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Antología Poética
luis beltrán guerrero
\ / 0 6 J .

LUIS BELTRAN GUERRERO

ANTOLOGIA
POETICA
Selección / Eugenio Montejo

BIBLIOTECA NACIONAl
CARACAS - VENEZUELA

■ P
FUN D ARTE
AÑO D EL BICENTENARIO D EL
N ATALICIO D EL LIBERTADO R 1783-1983

Luis Beltrán Guerrero


A N TO LO G IA POETICA
Col. Delta N? 15
Editado por Fundarte
Portada: Iván Estrada
sobre ilustración
de Marjorie Martín
Depósito Legal If 83-0671
Impreso por Cromotip
Caracas, Venezuela 1983
L U IS B E L T R A N G U E R R E R O
(D ibujo de Durbán)
De SECRETOS EN FUGA
LA NAVE

Flecha o ave sin vuelos y sin canto,


Ni de áncoras ni sirtes prisionera
Sobre mares de júbilos y llanto,
Decid adiós a la íntima ribera.

La cruz amarga del bautismo santo


Fue de errantes periplos agorera.
Conviértese en leticia su quebranto
Como en prisa trasmútase la espera.

Tendido el arco, límpido el acento,


La sombra se hace luz, luz fugitiva:
Fugitiva emoción del pensamiento.

Hiende los aires brunos blanca vela.


¡Peregrina memoria de la estela,
Naciente forma muerta y rediviva!

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NOCTURNO D E L MAR

Desperezado en la tierra tibia todavía,


Bajo el cielo de fiesta y frente al mar incansable,
No me quedan esta noche esperanzas ni nostalgias.
Ni siquiera pienso.

Sin dolor y sin júbilo:


Piedra dormida o corriente presurosa
En una misma dicha confundidas.
Tal juega la arena entre mis manos,
Tal juega el agua con la arena,
Contentas de ser solamente arena y agua
Libres de clepsidras y argamasas.

Floto en ondas soñolientas, vagabundas,


Por entre altibajos de vagas mareas,
Ignorando puertos, escollos, borrascas, torbellinos,
Espectador de mi muerte sin agonías, lágrimas ni rezos.

Ni me siento que soy ni me siento que he sido:


Apenas estoy en el mundo,
Apenas reposo.
Ni me seduce la geometría de las constelaciones
Ni la veste rútila en añil, nácar, ceniza, plata,
Que roza con su ruedo volante mis plantas desnudas.
Nada me dicen luna, estrellas, aguas, brisas,
Ni nada digo a ellas.

¡Ah toldo de pestañas que se juntan!


Ciego al holocausto de la gota iluminada,
Sordo a la confidencia de garúas y polvos vagabundos.

Abandonado al rumor de las olas y los vientos,


El rumor acrecienta mi silencio.
Ni recuerdo, ni proyecto,
Ni siento ni pienso.
Trasunto del ayer y del mañana sin puente momentáneo:
Nadie me quitará la dicha de creer que no existo.

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III

Miro a mi redor:
Ciñen nublos confines
El vano de relente leve.
Mal azogada ensenada
Evita obvios retratos
De ceños, greñas y canas.

¿ A qué mirar ni mirarse


Si paisajes ni espejos
Eligen a quien los mira?

Miróme a mí mismo:
Fuera y adentro la pupila esclava.

También el mar consigo:


Senda sin dimensiones
A todos los rumbos convidada;
Claras, oscuras perspectivas;
Benignas, airadas marejadas;
Algas de sueño, moluscos de deseo;
Y cuánta perla escondida en el abismo.

Nunca marchitará sus pétalos


La expiatoria flor;
Ni agotará su aroma sobre la fosa sin cruz
Siempre recién cubierta
De Narciso en sus propias ondas ahogado.

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IV

Agua y cielo,
Término y comienzo.

Esta agua anciana y este cielo viejo


Tienen de cristal el pecho.
Sin embargo
¿Cuántos secretos guardan?
¿Cuánta no contestada interrogante?
Undívaga sonrisa o guiño luminoso
Disipan, discreta o burlona, la respuesta.

Este cielo viejo y esta agua anciana


Siempre en juguetón o hacendoso movimiento,
Parecen siempre jóvenes, parecen siempre niños,
A cada instante la ola se renueva
Y cada nube crea otro firmamento.

Esta agua anciana y este cielo viejo,


En permanente connubio deleitándose,
Son los mismos y cambian,
Tan viejos y tan niños,
Tan sabios y tan cándidos,
Tan amorosos siempre.

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V

Por submarinas fuerzas impelido


Al delirio del nombre y la figura:
Plantada tu presencia en el recuerdo.

¿Me miras, hablas, andas o reposas?


Dilátase el hechizo de tu gracia
En la vaga memoria de tu cuerpo.

Esfumados los ángulos y aristas


Y libre ya de límites exactos
El vuelo misterioso de la sombra,

La roca es el recuerdo de la roca,


Aspero filo y grietas extinguidos
A la suave caricia de la bruma.

¿Soy también un recuerdo? Sí. La noche


Todo lo ha trasformado en un recuerdo.
Mi recuerdo y el tuyo van volando.

¡Qué me importa la huida de la noche!


Rediviva en recuerdo tu hermosura
Seguirás siendo mía, siempre mía.
VII

Cementerio en la tierra y en las aguas:


Una nube más negra que sus nubes,
Un trueno más violento que sus truenos,
Asordan, manchan.

Ni del cíclope el ojo peregrino


Mira encantado la zafírea veste;
Vidrio y metal de ojos asesinos
Sobre sus ondas.

¡Oh impasible deidad de las tinieblas!


¿Por qué raudas corrientes, claros aires,
Siendo más fuertes los cirros y los hielos
Que los peces y pájaros de hierro?
¿Por qué raudas corrientes, claros aires?

Tú, Eupalinos, lo sabes:


¡Oh cómplice deidad de las tinieblas!
.

POEMA DE LA MADRE TIERRA

¡Oh dolor de esta tierra áspera y brava,


Ardida y ardorosa tierra mía,
Al fuego de los soles siempre esclava,
Al clamor de los hombres siempre fría!

¡Oh yermo desolado! Paño pardo


Del estéril playón aridecido;
Armados de mil flechas tuna y cardo:
Tostado verde y fruto prohibido.

El verde escaso y mustio; magro el fruto


Bajo polvo y fragor de vendavales;
Centinela mayor el cerro hirsuto
Con tropa de candentes peñascales.

Al viento y al fulgor, ocre despierto.


Llora, de ciego, el ojo deslumbrado.
La primavera, calcinada, ha muerto:
Iris de flor y fruto, sepultado.

Letal monotonía del camino.


Grises guijas y ardientes arenales.
Unico acompañante peregrino:
Penitente sin fe, luz sin fanales,
Innúmero nopal de agudo espino.

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II

La fragua del crepúsculo revive


Lueñe, fugaz, celeste primavera.
El cardenal bermejo circunscribe
Su vuelo sobre copa placentera.

