Está en la página 1de 31

DESDE MI DUELO

El dolor de perder a un ser querido

Edna Aurora Lizarazo Triana


Periodista de INPAHU y Comunicadora Social de
la Fundación Universitaria Los Libertadores de
Colombia. Su trayectoria laboral ha estado centrada
especialmente en el sector funerario, como Directora
Ejecutiva de la Corporación Remanso, actualmente
Coordinadora Nacional de Servicios de La Ascensión S.A.
y Directora de Comunicaciones y logística de Funeral
Consulting Group

Bogotá D.C. – Colombia, Febrero de 2010


DEDICATORIA

A mi esposo, Buster por su tenacidad y perseverancia

A mi mamá Mariela por su amor incondicional y


permanente

A mi hijo David José por su sabiduría

En memoria de Juan Sebastián Arrieta Lizarazo

11 de abril – 1 de octubre de 2005

-2-
AGRADECIMIENTOS
A Jaime Varela Robles por su confianza, apoyo y patrocinio

A Don Pedro Nel López Forero, su esposa y equipo de trabajo


por el respaldo y apoyo del sepelio de mi hijo

A Simón Franky por su oportuna ayuda en el momento más


crítico

A mi prima Celmira por su ayuda en la crianza de Juan


Sebastián

A mi prima Esther, su esposo Fernando y sus hijos Fernando,


Julián y Diego, por su amor solidario

A Don Fernando Arango por su generoso acompañamiento en


el dolor

Al Dr Jorge Montoya Carrasquilla por su acompañamiento


profesional desinteresado

A Jairo Correa y su grupo de Previsión Colombia por sus


sentimientos de aprecio

A Yaneth Rubio por animarme a seguir adelante

A la Dra Liliana Sanz por su amistad y respaldo

A David Bedoya por creer en mis capacidades

A mis amigas Margarita, Adriana, Derly, Angela, María del


Pilar por su compañía

A Jorge Bedoya por buscarme y compartirme otras


oportunidades

A Berenice, la nana de mis hijos, por su ayuda amorosa


-3-
A los Coroneles ® Heriberto Pardo y Mariano Jaimes por la
brindarme la oportunidad de reincorporarme al
campo laboral

A todos los que nos acompañaron de manera presencial y de


corazón en nuestro dolor

-4-
PRESENTACIÓN

Escribir sobre un libro, pienso, que no es tarea fácil…pero


escribir sobre una historia de vida, que ha causado un
inmenso dolor en una persona querida y en su familia, no
solo es difícil, es casi imposible, pues qué podría uno
acertadamente decir?.

La vida a veces nos lleva por senderos que definitivamente no


quisiéramos caminar, es más, no desearíamos que nadie de
aquellos que conocemos los recorriera, pero la vida, el
destino, Dios, o como lo quieran llamar, es muy sabio, le da
profundos sufrimientos a aquellos que sabe los podrán
soportar y saldrán al otro lado del túnel, transformados,
fortalecidos e increíblemente, aún con ánimos de ayudar a
otros.

Es el caso de este libro, que no es simplemente la historia de


alguien más, es un compartir a través del crecimiento
personal que muestra una de tantas opciones para ser más y
mejores después de la pérdida de un ser querido, y de cómo
no debemos sucumbir frente a aquello que imaginamos, no
podremos soportar. Esta es una posibilidad de mostrar y
demostrar que a pesar del dolor, cada quien desde el fondo
del corazón puede reencontrar el camino perdido.

Liliana Sanz R.
Psicóloga
lilianasanzr@yahoo.com

-5-
“Lo más auténtico de nosotros es nuestra
capacidad de crear, de superar, de soportar, de
transformar, de amar y de ser más que nuestro
sufrimiento.”

Ben Okri

S é lo que se siente, conozco de cerca ese


sentimiento de impotencia, de no poder cambiar lo
sucedido, el dolor, la incredulidad, esto no puede estar
sucediendo, no a mi, por qué, por qué?

Así es la muerte, llega, simplemente llega, a veces


avisa, a veces no, pero de todas las formas en que llegue
duele hasta la médula.

Una de las situaciones más difíciles que tiene que


enfrentar un ser humano, es la pérdida de un ser querido. Se
descompone todo, la vida social, la relación con los demás
miembros de la familia, la personalidad, los compañeros de
trabajo o de estudio.

Perdí a mi hijo de 6 meses, a las 2 y 15 de la tarde, un


nublado sábado 1 de octubre de 2005, de manera sorpresiva,
inesperada, todo cambió en 5 minutos mientras me duchaba.

Una semana atrás había visitado al médico pediatra


para consultarle por un salpullido en la cabeza de Juan
Sebastián. “Es normal”, me dijo el especialista, “es frecuente
en los lactantes, lo produce la leche materna, no se preocupe,
su hijo está hermoso y grandote, la felicito”!. Salí de allí muy
orgullosa sin sospechar lo que vendría.

Todo marchaba idealmente, acabábamos de comprar


un apartamento, un carro, teníamos nuestros trabajos
estables, nuestros hijos David José de año y medio y Juan
Sebastián de 6 meses, ¡que más se le puede pedir a la vida!.

-6-
Esa mañana fue tranquila, mi esposo, que
generalmente trabaja los sábados ese día no tuvo que ir a
trabajar, por esas cosas del destino. Habíamos planeado ir a
almorzar a la casa de mi madre y luego ir a comprar cuadros
para adornar nuestro hogar.

