ ha visto en su vida: un

aproximado de diez mil personas llegaron al tiempo a hacer las carpas, a bajarse de los carros, de

los buses, a salir del embotellamiento que se había generado en la vía, a pagar y a prepararse sus

primeros cigarros.

Henry Holguín reseñaría el festival en un artículo titulado ‘​Marihuana, drogas y música de

Ancón’ incluido en el libro “​El Festival de Ancón: Del quiebre histórico a la quiebra histórica”,

cómo era el viaje partiendo de Cali hacia el festival:

“Desde varios kilómetros antes de llegar al sitio del Festival –visible desde la carretera-

los jóvenes anuncian ruidosamente su presencia. Dos y tres kilómetros antes, ya se veían

los rostros barbudos y sonrientes, los pantalones ajustados que se abren en la rodilla

formando campana, y las camisas de colores detonantes.

[…] Después de diez horas de mala carretera, tras una serie de curvas, el panorama se

abrió y apareció Ancón, como un pequeño valle en cuyo fondo reposaban innumerables

hormigas de colores. La multitud se iba aglomerando y pronto los alrededores del

escenario levantado por los organizadores quedaron colmados de espectadores. Las

carpas, con las más diversas leyendas, se extendían por un kilometro a la redonda, hasta

en las colinas cercanas

Desde el primer momento nos dimos cuenta de que iba a ser imposible contener la

avalancha juvenil que se venía sobre Ancón y a medida que pasaba el tiempo se iba
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haciendo mucho más difícil comparar la invasión que se desataba por diez sitios

distintos,

Un craso error de los organizadores consistió en no establecer más que una sola

entrada, lo que facilitó el coleo de centenares de espectadores.

Como negocio –nos decía uno de los organizadores- esto es de lo más malo. Ahora

mismo calculamos en un cincuenta por ciento el número de asistentes sin pagar” (Caro

'Carolo' & Bueno, 2001)​.

Entre el trancón y la novatada del primer concierto la instalación del sonido se retrasó. Sin

embargo, el afán no se sentía, pues entre drogas y la placidez, según Juan Fernando, que

producía el amor, la paz y la amistad, cada minuto, con o sin música, era especial.

A la una de la tarde comenzó el festival, con un sonido precario pero con un público feliz. Antes

de los actos protocolarios, del “Gracias, Maestro” y de la presentación de ​La Gran Sociedad del

Estado, que abriría el Festival, se escuchó a ‘Carolo’: “aún estamos en el ciclo de géminis, el

signo de mercurio: con él todo es rápido… ​speed”. Se había dado inicio a ​Ancón.

Primer día

A las tres de la tarde se largó el primer gran aguacero del festival. Se veía venir, pues toda la

madrugada y parte de la mañana fue un ir y venir de pequeñas lluvias que desencadenaron en

aquel primer gran torrencial. Era época de verano, y la lluvia parecía ser el castigo por “estar

pecando”.
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La Gran Sociedad del Estado, encargada de inaugurar musicalmente el escenario, interpretó

temas bíblicos, dedicados a San Juan, en medio del torrencial. Fuera de las canciones, uno de los

percusionistas del grupo demostró su talento al hacer diferentes tipos de malabares y al ponerse

de cabeza, simulando una V de victoria con sus piernas. Aunque se había anunciado que las

bandas tocarían máximo treinta minutos, ​La Gran Sociedad del Estado dejó de tocar pasadas dos

horas y media.

A las cinco de la tarde escampó y, aunque el campo donde estaban se convirtió en un lodazal,

fueron recompensados con un atardecer hermoso. El público ejerció su derecho a la desnudez y

caminaron descalzos, se bañaron sin ropa en el río y dieron vida a aquella comunión entre el

hombre y la naturaleza.

Desde los altoparlantes, dieciséis en total, entre agrupación y agrupación se daban indicaciones y

diversos mensajes:

“Siéntense todos. No importa que el piso esté mojado, nosotros estamos calientes por

dentro y con la música nos calentaremos aún más”

“La gente que tiene en el campo tiquetes de viajes cósmicos, mucho cuidado… y si

alguien se siente mal, si alguien pone mucha carga en sus pasajes, aquí detrás de

escenario estamos para ayudarlos”

La última agrupación del día terminó pasadas las nueve de la noche, dándole espacio a los de “La

49” y al público en general de disfrutar de la ​Fogata del Amor. Germán Castro Caycedo, en su
45

artículo ‘​Purificadora Peregrinación’ habla que ‘Carolo’ definió la fogata, en rueda de prensa,

de la siguiente manera:

“Es ver la candela, sentirla cerca de la carne para purificarnos… los burgueses, ustedes

los de corbata siempre que oyen la palabra amor piensan en el sexo. Y amor, amigo,

amor es todo, es admirar lo bello. La candela es bella” ('Carolo', 2015)​.

Los que bailaban desnudos alrededor del fuego se fueron vistiendo, los que tocaban flauta se

silenciaron y todo aquel que tenía su carpa medio seca fue lentamente a buscar donde dormir.

“Nosotros nos acomodamos en la única que tenía suelo, aunque cuando yo entré había

un charco como de treinta centímetros de hondo, pero ahí nos acomodamos como diez

amigos todos tirados en un rincón. En las otras carpas estaban durmiendo los que

estaban más trabados o más borrachos, porque tomamos mucho de ese vino Cinzano que

vendían por ahí, que eran unas botellas como un jarabe. Pura marihuana con puro vino

y salchichitas tipo Viena y no más, eso fue el viernes”. (Uribe J. F., 2015)

Ancón en botones, fotos y comida

Aunque el festival fuera un encuentro de juventudes sin mayores ánimos lucrativos, algunos

aprovecharon para intercambiar o vender botones que, en sus frases, marcaban la ideología de la

época.

Jorge Lozano Rojas más conocido como ‘Anarcos’, en su artículo ‘​De chapinero rockero hacia

Ancón’, compartió algunos de los más memorables:


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Jesús fue melenudo y andariego / La virginidad da cáncer / un buen cigarrillo no se vende en la

tienda / Apocalipsis: ácido malo / Fuma sueños y siembra ilusiones / Amplía tu percepción con

honguitos y una canción / Todo lo que necesitas es amor / Guarda semilla y siémbrala en cada

milla / Eres un sol y yo tu luna / Caperucita Roja estaba en todo su derecho / Vietnam está en el

corazón de América Latina / Ancón y Marquetalia, repúblicas independientes / Cuando tenía

todas las preguntas resueltas aspiré y encontré otras / Nadie es perfecto. Atte. Nadie / Freud,

Nietzsche y Marcuse me encarretan / Don Quijote es un hippie cincuentón… (Rojas, 2001)

Quizás la más llamativa de éstas era una que narraba “Somos el siglo en el justo tiempo, no

meros espectadores”.

Y a quien no le gustaran los botones, podía comprar afiches de lo que quisiera, ya fuera de

estrellas de rock o de chicas en ​toppless que posaban allí mismo para alguno de los tantos

fotógrafos.

En afiches se podían encontrar a ​Jimmy Hendrix, ​James Dean, ​Janis Joplin, ​The Rolling Stones

con ​James Taylor, ​Bob Dylan fumando y a contra luz, ​Santana, ​Tijuana Brass, ​Joe Cocker con

sus perros, El divino rostro del Cristo de la nueva era de acuario, ​George Harrison con su novia

Paty, ​Paul ​McCartney con Linda o ​Ringo Star con Cyntia, como homenaje al amor aunque ya

estuvieran desintegrados; o al mismísimo ​Camilo Sesto, que apenas daba sus primeros pasos.

Leonel Gallego fue el único que puso un puesto de comidas llamado ‘​El Pingüino Rojo’. No

sabía adonde iría a trabajar, pues de música sabía poco y de rock, menos. Junto a un compañero

del colegio decidió poner un puesto de chuzos de carne de cerdo, arepas y gaseosas.
47

Él mismo lo narra en el libro de “​Ancón: Del quiebre histórico a la quiebra histórica” (Caro

'Carolo' & Bueno, 2001), que sus carnes, bien adobadas en cebolla, ajo y pimienta, producían un

olor que, de momentos, se imponía al de la predominante marihuana.

Aunque el primer día tuvo pocos clientes, avivó las brasas preparándose para el segundo, pues

sabía, y así fue, que se le haría una fila interminable de clientes con ojos rojos y comisuras

resecas. Hacia las ocho de la mañana del segundo día ya no tenían existencias.

Tres horas después volvieron a abrir con el mismo éxito, pero notaron que el dinero se agotaba y

que los clientes, cada vez más, se acercaban sumando monedas. Recursivos, aquellos hippies

ofrecían, aparte de monedas, marihuana como parte de pago.

Al primero se lo negaron, pues no fumaban y no querían expandir su negocio a las sustancias

ilícitas, al segundo, también, pero al pasar a cifras incalculables de clientes recursivos, no

tuvieron otra opción que aceptarlo.

La oferta era suficiente, pero la demanda limosnera. Poco a poco los comensales fueron pidiendo

rebaja, poniendo cara de perro regañado y alegando su mala suerte por un poco de comida.

Ante el buen corazón de Leonel y su amigo, ‘​El Pingüino Rojo’, en la noche del segundo día, se

convirtió en un puesto de caridad. Lo desmontaron al amanecer del tercer día, ya que lo que

habían recolectado apenas les cubrían los costos.

Lo único que Leonel Gallego Restrepo ganó de ​Ancón fueron siete avemarías y cuatro

padrenuestros que debió rezar cuando tuvo que confesarse ante el cura de su parroquia.

Segundo día
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Ricardo Waltman, el maestro de ceremonias, los despertó a eso de las siete de la mañana. La

clase de yoga, impartida desde la tarima, comenzó desde temprano, para llenar al parque de

energía positiva.

Desde la carpa de los de “La 49” se podían divisar ​hippies, monjes, ​Hare Chrishnas con

panderetas y un entrar y salir de personas que se podían calcular entre diez mil que iban y venían

y mil que estaban desde el día anterior y se quedarían hasta el cierre del tercer día.

Los problemas que se tenían eran físicos y fisiológicos. Aparte de la mala noche que tuvieron

que pasar, no había baños cerca y la comida se limitaba a lo que llevaran los amigos que habían

ido hasta Medellín, Caldas o La Estrella.

Castro Caycedo, en el artículo “​La embarrada general en el festival hippie”, narró que

“A las cinco de la tarde se habían completado 20 horas desde cuando se inició el

festival. A esa hora las instalaciones de la Cruz Roja amanecieron inundadas: habían

atendido catorce casos de intoxicación por abuso de drogas: treinta y seis jóvenes

habían sido tratados por infecciones severas en la piel y catorce presentaban heridas de

pequeña magnitud por porrazos a causa del mal estado del terreno” (Castro Caycedo,

1971)

No se sabe en qué momento se quebró el puente que comunicaba a ​Ancón con el mundo, pero

todo aquel curioso que quiso llegar al festival luego de aquel incidente tuvo que vérselas con el

Río Medellín que, caudaloso, puso en alerta la vida de doce personas.


49

Juan Fernando tuvo que irse del festival a las seis de la tarde del segundo día, pues el barro, la

suciedad y el mal olor no le permitían seguir disfrutando del evento a plenitud. Aun así, a las

siete de la mañana del tercer día estaba allí, limpio y bañado, listo para ensuciarse de nuevo.

Mientras ‘el Maso’ estaba en su casa comiendo o viendo televisión, se presentó el punto negro

del festival: las Juventudes Comunistas JUCO, compuesta de aquellos universitarios que alguna

vez habrán compartido alguna meta ideológica con el revolucionario ‘Carolo’ en la Universidad

de Antioquia, descargaron en el festival a todas las prostitutas y los borrachos que pudieron

encontrar en Guayaquil, con el ánimo de estropear la fiesta en medio de la segunda ​Fogata de

Amor.

Estos borrachos agredieron a las mujeres e insultaron a todos los ​hippies que se les atravesaron

en su camino. Medellín no entendía que aquellos jóvenes no querían la guerra y, ante la pasiva

respuesta de los asistentes a los agresores no les quedó de otra que irse por donde llegaron.

Lo único que les generó resistencia fueron los continuos saqueos a las carpas en busca de comida

o ropa seca. Entre los mismos ​hippies se creó una guardia cívica de control que, en medio de la

noche, trataba de proteger la paz dentro del recinto, pero fueron tantos asistentes que el esfuerzo

resultó inútil.

Tercer día y cierre

El Festival de Ancón terminó su tercer día sin contratiempos, las personas que llegaban ya no

eran ​hippies, sino familiares que iban a recoger a sus muchachos o curiosos que no se querían
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perder el evento para ver el tipo de personas que estaban allí, como si se tratara de un ​collage

social.

Gustavo Adolfo Montoya no pretendía ir a ​Ancón. Ese domingo estaba en casa de uno de sus

mejores amigos y, sin planearlo, lo invitaron a montar en el carro de la casa, pues el padre,

generando tradiciones, estaba enseñando a manejar al primogénito. El destino: Ancón Sur, el

parque donde estaban esos ​hippies.

Tuvieron que ir enchaquetados por las fuertes lluvias del fin de semana y, aunque no entraron,

del otro lado del Río Medellín podían divisar todas las carpas improvisadas, el bullicio y la capa

de humo de marihuana.

Esos mismos personajes pintorescos eran los que veía por su barrio Manila, en el Poblado, a cada

rato. ‘Carolo’, el organizador del evento, se mantenía fumando “barillos” y andando el barrio con

su pelo largo y su medallón colgado al cuello.

Aunque le enseñaban a tenerle temor a estos personajes, Gustavo Adolfo sentía más curiosidad

que otra cosa. Los veía en su barrio, en su colegio y en los lugares que frecuentaba y, aunque

parecieran de otro planeta, al escucharlos con su mensaje de amor, paz y armonía lo hacían

reflexionar y, en el fondo, darles la razón.

“Como era un mundo tan diferente, uno se veía interesado en lo que decían, en como

caminaban, como hablaban de otras ciudades, otras culturas y otra gente. Uno, como fue

criado de una forma distinta, dice que no es capaz de pronto de sobrevivir como ellos

hacían. Muchos los categorizaban de mendigos, porque no trabajaban, entonces vivían


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de la caridad de la gente, pero lo hacían bien, no como ahora que hay mucha mendicidad

pero lo hacen para vivir del bobo” (Montoya, 2015)​.

A Juan Fernando Uribe, ‘el Maso’, lo irían a recoger al tercer día sus padres y su hermano

menor, Paul. Éste último, quien tendría una larga trayectoria como músico unos años después,

aún recuerda un poco como fue esa visita.

“Recuerdo lo que pensaba cuando llegamos, que qué era esa bulla, yo no entendía nada,

un equipo de sonido muy malo, pero había ambiente rockero y ese ambiente rockero es lo

que uno no puede explicar, como la euforia, la energía, la dicha, la pasión, el asombro,

eso es lo que tiene el rock. Ancón fue puro sentimiento, pura energía, pura marihuanita,

puro Peace and Love, un evento que recogió todo el sentimiento rockero” (Uribe P. ,

2015)​.

Juancho López, sin sus ​Yetis, estuvo en el evento como parte logística, lo que se resumía en

recoger a todos los que estuvieran perdidos, drogados o borrachos, para llevarlos a la Cruz Roja.

Como ya era una estrella, se cansó de saludar gente y dar declaraciones, mientras escuchaba los

grupos que se subían. “Llevé mi armónica y todo, pero no fui capaz de subirme. ¿Otro oso más?

¡no hombre!”

Para Juancho, tanto la llegada como la salida del evento fueron una odisea para todos los

asistentes.

“Esa carretera a Caldas me hace recordar a esas películas sobre la segunda guerra

donde muestran esas filas de tropas a los bordes de las carreteras. Así era, pero de

muchachos y muchachas con sus pintas de hippies, era un desfile de moda. Y eso que
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ellos no hacían moda, si no que era el estilo propio, lo demás ni les importaba” (López,

2015)​.

Aurelio ‘el Grillo’ Toro, con su emisora ​La Voz de la Música, fue de los pocos en transmitir el

evento y el único en transmitirlo en directo, junto a su hijo Carlos Mario. Sólo tenían dos

transmisores en el estudio, un titular que retransmitía y uno de emergencia. Éste último, el de

emergencia, fue el que instaló en Ancón, con un ingenio que sólo Carlos Mario puede revivir.

“Yo, de 8 años, le ayudaba diciéndole ‘Nada, no le oigo, nada, no le oigo’. Cuando dejó

de transmitir comenzó desde la primera tienda que había cerca. Tiró la transmisión para

poder prender el radio y nada. Soltó el equipo bregando a coger Robledo, lo soltó y se

oyó, subiéndose a uno de esos kioscos de la tienda. Tiraba la transmisión contra la

piedra y la piedra la retransmitía a Robledo. Así consiguió el primer directo de un

festival y, específicamente, de uno de rock” (Toro, 2015)​.

‘Carolo’, satisfecho, revisó las tres carpas de la Cruz Roja instaladas en el parque para ver que no

se tuviera ninguna víctima fatal. Al único que encontró grave fue a su amigo Manuel Quinto,

quien tenía una sobredosis de cacao sabanero que lo puso fuera de combate por quince horas.

Carolo lentamente se le acercó, cuando todo había terminado, y le dijo: “Manuel, nos vamos,

esto se acabó, levántate y andá”. Manuel “resucitó”, y ese fue el primer milagro del santo de los

hippies.

Las repercusiones

Los artículos en contra de ​Ancón no se hicieron esperar. En ‘​Todo se violó en el festival de

hippies: triste episodio de Ancon’ se calificaba a los asistentes como animales, con un apetito
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voraz por las drogas, con demostraciones de miseria humana, tragedia sexual, en un evento que,

según estos, no sirvió para nada.

“¿Para que sirvió el festival? Seguramente para llenar de maniáticos los frenocomios.

Para atestar hospitales de hombres y mujeres infectadas de sífilis y tuberculosis. Para

dejar una estela con hijos idiotas, anormales física y mentalmente. Para, en fin, romper

el desarrollo de un país que empieza a marchar y quiere superarse” (Caro 'Carolo' &

Bueno, 2001)​.

Cuando acabó el domingo tres de junio de 1971 se dio por terminado el ​Festival de Ancón. Sin

embargo, el parque no se desalojaría en su totalidad hasta dos semanas después, momento en que

el jefe regional del DAS Oscar Alonso Villegas mandara un ultimátum de permanencia a todos

los hippies de la ciudad.

Según El Colombiano del veintidós de junio de 1971 en su artículo ‘​Ultimátum a hippies para

que abandonen Medellín’, estos ​hippies, que se habían extendido por toda la ciudad,

representaban problemas de mendicidad y un atentado contra la salubridad, pues se les veía en

los mostradores de comercio, en los parques, en las vías públicas fumando cannabis y causando

un verdadero escándalo social.

Aunque el alcalde Álvaro Villegas Moreno declarara que no había ley de destierro y que todos

los que tuvieran papeles en regla podían permanecer en la ciudad, fueron capturadas, en el

primer día, veinticinco personas, y llevadas a la cárcel de La Ladera por ser ​hippies, pues detrás

de estos indocumentados, según el DAS, estaban escudados peligrosos delincuentes.


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La Plaza de Toros La Macarena fue el sitio de reclusión cuando vieron que no podían llenar la

cárcel de ​hippies y, aunque lograron destituir al Alcalde, no pudieron detener la gran oleada

turística de ​hippies en la que Medellín se había convertido.

Para ‘Carolo’, “Medellín se convirtió como si fuera La Meca para los mahometanos, Roma para

los Católicos, Medellín era para los ​hippies. Era un turismo que duró muchos años, hasta que

llegó la época del narcotráfico y nos cagamos en la batica de cuadros”.

Todo el año de 1971 fue un ir y venir de hippies que tenían el Parque Bolívar, cerca al exclusivo

Junín, como epicentro. El mayor atractivo era una fuente que tenía colores y movimientos

coreográficos. ‘el Maso’ era uno de los que, a las cinco de la tarde, todos los días, se sentaba en

el parque a ver como prendían la fuente y ésta hacía una serie de movimientos que terminaban

con un lanzamiento olímpico de un chorro altísimo que tocaba la última rama de un guayacán

florecido que había allí. La serie se demoraba unos veinte minutos y, cada que el chorro de la

fuente tocaba el guayacán, El Maso y todos los que estuvieran en ese plan se paraban a aplaudir.

Juan Fernando así lo recuerda:

“Los curas y la gente de Medellín no contaba con ese tipo de espectáculos, ellos creían

que era una cosa de muchachitos pero no, eso se convirtió en una ruptura para Medellín

que sirvió para que las nuevas generaciones vieran que había algo distinto. Era un

movimiento imitativo pero los que lo vivimos, sentimos, bailamos, hicimos música,

hicimos la paz y estudiamos las cosas vimos que la vida era algo más que lo que los

papás nos quería inculcar. Yo considero que estuve con mis amigos en Ancón y de diez

amigos que estuvimos en Ancón tres quedamos “rayados” para toda la vida. Los otros
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volvieron al redil, uno los ve casados, conservadores, no son rockeros, prefieren apagar

la radio e irse a acostar. Yo creo que hasta rezan el rosario pero no dicen de pura pena”

(Uribe J. F., 2015)​.

Poco a poco la ciudad fue volviendo a su cauce. Álvaro Villegas fue destituido por obra y gracia

del cura Fernando Gómez, el de ​La Hora Católica. Los ​hippies se fueron de la ciudad

paulatinamente, los jóvenes se cortaron sus melenas, volvieron a misa y dejaron pasar aquel fin

de semana donde no les importó nada, nadaron desnudos, probaron la marihuana o el LSD,

perdieron la virginidad y conocieron el rock n roll.

La época oscura

Lastimosamente, el empuje que tuvo ​Ancón como revolucionario social, aunque fuese el punto

de partida para una juventud más abierta y desinhibida, se quedó a medio camino luego de 1972.

Lo que se creía que iba a explotar luego de ​Ancón no explotó, y nacieron bandas como ​Judas

que, en medio de la época oscura, no se le dio tanta importancia como la debió tener en su

momento. Los grupos que tocaron en ​Ancón fueron pasajeros, a ‘Carolo’ ya no le interesaba

hacer más eventos y los grandes referentes como ​Los Yetis ya se habían desintegrado.

La única revolución favorable al rock se da en la parte radial, pues a ​La Voz de La Música le

llega un compañero de causa: Donnie Miranda y Oscar ‘el Tito’ López, por allá en 1975,

proponen en la emisora Poblado 1560 AM el programa ​Máxima Nota, el cual tendría un éxito

rotundo.
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Máxima Nota era un programa donde ponían los éxitos norteamericanos de los listados más

importantes mientras Tito y Donnie hablaban de sus viajes al exterior.

Guillermo Botero Pala, quien fuera el director de Radio Musical 1470 Kilohertz en AM, hacia

1978 ponía en su programación baladas en inglés, pero al ver la insistencia del público en que

pusiera los éxitos que sonaban en ​Máxima Nota, tuvo que cambiar sus discos.

Se dieron las ​Cascadas Musicales, donde la gente llamaba a votar por alguna banda para que

sonara más. Enfrentaban a ​Black Sabbath con ​The Beatles y ganaba ​Black Sabbath, o a ​Black

Sabbath contra ​Camilo Sesto y ganaba ​Camilo Sesto. Los principales críticos de aquellas

Cascadas fueron los profesores de escuela, ya que se programaban de cuatro a cinco de la tarde y

los sábados de dos a seis.

Carlos Alberto Acosta, radioescucha frecuente, rápidamente notó que la radio se dividía en dos:

una netamente musical, sin estandarizar, como ​La Voz de la Música, y otra de éxitos, como

Máxima Nota o ​Cascadas Musicales, que no daban ningún tipo de datos sobre la realización del

disco o de la banda en sí, ni hacían especiales.

En las revistas se hablaba muy poco de rock, y en los periódicos sólo se satanizaba a los jóvenes,

pues a casi diez años de ​Ancón, aún se veía con malos ojos.

Carlos Alberto Acosta, como ‘Carolo’, fue un visionario de lo que necesitaba la ciudad, de

aquella generación ​post-hippie que tuvo que ser una válvula de escape, que buscó una manera de

poder salir del tedio, del hastío y de la violencia que los acompañaría por toda la década de los

años ochenta.
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CAPÍTULO 2

La Batalla de las Bandas: Sin resquicio para los sueños

Una década luego del concierto de ​Ancón, el panorama que se le ofrecía a los rockeros de

Medellín era completamente distinto, pues la década de los ochenta resultó ser un punto de

quiebre generacional e ideológico. Como lo explica Carlos Mario Agudelo, actualmente director

de ​El Templo del Rock, en esta época era más común referirse a los amantes del rock como

rockeros, pero con el tiempo se tuvo que ser más específico.

“Antes de esa fecha cualquier tipo de rockero iba a cualquier evento, si había uno de

rock, si se iba a presentar Nash o Fénix, si se iba a presentar cualquier banda o incluso

cualquier película de rock, de Led Zeppelin, Tommy de The Who o Jesucristo Super Star,

en fin, uno ahí veía la diversidad de rockeros que habían. Todos convivían y no había

como un problema, las personas se separaban más o menos de acuerdo a su gusto

musical, pero era una cosa compartida, no había bandos tan pronunciados como

surgieron después” (Agudelo, 2015)​.

Jesucristo Super Star

Basada en la obra de Broadway que marcaría un antes y un después en la historia de los

musicales, la película ​Jesucristo Super Star se basó en los últimos siete días de la vida de Jesús,

los cuales son narrados a partir de diálogos cantados y música de ​The Who.
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Aunque el hijo de Dios conservara su túnica blanca, sus seguidores prefirieron llevar esta vez un

estilo hippie, los cuales contrarrestaban a los soldados romanos con sus cascos, lanzas y

ametralladoras.

Uno de los puntos más criticados de la obra de Norman Jewison fue mostrar a María Magdalena

como la pareja sentimental de Jesús, dando a entender una historia de amor terrenal entre ambos.

Cabe destacar que en muchas salas de cine, especialmente en el público latinoamericano, la

película se mantuvo en cartelera por un espacio de dos años, desde su estreno en 1973.

Carlos Iván Ruiz, en esos días un niño de siete años, quería ir a ver la película al cine. Como el

filme tenia restricción de edad de doce años en adelante, se le negó la entrada y la pataleta no se

hizo esperar. Fue tanto el alboroto en la casa de los Ruiz que su madre, para calmarlo, le compró

el disco de ​Jesucristo Super Star para que calmara la goma. Lo compró a ciegas, pues el disco

nisiquiera era el de la película, si no el disco original de la obra teatral inglesa en la que se

basaba el largometraje. Esta edición fue lanzada por Codiscos, con licencia de la casa disquera

original y con la letra en castellano.

¡Ay! Que le habrá regalado esa mujer a ese niño que odiaba tanto la música que ni tangos

escuchaba. La experiencia de oír música en Carlos Iván se transformó extraordinariamente, pues

ese día, según él, fue infectado con el virus del rock and roll.

“Esas experiencias, ese contacto con las letras, entender que lo que se dice ahí tiene un

mensaje, un contenido, un contexto de referencia, fue un descubrimiento grandioso para


60

mí. Casi inmediatamente empecé a buscar y lo que me encontré fueron Los Beatles, y ahí

si la cosa explotó, quedé enganchado de por vida al rock” (Ruiz, 2015)​.

Conoció la batería, y desde allí empezó a hacer parte de diferentes grupos, la mayoría con

nombres en inglés pues creían, en aquella época, que si no se colocaba el nombre y las canciones

en el idioma anglosajón la banda no tendría éxito.

A Carlos Iván no le entendían la afición en el hogar, por lo que fue más fácil desarrollarse junto a

sus amigos del colegio, principalmente con Paul Uribe, con el que daría los primeros pasos como

músico profesional.

Herencia Rockera

Juan Fernando Uribe, ‘el Maso’, aunque había dejado aquel sentimiento rebelde y hippie de

Ancón, había sido el ejemplo para sus hermanos. Al ser el mayor de los seis, Juan Fernando

había tratado de dejar la semilla del rock en cada uno de sus sucesores.

Vivian en Laureles, y la habitación que ‘el Maso’ compartía con los hermanos más grandes de la

familia era un patio, que más bien parecía un zarzo, desde donde sus hermanos menores, que

dormían en la pieza de abajo, podían escuchar toda la música que escuchaban en la radio. Para

Paul Uribe, el menor de los hermanos, la música que Juan Fernando colocaba de la emisora de

Aurelio ‘el Grillo’ Toro, ​La Voz de la Música, fueron tonadas que le entraron, según él, directo al

cerebro.

Con cinco años, Paul ya escuchaba rock con sus hermanos y había ido a ​Ancón, aunque fuera

solo a recoger a su hermano.


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“Recuerdo lo que pensaba cuando llegamos, que qué era esa bulla, yo no entendía nada,

un equipo de sonido muy malo, pero había ambiente rockero y ese ambiente rockero es lo

que uno no puede explicar, como la euforia, la energía, la dicha, la pasión, el asombro,

eso es lo que tiene el rock” (Uribe P. , 2015)​.

La promoción y gira de eventos bajo el nombre de ‘​Milo A Go Go’, patrocinado por Milo, sacó

un disco con canciones de rock de la época. Las mejores tardes para Paul en su infancia fueron

aquellas que pasó escuchando a ​Los Monkeys en la habitación de sus hermanos mayores, aquel

lugar mágico que olía raro y que tenía pegados afiches de ​Led Zeppelin, ​Black Sabbath y ​Jethro

Tull.

