Está en la página 1de 21

Familias, jerarquización

y movilidad social
Giovanni Levi
(editor)
Raimundo A. Rodríguez Pérez
(Compilador)

Familias, jerarquización y
movilidad social

universidad de murcia

2010
Índice

Prólogo: Familias, jerarquización y movilidad so-


cial. nuevas PersPectivas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Giovanni Levi

1. gruPos y redes sociales

aristocracia, linaje, mayorazgo: reFlexiones a tra-


vés de la casa de los marqueses de villena en la edad
moderna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
Sebastián Molina Puche

alteridad y alianza: consolidación y rePresentación


del gruPo de Poder de la rePública de tlaxcala du-
rante el siglo xvi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
Ana Díaz Serrano

Privilegios y malogros de la Familia camarão . . . . . . . . 45


Ronald Raminelli

estrategias sociales y redes de Parentesco de los bo-


tigueros de telas en la valencia del siglo xviii . . . . . . . . 57
Daniel Muñoz Navarro

la PolÍtica educativa de las Familias ilustradas vas-


cas: la Familia Álava y el real seminario de vergara. . 71
Álvaro Chaparro Sáinz
estrategias de conFormación y consolidación de las
Familias de élite comercial y PolÍtica Porteñas . . . . . . . 87
Sandra Olivero

clero e FamÍlia: os notÁrios e comissÁrios do santo


oFÍcio no sul de Portugal (o caso de beja na Primeira
metade do século xviii) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101
Fernanda Olival

redes mercantiles y Formación de la Familia en el co-


mercio colonial esPañol durante el siglo xviii. . . . . . . . 115
Dr. Xabier Lamikiz

la comunidad mercantil en la villa de albacete. red,


Parentesco y organización social (1750-1830) . . . . . . . . . . . . 129
Cosme Jesús Gómez Carrasco

Familia, redes y negocios en sudamérica (1790-1850) . . . . . 145


Viviana E. Conti

el “clan” cagigal: un estudio sobre los militares Pro-


Fesionales en los siglos xviii y xix . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159
Tomeu Caimari Calafat

Parentesco de leche y movilidad social. la nodriza


Pasiega . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171
Elena Soler

Parentesco, Poder y PolÍtica en la argentina de la se-


gunda mitad del siglo xix: el caso de los civit de men-
doza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181
Beatriz Bragoni

redes Familiares en la inmigración hacia el ensanche


este de madrid (1860-1878) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201
Borja Carballo Barral

estructuras domésticas y estrategias Familiares en


la castilla urbana: en torno a la Familia arriacense
en el último tercio del siglo xix . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 217
Javier San Andrés Corral
un hogar abierto: Familias inmigrantes en el cre-
cimiento de madrid a través de un caso de estudio,
chamberÍ 1860-1905 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231
Rubén Pallol Trigueros

de Parientes a vecinos: evolución de las redes de Pa-


rentesco y la solidaridad Familiar en un esPacio ur-
bano en transFormación: el ensanche sur de madrid
(1860-1905) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 245
Fernando Vicente Albarrán

la economÍa social en américa latina y su desarro-


llo en la historia. lecciones Para la reorientación
del estado del bienestar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 259
Lourdes Eugenia Osorio Bayter

2. Patronazgo, clientelas y dePendencias

i Padrini: Patroni o Parenti? tendenze di Fondo nella


selezione dei Parenti sPirituali in euroPa (xv-xx seco-
lo). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 275
Guido Alfani

la Familia mendoza, ejemPlo de Patronazgo Femenino


en la edad moderna. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 297
Juana Hidalgo Ogáyar

el noble en la corte. don Pedro Fajardo, iii marqués de


los vélez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 311
Raimundo A. Rodríguez Pérez

de gobernadores Facticios a Factores de mercedes. la


recuPeración del Poder del iv marqués de los vélez . . 327
Domingo Centenero De Arce y Óscar Parra Montoya

lealtad a la corona y ascenso social de una Familia


siciliana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 341
Pier Luigi Nocella

criollismo, redes clientelares y la comPañÍa de jesús:


la Familia garavito-illescas en el Perú virreinal (si-
glo xvii). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 353
Alexandre Coello de La Rosa
gruPos de Parentesco en la carrera del honor: los
caballeros del valle de ayala en el siglo xviii . . . . . . . . . 367
Yolanda Aranburuzabala Ortiz de Zárate

os homens do governador: relações de Parentesco e


redes sociais no continente do rio grande (1769-1780) . . 385
Fábio Kühn

los PARiENTES del diPutado: las redes Familiares del


caciquismo liberal. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 399
Juan Antonio inarejos Muñoz

Presentando en Familia. los marqueses de san Felices


en el casino de madrid . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 411
María Zozaya Montes
de gobernadores Facticios a Factores
de mercedes. la recuPeración del
Poder del iv marqués de los vélez

Domingo Centenero De Arce


Instituto Universitario Europeo de Florencia

Óscar Parra Montoya


IES Calasparra (Murcia)

introducción

1
Durante las últimas décadas la historiografía nobiliaria ha estado interesada
en el análisis de la gestión de los patrimonios nobiliarios y particularmente en
el análisis de lo ingresos y los gastos. Este último superaba los límites de una
racionalidad moderna, permitía, en una sociedad que no se guiaba por nuestros
parámetros, mantener la reputación de la casa a través de toda una representa-
ción de su poder que era, en definitiva, el verdadero baremo de su importancia.
El efecto de esta situación era una perenne necesidad de censos que, otorgados
por la corona sobre sus mayorazgos inalienables, les permitían mantener su ni-
vel de gasto y parejo con ello su nivel de reputación (Yun Casalilla, 2002; García
Hernán, 1993).
Sin embargo, en estos estudios, frecuentemente, se nos ha quedado en el tin-
tero las relaciones de patronazgo y clientela que estas casas aristocráticas esta-
blecían con sus entornos de origen e incluso con las diversas partes de la monar-
quía. La aristocracia desde sus cargos u oficios en la monarquía podía ejercer un
patronazgo que le permitía, no siempre, formalizar su poder en los territorios de
origen al abrirse, a través de los oficios de la monarquía una vía de premio que
permitía formalizar su poder en sus señoríos de origen o en sus territorios limí-
trofes. Se anudaba así una relación simbiótica a tres bandas donde los intereses
de las oligarquías de los señoríos se hacían presentes por la necesidad del señor
ausente de controlar la zona de proveniencia, a la vez que articular su nuevo go-
bierno sobre pautas clientelares de fidelidad que le aseguraran su funcionalidad;
además, estas redes creadas en los lugares de destino coadyuvaban a crear una
serie de intereses recíprocos y de conexión cultural. Sin embargo son pocos los

