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La Leyenda del Pelícano y el Grado 18

del R.·.E.·.A.·.A.·.
La leyenda del pelícano. Si observamos el tablero de
Grado que preside nuestros trabajos, veremos que el
escudo allí reflejado y que figura en el
encabezamiento de esta Columna grabada, está
dividido en dos cuarteles.
Por Javier de Las Heras 33º.

El izquierdo contiene la Rosa y la Cruz que definen el carácter y objetivo de nuestro Capítulo, y el derecho,
inscrito en un compás coronado por una rosa y con una cruz de fondo, contiene un Pelícano o más bien
Pelícana pico- teándose el costado derecho y con sus polluelos, bajo la protección de sus alas en el nido,
representado por una banda.

La segunda imagen que figura en el encabezamiento de esta Columna contiene la misma simbología, con
pequeñas modificaciones, salvo que la banda que sujeta el nido ha sido sustituida por otra que contiene la
inscripción I.N.R.I.,clave fundamental del contenido del grado 18, de la que hemos escuchado distintas
interpretaciones.

¿Dónde está el origen del Pelícano como símbolo del Grado 18? ¿Qué se ha querido representar
con él?

La leyenda es claramente de origen precristiano. Lo más probable es que se haya originado alrededor del
Mediterráneo oriental, Asia Menor o Asia Central, en don- de es muy frecuente encontrar este ave.
Algunos autores Fijan el origen de esta leyenda en los valles del Nilo, en el Antiguo Egipto, pero lo cierto es
que la leyenda no se ha encontrado en ninguna pintura, jeroglífico ni escultura de esa época aun- que, en un
pergamino, si se ha encontrado una fábula parecida pero con el buitre como protagonista.

No importa que su origen esté en Asia o en Egipto, lo que está contrastado es que el mito de la Pelícana fue
adoptado por el cristianismo, que lo plasmó en su imaginario representando a Jesucristo, y esto fue así durante
mucho tiempo .

Hasta nuestros días han llegado trovas de la Edad Media con la invocación “Pie Pelicano, Ora Pro Nobis”
(Señor Pelicano, Ora por Nosotros), y en el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino lo incluía en la quinta estrofa
de su himno “Adoro te devote” (Te Adoro con Devoción) dedicado al Santísimo Sacramento (la hostia) y
musi- calizado en el siglo XIX por Charles Gounod; en dicho himno se refiere a Jesucristo con el apelativo
de Pelicano, de la siguiente manera: Pie pellicane, Iesu Domine, me immundum munda tuo sanguine. cuius
una stilla salvum facere totum mundum quit ab omni scelere.

Pelícano bueno, señor Jesús, límpiame de lo inmundo con tu sangre, de la que una
sola gota puede salvar de todos los crímenes al mundo entero.
Para el Islam, en la península arábiga, Alá se sirve del pelícano y de su buche externo para proveer de agua a
los peregrinos que viajan a la Meca. Por su parte, los alquimistas también adoptaron del cristianismo el
pelícano para representar la Piedra Filosofal, antítesis del cuervo, como una representación de la resurrección,
en una clara adaptación doctrinal de la muerte y resurrección de Jesucristo.

El Pelicano es sobre todo uno de los más antiguos símbolos de la Humanidad. Es conocido gracias a los
Textos de las Pirámides, en concreto al ritual de resurrección de los faraones del Imperio Antiguo. El mago se
dirige a la Tierra, le suplica que se trague a los monstruos que ella ha producido, porque la majestad del
Pelicano ha caído en el agua. El pájaro cae en las aguas y se ahoga, es el dios Osiris asesinado por su hermano
Set.

Es un ave marina que debe sumergirse en las aguas para obtener su alimento y el de sus hijos. Los polluelos
suelen ser siete y representan los siete principales centros de energía o chakras, en relación con las glándulas
endógenas: pineal, pituitaria, tiroides, timo, suprarrenales, páncreas y gónadas; aunque hay leyendas que
dicen que solamente eran tres y en nuestro escudo están representados seis .