Estuvimos jugando en la cama los cuatro, vimos


televisión, les di tetero a los niños y a Juan su primera
compota que recibió con agrado. Ese día
programaron en el conjunto de
apartamentos una jornada de fumigación
contra los zancudos, así que cuando nos
tocó indicamos al operador hacerlo
especialmente en el baño, mientras los
demás nos ubicamos en el cuarto
principal con la puerta cerrada y la
ventana abierta

Luego, bañamos a los niños y los vestimos, mi esposo


hizo lo propio también. Seguido me tocó el turno pero Juan
Sebastián empezó a llorar y llorar, no lograba calmarlo. Lo
arrullé tratando de tranquilizarlo pero no fue suficiente y
hasta mal genio me dio, así que lo dejé en su cuna mientras
me entré a bañar.

Mi esposo quedó a cargo y fue nuevamente al cuarto


de los niños a calmarlo y tampoco lo logró y también sintió
enojo, como yo. Se devolvió al cuarto principal y de repente no
escuchó nada, así que fue a revisarlo y lo encontró con
vómito en la nariz y la boca. Intentó auxiliarlo, darle
respiración, reanimarlo… cuando salí lo encontré tratando de
darle aire boca a boca.

Desesperada llamé a la central de urgencias, describí


atropelladamente la situación pero no lograba darles la
dirección porque no me la sabía. Ubiqué un recibo de

-7-
servicios públicos, la dicté y les di unas señales de cómo
llegar al lugar, tardaron 7 minutos, dos ambulancias, subían
aparatos, le colocaban inyecciones y luego de 20 minutos, el
médico se dirigió a mi y me dijo “Mamá no hay nada que
hacer, el bebé no respondió”.

Mientras que pasaban esos afanes rezaba y rezaba


porque esto no fuera realidad, porque sólo fuera una tontería
y me dijeran que acá no había pasado nada- El médico me lo
repitió y yo no le entendía hasta que fijé mi mirada en su
cuerpo pequeño, extendido, relajado, inmóvil, sus labios entre
blancos y azules, su ojos cerrados.

Lo levanté y lo abracé, lo besé, lo llamé, tenía la


esperanza que estaba dormido. Mi esposo en un principio se
paralizó y no lograba respirar, tuvieron que ponerle una
careta para que regularizara la respiración. Se acercó y yo lo
aparté, no quería que nos tocara, deseaba que se callara, que
no llorara. Insistía en darle respiración boca a boca otra vez,
pero era demasiado tarde, Juan había muerto.

Avisé a mi mamá de lo sucedido y llegó a los pocos


minutos. Quedó impactada, pero ella, una mujer de carácter
fuerte se apersonó de la situación, porque mi esposo y yo

Los especialistas en los procesos de duelo han identificado unas “fases” o


momentos. No se trata de un desarrollo etapa por etapa sino que
dependiendo de muchos factores pueden ir y venir sobre una línea
horizontal. Cada quien tiene su tiempo para vivir el duelo. La primera es la
de aflicción aguda donde hay un shock emocional, se presenta incredulidad
ante los hechos, alteración de la comprensión, confusión y angustia. Así
mismo se pueden presentar síntomas físicos como ahogo, mareos,
inapetencia, sudoración fría, entre otros,

parecíamos unos zombis. Llamó a las autoridades como lo


indican las leyes de Colombia, solicitó a los médicos de las

-8-
ambulancias nos expidieran el certificado de defunción, pero
se negaron.

Mi preocupación se enfiló entonces a que se llevaran a


mi niño a Medicina Legal para practicarle una autopsia, me
moría del horror de pensar que abrieran su cuerpo, pensé
hasta en huir con él con tal de evitar esa situación.

Llevaba trabajando desde hacía 6 años en una


Corporación que agremiaba funerarias, me dedicaba a
organizar eventos de capacitación para los funerarios de todo
el país en temas como tanatopraxia, atención al cliente,
orientación en el duelo, mercadeo entre otras materias y
ahora que me tocó vivir de cerca esa nefasta experiencia, no
hubo teoría que me explicara los sucedido.

Afortunadamente llegó una doctora de la Secretaría de


Salud, revisó a mi niño y certificó que su muerte se había
producido por una broncoaspiración, con base en las
anotaciones e informaciones que le dieron los doctores de las
ambulancias y descartó una posible negligencia o maltrato
infantil, pensamiento que también me asustaba. A estas
alturas no sé a cual “ángel” debo agradecerle este favor.

Familiares y amigos acudieron al apartamento a


medida que iban avanzando las horas, llorando, preguntando
por lo que había pasado. Pude sentir su solidaridad, su
compañía y ahora que recuerdo, ninguno quiso ver a Juan
Sebastián muerto sobre la cama, el cuarto fue cerrado hasta
que partimos para la funeraria.

-9-
UN FUNERAL CON ESTILO PROPIO

Lo envolví en una de sus cobijas y por el camino me


hacia la idea que estaba dormido, que eso no estaba pasando
y de repente me envolvía una angustia y una rabia de ver que
trataba de engañarme y no podía. Todavía su cuerpo estaba
tibio y yo lo besaba para no olvidar esa sensación

Llegamos hacia las 5 de la tarde a la funeraria de la


cual era propietario mi Jefe de ese momento, Don Pedro Nel
López Forero y lo acosté en una camilla. Al llegar mi jefe
tampoco lograba creer lo que veía y golpeado por la situación
también lloró a la par de nosotros.

