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Naobi Chan

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Imprevistos

Summary

Después de un encuentro fortuito en un ascensor, Edward y Bella se embarcan en una


aventura de deseo desenfrenado.
Todos humanos.
LEMMON.

Rated: M – Language: Spanish – Genre: Romance – Chapters: 26 –


Updated: 11-4-12 - Published: 13-10-09 – Bella & Edward – Status: Complete

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Capítulo 1

No recuerdo en qué momento de la noche me quedé dormida. Los cálidos rayos del sol que
se colaban entre las cortinas semi abiertas rebotan en un espejo y se proyectaban hacia mi
cara sin remordimientos. Cerré los ojos con fuerza y me cubrí la cabeza con las sábanas en un
intento de alejar la luz, pero un estruendoso pitido irrumpió en el silencio de la habitación de
hotel. Apagué el despertador de un manotazo y me desperecé con desgana. Después de una
ducha y un café rápido, me senté en la cama de aquella habitación mirando indecisa hacia mi
maleta abierta en el suelo.
¿Qué me iba a poner?
Después de revolver todo durante varios minutos me decidí por un vestido negro, vaporoso,
anudado al cuello por dos finas tiras, que me llegaba unos centímetros por encima de la
rodilla. Era algo sobrio, pero justo lo que necesitaba. Y, por supuesto, mis adorados tacones,
también negros en esta ocasión, adornados con unas delicadas hebillas plateadas.
Me miré al espejo y suspiré.
— Vamos pequeña, tú puedes —me dije a mí misma.
Me dejé el pelo suelto, las suaves ondas de color café caían hasta la mitad de mi espalda.
Enmarqué de negro mis ojos chocolate y apliqué un poco de gloss a mis labios.
Suspiré de nuevo. Hoy era el gran día.
Cuando las puertas del hall del hotel me mostraron la calle, un millón de mariposas
revolotearon en mi estómago. Los nervios, que hasta ese momento se habían olvidado de mí,
me dieron de lleno en la tripa y casi podía empezar a notar las náuseas. Caminé por la calle
despacio, evité ir en taxi porque necesitaba respirar aire puro para serenarme, pero era inútil,
los nervios no me abandonaban y poco después tuve que apoyarme en una farola para respirar
profundamente, ya que la cabeza empezaba a darme vueltas. Tenía que controlarme, no podía
llegar a mi primera entrevista de trabajo en ese estado. Inspiré y expiré profundamente un par
de veces llenado mi cuerpo de valor, ese que por supuesto no tenía, y continué caminando
lentamente rumbo a mi destino.
No tardé en llegar.
El imponente rascacielos se alzaba amenazante ante mí y un estremecimiento hizo temblar
todo mi cuerpo. Respiré profundamente una vez más para tranquilizarme y con paso firme
entré en el edificio.
El hall era enorme, había un mostrador de información a mi izquierda custodiado por dos
jóvenes recepcionistas con sonrisas perfectas, fingidas como no. Al fondo había cuatro
ascensores: mi objetivo. Elegí uno al azar, pulsé el botón y mientras esperaba miré a mi
alrededor. Las paredes estaban pintadas de un azul muy suave y unas enormes ventanas
dejaban que la luz del sol iluminara la estancia, todo era amplio y luminoso, dándole un
aspecto acogedor.
La campanilla del ascensor anunciando su llegada me sobresaltó y con paso vacilante avancé
hasta su interior. Pulsé la tecla que me llevaba hasta el piso quince y me poyé en una de las
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paredes para intentar controlar el temblor de mis piernas. Una mujer de mediana edad y un
hombre que parecía poco mayor que yo entraron detrás de mí.
— ¡Oh! —Exclamó la mujer—. He olvidado unos documentos en el coche, voy a buscarlos y
me reúno contigo en tu despacho.
El hombre sólo asintió y sonrió ligeramente. El ascensor cerró sus puertas y comenzó a
moverse.
Aquel hombre comenzó a dar vueltas caminando impaciente, suerte que el ascensor era
amplio. Se rascaba la barbilla y se apretaba el puente de la nariz intermitentemente. Se notaba
bastante nervioso y sus nervios sumados a los míos en un espacio tan reducido serían una
bomba de relojería a punto de estallar.
— Disculpe… —musité, él levantó la mirada y sus ojos verdes se clavaron en los míos. Por un
momento olvidé lo que iba a decirle, pero enseguida recuperé la compostura— ¿podría
estarse quieto? Me está poniendo un poco nerviosa.
— Lo siento —y bajó su mirada al suelo—. Hoy es un día importante y estoy un poco
nervioso.
— No es necesario que lo jure —susurré para mí misma.
El pareció escucharme y sonrió con dulzura.
— Usted no parece muy tranquila tampoco —dijo con voz aterciopelada posando en mí su
mirada.
Iba a contestarle pero el ascensor hizo un movimiento extraño y con un molesto estruendo
se detuvo y todo se quedó a oscuras. Inconscientemente casi dejé de respirar y me pegué más
a la pared, sujetándome como podía con mis manos, para así sentirme un poco más segura.
Pasados unos segundos la luz de emergencia se encendió y el pequeño cubículo se inundó de
la penumbra que esa suave luz proporcionaba. Con la mirada busqué a mi compañero de
"viaje" y lo encontré en la pared de enfrente en la misma posición que yo estaba. Si la
situación fuese menos tensa estaría riéndome a carcajadas.
— ¿Qué ha pasado? —pregunté en un murmullo.
— No lo sé —contestó igual de bajo.
Pasaron unos minutos en los que ninguno de los dos movió ni un solo musculo. Cansada de
estar en esa posición y prediciendo que la situación seguiría igual por tiempo indefinido, dejé
que mi cuerpo descendiese lentamente hasta acabar sentada en el suelo. Flexioné mis rodillas
y las abracé ocultando mi rostro entre ellas. Me sentía frustrada, llegaría tarde a mi entrevista
de trabajo, la primera después de todo lo que había pasado… y necesitaba ese trabajo.
Pasaron unos minutos más en absoluto silencio, sólo se oían golpes sordos y gritos en la
distancia a través de las paredes.
— ¿Qué cree que ha ocurrido? —pregunté con voz apagada.
— Supongo que ha sido un apagón —contestó en un susurro—. Ha pasado alguna vez
últimamente, están reformando el edificio.
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Levanté ligeramente la cabeza y lo vi también sentado en el suelo frente a mí, me miraba con
curiosidad y una media sonrisa.
— ¿Sabe? Creo que esto es una señal —murmuró.
Yo alcé mi cabeza del todo y lo miré inquisitivamente alzando una ceja.
— Hoy le iba a pedir a mi novia que se casase conmigo —explicó—. No sé si esto será una
señal para que no lo haga.
Sonreí amargamente.
— Yo no creo en las señales— dije en tono mordaz—. En la vida no hay señales, sólo
imprevistos.
Las señales a lo largo de mi vida no me habían servido de nada. Todas mis relaciones
amorosas, con señales o sin ellas, habían fracasado estrepitosamente, sobre todo la última…
me estremecí solo con recordarlo.
Nos quedamos en un cómodo silencio por un tiempo más. Tiempo que aproveché para
observar más detenidamente a mi ‘compañero’. Aunque ahora estaba sentado, recordaba que
era alto, musculoso sin llegar al exceso, tenía una sombra de barba por no haberse afeitado
esa mañana, su piel era algo más pálida que la mía aunque tenía un ligero rubor en las mejillas,
supongo que por el calor que allí hacía en ese momento. El mismo calor que provocaba que
unas ligeras gotas de sudor perlaran su frente, sobre la que caían algunos mechones de su
ahora húmedo y broncíneo cabello, que estaba severamente desordenado dándole un toque
sexy.
¿Sexy?
¿Isabella, la que se había prometido a sí misma no volver a mirar a un hombre con
intenciones de algo más, decía que ese hombre le parecía "sexy"?
La verdad es que tenía que reconocerlo… lo era, era endiabladamente sexy. Su cuerpo
enfundado en ese caro traje de Armani tenía muy buena pinta, eso sin mencionar sus ojos
verdes que me miraban como si pudiesen traspasarme. Y su sonrisa… sonreía de lado
socarronamente como si supiese lo que estaba pensando.
¡Oh mierda! ¿Se habría dado cuenta de que lo estaba evaluando?
Inevitablemente mis mejillas se tiñeron de rojo y un par de gotas de sudor descendieron por
mi nuca haciéndome estremecer. Me estaba muriendo de vergüenza ¿sería capaz de saber lo
que estaba pensando? ¡Eso es imposible estúpida! En la vida real la gente no va leyendo
mentes por ahí.
De repente comencé a sentirme muy nerviosa, mis manos comenzaron a temblar, mi
respiración se volvió entrecortada y mi corazón latía desaforado. Cuando quise darme cuenta
estaba jadeando buscando el aire que parecía que me faltaba y sujetándome a la falda de mi
vestido con fuerza. Dos fuertes y suaves manos me sujetaron con firmeza por los hombros y
me zarandearon con suavidad. Abrí mis ojos y otros de color verde me observaban
preocupados. Podía ver como sus labios se movían acompasadamente pero ningún sonido
llegaba a mis oídos, solo los fuertes jadeos que salían de mi pecho eran captados por ellos.
Mi cuerpo temblaba y se estremecía sin control, estaba en mitad de un ataque de nervios, lo
sabía, pero no sabía cómo detenerlo. Cómo de la nada, unos suaves labios se posaron sobre los
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míos y me quedé paralizada, mi respiración se detuvo y mi corazón se saltó un latido. Una


descarga eléctrica recorrió todo mi cuerpo haciendo que un escalofrío recorriese mi espalda,
mis ojos se abrieron de par en par y vi a mi compañero de viaje pegado a mi rostro con sus
ojos entrecerrados. Mis manos, que antes estaban sujetando mi falda, ahora sujetaban las
mangas de la chaqueta de aquel tipo. Se separó antes de lo que hubiese deseado, sus labios
eran suaves y dulces y por la sorpresa del momento no pude saborearlos en todo su esplendor.
La cabeza comenzó a darme vueltas, me di cuenta de que todavía no había vuelto a respirar y
Volví a jadear, pero esta vez no era por nervios, era por necesidad.
— ¿Por qué no me ha dicho que tenía claustrofobia? —dijo burlándose.
— Porque no lo sabía, no acostumbro a quedarme encerada en ascensores con desconocidos
que me besan sin más —aunque ese pequeño contacto me había encantado no dejaría que lo
supiese.
Rió ligeramente e intentó sentarse a mi lado, pero no pudo.
— ¿Puede soltarme? —preguntó sonriendo.
Miré mis manos y todavía sujetaban con fuerza las mangas de su chaqueta. Al soltarlas vi
tremendas arrugas que mis manos provocaron y me avergoncé tiñéndome nuevamente de
rojo.
— Lo siento —susurré, creo que demasiado bajo.
Ahora sí se sentó a mi lado, mirando al frente. Yo me sentía más tranquila, pero en mi mente
no dejaban de dar vueltas las sensaciones que habían atravesado mi cuerpo cuando sus labios
se posaron en los míos.
— Lo siento… —susurró de repente. Yo lo miré fijamente— por besarte, un día vi en un
documental que era eso o una bofetada… y como comprenderás no iba a pegarte.
— ¿Ahora me tuteas? —pregunté sin saber muy bien porque, la poca distancia que nos
separaba me alelaba irremediablemente.
— Te he besado —y su sonrisa torcida volvió a aparecer dejándome nuevamente sin
respiración—. Creo que se puede tutear a las personas que se han besado.
Sonreí tímidamente y me encogí de hombros. Si para él esa justificación era suficiente no le
rebatiría. Que me tuteara lo que quisiera pero que volviera a besarme por favor… Alejé esos
pensamientos de mi mente, con lo obvias que son mis expresiones, seguro que se daría cuenta
en menos de nada.
El calor era cada vez más sofocante, el hombre se levantó y se quitó su chaqueta dejándola
caer al suelo delante de mí. En uno de sus bolsillos se veía que tenía un par de estilográficas,
así que, ni corta ni perezosa cogí una de ellas y me recogí el pelo con ella. Me miró sonriendo y
yo volví a encogerme de hombros.
— Tú me besas y yo te tomo prestada una pluma —le dije con suficiencia.
Volvió a sonreír de lado y negó suavemente con la cabeza. Apartó su mirada de mí y suspiró
sonoramente. Me mordí la lengua para no preguntarle que le pasaba… aunque en el fondo me
interesaba más de lo que debiera.
Metió la mano en el bolsillo de su pantalón y sacó una caja de joyería de terciopelo rojo. La
abrió y me mostró el contenido. Era un anillo de oro blanco con un enorme diamante
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engarzado. Al verlo me estremecí con todos los recuerdos que asolaron mi mente, recuerdos
que quería tener alejados…
— Tengo una reserva para la "Bella Italia" —dijo—. Me ha costado un riñón conseguirla, pero
creía que ella lo merecía.
— ¿Creías? —no pude evitar que la esa palabra saliese de mis labios. Inexplicablemente
sentía demasiado interés por el hombre que estaba sentado a mi lado.
Se encogió de hombros y me miró sonriendo.
— Las señales están para algo… —susurró.
— Si quieres tirar tu vida por la borda sólo por quedarte encerrado en un ascensor con una
desconocida que te roba plumas… tú sabrás —le dije con indiferencia.
Soltó una enorme carcajada sin dejar de mirarme.
— Eres extraña —dijo por fin, yo debí mirarlo mal porque su expresión cambió y comenzó a
explicarse—. No en el mal sentido… es que nunca he conocido a nadie como tú.
— No me conoces —espeté con frialdad.
Otra de las cosas que a base de tortazos me había enseñado la vida, es que las primeras
impresiones nunca son las acertadas, todo el mundo esconde un lado oscuro, hasta yo misma
lo tenía aunque no lo pareciese.
Suspiró y se quedó en silencio con la mirada clavada en algún punto de la pared de enfrente.
Ahora la que suspiró fui yo… quizás me había pasado. Él solo intentaba ser amable y pasar un
rato entretenido mientras permanecíamos encerrados.
— Lo siento —susurré.
Levantó la cabeza y me miró confuso.
— No importa… —dijo—. Has dicho la verdad, no te conozco… aunque no me importaría.
Lo miré incrédula, ¿estaba intentando decirme algo? No podía ser… alguien como él, nunca
se fijaría en una chica tan poca cosa como yo. Además, estaba mi poca predisposición a
interactuar con el género masculino en ese momento de mi vida. Negué enérgicamente con mi
cabeza mientras murmuraba.
— Si lo hicieses te decepcionarías… en el fondo no soy tan interesante.
— Déjame que dude eso… o mejor todavía —algo brilló en sus ojos mientras una idea
cruzaba por su cabeza— ¿Por qué en lugar de cenar con Tanya, esta noche vienes conmigo y
nos conocemos mejor?
Lo miraba con la sorpresa pintada en mi cara… no podía estar hablando en serio.
— ¿Quién es Tanya? —pregunté.
— Es mi prom… mi novia —susurró—. O al menos lo era hasta hoy.
— ¿Otra de tus señales? —pregunté alzando una ceja.
Rió con intensidad…
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— No, digamos que ha sido un imprevisto —dijo con una mueca de burla.
— No pienso ir a esa cena… —dije muy segura de mí misma.
— ¿Por qué? —preguntó.
— Si tus señales te dicen que no vayas con Tanya no vayas, pero yo no soy el segundo plato
de nadie —le dije de un tirón sin pararme a coger aire.
Volvió a sonreír de lado y a negar con su cabeza.
— ¿Qué te parece tan gracioso? —inquirí con frialdad.
— Te diré esto por experiencia, aun pecando de ser engreído —explicó—. Pero cualquier
chica mataría por ir a cenar conmigo y más a la Bella Italia y tú… me rechazas sin más, por
simple orgullo.
— No es sólo por orgullo —dije dedicándole una mirada acusatoria—. Y sí, eres demasiado
engreído.
Volvió a carcajearse en mi cara… no le entendía. Nunca me había topado con un tipo como
él. Era sexy… ¿Qué digo? Realmente estaba muy bueno y tenía ese punto de chico malo que lo
hacía irresistible. Pero en cuanto abría la boca perdía todo el encanto.
— Si no es por orgullo ¿por qué es entonces? —volvió a preguntar.
— No eres mi tipo —contesté tranquilamente—, realmente ningún chico es mi tipo. En mi
vida no hay lugar para citas.
— ¿Eres homosexual? —preguntó de repente.
Yo me quedé paralizada y casi me atraganto con mi propia saliva… ¿homosexual yo? Si lo
fuese no estaría conteniendo la baba que se me cae cada vez que lo miro más de dos segundos
seguidos.
— No -negué rotundamente-, y no es algo de lo que haya dudado en algún momento —dije
con un hilo de voz.
— ¿Entonces cuál es el problema? ¿Por qué no quieres citas?
— No es de tu incumbencia —mi tono de voz frío y amenazante volvió a salir a flote.
Ese hombre lograba sacarme de mis casillas sólo con abrir la boca. Si no estuviese tan bueno
ya le habría enviado a un lugar que me sé yo. Me puse en pie y comencé a caminar en círculos
para tranquilizarme. No sabía si estaba tan nerviosa por el encierro o por tener que
compartirlo con el engreído sexy… suspiré abatida mientras mi mirada se perdía en el techo y
me apoyaba en una de las paredes.
— ¿Te molesta mi presencia? —preguntó sobresaltándome.
— Mientras permanezcas callado podré soportarlo —dije en tono neutro. Sin apartar la
mirada del techo.
De repente noté una cálida respiración en mi cuello.
— Pues puedes mantenerme callado —susurró en mi oído antes de besar mis labios en un
movimiento que no pude esquivar.
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Me tensé, pero en lugar de parar, el continuó besándome. Sujetó mi cintura con fuerza y me
atrajo hacia él, noté su sexo excitado contra mi vientre e, involuntariamente, un ahogado
gemido salió de mi garganta.
Sin entender muy bien porque, mi cuerpo respondió a ese beso y mis manos rodearon su
cuello. ¿Qué no sé por qué? Ok, si lo sabía, porque el engreído estaba muy bueno y con solo
mirarlo me ponía mala.
Sus manos acariciaban el pedazo de piel de mi espalda que el vestido no tapaba, y las mías se
enredaban en su pelo atrayéndolo más hacia mí. Se apartó un poco clavando sus ojos verdes
en los míos.
— ¿Ves? Así cómo puedes mantenerme callado —digo muy pagado de sí mismo.
Agarré su corbata y de un tirón lo atraje de nuevo hacia mí, chocando sus labios con los míos
de nuevo. ¡Qué bien besaba! Se movía con maestría contra mi boca, su lengua, húmeda y
juguetona se abrió paso entre mis dientes y exploraba con esmero. La mía no se quedaba
atrás, y juntas se enredaban en una batalla en la que ninguno de los dos perdía.
Me estrechó más contra su cuerpo, su miembro completamente excitado se clavó en mi bajo
vientre, e instintivamente mis caderas se encajaron entre las suyas. Dejó mis labios para
recorrer besando cada centímetro de la piel de mi cuello. Yo suspiraba acalorada y me mordía
el labio inferior para evitar los gemidos que escapaban descontrolados de mi boca.
Sus manos subieron por mi espalda hasta mi cuello, donde de un solo tirón desató las tiras
que ceñían mi vestido. Se apartó ligeramente mientras observaba con atención como la fina
tela descendía por mi cuerpo dejándome ante él sólo con una fina y pequeñísima tanga de
encaje negro.
— Hermosa —susurró en mi oído enviando mil descargas por todo mi cuerpo.
Volvió a atacar mis labios, pero yo no me quejaba… sus manos acariciaron con delicadeza
mis pechos. Cuando sus pulgares rozaron mis pezones, ya excitados y duros, un ligero gemido
abandonó mi garganta.
Mis dedos, torpes y temblorosos, fueron hasta sus cuello aflojando su corbata y luego
desabrochando uno a uno los botones de su camisa. Cuando tuve frente a mí su pecho
completamente expuesto, mis labios se aventuraron a explorar y lo recorrí por completo
dejando un camino de besos y caricias húmedas con mi lengua, memorizando todos los
pliegues de su suave piel.
Él suspiraba y gemía sin control y a mí me encantaba la sensación de ser yo quien arrancaba
esas sensaciones en él. Sus manos, de un rápido movimiento, se deshicieron de mi tanga
partiéndolo en dos, y casi grito cuando sus dedos acariciaron lentamente mi sexo.
— Estás tan húmeda… — murmuró de nuevo en mi oído.
Tuve que ahogar un jadeo, no entendía como era capaz de provocarme sólo con su voz.
Con torpeza desabroché su cinturón y su pantalón, que lentamente descendió por sus
caderas hasta llegar a sus rodillas. De un manotazo bajó también su bóxer, dejando expuesto
ante mí su enorme miembro. Mis manos, casi automáticamente, fueron directas a él
acariciando su punta suavemente. Dejó caer su cabeza hacia atrás y suspiró con fuerza cuando
una de mis manos lo rodeó y lo acarició suavemente descendiendo por toda su longitud.
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Ahogó un gemido gutural y una de sus manos golpeó ligeramente la pared al lado de mi
cabeza sobresaltándome.
— ¡Joder! —Gritó— Ya basta de juegos.
Se agachó y sacó un condón de su cartera. Se lo arranqué de las manos y después de abrirlo
se lo puse muy despacio, quizá demasiado, porque su cara reflejaba las ansias que tenía de
acabar con todo eso de una vez, ¿o quizás lo qué quería era empezar?
Cuando ya lo tenía completamente puesto agarró mi cintura y me alzó en vilo. Grité por la
sorpresa, pero mis piernas rodearon su cintura con firmeza. Volvió a besarme con urgencia,
explorando con su lengua lugares casi desconocidos de mi boca. Mis manos, enredadas en su
cuello y en su pelo, lo atrajeron con fuerza y necesidad hacia mí. Sus brazos aflojaron su agarre
y mi cuerpo descendió ligeramente, enseguida noté su duro miembro en la entrada de mi
sexo, gemí contra sus labios cuando se fue abriendo paso dentro de mí. Lentamente toda su
longitud se acopló perfectamente en mi interior y jadeé frenéticamente buscando aire cuando
sus labios liberaron los míos.
Sus caderas comenzaron a moverse en un vaivén acompasado que casi me hacía desfallecer,
sus envestidas eran fuertes, pero a la vez cuidadas con esmero y precisión. Mientras besaba
mis labios una de sus manos estaba aferrada a mi trasero empujándome contra él y la otra
masajeaba delicadamente mis pechos pellizcando mis pezones.
Liberó mi boca y clavó sus ojos en los míos, en ellos se leía la necesidad y el deseo que lo
poseían en ese momento. En mi estómago poco a poco se fue formando una espiral, que
giraba y giraba, en cada embestida con más velocidad.
— ¡Joder! —volvió a gritar en mi oído.
De repente la espiral comenzó a girar mucho más rápido, enviado oleadas de calor y placer
por cada una de mis terminaciones nerviosas. Él volvió a gemir en oído y en dos escodas más la
espiral explotó liberando todo el placer contenido a lo largo de mi cuerpo.
Perdí toda noción del tiempo y el espacio, jadeé, gemí, grité… realmente no sé lo que hice
porque mi alma abandonó mi cuerpo en ese mismo instante. Una embestida más y me dejé
caer pesadamente contra su cuerpo.
Su risa musical en mi oído me trajo de nuevo a la realidad y lo miré con los ojos
entrecerrados.
— ¿Te encuentras bien? —preguntó en un susurro.
Asentí casi sin fuerzas, y al mirar a mi alrededor nos vi sentados en el suelo y a mí apoyada
ligeramente en su cuerpo desnudo. Me estrechó entre sus brazos y besó mi pelo con ternura
inspirando con fuerza a la vez.
— Qué bien hueles… como a fresias —susurró.
Yo no contesté, estaba demasiado ocupada buscando aire e intentando controlar los latidos
de mi corazón.
Un rato después me ayudó a vestirme, haciendo él lo mismo. Nos quedamos abrazados en el
suelo, recostados uno sobre él otro. En silencio... algo había cambiado y ambos lo sabíamos,
así que no hacían falta las palabras.
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Finalmente, unos minutos después el ascensor volvió a ponerse en marcha, nos pusimos en
pie en seguida, y cuando se abrieron las puertas nos miramos con una sonrisa. Avanzó él
primero dándose la vuelta en el hueco abierto interponiéndose en mi camino, sonrió de lado y
quitó la pluma de mi cabello, haciendo que cayera desordenadamente sobre mis hombros.
Con su mano colocó un mechón rebelde detrás de mi oreja y mi corazón volvió a danzar
alocado.
— Así estás más guapa —susurró con una mirada pícara.
Se dio la vuelta y desapareció perdiéndose en los pasillos. Miré hacia el panel del ascensor y
casualmente estaba en mi piso, así que apresurada busqué unos baños para adecentarme un
poco.
Minutos después estaba frente a la mesa de una secretaria preguntando por la persona que
tenía que hacerme la entrevista y disculpándome mil veces por mi tardanza.
— No se preocupe, el señor también ha llegado tarde por culpa del apagón —me dijo—.
Sígame, ya le está esperando.
La seguí a través de una pequeña sala y abrió una puerta.
— Está aquí la señorita Swan —dijo a la persona que se encontraba en el interior de aquel
despacho.
Con la mano me indicó que pasara, y al hacerlo un par de ojos verdes me miraron con
sorpresa. Yo ahogué un jadeo cuando vi que el engreído sexy me miraba con picardía y su
sonrisa de lado. Negó suavemente con la cabeza y agarró el auricular de un teléfono que había
sobre su mesa.
— Jessica —dijo con su voz aterciopelada—, cancele mi cita de esta noche con la señorita
Tanya, dígale que me ha surgido un imprevisto.
Colgó y se volvió hacia mí poniéndose en pie, metió la mano en su bolsillo y volvió a sacar la
caja de terciopelo. Sin dejar de mirarme la dejó caer en la papelera y sonrió de lado otra vez.
— Ahora me dirás que no crees en las señales… —susurró.
— Sólo ha sido un imprevisto —contesté encogiéndome de hombros.
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Capítulo 2

Dos semanas trabajando con el engreído sexy en el despacho de al lado… tenía que recurrir a
todo mi autocontrol para no salir por esa puerta y presentarme en su despacho para estar con
él una vez más. Porque sí, finalmente me contrató para trabajar con él, aunque tenía serias
dudas de si sería por mi eficiencia en el trabajo o en otras materias…
Después de aquel día en el ascensor cada vez que nos veíamos se nos escapaban sonrisas de
complicidad y en cuanto teníamos ocasión nos entregábamos como locos sin importar el lugar.
Esa misma noche cenamos en la Bella Italia y después nos fuimos a un hotel y estuvimos
despiertos hasta el amanecer desatando la pasión que nos volvió locos en aquel ascensor. Por
suerte no habíamos vuelto a hablar de las señales ni nada que tuviese que ver con Tanya,
quería pensar que no me importaba su vida, sólo era sexo, un sexo desenfrenado y
enloquecedor que nos hacía perder los papeles a ambos. Aunque había nacido en mí una
necesidad incomprensible de su cuerpo y sus caricias. Anhelaba sus besos y el modo en el que
entraba en mí.
Suspiré y me dejé caer sobre el sillón de mi despacho, no quería pensar en el motivo de
porque me sentía así, prefería seguir creyendo y convenciéndome a mí misma de que era
atracción, simple deseo y placer por un hombre que, para que negarlo, follaba mejor que
nadie. Pero era atracción y deseo al fin y al cabo.
Unos suaves golpes en la puerta me sobresaltaron y con la voz ahogada le pedí que pasara la
persona que estaba al otro lado. Por el umbral de la puerta apareció una cabellera broncínea
acompañada de dos penetrantes ojos verdes que me miraban intensamente.
— ¿Te apetece comer conmigo? —dijo el engreído sexy, o Edward, como me había dicho que
se llamaba.
— ¡Claro! —contesté mientras me ponía en pie y buscaba mi bolso y mi abrigo.
Negó con su cabeza y levantó una mano en la que traía una bolsa del restaurante chino de la
esquina. Sonreí y me senté de nuevo en la silla. Él entró en mi despacho y cerró la puerta con
el seguro. Al oír el clic de la cerradura otro clic sonó en mi cabeza y los nervios hicieron preso a
mi estómago al imaginarme lo que se avecinaba, otra sesión de besos y caricias prohibidas.
Sonreí nerviosa, era como si pudiese leerme el pensamiento y estuviese dispuesto a satisfacer
mis necesidades.
Dejó la bolsa en el suelo al lado de la puerta y se acercó a mi mesa con andares felinos, como
un puma dispuesto a saltar sobre su presa. El corazón se me desbocó acelerado y una sonrisa
de suficiencia se dibujó en mi rostro, yo era su presa, la que iba a hacer que perdiese el control
una vez más. Se paró frente a la mesa y apoyó en ella sus manos cerradas en puños echando
su cuerpo hacia delante.
— Señorita Swan —dijo con voz seductora—, he notado que está algo floja en su trabajo,
creo que debería poner un poco más de empeño en lo que hace.
Las mariposas comenzaron a revolotear en mi estómago y las manos comenzaron a
hormiguearme por la necesidad de tocarle, así que me puse en pie y rodeé la mesa para
situarme a su lado.
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— ¿Y usted que propone que haga señor Masen? —pregunté deslizando mi dedo por uno de
sus brazos delineando los músculos bajo la tela de su traje.
Se giró y se apoyó casi sentándose sobre la mesa con los brazos a los lados de su cuerpo.
— Me gustaría probar su ingenio —dijo pensativo—. Sorpréndame señorita, sé que tiene
muchísimo potencial.
Sonreí con picardía y lo miré a los ojos, él me devolvió la sonrisa y yo me acerqué a su cuerpo
poniéndome entre sus piernas abiertas. Acerqué mi cabeza a su cuello, abrí mi boca y con mi
lengua delineé la línea de su mandíbula, sonreí al notar como su respiración se aceleraba
débilmente. Sabía lo que quería, su cuerpo lo pedía a gritos porque el bulto de pantalón era
más que evidente. Mi cuerpo también lo necesitaba, así que… ¿para qué retrasarlo más? Mis
manos viajaron hasta su cinturón mientras mis labios continuaban haciendo estragos en su
cuello. Mis dedos, que ahora habían superado la torpeza del primer día, hábilmente se
deshicieron del cinturón y sin querer una de mis manos rozó sus bultito arrancando un gemido
ahogado de sus labios.
Desbroché su pantalón y deslicé el cierre dejando que sus pantalones bajasen por sus
piernas hasta sus tobillos. Me sujetó por la cintura y devoró mis labios con urgencia, pero yo
me deshice de su agarre y lo miré con desaprobación.
— Deje que me esfuerce Señor Masen, quiero probarle de lo que soy capaz —dije en un
susurro.
Me sonrió de vuelta y volvió a apoyar las manos en la mesa dejándome el campo libre. Yo
continué besando y lamiendo su cuello, mientras mis manos recorrían la goma de su bóxer y se
introducían débilmente entre la tela y su piel. Su cuerpo temblaba en antelación y yo tenía que
controlar mis impulsos para no ir demasiado deprisa.
Metí mis manos por completo en su ropa interior sujetando sus caderas por el interior de la
tela. De un rápido movimiento los deslicé hasta sus tobillos donde le hicieron compañía a sus
pantalones. Me alejé dos pasos de su cuerpo, admirando al adonis que tenía frente a mí, sus
piernas fuertes y torneadas, su miembro duro y erguido. Me mordí el labio inferior
anticipándome mentalmente a lo que iba a suceder ahora, Edward suspiró y negó con su
cabeza.
— Bella, me estás matando —susurró.
Reí y me acerqué de nuevo a él.
— ¿Tiene prisa señor Masen? —pregunté divertida.
— Sinceramente sí —contestó—. Hay cierta parte de mi cuerpo que la necesita con urgencia.
Me volví a reír y besé sus labios empapando mi boca con su sabor, dejando que mi lengua
explorase cada rincón, mis manos acariciaron delicadamente la punta de su glande y el siseó
entre dientes cerrando los ojos. Me alejé de él y me puse de rodillas a sus pies.
Sonrió de lado, derritiéndome por completo con su pícara sonrisa torcida, aturdiéndome
momentáneamente haciendo que mi entrepierna se mojase con antelación. Desperté de mi
aturdimiento y lo miré a los ojos, me miraba divertido esperando mi próximo movimiento,
pero lo que no se esperaba era lo que tenía pensado hacer.
Naobi Chan
14
Imprevistos

Bajé mi mirada de nuevo hasta su miembro y lo agarré con ambas manos, su cuerpo se tensó
al instante y con un solo movimiento me lo metí entero en la boca hasta que chocó con las
paredes de mi garganta. Un gritó salió de sus labios y se agarró a la mesa con ambas manos. Yo
sonreí en mi fuero interno por ser capaz de despertar ese tipo de sensaciones en él.
Comencé a deslizar esa parte tan sensible de su cuerpo dentro de mi boca, mi lengua
humedecía cada centímetro de su miembro, haciendo círculos en su punta, dando ligeros
lametones que le arrancaban suspiros. Una de mis manos aferraba con fuerza su base
moviéndose arriba y abajo con mi cabeza, y la otra masajeaba delicadamente sus testículos. En
un momento dado, puso una mano en mi cabeza, sujetando mi coleta haciendo que me
moviese más rápido sobre su polla. Yo obedecí sin rechistar, mientras levantaba la vista para
contemplar su cara completamente distorsionada por el placer.
Sentí como su miembro se endurecía y crecía un poco más, no sabía cómo eso era posible,
pero todo indicaba que estaba muy cerca de su orgasmo. Ahora era cuando él me apartaba
diciendo que eso no era cortés para una señorita distinguida… pero yo distaba mucho de serlo,
así que esta vez me impondría y llegaría hasta el final.
— Bella… para… por favor… no puedo más —balbuceaba.
Negué con mi cabeza sin sacar su miembro de mi boca, y eso lo hizo enloquecer más. Se
agarraba a la mesa con tanta fuerza que temía que la partiera en dos de un momento a otro.
Yo continuaba con un bombeo casi frenético y los gemidos que Edward estaba emitiendo se
estaban tornando alaridos de puro placer. Sus piernas temblaban y sus músculos estaban
completamente tensos. Se envaró sobre la mesa y se quedó en silencio durante unos
segundos. En seguida comencé a saborear como su néctar se deslizaba por mi lengua
cubriendo mi boca con su sabor, continué succionando hasta que salió la última gota y me
separé de él relamiendo mis labios con expresión golosa.
No me dio tiempo a reaccionar, cuando quise darme cuenta estaba sentada sobre la mesa,
Edward me sujetaba ambas manos a los costados de mi cuerpo y juraría que nunca en mi vida
nadie me había mirado con tanto deseo. Sus pupilas estaba dilatadas y sus mejillas
ligeramente enrojecidas, estaba más sexy que nunca.
— Eso ha estado muy bien Señorita —susurró en mi oído—. Pero déjeme mostrarle como se
hacen las cosas por aquí.
Sin darme tiempo a contestar devoró mis labios e introdujo su lengua en mi boca con tanta
violencia que casi me caigo de la mesa. Sus manos estaban en mis muslos y estaban subiendo
lentamente mi falda, acariciando lentamente la piel que dejaba expuesta. Llegó hasta mi
trasero y me atrajo hacia él pegando completamente hacia su cuerpo dejándome sentada al
borde la mesa.
Puso las manos ahora en mis hombros y me empujó ligeramente para que me tumbara sobre
la mesa, obedecí aturdida por el poder de su mirada que aniquilaba toda mi capacidad de
razonamiento. En cuanto mi espalda reposó sobre esa superficie plana, noté sus manos
nuevamente sobre mis muslos, subieron lentamente hasta mis caderas, dejando una sensación
de ardor y hormigueo allí por donde pasaban, ardor que se intensificaba cuando con sus labios
recorría el mismo camino que sus manos. Mi cuerpo temblaba en antelación y creo que mi
ropa interior estaba más que mojada. Llegó hasta la cinturilla de mi tanga y la delineó
suavemente con sus dedos, rozando también mi piel en el proceso, enviando cientos de
descargas a lo largo de mi columna vertebral.
Naobi Chan
15
Imprevistos

— Me encanta arrancarte estas cosas tan pequeñas que llevas —susurró mientras inhalaba
el olor de mi excitación—. Tengo guardadas todas las braguitas que te he roto —su voz era
apenas un susurro y sonaba ronca a causa de la excitación.
Uno de sus dedos trazó la húmeda línea que dividía mis labios en dos sobre mi ropa interior y
sentí como si dentro de mi cuerpo se hubiese encendido una hoguera y estuviese ardiendo en
llamas. Un gemido ahogado salió de mis labios y tuve que sujetarme a la mesa para
mantenerme firme sobre ella.
Metió sus dedos bajo la cintura de mi tanga y con un solo movimiento la partió en dos
nuevamente. Tendría que plantearme el pedir un plus en mi sueldo para que el jefe siempre
tuviese un tanga nuevo que romper.
Me quitó los zapatos con deliberada lentitud, haciendo que casi desfalleciera por la espera,
alargando el momento todo lo que fuese posible para que mi tortura fuese mayor. Hizo que
flexionase mis piernas y apoyase mis pies sobre la mesa. Se acercó por un lateral e inclinó su
cuerpo sobre el mío para poder besarme. Introdujo su lengua en mi boca una vez más
mientras sus manos desabrochaban uno a uno los botones de mi blusa, rozando mi piel
accidentalmente haciendo que todo mi ser se estremeciera ante su sutil tacto. Cuando la hubo
desabrochado por completo continuó besándome mientras uno de sus dedos dibujaba círculos
en mi vientre.
No entendía como me hacía vibrar con tan sólo una caricia, no podía entender como casi sin
proponérselo era capaz de hacer de mí lo que le viniese en gana. Y menos podía entender que
estuviese tan enganchada a él que no me importara que me utilizase a su antojo sin importar
nada más.
No tuve mucho más tiempo de lucidez para poder pensar y replantearme lo que estaba
haciendo, porque una de sus manos llegó hasta mi sexo, se introdujo entre mis labios y
acarició suavemente mi clítoris. Mi espalda se arqueó en respuesta y uno de sus dedos se
introdujo con brusquedad dentro de mí, grité y me aferré a la mesa con más fuerza.
— Siempre estás tan húmeda para mí… —ronroneó en mi oído haciendo que toda mi piel se
pusiese de gallina.
Sacó su dedo de mi interior y tuve que reprimir las ganas de pegarle por alejarse dejándome
en este estado, intente incorporarme pero no me dejó. Se inclinó entre mis piernas abiertas y
mi mente se nubló por completo. Esto no podía estar pasando en mi despacho…
Hundió sus dedos bajo mi sostén y me estrujó los pechos arrancando gemidos de mi
garganta. Deslizó sus manos por mis costados hasta acabar en mis caderas, me sujetó con
fuerza y en cuanto noté el contacto de su lengua en mi sexo, un más que audible gemido
abandonó mis labios.
No era la primera que me hacía eso, pero madre de Dios… ¿cómo era capaz de mover la
lengua a esa velocidad? ¿Por qué le resultaba tan sencillo saber exactamente donde tenía que
chupar?
Tenía que cerrar mis ojos porque creía que se me saldrían de las orbitas, estaba casi segura
que mi mesa tendría la marca de mis uñas que estaban profundamente clavadas en la madera.
Gracias a Edward me estaba sujetando que si no estaría levitando por la habitación mientras
mi mente se desconectaba por completo de mi cuerpo.
Naobi Chan
16
Imprevistos

Notaba como poco a poco la espiral iba tomando forma en mi vientre. Como con cada
arremetida de su poderosa lengua la espiral se hacía más grande y giraba a más velocidad.
Cuando metió dos dedos en mi interior creí que me moría, tuve que aferrarme a su pelo para
creer que era real lo que me estaba pasando y en dos embestidas de sus dedos mientras su
lengua devoraba con ansias mi clítoris, la espiral explotó haciendo que todo mi cuerpo vibrara
y que mis alaridos casi hiciesen temblar los cristales de la ventana.
Mi alma se desconectó de mi cuerpo en ese momento y sobre la mesa solo quedó un
amasijo de huesos y músculos sin consciencia de nada. No sabía porque los orgasmos con él
me dejaban en ese estado de éxtasis, no sabía cómo era capaz de que mi cuerpo perdiera toda
su consistencia y se volviese gelatina bajo sus manos. Era como un mago, sí, un mago del sexo.
Y muy lejos de estar satisfecha ahora lo que necesitaba era que pusiese en uso su varita
mágica.
Me incorporé lentamente y Edward me abrazó y me estrechó contra su cuerpo, no entendía
como era tan extremista, del mago del sexo pasaba a ser un gatito mimoso en cuestión de
segundos, me desconcertaba pero a la vez me gustaba que me tratase con cariño. Me tomó en
brazos y me puso en pie frente al sofá que había junto a la puerta. Me miró a los ojos y volvió a
besarme, haciendo que mi boca se inundase con el sabor de mi propia excitación.
Acarició mi cintura y se deshizo de mi blusa y mi sostén, bajó sus manos por mi espalda y
abrió el cierre de mi falda dejando que esta resbalase por mis piernas hasta acabar en el suelo.
No sé en qué momento él se había desnudado pero lo tenía frente a mí en todo su esplendor.
Ahogue un gemido al ver sus perfectos abdominales y sus pectorales notablemente marcados.
No pude evitar que mis curiosas manos los acariciaran con devoción deteniéndome en cada
pliegue de su piel e intentando memorizarlos uno a uno.
Me empujó lentamente para que me sentase en el sofá y mi cuerpo obedeció al instante…
creo que mi mente quedó flotando en algún lugar cerca de la mesa, sólo era una autómata
obedeciendo sus órdenes y disfrutando de sus besos y sus caricias. Y él parecía disfrutar de esa
ventaja que tenía sobre mí, porque la aprovechaba al máximo.
Mientras lamía, chupaba y mordía mis pezones yo era incapaz de enlazar dos pensamientos
coherentes. De lo único que era consciente era de ese tremendo hombre que ahora estaba
arrodillado entre mis piernas dándome el mejor sexo del que podía haber imaginado en mi
vida.
Sin previo aviso noté como su miembro se abría paso entre las paredes de mi sexo, que lo
recibió gustoso haciendo que mil estímulos recorriesen mi espalda. Se quedó inmóvil unos
segundos, enlazando su mirada con la mía, alargando el momento, mi tortura.
— Edward… por favor —susurré.
— ¿Por favor qué? —preguntó
— Por favor muévete —supliqué
Se echó hacia atrás y luego se abalanzó hacia delante penetrándome más intensamente. Mi
cuerpo se amoldó al suyo y un fuerte gemido salió de mi garganta.
— ¿Cómo quieres que me mueva, Bella? —ronroneó en mi oído.
— Fuerte… rápido… —balbuceé.
Volvió a embestirme con fuerza haciendo que mis entrañas se retorcieron de placer.
Naobi Chan
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Imprevistos

— Bella… —susurró— dime que nadie es capaz de hacerte temblar así.


— Nadie… —gimoteé.
— ¿Nadie? ¿Nadie te toca? ¿Nadie te besa? ¿Nadie te hace esto? —preguntó entre
estocadas con la voz entrecortada.
— Soy tuya Edward —esas palabras abandonaron mis labios sin saber porque, pero estaba
segura de que no había una verdad más cierta, nadie, nunca, había despertado mi cuerpo de
ese modo. Y aunque las palabras no lo habían dicho me sentía inexplicablemente unida a él en
cualquier contexto posible.
Esas palabras fueron el detonante, la chispa que encendió la mecha de su autocontrol. Sus
embestidas comenzaron a hacerse más violentas y necesitadas. Sentía como se abría paso en
mi interior entrando cada vez más profundamente. Sus manos se deslizaban por mi cuerpo
marcando mi piel con su olor allí por donde pasaban, haciéndome suya en todos los sentidos.
Todos mis nervios se pusieron alerta, todas mis sensaciones se unieron en un mismo punto,
mi vientre. Con cada embestida un cúmulo de mil cosas se acumulaban ahí formando
nuevamente la espiral. Me aferraba a su cuerpo con manos y piernas, mis labios, ávidos,
deseosos, muertos de sed, exploraban su boca, su cuello, sus hombros… cualquier parte de su
cuerpo que estaba a su alcance, marcando también su piel con mi propio olor, haciéndolo un
poco mío de algún modo.
Mis gemidos se mezclaban en el aire con sus rugidos, mi sudor se mezclaba con el suyo sobre
nuestros cuerpos y nuestras miradas estaban enlazadas por un mismo lazo. Dos embestidas
más fueron las necesarias, solo dos roces de su carne con la mía fueron suficientes para
desatar la locura. Mi cuerpo explotó y me sentí en una montaña rusa, sentía su cuerpo vibrar y
derramarse dentro del mío y todo, absolutamente todo desapareció de mi vista. Sólo era
consciente de él, entre mis piernas, conmigo, dentro de mí, llevándose cualquier resquicio de
mi cordura con él.
Se dejó caer sobre mi cuerpo y nuestras respiraciones se enlazaron, su cabeza descansaba
sobre mi hombro y mis brazos rodearon su cuello instintivamente. Por momentos podía sentir
que sus labios dejaban suaves besos sobre mi piel, pero no era plenamente consciente de ello.
Ahora mismo estaba en otro mundo, disfrutando de mi locura post-orgásmica con Edward, esa
que sólo él sabía desatar.
Minutos después ambos estábamos sentados en ese mismo sofá, abrazados y comiendo
comida china fría. Nuestras sonrisas eran imborrables, nadie estropearía ese día, nadie sería
capaz de hacer que mi sonrisa me abandonase.
— Bella —susurró en mi oído— ¿te apetece cenar esta noche en mi casa? Prometo que la
comida estará caliente.
Lo miré y mi sonrisa predilecta se dibujaba en su rostro. No pude más que asentir, olvidando
cualquier procedimiento posible para que mis cuerdas vocales se pusiesen en funcionamiento.
Me estrechó con más fuerza entre sus brazos y dejamos que las horas pasasen para que
nuestra nueva cita diese comienzo.
Naobi Chan
18
Imprevistos

Capítulo 3

La tarde se me estaba haciendo eterna y miraba al reloj con una amenaza pintada en los
ojos, si no se dignaba a avanzar más rápido lo tiraría contra la pared haciéndolo mil pedazos. El
taconeo en el suelo era incansable, los nervios me podían. Necesitaba que pasasen las horas
para presentarme en casa de Edward de una vez.
Unos golpes en la puerta me sobresaltaron. Mis sentidos se pusieron a alerta… ¿será Edward
otra vez? ¿Vendrá a darme otro adelanto de lo que nos espera esta noche? Mis ilusiones
cayeron en picado cuando una cabeza con el pelo moreno repleto de rizos se asomó por la
puerta, era Jessica Stanley, su secretaria. Intenté poner mi mejor cara para no ser descortés,
pero creo que sólo se dibujó una extraña mueca.
— Señorita Swan, le ha llegado esto —avanzó hasta el interior del despacho con un ramo de
fresias en sus manos.
A mí se me cortó la respiración y cogí el ramo de flores con las manos temblorosas.
— Gracias Jessica —balbuceé.
— El señor Masen dice que ya puede retirarse a su casa —continuó Jessica—, dice que sabe
que tiene una cita importante y no quiere que llegue tarde.
Me quedé helada sentada en la silla y la miré como si tuviese tres cabezas y un rabo verde.
Ella sólo sonrió, dio a media vuelta y se fue.
Desperté de mi ensoñación minutos después y me di cuenta de que todavía tenía el ramo de
flores en mis manos. Rebusqué nerviosa y encontré una tarjeta escondida en un lateral. La abrí
todo lo rápido que pude, rompiendo el pequeño sobre en el proceso:
"Como te prometí, la cena estará caliente.
Te espero a las 20:00
Robward Avenue, 77
E.
PD: Me ha dicho tu jefe que mañana tienes el día libre."
No puede evitar que una enorme sonrisa inundara mi cara y aquellas traicioneras mariposas
revolotearan en mi estómago. Con movimientos mecánicos me puse en pie y me puse el
abrigo, agarré las flores y mi bolso. Con paso firme me dirigí hacia el ascensor y mientras
esperaba, como siempre, me invadieron los recuerdos de mi entrevista de trabajo, mis mejillas
se enrojecieron y tuve que mirar al suelo avergonzada.
— Bonitas flores —dijo una voz a mi espalda.
Me giré y allí estaba él, mi pecado con patas. No pude evitar mirarlo de arriba a abajo con
descaro mientras me mordía el labio inferior imaginando lo que nos esperaba esta noche.
— Que disfrute de su noche Señorita Swan —dijo sonriendo.
— No se preocupe señor Masen, haré todo lo que esté en mi mano para disfrutar como
nunca —contesté en un murmullo—. Por cierto, gracias por el día libre.
Naobi Chan
19
Imprevistos

— Lo necesitará, preveo que tendrá una noche muy movida —y su sonrisa torcida salió a
escena, si no me hubiese arrancado las bragas antes se me habrían caído al suelo en ese
momento.
La campanilla del ascensor me despertó de mi aturdimiento y cerré la boca que creo que ya
me llegaba al ombligo.
— Buenas noches Señor Masen —susurré.
— Seguro que lo serán —lo oí murmurar mientras las puertas del ascensor se cerraban.
Salí del ascensor acalorada, los recuerdos eran mucho más vividos cuando estaba allí
encerrada. Salí por la puerta principal del edificio y el portero me saludó como venía haciendo
los últimos días, ya era una cara conocida. Esperé en las escaleras principales a que un taxi se
dignase a aparecer, pero parecía que todo estaba en mi contra. Pasados más de diez minutos y
cuando ya tenía mi teléfono en la mano dispuesta a pedir un taxi, uno paró a escasos dos
metros. De él bajó una mujer rubia, con el cabello rizado y en sus puntas algo rojizo, era muy
guapa, pero tenía cara de enojada. Cargaba con una caja de cartón llena de cosas: Cd´s, libros…
me acerqué al taxi mientras ella le pagaba al conductor y refunfuñaba por lo bajo.
Se giró y quedamos frente a frente, reparó en mi ramo de flores y lo miró con rabia.
— No les creas nunca —espetó indignada—. Cuando piensas que están más enamorados de
ti, te cambian por otra.
No me dio tiempo a contestarle porque ya estaba a mitad de camino hacia la puerta,
luchando para no caerse entre la caja y sus tacones. Me subí al taxi medio aturdida por lo que
acaba de pasar. Pero me consolé a mí misma diciéndome que eso no me pasaría, yo no estaba
enamorada… de nadie… lo Edward era solo sexo… sexo loco y divertido. Sin compromiso…
¿cierto?
Todavía con mil dudas en mi cabeza llegué a mi nuevo apartamento y me metí bajo el chorro
de la ducha. El agua caliente, casi hirviendo, relajó mis músculos y liberó mi mente de
cualquier pensamiento absurdo. Me enrollé una toalla al cuerpo y caminé hacia mi ropero a
elegir el atuendo adecuado para salir esa noche. Aunque lo que se dice salir… no creo que
saliera mucho. Sonreí en mi fuero interno. Miré mi ropero durante varios minutos, indecisa me
decanté por la mejor opción: pedir refuerzos.
— Alice… ¿qué te pondrías para que un hombre te meta en su cama? —y escuché solo
silencio al otro lado de la línea telefónica.
De acuerdo, lo admito, quizás debería haberle dicho un "hola", quizás hablarle de Edward o
al menos un poco sobre nuestra relación… un momento ¿relación? Despejé ese pensamiento,
no podía detenerme a eso ahora.
— Alice… ¿continúas respirando? —pregunté a mi mejor amiga.
— Bella… ¿he oído bien? —pregunto aturdida.
— Sí, Alice sí… —contesté en tono cansado—. Quiero que ese tío me folle hasta el cansancio,
¿qué me recomiendas?
Otros minutos de silencio, no sabía si por el shock de mis palabras o porque estaba
debatiendo sobre que recomendarme.
— El vestido negro —contestó muy segura.
Naobi Chan
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Imprevistos

— Ya lo ha visto.
— ¿Qué? ¿No es la primera vuestra primera cita?—preguntó muy sorprendida.
— Técnicamente sí… pero prácticamente no —nunca mis palabras habían sido tan ciertas. Lo
que se dice practicar, practicamos mucho.
Otro silencio. Entendía a mi amiga, después de jurar y perjurar que deseaba hacerme
lesbiana para que los tíos no jugasen conmigo una vez más, acababa en la cama del primero
que me lo proponía. Extraño sí…
— El azul —dijo por fin—, ese que deja la espalda descubierta. Con ropa interior muy
pequeña, o directamente sin ella.
— Ropa interior pequeña… seguro que querrá su trofeo —murmuré para mí misma—.
¡Gracias Alice, te quiero!
Colgué sin esperar su respuesta, puse el teléfono en silencio, conociendo a mi amiga estaría
llamándome durante horas para que contestara sus mil y una preguntas, y esa no era la noche
adecuada.
Abrí el cajón de mi ropa interior y elegí unas pequeñísimas, casi minúsculas, braguitas azules
de encaje. Seguro que Edward se volvería loco con ellas. Dejé que el vestido resbalase por mi
piel y abrazase mi cuerpo. El suave satén de la tela hizo que mi piel se estremeciese. Me
maquille y dejé que mi pelo cayese en ondas por mi espalda.
Me miré al espejo y sentí que me faltaba algo. No era algo exterior, era algo más íntimo, en
seguida se me encendió la bombillita. En un rincón de mi ropero todavía descansaba aquella
bolsita que Rose y Alice me regalaron en mi despedida de soltera para mi inexistente luna de
miel… ¿qué mejor momento que este? ¿Querían que lo disfrutase, cierto? Pues eso haría esta
noche.
Me puse el ligero y las medias con mucho cuidado de no hacer un estropicio, también
cambié mi braguitas azules por un precioso tanga blanco medio transparente, quería que esta
noche fuese todo perfecto.
Me calcé mis zapatos de tacón y salí de mi casa dispuesta a comerme el mundo, o a Edward
en este caso… me relamí los labios por la imagen mental que me atacaba en ese momento…
uhm comer…
Cuando el taxi paró delante de aquella casa sentí una punzada en el pecho. Un hombre
perfecto, tendría que tener una casa perfecta. No era excesivamente grande, pero lo suficiente
para cinco personas. La casa era blanca, con ventanas grandes, cortinas, el césped
perfectamente cuidado, muchas flores de colores… sólo le faltaba la típica valla blanca
rodeando el jardín para ser la perfecta casa de ensueño. Mientras la observaba estaba casi
esperando que un carruaje arrastrado por unos majestuosos caballos llegase a la puerta, pero
no, allí sólo estaba su volvo plateado… sí, ese que mancillamos más de una vez en el parking de
la oficina. Al recordar eso mil mariposas anidaron en mi estómago de nuevo.
"Isabella céntrate" me repetía mentalmente.
Con paso decidido avancé por el sendero que cruzaba el jardín hasta la puerta. Inspiré hondo
un par de veces y pulsé el timbre. Las piernas comenzaron a temblarme y temí por mi
equilibrio. Otro millar de mariposas se adueñaron de mi estómago y me sentí desfallecer.
Segundos después la puerta se abrió y el mismísimo Dios apareció ante mis ojos. Si Edward con
Naobi Chan
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Imprevistos

traje estaba para comérselo… en ropa casual era para devorarlo sin dejar ni las migas. Su
cabello estaba húmedo y desordenado, estaba todavía descalzo y llevaba puesta una camisa
completamente abierta dejando ver por completo su perfecto pecho. Unos jeans desgastados
y rasgados en las rodillas se ajustaban perfectamente a sus piernas desde su cadera y eran
bajos… muy bajos… ¡demasiado bajos! Tragué en seco y mi mirada se perdió justo debajo de
su ombligo, donde esa casi inexistente fila de bello me indicaba cual era el camino que tenía
que seguir… con solo verlo ya estaba excitada, si no estuviese completamente paralizada por el
shock habría saltado a su brazos y me lo hubiese comido entero.
Segundos después, cuando ya era un poco más consciente de mis actos, mi mirada buscó la
suya. Él también estaba paralizado con una de sus manos sujetando la puerta, me miraba con
la boca entreabierta y un brillo lascivo en los ojos lo que me hizo sonreír sin saber muy bien
por qué. Me devolvió la sonrisa y sin decir ni una palabra se hizo a un lado para que yo pasase.
En cuanto caminé por su lado su olor me impactó en la cara, me tensé mientras las
mariposas de mi estómago se liberaban y volaban a través de mi cuerpo liberando toda la
excitación que se concentraba en mi entrepierna. Me humedecí al instante y mis manos se
cerraron en puños, tenía que controlarme, no era lógico que con solo verlo ya tuviera ganas de
tirármelo sin más.
Me giré para encararlo y vi que su mirada se perdía en la parte baja de mi espalda. Sonreí
muy pagada, si mi estado era deplorable el suyo no era mejor…
— Hola… —susurró clavando sus dos esmeraldas en llamas en mis ojos.
Me estremecí al oír su voz, instintivamente mordí mi labio inferior para no decir lo que tenía
ganas de hacerle en ese momento.
— Hola… —susurré segundos después.
— Acabo de salir de la ducha… se me hizo un poco tarde —murmuró casi para sí mismo.
Lo miré a los ojos pero me fue imposible aguantar el contacto, mi mirada descendió
automáticamente hasta sus pectorales, bajando por sus abdominales, su ombligo y recorrieron
otra vez aquella línea que me incitaba a lo prohibido acabando en sus caderas… y sobre todo,
en el centro de estas. Un pequeño bulto me indicó que no era la única que estaba al límite de
su autocontrol.
Tragué fuerte, hice acopio de todo mi autocontrol y volví mi vista a sus ojos, estos estaban
clavados en mis pechos, que apenas eran cubiertos por el sugerente escote de mi vestido.
Carraspeé para llamar su atención y medio aturdido me miró a los ojos también. Sonrió de
lado… otra vez mi autocontrol por los suelos… volví a morderme el labio inferior y a cerrar mis
manos en puños para contenerme.
¿Por qué ninguno de los dos daba el primer paso? ¿Por qué seguíamos en la puerta de su
casa sin movernos y comiéndonos con la mirada? Una risa nerviosa se apoderó de mí, y
Edward me miró sorprendido.
— ¿Qué es tan gracioso? —preguntó.
— Esto es patético... —susurré.
— ¿Propones algo? —volvió a preguntar.
Naobi Chan
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Imprevistos

Caminé dos pasos rompiendo la distancia que nos separaba, me puse frente a él, sólo unos
insignificantes centímetros nos separaban. Nuestras miradas estaban enlazadas de nuevo, con
ese contacto nos estábamos diciendo todo sin soltar ni una sola palabra. Envolví su cuello con
mis brazos y me puse de puntillas para llegar a sus labios. Sin romper el contacto visual me
acerqué a ellos peligrosamente.
— ¿Cómo era aquel modo de callarte? —susurré segundos antes de devorar su boca como
nunca lo había hecho antes.
Enseguida me devolvió el beso y enredó sus manos en mi cintura, me atrajo hacia su pecho y
el contacto de su piel con la fina tela de mi vestido fue exquisito, gemí en sus labios. Bajó sus
manos a mi trasero y lo presionó con fuerza haciendo que nuestros sexos se rozaran entre
nuestras ropas. En ese momento fue él que gimió.
Me alzó en vilo y yo envolví mis piernas en su cintura, me empujó contra la pared y mi
espalda chocó con esta. Abandonó mis labios y descendió por mi cuello dejando mordiscos y
besos a su paso. Mis dedos enredados en su pelo lo atraían más a mí mientras mi cabeza daba
vueltas intentando encontrarle sentido a todo aquello…
— Me vuelves loco —susurró en mi oído antes de morder el lóbulo de mi oreja.
Miles de descargas eléctricas recorrieron mi espalda y acabaron en la zona más baja de mi
vientre. Comenzó a caminar conmigo todavía colgada de sus caderas, supuse que iríamos a un
lugar más cómodo pro no tenía ni idea de a dónde. Durante el trayecto no separó sus labios de
los míos ni sus manos de mi cuerpo.
Oí un golpe sordo, como una puerta golpeando la pared, y segundos después noté una
superficie blanda y mullida bajo de mi cuerpo, no tardé en darme cuenta de que era una cama.
Edward estaba sobre mi cuerpo, sus besos abandonaron mis labios y fueron descendiendo por
mi cuello hasta acabar lamiendo el pedazo de piel que dividía mis pechos. Mis suspiros eran
más que audibles, las sensaciones que estaba enviando a lo largo de todo mi cuerpo no tenían
precio, o quizás sí, quizás estaba vendiendo mi alma al diablo por sentir tanto placer, pero en
ese momento no me importaba absolutamente nada.
Lo hice girar sobre sí mismo y me senté a horcajadas sobre su cintra, mi sexo rozó el suyo y
ambos siseamos entre dientes cerrando los ojos. Mis manos se deshicieron enseguida de su
camisa, que aunque le quedaba de muerte en ese momento me estorbaba demasiado. Mi ropa
también estorbaba, sentía como si el vestido pesase kilos sobre mi cuerpo. Me puse en pie en
el suelo al lado de la cama, no me paré a mirar la decoración ni nada parecido, lo único
importante para mí eran esos dos ojos verdes que no me quitaban la vista de encima. Edward
se había incorporado y estaba prácticamente sentado en la cama, me miraba con dudas, no
sabía lo que yo iba a hacer, pero esa sonrisa que me provocaba taquicardias no desapareció de
sus labios. Llevé mis manos a la espalda de mi vestido, deslicé el cierre lentamente si apartar
mis ojos de los suyos, en cuanto los finos tirantes descendieron por mis hombros vi cómo se
tensaba casi imperceptiblemente y sus ojos llamearon con más intensidad. La fina tela del
vestido voló hacia el suelo dejando mi cuerpo prácticamente desnudo ante él.
Sus ojos se abrieron como platas cuando vio lo que llevaba escondido bajo la ropa. Se puso
en pie de un salto y no tardé en sentir sus brazos rodeando mi cintura y sus labios besándome
la sensible piel de mis hombros.
— ¿Intentas volverme más loco todavía? —Preguntó entre susurros— Eso que llevas puesto
debería ser delito.
Naobi Chan
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Imprevistos

Sonreí y lo miré a los ojos, me devolvió una mirada cargada de deseo y necesidad.
— ¿Me permites que te lo arranque o debo ser cuidadoso? —preguntó sonriendo.
Negué con mi cabeza y un gemido involuntario abandonó mi boca cuando sus manos
acariciaron suavemente mis pechos. Toda la piel se me puso de gallina cuando sus pulgares
rozaron delicadamente mis pezones. Sus dedos no tardaron nada en ser sustituidos por sus
labios y su traviesa lengua que lamía mis pechos sin compasión. Pero yo no estaba dispuesta a
simplemente dejarme hacer. Mis manos bajaron por sus pectorales, delineé delicadamente sus
abdominales y tracé aquella línea que me invitaba al pecado con una de mis uñas. Edward
gimió en respuesta y creí haber oído que maldecía entre dientes. Llegué a los botones de jeans
y no tardé demasiado en hacer que llegasen al suelo dejando a mi adonis vestido únicamente
con un bóxer blanco que dejaba ver su más que evidente erección.
Sus manos llegaron a mi sexo, uno de sus dedos jugó con la cintura elástica de mi ropa
interior, sabía lo que venía ahora… estaba más que acostumbrada, por eso no me sorprendió
cuando se alejó un poco de mí y sonriendo me mostró su trofeo colgando de uno de sus dedos.
Mis manos, me picaban de necesidad, no aguantaba más. De un rápido movimiento hice que
sus bóxer desaparecieran en algún punto indefinido de la habitación y su miembro me
saludaba completamente erguido. Mis manos, totalmente decididas, lo agarraron y
masajearon arrancando gemidos, suspiros y maldiciones de la boca de Edward. Yo sólo sonreía
orgullosa por lo que era capaz de hacer con una simple caricia.
Me puse de rodillas dispuesta a devorarlo, pero me lo impidió sujetándome de los brazos y
haciendo que me pusiese en pie de nuevo
— Hoy déjame a mí primero —dijo antes de besarme.
Agarró mi cintura con ambas manos e hizo que me girara dándole la espalda. Su cuerpo
estaba pegado al mío y podía sentir su excitación golpeando en mi trasero. Besó, mordió y
succionó mi cuello mientras una de sus manos acariciaba y pellizcaba mis pechos y la otra se
perdía entre mis piernas haciendo que mis rodillas flaquearan.
Me empujó para que caminase hacia delante hasta que mis rodillas chocaron con la cama.
— Ponte a cuatro patas —susurró en mi oído.
Obedecí sin decir una palabra, no era necesario. Una de sus manos acariciaba mis nalgas y la
otra se perdía entre los pliegues de mi sexo mientras sus labios repartían besos a diestro y
siniestro por mi espalda. Mis manos cerradas en puños se sujetaban con fuerza a la colcha de
la cama. Era imposible acallar los gemidos que escapaban de mi garganta, sus manos me
estaban volviendo literalmente loca.
Enseguida noté algo húmedo contra mi sexo, grité al sentir como su lengua intentaba
penetrarme sin compasión, uno de sus dedos hacía círculos en la entrada de mi ano para
introducirse poco a poco, muy lentamente. Mis brazos perdieron toda su fuerza y mis ojos se
nublaron cuando noté su miembro en la entrada de mi sexo. Se abrió paso abruptamente, sin
contemplaciones. Mientras me bombeaba casi frenéticamente su dedo seguía dentro de mi
ano, entrando y saliendo, girando sobre sí mismo y volviendo a salir para entrar segundos
después.
— ¡Oh dios! ¡Oh dios! ¡Oh dios! ¡Oh dios! —gritaba sin control.
— Dios no cariño, soy Edward —dijo sonriendo.
Naobi Chan
24
Imprevistos

"¡Engreído!" pensé, pero fui incapaz de decirlo en voz alta.


