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Capítulo Criminológico Vol.

36, Nº 4, Octubre-Diciembre 2008, 5 - 25


ISSN: 0798-9598

EL REGRESO TRIUNFAL DE DARWIN


Y LOMBROSO: LAS DIFERENCIAS HUMANAS
EN LA CRIMINOLOGÍA ANGLOPARLANTE
PRESENTE EN LOS SIMPOSIOS
INTERNACIONALES DE CRIMINOLOGÍA
DE ESTOCOLMO

Lolita Aniyar de Castro

* Fundadora Instituto de Criminología, Universidad del Zulia. Maracaibo, Venezuela.


E-mail: calcal85@yahoo.com; lolitaniyar@gmail.com
El regreso triunfal de darwin y lombroso: las diferencias humanas
en la criminología angloparlante 7

RESUMEN
Desde el 2005, se lleva a cabo en Estocolmo cada año, el Sym-
posio Internacional de Criminología en el cual se observa una
reiteración del paradigma etiológico por la presencia de las in-
vestigaciones biológicas, dando paso por lo tanto, a las investi-
gaciones genéticas y cerebrales. El regreso del darwinismo viene
con tambores y es por ello y en razón de la complejidad del mun-
do social; así como las terribles consecuencias que puede tener
para la libertad y los Derechos Humanos, y para la democracia
tout court, que el objetivo de este papel de trabajo es formular
un llamado de atención urgente sobre lo que estas investigacio-
nes significan en el mundo actual. Lo que conlleva a afirmar que
el fundamentalismo positivista requiere, entonces, un revival de
la discusión epistemológica y política en Criminología.
Palabras clave: Criminología, Darwin, Lombroso, paradigma etiológico,
investigaciones genéticas y cerebrales.

THE TRIUMPHAL RETURN OF DARWIN AND LOMBROSO:


HUMAN DIFFERENCES IN ENGLISH-SPEAKING
CRIMINOLOGY PRESENT IN THE INTERNATIONAL
CRIMINOLOGY SYMPOSIA IN STOCKHOLM

ABSTRACT
Since 2005, an International Criminology Symposium has been
held every year in Stockholm, during which a reiteration of the
etiological paradigm is observed due to the presence of
biological investigations, opening the door thereby to genetic
and cerebral investigations. Darwinism returns with drums, and
for this reason and due to the complexity of the social world, as
well as the terrible consequences this could have for freedom,
human rights and simply for democracy, the objective of this
working paper is to formulate a call for urgent attention to what

Recibido: 28-11-2007 • Aceptado: 07-03-2008


Lolita Aniyar de Castro
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these investigations mean in the current world. This study


affirms that positivist fundamentalism requires, therefore, a
revival of the epistemological and political discussion in
Criminology.
Key words: Criminology, Darwin, Lombroso, etiological paradigm,
genetic and cerebral research.

Desde el 2005, se lleva a cabo en Estocolmo cada año, el Symposio


Internacional de Criminología en el cual se observa una reiteración del pa-
radigma etiológico por la presencia de las investigaciones biológicas.
Los simposios en comento, aunque son de carácter básicamente pre-
vencionistas, por la presencia masiva de investigadores cuyo interés es bási-
camente la Criminal Justice y la Prevención, han dado cabida, y con estímu-
lo a las investigaciones biológicas. Se ha abierto, pues, puerta ancha a las
investigaciones genéticas y cerebrales.
En algunas de las investigaciones de la nueva socio-biología, ni si-
quiera se trata de un paradigma etiológico: es un paradigma etológico. Por
ejemplo, para intentar la explicación de la conducta delictiva de los indivi-
duos, se ha regresado a estudiar las ratas porque su ADN se parece al hu-
mano.
Cuando vemos que el modelo etiológico tiende a ser dominante, que
pertenece a un grupo poderoso y cerrado de académicos que no deja rendi-
jas a otro tipo de criminología, a la que mira con sospechas por su posible,
hipotético y estereotipado, agregado activismo social y político, se observa
con simpatía el pasado, y aún el presente, de Latinoamérica donde cualquier
cosa era y sigue siendo posible. En este nuevo mundo, con sus particulares
características históricas, se construyeron marcos socio-políticos para un
pensamiento e investigación alternativa. Ciertamente se vinculaban- no po-
día ser de otra manera- a una realidad concreta: los estereotipos y selectivi-
dades salvajes del control social en acción, las legislaciones penales clona-
das de otras realidades, las guerras centroamericanas, las dictaduras del
cono sur, la corrupción, el abuso de poder, la preocupación por los autorita-
rismos y los Derechos Humanos; en fin, un panorama de intenso dramatis-
mo, en el cual la Criminología de los Derechos Humanos tiene un lugar de
privilegio.
El regreso triunfal de darwin y lombroso: las diferencias humanas
en la criminología angloparlante 9