El primer concierto de Paul como espectador fue en el Museo El Castillo cuando se presentó una

banda amiga de su hermano, llamada ​Estratus. Paul, con 10 años, se interesó por el afiche

pegado en su colegio sobre el evento, el cual afirmaba ser de “rock progresivo”. Aquel grupo

estaba integrado por Gustavo ‘el Bofo’ Giraldo, ‘Miquillo’, quien había tocado en Ancón, y

Víctor Paniagua, que luego sería baterista de ​Fénix.

Tres años después Paul le compró su primera guitarra eléctrica a ‘el Bofo’, lo que lo llevó a

formar una banda con sus amigos del colegio, Jorge Ruiz y Carlos Iván Ruiz. Entro un cuarto

integrante, y como nadie sabía tocar el bajo Paul se animó a aprender. Ese fue, en 1979, la

primera alineación de ​Código.

Código, junto al grupo de metal ​Kraken, fueron los dos íconos de aquel rock hecho desde los

barrios mejor ubicados de la ciudad, lo que a la larga les traería riñas y disgustos con la otra parte

de la población.
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Como se explica más adelante, las nuevas propuestas extranjeras segregaron al público en lo que

quería y no quería escuchar. Rápidamente el oír un tipo de género implicó una ideología y una

forma de ver el mundo que, según sus propias perspectivas, chocaban contra las otras propuestas

de la baraja musical. El público se había dividido desde dos razones distintas: si escuchabas

metal o punk, o si vivías en los barrios más populares de la ciudad (Castilla, el centro, Manrique,

etc) o en los barrios mejor ubicados (Laureles, Conquistadores, Belén).

El extremismo llegó a tal punto de que aquellos provenientes de los barrios más populares

consideraran “basura” a todo lo que provenía de Laureles o Belén, y que los contactos entre una

y otra escena musical fueran prácticamente nulos.

El ambiente de la época de los ochenta fue tan pesado que colaboró con el estigma al que se

habían enfrentado “los marihuaneros de ​Ancón”: rock como sinónimo de Satán, de lo que estaba

mal de la sociedad y de lo que no se debía hacer.

Aun así, el extremismo que llegaron a manejar algunos sectores del rock de la ciudad, ya fuera

por la crudeza de sus canciones o por el afán de posicionarse como escena, colaboró para que el

mismo estilo de Medellín perdurara en el tiempo, pues fueron jóvenes que lucharon contra la

época de violencia más difícil de Medellín, que prefirieron comenzar a tocar con precariedad un

par de instrumentos y contarle lo que vivían diariamente al mundo, en lugar de hacer parte de

aquel conflicto.

Así lo entiende Diego Londoño, autor del libro “​Medellín en Canciones”:

“Esas dos tendencias se vivieron de esa forma tan convulsionada y fuerte que uno

escucha el Punk Medallo y el Ultra Metal Medallo y tiene olores, sabores, texturas. Uno
63

incluso sabe cómo era la ciudad en ese momento, por lo que creo que lo más importante

que dejaron esos dos géneros fue la memoria histórica y musical” (Londoño, 2015)​.

Sin embargo, la violencia que se veía en las calles empapó tanto las canciones de los grupos

como la forma en que se entendieron en el público. Los punkeros y metaleros tomaron sus

respectivos géneros de manera más personal, más agresiva, y el hecho de pensar en integrar

espacios con otras formas de expresión parecía algo imposible.

Tal fue el fracaso de ​La Batalla de las Bandas, el primer gran intento de hacer que la música

fuera una en un mismo espacio, que todo lo bueno que se pudo gestar por el rock en la ciudad

volvió, más temprano que tarde, a una oscuridad de la que aún le cuesta salir.

Para Carlos Iván Ruiz ​La Batalla de las Bandas fue una idea que no baja de desastrosa, y así lo

explica:

“Fue decepcionante, pues era la confirmación de que la ignorancia no es un buen

compañero para las pasiones y para lo que parece vital en las personas. Ignorancia

total, intolerancia. Hubo, y hay, un fenómeno muy curioso en Medellín, pues en algunos

estratos las personas que tienen menos bagaje educativo se aficionan a cierto tipo de

manifestaciones y lo toman como si fuera un papel higiénico: limpian sus porquerías ahí.

Básicamente eso fue lo que hicieron con La Batalla de las Bandas y, de paso, con el rock

de la ciudad” (Ruiz, 2015)

Se perdió una gran oportunidad, pues el evento que había sido promocionado y gestionado desde

el ​Periódico El Mundo, Veracruz Estéreo y una de las tiendas de discos más importante de la

época, ​JIV Limitada, era la apuesta que se tenía para bajar el estigma que aseguraba que ser
64

punkero o metalero en esa época era ser parte del conflicto y de la violencia que vivía la ciudad.

Sin embargo, el caos generado fortaleció aquella mirada paranoica de la ciudad hacia el género y

fortaleció la brecha entre punkeros y metaleros.

The Beatles, los rebeldes

Aunque suene disparatado, para hablar de punk debemos situarnos al lanzamiento de la primera

película de ​The Beatles, ‘​A Hard Days Night’, en 1965. En ella se cuentan dos días en la vida de

los ídolos adolescentes: giras, actuaciones, ruedas de prensa y escape del fanatismo.

El mayor enemigo del grupo es el típico hombre de negocios, conservador y elitista, a quien los

íconos de la juventud confrontan, alegando ser una mayoría A lo largo de la película el grupo

alaba a la clase obrera y se escapa de las indicaciones de aquel hombre, con el único fin de seguir

la fiesta y en defensa de los derechos de escuchar rock n roll en todo momento y todo lugar.

Con ellos, aparece un discurso que refleja una primera etapa de un movimiento de rebelión

juvenil, optimista, desenfadada, prometedora y propia de su tiempo, donde el cambio parecía

posible gracias a un periodo de paz prolongado y una prosperidad económica.

La alegría les duraría hasta la crisis del petróleo en 1973. Esta crisis se dio por la decisión de la

Organización de Países Árabes Exportadores de Petroleo (Egipto, Siria y Tunez) de no exportar


26
más de esta sustancia a quienes habían apoyado a Israel en la batalla de Yom Kippur ​, entre

ellos a Estados Unidos y a sus aliados en la Europa Occidental, incluyendo a Reino Unido.

26
Batalla de Yon Kipur: conflicto bélico librado por la coalición de países árabes liderados por Egipto y Siria contra
Israel desde el 6 al 25 de octubre de 1973. Con la excepción de ataques aislados en territorio israelí el 6 y 9 de
octubre, las acciones militares de combate durante la guerra tuvieron lugar en territorio árabe, sobre todo en el Sinaí
y los Altos del Golán
65

La dependencia al petróleo era tal que la inflación fue inevitable, lo que provocó una reducción

de la actividad económica considerable y, por lo mismo, mayor pobreza.

“No future in England’s dreaming”

Las grandes aspiraciones que alumbraron la década de los sesenta se habían desmoronado para

finales de los años setenta. Más temprano que tarde la decepción, frustración y desasosiego

derivaron en revueltas violentas, radicalismos y contracultura.

Los años setenta fueron una época de tensión y crisis producto de la imposibilidad de integrar los

nuevos valores enseñados en los días dorados. Eso, sumado a la incertidumbre económica, hizo

desvanecer el sueño de prosperidad eterna, lo que le dio fuerza a la reacción neo-conservadora

que rápidamente alcanzaría el poder.

En 1979 Margaret Thatcher asumió cómo la Primera Ministra del Reino Unido en medio de la

crisis económica. Por esto, puso en marcha políticas estrictas conservadoras, como la abolición

de los sindicatos, la desregularización del sector financiero, la privatización o cierre de empresas

públicas y la eliminación de subsidios, entre otras.

La baja popularidad de Thatcher, debido al alto desempleo y recesión, se vio contrarrestada con
27
la victoria en la Guerra de Malvinas ​ en 1982, lo que daría paso a una reelección al año

siguiente. La férrea política exterior en contra de la Unión Europea y oposición a la Unión

Soviética, avalado por el gobierno de Ronald Reagan desde 1981, marcarían los años posteriores.

27
Guerra de Malvinas: enfrentamiento bélico entre Argentina y Reino Unido que duró del 2 de abril hasta el 14 de
junio de 1982 con victoria británica
66

Reagan se haría famoso por su política económica llamada ‘economía de la oferta’, la cual se

basa en que se puede alcanzar el crecimiento económico con mayor eficacia si se incrementa la

oferta agregada mediante la reducción de barreras (impuestos, flexibilidad) para quienes

producen bienes y servicios. Además de esto, Reagan rebajó los impuestos y reguló duramente

los sindicatos, fuera de apoyar movimientos anticomunistas en todo el mundo a través de la


28
‘Doctrina Reagan’ ​.

Lo que ​‘A Hard Days Night’ fue a los sesenta, ‘​The Great Rock and Roll Swindle’ fue a los

inicios de los ochenta. Este documental de ficción, dirigido por Julien Temple, cuenta la

acelerada historia de ascensión y caída de los ​Sex Pistols, entre 1975 y 1978. En ella, se

abandona cualquier posibilidad de cambio, de renovación de lo establecido, tomando todo como

una gran, hiriente y provocadora ironía. En esta película se deja claro que la idea de hacer música

no es tocar bien, si no lucir de forma extravagante y crear una brecha generacional a partir de la

irreverencia y la ideología contestataria

Fuera de eso, la bomba mediática y social que significaron los ​Sex Pistols con su éxito ‘​God Save

the Queen’ repercutieron en sembrar en los jóvenes una duda frente al régimen fascista al que

estaban sometidos. Basados en la desesperanza de unos jóvenes condenados al desempleo y a la

segregación económica, tomaron como lema “​No hay futuro en el sueño británico” y se

convirtieron en el ícono de aquella juventud falta de perspectiva, confundida sobre su propia

identidad y en paro, enseñándoles a ser rebeldes y a ocasionar disturbios en todo tiempo y todo

lugar.

28
Doctrina Reagan:​ ​doctrina de política exterior​ creada e implementada por los ​Estados Unidos​ bajo la presidencia
de ​Ronald Reagan​ (1981 – 1989) para combatir la influencia mundial ejercida por la ​Unión Soviética​ durante los años
finales de la ​Guerra fría
67

La rebelión contra la cultura dominante parece nunca haber conseguido trascender su naturaleza

económica. Siempre se coloca entre la ambivalencia del fenómeno del movimiento

contracultural, como el rock n roll, y se relaciona con sus efectos sobre la cultura a la que se

oponen. Aunque se produce, y hay una transformación en la cultura de masas, aquel producto

final, transformado y rebelde, se convierte en material de consumo. Para algunos, el punk, con

sus botas platineras, crestas estruendosas y camisas de ​Ramones y ​Sex Pistols, se convirtieron en

parte de aquel sistema capitalista que alguna vez tanto les fastidió.

Ser punk

Según Dick Hebdige en “​Subcultura: el significado del estilo”, el punk se constituyó a través de

una serie de espectaculares transformaciones de toda una gama de productos, valores y actitudes

relacionadas con el sentido común, principalmente provenientes de la juventud obrera de la

época que pudo reeditar su oposición a los estándares dominantes.

Esa oposición se dio principalmente en la vestimenta, pues su ropa era el equivalente perfecto del

lenguaje soez: maldecían al igual que vestían, con el fin de calcular el efecto del mismo.

Llenaron de obscenidades los textos de los discos, las notas de prensa, las entrevistas y las

canciones de amor, con el único fin de hacer ruido.

Los ​Teddy Boys señalaron a los ​punks de saquear el guardarropa de los años cincuenta, el cual

cuidaron durante tanto tiempo. Los pantalones ajustados, zapatos de punta y tupés se

convirtieron en moda reutilizada gracias a los ​punks y su uso irónico, mal utilizado y casi

“sacrílego”, y proveyeron a las juventudes de nuevos significados, contaminados por asociación.


68

Lo que los definió como únicos fue su estilo ​“cut-up”, los objetos manufacturados que eran arte

porque ellos mismos lo proclamaban como tal. Todo: una pinza de ropa, un repuesto de un

televisor, una hoja de afeitar y hasta un tampón eran utilizados para decorar su vestimenta, su

estilo, su forma de incomodar.

Además, inventaron su propio baile, pues la expresiva y participativa forma de danzar gracias al

rock británico y la cultura ​pop dominante, se convirtieron en una exhibición de movimientos casi

robóticos y vacíos.

Como si fuera poco, sus canciones se compusieron de líneas antimelódicas acompañadas de una

turbulencia proveniente de baterías cacofónicas y alaridos vocales. El punto máximo fue cuando

lograron distribuir sus propios ​fanzines, revistas editadas por una o varias personas, que

contenían reseñas, editoriales y entrevistas a ​punkeros, producidas a pequeña escala y con el

coste mínimo de producción.

29
Tal fue el alcance de los punks que se llevaron consigo el símbolo del nazismo, la ​Esvástica ,

con el único fin de promover una Alemania perversa y decadente. Para ellos, una Alemania ‘​No

Future’.

El Punk Medallo

Aunque llegara unos años después, la película colombiana del director Víctor Gaviria titulada

‘​Rodrigo D No Futuro’ resumió y estereotipó al movimiento ​punk en la ciudad.

Así reseña el portal ​Cinefragma ésta película de 1990

29
Esvástica: Cruz cuyos brazos están doblados en ángulo recto. Comúnmente relacionado como símbolo de la
Alemania Nazi.
69

“[…] Los cinturones de miseria son una realidad latente y en crecimiento dentro de

algunas de las ciudades de mayor población en Latinoamérica. […] Favelas,

champas, barracas, cantegriles, ranchos, villas miseria, invasiones, barrios de

paracaidistas, tugurios o comunas, son algunas de las denominaciones locales con las

que en países como Brasil, Guatemala, Perú, Uruguay, Venezuela, Argentina, Panamá,

México, Colombia, entre muchos otros, se suele llamar a estas masivas comunidades que

se asientan informalmente en los límites de las zonas urbanas, producto de la

desigualdad social, y que viven al margen de la ley en medio de una atmósfera de

violencia, narcotráfico, sicariato, delincuencia, hambre y miseria.

Es dentro de dicho universo donde el director colombiano Víctor Gaviria narra la

historia de Rodrigo D. (Ramiro Meneses), un muchacho “paisa” (denominación popular

colombiana para llamar a aquellas personas que nacen en los departamentos de

Antioquia, Caldas, Risaralda o Quindío) que en 1988 vive en una de las comunas de la

ciudad de Medellín y cuya única aspiración es conseguir una batería para formar una

banda de punk-rock. Rodrigo retrata el desencanto por la vida de quienes quieren huir

de la precariedad de dicha atmósfera y no pueden hacerlo. Constantemente lo vemos

rondando la comuna, observando de frente el miserable paisaje en el que vive, ese que

pareciera invitarlo insistentemente a delinquir, a consumir droga, a reincidir en la

violencia y la ilegalidad de quienes lo rodean, pero del cual no quiere formar parte. Por

eso su única salida es la muerte, el suicidio, la materialización de su inconformidad por

la vida que le tocó. No es un héroe, es una víctima incapaz de actuar, paralizada por el
70

desequilibrio de su contexto y por el escepticismo y la desmotivación con la que asume su

vida” (Rubio, 2010)​.

Víctor Gaviria, el director, se caracteriza por utilizar actores naturales, es decir, personas que han

vivido en carne propia lo que se está retratando. En otras palabras, cada uno de los que aparece

en el largometraje no era más que una persona que hacía un papel de alguien que vivía lo mismo

que él, por lo que el ​film reflejó con creces el miedo, la incertidumbre y los gustos que vivía el

joven ​punkero de Medellín que vivía en un barrio popular en aquella época.

Sin embargo, a Ramón Restrepo, líder del grupo ​Parabellum, no le gustó el reflejo que le hacían

a su comunidad, porque:

“En el momento hubo bandas que se aprovecharon de ese choque entre punkeros y

metaleros Quizás la película Rodrigo D No Futuro ayudó a eso, porque ahí metaleros y

punkeros se veían a sí mismos y notaban el roce que había entre ellos. Hay una escena

donde un metalero pelea con un punkero, y así. Ahí mostraban una realidad que no era

así: si, había manes que estaban en su rollo de buscar el sonido, pero lo que hay además

de eso es lo que la película no mostró, ahí solo mostraban que éramos drogos y que nos

gustaba la violencia” (Restrepo R. , 2015)​.

Parabellum hizo parte, como muchos grupos de los barrios populares de esa época, de la banda

sonora de la película, por lo que a Ramón le gustó que se mostrara su música al exterior, pero no

la forma como se había mostrado: no todos eran drogadictos, ni violentos, ni desadaptados, ni

suicidas, pues a muchos ese mismo ambiente les colaboró para sobrellevar el caos que se vivía

afuera de su casa y del cual no querían hacer parte.


71

Hubo toques de queda, guerras entre pandillas, personas invitando a ser parte del mercado del

narcotráfico, bombas, pero la mayoría de los ​rockeros vivían la ciudad como les tocaba. En una

ciudad sin Metro ni movilización masiva les tocaba andar la ciudad, conocer otros barrios y otras

personas para poder intercambiar discos, información y música. Algunos de ellos, como Johny

Rivera, se sienten afortunados, pues aunque sentían la violencia a su lado, no le prestaban

atención.

“Nosotros en cierto modo éramos muy estigmatizados porque para vestirnos éramos tan

estrambóticos para la sociedad de ese entonces, con una apariencia más oscura, que nos

mantenían muy amedrentados tanto la ley como los combos de sicarios que pasaban y

nos gritaban cosas. Hubo un momento donde teníamos que abrirnos de donde nos

parchábamos sabiendo que no estábamos haciendo nada malo, si mucho fumando


30
marihuana y tomando chorrito , porque no tirábamos nada más.

En ningún momento le hicimos mal a nadie, pero si nos tocó vivir esa época de violencia.

Cada rato estábamos ahí parchados bien bacano y frenaba un carro o una moto a la lata
31
y ya nosotros nos teníamos que ir corriendo porque ya éramos atemorizados, o hasta

de pronto psicosiados o paranoicos, pero era porque ya estábamos advertidos. Más de

una vez ya nos habían dicho ‘Abranse de acá, pirobos’, pero aun así seguimos adelante y

acá vamos” (Rivera, 2015)​.

Para algunos, como Carlos Iván Ruiz, el hecho de que el ​punk de la ciudad haya perdurado en el

tiempo es un absurdo pues, según él, este fenómeno, a nivel mundial, sólo duró dos años:

30
Tomando chorrito: tomando licor, por lo general es ligado al aguardiente
31
A la lata: rápidamente
72

“Duró eso, de 1976 a 1978, ¿uno que hace siendo punk a los 38-40 años en 2016? Eso es

absurdo, puede haber una afiliación de tipo estético, pero los movimientos artísticos,

culturales y contraculturales como el rock no solo son estéticos ni musicales, es también

algo ideológico, eso parece simplemente un estancamiento en la evolución personal. Yo

no estoy diciendo que hay que abandonar los gustos, pero en el asunto de más allá de la

música, por ejemplo el punk es un asunto de personalización del cuerpo con ganchos,

tatuajes y ese tipo de cosas y lleva a pensar ciertos aspectos de la juventud. ¿Qué hace

uno renegando de la juventud cuando ya no es joven?

Los punks decían que una persona de más de veinticinco años no se podía confiar en

ella, entonces ¿por qué siguen vivos y no se suicidaron a los veinticinco si ya tienen

cuarenta y tantos y siguen iguales?, me parece que hay una incoherencia tenaz” (Ruiz,

2015)​.

Medellín, entre el apogeo y el desequilibrio económico

En el periodo de apogeo industrial, Medellín presentó una industrialización precoz relacionada

con su fortaleza histórica en el campo de la economía aurífera y cafetera, lo que la destacó por

encima de todo el resto del país. Esto, que se dio en los sesenta, se desencantó en la década

posterior, donde la excesiva especialización en la producción de bienes de consumo corriente, la

falta de dinamismo de las exportaciones industriales y estrechez del mercado interno

colombiano la llevó a tener un subdesarrollo en las infraestructuras de transporte en la red

nacional, pues se tenía una amplia capacidad y potencial industrial pero no había una densa red
73

urbana en la ciudad, ni una región agro-exportadora, ni una amplia captación de inversión

extranjera.

El desequilibrio que haría tambalear la prosperidad paisa se desencadenó por los efectos del

narcotráfico, principalmente a partir de los años ochenta, cuando los narcodólares ingresan al

país y son dilapidados sin ingresar a circuitos productivos de la economía, lo que llevó a la

inflación. La irregularidad de flujos desestabilizó la economía y desacreditó las exportaciones

legales.

El documento del Plan de Desarrollo Metropolitano de 1985 desagrega aún más la distribución y

encuentra que el 5% más rico de la población recibió el 23,7% del ingreso, mientras que el 50%

más bajo, recibió el 21,5%. Esta condición, que produce una distribución de la población urbana

altamente segregada, se vio agravada por la carencia de servicios comunitarios básicos. Fuera de

esto el 35% de los obreros no tuvieron acceso a la canasta familiar, el 24% de los empleados

tampoco, y la distribución de viviendas urbanas por estrato tenía una preponderancia de 40,9%

para la clase media-baja, 31,5% para la baja, 14% para la media-media, 8,9% para la media alta,

3,5% para la baja y 1,1% para la alta, según la Planeación Metropolitana de 1985.

El déficit de vivienda cercano a cien mil sumado a la brecha económica de ingresos y el alto

desempleo produjo una ocupación invasiva y desequilibrada del espacio urbano, lo cual sería el

primer paso para la violencia que vivió la ciudad en esta época.

Aun así, para Ana María Jaramillo y Alonso Salazar en su libro ‘​Las Subculturas del

Narcotráfico’ (1992), la industria antioqueña de los sesenta ya traía consigo un decaimiento que

disminuyó la oferta del empleo e hizo crecer la informalidad, lo que afectó a una sociedad
74

cansada de sufrir la explotación de su fuerza de trabajo sin mayor inversión social por parte del

Estado.

Los partidos tradicionales, el clero y la élite se atrincheraron en un apego al pasado, negando la

situación actual de la ciudad, la cual urgía de planificación y estrategias. Como nadie respondía,

el narcotráfico ocupó el puesto e influyeron en la ciudad económica, estructural y culturalmente.

Para Jaramillo y Salazar, Medellín se presenta a la década de los ochenta como:

1. Una clase empresarial ensimismada, que no se plantea la problemática del narcotráfico

emergente, ni de las condiciones de vida de los sectores populares, ni la deslegitimación

de la Justicia y el Estado.

2. Un Estado con un enfoque tecnicista concentrado en ejecutar acciones de corto plazo,

limitándose a actuar en obras de infraestructura y provisión de servicios, sin plantearse

a fondo la problemática social en transcurso.

3. Una Justicia que no medió en la solución de los conflictos y que no representó los

intereses comunes de la población.

4. Altos índices de impunidad con un rampante ejercicio de la justicia privada.

5. Unos organismos de seguridad corruptos.

6. Corrupción de líderes con una amplia tradición clientelista que venía desde los sesenta,

con un sentido de la solidaridad quebrantado (Salazar & Jaramillo, 1992)​.

El camino de la droga

Para Jaramillo y Salazar el tráfico de la marihuana tocó a Medellín desde los setenta, proveniente

de la costa. Su producción rápidamente alcanzó niveles altísimos, ayudados con dineros de la


75

mafia americana. Como en Estados Unidos se comenzó a sembrar una variedad mejorada de

marihuana, sin semilla, acá su lugar fue ocupado por la coca, gracias a una red de tráfico que

involucraba a Colombia con Bolivia en la producción de la hoja y a Leticia y Panamá como

lugares de compra y distribución hacia el norte.

Como Panamá ya tenía experiencia y vínculos con el contrabando de electrodomésticos,

cigarrillos y licor, fue cuestión de tiempo para que adaptaran su estrategia para la distribución de

la coca.

Para 1975 pasó de ser una actividad anónima a una pública, principalmente por la captura de

unos traficantes estadounidenses y por el conflicto entre carteles. Los primeros acercamientos

fueron por medio de los barrios menos favorecidos, pues los habitantes de este sector eran

utilizados como “mulas” para transportar cocaína de exportación en vestidos, el cuerpo, maletas,

o pequeñas bolsas en el estómago.

Tras el refuerzo en el control de esta modalidad quienes manejaban el negocio pasaron de ser

clásicos contrabandistas a personas con métodos más agresivos, con antecedentes delictivos y

con la violencia como forma de conseguir que sus cargamentos viajaran camuflados entre otros

productos nacionales, como flores o bananos.

El Estado colombiano tomó cartas en el asunto presionando a Estados Unidos, y con esto se

agudizaron las luchas internas por el control del mercado, todo acompañado de métodos

violentos, lo que le dio vida a los “pistolocos” o sicarios, los cuales conformaron bandas

especializadas en la muerte paga, ya fuera por ajuste de cuentas o desplazamiento del poder.
76

El narcotráfico permearía también otras esferas, pues al conseguir tanto dinero dispararon

inmediatamente los precios de las viviendas. Además, al formar el grupo de MAS (Muerte a
32
Secuestradores) ​ y la Mano Negra, destinados únicamente a combatir los secuestros

provenientes de la Guerrilla, tarde que temprano los haría involucrarse en la vida política, con

sectores de las Fuerzas Armadas y Paramilitarismo, lo que a la larga introduciría a miembros de

estas divisiones en el negocio del narcotráfico.

El abogado Jairo Ortega Ramírez fundó en 1980 un movimiento político independiente bajo el

nombre de Renovación Liberal, el cual constaba de cuatro postulados: 1) Que se hiciera

“Consulta popular” para la elección de los candidatos liberales, 2) No reelección presidencial

(refiriéndose a las nuevas aspiraciones de López Michelsen), 3) Renovación de la clase política

tradicional y 4) Autonomía presupuestal para el manejo en el departamento de Antioquia”.

Como búsqueda de legitimidad de su gran fortuna, Pablo Escobar quiso trascender su

movimiento ecológico “Civismo en Marcha” y se adhirió al movimiento de Renovación Liberal,

el cual mostraba proyección nacional y conexión directa con el Partido Liberal.

Aunque luego fuese desautorizado por el Nuevo Liberalismo33, Pablo Escobar aprovechó su

momento en la política por medio de la presencia del narcotráfico en los barrios populares, la

construcción de escuelas y barrios para los más pobres, sacrificio de reses en plena calle para la

distribución en el barrio y ayuda económica en general, lo que a la larga le daría una buena

32
MAS: grupo paramilitar financiado por los narcotraficantes colombianos quienes tenían como objetivo cuidar a los
capos de la guerrilla y asesinar selectivamente a secuestradores y subersivos.
33
Nuevo Liberalismo: movimiento fundado por Luis Carlos Galán y por el cual se presentó a la Presidencia de la
República
77

imagen a los narcotraficantes en esta zona y se volverían, de algún modo, un ejemplo a seguir

para varios de los más jóvenes de aquellos barrios.

En medio de esto, un disco de vinilo atravesaría los mares desde Inglaterra hasta alguna casa de

Medellín, dando inicio a lo que se consideraría el ​boom de los grupos extremistas de la ciudad: el

punk y el metal.

Welcome to Hell, Venom

El álbum debut de ​Venom, llamado ‘​Welcome to Hell’, poseía una carátula sencilla: un

pentagrama invertido y el rostro de un macho cabrío. La idea de satanizar su música era clara

desde la ideología del grupo, pues sus tres integrantes adoptaron nombres sacrílegos por los

cuales se les conocería más adelante: ​Conrad Lant como Cronos, ​Jeff Dunn como Mantas y ​Tony

Bray como Abbadon.

El grupo desde su debut se caracterizó por un sonido crudo y primitivo. Además, la imaginería

satánica les daría un sello personal y único que daría origen a subgéneros como el ​Death Metal y

el ​Black Metal de los ochenta y principios de los noventa.

Venom es considerada como una de las precursoras del metal extremo por excelencia. La

influencia de ​Black Sabbath en cuanto al satanismo la llevaron a niveles obsesivos, lo que en un

principio les abriría las puertas de Medellín, pues al ser una temática tan prohibida en la ciudad

se convirtió en algo atractivo y, para la época, viral.

Venom con sus dos primeros trabajos (‘​Welcome to Hell’ y ‘Black Metal’), ​Slayer, Mercyful

Fate, Hellhammer marcaron época porque era música que no se había hecho, que se alejaba del
78

metal pulido de ​Saxxon y de ​Iron Maiden. Así lo recuerda Carlos Mario Agudelo, quien vivió tal

época:

“Llega este tipo de música más cruda, más distorsionada, más gutural, donde se empezaron

a escuchar voces que no eran las rítmicas que uno conocía si no que era una cosa sacada de

otro lado. Acá también surgió esa curiosidad y comenzaron a nacer bandas que se unieron a

ese tipo de movimiento de músicos, incluso no igualarlas si no superarlas, de ahí nació

Reencarnación, Necromantic y Parabellum” (Agudelo, 2015)​.

Las bandas de Medellín comenzaron a hacer música a la par de las bandas de afuera. Para ellos, y

para el público, ya no fue suficiente un ​Slayer o un ​Hellhammer, se necesitaban sonidos propios,

sonidos locales. Ya no era necesario imitar, ya era necesario crear un género de Medellín para el

mundo, lo que a la larga conocerían como ​Ultra Metal.