Gritaba y me retorcía sobre la cama, lo que estaba haciendo sentir me llevaba al mismo cielo
y me bajaba a la tierra de golpe haciendo que la gravedad dejase de existir. Noté como todo el
calor de mi cuerpo se concentraba en un único punto. Todos mis nervios estaba alerta,
esperando el momento indicado para explotar y hacer que perdiese la cordura. Y así fue.
Creo que grité su nombre, pero no estoy realmente segura. Dejé de escuchar, de ver… solo
sentía y era consciente de Edward, de lo que me estaba haciendo. No sé si grité, suspiré o
gemí. Como de costumbre dejé de existir durante unos segundos mientras recuperaba el
aliento y el ritmo normal de mi respiración.
Cuando miré a Edward, estaba sentado en la cama y me sonreía divertido. Mi mirada bajó
por su cuerpo y se detuvo en su miembro que todavía reclamaba su parte. Sin pensármelo
mucho mis labios se lanzaron a por él. Gimió en cuanto su longitud desapareció en mi boca
chocando contra mi garganta.
No tardó mucho en suplicarme que parase, obedecí y lo miré a los ojos, todavía conservaban
esa llama de deseo pero brillaban de un modo que no supe descifrar.
— ¿Quieres ser mi amazona? —preguntó entre risas.
Tardé en comprender lo que me decía… pero no tardé en sentarme sobre él a horcajadas
clavándome su polla en mi sexo de un solo golpe. Me abrazó pegando su pecho
completamente al mío. Nuestras miradas se enlazaron de nuevo y comencé a moverme sobre
él, que estaba sentado al borde de la cama. Suspiraba y gemía sin dejar de mirar mis ojos y yo
hacía lo mismo incapaz de romper ese contacto.
Enseguida noté los síntomas de mi próximo orgasmo, Edward enterró la cabeza en mi cuello
y me mordió donde este se unía con los hombros, grité de dolor pero eso me excitó de tal
manera que ya estaba al borde del abismo dispuesta a saltar. Edward afianzó su agarre
alrededor mi cintura, comencé a sentir las oleadas de placer esparciéndose por mi cuerpo,
dejando a su paso un millar de sensaciones.
— ¡Bella! —gritó contra mi cuello.
Se dejó caer hacia atrás y yo me caí con él quedando tendida sobre su pecho. Nuestras
respiraciones agitadas y nuestros corazones latiendo desacompasadamente eran lo único que
rompía el silencio.
— Bella… ¿estás dormida? —preguntó después de unos minutos.
Levanté la cabeza para mirarlo y negué suavemente. Me regaló una enorme sonrisa y me
besó con dulzura.
Se puso en pié y se colocó los pantalones, me lanzó su camisa y me la puse sin dudarlo. Lo
seguí por un corto pasillo y llegamos a una sala de estar. Allí había una mesa puesta con dos
cubiertos y una botella de vino. Me senté en una de las sillas, y Edward se fue por una puerta
lateral, un par de minutos después apareció con dos platos de pasta y me colocó uno delante.
— Te prometí cena caliente… he tenido que meterla en el microondas… no esperaba que nos
retrasásemos tanto —dijo un poco avergonzado.
— No importa —dije sonriendo—, creo que ha sido culpa mía.
Naobi Chan
25
Imprevistos

Cenamos entre bromas y risas, y después nos sentamos en un gran sofá blanco a charlar un
rato. Miré la habitación y una caja de cartón mal colocada en una esquina llamó mi atención.
Edward notó que la miraba y me miró sonriendo.
— Tanya no se ha tomado muy bien nuestra ruptura —dijo mirándome.
— ¿Has roto con ella? ¿Por qué? —pregunté.
— Por ti —mi respiración se congeló y mi corazón se aceleró.
— Edward yo… no tenías por qué hacerlo… no te he pedido nada… yo no… —balbuceé.
— Bella —susurró acercando su cabeza hacia mí—, me atraes muchísimo, y no sólo
físicamente. Lo he hecho más por mí que por ti.
Me quedé muda mirándole a los ojos… ¿había oído bien?
— Quizás es un poco pronto para hablar de estas cosas… hace solo dos semanas que nos
conocemos —continuó—, pero me gustaría que intentáramos algo, sólo conocernos, pasar
más tiempo juntos.
Al oír esas palabras todo encajó. Todos eses sentimientos a los que yo no escuchaba, todos
esos pensamientos que quedaron aparcados para analizarlos en otro momento. Yo también
me sentía atraída por él, poco a poco me fue demostrando que no solo era sexo lo que
teníamos.
Me aterré, en ese mismo instante el miedo se apoderó de mí. ¿Podría dejar que Edward
entrase en mi vida a pesar de todo? Tendría que hacerlo, lo necesitaba… si no podía verlo no
tardaba en echarlo de menos.
— Está bien —susurré mirándole a los ojos—. Pero, vayamos despacio, por favor.
— Claro —confirmó antes de besarme.
Naobi Chan
26
Imprevistos

Capítulo 4

Dos semanas después seguíamos en el mismo punto: conociéndonos. Puede parecer


absurdo, pero apenas sabíamos nada el uno del otro, eso sí, nuestros cuerpos los conocíamos
a la perfección. Nos pasábamos las tardes encerrados en el despacho trabajando aunque lo
que realmente hacíamos era hablar. Descubrimos que teníamos muchas cosas en común. A
ambos nos gustaba la música clásica, la literatura, el cine de ficción y odiábamos comer brécol.
Me habló de su relación con Tanya.
— Estábamos juntos desde secundaria —me dijo—. La quería, y la quiero mucho, pero más
como a una amiga que como otra cosa. Le iba a pedir que se casase conmigo porque era lo que
tenía que hacer. Llevábamos tanto tiempo juntos que se suponía que era el siguiente paso.
— ¿No estabas enamorado? —pregunté incrédula.
— Hace tiempo que ya no… la monotonía acabó con lo que teníamos.
Después de esa conversación varias cosas encajaron en mi cabeza. ¿Podría ser ese motivo
por el que mi boda nunca llegó a realizarse?
Hoy parecía un día normal en la oficina. Entre informes, facturas, contratos y demás papeleo
estaba pasando la mañana. Edward me invitó a comer al restaurante chino de la esquina. No
pude negarme cuando me lo preguntó con aquella arrebatadora sonrisa torcida. Era increíble
los estragos que podía hacer a mi autocontrol. Yo me consideraba seria, responsable, hasta
aburrida en algunas ocasiones, pero cuando estaba al lado de Edward me transformaba en una
persona completamente distinta. Me volvía espontanea e impulsiva, no pensaba en las
consecuencias de lo que podría depararme actuar del modo en que lo hacía. Sólo me
preocupaba disfrutar del momento, y vaya que lo disfrutaba.
Después de la comida teníamos una reunión con varios accionistas. La reunión pasó sin
contratiempos, todos abandonaron la sala de juntas en orden y yo, pacientemente, recogí mis
papeles y ponía un poco de orden en el caos que se había formado.
Me creía sola en aquella sala, pero unas manos en mis caderas me confirmaron lo contrario.
— No sabes cómo me pone cuando te muestras tan profesional —susurró en mi oído
enviando mil descargas a través de mi espalda.
Pegó su miembro a mi trasero y sentí que ya estaba en pie de guerra. No fui capaz de
contestar, sólo tragué en seco y cerré los ojos intentando controlarme.
Agarró mis manos y las apoyó en la mesa, me rodeó con sus brazos pegándome más a su
cuerpo y de un par de patadas apartó dos sillas que nos estorbaban. De movimiento fluido
soltó mi pelo que estaba recogido en un moño y deslizó sus dedos por él hasta las puntas.
— Así mejor —volvió a decir con voz ronca.
Yo continuaba muda, si abría la boca soltaría el gemido que llevaba rato conteniendo. Pasó la
lengua por mi cuello, desde la clavícula hasta mi oreja, me estremecí entre sus brazos y un
ligero gemido escapó de mis labios entreabiertos.
Naobi Chan
27
Imprevistos

Subió sus manos desde mi cadera, acariciando mi cintura y acabando en mis pechos. En ese
momento mi entrepierna ya estaba más que húmeda, mi ropa interior estaba chorreando.
Estrujó mis pechos entre sus manos y pellizcó mis ya erectos pezones.
— Edward… —conseguí susurrar sin alzar la voz.
— Dime princesa… ¿estás a gusto? —volvió a susurrar demasiado cerca de mi oído.
El contacto de su aliento en la humedad de de la piel de mi cuello me provocó escalofríos y
que un pinchazo demasiado placentero atacara mi bajo vientre. Sus manos bajaron por mis
muslos, subiendo mi falda lentamente hasta que quedó en mi cintura. Acarició la piel que
acababa de dejar expuesta y volvió a pegar su muy duro miembro a mi trasero. No pude
ahogar el gemido que se abrió paso en mi pecho.
— Shhh no grites… o al menos inténtalo —me pidió.
Intenté hacerle caso, respiré hondo y busqué mi autocontrol entre las cenizas que quedaban
de mi persona… sí, había conseguido que una combustión espontánea dominase mi cuerpo y
ahora no era más que cenizas en sus manos.
Una de sus manos se abrió paso en mi entrepierna me acarició por encima de la ropa
interior, cerré mis ojos con fuerza para evitar volver a gritar.
— Uhm… veo que no soy el único que echaba de menos ciertas cosas —dijo con picardía.
Y ahí estaba mi engreído, ese que era capaz de hacer que perdiese los papeles
completamente y me olvidase hasta del lugar en el que estaba.
Echó mi tanga a un lado, lo que me sorprendió, y comenzó a hacer círculos alrededor de mi
clítoris… me agarré a la mesa con fuerza acallando los gemidos, mordiendo mi labio inferior
casi hasta hacerme sangre para evitar gritar.
— Bella… siempre estás tan húmeda… —sus palabras enviaron una ola de deseo y
desesperación a través de mi cuerpo.
Deslicé mi trasero hacia atrás haciendo que chocase nuevamente con su miembro y esta vez
fue él el que gimió en voz baja.
— Siempre acabas con mi autocontrol —dijo mientras oí como se bajaba el cierre del
pantalón.
Agarró mi cintura con una mano e hizo que diese dos pasos atrás inclinándome hacia
delante. Volvió a acariciar mi clítoris y sin dejar de hacerlo clavó su miembro en mi sexo. Gemí
y me dejé caer hacia delante apoyando la cabeza en la mesa.
— Eres tan estrecha Bella… —volvió a susurrar.
Sus caderas comenzaron a moverse lentamente, en cada embestida yo me volvía más loca y
me costaba más reprimir mis ganas de gritar. Su mano seguía acariciando mi sexo mientras su
miembro invadía mi interior. El cómo habíamos llegado a esa situación apenas me importaba y
el que alguien pudiese entrar y encontrarnos en esa situación tan poco decorosa era el menor
de mis problemas. Edward estaba haciéndome el amor una vez más y eso era lo
verdaderamente importante.
Noté como el placer se estaba acumulando en mi vientre, en cada embestida mi necesitad
de gritar era más evidente, aunque no sabía de dónde sacaba las fuerzas para reprimirme.
Naobi Chan
28
Imprevistos

— Córrete para mí princesa —susurró en mi oído antes de morder mi cuello.


Y no necesité más, la bomba estalló y yo con ella, mis piernas flaquearon y Edward tuvo que
sujetarme para que no acabase en el suelo. Mis paredes se ciñeron en torno a él y llegué al
mismo cielo. Lo oí gruñir en voz baja y mi intimidad de llenó una vez más de su esencia.
Dejó caer su cuerpo sobre mi espalda y su respiración era entrecortada al igual que la mía.
Salió de mí y me acomodó la ropa sin apenas apartarse. Yo me mantenía con los ojos cerrados,
sin fuerzas para abrirlos. Se sentó en una silla y llevó mi cuerpo con él sentándome sobre sus
rodillas. Me acomodé en su regazo, buscándome a mí misma en el lugar a donde me llevaban
los orgasmos. Era increíble como perdía la consciencia de todo.
La puerta se abrió de repente, yo me levanté del regazo de Edward al instante y acomodé mi
ropa y mi pelo sin mirar a quien había entrado totalmente avergonzada y un borrón negro
entró en la sala.
— ¡Edward! Tu secretaria me dijo que estabas aquí, he venido a visitar a una amiga y me he…
¿Bella?
Alcé mi cabeza de un golpe y mis ojos se cruzaron con los suyos.
— ¿Alice? —pregunté en un hilo de voz.
Edward nos miraba de hito en hito con una expresión confusa.
— ¿Os conocéis? —preguntó después de un minuto de silencio.
— Compartíamos habitación en la universidad —dije en un murmullo—. ¿Alice…?
— Edward es mi primo, el hermano de Emmett el novio de Rosalie —contestó ella.
— Vaya… —suspiró Edward después de otro minuto de silencio.
Yo miraba a ambos sin poder creerme que las casualidades fuesen tan grandes y no sabiendo
muy bien que decir.
— ¿Cenamos juntos? Jasper está esperándome en el hotel —dijo Alice.
Ambos asentimos y comenzamos a recoger nuestras cosas.
— Bella… ¿Qué te ha pasado en el cuello? —preguntó Alice de repente.
Mi mirada se clavó en el suelo y mis mejillas llegaron al rojo máximo, oí una risa a mi espalda
y miré a Edward con furia.
— No te rías Masen, ha sido tu culpa —lo amenacé con los ojos entrecerrados.
Un jadeo salió por la boca de Alice y al girarme la vi sosteniéndose a una silla y tapándose la
boca con una mano.
— ¡Oh Dios mío! —Gritó— Edward… ¿lo de Tanya fue por…? Bella… ¿el vestido era para…?
—Balbuceaba sin sentido— ¡Oh dios mío! Jazz no se lo va a creer…
Edward y yo nos miramos y suspiramos resignados… ambos sabíamos cómo era Alice.
Naobi Chan
29
Imprevistos

Capítulo 5

Edward se empeñó en que fuese en su coche hasta el hotel en que se hospedaban Jasper y
Alice. Así que mi coche quedó en el parking de la oficina y me fui con él en el suyo. En cada
semáforo en rojo sentía su mirada clavándose en mí y eso me ponía muy nerviosa.
— No sabía que tú eras uno de los primos de los que tanto habla Alice —dije en un susurro
para romper el silencio incómodo que nos rodeaba.
— Yo tampoco sabía que tú eras esa amiga de la que tanto habla —contestó.
Sonreí, la verdad es que era algo impensable. En cierto modo habíamos sabido el uno del
otro durante años, sin saber que por casualidades de la vida, o más bien, un par de
imprevistos, acabaríamos conociéndonos tan a fondo.
Llegamos al hotel en tiempo record, Edward sobrepasaba el límite de velocidad con creces y
aunque su manera de conducir me ponía nerviosa también agradecía salir de un espacio tan
reducido donde los recuerdos de su cuerpo contra el mío eran tan nítidos.
Edward fue a aparcar él mismo su coche, después de ponerle cara de perro rabioso al pobre
aparca coches diciendo que "nadie le haría un rayón a su coche". Entré yo sola al restaurante
del hotel con mis piernas temblando, conocía a Jasper y a Alice, pero eso no evitaba que me
pusiese nerviosa hablar con ellos, precisamente conocía a Alice y sabía que su interrogatorio
sería exhaustivo, más todavía cuando su primo sería el tema principal de este.
En cuanto entré no me costó demasiado encontrar la mesa donde nos esperaban, sólo tuve
que reparar en una chica con aspecto de duende que daba saltitos nerviosamente sobre la silla
y agitaba su mano con tanta energía que en cualquier momento podría salir volando.
Suspiré resignándome a lo que me esperaba…
— Alice, Jasper… —dije protegiéndome tras una silla.
— ¡Bella! —gritó mi mejor amiga poniéndose en pie y envolviéndome en un abrazo que
descolocó mis costillas.
— Alice —dije sin aliento—. Mi cuerpo tiene huesos ¿sabes? Y si me los rompes duele.
Me soltó con una sonrisa avergonzada y me dio un sonoro beso en la mejilla. Jasper tomó su
lugar abrazándome, con más cuidado, y besando también mi mejilla.
— Bella, me alegro de verte pero… —dijo girándose para mirar a Alice— ¿no íbamos a cenar
con Edward y su novia?
Me atraganté con mi propia saliva y comencé a toser mientras mis mejillas se teñían del rojo
más intenso, la palabra "novia" no me traía muy buenos recuerdos.
— ¿Dónde está? —inquirió Alice mirándome.
— Aparcando, no quiere que nadie toque "su coche" —dije rodando los ojos.
— Siento retrasarme —dijo una voz aterciopelada a mí espalda.
Naobi Chan
30
Imprevistos

No me giré temiendo que mis mejillas enrojecerían de nuevo en cuanto nuestras miradas se
cruzasen. Saludó a Alice y a Jasper son sendos abrazos y se sentó a mi lado poniendo una
mano sobre mi rodilla. Al contacto con su piel una descarga recorrió todo mi cuerpo y me
tensé. Lo miré y me dedicó una de sus sonrisas torcidas y yo perdí el aliento. Como temía, mis
mejillas se enrojecieron y tuve que desviar mi mirada paro no hiperventilar.
— No entiendo nada —dijo Jasper en tono de frustración.
— Seguro que Bella nos los explica —la sonrisa de Alice era triunfante.
Clavé mis ojos en ella intentando matarla la con mirada, pero eso solo sirvió para que su
sonrisa se ensanchase. Edward se rio por lo bajo y mis ansias de matar con la mirada se
volcaron en él.
— Edward es mi jefe —dije en un murmullo.
— ¿Y…? —preguntó Alice sonriendo todavía con suficiencia.
— Alice no la tortures —dijo Edward acariciando mi muy roja mejilla con un dedo—. Sólo nos
estamos conociendo, no adelantes acontecimientos.
Jasper comenzó a reír con fuerza, tanto que se sujetaba el estómago mientras su cuerpo
temblaba sin control.
— Jasper… —dijo Alice molesta.
— Este monstruito debe tener visiones de futuro o algo parecido —dijo Jasper entre jadeos
sonriendo todavía después de su ataque de risa.
Edward y yo lo miramos sin entender nada, Alice siempre había tenido como un sexto
sentido, pero de ahí a visiones sobre el futuro.
— Cuando veníamos de camino, en el avión —continuó Jasper—, ella me dijo que estaría
bien presentaros, que seguro que os llevabais bien —y volvió a reír con ganas.
Mi amiga se puso colorada y bajó la mirada avergonzada, era una de las pocas veces que
podía ver como Alice se sonrojaba y lo aproveché sin quitarle la vista de encima.
La cena transcurrió sin contratiempos, entre Edward y Jasper no dejaron de hacer
comentarios para que me pusiese colorada y Alice aumentaba sus esfuerzos riendo todas las
gracias haciendo que mi tono de rojo fuese en aumento.
— Bella… —susurró Alice con cautela— me han dado algo para ti.
— Alice, no es el momento —le dijo Jasper con dureza.
Alice lo taladró con la mirada y Edward y yo los mirábamos sin entender.
— Tiene todo el derecho de saber —protestó ella alzando un poco la voz.
— Yo no digo lo contrario, solo digo que este no es el mejor momento —replicó Jasper.
Alice, sin escuchar a su novio, metió la mano en su bolso y sacó un sobre grande color crema.
Me lo extendió y yo lo cogí con manos temblorosas, casi como si se tratase de una broma que
fuese a explotar en cualquier momento.
Jasper me miraba con lástima y Alice escondía la mirada, no entendía a que venía esto. Así
que abrí el sobre y leí su contenido.
Naobi Chan
31
Imprevistos

Jacob y Leah
Tienen el placer de invitarle a su enlace…

No fui capaz de leer más, se me hizo un nudo en el estómago y el mundo dejó de girar a mi
alrededor. Sentí la mano de Edward sobre las mías y sin saber muy bien porque alcé la mirada
y la clavé en él. El mundo dio un respingo y continuó girando en el momento en que se
cruzaron nuestros ojos. Asentí imperceptiblemente a la pregunta no formulada que me hacían
sus ojos y miré a mi mejor amiga.
— ¿Esto es una broma? —pregunté en un murmullo y con voz dura.
Jasper empezó a negar con su cabeza y murmuró un "te lo dije" casi inaudible.
— Me dijo que le haría ilusión que fueses —dijo Alice.
— Bella —la interrumpió Jasper—. Si no vas yo te apoyo, es más, no le veo lógica a que te
haya invitado.
— Yo tampoco quería darle la invitación —dijo Alice mirando a su novio—. Pero… —ahora se
dirigía a mí— ahora que estás con Edward podría acompañarte para demostrarle que estás
bien.
— Yo no tengo que demostrarle nada a nadie —espeté con furia—. No tiene por qué
restregarme su felicidad, no iré a esa boda, díselo de mi parte.
— Bella —susurró Edward a mi lado—, ¿podrías explicarme de que va todo esto?
Suspiré y lo miré, tenía derecho a saberlo, él me habló de Tanya y me puso las cartas sobre la
mesa, le debía, como mínimo, lo mismo de mi parte.
— ¿Vamos a bailar? —le pregunté en un murmullo.
Sin contestar se puso en pie y me tendió su mano que agarré gustosa. Caminamos hacia la
pista de baile y no tardé en sentir sus manos rodeando mi cintura. Clavé mis ojos en los suyos y
supe que tenía mil preguntas que hacerme, pero no haría ninguna hasta que yo contase mi
parte de la historia.
— ¿Qué quieres saber? —le pregunté.
— Lo que quieras contarme, ¿quién se casa? —preguntó de vuelta.
Suspiré y aparte la mirada.
— Jacob… —dejé salir su nombre en un suspiro.
Esperaba sentir el agujero de mi pecho abrirse y desgarrarse como de costumbre, pero nada
pasó, sentía los ojos de Edward sobre mí y esa sensación hacía que todo lo demás dejase de
importar.
— Él y yo estuvimos saliendo hace un tiempo —continué.
Bailamos en silencio un tiempo más.
Naobi Chan
32
Imprevistos

— ¿Habéis acabado mal? —preguntó con cautela.


— Más o menos —reí con tristeza—. Íbamos a casarnos, pero una semana antes de la boda
me dijo que no podía hacerlo y no he vuelto a saber nada de él hasta hoy.
Esperaba cualquier reacción de su parte, burla, ira, resentimiento, lástima… pero me
descolocó totalmente cuando me abrazó con más fuerza y besó mi sien con ternura. Suspiró y
paró de bailar, hizo que volviese a mirarlo agarrando mi barbilla y alzando mi cabeza.
— Pienso igual que Alice —susurró—, deberías ir a esa boda, y si me lo permites, me gustaría
acompañarte.
Lo miré durante un momento sin entender lo que quería decirme con eso.
— No tengo que demostrarle nada a nadie —volví a decir.
— Lo sé —dijo sonriendo—, sólo tienes que demostrártelo a ti misma.
Mi ceño se frunció entendiendo todavía menos.
— Lo has superado, lo sé, cuando me miras sé que no es en otro en quién piensas —
continuó—. Pero para dejar todo ese resentimiento atrás, deber ir y demostrarte a ti misma
que no te importa.
Abrí la boca para decir algo y la cerré varias veces.
— Tienes que dejar el pasado atrás, y hasta que lo veas feliz con ella, y hasta que tú te
sientas feliz sin él, no podrás hacerlo.
Estaba paralizada, mirando sus ojos y buscándole sentido a las palabras que acababa de
pronunciar.
— No tienes que decidirlo ahora —susurró en mi oído—, mejor disfrutemos de esta noche.
Besó mi cuello y tuve que cerrar los ojos por las sensaciones que me provocaban sus labios
sobre mi piel. Cuando Edward se lo proponía, era capaz hasta de olvidar mi propio nombre.
Volvimos a la mesa y no me pasó desapercibido que Edward guardase la invitación en el
bolsillo de su chaqueta. Un rato después nos estábamos despidiendo en la el hall del hotel.
— Mañana comemos juntas —decía Alice y no era una pregunta, lo afirmaba.
Sólo pude asentir con la cabeza resignándome al interrogatorio exhaustivo al que me
sometería Alice al día siguiente. Nos dirigimos al coche de Edward y condujo en silencio
durante unos minutos.
— No sé dónde vives —susurró.
Abrí la boca para contestar pero puso una de sus dedos sobre mis labios para evitarlo.
— Pasa la noche conmigo… por favor —no me había dado cuenta de que estábamos
detenidos en un semáforo y estaba descargando en mí todo el poder de su mirada…
aturdiéndome.
Sonreí contra su dedo y asentí con la cabeza. Deslizó sus dedos por mis labios,
delineándolos… enviando mil sensaciones diferentes a lo largo de todo mi cuerpo. Mis ojos se
cerraron instintivamente y suspiré. Arrancó el coche cuando todavía no había despertado de
mi trance y tuve que mover la cabeza enérgicamente para despertar por completo.
Naobi Chan
33
Imprevistos

Aparcó el coche en el garaje de su casa y antes de que pudiese darme cuenta ya me había
abierto la puerta y me tendía la mano para ayudarme salir. Entramos en su casa en absoluto
silencio, ninguno de los dos abrió la boca para decir ni una sola palabra… no eran necesarias.
Cuando iba a decir algo, cualquier cosa… me silencio con beso, húmedo, lento, pausado, de
esos que te torturan anhelando más y más. Me cargó en sus brazos y sin separar nuestros
labios me llevó hasta su habitación. Me dejó sobre el suelo y rompió el beso separándose
lentamente de mí.
— ¿Qué me has hecho, Isabella? —Susurró mirándome a los ojos—. Me estoy enamorando
irremediablemente de ti… y no puedo, ni quiero hacer nada para evitarlo.
Sonreí, la sonrisa se me escapó sin saber muy bien porque. Mi corazón se saltó un latido para
después retomar su ritmo frenéticamente. Y el agujero de mi pecho que palpitaba latente, ese
que Jacob había abierto de un solo zarpazo, se cerró… sentí que las palabras de Edward, una a
una, cosieron la herida con maestría haciendo que no escapase ni una gota más de
sufrimiento. Cerrando la herida que me obligaba a mirar hacia otro lado y pensar en otra cosa
cuando los ojos de Edward se calvaban en los míos y me hacía sentir que no había en el mundo
nada más importante que él.
— Te quiero —las palabras abandonaron mis labios sin darme tiempo a arrepentirme de
pensarlas… ni de sentirlas.
Edward tensó sus brazos alrededor de mi cintura y me estudió durante unos segundos con la
mirada. No sé lo que pudo leer en mis ojos, no sé lo que le impulsó a actuar como lo hizo, pero
segundos después oí como mi camiseta se rasgaba y caía al suelo dejándome totalmente
expuesta ante él, en cuerpo y alma.
— Yo también te quiero —susurró contra mis labios antes de devorarlos con necesidad.
Me tumbó sobre la cama y él a mi lado, sus manos dejaban caricias a lo largo de todo mi
cuerpo, dejando su huella en cada una de las células que formaban mi piel. Él también se había
desnudado, y el contacto de nuestros cuerpo quemaba, ardía allí donde cada roce era más
cuidadoso que el anterior. Sentía millones de mariposas acumulándose en mi estómago, con
cada caria cien más se añadían al lote haciendo que mi necesidad por él fuese en aumento.
(Música: http://www.youtube.com/watch?v=0ReDkmYPW-k&ob=av2n )
Cómo quisiera detener el tiempo
en este instante y verte una y otra... Otra vez
y volver a detenerlo luego
quisiera que se nos pasara
una y otra y otra... Otra vez
el momento de dejarnos... No volver
Sus labios no dejaron ni un solo centímetro de mi piel por besar, sus manos, cálidas, suaves…
se deslizaban por mi cuerpo regalando caricias más dulces que la miel. Susurraba palabras en
mi oído que hacían que mi alma abandonase mi cuerpo para unirse a la suya en algún lugar del
paraíso.
y estar así
haciéndonos cosquillas sólo con vivir
sabiendo que te tengo y me tienes pa ti
y una y otra y otra vez
Naobi Chan
34
Imprevistos

besarnos hasta que llegue a estorbarnos la piel


hasta que los sentidos no sepan porqué
hasta que nos muramos si ha de ser de amor
hasta que más no pueda ser
una y otra y otra vez
hasta llegar a enloquecer
hasta que no exista más mundo
una y otra y otra vez... Y enloquecer
Cuando por fin entró en mí me sentí desfallecer, sentía como mis paredes se amoldaban a
ese intruso ya tan conocido, sentía como con cada roce estaba más cerca de cielo, con cada
beso, con cada caricia las mariposas de mi estómago volaban más y más rápido.
cómo quisiera detener el tiempo
en el mismito instante en el que hacemos de... Cada beso un color nuevo
cosa buena del silencio
de caricias algo serio
hacemos que sólo nuestros ojos sepan que decir
Nuestro baile era lento, acompasado, dejándonos envolver por el calor de nuestros cuerpos,
haciendo que la acelerada cadencia de nuestra respiración y el latido frenético de nuestros
corazones fuese el compás de nuestra música. Dejando que nuestros cuerpos fuesen los únicos
que dijesen sin palabras lo que sentíamos.
y estar así
haciéndonos cosquillas sólo con vivir
sabiendo que te tengo y me tienes pa ti
y una y otra y otra vez
besarnos hasta que llegue a estorbarnos la piel
hasta que los sentidos no sepan porqué
hasta que nos muramos si ha de ser de amor
hasta que más no pueda ser
una y otra y otra vez
hasta llegar a enloquecer
hasta que no exista más mundo
una y otra y otra vez...
y enloquecer...
Y las mariposas se liberaron, sentí como se deslizaban por mi piel, como recorrían cada una
de mis venas, como abandonaban mi cuerpo y me dejaban sin fuerzas, casi sin sentido. Sólo
sentí cientos de besos en mi rostro, caricias en mi pelo…
y enloquecer... Enloquecer... Hasta que no exista más mundo
hasta que más no pueda ser... No.

Desperté con un rayo de sol que se abría paso entre las cortinas impactando directamente
en mi cara. Gruñí y me moví para esquivarlo, pero un peso en mi cintura me lo impedía. Abrí
los ojos y la imagen que vi quedó grabada a fuego en mi mente. Edward descansaba a mi lado,
su rostro estaba tranquilo y sereno, sus labios se estiraban en una media sonrisa, su piel
Naobi Chan
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Imprevistos

centelleaba bajo los tenues rayos de sol y su cabello estaba más revuelto que de costumbre.
Parecía un Dios… una deidad bajada del cielo para hacerme pecar. No pude evitar que una de
mis manos se alzara y acariciara su rostro, deteniéndome en sus parpados cerrados, ocultando
ese par de orbes que hacían que mi cerebro perdiese el norte y solo se guiara por impulsos.
Seguí acariciando su rostro para acabar en sus labios. Los delineé con cuidado, deteniéndome
en las comisuras que cada vez estaban más tensas… tardé en comprender que estaba
sonriendo.
— Me haces cosquillas… —susurró haciendo que su fresco aliento chocase con mis dedos.
— Siento haberte despertado —murmuré.
— No lo sientas… me encanta despertar a tu lado —dijo y me estrechó con más fuerza entre
sus brazos.
— Debemos levantarnos… hay que ir a trabajar —susurré.
— No… —dijo enterrando su cabeza en mi cuello — es domingo, hoy no hay trabajo…
olvídate de la oficina.
— Es martes… y tenemos trabajo.
Gruñó y se levantó haciendo un mohín. Se metió en el baño y yo rodé sobre mi misma
quedando tumbada boca arriba, me estiré sobre las sabanas sintiendo mi cuerpo entumecido,
pero no pude evitar la sonrisa que ocupó mis labios al recordar la noche anterior. Cerré los
ojos y suspiré con fuerza… finalmente Edward no solo había entrado a mi vida, de una sola
patada había tirado la puerta de mi corazón conquistándolo por completo.
Sin darme tiempo a abrir los ojos sentí unos fuertes brazos cargándome, grité y me aferré a
su cuello.
— Me obliga levantarme y luego se queda dormida… eso no es de buenas personas —dijo
con fingida indignación—. Esta me la pagarás —susurró en mi oído con voz seductora,
aturdiéndome de nuevo.
Lo siguiente de lo que fui consciente fue del agua helada deslizándose por mi piel.

Estaba secándome el pelo frente al espejo, arropada por un enorme albornoz que olía a
Edward, nublando mis sentidos por completo y haciendo que el rubor de mis mejillas fuese
permanente al recordar los acontecimientos de la noche anterior. Cuando la realidad me
golpeó de lleno y todo el color abandonó mi cara.
Salí del baño a toda velocidad para encontrarme a Edward en mitad de su habitación, sólo
con un pantalón y la camisa abierta… me paralicé solo con verlo y tuve que morder mi labio
inferior para reprimir las ganas de saltar sobre él y olvidarme del trabajo.
— ¿Qué pasa? —preguntó divertido enarcando una ceja.
— No tengo ropa… —contesté— casualmente se me ha roto y ni siquiera puedo ir a mi casa
a buscar más porque estoy completamente desnuda.
Sonrió con esa sonrisa torcida suya, esa que paralizaba mi respiración y hacía que mi corazón
latiese como loco.
Naobi Chan
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Imprevistos

— Alice vino hace unos minutos a traerte esto —dijo extendiéndome unas bolsas.
Las tomé y vi un vestido, unos zapatos y un conjunto de ropa interior. Miré a Edward con la
boca entreabierta.
— ¿Te he dicho alguna vez que tu prima me da miedo? —le pregunté en un murmullo.
Naobi Chan
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Imprevistos

Capítulo 6

Los días fueron pasando y Alice por fin volvió a Seattle, no es que me molestase su presencia
pero no soportaba sus interrogatorios sobre Edward, sus salidas de compras y lo que era peor,
su sexto sentido para saber las cosas. Después de que Edward y yo nos confesáramos que
estábamos comenzando a sentir más de lo que creíamos las cosas cambiaron notablemente.
Nos veíamos más si es que eso era posible, pasábamos la noche en su casa o en la mía,
durmiendo juntos y abrazados. Parecíamos hermanos siameses, trabajábamos juntos,
comíamos juntos y dormíamos juntos. Sabía que tarde o temprano esa actitud me pasaría
factura, nos estábamos haciendo demasiado dependientes en uno del otro y cada vez que
estábamos un tiempo separados dolía más de lo que pudiésemos pensar.
Por eso cuando Edward tuvo que salir de viaje durante una semana creí que me moría.
Durante el día apenas rendía en el trabajo, mi cabeza inexplicablemente siempre volaba hacia
Edward, hacia lo que estaba haciendo, pensando… lo echaba terriblemente de menos. Lo
necesitaba cerca. Cada noche nos llamábamos y hablábamos durante unos minutos, pero con
el paso de los días la ausencia era peor y ya hasta físicamente se notaba mi necesidad. Durante
las noches soñaba con él, con nuestros encuentros, mi necesidad por sus besos y sus caricias
me estaba matando. Una mañana ya no pude más y mientras estaba en la ducha me masturbé
pensando en él.
Era demasiada la tensión sexual que tenía acumulada y pensé que haciendo eso disminuiría
un poco y podría sobrellevar mejor nuestra separación. Pero que equivocada estaba, después
fue todavía peor. Me vestí entre lágrimas, no culpable por lo que había hecho, pero sí con un
peso sobre mi espalda que no podría quitarme hasta estar con Edward de nuevo.
Ese día pasó entre sombras, no me podía quitar de la cabeza lo que había hecho y lo vacía
que me había sentido después. Me faltaba el olor de Edward en mi piel, sus susurros en mi
oído, sus brazos en mi cintura. Y ahí fue cuando me di cuenta de la gran verdad, me había
enamorado de Edward. No era sólo deseo y cariño, era amor, lo amaba con todo mí ser y la
distancia que nos separaba me mataba en vida.
Llevaba cinco días fuera, otros dos y estaría de vuelta. Necesitaba ver sus ojos…
No pude soportarlo más y me fui antes del trabajo. Llegué a casa y me di una larga ducha,
me puse algo cómodo, un short y una camiseta de tirantes, me tiré en el sofá y puse “Romeo y
Julieta” en el Dvd dispuesta a derramar mil lágrimas.
Minutos después sonó el teléfono, me puse en pie de un salto y al mirar el indicador una
enorme sonrisa inundó mi rostro, era Edward.
— Hola amor —dijo en cuanto descolgué —. Te echo de menos.
— Y yo a ti —susurré.
La conversación se centró en lo que hizo estos días sin mí, en cómo iba el trabajo… era tal el
placer de oír su voz de nuevo que la sonrisa se me hizo permanente.
— Te echo de menos —volvió a decir.
— Y yo —contesté de nuevo.
Naobi Chan
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Imprevistos

— Pero... te echo de menos en todos los sentidos, no sabes lo mal que he dormido estas
noches sin tenerte a mi lado —confesó en un susurro.
— Te necesito —murmuré.
Oí un suspiro al otro lado del teléfono.
— No me lo digas así… que me matas —su voz sonó como si estuviese sonriendo.
— ¿Así cómo?
— Con esa vocecita… si estuviese ahí ya no tendrías ni una prenda de ropa en cima.
Reí sin ganas… lo que me hubiese gustado que eso fuese real.
— Tú tampoco tendrías nada encima… te echo de menos —confesé.
— ¿Cuánto?
— Mucho.
— ¿Cuánto es mucho? —su voz sonaba demasiado sexy… demasiado.
— Tanto que casi no puedo soportarlo.
— Se me ocurre algo para solucionarlo —dijo con picardía.
Gemí de frustración… su tono de voz, sus palabras… me estaba excitando y sabía que
masturbarme luego no serviría de nada.
— Será divertido… ¿te atreves? —preguntó.
— No sé de qué me hablas.
— ¿Qué llevas puesto?
Me quedé helada en el sofá… ¿había escuchado bien?
— ¡Edward! —grité.
— Venga princesa, yo también te necesito —suplicó— ¿Que llevas puesto?
Suspiré… ¿Por qué no probar?
— Apenas nada… un short y una camiseta —murmuré.
— ¿Y debajo?
— Nada… acabo de ducharme.
Gimió y yo noté como mi entrepierna se humedecía.
— No sabes lo que me estás haciendo Bella… ¿Dónde estás?
Su voz sonaba ronca a causa de la excitación.
— En el sofá, tumbada, ¿y tú?
— Uhm… en la cama… pensando en ti.
Naobi Chan
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Imprevistos

Me lo imagine en la cama, en ropa interior sobre las mantas, con su pelo revuelto y sus ojos
ardiendo en deseo… ahora la gimió fue yo.
— Cierra los ojos princesa —me pidió, yo obedecí—, imagina que estoy a tu lado, besando tu
cuello y acariciando tu espalda.
— Edward… —suspiré.
— Mi cuerpo está sobre el tuyo, mis manos no dejan de acariciarte y mis labios te besan sin
parar.
— Uhm…
— Bella abre las piernas para mí, princesa… enséñame lo que tienes guardado —su voz era
apenas un susurro y el deseo de me colaba en la piel sin poder evitarlo.
— ¿Qué quieres que haga ahora Edward? —pregunté.
— Tócate… piensa que son mis manos, piensa que soy yo.
Metí una de mis manos bajo el short, al llegar a mi sexo siseé entre dientes imaginando la
mano de Edward haciendo lo mismo, mis dedos se abrieron paso entre mis labios y cuando
toqué mi clítoris gemí sin control.
— Así cariño… quiero escucharte —susurró.
— Edward…
— Dime, amor.
— ¿Qué estás… haciendo? —pregunté entre jadeos.
— También me estoy tocando amor… no te imaginas lo que te echo de menos.
— Edward… imagina que soy yo… que es mi lengua la que se desliza por ti, que son mis
manos las que te agarran con fuerza.
— Uhm… mi vida… sigue —pidió—. Métete un dedo por mí…
Hice lo que me pidió y mi espalda se arqueó en respuesta mientras gemía… oí otro gemido al
otro lado del teléfono.
— Edward… te necesito dentro de mí… ¡ahora!
— Mete otro dedo más… quiero oírte —susurró de nuevo.
— ¡Edward! —grité cuando el bombeo de mis dedos era casi frenético.
— Sigue princesa… quiero oírte llegar… vente para mí.
Aunque eran mis manos las que estaban haciendo todo el trabajo tener los susurros de
Edward en mi oído cambiaba mucho las cosas. Notaba el nudo de mi estómago, notaba como
el placer me iba venciendo por momentos. Sus gemidos al otro lado no hacían más que
aumentar mis ansias.
— Bella… —me llamó entre jadeos.
— ¿Sí?
Naobi Chan
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Imprevistos

— Vente para mí princesa… quiero oír… como llegas.


Mi mano sabía exactamente donde acariciar y solo fue necesario oír su voz, un gemido más y
el nudo explotó… sentí como el deseo se deslizaba por mi cuerpo, como una a una mis células
quedaban impregnadas de la necesidad de que eso fuese más. Y cuando estaba en lo más algo
oí como Edward volví a gritar mi nombre y gemía con fuerza.
Cerré los ojos y suspiré con fuerza.
— ¿Amor estás ahí? —me preguntó
— Sí… —susurré sin fuerzas.
Se rió con dulzura, ya conocía mi estado.
— Te echo de menos… ahora más que antes, necesito abrazarte —murmuró.
— Edward… te amo —las palabras salieron desde lo más profundo de mi alma sin poder
evitar que escapasen.
Pero solo oí silencio desde el otro lado… pasaron los segundos y él continuaba sin decir nada.
Intenté no pensar en el motivo, que no me afectase que él no me amase todavía… con el
tiempo lo haría. Pero en el fondo me dolía ser la que más sentía de los dos.
— ¿Edward? —le llamé sin esperanzas.
— ¿Sí? —preguntó con la voz rota.
¿Estaba llorando?
— ¿Estás bien? —pregunté asustada.
— Te amo Bella… te amo tanto. Ojalá pudiese abrazarte ahora mismo y poder demostrártelo.
No pude evitarlo y también yo comencé a llorar.
— Princesa —susurró—, es tarde, es mejor que vayas a dormir. Antes de lo que imaginas
estaré a tu lado vigilando tus sueños.
— Te amo —volví a decir.
— Y yo a ti mi vida.
Naobi Chan
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Capítulo 7

Todavía faltaban diez minutos para que sonase el despertador y yo ya llevaba más de treinta
dando vueltas en mi cama. Hoy era el gran día. Después de siete días sin vernos, hoy volvía
Edward de su viaje de trabajo. La noche anterior me fui a la cama después de haberme tomado
dos comprimidos de valeriana, pero aun así me costó muchísimo conciliar el sueño y mucho
más mantenerlo. Como mucho habría dormido un par de horas a lo largo de la noche, pero
nunca me había sentido tan despierta como en ese momento.
Sin poder soportarlo más, apague el despertador cuando faltaban todavía… ocho minutos.
Bufé y lo metí en un cajón para no caer en la tentación de volver a mirarlo. Intentando
aparentar tranquilidad escogí mi ropa meticulosamente y me metí en la ducha dispuesta a
gastar, al menos treinta minutos de la hora larga que me quedaba.
Salí de la ducha con tranquilidad, me sequé con paciencia, me puse la ropa que había elegido
y me senté en la cama y me puse los zapatos. Abrí el cajón para mirar de nuevo el reloj… ¡sólo
habían pasado veinte minutos! Lo dejé caer con brusquedad y cerré el cajón molesta. Agarré
mi abrigo y mi bolso y bajé las escaleras para disponerme a ir caminando al trabajo, así el
tiempo pasaría algo más rápido.
Caminaba despacio, deteniéndome en cada tienda, admirando vestidos que ni loca
compraría y evitando pensar en lo que este día me depararía. Pero inevitablemente en algún
rincón de mi mente la imagen de Edward estaba grabada a fuego, recordándome a cada
segundo que hoy lo vería por fin. Llegué al rascacielos que tan imponente me había resultado
la primera vez que lo vi, lo observé con detenimiento desde el otro lado de la calle y ahora lo
veía de un modo diferente. Gracias a ese edificio había encontrado el timón de vida y aunque
diese miedo por su gran tamaño, yo adoraba a ese edificio y le estaría eternamente
agradecida.
Fruncí el ceño cuando fui consciente de lo que estaba pensando… divagar después de una
noche de insomnio no era lo mejor… miré el reloj de mi muñeca y todavía faltaban quince
minutos para entrar, pensé en subir y adelantar un poco de trabajo, pero me di cuenta que
encerrada en esas cuatro paredes mi ansiedad no haría más que crecer y no podría soportarlo,
así que me senté en un parque cercano viendo como la ciudad poco a poco iba despertando.
No sé el tiempo que pasó, pero estaba totalmente concentrada mirando un par de palomas
peleándose por un pedazo de bollo que habían encontrado en el suelo, cuando unas suaves y
cálidas manos taparon mis ojos. Nadie habló, pero no necesité más que un par de segundos
para reconocer ese aroma que me envolvía y que nublaba mis sentidos.
— Edward… —musité.
Como respuesta unos labios avariciosos comenzaron a besar mi cuello, descendiendo por mi
clavícula. Arrancando suspiros desde lo más profundo de mi ser.
— Te he echado de menos princesa —susurró en mi oído.
Quitó las manos de mis ojos y se sentó a mi lado aferrado a mi cintura. En cuanto nuestras
miradas se cruzaron no hizo falta más, las palabras sobraban, nuestros cuerpos se enredaron y
se fundieron en un tierno beso que anhelaban desde hace días.
Rompió el beso lentamente y se separó sin romper el contacto visual.
Naobi Chan
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Imprevistos

— Hace frío y estás helada… vámonos —dijo poniéndose en pie tirando de mi mano.
Al intentar moverme mis músculos estaban entumecidos y dolían, por curiosidad miré el
reloj y llevaba más de treinta minutos sentada en aquel banco. Caminamos lentamente hacia
la oficina agarrados de la mano, sin hablar. Sólo nuestras miradas se cruzaban cada pocos
segundos y sonreíamos como dos adolescentes.
Entramos en un ascensor y mis mejillas se encendieron al recordar el día que nos conocimos,
con lo que poco que me conocía, Edward pareció adivinar mis pensamientos y me atrajo hacia
él para abrazarme. Me dejé envolver por sus brazos, apoyando la cabeza en su fuerte pecho y
dejando que su aroma me emborrachara.
— Te amo —susurró mientas depositaba suaves besos en mi pelo.
Alcé la cabeza para mirlo y sus ojos brillaban de un modo inexplicable. Una hermosa sonrisa
adornaba su rostro y no pude evitar devolvérsela.
— Te amo —dije de vuelta.
Besó mis labios mientras me abrazaba con fuerza y antes de que pudiésemos reparar en
nada, el ascensor abrió sus puertas dejando a su paso unas cuantas miradas sorprendidas y
curiosas. Enrojecí al instante y me abrí paso por los pasillos hacia mi despacho.
— Bella —el sonido de su voz fue como un detonante y mi cuerpo se detuvo al instante
girando sobre sí mismo para encararme con él—. Tenemos una reunión, ¿puedes ir a mi
despacho y traerme un folder azul que hay sobre la mesa?
Asentí, aturdida por su voz. Moví la cabeza enérgicamente para despertar y me encaminé
hacia el despacho de Edward para hacer lo que me había pedido. Me pareció extraño que
Jessica, su secretaria, no estuviese en su puesto de trabajo, pero no le presté mayor atención.
Abrí la puerta sin llamar, Edward no estaba… ¿Quién abriría? Y entré en el despacho con paso
decidido. La puerta se cerró de golpe y yo me quedé paralizada viendo la escena que tenía
ante mis ojos.
Mi estómago se contrajo y noté la bilis subiendo por mi garganta. Sobre la mesa de Edward,
y completamente desnuda estaba su secretaria.
— Señor Masen, lo estaba esperando —dijo Jessica con voz que pretendía ser seductora.
Carraspeé con fuerza para que alzase la vista y me mirase, y en cuanto lo hizo dio un grito y
se escondió tras el sillón.
— Señorita Swan… lo siento…. yo no pretendía… —balbuceaba.
La miraba atónita, intentando buscarle sentido a lo que acaba de ver. Mi mente se esforzaba
en encontrar un motivo coherente por el cual la secretaria del hombre del que estaba
enamorada lo esperaba desnuda en su despacho. No podía ser posible que Edward tuviese una
relación con esa… chica, cuando me acababa de decir que me amaba.
— Jessica —dije con voz firme—, ¿me puedes explicar que está pasando?
No tenía ni idea de dónde saqué la fuerza para hablar con ella, cuando me estaba rompiendo
por dentro imaginando lo impensable. Pero antes de dejarme llevar por el pánico merecía una
explicación.
Naobi Chan
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Imprevistos

— Señorita Swan, lo siento. Pero usted tiene que entenderme —dijo suplicante—. El señor
Masen es muy atractivo y este era el último cartucho que podía quemar.
— ¿Qué quieres decir? —pregunté sin entender lo que quería decirme.
— Me ignora… ya no sé qué hacer para hacerle ver que estoy loca por él —dijo con lágrimas
en los ojos—. Sé que es una locura pero no se me ocurrió otro modo de hacerme notar. Por
favor no le diga nada señorita Swan, perdería mi trabajo.
No me dio tiempo a contestarle cando la puerta se abrió y un sonriente Edward entró
tranquilamente.
— Amor, la reunión se ha retrasado un… —se detuvo de golpe viendo lo que había ante sus
ojos— ¿Qué significa esto? —preguntó con voz dura.
La verdad es que la escena era digna de un cuadro. Yo paralizada en mitad del despacho y
Jessica completamente desnuda ocultándose con el sillón de Edward. Tragué en seco y mordí
mi labio inferior ahogando la carcajada que amenazaba con salir.
— ¿Nadie va a decir nada? —volvió a preguntar.
Lo miré a los ojos disculpándome con la mirada, incapaz de abrir la boca para no reírme.
Jessica cogió su ropa y se la puso de cualquier manera y con paso vacilante pasó por nuestro
lado, agachó la mirada y musitó un "lo siento" casi inaudible y se disponía a salir de aquel
despacho.
— Jessica —la llamó Edward, ella se giró pero no alzó la mirada—, estás despedida, recoge
tus cosas y ve a hablar con alguien de personal para que te den tu liquidación.
Sollozó con fuerza y salió de despacho a la carrera. Yo miré a Edward y me tapé la boca con
una mano, ocultando mi sonrisa, pero no puede evitar estallar en carcajadas cuando me miró
inquisitivamente.
— Bella… —susurró—, no tiene gracia.
— ¡Oh vamos! Sí que la tiene —grité—. La chica está loca por ti y solo te lo estaba
demostrando.
Se pellizco el puente de la nariz y suspiró.
— Siento mucho que hayas tenido que ver esto —se disculpó.
Volví a reírme con fuerza.
— Si tan gracioso te parece señorita Swan, mañana empezará usted con las entrevistas para
contratar a mi nueva secretaria —dijo muy pagado de sí mismo.
La sonrisa se me congeló.
— Vamos… ¿no hablas en serio? —pregunté.
— Por supuesto que sí —sonrió—, le diré a los de personal que te pasen las solicitudes.
Entrecerré los ojos y lo miré con fingido odio.
— De acuerdo —dije—. Será gorda y fea —sonreí a lo que él abrió mucho los ojos—. ¡Oh!
Mejor todavía, será ciega, así no caerá rendida a tus encantos.
Naobi Chan
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— No hablas en serio… ¿verdad, Bella?


