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La alfabetización y los
límites de la democracia1
"Pero el trabajo de la educación es constructivo, no crítico."
John Dewey
James Donald*
En una conferencia sobre "La idea de un público educado", el filósofo moral Alisdair
MacIntyre describe a los maestros como "la esperanza desesperanzada de la modernidad
occidental" (MacIntyre, 1987). ¿Por qué desesperanzada? Porque se les asigna una
misión que es tanto esencial como imposible. Cualquier racionalidad sobre educación,
argumenta MacIntyre, puede reducirse invariablemente a la demanda de que se enseñe a
la juventud, en primer lugar, para adecuarse a un rol y función social determinada, y, en
segundo, para pensar por sí mismos. Sin embargo, la naturaleza particular de las
sociedades post-ilustradas plantea que estos imperativos de socialización e
individualización son mutuamente incompatibles. Sólo cuando la discusión sobre los
términos compartidos en una sociedad es un rasgo, un contenido, de los roles para los
que los estudiantes son socializados, pueden ir estos dos objetivos juntos; y esto, según
MacIntyre, conlleva la existencia de un público educado. Su paradigma de un público
semejante es el de la ilustración escocesa, que no fue, de ningún modo, universal. En las
ciudades escocesas del siglo XVII y XVIII había una esfera pública "tolerablemente
amplia" pero autoconcientemente limitada, sostenida por patrones de autoridad
mutuamente aceptados, referencias culturales canónicas y modos de argumentación y
justificación compartidos. Los debates informales sobre qué constituía una "buena vida"
se institucionalizaron como "una extensión de y un intercambio con las discusiones en las
universidades". Esto fue consecuencia no simplemente del currículum universitario o de
su acuerdo en las cuestiones de debate filosófico, sino también de una "comprensión de
sus roles como ministros, abogados, mercaderes, directores de escuela, y otros, que les
permitió mirar más allá de los asuntos inmediatos, hacia cuestiones de principios básicos,
en foros locales tales como los consejos de la ciudad, los presbiterios, los consejos de
dirección de los bancos y cortes de justicia." (MacIntyre, 19&7: 24-25). Sin esta clase de
comprensión y ese tipo y escala de organización social, no es posible un público educado,
y los dos propósitos de la educación -la socialización y la individualización- se divorcian
irreversiblemente.
Rastreando la emergencia de esta oposición familiar entre domesticación y
emancipación, MacIntyre identifica una línea de falla en la tradición del pensamiento
educacional progresista que va de Rousseau a Piaget y más allá. Ella produce su
oscilación paralizante entre el utopismo y la desesperanza, en tanto la educación
1
* Profesor en Estudio sobre Medios (Universidad de Sussex). Editor de la revista New Formations
Publicado originalmente en: The Insistence of the Letter. Literacy Studies and Curriculum Theorizing, The Falmer Press,
Philadelphia, 1993.
Traducción:lnés Dussel.
promete repetidamente liberar los talentos creativos de todo el mundo y después fracasa
en hacerlo. Una vez que se reconoce que la educación es un aparato, no para
desmantelar lo social o escaparle para emancipar una supuesta naturaleza humana, sino
más bien para instituirlo, entonces lo que importa son los principios que deben guiar su
organización y conducta. Tratando de ver cómo se podrían negociar estos principios
democráticamente, el ideal de un público educado universal no debería ser colocado
como objetivo alcanzable, sino más bien como un horizonte imaginativo, un caso límite
regulador.