Así lo explica Ramón Restrepo, líder de ​Parabellum

“En realidad solo hubo tres presentaciones de esa banda, y esa banda se dice que fue la

fundadora del Ultra Metal, que fue diferente al Metal Medallo. La primera generación de

rockeros más underground o metaleros pudo haber sido con el punk, entre los setenta y

ochenta, pero en los ochenta fue más significativo porque en el 83-84 fundamos

Parabellum, y desde que se fundó esa banda se le llama la primera generación, ya que

era muy radical y muy underground. De ahí se creó un género musical propio de su

presente, que era de violencia, grupos organizados, pandillas, mafia y todo eso. En

realidad pudo haber sido una influencia. Como dice una canción de nosotros: En época

de sangre y fuego, de las colinas de Medellín surgimos metaleros, rebeldes, melenudos,


79

vestidos de negro, botas platineras, parches de metal y cuero, como bestias heridas

escupiendo odio y venganza, pesadilla anti toda caspa comercial, representando un rol

radical contra el sistema, rindiendo tributo a la escena local” (Restrepo R. , 2015)​.

El underground se había dividido en lo comercial y en lo no comercial, siendo el ​Ultra Metal uno

de los símbolos de aquellos que no se vendían a la industria, que no eran “caspa”. Se volvieron

radicales, de no aceptar nada que no fuera su estilo, a tal punto de utilizar el gusto del otro como

algo despectivo: “Ah, es que a vos te gusta ​Agathocles, que gonorrea”.

Las personas, para llegar a las bandas de acá y las bandas de afuera, ya no se acercaban a la

‘​Caverna de Carolo’, sino a una tienda de discos especializada ubicada en el Centro Comercial

El Paso, en plena Avenida Oriental del Centro de Medellín. ​JIV Limitada, atendida por Jairo

Álvarez y Raúl Velásquez, era el líder de ventas de la época, pues era de los pocos almacenes

que daba la posibilidad de tener los discos internacionales de máxima calidad y con carátulas

originales.

Hacer nada

Para Walter Gonzáles, auxiliar de investigación del libro ‘​Medellín en Vivo: Historia del Rock’,

la época oscura que se presentó a finales de los setenta e inicio de los ochenta, fue la base para

que se gestara una música rock más underground, más personal.

“En esa época comenzaron las famosas notas. Las notas eran parches (reuniones) que se

hacían en los barrios y donde la gente iba a escuchar música, ya fuera en parques, casas

o lugares más específicos como la parte de atrás del Museo Pedro Nel Gómez. Cada
80

comuna tenía su parche y allá se reunían a escuchar música y a intercambiar, a

parcharse” (Gonzáles, 2015)​.

En aquellos lugares se iba, literalmente, a hacer nada. Lo que para los sesenteros de ​Ancón

significaba ir a los billares del ‘Míster’ o a algún lugar de Junín, para los setenteros y ochenteros

fue ir a pasarla bien a una casa al son del punk o del metal.

Así describe Paul Corrigan ésta práctica en su artículo ‘​Haciendo nada’:

“El elemento fundamental de hacer nada es hablar. No la arcaica discusión sobre los

talk show de la televisión, sino renarrar, intercambiar historias que nunca requieren ser

verdaderas o reales, pero que son lo más interesante posible.

La «idea rara» es lo que representa el algo fundamental de «hacer nada». Al enfrentar el

aburrimiento, los chicos no eligen la calle como un sitio maravilloso para habitar; más

bien la ven como el lugar donde está la mayor oportunidad de que algo suceda.

El otro componente fundamental de «hacer nada» es pelear. En este sentido, las peleas

son una ocasión importante y excitante: son fáciles de generar y son eventos interesantes,

y además no conllevan muchos riesgos” (Corrigan, 2010)​.

Johny Rivera (no confundir con el cantante de música popular) vivió las ventajas y las

desventajas de acudir a las ​Notas. Su familia era aficionada a escuchar ​La Voz de Colombia, que

no era rock, pero que le enseñó el valor que tenía la música en todas sus expresiones.
81

El rock llegó de parte de unos primos que eran amantes de ​Pink Floyd, pero no fue sino hasta que

estuvo terminando bachillerato escolar que un vecino le presentó a ​Black Sabbath, a ​Celtic Frost

y a ​Slayer, a lo que él sólo pudo atinar a responder “​Uy, jueputa, esto ya si es otro nivel”.

“El vecino me empezó a instruir y a mí me comenzó a gustar mucho el género, así sonara

muy fuerte, porque yo venía de escuchar otro tipo de música, la de los papás. En el

Bachillerato, ya con los compañeros, hablábamos que ‘¿Hey, vos has escuchado Celtic

Frost?’, o Slayer, o cualquiera, y no faltaba el que sí, y ya se empezó a gestar como la

escena” (Rivera, 2015)​.

Las ganas de aprender un instrumento no le fueron esquivas. Los tarros de cocina de la mamá,

las cucharas y los tarritos del arroz formaban la primera batería de Johny quien, con audífonos

puestos, daba los primeros conciertos de su vida, aprovechando el equipo de sonido de la casa y

alcahueteado por sus papás.

Como los vecinos se quejaban mucho, le tocó aprender a tocar el mueble de la casa, de cuero,

con unas baquetas de hierro que normalmente se utilizan para tallar madera. Así aprendió a tocar

batería, lo que le daría la idea de formar un grupo con unos amigos con los que escuchaba

música, que luego se llamaría ​Posguerra.

“Con esos manes era que nos íbamos a las Notas. Una Nota era en la casa de alguno a

escuchar metal toda la noche, a beber alcohol y a fumar marihuana, porque eso era

disque una nota. Eso se llevó a cabo muchos años acá en Medellín, en Castilla, en Santo

Domingo más que todo. Nosotros como éramos de Envigado no veíamos ni teníamos

mucho combo rockero, entonces nos veníamos más para el Poblado, para donde estos
82

manes de IxRxA. No éramos muy parceros de los de IxRxA en ese entonces pero si nos

empezamos a conectar por esas épocas” (Rivera, 2015)​.

Las Notas se hacían más que todo en los barrios populares de oriente y de occidente. Johny

destacaba en el grupo porque era el que se hacía que tocaba batería con cualquier cosa que se

encontrara, con su grabadora pequeña de pilas grandotas al hombro y oyendo cassettes a todo

taco. Uno de los parches de la nota de Johny era ensayar con los que él había visto que cantaban

o “charangueaban” guitarra.

“Yo iba con un tarro de galletas Saltinas, dos palos de escoba para que me quedaran

como más queriditas las baquetas y nos íbamos a hacer bulla por allá en un solar, parce.

Eso era el 87/88 y nos comenzamos a llamar disque Siquiatría. Wilfred, el que hoy es el

vocalista de Posguerra, no cantaba si no que gritaba, el que charangueaba guitarra

tocaba un tiple y yo con ese tarro de Saltinas, eso parecía un exorcismo.

Incluso nos pasaron muchos cacharros, porque por allá había un combo de muchos

viciosos que tiraban ya otras cosas que a nosotros ya no nos gustaban y se arrimaban a

decirnos ‘Huy parcero, nosotros estábamos asustados rezando que porque aquí había

magia negra’” (Rivera, 2015)​.

El principal problema de las Notas fue que al tener la oportunidad de convivir en grupos tan

marcados por una tendencia, rápidamente se creó una resistencia ante las otras manifestaciones

musicales. Johny afirma que, como la mayoría de jóvenes de la época, consumió tanto de aquella

música que le gustaba que ya no escuchaba de nada más, sólo ​Metal o ​Vieja Guardia, lo que lo

llevó a tener una idea radical y testaruda frente a la otra corriente que tomaba fuerza en esa
83

época: el ​Punk. Fanático de ​Slayer, cualquier cosa que fuera diferente a esta banda, para él, era

una total caspa, y así lo explica:

“El término ‘caspa’ lo decíamos más que todo en el mismo radicalismo que

manejábamos, por si no estaba en el contexto de uno. Nosotros nos creíamos los

metaleros, entonces cualquiera que quería aparentar serlo era una caspa. Incluso yo tuve

un problema con un man porque solo cuando había conciertos se vestía como metalero,

así de negro, y en semana se vestía común y corriente, a ese nosotros nos le referíamos

como una caspa. Alguien que verdaderamente no estaba con la esencia de lo que

nosotros éramos o que simplemente se disfrazaba para aparentar lo que no era. Para

nosotros eso ya se volvió como del argot de uno, para lo que no es lo que

verdaderamente aparenta ser” (Rivera, 2015)​.

Si la persona que escuchaba metal no estaba de botas, cadena, anticristos y mechudo era

considerado ‘caspa’, igualmente si escuchaba ​punk y no andaba de cresta, camisa de ​Los

Ramones y pinta estrafalaria. Eso traía problemas a personas como Walter Gonzáles que, siendo

mechudos, les gustaba ir a las Notas de ​Punk, lo que sería los primeros visos que traería el

radicalismo más adelante.

Los conciertos de balcón que se ven en ​Rodrigo D eran una realidad, donde tocaban cinco o seis

grupos con una misma batería, lo que con el tiempo cimentaría la base de la industria de las

guitarras: jóvenes andando la ciudad para comprar una, ya fuera en una tienda de empeño, a un

músico de salsa o a alguno que había traído una usada de los Estados Unidos, entre los que se

podía encontrar la tienda ​JIV Limitada.


84

JIV Limitada

En la autopista Medellín-Bogotá, en alguna explanada de esas donde ahora hay una estación de

gasolina, hubo un concierto de quien sabe quién al cual Raúl Velásquez asistió. El cartel del

concierto era lo de menos, pues el horror que se llevó Raúl con la organización del evento fue,

por lo menos, mayúsculo. Así lo narra:

“El concierto era a las tres de la tarde y nosotros estábamos ahí desde la una y no había

nada. A las dos de la tarde llegaron con unos bafles grandes, unos micrófonos y

montaron al primer grupo. Yo lo único que recuerdo es que el sonido fue horrible,

terrible, no se oía, no se sentía, no había nada. Yo le dije a mi grupo que estábamos muy

mal en Medellín, pues luego de ver conciertos en Nueva York y en Paris algo así era

vergonzoso. Yo en ese momento había montado una pequeña empresa que importaba

artículos de odontología, y de paso empecé importar discos también, porque acá no se

conseguían. Empecé a traer LPs y a vendérselos a los amigos, de ahí surgió JIV Limitada

que ya era la estructura de vender los discos (Velásquez, 2015)​.

Para Jairo Álvarez, su socio, la manera de conocer la música en Medellín en los principios de los

años ochenta se limitaba al gran apogeo de la cumbia, el vallenato, la salsa y la música tropical.

Como método de inversión y como una forma de solucionar el hueco que se producía en la

ciudad a la hora de comprar discos de rock, nació ​JIV Limitada, como lo cuenta Jairo

“Empezó como un proyecto relativamente pequeño que tomó ciertas dimensiones porque

había un nicho realmente importante: había mucha gente que le gustaba el rock en todas
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sus manifestaciones y no tenía acceso a conocer nuevas producciones ni la posibilidad de

tener en sus manos productos importados” (Álvarez, 2015)​.

Tras el éxito de la tienda, al año, decidieron hacer un programa de radio en ​Todelar Estéreo para

promocionar el almacén, llamado ‘​Especial de JIV Limitada’. Al ser ​Todelar una estación de

música ​Pop, a la hora de presentarse el programa de ​JIV los locutores no se sentían cómodos o a

gusto con los datos y la forma de manejar el programa, por lo que rápidamente fueron sustituidos

por Jairo Álvarez, aunque nunca tuvo entrenamiento radial.

El programa, con el tiempo, se convirtió en una institución musical en la ciudad, pues allí se

promocionaron discos que luego serían de culto. Con el paso del tiempo el programa fue

trasladado a ​Veracruz Estéreo y con esto pasó de llamarse ​Especial de JIV Limitada a ​El Templo

del Rock, pues ya era un proyecto más alejado de la tienda.

El programa de ​El Templo del Rock inició en una franja de seis a siete de la tarde, pero fue tanta

la acogida del público, aunque ​Veracruz tuviera como objetivo a jóvenes amantes del ​Pop, que

se les brindó una segunda hora, pues se convirtió en el programa de más audiencia en la emisora.

Tuvieron que cerrar ​JIV Limitada pues el presidente de la época, Belisario Betancur

(1982-1986), declaró que era ilegal importar discos y revistas, pues se consideraría contrabando.

“​Yo no quería ser contrabandista, entonces cerré el negocio”, comenta Raúl, quien se dedicaría

de ahí en adelante a la organización de conciertos.

Carlos Alberto Acosta, el precursor


86

Carlos Alberto Acosta comenzó a escuchar rock en séptimo grado del colegio, en esos tiempos

segundo de bachillerato, por allá en 1977. Le gustó mucho, y comenzó a consumir de aquel

género de manera acelerada: a escuchar, a comprar, a investigar y a coleccionar, lo que lo

convirtió en un ​rockero melómano de manera vertiginosa.

Pronto cayó en cuenta de que, fuera de ​La Voz de la Música, no había una emisora que le llenase

aquella hambre de conocimiento, lo que era muy poco, ya que en ​La Voz de la Música nisiquiera

había un ​DJ que diera datos de la canción, el grupo o la banda.

Al tiempo llegó ​La Voz del Cine, que era un poco más especializado, con locutor que narraba lo

que pasaba en Estados Unidos y los respectivos éxitos del momento, pero que no suplía la falta

de revistas, de artículos periodísticos y, aunque narraban qué canción era la número uno, no

contaban por qué llegó a ser la número uno, o que tenía de especial aquella canción.

“Más o menos en 1980 yo iba por las bibliotecas, iba a las librerías, puestos de revistas,

buscando información, cualquier libro o revisa que encontrara era una bendición. ​A

Rafael Munera, le dije que no había nada en la radio que hablara de los artistas, que le

propusiéramos a una de esas emisoras un programa. No éramos locutores, solo éramos

rockeros. – Cuenta Carlos Alberto – ​Fuimos a una emisora en AM que había lanzado

Todelar: Radio Musical. Radio Musical la dirigía un señor que se llamaba Guillermo

Botero, fuimos adonde el, le presentamos un Cassette que habíamos grabado en la casa y

le dijimos que queríamos producir un programa que le hablara a los oyentes de

contenido musical. Nunca nos dieron el programa, porque no teníamos habilidades para
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ser locutores, pero de ahí me picó el tema de la radio” (Acosta, Tertulia Inicios de la

Radio en Colombia, 2015)​.

Al no tener éxito en el medio radial, quiso escribir. En el ​Periódico El Colombiano logró hablar

con Juan Guillermo Montoya, quien en ese tiempo manejaba la sección C del Periódico.

- Vea, don Juan Guillermo, si uno ve la sección musical del periódico, encuentra tango,

boleros, baladas y chucu chucu, pero nada para los jóvenes, porque, déjeme decirle, a

los jóvenes nos gusta el rock.

- Bueno, pero lo que no sé es que tantas personas se interesarán en ese tema, pues no es

que haya muchos jóvenes interesados en leer el periódico.

- Hombre, ¡muchas!

- Probemos, demuéstreme que si hay gente. Si la hay, me escribís un artículo de tres

cuartillas y lo publicamos.

Apenas salió de aquella reunión, Carlos Alberto Acosta arrimó a toda compañía, tienda de discos

o personaje que le pudiera dar cualquier dato sobre cuántos LPs vendían, cuales se movían más,

cuantos discos de rock sacaban y cuál era la diferencia con los demás géneros. Con todos esos

datos llegó ante Juan Guillermo Montoya y le ganó la prueba.

“Me dijo que escribiera un artículo de tres cuartillas, pero yo le escribí un artículo de

los Rolling Stones de trece cuartillas. Aparte de eso le escribí una sección de los discos

que más se vendían en Medellín sobre rock, con datos de las tiendas y disqueras. Una

tercera sección, que la escribió un amigo, fue sobre Discos Nuevos que habían sacado al

mercado. Eso sumaba como quince cuartillas más fotos, más caratulas. Increíblemente él
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la publicó toda. Fue la primera página de un periódico de alta circulación en Colombia

que salía sobre rock. A los ocho días me llamó y me dijo que la íbamos a comenzar a

hacer la columna semanalmente” (Acosta, Entrevista Personal, 2015)​.

Con el espacio conseguido fue cuestión de tiempo para que los amigos de las disqueras le

empezaran a mandar música exclusiva para sus reseñas, un personaje clave que, rápidamente, fue

pieza fundamental en cada lanzamiento, promoción y concierto de la ciudad.

De manera natural, prontamente encontró su primer programa radial. Participó en un concurso de

difusión de ​Radio Ritmos, el cual era para buscar al nuevo locutor de la emisora, que era de

música crossover. Ganó, pero no duró mucho tiempo allí. Sin embargo, cuando ingresó a la

Universidad Pontificia Bolivariana, tomó esa idea y prestó un espacio para un programa, el cual

sería a dos voces.

Vicky Trujillo, una compañera de clases, comenzó con él, aprendiendo, porque no tenía idea de

nada. Se llamó ‘​Modernus Opus’, y fue un programa que se emitía de lunes a viernes que, con

muy baja audiencia, era el trabajo perfecto, pues le daba tiempo a Carlos Alberto para ir a la

universidad, a los conciertos y para escribir reseñas en ​El Colombiano.

34
Un día, en la Plaza de Banderas de la Unidad Deportiva Atanasio Girardot, ​Coldeportes le

avisó a Carlos Alberto que realizaría un concierto con un grupo llamado ​Fénix que, en esos

tiempos, eran desconocidos para él.

34
ColDeportes: Departamento Administrativo del Deporte, la Recreación, la Actividad Física y el Aprovechamiento el
Tiempo Libre.
89

Aceptó, como cualquier otro concierto, con el fin de realizar una reseña para el periódico. Había

más de quince mil personas, pero el concierto no estaba a la altura de ese mar de gente, como lo

recuerda Carlos Alberto:

“Fue tan mal organizado que yo estaba como periodista y mi ubicación, junto a mi

novia, era en la tarima, sentado. El sonido eran unos parlantes donde a veinte metros de

la tarima no se escuchaba nada, y más allá de los veinte metros había mucha gente. Yo

sin saber mayor cosa le dije a ella que no era justo tan mala organización para tanta

gente, que si se arriesgaba a que nos metiéramos a realizar un concierto, pero bien

hecho, y ella aceptó” (Acosta, Entrevista Personal, 2015)​.

La Plaza de Toros La Macarena

En 1983, un “sardino” de dieciocho años, peludo, despelucado y medio hippie atravesó las
35
oficinas de ​Corpaul a proponerle a los directivos el primer concierto de rock en la Plaza de

Toros La Macarena.

La Plaza de Toros era para toros y nada más, por lo que la primera respuesta que le dieron a

Carlos Alberto Acosta fue “muchacho, ¿usted está loco?”. Tras la insistencia, le prometieron

hablarlo en la junta y, milagrosamente, le dieron el sí, pero si daba una plata inalcanzable como

garantía sobre los daños ocasionados o el incumplimiento del contrato.

No tenía un peso, pero gracias a plata prestada de sus padres y de su familia logró obtener el

espacio. Consiguió las tres bandas más importantes de la ciudad:

35
Corpaul: Corporación de Fomento Asistencial del Hospital Universitario San Vicente de Paúl. Es propietaria de una
parte importante de La Plaza de Toros La Macarena
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- Pyro: provenientes del poblado, presentaban al público un rock sofisticado que se

asemejaba a ​Kiss

- Nash: el grupo de proyección que tenía la ciudad. Bonitos, elegantes, con buenos equipos

y con un nivel superior al de los demás

- Fénix: por la revancha, este grupo era el símbolo del rock en estado puro, se asemejaban

a ​Judas Priest y a ​Iron Maiden.

Faltando tres días para el concierto la boletería estaba agotada, lo que fue recompensado con un

muy buen sonido, buenas luces y buen nivel. Como resultado de esto quedó un cubrimiento por

televisión nacional, entrevistas radiales y patrocinios, comenzando con ​JIV Limitada, quienes

pasaron de dar un dinero como método de apoyo a ser directamente socios de los conciertos

venideros. Así Carlos Alberto Acosta, Raúl Velásquez y Jairo Álvarez, apoyados por Vicky

Trujillo y Gladis Jiménez fundaron ​Súper Conciertos JIV Limitada.

Súper Conciertos JIV Limitada

Armaron tres conciertos después de aquel éxito de ​Nash, ​Pyro y ​Fénix, todos ellos en la Plaza de

Toros La Macarena. El espacio ya no solo fue para la tauromaquia si no que se empezó a alquilar

para diferentes eventos culturales, religiosos y musicales.

Aquellos conciertos no le debieron nada a nadie. Teniendo a los mismos artistas como cartas

principales poco a poco se produjo un espectáculo mayor, pues Raúl Velásquez, el encargado de

poner el dinero, no escatimaba en darle gusto a su público.

Argus
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Tras el éxito que les había significado ​Súper Conciertos JIV Limitada, era hora de tirar la casa

por la ventana con un grupo internacional. Raúl Velásquez, en uno de sus viajes a Miami, fue

invitado por su hermano a ver un concierto de un grupo de ​Heavy Metal de la ciudad. Aunque no

eran grandes referentes del género, eran el grupo perfecto para potencializar al grupo logístico de

JIV Limitada.

“Yo grabé un cassette con las principales canciones de ellos de cuenta de mi hermano –

recuerda Raúl - y​ apenas llegué al Aeropuerto Olaya Herrera le dije a Carlos Alberto

que fuera a mi casa, que le iba a mostrar algo. Le puse el cassette y le encantó”

(Velásquez, 2015)​.

Aunque les fascinó desde un principio, Argus tuvo que pasar por un proceso de selección de por

lo menos cincuenta bandas norteamericanas que estaban en los planes para el gran concierto.

Jairo Álvarez, principalmente, se encargó de buscar entre los circuitos underground de Estados

Unidos a aquellas bandas que se presentaban frecuentemente en bares o discotecas y que apenas

tenían un par de canciones grabadas. ​Argus había sido el ganador de la Batalla de las Bandas de

California, y su poca fama abarataría los costos del concierto.

La misión era hacer ver al desconocido ​Argus como el grupo más fantástico que había pisado

Medellín. Tenían la columna en el periódico, dos programas de radio y amistades en las grandes

productoras de música de la ciudad. Teniendo en cuenta que Medellín era la capital de la música

en Colombia, eran contactos sumamente influenciables. Así lo cuenta Carlos Alberto Acosta:

“Las grandes productoras de discos estaban en Medellín y no en Bogotá. Aquí existía

Sonolux, a todo el frente de donde hoy queda Premium Plaza, y ellos tenían la licencia
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para Colombia de BMG, Ariola, Warner Music, Electra y Atlantic. Teníamos también a

Dawn, que tenía unos sellos españoles y a Assylum. Entre ellos tres tenían el 90 % del

catálogo del Rock.

Fuera de eso estaba Codiscos, Discos FM, Discos Victoria y Discos Fuentes, que era de

las más fuertes en el país, más que todo en lo tropical. En Bogotá estaba solamente

Discos CBS, lo que hoy es Sony, lo que en esa época representaba el 2% del mercado.

En resumen el poder estaba en Medellín. Todos los artistas venían y pasaban por acá.

Entonces nosotros, teniendo la prensa, la radio, los eventos, la tienda y además de eso

las disqueras al lado, hacíamos que en Medellín pasara todo, y que todo lo que pasara en

Medellín tuviera ruido” (Acosta, Entrevista Personal, 2015)​.

Así, una vez la banda aceptó venir a Medellín, ​Especiales JIV Limitada presentó a ​Argus como

un artista incógnito. Las cuatro canciones que tenían grabadas en el cassette las fueron

promocionando una a una hasta que el público la comenzó a pedir. Dos meses después de haber

lanzado al artista incógnito, ​Argus, con su canción ‘​Lady Killer’, logró el puesto número uno en

la estación.

Fue tanto el boom que se generó con el concierto de ​Argus que el día antes del concierto hicieron

una firma de autógrafos en el almacén de ​JIV Limitada.

“Ese día fue la locura, parecía que estuviéramos regalando plata. Toda la Avenida

Oriental, Sucre y Maracaibo estaba rodeado de gente vestida de negro. La gente moría
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del pánico, y hasta decían que toda esa gente estaba ahí preparando una toma

guerrillera” (Álvarez, 2015)​.

Si no es por Pablo Escobar, no hay concierto.

Raúl Velásquez, el mismo que cerró su tienda por evitar el contrabando, tuvo que recurrir al líder

del Cartel de Medellín para su concierto. Así lo narra:

“Un día, mientras estaba en Medellín, mi hermana me llamo para que nos

encontráramos en el aeropuerto, que iba con un señor desde Miami hasta Medellín y

necesitaba a alguien que le hiciera la traducción, pues el gringo venía a cerrar un

negocio con alguien muy importante.

Acepté, y la primera parada fue en el hotel Intercontinental, a la oficina del señor Pablo

Escobar. Cuando estábamos yéndonos, Pablo me dijo que llevara al gringo al aeropuerto

y me devolviera. Yo, con algo de miedo, le hice caso, y al llegar de vuelta a la oficina me

felicitó, y me contrató para que fuera con él a Miami a cerrar el trato. Acepté y de ahí

todo bien.

Cuando ya estaba con el tema de Argus, una semana antes del concierto me negaron el

permiso para hacerlo. Con el corazón en la mano me toco recurrir a ese señor. Me dijo

que claro, que hablara con el Comandante Fulano de Tal que me estaba esperando en tal

lugar. Fui, y a los dos días tenía mi permiso.


94

La segunda y última vez que recurrí a él fue en el día de la bienvenida a la banda. Un

amigo prestó la casa para que los recibiéramos con alcohol y drogas, pues ellos, entre

sus condiciones, habían pedido perico.

Yo no sabía dónde se conseguía eso, por lo que me toco llamar a Pablo otra vez. Nos

mandó un kilo de perico y tanta marihuana que hicimos una corona de bienvenida con

ella. Entrada la noche llegó una gente en unas motos y creímos que era la policía, por lo

que un amigo fue y botó todo en el baño. Al final eran otros amigos los que dañaron la

fiesta.

La única condición que puso Pablo fue que en el concierto se nombrara su proyecto

Medellín sin Tugurios, por lo que aparece en las boletas y en las escarapelas del evento”

(Velásquez, 2015)​.

Argus, el concierto

En marzo de 1982, en la Plaza de Toros La Macarena, el grupo de ​Súper Conciertos JIV

Limitada presentó al grupo de ​Heavy Metal californiano ​Argus, acompañado de dos grupos

locales: ​Fénix y ​Pyro.

Argus fue muy claro con lo que querían en su concierto en la parte técnica. Casi todo el equipo

que pidieron debió ser importado, entre lo que destacaban cien mil vatios de luces, consolas de

sesenta y cuatro canales, cañones de mil quinientos vatios y un ingeniero de sonido que supiera

manejar ese tipo de equipos, pues no existían en Colombia.


95

“​El escenario que pidieron era grandísimo, aquí no existían escenarios, entonces nos

dimos a la tarea de una semana de construir nosotros el escenario a punta de andamios

como si fuéramos a construir una casa” –recuerda Jairo Álvarez – “​Fue un ponga clavos,

ponga tablas, suba aquí, baje allá, todo para poder alcanzar las rampas que ellos

pedían. Toda una odisea” (Álvarez, 2015)​.

Todo ese esfuerzo dio frutos, pues cada momento de aquel concierto de ​Argus, ​Fénix y ​Pyro fue

espectacular, sobre todo para los que apenas y vivían sus primeras experiencias en el ​rock.

Gustavo Adolfo Montoya, aquel pequeño que gracias a los papás gomosos de su amigo del

colegio pudo estrenar el carro de esa familia visitando ​Ancón, ya había crecido y se encontraba

en las primeras filas del concierto de ​Argus.

Aunque no fuera realmente su tipo de música, Gustavo Adolfo no se perdía evento alguno creado

para los jóvenes. Tal y como había ido al Festival de la Trova, al desfile de Mitos y Leyendas o a

alguna parranda al son del tango o del bolero, se encontraba allí, con sus amigos, en aquel

tumultero de camisetas negras.

“En el concierto de Argus hicimos un salpicón de licor en una bota, le habíamos echado

aguardiente, sangría, vino tres patadas que uno compraba en la viñera del Poblado,

pepas y más cosas, y no nos querían dejar entrar eso. Nosotros alegamos que no le

íbamos a tirar eso a nadie, pero no funcionó. Éramos como cuatro o cinco y en dos

vueltas acabamos con esa bota, pues era vaciarla o dejarla ahí, entonces preferimos

vaciarla para adentro. Entramos más locos que una cabra, estaba full el concierto. Yo no
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sé si fue la música, el estado en que estábamos o lo poquito que uno podía ver en

Medellín en esa época, pero ese concierto para mí fue inolvidable” (Montoya, 2015)​.

Fue un éxito rotundo. Además de la parte logística, el grupo comenzó a contar con el apoyo de

dos emisoras radiales que podían llamar propias: ​Veracruz Estéreo con el programa ​Especial JIV

Limitada a manos de Jairo Álvarez y ​Radio Discos ZH bajo la dirección de Carlos Alberto

Acosta. Así lo cuenta Carlos Alberto:

“Pasa un fenómeno que es el FM, Radio Musical era con Guillermo Botero y aparece

Todelar Estéreo. Radio Discos ZH era muy bien posicionada entre la clase alta pero

cuando aparece Todelar Estéreo en la FM la audiencia migra, a la gente le importó un

rábano.

