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Jorge J.

Saurí
¿Qué Es Diagnosticar En Psiquiatría?
Editorial Bonum

Primer Módulo: LA TAREA DIAGNÓSTICA


PSIQUIÁTRICA

Cuenta Cervantes que Alonso Quijano, el atribulado1 hidalgo de la Mancha, “los ratos
que estaba ocioso se daba a leer libros de caballería con tanta afición y gusto que olvidó
casi de todo punto del ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda”. Pero
Quijano lejos de contentarse con sus lecturas deseaba desentrañar enigmáticas
afirmaciones... Con esas razones perdía el juicio y desvelábase por entenderlas y
desentrañarles el sentido. “El se enfrasco tanto en su lectura, que se pasaba las noches
leyendo de claro en claro; y así del poco dormir y el mucho pensar se le secó el cerebro,
de manera que vino a perder todo juicio”.Basta este trozo para plantear nuestro
quehacer.
Supongamos ahora que, una vez leído el texto, alguien se interesara por conocer aquello
que aquejaba al caballero, y gracias a sus estudios, reflexiones o práctica, reconociera
que Quijote se comportaba de forma tan extraña porque deliraba. Para llegar a esta
conclusión hubo que llevar a cabo una tarea en tres etapas: lectura mediante, conoció los
hechos y discursos atribuidos a Quijote, reconoció signos y, por fin, les dio un nombre
identificador. En otras palabras, realizo una tarea Diagnostica, ¿qué significa esto?
El área semántica del vocablo diagnosis, integrada por términos como diagignosko,
separar y decidir; diagnome, deliberación y decisión, diagnomon, perspicaz, vigilante y
atento; diagnorizo, hacer, conocer y divulgar, y diagnósticos, designó en sus orígenes
el hecho y los actos de reconocer y discernir, y configuró un campo significativo
atinente a un modo de conocer consistente en separar y discriminar las notas de lo
cognoscible.
Diagnosticar era discernir, esto es conocer racionalmente algo de modo lúcido y
perspicaz, penetrando en lo cognoscible, y enjuiciarlo decidiendo algo.
Ahora bien, en la práctica médica que es lo que ahora nos interesa, refería al resultado
de reconocer los signos de una enfermedad y decidirse de cuál se trataba. Denomina
siempre la tarea de conocimiento y reconocimiento de los signos útiles para fijar la
identidad de algo.
¿Cuáles han sido los modos empleados en la psiquiatría, para llevar a cabo este trabajo
de discernimiento y decisión?: dos modalidades relacionadas con la predominancia de la
urdiembre creencial naturalista y con su crisis. Para la primera, diagnosticar fue alcanzar
una meta cognoscitiva logrando una suerte de fotografía de lo estudiado; la otra,
concibió el diagnosticar como la realización de un quehacer.
I
El Diagnóstico Como Meta

El corpus de los conocimientos psiquiátricos recién comenzó a ser coherente y


sistemático a mediados del siglo XVIII cuando se empezaron a estudiar las alteraciones
mentales siguiendo las enseñanzas de John Locke.
Para Descartes entre el cognoscente y lo cognoscible, se interpone un “representante”
de los examinado, y, como consecuencia el Sujeto, es decir el alienista 2t, queda
1
Afligido, Consternado, Apenado;Triste
2
Psiquiatra, Medico.

1
constituido en el referente en función del cual se diagnostica, como el sujeto pone ante
sí y para sí una imagen de la realidad, no la realidad misma, lo conocido es un
lugarteniente de ella, por este motivo, y sin negar su fundamento in re, la representación
queda caracterizada como un proceso semejante a aquél en virtud del cual la urdimbre
creencial naturalista concibió al hombre como un “sujeto”dentro de los existente.
Tal planteo mantuvo su vigencia largos años, y en él se entramó la concepción del
diagnostico con la noción de representación.
Dice Descartes: el sujeto pone en duda al mundo, así como lo hace con su
representación y de este modo el cogito logra conocer pues no puede dudar de sí mismo.
Conocer, propiedad humana operante mediante la representación, otorga pues al sujeto
un poder concretado en dominación y mando. En este sentido diagnosticar, discriminar
y decidir conociendo, reconociendo y nombrando, supone representarse lo comprobado.
La tarea diagnostica es ejercicio de un poder por parte de quien detenta el saber, que
logrará aumentar recurriendo a métodos y procedimientos “complementarios”. Quien
diagnostica, discierne y decide y en función de ello brinda seguridad. En tal concepción
la mirada ocupó el primer plano operativo.
Estas ideas y procedimientos enriquecieron el arte diagnostico con los aportes d la
observación sistemática pero también abrieron las puertas a la posibilidad de establecer
un esquema explicativo utilizando los datos proporcionados por las evidencias
sensibles, descartando los imposibles de ser verificados.

A) Diagnosticar es registrar y agrupar signos


(El apartado comienza con un texto de Pinel titulado “una especie de melancolía que
conduce al suicidio” y en base a esto se dice):
La observación sistemática proporciona un esquema explicativo con el cual se intenta
describir el carácter específico de la afección. Por este motivo no importa la mayor o
menor certeza de las informaciones pues el “empirismo, señalaba Hegel, dispone del
gran principio de que lo verdadero debe estar en la realidad y existir para la
percepción”.
Percepción de lo conocido y libertad del cognoscente son, los sillares3 del diagnóstico
empirista. La tarea diagnostica del empirismo médico y psiquiátrico persiguió el ideal
de una “ciencia exacta” capaz de abrir un porvenir progresista semejante a aquél hacia
el cual parecían encaminadas las ciencias.
Discernir y decidir, conocer, reconocer y nombrar una identidad fue entonces percibir y
hacer perceptibles representaciones de lo estudiado confrontándolas entre sí para llegar
a una conclusión general. Así la meta diagnóstica de los alienistas naturalista fue
describir especies mórbidas yendo, según lo prescribiera Locke, de las ideas simples a
las ideas complejas. Esto condujo a sobrevalorar el signo físico buscándolo, cuando no
era lo suficientemente claro, por otros medios, mas al no tener en cuenta los límites
entre el sistema observado y el observador, el diagnostico empirista quedó circunscrito a
la detección de la sucesión natural de lo observado.
Sin embargo pese a proporcionar una serie de importantes datos, el modo de
diagnosticar de Pinel, no fue mas allá de coleccionar ordenadamente notas semiológicas
porque “para describir el carácter distintivo de las diversas especies de locos..., me ha
servido de guía el método que se sigue en todas las ramas de la historia natural, y solo
me he valido de las señales exteriores, y de las alteraciones físicas que pudieran
corresponder a las lesiones de las funciones intelectuales o afectivas...”

3
Piedras

2
Observación de datos, inventario y comprobación de correlaciones fundan y
fundamentan el diagnostico empirista culminando en un objetivo último de orden
nosológico.

B) Diagnosticar es ubicar lo comprobado en un esquema trascendental


Para Kraepelin no basta observar, registrar y clasificar los datos obtenidos para
diagnosticar. Los alienistas del naturalismo empirista no habían ignorado esta limitación
y para superarla trataron de cimentar sus diagnostico en la certeza de los conocimientos
logrados.
Tal propósito los condujo a preguntarse acerca de cómo se logra explicar el
conocimiento que se tiene de las cosas.
Los datos sensibles no proporcionan conocimientos universales y necesarios -no basta el
diagnostico basado en el registro de notas- pues éstos dependen de las formas puras del
entendimiento, esto es de las categorías.
Resulta de todo esto que diagnosticar es evaluar las posibilidades ofrecidas por lo
comprobado empíricamente para ser ubicado dentro del campo categorial. Diagnosticar
además de consistir en la observación, es esquematizar mediante una representación
mediadora y catalogante.
El diagnóstico pone pues un procedimiento general de la imaginación que construyendo
esquemas logra, razón mediante, una representación categorías de lo comprobado.
Charcot, acerca de su manea de trabajar refería “solía mirar una y otra vez las cosas que
no conocía, reforzaba día a día la impresión que ellas le causaban hasta que de pronto se
le abría el entendimiento. Y era que, entonces, ante el ojo de su espíritu se ordenaba el
aparente caos que el retorno de unos síntomas siempre iguales semejaba; así surgían los
nuevos cuadros clínicos, singularizados por el enlace constante de ciertos grupos de
síntomas; los casos extremos, los tipos, se podían recortar con el exilio de una suerte de
esquematización y desde los tipos de ojo perseguía las largas series de los casos menos
acusados; las formes frustres que terminaban por perderse en lo indistinto desde este o
este otro rasgo característico. A este trabajo intelectual, lo llamaba cultivar la
nosografía”. Pinel recomendaba el método analítico, Charcot lo hacía con el de los tipos
buscando compatibilizar lo racional con lo empírico.
El trastorno “tipo” remitía aun esquema trascendental “clave” que en la mente del
diagnosticador, le permitía reconstruir el tipo de trastorno estudiado. Pero esto tenía el
peligro de sobrevalorar la participación imaginaria del observado y así fue como
Charcot “invento” una entidad mórbida.
Diagnosticar pasó entonces de recolección y agrupamiento de signos, a ser remisión a
un tipo esquemático ideal que trataba de ser respaldado en hechos verificables. Y esto
suponía que la validez científica de lo afirmado dependía de su capacidad de ser puesta
a prueba. La verificabilidad de una aseveración debe poder realizarse de modo directo e
inmediato pero como esto no es siempre posible, es lícito recurrir a índices útiles,
fehacientes y de valor variado. Este desplazamiento de lo sensorial a lo lógico y de lo
inmediato a lo mediato, acarrea otro en el modo de verificar que pasa del control
sensible e inmediato, al dominio de una red de modificaciones reales a la cual alude, de
modo manifiesto o implícito toda proposición de un lenguaje.
Basar la tarea diagnóstica exclusivamente en un procedimiento científico criticista
termina relativizándola, y conduce a bizantinas4 diferenciaciones semiológicas porque la
búsqueda de precisión “científica” desemboca en un empobrecimiento conceptual. La
clínica queda entonces subordinada al diagnostico, concebido como la coronación de un

4
Insignificantes; Nimias; Inútiles.

3
saber. Y así como el diagnostico empirista desembocó en una nosología, el positivista lo
hizo en la clasificación.

