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VERSIÓN DE LA MONARQUÍA DE DERECHO DIVINO

EN LAS CELEBRACIONES REALES


DE LA AMÉRICA BORBÓNICA

por DAISY RÍPODAS ARDANAZ

R ESUMEN:
La doctrina de la Monarquía de derecho divino, introducida en España por los
Borbones y accesible a personas cultas a través del clásico tratado de Bossuet, es
divulgada en Indias, aun entre gentes incultas, a través de catecismos empobrece-
dores y, además, en ocasión de las exequias y proclamaciones Reales, de asistencia
masiva. Los túmulos, teatros de proclamación, sermones, representaciones teatrales
y carros triunfales, propios de estas funciones multimedia avant la lettre, construyen
con palabras e imágenes, más libremente que tratados y catecismos, la figura de Rey
absoluto, deidad humana y, a la par, padre amante de sus vasallos, que corresponde
a la Monarquía de derecho divino.
PALABRAS CLAVE: Monarquía de derecho divino. Celebraciones Reales indianas. Jac-
ques B. Bossuet.

A BSTRACT:
The doctrine of Divine Right Monarchies, introduced in Spain by the Bourbons,
was available to well educated persons by reading the classical treatise of Bossuet;
and was made known in the Indies, even amongst uncultured people, by means of
impoverishing catechisms, funeral rites and Royal proclamations with massive at-
tendance. Tumules, theatrical proclamations, sermons, dramatic arts and triumphal
floats, that were multimedia performances “avant la lettre”, conveyed by words and
images, with more freedom than could be achieved through catechisms and treatises,
the figure of an absolute King, a human deity that was also the loving father of his
vassals, as the result of a Monarchy created by divine laws.

K EYWORDS: Divine Right Monarchies. Royal celebrations in the Indies. Jacques B.


Bossuet.

Revista de Historia del Derecho, Núm. 34, 2006, pp. 241-267.


242 REVISTA DE HISTORIA DEL DERECHO

Sumario:
1. La doctrina según los tratados y catecismos. 2. La doctrina según las
exequias y proclamaciones Reales. a. Origen y carácter de la potestad
Real. b. El Rey, entre Dios y sus vasallos. c. El Mundo, rendido ante el
Rey. 3. La figura de un Rey sagrado y paternal.

Las ideas de Bossuet, un clásico sobre la Monarquía de derecho


divino, se conocieron en América por diversos medios: ya a través de
su propia obra, ya refractadas en escritos indianos1, ya recogidas en
funciones multimedia avant la lettre como fueron las exequias y pro-
clamaciones Reales. La difusión en el contexto de éstas –en contadas
ocasiones pero con amplia repercusión pública– será el tema central de
las páginas que siguen.

1. La doctrina según los tratados y catecismos


El cambio de dinastía en la España del siglo XVIII no sólo significó
el paso de la corona de la testa de Carlos II a la del nieto de su hermana
María Teresa y Luis XIV en lugar de a un hijo suyo inexistente, sino la
inauguración de una doctrina distinta sobre el origen del poder Real
traída consigo de Francia por el primer Borbón.
Como es notorio, la creencia arraigada en España –sustentada en
la doctrina populista enunciada por Francisco Suárez con el beneplácito
de Paulo V y de Felipe III– sostenía que, si bien el poder Real provenía
en última instancia de Dios, era la comunidad quien instituía a los Re-
yes al hacerlos depositarios de su poder y, consiguientemente, estaba
en aptitud de pedirles cuentas de cómo usaban de él. La doctrina de la
Monarquía de derecho divino mantenía, a su turno, que el Rey recibía
su poder directamente de Dios, a Quien representaba en la tierra y
el único ante Quien era responsable de sus actos. Como, en vista del

1
DAISY R ÍPODAS A RDANAZ, “Bossuet ad usum moxorum: La Cartilla atribuida a
Lázaro de Ribera”, en Revista del Instituto de Historia del Derecho Ricardo Levene,
núm. 17, Buenos Aires, 1966, reproducido con alguna ampliación y bajo el título de
“En las selvas de Moxos: La Cartilla de Martínez de Velasco (1786)”, en DAISY R ÍPO-
DAS A RDANAZ, Refracción de ideas en Hispanoamérica colonial, Buenos Aires, ECA,
pp. 97-121, de donde citaremos.
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escamoteo de la intervención del pueblo y el condigno afianzamiento


del absolutismo regio, no cundió fuera de los círculos áulicos, con el
propósito de superar esa poco entusiasta recepción, hacia finales del
reinado de Felipe V se traduce y edita la Politique tirée des propres
paroles de l’Escriture Sainte, compuesta a mediados del Seiscientos
por Jacques-Bénigne Bossuet2. En dicha obra el Obispo de Meaux esta-
blece la necesidad de aceptar de buen grado el absolutismo de derecho
divino en cuanto parte de los planes de la Providencia, de modo que
lo que no es sino una ideología jurídico-política se transforma en una
creencia respaldada por la tradición bíblica: los Reyes, cuya autoridad
es sagrada y paternal, deben ser objeto de una suerte de culto por su
sacra unción y, a fortiori, respetados y obedecidos como enviados de
Dios, único ante Quien han de justificar el uso de su potestad.
Reeditada en momentos en que había que reforzar la autoridad
Real –en 1768, tras la expulsión de los jesuitas, y en 1789, cuando la
Revolución Francesa–, la Política es leída en España y América por
juristas, eclesiásticos, funcionarios y estudiantes universitarios. En
cuanto supuesto obligado de las regalías fundamentales de la Corona,
en el Virreinato del Río de la Plata la doctrina del derecho divino de
los Reyes es, hacia finales del XVIII, objeto de defensas académicas en
la Plata, en Córdoba y en Buenos Aires3.
Conocida por las personas letradas, falta acercarla a los grupos
menos ilustrados. En América, centro de nuestro interés, se observan
intentos de divulgarla entre gentes cuasi ajenas a la letra impresa por
diversos motivos. A niños, a niñas y a indígenas, marginados por su
edad, por su sexo o por su sangre, apunta la preocupación de un prela-
do y un gobernador. Por una parte, el carmelita fray José Antonio de
San Alberto, obispo de Córdoba, incluye en una pastoral de 1784 una
Instrucción donde por lecciones, preguntas y respuestas se enseñan
las obligaciones que un vasallo debe a su Rey y Señor, destinada –con