Esto implica ir un paso más allá de los planteos de MacIntyre, y cuestionar su propia
oposición entre socialización e individualización. ¿Es que las estrategias gubernamentales
de las democracias liberales post-ilustradas funcionan realmente constriñendo o
"socializando" la libertad y aspiraciones de los individuos? ¿No será más bien que
funcionan a través de ellas, intentando armonizar sus deseos y capacidades de
auto-gobierno con los objetivos políticos? 2 Para muchos, la individualización es la forma
más sutil de socialización; aprender a "pensar por ti mismo" está lejos de ser, por el
mismo precio, aprender a "pensar (a partir de) ti mismo" 3. En la práctica,
"individualización" se refiere a la identificación con reglas simbólicas y gramáticas
particulares, y por lo tanto a la socialización en subculturas intelectuales y académicas
particulares. No se trata sólo de que el lenguaje y los géneros discursivos constriñan
necesariamente al pensamiento; también está la paradoja de enseñar la independencia
de la mente. Si yo, como tu maestro, te digo que pienses por vos mismo, estás
encerrado en una posición imposible. "Piensa por ti mismo", y estás pensando como te
dije yo, en mis términos. No pienses como yo te dije, y debés decidir no pensar por vos
mismo. "Pensar por uno mismo" es un aserto que es esencialmente una secuela, una
consecuencia indirecta de otra actividad social e intelectual: el aprendizaje de
habilidades, técnicas e información, la participación en el debate y en la toma de
decisiones, y así sucesivamente. 4 Entonces, lo que está en cuestión en la idea de una
educación democrática no es tanto la emancipación o liberación como los estilos de
participación, estilos en los que la sujeción y la autonomía coexisten inevitablemente.
¿Cómo podría regularse esta ambivalencia de la educación, que refleja una
ambivalencia inherente al ejercicio de la libertad, para que los diferentes modos en los
que la gente la experimenta sean justos y razonables? Este es el tipo de pregunta que se
ha planteado Michael Walzer en su intento de formular una teoría de la justicia
distributiva compatible con una sociedad tan heterogénea como igualitaria. En las
sociedades complejas, asevera Walzer (1983), la idea de "igualdad simple" -todos
adquiriendo la misma cantidad de una misma cosa de la misma manera- no sólo no es
alcanzable sino que incluso no es deseable. En. principio, es inadecuada a su
heterogeneidad, a las diferencias reales de poder y aspiraciones que dividen a los grupos
sociales. En la práctica, sólo sería alcanzable a través de restricciones inaceptables de la
libertad individual por el estado. En cambio, Walzer argumenta a favor de una "igualdad
compleja": la distribución de diferentes bienes sociales de acuerdo a distintos criterios
que reflejan la especificidad de estos bienes, su significatividad social y la variedad de
sus receptores. En vez de derivar principios normativos que podrían aplicarse en todos
los casos tanto para los derechos de los individuos como para la promesa de una
emancipación universal, Walzer insiste en el respeto .a los limites entre las esferas
sociales y la negociación de sentidos y criterios apropiados a esa esfera particular. En su
2
Para una crítica de las pedagogías centradas en el niño basadas en la psicología experta, véase Walkerdine (1983, 1984).
Sobre el progresivismo como una instancia del poder pastoral, véase Hunter (1988).
3
Sobre esta cuestión, véase Rose (1989, 1990).
4
N. de la T.: El autor habla de "think for yourself' y "think by yourself', expresión ésta que remite a una actividad
auto-generada.
discusión sobre la educación, por ejemplo, sugiere que son necesarios criterios complejos
para balancear los requerimientos de una política democrática con los diferentes
intereses y capacidades de los estudiantes individuales. "La ciudadanía igualitaria
requiere una escuela común, nos dice, pero no requiere una carrera educacional
uniforme." Entonces, ¿qué principios institucionales de asociación y diferenciación, y qué
pautas de acceso a diferentes formas y tradiciones del conocimiento, serian compatibles
con los requerimientos de la igualdad compleja, la justicia social y la libertad individual?
(Walzer,1983: 208). .
Amy Gutmann (1987) afirma que la premisa de que la educación democrática debería
proveer "la habilidad para participar efectivamente en un proceso democrático" es
fundamental para una postura liberal. Debido a que esta habilidad debe ser universal,
tiene dos corolarios negativos que deberían restringir el ejercicio de la autoridad
educacional. Uno es el principio de la no represión: las concepciones impopulares (pero
racionales) de lo que es una "buena vida" y una "buena sociedad" no deberían excluirse.
El otro es el principio de no-discriminación: "ningún niño educable debe ser excluido de
una educación adecuada para participar en los procesos políticos que estructuran la
elección entre distintas formas de vida." (Gutmann, 1987:71,74).