En la Edad Media y el Renacimiento se hicieron muy populares unas publicaciones conocidas con el nombre
de “Vocabulum Bestiarium” o Bestiarios, hasta Leonardo Da Vinci hizo su propio Bestiario, en los que se
relacionaban artísticamente anima- les, plantas y rocas, acompañadas por una explicación inspirada en
la moral católi- ca, hoy todavía sobreviven unos 50 distintos.

En la gran mayoría de esos Bestiarios medievales podemos contemplar, de forma muy


estandarizada, el símbolo de la Pelícana, que llega hasta al sacrificio de dar su sangre a sus
polluelos, para personificar a Jesucristo, su pasión, como forma de re- presentar la eucaristía.

También lo encontramos representado en esculturas, tallas, ornamentos sacer- dotales etc.; en numerosas
catedrales, iglesias, museos, colecciones privadas y hasta en el blasón de San Vicente de Paul.

En uno de esos antiguo Bestiarios, que hoy está en la Biblioteca Real de Bruselas, se narra una leyenda que
sostiene que: “El pelícano es muy apegado a sus pequeños, y cuando ellos nacen y comienzan a crecer, se
rebelan contra sus padres golpeándoles con sus alas al revolotear sobre ellos hasta que les hieren en los ojos.
Entonces el padre se venga matándolos.

La madre es de tal naturaleza que regresa al nido al tercer día, se sienta sobre los jóvenes muer- tos, abre su
pecho con su pico y derrama su sangre sobre ellos y así, resucitan de la muerte, porque la prole, por instinto,
al recibir la sangre tan pronto sale de la madre, beben.” Esta misma leyenda aparece escrita en el “Speculum
Ecclesiae” del sacerdote benedictino, geógrafo, teólogo, filósofo, bibliógrafo y cosmólogo alemán del siglo
XII, Honorio de Autum.

Dice una leyenda medieval que “un pelícano no tenía alimento para sus polluelos
recién nacidos, y salió de su nido en busca de alimento.
No se dio cuenta de que al acecho estaba un depredador, a la espera de su ausencia para atacar el nido. En
cuanto el pelícano desapareció por el horizonte, el depredador atacó y devoró a sus polluelos, que aún no
habían aprendido a volar ni a defenderse. De igual manera el depredador tirano comienza a devorar a todos en
este mundo, cuando apenas salimos del vientre de nuestras madres. Cuando regresó el pelícano al nido, vio la
tragedia que había ocurrido. Lanzó del nido los restos de los huesos de los pequeños polluelos y lloró durante
horas hasta que sus lágrimas se secaron.

Las lágrimas que caían en su pecho comenzaron a convertirse en pequeños polluelos de pelícano, que
empezaron a picotearle en el pecho haciéndole sangrar, se alimentaron con las gotas de sangre. Con la poca
sangre que fluía de las heridas y que vertió sobre su cuerpo, la Madre Pelícano había recuperado a sus Hijos.
En su amor hacia ellos notó que las gotas de su sangre, les alimentaban lentamente, fortaleciendo y
reconstruyendo la vida de sus hijos muertos.
Con esta leyenda esotérica, el pelícano se convirtió en un símbolo de amor y
sacrificio”.
“Durante la Edad Media había muchos cuentos y tradiciones en las que este ave apareció como una
representación de la compasión, el sacrificio y la dedicación a la familia y al grupo al que pertenecían. Esto
también ha sido la razón por la que los cátaros, los rosacruces, los masones, los alquimistas, incluso los
católicos y otros grupos han adoptado su orientación mística en sus simbologías.

Para los alquimistas el pelícano era un símbolo de la regeneración, uno que puede regenerar por su propia
sangre simbólica.