2
Escrita para la enseñanza del hijo mayor de Luis XIV, recién en 1709 se publicó
en París como Ouvrage posthume de su autor. La versión castellana se edita en Madrid
en 1743 con una portada que reza: JACOBO BENIGNO BOSSUET, Política deducida de
las propias palabras de la Sagrada Escritura, dirigida al Serenísimo Señor Delfín,
revista y traducida por Miguel Joseph Fernández... dedicada al Príncipe nuestro
señor D. Fernando de Borbón.
3
R ÍPODAS A RDANAZ, Refracción cit., pp. 100-104.
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exclusión de las lecciones, de tono más elevado– a la niñez en general


y, en especial, a las educandas del Colegio de Niñas Huérfanas: en sus
páginas, inspiradas parcialmente en Bossuet pero con forma de diálogo
catequístico –cuestionarios cerrados en que a cada pregunta correspon-
de una respuesta prefijada–, expone con sencillez los deberes de los
vasallos, con la anunciada –y poco equitativa– omisión de los deberes
propios del Rey, al cual, eso sí, no se debe obedecer si manda algo
injusto y contrario a la ley natural o divina4. Por otra parte, el andaluz
don Lázaro de Ribera, a cuyas manos han llegado así la Política de
Bossuet como el Catecismo de San Alberto, advierte con alarma a poco
de posesionarse del gobierno de Moxos que los indios ignoran hasta
la existencia del Rey: para remediarlo, encomienda en 1786 al cura de
Concepción de Baures que, a imitación de ambos prelados pero en un
nivel elemental, redacte una instrucción, encargo que éste cumple al
cabo de un mes y medio. En ese breve lapso, el doctor Mariano Martí-
nez de Velasco, siguiendo a San Alberto en la omisión de los deberes de
los Reyes pero con la agravante de afirmar que es preciso obedecerlos
así manden algo injusto, se limita a trasegar desmañadamente a pregun-
tas y respuestas el texto corrido de Bossuet, de manera que revista la
forma de una Cartilla fácil, breve y compendiosa, para que por método
de doctrina sirva para la instrucción de la juventud a fin de que por
ella reconozcan la potestad de nuestro Católico Monarca, de dónde
deriva la autoridad Real y la obediencia que debemos tributarle5.
Ambas obras tuvieron oyentes o lectores cautivos. La de Martínez
de Velasco era leída y explicada diariamente en las plazas de los pue-
blos de Moxos y memorizada por los jóvenes, e igual suerte hubo de
correr, a partir de 1796, en los del Paraguay cuando Ribera, nombrado
gobernador intendente de la Provincia, la llevó consigo y fechó en
Asunción como de su autoría. La de San Alberto no sólo se enseñaba en
los colegios creados por éste en Córdoba, Chuquisaca y Cochabamba,
así como en uno privado de Buenos Aires, sino que fue recomendada
para las escuelas de Quito por el Obispo diocesano6.

4
Ídem, pp. 104-108, 113.
5
Ídem, pp. 110-114.
6
Ídem, pp. 10, 109, 114-116.
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Este panorama, caracterizado por un ostensible deseo de propagar


la doctrina de la Monarquía de derecho divino, ya a través de la Política
de Bossuet entre las gentes cultivadas, ya a través de adecuaciones sim-
plificadoras entre las consideradas menos capaces, lleva a preguntarse
si la cuestión se abordó, y de qué manera, en celebraciones que, como
las exequias y proclamaciones Reales, giraban en torno de la figura del
Monarca.

2. La doctrina según las exequias y proclamaciones Reales


Las exequias y proclamaciones Reales, importantes en toda la Mo-
narquía, lo eran especialmente en Indias donde, en vista de la inmensa
distancia de la Metrópoli, no sólo había que cultivar el amor, veneración
y fidelidad a la persona del Rey sino también reavivar, siquiera periódi-
camente, el sentimiento de pertenencia al Imperio.
Celebradas en las capitales y en las ciudades de segundo orden,
en las villas y hasta a veces en los reales de minas con un margen de
variantes que no afectaba lo fundamental, el ritual de unas y otras se
desarrollaba en dos días. Con motivo de las exequias, en el templo
principal, que era el escenario obligado, se erigía un túmulo a menudo
ornado con estatuas y pinturas históricas o simbólicas completadas por
tarjas que contenían poesías; el todo, cubierto de luces, se convertía en
un ascua inmensa, tanto durante las ceremonias de la víspera, en que
solía decirse un sermón latino, como durante la misa de honras, que
constituía el acto central y se prestigiaba con un sermón castellano, por
lo común a cargo de un orador conspicuo. Para las proclamaciones, se
levantaba un tablado en la plaza mayor –“teatro de la proclamación”,
más de una vez decorado, mutatis mutandis, con elementos homólogos
a los del túmulo– y tablados accesorios en otros lugares: en ellos se
iba repitiendo el acto central de aclamación, en medio de repiques de
campanas y salvas de artillería. Al día siguiente, en la iglesia principal
se oficiaba una misa de acción de gracias con el infaltable sermón. Si
bien con esto concluía el ritual obligado, la fiesta no terminaba aquí.
Tras el duelo por el Monarca difunto, se manifestaba el regocijo por el
ascenso al trono del nuevo: a lo largo de varios días había paseos de
carros triunfales alegóricos, representaciones teatrales precedidas por
loas adecuadas a las circunstancias y corridas de toros. Finalmente,
se componía una relación más o menos detallada de lo sucedido con
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el objeto de informar a las autoridades del cumplimiento de las cere-


monias acostumbradas y de los festejos supererogatorios, relación que
con cierta frecuencia se publicaba bajo la forma de un libro o folleto,
en ocasiones ilustrado.
De esta serie de actividades múltiples pero ordenadas todas ad
majorem Regis gloriam provienen los datos que permiten aproximarse
a la figura de Rey por derecho divino que ofrecían las celebraciones.
Se conservan textos de primera mano de sermones, la mayor parte
impresos, y de loas –que constituyen respectivamente el 44% y el 16%
de nuestras fuentes–, a los que se agregan otros misceláneos, como
los de poesías de túmulo, el de una proclama injerida en un acto de
proclamación, el de un elogio leído en un certamen, etc., que totalizan
el 8%. Queda todavía por mencionar un género precioso para nuestros
fines, con un aporte del 32%: las “relaciones”, compuestas a posteriori,
generalmente por algún testigo presencial, o aun participante, de las
celebraciones. Sus autores aportan la descripción de las respectivas
ceremonias luctuosas o alegres, incluidas las del túmulo o del teatro de
la proclamación, de las procesiones civiles, de las danzas, del público
asistente y de sus reacciones: todo observado, obviamente, desde su
propia perspectiva y acompañado, a veces en generosa proporción, de
comentarios y apreciaciones de su cosecha.
Como no en todas las celebraciones borbónicas se aborda el tema
del origen divino de la Regia potestad y cuando se lo hace no es ob-
jeto de una consideración minuciosa, conviene señalar, por una parte,
que la versión que ofrecemos se ha construido a partir de un número
significativo de casos pero muy inferior al total de las celebraciones
estudiadas y, por otra, que los varios aspectos considerados en dicha
versión integran elementos complementarios fechados entre 1701 y
1808 provenientes de muy diversos lugares de América. Lo que nos
importa rescatar es la intención –al parecer, no sistemática– de insta-
lar en el público la doctrina importada de Francia y averiguar con qué
características se la presentó.

a. Origen y carácter de la potestad Real


En sermones de las exequias de Felipe V y la proclamación de
Fernando VI se insertan afirmaciones autorizadas por la Escritura sobre
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el origen del poder Real. “Sólo de mano de Dios vienen los Reyes”, se
escucha en las honras fúnebres de Felipe V por la Universidad de San
Marcos de Lima7; todos los Reyes son “efecto propio de la poderosa
mano de Dios”: per me Reges regnant, se asegura en Oaxaca con los
Proverbios (VIII, 15), no sin haber exhortado a dar gracias a Dios
“como único autor” de la coronación de Fernando8; más cerca de la
ciudad de México, en el pueblo de Metepec, un predicador franciscano,
escudado en socorridas palabras neotestamentarias –en parte citadas
ad sensum– sostiene que la Regia potestad

viene de Dios inmediatamente, que, sobre afirmarlo san Pablo: Omnis


potestas a Domino Deo est (Ad Rom. XIII, 1), lo insinuó gallardamen-
te san Pedro amonestando, junto con el temor de Dios, el honor a los
Reyes: Deum timete, Regem honorificate (I Epist. II, 17)9.