Tampoco olvidaré la expresión del tanatopráctico,


Evelio, un muchacho al que había visto muchas veces en los
cursos que yo organicé para el sector, estaba compungido,
dolido, pendiente de la decisión que fuéramos a tomar al
respecto. No quisimos que al niño lo tocaran, queríamos que
su cuerpecito permaneciera intacto,
inmaculado como el día que nació

Le cambiamos la ropita que tenia,


estaba rota porque los médicos la habían
cortado con tijeras para hacer los
procedimientos. Le pusimos su ropa de
bautizo, un hermoso vestido blanco elaborado
en hilo que había estrenado 3 meses atrás

Vino luego Graciela, ella era la encargada de detalle


del servicio: el cofre, la sala, el destino final. Generalmente los
servicios de los niños no tienen velación (en la religión
católica) pero en verdad nos permitieron hacer lo que
quisimos. Ella, muy delicadamente y solidarizada con la
situación me preguntó cual sala queríamos escoger y
recuerdo que le dije “es como si me dijeras que dedo quiero

- 10 -
que me machuquen, no sé Gracielita, la que tu digas está
bien”, le contesté. Nos organizaron la sala principal y desde
esa misma noche empezaron a llegar familiares y amigos que
se enteraron de nuestra desgracia.

Recibimos también muchas llamadas de amigos y


parientes de otras ciudades y hasta del exterior, no sabían
qué decir (y es que acaso hay algo para decir?). Algunos en su
intento de darnos algo de alivio decían cosas desatinadas
como que todavía podíamos tener otro hijo, como si se tratara
de reemplazar un carro estrellado. Ese fue otro aprendizaje

En Bogotá no es permitido velar toda la noche, así que


cierran las funerarias entre las 10 y 11 de la noche, pero
nosotros quisimos quedarnos, no íbamos a dejar solo a Juan
Sebastián. Unas primas se hicieron cargo de mi hijo mayor,
David José y una amiga estuvo acompañando a mi madre.

A pesar del cansancio no había sueño, nos quedamos


sentados allí, arropados con una cobija, en silencio, todavía
chocados por este gran golpe que nos había asestado la vida.
Hacia la 1 mi esposo fue al baño y yo me fui al cofre a ver a
mi niño, a tocarlo, a moverlo y me derrumbé, me arrodillé
clamando por clemencia. Mi esposo llegó y me abrazó muy
fuerte y lloramos a mares

Amaneció y nos retiramos de la sala para ir hasta el


apartamento solo para cambiarnos. Que silencio tan
aplastante, que vacío tan profundo. Regresamos y seguimos
velando hasta el medio día. Amigas intentaban llevarme
para hacerme comer algo pero la verdad no me pasaba ni la
saliva. Además no quería desaprovechar un segundo de las
últimas horas con Juan

No es costumbre realizar misa para los niños pero en


su lugar pensamos en una para nosotros, los que nos
quedamos, así que un amigo ubicó un cura que estuvo
- 11 -
dispuesto a acompañarnos porque el de mi parroquia el
mismo que le bautizó se negó precisamente por la
costumbre. Claro que me dijeron que en la misa de medio día
solicitó una oración por nosotros, En fin, lo importante es que
hubo quien.

Fue muy emotiva esa eucaristía en la sala, hasta tuvo


un momento muy intenso cuando de golpe se abrieron las
ventanas y al final, no sé de donde, me dirigí a todos para
agradecerles su compañía y a Dios por el privilegio de haber
conocido a un ser tan especial como Juan Sebastián.

Decidimos que la cremación era la mejor opción, yo


que conozco el paso a paso de la descomposición no quería
imaginar eso para mi hijo. Por el contrario creemos que el
fuego purifica y libera al alma del cuerpo con mayor rapidez…
bueno eso es lo que creemos, no es que sea la última verdad.

A pesar de que en Bogotá es prohibido ir en el carro


fúnebre tuve la “fortuna” de ir allí acompañando a mi hijo
hasta su último momento en esta Tierra. En el crematorio se
produjo un momento de tensión al momento del último adiós.
Mi mamá pensó que iba a desmayarme o algo parecido, así
que me dio un abrazo muy fuerte superprotector, pero le dije
que estaba bien, que quería darle mi adiós. Lo besé, lo
abracé, lloré igual que mi esposo y luego se fue.

Como conocía a los administradores del crematorio no


tuve que esperar y ese mismo día me entregaron sus
cenizas… y pensar que 24 horas antes estábamos
alistándonos para ir a almorzar donde mi mamá, cómo da
vueltas la vida en un segundo.

Los siguientes días fueron increíblemente tediosos,


intentamos hacer la vida normal, llevar a David José al
colegio, y en el trabajo nos dieron la semana libre que fue
eterna, toda la rutina diaria se desprogramó
- 12 -
LA HORA DE LA VERDAD

N os preguntábamos continuamente el por qué nos


había pasado esto, tal vez sería la compota que le
di, o tal vez el tetero, o de pronto fue la fumigación que fueron
a hacer al conjunto de apartamento, no eso no pudo ser,
seguramente fue un gas que no le sacamos. Todo,
absolutamente todo era objeto de respuesta a ese
interrogante.