1 Quisiéramos dedicar este artículo a nuestras respectivas mujeres y a Luis Parra Montoya.

327
trabajos que se han dedicado a la aristocracia desde estos puntos de vista (Martí-
nez Hernández, 2004; Hernando Sánchez, 1994).
Durante los últimos años algo ha comenzado a cambiar. Así hemos asistido a
la recuperación del papel que algunas de estas casas nobiliarias tenían en Cas-
tilla, tanto por su poder señorial, como por los oficios que ostentaban. Así a los
estudios dedicados a la relación de la Casa del Infantado con la ciudad de Gua-
dalajara se han sumado: el análisis de Antonio Jiménez Estrella sobre la capitanía
general de Granada y su relación con la casa Mondéjar y la reciente tesis de Salas
Almela sobre la Casa de Medina Sidonia, que venía a completar su libro anterior
sobre la capitanía General del Mar Océano (Gómez Urdáñez, 1993; Salas Almela,
2002; Jiménez Estrella, 2004; Carrasco Martínez, 2000; Salas Almela, 2006).
Todos estos estudios nos han permitido vislumbrar una línea de investigación
que pretendemos continuar a través del análisis de una casa menor: la casa Fajar-
do. Son diversos los trabajos que recientemente se han dedicado a esta casa, en
parte provocados por la apertura a la investigación del archivo de la Casa Ducal
de Medina Sidonia, depositaria en gran parte de la documentación de la casa de
los Vélez, lo que quizás nos ha permitido corregir, aunque no mucho, una visión
excesivamente ciudadana de los poderes en el reino de Murcia (Guillamón Ál-
varez, 2006).
Ahora bien, nuestra intención con esta investigación es interrogarnos por la
naturaleza cambiante del poder nobiliario. De ahí el titulo. Nuestro interés, por
tanto, es ver como éste no permaneció incólume a las embestidas del tiempo.
La progresiva incorporación de la aristocracia a las tareas gubernativas comple-
mentando sus papeles, como clase dominante, y grupo dirigente, por emplear la
terminología de Maravall, no sólo provocó la movilización de sus mayorazgos
para servir a las guerras o en sus diversos oficios, sino también les dio la oportu-
nidad de construir redes sociales que, por qué no, atravesaban gran parte de la
monarquía, y permitían mantener unas formas de poder que fueron cambiantes
transformándose cada vez más a lo largo de la Edad Moderna en factores de mer-
cedes, o en intermediarios claves en el ejercicio de gobierno de de la monarquía.
Pero veámoslo.

1.

En 1492 capitulaba el último reino musulmán de la península ibérica, el reino


de Granada. Su caída suponía el fin de una frontera y de un tipo de vida que se
mantenía desde hacía ya largo tiempo. Durante la mayor parte de este periodo la
organización y defensa de los limes había recaído en los más diversos poderes:
desde los señoríos urbanos, pasando por las órdenes militares, hasta llegar a la
nobleza territorial.
Sin embargo, en último término, la organización defensiva de los territorios en
peligro correspondía, en teoría, a los adelantados y capitanes mayores. Un oficio
que cubría la mayor parte de los territorios castellanos y que tenía como misión

328
principal tanto el ejercicio de la justicia en primera instancia, como la organiza-
ción militar de la defensa del territorio A pesar de su extensión, o quizás por eso
mismo; por la tensión de enfrentarse a diversas realidades que evolucionaban
en paralelo al desarrollo de la frontera, la evolución del oficio fue variada en los
distintos territorios. En el sur de la península, como es evidente, la tensión de
la frontera obligaba a que primaran sus competencias militares. De ahí que la
elección de los oficiales de las zonas fronterizas recayera por diversos motivos en
hombres especializados en la guerra.
Los casos de Per Afán de Ribera, adelantado de Andalucía, o Pedro Fajardo,
adelantado de Murcia, nos muestran más concomitancias de lo que en un prin-
cipio pudiéramos pensar. Ambos linajes procedían de la nobleza nueva ligada
directamente a la Corona por su participación en el combate, donde habían obte-
nido importantes roles y señoríos. En ambos casos serían éstas y otras diferentes
razones las que los encumbraría en el oficio. En el caso de Murcia, la elección de
Pedro Fajardo estuvo motivada por el conflicto sucesorio, que obligaba a retirar a
los antiguos oficiales, los Manuel, para situar un punto de anclaje que controlara
el territorio y que actuara como contrapeso del poder que irradiaban los marque-
ses de Villena. De igual modo, la elección de Per Afán de Ribera, permitía esta-
blecer una balanza de poderes en el conflicto suscitado entre las dos grandes fa-
milias nobiliarias en el reino de Sevilla, los Ponce de León y los Guzmán durante
la minoría de edad de Enrique III (Ladero Quesada, 1994; Martínez Carrillo, 1985;
Jiménez Alcázar, 1993; Ladero Quesada, 1984; Vázquez Campos, 2000, 2006).
Ambas elecciones nos muestran una alteración de los poderes alrededor del
territorio. Una acción propiciada por la corona, que no sabemos si de manera
consciente o inconsciente favorecía el conflicto como forma de control, al situarse
como árbitro del mismo. Estas nuevas familias ostentando el oficio de adelantado
podían crecer socialmente, a la vez que apuntalaban el poder de la Corona. Todo
esto sin perder de vista que el ejercicio del poder por parte de estos oficiales de-
pendía de un conflictivo juego de poderes. La patrimonialización de los oficios
por parte de estas familias se nos muestra como un arma de doble filo. Por un
parte permitían a la corona apuntalar su poder. Por la otra, la situación creada
podía ser contraproducente; la independencia otorgada podía mostrarse desfa-
vorable a la fidelidad que la corona intentaba asegurar. Pese a todo resulta siste-
máticamente difícil trazar una evolución del oficio y de sus respectivos pesos en
los diferentes territorios. Estos siempre dependen del desarrollo de los conflictos
jurisdiccionales entre los diversos poderes pre-existentes. Además, parece que la
corona pretendió, no siempre con éxito, recuperar de mano de los más diversos
poderes el control de la justicia, una de las claves de su poder. Es por ello que
intentó delimitar y limitar las antiguas prerrogativas que en el ejercicio de la jus-
ticia gozaban los adelantados. Una situación que no era producto de una recons-
trucción consciente de sus prerrogativas, sino de un proceso de yuxtaposición de
poderes, que nos es, por habitual –en el Antiguo Régimen– de sobra conocido.
La progresiva implantación del oficio de corregidor fue un medio más en esta
política, pues, pasó de ser un oficio excepcional a ser, lentamente y no sin re-

