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Cognitio extra ordinem

16 de julio de 2010 Publicado por Hilda

La “cognitio extra ordinem” o procedimiento extraordinario es en el Derecho


Procesalromano el broche de oro, y el que cambia definitivamente la estructura
procesal, asemejándolo a nuestro procedimiento actual.
El nombre de “cognitio extraordinem” o fuera del proceso ordinario, se debió a que
en plena vigencia del proceso formulario ordinario, fueron instaurándose otros, a
partir de los albores del imperio, en los que no se respetaba la división en dos
instancias procesales (la “in iure” instruida por el magistrado y la “apud iudicium”
ante el Juez) sino que el mismo magistrado que conocía en la primera parte, la
resolvía directamente sin dar paso a la etapa ante el Juez, para agilizar los
procedimientos, sobre todo en cuestiones de alimentos o de estado.

Este modo de resolver las cuestiones litigiosas se generalizó, y en época del


emperador Diocleciano era el modo común. La abolición definitiva del proceso
formulario se produjo por una Constitución de los emperadores de Constancio y
Constante.

Fueron características de este proceso, mucho menos formal y con forma


predominantemente escrita, la existencia de una sola etapa procesal, a cargo de
un Juez, que era un funcionario público o estatal, con amplias libertades de
apreciación de las pruebas, estableciéndose a partir de entonces, una serie de
funcionarios judiciales pagos, que originó una burocracia judicial.

Apareció la noción de costas judiciales, que debía abonar el que resultaba vencido
en el litigio.

La posibilidad de la representación, del juicio llevado en rebeldía, y la apelación de


sentencias (hasta dos sobre un mismo asunto) fueron una posibilidad.
Había magistrados inferiores, los “iudices pedanei”, que eran jueces delegados,
para cuando las causas excedían las posibilidades de resolución de los jueces.

El proceso se iniciaba, a partir de Justiniano, con el “libellus conventionis”, que era


un escrito (similar a nuestra demanda) firmado por el actor u otra persona a su
ruego. Un funcionario público, el “executor”, si el “libellus” no era desestimado por
el Juez, por ser contrario a derecho, y éste ordenaba el traslado, a través del
“interlocutio”; se lo entregaba al demandado. Las costas de este traslado eran a
cargo del demandado y se denominaba “sportulae”. La contestación del
demandado, llamada “libellus contradictionis” debía ser entregada al “executor” al
recibir el “libellus conventionis”.

Con la demanda y su contestación, se producía la “litis contestatio”, que ya no


producía el efecto de consumir la acción, como en los sistemas anteriores, de las
“legis actiones” o del proceso formulario.
El actor debía entregar caución de impulsar la causa hasta la sentencia, de
acuerdo a los plazos prescriptos y de pagar las costas en caso de ser vencido. A
su vez, el demandado también debía dar fianza de que se defendería legalmente.
Quedaban exceptuados de dar caución material pudiendo reemplazarla por una
simple caución juratoria, los indigentes, las personas de renombre y los
poseedores de inmuebles.

En esta etapa pierde importancia la prueba testimonial, en favor de la documental,


y también de la pericial, ya que al no ser el Juez una persona especialmente
escogida por las partes en función de su conocimiento del tema, debía ser
asesorado sobre cuestiones científicas y técnicas.
- Orígenes y características de la "cognitio extra ordinem"

A partir del siglo I algunas controversias relativas a casos especiales fueron


sometidas por iniciativa imperial a un proceso diverso del formulario, un proceso
"extraordinario" llamado cognitio extra ordinem. También hemos explicado cómo
tal proceso fue ampliando paulatinamente su campo de aplicación en detrimento
del proceso formulario, que fue abolido definitivamente por una Constitución de
Constancio y Constante del año 342. Podría afirmarse que a partir de este
momento sólo queda en vigor la cognitio extra ordinem, que es el proceso de la
edad justinianeo, y que continuó llamándose extraordinario, si bien tal
denominación ya no tenía razón de ser, pues ahora era el "ordinario", el normal, al
que había de someterse toda controversia.