Algunos familiares llegaron a decirnos que lo


habíamos descuidado, que no le colocamos suficiente
atención, que no supimos interpretar su llanto, hasta yo
culpé a mi esposo por no haberme avisado cuando empezó
todo y esa afirmación me costaría más llanto y dolor en el
futuro

Al principio recibíamos llamadas de los amigos


cercanos, con el tiempo eso fue pasando, llega un momento
en que se siente la soledad. Para nosotros el tiempo se detuvo
y para los demás la vida siguió

El reintegro al trabajo fue duro, desanimado, el mero


hecho de levantarse era un fastidio. Desde contestar llamadas
hasta las reuniones eran un recordatorio diario de la tragedia.

- 13 -
No faltaba quien preguntara por “los niños” y volver a contar
y recontar la historia.

A los 8 días de fallecido quisimos hacer algo distinto,


hacer de ese sábado actividades que no nos recordaran lo que
había sucedido el anterior, así que viajamos a un población
cercana y fue como haber encontrado un oasis en el desierto.

La semana siguiente tuve un incidente saliendo del


conjunto de apartamento, atropellé con el carro a un ciclista,
afortunadamente sin consecuencias qué lamentar, solo el
susto y un golpe en uno de sus dedos. El señor no quiso que
lo llevara al hospital y dijo estar bien, que no me preocupara,
por el contrario pareciera que yo fuera la atropellada. Mi
atención estaba en otro lado

Al mes coloqué sus cenizas en el mismo nicho donde


reposan las de mi abuela materna. Quedaron en una cajita
muy especial que nos la envió Don Fernando Arango, un
respetado y reconocido funerario del país, quien años atrás
vivió la muerte de su hijo. El entendía perfectamente por lo
que estábamos pasando. Allí están sus cenizas, en la misma
iglesia donde se realizó mi matrimonio

La segunda fase se trata de la conciencia de la pérdida. Pasado el agite del


funeral, la verdad golpea con fuerza la realidad se presenta un desasosiego
por la separación y es común exclamaciones de ruego y ansia de volver a
ver al difunto. El estrés y los sentimientos de culpa atacan sin
consideración. Aparecen los “si yo hubiera”, “si el médico hubiera” , “si Dios
hubiera”, etc. Se acrecientan los sentimientos de rabia, intolerancia e ira,
hasta por lo más insignificante. Acompaña esta fase una búsqueda
constante del fallecido, se siente su presencia y aumentan lo sueños
relacionados con la situación.

Con el tiempo las llamadas de los amigos, las visitas,


los correos electrónicos fueron disminuyendo. Noté que uno
hace una especie de lista negra de quienes nos llamaron o

- 14 -
nos visitaron y de los que no lo hicieron. Cuando volví a
encontrar a esas personas me dijeron que no nos habían
llamado porque no sabían que decirnos

Recuerdo con mucho aprecio un mensaje de texto que


llegó a mi celular que me tocó el alma, decía “te llevo presente
en mi corazón”. Desafortunadamente no supe quien envió esa
frase tan bonita

La empresa de mi esposo colocó a nuestra disposición


una psicóloga para que nos fuera ayudando en el proceso del
duelo. En esas charlas salieron a flote los problemas que
como pareja teníamos. Me di cuenta que el recorrido del duelo
no tiene fin, sólo varios caminos unos llenos de rocas, otros
con un paisaje hostil y otros una llanura.

Cuando salía a la calle sentía que los demás sabían lo


que había pasado, entendí por qué algunas personas parecen
amargadas, tal vez están viviendo alguna desgracia. Todo
desemboca al dolor intenso, uno busca consideración de los
demás como si fuera la única persona en el mundo que
sufriera, incluso pretende que se otorguen “privilegios” como
que no le hagan esperar en una fila, o no se apliquen multas
o cualquier cosa por el estilo, El duelo en ocasiones se vuelve
una excusa

Afortunadamente no sufrí de insomnio, pero mi esposo


me contaba que gimoteaba mientras dormía, me esforzaba
por soñar con mi hijo. Al contrario lo que quería era
permanecer durmiendo para escapar de la ruda realidad que
me tocó.

Otro cambio que noté es que ya no veía los colores tan


vividos, mi visión disminuyó de manera importante, la
memoria me fallaba, la desconcentración era total y la música
ya no me tocaba el corazón, pareciera como si hubiera

- 15 -
perdido la sensibilidad hacia las notas que le transmiten
emociones.

Una de las situaciones más agobiantes de comienzo de


esta horrible situación era sentir mis pechos producir la leche
para un hijo que ya no estaba y por todo lo que significaba,
me explico: Juan Sebastián fue mi “realización” como madre
ya que después de mi primer hijo, a quien no supe
amamantar y crié a punta de tetero, me sentí más preparada
para asumir ese rol. Así que darle de lactar fue simplemente
apoteósico, Ahora lo veo desde otro punto de vista, fue
maravilloso haber tenido esa experiencia.

Ubiqué un grupo de autoayuda de padres que han


perdido hijos que se llama “Fundación lazos”, empecé a asistir
cada 8 días. Conocí gente muy especial, con historias muy
duras. Compartí con ellos lo poco que sabía sobre el duelo,
les conté mi experiencia. La mayoría habían perdido hijos
adolescentes o adultos y la única que había perdido un bebé
era yo.