Algunos autores incluso representan sus Atanores o Matraces, en los que


concentraban la materia prima de la gran obra, con capiteles que imitaban un
pelícano con las alas abiertas. El simbolismo fue repetido, por imitación
iconográfica, en Catedrales medievales; por la misma magia que para el ave tenía
la cicatrización de heridas hasta revivir a sus polluelos muertos.
Los Rosacruces, en su origen, eran en su mayoría alquimistas. De ahí que no fuera extraño el hecho de que
adoptasen al pelícano como símbolo de la capacidad de regeneración alquímica de la materia. También es
comprensible que en sus alegorías tengan este simbolismo asociado con el que se refiere al sacrificio del
Mismo Cristo, cuya sangre derramada en la cruz fue vista como una herramienta para la regeneración de los
espíritus y almas de este mundo, mientras que combina- da con las lágrimas de su madre María y de María
Magdalena, fueron el catalizador de este proceso alquímico mágico, ya que esto es necesario para la salvación
de la humanidad. Por lo tanto el pelícano también se convierte en un cristiano, representante de las virtudes
correctivas y símbolo de la cristiandad, de la misma forma que la rosa mística y el fénix que se levanta de las
cenizas.

Quienes más contribuyeron a que el pelícano se convirtiera en un símbolo místico por excelencia fueron los
cáta- ros. Los sacerdotes de esta secta, que entre los siglos XI y XII se convirtieron en los principales
opositores de la Iglesia Católica en Europa, se llamaban a sí mismos los “popelicans”, término del argot fran-
cés formado por la contracción de la palabra “pope” (papa) con “Pelican” (Pelícano)

Literalmente significa “padres pelícano”. Una facción se situó en contra de los sacerdotes de la
Iglesia Católica, que eran considerados los depredadores tiránicos de la leyenda, como cuenta
Leonardo da Vinci en su versión de la misma.

La masonería ha adoptado la leyenda del pelícano bajo la influencia de las tradiciones Rosacruces que
incorporaron a su ritual. Es por eso que nos encontramos en el grado 18, grado Rosak por excelencia, con el
pelícano como uno de sus símbolos más importantes. La denominación del grado 18 en sus orígenes fue
Soberano Caballero del Pelicano o Caballero de la Rosa.

El Simbolismo del pelícano es una alegoría que integra, al mismo tiempo, la belleza poética de la leyenda, el
atractivo emocional del misterio alquímico y el romanti- cismo del sacrificio hecho en el nombre del amor.
Tanto Cristo como la naturaleza amorosa, derramaron su sangre para que sus hijos pudieran sobrevivir. Sin
duda la alegoría surge de la leche materna, de la que todos bebemos del pecho de nuestras madres cuando
somos bebes; cuando salimos de la matriz materna al mundo y nos es cortado el cordón umbilical
separándonos de la madre, para no ser devorados por el aire de este mundo perverso, somos alimentados por
el amor de nuestras madres. Cuando mayores muchos nos iniciamos masones y volvemos así a nacer de
nuevo y a alimentarnos de la Gran Luz de nuestra Madre Logia.
El Pelícano representa el aspecto crístico, es decir, la sensibilidad. Debe sumergirse en las
alegóricas aguas, para obtener de ellas su nutrición y su poder, porque es allí donde radica la
fuerza.

En la Orden Masónica, a diferencia de otras escuelas Iniciáticas, la adaptación pasó a representar la bondad y
el servicio desinteresado a los demás. Es un emblema del amor y el sacrificio. Nos invita a brindarnos con
grandeza al servicio a la humanidad. Dice Manlly P. Hall: “En el simbolismo masónico, la sangre del
Pelícano significa el Trabajo Secreto, por medio del cual, el hombre es elevado de la esclavitud de la
ignorancia, a la condición de libertad conferida por la sabiduría”.

