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¿Cómo es que se le asigna a una obra el valor de “mal gusto”? el primer punto que
Eco postula es: “arte, como prefabricación e imposición del efecto.” (Eco, 1984)
refiriéndose a aquellos objetos que no pretenden ser relevantes por sí mismos, si no
que ya están fabricados con una carga emocional destinada a evocar un sentimiento
en específico al espectador, como si se tratase una relación causa-efecto, dejando
así fuera a capacidad interpretativa. Lo que ofrecen estos tipos de objetos son
reacciones a sentimientos ya conocidos, pero no de manera individual, si no de la
construcción de sentimientos ya generalizados por la cultura masiva.
Cuando un objeto que pretende estimular efectos sentimentales, pero sin pretender
ser interpretada por parte del espectador como una “obra de arte” no hablamos de
mal gusto, en cambio si este quiere dar la noción de que al interpretarlo el
espectador está siendo partícipe de un tipo de estética selecta es lo que se
denomina como Kitsch.
Aún así, esta diferenciación entre la vanguardia y el kitsch es muy pobre para la
conceptualización de buen o mal gusto, ya que en estos términos el arte “puro” es
algo que solo una elite social es capaz de apreciar, en cambio si este arte de
vanguardia es comprendido y apropiado por la sociedad masiva automáticamente
esto sería signo de kitsch. visto en puntos extremos, la única forma de hacer arte
verdadero es sólo entendiendo los términos especializados del arte mismo, y solo se
puede llegar a él convirtiéndose en uno más de la élite artística; y si realizas una
obra artística con recursos del “arte verdadero” no perteneciendo a la elite no se
puede considerar parte de esa vanguardia.
existen varios otros tipos de mensaje, desde el de las masas -que persigue
finalidades distintas a las del arte- hasta aquel mensaje, artesanalmente
correcto, que pretende estimular experiencias de tipo vario, no separadas de
una serie de emociones estéticas, sin por otra parte vulgarizar aquello que ha
tomado, pero insertandolo en un contexto mixto, tendente tanto a estimular
efectos evasivo-consoladores, como a promover experiencias interpretativas de
cierta dignidad, de forma que el mensaje, en esta doble función, puede adquirir
una necesidad estructural, y realizar una tarea a menudo muy útil. (Eco, 1984)
Entonces tenemos aquí ya tres posturas, el arte realizado por un autor cuyo interés
no es evocar un sentimiento en especifico, si no deja que el espectador realice su
propia interpretación, por lo cual no recurre a la redundancia y no prende saturar al
espectador con palabras o conceptos ostentosos; el producto cultural creado por un
autor que pensando en las exigencias o querer del espectador orienta su obra para
que no quede otra interpretación más de la que establezca él, utilizando palabras
ostentosas o vulgarizando recursos artísticos para una asequibilidad mayor y un
menor esfuerzo de interpretación por parte del espectador, por último, el objeto
artístico realizado por un autor que “por elección quiera proporcionar al lector un
producto digno pero asequible; que por un límite de arte o por una decisión
comunicativa explícita no renuncie a la estimulación de efectos, y sin embargo,
tienda a elevarse por encima de la producción de mamas” (Eco, 1984)
Bibliografía:
- Eco, Umberto (1984). Apocalípticos e integrados. España: Editorial Lumen.