Despliega el cujizal su sombra amiga.


La boca lame cápsula escarlata
Y la chicharra su instrumento obliga
En monocorde crótalo de plata.

Descansa del bochorno en la majada


Manso y barbudo semental lascivo.
Un olor penetrante de cuajada
Acuoso torna el gusto sensitivo.

Suave frescor de alisio pasajero


Y vespertina fiesta de colores;
E l lejano repique plañidero
Anuncia la ciudad, amor de amores.

Vieja ciudad, indiana y española,


Que en versátil corriente baña el sano
Pie, y con plúrimas cintas se arrebola,
Mientras las hebras del cabello cano
Anudan uno y otro pueblo hermano.
V

Al fuego de los soles siempre esclava,


Al clamor de los hombres siempre fría:
¡Oh dolor de esta tierra áspera y brava,
Una sed más ardiente todavía!

La del sufrido peón de rica hacienda,


De cogollo, cotizas y liencillo,
Alimentado de frugal merienda,
El vientre hinchado, el cutis amarillo.

De sol a sol en fatigosa brega,


Encorvada la mísera figura
O del ganado en la rural refriega,
¡Tarea en tierra ajena, vasta y dura!

Trabajo. Hambre. Trágico reverso.


Porque, sabedlo, es lágrima el diamante
Y sangre es el rubí. Feliz anverso.
¡Riega el sudor la espiga alucinante!

¿Será mejor el porvenir que ahora?


¿Es la dicha fantasma fugitivo,
Mañana inalcanzable como otrora?
¿Ves? El plumero del cardón nativo
Limpia el espejo claro de la aurora.

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E L CARDON

Por agria loma y calva serranía


Implorando bautismos celestiales:
Crisma de brisas, yodo, hielo y sales;
Copa de espinas, bastos de agonía,

Madera de la cruz, cirio del día


Velando los occiduos funerales,
Sebastián de los santos vegetales
Cuyo martirio mismo es alegría.

Nunca fuera tu amor decepcionado


Porque así la conoces y la quieres:
Pobre, dura y reseca, allí plantado;

Ni el dolor del cilicio exasperado,


Al hombro las saetas, y no hieres,
Cardo benigno del terrón soleado.

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TIERRA , TIERRA NUESTRA

II

Andinas sierras de la tierra nuestra:


Setos de piedra, verdinegros sotos,
Peinado mar de los cañaverales,
Oleaje manso de trigales blondos,
Empinados villorrios andariegos,
De las urbes ceñida la cintura
Por abrazo de rispidos alcores:
Cenceña faz la del galán ceñudo
Bajo la plúmbea capa de las nieblas.

Helados ventisqueros, soplos yertos,


Bordado estambre, cañamazos burdos,
El áureo sacrificio de las eras,
Vastas alfombras de los frailejones,
Cobrizo vegetal: indio desnudo,
Airosas y rollizas, guapas mozas
De chapados cachetes naturales;
Arrieros y labriegos; ruanas; dogos;
Graves los rostros y el paisaje mudo.

Soberbia majestad de la montaña:


Altas, gigánteas, colosales torres;
Hondas, abruptas, las mareantes simas;
Añosas, blancas, las fornidas testas;
Fúlgidas torrenteras diamantinas,
Grávidas sombras de erabundo paso. . .

¡Soberbia majestad de la montaña!


El corazón enmudecido, calla.
SIMBOLO

Yo supe de su efímero palacio:


Las cúpulas de irídeos capiteles,
Umbral dorado en orto de claveles,
Ocaso gris en plintos de topacio.

Confundidos olor, canto y colores:


Del ángelus al son y de maitines,
Alada multitud de serafines
Picando frutos y libando flores.

Hija del Resplandor y de la Umbría


Nacida en las praderas siderales,
Extinta y resurrecta cada día;

Fugaz y eterna, errátil y constante


Diosa de primaveras celestiales,
Imagen fiel de mi deidad amante.
INVOCACION

El eco de mis duras soledades,


De piedra en piedra al viento repetido,
Llegue hacia ti en clamor de tempestades;

Hasta el mudo palacio consumido,


De roca y nieve el edificio incierto
Bajo el humo y las nieblas aterido;

Donde tú, virgen sola, y niño muerto,


No sabes ni de polen ni de brisa,
Nimbo sin luz y corazón desierto;

Donde la arena que tu planta pisa


Ni arropa el nido ni sustenta el tallo,
Tierra sin vientre, mundo de ceniza;

Adiós noviembre, bienvenido mayo,


El lirio erguido y el canoro vuelo,
De primavera el augural ensayo;

A nuevo mundo, abierto nuevo cielo,


Y júbilos alados a porfía
Rompan a picotazos el gris velo;

Amor perdura en mí y en ti confía.


Responda a mi clamor de tempestades
El eco de gozosa compañía:
¡Ven, ven, oh virgen de mis soledades!

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LAZARILLOS

Lazarillo de voz impenitente


A la cerrada puerta repicando
Del murado jardín; jardín silente
Al golpe y grito del que está clamando.

Lazarillo de luz intermitente


Entre una y otra sombra agonizando:
Fiel resplandor de una pasión doliente
Las antiguas memorias avivando.

¡Ultima lumbre de una estrella muerta!


Oh lazarillo del recuerdo, ¿cuándo
Se apagará tu signo persistente?

Entonces libre, el lazarillo ardiente


De nuevo infante ciego, abra la puerta
Del murado jardín que estoy soñando.
CIELO INFIEL

Oh cielo infiel, ladrón de los colores,


Que cambiando los oros en percales,
Vistes de criada en sucios delantales
A la niña de abril, horra de amores.

Oh cielo infiel, celoso de tus dones,


Que a la moza de abril, riente mañana,
Robas cintas de azul, cintas de grana,
Cubriéndola de lívidos crespones.

Llora, cielo traidor, tus propios males.


Tan sólo el llanto del invierno alcanza
A redimir color, y luz, y trino.

Oh cielo, cielo infiel de mi destino,


Que así cambias desdén por esperanza
Y enviudas del amor sin esponsales.
ARBOL DE BERENICE

Al soplo de la noche. . .
B ello

Todo un iris de luz en sus cabellos.

Arbol de oro mecido al soplo de la noche


Desde el cochano oscuro de los tallos tempranos
Hasta el lánguido claro de las hebras perdidas;
Desde el gajo frutal que madura en la frente
Hasta los flotantes calamares rubios.
Arbol de oro mecido al soplo de la noche.

Arbol de oro, árbol de fuego al soplo de la noche.


Ardientes maderas de sensuales fragancias,
Regalo de los vientos y humos vagabundos;
Hoguera de los desesperados en desiertos y encrucijadas
Alumbrando senderos y desgarrando cielos.
Arbol de fuego mecido al soplo de la noche:
Apenas quedarán dos leños entretejidos
Sobre la fosa sin tierra de una esperanza,
Arbol de oro, árbol de fuego al soplo de la noche.
Arbol de Berenice en el frío azul lejano.
Arbol de las manzanas de oro sobre la tierra sensitiva.
Paraíso perdido al soplo de la noche.