Aún cuando hoy se diga, no sin sesgo interesado, que la criminología


crítica está en retroceso, en este continente no se ha dejado de utilizar como
metodología las determinaciones históricas de nuestros controles Penal y
Social. Por eso el interés en teorizar en un marco transdisciplinario de gran
amplitud, -el cual es una perspectiva integradora de historia, política, intere-
ses, definición y control-, sigue estando vigente.
Ciertamente en el mundo anglosajón la visión pragmática de la inves-
tigación universitaria sobre la prevención ha obedecido desde siempre al
clamor público y electoral por la seguridad. Es por eso que, desde la extin-
ción de la criminología de la Escuela de Berkeley, que aunque pequeña y
solamente radical, significaba, al menos, la existencia de algún interés aca-
démico y teórico que englobara la categoría de la totalidad, la llamada Cri-
minal Justice, o una criminología entendida como parte de las Behavioral
Sciences, constituye hoy el marco referencial de la que en esos países se
hace con exclusividad.
No es, pues, solamente un asunto de tradición. Hay mucho poder de-
trás de todo esto: poder médico, poder de gobiernos que pagan investigacio-
nes, o las estimulan comprando a buen precio sus resultados en forma de
asesorías; poder universitario que consolida y reproduce algunas mafias
académicas, e intereses del mercado electoral. Que el ex Alcalde Giuliani
sea hoy candidato a altas posiciones es una muestra de que “el delito (y su
control, ampliamente publicitado) si paga”!
Claro que las fórmulas mágicas, especialmente las más codificadas,
por ser inexpugnables para los no especialistas, ayudan a aplaudir propues-
tas peligrosas.
El regreso del darwinismo viene con tambores. Lo triste es que los
soldados del mundo de las ciencias humanas están recogiendo apresurada-
mente sus banderas. Tiene que ver con la permanente necesidad de legiti-
marse mediante el prestigio de la palabra “ciencia”. Los sociólogos anglo-
sajones, sin vergüenza profesional, se endulzan la boca con la expresión
“deep science” o “hard science”. Y se sienten importantes, como nunca,
sentaditos humildemente en sus banquetas de salón de clases. Desdeñadas
desde los laboratorios, donde doctores de bata blanca se ejercitan en los ri-
tos de una verdad supuestamente incontestable, cargada de la respetabili-
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dad que produce toda aproximación al conocimiento que traiga fórmulas


numéricas o imágenes extraídas del cuerpo humano. La única certeza, o, al
menos, aproximación a la verdad, provendría, según el mito, de las ciencias
naturales. De manera que intentan arropar con su toque mágico alguna in-
vestigación sobre fenómenos sociales, que luego concluye -paradójicame-
nte- buscando desesperadamente la explicación final en teorías meramente
sociológicas.
No puede dejar de ponérsele comillas a la palabra “ciencia”, indepen-
dientemente de que, al obedecer a técnicas ajenas, prácticamente exóticas,
y, además, casi herméticas para los no nativos de esa lengua especial, se
pretenda conferirle este estatus a algo tan poco lineal como la complejidad
del mundo político, social , psicológico y antropológico. Pues como reitera-
damente se ha dicho en estas latitudes, no se pueden abarcar desde los mi-
croscopios las razones del espíritu.
Los biólogos, pues, han entrado al mundo de la criminología como un
elefante entra en una tienda de cristal. Traen sus banderas cargadas de ra-
diografías y exámenes moleculares, sus muestras de ADN, y sus fórmulas
de dudosa aplicación científica al mundo social y político. Y las roturas que
ocasionan están generando consecuencias incalculables en la generación de
medidas autoritarias.
En las investigaciones norteamericanas presentadas en los dos Simposios
Internacionales de Criminología que se han realizado en el 2006 y el 2007 en
Estocolmo, la mención de la raza ha sido una constante. La reiteración de la
criminología americana de las investigaciones sobre “razas” (utilizan inclusive
el cuestionado y proscrito término de raza, más que el de etnicidad), para seña-
lar una posible etiología de la violencia, a veces insisten en diferenciar los gru-
pos por sus orígenes nacionales (habría raza mexicana, colombiana, puertorri-
queña, cubana). Otras investigaciones, y hasta en los documentos oficiales nor-
teamericanos, los denominan a todos, uniformemente, como pertenecientes a
una peregrina raza llamada “hispana”, con la que se presume una confusa uni-
dad donde en realidad coexisten diferencias culturales, e inclusive históricas,
desde el Río Grande hasta la Patagonia. No sólo estas denominaciones son
científicamente inconsistentes, sino que son biológicas y discriminatorias, y,
además, potencialmente, capaces de instar a crímenes de odio.
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La resurrección y gloriosa ascensión de Lombroso, se ha visto, pues,


aparecer en las investigaciones genéticas y cerebrales. En ambos Simposios
se extendieron mapas de cortes cerebrales, y un vocabulario que no presen-
ciaba ni escuchaba desde mis experiencias estudiantiles en Roma, con el en-
cantador, bien intencionado y reputado Profesor Benigno di Tullio, hace más
años de los que estoy dispuesta a recordar. No olvido tampoco que a la entra-
da del Centro de Diagnóstico, Pronóstico y Clasificación de la Cárcel de Re-
bibbia, nos recibía un busto que reproduciría el rostro del Delincuente Nato.
Una investigación proyectó en el 2006, diapositivas con cortes del ce-
rebro, para explicar que su deterioro era causante de algunos casos de homi-
cidas en serie. Claro que un cerebro estructuralmente deteriorado producirá
conductas de todo tipo anómalas. Pero no necesariamente homicidas. Por
cierto, cuando se habla de homicidas en serie, la primera imagen que viene
a mi mente es la de las noticias del primer mundo, o la de algunas películas
de terror. Y cabria preguntar por qué en los países latinoamericanos, el se-
rial killer es un personaje exótico. Habría que preguntarse qué se encuentra
por aquí, en la arquitectura biológica cerebral, que explique este fenómeno.
Una investigación presentada en el Simposio que se quiere especial-
mente reseñar es la de Adrian Raine, de la Universidad de Pennsylvania, so-
bre la prevención del homicidio mediante una mejor nutrición a base de
pescado (Omega 3, indica). Según el investigador, ese componente ayudaría
a evitar el deterioro de la estructura cerebral. Se cita como abono de la hipó-
tesis, el “descubrimiento” de que los húngaros, que comen menos pescado,
cometen más homicidios que los japoneses, quienes a su vez consumen más
productos del mar. ¿Podría eso significar que todos los pueblos que consu-
men menos pescado son más peligrosos, o que los niños que lo consumen
no serán violentos? Al pasar revista a nuestros países: ¿los comedores de
pescado son menos violentos?1 ¿Los comedores de carne lo serán más? Evi-
dentemente, no sólo la simplicidad del esquema de una conducta que es
producto de muchas componentes sociales, sino el borramiento de las varia-
bles tanto definicionales como culturales, generan cuestionamientos serios a