II
El diagnóstico como desarrollo

El naturalismo procuró obtener un conocimiento capaz de explicar la realidad


acordando la primacía a la representación, al poder informativo de la Mirada, a la puesta
en duda del objeto y a la centralidad del Sujeto.
Tales afirmaciones desembocaron en una crisis, aun en curso. De hecho no existe la
pretendida certeza objetiva y la persona desconoce una parte de sí que actúa sin pedirle
su consentimiento.
Por otra parte tampoco existe seguridad subjetiva acerca del conocimiento pues el
Sujeto constituye una cupla con el Objeto siendo ambos mutuos referentes
complementarios y correlativos. En el orden a la tarea diagnostica esto implica, la
necesidad de tener en cuenta las manifestaciones inconscientes y valorar la relación
entre Sujeto y Objeto.
Interpretación y relación diagnosticador-diagnosticado son los pilares de este modo de
diagnosticar. También el empirismo y el criticismo consideraron que diagnosticar era un
proceso pero éste terminaba cuando se establecía la presencia de una especie mórbida o
una entidad nosológica.
Al entrar en crisis, el naturalismo descubrió la importancia del desarrollo de la tarea y
cayó en la cuenta de que ella nunca tiene final. El Sujeto-diagnosticador queda
desplazado del lugar central pues para el desarrollo diagnostico es la relación no el
Sujeto, quien cumple la necesaria función de unificación de los signos registrados. Todo
esto trajo como consecuencia unificar la tara diagnóstica con la terapéutica. Ya no
existiría por un lado un conocimiento y por otro una “cura”. En la misma medida que se
desarrolla el diagnostico surge el modo terapéutico el cuál, revirtiendo sobre el primero,
lo irá modificando.

A) Diagnosticar es detectar el desarrollo de las organizaciones


inconscientes.
Cuando en la psiquiatría se comenzó a admitir la importancia de la actividad
inconsciente, a dudar del papel central y centrante del Sujeto, la concepción del
diagnostico se orientó hacia el estudio del proceso de desarrollo de la discriminación y
decisión conducente a conocer, reconocer y nombrar algo.
Leemos en un texto de Freud “El Interés del Psiquiatra Práctico”, escribe después de
haber sintetizado los trastornos de Schreber, “por tales formaciones delirantes suele
agotarse, tras establecer él la operación del delirio y apreciar su influjo sobre la
dirección que el paciente imprime a su vida; El asombro del psiquiatra no es el
comienzo de su entendimiento. El psicoanalista trae de la noticia que tiene sobre la
psiconeurosis, la conjetura de que aun formaciones de pensamiento tan extravagantes,
tan apartadas del pensar ordinario de los hombres, se han originado en las mociones más
universales y comprensibles de la vida anímica, le gustaría, conocer los motivos y los
caminos de esa transformación. Con este propósito ahondará de buena gana en la
historia de desarrollo así como en los detalles del delirio” (se describe el delirio de
Schreber, principalmente en lo que respecta a el papel redentor y la mudanza en mujer).
Si luego de haber registrado los signos mencionados por Schreber Freud hubiera
detenido su tarea en el diagnostico de una categoría nosológica, no hubiera ido más allá

4
de lo pedido en el positivismo; pero, insatisfecho con esa suerte de explicación, siguió
inquiriendo y se preguntó “acerca del mecanismo paranoico”. Tal pregunta marcó una
novedad porque además la anunciación de diagnostico categorial, señala el intento de
conocer el desarrollo de los procesos que permitían llegar a tal conclusión.
Ciertamente la dementia paranoide nombraba una categoría nosológica; pero también
desde ahora un desarrollo estructural del aparato psíquico cuyo origen había de buscarse
en la infancia. La dimensión biográfica, aún entendida como cronología, pasó a ser una
nota imprescindible del diagnostico. Sin embrago, pese a encontrar y caracterizar
numerosos procesos participantes de la sintomatología comprobada, el psicoanálisis
recurrió todavía a categorías nosológicas, y trató de identificar alteraciones específicas
en cada afección. El punto es importante porque remite al enfrenta miento crítico de
viejas y nuevas afirmaciones.
Discriminar “fases”- orales, anales o genitales- o “posiciones”- esquizo paranoide o
depresiva- insertó entonces la tarea diagnostica en el fluir de la libido y también en las
relaciones de objeto..
La practica psicoanalítica mostró que la tarea diagnostica apunta a identificar
“organizaciones” del aparato psíquico que no se corresponden ni son homólogas con las
categorías nosológicas. Y de este modo la práctica psicoanalítica introdujo en el
terreno de la tarea diagnostica un tercer registro: no basta registrar y agrupar signos y
categorizar síndromes, es menester, además, detectar e interpretar el
funcionamiento de organizaciones psíquicas inconscientes propias de las
alteraciones manifestadas.

III
El Diagnóstico: Actividad Axiomática5

En 1929 se constituyó en Viena un círculo de filósofos y científicos quienes se oponían


a toda especulación y a toda metafísica proclamando que sólo lo verificable tiene valor
de certeza.
El principio de verificabilidad fue el caballito de batalla del grupo. “Lo propuesto”,
escribía Carnap, “es un mero método científico del filosofar, al que quizá pueda
caracterizarse, diciendo que consiste en el análisis lógico de las proposiciones y
conceptos de la ciencia empírica”. El primer rasgo característico consiste en que este
filosofar se realiza en estrecho contacto con la ciencia de las proposiciones y conceptos
de la ciencia empírica de modo que una filosofía no es ya considerada como un dominio
del conocimiento por derecho propio o superior a las ciencias empíricas.
El segundo rasgo indica en que consiste el trabajo filosófico sobre la ciencia empírica:
consiste en la aclaración de las proposiciones de la ciencia empírica por medio del
análisis lógico. Mas específicamente, en la reducción paso a paso de los conceptos a
conceptos más fundamentales y de las proposiciones a proposiciones más
fundamentales. Este modo de plantear la tarea revela el valor de la lógica para
investigación filosófica. La lógica no es ya meramente una disciplina filosófica entre
otras sino que podemos decir sin reserva; la lógica es el método de filosofar. En su más
amplio sentido comprende a la lógica pura, formal, y a la lógica aplicada o teoría del
conocimiento. El traslado al campo psiquiátrico de este procedimiento axiomático
alimentó dos posiciones coincidentes en la importancia dada a la formalización y
utilización de los mensajes; el estructuralismo lacaneano de raíz psicoanalítica y la
teoría general de los sistemas. (a continuación se presenta el caso de “pelo de
5
Incuestionable, Irrebatible; Indiscutible.

5
zanahoria” descrito por uno de los seguidores de Lacan, y después dice ): No se trata de
un simple sordomudo como los diagnosticaba un médico; aquí se trata del cisma6
fundamental del ser cuando no está estructurado; una fisura que causa parcelamiento y
engendra la esquizofrenia del sujeto.
El texto reproducido intenta fundar, como lo hacía el positivismo, el conocimiento
diagnostico en la verificabilidad, por lo cual los fenómenos registrados quedan
caracterizados por sus notas lógico formales, y los enunciados científicos remitentes a
ellos reducidos a puros enunciados de estructuras. Examinemos este punto pues
diagnosticar también es enunciar.

A) Diagnosticar es seguirle la pista a la cadena de significantes


Para Lacan el diagnostico es un enunciado esto es, un discurso vació de significación de
no poder ser verificado.
Ciertamente existen grandes distancias entre el positivismo de Lacan y el de Comte,
pero no por eso deja de ser el esquema conceptual en función de cuyos ideales denuncia
a la psicología del siglo XIX “... La psicología que a fines del siglo XIX pretendía
hacerse pasar por científica y que se imponía a sus adversarios por su aparejo de
objetividad y profesión de materialismo, no era realmente positiva, lo cual excluye
desde su misma base, la objetividad y el materialismo”, y esto lleva a concluir que la
existencia del sujeto fuera del lenguaje es ilusoria. Para este planteo, discernir y decidir
es detectar la estructura inconsciente y sus formaciones: Diagnosticar es un paso en el
encadenamiento de deducciones interpretativas formales acerca de relaciones donde el
sujeto, constante proceso transformador cuya realidad es análoga a la del lenguaje, es el
lugar resultante de la combinatoria de los significantes entre sí. El desarrollo diagnostica
resulta ser así una “posición”, no una categoría.
Diagnosticar es en sí mismo, producir un discurso vacío cuya significación es función
de las relaciones de posición; pero esta misma enunciación, remite un Sujeto del cual
caben todas las dudas pues nunca puede conocerse a sí mismo.
¿Cómo opera entonces la tarea diagnostica? Arponando un significado y deteniendo la
fluencia de la cadena de significantes fijándola y esto implica ubicar “lo diagnosticado”
en el orden simbólico.
Diagnosticar es desarrollar una peculiar relación entre el diagnosticador y un
sistema de significantes conducente, si se conocen las reglas de tal actividad, a una
construcción de objetos funcionales y tipológicos. Todo esto supone que “lo real” es
algo imposible; que es necesario reconstruirlo para poder inteligirlo y que, en
última instancia diagnosticar es una producción.

