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Libro El Ocaso de Boreal Continuacion de La Saga Amanecer PDF
Libro El Ocaso de Boreal Continuacion de La Saga Amanecer PDF
Prefacio
En cuando los vi, supe que tal vez algo adquiría sentido. Aunque
resultaba completamente extraño su presencia en aquel lugar. Y de
hecho, aunque debería haberlo tomado con extremo cuidado, supe
que tenía que ser una señal de que debía quedarme en Juneau.
Sí, eso es lo que era. La señal que esperaba con toda mi fe, que me
haría saber que había tomado la decisión correcta al alejarme de mi
hogar, y sobre todo de mi amado.
Nuevo comienzo
Desperté sobresaltada.
La luz se filtró en mi habitación y dio por terminado mi sueño.
Que inoportuno.
Habían pasado días desde la última vez que había dormido. Eso era lo
bueno de ser semi-vampiresa y semi-humana, podía estar despierta
mucho tiempo, pero luego podía descansar y hundirme en la
profundidad de mis sueños.
Volví a la realidad.
Era realmente incomodo haber crecido tan deprisa. Sin embargo, una
de las cosas buenas era que ahora, resguardada por mi apariencia
adolescente, podía salir a descubrir cosas nuevas, y nuevas personas.
Aunque no en Forks. Allí no podría mostrarme. Mis padres me lo
tenían prohibido.
Y allí estaban todos. Mis tíos Emmet y Jasper, mis tías Rosalie y Alice,
mis abuelos, Esme y Carlisle. También, sonrientes, hermosos e
irradiando orgullo y amor, estaban mis padres, Bella y Edward. Se
acercaron y me abrazaron juntos. Pude sentir el frío contacto de sus
pieles marmóreas y sus intensos aromas a lilas, sol, fresas y miel. Fue
entonces cuando me sentí muy feliz, completa.
Conocía muy poco el pueblo. En los últimos tiempos, las pocas veces
que había estado en él era de noche. Cuando mi apariencia dejo de ser
la de un bebé mis padres prefirieron que fuera Charlie el que me
visitara, para que los humanos de Forks no se percataran de mi
sobrenaturalidad.
Volví al presente.
Puse los ojos en blanco. No era la primera vez que lo decía, ni el único.
Una de las cosas más divertidas era ver la cara de los vendedores. Las
mujeres se morían de envidia cuando mis tías Rosalie y Alice junto
conmigo cruzábamos la puerta. Y los hombres, eso si que daba risa.
Se quedaban embobados, mirando el cuerpo de Rosalie o la perfección
de las facciones de Alice.
– Por descontado Nessie, pero sabes lo mucho que nos gusta verte
sonreír. –Dijo mí abuelo.
Sonreí, era superior a mis fuerzas. No importaba cuanto les dijera que
dejaran de consentirme, que ya no era una niña o que no quería que
me regalaran nada. Jamás me harían caso. Y menos ese día.
Esa era una de las cosas más difíciles. Las despedidas. Todo cuanto
amaba estaba en Forks, y todo cuanto desconocía, más allá. Una
sensación de cobardía comenzó a inundar mi pecho, y mi corazón
inició un arrítmico palpitar.
– Lo sé, pero esto es algo que necesito hacer sola. ¡Es momento de
poner en práctica todo lo que me han enseñado!
– Bueno, Nessie, solo queda un par de regalos más. Espero que puedas
darle una buena utilidad al regalo de tu abuela y mío. – Buscó en sus
bolsillos, y extrajo un juego de llaves plateadas. Lo miré por un
segundo, sin comprender exactamente a que se refería. – Estas llaves
son para tu nuevo departamento en Juneau.
– No, esto es algo que tengo que hacer. Se que te duele que me
marche, pero si lo retraso un tiempo más, la ansiedad será mayor y el
miedo también.
Alice puso cara de pocos amigos, pero aceptó mis disculpas, ya que
entendía que lo único malo que tenía ir de compras era trasladar tu
vestuario de un estado a otro.
– Creo que será mejor que te fueras ya, no sería bueno que volvieras
muy tarde. Además recuerda que tu abuelo Charlie necesita dormir
más que tu. – Dijo mi padre riendo.
– Tienes razón papá, será mejor que vaya ahora, de paso podría pasar
por La Push y ver a Jacob.
<>
<>
Todos nos miraban, esas conversaciones eran típicas entre nosotros,
no lo solo con mi padre. En los últimos años, cuando no tenía mejor
cosa que hacer que jugar con mi don, había llegado a tener un control
increíble sobre él. Ahora, luego de una gran práctica, podía no solo
introducir pensamientos a la gente tocándola, sino también a
distancia. No era tan sensacional como lo que hacia Zafrina. Pues me
costaba mucho crear una continuidad en la visión, pero se le acercaba
bastante. Es más, podía introducir voces en la mente. Cualquier
imagen que quisiera. Hacía al don más interesante.
Hizo un gesto para que lo siguiera. Nos dirigimos al garaje. Allí estaba
el auto más hermoso que jamás hubiera visto. Un convertible largo y
reluciente. Con asientos de cuero blanco y el exterior de un brillante
color azul. Era un Porche. ¡Como me gustaban los autos hermosos y
veloces! Algo en común con los Cullen y no con los Swan.
– Nessie, niña, que gusto tenerte aquí. ¿Dónde están tus padres? –
Dijo, extrañado por no verlos conmigo. – Pero entra, vamos, ¡la lluvia
te mojará! ¡Feliz cumpleaños, mi princesa! Si que has crecido rápido…
– dijo, destacando la palabra.
La saludé con una sonrisa calida, que ella devolvió. Realmente Sue me
caía muy bien, en especial por la dedicación con la que protegía a
Charlie. Era una mujer silenciosa, de escasas palabras, pero muy
compañera
– Oh, muy bien niña. Todos allí están tranquilos y felices. – Respondió
sonriendo, dejando entrever una sonrisa franca y blanca.
El sonrió.
– Tienes razón, pero hay cosas que no puedo ignorar. Esto no es algo
que he descubierto recientemente, lo he notado prácticamente desde
que naciste. Desde que mi hija cambió tan extrañamente de un mes a
otro. No me malinterpretes, ella siempre fue una de las niñas más
hermosas que yo haya visto, pero cuando volví a verla, luego de
su enfermedad estaba completamente diferente. Era como si hubieran
tomado a mi Bella y la hubieran mejorado, volviéndola la cosa más
hermosa sobre la tierra. Y también noté algo que me pareció mucho,
muchísimo más extraño, ¡hace siete años que no la veo tropezarse con
algo o caerse simplemente por nada, como antes! –
Reímos, eso era algo que tenía que reconocerle como gracioso. Mi
padre me había contado lo patosa y proclive a accidentes que había
sido mi madre cuando era humana.
– Sí, eso es verdad, pero contigo es diferente, siempre has sido así.
Siempre que estuve cerca de ti, vi las cosas que te hacen única.
– Quizá deba hablar con mamá, ella debería darse una vuelta por aquí,
para hablar contigo.
Charlie rió. Como si pensara que una charla profunda sobre el mundo
sobrenatural con su hija, no fuera a llegar a buen puerto. Creo que era
hora de que supiera la verdad. Aunque no tenía el valor de
decírselo. “¡Sorpresa! ¡Somos todos vampiros!” No me parecía una
buena forma de encarar la situación.
La lluvia en Forks era algo que no se podía evitar. Ese día había
amanecido bastante estable, a pesar de que las nubes cubrían toda la
superficie del cielo. El sol no se había dejado ver por una temporada
bastante extensa. Pero eso no era algo que me detuviera. Mi piel no
era como la de mi familia. Yo no necesitaba cubrirme del sol los días
despejados. El contacto con los rayos del sol no generaba un brillo
diamantino sobre mi cuerpo. Era más bien una luminosidad
misteriosa. Pero nada que hiciera pensar que no era humana.
No había tenido mucho contacto con sus amigos del instituto. Solo
había podido cruzar unas líneas por correo electrónico con Angela
Weber y también alguna que otra con Mike Newton. Sabia que Angela
estaba bien y que pronto se casaría con Ben. También estaba al tanto
de que Jessica Stanley y Mike ya tenían una preciosa niña de dos años
llamada Charlotte. Yo no los conocía personalmente, pero sí había
visto algunas fotos. En alguna ocasión me pareció verlos también,
cuando estaba en el auto de mi madre manejando por el pueblo. Ellos
jamás me habían visto. Los vidrios del coche estaban completamente
tintados. No pude dejar de notar que, a pesar de no superar los
veinticinco años, habían cambiado sustancialmente. Cosas típicas del
paso del tiempo, supongo. Y mi familia estaba exactamente igual que
cuando abrí los ojos por primera vez. Era necesario que ninguno de
ellos mantuviera el contacto con los Cullen. Los humanos no podían
conocer el mundo sobrenatural de vampiros o licántropos. Era
demasiado para la sensata Angela Weber, la atolondraba Jessica
Stanley o el irritante, según mi padre, Mike Newton.
Cuando expliqué los motivos por los cuales necesitaba vivir esa
experiencia, y la imperiosa necesidad de hacerlo sola, pudieron
comprender los motivos, y también apoyarme en mi decisión.
Esta no iba a ser la única vez que me alejaba. Sin embargo tenía un
significado especial, ya que sería algo decisivo en mi vida. Con ello
probaría mi capacidad para poder afrontar los problemas sola.
Un nuevo comienzo.
Primer beso.
Manejé deprisa camino a La push, estaba ansiosa por ver a Jacob otra
vez.
El solo pensar que los momentos con él por ahora estaban contados,
hizo que entristeciera. Pero, una vez más, sabía que era algo que
quería hacer, y si bien le era difícil, apoyó mi decisión.
Una de las cosas que había hecho que tardara en tomar mi resolución
fue el hecho de no saber hasta que punto él lo soportaría. No es que
para mí fuera a ser fácil, desde luego. Pero para él, yo era el objeto de
su imprimación. Lo había visto de primera mano con todos los otros
hombres lobo de La Push como para entender lo difícil que podría
resultar una separación. Cuando lo planteé en primer momento estuvo
“casi” de acuerdo.
Tuvo que pensárselo un tiempo lo suficientemente extenso como para
decir abiertamente, sin ningún atisbo de amargura en su semblante,
que me apoyaba. Aunque claro, yo no era mi padre, y no estaba en su
mente continuamente. Tal vez era algo que debería preguntarle. Pero
me cohibía increíblemente hacerlo. Si tenía una respuesta afirmativa
del dolor de Jacob, seguramente abandonaría mis planes sin ningún
tipo de problema.
Pero no era egoísmo lo que me impulsaba a no hacerlo. Entendía el
dolor que podría infringirle a Jake, pero también sabía que el podría
soportarlo, primero porque era fuerte, y segundo, porque no le estaba
abandonando. Estaba alejándome un tiempo. Solo eso. No era algo
definitivo, y si había algo que era para siempre, aparte de mis padres
y mi familia, eso era mi amor por él.
Decir que estaba segura de mis sentimientos por Jake era quedarse
corta, así que no me importaba la distancia de un modo en que le
importa al resto de las parejas. Confiaba ciega y completamente en mi
hombre lobo, así como él en mí.
Doblé por el camino que me llevaba hasta First Beach, y de camino al
hogar de Jake.
Esperaba que Billy no estuviera en la casa. No es que me molestara, ni
mucho menos. Sino porque no podía asimilar que ya era una mujer, no
importaba que hubiera nacido hace siete años. Me seguía viendo como
ese bebé de mejillas rosadas.
El trayecto, como siempre, me resultó demasiado largo, aunque de
hecho, eran unos pocos kilómetros. Cuando llegué, él estaba en la
puerta, esperándome. Era el mismo rostro que el sueño de la mañana,
moreno y hermoso.
Su sonrisa, blanca y franca, me causó una gran ternura, como
siempre. Cuando salí de mi coche, él me dio un abrazo fuerte y cálido,
que devolví gustosa.
Era ligeramente más fuerte que él, y también mucho más rápida, una
cualidad que se la debía a mi padre, el vampiro más veloz que
conocía. Las primeras carreras que jugábamos, cuando era una niña,
siempre me las había ganado, pero cuando mis piernas se alargaron
pude derrotarlo con facilidad. Algo que le caía increíblemente mal.
Odiaba que su "novia" lo derrotara en cosas que él consideraba solo
de chicos.
Jacob suspiró, cada vez le ponía más de los nervios la actitud de papá,
pero bueno, tenía que aceptarla, al fin y al cabo, no era mucho lo que
pedía. ¡Nada de contacto!
Bueno a decir verdad sí era mucho…
En realidad nunca había tenido el impulso de besar a Jake hasta esa
mañana, cuando desperté de mi sueño, y la súbita interrupción había
logrado que realmente me levantara con cierto mal humor.
Observé una vez más la perfección de su rostro moreno. La extensión
de sus labios, sus ojos oscuros, un profundo y misterioso mar donde
zambullirme. El resplandor delicado de su piel cobriza…
Todo en él me invitaba a besarlo…
El impulso se volvió, ahora, más intenso que nunca. Me acerqué un
poco más hacia él, con toda la deliberación de la que era capaz. Desde
mi nueva posición, pude captar con demasiada facilidad el dulce y
abrasador aroma de su aliento.
Aunque estaba entrando en un territorio desconocido, y peligroso...
– Creo que deberíamos ir a la casa de Emily. – Interrumpí el momento,
antes de que sea demasiado tarde.
– Sí, ya… La casa de Sam y Emily, me muero de ir hacía allí… – su voz
estaba cargada de una gran ironía. Eso me hizo reír.
– ¡No seas tonto, nos divertiremos! – Me levanté de la raíz del árbol y
lo arrastré del brazo para que se pusiera de pie.
Jacob rió con ganas. La relación con el y mi tía no era nada que se
pareciera a otra cosa en el mundo entero. Se detestaban el uno al
otro, por supuesto. Pero me querían lo suficiente como para no
lastimarse entre ellos, a sabiendas que eso me haría daño. Pero no
era un odio destructivo, para nada. Solo era competencia, un poco
desleal y sucia. Solían reñir por quien me daba más los gustos o cual
era el primero en reaccionar cuando necesitaba algo. Era divertido
verlo en cierto modo. En los siete años que los conocía, ninguno de los
dos había aflojado un ápice. Era figuras realmente antagónicas.
Decidí que lo mejor sería posponer todo el asunto y esperar que todo
se desenvuelta naturalmente.
Soplaba una brisa del este, que despeinaba tanto mis bucles rojizos,
como el pelo largo y negro como la tinta de Jake. La calma a esas
alturas era absoluta. Abajo, las olas se arremolinaban violentamente.
La incesante lluvia caía en delgadas gotas sobre nosotros, y el cielo,
de un sutil gris perla, inspiraba una calma mágica.
Entonces como si supiera en lo que estaba pensando Jake dijo:
– ¡Ya… ya…! Vamos nos de aquí. Sam y los otros deben haberse
terminado toda la comida… – Esta vez sonreía, con todo el esplendor
de sus dientes blanquísimos. – démoslos prisa, tengo mucha hambre.
La Propuesta
– Eso es imposible…
No era tarde.
– Hola, papa…– Saludé como una idiota, cuando no pude aplazar mas
el momento de hablarle.
– Claro, Jacob Black estuvo contigo… – Hizo una mueca, que intentó
ser una sonrisa. Fue un intento patético. Generalmente era muy
bueno actuando.
– Papá, no creo haber hecho nada malo… así que por favor, solo
comprende lo ilógico que es tu punto de vista. Y sabes que siempre
seré tu pequeña. Eso no cambiará nunca. – No me acerqué para
abrazarlo o algo parecido, el ambiente todavía estaba un poco tenso,
y no estaba segura si eso sería lo más correcto. Sin decir más nada,
comencé a deslizarme camino a la casa. Pero fue inútil, me bloqueó
apenas realicé un pequeño movimiento.
Esta vez sonrió, aunque claro, con mi padre nunca se podía saber. Lo
más seguro es que después se desquitara con Jacob, ya que siempre
había sido así. Y mi novio se veía obligado a soportar todo, pues no le
quedaba otra opción.Igualmente, papá y Jake se llevaban muy bien. En
principio porque Jacob era el mejor amigo de mi madre, y segundo,
porque en todas las veces en las que la familia Cullen había estado en
peligro, Jacob había estado a nuestro lado. Y con eso se había ganado,
no sabía si exactamente el cariño de mi padre, pero aunque sea, su
respeto.
Al verme sonrió, con esa sonrisa perfecta que tenía mi madre. Sus
ojos dorados parecían brillar de verdad cuando fijaba su mirada en mí.
– Sabes, eso mismo sentía yo... que el corazón me iba a estallar. Besar
a un vampiro hermoso cuando eres una frágil humana no es de las
cosas más tranquilas que pudieras hacer, hija. – Dijo, recordando. –
Pero tu corazón es fuerte, bastante más de lo que era el mío, podrás
resistirlo. Disfruta del amor. Es una de las cosas más hermosas que te
depara la vida.
– ¿Cómo haré para irme, ahora que siento esto tan fuerte por Jake,
madre? – Pregunté confundida ante los muchos sentimientos
encontrados que sentía en ese momento en mi pecho.
– Me encantaría ayudarte con eso, hija, pero es algo que solo puedes
resolver tú. Jake es fuerte, bien lo sé yo... – Dudó una fracción de
segundo – Lo lastimé muchas veces a lo largo de nuestra amistad,
pero siempre encontró la forma de sobrevivir. Pero no puedo
asegurarte que estará perfectamente bien. Eso solo lo puedes saber
tú.
– Sé que podrá soportarlo, pero... ahora que siento este amor que me
quema por dentro, ¿Podré alejarme yo? – Me pregunté.
Quería tener a Jake a mi lado en esa aventura. Porque ahora que sabía
que lo amaba con pasión, el fuego era difícil de controlar.
Me acerqué a ella, y esta vez tomé su perfecta mano. El dije brilló con
el reflejo de las luces que se encontraban por encima de nosotras.
– <> Fue lo primero que dijo. – << ¿Bella? >> Me pareció demasiado
extraño su llamado. <<>>> sonaba demasiado nerviosa. Había
escuchado algo acerca de que volverían, pero no estaba en el
momento en el que habían telefoneado a Carlisle. Desde luego, me
tomó por sorpresa. ¿Como era posible que una humana se embarace
de un vampiro? – La frente de su rostro perfecto se pobló de arrugas. –
<<> >> Tenía la voz tomada, como si hubiera estado llorando durante
horas – Imitó la voz de mi madre a la perfección.
– Y por todo eso, por haberte visto crecer desde que eras poco más de
un punto minúsculo en el vientre de tu madre, hasta transformarte en
la bella persona que eres, me duele verte lejos. – entornó los ojos. –
¿Sabes? Siempre fue demasiadovanidosa. Cuando era humana creía
que el mundo giraba en torno a mí. Los años han aplacado un poco
ese sentimiento. Y tu llegada me hizo entender muchas cosas. Una de
ellas, es que eso que tanto me apremió por años no es importante. –
levantó el brazo y acarició mis rosadas mejillas. – y en este momento,
aunque no lo creas, hasta puedo aceptar que eres más hermosa que
yo. Y eso no me molesta en lo más mínimo. Porque aprendí a amar
más a las otras personas que a mí misma. Aunque claro, sigo siendo
igual de perfecta. – Bromeó.
– Te amo, Rennesme, como si fueras mi propia hija. – Dijo con esa voz
tan dulce.
Rosalie no era así con todo el mundo. Solo conmigo. Y bueno, con
Emmet, obviamente. Aunque claro, sabía que quería a los demás
miembros de nuestra familia. Siempre se mostraba fuerte y un tanto
hosca, pero debajo de todo ese narcisismo, había una persona de
buen corazón. Y esta era la confirmación.
– Hablaré con él, hija. Pero creo que todavía no deberías decirle nada
a Jake. – Me aconsejó.
Asistí, era mejor dejar esto en manos de ella. Era la mejor candidata a
convencer a mi padre.
Se puso de pie con su pequeño cuerpo, era casi dos cabezas más alta
que ella, y con un andar más propio de un escenario de ballet que de
una cocina, se dirigió hacia mí para envolverme en sus minúsculos
brazos. – ¡De verdad has hecho enojar a Edward! – Sonrió. – Me
gustaría poder ayudarte, para saber como se resolverán las cosas,
pero ya sabes.
Un alivio.
– ¿Tú que crees, tía? ¿Dejará que me marche con Jake? – Le pregunté,
aunque no pudiera ver la resolución, por lo menos me podía dar su
punto de vista.
Bueno, para eso no estaba lista. O por lo menos eso es lo que creía. A
decir verdad, nunca me lo había preguntado. ¿Jake y yo? ¿Casados?
Una imagen me invadió la mente. Un pasillo largo, y mi enorme novio
esperándome al final con un esmoquin negro, sonriendo. Un estado
leve de nerviosismo me invadió.
– Tu padre esta muy enojado con todo esto. Sé que no tiene motivos...
– Agregó al ver que estaba por decir algo. – Pero creo que podemos
convencerlo. Lo importante ahora es conseguir un lugar para Jake en
la universidad. Debemos llamar. Las fechas de admisión están,
obviamente, cerradas hace meses. Me hubiera gustado que se te haya
ocurrido ese plan con anterioridad, hija.
Sonrió.
Era temprano como para ir a La Push. Así que todavía tenía un par de
horas extras para refinar mi propósito.
– Claro, esa extraña fuerza que te une a la otra persona. Los cielos
saben que he tenido tiempo para estudiarla estos siete años... – Puso
los ojos en blanco. – Por eso sé que el amor de Jacob es sincero. Que
no espera otra cosa de ti más que tu compañía.
– Entonces creo que será mejor que prepares las cosas de tu... novio...
– hizo sonar la ultima palabra como un terrible insulto, aunque su
expresión era dulce. Como siempre lo era la voz de mi padre conmigo.
Me estrechó en un pecho, frío como el témpano, pero tan especial
para mí desde el día que nací. Al vivir esa situación, tuve un deja vu, y
no fue difícil darme cuenta de por qué lo sentía así. Al instante, de lo
más hondo de mi memoria llegó mi primer recuerdo: el lugar oscuro...
donde flotaba a la deriva, y después, la luz blanca, el aire pasando por
primera vez a través de mis pequeños pulmones de bebé, y unas
manos pétreas y glaciares sujetándome contra su cuerpo.
Mi padre.
– Sí, creo que será mejor que hable con él. – Miré hacia arriba, mi
progenitor era bastante más alto que yo – Te amo, papá.
– Jake... lo que pasó ayer me hizo ver todo desde un nuevo punto de
vista... – Comencé – Ahora sé que no puedo dejarte atrás... pero
tampoco quiero renunciar a mi aventura. Veras, es algo que necesito
hacer, para demostrarme a mí misma que no soy una niña.
Susto
Habían pasado tres días desde que Jacob había aceptado viajar
conmigo, por lo que todo lo referente a sus asuntos de Alfa, ya estaba
hablado y arreglado, entonces se encontraba capacitado para
ausentarse de forma indefinida. Como Leah había abandonado la
reserva, y ahora Jake partía conmigo, Seth, Embry y Quil pasarían a
formar, provisoriamente, parte de la manada de Sam.
Sin embargo, la casa estuvo llena ese día. Charlie, Jacob, Seth, Sue,
Sam y toda su familia, estuvieron presentes para conmemorar la
fecha. Mi padre hizo una excelente comida para agasajar a nuestros
invitados, quienes, desde luego, no estaban en nada sorprendidos en
que los vampiros no probaran bocado. Al atardecer, los Cullen
estábamos nuevamente solos.
– ¡Claro que te irá bien! Vamos a estudiar mucho y vamos a ser los
mejores de la clase. – Le respondí.
Aunque claro, tal vez fuera un error llamarla pequeña. Era tres años
mayor que yo.
Los observé marcharse. Quil parecía envuelto por un halo de paz, que
irradiaba desde el mismo centro de su cuerpo. Era algo muy diferente
a los temblores que tenían antes de transformarse. Más bien, era todo
lo contrario. Pero esa paz solo era fruto de la compañía de Claire.
– Bien, creo yo. No me dijo nada negativo, solo que me cuidara y que
no hiciera tonterías. – Jacob sonrió. Bueno, pedir que mi novio no haga
tonterías era una batalla perdida antes de empezar. Si tenía
veinticuatro y todavía le gustaba hacer cosas de críos, era de
entender que su padre le hiciera tal petición.
Muy pocos de los queluites sabían que sus leyendas ancestrales era
en realidad crónicas de un pasado verídico. Enseñanzas para enfrentar
a los tan temidos enemigos.
Los Fríos.
Los queliutes elegían a quien seguir, incluso los que no tenían idea de
que en realidad ellos eran enormes lobos que protegían la tribu.
Jacob era diferente, no podía decir si mejor o peor, porque sus estilos
eran tan diferentes que no era posible compararlos.
Recordé una de las veces que los acompañe a patrullar por el bosque.
Una excepción que los otros lobos habían permitido al no ser yo una
débil humana, sino alguien tan rápido y fuerte como ellos.
El amor en La Push, viviría para siempre. Sin que haya que involucrar
la inmortalidad en ello.
Igualmente, solo veía a Jacob unas horas al día. El resto del tiempo, lo
ocupaba haciendo otros quehaceres. Ayudando a mi tía Rosalie con los
coches, cosa que a decir verdad no me gustaba, porque me manchaba
el pelo o cualquier otra parte del cuerpo, pero que me hacía sentir
bien porque me gustaba estar con ella. También jugaba con mi tío
Jasper al ajedrez, luchaba con Emmett, aunque era difícil que me
ganara. Era muy rápida para él, y además introducía imágenes en su
mente para confundirlo. No paraba de quejarse de que hacía trampa,
pero nunca le molestó en lo más mínimo.
Entonces, entre las repisas, atrás de todos esos papeles, que incluían
varios documentos con las varias identidades de mis padres, tíos y
abuelos, pude encontrar lo que estaba buscando.
Mi padre era simplemente el ser más perfecto sobre la tierra con ese
esmoquin negro azabache. Y mi madre, con su traje de novia, blanco e
inmaculado, resplandecía desde el mismo centro de su alma.
No solo los ojos, que eran idénticos hasta el último detalle. Sino
también la forma en la que se curvaban los labios al sonreír, la
redondez de las mejillas, e incluso la forma de ruborizarse era muy
parecida.
Pero resultó que Reneé fue incluso más fácil de convencer que
Charlie. Se creyó la historia de que mi madre había estado al borde de
la muerte, y que para salvarla habían tenido que concurrir a las
habilidades más prodigiosas de la medicina.
Todo resultó muy raro, pero era necesario enfrentarse a ello tarde o
temprano.
No tenía idea de que ponerme. Sabía que no era nada serio, solo una
cena con mi futura familia. Pero aún así, estaba dividida entre lucir
simple y práctica o hermosa y delicada.
Llegar a la reserva solo me costó unos minutos, y tan solo unos más
acercarme a la casa de mi prometido.
Ambos reímos, pero en ese momento llegó Jacob, que no era muy
partidario de ese tipo de bromas.
Luego sonrió.
Suspiré.
La noche era fresca, con una llovizna muy fina, pero persistente, que
empapaba absolutamente todo. Nos mantuvimos adentro,
conversando de puras tonterías, y también un poco del viaje a Juneau.
Por eso, no hubo ningún signo que nos haya hecho pensar que fuera
posible lo que pasó a continuación.
Su cabeza colgaba ahora hacia atrás, tenía los ojos cerrados y había
perdido por completo el conocimiento.
Tuvimos que transportarlo a casa. Que fue una gran idea porque allí
contábamos con todas las cosas necesarias para ayudarlo.
– No lo sé, Jake. Eso depende del daño que haya producido la falta de
oxigeno a su sistema. Creo que actuamos con rapidez, y seguramente
no habrá ninguna secuela, pero por ahora tiene que descansar.
Billy estaba recostado. Inconciente por efecto de los fármacos que mi
abuelo le había proporcionado por vía intravenosa. Su semblante era
ahora apacible, aunque seguía muy pálido.
Y el sol asomó detrás de las nubes que cubrían el cielo que se cernía
sobre los altos acantilados de la península de Olympic.
Tampoco para mí será fácil estar lejos de ti, Jake. – Le dije. Quería que
supiera que a mi no me era menos difícil irme sin él a mi lado. Yo lo
amaba, y deseaba que él estuviera conmigo, tanto como deseaba
mostrarme a mi misma que estaba lista para vivir la realidad.
Tal vez se deba a que era una criatura malcriada. Siempre había
obtenido lo que quería. Y en ese momento, necesitaba dos cosas que
en cierta forma eran incompatibles.
Pero mi viaje no era algo menor. ¿Cómo podía amar a Jake como es
debido, con toda seguridad y como se lo merece, si no estaba segura
de mi misma? Primero, antes de arrojarme al amor eterno, debía
afianzar mi autoestima. Porque si sabía algo, era que para amar a una
persona pura y desinteresadamente, primero hay que sentir lo mismo
por uno mismo. No con vanidad, no con presunción, sino con
humildad. El amor es un espejo, la vida es un espejo. En la cual hay
situarse adelante y plantarle cara, sintiéndose seguro del reflejo,
porque para dar amor, hay que tener amor. ¿Entonces como podía yo
quererme a mi misma si ni siquiera sabía si era capaz de sobrevivir
por mis propios medios? Ese era mi conflicto interno.
Pensar que en realidad era una inútil para todo, y que dependía pura y
llanamente de mis padres y Jacob para todo. Era aterrador pensar en
ello.
Pero sabía que el lugar de mi amado era Forks, y sobre todo La Push.
– Las cosas seguirán como estaban planeadas hasta hace unos días.
Tú irás a Juneau, disfrutaras de tu año de universitaria, y luego
volverás a mí. Lista para pasar conmigo muchos, muchos años. – Me
sonrió.
– No, no la hay. Pero quizás haya una forma de que te sientas menos
culpable por irte. – Dijo, sorprendiéndome.
– Claro que sí. – Contesté con un hilo de voz. – Claro que quiero, Si te
amo como cada célula de mi cuerpo.
Me rendí ante su amor, tan exhausta por la emoción del momento, que
me dejé caer por completo en sus brazos, pero en ningún instante
dejamos de besarnos. Eso resultaba demasiado difícil.
Recorrí su rostro, rozando con mi boca cada parte de su perfecto
semblante, tan calido al tacto. Besé sus parpados cerrados, sus
mejillas ardientes, su mandíbula cuadrada, y terminé de nuevo en sus
labios carnosos.
– Te amo... – Susurré.
– Iré a Juneau. – Dije. – Pero luego volveré, lista para casarme contigo,
para no abandonarte nunca más. ¿Entiendes? – Le dije.
Pero los dos sabíamos que desde que mi abuelo materno y la mujer
estaban juntos, Billy no se llevaba tan bien con ellos. Pensé un
segundo en ello. Tal vez Billy sentía que estaba faltando el respeto a
la memoria de Harry Clearwater, a quien no conocí. Como sea, si bien
el padre de Jake y mi abuelo tenían una buena relación, al parecer no
era tan buena como antaño.
– Hablo en serio. ¿De verdad crees que todo esto es obra de la magia?
– Dijo.
– ¿Qué fue eso? – Quiso saber, una vez que entendió que no corríamos
ningún peligro.
Lo miré a los ojos, sin saber si era algo que quería compartir con él.
– Renesmee... – Insistió.
– No ha sido nada. Debe ser que estoy nerviosa porque mis padres
están en la otra habitación. Lo siento. A veces olvido que ya no soy
una niña. – Vaya, esa era la primera vez en la que mentía a Jake, me
sentí fatal.
– Eso no tiene nada que ver... – Le dije. – Además ellos son adultos. –
Enfatizando un fuerte sarcasmo en la última palabra.
Sonreí.
Claro, las dos teorías que tenían los lobos eran que la imprimación se
origina para crear lobos más fuertes, como Jacob o Sam, o para
perpetrar el linaje y que la mutación genética que permite la
transformación pase a la siguiente generación.
Pero eso no tenía sentido para Jake y para mí. Yo no podía tener hijos.
Mi cuerpo, a pesar de tener funciones propias de la naturaleza
humana, estaba incapacitado para la gestación de un bebé.
Además jamás había tenido periodo. Eso solo podía ser una certeza de
mi infertilidad.
– Las leyendas no son muy claras con eso. Solo afirman que son
excepciones a la regla. Por ejemplo, en la historia de la tercer esposa,
Taha Aki esta imprimado de ella. Esa se conoce como la primera
imprimación. – Razonó. – Pero él también tuvo hijos con las otras dos,
y todos resultaron ser lobos, no solo los últimos. Y mi padre no pudo
haber imprimado a mi madre y tampoco el de Sam a la suya, porque
no fueron lobos, por lo que no somos tan enormes por ese motivo.
– Tal vez solo tenga que ver con algo que no comprendemos. –
Aventuré.
Jake se había quedado dormido cerca del alba, pero yo era incapaz de
hacerlo. Solo pude observar a través de la pared de cristal de mi
cuarto como la naturaleza revivía con el nuevo día que comenzaba.
Entré en el armario, sin mucha idea de que vestir. El resultado fue una
simple camisa de franela negra y unos jeans azul oscuro. No era lo
que hubiera elegido generalmente, pero el tema de la partida me
tenía más absorta que cualquier otra cosa.
Miré mi cuarto, ese lugar en el que había descansado los últimos años.
Una especie de templo en el cual podía sumergirme y meditar. Pensar
en mi vida, en mi familia, en mi Jacob. Memoricé cada detalle, hasta el
último, para tenerlo siempre presente.
¿Cómo es que había pasado eso? En ese instante, en el cual sabía que
no había pasado nada, y podía recordarlo como un momento de locura
limitada, me sentí mucho menos preocupada. Pero, sin embargo, no
encontraba lógica a ello. Estuve dándole vueltas al asunto por varios
minutos, pero mi mente no parecía predispuesta a cooperar.
Una vez lista, bajé hacia la estancia. Jacob todavía estaba acostado,
medio dormido y medio despierto.
Debía admitir que estaba adorable con sus pantalones de jean azul y
esa camisa blanca. Todo debajo de un impermeable gris claro que le
quedaba genial sobre su piel morena. No estaba para nada cómodo,
pero por lo menos accedió a darme ese último gusto.
– Bueno, creo que esto es un Adiós. – Dijo Jake antes de que cruzara la
puerta que me permitiría abordar mi vuelo.
Mis padres estaban observando toda la escena, pero eso no evitó que
me despidiera de mi novio como era necesario. Busqué sus labios con
los míos, y no sentí el miedo ni cuando escuché cerrarse tensamente
la mandíbula de mi padre, ni cuando oí como mi madre tomaba su
mano y evitaba su avance. Supongo que había sido un error mostrarle
a Jacob los momentos de la noche anterior. Había olvidado que
también mi padre podría verlos.
Una vez que no quedaba nada más que hacer aparte de marcharme,
los miré a los tres. Las personas más importantes de mi vida.
El edificio era muy bonito y estaba muy cerca del centro. Entre las
llaves que me había dado mi abuelo, había un pequeño control que
accionaba la puerta del garaje. Oprimí el botón señalando a la puerta
de hierro, y esta se abrió inmediatamente. Descendí con mi deportivo
azul hacia la cochera subterránea, mientras buscaba un sitio para
estacionar. Inmediatamente, vi en una de las paredes el número de mi
departamento pintado. Ese era el lugar que me correspondía.
Había una única ventana, también muy grande, que dejaba entrar
toda la luminosidad que otorgaba el clima nublado del exterior.
– Hola. – Saludé.
– Renesmee. – Dijo mi madre del otro lado. – ¿Has llegado bien? ¿Por
qué no nos llamaste antes? – Inquirió.
– Te amo, mamá. A los dos. Ya los extraño y solo llevamos unas horas
sin vernos. – Sentí el peso de mis sentimientos abatiéndome de a
poco.
– De verdad eso espero. Los llamaré en cuanto tenga algo que contar.
Los amo. Mándales saludos a todos. En especial a Jacob.
– No es nada, cariño. Es bueno ver a alguien por aquí. Eres una niña
muy hermosa. – Sonrió.
No era muy tarde, pero todas las cosas que habían pasado lograron
dejarme exhausta. Los parpados me pesaban, y solo deseaba
descansar.
Pensé en las cosas que me esperarían ese lunes. Las clases ya habían
empezado, pero había decidido incorporarme a ellas luego de que
cumpliéramos años mi madre y yo.
Solo necesitaba saber que era, porque ni siquiera yo misma era capaz
de descubrirlo.
Sin embargo, antes de poder adivinarlo en esa noche fría que azotaba
en las calles, pero de la cual estaba resguardada dentro de ese
pequeño pero acogedor departamento, que era una nueva fortaleza
donde guarecerme, el sueño arremetió limpiamente contra mi
consciencia, y de un modo casi imperceptible, me quedé dormida.
Capitulo6
Patético.
– Las clases para los novatos empezaron hace dos semanas, señorita.
– Me informó, aunque ya lo sabía.