La desaparición de la misma fórmula y la eliminación de la bipartición en dos fases


(in iure y apud iudicem), que son rasgos fundamentales de la cognitio extra
ordinem, en la que todo el proceso, incluída la decisión final, se sustancia ante un
mismo y único órgano jurisdiccional, un magistrado-juez, que normalmente era un
funcionario público.

Otras acusadas diferencias entre ambos procesos, serán puestas de relieve a


medida que expliquemos la marcha del procedimiento.

- Inicio del procedimiento y comparecencia de las partes

La citación del demandado ya no es iniciativa exclusiva del ciudadano privado,


sino que se opera a través del libellus conventionis, una suerte de "libelo de
emplazamiento", un documento escrito donde el actor expone sus pretensiones y
el nombre de aquél a quien se quiere demandar. Tal escrito se consignaba al
magistrado, el cual, tras un sumario examen, lo trasladaba al demandado
mediante un funcionario subalterno (executor), citándolo a juicio en una fecha
determinada. La respuesta del demandado, que debía prestar una garantía de
comparecer en juicio el día fijado (cautio iudicio sisti), se efectuaba mediante
el libellus contradictionis, un escrito de contestación a la demanda, donde
intentaba defenderse frente a las alegaciones del actor, exponiendo al mismo
tiempo sus propias razones.

A diferencia de lo que sucedía en el proceso formulario, el litigio podía continuar


aunque una de las partes no compareciese, pues el magistrado lo impulsaba de
oficio. Presentes las partes, tiene lugar la narratio, donde el actor o su abogado
establece y defiende el objeto de su pretensión, y la contradictio, en la que el
demandado expone los argumentos para rechazarla. Parece ser que en el
momento en que el juez escuchaba la narratio y la contradictio, tenía lugar la litis
contestatio, que no goza de la importancia capital que antes tenía, en cuanto
pierde el efecto consuntivo: en el nuevo sistema, sólo la sentencia extingue el
derecho sustancias deducido en juicio, formando la res iudicata. Eso sí, a partir de
la litis contestatio comienza a transcurrir el término de prescripción de la instancia,
que fue fijado en tres años como máximo.

- La prueba

Podemos apreciar también importantes modificaciones con relación al antiguo


régimen. Ante todo, rige el principio de la prueba lega o reglamentada, según el
cual, el juez no puede libremente valorar y apreciar los resultados de las pruebas,
sino según criterios previamente establecidos. La prueba documental tiene
preferencia sobre la testifical, y dentro de aquélla tienen mayor valor probatorio los
documentos redactados por funcionarios públicos y notarios (tabelliones). Así
mismo, el valor de los testimonios es graduado en razón de la situación social de
las personas que los prestaban, y el juez no puede otorgar eficacia probatoria al
testimonio de una sola persona. Finalmente, se admiten cada vez con mayor
frecuencia las presunciones, tanto iuris et de iure, como iuris tantum.

- Sentencia

La sentencia, redactada por escrito y leída a las partes, ya no tiene por qué
consistir necesariamente en una suma de dinero, sino que el juez puede condenar
a la restitución de una cosa, cuando esa fuera la pretensión del actor. Dada la
jerarquización de la magistratura, otra diferencia notable es la posibilidad de apelar
la sentencia ante un magistrado de rango más elevado, estableciendo como última
instancia el recurso ante el propio emperador.

- Ejecución de la sentencia

Si bien la ejecución sobre el entero patrimonio del deudor (bonorum venditio) se


conserva en el proceso extra ordinem para casos excepcionales, normalmente se
acude a la ejecución sobre objetos concretos de su patrimonio (pignus ex iudicati
causa captum). Aunque subsista la ejecución personal, ésta queda reducida a un
medio subsidiario de coacción como vía hacia la ejecución patrimonial; así mismo,
el encarcelamiento en prisión pública del deudor insolvente era utilizado como
medio de coacción en esta época.

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Fuente:
Derecho Privado Romano, Antonio Ortega Carrillo de Albornoz.
Páginas 91-93.

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