A) Diagnosticar es identificar roles


La preocupación del empirismo lógico por el estudio de las relaciones propugnada por
el círculo de Viena cuajó, en una teoría general de los sistemas que recién cobró
publicidad alrededor de 1954.
Al exigir reducir los fenómenos complejos a sus partes y procesos elementales para
conocerlos adecuadamente, el paradigma galileico-newtoneano instauró el dominio del
análisis elementalista para obtener una colección de componentes aislados de cuyas
propiedades particulares se pudiera deducir las del objeto estudiado. Conocer era
explicar reduciendo lo complejo a lo simple, siguiendo un procedimiento aceptable y
eficaz.

6
Rompimiento; Escisión; Ruptura.

6
Mas como la persona es una realidad compleja con notas constitutivas unidas
solidariamente entre sí, permite asimilar su comportamiento al de los otros sistemas si
se la estudia con métodos análogos. La teoría de los sistemas ofrece tal oportunidad
usando el isomorfismo proporcionado por los fenómenos de comunicación y
transmisión de mensajes pues crea relaciones de equivalencia. En tal contexto donde
discriminar es diferenciar mensajes, la persona, ecosistema en constante flujo relacional,
hace irrelevante aplicar denominaciones sustantivas. En tal perspectiva valen los
sucesivos roles, conjuntos de relaciones configurados de modo determinado, jugados
por el “paciente identificado” dentro del grupo. Diagnosticar conduce a conocer,
reconocer y nombrar los modos de relacionarse y comunicarse en un proceso en
desarrollo.
Tal proposición deja de lado el conceptuar los trastornos psicopatológicos, concebidos
ahora como producciones de un sistema que busca un equilibrio en vías de romperse, la
tarea diagnostica se orienta a detectar los modos de actuar en la situación; esto es, a los
papeles desempeñados para adatarse a la realidad..
Para la teoría general de los sistemas, diagnosticar es discriminar las perturbaciones
de un sistema que, en el caso del hombre, es básicamente simbólico. Proceder
diagnosticamente no puede ser no aséptico, no neutral pues implica introducir nuevas
formaciones en un sistema previo y modificado mientras éste modifica la tarea
diagnostica constituida una en virtud de procesos de retro y de autoalimentación en una
secuencia sin fin. El paciente identificado mas que un hombre sufriendo es una suerte de
funcionario grupal cumpliendo un papel necesario para el sistema amenazado de
desintegración. Diagnosticar es entonces, práctica de una lectura operativa
consistente en la detección del “paciente identificado” de un grupo que, ante la
posibilidad de una ruptura del equilibrio, busca restablecerlo estableciendo
alianzas y coaliciones.
Ahora bien, observar y agrupar, ubicar nosologicamente, detectar el desarrollo de las
organizaciones inconscientes, seguir la pista de la cadena de significantes e identificar
roles no son tareas excluyentes sino diversos modos, susceptibles de complementarse
cuando se pretende discernir o decidir conociendo, reconociendo y nombrando en busca
de identificar algo.
Un tercer paso conducente a una mayor ampliación producto indudable de la crisis de la
urdimbre creencial naturalista, la ubica en el contexto de lo antropológico. Y en este
campo, acudiendo al análisis fenomenológico hemos de estudiar ahora la tarea
diagnostica.

IV
La Textura De La Tarea Diagnóstica

La tarea diagnostica es, en psiquiatría, un complejo proceso donde se entremezclan y


combinan entre sí diversas notas en un campo antropológico, contexto en el cual es
menester realizar tal operación. Tres momentos estructurales: el constitutito, el
operativo y el temporal

A) Momento constitutivo:
Conocer, reconocer, y nombrar operaciones integrantes de la tarea diagnostica
conducentes a identificar lo registrado, es una operación unitiva en la cual se combinan
notas de valor desigual.

7
De la relación entre estas actividades, preparatorias algunas y conclusivas otras, surge el
diagnóstico cuando nombra la identidad de lo estudiado. En tal tarea se logra un
conocimiento reflexivo, meditado y ponderado, que resulta de una operación
investigadora. Diagnosticar es pues un trabajo que, muchas veces, requiere largo
tiempo, observaciones minuciosas registros reiterados, exámenes complementarios, que
puede darse por terminado cuando hemos obtenido los datos suficientes para llegar a
una conclusión.
Durante el imperio del positivismo naturalista, imperó el afán clasificatorio, pero tal
procedimiento por parcial y deductivo empantanó al conocimiento llevándolo a un
callejo sin salida. No se trataba de un enfoque falso pero sí limitado pues más buscaba
explicar lo encontrado que comprenderlo. Cuando se ha de considerar la persona, la
tarea diagnostica, al ir haciéndose con la personalización interrogada, es como ella,
abierta, transeúnte y versátil. Esto supone llegar a conocer una identidad de modo
reflexivo, meditado y ponderado identificando a los signos de lo considerado, cuando se
repiten algunos de ellos.
El diagnóstico se apoyaba pues en la posibilidad de comparar y concluir brindada por la
repetición.
Repetir produce diferencias y, en esta producción, respaldado en la comprobación de la
distancia entre la experiencia y la aparición de lo ya conocido, al diagnosticar encuentra
su materia.
Por este motivo como la reaparición de “lo mismo” solo garantiza un estancamiento
pero no un crecimiento, la acción de conocer comprueba en las repeticiones la
producción de diferencia, no la reedición de “lo mismo”.
El proceso de repetición participa también en el establecimiento de la regularidad de
aparición o de la persistencia de los signos cuya comprobación contribuye al desarrollo
de esquemas cognoscitivos orientadores de la tarea a realizar. Y de este modo va
“construyendo” una identidad a lo comprobado, necesaria para ordenar el conocimiento;
esto no implica sin embargo, que lo diagnosticado sea en el modo en que se teoriza. En
otras palabras que, para los fines diagnósticos importa la repetición sintáctica no la
semántica: la repetición de un tipo de conducta en una situación similar no es de por sí
índice de patología, pero lo es cuando se hace compulsivo y dominante.
Perder de vista que una conducta o signo “es-en-situación lleva a tomar por repetición
lo que es noema, no noesis: la identidad anecdótica no es criterio diagnóstico suficiente,
y hemos de cuidarnos confundir una analogía discursiva estructural con la surgida del
campo donde comprobamos. Repetición no es analogía, no traductibilidad, ni identidad
lógica, ni equivalencia, ni homogeneidad y auque la persona pueda muchas veces decir
lo mismo, no siempre significa lo mismo.”

B) Momento operativo
Una de las notas fundamentales de la tarea diagnostica es el cribado de los datos
recogidos.
Trinos denotaba en su origen la acción de separar, distinguir y elegir así como decidir,
resolver, interpretar y juzgar. Todo ello reaparece en la tarea diagnóstica, fenómeno de
cribaje donde convergen actividades de selección, discernimiento y decisión pautadas
según normas, reglas y referentes convencionales.
¿Cómo se constituye este momento operativo?: en relación a lo “cognoscible”, separar,
discernir y decidir tiene una función des-veladora y des-contructiva de los
diagnosticable, es decir de ese cúmulo de datos y de informaciones a procesar donde es
posible penetrar con mayor o menor profundidad. Pero para poder operar es necesario
dispensar y distribuir los componentes de lo considerado.

8
Al desconstruir, la tarea diagnóstica pone entre paréntesis los contenidos, sus atributos y
las normas convencionales, sin detenerse a condenarlas pues si así lo hiciera
“condenaría” la tarea cerrándola y tapiándola.
La tarea diagnostica, quehacer basado en la consideración de las posibles metamorfosis
de huellas inscriptas abre horizontes nuevos, no establece juicios y menos, aún
dictámenes. Des-construyendo y desvelando aquello que “ya-está-aquí”y operando en el
“aquí-y-ahora” ella descomprime lo comprimido y suscita la emergencia de nuevas
posibilidades.
La tarea supone el estado de abierto de quien la realiza, lo cual diferencia diagnosticar
de demostrar: para quien diagnosticar lo “diagnosticable” aparece, se muestra, se
presenta, está en frente a él al modo de lo “descubrible”..
La identificación diagnostica, descripción decodificación, desconstrucción y
develamiento es, también hermenéutica: lo velado, “oculto-para-mi”por definición solo
puedo asirlo gracias a un procedimiento adecuado que me permite, a posteriori,
generalizar lo conocido. Solo puedo nombrar lo diagnosticado, síntesis dialéctica entre
el momento constitutivo y el operativo porque, previamente, hubo develación y
desconstrucción.