329
sistencias, uno de los elementos claves en el control no sólo de las ciudades y
sus banderías, sino también de una nobleza que alargando su mano intentaban
controlar las ciudades. Una situación que unida a la fundación y articulación del
consejo real como centro de conflicto entre nobleza y corona y la consecuente
formalización de audiencias y chancillerías, nos enmarca dentro de una política
de mayor alcance que atravesó vaivenes en el dilatado y conflictivo siglo XV, y
que consiguió, en cierto modo, su culminación con los Reyes Católicos, quienes,
quizás, supieron imprimirle un carácter propio a una labor que venía de antes
y que culminaría con la implantación progresiva del corregidor en toda Castilla
(Lunenfeld,1989; Bermúdez Aznar, 1974).
Su implantación supuso también la generación de un núcleo importante de
conflictos jurisdiccionales entre los diversos poderes, aún más en las zonas de la
costa del sur peninsular donde los corregidores se vieron investidos con el título
de capitán de guerra2. A tenor de todo parece, aunque se necesite de un estudio
comparativo entre las diversas zonas, que, una vez más, la corona prefirió un
sistema donde el conflicto se tornaba una forma de control de los diversos pode-
res, y qué este no sólo se limito a los corregidores, sino qué acogió también a las
más diversas instancias judiciales. Casos como la conflictividad suscitada entre
la audiencia de Canarias y el adelantado de aquellas islas, la audiencia y el gober-
nador de Galicia –si bien este cargo no tuvo la continuidad patrimonial de la que
gozó en este sentido las del sur de la Península– y por último el más evidente sea
el de Capitán General de Granada y la Chancillería, y que tendría continuidad
en América. Una política programática por parte de la corona, que tenía como
resultado una sucesiva re-definición de los espacios y articulación de los límites
de los poderes sobre el territorio. Un tipo de negociación constante que en último
término favorecía al poder arbitral de la justicia: la corona.
Centrándonos en el caso de Murcia, era la propia condición fronteriza lo que
permitía a los Fajardo desde su posición de adelantados, encargados de la ad-
ministración militar y judicial controlar el territorio, al conformar una vasta red
de personas dependientes, que se articulaban a lo largo del territorio a través
de las alcaldías de Murcia y Lorca y las demás fortalezas dependientes de la
casa. La selección por tanto de este personal y su propia dependencia de la casa
era algo necesario, pues si no sucedía así se podían generar problemas, como el
propio conflicto interfamiliar desatado entre Alonso Fajardo –el Bravo– desde la
Alcaldía de Lorca y el adelantado Pedro Fajardo, nos demuestra. Sin embargo,
a pesar de este conflicto, el poder de los adelantados salio reforzado, pues tras
la derrota y destierro de Alonso Fajardo «el Bravo», Pedro Fajardo –el adelanta-
do– quedó como poder único dentro del reino de Murcia gracias a la debilidad
del poder real. Posición ésta que se vio favorecida por la firma primero de una
hermandad entre las tres ciudades principales del reino que era supervisado por
el propio adelantado, lo que favorecía el control de las mismas y conllevaba en

2 Castillo de Bobadilla en su obra nos hace una extensa relación de estos problemas y con-
flictos de jurisdicción (Castillo de Bobadilla, 1978, edición facsímil).

330
cierta manera el ejercicio de la justicia en firme competencia con los corregidores
y pesquisidores enviados a Murcia (Torres Fontes, 2001; Jiménez Alcázar, 1993)3.
Por otra parte, además de estos oficios hemos de incluir la posibilidad que go-
zaba el adelantado de terciar en la selección de algunos oficios de comendador en
la zona noroeste del reino. No podemos olvidar que la familia Fajardo mantuvo
una estrecha relación con los maestres de las órdenes militares desde la Baja Edad
Media (Torres Fontes, 1953); de ese modo, el nombramiento de los comendadores
de la Orden de Santiago, especialmente, parece que estuvo mediatizado tanto por
las facciones en liza en la corte, como también por los conflictos en el interior del
reino, llegando en ocasiones a ir de la mano. Así para fechas más recientes parece,
a tenor de la documentación, que algunas de estas encomiendas situadas en el no-
roeste del reino, como la de Caravaca, pasaban de mano en mano, en el interior de
la familia Fajardo y sus aliados, a través del recurso a la «resignatio in favorem» en
los casos más evidentes o en su defecto en las solicitudes para su concesión4. Una
situación que perduro, hasta 1539, y su fin habría que vincularlo a la incorporación
definitiva de las órdenes militares a la corona real, y con ella el nacimiento de un
nuevo estilo de administración que convertía a las encomiendas en una forma más
de gracia real que permitía aumentar los ingresos de las casas nobiliarias, y por
ende una forma más de sanear sus deudas (Yun Casalilla, 2002).
La llegada del corregidor y su discutida implantación suponía una pérdida
de poder efectivo del adelantado, pues condesaba bajo su vara de la justicia las
tres principales ciudades del reino. Por todo ello y para prevenir el casi seguro
conflicto jurisdiccional entre el adelantado y el corregidor, y la vez asegurar la
fidelidad de la familia Fajardo a la corona, los reyes hicieron uso de su patronaz-
go para concertar el matrimonio de la hija mayor de don Pedro Fajardo, Luisa
Fajardo, con don Juan Chacón un cortesano de los reyes Católicos (Hernández
Franco, 1996). Al mismo tiempo, para disminuir su poder los reyes conmutaron
el señorío de Cartagena por el de Vélez.
Durante este periodo no podemos negar que el adelantado mantuvo un alto
control sobre los concejos del reino de Murcia, lo que le situaba como un goberna-
dor facticio del territorio en un momento convulso de la vida política castellana.
Con la muerte de Isabel la Católica, y ante los sucesivos problemas de la regencia
que se unían a los conflictos con la iglesia de Cartagena, que todavía están por
revisar, don Pedro Fajardo intentó volver a recoger las prerrogativas judiciales