Resumiendo, como muy bien viene reflejado en el Cuaderno de Instrucción del Grado 18 Caballero Rosa:
“Este símbolo se deriva directamente del arte cristiano primitivo. Como símbolo cristiano, tiene su origen en
la creencia de que el pelícano se desgarraba el pecho para darle de comer a sus polluelos con su propia sangre,
de ahí que se veía como una representación de Cristo derramando su sangre para la redención de la
humanidad.

El Pelícano, que alimentaba a sus hijuelos, es emblema de la abundancia que nos prodiga la naturaleza, de la
munificencia del Redentor hacia el caído, de la gracia y de la humanidad y caridad que debe distinguir a un
Caballero Rosacruz o grado 18.

El Pelícano representa la abnegación que nos lleva a dar la vida por los demás y simboliza, igualmente, la
Bondad inagotable con la que se debe mirar a todas las personas”.

Revista Zenit nº 41

El Pelícano y el Grado 18

El simbolismo y el sentido filosófico del


Grado XVIII de la Masonería

José Morales Manchego 33º

“La divinidad atribuida a Jesús de Nazareth no es para nada tomada en cuenta en este grado, ni la
Masonería se ocupa en atribuirle ni negarle tal o cual carácter.  Es para nosotros el símbolo del
maestro, la alegoría que representa el poder del amor y la virtud. En él vemos el luchador que
combate la ambición con las armas de la Tolerancia y la Caridad, y como éstos son los únicos
medios que debemos emplear para realizar la obra masónica, se deduce que Jesús es para los
masones un símbolo de abnegación, un emblema de la Sabiduría, extirpando el error con la
razón.” Lorenzo Frau Abrines. (Diccionario enciclopédico de la Masonería. Tomo 5. P. 795)
Por su simbolismo y su ceremonial, el Grado de Soberano Príncipe
Rosacruz  (Grado 18) ha sido interpretado por algunos masones,
como un grado de tipo religioso, dedicado a conmemorar la pasión,
muerte y resurrección de Cristo, y la doctrina compendiada en los
cuatro evangelios.

Frente a esa interpretación es preciso anotar que la Masonería que se


practica en este Oriente y en este Valle, auspiciada por el Supremo
Consejo del Grado 33 para Colombia, del R:. E:. A:. A:., no establece
en ninguno de sus grados las creencias religiosas. Al contrario,
advierte al iniciado que todas las religiones fueron creadas por el
hombre[1], enmarcadas en el contexto económico, político, literario,
lingüístico e histórico de la coyuntura que las vio nacer.

En esa misma secuencia de ideas es importante anotar que los


principios de la Orden se fundamentan en el racionalismo, médula
filosófica de la Edad Moderna, de cuyas entrañas surgió la Masonería.
La Masonería, es entonces una escuela de formación moral e
intelectual de corte racionalista.  Por eso, ante la triada religiosa que
enseña: fe, esperanza y caridad, la Masonería dice: caridad,
esperanza y fe[2].

Dicho esto es necesario aclarar que la posición teológico-religiosa es


congruente con el pensamiento de San Agustín, cuando dice: “Creo
para comprender”.  En cambio, el racionalismo de la burguesía
naciente, que más tarde será recogido por la Masonería, comienza a
balbucear por boca de Abelardo, quien invertía la frase de San Agustín
y decía: “Comprendo para creer”. Es importante recabar sobre estos
planteamientos: Si San Agustín decía: “Creo para comprender”,
Abelardo manifestaba: “Comprendo para creer”[3].

Con estos prolegómenos vamos a entender mejor por qué la teología


dice: Fe, esperanza y caridad; mientras que la Masonería dice:
“Caridad, esperanza y fe”.
Ahí está la diferencia entre el fanatismo y la razón, entre la astucia que
engaña y la verdad que enseña.  En otras palabras, en esa simple
transposición de palabras que son la base del Grado XVIII, está la
diferencia sustancial entre religión y Masonería[4].