Todo un iris de plata y de ceniza.

24
LA GRACIA D EL VERBO

Sordo el oído y ciega la pupila,


Tacto inseguro y estragado olfato,
Sediento y torpe labio del milagro,
Falso sensorio.

Vestido así con el humano harapo,


Al légamo y ludibrio destinado,
Sentí la angustia de saberme oruga,
Viendo la cumbre.

Por zarza ardiente y breña tenebrosa


La planta encaminé del peregrino,
Fue el licor de mis venas viva savia,
Cieno el abono

Para la rosa que corté en la cima,


Para la estrella que arranqué del cielo:
Luz y fragancia en el sufrido pecho,
Gloria del canto.

Gloria del Verbo, padre de los mundos,


Padre de Dios también porque le nombra
Padre de la paloma sempiterna,
Vuelo del alma.

Vuelo del eco por alcor y llano,


Narciso de su misma resonancia
Que en cada pedernal se multiplica,
Signo en el aire.

Lengua de llama: muerte, odio, guerra,


Pasión que en uno funde dos latidos,
Mármol y lienzo y lira amor consagra,
Leño en el fuego.

Raíz hendida hasta la entraña madre,


Fácil arcilla endeble despreciada,
Metal y jugo en el oscuro seno,
Cofia en la tierra.

25
BIBLIOTECA NACIONAL
CARACAS - VENEZUELA
Por la infinita senda de los mares,
Sonrisas de las olas prodigando,
Estelas fugitivas repitiendo,
Huella en el agua.

Que así por agua, tierra, aire y fuego,


Cuaterna vía, concepción del orbe,
Numen de perfección sobre las cosas,
Tal la palabra.

Demonio de la carne transitoria


Cuando cortado umbilical ligamen
Verbo es el grito del dolor primero,
Gracia del llanto.

Sangre es el vino en el divino cáliz,


Hostia es el trigo de verdad y vida
Y luz de redentoras claridades,
Gracia del gozo.

Mosaica vara en la impasible roca,


Vital llamado al bíblico difunto,
Todo nace y revive ante su aliento,
Magia del verbo.

Forjé mi copa del cristal perenne,


Urna fiel de color y de sonido,
Vaciando en ella con unción devota
Suspiro y mente.

Idea y corazón, connubio arcano,


¡Violento Saulo y Pedro endurecido!
Romántico sentir, clásico juicio,
Tú, mi palabra.
De POSADA DEL ANGEL
EPIG RAFE ONOMASTICO

"Se suplica por tanto a todos los Sujetos y


Señoras, que por sus luces e inclinación se
hallen en estado de contribuir á la instruc­
ción pública, y á la inocente recreación que
proporciona la literatura amena, ocurran con
sus producciones, en Prosa ó Verso, á la ofi­
cina de la Imprenta, situada en la Calle de
la Catedral, del lado opuesto á la P o sa d a
d e l A n g e l ; y se ofrece corresponder a este

favor empleando el mayor cuidado y pronti­


tud en el despacho” .

GAZETA DE CARACAS
N° 1, Lunes 24 de Octubre de 1808.
LOS SONETOS D EL ANGEL

. . .y pudo convocar sobre mi frente los


invisibles ángeles del día.

R a fa e l A n g e l I n sa u sti

Si el andante al andar hace el camino,


Huellas son éstas del camino andado

Bajo sol heridor o gris nublado.


Cada impronta retrata al peregrino.

Si el camino es al par obra y destino,


Camino del viajero esclavizado,
Viandante del camino enamorado:
Andando, que al andar cúmplese el sino.

A veces con presura, otro con lenta


Pausa, se deslizó su paso esquivo.
Buscó posada a la fatiga cruenta,

Mas al volver atrás el ojo incierto


Vio que del Angel el mensaje vivo
Sobre la senda se quedaba muerto.

31
III

No me diste tu nombre, mas ¿podría


Ignorar en mi alma tu presencia?
Si de tu esencia fáltame conciencia
No de mi propio ser me confiaría.

Coronó la victoria el claro día.


El respeto del hombre y la sentencia
Prueba fue de tu misma omnipotencia.
¿Quién me prestó la fuerza en la porfía?

Tú también me la diste: sal y aceite


Tu nombre rubricaron en mi lodo.
Si guardo de tu voz el eco amado

Y de tu rostro el único deleite,


Mal podré desamarte de algún modo,
Vencido vencedor, de amor pagado.
VII

Angel propio, alba sombra, claro guía


Tocar no ansio tu aérea vestidura
Ni ver siquiera la inmortal figura
Ni saborear la prístina ambrosía.

Ni voz oír de leve jerarquía


Entre el incienso de la nube oscura;
Ni cual Abrán desviar la mano dura
En la última emoción de la agonía.

Ni del arcángel que anunció a María


Encarnación viril en matriz pura;
Ni de Miguel la fiera bizarría
Anhelo ver en mística pavura.

Si de sus manos soy la fiel hechura


Jesús puede nacernos cada día.
LOS SONETOS D E L HOGAR

. . . en clamor de hogar,
salvemos esta luz sobre el incendio.

I da G ram cko

Sobre mi pecho varonil tu frente


Reposa del afán tranquila y pura.
Bajo el arco de clara arquitectura
Miro la placidez de la corriente.

Ni dudas del ayer ni del presente.


Gozo sin tiempo en conyugal ventura:
Sosiego y paz sobre la fe segura
De tener en tu entraña mi simiente.

Mientras duermes, ni pienso ni deseo.


Ni quema el fuego, ni el alud espanta.
Sólo en tus entreabiertos ojos veo

De nuestras almas el botón procero,


Serafín del amor que se levanta,
Canción y luz en nuestro hogar austero.

34
VII

Hincha el carrillo el diminuto infante


Para tocar ingenuo caramillo
Y señalar el rumbo al navegante.

De mi vivir sencillo luz amante,


El surtidor de jubiloso brillo,
Angel también de mi dolor triunfante.

¡Qué esguro reposo al contemplarte


De mi ventura cándido tirano!

Todo en la casa es gozo por amarte,


En ti, vida será mi sueño vano.

35
POEMA D EL PRIM ER REGRESO

Hoy vuelvo a ti, cardón del canto mío,


Habitante anheloso de mis yermos,
A repetir el nuevo desvarío
Con los vocablos por la ausencia enfermos.

Te vi desde el azul en Barcelona,


Maturín, Maracaibo y Maiquetía,
Como he visto en el alma tu borona
De patria fiel, con ingrima alegría.

De pie sobre la tierra de mi alma


Como en el alma de mi tierra erguido:
Cuajó en topacio la encendida calma,
Y en turgente carbunclo estambre herido.