Un día conversando con una mamita que había


perdido su hijo de 25 años en un accidente, me comentaba lo
difícil que era para ella la muerte de su hijo. Me decía que ya
no tenía fuerzas para soportar el dolor.

Para ella era su esperanza porque acababa de


graduarse de una ingeniería, “todo lo que invertimos en él y
ahora para que?”, decía sollozando Le manifesté mi
solidaridad por su sentimiento y me contesta “cuanto tenía su
hijo? 6 meses? Ah no, lo mío si es muy duro porque el mí hijo
tenía 25 años”.

Quedé estupefacta y al principio sentí rabia, pero


rápidamente cambié mi emoción y le expliqué. “A los hijos se
les ama no por la edad que tienen, sino precisamente porque
son nuestros hijos… yo también perdí al mío”. Ella se sintió
- 16 -
apenada y entendí que ese comentario fue producto de su
frustración. Las pérdidas perinatales y las de los bebés son
las menos valoradas en la sociedad.

Al cabo de un par de meses dejé de asistir al grupo,


me confundía un poco escuchar las infelices historias de
muchos papitos y no estaba preparada para ayudarlos en
algo.

Todo me recordaba o conducía a Juan. Preciso me


encontraba con alguna señora con un bebé de la edad de
Juan, o prendía el televisor justo en la propaganda de
pañales. No toqué nada de su armario, su ropita estrenada y
la que le quedó nueva, su juguete preferido, una mamá
elefante de tela muy suave que tenía un bolsillito donde
guardaba su hijo elefantico, su tetero, su álbum de fotos…

FECHAS ESPECIALES

L legó el 31 de octubre, el día de los niños y mi

corazón estaba partido en dos. Por un lado preparando y


festejando a David José y por el otro la ilusión perdida: de
qué hubiera disfrazado a Juan?

Se acercaba diciembre y la verdad quería como frenar el paso


de los meses, no tenía nada que festejar. Me decía “Es que
acaso el mundo no entiende que no tengo motivos para reír,
para celebrar, para desear felices nada”?!

A comienzos de diciembre recibí una llamada muy


alentadora, era Don Fernando Arango para preguntar cómo
estábamos. Le comenté que no muy bien, que la situación era
muy triste, así que me hizo una invitación junto con mi
- 17 -
esposo para viajar a Medellín a pasar un fin de semana y
asistir a las charlas sobre el duelo que cada fin de semana el
Dr. Jorge Montoya Carrasquilla hace para los dolientes de
Funeraria San Vicente.

Ese fin de semana coincidió con el día de las velitas o


Celebración de la Virgen y es el comienzo oficial de la navidad
donde se prenden las luces. Ese viaje fue un oasis, como
cuando se le echa una crema refrescante a una quemadura.
Compartimos con el Dr Montoya durante la charla junto con
otras personas que también estaban pasando lo mismo que
nosotros: habían perdido un ser querido.

El Dr Jorge Montoya Carrasquilla es un médico


psiquiatra dedicado desde hace varios años a trabajar el tema
del duelo. Fundó con el respaldo de Don Fernando Arango la
primera Unidad de Duelo de una funeraria en América Latina.
Cada fin de semana asisten numerosas personas que han
sufrido una pérdida o sus familiares y amigos para aprender
cómo sobreponerse o cómo acompañar en estas situaciones.

En consulta privada nos hizo un ejercicio en donde


nos solicitaba leer un documento con la hoja pegada a la
nariz, luego al retirarla a la distancia prudente podía leerse lo
que decía. Nos explicó que así estábamos en este momento
buscando respuestas a lo sucedido, pero que con el tiempo
íbamos a poder ver lo que la vida quería enseñarnos.

Cinco meses después de la muerte de Juan decidí que


quería tomarme un tiempo, no me sentía con todos mis
sentidos para responder por el trabajo. Presenté mi renuncia
y aunque no fue aceptada me retire

Mi esposo optó por trabajar y trabajar, enfocarse en


eso. Se iba muy temprano y llegaba tarde, así que poco
hablábamos o compartíamos y el tema del duelo ni se tocaba.
Era como un “acá no ha pasado nada”
- 18 -
Mi rutina diaria era levantarme, abrirle la puerta a
Berenice, la nana de mis hijos, ella se encargaba de todos los
quehaceres del apartamento, alistar a David José para ir al
Jardín, llevarlo y volver. Pagar recibos de servicios públicos y
dormir, dormir y dormir.

Me llené mucha ansiedad, tanto que sentía que la


carne me ardía por dentro y me llené de rabia, de ira, de
intolerancia. Unos días amanecía bien y otros muy desolada
y desesperanzada, es lo que los especialistas llaman “la
montaña rusa”

Poco a poco la gente (o yo?) se fue desconectando, el


tiempo se detuvo y sólo amigos cercanos llamaban con alguna
frecuencia para saber cómo estábamos. Fui sumiéndome en
una profunda tristeza. Me decía a mi misma la mala suerte
que me tocó y rompí relaciones con Dios. Esto no era justo,
me repetía en mi diálogo interno, me preguntaba el por qué,
me cuestionaba si eran malas acciones mías y era la forma de
“pagar” por ello (?).