– Muy bien. Puede pasar, debe dirigirse hacia la oficina central, allí le
darán los horarios de sus clases y con que profesor las tiene en este
semestre. – Asistí una vez, y el se retiró, no sin antes guiñarme un ojo
descaradamente, y se dedicó a accionar la reja automática.
Caminé por él, hasta que divisé una pequeña oficina a la derecha. En
ella estaba sentada una mujer menuda, con grandes lentes que
dejaban ver unos sorprendentes ojos azules.
Revisé el horario.
El lugar era grande. Estaba compuesto por una pared, la del frente,
cubierta por tres pizarras blancas. Luego, justo a su lado, había un
escritorio alto y muy grande. Sobre él, estaba apoyado un hombre de
cerca de cincuenta años, moreno y delgado, que estaba hablando en
ese momento sobre la importancia de las pinturas rupestres.
Unos metros hacia la parte de atrás del salón, comenzaban las filas de
asientos. En su mayoría estaban llenos.
Era alto, de ojos grises grandes y cabello castaño oscuro. Era delgado,
aunque no flacucho, pues se notaba que tenía buena masa muscular.
Su piel era clara, pero con una tonalidad rosácea que resaltaba sus
rasgos agraciados. En resumen, era un chico apuesto.
– Bueno días alumnos. – Saludó con voz alegre. – Entonces como les
dije la última clase, hoy tomaremos un pequeño examen para ver
como vienen incorporando los conocimientos.
Ella me miró, y pude percatarme de que se dio cuenta de que era una
estudiante nueva.
Me frustré. La señora Klee, ese era su apellido, repartió las hojas una
a una, y cuando me dio la mía, susurró “Suerte”, cosa que no hizo con
todos los demás. En cierta forma, esto era mi culpa, porque nadie me
había obligado a empezar dos semanas después.
Contemplé el examen.
Le sonreí.
– Puede retirarse, por hoy no habrá nada más que hacer en este salón.
– Señalo la puerta, y sonrió por última vez. – Hasta la próxima clase.
Así que tomé el coche y manejé hacia el otro lado del campus. Allí
estaba una librería muy grande, y también un par de metros antes una
cafetería en donde había muchas mesas y varios lugares para
sentarse a descansar por un momento.
Era descortés.
– Desde luego. – Contesté, más por ser cortés que porque quisiera que
lo hiciera.
– ¿Como estuvo tu primer día? – Preguntó, lleno de curiosidad.
– Debo irme a sentar con mis amigos. – Anunció. Parecía culpable por
tener que irse, algo que no entendí. – De verdad me gustaría
quedarme, pero tenemos cosas que estudiar.
Lo consideré un segundo.
– Ness... – Rió. –Bien, al menos por ahora. Tu abuelo estuvo aquí ayer y
cree que en dos semanas ya podré hacer vida normal.
– Sí, estaba yendo para allá. – Dijo. – ¿Cómo esta todo por Alaska?
Pero lo cierto era que no quería hablar con mi novio si es que mis
padres estaban allí para escuchar.
Llegué tarde. Otra vez. No calculé bien y arribé a la clase con cinco
minutos de demora. Era algo en lo que debía mejorar si quería evitar
que se me quedaran mirando como tontos cuando entraba fuera de
horario.
– Un gusto. – Dije.
Todavía no sabía que era lo que sentía, y mucho menos si era algo
bueno o malo.
Tal vez solo era necesario esperar a que esa especie de exaltación se
disipara, para que pudiera relacionarme como una persona normal.
Pensé en los únicos chicos con los que había cruzado palabras.
Mi mente no me lo permitía.
Incidentes.
Tal vez en ese momento Steven perdió las esperanzas. Ojala así sea,
porque realmente era un chico que me caía bien. No tenía intenciones
de que dejara de hablarme, no importaba lo irritante que pudiera ser
a veces.
Estuvimos callados cerca de un minuto, un silencio incomodo que me
hubiera gustado rellenar con algo, pero no se me ocurría nada.
Entonces, llegó la orden de Steven, y él comenzó a comer.
Almorzamos prácticamente callados, solo hablando en algunas
ocasiones, de nada en especial. Me sentí mal por él, porque el cambio
entre el chico de hacía quince minutos y el que estaba ahora sentado
de frente a mí era muy grande. Al sonar el timbre, se levantó rápido.
– Nos vemos más tarde, Renesmee. – Dijo en una voz apenas audible.
Una humana definitivamente no lo hubiera oído. Dejó la cafetería en
un segundo, y eso, para mi total sorpresa, me hizo sentir culpable.
Ella se rió.
Algo tenía que inventar para interactuar con la gente. ¿No? Sino todos
pensarían que había estado encerrada en una cueva toda mi vida.
– Sí, esas fueron buenas épocas. – Confirmó. – Ahora tengo que irme
rápido a casa. De verdad eres una persona muy graciosa y simpática. –
Añadió. – Nos vemos el lunes. Que pases un buen fin de semana.
– Igualmente, nos vemos el lunes.
Tenía razón.
– Sí, eso ya lo sé. Lo estoy disfrutando, pero tal vez mis expectativas
eran un poco diferentes. Creo que no era esto lo que estaba
esperando.
– ¿Quieres regresar? – Preguntó, y el timbre levemente esperanzado
de su voz fue como un ladrillo en el estomago. Un ladrillo enorme de
culpa.
– No por ahora. Quiero quedarme y ver que puedo sacar en limpio de
todo esto. – Respondí, y casi pude sentir como su estado de ánimo
decaía. – Lo siento, Jake. Te amo mucho, y espero que puedas
perdonarme por haberme alejado de ti. Soy egoísta.
– Claro que no lo eres. – Dijo rápidamente. – Ya hemos hablado de eso.
Yo también te amo, mi amor. Eres todo cuanto quiero en la vida.
– Eres demasiado bueno para mí. A veces pienso que no te merezco. –
Comencé.
Él bufó, claramente en desacuerdo.
– Ness, de nosotros dos, el que debería alegrarse por su suerte soy yo.
Jamás podría ser lo que soy si no fuera por ti. Tú eres la razón por la
que mi corazón puede amar con tanta desesperación.
A la hora del almuerzo comencé a poner los pies sobre la tierra, y ser
mucho más consciente de todo.
Hacia mucho frío afuera, y caminar se dificultaba porque el frío de
Juneau cristalizaba rápidamente la lluvia que caía sobre el suelo. Si
bien no había llovido demasiado desde que había llegado a la cuidad,
la persistente capa de nubes no había flaqueado en ningún momento.
Gracias a ello, pude sentirme como si en realidad estuviera en casa. Al
menos en el mas intranscendental de los sentidos.
Al entrar en la ya conocida cafetería, no me sentí como un extraño
que asiste a una fiesta a la que nadie ha invitado. Las miradas furtivas
se habían reducido al mínimo, y hasta se habían vuelto soportables.
Steven no había dado acto de presencia en todo el día. Eso era algo
bueno. No habíamos vuelto a hablar desde que le dije que estaba
comprometida, y eso hizo hacerme sentir bien. Si había albergado
alguna esperanza en esos pocos días que nos conocíamos,
seguramente ya las había perdido.
Aunque no podía evitar la culpa. ¿Era posible que pudiéramos llegar a
tener una relación de amistad sin involucrar otros sentimientos?
En una mesa, estaba sentada la chica que mejor me caía entre todos
mis nuevos conocidos. Michelle.
Me acerqué lentamente, sonriendo, esperando no estar
interrumpiéndola. Sobre la mesa tenía un libro de arte, uno que nos
habían asignado para leer.
– Hola Michelle. – Saludé.
– ¡Renesmee! – Respondió sonriendo. – Siéntate, por favor. Hoy no
tengo compañera para el almuerzo.
Tomé asiento a su lado, animada ante su jovial bienvenida.
– ¡Gracias! – Le dije. – Es aburrido almorzar todos los días sola.
– Bueno, hoy no va a ser así. – Apuntó divertida.
Hablamos todo el almuerzo, y fue divertido estar con ella, aunque sea
ese momento.
Dudé. No estaba como para caminar con la lluvia que caía y el viento
que se arremolinaba por doquier, pero acepté, para ver a que me
llevaba todo esto.
Nos desviamos por uno de los caminos que zigzagueaban por el
campus, y me condujo hacía en paraje desierto, cubierto de nieve. Era
un lugar bonito, y solitario.
Se detuvo en una de las mesas que decoraban el lugar, y se apoyó en
ella. Me observó atentamente unos segundos.
– Entonces, ¿De que querías hablar? – Pregunté tras un momento de
silencio incomodo.
– De varias cosas, Ness. Lo primero, es que no he comportado bien en
estos días. Lo siento, es que lo vi necesario para ordenar mis ideas. –
Comenzó. Luego dudó unos segundos, en los cuales mi miró con
aprensión – La verdad es que desde te conozco, no he podido pensar
en otra chica. No te puedo sacar de mi mente. Anoche no dormí,
pensando toda la noche en ti. Creo que estoy enloqueciendo. – Sentí
una punzada de culpabilidad en el estomago.
– Lo siento, Stev... nunca fue mi intención que pasaran esas cosas. –
Susurré.
Se puso de pie y caminó hacía mí. Era más alto que yo, y a primera
vista parecía mucho más fuerte.
Claro, solo en apariencia.
Al llegar justo en frente de mi rostro, sonrió.
Aunque su sonrisa no era como la había visto antes. No había
franqueza en su rostro, ni encanto, ni inspiraba confianza.
Absolutamente nada de eso.
Era una sonrisa vacía, la de alguien que intenta verse amable en
contra de su voluntad. El tipo de sonrisa que pondría un cazador ante
su presa. Una que podría emplear un vampiro ante un humano frágil y
acorralado.
¿Acaso en verdad estaba loco? Este no era el chico con el que había
conversado varias veces a lo largo del último mes.
Pero no podía.
¿Acaso los Cullen no éramos diferentes? ¿No estábamos
comprometidos con la vida humana? ¿No nos jurábamos respetarla, y
de ser posible, protegerla?
En compañía
No les dije nada a mis padres, hubiera sido preocuparlos en vano. Esto
lo tenía que resolver por mi cuenta. Si hubiera hablado, estarían en
Juneau en cuestión de horas, y me llevarían arrastrándome de los
pelos hacía Forks.
Mis errores me pasaban factura. Esa era la única verdad en todo ese
laberinto de incertidumbre. Porque siempre había creído, aunque tal
vez no de un modo consciente, que todo debería salirme bien. Mis
inicios habían resultado traumáticos, eso era innegable, pero todo lo
demás fue demasiado perfecto.
El mundo real era diferente a mi cuento de hadas. Por lo que tenía que
saber que no era una princesa, y Forks no era el país de Nunca Jamás.
Eso había creído, y también era lo que sentía. Porque ¿Cómo no
sentirse así rodeada de gente como mi familia?
¿Cómo no creer que Bella Cullen me amaba por sobre todo lo demás?
Si había hasta apostado su vida por mí... mil veces. Si había luchada
con su ultimo suspiro humano para traerme al mundo. Incluso al saber
desde el mismo principio que la estaba matando. ¿Cuan lejos podría
llegar el amor de mi madre hacía mí? Podría cruzar el mundo en un
segundo a miles de kilómetros por hora, porque jamás había visto
tanta devoción en los ojos de nadie. Cuando me miraba, podía
observar su corazón, una ventana abierta que apuntaba directo a su
alma, más brillante y pura que su piel al ser iluminada por el sol.
Mucho más.
Madre, que tonta es la hija que has criado. Que desagradecida. ¿Cómo
fue capaz de dejarte cuando tú has dado todo por ella?
Y lo único que podía hacer era llorar. Cada lágrima intentaba exorcizar
mi culpa, mi desilusión, mi maldita estupidez.
– Tal vez debas tomar algo caliente, y hablar de tus problemas. Eso
siempre hace bien, corazón. – Susurró.
Suspiré. Ella tenía razón. Tal vez esa era la clave de todo. Quizás lo
único que tenía que hacer era hablar con alguien. Y las personas a las
que podía contarles todo con lujo de detalles, mis padres, no podían
enterarse. O mejor dicho, yo no quería contárselo.
– Creo que tiene razón... – Contesté por fin. – ¿Quiere acompañarme a
tomar el té? – Inquirí.
Al cabo de unos minutos, ella se volvió hacía mí con dos tazas llenas
de té, y un plato de galletas. Apoyó todo en la mesa, y tomó asiento a
mi lado.
– Sí, creo que con eso debería ser suficiente para apaciguar mi ánimo.
¿No? – Murmuré.
– No te sientas mal, todos pasamos por eso. Recuerdo cuando ingresé
a la universidad. Fue hace muchos años. – Evocó. – Pero estaba
demasiado nerviosa, y todo era nuevo para mí. Quise dejar los
estudios antes de cumplir una semana. – Rió.
En eso, tal vez tenía razón. Habían pasado dos semanas. Dos largas
semanas para mí, y todavía parecía que no había dicho nada. Desde
luego, Elizabeth conocía a los hombres mejor que yo. Eso me dio un
poco de esperanzas. Porque si Steven no decía nada, tal vez podría
quedarme aquí, y empezar de nuevo. Hacer como si recién llegara a
Juneau e intentar que algo bueno saliera de toda este infortunio.
– Creo que esa sería la última palabra que cualquiera que te viera
utilizaría. – Dijo, todavía entre risas.
Suspiré.
– Tal vez solo deba ser positiva. – Mascullé. Como si solo eso bastara.
En ese momento, tenía problemas que ameritaban mucho más
que solo pensar positivamente.
Ella me observó. No me había dado cuenta antes que tenía unos ojos
color ámbar, muy hermosos.
Victoria.
La mujer que había apostado hasta su vida por vengar a su amor. Ese
maldito vampiro sádico que había querido matar a mi madre. James.
Las aceptaba.
Tal vez aprendería de esta experiencia algo valioso. Tal vez no. Pero lo
que ahora descubría era que no podía renegar de aquello que me
hacía única. Aunque los humanos no quisieran relacionarse conmigo,
eso no me afectaría. Tenía que aceptar las cartas que me había
tocado, y jugarlas de la mejor forma posible.
Ya no tenía tiempo para estar mal. No tenía tiempo para lamentar mis
decisiones. Tal vez, si no hubiera ido a Juneau me hubiera ahorrado
todos esos problemas que se presentaron. Simplemente hubiera
estado en Forks, rodeada de amor y compresión. Pero no hubiese
descubierto esas cosas que ahora sabía. Valoraba mucho más todo
cuando tenía. Incluso cuando antes había estado eternamente
agradecida por ello.
Siendo positiva.
Cerca del medio día sonó el timbre. Contesté el portero eléctrico. Era
Michelle. Presioné el botón para que pudiera subir y al cabo de unos
minutos, sentí su presencia en el vestíbulo. Abrí la puerta antes de
que ella tocara, y la invité a pasar.
– Hola Nessie, me alegra que me hayas invitado. ¡Estaba realmente
aburrida en casa!
– Eso es normal. Siendo tú tan bella. – Declaró. – Dudo que nadie que
no sea como mínimo tan guapo como tú, quiera acercarse siquiera.
Sí, al parecer ese era el asunto, pero estaba solo la mitad de acuerdo
con su comentario. Nadie quería acercarse a mí. Punto.
Fue una tarde realmente divertida. Cuando dieron cerca de las cinco,
ella me recordó las ganas de ir de compras.
– Sí, la verdad que hemos gastado mucho dinero, pero creo que jamás
podré detenerme al momento de comprar ropa. – le confié. – Espero
que nos veamos mañana, Michelle.
Esa tarde había sido muy buena, no solo porque Michelle me caía
realmente bien, sino porque al fin, luego de dos meses de soledad,
había logrado relacionarme con gente de ese lugar, en las condiciones
que había esperado desde el principio. Con total naturalidad, sin
presiones, como si en realidad no existiera una barrera entre las
demás personas y yo. Era bueno descubrir, a pesar de que había
tardado bastante tiempo, que podía tener una vida completamente
normal.
Organicé mis nuevas adquisiciones. Y también me planteé la urgencia
de un nuevo armario. Tal vez debería contratar a alguien para que
ampliara el que ya tenía.
Los vi cruzar el umbral del salón con una gracia que no había visto
hasta ahora en la universidad. No es que hubiera en ellos algo que me
resultara extraño. Sus facciones me eran terriblemente familiares.
Él tampoco era muy alto, tenía el cabello bastante más oscuro que su
acompañante, pero con una tonalidad rojiza. Su piel era muy pálida,
incluso para ser un vampiro. Su rostro era el de un ángel, algo
aniñado, pero tan hermoso que incluso resultaba difícil verlo. A través
de la ropa se podía ver lo tonificado de los músculos. Tenía un cuerpo
increíblemente atlético.
Sus hermosos rasgos físicos eran opacados por algo más increíble.
Sus ojos.
Eran vegetarianos.
Capitulo 9
El encuentro.
Hablaban entre ellos, a una voz tan baja, que incluso mis oídos no
pudieron captar mucho más que solo cuchicheos incoherentes, por lo
que no conseguí oír nada relevante. Noté que eran conscientes de que
los estaban mirando, pero eso no parecía molestarlos, incluso vi algo
de satisfacción en el chico hermoso de pelo rojizo.
El modo del que se movía me hizo percibir la seguridad que emanaba.
Desde mi posición pude observarlo con total detenimiento. Su piel de
hielo era lisa y perfecta. Blanca como la nieve. Solo había algo que
podía distraer la atención de su piel. Su rostro. Los rasgos parecían
estar finamente cincelados, como si en realidad hubieran sido
esculpidos. La nariz era recta y los labios carnosos. Los ojos, como
grandes faroles centelleantes, invitaban a acercársele. El cabello era
un poco largo. Caía completamente lacio, pero estaba levemente
revuelto, con un aire de despreocupación que lo hacía más
interesante. Su ropa no llamaba mucho la atención, era una camisa
blanca, que envolvía su torso definido y unos pantalones de jean azul
oscuro. Tenía también un grueso abrigo negro, que estaba apoyado en
el respaldo de su silla. De cerca no parecía tan bajo de estatura.
Seguramente mediría uno o dos centímetros menos que yo.
Ella parecía algo incomoda. Recorría el salón con frecuencia,
observando las miradas que estaba cosechando de nuestros
compañeros de curso. Toda su perfección impactaba cuando podías
observarla con detalle. La tonalidad hueso de su piel, el dorado
intenso de sus ojos, y la centellante cabellera que flotaba, salvaje, por
debajo de su cintura. Me recordó mucho a mi tía Rosalie, era la
representación de la belleza.
Lo que decía la profesora realmente me tenía sin cuidado, solo tenía
ojos para ellos, que a pesar de que no parecía que estuvieran
prestando demasiado atención, escribían aplicadamente en sus
cuadernos de anotaciones. Todos los estábamos mirando, no solo yo.
Era difícil sacar la vista de dos seres tan hermosos. Pocas veces había
visto vampiros tan bellos. Solo mis padres y mi tía Rosalie podían
igualarlos en belleza. Desde mi ubicación era muy sencillos verlos
pero, al contrario, ellos tenían que voltearse si hubieran querido
observarme. Pasé toda la hora sin retirar la mirada de sus rostros, tal
vez demasiado pendiente, pero en ningún momento posaron sus
pupilas doradas en mi persona.
Y entonces, de un momento a otro, el salón comenzó a vaciarse. La
hora me había pasado muy deprisa. Giré la cabeza al ver que todos los
estudiantes comenzaban a ponerse de pie y arremolinarse hacía las
salidas. Fue en ese segundo de distracción, en el que desaparecieron
de sus asientos. Lo más rápido que pude, junté mis cosas y salí,
también.
Deambulé por el pasillo, intentando seguirlos sin parecer demasiado
obvia, pero cuando corrí hacia el patio central de la universidad,
prestando atención a todo el que pasaba para localizarlos, no pude
encontrarlos por ningún lugar cercano a la vista.
Tenía que averiguar algo de ellos, sus nombres siquiera.
Intenté no desesperarme. Podían engañar a los humanos, pero no a
mí.
¿Y que pensarían ellos? Si bien parecía una humana, habían estado lo
bastante cerca como para sentir mi raro efluvio o el latido alocado de
mi corazón. Y aunque no se habían volteado ni un solo segundo a
verme, era más que obvio que habían sentido todo eso.
Respiré profundamente, buscando en el aire esos embriagantes
aromas que les pertenecían. Ella olía profundamente a narcisos y
orquídeas. La esencia era tan atrayente como deliciosa. Él dejaba un
rastro inconfundible, parecido al perfume de la lluvia un día de
primavera, cuando se mezcla con otras fragancias, como frutos
silvestres y pastizales.
Fue algo fácil, con todo el lugar cargado de efluvios humanos, sus
suaves aromas resaltaban entre todos los demás. Hacia el oeste de
campus encontré lo que estaba buscando. Se habían ido por ese
camino.
Comencé a caminar a un paso relativamente normal hacía allí. Pero a
medida que me acercaba hacía su dirección, menos fuertes se notaban
sus efluvios. Se estaban mezclando entre la multitud. Desviándose.
¿Y si habían notado que los estaba siguiendo?
Tal vez por eso estaban acelerando gradualmente. A medida que se
alejaban del campus y había menos observadores que pudieran verlos
deslizarse a una velocidad imposible para un ser humano.
Traspasé una de las cercas traseras del campus con un rápido salto.
Todo lo que había detrás de esa valla era hielo y campo, pero el
rastro, a pesar de que perdía consistencia, era inconfundible. Esa era
la dirección que debía tomar. Había una carretera hacía el oeste, y
cruzándola comenzaba un pequeño bosque de pinos. Crucé el camino
y continué con lo que me proponía.
El viento continuaba aumentando, y se estaba preparando una
tormenta realmente intensa. Si descargaba con demasiada fuerza, los
rastros de estos dos desconocidos se borrarían por completo.
Solo había una alternativa. Seguir buscando.
La gente era cada vez menos frecuente en el paisaje, por lo que luego
de unos cuantos kilómetros, yo también me concentré en la carrera.
Aunque ser muy rápida no me ayudaba en lo más mínimo. A medida
que me alejaba de la cuidad en la que vivía, todo era demasiado
monótono. Solo una cosa dominaba los planos de esa región.
Comenzaban a presentarse a intervalos cada vez más regulares,
pequeñas elevaciones montañosas. Podía seguir intentando
localizarlos, pero no iba a tener mucho éxito.
Era una pésima rastreadora.
Entonces en algún lugar lejano a la universidad, su rastro desapareció
por completo, dejándome en un punto muerto.
Me desvié unos cuantos kilómetros más al sudoeste, pero solo
encontré un pequeño bosque y en él no había el más mínimo rastro de
ellos, por lo que volví sobre mis pasos, lo que logró desorientarme
más.
No podían estar muy lejos. Incluso con lo inhóspito de la región, no
podían darse el lujo de llamar demasiado la atención. Aunque
estuvieran de paso, aunque en verdad ni siquiera formaran parte de
este lugar, que por ahora era mi único hogar.
Todo era demasiado inusual.
No encontraba un motivo lo suficientemente firme que justificara mi
gran preocupación.
¿Acaso yo no había elegido ese lugar por los motivos obvios? Había
varias razones que explicaban el por que de todo.
Juneau era una localidad que tenía el cielo cubierto trescientos veinte
días al año, por eso mismo podían moverse con total libertad durante
el día, sin llamar la atención sobre su naturaleza. Indudablemente ese
era uno de los motivos. Pero en tal caso ¿Por que mi familia nunca los
había visto? Si eran vampiros que acostumbraban a viajar por esa
zona de escasa luz solar ¿Por qué nunca se habían encontrado con un
Cullen?
Había algo raro en esto, e iba a averiguarlo.
Cuando me di por vencida, inicié la vuelta. Era inútil seguir rondando
por allí, se habían escapado de mí. Tenía que volver, me había alejado
demasiado. Iba a llegar tarde a una clase.
La vuelta me costó un poco, incluso con mis sentidos agudos, el
camino me resulto un poco confuso. Realmente la ruta que seguí no
tenía lógica. Estaba diseñada para perderme. Cosa que había logrado,
desde luego.
¿Como lograba hacer eso? ¿Acaso había dicho que era capaz de entrar
en el cuerpo de otra persona? ¿Qué clase de don era ese?
– Sí, también tengo uno. No es gran cosa ahora que me cuenta esto tu
hermano.
– Sí, claramente hay algunos entre nuestra gente que posee talentos
defensivos y ofensivos realmente brillantes. – El miró de constado a su
hermana, ese gesto, despertó mi curiosidad.
“En su luna de miel, mi madre todavía era humana, y pese a que era
peligroso que ella y su nuevo esposo intentarán siquiera hacer el
amor, lo hicieron, y como fruto de ese amor tan grande que se tenían,
me concibió. Al cabo de un mes, yo nací, y casi la maté, pues su
condición de mortal la debilitó mucho a lo largo del corto embarazo.
Pero mi padre actuó a tiempo, y en el mismomomento que nací,
mordió a mi madre y ella se transformó.”
“Crecí muy rápido. Soy mitad humana y mitad vampiro, tengo la piel
dura pero la sangre caliente, puedo alimentarme tanto de sangre
como de comida humana. Estoy viva, hasta donde sabemos, mi
corazón seguirá latiendo, por lo menos otros ciento cincuenta años
más. Puedo dormir, no necesito hacerlo con tanta regularidad como
los humanos, pero mi energía no es inagotable, a veces también estoy
exhausta. Hace unos meses cumplí los siete. Se supone que a partir
de ahora no envejeceré más. Y hasta ahora, desde ese momento, no
he notado cambio alguno.
Cuando tenía unos meses, una amiga de la familia nos visitó, me vio
de lejos, por lo que no reparó en el latido de mi corazón ni en que fluía
sangre por mis venas. Pensó que era una niña inmortal. Huyó, y acusó
a mi familia con los Vulturis.”
Mi madre, que en ese tiempo era una neófita, pudo detenerlos gracias
a su gran poder. Es un escudo, por lo que anuló todos sus poderes y
ellos se quedaron desnudos ante los dones de nuestra familia y
aliados, por lo que tuvieron que huir para salvar el pellejo.
Quería que me la contara, pero antes tenía que hacer una pregunta,
una que tenía quemándome la lengua desde el mismo momento en el
que los vi.
Claro, ese era nuestro chiste privado. El modo en el que los Cullen nos
llamábamos a nosotros mismo. Evidentemente no era el término que
ellos utilizaban para referirse a este modo de vida.
– Animal. Todos los Cullen nos alimentamos de sangre animal. Mis ojos
son marrones, porque así eran los de mi madre cuando era humana.
Pero los de todos ellos también son dorados.
“Era el ser más hermoso que jamás había visto. Tenía la piel
increíblemente blanca y, bajo la luna, emitía un resplandor misterioso
que resaltaba su magnificencia. Su rostro era perfecto,
inimaginablemente hermoso. El cabello le caía en bucles azabaches
hasta los hombros. Los ojos brillaban en su semblante pálido, y
sobresalían macabramente entre todos los planos de su cara. Era alta,
con un cuerpo que parecía una obra de arte. A sus pies yacía un
hombre, desangrado y muerto.
Me preguntó mi nombre, cuanta edad tenía y que hacia por las calles a
esas horas. En ningún momento pareció que fuera a atacarme.
Estaba saciada.
Volví a casa, cuando el sol asomaba por entre las copas de los árboles,
deslumbrado por semejante aventura, y deseoso de volver a verla. La
noche siguiente, aguarde a que dieran las tres, sentado en mi cama.
Cuando el reloj dio tal hora, me deslicé por la puerta, y comencé a
caminar por la cuidad.
Nos vimos cada noche desde ese momento. No se cuanto tiempo pasó,
ahora no lo recuerdo, todas las imágenes que tengo son solo escenas
discontinuas y borrosas que no me sirven de nada...
Mi mente pudo trabajar con más calma. Y cuando mi corazón latió por
última vez, pude levantarme.
Pero ella no tenía la culpa, era su naturaleza. Pasó la única cosa lógica
que puedes esperar cuando un humano y un vampiro están ante tanta
proximidad...”
Raphael me miró. Claro, mis padres era la excepción a esa lógica que
el evocaba. Ellos habían echo el amor cuando mi madre era humana, y
había sobrevivido. Aunque había una diferencia, el amor inmenso de
mi padre hacía su esposa. El jamás le hubiera hecho daño, porque la
amaba, realmente la amaba.
Ella me dijo que viajara con ella, aunque vi en sus ojos que eso le
resultaba un pesar enorme. Desde el primer segundo en el que
desperté, mi don me hacía intuir todas esas cosas. Yo era un neófito
en ese momento, voluble e inmaduro, y Julia era una vampiresa libre,
que recorría el mundo sin tener en cuenta las fronteras o las
distancias. Era ese tipo de persona que no puede estar todo el tiempo
en un solo lugar. Iba a ser como una piedra en su zapato. Una
molestia, incomoda e inmortal.
Nunca lo dijo, pero durante los día en los que estuvimos en ese
bosque pude darme cuenta que yo no había sido más que otro mortal
en su larga vida.
Tal vez ella también sentía algo por mí, tal vez estaba enamorada de
mí. Pero seguramente no era lo suficientemente intenso como para
estar conmigo para siempre... un vampiro sabe cuando ama
profundamente, porque el sentimiento es tan penetrante que se
vuelve insoportable, y este no cambia a través del tiempo. Pero no es
lo mismo estar enamorado que amar...
Ella sabía que lo que sentía por mí no era profundo, por lo que no
quería que fuera con ella.
Me dio asco lo que hice. Pero era tarde, mi padre estaba muerte en el
suelo, sin una gota de sangre en sus venas. Corrí, lejos de todo
aquello. No me detuve por días. Y cuando ya creí que estaba lo
suficientemente lejos, comencé a disminuir la velocidad.
Viajé unos años más, y cuando decidí que ya estaba listo, volví a
Paris. Quería ver a mi madre y a mis hermanos. Ya habían pasado más
de quince años desde que me hubiera convertido. No podía especificar
el tiempo, porque vivía al margen de cualquier civilización, y cuando
deambulas solo y desvalido, no reparas en las fechas.
“No recuerdo con certeza lo que pasó en esos años, mis recuerdos de
humana ha desaparecido casi por completo, solo los últimos han
sobrevivido. Y son los más tristes.
Por ese tiempo yo tenía veinte dos años, mis hermanos habían muerto
y Raphael había desaparecido una noche, hacía ya mucho tiempo. No
lo recordaba mucho. Era muy pequeña cuando se fue. Por eso, cuando
comenzó a rondar nuestra casa, no le reconocí.
Se limitó a criarnos lo mejor que pudo, hasta que llegó esa ola de
enfermedades, y Fillippe y Virgine murieron. Su alma se quebró de tal
forma, que jamás pudo curarse.
No dejaba que saliera, me educó en casa, a su manera. Me enseño a
leer, escribir y bordar. Eso era todo lo que necesitaba saber, según
ella. Siempre fui una chica hermosa, incluso cuando era humana. No
mucho después de que cumpliera quince, los pretendientes
comenzaron a tocar a nuestra puerta, pero ella no quería dejarme ir,
vivir mi vida. La fortuna de nuestro padre hacía tiempo que había
desaparecido, y nos hundíamos en una miseria cada vez mayor.
Sobrevivíamos.
Llegué a casa y comencé con los quehaceres, como todos los días.
“Él intentó esconderse, pero era tarde, ya lo había visto. Era hermoso,
como todos los nuestros. Tenía esa sedosa cabellera rojiza y esos
penetrantes ojos ambarinos. Dorados. La palidez de su piel me
asombró, al igual que toda su belleza, pero había, además, algo que
me resultaba terriblemente familiar.
Me dejó allí, soñando despierta con un mundo del cual no tenía idea.
El instinto me dijo que eso era algo que no tenía que compartir con mi
madre.
Ese día permanecí toda la tarde pensando en el chico que había visto.
Malenne continuó.
Me dijo que debía irse antes de que nuestra madre lo viera, pero que
volvería esa noche para poder conocernos mejor. Era todo lo que
teníamos en el mundo, el uno al otro, pues mamá ya no estaba más
presente para nosotros.
Te amo.
No había mucha gente en la calle, desde ya. Pero la poca que había no
era muy agradable, o por lo menos no lo parecía.
Faltaba poco para que anocheciera, Raphael estaría por llegar, pero
no me importó, sabía que si quería, podía localizarme con facilidad.
Aunque no me encontrara en casa. Me adentré más y más en el
bosque, lo cual fue un error, pues no lo conocía para nada. Jamás
hubiera salido de él sin ayuda.
Viva.
Pero no la quiero.
No podía decir nada más. Los entendía, pero ponerme en su lugar solo
lograba que les tuviera lástima, y estaba segura que eso no era lo que
ellos querían, ni lo que necesitaban.
Juego de Dones
Malenne sonrió.
Ella estiró su brazo, ahora con mucha más confianza que antes. Tomó
mi mano, y su gélido contacto, algo a lo que estaba infinitamente
acostumbrada, impactó en mi calida piel.
Fue difícil despedirme una vez que la luz del sol mortecino
desapareció en el horizonte. Luego de esa tarde de confesiones,
volvimos con una deliberada lentitud hacia los alrededores de la
Universidad de Alaska. Cuando llegamos al campus, la oscuridad era
total.
Nuestros gestos de despedida fueron más bien muecas que otra cosa.
Raphael
Tuve que sonreír, el detalle me había parecido muy tierno. La letra era
impecable. Trazos fuertes y decididos.
Solo por seguridad, cerré todo con llave. Aunque claro, no es que eso
pudiera detener a alguien. No por lo menos a quienes podrían
atemorizarme.
Luego razoné una vez más. Tal y cual lo había hecho la noche anterior.
Sin embargo, hoy algo era diferente. Hoy los conocía. Habían dejado
de ser del todo desconocidos.
Ahora podía darme cuenta que tenía suerte de haber tenido los padres
que tenía, suerte por tener la familia más cariñosa. Suerte por haber
sobrevivido a los Vulturis, suerte por los amigos que había conseguido
en el proceso. Y también suerte por tener a mi Jacob.
O era otra la cuestión. ¿Era mi otro “Don” lo que había logrado que
ellos no sintieran rechazo ante algo con lo que jamás se habían
topado?
Mi padre tenía la teoría de que yo contaba con dos dones. Que había
invertido lo que él era capaz de hacer. Él leía los pensamientos de las
personas, los sacaba de su mente. Yo era capaz de introducir mis
pensamientos, mis emociones, imágenes que había visto o imaginado,
en la mente de quien me rodeara.
Una de las palabras que podía describirla era “Fabulosa”. No solo por
su belleza de sirena, sino también porque era una chica típica de 22
años, al menos en los mas superficial de los aspectos. Vestía
increíblemente bien. Combinaba cada una de las prendas que vestía.
Sus curvas resultaban algo exuberantes para su pequeña talle y su
cintura minúscula. El contraste entre esas cualidades de su esbelto
cuerpo, conseguían que resultara mareante verla cuando se vestía con
conjuntos ceñidos, diseñados para provocar. A partir de que empezó a
cursar, y durante todo el semestre que compartimos como
compañeras de clases, jamás la vi repetir una sola prenda de vestir.
¿Es que acaso todos los vampiros de mundo tenían tantas cantidades
de dinero?
Por consiguiente, las semanas pasaron, esta vez con mayor rapidez, y
en completa armonía y diversión. Manejaba mis tiempos a consciencia
y no descuidé la universidad en ningún momento, aunque también,
pasaba mucho tiempo con los hermanos. Todos los mediodías solía
almorzar con Michelle, y claro, para que no sospechara, continuaba
comiendo mi fiel ensalada, esta vez, inventando la excusa de que
estaba a dieta.
Era divertido pasar tiempo con ella, en ese mundo humano donde los
problemas son, la mayoría de las veces, fáciles de resolver. Aunque
cuando estaba con Raphael y Malenne, Miche solo movía tímidamente
su mano haciendo un gesto de saludo.
– ¿Has estado alguna vez en una disco? – Preguntó ella con los ojos
entrecerrados, esperando la obvia respuesta.
– No. Claro que no. Las he visto en la televisión, pero jamás he estado
en una. – Le respondí en el acto.
– Bueno… solo era una idea – Los dos se unieron a mis risas. Estuvimos
allí sentados hasta bien entrada la tarde.
Esa rutina se tornó una de mis favoritas. Fue demasiado fácil
acostumbrarme a Malenne y a Raphael. Cada noche en la que dormía,
me despertaba con las ganas de encontrarme con ellos en el campus.
Pronto, comenzamos a armar nuestros horarios juntos, para que
coincidiéramos en la mayoría de las clases. Obviamente, reserve una
cátedra para compartir con mi amiga humana. Con ella disfrutaba,
aparte de los almuerzos, los domingos. Tomábamos el té o chocolate
caliente y luego partíamos hacia el centro comercial, tal y cual
habíamos hecho la primera tarde que pasamos juntas.
– Desde luego papá, además no tengo otro lugar a donde ir. – Reí.