Es evidente el deseo de subrayar la intervención “única” o “inmediata”


de Dios en la institución de los Reyes con la consiguiente exclusión de
la intervención del pueblo, a fin de recordar la doctrina de la Monar-
quía de derecho divino en momentos en que tiene lugar la sucesión del
primer Borbón de España.
Al cabo de cuarenta años holgados, no se estiman necesarios tales
recaudos. Sermones y relaciones correspondientes a las proclamaciones
de Carlos IV y de Fernando VII contienen asertos, en apariencia obvios,
como el de que no hay que buscar en las personas de los Reyes el ori-
gen de su grandeza sino en Dios10: Él los reviste de su poder, majestad
y gloria11, y de su arbitrio dependen las Coronas12 en cuanto constituye
a los Reyes “sobre el Sión de la Tierra”, según se declara en una loa
ofrecida en 1790 por los indios de Cayma13. De todos modos, es cierto

7
4, p. 7. La bastardilla es nuestra. En esta y en las siguientes notas, el primer
número remite al respectivo del “Elenco de fuentes” y el segundo, a la página o folio
pertinente.
8
7, pp. 2, 6. La bastardilla es nuestra.
9
6, pp. 6-7. La primera bastardilla es nuestra.
10
26, p. 8.
11
30, p. 130.
12
46, p. XI.
13
36-b quater, p. 91.
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que estas expresiones, bien leídas, dicen lo mismo que las otras, aunque
de una manera más suave.
A lo largo del período, pocos predicadores rompen el consenso
sobre la Monarquía de derecho divino con referencias más o menos
explícitas al pacto suareciano. En las exequias limeñas de Felipe V se
justifica la reasunción de la Corona por éste, tras la muerte de Luis I,

por tener sus vasallos legítimo derecho a que él y no otro los goberna-
ra, por haberlo jurado a él por su Rey y haber sido nula la renuncia que
hizo de la Corona, habiéndola hecho sin consulta ni consentimiento
de sus vasallos14.

Aparentemente sin que el asunto lo requiriera, en 1789 es mencionado


el “pacto social” como base de la elevación de los Reyes en el sermón
de las exequias de Carlos III en Córdoba15. El clima político confuso
creado años después por las maniobras napoleónicas permite compren-
der, en cambio, que, en la “jura” de Fernando VII, el sacerdote y aboga-
do que predica en la misa del Colegio de Abogados de México hable en
abril de 1808 de “su exaltación al Trono de parte de Dios, ya de parte
del pueblo”16, y que el arzobispo de Charcas, doctor Moxó y Francolí,
diga al mes siguiente, desde el púlpito de la Catedral, en defensa de la
dinastía amenazada:

El pueblo español delega en una sola familia un poder que su interés le


impide ejercer por sí mismo. Estipula para las generaciones venideras
y, por un pacto libre y meditado, confía la felicidad de sus últimos
nietos a los últimos descendientes de aquella estirpe17.

14
3 bis, sin foliar. Cfr. DAISY R ÍPODAS A RDANAZ, “Lunares en la imagen indiana
de Rey modélico: versión de las anomalías sucesorias del reinado de Felipe V en las
celebraciones Reales”, en prensa en Actas del XV Congreso del Instituto Interna-
cional de Historia del Derecho Indiano (2005), Córdoba (España), Universidad de
Córdoba.
15
23, p. 297.
16
37, p. 23.
17
47, pp. 8-9. La bastardilla es nuestra.
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Estas menciones importan no por su frecuencia, que es pobre, sino en


cuanto indicios de una supervivencia latente de la doctrina populista
por debajo de la doctrina de derecho divino, imperante en la esfera
pública.
Ingrediente caro a la doctrina al uso es la sacralidad del Monarca.
Si bien la consagración cuasi sacramental de sus personas mediante la
unción, propia de los Borbones franceses, no fue introducida en España
por Felipe V, los Reyes suelen ser llamados “los ungidos del Señor”
o “Cristos o Ungidos”18, y cuando algún orador sagrado, por mostrar
erudición, advierte que la unción no se acostumbra entre los Reyes de
España, se apresura a aclarar que éstos, en cuanto Reyes, son Hijos
de Dios, pues en las Escrituras el Reino aparece ligado a la filiación
divina19. En consecuencia, la persona de los Reyes se reputa sagrada: la
creencia aflora a veces en situaciones límite, sea que el Monarca apa-
rezca en ellas como actor o paciente. Acerca de los motivos de Carlos
III para decretar la expulsión de la Compañía de Jesús de sus dominios,
un padre oratoriano de Lima dice que

no nos es lícito entrar en lo íntimo del santuario [...] Aquí debemos


proceder –aconseja– del modo que sujetamos nuestra razón cuando
vemos ejecutados los severos juicios del Dios de las venganzas20;

en tanto que el arzobispo san Alberto se pregunta retóricamente en la


catedral de Charcas:

¿Quién soy yo y quién es nadie para entrar, contra un precepto del Altí-
simo, a averiguar y penetrar los secretos de los Reyes, imágenes vivas
y visibles de un Dios escondido e impenetrable en los suyos?21

En ambos casos, el paralelismo entre el Rey y Dios es patente: no


cabe, pues, mayor sacralidad. Más módica –por decirlo de alguna

18
17, p. 8; 26, p. 8; 40, p. 20.
19
6, p. 6.
20
19, p. 45.
21
22, pp. 75-76.
250 REVISTA DE HISTORIA DEL DERECHO

manera– pero no menos efectiva para el caso de un Rey convertido


en víctima, resulta la sacralidad que supone el tachar a Napoleón de
“sacrílego usurpador”, y de “mano sacrílega” a la suya si se atreviera
contra Fernando, cuyo “carácter es tan sagrado”22.
Los Reyes tienen el lugar de Dios, cumplen con los oficios de Dios
en la tierra. Una décima de la decoración del palacio virreinal limeño
cuando la proclamación de Carlos IV pregona que, en la “Monarquía
española, es su Rey de Dios vicario”23, expresión adecuada en unos
años en que se venían exacerbando las regalías vinculadas al Patronato
heredadas de los Austrias. Dentro de este mismo orden de ideas, los
Reales Decretos son, a la vez, imágenes de Dios y del Rey, y quienes
gobiernan en nombre de éste son escogidos según pautas que responden
a la Religión24.
Los títulos o calificativos que asocian al Rey con la Divinidad sue-
len serle dados en los sermones y contribuyen, por vía antonomástica,
a sacralizar su figura: así los de “Cristos o Ungidos” o “ungidos del
Señor”25, “Majestades o Causas segundas”26, “espejos de Dios”27, “se-
midioses”28, “lugartenientes de Dios”29, y, con particular reiteración, el
de “imágenes de Dios”, con las amplificaciones de “imágenes de Dios
en la tierra” o “imágenes vivas y visibles de Dios”30 y la variante de
“retrato de Dios”31. A mayor abundamiento, alguna vez se esboza una
explicación: si bien Dios privó al hombre de su presencia en castigo
de su rebelión –expone un predicador–, le “dejó en la persona de los
Reyes un compendio de su autoridad y grandeza”32, en la medida en
que –completa, sin proponérselo otro orador sagrado–, habiendo sido
hechos todos los hombres a imagen de Dios, “es en la persona de los