Una perspectiva crítica en educación puede aprender gustosamente de Gutmann y
Walzer no sólo sus énfasis en los criterios evaluativos de la participación y del dar cuenta
(accountability) de sus actos, sino también el principio de que la justicia involucra una
sensibilidad y una responsabilidad hacia los otros. ¿Qué es lo que esto significa en
términos de la relación de la educación democrática con la ciudadanía democrática?
Traducido al contexto británico, parece cercano a la visión social democrática de
Raymond Williams en The Long Revolution (1965). Cuando Gutmann asevera que sus
prioridades deberían ser enseñar los valores democráticos esenciales y cultivar una
cultura común, se está haciendo eco (concientemente o no) del argumento de Williams
según el cual las viejas formas jerárquicas y divisorias de la escolaridad deberían ser
reemplazadas por una "educación pública diseñada para expresar y crear los valores de
una democracia educada y de una cultura común." (Williams, 1965: 173-176).
Teniendo presente los problemas planteados en la formulación de Williams (los
peligros de suponer que la educación puede diagramar 1A- expresión completa de una
sociedad o de un individuo, y los límites exclusivos de la comunidad encerrada por una
cultura común)5, ¿qué nuevas posibilidades y problemas se abren a partir de esta
aproximación? ¿Cómo puede el énfasis en la construcción de lo social (la institución de la
autoridad) y los términos de la participación (la autorización de la acción) ayudarnos a
pensar sobre la democratización de la educación? Es en este contexto que quiero
considerar algunos aspectos de las políticas de la alfabetización en la actualidad.
Controlando lo simbólico
"Una persona iletrada se queda afuera", remarcó Lenin alguna vez. "Primero debe
enseñársele el ABC. Sin esto, no puede haber política; sin esto, hay sólo rumores,
charlatanería, cuentos, prejuicios, pero ninguna política." Esto puede ser leído como la
afirmación de que la alfabetización es un requisito mínimo para la participación en las
negociaciones políticas de la sociedad civil. De la misma manera, implica que la
alfabetización de masas es un prerrequisito para un gobierno efectivo por un aparato
estatal. "El analfabetismo es incompatible con las tareas de construcción", observó Lenin
en otra ocasión.6
5
Sobre asertos que son esencialmente una escuela de otros, véase Salecl (1988: 89 y ss.): adapta el concepto de Elster (1983).
6
Para críticas a Williams en esta línea, véase Hunter (1988) y Gilroy (1987: 49 y ss.).
pastoral"; y esto cuestiona en qué medida, o en qué sentido, su aproximación puede ser
considerada "emancipatoria". En esta consideración, estoy pensando especialmente en
los trabajos de Valerie Walkerdine (1983, 1984) y Tan Hunter (1988), como señalé
previamente.
Tanto Hirsch como los autores del PLR comparten el objetivo de "potenciar" 9 a los
niños, y creen que la alfabetización puede contribuir significativamente para este fin.
Ellos desacuerdan, ciertamente, sobre los mecanismos de "potenciar" o "emancipar", y
una causa no menor son sus diferentes comprensiones sobre qué constituye la
alfabetización. Aquí estoy menos interesado en sus posiciones teóricas o políticas
explícitas que en la pragmática de sus argumentos: esto es, las técnicas que
recomiendan, los saberes y definiciones que ellos incorporan, y sus implicancias para el
gobierno de los públicos y los individuos.
más efectiva", Hirsch argumenta que el ideal ilustrado del público educado debe volverse
una realidad universal:
"La cultura letrada se ha vuelto la moneda corriente para los intercambios sociales y
económicos en nuestra sociedad, y el único pasaje disponible para la ciudadanía
completa. Lograr la carta de ciudadanía no está ligado a la clase o la raza; la pertenencia
es automática si uno aprende la información básica y las convenciones lingüísticas que
son necesarias para leer, escribir y hablar efectivamente. Aunque cada uno es letrado en
alguna cultura local, regional o étnica, la conexión entre la cultura mayoritaria y la
lengua nacional escrita justifica llamar a la cultura mayoritaria como la cultura básica de
una nación." (Hirsch, 1987: 22).