Reí de nuevo.
Me relajé inmediatamente.
– Pero si casi me han matado del susto, chicos, ¿No era más fácil
llamar a la puerta?
– ¡No!
– Está bien, está bien. Vamos. Pero tendrán que esperar que me
cambie. No puedo ir en estas fachas.
Incluso había algo más que podía hacer dado que no tenía veneno.
Podía alimentarme de humanos sin la necesidad de matarlos. Podía
tomar la suficiente sangre para saciar mi sed y luego dejarlo vivo.
Cosa que ningún vampiro podría hacer. Si un inmortal se detenía en
mitad de su caza, el humano se transformaba en vampiro. Y yo no
podía crear a otro inmortal.
Delineé mis ojos con un lápiz negro, por lo que resaltaban por encima
de mi anguloso rostro. Nunca había usado perfume, jamás me gustó.
Tomé los zapatos de tacón aguja más alto que tenía. El color azul
zafiro combinaba increíblemente bien con el tono azul eléctrico del
vestido.
Estaba lista.
Vaya cumplido.
– ¿Pero por donde creen que van? – Los interrumpí cuando vi que
salían al bacón de la ventana.
– El auto está aquí abajo. – Se quejó Mallie.
– Son las dos de la mañana, Nessie. Nadie nos verá, anda… ¿Hace
cuando que no saltas edificios o lugares altos…? Te relajará. – Dijo
Raph.
Nos pusimos de espalda a los chicos que se acercaban con aire tímido,
para que les contara un poco más hablarnos.
Era muy lindo. Alto, bastante más que yo. Bajo la luz rojiza de la disco,
se adivinaban unos ojos de un azul profundo. El cabello,
completamente negro, era ondulado y un poco rebelde. Tenía la tez
pálida, algo característico en esas localidades sin mucho luz solar.
Bajo su atuendo de camisa blanca y jean negros, se podía ver una
complexión atlética, probablemente se ejercitaba en un gimnasio.
– ¿Te han dicho que eres la cosa más hermosa de la tierra? – Comenzó.
– Por ahora, y espero que por mucho tiempo más, veinte. – Me miró
confundido, no había captado el doble sentido de mis palabras.
Tampoco me preguntó que había querido decir, por lo que no acoté
nada más. Resultó que él tenía veinticinco. También iba a la
universidad de Alaska, pero en turnos completamente diferentes a los
míos, pues ayudaba a su padre con sus diferentes ocupaciones, y eso
hacía que no pudiera ir a las clases de la mañana.
– Que tonto que es ese tal Jason, no ha parado de decirme que soy
hermosa en toda la noche, resulta demasiado molesto. El que te tocó
a ti por lo menos habla. Pero bueno, creo que ya voy a encontrar la
forma de divertirme con el pobre chico.
– Con necesidades o sin ellas. ¿Por qué si solo una necesita venir,
vienen cinco? – Pregunté.
Mi amiga sonrió.
– Otro ángel ha bajado del cielo. – ¿Acaso no se les ocurría otra forma
de coquetear?
Sea lo que sea que Malenne les estaba haciendo, y a decir verdad sí lo
sabía, los muchachos comenzaron a hacer más y más el ridículo.
Empezaron a gritar y a saltar como idiotas. Y luego de un rato,
Alexander también se deshizo de su camisa. Su torso, completamente
definido, quedó al descubierto frente a todas las muchachas, que
suspiraron ante el espectáculo. Nosotras no paramos de bailar. Y
cuando volví a relajarme lo suficiente, comencé a jugar también. Tomé
a los chicos por los hombros y los hice delirar con mis imágenes
mentales por unos segundos. Transmití a sus mentes alcoholizadas
escenas que nunca habían pasado, pero que seguramente al otro día
recordarían como hecho verdaderos. La disco ardiendo. Jason besando
a Malenne, una escena en la que pensarían que se habían desnudado
complemente en la disco, aunque no era verdad. Pasados unos
segundos, el efecto producido por el don de Malenne pareció
disolverse. Le susurré al oído lo que les había hecho ver, y se rió aun
más de los pobres chicos. Al volver en sí, y percatarse del ridículo que
estaban montando, les entró el pánico.
– Solo se han liberado, chicos, no han hecho nada malo. Bueno, casi
nada. Yo en su lugar no me hubiera desnudado delante de todos, pero
bueno, tampoco ha sido tan malo. – Les dijo Mallie, con su voz de
sirena, que hacía que las palabras sonaran a pura verdad, cuando en
realidad no lo eran.
– Oh por Dios, dime que no he hecho eso… – Dijo Alex a Jason, con la
cara desfigurada por la humillación.
– Por ahí, ustedes no son las únicas que pueden divertirse, señoritas.
Me guiñó un ojo y sonrió. – Debo decir que me impresiona la rapidez
con la que entendiste nuestro juego, Nessie. Hasta lo has hecho mejor
que Malenne. –Comentó.
– ¡Claro que lo ha hecho mejor que yo! Ese don tan perfecto tuyo. Ni
siquiera tuve que obligarlos a hacer totalmente el ridículo, ¡Basta que
tú los hagas ver que lo hicieron cuando están en el trace y se lo creen!
– Bueno chicos, tengo que admitir que me la he pasado genial.
Paseamos un poco más por la disco, esta vez, solo bailando como
chicos normales.
El despertar/Luna Nueva
La Discusión
– Otro día nos quedaremos más tiempo, Nessie. Ahora tenemos que
volver a casa, además sería bueno que vayamos de caza. – Me
comentó Raphael.
En una mirada atenta a sus ojos, pude ver, que si bien todavía no
estaban negros, el dorado se estaba oscureciendo.
Volví a casa, para poder ordenar todo antes de que Michelle llegara.
Me dirigí a mi habitación. Todavía tenía el vestido azul que me había
puesto la madrugada anterior. Lo cambié por unos jean azules y una
camisa blanca. Tomé los libros del escritorio y continué estudiando.
En cierta forma yo también era igual, solo que estaba segura que lo
mío era amor verdadero, y ciertamente tenía muchas posibilidades de
ser eterno.
Me tomé un segundo para pensar en mi Jake. Imaginarme abrazada a
su cuerpo esbelto, alto, musculoso. Sentir la textura de su piel
morena, el aroma exquisito de su esencia. Abandoné el pensamiento,
sabedora de que no podría controlar la melancolía.
Pensé un segundo, habían pasado algo más de tres meses desde que
me encontraba en Juneau. Un tiempo que había sido una montaña
rusa emocional. Teñida de pánico al principio, luego de desesperación,
de llanto, de pena, de culpa. Casi al final había llegado el temple, la
tranquilidad, la estabilidad. Y con ellas, Raphael y Malenne.
Así que cerca de las siete de la tarde, Michelle abandonó mi hogar con
una gran prisa, pues debía llegar a casa para cenar.
– Bueno, todo aquí esta como siempre. En este momento tus padres,
Emmet, Rosalie, Jasper y Alice están de caza. Hay un problema con
unos pumas muy agresivos cerca de una reservación de Hoquiam, y
han ido para allá. Nos hemos quedado aquí solo Esme y yo-. Me
informó mi abuelo.
– Sí. Abuelo, para la pronto estaré en casa. Voy a intentar hacer algo
productivo de esta noche. Seguramente también vaya de caza, hace
mucho que no lo hago. Llamaré más tarde para hablar con papá y
mamá. Te mando un gran abrazo abuelo, a ti y a la abuela. Los
extraño.
Sin embargo, debía admitir que la caza logró relajarme de una manera
que no habría sospechado. Una ola de calidez me inundo el
cuerpo, cuyo epicentro se encontraba en mi garganta. Una vez que
bebí lo suficiente como para satisfacerme, la sed desapareció.
– Sí, nos veremos. Tengo muchas cosas que contarte…– Había algo
importante que no había hablado ni con Jake ni con mis padres. Jamás
les había contado de Raph o Mallie. Bueno, no les había dicho que
eran vampiros, porque mencioné sus nombres en una que otra
conversación. Desde la llegada de los hermanos Blancquarts, el tono
de mi voz había cambiado relativamente para mejor, y eso era algo
que les había pasado desapercibido. En lo que respecta a mis nuevos
vampiros amigos, mis padres solo conocían sus nombres, pues en vez
de mentir, simplemente omití. No sabía porque no lo había hecho,
simplemente, la primera vez que hablé con ellos luego de nuestro
primer encuentro, lo consideré una fracción de segundo y me pareció
que lo más correcto era callar. Por lo menos en ese momento.
– Ah. Eso si que es bueno. Hace mucho tiempo que no estas con él,
deberías cuidarlo más, Ness. – Me dijo, pero parecía estar mirando a
su hermano.
– Sí eso lo sé… pero bueno, en unas cuantas semanas estaré allí unos
días, así que espero poder mimarlo lo suficiente como para que
aguante otra ausencia hasta el receso de verano. – Continué. –
Navidad está muy cerca, se siente en el ambiente.
– Perfecto, entonces nos vemos esta tarde. – Concluyó con una sonrisa
de lo más angelical.
Raphael bufó.
– ¿Qué es lo que has hecho ahora Malenne? – Pregunté, ahora con más
noción de lo que me podía esperar.
Cerca de las cuatro, les dije lo que había acordado con Michelle, y
ellos dijeron que también pronto tendrían que irse. Cuando el gran
reloj del campus dio las cuatro en punto, me despedí de ellos y caminé
hacía la fuente. Allí estaba mi amiga.
– Sí, eso creo. Nunca me había puesto algo que me quedara tan bien –
Respondió contenta.
Las ventanas era altas, las de frente se extendías a lo alto de las dos
plantas de la morada, y tras ellas se venían unas cortinas rojas. La
casa era una mansión imponente.
Al final, llegamos a una especie de sale de juego, que tenía una mesa
de pool, una de tenis de mesa, y un televisor muy parecido al que
teníamos en la estancia de mi hogar, de cerca de cincuenta pulgadas.
Allí estaban un señor de unos cincuenta años, que bien podría ser su
padre, tanto porque parecía tan alto como lo era mi amiga, y porque
tenían el mismo color de ojos verdes. También, se encontraba su
madre, obviamente, porque tenían exactamente el mismo rostro.
Viendo la televisión había una niña de unos ocho años, que era una
Michelle en miniatura.
– Pero niña, ¿A dieta? ¿Con ese cuerpo hermoso y esbelto que tienes?
–
– Pero Nessie, estas a dieta desde que nos empezamos a hablar hace
ya varios meses. ¿Hasta cuando quieres seguir? – Me preguntó mi
amiga.
– ¡Oh, sí! Eso es lo que a mi me pasa. Pero cariño, que tienes, ¿Veinte
años? ¿No te parece que no es tiempo para preocuparse por esas
cosas? Además con ese rostro de ángel, podrías pesar doscientos kilos
y todos los hombres estarían igual pendientes de ti… – Dijo Rachael, la
madre de mi amiga. – Anda, como un poco más, no te matará.
Una vez en casa, repasé todo lo que debía saber para el examen del
día siguiente. Organicé el armario, y decidí donar algunas de las cosas
a la caridad. Pues no entrarían mis nuevas adquisiciones.
Tan puntual como siempre, abrí los ojos en aquel día cubierto de
nubes. No era necesario tener despertador, tenía la cualidad de
dormir exactamente el tiempo que quisiera.
Ese día quería vestir uno de mis nuevos conjuntos. La camisa rosa
suave, combinaba perfectamente con unos de los pantalones de color
beige de seda que había comprado. Tomé unos puntiagudos zapatos
de taco, y bajé al subsuelo por mi coche.
Al llegar al salón, la profesora me dio la hoja para que resolviera el
examen en cuestión. Fue demasiado fácil. Lo gracioso del asunto era
que las respuestas eran exactamente como lo había dicho Malenne.
No tardé más de diez minutos. Atrás de mí salieron los hermanos
Blancquerts.
Ambas reímos.
Y sin discutirlo más, hacía allí nos dirigimos. Una vez sentados en la
hierba, sobre la cual habíamos colocado un mantel que siempre
cargamos con nosotros porque Malenne y yo odiábamos mancharnos
los atuendos, nos pusimos a charlar animadamente.
– Creo que sería bueno que diéramos una fiesta en nuestra casa,
hermano, eso ampliará nuestra popularidad en el campus – Comentó
Mallie.
– Desde luego que no, Malenne, ¿Acaso te has vuelto loca? Lo que
menos necesitamos nosotros es “popularidad” – dijo utilizando
sarcasmo en la ultima palabra.
Pensé en todo lo que había hecho por mí, las veces en las que me
había intentado invitarme a tomar algo con él, y la misma cantidad de
veces en las que lo había rechazado. Eso no había logrado que se
enfadara conmigo.
Había logrado que pensara que de verdad era una buena persona,
cuando ciertamente ni siquiera se acercaba a serlo. Pero recordé el
momento en el que su mascara se destrozó. Un segundo fue todo lo
que necesité para darme cuenta de cómo era en realidad. Desde
entonces, y a partir de que me enteré de que estaba planeando salir
con Michelle, había intentado darle el beneficio de la duda, pero ni eso
se merecía.
Ahora recién me daba cuenta de lo que era capaz ese chico. Conmigo
se había comportado mal, claro. Pero pensé, tal vez, que podría haber
sido una reacción aislada. Las pruebas me demostraban que estaba
equivocada. Era así con todo el mundo.
Una basura.
Sabía que el sujeto no valía la pena. Que solo era una actuación para
lastimar a Michelle. Mi amiga no se merecía eso. Volví sobre mis
pasos, de nuevo al patio central del campus.
– ¿Acaso quieres que Steven sea tuyo? ¿No te alcanza con tener a tu
disposición a la mitad de los chicos en todo el campus? – Su voz se
volvía más histérica conforme seguía hablando.
Y esa fue la gota que derramó el vaso. Lo que estaba diciendo era una
de las mentiras más nefastas que hubiera escuchado.
Douglas
– Discutí con Michelle, escuché a su cita del domingo decir cosas muy
feas de ella. Me pareció que, como amigas que creí que éramos, debía
decírselo. Pero entendió todo mal, y terminó pensando que quería
robarle a su chico. – Le conté. – Dijo cosas muy feas sobre mí. Que no
tenía derecho a sabotear su relación, que me gustaba provocar a los
hombres y que pensaba que todo el mundo giraba en torno a mí. – Se
me quebró la voz.
– Sí, ella te quiere, y te admira. Eso es verdad. Estoy seguro que hasta
hoy, creía también que eras su gran amiga. Pero también te envidia y
eso la nubló, pues eres todo cuanto ella quisiera ser. – Siguió. – No
estoy diciendo que sea un monstruo, pero vi muchas veces en su
cabeza lo mucho que odia que la conozcan como “la amiga de
Rennesme Cullen” y no como Michelle White. Lo que le dijiste la puso
en una encrucijada. Esta a punto de salir con Steve Collins, que si bien
es un idiota, es un chico apuesto y muy popular aquí en la
universidad. Y eso es lo único que les importa a las adolescentes, no a
todas pero a gran parte de ellas, la popularidad, salir con chicos
guapos, ir de compras. Entonces tenía que decidir entre cumplir el
status social o creerle a su amiga. Tal vez no lo entiendas porque no
conoces mucho el mundo. – Dijo. – Los humanos están demasiado
pendientes de lo que piensan los demás de ellos. A veces solo
intentan lograr objetivos para demostrar a los otros lo que han hecho.
Algunos son demasiado vanidosos y otros no tienen un ápice de
autoestima. Es complicado para ellos quererse a si mismos de una
manera sana y normal. Michelle te quiere, pero toda esa envidia que
siente contaminó el afecto... Y al momento de decidir, lo hice de la
peor forma.
¿Acaso era tan obvio que eso pasaría? ¿Cómo no pude verlo venir?
– Eres un sol, Nessie. – Susurró – ¿Cómo puede existir gente que tenga
ganas de lastimarte?
Y los dos me abrazaron, pasando sus fríos brazos por mis hombros. Al
llegar al estacionamiento, nos dimos cuenta de que había un pequeño
percance.
– ¿Llevaras tu auto a Douglas o prefieres dejarlo en el campus? – Me
preguntó Raphael.
Las dos habíamos dicho cosas muy feas de la otra. Y eso nuevamente,
me dolió. Jamás había sido consciente de las cosas que Raphael y
Malenne me había dicho de mi amiga. Nunca había sentido que ella
envidiara algo de mí, pues siempre pensé en ella como un igual, pese
a que fuera humana.
– ¡Doscientos años! ¡Eres una vieja decrepita! – Esta vez reí de buena
gana. Estar en presencia de Malenne, era como una medicina para la
tristeza.
– Sí, ya se que soy una criatura de lo más rara, incluso en este mundo
mítico. – Aseguré – Pero ya he aprendido a vivir con eso.
– Como lo que pasó con Michelle, por ejemplo, me pasó una situación
parecida. – Confesó.
– Sí, puede ser, pero eso se debe a que tanto Raphael como yo somos
bastante permeables a los cambios y a los avances en general.
Imagínate, nacimos en medio de la Revolución Francesa, y aunque
éramos pequeños fuimos conscientes de todas sus consecuencias a
corto y largo plazo. También estuvimos después en la Revolución
Industrial, Fuimos testigos de las dos Guerras Mundiales, de la Gran
Depresión, del Holocausto judío, de la Caída del Muro de Berlín, de
Vietnam. Tu padre y tu abuelo también deben haber visto alguna de
estas cosas. – Contestó muy suelta de cuerpo.
La casa era hermosa. Tenía una arquitectura muy moderna. Las líneas
eran rectas, y su fachada era más bien cuadrada. Los ventanales,
enormes y rectangulares, tomaban gran parte del frente. El color era
un bonito tono pastel, azul muy claro o un gris pálido, que combinaba
perfectamente bien con el negro de las ventanas metálicas. Parecía
grande. De afuera se podían apreciar tres pisos. El último era un poco
más pequeño, pues desde afuera, podía verse la enorme terraza que
tenía el edificio en la planta más alta. La puerta principal era una
abertura doble, que tenía dos pequeñas ventanillas a sus costados.
Malenne se bajó, y activó la alarma del BMW. Buscó en su bolso y
extrajo unas llaves. Buscó rápidamente entre todas ellas y colocó la
elegida en la cerradura.
La sala era enorme. Y era tan alta como, por lo menos, dos pisos de la
casa. Estaba decorada por pinturas de diversos artistas, y amueblada
con muy buen gusto y finura. Había una gran mesa redonda en el
mismo centro, y un televisor de vaya uno a saber cuantas pulgadas en
frente de un sofá colosal de color negro. Al fondo de la habitación,
estaba una escalera que subía a los pisos superiores.
– Claro que no, tonta. Además este lugar es así porque Raphael dejó
salir el arquitecto de su interior. Él hizo los planos de esta casa, y yo
la decoré. Pero a ninguno de los dos nos molestaría si el lugar fuera
más pequeño. – Contestó, restándole importancia al magnifico lugar
en el que vivía.
– Claro que si... – Dije, me había quedado sin aire, ese fue uno de los
gestos más bonitos que ellos hubieran podido hacer por mí. Redecorar
una habitación de su casa a mi gusto solo por un fin de semana. – Es
hermosa, pero no era necesario, Malenne.
– Claro que lo era. Si quieres estar en la casa Blancquarts, tienes que
tener tu espacio. Bueno, este es el tuyo. – Y abrió los brazos
abarcando todo la habitación. – Sé que no has traído mucha ropa, pero
el closet esta en esa puerta – Dijo, apuntando hacia la esquina que no
era visible desde la entrada a la habitación. – Y el cuarto de baño está
pasando el armario. – Finalizó.
– Raphael debe estar por llegar. Supongo que fue a terminar los
detalles de otra de las sorpresas. – Dijo mi amiga, apoyada
tranquilamente sobre el marco de la puerta.
Había percibido siempre que ellos eran muy unidos. Malenne parecía
la hermana perfecta, esa que siempre vela por la seguridad y el
bienestar del otro. Raphael representaba la consciencia, la que
siempre te guía hacia el camino correcto, y también la compañía
silenciosa que cualquiera necesita de vez en cuando.
– Por favor, no llores de nuevo. Nos duele verte llorar, pues de verdad
te queremos, Reneesme, eres nuestra única amiga, y parte de nuestra
vida. – Dijo Raphael, tomándome la mano y apretándola fuerte, en un
gesto de compañerismo y aliento.
– Creo que ya han sido muchas escenas emotivas por el día de hoy. –
Dijo Malenne – ¿Quieres ver el resto de la casa? – Propuso.
– Bueno, en ese caso, creo que no tengo excusa para negarme ¿No? –
dije, y me relajé ante la perspectiva.
– ¿Es que soy tan previsible, acaso? – Puse los ojos en blanco.
La Fiesta
– Vaya que son terribles ustedes dos... – Dije – A veces son tan niños,
Raph... Mallie.
– Sí, lo mismo pienso yo, en este lugar podemos ser nosotros mismo. –
Dijo mi amiga.
– No sé, solo que el hecho de que dijeran “ser uno mismo” me hizo
pensar en lo mucho que luchamos contra lo que somos. – Su mirada
estaba como perdida, buscando en la escasa profundidad de la
piscina.
– No, en realidad no. Solo es que a veces me cuesta trabajo creer que
nuestro esfuerzo tenga algún merito en algún momento. – Sonrió,
pero era completamente diferente a como solía hacerlo. Era una
sonrisa fría, forzada y estática. Que no denotaba bajo ningún concepto
felicidad alguna.
Era una mirada que me resultaba demasiado familiar. Una mirada que
estaba acostumbrada a ver reflejada en otro tipo de ojos. Una mirada
que debería haberme detenido el corazón, y que hubiera causado que
empezara a jadear de forma entrecortada, de estar plasmada en los
ojos negros en la que estaba acostumbrada que estuviera.
Con ese aura de paz y amor infinito, con esa gracia tan grande que te
desarmaba.
Quise creer que estaba equivocada, que lo que estaba viendo en ese
momento era solo una ilusión, pero Raphael seguía observándome así.
Lo malo en todo aquello era que no podía hacer nada para evitar que
me viera así...
¿Por qué esas cosas tenían que pasarme solo a mí? ¿Por qué tenía que
ser justo Raphael?
Él y Malenne eran las últimas personas a las que quería lastimar, pero
si las cosas eran como las estaba contemplando, tal vez eso era
inevitable, porque jamás iba a recibir nada más que una negativa de
mí.
– Sí, tienes razón. Ya aparecerá, ¿no? – Dijo, esta vez, con un tono
bastante más desanimado, y mirando a su hermana con tristeza.
Quise con todas mis fuerzas que ese momento un tan embarazoso se
disipara.
Pero no podía ser mucho, tan solo una atracción tonta. Solo tenía que
ser eso. Porque él no estaba enamorado de mí...
Sin embargo, quería seguir creyendo que era tan solo algo pasajero,
por el momento íntimo que tuvimos hacía unas horas en el patio de la
universidad. Tal vez eso había confundido a mi amigo, tal vez no había
nada que aclarar, simplemente porque él no sentía nada por mí...
Quizás fue solo el hecho de que me vio vulnerable, algo que nunca
antes había presenciado. Por eso me había mirado así.
– Las cosas se dan así por algo. Aunque siempre fue recia a creer en el
destino, hace años que llegué a la conclusión de que todo tiene un
porqué. – Respondió rápidamente.
– Me hace sentir bien que pienses así Reneesme. Tu eres una de las
pocas cosas buenas que nos han pasado desde que nos convertimos
en vampiros. No exagero al decir que estuvimos doscientos años en
soledad. Eres la primera persona con la que interactuamos. ¿Por qué
será? – Se preguntó componiendo un gesto que resaltaba su belleza
imposible.
– Claro, ¡Que bien que la pasamos esa noche! ¡Todavía tengo muy
presente la cara de esos tontos! – Suspiró.
– Sí, recuerdo eso, y también que nos dijiste que anuló todos los
poderes de los Vulturis, pero en ese momento olvidé preguntarte,
pues no entiendo mucho el concepto de “escudo”. – Dijo ella, ahora
más inmersa en la conversación.
– Eso es alucinante, Rennesme – Dijo al fin – pero no creo que sea eso
lo que en nuestro caso nos hizo ceder ante ti. Eres la personita más
hermosa, en todos los sentidos, que hemos conocido jamás. – Y sonrió
con todos los dientes, haciendo que su brillo se reflejara en las
paredes oscuras que nos rodeaban.
– Vaya, vaya, pero que escena mas “sucia”. – Dijo, al ver que todavía
estábamos abrazadas. – Y yo sin cámara. ¿Se imaginan la fortuna que
pagarían todos los alumnos de la universidad de Alaska para tener
esta una fotografía de ustedes así? – Sonrió.
– No creo que más de lo que pagarían las alumnas por una tuya en
traje de baño. – Dije rápidamente, pero me arrepentí en el acto, pues
su sonrisa se ensancho aún más. A veces Raphael resultaba ser muy
vanidoso, y lo que menos necesitaba ahora era halagarlo.
– La verdad, hermano, para decir que eres él más maduro de los dos, a
veces resultas ser un verdadero idiota. – Dijo la vampira.
Desenlazando sus pétreos brazos de mí, y dirigiéndose hacia la
escalera. Pero no parecía enojada en lo más mínimo.
– Sí, claro, tienes razón. ¡Lo ultimo que necesitamos es eso! Luego le
diremos que no haga esa estupidez. – Le contesté.
– No es que me preocupen los rumores que puedan originarse por esa
tonta fotografía – Me acarició una mejilla y me guiño un ojo, aun
sonriendo – Pero tú sabes, no es necesario.
Decir que era hermoso era quedarse corto. Era verde oscuro, largo,
con un escote muy pronunciado y la espalda descubierta. La tela
parecía seda. Increíblemente suave. El diseño era simple, caía
levemente acampanado hacía el suelo, aunque sí tenía un largo tajo
en un costado, que seguramente dejaría al descubierto mis piernas.
Inigualable.
– No debiste hacer eso, además tienes razón, tal vez debería expandir
mi paleta de colores un poco más.
– Creo que está mal que lo diga, – Eso era cierto, siempre me había
disgustado que la gente me halagara todo el tiempo, pero esos meses
que había compartido con mi amiga, me había enseñado a valorar ese
aspecto de mi persona – pero tienes razón. Dudo que veamos esta
noche alguien más hermoso que nosotras. – Contesté.
– Pero que gran placer conocer a tan hermosa beldad – Dijo Bauer,
tomando mi mano, y apenas inclinándose para besarla.
– Bueno, Rennesme, aquí no hay nadie que me agrade mucho, así que
será mejor que saludemos antes de que empiecen a decir que los
Blancquarts somos descorteses.
– Vamos Malenne, no irás a dejar de ser tú misma por lo que diga esa
mujer.
– Pero claro que no, Ness. Esa ballena me tiene sin cuidado, pero mira
que descaro al venir a decirme que me controle.
– ¿Qué querías que hiciera? Es la mujer del director, aunque sean dos
incompetentes, debo mostrarles respeto. Y si me comporto de mala
manera, Raphael me matará, pues yo solo aparezco de vez en cuando.
Es él quien tiene que dar la cara después, y escuchar las habladurías.
– Sí, vale, tienes razón. ¿Porqué no hacemos algo mejor que estar aquí
paradas como tontas?
Nos sentamos en la mesa dos, tal cual nos había indicado el señor
delgado de la entrada.
En ella solo había una silla más, al parecer para Raphael, a quien no
habíamos vuelto a ver desde la entrada.
Pero no tardó mucho más en volver. Al cabo de unos quince minutos,
Raphael tomó su asiento entre su hermana y yo. Su rostro denotaba
algo de malestar. Al parecer, la reunión no había sido divertida.
– Bueno, ya ves la clase de personas con la que tengo que tratar. Por
suerte los veo realmente poco, Dios bendiga a los abogados por
encargase de casi todos los detalles. – Explicó Raphael cuando se
detuvo.
– Creo que lo mejor va a ser vender. Y también sería bueno que
dejáramos de invertir en estas empresas me poca monta. – Dijo su
hermana.
– Aún sigo con la intriga, ¿Cómo puede permitir que ese sujeto pierda
tanto dinero, solo porque lo tiene amenazado con algo? – Pregunté.
– Pero que hermosas que son esas chicas. Jamás en toda mi vida he
visto mujeres más perfectas.Ni hablar de su hermano, por Dios, ese
niño es más hermoso que el David de Miguel Ángel. – Con la visión
periférica, pude ver que miraba en nuestra dirección. Su tono no era
desdeñoso, más bien lo decía como un cumplido. Malenne me dirigió
una sonrisa y un guiño. Al parecer, no necesitaba gran concertación
para poder captar la conversación. Raphael no parecía prestar gran
atención a nada. Conforme la gente iba pasando cerca de nuestra
posición, él se dedicaba a estrechar manos.
– Sí, son dos chicas muy hermosas. De buena familia, claro. Los
Blancquarts tienen el treinta por ciento de las acciones de la
compañía. En realidad su padre es quien las posee. – Explicó. – Pero el
hombre ya está entrado en años y no puede asistir. Así que ellos
vienen en su representación muchas veces, en especial Raphael. La
otra chica, la de vestido verde, por lo que pude escuchar es su prima.
Encantadora, a diferencia de Malenne. – Y luego entornó los ojos y
habló un poco más bajo. – Aunque debe ser igual de perdida que su
prima. Imagínate que en una fiesta anterior la muy sinvergüenza casi
se acuesta con un mozo aquí mismo. Menos mal que la vi antes de que
se armara un terrible escándalo. – Concluyó.
Camino llena de gracia hasta el mismo centro del salón. La música que
sonaba en ese momento era una danza de estilo arábigo. Muy sexy.
Era de esperar que ninguna de las mujeres del lugar, con sus varios
años encima e iguales kilos de más, se pusiera a bailarla como es
debido.
– Por favor Raphael, mañana dime todo lo que quieras. Esta noche
deja que me divierta – Le suplicó, poniendo un dedo en sus labios,
tiesos en una mueca de ira.
¿Por qué había me había dejado arrastrar por él, cuando lo que menos
necesitaba era que estuviéramos solos?
– Deberías saber que no estas hablando con una tonta. Tus palabras
tenían un doble significado. Ahora bien, puedes decirme que te
propones, o me voy de vuelta con Malenne.
Algo es algo.
Intenté cambiar de tema. Y desde luego fue muy poco sutil. Aunque a
decir verdad, las sutilezas no eran lo mío.
– Bueno, espero que no seas tan tonto como para andar publicándolas
por ahí... – Le advertí.
Miró para otro lado, para luego girarse otra vez hacía mí.
– Está bien, Renesmee. Igualmente las fotos las saqué con tu cámara.
Así que son tuyas, y tú eres la que decide que hacer con ellas. – Esta
vez, su voz se acercaba más a su habitual tono calmo y suave.
– No, las fotos pueden quedarse, solo no quiero que las vean los
demás. Son las primeras que nos sacamos. Por el contrario, creo que
deberíamos tomarnos unas cuantas más. – Contesté.
Me uní a sus risas y ambos nos miramos un instante más a los ojos.
Me sonrojé.
No estaba allí.
Raphael, todavía con el rostro contorsionado por una ira asesina, muy
diferente a la anterior, se aclaró la garganta tan ruidosamente, que se
escucho a pesar de la música de fondo.
Como sea, bajamos del auto solo envueltos por el susurro del viento
helado que nos rodeaba.
No era justo para nadie, en especial para Jacob. Y sobre todo para
Raphael.
– ¿Te das cuenta de que no se puede razonar con ella? – Dijo entonces
Raphael. – Hace lo quiere, cuando quiere. No puedo controlarla.
Él rió.
No tenía ganas de discutir yo también con él, así que opte por
quedarme callada y hacerle creer que tenía razón.
Reflexionó un poco.
Recordé la discusión.
Fue un error haber dejado que pasara todo ese tiempo para que
hablar con ella. Tendría que haberla puesto en aviso en cuanto me dijo
que habían cruzado un par de palabras. Fue muy tonto haber creído
que Steven Collins podía cambiar, pero eso ya era parte del pasado.
Además, las palabras con las que me había insultado Michelle, eran
casi las mismas que había empleado Steven.
– Pero, ¿Qué fue lo que te pasó con él? – Preguntó Raphael curioso. En
ese momento, me di cuenta de que nunca les había contado a mis
amigos vampiros el suceso que casi logró que regresara a Forks. Lo
cierto es que ellos lograron que me quedara.
– Bueno, lo que pasó fue que me dijo que le gustaba, que era hermosa,
que no podía dormir pensando en mí. – Puse los ojos en blanco. –
Intentó besarme a la fuerza, cuando me negué, me insultó, y dijo
cosas muy feas. Perdí en control, y lo tomé del cuello con una sola
mano. Hubiera sido muy fácil acabar con él... pero me detuve.
– Eso no tiene nada que ver... – Reflexionó el. – Es decir, sabía que
Steven Collins no era un buen chico porque lo vi en su mente, los
pensamientos malos están siempre presentes, sus reacciones son
viles y sus emociones violentas, pero nunca creí que fuera esa clase
de basura. – Hizo un último gesto de asco.
Dudó un segundo.
– Bueno, vale. Esta vez te concedo la razón, pero no seré tan suave la
próxima vez. – Enredó sus manos entre su lacio cabello rojizo. – Creo
que ya no tenemos mucho que hacer aquí. Ve con Malenne, seguro
ella también necesita a alguien con quien descargarse por el
compartimiento de su tirano hermano.
Tenía razón, Malenne seguramente me estaría esperando en su
habitación, o en la mía, dispuesta a hablar.
– No soy la única que esta jugando sucio por aquí. – Dijo. Se me detuvo
la respiración.
Ella se sonrió.
Malenne sonrió.
Nos abrazamos, tan solo como dos amigas más en este mundo. Sin
estar en medio la cuestión de que éramos inmortales y que nuestra
promesa tenía una connotación mucho más real que para otras
personas. Hicimos el juramento que muchas chicas y chicos hacen con
sus respectivas camaradas, comprometiéndonos a ser incondicionales
por tiempos indefinidos.
Faltaban tan solo un mes y medio para que me fuera a Forks. No sabía
si me iban a dejar volver cuando llegara, porque tanto mis padres,
como Jake y mis abuelos, decían que me extrañaban demasiado.
Salimos rumbo a los bosques tan solo media hora después. Raphael
manejaba, y nuevamente, Malenne y yo íbamos juntas atrás. Era como
si el fuera el padre de alguna de nosotras dos, él que llevaba a todos
lados a su hija y a la mejor amiga de esta.
Nos reímos los tres de puras tonterías todo el viaje, bromeando una y
otra vez acerca de cualquier cosa. Parecíamos tres universitarios
comunes y corrientes, disfrutando de una simple salida al aire libre.
Reí.
Me acerqué a su sitio.
– Claro, no entiendo como puedes comer esas cosas todos los días. –
Dijo Raphael.
– Yo tampoco. – Coincidí.
Vaya idiota.
La miré a los ojos, y luego descendí hacía sus manos, donde colgaban
veintiséis bolsas de ropa.
Ahora que Michelle y yo no éramos más amigas, las clases sin Raphael
y Malenne se me antojaban como remontarme a mi primer día de
clases en la universidad. Aunque debía ir, no estaría bien no asistir.
– Eso esta mal. – Dijo mi amiga, riendo. – No debes descuidar tus
estudios por eso. Además, según creo, el cielo estará despejado solo
por hoy.
Lo abrí.
Explicaciones.
No quería volver a la casa de mis amigos. Sentía que tenía que hacer
algo, descubrir lo que había pasado.
¿Debía contarle lo del mensaje? ¿Mi voz daba a entender que lo que
me contaba no me sorprendía?
– Creo que será mejor que lo escuche por si mismo. – Contesté. No era
algo que se pudiera decir por teléfono.
Cortó.
– Pero ¿No se da cuenta que lleva doce horas perdida? ¡¿Por qué no
hacen algo?! – Preguntaba, exasperado.
– ¡Renesmee! – Casi gritó. – ¡Has venido! Dime, que fue ese mensaje
que te dejó Michelle.
Escucharlo de vuelta fue mil veces peor. Lo fue, porque ahora no solo
tenía que enfrentar mi desdicha, sino porque también la del hombre
que se encontraba de frente a mí. Su rostro mutó varias veces a
medida que la grabación avanzaba, y lo peor de todo fue cuando el
grito interrumpió la tensa quietud de la sala de estar, en la que todos
guardábamos silencio, a la espera de una reacción por parte del
hombre. Incluso el oficial y la madre de Michelle habían sido capaces
de oírlo.
Mi voz era un susurro incierto, casi imperceptible para nadie más que
no fuera ella, que tenía su rostro a escasos centímetros del mío.
Deseché la idea. Era muy poco probable. Los únicos vampiros que
conocía en Juneau eran Raphael y Malenne, y ambos estaban conmigo
al momento de pasar las cosas.