1 Es que en Caracas, donde han subido exponencialmente los índices de homicidio, no se


come la cantidad de pescado que antes se comía?
Lolita Aniyar de Castro
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estos trabajos. Sucede que para estos “científicos” el panorama digno de es-
tudio empieza y termina en el primer mundo2.
Inclusive las clásicas, ya desprestigiadas tablas de prevención de la
criminalidad de los cónyuges Glueck, y su peligrosa carga de discrimina-
ción, nos parecen menos cuestionables, pues, después de todo, ponen una
gran cantidad de variables en juego3.
Estas investigaciones están en la ya antigua línea regresiva de las
teorías de James Q. Wilson, tan populares en Estados Unidos, que su li-
bro llegó a venderse en ese país en los kioscos de las esquinas. En esa
época se hablaba de la “black box” o “caja negra”, para referirse al cere-
bro. La Socio-biología, que algunos han denominado irónicamente “so-
so biología”, renace, pues, con nuevas fuerzas, asegurando la persisten-
cia del modelo.
La sociobiología humana (pues hay una socio-biología animal) apa-
rece como forma moderna del determinismo biológico, en dos obras de
Edward O. Wilson, fundador de la sociobiología como disciplina en
1975 y catedrático de sociobiología en la universidad de Harvard (Socio-
biología, la nueva síntesis, y Sobre la naturaleza humana). Indudable-
mente, no son las únicas obras relevantes de esta forma de pensamiento,
pero sí son las más representativas, junto con El gen egoísta de Richard
Dawkins.
Wilson define la sociobiología como “el estudio sistemático de las ba-
ses biológicas [genéticas] de todo comportamiento social”, lo que viene a

2 “The Psychopathology of Crime: criminal behavior as a clinical disorder” de Adrian Rai-


ne. Publicado en inglés por Academic Press, San Diego 1993.
3 Antecedentes de estas teorías: 1915 Chicago: Tratamiento individualizado de Healy, que
planteaba una identificación, una clasificación y un tratamiento tempranos.
En relación a la predicción de comportamiento antisocial: el Minnesota Multiphasic Per-
sonality Inventory (MMPI) y las tables de predicción social de los cónyuges Glueck. Es-
tos fueron considerados deficientes entre un 50 y un 75% de las veces, dando falsos ne-
gativos y falsos positivos.
En cuanto a la prevención: el Cambridge-Somerville Youth Study: no se encontraron di-
ferencias en escuela, personalidad ni familia. Ni diferencias en la delincuencia: dio un re-
sultado de 29% en el grupo en estudio y un 28% en el grupo control.
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defender que todo comportamiento humano (en su dimensión social) tiene


un fundamento genético. Tesis sin duda reduccionista. No obstante esto, la
sociobiología en Estados Unidos goza de una implantación política y acadé-
mica que debería preocupar, y que comienza a irradiar un auge progresivo
también en Europa desde su constitución como disciplina.
Se promueve así la idea del determinismo biológico de que todo rasgo
físico o de conducta es necesariamente producto de la selección natural. El
asunto está en que, como dice Daniel Soutullo: “Cuestiones tan variadas
como la de las razas humanas, la eugenesia, las implicaciones ideológicas
de la teoría darwiniana o, más recientemente, el Proyecto Genoma Humano,
entre otros temas, pueden ser abordadas desde el punto de vista de las rela-
ciones entre biología e ideología”4.

4 Daniel Soutullo: Biología, cultura y ética (Página Abierta, 175, noviembre de 2006): “el
determinismo biológico, pese a su atractivo y pervivencia a lo largo del tiempo, es una
forma inadecuada de enfocar la explicación del comportamiento de los seres humanos.
Sus análisis conducen, en general, a conclusiones que distorsionan gravemente la natura-
leza de la conducta y de las relaciones humanas, tanto desde el punto de vista biológico
como social” Ver también sobre la sociobiología: AA. VV., Sociobiologia e natura uma-
na. Ensayo introductorio de L. Gallino, Einaudi, Turín 1980; Acquaviva S.S., La strate-
gia de gene. Bisogni e sistema sociale, Laterza, Bar¡ 1973; Avala F.L, De la biología a
la ética, en “Revista de Occidente” 18-19 (1982) 163-168; Barash D., Sociobiologia, en
“Enc. del Novecento”, Ist. dell’Enc. Ital., Roma, VII (1982) 896-915: Cela Conde C.J.,
El naturalismo contemporáneo de Darwin a la sociobiología, en V. Camps (ed.), Histo-
ria de la ética III, Crítica, Barcelona 1989, 601-634; Compagnoni F., Etologia, en Dic-
cionario teológico interdisciplinar II, Sígueme, Salamanca 1983; Connenza B. y Somen-
zi Y., L étologia, Loescher, Turín 1979; Eibl.-Eibesfedt L, Etologfa: Introducción al es-
tudio comparado del comportamiento, Omega, Barcelona 1974; ID, Die Biologie des
menschlichen Verhaltens. Grundriss der Humanethologie, Piper, Munich 1984; ID,
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ne, Milán 1976; Franck D., Verhaltensbiologie. Einführung in die Ethologie, Thieme,
Estocolmo 1985 Frisch K. von, Vida de las abejas, Labor, Barcelona 1984; Grundel J.,
Propuestas de historia natural en el comportamiento humano, en “Con” 120 (1976)
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di Etologia, Armando, Roma 1987; Hinde R.A., L Etologia e i suoi rapporti con le altre
scienze, Rizzoli, Milán 1984; Hintersberger B., Theologische Ethik und Verhaltens-
forschung. Probleme. Methoden, Ergebnisse, Ktisel, Munich 1978 Lorenz K., La etolo-
gía. Fundamentos y métodos, Paidós Ibérica, Barcelona 1986; ID, Sobre la agresión, el
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En efecto, como dice Roberto Ruiz, el concepto de “selección natural”