C) Textura temporal
Don Quijote era loco y deliraba, cuando tratamos de establecer como lo era y buscamos
“fijar” los temas de su trastorno no basta con saber si su delirio fue persecutorio,
interpretativo o fantástico.
El diagnostico psiquiátrico, tarea histórica de búsqueda y esclarecimiento, apunta a
discriminar y decidir, a conocer y reconocer la estructuración de la personalización no a
estructuras lógico-formales. Y ello implica la dialéctica entre arché y eschaton. ¿qué
significa esto?
Varios vocablos griegos designaban la conjunción del punto de arranque de algo con el
poder o la autoría que ese hecho le otorgaba: archô era comenzar, conducir, el jefe y el
líder; los archôntes, los jefes del pueblo y archaicos, con el adverbio que indicaba el
proceder al modo antiguo. Arché designó el principio, origen, causa y comienzo o punto
de arranque de una acción finita desenvuelta en función de un telos.
En orden a la dinámica del “aparato mental”, el psicoanálisis tematizó el concepto en
orden a las relaciones primarias, a la hipótesis del “objeto perdido”, a la tesis acerca del
“parricidio primitivo”, etc...Todo esto condujo al uso de una metáfora “primitiva” para
expresar los resultados de la exploración del “sido”. Y al descubrir la participación de
huella y reliquias en lo comprobado, la tarea diagnóstica participa de igual prestigio.
Operar así apunta sin embargo a mostrar la realidad “del” pasado, no tanto “el” pasado
de la realidad en la cual se asienta, por lo cual sólo es posible si se transita la vía de la
razón instrumental.
En la personalización “lo retenido”son huellas paquetes de informaciones y reliquias de
lo vivido, testigos modificados de “lo sido”: la huella no es calco, y en la operación de
rememorarla se le asocian otras provenientes de experiencias análogas o
contemporáneas a su grabación. La tarea diagnostica no considera pues a lo retenido
como restitución de lo que pudo haber pasado, querido o vivido, ni como recolección.
Develar la arche reencuentra la reinscripción, de un paso influyente en la pretensión y
en el por-venir posible.
En este sentido diagnosticar concede un lenguaje a lo transformado en virtud del cual se
hace discurso tematizante de lo “lo sido”.
Ahora bien, la tarea diagnóstica no se queda en una sola dimensión temporal pues
integra también “lo posible” en tanto materia de conocimiento y reconocimiento.

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Fueron los hipocráticos quienes captaron este aspecto del problema y consideraron que
la prognosis o pronostico integraba el diagnostico dando sentido a la tarea.
Diagnosticar, quehacer donde se revalora lo vivido y se apunta al futuro, tienen
caracteres escatológicos.7
La tarea diagnostica que cumpliendo en el aquí- y ahora trasciende lo actual y lo “sido”;
esto supone superar la tentación de quedar en ser-para-sí, concretada la actividad
fantasiosa del imaginario de quien diagnostica a la cual aboca la interpretación
arqueológica; por el contrario interrogarse acerca de los horizontes posibles supone la
convergencia de lo arqueológico propio de la vocación de las huellas, y el desempeño
por la capacidad imaginaria creativa, utópica e inventiva.
En esta tarea donde nada hay “planificable” ni anticipación resultante de un proceso
racional, escatológico entona la espontaneidad necesaria para apropiarse de lo nuevo y
esto garantiza la responsabilidad de quien practicando la tarea diagnostica, ejerce su
libertad en el campo del conocimiento. Diagnosticar supone una decisión responsable,
sopesando la influencia de las huellas y remitiendo desde el presente al futuro.
La tarea diagnostica aspira no sólo a responder al “por que” sino también al “para que”
indagando motivos y significación. Y entonces trascendiendo el campo de la ciencia, se
muestra como un arte.

Segundo Módulo: MATERIA DEL DIAGNÓSTICO

Discernir y decidir, propósito de la tarea diagnostica se llevan a cabo conociendo,


reconociendo y nombrado conjuntos de signos.
Se trata de un encuentro entre los protagonistas del diagnóstico que se lleva a cado en
diferentes campos sensoriales, dos de los cuales son los destacados por la labor
siquiátrica: el de la Mirada y el de la Escucha.

I
El Campo De La Mirada Diagnóstica

Mirar, tiene por finalidad aprehender e incorporar en la esfera de lo propio,


configuraciones de datos visuales mediante el registro de las notas ostensivas
(mostradoras) de lo diagnosticado configuradas en un espectáculo. Como consecuencia,
el diagnosticador capta totalidades significativas expuestas ante-los-ojos con los cuales
realiza su tarea. También la visión aprehende notas visuales, pero entre ver y mirar
existe la diferencia marcada por la intención de demorarse en lo ofrecido a la vista. La
mirada no solo registra, también retiene esto es graba huellas que pueden, luego, ser
evocadas y recordadas pues es una actividad de orden antropológico, no meramente
sensorial. En otras palabras capta conjuntos representativos con significación específica
pero también los retiene porque a diferencia del mero ver, ella se demora en lo
aprendido y al hacerlo comienza a morar en él.
“Ubicar”, es decir saber dónde se halla el espectáculo mirado implica una doble
operación recíproca: “situar lo mirado y situarse respecto de él. No se trata sólo de
objetivar lo mirado de modo dimensionante sino de encontrase con él en un espacio
vivido, en el cual es posible diferenciar un “acá” y un “allá”en relación a “mí”.

7
Perteneciente o relativo a las postrimerías de ultratumba.

10
¿Qué implica que la Mirada ubique “acá y allá”?8 : “Acá” y “allá” designan velaciones
especiales del mundo-de-la-vida vinculadas a la mirada algo que ocupa un lugar
inmediato, y si bien lo mirado está ubicado respecto de mí, no es mi propiedad porque
ni ésta ni el proceso conducente a ella son asuntos de proximidad o lejanía, (en el texto
hay un ejemplo esclarecedor). Por otra parte, como la persona está siempre total y
absolutamente presente a sí misma cuando mira con intención diagnóstica se involucra
del mismo modo en esa actividad cognoscitiva. Al usar su mirada quien diagnostica se
relaciona con aquello a diagnosticar que está “allá” acercándolo al espacio de “acá”
donde se desenvuelve su actividad. De este, modo la mirada diagnostica “especializa”
según sea la preocupación dominante: el médico no “mira” el mismo espacio
hospitalario que el paciente internado, ni éste el que su visitante, quien lo hace de modo
diferente a la enfermera, pues cada uno mira a su manera. Es con el espacio de la
mirada intersubjetiva con la que trabaja la tarea diagnóstica.
Al mirar, el diagnosticador lo hace desde un comprometido “espacio personal” nunca
totalmente situado “acá” ni “allá”. Se trata de un espacio primigenio de encarnación,
“espacio cero” fundamento y origen de sus ulteriores determinaciones, donde entre el
“acá” y el “allá” juega el espectáculo que capta el espectador. Tal presencia (la del
diagnosticador y la de los conjuntos que aprehende en el campo de la Mirada) tiene
carácter evidente y no necesitan ser comprobadas. Como consecuencia, lo aprehendido
se vive como real pero esto no garantiza la verdad de lo mirado. Tal es el caso que se
puede presentar ante un acontecimiento de convulsiones en una joven de un pueblo de
campaña, donde una mirada científica puede ver una conversión histérica y los vecinos
de la enferma pueden ver un conjunto de escenas extraordinarias. 9 En otras palabras que
la mirada diagnóstica utiliza un código convencional de reconocimiento, selecciona
notas perceptibles, no todas espontáneas, entre las cuales establece equivalencia según
sea la coincidencia entre los signos icónicos y la unidades del código de reconocimiento
usado. Tal operación es compleja y peligrosa pues usar de un código para conocer la
significación de “lo mostrado”, puede llevar a confundirlo con el “código diagnóstico”
donde se combinan el perceptivo, los de reconocimiento, los icónicos y el desarrollado
por el aprendizaje.
Eco distingue varios modos de codificación: icónico, constituido por lo aprehendido,
iconográfico donde se imponen las convenciones y pautas dominantes propias del
medio cultural del cual surge el código; tropológico donde este código estructura
figuras icónicas análogas a las verbales; tópico constituido por los lugares comunes
vigentes en este momento histórico, y, por fin, uno entimético pues la información
icónica es directa y no procede por explicación de premisas. Y como los mensajes
captados por la Mirada diagnóstica están figurados de esta suerte, se hace necesario
decodificar lo captado siguiendo cada uno de estos códigos.
Los signos icónicos no pueden reemplazar a las palabras y esto ilegitima cualquier
intento de asimilar miembro a miembro la comunicación lingüística con la visual.
La mirada diagnostica descompone el espectáculo en “campos pragmáticos
topológicos”, esto es en escenas conectadas entre sí, buscando su filiación genética y
evolutiva; mas dado que la práctica señalizante es transeúnte, cambiante y polisémica
descubre nuevas designaciones combinadas en cada cambio de horizonte.