Aquí Hirsch muestra que no es un conservador elitista y ciertamente tampoco un
neo-liberal. No argumenta, como T.S.Eliot en 1948, que la salud de una cultura depende
no sólo de la pertenencia compartida de una comunidad nacional singular, sino también
de la diferenciación de clases dentro de esa comunidad. La premisa de Eliot era que "es
una condición esencial para la preservación de la calidad de una cultura de una minoría,
que siga siendo una cultura minoritaria"; su conclusión era que "un promedio alto de
educación es quizás menos necesario para una sociedad civil que el respeto por el
aprendizaje." (Eliot, 1948: 100). Tampoco acordaría Hirsch con el programa educacional
de Bantock (1971), basado en este estilo de pensamiento, en el cual el "cincuenta por
ciento inferior de los alumnos" serían excluidos de una cultura académica irrelevante
para ellos, a los que debería ofrecérseles una "educación popular" que consista en una
inoculación contra los medios de comunicación masivos, disciplina y expresión física y
emocional, y enseñanza manual orientada según el género. En contraste con Eliot y
Bantock, Hirsch es un demócrata convencido. Quiere movilidad social, y acepta que la
diferenciación cultural y educacional, al sostener las jerarquías y las desventajas, la
inhibe. Quiere que todos sean letrados en los mismos términos, para tener acceso al
poder contenido en la cultura nacional.10
De nuevo en contraste con la lógica conservadora, Hirsch argumenta que la cultura
nacional no es simplemente la cultura o el lenguaje de una clase, sino hasta cierto punto
un constructo artificial que opera corres una "cultura de segundo grado" universal. Aquí
los argumentos de Hirsch se quiebran. La cultura nacional y el lenguaje estándar no
necesitan ser restringidos de esa manera para que la alfabetización funcione como un
mecanismo de exclusión. Su división opera no a través de la posesión o propiedad sino a
través de diferentes disposiciones hacia ese conjunto compartido de signos y narrativas.
Esto es evidente-en el subtítulo del libro de Hirsch. Al definir "lo que todo americano
debe saber", está implicando que aquellos que no lo saben son en algún sentido
no- americanos. (La "racialización" implícita de estas categorías es especialmente clara en
este punto). Aunque Hirsch podría querer imprimir para todos esta "carta de pertenencia"
a la cultura letrada, la imagen de la ciudadanía como un "club" sólo subraya la insistencia
en los límites y reglas de un público educado. Aún cuando, como demócrata de mente
liberal, Hirsch no comparta la política reaccionaria de Eliot, sí comparte su visión y
evaluación de qué constituye la cultura, y esto va en contra de su deseo de
democratización. Aunque quiere expandir el público educado para alcanzar a la nación
toda, Hirsch de hecho reduce la nación al tamaño de un público educado.
Bajo esta luz, su argumento parece continuar como sigue. Primero, define el
problema: cómo romper el ciclo de pobreza y analfabetismo. A continuación, observa que
los pobres y oprimidos generalmente no leen a Shakespeare. Entonces formula la
afirmación -asombrosa- de que ellos son pobres y oprimidos porque no leen a
10
N. de la T.: "Potenciar" es una traducción literal de "empowering", pero este término, que ha sido usado sobre todo por la
pedagogía crítica, tiene muchos más sentidos en inglés: dar o conferir poder, discutir el poder/la autoridad docente, abrir
posibilidades. Para un comentario sobre esta cuestión, véase el artículo de Zolkower, en este mismo número.
Refuncionalizando la alfabetización
¿Cómo podría reformularse la cuestión de la alfabetización para evitar esta esclerosis?
Ni la naturaleza humana ni una comunidad nacional idealizada ofrecen un punto de
partida plausible. Sería más productivo empezar tomando cuenta de la imposibilidad de
un público educado universal tanto coro de la inevitabilidad tragicómica de la
participación en relaciones de poder colectivas. Este reconocimiento al menos termina
con las imágenes del desarrollo y expresión completa del talento individual que son
15
Para una versión más detallada del "vocacionalismo crítico", véase mi libro Sentimental Education, cap. 7. También Spours y
Young (1988), Ahier (1989) y Esland (1990).
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