Me acerqué a él y lo abracé por la cintura.
— Era broma… pero más te vale dejarle clara su posición para contigo, porque si vuelvo a
encontrarme una escena como esta… no respondo.
— ¿Estás celosa? —preguntó sonriendo
— No —mentí—. Pero estoy pensando que debo cambiar de secretaria… el otro día vi una
solicitud de un chico que parecía un modelo de Calvin Klein… ¿crees que estaría interesado en
el puesto?
— Isabella —dijo con voz dura
Sonreí negando con la cabeza y besé su pecho sobre la ropa.
— ¿No teníamos una reunión Señor Masen? —pregunté sonriendo todavía.
Naobi Chan
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Capítulo 8

El día de trabajo pasó más lento de lo normal, no dejaba de mirar el reloj suplicándole
mentalmente que hiciese pasar el tiempo más rápido para poder salir de esas cuatro paredes
de una vez por todas. Edward no ayudaba nada, cada cinco minutos me enviaba un mensaje al
móvil recordándome que esa noche cenaba con él, que no hiciese planes con nadie… ¡cómo
para olvidar algo así!
Me había quedado colgada imaginando la noche que nos esperaba cuando unos golpes en la
puerta me sobresaltaron.
— Pasan cinco minutos de la hora —me dijo mi secretaria.
— Gracias.
Me puse en pie y salí de mi despacho más rápido de lo normal. Para encontrarme esperando
más de diez minutos por un ascensor. Estaba a punto de bajar por las escaleras cuando sentí
una respiración en mi cuello.
— Dentro de dos horas en tu casa —susurró Edward en mi oído haciendo que toda mi piel se
pusiese de gallina.
— ¿Y cómo sabes dónde vivo? —era algo extraño, pero siempre habíamos estado en su casa,
nunca había ido él a la mía.
— Soy el jefe… tengo ciertos privilegias para acceder a la información personal de mis
empleados.
Lo miré con los ojos entrecerrados e hice un mohín.
— Eso es trampa —me quejé.
— Lo sé… pero soportaré vivir con ello —sonrió con seguridad—. Buenas noches señorita
Swan, sé que las tendrá.
Me subí al ascensor en cuanto las puertas se abrieron y llegué a mi casa en tiempo record.
Me metí en la ducha casi sin quitarme la ropa… tenía dos horas por delante, tiempo más que
suficiente, pero si Edward estaba sólo la mitad de ansioso que yo, llegaría antes de tiempo.
Salí de la ducha envuelta en la toalla y me metí literalmente en el ropero buscando algo que
ponerme. Nunca solía prestar tanta atención a lo que ponerme, pero la influencia de Alice y el
querer causar una buena impresión en Edward habían hecho milagros con mi sentido de la
moda. Me decidí por una minifalda que Alice me había regalado y que nunca me habría puesto
si no fuese por Edward y una camiseta que dejaba mi espalda completamente descubierta
anudada con unas finas tiras.
Estaba acabando de maquillarme cuando el timbre sonó. Salí disparada hacia la puerta y
respiré hondo antes de abrir preparándome para la imagen que podría encontrar al otro lado.
Pero no me valió de nada la preparación previa, al ver a Edward mi respiración se congeló y mi
corazón aceleró su ritmo.
Estaba recargado sobre la puerta, tenía puestos unos jeans desgastados que se pegaban a su
piel marcando toda la longitud de sus piernas. Su pecho estaba cubierto por una fina camisa
azul claro y sobre esta llevaba una cazadora de cuero. Él pelo revuelto y la cara sin afeitar.
Naobi Chan
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Tragué en seco… Dios quería que yo pecara ¿cierto? Porque si no, no tendría sentido que
semejante espécimen masculino estuviese en mi puerta dispuesto a llevarme al mismo cielo.
— Hola —susurré casi atragantándome—, llegas pronto.
Me miró de arriba abajo y sonrió de lado, echando por tierra la poca coherencia que me
quedaba.
— Había poco tráfico —dijo simplemente.
Asentí y me hice a un lado para que pasase. Y la coherencia me pegó de lleno. Mi cara se tiñó
de rojo.
— Esto… ¿Edward? —Se giró y me miró a los ojos—. He olvidado la cena —dije bajando la
mirada.
Comenzó a reírse y acarició mi mejilla con ternura.
— Ya lo sabía —alzó la mano y me enseñó una bolsa—. Creo que el chino de la esquina tiene
dos clientes demasiado asiduos.
Sonreí avergonzada y lo conduje al salón. Mi apartamento era pequeño e insulso comparado
con su casa, no me avergonzaba de él, pero ahora entendía él porque nunca veníamos aquí.
Ambos nos quedamos en silencio unos segundos, separados por una pequeña mesa, Edward
dejó la bolsa sobre esta y acortó la distancia que nos separaba envolviendo mi cintura con sus
brazos. Se acercó peligrosamente a mí y se paró cuando faltaban escasos milímetros para que
nos besásemos.
— Creo que… no me has recibido como merezco —susurró.
Posó sus labios sobre los míos con rudeza, pegándome a su cuerpo. Envolví mis brazos en su
cuello para no caerme, ese hombre era capaz de hacer que perdiese el equilibrio solo con
proponérselo. Se apartó antes de lo que me hubiese gustado y me dejó en pie,
tambaleándome ligeramente. Carraspeé intentando recordar donde estaba... y hasta quién
era.
— Esto… eh… iré a… buscar unos platos —murmuré.
Había olvidado que mis rodillas todavía estaban temblando después del beso del Edward, y
al dar un paso trastabillé y mi cuerpo se dirigía hacia el suelo peligrosamente. Cerré los ojos
esperando el impacto contra el frío y duro suelo pero en su lugar noté unas fuertes manos en
mi cintura. Abrí los ojos sorprendida y me encontré con dos orbes verdes que me miraban
divertidos. Me enderezó y yo avergonzada recoloqué mi ropa sin levantar la mirada del suelo.
— ¿Estás bien? —preguntó con bura.
— Sí… son estos zapatos… en mis pies son un arma de destrucción masiva —dije señalando
los Manolos con tacón de aguja que Rosalie me había regalado en mi último cumpleaños.
No le di tiempo a contestar y salí rumbo a la cocina para coger los malditos platos. Cerré la
puerta y me recargué sobre ella respirando profundamente para recuperar la compostura. Era
vergonzoso que me portase como una adolescente hormonada en su presencia, pero era
superior a mí, con tenerlo en un radio de dos kilómetros mi cuerpo solo era consciente de mis
locas hormonas aceleradas.
Naobi Chan
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Imprevistos

Cuando volví a la sala con los platos Edward estaba mirando un álbum de fotos que había
dejado en el mueble relatando mis días de universidad.
— No sabía que también conocías a mi hermano —dijo mostrándome una foto en la Emmett
me hacía desaparecer, literalmente, entre sus brazos.
— Emm sí… es muy grande —susurré.
— ¿Te gustan grandes? —preguntó alzando una ceja.
Me quedé paralizada y se me calló el vaso que tenía entre las manos…
— ¿A qué viene esa pregunta? —murmuré.
— Pareces muy feliz al lado de Emmett —masculló entre dientes.
— Es un gran amigo. Un amigo muy enamorado de su novia Rosalie —enfaticé la última
parte de la frase.
Apartó la mirada avergonzado y dejó caer el álbum sobre la mesa.
— ¿Está celoso, señor Masen? —Pregunté sonriendo, volvió a apartar la mirada y
enrojeció— ¿Esta celoso de su propio hermano, señor Masen? —volví a preguntar mientras
me acercaba lentamente a él.
— Es muy grande —susurró demasiado bajo.
— ¿Y? —pregunté divertida.
— Yo… bueno… yo… parece que tenéis una muy buena relación, yo sólo soy un desconocido
para ti.
Me puse frente a él y envolví su cuello con mis brazos.
— Sabes que eso tiene solución —murmuré antes de besar sus labios.
— ¿Y qué propones? —preguntó sonriendo ahora.
Volví a atacar a sus labios, Edward me correspondió enseguida y envolvió mi cintura con sus
fuertes brazos, atrayéndome hacia cuerpo. Mis caderas encajaron entre las suyas, mi vientre
rozó su ya excitado miembro y gimió en mi boca. Alcé una pierna y agarrando mi muslo pasó
mi pierna alrededor de sus caderas, provocando que nuestros sexos se rozasen entre la ropa.
Ambos gemimos ente el contacto y una descarga eléctrica recorrió mi espalda.
Se apartó de mis labios y gruñí porque lo había hecho demasiado pronto para mi gusto.
Sonrió con dulzura y me miró a los ojos.
— Déjame conocerte Bella —susurró.
Yo lo miré con el ceño fruncido sin comprender.
— Enséñame lo que has hecho sin mí —volvió a susurrar.
Lo miré a los ojos esperando que me explicara qué era lo que quería que le enseñase, porque
no estaba entendiendo nada.
Naobi Chan
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Imprevistos

— Cuando hablamos por teléfono —susurraba besando mi cuello— hiciste algo por mí —
continuó besando mi cuello mientras yo suspiraba al recordar aquella llamada—, me gustaría
que me enseñaras como lo hacías.
Tragué en secó y me aparté un poco de él. Miré sus ojos buscando la broma, la mentira, algo
a lo que agarrarme para no pensar que me estaba hablando en serio. Nunca había hecho eso
delante de nadie y sólo pensar que Edward quería verlo… me sonrojaba.
— ¿Hay algún problema? —preguntó mirándome también a los ojos.
Parpadeé tres veces, no sabía que pretendía con eso. ¿De verdad quería verme? Imaginé la
escena en mi mente y no pude evitar excitarme, mi ropa interior se humedeció al instante…
mordí mi labio inferior debatiéndome entre hacerlo o no…y con un valor muy poco propio de
mí di dos pasos atrás y me senté en el sofá.
— Ponte cómodo —susurré.
Edward sonrió de lado, enviando un latigazo de deseo a mi vientre, suspiré sonoramente
mientras lo veía coger una silla y sentarse a dos metros de mí. Recostó su espalda en el
respaldo y puso sus manos cerradas en puños sobre los muslos ligeramente separados entre sí.
Su mirada estaba clavada en mí, nunca sus ojos me habían parecido tan oscuros, y me estaba
excitando solo con verle.
Suspiré hondo, cerré los ojos e imaginé que Edward estaba sentado a mí lado. Mis manos
subieron a mi pelo y lo aparté enrollándolo sobre un hombro. Descendieron por mis hombros
y me acaricié los pechos sobre la fina tela de la camiseta. Gemí sin querer, imaginé que eran
sus manos las que me acariciaban, las que descendían lentamente por mi abdomen y
acariciaba mis piernas. Abrí las piernas y mis manos comenzaron a acariciar la cara interna de
mis muslos. Oí suspirar a Edward y abrí mis ojos para verlo. Nuestras miradas se enlazaron y un
estremecimiento recorrió mi espalda. Sin separar mis ojos de los suyos me puse en pié y
desabroché el cierre de la falda dejando que se deslizase por mis piernas. Edward gimió y mis
labios se curvaron involuntariamente en una sonrisa.
Le di la espalda y lo miré sobre mi hombro. Desaté las cintas que sujetaban el pequeño
pedazo de tela que hacía las veces de camiseta y mis pechos se liberaron. Edward sonreía de
lado y sus ojos se oscurecían por momentos. Bajé mi mirada por su pecho y no pude evitar
reparar en el pequeño gran bulto que ahora tenían sus pantalones.
Sonreí y volví a sentarme en el sofá abriendo mis piernas por completo. Edward jadeó
cuando vio que el pequeño tanga negro apenas tapaba nada de mi sexo. Deslicé mis manos
nuevamente por mis pechos mientras me mordía el labio y pellizcaba mis pezones. Edward
gruñó en respuesta y una de sus manos comenzó a ocuparse de su "bulto" sobre los
pantalones.
Mis manos descendieron hasta mi sexo y lo acaricié suavemente sobre la tela, haciendo que
mi espalda se arqueara en respuesta. Enrollé la fina tira del tanga en mi dedo índice y tiré con
fuerza provocando que se rompiera en la parte posterior. Edward sonrió. Enrollé ahora una de
las tiras laterales e hice la misma operación, el tanga quedó colgando de uno de mis dedos y se
lo mostré a Edward sonriendo.
Se lo lancé y lo agarró en el aire sin perder la sonrisa. Se lo llevó hasta la nariz y aspiró su
aroma cerrando los ojos, gimió.
— Exquisito… —susurró.
Naobi Chan
49
Imprevistos

Esa simple palabra volvió a lanzar otro latigazo de deseo haciendo que mi sexo se
humedeciese más todavía. Mis manos involuntariamente se acercaron a mi sexo y comencé a
hacer círculos alrededor de mi clítoris. Mis ojos se cerraron mientras gemía y mi cabeza cayó
hacia atrás.
Segundos después abrí los ojos y Edward tenía su miembro entre sus manos y me miraba con
la cara completamente desencajada de placer. Otro latigazo en mi vientre hizo que me
arquease de nuevo, dos de mis dedos ya entraban de en mí a una velocidad pasmosa, se
deslizaban dentro de mi cuerpo sin ninguna dificultad, enviando diferentes estímulos a lo largo
de todas mis terminaciones nerviosas.
— Otro más —susurró desde la silla.
Volví a abrir mis ojos para mirarlo, nuestras miradas volvieron a enlazarse e hice lo que me
pidió. Otro dedo se sumó a los dos anteriores y gemí con más fuerza. Mi mano bombeaba con
fuerza, notaba el nudo en mi estómago, notaba como se apretaba sin control y cuando estaba
a punto de liberarme una mano detuvo la mía. Abrí los ojos sobresaltada y Edward estaba
arrodillado en el suelo entre mis piernas.
— Deja que siga yo —dijo con voz ronca
Asentí y aparté las manos de mi sexo. No tardé en sentir las suyas, se deslizaban lentamente
entre mis pliegues haciendo que mi espalda se arquease y mis gemidos aumentasen de
intensidad. Algo húmedo rozó mi piel, abrí los ojos y lo vi con su cabeza enterrada entre mis
piernas.
Grité en respuesta cuando sus dientes rozaron mi clítoris. Me retorcí cuando dos de sus
dedos entraron en mi interior arrasando con todo a su paso. Y sin más se detuvo dejándome a
lo orilla, gemí con frustración, necesitaba ese orgasmo, llevaba días sin sentirlo tan cerca de mí
y anhelaba la sensación de sus manos sobre mi piel.
Llevé mis manos hacia mi entrepierna con la intención de acabar yo el trabajo, no me
quedaría con esta frustración por mucho tiempo. Pero sus manos volvieron a detenerme.
— Tranquilízate... la noche es muy larga, ten un poco de paciencia —susurró mirándome a
los ojos.
Acercó sus labios de nuevo a mi sexo y sopló sobre él. Siseé entre dientes volviéndome
completamente loca. Mis ojos se cerraron y mi cabeza cayó hacia atrás de nuevo.
Pero no estaba preparada para lo siguiente. Su miembro entró abruptamente en mi sexo, de
un solo golpe y hasta el fondo. Se me cortó la respiración y me aferré a su camisa para
mantener mi cuerpo sobre el sofá y no salir volando. Edward se echó hacia delante y mordió
uno de mis pezones provocando que gritara de placer.
Comenzó a embestirme a conciencia. Despacio pero con fuerza, sacaba su miembro casi por
completo y lo volvía a meter haciendo que me volviese loca en el proceso. Me aferraba a las
mangas de su camisa y lo sentía gemir sobre mi cuello. Su aliento golpeaba mi piel enviando un
leve cosquilleo a través de mi espina dorsal. Y el roce de su pubis contra mi clítoris estaba
haciendo que perdiese todo contacto con la realidad.
— No puedo más —gimió—, vente conmigo princesa.
Naobi Chan
50
Imprevistos

Me dejé envolver por sus palabras y con dos embestidas perdí la razón mientras gritaba su
nombre entre jadeos. El cuerpo de Edward cayó sobre mi pecho, mis ojos se cerraron e intenté
volver a la realidad lo antes posible. Sonreí…
— Te amo —susurró.
Rodeé su cuello con mis brazos, pegándolo más contra mi pecho. Comenzó a besarme los
pechos con delicadeza, dejando que sus labios rozasen mi piel humedeciéndola ligeramente.
Besé su cabello aspirando su aroma.
— Te amo —le susurré yo también.
Sonrió y me besó en los labios, su lengua entró en mi boca y la exploró sin miramientos.
Después se puso en pie y se quitó su camisa extendiéndomela para que me la pusiese.
— Mi ropa te sienta mejor a ti —dijo guiñándome un ojo.
Dejé que la prenda se deslizase por mi piel y que su esencia me envolviese. Era increíble lo
necesario que se había vuelto Edward en mi vida.
— ¿Sigues pensando que Emmett me conoce mejor? —pregunté.
Sonrió de lado y me envolvió con sus brazos.
— Espero que no en todos los aspectos que yo te conozco —susurró contra mis labios.
Cenamos entre bromas… comida china fría de nuevo. Pero a ninguno le importó demasiado
ese detalle, ya era casi habitual que nos retrasásemos un poco con la cena. Después de cenar
nos acurrucamos en el sofá fingiendo ver una película, pero realmente nos estábamos besando
y "conociéndonos" un poco más.
Comenzó a mirar alrededor y torció sus labios esa sonrisa tan peculiar que hacía temblar mis
rodillas.
— ¿Te gusta mucho tu apartamento? —me preguntó.
Lo miré con el ceño fruncido.
— Fue el primero que encontré, la verdad es que es algo provisional mientras no encuentro
algo mejor ¿por qué?
Se enderezó en el sofá y me acercó un poco más a su cuerpo. Clavó sus ojos en los míos y
volvió a sonreír.
— He estado pensando… quizás pienses que es una locura —dijo—. Pero este tiempo que
hemos estado separados me ha hecho plantearme unas cuantas cosas.
Lo miré intentado descubrir a donde quería llegar con eso, pero no lo entendía.
—No quiero volver a tenerte lejos —confesó pegando su frente a la mía— ¿Te gustaría vivir
conmigo?
Naobi Chan
51
Imprevistos

Capítulo 9

Estaba en casa de Edward… era la domingo por la mañana y la noche anterior era la primera
que habíamos pasados viviendo juntos oficialmente. Lo habíamos celebrado durante toda la
noche, y mi atuendo no era más que la camisa que había llevado Edward el día anterior y unas
pequeñas braguitas.
Me acerqué a un montón de cajas que había en una esquina del salón, abrí una y miré
algunas de mis cosas con una expresión de asco. Nada de lo que yo tenía parecía encajar allí,
todo estaba decorado siguiendo un patrón y mis cosas se salían totalmente de él.
Mi mente comenzó a divagar y recordé cuando la semana pasada me había `propuesto que
viviese con él.
Flashback:
— No quiero volver a tenerte lejos —confesó pegando su frente a la mía— ¿Te gustaría vivir
conmigo?
Me quedé aturdida durante unos segundo, repasando sus palabras en mi mente e intentado
comprender su significado.
— No… no creo que sea buena idea —susurré.
— ¿Por qué? —preguntó algo irritado.
— Nos estamos precipitando. Hace apenas tres meses que nos conocemos. Empezamos
nuestra relación en la cama y ahora me pides que me vaya a vivir contigo igual que si me
estuvieses invitando a un café —solté de golpe.
— ¿Es que no lo entiendes? Cada minuto de cada hora de cada día que he pasado fuera, no
he podido sacarte de mi cabeza. No dejaba de preguntarme que estabas haciendo o si estabas
pensando en mí tanto como yo en ti —explicó clavando sus ojos en los míos—. Te necesito
Bella, necesito despertar a tu lado cada día, necesito que mis sábanas huelan a ti cada
mañana.
Me estremecí ante sus palabras, siempre hablaba tan bien…
— Edward, me equivoqué una vez, no quiero volver a precipitarme y echarlo todo a perder.
La bombilla de lámpara estalló y de un salto me senté en sus rodillas por el susto, provocando
que Edward riese entre dientes.
— ¿Qué apartamento asusta así a su inquilina? —Preguntó— Te odia, asúmelo.
— Edward… —protesté.
— En mi casa no pasan estas cosas… y si pasan, te aseguro que estaré allí para protegerte —
susurró en mi oído haciendo que toda mi piel se erizase—. Tómatelo como una señal —tapó mi
boca con una mano cuando vio que iba a protestar—, sigo creyendo en las señales… si no les
hubiese hecho caso no estaría aquí contigo.
Iba a protestar pero tenía razón…
Naobi Chan
52
Imprevistos

Y por un imprevisto con una bombilla… o una señal como quería llamarlo Edward, accedí a su
petición y el día anterior habíamos metido todas mis cosas en cajas y las habíamos traído a su
casa.
Cogí un jarrón que me había regalado mi madre cuando me fui de Arizona, lo miré con cara
de espanto… ¿a quién se le había ocurrido crear algo tan… horrible? Me estremecí y unos
fuertes brazos rodearon mi cintura desde atrás.
— ¿Pasa algo? —pregunto besando mi cuello.
— Nada importante… este jarrón, creo que voy a regalárselo a Alice… todavía le debo unas
cuantas por las veces que me arrastró al centro comercial contra mi voluntad.
Se rió entre dientes y cogió un marco de fotos que había en la caja.
— ¿Quién es? —preguntó con el ceño fruncido.
Cogí el marco de sus manos para comprobar de qué foto en concreto estaba hablando y al
verla comencé a reírme con ganas. Edward enarcó una ceja y me miró confuso.
— ¿Qué es tan gracioso? —preguntó indignado.
— ¿Celoso de nuevo? —Pregunté sonriendo— Es Seth, mi medio hermano. Su madre y mi
padre están casados. Nos criamos juntos desde muy pequeños, nada de lo que deba
preocuparse señor Masen.
Pareció complacido por mi explicación y me quitó la foto de nuevo de las manos y la puso
junto una de Emmett que había en la repisa de la chimenea. Sonreí ante el gesto… estaba
haciéndome un hueco entre sus cosas.
Con una sonrisa se metió en el baño, no tardé en oír el agua de la ducha. Sonreí para mis
adentros, comencé a desabrocharme los botones de la camisa para hacerle compañía… seguro
que necesitaba una mano amiga para frotarse la espalda, y lo que no es la espalda también,
para qué negarlo. Cuando ya tenía el pomo de la puerta en mi mano comenzó a sonar el
timbre. Pensé en ignorarlo pero sonaba tan insistentemente que no pude hacerlo. Abroché los
botones de nuevo mientras gemía de frustración y bajaba las escaleras de dos en dos con
cuidado de no matarme en el proceso.
Abrí la puerta con cara de fastidio, habían interrumpido mi sesión de sexo matinal y eso no
era fácil de perdonar. No me dio tiempo a asimilar nada, sólo sentí unos enormes y fuertes
brazos envolver mi cuerpo y alzarme varios centímetros del suelo.
— ¡Bella! —gritó una voz masculina en mi oído… no tardé en reconocerla pero la falta de
respiración me dificultaba pronunciar cualquier palabra.
— Emmett… —balbuceé débilmente.
Me dejó en el suelo y dio dos pasos atrás avergonzado, su expresión pasó del asombro a la
sorpresa y luego a la confusión. Sabía que Emmett era algo lento asimilando cosas… ¿pero
tanto?
— ¿Qué haces aquí? —preguntó mientras se cruzaba de brazos y sus ojos se abrían de par en
par al ver mi ropa— ¿Y qué haces aquí así vestida? Si se le puede llamar a así.
— Vivo aquí —dije simplemente.
Naobi Chan
53
Imprevistos

La confusión volvió a reinar en su cara y miró a ambos lados totalmente desorientado, me


miró de nuevo y luego miró los números dorados que había junto a la puerta. Frunció el ceño
hasta que sus cejas casi se juntaban.
— ¿A dónde se ha mudado Edward? —preguntó todavía confundido.
— Nadie se ha mudado idiota —dijo Rosalie que había aparecido detrás de él— ¡Hola Bella!
—Me abrazó con más cuidado que su novio y entró en la casa— ¿Dónde está? Quiero
felicitarlo, al fin está con una mujer que de verdad vale la pena.
Rodé los ojos.
— Se está duchando —susurré.
Emmett siguió a Rose hasta el salón todavía con su ceño fruncido. Edward no tardó en bajar
las escaleras, vestía un pantalón de deporte y una camiseta que marcaba sus pectorales…
tragué en seco y desvié la mirada de su torso para no parecer tan evidente.
Emmett miró a Edward como si tuviese dos cabezas y me miraba a mí de hito en hito.
— No entiendo nada —susurró negando con su cabeza.
Rose se acercó a él y le dio una palmada en la cabeza.
— ¿Te hago un croquis? —le preguntó con ironía.
Edward se acercó a mí y me envolvió de nuevo con sus brazos, besó mi sien con ternura y
miró a Emmett sin perder la sonrisa. La comprensión pareció brillar en su rostro para ser
sustituida por la ira. Se acercó a nosotros en dos zancadas y me arrancó de los brazos de
Edward literalmente.
— No le pongas ni un solo dedo encima —bramó.
Edward lo miraba asustado… y yo no entendía nada ¿por qué se ponía así?
— Llegas tarde vaquero —dijo Rose— ¿Has visto como está vestida? Creo que le ha puesto
más que un dedo encima —rió divertida.
Emmett rugió y miró a su hermano desafiante. Me zafé de su agarre y lo miré a los ojos.
— ¿Qué… qué haces Emmett? —pregunté.
— ¡Él tiene novia! me lo dijo ayer, dejó a Tanya por ella —dijo exasperado—. Y tú… no dejaré
que nadie vuelva a hacerte daño… no me dejaste ponerle las cosas claras a ese perro pero
Edward… no va a lastimarte, antes lo lastimo yo.
— Emmett —le dije con suavidad tomando su cara entre mis manos—. Yo soy su novia.
Su ceño volvió a fruncirse, Rose rompió en carcajadas y Edward volvió a abrazarme
apartándome un poco de su hermano.
— ¿Lo entiendes ahora? —le preguntó con su voz aterciopelada.
— Si algún día la veo llorar por tu culpa, olvidaré que eres mi hermano —masculló entre
dientes dirigiéndole una mirada severa. Luego volvió a mirarme a mí y su mirada se detuvo en
mis piernas— Bella… ¿podrías taparte? No puedo soportar pensar que Edward y tú…
Naobi Chan
54
Imprevistos

Sonreí y me metí en la ducha. Al salir Rose estaba en la cocina preparando café y Edward y
Emmett estaban bromeando en el sofá como si nada hubiese pasado. Me acerqué a Rose y le
di un abrazo, había echado mucho de menos a mi amiga desde que había dejado de vivir en
Seattle.
— Perdónale —me susurró—. Sabes que te quiere como si fueses su hermana… por eso se
ha puesto así.
— Lo sé —sonreí—, ¿y tú porque no te has sorprendido al verme aquí? —le pregunté.
— Alice.
Solo con mencionar su nombre lo entendí todo… esa pequeña duende no pudo mantener su
boca cerrada.
Naobi Chan
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Imprevistos

Capítulo 10

Otro día en la oficina, faltaban casi treinta minutos para que pudiese irme a casa, y la tarde
se me estaba pasando muy lenta. Entre balances y más balances, sólo deseaba poder salir de
esas cuatro paredes y ver a Edward a solas. Además no ayudaba que durante la comida me
hubiese dicho que me tenía una sorpresa preparada.
Miré el reloj… todavía faltaban veinte minutos. Bufé mirando hacia la puerta y a mi abrigo
intermitentemente. Estaba poniéndome nerviosa, los minutos pasaban cada vez más lentos y
me exasperaba sin poder evitarlo.
La puerta se abrió de golpe y yo di un respigo sobresaltada. La cara divertida de Edward
apareció por el hueco de la puerta entreabierta y no pude evitar sonreír al verle. A ver si ese
día el jefe me dejaba salir un poco antes, tenía que prepararle la cena…
Caminó hacia mi mesa y se sentó en una de las sillas que había frente a ella, me miró
sonriendo pero no me dijo nada.
— ¿Qué tal el primer día de tu "secretaria"? —pregunté para romper el hielo.
Me miró con los ojos entrecerrados y puso una mueca de disgusto.
— A "eso" —recalcó la palabra—, no se le puede llamar secretaria. Además, si querías que
no me acosaran creo que te has equivocado.
Oculté mi sonrisa, aunque creo que sólo se quedó en un intento.
— No te quejes, era el mejor currículo que nos ha llegado —me defendí.
— Eso no lo dudo… pero me pone nervioso —confesó clavando la mirada en mis ojos.
— Mañana le diré que trabaje conmigo y tú te quedas con Ángela.
— ¿Y te fías de ella? —preguntó alzando una ceja.
— Por supuesto, hace un mes que se ha casado con Ben, de recursos humanos —contesté
con una sonrisa.
Bufó y me miró sonriendo con picardía… le temía a esa sonrisa.
— Es una pena, la chica es muy guapa —dijo como si tal cosa.
Ahora fui yo la que entrecerró los ojos. Me puse en pie y fingí estar guardando algo en el
archivador del fondo.
— Dile a Eric que mañana venga a trabajar en mi mesa, yo hablaré con Ángela antes de irme
—dije sin mirarle a la cara.
— Gracias… —susurró— no te imaginas el favor que me haces, ese chico ¿por qué es un
chico cierto? —Preguntó aguantando una carcajada— no deja de acosarme… creo que es peor
que Jessica, al menos ella no era tan evidente.
No pude reprimir la risa y esta vez estallé en carcajadas.
— Sí, tu ríete, pero mañana tendrás que soportarlo tú, y como se comporte contigo igual que
conmigo está despedido —dijo completamente serio.
Naobi Chan
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Imprevistos

— No te preocupes… creo que se ha enamorado de ti —dije entre risas.


— Ve a casa… yo me encargo de hablar con Ángela y con… Eric-a —suspiró.
Asentí, y después de despedirme con un casto beso me dirigí hacia la puerta.
— Recuerda que esta noche tendrás una sorpresa.
Sonreí y asentí de nuevo con la cabeza. Las sorpresas me ponían nerviosa, pero era algo que
Edward no podía evitar, estaba en su naturaleza sorprenderme continuamente.
Cuando llegué a casa me quité los zapatos y me dejé caer en el sillón, estaba agotada, había
pasado un día horrible en la oficina y solo podía pensar en el momento de meterme en la
ducha y luego dormir durante toda la noche.
Edward no tardó en llegar, con su espléndida sonrisa torcida que me quitaba el aliento y
hacía temblar mis piernas. En su mano traía una bolsa y al verlo alcé una ceja inquisitivamente.
— ¿Comida china de nuevo? —pregunté imaginando lo que vendría después…
Casi se había convertido en un ritual, una sesión de sexo desenfrenado y después para
recuperar energías comida china fría.
— No —sonrió divertido— Han abierto un italiano y he comprado la cena… supongo que
estás cansada.
Asentí poniendo un puchero y se sentó a mi lado en el sofá, puso mis piernas en su regazo y
se inclinó hacia mí para besarme. Profundicé el beso entreabriendo mis labios para dejar paso
a su lengua, no se lo pensó y devoró mi boca con esmero. Cuando el beso comenzaba a subir
de nivel se separó sonriendo.
— Espera… primero la sorpresa y después… lo que quieras —dijo sin perder la sonrisa.
Lo miré sonriendo también. Metió la mano en el bolsillo interior de su chaqueta y me
extendió un sobre. Lo cogí en el ceño fruncido, que sorpresa más extraña.
— ¿Nos vamos a Seattle? —pregunté sosteniendo los billetes de avión que había en el
interior de aquel sobre.
— Sí…
Sonreí, vería a Alice… a Rose… a Jasper… a Emmett. Incluso podría acercarme hasta Forks y
ver a Charlie.
— ¿Por qué nos vamos mañana? —volví a preguntar
— Así llegaremos a tiempo a la boda.
— ¿Boda? —mi voz subió dos octavas.
— Sí, es la boda de tu… espera ¿cómo le llamó Emmett? ¡Ah sí! Tu ex perro —sonrió.
— Ya te dije que no tenía nada que demostrarle a nadie… no quiero ir a esa boda —me
quejé.
Edward me miró a los ojos durante unos segundos. Supuse que estaría inventándose una
buena excusa para convencerme, lo raro es que no las tuviese ya preparadas sabiendo que yo
me negaría a ir desde el primer momento.
Naobi Chan
57
Imprevistos

— Está bien —dijo al fin—, te diré el verdadero motivo por el que quiero que vayamos.
Lo miré fijamente, él me pasó las manos por la cintura y alzándome me sentó en su regazo,
me abrazó y juntó su frente con la mía. Sabía que cuando hacía eso estaba confesando algo
muy íntimo, algo que quizás le costaba decir y que era importante.
— Quiero demostrarle a ese perro…
— Jacob —le corté.
— Como se llame, no me importa… quiero demostrarle lo que se ha perdido, porque sí, sé
que te ha perdido, no dejaré que te alejes de mi lado. Eres mía —susurró la última frase
haciendo que su embriagador aliento me atontara ligeramente.
— No tengo vestido —murmuré.
Se separó un poco de mí y me miró con incredulidad.
— Alice sabe que vamos… ¿crees que no te lo ha comprado ya? —preguntó con una sonrisa.
Rodé los ojos y me puse en pie…
— Me daré una ducha y prepararé a maleta —dije mientras caminaba hacia las escaleras.
— Eres maravillosa —dijo.
— Si Masen, hazme la pelota… tendrás que compensarme muy bien el hacerme pasar por
esto —me giré para mirarlo.
— Te lo compensaré, te lo prometo —sus sonrisa torcida me aturdió y casi tropiezo al subir
las escaleras.

— No sé porque te he hecho caso —murmuré revolviéndome en el asiento del avión—,


además volar me pone nerviosa.
— Tranquila —susurró—, todo saldrá bien.
Bufé… y unos minutos después de que el avión despegase me puse en pie para ir al baño. Me
miré al espejo y casi no me reconocí a mí misma. Había pasado una mala noche, apenas pude
pegar ojo y lo poco que lo hice la cara de Jacob aparecía en mis sueños provocando que me
despertase sobresaltada. Me mojé la nuca en un intento de despejarme, el viaje duraba cuatro
horas, podría dormir un poco pero nunca he podido conciliar el sueño en un avión, me ponía
demasiado nerviosa.
Abrí la puerta para salir y antes de que pudiese darme cuenta alguien me empujó de nuevo
al interior y cerró la puerta nuevamente con el seguro. Alcé la cabeza y Edward me miraba con
esa sonrisa que hacía temblar mis piernas…
— ¿Qué haces? —susurré.
— Cumplir mis promesas —contestó tranquilamente—, pero tendrás que ser silenciosa esta
vez.
Naobi Chan
58
Imprevistos

Lo miré sin creerme del todo lo que estaba insinuando ¿estaba loco?
— Edward, no ceo que… —"sea buena idea".
Pero no pude decírselo porque ya tenía su lengua en mi boca restregándose con la mía. Me
quedé paralizada, él se apartó ligeramente y me miró a los ojos.
— Déjame compensarte —susurró en mi oído.
Y comenzó a besar y succionar mi cuello, ahí sí que ya no pude negarme, Edward conocía
todos mis puntos débiles y sabía que si besaba mi cuello de ese modo me hacía flaquear
irremediablemente. Se aferró a mi cintura con ambas manos y me pegó a su cuerpo, su
miembro erecto se clavó en mí bajo vientre y gemí ante eso… sí que estaba dispuesto a
compensarme. En ese momento mis manos parecieron cobrar vida propia porque se fueron
directamente a la hebilla de su cinturón. En pocos segundos su pantalón y su bóxer estaban en
sus tobillos y mi falda subida hasta mi cintura.
Mis manos ahora se aferraban a sus hombros, intentando mantenerme en pie mientras las
suyas se hundían en mi sexo por debajo de la ropa interior. Me besaba con una pasión
desatada ahogando mis gemidos con sus labios.
Arrancó mi tanga como hacía tiempo que no lo hacía, y me lo enseñó sonriendo.
— Echaba de menos hacer eso… —susurró sin perder la sonrisa.
Lo agarré por el cuello de la camisa y lo acerqué a mí de nuevo, lo besé dejando que mi
lengua se empapase con su sabor. Sus manos se aferraron a mi trasero y me apretó contra su
liberado miembro que me saludaba completamente duro y erguido.
Gemí en sus labios y sentí como sonreía mientras me besaba… estaba jugando con mi
autocontrol, sabía exactamente lo que tenía que hacer para que yo cayese en sus redes sin
remedio, y utilizaba todas sus armas para conseguirlo.
Se apartó e hizo girar mi cuerpo dándole la espalda… acarició mis pechos sobre la tela de mi
camiseta y me mordió el cuello. Yo mordí mi labio inferior para evitar gritar… una de sus
manos viajó de nuevo a mi entrepierna y se dedicó a acariciar mi clítoris frenéticamente. Me
aferré al lavabo con ambas manos para no caer, porque mis piernas se convirtieron en gelatina
y dudaba que pudiesen aguantar mi peso.
La mano que acariciaba mis pechos subió hasta mi barbilla y agarrándome hizo girar mi
cabeza hacia el espejo.
— Mírame —susurró en mi oído haciendo que me estremeciese.
Clavé mis ojos en los suyos a través del espejo y no pude evitar verme a mí misma de reojo.
Tenía la cara desencajada y el pelo revuelto, al igual que Edward… y creo que nunca había visto
algo más excitante que eso.
Apartó mis piernas y me penetró lentamente desde atrás, mi espalda se arqueó y mi cabeza
cayó sobre su hombro. Tuve que morder mi labio de nuevo para no gemir. Una de sus manos
agarro la mía y la guió hasta mi sexo.
— Tú sabes cómo hacerlo —susurró de nuevo.
Naobi Chan
59
Imprevistos

Lo miré a los ojos a través del espejo y pude verlos completamente nublados por el deseo.
Hice lo que me pidió y comencé a acariciar mi clítoris mientras él comenzó a mover sus caderas
rítmicamente.
Una de sus manos se aferró a mi cadera y la otra subió hasta mi rostro e introdujo dos dedos
en mi boca. En cuanto mi lengua comenzó a delinearlos sus embestidas aumentaron de
intensidad y lo oí gruñir ligeramente en mi oído. Mi cabeza comenzó a dar vueltas y tuve que
recordarme a mí misma que tenía que continuar respirando.
Sus embestidas era cada vez más fuertes y profundas, el calor se estaba extendiendo por
todas mis terminaciones nerviosas y un sudor frío cubrió mi espalda… Edward rodeó mi cintura
con uno de sus brazos y su miembro pareció entrar más profundamente en mi interior, rozaba
mis paredes a un ritmo desenfrenado. Su glande comenzó a rozar un punto en concreto de mi
anatomía, comencé a sentir como todo mi cuerpo se ponía en tensión.
Nuestras miradas seguían enlazadas frente al cristal y previniendo lo que estaba a punto de
pasar Edward tapó mi boca con su mano. En mi interior pareció estallar una bomba, un
tsunami que arrasó con todo a su paso, cerré mis ojos con fuerza y ahogué mis gritos contra la
mano de Edward.
Oí como gruñía en mi cuello y luego se venía dentro de mí. Dejó caer la cabeza en mí hombro
mientras jadeaba y mi cuerpo quedó completamente flácido, tuvo que sujetarme para que no
cayese al suelo.
A los pocos segundos él estaba sentado en el retrete y yo en sus rodillas. Me abrazó contra
su pecho y besó mi pelo. Yo tardé un par de minutos en ser dueña de mi misma, alcé la cabeza
y lo miré sonriendo.
— Tu compensación no ha acabado aquí —le dije antes de besarlo.
Lo sentí sonreír contra mis labios y me estrechó con más fuerza contra su pecho.
— Saldré yo primero… no tarde señorita Swan —lo vi ponerse en pie y salir por la puerta del
pequeño cubículo.
Me miré al espejo y mi aspecto había cambiado ligeramente. Las ojeras continuaba
adornando la parte inferior de mis ojos, pero estos brillaban de un modo especial y mis
mejillas estaban sonrosadas, mis labios estaban rojos y algo hinchados. Acomodé mi ropa e
intenté peinar mi pelo, pero como fue imposible lo sujeté con una cinta que tenía en mi
muñeca. Me volví a mirar al espejo y sonreí… el sexo me sentaba bien.
Caminé por el pasillo del avión y algunos pasajeros me miraban sonriendo, mis mejillas se
tiñeron de un rojo profundo y bajé la mirada avergonzada. Seguro que alguien se había dado
cuenta de nuestra ausencia y no era difícil adivinar el motivo.
Me senté de nuevo al lado de Edward y este me esperaba con una sonrisa radiante.
— Te amo —susurró en mi oído antes de besar mi cuello.
Me acomodé en su pecho y mis ojos poco a poco se fueron cerrando hasta que me quedé
completamente dormida.
Naobi Chan
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Imprevistos
Naobi Chan
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Capítulo 11

— ¡Alice! ¡No me voy a poner eso! —dije casi gritando mientras señalaba con mi dedo un
pedazo de tela colgado en el vestidor de su habitación.
— Vamos Bella, es perfecto, no te pongas difícil y pruébatelo —me dijo poniendo un
puchero.
— ¿Tiene que ser rojo? —le pregunté mirándome al espejo, con eso puesto.
— Te queda perfecto, parece hecho a medida —decía con sus ojos aguados.
Yo rodé los ojos e intenté inútilmente tapar un poco el sugerente escote.
— ¡Quieta! —Gritó dándome un manotazo—. Vas a una boda, no a un funeral, así que te
pondrás esto y disfrutarás de ese gran día.
La miré con los ojos entrecerrados y bufé… era un demonio.

Íbamos en el coche rumbo al restaurante donde se celebraría el banquete, le pedí a Edward


que no fuésemos a la ceremonia y él me complació, pero no hubo fuerza humana que me
liberara de asistir a esa estúpida celebración. Tenía las manos en mi regazo y las retorcía una
contra la otra, y hasta mis nudillos se ponían blancos por la fuerza ejercida.
— Tranquila, todo estará bien —susurró Edward poniendo su mano sobre las mías.
Suspiré y cerré los ojos.
— Si tú lo dices…
— Vamos Bella, disfruta del día, estaremos juntos que eso es lo importante ¿no? —dijo con
su sonrisa torcida, esa a la que sabía que yo era completamente vulnerable, esa que utilizaba
cuando quería que perdiese los papeles y llevarse el gato al agua.
Asentí mirando por la ventanilla, ver a Jacob me ponía más nerviosa de que quería confesar.
La última vez que lo vi había querido matarlo y cortarlo en pedacitos, y dudaba de cuál sería mi
reacción al enfrentarlo de nuevo, además, estaba enfadada porque me había enviado una
invitación para su boda justo después de arruinar la mía. No me arrepentía de no haberme
casado con él, casi le estaba agradecida puesto que gracias a eso ahora conocía a Edward, pero
eso no compensaba lo mal que me hizo sentir al abandonarme días antes de la ceremonia.
— Llegamos —la voz de Edward me sacó de mis pensamientos.
Lo miré e intenté sonreír, pero creo que solo se quedó en eso, un intento. Edward me ayudó
a bajar del coche y por poco me caigo de bruces por culpa de esas armas asesinas a las que
Alice llamaba zapatos de diseño.
— No dejaré que te hagas daño —susurró Edward en mi oído.
Naobi Chan
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Imprevistos

Lo miré a los ojos y comprendí que la frase tenía doble sentido. Sonreí sinceramente y me
sentí con fuerzas de enfrentarme a ese reto, necesitaba cerrar ese capítulo de mi vida y que
mejor que ver a Jacob hacer su vida mientras yo disfrutaba de la mía…
En cuanto entramos en el salón todos los murmullos cesaron y todos los ojos se pusieron
sobre mí. Sí… la ex novia despechada, quizá todos esperaban que entrase en la iglesia y cuando
el cura dijese "¿Alguien conoce algún impedimento para que este matrimonio no pueda
realizarse?" yo saltase gritando en mitad del pasillo "¡YO! ¡Él arruinó mi boda, y ahora arruino
la suya!". Pero no, Isabella Swan era mucho más que eso, estaba allí para disfrutar de la
celebración como todos los demás, con la cabeza bien alta y disfrutando de la compañía de la
persona que más amaba.
Una mano cálida sujetó la mía, reconocí su tacto al instante y me giré para enfrentarme a
esos ojos negros que tanto añoraba. Me tiré a sus brazos en cuanto nuestras miradas hicieron
contacto y hasta que estuve ahí, rodeada de su calor, no comprendí cuanto lo había echado de
menos.
— No voy a llorar —dije sorbiéndome los mocos mientras me separaba de él—. Seth, ¡cómo
has crecido!
— Bells, estás… preciosa —dijo mirándome de arriba abajo.
Rodé los ojos y de repente recordé a Edward, que nos observaba con una sonrisa fingida a
unos pasos de distancia.
— Edward —lo llamé suavemente, él avanzó y rodeó mi cintura posesivamente… suspiré, el
celoso señor Masen—. Él es mi hermano Seth, Seth este es Edward… mi novio —mis mejillas se
tiñeron de rojo, era la primera presentación oficial de Edward en mi entorno de Forks.
No me pasó desapercibida la enorme sonrisa que ocupó su rostro cuando la palabra "novio"
abandonó mis labios. Ambos se estrecharon la mano y comenzaron con una conversación a la
que no le presté demasiada atención, mi mirada vagaba por el salón buscando alguna cara
conocida. Después de unos minutos me disculpé con ellos para ir a buscar algo de beber.
Agradecía que la feliz pareja de recién casados todavía no hubiese llegado, pero sabía que
ese momento no se retrasaría mucho. Estaba sirviéndome un poco de ponche cuando una voz
nasal y demasiado estridente hizo que un escalofrío recorriese mi espalda.
— ¡Isabella Swan! —Gritó Lauren Mallory a mi espalda, me giré para encararla con mi mejor
sonrisa hipócrita y todavía con la cabeza bien alta—. No esperaba verte aquí, pensé que
seguirías en Chicago lamentándote después de tu no-boda, pero que sorpresa cuando te veo
llegar y además muy bien acompañada.
Quise darle un puñetazo cuando le dedicó una mirada lasciva a Edward… sí, yo también
estaba celosa ¿qué pasa? Por mi cabeza solo pasaban imágenes de cómo arrancaría su rubia
cabellera y cómo le explotaría las prótesis de sus pechos… ¿Era muy evidente que esa…"chica"
no era de mi agrado?
— Hola Lauren, me alegra verte a ti también —mascullé entre dientes sin borrar mi sonrisa
falsa.
— ¿Cuánto te ha costado? —preguntó susurrando cerca de mi oído.
La miré sin entender con mi ceño fruncido.
Naobi Chan
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Imprevistos

— No sé de qué me hablas —le dije con sinceridad.


— ¡Oh vamos! No me dirás que semejante espécimen humano está contigo por voluntad
propia, seguro que te ha cobrado algo por acompañarte esta noche.
Sus palabras hicieron que algo hiciese crack en mi pecho… bien sabía yo que no estaba a la
altura de Edward, pero no sabía que fuese tan evidente que hasta Mallory pudiese notarlo en
unos minutos. Miré a Edward que todavía seguía hablando animadamente con Seth, nuestras
miradas se cruzaron y sus labios gesticularon un "te amo" que inexplicablemente recompuso lo
que segundos antes Lauren había roto en mi pecho. La miré con rabia, si las miradas matasen
ella estaría fulminada en un solo segundos.
— Tienes razón Lauren, Edward es muy bueno en su trabajo —le dije sonriendo de nuevo.
Edward apareció inexplicablemente a mi lado y tomó mi mano, su agarre me dio fuerzas y
sonreí en mi fuero interno.
— Edward cariño, esta es Lauren Mallory una antigua… compañera de instituto —ella lo miró
comiéndoselo con ojos y yo tuve que reprimir las ganas de agarrarla del pelo y golpear su
cabeza contra la bandejas de aperitivos—. Me estaba preguntando cuales eran tus honorarios.
— Encantado —dijo él asintiendo ligeramente con la cabeza, agradecí que no la tocara
aunque no entendí porque tenía que ser siempre tan caballeroso— ¿Para qué me necesita? —
preguntó mirándome.
Lauren se removió intranquila, supuse que por su cabeza estaban pasando imágenes
demasiado explicitas de ella con MÍ novio…
— ¡Oh! Nada importante —dije con tranquilidad—. Creo que su cirujano plástico no ha
hecho un buen trabajo con su nariz, eso sin hablar de sus pechos, uno está más alto que el otro
—sonreí triunfalmente al ver como se desencajaba la cara da Lauren—. Has elegido muy bien
Lauren, Edward además de tener una empresa de contabilidad es un el mejor abogado de
Chicago. Los dejo para que hablen de negocios. Te veo luego mi amor.
Me di media vuelta y salí de allí totalmente eufórica… ¿de verdad yo había dicho eso? ¡Wow!

— Eres muy cruel —susurró una voz en mi oído—. Esa chica es insoportable… no ha dejado
de tirarme los tejos.
Sonreí y me giré para ver una vez más los preciosos ojos de mi dios heleno…
— No es para tanto… es mejor que Jessica, al menos está vestida —sonreí.
Entrecerró los ojos, pero sin más me rodeó con sus brazos y pegó su boca a mi oído de
nuevo.
— Todos los hombres te están enviado unas miradas demasiado explícitas… —susurró—
creo que le llamaré la atención a Alice por obligarte a ponerte ese vestido… aunque tengo que
reconocer que después me encantará quitártelo.
Me estremecí por sus palabras y el golpe de su aliento en mi cuello. Sin más me abrazó con
más posesividad de la que lo había hecho nunca y su mirada se clavó en un punto fijo
volviéndose más fría que hielo. Seguí el rumbo de su mirada y esta se trabó con la imagen que
llevaba tanto tiempo temiendo. Jacob y Leah acaban de entrar en el salón, tomados de la
Naobi Chan
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mano y visiblemente felices. Me tensé entre los brazos de Edward, él lo notó y besó uno de
mis hombros, cerré los ojos y suspiré.
Después de unos minutos en los que la feliz pareja fue felicitada por casi todas las personas
presentes, Jacob se acercó lentamente hasta donde nos encontrábamos, respiré hondo para
enfrentarme a él. Edward tomó mi mano infundiéndome ánimos y recordándome que estaba
conmigo… ¡cómo si pudiese olvidarlo!
— Bella —dijo Jacob sonriendo—, me alegro de que hayas venido.
Su voz me trajo demasiados recuerdos, pero no el dolor que sentía después de haberme ido,
agradecí internamente el haber superado eso.
— Yo también me alegro de haber venido —dije con tanta sinceridad que hasta yo misma me
sorprendí de mis propias palabras.
Edward carraspeó a mi lado y sonreí.
— Jacob —casi me atraganto al pronunciar su nombre—, él es Edward, mi novio.
Creo que era la primera vez que dije esa palabra con tanta alegría… Edward era mi novio,
sólo mío… se lo acaba de dejar claro a la zorra de Mallory y ahora al cabrón de mi ex novio.
Sonreí… Jacob se tensó y le dedicó una mirada fría a Edward, él solo sonrió triunfal mostrando
sus perfectos dientes blancos. Le tendió la mano a Jacob y este la tomó con algo más de fuerza
de la que era necesaria.
— Encantando —masculló entre dientes—. Debo irme, gracias por venir Bella.
Se dio media vuelta y se fue a toda velocidad por una de las puertas laterales. Edward me
abrazo con fuerza por mi espalda y beso mi cuello.
— No sabes cuánto te amo —dijo, y aunque no lo veía sabía que estaba sonriendo.
Giré levemente la cabeza y besé sus labios.
— Por cierto —continuó hablando— ahora que lo he visto… sí que se parece a un chucho.
Reí a carcajadas y lo me giré para devolverle el abrazo.