ha sido asimilado progresivamente a la teoría de la acción social típica del
mercado competitivo. Concebida a la imagen del sistema de mercado, la na-
turaleza ha sido usada para explicar el orden social humano, y viceversa, en
un intercambio recíproco sin fin entre darwinismo social y capitalismo na-
tural. Se dice que la sociobiología es sólo la última fase de este ciclo: la
fundamentación del comportamiento social humano en una idea de la evo-
lución orgánica, que sería la representación de una forma cultural de acción
económica. Es decir, que la sociobiología, como dice Sahlins, pretende do-
tar de legitimidad científica la ideología capitalista.
En todo caso, hay que temer afirmaciones demasiado lineales, espe-
cialmente cuando acentúan el valor de las diferencias biológicas.
En lo relativo a las investigaciones genéticas, se ha revivido -pues de
alguna manera la línea central de investigación se ha continuado5-, la inves-

pretendido mal, Siglo XXI, Madrid 1989; ID, Los ocho pecados capitales de la humani-
dad civilizada, Plaza y Janés, Barcelona 1984; Mainardi D., Etologia, en “Enc. del No-
vecento” II (1977) 838-8,47; Medawarj, S. y P.B., Da Ar(stotele a Zoo. Dizionario filo-
sofico di biologia, Mondadori, Milán 1986; Tinbergen N., Estudios de etología, Alianza,
Madrid 1982; Thorpe W.Hg., La herencia, Arlequin, Madrid 1987; Virt G., Verhaltens-
forschung, en Lexikoñ dér chrislichen Ethik, Tyrolia, Insbruck 1979;. Waddington H., El
animal ético, Eudeba, Buenos Aires 1963; Wickler W., Biología dei dieci commanda-
menti, Armando, Roma 1973; Wilson E.O., Sociobiologia, Omega, Barcelona 1980.
5 (Investigación de Terrie Muffit, víd Stochkholm Criminology Symposium, 4 a 6 de junio
del 2006, Program and Abstracts, p 16.). Víd sobre esto: Koenen Kc, Caspi A, Moffitt
Te, Rijsdijk F, Taylor A. Genetic Influences on the Overlap Between Low Iq and Antiso-
cial Behavior in Young Children. Department of Society, Human Development, and
Health, Harvard School of Public Health, Boston, MA 02115, USA. “La relación bien
documentada entre fenotipos de bajo Cociente Intelectual y la conducta antisocial infan-
til puede ser explicada tanto por influencias genéticas comunes como por influencias am-
bientales. Estas explicaciones que compiten fueron examinadas a través del uso del Estu-
dio Longitudinal del Riesgo Ambiental de la cohorte de Gemelos 1994- 1995 (Moffitt &
the E-Risk Study Team, 2002) de 1,116 pares de gemelos y sus familias. El IQ de los ni-
ños se constató a través de tests individuales a la edad de 5 años. Las madres y los maes-
tros reportaron conducta antisocial a los 5 y 7 años. El bajo cociente intelectual IQ fue
relacionado con la conducta antisocial a la edad de 5 años y predijo escores relativamen-
te más altos de conducta antisocial a la edad de 7 años, cuando la conducta antisocial a
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tigación sobre gemelos univitelinos, que hace muchos años, sin evidencias
conclusivas en relación a la delincuencia, hiciera Christiansen6.
Es interesante apuntar que el mismo Christiansen decía en Maracaibo,
con modestia, en los años 70, “antes de que plantee algunas suposiciones, y
admito que son generalizaciones especulativas, sobre algunas de las conse-
cuencias de este estudio de mellizos delincuentes, debo subrayar que no soy
psicólogo”…. “Es evidente que algunas expresiones de agresión son muy
condenadas abiertamente, otras son criticadas, algunas son bastante acepta-
das, y algunas se consideran expresiones de valiosas cualidades huma-
nas”…. “la tolerancia de diversas formas de agresión difiere según el tiem-
po y el lugar, por ejemplo, con la cultura”… “yo desearía que los psicólo-
gos sociales ayudasen a resolver esos problemas, si es que no tienen ya re-
sultados en las manos”.
Es decir, reconoce que es del lado de las disciplinas sociales y huma-
nas donde podrían encontrarse las explicaciones.

los 5 años fue controlada. Esta asociación fue significativamente más fuerte entre los va-
rones que entre las niñas. Las influencias genéticas comunes a ambos fenotipos explica-
ron 100% del bajo QI- de la conducta antisocial en los muchachos. Los resultados sugi-
rieron que genes candidatos específicos y procesos neurobiológicos deberían ser someti-
dos a constatación en relación a ambos fenotipos” (PsycINFO Database Record) Psy-
cARTICLES: Citation and Abstract) Journal of Abnormal Psychology. 2006 Nov Vol
115(4) 787-797. Víd también Gelhorn H, Stallings M, Young S, Corley R, Rhee SH,
Christian H, Hewitt J.Institute for Behavioral Genetics, University of Colorado, Boulder,
80309, USA. “ A large percentage of the covariation (61%) is caused by genetic factors.
These results are consistent with a previous report on the bivariate heritability of aggres-
sive and nonaggressive antisocial behavior, but extend the findings to DSM-IV.
La edad de mayor riesgo, según otro estudio longitudinal de Moffit, son los 17años. Al-
rededor de los veinte años, el número de delincuentes baja un 50%, y a los 28, cerca de
un 85% de los que habían delinquido dejaron de hacerlo . ¿No indica esto algo diferente
a los factores hereditarios?
6 Vid. trabajo de K.O. Christiansen “La Génesis de la conducta agresiva. Implicaciones de
un estudio del delito en un estudio de mellizos daneses” en: Los Rostros de la Violencia
vol 1 Actas del 23 Curso Internacional de Criminología. Ed. Lola Aniyar de Castro. Can-
tero de Investigaciones Criminológicas de la Universidad del Zulia, Maracaibo, 1976,
pp. 268-269,
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Aunque en la nueva investigación de Moffit7 se aduce la influencia de


lo ambiental, afirmar que “el gen permanece silente” en un gemelo que ha
sido tratado con cariño por los genitores, en tanto que quien ha sido tratado
con desprecio o falta de amor puede desarrollar violencia, tal vez lo que de-
muestra es que lo que sí impulsa la violencia, es la carencia del amor paren-
tal y de la autoestima generada en la infancia. Es más, los múltiples aconte-
cimientos y experiencias sociales que rodean el desarrollo de una personali-
dad, y no necesariamente el tratamiento afectivo de los padres, tendrían mu-
cho que ver con el tipo de conducta realizado.
La misma autora aduce que existe una interacción entre el ser víctima
de abuso de menores y la predisposición genética a una baja expresión de
Monoamide Oxidasa A, una enzima que regula importantes neurotransmi-
sores en la synapsis de las neuronas cerebrales8. Así, quienes no tienen esta
predisposición (más una historia de abusos sexuales en la infancia), tendrían
menores niveles de conducta violenta que quienes han presentado ambos