A) Encuadre y montaje
Mirar nunca es una actividad “ingenua”, es intencional, selecciona y diferencia
presencias “ahora” y “ya”. Puedo haber mirado y también tener el propósito de hacerlo:
8
En el texto se presenta un ejemplo con una lapicera que puede ayudar a entender mejor esto.
9
En el texto se presenta un ejemplo de la mujer con mal de ojo.

11
sólo miro en el presente vivido y concreto en un espacio libre de obstáculos capaces de
ocultar “lo mirable”.
En la tarea diagnostica, la Mirada concilia dos modos distributivos: encuadre y montaje.
El primero ubica y encierra en cuadro; el segundo combina las notas aprehendidas.
Ambas modalidades conducen a diversos resultados: una escena muy definida donde se
destacan ciertas notas atrapa la atención del espectador y le da importancia
circunstancial lo cual encauza y conduce el diagnosticador sometiéndolo a las normas
de la situación.
Como consecuencia “encuadre” y “montaje” concurren a “ubicar lo aprehendido en el
seno de una totalidad que requiere ser identificada. Los límites de la Mirada diagnostica
coinciden, en otras palabras, con aquellos de las “formas” reconocidas por la cultura lo
cual hace absurdo querer diagnosticar con “nuestras formas”.

B) Perspectiva
Mirar es una actividad cumplida desde un “punto de vista” que sitúa “lo mirado” en
determinada relación del Sujeto-. Tal puesta de mirar el espectáculo desde determinados
parámetros espaciales produce “efectos”, entre los cuales el trampantojo y la
anamorfosis, -la ilusión y la deformación-son de especial interés diagnostico.

1. trampantojo e ilusión

En virtud del “efecto” de perspectiva llamado trampantojo, la Mirada puede caer en


“engaño” y captar dimensiones inexistentes, cuando coinciden diversos puntos de vista
en solo espectáculo.
La aprehensión de un espectáculo no se limita a su hora, y quien diagnostica adelanta
“aquello que puede ser”.
Diagnosticar es también en el campo de la Mirada, “pre-ver” lo que podrá mirarse. Tal
pre-visión supone pues que la Mirada capta más allá de lo percibido y que, de algún
modo, “adelante” lo mirable.
Mirar permite pues pre-ver diagnosticar permite en cierta manera pronosticar-porque de
algún modo anticipa lo por verse; pero esta anticipación, surge por efecto del
trampantojo, que engaña y crea una ilusión constituida por materiales provenientes del
espectáculo mirado y de los deseos del diagnosticado. Mirar de modo diagnostico
pondera posibilidades y adelanta eventualidades, haciendo participar la ilusión generada
por la perspectiva de la cual está totalmente libre. Diagnosticar no queda ceñido a lo
actual e introduce lo que “podrá-ser” esto es el pronostico. Mirar registra y adelanta lo
posiblemente presente, en una actividad donde participa la actividad imaginaria del
diagnosticador y la alimentada por lo mirado.
Todo “efecto de perspectiva” remite a referencias intermedias generadas por el
interjuego de lo amanado10 en una operación donde participan activamente el encuadre y
el montaje, generando relaciones de verosimilitud, capaces de inducir, de no ser
criticadas, miradas equívocas. Nadie mira desde un punto “cero”, siempre lo hace en
perspectiva.

2. Anamorfosis y deformación

10
Amanar: Prevenir, preparar o poner a la mano algo.

12
En función de otro artificio de perspectiva, la anamorfosis, “lo mirado” es irreconocible
hasta tanto no se lo mira desde el ángulo convencionalmente vigente.
En este caso, como en la anamorfosis, “lo deformado” puede retornar al “sistema
figurativo dominante” cuando lo aprehendemos desde las normas vigentes que
determinan y seleccionan las relaciones objetivas para percibir algo, indican hacerlo.
La convención dominante condiciona a la Mirada a cumplir su función en una
determinada “perspectiva”.
Si el trampantojo introduce el futuro, la ilusión y el peligro de tomar por real lo que no
es, la anamorfosis lo hace con la deformación, proceso propio de la actividad imaginaria
en relación con el texto sociocultural y espiritual.
La Anamorfosis y el trampantojo marcan los límites y obstáculos a la intención
identificatoria de la mirada. Su operación no es infalible puede ser burlada y también ser
victima de un ocultamiento. Sin embargo, Mirando, quien diagnostica, discierne y
decide, conoce y reconoce.

II
El Campo De La Escucha Diagnóstica

Quien realiza la tarea diagnostica mira, pero también escucha y al hacerlo obtiene
nuevos datos para cumplir su cometido. La mirada, aprehende “lo mirado” aquí-y-ahora
y también la Escucha necesita la presencia de lo captado pero su registro alcanza un
área más dilatada. Escuchar va más allá y puede asir lo invisible. Su independencia
respecto de la inmediatez es pues mayor, y en virtud de ello aprehende signos más allá
de su vecindad fáctica.
El diagnosticador escucha intencionalmente, escruta, examina, tiende su oído hacia
algo, como el auxiliar de las legiones, interpreta que detrás de la manifiesta, existe otra
significación. La escucha- fenómeno carente del poder probatorio de la mirada- pone en
entredicho la seguridad que ésta otorga y requiere la interpretación de lo registrado
poniendo en marcha dudas y sospechas. Y así como la Mirada capta espectáculos, la
Escucha registra discursos integrados por voces y silencios. Captación de conjuntos
sígnicos11 y procesamiento de ellos son pues, sus dos momentos constitutivos.

A) Captación de conjuntos sígnicos fónicos

Los conjuntos fónicos que la tarea diagnóstica capta en el campo de la Escucha están
integrados por discursos, esto es por totalidades significativas compuestas por voces y
silencios que articulados, entre sí, configuran una unidad sistémica ordenada,
estructurada y socialmente edificada según las pautas y convenciones vigentes.
Las voces constitutivas de los discursos son sonidos significativos antropológicos con
afinidad de origen con el logos en general, aunque no con su substancia sonora y física.
Por ese motivo la voz, expresión significativa concretada en palabras y en frases,
“transforma en carne al cuerpo de la palabra”. La voz fenomenológica sería esa carne
espiritual que signa hablando y está presente en sí, que continua escuchándose, en
presencia del mundo. Subrayemos este punto: La escucha diagnostica aprehende
discursos constituidos por voces y silencio encadenados significativamente en frases o
combinaciones de frases; pero tales discursos sólo alcanzan tal estamento significativo
al ser captadas por una persona capaz de atestiguar por ellas.

11
Perteneciente o relativo al signo.

13
Las personas emitimos sonidos significativos ordenados en discursos, así
probablemente el animal no se escucha a sí mismo pero se oye; la persona, al escucharse
en el momento de hablar capta también su valor social.
Hablar es, en efecto, hacer discursos dándose a entender por signos fónicos, tratar de
algo platicando acerca de ello y conocer mediante la intervención del lenguaje.
Los discursos escuchados no están prefabricados, se “hacen” con la escucha del otro; si
bien los grupos sociales proporcionan “modelos”, seleccionan mensajes y ejercen
censuras.
La escucha diagnóstica capta las secuencias fraseológicas, permite conocer el
ordenamiento del discurso y recoger lo desplegado por él descubriendo la conexión de
las significaciones en trayectos o cadenas articuladas. Y como significar es lugar de
reenvío, su detección abre la posibilidad de recogimiento pues liga lo presente
escuchando lo ausente significado y, la escucha diagnostica se recoge sobre lo captado
y se interroga acerca de su trayecto significativo.
Nombrar permite generalizar el conocimiento marcando diferencias, fundantes de la
abstracción y conceptualización pero también actualizar el peligro de quedar apresado
por esta actividad. De allí que sea necesario abordar lo escuchado valorando tanto el
signo y su encadenamiento con otros, como la frases y sus articulaciones, o sea lo
semántica. La primera modalidad trata el aspecto distributivo y la segunda se centra en
el plano combinatorio de la palabra teniendo en cuenta que el discurso en acción entre
personas.

B) Juegos de la escucha
Más no toda la Escucha consiste en registrar voces y discursos. La actividad no es
mecánica sino antropológica e involucra también una selección de lo captado y en
“juego” con él. En otras palabras, existen “juegos de Escucha” de importancia capital
para el diagnóstico. En el campo de la Mirada, sus notas constitutivas se distribuyen
espacialmente polarizada “aquí” y “allí” pero, como en aquel de la Escucha esta
distribución es temporal, lo escuchado se ordena no según se enuncian los discursos,
sino según como se atiende a ellos.
Todas modalidades que remiten al tiempo constitutito de la Escucha que podrá durar
cronológicamente más o menos, y designan un tiempo constitutito no una cronología.
Escuchar es un acto comprometido no meramente objetivo y, en su constitución,
interviene el discurso del Otro. Al acudir un paciente a consulta, solicita nuestra
atención y, si escuchamos lo que nos dice, establecemos nexos entre los que hemos
escuchados y lo que escucharemos.
Escuchar necesita una disposición previa, un silencio en el cual se distribuirán las voces
de acuerdo con la intención de quien las emite, pero también juega con ellas el ir
percibiéndolas y seleccionándolas. Esto se complica porque, como todos conocemos,
hay personas que no desean escuchar o sólo quieren escuchar aquello que desean, todo
lo cual indica la existencia de “juegos de la escucha” de gran importancia diagnostica.
La Mirada crea ordenamientos perspectivas; la Escucha los hace temporales.
Existen tantos modos de escuchar como intenciones personales posibilitadas por la
urdimbre creencial. Una escucha pura, neutral e inocente es algo imposible. Quien
diagnostica no puede dejar de estar influido por los paradigmas y modelos científicos
vigentes, por la episteme oyente o las ideologías así como por la comunidad científica a
la que pertenece. Un psicoanalista no escucha al modo como lo hace un psicodramatista
o un psiquiatra académico, pues en cada uno de ellos la Escucha funciona de modo
diferente.

