Está en la página 1de 8

Iconos, Revista de Ciencias Sociales No.

18
Flacso-Ecuador
Enero 2004
p. 63-70

El pasillo
ecuatoriano:
noción de identidad sonora1

Wilma Granda2 común, es decir, por una “plebe” marginada


de los cánones quienes, con un pasillo, inten-
El pasillo, texto poético-musical arraigado a tan ocultar su duelo real, ese que necesaria-
una gestión personal de sentimientos de los mente refiere a condiciones materiales especí-
ecuatorianos, es una manifestación cultural ficas y a relaciones ideológicas de clase. Asu-
tan nuestra pero, a la vez, tan extraña, por mido como una máscara de elegancia, el pasi-
omitida o desvalorizada. Tanto que incluso es llo persiste y disfraza a la mayoría de ecuato-
común la incongruencia para referirse a él, o rianos durante el siglo XX y, aún, es comple-
quien lo usa se atiene a una ambivalencia de jo reconocerlo.
sensaciones y juicios de valoración tan distin- Acercarse a un tema que, por obvio y des-
tos como contrapuestos. Experimentar con conocido, se vuelve casi mítico, y sobre el que
un pasillo el “placer que duele” o la simbiosis millones de personas tienen su particular ver-
de lo bello y de lo triste significa muchas ve- sión, constituye un reto ineludible. El objeti-
ces arriesgarse a una luminosidad de catarsis o vo sería recuperar una memoria para quien se
a una sonoridad opaca sin voz constituida, ni halle dispuesto a re-construir un sentido para
memoria reconocida o pública. el pasillo nacional, importante legado de la
En lo público, y bajo prejuicio, el pasillo cultura urbana y elemento fundamental en la
se adjudica a una estética de la “tercera edad”
o de “chusma irredimible”. En la intimidad,
en cambio, su alto y mayoritario consumo
evidencia la fuerte carga de clandestinidad y
vergüenza social con que se lo usa. Efectiva-
mente, esa pedrería lujosa de versos y acordes
de un pasillo poético tradicional es recurren-
temente celebrada por caballeros y damas del
Granda, Wilma, 2004, “El pasillo ecuatoriano: noción
de identidad sonora”, en ÍCONOS No. 18, Flacso-
Ecuador, Quito, pp. 63-70.

1 Este artículo es parte de mi libro El pasillo ecuatoria-


no: noción de identidad sonora, CONMUSICA, Qui-
to, en prensa. La versión que se publica aquí ha sido
ligeramente revisada.
Antonio Mena

2 Socióloga. Investigadora Cinemateca Nacional del


Ecuador. Responsable de la documentación del Cine
Ecuatoriano.