Al viento adverso y al mentido abrazo


Opones el airón de tu pobreza,
Hacia el lucero levantado el brazo:
Fruto y flor sin jactancia ni flaqueza.

Generoso, al que llega y al que pasa


Ofreciste con ímpetu seguro
La fresca sombra de una vieja raza,
La ardiente linfa de un espejo puro.

Aljaba presa en la panoplia anciana


Condecorada por antiguos lauros;
Si verde es el florón, la raíz cana
Se hunde en un subsuelo de centauros.

Lame tu planta el híspido caprino


Y en tu flor se aposentan las abejas.
Miel y leche de égloga. . . Adivino
El paisaje de Grecia tras las rejas.

Porque el viaje es muy largo todavía


Y el regreso final distante veo,
Pues si fueron diez años de porfía,
Otros diez en errar tuvo Odiseo.

36
Caiga mi llanto ante tu planta dura.
Sin mirra vengo, sin incienso y oro
Y apenas tu ejemplo me asegura
La firme voz en el versátil coro.

Trazó tu polen peregrina ruta:


El camino al azar, fija la meta;
Cerrado el labio a parroquial disputa,
Ceñí, gozoso, el cíngulo de asceta.

Anteo sin victoria ni derrota


En su tierra recobra el pecho sano:
Por el cantar que su garganta agota
Sólo vence el turpial al pelícano.

Aquí tu dardo me dará la gracia,


La punzada de fe para el portento,
Aquella que en amor el pecho espacia
O que en dolor descuaja el sentimiento.

Aquí tu copa brindará la forma


Perfecta y viva a la palabra mustia,
Horma del propio barro, única norma
Para vaciar la universal angustia.

Aquí con tu dolor sufro y ansio,


Aquí con tu esperanza, mi desvelo,
Hoy vuelvo a ti, cardón del canto mío,
A ser más de tu suelo y de tu cielo.

Mientras diviso en torturada espera


Un vuelo de palomas sin olivo,
Sacude, árbol, la bélica cimera
Contra el cuervo feral y redivivo.

37
E L OTRO

No sé de dónde viene la tristeza esta tarde.


Se me entró por los ojos y reclinó en el pecho,
Fatigada de dudas en el brocal del alma,
Oyendo los extraños surtidores ilesos.

Yo soy el fiel proscrito que vio el cielo en su abismo.


Allí donde el batracio suspira por la nube
Mientras roí mis huesos transformóse mi lengua,
Y desafié al torrente sin temor al desierto.

Hirsuto, desgarrado, sangrante, dolorido,


Me preguntó ¿quién eres? el espejo de un pozo,
Responderle no supe en mi absorto mutismo
Que en las turbias ciudades olvidé vida y nombre.

Brasas de cierzo, dardo de sol, arenas, fríos,


Labraron rostro fiero y esta bestial figura,
Uñas largas, crin dura, mas dentro de mí mismo
Las campanas resiembran el aire de aleluyas.

Bajo feliz pelambre, en huelga de nociones,


Sin remudar de nombres fueron otras las cosas:
Aprendí del guijarro virtudes de vellones
Y sin temor ni asco le di mi diestra al áspid.

¿Por qué vienes ¡oh huérfana! en mi lodo a dormirte,


Despertando memorias en la garra salvaje?

Hasta mi antigua sombra la persigue mi instinto,


Sabueso sanguinario de perfumes y libros.

Dulce huésped del alma, capricho de la bruma,


Saldrás de mi morada, has de salir, levántate,
Falso nuncio del mundo, duende de duelo impuro,
Tristeza, amada oculta, has de salir, ¡levántate!

38
LAUDE

Laude al laúd de Laudelino,


Sonoro son, rabel rabino,
Que multiplica la emoción;

Arpa eólica, mágico trino,


Andino iris, fónico sino,
Riego y luz sobre el corazón.

Laude al laúd de Laudelino,


Lírico alud de plectro fino,
Fugaz deleite universal;

Unica gama, iris único,


Para el romano y para el púnico
Musita música ancestral;

Perfume, sol y flauta al viento,


Iris plural de sentimiento,
Oleos de Biblia o de Talmud;

Tañe el laúd.
La lira aplaude.
Al laúd, ¡laude,
En Norte y Sud!

39
ODA AL AMOR

Azar, por dulce sino de amargura,


Con halo de azahar y sal candela
Te trajo, al fin, en la mañana pura

A esta mi derruida ciudadela,


Donde inventaste un sol de mediodía
Con la sedienta yema de una vela.

Alzó el torreón su flámula bravia,


El muro enjalbegóse de jazmines
Y verde corazón de epifanía.

Los duendes se llamaron serafines.


Ascua y vilano, el polvo sube al cielo
En escala de cálidos delfines

A buscar en el surco de su anhelo


El pez de nácar, la violeta esquiva,
O por el gozo de su propio vuelo,

Hacia el aljófar de rocío, viva


Luna del aire, mundo miniatura:
Tierra que busca el agua sensitiva.

Rumor de nacimiento en la cintura


Y nubil azahar en el cabello,
Así llegaste en la mañana pura.

Yo rompí del milagro el doble sello.


Fábula de cristal despedazada,
Livor y lloro en degollado cuello.

La gota, ciega, por el polvo hollada.


Del bárbaro festín, procer y reo,
Yo te vi entre la noche sepultada:

Decapitada imagen del deseo.

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MEMORIA DE TUS MANOS

La música a los aires encadena


La difunta memoria de tus manos:
Décima musa de los diez arcanos,
Yacente en albo raso, azul y siena.

Escondida en las ondas la sirena,


Sierpe de gracia y flor de los pantanos.
Por ella cuento los sutiles granos
En el reloj antiguo de mi pena.

Oh músicas, del viento enamoradas,


Como del aire son fieles esposas,
Al peregrino halago disipadas

Y al tronco de los árboles infieles,


Tus manos, las orquídeas caprichosas.
Yo supe de sus sales y sus mieles.

III

¿Qué perfume en el ámbito suspenso,


Corimbo de la luz, brisa de ocaso,
Dejó en mi corazón, desnudo el paso,
Improntas de mandràgora y de incienso?

Dicha y desdicha del destino, pienso.


Fueron sus cuencos inebriante vaso
Y de seda y de sangre el tacto laso,
Al delirio letal quedé indefenso.

Dogal y garra de mortal hechizo,


Voluptuoso langor de egregia mano,
Brasa de infierno, nuez de paraíso,

Nimbo de lo sagrado y lo profano.


Olor, de su memoria mensajero,
Regresa y dile: dile que la quiero.

41
De EL VISITANTE
ODA DESDE LUTECIA

Li quens Rollant, par peine e par


ahns,
Par grant dulor sunet sun olifan.
(Le Chanson de Roland,
CXXXIV).