Tito, Donnie, Carlos Alberto Ríos, John Jairo Muñoz estaban desesperados porque

sintieron el cambio, la pauta, se movieron rápido. Cogieron Veracruz que era una

emisora de salsa en Envigado y en cuestión de días ellos dijeron “nos vamos”. A mí me

llamaron y me dijeron que si me quería ir con ellos o quedarme como director

recomendado por ellos. Yo me quedé” (Acosta, Tertulia Inicios de la Radio en Colombia,

2015)​.

Eso pasó el miércoles cuatro de julio de 1984, Carlos Villada le dio una inducción rápida y dejó

solos a Carlos Alberto y a Vicky, encargados de un juguete nuevo que no sabían cómo

encaminarlo, pero al que pronto incorporaron nombres como Jorge Humberto Sierra, Claudio

Jaramillo y Wbeimar Tejada.


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“Lo de Vicky fue muy especial: era la primera mujer, lo que siendo un medio totalmente

machista, era la perdición. Todo el día recibía insultos, y las mismas mujeres le decían

que se saliera, que qué hacía ahí, hasta que ella dijo que no podía seguir. Yo le dije que

no, que siguiera adelante, y ya desde eso jamás lo dejó” (Acosta, Tertulia Inicios de la

Radio en Colombia, 2015)​.

Todo estaba listo para comenzar a hacer eventos grandes. Lastimosamente, el primero de ellos

fue también el último.

Cuestión de clases

Hugo Restrepo comenzó a escuchar rock a través de un disco de ​Kiss que se encontró en su casa.

Propiedad de uno de sus hermanos, el ​Kiss Alive II, de 1977, fue el punto de partida para

comenzar una carrera musical.

Hugo vivía en el barrio Carlos E Restrepo y tenía una guitarra acústica que estaba modificando a

eléctrica. Se juntó con otros amigos del barrio a tocar covers, principalmente guiados por el

vocalista, Elkin Ramírez. Decididos a triunfar, en 1984 inicia el grupo que se llamaría ​Kraken,

en el que Hugo duraría casi diez años.

Kraken y ​Código, la banda de Paul y Carlos Iván, comenzaron a ser referentes de la época.

Aunque ​Kraken tocaba covers, ​Código se dedicó siempre a la música propia, aunque solo los

llamaran a tocar en colegios y universidades.


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Kraken dominaba en el ​Heavy Metal y ​Código en el rock progresivo. Ambos grupos estuvieron

ligados de Víctor García, de ​Nash, para salir adelante, pues dice Paul Uribe que los músicos eran

realmente pocos en la época.

“Es que para hablar del rock de los ochenta en Medellín hay que partir la historia en

dos: el centro de Medellín y Laureles-Conquistadores-Belén. Los otros (el centro) eran

grupos muy marginados, que nosotros no tuvimos contactos con ellos, no había

discriminación pero si una cosa de clases. La gente por allá se la luchaba toda pero

nosotros no teníamos ni idea, porque también los tildábamos de malos, de que miedo

esos manes, aunque todos éramos peludos en esa época ellos eran diferentes, eran

pandillas.

Los que vivíamos en el Valle, Poblado no existía, Poblado eran fincas. Vivíamos todos en

Laureles, en Rosales, en Alameda, en Conquistadores y ahí todos estábamos

conectaditos, era una red, todos sabíamos lo que estaba haciendo el otro entonces todos

nos ayudábamos. Víctor, que era el más experimentado, le pagábamos cinco mil pesos

por grabar dos canciones y con ese demo nos fuimos para la disquera. Kraken ya estaba

grabando sus demos. Nos fuimos para Sonolux y allá nos escogieron, pero antes nos

habían hecho una audición en Discos Fuentes y a Kraken en Codiscos. Paralelo los dos

grupos salimos” (Uribe P. , 2015)​.

Mientras ​Kraken se dedicó a sus instrumentos ​Código se dedicó a la perfección de sus

sintetizadores. Carlos Iván Ruiz ya había encaminado otros proyectos por lo que Código, en su
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furor, se compuso de Ricky (fundador de ​Estados Alterados), Orión Vargas, Paul Uribe, Jaime

Ochoa, Silvia O y Federico López.

“Con esa agrupación tocamos en el Museo el Castillo, en la Baviera, en fincas, conciertos

pequeños y algunos grandes. Habían conciertos más pequeños, en teatros, como en el Teatro

Tropicana que estaba en San Juan con la 70 y en otros sitios como Discotecas, pero había

que tener un golpe de suerte para tocar, pues eran tres bandas las que realmente reinaban:

Complot, Nash y Fénix, los profesionales, de resto veníamos todos chupando rueda de ahí.

Ver a Nash en vivo era impresionante, era gente que iba bien preparada: buenos

amplificadores, grandes, con una Marshall Doble Stack de cien vatios, JGM 900, dos a un

lado y dos al otro, cuatro o cinco teclados, una batería gigante, era una banda de rock bien,

con las pintas que eran y una música espectacular, pero covers.

Es que se perdieron muchos años, desde el setenta hasta 1983 se perdió todo el tiempo de

composición, todo era covers. Kraken con los días aprendió y, junto a nosotros, empezamos

a sacar al rock local de aquel letargo” (Uribe P. , 2015)​.

Problemas de estratificación social

El hecho de que ​Kraken (principalmente) fuera integrado por personas que, supuestamente,

vivían en barrios de estrato alto, hizo que se generara cierto rechazo de parte de las agrupaciones

del centro de la ciudad o de los barrios más populares. El que escuchara ​Kraken era considerado

casposo y cualquier evento que tenía el grupo debía ser saboteado por aquel espíritu punk y
100

libertario. Juntar a grupos radicales de los barrios populares de la ciudad junto a grupos

económicamente acomodados y con unas letras menos agresivas fue, claramente, un grave error.

“Antes el rock no daba tantos motivos para ser perseguido o estigmatizado, fue más por

ideas estereotipadas y prejuiciosas. Algunos se aprovecharon de eso y añadieron la falta

de recursos o la idea de no futuro para hacerle frente a la religión, a la policía, a la

sexualidad reprimida y a los estratos sociales. Así, el que viniera de estos lugares no

podía ser rockero, era un enemigo más. De Kraken sólo el baterista tenía familia con

dinero, el resto eran muchachos comunes y corrientes, pero eso no fue suficiente”

(Acosta, Entrevista Personal, 2015)​. Comenta Carlos Alberto Acosta, quien fue el primer

mánager del grupo.

Las discriminaciones y maltratos no sólo se dieron entre grupos musicales. Para Román

González significaba una cuestión de territorialidad, estética e ideología, pues estas personas se

apasionaron tanto con el tema que crearon recelos y radicalismo.

Llegó un punto donde ​Iron Maiden con ‘​Piece of Mind’ se volvió basura para los extremistas del

Metal, pues ya era demasiado suave. Aquellas bandas que deslumbraron el inicio de ésta época

como ​Saxxon ya eran bandas que no satisfacían a los jóvenes de la ciudad. Bandas de ​Thrash

Metal como ​Kreator o ​Venom pasaron de ser escuchadas a ser “caspa” por el hecho de pulir sus

trabajos a partir del segundo disco.

A Carlos Mario Agudelo le tocó vivir el fenómeno desde adentro. Visitaba constantemente a

grupos como ​Nekromantik, ​Blasfemia o ​Parabellum, quienes aprendieron a tocar sin partituras,
101

de puro oído, y grababan sus canciones en cassettes, con un sonido estridente, precario y

“chatarrudo”.

“Yo me acuerdo que conseguí el primer disco de Manowar y se lo mostré a los de

Parabellum. Ellos me decían que no, que eso estaba muy lento, muy suave. De cierta

manera querían ver rapidez y dureza, no la fabricación en si de lo que era el Heavy

Metal a nivel mundial” (Agudelo, 2015)​.

Extremistas, chatarrudos, radicales

La música extrema y “chatarruda” que habían mostrado las bandas internacionales en sus

primeros discos (y que luego pulieron), se convirtieron en el estilo del ​Metal de la ciudad. Tal

forma de expresarse los llevó a hacer contactos con países europeos como Noruega, lo que los

fortaleció como escena y los convirtió en un movimiento social, como lo recuerda Carlos Mario:

“Era un movimiento social de intolerancia, de no aceptación de otros géneros que son

típicos del rock pero que no cabían dentro de lo que ellos estaban pensando. A eso se le

mezclaba la violencia de la ciudad y a las letras fuertes, la lucha ideológica desde las

universidades y los barrios, la anti religión que conllevaban esos géneros extremos en el

sentido de rechazar el cristianismo y su autonomía frente a la humanidad de cierta

manera. Estaban en contra de la corrupción política, la inseguridad provocada por

Pablo Escobar. En resumen Medellín era una ciudad de estallidos que daba muy buen

material para hacer música extrema” (Agudelo, 2015)​.

Aunque nunca le pasó nada, Carlos Mario vivía con el miedo de los comentarios de la gente,

pues se decía que si aquellos extremistas te veían caminando por el centro de Medellín con un
102

disco de alguna banda que no fuera de su agrado los tumbaban o los robaban, pues de cierto

modo eso no era aceptado por ellos y aunque no fuera una constante en cada calle, se sentía en el

ambiente.

A Hugo Restrepo, el de ​Kraken, poco le importó este movimiento, pues estaba enfocado en lo

suyo y en generar música. Para Hugo todo se limitó a ser un problema de estratos donde se creía

que los ricos no podían escuchar las canciones de los pobres ni se podían mezclar, pues cada

canción manejaba una ideología y estrato propio al estilo de vida del receptor.

“Como Kraken Elkin si se preocupaba por eso, él tenía muy claro ese tema. A mí no me

importaba mucho, a mí me interesaba era tocar, pero Elkin dentro de sus filosofías

tomaba muy en cuenta como se iba a dirigir a la gente con sus letras. Yo no era muy

participativo en la parte de las letras o de la ideología, porque esa era la ideología de

Elkin. Ni la compartía ni me importaba, a mí me importaba era tocar y hacer música

para que Elkin metiera las letras que quisiera y la ideología que aún sostiene:

trascender, hacer arte” (Restrepo H. , 2015)​.

Aunque a Hugo le diera igual si se hacía pensar al público o no, tanto para Elkin (entre los

grupos calificados burgueses) como para las agrupaciones extremas (integrantes de los grupos

de los barrios más populares) más significativas era un factor importante. Para Ramón Restrepo,

integrante de uno de los grupos radicales más significativos del momento, ​Parabellum, lo que se

había hecho con el grupo hasta antes de la ​Batalla de las Bandas no era violento, ni nunca se

tuvo tal intención, aunque se consideraran extremos. ​Parabellum era de un grupo de jóvenes que
103

habían decidido no integrar la vida del narcotráfico que se les ofrecía en el barrio y habían

preferido mostrarla y criticarla desde la música, aunque no supieran tocar.

La música de ellos fuera muy pesada, pero con esto no se pretendía ganarle a la violencia con

más violencia, si no, más bien, generar conciencia de lo que estaba pasando y tratar de hacer algo

al respecto.

Si no hubieran sido radicales, para Ramón, ​Parabellum no habría perdurado en el tiempo, pues el

pensamiento, según él, estaría más preso de lo que está ahora. La música de ​Parabellum ayudó a

la revolución, a la irreverencia, a despertar de aquel letargo que se había producido desde que

finalizó ​Ancón y a apegarse a filosofías nadaístas: si hablamos de la muerte, es que apreciamos

mucho la vida.

“A nosotros sólo nos importaba el desayuno, el almuerzo, la comida y la música. Nos

reuníamos a hablar de música, sin ser músicos. Puro empirismo, nosotros tocábamos

guitarras de una cuerda. Yo aún toco guitarra con dos cuerdas, por mí que le quiten las

otras. Es importante sentir la energía, hacer lo de corazón, sin mucha técnica, esa ha

sido la base de nuestra música, de lo que le queremos transmitir a los que nos oyen: no

sólo escuchen, sientan y actúen” (Restrepo R. , 2015)​.

La música que promovió ​Parabellum y estos grupos metaleros de los estratos más populares se

le dio el nombre de ​Ultra Metal, lo que se definía como un metal estridente, arcaico, enérgico y

con tintes en su mayoría sociales. Aunque tuvo mucho auge en los barrios populares y en ese

sector de ​rockeros del centro de Medellín, para los rockeros de música más suave, y de paso para

la misma ciudad, esa música era provocada por el mismísimo diablo. Como dice Paul Uribe:
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“El Ultra Metal entró básicamente cuando Metallica entró, y siempre he dicho que

cuando Metallica entró esta ciudad se dañó. Metallica con esos dos discos acabó con

esta ciudad: son muy buenos pero como nosotros no habíamos visto esa cosa tan pesada

y tan bien hecha nos entró fuerte y profundo. ‘Seek and Destroy’ es una canción muy

brava, con una cosita diabólica, un sonido muy satánico.

Era música que no entendíamos, y como la escuchaban tanto en los barrios populares, y

teníamos la idea de que los de allá eran personas malosas o criminales, les teníamos

físico miedo, aunque ahora seamos amigos y veamos que son unos bacanes.

Por Metallica hubo un fenómeno social, que no se supo entender y se tomó por el lado

malo. Así entonces, un grupo de Heavy Metal, de Hardcore, de Thrash, o Metallica, que

incita a la violencia, puede ser de si o de no. Puede ser que se tome hacia el lado de lo

violento en contra de lo establecido o como un grito de desahogo. Pero acá no, acá hubo

un bando de gente mala: entre el punkero y el metalero se hizo una brecha muy grande, y

para acabar de ajustar a ese fenómeno años después entró Rodrigo D” (Uribe P. , 2015)​.

Santiago Arango, quien años más tarde fuera director del ​Festival Internacional Altavoz, cree

que el fenómeno de los ochenta es el claro ejemplo que la manera en que se entiende la música

va ligado a la experiencia del entorno. Los grupos musicales de Medellín vieron sus canciones

como vía de desahogo, como forma de decir lo que pensaban, de poder estar con los amigos, de

poder “parchar” en una esquina, de poder huir del entorno hostil del narcotráfico.
105

El hecho de que los jóvenes, principalmente de los barrios populares, fueran perseguidos por los

pillos del barrio o por la policía creó una experiencia distinta a la hora de consumir la música.

Ser joven en los ochenta era sinónimo de ser peligroso, lo que creaba más barreras para los de

estratos más bajos, que querían sobresalir de alguna manera pero que no tenían como estudiar o

trabajar.

Encontraron en la música extrema algo único, algo de lo que aferrarse, algo con el que desfogar

toda la rabia que se les generaba en el interior, con el que salir del tedio y del hastío, pues se

manifestó una incapacidad del Estado de poder cubrir las necesidades básicas, por lo que los

jóvenes tuvieron dos opciones: o ir a escuchar ​punk/​metal, o volverse pillos.

La Batalla de las Bandas

El éxito que tenía ​Súper Conciertos JIV Limitada había llegado al punto de manejar dos

emisoras, una columna en uno de los diarios más reconocidos del país y todos los grupos locales

a su favor. Después del histórico concierto de ​Argus, Raúl Velásquez tuvo la idea que marcaría la

historia tanto para ellos como para el rock paisa en general: Raúl, Jairo Álvarez, Carlos Alberto

Acosta y Vicky Trujillo comenzaron a idearse el concierto ​La Batalla de las Bandas.

La idea inicial era tratar de abarcar todos los grupos y géneros posibles locales para

promocionarlos y posicionarlos, pues se estaba viendo mucho para el ámbito internacional mas

no se tomaban en serio a los grupos locales. Un gran concierto que uniera a los ​rockeros en la

Plaza de Toros la Macarena, lugar que ya tenían como referente.

“Empezamos el proceso, comenzamos a hablar de eso en el programa de radio y

aparecieron muchas bandas interesadas en participar”. - Recuerda Jairo Álvarez - ​ “Nos


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dimos a la tarea de ir a visitar todas las zonas donde ensayaban, todos los barrios donde

estaban las bandas para seleccionar las que iban a participar” (Álvarez, 2015)​.

Jairo y Vicky eran los encargados de las audiciones y de calificarlos. Un día, cuando ya estaban

seleccionadas la mayoría de las bandas, apareció un grupo de ​punkeros que se sentían relegados

del evento. Raúl Velásquez, como representante del evento, luego de hablar con ellos les dio la

razón, por lo que brindó dos espacios más de los que tenía planeado.

Jairo Álvarez, quien fue el primer vocalista y mánager de ​Kraken, así lo recuerda:

“Kraken era como el gran referente en ese momento y la mitad de los rockeros los

adoraban y la mitad los odiaban, entonces se creó un ambiente muy curioso alrededor de

la Batalla porque más allá de una manifestación cultural era una manifestación social.

Había muchas bandas de punk, de metal, de hardcore, y que al final fueron

seleccionadas, luego de más o menos seis meses de preparación y selección, les

escogimos salas de ensayos donde les dimos instrumentos un poco más adecuados para

que pudieran practicar y tener una mejor calidad a la hora de la presentación” (Álvarez,

2015)​.

Era la primera vez que se vinculaba un medio de comunicación como copatrocinador de un

evento de rock. El ​Periódico El Mundo fue, además de algunas empresas privadas, quien

impulsó la realización y el esperado éxito del concierto. Era una apuesta segura, por lo que

dineros privados y algunos personajes del tipo político estuvieron más que interesados en

colaborar en algo realizado para los jóvenes. Así lo recuerda Carlos Alberto Acosta:
107

“Esos personajes políticos salieron muy aburridos porque casi los linchan apenas se

montaron al escenario y comenzaron a hablar. La verdad es que los odios entre los

distintos géneros musicales, sobre todo los más radicales como los metaleros y los

punkeros, hacia otros géneros como el rock heavy, el rock estándar y el pop, eran muy

fuertes, entonces ahí no hubo ninguna convivencia. Fue una real batalla entre los

seguidores de unos géneros tratando de matar a los otros” (Acosta, Entrevista Personal,

2015)​.

Como organizadores, el hecho de haberle puesto “​Batalla de las Bandas” a un evento que

pretendía fomentar la convivencia si les llamó la atención, al punto de querer impulsarlo días

antes del evento como “​Encuentro de Bandas”. Aun así, ya era demasiado tarde, pues la mayoría

de la publicidad ya estaba impresa.

El mito decía que el concierto se iba a acabar cuando tocara ​Spol o cuando tocara ​Kraken, que

eran los grupos “caspa”, los que la mayoría de la gente, la de los barrios populares, no querían

escuchar.

El Cartel

Fueron ocho agrupaciones en total, y la dinámica del concierto era generar una votación para que

las bandas más populares entre dos categorías (expertos y novatos) ganaran un disco. Además, se

esperaba sacar un videoclip de los grupos ganadores y un registro completo del concierto para

ser transmitido en televisión nacional:

Novatos
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- Danger:​ con tres años de experiencia, éste grupo influenciado por ​Slayer, Metallica,

Venom, Celtic Frost y Black Sabbath fue uno de los pioneros del ​Ultra Metal Medallo.

- Glostergladiattor: banda de ​Heavy Metal, cuya desintegración daría vida al legendario

grupo de ​punk ‘​Paranoicos, Neuróticos y Esquizofrénicos’, más conocida como ​P-Ne.

- Excalibur:​ grupo de ​Heavy Rock de Bogotá.

- Mierda:​ representante del ​Ultra Metal Medallo, fue en ésta época de las bandas más

representativas de los barrios populares.

Expertos

- Spol:​ era su primer gran concierto, y el ​Periódico El Mundo así lo reseñaba:

“Hace tres años en cualquier esquina de barrio cuatro muchachos que en su vida habían

tenido ninguna experiencia musical, pero que les gustaba el rock, decidieron formar una

banda y dicho y hecho, armaron a Spol. Luis Fernando Restrepo se decidió por el bajo,

Andrés Molina y Jose Luis Arroyave por las guitarras, Diego Londoño por la batería y

Jaime Andrés Henriquez entró después como vocalista. El nombre, Spol, no significa

nada, les pareció sonora la palabra y así se bautizaron para hacer música y nada más

que música, sin necesidad de dar mensajes ni violentar nada.


109

Con el rock suave que interpretan han ofrecido veintiún conciertos, todos conseguidos

por cuenta propia en colegios, universidades y tabernas. Copian canciones de los

mejores grupos extranjeros y componen sus propios temas, entre ellos, ‘Chicas

Modernas’” (El Mundo, 1985)​.

- Kraken:​ como ya lo hemos mencionado, este grupo de ​Metal, liderado por Elkin

Ramírez, era el grupo más representativo para los rockeros de los mejores barrios de

Medellín (Belén, Laureles, Conquistadores). Su música era considerada “caspa” por venir

de la élite, aunque de ellos sólo uno tuviera una familia con dinero.

- Parabellum:​ como ya ha sido mencionado, fue quizás el grupo más representativo de los

rockeros (principalmente metaleros) de los barrios más populares de la ciudad. El

Periódico El Mundo así los reseñaba:

“Hace un año Carlos Mario Perez (guitarrista), Cipriano Alvarez (baterista), Jhon Jairo

Martinez (guitarrista) y Ramon R. (vocalista) atraídos por el rock, el rock pesado,

decidieron formar la banda Parabellum, que en latín significa: prepara la guerra.

“Cantamos nuestra propia música sin necesidad de plagiar a ningún grupo. Somos

metaleros y cantamos nuestra propia realidad”.


110

Se han presentado al público en varias oportunidades pero siempre en conciertos

organizados por ellos mismos. El Festival de Bandas será la primera presentación en

grande. Uno de sus temas es Mutación por Radiación” (El Mundo, 1985)​.

- Lasser:​ grupo de ​Heavy Rock.

El orden pretendido para esa tarde era ​Spol, ​Glostergladiattor, ​Danger, ​Mierda, ​Excalibur,

Parabellum, ​Lasser y cerrar con ​Kraken.

A diferencia de ​Ancón, los pormenores técnicos ya estaban listos: una tarima de dieciséis metros

por ocho metros, cincuenta personas de parte logística controlados por Javier Betancourt, quien

había trabajado anteriormente con ​Alice Cooper. La boleta se podía comprar en el almacén de

JIV Limitada como en otros seis diferentes puntos de la ciudad. Todo estaba listo para aquel

sábado veintitrés de marzo de 1985, el día de ​La Batalla de las Bandas.

Primeras horas

Como si de un presagio se tratara, la temperatura en Medellín aquel sábado estaba en uno de sus

puntos más altos. Treinta grados acompañaban a “la ciudad de la eterna primavera” en aquellos

tiempos sin fenómeno del niño.

Mientras las personas del común buscaban la sombra y se abanicaban con lo que tuvieran a la

mano, los jóvenes ​rockeros aguantaban los rayos de sol mientras hacían la fila afuera de la Plaza

de Toros La Macarena.
111

Algunos, como en ​Argus, llegaban ebrios a la requisa antes de entrar, pues si el policía les

detectaba la bota o el litro de cualquier licor lo vaciaba en un ya considerado río de vicios.

El capitán Acevedo se aseguró que toda persona que pasara al recinto fuera requisada hasta en

las partes más íntimas con el fin de buscar productos ​non sanctos, así lo relata el ​Periódico El

Mundo que reseñó el concierto días después en el artículo ‘​Una Expresión de libertad…

¡vigilada!’.

“En aprietos se vieron los uniformados para revisar todos los bolsillos y los bolsillitos,

todas las billeteras y todas las mochilas de todos los rockeros asistentes. En un rincón de

cada entrada empezó a crecer el cúmulo de periódicos, cadenas, navajas, botellas,

chapas, al lado de una que otra bola de marihuana”.

La muchachada solo esperaba cumplir con la humillante requisa para correr

desenfrenada hacia las graderías, y regresar más rápido a buscar la arena de la plaza,

porque era allí que se vivía la vida. Los más ‘serios’ se quedaron en los tendidos,

disfrutando el espectáculo con el vino que llevaron en una bolsa plástica, o en una bota

que no les decomisaron porque le repitieron cincuenta veces al agente, en la puerta,

“somos una parejita sana”.

En el ruedo, centenares de jóvenes se jugaban la vida, como toreros. Le hacían el quite a

la rutina, agarraban a estocadas los convencionalismos y entraban a matar todo lo que

estorbara su libertad. Otras veces parecían gladiadores venidos de otros circos y otras

Romas, semivestidos, pletóricos de taches y de hebillas y de colores.


112

Pero en todo caso eran los oferentes al ritual de la música, con el cuerpo en un continuo

vaivén, pulsando guitarras invisibles y al tiempo rompiendo infernales baterías. Era el

caos. La embriaguez de libertad, la desbandada frenética de una presa impunemente

contenida. La fiebre en el ruedo alcanzaba los tendidos: aun los que permanecían

sentados, los ‘serios’, no podían permanecer impávidos ante el terremoto del ruido vital.

Y al final de cada intervención, miles de manos alzándose hacia el cielo, coronadas con

una ve y ambientadas con gritos como descargas de infernales artillerías. Por no hablar

de las bandas. Alguien imitaba a alguien en el fervor y en la mística del

rito-rockero-musical-vital” (Pérez, 1985)​.

Algunos políticos de la ciudad, como si de ​Ancón se tratase, se montaron al escenario para abrir

el concierto. Sin embargo, esta vez no hubo un “​Gracias, Maestro” y la silbatina del público hizo

que se gastaran más tiempo entrando al escenario que dando su discurso.

Con el ambiente pesado y los nervios del primer gran concierto, ​Spol se apodera de sus

instrumentos y se encargan de abrir el concierto. Los altoparlantes, hasta ese momento utilizados

para dar indicaciones, se llenan de un ​rock suave que levanta nuevamente las silbatinas. Es un

público difícil, y al notar que la primera canción del grupo no será la estridencia que fueron a

escuchar, comienzan a volar las primeras piedras y cúmulos de arena

Más que una presentación musical lo de ​Spol fue un acto circense, pues la gran atracción fue ver

a su cantante tratar de cantar mientras se defendía de los objetos voladores. El acto duró una

canción, precisamente hasta que una pedrada en el ojo le avisó al vocalista que debía bajarse de

allí, en medio del abucheo y el grito generalizado: “​Caspa, caspa, caspa”.


113

El segundo en escena fue ​Glostergladiattor, que dijo las palabras mágicas para que el público

comenzara a bailar: “​sigue el Metal”. No importa el ritmo sincopado, la arritmia musical ni la

estridencia, el público por fin está feliz. El vocalista no para de alentar con frases como “​el

Heavy es la solución” y “​que seamos polvo”. Algo de poder tuvieron sus frases, pues el polvo

tomó vida propia y la arena de la Plaza se volvió una nube que tapó a todo el público de abajo.

“Hubo muchísimo calor, y la gente cuando empezó a brincar en la plaza de toros se

levantó un arenero de tal magnitud que la gente no veía el escenario, y nosotros desde la

tarima no veíamos la arena, del polvero que había”. – Recuerda Jairo Álvarez –​ “Tocó

llamar a los soldados para que mojaran la arena, y la gente aprovechó para mojarse, se

volvió una gran fiesta, pero mientras se armó todo ese desorden siguió el concierto y el

caos no se hizo esperar” (Álvarez, 2015)​.

Aunque Raúl Velásquez se queja de que lo único a lo que se dedicó la prensa luego de ese día

fue a hablar de cómo habían utilizado el agua como método antidisturbios (lo que era falso en su

totalidad), en el ​Periódico El Mundo lo reseñaron de ésta manera

“Allí se regocijaron y se bañaron con el polvo y el solazo ardiente, peladitos de seis años

y viejos de treinta. Muchachas de todas las edades y una joven embarazada, otra con un

bebé en los brazos y otra más encartada con un yeso y dos muletas. Abajo, en las gateras

de la plaza, los extremos de la vida estaban sentados en los extremos de una banca: en

este lado una anciana. En el otro un niño. Ella feliz, viviendo a plenitud las sensaciones

del concierto rock. El aburrido, sintiéndose estafado con el espectáculo. Doña Edelmira

Álvarez resultó ser la mamá más rockera de una familia de rockeros. Es la madre de
114

Jairo Álvarez, el del programa El Templo del Rock, de Veracruz Estéreo. Y madre

también de Rosalba, otra encarretada con este ritmo. Ella estaba en su salsa, y de los

nietos ¡ni hablar!

Andrés Navarro era el joven decepcionado: no le gustaron las interpretaciones de los

grupos y dijo que fue mejor la otra vez, cuando vino Argus, hace dos años. Además

andaba solo porque abandonó a los de la barra, cuando se pusieron a fumar marihuana,

porque el no había ido a eso” (Pérez, 1985)​.

Danger se encargó de volver a caldear a la Plaza de Toros La Macarena. Aunque el sonido era

malo, y la voz del grupo se escuchaba gangosa, un cover de ​Judas Priest hizo delirar al público,

al punto de que uno de los aficionados se subiese a darle un abrazo al cantante. “​Gracias

Medellín por ponerle sangre” grita el líder de la banda, despidiéndose, sin imaginar lo que se

vendría unos cuantos minutos después.

El error se cree que está desde el momento en que se le permite subir al escenario a un grupo

llamado “​Mierda”, cuyo propósito, según ellos mismos, no era ni el amor, ni la armonía, ni la

belleza. Representante del ​Ultra Metal, el vocalista sube maquillado con sangre e incitando a la

gente a insultar, a ser irreverentes y a no dejar nada en pie. “​Crucificadme” y “​Satanás está entre

nosotros” fueron algunas de las frases que desde el micrófono tentaron a la misma suerte.

