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ARAUCANIA y PAMPAS, Un mundo Fronterizo Jorge Pinto Rodríguez (editor)

en América del Sur es el resultado del trabajo de un grupo


de historiadores y etnohistoriadores chilenos y argentinos
que en los últimos años han estado trabajando en Temuco,
Santiago, VaJparaÍso, Bahía ijlanca y Neuquén sobre los
temas acerca de los cuales escriben en esta oportunidad.
Su origen se remont a a un Proyecto de Investigación
Araucanía
y Pampas

financiado por la Com is ión Nacional de Investigación


Científica y Tecnológica de Chile, dirigido por el editor de
este libro (Huincas y mapuche, 1550-1900. Encuentros y
desencuentros de dos sociedades en Chile), que permitió
es tablecer los contactos con los demás autores en el curso Un mundo fronterizo en América del Sur
de su ejecución.

El amplio espacio fronterizo que se gestó en el


cono sur del continente abarcó la Araucanía, las Pampas y
la región Nortpatagónica de Argentina, generando una serie
de relaciones intra y extra espaciales que se analizan en
varios de los trabajos que aqui se publican. Casi todo
ellos demuestran que se trató de una región altamente
integrada y conectada al resto del imperio colonial a través
de circuitos económicos y entramados sociales y culturales
muy dinámicos hasta que, reemplazado éste por el nuevo
orden que imponen los es tados nacionales de Chile y
Argentina en la segunda mitad del siglo XDC, se desintegra.

Motivo de la Ponada:
Baile indígena. Juan Ignacio Molina, Compendio della stOlia geografica.
,

naturaJe. e civile del Regno de Chile. Bologna, 1776.

ED I CIONES UNIVERSIDAD DE LA FRONTERA


INDICE
Pág
Jorge Pinto Rodríguez (editor)
Ediciones Universidad de la Frontera (ndice ........................................................................................ . 3

ArauealÚa y Pampas. Un mundo fronterizo t'n América del Sur Presentación ............................................................................. . 5

Inscripción N" 99.042


,X Integración y desintegración de un espacio ~ronteri7.0. La Aran·
ISBN 956-236-089-X
canl'a y las Pampas, 1550-1900. Jorge Pinto R ..................... . 1I

Los héroes de la mitología mapuche. La conquista hispánica en


los mitos. Graciela B. Hemández ........................................ .. 47

Similitudes entre artesanías mapuches y aonikenk: la platería.


Celia Nancy Priegue ............................................................. . 62

La Alianza hispano-pebuenche y sus repercusiones en el macro­


Universidad de la Frontera
espacio fronterizo sur andino (1750-1800). Holdenis Casano­
Av. Prancisco Salazar 01 145, Casilla 54-0
va ........................................................................................ . 72

Temuco, Chile
Ciencia y PoUtica en la región Norpatagónica: del abordaje ilus­
Primera Edición
trado a la ocupación mililar (1779-1879). Pedro Navarro Flo­
SOO ejemplares
ria .................................................................................. .. 93

1996
~. Prédica y recepción del mensaje evangélico en las misiones del
Neuquén (siglos XVII-XX). María Andrea Nicoletti ........... .. 102

.; Frontera, cultura de contacto. ¿Coexistencia equilibrada o con­


flicto encubierto? Maria Mercedes González ColI ............... .. 114

~' La cautiva: clave del mestizaje biológico y cultural en la zona


fronteriza. María Elena Ginóbili ........................................... . 134

Comité Editor
Indios Amigos. El tránsito progresivo desde la autonomía a la
Jorge Pinto R.
dependencia étnica en un sistema de contactos múltiples. El
Mario Bemales Lillo
caso de Venancio Coihuepan en sus momentos iniciales
MyriamBalboa (Secrelaria)
(1827, frontera sur de Argenlina). Daniel VilIar y Juan Fran­
cisco Jiménez ...................................................................... . 146

Las travesías en el norte y oeste de la pampa occidental. Marisa


Angélica Pagiolí .................................................................. .. 165

. /. Arcas andinas y relaciones fronterizas: un ajuste de periodiza­


>v ción. Susana Bandieri ........................................................... . 175

Impresor
'.': La erradicación indígena y el nuevo poblamiento en el noroesle
Trazos
neuquíno. Gladys Varela y Luz María Font ......................... .. 201

Manuel Moutl f 148


:. La chilenización del Neuquén. Carmen Norambuena Carrasco .. ..
212

Temuco, f 996
( Colonización y civilización europea en la frontera el caso de la
colonia Nueva Iralia. Baldomero Estrada ............................ .
239

¡.os autores .............................................................................. ..


269

Jorge Pinto R. Presentoción


Jorge Pinto R. Integración y desintegraci6n tk un npo.ci" frtmtu¡Z"
de este libro, no lo habríamos podido publicar. A todos ellos, gracias.
Gracias de nuevo a Graciela Facclúnetti por haberse hecho cargo de los
desafíos iniciales y por la invitación a Bahía Blanca que pennitó conso­
lidar los primeros contactos. Gracias también a quienes en el curso que
dictamos en la Universidad Nacional del Sur nos pennitieron mirar
nuestra historia con elementos que hasta entonces ignorábamos. Gracias INTEGRACION y DESINTEGRACION DE UN
a nuestros colegas y amigos de Neuquén por el apoyo que brindaron a ESPACIO FRONTERIZO
esta inciativa y por el optimismo que siempre nos transmiten. Gracias, La Araucania y las Pampas, 1550-1900
fmalmente. a Jaime Flores por su ayuda en la corrección de pruebas y al
Departamento de Ciencias Sociales de nuestra Universidad por el tiem­
po que nos concede para sacar adelante nuestros proyectos. Aunque casi Jorge Pinto Rodríguez
no es necesario decirlo, el mayor mérito de este libro consiste en que es
el producto solidario de todos quienes para el escribieron.
Introducción
El propósito de este artículo consiste en presentar lUla síntesis
de lo que ocurrió en la Araucanía desde mediados del siglo XVI hasta
Jorge Pinto Rodríguez fines del siglo XIX, en términos de lUla sugerencia para analizar la histo­
ria regional. Desde nuestro plUlto de vista, se produjo en esta zona un
proceso muy interesante que provocó enonnes transfonnaciones en las
dos sociedades que estuvieron en contacto (la indígena y no indígena) y
en las relaciones que se establecieron entre las dos. Nos parece que hay
claras diferencias respecto de lo que ocurrió entre 1550 y 1650 Y lo que
Temuco, primavera de 1996 pasó entre esa fecha y 1850 y. más adelante, en la segWlda mitad del
siglo pasado. Creemos que en la historia secular de la Araucanfa se pro­
dujeron tres fases menores que corresponden, sucesivamente, a la con­
figuración de lUl espacio de conquista y territorio de guerra (1550-1650);
la emergencia y consolidación de lUl espacio fronterizo (1650-1850) y la
desintegración de éste (1850-1900). Más que en las fases mismas, en las
páginas siguientes centraremos la atención en los factores que provo­
caron los cambios, tratando de explicar por qué ocurrieron y cómo fue­
ron perfilando lUla historia que favoreció la articulación de la Araucanía
con las Pampas en el nuevo. escenario que se genero en América con la
llegada de los españoles, hasta que los estados nacionales de Chile y Ar­
gentina decidieron invadir de nuevo este territorio en el siglo XIX. Co­
mo en toda síntesis, no podremos proflUldizar aquí lUla serie de comen
tarios que merecerían, sin duda, lUl tratamiento más extenso.
Anles de iniciar el análisis, quisiéramos insistir, sin embargo,
en otro asunto que consideramos flUldamental para entender algunas de
las cuestiones que vamos a plantear. Las relaciones que se inician en el
siglo XVI entre los mapuche y la sociedad europea, se establecieron
10
11
Jorge Pinto R. Integrtlc:ión, desintegnu:ión de un espacio fronterizo Jorge Pinto R. lnt.grtlción 1 desint.,nu:ión '" "" ••pacio frollterizo
entre dos grupos que habfan alcanzado distintos niveles de desarrollo. El fronterizo entendemos el territorio en el cual dos sociedades entran en
contacto no fue, por tanto, simétrico; hay, por lo menos, una asimetrfa contacto, es evidente que en 1550 se inicia un proceso de invasi6n euro­
que tuvo, desde nuestro punto de vista, enorme influencia en el carácter pea que di6 origen no a un contacto propiamente tal, sino a un choque ()
de las relaciones interétnicas que se dan en el Nuevo Mundo: los dis­ enfrentamiento que se tradujo en una guerra de conquista y una resisten­
tintos grados de intervención sobre el "otro" que cada una habia desa­ cia indfgena, que trastornan toda la región. Guerra y resistencia, eso es
rrollado. Nos parece que la sociedad europea era una sociedad preparada lo que se puede apreciar en el siglo XVI1 •
para intervenir y transformar al indígena y que disponía, además, de los En ese proceso el inter6s del europeo no estaba centrado. sin
mecanismos para hacerlo. Por el contrario, la sociedad indígena, juega embargo, en el territorio; su atención se vuelca a los hombres. En estric­
un rol más pasivo, primero, porque no acude a la relaciÓn con el propó­ to rigor. al conquistador no le interesaba dominar territorios. sino hom­
sito de transformar al español y, segundo, porque tampoco ha refinado bres que pudieran producir lo que se necesitaba para conectar la econo­
sus procedimientos de intervención sobre aquél. Esto es, tal vez. lo que mía local con la economía europea, vale decir, metales preciosos. Si
hace aparecer a los conquistadores como más etnocéntricos y, en algu­ hubo inter6s por los territorios, ~ste sólo existió cuando en aquellos se
nos casos, etnocidas y genocidas. podía encontrar oro o plata para exportarlo a Europa. Si no se encontra­
Al margen de los juicios de valor que surgen de esta apre­ ban. el interés desaparecía y, si se encontraban. la población indígena
ciaci6n, la voluntad y capacidad de intervenci6n de la sociedad europea era fundamental para arrancarle a la tierra los metales que se querían
transformó sus acciones en eventos mucho más influyentes que los obtener. En síntesis. el siglo XVI es un siglo en el que podemos hablar
desplegadas por la sociedad indígena en las situaciones que se generan de un proceso de conquisto ,. .uj.Io., más que de cOlUJulsto ,. '.rrilo­
en la Acaucania y las Pampas. En el fondo, lo que queremos decir es que rlo•. Para el invasor y su inter6s de articular la economía colonial a la
para entender muchos cambios que se producen en este espacio tenemos metrópoli. los hombres importaban más que las tierras'.
que mirar lo que está ocurriendo en el mundo de los conquistadores; tal
vez son ellos los que tienen más posibilidades de decidir el curso de la
historia. Esto no quiere decir que el mundo indígena no juegue un rol 2
El concepto de frontera ha sido largamente debatido en el curso del
importante; simplemente estamos señalando que en el juego de influen­
siglo XX por la historiografía latinoamericana, europea y norteamericana. Sin
cias, los europeos están en mejores condiciones de orientar el curso de
duda, la obra de P. 1. Turner, aparecida a fines del siglo pasado, desató una po­
los hechos. Las relaciones entre huincas y mapuche no fueron simétri­
I~mica que adn continda. Sin embargo, no es nuestra intención insistir en ella,
cas. Desde nuestro punto de vista, esto refleja, una vez más. el carácter
colonial que adquiere nuestro desarrollo históricol • sólo queremos marcar aquí la diferencia que existiría entre una relación o con­
tacto fronterizo surgida entre dos pueblos que comparten o habitan territorios li­
mítrofes y aquella que se produce cuando una sociedad o comunidad decide
l. La primera invasión, 1550-1650. La Araucanía como terri­

invadir territorios poblados por otro grupo, generando luerra y resistencia. Des­
torio de conquista europea y resistencia indílena

de nuestro punto de vista, en el selundo caso predominaría una violencia oca­


sionada no por situaciones derivadas de una relación fronteriza, sino por la gue­
Hablar de espacio fronterizo en la Araucanta en el siglo XVI tal
rra que provoca el invasor y la resistencia de los invadidos. Llamar a los territo­
vez no corresponde a lo que efectivamente ocurri6. Si por espacio
rios de guerra espacios fronterizos significaría lelitimar las acciones desatadas
._-~~--._'~-----_.~ ----- --~_.
por los agresores y confundir al investigador. toda vez que lo alejaría de la ló­
Sobre el carácter de las relaciones que se producen entre indígenas y gica que predomina en las relaciones sociales de los espacios que aquí l1arna­
no indígenas en esta frontera recomendamos la consulta de los artrculos de Su. mos fronterizos, confundi6ndolas con las que predominan cuando emerge una
sana Bandieri, "Historia regional y relaciones fronterizas en los Andes meridio­ guerra de conquista. Para una biblioararra relacionada con el debate acerca de
nale11". En Cuademos de Historia, Universidad Autónoma de Nuevo León. N0 los espacios fronterizos v~ue el libro de Patricia Cerda, Frontuas d~l Sur,
12, 199.5 Y Rolr Poerster. "¿Relaciones ¡nterétnicas ó relaciones fronterizas"". Ediciones Universidad de la Prontera. Temuco. 1996.
f!ll Revista d~ llistoria lnd(g~na, N" 1, Universidad de Chile, Santiago, 1996, ) Este hecho fue destacado por Pierre Chaunnu en su libro Conquista )'
pp. 9-33. ~xpIotQCj6,. dI! los nuevos mundos, Nueva Clfo, Barcelona, 1984, p. 14.