Ahora piso estas baldosas de renegridas inscripciones


Y los nervios se estremecen frente a los fastos remotos.
Cabalga la mirada sobre dorados corceles, y se rompen
Los frenos de los caballos, anhelantes de beber el arcoiris.
Ahora estoy en ti, me siento en ti, próvido seno latino.
Las estatuas se pasean por los parques atónitos,
Cansadas de estar firmes bajo su apostura impecable.
Oso hablarle a aquélla, la de la sobria clámide,
Y le ofrezco ayudarla a conducir el cervatillo, el mismo
Tantas veces abatido por los dardos y otras tantas redivivo.
Un rumor de albas túnicas acompasa mi paso peregrino.
Una langosta, atada a una cinta azul, sigue las huellas del poeta infeliz.
Oyese a lo lejos la zampoña, que en la ciudad fatigada
A la égloga invita; pero más fuerte resuena el olifante.
Id, presto, pares, a la encrucijada de la refriega interminable.
¡No permitáis se corten las alas a la Decapitada!
¡Impedid se amputen los muñones que restan a la Hermosa!
Ahora estoy en ti, me siento en ti, próvido seno latino.
Pero el cuerno no quiebra todavía las rocas de la garganta tenebrosa.
No es venido el relámpago que desnuda la espada y el casco.
Duerme el fauno su siesta y la ninfa peina el arpa de su cabellera.
Los álamos alzan lentamente nombres de mujeres grabados en sus cortezas,
Y las ánforas amasadas con cenizas de héroes y santos,
De artistas y sabios, retienen las aguas purísimas de lluvias benignas
Para ofrecer descanso al vuelo de las palomas sitibundas.
Ahora estoy en ti, me siento en ti, próvido seno latino.
Mientras bajo las aguas, coronada de liqúenes, yace la testa invicta,
Y bajo tierra los brazos perdidos agarran el huso que hila los sueños ocultos;
Que todos, obrero y doncella, disfruten vestigios augustos.
Un ferroviario conozco que cada siete semanas tiene libre un domingo,

45
Y más de una costurera que nació y habita en esta ciudad luminosa
Aún tiene oprimidos los ojos y no puede sentir el milagro.
Olifantes, ¡sonad! Que la sirena no llame tan sólo al trabajo incesante,
Y el humo de las fábricas no borre el suntuoso crepúsculo,
Y allá, y aquí, las grasas negruzcas no manchen espejos cerúleos.
Ahora estoy en ti, me siento en ti, próvido seno latino.
Porque afortunados aventureros la luna conquisten, colonicen el polo.
El fuego robado a los dioses ¿quemará nuestras mismas entrañas?
La manzana mordida a la sombra del árbol de bienes y males,
Después recogida en el Olimpo por manos a Venus propicias,
Alimenta con verdad y belleza del hombre el destino prolífico,
Del hombre que con sudor y obras ganó el gusto y orgullo de serlo.
Preguntó a la serpiente, a la esfinge y al oráculo délfico,
Sus ojos apresaron secretos del alga y del cuarzo
E intenta hace siglos sorprender su propio inasible misterio.
H a cumplido el mandato de Jehová irritado en la mañana primera:
Ni ángel ni bestia, dignifica la estirpe ansiosa de saberes,
Que no satisface su gula con doscientas especies de quesos.
Pero ¿colma su destino con asisr el astrolabio
O quemarse las pestañas frente a calderas explosivas?
Otra vez la pregunta: ¿la ciencia es una diosa o es diosa la conciencia?
No enceguezca la chispa raptada, al hombre, su dueño,
La estrella presentida para iluminar las tranquilas cosechas;
Que en talentos de espigas y cúpulas, no en precio de almas,
Se paga el placer de la poma, como el mundo, redonda.
Ahora estoy en ti, me siento en ti, próvido seno latino.
Voces de niños blancos, negros y amarillos, iguales voces de niños.
Desde el médano hasta el hielo gritan el voto augural y fecundo,
Esperando juguetes perennes de dicha innumerable,
No tregua de navidades ni jocundia de San Silvestre.
Se dan la mano los niños de Pekín a Nueva York, desde Berlín a Caracas,
Y la ronda universal canta amor, dice paz, enciende fervor unánime.
Estos niños son más sabios que los sabios por oficio;
Tocan el viejo cuerno que llama a la danza ecuménica,
Olifante reservado para salvación del espíritu inmortal.
Ahora estoy en ti, me siento en ti, próvido seno latino.

46
LA PRESENTIDA

O mon âme! Le poème n’est


point fait de ces lettres que je
plante comme des clous, mais du
blanc qui reste sur le papier.
P a u l C l a u d e l : Les Muses.

I
Tengo miedo de hallarla en la noche
a orillas del hondo silencio;
La ahogaría en las ondas heladas
o colgaría de garfios agudos;
Formarían mis manos anillos
en torno a su cuello mohino;
Cavaría el hueco infinito,
inhumaría su perfecta memoria.
He de matar mi pánico
por no profanar su presencia
Ni convertir en asesinas
las siervas del rosal y la colmena.
No es el miedo de la muerte
ni de morir por una muerte ajena;
No es el miedo de la vida
ni de vivir por una vida propia.
Es el miedo de verla o no verla,
a ella, bestezuela o arcángel,
Que estremece mis miembros y calcina
mi sangre y mis huesos.

II
Tanto, tanto la he buscado.. .
¿Qué guijarros no llagaron mis pasos?
¿qué aire no amortajó mis sollozos?
¿Qué roca no retrató mis clamores?
¿Qué olas no azotaron mi voz enloquecida?
¿Qué sol no silenció mis ojos?
¿Cuál fantasma no oído?
¡Cuántas veces fue cegada esta boca
Con pedruscos de apostrofes!

47
III
En la fosa de esta noche he de enterrar mis temores.
El silencio es tan diáfano y es tan larga la espera.

IV
— ¿Qué temores son los tuyos, delirante noctámbulo?
El temor de no encontrar la palabra presentida.
— ¡Es el miedo de la muerte muerte!
Y el temor de encontrarla ¡más grande todavía!
— ¡Es el miedo de la vida vida!

V
Buscándola, buscándola,
la luz titila en su ansiedad incierta.
Buscándola, buscándola,
a más intenso amor más vida mía.
Hallándola, hallándola,
desposorio fugaz, viudez y muerte.
Hallándola, hallándola,
será de todos luego de ser mía.

VI
¿Y qué hacer con esta piel arrugada y estas cuencas vacías?
¿Y qué hacer con estas venas sin sangre y boca sin saliva?
Entregado el mensaje a vulgar estafeta
Con los timbres y sellos de oficiales decoros,
Y esta piel arrugada y estas cuencas vacías,
Y estas venas sin sangre y boca sin saliva.

V II
Eurídice en la turba. De todos y de nadie.
¡Que las llamas devoren el cuerpo de la amada!
En las yertas pupilas de Orfeo el insensato
Ilesa imagen vive.

¡Desposorio fugaz de la mirada!