ICONOS 63
dossier
noción de identidad sonora de los ecuatoria- ción estética y mental en un proceso irreversi-
nos, al menos para generaciones que conclu- ble. Sólo reencontrándonos cuestionaríamos a
yen el siglo XX. un devastador y no tan nuevo proceso de dis-
Definir al pasillo como parte de la cultura ciplinamiento social que requiere homogeni-
popular conjuga valores, estrategias y símbo- zarnos para anular nuestras particularidades
los que sectores urbanos del país expresaron al múltiples y nuestra compleja vivencia de mes-
iniciar y concluir el siglo XX. Es ahí donde las tizaje cultural. Un mestizaje en el que música
crisis económico-políticas de contundentes y y textos de pasillos constituyen el anclaje de
similares efectos producen traumas que llegan mayor referencia para los ecuatorianos mesti-
a verbalizarse mediante un poema musical zos: un anclaje entre la realidad más profunda
llamado pasillo; un pasillo que se está gestio- del mestizo y una pretendida máscara de am-
nado como un discurso de “sentimientos de bigüedad que nos hemos impuesto, talvez, pa-
pérdida”; pérdidas indistintas que llegarían a ra evitar el trance de legitimar nuestra voz.
simbolizarse como una idealización amorosa. El pasillo ha sido marginado por una au-
En las primeras décadas del siglo XX, la todenominada “sapiencia musical” que lo
grabación de discos y el establecimiento de la desvaloriza, y ha sido eludido por una “van-
radio socializan un similar referente de pasi- guardia” que asume lo popular sólo como
llo, una suerte de confesión existencial que práctica de contenidos políticos o como con-
prologa y prolonga una inviolable adhesión a frontación al estatus de lo culto. Obviado en
la tristeza (tristeza que, además, tendrá razón el canto de barricada o en los cenáculos del
de estar en casi toda la música popular lati- buen gusto, el pasillo logra, sin embargo, so-
noamericana). brevivir más de un siglo, como huérfano de
La simbiosis música-sentimientos presente esas referencias de elite, evocado eso sí en el
en el pasillo, como filón sugerente y rico de registro inconsciente de memoria de miles de
una sensibilidad moderna o civilizada de fines ecuatorianos que lo usan todavía para expre-
del siglo XIX y principios del XX, permitiría sar sentimientos y motivarse introspección y
recuperar el sentido del “instante trascenden- catarsis: espacio subjetivo que se ha vuelto
te” en generaciones tan lejanas que, aparente- –desafortunadamente- útil en épocas de agu-
mente, tendrían en común sólo un rito de da crisis económico-política.
anacrónica expresión por el pasillo. Es decir, Asimismo, el pasillo ha sido asumido co-
la a veces solitaria manera de recrear su inte- mo chivo expiatorio de la vergüenza propia,
rioridad y personalizarse. oído casi clandestinamente o como “fin de
Los antiguos valsecitos del gran país lati- fiesta”. Vinculado generalmente al rito alco-
noamericano -llámense hoy tangos, vallena- hólico y, en particulares ocasiones, recupera-
tos, boleros, guapangos o pasillos de rocola- do públicamente por detentadores del poder
podrían inscribirse en un proyecto de vigen- y la política, quienes manipulan sentimientos
cia musical si se los incluyese en una especie en contra del interés de quien lo crea, inter-
de arqueología y terapia cultural (que aliviane preta y consume, el pasillo precisa de enfo-
el extrañamiento social que sufren quienes ques multidisciplinarios.
usan una música que les es útil o amada). Sin Gestado desde hace siglos, en medio de
embargo, no pueden superar el delirio indivi- innumerables crisis de valoración estética, el
dual y la crisis social de desmemoria que des- pasillo vincula en tanto mecanismo del orden
contextualiza su práctica. social y contradice las pautas requeridas por
Volver desde dentro a la autoestima y a la diferentes modelos de modernidad en nuestra
valoración de lo que nos es propio se vuelve larga historia de dependencia económico-po-
necesario, hoy más que nunca, frente a una lítica. El hilo conductor del análisis presume,
nueva modernidad que prefiere que las cosas entonces, la pervivencia de una antinomia co-
sigan como están y, con ella, nuestra degrada- lonial: civilización-barbarie, cuya vigencia