12 13
Jorge Pi"to R. 'ntegmt:Íóll Y des;ntegmción de un eS¡HJcio /rontllri:.o
Jorge Pi,,'o R. l"tegraei6" ,.si"tegraeM" de IUI lispuio fro"'lirizo
subordinados a los colonizadores españoles. En este proceso, agrega
El problema radicaba en que el indio, tal como fue visto por el
Stem, los propios pueblos dominados pusieron algo de su parte para que
europeo, no servía para sus propcSsitos. Sin disciplina laboral. incapaz de esto ocurriera. fueron. precisamente. los agentes de pode«' de la propia
producir excedentes y ajeno a los principios que movran a la economía sociedad indfgena los reproductores de los mecanismos de dominación
capitalista, los pueblos aborígenes quedaron al margen de toda posi­
bilidad de articularse al proyecto colonial. impuestos por el invasoe.
Entre los mapuche. las experiencias de la sierra andina o de
Este exigía indios de otra naturaleza. productores de excedentes Hemán Cortés, en México, eran irrepetibles. Las fuentes reiteran la ima
para un mercado que marcaba el ritmo de la vida. Ese fue el sentido que gen de una sociedad sin cabeza, carente de autoridad y con ooa organi­
tuvo la legislación laboral en Chile en el siglo XVI, particularmente la zación que nadie comprendió. Las autoridades terminaron haciendo suya
Tasa de Santillán., como lo probara hace ya varios años Alvaro Jara·. la idea de una sociedad de "behetría", imposible de controtar. Los his­
Más tarde, en 1.580, Roíz de Oamboa insisti6 en que se debía "procurar toriadores que han recogido aquellas calificaciones, han puesto el acento
que los dichos indios sean reformados al ser de hombres .....'. un ser
en el carácter negativo que le atribuía el español al mapuche. sin reparar
"hombre" que no significaba otra cosa que comportarse económicamente
que se trataba, más bien, de un quejumbroso lamento frente a la impo­
como quería el invasor. Y aunque esa legislaci6n fue pensada especial­
sibilidad de contar con ooa dirigencia indígena que les permitiera

mente para los indígenas del Valle Central, no hay dudas que encerraba traspasar a esa población los mecanismos de dominación que querfan

el principio de acci6n que orientaba al español en su relación con los imponer. Dicho en otras palabras. el proceso de "fabricación" de los

indios de la Araucanía: transformarlos en productores de excedentes.


nuevos sujetos que demandaba el proyecto colonial, se vda en la Arau·

Eso queda claramente establecido en las ordenanzas particulares que


Santíllán elabor6 para los indios de Concepci6n. canía gravemente obstaculizado.
Este fue 000 de los factores por el cual la conquista en Chile se
El proyecto colonial. implicaba también "fabricar" nuevos revistió de tanta violencia. La convicción de los españoles del siglo XVI
cristianos. En verdad, se podría hablar de un doble proceso de "construc­ que en la Araucanfa había abundante oro Y que los mapuche debían rc­
ción de sujetos", orientado el primero a producir "excedentaristas" y el
cogerlo, los obligó a insistir en el control del territorio y de su pobla­
segundo, la nueva feligresía de la cristiandad occidental. Ambos se en­
ción. Cuando constataron que los indios eran casi irreductibles y que no
contraron en los ámbitos laborales que fueron surgiendo en todo el con­ conformaban una sociedad que dispusiera de una estrUctura de poder que
tinente. AIIf, ha explicado Pedro Morandé. las exigencias laborales im­
favoreciera la intervención por la vía de los métodos capilares. no les
puestas por los españoles se encargaron de modelar al nuevo productor y
quedó más alternativa que insistir en el empleo de la fuerza.
la desacralizaci6n de ese mismo ámbito laboral derrumbó los cultos ri­ Así pensaban las autoridades civiles, los encomenderos y los
tualistas, para abrir paso a la religi6n de la palabra que traía el conquis­
misioneros al promediar la segunda milad del siglo XVI. Surgió enton­
tador'. ces la idea que el mapuche era un indio bárbaro. de barbaridad insupera­
Los estudios de Steve Stem sobre Huamanga han permitido se­
ble o incorregible. que estorbaba al europeo, al punto de ponerse en
guir, con cierta precisi6n, como este proceso transformó a los vigorosos duda la conveniencia de su conservación. Cuando el frmciscano Juan
pueblos autóctonos de la Sierra Andina. en una casta inferior de "indios" Gallegos recomendaba predicar con "bolas de fuego", no estaba sino
reconociendo que la violencia, aooque costara la vida de los indios.
4 Alvaro Jara. Los sesmos del oro en la TfIS,a de Sanlilldn, Universidad
constitufa el mejor camino para someterlos. Esa sería la postura que
de Chile, 1963.
retomaría más tarde fr. Pedro de Sosa, 000 de los más acérrimos parti·
5 Tasa y ordenanzas sobre los tributos de los indios hechas por el gober­
darios del empleo de la fuerza en la reducción de los indios, y algunas
nador Manrn Ruiz de Gambaa. 7.S.1SSO. En CDlHCh, za Serie, T. DI, pp. S8­ autoridades que discutieron el asunto a fines del siglo. cuando se redactó
68. En la cita Ordenanza VI. V~ase tarnbi~n Alvaro Jara, FUt!ntt!s para la his­
el Tratado ck la importancia Y utilidad que hay en dar por esclavos a
toria del trabajo en el reino de Chile, T. 1, Universidad de Chile, Santiago.

1965.
7 Steve Stern. Los pueblos ind(ge1UJS del /'erú y el desafio de la el/II
(o
Pedro Morand~, Rilual y palabra. Centro Andino de Historia, Lima.
quista española. lIuamanga hasta 1640, Alianl.l1 Editorial. Madrid. 1986.
1981.

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14
Jorge Pinlo R. lnlegmci6n 1 tksinlegmei6n de un espacio fronterizo Jorge Pinto R. InteKmd6,. y tksi''''KmeUHe tk u,. e'pacio fronterizo
los indios rebelados de Chile de Melchor Calderón. publicado por Me­ Fray Pedro de Sosa, el franciscano que mencionábamos más
dina en el tomo 11 de su Biblioteca Hispano Chilena ' , arriba. nacido en 1566 y de grandes letras y religión, segÓll el p. Ro­
El Tratado no constituye un estudio acerca del indrgena; tal sales. intentó con todas sus fuerzas probar que el indio no tenía
como su nombre lo indica. aborda el problema de la esclavitud de los salvación. En un documento que redactó para difundir sus ideas, De
indios que aún pennanecían rebeldes y. al margen de los detalles de una cuan nocivos han sido los medios que se han ejecutado en el Reyno ck
polémica que reunió a los bombres más doctos del reino. parece reflejar Chile, señaló que los indios eran indómitos y soberbios.. formados en sus
la convicción de que el mapuche admite alguna posibilidad de salvación apostasías y cebados en la sangre del cristiano. Eran del español enemi­
en el marco del proyecto colonial del español del siglo XVI. En el gos incorregibles, bárbaros por naturaleza. Contra ellos sólo cabía apli­
fondo, la esclavitud se percibía como un medio para corregir al indrgena car "de una vez la potencia militar suficiente y necesaria". porque, como
y hacerlo funcional al proyecto que se estaba imponiendo, Había. por lo decía San Pablo, "se debe salir del mundo" antes que consentir tanto pe­
demás, causas legítimas que la justificaban, sobre todo si se tiene en cado 1o _
cuenta que los primeros españoles que cometieron abusos contra los in­ A comienzos del XVII se babIa configurado entre los españoles
dios, fueron castigados por la justicia divina. empobreciendo a los hijos la imagen de un mapuche incorregible, para con quien sólo cabía el uso
o nietos de los primeros conquistadores, de la fuerza. El proyecto colonial, que demandaba sujetos funcionales a
La polémica desatada en tomo al Tratado de Melchor Calderón la economía y la religión que querían imponer los españoles. empezaba
y el cariz que tomó la ofensiva militar de los mapuche después de a desmoronarse. La "barbaridad" del indígena se transfonna. asf, en un
Curalaba (1598), polarizó las opiniones, Entonces, tenninó imponién­ estereotipo que justifica la violencia y legitima la poJftica de extenninio
dose la idea de que el mapuche constituía un estorbo que babía que que promueven los soldados y encomenderos que coincidieron en esa
eliminar, De aquel sujeto que se podía transfonnar, aunque fuera por la apreciación. El viejo sueño de transfonnar al indio a trav~s de la enco­
esclavitud, se pasó a la imagen de un indígena incorregible, al que se mienda. los pueblos y la evangelización había t.el'JUÍDado en la Arau­
podía matar, sin cargos de conciencia. canía en el más completo fracaso. Es el fracaso de un proyecto fundacio­
Descritos como bestiales por su incompetencia en el trabajo, nal que ponía el acento en la "fabricación" de un nuevo sujeto, cons­
Gondlez de Nájera proclama su barbaridad en la relación cuarta del truido desde una raíz nativa que se quería enterrar y extenninar. Poco a
imonne que preparó en Madrid al Presidente del Consejo de Indias, don poco, el etnocidio va cediendo terreno al genocidio. La imagen del
Pedro Femández de Castro, que él mismo tituló Desengaño y reparo de "otro" como un individuo incorregible que frena la propagación de la fe
la guerra del reino de Chile. con el objeto de dar cuenta de lo que pasa­ tranquiliza la conciencia y proporciona argumentos en favor de acciones
ba en el país. Los indios, dice. usan en extremo sus bárbaras crueldades, que para otros hombres de la época carecían de legitimidad. Lejos de ser
preciándose de mostrarse inhumanos. Cuando aplican tonnentos a sus un espacio fronterizo. la Araucanía se transfonnó, en el siglo XVI y la
prisioneros, "prolongan sus bestiales deleites", pues constituyen una "in­ primera parte del XVII, en un territorio de guerra: el europeo invade y el
fernal nación", por lo cual, concluye el militar, "deseo que se entienda mapuche resiste.
que son estos bárbaros de naturaleza tan inclinados a derramar sangre y Al comienzo los mapuche tuvieron la impresión de que los
comer carne humana. que no se encarece todo lo que se debe su cruel­ españoles constituían un nuevo ejército del inca; pero, cuando consta­
dad, en llamarlos crueles fieras ... ". Carecen de razón; a cambio, la natu­ taron que no era así, tuvieron el mismo grado de dificultad de otros pue­
raleza los dotó de crueldad para su sustento y conservación'. blos del continente para dimensionar correctamente a quienes tenían al
frente. Y así como Moctezuma confundió a Cort~s con Quetzacoatl,
varios mapuche pensaron que tenían al frente a sujetos sobrenaturales.
• f<ondo Hist6rico Bibliográfico J. T. Medina, Santiago, 1963. Medina De un relato de Gerónimo de Bibar se desprende el carácter
sostuvo que el Tratado es de 1601, pero Alvaro Jara lo recha en 1599. trawnático que tuvo el primer encuentro militar entre los mapuche y la
9 Alonso Oonzález de N'jera, DUt!ngaño y reparo de la guura del rei­ '-~---~------------~_ ... ..- -­
~_

no de Chile, Imprenta Ercilla, Santiago, 1889. p. 53 Y 60. Los entrecomillados 10 &te documento fue publicado por Medina en su 8ibliot~ca HispatlO'
en pp. S4 y 60 respectivamente. Chile1UJ, tomo 11. pp. 193-208.
16 17
Jorge Pinto R. Integración y desintegraci6n de un elptK;o fronterizo Jorge Pinto R. Integración y desintegración de un espacio fronterizo

