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Teoria del derecho e interpretacion segun varios autores

Su propósito en este libro fue ofrecer una teoría del Derecho de carácter “general y
descriptivo” 1. “General” en el sentido de que se trata de una teoría que, al margen
de cualquier sistema jurídico concreto, pretende dar cuenta del Derecho como
aquella institución política y social de carácter normativo cuyos rasgos más
sobresalientes pertenecen al común conocimiento de cualquier hombre educado.
“Descriptivo” en el sentido de que se trata de una teoría moralmente neutral que no
pretende ningún fin justificatorio.

Su enfoque interpretativo y valorativo (o justificatorio) del Derecho y de la práctica


legal; a continuación, veremos cómo ese enfoque tiene su continuidad en una teoría
filosófica del Derecho que da prioridad al valor de la integridad sobre la eficiencia,
la justicia y la equidad. Por último, daré un mero apunte de la posible aplicación de
la crítica dworkiana al positivismo sobre las políticas del consenso de la filosofía
política contemporánea. Dejaré para el final la explicación del significado que a mi
juicio habría que otorgarle al carácter “local” o “particular” de la teoría dworkiana
del Derecho.

En el caso del Derecho, la actitud interpretativa presupone la existencia de un


“acuerdo pre­interpretativo” sobre las prácticas que abarca la práctica legal, de tal
forma que los abogados y jueces pueden discutir sobre la mejor interpretación de
aproximadamente los mismos datos. Para Dworkin esos datos los encontramos
fácilmente en la cultura política de las democracias modernas: son las instituciones
legales que forman el sistema jurídico.

La actitud interpretativa respecto al Derecho conduce, pues, irremediablemente, a


un debate interpretativo entre concepciones rivales del Derecho. Pero, como hemos
venido reiterando desde el inicio de este escrito, el debate sobre el Derecho existe
y debe contemplarse en dos planos diferentes: por una parte, en un plano filosófico
entre teorías generales del Derecho (y más concretamente, entre el
“convencionalismo jurídico” y el “Derecho como integridad”) y, por otra, en un plano
más concreto y de detalle entre las interpretaciones del Derecho que adoptan los
operadores jurídicos y los ciudadanos para los casos concretos que han de resolver.
Según Dworkin este segundo tipo de discusiones deberían tener como principal
fundamento el valor de la integridad.

Para el Derecho como integridad, por su parte, los derechos y responsabilidades


que limitan el ejercicio del poder político no existen únicamente cuando han sido
explícitamente promulgados, sino que también pueden provenir de los principios
morales que las decisiones pretéritas presuponen para su justificación. Según
Dworkin, esta interpretación presupone que el Estado de Derecho tiene como fin
último procurar la igualdad de consideración y respeto para todos los miembros de
la comunidad política. “Asegura un tipo de igualdad entre los ciudadanos que hace
su comunidad más genuina y mejora la justificación moral del ejercicio del poder
político.

La teoría de la interpretación y los desacuerdos teóricos

Dejando de lado la polémica en torno al debate Hart-Dworkin, en su análisis del


fenómeno jurídico Dworkin destaca el carácter interpretativo de la práctica legal,
subrayando que los juristas discuten habitualmente acerca de lo que el derecho
requiere y ofrecen argumentos para apoyar sus puntos de vista. Dice Dworkin,

Según Dworkin la argumentación jurídica, en tanto actividad interpretativa, posee


un carácter creativo y constructivo. Esta afirmación es una consecuencia de su
distinción entre interpretación conversacional e interpretación constructiva. La
primera se basa en un modelo comunicativo que busca descubrir las intenciones
comunicativas de los hablantes, como en el caso de la conversación ordinaria. La
segunda, en cambio (que según Dworkin tiene lugar paradigmáticamente en la
explicación de las prácticas sociales y en la crítica artística), se basa en un modelo
que él llama “hipótesis estética”.
Para Dworkin el modelo genérico de interpretación es el constructivo, ya que toda
interpretación es fundamentalmente constructiva. Este punto es esencial en su
teoría, ya que si toda interpretación es fundamentalmente constructiva, entonces
“todas las formas de interpretación dependen radicalmente de valores o, en otras
palabras, el modo en el que los juicios valorativos determinan profundamente sus
interpretaciones”.