Mientras cenábamos no pude evitar pensar en lo que había pasado. Y reconocí que Edward
tenía razón, ahora me sentía mucho mejor. Había visto a Jacob y había comprobado de
primera mano que todo había acabado entre él y yo, ya no había rencores, comprobé que él
podría ser completamente feliz con su mujer y que yo me estaba labrando mi propio futuro y
también era feliz al lado de Edward.
— Tenías razón —susurré en su oído.
El me miró divertido con su jodida sonrisa torcida en los labios…
— Suelo tenerla… ¿pero en que exactamente? —preguntó.
"Mi engreído sexy… "pensé.
— Me siento mejor ahora —le dije sinceramente—, te amo.
Se acercó lentamente y unió sus labios a los míos… era verdad, estaba feliz.
Naobi Chan
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Un rato después y sin saber muy bien como lo hizo para convencerme, Edward y yo
estábamos bailando en el centro de la pista. No me pasaban desapercibidas las miradas y los
suspiros que levantaba Edward entre las invitadas femeninas… no las culpaba, en verdad ese
hombre tenía algo especial. Sólo con verlo ya sentías algo inexplicable que te obligaba a
adorarlo y a imaginarte en situaciones poco decorosas a su lado.
— Me estoy enfadando de verdad —dijo con voz seria—. Si no dejan de mirarte así, voy a
tener que dejarles claro un par de cosas.
Sonreí alzando la mirada y atraje sus labios hacia los míos. Me devolvió el beso con
efusividad y una pasión con la que pocas veces lo había hecho, sabía que estaba marcando su
territorio con los demás machos presentes, pero no me importó, en el fondo me sentía muy
alagada, sus celos solo demostraban que me amaba tanto como yo a él. Se separó antes de lo
que hubiese deseado y gemí frustrada. Él solo sonrió y beso mi frente. Continuamos bailando
un poco más.
— ¿Me dejas darte ahora otra parte de tu compensación? —me susurró al oído.
Me separé un poco de él y lo miré a los ojos, estos brillaban de felicidad y casi podría decir
que hasta adoración. Esperaba ver un poco de lujuria en ellos pero no había nada, por lo que
sus palabras no concordaban con su mirada.
— ¿De qué hablas? —le pregunté con las cejas alzadas.
— Mira al chucho.
Giramos una vez más mientras bailábamos y busqué a Jacob con la mirada. Estaba sentado
en la mesa principal, tenía las manos cerradas en puños sobre la mesa y su mandíbula estaba
realmente tensa, sus ojos estaban coléricos, nos observaba con ira y me estremecí ante la
dureza de su mirada. Parecía como si de un momento a otro saltase de su silla y se pusiese a
ladrar como un loco en nuestra dirección. ¿He pensado “ladrar"? En fin… tanto tiempo con
Alice y Edward tenían que pasarme factura.
Mirándolo una idea cruzó mi mente, sabía que quizás era muy cruel, pero lo necesitaba, era
el empujón definitivo para cerrar ese tomo de mi vida. Miré a Jacob sonriendo y le guiñé un
ojo, él se sorprendió y parpadeó un par de veces. Me acerqué de nuevo a los labios de Edward
y lo besé como nunca lo había hecho, el me devolvió beso algo confundido al principio, pero
después se entregó tanto como yo. Cuando volví la mirada hacia la mesa principal Jacob no
estaba, lo busqué con la mirada por todo el salón y sólo llegué a ver su espalda perdiéndose
por una de las puertas.
— Eres mala —susurró Edward con voz ronca a mi oído.
No sabía si porque se había dado cuenta de mi pequeña venganza, o porque durante ella, su
autocontrol había quedado al nivel del suelo, justo al lado del mío… estaba deseando que
acabase esa estúpida celebración para que Edward siguiese recompensándome en el hotel.
Naobi Chan
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Capítulo 12

Salimos del salón entre risas, yo no podía olvidar la cara de Jacob cuando había besado a
Edward y Edward estaba eufórico, supuse que marcar territorio delante del ex novio de tu
novia tendrá su aquel… la verdad, yo también estaría así si todo eso hubiese pasado delante de
Tanya. Nos subimos al coche alquilado que Alice nos había conseguido y pusimos rumbo al
hotel.
— ¿Cómo te lo has pasado? —le pregunté.
— Muy bien, estoy más tranquilo ahora al verte más tranquila a ti —dijo sonriendo.
Agarré su mano que estaba sobre la palanca de cambios y crucé sus dedos con los míos. Sólo
me miró durante unos segundos y sonrió. En cuanto se detuvo en un semáforo en rojo, me
atrajo hacia su cuerpo y me besó de un modo que hizo que todos los bellos de mi cuerpo se
erizasen.
— ¿Vas a continuar compensándome? —ronroneé en su oído.
Vi como cerraba los ojos y respiraba pesadamente, en cuanto posó sus ojos en mí un
escalofrío me recorrió la espalda… creo que había despertado a la bestia. Observé como
hundía el pié en el acelerador y como la aguja del cuenta kilómetros casi tocaba el otro
extremo. Agradecí que era casi de madrugada y apenas había coches en la calzada.
Cuando llegamos al hotel me arrastró hacia la habitación, y al parecer caminaba demasiado
lento para él, ya que me subió a su hombro y comenzó a trotar subiendo las escaleras de dos
en dos, ni si quiera tubo paciencia para esperar el ascensor. Yo sólo podía reír ante lo ansioso
que se veía… si no fuese porque físicamente no lo parecía, juraría que Edward era una
adolescente en plena revolución hormonal.
Entramos en la habitación y me dejó caer en la cama de golpe, justo cuando se iba a tirar
encima de mí, rodé hacia un lado y me puse en pie.
— Necesito una ducha —susurré.
— Bella —dijo con voz contenida.
— No tardo…
Me di la vuelta sonriendo mientras entraba en el baño, me quité la ropa y me metí en la
ducha, dejé que el agua caliente se deslizara por mi piel, a ver si me relajaba un poco los
nervios. Yo también estaba ansiosa, solo quería hacer sufrir a Edward un poco. Me estaba
enjuagando el cabello cuando noté dos suaves manos tomando las mías y alejarlas de mi
cabeza.
— Yo te ayudo —susurró en mi oído.
Yo solo pude quedarme quieta, completamente paralizada por las emociones que sentía en
ese momento. Edward estaba detrás de mí y podía sentir su miembro erguido rozando mi
trasero, sus manos masajeaban mi cuero cabelludo con demasiada lentitud, haciendo que cada
roce enviase descargas eléctricas a lo largo de mi espalda… ¿Pero qué tenía ese hombre que
me hacía caer tan fácilmente?
Naobi Chan
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Sus manos bajaron por mi cuello, mis hombros y luego por mis costados rozando
ligeramente mis pechos. Un suspiro abandonó mis labios y dejé caer mi cabeza hacia atrás
apoyándola en su hombro. Sus manos se aferraron a mi cintura y después se entrelazaron
justo delante de mi vientre. Sus labios dejaban besos suaves, caricias furtivas en la delicada
piel de mi cuello. Y yo… yo me sentía flotar…
— ¿Sabes que he pensado esta tarde? —susurró.
Yo negué con la cabeza.
— Al ver al chucho con su mujer… me pregunté cuando sería el día que tú te vestirías de
blanco para ser mi esposa.
Mi cabeza se alzó de golpe y mis ojos se abrieron en extremo, me giré para mirar sus ojos y
casi pierdo el hilo de mis pensamientos cuando vi como el agua de la ducha se deslizaba poco a
poco por su pecho. Tragué en seco y volví mi mirada a su rostro, necesitaba concentración. Lo
que me había dicho era importante… Isabella, céntrate.
— ¿Qué? —le pregunté incapaz de pronunciar más palabras.
Sonrió con dulzura y me atrajo hacia su cuerpo estrechando mi cintura con sus fuertes
brazos, jadeé al contacto de nuestras pieles desnudas.
— No hoy… ni mañana… pero algún día serás mía —su dulce aliento me golpeó en la cara
aturdiéndome.
— Ya… ya soy tuya —balbuceé.
— Lo sé… pero quiero que me lo demuestres —dijo con su sonrisa torcida.
Acercó su rostro deliberadamente hacia el mío y nuestros labios hicieron contacto, comenzó
como un beso suave y pausado, como si quisiese degustar el sabor de mis labios, pero poco a
poco se fue tonando más pasional y no tardé demasiado en sentir contra mi espalda la
superficie fría de los azulejos de la ducha. Gemí en sus labios cuando una de sus manos se
aferró a mis glúteos y me alzó unos centímetros, provocando que nuestros sexos se rozaran
tenuemente.
— Edward… —dije casi sin aliento cuando liberó mis labios para morder mi cuello.
Me sentía completamente de gelatina entre sus manos, sentía el fuego ardiendo y
deslizándose por cada una de mis venas. Mis manos delinearon sus pectorales y bajaron hasta
sus abdominales… dejé que mis uñas arañaran la fina línea que separaba su ombligo y su pubis
y sentí como se estremecía ante ese contacto.
Acariciaba mis pechos, con vehemencia, como si fuese el fruto de su máxima adoración.
Lamía y mordía mis pezones alternativamente provocando oleadas de calor extremo en mi
sexo. Uno de mis dedos delineó la punta de su glande y él aferró con más fuerza mis pechos
haciendo que jadeara por la presión de sus manos sobre ellos.
Deslizó sus manos por mi vientre y después acarició mis caderas. Posó cada una de sus
manos en mis glúteos y me alzó en vilo, envolví su cintura con mis piernas y Edward atacó
directamente a mis labios. Sus besos eran ansiosos, frenéticos, su lengua se movía a una
velocidad de vértigo haciendo que mi cuerpo temblara entre sus manos.
Quedaba sólo una fina línea que separaba mi cordura de la locura a la que me llevaban sus
caricias, y estoy segura de que la crucé cuando sentí como su miembro entraba poco a poco en
Naobi Chan
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mí. Sin juegos previos, sin caricias que me avisaran de la intromisión… toda su longitud se
perdió en mi interior haciendo que jadease en busca de un aire que empezaba a escasear en el
pequeño cubículo que era la ducha.
Me aferré a su espalda como si mi vida dependiese de ello y Edward enterró la cara en mi
cuello dándome un pequeño mordisco que me hizo gritar. Sus embestidas comenzaron
suavemente, cuando sus caderas se inclinaban hacia atrás sentía como su miembro salía casi
por completo para después entrar de golpe hasta lo más profundo.
— Te voy a amar todos los días de mi vida —murmuró contra mi cuello.
Su cálido aliento golpeó mi piel haciendo que el contraste contra la fría pared enviase otro
escalofrío por todo mi cuerpo. No sé exactamente si gemía o gritaba, solo estaba segura de
que el placer estaba nublando por completo mis sentidos y había olvidado hasta mi nombre.
— Edward —me oía susurrar entre embestida y embestida.
Él solo gruía y gemía en mi oído, y cada sonido que salía de sus labios enviaba un latigazo de
placer hacia mi sexo. Sentí como mis paredes se iban tensando poco a poco en torno a su
miembro. En cada embestida mis sentidos se nublaban más y el fuego de mis venas
aumentaba.
Sólo era consciente de Edward, entre mis piernas, saliendo y entrando de mí
acompasadamente, de su respiración errática en mi cuello, del calor de su piel contra mía, de
la lujuria que se filtraba por cada poro de nuestros cuerpos, de cómo susurraba mi nombre y
algún te amo en mi oído. Y me después me perdí…
Mi cuerpo comenzó a flotar y dejé de ser consciente de todo lo demás, solo los fuertes
brazos de Edward rodeando mi espalda eran el agarre que me anclaba a la realidad. Mi cabeza
daba vueltas y el fuego de mis venas se concentró en un solo punto, cuando se liberó grité
como nunca, dejé que mi voz expresara sin palabras todo lo que estaba sintiendo en ese
momento.
Edward gruñó en mi cuello y después de quedó completamente quieto, con la cabeza
apoyada en mi hombro. Sus manos aflojaron su agarre y mis pies tocaron el suelo. Apoyé mi
cabeza en su pecho y los latidos de su corazón eran tan acelerados como los míos.
— Te amo —murmuré sin aliento.
Edward comenzó a reír y me abrazó con fuerza.
— Creo que todo el hotel se ha enterado de eso —dijo entre risas.
Alcé la mirada para mirarlo a los ojos.
— La próxima vez intentaré taparte la boca antes de que empieces a gritar que me amas —
dijo con su sonrisa torcida.
Mis mejillas se tiñeron de un profundo rojo, hasta yo misma dudaba del motivo, no sabía si
era por el hecho de haber gritado o porque no pude pasar por alto que Edward había dicho "la
próxima vez".
.
Naobi Chan
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Imprevistos

A la mañana siguiente desperté rodeada por sus brazos y con la cabeza apoyada en su pecho.
Los latidos de su corazón habían sido mi canción de cuna, el arrullo que hacía que mis ojos se
cerrasen.
— Sé que estás despierta —murmuró contra mi pelo.
Alcé mi cabeza y me recibió con una sonrisa y un tierno beso de buenos días.
— Levantase señorita, hoy tenemos un día ocupado —me dijo desperezándose.
— ¿Qué vamos a hacer? —pregunté curiosa.
— Vamos a Forks… quiero conocer al jefe Swan —dijo sonriendo—. Y tú, vas a conocer a mis
padres.
Mi rostro perdió todo el color y estoy segura de que tenía una mueca de terror.
— Tranquila amor… —dijo besando mi frente— Carlisle y Esme ya te adoran sin conocerte.
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Capítulo 13

Edward aparcó el coche delante de casa de Charlie mientras a mí se me hacía un nudo en el


estómago. No es que no pensara presentarle a Edward a mi padre, pero al menos quería
esperar un poco más… ¿dos años quizás? Las manos me temblaban y tenía el pulso acelerado.
Estaba rezando a todos los dioses para que Charlie tuviese su arma fuera de su alcance y a ser
posible descargada… no es que pensara que la fuese a usar, pero mejor estar prevenidos.
Edward tomó mi mano y me miró a los ojos sonriendo como solo él sabía hacerlo, me sentí
un poco más tranquila al saber que estaría a mi lado, pero el enfrentarme a Charlie después de
todo lo que había pasado… me asustaba. No lo había visto desde que huí a Chicago después de
mi no-boda con Jake, lo dejé enfadado con el hijo de su mejor amigo por plantarme a dos
semanas de la ceremonia y enfadado conmigo por no poder superarlo y tener que escapar. Y
ahora la hija cobarde del jefe Swan volvía a casa.
Me quedé con ese pensamiento, volvía a casa sí, pero ya no era cobarde. Gracias a Edward
había vuelto y había enfrentado al fantasma de Jacob, había superado por completo su ruptura
y me estaba labrando un futuro junto al amor de mi vida. No volvía a lamentarme de mi mala
suerte, ¡era todo lo contrario! Venía a demostrarle a Charlie que el haberme ido de Forks era
lo mejor que podía haber hecho porque encontré la felicidad junto al mejor hombre del
mundo.
Sonreí mientras pensaba todo eso y me perdía en los ojos de Edward… el me devolvió otra
sonrisa y le dio un apretón a mi mano que todavía permanecía entre las suyas. Asentí con mi
cabeza y Edward bajó del auto para abrir mi puerta, bajé todavía con las piernas temblorosas,
pero con mucha más confianza que minutos antes.
Caminamos los pocos pasos que nos separaban de la puerta principal, mis piernas
comenzaron a temblar con más fuerza, casi temí caerme de bruces en cualquier momento,
Edward intuyó eso y pasó uno de sus brazos por mi cintura, atrayéndome más hacia su
cuerpo… se lo agradecí con una sonrisa.
Llamé a la puerta con los nudillos, podía haber abierto con mi llave, o con la que había oculta
bajo el alero, pero no quería que Charlie se sorprendiese al verme sin más en mitad del salón y
le diese un ataque al corazón. Oí los pasos pesados de Charlie a través del pequeño pasillo, la
cerradura hizo un pequeño chirrido cuando la llave giró desde dentro y la puerta comenzó a
abrirse. Se me hizo un nudo en la garganta y me sujeté con fuerza al brazo de Edward… temía
perder las fuerzas y acabar sin remedio en el suelo.
La cabeza de Charlie apareció por la hendidura que dejaba la puerta entreabierta, sus ojos
estaban medio cerrados y todavía tenía las marcas de la almohada en la cara… sonreí al ver lo
vulnerable que parecía en ese momento. Sus ojos se abrieron de repente al reconocerme y sus
labios se tensaron en una enorme sonrisa. Las arruguitas alrededor de sus ojos cuando
sonreían denotaban los años que habían pasado, pero yo me sentí como una niña cuando vi
reflejada tanta alegría en sus ojos. Abrió la puerta de todo y me abrazó con fuerza, algo que
sorprendió, Charlie no era muy dado a las demostraciones de cariño y mucho menos públicas.
— Hola mi niña… —susurró en mi oído— ¿cómo estás? No pensé que vinieses.
Habla con un tono de voz contenido, se notaba que estaba emocionado pero no quería
demostrarlo… así era el jefe Swan.
Naobi Chan
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Imprevistos

— Estoy bien papá —susurré.


Charlie dio un paso atrás alejándose de mí y sus ojos se cruzaron con la figura de Edward, los
entrecerró levemente y después me miró a mí con el ceño fruncido. Tomé la mano de Edward
entre las mías y me acerqué un poco más a él.
— Papá, quiero presentarte a alguien —susurré mirando a Charlie a los ojos—.Él es Edward
Masen, mi novio.
Charlie se quedó perplejo durante unos minutos, y allí estábamos los tres, parados frente a
la puerta de mi antigua casa de Forks… a unos 10 grados mirándonos mutuamente sin decir
una palabra. Edward parecía querer decir algo, pero estaba esperando a que Charlie hablase
primero para saber a qué atenerse.
— Bien —masculló Charlie entre dientes tendiéndole la mano a Edward—, pasad a dentro,
hace frío.
Se echó a un lado y ambos entramos en la casa. En cuanto crucé la puerta el olor y todo lo
que vi me transportó a varios años atrás, cuando vine a quedarme después de que Renée
volviese a casarse. Sonreí involuntariamente al recordar todo eso…
La casa estaba casi igual que siempre, sólo algunas cosas habían cambiado, se notaba el
toque femenino que Sue le había dado a todo, pero continuaba teniendo la esencia de la
antigua casa Swan. Nos encaminamos hacia el salón y nos sentamos en un sofá. Edward y yo
nos sentamos juntos tomados de las manos y Charlie en un sofá individual justo en frente de
nosotros.
La tensión del ambiente era tanta que podía llegar a cortarse, Charlie no había montado una
escena pero no se le veía muy feliz con la noticia de que su niña tuviese novio de nuevo.
Edward acariciaba el dorso de mi mano con su pulgar para tranquilizarme, funcionaba, pero
más bien poco. Me aterraba tener un enfrentamiento con mi padre y estaba casi segura de
que eso pasaría por lo que Jacob me había hecho.
— Y bien… —murmuró Charlie— ¿A qué te dedicas, chico? —preguntó a Edward.
Edward se cuadró a mi lado, como demostrando que no se amedrentaba ante el tono
amenazante del jefe de policía, y yo dudé un segundo si eso sería bueno o malo.
— Soy abogado, aunque no ejerzo de ello, trabajo en la empresa familiar que fundaron mis
padres —contestó Edward con tranquilidad.
Solté el aire que había estado conteniendo cuando el ceño de Charlie se relajó. Que Edward
fuera consciente de la importancia de seguir trabajando en la empresa familiar era un punto a
su favor.
— ¿Y cómo os conocisteis? —preguntó de nuevo mi padre.
— Edward es mi jefe —ahora contesté yo.
El ceño de Charlie volvió a fruncirse… "oh, oh" dije en mis adentros.
— ¿Tu jefe? —preguntó sorprendido.
— Si bueno… la empresa es suya y yo trabajo allí… se puede decir que es mi jefe —dije
atropelladamente.
Naobi Chan
72
Imprevistos

Charlie tragó en seco y se quedó en silencio unos segundos. La tensión volvía a ser palpable,
tenía que hacer algo para aligerar un poco las cosas.
— ¿Os apetece un café? —Pregunté poniéndome en pie— ¿O quizás una manzanilla…
valeriana… o un té?
— Café— masculló Charlie entre dientes.
— Café estará bien —dijo Edward con una sonrisa.
Salí casi a la carrera hacia la cocina, intentaba tardar lo menos posible, no quería darle a
Charlie la oportunidad de disparar a Edward en mi ausencia. Encontré el café en su lugar
habitual, algo que agradecía de Sue, no había impuesto su presencia en esta casa,
simplemente se amoldó a las costumbres de mi padre sin objetar nada al respecto. En cuanto
tuve los cafés ya servidos, con extremo cuidado de no derramar nada me encaminé hacia el
salón, casi tropiezo y tuve que detenerme para volver a estabilizarme y evitar el desastre. Me
paré cerca de la puerta de la sala y pude escuchar algún murmullo de lo que Charlie y Edward
estaban hablando en mi ausencia.
— Es Bella la que tiene la última palabra —decía Edward.
— Sí, pero si lo hace no será con mi aprobación —mascullaba Charlie.
— Yo la amo… y no haré nada que la pudiese hacer daño. No soy Black —le contestó Edward
con voz contenida.
Decidí intervenir en ese momento antes de que la sangre llegase al río, no sabía exactamente
de lo que estaban hablando pero era mejor evitar un desastre.
— Ya está aquí el café —dije mientras cruzaba la puerta.
Mi evidente torpeza tuvo que hacerse notar en ese momento y trastabillé con mis propios
pies. Cerré los ojos cuando vi que estaba a punto de perder el equilibrio, segundos después los
abrí para encontrarme en los brazos de Edward y a mi padre con la bandeja de los cafés
intacta. Sonreí avergonzada mientras mis mejillas se teñían de rojo gradualmente.
— Hay cosas que nunca cambian —murmuré mientras me soltaba de Edward y le quitaba a
mi padre la bandeja de las manos.
La puse sobre la mesa y volví a sentarme en el sofá como si nada hubiese pasado. Edward y
Charlie me imitaron y se sentaron también. La tensión continuaba siendo palpable, no sabía
con certeza lo que podían haberse dicho en mi ausencia y eso me ponía más nerviosa. Cogí mi
taza de café con las manos temblorosas, mis nervios me estaban matando… sentí la mano de
Edward sobre mi rodilla y mis labios involuntariamente se tensaron en una sonrisa… era
increíble cómo podía tranquilizarme con un simple contacto, y también era increíble como con
solo un simple gesto yo supiese lo que intentaba decirme.
Comenzó una conversación en la que apenas nadie hablaba, solo había preguntas por parte
de Charlie y monosílabos en forma de contestación por mi parte y por la de Edward. Todo era
muy tenso…
— ¿Cuándo os vais a casar? —masculló Charlie entre dientes.
Yo me atraganté con el café y comencé a toser con fuerza. Edward daba ligeros golpes en mi
espalda mientras intentaba disimular una sonrisa, el muy arrogante encima lo estaba
Naobi Chan
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disfrutando. Mi ceño se frunció y me dispuse a contestarle a Charlie con un "no habrá boda"
rotundo, pero Edward se me adelantó.
— Cuando Bella acepte —dijo con total tranquilidad.
Y yo me quedé tan sorprendida que no fui capaz de articular palabra. Mi boca se abría y se
cerraba, pero ningún sonido salía de ella. Edward me miraba divertido y yo le devolvía una
mirada de incredulidad… ¿a que venía ese tipo de contestación?
— ¿Estás embarazada? —preguntó Charlie de nuevo.
Ahora fue el turno de Edward de atragantarse con el café, yo reí en mi fuero interno y miré a
Charlie sonriendo, mi padre mal interpretó mi sonrisa y comenzó a ponerse rojo, Edward se
tensó a mi lado y agarró mi mano con fuerza.
— ¡No! —Grité— ¡Papá! ¿Cómo puedes pensar eso?
Pareció sorprendido cuando contesté con tanta energía, pero eso no relajó su ceño y
continuó taladrándome con la mirada.
— No sé… yo solo… es que… parecéis tener mucha prisa para casaros.
— No tenemos prisa papá… eso pasará cuando llegue el momento —dije mirando a Edward
de reojo. Él miró hacia otro lado disimuladamente tratando de ocultar su sonrisa de nuevo.
Después de una conversación de una media hora más o menos, salimos por fin de esa casa…
adoraba a Charlie, después de todo era mi padre, pero odiaba cuando el jefe de policía Swan
salía para defenderá su pequeña hija…
— Esta me la vas a pagar Masen —mascullé caminando lentamente por el pequeño camino
hacia el coche alquilado por Edward.
— ¿Qué he hecho ahora? —preguntó sorprendido.
— "Cuando Bella acepte" —intenté imitar su voz— ¡Es la peor contestación que podías darle
a Charlie!
— Vamos… no es para tanto… además, no le he mentido, ya hablamos de eso anoche.
Quiero que seas mi mujer —contestó deslumbrándome con su perfecta sonrisa.
Y yo bufé… incapaz de hilar dos palabras coherentes para defenderme… ¿de dónde sacaba
esas armas de seducción para desconcentrarme y hacerme parecer completamente estúpida?
¿Y cómo era capaz de saber el momento exacto para utilizarlas? Por suerte yo tenía el bufido
de mi parte… cuando me encontraba en una encrucijada como esta bufaba… un bufido tiene
muchas maneras de interpretarse, solo esperaba que Edward descifrase cual era la correcta en
mi caso.
Después de esa pequeña conversación entre nosotros condujo durante unos minutos por la
carretera principal del pueblo, hasta que tomó un desvío casi oculto entre unos arbustos que
yo no conocía para nada. Yo había vivido en ese pueblo dos años, y no conocía ese desvío…
patético.
— ¿A dónde vamos? —pregunté en un susurro.
— A ver a Carlisle y a Esme —contestó con tranquilidad.
— ¿Los padres de Alice?
Naobi Chan
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— Mis padres a efectos prácticos… —dijo sonriendo.


— ¿Qué? —pregunté de nuevo sorprendida. Algo sabía de esa historia, pero muy poco a
decir verdad.
— Cuando mis padres murieron Emmett y yo éramos mayores de edad… pero muy jóvenes
todavía, ellos se hicieron cargo de nosotros. Yo los quiero como si fuesen mis padres de verdad
—explicó sin perder la sonrisa.
— Ahh… —fue mi inteligente respuesta.
Conocí a Carlisle y a Esme desde hace unos años, Alice me los había presentado hace mucho
tiempo, pero… eso no me tranquilizaba. Sabía que Esme adoraba a sus sobrinos, así como
Carlisle, ambos veían en ellos a los hijos varones que nunca tuvieron.
— Ellos te adoran —como siempre notando mi nerviosismo casi al mismo tiempo que yo, me
tranquilizó tomando mi mano.
— Sé especifico Edward… ellos adoran a la Bella amiga de Alice, no a la Bella novia de
Edward —puntualicé.
Edward suspiró, llevó mi mano hasta sus labios y besó mis dedos.
— No seas absurda… —susurró mirándome—, conoces a Esme y a Carlisle… son las personas
más agradables que existen, te adorarán como mi futura prometida.
Solté mi mano de entre la suya y le di un manotazo en un hombro, lo que ocasionó que
estallara en carcajadas.
— ¿Por qué tanta aversión al matrimonio? —me preguntó cuándo aparcó el coche frente a la
mansión Cullen…
— A mis padres no les salió muy bien —contesté mirando el paisaje por la ventana… estaba
confesando uno de mis mayores miedos.
— ¿Y? —preguntó enarcando una ceja.
Lo miré y suspiré…
— Para ellos fue como el beso de la muerte o algo parecido, estaban muy bien pero cuando
se casaron todo se fue al traste. No quiero que eso nos pase a nosotros por precipitarnos
demasiado —susurré mirando ahora mis manos.
Edward tomó mi barbilla e hizo que lo mirase a los ojos.
— Tú no eres tu madre y yo no soy Charlie… —murmuró— no tiene por qué pasarnos lo
mismo. Además… —susurró pasando ahora sus manos por mi cintura y acercándome a él—
debemos aprender de nuestros propios errores, no de los de los demás…
Cuando iba a protestar Edward me silenció con un besó que echó por tierra todos los
argumentos que había preparado para rebatir su teoría.
— Esme está en la puerta —susurró de nuevo cuando dejó de besarme.
Mis mejillas se colorearon en un segundo y la risa musical de Edward inundó el coche.
— ¿Será de mala educación si te espero en el coche? —pregunté en un murmullo.
Naobi Chan
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Edward suspiró y bajó del coche con un ágil movimiento, antes de que pudiese casi asimilar
que estaba sola ya lo tenía a mi lado tendiéndome la mano para que yo también bajase. Tomé
una bocanada de aire y busqué todo ese valor que del que carecía para tomar su mano con
firmeza. ¿Qué era lo peor que podía pasar? Sí, lo habéis adivinado… que los tacones de los
zapatos que me había regalado Alice se enterrasen en el mullido césped y me hiciesen
tropezar. Por suerte mi perpetuo salvador me estaba tomando de la cintura previniendo que
algo así pasaría y eso evitó que acabase con la cara llena de lodo. Sonreí con timidez y le di las
gracias solo gesticulando.
Caminé el pequeño trecho hasta la puerta sin levantar la vista del suelo, intentado
acompasar mi respiración con los pasos decididos de Edward. El corazón parecía querer salir
del pecho, latía tan fuerte que hasta mis sienes parecían estar palpitando. En cuanto subimos
el último escalón del porche alcé la mirada avergonzada, para encontrarme con la hermosa
sonrisa y la cálida mirada de Esme Cullen. Me envolvió con sus finos brazos en un abrazo que
me descolocó totalmente dejándome anonadada y clavada al suelo.
— ¡Dios mío, Bella! —Gritó maravillada— Cuanto tiempo sin verte… estás preciosa.
Sin darme tiempo a contestar ahora Edward era el que recibía su abrazo mientras sus ojos
titilaban con emoción, de verdad adoraba a esa mujer.
— Edward hijo… deberías visitarnos más a menudo —dijo golpeándolo suavemente en el
estómago—. Pasad chicos, Carlisle llegará enseguida del hospital.
Entramos en la hermosa mansión Cullen, allí todo tenía el particular toque de Esme, así
como también de Alice, ambas se complementaban perfectamente creando una armonía entre
lo clásico y lo vanguardista.
— Todavía no puedo creerme que de verdad estéis juntos —dijo con alegría cuando
compartíamos otro café sentados en el gran sofá blanco de la sala—, cuando Alice me lo contó
no me lo podía creer.
— Esa pequeña diablillo siempre tiene que estropearme las sorpresas —se quejó Edward.
— Ya sabes cómo es Alice, pedirle que guarde un secreto es como pedirle que deje de
respirar —contestó Esme sonriendo—. Y dime Bella, ¿cómo te va en Chicago? Supongo que
Edward no será muy duro como jefe…
Sonreí con timidez, aunque conocía a esa mujer desde hace años, siempre me sentía como
un niña cuando estaba con ella, el instinto maternal que afloraba por cada poro de su cuerpo
me hacía reaccionar como si todavía tuviese cinco años.
— Edward es genial… se porta bien conmigo —contesté en un murmullo
Sin más la puerta se abrió y un perfecto Carlisle Cullen la cruzó con una enorme sonrisa.
Tanto él como su mujer no habían cambiado nada los últimos años, ambos parecían haberse
quedado eternamente en los treinta y cinco años, perfectos y jóvenes.
— ¡Bella! —gritó con alegría adentrándose en la sala y dándome un efusivo abrazo. Había
olvidado lo cariñosa que era esa familia.
— Hola Carlisle —saludé en un murmullo.
Naobi Chan
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Después de una corta pero intensa conversación, salimos de la mansión Cullen con una
enorme sonrisa… eso sí, prometiendo encarecidamente que volveríamos a hacer una visita lo
antes posible.
— Tenías razón —susurré cuando ya estábamos llegando a Seattle.
— Siempre la tengo —contestó el engreído.
Volví a bufar y negué con la cabeza.
Cuando estuvimos de nuevo en la habitación del hotel todo volvió a ser como siempre.
Habíamos dejado a los Charlies, Esmes y Carlisles al otro lado de la puerta y volvíamos a ser
solo Edward y Bella. Edward me estrechó entre sus brazos besando mi cabeza con ternura.
— No quería hacerte sentir mal con Charlie… solo le he dicho lo que pensaba y lo que quería
que pasara —susurró contra mi pelo—. Sabes que te amo, lo que más deseo es que pases el
resto de tu vida a mi lado, que seas mi esposa o no, no cambiará nada. Lo importante es que
estés conmigo.
Me aparté un poco y lo miré a los ojos. Brillaba, volvían a titilar como cuando miraba a Esme,
pero todavía con más intensidad. Creí todas y cada una de sus palabras, se metieron en mi
cabeza y en seguida llegaron a mi corazón tatuándose en él.
— Yo también te amo —susurré justo antes de que sus labios se estrellasen con los míos en
un beso demandante que ambos sabíamos dónde acabaría.
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Capítulo 14

Estábamos de vuelta en casa, hacía dos días que habíamos bajado de aquel maldito avión
que nos trajo de Seattle, no es que el viaje nos hubiese ido tan mal, pero esperaba no tener
que volver a hacerlo en mucho tiempo. La visita a mis padres, a los Cullen, la boda de Jacob…
todo fue demasiado para un solo viaje. Así que lo mejor era descansar y olvidarme un poco de
toda la presión a la que fui sometida.
Hoy volvíamos al trabajo, después de nuestra escapada a Seattle ya todos sabían de mi
relación con Edward, no es que eso llegase a molestarme, pero sí me molestaría que pensasen
que mi trabajo es solo gracias a eso. Aunque en el fondo puede que sí lo fuera, mi entrevista
de trabajo fue sobre la mesa de su despacho y sin bragas así que muy normal no es que
hubiese sido, pero me negaba a pensar que si de verdad no valorase mi trabajo fuese incapaz
de despedirme solo porque teníamos una relación.
La cabellera morena de Eric, mi secretario a partir de hoy, asomó por la puerta con una
sonrisa tímida y las mejillas coloreadas. Intenté prestar atención a lo que me contaba pero mi
mente seguía dando vueltas y más vueltas a lo que había pasado con Edward durante ese
viaje. Su insistencia en el matrimonio, el cómo se comportó con Charlie… amaba a Edward con
todas mis fuerzas, pero era pensar en bodas y alianzas y comenzaba a sentirme como si tuviese
una soga al cuello.
Fue un día asfixiante, corrigiendo balances y más balances que los becarios habían hecho en
nuestra ausencia. Después de un agotador y estresante día de trabajo me acerqué al despacho
de Edward a preguntarle cómo había ido su día, el pobre había trabajado tanto que ni si quiera
había hecho su pausa para la comida.
— ¿Has acabado ya? —pregunté con una tímida sonrisa solo mostrando mi cabeza por el
quicio de la puerta.
— Bella —dijo sin levantar la cabeza de los papeles—, ha sido un día largo… ve a casa sin mí,
es posible que tarde un poco más, tengo trabajo.
— De acuerdo —contesté con hilo de voz.
Me quedé en la puerta observándolo, continuaba inmerso en el trabajo, tanto que ni
siquiera fue capaz de alzar la mirada para verme… no quise darle más vueltas, así que solo me
di media vuelta y salí del edificio para coger un taxi y volver a casa, ya que había ido en el
coche de Edward en la mañana.
En cuanto llegué me dejé caer sobre el sofá y resoplé agotada… que bien se sentiría un baño
caliente en ese momento. No me lo pensé demasiado y subí al segundo piso para darme un
largo y relajante baño. No sé exactamente el tiempo que pasé metida en la gran bañera, mi
piel estaba tan arrugada que ya no tenía huellas dactilares cuando me puse el albornoz de
Edward sobre los hombros. Después de secarme y desenredar mi pelo, me puse una vieja
camiseta suya, no es que no tuviese yo pijamas, pero dormía mucho mejor si sabía que algo
suyo envolvía mi piel.
Bajé las escaleras esperando que Edward ya estuviese en la cocina calentando alguna de las
comidas congeladas que Esme nos obligó a traer de Forks, pero no había ni rastro de él. Volví a
tumbarme en el sofá y decidí ver algo de televisión mientras esperaba a que volviese. No sé
Naobi Chan
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Imprevistos

exactamente el tiempo que pasó porque me quedé dormida, desperté cuando unos fuertes
brazos me cargaron y sentí como me llevaban escaleras arriba.
— Edward —dije con voz pastosa.
— Sí Bella, sigue durmiendo —contestó en un susurro.
— ¿Qué hora es? —pregunté cuando me dejó sobre la cama.
— Tarde —fue lo único que contestó antes de desaparecer por la puerta del baño.
Suspire y me dejé caer sobre la almohada… algo no andaba bien, Edward nunca había sido
tan seco cuando me hablaba. ¿Estaría enfadado por algo? Que yo recordase no había hecho
nada que pudiese haberle molestado… pero ¿quién sabe? Los hombres son tan raros...
Tenía una especie de gusanito excavando en mi cerebro intentado buscar algo que explicase
su extraño comportamiento… pero no había nada que pareciese importante, al menos para mí.
Cuando salió del baño con el pantalón de su pijama y se metió en la cama sin si quiera
mirarme fue cuando mi gusanito cerebral comenzó a excavar frenéticamente buscando algo,
cualquier tontería que le hubiese hecho molestarse. ¿Qué no lo visité en su despacho a lo largo
del día? Nunca lo hacía, así que eso no podía ser ¿Hacía demasiado tiempo que no hacíamos el
amor? Poco probable… anoche fue una noche bastante larga. ¿Había dicho el nombre de otro
cuando llegaba al orgasmo? Imposible… solo Edward está en mi cabeza en momentos como
ese. ¿Le había contestado mal a alguna pregunta? ¿Había hecho algo inapropiado para la novia
del dueño de la empresa? ¿Mi ropa no le gustaba? ¿El corte de mi pelo?
— ¿Quieres dejarlo ya? —dijo con voz contenida mientas me daba la espalda en la cama.
— ¿Qué estoy haciendo? —pregunté confundida.
— Solo te falta echar humo por las orejas. Estoy cansado Bella, necesito dormir —dijo con
voz hastiada.
Me levanté de la cama de golpe y agarré mi almohada y una de las mantas. Arrastrándola
por las escaleras bajé al segundo piso y me acomodé en el sofá. Intentaba por todos los
medios que las lágrimas que amenazaban con derramarse de mis ojos no lo hiciesen. Apreté la
mandíbula con todas mis fuerzas para conseguirlo, incluso mi barbilla temblaba por el
esfuerzo… pero no, en seguida noté el líquido ardiente rodando mejillas abajo. Me acurruqué
encogiendo mis piernas y apretándolas con fuerza contra mi pecho, y luchaba enérgicamente
para llorar en silencio y que los sollozos no se liberasen.
Escuché como Edward bajaba las escaleras y me acurruqué con más fuerza, ocultando mi
cabeza bajo la manta. No quería que me viese llorar, no es que no lo hubiese hecho con
anterioridad, pero en esa ocasión era por su culpa que estaba así. Lo oí sentarse a mi lado y
suspirar con fuerza, pero no me moví.
— Bella —me llamó, yo no moví ni un musculo— Bella —volvió a llamar y yo continué en mi
posición— Bella tenemos que hablar.
— No Edward, estoy cansada y necesito dormir —contesté utilizando sus mismas palabras.
Lo volví a oír suspirar con fuerza y ponerse en pie, pensé que se iría pero no, se sentó en la
alfombra a la altura de mi cabeza e hizo a un lado la manta que ocultaba mi rostro. Yo cerré los
ojos con fuerza negándome a mirarlo y él volvió a suspirar mientras secaba algunas de mis
lágrimas.
Naobi Chan
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— Vuelve a la cama —susurró—, mañana te dolerá la espalda si duermes aquí.


— No quiero —contesté en un ataque infantil.
— Está bien, yo dormiré aquí y tú ve a la cama —dijo de nuevo susurrando.
Me enderecé sobre el sofá y me quité la manta de encima de una patada. Lo miré y bufé.
— No se trata solo de no dormir a tu lado, es que no sé dónde estás —le dije molesta.
— Estoy frente a ti Bella —contestó confundido.
— No Edward, tu cuerpo está frente a mí… pero realmente estás a kilómetros… —susurré.
Suspiró de nuevo y se sentó a mi lado poniendo la cabeza entre sus manos
— Ha sido un día muy largo… no es más que eso —su voz me llegó amortiguada por sus
manos.
— Un día largo… yo también he tenido un día largo… y tenido que escuchar como Eric
suspiraba por ti en cada esquina, estoy agotada física y sicológicamente y aun así esperé a que
llegaras intentando poner mi mejor sonrisa, no levantando un muro entre nosotros. No es solo
eso Edward… pero si no me quieres decir, no pasa nada. Lo entiendo, pero también entiende
tú que no quiera compartir la cama contigo si mientras tenemos secretos.
Me puse en pie dispuesta a hacer mi salida triunfal después de soltar aquel discurso, pero no
avancé más de dos pasos cuando su mano rodeó una de mis muñecas y tiró de mí con fuerza
haciéndome caer de nuevo en el sofá, a su lado.
— ¿Por qué no quieres casarte conmigo? —preguntó directamente.
Su pregunta me dejó paralizada, en shock. Tardé unos segundos en digerir las palabras que
había escuchado, y unos cuantos segundos más en procesar las que yo iba a pronunciar.
— Ya… ya te lo he dicho en el coche… me da miedo precipitarme —contesté con un hilo de
voz.
— ¿Seguro que es solo eso? —volvió a preguntar.
— Sí, no entiendo que más puedes pensar que es.
Se quedó en silencio unos minutos, mirando un punto fijo en la pared de en frente. Lo miré y
tenía la mandíbula tensa y el ceño fruncido.
— Edward… —susurré.
— ¡No! —bramó con voz dura.
— Sí Edward… ¿qué es lo que estás pensando? —pregunté casi gritando.
— No estoy pensando nada Isabella… yo nunca pienso nada —masculló entre dientes.
— ¿A qué viene todo esto? No… no puedo entender el motivo por el que te pones así… —
balbuceé.
— Yo tampoco entiendo porque estás aquí —dijo con voz afilada.
Si antes me quedé paralizada por lo directo de su pregunta en ese momento me dejó
muerta. Mi corazón dejó de latir cuando entendí lo que quería decir con eso.
Naobi Chan
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— ¿Qui… quie… quieres que… que me vaya? —dije atropelladamente.


— ¿Tú quieres irte? —dijo mirándome por primera vez desde que se sentó.
— Sabes que no —no sin dificultad, tragué en nudo que se formó en mi garganta.
— ¿Por qué te asusta el compromiso? —volvió a preguntar directamente.
— No me asusta el compromiso —dije asombrada.
— No veo ningún anillo en tu dedo —comentó mordazmente.
— ¿Todo se resume a eso? ¿A qué no quiero casarme contigo? —ahora alcé la voz
demasiado.
— No, no es porque no quieras casarte conmigo, ¡es porque conmigo no quieres y con el
chucho ese sí lo ibas a hacer! —gritó furioso clavando sus ojos en mí.
Sentí las lágrimas descender de nuevo por mis mejillas… nunca habíamos discutido, quizás
alguna discusión tonta, de esas a las que no les das importancia, pero nunca hasta ese nivel,
nunca con gritos ni palabras hirientes.
— No es lo mismo —dije ausentemente— llevaba tres años con Jacob cuando acepté su
propuesta, lo que….
— ¿Así que tengo que esperar dos años y medio más para que me digas que sí? —preguntó
de nuevo en tono mordaz. — Así que Isabella Swan, necesita un tiempo prudente para tomar
decisiones, no tardaste mucho en dejar que arrancase tus bragas en aquel ascensor.
— Ni tú en contratarme para seguir aprovechando eso —dije dedicándole una de mis más
furiosas miradas.
— Esto es absurdo… si no quieres estar conmigo no sé qué haces aquí. Yo necesito recibir lo
mismo que entrego y tú y el compromiso son cosas que se repelen —susurró casi para sí
mismo.
— No sé por qué dices eso… el matrimonio no es más que un simple papel. No cambia lo que
las personas sienten.
— Para mí ese papel tiene significado, le demuestra a todo el mundo que lo nuestro es de
verdad… no una simple aventura.
— Para mí nunca ha sido una aventura —musité.
— ¿Ah no? —pregunto fingiendo estar sorprendido.
— ¡No! Me vine a vivir contigo… ¡te presenté a mi padre! Tragué mi vergüenza y me puse
frente a Carlisle y Esme por ti… no me digas que esto no es más que una simple aventura para
mí, ¡porque no lo es! —grité con voz ahogada tragándome las nuevas lágrimas que
amenazaban con salir.
Edward se quedó en silencio durante unos minutos, mirándome, pero yo no me atrevía a
levantar la mirada y ver lo que me decían sus ojos verdes. Tenía miedo de ver en ellos la
determinación para dejar todo esto atrás y comenzar una nueva vida cada uno por su lado. El
miedo ante eso me hizo temblar… las lágrimas volvieron a rodar por mis mejillas y sollozos casi
inaudibles salían entre mis labios cerrados. Sin más sentí sus brazos rodeándome, de un
momento a otro estaba sobre su regazo con su cara hundida en mi cuello.
Naobi Chan
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— Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento —susurraba contra la piel de mi cuello.


Se apartó un poco y besó mis labios con dulzura, como si temiese que lo fuese a rechazar.
— Lo siento, de verdad… no sé lo que me ha pasado —continuó susurrando—. Me pasé el
día dándole vueltas a la que pasó durante el viaje, y supongo que me envenené con mis
propias teorías…
— ¿Qué es lo que has pensado Edward? —pregunté con un hilo de voz.
— Lo siento —suspiró— acepté que no quisieses casarte por ahora, pero después recordé al
chucho, con él si ibas a hacerlo. Pensé que lo amaste más de lo que me amas a mí, que con él
si ibas en serio y conmigo estabas jugando… ¡yo que sé! Dejé de pensar con propiedad y solo
escuché a los celos.
— Te amo Edward, te amo más de lo que he amado nunca —le confirmé mirándolo
directamente a los ojos—. Si no quiero casarme contigo es precisamente por eso.
— No lo entiendo —dijo confundido.
— Las cosas con Jake nunca fueron bien del todo, pero cuando decidimos casarnos fue
todavía peor… nos distanciamos, dejamos de hablar… no quiero que eso nos pase. Nunca.
Quiero estar como estamos ahora, enamorados y felices… disfrutando del otro cada día. Sin la
presión de un papel de por medio.
Me atrajo hacia su cuerpo y volvió a besarme, esta vez con más ansias, más necesidad.
— ¿Sólo es por eso? —pregunto clavando sus ojos en mí.
— ¿Te parece poco? —pregunté de vuelta.
— Hay matrimonios que funcionan, que duran años sin problemas mayores… ¡mira a Carlisle
y a Esme! Llevan muchos años juntos y cuando se miran todavía se puede apreciar el amor que
se tienen —decía mientras acomodaba mi pelo tras mis orejas.
— No he dicho que no vaya a casarme contigo… lo haré cuando me sienta preparada.
— ¿Me lo harás saber cuándo llegue el momento? —preguntó en un susurro.
— Por su puesto.
Se aferró a mi espalda con más fuerza y me levantó haciendo que mis piernas quedasen
enrolladas a ambos lados de su cintura.
— ¿Te has dado cuenta de que ha sido nuestra primera discusión de verdad? —preguntó
sonriendo mientras subía las escaleras conmigo pegada a su pecho.
— Me he dado cuenta, pero… ¿por qué sonríes así?
— Dicen que lo mejor de las discusiones son las reconciliaciones… ¿te apetece reconciliarte
conmigo? —preguntó susurrando en mi oído haciéndome estremecer.
— ¿No que necesitabas dormir? —pregunté yo enarcando una ceja.
— Seguro que al jefe no le molesta que mañana lleguemos un poco tarde al trabajo.
Comenzó a besar mi cuello y perdí la noción del tiempo y del espacio, lo siguiente de lo que
fui consciente fue que me depositaba sobre algo mullido, cuando abrí los ojos me encontré
Naobi Chan
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Imprevistos

bajo el cielo lleno de estrellas. Miré a mí alrededor y vi que estábamos en la terraza sobre un
blando sofá.
— ¿Qué hacemos aquí? —pregunté en un murmullo.
— Es verano —contestó besando mi cuello—, no hace frío —ahora me mordió
suavemente— y ahora necesito reconciliarme contigo… no proteste señorita Swan.
Atacó después mis labios mientras sus manos se deslizaban por mis caderas subiendo la
camiseta dejando mi cuerpo más expuesto.
— Por cierto… esta camiseta es mía —dijo apartándose un poco fingiendo estar molesto.
— ¿Quieres que te la devuelva? —pregunté con voz dulce.
— Claro que sí, ahora mismo.
Sonreí y me puse en pie a su lado, dándole la espalda. Agarré el borde la camiseta y miré a
Edward sobre mi hombro, estaba sonriendo con esa sonrisa torcida que me volvía loca.
Levanté la camiseta dejándome vestida solo con mi ropa interior, sin sostén.
— ¡Oye! —Casi gritó— esas pequeñas braguitas también te las he comprado yo, quítatelas
ahora mismo.
Sonreí y echando mi cuerpo hacia delante bajé la última prenda que cubría mi cuerpo. No
tardé en sentir sus manos sobre mis caderas empujándome hacia atrás. Sentí la dureza de su
miembro completamente erguido clavándose en mi trasero y gemí. Edward llevó una de sus
manos a mi cuello y lo rodeó por completo empujando mi cabeza hacia atrás sobre su hombro.
Comenzó a besar mi piel en esa zona, dejando algún pequeño mordisco que me ponía la piel
de gallina.
Me giré entre sus brazos y metí mis manos en el pantalón de su pijama, me sorprendí al
descubrir que estaba sin ropa interior, aunque no me molestó, aproveché ese hecho agarrando
su miembro entre mis manos acariciando desde la base hasta su punta, haciendo que se
estremeciera. Bajé sus pantalones hasta las rodillas y se los quitó pateando un par de veces,
haciendo que se perdieran en algún lugar de la terraza.
Me agaché y tomé su miembro entre mis manos mirándolo con expresión golosa mientras
me relamía los labios. Besé su punta, dejando la humedad de mis labios en esa zona, Edward
gimió y apretó su mandíbula. Con mi lengua delineé toda su longitud desde la base hasta su
glande y sentí como temblaban sus piernas.
— ¡Bella! —gruñó.
Sonreí y lo metí entero en la boca, relajé mi garganta y lo metí toda la profundidad que pude.
Edward gritó mi nombre un par de veces mientras lo sacaba y volvía a meterlo con fuerza. Me
agarró del pelo y movió mi cabeza para que disminuyese el ritmo… sonreí internamente, con
eso me estaba diciendo que no quería acabar así, quería alargarlo un poco más. Después de
unos minutos en los que pude saborear extensamente su miembro se apartó e hizo que me
pusiese en pie.
— No sabes cuánto te amo Bella… —susurró contra mis labios antes de devorarlos con
ansiedad.
Me arrastró de nuevo hacia el sofá, pero cuando iba a sentarme me lo impidió. Me hizo girar
entre sus brazos dándole la espalda, mientras besaba y mordisqueaba mis hombros. Bajó una
Naobi Chan
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Imprevistos

de sus manos hasta que mi sexo que estaba completamente húmedo y esperándolo. Acarició
mi clítoris lentamente con la yema de sus dedos, haciendo que mi espalda se arquease y
exhalara con fuerza. Metió uno de sus dedos y gemí casi gritando.
— Edward… yo… necesito más… eso no me basta —dije entre jadeos.
— Lo sé princesa… ahora te daré lo que quieres —susurró en mi oído y luego mordió el
lóbulo de mi oreja haciéndome temblar.
Iba a tumbarme sobre el sofá pero volvió a impedírmelo agarrándome de la cintura.
— Ponte de rodillas sobre el brazo del sofá —susurró.
— ¿Qué? —pregunté confundida.
— Hazme caso… ya lo verás.
Hice lo que él me pidió, pasó sus manos por mi espalda haciendo que me inclinase un poco
hacia delante. Deslizó una de sus manos de nuevo hacia mi sexo y gimió mientras metía de
nuevo un dedo en mi interior.
— Edward… —supliqué.
— Ya va amor… —sacó el dedo de mi interior y lo llevó hasta sus labios… lo saboreó durante
unos segundos y volvió a gemir —me encanta como sabes —susurró contra la piel de mi
espalda besándome justo después.
Sentí como su sexo se abría paso entre mis muslos desde atrás… mis rodillas temblaron de
anticipación. Sentí como su glande rozaba contra mi clítoris, estimulándome, enviando cientos
de descargas eléctricas a lo largo de mi cuerpo. Me aferré a un cojín con fuerza enterrando mis
uñas en él cuando su miembro comenzó a abrirse paso en mi interior. Sentí como toda su
longitud se introducía poco a poco en mis apretadas paredes…
Ambos gemimos con fuerza y comenzó a moverse con energía, sus embestidas eran fuertes y
profundas, haciendo que gritase su nombre continuamente. Mis ojos se cerraban con fuerza y
mordía mi labio inferior intentado no gritar pero era inútil… cuando salía por completo de mí
para volver a entrar de golpe sentía como todo a mi alrededor desaparecía. Después agarró
una de mis manos y la llevó hasta mi sexo.
— Ayúdame, amor —susurró contra mi cuello justo antes de morderme.
Comencé a frotar mi clítoris al compás de sus embestidas… sentía como todos mis músculos
se tensaban, como los nervios se concentraban todos en mi vientre, preparándose para
explotar. Edward estaba aferrado a mis caderas con fuerza, impulsando mi cuerpo hacia atrás
cada vez que su miembro entraba hasta lo más interior de mi sexo. Temblaba, no de frío de
anticipación, sentía mi orgasmo demasiado próximo. Oí como Edward gruñía, él también
estaba cerca… podía sentir como su miembro estaba cada vez más duro.
Lo sentí explotar, sentí como Edward explotaba y se derramaba en mi interior, eso fue lo
único que necesité para que mi orgasmo llegara. El placer se deslizó por cada uno de mis
músculos tensándolos al máximo para dejarlos completamente relajados en el próximo
segundo, volviendo a empezar al siguiente más. Me dejé caer en el sofá… Edward me
acompañó sin salir de mí, se dejó caer sobre mi espalda pero sin cargar todo su peso en mí.
Naobi Chan
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Imprevistos

Estaba exhausta, como siempre que hacía el amor con él, aunque yo no hiciese ni la mitad
del trabajo, los orgasmos me dejaban en ese estado de semi inconsciencia en lo que no me
percataba de nada de lo que pasaba a mí alrededor.
— ¿Me prometes que algún día serás mi mujer? —preguntó en mi oído, con su voz en un
susurro.
— Te lo prometo… te amo.
— Yo también te amo princesa.
Naobi Chan
85
Imprevistos

Capítulo 15

Otro día en la oficina… suspiré dejando caer el balance que sostenía en mis manos y me
recosté en la silla masajeando mis sienes. No me dolía la cabeza, era solo estrés… o algo así.
Me sentía agobiada. El viaje a Forks me había demostrado cuanto echaba de menos a mi
familia, a mis amigos… Chicago me gustaba, pero ya no estaba allí por voluntad propia, ahora
sólo Edward me ataba a esa ciudad. Sólo estaba allí por él.
Cerré los ojos con fuerza e intenté imaginar mi futuro a su lado, mi futuro en Chicago… no
pintaba tan mal, podría soportarlo siempre y cuando viajásemos a Forks de vez en cuando,
siempre que mis amigos no saliesen del todo de mi vida. Pero… ¿podría confiar en él lo
suficiente para casarnos? Amaba a Edward, eso lo tenía claro, era mi otra mitad, la otra parte
de nuestro todo. Pero en ese momento para mí la palabra "matrimonio" tenía otro significado.
Todavía recordaba las discusiones con Jacob para que me casase con él, el anillo que me puso
en el dedo aquella tarde en la playa de La Push, parecía pesar toneladas en lugar de unos
simples gramos, recordaba como aquel inaudible "sí" salió de mis labios, pero no por la
emoción, era miedo… pánico. Me aterrorizaba la idea de atarme a él de por vida, de ser la
señora Black hasta el fin de mis días.
Me estremecí recordándolo, habría cometido el error más grande de mi vida si todo hubiese
seguido según lo planeado. En el fondo tenía que agradecerle a Jacob que me hubiese
plantado porque si no ahora sería completamente infeliz, y posiblemente Edward no formaría
parte de mi vida.
— Señorita Swan, el señor Masen la espera en su despacho — la voz de Eric por el
intercomunicador explotó mi burbuja mental.
Sonreí casi involuntariamente y mientras caminaba hacia el despacho de Edward no podía
dejar de pensar en lo que bien que sonaría que en lugar de ser la señorita Swan fuese la señora
Masen. Sonaba bien… pero todavía lo sentía un poco precipitado. Nos conocíamos solo desde
hacía seis meses… sí, muy precipitado.
Al pasar por la mesa de Ángela me sonrió con ternura, la echaba de menos, pero Edward
estaba más tranquilo lejos de Eric y para qué negarlo, yo también. No es que dudase de sus
preferencias sexuales, pero una vez que prueban el otro lado, ninguno vuelve… por algo será.
Entré en el despacho y me extraño que Edward no estuviese sentado en su mesa, miré a
ambos lados buscándolo cuando dos fuertes brazos me tomaron por la cintura y me hicieron
girar sobre mí misma. Sonreí porque conocía al dueño de esos brazos, porque su fragancia se
había colado ya por mis fosas nasales aturdiéndome y porque su risa varonil y musical ya había
resonado en mis oídos.
— Tengo una sorpresa para ti —susurró en mi oído.
Sonreí mientras me besaba. Cerré los ojos y mis motivos para estar en Chicago me
parecieron más de peso que nunca, los nudos de las cuerdas que me ataban a él parecieron
atarse con más fuerza. Amaba a Edward, él me amaba a mí, necesitábamos estar juntos para
ser felices. No me importaba sacrificar esa parte de mi vida por él.
Un alboroto en el exterior del despacho hizo que nos separásemos… sonreí con tristeza…
estábamos en el trabajo, ya habría tiempo para besos y más cosas cuando estuviésemos a
solas en casa. Edward salió decido y abrió la puerta quedándose prácticamente congelado en
Naobi Chan
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Imprevistos

su posición. Intenté ver lo que pasaba allí fuera, pero el cuerpo de Edward no me permitía ver
más allá de su espalda… y seguro que era de mala educación que asomase la cabeza debajo de
uno de sus brazos…
— Lo siento señor Masen, intenté controlarla pero no entiende a razones… —oí la voz de
Ángela con un tono de vergüenza y nerviosismo.
— No te preocupes Ángela… todo está bien —contestó con voz contenida— pasa.
Me hice a un lado para que la persona que estuviese al otro lado pudiese entrar en el
despacho. Escuché el sonido acompasado de unos tacones contra el mármol del suelo y se me
hizo un nudo en el estómago de anticipación. Una mujer rubia y con un cuerpo proporcionado
y esbelto entró en la oficina y Edward la siguió, cerró la puerta de un portazo y me dedicó una
mirada extraña… parecía que se estaba disculpando.
— ¿Qué haces aquí? —preguntó Edward conteniendo el tono de voz.
— Quería hablar contigo —contestó aquella mujer girándose para encararlo.
Y cuando lo hizo se me heló la sangre en las venas… era hermosa, su cabello rubio tenía
ligeros bucles que acaban en un tono rojizo en las puntas. Su cara fina, con sus labios, nariz y
ojos del tamaño justo, encajando perfectamente en aquel perfil. Sólo un nombre resonó en mi
cabeza… Tanya. La reconocí al instante al recordar el incidente con el ramo de flores y la caja
con las cosas de Edward. Sus ojos azules se fijaron en mí y un escalofrío recorrió mi espalda.
— Si podemos hablar a solas, sería mejor —puntualizó mirándome.
— Yo mejor me voy y los dejo a solas —dije a media voz.
— ¡No! —rugió Edward— Bella, quédate por favor.
Asentí con la cabeza incapaz de hablar… si hablaba no tenía ni idea de lo que podría salir de
mis labios. No entendía porque Edward me había cambiado teniendo una mujer así, era
hermosa, no había otra palabra para describirla. Sus curvas, su rostro, su cuerpo, su cabello…
perfecta era el mejor calificativo que se le podría dar.
— Tanya… ¿A qué debo el honor de tu visita? —pude notar el sarcasmo en su voz.
Recordé que ella no se había tomado muy bien que Edward la hubiese dejado por mí… pero
vaya… ¿quién se lo habría tomado bien? Edward era perfecto en todo, y de estar en el lugar de
Tanya también me habría sentado muy mal que me abandonase.
— Quería hablar contigo sobre nosotros, para eso no necesitamos público —dijo mirándome
con el ceño fruncido.
Edward extendió una mano hacia mí y la tomé titubeante. Mientras avanzaba los dos pasos
que me separaban de él no pude evitar la mirada de desconcierto que Tanya me dedicó.
— Cualquier cosa que tenga que ver conmigo la puedes decir frente a Bella —dijo Edward
mirándome y sonriéndome.
— ¡No me puedes estar haciendo esto! —gritó mirándome con odio.
— No te lo estoy haciendo, ya lo he hecho —contestó Edward con suficiencia.
Yo tragué en seco y observé cómo se miraban sin modificar la expresión de sus rostros. Era
como estar viendo una pelea entre dos fieras… ambos felinos mirándose intensamente.
Naobi Chan
87
Imprevistos