hueste de Valdivia. Los indios. dice el cronista, huyeron despavorido ... Joble naturalel.a. Pm Ufla parte, existían diferencias lingüísticas y de
aterrados por Jos arcabuces y caballos". Alonso de Góngora cuenta quc ~()ncepcíón de mundo que entorpecían la comunicación; por otra, con­
fue Lautaro el primero en darse cuenta que los españoles eran monalc.~ y ductas que no facilitaban su fluidez. El mapuche terminó viendo en el
que lo comunicó a los demás. abriendo una nueva perspectiva en sus español un individuo inconstante. mentiroso y siempre dispuesto a bur
relaciones con ellosl 2, Con todo, a los mapucbe debió ocurrir lo mismo larse de él. a quien debía resistir con todas sus fuerzas.
que a otros indígenas de Am~rica: la conquista se transformó en un cala­ En ese contexto se desarrolló la Guerra de Arauco durante el
clismo que dislocó su relación con los dioses. el cosmos y el acontecer siglo XVI y las primeras décadas del XVII. una guerra que impregnó la
temporal". época. marcando el pulso de su historia'~.
Asumido como monal, al mapuche le costaba comprender a un
sujeto que con tanto afán se empeñaba en reunir cosas que para él no 2. La constituci6n del espacio fronterizo, 1650-1850
tenían valor. De ser cierta la historia que a Valdivia se le hizo tragar oro
al momento de su muerte, ~sta sólo informaría de una incapacidad para Paulatinamente, las cosas empezaron a cambiar. Una serie de
entender a un invasor al que se juzgó no por lo que era, sino por lo que eventos que se produjeron en la primera mitad del siglo XVII favo­
buscaba. recieron la constitución de un espacio que dejó de funcionar con la
Los propios españoles se dieron cuenta de esta situación. lógica militar de los años anteriores y que abrió nuevos horizontes para
Reiteradamente las fuentes informan de cuanto daño provocaba a la re­ la relación entre mapuche y no mapuche. Vamos a eXanúnar aquí los
lación con Jos indios la excesiva ambición con que actuaban los solda­ cambios que se produjeron en la economía, el nuevo discurso del inva­
dos y encomenderos. provocando una resistencia indígena que desalenta­ sor. el surgimiento de un mecanismo de diálogo (el parlamento) y las
ba al conquistador, Y. en el caso de los mapnche, no se trataba sólo de transformaciones que se desencadenaron en la sociedad indígena. Todos
una resistencia al trabajo. sino de una lucha por la defensa de sus pro­ están íntimamente relacionados. Esta relación favoreció, sin duda la
pios estilos de vida. "Son grandes las vejaciones y agravios que los in­ constitución del espacio fronterizo.
dios reciben", se decía en 1573 y, años más tarde. se reconocía que la
guerra que hacían los indios contra el servicio personal. era para mante­ ti) Los cambios en la lrconomÚl
ner sus viejas costumbres'·,
Al mapuche también le costaba entender a un sujeto que des­ Una serie de estudios publicados en los úhimos años han pueslO
mentía en los hechos lo que decía con palabras. Los problemas eran de en evidencia que la economla colonial en América funcionó, por lo
menos desde el siglo XVII. con una alta dosis de aUlonomla, al amparo
11 OerónÍJno de Bibar. Cr6"ica y relaci6" copiosa y verdadera de los
de la demanda que generaron cienos polos de crecimiento que conec­
ReyllOs de Chile. Fondo Histórico y Bibliográfico J. T. Medina. Santiago, 1965,

taban la economla colonial con la metrópoli. El enorme interés que ha


p' 141.
despenado la minena y algunos cultivos tropicales. ha permitido com­
2 Hay un texto de Alonso de Oóngora que es muy ilustrativo. Refi­ prender como operó la economía en el Perú. México y algunas regiones
ri~ndose a Lautaro. sellala que bte "en voz alta les comenzó a decir que los

cristianos eran mortales como ellos y los caballos tambi~n y se cansaban cuando
15 Escapa a los objetivos de este artículo referirse al sentido de la guerra
hacía calor más que en otro tiempo alguno·. Historia de Chile desde el descu­
propiamente tal. Tres buenos trabajos sobre este punto son el libro de Alvaro
brimiento hasta 1575, Colección de Historiadores de Chile. Santiago. 1862.
Jara. Guerra y Sociedad, Editorial Universitaria. Santiago, 1971; el artículo de
U Enrique Aorescano. ffLa conquista y la transformación de la memoria
Jloldenis Casanova. "El rol del jefe en la sociedad mapuche prehisp6nica". En
indígena", En Los Conquistadores. Beraclio Bonilla. compilador. Flacso, Qui­
Sergio Villalobos y otros, Araucan(a, Temas de /listoria Fronteriza. Ediciones
to. 1992. pp 67-102.
Universidad de la rTontera. Temuco. 1989, pp. 31-45; Y el artículo de Rolf
14 Se citan aquí una carta de fr. A. de San Miguel del 14./2. 1573 y otra
Puerster. "Guerra y aculturaciÓn en la Araucanfa". En Jorge Pinto y otros, Mü­
de los franciscanos Juan de Torralba y CristÓbal Rabanal de 5.3.1518. amhas en
ticismo y vio/encía en la temprana evangelizad6n de Chile. F..diciones llnivcr
CDIJICh., 2'" Serie. tomo n, pp. 57-57 Y 368-371, respectivamente.
sidad de la Pronlera, Temuco. 199/. pp, 169-212.
18 19
Jorg. Pinto R. /n'.gme;6n, tús;n'.gmei6n d. ,,,t es,,"cio fronterizo Jorge PitttD R. /n'egmci6n, d.sillt.,me;6n tú un .sp"c;o fronterizo
entre IS90 y 1650 se produjeron hondas transformaciones en los lerri~
de Centroam6rica y el sentido que tuvieron los esfuerzos desplegados
torios ubicados en lo que entonces era la capitanía general del reino de
por los borbones, sobre lodo en la segunda mitad del siglo XVIII, para
Chile. Desde luego, el agotamiento aurífero, la disminución de la po­
romper aquellas articulaciones y recuperar el mercado colonial para la
blación indígena y su permanente resistencia. pusieron en duda la con­
naciente industria peninsular. De este modo, no sólo hemos logrado co­
quista de un territorio que, a mediados del XVI, parecía vital para
nocer el trasfondo de las reformas borbónicas, sino, y esto es muy im­
portante para nosotros, como respondió nuestra economía a las circuns­ sostener a la naciente colonia local. Simultáneamente, empezaba a con­
figurarse el polo minero de Potosí. cuya demanda alentó una producción
tancias generadas por aquellos polos de crecimiento, transformados en
verdaderos mercados interiores l6• especializada en varias reaiones del continente, una de las cuales fue. en
Sin embargo, si bien el inleres por las economías que lograron Chile, el Valle Central.
Los compafieros de Pedro de Valdivia habían pasado por él, 50
conectarse directamente con la metrópoli ha permitido avanzar signifi­
afias antes, sin prestarle mayor atención. Atraídos por el oro y la mano
cativamente en la comprensión del mundo colonial, no podríamos decir
de obra que esperaban encontrar en la zona de Concepción. se dirigie­
lo mismo respecto de aquellos espacios localizados casi en la periferia
ron, sin tardanza. a lo que mú tarde empezaría a llamarse Araucanía.

del Imperio. Tal es el caso de la Araucanl'a y las Pampas, en el cono sur


Sin embargo, los esfuerzos por controlarla se estrellaron contra una

del continente, cuya articulación intema ha sido revelada por numerosos


resistencia indígena que los europeOs no pudieron superar. La actitud

estudios; pero, en nuestra opinión, sin explicar todavía el significado que


del mapuche fue desgastando el proyecto colonial del siglo XVI, que

tuvo esa articulación en la configuración de aquel espacio fronterizo que


poco a poco empezó a debilitarse. Además, el oro, que nunca fue tan

permitió una relación mucho más expedita y menos conflictiva entre la


sociedad indígena y la sociedad europea. abundante, empezó a escasear, sin que con ello disminuyera la belico­
En los primeros trabajos que publicamos en la Universidad de sidad del mapuche.
En ese contexto apareció PotosI. La fertilidad del Valle Central.
la Frontera tratamos de identificar Jos factores que permitieron Ja cons­
tituci6n de este espacio fronterizo, privilegiando lo que había ocurrido abrió entonces una nueva altemativa para la naciente colonia. Esta vez,
en el ámbito de la economía·? En aquellos trabajos señalábamos que lejos de buscarse su articulación con la meuópoli a través del oro de la
Araucanl'a, se podía intentarla por medio de la exportación de sebos,
----- ..
cordobanes y cereales que demandaba el polo minero. Se podía.
.~---~ _---~

16
cueros,
Este es un punto que la bistoriograCla latinoamericana ha tratado con pues, abandonar la Araucanl'a, sin poner en peligro la estabilidad de la
suficiente detención en las dltimas ailos. En nuestra opini6n, los trabajos rw1s colonia; o, dicho de otro modo, su viabilidad, ya no pasaba por la mi­
relevantes son las de Carlos Sempat Assadourian, El sisttlma dtl la tlconom(o nería de esa zona, sino por las potencialidades de una región que hasta
colonial, (Lima, 1982); Carlos Contreras, La dudad dtll Mtlrcurio. Huancavtl­
entonces nadie había valorado.
lica, 1570-J700, (Lima, 1982); Juan Carlos Oaravaglia, Mercado Interno y eco­ Tal hecho habría provocado un redescubrimiento del Valle
nom(a colonial. (M~xico. ]983); Alberto F1ores-Oalindo. ATtlquipa y tll sur ano Central y el consiguiente abandono de la Araucanía. Precisamente, ha­
dino, siglos XV~lt-XX. Bditorial Horizonte, Lima, 1977. V~ase también el aro bría sido ese abandono lo que, de acuerdo a los primeros estudios que
Uculo de Luis Miguel Olave, "Trajines, un capítulo en la formaci6n del mercado hicimos de esta región. habría generado las condiciones apropiadas para
interno colonial". en R~ista Andina., Vol. 1, N". 1, Lima, 1983, pp. 9-76. Y el
la emergencia del espacio fronterizo que alentó una convivencia más
conjunto de trabajas publicados en La participaci6n ind(gtlno t'n los mtlrcados
armónica entre europeOs y mapuche. Casi en la periferia del Imperio y
surandinos. Olivia Hanis, Drooke Larson y Enrique Tandeter, compiladores,
ocupando tierras que poco interesaban al invasor, "huincas" y mapuche
CERES, La Paz. 1987. Aunque se refiere al siglo XVII, tambi~n es interesante
habrían iniciado una convivencia. que salv6 a los últimos de la extinción
el libro de Clara 16pez DeltrAn Estructura tlconómica dI' una sociedad colonial.
que sufrieron los olrOS pueblos indígenas de Chile.
Charcas tln 1'1 s;glo XV/J. CERES. La Paz. 1988.
Varias de las cuestiones que hemos seftalado siguen teniendo
11 Jorge Pinto y otros, Mis;orltlros t'n la Araucan(a, /600-/900. Celam,
validez. Sin duda, en el siglo XVII se produjo en Chile un redescu­
Dogotá. 1990 y Jorge Pinto, "Crisis econ6mica y expansi6n territorial: la
brimiento del Valle Central y el oro de la Araucanl'a dej6 de interesar.
ocupaciÓn de la Araucanía en la segunda mitad del siglo XIX·. En Estudios So­
Sin embargo. lo que en nuestros primeros trabajos no logramos percibir,
ciales. N" 72. CPU. Santiago. pp. 85-126.

20 21
Jorge Pinto R. Integración 'i Desintegración de un ":spado Fronterilo
Jorg, Pinlo R. Int,groci6n, desint,graci6n d, un ,sptJC;o front,rizo
ARTICllLACIONES OEL ESI'ACIO FRONTERIZO

fue el rol que empezaba a jugar la Araucanía en el nuevo escenario que CON LA ECONOMIA COLONIAL

(RimES INIlIGENAS y RimES CAI'JTALlSTAS)

se estaba configurando. Para comprenderlo es necesario dirigir la mirada


hacia las Pampas y evaluar dos procesos simultáneos: el crecimiento de

~-\
su masa ganadera y el rol de los maloqueros en la llamada "araucaniza­
ción de las Pampas"".
Como ganado cimarrón primero y luego en las estancias, la
masa ganadera que llegó a las Pampas con los primeros españoles expe­
rimentó un extraordinario crecimiento. generando una riqueza que muy
pocos valoraron, salvo un segmento de la sociedad mapucbe. Ese descu­
brimiento habría tenido un enorme valor para la constitución del espacio ~~
fronterizo que conformaron la Araucan!a y las Pampas, pues favoreció
su propia articulación interna y la articulación de toda la región con el
resto del Imperio. acelerando o reorientando lo que se ha llamado "arau­
canizaci6n de las Pampas".
Este proceso se había iniciado, según la opinión de los espe­
ciaJistas, con anterioridad a la llegada del conquistador. Por los boquetes
cordilleranos empezaron a trasladarse grupos mapuche que entraron en
contacto con las poblaciones de la otra banda de la cordillera. La llegada
del europeo no interrumpi6 ese proceso; más bien. el enorme atractivo
que representaba la masa ganadera que crecía en las Pampas, Jo acentuó
y conect6 con el tráfico de la sal que practicaban los pehuenche l9 •
A mediados del siglo XVII el tráfico de ganado y de sal babía
adquirido cierta magnitud. Ya en 1635 se hada referencia a las incur­
siones de Jos indios chilenos a las Pampas y, en 1664, a la intensidad del 1'1uJos de las PampllS
comercio de ganado, precisándose que una parte de éste se destinaba a ala Anlucania:
Potose". Los toquis, el segmento más activo de Ja sociedad mapuche en ganado y DI

I<'IUJ08 de La Araucllníll
11 • lu Pampas:
Algunos historiadores han hecho ya algunas referencias al fen6meno textiles. azúcar. alcohol.
AraucaRia yerba maIe, ele.
que vamos a comentar, entre ellos cabría citar a Raól Mandrini, Miguel Angel
Palermo y Carlos MarUnez Sarasola en Argentina y a Sergio VilIalobos. Jos~ "lujos de La ArauCIlnill
Bengca y Leonardo Le6n en Chile. al Vlllle Central:
ganado,poncho.
19 Sobre este punto remito al leclor al libro de Sergio Villa lobos, Los
Pehuenches en la vida fronteriza. Ediciones de la Universidad Cat6lica de "'UJOI del Vllllle Centrlll

Chile, Santiago, 1989. V~ase tambj~n el artículo de Miguel Angel Palcrmo, "La .1... Araucania:

añil, UÚCIf. alcohol. ele

compleja integración hispano-indfgena del sur argentino y chileno durante el


período colonial". En América Ind(g~IIO, Vol. U. N" 1, México, 1992, pp. Flujos del Vllllle Centrlll

II Mcrclld08 Mln... ros:

1.53-192. charqui. sebo. etc.