22
46, p. II; 48 bis, f. 2v.
23
6, pp. 7-8; 17, p. 8; 34, sin foliar (cita del texto).
24
8 bis, p. 39; 43, pp. 9-10.
25
17, p. 8; 26, p. 8; 40, p. 20.
26
24, sin foliar; 26, p. 8.
27
24, sin foliar; 35, p. 23.
28
18, p. 28.
29
17, p. 8; 26, p. 8.
30
9, p. 2; 17, p. 10; 18 bis, p. 17; 22, pp. 75-76; 35, p. 23.
31
1, sin foliar.
32
16, p. 7.
VERSIÓN DE LA MONARQUÍA DE DERECHO DIVINO... 251

Monarcas donde se deja ver la majestad del Señor” con mayor perfec-
ción33. Como corolario de esta suerte de letanías, no resultaba extraño
que se propusiera –y aceptara– que el Rey era “en todo, en alma y
cuerpo, una Deidad humana”34.

b. El Rey, entre Dios y sus vasallos


Si el Rey “es una imagen de Dios, para ser apreciable debe ser
conforme al original”, y su gobierno ha de ser tal que sea “la demostra-
ción más fiel del divino35. Separado del común de las gentes y colocado
entre Dios y sus vasallos, ha de atender a ambos extremos y tener “la
fidelidad que debe un cristiano a Dios” y “el cuidado que debe un Mo-
narca a su Reino”36.
Cara a Dios, el celo por su gloria y por su culto lo hará asemejarse
a Él, en tanto que la Religión le tejerá lazos recíprocos con su pueblo37.
Habiéndole “tocado la servidumbre de Rey”38, cara a sus vasallos no
ha de olvidar que los Reinos no se hicieron para la conveniencia de los
Reyes sino para beneficio de los pueblos39; ha de mandarlos con impe-
rio, gobernarlos en pro del bien común y juzgarlos con prudencia40, en
la inteligencia de que Dios, que ejerce la vigilancia del mundo por Sí
mismo y mediante los ángeles y los Reyes, los ha revestido de poder y
majestad para que lo mantengan en perfecta armonía41.
La Providencia destina a los Reyes para padres de los hombres y,
en efecto, lo son de sus Reinos hasta el punto de que –dicho sea a título
de ejemplo–, a la muerte de Fernando VI, en la catedral de México un
predicador habla de “el padre, aún más que Rey, que nos velaba” y, en
la de Lima, el epitafio del túmulo proclama: “Verus pater Patriae: tot

33
19, pp. 7-8.
34
2 bis, sin foliar.
35
18 bis, p. 17 (1ª cita del texto); 21, sin foliar (2ª cita).
36
12 bis, pp. 30-31 (cita del texto); 15 bis, p. 5; 23, p. 323.
37
33, pp. 35-36.
38
14 bis, p. 6.
39
11 bis, pp. 7-8.
40
29 bis, pp. 6-8; 43, p. 3.
41
27, pp. 1-2; 30, p. 130.
252 REVISTA DE HISTORIA DEL DERECHO

fecit sibi liberos, quot subditos accepit”42. En cuanto padres, es natural


que se preocupen por los problemas de sus vasallos y miren “como
mengua de su felicidad todo lo que le falta a la de su Reino”43.
Esa relación tácita se explicita a menudo en la ocasión propicia de
las proclamaciones: así, en una loa de las plácidas fiestas arequipeñas
por la de Carlos IV, tras haberlo los indios jurado por señor “de estos
que son [sus] dominios”, el que hace el papel de Ministro de España
les anuncia que el Rey

dice que os constituye


en todo tiempo por hijos,
y tendréis su protección,
su Real amparo y asilo,

mientras que cuando, en tensas e inciertas circunstancias, el Alférez


Real, en nombre del pueblo de Guanajuato, ofrece al Gobernador In-
tendente jurar a Fernando VII, el magistrado le acepta y declara que
“ahora más que nunca los readoptaban por sus hijos” y “harían todo lo
posible para defenderlos y conservarlos”44. Semejante amor mutuo, con
un trasfondo de intercambio de beneficios, se expresa lisa y llanamente
en Arequipa donde, junto a un retrato de Carlos IV, se lee:

a señor tan piadoso


le juras fidelidad;
él te jura su bondad
para hacerte más dichoso45.

La contraprestación por parte de los vasallos se concreta en una


tríada: amor, obediencia y respeto al Rey, que, según los genios y
circunstancias, adoptan la forma de fidelidad, de veneración y aun de
culto.

42
11 bis, p. 2 (1ª cita del texto); 12, pp. 35, 115-120 (2ª cita); 17, p. 8.
43
12 bis, p. 55 (cita del texto); 23, p. 311.
44
36-b bis, pp. 65-66 y 69 (1ª cita del texto); 42, pp. 1014-1015 (2ª cita).
45
40, p. 16; 36-a, p. 122 (cita del texto).
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Del hecho de que el Rey represente a Dios y gobierne en su nom-


bre dimana el que los cristianos estén obligados a obedecerle46. Dado
que los Reyes son la imagen de Dios, en ellos Lo veneran los vasallos
y satisfacen la fe en Su omnipotencia47. Por esta senda, se llega al culto
del Soberano: bien pueden los de un gremio limeño decir a Carlos IV:

Admite el reverente
culto que nuestra amante fe tributa48,

y, contemporáneamente, manifestar un párroco de Nicaragua, en con-


sonancia con el culto religioso intimista grato a la Ilustración, que

los corazones de sus vasallos, poseídos de amor, fidelidad y respeto a


sus sagradas personas, son el mayor templo, el más majestuoso altar
y la más preciosa ara para tributarles obsequios y veneraciones. Un
culto puramente exterior o ceremonia no es digno de la majestad de
los Reyes49.

Es, además, un culto dispuesto a dar testimonio de su amor y fidelidad


hasta el martirio: ante la situación de Fernando, humillado por Napo-
león, en América todos lo aclaman y ofrecen su sangre y su vida misma
en prueba de la fe a su legítimo Soberano50.
En los actos de proclamación de Carlos IV, prácticamente coinci-
dentes con el comienzo de los sucesos revolucionarios transpirenaicos,
rara vez se los menciona. Sólo excepcionalmente se asegura que la falta
u olvido del amor, veneración y obediencia al Rey es “la causa de los
disturbios” que está padeciendo Francia51. Resulta empero evidente que
se procura usar argumentos de variada índole a fin de reforzar la adhe-
sión al Rey. Las motivaciones habituales, preferentemente vinculadas
a los sentimientos, se enriquecen con una mayor cuota de elementos

46
8 bis, p. 39; 40, p. 20; 41, p. 12.
47
9, p. 2; 26, pp. 8-9.
48
35, p. 23.
49
30, p. 140.
50
44, p. 5; 45, sin foliar.
51
31, sin foliar.
254 REVISTA DE HISTORIA DEL DERECHO

racionales de distinto tipo. Así, respecto del amor, se subraya que la


América siente por Carlos IV “un amor de Religión” pero también un
“amor de reconocimiento”, por juzgar que en la sabiduría del Monarca
se halla la base de su prosperidad52. En cuanto a la obediencia a las po-
testades puestas por Dios, se afirma que es de derecho natural y divino,
pero también de derecho humano y de gentes53. El amor, el respeto y la
fidelidad a los Reyes, estimados preceptos de derecho divino y positivo,
se presentan a los vasallos de Indias con un enfoque histórico: se obser-
va que los americanos, después de tantos años de la conquista,

de padres a hijos heredan el afecto más tierno, el respeto más sumiso


y la fe más inviolable hacia sus augustos Monarcas, porque saben
que estos sagrados vínculos no menos los impone la Religión que la
sociedad54.