Ninguno apartaba la mirada del otro y yo… yo me sentía como un mero espectador. No
conocía a Tanya, y Edward tampoco me había hablado mucho de ella. Para mí solo era una
extraña que había compartido un historia con Edward, nadie importante, hasta hoy. Ahora
aquella mujer frente a mí no solo era más real que un simple recuerdo de Edward, era casi un
obstáculo en mi felicidad. En ese mismo momento me sentí como si cortasen alguna de las
cuerdas que me ataban a Edward y por lo tanto también a Chicago.
— Tanya, creo que hace meses te dejé claro que no quería tener nada más que ver contigo
—dijo Edward pronunciando perfectamente cada palabra para que no hubiese confusiones, o
eso supuse.
— Así que… ¿es ella por quién me has cambiado? —preguntó ella mirándome con odio de
nuevo.
— Tanya… —suspiró— no te he cambiado, lo nuestro hacía mucho que estaba acabado.
— ¡Mientes! —Grito— Yo te amaba… y me dejaste sin más… todo era perfecto entre
nosotros…
— No Tanya… era perfecto para ti, yo no era feliz.
En ese momento mi mente se desconectó, no quería escuchar más. Parecía un partido de
tenis en los que ambos se lanzaban la pelota con más fuerza que la vez anterior. No quería ser
partícipe de eso, Edward podía enfrentarse a ella él solo, pero mis piernas no obedecían, por
más que intentaba que se pusiesen en movimiento no era capaz de moverlas ni un solo
milímetro. Estaba clavada en el suelo, al lado de Edward y con la mirada perdida. Escuché un
fuerte portazo y los brazos de Edward me rodearon estrechándome con fuerza contra su
pecho. No tenía ni idea del tiempo que había transcurrido, yo me había mantenido ausente sin
prestar atención a lo que se decían.
— Lo siento… quería que fuese un día perfecto y ha venido a estropearlo… perdóname mi
vida —susurró Edward besando mi frente cada pocos segundos.
— No importa —conseguí pronunciar con voz ronca.
— ¿Estás bien? —preguntó algo asustado— Estás muy pálida… ven siéntate.
Me arrastró hasta un sofá que había en una de las paredes laterales y me senté en él con los
músculos algo rígidos… la tensión me estaba pasando factura. Edward me tendió un vaso con
agua y lo cogí con manos temblorosas… hasta ese momento no me había percatado de que
todo mi cuerpo estaba temblando… pero ¿por qué? "Tienes miedo" una vocecita dentro de mi
cabeza gritaba esas dos palabras sin detenerse. ¿Pero miedo a qué? ¡Oh vamos! Si es más que
evidente… esa mujer era mucho más bella que yo, más alta, más guapa, con más pecho, con
más curvas… ¡lo tiene todo! "Todo no, a Edward lo tienes tú" suspiré y miré a Edward. Parecía
asustado, seguro que mi reacción no era muy normal, tenía el ceño levemente fruncido y la
mandíbula apretada. Volvió a abrazarme con fuerza, se sentó a mi lado y me puso sobre su
regazo, volviendo a abrazarme.
— Te amo —susurró en mi oído.
Y esas dos palabras llenaron mi pecho de un calor inexplicable, me amaba a mí, no a ella.
Sonreí, después de todo no debería de tener miedo. Edward me había escogido sobre ella, y
además… quería casarse conmigo, eso querría decir algo ¿cierto? Edward como adivinando mi
debate interior acercó sus labios a los míos y me demostró sin palabras todo lo que necesitaba
Naobi Chan
88
Imprevistos

saber. Era un beso pasional, urgente, en él me estaba diciendo todo lo que yo significaba en su
vida, lo que me necesitaba. Y yo gustosa recibiría todo, lo recibiría y lo guardaría en lo más
profundo de mi corazón para que no pudiese escapar nunca de ahí.
— ¿Cuál era esa sorpresa? —le pregunte minutos después cuando su frente estaba pegada a
la mía y estábamos recuperando el ritmo normal de nuestra respiración.
Me bajó de su regazo y luego se puso en pie, se acercó al intercomunicador y llamó a Ángela
pidiéndole que fuese hacia su despacho. Yo lo miraba con el ceño fruncido, intentado
comprender para que necesitaba a Ángela para darme una sorpresa a mí. Ángela entró al
despacho titubeante, pero al verme allí sonrió tímidamente.
— Ángela —dijo Edward invitándola a sentarse. Ella lo hizo en una de las sillas frente a su
mesa y yo lo hice en la otra mientras Edward ocupaba su puesto al otro lado—, me gustaría
que volvieses a ser la secretaria de Bella.
Ángela sonrió en mi dirección y luego miró a Edward. Yo lo miré con el ceño fruncido… hacía
solo un par de semanas que habíamos vuelto de Seattle y que Eric era mi secretario.
— ¿A qué viene ese cambio? —pregunté algo desconfiada.
— Creí que te vendría bien tener a alguien de confianza en tu nueva oficina —contestó con
una radiante sonrisa.
Ángela y yo nos miramos sin entender.
— ¿Me estás trasladando? —pregunté de nuevo — ¿A qué departamento?
— Seguirás en contabilidad.
— ¿Y esa es una sorpresa? —pregunté incrédula.
— Tu nueva oficina está Seattle —dijo Edward sonriendo todavía.
— ¿Qué? —pregunté en un grito.
— Ángela, —dijo Edward mirando a mi nueva secretaria—, tu marido Ben también será
trasladado a nuestra nueva delegación en Seattle, prepárelo todo para el jueves de la próxima
semana. Gracias, ya puede volver a su trabajo.
Después de agradecerlo con lágrimas en los ojos, Ángela abandonó el despacho de Edward
dejándome completamente anonadada y paralizada sentada en aquella silla. Me estaba
enviando a Seattle, después de todo era algo que quería, mi familia y mis amigos estaban allí…
¿pero él? Yo en ese momento estaba en Chicago sólo por él… quizás finalmente no era tan
importante para él como pensaba. Mientras el pánico comenzaba a apoderarse de mí los
fuertes brazos de Edward me abrazaron y me estrecharon con fuerza de nuevo.
— ¿No estás contenta? —preguntó preocupado.
— Sí… —musité— es solo que… —me calló con beso.
— Esme nos acaba de encontrar una casa preciosa, está en las afueras en una urbanización
muy tranquila, ahora la está decorando con ayuda de Alice y Rose, también haciendo algunos
arreglos. Dice que el próximo martes estará perfecta para que nos mudemos, pero hasta el
miércoles no cogeremos un vuelo —dijo sin despegar sus ojos de los míos.
— ¿Tú también vienes? —pregunté sorprendida.
Naobi Chan
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Imprevistos

— ¿A caso pensabas que te liberarías de mí con tanta facilidad? —preguntó fingiendo un


mohín.
— Te amo —susurré contra sus labios antes de besarlo.
Edward contestó a mi beso enseguida. Entreabrió sus labios y su lengua salió totalmente
dispuesta a enredarse con la mía. Me apretó contra él, haciendo que mi cuerpo encajase en el
suyo. Sus manos se deslizaban despacio por mi espalda, y poco a poco se colaron bajo mi
blusa. Suspiré mientras sus caricias me hacían estremecer…
— Edward… —lo llamé en un susurro mientras besaba mi cuello.
— ¿Sí? —preguntó distraídamente.
— Puede entrar alguien.
— La puerta tiene seguro —contestó sonriendo mientras continuaba besándome en el
cuello.
— ¿Ya lo tenías planeado? Eres un depravado… —fingí estar molesta.
— Y lo que te gusta que sea así… —aseguró.
Sus manos subieron por mi cintura hasta llegar a los botones de la blusa… los desabrochó
lentamente mientras sus dedos dejaban caricias furtivas haciendo que mi piel se pusiese de
gallina. Después subió mi falda de nuevo hasta mi cintura y acarició mis nalgas justo antes de
darme un ligero golpe.
— ¡Edward! —exclamé sorprendida.
— Eso por pensar que te iba a enviar sola a Seattle… —dijo con mofa antes de besarme de
nuevo.
Podía sentir su lengua casi hasta mi garganta, pero no me importaba, era Edward, lo amaba.
Mis manos fueron directamente hacia la hebilla de su cinturón y lo solté en un suspiro,
haciendo lo mismo con el botón y el cierre. Sus pantalones cayeron a los tobillos en cuestión
de segundos y un bóxer negro era lo único que separaba su bien erecto miembro de mí.
Me ti la mano bajo su ropa interior y agarré su miembro por la base haciendo que se tensara
y siseara entre dientes. Deslicé mi mano desde la base hasta la punta mientras sentía como
apretaba los dientes y ocultaba su rostro en mi cuello. Un gruñido casi animal abandonó sus
labios justo antes de que agarrara mi trasero con una mano y me apretara contra su excitada
masculinidad. Gemí con fuerza ante el contacto, mi espalda recibió un latigazo que hizo que
me arquease dejando mi pecho completamente expuesto ante él.
Lo aprovechó sin dudarlo, besó y mordisqueó mis pezones a través de la fina tela de mi
sostén, humedeciéndola y haciendo que gimiese con más fuerza. Su mano bajó de nuevo hacia
mi trasero y enrolló la fina tira del tanga en su dedo… hacía tiempo que no lo hacía, y aunque
quizás no lo reconociese me encantaba que lo hiciese. Tiró con fuerza y lo partió en dos en un
segundo.
Después sus fuertes brazos me alzaron y me sentó en la mesa de su despacho. Abrí mis
piernas casi instintivamente, se posicionó entre ellas y me penetró de un solo golpe. Grité
levemente y me aferré a sus hombros para no caer, el besó mi cuello y gemía en mi oído. En
lugar de sentir dolor al no haber juegos previos lo que sentí fue una enorme excitación,
Naobi Chan
90
Imprevistos

Edward me llenaba por completo, podía sentir como cada centímetro de él se acoplaba
perfectamente en mi interior.
Sus embestidas comenzaron suaves y calculadas… como siempre. Ajustando su respiración a
la mía y dejando que el placer inundase cada célula de nuestro cuerpo. La velocidad de sus
arremetidas aumentó considerablemente, así como su potencia, parecía coger impulso
saliendo completamente de mí para entrar un segundo después llenándome de golpe. Yo
continuaba aferrada a él, evitando gemir o gritar para delatarnos, mordiendo mi labio inferior
con tanta fuerza que casi me hacía sangre.
Sentí como la mesa temblaba bajo nosotros, incluso podía oírse algún crujido proveniente de
la madera de esta. Pasó uno de sus brazos por mi cintura elevando mi cuerpo ligeramente, con
esto cambio el ángulo de sus embestidas, cada vez que su carne rozaba mis paredes sentía
como mi alma iba ascendiendo lentamente hacia el cielo. El placer hizo un nudo de fuego en
mi estómago. Cada segundo estaba más apretado, cada vez ardía más y más fuerte, extiendo
su calor por cada una de mis venas… haciendo que corazón latiese cada vez más rápido,
haciendo que mi respiración se dificultase a cada segundo.
Los espasmos no se hicieron esperar, sentí como el nudo explotaba arrasando con todo a su
paso. Mi conciencia me abandonó y solo mis manos aferradas a los hombros de Edward eran
mi ancla con la realidad. Edward mordió mi cuello y gruñó con más fuerza… si creía haber
tenido un orgasmo alguna vez en mi vida no era nada comparado con eso. Me sentí flotar
durante unos segundos, los que tardé en ser consciente de nuevo del lugar donde me
encontraba. Edward descansaba su frente en mi hombro, y yo seguía aferrada a él como si mi
vida dependiese de ello.
— A esto se le llama celebrar una noticia —dije con voz entrecortada por los jadeos.
Edward rió con dificultad porque su respiración no estaba en mejor estado que la mía.
— Te amo —susurró antes de besar mis labios de nuevo.
Naobi Chan
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Imprevistos

Capítulo 16

Estábamos de nuevo en un avión rumbo a Seattle, esta vez el motivo era diferente al
anterior y mis nervios por lo tanto mucho más relajados. Alguien de la familia Cullen nos
esperaría en el aeropuerto, no sabía exactamente quién pero me olía que serían Alice o
Emmett, aunque conociendo a la pequeña Alice, lo más probable es que fuese ella. Edward
intentó convencerme de ir al baño de nuevo, como la vez anterior, y haciendo uso de todo mi
autocontrol me negué y conseguí convencerle yo a él de lo contrario.
Cuando bajamos las escalerillas el aire húmedo de Washington azotó mi cabello, sonreí… en
Chicago también hace frío pero nunca sería igual que en Seattle. En cuanto cruzamos las
puertas de desembarque dos fuertes brazos me alzaron y comenzaron a darme vueltas.
Cuando mis pies tocaron el suelo me aferré a Emmett con fuerza para intentar mitigar el
mareo.
— Eres estúpido Emm, la has mareado —oí la voz de Edward y luego sentí uno de sus brazos
rodeando mi cintura.
— ¿Dónde está Alice? —le pregunté a Rose después de saludarla a ella también.
— No querrás saberlo, según ella necesitarías un atuendo especial para estrenar la casa —
dijo moviendo sus cejas sugestivamente.
Me sonrojé al instante y tampoco tardé en oír el carraspeo de Edward ocultando una risa.
Emmett iba tan en su mundo no se enteró de nada, si fuese al contrario tendría que soportar
unas de sus intensas charlas de hermano mayor, y creo que ya tuve demasiadas durante mis
años de universidad.
Fuimos hacia el estacionamiento entre risas, bromas, abrazos… había echado terriblemente
de menos a mis amigos, a todos, cada uno de ellos tenía un lugar especial en mi corazón.
Entramos en el Jeep de Emmett y poco a poco nos fuimos adentrando en la cuidad, al poco
tiempo entramos en un complejo residencial, parecía tranquilo, había muchas casas, aunque
realmente parecían mansiones, nos paramos frente a una que con solo verla se me atoró la
respiración. Era hermosa, estaba pintada de blanco y tenía las ventanas azules, un porche con
dos escalones y un columpio a un lateral de la puerta principal. La casa perfecta con la que
muchos soñamos. El porsche de Alice estaba aparcado en la entrada, al lado del Mercedes de
Carlisle. No podía creerme que de verdad estuviese allí, al lado de mis amigos, ¡de mi familia! Y
lo mejor es que sería algo permanente, estaría con ellos durante mucho tiempo.
En cuanto bajé del coche Alice se tiró a mis brazos haciéndome un placaje que acabó con
ambas en el suelo riéndonos a carcajadas. Edward y Jasper nos ayudaron a ponernos en pie y
poco después recibí los abrazos de Carlisle y Esme. Estaba en casa…era repetitivo, pero en mi
mente no paraba de repetir que de verdad estaba en casa, no podía creérmelo. Al fin mi
ecuación estaba perfecta: trabajo, familia, amigos y lo más importante: Edward.
Esme nos enseñó la que sería nuestra casa totalmente ilusionada, era hermosa, enorme,
quizás demasiado para estar solo Edward y yo, pero teniendo en cuenta cómo eran nuestros
amigos estaríamos solos más bien poco. Después de una cena todos juntos en el gran
comedor, en la que lo pasamos genial entre risas y recuerdos de nuestra juventud, todos se
despidieron y nos dejaron a solas.
Naobi Chan
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Imprevistos

Edward se acercó a mí y me rodeó con sus brazos por la espalda, apoyando su cabeza en mi
hombro mientras me daba ligeros besos en el cuello. Me estremecí y enlacé sus manos con las
mías sobre mi vientre.
— ¿Y bien? —preguntó en un susurro.
— ¿Y bien qué? —le contesté con otra pregunta.
— ¿Qué te parece la casa? Esme me envió fotos de todas las que estaba viendo y esta es la
que más me gustó, espero haber acertado —dijo algo avergonzado.
Me giré entre sus brazos quedando frente a frente.
— Me encanta… —le dije mirándolo a los ojos— y lo que más me gusta es que Tanya y
Jessica estarán lejos… también Eric, nunca se sabe lo que puede pasar —le dije riendo.
— ¿Sabes que ese comentario no ha sido nada cortés? —preguntó fingiendo estar enfadado.
— Solo era sincero, no me gusta que esas estén cerca de ti —aseguré.
— A mí tampoco que estés cerca del chucho y más te he traído prácticamente a su lado —
abrí la boca para contestarle pero me lo impidió posando un dedos sobre mis labios—. No
quiero estropear este día hablando de él, así que solo te diré que confío plenamente en ti.
Sonreí y lo besé, fue un beso tierno y cálido, para demostrarle que de verdad podía confiar
en mí, por nada del mundo lo cambiaría por otro y muchísimo menos si el otro era Jacob.
Edward pareció captar el sentido del beso, así que me apretó más contra su cuerpo y lo
profundizó enredando su lengua con la mía. Contesté sin dudarlo, en seguida sentí la pared
sobre mi espalda y a Edward presionando mi cuerpo contra ella, haciendo que mis curvas
encajasen en su cuerpo.
Gemí contra sus labios cuando una de sus manos ahuecó mi pecho, apretándolo ligeramente
entre sus dedos, haciendo que mis pezones se endurecieran instantáneamente y mi espalda se
arquease contra su duro pecho. Sin más se apartó de mí y miró al suelo para serenarse,
después alzó la vista y clavó sus ojos en los míos, sus ojos verdes estaban brillando de un modo
intenso, parecía que me estaba hundiendo en ese verde mar. Sin decir nada todavía, se dio
media vuelta y lo vi desaparecer escaleras arriba.
Yo me quedé estática, apoyada en la pared y mirando hacia las escaleras intentado buscarle
sentido a sus actos. Edward, nunca se había apartado de mí en un momento como ese,
siempre estaba más que dispuesto a llevar nuestros besos más allá, mucho más allá… así que el
que se hubiese ido sin decir nada y dejándome completamente aturdida no ayudaba para que
pudiese entenderle.
Apareció de nuevo bajando las escaleras con una deslumbrante sonrisa y yo me quedé
prácticamente en shock, la camisa que antes llevaba puesta ahora estaba completamente
abierta dejando ver sus pectorales, las mangas estaban dobladas hasta los codos dejando
entrever sus fuertes brazos y su cabello parecía un poco más revuelto que de costumbre,
parecía un dios griego bajando por las escaleras, o un modelo de Calvin Klein. Carraspeé con
fuerza e intenté despertar de mi ensoñación.
— ¿Es que Emmett te ha escondido un amante en el piso de arriba? —pregunté alzando una
ceja.
— ¿Por qué dices eso? —preguntó mientras se borraba su sonrisa.
Naobi Chan
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Imprevistos

— Parece que te acabas de revolcar con alguien… —murmuré.


— Tonta Bella… —susurró besando mi frente— por si no lo recuerdas, el pelo me lo has
revuelto tú, lo de la camisa es cosa mía, necesitaba comodidad para prepararlo todo.
¿Yo le había revuelto el pelo? Sí que estaba entretenida para no haberme enterado siquiera.
Pero algo de lo que dijo llamó mi atención "necesitaba comodidad para prepararlo todo".
— ¿Qué es lo que tenías que preparar? —pregunté.
— Eres demasiado ansiosa —contestó regalándome mi sonrisa torcida, mis piernas
temblaron y mis bragas se mojaron… ¿de dónde sacaba el poder para hacerme sentir tan
vulnerable?—, ven conmigo y te lo mostraré.
Me tomó de la mano y sin darme opción a protestas ni nada parecido me arrastró escaleras
arriba. Nos detuvo en frente de una puerta, intenté hacer memoria del tour que un par de
horas antes Alice me había hecho y no recordaba haber entrado en esa habitación.
— ¿Qué hay ahí dentro? —pregunté.
— Nuestra habitación —contestó sin más.
— ¿Y por qué no la he visto hasta ahora? —pregunté molesta.
— No te enfades… hay un motivo por el cual Alice no te la ha mostrado —explicó atrayendo
mi cuerpo hacia el suyo pasando un brazo por mi espalda rodeando mi cintura.
— ¿Y por qué? —pregunté cruzándome de brazos y frunciendo el ceño.
— Porque yo se lo he pedido —se puso detrás de mí y tapó mis ojos con una de sus manos
— ¿Qué haces? —pregunté todavía molesta.
— Confía en mí —susurró en mi oído haciendo que me estremeciese.
Oí como la puerta se abría y Edward empujó mi cuerpo para que avanzase al interior. Cuando
ya estuvimos dentro liberó mis ojos y los abrí parpadeando unas cuantas veces. Cuando mi
vista se acostumbró a la luz de nuevo, tenía frente a mí una enorme cama, con un cobertor
negro y almohadones blancos, las paredes estaban pintadas también de blanco con algún
detalle en negro. Seguí paseando mi vista por la estancia para ver un enorme ventanal con
vistas al jardín, y dos puertas en una de las paredes laterales. Edward me arrastró hasta una de
ellas y me miró algo avergonzado.
— Intenté convencerla, pero sabes cómo es Alice… —susurró mientras abría la puerta y
prendía la luz.
Ante mí se extendía un vestidor casi del mismo tamaño que la habitación, con las paredes
repletas de ropa, zapatos y accesorios. Creo que perdí todo el color de mi cara porque debía
de tener el corazón completamente parado… ¡la enana se había vuelto loca! ¿Cómo se le
ocurría montar semejante armario solo para mí?
— Salgamos de aquí, por favor —supliqué en un susurro.
Edward me llevó de nuevo hacia el dormitorio, donde la cama negra me estaba llamando a
gritos para que la utilizara, aunque no precisamente para dormir. Me mordí el labio inferior
para evitar tirar a Edward sobre ella y saltarle encima como una leona en celo. Pero Edward
me pilló y comenzó a carcajearse.
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Imprevistos

— La cama también recibirá su parte —susurró en mi oído.


Intenté no prestar atención al escalofrío que recrió mi espalda, y ahogué el gemido que
luchaba por salir de mi garganta cuando sus labios se posaron en mi cuello.
— ¿Por qué estás tan seguro de que estoy pensando en eso? —pregunté en un murmullo
para que no se me rompiera la voz.
— Porque yo lo sé todo.
— Engreído —espeté.
— Puntualiza, soy tu engreído.
Sonreí y recordé el primer día en el ascensor.
— Sí, eres mi engreído sexy —susurré contra sus labios antes de devorarlos mientras me
colgaba de su cuello.
Se apartó un poco y me miró sonriendo de lado… echando por tierra las pocas defensas que
me quedaban.
— ¿Engreído sexy? —inquirió divertido.
— Es una larga historia… ahora sigue haciendo lo que estabas haciendo abajo antes de
desaparecer por las escaleras —le pedí.
— Espera, espera —dijo alejándose un poco de mí.
Hice un mohín y lo miré con los ojos entrecerrados.
— Eres insaciable —murmuró, a lo que yo le di un golpe en el hombro.
Estalló en carcajadas y me tomó de la mano poniéndome enfrente la otra puerta que había
al lado del ropero.
— Esto es lo que estaba preparando —dijo mientras abría la puerta.
Lo primero que sentí fue un suave olor a vainilla y a azahar, seguido de una nube de vapor.
Después ante mí, se extendió un baño totalmente en tonos crema, contrastaba
completamente con la decoración del dormitorio, pero continuaba en armonía con él, todo
estaba en penumbra solamente alumbrado por la luz de unas velas colocadas en una repisa.
Bajo esa repisa había uno de los jacuzzis más elegantes que había visto en mi vida, estaba lleno
y burbujeando, tentándome silenciosamente a meterme en él.
— Quería prepararte un baño caliente para que durmieses bien, sin la tensión del viaje —
susurró en mi oído.
Sin más llevó sus manos a mis pantalones y los desabrochó lentamente, yo me quedé en
silencio, observando el movimiento de sus manos y la expresión de su rostro. Deslizó el
pantalón por mis piernas, mientras uno de sus dedos delineaba su longitud, haciendo que la
piel se me pusiese de gallina a su paso. Al llegar a mis tobillos los alzó con cuidado y quitó mis
zapatos acompañados también del pantalón. Después se puso en pie a mi espalda y
desabrochó mi blusa lentamente, con cada botón que dejaba un poco más al descubierto mi
piel, el depositaba un suave beso en mi cuello. La deslizó lentamente por mis brazos dejando
un rio de besos por mi hombro, haciendo que cerrase los ojos ante la magnitud de las
sensaciones que se estaban apoderando de mi cuerpo.
Naobi Chan
95
Imprevistos

Sus manos dejaban caricias suaves por mi cintura, subiendo por mis costados y deslizándose
por los tirantes de mi sostén, cuando estuvieron en mi espalda oí el click del cierre y sentí
como esa prenda también descendía dejando mi cuerpo un poco más expuesto. Sus manos
bajaron de nuevo por mis costados hasta mi cintura y después por mis caderas, agarró la
última prenda que me quedaba e hizo que cayese por mis piernas.
Casi sin darme tiempo a reaccionar ante mi completa desnudez me tomo en brazos y me
metió en el agua. En ese momento sentí la piel de su pecho y de sus brazos rozar con la mía, y
girando un poco mi cabeza vi que se había quitado la camisa… ¿cuándo? No fui consciente de
ello. Sus manos comenzaron a deslizar jabón por mi espalda, masajeando mis músculos, y
haciendo que mi piel ardiese allí donde tocaba. Miles de suspiros abandonaban mis labios
incapaces de permanecer en mi cuerpo, evidenciando mi precario estado… sí, he de
reconocerlo, estaba muy excitada… ¡demasiado excitada!
— Edward… —suspiré su nombre.
— Dime, princesa —susurró en mi oído provocando que cerrase los ojos.
— Báñate conmigo —casi supliqué.
Oí su risa y poco después lo vi meterse en el jacuzzi conmigo. Intenté abrazarlo pero no me
dejó y se colocó justo detrás de mí pasando sus brazos por mi cintra. Cogió una esponja y con
un poco más de jabón comenzó a enjabonarme la espalda de nuevo, dejando de cuando en vez
algún beso furtivo sobre mi piel. Después de enjabonar mi espalda lo hizo con mis piernas…
subiendo a mi abdomen y después a mi cuello.
Yo simplemente cerraba los ojos y lo dejaba hacer, nunca me había sentido así, tan querida…
tan deseada. La sensación era tan placentera que era capaz de evadir mi mente por completo y
solo estaba centrada en el hombre que había junto a mí, amándome de todos los modos
posibles, y recibiendo de mí todo el amorque podía llegar a dar.
La esponja ascendió hasta mis pechos, los enjabonaba con extremo cuidado, haciendo
círculos sobre ellos, provocando que cerrase los ojos con fuerza y arquease mi espalda. De
repente la esponja desapareció y substituida por sus manos. Ambas se adueñaron de mis
pechos acariciándolos casi con devoción, los masajeaba y los apretujaba entre sus manos,
pasando sus dedos por mis ya muy excitados pezones, haciendo que gimiese casi
involuntariamente.
Una de sus manos abandonó mi pecho mientras sentía sus dientes en la sensible piel de mi
cuello. Sus dedos dibujaban formas en mi abdomen bajando lentamente hasta mi pubis, donde
se detuvo enredando uno de sus dedos con mi escaso bello. Siseé entre dientes cuando ese
dedo rozo mi clítoris, fue un roce casi inexistente, pero lo suficiente para que una descarga
eléctrica recorriese mi cuerpo de principio a fin.
Sus dedos poco a poco se fueron adueñando de mi sexo, acariciando cada vez con un poco
más de fuerza, cada vez un poco más cerca de aquel botoncito que me llevaba al delirio. Hasta
que uno se introdujo por completo dentro de mí. Grité por la sorpresa, me revolví entre sus
brazos intentando profundizar más aquella pequeña penetración, pero me sujetó fuerte por la
cintura impidiendo que me moviese más.
Comenzó a bombear en mi interior, sacando su dedo casi por completo y volviendo a
introducirlo segundos después. Arrancando gemidos y suspiros de mi garganta, que ya estaba
incapacitada para silenciar todo lo que sentía. Su dedo tardó muy poco en ser acompañado por
un segundo, y minutos después por un tercero. Me retorcía entre sus brazos completamente
Naobi Chan
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Imprevistos

muerta de placer, ya que sus caricias tenían en punto justo, me daban placer pero eran tan
sutiles que no me liberaban con el orgasmo que comenzaba a arremolinarse en mi interior.
Sin decir nada sacó sus dedos de mi sexo y me hizo gírame quedando frente a frente y
sentada a horcajadas sobre él. Me agarró de las caderas alzándolas un poco y me atrajo hacia
su cuerpo haciendo que nuestros sexos se rozasen levemente. Ambos gemimos y yo me agarré
a sus hombros instintivamente, para ese momento nuestras respiraciones eran casi erráticas, y
tardé tan solo unos segundos en sentir su miembro adentrándose poco a poco en mí.
Enterré mis uñas en sus hombros, el placer estaba inundando mis sentidos, estaba haciendo
hasta que perdiese la noción del tiempo y del lugar. Las manos de Edward paseaban ávidas por
mi piel, mi espalda, mis pechos, mis brazos, mis hombros, no se detenían en ningún lugar. Yo
dejé caer mi cabeza hacia atrás y alcé un poco mis caderas, después me dejé caer sobre él.
Edward gimió y enterró su cara en mi cuello. Repetí el movimiento haciendo que Edward
dijese mi nombre y que yo tampoco pudiese evitar gemir. Se sentía demasiado bien.
Edward se aferró a mis caderas ayudándome a mantener el ritmo, nuestro sudor se
mezclaba con las burbujas de jabón y las propias burbujas del jacuzzi, nuestras respiraciones
entrecortadas, nuestros corazones latiendo demasiado rápido. Todo estaba acompasado, todo
era como debía ser.
Edward besó mis labios con rudeza, introduciendo su lengua en mi boca haciendo que
perdiese la cabeza. Mis dedos se enredaron con sus cabellos y lo atraje más hacia mí. Yo
saltaba sobre su regazo, haciendo que su miembro entrase y saliese de mí cada vez a más
velocidad. Edward jadeaba contra mis labios, mezclando su respiración con la mía,
manteniendo un contacto visual que no habíamos perdido casi en ningún momento,
ahogándonos en los ojos del otro, sintiendo como cada vez que nuestros cuerpos colisionaban
una marea de sensaciones se liberaban a través de nosotros.
Estaba cerca, podía sentir mi orgasmo pugnando por salir, mi espalda se tensó y los músculos
de mi sexo se ciñeron en torno al miembro de Edward, el gimió con fuerza y su semen bañó
por completo mi interior mientras yo me retorcía de placer entre sus brazos. Me dejé caer
hacia delante, apoyando mi cabeza en su pecho, sin moverme, intentado recuperar el aire que
mis pulmones habían perdido, siendo envuelta por los brazos de Edward, imaginándome un
futuro en el que este jacuzzi sería nuestro compañero de fatigas cada noche.
Edward besó mi pelo, susurrando palabras de amor que hacían que me derritiese
completamente por dentro. Haciendo que mi amor por él creciese todavía más si es que eso
era posible. Sintiendo que ese era mi lugar, entre sus brazos, con él dentro de mí, en nuestra
casa, planeando nuestro futuro juntos.
Naobi Chan
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Imprevistos

Capítulo 17

Dos semanas en Seattle, dos semanas viviendo casi como en un sueño. En un nuevo trabajo,
con nuevos compañeros… pero con mis amigos cerquita de mí. Había ido a visitar a Charlie
dándole una sorpresa, él no sabía que me había mudado y menos que lo hacía
permanentemente. El ir a visitarlo implicaba que Jacob también se enterase, pero no me
importaba, esta tan feliz que cualquier cosa me parecía insignificante con lo bien que me
sentía.
Me pasaba la mañana y parte de la tarde en mi nueva oficina, justo al lado de la de Edward y
ambas comunicadas por una puerta, algo que él exigió, y a mí me agradaba, así sabría que lo
tenía cerca. Las oficinas estaban en uno de los edificios más lujosos de Seattle, con vistas a la
bahía, cuando me sentía un poco agobiada no tenía más que girar mi silla y por el enorme
ventanal de mi despacho veía como los ferris cruzaban flotando sobre el agua.
Mi oficina estaba decorada con colores cálidos, tonos beige, tierra… le daban un toque casi
otoñal, que iba muy acorde al tiempo que suele hacer la mayor parte del año en esa zona de
Seattle, se notaba el toque de Esme en cada detalle, ya que ella había sido la encargada de
decorar todas las oficinas de la planta, las que pertenecían a Edward.
Cuando salía del trabajo siempre estaba alguno de mis amigos esperándome en la cafetería,
si no eran Alice y Rose, eran Jasper y Emmett, hasta ese momento no había dado cuenta de
hasta qué nivel los había echado de menos. Las risas, las bromas, los chistes… todo lo que me
había perdido por estar lejos de ellos. Pero estaba aquí, aunque tuviese que soportar las
intensas salidas de compras con mis locas amigas, era mejor esa pequeña tortura que el
sentirme lejos de ellas de nuevo.
Cada fin de semana Edward y yo viajábamos a Forks, nos quedábamos a dormir en la
mansión Cullen, así como los demás chicos. Los sábados les hacíamos una visita a mi padre y a
Sue y los domingos teníamos comida familiar en casa de los Cullen. Pero lo mejor eran las
noches cuando llegaba del trabajo y Edward estaba esperándome, o cuando era al revés y yo
lo esperaba a él. Ese viaje nos había unido más si cabe, él me había demostrado su constancia,
que sus promesas no eran vacías y yo le había demostrado que pese a mi negativa temporal a
una boda lo amaba y mi nivel de compromiso no necesitaba ser medido por un papel firmado
por ambos. Cada noche nos amábamos como nunca, habíamos estrenado todas las
habitaciones de la casa, ¡parecíamos conejos! En cuanto estábamos solos y veíamos una
superficie plana que no habíamos estrenado todavía, no nos lo pensábamos dos veces y en
seguida nos poníamos al lío.
Nunca había imaginado que mi vida podría ser así, era feliz, tenía todo con lo que siempre
había soñado y todavía más, porque nunca imaginé llegar a tener ese punto de conexión con
nadie, pero Edward llegó para romper mis esquemas trazados y dibujar una nueva vida en la
que estábamos juntos… y felices.
Suspiré mientras veía como un ferri llegaba a puerto desde la ventana de mi despacho, ya
eran las seis, hora de volver a casa… Edward había salido a cenar con unos nuevos clientes y yo
tenía que volver sola, no sería tan deprimente si alguno de mis amigos estuviese conmigo,
pero las dos parejas ya tenían planes en los que insistieron en incluirme, pero no quería estar
allí sujetando las velas entre las parejitas de enamorados. Cogí mi abrigo y mi bolso, salí del
despacho y me encontré a Ángela recogiendo sus cosas precipitadamente.
Naobi Chan
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Imprevistos

— ¿Estás bien? —le pregunté preocupada.


— Sí, sí, no se preocupe señorita —dijo atropelladamente.
— Ángela, te he dicho mil veces que me llames Bella —le recriminé con una sonrisa.
— Está bien… ¿puedo hablar contigo? —Preguntó bajando la mirada y sonrojándose—, en tu
despacho, es importante.
Asentí y me volví al despacho con el ceño fruncido. Esperaba que Ángela no quisiese
abandonarnos ahora, la necesitaba. Había descubierto que si no era ella, mi secretaria sería
Lauren… ¿Lo pueden imaginar? ¡Lauren Mallory trabajaría para mí! Pero no… esperaba tenerla
lejos de mí, pero sobre todo lejos de Edward. Dejando mis pensamientos a un lado me fije en
mi (por ahora) secretaria, que estaba sentada frente a mí visiblemente nerviosa, retorcía sus
manos una contra la otra y tenía la mirada clavada en el suelo.
— ¿Pasa algo malo? —le pregunté asustada por lo nerviosa que se veía.
— Verás… es que… bueno… era algo que estábamos planeando, pero no pensé que pasase
tan rápido, nos hemos enterado hace unos días, y aunque estamos encantados con la noticia
no me gustaría perder mi empleo, no es que lo necesite para sobrevivir pero sí es necesario el
dinero que me aporta —dijo atropelladamente de nuevo.
Yo sonreí ante su efusividad… no sabía de qué estaba hablando, pero se notaba que fuese lo
que fuese la estaba preocupando.
— ¿De qué estás hablando? Lo siento, pero no entiendo nada —le dije.
— Estoy embarazada —dijo en un susurro.
— Oh —fue lo único que mis labios pudieron pronunciar.
Entonces todo lo que dijo encajó perfectamente en mi mente, su miedo, su necesidad
económica… Ángela era una buena profesional, estaba orgullosa de tenerla trabajando
conmigo, es más, ¡le necesitaba! Nadie como ella sabía cuadrar mi agenda para que tuviese
mis diez minutos de tranquilidad tomándome un chocolate caliente de la cafetería de la
esquina.
— No te preocupes —le dije sonriendo y tomando una de sus manos entre las mías—, haré
lo que sea necesario para que no pierdas tu trabajo. Puedes pedir los días que necesites para
tus revisiones y volver cuando nazca el bebé si así lo deseas.
Ella solo me regaló una hermosa sonrisa acompañada de unas cuantas lágrimas.
— Gracias, y lo siento por la llantina, son las hormonas —se disculpó.
— Ve a casa y descansa, ahora debes cuidarte —le dije en un susurro mientras le hacía una
señal para que se fuese a su casa.
Cuando oí como la puerta se cerraba a mi espalda me dejé caer en mi silla, la giré para ver de
nuevo la bahía, donde otro ferri la estaba cruzando… me sentía triste, algo dentro de mí se
había descompuesto cuando Ángela me habló de su embarazo. Nunca había pensado en ser
madre, nunca imaginé si quiera que tendría esa posibilidad, ni cuando estaba prometida con
Jacob esa idea pasó por mi cabeza. Pero ahora… podría imaginarme perfectamente un futuro
con Edward y un niño, o dos… sería maravilloso.
Naobi Chan
99
Imprevistos

Suspirando de nuevo y con unas cuantas lágrimas picando en mis ojos salí de la oficina y me
metí en el ascensor. Tenía que tomar un taxi, ya que había venido con Edward y se había
llevado su coche a la cena. Salí por la puerta del edificio y agradecí que no estuviese lloviendo,
ya era bastante malo tener el ánimo por los suelos y no me apetecía que encima que se
mojase mi pelo. Y cuando iba a acercar al borde de la acera para llamar a un taxi alguien me
agarró con fuerza del brazo. Me giré dispuesta a darle una puñetazo a cualquiera que se
hubiese puesto en mi camino para conseguir volver a casa… solo deseaba tirarme en el sofá
con un helado mientras esperaba a Edward, pero mis deseos de golpear a alguien se quedaron
opacados cuando vi quien estaba a mi lado.
— ¿Qué quieres Jacob? —pegunté con voz dura.
— Hablar contigo —susurró.
— Lo siento, pero llego tarde —dije librándome de su agarre bruscamente.
— Yo te llevo.
— No es necesario, di lo que tengas que decir y vete —mascullé enfurruñada.
— ¿No lo podemos hacer tomando un café? —preguntó con una tímida sonrisa.
— Te he dicho que tengo prisa, tengo una cita —con mi sofá y mi helado… pero a eso a él no
le importaba.
— Está bien —suspiró— ¿por qué?
Lo miré con el ceño fruncido esperando que a que continuase hablando, pero no lo hizo.
— ¿Por qué, que? —pregunté.
— No hace ni una año que lo hemos dejado y… ya estás con otro, completamente feliz… me
duele que me hayas olvidado con tanta facilidad —dijo mirándome a los ojos.
Y yo me quedé en shock y con la boca abierta. ¿De verdad me estaba preguntando porque
había rehecho mi vida? ¿Con qué derecho venía a preguntarme eso?
— ¿Me estás hablando en serio? —pregunté incrédula.
— Es que no lo entiendo Bella, sé que te hice daño, pero creí que me querías, que querías un
futuro conmigo… y ahora estás aquí, con otro hombre y yo…
— ¿Tú qué? —Pregunté con rabia— ¡Tú te has casado con Leah, tú planeaste una boda solo
para cuatro meses después de que la nuestra!
— Puedo explicarlo… —dijo.
— No quiero que me expliques nada, quiero que muevas tu culo y desaparezcas de mi vista.
Ahora soy feliz y ni tú ni nadie me lo va a estropear —grité.
No dijo nada… solo dio media vuelta y se fue apresuradamente… si antes la lágrimas solo
amenazaban con salir ahora lo intentaban con todas sus fuerzas… no me dolía ya su rechazo,
pero sí su desfachatez de aparecer para rendirme cuentas por algo que él mismo provocó que
pasase. Agradecí que un taxi apareciese en ese momento y me mentí dentro antes de que
alguien más lo hiciese.
Naobi Chan
100
Imprevistos

Llegué a casa y dejando mi abrigo y el bolso tirados en cualquier lugar, fui directamente
hacia la nevera y cogí mi tarina de helado… necesitaba helado de chocolate urgentemente. Sin
soltarlo agarré también una cuchara y lo fui comiendo mientras subía las escaleras para
cambiarme de ropa, con cada cucharada que tomaba tenía ganas de otra más. Me puse una
camiseta de Edward que me llegaba hasta las rodillas, bajé las escaleras trompicones hasta
dejarme caer en el sofá y taparme con una manta mientras veía la tele. Continuaba devorando
mi helado como si fuese el manjar más delicioso del mundo… ok, lo reconozco, era el manjar
más delicioso del mundo, sentía la imperiosa necesidad de ponerme a reventar helado.
Cuando se acabó dejé caer la tarina vacía al suelo y me acurruqué tapándome hasta el cuello.
Mis parpados pesaban más de lo normal… y eso que eran solo las siete. Mis ojos por fin se
cerraron y perdí todo contacto con el mundo.
Me desperté con unos dulces y cálidos besos en mi mejilla, en mi cuello, en el pedazo de piel
de mi hombro que no cubría la enorme camiseta… me froté los ojos y bostecé antes de
encontrarme con la mirada divertida de Edward justo frente a mí. Sonreí y lo abracé por el
cuello dándole un beso en los labios, no tardo en profundizarlo e introducir su lengua en mi
boca, donde la mía la recibió gustosa bailando con ella. Se separó antes de lo que hubiese
deseado y gemí por ello, algo que le pareció gracioso y se rió por lo bajo. Miró la tarina de
helado vacía en el suelo y me miró enarcando una ceja.
— Ha sido un día largo —le dije con voz ronca por mi pequeña siesta — ¿qué hora es?
— Las diez —dijo acomodándose a mi lado y atrayendo mi cuerpo hacia el suyo en un
abrazo.
— ¿Tan tarde? —pregunté sorprendida—. He dormido tres horas.
— Será el jet lag —dijo sonriendo.
Ignoré su comentario y me concentré solo en lo bien que se sentía estando abrazada a él,
con sus brazos sujetándome tan fuerte que sabía que nada malo podría sucederme mientras
continuásemos así. Sentía sus labios en mi pelo, sus manos dejando suaves caricias en mi
espalda, solo con estar así era suficiente, no necesitaba más.
— Hoy Jacob ha ido a buscarme a la salida de la oficina —dije en un susurro.
Sentí como Edward se tensaba y apretaba los puños, no quería estropear ese momento, pero
sabía que si no se lo contaba y luego se enteraba por terceras personas se enfadaría… y con
razón.
— ¿Qué quería el chucho? —preguntó entre dientes.
Alcé la cabeza y vi que tenía la mirada perdida y la mandíbula apretada. Sabía el esfuerzo que
resultaba para él el saber que yo estaba tan cerca de mi ex novio, pero también sabía que tenía
que estar seguro al cien por cien que eso no significaba nada para mí, las cosas entre los dos
seguían exactamente igual aunque el mismo Jacob viviese en la puerta de al lado.
— Vino a pedirme cuentas por estar contigo… ¿te lo puedes creer? —le expliqué incrédula.
— ¿No se supone que fue él que te dejó? —preguntó molesto.
— Es que fue él el que suspendió la boda… no sé a qué viene ahora el pedirme explicaciones
cuando ya no le debo nada… pero no importa, lo puse en su sitio y salió de allí con el rabo
entre las piernas —finalicé con una pequeña sonrisa.
Naobi Chan
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Imprevistos

Eso lo relajó un poco y me besó en los labios con ternura, después alzó su mano y alisó mi
ceño fruncido.
— ¿Es lo que pasó con el chucho lo que te tiene así? —preguntó en un susurro.
— Sí… no le entiendo —murmuré.
— Hay algo más… —aseguró.
Recordé el embarazo de Ángela y lo mal que me sentí después de que me lo contara, no
entendía el motivo, yo no quería un bebé, nunca había deseado tenerlo, pero el ver las cosas
desde el otro lado, desde una relación estable con amor verdadero hacía que todo se viese con
otros matices, la maternidad me parecía una experiencia inolvidable, algo que me gustaría
compartir con Edward.
— Nada importante —lo tranquilicé fingiendo una sonrisa — ¿has cenado bien? —pregunté
cambiando de tema.
— Ha sido una cena riquísima, tengo que llevarte a ese restaurante, "Fabriccio´s" es de
comida italiana, seguro que te encantará. Por lo que veo tú también has cenado —dijo
sonriendo mientras señalaba la tarina de helado vacía.
— Sí… un poco. Aunque todavía tengo algo de hambre —dije sonrojándome.
— Estás de suerte —dijo extendiendo la mano y agarrando una bolsa que tenía sobre la
mesa—, uno de los camareros me recomendó que probase el pastel de queso, y cuando lo hice
en seguida pensé que te gustaría, así que te he traído una porción.
Mis ojos se abrieron y comenzaron a aguarse, ¿cómo podía ser tan adorable? ¡Me había
traído un trozo de pastel! Lo amaba, nunca había tenido dudas sobre eso, pero ahora estaba
absolutamente convencida, no habría nadie, nunca, en ningún lugar, que pudiese llegar a
querer más.
Después de comer mi pastel en menos de dos minutos, nos acurrucamos en el sofá a ver una
película, Edward se había quitado su chaqueta y ahora solo vestía el pantalón y su camisa algo
desabrochada con las mangas dobladas, yo tenía la cabeza apoyada en su regazo mientras él
acariciaba mi cabello lentamente.
Todavía rondaba por mi cabeza el embarazo de Ángela y todo lo que me había hecho sentir,
quería compartir eso con Edward, quería compartir toda mi vida con él.
— Edward —lo llamé en un susurro.
— Dime princesa —contesto en el mismo tono.
— ¿Has pensado alguna vez en tener hijos? —pregunté directamente.
Para que andarme por las ramas, eso era exactamente lo que quería saber… sentí como se
removía en su lugar y luego sus labios se posaron en mi mejilla, continuó repartiendo
pequeños besos a lo largo de mi mandíbula y se detuvo cerca de mi oído.
— Hace unos meses que lo pienso —susurró—, me gustaría hacerlo algún día. Pero sólo si es
contigo.
Sonreí estúpidamente ante lo que dijo, mientras otra vez las inoportunas lágrimas querían
hacer acto de presencia. Me incorporé lentamente y me senté en su regazo, envolviendo su
Naobi Chan
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Imprevistos

cuello con mis brazos. Lo miré a los ojos totalmente convencía de lo que iba a hacer, nunca
había estado tan segura de algo, amaba a ese hombre por encima de todas las cosas.
— Edward —susurré muy bajito—, te amo.
Se acercó y me besó lentamente, esparciendo su sabor por mi lengua haciendo que me
estremeciera mientras sus brazos rodeaban mi espalda, y aunque no quedaba ni un pequeño
atisbo de duda, con ese beso estuve más segura del paso que iba a dar. Me aparté de Edward
lentamente, mirándolo a los ojos.
— Edward —susurré y él sonrió—, ya estoy preparada.
Se quedó mirándome unos segundos, por su mirada pude comprender que no sabía a qué
me estaba refiriendo, casi podía imaginarme los engranajes de su cabeza girar y girar
buscándole sentido a mis palabras. Cuando pareció comprender algo brilló en sus ojos y me
abrazó con fuerza. Me alzó y me tumbó en el sofá poniéndose él encima de mí. Me reí a
carcajadas por su alegría, sabía que le emocionaría pero no sabía que hasta ese nivel.
— Me haces el hombre más feliz del mundo —susurró contra mis labios.
Y después me devoró, atacó mis labios con rudeza, pero siempre cuidando de no ser brusco,
ese era mi Edward, tenía el punto justo que me volvía loca. Una de sus manos fue hasta mi
muslo y lo agarró con fuerza posicionándolo en torno a su cintura. Me aparté un poco de él
sabiendo lo que pretendía, esa conversación todavía no había acabado.
— ¿Qué pasa? —preguntó confundido.
— ¿No tienes que darme un anillo o algo parecido? —Pregunté frunciendo el ceño, hasta
que me di cuenta — ¡Oh, vaya! Seguro que no lo tienes todavía, es lógico, te ha cogido
desprevenido mi confesión —dije ruborizándome.
Se sentó en el sofá y me atrajo de nuevo hacia su regazo.
— Tonta Bella… —dijo besando mi mejilla— el anillo ya lo tengo, pero no voy a dártelo ahora
y tampoco voy a pedírtelo todavía.
Lo miré con el ceño fruncido… ¿si no iba a pedírmelo porque le sentó tan mal que lo
rechazase en la boda de Jacob?
— Sé lo que estás pensando —dijo acariciando mi mejilla—. Te lo pediré pronto, te daré un
anillo hermoso y cuando me aceptes seré el hombre más feliz del mundo otra vez. Es solo que
quiero que sea especial, no quiero que estés vestida con una de mis camisetas viejas y con el
estómago lleno de helado de chocolate y pastel de queso. Me gustaría que fuese algo
inolvidable, y si no te enfadas mucho, una sorpresa —concluyó revolviéndome el pelo.
— Entiendo tu punto —murmuré.
— Ahora venga aquí señorita Swan, que su futuro marido quiere demostrarle cuanto la ama
—dijo sonriendo mientras se volvía poner sobre mí en el sofá.
Naobi Chan
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Imprevistos

Capítulo 18

— Alice… ya te he dicho que no, Edward tiene planes —dije ya cansada.


Mi amiga enarcó una ceja y me miró con suspicacia.
— ¿Qué tipo de planes? —preguntó clavándome su mirada.
— No me ha dicho… —desvié la mirada para que no viera que mentía… pero ¡ugh!, fallé
estrepitosamente.
— Dime que van a hacer Isabella —gruñó.
Y yo me encogí en la silla, cuando Alice utilizaba mi nombre completo era para echarse a
temblar.
— No lo sé… —musité rezando el Corán en griego para que no continuara preguntando.
Es que no quería decirle nada, dos semanas después de mi confesión de "estoy preparada"
Edward me había prometido que me llevaría a cenar al Fabriccio´s, no sabía si era lo que
realmente sospechaba, pero tenía muchos puntos para serlo. Lo que no quería era Alice lo
supiese, porque luego querría jugar conmigo durante toda la tarde, me sentía la Barbie crea y
maquilla en sus manos, me utilizaba de maniquí y era la peor de mis pesadillas. Juntar a Alice
con ropa y cosméticos en una misma habitación era casi un suicidio.
— Yo creí que éramos las mejores amigas —dijo mi "amiga" haciendo un puchero.
— Y lo somos Alice —aseguré sin mirarla directamente para no caer en su trampa.
— Bella, mírame a los ojos y dime que quieres —suplicó con voz llorosa.
Tragué en seco y me arme de valor, alcé la mirada y sus ojos azules estaban brillantes…
¡maldita enana! Qué bien sabía actuar… ¡hasta podía llorar si lo necesitaba! Intenté
enfadarme, pero su labio inferior comenzó a temblar ligeramente y yo no pude soportarlo
más. Abrí la boca para contestar pero antes de que pudiese emitir cualquier sonido la puerta
de mi despacho se abrió y apareció mi salvador… ¡Edward!
— ¡Hola cariño! —dije con demasiada alegría.
Edward se sorprendió ante mi efusividad y Alice puso una mueca de desagrado, sabía que
contra Edward no tenía nada que hacer, sus pucheros no causaban casi ningún efecto sobre él.
— Hola chicas —saludó Edward recargándose en mi silla y dándome un ligero beso en los
labios.
— Todavía me cuesta creer que estén juntos —susurró Alice casi para sí misma.
— Pues lo estamos —contestó Edward con una enorme sonrisa— y ve acostumbrándote
porque será así por mucho tiempo —mientras decía la última frase me dedicó una mirada y
una sonrisa, lo hizo que mis mejillas se tiñeran de rojo…
— ¿Estás insinuando lo que creo que estás insinuando? —susurró Alice agarrada a los posa
brazos de las silla clavando sus uñas en el tapizado.
Edward la miró sonriendo.
Naobi Chan
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Imprevistos

— Si lo que piensas que insinúo es lo que estoy insinuando realmente, sí… lo estoy
insinuando —contestó con su voz aterciopelada teñida de diversión.
Alice gritó y comenzó a dar botes sobre la silla mientras se tapaba la boca con ambas manos.
— Tengo que decirle a Rose, y a Jazz… a Emmett mejor no que quizás lo mate… ¡también a
mamá! ¡Oh dios mío! ¡Edward te quiero! —gritó de nuevo lanzándose a su brazos.
Después como un resorte se separó de él y lo miró con los ojos extremadamente abiertos.
— ¿Los planes de esta noche son para eso? —preguntó alzando una ceja amenazadoramente
hacia su primo.
— No sé de qué me estás hablando —dijo Edward visiblemente confundido.
— ¿A dónde van? —preguntó cruzándose de brazos y entrecerrando los ojos.
— ¿A cenar? —su contestación casi sonó como una pregunta.
Yo me hundí en la silla y me tapé la cara con las manos "Has despertado a bestia" murmuré a
lo que él no pudo evitar reír. Alice comenzó a dar vueltas por mi despacho mientras movía los
brazos sobre su cabeza y hablaba sobre nuestra falta de información hacia ella, que no la
queríamos, que ahora casi no tenía tiempo para buscar el vestido perfecto, que eso era muy
desagradable, que tenía que hacerlo delante de toda la familia… y mil cosas más que solo
tenían sentido para ella.
— ¿Por qué me has hecho esto? —Le pregunté a Edward poniendo un puchero—. Ahora
querrá que me pase toda la tarde con ella jugando a vestirme…
— Lo siento… no lo imaginé —se disculpó.
Nos quedamos en silencio viendo como Alice continuaba caminando en círculos y
murmurando cosas incoherentes para el resto del mundo menos para ella. Se me escapó un
bostezo seguido por un ruido estruendoso en mi estómago.
— Tienes hambre… —aseguró, a lo que yo me sonrojé— y estás cansada… ¿por qué no vas a
comer con Alice y te tomas la tarde libre? Llevaros mi coche y después vienes a buscarme al
trabajo
— ¡Genial! —Gritó Alice—vamos Bella, que casi no tenemos tiempo… —continuó agarrando
mi brazo y tirando de él para que me pusiese en pie.
— No es necesario que me tome la tarde libre —protesté.
— Sí que es necesario… —rebatió Edward con cara de preocupación— trabajas demasiado y
últimamente siempre tienes cara de sueño, así que ve con el diablo de mi prima. Alice,
asegúrate de que duerma una siesta, por favor.
— Lo que el señor diga —refunfuñó—, ahora tenemos una hora menos… no es suficiente, lo
mejor… —dejé de escucharla para no volverme loca.
Me puse en pie y besé sus labios con renuencia, dejándole ver que la tarde libre no me
agradaba para nada y menos todavía cuando tenía que pasarla en las manos de Alice, él me
dedicó una sonrisa torcida y comenzamos a caminar hacia la puerta.
— Alice… ¿Puedo hacer una petición especial? —preguntó Edward cuanto esta abría la
puerta para salir.
Naobi Chan
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Imprevistos

— Depende… dispara —contestó ella.


