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CIENCIA sin CONSEJO

Villahermosa, Tabasco, enero 14 de 2019.

En el Vasto Universo...
¿DE VERAS ESTAMOS SOLOS?

Miguel Ángel Córdova León*

Primero fue la simple observación del cielo; luego nació la


Astronomía formal; más tarde, con el desarrollo de la ciencia
y la tecnología, la naturaleza expansionista del ser humano
se vio favorecida y surgió el deseo de conquistar el espacio.
Pero este deseo no llegó solitario; vino acompañado de una
pregunta crucial: “¿De veras estamos solos en el universo?”

El cine, la radio y la televisión, cada una en su momento,


abordaron como tema central la interrogante y dejaron volar
la imaginación alrededor de la posible existencia de otras
formas de vida, incluso inteligentes, fuera de la Tierra.

Por supuesto, también surgieron los charlatanes y


pseudocientíficos promotores de un fenómeno OVNI de
bases fraudulentas, que han lucrado con la sed de
conocimiento de la sociedad, y también –hay que decirlo
claramente– con su ignorancia.

Afortunadamente, la ciencia se ha mostrado igualmente


interesada en descubrir la verdadera naturaleza y condición
del hombre en el espacio. Así, durante el último cuarto del
siglo pasado, surgieron tres nuevas disciplinas científicas
orientadas hacia la exploración de la vida en el universo: la
Bioastronomía, la Exobiología y la Astrobiología.

De acuerdo con los especialistas de estas tres disciplinas, la


diversidad de la materia viva en la Tierra sugiere que la forma

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de la posible vida extraterrestre debe ser también sumamente
variada.

Su apariencia podría diferir notablemente de la biodiversidad


que aquí nos rodea, según fueran las condiciones particulares
del medio ambiente planetario en que se desarrollara. Sin
embargo, en el nivel molecular, los científicos consideran que
la constitución de la vida extraterrestre tendría que estar
basada en la química orgánica y en la existencia de un medio
acuoso, como ocurre en la Tierra.

El carbono es un elemento muy abundante en el universo, y


la teoría se ha confirmado por la existencia de numerosos
compuestos orgánicos en ambientes muy variados del
cosmos. Baste citar como referencia la atmósfera de Titán
(una de las más de 60 lunas de Saturno), que fuera blanco de
la sonda Huygens (proyecto Cassini-Huygens), con su hasta
ahora inexplicable alto contenido en metano.

Por otra parte, el hidrógeno es el elemento con mayor


presencia en el universo, seguido del helio, que,
prácticamente, no se combina con ningún otro, y del oxígeno,
en tercer lugar.

Como es sabido, la molécula de agua está formada por dos


átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, por lo que es
evidente que ésta es la unión más probable en el universo.

En las dos últimas décadas se han encontrado pruebas que


avalan la teoría, tales como la estrella descubierta a finales
del año 2001, alrededor de la cual se detectó una inmensa
nube de agua (“burbuja” la llamaron algunos), aunque,
evidentemente, el fenómeno no debe imaginarse como una
piscina gigante, pues cada molécula de agua puede estar
separada de su vecina más cercana incluso un par de metros,
por ejemplo.

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Para tener una idea más clara, hay que decir que sería
preciso “andar” cientos o miles de kilómetros (quizá a gran
velocidad), para que una persona se diera cuenta que se está
mojando. Aun así, en esa nube hay millones y millones de
veces más agua que toda la que pueda encontrarse en la
Tierra.

Esto hace pensar a mucha gente, y cada vez con más fuerza,
que si el agua es tan común en el universo, quizá nuestro
planeta no sea el único lugar agraciado con el don de la vida.

De hecho, los datos aportados por los robots Spirit y


Opportunity desde el suelo de Marte, revelaron, en su
momento, la existencia de abundantes cantidades de agua
líquida en el planeta rojo durante algún episodio lejano de su
historia, lo cual abre la posibilidad de que hubiera existido allí
alguna forma de vida.

Claro, no es el agua la única condición para el surgimiento de


la vida; los científicos estiman también necesario que el
mundo gire en torno a su estrella, a una distancia tal que su
energía favorezca los procesos orgánicos y propicie una
temperatura que haga posible la existencia del estado líquido
del agua, necesario para el desarrollo de las reacciones
químicas vitales.

Todas las formas vivas existentes en la Tierra dependen de la


interrelación de seis elementos que los científicos consideran
fundamentales: carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno,
azufre y fósforo.

Finalmente, para que las formas de vida puedan subsistir, es


preciso contar con una atmósfera planetaria densa, que las
proteja de las radiaciones ultravioleta y de los rayos
cósmicos.

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Así las cosas, el universo es, probadamente, tan inmenso,
que resulta ya imposible sostener la supuesta soledad del
hombre en el espacio, sin pecar de necedad. Y quién sabe,
tal vez antes de concluir el recién iniciado Siglo XXI, las
religiones del mundo se vean, incluso, obligadas a cambiar su
doctrina de privilegiado creacionismo divino.

* Divulgador Independiente de Ciencia, Tecnología e


Innovación.

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