Y, descendiendo a una cuestión más específica, otro orador sagrado


puntualiza que una forma de fidelidad es la “recta administración de
los empleos” que confiere el Rey a sus vasallos55.
Por lo atinente a los límites del poder Real, se observa que en
España “es el Monarca un semidiós por su independencia” pues, no
habiendo recibido la soberanía del pueblo, no debe dar cuenta de sus
resoluciones sino a Dios56, el único que puede juzgarlo, y lo hará con
juicio durísimo si no ha gobernado en beneficio del pueblo o, aún peor,
ha abusado de su poder57.
Queda así cerrado el ciclo de las relaciones del Rey con Dios y con
sus vasallos. El Rey, cuyo poder proviene directamente de Dios, ocupa
sus días en gobernar a sus vasallos, exento de la justicia de la tierra,
y, al cabo de ellos, rinde estrecha cuenta de sus actos exclusivamente
ante Dios.

52
33, p. 41.
53
27, p. 16.
54
25 bis, pp. 3-4.
55
27, p. 22.
56
18, p. 28 (cita del texto); 26, p. 29.
57
18 bis, p. 17; 19, p. 8; 23, p. 311; 43, pp. 8-10. Un predicador califica de “tira-
nos” a los que así proceden: cfr. 11 bis, pp. 7-8.
VERSIÓN DE LA MONARQUÍA DE DERECHO DIVINO... 255

c. El Mundo, rendido ante el Rey


Las cuatro partes del Mundo, presentes ya en las exequias de los
Austrias58, comparecen con reiteración tanto en la escenografía de exe-
quias y proclamaciones Reales cuanto en las representaciones teatrales
y, especialmente, en las parateatrales que solían integrar los festejos
en honor del nuevo Rey. En las exequias de los Borbones, sus estatuas
siguen en los túmulos, derretidas en lágrimas59; en las proclamaciones,
decoran algún arco triunfal “adornadas de lo más precioso que la natu-
raleza o la industria forma en cada una de sus regiones”60, se instalan
en los tablados con sendas leyendas que explican sus sentimientos
–“Tremit Asia, Africa plorat, Gloriatur Europa, America adorat”– 61,
o bien una pintura las muestra sentadas sobre sus respectivos animales
simbólicos que tiran de un carro en que el Rey vuela, como era de espe-
rar, sobre el Mundo62. Se pasean, asimismo, en carros triunfales desde
los cuales, abandonado el hieratismo, jóvenes de carne y hueso que las
representan recitan loas donde compiten entre sí: en Nueva España,
sobre su adhesión al Monarca de turno63, a quien en Perú manifiestan
con palabras obsequiosas que desean

rendirse
a su mandato y servicio
y le quieren tributar
alma vida y albedrío,
y quieren también poner
sus potencias y dominios
a las plantas soberanas64,

58
DAISY R ÍPODAS ARDANAZ, “Una imagen de Rey modélico en la América de los
Austrias: la propuesta de las exequias y proclamaciones Reales”, en prensa en Actas
del XIV Congreso del Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano (2003),
Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, texto correspondiente a la nota 116.
59
16, p. 39; 18, p. 118.
60
13, f. 116.
61
9, p. 132.
62
5, pp. 157-160.
63
8, pp. 78-79.
64
36-b bis, p. 61.
256 REVISTA DE HISTORIA DEL DERECHO

y proclaman a porfía su compartido vasallaje, en términos de sacrificio


o culto a la Deidad en cuyas aras “tributan ofrendas sacras” de cuanto
en sí encierran65.
Los tres reinos de la Naturaleza se comportan en función del Mo-
narca. Riscos y montes, ríos y fuentes, lo elogian y le ofrecen culto66. A
la muerte de Carlos III, el Rimac, pintado sin raudales, confiesa que, de
tanto llorar, “secos se quedaron ya mis ojos”, mientras el Reino mineral
se lamenta, ya que “aun lo inanimado manifiesta su sentimiento a la
pérdida de un héroe”67; poco después, desde un carro triunfal de los
indios de Lima, el Arte metalúrgico exhorta a las Minas de oro, plata y
azogue a tributar sus célebres caudales a Carlos IV68. Selvas y prados,
plantas y flores, celebran desde poesías la exaltación al Trono de Fer-
nando VI y, al cabo de unos decenios, las flores lloran marchitas, desde
una pintura de túmulo, la muerte de Carlos III69. Al margen del ámbito
retórico, plantas, flores y frutos, peces y aves muy reales pueblan la an-
tigua fuente de la plaza mayor de Lima durante las proclamaciones de
Carlos III y de Carlos IV, asociados al homenaje al nuevo Soberano70.
Los cuatro Elementos, presentados en sendas loas, ofrendan en
Guayaquil a Carlos IV sus respectivas producciones, en tanto que, con-
vidados por el Amor, asisten en Guatemala a la proclamación de aquél
y, más tarde, a la de Fernando VII71. Y, pasando a una visión diacrónica,
los cuatro tiempos del Año se involucran en las fiestas arequipeñas por
Carlos IV, no sin anunciar al comienzo de una loa:

Hoy el Año se te rinde


con todos sus doce meses72.

65
35 bis; 35 ter, p. 32 (cita del texto); 35 quater; 35 quinto.
66
10, pp. 30-31; 28, p. 42.
67
18 ter, sin foliar.
68
34 bis, pp. 132-134.
69
10, pp. 30-31; 18 ter, sin foliar.
70
13, fs. 129v-130r; 33, p. 92; 34, sin foliar.
71
32, sin foliar; 29, pp. 23-24; 44, p. 71.
72
36-b ter, p. 73.
VERSIÓN DE LA MONARQUÍA DE DERECHO DIVINO... 257

En busca de un rendimiento universal a la persona del Rey, en los


festejos de Lima por Carlos IV aparecen reunidos por tríadas las cuatro
partes del Mundo, los cuatro Elementos y los cuatro tiempos del Año,
en sendas loas que se recitan desde cuatro carros correspondientes a
Africa-Aire-Estío, Asia-Fuego-Otoño, América-Primavera-Agua y
Europa-Invierno-Tierra. Según comenta el Invierno,

si el Orbe en sus cuatro partes,


si el Año en sus cuatro giros
y si los cuatro Elementos
al Cuarto Carlos invicto
oblaciones le tributan
en amantes sacrificios,

está ya todo dicho73.


Queda, no obstante, espacio como para que, en Arequipa, el dios
Neptuno incorpore la dimensión humana para alcanzar un verdadero
rendimiento universal:

No se me oculta –dice– que Carlos el glorioso


es absoluto, es grande, es poderoso;
que tiene mando, arbitrio y señorío
en todo lo que alienta el albedrío
por el aire, el fuego, el agua y tierra,
sea en tranquila paz o en dura guerra,
como señor de todos los estados,
de las sierras, los montes y collados,
de los valles, colinas y riquezas,
los títulos, blasones y grandezas,
las fortunas, los casos,
las suertes, los fracasos,
las dichas, los tesoros,
las vidas, los decoros,
los carbunclos, diamantes y topacios,
fortalezas, castillos y palacios74.

73
35 bis; 35 ter; 35 quater; 35 quinto (cita del texto, p. 48).
74
36-b quinto, p. 116.
258 REVISTA DE HISTORIA DEL DERECHO

Imposible imaginar, como no sea el divino, un más amplio dominio. A


esta luz, cobra pleno sentido el que, también en ocasión de las fiestas
de Carlos IV, se recordara que el Señor instituyó a los Reyes “para la
perfecta armonía del universo, revistiéndolos de su poder, majestad y
gloria”75.