La pequeña no había retirado sus ojos de los míos, y luego hizo algo
que terminó de destrozarme. Estiró sus brazos, y se estrechó a mí en
un abrazo cálido. Me abrazó de la forma en la que solo los niños son
capaces, con ternura, con un amor puro y desinteresado, sintiendo el
contacto, disfrutándolo, no teniendo la necesidad de separarse...
Sus padres se fueron de la casa por unas horas, y durante ese tiempo
estuve con su otra hija, que aunque ya no lloraba, estaba triste hasta
lo más profundo de su pequeña alma.
Pasó mucho tiempo hasta que pude abandonar la casa, pues los
señores White llegaron cerca de las tres de la tarde, más agobiado
que aquella mañana.
– Adiós, Nessie. ¿Sabes que puedes contar con nosotros para todo,
verdad? – Preguntó.
Sonreí cansinamente.
– Sí que lo sé, amiga. Claro que lo sé. – Afirmé. – Pero ahora estoy muy
triste y no quiero estropearles la noche.
Hacía solo tres días que no estaba en casa, pero lo cierto es que
cuando llegué a ella la sentí extraña. No era el mismo lugar en el que
había vivido los últimos meses.
La percibí lúgubre, a pesar de que en ella todo era claridad. Pequeña,
a pesar de que el espacio era suficiente para que vivieran tres
personas con comodidad, ni hablar de una sola.
Malenne había tenido razón, no era bueno que estuviera sola en ese
lugar.
– Muy bien, el fin de semana estuvo bien... – Contesté. – Pero hay algo
que me tiene demasiado preocupada...
– Pobre niña, pero no estés mal, Nessie. Todavía no debes bajar los
brazos... – Me alentó. – Nada esta dicho aún.
– Lo sé. – Dije. – Pero todo ha pasado así. Ahora solo nos resta esperar.
Sus padres siguen haciendo todo cuanto esta a su alcance,
lógicamente. Pero por el momento, no hay nada demasiado alentador.
Hubiera pagado con todo cuanto tenía por que las cosas fueran así.
En ella, todo ya tenía un cause marcado. Ese día había sido real, y no
podía hacer nada para evitarlo.
Aunque tal vez todo era obra de las circunstancias. Quizás yo no era
débil, sino que las situaciones eran simplemente demasiado.
Sin embargo, el muchacho, que fue detenido ayer cerca del mediodía,
pero liberado unas horas después ante la falta de pruebas que lo
incriminen, declaró que ella misma abandonó el coche en el que
ambos habrían estado volviendo hacía Juneau. Según su versión de
los hechos, tuvieron una discusión un poco fuerte, por lo que ella no
quería quedarse con él. Collins habría insistido para que entrara
nuevamente en el automóvil, pero ante su negativa, el chico retornó
hacia su hogar sin ella, que le habría dicho que tenía el suficiente
dinero para tomarse un taxi.
Tomé una ducha, algo que necesitaba. El agua no fue suficiente para
purificar mi espíritu. Este seguía demasiado perturbado, pero por lo
menos logró reducir algo la tensión de mis hombros.
Sabía que lo eran, pero jamás en mis siete años y medio de vida,
había entendido como correspondía ese concepto.
Era una frase muy corta para incluir nociones tan profundas.
Me sentí mal al decir “la chica” como si fuera una desconocida, una
más entre la multitud. Pero no quería que supiera que la conocía, eso
habría generado una tensión innecesaria entre Jacob y los miembros
de mi familia.
Ambos reímos. O tal vez rió y yo logré un intento patético de una risa.
– Lo sabes muy bien. – Murmuré con una voz contenida. – ¿Qué pasó
con Michelle? ¿Por qué la dejaste abandonada?
Era bastante mas alto que yo, pero en ese momento estaba sometido.
Mis manos lo tenían fuertemente apresado. No se podía mover un solo
centímetro del lugar donde lo mantenía parado.
Saboreando su debilidad.
Raph era bastante más bajo que Steven, sin embargo, al estar uno en
frente del otro, pude percatarme de que el humano estaba
completamente aterrorizado. El dorado de los ojos de mi amigo no
había cambiado de color, pero su mirada era muy diferente.
– ¿Tu crees que el mundo esta lleno de gente que vale menos que
tú...? Te enseñaré ahora mismo lo poco que significas para nosotros...
– Estiró su brazo, y tal cual como yo lo había hecho alguna vez, Stev
quedó suspendido en el aire, solo sostenido por la mano derecha de
mi amigo. – No eres más que basura, inservible y fácilmente
desechable...
Culpabilidades.
Me atemoricé.
Raph le hizo caso, dejando caer al humano con si fuera un trapo sucio,
que estaba manchándole sus perfectas manos pálidas y pétreas. Cayó
al suelo en un gran estruendo, y se puso de pie muy rápido, sabiendo
que estar allí, lo ponía en una situación de mayor desventaja de la que
ya estaba...
Pero eso no fue capaz que sintiera lastima por él. Se merecía cada una
de las cosas que Raphael y Malenne querían hacerle, sin embargo, no
podía precisar hasta donde podrían llegar.
– ¿Así que eres de los chicos a los que le gusta ver a las mujeres
humilladas? ¿Te gusta tratarlas como objetos? – Preguntó destilando
veneno con su voz de sirena.
No, eso no podía pasar. Ella era vegetariana, igual que Raphael y que
yo.
Pero a pesar de tener esa mirada, era incluso más hermosa de lo que
podría llegar a ser una criatura sobre la faz de la tierra.
Esa frase hizo que los ojos de Steven terminaran de abrirse por
completo.
– Somos algo con lo que siempre has soñado... Algo que ha producido
tus peores pesadillas... Los peores monstruos que puedas encontrar
en este mundo, y los últimos a los que deberías haber molestado... –
Mi amiga se deleitaba con su pánico, tal cual yo misma había hecho
minutos antes.
¿Ese era el motivo por el cual Steven Collins era tan malvado con todo
el mundo? ¿Porque nadie jamás le había demostrado la mínima
cantidad de afecto? ¿Por qué ahora, a pesar de todo lo que había
hecho, sentía lastima por él?
Raphael y Malenne lo miraban, preocupados. Nos habíamos
extralimitado, habíamos quebrado su muro emocional, y se había
derrumbado ante nosotros...
A mi amiga le dio pena, y sin duda se sentía tan culpable como yo.
– ¿Por qué?
– Por favor... quiero ser como ustedes... – Suplicó por última vez.
– No seríamos capaces de condenarte así, incluso aunque nos lo pidas.
– Dijo Raphael.
Era tonto que sintiera pena por él después de todo eso. Porque él no
era considerado con nadie. Malenne tenía razón, no tenía justificación
alguna para su falta de escrúpulos.
Me mordí el labio.
¿Estaba bien hacer eso? Aunque... ¿Teníamos otra alternativa? No,
claro que no... Habíamos abusado de nuestro poder, y habíamos
prácticamente torturado a Steven.
Malenne caminó una vez más hacía Stev. Se puso de rodillas de frente
al muchacho, que estaba medio inconsciente.
Raphael salió del coche y abrió una de las puertas traseras. Sacó a
Steven en brazos como si éste pesara lo que un niño pequeño, a pesar
de que el muchacho medía diez centímetros más que el vampiro.
– ¿Pero que ha pasado con él? – Preguntó. Se notaba que lo hacía por
entrometida, y no porque fuera algo que le importara. Estaba segura
que nos quería sacar información para luego comentarlo por todo el
vecindario.
No había en ningún rincón de esa morada algo que hiciera creer que
fuera un hogar. El ambiente estaba cargado de efluvios humanos.
Cinco, si no me equivocaba. Uno de ellos era el de Steven.
El cuarto era pequeño. Bueno, tal vez lo era para mí. En él había una
cama, un closet en el cual no hubiera entrado ni un cuarto de toda la
ropa que tenía, una pequeña televisión, el ordenador sobre un
escritorio de segunda mano. No era sucio, pero sí un poco
desordenado.
Miré a Malenne a los ojos, intentando ver en ellos si era necesario que
nos aseguremos más aún que Steven no diga nada.
– ¿Pero por qué tanto misterio? – Quise saber. – ¿Por qué querías
hablarlo solo conmigo?
– Porque eres tú la que tiene que aceptar, solo por eso. – Se escogió
de hombros. Aunque luego prosiguió. – La cuestión es que no estoy
segura si eso le hará bien a su mente, no en el estado en el que se
encuentra ahora. Verás, tu don es muy poderoso, ni hablar del mío,
temo que estando juntos, puedan hacerlo colapsar. Verás, es
necesario que lo dejemos convencido de que tuvo una pesadilla, y si
bien ya hemos hecho bastante, no podemos dejar cabos sueltos.
Sabes lo importante que es mantener el secreto, Renesmee.
– Bien, cuando cuente tres, crearás una imagen, una secuencia que lo
haga creer que estuvo soñando. Yo lo obligaré a creer que esas
imágenes son sueños. ¿Has entendido?
– Malenne... – Gimoteé.
Sentí que todo se nos había ido de las manos, de nuevo. ¿Por qué
demonios no había sido capaz de detenerme al momento de ver a
Steven en el campus? ¿Por qué había dejado que Malenne y Raphael
se inmiscuyeran en un asunto que solo era mío? ¿Por qué ahora el
humano estaba con la mente colapsada, al borde de la locura?
Intenté hacer algo, a pesar de que sabía que tal vez eso empeoraría
las cosas.
Entonces sentí mucho más que compasión por el. Sentí su rencor,
incluso justifiqué el odio que podría tenerle a sus padres. Pero no, él
no los odiaba. Sufría al ver que ellos no lo querían.
Y allí comencé...
A inventar recuerdos...
Supe que estaba funcionando cuando una sonrisa se extendió por sus
labios, iluminando su rostro, pero era una sonrisa diferente a la que
había visto antes. Era menos amplia, pero mucho más sincera. No era
forzada, como cuando intentaba ser encantador.
Pobre Steven...
Nos dimos cuenta que habíamos ido hasta allí con el auto de Steven,
por lo que caminamos las calles que nos separaban del campus. El
camino fue silencioso, incluso incomodo.
– Ya sé, pero eso no cambia lo que pasó... – Musité. – ¿Sabes? Creo que
hasta he entendido porque Steven es así con todo el mundo.
Era extraño encontrarse en una situación así, hacía tan solo cinco
días, todo era normal, tenía a mis amigos vampiros, y a mi amiga
humana. Ahora pocas cosas quedaban en pie.
– Eso está bien, amiga. – Dijo Malenne. – Fue todo tan rápido, te vimos
echa una fiera, parecías dispuesta a despedazarlo... – Recordó. – Nos
te culpes por lo que pasó, si hay culpables, somos Raphael y yo. Nos
dejamos llevar por la ira que teníamos por lo que te hizo, a ti y a tu
amiga.
Sonreí.
Visita inesperada
Aunque no era solo eso lo que compartían los chicos con él.
Quise analizar por qué Raphael hacía eso. ¿Por qué había echo de su
lugar privado un sitio donde recordar constantemente el ayer?
Cuando no había mucho más para ver, en las paredes por lo menos,
comencé a deambular por ese magnifico espacio.
Me observó un segundo.
– Es bueno saber que puedo contar con una persona como tú,
Renesmee. – Dijo el vampiro. – Pero dudo que puedas ayudarme.
Tampoco mi hermana, prefiero sufrir en soledad.
– Sufrir – Repetí.
– Pero eso no cambia nada. Las cosas pasaron, y ya no hay nada que
pueda hacer, solo desear que no hubiera sido así. – Dijo.
Bueno, yo había abierto la boca, así que todo era por mi culpa. Ahora
Raphael quería hablar conmigo de algo.
Algo que había visto antes en su mirada, pero que me había forzado
en ignorar.
Se detuvo repentinamente.
– Basta, Raphael. Debe dejar de ser así. – Casi le grité. – ¿No te das
cuenta de que pierdes el tiempo de esa forma? – Pregunté. – No ganas
nada más que lamentos siendo así.
– ¿Acaso eres tan tonto como para darte cuenta de que ella no te
guarda rencor por ello? – Le dije. – Malenne no esta enojada contigo
por tus errores, amigo.
Estas jugando con fuego, Renesmee Cullen, otra vez... Dijo una voz en
la parte de atrás de mi cabeza.
Tragué compulsivamente.
Ese momento fue suficiente para que todas esas cosas no expresadas
en palabras, se materializaran en ideas claras y concisas. Yo sabía que
él estaba más que interesado en mí, y él sabia que yo sabía... un
silencio incomodo se extendió a sus anchas por toda la habitación,
imposibilitándome hablar, mientras Raphael me observaba, y también
mientras yo hacía lo mismo con el.
– Veo que te has dado cuenta de todo... – Dijo, muy sereno luego de
ese momento. Casi con satisfacción.
– Bueno, nunca había visto un ser como tú... eres un vampiro, pero
también una humana. Un ser intermedio, que despertó mi curiosidad.
Por eso te observaba, intentaba analizar todo aquello que te hacía
única. Me sentía como un científico ante un gran descubrimiento... –
Rió de si mismo. – Pero luego comencé a conocerte más y más... y
todo lo que veía era bueno. Todo lo que veía me gustaba. Entonces el
científico me abandonó, y solo quedó un tonto vampiro que se
deslumbraba con cada nueva faceta que descubría de ti...
– ¿Qué quieres que diga, amigo? – Susurré – ¿Quieres que te diga que
no debes sentir eso por mí? Estoy lejos de ser la persona que acabas
de describir. Una buena persona, para empezar, habría puesto los
límites necesarios para que estas cosas no pasaran...
– Por favor, Raphael... – Dije, con la voz teñida de pánico. – Dime que
no es demasiado tarde...
Ambos seguíamos de pie, tan cerca uno del otro, en medio de esa gran
habitación.
– Tal vez solo sea mejor que olvidemos que tuvimos esta conversación.
– Propuso.
– Tus ojos son hermosos... – Sonrió. – Nunca había visto unos iguales.
Tenía razón, ¿Qué sabía yo del rechazo? ¿Qué sabía de las penas de
amor? Muy poco, solo lo que había leído en libros románticos, solo la
pena de personajes que no existían en la vida real. Ni siquiera conocía
la pena que había sentido mi madre cuando papá la dejó por su propio
bien. Ella no hablaba mucho de eso.
Otra vez me había dejado sin palabras. ¿Como podía ser tan
romántico? ¿Cómo podía serlo conmigo? Si sabía que no podía
corresponderle, si sabía que no cambiaba en nada su hermoso
discurso. ¿Cuánto puedes herir a una persona al no sentir lo mismo
que ella siente por ti? La sensación en mi pecho era demasiado
pesada. La culpa dominaba todos los rincones de mi cuerpo, y
deseaba no haber pisado Juneau jamás...
Pero luego deseché ese pensamiento. Haber venido a Alaska fue una
de las mejores decisiones de mi vida. Había conocido a dos seres tan
maravillosos y buenos que no me imaginaba la vida ahora sin ellos.
Mis amigos.
No tenía idea de lo que era amar a una persona que no te ama. Toda
mi vida había volcado afectos puros hacía mis padres, mis tíos, mis
abuelos, mi Jacob. El amor era un camino de ida y vuelta, había un
retorno. Una reciprocidad de sentimientos. Todo estaba construido
sobre sólidos cimientos, y era imposible que un amor así se
derrumbara.
– Me parece que soy yo la que tiene que irse... – Dije. – Tal vez no
ayude de mucho, pero te quiero, Raphael. No soy la persona que
crees, tengo cientos de defectos, y estoy segura de que también los
has percibido, pero no quieres admitirlo. – Lo miré a los ojos. – Ya te lo
dije, pero lo repito... Mereces algo mucho mejor que una tonta
chiquilla inmadura que no conoce nada de la vida.
– Está en tus manos hacerlo... – Dijo casi sonriendo. – Solo que no esta
en tu corazón.
Pero también había adquirido una deuda con Raphael. Una deuda que
me dejaría marcada para el resto de mis días.
Las penas de amor eran tan antiguas como el mismo hombre, como los
mismos vampiros.
Avanzó hacía mí, con toda la gracia con la que disponía, luciendo
perfecta mirase por donde la mirase. Se sentó en la cama, tan
suavemente como si fuera una aparición.
– Ya lo sabes... – Anunció.
La observé un segundo.
– Eso es lo que debería hacer... – Contesté. – Pero no puedo ni quiero
irme. No por ahora...
– ¿No te parece que en cuanto más claras estén las cosas, más fácil
será prevenir las consecuencias? – Me mostré en desacuerdo.
– No en este caso. Tienes razón en lo que dices, pero ¿De que sirve
conocer la verdad si, a fin de cuentas, nada cambiará entre ustedes
dos? Tú seguirás amando a tu prometido, y él no conseguirá lo que
quiere. ¿Para que ponerte en esa situación? ¿Para que ponerse él esa
situación?
Esa sola frase, esa sola aclaración, fueron suficientes para que
algunas dudas salieran a la superficie.
¿No había dicho que su don solo dudaba unos minutos...? ¿Cómo
lograba suprimir un recuerdo si el efecto era temporal? ¿Con James,
con Steven, con la vecina?
– Sí, una vez hace casi un siglo ya, y esa fue la primera que vivimos
separados. No fueron más de diez años, igualmente. Eran principios
de siglo, y el mundo estaba colmado de nuevas novedades de la
tecnología. La gente hablaba del “Nuevo siglo” como si fuera gran
cosa. – Me observó con tranquilidad, procurando que su relato tuviera
el efecto que buscaba en mí. – Mis poderes no estaban del todo
desarrollados, como lo están ahora, por lo que no pude detenerlo a
tiempo. En un gran ataque de ansiedad, se dispuso a buscarla. No
quise acompañarlo, y entonces partió sólo. Esa fue la única vez que
estuvimos separados desde que nos reencontramos en Francia en
1825.
– ¿Tú la mataste?
Malenne suspiró pesadamente.
– No, claro que no. Yo no soy una asesina, Renesmee. Pero aún así, me
hubiera gustado hacerlo.
– Fue en ese tiempo, en esos diez años yo viajé sola por todo el
mundo. Conocí muchos lugares y a muchos de los nuestros. Y uno de
ellos, fue quien me enseño como ser más poderosa. En ese tiempo yo
era capaz de hacer solo lo que tú has visto antes. Sólo por contacto, y
emitiendo ordenes directas... – Conjeturó un segundo. – Pero él me
enseño a proyectarlo – Utilizó el mismo termino que yo había usado
cuando le pregunté sobre su don, tanto tiempo atrás. – Se llamaba
Brad. Era un vampiro muy conocedor, y con un talento enorme. Tenía
el don de mover objetos sin tocarlos. Cuando me conoció, vio en mí un
poder mucho mayor del que yo comprendía, y me entrenó. Consiguió
que fuera capaz de lo que soy ahora. Nos llevábamos bien, pero creo
que nunca vi en él algo más que una compañía que pudiera llenar el
vacío de no estar con mi hermano. De igual modo, estoy segura que él
no veía más que un arma en mí, algo que lo ayudaría a realizar sus
planes... – Suspiró. Y luego me observó lúgubremente. – ¿Sabes,
Renesmee? Sería capaz de hacer que olvidaras a tu novio, Jacob. Sería
capaz de hacer que sintieras amor por mi hermano. Podría hacerte
olvidar de toda tu familia, de tu madre, de tu padre. Soy capaz de
hacerlo... y que olvidaras que alguna vez fuiste una Cullen. Incluso
podría obligarte a inventar recuerdos de hechos que no pasaron, que
tú misma usaras tu don en ti. Y así hacer que estemos los tres juntos
por siempre. Oh... sí que podría...
– Claro que no. Solo querías que supieras de lo que soy capaz, y de
que a pesar de que sé que mi hermano te quiere y sería feliz si le
dijeras que sí, eso no cambia nada.
– Claro que no, le he causado mucho daño ya, como para agregarle
uno más. – Dije.
– Ojala pudiera hacer algo para evitar que todo esto pasara... –
Contesté simplemente, evadiendo a sus palabras.
Lo que habíamos pasado juntos nos unía, nos vinculaba de una forma
especial, y a pesar de que pronto no los vería por varias semanas,
sabía que los tendría presentes en mi cabeza y en mi corazón.
Ahora que entendía que ellos eran como una parte más de mi persona,
me daba cuenta de que no tenía mayor sentido ocultarlos de mi
familia, al fin de cuentas, estaba orgullosa de ser amiga de Raphael y
Malenne Blancquarts. Iba a ser difícil el momento en el que llegara,
cruzara la puerta de mi hogar y dijera:
Pero antes de que tomara una decisión en concreto con ese asunto,
los días pasaron...
Desde que vivía con ellos, no había vuelto a probar comida humana.
Se lo dedico a
Pabli.
Libro Segundo:
Bella y Edward
Prefacio
Algo estaba mal, desde luego que sí. Nuestra hija corría un peligro
grave.
Otra vez.
Pero no entendíamos el por qué. Si esa era una orden directa de ellos,
todos ya estaríamos muerto. No, esto era obra de una persona
diferente. Podíamos unirnos otra vez, como antes. Pero ¿Había el
tiempo suficiente para ello?
No.
Edward Cullen
La oscuridad daba paso a la luz con una rapidez asombrosa. Tal vez
me parecía así porque desde hacía más de cien años que veía ese
transcurso constantemente. Como a todo inmortal, me era imposible
perderme en el espiral fluctuante de los sueños. Por lo tanto, esa
supuesta rapidez, solo podría ser fruto del acostumbramiento que
tenía al ver cada día de la eternidad como el sol salía por el este, y se
ocultaba por el oeste hasta la próxima vez, donde el ciclo infinito del
día y la noche volviera a empezar, o mejor dicho, continuar.
Aunque debía admitir que desde que Bella llegó a mi vida, jamás había
encontrado algo bueno en no dormir, porque estar despierto a lo largo
de cien años no es nada bueno. No tiene absolutamente ninguna
ventaja, porque siempre debes estar alerta de cualquier cosa, jamás
puedes huir de la realidad, por más terrible que esta sea. Siempre
percibes todo, y el cuerpo permanece constantemente en vigilia. Pero
algo había cambiado desde hacía años, cuando el amor de mi
existencia asomó en el escenario de mi vida, con su rostro de muñeca.
Ver sus sueños era como un espectáculo maravilloso, y me producía la
idea de que yo también podía acompañarla en ellos. Soñar con que
estabamos juntos, de mil formas, amándola con cada célula de mi
cuerpo, recorriendo en mundo que Morfeo creara para ella. Fue
demasiado gratificante saber que soñaba conmigo, imaginaba que
estaba a su lado, y que no era una pesadilla, en la que era un
monstruo, un demonio...
Su piel contra la mía, sus labios suaves recorriendo los míos, besar su
cuello, su garganta, cada parte de su glorioso cuerpo. Ella tirando con
fuerza mí pelo, rodeándome con sus esbeltos brazos en un ansia
porque nuestros cuerpos estén más cerca el uno del otro. Mi lengua
recorriendo cada uno de los centímetros de su perfecta silueta.
Deseoso de alimentarme de esa necesidad que era y es ella para mí,
más urgente, incluso, que la sangre humana lo es para un vampiro, y
a lo que tanto nos negamos los Cullen a sucumbir.
Pero incluso el monstruo más desalmado hubiera visto que ella era
diferente entre todas las demás, la más sublime criatura creada en la
tierra. Ella muchas veces me llamaba su ángel, pero estaba
equivocada, ella era mi ángel... consagrada desde el mismo paraíso
para sacarme de mis tinieblas. El ángel más perfecto y hermoso, el
único capaz de hacer que mis sentimientos humanos revivieran...
¿Quién era yo? Solo un estúpido vampiro que intentaba no ser tan
malvado, desde luego, nadie que mereciera a tan hermosa doncella.
La más perfecta entre todas las mortales, que entregó su vida, su
alma, por seguirme... ¿Como no amarla como lo hacía cuando ella
había entregado todo por mí? Y no solo amarla, sino protegerla,
adorarla, contenerla. Ser simplemente todo lo que ella necesita de mí,
que tomara todo lo que precisara...
¿Acaso había en este mundo mujer más hermosa que Isabella Swan
caminando por ese pequeño pasillo? Con su rostro pálido sonrojado,
enmarcado con los cabellos oscuros, los ojos muy abiertos, excitados,
mirándome solo a mí entre la multitud, era a mí a quien había elegido,
entre todos los que la deseaban, entre todos lo que conspiraban en mi
contra, deseando con toda su alma que su corazón ya no suspirara por
mi, a que me equivoque, que diera un paso en falso...
¿Alguna vez entendería que el que había tenido más suerte de los dos
había sido yo? Ella pensaba que no encajaba a mi lado.
Renesmee.
El estar casi cien años solo, sin otra compañía que la de tres parejas
que se aman rozando los limites de lo imposible, te deja la leve
sensación de que, quizás, el amor no es para ti.
Año tras años, veía a Carlisle y a Esme amarse como el primer día que
la encontró. Y lo mismo con Rosalie y Emmett. Al llegar Alice y Jasper
a nuestras vidas, pasó exactamente igual. Todos se miraban con ese
brillo cegador en los ojos. Y lo más exasperante no era que tuviera
que verlos, sino que también tenía que oírlos. Escuchar en sus mentes
la sensación bienestar que les daba estar uno cerca del otro.
Y esa fue la primera vez que sentí envidia desde que me había
incorporado a este mundo de inmortalidad. La sentía porque me creía
incapaz de amar a alguien como ellos lo hacían. Aunque profesaba
amor por mis hermanas y hermanos, y desde luego por mis padres, en
nada se comparaba con el sentimiento puro y desinteresado que ellos
irradiaban cuando se hundían en las pupilas de sus compañeros de la
eternidad.
Los años pasaban, las décadas pasaban, y nada había cambiado en mí.
Seguía tan solitario como desde aquel tiempo que desperté por última
vez.
Todavía era temprano, no más de las seis de la mañana. Así que, con
ese poco tiempo extra, nos dedicamos a amarnos de la forma en la
que lo habíamos hecho cada una de las noches de los últimos siete
años y medio.
Mi hija...
La agonía de ese largo mes fue insoportable. Verla enfermar cada día
más, mientras la criatura me sacaba mi razón para vivir, mientras
mataba a mi Bella y se alimentaba de sus fuerzas. Era mucho peor no
poder hacer nada. Que mi esposa se aferrara a la idea de tener a su
hijo, nuestro hijo, a sabiendas de que seguramente moriría.
Vaya.
Aun ahora, varios años después, y sabiendo que todo salió de la mejor
manera, siento que me abandonan las fuerzas cuando pienso en lo
mal que podría haber resultado todo.
– No creo que sea más que una coincidencia. – Opinó Jasper. – Al fin y
al cabo, ¿Por qué va a ocultar a sus amigos?
Como había dicho una vez, estaba atada por su propia naturaleza. Al
parecer, solo podía ver el porvenir de las personas o de los vampiros.
Y eso la frustraba. No ser tan omnipresente como en realidad ella se
creía. Muchas veces me había burlado por ello. Siempre, hasta la
llegada de los hombres lobo y los híbridos de vampiro, habíamos
creído que el don de Alice no tenía límites. Que alcanzaba a toda
criatura viva, susceptible de tener un futuro.
– ¿Pero que dices, hermana? ¿Por qué tendría yo que burlarme de ti? –
Le pregunté, aunque claro, engañar a Alice era una tarea casi
imposible.
Se acercó hacía mí, tan hermosa como lo era, si la más mínima señal
de enfrentamiento en sus ropas. La camisa de seda blanca y el
pantalón de jean estaban limpios. Sus ojos dorados brillaban un poco
más que esa mañana, y sus mejillas, generalmente pálidas, estaban
levemente sonrojadas. Eso era normal cuando terminábamos de
alimentarnos.
– Buenas tardes, chicos. Cuanto tiempo sin verlos por aquí. – Saludó.
No es que nos tuviera miedo o mucho menos, simplemente así era su
forma de ser. Sin embargo, a través de su mente, había visto lo buena
persona que era, y lo mucho que cuidaba de mi suegro.
No nos ofreció nada para tomar. Sabía que lo rechazaríamos, así como
siempre evitábamos comer algo allí.
– Y bien, ¿Cómo está todo por la casa? – Preguntó, una vez que todos
estábamos cómodos.
Al observar por primera vez desde nuestra llegada sus ojos, Charlie se
percató de algo. Pude ver en su mente como su razonamiento se
movía como un engranaje antiguo y algo lento, pero
inexorablemente, marchando en camino correcto.
– Sí, Jake nos ha dicho que todo marcha muy bien. – Contesté esta vez,
para evitar que Bella siga metiendo la pata con su forma tan patética
de mentir.
Charlie sonrió. Si bien ahora tampoco estaba entre sus favoritos, con
el tiempo me había aceptado como yerno. En los tiempos de noviazgo,
el hubiera dado cualquier cosa por que su adorada hija eligiera a Jacob
Black en vez de a mí.
Que iluso, ¿Cómo una criatura tan frágil como lo era mi Bella se
hubiera podido recuperar sola? Que estupidez...
Dejé de respirar.
Algo extraño estaba pasando, jamás había detectado ese deje tan
suspicaz en Charlie. Él no era la clase de persona que le presta
atención a los detalles. Por eso había sido tan fácil engañarlo, hasta
que llegó el momento de mostrar como eran las cosas en el juego.
– Claro que no, hija. Solo me da extrañeza algunas cosas... – Nos miro
de costado, evaluando nuestra reacción a su anterior proclamación.
Aunque sabía que no era peligroso, tampoco era sensato que Charlie
conociera todos nuestros secretos.
¿Cuál era la forma más rápida y eficaz para actuar? ¿Por qué nunca
había visto en su mente una determinación rapaz? Era algo nuevo esa
repentina necesidad de respuestas.
– Eso es genial – Dijo Charlie. – Una niña como ella debe conocer
mucho el mundo... solo que bueno, siendo tan hermosa, me preocupa
que esté sola allí en Alaska, ustedes saben, no es por asustarlos...
Pero nuestra hermosa niña no era una mortal cualquiera... era tan
fuerte como nosotros, tan rápida, y seguramente, tan letal.
– Creo que será mejor que nos vayamos, papá. – Comenzó Bella a
despedirse.
– Lo sabe... – Susurré, tan bajo que ella tuvo que hacer un esfuerzo
para escucharlo.
Ella se entristeció. Me dolía tener que ver esa desdicha en sus ojos,
pero era lo correcto. Si nos quedábamos, solo nos arriesgábamos a la
interferencia de los Vulturis. Y en esta ocasión, estaba seguro de que
no iba a haber quórum para la transformación de Charlie. Sería
eliminado, sin posibilidad de ser convertido en vampiro. A diferencia
de mi esposa, él no era ningún diamante en bruto.
– Sabía que en algún momento esto tendría que pasar, y lo cierto es,
que aunque llevo varios años aplazándolo, ya debería haberme hecho
a la idea. Porque si no es esto lo que me separará de Charlie, en algún
momento lo hará la muerte... – Se le quebró la voz.
Bella siempre había sido la clase de persona que intenta superar las
adversidades. Prefería hacerlo sola, sufrir en soledad. Ese era su
estilo, no necesitaba público que contemplara su dolor. Pero ahora me
tenía a mí, y no solo yo, sino también a toda mi familia, y sobre todo a
nuestra hija.
Era fácil hacer de este pueblecillo un hogar, con su casi eterno cielo
encapotado, con sus bosques colindantes, rodeados de paz, de
quietud.
Bella, que estaba de pie, en la misma posición que cuando hablo para
ellos, sonrió.
– Creo que por ahora hay que escuchar a Alice – Reflexionó Carlisle. –
Tiene sentido, el sabe que si la situación se escapa de las manos nos
iremos, se lo dijo Jacob hace años... y estoy seguro de que no quiere
que Bella salga de su vida, y tampoco Renesmee.
Dimos por finalizado en consenso. Tal vez fuera razón lo que decía mi
hermana, quizás era poco probable que tuviéramos que tomar
cartas en el asunto en algún momento.
Aunque los amigos de Jasper tenían tan poco respeto por la vida
humana como cualquiera de los Vulturis, tenía que admitir que me
caían bien. Quizás se debía al apoyo que habíamos recibido por su
parte, años atrás.
Esa noche, discutía con mi esposa el tiempo de su visita.
Reí para mi interior. Esa era otra cosa en lo que se parecía a mí.
“Tengo que pagar esa maldita cuenta antes del viernes... ¿De donde
sacaré el dinero?” Pensaba una mujer menuda y morena, que
caminaba adelante nuestro.
Era de ver lo descarados que eran los hombres humanos. Bella tenía
su mano fuertemente agarrada a la mía, pero eso no les hizo evitar
mirarla de arriba abajo, como si fuera una más de las mercaderías que
estaban todos comprando allí.
Aunque eso no logró evitar que sitiera una ira asesina cuando el
maldito vendedor de una casa de regalos, tuvo un serio problema para
evitar observar a mi esposa. Fue mas fuerte que yo, la tome con
fuerza de la cintura y la apreté contra mi cuerpo, para que entendiera
que no estaba disponible bajo ningún concepto.
– Ya lo sé, mi amor. Pero tú sabes como son las cosas. Esa en la forma
en la que tenemos que vivir para no correr peligro. Yo también voy a
extrañar este magnifico pueblo, me dio más de lo que cualquier
inmortal tendría derecho a recibir. – Sonreí, incapaz de contenerme, y
la observé.
– Los lobos han encontrado un rastro que nunca han sentido antes... –
Dije finalmente, y mi esposa termino por perder el control. Siseó,
mientras sus hombros se cargaban de tensión. Al igual que Jasper, se
acercó hacía mí, se rodeó mi cintura con sus brazos.
– Puede que solo sea un nómada. No sería la primera vez que cruzan
estas tierra, más si vienen del norte, la península es un lugar perfecto
para cruzar el país sin llamar la atención. – Aventuró Carlisle,
queriendo creer en su teoría con toda fe.
– Creo que sería mejor que se quedaran ustedes, solo por las dudas. –
Dijo mi padre, mirando a Esme, Emmett y Jasper. Era correcto, Carlisle
pensaba en que no podíamos dejar la casa desprotegida. – Edward,
Bella y Alice, vengan conmigo. Si esto es una emboscada, con ustedes
tres será imposible que nos ataquen.
Claro que era imposible. Con Alice atenta al futuro, Bella cuidando que
ninguno de nosotros sea afectado por algún don sobrenatural, y yo
mismo, pendiente de si alguien se encuentra en las cercanías, lo que
notaría al oír el mínimo pensamiento cerca.
Una vez cerca del punto a donde nos dirigimos, empezamos a usar
nuestras habilidades.
Agucé el oído, cosa que no era necesaria para escuchar con mayor
facilidad la voz mental. Lo hice para tener una mayor percepción de
los sonidos reales, que podrían hacerse presente de momento a otro.
Era cierto, tenía ya cerca de dos días. Era muy dulce, como lo eran la
mayoría de nuestros efluvios. Pude reconocer una fragancia tenue a
jazmín. Busqué en mi memoria, pero no pude reconocer el aroma. No
era de nadie que yo haya conocido antes.
– Las manadas no creen que esto sea el simple paso de un nómada por
nuestras tierras. – Dije finalmente.
Una vez del otro lado, pudimos captar una tenue pista.
Y no le faltaban motivos.
Alice.
Se trataba de un bosque.
Pero la luna no había desaparecido. No tenía nada que ver con la luz
de ese claro nevado.
Pero en ese momento tanto Alice como yo sabíamos que no era lo más
importante.
– Busca más allá... debe haber algo que nos guíe hacia el origen – La
animé.
– Eso es una buena señal. Si eres capaz de tenerla, significa que has
sido capaz de sortear ese obstáculo. Busca Alice, por favor. – Mi voz
estaba perdiendo la calma inmutable que generalmente tenía.
– Juneau... – Dije, con la voz de una persona que esta por morir.
Pánico.
XXI
Ocultamientos
Bella Cullen.
Sólo tenía ojos para imaginar lo que sea que estuviera viendo Alice.
Algo malo... que probablemente hubiera preferido ignorar, pero que
tenía que saber si quería evitar que pasara.
El primero en recuperar la voz fue Carlisle. Cuando por fin estuvo listo
para hablar, lo hizo tranquilo, intentando no mostrar el miedo que
nosotros sabíamos que tenía.
Ella se giró hacía él. Su semblante era tan diferente al que siempre
veíamos, que el cambio resultaba drástico.
– Una figura, tal vez una mujer... una de nosotros, corriendo por un
claro nevado a gran velocidad. Entonces se tiesa para atacar y la
visión desaparece. – Contestó Edward, al hundirse Alice de nuevo en el
mutismo.
Una ira asesina arremetió fuerte contra mi pecho. Una ira que no
había sentido en más de siete años. Un calor muy diferente al que
sentía cuando me alimentaba, comenzó a inundar mi cuerpo, logrando
que mis músculos se tensaran y que cada una de las células de mi
cuerpo quisiera defender a los que amaba... a mi niña, por sobretodo.
Ella volvió a desenfocar sus ojos ocres, en parte oscuros por la sed, y
también por el pesar que tenía ahora mismo. Navegó poco más de dos
segundos en futuro, y luego volvió con nosotros.