7 Vid Caspi, A., Moffitt, T., Morgan, J., Rutter, M., Taylor, A., Arseneault, L., Tully, L.,
Jacobs, C., KimCohen, J., Polo-Tomas, M. (2004). Maternal Expressed Emotion Pre-
dicts Children’s Antisocial Behavior ProblemsUsing MZ-Twin Differences to Identify
Environmental Effects on Behavioral Development. Developmental Psychology, 40,
149 - 161. El resumen de la investigación dices: “Si la expresión de emoción materna
en un factor ambiental de riesgo para los problemas de conducta antisocial de los ni-
ños, esto debería mostrarse también en las diferencias entre hermanos no mellizos que
crecen en la misma familia, aún después que de que se ha considerado la influencia de
los factores genéticos en los problemas de conducta infantil. Esta hipótesis fue someti-
da a verificación en el Estudio Longitudinal de Riesgo Ambiental en Mellizos en una
muestra nacional representativa de la cohorte de mellizos nacidos en 1994-1995. Los
autores entrevistaron madres de 565 pares de mellizos monocigóticos (MZ) y estable-
cieron cuál mellizo, en cada familia recibía más expresión emocional negativa, y cuál
recibía una más cálida. Los primeros tenían más problemas de conducta antisocial. Se
hicieron entrevistas cualitativas para generar hipótesis sobre el por qué las madres tra-
tan a sus hijos diferencialmente. Los resultados sugieren que las actitudes emocionales
de las madres hacia los niños, pueden jugar un rol causal en el desarrollo de la conduc-
ta antisocial e ilustraron cómo la investigación genéticamente informativa pueden ilus-
trar hipótesis de socialización”.
8 Investigación de Terrie Muffit, víd Stochkholm Criminology Symposium, 4 a 6 de junio
del 2006, Program and Abstracts, p 16.
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factores. La autora reconoce que esta investigación es experimental, que no


ha sido duplicada por otros especialistas y que puede ser refutable.
Aún al margen del determinismo etiológico, no es discutible que los
abusos sexuales infantiles puedan tener alguna relación con trastornos de
conducta, aunque estos no sean necesariamente delictivos; pero no está cla-
ro que la baja existencia de la enzima Monoamida Oxidasa A tenga, en la
conducta violenta, una mayor o menor influencia que los abusos sexuales.
A estas personas con baja Monoamida Oxidasa A, con historia de abu-
sos sexuales en la infancia, entonces, ¿hay que considerarlos peligrosos o
enemigos? ¿Qué tipo de prevención o de persecución habrá que extender
sobre ellos para evitar que sean homicidas? ¿Se habrá hecho un estudio se-
mejante en los policías o soldados que, en muchos países, se deleitan en
violencias y torturas? ¿Se sabe si hay una presencia baja de esta enzima en
los Jueces, en los Presidentes o Ministros, en los líderes políticos? Por otra
parte, ¿es que todas las conductas violentas son conductas delictivas, o,
como decía Christiansen, muchas de ellas son simplemente cotidianas, tole-
radas, legales o necesarias en la vida del siglo XXI (carnicerías, y matade-
ros, boxeo, fútbol, cirugía, para citar sólo las más aceptadas)?
Si consideramos que la agresión es significativa en sí misma, debería-
mos concluir que no puede explicarse con el genoma humano el tenebroso
paisaje macro de la violencia, como los crímenes de odio, las guerras, la
“limpieza de sangre”, o genocidio o exterminio, los crímenes políticos, el
terrorismo, la tortura, para seguir el orden de nocividad de la conducta agre-
siva. Que todos tenemos genes que inducen a la agresión, no significa que
los genes lo produzcan, sin que haya variables del entorno que estén presen-
tes en la asociación. Y el entorno es demasiado complejo para incluirlo en
un resultado que se pretende científico, ni aún visto a través del cristal de
las probetas o de las retortas de las ciencias naturales9.

9 Veamos estos ejemplos: las naciones dominadas emergieron con sus reclamos de identi-
dad y autonomía, es decir, de libertad, pero también con el odio del conflicto reprimido
tantos años. La libertad de las naciones y etnias oprimidas se convirtió en el sustituto de
la guerra fría, en forma de muy sangrientas guerras. Los acontecimientos recientes en
Afganistán, Irak, Palestina e Israel, a veces con inocultables manipulación de intereses
Lolita Aniyar de Castro
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Del mismo corte y con la presencia a veces de los mismos investiga-


dores, encontramos las siguientes investigaciones:
Una investigación sobre niños que considerados “antisociales” y que
antes habían sido víctimas de maltrato10: El maltrato físico a los niños pre-
dice, según los autores, una conducta antisocial posterior, por dos razones.
A) el maltrato físico produciría reacciones antisociales, y B) habría factores
genéticos trasmitidos por los padres a los niños, que influyen en la posibili-
dad de que los parientes sean abusivos y que los niños se involucren en con-
ducta antisocial.
Otra investigación plantea la relación entre déficits neurocognitivos en
muchachos y una conducta antisocial persistente durante su transcurso vi-
tal.11 Este estudio plantea 5 puntos no resueltos en la neuropsicología de la
conducta antisocial, usando una muestra de 325 escolares varones en quie-
nes se hicieron mediciones neurocognitivas a la edad de 16 y 17 años. Las
mediciones de conducta antisocial recolectadas en ellos desde los 7 a los 17
años de edad fueron analizadas y produjeron 4 grupos: un grupo control, un
grupo de antisocialidad que se limitó a la infancia; otro que se limitó a la
adolescencia, y otro de conducta persistente en el transcurso de su vida.