Curiosamente Juan Sebastián nació un 11 de abril,


misma fecha en que cumple años mi esposo. El fue su regalo
de cumpleaños y el parecido físico calcado de su padre. A
pesar de la ilusión fallida, siempre compro una tortica y
celebro el natalicio de ambos, aunque suele suceder que nos
inundan sentimientos encontrados

Un tercer proceso es la “Conservación aislamiento”. La mayoría de los


testimonio de personas en duelo coinciden en afirmar que es la más dura y
que se aproxima a la depresión como enfermedad. El doliente prefiere estar
solo y presenta una sensación de cansancio y desánimo. Hay una
impaciencia porque el dolor no cesa y un repaso obsesivo de los hechos. El
apoyo social disminuye porque “aburre” a los demás tanto lloriqueo y
lamentaciones. La necesidad de sueño aumenta producto del cansancio
físico y mental.

Mientras, mi mamá me observaba, me acompañaba y


soportaba con paciencia mi mal genio, desánimo y desazón

- 19 -
por la vida. Que bella mi mami, ahora entiendo que ella sufre
el doble que yo: por mí y por su nieto. Un día me propuso
visitar una psicóloga que la había tratado a través de su
servicio de salud. Acepté.

CAERSE Y LEVANTARSE, VOLVER A CAERSE Y


VOLVER A LEVANTARSE

E mpecé a recibir las visitas de la Dra Sandra cada

ocho días y más que el duelo en sí mismo fue un viaje a mi


interior, libre de prejuicios religiosos o morales. Descubrí que
no tenía las herramientas suficientes para sobreponerme por
mi cuenta y que mi ignorancia emocional no me permitía salir
del hoyo. Fue muy edificante recibir esta asesoría profesional
porque empecé a entender que no se trataba de un “por qué”,
sino de un “Para qué”.

Las vivencias, especialmente las negativas o dolorosas,


deben servirnos para hacernos crecer como personas, como
seres espirituales y como parte de una familia y de una
sociedad, Si no se logra extraer ese aprendizaje no estamos
haciendo nada, estamos perdiendo el tiempo.

Y precisamente pesando en ocupar mi tiempo


decidimos con mi esposo crear una empresa dedicada a la
comercialización de huevo en polvo (muy interesante a
propósito). Bueno fue realmente una idea de él y la intención
era que yo liderara ese proceso. Solicitamos préstamos,
buscamos asesoría legal y contable y salimos al ruedo. La
primera producción se dañó y en resumen todo fue un
desastre. Hoy entiendo que no era el momento para
emprender ese proyecto

- 20 -
Para mi esposo, estas “ayudas” no eran necesarias
para él, según su punto de vista. Sin embargo su nivel de
tolerancia cada vez era bajo y más bajo. Ir a un restaurante
podía convertirse en una situación estresante. Si no le
gustaba la forma como servían o como atendía el mesero se
formaba un problema y yo sufría de pena ajena. Llegó un
momento en que cuando se presentaban esos impasses yo me
salía con David José y lo dejaba sólo.

Sucedió que de tanto exceso de trabajo mi esposo


terminó por enfermarse, le salieron un par de hernias que lo
dejaron “fuera del aire” como dirían en su trabajo. Eso hizo
que permaneciera más tiempo en el apartamento, lugar donde
sucedieron los hechos y además que no tuviera un “escape”
para enfrentar el dolor de la pérdida. La Dra Sandra lo
atendió un par de veces y en la segunda cita nos informó que
ya no estaba al alcance de la psicología seguirle tratando, que
recomendaba que visitara al psiquiatra para que dictaminara
si era necesario algún tratamiento con medicación.

Eso fue muy duro para él, “¡yo no estoy loco!”, gritaba,
pero finalmente lo convencí para que pidiera una cita. El
especialista lo vio y efectivamente lo medicó. No sabíamos a lo
que nos enfrentábamos, lo que si sé es que nos esperaba una
batalla muy dura.

Nuestra relación se deterioró bastante, la falta de


comunicación los reproches continuos, las culpas
provocadas, el dolor adicional causado, las deudas latentes y
apremiantes. Mejor dicho, el mundo se nos derrumbó en
todos los aspectos de nuestra vida.

Empecé entonces a buscar oportunidades laborales,


Surgió entonces una posibilidad de asesorar un trabajo en
una empresa de previsión exequial. Curiosamente esto se dio
a través de la persona que reemplacé en la corporación de

- 21 -
funerarias y que realmente no tuve oportunidad de conocer
en ese momento. Desde el comienzo de la pérdida de Juan,
Yaneth llamaba de cuando en vez para saber de nosotros.
Dicen que en las tragedias es que se conocen a los amigos y
por eso le alcanzan a uno los dedos de la mano para
contarlos.

Me contactó un amigo, David Bedoya, que había


iniciado un grupo de consultoría para el sector funerario,
llamado Funeral Consulting Group. Me encantó la idea
porque se trataba del gremio para el cual venía trabajando y
acumulando experiencia y él por su parte confiaba en mis
competencias para organizar y convocar eventos. Sin un peso
en el bolsillo arrancamos y alcanzamos a organizar tres
capacitaciones en Medellín, Barranquilla y Bogotá.

Justo cuando aprobaron la propuesta y firmé el


contrato de asesoría con La Ascensión y realizaba el
seminario en Bogotá para F C Group me enfermé gravemente
y tuvieron que internarme en una clínica donde terminé en
cirugía para extraerme la vesícula. Por algún lado tenía que
reventar toda mi angustia, dolor, rabia y frustración y fue así,
a costa de mi propia vida.