64 ICONOS
permite desagregar los distintos procesos de y afirma lo que de indígena tenemos en cada
descalificación cultural que le atañen al pasi- uno: conciencia oculta de general humilla-
llo como prejuicio ideológico. ción, extrañamiento que hay que disimular
El objeto de estudio es el pasillo clásico - con versos de pedrería de lujo o de crudo ho-
pasillo canción o poético- que fuera grabado menaje a la muerte. Así se mediatiza un an-
en disco a inicios del siglo XX, porque éste cestral complejo de culpa frente a desposeídos
aún circula en boca de generaciones actuales. indígenas y el esforzado intento de movilidad
Y, porque al comenzar el siglo XX y al con- social hacia el ascenso, condición esencial de
cluirlo, se suceden similares crisis económico- la vivencia mestiza.
políticas e innovaciones tecnológicas que pro- Desde su nacimiento a tientas hasta cuan-
vocan cambios en la sensibilidad y en el ima- do emerge con forma propia, luego readecua-
ginario de los ecuatorianos. Como excepción, do en épocas de crisis, al pasillo le es posible
se recurre también al pasillo de baile -no poé- coexistir en el doloroso proceso del mestizaje
tico y alegre- y a otros ritmos nacionales que aportando una presencia poético musical con-
derivan con decisiva influencia en la creación tradictoria -a veces- pero viva y plural que re-
del pasillo-canción. Asimismo, se mencionan gistra en lo vivido su trasfondo de esencia y en
los actuales pasillos de rocola o música chicha el que la individualidad no admite masas. Allí
que accede al gusto mayoritario de sectores radica su fuerza trágica de aislamiento o eva-
empobrecidos. Pasilleros y pasillos que, sin sión. Pasillo que, sobre todo, deberá convali-
permiso de la cultura oficial y sin requerir de darse o negarse socialmente sólo cuando su
los mass media, han mantenido el único refe- entorno y el introvertido individual que lo
rente de continuidad histórica para la crea- utiliza ya no lo necesite para expresar un desa-
ción. Entiéndase esto no como propuesta de juste social que, por no resolverse, lo obliga a
innovación estética sino como una reiteración abrirse el pecho y a exhibir el corazón dando
de los mismos contenidos del pasillo anterior, un salto mortal entre dos vidas: la propia con-
sólo que con un lenguaje no cristalizado o flictuada y la del objeto amado que no se pu-
poético y que, en lo musical, extrañarían tam- do tener, pero se puede mentar-mentir, en una
bién a una técnica y estética reconocidas. suerte de chulla levita, con postizos y corbatín
superpuestos a una existencia que se desgarra.
Creado en el acento propio de la música
Pasillo mestizo: saca-muertos, latinoamericana, donde un inviolable voto de
mete-muertos tristeza y la reiteración de contenidos nos
identifican en una similar textura anímica de
Como traducción del vals europeo, el pasillo vergüenzas y muertes cercanas, el pasillo aco-
se introduce a América en la segunda mitad pia, igualmente, las más disímiles y remotas
del siglo XIX -como un vals justamente al re- influencias: valses de emulación cortesana,
vés- que se populariza en las voces de soldados sanjuanes y yaravíes lentos-quejosos, habane-
venezolanos y colombianos protagonistas de ras y zarzuelas en corrales-lecherías a los que
las luchas libertarias y de un trashumante de- se llama teatros, tonos ágiles de capitán cha-
sarraigo convertido en exilio poético y meló- rretero y retrechero, lamentos leves de venci-
dico. El pasillo asimila -como danza- una mo- dos pájaros virachué, música de pianistas con
dalidad popular de fácil acceso al zarao o fan- el oficio en la calle, tanguistas de nostalgia sin
dango mestizo y preconizador del desorden. lunfardos, guitarras de oscuridad, cantantes
Como texto-canción, el pasillo hereda de de lagartera o juglares de cafés, ventanales y
la conquista la tendencia personalista del es- gramófonos.
pañol y del mestizo la fe y la poesía que lo sal- Pese a su diferente ritmo y composición
van individualmente. Con un lenguaje etéreo musical, el pasillo tiene un lenguaje de sím-
o con residuos de bascosidad, el pasillo niega bolos que encuentra similares resonancias

ICONOS 65
dossier

El pasillo conjuga valores, estrategias y símbolos que sectores urbanos expresaron al


iniciar y concluir el siglo XX. Si hay comunidades rurales de característica musical rui-
dosa, alegre y colectiva, también hay mestizos de la urbe que con un pasillo expre-
san su subjetividad de hombres solos, introvertidos e insatisfechos afectivamente.