de otro tipo por países hegemónicos. El terrorismo ETARRA en España, también, como,
en su época, en Argelia; como en el caso del IRA, y ahora en el kurdistán; como la terri-
ble masacre bélica de Croacia; como las aspiraciones de Kosovo hoy desalentadas por
Serbia y la Unión Europea, por sólo citar los casos más publicitados actualmente, todo ha
tenido y tiene que ver, fundamentalmente, con un sentimiento positivo de valorización
histórica y cultural. Detrás de las bárbaras guerras intestinas en África, ciertamente en-
contramos toda clase de intereses espurios, como el negocio del marfil, de diamantes u
otras riquezas naturales, que han propiciado el escondite de las legítimas aspiraciones de
independencia, de respeto y de autonomía étnica que allí existen. La bullente rebelión de
la biodiversidad humana presente en los enfrentamientos tribales, tampoco tiene que ver
con la genética.
10 Jaffee, S.r, Caspi, A., Moffitt, T.e., & Taylor, A. (2004). Victim of maltreatment to anti-
social child: Evidence of an environmentally mediated process. Journal of Abnormal
Psychology, 113, 44-55.
11 Raine, A., Moffitt, T.E., Caspi, A., Loeber, R., Stouthamer-Loeber, M. and Lynam, D.
(2005). Neurocognitive Impairments in Boys on the Life-Course Persistent Antisocial
Path. Journal of Abnormal Psychology, 114, 38-49.
El regreso triunfal de darwin y lombroso: las diferencias humanas
en la criminología angloparlante 19

Este último grupo, y el infantil aparecieron particularmente deficitarios en


las funciones espaciales y de memoria. El déficit era independiente de abu-
sos, adversidad psicosocial, golpes en la cabeza, e hiperactividad. Los resul-
tados, según los autores, sugieren que los déficit eran profundos y no arti-
factuales, y que la conducta antisocial limitada a la infancia podía ser de lar-
ga duración.
El impacto que esas investigaciones están teniendo sobre la criminolo-
gía en un momento histórico en el que se acentúan los racismos y el miedo
“al otro”, es decir, a los diferentes, incluyendo los migrantes, con su consi-
guiente carga de atenuación de garantías y de leyes especiales de carácter
regresivo, me hizo revisar lo que en el campo de la biología se está produ-
ciendo. Efectivamente, tal vez estamos en un punto de inflexión de las lla-
madas modernas técnicas de control, que ya se han hecho tradicionales, ca-
racterizadas por formas especiales de vigilancia, segregación urbana y con-
tención carcelaria, las cuales en lo sucesivo podrían ahora estar confinadas
a instituciones sanitarias.
Hay otro tipo de investigaciones biológicas que pueden ser aún más
temibles, porque se refieren directamente a la capacidad de autodetermina-
ción y, por lo tanto, a los controles que los investigadores han considerado
necesarios para la anunciada peligrosidad. Tal vez la más significativa es la
del profesor Gerhard Roth, neurobiólogo en la Universidad de Bremen, rec-
tor del colegio hanseático, quien dice: “ la sensación de que yo soy dueño
de mis actos, sujeto consciente que actúa, es ilusoria. El cerebro decide an-
tes de trasmitirme la sensación de que quiero hacer lo que me dispongo a
hacer”..."No hacemos lo que queremos -comenta el doctor Wolfang Prinz,
director del Instituto Max Planck de Munich para la investigación psicoló-
gica-, sino que queremos lo que hacemos. O dicho de otro modo: el cerebro
dispone y el hombre propone“. Las investigaciones parten de que los senti-
mientos son sólo una interpretación subjetiva de lo que estimula a nuestro
cerebro. Al intentar controlarlos racionalmente, el sistema límbico, encarga-
do de las emociones, consigue evitarlo. De esta manera, Gerhard Roth, llega
a calificar el control racional de los sentimientos como una ilusión, ya que
todos aquellos estímulos que procesa el cerebro racional han sido evaluados
previamente por ese sistema límbico. Como Henrik Walter, de la Universi-
Lolita Aniyar de Castro
20 Cap. Crim. Vol. 36, Nº 4 (Octubre-Diciembre 2008) 5 - 25

dad de Frankfurt, se podría decir que somos más un ”animal emocional”


que un “animal racional”.
Los autores continúan asegurando que “es posible que el libre albedrío
sea un ejemplo del mismo tipo de ceguera en que cae quien es sólo un pe-
queño engranaje de una gran organización burocrática: aunque se limite a
poner el sello en decisiones que otros más altos tomaron antes, él a lo mejor
se cree dueño de las palancas del poder”. Como consecuencia, una proposi-
ción: hay que hacer resonancias magnéticas a todos los sospechosos, y en-
cerrar a todos los criminales en potencia, de la misma manera como se en-
cierra a quienes tienen enfermedades contagiosas.
Eso viene de otras investigaciones: Hans H. Kornhuber y Lüder Decke
(1965) se propusieron investigar, con ayuda del EEG, la relación entre los
movimientos voluntarios de la mano y el pie y las ondas cerebrales. Así
descubrieron que un segundo antes de que el sujeto experimental moviera la
mano o el pie, la gráfica de las corrientes cerebrales presentaba una infle-
xión característica. Ellos llamaron a esta especie de señal “potencial de aler-
ta”. Benjamin Libet, neurofisiólogo de la Universidad de California (San
Francisco), se preguntó..." ¿Cómo percibe la conciencia ese segundo esca-
so? ¿Cuánto tiempo transcurre entre la decisión consciente del cerebro y el
acto propiamente dicho? Piensa que no puede ser un segundo, pues de lo
contrario nos moveríamos por el mundo a cámara lenta. La única explica-
ción que le pareció posible fue que el potencial de alerta para la acción se
ha instaurado en el cerebro antes de que decidamos la acción consciente-
mente. Como conclusión: pone en duda que seamos dueños de nuestros sen-
tidos y nuestros actos. Entonces, “ese libre albedrío no sería más que una
apariencia"12 Es decir, que el cerebro decide como sistema autónomo y no

