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CUENTO: EL RUISEÑOR

Hace muchísimos años gobernaba en China, un emperador que tenía un suntuoso


palacio rodeado de un extenso jardín imperial. Dentro de este jardín vivía un pequeño
ruiseñor cuyo canto era tan hermoso, que hasta el corazón más duro se sentía
conmover.
Sucedió un día que el emperador, por noticias llegadas desde países lejanos, se enteró
de la existencia del ruiseñor. Molesto por no haber sabido de él, antes que nadie,
convoco a todos los súbditos de su corte y después de reprenderlos, dio la orden de
buscar y traer al ruiseñor. Nadie en la corte había escuchado hablar de él, pero todos
salieron a buscarlo, aunque sin resultados.
Fue entonces que una joven ayudante de la cocina imperial, dijo saber dónde
encontrar al ave. Todos siguieron y al llegar al centro del jardín, empezaron a escuchar
la hermosa melodía que cantaba el ruiseñor. Esperaron que terminara su canto y la
joven invito al pajarillo a acompañarlos al Palacio para que el emperador lo oyera
cantar.
En el salón imperial, los esperaba el emperador que con una señal, hizo posar al
ruiseñor en un perchero de oro. Todos guardaron silencio y entonces el ave empezó a
cantar con una voz tan dulce y llena de amor, que de los ojos del emperador
empezaron a brotar gruesas lágrimas de emoción. Cuando el pajarillo terminó su
canto, el emperador, aún conmovido, le quiso regalar un presente de oro, pero el
ruiseñor no aceptó diciéndole: “Mi señor, las lágrimas que habéis derramado por mi
canto, son suficiente pago para mí y no necesito de más”.
Todos quedaron encantados con el ruiseñor que quedó instalado en el Palacio, en una
espléndida jaula de oro. No pedía nada a cambio y aun a costa de su propia libertad,
deleitaba todos los días al emperador con su canto. Tan sólo al verlo feliz era suficiente
para él. Y así, por mucho tiempo, el ruiseñor canto sus más bellas melodías al
emperador.
Un día el emperador recibió un regalo del gobernador de Japón. Era un ruiseñor de oro
y con piedras preciosas que, al dársele cuerda, ejecutaba las melodías más hermosas.
Todos se maravillaron por el brillo de esta ave mecánica y dijeron que este ruiseñor de
oro era mejor que el otro ruiseñor y empezaron a despreciarlo.
Un día, el emperador, fascinado por el ave mecánica, desterró del imperio al ruiseñor
de la floresta. En cambio, al ruiseñor de oro, le rindieron homenajes y lo hacían
funcionar día y noche. Pero de tanto uso, el ruiseñor mecánico se malogró y el
emperador, que había estado cegado por el esplendor de esta ave de metal, empezó a
extrañar al ruiseñor de la floresta.
Recordando la nobleza de su canto y de su corazón, pues nunca le pidió nada a cambio,
se fue consumiendo de arrepentimiento y tristeza, hasta que un día enfermo
gravemente. Sus súbditos, que en realidad lo querían, trataron de buscar al ruiseñor,
pero no lo encontraron. Entre su pena y enfermedad, el emperador vio a la muerte
sentada sobre él. Levaba su corona, cetro y se reía de él. También en su mente
aparecían sus buenas y malas acciones y dentro de sus recuerdos, surgía el del
ruiseñor. Quería escucharlo cantar una vez más antes de morir y pedirle perdón por su
ingratitud.
Mientras tanto el ruiseñor, al enterarse de la enfermedad y sufrimiento del
emperador, voló presuroso hacia Palacio, para estar cerca de él. Se posó sobre su
ventana abierta y para reconfortarlo, empezó a cantar. Era tan suave y dulce su canto
que hasta la muerte se conmovió. Entonces le pidió al ruiseñor que cantara para ella
ofreciéndole a cambio tesoros, fama y hasta la inmortalidad. Pero el ruiseñor le dijo:
“Sólo quiero la vida del emperador”. Entonces la muerte aceptó y una vez concluido el
canto, se marchó.
Así la vida regresó al cuerpo del emperador quien, al despertar y ver al ruiseñor, lloró
de arrepentimiento y felicidad. Le dijo al pajarito “Yo te desprecie y arroje de mi reino
y tú has venido a salvarme. No sé cómo te podré agradecer”. Y el ruiseñor le contesto
“las lágrimas que derramaste la primera vez que me escuchaste cantar, me han
recompensado de antemano. No necesito más”.
Y ya nunca más el emperador volvió a maltratar al noble ruiseñor. Así el humilde
pajarito le enseñó al emperador una gran lección: la verdadera belleza no está en lo
que brilla, sino en lo que está dentro del corazón.

FIN

LEYENDA: Leyenda de la Mujer sin Corazón

Cuenta la leyenda que hace algún tiempo, en un pueblecito de España, cuyo nombre se
ha decidido olvidar, sucedió un evento terrible, capaz de asustar a más de uno.
Existía un feliz matrimonio, que se amaba como ningún otro, de aquella unión, nació
una niña, que conforme crecía, desarrollaba un amor enfermizo hacia su padre y un
odio desmedido por su propia madre. Constantemente le decía a su padre que quería
casarse con él, y que deseaba la muerte de su madre para poder ser felices para siempre.
La reacción del hombre era de enojo por supuesto, no quería pensar en una situación
similar. Pero aquello no tardó mucho en cumplirse.

Durante el funeral, el pobre hombre se hacía pedazos del dolor, mientras la niña trataba
a toda costa de esconder una sonrisa diabólica, que a duras penas contenía, pues sus
sueños estaban convirtiéndose en realidad, parecía haber hecho un pacto con el señor
de las tinieblas, ¿Cómo es posible tanta maldad en una niña tan pequeña?.
Al pasar de los días, el hombre se sumía en una profunda depresión, pero no podía evitar
notar que su pequeña mostraba total entereza ante el hecho, animándolo en todo
momento. Sin saber que en realidad el buen ánimo de su hija se debía a saber que su
madre ya no estaba.

Una tarde la niña salió al parque con sus amigas, y su padre le encargó un corazón de
cerdo para la cena. Pero cuando terminó de jugar la carnicería estaba cerrada, así que
tuvo la macabra idea de profanar la tumba de su madre y arrancarle el corazón… así
tampoco dudo en comerlo durante la cena junto a su padre.

Cuando se encontraba en su cama, la niña empezó a escuchar un susurro, una tenue y


familiar voz, parecía ir adentrándose en la casa, hasta en punto en que la niña alcanzó a
escuchar: -Hija, ¡devuélveme el corazón que me has robado!- junto a esta frase las
escaleras crujían, unos pasos se aproximaban a la entrada… la perilla giraba lentamente,
hasta que la puerta se abrió, el espectro de la madre entró en la habitación, extendiendo
su dedo acusador hasta el corazón de la pequeña, que junto a un último suspiro de
horror, dejó de latir ,murió de puro pavor.

Desde entonces se ha visto vagar al espíritu de “La Mujer sin Corazón”, algunos dice
que atacando niñas para saciar su sed de venganza, otros dicen que simplemente llora
por el amor perdido y así seguirá por toda una eternidad.

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