Y sin decir más, nos sumergimos de nuevo en el agua fría. Esta vez,
sentí que el frío se hundía dentro de mis huesos inmortales. Algo
imposible, ya que mi temperatura era más templada que la del mar.
Era todo psicológico.
Miré para otro lado, para que mis ojos no se convirtieran en los
delatores de la fachada que acababa de crear mi esposo.
El hombre lobo asistió por ultima vez, y giró la mirada hacía mí.
– Mañana estaré en tu casa, Bella. Para despedirme, tú sabes. – Dijo.
Pero Alice había predicho que la única que nos causaría problemas era
Rosalie, y no el vampiro con cabellos del color de la miel.
Era obvio que Carlisle estaba molesto por tener que mentirles a todos
los demás, pero no podía negar que esa era la única salida posible.
Aunque había quedado claro que dejar partir a Edward le dolía
prácticamente lo mismo que si fuera entregar a Esme a los Vulturis.
Rosalie.
– Tengo miedo. – Le dije, con los ojos irritados ante la incapacidad que
tenía de llorar.
Solo tenía miedo de que le ocurriera algo a ese ser tan perfecto que
era mi hija, tan dulce, tan inocente.
Estuvimos abrazados hasta que el sol salió. No pude evitar pensar que
estábamos perdiendo un tiempo realmente valioso, y que cuando
llegáramos ya sería demasiado tarde, pero como me dijo Alice una
vez, se viaja más rápido en avión que corriendo. Ambos estábamos
tendidos en nuestra cama, y a pesar de que no sacamos la vista el uno
del otro, sabía que nuestras mentes no estaban presentes en esa
habitación.
Suspiré profundamente.
Pero negarme solo serviría para alimentar más sus sospechas. Sopesé
durante un segundo rendirme, y directamente dedicarme a soltarle
como era todo, pero luego me di cuenta de que ese no era el mejor
camino.
Nunca había cazado con Rosalie, por lo que no tenía idea cual era su
táctica, y mucho menos que tipo de animales prefería, aunque en
aquel momento eso debería haberme importado muy poco.
Asentí sin decir una sola palabra, y corrimos a toda velocidad entre la
vegetación, que no perdía los contornos ante lo rápido de nuestra
carrera.
Rosalie se adelantó, más que seguro envuelta por ese efluvio animal
que se encontraba adelante nuestro. Mi cuñada se había salido con la
suya, había encontrado el puma que deseaba cazar.
Bebí del animal hasta que sentí que ya no podía más. Era una presa
grande, y por lo tanto llena de sangre, que me permitió atenuar el
ardor que consumía mi reseca garganta.
Caminó un poco más hacia mí, y quedamos las dos erguidas, una en
frente de la otra, separadas por poco menos de un metro.
– ¿De verdad quieres saber como son las cosas? – Pregunté, ya que no
tenía caso andar con rodeas.
– Yo quiero ir, Renesmee es como mi hija, creí que tú mas que nadie lo
entendería... – Desvió la mirada hacia el prado, evitando mirarme.
Volvió la mirada hacía mí, y pude ver el miedo que dilataba sus
pupilas doradas. Por un segundo, su rostro, tan diferente y tan
parecido al mío al mismo tiempo, me resultaron exactamente iguales.
El gesto me agarró con la guardia baja, era algo que nunca hubiera
esperado de Rosalie.
Estaba tan feliz por el hecho de que Renesmee iba a volver, que se
había vuelto inmune a las malas percepciones, y ese era el motivo por
el que no reparaba en nuestras expresiones.
Edward pudo acelerar todo lo que quiso en ese desierto, mientras las
finas gotas de lluvia golpeaban contra el parabrisas. Los primeros
minutos de nuestro viaje fueron silenciosos, en donde la tensión
ocasionada por las despedidas volvía al ambiente tan rígido que se
hubiera podido cortar a punta de cuchillo.
Pero la visión de Alice otra vez fue a mi encuentro. Ella había visto
que la encontraríamos en un patio enorme.
¿Cuál era la mejor forma de decirle que era lo que estaba pasando?
Sin Rastro
Si no fuera porque sabía que soñar era algo imposible para mí, al
menos de una forma literal, dado que no era capaz de dormir, hubiera
pensado que todo formaba parte de una pesadilla horrible, la más
realista de todas, en las cuales confundes ese reino imaginario con la
realidad. Esas pesadillas que dan giros insospechados de repente,
sumergiéndote de lleno en emociones violetas y exasperantes. Nada
tiene sentido en ellas, y lo único que puedes hacer es gritar, aunque
el miedo se había llevado esas reacciones reflejas de mi cuerpo,
incapacitándome para hacerlo.
Pero tenía que asumir que esa no era una pesadilla, todo lo que
estaba pasando era verdad, y lo tenía que enfrentar.
Lo único que podía hacer, era desear que estuviéramos actuando con
el tiempo suficiente para que todo terminara bien. La cabeza no
dejaba de darme vueltas, imaginando todas esas cosas que no quería
traer a mi mente de un modo consciente. Imágenes que destruían la
poca calma que había ido construyendo a lo largo del día, basándome
en la esperanza que tanto Edward como Alice intentaban infundirme.
Por eso, y por los misterios que envolvían todas las cosas que estaban
ocurriendo, no pude evitar preguntarme algo.
Les temía tanto, que era mucho más fácil verlos plasmados en todas
esas cosas que me daban miedo. Después de todo, ¿Quién otro más
intentaría desafiar a los Cullen?
Evidentemente.
Pero ellos tenían excusas para todo. No actuaban a la ligera. Cada uno
de sus pasos estaban completamente justificados con una razón,
valedera o no.
Mi hermosa bebé...
¡Era demasiado buena y frágil para resistir a las amenazas! ¿En que
estaba pensado cuando la dejé marcharse de mi lado? Eso es lo que
ella deseaba.
Tras esa evaluación, solo pude ponerme más nerviosa, por lo que
distraje a Alice, a pesar de que sabía que estaba haciendo algo
importante.
Su poder me daba pánico. Todo lo que ella era capaz de hacer no tenía
comparación con respecto a nosotros. Lo que hacíamos Edward,
Jasper, Renesmee o incluso yo, eran trucos infantiles comparándonos
con ella. Su don podía ser codiciado por cualquiera, no solo por Aro.
Cualquiera en el mundo de los inmortales estaría deseoso de tener en
sus manos la llave a los acontecimientos futuros.
Tal vez se dio cuenta de que el miedo inundó mis ojos, porque sonrió
tiernamente del modo en que solo ella era capaz.
– No importa lo que pase, siempre estaré con ustedes. Tal vez piensas
que seré capaz de abandonarte de nuevo, si veo que esta vez no haya
posibilidad alguna de salvarnos. – Susurró, apenada. – Pero se cual es
mi lugar en el mundo, Bella. Está con ustedes.
– Hay decisiones que están cambiado, Edward. – Murmuró con los ojos
cerrados. – Las cosas no están tan claras como hace un par de horas.
Por suerte, Carlisle había guardado un juego de llaves del que nos
hicimos dueños antes de partir de Forks.
Sabía que ellos estaban igual de nerviosos que yo, solo que
intentaban mantener la calma, para que mis niveles de histeria no
aumentaran más de lo necesario...
El ascensor abrió sus puertas, y solo pude entrar con mayor rapidez
en él, sin contestar a la afirmación de mi esposo.
– Sí, yo vivo en este piso, y somos vecinas, una niña adorable. Muy
buena y compasiva. – Contestó ella.
– Sí, se lo diremos... – Susurró Alice, tan bajo y con el gesto tan frío,
que tuve mis serias dudas de si sus palabras había sido audibles para
la humana.
La pista más certera de todo eso, era que los efluvios, tanto en el
recibidor como dentro de la casa, tenían varios días de antigüedad. El
lugar no estaba siendo habitado, ni por Renesmee, ni por nadie.
– Sí, eso mismo pensé yo. – Respondí. – ¿Por qué no nos contó que una
de sus amigas había desaparecido?
Eso era algo muy grave. Peligroso. El caso todavía era seguido por los
noticieros, y no habían encontrado ni la mínima pista que condujera a
la policía a la solución de caso, y mucho menos a localizarla.
Eso no bastó para que todas las sombras que se cernían sobre
nosotros disminuyeran su poder sobre mí.
– ¿Y que hay de eso que dijo esa tal Elizabeth? ¿Habrá ido realmente a
la casa de sus amigos? – Preguntó Alice.
– Hemos hablado con ella hace dos días, y todo marchaba bien... – Dijo
Edward. – ¿En que otro sitio puede estar si la visión que tuviste se
desencadenó recién ayer?
¿Era una buena señal? Seguramente... y era todo lo que teníamos para
no estar tan perturbados.
Las calles, los árboles que flanqueaban las aceras, las tiendas abiertas
en esa hermosa cuidad, las personas que caminabas por ella, todo
estaba desdibujado, convirtiéndose en borrones casi imperceptibles,
porque mis pensamientos no estaban atentos a nada más.
Por primera vez en años, estaba descontenta con el aspecto que había
adquirido tras la transformación. Era molesto que el hombre se
quedara mirándonos como idiota, observando nuestra belleza, y sobre
todo, haciéndonos perder un tiempo precioso en el cual nos podía
decir donde estaba Renesmee.
Esos efluvios estaba presentes otra vez. Los mismos que habíamos
sentido en el apartamento. Uno era muy dulce, la mezcla equilibrada
entre las orquídeas y los narcisos. El otro era más difícil de identificar,
como a flores silvestres y lluvia de primavera. Ambos efluvios estaban
unidos al de Renesmee, como si los tres hubieran caminado uno al
lado del otro.
El rastro de mi hija era más intenso con cada paso que dábamos, las
piernas me temblaban, una sensación que pensé que había
desaparecido con mi humanidad, pero lo cierto es que cada segundo
estaba más nerviosa.
La chica también nos miró, para luego enfocar sus ojos nuevamente
en Renesmee, que nos observaba atónita, mientras avanzábamos
hacía ella.
XXIII
Los Blancquarts
Bingo.
“Son igual de hermosos que los Blancquarts...” Pensó una chica, que
caminaba en dirección a la cafetería.
¿Quiénes eran esos vampiros que estaban con ella? ¿Por qué se
mostraban tan cordiales y amistosos?
¿Acaso estaba loca? ¿Mi hija estaba demente? ¿Cómo había sido capaz
de ocultarnos semejante cosa? ¿Y si eran peligrosos? ¿Sí eran los que
deseaban hacerle daño? ¿No se daba cuenta de que no todos los
inmortales éramos tranquilos y pacíficos?
¿Qué había pasado con Renesmee? Esa no era la niña que habíamos
dejado partir de Forks, no era la misma que hacía pocos meses,
cuando jamás hubiera mentido, y mucho menos ocultado las cosas que
estábamos enterando ahora, de una forma completamente
imprevisible...
Antes, todos sus pensamientos tenían un deje infantil, muy leve, pero
notorio. No es que pensara como niña pequeña, pues siempre había
sido extremadamente inteligente, pero toda su mente encerraba una
ternura que solo estaba presente en los niños pequeños.
No había estado con nosotros poco más de dos meses, era imposible
que se haya producido semejante cambio en ella.
Ella me observó, pude notar que le había molestado el tono que había
empleado. Su supuesto hermano también me observó.
– Uso el tono que deseo... – Dije, más enojado aún. – Tú no eres nadie
para decirme como debo hablar.
– Alguien esta rondando Juneau. – Dijo Alice por fin. – Quieren lastimar
a Nessie, y no lo permitiremos.
Aunque estaba enojado, no pude evitar avanzar los pocos pasos que
me separaban de Renesmee. La tomé y la abracé fuerte. Besé su
frente y aspiré su perfume.
– ¿Pero por qué no, papá? – Dijo, mirándome. Luego se dirigió hacía
Alice. – ¿Tuviste una visión, tía? ¿Cómo es eso posible?
Observé su mente.
Culpa, miedo, amor, soledad. Todas estaban allí, luchando por tomar
el primer puesto y dominar entre los demás.
Miré a mi hermana.
– ¿Por qué no nos dijiste nada, Nessie? – Insistió entonces Alice, que
estaba un poco rezagada, ya que quería concentrarse y ver todas las
posibilidades que nos podrían sorprender.
Renesmee la miró.
¿Un poco más de un mes? ¿Hace tanto que los conocía y nunca había
dicho nada?
– Bueno, creo que ya nos pueden contar que es lo que los ha traído
por aquí. – Dijo Raphael. – ¿Cuál es ese peligro que mencionaron en la
universidad? – Preguntó al final.
Antes de darme tiempo a responder, fue Alice la que contestó a su
pregunta.
Los dos chicos asistieron una vez, demostrando que sabían a lo que se
estaba refiriendo mi hermana.
– Una chica corría por un bosque en la noche, había nieve y pinos por
doquier, la luna brillaba, y alumbraba todo el prado con su luz, –
Relato mi hermana, en un susurro debido al pavor que le provocaba
recordar la precisión de esa escena tan desagradable. – entonces todo
cambiaba de repente, la figura se agazapaba de un momento a otro, y
saltaba en dirección a una figura indefensa en el suelo... en ese
momento, todo se vuelve oscuridad, y la negrura absorbe la visión por
completo.
Escuchar la repetición logró que mi cuerpo se estremeciera, y que el
impulso de proteger a mi hija creciera mucho más en mi interior. El
centro mismo de mi cuerpo de roca tembló, de una manera
inimaginable, de una forma en la que jamás pensé que ocurriría. De
repente todo era ilógico, hasta que estuviera en ese lugar, un lugar
donde jamás pensé que me encontraría. En la casa de los amigos
vampiros de mi niña.
La de ellos...
Era el suyo.
Asistí, queriéndole decir que podía decirle que estábamos con ella.
– No, amor. – Dijo con un tono de voz tan natural, que entendí como
nos había engañado por tanto tiempo. – Ya están aquí. Fue una gran
sorpresa. Estoy muy contenta por ello.
Simplemente no lo sabía.
– Creo que será mejor que te deje estar con tus padres, ellos deben
estar muy felices de estar allí contigo. Me hubiera gustado
acompañarlos, pero creo que soy más útil aquí, preparándote una
bienvenida. No puedo esperar a verte de nuevo, mi amor...
Pensó Nessie.
Una chica, la misma que había salido en las noticias hacía dos
semanas. Bonita, de pelo oscuro y ojos verdes.
– Claro que confío en ustedes, papá. – Musitó cabizbaja. – Solo que las
últimas semanas no han sido fáciles. Michelle desapareció, y Steven
está internado... Si no fuera porque Malenne y Raphael estaban a mi
lado, hubiera enloquecido...
Miré a Bella, que estaba con el rostro surcado por la pena al ver la
desolación de nuestra hija. Yo también estaba así. ¿Qué es lo que
podía hacer para evitarle a mi precioso bebé tanto pesar?
¿Cómo es que alguien en todo este maldito mundo podía permitir que
mi tesoro estuviera de esa forma?
Empezando por los dos vampiros que estaban a tan solo pasos de mi
familia.
Y entonces ese efluvio apareció de la nada, tan cerca del pasillo que
los llevaba a su siguiente clase, tan aburrida como todas las demás...
ese aroma era tan extraño... nunca había sentido algo así. Era nuevo,
misterioso. Incluso peligroso.
¿Había una relación entre ese sonido y ese nuevo aroma? Era
embriagador, pero al mismo tiempo sutil, dulce como el de un
vampiro, pero también delicioso como el de un humano, aunque no le
producía sed alguna. Intentó procesar esa comparación, pero no
respondía a nada que ella hubiera sentido antes. No tenía familiaridad
con algo así.
Una muchacha, tan hermosa como un vampiro... pero era ese latido de
su corazón el que desentonaba por completo con esa apariencia
perfecta. ¿Que clase de criatura era esa chica...?”
Otro salto.
Más imágenes.
“Nessie se había ido por la mañana. Maldito sol, nunca asomaba por
Juneau y justo ese día tenía que hacerlo. Era tarde... ¿Por qué no
había vuelto todavía? Su móvil sonó. Corrió a atenderlo, y un alivio
recorrió su cuerpo cuando reconoció el número.
¿Qué otra cosa podíamos hacer? Habíamos accedido a viajar hasta esa
casa, había permitido que la vampiresa me mostrara todas esas
imágenes... Renesmee estaba convencida de que eran buenos. Y no
desconfiaba de su palabra, pero ¿Podía yo confiar en ellos?
– Creo que lo mejor en todo este embrollo será que nos pongamos de
acuerdo en la seguridad. Sí alguien esta por aquí, será mejor que
estemos listos. – Propuso Malenne.
– ¿Crees que sea sensato quedarnos aquí esperando, para que nos den
caza como a animales? – Preguntó Bella, preocupada. Rodeó la cintura
de nuestra hija con sus brazos, asegurándola a su costado.
Protegiéndola.
– Nada ha cambiado desde hace siete años. ¿Qué les puede hacer
creer que ahora tienen más posibilidades? – Inquirió Bella.
– Aún así, eso no cambia el hecho de que nos están por caer encima,
sea quien sea, hay que estar preparados. – Murmuró Raphael.
Se conocían hacía tan poco, y sus pensamientos solo dejaban ver una
cosa.
La querían.
No iban a ser más que uno o dos días, mi hija tenía que entender.
Nuestra hija era lo único que importaba en todo ese embrollo macabro
que alguien estaba creando. Moviendo hilos para arrastrarnos dentro
de ese tablero indescifrable. Generaba tensión no saber quien era el o
los que estaban detrás de todo. Estresaba en desmedida la falta de
conocimiento, asustaba. Cada paso dado por nosotros podía
convertirse en el último si no tomábamos las precauciones necesarias,
y eso, desde luego, atemorizaba de un modo que antes no había
sentido.
Los regalos más hermosos que los cielos me habían entregado, los
más sublimes.
Mi esposa y mi hija.
Culpar a los Vulturis era lo más lógico, claro. Eran los únicos que
podrían plantarnos cara, porque los Cullen éramos una especie de
leyenda urbana entre los vampiros. Iba a ser difícil encontrar a otro
culpable, igual de temible o avasallador como ellos. Eran las sombras
que podrían oscurecer nuestros días, donde la felicidad brillaba como
el sol tropical un día de verano. Ellos sabían eso.
Aunque tal vez el mundo de los inmortales estaba listo para que nadie
lo gobernara.
No. Eso también era ilógico. Problemas como las guerras del sur y la
creación de niños inmortales aparecerían de nuevo en un abrir y
cerrar de ojos. Se necesitaba una familia que predominara entre las
otras, una realeza, por decirlo de alguna forma. Pero los Vulturis
estaban abusando de su poder, hacía años que venían haciéndolo, y
nadie parecía dispuesto a frenarlos.
Jacob tenía razón, era el mismo patrón que Victoria había utilizado,
solo que ahora Renesmee implicaba una complicación más. El punto
ciego que generaba en las visiones de Alice, conllevaba a que la
sincronización debía ser incluso más exacta...
Pero si había algo bueno en todo aquello, era que mi niña estaba bien.
Las peores horas de mi vida ya habían pasado, y aunque el miedo que
sentí en ellas ya se había ido, su espectro continuaba rondándome, de
solo pensar que las cosas podrían haber tenido un desenlace terrible.
Quería creer que sí, que volveríamos en unos días a Forks, pero
primero teníamos que resolver eso que pendía sobre nuestras
cabezas, decidido a atacarnos.
– ¿Crees que podemos confiar en ellos? – Dije entonces, para ver si ella
pensaba lo mismo que yo.
– Creo que nuestra hija no es tan mala mentirosa como tú. – Contesté.
– Siempre supe que tenía más de los Cullen que de los Swan... – Opiné
antes de descender a los labios de mi esposa y besarlos.
Pero había decidido tomarlo con calma, tener una rabieta no tenía
sentido cuando al fin y al cabo todos los demás apoyaban su decisión.
Incluso Rosalie no lo veía como algo tan malo...
¡Rosalie! Que estaba más cerca de odiar a Jacob que cualquier otro
miembro de nuestra familia.
– ¿Pero por qué vinieron solo ustedes tres? – Preguntó. – ¿Por qué no
están todos aquí?
Era una lucha muy pareja, pero creía que incluso Renesmee no había
superado el record imbatible de su madre.
Bella y yo nos acercamos a ella, que terminó de dar los últimos pasos
que nos separaban. Nos abrazamos los tres en un abrazo profundo,
sintiendo por primera vez el peso de la separación. Había creído que
estar lejos de ella no era tan doloroso, que mi hija había venido hasta
aquí por un motivo concreto, y eso debería de haberme resultado
suficiente para aceptarlo.
¿Mi esposa debía ser tan comprensiva? Había algo extraño en esos
dos, no podía dejar de pensar en ello. Ella era un misterio, Malenne.
Descubriría el secreto que la envolvía, una persona no puede estar
todo el tiempo absteniéndose de no pensar, y menos un vampiro.
Podemos pensar en muchas cosas a la vez, en algún momento, que
esperaba que se pronto, ella me daría la clave para descubrir quienes
eran. Ella o él. Daba igual de cualquier manera.
Sin embargo, había cosas que Renesmee evitó contar, cosas que se
mantuvieron en lo más profundo de su mente.
Steven.
– No creo que sea bueno irnos dejando cabos sueltos. – Comenté, con
un tono muy ligero, como si fuera un hecho trivial y desenfadado. –
Pero estimo que no tardaremos más de una semana, como acordamos
con Jacob, antes de marcharnos.
– Perfecto, hijo. – Pude sentir como sonreía. – Que bueno que todo
esto no ha sido más que un gran susto.
Había decidido que esa era la mejor forma de hacer las cosas. Todo
recaería sobre nuestros hombros. No involucraríamos a Carlisle, Esme
y a ninguno de mis otros hermanos en esto. Porque a pesar de que
éramos una familia, Bella y Renesmee eran mí familia ahora. Era mi
responsabilidad tenerlas a salvo, mi obligación más grande, e incluso
mi mayor deseo, velar por toda la eternidad por su bienestar no era
una carga, sino una bendición. Pero eso no tenía porque incluir a lo
demás. No podía involucrarlos en eso. Si las cosas terminaban de una
mala manera, ellos no tenían por qué pagar con sus vidas. Porque si
alguien quería arrebatarme a mi hija, primero tendría que matarme
para intentar tocarle un solo rizo suyo.
– ¿Están completamente seguros que esa visión era por mí? – Preguntó
entonces, pensando en ello.
Sí, lo había pensado, desde luego. Todo podría ser una trampa, un
juego de ajedrez perfectamente dominado por un jugador oculto.
“Se la llevaran... ¿Qué haré si ella se va?” Pensaba. “Sabía que ese
momento llegaría, pero contaba con unas semanas más... para
prepararme... ¿Cuando te volveré a ver, Renesmee...?
“¿Por qué? ¿Por qué tenía que pasar esto ahora? Renesmee está
enojada conmigo... ¡Maldición! ¿Por qué no cerré la boca? ¿Para que le
dije todo? Malenne tenía razón... decirle lo que siento no era lo
correcto...”
¿Cómo había pasado algo así? ¿Era eso lo que la tenía mal? Raphael
parecía muy seguro de que era así.
No, eso era imposible. Ella había pensado en Jacob la noche anterior, y
lo extrañaba, es más, lo amaba. Había estado cavilando mucho en él,
más que en Raphael. Pero ahí estaba el problema.
Y ahí notaba una esa mínima discrepancia con el amor que Bella y yo
nos sentíamos... ambos nos amábamos profundamente, sin limites.
Incalculablemente. El amor que cada uno sentía por el otro, era el
reflejo.
¿Era la magia? Por que si era ella, era de esperar que nunca dudara de
ese afecto, tan puro que sentía por Renesmee.
Él estaba cien por ciento seguro de todo el amor que sentía por ella.
Me había dado mucho pena por ella, y en esos años, en lo que todavía
no tenía a Bella a mi lado, y sentía lo que significaba la soledad y el
peso que causaba en el cuerpo, hasta hubiera deseado poder ayudarla
a mitigar su dolor de alguna forma.
Bella había creado de Jacob una necesidad. Una forma de curarse tras
recibir las heridas que yo mismo había infligido en ella. Un antídoto al
veneno que había inyectado en sus venas, y que la había salvado a
tiempo de morir. Un antídoto al que no le importaba que el veneno
luego se haya ido, y en su lugar regresara de nuevo yo. Él la había
curado, y esa secuela quedaría para siempre entre los dos.
Esa era una huella muy difícil de borrar. E incluso la entendía... claro
que la entendía.
“Tengo que descubrir con que han decorado esa habitación, está
genial”
– Bien... creo. – Susurré, aunque era inútil, Raphael, tras los muros, ya
se había percatado de que había alguien en el pasillo, y había dejado
de pensar en lo que estaba pendiente. – ¿Qué tal la tuya? – Inquirí, a
tiempo de que se escuchaba como alguien caminaba desde la
habitación del medio, hacía la puerta.
– ¿Qué tal esta Bella, más tranquila? – Quiso saber, antes de agregar
mentalmente “¿Has averiguado algo importante?”
– Puedes venir a visitarla las veces que quieras... – Dije, aunque sabía
que no debía meterme.
– Solo has las preguntas que te inquietan, y las responderé con gusto.
– Dijo de nuevo con tranquilidad.
– ¿Y qué? ¿Se la llevan así por que sí? ¿Sin más? – Preguntó, con
sarcasmo. – ¿No les importa que estamos con ella y que sea
importante para nosotros? Renesmee tampoco desea irse...
– No entiende la magnitud del problema, entonces... – Comencé. – No
es un juego, Raphael. Tú mismo pensaste ayer en la forma de alejarlas
de aquí, a ella y a tu hermana.
– Claro que lo pensé, pero no quiero que se vayan ninguna de las dos.
Son muy importantes para mí. – Admitió.
Me agité...
¿Era una predicción? ¿Pero por qué ella corría? ¿De que huía? ¿O hacía
donde lo hacía? ¿Por qué su hermano no estaba? ¿O es que ella estaba
cazando a alguien? ¿Malenne se estaba alejando de nosotros para
atacar a alguien? La visión dejaba un campo demasiado grande para la
especulación...
¿Raphael o Malenne?
XXVConfundida
Renesmee estaba segura de sus amigos, y esa era otra cosa que, de
todos modos, podía comprender. Al fin de cuentas, yo también había
confiado en vampiros cuando era una humana, y todo había resultado
bien.
Ahora estaba con él, con él y con Renesmee. Todo estaría bien,
éramos una familia, y saldríamos juntos de esto. Quise creer con todas
mis fuerzas ese discurso esperanzador, pero no tenía la fortaleza para
encontrar lógica en él.
Si lo que Edward decía era cierto, y todo era una maniobra montada
para que las cosas se sucedieran siguiendo un plan, ¿Entonces que
posibilidades teníamos de salir airosos?
Saque de la maleta las últimas ropas y las puse en el closet que había
en esa habitación. Luego sustraje los documentos y las tarjetas de
crédito, y las guardé en el bolsillo de atrás de mi pantalón. Si
debíamos huir rápido, mejor sería estar preparados.
Por eso mismo, por el estado alerta, fui capaz de oír la conversación
que estaba teniendo lugar en el segundo piso.
Edward saludaba a Alice, con un tono que conocía muy bien en él. No
era el tipo de voz que utilizaba para saludar a su hermana, ni tampoco
a nadie.
Silencio.
Luego, al final, mi cuñada habló, con ese tono de voz que solo
utilizaba cuando conocía una verdad del porvenir.
¿Alice había tenido otra visión? ¿De qué se trataba? ¿Los hermanos
Blancquarts muertos? No podía creer lo que estaba escuchando.
– No, Raph. No digas eso. – Susurró. – Lo mejor será que me vaya... esa
es la única forma en la que todos estaremos a salvo. No podría
soportar que algo les pasara por mi culpa.
En ese momento caí en algo que antes no había notado, fruto del
estrés y la preocupación que antes me embargaban, pero que ahora,
un poco más tranquilla, podía analizar.
Percibía eso porque era mi hija. Podía saber que era consciente de
ello, porque yo había sabido todo el tiempo que Jake estaba
enamorado de mí, pero era algo que no había querido ver. Había
comprendido que él deseaba mucho más que una amistad, y ahora,
esa historia se repetía nuevamente.
Ya era tarde para cualquier tipo de simulación. Había visto todo lo que
necesitaba ver, y por ende, ahora también sabía a que atenerme.
A su prometido.
A mi mejor amigo.
Renesmee huyó de mi contacto visual. Intentó con todas sus fuerzas
que nuestras miradas no se cruzaran, porque sabía tanto como yo,
que si la miraba a los ojos no necesitaría nada más. Descubriría
absolutamente toda la verdad del asunto.
Alice fue la primera en bajar, poniendo como excusa que quería hablar
con Malenne acerca de unas cosas de la casa.
Alice dio como respuesta una a esa afirmación una gran sonrisa.
¿Qué otra cosa podía hacer? La tensión del ambiente era palpable,
todas esas cosas que estaban pasando, y las que estaban por pasar,
nos estaban trastornando a todos. Volví sobre mis pasos, y Edward
conmigo, de modo que entramos de nuevo a la habitación del tercer
piso, que minutos antes habíamos abandonados.
Se me escapó el aire. Era algo que sabía, algo que había percibido
desde el mismo momento en los que los había visto en el campus de la
universidad. El modo en el que él la miraba cuando nos acercábamos.
La forma en la que le había hablando hacía unos minutos. No es que
necesitara la confirmación de Edward, sino que resultaba como algo
tangible.
– Sí, la verdad pienso que debería hablar con ella. Edward... creo que
tendrías que dejar esto en mis manos... Ness estará incomoda si tu le
dices algo... Ya sabes, puedes leer su mente y comprender las cosas
mejor que ella, pero creo que va a preferir mantener en privacidad las
cosas que pasan por su cabeza. – Le expliqué.
– Sí, Edward. Lo sé. Solo que no me parece justo que Jacob pase por
esto... Otra vez.
¿Por qué no podía confiar en sus palabras? ¿Por qué parecía que ni él
mismo podía hacerlo?
– Pero tu padre y yo hemos visto cosas que nos hacen pensar que algo
no esta bien entre tú y ese chico, Raphael.
– ¿Ha pasado algo entre él y tú? – Pregunté entonces. Eso era lo que
quería saber. Lo que me diría lo que necesitaba. – ¿Lo besaste?
La imprimación.
Caminaba por la playa, con Jacob, en esos momentos en los que era
duro para ambos ser amigos. Cuando él me amaba y yo le hacía
daño...
Alternativas.
Pero se había resistido... eso quería decir que el amor que ella tenía
hacía él no era vinculante, no era exactamente el mismo.
¿Eso era lo que estaba pasando con Renesmee? ¿Mi hija había tomado
una alternativa a la imprimación? ¿Ella amaba ahora a ese vampiro?
No podía pasar eso... Ness se había ido de Forks estando
completamente segura de su amor por Jacob. Las cosas no podían
pasar así, tan de repente.
– Creo que tengo una noción de lo que me dices... – Dijo. – Pero tienes
razón, ¿Qué se yo de la vida? Solo soy una tonta...
Recuerdo cuando se besaron por primera vez, hace solo unos meses.
Tú estabas muy feliz, y tu corazón latía con mayor fuerza que antes...
Eso solo lo origina el amor. La sensación única que solo un beso con
alguien que amas genera.
Tomé fuerte su mano, entre las mías. Su contacto era muy caluroso,
pero era la mano de mi hija, y estaba acostumbrada a sentirla.
¿La opción correcta estaba igual de clara para Nessie? ¿O estaba muy
confundida?
– Explícame, por favor. Quiero entenderte... sabes que estoy aquí para
ayudarte. – Insistí. – Por favor... quiero entender tu relación con
Malenne, tu relación con... Raphael...
– Te creo, hija... pero sabes... creo que hay algunas cosas de las que
tenemos que hablar.
Esa casa era muy grande, pero aún así, llegué al lugar que deseaba en
tan solo unos segundos.
Descendí por las escaleras, a tiempo que veía que el lugar no estaba
desierto, sino que en él estaba uno de los dueños de la casa...
Raphael.
– Está bien... – Convino. – Pero no te sientas mal, eres una muy buena
madre... Esta muy bien la forma en la que guías a tu hija. Edward y tú
son excelentes padres, porque Ness no sería tan buena persona de no
ser por ustedes.
Me sentí mal por él, aunque eso no hacía que sintiera ninguna otra
emoción. Deseaba que Renesmee no dudara de su amor por Jacob
nunca, y que al volver a nuestro hogar, todo hubiera sido solo un
recuerdo.
Solo tenían que salir de la cuidad el tiempo suficiente como para que
nosotros pudiéramos localizar la amenaza, y de ser posible
exterminarla.
Frustraciones.
Sin embargo, que fuera algo obvio que él la quería, no significaba que
pudiéramos hablar tranquilamente sobre el asunto. Además, si
Renesmee les había contado todo acerca de nosotros, de seguro sabía
que Jacob era mi mejor amigo. Y por lo tanto, eso no ayudaría a que
expusiera conmigo sus sentimientos.
Sentí lastima nuevamente por él. Supuse que esa era una emoción
que no podría evitar percibir por el tiempo que nos quedaríamos en
Alaska.
Estaba mal, muy mal. Pero no tenía otra alternativa, porque si con
utilizar los sentimientos de Raphael a mi favor, con tal de mantener
sana y salva a Renesmee, merecía un castigo, sin duda lo aceptaría
con gusto.
– Si no has podido tú, que eres la madre, no veo razón para que lo
intente yo... – Articuló con lentitud. – Si ella no desea hacerlo porque
quiere quedarse a tu lado, deberías permitírselo.
– Desde luego que no. – Afirmó Raphael. – Pero si esto es como dicen,
un juego armado por alguien... no importa lo mucho que intentes
desviar el objetivo principal. Porque si es a ella a quien buscan, al
final, un solo error, o un momento de confianza, podría ser decisivo.
Lo mejor es luchar. Todos... Créeme, sé lo que es vivir sin tu familia.
Ella se sentirá fatal después si la obligas a abandonarte, a ti y a su
padre. Si las cosas terminan mal, sentirá que fue una cobarde y
deseará haber muerto con ustedes... – Finalizó.
Ellos no.
Y por eso, ninguno podía reconciliarse con la idea de ser esto, un
vampiro. Por eso Raphael lo llamaba maldición, por eso Carlisle
realizaba la labor que amaba, a la vez como una vocación, y también
viéndola como una penitencia, por eso Rosalie se lamentaba por no
poder ser capaz de tener una familia, por ese Edward creía que no
teníamos alma...
¿Era la única entre todos nosotros que veía esta vida como algo
completamente bueno y feliz, sin ninguna desventaba y llena de
plenitud?
– Estás realmente decidida a que todo sea así, ¿Verdad? – Preguntó él.
El sonrió dulcemente.
– Eres una buena madre, Bella Cullen. – Repitió. – Una madre devota, y
muy sacrificada. Me recuerdas a la mía... Era una mujer que velaba
por todos nosotros, desde mí hasta Malenne, que era la más pequeña
de sus hijos... pero bueno, después pasó todo lo que me condujo a
esto... – señaló con su brazo, todo el largo de su cuerpo.
– Gracias, Bella. – Dijo al final. – No solo eres una buena madre, sino
también una gran persona. Agradezco mucho tu preocupación... De
verdad me has dado muchas cosas en que pensar.
Renesmee.
Y para Jacob.
Un verdadero amor.
Nadie lo sabía, lo único que estaba claro era que lo hacía, y de seguro
con mayor profundidad que Raphael, y eso solo confirmaba el hecho
de que si Renesmee le rompía el corazón, esta vez, no lo resistiría.
Ella tendría que elegir entre un amor natural, donde los sentimientos
eran originados por algo, y uno mágico, que era más intenso, pero
también desconocido...
– Desde luego, es decir, ¿Que hay de las pobres mujeres que somos
pequeñas como nosotras? Esas cosas son para cuerpos como los de
Renesmee, que es alta y puede lucir esas prendas sin parecer una
ridícula.
– Sí, bueno. – Dije, sabiendo que Alice sin duda ya podía escucharme. –
Mi cuñada puede ser realmente irritante cuando de ropa se habla.
No era frívola y superficial, pude entender que esa forma de ser, tan
jocosa y un poco aniñada, se debía a que toda su vida humana había
sido una condena. Ella había sufrido a lo largo de ese tiempo de
privaciones y penurias. Por eso era así ahora... Todo lo que no había
tenido a lo largo del principio de su existencia, estaría presente, y con
creces, en toda la extensión de su inmortalidad.
Si uno de los dos debía quedarse, ¿Cuál debería hacerlo? Alice había
tenido una extraña visión, ella había visto que algo malo podría pasar
con uno de ellos.
En sus ojos había temor. El mismo temor que yo sentía al saber que
podía perderlo. Mi esposo no pensaba en otra cosa que no fuera lo
que también invadía mi mente. Los desconocido.