La Masonería empieza con la caridad.  Pero en este punto también es


preciso hacer otra aclaración: para nosotros la Caridad no es la
limosna, que consuela un día para hacer más angustioso el día
siguiente, tal como la entienden las religiones.  Para nosotros la
caridad es la educación que perfecciona al hombre y lo forma como
trabajador digno, para que la justicia y el amor recíproco reinen en el
universo[5].

La religión dice: “Fe es creer lo que no entendemos y no vemos”[6].


Apreciación que se opone a la razón.  Para la Masonería la fe es la
certeza de lo que se espera. Es la “Confianza en avanzar en el
progreso y mejora de la humanidad”[7]. En ese sentido, la Masonería
tiene Fe en la ciencia que ha de traer la perfectibilidad y el bienestar al
género humano.

Por eso el Grado XVIII debe enfocarse con los criterios y la


metodología que nos depara la ciencia y la perspicacia que nos dan
las enseñanzas iniciáticas. Con esas guías para analizar los hechos,
nadie puede entender cómo para salvar a la humanidad se tenía que
sacrificar a un hombre justo, como fue Jesús.  En cambio, desde el
punto de vista iniciático podemos entender que la muerte y
resurrección en los libros sagrados es un simbolismo de la iniciación.

La resurrección de Lázaro, por ejemplo, es el simbolismo de una


iniciación. Los exégetas de la Biblia, como Eduardo Shure, dicen que
la muerte y resurrección de Lázaro es una simbolización de la
iniciación de Juan, el discípulo amado. En una dimensión más
profunda, “La escena del Gólgota no es otra cosa que una Iniciación
transportada sobre el plano de la historia Universal”[8].
Entonces tenemos que la resurrección ha sido entendida de dos
maneras:
1.             La interpretación que tienen las religiones, la cual es una resurrección
material.  Es decir, es un acto mediante el cual “todas las almas de los
hombres, tanto buenos como malos, se juntarán con sus cuerpos en la
segunda venida de Cristo.”[9] En otras palabras, es la vuelta a la vida,
con carne y todo, del cuerpo material que dejó de existir hace mucho
tiempo.
2.             La interpretación que tiene la Masonería de la resurrección es
diferente. Para nosotros la resurrección es espiritual, y no es más que
la profunda idea de la iniciación.  Para el Masón, la resurrección
significa la purificación y regeneración espiritual, hechos que
comienzan con la iniciación y deben continuar con el pulimento
permanente de la piedra bruta.

Un verdadero masón, que razone sobre el simbolismo de sus grados,


y que use bien las herramientas y la antorcha que le da la Orden, no
puede ver el espectro religioso en el contenido esencial del grado
XVIII, ni puede dejarse engañar por las mentiras de las sectas
fanáticas y supersticiosas.  No olvidemos la enseñanza Masónica: “No
serás verdadero masón mientras no sepas distinguir la verdad de la
mentira y hacer la demostración.”[10]

En el simbolismo del grado XVIII se reafirma que la muerte de Jesús


constituyó una catástrofe que estremeció el templo de la libertad, la
justicia y la fraternidad. Es el momento en que el Hijo del Hombre cayó
victima del despotismo político y religioso, que le dio un suplicio de
esclavo, al sublime redentor de la humanidad, al amigo de los pobres
e infortunados, al modelo inmaculado de las más  excelsas virtudes.

Por eso la hora del Capitulo Rosa Cruz es: “La que nos recuerda el
instante en que el velo del Templo se rasgó, en que las tinieblas y la
Consternación cubrieron la tierra, en que desapareció la Estrella
Flamígera, en que se oscureció la Luz del día, en que las CCol:. y los
instrumentos Mmas:. cayeron destruidos; en que la Piedra cúbica sudó
sangre y agua, el instante, en fin, en que se perdió la Libertad de la
Palabra, y la censura, la delación, el despotismo y el envilecimiento,
fueron la Ley Universal de las naciones”[11].