3. La figura de un Rey sagrado y paternal


Tal como se la presenta, la figura del Rey conjuga una condición
sacra con actitudes paternales, de modo que, en cuanto sagrado suscita
veneración; en cuanto paternal, amor filial, y de la unión de ese amor
y esa veneración, nace la fidelidad de los vasallos hacia su persona,
propósito axial perseguido en las Reales celebraciones.
Para lograrlo, las autoridades que las organizan se valen –según
hemos visto– de recursos verbales, figurativos y escritos. Cuentan,
además, con actores variopintos: amén de los propios magistrados y
cabildantes, los militares, colegiales, integrantes de los gremios y prin-
cipales de las comunidades indígenas toman parte en dichas celebra-
ciones, a las que asiste un público por lo general nutrido, perteneciente
a todos los estratos sociales. Se dan, pues, óptimas condiciones para la
trasmisión del mensaje apetecido.
¿Qué grado de parecido existe entre el mensaje del que son vehí-
culo tales celebraciones y el contenido en tratados y catecismos? Unas
y otros apuntan a la Monarquía de derecho divino pero, mientras la
versión de Bossuet aparece en San Alberto desfigurada por la omisión
de la responsabilidad del Rey ante Dios, y caricaturizada en Martínez
de Velasco por una escasa comprensión, en las celebraciones Reales
tomadas en conjunto se reflejan mejor las ideas del Obispo de Meaux.
La doctrina expuesta para lectores cultos en el tratado francés se ponen
en aquéllas, sin amputaciones, al alcance de muchos, no sólo porque los
receptores son más numerosos sino porque se dispone de más artilugios
para involucrarlos.
Una cosa era la lectura personal de la Política de Bossuet; otra,
la exposición a grupos de niños o indígenas de los catecismos; y otra,

75
30, p. 130.
VERSIÓN DE LA MONARQUÍA DE DERECHO DIVINO... 259

la versión ofrecida en las exequias y proclamaciones. En ellas, a las


no muy extensas referencias doctrinarias que se hacían, se sumaban
otros medios: la teatralidad del respectivo sermón, dicho con adecua-
das inflexiones de voz, gestos apropiados y en un ámbito propicio; la
exhibición plástica o la mención verbal de las cuatro partes del Mundo,
justificada por el hecho de que el Rey tenía posesiones en todas pero
envuelta en una vaga sugerencia de un dominio mundial; la presen-
tación de los cuatro reinos de la Naturaleza; la comparecencia de los
cuatro Elementos en una coordenada y de los cuatro Tiempos del año
en la otra, rendidos en mutua competencia al servicio del Rey.
Es probable que Victorián de Villava, fiscal de la Audiencia de
Charcas en tiempos del arzobispo San Alberto pero obviamente poco
afecto a la doctrina de la Monarquía de derecho divino, tuviera razón
cuando reconocía no advertir el motivo por el cual la creencia de que la
potestad Real proviene inmediatamente de Dios ha de infundir respeto
y contener a “un ánimo alborotado e indómito a quien no contiene
el miedo de las penas ni lo más sagrado de los primitivos pactos que
unieron a los hombres”76. Pero es asimismo probable que en muchos
prendiera la creencia en el poder sagrado, paternal y absoluto de los
Reyes, con la consiguiente precisión de serles fieles, insinuada subli-
minalmente mediante la parafernalia de las Reales celebraciones. De
ser así, tales fiestas –según estima el Ayuntamiento de Lima cuando la
proclamación de Fernando VI– pueden “concebirse un culto ordenado a
Dios en cuanto dirigido al honor del Rey, a quien manda venerar como
imagen de su poder”77. Dicho en otros términos, al instalar en el ima-
ginario colectivo cierta homologación entre el Rey y Dios, las exequias
y proclamaciones Reales habrían logrado sus fines.

76
VICTORIÁN DE VILLAVA, Notas del traductor a ANTONIO GENOVESI, Lecciones de
comercio, t. 1, Madrid, 1785, p. 273, nota 43.
77
9, p. 206.
260 REVISTA DE HISTORIA DEL DERECHO

ELENCO DE FUENTES*

1. JOSÉ FRANCISCO ISLA, Vuelos de la Imperial Aguila Tetzcuca-


na, a... nuestro ínclito monarca... D. Felipe V... cuya... Real
Majestad aclamó jubilosa la americana ciudad de Tetzcuco
el día 26 de junio del año de 1701, México, [1701].
2. TOMÁS DE TORREJÓN, Parentación Real... en las Reales exe-
quias del... Señor D. Luis I... Suntuoso mausoleo que a su...
memoria erigió en la Iglesia Metropolitana de Lima el...
Virrey... del Perú, Lima, 1725.
2 bis. ALONSO MESSÍA, Oración fúnebre a las Reales exequias del...
Sr. D. Luis I... en la Iglesia Catedral de la ciudad de los
Reyes, sin foliar.
3. MIGUEL DE VALDIVIESO TORREJÓn, Parentación Real... Suntuo-
so cenotafio que al augusto nombre y Real memoria del...
Sr. D. Felipe V... mandó erigir el... Virrey... del Perú... en la
capilla Vice-Catedral de la ciudad de Lima, [Lima, 1748].
3 bis. DIEGO JOSÉ MERLO, Oración fúnebre a las Reales exequias
del Rey... Felipe V... en la Iglesia Catedral de la ciudad de
los Reyes, sin foliar.
4. NICOLÁS DE CÁRDENAS Y PEÑA, Oración fúnebre con que en
las solemnes exequias de... Felipe V... expresó su sentimien-
to... la... Real Universidad de San Marcos de... Lima, Lima,
1748.
5. JOSÉ MARIANO DE ABARCA, El Sol en León. Solemnes aplausos
con que... Fernando VI, Sol de las Españas, fue celebrado el
día 11 de febrero del año de 1747 en que se proclamó... por
la... ciudad de México, México, 1748.
6. MANUEL ANTONIO MARTÍNEZ DE LOS RÍOS, Felices anuncios de
las prerrogativas que, como hijo de Dios, ha de lograr en su
* El orden de las exequias y proclamaciones conjuga la fecha de su celebración
con las unidades político-administrativas (bajando de norte a sur) en que han tenido
lugar.
VERSIÓN DE LA MONARQUÍA DE DERECHO DIVINO... 261