Los mitos llegan hasta que el grupo se encargó de tirarle al público cosas desagradables, por el

mismo instinto de caos. La reacción no se hizo esperar, pues más de una bolsa llena de

excremento impacto contra la cabeza de algún incauto espectador.


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El ambiente se ha vuelto tan tenso que tras la presentación de ​Mierda se llega a un receso

obligado. Mientras algunos se abrazan, otros tratan de limpiarse un poco la polvareda, buscar a

su grupo de amigos e hidratarse, pues la temperatura general, como dentro del evento, aún sigue

por las nubes.

Excalibur, aunque es metal, peca por no ser del grupo ​Ultra Metal. Tal y como le paso a ​Spol, el

grupo es apedreado una vez se sube al escenario, por lo que deciden bajar sin dar todo su

potencial. Una parte del escenario ya ha sido reventado, lo que augura que la presentación de
36
Kraken, el verdadero “Florero de Llorente” ​, será una catástrofe. Sin embargo, antes del grupo

de Elkin Ramírez se debía presentar ​Lasser, y antes de estos dos el turno era para el grupo más

esperado por el público. No se había terminado ​Excalibur y ya se oía el grito generalizado de

“​Parabellum, Parabellum”.

La visión de ​Parabellum

Aunque Ramón Restrepo sabía que ​Parabellum, representaba todo el género musical del ​Ultra

Metal, cree que en la presentación de ese día básicamente hicieron lo que tenían que hacer.

Estaban tras bastidores, y ya había llegado el rumor al camerino que el ambiente afuera estaba

pesado. Tal situación no les era indiferente ni extraña, pues el público que asistió a ​La Batalla de

las Bandas ese día era prácticamente su público habitual.

Sus letras eran fuertes, pero no creyeron nunca que fueran un detonante incitador para acabar con

el concierto. Querían hablar sobre la lucha contra el comercio musical, contra la música caspa,

36
Florero de Llorente: anécdota de la historia de Colombia que dice que el grito libertador fue provocado tras la
negativa respuesta al préstamo de un florero. Se utiliza la expresión para demostrar algo muy pequeño que
desencadena un gran problema.
116

vendida al mejor postor, contra aquellos que para ellos no hacían nada significativo con las

canciones que creaban, pero eran las letras de sus canciones, era la forma con la que

interactuaban con su público y principalmente, era su filosofía de vida.

“Parabellum, en esas épocas, confrontando lo que era la religión, la política, la misma

existencia, la guerra y el comercio musical hizo que la gente entendiera y se saciara

hasta un punto máximo. Quedaron a gusto, al punto que no querían escuchar más.

Después de que la banda tocó ese día la gente no quería más concierto, ya no

necesitaban mas sonidos en sus oídos, se generó un caos. Además luego venían unas

bandas que en ese momento por el pensamiento radical de la gente no eran aceptables,

porque los consideraban muy comerciales. Bandas locales, bandas nuestras, que en esa

época eran consideradas caspas y que ahora son respetadas y se reconocen como parte

de la historia de nuestra música, pero en ese momento no lo eran.

Se supone que nosotros ganamos la Batalla de la Bandas y merecíamos el disco. Igual el

sentido no era ese, el propósito no era ganarnos esa grabación, al fin y al cabo el Ultra

Metal o el Metal de esa época era muy underground; preferíamos hacer las cosas por

nuestros propios medios encima de que nos la regalaran, aunque si nos la daban

tampoco la íbamos a rechazar” (Restrepo R. , 2015)​.

Parabellum se montó al escenario gritando que había llegado el metal, que se prepararan todos

para la presentación más impactante de la tarde. Hasta los policías dejaron de bostezar para

ponerse alerta tanto con el grupo como con aquellos que desde la arena comenzaban a tirar

guijarros a los de las graderías que, se suponía, eran los que no querían estar en el alboroto.
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El público enardecía, y las paredes maltratadas a lo largo del día ya se habían astillado del

desborde de energía que cada uno de los metaleros de abajo expedía. La pared era negra, de

cuatro metros de alto y con los cantantes de ​Parabellum en su cúspide, lo que no fue obstáculo

para uno de los asistentes que, ayudado por otro, escaló con el único fin de abrazar a Ramón.

Ricardo Aricapa, en su columna ‘​Rock y Anarquía’, así lo reseñaba:

“Subterráneo, como herido de muerte, surge de las esquinas de los barrios populares de

Medellín ese grito hondo y desgarrado del cantante del grupo Parabellum; un alarido

como el de un degollado que se riega airoso y contagioso por la plaza estremeciendo

cuerpos y levantando polvareda, a pesar de los bomberos, que con sus mangueras no

pudieron sofocar del todo ese incendio juvenil” (Aricapa, 1985)​.

Sólo faltaban por tocar ​Lasser y ​Kraken. Como ​Parabellum era el último grupo representante del

Ultra Metal, para algunos, el concierto había terminado.

“Y llegó Lasser. Ahora los ánimos tenían el mismo volumen de los altoparlantes. En los

tendidos seguía el entusiasmo, pero dosificado, la gente en general tiraba juicio. Buena

parte de los de la arena ya andaban volando. Y volando bajo” (Aricapa, 1985)​.

Lasser tiene la misma suerte que ​Excalibur y ​Spol, pues lo poco que estuvo en tarima fue para

luchar por su vida. Las piedritas comienzan a volar por todo lado con mayor frecuencia, y la

tarima, con los golpes en la pared que la sostenía, ya no era un lugar seguro para estar.

Juan Fernando Trujillo había decidido desde el principio del concierto ir al balcón, pues no era

allegado al ​Metal ni al ​Ultra Metal. Necesitaba un espacio sin congestión y donde pudiera ver el
118

fenómeno tranquilamente: gente en la arena bailando, corriendo, pogueando y gritando cualquier

cantidad de cosas a los que estaban cerca de él.

Ya se habían tirado diferentes tipos de objetos desde abajo hacia las gradas, pero quizás el primer

gran motivo de la guerra que se formaría fue un baile de una persona en plenas graderías. La

gente lo recuerda de muchas maneras: que fue un tipo que empezó a bailar de forma homosexual,

que los de las gradas comenzaron a gritarle cosas a los que estaban tirando cosas, que nadie bailó

nada, que todo empezó con ​Spol, que todo empezó con ​Lasser. En todo caso, Juan Fernando

Trujillo asegura haber estado diagonal a la mujer de pañoleta roja, la cual empezó a bailar con

pasos de ​Jhon Travolta. Como los de la gradería eran aquellos que realmente no es que

estuvieran disfrutando el concierto, comenzaron a animar a la mujer, hasta que el alboroto fue tal

que los que estaban en la arena se dieron cuenta, y le lanzaron a aquella mujer de pañoleta todo

lo que tuvieron al alcance: cheetos, papitas, guijarros, arena y bolsas llenas de quien sabe cuántas

cosas.

Como es natural, las personas de arriba comenzaron a responder, y el evento perdió el poco

sentido que aún le quedaba. Cada uno de los involucrados en la guerra comenzó a despicar

piedras de las estructuras con las botas y las comenzaron a tirar. Los dos hombres que manejaban

el sonido se tuvieron que refugiar en los tornamesas mientras se cubrían con los bafles y las telas

negras que cubrían el escenario, hasta que pasara el caos.

Ricardo Aricapa terminó su reseña de ‘​Rock y Anarquía’ de la siguiente manera:

“Era una verbena robada a esta ciudad voraz donde ya no quedan resquicios para los

sueños, la que sin embargo no se aprovechó plenamente porque lo que se había


119

anunciado como un grito de libertad de las bandas y de los súbditos del rock de

Medellín; lo que se esperaba que fuera una batalla fraternal entre metaleros, terminó en

una batalla de guijarros entre el público. Y fue así como el altar del rock fue profanado

por esa minoría sin dirección que parece empeñada en masacrar todos los valores; por

esa franja marginal de la cultura urbana que el sábado asistió masivamente a La

Macarena.

Confieso que sentí temor por mi vida cuando el ruedo y las tribunas se desocuparon en

estampida; cuando ya había varios heridos. Fueron 10 minutos mudos en los que

cualquier cosa pudo haber pasado en La Macarena. La gente pedía música y paz, pero

los vándalos hacían la guerra. Todos queríamos que el concierto siguiera, pero no había

por donde porque se había desatado una situación absurda que ya no tenía reversa.

En esas estábamos cuando llegó la policía, que bolillo en mano desocupó la plaza en

cinco minutos. En el tráfago de la salida precipitada, pude ver otra vez al joven de la

foto. Iba más trabado y ausente, sin darse cuenta que en el fondo del callejón sin salida

en el que se encuentra él y esa juventud que no quiere ver perjudicada, está la policía

esperando” (Aricapa, 1985)​.

El capitán Acevedo y sus cuarenta y ocho hombres se adentraron a la gradería donde estaba Juan

Fernando Trujillo y la chica de la pañoleta. Mientras unos iban de manera pacífica a calmar el

alboroto, otros, con bolillo en mano, aumentaron la tensión.

La mayoría de esos catorce mil asistentes habían salido de la Plaza de Toros La Macarena en los

diez minutos posteriores al suceso. Los rostros descompuestos, empolvados, untados de quién
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sabe cuántas cosas, con ropas desgarradas y botas raídas, en su mayoría, buscaban una forma de

regresar a su hogar, mientras otros se dedicaban a seguir la pelea y esparcirla por todo el barrio

El Naranjal. Tanto fue así que la mujer de la pañoleta roja tuvo que salir corriendo del lugar y

montarse al primer bus que pasó por el lugar. Todos vieron partir a aquella mujer en un Floresta

San Juan, mientras dejaba atrás todo el caos que, en parte, había provocado.

Muchos, como Juan Fernando, se quedaron en los alrededores de la Plaza de Toros por el resto

de la tarde. Desprogramados, silenciosos, aletargados, pensativos de lo que había sucedido allí

adentro, una parte de ellos quería terminar el concierto, aunque esa opción ya era más que

imposible.

¿Y ​Kraken?

En el camerino aún permanecían Vicky Trujillo, Raúl Velásquez, Carlos Alberto Acosta y Jairo

Álvarez, quienes despacharon a los músicos y les dieron disculpas anticipadas a los miembros de

Kraken.

Hugo Restrepo, de ​Kraken, todavía recuerda ese tiempo en el camerino

“No logramos tocar en la Batalla de las Bandas porque todo se terminó antes con el tipo

de desorden público que hubo, entonces Kraken no se pudo presentar.

No nos vimos en peligro, porque estábamos nosotros atrás en el camerino. No fue porque

estaban en peligro nuestras vidas, sino que la gente, el público, se estaban agrediendo

mucho entre ellos.


121

No siento que hubiera una resistencia a Kraken, lo que se detectó es que fueron riñas

personales: la gente que estaba en las tribunas empezó a agredir o a hacer cosas que

disgustaron a los de abajo, pero no había una rencilla con ningún grupo. Rencilla

después, en un concierto en el Teatro al Aire Libre Carlos Vieco, ahí si fue una rencilla.

Esa del Carlos Vieco fue una experiencia muy negativa, mucha gente salió muy

malherida, el concierto no se pudo terminar, fue un fracaso para la banda tener que

terminar así, escoltados y todo” (Restrepo H. , 2015)​.

Carlos Mario Agudelo, que también vivió todo el concierto desde las gradas, aún recuerda:

“Uno desde las graderías presenciaba pero uno veía que abajo se generó mucho

problema, sobre todo hacia el escenario. No había tanta restricción de licores en esa

época para entrar a un concierto, y en cierto modo eso marcó que empezaran a, incluso,

generarse ciertos conciertos en Castilla, en Manrique, donde solo estas bandas extremas

tocaban, y de ahí comenzó a disgregarse la escena. Aparte de eso muchas bandas en esa

época fueron muy pasajeras, pero Kraken, que fue muy constante, fue de las que más lo

vivió” (Agudelo, 2015)​.

La Batalla de las Bandas se convirtió en una expresión violenta, pues ya había un problema

social más grande, más de la cultura narcotraficante. Lastimosamente, toda esa música pesada se

filtró ahí en el mundo del sicariato, lo que volvió a la época en sí mismo un periodo muy oscuro.

Luis Grisales, quien también asistió al evento, aún no es capaz de hacerse una idea de la lógica

que tuvo la gente para ocasionar tal grado de destrucción


122

“En ese instante me di cuenta algo muy triste, que en realidad en la ciudad está pasando

por un momento muy crítico, un momento de violencia, que uno no lo tiene en la cabeza.

¿Hasta dónde una masa es capaz de agredir a otra?, era un despertar, era ver que las

masas eran, y son, idiotas.

Si a mí no me gustaba una banda me iba para otro lado o la escuchaba a ver si ahora si

me gustaba, pero yo no tenía esa dimensión, el querer agredir a alguien por música. Con

el tiempo es que uno aprende que hay unos problemas de fondo, como se vive ahora esos

problemas con las barras futboleras que es un problema que no tiene que ver con el

fenómeno del fútbol. Si el parqués fuera deporte nacional también nos daríamos

bofetadas por el color de las fichas” (Grisales, 2015)​.

Los reclamos de parte de los contradictores del rock no se hicieron esperar, y como lo dice

Carlos Alberto Acosta, al día siguiente de ​La Batalla de las Bandas se sabía que se tenía que

empezar de ceros.

“A partir de eso todo se fue para atrás: ya la plaza de toros no la querían prestar, los

medios no querían saber nada de rock y los enemigos del género se aprovecharon de eso

para difundir más eso de que el rock era satánico, que el rock era promotor del vicio, y

lo escribían desde las secciones editoriales. Todos se vinieron encima con La Batalla de

las Bandas, y el golpe fue duro” (Acosta, Entrevista Personal, 2015)​.

El golpe se podía notar desde las mismas reseñas al concierto. Una vez más el texto ‘​Rock y

Anarquía’ de Ricardo Aricapa mostró lo que se le vendría encima al género musical más

adelante:
123

“Cuando el reportero gráfico de El Mundo se acercó a fotografiar la escena de un

muchacho desmayado por exceso de rock y estupefacientes en pleno ruedo de la plaza de

toros La Macarena, en el paroxismo de la efervescencia que vivió el sábado la juventud

rockera de Medellín, uno de los dos jóvenes que, tan trabados como su compañero caído

trataban inútilmente de ayudarlo, enfrentó sin alientos al reportero y con una voz droga

y cansada le pidió el favor de que no tomara la foto porque con ella iba a perjudicar la

juventud.

En su ensueño artificial el jovencito por lo menos logró captar que semejante foto iba a

ser el más triste testimonio de una generación extraviada a la cual está atado por

manoplas de cuero negro y correas anchas tachonadas con estoperoles; una juventud

que se resquebraja en un nihilismo sin brújula; al ritmo metálico del rock y en placida

traba de metacualona, la cocaína de los pobres, porque el rock en Medellín se bajó de

clase social y anda regado como una epidemia por los barrios populares de la ciudad.

Por eso, los que tuvimos el privilegio de asistir el sábado a La Macarena para ver lo que

hace la juventud más atravesada de Medellín cuando tiene un espacio físico para su

ritual de rock y droga, vimos en esas miradas hundidas y en esos atuendos insólitos la

videz de la pobreza. Y bajo esos maquillajes estrafalarios vimos también las muchachas

más lindas de Medellín danzando sin uno en pleno ruedo” (Aricapa, 1985)​.

El problema del radicalismo se agravaría posteriormente, pues el odio que había hacia ​Kraken

por una parte del público sabotearía un par de eventos más en los años posteriores. El

radicalismo llegaría a su punto máximo y su caída en los años noventa, cuando la apertura
124

económica y la llegada de mayor oferta musical volverían el hecho de pelear por gustos

musicales un absurdo.

Como ocurrió con ​Ancón, luego de ​La Batalla de las Bandas se llegaría a una época oscura

donde tímidamente los grupos volverían a sus zonas de confort: parches pequeños, notas con

amigos, cada uno dedicado a lo suyo y los conciertos de garaje que serían pieza clave para el

resurgir del género en los noventa.


125

CAPÍTULO 3

Altavoz y los idearios de a Medellín sin tarima

Aunque no los dejaron tocar en ​La Batalla de las Bandas, no sufrieron ningún tipo de lesión y

siguieron siendo referentes para gran parte del público de la ciudad. Kraken estaba posicionado

en lo más alto y por lo mismo había sido atacado, pero no por ello dejaron de sonar.

Elkin Ramirez, Hugo Restrepo y los demás integrantes comenzaron a familiarizarse más con sus

instrumentos. Ya tenían un tema grabado y bajo la dirección de Jairo Álvarez, el de El Templo

del Rock, produjeron el primer disco titulado ​Kraken I. Así lo recuerda Jairo:

“Cuando fuimos a hacer la primera grabación de Kraken tuvimos que conseguir unas

firmas de que si salía un disco de Kraken ellos lo comprarían, cuando se hizo la

grabación de ‘Todo Hombre es una Historia’ hubo que conseguir 500 firmas para que la

disquera nos hiciera los discos y que vieran que si se podían vender esas unidades. Al

final fue un disco que vendió más de 30.000” (Álvarez J., 2015).

La radio le brindaba muy pocas posibilidades a la música nacional, y tras el incidente de ​La

Batalla de las Bandas los espacios para los grupos nacionales fueron prácticamente nulos. Aún

así, Kraken conservó su fanaticada, aquellos rockeros de los barrios mejor acomodados de la

ciudad y que en sí mismos se habían polarizado: los que apoyaban la incorporación de

instrumentos como el teclado y los puristas del rock que odiaban estas mezclas.
126

El problema a nivel de ciudad luego de ​La Batalla de las Bandas no era menor, pues los que le

habían invertido al rock se apartaron y se dedicaron a apoyar conciertos pequeños en bares,

mientras los aficionados seguían peleandose entre sí. Las notas y los parches de antes de los años

noventa fueron caracterizadas en muchas ocasiones por peleas a garrote o a navaja, punkeros

trasquilando ‘mechudos’ y grupos cerrados donde, según Walter González, se tenía que llegar

acompañado para no ser agredido por ninguno.

“En esa forma los pogos siempre fueron un malentendido, porque cuando uno ve un

pogo en la historia es un baile que utilizaban las tribus indígenas para expresarse, y el

chocarse con el otro era una forma de saber que el otro estaba ahí, la energía del otro,

porque el pogo es sentir la energía del otro, de ver que el otro es un ser vivo como yo,

que tiene una fuerza, una energía. Pero acá se cogió como una forma de atacar el otro,

como toda esa violencia que se estaba presentando en las comunas había que

exteriorizarlo allí frente al otro, entonces si en mi casa me maltratan, en la calle me

maltratan, la sociedad me maltrata entonces yo al más parcero también lo maltrato. Iba

más allá de la mera descarga de energía. Si no nos vieron unidos por eso no nos tomaron

en cuenta” (González W., 2015).

Para Lina Reyes, quien vivió esa época, cualquier lugar podía terminar en pelea, y terminaba en

pánico cuando los punkeros comenzaban a poguear.

“Uno si pogueaba, pero si se metía al pogo perdía el año, entonces uno solo codeaba

suavecito, o métase y vuelva y salga. Uno solo pogueba con gente conocida, si uno no

conocía a la gente muy fácilmente terminaba en una pelea, historias de que este le pego
127

por donde no quería al otro y el otro se emberracó, y eso sumado a los tragos, una que

otra vez terminaron en bonche.

Cuando era un concierto de rock normal uno nunca tenía ese susto, pero si el concierto

era de metal o de punk si le daba pánico a uno, más que todo por las cadenas o las

hebillas de las correas, que en esa época no había control sobre eso” (Reyes, 2015).

Según la perspectiva de ahora, para muchos el problema fue la rebeldía de los autodenominados

punkeros. Según Gustavo Adolfo Montoya, al verlos pasar se les notaba que no les gustaba nada:

ni la forma de vestir, ni el trabajo, ni la forma de manejar carro, ni nada, como si se estuviera en

una eterna posición a lo establecido.

Para desgracia de Kraken, aquellos jóvenes punkeros fueron los que le crearon mayor resistencia

a la banda, pues consideraban que la música de la ciudad sólo debía ser profetizada por los

estratos 1 y 2. Kraken tuvo que tocar en conciertos pequeños para no ser atacados por sus

detractores, quienes trataron de sabotear cualquier tipo de espectáculo “burgués”.

Carlos Alberto Acosta, quien se había dedicado ya a promover a Kraken, recuerda otra ocasión

donde el grupo no fue bien recibido:

“Yo organizo otro concierto para promover a Kraken con su segundo sencillo que se

llamaba ‘Escudo y Espada’ en el Teatro Carlos Vieco. Ese concierto, que fue en 1987,

literalmente lo sabotean los punkeros, pues mientras yo organizaba el concierto hubo

reuniones de bandas de punk y de metal que se pusieron de acuerdo para ir y

sabotearnos, y lo sé por una novia punkera que tuve y fue a esas reuniones
128

Yo cometí un gran error: la policía la puse dentro del Teatro, en la zona de entrada por

arriba. Ellos llegaron desde afuera, por las mallas, por todos lados y empezaron desde

afuera a tirar piedras. El Carlos Vieco es como un tiro al blanco y obviamente esas

piedras fueron a caer a donde todo el mundo. Todos a correr, la batería rota, todos nos

tuvimos que esconder en los camerinos mientras ellos destruían el Carlos Vieco.

Tumbaron la malla, se metieron, entraron con galones de gasolina para incendiar el

lugar, todo por el hecho de que para ellos Kraken era ‘caspa’ y ‘los burgueses del rock’.

De ahí, solo el baterista tenía una familia con dinero, de resto todos eran muchachos

comunes y corrientes, cuatro pelados que les gustaba hacer rock, pero se las montaron”

(Acosta, 2015).

Masacre, un grupo de death metal formado en 1988 es referenciado como uno de los primeros en

lograr unir las escenas, pues su música era apoyada tanto por los metaleros como por algunos

punkeros que se fascinaban con la música extrema. Ya fuera un concierto de ellos o de

Reencarnación agrupaban a los mismos, lo que a la larga agrandó los ‘combos’ y mezcló los

‘parches’ y las ‘notas’ de la época. Así lo recuerda Jaime Ocampo, líder de la agrupación

Athanator:

“Para mí es un poco difícil comprender esa situación de los jóvenes ahora con tantas

alternativas musicales, por mi propio radicalismo. En el momento en que yo como

adolescente me volví metalero también se me generó esa posición frente a los otros

géneros, especialmente frente al punk.


129

Me gustaba mucho el discurso punkero pero me gustaba más la sonoridad metalera, me

llamaba mucho la cuestión de bandas que hacían crítica social desde el metal, y no

hablaban de diablitos, del infierno o un holocausto nuclear, que era el cliché. Me

llamaba mucho la atención y esas bandas especialmente me gustaban mucho. Yo siempre

he admirado a Masacre porque siempre sus letras han narrado historia de ciudad, era

algo muy cercano a lo que era nuestra Colombia pero era metido en un contexto

netamente metalero. Ellos no hablaban de cosas abstractas, del más allá, de satán, de

Dios, de la religión, era más bien el contexto en el que se movía el punk, en esa lírica que

te generaba crítica social” (Ocampo, 2015).

Johny Rivera, quien había sido radical con su grupo Posguerra, comenzó a ver que los conciertos

a los que asistía encontraba muchos punkeros, lo que lo llevaría a comenzar una relación de

amistad con Vicky y Piedad Castro, quienes unos años más tarde fundarían el icónico grupo de

punk Fértil Miseria.

“Nosotros en el principio de los 90 tocábamos mucho con ellas, y con Neus. Tanto en

Castilla, donde ellas vivían, como en Envigado en cualquier finca que nos

consiguiéramos con algún amigo. A mí me decían mucho que yo por qué andaba con esas

punkeras, y yo decía que eran mis parceras y que con ellas me divertía y parchaba. Más

de uno si parchó esa vuelta, de que nos juntáramos punkeros y metaleros y que no pasara

nada. Los dos grupos sufrimos lo mismo: íbamos a un concierto en el barrio Campo

Valdez, o en Guayabal, y había guerra de botellas y puñal; nos tocaba salir corriendo.
130

Comenzamos a pensar que nosotros, que no queríamos esa vuelta, teníamos que hacer

algo para que dejara de pasar” (Rivera, 2015).

Jaime Ocampo fue uno de los que comenzó a pensar de esta manera. Vivía en Manrique y

compartía ‘parches’ entre punkeros y metaleros, lo que le ayudó a entender que la bondad o la

maldad de cada persona no provenía de lo que escuchara ni en el género musical, sino en cómo

vivía y cómo se manifestaba esa persona. Alguien que quisiera bronca o pelea lo buscaba por

cuestiones personales, ya fuera porque bebían, estaban drogados, estaban estresados o

simplemente eran gente mala. Para Jaime una persona que quisiera pelea lo iba a buscar por un

género de música, por un partido político o por un equipo de fútbol.

Tiempo después, el punk se formaría como transformador social, pues el poder que se tenía en lo

barrios más populares de la ciudad se convirtieron en inspiración para que los músicos hicieran

denuncias a través de sus canciones, ya fuera contra el estado, contra el capitalismo, contra el

amor o contra cualquier factor que considerasen injusto. Esta idea de transformación los llevaría,

en los inicios del siglo XXI, a apropiarse de algunos espacios, como veremos más adelante.

Caída del radicalismo

El paso del tiempo fue el único que pudo detener la guerra entre géneros. La apertura económica

que experimentó Colombia a principios de los años noventa en el gobierno de César Gaviria trajo

consigo un sin número de propuestas artísticas extranjeras, entre las que estaban bandas que ya

no se sabía si eran realmente punk, o realmente metal, pero que tenía aspectos que gustaban de

ambos géneros. La información sobre los grupos y las tendencias internacionales se amplió, se

crearon nuevos medios que no discriminaban por género y finalmente se creó una nueva
131

conciencia de las cosas: hubo una necesidad de compartir espacios y equipos, por lo que la gente

aprendió a integrarse y a unirse con el que no pensaba igual.

Así lo define Diego Londoño, autor del libro “Medellín en Canciones”:

“Yo creo que el quiebre de ese radicalismo puede venir de varias agrupaciones en la

ciudad: Masacre, una banda de metal que desde su mismo nombre podía adaptarse a una

banda de punk, y que tenían una relación muy estrecha con los punkeros; otra fue

Reencarnación, ellos se denominan Ultra Metal pero que realmente hacían una

combinación de metal, punk y algo de hardcore, y pues al unir las tres tendencias tuvo

todo tipo de público. Otra fue Fértil Miseria, unas nenas punkeras que hacen punk

hardcore que salían con camisetas de Iron Maiden, Metallica, y otras bandas metaleras.

Estéticamente mostraron que para hacer punk no necesitaban una camiseta de The

Exploited, de Ramones o de Klamydia. Lo más importante es que todo está enmarcado en

el poder del micrófono: todas estas bandas se salían de ese radicalismo y fomentaron la

idea de que uno puede escuchar punk y metal y no hay lío” (Londoño, 2015).

La idea fue cambiando, para Walter González la estigmatización que sufrió el rock al principio

era algo que tenía que pasar, pues los adultos de esa generación sólo escuchaban música popular

y no tenían de donde comparar que era bueno o que era malo, mientras que los jóvenes de esa

época crecieron y le inculcaron a sus hijos opciones más variadas, menos radicales. Quienes

vivieron las peleas de bares como víctimas o agredidos fueron más, y con el tiempo decidieron

que eso no estaba bien, que era ilógico pensar en lo que era bueno o malo cuando cada grupo

musical prácticamente era una vertiente diferente, una forma distinta y única de ver el género.
132

Los ochenta fueron una época de miedo que creó una sociedad violenta, donde la mayoría de

conflictos se resolvían por la fuerza, con plomo o con dinero, y fue injusto pedirle a una época

así una sociedad que no se comportara de tal manera. Con el tiempo, las peleas perdieron

sentido, los jóvenes se dieron cuenta que el problema no era el punk y el metal y, finalmente,

aceptaron que la música era una sola.

Faber Ramírez, actualmente director y gestor del Festival Zona 2 en la Comuna 6 de Medellín, lo

resume así:

“Yo tengo claro en mi vida que no solamente escucho rock, también escucho salsa,

también me tocó criarme con los tangos porque mi papá los escuchaba, entonces yo no

me puedo poner a pelear con mi papá porque pone un tango, o porque pone una salsa.

Yo creo que los radicalismos que se vivieron por allá en los ochenta pueden funcionar en

la medida que bueno, se preocuparon por aprender de un género específico, de

consultar, de investigar, de criarse en eso, pero no por eso que escucharon eran

enemigos de los demás.

Lastimosamente todo en Latinoamérica lo copiamos mal, todo, no solamente la música:

ideologías, pensamientos, hasta la misma ciencia. Es muy difícil crear en un contexto que

está tan permeado por cosas foráneas, y bueno, está bien aprender de algo específico,

pero también abrirse a escuchar otras cosas. Yo no le veo el problema a uno llegar con

una cresta y escuchar una canción de reggae, no le veo problema, porque uno conoces

hoppers que escuchan punk por la letra y así, es que la música siempre va para el mismo

camino” (Ramírez, 2015).