afectivas con la generalidad de la música po- cente e introyectado, el pasillo confiesa la am-
pular latinoamericana -el vínculo amoroso y bigüedad cultural y un exilio en tierra propia
la ruptura de ese vínculo-, develando la vida que hay que aparentar con la compleja no-
emotiva profunda de un mestizo y su ambi- ción de haber perdido algo, la identidad o al-
güedad. Aproximarnos a su poesía y música ma. “Teoría general del perdedor”, uno sólo y
asume lo subjetivo en su interrelación social, gran pasillo, expresaría la más grande colec-
pues, el pasillo y su sinfín de cruzamientos ción de situaciones de pérdida: el amor, la pa-
ubica cuadros recónditos de un contexto reja, la madre, la propia tierra, los amigos, el
donde aún sobrevive el absurdo: lo bello y lo orgullo, la maldita suerte y, a veces, hasta la
triste juntos como iconografía neocolonial de propia vida.
nuestra América. Dando cuenta de una confusión de valores
del ser íntimo que remite irremediablemente a
“Al morir de las tardes, en el huerto del veci-
no/ hay un ave que canta con extraño amar- la fatalidad, el pasillo se convierte en un canto
gor/ Yo no sé si la pobre ha perdido su cami- entonado “para adentro” por una legión de
no/ o tal vez va rimando su tristeza y mi do- hermanos “sin bandera” que se acostumbran a
lor/ Avecilla del huerto que lloráis en tu can- perder guerras propias o inventadas. Todo por
to/ una pena tan honda/ como el cielo y el imaginar ficticiamente un retorno a aquello
mar/ Yo también en mis noches de angustia que les era propio, su identidad o alma.
y de llanto/ he rimado la pena de sufrir y Desde cantinas de desamor o manicomios
amar/”. Al morir de las tardes, Pasillo de1929; de soledades más lúcidas, la actitud gestual de
quien consume un pasillo luce un cuerpo
Texto: Amado Nervo; Música: José Ignacio
Canelos. comprometido con la emoción individual:
sólo, con su frente y su detrás, fetal y sin la
En el pasillo, idealizar lo idealizado es una for- madre, con la espalda como única posada,
ma de descifrar la realidad social desde el suje- reelaborando una música y un texto lo más
to, una suerte de religión que soslaya, pero que parecido a nada y lo más diferente a todo. Dis-
al mismo tiempo recrea el conflicto y entorno curso del imposible, relega otras escuchas de
de quienes lo usan para verbalizar un drama o alerta como las contradicciones que habría
un delirio que los personaliza y trasciende. que dilucidar o los sentimientos indecibles
El ecuatoriano mestizo, inhabilitado para que habría que decantar. Ello, porque un pa-
asumir su condición ambivalente, adquiere sillero sólo está enfermo si no encuentra su
en ocasiones niveles patológicos de desubica- raíz u origen, esto es, su naturaleza y su cul-
ción social. Confrontado a negarse y por no tura que fue y es el escenario de sus vínculos.
perderse a sí mismo, adopta -en principio- Si a principios del siglo XX, la moda pasi-
una ideología de clase alta que permite no in- llera deviene en una implicación disciplina-
sistir en la escisión, pero persiste ahondándo- dora de sentimientos estimulada por las pri-
lo en su confusión y llevándolo a un último meras grabaciones de discos, al recurrir a una
reducto: su miedo y atracción por la muerte, sola versión de pasillo-canción o pasillo poé-
tema recurrente en los textos de pasillos. tico tenemos el inicio de una ruptura con el
Jalonado entre lo indio y lo blanco, subya- antiguo pasillo de baile. Sería dable sostener