– Creo que lo mejor es que Renesmee se vaya con los dos... – Dijo
Alice, para luego mirar a su hermano. – Creo que no es más que una
persona, Edward. Hubiera visto algo más si detrás de esto hubiera
más que un solo individuo. Alguien, actuando solo, puede pasar
inadvertido, pero dos, no lo creo posible.
– Cuanto más rápido resolvamos las cosas nosotros, más rápido estará
obligado a hacerlo la persona que esta detrás de todo esto. – Continuó
Alice.
Esperó a bajar todos los peldaños que la separaban del primer piso de
aquella enorme casa, y no dijo una sola palabra hasta que se encontró
de frente a nosotros.
– No me iré. – Repitió.
Era extraño verlos a los dos, uno frente del otro, de ese modo. Él la
observaba, con los ojos llenos de una suplica diferente a la que había
utilizado con su hermana. A Nessie la miraba con el miedo que solo
puedes sentir cuando estás por perder a alguien que no es un
miembro de la familia.
Él, que había profesado amor por ella, ahora la estaba desplazando de
todo, tratándola exactamente como todos los demás. De esa forma
que mi hija odiaba que la trataran...
Como una niña tonta, que no sabe lo que hace. Simplemente algo que
había que proteger porque no tenía la mínima idea de cómo hacerlo
por si misma.
Pude darme cuenta de lo herida que estaba mi hija por las palabras de
su amigo.
Una última lágrima cayó desde sus hermosos ojos y se deliró por su
mejilla. Como había hecho en su habitación, se apresuró a secársela
con la mano.
– Por favor, Ness, no queremos que creas una cosa así... – Repitió
Alice, que se adelantó hacia ella.
De seguro fue esa misma sensación de ira lo que lo guió a hacer lo que
pasó a continuación.
Tomó a Raphael por el brazo, sujetándolo con evidente fuerza, tal vez
demasiada.
Los dos vampiros se miraban el uno al otro, con los ojos dorados
brillando con intensidad. Como esperando a que el otro hiciera el
primer movimiento.
Solo eso bastaba, una mínima señal para que toda esa maldita tensión
que se había originado tras la huida de Renesmee se convirtiera en
una lucha hecha y derecha entre mi esposo y el otro vampiro.
Secretos.
Quizás no tenía sentido que fuera esa situación... pero lo cierto es que
no me importó en ese momento.
Aunque no quería pelear con él, pero el instinto salvaje que dominaba
mi cuerpo en ese momento, me guiaba a hacerlo.
No, ella no era nada de eso. Tal vez simplemente tenía razón. Había
reaccionado del mismo modo que lo había hecho con Bella, tantos
años atrás, cuando era humana.
Sabía que Bella comprendía muy bien la postura de nuestra hija, pero
las cosas eran diferentes ahora.
Tal vez.
Era fácil culparlo, a él y a ella por el cambio de mi hija. Sabía que eso
era absurdo, pero en ese momento de confusión, no me importó ser,
por primera vez, incoherente.
¿Por qué estaba tan presente en la mente de los tres? ¿Quién era ese
chico y que había pasado con él?
Pero lo que estaba en primer plano en mi mente era la habilidad de
Malenne.
¿Cómo era posible algo así? ¿Cómo aquella pequeña vampiresa era
capaz de realizar esas cosas?
Las dos estaban enfrentadas, había entre ellas algo de dos metros, y
el cuadro que representaban era hasta fantasioso.
Estaba muerta, eso era todo lo que podía ver a través de esas escenas
inconexas.
Brad, también muerto... Ella había hecho lo posible para salvarlo, pero
al final, no pudo contener más la determinación de los superiores...
– ¿Por qué una señorita tan hermosa como usted está solo bajo ésta
tormenta tan intensa? – Preguntó en italiano, con suavidad.
“Por favor... Dios, si de verdad merecemos algo de esta vida, has que
vuelva, has que regrese a mi lado...”
“¿Qué haré ahora con todo lo que sé? ¿Puedo contárselo así nada
más?”
Él no contestó, solo se sentó a su lado, con toda la intención de
acompañarla.
Malenne bufó.
No parecía un vampiro.
Las ojeras bajo sus ojos eran de un violeta demasiado intenso, y sus
ojos estaban negros como jamás ella había visto en un vampiro.
No me dejó ver nada más. Todo lo que siguió fueron escenas cortas.
La estreché, más por cortesía que por otra cosa. No quería iniciar una
nueva tensión.
Él solo asistió una vez, e hizo un gesto que demostraba que todo era
parte del pasado. No estaba atento a nada más que no fueran sus
cavilaciones.
– ¿Qué es lo que ha pasado allí que pudiste ver todo eso? Malenne
nunca pensaría en esas cosas conscientemente para que las
averiguaras...
Y entonces lo vi.
Era una imagen en la cual su amigo, estaba con una vampiresa. Pelo
negro, rizos color azabache.
– Nunca seré madre, papá. – Contestó con una media sonrisa. – Así que
tal vez nunca lo entienda, y por eso jamás abandonaré el papel de
niña caprichosa.
Ambos reímos.
Lo más extraño fue ver a Alice que se deslizó detrás de mi esposa, con
una expresión muy compleja y difícil de interpretar.
– Edward... – Susurró. – Vi que Raphael y Malenne se pelearán en unos
pocos segundos... no tengo idea de por qué, pero ésta a punto de
pasar.
La seguimos.
Pude ver en su mente el pánico que la envolvía. Pero no era por ella
que sentía miedo. Había visto al igual que todos en esa habitación, lo
cerca que estaba su hermano de descubrir eso que ella se había
empecinado en ocultar.
La muerte de Julia.
Se culpaba.
Raphael, que hasta entonces había tenido una gran dificultad para
mantenerse de pie, no pudo más. Cayó al suelo de rodillas, e incluso
pareció que su cuerpo se destruía en miles de fragmentos diferentes.
Pero no, lo que se había hecho añicos era su mente, su corazón, y
todas esas emociones que tenían tanto tiempo dentro de su cuerpo.
Liberaron un veneno añejo y maligno, que destruía demasiado rápido
todo aquello que tocaba.
– Perdóname, hermano... – Dijo Malenne acercándose a él. Se agachó a
su lado e intentó ayudarlo a levantarse. Vi en su mente la necesidad
que tenía de abrazarlo, de consolarlo. Pero eso no formaba parte de
los planes de él. El roce de las pétreas manos de su hermana lo sintió
como una llama ardiente.
Pero ésta vez, no era Malenne la que nos hacía permanecer así. Ella
estaba demasiado absorta en todo el asunto como para prestar
atención a otra cosa. No, lo que nos mantenía con los pies fusionados
al suelo, era la misma sorpresa.
La mujer que lo había hecho revivir, la niña hermosa que ahora sentía
que amaba, también había formado parte del engaño más grande que
había sufrido en su vida...
La desilusión.
Otra Visión.
Era difícil, porque no había nada que pudiéramos hacer para evitar
que las cosas fueran diferentes. Cada suceso se había relacionado con
el otro de una forma tal, que resultó imposible que todo terminara
como lo hizo.
Por fin había despertado de ese largo sueño en el que había estado
hundido.
La mentira.
¿Cómo una sola persona podía ser dueña de tanto poder? ¿Cómo esa
pequeña vampiresa era capaz de todo aquello? No parecía lógico...
Aunque...
Edward había sido testigo del dolor interno de Raphael, lo sabía por la
forma en la que movía su cuerpo... en los pequeños gestos que tuvo a
lo largo de la conversación que los Blancquarts acaban de tener.
Era masoquista. Bueno, tal vez esa no era la palabra correcta, pero si
la que dejaba ver que él jamás iba a poner un tope. Iba a dejarse
consumir por la culpa, el resto de la eternidad.
“No volverá...”
Pero el rostro de Edward dejó muy en claro que eso no iba a pasar.
No podía decir nada. Ese momento era tan íntimo entre ellas dos, que
incluso me sentí una intrusa.
La noche era cerrada, y las estrellas no aparecieron en el cielo en
ningún momento.
Contuve el aliento.
Contuve el aire, presa de horror. ¿Cómo era posible que esa visión se
haya generado de un segundo al otro? Eso significaba que estaríamos
allí... Que estaríamos rodeados de gente muerta...
– Puede ser... – Convino. Cerró los ojos una vez más. – Aunque no
puedo asegurarlo, todo es muy confuso.
– Creo que lo mejor sigue siendo que tú y Malenne vayan hacía Denali.
– Empezó Edward a planear nuevamente. – Pueden ir con Tanya, pasar
unos días allá, y luego, cuando nosotros estemos seguros de que no
pase nada aquí, nos comunicaremos y nos reuniremos en Forks.
– Ese era el plan inicial, antes de que supiéramos que tenías amigos
vampiros. – Contestó Alice, a lo que Renesmee no pudo objetar nada.
Todo había sido como una reacción en cadena, y quien resultó más
perjudicado fue el vampiro de cabello rojizo, que había terminado por
enterarse algo que jamás había pensado que averiguaría.
Miré a Edward, que de seguro pensaba lo mismo que yo, y como una
decisión unánime y tacita, no respondimos.
Mi esposo sonrió.
– Eso parece. – Contestó él. – Por eso creo que lo mejor sería que
Renesmee fuera unos días hacía su casa, mientras nosotros
averiguamos bien aquí que es lo que esta pasando.
Más silencio.
Renesmee la observó.
Me sentí extraña.
Envueltos por esa paz que solo puede generar estar cerca del ser que
amas con toda tu alma. No importaba lo que el destino, el futuro o lo
que sea nos deparaba. Éramos conscientes de que las cosas eran
peligrosas, y de que podían ponerse mucho peor de un momento a
otro, pero la fe era lo único que podíamos tener en ese momento. Sin
ella no serviría de nada los momentos de planeamiento que habíamos
tenido. Sin ella no importaba lo mucho que pudiéramos alejar a
nuestra hija de nosotros, o las palabras de aliento que nos diéramos a
nosotros mismos. Sólo tendríamos que acurrucarnos con miedo y
esperar que lo peor simplemente pase.
Cuando nos quisimos dar cuenta, eran casi las seis de tarde, tiempo
de ir hacía el aeropuerto y realizar el primer paso de nuestro plan.
– Entonces, creo que no tenemos nada más que hacer aquí. – Dijo
Alice, que se había encargado junto con Malenne de cerrar la mansión
Blancquarts.
Aunque luego de un rato, pude entender que no eran esas cosas las
que le daban el brillo a esa casa. Esa sensación de que todo estaba
iluminado se había ido con Raphael, que había partido triste hacia la
realidad, esa realidad donde Julia estaba muerta. Malenne, que amaba
a su hermano, y lo protegía, irradiaba también esa energía que sólo el
amor puede generar.
Nunca hubiera creído que la podría llegar a ver tan vulnerable. Había
pensado que Malenne era una chica fuerte, que las cosas que había
vivido, y el poder con el que contaba la había curtido, que era una
muchacha simplemente avasalladora y con la cual no quieres tener
problemas.
Por eso sus motivos. Por eso esa personalidad efervescente, por eso
ese animo tan jovial todo el tiempo, con la cual disfrazaba su madurez
prematura, la que había alcanzado muchos años antes de lo que
hubiera debido. Por eso ese control sobre su hermano, por eso
muchas cosas.
Sabía que era vanidosa, incluso algo malvada, si esa era la palabra,
pero así como no tenía duda de eso, también sabía que quería a mi
hija con sinceridad, y por eso, podía dejarla en sus manos.
El tiempo se agotaba y no teníamos nada más que hacer allí.
Tal vez fue por esa meditación por la que no reaccioné de inmediato a
lo que mis sentidos me estaban mostrando.
Alta.
Muy hermosa, como todo inmortal.
– ¿No te das cuenta, papá, quien es? – Interrogó nuestra hija con la
voz tomada por el miedo.
Pabli
Prefacio
Y entonces, cuando creía que nada podía ser peor, La realidad se
distorsionó.
Ni tan hermoso.
Todo dejó de cobrar sentido en el momento que entendí que tal vez no
sobreviviría.
Furia
Había sido una mortal hermosa, eso nunca lo había tenido en duda,
pero ahora, convertida en inmortal, era preciosa, simplemente parecía
una diosa griega, irradiando belleza.
Nunca había visto un par de ojos tan intensamente rojos. Sin contar
los de mi madre, cuando recién despertó del sueño agónico de tres
días que le dio la inmortalidad que tanto había deseado.
Esa no era la ropa con la que sabía que había desaparecido. Vestía
una chaqueta de color negro, con unos pantalones que sabía que no le
gustaban, porque siempre me había dicho que los jeans rasgados no
eran su estilo, unos zapatos bajos que tampoco eran de su agrado,
porque a pesar de ser alta, amaba usar tacos altos.
Más de dos semanas habían pasado, en las cuales no había tenido una
sola noticia de ella, pensando y volviendo a pensar en las cosas
terribles que podría haber sufrido...
Era como el ruido que emite un televisor cuando se queda sin señal.
Monocorde e insoportable.
Bueno, estaba viva, eso era lo bueno, lo que dentro de todo eso podría
llegar a causarme algo de alivio, pero ¿Tenía que estarlo de esa
forma?
Mis padres eran vampiros, y no podría estar más feliz por ello. Eso
significaba que no estaba destinada a despedirme de ellos, como sí
pasaría con mis abuelos humanos, o el resto de la manada...
Pero, ¿Michelle?
Mi tía Rosalie siempre decía que ser vampiresa era para ella como una
maldición, un castigo. Que su final como humana habría sido
afortunado si hubiera terminado muerta, y no convertida.
Ellos eran los tres miembros de mi familia que estaban en una especie
de conflicto interno por su condición, aunque de hecho estaban
contentos con lo que la inmortalidad les había dado.
Algo me decía que tenía que acercarme. Me decía que caminara hacia
ella y habláramos, pero sabía que no me lo permitirían. Ni siquiera en
el más liberal de los días de mis padres, algo así pasaría.
Lo hizo tan rápido, y con tanta eficacia, que sabíamos que no había
posibilidad de que los humanos lo hayan visto. Para ellos,
seguramente fue una explosión como cualquier otra, que podría pasar
en cualquier lugar.
No hubo tiempo para que nadie se girara a ver el origen del ruido que
destrozó el muro cristalino, porque todo se volvió un caos demasiado
rápido. Los pedazos de vidrio roto rebotaban en el suelo, creando un
sonido agudo, y un eco un poco menos intenso cuando los pequeños
fragmentos en lo que se partían chocaban también contra la superficie
plana del piso.
No respiraban.
Más allá, una pareja de unos treinta años. Ni en la muerte habían
querido separarse. Sus cuerpos estaban deshechos, pero sus manos
se mantenían juntas, como un signo de que ni la muerte puede
destruir al amor.
Y eso era todo lo que podía ver, no importaba hacia donde girara.
¿Qué culpa tenían las personas de ese lugar? ¿Por qué ellas tenían
que pagar con sus vidas? Si era a mí a quien quería aquel o aquellos
que habían trasformado a mi mejor amiga humana en esa maquina
asesina. ¿Por qué no simplemente venir directamente?
Sino el fuerte olor a sangre que comenzamos a sentir todos, una vez
que todas las demás emociones desaparecieron. Una certeza de que
yo misma, y mi familia, podíamos convertirnos en una nueva fuente de
terror entre los humanos que agonizaban en el suelo, y los que
estaban desesperados por escapar.
Pero ahora...
Por eso había corrido, incluso antes de que el primero de los cristales
tocara a uno de los humanos.
Una vez afuera, donde el viento era frío y perseverante, pude inhalar
algo de aire fresco. Eso mitigó bastante el dolor de mi garganta, pero
no logró relajarme del todo, el aroma a sangre estaba presente en
todos lados, aunque no tan fuerte en ese lugar.
– Mamá, ¿Estas bien? – Quise saber. Ella era un vampiro joven, tanto
como yo, por lo que en ese momento, que tenía la mente despejada,
pude darme cuenta de que mi padre la sostenía a su costado, era
porque ella no quería sentir el olor.
– Sí, hija. – Musitó entonces. – Creo que sí. Todo ha sido demasiado
fuerte...
Era una verdad que todos ya sabíamos, pero que ahora, que veíamos a
Michelle transformada en una de nosotros se convertía en algo
indiscutible.
Había accedido a viajar con Malenne solo para darles el gusto, pero ya
tenía organizado un plan, uno en el que no pensaba de modo
consciente, porque sabía que mi padre podría verlo. Pero mi
intención, desde el mismo momento en que dije que sí a volar a
Denali, había sido volver a Juneau lo más pronto posible, no me
importaba que tuviera que hacer para lograrlo.
– Todos los vuelos han sido cancelados hasta nuevo aviso. Repito.
Todos los vuelos han sido cancelados hasta nuevo aviso. – Decía la
mujer con voz monocorde.
Mi padre dudó.
Solo una tonta semi humana que se creía capaz de defenderse sola.
Demonios.
La conocía demasiado bien. ¿Cómo había sido capaz de hacer algo así?
Habían muerto niños de la edad de Diane... ¿Cómo no se había
opuesto a realizar esa carnicería humana?
De tanta destrucción.
– Demasiado. – Convine.
Si sabían que Michelle era mi amiga, desde luego también sabrían que
él lo era... y no tenía fe en que fueran a ser amables... porque ellos
me buscaban a mí... le ocasionarían daño a todo aquel que estuviera
relacionado conmigo...
Destruirme.
¿Por qué tenía que dejar que en el camino hacía a mí destruyeran todo
lo que encontraran a su paso...?
Siempre había creído que ella amaba a su hermano con total entrega,
pero ahora, lo que veía era completamente diferente.
Tenía razón...
Escape.
Mi madre lo observó, con esa mirada que les daban las esposas a sus
maridos cuando han dicho algo que no deberían delante de los niños.
El gesto me molestó, pero no dije nada. No tenía ánimos para discutir,
no con ellos. Con nadie, en realidad.
Supuse que había sido siempre más fácil para mí, que había madurado
a lo largo de todos esos años. Aprender siempre es más sencillo
cuando eres pequeño, y tu mente puede adaptarse a circunstancias
externas.
Medité. Eso fue todo lo que hice durante esas horas de oscuridad.
Cuando faltaban poco más de diez minutos para las dos de la mañana,
escuché las palabras que sabía que serían mi boleto a la salida.
– Iré a dar una vuelta, necesito saber que todo esta bajo control. – Dijo
mi padre. – Quedarnos quietos no nos ayudará para nada.
La charla giró, entonces, sobre algo que ya había pensado, pero sobre
lo que no había querido dar muchas vueltas.
– ¿Acerca de qué?
– No, estaré más tranquila sabiendo que ella esta con ustedes... – dijo
mi madre. – Aquí no pasará nada. Alice, ve con ellos.
Esperé unos minutos más, hasta estar segura de que mi padre se haya
alejado lo suficiente del apartamento, o por lo menos hasta que
estuviera lo bastante lejos como para que mi mente no fuera un
blanco fácil dentro de su campo de percepción.
El poder.
Su rostro hizo una mueca de contrariedad que logró darme más pena
por ella.
Al parecer sólo había venido a este mundo para complicarle la
existencia.
La respuesta era obvia. No sería nada sin ella. Sólo un ente incapaz de
nada. Mi madre me daba todo con solo sonreírme. Era un ser tan
importante para mí.
Cada uno toma las riendas de la vida que desea para sí. Los demás
podemos intentar guiarlos, darles nuestro punto de vista más
imparcial, apoyarlos, pero nunca obligarlos a nada.
Por eso había adoptado esa medida, y ellos no podrían hacer nada
para evitarlo.
Respiré profundo el viento que soplaba. El paso que estaba por dar no
tenía retorno alguno.
Si deseaba que todo acabara, esa era la única forma que veía posible.
¿Cómo no me había dado cuenta antes de que ese rastro del que tanto
hablaban podría haberse tratarse de Michelle...?
Pero cuando era humana ese aroma a jazmín no había sido tan
intenso. Tal vez por eso se me había pasado por alto. No había
imaginado que ese efluvio del que hablaban podría pertenecerle.
Me di cuenta de que desde que desapareció hasta que la volví a ver la
había dado por muerta.
Ahora era tarde para eso, como para tantas otras cosas.
Mi culpa por todo lo que había pasado era demasiada como para dejar
que estuviera solo por allí. Si alguien le hacía daño por mi causa, eso
sí que sería demasiado. No podía garantizar tener éxito, porque si
había decidido irse, ya tenía más de un día de ventaja.
Corría a todo lo que las piernas me permitían. Hacía tanto tiempo que
mis instintos más básicos no eran liberados. Esa sensación de poder al
deslizarme a una velocidad imposible para un ser humano, permitir
que mis sentidos se agudizaran por completo... todas las cualidades
que me hacían diferente a las personas que habían estado
rodeándome, exceptuando a mis mejores amigos.
Otra cosa que no había tenido en cuenta, era el hecho de que Raphael
era un rastreador, y que podía no solo localizar a la persona que
deseara… sino también huir de aquella que intentaban encontrarlo.
Muriendo.
Era inútil…
No había nada que no fuera negro y amorfo.
Caminó como si estuviera dando un paseo los casi cien metros que nos
separaban, luciendo hermosa y diabólica al mismo tiempo.
Había sido una humana preciosa, pese a los complejos que sabía que
había tenido. Su nueva piel de alabastro casi brillaba en la oscuridad,
tal era el contraste que generaba con la noche cerrada en la que nos
encontrábamos. Sus rasgos vampiricos eran arrebatadores, y su porte
era completamente diferente. Se erguía por completo cuan larga era,
caminando con un andar que podría calificarse como danzarín, pero
que era un poco más brusco e incluso sensual.
– Siempre hay otra opción... Tú no eres así. – No entendía por qué era
capaz de conversar con tanta calma, al fin y al cabo, estaba segura de
que no estaría sola, y que pronto llegaría el verdadero culpable detrás
de todo ese gran desastre.
La caza
Quise gritar, llorar, incluso patalear, pero las acciones que hubieran
podido demostrar mi pena, no aparecían por ningún lado. Se habían
ido, y me habían dejado muda, simplemente sufriendo. En ese
momento, en el que me sentía tan sola en el mundo, incluso esas
muestras habrían sido una compañía.
No había más rastro que esas asquerosas cenizas del muchacho que
sabía que me había amado demasiado, que había muerto intentado
protegerme, y ahora reposaban ante mí...
Esos recuerdos eran lo más preciado que tenía ahora, lo único que
demostraba que Raphael había sido real.
Pero tenía otra prueba, el dolor profundo y sordo que carcomía hasta
el ultimo rincón de mi cuerpo de piedra, acompañado con el acido
implacable de la culpa.
Pensé en Malenne…
¿Qué haría con ella? ¿Cómo se supone que podría poner en palabras
esa noticia tan grave?
Era irónico que ella, justamente ella, me dijera que lo sentía, porque
había colaborado con los malditos que lo habían matado.
– No mientas, Michelle. – Le dije mirándola a los ojos. Ya no me
importaba nada. No me importaba que las personas que me
acechaban se encontraran cerca, no me importaba que incluso ella,
con su fuerza demoledora de neófita, pudiera borrarme del mapa. Yo
no sabía luchar, no lo suficiente, por lo menos. Había jugado con mi
tío Emmett muchas veces, pero eso no era real. – Si lo sintieras no
estarías aquí, haciendo todo lo que haces... Realmente no comprendo
como una persona puede cambiar tanto.
Casi reí con amargura. “Tú no lo entiendes...” Esa era la frase que
todo el mundo usaba conmigo. ¿Realmente era tan estúpida?
¿Qué quería decir con eso...? Lo único que pude entender era que la
estaba obligando a comportarse así.
– No hacía falta mucho sentido común para darse cuenta que estaba
interesado en ti. Siempre lo estuvo, incluso antes de que todo esto
pasara. Me daba rabia lo mucho que te miraran todos. Yo estaba a tu
lado, pero nadie se fijaba en mí… No solo tenías que tener pendiente
de ti a todos los hombres de la universidad, sino que también al más
hermoso. – Convino. – Pero estar enamorado de ti le costó un precio
muy alto. Hoy quedó claro en cuanto se negó a entregarte...
– Raphael y Malenne… ¿Qué no sabes decir otra cosa? ¿Por qué tanta
adoración, Renesmee? – Preguntó. – No han hecho nada por ti.
No contesté.
– De modo que no hay que ser muy inteligente, Renesmee. – Dijo luego
ella. – Tus amigos te ayudaron a lastimarlo. Debo agradecerte que
hayas hecho eso por mí, en serio.
Su rostro se envaró.
– ¿Por qué eres una gran combatiente tus padres vinieron corriendo
en cuanto sintieron mi olor por Forks? No me hagas reír, por favor.
– Ellos tienen razón, Renesmee. – Me miraba a los ojos, con todo ese
brillo escarlata concentrado en mí. – ¿Por qué te esfuerzas en hacerte
la fuerte? Aceptar que eres un bebé tonto sería mucho más fácil. Si lo
hubieras hecho antes, tal vez tu amigo no sería un puñado de cenizas
en este momento…
La razón me decía que hiciera algo, que escapara. La única forma que
veía posible era luchando con Michelle, derrotándola.
Matándola.
– Eso no te importa… – Murmuré. Quise mirar hacia otro lado, para que
su mirada y la mía no volvieran a cruzarse, pero si lo hacía, iba a
encontrarme con las cenizas que reposaban sobre la nieve, y de
verdad no deseaba hacerlo.
– Quiero saber, porque... ¿Para que lastimar tanto a una persona? Es
decir, tú tienes a ese tal Jacob, que ahora que lo pienso, ¿Es humano o
vampiro? No entiendo tu desesperación por alguien que no significó
nada para ti.
– ¡No te atrevas a decir que él no significó nada para mí! ¡No tienes
idea de lo que estas hablando!
Podía ser más fuerte, pero no más rápida que yo, lo sabía. No había
heredado esa prodigiosa forma de correr de mi padre en vano.
La empujé con toda la fuerza que era capaz, y voló unos cincuenta
metros por el camino por el que había venido. Se puso de pie
rápidamente, y retomó la guardia, mientras observaba a su alrededor
cualquier posible acercamiento de mi parte, que ahora me encontraba
a unos cien metros al sur, evaluando mi próximo paso.
Temí estar soñando, porque reconocía ese efluvio, una vez que me
tomé el tiempo para respirar, luego que la sorpresa por todo lo que
había pasado me permitió retomar el ritmo de mis inspiraciones.
No podía hacerlo, porque si los abría, y no era él, el dolor volvería con
mayor poder, del todo decidido a destruirme.
Su rostro perfecto fue lo primero que pude ver al enfocar los ojos en
lo que tenía en frente. Mi visión periférica me permitió darme cuenta
que Michelle observaba todo, de pie a unos veinte metros de
nosotros. Estaba inmóvil, dándose cuenta que su mentira había caído.
– Claro que lo estoy. – Dijo, enfocando sus ojos dorados en los míos,
que no podían creer que él estuviera ahí, conmigo. – ¿Por qué habría
de estar muerto?
– Ella… me dijo que los restos de ceniza que están allá… eras tuyos.
Que te habían asesinado las personas que me perseguían.
No lo sabía.
Simplemente lo era.
El deseo no parecía acabarse jamás. Bajé desde sus labios llenos hacía
la perfecta forma cuadrada de su mandíbula, y recorrí con los boca
todo el largo que me llevaba hacia su cuello helado.
El gimió con deseo y eso logró impulsarme más por ese camino
prohibido en el que yo sola me había metido.
Esta estúpido decir que lo sentía, pero aún así, el habito pudo por
encima de todo lo demás.
– Realmente, lo siento mucho. – Musité. – No diré que no quería
hacerlo, porque sería mentir. Lo deseaba mucho más de lo que estaba
dispuesta a aceptar.
– No te eches la culpa, por favor. – Pedí. – Al menos por una vez, deja
que me haga cargo por completo de mis responsabilidades.
– Bueno, bueno, bueno... – Dijo ella con la voz destilando ironía. – Pero
que escena más conmovedora. La parte en la que la semi
vampiresaidiota se da cuenta de que siente algo por el perdedor de su
amigo, que la ama a pesar de que ella no lo elegirá...
Pero no era como las otras veces que lo había dicho, cuando en
realidad no era nadie el que se acercaba hacia nosotros. Esta vez,
pude sentirlo.
Al final de cuentas, era algo que esperaba. Algo que sabía que podría
llegar a pasar.
Ese era el final de todo. La espera había terminado por fin, ahora
entendía el por qué de muchas cosas, pero también surgía la incógnita
de saber que era lo que ellos querían, porque su modo de actuar había
sido completamente distinto en el pasado.
Tal vez esta vez había cambiado el hecho de que no tenían excusa
alguna, porque en verdad, no había un motivo aparente para que ellos
me persiguieran.
– Jane. – Murmuré.
– Renesmee Cullen, por fin estamos frente a frente. – Dijo con su voz
de niña y su sonrisa petulante. Sabia que detrás de esas palabras
había un rencor oculto. Su hermano, Alec, nos observaba con el rostro
sereno. Sabía que no tomaría cartas en el asunto, porque su hermana
era la que llevaba el mando cuando estaba de excursión.
Raphael se interpuso entre ellos y yo, protegiéndome, pero no sabía
que era inútil, ambos estábamos condenados.
XXXII
Verdades.
¿Ama? ¿Ella se hacía llamar Ama? Quise reír con amargura, mostrarme
irónica ante esa demostración. Hacerle saber que ella no era ama de
nadie, solo otra marioneta más en una guardia llena de gente
malvada. Porque si en verdad era tan poderosa e imprescindible, ¿Por
que no era un miembro de la familia? Simplemente no lo merecía, no
era lo suficientemente buena para ellos.
– Por fin nos conocemos, Raphael Blancquarts. – Dijo ella con voz
monocorde, no había nada que pareciera entusiasmarla, aunque
estaba observando a mi amigo con un leve interés. – Veo que no hay
vampiro en esta tierra que se le resista a este engendro. ¿En serio
estás dispuesto a morir por ella?
– Solo te da rabia que no puedas usar ese asqueroso don con ella. – Le
dije entre dientes. – ¡Ella es más fuerte y poderosa que tú...!
– ¡Detente! – Grité. – ¡Para! ¡Él no tiene nada que ver con esto!
– No... Tal vez él no, pero sí su hermana. – Dijo Alec, para mi sorpresa.
Su voz era muy parecida a la de Jane, solo un poco menos infantil y
aguda.
La mente se me detuvo en seco. ¿Qué Malenne tenía algo que ver con
que ellos quisieran cazarme y matarme?
En efecto, solo pasaron unos segundos antes de que esas dos figuras
se volvieran una realidad en la noche de luna que nos envolvía. La
oscuridad había desaparecido gradualmente en los últimos momentos,
como si quisiera que nuestros momentos finales estuvieran lo más
claro posible.
Me espantó.
– Vaya, así que la neófita sirvió para algo al final de cuentas. – Dijo
Félix. Luego miró a Michelle como si fuera un perro sarnoso.
Sus risas y sus palabras despectivas me dieron una ira que nunca
había sentido hasta el momento. Sabía que no era contrincante para
ellos. Mi fuerza y mi velocidad de vampiresa no me servirían de nada.
Raphael era alto, como yo, y también musculoso, pero ese monstruo
era solo un digno oponente de mi tío Emmett. La punzada de pánico
me pincho de nuevo en el pecho, sabiendo, temiendo, cual podría ser
el resultado de esa contienda.
El vampiro se retiró
– ¿Qué tiene que ver Malenne con todo esto? – Preguntó entonces.
– Tiene que ver con el hecho de que ella debe ser una Vulturi. –
Respondió Alec esta vez. – La hemos estado rastreando desde que
pertenecía al grupo de los vampiros alemanes. Muchos han muerto, y
los que quedaron no la recordaban, pero logramos hacer que su
memoria volviera…
Su presencia en Juneau.
Bingo.
Por fin todos los detalles encajaron de una manera súbita y perfecta.
– En efecto, al llegar aquí, nuestra prioridad era hablar con ellos.
Cualquier vampiro estaría contento y fuera de sí por pertenecer a
nuestro selecto grupo. – Continuó Alec, mientras Raphael y yo
bufábamos al mismo tiempo. – Pero nos encontramos con una
sorpresa...
Era obvio que era un don mucho más preciado que el del mismo
Dimitri, que ahora temía por su permanencia en la guardia, y por lo
importante que sería, en comparación con Raphael, a los ojos de Aro,
Cayo y Marco.
– Según tengo entendido hace siete años tuvieron que huir corriendo
para salvar la cara, Jane. – Dijo mi mejor amigo. – Eso demuestra que
no son tan fuertes como crees. Y tu amo lo sabe, sabe que en
cualquier momento todo su imperio – remarcó con sarcasmo la
palabra. – caerá solo. Si no hacen algo para fortalecerse, pronto los
vampiros más reacios a ser sometidos por su dominio se levantarán, y
los Vulturis se transformarán en un recuerdo antes de lo que piensan.
Créeme, Jane. No intentes pesar de una forma individual. Deberías
seguir los consejos de tu amo. – Se burló. – No eres más que una
estúpida que cree que esta en la gracia de alguien. Sólo te ve como un
arma, nada más, y tú lo sabes, no te engañes. No te auto convenzas
que tienes madera de líder. Todos aquí sabemos que no.
Algo que todos sabíamos que podía ser fatal. Para ella, y desde luego
para nosotros.
– Eso no explica por qué a todo lo demás. – Dije. – ¿Por qué Michelle?
La miré, y ella desvió su mirada de mí. Quizás estaba mal hablar como
si ella no estuviera allí, pero quería la verdad. Sólo eso, nada más.
– Por qué sabíamos que ella era importante para ti. Supimos de la
discusión que tuvieron. No tienes idea de lo fácil que fue espiarte,
Renesmee Cullen. Eres tan idiota, tan presumida e infantil. Al principio
queríamos que desconfiaras de tus amigos, que pensaras que fueron
ellos. Pero esa parte del plan salió mal. Estabas con ellos cuando la
transformé. – Continuó. – Hubiera sido genial que te alejaras de los
Blancquarts, y si ellos comenzaran a dudar de ti, también sería fácil
contactarnos con ellos y reclutarlos, pero no. Las cosas salieron así, y
al final, fue mejor. Tus padres llegaron y desconfiaron de ellos, lo cual
fue una nueva arma para usar a nuestro favor...
¿Cómo sabían todo aquello? ¿De verdad estaban más cerca de lo que
hubiera podido imaginar jamás?
Dimitri se acercó, una vez más, esta vez, con toda la intención de
atacar, esta vez en serio.
Corrió hacía mi amigo una vez más, que dio un giro y se posicionó en
su espalda y lo tomó por atrás.
Un sonido metálico rasgó el aire. Cerré los ojos para evitar la escena.
Félix corrió hacia su espalda, pero Raph fue más rápido y mucho más
inteligente.
– No eres más que músculos sin cerebro. – Le dijo antes de escapar de
la emboscada que seguramente planeaba hacerle.
Sencillamente insoportable.
Pude ver a la mujer que me dio la vida erguida cuan larga era, con el
rostro desencajado por la ira. Ahora que el dolor había desaparecido
por completo, pude percatarme también del manto casi imperceptible
que me cubría, y que me resguardaba del don de Jane.
– Nunca más hagas algo así… – Pidió con la voz marcada por la agonía.
– No tienes idea de lo que he sufrido en estos últimos minutos.
Él era ligeramente más rápido, pero ella contaba con sus visiones, que
la ayudaban a saber que era lo que planeaba hacer incluso antes de
que el mismo Demetri lo supiera.
Era como un enorme juego de dominó, si caía una pieza, caerían todas
las demás que se encontraban a su lado.
Claro que iba a ser todo lo posible para dominarse, cualquier neófito
lo haría si el precio a pagar por una falta era tan solo un segundo de
ese dolor insoportable.
Sentí pena, mucha pena por ella. No se merecía ese fin que había
tenido, porque que hubiera sido malvada conmigo no justificaba su
desaparición, y su transformación no solo en vampiro, sino en un
monstruo. Ahora, a pesar de que el caos me envolvía y me arrastraba
hacía no tenía idea donde, no pude echarle la culpa por todas esas
cosas.
No se me ocurría nada más que hacer. Mi madre era más fuerte que
yo. Era una vampiresa, no podía comparar mi fortaleza a la de ella.
Por eso mismo, intentar liberarme era una completa y llana estupidez,
solo lograría que me diera otro cachetazo.
¿Qué te hace pensar que sus promesas tienen valor? Cuando has visto
que ha matado a tantas personas sin la mínima culpa... En cuanto ya
no le seas útil, te desechará, como aquellas rameras que estuvieron
antes que tú... No eres la primera a quien le hace juramentos de amor
eterno... ha vivido miles de años más que tú.
Raphael rió con arrogancia. ¿Cómo era capaz de percibir todo eso?
Nuevamente no respondió.
Corrí, a toda la velocidad a la que era capaz rumbo hacía mi tía, que
no encontraba modo alguno de escapar. No podía permitir que un
miembro de mi familia sufriera daño alguno.