12 El experimento de Libet consistió en pedirle a los sujetos que doblasen varias veces un
dedo, o la muñeca de la mano derecha, pero a intervalos irregulares, de manera espontá-
nea. Al mismo tiempo deberían fijarse en una pantalla en la que aparecía un reloj digital,
para recordar el instante en que se les pasaba el impulso por la cabeza. Durante el proce-
so se tomaba la gráfica de las corrientes cerebrales y el resultado fue que la chispa cons-
ciente se producía, en promedio, entre 0,3 y 0,4 segundos Después de la aparición del
potencial de alerta. Cuando los sujetos empezaban a pensar en doblar el dedo, parecía
que la acción ya estaba decidida. el acto de la voluntad no puede ser la causa del movi-
El regreso triunfal de darwin y lombroso: las diferencias humanas
en la criminología angloparlante 21

necesita para nada nuestra libre voluntad. A la luz de toda su experiencia, el


cerebro decide de manera fulminante qué alternativa de acción conviene a
nuestro organismo y qué otra puede perjudicarlo.
Jokisch, Rodrigo13, expresa su desacuerdo diciendo que “de esas in-
vestigaciones del cerebro se deduciría que el sistema nervioso adquiere el
conocimiento solamente mediante la ‘observación’ interna, dentro del pro-
pio organismo, es decir, sin obtener nada que suceda fuera de este organis-
mo. Se encuentra preso en sí mismo, a la manera explicada por la teoría de
los sistemas: todos los estímulos provenientes del exterior son codificados
internamente y exclusivamente, de manera meramente cuantitativa. Los ‘c-
anales de la percepción’ serían las ‘resonancias’ visuales, auditivas, las del
tacto y del olfato. Por ello, la investigación del cerebro no permite otra op-
ción que suponer que el sistema nervioso puede reconocer algo, solamente
porque está ‘cerrado en sí’, ya que no tiene ningún acceso directo hacia el
objeto del conocimiento”. Según la crítica que hace este Jokish, “desde la
perspectiva de la teoría de las distinciones, esto no sucede de manera ‘au-

miento, sino únicamente una sensación que acompaña el movimiento mismo, según opi-
na el berlinés Roth. No antecede a los movimientos neuronales, sino que les sigue. “Por
tanto, cuando yo digo o pienso ”quiero hacer esto", el cerebro ya ha definido su voluntad
unos 100 milisegundos antes" resume Niels Birnbauer, profesor de psicología en Tubin-
ga". Estos experimentos fueron replicados por otros estudiosos. Se preguntan: ¿Por qué
no nos damos cuenta de ese retardo? Libet ofreció una explicación. En pacientes trepana-
dos para practicarles alguna intervención se pudo observar un fenómeno que le pareció
pudiera significar que el cerebro se engaña a sí mismo. Según él, todo sucede como si
quisiera ocultarse el hecho de que la conciencia interviene con un retardo, y retrotrae cer-
ca de un segundo la experiencia consciente. Según él, es lo que pasa cuando nos corta-
mos un dedo o tocamos una placa caliente de la cocina. La mano se retira rápidamente y
entonces decimos con cierto retardo “¡ay!”.A continuación sobreviene el dolor. Y, sin
embargo, tenemos la sensación de que todo, la herida o la quemadura, el dolor, retirar la
mano y la exclamación ha ocurrido en el mismo instante".
13 Jokisch, Rodrigo: Cambio de Paradigma en las Ciencias desde la perspectiva de la Meto-
dología de las Distinciones y de una Teoría de la Sociedad Culturalista-Operativa. Víd en
Internet, también Marianne Leuzinger-Bohleber: La Investigación clínica, conceptual e
interdisciplinaria (empírica): Sus similitudes y diferencias en el intento de clarificar dife-
rentes formas de investigación en psicoanálisis.
Lolita Aniyar de Castro
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torreferencial’ o ‘autopoiética’, sino sobre la base de ‘hombres’ que comuni-


can, deciden y actúan”.
Otras investigaciones cerebrales (como la de Lutz Jenke), y algunas en
base a tests aplicados, señalan que hay personas que no reflejan capacidad
de empatía o emociones particulares frente a escenas especialmente terri-
bles; o que se muestran impasibles en experimentos con simulaciones elec-
trónicas capaces de generar emociones en personas “normales” (por ejem-
plo, en violentos desplazamientos en “Montañas Rusas”). Estos son casos
de verdaderos “sociópatas”, dicen, (tal vez, por cierto, una de las adjetiva-
ciones más cuestionables desde el punto de vista sociológico), y su conduc-
ta delictiva sería fácilmente previsible.

LAS INVESTIGACIONES BIOLÓGICAS, LOS FACTORES


DE RIESGO Y SUS CONSECUENCIAS

Aunque, desde luego, no somos especialistas en materia tan específi-


ca, pero sí en la complejidad del mundo social; así como conocemos las te-
rribles consecuencias que puede tener para la libertad y los Derechos Hu-
manos, y para la democracia tout court, hemos querido copiar textualmente
algunas de esas definiciones y propósitos. Nuestro objetivo: formular un lla-
mado de atención urgente sobre lo que estas investigaciones significan.
La pregunta que se hacen autores de esos estudios, la tienen ya respon-
dida: “no sabemos si los delincuentes violentos que presentan algunas de-
formaciones del cerebro pueden o deben reintegrarse a la vida social”. ¿E-
sto significa prisión de por vida o exterminio de peligrosos irredimibles?
A pesar de que los investigadores de biogenética han respondido a las
críticas diciendo que los estudios en paralelo (longitudinales), el trabajo so-
bre los genes, sobre los déficit cognitivos y neurológicos, y las interaccio-
nes ambientales, son sólo correlaciones, riesgos y probabilidades, no conse-
cuencias inevitables, el estímulo de este tipo de investigaciones, y la acepta-
ción acrítica de sus resultados, han tenido y pueden aún tener influencias
irreversibles sobre los Derechos Humanos.
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en la criminología angloparlante 23