3 Este último autor ha llevado a cabo en este artículo una interesante clasificación de los
ritmos del poder en la edad moderna.
4 Los Marqueses de los Vélez intentaron que las encomiendas pasaran de padres a hijos
mediante el empleo de la «resignatio in favorem». Esto lo lograron mientras su importancia fue
relativamente cercana con el poder real. ADCMS. Leg. 455. Renuncia de su hijo don Luis de la en-
comienda de Caravaca, 1539. Baste prestar que esta encomienda una de las más ricas de la orden de
Santiago paso después a manos del hijo de Lerma y más tarde a manos del Conde Duque de Oliva-
res. Los mismos cargos del encomienda eran otorgados a personas importantes de la encomienda o
solicitados por el que se rogara por que cayeran en personas cercanas a su clientela que estaban en
la misma Orihuela. Un ejemplo. ADCMS. Leg. 552.

331
bajo su mano, intentando una vez más controlar la convulsa vida política de la
ciudad. Su intención era por un lado reforzar su posición que lo situaba como un
gobernador facticio del territorio, a la vez que mantener la calma en el reino ante
los sucesivos embates políticos que surgieron a la muerte de la reina Isabel.
Durante el gobierno de Felipe, don Pedro se mantuvo en un discreto segundo
plano. A su muerte, éste se decanto rápidamente hacía el bando del rey don Fer-
nando. Su papel con fiel servidor fue pronto reconocido por el rey Fernando, que,
recién llegado al poder, le intituló como Marqués de los Vélez (1507). Esto supo-
nía, el reconocimiento de los Fajardo como gobernadores facticios del territorio,
al tiempo que la corona se aseguraba su vinculación ante los sucesivos embates
a los que se enfrentaba; baste mencionar, los intentos del Duque de Medina Sido-
nia de apoderarse de Gibraltar o la revuelta del Conde de Priego en Córdoba que
fue pronto sofocada por las tropas real- nobiliarias, en su mayor parte moriscas
del capitán General de Granada, el marqués de Mondéjar (Jiménez Estrella, 2004;
Jiménez Alcázar, 2000).
Durante las comunidades, una vez más, el marqués intentó ejercer como go-
bernador facticio del territorio. Las comunidades habían servido como válvula de
escape de variadas tensiones. Los señoríos del marqués se levantaron ante la pre-
sión que éste ejercía sobre ellos. El resto de los comuneros, que en su mayor parte
estaban fuera de los circuitos de poder local y no podían acceder al reparto de las
dehesas de propios, que estaban siendo enajenados, denunciaron a sus congéneres
por ir contra el bien común recibiendo el apoyo directo del marqués, quien inten-
taba controlar un espacio agrario que abarcaba las diversas cañadas del territorio
murciano. La intervención del marqués no era aleatoria, tenía mucho que ver con
sus intentos de asegurarse un papel preponderante en la recomposición del espa-
cio agrario que había seguido a la trueque del señorío de Cartagena.
Con la incorporación de Cartagena el marqués dejaba de controlar las impor-
tantes dehesas en el momento en que comenzaban a llegar con fuerza los gana-
dos mesteños. Esto le obligaba a mantener una alta presión sobre sus señoríos
murcianos y sus zonas adyacentes con la intención de apropiarse de los espacios
limítrofes y aumentar las dehesas y pastos en contra de la jurisdicción real. Al
marqués además no le gustaba el férreo control que los concejos y sus elites es-
taban desarrollando sobre las dehesas y el paso de ganados. En primer lugar
porque entorpecían la llegada de los ganados mesteños a sus nuevos señoríos
de Almería donde obtenía altos beneficios por la venta de hierbas, lo que explica
en parte sus intereses en aquella zona, y en segundo lugar, porque los concejos
competían con él en la oferta de hierbas para los ganados. Consecuentemente
los intentos del marqués por controlar la explotación de las dehesas chocaban o
bien, con los intereses locales de algunos regidores de aumentar la superficie de
huerta cultivada, o bien, con los intereses locales de los señores de ganado que,
formando parte del patriciado, eran más favorables a la mancomunidad de pas-
tos (Centenero de Arce, 2003; Jiménez Alcázar, 1997)5.

5 Sobre dichos arrendamientos véase el conflicto por la dehesa de Campotéjar que al pa-

332
La derrota de las comunidades dejó al marqués en una posición difícil ante la
Corona. Su papel como mediador en la comunidad fue ampliamente denunciado.
Como medida para congraciarse con Carlos V reunió un ejército que fue pagado
en parte con dinero valenciano, para marchar contra los agermanados6. El reco-
rrido de su ejército, Elche, Alicante, y por último Orihuela nos muestra quienes
fueron sus pagadores. El saqueo de la ciudad Orihuela debe ser interpretado por
un lado, como un pago a su ejército lícito según el derecho de guerra y por el otro
como un aviso a aquellos que, como los Rocafull, habían dado refugio a algunos
anti–comuneros de Murcia al tiempo que, gratificaba a uno de sus más fervientes
apoyos, el cabildo de la catedral, al eliminar la posible secesión del obispado de
Orihuela, como había hecho dos años antes (Carrasco Rodríguez, 1999).
Ahora bien, a pesar de la intervención en el sofoco de las germanías el mar-
qués fue duramente castigado con el destierro de su casa de la ciudad de Mur-
cia. Además, la derrota había llevado, no sabemos si obligados por la corona,
al heredero del marqués de los Vélez a incorporarse a la corte trashumante de
Carlos V, lo que incrementó la ya de por sí maltrecha economía. Ésta descansaba,
aunque resulta difícil medir las diferentes partidas por lo fragmentario de la
documentación, en las rentas señoriales, en los beneficios por la venta de hierbas
de las diferentes dehesas, que suscitaron importantes conflictos, en los juros que
otorgados por la reina Isabel compensaban la perdida del señorío de Cartagena,
y por último la venta de los alumbres de Mazarrón (Franco Silva, 1996, 1994,
1981). Rentas que fueron consumidas en una política de representación articula-
da desde principios del siglo XVI con la que intentaba justificar su posición en el
territorio (Centenero de Arce, 2005).
Ante la suma de los gastos la casa necesitada de liquidez pidió a la corona
permiso para imponer censos sobre sus mayorazgos. El crédito que la casa nece-
sitaba era obtenido de los más variados prestamistas, entre las que cabe destacar
un grupo de origen judeo-converso que empezaban a crecer socialmente, y que
se vieron beneficiadas de la primera oleada de ventas de 1544 (Melchor de Bali-
brera...). La mayoría de estos compradores pertenecían o estaban encuadrados
dentro del bando de los Puxmarín, sobre los que el marqués se apoyaba para
recuperar su antiguo poder en la ciudad de Murcia7 (Centenero de Arce, 2003).