Cabe preguntar: ¿Qué significan estos fenómenos para la Masonería?

Para la Masonería estos acontecimientos no son sobrenaturales, sino


que poseen una trascendencia simbólica y una significación mística.
Ellos representan las intangibles consecuencias de la muerte del
Maestro. En palabras más explicitas: la muerte de Jesús es la luz
perdida o la palabra perdida. Es la destrucción de los instrumentos
masónicos que simbolizan las excelsas virtudes. Es el momento en
que la piedra Cubica, que representa el alma del que aspira alcanzar
su fuente -en este caso Jesús- sudó sangre y agua en la angustiosa
noche de Getsemaní. Es la desaparición de la Estrella Flamígera, que
simboliza al Hombre o microcosmos[12], como expresión del espíritu
que anima al universo y se constituye en principio de toda sabiduría.

En síntesis, he aquí la verdad punzante: el Maestro ha desaparecido, y


con él desapareció la esperanza de libertad, igualdad y fraternidad. Sin
embargo, un rayo de luz rasga las profundas tinieblas. Jesús ha
resucitado y con la antorcha de su ideario alcanzaremos la victoria.
Por eso, la emancipación que plantea la Orden en el Grado 18 está
clara cuando dice: “Pues si la Mas:. Conmemora tal catástrofe, EExc:.
CCab:. VVig:. pedid a los HH:. que decoran nuestros VVall:., que nos
ayuden a continuar los TTrab: del Sob:. Cap:., para tratar con
renovados esfuerzos de volver a poseer esas libertades
incomparables”[13].  En efecto, la Masonería recupera la doctrina
diáfana de Cristo, simbolizada en la Ceremonia del domingo de
pascua de resurrección en el que se encienden las luces apagadas el
jueves santo.  En ese sentido, “se restaura el reino de Jesús, para lo
que el iniciado debe prepararse, convirtiéndose en sabio
universal.”[14]

 ___________________________________
1 Liturgia del Grado XXX. Supremo Consejo del Grado 33 para Colombia (Fundado en 1833). R:.
E:. A:. A:..Barranquilla, febrero de 2006. p. 12.
2 Liturgia del Grado XVIII. Supremo Consejo del Grado 33 para Colombia (Fundado en 1833). R:.
E:. A:. A:. . Barranquilla, noviembre de 2004. pp. 35-36

3 Véase: Ponce, Aníbal. Educación y lucha de clases. Pp. 151-152

4 Liturgia del Gr:. XVIII.  Op. Cit. p. 36.

5 Ibíd. Pp. 36-37.

6 Catecismo Católico Explicado del P. Gaspar Astete y el P. Eliecer Salesman. Editorial centro Don
Bosco. Santafé de Bogotá, 1983. P. 199

7 Diccionario Akal de la FrancMasonería.  Ediciones Akal. S. A. Madrid, 1997. P. 148. [1] Shure,


Eduardo. Iniciaciones Secretas de Jesús. Editorial Solar. Bogotá, 1993. p. 168.

8 Sagrada Biblia. (glosario). Traducción de la Vulgata Latina al Español (1884) por el Ilmo. Señor
Félix Torres Amat. Editorial: Impreandes Presencia S. A. Santafé de Bogotá, 1999. Pp.1290-1291.

9 Sagrada Biblia. (glosario). Traducción de la Vulgata Latina al Español (1884) por el Ilmo. Señor
Félix Torres Amat. Editorial: Impreandes Presencia S. A. Santafé de Bogotá, 1999. Pp.1290-1291.
10 Liturgia del Grado XXX. Op. Cit. p. 12.

11 Liturgia del Grado XVIII. Op. Cit. p. 59.


12 Daza, Juan Carlos. Diccionario Akal de la Francmasonería. Op. Cit. P. 141.

13 Liturgia del Grado XVIII. Op. Cit. p. 3.

14 Daza, Juan Carlos. Op. Cit. p. 332.

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