gobierno... D. Fernando VI... Sermón... en la... jura con que


aplaudió su coronación la... Provincia de Metepec el día 11
de abril de 1747, México, 1747.
7. JOSÉ DE ACOSTA, Especial dádiva expresiva del amor que
Dios tiene a los españoles... el Sr. D. Fernando VI. Sermón
panegírico... por su coronación y jura... en la... Catedral...
de Antequera el día 20 de febrero de 1747, México, 1748.
8. Hércules coronado que... a la Real proclamación... del Sr.
D. Fernando VI... le consagró... la... ciudad de Durango,
México, 1749.
8 bis. SALVADOR BECERRA LÓPEZ DE OSSUNA, Felices auspicios del
Melquisedech español... el Sr. D. Fernando VI... Sermón... el
día 17 de diciembre... de 1747... en... Catedral de Durango...
en acción de gracias de la Coronación de Su Majestad (pp.
1-40 con paginación independiente).
9. El día de Lima. Proclamación Real que del nombre... del...
Sr. D. Fernando VI... hizo la... ciudad de los Reyes, [Lima,]
1748.
10. Festivas demostraciones y afectuosos leales cultos que en...
la... exaltación al Trono de... D. Fernando Sexto... en su...
aclamación y jura tributó la ciudad de Salta, s.l.s.a. (Corres-
ponde a las pp. 15-46 del folleto en cuyas pp. 3-13 se publican
las Reales exequias que celebró la ciudad de Salta... en los
días 27 y 28 de julio de 1747 a... D. Felipe V, s.l.s.a.).
10 bis. [Poesías recitadas al final de la representación teatral: pp.
30-31].
11. Lágrimas de la Paz vertidas en las exequias del Sr. D. Fer-
nando de Borbón... VI... celebradas en el... Metropolitano
templo... de México, México, 1762.
11 bis. FRANCISCO ANTONIO FERNÁNDEZ VALLEJO, Oración fúnebre...
en las solemnes exequias... del Sr. D. Fernando VI... en la...
Catedral Metropolitana de... México... en 15 de marzo de
1760 (pp. 1-25 con paginación independiente).
262 REVISTA DE HISTORIA DEL DERECHO

12. JUAN ANTONIO R IBERA, Pompa funeral en las exequias del...


Rey... D. Fernando VI... en esta Iglesia Metropolitana de
Lima a 29 de julio de 1760, Lima, 1760.
12 bis. JUAN BAUTISTA SÁNCHEZ, Oración fúnebre del Sr. D. Fernan-
do VI... en la Catedral de Lima... el día 29 de julio de 1760
(pp. 1-82 con paginación independiente).
13. [FRANCISCO ANTONIO RUIZ-CANO Y SÁENZ-GALIANO, MARQUÉS
DE SOTO FLORIDO], Lima gozosa. Descripción de las festivas
demostraciones con que esta ciudad... celebró la Real pro-
clamación del... Sr. D. Carlos III, Lima, 1760.
14. Reales exequias celebradas en la... Catedral de México por
el alma del Sr. D. Carlos III... en los días 26 y 27 de mayo
de 1789, México, 1789.
14 bis. JOSÉ SERRUTO Y NAVA, Elogio fúnebre del... Sr. D. Carlos III...
en sus exequias... celebradas en la... Iglesia Metropolitana
de México... el día 27 de mayo de 1789 (pp. 1-29 con pagi-
nación independiente).
15. Reales exequias celebradas en la... Catedral de Puebla de
los Ángeles por el alma del Sr. D. Carlos III... en los días 9
y 10 de julio de 1789, Puebla de los Ángeles, 1789.
15 bis. TOMÁS FRANCO DE LA VEGA, Elogio fúnebre del... Sr. Carlos
III... en sus exequias celebradas en la Catedral de Puebla
de los Ángeles... el día 10 de julio de 1789 (pp. 1-39 con pa-
ginación independiente).
16. DIEGO SUÁREZ MARRERO, Oración fúnebre... en las exequias
de... D. Carlos III celebradas por el... Cabildo de la... Cate-
dral de Valladolid de Michoacán, México, 1790.
17. PEDRO XIMENA, Reales exequias por el Sr. D. Carlos III...
y Real proclamación de... D. Carlos IV por la... ciudad de
Granada, Provincia de Nicaragua [Guatemala, 1793]. Se ha
consultado la reedición, con introducción y notas de Manuel
Ignacio Pérez Alonso, Managua, Banco Central de Nicara-
gua, 1974.
VERSIÓN DE LA MONARQUÍA DE DERECHO DIVINO... 263

18. JUAN R ICO, Reales exequias que por el fallecimiento de...


Carlos III... mandó celebrar en la ciudad de Lima... el...
Virrey, Lima, 1789.
18 bis. BERNARDO RUEDA, Oración fúnebre... en las solemnes exe-
quias del... Sr. D. Carlos III... en la Catedral de Lima, Lima
[1789] (pp. 1-50 con paginación independiente).
18 ter. ESTEBAN DE TERRALLA Y LANDA, Lamento métrico general que a
el doloroso ocaso de... D. Carlos III... produjo Don——— para
que se colocase en el Regio panteón de las Reales exequias...
en la... Catedral... de Lima en los días 9, 10 y 11 de agosto
de 1789, Lima, 1790.
19. VICENTE DE AMIL Y FEYJÓ, Oración fúnebre del Sr. D. Carlos
III... el día 27 de agosto de 1789 en la capilla del... Tribunal
de la Inquisición, Lima, 1790.
20. JOSÉ MIGUEL DURÁN, Oración fúnebre... en la solemne paren-
tación que celebró la Universidad de San Marcos de... Lima
por el alma de... D. Carlos III, Lima, 1790.
21. JOSÉ SANZ, Elogio fúnebre al Sr. D. Carlos III... en las Reales
exequias que a su... muerte celebró el Convento Grande de
San Agustín de la Provincia del Perú, Lima, 1790.
22. JOSÉ ANTONIO DE SAN ALBERTO, Oración fúnebre... en las
solemnes exequias del Sr. Carlos III... celebradas en la...
Iglesia Metropolitana de la Plata, Buenos Aires, 1789.
23. GREGORIO FUNES, Oración fúnebre... en las exequias del...
Rey D. Carlos III celebradas en... Catedral de Córdoba
del Tucumán, Buenos Aires, 1790. Reedición consultada:
BUENOS AIRES, BIBLIOTECA NACIONAL, Archivo del doctor
Gregorio Funes, con noticia preliminar de Raúl Quintana,
t. 1, Buenos Aires, 1944, pp. 294-349.
24. [MANUEL DÍAZ], Sermón de exequias de... D. Carlos III,
predicado en el Convento Grande de N. P. San Francisco,
ciudad de Santiago de Chile, en 8 de agosto de 1789. Archivo
General de la Nación (Buenos Aires), Bibl. Nac., leg. 353,
doc. 6130.
264 REVISTA DE HISTORIA DEL DERECHO

25. Obras de elocuencia y poesía premiadas por la Real Uni-


versidad de México en el certamen literario que celebró el
día 28 de noviembre de 1790, con motivo de la exaltación al
Trono de... D. Carlos IV, México, 1791.
25 bis. JOSÉ AYARZAGOITIA, Elogio de Carlos IV, Rey de España y de
las Indias (pp. 1-27 con paginación independiente).
26. ILDEFONSO GÓMEZ LIMÓN, Sermón... en la exaltación al
Trono del Sr. Carlos IV... en la Catedral de Valladolid de
Michoacán, México, 1791.
27. JOSÉ PLANCARTE, Sermón de gracias en la exaltación al Trono
de... D. Carlos IV... y su solemne proclamación hecha por
la... villa de Zamora de... Nueva España en 15 de enero...
de 1791, al día siguiente y en su iglesia parroquial, México,
1791.
28. [Proclamación de Carlos IV en Durango el 29 de diciembre
de 1789], Gazeta de México, núm. 6, 23 de marzo de 1790,
t. 4, pp. 41-43.
29. MARIANO LÓPEZ R AYÓN, Relación de las fiestas que la... Ciu-
dad de Guatemala hizo en la proclamación del Sr. D. Carlos
IV, Guatemala, 1790.
29 bis. JUAN DE DIOS JUARROS, La Providencia de Dios en la exalta-
ción del Sr. D. Carlos IV... Sermón... en la solemne acción de
gracias que la... Ciudad de Guatemala celebró en la Iglesia
Metropolitana por la aclamación de... D. Carlos IV... en 19
de noviembre de 1789, Guatemala, 1790 (pp. 1-28 con pagi-
nación independiente).
30. PEDRO XIMENA, véase supra núm. 17.
31. [Relación de la proclamación de Carlos IV en Santo Domin-
go]: Nota de JOSÉ ANTONIO DE URIZAR, regente de la Real Au-
diencia al ministro Antonio Porlier, Santo Domingo, 24 de
noviembre de 1789. Archivo General de Indias, Indiferente
General 1608.
32. Descripción sucinta de la celebridad con que la ciudad de
Guayaquil se demostró en la solemne proclamación de... D.
VERSIÓN DE LA MONARQUÍA DE DERECHO DIVINO... 265