66 ICONOS
entonces que esa anterior versatilidad rítmica La pasillomanía y la teatralización
se transmuta para anular su aporte trasgresor disciplinada de los sentimientos
de hombres y mujeres bailando, mirándose a
la cara y rozándose el cuerpo. Si aquel hubie- La pasillomanía es un estilo de vida o una
ra pervivido, el pasillo habría encontrado de- manera de querer morir como se canta: en la
rroteros diferentes frente a la represión social templanza decimonónica de quien asume que
de sentimientos. Pero, también, habría perdi- un romántico es aquel que corteja a la muer-
do una vigente potencialidad de introspec- te o se suicida, quien usa la bohemia y recom-
ción que, aunque normada, expresa también pone metáforas ideales que lo alejan de un
asociaciones trascendentes con la realidad. entorno empobrecido subjetiva y objetiva-
Revestirse de barroquismo y ambigüedad a mente. Apropiado de lo triste, un pasillóma-
favor de una homologación de sentimientos no transcribe entonces su expresión como si
fue la premisa de un incipiente mercado dis- fuese su estado de ánimo.
cográfico a inicios de siglo y parecería serlo
hasta la actualidad. “En las horas dolientes de mi vida/ en las que
El pasillo-canción llegaría a ser lo que aho- mi alma parece que agoniza/ evoco tu recuer-
ra es, tal como lo conocemos, gracias a que do y él alivia/ el dolor que en mi pecho mar-
instancias encargadas de normar sentimientos tiriza...”. Si pudiera decirte. Letra y Música:
(como la Iglesia, la escuela, las leyes, la salud Víctor Manuel Carrera, Quito, 1925. Intér-
pública, etc.) habrían vislumbrado el peligro prete: Lidia Noboa Irigoyen, 1998 .
de su presión subjetiva y social. Se requería
entonces normarlo para evitar que los senti- El pasillo, inserto en la música popular ro-
mientos se desborden o existan individuos mántica, se apropia de un cariz de folletín o
“sin control”, dispuestos a rebasar el laberinto de melodrama romántico de siglo XIX, orien-
de soledad individualista que acuña al pasillo. tando su expresión de sentimientos norma-
Esta hipótesis asiste de hecho a la evidencia dos o por normar. Los primeros pasillos gra-
de un uso diferente e impugnador del pasillo bados logran construir e irradiar una sensibi-
que prevalece en su silencio, en su posición lidad dramatizadora o teatralizadora que, a la
secreta, en el significado que aflora sólo cuan- vez que expresa sentimientos, encubre vacíos
do desenterramos su raíz, y no sólo cuando y fisuras de nuevas relaciones en las incipien-
asistimos miméticos a la grandilocuencia de tes ciudades del siglo anterior.
su voz o desgarradora vena. Cabe entonces no Caminando al filo del abismo, pasilleros y
inmiscuirse inerme a la reiteración de aquel pasillos discurren sin matices, entre lo blanco
universo poético-musical. y lo negro, entre la vida y la muerte. Pese a la
Una generalizada aceptación del pasillo ambigüedad poética, en sus textos prima la
poético tradicional sigue siendo la opción de tristeza, cargando un peso de desadaptación
una mayoría de ecuatorianos que cabalgan el social pero también de desahogo o compensa-
siglo XX con arquetipos de un modernismo ción social donde, muchas veces, el rito alco-
que alejaría o desvanecería lo insoportable de hólico profundiza la rumia interior de un
la cotidianeidad a través de metáforas acústi- drama cantado o la mimesis de permanencia
cas y sugerentes; con sensibilidad “refinada”, e inmovilidad emocional. Y ello, tanto a nivel
disfrazada de “elegante”. Un pasillo es un ac- de contenidos y formas, cuanto en la disposi-
to de fe poética que no concluye y al que lo ción subjetiva de potenciales pasilleros.
apremian todavía a transitar hacia una nueva No se debería afirmar que un consumidor
modernidad del siglo XXI donde, los moder- de pasillos sea un sumiso. Al contrario, el lí-
nos son ahora quienes, a diferencia de hace un mite de exacerbación pasillera lleva, muchas
siglo, pregonan la masificación a favor de un veces, a la realización de actos “libertarios”
mercado global que los seguirá marginando. como el suicidio que atenta contra todo or-