14
Se puede escuchar descripciones, argumentaciones, ordenes, interrogaciones, etc... y en
cada caso captar discursos iguales, pero su significación queda determinada por la
situación.
Con la escucha, en la actividad diagnostica: los “juegos” permiten al diagnosticador
captar otras significaciones no manifiestas pero existentes. Y uno de estos “juego”,
quizás el más importante por ser una actividad propia al diagnosticar, es la práctica de la
sospecha.

C) Práctica de la sospecha
Escuchar es una actividad que abarca un área más amplia que el oír y que no sólo capta
voces sino también silencios, pero esto requiere ir más allá de lo manifiesto y penetrar
en la zona de lo no dicho, a horcajadas de las significaciones. No sólo existen zonas de
la realidad que no se expresan mediante las voces y los discursos sino que también estos
pueden ser engañosos, parciales y desorientadotes; a más de estas circunstancias, la
materia máxima de lo escuchado. Las significaciones, son simbólicas y por esto mismo
tienen un doble significado, uno manifiesto y otro, que lo hermenéutico trata de develar.
Escuchar implica orientar el enjuiciamiento de lo registrado en una dirección diferente a
lo aparente.
Sin embargo, entregarse a la sospecha encierra serios peligros ya que para conocer no
basta develar lo no dicho a partir de lo dicho, ni la tarea diagnóstica para en
desenmascarar. M.Foucault ha señalado al dogmatismo y al nihilismo como los dos
riesgos externos. La sospecha puede extenderse al infinito.
Este nihilismo borra las diferencias, anula los modos estructurales, desdibuja los niveles
constitutitos y, termina por diluir toda posible noción de significación. Esto vuelve la
sospecha contra sí misma y, entra al diluirse las referencias estables en la región donde
reinan las alusiones deliroides que se autoimplican constantemente.
El extremo opuesto, el dogmatismo, surgido de privilegiar una sola clave interpretativa,
crea un código propio y desemboca en una semiótica12 particular. Se trata, en realidad,
de una suerte de ejercicio retórico basado en la creencia de la existencia absoluta de los
signos, que clausura el horizonte de posibilidades.

Tercer Módulo: LAS LECTURAS DIAGNOTICAS

I
Carta abierta de Schreber a Flechsig
(El apartado es únicamente la carta)

II
Lectura

Desde sus orígenes raigales el vocablo remite a actividades relacionadas con recoger,
escoger y reclutar. Lego, vocablo de amplios alcances, significa, para los griegos juntar,
exponer detalladamente las preocupaciones, recoger selectivamente, involucrar, elegir,
decidir exponer el futuro, nombrar con presesión, significar, vanagloriar, recitar, leer en
voz alta, ordenar y hablar como creador.

12
Sintomatología

15
Ser leedor no es lo mismo que ser lector, que si se inclina a retraerse cuando va a leer”.
Decía Salinas, “es porque se siente encaminado a un acto de amorosa comunicación al
que conviene cierto recato”. Quien lee se aventura a penetrar en un texto haciéndose un
sitio en él.”.
¿Qué hace, entonces, legible un texto condición sine qua non para realizar la tarea
diagnóstica? Leer para diagnosticar intercambiarse con “diagnosticable”, entregándose
al que hacer de apoderarse, desplegar y recoger lo dado. ¿Cuáles son los caracteres
alterados en el enfermar?

A) Despliegue:
Al leer la persona despliega pues el texto, lo extiende, desanuda su compacticidad, lo
hace poroso. Y diluye su identidad; lo leído una y otra vez. Añadamos a esto que no hay
texto agotable, que siempre guarda el susceptible de ser descubierto y concluiremos que
no existe lectura definitiva.
Si no existe lectura definitiva es porque un mismo texto puede ser desplegado de modos
diversos según las intenciones del lector y las situaciones vividas. Las memorias de
Schreber fueron leídas por sus colegas forenses de un modo, de otro por Freud y de
manera diversa por Melanie Klein o Jacques Lacan. También en cada aproximación
diagnóstica nuestros supuestos y prejuicios nos llevan a leer de modos diferentes.
Importa tanto “lo-que-se-dice”-estos es el mensaje como el “modo-en-que-se-lo-dice”
porque destacar el aspecto retórico del texto valora su capacidad comunicativa.

B) Recolección:
Otra nota constitutita de la lectura es de recolección. A medida que adelanto en la
lectura, opero recolectando datos como que cosecha lo producido por un campo. Sin
embargo no se trata de acopiar: leer no es llenar un depósito, amontonar o conservar,
sino tomar aquello que se necesita para el propósito de la lectura. Pero para obrar así, es
menester aislarse en cierta medida de los estímulos perturbadores. Difícil es leer en
medio de ruido o hacer una tarea diagnóstica en un ámbito de bullicio pues es necesario
silencio fuera y dentro nuestro para atender al texto, pues el mundo del diagnoticador
debe dar cabida al de lo diagnosticable. Esta operación, comienza de un modo nuevo y
de un tiempo diferente siempre es menesterosa, pero recogerse incita y da pie a la
relectura: entonces al re-tomar el texto se atisban13 otras costas, se abren otros
horizontes, se reperegrina en latitudes diferentes.
Quien lee ha de “retener” lo dicho en el trozo anterior al que está leyendo y que
le abre vías de posibles significaciones. Y del intercambio dialéctico entre uno y
otro surge el “trabajo de lectura” gracias al cual lo no familiar se hace familiar. Mas
como todo texto puedo volver a leerse, la relectura diagnóstica avanza de lo “ya
conocido” a lo “re-conocido” en cuyo caso el camino a recorrer devela otros
aspectos. En efecto, ningún texto enfermo es cabalmente captado en la primera
lectura; Se necesita releerlo, volver a él y en cada retorno, aparecen nuevos aspectos.
Quizá en otras se los “vio” pero no se los “miro”,se los “oyó” pero no se los
“escuchó”, y no podemos explicar el fenómeno con el socorrido recurso de una
“represión”o “censura” sino que todo texto requiere su relectura.
La lectura tiene a su vez riqueza y opacidad14; la relectura clarifica pero elige; se
apoya en las cuestiones dejadas abiertas tras el primer recorrido del texto pero sólo
ofrece una interpretación entre otras posibles.

13
Ver, Observar.
14
Oscuridad; Sombra

16
Muchos errores diagnósticos se originan por privilegiar una de estas lecturas
cuando todo texto, factura interpersonal, requiere ambos modos para penetrar en él.
Para leer, quien diagnóstica necesita dejarse llevar por lo leído y saber distinguir. En
otras palabras: debe recogerse en el texto poniendo entre paréntesis claridad y
precisión para poder captar lo sugerido “poniéndose-en-camino”, en pos de la
necesaria discriminación y decisión, conociendo, reconociendo y nombrando.

III
Las Lecturas de La Sicopatología

La lectura se hace siempre con un propósito, con una intención dirigida en


Psicopatología en tres direcciones básicas: una informativa, mediante la cual quien
lee busca enterarse de lo dicho por el texto; otra hermenéutica orientada a interpretar
lo leído y, por fin, una mayéutica. ¿Cuáles son sus caracteres?.

A) La lectura informativa
Este modo de leer busca informaciones, es decir, noticias capaces de hacer-o reconocer-
lo desconocido.
Registrar estos datos permite una primera aproximación ingenua sostenida por el hecho
de que se participa una lengua, estos, es convenciones, códigos y sistemas.
Enterar, entregar, restituir o reintegrar, supone dar algo, y más específicamente una
información nueva.
La novedad nunca es total: enterarse de una noticia perfecciona completa o
complementa un conocimiento como cuando “enteramos por primera vez”.
La lectura informativa es saltígrada pues repara preferentemente en noticias no
habituales. Por este motivo, dirigiéndose a las anécdotas, a su articulación y atendiendo
a la extensión del texto, recoge información para enterase de lo que da a conocer con la
mayor fidelidad posible.
Tal lectura obliga a seleccionar, adecuar, “recortar” y concentrar la información.
La lectura informativa permite a la tarea diagnóstica lograr los datos iniciales, si bien
por detenerse en los accidentes queda circunscripta a lo convencional y a los códigos
vigentes en ese contexto. Da a conocer el objeto del diagnostico pero no abre juicio. En
otras palabras, es útil para discernir e individualizar pero no para llegar a una decisión.
Tal tipo de lectura detiene en la información proporcionada por la observación de los
signos espontáneos o provocados. Ella se atiene, a lo positivo, entendiendo por tal lo
evidente y lo evidenciado, pues su propósito es esencialmente semiológico.
La lectura informativa busca pues noticias con las cuales establece un “retrato” de lo
diagnosticado.