recer había comenzado en los años veinte paralelamente a los intentos del marqués de hacer crecer
sus términos apropiándose de zonas de Ricote. ADCMS. Leg 450. «el pasto común no se extiende ni
debe extenderse ni en la otra parte del Campotejar donde yo y mis antepasado estamos en posesión
desde tiempo inmemorial a esta parte de vender la hierba del que fuera desto en todo el otro termi-
no de la dicha mi villa de Molina» Este acuerdo sería firmado el 15 de mayo de 1545, pero tendría
continuación posteriormente en 1590.
6 ADCMS. Leg 4915. Petición de ayuda de la marquesa de Elche que ofrece a cambio 2000
ducados para sofocar las germanías.
7 La relación quedaría como sigue –donde no se indica nada es que se desconoce–: Bernar-
dino de Guzmán, oficio que compra: Regidor (posible converso) Relación con el marqués, Descono-
cida, Año de compra:1543, Parentela: Soto, Nofre Riquelme Arroniz; Regidor; 1543; Riquelme; Juan
Bustamante; Regidor; 1543 Ximen Pérez Balibrera; Regidor (converso); Prestamista del marqués de
los Vélez; 1543; Soto Melchor Balibrera; Regidor; procesado y condenado por la Inquisición; Pres-

333
En 1549, además, don Rodrigo de Puxmarín se había presentado por mandato
de don Luis Fajardo ante los Reales Alcázares para pedir de los inquisidores la
tenencia de la fortaleza con armas municiones y bastimentos8. Esto suscitó un re-
vuelo pues aunque desterrado, lo que intentaba el marqués era extender la som-
bra tutelar sobre la ciudad de Murcia. El bando rival, liderado por los Riquelme,
se opuso de manera ferviente a tal cesión aliándose con la inquisición, con la fi-
nalidad de mantener lejos de los clientes del marqués los Alcázares de la ciudad.
A toda esta situación se añadían además los problemas suscitados por el aumen-
to por cuatro de las hectáreas regadas, lo que hizo hacer crecer el conflicto en el
interior del regimiento encargado de gestionar las acequias y la distribución del
agua. Esta situación dio lugar a un importante cruce de acusaciones entre ellos,
que comenzaron en la década de los cuarenta, dentro de las investigaciones por
hábitos militares, donde se ponía en duda el origen y la limpieza de algunos de
estos linajes (Owens, 1980). La complicada situación, el ingreso de nuevas fami-
lias en el regimiento murciano, cercanas al marqués de los Vélez, y los problemas
del agua, hizo que se desestabilizara el status quo, dando lugar al nacimiento de
Sotos contra Riquelmes (Centenero de Arce, 2003).
La oligarquía, sin poder reconstruir el status quo anterior, inició una guerra
en su propio seno. Lo converso, la limpieza de sangre fueron armas en esta lu-
cha. Ayudadas por un inquisidor celoso de sus prerrogativas, quizás alentado
además por el conflicto interno que sacudía la tenencia de los alcázares de Mur-
cia, comenzó dando pábulo a las habladurías enquistadas en odios profundos
entre ambas familias. La situación se volvió tensa por momento, y tras sucesivas
denuncias en la corte de la arbitrariedad del inquisidor Salazar, el consejo de la
inquisición decidió intervenir. Apoyado por diversos poderes cortesanos, entre
los que se incluía el marqués de los Vélez, la paz volvió al Cabildo de la ciudad.
Los sambenitos que demostraban la ascendencia judeo-conversa de los principa-
les linajes fueron situados en el lugar menos visible de ella; el trascoro (Contreras
Contreras, 1992).
La recuperación de la estabilidad significaba también la pérdida del poder
del marqués de los Vélez en la ciudad. Éste debía renunciar a recuperar los Al-
cázares de la ciudad de Murcia; en suma, uno de los oficios más importantes en
la gestión del territorio. Los réditos obtenidos por su tenencia, su valor social,
y la capacidad de nombrar tenientes de las mismas, a la vez que mantener una

tamista del Marqués de los Vélez; 1544; Soto Alonso Riquelme; Regidor; 1544; Riquelme. Juan Cas-
cales; Regidor (posible converso); 1544; Soto? Gaspar Bola Ordoñez; Jurado (luego Regidor); 1544;
Riquelme: Pedro Hernández; Jurado; 1545; Desconocida Pedro Riquelme; Regidor; 1546; Riquelme
Gonzalo Pagán; Regidor; Prestamista del marqués de los Vélez; 1549; Desconocida Esteban Guil; Re-
gidor; Prestamista del marqués de los Vélez; 1549; Desconocida; Andrea Ferrer; Jurado; Prestamista
Marqués de los Vélez; 1550; Desconocida Francisco Mateo Valcárcel; Regidor; Prestamista del mar-
qués de los Vélez; 1557; Desconocida. Alonso Lázaro de Monreal; Regidor 1557; Desconocida. Alonso
de Torres; Regidor; 1558; Desconocida. Hernando Sandoval y Ayala; Regidor; 1558; Desconocida;
Alonso López de Andosilla; Regidor; 1569; Desconocida. Juan de Torres; Regidor; 1570. Desconocida.
8 ADCMS, Leg 520.