ICONOS 67
dossier
den. La reiteración de la muerte por propia de descubrir su pena real, así la expongan
mano en el mundo pasillero pone sobre la cantando. Su interpretación del mundo sólo
mesa una forma de rebeldía de su obsesiona- atina a la realidad pensada y no a la actuada;
do consumo, lo que se plantea como un pen- su introspección intima con la culpa y la ver-
samiento escéptico o acción paralógica de de- güenza, donde su noción del “imposible”
senlace trágico. ¿Acaso las protestas colectivas equipara al “más allá” religioso que coarta su
son las únicas que afectan al poder y no aque- posibilidad de pisar en suelo firme.
llos silenciosos atentados de pasilleros que re-
claman mejores condiciones de vida material “La noche el cielo cubre/ de inmensidad del
y un derecho terapéutico a la imaginación y a viento/ el mar sin movimiento/ también en
la salud mental? En distintas épocas del con- calma está/ tu palidez de ondina ¡oh! reina de
sumo pasillero, especialmente durante las cri- los mares/ dulcísimos cantares/ mi amor te
cantará / De conchas y corales de nácar/ de
sis de principio y fines de siglo XX, el aumen-
nácar reluciente/ guirnaldas, guirnaldas en tu
to de suicidas parecería no provocar apremios
pelo/ mi bien, mi bien, te seguiré / No olvides
en quienes deben proyectar alternativas de sa-
mi bien las horas que felices/ pasábamos, pa-
lud pública a la desadaptación social vislum- sábamos, pasábamos los dos/ Y cuando ya me
brada en una pasillomanía. vaya/ llevaré por guía/ tu nombre como estre-
lla que alumbre mi ser”. De conchas y corales.
“Me rompieron el cráneo a golpes lentos / y
vieron los doctores admirados que al morir/ Autor: José Leopoldo Noboa Saa (Luis Sán-
mis postreros pensamientos a ella sola estu- chez) 1935.
vieron consagrados/ Levantaron mi párpado
caído y en mi pupila mustia y apagada/ en- El pasillo, música entre individuos solos, dis-
contraron cual ave entre su nido/ su imagen tintos e intransferibles, debe su pervivencia
adorable retratada/ De mi pecho escapose co-
justamente a esa aparente posibilidad de ex-
mo un eco/ y el corazón buscaron enseguida/
presar el “sentir de cada uno”, de ese ser irre-
Solo encontraron sin calor el hueco/ me ha-
ductible que no admite voces colectivas. Esa
bía robado el corazón en vida/ Siguieron los
doctores otra huella/ y fueron tras la sangre noción importante en su apasionado consu-
de mis venas/ ni una gota encontraron pues mo es, también, su opuesto límite. Pues, hoy
con ella/ formé la tinta que escribió mi pena/ más que nunca, se cumple aquella premoni-
ción de los iniciales modernistas creadores de
Disección. Texto: Julio Esaú Delgado, 1914, textos de pasillos que se atrincheraban en de-
Diario El Comercio. Música: Bolívar Ortiz . fensa de la belleza y arte, cuando vislumbra-
ban lo que hoy es una realidad irreversible: el
triunfo del pragmatismo capitalista sobre “el
El hombre del pasillo espíritu”, un mercado global que impone,
con mayor asiduidad, músicas opuestas a la
Convertido en una metafísica o en una psico- introversión original del pasillo y las concibe
logía, el pasillo engloba a un ecuatoriano sin- como formas homogenizadoras de igualar
gular que no sólo canta o compone pasillos, desde fuera a los individuos, en la rítmica fa-
sino también que asume el amor como una cilona y monótona y en la metalurgia de so-
tragedia. Si en el país existen comunidades nidos electrónicos. Extrovertidos y masifica-
rurales de característica musical ruidosa, ale- dos, los nuevos sujetos estarían inhábiles para
gre y colectiva, existen también mestizos de la asumir las diferencias musicales: ya no se re-
urbe que con un pasillo expresan su subjetivi- conocerían socialmente con una estética sub-
dad de hombres solos, introvertidos e insatis- jetiva del pasillo antiguo o moderno.
fechos afectivamente. Rinden culto al amor El hombre del pasillo antiguo pierde vi-
imposible y ejercen una retórica que les impi- gencia social. Creador de mitos o imágenes