20
Respecto de la referencia de 1635 v~ase lIelmut Schindler, "Tres
documentos del siglo XVII acerca de la pohlación indfgena bonaerense y la
penetraci6n mapuche". En Cuadernos del Instituto Nacional de Antropolog(a,
vol. 8. Buenos Aires, 1972-1978, pp. 149·152; y, acerca de la inrormación de
2i
22
Jorg, Pinlo R. Inlegracum ,M6Ínlegmción M un espGcio!ronttrizo Jorge Pinlo R. InlegracióII, Msilll..,.eum ,. IUI "¡HU;o frote/.rizo

la resistencia al invasor, empezaron a cambiar su rol, transfonnándose Obviamente, las redes indígenas y las redes capitalistas que se
en maloqueros que iban a las Pampas en busca de un ganado que pro­ conectaban en la Araucanía y las Pampas no quedaron reducidas al
porcionaba riqueza y poder. Los viejos ulmenes, tradicionales dirigentes tráfico del ganado y la sal. Los mercaderes que iban en su búsqueda
de esa sociedad, tuvieron que ceder, incluso, frente a estos nuevos per­ llevaban una serie de productos que servían para el canje y la sociedad
sonajes que surgían al interior de la sociedad indígena 21. indígena desarrolló una interesante artesanfa textil que sostenía también
El éxito de los maJoqueros dependía de dos factores: su capa­ el intenso tráfico comercial. Sin el brillo del comercio interregional que
cidad para activar las redes que hacían posible el traslado del ganado de se desarrolló en otras áreas del continente y sin estudios todavía que lo
las Pampas a la Araucanfa. a través de circuitos comerciales dominados hayan valorizado en su justa dimensión. la integraciÓD económica tam­
por los indígenas, y sus posibilidades de comercializarlo en la propia bién existió en el extremo austral de A.m&ica. Los numerosos testimo­
Araucanfa con mercaderes que se trasladaban a la región para apropiarse nios citados por Leonardo León, lo prueban con toda claridadu . Lo que
de el. Partes fundamentales de un complejo engranaje. los maloqueros por nuestra parte quisi&amos &greg_ tiene que ver con lo que ya ha
permitían que los circuitos indígenas y capitalistas se conectaran al sur planteado Miguel Angel PaJenno en el sentido de que este comercio no
del río Dio Dio, otorgándole a la regi6n una función que ninguno de Jos sólo habría tenido importancia para esta zona. sino para todo el sistema
españoles que la visitó en el siglo XVI llegó a imaginar. de intercambios que genero el polo minero altoperuano:M. La frontera
La sensación que tenemos en Chile que la articulación del Valle austral terminó, al fm, cumpliendo un rol económico fundamental para
Central a Potosí se logró exclusivamente gracias a la enonne potencia­ Chile, favoreciendo la constituci6n de UD amplio espacio fronterizo que
lidad de aquella región empieza, pues, a desvanecerse. No se trata de hizo posible la sobrevivencia de uno de los pocos grupos indígenas que
negarla, porque efectivamente era una región muy feraz, sobre todo si se no se extinguió en la Colonia. La propia re8ÍslCDCia indígena fue sobre­
tiene en cuenta el bajo nivel de la demanda, sino, de dimensionarla en pasada por la intensidad y significaciÓD del comercio fronterizo.
términos más adecuados. Más aún, lo que estamos planteando nos Los cambios ocurridos en la economía jugaron. pues, un rol
permite sospechar que el Valle Central pudo conectarse a Potosí, por lo fundamental en la historia de las relaciones que se dieron entre huineas y
menos al principio, gracias al ganado que llegaba de las Pampas a la mapuche en el extremo sur del continente, contribuyendo el intercambio
Araucanía y que se desplazaba luego más al norte o a las estancias de comercial a sostener una realidad impensada en el siglo XVI.
Concepci6n, donde era faenado para exportarse a los mercados mineros
del Aho Pero. Testimonios más tardíos permiten &fumar que parte de
este tráfico llegaba directamente a las haciendas del Valle Central, a (v~ase, por ejemplo. y el Informe del gobernado Manuel de Amat al rey. 16 de
través de boquetes cordilleranos que desembocaban en esa zona. Al marzo de 1759, Biblioteca Nacional, Sala Medina, tomo 189, fs. 138-146v. yel
menos, eso se desprende del descubrimiento de un camino que hizo José Informe del obispo de Concepción (Espii\eíra) al rey, Concepción, 7 de febrero
de Cerro y Zamudio en 1804, que comunicaba la Pampa con la ciudad de 1765, Biblioteca Nacional, Sala Medina, tomo 191, fs. 302·306). Esta apre­
de Talcan . ciaci6n, que contradice otras fuentes que reconocen la importancia del comercio
y el tráfico de ganado en la dirección que hemos seftalado en este trabajo (v~ase
1664 Raól Malina, Primeras cronicas de Buenos Aires. lAs dos memorias de Relación del Dr. Oo. Jos~ Santiago Concba. 15 de diciembre de 1917. Biblio­
los hermanos Massiac (1660-/662), Buenos Aires, 1955. p. 21. Agradezco a teca Nacional, Sala Medida, tomo 178, fs. 236-329), se refiere, mú bien, al trá­
Juan Francisco Jim~nez haber puesto a mi disposición estos textos. fico de caballares.
21
21 Leonardo León. "Maloqueros. tráfico ganadero y violencia en las fron­ Leonardo Le6n, Maloqueros y conchavadores ell Araucanla y ku
teras de Buenos Aires. Cuyo y Chile, 1700-1800". En Jarouch fur Geschichte Pampas, 1700-/800, Ediciones Universidad de la Frontera, Temuco, 1991. p.
von SlaaI, Wirslchqft und Gesellschaft Lateinameríl«Js. Koln. 1989. pp. 37-83. 11. V~ase tarnbi~n el interesante trabajo de Juan María Veniard, "La gran ras­

22 Referencias en Germán Tjarks. "Belgrano. cronista de viajeros". En trillada a Cbile para el botín de los malones (la. y la. parte)". En Res Gesta,

/listoría. N" 13. Buenos Aires, 1958. pp. 57-64. Convendría señalar. en todo Nóms. 33 y 34, Instituto de Historia de la Universidad Católica de Argentina.

caso, que algunas fuentes de la segunda mitad del siglo XVlIII señalan que el Buenos Aires. 1994-1995.

24
tráfico de ganado se hacía desde las haciendas españolas a las tierras indígenas Miguel A. Palenno, ob. cil.

24 25
Jorgll Pútto R. 11IIl1IgI'fU:_ ~ Msilflll8nu:iM M "" ttspacio fronlttrizo Jorg~ Pinlo R. Integraci6n y dIIsilllegnu:i6n tk "" esptlcio fronterizo
b) Los ÑlIIlu:gos . , JKIIIn lMis • VaUi..ia, lo nuerltl pos/lira . / Valdivia cuenta con lujo de detalles los entreteloncs de las
euro,,-o frelfÚ tú IMpUCM entrevistas que tuvo con varios caciques mapuche y, en una parte vital
para nosotros, expresa:
El espacio fronterizo DO se constituyó sólo por factores de or­
den económico. Ejercieron., sin duda. una fuerte gravitación; sin embar­ "ulmenes son los cabeza de linaje. y no tienen más
go, tan importante como aquellos fueron las percepciones que los hom­ vasallos que sus propios parientes: que en esta tierra
bres de la época se fonnaron de la realidad local, después de la trawná­ no hay otro modo de caciques, ni cw-acas, aunque
tica experiencia del siglo XVI. Entre estos, quizás el más importante fue llaman cw-aca al que escogen por de más capacidad
el padre Luis de Valdivia. Sus constataciones acerca del funcionarnienlo para hablar con españoles·<l7.
de la sociedad mapuche, unidas a la propuesta misionera de los jesuitas,
cuya presencia en la región terminó por desplazar a los franciscanos, Casi 60 años después de la llegada de los primeros españoles, el
contribuyeron a configurar el nuevo escenario que haría cambiar las re­ p. Valdivia lograba descubrir la estructura básica de poder de la socie­
laciones existentes entre mapuche y DO mapuche. dad indígena y dimensionar su verdadero alcance_ Vale decir, había
El padre Luis de Valdivia babía llegado a Chile en 1593, con el descubierto al ulmén como un inlerlocutor v~ido. en una sociedad que
primer grupo de jesuitas que vino al pafs. Cabal exponente de la dejaba de ser una sociedad sin cabeza y que se podía inlervenir. con las
propuesta evangelizadora de los jesuilas, tempranamente se dio cuenta limitaciones que el propio Valdivia observó, a través de su dirigencia.
que la guerra perturbaba la evangelizacióo en la Acaucania. Su propues­ Cuando Valdivia propone la guerra defensiva e intenta medios distintos
ta de "guena defensiva" era. en el fondo, una propuesta misionera en­ para tratar con el mapuche, lo hace, entonces, porque está convencido
caminada a limpiar el camino de los obstáculos que impedían llegar al de que a través de los ulmenes se podían establecer acuerdos que la
mapuche con el mensaje cristianou . base social respetaría. El mismo señaló que los mapuche lo llamaron
El p. Valdivia vivió entre los mapuche, aprendió su lengua y "anelmapuboe", vale decir, asentador y aquietador del reinon.
dialogó con ellos. Eso le permitió alcanzar una comprensión de esa so­
ciedad que pocos habían logrado. Tal vez el documento que mejor re­
fleja la calidad de sus descubrimientos es la carta que dirigió al p. Diego en la guerra de Arauco (1612-1626)", en Sergio Villalobos y otros, Araucan{a.

de Torres Bollo, provincial de la Orden en Paraguay, el 2 de junio de temas de Historia Fronteriza, pp. 47-82.

1612, dándole cuenta de como ajustó las paces con la provincia de Ca­ 27 Idem, p. 473. Debo agradecer a mi colega y amigo Patricio Cerda, los

li ray 2iS. primeros comentarios sobre este texto, clave para entender la propuesta del p.

Luis de Valdivia y la política que se diseña después con los mapuche. Sobre

--------- -- ------ este punto Cerda entrega un testimonio del siglo XVI muy interesante. Re­

25 Más antecedentes sobre este asunto en Annando de Ram6n, "El pen­ firi~ndose a un inronne del Visitador Lorenzo de Alnen, señaló que este reco·

samiento polftico-social del padre Luis de Valdivia". en Bolet(n de la Academia noda que la sociedad mapuche era "sin cabeza con quien capitular Cerda, que
ff

Chilena tk la Historia, No. 64. Santiago, 1961, pp. 8S-(()6; Jorge Pinto, "Misio­ se expande en algunas consideraciones en torno a la idea de behetría acuñada

neros y mapuches: el proyecto del padre Luis de Valdivia y el indigenismo de por el español, argumenta que esta afmnación se hada para justificar el domi­

los jesuitas en Cbile~. en Encll~lIIro tk Etnohisloriador~s. Universidad de Chile, nio que quería imponer el invasor. Puede tener razón, sin embargo, nosotros in­

Santiago. 1988; Maximiliano Salinas, "El evangelio, el imperio español y la sistimos en que se trata de una percepción que muestra en toda su dimensión la

opresión contra Jos mapuches: el padre Luis de Valdivia en Chile. 1593.1619", inquietud de un "huinca" que no encontraba en la sociedad indígena un interlo

en Jorge Pinto y otros. Misticimw y violencia ~n la temprana evangelización de cutor a trav~s del cual traspasar al resto de la sociedad sus mecanismos de do

Chil~, pp. 71-167; y. Horacio Zapater. La búsqu~da d~ la fX1l en la guerra dí'! minaci6n. Véase Patricio Cerda, "Equivalencias y Antagonismos en la Cosmo

Arauco: padr~ Luis d~ Valdivia, Editorial Andrés Bello. Santiago, 1992. visión Mapuche y Castellana". En NUlram, Años VI, N" 2, Santiago, 1990, pp

26 Fue publicada por Lozano en su Ilistoria d~ la provincia del Para­ 11-35.

guay. tomo 11. Imprenta de la viuda de Manuel Femández. Madrid, 1755, pp. 28 Idem, p_ 472. Respecto de los avances que fueron haciendo lo~

471-480. Sobre este punto vtase, tambitn, Horacio Zapater, "Parlamento de paz cspañoles en la comprensi6n de la sociedad indrgena en el siglo XVII, puede