Dworkin considera que Hart y muchos de sus seguidores suponen que una
explicación adecuada del concepto de «derecho» es en definitiva una explicación
del significado del término «derecho», lo que a su juicio es un fallo importante, ya
que no da cuenta de los desacuerdos teóricos que se dan en la práctica legal. Los
desacuerdos teóricos no son simples desacuerdos entre abogados, jueces y
operadores del derecho sobre la corrección de determinadas decisiones y
argumentos, sino que son desacuerdos acerca de las condiciones de validez
jurídica.

Este punto es crucial. Según Dworkin el positivismo jurídico supone ingenuamente


que en las salas de los tribunales los abogados, jueces y officials discuten sólo
acerca del cumplimiento efectivo de las condiciones en un caso dado, pero no se
espera que estén en desacuerdo en torno a las condiciones de validez en el ámbito
de sus respectivos sistemas jurídicos.

Atienza

Distingue entre la argumentación formal, material y pragmática. La interpretación


formal: (aspecto fundamental de la lógica deductiva estándar), considera la
argumentación como una actividad compuesta de una serie de enunciados
independientemente de su verdad, de la corrección de sus premisas o la verdad de
sus conclusiones. Prima la cuestión lógica y el problema de la interpretación gravita
en torno a si a partir de determinadas premisas puede lógicamente derivarse la
conclusión alcanzada, a través de específicas reglas de inferencia, que constituye
los criterios de corrección del argumento. Son esquemas, formas de argumentos,
categorías con prescindencia de su contenido material. Su modelo más frecuente
es la inducción, pero ello no excluye el uso de otras formas de razonamiento
(inductiva- abductiva). La interpretación material: En ella lo esencial no es la forma
de los argumentos, sino su contenido material, esto es las normas o hechos en tanto
ser o deber ser; “responde al problema de en qué debemos creer o qué debemos
hacer y consiste en una teoría de las premisas: de las razones para realizar una
determinada acción y sus criterios de corrección ya no se hallan desde una
consideración formal. Lo importante es verificar bajo qué condiciones un
razonamiento prevalece sobre otros en función de sus contenidos reales, es decir,
como es, o debería ser el mundo, según precisa el autor. Tiene cabida acá la
consideración de los contenidos de verdad, plausibilidad y razonabilidad de los
argumentos. Esta concepción abre un espacio de reflexión al intérprete que se
considera aún más amplio y trascendente desde el punto de vista jurídico-político y
social, que el que suministra la interpretación formal, pues va al fondo de las
proposiciones que hacen parte de los argumentos. El por qué y para qué de las
esencia de las instituciones jurídico procesales y de la naturaleza de las cosas y las
personas en su actuación hace posible la adecuada interpretación del objeto, desde
esta perspectiva.

La Teoría de la argumentación de Stephen Toulmin:

Este autor contribuyó de manera notable a los estudios de lógica, filosofía y teoría
ética. En lo que atañe al tema de la argumentación su obra principal se intitula The
Uses of Argument, de 1958. Según entiende Atienza Toulmin parte de la idea de
que la lógica guarda estrecha relación con lo que los hombres piensan, como
argumentan, a pesar de que esta ciencia desde su origen se ha despreocupado de
la práctica; agrega que la lógica formal sólo tiene campo fértil en las matemáticas y
no en el campo de la razón práctica. Toulmin realiza un interesante planteamiento
que tiene que ver cuestiones de carácter muy general de interés para esta y las
demás teorías de la argumentación, que Atienza precisa del modo siguiente:
Toulmin, estructura los argumentos en torno a cuatro elementos muy bien definidos:
la pretensión, las razones, la garantía y el respaldo, que en forma resumida se
explica señalando que la pretensión es el punto de partida y de llegada de la
argumentación; una vez cuestionada la propuesta por el oponente, el proponente
de la misma debe dar razones relevantes y suficientes (hechos específicos del
caso); la garantía son los enunciados generales que autorizan el paso de las
premisas a la pretensión, que puede consistir en una regla de experiencia, en una
norma o en principios jurídicos; y el respaldo son las ideas que sirven de respaldo
a la garantía, mostrando que esa garantía es superior a cualquier otra que pueda
existir. Así concibe Toulmin la validez –que no la fuerza- de los argumentos; todos
los elementos de la argumentación están conectados entre sí.

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