B) La lectura hermenéutica:
Sin embrago, pretender leer la realidad patológica de, modo ingenuo e inocente no va
más allá de una ilusión porque la persona se va haciendo en una realidad, natural y
originariamente interpretada. En la tarea diagnóstica quien lee con esta intención no se
queda en la percepción de un cúmulo de señales signos dispuestos de modo retórico; se
pregunta por su significación e interpreta lo registrado por la lectura informativa, otro
tipo de lectura, ratificada o rectificada a posteriori. Interpretar, proceso referencial
establecido entre un signo y su objeto, no es un acto individual, está determinado por las
pautas sociales; pero no se queda allí pues es desarrollo del comprender. “La

17
interpretación se funda existenciariamente en el comprender, en lugar de surgir este de
ella”, sostiene Heidegger.

La lectura hermenéutica opera con notas obtenidas de una anterior lectura informativa.
De hecho, estas modalidades de lectura juegan en diferentes niveles lógicos y la
hermenéutica procesa información para descubrir “algo-más-desconocido” implícito en
la información. Para ello utiliza claves capaces de abrir el texto a la comprensión; como
consecuencia esta lectura dirigida a descifrar- no confundamos descifrar con
decodificar- se mantiene dentro del campo semántico delimitado por la clave, la cual
puede ser de diversos órdenes: Freud se refirió a la libido, Jung a los arquetipos, Szondi
al inconsciente familiar, etc.
La lectura hermenéutica permite y facilita al diagnosticador salir de la soledad de su
cogito pasando a la esfera de la comunicación. Sin embrago, aunque gana en
comprensión pierde en amplitud pues en este tránsito, “lo interpretado” queda reducido
porque la utilización de una clave implica una discriminación y, al ser interpretado, el
texto queda separado de su marco espontáneo de aparición.
Interpretar es, en este sentido, liberar significaciones no inmediatas.
Si bien cumple una misión descifradora, la lectura hermenéutica fija un repertorio de
símbolos con los cuales formular algo que accede a la discursividad orlada 15 de un
amplio margen de incertidumbre. El peligro es buscar la interpretación en una suerte de
“diccionario” de símbolos perdiendo de vista la multivocidad de la hermenéutica.

C) La lectura mayéutica
Un tercer modo de leer un texto con intención diagnóstica es le mayéutica que,
explorado el ordenamiento y disposición de las notas constitutivas del texto, apunta al
sentido de lo leído. Tal lectura tampoco es ingenua ni se hace al azar.
Para comprender lo desarrollado en un libro, el autor proporciona pautas de lectura pues
ha dispuesto su texto en capítulos y párrafos, destacando algunas partes para orientar la
lectura. Esta distribución engendrar posibles significaciones siguiendo procesos
formales donde se combinan los elementos constitutitos. Descifrar esta combinatoria
necesita traer a la luz las relaciones, articulaciones y líneas estructurales del texto. Y
este es el propósito de la lectura mayéutica.
El planteo es claro: el procedimiento mayéutico guía el nacimiento de algo existente aún
desconocido.
A primera vista parecería que no existen diferencias con la lectura hermenéutica, sin
embargo no es así. Al interpretar se utilizan referentes en función de los cuales el texto
cobra significación. La lectura hermenéutica no es el resultado de sumar lo interpretable
en diferentes contextos -político mas el religioso más el sexual- sino aquella que busca
conocer la clave.
En tal procedimiento se entretejen varias notas constitutitas. Ocupémonos de ellas.

1-crítica de los supuestos


Al iniciarse la lectura hermenéutica refuta, esto es hace manifiesta la equivocación o
error de lo aseverado poniendo entre paréntesis al Sujeto. Esto no significa ignorarlo
pues por el contrario le pregunta ¿qué quiere decir lo que dice? Y al interrogar el texto
de este modo su propósito es presentar algo con el fin de rebatir una opinión, probando
y yendo al fondo de la cuestión Su intención es corregir y convencer actuando
éticamente frente al error y a la equivocación.

15
Adornada, Ribeteada

18
El procedimiento mayéutico apunta a reconocer la ignorancia subyacente detrás de un
pretendido saber y, a partir de allí, iniciar el camino de un
co-nacimiento.
La lectura hermenéutica no persigue-como los sofistas sembrar la duda por sí misma. Y
por eso “porque no es teniendo yo claridad como induzco a la confusión a los otros, sino
que es tanto yo en la mayor confusión que nadie como hago que lo estén los otros”.

2-Perplejidad:
Perplexus designa un modo embrollado de estar en el mundo; amplexus lo entrelazado
de modo complicado donde se unen elementos diversos. La perplejidad, modo de estar
en la situación, reúne estas notas y nombra un estado de ánimo en situaciones enredadas
y sorprendentes, pues además cuando alguien “queda perplejo” o es dejado “perplejo”,
está suspendido, irresoluto16, vacilante, dudoso y asombrado.
Durante la tarea diagnóstica esto acontece dejando de lado las seguridades objetivas, el
diagnoticador se aventura en lo nuevo, esto es en lo que aún no conoce. Tal actividad
surge tanto de la duda esclarecedora, como de la repregunta por los supuestos,
promoviendo un nuevo conocimiento.

3-Dialéctica
En la lectura mayéutica la crítica de los supuestos y la perplejidad ante lo nuevo son los
polos dialécticos de cuya iteración emerge el nuevo conocimiento, pues el saber
poseído, esto es el proporcionado por la lectura informativa y hermenéutica era sólo una
parcela cuando no una ilusión, evidencia que al lector no deja de traer dificultades y
sufrimientos.
En la práctica diagnóstica la realización de tal actividad surge de la convergencia de las
líneas estructurales del texto y de sus articulaciones sintácticas mediante las cuales,
recurriendo a la ayuda de lo universal, queda delimitado y determinado lo particular. El
texto psicopatológico está dispuesto reticularmente como una totalidad en cuya
constitución las diversas líneas estructurales concurren a configurar articulaciones
transitorias o definitivas según la situación.
La unidad del texto, ni adherencia de diversos elementos, ni amalgama, ni
ayudantamiento, remite a la concordancia entre estos elementos ordenadamente
distribuidos y entrelazados por las relaciones mutuas.
La lectura mayéutica si bien necesita conocer la significación centrada en “aun-no-es”:
esto es, a la escatología y utópica.
Para esto organiza “lo leído” como un sistema donde elementos y relaciones se unen
solidariamente en una totalidad de líneas estructurales que marcan los pasos a dar para
aprehender la composición del texto, y si exceptuamos lo matemático en su aspecto
demostrativo, supone la concurrencia de varias líneas estructurales interconectadas
unitivamente, generadores de solidaridad y exclusión.

Cuarto Módulo: ORDENAMIENTO DIAGNÓSTICO

Quien lee, ordena los signos aprehendidos combinándolos entre sí y distribuyéndolos en


conjuntos congruentes con los cuales comprender y explicar lo captado. Tal tarea,
básicamente cognoscitiva no siempre coincide con la textura de lo diagnosticado.
Diagnosticar es, no olvidemos, discriminar y distinguir. Y aquello que conoce reconoce
y nombra tiene notas propias- la conversión somática es un modo específico de
16
Vacilante, confuso, detenido, perplejo.

19
comunicación, la fracturación tiene peculiares características, etc.- pero el modo en
como las agrupa es otra cosa.
Una modalidad agrupa los signos en vista a categorizarlos, obtener conjuntos de alcance
global, y construir un vocabulario claro y preciso para designarlos.
Este agrupamiento diagnostico persigue un propósito generalizador para lo cual edifica
categorías diagnosticas de valor universal. Se trata pues de generalizaciones abstractas,
no van más allá de ser categorizaciones globales de los signos observados.

I
Categorías diagnósticas

Un modo de ordenamiento consiste en categorizar las notas recogidas para llegar a


conceptualizaciones de valor universal y construir un vocabulario apropiado para
entenderse entre especialistas.
Tal propósito lleva a edificar con los signos registrados abstracciones congruentes que
permiten el desarrollo de nosologías y nosotaxias ordenadoras de lo registrado de
acuerdo con las pautas propias a los paradigmas científicos vigentes. Sin embargo estas
generalizaciones, de alcance y vigencia variables carecen de existencia concreta a pesar
de tener notas lógicas de pensar que, si bien reducen lo comprobado a sus electos
primarios, proporciona criterios útiles de ordenamiento, pero, aunque posibilitan una
distribución de lo conocido, no son lo conocido mismo.
La intención diagnóstica categorizante busca establecer la verdad no la realidad
concreta lo cual conduce a registrar la adecuación o inadecuación de lo registrado a tales
categorías. Referirse a categorías es hacerlo a un concepto con una doble acepción, pues
tanto constituye una regla para investigar como un modo de expresión lingüística
remitente a determinaciones, ordenamientos jerárquicos y relaciones de subordinación.
La categoría psiquiatrica es una predicación de ser alterado de las cosas involucradas en
tal determinación.
¿Cómo opera la categorización nosológica? ¿Cómo llegamos a ordenar las
manifestaciones y conductas de Schreber en la categoría dementia paranoide? La
reducción de notas registradas –síntomas y síndrome- sus elementos básicos ordenando
jerárquicamente los materiales registrado por la Mirada y la Escucha de modo de
distinguir formas “puras” y otras “combinadas” donde se mezclan síntomas y
síndromes.
Diagnosticar es una tarea cultural y uno de los más exitosos intentos categorizadores.
Categorizar, un procedimiento apto para manifestar y desenvolver la actividad
ordenadora del entendimiento no puede, al operar, prescindir del diagnosticador.
Categorizar, no puede detenerse en los factores concurrentes; mas como no puede negar
su existencia, acepta acríticamente el referente en función del cual procede y esto
conduce a ordenar lo diagnosticado según pautas tomadas del campo cultural vigente,
dejando de lado el orden “de” lo patológico.
No se trata de que las categorías sean, per se inadecuadas sino lo que es su uso fuera de
situación pues una cosa es el ordenamiento “de” lo patológico, y otro el que el
diagnosticador pone “en” lo registrado. Lo primero es nota constitutita del fenómeno; lo
segundo traduce una intención cognoscitiva, operación “puesta” no siempre coincide
con la estructura del fenómeno estudiado.