68 ICONOS
subjetivas, enfrenta realidades difíciles y dis- Por otra parte, aquellos pasillos modernos
tintas. Ante ello, inocula fantasía a su peque- llamados de rocola, usados en la colectividad
ño e intenso mundo interior para amurallarse, del espectáculo, anulan el placer o goce priva-
sin asumir al mundo real porque le es ajeno. dos pero mantienen una misma función so-
Esa disociación, aparte de excluirlo, le estimu- cial de personalización que los pasillos anti-
la a regodearse en su pasado y a permanecer guos. Pese a su comercialización relativamen-
te exitosa, esa creación y consumo correspon-
hostil con el presente. Así, “lo que fue” cons-
de a aquellos a quienes la cultura oficial no re-
tituye su defensa sicológica. Tal como ocurre a
conoce. Su interpretación heterogénea y car-
los primeros protagonistas del pasillo. nal opone a la homogeneidad de la gran urbe,
su heterogeneidad echa de pasiones todavía
“He sentido en mi pecho una alondra de
prohibidas y expresadas sin subterfugio poéti-
oro/ ilusión ahora vuelves a nacer en mi pe-
co. “Así, sin entenderlo bien, su nostalgia es
cho/ déjame que descanse ya la vida no tiene
una desordenada y contradictoria resistencia
para mí / más que brumas, soledad y silen-
a perder su libertad hecha de cosas materiales
cio/ Pobre alondra de oro/ que en mi pecho
y concretas” (El Conejo, 1985:2).
has nacido/ deja triste tus alas/ que tu oníri-
co intento de volverme a la vida/ será vano lo
“Yo guardaba un día el pañuelo blanco que
sabes/ que la vida no vuelve cuando el alma
secó tus lágrimas, secas y marchitas como el
se ha muerto. / He sentido en mi pecho, 1928.
sentimiento. ...Por qué no me dijiste que no
me querías/ para no adorarte/ Por qué no me
Autor: Francisco Paredes Herrera. Intérpre-
dijiste que no me querías/ para así olvidar-
tes: Margarita Cueto y Juan Pulido. Discos
te/”. Pañuelo blanco.
Víctor 46525. Este pasillo se convirtió en pa-
rodia del colombiano Tartarín Moreira, en
Autor: Fausto Galarza. Intérprete: Héctor Ja-
Rosario de Besos.
ramillo, Comisión Municipal Fiestas de Qui-
to 1987.
La diferencia principal entre el actual hombre
moderno y el hombre de pasillo antiguo radi- Excepto por la profunda catarsis de los usua-
caría en que al primero lo marcan pautas co- rios cuando emulan la voz cantante, e identi-
lectivas o masificadas que lo condicionan a fican para sí, la música y texto de pasillos “ro-
reacciones y escuchas determinadas por cir- coleros” en el escenario público, la tipología
cunstancias externas y no de intimidad consi- de ese pasillo involucra, más que nada, la se-
go mismo. Es el hombre tipo, homologado y vera rigidez del escenario en soledad. Así exis-
uniforme que pretende ser original, por su ca- ta el eco del público, con voz desgarrada y
pacidad de consumo, eludiendo cuán homo- mimética, no está su cuerpo o corporeidad
genizada se halla su estética musical por el pues fue reprimido aquel pasillo de baile que
mercado. El hombre del pasillo antiguo, en pudo haber predispuesto a sus ejecutantes a
cambio, interpone su subjetividad entre él y una mejor comunicación corporal con el pú-
el mundo real, con la íntima certeza de su in- blico. Aunque el baile del pasillo antiguo, con
terioridad diferenciada y singular. un ligero toque de manos sobre cintura y
hombros de la pareja, aprehendió la forma
“La cantina es el oasis del que tiene sed de
besos/ del que tiene sed de abrazos/ del que disciplinada de no sucumbir a la corporeidad,
tiene sed de amor/ el que pide entre sus rezos pasilleros antiguos y modernos reprimen sus
una luz que guíe sus pasos/ una mano que lo sentidos corpóreos. Aquel paso tambaleante
lleve a donde no hay dolor.../El trago va ma- de las cosechas, todavía presentes en Sanjua-
tando lentamente el recuerdo y la total desi- nitos alegres, tampoco se integran a una co-
lusión.../. La cantina. Autor e intérprete: Da- reografía pasillera. Es más, ya no existe una
niel Santos-Julio Jaramillo. coreografía pasillera que estuvo presente has-
Fuente: “El Conejo”, Diario Hoy, 1985. ta la década del cincuenta del siglo XX. Ella