334
pequeña guarnición armada, lo que le permitía intervenir en la vida de las ciuda-
des y villas. Sotos contra Riquelmes sería por tanto, entre otras muchas cosas, el
fracaso del marqués de los Vélez por controlar la ciudad de Murcia. La oligarquía
había logrado, una vez más, evitar la pesada sombra tutelar, que, a pesar de ello,
seguía manteniendo un importante peso dentro de la ciudad. Por otra parte, el
nacimiento de un enemigo exterior, los moriscos había dado paso al olvido del
pasado judeo-converso. Resucitada la frontera, y un enemigo exterior creado, la
situación interior podía sublimarse a través del éxito en la lucha contra el ene-
migo. Al igual que había sucedido, con la lucha contra la germanía en Valencia
tras las comunidades, la guerra contra el morisco permitía mostrar la fidelidad al
monarca y el propio status social haciendo olvidar el conflicto que se suscitaba
en Europa (Díaz Serrano, en prensa ).

2.

Gran parte de las posibilidades abiertas para la recuperación del poder del
III marqués de los Vélez descansaba en su posición con respecto a la corte. Fue
gracias a ésta como pudo amañar las ventas de oficios para favorecer a sus clien-
tes y deudores, lo que, como vimos, trajo consigo la desestabilización de la vida
política. A pesar de ello su poder en la corte permaneció intacto hasta su vincu-
lación con el asesinato de Escobedo, lo que le costo el destierro y, en el camino, la
muerte (Marañón, 1998).
A su muerte dejaba: un niño menor de edad; una mujer que pronto casó con el
Conde de Benavente, y un tutor más interesado en otras partes de la Monarquía
que en un reino perdido de la periferia castellana, por lo que no dudo en entregar
la gobernación de los estados a uno de aquellos hijos del imperio: Domingo Za-
bala (Martínez Millán, 1998; Cajal Valero, 2006), quien llevó su experiencia como
administrador del imperio –forjada en Lepanto, Flandes con Luis Requesens, y
Barcelona- al servicio de los marqueses reorganizando el funcionamiento de sus
estados (Muñoz Rodríguez, 2006).
Con la cercanía de su mayoría de edad, el IV marqués de los Vélez inició toda
una política para intentar recuperar su poder en el reino de Murcia. Comisio-
nó, entonces, en fecha tan temprana como 1594, al capitán Pedro de Chaves, un
hombre cercano a su padrastro –el conde de Benavente–, para que revisase las
fortificaciones del reino de Murcia9. Usó su presencia en la corte para contempo-
ráneamente lograr que el comisionado para la organización de las milicias cayera
en un hombre afín a su casa, Francisco Molina Soto10, lo que le permitió terciar

9 AGS, GA, 1705, Relación de Servicios del Capitán Pedro de Chaves Monzón.
10 Los Molina de Soto eran uno de los clientes por excelencia del marqués dentro del territo-
rio, y en especial en la ciudad de Mula donde serán durante casi dos siglos los Alcaides del Castillo
ADCMS. Leg 459. Valencia 14 de Agosto 1602. BOLUDA DEL TORO G., Genealogía de la familia Molina.
Manuscrito Biblioteca Particular Mula. Sobre este genealogista vid el discurso de entrada en la Aca-
demia Alfonso X el Sabio de Murcia de Juan González Castaño. Más información en ADCMS. Leg

335
en la reorganización de las milicias de todo el reino y lo que es más importante
en el nombramiento de los capitanes, logrando, de este modo, conformar, no sin
problemas, una red de personas dependientes de la casa. Intentó y consiguió
apropiarse de la gestión de las torres de la costa dado que éstas significaban en
suma el control de los impuestos que las mantenían, amén de la posibilidad de
poder agraciar a sus clientes a través de los cargos dependientes de estas torres11.
Inició una intensa labor de publicística con la intención de justificar la posición
de su casa en el reino de Murcia (Centenero de Arce, 2005; Ruiz Ibáñez, 1995).
No contento con todo aquello, el marqués ambicionó domeñar a la elite mur-
ciana. El resultado de esta operación fue ambiguo. La elite se dividió una vez
más. Algunos querían olvidar su pesada sombra tutelar, aunque todos acudieron
a Espinardo para ver que podían obtener de él12. Éste se veía así mismo como un
padrino, y no le quedaba más remedio que ejercer como tal.13 Ejercicio que de-
pendía de su posición con respecto a la corte. La consolidación del poder lermista
durante los primeros años del reinado de Felipe III supuso un duro golpe para la
casa Fajardo, que quedó relegada a un segundo plano. Esto suponía una pérdida
de posición en la corte y con ella la posibilidad de intervenir en el nombramiento
de corregidores, para la ciudad y otros territorios anejos, una de las formas que el
propio Domingo Zabala reconocía como clave poniendo el ejemplo de la casa del
infantado y Guadalajara para apuntalar el poder de la casa frente al territorio14.
El resultado fue una pérdida de posición con respecto a las antiguas familias,
que habían desarrollado durante su propia minoría de edad fuertes nexos con la
corte (Centenero de Arce, 2003, 2005).
Ante esta situación al marqués no le quedaba más remedio, si quería forma-
lizar su poder en el interior del reino, que hacer valer su cargo de adelantado y
capitán mayor, a la vez que intentaba atraerse hacia sí al mayor número posible
de clientes potenciales. Situación que acarreaba enfrentamientos con las elites
de la ciudad. Hemos de tener en cuenta que los conflictos entre ellas no habían
terminado y el marqués debía de situarse en todo caso por encima de ellos para
lograr no romper el estatus que se había formulado dentro de la ciudad, lo que
no estaba exento de problemas. Al favorecer el marqués, por un lado, a los linajes
menores de la ciudad, intercediendo por ellos en la concesión de hábitos15, y por

479.
11 Sobre todo esto véase la correspondencia ADCMS Domingo Zabala al marqués de los Vé-
lez sobre las torres. ADCMS. Leg 504. Sobre este tema Julio Muñoz Rodríguez y Domingo Centenero
de Arce se encuentran preparando un extenso artículo.
12 Se puede ver en las diferentes cartas del Marqués de los Vélez a Domingo Zabala, ADCMS,
leg 1298, ADCMS 2095.
13 APR. RB. II. 2127 – 126 el marqués de los Vélez a Diego Sarmiento de Acuña (Conde de Gon-
domar) «Todos los negocios que en este reino no tienen otro padrino sino a mi y hago este oficio».
14 ADCMS. Leg 1612 «aun es muestra de facilidad de escribir tanto a mano con ejemplos
acerca del duque del infantado de cómo domina la ciudad de Guadalajara». 24 de agosto de 1600.
Domingo Zabala al marqués.
15 Esta concesión de hábitos como premios a quienes habían favorecido al marqués tendría
como resultado una tensión cada vez mayor en la elite murciana. Una visión general la ofrece: (Her-