Otra vez pensaba, “que mala suerte la mía, no me sale


nada bien, cada vez que intento salir algo pasa y etc, etc, etc.,
… malos pensamientos todo el tiempo.

Salí avante de mis problemas de salud y finalmente La


Ascensión me contrató directamente. Fue un alivio para mis
preocupaciones financieras. Pero por el otro lado mi
matrimonio más que deteriorase se desmoronaba a pasos
agigantados.

Mi esposo se sumió en una depresión profunda


producto de la culpa y los sentimientos de impotencia.
Mientras tanto yo trataba de sobrevivir y proteger a David
- 22 -
José de todos esos problemas, porque no era justo que fuera
él quien pagara las consecuencias.

Me decía que no quería vivir más, que no podía salir


de ese abismo, que todo estaba acabado. Yo adopté una
posición muy drástica y crítica y él me reprochaba mi dureza.
Le exigí que pusiera la cara y enfrentara la situación, por él
mismo, por David José, por mí. Finalmente un 23 de
diciembre de 2007, aprovechando que mi mamá y mis
primas se habían llevado a David José a unas vacaciones a la
playa, recogí mi ropa y la del niño, sus juguetes y me fui del
apartamento y retorne al refugio que me ofrecía mi casa
materna, donde me crié, crecí, me eduqué y salí para formar
mi hogar.

Nadie de mi entorno conocía de mi situación, ni


siquiera mi propia familia, no quería mortificar a nadie, no
quería convertirme en la “de malas” a la que todo el mundo le
saca el cuerpo para no “contagiarse” de esa sal. Ahora,
además del dolor de perder un hijo tenía que empezar a
procesar el dolor de una separación, que en últimas
significaba fracasar en el proyecto de vida, pensaba en esos
momentos

Pasaron 3 días hasta que mi mamá se dio cuenta que


algo pasaba y la actualicé. Se entristeció mucho pero como
siempre me brindó su apoyo incondicional. Ese mismo lapso
de tiempo le tomó a mi esposo volverme a contactar a pesar
de mis evasivas, pero justamente ese límite fue el empujón
que necesitó para sacar fuerzas de la nada y decidirse por
luchar para superar la situación.

Cuando mi mamá y David José regresaron de las


vacaciones afortunadamente habíamos conversado y
arreglado los problemas profundos y decidimos emprender
una vida nueva. Nos instalamos en la casa y al cabo de un

- 23 -
par de meses logramos vender el apartamento con todo y
muebles, pagamos deudas y empezar de cero.

Admiro mucho la capacidad que tuvo mi esposo de


superarse a si mismo, a su dolor, tanto que no hubo
necesidad de seguir con la medicación ni visitas al psiquiatra.
Fue un acto consciente y decidido movido por el amor.

Un día me encontré una prima, llamada Paola, muy


querida con quien hacía mucho tiempo no nos veíamos.
Durante el almuerzo ella me contó, entre otras cosas, de un
libro que estaba leyendo sobre el poder que tienen nuestros
pensamientos y su influencia en las cosas buenas y malas
que nos suceden.

El tema me dejó inquieta y me hizo reflexionar acerca


de mi actitud hacia la vida desde la muerte de Juan. Caí en la
cuenta de mis pensamientos derrotistas y pesimistas
repetitivos, bueno, es que no era para menos, era que se
había muerto mi hijo y con eso se había mutilado un pedazo
de mi alma.

Viene un momento de aceptación emocional e intelectual de la pérdida, a


esto se le llama “cicatrización”. En ella se reconstruye una nueva persona,
es como una renovación. Se retoma el control de la propia vida. Se asumen
nuevos roles, inclusive los que desempeñaba el ser perdido. Se reconoce
que se aprendió algo de esta experiencia. Comienza la tarea de reconstruir
el mundo en sus tres esferas: realidad, sentido de la vida y personalidad.
Como parte del proceso de adaptación se perdona y olvidan situaciones
conflictivas del pasado.

Han pasado 4 años 4 meses desde su fallecimiento y a


pesar de que aún tengo altibajos en mi estado de ánimo, me
he reconciliado con la vida, con Dios, he perdonado y he
pedido perdón, lucho a diario y me fortalezco para enfrentar
todos los problemas que se me atraviesen
- 24 -
Mi vida es tranquila, mi familia ha sido mi fuerza, mi
escudo, mi impulso
so para el día a día. Mis amigos me quieren,
me aprecian, valoran mi conocimiento, Tengo el mejor esposo
del mundo, el amor de mi vida y tengo a mis hijos, uno a mi
lado y otro en mi corazón, tengo mi profesión, mi trabajo y
nuevas oportunidades, que más se e puede uno pedir?

Todavía no tengo las respuestas del por qué pasó algo


tan terrible para nosotros, pero si sé que hoy soy mejor
persona y que al compartir mis vivencias es posible que
mucha gente encuentre la fuerza para seguir caminando en el
duelo o acompañar a quien lo esté viviendo

Cada 1 de octubre los Arrieta


Lizarazo programamos un día en familia,
pedimos permiso en nuestros respectivos
trabajos y el colegio de David José, vamos
a cine, a un parque, almorzamos en un
lugar bonito y en la noche asistimos
as a
misa en la iglesia San Juan Bautista de la
Salle. Visitamos el cenizario donde se
encuentran los restos de Juan Sebastián y volvemos a llorar
su ausencia con lágrimas sabor esperanza.

