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El canto del grillo

Escrito por Paola Artmann


Basado en la canción “La fábula del grillo y el mar” por Álvaro Aguilar

Había una vez, hace mucho, mucho tiempo, en una pequeña aldea
de Guatemala, un grillo amarillo que vivía bajo la sombra de un árbol.
El grillo era feliz cantando de noche y de día, pues sabía que su canto
alegraba las vidas de los aldeanos.
Su variado repertorio era un mensaje de la naturaleza. En tiempos de
cosecha, el grillo cantaba acerca del sol y el viento. Cuando se
acercaba una tormenta su canto anunciaba la lluvia, los niños corrían
a casa y las mujeres entraban la ropa del tendedero. Si se avecinaba
un temblor de tierra, el cantar del grillo prevenía a todos.
Los aldeanos se maravillaban con las proezas del grillo y comenzaron
a adularlo:
—¡Qué hermoso cantas! ¡Qué necesario eres! ¡Sin ti no seríamos felices!
—le decían al unísono.
Fue entonces, que el grillo comenzó a sentirse más importante que los
demás:
—Mi canto no solo es hermoso, sino también necesario —pensó—.
¿Qué hago en un lugar tan pequeño y remoto como esta aldea en
medio de la nada? ¡Debo encontrar una mejor audiencia! Ya lo sé, le
cantaré al mar, al enorme e infinito mar.
El grillo amarillo empacó todas sus cosas y se dirigió hacia el mar
apenas despidiéndose de los aldeanos.
Considerando su tamaño, el viaje fue muy largo y le tomó muchos
días. Al cabo del tiempo pudo oler la sal en el aire y supo que se
encontraba cerca al mar.
El grillo amarillo cantó tan pronto se acercó a la orilla, pero el mar
cantaba su propio canto y este canto nunca se detenía. El canto del
mar era tan fuerte que no abría el paso para el cantar de un pequeño
insecto.
El grillo amarillo insistió en su canto por mucho tiempo hasta que llegó
a la conclusión de que su cantar nunca superaría el canto del mar:
—Regresaré a la aldea, no tendré una gran audiencia, pero mi canto
es apreciado por todos —se dijo.
Sin embargo, al regresar no encontró lo que esperaba: sin su canto las
mujeres olvidaron sus ocupaciones y los hombres dejaron de cosechar.
En tiempos de lluvia, los niños llegaban empapados a sus casas. La
aldea parecía sombría y triste.
En ese momento el grillo amarillo comenzó a cantar. Las mujeres, los
hombres y los niños fueron felices de nuevo. Sus espíritus se ensalzaron
con el canto del pequeño insecto y él fue feliz al saber que su canto,
era en realidad importante.
Moraleja: Su audiencia era pequeña, pero su propósito era enorme.

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