336
el otro, al intentar formalizar la posición de su casa a través de los matrimonios
de los hijos de don Luis Fajardo con importantes familias -Alonso de Tenza Fajar-
do con Catalina Zambrana...-, los equilibrios banderizos se rompieron.
Los linajes más fuertes dentro de la ciudad decidieron presentar un frente
común ante el marqués. Se negaron, entonces, a recibir al teniente de adelantado
elegido por el Marqués: don Alonso de Tenza Fajardo. Este fue un primer paso
en lo que más tarde sería un enconado conflicto de jurisdicción, que ha sido estu-
diado con fruición por Ruiz Ibáñez, y que tuvo continuidad a lo largo de todo el
primer tercio del siglo XVII. Así, en Murcia, al igual que en Granada pero sin la
mediación de la Audiencia, el conflicto tuvo lugar entre una elite emergente que
buscaba situarse como un mediador único con la corona real asentando su poder
sobre un espacio en el que se superponían una serie de alianzas familiares.
Esto no significaba la pérdida del poder de la nobleza, porque al tiempo que
perdía estas posiciones, ganaba otras, eso sí, gracias a la propia extensión de la
monarquía. Así, por ejemplo, Alonso de Tenza Fajardo ante los problemas salió
destinado a Filipinas donde llevo consigo a muchos de los clientes de la casa,
mientras su hermano y su padre hacían lo mismo pero en las galeras. Entre tanto,
el IV marqués de los Vélez pedía con insistencia a Lerma el Virreinato de Valen-
cia. Oficio éste que no suponía una renuncia a sus intereses en la zona de Murcia,
bien al contrario, pues una de las razones que le habían impulsado a solicitar ese
empleo era que estaba cerca de sus territorios y podía seguir interviniendo en
ellos16 (Centenero de Arce, 2005).
Con el ascenso al poder de Olivares, la vieja pretensión se vio colmada. Su an-
tigua separación del poder cortesano salvada; además, con su reincorporación a
las tares gubernativas de la administración monárquica se abrían para sus clien-
tes toda una panoplia de oficios que le permitían continuar ejerciendo su sombra
tutelar, aunque de manera diversa a cuanto sería habitual. Su nombramiento, su
incorporación, no significaba una renuncia al poder que ejercían en Murcia, más
bien se trataba de buscar en la administración real una serie de espacios que le
permitieran continuar su relación con el reino de Murcia. La continuidad de los
conflictos jurisdiccionales en la década de los 30 del siglo XVII nos mostrarían las
fuertes capacidades clientelares del marqués de los Vélez (Ruiz Ibáñez, 1995). Su
integración dentro de la maquinaria monárquica puede ser leída, entonces, como
un basculamiento en su estrategia, sus clientelas ya no dependían tanto de la pro-
pia estructura señorial de la casa, sino de su capacidad de intervenir y otorgar
mercedes a través del control de una parte de la maquinaria administrativa de la
corona. Esto permitía el mantenimiento de viejas clientelas, lo que ayudaba a man-
tener vivas viejas pretensiones, como sus intentos de intitularse como capitanes

nández Franco, 2000), aunque quizás nosotros demos más peso a las relaciones existentes entre
estos caballeros de hábito y el marqués de los Vélez. Esperamos tratar pronto esta situación en un
trabajo aparte.
16 Esta situación, como otras, la está tratando extensamente Domingo Centenero de Arce en
su tesis doctoral que lleva por título. ¿Una monarquía de lazos débiles? Veteranos, militares y administra-
dores en la Monarquía Católica.

337
generales, lo que desató todavía en la década de los cincuenta importantes con-
flictos de poder. Ahora bien, para aquel entonces la naturaleza de su poder estaba
cambiando, no se vinculaba tanto a la capacidad de otorgar oficios en su casa, sino
a la de intervenir en la maquinaria administrativa para encumbrar a sus clientes.
Fue quizás a través de este proceso como el poder de las viejas casas nobi-
liarias no desapareció arrollado por una nueve elite emergente y una cada vez
mayor centralización cortesana. Las posibilidades abiertas por la gobernación de
la monarquía Católica trajo consigo el mantenimiento de cierto grado de poder.
El control en los accesos a los oficios de la monarquía, al tiempo que sus propias
posiciones, le permitieron transformarse y adaptarse a los cambios, defendien-
do, además, dicha posición culturalmente, y con ello mantenerse en la cúspide
de la sociedad (Bouza Álvarez, 2001). El problema, sin embargo, es que éste no
fue un cambio brusco, penduló desde esa posición de gobernadores facticios de
principios del XV, hasta aquella de factores de mercedes de fines del XVII (Mu-
ñoz Rodríguez 2003, 2006), lo que hace necesario un estudio de las posiciones
logradas por esta aristocracia no sólo desde una visión local, sino global. Ver
cómo el control de los espacios locales estuvo relacionado con el propio ejercicio
del gobierno de los espacios de la monarquía, y cómo ambos al final resultaban
entrelazados en una malla que requiere ser revisada.

bibliograFÍa:

BERMÚDEZ AZNAR, A. (1974). El corregidor en Castilla durante la Baja Edad Media


1348-1474. Murcia.
BOUZA ÁLVAREZ, F. (2001). Corre Manuscrito. Por una historia cultural del siglo de
oro. Madrid.
CAJAL VALERO, A. (2006). Domingo de Zavala. La guerra y la hacienda (1535-1614).
Basauri - Bilbao-
CARRASCO RODRÍGUEZ, A. (1999).”Una aportación al estudio de las Germa-
nías. El saco de Orihuela”. Revista Historia Moderna. Univ. Alicante 17:219-234.
CARRASCO MARTÍNEZ, A. (2000).”Guadalajara dentro del sistema de poder de
los Mendoza durante el reinado de Felipe II”. en Madrid, Felipe ii y las ciudades
de la Monarquía, editado por E. Martínez Ruiz.
CASTILLO DE BOBADILLA, J. (1978) [edición facsímile]. Política para corregidores
y señores de vasallos. . Madrid [Instituto de Administración Local].
CENTENERO DE ARCE, D. (2003). De repúblicas urbanas a ciudades nobles. La vida
de Don Ginés de Rocamora y Torrano. Sevilla. Tesina de licenciatura inédita.
(2005). “Espejos de la memoria. La publicistica en la historia de la casa Fajardo”.
en Gli Eroi Fassardi / Los Héroes Fajardos. Movilización social y memoria política en
el reino de Murcia (XVi al XViii) editado por F. J. Guillamón Álvarez.
CONTRERAS CONTRERAS, J. (1992). Sotos contra Riquelmes. Madrid.
DÍAZ SERRANO, A. (En prensa). Hannibal ad Portas. La ciudad de Murcia y la gue-
rra de las Alpujarras. Murcia.