De hecho, el regreso triunfal del peligrosismo positivista ya ha produ-


cido en Inglaterra una nueva legislación (2003), que prevé una sentencia
adicional (indefinite public protection) para quienes han sido considerados
con alta probabilidad de reincidencia. En el 2005, apenas un año después, se
reporta que 1000 personas recibieron una sentencia indefinida. En el futuro,
especialistas parajurídicos deberán elaborar un diagnóstico, a la manera más
tradicional de la criminología clínica, de lo que en ingles se llamaría DSPD
(“desórdenes de personalidad severos y peligrosos”). Generará sin duda
también efectos sobre las medidas de libertad condicional, o sobre los per-
misos de salida 14.
Sarkozy, antes de ser electo Presidente en Francia, había ya solicitado
una Ley para registrar menores con problemas de conducta, de manera de
hacerles un seguimiento, nada más y nada menos, que desde la edad de la
educación pre escolar (3 años)15.
La eugenesia, en un futuro próximo podría ser una de las propuestas de-
rivadas. Por otra parte, estas teorías no sólo son susceptibles de violar los de-
rechos humanos de los jóvenes, sino que oscurecen las relaciones sociales de
exclusión y conflicto en la vida urbana. Otras consecuencias temibles son la
explicación de las diferencias de género para justificar el sometimiento de la
mujer, las castraciones y las diferencias de razas y de clases sociales.
No son menos importantes las implicaciones políticas que esto conlle-
va, como la justificación del orden social establecido.

14 Víd. Daniel Soutullo: Biología, cultura y ética, ob.cit.. Los llamados modelos cognitivo-
comportamentales han contribuido a sistematizar, para el futuro del control, las diferen-
tes personalidades juveniles e infantiles.
15 El Centro de Estudios de Crimen y Justicia del King’s College de Londres rechazó las
investigaciones del tipo de Moffit y otras basadas en los modelos genéticos y cognitivo-
comportamentalista: “Promueven un fundamentalismo genético y una creencia en una
mítica, no en una real genética”. Ya anunciaban acerca de los usos políticos autoritarios
de los llamados “perfiles de riesgo”. Los investigadores respondieron que los estudios en
paralelo, el trabajo sobre los genes, sobre los déficit cognitivos y neurológicos, y las inte-
racciones ambientales, son sólo correlaciones, riesgos y probabilidades, no consecuen-
cias inevitables.
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No se trata de oponernos a programas que pudieran reflejarse en la


prevención de conductas insolidarias o violentas. Hay, ciertamente, pobla-
ciones que son vulnerables, porque sus derechos no han sido satisfechos. La
buena nutrición, un ambiente familiar saludable y bien orientado, y la cali-
dad del proceso educativo, aunque no son recetas infalibles, deberían favo-
recer, entre otras cosas, una personalidad adecuada a la convivencia social.
Esta afirmación, por supuesto, no es un regreso a la etiología. En pri-
mer lugar, dejemos asentado que correlación y asociación no es causación.
En la correlación bivariable, no siempre se puede saber cuál variable influ-
ye sobre la otra. En segundo lugar, una cosa es considerar que existen po-
blaciones vulnerables (y anótese que no nos referimos sólo a poblaciones en
estado de pobreza), por carencias o por exclusiones que pueden ser reme-
diadas con programas sociales o educativos, que deben ser grupales o gene-
rales, - antes de proceder a solucionar sus carencias por otros medios de ca-
rácter discriminatorio o estigmatizante. Y otra es la afirmación causal-expli-
cativa, y, como consecuencia, la persecución de personas individualmente
clasificadas y registradas por sus condiciones genéticas, biológicas, raciales
o sociales, con las consecuencias que esto pudiera generar en la hoja de
vida de quien nunca debería dejar de ser considerado ciudadano.
El fundamentalismo positivista requiere, entonces, y esta es nuestra
principal conclusión, un revival de la discusión epistemológica y política en
Criminología.

LISTA DE REFERENCIAS

Christiansen K.O. (1976). “La Génesis de la conducta agresiva. Implicacio-


nes de un estudio del delito en un estudio de mellizos daneses” en: LOS
ROSTROS DE LA VIOLENCIA vol 1 Actas del 23 Curso Internacional de
Criminología. Ed. Lola Aniyar de Castro. Cantero de Investigaciones Crimino-
lógicas de la Universidad del Zulia, Maracaibo, pp. 268-269.
JAFFEE, S.R, CASPI, A., MOFFITT, T.E., & TAYLOR, A. (2004). Victim of
maltreatment to antisocial child: Evidence of an environmentally media-
ted process. Journal of Abnormal Psychology, 113, 44-55.
El regreso triunfal de darwin y lombroso: las diferencias humanas
en la criminología angloparlante 25

JOKISCH, Rodrigo. Cambio de Paradigma en las Ciencias desde la pers-


pectiva de la Metodología de las Distinciones y de una TEORÍA DE LA
SOCIEDAD CULTURALISTA-OPERATIVA. S/f
MUFFIT, Terrie (2006). Stochkholm Criminology Symposium, 4 a 6 de ju-
nio de 2006, Program and Abstracts, p 16.
RAINE, A., MOFFITT, T.E., CASPI, A., LOEBER, R., STOUTHAMER-
LOEBER, M. AND LYNAM, D. (2005). Neurocognitive Impairments in
Boys on the Life-Course Persistent Antisocial Path. Journal of Abnormal
Psychology, 114, 38-49.
RAINE Adrian (1993). “The Psychopathology of Crime: criminal behavior
as a clinical disorder”. Publicado en ingles por Academic Press, San Diego.
SOUTULLO. Daniel (2006). Biología, cultura y ética, (Página Abierta, 175,
noviembre).

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