2ó n
Jorg_ Pinto R. /n'_gtuei6n, thsin'.grtlci6n tk 1111 _spacio ¡ron,.rizo Jorge Pinto R. /n'tlgrtlcum, tk.si"'••tuei6,, tk lUf tI,pac;o ¡ronleriz.o

Lo que estaba observando el p. Valdivia favorecía la propuesta de los jesuitas y en los hallazgos del p. Luis de Valdivia sobre la jefatura
global que los jesuitas hicieron para regular las relaciones con los indí­ de la sociedad mapuche, pennitió reemplazar la lógica ~lica del XVI
genas. En efecto, a diferencia de Jos franciscanos, que hicieron respon­ por otra que buscó el entendimiento, contribuyendo, de manera decisiva,
sable a los indios de sus costwnbres y prácticas religiosas, los jesuitas a la constitución del espacio fronterizo que estaba naciendo en la Arau­
desplazaron la culpa hacia Satanás, transformando a los indios en eania y las Pampas.
víctimas del Demonio. Según ellos, había que defenderlos y librarlos de
las garras del maligno. Eso hizo posible la emergencia de un discurso
diferente, que se reflejó en una mirada menos severa hacia el mapuche
e) Elrolblo. '''''''''''.Il10.
y menos confrontacional a la vez 29 • En un trabajo recienk:, Osvaldo Silva sugiere que, a comienzos
Ese discurso, recogido con mucha nitidez por el p. Diego de del XVII se descubre al parlamento como un mecanismo de intervención
Rosales, ganó fuerza tambi~n en algunos civiles y militares. El maestre que suavizó también lu relaciones inter6tnicu en la Araucanía". Obvia­
de campo Alvar Núñez, reconocía, por ejemplo, que por medio de la mente, este fue un factor que contribuyó a distensar aquellas relaciones
guerra defensiva el padre Valdivia podía hacer bastante por la conver­ y a generar condiciones muy distintas a las que imperaron en el siglo
sión de los indios'o. y Jerónimo de Qtliroga le encontraba razón cuando XVI, sobre todo cuando la economía empezaba a funcionar sobre bases
alegaba que la fe no se manda, sino se persuade y que las almas no se que exigían paz y entendimiento.
rinden por el rigor de las armas'· . El p8rlamento tenía la virtud de contener lu lógicu de lu dos
La diabolización del mapuche, aunque encierra una fuerte dosis sociedades que estaban en contacto. Desde el punto de vista de la
de negación, tenninó salvando al mapuche, porque, sin dejar de ser et­ sociedad indígena, la "parla" rescataba el valor de la palabra en una so­
nocida, alentó una actitud más benevolente hacia los indios. Esa actitud ciedad que carecía de ¡rafia Y. desde el punto de vista de los espaftoles.
era fundamental para reemplazar la lógica militar del XVI por otra que las "actas" contenían loa acuerdos que legitimaban el pacto en una socie­
alentara las relaciones más pacíficas qne demandaba el espacio fronteri­ dad escritural:M. Los preparativos del parlamento, pennitfan. además, li­
zo que se estaba constituyendo en la región. No queremos decir con esto
que los españoles y los propios jesuitas hayan renunciado a la intención 32
Este fenómeno ha lido observado ya por Rolf Poenter y Ouillaume
de intervenir y transformar al mapuche; eso no ocurrió. Lo que nos Boccara. Foerster sostiene que, a diferencia de 101 franciscanos, a los jesuitas
interesa destacar es, simplemente, que se impuso un nuevo discurso les interesó intervenir la cultura indígena. alterando la formu que habían
sobre el "otro" que rebajó el perfil confrontacional que existió en el si­ predominado en las relaciones mapuche-no mapuche (Je,uitas y mapuches.
glo XVI '2 • Ese discurso, que se apoyaba en la propuesta evangelizadora 1593-1767, Editorial Univenitaria. Santiago, 1996). Por IU parte, Boceara,
_ ... _-~ ... _--------­ sellala que los jesuitas reemplazaron el modelo soberano del poder, por otro
verse la Memoria de los sucesOs de la guerra de Chile, Editorial Andr~s Bello, basado en el disciplinamiento del ind1gena ("DispositivOl de poder en la
Santiago. 1979 de Jerónimo de Quiroga. Un estudio muy interesante sobre este sociedad colonial fronteriza chilena del aislo XVI al liSIo xvm". En Jorge
mismo punto es el de Osvaldo Silva, "Acerca de los capitanes de amigos: un do­ Pinto (editor), D~l di6Cur,o colollial al prolndigenimw. Ensayos d~ historia
cumento y un comentario", publicado en Cuademos dI! Historia. N" 11, Uni­ laJill.OQlMricana, Ediciones Universidad de la Frontera. Temuco, 1996, pp,
versidad de Chile, Santiago, 1991. pp. 29-4.5. 27-39). Ambos planteamientOl contribuyen a comprender 1011 nuevOll diagnós­
29 Para un comentario mú extenso sobre este punto v~ase Jorge Pinto, ticos y apreciaciones imperantes en la sociedad espalola del siSlo XVII sobre el
"Etnocentrismo y etnocidio. Franciscanos y jesuitas en la AraucanCa 1600­ mapuche, que estimularon un nuevo tipo de relación inter6tnica.
1900". En Prinumu Jomoda.s tk Educoci6n IndfgelUl (1989), Universidad Ca­ 33 Osvaldo Silva, "Ouerra y trueque como factores de cambio en la es­
tólica de Chile, Temuco. 1991, pp. 37-70.
tructura social. El caso mapuche". En Guillermo Bravo (Editor). Econom(a y
JO Francisco Ndilez de Pineda, Suma .v epilogo de lo más eSi!llcíal que
comercio ~n Amlrica Hispana. Seri~ Nuevo Mundo: Cinco Siglos. rr
5, San­
comiene el libro ;m;tulado Cautiverio Felil y guerras dilatadas del Reino de
tiago. 1990, pp. 83-95.
Chile, Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago, 1984.
J4 Esta característica del parlamento se puede deducir de los plantea
JI Jerónimo de Quiroga, Memoria dI! los sucesos de la guerra JI! Chile.
mientos formulados por Martín Lienhard en su libro La VOl Y SU hut'l/a, Edi

2X 29
Jorge Pinto R. Integración y desintegración de Utl espacio fronterizo Jorge Pinto R. Integmci6n y desintegmción tÚ un espacio fronteril.o

mar asperezas y resolver conflictos menores al interior de cada una de terétnicas que se dieron en la Araucanía a partir del siglo XVII. No sólo
las sociedades que acudfan al encuentro. garantizaban la paz; generaban las bases para que la economía funcio·
En el fondo, se lrataba de estahlecer acuerdos que aseguraran nara a partir de acuerdos generales y pactos menores con grupos o par·
cuotas de poder entre todos los actores del mundo fronterizo, tanto in­ cialidades que, coyuntural mente. podían transformarse en aliados o ene
dígenas como españoles, que permitieran el cumplimiento de un conjun­ migos de una causan.
to de reglas que favorecía a todos. Este fue el transfondo de las Paces de
Quillín, uno de los primeros parlamentos celebrado por una autoridad d) lAS transfomuu:iones de la sociedad indiNe,",
peninsular, el gobernador Marqués de Baides, con los caciques mapu­
che, en 1640, cuyas caracterfsticas se pueden extender a los restantes El espacio fronterizo demandaba un tipo de sociedad indígena
parlamentos que se celebraron más adelante. diferente a la que encontraron los españoles en el siglo XVI. Esa socie·
En efecto, cuando el Marqués de Baides llegó a la regiÓn, el dad se pudo configurar por una serie de cambios que alteraron el marco
espectro de la guerra todavía estaba presente. Por lo mismo, el gober­ de las relaciones existentes hasta 1600 ó 1650, entre la sociedad indí·
nador tuvo, al parecer, la primera intención de castigar a los indígenas. gena y el invasor.
recurriendo a los mismos procedimientos que se habían empleado hasta Desde luego, una primera cuestión que convendrfa comentar di·
entonces. Sin embargo, estando en la zona, cambió de opinión. Un ce relaciÓn con los efectos que tuvo la resistencia militar que ofrecieron
ligero reconocimiento de la realidad local y la opinión de muchos de sus los mapuche desde muy tempranamente. La capacidad de la jefatura
asesores debieron convencerle de la necesidad, y posibilidad real, de lle­ militar de apropiarse de algunas armas del español y agrupar a los indí­
gar a un acuerdo con los mapuche para asegurar la paz en una región gena en una resistencia que desgastó al europeo, fue minando el pro­
cuya economía ya estaba funcionando al amparo de las redes indígenas y yecto colonial del siglo XVI 11.
redes capitalistas se empezaban a entretejer. Los mapuche lo tenían muy Sin embargo, tan importante como lo anterior fue la emergencia
claro; era evidente que el pacto les convenfa y, sin lugar a ninguna duda, de un segmento al interior de la sociedad indígena que privilegiÓ el en·
pues, como dijo Antigueno, con la paz "podrfan vivir seguros en sus tie­ tendimiento con los españoles. Cuando la economía fronteriza empezó a
rras y gozar con quietud de sus mujeres e hijos y no andarse escondiendo funcionar y los viejos dirigentes indígenas se dieron cuenta que podían
en los montes, que ya estaban cansados de las armas" H. articular sus prácticas económicas a las exigencias de la nueva realidad.
Los parlamentos eran, pues, como ha dicho Leonardo León, una las relaciones entre "buincas" y mapuche comenzaron a variar. El anti·
especie de pacto colonial que involucraba a los caciques mapuche, a la guo guerrero, que defendfa con las armas las tierras y la libertad de su
corona y a los terratenientes, comerciantes y soldados locales36 • Más allá pueblo, se transformó en un mediador étnico que buscó las paces con el
de su valor simbólico, su carácter pragmático quedó en evidencia duran­ antiguo enemigo, para sustentar su poder en las posibilidades que ofre
te el resto del siglo XVII y todo el XVIII, lo que terminó convirtiéndolos da el contacto con aquel 39.
en un mecanismo muy eficiente y respetado para asegurar la paz fron.
teriza, añorado, incluso, cuando los conflictos amenazan la tranquilidad 31
Sobre la capacidad negociadora que se desplegaba en los parlamentos
fronteriza. El cúmulo de intereses que quedaban resguardados en los re...ulta muy interesante examinar la manera como actuó el gobernador A.
parlamentos, los transformaron en un factor crucial de las relaciones in­ Higgins. Rererencias en 1. Pinto, Misioneros en lo Araucan(o, pp. 85-86.
l8 Un interesante análisis de cuestiones relativas a este punto en
ciones Casa de las Am~ricas, La Habana, 1990.
Margarita Alvarado, "Wiechafe: el guerrero mapuche". En R~ista de llistoria
35 Una versión de las Paces de Quillín en Alonso Ovalle, /lisIó rica Re­
[n(/(gena. N° 1, pp. 35-54.
laci6n dd Reino de Chile, Imprenta Ercilla. Santiago. 1888, tomo n, pp. 165.
W Algunos planteamientos sobre este punto adelantamos en Misioneros
170. Carlos 1.,41.&rO ha encontrado otra versión muy interesante en la Biblioteca en la Araucanla. pp. 33 Y 85-87. Sin embargo. los mejores estudios que dispo
Nacional de Madrid. Manuscrito 2371.
nemos a la fecha son los que ha hecho Le6n snore Io.~ caciques del siglo XVIII
16 Leonardo León, "El pacto colonial hispano-araucano y el Parlamento
Curiñamcu y AillapanguL Ambos revelan los cambios que se hahían producido
de 1692". En Nulram. No. 30, F.,diciooes Rehue, Santiago. p. 50.
en la sociedad ¡ndigena. Véase "El malón de Curiñamku. El surgimiento de IIn
10
"
JOl'lle Pinto R. Integmd6n y des;nlegmción dI! un esptKio frontl!rizo J0l'lle Pinlo R. Inll!gmcíón y de.v;nlegmeió" dI! U" espacio fro"ll!rizo