133

A Gustavo Álvarez le tocó vivir esta situación. Su pinta era punkera: pantalón roto, botas

platineras, camisetas hechas por él mismo debido a la falta de recursos, pero se acercaba a los

‘parches’ de Hip-Hop y la gente lo miraba feo, le decían ‘casposo’ y que no fuera si estaba

vestido así. Sin embargo, desde pequeño aprendió que la música es una sola, y así lo ha

plasmado durante toda su vida. Así lo explica:

“A mí me encanta la manera de accionar de los estilos musicales de ahora porque es

como un virus. Llega, agarra a dos o tres, esos dos o tres se vuelven los raros del barrio,

después aparecen otros cuatro o cinco y al final del día somos todos igualiticos, como

con el mismo amor por las mismas bandas. A mí no me disgusta eso, el acceso a la

información y a los contenidos culturales no deberían satanizarse de esa manera. Decir

que ya no es lo mismo porque antes era más difícil o había más problemas, ¡creo que

antes eso hay que celebrarlo!: que la gente ahora pueda tener acceso a más contenido,

acceso a más bandas, acceso a más espacios para tocar, oportunidades de circulación de

los artistas o becas de creación para los autores, todo eso me parece una bendición

grandísima. Nos hacía mucha falta eso, no se puede volver un discurso de que antes se

tenía más magia o que antes era más chévere, pues eran momentos que teníamos que

pasar y afortunadamente los pasamos” (Álvarez J., 2015).

No se puede decir que el radicalismo desapareció, pues como ya se ha nombrado fue un

problema más social que musical. Si se ve como fanatismo fácilmente se podría decir que pasó

del punk y el metal a equipos de fútbol, a ideologías políticas o a cualquier factor que tenga dos
134

maneras opuestas de verse. El radicalismo nunca desaparecerá, pero afortunadamente cada vez

más, al menos en el ámbito musical, se va volviendo cuestión de unos pocos.

La apertura económica solidificó el género y le abrió espacios a nuevas propuestas promulgadas

desde la misma televisión. Orus Xhon comenzó a escuchar rock desde pequeño, y recuerda que

la primera canción que lo cautivó fue ‘​Every Breath you Take’ de The Police, a sus siete años.

“Tenía muchas ganas de hacer pipí, yo iba para el baño a las carreras y de pronto veo

que el televisor estaba encendido y precisamente era este video el que estaban pasando.

Me quedé anonadado, no sé si me orine en los pantalones o qué pero sí me quedé lelo

mirando eso. Tuve una sensación muy bonita, una sensación de ‘¿qué es eso tan bello?’”

(Xhon, 2015).

Sus tíos le ampliaron el gusto, aunque eran apasionados por la salsa, le ponían frecuentemente

canciones de rock. En uno de los cumpleaños de Orus, uno de sus tíos le regaló un bono de una

casa de discos con el que podía reclamar el que quisiera.

“El primero que tuve fue el ‘Play the Game’ de Queen, pero en ese mismo momento me

enamoré de una estética. Yo escogí Queen, pero vi todas las carátulas de los discos y me

fascinaron, entonces a mi tío le tocó regalarme el otro: uno con el bono y otro comprado.

Los escuché hasta que los rayé, junto a una compilación que en ese momento fue muy

exitosa que se llamaba ‘Llena tu cabeza de rock’. Fui creciendo, conocí gente que

compartía mis gustos, gente que me fue contando las historias de las bandas y de las

canciones, lo que a la larga, en el colegio, fue conocer otros rockeros, otros estilos
135

musicales, ampliar mi horizonte musical, muy de la mano del rock europeo” (Xhon,

2015).

Tanto el rock europeo como el latinoamericano lo encontró en una emisora: Radio Discos ZH,

quienes trajeron a todos los ídolos de su generación: la rebeldía de Los Toreros Muertos, la

fuerza de Ilegales, el corte oscuro de Soda Stéreo y la melancolía de Caifanes permearon en lo

que luego desarrollaría como su propia propuesta estética y musical.

Radio Discos ZH

Aunque ​La Batalla de las Bandas no colaboró para mejorar la imagen que se tenía del género del

rock, Carlos Alberto Acosta continuaba ejerciendo su labor en la emisora de Radios Discos ZH

junto a Vicky Trujillo.

Como emisora fueron los primeros en pasar el éxito de Kraken ​Todo hombre es una historia. Así

fue con muchos cassettes que transmitieron siempre y cuando el disco, para ellos, valiera la pena.

Como todos preferían las emisoras de FM, poco a poco Radio Discos ZH se convirtió en una

emisora alternativa de contenido, enfocado principalmente en el techno y el new wave. Para ello,

se hicieron con los servicios de profesores de la Universidad Pontificia Bolivariana como Victor

Peñuela y Humberto Villegas. Así lo recuerda Carlos Alberto Acosta:

“Los curiosos del rock, la gente que estaba interesada en un sonido diferente nos

escuchaba y comenzamos a notar el fenómeno en la calle, comenzamos a ver pintas

distintas, de trajes oscuros, moda post punk, los emos de esa época. Creímos que íbamos

por el lado correcto, sin embargo en la parte final (duramos un año) el factor comercial
136

estaba muy afectado, no estábamos generando ingresos, por lo que hubo mucha fricción

con las directivas y en un momento dado fuimos muy maltratados. Ese día íbamos a

celebrar el primer aniversario de la emisora y de la piedra que teníamos, porque un

compañero se había agarrado con un directivo, apagamos eso” (Acosta, 2015).

Antes de ello, incluyeron en el grupo a Mauricio Pérez, un joven que todos los días aparecía por

la ventana de la emisora con un cuaderno para tomar notas de las revistas que le llegaban a

Carlos y tomar los nombres de los grupos y los mayores referentes. Comenzó contando historias

y estadísticas de las bandas, lo que a la larga fue un ​boom comercial y tras la gestión del mismo

Donnie Miranda se lo llevó para la competencia: Veracruz Estéreo.

“Claudio Jaramillo hacía un programa donde yo le pasaba las 10 máximas de Estados

Unidos. Las escuchaba en onda corta, lo llamaba y él las pasaba. Un día se enfermó y

me llamaron a mí, pues porque según ellos si yo era control de cabina podía hablar, y yo

me le medí. Donnie escuchó el programa creyendo que era Claudio, me llamó y listo”

(Pérez M., 2015).

En Veracruz Estéreo Mauricio Perez, Donnie Miranda y Oscar ‘el Tito’ Lopez crearon el primer

Morning Show, incluyendo al libretista Tiberio Duque Alzate. A su vez fueron la primera

emisora en tener ​ranking tops de las canciones que sonaban a nivel mundial, la primera en tener

columna exclusiva de rock en El Mundo y luego en El Colombiano, además de crear un espacio

en el canal regional Teleantioquia llamado ‘La Musica de Veracruz’ donde pasaban videos

musicales.
137

“Hay una historia muy bonita. Por cosas de la vida se fue Donnie para Estados Unidos,

o para Escocia, no sé. Yo trabajaba en el programa de la mañana y entonces me dice

‘Tito’ que hiciéramos alguna cosa, que hiciera un personaje o alguna bobada. Me dio

por hacer la voz de un niño y tuve la fortuna de tener una aceptación casi inmediata, era

un niño que se llamaba Pochito. Era tanta la fuerza de Pochito que la gente lo esperaba

todos los días en Veracruz y hacíamos que la gente volara y se imaginara que estaba

pasando.

Pochito tenía su vida propia, sus gustos, estaba en una guardería, le gustaba el milo con

galletitas de coco. Un día la gerente me dice que pasara al teléfono que querían saludar

a Pochito. Pasé al teléfono, era una señora para una invitación a una primera comunión,

ya que el niño quería que el regalo fuera que Pochito fuera. Yo le dije que mi mamá no

me dejaba, pero ella insistía diciendo que le pasara a mi mamá para convencerla. Me

iban a recoger en helicóptero y a llevarme a una finca en no sé dónde. Yo le colgué, ella

volvió a llamar y yo pasé otra vez, le hablé ya con mi voz normal explicándole que yo no

era un niño y ella insistía que ya había hablado con Pochito, que se lo pasara. No me

creyó” (Pérez M., 2015).

Hicieron muchos personajes, al punto en que sólo tenían 100 canciones pero a la gente no le

importaba, pues les gustaba era escucharlos a ellos, lo que les funcionaría hasta mediados de los

años noventa, cuando un grupo de jóvenes se apropió de la emisora autodenominando su estilo

como la nueva radio.

Inicios del rock en español: la ‘Nueva Ola’


138

Como lo vimos en el capítulo uno, el rock n roll en español tuvo sus primeros pasos en la mitad

de los años cincuenta. Aquellos mexicanos y latinoamericanos residentes en Estados Unidos

fueron los primeros en tener contacto con el rock, lo que desencadenaría en el éxito de las

canciones traducidas al español por los mismos artistas norteamericanos.

Gloria Ríos con ​El Relojito es considerada el punto de partida del rock en español. Aun así, el

primer gran éxito del género fue interpretado por Ritchie Valens, quien tomó prestada una

canción regional mexicana: ​La Bamba. Luego llegarían otros como Danny Flores que con el

tiempo se convertiría en el padre del rock latino con su canción ​Tequila.

Este tipo de rock es tomado por las juventudes de clase media mexicanas como una moda, lo que

los llevaría a ser ampliamente solicitados en la radio y la televisión. En varios países de

Latinoamérica es acuñado el término de ‘Nueva Ola’ para englobar a este tipo de artistas,

quienes adoptaron la influencia musical de aquel rock estadounidense y además los patrones de

la cultura pop europea.

The Beatles se convirtieron en un éxito en todo el planeta. Los nuevos sonidos británicos como

la música ​beat, el ​R & B, el ​Soul y el ​Pop influenciaron notablemente los países de habla hispana

y desarrollaron las escenas musicales que ya existían a la fecha.

Los ​covers de los grandes éxitos en inglés son interpretados en español por ​Los Teen Top, ​Los

Locos del Ritmo, ​Los Rebeldes del Rock y hasta ​Carlos Santana, que con el tiempo tendría el

honor de representar a los latinos en el festival de Woodstock.

Pero no sólo fue en México, España estuvo representado por ​Los Bravos y ​Los Brincos,

Argentina con ​Billy Cafaro y ​Sandro, Uruguay con ​Los Walkers y ​Los Mockers, Perú con ​Los
139

Saicos (los cuales se dice fueron la primera banda de punk) y Colombia con ​Los Yetis, Los

Flippers y ​Los Ampex.

Igualmente, algunos grupos mexicanos optaron por tocar canciones en inglés, pues según se

decía era la única forma de salir a tocar a tierras anglosajonas.

Todas estas influencias en cuanto a la psicodelia se ven manifestadas al inicio de los años

setenta: ​Pescado Rabioso, Sui Generis, Los Abuelos de la Nada, Témpano, Vox Dei, Triana o

Veneno, quienes mezclaba el flamenco, el blues y el folk con el rock tradicional. Como es

natural, algunos quisieron buscar ritmos más pesados y nuevas corrientes musicales que

marcarían la pauta de aquella generación, como el rock urbano español, cuyo máximo referente

fue el grupo ​Leño.

Como consecuencia del festival de Avándaro, que tenía el mismo estilo de Woodstock o de

Ancón, el gobierno mexicano comienza a perseguir y a censurar el rock, prohibiendo los

conciertos, restringiendo su difusión mediática, y obligando a las compañías discográficas a

reducir la publicación de discos del género.

En Argentina correrían con la misma suerte, pues el golpe de estado dado en 1976 abrió también

un período de persecución donde el rock fue visto como algo sospechoso, subversivo y como

arma capaz de agitar a las juventudes contra el sistema establecido. Esta censura haría que

algunos músicos argentinos migraran hacia Estados Unidos o España, lo que se conoce como ‘la

sociedad hispano-argentina’.
140

Ésta conexión de las dos escenas hispanohablantes más importantes de la época desencadenaría

en que aquellos artistas argentinos exiliados se unieran rápidamente a la escena española, lo que

creó alianzas que mezclaban ambas culturas o influenciables carreras como solistas.

Este exilio les ayudó a alejarse de aquel rock progresivo que, a la fecha, ya se encontraba en

decadencia.

Rápidamente en España la escena se transformaría en son del género punk que, aunque ya

tuviera un declive significativo en el reino unido, cada vez tomaba más fuerza en el país. Grupos

como ​La Polla Records (entre el rock radical vasco) o ​Siniestro Total fueron los nuevos grandes

referentes de los inicios de los ochenta.

Paralelo al punk, el ​New Wave y el ​Post-Punk serían una gran influencia para grupos

latinoamericanos como ​Los Prisioneros en Chile, ​Los Abuelos de la Nada y Virus en Argentina y

Caifanes en México. ​Soda Stereo marcaría el punto de partida para la internacionalización del

género, ayudado de la campaña de difusión ‘Rock en tu Idioma’ impulsada por la disquera BMG

Ariola entre 1986 y 1990, radicado principalmente en España pero con el objetivo de impulsar

artistas de España, Argentina y México.

Miguel Ríos, su principal promotor, logró posicionar en la órbita internacional a los artistas antes

mencionados y a otros del tamaño de ​Duncan Dhu, La Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto

Patio, ​Los Toreros Muertos, Los Enanitos Verdes, Los Prisioneros, Miguel Mateos, Fito Páez y

Joaquín Sabina.
141

La industria musical comienza a ver en el rock latino como un producto atractivo debido a la

demanda del público por escuchar rock en su idioma, el ​metal y el ​punk pierden fuerza al inicio

de los años noventa y grupos como ​Los Ángeles del Infierno encuentran su popularidad.

Aunque el Grunge toma fuerza en Estados Unidos, Latinoamérica se ve impactado por una nueva

oleada de popularidad del Heavy Metal con grupos como ​Rata Blanca. El punk también

evoluciona y muestra corrientes como el punk-rock de ​Attaque 77, el ska-punk de ​Ska-P y el

punk-hardcore de ​Todos Tus Muertos.

Los grupos que se nutrieron de la oleada de ‘El Rock en Tu Idioma’ se convirtieron también en

un género del ​rock, basándose principalmente en el ​Pop-Rock. Esto influenciaría las carreras de

grupos como ​Jarabe de Palo, Andrés Calamaro, Heroes del Silencio y ​Maná.

La nueva tendencia del rock latino se dejó influenciar por la música autóctona latinoamericana,

además de ritmos como el reggae y el ska, lo que se conocería como ​Alterlatino. ​Mano Negra,

Los Fabulosos Cadillacs, Fobia, Café Tacvba, Aterciopelados, Los Auténticos Decadentes,

Jaguares, La Ley y ​Molotov fueron la respuesta a tantos años de copiar el estilo europeo y

norteamericano para crear a partir de vertientes musicalmente opuestas como el rock y la

cumbia, la canción protesta, flamenco, salsa, entre otros.

La difusión del Rock en Español en Medellín: Radio Pirata

Mientras que Veracruz andaba en su máximo furor, tanto Carlos Alberto Acosta como Vicky

Trujillo habían llegado a la emisora Súper Estéreo, donde su principal labor fue transmitir

eventos especiales de la talla de los premios Grammy. Paralelamente, el mítico bar de rock en la
142

ciudad ​New York New York se cierra y Carlos aprovecha para abrir ​New Order, un pub en la

Bolera Acuario exclusivamente de rock.

Con el pub se dan cuenta que la reacción de la gente se da es en el momento que colocan rock

argentino, español, mexicano y chileno, lo que les da la idea de crear ​Radio Pirata, el programa

que exigía un público más abierto a las experiencias sonoras y más culto musicalmente, aunque

con el tiempo se enfocaran más en la música comercial. Así lo recuerda Vicky Trujillo:

“Eso fue muy interesante porque apenas escuchábamos recién en cassettes o en algunos

discos, la tal “Agüita Amarilla”, y coincidimos que en esos días había un festival de

Rock en Bogotá, y nos fuimos los tres (Jairo Álvarez, Carlos Alberto Acosta y Vicky

Trujillo) a Bogotá. Estuvimos en una rumba y en medio de esa rumba una niña puso un

cassette con muchos más temas del rock en español, y la tal “Mi agüita amarilla”, y yo

“ve, que tan charro”, pues nos trajimos ese tema para acá y lo empezamos a programar.

El primer gran éxito fue ‘A quién le importa’ de Alaska y Dinarama. De los Toreros se

lanzó ‘Yo no me llamo Javier’, luego ‘Soy un Animal’ y después ‘Mi Agüita Amarilla’,

pero ‘Mi Agüita Amarilla’ fue, por demás, el fenómeno.

Al principio nos llamaban a decirnos que qué porquería de música, que qué cochinada,

que como se nos ocurría. Carlos muy persistente siguió y a los meses nos llamaban ‘¿Ve,

cómo es que se llama esa canción de la orina? ¡Ponémela!’ y aparte de eso coincidió con

que nos trajeron un montón de acetatos, que nosotros conocíamos esta canción por

grabaciones muy piratas, de ahí el nombre Radio Pirata” (Trujillo, 2015).


143

Además, Fernando Pava, quien fuera el dueño de ​New York New York, comenzó a traer a

aquellas bandas internacionales apenas empezaron a tocar. La primera de todas fue Soda Stereo,

el ocho de noviembre de 1986. Aquel concierto estuvo prácticamente desolado, al punto que los

integrantes de ​Radio Pirata fueron los únicos en la rueda de prensa. Era tanto el desconocimiento

que les preguntaron a unos muchachos en el Hotel Europa Normandie si sabían dónde estaba el

grupo, a lo que les respondieron “Pues, que te dijéramos, nosotros somos Soda Stereo”.

Eran tiempos distintos, aquellos jóvenes argentinos sólo les preocupaba su urgencia por

conseguir Blue Jeans, pues debido a la guerra de las Malvinas estaban escasos en su país.

Vicky Trujillo, tras su paso por ​Radio Pirata, también participó en Veracruz, aunque no fuera del

agrado de Donnie Miranda, pues Donnie quería para su emisora una mujer que dominara el

inglés y fuera toda una señora “en el sentido de la palabra”, mientras Vicky, con sus pintas

irreverentes, apenas dominaba el idioma anglosajón.

“Ellos querían una emisora idéntica a la de Bogotá, sin ese rock en español. Tito si

valoraba lo que hacía yo, entonces mientras Donnie estaba de vacaciones él me llamó

para hacer el contrato. Donnie nos daba vueltas para que no pusiéramos nada raro,

entonces cuando venía a darnos ronda nos decía que se iban de viaje, que arrancaba en

el vuelo de las ocho. Nosotros calculábamos ‘está en vuelo de ocho a nueve, tenemos una

hora para poner rock en español’. Cuando la emisora marcó la número 1 le dijimos la

verdad, le mostramos las estadísticas, que por una canción anglo 5 rayitas y por una de

rock en español 30 rayitas.


144

El director en Bogotá un día me preguntó que cuál era la que tenía pegada, y le dije que

‘Lobo Hombre en París’, de La Unión, y como era una canción elegante esa si le gustó,

él no iba con ‘Mi Agüita Amarilla’ ni con ‘Devuélveme a mi Chica’, y se llevó ‘Lobo

Hombre en Paris’ y le mandé el cartucho. No existían los discos en el mercado, entonces

solo lo teníamos nosotros. Se fueron para Bogotá las canciones y se disparó el

fenómeno” (Trujillo, 2015).

Los años de 1987 y 1988 fueron plagados de conciertos exclusivos en Medellín: ​Soda Stereo,

Enanitos Verdes, ​Los Toreros Muertos, ​Miguel Mateos, ​Hombres G y ​Los Prisioneros fueron los

más representativos. Tanto Kraken como Código, los grupos más representativos de aquel rock

“burgués” de la ciudad, fueron los principales acompañantes de los conciertos. Paul Uribe,

fundador de Código, así lo recuerda:

“Tocamos con Miguel Mateos y con Los Prisioneros, diecisiete mil personas y ya había

llegado Soda Stereo, que había conquistado todo esto. Había un aire más fuerte, un

espectro musical más fuerte, entonces Kraken componiendo y nosotros también y con

disco, los únicos junto a Compañía Ilimitada y Pasaporte, que eran de nuestra misma

línea en el país” (Uribe P., 2015).

Concierto de Conciertos

El diecisiete de septiembre de 1988, el alcalde de Bogotá, Andrés Pastrana Arango, auspicia el

primer gran evento de talla internacional dedicado a la música en la capital del país: ‘Concierto

de Conciertos, Bogotá en armonía’.


145

Rápidamente se anunció la participación de ​Franco de Vita y de ​Yordano por parte de

Venezuela, ​Océano de Panamá, ​Timbiriche de México, ​Miguel Mateos de Argentina, ​Hombres G

y ​Toreros Muertos de España y ​Compañía Ilimitada junto a ​Pasaporte como cuota nacional.

Alrededor de setenta mil personas se reunieron en el Estadio El Campín para presenciar el evento

que comenzó a las cinco de la tarde y cerró en horas de la madrugada. Así lo narra Manolo

Bellon en su libro ​“El ABC Del Rock. Todo lo que hay que saber”:

“En los intermedios, a veces muy extensos entre artista y artista, los asistentes

empezaron a inventar juegos para pasar el tiempo. Juegos, si, ‘La lleva’, etcétera,

etcétera. En uno de los intermedios, el público, que en su inmensa mayoría no superaba

los 25 años, cantó el himno nacional de manera espontánea. Colombia, en ese momento,

estaba agobiada por los golpes de la guerrilla, el narcotráfico, por la violencia. La

autoestima del colectivo, del país, estaba muy pero muy golpeada. Ese canto espontáneo

del himno nacional fue un momento único. Más adelante, un tímido coro, que lentamente

se extendió a las 70.000 gargantas, se convirtió en la gran arenga usada muchas veces

tiempo después: ‘Bogotá, del putas, Bogotá’” (Bellón, 2010)

Tanto para Manolo como muchos que vivieron la época, este ​Concierto de Conciertos marcó el

nacimiento de una nueva actitud frente al país de parte del público crítico más importante: los

jóvenes. Se comenzó a ver que era posible sacarle provecho a aquel nacionalismo musical que

apenas daba sus primeros pasos, lo que fue transformando a Bogotá y, con el tiempo, a las demás

ciudades del país.

Los noventa en Colombia


146

El primer acercamiento que tuvo Lina Reyes con el rock fue un cassette recopilatorio que incluía

la canción que anunciaba la crema ​Close Up en televisión. De allí comenzó a buscar más música

que se pareciera a aquella pegajosa tonada.

“Yo tenía todos los discos, mantenía grabando Cassettes, traducía uno las letras. Había

un programa, que ahora ya no recuerdo el nombre, que traducía las canciones a medida

que cantaban, entonces me acuerdo mucho de una canción que se llama Knife, entonces

en la canción cantaban “Kniifee” y el de la emisora, tranquilo, decía ‘Cuchillo’. Uno se

pone a pensar en este momento y era muy charro, pero era un plan que uno tenía”

(Reyes, 2015).

Éstas baladas traducidas fueron promovidas por la emisora Todelar Stéreo. Juan Carlos Bolivar

era el encargado de manejar el único gran éxito de aquella época en la emisora, pues su director

‘Tuto’ Castro tenía un criterio más ligado a la música adulta contemporánea, principalmente

porque no se tenía acceso a la música británica.

Aunque únicamente tuvieran un exitoso programa, la audiencia de aquella emisora, según el

locutor John W Gómez, era muy fiel. Cuando comenzó en la emisora, John recuerda que

mientras tuvo que cubrir la franja de la madrugada recibía peticiones de temas a la una o dos de

la mañana y, si se quedaba dormido, recibía más de una llamada alertándole que el disco había

terminado

Sin embargo, para Lina, la época que le tocó fue una donde el rock era de muy poquitas

personas. Siempre iban los mismos a encontrarse con los mismos y en lugares donde ponían

rock, pero también vallenato, salsa y merengue.


147

“La gente se disfrazaba un poquito más, se preocupaban más por los contrastes: si yo

iba con camisa negra y pantalón blanco el otro iba con camisa blanca y pantalón negro.

Uno se pone a ver eso hoy en día y eso se ve muy feo, o al menos no tan bacano, ya no

hay tanto show. Ahora es cada vez menos ropa” (Reyes, 2015).

Lina asistió al segundo concierto de Soda Stéreo, cuando ya eran reconocidos como una gran

agrupación argentina. Como ningún grupo grande visitaba la ciudad, tanto Lina como su grupo

se dedicó a ir a cuanto concierto tuvieran a la mano, con el fin de escuchar ​covers de las

canciones que les encantaba pero que nunca creían iban a poder ver interpretadas por los artistas

originales.

“Acá sí hubo mucha fuerza del Rock en Español, cuando vino Enanitos Verdes. Antes sí

había venido una banda disque Information Society, que fue en el Coliseo Iván de

Bedout. Empezaron a venir grupitos que no eran tan importantes a nivel internacional,

porque los otros cobraban un pocotón, entonces traían los grupos rezagaditos, que ya

iban saliendo. Cualquier concierto de Rock en Español ahí estábamos: Soda Stéreo,

Enanitos Verdes, Prisioneros, Miguel Mateos, Charlie García, Fito Páez. Ahora es la

época donde estamos yendo a conciertos que nos debieron tocar en nuestra época. Ahora

pudimos ver a Madonna, y uno como no iba a ir a Madonna si con esa crecimos” (Reyes,

2015).

El inicio de la década coincidió también con la búsqueda de nuevos ídolos. Código comenzó su

etapa de desintegración: Ricky comenzó el proyecto de Estados Alterados, Silvia con su carrera

en solitario y Paul siguió con Código pero prontamente vio que debía darla por terminada. Según
148

él, tuvo que ser consecuente con esa realidad, pues uno no puede ser odontólogo y rockero a la

vez.

“Kraken también acabó su conformación inicial, y sin su conformación ideal todos se

aburrieron, quedó Elkin solo y al ver que acá le cogieron como pereza se fue para

Bogotá y armó otra banda allá.

El tema Kraken es que Elkin se volvió fastidioso, medio paranoico, pues creyó que todo

el mundo lo odiaba, pero no. Tiene como una actitud de negociante, y el rock como

negocio no funciona. Si no son los cuatro amigos unidos que hacen música juntos no

funciona. Kraken ya se desdibujó, llegó a los tres primeros discos, y más que Elkin cogió

una forma de cantar como operática muy diferente, ya son baladas con un poco de rock”

(Uribe P., 2015).

Como lo narra Iván Darío Ospina en su ensayo ​Identidad desde el caos, el caos de la identidad,

el discurso noventero fue guiado por el posmodernismo de finales de los ochenta. Sin embargo,

se mengua un poco la ola de terror y se crea una nueva generación de rockeros, caracterizados

por no estar acomplejados con la muerte misma. Según Iván, ésta década rompió el hielo, y en su

primera mitad dio frutos halagadores.

Para Juan Fernando Uribe, ‘el Maso’, la misma posmodernidad fue la que cambió el rumbo que

tuvo el rock que le maravilló, por allá en los setenta. Para ‘el Maso’ la posmodernidad se

caracteriza por un aislamiento, por la soledad, un ámbito inmediatista que rellena a las personas

de ideas relativas, “como que los jóvenes ya tienen tanto de donde escoger que ya se pierde el
149

mismo ambiente de paz y de armonía, si no que ya todo está dado para estar triste, como que ya

todo se acabó”. Así lo explica:

“Radiohead es el rey de las bandas de la posmodernidad. Yo sé que son buenísimos,

excelentes músicos, pero no puedo escuchar más de dos canciones porque me aburren,

porque son muy tristes y porque no tienen guitarra rítmica. Es como si fuera otro tipo de

música, porque hay que definir lo que es Rock n Roll y el Rock and Roll, el Rock n Roll

fue la expresión de la fuerza sexual de la juventud, tanto el baile como la música, y el

Rock and Roll es la industria y el género que surgió a partir del Rock n Roll, que tiene

cincuenta mil vertientes, entre ellas todas las bandas de ahora” (Uribe J.F., 2015).

David Otero Nieto escribió para El Espectador en la columna ‘​Rock colombiano en los 90, el

grito de una juventud en agonía’ que la juventud colombiana encontró un escape, un desahogo y

un grito de rebeldía entre las distorsiones y las percusiones agresivas.

“Para la juventud colombiana, ejemplificada en los artistas que le dieron voz, los 90

fueron un infiernito’, como lo califica Hernando Sierra ‘El mono’, guitarrista de las

1280 almas, una de las bandas insignes en el rock de dicha época. Ese mismo infierno,

cuyos paisajes distan de cualquier visión dantesca, es caracterizado por Elkin Ramírez,

vocalista de la agrupación Kraken, como un periodo en el cual la economía del país y así

mismo, su propuesta cultural, se vio derrumbada bajo la influencia del narcotráfico y el

infinito poder que ostentaban aquellos que, como Pablo Escobar, cargaban sus

banderas” (Otero, 2014).


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Para el rock de Bogotá la Avenida 19 en el centro de la ciudad fue el escenario donde

confluyeron todos los rockeros de la época. Allí había neófitos, conocedores, coleccionistas y

músicos que cantaban para escapar de las noticias, los bombardeos, los carteles del narcotráfico,

la guerrilla, las autodefensas y la corrupción. Con el tiempo se convirtió en un bazar musical

donde algunos como ‘Dr. Rock’ importaban música debajo de cuerda, aunque fuera caro traerla y

venderla.

““Ahí se encontraban discos de Sex Pistols, The Clash, Metallica, grupos argentinos

como Virus, cosas que no tenían un acceso grande en el mercado y no se encontraban en

las discotiendas. Eso generó que la gente que tenía el mismo interés se fuese

encontrando”, agrega Sierra, quien ubica en este espacio capitalino el origen de

agrupaciones emblemáticas de aquel momento como La Pestilencia y Darkness” (Otero,

2014).