— Que Bella se ponga el vestido negro… aquel que se anuda al cuello… ¿recuerdas cuál es?
—me preguntó mirándome a los ojos.
Me sonrojé casi al instante… ¿qué si lo recordaba? ¡Estaba por hacerle un altar a ese vestido!
Era el que llevaba puesto en aquel ascensor la primera vez que…
— ¿Qué tiene de especial ese vestido? —Preguntó Alice— Si ya te lo ha visto puesto no tiene
gracia.
— Es el vestido que utilicé en mi entrevista de trabajo —murmuré.
— ¡Oh! —Dijo Alice quedándose paralizada mientras una enorme sonrisa se extendía por su
rostro… — Lo acompañaremos con ropa interior pequeña… ¿verdad, amiga?
Mis mejillas estaban a punto de explotar por la cantidad de sangre que se estaba
arremolinando en ella, justamente tenía que recordar esa conversación… maldito duende…
maldita enana saltarina… Edward sin entender nada solo nos miraba sonriendo.
— Cuenta con ese vestido primito… y con la ropa interior también —dijo giñándole un ojo.
Gemí mientras me tapaba la cara con las manos y salía de mi despacho escuchando las risas
de Edward de fondo.
Después de una suculenta comida que literalmente devoré, Alice y yo fuimos a mi casa, y
mientras ella desmontaba por completo mi ropero yo me tiré en la cama y dormí durante un
par de horas. Me despertaron unas leves sacudidas en mi hombro.
— Venga Bella, ve a bañarte que se nos hace tarde… —casi gritaba Alice en mi oído.
Me desperecé con desgana y me fui al baño, me quité la ropa y me miré al espejo… tenía
unas leves ojeras, algo extraño porque acaba de dormirme y sí… mi aspecto era de cansancio.
Pero trabajaba demasiado, me pasaba el día en la oficina y en ocasiones también me llevaba
trabajo a casa, quizás debería tomarme las cosas con más calma, no quería que un exceso de
trabajo repercutiese en mi salud cuando ahora tenía tantas cosas por las que sentirme feliz.
Me di una ducha rápida, y dos horas después estaba embutida en mi vestido negro de
tirantes, con unas mini bragas que Alice compró durante mi siesta. Me miré al espejo y me
sorprendí un poco de la imagen que reflejaba, mis ojeras habían desaparecido y mi cara había
perdido todo signo de cansancio, mi amiga parecía una hada madrina de la belleza.
Después de llevarla hasta su casa me encaminé a la oficina a buscar a Edward como él me
pidió. Subí en el ascensor hasta el piso correspondiente y cuando las puertas se abrieron me
encaminé a mi despacho, ya todo el mundo estaba recogiendo sus cosas para irse a sus casas…
era viernes, por lo que tocaba un fin de semana de descanso. Me despedí de Ángela con una
sonrisa y entré en el despacho de Edward.
Estaba sentado en su mesa hablando por teléfono, me indicó que lo esperase sentada y lo
hice en el sofá, mientras él hablaba miré el despacho con detenimiento, estaba decorado en
tonos grises y azules, contrastando con el mío en tonos cálidos, pero esa decoración encajaba
perfectamente con Edward.
Colgó el teléfono y me hizo una señal para que me acercase a él, que estaba recargado en su
mesa con los brazos cruzados y su perfecta sonrisa torcida… mi engreído. Caminé hacia él
intentando contonear mis caderas, algo sutil, tampoco quería caerme por culpa de los zapatos
Naobi Chan
106
Imprevistos

que Alice me había obligado a ponerme. Me acerqué a él y unió sus labios con los míos en un
apasionado beso que me dejó sin mis necesarias reservas de oxígeno. Me aparté un poco
jadeando, dejando descansar mi frente en la suya.
— Estás hermosa —susurró mirándome a los ojos y acariciando mi mejilla.
Mientras me sonrojaba me perdí en sus ojos, y él pareció hacer lo mismo con los míos
porque nos quedamos unos minutos en silencio mirándonos fijamente. Desviamos la mirada y
sonreímos al mismo tiempo. Suspiró y se puso en pie.
— Vamos… teníamos reserva para… —se detuvo para mirar su reloj— hace diez minutos. Ya
llegamos tarde.
Caminamos por el pasillo ya desierto, todos se habían ido a su casa y no había ni un alma en
toda la plata, a excepción de nosotros dos. Entramos en el ascensor y antes incluso de que se
cerrasen las puertas Edward me enjauló con sus brazos contra una de las paredes.
— Ese vestido en tu cuerpo y un ascensor son una combinación explosiva —susurró en mi
oído—, aunque me gustaría más sobre el suelo.
Me estremecí ante sus palabras… y ante su aliento en mi oreja… y ante su perfume que me
atontaba… y ante el calor que desprendía su pecho contra el mío… Edward se apartó y
comenzó a reírse por mi reacción. Se recargó en la pared a mi lado y me tomó de la mano.
Sin previo aviso el ascensor de detuvo y las luces parpadearon, yo me aferré al brazo de
Edward y puse mi mejor cara de enojo.
— ¿Esto es una broma? —pregunté en un susurro.
— Te juro que no tenía nada preparado —se defendió.
— Vamos Edward, abre este maldito ascensor… sabes que tengo claustrofobia.
— Sé cómo solucionar eso… —dijo acercándose a mí peligrosamente mientras sonreía de la
lado.
Lo aparté de un empujón y comencé a pasear nerviosamente por el pequeño cubículo.
— ¡Abre la puerta Masen! —le grité.
— Te juro que yo no tengo nada que ver —se defendió.
Gemí frustrada y me senté en el suelo mientras unas pequeñas lágrimas recorrían mis
mejillas.
— No puede estar pasando esto de nuevo… no… tiene que ser una broma —murmuraba
para mí misma— ¿le has contado a alguien lo que pasó el día que nos conocimos? —le
pregunté a Edward.
Él negó con la cabeza y yo suspiré.
— Tenía la esperanza de que fuese cosa de Alice y poder matarla cuando saliésemos de aquí.
Se rió y se sentó a mi lado tomando una de mis manos entre las suyas, recargué la cabeza en
su hombro y él besó mi pelo.
— ¿Qué hacemos ahora? —pregunté en un susurro.
Naobi Chan
107
Imprevistos

— Esperar… no podemos hacer otra cosa.


Una hora después continuábamos igual… encerrados. A mí me parecía una broma de mal
gusto, el destino se estaba burlando de mí ¿cierto? Me apetecía cenar con Edward a solas,
tener una noche perfecta para que me regalase el anillo que tenía en el bolsillo. Sí había visto
como se marcaba la cajita de joyería a través del pantalón.
— Esto es absurdo —dije poniéndome en pie y comenzando a caminar en círculos de nuevo.
Se me estaban agarrotando las piernas de estar sentada en el frío suelo.
Edward se puso en pie también y me abrazó, enterré mi cara en su pecho y aspiré su
aroma... me tranquilizaba, me hacía sentir que nada malo pasaría mientras estuviese entre sus
brazos.
— ¿Sabes qué? —preguntó de repente.
Yo me aparté de él un poco y lo miré a los ojos, estaba radiante y una hermosa sonrisa
iluminaba su rostro.
— Quizás esto sea otra señal —dijo sonriendo.
Me alejé un paso de él y me eché a temblar. ¡Malditas señales! Gracias una de ellas nos
conocimos, pero por culpa de una de ellas dejó a Tanya justo la noche que iba a darle su anillo
de compromiso…
— Es solo un imprevisto —susurré evitando que mi voz no se rompiese por el miedo.
— Tú y tus imprevistos… —murmuró— es una seña en toda regla. Y como la otra vez voy a
hacerle caso.
Mis temblores de miedo ya eran casi convulsiones… y de pánico. No me iba a dejar… no
podía hacerlo… no ahora que estábamos tan bien… no… ¿cierto? Sin más hincó una de sus
rodillas en el suelo y sacó la cajita que había guardada en su bolsillo. La respiración se me cortó
y me quedé paralizada.
¿Iba a hacer lo que creía que iba a hacer?
— Isabella Marie Swan… ¿Me haces el honor de ser mi esposa? —preguntó mirándome
fijamente y sin perder la sonrisa.
Yo le devolvía la mirada. Sabía que haría eso esa noche, bueno no lo sabía exactamente pero
lo esperaba, ahora era cuando yo contestaba un efusivo "sí" o un rotundo "no" pero estaba
paralizada, no podía mover ni un solo músculo, ¿eso estaba pasando realmente? Forcé a mis
neuronas a ponerse en funcionamiento, obligué a mi cuerpo a ponerse en movimiento. Y solo
conseguí parpadear dejando escapar las lágrimas que mis ojos estaban acumulando. A mi
mente vino la perfecta declaración de Jacob en La Push, la playa, la arena, el mar, el atardecer
y un discurso perfectamente estudiado, que no me causó ningún tipo de reacción. En cambio
con Edward… no había escenario perfecto, no había palabras rebuscadas ni discursos
preparados, lo que había dicho había salido de su corazón… de su alma. Y mi reacción… sentía
que de un momento a otro podía desmayarme de la cantidad de sentimientos que recorrían
mi cuerpo en ese momento.
— Sí… —mi cuerpo reaccionó antes que mi mente pronunciando esa sílaba que cambiaría el
resto de mi vida.
Naobi Chan
108
Imprevistos

Las lágrimas continuaban bajando por mis mejillas y la sonrisa de Edward se ensanchó hasta
límites casi imposibles. Tomó mi mano izquierda y deslizó el anillo por mi dedo anular… un
escalofrío recorrió mi espalda cuando me tocó el frío metal… pero encajó perfectamente… ese
era su lugar. Besó el anillo sin dejar de mirarme a los ojos y después se abrazó a mi cintura sin
levantarse del suelo. Apoyó su cabeza en mi vientre, donde depositó pequeños besos mientras
susurraba varios "gracias" y "te amo" que hacían que más lágrimas continuasen surcando mi
rostro.
Me hinqué de rodillas yo también frente a él, rodeando su cuello con mis brazos y besándolo
como nunca lo había hecho, como la futura señora Masen… sonreí en mi fuero interno, estaba
más cerca de cumplir mi sueño, de estar toda la vida al lado de la persona que más amaba.
Se puso en pie arrastrándome con él, pegando su pecho al mío en un abrazo del que podía
jurar que hasta nuestras almas podrían tocarse. Amaba a Edward por encima de todas las
cosas, no me arrepentía del precipitado "Sí" que dije sin pensar… ¡estaba feliz! ¡Sería su
esposa! Edward comenzó a besar mi cuello mientras sus manos se paseaban por mi espalda,
por el hueco que la tela dejaba descubierto, acariciando mi piel y arrancando suspiros de mis
labios.
Sus manos bajaron hasta mi cintura y luego hasta mis caderas, donde dibujaron círculos con
sus dedos. Cuando quise darme cuenta, sus manos estaba subiendo mi vestido, para segundos
después acariciar la piel de mis muslos. Me humedecí al instante, recordando lo que había
pasado en un ascensor como ese la primera vez que nos vimos.
Sus manos ahora jugaban con el elástico de mis braguitas mientras sus labios bajaron al
nacimiento de mi pecho y ahora se perdían por mi canalillo. Recordé sus besos de aquel día,
sus caricias… me estaba excitando solo por los recuerdos, aunque también sus caricias y sus
besos de ese momento estaban ayudando. Acarició mi sexo sobre la ya húmeda tela de encaje
que me cubría y gimió con fuerza.
— Bella… no sabes lo loco que me vuelves —susurró en mi oído.
Una de sus manos subió hasta mi cuello y desató las citas que ceñían mi vestido, los tirantes
se deslizaron por mi piel dejando descubiertos mis pechos, ya que no llevaba sostén. Sus labios
tardaron muy poco en hacer contacto con mis pezones, besándolos y succionándolos como si
quisiese beber de ellos. Una de sus manos me tenía aferrada del trasero empujándome contra
su erección, y la otra acunaba uno de mis pechos entre sus dedos… ¡por dios! Me estaba
haciendo perder la cabeza…
— Parecen más grandes —murmuró contra mi piel.
— ¿Qué? —pregunté confundida.
— Tus pechos… parecen más grandes…
— ¡Cállate! —dije atrayendo su cabeza hacia la mía y haciendo chocar nuestros labios.
Lo empujé contra la pared del frente mientras desabrochaba la hebilla de su pantalón y
luego su cinturón, metí la mano bajo su ropa interior y agarré su miembro excitado. Edward
gimió en mi boca, y la mano que continuaba en mi trasero agarró con fuerza mis braguitas y
me las arrancó. Ahogué un grito cuando sus dedos buscaron entre mis pliegues y se enterraron
en mí de un solo golpe. Recargué mi cabeza en su hombro totalmente abrumada por el cúmulo
de sensaciones.
Naobi Chan
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Imprevistos

Edward aprovechó para hacernos girar y colocarme de nuevo contra la pared, alzó una de
mis piernas poniéndola a la altura de su cintura, entendí en seguida en mensaje y de un salto
rodeé su cintura por completo con mis piernas. Sentí la punta de su miembro en mi sexo, y no
tuvo cuidado, simplemente me penetró de un empujón. Grité de placer y clavé las uñas en sus
hombros, retorciendo a tela de la camisa que todavía tenía puesta.
Comenzó a embestir contra mi cuerpo, mi cabeza daba vueltas y mi corazón quería salírseme
del pecho… ¡madre dios! Y yo quería estar cenando unos minutos atrás… ahora estaba
agradecido a cualquier divinidad que estuviese al cargo de mi destino por dejarme encerrada
de nuevo en un ascensor con él.
Me acerqué a su cuello y lo mordí con fuerza, gruñó y aumentó la fuerza de sus embestidas,
haciéndome gritar su nombre como nunca lo había hecho. Sentía como mis entrañas se
retorcían en torno a él, como su miembro invadía mi interior provocando que una oleada de
placer azotara mis sentidos y me hiciera perder la conciencia.
Mi orgasmo estaba cerca, y podía deducir por sus gruñidos y gemidos que el suyo también,
me dejé llevar, grité su nombre una vez y tuve que cerrar mis ojos con fuerza ante la magnitud
de lo estaba sintiendo. Dejé mi peso muerto sobre sus hombros, Edward se deslizó de rodillas
contra el suelo conmigo todavía aferrada a su pecho. Jadeamos en busca de aire por lo que me
parecieron horas, pero seguro que solo fueron unos minutos. Me aparté un poco de él y sonreí
mirando sus ojos, me devolvió la sonrisa y besó mis labios con dulzura.
— Eso ha sido… —dejé la frase incompleta.
— WOW… —la finalizó él.
Minutos después nos acomodamos la ropa y nos volvimos a sentar en el suelo, abrazados,
besándonos cada pocos segundos. Admitiendo silenciosamente que los ascensores y las
señales formaban parte de nuestra vida… una media hora después el ascensor comenzó a
ponerse en marcha, nos pusimos en pie y yo acomodé mi pelo intentando parecer
presentable. Las puertas se abrieron dejando ver al hombre de mantenimiento
completamente asombrado.
— Lo siento señor Masen, no sabía que había alguien dentro, de haberlo sabido habría
apurado un poco más al repararlo —dijo el hombre con la mirada gacha.
— No se preocupe— lo tranquilizó Edward—, no ha pasado nada de gravedad. Que pase
buena noche.
Me miró y me dedicó una de sus sonrisas torcidas, que delataba que estaba recordando lo
que pasó en ese ascensor minutos atrás.
Naobi Chan
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Imprevistos

Capítulo 19

Dos días después de nuestra "declaración" en el ascensor, les comunicamos a todos nuestro
compromiso en la comida familiar en la mansión de los Cullen. Abrazos de Esme y Carlisle,
gritos de alegría por parte de Alice y gruñidos por parte de Emmett… hasta llegó a mascullarle
al oído a Edward algo parecido a "un dedo por cada lágrima" llevándose un zape por parte de
Rose que resonó en todo el comedor.
Todos habían aceptado la noticia muy bien, la verdad es que no era para menos, solo era
necesario ver nuestras sonrisas de felicidad para saber que una boda no sería un error en
nuestro caso. En ese momento me lamentaba terriblemente el haber hecho a Edward esperar
por mi "sí" demasiado tiempo, pero después llegué a la conclusión de que si algo te cuesta el
doble de esfuerzo, cuando lo consigues lo valoras más… esperaba que Edward pensase igual.
Charlie fue otro cantar, después de ponerse completamente blanco, después de cambiar a
rojo… morado… y finalmente se quedó mudo mirándonos con una cara que no reflejaba sus
sentimientos. Salimos de mi antigua casa con una sensación agridulce, Charlie no se había
enfadado en exceso, pero tampoco se había ilusionado, lo que me daba a entender que le
había decepcionado, que quizás esperaba una negativa hacia de Edward de mi parte… pero ya
estaba hecho, no iba a negarme a mi felicidad cuanto la estaba tocando con la punta de los
dedos. Así mi padre no estuviese de acuerdo con ello, con el tiempo entendería que estaba
haciendo lo correcto.
Y ahora estaba allí, en mi despacho. Un par de días después de nuestra comida en casa de los
Cullen estaba mirando fijamente la tableta de mis anticonceptivos con la angustia y la duda
pintada en mi cara. Sobraba uno. Hoy era el día que tenía que comenzar a tomar las pastillitas
azules en lugar de las amarillas, y cuál es mi sorpresa que al mirar en mi bolso… ¡llevaba un día
de retraso!
Estaba haciendo memoria, estrujándome las neuronas, obligando a mi cerebro a trabajar por
encima de sus posibilidades intentando recordar el día exacto que me olvidé de tomar mi dosis
diaria de hormonas. Llamándome estúpida mentalmente por olvidarme de hacer algo tan
importante y trascendental. ¿Cómo podía ser tan despistada? Llevaba años tomando esas
maltitas píldoras… ¿Por qué se me tuvo que olvidar una?
Pero no podía estar embarazada… ¿cierto? Tendría que notar algún síntoma… un cambio en
mi cuerpo, algo extraño. Y yo estaba perfectamente, como siempre. Solo un poco más cansada
de lo habitual por el exceso de trabajo… con un poco más de sueño por el estrés… tenía más
hambre de lo habitual por el estrés también… mis pechos eran más grandes porque estaba a
punto de tener el periodo… y esta mañana había vomitado la cena porque la comida china de
anoche me sentó fatal… seguro que le habían puesto algo raro al arroz.
Me quedé pensando en las posibilidades… y mi cara perdió todo el color… ¿cómo había
podido ser tan estúpida? ¡Todos esos síntomas eran de embarazo! Eso o una enfermedad
terminal… que esperaba no fuese el caso. Mis manos comenzaron a temblar y la tableta de
pastillas que tenía en mis manos cayó al suelo. ¿Y ahora que hacía? Podía tomarme la pastilla
que me quedaba y los cinco placebos y esperar a ver qué pasaba… pero serían seis días
demasiado largos… o, lo más lógico sería ir a una farmacia o un supermercado y comprarme un
test de embarazo para salir de dudas. Sí, la última opción era la más acertada.
Naobi Chan
111
Imprevistos

Me puse en pie dispuesta a ir a la farmacia del otro lado de la calle para acabar con todo,
pero en cuanto caminé un paso para coger mi bolso la puerta se abrió de golpe y mi muy
hiperactiva amiga Alice entró en mi despacho como una exhalación.
— ¡Hola Bella! —Saludó efusivamente— ¿A dónde vas?
— A… a… a tomar un café —contesté algo aturdida.
— ¡Genial! Te acompaño —canturreó alegre.
Salimos del despacho y nos metimos en la cafetería de la planta baja del edificio. Por mi
cabeza pasaban mil y una estrategias para deshacerme de Alice e ir a la farmacia a comprar lo
que necesitaba, pero ella no dejaba de parlotear haciendo que mis pensamientos no vagasen
tranquilamente y por lo tanto no se me ocurría nada lo suficiente bueno para que ella me
creyese y me dejase ir sola.
— ¿Qué van a tomar? —no preguntó Tyler, el camarero.
— Un cappuccino —dijo Alice sin dudar.
— Yo otr… un cacao —rectifiqué… si estaba embarazada iba a cortar drásticamente mi
ingesta de cafeína… era suficiente con un hiperactivo en la familia.
— ¿Un cacao? —Preguntó Alice enarcando una ceja —Tú nunca tomas cacao.
— Hoy me apetece —contesté en un murmullo desviando la mirada… Alice tenía el poder de
hacerme confesar hasta las veces que me hacía cepillado los dientes… y ese trago quería
pasarlo sola… fuese lo que fuese.
— ¿Estás bien? —me preguntó después de varios minutos en silencio, en los que solo ella
hablaba.
— Sí, sí… no te preocupes —contesté con una sonrisa forzada.
— ¿Seguro? —volvió a preguntar.
— Sí, sí, Alice… estoy bien.
— ¿Necesitas contarme algo? — ¡maldita enana! ¿Tiene un radar para saber cuándo alguien
tiene problemas?
— No, no… no es necesario —desvié la mirada a mi taza de cacao... intacta por cierto.
— ¿Seguro que estás bien? —volvió a preguntar visiblemente preocupada.
— Sí, sí… no te preocupes… de verdad. No pasa nada —intenté tranquilizarla.
— Y si no te pasa nada… ¿por qué no dejas de repetir el primer monosílabo cuando
contestas? —dijo cruzándose de brazos.
— No, no… yo no hago eso —y me quedé petrificada mirando a mi amiga de reojo.
Ella me dedicó una mirada de desaprobación… ya sabía que le estaba ocultando algo. Me
puse en pie bruscamente y cogí mi bolso dispuesta a irme y dejarla allí, si pasaba un segundo
más a su lado acabaría contándole todo, y la primera persona que tenía que saberlo después
de mí tendría que ser Edward, no Alice, la que se lo contaría a toda la familia en cuanto me
diese la vuelta.
Naobi Chan
112
Imprevistos

— Me voy Alice… tengo que hacer algo antes de volver a la oficina —dije atropelladamente.
— ¿El qué? —preguntó inclinándose sobre la mesa… mirándome fijamente.
— Ir a la farmacia —las palabras abandonaron mi boca precipitadamente… ¿pero por qué le
había dio la verdad? ¡Estúpida Bella, estúpida!
— ¿A qué vas a la farmacia? —volvió a preguntar demasiado seria para mi gusto…
Se lo olía… podía apostar a que la enana adivina ya se imaginaba algo parecido, por eso había
venido justo ese día a visitarme, por eso me estaba mirando cómo si me hubiese salido un
tercer ojo en la frente. "O quizás solo está preocupada porque tu comportamiento es
extremadamente raro" dijo mi conciencia… a la que obligué a callarse con un gruñido. Piensa
rápido Bella… una excusa convincente para Alice.
— Voy a comprar mis pastillas anticonceptivas… ya sabes, para no tener un susto —dije
palmeando mi vientre e internamente llamándome los peores insultos que conocía por ser tan
estúpida.
— Te acompaño —dijo poniéndose en pie de un salto.
— ¡No! —grité, a lo que ella dio un salto hacia atrás y casi tira a un camarero que pasaba a su
lado en ese momento— La chica que atiende en el mostrador viste fatal… y tendré que volver
a esa farmacia… así que si me avergüenzas explicándole las últimas tendencias de Vogue, no
podré volver a mirarle a la cara sin avergonzarme —en parte era verdad… las gafas que se
ponía esa chica debían de tener veinte años como poco.
— Está bien —dijo con renuencia— iré a ver a mi primo… no tardes y ten cuidado al cruzar la
calle.
Diez minutos después estaba entrando en el ascensor con aquella maldita caja en mi bolso…
una caja que parecía pesar dos toneladas… parecía imposible que ese pequeño palito dentro
de una pequeña cajita de cartón pesase tanto como el anillo único del señor oscuro. Llegué a la
oficina y me dejé caer pesadamente en el sillón. Había llegado la hora de la verdad… ¿y ahora
que hacía? ¿Esperaba hasta llegar a casa o lo hacía en el baño de la oficina? Miré el reloj y
todavía faltaban cinco horas para que pudiese irme a casa… ¡demasiado tiempo! Me volvería
loca si tenía que esperar todas esas horas estando en ascuas.
Me debatí durante varios minutos frente a la puerta que comunicaba mi despacho con el de
Edward. ¿Debía decírselo antes o después de hacerme es test? Podía escuchar como él y Alice
charlaban animadamente… si se lo dijese antes tendría que esperar a que ese pequeño duende
se fuese para poder hacerme el test… y para eso podría faltar una hora como poco. No podría
esperar tanto.
Salí del despacho aferrada a mi bolso como si fuese lo único que podía mantenerme en pie…
y casi lo era, porque mis piernas temblaban tanto que me sorprendía a mí misma de no estar
ya en el suelo.
— ¿Bella estás bien? —di un salto y casi tiro un ficus que había al lado de la mesa de Ángela.
— Sí, sí... no te preocupes —otra vez lo monosílabos repetidos… tranquilízate Bella…
tranquilízate.
Entré en el baño y me metí en uno de los cubículos individuales… abrí el bolso
apresuradamente haciendo que parte de su contenido se desparramase por el suelo. Después
Naobi Chan
113
Imprevistos

de meter todo abruptamente en el interior del bolso agarré la caja con las manos demasiado
temblorosas… temía que volvería caerme algo como continuase temblando así.
Mis manos temblaban demasiado sujetando con dificultad el prospecto, mis ojos penas
podían descifrar las diminutas letras con las instrucciones de uso. Respiré hondo un par de
veces para tranquilizarme… cuando conseguí descifrar las instrucciones rompí el envoltorio de
plástico y saqué al pequeño aparatito… lo sujetaba con solo dos dedos como si fuese un arma
de destrucción masiva o una granada a punto de explotar.
Como pude, haciendo malabarismos para no caerme del retrete, dejé que la punta del palito
se humedeciese de lo que tenía que humedecerse… ¿no podía haber un modo más asqueroso
de hacer eso? Los diez minutos de espera se me hicieron eternos, no dejaba de dar vueltas en
el pequeño cubículo como un león enjaulado mirando de reojo aquel palito amenazándolo
mentalmente para que no diese positivo.
Unos golpes en la puerta me sobresaltaron y casi acabo con las uñas clavadas en el techo por
el susto… ¿es que nadie sabe que no se debe molestar a una mujer cuando está esperando
para saber si está embarazada o no? Bufé y maldije entre dientes, acordándome de toda la
familia de la persona que estuviese al otro lado.
— ¡Está ocupado joder! —grité.
La alarma del móvil sonó indicándome que el tiempo de espera ya había acabado, y el resto
del mundo dejó de existir para mí. Agarré el palito con el indicador hacia abajo. Respiré hondo
un par de veces para tranquilizarme, o intentarlo al menos ya que no funcionó. Y lo giré
mientras me repetía mentalmente "dos rayitas sí, una rayita no" resoplé con fuerza y lo miré.
Una rayita…
Dos rayitas…
Positivo…
El palito marcaba positivo…
Estaba embarazada…
Estaba embarazada….
Iba a tener un bebé de Edward…
Me quedé paralizada varios minutos con el palito en la mano, mirándolo fijamente,
intentando hacerme a la idea de que dentro de mí ya había una personita… ¿qué dirá Edward
sobre eso? Comencé a temblar de nuevo… ¿y si no quería al bebé? Llevé mis manos a mi
vientre instintivamente intentando proteger a mi bebé de mis propios pensamientos… mi
bebé… era mi bebé… iba a tener un bebé…
Dos enormes lágrimas abandonaron mis ojos y rodaron por mis mejillas cayendo luego al
suelo. Volví a mirar el palito como si no creyese todavía que lo ponía era cierto… tendría un
bebé… con Edward. Metí el palito en el bolsillo de mi pantalón y cogí mi bolso saliendo del
baño a toda velocidad. Entré en mi despacho y tiré el bolso al sofá y caminado a zancadas
llegué hasta la puerta del despacho de Edward. Escuché a través de la puerta y ya no se oía la
voz de Alice.
Agarré el pomo con fuerza y me quedé petrificada… ¿cómo debía decírselo? Además que no
sabía el día exacto que me había olvidado de tomar la dichosa pildorita. Fui hasta mi sillón y
Naobi Chan
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Imprevistos

me senté apoyando los codos en la mesa y la cabeza en las manos… miré al suelo y vi otra vez
la tableta de mis pastillas. Comencé a hacer memoria una vez más, intentando recordar día a
día lo que había hecho el último mes, y… ¡oh! El día de la mudanza… entre el viaje en avión, la
cena con la familia y después el baño que me regaló Edward olvidé totalmente tomarme la
pastillita… ¡estúpida Bella! ¡Para una cosa importante que tienes que hacer… te olvidas!
Suspiré y me espatarré en el sillón… ya estaba hecho, no tenía nada de lo que lamentarme.
Ya estaba embarazada y no había vuelta atrás… un aborto no era opción, y deshacerme luego
de ese bebé dándolo en adopción tampoco, era una parte mí, ¡una parte de Edward! Había
sido creado con amor, no podía desentenderme de él y hacer como si no existiese. Y entonces
se me ocurrió el modo perfecto de darle la noticia a Edward, solo esperaba que él se la tomase
bien, me había dicho que quería tener hijos… pero algún día. ¿Sería hoy ese día?
Me puse en pie y salí hacia el despacho de Edward, la oficina estaba casi desierta porque
todos habían salido aprovechando su hora de comer. Entré en el despacho sin llamar y lo vi
con la nariz hundida en unos papeles, levantó la cabeza y me miró sonriendo.
— Hola cariño… ¿cómo estás? —dijo poniéndose en pie y caminando hacia mí— Alice me
dijo que estabas un poco rara.
Sonreí nerviosamente.
— Estoy bien… ¿has acabado? —pregunté.
— Dame un minuto que revise eses contratos y nos vamos a comer… —dijo con una sonrisa.
Asentí y me senté en el sofá de su oficina. Tenía los brazos cruzados y mi zapato
repiqueteaba insistentemente contra el suelo… sí, estaba nerviosa… ¿acaso no era algo normal
en mi situación? No todos los días le dices a tu prometido que estás embarazada… y menos
cuando ni si quiera tenéis fecha para la boda… mi ceño se frunció y mi ánimo cayó por los
suelos… boda… si finalmente nos casábamos tendría que ser pronto… me negaba
rotundamente a esperar a que el bebé naciese, y tampoco quería hacerlo con un bombo con el
que apenas me viese los pies.
— ¿Estás bien? —la voz de Edward me sacó de mis pensamientos y lo miré asustada.
— Sí, sí… no te preocupes —otra vez los monosílabos repetidos.
No me creyó, obviamente, nadie me conocía tan bien como él... dejó los papeles sobre la
mesa y poniéndose en pie estuvo a mi lado en un segundo.
— ¿Qué es lo que te preocupa? —preguntó con el ceño fruncido.
Suspiré y lo tomé de la mano con fuerza, mi bolsillo comenzó a pesar como lo hizo mi bolso
minutos antes, el palito me estaba volviendo loca. Lo arrastré hasta el ascensor y lo metí en él
de un empujón. Me miró extrañado sin dejar de arrugar su ceño. Presioné un botón al azar y el
ascensor comenzó a moverse.
— Bella… ¿qué pasa? —preguntó después de unos segundos.
Pulsé el botón que detenía el ascensor y este se detuvo con un movimiento brusco.
— ¿Qué haces? —preguntó asustado. Sin más sus ojos brillaron inexplicablemente y sus
labios surcaron una sonrisa torcida— ¿Vas a violarme? —preguntó sin perder la sonrisa.
Bufé y me crucé de brazos.
Naobi Chan
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Imprevistos

— Tengo que decirte algo —susurré mirando al suelo.


— ¿Y para eso me encierras en un ascensor? —pregunto divertido.
— Es un lugar importante en nuestras vidas… ¿no? —pregunté alzando mi mano izquierda y
señalando mi anillo de compromiso con la derecha.
— Cierto… a ver… ¿qué pasa? —preguntó abrazándome.
Me deshice de su abrazo y di dos pasos atrás mirándolo a los ojos.
— ¿Recuerdas el día que llegamos a Seattle? —Le pregunté, él asintió con una sonrisa—
¿Recuerdas el baño que nos dimos… y todo lo que pasó después?
Su sonrisa se ensanchó y volvió a abrazarme.
— ¿Cómo voy a olvidarlo? —susurró en mi oído besando mi cuello.
Cerré los ojos y aparté su cara un poco… si continuaba besándome así no podría
concentrarme en lo que tenía que decirle.
— Ese día olvidé tomar mi pastilla —dije en un susurro.
— ¿Cuál es el problema? —preguntó confundido.
Volví a alejarme dos pasos y lo miré de nuevo a los ojos.
— Estoy embarazada, Edward —susurré.
Se quedó estático, apenas parpadeaba, su boca estaba ligeramente abierta y me miraba
fijamente. Suspiré y me recargué en la pared tapando mi rostro con ambas manos… las
lágrimas inundaron mis ojos… sabía que la idea no le gustaría… tenía que ser algo planeado, en
lo que los dos estuviésemos de acuerdo, no algo tan… de repente. Sentí la manos de Edward
en mi cintura y después sus brazos rodeándome, apoyé la cabeza en su pecho y continué
llorando. Después de un tiempo, no sé exactamente cuánto, Edward me apartó y mirándome a
los ojos secó mis lágrimas con sus dedos.
— ¿No te gusta la idea? —preguntó en un susurro.
— ¿Por qué lo preguntas? —pregunté en un susurro.
— Estás llorando… no quiero que algo te haga triste.
— Lo siento… —musité— tendría que haber sido más responsable… ¡soy tan estúpida! Ahora
estoy embarazada por olvidarme de una maldita pastilla… —sorbí por la nariz y miré a Edward
a los ojos. No supe descifrar su expresión, por lo que seguí hablando—. No quiero que te
sientas obligado a nada… no tendrás que hacerte cargo del bebé si no quieres. Entiendo que
para ti sea algo que no planeabas y decidas hacerte a un lado, yo no quiero que…
— Para, para, para… —me detuvo poniendo un dedo sobre mis labios— ¿Me estás diciendo
que vas a tener a nuestro bebé?
— Por su puesto… aunque no haya sido algo meditado yo lo quiero… es parte de nosotros y
no podría deshacerme de él —contesté sin dudarlo.
Sonrió con fuerza y me besó. Y su pregunta de segundos antes comenzó a repetirse en mi
mente "¿Me estás diciendo que vas a tener a "nuestro" bebé?"
Naobi Chan
116
Imprevistos

Nuestro…
— Me haces el hombre más feliz del mundo —murmuró antes de volver a besarme.
Devolví su beso y luego me aparté para mirarle a los ojos.
— ¿Tú… tú… quieres…? —no me dejó terminar la frase y volvió a besarme.
— Por supuesto que quiero… me haces tremendamente feliz… —confesó mirándome a los
ojos— te amo, te amo más de lo que imaginé que podría querer a alguien… y ahora me vas a
dar el mejor regalo del mundo. Gracias.
Volvió a besarme y después se dejó caer de rodillas frente a mí, me abrazó por la cintura y
pegó su cabeza a mi vientre. Después de unos segundos levantó un poco mi blusa y comenzó a
besarme la tripa.
— Hola bebé —susurró contra mi piel— papá y mamá te aman muchísimo… así que tienes
que crecer sano y fuerte… te esperamos bebé.
Las lágrimas no dejaban de descender por mis mejillas… ¿podría alguien ser más feliz que
yo?
Naobi Chan
117
Imprevistos

Capítulo 20

Cuando salimos de aquel ascensor estaba como en una nube, Edward me llevó al restaurante
de la esquina, donde cominos con nuestras manos entrelazadas. Parecía imposible que
pudiese llegar a querer más a ese hombre, pero sí, día a día sentía como mi amor crecía más y
más por él, algo casi imposible, pero que él conseguía sin proponérselo. Después de comer en
completo silencio, solo nos mirábamos y sonreíamos… y así fuimos de nuevo hacia la oficina.
Cuando cruzamos la puerta Edward se detuvo frente a los escritorios de nuestras secretarias.
— Ángela, aplaza todo lo que tenga que hacer Bella esta tarde —dijo Edward—. Kate… por
favor, haz lo mismo con mi agenda.
— ¿Se tomarán la tarde libre? —preguntó Ángela ocultando una sonrisa.
— Así es— contestó Edward sonriéndole también.
Me tomó de la mano y me arrastró hasta el ascensor donde pulso el botón del último piso, el
parking. Se acercó a mí y envolvió mi cintura con sus brazos, me atrajo hacia su cuerpo y pegó
su frente en la mía.
— ¿A dónde vamos? —le pregunté en un susurro.
— A Forks.
— ¿Para qué? —volví a preguntar.
— Me gustaría que Carlisle te revisase, sé que quizás es un poco pronto, pero estaría más
tranquilo.
Simplemente asentí, en poco menos de dos horas nuestro futuro había dado un giro de
ciento ochenta grados, no me arrepentía de ello, pero era todo tan de improvisto que todavía
no me había hecho a la idea. Entramos en el coche de Edward y viajamos hacia Forks haciendo
mil panes, la habitación donde dormiría el bebé, como nos turnaríamos para atenderlo
durante las noches… en ese momento me pareció absurdo mi miedo a que Edward no quisiese
ser padre, con solo ver su sonrisa y su mirada mientras planeábamos nuestro nuevo futuro
para las tres, era suficiente para saber que estaba completamente feliz.
Llegamos al hospital algo más tarde de lo que había pensado, por lo visto Edward había
conducido con un poco más de prudencia, cuando le pregunté contestó que ahora
transportaba a sus dos tesoros, que tenía que tener el doble de cuidado. Algo que casi me hace
llorar… ¡malditas hormonas!
Entramos en el hospital con nuestras miradas entrelazadas, era evidente que éramos felices,
nuestras sonrisas se habían quedado permanentes en nuestros labios, y seguro que teníamos
hasta un brillo diferente en los ojos. Nos detuvimos frente al despacho de Carlisle, donde Jane,
su secretaria, nos detuvo.
— Por favor, soy Edward Masen, el sobrino del Doctor Cullen, ¿podría decirle que estoy aquí
con mi prometida? —preguntó en tono amable.
Yo solo pude sonreír ante como me llamó, después de todo, ser la prometida de Edward no
era algo malo, para nada, estaba completamente feliz ante ese hecho.
— El doctor los está esperando —dijo con una sonrisa de fingida, esas que tanto odiaba.
Naobi Chan
118
Imprevistos

Caminamos lentamente hasta el despacho y justo un segundo antes de que Edward tomase
el pomo de la puerta esta se abrió de repente mostrando a un sonriente Carlisle.
— ¡Hijo! —Casi gritó— ¡Qué sorpresa! ¿A qué debo el honor de esta visita? —preguntó
mientras se hacía a un lado para que pudiésemos entrar en su despacho.
Despacho que no estaba para nada como lo recordaba, las paredes blancas repletas de
cuadros ahora eran de un azul tan pálido que apenas se apreciaba, la ventana ahora tenía unas
cortinas celestes, y la mesa de caoba había sido sustituida por una de haya. Se percibía la
mano de Esme allí donde mirases, y la decoración minimalista en la estantería del fondo era
claramente del estilo de Alice.
— Hola Bella, cariño —dijo abrazándome— ¿no te habrás caído de nuevo, no? —preguntó
sonriendo.
Me sonrojé mientras reía nerviosamente… las pocas veces que había estado en el despacho
de Carlisle era precisamente por eso, porque mi torpeza me jugaba malas pasadas y acababa
necesitando atención médica.
— No, estoy perfectamente —musité.
— ¿Entonces? ¿A qué habéis venido? No me malinterpretéis, me alegro de veros, pero no es
habitual —dijo sin perder todavía esa deslumbrante sonrisa que lo caracterizaba.
Edward y yo nos sentamos en las dos sillas que había frente a la mesa de Carlisle, él se sentó
en su sillón habitual con las manos entrelazadas sobre la mesa. Edward tomó mi mano, que
temblaba ligeramente, no es que fuésemos a decirle algo malo, pero no podía imaginar cual
podría ser su reacción, después de todo, un embarazo cuando solo llevábamos poco más de
siete meses juntos podría sonar un poco precipitado, aunque para nosotros no lo pareciese.
— Me gustaría que revisases a Bella —susurró Edward mirándome.
— ¿Se encuentra mal? —preguntó con el ceño fruncido mirando en mi dirección.
— Algo así —murmuré mientras enrojecía de nuevo.
— Buenos… verás… —titubeó Edward, aunque no parecía nervioso, lo hacía para darle más
emoción o para que los nervios de mi estómago me jugasen una mala pasada, o quizás una
combinación de ambas— Bella está embarazada.
— ¡Oh! —el rostro de Carlisle estuvo inexpresivo durante unos segundos analizando la nueva
información— ¿Es por eso la boda? —preguntó poco después.
— No —me apresuré a explicarle—, me he enterado hoy… la boda fue una decisión que nada
tuvo que ver con esto.
— ¿Y estás segura? —me preguntó.
— Bueno… me he… me he hecho un test casero —balbuceé— además de los síntomas…
— Está bien —dijo ahora con una sonrisa—, ven a la camilla por favor.
Edward se puso en pie y me ayudó a hacerlo a mí también, nos acercamos a la camilla
mientras mis piernas temblaban extremadamente.
— Túmbate cariño y descúbrete el vientre —dijo con ternura—, vamos a hacer una ecografía
para asegurarnos de que ese test dice la verdad.
Naobi Chan
119
Imprevistos

Estaba nerviosa, no solo porque en unos segundos fuese a ver a mi hijo, en blanco y negro y
casi como si estuviese codificado, pero sería la primera imagen de mi hijo. Pero la actitud de
Carlisle no me ayudaba en nada. Era como si no me creyese, como si no estuviese seguro de
que lo que le decía era verdad. Edward tomó mi mano una vez que estaba tumbada boca
arriba y la camiseta recogida hasta el pecho y su enorme sonrisa me tranquilizó un poco.
Carlisle encendió el monitor del aquel aparato y con esa especie de auricular extendió aquel
gel tan frío por mi tripa. Me estremecí al instante, algo que no pasó desapercibido para nadie.
— Lo siento… —se disculpó Carlisle— a todo el mundo le molesta, pero está así de frío
siempre.
Negué quitándole importancia, y él comenzó a mover el aparatito por mi vientre, su
expresión neutra cambió de repente a una de sorpresa, y finalmente a una enorme sonrisa.
— Estabas en lo cierto cariño —dijo sonriendo— ¡enhorabuena! estás embarazada de unas
cinco semanas por lo que parece— se quedó pensativo durante unos segundos y después
comenzó a reírse.
— ¿Qué pasa? —preguntó Edward.
— Por lo visto Seattle, os ha sentado bien, es el tiempo que lleváis aquí ¿cierto? —dijo
riéndose ligeramente.
— Sí, la noche que nos mudamos fue un poco larga —dijo Edward acompañando sus risas
mientras yo me sonrojaba hasta un nivel casi insospechado.
— Bueno —dijo Carlisle después de pasar el ecógrafo durante unos minutos— todo parece
estar en orden, mira Bella —giró el monitor para que desde mi posición pudiese verlo mejor—.
Este es su corazón, late a una velocidad normal, no te asustes. Todo está bien, de verdad.
Mi mirada quedó trabada en esa imagen, ese pequeño garbancito que mostraba el monitor,
ese corazón que latía a un ritmo desorbitante, ese pedacito de Edward que estaba creciendo
en mi interior. No tardé en sentir las lágrimas descendiendo por mis mejillas, y esta vez no
eran solo las hormonas, era felicidad, estaba realmente feliz. Edward no tardó en acercarse a
mí y besarme, cuando lo miré sus ojos también estaban repletos de lágrimas… ¿se sentiría tan
feliz como yo?
— Cariño, recolócate la ropa mientras imprimo la imagen… cuando Esme la vea se va a morir
de felicidad.
— Haz varias copias… ya conoces a Alice —susurró Edward a lo que Carlisle asintió
efusivamente.
Un par de minutos después estábamos de nuevo sentados frente a la mesa de haya, Carlisle
miraba las impresiones embelesado, y todo mi nerviosismo de minutos atrás por su reacción
desapareció en cuanto me las extendió con los ojos vidriosos.
— Todo parece estar bien Bella, pero debes cuidarte. Nada de comida basura, debes
descansar y por favor… intenta no caerte —dijo sonriendo con picardía.
Me sonrojé de nuevo y Edward se rió por lo bajo, hasta que le di un codazo y estalló en
carcajadas.
— Tienes que ir a tu ginecólogo habitual y que te haga más exámenes —concluyó Carlisle.
Naobi Chan
120
Imprevistos

— Bueno… —titubeó Edward— me gustaría que tú llevases el control de su embarazo, si a


ella no le parece mal —dijo la última frase mirándome a los ojos.
— No hay problema —dije muy segura.
— Bueno... en ese caso tendrás que viajar mucho de Seattle hasta aquí —dijo sonriendo de
nuevo—, ese bebé será prácticamente mi nieto, así que quiero vigilarlo de cerca. Tendrás que
hacerte unas analíticas, te las haré el sábado por la mañana, así no tendrás que madrugar
mucho para venir hasta aquí.
— ¿Sangré? —pregunté en un murmullo.
— Es solo un pinchacito Bella… y es necesario para saber si necesitas vitaminas o algún otro
suplemento a parte del ácido fólico y el iodo que te voy a recetar ahora mismo.
Asentí resignada… lo que sea por mi pedacito de Edward.
— ¿Tenéis algo que hacer? —nos preguntó segundos después, a lo que ambos negamos—. A
Esme le encantaría que os quedarais a cenar, así Bella descansa un poco, no tiene buena cara.
Así pues, unos minutos después estamos cruzando la puerta la mansión Cullen una vez más,
algo extraño, ya que era lunes y apenas dos noches atrás había estado ahí, pero Esme nos
recibió tan amorosa como siempre, con sus abrazos, sus sonrisas y esas palabras tan dulces
que te hacían derretir el corazón.
— ¿Chicos que hacéis aquí? —preguntó cuando ya estábamos sentados en el sofá de la sala.
— Bueno… tenemos algo para ti —dijo Edward metiendo la mano en el bolsillo de su
chaqueta, donde había guardado las impresiones que le había dado Carlisle.
Le extendió la imagen y Esme la miró durante unos segundos, hasta que sus ojos se abrieron
extremadamente y me miró asombrada.
— Cariño… —susurró mientras se sentaba a mi lado y me abrazaba — ¿cómo estás? Dios
mío… ¿de verdad? Madre mía… no puedo creerlo… ¿pero es de verdad?
— Sí —susurramos Edward y yo a la vez.
— Pero… ¿de cuánto? —preguntó todavía con la mirada perdida.
— Cinco semanas —dijo Edward orgulloso.
— Dios mío… es maravilloso, ¡enhorabuena mis niños! —gritó abrazándonos a los dos a la
vez— Ve a tumbarte un rato mi niña, seguro que estás cansada del ajetreo del viaje en coche y
luego el hospital —dijo mirándome con esa mirada de madre que te hacía sentir como una
niña.
Me despedí de Edward con un ligero beso en los labios y subí hasta su habitación, me tumbé
en la gran cama, sobre el cobertor dorado, mirando al techo mientras una de mis manos
inconscientemente acariciaba mi barriga… el día anterior a ese misma hora estaba todavía
trabajando, totalmente ajena a lo que estaba pasando en el interior de mi cuerpo y hoy… era
algo precipitado, algo que ni si quiera nos habíamos planteado, pero por lo que parecía a
ambos nos hacía muy felices, eso sin hablar de Carlisle y Esme, estaban encantados… se
portarían como unos verdaderos abuelos.
Naobi Chan
121
Imprevistos

La puerta de la habitación se abrió y Edward entró sentándose a mi lado en la cama, sin decir
nada se acercó a mi vientre y comenzó a depositar pequeños besos en él. Yo acariciaba su
cabello mientras sentía como unas pequeñas lágrimas salían de mis ojos y descendían por mis
sienes humedeciendo mi pelo.
— Gracias —susurró alzando la mirada y clavando sus verdes ojos en los míos.
— Yo también debería dártelas a ti... sola no habría podido —susurré yo también.
— Tienes razón… yo también he colaborado —dijo sonriendo—. Me haces muy feliz… en
menos de una semana he conseguido que te cases conmigo y que me des un hijo… es mejor
que si me hubiese tocado la lotería.
Lo agarré por la corbata e hice que se tumbase a mi lado, me rodeó con sus brazos por la
espalda y descansó sus manos en mi barriga, yo suspiré y cerré los ojos.
— Te amo —suspiré.
— Yo os amo más… seréis mis princesitas… las dos— dijo contra la piel de mi cuello.
Yo me giré y lo miré ceñuda.
— ¿Y qué si es un niño? —pregunté fingiendo molestia.
— Se lo regalamos a Emmett para que le enseñe a jugar al futbol… yo quiero una niña… que
se parezca a ti, así que ya sabes lo que tienes que hacer —dijo señalando mi barriga.
— ¿Le regalarías el niño a Emmett? —pregunté siguiendo sus broma.
— Claro… yo quiero una princesita, si es un niño se parecerá demasiado a mí, y créeme… te
volverías loca con un terremoto como ese —dijo entre risas.
— A Emmett se le murieron cuarenta peces en tres meses cuando estábamos en la
universidad… ¿crees que lo dejaría a cargo de nuestro hijo? —pregunté.
— ¿Cuarenta?
— Pez arriba... pez abajo… sí, prácticamente cuarenta. Cada uno tenía nombre e historia
propia... mejor no le preguntes porque te contaría toda su biografía completa.
Estalló en carcajadas mientras hacía que la cama vibrase con él.
— Está bien —dijo un poco más relajado—, si es niño lo volvemos a meter hasta que se
vuelva niña.
Yo lo miré sonriendo y con una ceja alzada.
— ¿Sabes que el sexo del bebé depende de los hombres? —Pregunté a lo que él me miró
escéptico— Sí… es el espermatozoide el que determina si será niño o niña… así que no culpes a
mí.
— Ok, ok… —contestó en un gruñido— no es necesario discutir porque sé que será una
niña… sé que será igual que tú y también sé que la amaré tanto como te amo a ti.
Cuando iba a contestarle unos suaves golpes en la puerta nos interrumpieron.
— ¿Puedo pasar? —preguntó Esme desde el pasillo.
Naobi Chan
122
Imprevistos

— ¡Claro, pasa! —contestó Edward.


— Es que… bueno… —titubeó—, acaba de llamar Alice, no sé cómo ha sabido que estabais
aquí pero se ha apuntado a la cena…
— Bueno… —dijimos Edward y yo a la vez.
— Pero es que está con Emmett y él también quiere venir… —susurró Esme.
— Está bien… cena familiar en la casa Cullen… —dijo Edward con desgana— Yo si fuese tú
comenzaría a cobrar por cena… con Emmett te harías millonaria en poco tiempo.
Esme comenzó a reír mientras negaba con la cabeza saliendo por la puerta de nuevo.
— Descansad un poco, os avisaré cuando esté lista la cena.
— Gracias —susurramos.
La puerta se cerró y yo apoyé mi cabeza sobre el pecho de Edward. Poco a poco mis ojos se
fueron cerrando y me quedé completamente dormida.
Naobi Chan
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Imprevistos

Capítulo 21

Cuando me desperté Edward no estaba a mi lado, me incorporé lentamente hasta ponerme


en pie y comencé a caminar hacia la puerta, mi cabeza comenzó a dar vueltas y tuve que
apoyarme en uno de los muebles para no caerme. La puerta se abrió de repente y Edward al
verme cruzó la habitación en dos zancadas y me tomó en brazos.
— ¿Estás bien? —preguntó preocupado.
— Sí… no te preocupes… —lo tranquilicé— ¿Dónde estabas?
— Estaba hablando con Esme y haciendo un par de llamadas —me dejó sobre la cama y besó
mi frente.
— ¿Algún problema en la oficina?
— No… todo está bien… y ahora que hablamos de la oficina… señorita vas a cambiar tu
horario, solo trabajarás por las mañanas y la tarde la dedicarás a descansar —dijo
desafiándome con la mirada.
— Ya lo había pensado… y tienes razón —admití sonriendo.
Nos quedamos unos minutos abrazados, solo disfrutando de la compañía del otro. Recordé
sus palabras y quise saciar mi curiosidad.
— ¿A quién llamabas antes? —pregunté alzando la cabeza para mirarle desde su pecho.
Suspiró y me miró sonriendo…
— No te enfades —susurró.
Me tensé y me enderecé en la cama como impulsada por un resorte…
— ¿Por qué habría de enfadarme? —pregunté con el ceño fruncido.
— Porque te estoy preparando una sorpresa… —admitió desviando la mirada.
Yo gemí y me dejé caer sobre su pecho de nuevo.
— Sabes que no me gustan las sorpresas… —susurré.
— Lo sé, pero esta te encantará… o eso espero —lo último lo dijo casi para sí mismo— pero
debo pedirte un favor.
Volví a enderezarme y lo miré con los ojos entrecerrados.
— No le digas a nadie todavía sobre el bebé… quiero que sea una sorpresa para todos.
— ¿Y qué ganaré con eso? —pregunté haciendo un mohín.
— ¿Que te quiera mucho el resto de mi vida? —contestó con otra pregunta.
— Así que… si no accedo, no me querrás… —afirme.
— Sí lo haré… pero con menos ganas —sonrió.
— Chantajista —dije poniéndome en pie lentamente y caminé hacia la puerta.
Naobi Chan
124
Imprevistos

— ¿A dónde cree que va Señora Masen? —preguntó poniéndose en pie también.


— A comer… y todavía no soy la señora Masen… —refunfuñé.
— Ya falta menos… —susurró para sí mismo.
La semana pasó lentamente, yo dejé de trabajar por las tardes y solo lo hacía por las
mañanas, Edward cada tarde después de volver del trabajo me traía una rosa roja que ponían
en un jarrón al lado de mi cama. Nunca creí que mi vida cambiaría tanto en tan poco tiempo,
pero en solo una semana había dejado de ser simplemente Bella Swan, para convertirme en la
futura señora Masen y también en la próxima madre de los hijos de Edward. Me daba un poco
de miedo y en ocasiones me sentía abrumada, pero me tranquilizaba al darme cuenta de que
era Edward de quien estaba hablando, todo saldría bien a su lado.
Hoy era viernes… abrí los ojos después de una noche de descanso y me encontré con la
mirada divertida de Edward que me sonreía desde el otro lado de la habitación, intenté
enderezarme en la cama pero un leve pinchazo en el estómago me indicó que no era buena
idea, quise volver a mi posición inicial pero tampoco dio resultado… sentí como mi estómago
se ponía del revés y tuve que ir a la carrera hacia el baño. No tardé en sentir las manos de
Edward acariciándome la espalda, como lo hacía cada mañana cuando pasaba eso… me
gustaba pensar que estaría conmigo siempre en ese sentido.
Mientras me lavaba los dientes crucé mi mirada con la suya, él estaba sentado al borde del
jacuzzi mientras se abrochaba la camisa, me miraba con culpa, como cada vez que las náuseas
me hacían doblarme sobre el retrete, pero esta vez la culpa era mayor, había algo de temor en
sus ojos y eso no me gustó nada.
— ¿Qué pasa? —pregunté con el ceño fruncido.
Se puso en pie detrás de mí y pasó sus manos por mi cintura y las dejó descansando sobre mi
vientre.
— Prométeme que harás lo que te pida sin preguntar nada —susurró en mi oído y luego
comenzó a dejar besos por mi cuello y por mi hombro izquierdo.
— ¿Por qué debería acceder a eso? —pregunté con un hilo de voz.
— Porque me amas… porque confías en mí… porque quieres que mi sorpresa salga perfecta
y porque gracias a ello nos querremos toda la vida —vi como su mirada brillaba mientras
cruzaba sus ojos con los míos a través del cristal y no pude negarme.
— Está bien… pero espero que no me tortures… —suspiré.
— Esme vendrá en media hora a buscarte para ir de compras —abrí la boca para protestar
pero él me giró y puso un dedo sobre mis labios para silenciarme—, le he pedido
expresamente lo que quiero, así que no valdrán de nada tus protestas de "esto no me gusta" o
"esto no lo quiero".
— ¿Y qué se supone que compraré? —pregunté en un gruñido.
— Esme lo sabe… solo haz lo que ella te pida —besó mi frente y se miró al espejo para
intentar recolocarse los mechones rebeldes de su pelo.
— Menos mal que has dicho Esme y no Alice… no soportaría un día de compras con ella —
murmuré.
Naobi Chan
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Imprevistos

— Esme será buena… os cuidará muy bien —acarició mi tripa y me besó profundamente en
los labios antes de salir del baño.
Esme me tuvo dando vueltas por todo el centro comercial, si creía que ir de compras con
Alice era una tortura ir con Esme no era distaba mucho de ello. Me hizo probarme mil vestidos
diferentes… cada vez que la dependienta traía uno y me lo ponía encima ella solo negaba con
la cabeza, señal que la chica utilizaba para traer el siguiente. Esme era más tranquila que Alice
pero más selectiva, no se dejaba guiar por mis protestas y parecía saber muy bien lo que
Edward quería que comprase.
Una hora después ya ni siquiera miraba el vestido que me ponían ,estaba agotada
psicológicamente y ya todo me daba igual, me dejaba hacer mientras la chica me ayudaba
ponerme un vestido más, para después escuchar la negativa de Esme y resoplar en respuesta…
si yo me encontraba cansada la dependienta no era otra cosa… me puso un vestido más y yo
ya estaba por arrancarme la tela a girones y salir de allí corriendo, aunque fuese en ropa
interior, cuando Esme dio un grito ahogado, la miré y tenía los ojos vidriosos y se estaba
tapando la boca con ambas manos.
— ¡Ese! ¡Ese es exactamente lo que estaba buscando! —gritaba emocionada mientras
intentaba disimular unos débiles saltitos, en ese momento me di cuenta de donde salía la
energía de Alice, aunque Esme la tenía un poco camuflada… ahí estaba, exactamente igual a la
de su hija.
Me miré al espejo y mi boca se abrió de la impresión, era un vestido precioso, blanco con
motivos color bronce y dorados. Me miré atentamente al espejo y no podía creer que la que
estaba allí era yo, el vestido parecía hecho a medida ajustándose perfectamente en los lugares
precisos, gracias al embarazo mis pechos estaban un poco más rellenos y mis caderas un
poquito más pronunciadas, tenía poco más de un mes y todavía no era evidente más que por
los síntomas, pero mi cuerpo ya comenzaba a sufrir los cambios.
Después de que Esme pagase el vestido bajo mis protestas sin dejarme siquiera ver el precio,
salimos de la boutique y me arrastró hacia otra tienda. Cuando la vi gemí y me puse de cuatro
tonos diferentes de rojo… ¿cómo iba a entrar con Esme ahí?
— No te avergüences tonta… yo vengo aquí a menudo aunque no lo creas… Carlisle lo
agradece —susurró en mi oído.
— Esme… —protesté en un susurro poniéndome más colorada todavía.
Ella no me escuchó y me arrastró a Victoria Secret mientras intentaba ignorar mis protestas.
Prefiero no hablar sobre lo que me obligó a comprar allí. Agradecí enormemente el poder salir
de ese lugar, ya que todas las dependientas conocían a Esme y pensar que ella iba allí a
comprarle cosas a Carlisle… me daba escalofríos. Era demasiada información para mí.
— ¿A dónde vamos ahora? —pregunté cuando estábamos en el coche y tomábamos un
camino diferente.
— A Forks —dijo con tranquilidad.
— Pero… —miré el reloj— ya es tarde… ¿Edward va directo hacia allí?
— Algo así —contestó evadiendo mi pregunta.
Cuando llegamos a la mansión Cullen Alice y Rosalie estaban allí, pero no había rastro de los
chicos. Cuando les pregunté dónde estaban me dijeron que tendrían una noche de hombres
Naobi Chan
126
Imprevistos

los tres solos, que nosotras aprovecharíamos también y haríamos una pijamada. Cundo
pregunté de quien había sido la idea las dos señalaron a Esme, que sonreía satisfecha por
algún motivo desconocido para las tres.
La noche pasó entre risas y confesiones, una pijamada con todas las letras… fue maravilloso
poder compartir tiempo con mis amigas, hacía mucho que no teníamos tiempo las tres solas.
Aunque echaba terriblemente de menos a Edward, sobre todo a la hora de dormir, cuando me
metí en su cama y en lugar de su cuerpo tuve que poner una almohada para poder dormir
abrazada a algo para no sentirme tan sola.
A las diez de la mañana Esme me despertó con unas suaves caricias, me desperecé con
desgana y me sorprendí cuando vi mi desayuno descansado sobre la mesita de noche.
— Desayuna rápido que no tenemos mucho tiempo —me alentó con una sonrisa.
— ¿No tenemos tiempo para qué? —pregunté confundida mientras mordía mi tostada.
Esme volvió a sonreír y se sentó a mi lado tomando una de mis manos entre las suyas.
— Edward no me deja decirte, pero quiere que te pongas preciosa para esta tarde… tiene
una sorpresa para ti —me dijo mientras sus ojos brillaban.
— ¿Y no puedes decirme nada…? —pregunté.
Negó con la cabeza mientras fruncía los labios.
— Al principio me negué a ayudarle, toda mujer tiene derecho a planear algo así… pero
cuando me dio sus razones no pude negarme… te ama muchísimo Bella… —confesó
emocionada— no sé como lo has hecho pero está loco por ti, nunca lo había visto así.
Mi corazón se estrujó con esa información, sabía que Edward me amaba, me lo decía y
demostraba cada día, pero que otra persona me lo confirmara hacían que miles de mariposas
revolotearan en mi estómago y se me hiciese un nudo en la garganta.
Después de desayunar Alice y Rosalie entraron también en la habitación para ayudar a Esme
a arreglarme. Tuvimos que hacer una parada a media mañana para que vaciara el contenido de
mi estómago, no soportaba los síntomas de mi embarazo en momentos como ese… por suerte
las chicas lo achacaron a los nervios por la sorpresa de Edward, y pude mantener en secreto mi
embarazo hasta que Edward quisiese decírselo a todos. No entendía el punto… pero si él lo
quería así, yo no tenía ningún problema.
Eran las cinco y media de la tarde y yo ya estaba completamente lista… aunque no sabía para
qué, me miré al espejo una vez más y lo que vi me dejó asombrada… el vestido se veía
hermoso, Alice y Rosalie por órdenes estrictas de Esme recogieron mi cabello dejando algunos
mechones caer en perfectos tirabuzones sobre mis hombros. Llevaba unos zapatos con un
tacón de infarto y me sonrojé cuando recordé que Esme me había obligado a ponerme la ropa
interior que compramos la pasada tarde.
Suspiré y miré por la ventana. Era un día soleado… algo muy extraño en Forks, los rayos de
sol golpeaban contra la piel desnuda de mis brazos y hombros y me daban un ligero calorcito.
Vi que comenzaban a llegar algunos coches, Jasper y Emmett se bajaron del jeep del último,
vestidos con un chaqué, me sorprendió, pero no sé hasta cuanto porque no tenía ni idea de lo
que Edward había planeado esta tarde. Alice y Rosalie, perfectamente arregladas y enfundadas
en unos preciosos vestidos, irrumpieron algo enfadas en la habitación, sobre todo Alice, que
no dejaba de farfullar entre dientes.
Naobi Chan
127
Imprevistos

— ¿Qué pasa? —pregunté.