338
FRANCO SILVA, A. (1981). “El patrimonio señorial de los Adelantados de Murcia
en la Baja Edad Media”. Gades 7: 47-78.
(1994). “Los Señoríos de los Fajardo entre el Reino de Murcia y el Obispado de
Almería”. Murgetana LXXXIX: 5-43.
(1996). La fortuna y el poder. Bases económicas de la aristocracia castellana. Cádiz.
GARCÍA HERNÁN, D. (1993). “El estamento nobiliario: los estudios clásicos y el
nuevo horizonte historiográfico”. Hispania: Revista Española de Historia, 53 (184):
497-539.
GÓMEZ URDÁÑEZ, J L. LORENZO CADARSO, P. L. (1993). “Los enfrentamien-
tos entre el patriciado urbano y la aristocracia señorial: Guadalajara y los Men-
doza, siglos XV-XVII”. Norba: 127-156.
GUILLAMÓN ÁLVAREZ, F. J. et al. (2006). Gli eroi fassardi. Los héroes Fajardo. Mo-
vilización social y memoria política en el reino de Murcia (XVi-XVii). Murcia.
HERNÁNDEZ FRANCO, J & IRIGOYEN LÓPEZ, A. (2000). “Hábitos de órdenes
militares y oligarquía murciana en tiempos de Felipe II: Del conflicto a la afir-
mación de las señas de identidad”. En Felipe ii y las ciudades de la monarquía. Las
ciudades: poder y dinero. Madrid.
HERNÁNDEZ FRANCO, J. y JIMÉNEZ ALCÁZAR, J F. (1996). “Estado, Aris-
tocracia y oligarquías urbanas en el reino de Murcia. Un punto de flexión en
torno a las comunidades de Castilla”. Chronica Nova. 23: 171-187.
HERNANDO SÁNCHEZ, C. J. (1994). Castilla y Nápoles en el siglo XVi. El virrey
Pedro Toledo. Valladolid: Junta de Castilla y León.
JIMÉNEZ ALCÁZAR, J F. (1993). “Adelantados y mando militar: Los Fajardo de
Murcia (XV-XVI)” en La organización militar en los siglo XV-XVi. , editado por C.
d. G. Castaños. Málaga.
(1997). Un concejo de Castilla en la frontera con Granada. Lorca 1460-1521. Granada.
(2000). Los parientes y los amigos. De los unos y de los otros. Los grupos de po-
der local en el reino de Murcia XIII-XVII. Anales de la Universidad de Alicante.
Historia Medieval 19: Separata.
JIMÉNEZ ESTRELLA, A. (2004). Poder, ejército y gobierno en el siglo XVi. La capita-
nía general del reino de Granada y sus agentes. Granada.
LADERO QUESADA, M. Á. (1984). “De Per Afán a Catalina de Ribera. Siglo y me-
dio en la historia de un linaje Sevilla 1371-1514”. En la España Medieval 4: 477-498.
(1994). “Monarquía y ciudades de realengo en Castilla XII-XV”. Anuario de estudios
medievales 24, 719-773.
LUNENFELD, M. (1989). Los corregidores de isabel la católica. Barcelona: Labor.
MARAÑÓN, G. (1998). Antonio Pérez. Madrid.
MARTÍNEZ CARRILLO, M. (1985). Manueles y Fajardos. La crisis bajomedieval en
Murcia. Murcia.
MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, S. (2004). El marqués de Velada y la corte en los reinados
de Felipe ii y Felipe iii. Nobleza Cortesana y cultura política en la España del siglo de
Oro. Valladolid.
MARTÍNEZ MILLÁN, J. (1998). Felipe II. La configuración de la monarquía hispánica.
Valladolid.

339
MUÑOZ RODRÍGUEZ, J. D. (2003). Damus ut des: Los servicios de la ciudad de Mur-
cia a la corona a finales del siglo XVII. Murcia.
(2006). “Monarquía, aristocracia y poderes locales. Una interpretación del clien-
telismo a propósito de la Casa Fajardo”. en Gli Eroi Fassardi. Los héroes Fajardo.
Movilización social y memoria política en el reino de Murcia, editado por F. J. Gui-
llamón Álvarez. Murcia.
OWENS, J B. (1980). Rebelión, monarquía y oligarquía murciana en la época de Carlos
V. Murcia.
RUIZ IBÁÑEZ, José Javier. (1995). Las dos caras de Jano. Murcia.
SALAS ALMELA, Luis. (2002). Colaboración y conflicto. La Capitanía General del Mar
océano y costas de Andalucía. Córdoba.
(2006.) De la Corte Ducal a la Corte Real: los duques de Medina Sidonia, 1580-1670:
estrategias de poder nobiliario. Florence. European University Institute.
TORRES FONTES, J. (1953). Pedro Fajardo. Adelantado Mayor del reino de Murcia.
Madrid.
(2001). Fajardo El Bravo. Murcia.
VÁZQUEZ CAMPOS, B. (2000). Sobre el origen del cargo de adelantado de la
frontera. en Sevilla 1248 : Congreso internacional Conmemorativo del 750 Aniversa-
rio de la Conquista de la Ciudad de Sevilla por Fernando iii, Rey de Castilla y León,
Sevilla, Real Alcázar, 23-27 de noviembre de 1998, editado por M. González Jimé-
nez. Sevilla.
(2006). Los adelantados mayores de la frontera o Andalucía (Xiii-XiV). Sevilla.
YUN CASALILLA, B. (2002). La gestión del poder. Corona y economías aristocráticas
en Castilla. Siglos XVi-XViii. Madrid.

340

También podría gustarte