Mientras tanto, en Medellín la clase media volvió a tomar fuerza, gracias a la televisión por cable

y al canal MTV, que desde esos tiempos trató de promocionar al rock en español. El ​new wave y

el ​pos punk se asocian con el ​metal y el ​grunge para afianzarse principalmente en el sentido

estético de aquella generación. Entre 1994 y 1996 se consolida un espacio también en la capital

antioqueña para el rock, y a partir de allí el Teatro al Aire Libre Carlos Vieco sería el lugar de

consolidación de bandas, de convergencia y de convivencia del género. Román González tenía el

teatro como su segundo hogar, y así lo recuerda:

“El Teatro Carlos Vieco para mí fue el sitio que tuvo la capacidad de convocatoria más

importante en esa época, porque era el sitio donde la gente iba a ver tocar a las bandas.
151

Había conciertos todo el tiempo ahí, la gente se encontraba ahí, hacía amistades ahí, se

movía la música y había más interés de la gente en ir a conocer música: un constante

¿qué es lo que pasa hoy en Medellín?, ¿qué es lo que se está haciendo?” (González R.,

2015).

Antes de eso los parches que habían en el centro eran muy contados: la gente se reunía en las

Torres de Bomboná o se reunía en el Vicente Uribe. Luego la gente empezó a ir al Parque del

Periodista, pero por temas de seguridad empezaron a quedarse un poco en el olvido.

Según la columna de El Espectador anteriormente mencionada, para Elkin Ramírez la escena

musical de finales de los ochenta y principios de los noventa se estancó, pues no había espacios

en los medios nacionales televisivos, radiales, ni escritos, para el rock.

“La narrativa también tuvo un tinte particular para los artistas que vieron la luz en esta

época, quienes, de acuerdo al cantante de Kraken, practicaban una “banalización”

justificada en las temáticas que trataban sus canciones. “Se mostraba la necesidad de no

hablar de libertad ni desasosiego y escapar de la dura realidad colombiana, volverlo

más simple para que la gente no recordara en qué momento histórico estaba viviendo”,

recuerda Ramírez mientras asocia a esta perspectiva canciones como ‘Florecita

Rockera’ de la banda Aterciopelados” (Otero, 2014).

Metal Medallo
152

Luego de ​La Batalla de las Bandas el metal en Medellín enmudeció. Las posibilidades se le

habían cerrado, y el Ultra Metal ya se había vuelto cuestión de unos pocos por la mala fama y la

desintegración de grupos como Parabellum.

Sin embargo, un joven metalero, comenzaría a trabajar por el género. Jaime Ocampo, de padres

“prácticamente rockeros”, pues aparte de escuchar rock le inculcaron diferentes géneros

musicales, comenzó generar ruido en el colegio, más específicamente en Bachillerato, cuando se

juntó con amigos a lo que el hoy considera “hacer bulla, pues no sabíamos tocar un carajo”.

Con el tiempo consolidaría su grupo, Athanator, como uno de los más importantes de la ciudad,

pues más que a estética y el estilo propuesto se puso sobre la mesa una nueva forma de consumir

el género: el Metal Medallo.

Hijo del Ultra Metal, el Metal Medallo unió a esos grupos de la época que basados en el

experimentalismo y en sonidos particulares marcaron una generación. Esa música medio

podrida, medio arcaica y con tintes ochenteros fue el segundo intento por posicionar al género

que ha marcado más al rock local. Según Jaime, lastimosamente, ya no es igual:

“Esa herencia de ser original y particular se ha perdido mucho, porque ya todas las

bandas tratan de ser la copia de la copia de la copia. Entonces una fórmula que funciona

a nivel local es que la banda X sacó un par de discos, vendió un par de discos y le está

yendo muy bien, entonces ya tiene un montón de seguidores y los seguidores de esa

banda tienen una banda igual y tocan igual” (Ocampo, 2015).

Para foguear a aquellas bandas originales, Jaime creó el evento Metal Medallo que estuvo

principalmente ligado al Teatro al aire libre Carlos Vieco. En este festival se logró foguear a
153

diferentes grupos locales, ya que todos los grupos que han dado respuesta a la convocatoria han

tocado.

“Experimentamos mucho, siempre tratamos de hacer comunidad, y eso no se ha logrado.

Hacer comunidad es que todos nos sentemos a hablar, a opinar y entre todos hagamos el

festival. Había visos, se convocaba a las bandas, entre todos planeábamos cuándo se

hacían los eventos, si mezclábamos los géneros o no, a qué precio iba a ser la boleta, y

de ahí se tomaban políticas que a veces funcionaba o no.

Eso a la larga no funcionó, y eso ha hecho que estemos más bien quietos, porque todo

recae en una sola persona, lo que lo vuelve muy complejo. Ahora le estamos apostando

más a lo audiovisual, que puede ser más efectivo: montarte en una tarima te pueden ver

400 personas, pero si montas un video en Youtube puedes tener 1700 visitas o más, lo

que es algo sumamente significativo” (Ocampo, 2015).

Aquellos que no quisieron responder al llamado de Jaime Ocampo tuvieron una nueva

alternativa: el ​hardcore. Este género, fácilmente acoplable al ​punk y al ​metal, fue la respuesta

para aquellos que quisieron seguir con un sonido más extremo, más revolucionario.

Ramón Restrepo, antiguo vocalista de Parabellum, tomó esta alternativa no como una deserción,

sino como una decisión personal por hacer algo diferente, pero con las mismas bases del Ultra

Metal.

“Podemos expresar algo más social, mientras que en el metal expresamos algo más

espiritual. Hay mucha gente que critica, que qué ‘casposos’, y comienzan a dividir que

Black Metal, que Speed Metal, que éste es un ‘casposo’ porque no es blackero, un
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montón de bobadas. Metal es Metal, Hardcore es Hardcore, y ambos se apoyaron entre

ambos.

No nos vendimos, pues no queremos decir lo que las personas quieren que digamos, si no

lo que realmente es. Eso es lo bueno, es lo que nos hace ver las cosas como son

realmente. Que siga habiendo metal por siempre, porque es lo único que lo inspira a uno

a seguir la vida, si no esta vida no valdría un huevo” (Restrepo R., 2015).

Johny Rivera, el de Posguerra, la primera vez que escuchó ​hardcore se llevó una gran sorpresa.

Sodom, con ​Agent Orange, le mostró que el thrash metal podía irse por las ramas hasta ese

sonido fuerte y novedoso que estaba escuchando, y le encantó.

“Empecé a mostrarle a los muchachos, que pillaran éste estilo. Uno en ese tiempo

mostraba un disco nuevo y le decían que no, que qué gonorrea lo que estaban haciendo.

Yo ya empecé a escuchar a Cryptic Slaughter, a D.R.I., ya esa fusión como de hardcore,

como ese Punk con Metal, ese Metal aceleradito.

Los muchachos empezaron a escuchar más música, con Posguerra empezamos a conocer

mucha gente que tenía contactos en el exterior entonces nos llegaba música escasísima,

no como ahora que uno baja lo que quiera del computador. Eso nos permeó, nos unió

más al punk y nos dio más personalidad como grupo” (Rivera, 2015).

Según Alfonso Pinzón de la revista Rolling Stone en su artículo “​Del Tibet a Pogotá” los inicios

de los años noventa fueron acorralados por la violencia. El presidente César Gaviria, tras el

asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el más opcionado, impuso la apertura económica y con ello la
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remota opción de ver a aquellos artistas que, en la realidad, consideraban al país como un

infierno.

“Con la verdadera apertura (la del contrabando) llegó una oleada de rock: metal, punk,

rap, hardcore, rock alternativo, de todo y para todos. La Calle 19 en Bogotá se convirtió

en un mercado donde confluyeron todas las tribus urbanas y las bandas locales que

buscaban promocionarse con volantes en papel de fotocopia. Los dueños de discotiendas

como Mort-Discos, La Rock-Ola o Rolling Disc, fueron los profetas del evangelio

rockero, que se difundió velozmente por toda la ciudad. Otras ciudades también hacían

lo suyo. De Medellín –pionera en sonidos extremos y escenario de Rodrigo D: No

Futuro– brotaban bandas a borbotones: Ekhymosis, Kraken, Masacre, I.R.A. y tantos

otros exponentes del punk y el ‘metal-medallo”’.

Y entonces fue Rock al Parque. Pero antes fue el CREA Rock, y los conciertos en el

Planetario, de la mano de Bertha Quintero, y un grupillo de rockeros con ganas de

rebelión. De alguna manera se las ingeniaron para enredar al gobierno distrital,

consiguiendo financiación para eventos públicos de rock. Imagino que también

contribuyó que fuera electo como alcalde un intelectual chévere, excéntrico y lituano,

admirador de Alice Cooper, decidido a reeducar a sus gobernados con mimos, parábolas

filosóficas y tarjetitas. Luego de enseñarle las nalgas a todo el país por televisión y

casarse sobre un elefante en un circo, ¿por qué le parecería descabellado darle el visto

bueno a un concierto de rock?


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Rock al Parque, ese hijo estatal bastardo de los 90, sigue siendo el amplificador y

promotor más grande que ha tenido el rock nacional en toda su historia. Fue allí, donde

bandas como Aterciopelados, 1280 Almas, La Derecha, Ultrágeno, La Pestilencia y

Agony –por nombrar solo algunas– triunfaron frente a miles de personas. Canciones de

estas agrupaciones como Mujer gala, Soledad criminal, ¡Ay qué dolor!, Divino niño,

Fango y Pogotá quedaron impresas en la memoria colectiva del rockero colombiano. El

festival también ha impulsado bandas internacionales, principalmente del continente

latinoamericano; muchas son las agrupaciones que, desde el Río Grande hasta la

Patagonia, tienen deudas con Rock al Parque” (Pinzón).

Aun así, la apertura económica en Medellín colaboró a la creación de los primeros estudios

independientes que comenzaron a exportar su música a nivel local, nacional e internacional.

Prontamente se abrieron nuevos bares, ensayaderos y almacenes, mientras se acordaron nuevos

puntos de encuentro que con el tiempo serían apropiados por los jóvenes.

Rock al Parque

El festival gratuito más importante de la capital colombiana nació en el momento en que las

disqueras del país vieron que en el rock podían encontrar una posibilidad de negocio en el

mercado. Tras el éxito que se tuvo con la primera ola del Rock en Español, disqueras como ​BMG

Bertelsmann ofrecieron subsellos como Culebra Récords, donde se promocionaron bandas

mexicanas como ​Caifanes, Neón, Maldita Vecindad y ​Fobia.


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Así, grupos como 1280 Almas, Aterciopelados y La Derecha tuvieron la posibilidad de ligarse a

la apertura económica y ser parte de aquellos sellos nacionales o internacionales, lo que se

replicaría en Medellín con Kraken, Juanita Dientes Verdes, Frankie Ha Muerto y Bajo Tierra.

La intención del presidente César Gaviria tras la apertura económica fue abrirse al mundo, que

todo llegara y que todo lo propio se conociera. Rock al Parque nace para ser el catalizador de

aquel movimiento hispanohablante que había comenzado con el ‘Concierto de Conciertos’, de la

época dorada de ​Los Toreros Muertos, Hombres G, Los Prisioneros y ​Miguel Mateos. Así lo

define Santiago Arango, director de HagalaU y quien fuera director del Festival Internacional

Altavoz:

“Tanto Rock al Parque como Altavoz fueron importantes porque, querámoslo o no,

cuando el estado toma este tipo de iniciativas ocurre algo, con los pro y los contra que se

tenga, porque está legitimando ante la sociedad un movimiento. Cuando el estado lo

hace es que está diciendo que está pasando algo, porque destina recursos y funcionarios

públicos para que organicen eso, entonces tanto en Medellín como en Bogotá se

representa ese fenómeno de invertir recursos públicos para legitimar un movimiento

contracultural.

Lo bonito para mí de Rock al Parque es que nació en el momento en que el Rock and Roll

todavía tenía ese veneno de contracultura, radical, frontal, que tenía que ver con la

agresividad, era otra manera de relacionarnos” (Arango, 2015).

Según Manolo Bellón, autor del libro ‘​El ABC del Rock. Todo lo que hay que saber’ Antanas

Mockus, en ese tiempo alcalde de Bogotá, junto al Instituto Distrital de Cultura y Turismo y
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aprovechando lo que se había gestado en el ‘Concierto de Conciertos’, deciden abrir un espacio

amplio como el Parque Simón Bolivar en el centro de la ciudad para darle un lugar al rock que

con frecuencia en otros escenarios no encontraba.

La idea era sencilla: tres días de un festival internacional para un público que no tendría que

pagar un peso, pero que a cambio tendría que comportarse bien y demostrar que los rockeros

eran sanos y podían disfrutar en paz de tal evento.

La primera gran sorpresa fue ver que el Parque Simón Bolivar congregó a más de ochenta mil

personas en la primera edición del festival, con el fin de ver a grupos como 1280 Almas,

Aterciopelados, La Derecha, ​Fobia, entre otros.

Hoy en día Rock al Parque espera en sus tres días de festival a más de trescientas mil personas y

se ha expandido a diferentes vertientes como Salsa al Parque, Jazz al Parque o Hip-Hop al

Parque. Lo que en un principio fue visto como un evento masivo se convirtió en una vitrina para

las bandas locales, pues aparte del cubrimiento por parte de MTV y diferentes medios masivos

internacionales, han sido la base para propuestas radiales o televisivas locales, como por ejemplo

Radioacktiva: ​El Planeta Rock.

La Rockactividad

La emisora Radioacktiva surgió en 1989 como una alternativa a la radio juvenil de Bogotá, en

ese entonces liderada por la Súper Estación de Carlos Alberto Acosta y Todelar.

En un principio dirigida por Armando Plata Camacho, contó con la participación de figuras

públicas como Hernán Orjuela. Luego, Oscar ‘Tito’ López asumiría la dirección y rediseñaría el
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formato, tomando como abanderado al programa “La Locomotora” entre 1991 y 1995, donde se

tenía un equipo creativo integrado por ‘Tito’ Lopez, Alejandro Villalobos, Andres Nieto, Gabriel

de las Casas, Juan Manuel Correal, Guillermo ‘Memo’ Orozco, Pedro González ‘Don Jediondo’

y José Ordoñez Jr.

Sin embargo, es con el paso fugaz que tiene Carlos Alberto Acosta en la emisora en Medellín

que se llega al concepto de la rockactividad que en un principio fue un formato de información

donde se tenía un noticiero de cinco minutos durante cada hora. Carlos Alberto estaría en los

últimos ocho meses de trabajo que tuvo Armando Plata en la emisora como director, para luego

irse a Veracruz Estéreo como gerente de producción y programación.

Santiago Ríos, un joven que había trabajado con Carlos Alberto en la Súper Estación y que había

viajado a Estados Unidos para especializarse en Marketing, regresó a Colombia con la idea de

manejar el área de mercadeo de una empresa. Llamó a Caracol Radio para ofrecer sus servicios

como locutor, pero el mismo ‘Tito’ López le ofreció un puesto mucho mejor. Así lo cuenta

Santiago:

“En radio hay mucha gente que no estudió comunicación y algunos no lo hacían tan bien

entonces a nosotros los de comunicación nos molestaba la gente empírica en la escena,

yo era como muy pinchado en eso. Yo quería hacer radio de hobbie y el me ofreció ser el

director de la emisora de Radioacktiva. Que tomara Radioacktiva como un proyecto de

marketing” (Ríos, 2015).


160

El tres de noviembre de 1995 Oscar ‘Tito’ López nombra a Santiago Ríos como director de la

emisora en Bogotá, presentándolo como un hombre conocedor del rock adulto y del

contemporáneo, de gran conocimiento musical y fe en las nuevas promesas.

“Se había desgastado el formato, yo tomé la emisora como un proyecto de marketing, en

parte fue culpa de Carlos Alberto porque empezaron a pedir música exótica, como la

Lambada y Fantástica Mujer, y con eso se comenzó a empañar el formato de la radio

juvenil, que tenía la licencia de ser rock tirando a pop.

De alguna manera Alejandro Nieto me influenció, porque él decía que le gustaba mucho

lo de Radioacktiva, que él quería hacer más proyectos crossover. En 1994 había dos

formatos que para mí eran los enemigos que había que atacar para posicionarnos: el

crossover y la música electrónica. Yo traté de asociar el concepto de Radioacktiva con

un concepto más play, pues de alguna manera el rock, así muchos rockstars fueran

drogadictos y malas influencias, el rock era más play que la electrónica, que el

dancehall” (Ríos, 2015).

Con un grupo de locutores experimentados, Santiago se la jugó por relanzar la emisora bajo los

estándares de ​nuevo rock y autodenominándose ​el Planeta Rock a principios del 2000. Con esto

se buscaba dejar atrás un poco la idea mala que se había cultivado desde ​La Batalla de las

Bandas, y que las propuestas que ahora surgían si eran aptas para un público juvenil.

“Yo dije que acá sonábamos era ‘nuevo rock’, la música alternativa sin el nombre de

alternativa. El nuevo rock era la actitud: Veracruz en sus comienzos era sonido bonito de

Inglaterra pero era rock con pop, con una sustancia muy interesante, el new wave de
161

Carlos Alberto y todo eso desembocado en la música alternativa de los 90. Le apostamos

al concepto de nuevo rock” (Ríos, 2015).

Con el ​nuevo rock debían llegar nuevos referentes de la radio juvenil. Como se habló

anteriormente, el personaje de “Pochito” de Mauricio ya se había desgastado y se apostó por la

nueva radio. El grupo de ​Zape Pelele creó un lenguaje definitivo y un nuevo vínculo entre radio,

juventud y rock. Se había dejado atrás al humorista trovador, a los niños en la radio y a los

locutores de avanzada edad hablando de temas para los jóvenes.

Santiago le brindó la oportunidad a nuevas promesas de la radio, como ‘Tata’ González, quien

luego de debutar en Todelar Radio fue llamada para hacer parte de ​Planeta Rock de Medellín.

Eran nuevas propuestas, pues ‘Tata’, en su temporada de Todelar, había puesto en evidencia un

grupo significativo de bandas locales que no sonaban en otras emisoras.

Quedó enganchada al concepto de ​nuevo rock. Junto a Gabriel Posada alternaron su participación

en la emisora con una revista de televisión por cable donde tenía su segmento de rock, llamado

La Rockactividad. En ella, influenciados por aquel programa de Todelar que traducía las

canciones, publicaban la historia de un grupo internacional y las letras de sus canciones en inglés

y en español.

Toda esta experiencia la llevarían a hacer parte de una empresa de eventos a finales de 1999, de

donde surgiría la idea inicial de crear un festival muy similar a Rock al Parque, que ya iba por su

quinta edición. Recuerda ‘Tata’ que:

“Se llamó Rock a Lo Paisa, y lo hicimos el 17 de julio del año 2000. Fue cobrando y fue

en el Diamante de Béisbol de la Unidad Deportiva Atanasio Girardot. Lo hicimos con


162

Café Tacvba, Desorden Público, entre otras. Era muy interesante la propuesta pero

obviamente lo hicimos un día del padre, que era día festivo, con lluvia, por lo que no fue

lo mejor, pero fue una primera iniciativa para lo que luego sería Altavoz” (González T.,

2015).

Todo esto fue una respuesta a lo que se vivía afuera. Con la llegada del siglo XXI las nuevas

tecnologías como las redes sociales y el internet mismo ayudaron a que aquellas bandas

independientes pudieran surgir y promocionarse en las escenas regionales. El ​hard rock, el ​metal

y el ​punk encontraron nuevamente una vía de promoción de sus mezclas con grupos como ​Mago

de Oz, No Te Va Gustar, La Vela Puerca o ​Panteón Rococó. Además, los géneros comenzaron a

convivir con la música electrónica, de donde salieron propuestas interesantes como ​Miranda,

Belanova, Plastilina Mosh, Kinky y hasta nuevas etapas de vocalistas de grupos conocidos como

el de ​Soda Stereo, Gustavo Cerati o el de ​Héroes del Silencio, Enrique Bunbury.

La generación MTV

El primer canal de televisión dedicado exclusivamente a la música creado en 1981, fue el

complemento perfecto de lo que se vivía en la época: la llegada de los computadores, los

sintetizadores, la perfección de los instrumentos eléctricos y una nueva forma de apreciar el

mundo a través de lo visual.

La música comienza a ser otra cosa: la tecnología misma se había vuelto un género musical que

reemplazaba el talento musical de los artistas y con el aporte de la imagen la apariencia física de

los artistas era aún más importante que su música.


163

Las canciones comienzan a entrar por los ojos y parte de su misterio se esfuma, pues, según

Manolo Bellon en ​El ABC Del Rock. Todo lo que hay que saber, el hecho de “ver” una canción

le quita, en parte, la necesidad que se tenía de recrear lo que se estaba escuchando, lo que desliga

en gran medida al disco con las emociones que puede brindar, pues vuelven a su público en un

consumidor pasivo frente a la pantalla.

Igualmente, el fenómeno del video musical comienza con Disney en 1940. La película ​Fantasía

puede considerarse un video musical de formato largo de ocho obras de compositores clásicos

donde fueron montadas imágenes abstractas o concretas para realzar la música.

El primer video de música popular fue ​Jailhouse Rock, de Elvis Presley, diecisiete años después

de ​Fantasía. Ese año, 1957, fue donde ‘el Rey’ llegó al primer lugar de los listados y su video se

podía ver en algunos programas de televisión.

El fenómeno se complementaría con ​The Beatles y su etapa de hibernación, pues en 1966 ya no

querían hacer conciertos ni tenían ganas de salir a los medios para promocionar sus nuevos

discos. Como sabían que cualquier canción sería un éxito, decidieron omitir las extenuantes

entrevistas.

En cambio, optaron por hacer videos de sus canciones, donde podían desplegar su creatividad y

mostrar su música. Así pues, grababan estos clips de sus nuevos sencillos para la televisión,

mandaban saludos a sus fanáticos en ellos y hasta luego.


164

Sin embargo, el primer video musical realmente elaborado nacería con ​Bohemian Rhapsody, de

Queen. La televisión británica de 1975 lo transmite, la radio se prende del tema y el tema se

convierte en un éxito situado en el primer lugar.

El primero de agosto de 1981 comienza transmisiones ​Music Television, lo que luego se

conocería como MTV, de la forma más poética posible, con ​The Buggles y su éxito ​Video Killed

the Radio Star.

Los ​video-jockeys del canal tuvieron que tener aquella apariencia bien cuidada, tener buena voz y

comunicarle algo al público, como si fueran unos artistas más de la parrilla. Durante casi un año

y medio MTV no fue más que una réplica de los videos, sin llegar a posicionar ningún éxito,

pero fue claro que a partir de 1983 parte del éxito de las agrupaciones se debía a su producción

audiovisual. Cabe aclarar que parte del éxito de las primeras agrupaciones de MTV se debió más

a su apariencia física que a su talento musical.

Si el grupo estaba conformado por personas poco agraciadas, sus videos estarían plagados de

bailarines atractivos, mientras ellos tocaban casi de manera imperceptible. Si el artista era lindo,

sería aclamado así fuera un fraude, como se comprobaría con la agrupación Milli Vanilli, quienes

después de ganar un Grammy aceptaron que sus integrantes solo eran modelos que hacían

mímica mientras otro cantaba por ellos.

“Sin embargo – aclara Manolo Bellon​ – algo debe tenerse en cuenta: los jóvenes muchas

veces mejor que los mayores, saben lo que está sucediendo; aceptan el engaño como

parte del negocio. A Milli Vanilli se le dañó el play-back en algún concierto. Cuando el

auditorio quedó en silencio, y ellos siguieron moviendo los labios, el público supo que no
165

estaban cantando. Los dos muchachos salieron del escenario en medio de la ovación del

público. Esta realidad era una consecuencia directa de MTV: si los videos eran una

mentira, qué importaba si los conciertos eran en vivo o grabaciones dobladas” (Bellón,

2010).

Afortunadamente el canal se reinventaría con mensajes de tipo social dirigidos a los jóvenes

como, por ejemplo, para invitarlos a votar. La parrilla televisiva se expande a los realitys,

dramatizados, noticieros y su gran aporte, los ​unplugged, que fue llevar a artistas famosos a

interpretar sus canciones sin los recursos electrónicos. Esto luego se llevaría a la parte comercial,

donde el primer disco de estos conciertos titulado Unplugged (The Official Bootleg Album), de

Paul McCartney, fue lanzado en 1991 con un éxito rotundo.

Con el tiempo el formato de MTV se replicaría en canales como VH1. HTV y otros que con el

tiempo se reinventarían y le darían mayor protagonismo a la música tropical y al reggaetón,

considerándolo la nueva música juvenil.

Nuevas propuestas

Como el consumo musical cambió, la llegada del nuevo siglo, con sus nuevas tecnologías, dio la

posibilidad de no tener que estar pendiente del programa de radio para poder escuchar la canción

que se quería. Si en 1987 perderse el programa de radio significaba no escuchar la canción

traducida, la cual era muy difícil de conseguir. En la actualidad, cualquier canción, con un

sinnúmero de versiones está al alcance de Google o de Youtube.

Por eso, para Santiago Arango, con la llegada del nuevo milenio la mística por la música en

general se perdió, pues ya no hay arraigo por las canciones, los discos y los cassettes. Era muy
166

difícil hacer un concierto, era muy difícil tener un buen instrumento, porque era muy difícil que

alguien prestara el disco con la canción. La actualidad, para él, es una cuestión mucho más

introspectiva y personal.

Por eso, desde el año 2000, ha liderado el proyecto de HagalaU, el cual se conforma ahora de

una emisora online, un festival anual, un sello discográfico y un bazar de la música.

“Construimos un patrimonio sonoro musical, pues nosotros siempre hemos tenido una

apuesta de entender a la música en su contexto. Si escuchas el ‘Rey del Mes’ en HagalaU

encuentras a la banda contando su historia: una capsula de historia, una de letras, una

de sonido, una de influencias y una de aportes, donde está argumentando y le está

contando a la gente. Si no nos interesara eso solo sería el rey del mes que suena los

treinta días en la emisora y ya. Hay algo más allá. Finalmente hay algo que si he

entendido claramente: una de las traducciones más fidedignas de lo que somos como

personas, de nuestros miedos, de nuestros complejos y de nuestra situación sociopolítica

es la música, y todas las plataformas de HagalaU están destinadas a eso, al servicio de

entender la música como una gran traducción de lo que somos como humanos” (Arango,

2015).

Las emisoras virtuales han sido las principales abanderadas de la difusión del rock a nivel local,

ya que desde sus inicios no había ningún tipo de restricción u obstáculo a la hora de programar

más que el gusto de quien manejaba la emisora: si le gustaba, lo ponía, sin ​Sayco y Acimpro de

por medio.
167

Además, MTV tuvo sus repercusiones a nivel local trayendo el formato de programa televisivo

dedicado al rock: “Musinet”, del canal regional Teleantioquia, junto al programa radial “El

Gallo”, el que era manejado por ​Zape Pelele en Radioacktiva, fueron los encargados de mostrarle

a la ciudad los primeros temas de los grupos locales más emblemáticos de la primera década del

nuevo siglo: Popcorn, Tres de Corazón, Mojiganga, Nadie, Rey Gordiflón, Al-D Tal, entre otros.

Era música más elaborada, más pulida y más juvenil, lo que atrajo a una nueva generación de

rockeros que con los años serían la base para el éxito del Festival Internacional Altavoz.

La generación Altavoz

Para Simon Padilla uno de los días más icónicos del rock local fue el sexto aniversario de

Musinet, el cual fue celebrado en la Plaza de Banderas del Estadio Atanasio Girardot y juntó a

Tres de Corazón, Nadie, Mojiganga y Popcorn en un solo grupo que tocaba las canciones más

representativas de cada agrupación. La mezcla bautizada como Tres de Mojicorn interpretó

‘​Apuesto a que no sabes’, ‘Sigo Recordando’, ‘Vos sos todo lo que quiero’ y ​‘Emilio dice’ ese

día y tuvo entre la multitud a Simón que, pese a su corta edad, ya tenía un recorrido amplio entre

los conciertos de rock.

Desde niño había sido influenciado por el novio metalero de una prima suya, lo que le

contemplaba la afición que siempre le tuvo a la canción de Lenny Kravitz ‘​Are You Gonna Go

My Way’, con la cual, según sus padres, enloquecía en sus primeros años de vida.

La juventud de la época estaba más ligada a la champeta y al merengue, géneros que nunca le

terminaron de gustar, por lo que a los ojos de los demás niños se volvió el niño diferente.
168

“Yo me sentía diferente, pero era chévere, porque la gente le ponía atención a uno

porque era el raro. Los amigos de uno le decían que por que escuchaba eso, que la

música metálica esa, que mi mamá dice que eso es del demonio, y yo era como ‘usted no

sabe nada’. Era chevere, uno tenía la apariencia de niño malo y uno a los ocho años con

apariencia de niño malo en el colegio ya era la propia mala influencia” (Padilla, 2015).

Fracasó como músico, pero en el intento le pidió consejos a muchos de los integrantes de los

grupos que tanto había escuchado. Cómo eran jóvenes como él, notó la poca diferencia que había

entre músico y aficionado lo que, para él, es algo significativo de esta generación, pues los ídolos

inalcanzables se han vuelto más humanos y el rock en si se ha tratado de volver algo integral.