II
Conjuntos Diagnósticos

20
El diagnosticador cuando centra su interés en la relación entre los diversos signos no
procede buscando categorías universales, sino que compara la conducta del paciente con
las socialmente vigentes. Entonces dejando de lado el intento de lograr una
representación abstracta, aspira a interpretar conjuntos de signos que aprehende
distinguiéndolo lo figurado, las relaciones entre los signos y el ordenamiento sintáctico
del texto que configuran. En otras palabras, diferencia las figuras clínicas, los vínculos y
los modos comunicativos y la diatesis u ordenamiento básico del conjunto considerado.
Detengámonos en estos temas.

A) Figuras clínicas
La expresión “figura clínica” designa los aspectos manifiestos de los conjuntos signos
aprehendidos por la tarea diagnostica. Se trata de un fenómeno histórico cuyo catálogo
actual, no es exhaustivo ni inamovible, depende de las circunstancias. Las “figuras
clínicas” constituyen en efecto agrupamientos signicos variables resultantes del
encuentro entre quienes protagonizan el proceso diagnostico.
Para quien capta “figuras clínicas” no “somos” enfermos sino que “estamos” enfermos.
Conocer el modo de estar es fundamental para discernir y diferenciar e el proceso de
enfermar.
La enajenación, momento constitutito de los procesos de aprehensión de notas de la
realidad, puede hacerse “estado”, un peculiar modo de habitar donde se altera la
constitución de los niveles estructurales -. En tales situaciones, hemos de ver, si está
modificada la distribución sintáctica de las notas de la figura clínica. Una cosa es, una
idea sobrevalorada, y otra un delirio; una cosa una duda y otra una obsesión; se trata de
elaboraciones, de procesos de orden semántica pero en la enajenación-estado, aunque la
figura pueda ser aparente igual, la sintaxis ha cambiado.
Encuentra la tarea diagnostica a las figuras clínicas enajenadas, donde la desfiguración
estructural se corresponde con la extrañeza surgida de la perturbación de la mismidad;
pero aunque inquieta, tal desfiguración favorece, paradojalmente, la propensión a
“instalarse” en ella restringiendo las habituales posibilidades introducidas por la
alternancia temporal presencia-ausencia.
Las dudas obsesivas extremas destinadas a no ser nunca resueltas o los miedos crónicos
que obligan a elaborar las situaciones con un constante aislamiento o evitamiento
ejemplifican cómo la alterada posibilidad de proyectarse en un futuro, lleva a las figuras
clínicas a nutrirse y recostarse en sí mismas.

B) Vínculos y modos comunicativos


Cuando la tarea diagnostica lee lo “conjuntos signos” y apunta a conocer y reconocer
los vínculos y modos comunicativos que estructuran estas totalidades, las cosas
cambian. En efecto, para registrar “figuras clínicas”, el Sujeto- diagnosticador debe
permanecer a distancia del objeto diagnosticado y centrar su operación en discriminar y
nombrar adecuadamente lo aprehendido pero, si se detiene en los vínculos y modos de
comunicación, deja de considerar una “figura” para encontrarse con otra persona. El
contexto de la lectura diagnóstica es ahora el encuentro entre dos o más seres humanos
quienes participan de una misma situación.
Cuando la tarea diagnostica se centra en los vínculos, puede conocer y reconocerlos
bajo diferentes aspectos según el referente escogido. Y entonces capta vínculos
económicos, políticos, religiosos, etc y cuando se trata de la praxis de personalización
reconoce los simbióticos, los espectaculares y los sociales. Tales vínculos están

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articulados entre sí y para ceder su predominancia son necesarios los procesos de
separación y renuncia, pero puede suceder que estos procesos no se establezcan, sean
deficitarios o alterados con lo cual se establecen “estados de dominancia” que la tarea
diagnóstica denomina simbiosis de narcisismo; otro modo peculiar es el autismo.
El desarrollo de la teoría de la comunicación y las prácticas diagnósticas, la basadas en
ella han puesto en evidencia la capital importancia de considerar que en los “conjuntos
sígnicos” participan también “los grupos de pertenencia” donde ellos aparecen y, en
especial, la familia. Todo esto implica una ampliación del campo diagnostico hasta
involucrar los grupos primarios de pertenencia y en parte, también aquellos de
referencia. Y así, la tarea diagnostica al incluir al o los grupos donde registra la
disfunción se ocupa de las redes comunicativas entre los diversos protagonistas que
funcionando como unidades familiares, regulan la circulación de los mensajes y su
trascodificación.

C) Diátesis
Un tercer fenómeno constitutito del conjunto sígnico es la diátesis, fenómeno en le cual
se asientan los hasta ahora estudiados.
Y con la consideración de este aspecto de los conjuntos sígnicos aparece otra
modalidad operativa. Cuando el interés se centró en las figuras clínicas, lo importante
fue registrar la aparición semántica del conjunto y en virtud de este propósito cobró
dominio el operar semiológico pues importa el modo de aparecer; cuando el interés se
centra en los vínculos y la comunicación del contexto es el encuentro y esto dilata el
campo diagnostico en función de considerar su aspecto pragmático y cuando se
considera la diátesis cobra valor la constitución de los conjuntos sígnicos lo cual lleva a
conocer el modo e que están “puestos”, esto es distribuidos, arreglados y dispuestos los
fenómenos ya citados.
La concepción Aristotélica se impuso en el pensamiento medico y la diátesis fue
concebida como un conjunto concreto de procesos fundantes y formativos, estos es,
como un ordenamiento sintáctico constitutivo del sustrato donde se enraízan los
aspectos semánticas y pragmático de los diagnosticado, de acuerdo con la diversas
situaciones.
Conocer la diátesis autoriza pronosticar porque todo ordenamiento revela un horizonte
de posibilidades. Aunque pronosticar proporciona un conocimiento adelantado, no
pierde nunca su tono si bien los horizontes de posibilidades de la diátesis remiten la
tarea diagnostica a un posee, esto es la capacidad de desarrollar algo que “aun-no-es·”.
Diagnosticar implica por lo tanto saber captar la pre-determinaciones insitas a todo
ordenamiento. Esta incursión en la “esfera de lo posible”que se concreta en el
pronóstico, si bien complejiza y condiciona la tarea diagnostica.

III
Flexiones mórbidas
La alteración psiquiátrica es situacional y cuando no colabora el trastorno, no se
configura, permaneciendo quizá en potencia como lo hace el disparo en una escopeta
cargada mientras no se presiona del gatillo Y todo esto es posible porque las
personalizaciones flexible. La Psicopatología se refiere a personalidades rígidas,
blandas muy o poco estructuradas, etc, y todas estas modalidades remiten a su
capacidad de adaptación, lo cual refiere a su vez al mencionado carácter flexible.

22
La praxis de personalización es capaz de modelarse de un modo y de otro en
consonancia con la situación vivida y la patología confirman el hecho.
Tal capacidad remite a la flexibilidad propia de la personalización, y con ello a sus
alteraciones, que la tarea diagnostica suele registrar cuantitativamente al referirse a
rigidez, formalidad, blandura, etc... Pero al flexionarse, la flexión no es asunto
estructural sino situacional, remitente a la consistencia de la personalización así como la
de sus alteraciones.
La personalización flexionándose según lo requieran las diversas situaciones, cambia de
identidad sin perder su mismidad. Se trata de algo que acontece con la estructura de la
persona, no de algo ético o moral.
Centrar la tarea diagnostica en este aspecto exige una exploración biográfica ya que la
flexión tanto remite al pasado como a un futuro pues es por el paso o el peso de la
acción, que el presente vivido se pliega, acomoda, y adapta o no con la situación. Se
trata pues de un fenómeno complejo captado cuando se requiere un cambio situacional
de identidad y la respuesta solicita a lo diferente y una resonancia. Aprehender todo
esto, identidad, solicitud y resonancia hace que la tarea diagnostica registrar las
variaciones en la consistencia debido a la íntima trabazón de los fenómenos
estructurales. Y cuando esto no se da o se altera la vivencia de inseguridad, remite a la
alteración de la firmeza y tenacidad necesarias para personalizarse. Y esto remite a la
consistencia con la cual ha de habérselas la tarea diagnóstica.
Las alteraciones psicosomáticas, los trastornos fronterizos (border-line) y las
drogadependencias son algunos de los trastornos detectados cuando la tarea diagnóstica
para mientes en las flexiones patológicas de la personalización.

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