Tal vez sola no podría vencerlo, pero con Alice allí, las cosas
cambiaban.
Me adelanté una vez más, sólo para tener el placer de golpearlo. Mis
manos sujetaron fuertemente la que le quedaba, y en un giro certero,
la desprendieron del resto de su brazo.
Mi tía lo rodeó de nuevo, tan pequeña y grácil solo como ella podía
hacerlo. Lo encerró, ambas lo hicimos, y supe en ese momento, que
todo había acabado para él.
Lo vi nuevamente en su mirada.
Uno menos.
Giré, lista para poder hacer algo, para percatarme, que Michelle había
tomado parte en la batalla.
– ¡Ven aquí...! – Gritó mi amigo. – Tú pagarás tan caro como todos los
demás.
Era un cobarde.
Estaban equivocados.
– ¡Cuidado! – Gritaron todos, pero fue muy tarde para que pudiera
hacer algo para defenderme.
– ¡Hija! – Gritó mi padre, y se acercó hacía mí. – ¡Por favor, dime que
estas bien!
– Sí. – Afirmé. Era cierto, no me sentía mal, solo que había una
sensación muy fresca en la mordedura. – Acaben con ellos. ¡Ahora!
– ¡Mátala! – Supliqué.
Asintió.
Ira.
Él no pudo hacer otra cosa más que obedecer. Caminó hacía ella con el
pánico tatuado en el rostro.
– ¿Te das cuenta, Jane, de que esto será lo último que hagas en tu
vida? – Malenne sonrió. Todos la mirábamos. Mis padres con el
semblante tenso. Su poder los atemorizaba. Alice contemplaba la
escena con asombro, y Raphael con una emoción difícil de descifra...
¿Era miedo?
– ¿Me quieres hacer un favor? – Dijo con dulzura. Le sonrió con todo el
brillo de su perfecta dentadura.
– Desde luego que sí. – Él estaba evitando que sus labios se movieran,
pero le era inútil.
Los ojos de Jane reflejaban pavor, pero eso no bastó para que me
conmoviera. Sabía lo que iba a pasar, y a pesar de que era cruel,
deseaba verlo.
Malenne terminó de dar los pasos que los separaban. Tomó su rostro
entre sus manos, y lo acunó con ternura.
– Adiós... – Se despidió.
Ya no pude más...
Estaba muriendo...
– ¡No hables así...! – Dijo mi padre. – ¡Por favor, Renesmee! ¡Dime que
te mejorarás!
Se sentía helado. Nunca en toda mí vida había sentido frío, esa era la
primera vez.
Todos me miraban.
¿Quién dijo que las lágrimas eran la fiel imagen del dolor? Esos cinco
pares de ojos no las derraban, pero estaban tan súbitamente tristes,
que me partieron el alma.
Giré el cuello.
– Tía, dile al tío Jasper que también lo amo, y que lamento no poder
ayudarlo con las reparaciones de la motocicleta que le prometí.
– Malenne... – Susurré.
Le sonreí.
– ¿Raphael? – Pregunté.
– Perdóname, por todo, por ser una idiota... por permitir que cada
segundo que estuvimos juntos generaran una confusión en ti... Te
amo, pero no de la forma en la que te gustaría, o en la que me
gustaría, también.
XXXIV
Comprensiones.
Si hubiera…
El frío se había ido a otra parte, y también el calor. Una de las cosas
que me hacía desconocer este cuerpo, era que la familiar presencia
del fuego había disminuido, mas no desaparecido. Todavía estaba
presente, pero no de la misma forma que antes, cuando todo a mí
alrededor producía un cosquilleo extraño, al percibir mi ardiente piel.
Era tonto pensar que así sucediera, y no es que lo hiciera por vanidad,
ni mucho menos. Pensaba en ello porque deseaba que así fuera.
Deseaba que todos aquellos que dejaba atrás pudieran continuar con
su vida, sin sufrir. Tal vez eso era imposible desde varios puntos de
vista, porque cuando un ser amado te abandona, es absurdo no sentir
el dolor, la sensación de perdida…
Mis padres… ¿Qué sería de ellos? Había prometido que los cuidaría
para siempre, pero no los veía, sea cual fuera el lugar donde me
encontraba, no los veía por ningún lugar.
Pero si eso era la muerte, no parecía tan malo, ni tan bueno. Era algo
completamente inexplicable, porque algo me decía que todavía estaba
viva.
Estaba viva...
¡Estaba viva!
Quise abrir los ojos, pero todavía era demasiado pronto, temía perder
el escaso control que había adquirido. Me enfoqué de nuevo en todo lo
demás, en las acciones inconcientes que me dominaban,
concentrándome en lo que sentía, en lo que podía captar.
Expiré fuerte, una vez que las sensaciones de mi rostro volvieron por
completo. Era agradable sentirse nuevamente como un ser vivo. Las
privaciones sensoriales eran aterradoras, más incluso que el dolor.
Ninguna más.
– ¡Mama! – Gemí. Escuché mi voz, no era como siempre. Era algo más
pastosa, no tan musical como de costumbre.
O estar muerta.
Pero...
Razoné un segundo.
– ¿Uno esta muerto? – Pregunté. – Los restos que ya estaban allí, los
que ella me dijo que eran de Raphael...
– Sí, eso parece. – Informó mi padre. – Pero aún queda uno más, y tú
amiga no esta segura de lo que pasó con él, tal vez lo mataron, tal vez
no...
– Que yo soy tu madre, y que debo aconsejarte, pero no decidir por ti.
– Ahora estaba más confundida, que antes. Ella debería tener en
consideración que estaba hablando con una persona que recibió una
mordedura ponzoñosa. – Mis errores del pasado no tienen por qué
afectarte a ti, y menos las consecuencias de ellos. Si crees que amas a
Raphael, no debo pensar en el mal que podría producirle a Jacob, solo
porque ya lo he visto sufrir antes, por mi causa…
Perdí la paciencia.
Aparte del brillo del color del sol en los ojos de mi amigo, pude ver, de
nuevo, todas esas emociones difíciles de explicar, pero que tienen
como nombre genérico “Amor”. Había tantos modos de amar a una
persona, que era imposible darles forma y etiquetarlos a todos.
Amaba a Raphael, no del modo en el que él hubiera querido, pero aún
así, lo amaba.
– Has despertado. – Dijo él, tan contento por ello, su voz sonaba tan
llena de felicidad por el solo hecho de verme a los ojos.
Sonreí.
– Es sólo eso, una conjetura, pero tú tía nos ha contado de Nahuel, ese
mitad vampiro que conocieron hace unos años, y creemos que esa
puede ser una clave, aunque no es nada seguro, solo probabilidades...
– Continuó Raphael.
Tenía razón.
Y entonces, todo cobró sentido, pero dejé que continúen para poder
entender todo a fondo.
– Bueno, todo este tiempo pensamos que tú y ellos tenían una gran
similitud genética, pero ahora, nos damos cuenta de que no es así. –
Siguió mi madre. – Ellos cambian todo el tiempo... su material
genético es inestable, completamente imprevisible. Eso les permite
transformarse de humanos a lobos, y viceversa. ¿Puedes verlo? ¿No
has notado que nunca se enferman? Eso también es una respuesta
inmune. Su piel es tan gruesa, y su temperatura tan alta, que al
ingresar cualquier agente, se quema. Pero aún así, siguen siendo más
humanos que tú. La inestabilidad los hace vulnerables, y la ponzoña,
vista como un virus, produce cambios enormes, modificaciones tan
grandes, que altera por completo el cuerpo. Si nuestra teoría es
correcta, ellos mueren porque no resisten las modificaciones, al ser su
organismo tan complejo, cualquier alteración puede hacerlo colapsar,
no porque tengan veinticuatro pares de cromosomas. Apostaría que,
si tomas a un queliute que nunca se ha convertido en lobo, este se
trasformaría en vampiro sin menor complicación...
– Entonces, ¿Eso será todo? – Pregunté por última vez. – ¿Una especie
de infección, y todo vuelve a la normalidad?
– Eso es todo lo que tenemos por ahora, y esperemos que sea lo que
ocurra, no contamos con otra teoría... – Dijo mi padre. – Aunque,
generalmente mis teorías suelen resultar ciertas. – Sonrió, mi madre
puso los ojos en blanco, un gesto que no hacía a menudo, no era
propio de ella. También sonreí, era genial saber que todo estaba bien.
Mi padre me observó.
Claro que quería hacerlo. Necesitaba tener una charla con ella, ahora
que todo había terminado. Tal vez, en esta situación, completamente
diferente, podría llegar a entender los motivos que la guiaron a
realizar esas acciones.
– Claro. – Dije.
– ¿Es mucho pedir que sea a solas? – Preguntó en voz baja, y mirando
al suelo.
– Has visto de lo que soy capaz... – La suavidad con lo que decía solo
podía dar más temor de lo que podrían generar si fuera una amenaza
abierta. – No quiero escuchar una sola palabra fuera de lugar, un solo
movimiento extraño o cualquier otra cosa sospechosa. – Suspiró
teatralmente. – Serás un montón de cenizas en un segundo, y créeme,
no será un embuste... Será realidad.
Separación.
Era perfecta.
Suspiré, triste por ella. Aunque sabía que todo lo peor, ni siquiera
había empezado.
– Quizás para ti, sigo siendo la misma basura que antes, pedo debía
explicártelo. – Dijo luego. – Si no hacía algo, mataría a mi familia…
mataría a mi pequeña hermana, y eso… realmente lo siento. –
Escondió el rostro en las manos. – Cuando estábamos luchando, me
preguntaste como había hecho para provocar la muerte de esos
niños… y me dijiste si no veía el rostro de Dee en ellos. – Se
estremeció. – Sí, los vi, veía a mi hermana en cada uno de esos
pequeños, y créeme, hubiera preferido morir antes de hacer algo así…
pero ellos no querían matarme, no al menos antes de que terminara
todo. Su amenaza constante era que matarían a mi familia… Tal vez tú
no lo veas como un motivo suficiente para hacer todo lo que he hecho,
pero dime, ¿Cómo hubieras actuado estando en mi lugar?
– Mis padres son las personas más buenas y comprensivas que podrías
encontrar en tu camino, amiga. – Era revitalizante poder llamarla así.
Ella sonrió levemente ante mi palabra. – En cualquier caso, ya lo
veremos…
¿Era demasiado tonto pensar en que algo entre ellos podría llegar a
pasar en algún momento?
– ¿Qué pasó con Tanya y los demás? – Pregunté entonces. – ¿En Forks
ya se han enterado de todo?
Malenne se sorprendió.
– Todavía no lo he decidido del todo. – Dijo algo perturbada. – Al final
de cuentas, Raphael también debe estar de acuerdo.
El aire tenso se disipó con la misma facilidad con la que había llegado,
era como si mi tío Jasper estuviera presente en la habitación, y con su
don, manipulara mis emociones, y la percepción que tenía de todo.
Pero no, no era mi tío, eran ellas, que se esforzaban porque todo
pareciera marchar bien. Me subestimaban si creían que me tragaría
esa puesta en escena.
Para mí.
Lo poco que quedaba del día comenzó desvanecerse frente a mis ojos,
mientras me negaba a aceptar lo que pasaría pronto.
– Ella querrá venir con nosotros... – Dije, feliz por la idea. – Me dijo que
no deseaba estar sola, y me parece muy cruel dejarla a su suerte.
Quería verlo, con todas mis fuerzas. Habíamos pasado tres meses
separados por mi egoísmo y mis infantilismos, algo que nunca me
perdonaría. No dudaba de lo que sentiría al verlo, como me dijo mi
madre unos días atrás, para nada. Sabía que al momento de perderme
en sus ojos oscuros, todo estaría intacto, perfecto. Lo que me causaba
culpa, era saber que yo no había mantenido inmaculado mi amor, y él
sí. Mi Jacob había permanecido en Forks, velando por su padre,
apoyándome tácitamente en esa aventura que yo misma me había
impuesto. Ahora, que tal vez contaba con la madurez suficiente, me
daba cuenta que mi petición inicial nunca había tenido ni pies ni
cabeza, pero igualmente no me arrepentía, porque a pesar de todas
las consecuencias desastrosas a largo y corto plazo, había conseguido
dos amigos excelentes.
Aunque el termino “amigos” tal vez abarcaba muy poco. Con Malenne
había conseguido una hermana. Y con Raphael... mejor era no
etiquetar nuestra relación, porque ninguno de los dos podría llegar a
definirla, pero, en principio, los amigos no se besan.
– Creo que no... – Comentó ella. – Porque esa noche no había viento, y
creo que mi aroma no le llegó, lo vi muy de lejos, pero si a la distancia
suficiente para que me asustara...
Lo extraño fue, esta vez, que cuando me estaba por subir a mi coche,
mi padre me dijo con tranquilidad que abordaba en BMW de Raphael,
algo que no hubiera esperado.
Había dado por hecho que nos acompañarían a Forks, tal vez ese era
el deseo desesperado de mi mente, pero sus planes eran otros.
Se acercó y besó mi frente, con la ternura con la que solo él era capaz.
El gemido que despidió no podía ser otra cosa que una muestra del
dolor que le causaba alejarse.
Reencuentros.
Esos últimos meses habían sido tan intensos. Había compartido con
ellos tanto, que sentía que los conocía de toda la vida, como si
siempre hubiesen formado parte de mi historia. Habían sido esas
clases de relaciones que se viven de un momento a otro, que inician
sin una causa certera. Habían llegado tan de repente, en un vuelco
por completo inesperado a mi monótona y algo triste vida en Alaska, y
lo habían transformado todo. Como si fueran ángeles enviados desde
el paraíso para hacer más llevadera mi estancia allí. Y ahora se iban,
con la misma facilidad con la que llegaron, dejando su huella y este
dolor.
– ¿De verdad creen que Aro no vendrá también por nosotros? – Quise
saber.
Era ilógico que se mantuviera cerca, ¿Para qué venir a Forks conmigo?
¿Para ver como me casaba y era feliz con otro? ¿O es que,
inconscientemente tal vez, esperaba que él y Jacob se convirtieran en
mejores amigos? Claro que no… la idea, de no ser porque estaba
completamente triste, hasta me habría hecho reír de lo imposible que
parecía. Como ya sabía desde hacía tiempo, tenía que admitir que no
lo merecía ni como amigo, incluso eso era mucho para mí.
Pero esa no fue la única revelación que obtuve, hubo una más, la que
me decía que no debía volver a cometer los mismos errores. A partir
de ahora, no volvería a hacer algo sin meditarlo lo suficiente, pues
todo me decía que ese era mi lugar, Forks, y lo había abandonado
movida por razones tontas…
Estaba en mi hogar…
La mesa del comedor era una pieza maciza, de madera oscura, labrada
con detalles de rosas y otras florituras, tenía un aspecto antiquísimo,
en comparación con los otros muebles más modernos de la casa.
La pieza había sido adquirida hacía unos años, cuando mi madre y
Emmett rompieron una la anterior jugándose un pulso. Lo bueno, era
que era enorme, por lo que los nueve podíamos estar reunidos a su
alrededor sin menor problema.
Nadie contestó a ello. En parte porque era raro que mi tío favorito
dijera esas cosas, él era más proclive a los riesgos absurdos y a las
tonterías sin sentido.
– Prometimos no recriminarles nada, Emmett. – Siguió hablando mi
abuelo. – En cualquier caso, lo bueno es que todos están bien, nadie
ha salido lastimado.
– ¿Realmente esos dos chicos son tan poderosos? – Quiso saber Jasper.
– Los dejó inmóviles y los torturó por unos momentos. Humilló a Jane y
obligó a Alec a que la matara. Gritaba, suplicaba que no lo hiciera,
pero él no pudo contra el poder de Malenne, no hay forma de
resistirse a ello, la destrozó en un segundo, a su propia hermana… –
Finalizó mi madre. Su tono de voz estaba completamente libre de
compasión. Nadie podría tenerla por esos dos seres tan malvados, ni
muertos de la peor forma posible podía arrancar un sentimiento noble
en nosotros. – Y luego lo mató a él.
– Claro que se los dijimos, pero ellos no quisieron, creían que de esa
forma, Aro no tardaría en volver a la carga. Malenne temía que si se
quedaban, pronto no solo los Vulturis, sino también otros vampiros
nos atacarían por su causa. – Relató. – Esta convencida de que debe
estar sola. Incluso intentó que Raphael viniera con nosotros…
Eso era cierto, y era lo justo. Ellos no debían estar separados, nunca.
– Sigo sin entender como una persona puede tener tanto poder… –
Meditó mi abuelo Carlisle. – Es decir, la dominación como don… Nunca
lo hubiera imaginado, y he visto cosas raras en todos los años que
tengo sobre este mundo.
El vampiro con cabellos color del sol meditó durante unos segundos.
– Eso es impresionante. – Dijo luego. – No puedo contestarte con la
verdad absoluta, porque cada don funciona de una forma
completamente diferente a otro. No hay una matriz que seguir, o algo
por el estilo. Verás, como tú sabes, – Continuó. – La mayoría de los
dones son mentales, juegos mentales que realiza el poseedor del
talento, a los otros. Nadie puede entrar en tu cabeza, ni siquiera ella.
Pero existe una diferencia, ella no juega con la mente… – Hizo una
pausa, eligiendo las palabras. – Ella la convierte en parte de sí, por
eso logra que los demás hagan lo que desea, la convierte en una
extensión, y el por eso no se rompe la conexión… Es realmente
poderosa… – Entornó los ojos. – Me hubiera gustado mucho
conocerlos, parecen dos personajes realmente misteriosos.
Fue el sonido de una carrera la que me dio las esperanzas, una carrera
de alguien que se acercaba a toda velocidad desde la dirección de La
Push. Mi corazón comenzó a batir con una candencia irregular, como si
supiera con extrema exactitud lo que pasaría pronto.
Mis piernas se movieron solas hacía el patio de atrás, donde sabía que
estaría él...
Él.
Negó con la cabeza, con lo cual entendí que no había nada que
perdonar, y estaba equivocado, sí debía perdonarme una cosa, una de
mis acciones más tontas e infantiles...
Ese tiempo tan corto, tal vez poco menos de veinte segundos, me
resultó una eternidad, pero valió por completo la pena en cuanto lo vi
de nuevo.
Jacob, mi Jacob.
Seguía perdida en ese mar oscuro y precioso que eran sus ojos,
encandilada por su presencia. Acerqué mis labios a los suyos, con una
necesidad tan urgente, como sofocante. Si no lo hacía lo antes
posible, moriría de dolor y desesperación. Nuestras bocas se
encontraron en mitad de un camino que ambos recorrimos al mismo
tiempo, ansiosos porque pasara lo inevitable.
Un fuego mucho mayor se extendió por mí, como una necesidad tan
básica como respirar, como lo era el agua para un pez. Necesitaba de
él tanto como la arena dependía de la marea para sentirse
acompañada, sentir que alguien vela por ella, para darse cuenta de
que no esta sola en la playa. Deseaba que él y yo estuviéramos
eternamente juntos, amándonos hasta el final de los tiempos...
Ya creía eso. Había muchas cosas que contar, y varias otras que
confesar. Una sobre todo.
– Tal vez no sean buenas, pero debo contártelo todo de igual modo,
sólo así podré estar tranquila conmigo misma.
Podría haber esperado un poco más, desde luego, pero algo me decía
que cuanto antes, mejor. Porque si esperaba, corría con el riesgo de
terminar por callar, y eso era algo que no estaba de acuerdo en hacer,
Jacob merecía conocer la verdad desde el principio, y hacerlo después
equivaldría a que fuera una doble traición.
Planes.
Ahora, no tenía una sola pista por la cual guiarme, estaba tieso como
una escoba, y me contemplaba con sus ojos oscuros surcados por una
emoción, que dentro de mi complejo de culpa, me pareció despecho.
No esperaba compresión desde el primer segundo, aunque creo que
había tenido la vaga esperaza de que, en cualquier caso, me
perdonaría indiscriminadamente, pero en ese momento, sus perfectos
rasgos morenos no evidenciaban eso ni por casualidad. Había hecho
algo que justificaba por completo que no me perdonara, o que se
tomara su tiempo para hacerlo, al final de cuentas, había cometido
una falta grave, y merecía una buena reprimenda por ello, tal vez días
sin verlo. Ahora que estábamos juntos de nuevo, estaba por completo
segura que una nueva separación, en la que él se alejaba de mí, me
dolería mucho.
– ¿Qué otra cosa puedo hacer, aparte de oír todo lo que tengas para
decir, Renesmee? – Inquirió escogiéndose de hombros. Estaba dolido,
eso era algo obvio, algo que me carcomía el pecho mucho más de lo
que hubiera podido imaginar. ¿Que hubiera dado por seguir besándolo
y decirle que lo amaba, convencerlo por ese medio de que realmente
no había significado algo realmente importante para mí…? Sin
embargo, esos no eran los medios para hacerlo, porque habría sido
utilizar su necesidad de mí y todo lo que había tenido que soportar en
los últimos meses, a mi favor. Si me iba a perdonar, debía hacerlo
pura y sinceramente, sin que medie otra actitud.
Decidí que lo mejor era continuar con mi historia, esa que él debía
saber. No estaba al corriente de si, igualmente, me exoneraría, al final
de cuentas, nadie me había obligado a hacerlo, y no era tan cínica
como para echarle la culpa de las cosas a Raphael, diciendo que él me
había besado y que yo había sido la victima en esa situación… Algo me
decía que, tarde o temprano, y a pesar de que los hermanos
Blancquarts me habían dicho que me dejaban para siempre, el
encuentro entre Raphael y Jacob, se materializaría en algún momento.
No podía ser tan brusca con él, por lo que cuando lo apreté más a mí,
intenté no lastimarlo. No escuché ningún tipo de quejido, por lo que
continué liberando toda la fogosidad que se encontraba encerrada.
Mis ansias eran casi incontenibles, mi cuerpo temblaba de placer, y lo
recorría una sensación muy parecida a un escalofrío, que a su paso
dejaba una necesidad mayor de tenerlo conmigo para toda la
eternidad.
– ¿Y qué ha pasado aquí en todo este tiempo? – Pregunté una vez que
me encontraba resguardada por sus brazos, encontrándonos ambos
recostados en el suelo que utilizábamos de lecho.
– Te has perdido de muchas cosas, eso es algo seguro. – Comentó
sonriendo. – Mi viejo ya está bien, Carlisle le dijo que ya podía hacer
vida normal hace un par de semanas. Y también hay otra cosa, Seth se
imprimó.
– Me siento muy feliz por él... – Contesté. Seth era un muchacho muy
cariñoso y bueno, merecía lo mejor. – Me gustaría conocer a la nueva
chica lobo.
Ahora que eso había quedado atrás, debía, no tenía otra opción, re
acostumbrarme a mi antigua vida. No lo veía como algo malo, pero sí,
de cierta forma, difícil. Tomé la mano de mi prometido, al momento en
el que comenzamos a deslizarnos por el prado oscuro que nos
envolvía.
La visión de un padre con respecto a sus hijos puede ser tan alejada
de la realidad. Ellos me idealizaban, y aunque siempre había sido
consciente de ello, ahora me daba cuenta de lo mucho que eso había
condicionado mi forma de ser. No era su culpa, en todo caso, sino
parte de la vida. Había tomado una decisión apresurada al irme de
casa. No vi que había terminado de madurar sólo físicamente y que
ese no era el momento para las aventuras, sino para comenzar el
verdadero proceso de crecimiento, todavía faltaban muchos años para
que comprendiera a la perfección lo que era ser un adulto
responsable.
Nos recostamos los dos en ella, y nos dedicamos a mirarnos por unos
segundos. No nos besamos, porque sabíamos que todos estaban
abajo, y no queríamos que se armara otro escándalo.
– Pienso en… mis amigos. – Musité por fin. – Realmente los extraño…
Él intentó ser compresivo. Sabía que no estaba muy a gusto con ello,
pero como me amaba, lo aceptaba.
– No te entiendo. – Confesó.
– Raphael y Malenne son vampiros muy poderosos, Jake. – Dije por fin.
– ¿Te lo han dicho ya mis abuelos y tíos?
Lo medité un segundo.
Juntos...
Sí, formando un solo ser, siendo dos partes de un todo. Pero la parte
racional que todavía quedaba en mi cuerpo, escondida detrás de toda
la pasión liberada por el resto, me reclamaba que si no era capaz de
ser madura para tantos aspectos importantes de la vida, tampoco lo
era para eso. Antes de implicarme en esas cosas, había muchas otras
que resolver, y no hacerlo de esa forma, sólo era sumar un concepto
más a mi lista de estupideces.
Me detuve.
Genial.
Lo medité.
– Sabes muy bien que no… – Dije, con la sonrisa todavía en los labios. –
Si intentas hacerlo, te arrancará la cabeza.
– Lo mismo que la mía sin ti, Jake. – Contesté a pesar de todo. – Algo
vacío.
Era un ser tan perfecto. Decir que lo amaba era insultar lo que sentía
por él. El sentimiento era demasiado profundo. No podía creer como
había llegado al punto de irme, sabiendo que todo estaba allí, en mi
corazón.
Que ilógico que parecía la idea. Nunca había deseado ser madre, y no
es que ahora se hubiese transformado en una necesidad, pero el
supuesto me causaba ternura. Sin embargo, no me imaginaba para
nada en ese papel, sobre todo teniendo en cuenta que, hasta donde
sabía, no podía tener hijos. Tal vez, luego de todo lo que había pasado
con la ponzoña y las demás cosas, no sonaba como algo tan
inverosímil.
Darme cuenta del precio que tenía que pagar para hacerlo me hizo
sentir un cansancio existencial, demasiado poderoso, por completo
diferente a uno común y corriente.
Preparativos.
Todo pasó con tanta rapidez, que nunca habría podido decir que ese
lapso de tiempo, y todos los acontecimientos, se sucedieron en un
poco más de un año.
Debía admitir que dejar el pueblo en el que nací no había sido nada
fácil. El cambio era para bien, para nuestra seguridad, y sobre todo,
para mayor tranquilidad.
Todos estábamos triste, no sólo yo. Forks nos había dado tantos
buenos momentos, que dejarlo a nuestras espaldas era algo que nadie
quería hacer.
– Claro que lo haré... – Dijo con la voz melancólica. – Pero esto también
es parte del proceso. Lo he aplazado casi diez años, es tiempo de que
Charlie aprenda a vivir sin mi.
– Sí, al principio, creo que será lo mejor, para que no sea tan brusco
para él. Luego iremos disminuyendo las llamadas, las visitas... y
finalmente, no podremos verlo nunca más...
Abandonar Forks fue mucho más duro que cualquier otra cosa que
habría podido hacer jamás. Sólo una vivencia la superaba en
comparación, pero la diferencia en ella era que me habían
abandonado, yo no dejaba a nadie en esa ocasión.
El viaje no era muy largo, sólo dos horas siguiendo la carretera, que
teniendo en cuenta la velocidad con la que manejaba mi padre, se
transformaron en poco más de cuarenta y cinco minutos.
Por suerte, aunque Hoquiam no era tan lluvioso como Forks, sí tenía la
cantidad suficientes de días con cielo cubierto.
Supe en ese momento quien estaba detrás de todo aquello, pero antes
de que pudiera hacer o decir algo más, la culpable habló a mis
espaldas.
– Tal vez algún día vuelva a verlos, realmente eso es lo que deseo… –
Comencé. – Pero por ahora, no quiero nada que me los recuerde, ni
tampoco quiero saber nada sobre su futuro, a menos que sea algo por
completo grave, cuestión de vida o muerte. Sino, todo atisbo que
tengas de sus vidas, por favor, no lo compartas conmigo…
– Hace tiempo que nos dimos cuenta que has madurado muchísimo,
Renesmee. – Me contradijo ella. – Si tienes una razón, de seguro es
aceptable.
Saltó tan grácil como siempre, y besó mi frente con aire maternal.
– Faltan varios meses para eso… – Musité. – Es bueno saber que no hay
dudas con respecto a él.
– Claro que sí. – Convine. – Pero quiero que todo este a mi cargo. –
Sentí su desilusión. – Pero prometo que en caso de que se escape de
mis manos, serás la primera a la que pida ayuda.
Eso logró animarla un poco, aunque debería haber sabido que iba a
procurar que todo estuviera dentro de mis posibilidades.
Hoquian era un bello lugar para vivir, tranquilo y sobre todo familiar,
no me sentía una intrusa. No había forma en la que pudiera agradecer
más que se encontrara tan cerca de Forks, porque Jacob me visitaba
todos los días, y juntos recorríamos ese nuevo sitio, que era del todo
nuevo para mí, mas no para él, que conocía toda la extensión de la
península.
– Con todo... – Musitó. – Ha sido un gran cambio para ti, y no sé, tal
vez es una idea mía, pero has cambiado mucho desde que regresaste
de Alaska.
Rió. Me hizo sentir muy contenta lo mucho que lo hacía feliz ese
acontecimiento. A mi también lo hacía, después de todo, era algo que
deseaba tanto como él, una necesidad que nacía desde lo profundo de
mi corazón.
Mi primer recorrido había sido, sin duda, mucho más incomodo que
aquella primera vez que ingresé a la Universidad. Era una localidad
pequeña, por lo tanto, la gente se conocía casi por completo, lo cual,
había sido perfecto para que en cuento me vieran, todos se quedaran
observando como tontos, y comenzaran a comentar con la primer
persona que se cruzara en su camino.
– ¿En que puedo ayudarla, hija mía? – Había preguntado una vez
recuperado del estado de shock.
– Espero con todas mis ansias estarlo. – Dije. – Por eso he venido a
verlo.
Había visto a Jacob por última vez esa mañana, para seguir la
tradición de que el hombre no debe ver a la novia desde veinticuatro
horas antes de la ceremonia. Mi “despedida de soltera” era una
reunión de mujeres… Mi padre, mis tíos y mi abuelo, habían ido de
caza, por lo que nos dejaron la mansión sólo para nosotras.
Sonrió.
– Mareada, con ganas de huir… – El sonido a campanas doradas de su
risa se escuchó por toda la habitación. – No quería casarme… todas
aquí son testigo de ello. La idea del matrimonio siempre me pareció
algo así como “el beso de la muerte”, por lo menos eso lo fue para tus
abuelos, pero, – Dudó. – debo admitir que luego fue algo que me gustó
mucho, no imagino mi vida sin esta sortija.
Esa parte de mi mente que parecía más mi enemiga que una aliada,
me susurró:
Jacob no era vengativo, y mucho menos cruel. Sabía que no “me las
pagaría con misma moneda” simplemente era algo que percibía.
Pero no quería pensar en eso, porque estaba cien por ciento segura
de que no pasaría.
No podía decir si mi madre estaba tan o más nerviosa que yo, pues
había adquirido el mismo hábito involuntario de su esposo, entrando y
saliendo de mi lugar de confinamiento. Llevaba puesto un
espectacular vestido largo de color azul oscuro, que dejaba por
completo al descubierto su espalda perfecta, y se apretaba a su
hermoso cuerpo de sirena. Su cabellera caía como una cascada caoba
sobre sus hombros esbeltos.
– Realmente pensé que tendría que esperar mucho tiempo más para
este momento, hija. – Anunció con un tono de voz nervioso. – Mírate,
estas incomparablemente bella. – Mamá... – Susurré. – Gracias por
todo... Por ser la mejor del mundo, por darme la vida, por permitir
todos y cada uno de mis caprichos... Te amaré por toda la eternidad...
Mi padre compuso una cara extraña, sin duda fruto del mismo
desconcierto que yo no pude manifestar en ese momento.
– Te ves... hermosa. La criatura más perfecta que mis ojos hayan visto
jamás. – Dijo el nuevo ocupante del lugar.
Me petrifiqué al escucharlo.
– ¿Raphael? – Pregunté.
XXXIX
La Boda
¿Qué significaba todo aquello? ¿Era una ilusión? Tal vez un sueño del
que todavía no había despertado, quizás, aún me encontraba en mi
despedida de soltera, y había sucumbido ante el cansancio, y ahora
sólo estaba en el mundo de Morfeo, y él, Raphael, era un mero invento
de mi mente. Había estado reprimiendo por tanto tiempo el recuerdo,
que ahora mi inconsciente había buscado otras formas de salir a la
superficie.
Me hubiese gustado creer que esa voz en mi cabeza mentía, pero los
ojos de Raphael estaban iluminados por una luz tan especial, que tuve
que darle la razón a ese irritante y traicionero eco de mi inconsciente.
– ¿Qué haces aquí? – Logré preguntar una vez que pude encontrar mis
labios de nuevo, dentro de toda esa gran confusión.
Él dudó ante todo eso que no podía demostrar, ante mi aparente falta
de emoción por su llegada.
Quise decir que pasara, pero en cierta forma, Raphael tenía razón,
quería disfrutar de la compañía de cada uno por separado. Además, de
cierto modo, todavía me sentía dolida con Malenne por obligarme a
dejarlos en el aeropuerto, había pasado más de un año, sí, y para ese
momento ya debería de haberlo superado, pero sin embargo, no podía
evitar pensar que hubiese podido buscar otras formas de hacerlo.
Tenía tantas preguntas que hacer, tanto que saber… ¿Dónde habían
estado? ¿Qué habían hecho…?
Él sonrió, encantadoramente.
– Tendré que hablar con ella muy seriamente luego de que todo esto
termine…
Era ella…
Malenne…
Se acercó lentamente, aún sin decir nada. Nos miramos a los ojos, y
los de ella, al igual que los de su hermano, también estaba con un
tono impactantemente dorado.
– Sabes muy bien que sólo lo hice por tu bien… – Contestó con un tono
lastimero.
Y era cierto, claro que lo sabía, por lo que, a pesar de que hubiese
querido estar mucho más tiempo enojada con ella, no pude evitar
decir“al diablo con esto” e ir casi corriendo hacía Malenne, mi mejor
amiga, la única que me conocía y comprendía por completo.
Nos estrechamos en un abrazo profundo, ese que sólo te das con las
personas que son como una parte de ti, como de tu familia.
Pero lo cierto era que no había nada que disculpar. Yo no era nadie
para juzgarla, ni ella estaba obligada a darme explicaciones de todo.
Sólo bastaba el simple hecho de que ahora, estábamos juntas de
nuevo.
Reí.
– Prométemelo. – Susurré.
Llevaba puesto un vestido que sólo podía quedarle bien a ella, ya que
nadie podría haberlo lucido con semejante clase y sensualidad al
mismo tiempo.
La tela se veía muy suave y casi transparente, pero no era vulgar bajo
ningún concepto, era difícil establecer si era apropiado o no para una
boda, los nervios no permitían que aflorara mi sentido de la moda,
sólo podía decir que me gustaba mucho, a pesar de todo, pues era de
un color dorado suave, que se apretaba a su cuerpo esbelto con
vehemencia, resaltando absolutamente todas y cada una de sus
curvas perfectas. Tenía un escote muy atrevido, que casi no dejaba
espacio a la imaginación, y era bastante corto, apenas pasando los
muslos.
– Lo sé, lo sé. – Contesté, más para mi misma que para él, porque
necesitaba encontrar valor desde alguna parte de mi cuerpo.
Fue una tortura llegar hasta él, porque todo mi cuerpo hubiese
querido que corriera, que avanzara con toda mi velocidad vampírica
hacía mi futuro esposo, pero no podía, había decidido que todo sería
tradicional, y así lo haría.
No podía ver otra cosa que no fuera a él, que tenía el rostro que se
encendía de pura dicha y emoción, si hubiese visto el mío, apostaría
mi vida que también reflejaba exactamente esa emoción, como un
reflejo.
No sé cual de los dos desvió primero la mirada, sólo sabía que esa
conexión se rompió de repente.
Mi otra amiga me miró a los ojos, y sonrió. Era bueno saber que a
pesar de todo lo que había pasado entre nosotras, podíamos tener
una buena relación. Le devolví el gesto, feliz.
– Sé que no puedo hacer nada para que las cosas cambien, y eso me
molesta.
– No tienes idea del susto que nos pegamos cuando tu padre llamó
diciéndonos que te habían mordido, Nessie. – Dijo una vez que estaba
cerca. Era lógico que sacara el tema a colación, no habíamos hablado
de ello, pero luego simplemente se dedicó a observar la sala decorada
con ese estilo tan único y también a mí, para agregar. – Mírate, estas
encantadora. Me alegra que seas feliz, sobrina, el amor no es algo
sencillo de encontrar, pero a ti se te ha dado tan fácil, ojala todos
pudiéramos saber desde el primer momento cual es la persona que
guiará nuestro destino.
Ella sonrió con un aire pesimista. Daba toda la idea de que ya se había
rendido con respecto a ese tema.
– Tenía que pasar en algún momento. – Musitó despacio, sólo para que
yo pudiera oírlo.
En ese momento, deseé con todas mis fuerzas que se abriera un pozo
en el suelo y caer, porque no podía soportar la tensión que emanaba
Jake, algo que le era imposible disimular debido a su temperamento.
Raph, sin embargo, se mostró mucho más calmado, sin embargo,
estaba por completo segura de que estaba indagando en la mente de
mi marido.