48
MEDITERRANEO

Viejo mar, mar anciano, mar de Ulises,


Sirenas, argonautas, vellocinos,
Mármol vivo brotando de la espuma;
Romano señorío:
Velamen triangular, orden, paz, hierro;
Fenicia arboladura:
Púrpuras, perfumes, especias, alfabeto;
Y en la noche de gritos y hecatombes
Un faro de marmajas sibilinas
Entre las medialunas y albornoces:
Crucificada cruz en el espacio.

¿Qué hacer con tu leyenda, mar de Ulises?


Para que seas mar, apenas mar,
Con tus caballos de sudor morado,
Ignorantes del freno y de la raza;
Para que seas mar, tan sólo mar,
Onda tibia de yodos y de sales,
Naturaleza.

49
NIZA

Niza. Costa Azul de azul intenso.


Luz azul, sombra azul, azul el viento,
Azul muerto para mí:
Como el granado seco en el invierno,
Como el paseante de bufanda gris,
Como el mistral con su escobón de bruja,
Como vela sin rumbo del exilio,
Como las flores del invernadero,
Como el cielo sin una estrella amiga,
Como el adiós sin blanca a la ruleta,
Como la charla de una vieja tísica,
Como filos de yelo en un entierro,
Como sol sin fatiga ni esperanza,
Como noche de insomne mordedura,
Como asma cronométrica de trenes,
Como el recuerdo de un amigo infiel,
Como estos que yo escribo versos tristes,
Cuando añil ilumina los confines
Estando lejos de ti.

50
ITINERARIO ESPAÑOL

(De Madrid a Andalucía)

A ran ju e z .
Reales cotos y palacios. Rotos
Los setos reales, irreal
La tierra todavía. ¡La tierra carmelita
Bajo los verderondos encinares!
Arad, en tanto vuestra sea.

Casa del Labrador. ¡Ojalá fueran


Del labrador las casas!
Aranjuez. Espárragos y fresas.
Arad, y evitad al juez.
Más me gustas como fresa
Que, espárrago, después.

II

L u g a r e s de la Mancha en el camino
La Guardia. Midridejos.
¡En guardia estemos
Contra ese gigantón y esa mesnada
Con disfraz de merinos!

Molinos de los brazos


Para la acción despiertos,
Prestos para el abrazo,
Contra el entuerto enhiestos.

Molinos, blancos molinos,


Molinos de quijotería.
¡Todo el afán peregrino
Que cupo en la infancia mía!

51
VI

J a r d i n e s de la Alhambra.
Mirtos, naranjos, limoneros,
Peristilos, festones, filigranas.
Sentidos, ¿para qué te quiero?
El aire es luz, aroma, trino.
Ríen las rosas y las aguas cantan.
¡Oh voluptuosa,
Absorta paz, que la nostalgia espanta!

En vano celosías:
Mis ojos ven la fiesta de las flores,
Las flores ven la fiesta de mis ojos:
Primavera,
Andalucía.

V III

F r e n t e a la mar malaca
— Turquesa, cobalto, índigo, siena—
La jaca jerezana
Verdor y sol estrena;
Corretea, se yergue, desmelena,
Y su relincho, faca,
Desgarra el corazón de la mañana
En claveles, geranios y verbenas.

52
XI

G a d ir de Asdrúbal,’
César, Aníbal.

Guerreros, generales,
Nombran las guías.
Y yo agrego un arcángel
De poesía.

Marinero en tierra,
Jinete en la mar,
Da- guerra a la guerra
En su cantar.

Y tú agregas un brujo
De la brujería
Que robó en Sacromonte
La melodía.

(No te olvides de rezar


Por él en la Catedral).

53
PUNTO

Inmerso sol enciende


La cresta de los cerros.
Naranjas desgajadas
Diluyen zumo acedo.

Sobre mapas fugaces


Centro veloz inmóvil,
Criatura de mi Dios,
Rehén del zumbido,
Poderosa y minúscula
En voluntario vértigo.

Ah, cómo cae el torreón de las nubes.


¡Cómo vuela el vilano con el viento!

54
De TIERRA DE PROMISION
I

Tierra de Gracia se llamaba


Tierra de Promisión dicen ahora
De Venezuela.

Abre la ubre al hambriento


Y algo más.
Al que llega da su hogaza
Y algo más.

Tierra de Promisión.
A la mitad de sus hijos
Ni suelo ni cielo da.
A la otra mitad la cuenta
Cuenta esto y nada más:
Unos, sin el sol de afuera
Y algo más.
Otros con el sol de adentro
Sin poderse iluminar
Otros con el sol adentro
Y sin poder alumbrar.

Eso es todo, y nada más.

57
V

No tan sólo la gesta


Ni tan sólo
Superficie y subsuelo bendecidos.
Los hombres heredaron de la piedra
Dureza en el esfuerzo
Finura de cristal en la mirada.

¡Hijos de Amalivaca,
De Deucalión los hijos!
¿Es nuevo este mundo, o es acaso
Más viejo que los viejos?
¿Vino del Asia su primer abuelo?

Sé tan sólo
Cuál es la estela de las carabelas:
Las Hespérides
¡Celtas, vascos, hebreos, godos, moros!

Roma
¡Hijos de la Loba!
Magna Grecia
¡Refugio de Eneas el troyano!
De ahí al Nilo
¡Padre común del culto y del cultivo!

Oh viejo mundo nuevo:


Casa universal de la esperanza.

58
V il

Yo beso la amatista
De las piedras preciosas la pastora.

Pastora de los hijos de la piedra


Del anular
Al índice
Muda su sede
Para abrir en la noche el abra clara,
Pastora de los huesos de la tierra.

La cruz, sí, la cruz,


En el pomo de la espada
Del Arcángel Miguel.

(También en Lepanto un día).

Ancoras y pájaros
El signo repitan en quietud y vuelo.
¡Oh rumor de colmena liberada
Y rumor de los remos
Bajo el matinal crepúsculo violeta!

V III

Esparcid la simiente
Apartando cizañas y malezas.
Y si la estepa,
Más lejana que la más cercana estrella,
Su turbión de promesas nos envía,
Libre es el aire, ancha la pradera,
Y Dios vigila las nubes y las mieses.

Reposaré tranquilo
Al pie de los dos trozos de madera
Viendo
Agonizar la luz sobre la alberca
Oyendo
La confesión nocturna de las hojas
Diciendo
No sé si la canción o la plegaria
Y dando
Los terrones de azúcar a mi perro.

59
XI

Sería arrancarme la piel


Quitarme su recuerdo.
Sombra interior que me acompaña siempre,
por Ella es el reposo y la aventura,
El cálculo y el juego,
Ella, los nietos de mi sangre,
Ella, única memoria de mi nombre,
Que yo soy Ella misma
Venciéndome a cada instante del olvido.

X III

Jamás el odio insano


Por origen o raza.
Iguala el señor al campesino.
Compañero el ligur y el lusitano,
Con el sajón erige los taladros,
Agua del arrozal sus plantas moja
Al lado de nipones y de chinos.

Orgulloso del bronce de sus razas:


Española, indígena, africana,
La lisa crencha o el estambre rizo
Gustoso enreda a la guedeja flava.