Esas posibilidades eran muy ventajosas, porque las bases eco­ e) mfuncionamiento del espacio fronteriw
nómicas de la sociedad indígena ya casi nada tenían que ver con las del
pueblo recolector que encontraron los españoles en el siglo XVI. La ex­ La base del funcionamiento del amplio espaci() fronterizo que
pansión del tráfico ganadero, el auge de la actividad textil y Jos propios constituyeron la Araucanía y las Pampas durante la colonia parece habel
consumos que se fueron haciendo habitual enlte los mapuche. habían estado en la complementariedad de las redes indfgenas con las redes
transformado a la economla indígena en una economía complementaria capitalistas. Al amparo de esa realidad se fueron configurando una serie
y dependiente de la economía colonial 40 • de fuerzas sociales (tipos fronterizos diría Sergio Villalobos), cuya exis­
Esta realidad explica las razones por las cuales los propios par­ tencia dependía de la mantenci6n de las condiciones generadas por el
lamentos tuvieron tanto éxito. La guena. decía Luis de la Cruz, refirién­ contacto interétnico, en una regi6n donde el mundo indígena contri huyó
dose a los pehuenche a comienzos del XIX. "la miran como la última a sostener también la economía colonial.
desgracia" y cualquier zozobra en la Araucanfa ponía en peligro los A sectores importantes de la dirigencia mapuche, a 1m
intereses de los indígenas y no indígenas En pleno siglo XIX, el cacique maloqueros que iban en busca de ganado, a quienes participaban del co­
FoyeJ. de Neuquén. explicaba lo mismo al viajero inglés George Ch. mercio de la sal o se movían por las rastrilladas que comunicaban las
Musters con toda claridad: Pampas con la Araucanfa, a las comunidades que participaban de la
producción de textiles, a quienes manejaban los hilos de comercio con
"Nuestro contacto con los cnstaanos en Jos últimos los españoles y, para decirlo en el lenguaje nuestro, a la burocracia
años -decía Foyel- nos ha aficionado a la yerba [ma­ indígena (lenguaraces y capitanes de amigos), convenía la mantención
te J, al azúcar, a la galleta, a la harina y a otras regalías del espacio fronterizo. Lo mismo ocurría entre los españoles con los mi­
que antes no conocíamos, pero que nos han sido ya sioneros, el ejército, la burocracia colonial, los conchavadores y los es­
casi necesarias. Si hacemos la guerra a los españoles, tancieros de la zona. La extinci6n de la frontera significaba su desa­
no tendremos mercados para nuestras pieles, ponchos. parición o, por lo menos, su reemplazo por agentes diferentes a los que
plumas, etcétera, de modo que en nuestro propio inte­ demandaba este espacio. Todos sus pobladores lo sabían muy bien; por
rés está mantener con ellos buenas relaciones"41 . eso, a pesar de las quejas de unos y otros, de la intranquilidad que a ve·
ces perturbaba la paz y de los abusos que se decía que algunos come­
Las relaciones de paz eran fundamentales para sostener la tían, la frontera se mantuvo sin mayores alteraciones basta mediados del
nueva realidad que había surgido en la Araucanfa y las Pampas y los siglo XIX. Su funcionamiento daba cuenta de un juego muy complejo de
cambios ocurridos al interior de la sociedad mapuche habían contribuido poderes, intereses y relaciones interétnicas, finamente manejadas por
a ello. quienes debían hacerlo y de la complementariedad de dos formas distin­
"---_._------_. tas de moverse en el mundo (la indígena y la capitalista), que podían
cacique araucano, 1765-1767". l3n Proposicíonn, No 19, Ediciones Sur, San­
sobrevivir en el marco de relaciones que aseguraba a cada una su propio
espaci0 42.
tiago, 1990, pp. 18-43; y, "Política y poder en la Araucanfa: apogeo del toqui

La soJidez con que funcionaba este mundo fronterizo explica


AylJapangui de MaJleco, 1679-1774". l3n Cuadernos de Historia, N" 12, Uni­

por que pudo resistir dos eventos que no provocaron en él mayores transo
versidad de Chile, Santiago, 1992, pp. 7-67.

tornos: nos referimos a las reformas borbónicas y la independencia de


4() Sobre estas transfonnaciones han insistido Jos~ Bengoa en su Historia

del pu(!blo mapuche e Iván Inostroza, La formaci6n de una sociedad de fron­


Chile y Argentina.
Respecto de las refonnas borbónicas podríamos decir que éstas
tera: Concepción y la Araucan(a (in6dito).

41 Citado por M. A. Palermo, arto cit., p. 171. La cita de L. de la Cruz en


pasaron en la frontera casi inadvertidas. Los esfuerzos de España por
Villalobos, Los pehuenches en la vida fronteriza, p. 80. Sobre los perjuicios de retomar el control de sus colonias, sólo se renejó en la Araucanía
la intranquilidad fronteri7.ll en el comercio véase f10ldenis Casanova, Las rebe­
liones araucanas del siglo XVIII, Ediciones lJniversidad de la ('mntera, Temu­ 42 ('om¡>ntarios más extensos sohre este asunlo en J. Pinto, Misío,,"'os
cO,1988. "ti la Arauc·anfa.

"~2 1.1
Jorge Pinto R. 'nlegmeión y Msintegrtlción M un espacio fronterizo Jorge Pinto R, Integración y de.~;ntegme;ón de un espacio fronterizo

chilena en el apoyo que empezaron a recibir los franciscanos (en des­ Los sucesos de la indcpcndcl)<.:ia lampo<.:o provocaron un eleclo
medro de los jesuitas), cuya gestión evangelizadora entre los indígenas dcsarticulador en la vieja frontera. Por lo menos, hasta 1850, los cam
se ajustaba más a la política centralizadora de la Corona; en los intentos bios no hahían logrado alterar, en lo sustantivo, el marco de relaciones
por establecer pueblos de indios y en los deseos del gobernador Am­ existentes durante la colonia. En lo que respecta a Chile, la documen
brosio Higgins de detener el comercio de textiles (ponchos sobre todo) lación de la época sugiere que el mayor inlerés de los gobiernos de esos
y asegurar mano de obra indígena para las estancias fronterizas. Por el años, se orientó a contener los focos de resistencia contra a la inde·
lado del Atlántico. el interés se centró en el reconocimiento de las Pam­ pendencia, encabezada por algunos oficiales realistas, que contaba 1.:011
pas, en la búsqueda de rutas que facilitaran la comunicación con ChiJe y el apoyo de numerosas parcialidades indígenas. y a estahlecer con los
en la fundación de algunos establecimientos que asegurara la soberanía mapu<.:he acuerdos que aseguraran la tranquilidad en la zona. La escasa
española en aquellos territorios. Tanto en las Pampas como en la adhesión que logró la causa de la independencia en la Araucania y en to
Araucania, la estrategia de control que impulsaban los borbones chocó da la zona de Concepción, demuestra, incluso, hasta donde los poblado·
con las "visiones locales" que expusieron las autoridades regionales, res de la región veían con temor los cambios que podía provocar WI
cuyo conocimiento de la zona les pennida evaluar mejor las propuestas evento no deseado por ellos y que ponía en peligro el funcionamiento
de las autoridades peninsulares. del viejo espacio fronterizo45 • Por su parte, Argentina habia iniciado la
Así, aunque la expansión hacia el sur de Buenos Aires fue vista ocupación de la pampa húmeda, pero sin la intensidad de las décadas si
en Argentina como una necesidad, tenninó imponiéndose la idea de que guientes; y, Chile, demasiado interesado en vincularse a los mercados
era más conveniente mantener con los indígenas una relación armónica, internacionales a través de la minena del Norte Chieo y los trigos y ha­
admitiendo que el ganado de la Pampa era un bien compartido que per­ rinas del Valle Central, segura reservando para la Araueania los mismos
mitía sostener la paz. En el fondo, lo que se buscaba era asegurar una procedimientos de intervenciÓn que habían utilizado las autoridades co·
situación que no molestaba a nadie y que había pennitido que la eco­ loniales: las misiones, el ejército fronterizo y los acuerdos con las par­
nomía funcionara sin dificultades'''. En Chile ocurrió algo parecido. cialidades mapuche a través de parlamentos celebrados con eJlos46 •
Desde luego, las autoridades que visitaron la zona constataron que el
mapuche babía dejado de ser una amenaza y que la región ofrecía 3. La desintegración del espacio fronterizo, 1850-1900
inmunerables ventajas si se lograba a agilizar el comercio. Así lo su­
giere, por lo menos, un extenso infonne enviado al rey por el fiscal de La situación cambió radicalmente al promediar el siglo XIX.
la Audiencia de Santiago, don José Perfecto de Salas en 1750 y, más En nuestra opinión, tres fenómenos puntuales generaron un escenario
tarde, la gestión de quien llegara a ser virrey del Perú, el gobernador que se tomó cada vez más amenazante para el indígena y el espacio
Ambrosio Higgins.... fronterizo que lo cobijaba: la configuración de los estados nacionales. la
articulación de sus economías a los mercados internacionales y la es
... ---~----

43 45
En esto hemos seguido. básicamente, las sugerencias hechas por Pedro Sobre la situación de la Araucanía durante la independencia véase

Navarro Ploria en su libro Ciencia y polftica en la región nortpalagónica: el Claudio Gay, /listoria Ffsica y Pol(t;co de Chile, tomos Val VIII, Imprenta de

ciclo fundador (1179-1806), Ediciones Universidad de la Frontera, Temuco, Rouge y Comp., París. 1871; Benjamín Vicuña Maclc.enna, La Guerra a Muert#'.

1994. Editorial Francisco de Aguirre. Buenos Aires, 1972 y Tomás Guevara, l..os

44
Véase José Perfecto de Salas, Informe a V.M., Santiago de Chile, Araucanos t!tl la revolución de la Indept!ndef¡cia. Imprenta Cervantes, Santiago,

5.3.1750. Publicado por Ricardo Donoso en Un lt!trado del siglo XVllI, t!1 1911.

46
doctor José Peif(!cto de Salas. Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Jorge Pinto, "Redes indígena... y redes capitalistas. La Araucanía y las

1963, pp. 106-133; Informe de A. fliggins al gobernador sobre los medios de Pampas en el siglo XIX". En Heraclio Bonilla y Amado Guerrero (Editoresl.

mantener en paz a los indios, 13.10.1771. En Biblioteca Nacional. Manuscritos 1....os pueblos campt!Sinos de las Américas. "'''nicit/aJ. cultura #' historia #'n ..1

Medina. vol. 274, fs. 203-223; y el libro de Ricardo Donoso, El Marqués de siglo XIX, Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga. 1996, pp. 137

Osomo. Santiago, 1941. 1~3. La referencia en pp. 144- 151.

J4 V'i
Jo,." Pinto R. ¡nt,grud6n y d,sint,gruci6n dll un IIspado /rontllrizo Jorge Pinto R. Intllgrución y Msintegruci6n de un IIspacio fronterizo

trechez del mercado de la tierra. Los tres repercutieron en ambos países. los distintos paises que se configuran en el continente. generar las con
primero en Argentina, más tarde, en Chile. diciones necesarias para que los capitales se orienten a sus países y no lt
En realidad, las repúblicas latinoamericanas fueron, en el siglo otros.
pasado, implacables con los indígenas. Todo el peso de los estados en En Argentina, el punto de partida de este proceso tuvo relación
formación se dejó caer, sin contemplaciones, sobre las comunidades na­ con la desarticulación del circuito comercial Buenos Aires-Alto Pern,
tivas que aún sobrevivían. Si en este sentido los hombres del XVI y del que proporcionaba hasta 1810 el 80 % de las expol1aciones rioplatenses
XVII habían dado muestras de incomprensión e intolerancia, los del XIX a Europa y con la necesidad de reeplazarJo por las eXpol1aciones de la­
fueron todavía más lejos. Su etnocentrismo y posturas, a veces abiel1a. nas y, años después, por los productos derevivados del ganado vacuno
mente genocidas, alcanzaron niveles hasta entonces desconocidos. que se criaba en las praderas, al sur de la provincia de Buenos Aires".
Como señalábamos al comenzar este artículo, lo que interesó a Sin embargo, la lana y el ganado vacuno no sólo atrajeron ca­
los españoles en los primeros años de la conquista fueron los indígenas. pitales extranjeros, sino obligó a los grupos dirigentes a prestar atenci6n
Decíamos que se podía hablar de un "proceso th conquista" que puso el a lo que ocurría al sur de las antiguas proviocias del Río de la Plata.
énfasis en los primitivos pobladores del continente. Para el conquistador, Constituido el mercado de tierras, precisamente por el interés que éstas
el indígena constituía la mano de obra sin la cual ningún proyecto despiel1an para la crianza del ganado lanar, este hecho se tradujo, rápi­
tendiente a articular la economía colonial con la economía metropo­ damente, como lo afirma HUda Sábato, en una presión hacia los in­
litana podía tener éxito y, para los misioneros, sin indios no había dlgenas que las ocupaban, obligándolos a replegarse más al sur. El es­
posibilidad de ampliar las bases de la cristiandad occidental. A pesar de tado en formación en la Argentina inició, así. tempranamente, un acoso
la "barbarización" y "demonización" de los indios, éstos estuvieron, en a ese mundo que, hasta el XVIII había logrado sobrevivir gracias a la
los siglos XVI y XVII, en el centro de la "conquista". complementariedad de las redes y circuitos comerciales que comen­
En el siglo XIX las cosas fueron diferentes. Hace 150 años el tábamos en las páginas anteriores.
indígena pasó a un segundo plano; lo que interesó entonces fueron sus En cierta medida, se podría aftnnar que los grupos dirigentes de
tierras. La vieja conquisto dio paso a una invasión que se tradujo en un la Argentina tuvieron que hacer su historia, en el siglo XIX, mirando
desenfrenado proceso de usurpación de territorios. Este fenómeno mar­ hacia el sur; vale decir, hacia lo que allá se llamaba el Desierto o terri­
cará la dinámica que asumirá la segunda invasión al mundo indígena y torio poblado por indígenas.
la desintegración del viejo espacio fronterizo en el cual éste sobrevivía. Rosas tuvo plena conciencia de esto, al punto de ser uno de los
En las páginas siguientes vamos a comentar primero lo que pasó en primeros en hacerse cargo de las demandas de los hacendados del in­
Argentina y, a continuación, lo que sucedió en Chile. terior, cuyas presiones obligaban al gobierno a favorecer la ocupación de
aquellas tierras, o, al menos. a terminar con la inestabilidad ocasionada
a) ArgentilUl y In tempralUl intervención thl mundo indíllf!/Ul por los indios, según las denuncias de los propios hacendados" 9•