— ¡Esme! —Bramó Alice, nunca utilizaba el nombre de pila de su madre mas que cuando
estaba enfada con ella… algo que parecía en ese momento— ¿Te puedes creer que no me ha
dejado salir al jardín? Se supone que la sorpresa es para ti, pero solo ella y Edward saben lo
que va a pasar.
Me reí de mi amiga, aunque yo no estaba mucho más intrigada que ella. Volví a mirar por la
ventana y me sorprendí al ver la patrulla de Charlie avanzando por el camino de entrada a los
Cullen, y me sorprendí todavía más cuando vi el Aston Martin de Edward estacionado al lado
del Mercedes de Carlisle… ese coche era sagrado para él, solo lo utilizaba en ocasiones
especiales… mi nerviosismo aumentó al darme cuenta de eso… ¿qué habría planeado?
Esme entró en la habitación algo emocionada, miró su reloj y yo por acto reflejo miré el mío,
eran las seis. Echó a las chicas de la habitación y ellas se fueron murmurando maldiciones,
cerraron la puerta a su salida y luego oí un grito ahogado de Alice. Miré a Esme pidiendo una
explicación pero ella le restó importancia negando con la cabeza. Me tomó de las manos y me
miró a los ojos, podía ver en ellos que estaba muy emocionada, pero no sabía el motivo.
— Tengo algo para ti —susurró mostrándome una caja.
Cuando la abrió tuve que jadear de la impresión, dentro había una gargantilla de oro blanco
con diamantes engarzados.
— Fue de la madre de Edward, me dijo que te la diese hoy, a mi hermana Elisabeth le
hubiese encantado ver esto… es una joya muy antigua y él quiere que la tengas tú —dijo
mientras luchaba para que no se le saliesen las lágrimas.
Yo solo pude tragar en seco intentando aliviar el nudo que se había formado en mi garganta.
Me colocó la gargantilla y después de abrazarme me instó a que saliésemos de allí. Cuando
baje las escaleras mi padre me estaba esperando en ellas. Vestido también de traje y con una
sonrisa imborrable, además del mismo brillo de emoción en sus ojos que tenía Esme.
— ¿Qué haces aquí? —le pregunté cuando me abrazó.
— Cumplir órdenes —dijo… ¿feliz?
— ¿Qué tipo de órdenes? —la curiosidad era suprior a mí.
— Ahora lo sabrás… ¿me acompañas? —me dijo mostrándome su brazo.
Me aferré a él con fuerza, los zapatos me daban miedo, cuando estábamos a punto de salir al
jardín Alice y Rosalie nos abordaron impidiéndonos el paso. Ambas sonreían radiantes y me
miraban de un modo extraño.
— Toma Bella —me dijo Alice colocándome unos pendientes con unas piedras azules
preciosas— los compré para mi graduación y quiero que los tengas tú —pude ver una lágrima
saliendo de sus ojos, pero enseguida se encargó de hacerla desaparecer sin que su maquillaje
se viese afectado.
— Esto lo quiero de vuelta —dijo Rosalie sorbiéndose los mocos. Me colocó una pulsera en la
mano izquierda y luego me miró a los ojos sonriendo.
— ¿Me queréis decir que está pasando? —pregunté con voz temblorosa.
— Ahora lo verás —dijeron a coro.
Naobi Chan
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Imprevistos

Me abrazaron y salieron de nuevo al jardín, miré a mi padre y él sonreía con tristeza.


— ¿Qué pasa? —pregunté.
— Que te has hecho mayor muy pronto —dijo con voz ronca por la emoción.
— Papá, eso ya…
— ¡Phil! Coloca bien esa flor… que se va a caer —chilló una voz… esa voz… ese Phil…
— ¿Mamá está aquí? —pregunté con el ceño fruncido.
— No podría perderse este día —susurró mi padre.
— ¿Pero qué está pasando? —pregunté exasperada.
Charlie no contestó, solo comenzó a caminar y yo como todavía estaba agarrada a su brazo
fui tras él. Cuando salimos al jardín mi boca se abrió de la impresión. Era la hora del crepúsculo
y todo el cielo estaba teñido de un rojo brillante. De los arboles colgaban farolillos azules y
blancos iluminando tenuemente el jardín. Había flores… muchas flores que endulzaban el aire
con su olor. También había sillas, colocadas estratégicamente formando un pasillo. Al final de
pasillo estaba él, Edward, vestido con un chaqué negro y aparentemente muy nervioso. Se me
congeló el aire en la tráquea… estaba deslumbrante, sabía que Edward era guapo pero esa
tarde estaba… impresionante. Después de un carraspeo de mi padre en el que adiviné que mi
boca llevaba abierta demasiado tiempo pude apreciar quien estaba al lado de Edward… ¿el
pastor?
Todas las piezas fueron encajando poco a poco en mi cabeza, la petición de Edward:
"Porque me amas… porque confías en mí… porque quieres que mi sorpresa salga perfecta y
porque gracias a ello nos querremos toda la vida"
La alegría de Esme al encontrar el vestido perfecto:
"¡Ese! ¡Ese es exactamente lo que estaba buscando!"
Sus palabras cuando le pregunté que estaba tramando Edward:
"Al principio me negué a ayudarle, toda mujer tiene derecho a planear algo así… pero cuando
me dio sus razones no pude negarme… te ama muchísimo Bella…"
Algo viejo:
"Fue de la madre de Edward, me dijo que te la diese hoy, a mi hermana Elisabeth le hubiese
encantado ver esto… es una joya muy antigua y él quiere que la tengas tú
Algo prestado:
"Esto lo quiero de vuelta."
Y algo azul:
"Toma Bella —me dijo Alice colocándome unos pendientes con unas piedras azules
preciosas— los compré para mi graduación y quiero que los tengas tú"
La presencia de mis padres, que todos estuviesen vestidos tan elegantes… la verdad me
golpeó como un mazo en mitad del pecho, haciendo que mi corazón comenzase a bombear a
Naobi Chan
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Imprevistos

toda prisa. La sorpresa de Edward era nuestra propia boda… Sentí las lágrimas descendiendo
por mis mejillas ¿podría alguien ser más… perfecto?
Charlie me dio un apretón en la mano y comenzamos a avanzar lentamente, yo no fui
consciente de lo que hacía, solo podía ver los ojos de Edward, que me miraban con tanto amor
que creí que de un momento a otro me daría un colapso. Cuando estuvimos frente a frente mi
padre puso mi mano sobre la suya y él suspiró complacido. Y yo sentí que ese era mi lugar…
junto a Edward, tomada de su mano.
La ceremonia fue corta, dije los votos tradicionales porque evidentemente no pude
prepararme otros, Edward igual que yo, prometió amarme y respetarme hasta que la muerte
nos separase. Y con una hermosa sonrisa deslizó la alianza en mi mano izquierda. Sentí como
mi mundo, que hasta ese momento era un caos, se calmaba, todo era como tenía que ser y
estaba en el lugar que debía estar. Ahora era la señora Masen y estaba muy orgullosa de ello.
Después de abrazos, lágrimas y felicitaciones de toda la familia, las sillas desaparecieron
dejando una improvisada pista de baile, Edward me puso en el centro y rodeando mi cintura
con sus brazos comenzamos a bailar el vals.
— Te amo —susurró besando mi frente.
— Y yo a ti —contesté entre lágrimas— ¿cómo y cuándo se te ha ocurrido todo esto? —le
pregunté.
Suspiró y besó mis labios con ternura.
— La tarde que te quedaste dormida en mis brazos después de saber que estabas
embarazada —confesó.
— De eso hace solo cinco días… ¿te ha dado tiempo a prepararlo todo? —inquirí muy
sorprendida.
— Esme me ha ayudado mucho.
— Eres… increíble.
La fiesta pasaba en calma, era como si el mundo se hubiese detenido para que nosotros
pudiésemos disfrutar de ese día sin ningún tipo de impedimento. Hasta que llegó el momento
del brindis, no era una boda usual, así que Edward fue el encargado en esta ocasión, se puso
en pie y golpeó la copa con la cuchara, todos se giraron y lo miraron curiosos, y a mí se me hizo
un nudo en el estómago al imaginarme lo que diría.
— Familia… —comenzó— muchas gracias por estar aquí en un día tan importante para
nosotros. —me miró y yo sonreí—, pero hoy no solo estamos celebrando nuestra boda —me
tendió la mano y yo la tomé poniéndome en pie— tenemos que deciros algo más aparte de
eso.
— Que te vas le luna de miel… eso ya lo sabemos, Eddie —bramó alguien.
— No solo eso, Emmett… —rio Edward— próximamente seremos una más en la familia.
— ¿Una más? —Pregunté enarcando una ceja— Creo que ya habíamos hablado de eso…
— Sí... es "una" más y no me discutas —susurró.
Naobi Chan
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Imprevistos

Todos nos miraban sin decir nada, con una sonrisa dibujada en sus ojos, menos Emmett que
se podía ver claramente como estaban funcionando los engranajes de su cerebro intentando
encontrar una explicación ante esa noticia. Alice y Rose se abalanzaron a abrazarme con
lágrimas en los ojos, en seguida fueron arrolladas por Renée que me abrazó con tanta
delicadeza como si me fuese a romper. Después se acercó Charlie, algo reticente y con una
mirada extraña, pero me abrazó y me sonrió con ternura. Jasper fue el siguiente, seguido de
Phil y un muy confundido Emmett.
— ¿Quién más se casa? —preguntó frunciendo el ceño.
Rose se acercó a él y le dio un zape, él se sobó el golpe y la miró con los ojos entrecerrados.
— Bella está embarazada, idiota —le dijo casi gruñendo.
— ¿Qué? —Sus ojos se abrieron desmesuradamente y taladró a Edward con la mirada —¡Te
dije que no le hicieses daño! —lo amenazó.
— Emmett cariño —susurró Rosalie—, daño es lo menos que él le ha hecho para que esté
así.
— Rose… Bella no puede… ella no… Edward es… ¡no puede ser! —balbuceaba.
— Emmett —lo llamé—, ven aquí —abrí los brazos y el corrió a abrazarme.
— Lo voy a matar, lo voy a matar —mascullaba contra mi pelo —sí, sí, tú ríete ahora, que
después te voy a matar… —le decía a Edward.
— Emmett… —lo regañé— ya basta.
— Pero Bella… no puedo dejar que te haga eso y se quede de rositas… —se quejó como un
niño.
— No se queda de rositas… se ha casado conmigo, ¿qué más podría hacer?
— ¿Por eso la boda? —preguntó Charlie— Me dijiste que no estabas embarazada, ¿Y ahora?
— Papá… cuando decidimos casarnos no sabíamos nada del embarazo todavía… para
nosotros también ha sido una sorpresa —intenté tranquilizarlo.
Después de una conversación larga y tendida, intentando tranquilizar a Emmett y Charlie,
Edward me ayudó a subir a su coche y salimos de la mansión Cullen.
— ¿A dónde vamos? —pregunté en un susurro.
— A Port Ángeles, he reservado una suite en un hotel —dijo mirándome.
No dije nada más, sabía que discutir con él sobre temas de dinero era una causa perdida, y
no tenía ganas de enfrascarme en una conversación en la que sabía que acabaría perdiendo.
Después de hacer un viaje de una hora en poco más de cuarenta minutos Edward bajó del
coche y le dio las llaves al aparcacoches amenazándolo duramente con la mirada en plan "te
cortaré las piernas si le pasa algo" pero pareció controlarse.
Entramos en el hotel y ya subimos directamente hacia la suite sin parar en recepción, lo que
me demostró una vez más que Edward tenía todo más que planeado. Antes de cruzar la
puerta, Edward me tomó en brazos para cruzar el umbral de esta mientras reía.
— ¿No se supone que eso se hace en nuestra casa? —pregunté riendo.
Naobi Chan
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Imprevistos

— En casa ya lo haremos otro día… —susurró.


En cuanto entramos en la habitación estaba todo casi a oscuras, solo iluminado por unas
velas colocadas en diferentes puntos de la estancia. Edward me dejó en el centro de esta justo
enfrente de la cama, una cama enorme y con un precioso dosel de encaje blanco, a juego con
el edredón. Se alejó unos pasos y fue hacia el equipo de música poniendo una suave canción.
(Música: Http:/www.youtube.com/watch?v=M4RyBqoFnNk )
Se volvió a acercar a mí lentamente y me tomó de la cintura volviendo a bailar.
— Te amo —susurraba en mi oído— ahora eres mi mujer.
Yo me estremecía entre sus brazos, podía sentir sus manos quemándome incluso a través de
la tela del vestido. Podía sentir sus labios marcando mi piel por mi cuello y mis hombros. Podía
sentir como mi corazón palpitaba desbocado en mi pecho. Como la sangre circulaba
velozmente por mis dedos como si fuesen mil hormiguitas. Podía sentir dos mil mariposas
revoloteando en mi estómago y también podía sentir un nudo en la boca del estómago.
— Sólo mía… —decía su voz.
Edward se balanceaba elegantemente mientras mi cuerpo seguía su ritmo mediante
impulsos, porque mi consciencia quedó en algún lugar al otro lado de la puerta, solo era un
amasijo de músculos y piel entre sus manos, solo podía sentir el amor que me quemaba hasta
los huesos, la pasión que se desbordaba por mi ropa interior, y eso solo con su simple
presencia frente a mí.
— Mi mujer —volvió a susurrar.
— Te amo —contesté con voz entre cortada.
Edward se apartó ligeramente y me miró a los ojos, apenas pude soportar el escrutinio de
esos ojos verdes que me hipnotizaban, sentí como mi alma se desnudaba ante él girón a
girón… entregándome totalmente y sin medida. Sonrió de lado haciendo que mi corazón se
saltase un latido y me besó dulcemente en los labios.
— ¿Apenas te he tocado y ya estás en este estado? —preguntó engreído.
Le golpeé en el hombro e hice un mohín.
— Son las hormonas… ya lo sabes —mascullé.
— Las hormonas… ya —susurró antes de atacar mi cuello con su boca.
Sus labios se deslizaban lentamente por mi piel, humedeciéndola y haciéndola más sensible
al contacto de su aliento, cerré los ojos y me aferré a su chaqueta con fuerza, si no fuese
prácticamente imposible juraría que podría tener un orgasmo tan solo con el contacto de sus
labios en mi cuello. Se acercó a la zona sensible de mi clavícula y me arañó con los dientes. Yo
gemí… gemí vergonzosamente en lo que las manos se Edward avanzaban decididas hacia la
cremallera del vestido y después hacia el cierre del cuello.
No me quedé quieta y deshice su pajarita, desabrochando sus botones justo después, deslicé
la camisa junto con su chaqueta por sus hombros, él me soltó de la cintura y mi vestido
descendió por mi cuerpo llegando a mis tobillos. Edward jadeó por la impresión. No llevaba
sostén ya que el vestido no lo necesita, solo una tanguita y un liguero blanco me cubrían.
Colocó sus manos en mi trasero y me apretó a él con fuerza mostrándome lo excitado que
Naobi Chan
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Imprevistos

estaba, yo también gemí cuando su erección chocó con mi vientre. Mis manos se movieron
frenéticas hasta su cinturón y me deshice de él en pocos segundos.
Edward estaba con su bóxer y yo todavía con mi ropa interior, cuando me cogió en volandas
y me tumbó en la cama. Se tumbó también a mi lado y comenzó a besar cada parte de mi
cuerpo que esta descubierta. Se puso de rodillas entre mis piernas y me miró sonriendo. Se
inclinó sobre mí y atacó mis labios con fiereza. Agarró una de mis manos poniéndolas sobre mi
cabeza, la otra la siguió. Después se alejó sonriendo con picardía, intenté mover mis manos
para retenerlo, lo último que quería era que se alejara, pero no pude, mis manos estaban
atrapadas. Cuando levante la vista sobre mi cabeza mis muñecas estaban atadas con un
pañuelo de seda.
— Edward… —lo llamé con voz ronca — ¿Qué…? —tragué saliva— ¿Qué es esto?
— Solo disfruta, amor —susurró contra la piel de mi pecho.
Su lengua se enredó en uno de mis pezones y perdí la noción de todo. Solo era consciente de
sus manos, trazando líneas sobre mi piel, líneas que después seguían sus labios. Miles de
gemidos, suspiros y gritos salían de mi boca. Fue desnudándome poco a poco, con cada
centímetro de piel que dejaba descubierta recibía un beso que electrizaba mi sistema nervioso.
Tardé muy poco en estar desnuda frente a él, que alejó mirándome con la adoración pintada
en sus ojos.
— No puedo creer que tenga la suerte de tenerte solo para mí —dijo con la voz
enronquecida.
Yo solo pude suspirar, sus dedos comenzaron a deslizarse por mi pliegues, explorando esa
zona de mi cuerpo que conocía tan bien… tanto que sabía exactamente lo que hacer para
volverme loca. Mientras sus dientes torturaban uno de mis pezones, introdujo dos dedos en mi
interior haciendo que mi espalda se arquease en respuesta. Grité su nombre y una fina capa de
sudor comenzó a cubrir mi cuerpo.
— Estás siempre tan lista para mí… —ronroneó en mi cuello.
— Edward… suéltame… por favor —supliqué.
Negó con la cabeza y se posicionó entre mis piernas de nuevo, cara a cara conmigo,
abrasándome con sus dos orbes completamente oscurecidos por el deseo. Me penetró
lentamente, haciendo que disfrutase de su longitud centímetro a centímetro, el aire abandonó
mis pulmones y me sentí desfallecer. Mis paredes lo apretaron con fuerza como abrazándolo,
invitándolo a quedarse en ese lugar para siempre. Comenzó a embestirme, con cada roce, con
cada beso, con cada "te amo" salido de sus labios yo sentía que volaba más y más alto.
Mis manos se retorcían intentando liberarse, quería abrazarlo, acercarlo más a mí, hacer que
su cuerpo se fundiese con el mío. Era mi marido, mi marido… solo mío… mío…
Con un movimiento rápido de su mano las mías se liberaron y pude rodear sus hombros por
fin, acercándolo más a mi pecho, enterrando mis uñas en su espalda y haciendo que gruñera
contra mi cuello. Sentí el placer inundando mis venas, acabando con la poca cordura que me
quedaba en ese momento, enterré mis uñas con más fuerza en su piel y grité su nombre
mientras me dejaba llevar. Edward se dejó caer a mi lado y me abrazó con fuerza, me acomodé
en su pecho y suspiré complacida.
— Te amo… —lo oí susurrar —ahora duerme señora Masen, mañana será otro día.
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Imprevistos
Naobi Chan
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Imprevistos

Capítulo 22

Dos semanas después de la boda ya habíamos vuelto a Seattle de nuestra luna de miel. Cada
segundo que viví al lado de Edward fue maravilloso. Viajamos a Italia, visitamos Roma,
Florencia, Nápoles, Venecia y para rematar pasamos un par de días en Volterra, con unos
familiares lejanos de Edward.
Cuando regresamos una muy efusiva Alice nos esperaba en el aeropuerto preparada para
hacernos un interrogatorio de tercer grado, del que me libré porque el viaje me había cansado
tanto que me quedé dormida en el trayecto hasta casa. Estaba tan dormida que Edward pudo
cargarme y meterme en la cama sin que yo me enterase.
Pero eso pasó hace un par de días, al día siguiente de nuestro regreso Edward me obligó a ir
a Forks con él para que Carlisle me revisara y viésemos el estado de nuestro pequeño. Volvió a
hacerme una ecografía y yo me quedé atontada mirando el monitor mientras dos lágrimas
descendían por mis mejillas… no podía creer que todo eso me estuviese pasando a mí. En
apenas un año de estar sola y abandonada por Jake pasé a tener una familia, a un marido
como Edward y aun futuro prometedor a manos de nuestro bebé… no podía pedir más.
Pero todo lo bueno es corto y ese día volvía a retomar mi trabajo como la señora Masen.
Cuando baje del ascensor en la planta correspondiente le sonreí a Ángela que me esperaba
con un café preparado para mí, y cuando iba a entrar en mi despacho me detuve
abruptamente, en mi puerta ya no se leía el nombre de Isabella Swan, ahora ponía Isabella
Masen. La sonrisa que se dibujó en mis labios era tan grande que creo que mostraba todos mis
dientes.
Ángela no dijo nada, solo esperó pacientemente con una sonrisa a que mi atontamiento se
pasase y entrase en mi despacho. Cuando lo hice ella entró detrás de mí y dejó el café sobre mi
mesa. Lo miré durante unos segundos… me apetecía una café y aunque Carlisle no me lo había
prohibido explícitamente, yo tenía la ligera sospecha de que si me pasaba con la cafeína
tendría una pequeña copia de Alice… y no quería eso para mi hijo.
— Ángela —dije con un suspiro—, llévale el café al señor Masen y a mí tráeme un té… por
favor.
Me miró durante unos segundos con una mirada suspicaz y luego se sentó en la silla,
extendió la taza de café hacia mí y me sonrió.
— Sé que te apetece… ¿por qué no lo tomas? —preguntó.
Yo suspiré, nadie en la oficina sabía de mi embarazo, todo se habían sorprendido de que
entre el compromiso y la boda pasase apenas un par de semanas, pero nadie sospechaba que
yo estuviese embarazada… excepto Ángela, que la conocía muy bien y era capaz de oír como
los engranajes de su cerebro comenzaba a unir las piezas del rompecabezas.
Desde que ella me dijo que estaba embarazada nuestra relación se había reforzado más,
ahora nos tuteábamos cuando no hablábamos de trabajo y cuando descubrí que también yo
estaba embarazada pasaba el día preguntándole como se encontraba intentando encontrar
alguna similitud entre su embarazo y el mío.
— No debo tomar café —contesté escuetamente.
Naobi Chan
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Imprevistos

— ¿Algún motivo en especial? —preguntó enarcando una ceja.


Suspiré y la miré a los ojos, tenía una mirada divertida y estaba reprimiendo una sonrisa…
vaya que lo sospechaba.
— Estoy embarazada —susurré.
Ángela sonrió ampliamente, pero nada más... yo que estaba acostumbrada a la efusividad de
Alice y Rosalie, incluso Esme dio un grito de alegría cuando supo la noticia, así que la
tranquilidad de Ángela me dejó descolocada durante unos segundos.
— Lo sabía… —sentenció— ahora traigo su té, "Señora Masen" —remarcó sin dejar de
sonreír.
Salió de mi despecho lentamente y antes de que pudiese poner mi atención en los balances
que había en mi mesa esperando ser revisados, la puerta se abrió de golpe y mi mejor amiga,
ahora prima, entró como si fuese su propia casa y se sentó frente a mí cruzando sus piernas
elegantemente. La ignoré, no sabía lo que estaba haciendo en Seattle pero conociéndola
seguro que no era nada bueno, al menos para mí.
Como estuve varios minutos intentando descifrar un par de cuentas que no cuadraban y a
ella no le prestaba atención carraspeó audiblemente para que me diese por aludida… pero
continué ignorándola.
— ¿Qué quieres Alice? —pregunté con voz cansada.
— Hola a ti también, Bella —dijo indignada.
Suspiré y dejé lo que estaba haciendo para mirarla a los ojos.
— Hola Alice… ¿qué quieres? —volví a preguntar.
Ella bufó y se cruzó de brazos.
— Me abruma tanto entusiasmo… ¡Yo también me alegro de verte! —chilló irónicamente.
— Alice… —pero antes de que pudiese continuar la puerta de mi despacho se abrió y entró
Edward sosteniendo mi té.
Lo dejó sobre la mesa y miró a su prima con una ceja alzada.
— Hola Alice —dijo con voz suave— ¿a qué debemos tu grata presencia esta mañana?
Ahogué una risa sabiendo que él había escuchado parte de nuestra conversación y solo
estaba tomándole el pelo.
— Venía a secuestrar a tu mujer por un par de horas —dijo sonriendo en su dirección.
— Cuando dices un par de horas… realmente quieres decir lo que resta de mañana… ¿me
equivoco? —volvió a preguntar Edward.
— No te equivocas —confirmó.
Yo gemí y me hundí en la silla… ¿qué loca idea se le había ocurrido a ese duende
endemoniado?
— ¿Puedo preguntar que vais a hacer? —inquirió Edward con fingida inocencia.
Naobi Chan
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Imprevistos

— Claro que puedes preguntar primito —dijo Alice sonriendo con ternura—, pero no voy a
contestarte… al menos con la verdad.
No pude negarme, ella y Edward se confabularon en mi contra y después de tomar mi té,
más lento de lo normal tengo que admitirlo, Alice me sacó a empujones del edificio. Nos
subimos en su flamante porsche amarillo y yo gemí y me tapé el rostro con las manos cuando
deduje donde nos dirigíamos.
— ¿A dónde vamos Alice? —pregunté ya conociendo su respuesta.
— Como si no lo supieses Bella… ¡de compras! —chilló emocionada.
Bufé y miré por la ventana intentando ignorarla.
— No te hagas la difícil… necesitas ir de compras —refutó.
— No necesito ir de compras… ¡tengo ropa suficiente para los próximos seis meses sin
apenas repetir modelo! —contraataqué frustrada.
— En eso te equivocas querida "primita"… —negó sonriendo y remarcando mi nuevo título
para con ella— en seis meses estarás tan grande que no podrás meterte en esos pantalones
que llevas puestos… así que sí, concédeme el privilegio de tener la razón esta vez y reconoce
que sí que necesitas ir de compras.
Me quedé en silencio y viendo el perfil de Alice que tenía la mirada puesta en la carretera…
sí… en unos meses ya no cabría en la ropa… ¡dios! Me iba a poner enorme… ¡como una vaca!
No pude evitar que unas lágrimas traicioneras descendiesen por mis mejillas al darme cuenta
de ese hecho. Cuando descubrí que me había quedado embarazada ni si quiera pensé en los
cambios que sufriría mi cuerpo… ¿Qué iba a hacer ahora?
— Bella… ¿qué pasa? —preguntó Alice cuando estacionó el coche en el parking del centro
comercial.
— Las hormonas —intenté restarle importancia mientras movía mi mano
despreocupadamente.
— Me das envidia… —dijo Alice en un susurro.
Levanté la mirada a la velocidad de la luz para cruzarme con sus ojos tristes. Intenté buscar
un motivo por el que ella sintiese envidia por mí, pero no había nada... mi mente no era capaz
de encontrar algo que yo tuviese y que Alice no.
— ¿Por qué lo dices? —pregunté con curiosidad.
— Edward no te ama… te idolatra, te venera. Para él eres lo único importante —explicó.
— Jasper te mira igual que Edward me mira a mí, él te ama mucho Allie —la corté.
— Lo sé… —se quedó unos segundos en silencio con la mirada en sus manos— hace seis
meses que lo intentamos… pero no surte efecto.
Habló tan bajo que casi no pude oírla…
— No te entiendo… —dije sinceramente.
Alice me miró y solo pude ver tristeza en sus ojos.
Naobi Chan
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Imprevistos

— Jazz quiero un niño, hace más de un año que lo planeamos, y hace seis meses decidimos
intentarlo… pero nada… parece que no puedo —contestó mientras intentaba contener las
lágrimas.
No pude soportarlo y abracé a mi amiga mientras más lágrimas rodaban por mis mejillas…
¡malditas hormonas!
— Allie… no te preocupes —gemí en su pelo— a veces esas cosas necesitan su tiempo.
— A ti solo te bastó una vez… —dijo con voz entre divertida y triste… hasta pude imaginarla
haciendo un puchero, pero tenía la cara enterrada en mi pecho y no podía verla.
— Es que basta que no pienses en quedarte para que pase… no te obsesiones con el tema…
así lo harás más difícil —intenté tranquilizarla.
Se apartó y me miró con una media sonrisa.
— ¿Tú crees? —preguntó con una chispa de esperanza.
— ¡Claro que sí! La media está en un año más o menos, así que no te sales de ella —dije ya
sonriendo más ampliamente— y si no funciona puedes decirle a Jasper que le pida una clases
de cómo hacerlo a Edward… te puedo asegurar que es muy bueno.
Alice puso cara de horror y se tapó los oídos, cerró los ojos y comenzó a negar efusivamente
con la cabeza.
— No quiero saber más… demasiada información —murmuraba— ¡es mi primo... por dios!
Reí entre dientes y volví a abrazar a mi amiga, ella me devolvió y el abrazo y
sorprendiéndome colocó su cabeza sobre mi vientre pegando la oreja en él…
— ¿Me dejarás ser su tía favorita? —preguntó en un susurro.
— Claro… pero eso tendrá que decidirlo él mismo —contesté sonriendo.
— ¡Oh! —dijo alejándose un poco de mí y sonriendo con picardía— Ella lo hará, me querrá
mucho.
— ¿Ella? —Pregunté alzando una ceja— ¿Tú también?
— Será una niña... cúmplele el gusto a Edward —ahora sí pude ver uno de sus más famosos
pucheros en todo su esplendor.
No puede evitar reírme a carcajadas mientras las lágrimas todavía seguían rodando por mis
mejillas… no entendía a mis hormonas.
En el centro comercial Alice fue algo más comedida de lo normal, en lugar de arrastrarme
tienda a tienda simplemente me daba ligeros empujoncitos para que fuese en la dirección que
ella quería. Me llevó a Victoria Secret y me compró varios conjuntos de un par de tallas más
grandes de los que necesitaba normalmente, después fuimos a varias tiendas de ropa pre-
mamá en las que no dejaba de tirarme prenda tras prenda por encima de la cortina del
probador, y yo ya me las probaba mecánicamente sin fijarme apenas en lo que ponía. Estaba
probándome una blusa blanca que se ceñía en mis pechos y después se aflojaba cayendo hasta
mis caderas. Esa me gustó especialmente, era sencilla y ribeteada con una fina puntilla en el
dobladillo, así que me miré en el espejo más de lo que estaba haciendo con otras prendas.
— Allie —la llame.
Naobi Chan
138
Imprevistos

Ella asomó la cabeza por la cortina y sonrió al verme.


— ¡Estás preciosa Bella! —chilló.
Yo me ruboricé un poco y le hice un gesto con la mano para que bajase el volumen de la
voz—. Me gusta… pero solo me valdrá por un par de meses —dije poniendo cara de fastidio...
metí las manos bajo el dobladillo y estiré de la blusa hacia delante fingiendo un barriga
pequeñita—. Mira… es muy ajustada.
— No te preocupes por eso —contestó en tono indiferente—, volveremos pronto a
comprarte más ropa.
La miré como si estuviese loca y ella solo sonrió con inocencia…
Después de comprar cuatro enormes bolsas de ropa para mí, fuimos a una tienda de bebés…
Alice parecía prácticamente poseída. Cada vez que veía algo que le gustaba soltaba un grito y
escapaba corriendo. En una ocasión que la perdí de vista me abordó mientras miraba
distraídamente un par de zapatitos, mostrándome un vestidito rosa con un montón de lazos.
— Es un poco… no sé… ¿recargado? —pregunté dudosa.
— Tonterías —me contradijo— ¡Oh es genial! Esos zapatos le van genial al vestido… nos los
llevamos.
Metió todo en la cesta, que no sé de donde la había sacado, cesta que por cierto ya estaba
casi repleta de ropa de bebé… todo en tonos rosa.
— Alice… ¿Por qué… todo es rosa? —pregunté intentando mantener la calma... las hormonas
hacían que me enfadase por la cosa más tonta.
— Es una niña, Bella… lo sé —se tocó la cabeza.
— Alice —la llamé en tono de advertencia.
— Será una niña digas lo que digas —dijo con voz dura y entrecerrando los ojos.
Bufé y me di la vuelta mirando más zapatitos… por lo visto era lo único en lo que parecía
acertar.
— Me gustaría ver vuestra cara si sale niño —murmuré para mí misma.
— Se la cortamos y asunto solucionado —chilló sobresaltándome a lo que solo pude reír por
su ocurrencia tan parecida a las de Edward.
Después de arrasar con media tienda, de ropa rosa, Alice salió de allí dispuesta a tomarnos
un descanso para comer y reponer fuerzas, órdenes estrictas de Edward… algo de lo que me
alegré. Cuando nos sentamos en el restaurante después de pedir nuestra comida Alice metió la
mano en la bolsa de la tienda de bebés y sacó un vestidito blanco con un lazo azul a la altura
del pecho.
Se me encogió el corazón al ver algo tan pequeñito… y la verdad me dio de golpe, no es que
no fuese consciente de que estaba embarazada y tenía a mi garbancito creciendo dentro de
mí, tampoco es que no me hiciese feliz la idea de tener un vínculo que me uniese muchísimo
más a Edward, me hacía muy feliz. Pero en ese momento tuve una epifanía, fue cuando
realmente fui consciente de en donde me estaba metiendo.
Naobi Chan
139
Imprevistos

Tendría un bebé, un bebé mío, alguien me necesitaría para poder seguir vivo, alguien que
dependería de mí al cien por cien. No es que no tuviese idea de lo que era eso, ya que tuve que
cuidar de mi madre hasta que la madurez mental llegó a ella al casarse por segunda vez, pero
eso era diferente. Una personita estaba creciendo dentro de mí, gracias a mí, y a Edward
indudablemente. Pero yo era la responsable de esa personita por los próximos meses…
Pero pese a todas esas sensaciones que me embargaron de repente y sin avisar, me sentí
bien, sentí que era lo correcto, tendría un bebé, lucharía por él… sería feliz viéndolo feliz y
haría lo posible porque tuviese siempre una sonrisa en sus labios. Tomé el vestidito de las
manos de Alice y lo miré embelesada, acaricié tenuemente el lacito azul mientras un par de
lágrimas furtivas rodaban mejillas abajo. Tendría un bebé…
— Voy al baño —oí murmurar a Alice.
Asentí despreocupadamente mientras continuaba mirando el pequeño vestidito entre mis
manos… me parecía la cosa más bonita que había visto nunca… y mi bebé se lo pondría…
aunque tendría un pequeño problema si resultaba ser niño…
— ¿Bella? —una voz me sobresaltó.
Me sequé las lágrimas lentamente y alcé la cabeza para ver quién me hablaba y mi boca se
abrió por la sorpresa.
— Jacob —susurré a media voz.
Se quedó unos segundos mirándome sin decir ni una palabra. Me miraba con una mirada
triste y una leve sonrisa se dibujaba en sus labios. Yo no sabía cómo actuar, ya me había hecho
a la idea de Jake no formaría parte de mi vida, e incluso había olvidado porque debía guardarle
rencor. Mi vida con Edward era tan perfecta que los malos recuerdos me abandonaron por
completo.
— ¿Estás bien? —preguntó con tono inseguro.
— Sí… ¿por qué lo preguntas? —inquirí con el ceño fruncido.
— Estabas llorando —dijo señalado mis mejillas.
Me llevé la mano al rostro y sequé la humedad de mis pestañas con la yema de los dedos,
negué con la cabeza mientras reprimía una sonrisa al recordar mis antiguos pensamientos.
— Cosas de mujeres… ya sabes —contesté encogiéndome de hombros.
— Y… ¿qué tal has estado? —preguntó.
— Bien… —contesté sin más.
— ¿Puedo…? —dejó la pregunta sin acabar y señaló la silla donde antes estaba Alice sentada.
Asentí ausentemente mientras intentaba imaginar la reacción de mi amiga al ver a Jake
sentado en su silla y hablando conmigo.
— Quería hablar contigo —dijo de repente sacándome de mis pensamientos.
Lo miré con el ceño fruncido sin entender… hasta donde yo sabía entre nosotros ya había
quedado todo dicho.
— ¿Sobre qué? —pregunté reticente.
Naobi Chan
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Imprevistos

— Verás yo… —titubeó— quería disculparme por el modo en que salieron las cosas… pero no
estaba planeado.
Lo observé durante unos segundos intentando encontrar el mensaje escondido tras sus
palabras… no lo encontré y mi ceño se frunció más.
— Me alegro de que así sea —dije no muy segura de a dónde quería llegar con eso.
— Bella yo… estaba asustado —confesó bajando la mirada—, todo iba tan rápido… los
preparativos de la boda me abrumaron... bueno, Alice me abrumó con los preparativos. Estaba
agobiado, no quería hacerte pagar por todo a ti y por eso me alejé…
Ladeé ligeramente mi cabeza mientras lo miraba fijamente…
— ¿Abrumado? —Pregunté sorprendida— Te casaste con Leah tres meses después…
— Lo sé… pero… no es lo que parece —se pasó una mano por el cabello despeinándose,
enseguida lo comparé con Edward y ese gesto en Jacob no pegaba para nada, en Edward era
algo natural, a Jake… se le veía fuera de lugar—. ¡Me engañó! Me… me dijo que estaba
embarazada y yo le creí… ¡Diablos!
Me sorprendí ante su declaración y comprendí un poco más la apresurada boda… pero no
entendía porque me estaba diciendo todo esto ahora.
— ¿A dónde quieres llegar? —pregunté más enojada que intrigada.
Jacob parpadeó un par de veces confundido por mis palabras, pero con un resoplido volvió a
hablar.
— Me arrepiento de haberte dejado escapar… nunca he querido a nadie como te quiero a
ti… te amo… —susurró mirándome a los ojos.
Me sorprendí a mí misma totalmente indiferente ante sus palabras… era tan distinto a
cuando las pronunciaba Edward…
— Vuelve conmigo —continuó—, perdóname por favor… yo… yo he sido un estúpido y no…
no sabes cuánto me arrepiento.
Lo miré y suspiré pesadamente. No me gustaba hacer daño indiscriminadamente, y si las
palabras de Jake eran verdad, se lo haría sin remedio.
— Ya es tarde... —dije sin vacilar y sin arrepentimiento.
— ¿Por qué? —Preguntó—. Si ya no sientes lo mismo podemos intentarlo de todos modos…
intentaré conquistarte de nuevo, ser mejor para ti, yo sé que…
— Jake para —lo detuve—, me he casado… acabo de volver de mi luna de miel.
Se quedó en shock durante un par de minutos, le di su espacio y no dije nada mientras
esperaba que reaccionara. Cuando lo hizo parpadeó varias veces y tomó mi mano izquierda
entre las suyas, se quedó mirando mi anillo de compromiso y la alianza que ahora lo
acompañaba y una sonrisa triste surcó sus labios. Educadamente alejé mi mano de la suya y la
escondí en mi regazo, acariciando levemente la tela del vestidito del lazo azul y recordando a
mi bebé… además que no me gustaba esa cercanía tan repentina.
— Puedes divorciarte —dijo de repente—, yo lo he hecho.
Naobi Chan
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Imprevistos

Lo miré con una ceja enarcada… ¿estaba hablando en serio?


— No voy a hacer eso —dijo riendo histéricamente— no voy a divorciarme de Edward.
— Así que… el niñito rico ha ganado… —dijo con rabia mal camuflada.
— Aquí no ha ganado nadie Jake… tu dejaste escapar tu oportunidad… si hubieses sido más
hombre y hubieses afrontado cualquier problema que hubiésemos tenido, ahora serías tú el
que estaría casado conmigo. Pero no fue así, y ahora estoy felizmente casada con un hombre
al que amo y que me ama como nunca imaginé que podría pasar eso, vamos a tener una hija
en unos meses y soy completamente feliz. Así que si te importa un poco mi felicidad lo mejor
que puedes hacer es alejarte y reconocer que ya es tarde para nosotros —estallé conteniendo
la furia e intentando no ser demasiado brusca… aunque creo que no lo conseguí porque Jake
tenía una sombra cubriendo su rostro.
— ¿Estás embarazada? —preguntó entre dientes.
— Lo está —oí la voz de Edward a mi espalda y me sobresalté.
Me giré para mirarlo y me dedicó una sonrisa torcida, para después endurecer el gesto y
mirar a Jacob.
— Creo que lo mejor es que hagas caso de lo que dice mi mujer... ya es tarde, yo sí creo que
has perdido —dijo en tono neutro, pero dándole un toque amenazador que no me pasó
desapercibido.
Jake se puso en pie y con una mueca salió del restaurante a grandes zancadas.
Edward se sentó a mi lado y me envolvió en un abrazo que volvió a recolocar todas las piezas
en su lugar… allí era donde debía estar, entre sus brazos. Suspiré contra su pecho y cerré los
ojos mientras sonreía tontamente, sí, estaba enamorada de mi marido, pero eso no era un
pecado.
— Te amo —susurró contra mi pelo.
Un escalofrío me recorrió la espalda y sentí como cada una de mis células se despertaba ante
la mención de esas dos palabras. Me aferré con fuerza a la camisa entreabierta de Edward y
susurré un te amo de vuelta amortiguado contra su pecho. Unos segundos después, aunque
pudieron ser minutos porque yo estaba totalmente distraída se alejó de mí y me miró con una
sonrisa.
— Así que… —dijo en tono casual— estás felizmente casada —aseguró.
Recordé el pequeño discurso que le solté a Jacob y mis mejillas enrojecieron al darme cuenta
de que él lo había escuchado todo. Agaché la mirada y me cubrí con el pelo. No tardé en sentir
los fríos dedos de Edward en mi barbilla alzando mi rostro para nuestras miradas se cruzasen.
— Yo también lo estoy… en eso estamos empatados —dijo aturdiéndome.
Se acercó lentamente a mí y posó sus labios sobre los míos… suave, lento, torturador…
haciendo que me estremeciera y perdiese todo contacto con la realidad. Solo cuando se
separó y pude coger una gran bocanada de aire fue que me di cuenta de donde estábamos.
Nos quedamos en silencio unos segundos simplemente mirándonos a los ojos, siendo
interrumpidos por el camarero trayendo nuestra orden. Edward se comió el plato que había
pedido Alice sin rechistar y me percaté de que la pequeña duende había desaparecido
Naobi Chan
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Imprevistos

sospechosamente. Miré la silla vacía a mi izquierda donde descansaban nuestras bolsas y las
suyas también habían desaparecido.
— ¿Dónde está Alice? —pre pregunté a Edward con el ceño fruncido.
— Se ha ido… —dijo con la boca llena— la llamé para preguntarle donde estaban y me dijo
que nos dejaba solos para que comiésemos en intimidad.
Sonreí agradeciendo silenciosamente el gesto de Alice, que parecía conocerme tan bien
como yo misma.
— Una cosa —dijo tomando un sorbo de vino y aclarándose la garganta después—. Hay una
de las cosas que le has dicho al chucho que no voy a olvidar —sonrió.
— ¿El qué? —pregunte mientras repasaba mentalmente todo lo que salió por mi boca.
— Le has dicho que tendríamos una hija… HIJA —remarcó la palabra— ¿Ves? Finalmente me
das la razón y admites que será una niña —dijo en tono engreído y divertido.
Rodé lo ojos y seguí comiendo fingiendo que no había escuchado nada.
Naobi Chan
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Imprevistos

Capítulo 23

Estaba semidesnuda frente al espejo del baño, me miraba de perfil mientras una sonrisa
estúpida se dibuja en mis labios. Pasé la mano por mi tripa, que ya sobresalía de entre mis
caderas, y presioné un poco la "pelotita" sintiendo que estaba duro bajo mis dedos. En ese
momento el ataque de histeria de minutos atrás estaba completamente olvidado.
Me había vuelto loca cuando intenté ponerme unos pantalones y el cierre no llegaba si
quiera a tocarse, me sentí gorda… y no pude evitar que un par lágrimas saliesen de mis ojos…
yo y mis emocionales hormonas. Me quité el pantalón pateando salvajemente con mis piernas
maldiciendo entre dientes, pero todo cambió cuando me vi reflejada en el espejo… ¿cómo
podía estar enfadada por eso? Bajo ese bultito que me impedía ponerme mi ropa favorita
estaba mi mayor tesoro, no podría enfadarme con él… nunca.
La puerta del baño se abrió y Edward entró mirándome preocupado, yo apenas le presté
atención mientras continuaba viendo mi reflejo. Edward miró el pantalón tirado en el suelo y
del revés, algo arrugado y con visibles signos de violencia, me miró enarcando una ceja e
intentando esconder una sonrisa.
— Ya no me va —susurré señalando el pantalón con la barbilla.
Edward ya no pudo disimilar la sonrisa y me mostró ampliamente sus blancos dientes. Se
puso a mi espalda y colocó una mano sobre la "pelotita" acariciándome con la yema de sus
dedos.
— Estás hermosa… que un pantalón no te vaya es lo más normal —susurró en mi oído.
— Lo sé… —susurré de vuelta sin borrar esa sonrisa tonta de mis labios— es un poco
frustrante, pero no puedo quejarme.
Besó mi hombro haciendo que me estremeciera y después se metió en la ducha, dándome
un primer plano de su trasero reflejado en el espejo. Me mordí el labio inferior intentando
acallar de nuevo a mis hormonas… no solo estaba más emocional con el embarazo… también
tenía más ganas de sexo. Aunque en ese momento no era posible, teníamos que salir cuando
antes si queríamos llegar a tiempo a Forks, donde teníamos una cena familiar convocada por el
mayor de los Masen, Emmett.
Con un suspiro resignado, me cepillé los dientes distraídamente, eso sí, sin quitar la vista de
mi pelotita reflejada todavía en el cristal.
— ¿Sabes que no ayuda a mi cordura que todavía estés en ropa interior? —me preguntó
Edward con voz ronca parado a mi lado.
Lo miré a arriba abajo, estaba recién salido de la ducha, su pelo húmedo y desordenado, solo
una toalla anudada a su cintura cubría su cuerpo y las gotas de agua todavía resbalaban por los
músculos de su pecho… tragué en seco y me obligué a mirarlo a los ojos. ¿Él me estaba
hablando de cordura? ¿A mí? Sin más escupí la pasta de dientes que todavía tenía en mi boca,
y que se estaba mezclando inevitablemente con el exceso de saliva que estaba segregando, y
me enjuague la boca.
Salí del baño como alma que lleva al diablo y busqué en mi armario algunos de los conjuntos
que Alice me había comprado para cuando mi barriga fuese más prominente. Encontré unos
Naobi Chan
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Imprevistos

leggins negros y un vestido rosado, que acompañados de unas bailarinas estarían bien. Me lo
puse y al girarme Edward estaba completamente vestido y esperaba apoyado en el quicio de la
puerta ¿tanto me había tardado?
El viaje a Forks fue algo más largo de lo normal, no podía quitar de mi mente la imagen de
Edward recién salido de la ducha, y en más de una ocasión tuve que reprimir las ganas de
decirle que estacionara el coche en el arcén y me hiciese el amor allí mismo. Pero me centré
en que esa no era una actitud decorosa para una futura madre… y menos para una mujer de
veintisiete años casada, embarazada y con una carrera prometedora.
Cuando llegamos a la mansión Cullen salté fuera del coche para alejarme de la tentación lo
máximo posible, Edward me miró interrogante pero solo me encogí de hombros para que lo
dejase pasar. Entré como una exhalación y casi me arrepentí, Jasper y Alice estaban en el sofá
besándose, solo eran un amasijo de brazos y piernas enredados. Edward se puso a mi espalda
y viendo la escena frente a él carraspeó audiblemente. Alice y Jasper se separaron algo
avergonzados y se pusieron en pie para saludarnos.
— ¿Continuando con los intentos? —le pregunté a mi amiga en un susurro.
Ella solo enrojeció mientras bajaba la mirada… al menos no era yo la única vergonzosa de la
familia.
Después nos dirigimos hacia el comedor donde ya todos nos esperaban, nos sentamos a la
mesa y comenzamos a comer entre risas y bromas.
— ¿Y cómo está mi nieta? —oí que preguntaban.
Alcé la cabeza del plato como un resorte y con los ojos entrecerrados.
— ¿Esme tú también? — Pregunté haciendo un puchero—. Carlisle… diles a todos que el
sexo todavía no está claro… ¡me están volviendo loca con tanta niña!
Todos rieron ante mi queja, pero Edward me miró de reojo con esa mirada de "será niña, ya
lo verás" que tanto había visto los últimos meses.
— ¿Cuánto te falta para dar a luz? —preguntó tímidamente Rosalie.
Abrí mi boca para contestar pero ningún sonido salió de ella al darme cuenta de una cosa…
¿Rosalie avergonzada? ¿Rosalie, la Rosalie que yo tan bien conocía… estaba avergonzada? Algo
escondía…
— Rosalie Hale —dije en murmullo endureciendo la mirada.
Ella gesticuló un "después" que solo yo vi. Yo suspiré.
— Según el ginecólogo-abuelo —miré de reojo a Carlisle que me estaba sonriendo—, me
quedan unos tres meses más o menos.
— ¿Ya estás de seis meses? —preguntó Alice sorprendida.
Asentí con la cabeza algo avergonzada, desde que me había contado que ella quería también
un bebé y no lo conseguía me daba un poco de miedo hablar con ella sobre mi embarazo, no
quería hacerla sentirse mal con ello.
— Sí —dijo Edward orgulloso posando una mano en la pelotita—, pronto aumentará la
familia.
Naobi Chan
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Imprevistos

— Y que lo digas… —oí murmurar a Emmett, pero después ahogó un gemido y comenzó a
sobarse una pierna.
Miré a mi amiga y a su prometido con una ceja alzada pero ellos tenían la mirada clavada en
sus platos. Después de tomar el postre todos fuimos al salón a hablar en familia, yo
premeditadamente me situé detrás de Rose y tomé de la mano exigiéndole que me explicase
lo que estaba pasando, porque algo estaba pasando. La arrastré hasta la cocina y la acorralé
contra el frigorífico.
— ¿Qué está pasando? —le pregunté en un murmullo para que nadie nos oyese.
Ella no contestó y bajó la mirada a la vez que alzaba su mano izquierda. Ahogué un jadeo
cuando vi una alianza al lado de su anillo de compromiso.
— ¿Qué esto? —pregunté apresuradamente.
— Bella sabes lo que es… —me dijo cruzándose de brazos.
— Pero… ¿dónde? ¿Por qué así con tanta prisa? Rose… esto no es típico de ti, hay algo más
que no me estás diciendo —la amenacé con un dedo.
Ella volvió a bajar la mirada avergonzada por mis palabras, lo que me indicaba que estaba en
lo cierto. Pero el motivo tendría que ser de peso para que mi amiga, que siempre soñó con la
boda perfecta, decidiese casarse de improviso y sin avisar a nadie. Hasta que la resolución
llegó a mí y la miré con la boca abierta de la impresión.
— ¿Estás embarazada? —pregunté gesticulando con mis labios.
Ella sintió mientras una lágrima bajaba por su mejilla, pero a la vez una sonrisa se dibuja en
sus labios.
— ¡Oh Rose! —dije antes de abrazarla y llorar con ella.
Edward y Emmett aparecieron en la cocina en ese momento, seguro que preocupados
porque sus embarazadas mujeres estuviesen desaparecidas. Miré a Emmett y me sonrió como
un niño al darse cuenta de que yo ya conocía la noticia. No esperé más señal y me abalancé
para abrazarlo y darle la enhorabuena.
— No voy a detener a Edward si intenta matarte —susurré en su oído.
— ¿Por qué iba a hacerlo? —preguntó.
— Tú lo intentaste cuando nosotros te lo contamos… ahora será tu turno —sonreí con burla.
Al separarme vi que Edward nos miraba sorprendido, pero yo no le dije nada, no era mi
noticia… así que tomé a Rose de la mano y la caminé con ella por la cocina.
— Edward… ¿puedes llevarme un helado de vainilla? —pregunté sobre mi hombro.
Rosalie se detuvo y me miró con el ceño fruncido.
— Emmett… yo también quiero uno —dijo.
Nos sentamos en la sala y poco tardaron nuestros maridos en traernos un bote industrial de
helado de vainilla y dos cucharas. Ambas nos sentamos con las piernas cruzadas y devorando
el helado como si fuese lo más delicioso del mundo. Emmett y Edward nos miraban divertidos,
y pude apreciar un brillo diferente en los ojos de mi amigo cuando miraba a su ahora esposa.
Naobi Chan
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Imprevistos

Sin más, Emmett se puso de pie y se aclaró la garganta, en ese momento me di cuenta de lo
que pasaría… Alice. Ya quitando el hecho de que montaría en cólera al saber que le habían
robado otra boda, Rose estaba embarazada y ella no. Me puse en pie yo también y me acerqué
a ella disimuladamente, pero Edward estaba a uno de sus lados y Jasper al otro, por lo que no
pude hacer más que estar allí, cerca de ella.
— Veréis familia… —comenzó Emmett hablando con evidente nerviosismo— Rose y yo nos
hemos casado.
Alice jadeó y se llevó las manos a la boca. Vi como sus facciones fueron cambiando de la
sorpresa a la rabia y se iba poniendo cada vez más colorada.
— ¿Es que nadie en esta familia sabe casarse como dios manda? —preguntó chillando.
Emmett y Rose se encogieron levemente ante su repentino arranque, pero yo sabía que lo
peor todavía estaba por llegar.
— ¿Por qué tanta prisa cariño? —preguntó Esme con dulzura.
— Es que… —Emmett dudó y comenzó a rascarse la cabeza.
— Estoy embarazada —dijo Rosalie con voz firme.
Las reacciones de las personas que me rodeaban fueron más que dispares. Edward dio saltito
sorprendido, Carlisle miraba a Emmett y al vientre de Rose con una sonrisa, Esme lloraba a la
vez que sonreía, Jasper miraba al suelo y Alice… Alice felicitó a la pareja en un murmullo casi
inaudible y salió de la habitación sonriendo con tristeza.
— ¿Qué le pasa? —preguntó Rose.
— No es nada… —cuando dije eso Jasper me miró sorprendido, asentí indicándole que yo
sabía y volvió a mirar al suelo— iré a hablar con ella.
Salí de allí buscándola en el único lugar donde sabía que estaría. Su habitación… más
concretamente en su ropero, doblando y desdoblando su ropa. Cuando entré en la habitación
la encontré haciendo lo que esperaba, tenía una camiseta roja en sus manos que estaba
doblando con movimientos demasiado violentos.
— ¿Allie? —la llamé en un susurro.
— Estoy bien —contestó con un hilo de voz.
— Allie…
— Sé lo que vas a decirme… —me cortó— estoy bien, de verdad. Es solo que… no me lo
esperaba.
Me acerqué a ella y la abracé, se dejó hacer y recargó una vez más la cabeza en mi tripa, mi
pelotita se movió en respuesta y pateó ligeramente la cabecita de su tía. Alice sonrió.
— Mañana tenemos consulta con un especialista en Seattle —susurró—, me da miedo lo que
pueda decirme.
— Todo estará bien, Alice… —intenté tranquilizarla.
— Eso espero —dijo bajo su aliento.
Naobi Chan
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Imprevistos

Después cuando volvimos a la sala Alice felicitó a Emmett y a Rose como debía y ellos se lo
agradecieron con una enorme sonrisa. Estaban felices, otra pareja más que encontraba la
plena felicidad, solo esperaba que tanto Alice como Jasper también pudiesen encontrar la
suya.
Edward y yo estábamos entrando en casa después de un largo viaje de regreso desde Forks,
me sentía cansada, pero cuando observé como Edward se quitaba la chaqueta y desabrochaba
los primeros botones de su camisa mi cansancio pasó a un segundo plano.
— ¿Me vas a decir que es lo que te pasa? —preguntó mirándome.
— ¿A mí? Nada… ¿por qué?
— Llevas todo el día evitándome, cada vez que intento acercarme a ti buscas cualquier
pretexto para irte —dijo con el ceño fruncido
Suspiré y me acerqué a él lentamente, me puse frente a él y miré sus ojos intentando
transmitirle en esa mirada todo lo que pasaba por mi cabeza.
— Llevo todo el día pensando en esto —susurré.
Me puse de puntillas y comencé a besarle, comenzó con un beso lento, en el que intentaba
demostrarle cuanto lo quería, pero en cuanto sentí sus brazos en mi cintura profundicé el
beso, que se volvió necesitado y profundo. Haciendo que nuestras ropas comenzasen a
estorbar. Edward intentó estrecharme más contra su cuerpo, pero había algo que nos lo
impedía… nuestra pelotita.
Edward se alejó sonriendo y me tomó en brazos. Subió las escaleras conmigo como si pesase
una pluma y los siete quilos que había engordado no fuesen nada. Me tumbó en nuestra cama
y comenzó a desnúdame mientras me besaba. Cuando me tuvo completamente desnuda yo lo
ayudé a desnudarse a él.
— Así que… —dijo con un jadeo— llevas todo el día con ganas de hacer el amor conmigo y
por eso te alejabas —aseguró.
— No creo que tus tíos les pareciese muy ético que nos pusiésemos a hacer ese tipo de cosas
bajo su techo —contesté también con mi respiración acelerada.
— En Forks hay mucho bosque —dijo sonriendo con picardía.
— En Forks siempre hace frío —rebatí.
No dijo nada más. Hizo que me tumbase de lado y él se puso justo detrás de mí, sentí sus
labios dejando besos por mi espalda y sus manos acariciando mis caderas y descendiendo por
mis nalgas. Después acercó su mano hasta mi sexo y comenzó a masajearme. Gemí de placer,
él sabía muy bien cómo hacerme caer al embrujo de sus caricias, sabía muy bien lo que tenía
que hacer para que me volviese loca.
Cuando más cómoda estaba, y estaba casi rozando el orgasmo con la punta de los dedos,
alejó su mano y la deslizó por mi muslo. Lo agarró con fuerza y lo alzó colocando mi pierna
sobre la suya. Antes de que pudiese pensar en otra cosa me penetró desde atrás haciendo
cerrase los ojos y gimiese más alto de lo normal.
Comenzó a embestir lentamente mientras su mano comenzó a masajear mis clítoris como
momentos antes. Estaba en el cielo, podía sentir sus jadeos entrecortados en mi cuello, podía
sentir como sus músculos se tensaban cada vez que arremetía contra mí. Estaba cerca de
Naobi Chan
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Imprevistos

nuevo, Edward lo supo y aceleró el ritmo. Enseguida sentí como mis paredes se retorcían
alrededor de su miembro. Gritó mi nombre en mi oído y yo caí al abismo al que me
transportaban sus caricias.
Cuando conseguí volver al mundo real Edward estaba a mi lado, tumbado boca arriba con la
respiración todavía acelerada. Me acerqué a su pecho y apoyé la cabeza en él dejándome
envolver entre sus brazos.
— La próxima vez que tengas necesidad de algo así —susurró en mi oído—, solo dímelo y
buscaremos una solución, pero no te alejes… por favor.
Asentí con la cabeza y sonreí con mis mejillas encendidas.
Naobi Chan
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Imprevistos

Capítulo 24

— Edward… ¿puedes tranquilizarte? —le pregunté en un susurro.