Id. rudos labriegos de la Europa ancestral.


Acudid, artesanos y obreros.
Os aguarda el abrazo,
y la bandera,
De una patria que se hace cada día,
Si glorioso el pasado
Aún más glorioso porvenir espera.
Feliz año, bandera, feliz año,
Felices todos
Los años por venir en tu regazo.

60
XV

Regalo de sol y campo llano


De la espiga y la palma
De la perla y del oro;
El pueblo dice hermano, y es hermano,
Da con la mano el alma
Tesoro de amistad es su decoro.

XVI

Tierra de Promisión.
Tierra de Gracia, esa que dicen
De Venezuela.

Noches de Bruselas.
Enero-febrero, 1958.

61
De CAMPO Y NUBE
FE DE VIDA

Dolores:
El nombre sorbió los dolores.
El árbol aún fresco da flores de amores.
P e d r o S o t il l o

Nací del barro anciano de una tierra cualquiera


Ninguna tierra es mala si la riega el amor
Tampoco a ningún hombre faltó la luz cimera
Que en el leño es hoguera y en el iris es flor.

El hijo. . . el libro. . . el árbol. . . ¡Cuanto pude


Lancé al viento la flecha por alcanzar el sol!
Si del nopal apenas el gualdo airón obtuve
No quita parvo triunfo la fuerza ni el fervor.

Góngora, Garcilaso, Rubén y los Machado


En mis vigilias dieron el norte a mi pasión.
Lírico impenitente, cultivo mi pecado:
Los años no cambiaron de acento mi canción.

Infancia sin juguetes con hambre de hostia y pan.


En los tejos del río yo comencé a escribir;
Envidié los patines del rico camarada
Mientras “ Te Deum laudamus” recitaba en latín.

Juventud sin halagos con sed de vino y agua.


Quise cuantas me amaron y otras que yo no sé.
Mas, desde que oí el eco de mi carne en el alma,
Solamente a la madre de mis hijos amé.

A éstos, que rostro, sangre y sueño me reviven,


¡Cómo quisiera ahorrarles la garra del dolor!
Pienso: ¿podrán ser hombres si cicatriz no exhiben?
“ Sed hombres” , el único consejo que les doy.

Amigos, yo los tengo, y a la amistad me entrego.


Si a la fiera comprendes, la fiera no es feroz.
La mina de tu prójimo es para el buen minero
Que si busca el diamante no teme el socavón.

65
Al mundo doy su parte; el tiempo que me resta
Lo debo a la confianza en un mundo mejor.
Lo construiré en mis versos a la hora de la siesta,
Llevo un demonio dentro, y yo lo llamo Dios.

Nací del barro anciano de una tierra cualquiera


Que con Dios se levanta y se acuesta con Dios.
En Castilla del Oro no es oro su quimera
Del bronce de Castilla tiene el temple y la voz.

Del oro de Castilla la voluntad hereda:


Al aire la hoz degüella la espiga y el testuz:
Segar sabe la estrella
Y hacer del árbol cruz.

Nací de humilde entraña una fecha cualquiera.


¡Dios te salve Dolores, llena eres de luz!

66
E L CONVALECIENTE

I
La poesía se va cuando yo llego
al cercano jardín.
¿Por qué se ausenta?
Armado de tijeras y de guantes,
la rosa temerosa,
morir quiere sobre su propia rama,
y el botón
esplender y deshojarse
allí donde nació:
lejos de búcaros y vasos,
cárceles del perfume y del color.
Hay un aire de crimen en el jardín sin pájaros
cuando yo llego
con la podadera entre las manos.

II

Hay un signo de olor en el pantano,


como si el viento escribiera por la ciénaga
sus versos, nada más.

III

En el confín inmemorial
en ecos se deshace el pensamiento;
como en la roca el forcejear del viento
quiebra en espumas sus quimeras.
Así, no sé si el pensar es agua,
la gota
en la
clepsidra,
o acaso, lava funeral de los volcanes,
o el viento, nada más.
¿Soy porque lo pienso,
o existo, nada más?

67
IV

La adorable quietud de esta mañana


¿quién me la robará?
Detrás de la hojuela del caujaro
un gnomo acechará.
Pero tú, Señor, la paz estando vivo,
no me la quitarás.

En el preludio de una estrofa nueva


Tu nombre está.
Pero en la duda, Señor, en esta arpía
traición de la razón,
por favor, Señor, no digas nada.
Hay una duda bendita y otra,
qué sé yo,
será maldita.

VI

Yo dije, yo no sé si dije yo,


Yo dije, qué sé yo,
Que en la ventana posado estaba
el sol.
Y se ilumina el ser
como si fuera
el polvo eterno del amor.

68
EPILO GO
UN LIBRO CON “ A N G EL” Y CON ANGELES

Por Ramón Gómez de La Serna

No hago crítica de libros y sólo atisbo los caminos de la literatura


universal, apuntando los rasgos de cada creador para que así se vaya
completando una biografía a mi manera, que si algún día madura, apa­
recerá como una sorpresa, pero hoy he sentido la necesidad de hacer
un retrato de jardín de un gran joven venezolano, Lus Beltrán Guerrero,
al que a través de los años he visto alcanzar su plenitud intelectual.
En Buenos Aires no se contaminó con ningún parcialismo de grupo
y se me fue aclarando como escritor y como persona, en sus obras, en
sus conferencias y apareciéndoseme con sus gafas lechuzonescas y pro­
fesorales que parecían broma de niño que se ha puesto las de su padre.
Impera sobre mis recuerdos de aquella época su visita con Don Pedro
Sotillo, que me dio la sensación panorámica y poemática de Venezuela,
como un monte arborecido bajo un sol potente que fuese el punto de
la i de su apellido.
Don Pedro como otro Don Pedro — Don Pedro Emlio Coll que me
había descifrado lo venezolano cuando aún no había estado en América—
me dio la sensación de cómo llega a la noble madurez el americano con
corazón de poeta, precisamente por el contraste, con el adolescente es­
tudioso y noble que era Beltrán Guerrero.
En recuerdo de esos recuerdos tan puros y nítidos, escribo hoy sobre
él y su último libro, disculpada la excepción — como no se disculparía
ni si escribiese por gratitud— por esa ternura que Beltrán Guerrero
provoca al ver en él un hijo de la Literatura lleno de vocación, de nuevo
la aparición fúlgida del escritor legítimo.
Primero el reciente vigía, proyectó y escribió cosas diferentes, aumen­
tando su cultura con fiebre y cada libro suyo y cada artículo, eran una
parada reflexiva en la plazoleta de elección de caminos.
Su visión original del Humanismo a era un letrero del camino elegido
que podía fijar su nombre como dirección perceptible, cuando de inme­
diato pasa de sus humanidades y sociologías — llenas de profunda tole­
rancia— a un misticismo personal de poeta y dice que “ sólo le interesa
la poesía” , abandonando las polémicas de la monotonía, las consignas.