Cuando se acepta la realidad y se acomoda a su nueva circunstancia


circunsta viene
la Renovación. Aquí el apego a la persona fallecida se ha desatado y se
vive para si mismo, Descubre y se reconoce una valentía que antes no veía.
Acá también se excluye al fallecido de las actividades cotidianas y se
aprende a vivir sin él o ella.
la. A pesar del largo recorrido, las fechas
especiales o de aniversario pueden traer consigo angustia, como en las
etapas iniciales.

Mi duelo lo resumo en una frase que muy sabiamente


escribió el Dr Jorge Montoya Carrasquilla en 1998

En ninguna otra situación como en


el duelo, el dolor producido es TOTAL: es un

- 25 -
dolor biológico (duele el cuerpo), psicológico
(duele la personalidad), social (duele la
sociedad y su forma de ser), familiar (nos
duele el dolor de otros) y espiritual (duele el
alma). En la pérdida de un ser querido
duele el pasado, el presente y
especialmente el futuro. Toda la vida, en su
conjunto, duele"

QUE ES LO MEJOR EN EL DUELO

Debemos aprender a convivir con el dolor de la pérdida de


nuestros seres queridos, a manejarlo, está en nuestra
voluntad hacerlo, por eso a continuación enumero y comento
desde mi vivencia algunos consejos que ofrece la
conferencista motivacional Maytte, en su libro, “Recetas para
el alma”

1. El tiempo es la mejor medicina

La vida continúa y es a través del tiempo que lo vamos


entendiendo. De nosotros mismos depende que esa travesía
se haga de manera amable

2. Recordarlo desde su presencia

Claro que está bien recordar a nuestros seres queridos, pero


hagámoslo desde los momentos bonitos, los que nos dieron
felicidad, los que nos brindaron plenitud. No nos
enfrasquemos en los momentos críticos.

3. Pensamientos positivos

- 26 -
Por experiencia propia puedo testificar que si alimentamos
pensamientos de infelicidad, de desesperanza, de angustia,
así será nuestro diario vivir. Por eso hay que procurar ver
siempre el vaso medio lleno y no medio vacío .

4. Aceptar lo que no cambiará

Aterrizar la realidad nos permite avanzar por uno mismo, por


la familia, por los demás. Tal vez la respuesta la llevemos
consigo pero llegado el momento es que la encontraremos

5. Concentrarse en la vida

Si bien es cierto un ser querido se nos ha ido, también lo es el


resto que están el día a día con nosotros. Esmerémonos en
hacernos la existencia agradable, así como a los demás. El
secreto está en vivir el presente: lo que pasó, pasó, el futuro
es incierto, vivamos el ahora.

6. Pedir ayuda si es necesario

No nos de pena buscar ayuda si sentimos que no podemos


avanzar. La estrategia está en trabajar en equipo, para eso
existen especialistas, consejeros, grupos de autoayuda, libros,
páginas en internet. Pero un consejo, esa ayuda es para
mostrarte otras formas de salir adelante, rechaza cualquiera
que trate de inculcar culpas, sacrificios innecesarios o darte
la esperanza de revivir o contactar a tu ser querido, es muy
nocivo para el alma.

7. Pasar la página

Si ya aceptamos lo que no podemos cambiar démosle una


dirección al barco de nuestra vida, pero no para olvidar a
nuestros seres amados que ya partieron, sino para
recordarlos con amor

- 27 -
QUE NO DEBEMOS HACER

1. Crearnos falsas esperanzas

2. Vivir en el pasado

3. Aislarnos

4. Rechazar la ayuda de quienes nos quieren

5. Utilizar el duelo como excusa para no cumplir con el


deber

6. Buscar escapes a través de pastillas para dormir, el


alcohol o las drogas, lo único que se consigue es más
dolor

7. Aceptar comentarios malintencionados que refuercen


culpas

8. Vivir conectados al dolor

9. Evitar la presencia divina en nuestra vida

10. Amargarse la vida y la de los demás con situaciones


conflictivas

11. Reprochar lo que se pudo haber hecho y no se hizo

12. Subestimar el dolor de otros

13. Reprimir el llanto

14. Fomentar o reiterar pensamientos negativos

14. Aceptar una actitud de abandono en nuestro cuidado


personal

- 28 -
15. Desquitarnos con los demás porque estamos sufriendo

16. Creernos que somos los únicos que sufrimos por la


pérdida de un ser querido

DESDE MI DUELO, te digo que te entiendo, que me


solidarizo con tu sentir, que comparto tu dolor, que te
llevo presente en mi corazón

Edna A.

- 29 -
PUEDES CONSULTAR MAS INFORMACION
SOBRE EL DUELO EN

http://montedeoya.homestead.com/duelos.html. Todas las


notas de pie de página sobre las fases del duelo fueron
tomadas de la página elaborada por el Dr. Jorge Montoya
Carrasquilla.

www.yanethrubiopinilla.com

www.fundacionlazos.com

www.maytte.com

o escríbeme a edna.lizarazo@gmail.com

- 30 -
. Mi madre pensó que me iba a desmayar o algo así y me
atrapó en un abrazo protector, pero le dije que me
dejara ir a besarlo por última vez

- 31 -

También podría gustarte