— Estoy tranquilo —dijo despeinándose una vez más.
— Sí… mucho —rodé los ojos—, deja de tocarte el pelo entonces.
— Yo no me toco el pelo —volvió a despeinarse y yo enarqué una ceja—. Ok, ya lo dejo —
reconoció bajando la mirada.
— El doctor Cullen los espera —nos interrumpió la enfermera.
— Por fin…. —oí que murmuraba Edward.
Entramos en el despacho de Carlisle donde él ya nos esperaba con una sonrisa, sentado en
una silla tras su mesa.
— Siento el retraso… una emergencia —se disculpó.
Después de revisar mis exámenes levantó la mirada hacia mí y sonrió.
— ¿Probamos si hay suerte esta vez? —preguntó divertido y con ojos brillantes.
Yo suspiré y rodé los ojos.
— ¿Cuántas ecografías me habéis hecho este mes? ¿Cuatro? —pregunté.
— Una más no hará daño —susurró Edward poniendo cara de niño bueno.
— Nunca se deja ver… no sé porque lo hará esta vez —murmuré para mí misma.
— Quizás porque esta vez será diferente… —dijo Carlisle, Edward y yo lo miramos
interrogantes y él se encogió de hombros— ayer ha llegado un aparato en 4D, serás la primera
en utilizarlo —me miró sonriendo.
Edward abrió la boca para hablar pero se quedó mudo de repente. Yo lo miré no
entendiendo lo que pasaba.
— ¿Veremos su cara? —preguntó esperanzado.
— Algo así —contestó Carlisle—. No será una imagen perfecta como una fotografía, pero sí
más explícita que un simple ultrasonido.
La sonrisa que iluminó el rostro de Edward era una de esas que desearías poder inmortalizar
para la posteridad. Me tumbé en la camilla y Edward me ayudo a subirme la blusa que tapaba
mi enorme vientre de ya siete meses. En cuando me tumbé, nuestro bebé pareció no estar de
acuerdo con esa nueva postura porque comenzó a moverse y a patear, Edward sonrió al ver
como mi tripa se movía ella sola y yo rodé los ojos.
Todavía recordaba la ocasión en la que Emmett me abrazó y después se puso a hablar con el
bebé, tenía las manos extendidas en mi vientre y le hablaba a mi ombligo, podría ser una
imagen muy tierna, pero era Emmett de quien estábamos hablando, así que era más graciosa
que tierna. Le estaba contando la última película de dibujos que había visto en la televisión por
cable, que resultó ser “Hermano oso” y él le estaba prometiendo a mi bebé que él mismo, su
tío Emmett, sería su hermano oso cuando decidiese salir del balón en el que estaba metido.
Naobi Chan
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Imprevistos

De repente mi bebé comenzó a moverse y dar unas cuantas pataditas, algo normal, yo
después de la primera vez ya no me sorprendía, aunque adoraba sentirlo, pero Emmett se
alejó de un salto y me miró con los ojos extremadamente abiertos.
"Tienes un alíen ahí dentro —susurró con una nota de pánico en su voz,"
Después de las carcajadas de toda la familia y un capón de su mujer, Carlisle le explicó el
motivo por el que mi "alíen" se movía de ese modo.
— ¿Ya habéis pensado nombres? —preguntó Carlisle sacándome de mis recuerdos.
— Yo sí... tenemos hecho un pacto —dijo Edward sonriendo.
— ¿Qué tipo de pacto? —preguntó Carlisle extendiendo el gel frío en mi abdomen.
— Yo elegiré el nombre si es niña, y Bella si es niño —contestó Edward orgulloso.
— ¿Tú ya lo tienes Bella? —me preguntó otra vez Carlisle.
— Sí… —susurré— si es niño se llamará Jacob.
Edward me miró con los ojos entrecerrados y Carlisle ahogó una carcajada.
— Sí he pensado algunos… —dije ya dejando de bromear— estoy dudando entre Alexander o
Jeremy.
— ¿Jeremy? —preguntó Edward enarcando una ceja.
— Yo no cuestionaré tus nombres, así que tú no cuestiones los míos —protesté enfurruñada.
— Quiero derecho a veto… no puedes llamarle Jeremy a nuestro hijo —también se
enfurruñó.
— ¿No que será niña? ¿De qué te preocupas? —pregunté.
Cuando Edward iba a contestar Carlisle nos interrumpió.
— No por nada… pero vuestro hijo se está riendo de vosotros —dijo entre risas.
Mi cabeza y la de Edward se movieron en sincronía hacia el monitor y pudimos ver una carita
redonda y regordeta con una leve sonrisita en los labios. No pude evitar que las lágrimas
acudiesen a mis ojos una vez más, y Edward le dio un apretón a mi mano mientras lo oía
suspirar embelesado. Era nuestro bebé… lo estábamos viendo por primera vez… y era lo más
bonito que había visto en mi vida. Sentí como mi corazón daba un brinco y comenzada a latir a
la velocidad de la luz… nuestro bebé.

Habían pasado ya tres semanas desde que nos habíamos hecho el ultrasonido en 4D, en el
que por cierto, tampoco pudimos esclarecer las dudas sobre su sexo. Carlisle nos regaló un
Dvd donde podía verse toda la grabación, y Edward no dejaba de ponerlo y se quedaba
mirando embobado hacia la televisión.
Al fin de cuentas me planté y les dije que no quería hacer más ecografías, que si no se había
dejado ver hasta ese momento, sería que no quería que lo viésemos… sería una sorpresa para
todos.
Naobi Chan
151
Imprevistos

Estaba haciendo una maleta con ropa, ya que por órdenes de mi médico y de mi marido en
dos días nos íbamos a Forks para estar más cerca del hospital cuando llegase el momento del
parto. Yo no me quejaba, allí podría estar tranquila de que no estaría sola cuando comenzase
todo, lo que me tenía muy asustada. Mi miedo al parto era más que evidente, aunque creo
que todas las madres primerizas teníamos esa inquietud.
Estaba intentando cerrar una maleta con cosas que si no llevaba Alice se encargaría de
comprarme, cuando la puerta de la habitación se abrió dejándome ver a un sonriente Edward.
Se puso a mi espalda, y después de ayudarme a cerrar la maleta me abrazó colocando una
mano en mi vientre.
— Hola amor —susurró contra mi cuello haciéndome cosquillas con su aliento—, ¿se ha
puesto pesada mi princesita? —preguntó acariciando mi pelotita, que ahora ya parecía más un
balón de playa.
— Un poco… apenas he podido dormir la siesta —susurré recargando mi espalda en su
pecho.
— ¿Cansada? —preguntó, yo negué con la cabeza— Prefecto —susurró.
— ¿Qué pasa? —pregunté girándome un poco para ver su cara.
— Un regalo para mamá —dijo extendiendo una rosa frente a mí, le sonreí y lo bese en los
labios— y otro para mi princesita.
Me extendió una bolsa de una boutique de bebés y yo ya imaginaba lo que tendría dentro. Al
ver su contenido no me equivoqué, era un vestidito verde con un par de florecitas blancas en
la cintura.
— Edward… —protesté—¿Qué haremos con toda esta ropa si es niño?
— La donaremos… pero déjame soñar por ahora… ¿sí? —dijo haciendo un puchero adorable.
No pude negarme, así que sonreí y volví a besarlo.
— ¿Qué hay en esa otra bolsa? —pregunté con curiosidad al ver otra bolsa en su mano.
Me miró con picardía y esa sonrisa que sabía que me hacía palpitar a un ritmo desenfrenado.
— ¿Has cenado? —preguntó, yo afirmé con la cabeza— Genial —sonrió.
Se volvió a colocar detrás de mí y me quitó el vestidito de las manos. Cuando quise darme
cuenta me estaba colocando una venda en los ojos.
— Edward… ¿qué haces? —pregunté comenzando a ponerme nerviosa.
— Confía en mí —susurró en mi oído— Ahora quédate quieta aquí, no quiero que te caigas.
— ¿Edward? —lo llamé con una nota de histeria.
— Bella tranquila… confía en mí, por favor —me pidió desde el otro lado de la habitación.
Lo oí mover algo, después el sonido de la bolsa de papel mientras sacaba lo que sea que
tenía en su interior, poco después una suave música de piano inundó la habitación y él se
volvió a colocar a mi espalda.
— Te amo Bella —susurró en mi oído.
Naobi Chan
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Imprevistos

— Yo también te amo… —contesté— pero te amaría más si me quitases esto de los ojos.
— ¿No quieres ayudarme a cumplir una de mis fantasías? —preguntó poniendo tono
meloso.
— ¿Fantasía? —Pregunté en un susurro— ¿Qué tipo de fantasía?
— Ahora lo verás —susurró—, bueno… lo sentirás.
Sus manos fueron de mi vientre a mis hombros, y después bajaron por mis brazos, lo sentía
moverse lentamente, después agarró el dobladillo de la camiseta que me cubría y tiró de ella
hacia arriba, intuyendo lo que quería, alcé los brazos para ayudarle a que me la quitase, y poco
después le siguió mi sostén. Bajó sus manos por mis costados acariciándome con la yema de
los dedos poniendo mi piel de gallina, y al llegar a la cintura, agarró el elástico de mis
pantalones y de mi ropa interior y los bajó los dos a la vez.
Allí me quedé, con los ojos tapados y completamente desnuda ante él, podría ser algo muy
erótico, pero con ese balón hinchable que tenía adosado a mi cuerpo yo no me veía para nada
sexy, aunque Edward no dejaba de repetírmelo.
Poniendo las manos en mi cintura de nuevo me empujó para que empezase a caminar, lo
hice con cuidado, tanteando con el pie en el suelo frente a mí antes de avanzar un paso para
evitar caerme. Cuando di unos pasos me indicó que me sentase, y al hacerlo noté que estaba
en la cama, pero lo que había bajo mi cuerpo no era el edredón que había un momento antes
sobre esta.
— Túmbate boca arriba —susurró.
Lo obedecí sin preguntar, aunque cada vez estaba más nerviosa porque no sabía lo que
quería hacer Edward realmente. No tardé en sentir su peso en el colchón al otro lado de la
cama, sus manos acariciaron suavemente mi vientre, y sus labios depositaron suaves besos. No
entendía el punto de su fantasía, pero me estaba gustando esto, sus besos, sus caricias lentas y
desesperantes, la suave música… todo estaba creando un ambiente muy íntimo, y estar
completamente desnuda ante él propiciaba que me sintiese cada vez más excitada.
— Esto estará un poco frío —lo oí susurrar.
Y sin más algo frío y húmedo toco mi vientre. Me sobresalté un poco, pero la voz de Edward
en mi oído susurrando cuanto me amaba me tranquilizó un poco. Ese algo frío comenzó a
deslizarse por mi abultada tripa, dejando tras de sí una sensación húmeda, era como el gel que
utilizaba Carlisle para hacerme los ultrasonidos.
Segundos después me di cuenta de que ese algo frío eran los dedos de Edward y estaba
esparciendo algo por mi piel, me estremecí ante la imagen mental de Edward tumbado a mi
lado acariciándome de ese modo, y cuando subió a mis pechos y rodeó mi pezón con uno de
sus dedos no pude evitar gemir. Edward soltó una risita entre dientes y luego besó mi sien,
bajando por mi mejilla hasta mis labios, donde su lengua invadió mi boca y yo la recibí más que
gustosa.
Una de sus manos se enredó en mi pelo y poco después sentí como desataba la cinta que
cubría mis ojos, la luz me cegó unos segundos, pero después de parpadear unas cuantas veces
la imagen de Edward a mi lado me robó el aliento. En sus ojos había varios sentimientos
mezclados entre sí, amor, adoración, pero sobre todo… deseo. Sus pupilas estaban dilatadas y
su mejillas ligeramente enrojecidas. Su mano acarició mi mejilla dejando aquella sensación
Naobi Chan
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Imprevistos

húmeda y fría también en ella, y tuve que cerrar los ojos ante las descargas eléctricas que ese
simple roce dejó en mi cuerpo.
Cuando volví a abrí los ojos Edward estaba muy cerca de mí, apunto de besarme, me
abalancé sobre él y lo abracé descubriendo que él también estaba desnudo. Nuestros labios se
encontraron y nos fundimos en un beso apasionado.
Al separarnos bajé la mirada a mi vientre y lo vi cubierto de pintura de diferentes colores,
miré a Edward enarcando una ceja y me regaló una sonrisa traviesa. No pude evitar
devolvérsela. Pasé mi mano por mi tripa arrastrando un poco de pintura y luego la pasé por el
pecho d Edward manchándolo a él también. Rió entre dientes y volvió a besarme, mientras
nuestros cuerpos se enredaban, dentro de lo posible.
Mis manos bajaron por su cintura hasta su miembro y descubrí que estaba más que
preparado, su mano limpia bajó a mi sexo y comprobó que yo también lo estaba. Colocó un
cojín bajo mis caderas y él se puso de rodillas entre mis piernas, sin dejar de mirarme a los ojos
me penetró lentamente, dejando que centímetro a centímetro sintiese su intrusión en mi
cuerpo.
Comenzó a mecerse lentamente, sin apartar sus ojos de mí y yo me sentí como hipnotizada
por su mirada, nunca había visto tanto amor y tanto deseo en sus ojos. Me sentí querida,
amada, deseada… nunca habíamos hecho el amor con esa intensidad.
Me embestía suave y profundamente, salía casi por completo de mí y volvía a entrar,
aferrado a mis caderas y pasando de vez en cuando una distraída mano por mi clítoris,
haciéndome gritar cuando lo hacía. Después de unos minutos dejó su mano mi clítoris
acariciándolo tenuemente, haciendo que el calor que comenzaba a sentir comenzase a
propagarse por mi espalda. Sentí los primeros síntomas de mi orgasmo y susurré su nombre.
Entendió al momento y comenzó a embestir más rápido, gimiendo en el proceso, gruñendo y
susurrando también mi nombre.
Cerré los ojos y me dejé llevar, sentí con me cernía entrono a él y como el explotaba en mi
interior, se dejó caer a mi lado acercando mi cuerpo al suyo. Con la respiración tan
entrecortada como la mía. No pude evitar mirarlo y nuestros ojos se enlazaron, podía leer
tanto en ellos… Edward era mi otra mitad… ahora me estaba llamando tonta mentalmente por
tener miedo a unir mi vida a la de él, estábamos hechos el uno para el otro, las dos perfectas
piezas de un puzle encajando la una en la otra, cada uno era la mitad de un todo… ese todo
que formábamos solo estando juntos.
— No duermas… hay que lavarse —dijo riendo entre dientes.
Miré hacia abajo y tanto él como yo estábamos cubiertos de pintura, si todas las fantasías de
Edward acababan como esa… ¡que vivan las fantasías!
Naobi Chan
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Imprevistos

Capítulo 25

Estaba tumbada en la cama de la antigua habitación de Edward en Forks, que las últimas tres
semanas había sido también la mía. Estaba mirando por el gran ventanal como la lluvia
repiqueteaba contra los cristales, como el viento mecía los grandes pinos que rodeaban la
mansión, y como el sol se iba poniendo tras las nubes de lluvia.
Suspiré mientras acariciaba mi enorme "pelotita"… ya quedaba menos… quedaba tan poco
que la tarde anterior Carlisle me sorprendió con una cuna para poner al lado de la cama para
cuando nuestro bebé decidiese hacer acto de presencia. Alice, en un primer momento, hizo un
mohín y se enfadó diciendo que ella había tenido la idea y su padre se la había robado, pero
después alabó el buen gusto de Carlisle y lo felicitó con una sonrisa y un abrazo.
De todos eran conocida la bipolaridad de la pequeña Cullen, podía pasar de la risa al llanto
en cuestión de segundos. Todavía podía recordar nuestra adolescencia, cuando éramos
inseparables solo a los dos días de conocernos en la universidad, después se añadió Rosalie a la
ecuación, y aunque la adoraba, mi relación con ella no fue tan fuerte como lo era con Alice.
Todavía estaba pensando en mi hiperactiva amiga cuando ella misma entró en la habitación
y se sentó a mi lado. No dijo nada, solo se quedó mirando la ventana distraídamente. Como un
movimiento mecánico colocó la mano en mi panza y la acarició con ausencia, tanto que no se
enteró de que el bebé la pateó y no se puso a gritarle completamente eufórica como de
costumbre. Yo siempre bromeaba con ella y le decía que la conocería como su tía la de los
gritos, y Edward me callaba diciendo que lo mejor era que conociese a tía tal y como era, no
una versión más contenida.
— Alice… —la llamé en un susurro, ella me dedicó una mirada triste y me sonrió sin ganas—
¿ocurre algo? —pregunté.
Negó con la cabeza y dos lágrimas rodaron por sus mejillas. Me incorporé en la cama, no sin
dificultad, y abracé a mi amiga, que como siempre apoyó la cabeza en mi tripa, pero esta vez
lloró en lugar de escuchar a mi bebé. La consolé en silencio, pasando una mano por sus suaves
cabellos y acariciando su espalda durante los minutos que duró su llanto.
Cuando sus lágrimas cesaron me miró con los ojos enrojecidos y me dedicó una sonrisa. En
ese momento recordé que semanas atrás había ido a la consulta de aquel especialista en
Seattle, y como tenía la cabeza en mil lugares diferentes olvidé preguntar cómo les había ido.
Me insulté a mí misma por haber sido tan desconsiderada con mi amiga, ella que siempre
había estado para mí, yo ahora me estaba preocupada más por mi propia vida que por mis
amigos.
— ¿Quieres hablar de ello? —le pregunté en un susurro.
Ella negó con la cabeza y me miró sonriendo con más ganas.
— Mañana tendré todo más claro —dijo con un suspiro de esperanza.
Yo también suspiré… esperaba que mi amiga encontrase su felicidad, que era algo tan
sencillo y a la vez tan complicado como tener un bebé. No me parecía justo, el destino no sabía
cómo jugar sus cartas o no sabía lo que pasaba exactamente, pero había mujeres que se
quedaban embarazadas sin esperarlo, que acaban con la vida de sus hijos incluso antes de que
naciesen, otras que no los querían y los abandonaban o los trataban mal, y mi amiga….que lo
Naobi Chan
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Imprevistos

ansiaba, que estaba segura de que adoraría a su bebé y le haría la vida color de rosa para verlo
feliz, pero no podía tenerlo, o al menos le costaba más de lo que era necesario.
Me quedé dormida con esos pensamientos en mi cabeza mientras Alice continuaba
acariciando mi tripa, esta vez estaba concentrada en lo que hacía, y le susurraba al bebé cosas
totalmente incoherentes para mí. Intentando no elevar el tono de voz para no molestarme en
mi descanso.
Me desperté unas horas después con un peso en mi cintura, mi bebé estaba realmente
inquieto y no dejaba de moverse. Miré a mi costado y Edward dormía tranquilamente, quité su
mano de cintura con cuidado de no despertarlo y salí de la cama rumbo al baño. Después de
hacer lo que debía hacer allí me entró hambre ya que no había cenado y bajé al primer piso.
Entré en la cocina y me encontré a Rosalie sentada en la mesa comiendo un bol de cereales
con yogurt y fruta. La miré y arrugué la nariz… eso no me apetecía nada. Abrí el frigorífico y
encontré restos de pollo asado de la cena, me serví un plato y después de calentarlo al
microondas me senté al lado de mi amiga que me recibió con una sonrisa.
— ¿Tampoco has cenado? —pregunté con la boca llena.
— Sí… pero me entró hambre —contestó ella con la boca llena también.
Ambas nos reímos de nosotras mismas por lo inverosímil de la situación. Cuando acabó su
comida, Rosalie se puso en pie y dejó ver su "pelotita" en todo su esplendor. El embarazo le
había sentado bien a mi amiga, no tenía ni un gramo de grasa de más, todo se concentraba en
su tripa, que estaba redondeada y pronunciada hacia delante. Su cara había adquirido una
expresión dulce mientras se pasaba una mano distraídamente, y me reí internamente de mí
misma ya que últimamente mis únicos pensamientos eran sobre bebés, pañales y ropa tamaño
mini… lo que hacían las hormonas.
Me puse en pie yo también y mi ceño se frunció cuando sentí un leve tirón en un costado.
Me llevé una mano allí y Rosalie me miró con una ceja alzada.
— No es nada —la tranquilicé.
No pareció creerme, pero no le di importancia y me fui a la cama tumbándome de nuevo al
lado de Edward, que abrió un ojo y me estrechó entre sus brazos mientras susurraba un te
amo en mi oído. Sonreí y cerré los ojos intentando dormir. Pero no pude… el bebé estaba
intranquilo y leve tirón de mi costado cada vez se hacía más frecuente y se expandió por la
parte frontal de mi bajo vientre.
Volví a salir de la cama y fui al baño, me habían entrado unas ganas enormes de repente. En
cuanto me puse en pie y al querer dar un paso sentí un líquido caliente recorriendo mis
piernas. Ahogué un jadeo y me llevé las manos a mi tripa, mi bebé pateó intensamente y yo
comencé a temblar…
"No… no… si todavía faltaba una semana… no podía estar pasando justo ahora"
Respiré hondo un par de veces para tranquilizarme y caminando con extrema lentitud cogí
ropa limpia en mi armario y fui a darme una ducha.
Me di una ducha rápida de agua caliente que me tranquilizó bastante, pero los tirones ahora
llegaban a la parte baja de mi espalda comenzando a ser molesto. A lo que deduje que esos
"tirones" eran contracciones. Mis manos temblaban mientras me ponía la ropa limpia, decir
que estaba nerviosa es poco, ¡estaba de parto! Y era la primera vez que pasaba por algo así.
Naobi Chan
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Imprevistos

Una contracción un poco más fuerte me hizo tener que sujetarme del lavabo para no
doblarme en el suelo… así que sin perder más tiempo salí de la habitación y me senté en la
cama.
— Edward —lo llamé en un susurro moviendo su hombro.
— Hum —él murmuró un par de cosas inentendibles y continuó durmiendo.
— ¿Edward? —lo llamé elevando un poco el volumen y moviendo su hombro con más
energía.
— ¿Qué pasa? —preguntó con voz pesada y sin abrir los ojos.
— Edward… despierta por favor —no pude evitar que mi voz se rompiese al acabar la frase.
Eso pareció alertar a Edward que parpadeó varias veces y me miró de arriba a abajo
frunciendo el ceño al no verme vestida con el pijama.
— ¿Pasa algo? —preguntó nervioso.
— Creo que he roto aguas —contesté.
Se quedó mirándome fijamente y ladeó la cabeza… supongo que el sueño no le dejaba
pensar con claridad.
— De acuerdo —dijo con tranquilidad.
Se puso en pie y comenzó a vestirse lentamente, ya que dormía solo con su bóxer, por
primera vez en meses verlo medio desnudo no provocó nada en mí, creo que si no estuviese
tan sorprendida por su reacción estaría riéndome de mí misma. Cuando se estaba abrochando
los botones de su camisa me miró a la cara y se concentró en mis ojos, en ese momento sentí
otra contracción y siseé entre dientes porque había sido un poco más fuerte que las
anteriores. Edward frunció el ceño y me miró durante unos segundos.
— Sé que no te lo creerás… —susurró— he ido clases prenatales contigo y todo eso, pero no
estoy muy lúcido en este momento… ¿Qué se supone que tengo que hacer ahora?
Lo miré con la boca abierta preparada para decir una sarta de maldiciones o incluso pedirle
el divorcio por no reaccionar como debería, cuando el entendimiento pareció llegar a sus
lentas neuronas y abrió extremadamente los ojos, se puso los zapatos de un tirón y cogió la
chaqueta colocándosela del revés.
— ¿Qué hago? —preguntó frenético.
Mi boca se cerró de golpe y ahogué una carcajada.
— Avisa a Carlisle, yo intentaré bajar las escaleras —le dije.
Salió corriendo y yo negué con la cabeza, también estaba nerviosa, pero canalizaba mis
nervios de otro modo. Me puse en pie y mis rodillas temblaron, respiré hondo un par de veces
y avancé saliendo de la habitación por el largo pasillo hacia las escaleras, cuando estaba por
llegar a estas, me encontré con Rosalie que venía subiendo. Me miró de arriba abajo y sonrió.
— ¿Duele mucho? —preguntó mordiendo su labio inferior.
— Por ahora es solo molesto… ya te contestaré cuando todo haya acabado —contesté en un
susurro cuando sentí otra contracción.
Naobi Chan
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Imprevistos

Rose me ayudo a bajar las escaleras y me dejó sentada en un sillón, mientras subía de nuevo
a al segundo piso para buscar la bolsa que había preparado solo dos días antes. Edward
apareció con la bolsa y con la cara totalmente desfigurada por la ansiedad, seguido por Carlisle
que intentaba disimilar una sonrisa. Edward fue directo a la puerta y Carlisle se sentó a mi
lado.
— ¿Qué tal vas? —preguntó comando mi mano.
— Bien... —contesté no muy convencida.
Otra contracción, cerré los ojos y me sostuve del vientre.
— ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la anterior? —me preguntó.
Yo abrí un ojo y lo miré sin saber que contestarle, en lo último que estaba pensando en ese
momento era en ponerme a contar minutos.
— Siete minutos —oí la voz de Rosalie.
— ¡Vámonos ya! —bramó Edward.
Carlisle rió entre dientes y me ayudó a ponerme en pie y caminar hacia la puerta, donde
Edward tomó su relevo y me ayudó a llegar hasta el coche. Me gustaría decir que el camino
hacia el hospital fue en silencio, pero no puedo, Edward estaba muy nervioso y no dejaba de
increpar a Carlisle para que fuese más rápido, y eso que solo estábamos a cinco minutos de
allí, pero para él debió parecer una eternidad.
Al llegar al hospital una silla de ruedas nos esperaba y nos llevaron a una habitación privada,
donde me dieron una bata y me cambié bajo la supervisión de Edward que se había vuelto mi
sombra y no se separaba de mí. Después me tumbé en una cama y me conectaron el monitor
fetal, donde podían oírse los latidos del corazón de nuestro pequeño. Durante todo ese
proceso, las contracciones comenzaron a hacerse más fuertes y cada vez que mostraba signos
de tener una, Edward comenzaba a revolotear a mi alrededor sin saber muy bien que hacer.
Cuando Carlisle apareció en la habitación vestido de médico con el pijama verde di un
suspiro de alivio, y más cuando echó a Edward de allí y le pidió a una enfermera que le diese
un tranquilizante.
— Me gustaría darte una buena noticia… pero no puedo —dijo Carlisle cuando Edward se
hubo ido.
— ¿Qué ocurre? —pregunté evidentemente preocupada.
— Forks es un hospital pequeño y solo tenemos un anestesista de guardia, ahora está
ocupado con una operación de urgencia y no podremos ponerte la epidural —dijo de un tirón.
Intenté procesar la información que me había dado mientras otra contracción me hacía
gemir de dolor… muchas mujeres habían dado a luz a lo largo de los siglos sin necesidad de
epidural… pero yo no era esas mujeres y me daba mucho miedo el dolor. Aunque pensándolo
bien, que me clavasen un aguja en mitad de las espalda tampoco estaba en mis más oscuras
fantasías. Así con un suspiró resignado le susurré un “está bien” a Carlisle que sonrió para
darme ánimos…
Edward volvió a entrar en la habitación justo cuando Carlisle estaba mirando cuanto había
dilatado, y muy sonriente nos dijo que ya faltaba poco.
Naobi Chan
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Imprevistos

"¡Mentiroso!"
Pensé dos horas después cuando todavía estaba tirada en esa cama retorciéndome de dolor
cada vez que tenía una contracción. Edward ya no sabía qué hacer, y las enfermeras entraban
y salían de la habitación alertadas por mi marido que las llamaba cada cinco minutos para
decirles algo que ellas solían ignorar y se daban vuelta sobre sus talones, él murmuraba algo
como "ineptas" y se sentaba nuevamente a mi lado sujetando mi mano.
Otra hora más tarde Carlisle se quedó a mi lado, sosteniendo él mi mano ahora cada vez que
yo gemía adolorida, ya que Edward estaba mirando hacia la oscuridad por la ventana
sosteniéndose el puente de la nariz y respirando profundamente para no entrar en shock o en
un ataque de pánico.
Media hora después, y a un grito de "vámonos ya" dos enfermeras entraron en la habitación
y colocaron mis piernas en el potro, yo miré a Carlisle asustada, que en ese momento estaba
colocándose unos guantes de látex, después miré a Edward, pero el lugar donde estaba
segundos antes ahora estaba vacío… entré en pánico, sí, todo lo tranquila que había estado
todo ese tiempo se fue al caño cuando Edward desapareció de mi campo visual, nuestro hijo
no podía nacer sin él… no.
— ¿Ya? —le pregunté a Carlisle en un susurro, él asintió sonriendo— ¿Dónde está Edward?
—pregunté histérica.
— Ahora viene —contestó—, respira hondo y vamos a comenzar.
— ¡No! —Grité casi desesperada— ¿Dónde está Edward?
— Bella cariño, tranquilízate… ahora viene, te lo prometo —dijo Carlisle en un susurro.
— No, no, no, no… —lloriqueé tapando mi rostro con una mano.
La puerta se abrió de golpe y Edward entró vestido completamente de verde, lo que hacía
resaltar más sus ojos, me llamé idiota internamente ¿Quién en su sano juicio se pondría a
pensar en el color de los ojos de su marido al momento de dar a luz? Solo yo, Bella Swan…
perdón, Bella Masen.
Edward llegó a mi lado y me tomó de la mano mientras miraba mis ojos, era lo que
necesitaba, su sola presencia era suficiente para infundirme el valor que necesitaba para hacer
eso… y sin drogas de por medio sintiendo todo al natural…
Aterrador…
— Bien… comencemos —oí la voz de Carlisle algo amortiguada, cuando lo miré tenía una
mascarilla puesta—. En la próxima contracción coge aire y puja con fuerza.
Cuando sentí que la contracción estaba cerca, comencé a respirar profundamente, al primer
signo de dolor tomé una bocanada de aire y pujé con todas mis fuerzas… una vez… y otra vez…
y otra más… ya había perdido la cuenta y estaba al límite cuando…
— ¡Ya veo la cabeza! —Gritó Carlisle emocionado— Tiene mucho pelo… y oscuro —dijo
divertido.
Edward sonrió y yo busqué un poco más de fuerza de donde no la tenía y pujé una vez más.
Carlisle volvió a gritar dándome me ánimos y un par de empujones más sentí como algo
abandonaba mi cuerpo, me dejé caer sobre la camilla y Edward besó mi frente diciéndome que
lo había hecho muy bien, en ese momento lo más bonito que había escuchado en mi vida
Naobi Chan
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Imprevistos

rompió el silencio que se había formado a nuestro alrededor. Era un llanto, o intentaba
parecerse a eso, y sentí como mi pecho se hinchaba y entraba en un calor inexplicable… había
nacido mi bebé… mi bebé.
— Edward —lo llamó Carlisle.
Edward se fue de mi lado unos minutos mientras yo intentaba concentrarme en los sonidos
que había a mi alrededor, ya que no tenía fuerzas para alzar la cabeza y poder verlo con mis
propios ojos. Podía oír los cuchicheos de mi marido y Carlisle, la risa de dos enfermeras y una
respiración suave pero agitada. Cuando tomé aire para alzar la cabeza Edward apareció a mi
lado con un bultito entre sus manos, me lo cocó entre los brazos y cuando vi por primera vez
su carita redonda, perfecta, sus mejillas regordetas, sus labios rosados, su pelo color café… me
enamoré a primera vista, sentí que no podía haber algo tan hermoso ni maravillosos en el
mundo. Mis vellos se pusieron de punta y mi mano tembló cuando acaricié su mejilla.
— Gracias —susurró Edward en mi oído.
Las lágrimas inundaron mis ojos y solo pude mirarlo y gesticular un agradecimiento por mi
parte… ¿podía morirse de felicidad? Esperaba que no…
— Carlisle… —lo llamé en un susurro, él se acercó a nuestro lado con una deslumbrante
sonrisa— ¿Está bien? ¿Es un niño?
— Bueno… —titubeó— es una niña.
Juro, de verdad, por lo más sagrado, que la sonrisa de Edward era enorme, había conseguido
lo que él quería… a su princesita. En el fondo me lamenté de que no fuese un niño para poder
chinchar y decirle que estaba equivocado, pero en ese momento no cambiaba a nuestra
princesita por nada del mundo… era nuestra, un pedacito de nosotros mismos.
— ¡Lo sabía! —gritó emocionado y después besó mis labios y la frente de nuestra pequeña.
— Yo también lo sabía —dijo Carlisle riendo.
Edward y yo lo miramos con el ceño fruncido…
— ¿Cómo que lo sabías? —pregunté sin apartar mis ojos de él.
— Lo sé desde hace un par de meses… —contestó encogiéndose de hombros.
— ¿Por… por qué no has dicho nada? —preguntó Edward.
— Era divertido veros discutir por eso —dijo carcajeándose.
Edward y yo nos miramos frunciendo el ceño y luego a Carlisle lanzándole dagas con los ojos.
— Al abuelo Carlisle no le hagas ni caso —le susurró Edward a nuestra hija—, por su
cumpleaños le regalamos un bosque y que se pierda.
Tanto Carlisle como yo reíamos ante eso y después suspiré maravillada, miré a Edward entre
mis pestañas y estaba radiante, sonriendo y con un brillo de felicidad en sus ojos.
— Todavía no me has dicho como se llama —le dije en un susurro.
Me miró entre sus pestañas y besó mis labios antes de decírmelo.

Naobi Chan
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Imprevistos

Sabía que debía abrir mis ojos, pero estaba cansada, además el sol no ayuda cegándome
malintencionadamente. Podía oír la voz de Edward susurrando una melodía a lo lejos y los
quejidos inconfundibles de un bebé… mi bebé… nuestro bebé.
Abrí por fin los ojos con dificultad y Edward estaba sentado en el sofá con nuestra hija en
brazos, me quedé embobada mirándolo, como si fuese la mejor imagen del mundo y valla que
lo era. Edward estaba impresionante en su papel de padre, y ni su cara de cansancio y sus
prominentes ojeras podían ensombrecer tan maravillosa estampa.
— Te amo —esas dos palabras salieron de mis labios sin apenas darme cuenta, pero era lo
que de verdad sentía, aun con mi cuerpo adolorido y estando tremendamente agotada incluso
acabando de despertar, mi amor por ese hombre no había hecho más que crecer… crecer y
multiplicarse por el que ahora sentía también por nuestra hija.
Estuvimos un rato a solas con nuestra pequeña, maravillándonos una vez más con su
perfección. Todavía no nos había mostrado sus ojitos, pero estaba segura de que serían tan
verdes como los de su padre, o al menos eso deseaba. Nos entretuvimos contando los deditos
de sus manos y sus pies mientras ella hacía muecas de desagrado por las cosquillas que recibía.
Era preciosa… perfecta.
Pero la tranquilidad duró más bien poco, la familia entera entró en la habitación. Rose,
Emmett, Alice, Jasper, Carlisle, Esme, Charlie… no faltaba nadie. Estaban todos lo que quería
que estuviesen, hasta que la puerta volvió a abrirse y la cruzó una muy alocada Renée seguida
por su marido Phil.
Mi madre llegó a mi lado con lágrimas en los ojos y nos besó a ambas, a mi hija y a mí, en la
frente y abrazó a Edward mientras sus lágrimas se derramaban. Después de las felicitaciones
de todos, el orgullo de Edward era palpable, "Estoy mejor que nunca, ahora tengo a mis dos
princesas" repetía con alegría cuando le preguntaban cómo estaba.
— ¿Y cómo se llama la nueva Masen? —preguntó Emmett sonriendo.
— Renesmee —dijimos Edward y yo al unísono.
Alice gimió y se abrazó a Jasper, vi como su cuerpo temblaba por lo que supuse que estaba
llorando. Se me hizo un nudo en la garganta, no era justo… ¡maldita sea! No era justo.
— Alice —la llamé en un susurro.
Todos continuaban bromeando ajenos a lo que pasaba, excepto Jasper que me miró y me
guiñó un ojo dejándome confundida. Alice vino y se sentó a mi lado en la cama acariciando la
cabecita de Renesmee mientras ella dormía en mis brazos.
— ¿Cómo estás? —Le pregunté preocupada— Lo siento mucho cariño…
Comenzó a negar efusivamente con la cabeza mientras nuevas lágrimas rodaban por sus
mejillas y una sonrisa surcaba sus labios.
— No hay nada que sentir, Bella —dijo con voz rota.
— Alice… —intenté hablar pero ella me cortó.
— Lo he conseguido —dijo tan bajo que casi no la escuché.
— ¿Qué? —pregunte confundida.
Naobi Chan
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Imprevistos

— Jazz y yo lo hemos conseguido, Bella —dijo más fuerte y con una enorme sonrisa.
Mis ojos y mi boca se abrieron exageradamente y Alice saltó a mis brazos, con cuidado de no
hacer daño a mi pequeña. Ambas lloramos mientras reíamos.
— ¿Qué les pasa? —preguntó Emmett.
— Nada que deba preocuparte —gruñó Alice.
— ¿Cómo… cuándo? —pregunté alegre.
— Ayer lo sospechaba pero hoy lo he confirmado con un doctor… todavía no puedo
creérmelo —dijo negando con la cabeza.
— ¿Por eso estabas así anoche? —pregunté.
— Sí… lo siento si te asusté o te hice sentir mal —se disculpó.
— Todo está bien Allie… ahora todo está bien —suspiré.
Nos abrazamos de nuevo mientras reíamos a carcajadas.
— Bueno… ¿quién quiere una foto familiar? —preguntó una enfermera sonriendo.
— Gracias Kate —dijo Carlisle tendiéndole una cámara de fotos.
Todos se colocaron alrededor de la cama en las posturas más diversas para que todos los
rostros fuesen visibles, y con una sonrisa enmarcada en la cara de cada uno, el flash de la
cámara nos cegó durante unos segundos y el llanto de mi pequeña asustada por la luz nos hizo
sonreír más todavía.
Poco después todos fueron abandonando la habitación y nos dejaron solos a Edward y a mí
con la pequeña de la familia… solo por unos meses, ya que Rosalie en cuatro meses tendría a
su bebé también, seguido por el de Alice pocos meses después... sonreí como una estúpida al
darme cuenta de que las tres parejas por fin podríamos ser felices con nuestros bebés,
haciendo a Carlisle y Esme abuelos por partida triple.
Edward se sentó a mi lado y recargó la barbilla en mi hombro mientras ambos mirábamos
como Renesmee dormía.
— Es hermosa —susurré.
— Como su madre… tendrá tu pelo —dijo besando mi cuello.
Sonreí y giré mi cabeza para quedar frente a frente, nos besamos lentamente, disfrutando
del momento, dejando que nuestros sentimientos se expresasen con evidencia en ese simple
gesto. Hasta que un ligero llanto nos distrajo, ambos miramos al bebé que segundos antes
dormía y ahora intentaba gimotear sin muchos resultados. Acaricié sus mejilla para que
supiese que no estaba sola y ella abrió sus ojos dejándonos completamente deslumbrados a
ambos… tenía los ojos tan verdes como Edward.
Fin…
Naobi Chan
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Epílogo

Edward POV
Suspiré por tercera vez mientras miraba hacia las escaleras…
— ¡Bella, llegaremos tarde! —dije gritando.
— ¡Ya voy! —contestó ella también gritando.
— Alice se enfadará.
— ¡Qué se aguante! —contestó.
Reí entre dientes, luego volví a suspirar y desvié mi mirada hacia la ventana, hacía un día
soleado, algo extraño en Forks, el jardín de mis padres estaba completamente iluminado y
algunas gotas de la lluvia que cayó minutos antes brillaban sobre las hojas de los árboles… dos
minutos después oí el repiqueteo de tacones en las escaleras y vi a mis dos princesas
dirigiéndose a mí cada una con su enorme sonrisa.
— ¿Estás seguro que dejarán pasar a Ness? —preguntó Bella mordiéndose el labio.
— Seguro —contesté rodando los ojos, ya era la sexta vez que me lo preguntaba en una
hora— Carlisle ha arreglado todo, ella y Maddie están invitadas.
Cargué a mi princesita en brazos que me recibió colocando sus manitas en mis mejillas e
intentado capturar mi nariz entre sus rosados labios. Sonreí y besé su frente ganándome una
risa de su parte.
— Vamos —dijo Bella tomando mi brazo y arrastrándome hacia el exterior de la casa.
Nos subimos al volvo y dejé a Nessie acomodada y bien sujeta en silla, para luego sentarme
tras el volante. Condujimos casi en silencio por las calles de Forks rumbo al hospital, todavía
recordaba los nervios de aquella noche ocho meses atrás en la que realizamos el mismo
camino y a mí se me hizo tremendamente largo. Estacioné el coche entre el de Carlisle y el de
Emmett, y ayudé a Bella a bajar todo del coche, A Nessie y una bolsa con sus cosas.
Nessie iba sonriendo y mirando en todas direcciones con curiosidad, y muchas personas que
se cruzaban con nosotros nos miraban sonriendo, seguro que dábamos la imagen de familia
perfecta… "Lo que éramos" pensé mientras sonreía como un estúpido.
Cuando cruzamos aquella puerta, la habitación estaba prácticamente llena, y tampoco no
pude evitar recordar aquel día en el que todos vinieron a felicitarnos a nosotros.
— Habéis llegado tarde —dijo Alice cruzándose de brazos.
— Nessie se empeñó en comerse su zapato mientras intentaba colocarle el otro —dijo Bella
encogiéndose de hombros.
— ¡Ay princesita! —Chilló Alice — Ven con la tía Allie.
Nessie comenzó a extender los brazos hacia tu tía y no tuve más remedio que colocarla en la
cama al lado de su ella… la loca tía Alice.
— ¿Dónde están? —preguntó Bella impaciente mirando hacia todos lados.
Naobi Chan
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Imprevistos

— Papá se los llevó para hacerles unas pruebas… ahora los traen —contestó Alice sonriendo
como nunca lo había hecho.
No hizo más que acabar de hablar cuando la puerta se abrió y mi padre la atravesó
empujando una de esas cunitas y con una enorme sonrisa en los labios.
— Ya están aquí los pequeños Cullen —dijo sonriendo.
— ¡Son Whitlock! —gritó Alice.
— Lo que digas… —protestó Carlisle restándole importancia al as palabras de su hija.
Bella fue corriendo hacia la cuna y miró a Alice que asintió en su dirección, a los pocos
segundo extendió sus manos y cogió en brazos a uno de los bebés… sí BEBÉS, Alice y Jasper
habían tenido gemelos. Le hizo un par de carantoñas al niño y luego Nessie protestó llamando
su atención y arrancando una carcajada de todos nosotros, Bella se acercó a ella con el bebé
todavía en brazos y Ness lo miró con curiosidad, sonriendo después en dirección a su madre.
— ¿Quién es este? —preguntó Bella.
— Ese es Chris, el que tiene Rose es Alex —contestó Alice sonriendo.
— ¿Cómo los diferencias? —preguntó Emmett frunciendo el ceño.
— Es sencillo… tienen la ropa de diferente color —dijo Jasper rodando los ojos.
Alice le sacó la lengua a su marido y todos reímos.
— Chris tiene la cara más redonda, además de los ojos azules, Alex todavía no los ha abierto
—explicó mi prima.
El silencio fue roto por unos pequeños balbuceos y la vista de todos cayó sobre la pequeña
que Emmett sostenía en brazos. Era gracioso y a la vez aterrador ver el pequeño cuerpecito de
mi sobrina en brazos de su padre, uno de esos brazos sería suficiente para aplastarla, pero el
cuidado con el que Emmett la trataba era admirable, ver al oso cariñoso y con extremo
cuidado era algo raro, pero cuando estaba con su hija esa era su personalidad.
— Tranquila bebé… papi te querrá siempre a ti —le susurró Emmett a su hija.
Todos lo mirábamos sonriendo y él se avergonzó cuando se dio cuenta y sus mejillas se
colorearon. Era la primera vez que veía a mi hermano colorado en años.
— Nadie puede negar que la pequeña Maddie ha despertado a un Emmett que ninguno
sabíamos que existía —dijo Esme.
— De eso no cabe duda —dijo Carlisle pasando un brazo por sus hombros y besando su sien.
4 años después
— ¡Papi! —oí la voz de Ness en cuanto crucé la puerta principal.
La busqué con la mirada y venía corriendo desde el jardín, al llegar a mi altura dio un salto y
la cogí en el aire dándole unas vueltas. El sonido de su risa inundó la habitación y no puede
evitar que mis labios se surcaran con una sonrisa.
— ¿Qué tal se ha portado mi princesita? —le pregunté mientras le hacía cosquillas en tripa.
Naobi Chan
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Imprevistos

— Muy bien papi —contestó entre risas— he hecho lo que me has pedido y he cuidado
mucho a mamá.
— ¿De verdad?
— Sí… aunque es muy protestona —contestó en un susurro.
— Te he oído señorita —gritó Bella desde la cocina.
Dejé a Nessie en suelo y fui caminando hacia la cocina donde Bella estaba sentada
preparando un bizcocho para meter en el horno. Tenía una mancha de harina en la mejilla y el
pelo algo revuelto, pero aun así era la mujer más hermosa que existía.
— Hola amor —susurró contra mis labios antes de que la besara.
— ¿Qué tal has estado? —le pregunté sentándome a su lado y abrazándola.
— Bien… tenía una cuidadora muy efectiva —dijo mirando a Ness con una sonrisa.
— ¡Esa soy yo! —gritó la pequeña alzando los brazos.
— ¿Qué preparas? — le pregunté en su oído haciendo que se estremeciese.
— Ha llamado Emmett…. Rose se ha puesto de parto y ya van rumbo al hospital, dejaran a
Maddie aquí de camino durante unos días.
Miré a Bella con los ojos entrecerrados y bufé.
— ¿Podrás con todo? —le pregunté.
— Si podré… Ángela vendrá a ayudarme más tarde.
— Me quedaré unos días en casa… llamaré a la oficina para avisar —dije poniéndome en pie
y buscando el inalámbrico.
— No es necesario… estaremos bien —protestó ella.
— Es necesario… quiero cuidar de mis chicas favoritas —protesté yo.
Bella suspiró y negó con la cabeza sonriendo, sabía que era muy fácil convencerla cuando la
miraba y sonreía…
Después de la cena, Maddie y Ness estaban en su habitación viendo una película, Bella
estaba en el sofá tumbada viendo la tele y yo estaba en con el portátil dejando resueltas un
par de cosas para dejar el trabajo a un lado por la próxima semana.
Bella se puso en pie y se fue a la cocina, la seguí con la mirada y sonreí ante su graciosa
forma de caminar. Al ver que no regresaba minutos después, la seguí y estaba sentada a la
mesa devorando helado de vainilla.
— ¿Todavía tienes hambre? —le pregunté en broma recargado en la puerta.
— No solo para mí y lo sabes —gruñó y después puso un puchero.
Sí… Bella estaba embarazada de nuevo y lucía orgullosa su pequeña tripa de seis meses.
Aunque más orgullosos estaba yo que ella. En esta ocasión si sabíamos el sexo, tendríamos un
niño, del que me aseguraría que no se llamase Jeremy ni Jacob. Me estremecí solo de
pensarlo.
Naobi Chan
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Imprevistos

Me acerqué a ella y puse un taburete detrás del suyo y me senté rodeándola con mis brazos,
recargué la barbilla en su hombro izquierdo y besé su cuello.
— Te amo —susurré.
Bella se estremeció y no pude evitar soltar una risita. Si algo definía nuestra relación era el
plano físico, y nuestra atracción no había disminuido con el paso de tiempo. Amaba a mi
esposa, para mí era la más bella y la más maravillosa y me encantaba poder hacer el amor con
ella para demostrárselo en cada segundo.
— ¿Nos vamos a la cama? —pregunté e un susurro enterrando mi nariz en su cuello y
respirando su perfume de fresias.
Ella tembló y casi pude imaginármela mordiéndose el labio inferior y poniendo los ojos en
blanco.
— Están las niñas… —dijo en un susurro.
— Duerme, y tendremos cuidado de no hacer ruido…
— Edward —intentó protestar pero mordí la piel de su cuello y se quedó callada.
— Tienes tantas ganas como yo… ¿vamos? — pregunté tirando de ella para que se pusiese
en pie.
Se giró para encararme y pude ver sus mejillas sonrojadas, todavía conservaba aquel punto
de timidez que me volvía loco, todavía podía hacer que se sonrojara y balbuceara cosas sin
sentido cuando conseguía avergonzarla. No esperé respuesta y la tomé en brazos corriendo
escaleras arriba, la dejé en la puerta de la habitación de Nessie y comprobó que las niñas
dormían. Me fui al baño de nuestra habitación a lavarme los dientes y cuando salí Bella estaba
sentada en la cama vestida solo con una de mis camisas. Tragué en seco ante la visión de sus
largas y blancas piernas y me acerqué a ella casi acechándola.
Cuando intenté acercarme no me lo permitió y con un empujón hizo que me cayese en la
cama, se acercó gateando hasta mí sin separar su mirada de la mía y sentí como mis
pantalones poco a poco se iban haciendo más pequeños. Se sentó a horcajadas sobre mí y
colocó sus manos a ambos lados de mi cabeza. Se acercó lentamente y unió nuestros labios en
un beso profundo y necesitado. Mis manos fueron directas a rodear su cintura y ella se separó
de mí sujetando mis manos con las suyas. Me miró sonriendo y sus ojos brillaron con picardía,
como me encantaba ver esa faceta de ella, cuando se desinhibía y era ella misma.
— Tengo un regalo para ti —ronroneó y el sonido de su voz hizo que me tensara y mis
pantalones molestasen casi dolorosamente, llevó mis manos hasta los botones de su camisa y
fijó sus ojos en los míos —ábrelo.
Un gruñido casi animal salió de mi pecho y en lugar de abrir los botones tiré con fuerza y
estos salieron volando en varias direcciones, acerqué a Bella hacia mi cuerpo y la besé con
urgencia, me devolvió el beso y yo comencé a quitarle la molesta camisa por los hombros.
Mientras ella no perdía el tiempo e intentaba deshacerse de mis pantalones. Estuvimos
desnudos en cuestión de segundos y no pude aguantar más y atraje a Bella hacia mi cuerpo
deslizado mis manos por sus delicadas curvas.
Me encantaba hacer el amor con Bella cuando estaba embarazada, podría ser algo primitivo,
pero el pensar que tenía mi propio hijo dentro de ella me excitaba y me sentía un poco deño
de su cuerpo, aunque sabía que era algo meramente emocional y que se pasaría una vez que
Naobi Chan
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Imprevistos

diese a luz, pero aun así me sentía dueño de ella y mi deseo por ella era superior a mí, siempre
tenía ganas de demostrárselo.
Bella se acopló a mi cuerpo teniendo cuidado de no aplastar su vientre, se colocó de nuevo a
horcajadas sobre mí y guió mi miembro hacia su entrada ensartándoselo de golpe, yo ahogué
un gemido teniendo cuidado de no despertar a las niñas y la sujeté por las caderas empujando
hacia abajo para poder penetrarla más profundamente, un suspiro salió de sus labios y
entornó los ojos, para después clavarlos en mí y comenzar a moverse.
Sus movimientos eran casi felinos, era como una danza que solo ella sabía hacer, subía y
bajaba sujetándose con ambas manos a mis hombros. Su pelo caía sobre de lado por uno de
sus hombros y me hacía cosquillas en el pecho. Subí una de mis manos por su cintura hasta
llegar a su cuello y la atraje hacía a mí para besarla, mientras ella seguía subiendo y bajando.
Durante el beso deslicé una de mis manos hacia sus pechos, me encantaban, cuando estaba
embarazada se hinchaban y sus pezones se ponían más oscuros y sensibles.
Bella gimió mi nombre y sentí como los músculos de su espalda se tensaban, suspiró con
fuerza y yo me dejé llevar conocedor de que a ella no le quedaba mucho tiempo. Sus paredes
se estrecharon y aprisionaron a mi miembro haciéndolo casi doloroso, pero ese dolor se tornó
en placer cuando llegué al orgasmo y me derramé en su interior. Se dejó caer sobre mi pecho y
la abracé envolviendo su cuerpo. Nuestras respiraciones eran agitadas y nuestros corazones
latían a una velocidad de vértigo.
— Te amo —dijimos los dos a la vez.
Rodó hasta ponerse a mi lado tumbada boca arriba y yo me giré y puse una mano en su
vientre dejando que las yemas de mis dedos la acariciasen en círculos. Nuestro bebé comenzó
a moverse y ambos sonreímos. Poco a poco se fue quedando dormida y acerqué su cuerpo
más al mío, dejando que su calor me inundara.
Mientras intentaba quedarme dormido yo también sin muchos resultados, sin saber muy
bien porque, vinieron a mi mente los recuerdos de cuando nos conocimos, de cómo poco a
poco nos fuimos enamorando. Fue algo inusual, pero no cambiaría nada de lo que pasó. Me
gustaba el resultado que habían tenido las cosas, me aventuré confiando en mi instinto y no
fallé, Bella era la mujer de mi vida, con la que quería pasar cada uno de los días que me
quedaban, con ella y con nuestros hijos. No podía pedir más.

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