ICONOS 69
dossier
logró ser un trance volátil de giros sin acerca- selección introyectada por consumidores ac-
miento físico o abrazo afectivo y sensual entre tuales, y sobre la que se habrán podido añadir
parejas, un cuerpo sonoro sin sexo que replie- nuevos usos que atañen al sempiterno y aún
ga y ladea la sorpresa del frenesí en giros im- latente sentido de lo omitido, de lo que no se
previsibles que aturden o amortiguan el cuer- dijo y no se dice todavía con el pasillo. Es co-
po no predispuesto; una entrega comunican- mo si la personalización que se otorga al ini-
te con el otro sino consigo mismo3. cial consumidor pasillero fuera todavía una
Un “pasillo-lugar” es el principio o territo- sombra o un fantasma que no precisa el per-
rio intermedio que diferencia ambientes físi- miso de doctos ni de profanadores de la inti-
cos de la casa. Un pasillo, en lenguaje colo- midad para continuar o para desaparecer, pa-
quial, es también la ruta que nos lleva hacia ra comprobar que no necesita necesitarse, pa-
adentro, a lo empezado, a lo angosto y acor- ra decir por fin que un pasillo no fracasa so-
tado. Entre rejas deslizantes, nos llevaría hacia cialmente, si su uso subjetivo y social sigue
afuera de nosotros mismos: de abajo a arriba siendo expresión de sujetos en reconocimien-
o de lejos hacia el interior; hasta lo que se de- to de su identidad. El pasillo es eso que, en un
jaría ver y se presiente -aunque oculte- quié- sentido optimista, mantiene diferencias y re-
nes y cómo se encuentran al final de un espa- siste cuando se somete a los mecanismos de
cio todavía invisible. un control social de los sentimientos, pero es
Como canción de culto o de sector exclui- también lo que subvierte4.
do, el pasillo es la experiencia inequívoca de Estar dispuestos a identificar los conteni-
estar al margen o al principio de algo diferen- dos más profundos del pasillo aportaría talvez
te. Partir por escucharlo y luego rechazarlo o a una creación de resonancia vigente o actua-
asumirlo para referir su diferenciada forma de lizada. Sin embargo, aún sin ella -todavía-, el
llegar a cada uno, es un placer o gozo indivi- self o alma de la patria podría actualizarse en
dualizado que bien podría aportar al devela- un pasillo, por identidad y por memoria, co-
miento de razones para su crisis de valora- mo un canto que nos ha sido común y equi-
ción: lo único que talvez podría remover la valente en casi toda América Latina y que asu-
indiferencia con que se lo maneja en cenácu- mió procesos históricos recreados con una líri-
los del “buen gusto” y del poder. Ello, con in- ca instalada en la metafísica, pero que ha lo-
tenciones de contradecir aquello de que las grado transmutar, de alguna manera, el am-
razones del “fracaso social” del pasillo estarían biente social de dependencias impuestas y que
en el contenido. La constatación es paradóji- hemos podido enfrentar con reflexión y sufri-
ca: el pasillo no necesitó renovar su forma miento, a través de canciones como el pasillo.
poético-musical para sobrevivir entre dos No asumir esto podría retrasar la posibili-
mundos absolutamente distintos, la época de dad de recuperar el tiempo de oponerse con
sus iniciales grabaciones y las relativamente creatividad al anquilosamiento, a la falta de
escasas interpretaciones y creaciones de fin de vida y a la impudicia de un erotismo sin fe en
siglo. El consumo mayoritario del pasillo evi- lo que nos es propio, ahora y aquí. Pues el
dencia que esos mismos contenidos se han ahora y aquí pasillero no lo dicta una política
permeado como necesidades subjetivas de an- cultural planificada por el Estado o un pro-
teriores y presentes generaciones; se han yecto político en particular. Lo hará, si lo ha-
adaptado a la recurrente metamorfosis de una ce, el proceso social de sujetos conceptual-
mente distintos que asuman su capacidad de
3 Reír llorando, pasillo instrumental o de baile, 1928. reelaborar su realidad con un sentido de futu-
Autor: Carlos Amable Ortiz. Intérprete: Segundo Bau- ro, esto es, a partir de su memoria.
tista. Comisión Municipal Fiestas de Quito 1987 (XL-
VII); Odio y amor o Pasillo Paredes, pasillo instrumen-
tal o de baile, 1925. Autor: Víctor Aurelio Paredes. In- 4 Espantapájaros, pasillo instrumental. Autor: Gerardo
térpretes: Orquesta Luis Aníbal Granja (XLVIII). Guevara, 1987 (XLIX).

70 ICONOS

También podría gustarte