A poco de concluir la Independencia, Argentina y Chile tu­ 47


Emest Ladau, "Modos de producción. sistemas económicos y pobla­
vieron que reorientar sus economías en función de las conexiones par­ ción excedente. Aproximación histórica a los casos argentinos y chileno". En
ticulares que empezaron a buscar sus grupos dirigentes con los mercados Revista lAtinoamericana de Sociolog(a, vol. S, Buenos Aires, 1969.
más desarrollados del capitalismo decimonónico. Tal como afirma Er­ 411 Roberto Schmil, "Comercio y mercado en el litoral argentino durante
Dest Laclau, en países como los nuestros, en los cuales no existió un pro­ la primera mitaddel siglo XIX. en Jorge Silva Riquer y otros, Circuitos ~rcall·
ceso de acwnulación originaria similar al que conocieron algunas econo­ tíles y ~rcados en Lati~rica, siglos XVIII - XIX, Instituto de Investiga­
mías europeas, el crecimiento económico quedó supeditado a la posibili­ ciones Dr. Jos~ Marra Luis Mora. M~xico. 1995. pp. 291·32S; Ouido di Tella y
dad de atraer inversiones extranjeras, que empiezan a llegar a América Ernesto Zymelman. Los ciclos económicos argen/inos. Editorial Paidos, Buenos
Latina en el siglo XIX debido a lo que el propio Laclau llama la renta Aires. 1973; llilda Sabato, Capitalismo y Ganader(a en Buenos Aires: lafiebr..
diferencial del capital a escala internacional4'. Aunque es evidente que del/anar, /850-/890, Editorial Sudamericana, Bueno.'I Aires, 1989.
eso atraía al capital extranjero, correspondía a los grupos dirigentes de 49
Vhse, por ejemplo, una comunicación de Rosas dirigida a los lIa
J6 17
JO'X- Pin,o R. '"t.WTdCÍÓIt 1 MsinlltgTdCió" M lUt .spttcio front.rizo Jorgl! Pinto R. Intl!grac;ón y dl!.~inll!1tración dI' un espacio frontl!Tizo

Aswnir ese desafío significaba en Argentina dos cuestiones: en establecía que los mencionados caciques debían perseguir a los ladJOncs
primer lugar, frenar el tráfico de ganado bacia Chile, y, en segundo lu­ de ganados y a los negociantes de eslos52 • Estudios recientes, a(Xlyados
gar, invadir las tierras de los indios. Esas tareas se aswnieron, precisa­ en apreciaciones del general Alvaro Barros y otros testimonios de la
mente, desde el estado. Es más, el poder se empezó a concentrar en po­ época, estiman que el país perdía, (Xlr causa de esle Lráfico, cerca de 40()
líticos y militares que, de alguna manera, estaban contribuyendo a lograr mil pesos anuales y una masa de ganado impresionante: JI millones de
esos objetivos. El caso más patético es el del general Julio Argentino reses entre 1820 y 1870 Y 4 millones de ovejas y caballos. Aunque el
Roca: de conquistador del Desierto se transformó, en 1879, como Pre­ autor que entrega estos datos. los supone exagerados, reconoce que eran
sidente de la República. en el conquistador de la ciudad. Con ello, dice aceptados por los hombres de la época".
el autor que voy siguiendo, reproduda un antecedente vital en la Sin embargo, cortar ese comercio era sólo una de las melas que
Argentina y un mito que se hizo genérico50 • debía conseguir el estado. La otra, tanto o más im(Xlrtante, era ocupar
Frenar el tráfico de ganado hacia Chile era clave para la Ar­ las tierras del indio. El proceso se había iniciado, de manera muy
gentina. Así lo entendió Rosas, cuya expedición al desierto, realizada incipiente. en el siglo XVIII. cuando las autoridades coloniales, alcmo·
entre 1833 y 1834, apuntó, entre otras cosas, a detener ese tráfico. Rosas rizadas (Xlr una eventual invasión inglesa, dieron paso a una serie de
era un hacendado que entendía. mejor que nadie, las demandas que ese estudios sobre la Patagonia septentrional. Años más tarde, hacia 1840, la
grupo estaba formulando. Años más tarde, Roca tuvo todavía menos enorme importancia que adquiere la lana para la economía argentina,
dudas. En una carta que dirigió el 24 de abril de 1876 al redactor del precipitó la invasión. La aparición del mercado de la tierra, acompañado
diario LA R~púb¡;ca de Buenos Aires, precisó que llevar la frontera has­ de un acelerado proceso de privatización, se convirtió en la peor amena­
ta el Río Negro era cortar un comercio ilfcito con Chile, que represen­ za para el indígena. AJ transformarse su tierra en un medio de produc·
taba fuertes pérdidas para el país. Roca calculó que anualmente, salían ción caro y escaso, su suerte quedó selladas.¡. Para impulsar su economía,
40.000 cabezas de ganado robadas por los indios en las Pampas para señala un historiador norteamericano, Argentina necesitaba hombres,
venderlas en Chile, donde varios prohombres debían a este comercio tierras, barcos y ganado de mejor calidads~. Las tierras, agrega e!;te his­
pingües fortunas. Interceptar este comercio, decía Roca, es cortar para toriador, ya las tenía; lo que DO contaba para él era que esas tierras
siempre "el comercio iUcito, que desde tiempos inmemoriales hacen con pertenecían a los indios y que su incorporación a la economía nacional
las haciendas robadas por los indios, las provincias del sur de Chile, era la peor amenza que se podía cernir sobre ellos después de la llegada
Talca, Maule, Linares, Ñuble, Concepción, Araneo y Valdivia" SI. Para del español en el siglo XVI.
Roca no quedaban dudas, era todo el Valle Central de Chile el que se La estancia y la producción para los mercados capitalistas a los
beneficiaba de un comercio que tenía su origen en el ganado robado de cuaJes se estaba conectando el país eran absolutamente incompatibles
las estancias argentinas. Por lo tanto, babra que liquidarlo. Justamente, con la economía indígena. Entonces, las redes económicas que habían
eso fue lo que persiguió el tratado de paz celebrado por el gobierno
52
argentino del presidente Avellaneda con los caciques Epugner Rosas y Transcrita por Juan Carlos Walter, La Conquista d~1 Desiuto, Cfn'ulo

Manuel Baigorria, el 24 de julio de 1878, en varias de cuyas cláusulas se Militar, Buenos Aires. 1964, pp. 815-818.

53 Colin Lewis, La consolidación de la frontera argentina a fines de la

década del 70. Los indios, Roca y los ferrocarriles. En Oustavo Ferrari y E7.e

bitantes de la Provincia de Buenos Aires, el 17 de diciembre de 1832. F.o Juan


quiel Oallo (compiladores), Argentina del 80 al Cm/enario, Editorial Sud·

Manuel Rosas, Diario d~ la Ex~dici6n al D"s;~rto. /833-/834. FAiciones Parn·


ro y Cielo. Buenos Aires, 1965, pp. 53-56.
americana, Buenos Aires, 1980, p. 475. Testimonios sobre la frecuencia de este

tráfico en el siglo XIX con fuentes chiJena.~ ha reunido Jorge Roja.~ Lagarde en

o David Vii'ias, Indios, Ejlrcilo y Frollleras. Siglo XXI Editores, Oue·


nos Aires. 1983, p. 13. MalO1U!s y comercio de ganado con Chile l'n el siglo XIX, Faro fAitorial, Oue

51 Citada por Manuel Olascoaga, La Conquista d~l Desierto. Estudio Ti· nos Aires, 1995.

~4
pogr4fico di! la Pampa y Rfo N~gro. 2 tomos. Editorial Araujo, 1940, tomo l. Sahato, ob. cit., p. 74.

\5
pp. 40-45. La primera edici6n de la obra de Ola.~coaga fue puhlicac.la hacia Harold Pelerson, /,a Argetl/ina y los f:.\tatlos Unidos, Tomo I. lIil0

1880. 1914, lIyspamérka, Buenos Aires, 1985. p. 261.

lX w
Jorge Pinlo R. Inlegnu:ión y desintegmción de un esp4cio fronterizo Jorge Pinto R. Integmción y desintegnu:;ón de un espacio fronterizo

tejido los mapuche y los circuitos comerciales que nuían por las ras­ sonas, destruido 3.000 casas y robado bienes por valol
trilladas, ya no servían. Había que intervenirlos y desarticular/os. más de 20.000.000 de pesos' ... en términos económicos. el
aún si las propias tierras de los indios cran vitales para asegurar el éxito control indígena del sur de la provincia de Buenos
de la nueva economía que estaban imponiendo los grupos que parti. Aires y del oeste y norte de Santa Fe, significaba la
cipaban en la construcción del estado argentino. Argumentos no falta­ preservación de una forma primitiva de producción y
ron: la necesidad de progreso, de impulsar el desarrollo del país, de in­ la absorción de excedentes de producción primitivos
corporar al indio a los beneficios de la civilización y de abrir un espacio hacia Cbile"" .
al inmigrante europeo, cuya presencia estimularla el progreso. Por últi­
mo, también estaba la amenaza extranjera: Chile tenia interés en esas b) El caso de Chile
mismas tierras". La acción de las autoridades argentinas, terminó, sin
embargo, recayendo no sobre el pals vecino; sino, sobre un indígena En Chile. las cosas se dieron de un modo diferente, aunque al
que casi no pudo sobrevivir a la acción del estado. final los efectos sobre el indígena y el espacio fronterizo fueron los mis
Es curioso que un grupo importante de historiadores argentinos, mos.
haya terminado reconociendo el mérito que tuvo la gestión de los grupos Chile inicia su historia republicana mirando bacia el norte. En
dirigentes del siglo pasado, sin reparar en el daño que estaban ocasio­ su caso, la articulación de su economía a los circuitos del capitalismo
nando a un importante segmento de la sociedad local, en este caso, a la decimonónico pasaba por la aceleración de la producción minera del
pohlación indígena que habitaba el desierto. Una extensa cita me ahorra Norte Chico. Hacia allá se orientaron las inversiones inglesas, el interés
comentarios: de los empresarios locales y de las autoridades de gobierno. El propio
Portales intentó, pocos años después de la Independencia, estahlecer en
"El éxito del gobierno nacional en la guerra con el las cercanías de Val paraíso una planta refinadora de cobre que permitie­
indio y su consiguiente expulsión más allá del Rio ra procesar un metal que significaba tanto para el pals como las lanas
Negro, constituye otro de los rasgos sobresalientes de para Argentina~.
este 'momento político'. Este evento tuvo, como lo Los agricultores también miraron hacia el norte. Hasta el mo­
señala Estanislao Zeballos, una triple repercusión, mento mismo de la Independencia, los mercados que habían estimulado
económica, política y militar. Al mismo tiempo que se la producción agroganadera de las haciendas y estancias del Valle
reafirmaba la soberanía nacional sobre la Patagonia. Central y el intenso tráfico de ganado que venía de las Pampas, se en­
en aquella época en litigio con Chile, y se eliminaba contraban localizados en los distritos mineros del Norte Cbico, en Lima
uno de los últimos reductos de conflicto armado, se y el Alto Perú. Aunque la Independencia generó graves dificultades a
rescataban para la Nación inmensas extensiones de este comercio, sobre todo con el Perú, nuestros agricultores sabían que
tierra productiva, a la par que se eliminaba definiti­ la situación sólo se podía remediar si se recuperaban esos mercados. A
vamente el pillaje y la destrucción causadas por las eso habría apuntado la primera guerra contra la Confederación Perú
constantes incursiones de los indios. En este sentido, Boliviana de la década del 30, cuyo desenlace en favor de Chile, habría
se ha señalado que 'cntre 1820 y 1870 los indios ha­ permitido a los agricultores recuperar aquellos mercados59• En 1836,
blan rohado II millones de bovinos, 2 millones de
caballos, 2 millones de ovejas, matado 50.000 per­ n
Osear Cornblit. El.cquiel Gallo y Alfredo O'·Connel. "La generación

del 80 y su proyecto: antecedentes y consecuencias'. En Torcuato di Tella. Gino

~6 R..tanislao Zeballos reproduce en fAl Conquista de quince millegua.l· C.rermani. Jorge Oraciarena y colaboradores. Argentina. Sociedad dí' Ma.ra.r, El!

(r~itorial Jlachete. Buenos Aires, 1958, pp. 270-272). un artkulo publicado en deba, Buenos Aires, 1971. pp. 18-58. La cita en p. 48,

la Rt!Vista del Sur de Santiago, en diciemhre de 1878, en el cual se dejarfil 58 Diego Portales, Epistolario, 182/-1837. Imprenta de la Dirección

entrever este interés. 7.cballos lo utiliza para insistir en la neccsidild de ocupar General de Prisiones, Santiago, 1936, tomo 1, p. 314,

ese espacio. w Luis Vit~le. Interprelación man:;sla dt' la Historia dt' Chilt'. PI.A.