No fue relajante darme cuenta, también, de que en ese momento
todos nos miraban. De repente, los cinco éramos el maldito centro de
atención. Los lobos observaban a mis amigos como enemigos, y mis
padres, tíos y abuelos, nos contemplaban con un aire calculador,
evaluando hasta la más pequeña reacción por parte de cualquiera.
– Jacob, ellos son... – Comencé a decir, pero Mallie fue mucho más
rápida y tomó cartas en el asunto.
Jake intentó sonreír, pero fue más una mueca que otra cosa.
Jacob levantó la mano por tercera vez, y la estrechó casi con violencia
a la de mi mejor amigo. Pude notar que apretó con mucha más fuerza
que a las otras dos, pero Raph no se quejó ni siquiera un poco.
Sorpresas.
Eso fue todo lo que pude pensar en ese momento, cuando los vi uno
frente a otro, con la amenaza implícita en sus voces hermosas.
No, no.
Sin embargo, a pesar de que quería creer que nada sucedería, las
imágenes de ellos dos luchando se colaron entre mis pensamientos.
Rodeándose, cerrándose el paso mutualmente, luchando hasta que
uno de los dos caiga muerto...
Era por completo cierto. Sería infeliz si ese encuentro acababa con la
vida de alguno de los dos, no podría tolerarlo, jamás. Mucho menos la
muerte de Jacob, no, aunque las dos las percibía con el mismo pánico,
algo me decía que si Jacob se atrevía a luchar, sería él el que moriría,
simplemente porque a pesar de ser un ser sobrenatural, también era
humano, y Raphael, como mi padre, mis tíos, o mi abuelo, era un
vampiro completo, una ser creado para aniquilar, esa era la simple
verdad. Sólo necesitaba algo de su fuerza, porque a diferencia de
Jake, él no perdería el tiempo en transformarse en nada. Mi esposo
estaba a mi lado, humanamente indefenso.
Pero era imposible que Raphael hiciera algo así, pensé luego. No, él
no era esa clase de persona. Él pensaba todo el tiempo en los demás,
en no lastimarlos, jamás se le cruzaría por la cabeza el hecho de dañar
a Jacob, por más que lo deseara, algo que sabía que no quería hacer,
porque lo conocía demasiado bien. Además, Raphael me amaba, y
también podía jurar que no haría nada que me lastimara, algo que me
destruiría de una forma que jamás podría llegar a imaginar por
completo.
Sólo podía desear que se soltaran, que ambos dejaran de ejercer esa
fuerza sobre humana en el otro, o mejor dicho, que Jacob lo liberara,
porque era él el que estaba aprisionándolo.
Tal vez Malenne se dio cuenta de ello, porque no pudo evitar decir:
– No se acerquen un paso más... – Musitó casi con un tono
amenazante. – Porque no tienen idea de lo que soy capaz...
Sam, el que estaba más cerca, dudó. Algo en la voz de Malie le dijo
que no estaba bromeando. Tal vez simplemente se debía a que en
realidad lo sabía. Jacob estaba al tanto de lo que mi mejor amiga era
capaz de hacer, y en ese momento, me resultó tonto pensar que Jake
no se lo haya contado al otro líder de la manada, pues el secreto de
los Blancquarts era algo digno de decir.
– ¿Diferente por qué? – Dijo ella. Era evidente que todavía tenía varias
cosas que resolver con los licántropos, y podía entenderla, porque su
hermana había muerte, tal vez, como una consecuencia indirecta, o
como un daño colateral, de la existencia de hombres lobo en Forks,
pero tampoco podía apañarlo, porque si ellos no hubiesen estado, tal
vez Irina estaría viva, pero mi madre no, por lo tanto tampoco mi
padre, y menos que menos yo. – ¿Por qué ninguno de nosotros ha
besado a tu esposa?
– Esta bien. – Aceptó por fin mi nuevo esposo. – Sam, ellos pueden
estar aquí. Son bienvenidos. – La nota resignada de su voz restó
confort a las palabras, sin embargo, era lo máximo que podía esperar
de mi esposo.
Sus hermanos…
Michelle Blancquarts.
Debía admitir que había sido un buen gesto que hicieran eso por ella,
darle ese empujón que pudiera hacerla sentir como parte de ellos,
como un signo de unión. Ahora formaban parte de un mismo
aquelarre, o de una familia, mejor dicho, en realidad eso es lo que
éramos los vampiros que no se guiaban por las reglas normales de
nuestro mundo, como había dicho Garret tanto tiempo atrás, nuestros
lazos no eran frágiles ni esporádicos, sino por completo genuinos y
fuertes.
Era tan evidente que ella sentía algo por Raphael, demasiado obvio.
Me hubiese gustado ir y hacer algo, que ellos se miraran a los ojos, no
sabía, algo, sólo algo con lo que pudiera lograr que las vidas de ambos
se unieran. A pesar de todo lo diferente que parecían, tenían cosas en
común, como el sentido de la familia, o el del sacrificio.
– Sí, tuve más que sólo una idea. Aunque… No iba a pasar nada,
estuve viendo todo el tiempo en sus mentes. En realidad, Jacob sólo
estaba, ¿Cómo decirlo? Inseguro, creo que esa es la palabra.
Era una chica en verdad bonita. Tenía el cabello negro, lacio y una piel
cobriza con un delicado tono caoba que resaltaba los planos de su
anguloso rostro. Su cuerpo era el de una mujer, bien desarrollado y
curvilíneo. Llevaba un vestido color rojo, que le llegaba pasando las
rodillas, estaba espectacular.
– ¿Qué pasó con Malenne? – Quise saber de inmediato. No era raro que
ella se estuviera metiendo en problemas.
– No, nada pasó con ella. – Su expresión era tan divertida que no podía
siquiera imaginarme que era lo que la originaba.
– ¿Entonces?
No pude evitar, bajo ningún concepto, unirme a sus risas una vez que
terminó de decir esa frase.
– Creo que sí, en algún momento. – Musitó con una nueva sonrisa al
mismo tiempo que me hacía girar y lograba que mi vestido hiciera un
bonito efecto, elevándose suavemente.
– Porque esa fue la primera vez que me di cuenta lo especial que eras.
– Sonrió. – ¿Recuerdas cuando te enfrentamos con Malenne? Luego
caminamos hacia un claro en las montañas, y te contamos todo.
Bueno, cuando cayó la tarde, y el ocaso asomó... en ese segundo me
di cuenta que algo había resucitado en el centro de mi cuerpo. Mi
corazón no estaba enterrado en la negrura. Tu luz significó el ocaso de
mis tinieblas, por ti la oscuridad se fue... una tarde, en un ocaso
boreal. Por eso ahora amo a Alaska, porque es el lugar donde nací de
nuevo, gracias a ti.
– ¿Todo esta bien? – Preguntó una vez que me tuvo de nuevo en sus
brazos.
– Eso no pasará.
Todo fue tan perfecto, tan lleno de vida y alegría, que mi cuerpo no
podía procesar lo bien que la estaba pasando.
– Gracias, Raph. – Contestó ella con otra sonrisa. – No sé que haría sin
ti.
– Renesmee tirará el ramo. – Casi gritó Alice. – Así que por favor,
chicas, acérquense para ver quien es la próxima afortunada.
Nunca había asistido a una boda, por lo que no sabía si ese aire
expectante era en verdad el que sucedía, o sólo era parte del intento
de casamiento tradicional que intentaba emular.
Bajé enseguida, para dar por finalizada la velada, por lo menos para
mí y para mi esposo, porque calculaba que los concurrentes estarían
reunidos un poco más de tiempo.
Fue de una gran sorpresa que fueran Michelle y Malenne las que me
ayudaran a cambiarme el vestido de novia. Supuse que Alice había
cedido los honores dada las circunstancias.
– ¡Es increíble lo hermosa que luces! – Dijo Michelle una vez que se
acercó. – No hemos tenido la oportunidad de saludarnos, Renesmee...
– Musitó. Era verdad, cuando habíamos estado frente a frente, había
estado el aire demasiado tensionado. Se acercó a mí con completa
naturalidad, y me dio un calido abrazo. Bueno, lo de calido era
completamente metafórico.
– Escuché algo sobre eso, pero según parece, lo manejas muy bien.
– Supongo que Raphael es mejor compañero con ella que yo. – Declaró.
– Él la ha ayudado todo este tiempo con el tema de la sed, que la
verdad creo que ya lo tenía bastante dominado, y sólo lo ha estado
utilizando como excusa para pasar más tiempo con mi hermano. – Rió
levemente. – Yo la ayudo a mejorar su don... Tiene mucho talento, y
aprende rápido. Realmente es algo muy práctico. Aunque creo que eso
no es lo que querías saber, en realidad. – Tomó mi bolso de mano y lo
depositó sobre la cama. – En resumen... Hago todo cuanto este a mi
mano para que la relación funcione, y ella parece estar de acuerdo en
que lo mejor es que todo se vaya dando con naturalidad.
– Creo que en realidad ella no quiere verme como una hermana, más
bien pienso que aspira a sentirse como mi cuñada. – Susurró, casi yo
no pude oírla, por lo que podía apostar que nadie más lo había
logrado.
No pude evitar ponerme a llorar. ¿Por qué tenían que pasar esas
cosas? ¿Por qué ellos sólo podían estar presentes por momentos
esporádicos y breves?
– Yo también... mucho.
Bajamos juntas, y ya todos los invitados habían formado una fila para
despedirnos en la entrada de la casa.
– Los amo... – Susurré, para luego abrazar a cada uno y correr hacia el
coche.
– Te amo. – Le susurré.
Manejamos sin prisa hacía Seattle. El viaje era un poco más largo
desde Hoquiam, pero a pesar de ello, llegamos con el tiempo
suficiente.
Rió.
– Siempre serás una niña para él. Esa es una idea que tú tendrá que
hacerte.
Dudó.
– Merci, fait partie de notre charme. – Bromeé con ella mientras Jake
observaba no entendiendo nada. La mujer rió con entusiasmo.
Era muy evidente que se estaba dirigiendo sólo a mí, y sin duda, había
interpretado, correctamente, que Jake no hablaba porque no conocía
el idioma.
Los rayos invadían a sus anchas por las paredes del hotel, por el
exterior paradisíaco, que invitaba a la gente a bañarse en las playas, o
que iluminaba a las personas que se encontraban caminando mientras
sus pieles se tornaba morenas, y mientras decoloraba sus cabellos.
– Yo sólo sé, al igual que tú, que te amo, y que quiero sentir esa
experiencia sólo contigo, pero quiero hacerlo únicamente si tú lo
deseas, en el momento en el que realmente lo hagas. No quiero que
hagamos el amor simplemente porque crees que debemos hacerlo
porque nos casamos. – Hablaba apresuradamente. Estaba nervioso, lo
cual lo hacía ver más hermoso de lo que ya era.
– Y no lo quiero hacer por eso... – Me acerqué más a él, lo cual era una
tarea un poco difícil, dado lo próximo que estábamos el uno al otro. –
Tonto Jacob, no me subestimes.
Sentía su presencia en todos lados, con sus besos, con sus manos, con
su piel enfrentada a la mía, con su sexo, mi cuerpo no podía terminar
de procesar todo ese placer, que lo inundaba y lo volvía por completo
loco.
– Lo es… – Dudó. – Pero lo creo así porque sólo estamos tú y yo, no por
otra cosa.
Los días pasaban, en una rutina se me hacía cada vez más deliciosa.
Pasear con él, disfrutar del sol, de la playa durante el día. Caminar en
la noche, explorar, besarnos en el exterior, disfrutar de las opciones
que el lugar nos daba.
Había llamado a casa... una o dos veces. Lo cierto es que estaba tan
sumergida en esa vida, que casi no era consciente del tiempo. Así
pasó el primer mes en el que estábamos de luna de miel. Nunca
habíamos establecido una duración, sobre todo teniendo en cuenta de
que el dinero no era problema alguno.
El primer mes dio paso al segundo, y me había dado cuenta de que las
presas no eran de mucha cantidad y variedad en esa isla, pero ante la
imposibilidad de alejarme de Jake, había comenzado a ingerir comida,
junto con él. Todo era como una burbuja perfecta, y jamás, bajo
ningún concepto, había pensado de un modo negativo en todo ese
tiempo.
Hacíamos el amor todas las noches, con la pasión a flor de piel, con el
ímpetu que, imaginé, tenían todas las parejas durante sus primero
meses de relación. No nos cansábamos de besarnos, de tocarnos, de
sentir el placer que le proporcionábamos al otro, sus gemidos eran
como música para mis oídos.
Desperté esa mañana como otra más. Sabía que pronto tendríamos
que irnos. Estábamos llegando nuestro tercer mes de luna de miel, y
tanto mi padre como mi madre habían reclamado por tanto tiempo de
separación. Además, Jacob debía retomar sus ocupaciones.
Raphael Blancquarts.
Terapia de Shock
Renesmee…
¿Existía realmente una salida para todo aquello? Tal vez quería creer
que sí, que la había, porque su recuerdo estaba tan grabado en mi
memoria y en mi cuerpo, que casi podía decir que la sentía a mi lado…
oliendo el perfume de su piel. Esa esencia tan deliciosa, tan atractiva.
Pero, en todo caso, ¿Quería que eso pasara? ¿Quería olvidarla? No,
claro que no… por más que su recuerdo generara este dolor tan
profundo, no deseaba hacerlo. Pero no era masoquista, no. Quería
tenerla presente en mi mente, porque al mismo tiempo que me
lastimaba, me hacía sentir vivo, me daba un motivo o algo para seguir
adelante.
Quizás soñar que algún día sea mía… pero me reprendía a mi mismo
cada vez que eso pasaba. Ella era feliz con él. Con Jacob… y lo peor de
todo, era que ni siquiera podía odiarlo por ello, porque si él la hacía
feliz, entonces yo no podría aborrecerlo como sí me gustaría. Al
menos hubiese podido distraerme odiándolo a él, en vez de meditar
sobre lo mucho que la amaba a ella. Pero eso hubiese sido tonto,
infantil, y luego de doscientos años sobre esta tierra, no estaba para
esas cosas. No necesitaba más motivos para complicarme la
existencia, pero lo cierto, es que aparecían solos, sin que yo hiciera
nada…
Como este amor, que nació no sabía de donde, porque cuando la vi…
sí, simplemente cuando la vi, no pude hacer otra cosa más que
maravillarme. Y todo lo que había estado reprimiendo, las ganas de
amar, de sentir algo diferente al dolor y la soledad, salieron de mi
cuerpo, y luego de tantos años caminando en la vereda de las
sombras, crucé la calle y corrí bajo el sol… tendría que haberme dado
cuenta que anochecería pronto, o que tal vez, al estar acostumbrado a
las tinieblas, que el calor del astro me quemaría, me llevaría al limite
de la destrucción...
Pero eso era algo utópico… casi imposible, porque en ese momento la
tenía lejos, y ella se encontraba protegida por otros brazos, besada
por otros labios.
No puedes perder algo que nunca fue tuyo… ¿Por qué tanto dolor?
Y tenía razón, claro que la tenía. Porque nunca fue mía, ni por un
segundo. Incluso aunque la besé, incluso aunque probé esos labios
hermosos. No fue mía nunca, por más que mi cuerpo tembló desde su
maldito centro mientras recorría ese rostro con mis labios, su cuello,
mientras acariciaba su espalda o tocaba su cintura. A pesar de todo,
jamás me había pertenecido.
No había nada que hacer para cambiar el destino. Las cartas estaban
echadas desde antes de que ella se cruzara en mi camino. Incluso
antes de conocerla, ya era obvio que jamás sería para mí. Porque
alguien como yo no la merece, alguien que fue tan egoísta, tan
mezquino, no merecía ni siquiera una mirada de ese ángel, ni un
desaire. Quizás las circunstancias, o algún ente superior, la pusieron
ante mis ojos como otro castigo, tal vez, en ese momento en el que
dolor de Julia se estaba yendo lentamente, Dios, o alguien, que creía
que todavía no había sufrido suficiente, la envió para que reviviera un
calvario similar al que ya estaba superando, pero se equivocaron, este
es mucho peor, infinitamente peor.
Pero yo no era la victima, claro que no. Era el estúpido que había
cometido tan sólo errores a lo largo de su vida.
Lo que sea cierto o no, no sabía. Lo único de lo que tenía certeza, era
que podía recordar muchas cosas de ese tiempo pasado…
Me observó colérico.
Se acercó con decisión, y sin decir una palabra, me golpeó con todas
sus fuerzas en el rostro.
Otro recuerdo asomó, tan nítido, que hasta me parecía haberlo vivido
siendo vampiro.
Como un camino que sólo se dirige hacía una única ruta posible,
recordé la última pelea, la que me había llevado a todo ese desastre.
Eso era algo que no podía evitar que me molestara de mis padres.
Sabía que ellos nos amaban, pero el amor entre ellos era incluso
mayor, y a veces, esos sentimientos impedían que actuaran con una
completa responsabilidad… pero claro, yo no era nadie para decirles
esas cosas, esta era su casa, por lo tanto, los que mandaban eran
ellos.
Aturdido, sobre todo porque no veía una razón certera para eso tono
de voz, me puse de pie rápidamente. A pesar de que no me había
perdido una sola oportunidad de desafiarlo en toda mi vida, le temía,
como era costumbre en esa época. El padre inspiraba respeto, e
incluso miedo, y la madre ternura y cobijo.
– ¡Tú tenías que estudiar! ¿Por qué no nos mandaste a llamar con la
sirvienta? ¡Cualquier excusa es buena para no cumplir tus
obligaciones!
Tal vez fue pura suerte que en ese momento nuestros gritos
despertaran a Malenne, que inició un llanto agudo y triste, no era
como los que había emitido antes. Como si fuera perfectamente
consciente de que su padre y su hermano estaban discutiendo. A
partir de ahí, la escena se tornó menos tensa, y miré a mi padre a los
ojos con enojo, y él también hizo lo mismo.
Volví a la realidad.
Michelle era una buena chica, y sólo podía decir cosas buenas de ella,
eso sin indagar en lo que había hecho en el pasado, algo que ella no
quería recordar, y por la cual no la juzgaba. Todos cometemos errores,
y nadie se salva de ello.
No dijo más nada, pero su mirada envenenada fue por completo una
respuesta del todo descortés.
– Como un ente... como algo sin vida. – Respondió con una mueca de
dolor.
Me sorprendió. Ella era dura con todo el mundo, mas no conmigo. Esa
no era nuestra forma de tratarnos.
– No la veo hace casi dos años... – Utilicé como excusa. – Podrías ser
un poco más comprensiva.
– ¿Tienes idea de lo frustrante que es ver a una persona como tú? ¿De
lo que duele observar como la persona que más valoras en el mundo
sufre, y no poder hacer nada para evitarlo?
– ¿Y que quieres que haga? – Pregunté como el tonto que era. – ¿Qué
finja que no la amo, que no fue nada en mi vida...? ¿Quieres que me
olvide de todo? – Suspiré con enojo. – No puedo hacerlo...
Sí, eso era cierto. Pero habían sido tan diferentes, que ni siquiera
podía compararlas.
– Mira a la gente que nos rodea. – Susurró. – Muchos de ellos se creen
desdichados, infelices... no tienen idea de lo que es la infelicidad.
Piensan que sus problemas son los más grandes del mundo, y que
siempre son las victimas... ¿Pero sabes que tienen ellos de bueno, a
pesar de todo? – Preguntó mirándome a los ojos. – Que no obstante,
aún así, tienen esperanza. ¿No puedes intentar pensar en que tal vez,
una cosa mala sea acompañada por otra buena? Con tu pesimismo
nunca atraerás eso bueno que yo sé que te espera.
Sus palabras me dejaron petrificado, jamás pensé que ella tocaría ese
tema. Era algo que había evitado pensar, que había intentado creer
que era todo una confusión de mi mente. Que en realidad, Michelle
sólo sentía camaradería conmigo, y no otra cosa. Que el brillo de sus
ojos al mirarme era sólo agradecimiento, y no... ¿Amor?
– Eso sería jugar con ella. – Respondí por fin. – Y no quiero, nadie
merece que jueguen con sus sentimientos.
– ¿Y que fue lo que te hicieron a ti? ¿Acaso no han jugado contigo? Dos
veces... – Enfatizó la última oración, y fue como una puñalada en el
pecho.
– No estaba entre mis favoritas, claro que no. – Respondió con calma. –
pero eso cambió cuando me di cuenta de que te ama. No es la
chiquilla tonta que creí que era. La he conocido mejor gracias a que te
has empecinado en dejarnos solas para correr a los bosques a llorar
como una niña.
Quería pensar que había sido cruel, pero no. Sólo había dicho la
verdad. El cuerpo me temblaba por sus palabras, que se
arremolinaban en mi mente como si me las estuviera susurrando al
oído una y otra vez, una y otra vez...
“¿Y que fue lo que te hicieron a ti? ¿Acaso no han jugado contigo? Dos
veces...”
Abandoné ese sitio, lleno de gente, yéndome a otro lugar. La ira había
vuelto a mí ser, pero no estaba dirigida a mi hermana, sino a mi
mismo.A mi cobardía, a mis pocas ganas de sanar, a mis recuerdos.
Tal vez ella no me entendía porque era mucho más fuerte que yo.
Había pasado por tantas cosas a lo largo de su vida, que esto no
significaba nada para ella, pero mi destino había estado marcado por
el desamor, y eso sólo me daba una pauta.
– ¿Qué haces aquí? – Pregunté, girándome para ver la luna, que había
aparecido luego de un día cubierto de nubes.
– Yo tampoco quiero verte mal a ti, por eso te estoy diciendo esto. –
Murmuró. – Yo siento esto desde que te vi por primera vez. Desde que
mis ojos se posaron en ti en Alaska.
– Yo estoy aquí, y te amo, y entrego todo lo que tengo por ti. Dame
una oportunidad... – Suplicó.
Tal vez vio ese momento de debilidad, tal vez fue consciente de mi
confusión. Se acercó lo más que pudo, y tomó mi rostro en sus manos.
No podía hacer nada para detenerla, porque todo daba vueltas, estaba
perdido en esa asquerosa agonía.
Tal vez era tiempo de tomar una medida drástica. Quizás ella podría
reconstruir mi corazón, que estaba partido en miles de fragmentos
pequeños, quizás ella tuviera la paciencia, las ganas de soportar mi
melancolía, mi forma de ser, todo.
– Si esto es un juego, sólo haz de cuenta que conozco las reglas, y las
consecuencias.
Malenne Blancquarts.
Más Secretos.
Pero a pesar de ello, a pesar de que quería creer que nada me ataba,
de hecho sí lo había, y no era solo una atadura, eran miles, millones,
materializadas en sólo una cosa.
Ser una francesa de veintidós años no era fácil en ese momento. Todo
era un caos, y a nadie le importaba otra cosa que no fueran ellos
mismos. Sin embargo, había excepciones.
Mis errores.
Sin embargo, que fácil era sentirme frustrada, avasallada, no por las
personas, sino por las circunstancias, que atacaban constantemente
mi aparente estado imperturbable. Por más que siempre había
deseado la normalidad, la comodidad de ser una más entre el montón,
eso parecía imposible, parecía irreal.
Con que rapidez el tiempo avanzaba. Hacía tan solo seis años, me
encontraba en un estado por completo diferente. Estaba, no sabía si
era la palabra, pero creo que me arriesgaría, era feliz. Tenía a mi
hermano, teníamos todo aquello que siempre me había faltado cuando
era humana, e íbamos de un lugar a otro buscando un lugar
donde sentirnos como en casa.
Mi hermano.
A pesar de que Michelle nunca me había caído bien, de que había sido
cruel con ella en las contadas ocasiones que mantuvimos contacto
antes de irnos de Douglas, tiempo después, había llegado a
comprenderla…
Raphael nos había obligado a pasar más tiempo juntas del que
hubiese querido, y como mis ganas de hablar con alguien, de
interactuar con alguien, habían sido más fuertes que mis sentimientos
hostiles, había terminado por intentar, al menos entablar una
conversación.
– ¿En qué piensas? – Le pregunté una tarde que la veía más callada
que de costumbre. En general, no hablaba mucho cuando Raphael no
estaba cerca, pero en esa ocasión era incluso más notorio.
Dudó. Al final de cuentas tenía razón. Había sido poco menos que una
tirana con ella.
“Ahora no vives con un mártir, vives con dos. Buen trabajo”. Se burló.
Ellos dos podrían haber estado juntos de una forma muy pura.
Perfecta. Simplemente porque Raphael era lo que ella necesitaba,
porque si los hombres lobo y la imprimación no hubiesen existido
jamás, mi hermano y mi mejor amiga hubiesen sido el uno para el
otro. Claro que sí...
Pero ella amaba a Jacob. Y eso, a pesar de todo, no era una obligación.
Ella simplemente le quería. No era sólo la magia de esa unión, era
mucho más, mucho más fuerte que cualquier cosa. Y como su mejor
amiga, debía apoyarla.
– Yo lo quiero, quiero que sea feliz. Quiero pasar la eternidad con él. –
Declaró con el corazón en un puño.
– Eres una chiquilla tonta... – Contesté con igual ironía que ella, pero
esa parte de mi mente que tanto había trabajado para que no saliera a
la superficie, gritaba que tenía razón, que siempre me había sentido
mal conmigo misma.
Todo fue mejor después de eso. No sabía que había pasado en ese
encuentro, tampoco quería averiguarlo. Sólo tenía una certeza, mi
hermano había cambiado.
Y sólo con eso era feliz. Viendo que ellos, de un modo por completo
nuevo, intentaban serlo. No volví a discutir con ninguno luego de ese
violento día, donde aprendí y me di cuenta de que Michelle tenía
razón. Desde ese momento, y para mi completa sorpresa, pude verla
no sólo como una amiga sino como alguien con carácter, porque eran
pocas las personas que me había desafiado sabiendo de lo que era
capaz. La chica tenía agallas, y eso me gustaba. También pude verla
como algo que ella deseaba hacía tiempo, como mi cuñada, como
alguien que pudiera estar con mi hermano.
– Por lo que has hecho por mí... – Respondió. – Michelle es... – Dudó. –
es alguien especial.
– ¿La amas tú? – Era una pregunta obligada. Quería escuchar que sí,
pero lo conocía, era mi hermano.
– Sabes muy bien que no puedo olvidarla. Ahora lo único que quiero es
pensar en que ella tomó la decisión correcta, que ama a su esposo, y
soy feliz con ello. Si se encuentra bien, entonces yo puedo estar
tranquilo. Nunca hubo algo que deseara más que su felicidad.
Los dejé solos, mientras ambos intentaban disfrutar de ese cariño que
se tenían. Ya habían pasado dos años desde que estaban juntos, y
cuatro desde que no veía a mi mejor amiga.
Llegué a una enorme roca cuya parte superior era por completo plana.
No sabía por qué, pero ese día estaba muy meditativa. Y una conducta
por completo diferente en mí tomó mando de mis acciones.
Pensar en el pasado.
Había cosas que recordaba con una nitidez rayana en la locura, como
la conducta prácticamente esquizofrénica de mi madre, o las veces en
las que ella se había esforzado para que no pudiera marcharme...
Y esa vez también lo había herido, pero por su propio bien, para que
no me dejara, para que desistiera de esa idea tan absurda...
Él rió.
Una tarde, luego de pasados varios meses de estar con ellos, llegó
una nueva visitante. Bueno, nueva para mí, porque todos ellos ya la
conocían.
Julia...
En ese momento, no sabía a ciencia cierta si era ella o no. Podía ser
una simple coincidencia, pero no lo era. La reconocí en cuanto la vi. En
cuanto vi sus rizos negros, del color de la noche. Raphael me la había
descrito infinitas veces a lo largo de todos esos años, y a pesar de que
la había visto hacía tanto tiempo, todavía la recordaba con perfecta
precisión. No había margen absoluto para el error.
Desde el mismo principio no le caí bien. Tal vez era una cuestión
inconsciente en ambas. Quizás, ella sabía quien era, aunque lo
dudaba... La única opción viable, hubiese sido si Raphael, antes de
convertirse, o mejor dicho, antes de que lo abandonara, le hubiese
contado de mí, o de Filippe o Virgine. Como sea, ella pareció
aborrecerme inmediatamente...
Era una noche sin estrellas. El cielo estaba por completo cubierto, y
casi todos habían salido de caza. Me había alimentado unos pocos
días antes, no estaba sedienta. De igual modo, tampoco me apetecía
acompañarlos, porque no quería poner a prueba mi autocontrol. Para
ese momento, mi poder ya estaba por completo desarrollado, ya
habían pasado cinco años desde que estaba con ellos.
– ¿No cazarás hoy? – Se acercó ella con ese andar de prostituta. No era
para nada elegante.
Se quedó en silencio, y casi escuché como las piezas caían una a una
en su cabeza.
Y esa fue la primera vez que asesiné a una persona, si es que ella
merecía tal nombre.
Era lo único que podía decirle, porque todo lo demás, lo callaría para
siempre.
Final Alternativo:
Era feliz en Forks, pero nada era igual al momento previo a mi partida.
Me era imposible ignorar todo lo que había pasado, pero sobre todo,
me era imposible ignorar su recuerdo.
Eso me hacía feliz, enormemente feliz, pero había algo que, sin
embargo, había cambiado, algo que no encajaba y no importaba
cuanto me estrujara la cabeza para encontrar esa nota discordante.
Tal vez, si hubiese querido, me habría dado cuenta desde el mismo
principio que era lo que iba mal, que era lo que simplemente se había
desvanecido, o quizás, la mejor forma de decirlo, era que se había
transformado, había corrido hacia otra dirección, tan diferente.
Asumirlo fue mucho más difícil de lo que podría haber imaginado, sólo
porque mis palabras habían sonado tan diferentes en Alaska...
A él.
Sí, debía admitirlo si quería ser franca conmigo misma. Debía hacerlo
si quería cambiar las cosas.
Había sido duro aceptar que tal vez, no era amor lo que había sentido.
En cierta forma, me negaba a creerlo.
¿Tendría que vivir toda la eternidad con esa sensación? ¿O tal vez
llegaría un momento en el que las cosas volverían a ser tal cual lo
habían sido en el pasado? Antes de que me alejara de mi hogar, de
Forks, y de él...
¿No tendría que haber sentido la misma dicha que antes? ¿No se
trataba de eso el amor? De que no importaban las distancias, las
circunstancias... ¿El amor no era ese sentimiento que no conocía
frontera alguna?
– ¡Nunca más dejaré que te alejes de mí...! – Había dicho con una pena
tan conmovedora, con un apremio que me caló tan profundamente. –
Te amo, mi hermosa princesa.
Pero los días pasaban y nada era como antes, nada volvía
a encausarse...
Pero no era sólo eso lo que me ofuscaba. Sino otra cosa, mucho más
importante.
Al besar los labios de Jake, no sólo no era lo mismo de antes, sino que
no podía para de pensar que en realidad, deseara que fueran otros.
Más fríos, más duros... más suaves, más apasionados, más todo.
Pero esa verdad, esa absoluta verdad cobraba más y más fuerza con
cada día que pasaba, con cada beso que le daba a Jacob cuando en
realidad deseaba besarlo a él. Cuando en realidad deseaba que sus
caricias fueran las de otro...
Sonreí, ¡Qué duro que fue hacerlo! Pero al mismo tiempo, pude darme
cuanta de que se vio real, porque todo atisbo de sospecha de su
mirada desapareció.
– Estoy bien. – Dije con convicción. – Sólo que todo esto de la partida
me tiene... un poco shockeda.
Cada una de sus frases me hacía sentir más y más una basura.
Tal vez la única opción que tenía era intentar ser feliz con Jacob. Tal
vez se lo debía a mi hombre lobo, tal vez esa era la única de mis
opciones.
No amaba a Jacob.
Amaba a Raphael.
Lo observé a los ojos. Mi padre, cuanto amor sentía por él, porque era
simplemente una de las personas más perfectas que el mundo podría
haber creado jamás. Su mirada me traspasó, y me di cuenta de que él
había sido testigo de todo mi calvario, de todas mis razones para
sentirme triste.
Suspiré afligida. Sabía por qué había decidido hablar conmigo en ese
momento. Mi madre y Alice estaban de caza con Jasper. Rosalie y
Emmett había partido hacía unas semanas de viaje, y mis abuelos
habían partido para terminar unos asuntos de la nueva casa. Nos
encontrábamos solos, sin nadie que fuera testigo de nuestras
palabras, de mis confesiones.
– Supongo que sí. – Respondió por fin, para luego agregar. – Ella
siempre querrá lo mejor para ti, mi amor. No debes rehusarte a hacer
lo que tu corazón dicta sólo porque crees que lo mejor es permanecer
como estas.
Y ese fue mi quiebre, esa charla abrió por completo mis sentidos, mi
necesidad de hacer algo por cambiar el panorama.
Caminábamos por el prado que lindaba con el lecho del río, faltaban
tan sólo unos días para que abandonáramos Forks, y eso, sería el
inicio de una nueva etapa, no sabía si peor, no sabía si mejor.
– No sé que es lo que me pasa. – Murmuré por fin, lo cual era una gran
mentira. Otra más que le decía a él, al hombre que me amaba.
Miró al suelo, evitando que nuestros ojos se encontraran, y tal vez fue
mejor que lo hiciera, porque si observaba su mirada en ese instante,
no hubiese podido soportarlo, y habría mentido de nuevo, le habría
dicho que no era cierto, que lo amaba.
– No digas eso. – Tomó mi mano, esta vez entre las suyas. – No quiero
que pases más por esto. Eres libre ahora, libre para ser quien eres,
para amar a quien quieres...
– Creo que eso es lo que debo hacer. – Respondí. Esa era una de las
conclusiones que había sacado durante mi noche de desvelo. Debía
comenzar a buscarlo, lo antes posible, para decirle todo lo que había
descubierto en ese corto tiempo, pero una parte de mi me
derrumbaba el sueño... ¿Y si también había pasado mi oportunidad
con él? ¿Qué tal si por mi estupidez me quedaba sin Jacob y sin
Raphael, sola para toda la eternidad? Tal vez lo merecía, ahora más
que nunca.
Pasaron unos días, sin que tuviéramos una noticia de Jacob. Los lobos
no habían vuelto a dar señales de vida, por lo que comprendíamos que
ya estaban al tanto de todo. El saberlo, no evitó que eso me doliera,
pero sabía que era un daño colateral, algo que tenía que esperar al
romper mi relación con Jacob. No podía conservar esa parte de mi
mundo si lo sacaba de mi vida.
No tenía idea por donde comenzar. Ni una pista. Sólo mis deseos de
encontrarlo, y el amor como mi brújula. Mis padres eran más
pacientes y más metódicos. Utilizaban recursos lógicos, y pensaban en
cualquiera de los movimientos. Nuestro primer destino fue Alaska,
buscando, tal vez, una pista en concreto que nos llevara al lugar hacia
donde había partido al separarse de nosotros un año atrás. El
aeropuerto de Juneau había recuperado su habitual estado
inmaculado, no había ya señales del desastre ocurrido tanto tiempo
atrás.
Fue desolador ver lo que el abandono había hecho con ella. Las ruinas
seguían erguidas tal cual las recordaba, mientras los recuerdos
revivían entre los escombros desparramados por el suelo.
Los cuadros.
Cada nuevo destino arrastraba una pista por descubrir. Los días se
tornaron semanas antes de que nos diéramos cuenta, pero eso no
parecía desanimar a mis padres, y tampoco a mí. Ambos estaban
decididos a hacer lo posible para que los encontremos.
Y así fue como llegamos a Francia, una tarde lluviosa y fría, ideal para
que los vampiros transitaran las calles de Paris. Nuestra misión se
había complicado un poco durante los últimos días, ya que mis padres
habían estado incapacitados para salir a la luz del sol, entonces me
veía obligada a hacer averiguaciones por mi cuenta, cosa para lo que
no era ni la mitad de buena que ellos.
Salí hacía la calle, una vez que anuncié a mis padres mi cometido. No
se opusieron, ambos notaron que era algo que realmente necesitaba,
que no se trataba de un simple capricho. Caminé por esa belleza de
cuidad, sintiéndolo como un hogar. Esa ciudad alguna vez había
cobijado a mi hermoso vampiro, había sido testigo mudo de su
infelicidad, de sus alegrías, y de muchas cosas. Quise que me contara
sus secretos mejor guardados, que me develara el paradero de mi
amor...
Raphael.
Se acercaba hacía mí, sonreía. Era una sonrisa tan perfecta. Todos mis
recuerdos no le habían hecho justicia alguna. Su belleza era
incomparable, y también lo era todo el amor que creí que sentía...
Hacía tan sólo unos segundos, había creído que lo amaba, ahora me
daba cuenta de que era mucho más que eso, que lo adoraba, que lo
necesitaba, que era una parte de mí.
Terminó de recorrer los metros que nos separaban, y tan sólo nos
miramos a los ojos, maravillándonos con lo que observábamos.
Lo amaba.