71
Limpia su frente como un cristal de telescopio, vuelve sus miradas
hacia lo alto encontrando en los cielos tranquilos la única consolación
de la vida.
Sus versos modernos y lopescos, brotan mágicos en su “ casilla” — así
llamaba Lope a su hogar— revelando la felicidad de la pareja que se
comprende y descubriendo con su foco poético la presencia de la mujer
que borda a su lado y enlaza los dos corazones con madejas azules,
mientras mece una cuna.
Pero lo más importante de su libro es el encuentro de los ángeles,
en los pies.
La lucidez y la bondad de Beltrán Guerrero tenían que lograr la trans­
parentación del aire que puede hacer que se llegue a ver los ángeles.
Estos ángeles que ve el poeta venezolano no tienen que ver con los
ángeles aparenciosos y finústicos de otros poetas que los pintaron con
reloj de pulsera o haciendo alpinismo con esquís, como si tuviesen alas
Los ángeles de Beltrán Guerrero son los verdaderos, los que le han
entrado por la ventana abierta en el feliz jardín de Caracas, como admi­
rable anunciación.
El principal, el más saludable, el más hogareño es el que estuvo en
la vetusta Posada de su nombre y ahora se ha refugiado en la hospedería
ideal de la mansión del poeta.
En la convivencia con ellos — y que le dure muchos años— sabrá qué
color tienen las alas — banderas del cielo— y si alguna vez llega un
querubín nos podrá decir si, como dice Ezequiel, los querubines tienen
cuatro rostros.
Desde luego son ángeles de cuerpo entero — no como los que Rafael
pintó, sólo consistentes en una cabeza de cuya nuca salían dos alitas—
ángeles que le irán trasmitiendo los únicos misterios que nos interesan,
los misterios de Dios.
Está bien que el inspirado poeta se haya puesto al amparo de los
ángeles porque eso le rejuvenecerá siempre, ya que se le pegará algo de
ellos, pues según Swedenborg “ los ángeles se van rejuveneciendo pro­
gresivamente” .
Todas son ventajas en el estar a bien con los ángeles y se ve que
esparcen su dicha y su luminosidad alrededor del poeta y llega su gra-
gracia hasta ese cuarto trastero en que una modista trabaja ante el pano­
rama sereno del revés de la casa, en recoleto ambiente de poema — quizá
el más admirable del libro— y en el que es como un ex-libris ese cora­
zón de almohadilla clavado de alfileres, al que alude él.
Este bello libro de Beltrán Guerrero siempre será una afortunada par­
tida ganada por el poeta y como los ángeles son los pesadores de las
almas el día supremo, lo echarán en el platillo de las sutiles pesas de
oro para que sea aliviador contrapeso en caso de alarma.

Indice Literario, Suplemento de “ El Universal”


Caracas, 4-IX-54.

72
I N D I C E

De SECRETOS EN FUGA

La nave ....................................................................................................... 9
Nocturno del mar ..................................................................................... 10
Poema de la Madre T ie r r a ..................................................................... 15
El c a rd ó n .................................................................................................... 18
Tierra, tierra nuestra .............................................................................. 19
Símbolo ....................................................................................................... 20
Invocación ................................................................................................ 21
Lazarillos .................................................................................................. 22
Cielo in fie l.................................................................................................. 23
Arbol de Berenice .................................................................................. 24
La gracia del v e rb o ..................................................................................... 25

De POSADA DEL ANGEL

Los sonetos del á n g e l................................................................................ 31


Los sonetos del h o g a r .............................................................................. 34
Poema del primer regreso......................................................................... 36
El o t r o ................................................. ....................................................... 38
Laude ......................................................................................................... 39
Oda al a m o r ................................................................................................ 40
Memoria de tus m an o s.............................................................................. 41

De EL VISITANTE

Oda desde L u te cia..................................................................................... 45


La presentida.............................................................................................. 47
Mediterráneo .............................................................................................. 49
Niza ........................................................................................................... 50
Itinerario español....................................................................................... 51
Punto ......................................................................................................... 54

73
De TIERRA D E PROMISION

I / Tierra de Gracia se llam ab a............................................................ 57


V / No tan sólo la g e s t a ...................................................................... ... 58
V II / Yo beso la am atista ...................................................................... ... 59
V III / Esparcid la sim ien te...................................................................... ... 59
X I / Sería arrancarme la p i e l ............................................................... ... 60
X III / ]amás el odio insano ....................................................................... 60
XV / Regalo de sol y campo lla n o ...................................................... ... 61
X V I / Tierra de P rom isión...................................................................... ... 61

De CAMPO Y NUBE

Fe de v i d a ....................................................................................................... 65
El convaleciente ........................................................................................ ... 67

EPILOGO
Un libro con “ ángel” y con án g eles.............................................................71
por Ramón Gómez de la Serna

74
ESTE LIBR O SE T E R M IN O DE
IM P R IM IR EN LOS TALLERES
D E C RO M O TIP, E N CARACAS, E L
22 DE JU L I O D E 1983.
1 $ FUNDARTE

Fundación para la Cultura y las Artes del Distrito Federal

L U IS B E L T R A N G U E R R E R O (C aro ra, E do. L ara, ll-X -1 9 1 4 ),


poeta, ensayista, crítico, hum anista, profesor universitario por
m uchos años en la U n iversidad C en tral de V en ezuela y en el
Instituto P ed agó gico en C aracas, académ ico de la H istoria y de
la L en gu a, C orrespondiente a la R eal E sp añ ola, Prem io
M unicipal de Prosa (1 9 6 4 ), autor de una rica, den sa y variad a
obra literaria p lasm ad a en num erosos libros, todos ellos con
una p ro sa “ cristalina, cortada y azorinesca” .
E l escritor Arturo U slar Pietri lo. h a definido m agistralm en te
así: “H om bre de estudio severo y de creación e x ig e n te .. . H a
estu diado, ha enseñado y ha escrito con alto sen tido de la
c a lid a d . . . H a escrito crítica eru dita y penetrante y valiosas
m on ografías de historia literaria y de las ideas, y es p o eta de
verso clásico, castigad o y m edido, en el que las sílabas, los acentos
y voces caen con seguro tino expresivo, com o han de exigirlo un
oído y una sen sibilidad form ados en la caden cia de H oracio
y en la m úsica transparente de G arcilaso” .
F U N D A R T E , com o hom enaje a este ilustre escritor, próxim o a
cum plir seten ta años, presen ta una selección de su escritura
poética realizada por E u gen io M ontejo. Y se h a logrado así,
con acierto, presentar u n a m uestra de la p o esía de L u is Beltrán
G uerrero vista p o r un escritor de otra generación, con otras
vivencias, perspectiv as y situaciones diferentes. C on esta
an tología poética, se abre un cam ino y un propósito para
reconocer a los artesanos de las letras y auténticos hum anistas de
nuestro país.

Colección Delta N° 15

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