40 41
JOrgil Pinto R. Integraci6n y desintegraciólI de 1411 espacio fronterizo Jorge Plnlo R. Inle¡cradim y 1)~1oIn'elotrudiln de un I':!>padu "'rlllllt'ri,u

Portales decía que derrotar a la Confederación significaba conseguir la


segunda independencia, es decir, aquella que aseguraba al país el
o
......
11s 1
exclusivo control del Océano Pacífico, por donde deberían Ouir las mer­ fl
cadenas chilenas que se enviaba al exteriorso.
En esas condiciones, era muy difícil que la Araucanía llegara a
~
O ~-¡¡e i "
inleresar a los empresarios chilenos, a los inversionistas extranjeros y a t: o ..i
las autoridades de gobierno. Definitivamente, Chile había fijado su aten­ ~ ti¡ ] -i.2fl:g 1
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ción en el norte y así lo deja entrever el general Manuel Bullles, eu
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1831, cuando Rosas le pide colaboración para enfrentar juntos al mapu­
che de la vieja frontera. De acuerdo a lo que refiere Zeballos, Rosas se ~~
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habna dirigido al general Bulnes, por entonces la máxima autoridad
militar en el sur de Chile, solicitándole su ayuda para terminar con el QC
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problema indígena. Dos años más tarde, el gobierno chileno se habna Z~ ~
excusado, señalando que ese no era un problema para el país61 • A pesar
del refugio que buscaron en la Araucanía los últimos realistas que
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resistieron la Independencia y de la intranquilidad que provocó más
tarde la banda de los Pincheiras, la Araucanía, económicamente hablan­
do, interesaba muy poco a Chile. Es más, cuando en 1835 el gobierno
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Zenón Badía con el objeto de reclutar franciscanos italianos que es­ ....:1-< ! li aU~ e¡1 '1'
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tuviesen dispuestos a evangelizar a los mapuche. Es decir, las nuevas
autoridades optaban por emplear los mismos procedimientos que había <~
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los mapuche, alternativa que se confirmó en 1849. cuando se abrieron ~U
las puertas de la Araucanía a los capuchinos italianos que empezaron a ~1:2 ::1 .~ .....
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Santiago, 1971, pp. 168-176.
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60 Portales, ob. cit., tomo 111, pp, 452-454,
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Zeballos. ob. cit., p, 56.

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Jorge Pinto, "Jesuitas, franciscanos y capuchinos italianos en la
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Araucanra (1600-1900)". En Revista CompJulelue de l/istoria de América, No.
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19, Madrid. 1993, pp. 109-147. La refen~ncia en p. 123. Los textos que
infonnan sobre la situación de la Araucanra durante la guerra de la indepedencia
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recurriendo también durante la primera mitad del siglo XIX. a los parlamento..... j g ~:! ] ~ ~e
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como un mecanismo de entendimiento con los mapuche. Parliculannente intere­ - §' al ~ iJ..-8 ¡f &!~-8
sante son los datos que aporta Gay sobre el Parlamento de Tapihue. celebrado el
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30 de diciembre de I H24 (/Iislaria ns;eQ y I'olftira de Chile, lomo VIII. pp ~

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Jorge Pinto R. IlÚegmewn y desinlegmeión tú IIn eS¡HJcio fronleri1.o Jorge Pinto R. Inlegrnci6n y túsintegmei6n tú IUI l$¡HJCio fronterizo
Al comenzar la segunda mitad del siglo pasado las cosas de opinión pública. Comelio Saavedra, a la sazón Ministro de Guerra.
adquirieron un matiz diferente, principalmente por la actitud que asumió impresionado por su lectura se habría transformado en una paladín de la
el gobierno chileno. Ya está dicho que hasta 1850 la Araucanl'a poco o paz y en un decidido partidario de aunar los esfuerzos para contener al
nada había interesado a los empresarios chilenos y a las autoridades de indígena. Igual postura habría adoptado Vicuña Mackenna, quien envió
gobierno; sin embargo, la sistemática penetración de los empresarios a Zeballos una calurosa carta de felicitaciones por la obra tan magnifica
mineros tras el carbón, por la península de Arauco, la crisis económica que babfa escrito".
que se desató en 1857 y la presencia cada vez más exigente de los Acosados por las tropas de uno Y otro país, los mapuche casi no
inversionistas ingleses que estaban llegando al país, los obligó a des­ tuvieron alternativa. Obligados en Chile a establecerse en las reduc­
plazar su mirada hacia el sUf"l. Simultáneamente, el estado nacional ciones que les fijó el gobierno, se vieron condenados a vivir en las
empezaba a consolidarse y los grupos dirigentes se dan cuenta que pue­ peores tierras de la zona. Las otras, las que verdaderamente aseguraban
den recurrir a éste para emprender la ocupación de la región. La fun­ éxito económico, quedaban en poder de los nuevos dueños, aquellos que
daciÓn de Angol, en 1862, en el mismo sitio donde en el siglo XVI los de mejor manera conectaban la economía regional con los mercados
españoles habían instalado originalmente la ciudad, fue el punto de par­ más activos de la economía mundial.
tida de una intervenciÓn semejante a la que se había iniciado en Argen­ En la época presente, decía un misionero franciscano que vió
tina en la década del 30, apoyada por una frondosa legislación que extinguirse la frontera. refiriéndose a las nuevas dificultades que enfren­
sancionó la ocupación de las tierras indígenas"'. taba la evangelización, por "el progreso con que la república marcha".
Esa intervención bizo posible que los dos países se dieran fi­ empujando "rápidamente a los especuladores a busc:ar localidades que
nalmente lá mano en su lucha contra el mapuche. Zeballos cuenta que les ofrezcan una alabueña perspectiva a sus negocios comerciales e
su obra, lA Conquista de Quince mil úgutlS, fue leída en Chile cuan­ industriales", se han abierto las puertas a los abusos que pueden compli­
do una serie de conflictos limítrofes amenazaban la paz' entre ambos car mucho más las cosas f6.
países, abriéndole los ojos a muchos bombres de gobierno y fonnadores Esos abusos fueron los que aplastaron al mapuche y lo
condenaron a vivir como extranjero en su propia tierra. Aunque otro
303-3(6), no sólo por lo que al Parlamento se refiere, sino por lo que dice misionero pensaba que la cruz del redentor acompañada de la locomo­
respecto de laS razones por las cuales las distintintas parcialidades mapuche tora y "la espada del heroico soldado chileno" iban resolviendo el viejo
adhirieron o no a la causa de la Independencia. Viejas rencillas o conflictos problema de Arauc067, el lamento de los mapuche sólo reflejaba la
intertribales seguían incidiendo en la conducta de los dirigentes indígenas. Esto
desolación de una población que hasta esos años babia podido compartir
probaría que el viejo espacio fronterizo seguía funcionando en la primera mitad
su mundo con los buincas venidos del norte. .
del siglo XIX como había funcionado durante la Colonia.
Teníamos razón en sublevamos, decía Pedro Kayupi, a fines del
63 Sobre estos factores veáse, Sergio VillaJobos y otros, Relacíonesfron­
siglo XIX, recordando el último gran levantamiento mapuche de 1881.
/erizas en la Araucan(a, Ediciones Universidad Católia de Chile, Santiago,
"Teníamos razón, porque se nos iban a quitar nuestro terrenos. Así ha
68
1982; Luis Ortega. lA indllStria del Carbón en Chile, Cuadernos de Humanida­
sucedido. Yo apenas tengo donde vivir. Inútilmente he reclamado" .
des, Universidad de Santiago. Santiago. 1988; Eduardo Cavieres. Comercio chi­
"Que he hecho yo, pobre hombre. decía otro cacique mapuche que vivió
leno y comerdames ingleses. Un ciclo de historia econ6mica de Chile. Edicio­

nes Universidad Católica de Valparafso, Val paraíso, 1988; Patricia Cerda. FrOl.­
6S
Zeballas. ob. cit., pp. 275-276.

teras del Sur. ob. dt; Y Jorge Pinto, "Morir en la Frontera. La Araucanía en
66 Informe del fr. Victorino Palavicino, ofm, slf, presumiblemente 1857.

tiempos de Balmaceda". En Luis Ortega (editor). lA Gunra Civil de /891. Uni­


Archivo del Colegio de Propaganda Fide de Chillán, Asuntos Varios. vol. 21.

versidad de Santiago, Santiago. 1993.


doc. 87.

64 Arturo l..eiva, El primer avatu'e a la Araucan(a. Ango/. 1862. Edi­


67 Fr. Luis Mansilla. ofm, lAs misiones franciscanas en la Araucanfa.

ciones Universidad de la Prontera. Temuco, 1984; y. Jo.<¡é Aylwin. t:studios so­


Imprenta El Misionero Franciscano, Angol. 1904. p. 355. ,
bre tierras ind(genas de la ArallCtm(o: antf'adentes histórico legislativo, Insti­
68 Citado por Tomás Ouevara. lAs últimas familias y costumbres arau
tuto de F..'Itudio.<¡ Indígenas. Universidad de la Frontera. Tcmuco. 1995.
canas. Imprenta Cervantes. Santiago. 1912, pp. 277-284.
44 45
Jorge Pinto R. In"llrtUi6" ~ des¡ntellrtUi6n de IUI espacio ¡ronterizo (¡racíe/o B. lIernándn lbs hirllf~s de lo mitologÚl mopuche

por los mismos años, para tener que sufrir tanto ... si pudiera morir. ¡que
bueno sería,"69.
En Argentina, los resultados fueron tan dramáticos como en
Chile. Al informar acerca de la expedición contra Sayhueque. el general
Villegas. que había comandado las tropas en lo que fue casi la última
campaña contra el indígena, en 1883, señaló: LOS HEROES DE LA MITOWGIA MAPUCHE
La conquista hispánica en los mitos
"En el territorio comprendido entre los ríos Neuquén,
Limay, Cordillera de los Andes y lago Nahuel Huapi,
no ba quedado un solo indio; tOdos ban sido arrojados Graciela B. Hemández
al Occidente ... Con la vigilancia que en adelante ejer­
cerán nuestros destacamentos, colocados en los boque­
tes de la Cordillera, les será imposible pasar al Oriente Introducción
... Hoy, recién puede decirse que la nación tiene sus
territorios despejados de indios, pronto así a recibir en La mitología de todo el sur de América da cuenta de la
su fértil suelo a millares de seres que sacarán de él sus actuación de los héroes culturales; fueron ellos quienes enseñaron a los
productos. La Patagonia será,. sin duda, un emporio de hombres a hablar, vestirse, alimentarse; en muchos casos ordenaron el

nquezas ... ..70 . caos original, separaron la tierra de las aguas. alejaron las tinieblas y
dieron forma a ríos y montañas. Los héroes culturales dejaron sus
El acoso al mundo indígena fue también el acoso al espacio huellas por doquier: en la geografía, en el arte rupestre. en las clasifica­
fronterizo que había florecido en las Pampas y la Araucanfa durante la ciones totémicas. Todo recuerda las actividades que desarrollaron estos
Colonia. Aunque en las últimas páginas hemos puesto de relieve el costo héroes en los tiempos míticos.
que tuvo su ocupación para los mapuche, tan víctimas como aquellos Estas deidades. a las cuales Jensen denomina "dema", pueden o
fueron los miembros de la sociedad global (misioneros, conchavadores y no coexistir con altos dioses. Generalmente se los ha considerado como
militares de la antigua frontera), que babían sobrevivido en él. La desin­ inferiores, propios de religiones poco elaboradas o sin profundidad. aun­
tegración del espacio fronterizo pulverizó viejas relaciones sociales y a que siempre tuvieron más prestigio que los altos dioses. Muchos antro­
los actores que habían participado de ellas. pólogos han buscado con tanta insistencia espejos de la cultura occi­
dental, que han encontrado dioses similares al de la religión judeo­
cristiana por todas partes. Encontrar un "alto dios" fue una forma de
otorgarle importancia a una investigación. además de consolidar teonas
preconcebidas.
La historia de las religiones da cuenta de una larga discusión
acerca de si el monoteísmo es una características de las creencias más
antiguas y primitivas o sí, por el contrario, es propia de las religiones
más complejas. Algunos estudiosos de las religiones, como Lang y
Schmidt, sostuvieron que el monoteísmo fue una características de Jos
pueblos arcaicos, un aspecto esencial en la forma de concebir a dios cn
69 Pascual Cofta. Testimonio de un cacique, Pehuén Editores, Santiago, la cultura originaria.
1984. pp. 456-458. Los héroes culturales generalmente se presentan ac()mpañado~
70 La cita ha sido tomada de Curruhuinca-Roult. lAS matanzas del Neu­ de ciertos entes, en muchos casos antepasados, que compartieron la acti
quin. Plus Ultra, Buenos Aires, 1984, p. 167. vidad de orde~ar la creación. Estas figuras se encuentran ell la mitologra
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