La afición por la música también lo llevó a MTV y con esto al sueño de ser productor

audiovisual de videos musicales. La fotografía, en inicio como un hobbie personal, le abrió la

puerta nuevamente a la interacción con las bandas, pues con el afán que se tenía de ser vistos en

la televisión necesitaban a alguien que supiera tomar fotos o grabar videos.

“El audiovisual se ha vuelto pieza fundamental. Lastimosamente, hay muchos puntos en

contra de que en Medellín se produzca realmente una industria de lo audiovisual por

varias razones: principalmente el rock no es tomado como una profesión sino como un

hobbie, porque la mayoría de artistas locales antes de ser músicos son ingenieros,

biólogos, abogados, etc. Además, el audiovisual en Medellín apenas está surgiendo, por

lo que hay un desconocimiento en los costos de producción, y los músicos lo tienen aún

más, pues prefieren pagarle al que cobra menos y no a quien mejor lo hace.

Lastimosamente, en eso el reggaetón le cogió ventaja facilito al rock” (Padilla, 2015).


169

Aun así, para Diego Londoño, autor del libro “Medellín en Canciones”, ésta generación de

rockeros es la generación de los nerds, pues son los que se atreven a pensar diferente, que se

quieren educar a partir de la música y que han encontrado en la tecnología una alternativa para

consumir y replicar el rock.

“A pesar de los años un pelado que escucha rock ahora sigue siendo contracultura,

porque una sociedad como Medellín que está infestada de otros sonidos ajenos al rock

hace difícil sobrevivir el rechazo. Yo considero que un pelado que escucha rock en el

colegio es muy tremendo, a mi, por ejemplo, me decían ‘el Alterno’ en el colegio, y eso

ahora se considera bullying, pero el hecho de que sigan hace manifiesto que piensan

diferente y, a su vez, quieren sacar adelante el género yendo a conciertos, comprando

discos o aprendiendo instrumentos” (Londoño, 2015).

La especialización en los instrumentos musicales y el rock como academia también fueron un

factor determinante para ésta generación. Contraria a la idea ochentera de “hágalo usted mismo”,

Hugo Restrepo, quien fuera músico de Kraken hasta finales de los años noventa, decide crear la

escuela de música Solorock, pues consideró que debía compartir las técnicas y conocimientos

musicales que había adquirido en su carrera.

“Yo me comprometí con mi causa porque ya era mi causa, es decir, Kraken para mí era

un grupo pero no una causa. Kraken era un grupo donde yo tocaba guitarra, pero no era

un propósito de mi vida manifestarme a través de Kraken, pues ahí solo me realizaba

como músico. Cuando nace Solorock si me comprometí con mi causa que era la
170

docencia, compartir esas técnicas y vivir de la música hasta después de no poder

ejercerla” (Restrepo H., 2015).

Además, desde Solorock se promulgó la idea del rock como un solo género, pues se ha explorado

desde ​Ricardo Montaner hasta ​Metallica, centrándose en las técnicas para tocar rock antes del

género en específico.

No obstante, Solorock, desde sus inicios, ha manejado tarifas imposibles para los jóvenes de las

comunas más populares, lo que paradójicamente, a los ojos de personas como Walter González,

mantiene aquel criterio de segregación ochentera que los llevó a los radicalismos: el rock de la

élite y el rock del barrio popular.

“A los músicos de afuera les tocó pegarse de otras cosas, de otras academias, de centros

culturales, y a raíz de eso se han creado ciertos músicos que no han llegado a las

academias, pero que contribuyeron a que en cada Comuna se pudiera tener sala de

ensayo como Ciudad Frecuencia en Castilla y Casa Morada en San Javier. Ha sido un

camino muy incipiente donde las academias como tales no se han podido formalizar ni

han podido presentar un pensum que sea homologado dentro de ciertos estudios. Uno lo

hace como por aprender, pero llega a un punto donde no hay ni un título ni nada”

(González W., 2015).

Se brindaron nuevos espacios o, más bien, algunos jóvenes se apropiaron de ellos. Se trascendió

de la letra al acto como tal. Se tomaron esquinas, se hicieron parches donde supuestamente no se

podía y se conquistaron terrenos a punta de música, lo que derivaría en festivales internacionales

como el Zona 2 en Castilla o el mismo Festival Altavoz.


171

La idea: un festival gratuito para los jóvenes

No era nada nuevo, desde los años sesenta y setenta se había tratado de crear un festival juvenil

musical que fuera de talla internacional, y no solo en Colombia, con Ancón, sino también con el

Festival de Cosquin en Argentina y con el Avandaro de México.

Aquel grupo que había intentado hacer el concierto “Rock a lo Paisa” conformado por ‘Tata’

González, Román González, Gustavo Blanco y Mauricio Mosquera veía la necesidad de replicar

un festival similar a Rock al Parque en la capital antioqueña. Medellín había albergado al

Festival de Ancón y a sus hippies, había sido catalogada la principal ciudad de los sellos

discográficos del país y posteriormente la capital del metal en Colombia. Rock al Parque ya

estaba próximo a cumplir sus diez años, por lo que ya era hora de tomar responsabilidades en la

promoción y divulgación de artistas locales.

Se vendió la idea de proporcionar un espacio que diera una oportunidad real de realizar un

proyecto de vida en torno a la música. Fue una época que benefició la creación de un proyecto

así, pues los jóvenes comenzaban a tener una posibilidad de obtener sus tarjetas de sonido, sus

estudios caseros, sus instrumentos de alta calidad, etc. Además, cuando nace Altavoz ya se

habían disparado los videoclips de la ciudad: Tenebrarum tenía videoclip, Frankie Ha Muerto

también, Tres de Corazón también, Popcorn también. Ya no era una anécdota, ya era una

posibilidad real de difusión de la música. Para Jairo Álvarez y Carlos Alberto Acosta, quienes

promovieron Súper Conciertos JIV Limitada y ​La Batalla de las Bandas, Altavoz fue el

resultado de lo que ellos quisieron hacer. Así lo explica Jairo:


172

“Era lo que nosotros queríamos hacer, pero llegamos antes. Nosotros hicimos muchas

cosas que en ese momento todavía el mercado y el país no estaban listos. Hubo que pasar

por muchos años para que otros pudieran capitalizar esos esfuerzos.

Altavoz me parece una cosa maravillosa, la posibilidad de que todas las manifestaciones

musicales se presenten con sus producciones y que cada quien se ubique dentro de lo que

le guste. Que combinen tantos géneros ayuda a que se le baje la adrenalina a ese

radicalismo que se ha tenido siempre dentro de los seguidores de este tipo de música y

que muchos tengan la posibilidad de conocer músicas que no están dentro de sus gustos

principales” (Álvarez, 2015).

Carlos Alberto le complementa

“Nosotros peleamos mucho tiempo para que se nos brindara un espacio como Altavoz,

pero nunca nos lo dieron y en vez de eso nos perseguían. Si uno montaba un bar, cada

ocho días llegaba allá el ejército. Cuando íbamos a organizar un concierto nos ponían

todas las trabas del mundo. Tuvo que llegar alguien con una visión más abierta y joven,

como Sergio Fajardo, a la alcaldía, para que se dijera que había que incluir al rock

porque el rock es la representación artística de los jóvenes. Fajardo cambia el chip. El

rock era perseguido por todo el mundo, los que estábamos difundiendo el rock tratamos

de evangelizar al mundo, pero en contra teníamos a nuestros papás, a la iglesia, al

gobierno, a la policía y al ejército” (Acosta, 2015).

A decir verdad, la idea de promover un espacio para la música desde la alcaldía no fue

precisamente de Fajardo. Aquel grupo de melómanos se junta con el Subsecretario de


173

Metrojuventud de la época, Jaime Cuartas, para proponerle al Alcalde un festival internacional

bajo el nombre de Altavoz, con un marco conceptual ideado en un principio por ‘Tata’ González

y avalado políticamente por Cuartas, Fajardo y el secretario de cultura.

“Le hice la propuesta al alcalde – comenta Cuartas -​ y al secretario de cultura, la

recibieron muy bien, porque un proyecto político nuevo y joven tenía que darle espacios

a los jóvenes. El Festival Altavoz nace con ese sentido, de crear un gran proceso de

participación juvenil, que los jóvenes durante todo el año pudieran participar en un gran

proceso de crecimiento, desarrollo, participación, formación, de mostrarles su talento a

la ciudad y recibir recursos para que durante todo el año nosotros pudiéramos juntar

todas esas iniciativas en un gran festival.

Los opositores me decían así, textualmente: “eso es una alcahuetería, un pichadero de

moscos, un antro de marihuaneros, drogadictos y revoltosos” que eso no servía para

nada, que me tenían que echar. Fajardo y el secretario me mantuvieron y fue un éxito

total” (Cuartas, 2015).

Se pasó la propuesta como un proceso cultural que buscaba la especialización de la música. Con

él, se pretendía destruir imaginarios, mostrarle a la ciudad la verdadera cara del joven sin

estigmatizarlo ni mitificarlo y crear la idea de un joven propositivo, activo, visibilizado en una

subcultura, con unas tendencias y símbolos que ayudarían a solucionar los problemas sociales de

Medellín.
174

Esta plataforma con el tiempo se apropió de un proceso de circulación de la música local que

comenzó con un objetivo primordial: poner en el escenario las diferentes propuestas musicales

del género del rock de manera profesional. Así lo define ‘Tata’:

“Cuando se creó fue un espacio muy bonito, con el fin de tener esa plataforma para las

nuevas creaciones en la ciudad. Yo me desligué de esa parte de contenido hace un buen

rato y del festival en general, pero pienso que es un espacio que la ciudad tiene, que

podría aprovechar y que el festival debe juntarse con otros festivales del mundo para una

retroalimentación. De nada sirve una plataforma base en una ciudad si no se proyecta

He notado eso porque escucho otros géneros y sé de otras industrias que se mueven

mucho más porque le imprimen más dinero, porque tienen una plataforma de

comunicación mejor creada. Creo que el rock debe ser un estilo de vida y para la gente

de aquí es un hobbie que no toman en serio” (González T., 2015).

La confianza para realizar aquel proyecto no era mucha, pues aunque no se quisiera se tenía el

estigma del fracaso de eventos masivos anteriores y, aunque fuera silencioso, aun había cierto

recelo entre los que se consideraban aficionados al punk y al metal. Sin embargo, la ola invernal

que azotó a la ciudad en noviembre y diciembre de 2004 aceleraron la idea de crear un evento

masivo a favor de los damnificados

El festival, desde un principio, fue gratuito, pero se debía llevar un alimento no perecedero y

donarlo a la entrada de la Plaza de Toros la Macarena, como si con comida para los más

necesitados se le rindiera un tributo a aquella estructura que veinte años atrás había sido el

epicentro del caos, del estancamiento del género, de ​La Batalla de las Bandas.
175

Kinky, de México, fue el invitado internacional, acompañado por Aterciopelados, El Sie7e,

Tenebrarum, IxRxA, G-98, Nadie, Coffee Makers, Otra Banda, Nepentes y Frankie Ha Muerto.

Diego Londoño así lo recuerda:

“Ese primer Altavoz fue para mi inolvidable porque yo era un punkerito y me dañé un pie

saltando de la gradería a la arena, para ver a IxRxA. Ese Altavoz rescataba lo que se

hacía antes en el Teatro al aire libre Carlos Vieco, lo que llamaban Mederock, que eran

conciertos que el mismo parche organizaban y luchaban por un mismo fin, que en ese

caso fueron regalos de navidad o alimentos no perecederos, no recuerdo. Se tenía una

función social, de cómo la música podía ayudar a los demás, lo que creo luego se perdió

con las demás versiones.

Medellín se ha caracterizado por ser una escena dentro de esos sonidos alternativos que

apoya a los más necesitados, por lo que creo que se debería potencializar el festival en

ese sentido. Hay que imitar al Undergrano, o a los conciertos que hizo IxRxA para

ayudar a construir la casa de una muchacha a la que se le cayó. Igualmente como

experiencia ese primer Altavoz fue muy valioso, pues la diversidad musical que hubo hizo

que algunos experimentaran nuevos sonidos. Yo creo que en el 2004 que un punkero

escuchara a Kinky o a Andrea Echeverri era una cosa bacana, y Altavoz se puede decir

que fue el que inicio eso” (Londoño, 2015).

Simón Padilla, de trece años en esa época, no sabe cómo podía estar tan ebrio a esa edad. Para él

el primer Altavoz fue también su primer pogo, y también la razón por la que no le gusta meterse

a muchos de ellos, pues en aquella ocasión salió con la boca reventada.


176

“Pero eso no es nada a comparación de ahora – opina Simón​ – pues me han tocado

tropeles más que todo en los Altavoces de punk. Siempre hay una pelea porque combinan

el punk clásico con el neo punk y el punk rock, y como todavía hay uno que otro radical

si lo ven a uno cantando una canción de neo punk se gana un problema innecesario”

(Padilla, 2015).

Altavoz a través de los años

Con ánimo de solidificar la escena del rock como una sola, directores del Festival Internacional

Altavoz le apostaron a la misma filosofía que los había caracterizado en su trabajo de difusión de

la música local. Cuatro años después de su primera edición, Altavoz se nombró a cargo de

Santiago Arango, periodista que con su medio alternativo HagalaU había generado el concepto

de que la música era una sola. Para él, sin ánimos de parecer pretencioso, el salto que dio el

festival desde la edición de 2008 fue el que lo llevó a ser un Festival Internacional con todo lo

que eso significa.

“Yo cogí Altavoz en 2008, llegué en agosto y el festival era en octubre. Llegué para

salvar la cosa, además porque la contratación pública es muy seria y muy dura. Yo caí

en paracaídas y el festival se hizo.

Para el año siguiente, yo había sido presentador, jurado, público, comité asesor del

festival, y cuando llegué como director hicimos una primera rueda de negocios con

invitados de Perú, de Panamá. Se implementó algo tan simple como las estibas en el

2009, lo que era dignificar a los asistentes de alguna manera. Ese año empezamos a

especializar a los jurados, para tranquilidad de las bandas y a su vez empezaron a


177

generarse los intercambios internacionales: Nepentes fue a Ecuador, Providencia fue a

Ecuador, Calibre 38 a Panamá, Johnie All Stars a Panamá, etcétera, como una búsqueda

de que el festival estuviera bonito para la casa pero también que creciera y que crearan

un público afuera” (Arango, 2015).

Santiago es un convencido de que la mejor forma de crear un circuito es convivir con las

personas que hacen parte de él. Cada fin de semana Santiago agarraba uno de los carros de la

Alcaldía de Medellín y se iba a cuatro o cinco eventos que se presentaran en esos días, todo con

el fin de ver bandas y de que lo vieran allí.

“Me reunía con la gente del punk, del metal, me reunía con ellos, los escuchaba. Yo

aposté por el rock and roll como estructura, pero yo le aposté al rock and roll como más

allá de un sonido, sino como una posición frente al mundo, frente a la vida. Yo empecé a

viajar a otros festivales y empecé a experimentar otras realidades. Hay algo muy

importante también que fue el componente formativo, pues empezaron las bandas

invitadas. Son muchas cosas, pero más allá de eso yo le metí mucha energía, mucho

amor y muchas ideas. En 2010 fue el último que yo dirigí porque me retiré en 2011 a

mitad de año, con Skatalites, Reincidentes, Robi Draco Rosa, Bambarabanda, Systema

Solar, y el festival quedó en un punto muy alto. No digo ni que sea mejor o peor pero yo

quedé completamente tranquilo y satisfecho. Por eso digo que cuando uno es coherente

con lo que piensa y lo que hace pasan cosas” (Arango, 2015).

Felipe Grajales se unió al comité directivo del festival desde 2013, lo que le aportó al festival la

visión de quien le ha brindado toda una carrera musical a la diversidad. Punkero en la juventud,
178

su curiosidad lo hizo llegar a agrupaciones como The Clash y Kortatu, que tenían fuertes

influencias en el ska, al que tomaría como género preferido.

“Empiezan a llegar las primeras cositas de los Fabulosos Cadillacs por las emisoras, y

me interesó, era una cosa muy grande. Además, se empiezan a formar los combos de ska

en Medellín, entonces uno empieza a tener parceros que tocan ska y a investigar, sin

internet, pero se junta con los punkeros más grandes que le empiezan a contar a uno de

que iba ese ska: contaban que existía The Specials, que se diferenciaban por olas como el

2Tone, que existía Our House, una canción de Madness que sonaba en Veracruz y que

también era 2Tone, etc. Todo empieza a configurarse en uno de una manera estética y

política, porque el hecho que yo tenga una visión política del mundo tiene que ver mucho

con la música, y con la música que oía en mi adolescencia.

El ska ahora está muy fuerte, las bandas tienen una cierta cantidad de público y yo creo

que el ska en realidad en el mundo ha aportado la tolerancia que necesitaba ésta ciudad.

Una banda como los Fabulosos Cadillacs, que tienen un último disco que es jazz, y uno

anterior que es jazz-hardcore, y uno anterior que es salsa-ska, y les funciona. Eso nos

ayuda a tener mentes muy abiertas. El ska tiene una canción que se llama Doesn’t Make

It Alright y es como ‘Hey, solo porque no seas como yo no quiere decir que esté mal’, y

ellos lo decían por el racismo, pero aplica para todo, el hecho de ser blanco o negro no

tiene nada que ver para pelear. El ska aporta las mentes abiertas, la búsqueda de la

tolerancia, y en mi perspectiva creo que es lo que le he podido aportar al Festival

Internacional Altavoz” (Grajales, 2015).


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Aun así, gran parte de la inconformidad por el Festival proviene de la contradicción que se

genera cuando se promueve al artista pero realmente no se le da un incentivo económico para

que la agrupación prospere más allá del festival. Orus Xhon, quien había vivido todo el

fenómeno del rock en español y al momento de iniciarse el festival ya se expresaba como artista

de la música, sintió, en un principio, que Altavoz había desconocido toda la historia sonora y

rockera que la ciudad tenía detrás.

Los primeros tres años del festival, según Orus, no se pagaba al artista, por lo que se luchó, ya

que si el sonidista y el encargado de las luces ganaba dinero, no se podía excluir al artista que era

la fuente principal. Aunque se rebatió, a criterio de Orus y de algunos artistas de la ciudad, el

incentivo que se presenta por ser parte del festival no equivale nisiquiera a los gastos de

presentación del grupo en el evento. Así lo explica Walter González, quien participó en la

realización del libro “​Medellín en Vivo: La Historia del Rock”:

“Un grupo que se presenta en Altavoz pierde plata si se toma en cuenta las horas de

ensayo, la realización del brochure, costos de grabación y la presentación. Si es un

negocio con los músicos no tiene sentido que el dinero vaya a los sonidistas y los demás

que deberían trabajar para el músico y no el músico para ellos.

Me ha molestado de igual manera las ruedas de prensa realizadas para los grupos

internacionales, pero para los locales, que es para lo que se creó el Festival, no hay

nada. Todos los días los vemos, sí, pero no todos los días los vemos en Altavoz, y éste es

Altavoz, necesitamos que los vean afuera. Entonces como los podemos llamar y los

vemos todos los días ¿no los mostramos?, eso no es así” (González W., 2015).
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No obstante, el festival ha transgredido el hecho de ser un evento de un fin de semana a ser algo

que pasa durante todo el año, además de una parte formativa donde por medio de charlas se trata

de profesionalizar al músico y todas las áreas afines, lo que hace que de alguna manera se

consuma rock en todo momento. Para Sebastián Ortiz el principal problema del festival en la

parte social es su propio público, que se ha dedicado a criticar más que a proponer. Medellín es

una ciudad pequeña, afirma Ortiz, donde la mayoría de rockeros tienen agrupación, por lo que

con más ímpetu se debería apoyar al festival ya sea tocando, pagando por ver a los grupos,

asistiendo a los conciertos o a las charlas, pues esa es la única forma de hacer comunidad.

Además, para jóvenes como Gustavo Álvarez el Festival Altavoz ha sido una escuela para los

que quieren tomar las diferentes alternativas respecto al rock que no son música.

“Muchos entendimos lo que era enfrentarse a un productor internacional, los músicos

aprendieron a producir mejor sus discos, a tener una presentación mejor, a entender que

es una empresa cultural, aprendieron a sonar mejor en tarimas grandes, el manejo de

escena, un montón de cosas.

Altavoz es el punto donde aprendí a promocionar a un artista, a cómo hacer que un

artista se vea bien, todo el lado del negocio que muchos músicos no tienen claro yo lo

aprendí en Altavoz y ya después en otros espacios como Circularte, Rock al Parque y

otro tipo de espacios pero ese primer encuentro con el trabajo real y ese primer

encuentro con el que hacer de lo que soy ahora como profesional lo aprendí en Altavoz”

(Álvarez G., 2015).


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Hoy en día Gustavo hace parte de Cocorota Inc, una empresa que se encarga de acompañar a las

bandas de Medellín en los términos de comunicación, manejo de marcas, además de

management en comunicaciones para algunos artistas puntuales a nivel internacional. Gracias a

Altavoz comprendió la importancia de la fotografía y el manejo audiovisual en la producción

musical y las puestas en escena

Quizás lo más importante del festival ha sido la consolidación de la multiculturalidad por encima

del radicalismo. Luis Grisales, que también hace parte del Festival de manera administrativa,

cree que se ha intentado ‘tapar la boca’ de aquellos que profesan al rock como una manifestación

violenta pues, según él, hay espectáculos de mayor aceptación social con mayores dosis de

violencia que los conciertos de rock.

“Se han trabajado doce años de Altavoz y se ha tratado de mostrar un espacio de

convivencia, espacios donde independiente de si te gusta o no te gusta un género podes

ir, mirar y tener argumentos para decir por qué me gusta o no me gusta. Sobre todo

Altavoz, como política pública, es un ejemplo a seguir de que las cosas pueden ser así y

que se deben seguir haciendo así, porque se han ganado unos espacios y la ciudad supo

dar cuenta de ese proceso y sus logros”.

Todo el mundo antes estaba prevenido de mezclar géneros, porque por más liberal que

sea uno, todavía hay un temor, pero lo intentamos y nos ha funcionado muy bien. Hemos

aprendido a vivir una fiesta, el poder estar tres días con amigos, con gente nueva, bandas

nuevas y eso se logra gracias a ese tipo de festivales” (Grisales, 2015).


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Altavoz, para algunos músicos de la ciudad como Jaime Ocampo, se convirtió en el punto de

quiebre frente al discurso que se había tomado como muletilla por gran parte de la escena:

“¿Cómo vamos a sobresalir si no nos apoyan?”. Aun así, cuando aparece el apoyo, se

multiplicaron las críticas, pues no hubo como atender todas las necesidades:

“Es muy difícil que un festival, cualquier festival, le dé a la gente todo lo que quiere. Por

ejemplo, ellos tienen millones de pesos para hacer el festival y Metal Medallo no tiene un

solo peso, funciona con taquilla, entonces si no hay taquilla no hay como hacer el

concierto. Ellos tienen el pago para sus bandas aseguradas, pero hay estructuras que la

gente les critica. Entonces la oportunidad obviamente el deseo de uno estar parado en

esa tarima en primera instancia, luego el beneficio económico altísimo que muy pocos

festivales se dan el lujo de darlo, y que esté asegurado, y tercero estar en la dinámica de

ese festival hacen que los grupos trabajen. El aporte grandísimo que tiene Altavoz es que

genera movimiento, la banda que no había grabado empieza a grabar para presentar el

demo, se ponen a estudiar, a componer, los estudios se mueven por la necesidad de las

bandas, se mueven los publicistas porque necesitan hacer el brochure y hacerle su parte

estética a la presentación, etcétera” (Ocampo, 2015).

Es claro que únicamente con el Festival Internacional Altavoz no es suficiente para alimentar la

escena musical de la ciudad. Los jóvenes han tenido que apropiarse de los espacios sin tener el

apoyo de la municipalidad además de que es sano para la escena musical que uno de los espacios

no esté directamente relacionado o permeado por la política pública sino más bien por la labor

social.
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Así lo entiende Santiago Marín, promotor del Festival Rock a la Escuela, un evento realizado

anualmente en el Barrio Antioquia, uno de los sectores de la ciudad más golpeados por la

violencia y el narcotráfico, con el fin de recolectar útiles escolares para los niños de los colegios

de bajos recursos.

“Hay algo con Rock a la Escuela y es que estamos convencidos de que el estado no lo

provee todo, si lo debería proveer o no es otra discusión, pero en estos momentos no lo

provee, y hay una realidad y es que la educación es una herramienta social de

transformación. Aportar a ésta herramienta brindándole a un montón de niños útiles

escolares para que inicien sus labores académicas a principios de año aun teniendo en

cuenta todos los contradiscursos que hay contra del sistema educativo, que son muy

válidos. La realidad es que hoy un niño que no está escolarizado en una ciudad como

Medellín está corriendo un montón de riesgos en la calle, porque no está haciendo

educación popular ni procesos de criticidad si no que está al margen a expensas de que

cualquier grupo armado en una ciudad completamente militarizada tome a sus niños

para sus bandos” (Marín, 2015).

Bozo Records

Sebastián ‘Bozo’ Ortiz comenzó a escuchar rock desde los nueve años, influenciado por varios

primos y tíos que escuchaban el género, principalmente metal. En el colegio conoció amigos

afines al punk, lo que le ayudó a cogerle mayor gusto a la música en general.


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Su primer concierto fue uno donde tocó el grupo Nadie en el antiguo bar Seven Eleven y a partir

de allí comenzó a compartir los diferentes espacios dedicados al rock, especialmente el Teatro al

aire libre Carlos Vieco.

“Antes era todo diferente, irónicamente yo veo que antes los conciertos era una cosa

multitudinaria, iba demasiada gente, por ahí de quinientas a mil personas, y eran

conciertos de punk, o de metal, o de punk rock. No eran apoyadas por el estado ni por el

gobierno, eran autogestionados o parches de gente que ya venía haciendo conciertos. Me

parece increíble que eso se llenara, siendo un evento privado, pues eran conciertos

organizados por gente independiente del estado, y eran tiempos en que una entrada con

pago incluido no te impedía que se llenara, teniendo en cuenta que las condiciones

técnicas, en cuanto a montaje y sonido eran menores, no tan avanzadas como ahora.

Ahora hay más recursos pero no hay tanta gente en los conciertos, y no sé qué ha

pasado, más bien creo que los mismos enemigos del rock somos los rockeros” (Ortíz,

2015).

Por lo mismo, ‘Bozo’ trataría de revivir aquel espíritu de respeto al artista y de que no todos los

eventos podían ser gratuitos con un sello discográfico que luego se convertiría en

‘Bozo Récords’ como tal en un principio fue un sello disquero, empezó en el 2010, luego de que

Sebastián viviera un tiempo en Canadá y en otros países. Según él, en el país norteamericano fue

que se dio cuenta que habían industrias de la música que no tenían que ser de la magnitud de

Sony, si no que dentro de la misma escena underground se hacían sus pequeñas industrias que

hacían un circuito de ‘tokes’ todo el año, vendían mercancía de las bandas y éstas se encargaban
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de grabar cada cierto tiempo y hacer lanzamientos. Para Sebastián allí había un gran engranaje

que en Medellín no se estaba haciendo organizadamente, por lo que era necesario intervenir.

“A mí se me ocurrió la idea de volver a Medellín, montar un sello y empezar de una

manera más organizada a llegar a un nivel más avanzado donde no solo fuera tan a la

ligera si no que fuera con trabajo, con una estética, una fotografía, unas grabaciones y

todo lo que respecta frente a una banda.

Llamé a un grupo de conocidos y de amigos para formar un equipo y cubrir áreas

importantes en el trabajo que quería hacer: la parte de representación legal, la parte de

asesoría, de diseño, de fotografía y empezamos a trabajar así” (Ortíz, 2015).

Desde el 2012 Bozo Récords cambia un poco, pues se llega a un acercamiento con las bandas,

éstas vieron una oportunidad en Bozo y querían hacer parte, por lo que empezaron a interactuar y

a hacer eventos. El sello de Bozo pasó a ser ese año una agencia de ​Booking, lo que básicamente

es agendar y conseguir fechas de eventos para bandas y artistas.

“Me empecé a mover como representante de algunas bandas y a gestionar algunas

bandas internacionales para traer Medellín juntos con Arsenal Estudios, que es una

empresa con la que hemos trabajado muy de la mano.

En mayo de 2014 trajimos la primera banda internacional, nosotros como empresa, en

un evento que se llama Hardcore 4 All y trajimos a Close Your Eyes, una banda de

Hardcore Melódico de Texas. El evento tuvo una acogida increíble, después de muchos

años en los que aquí no venían bandas internacionales de estos géneros y nadie se fijaba

en Medellín como una buena escena, nosotros dimos la oportunidad de que eso volviera
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a suceder, y eso fue un concierto en el que estuvo boletería agotada dos semanas antes

del evento y yo creo que nadie, ni nosotros ni el público lo creía. Yo creo que a partir de

ese concierto, de ese momento, a Medellín se le abrieron las puertas en ese aspecto, tanto

que hoy casi un año y medio después del evento ya hemos traido 5 bandas

internacionales más. Las cosas cuando se hacen bien salen bien” (Ortíz, 2015).

La base que ha tenido Sebastián es la idea de que hay escena rock en Medellín, pues aunque sea

tan cuestionado éste término para ‘Bozo’ es claro que si hay una buena publicidad, si no se

escatima en gastos, si se buscan buenos lugares donde hacer el evento y se apoya en vez de

criticar a los demás grupos la gente responde, paga la boleta y crea escena.
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