Carlos IV. Archivo General de Indias, Indiferente General


1608.
33. FRANCISCO DE ARRESE Y LAYSECA, Descripción de las Reales
fiestas que por la feliz exaltación del Sr. D. Carlos IV al
Trono... celebró la... ciudad de Lima, Lima, 1790.
34. ESTEBAN DE TERRALLA Y LANDA, El Sol en el mediodía, año
feliz y júbilo particular con que la Nación Indica de esta...
ciudad de Lima solemnizó la exaltación al Trono de D. Car-
los IV en los días 7, 8 y 9 de febrero de 1790, Lima, 1790.
34 bis. Loa que se representó en el primer carro [El Arte metalúr-
gico y las Minas], sin foliar.
35. D.S.P.D.L.E., Júbilos de Lima y glorias del Perú: cómicos
aplausos y reverentes cultos conque los gremios de abastos
celebran la feliz exaltación de... D. Carlos IV... en el Trono,
Lima, 1789. Reedición consultada: El teatro en la Indepen-
dencia (Piezas teatrales), recop. y estudio preliminar de
Guillermo Ugarte Chamorro, t. 1, Lima, Comisión Nacional
del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, 1974, pp.
21-50.
35 bis. Loa para el primer carro, pp. 25-31.
35 ter. Loa para el segundo carro, pp. 32-37.
35 quater. Loa para el tercero carro, pp. 38-43.
35 quinto. Loa para el cuarto carro, pp. 44-49.
36 a. Relación detallada del juramento, proclamación y fiestas...
en homenaje del Rey Carlos IV con motivo de la exaltación
al Trono, Arequipa, 6 diciembre 1789, publ. por VÍCTOR M.
BARRIGA, Documentos para la historia de la Universidad de
Arequipa 1765-1828, Arequipa, 1953, pp. 119-130.
36 b. Fr. J.C.C.G., Continuación de la Relación de las Reales
fiestas de proclamación que esta ciudad de Arequipa en el
Perú celebró con motivo de la exaltación al Trono de D.
Carlos IV este año de 1790. Edición consultada: El teatro en
la Independencia (Piezas teatrales), recop. y estudio preli-
minar de Guillermo Ugarte Chamorro, t. 1, Lima, Comisión
Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú,
266 REVISTA DE HISTORIA DEL DERECHO

1974, pp. 51-117, por donde citamos, previa confrontación


con el original –Archivo General de la Nación (Buenos
Aires), Bibl. Nac., leg. 304, doc. 4933– para corregir malas
lecturas.
36 b. bis. Loa [de las cuatro partes del mundo], pp. 61-72.
36 b. ter. [Loa] Segunda parte de los cuatro tiempos del Año, pp. 73-
78.
36 b. quater.Loa [de los indios de Cayma], pp. 84-102.
36 b. quinto. Relación [recitada por Neptuno], pp. 115-117.
37. JOSÉ MIGUEL GURIDI Y ALCOCER, Sermón... en la solemne
función que celebró el... Real Colegio de Abogados de esta
Corte en acción de gracias a su patrona N. Sra. de Guada-
lupe por la jura de... Fernando VII hecha el 13 de agosto de
1808, México, 1808.
38. Relación de las demostraciones que en la proclamación so-
lemne de... el Sr. D. Fernando VI ha hecho el pueblo de San
Nicolás Actopan de la Intendencia de México, en Gazeta de
México, núm. 23, 24 de febrero de 1809, t. 16, pp. 157-164.
39. Sinceras demostraciones de júbilo con que el Real y Pon-
tificio Seminario Palafoxiano... de la ciudad de Puebla de
los Angeles... concurrió a celebrar la... proclamación de...
D. Fernando VII de Borbón... y los gloriosos triunfos de las
armas españolas por su rescate y defensa contra la perfidia
del Emperador de los franceses Napoleón, México [1808].
40. MANUEL DE LA BÁRCENA, Sermón... en la jura del Sr. D. Fer-
nando VII... en la Catedral de Valladolid de Michoacán... el
día 26 de agosto de 1808, México, 1808.
41. JOSÉ MARIANO LÓPEZ Y TORRES, Breve exhortación... el día 15
de agosto de 1808, con motivo de la solemne jura del Sr. D.
Fernando VII... en la iglesia de Purépero, México, 1809.
42. Relación de las demostraciones de lealtad y júbilo que dio
la ciudad de Guanajuato desde el día 31 de julio en que
supo las disposiciones de España para conservarse inde-
pendiente de un poder extranjero y restituir a su Trono al
Sr. D. Fernando VII hasta el día 18 de septiembre en que los
VERSIÓN DE LA MONARQUÍA DE DERECHO DIVINO... 267

porcioneros y operarios de la mina la Valenciana formaron


un paseo confirmatorio de su juramento y alegría, en Ga-
zeta de México, núm. 147, suplemento al núm. 146 de 28 de
diciembre de 1808, t. 15, pp. 1013-1025.
43. VICTORIANO DE LAS FUENTES Y VALLEJO, La Religión y el
Estado interesados en la coronación de Fernando VII el
Deseado. Sermón... en la jura solemne hecha en la villa de
San Miguel el Grande... en su iglesia parroquial, México,
1808.
44. Guatemala por Fernando VII el día 12 de diciembre de 1808
[Guatemala, s.a.].
45. CARLOS XARA Y SALAS, Cumplimiento por el Real Convicto-
rio de San Bernardo de la ciudad del Cuzco en la jura que
se hizo de... el Sr. D. Fernando VII, s.l.s.a.
46. JULIÁN BALTASAR ÁLVAREZ Y PERDRIEL, Testimonio de fide-
lidad y amor a nuestro Monarca... el Sr. D. Fernando VII
en la solemne pompa que consagró a Su Majestad la Real
Academia Carolina de la ciudad de la Plata el día 19 de
septiembre de 1808, Lima, s.a.
47. BENITO MARÍA DE MOXÓ Y DE FRANCOLÍ, Discurso que pro-
nunció el Illmo. Sr. Dr. D. ———, arzobispo de la Plata, el
día 27 de setiembre de 1808 con motivo de la... acción de
gracias que celebraba aquella... Iglesia Metropolitana por
la exaltación del Sr. D. Fernando VII al Trono de España y
sus Indias, Buenos Aires, 1808.
48. Certificación por el escribano público y de Cabildo de la jura
de fidelidad a Fernando VII realizada en la ciudad de San
Salvador de Jujuy el 9 de octubre de 1808, San Salvador de
Jujuy, 10 octubre 1808. Archivo General de Indias, Buenos
Aires 157.
48 bis. “Proclama” [leída por el escribano público y de Cabildo
inmediatamente antes de la proclamación], fs. 2v-6v.

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