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J. Kershaw Carol - La Danza Hipnótica de La Pareja PDF
J. Kershaw Carol - La Danza Hipnótica de La Pareja PDF
H IP N O T IC A
D E L A PAREJA
C rea ció n d e estrategias
ericksonianas en terapia con yu g a l
C A R O L J. K E R S H A W
A m orrortu editores
La danza hipnótica es una interacción
que estimula en los miembros de una pa
reja estados de conciencia tanto positivos
como negativos. Milton Erickson ha exten
dido las teorías científicas sobre la hipno
sis hasta incluir el trance común cotidia
no. Cuando los compañeros interactúan, el
vocabulario que usan y las conductas que
manifiestan crean una especie de danza
hipnótica en virtud de la cual el comporta
miento de cada uno empieza a reducir el
foco de conciencia del otro. Dos personas
que interactúan se estimulan mutuamente
estados similares de trance. Se puede defi
nir este como un enfoque de la atención,
una disociación del pensamiento, del sen
timiento y de la acción. La hipnosis es au-
tohipnosis; la interacción misma sirve de
catalizador para inducir un estado hipnóti
co en cada cónyuge. Se trata de unas con
ductas automáticas que se enlazan en una
pauta de secuencias recíprocas.
Las ideas de Milton Erickson mantienen
una frescura que admite elaboraciones no
tables. La autora del presente libro toma de
él las nociones que se refieren al incon
ciente y a la hipnosis para situarlas en
cotejo con una extensa y actualizada bi
bliografía, que en particular incluye descu
brimientos recientes alcanzados en el cam
po de las neurociencias, y para someterlas
a una aplicación osada y fecunda: la conju
gación de teoría del inconciente y de la
hipnosis, por un lado, y teoría de la pareja,
por el otro, con el objeto de enunciar y
poner a prueba un abordaje especial de te
rapia hipnótica de la pareja.
Milton Erickson veía en el inconciente
un reservorio de recursos inexplotados que
era preciso poner a disposición de la per
sona sufriente para que ella misma domi
nara las tribulaciones de su vida. En el tra
bajo con parejas, el terapeuta pronto ad
vierte que cada compañero aporta a la
situación un inconciente individual y un
inconciente de pareja. La tarea del terapeu
ta consiste en alinearse con el inconciente
tC o n tin ú a en la segu n d a s o la p a .)
L a danza hipnótica
de la pareja
La danza hipnótica
de la pareja
Creación de estrategias ericksonianas
en terapia conyugal
Carol J. Kershaw
Amorrortu editores
Buenos Aires
Directores de la biblioteca de psicología y psicoanálisis,
Jorge Colapinto y David Maldavsky
The Couple's Hypnotic Dance. Creating Ericksonian Stra
tegies, Carol J. Kershaw
© Brunner/Mazel, Inc., por acuerdo con Mark Paterson
and Associates, 1992
Traducción, Zoraida J. Valcárcel
ISBN 950-518-545-6
ISBN 0-87630-625-3, Nueva York, edición original
272 Epílogo
275 Bibliografía
9
Prefacio
11
siendo, sorprendentemente, un medio de «explicar» a los
individuos en el contexto de parejas y familias.
Los abordajes de terapia familiar con orientación
psicoanalítica comenzaron a fines de la década de 1930,
con el trabajo de Ackerman, y generaron las líneas que
seguirían Boszormenyi-Nagy, Bowen, la Clínica de
Orientación del Niño de Filadelfia, etc. Esta fue una de
las tres tendencias principales dentro de la terapia fa
miliar. A principios de la década de 1950, Bateson y sus
colaboradores, en aplicación de las conceptualizaciones
de la cibernética y la teoría general de sistemas, promo
vieron el proyecto de comunicación con orientación in
terpersonal, el modelo MRI, y otros. Entre estos sobre
salieron Virginia Satir y el movimiento de desarrollo per
sonal, y la técnica de resolución de problemas de Jay
Haley. Pero existió una tercera elaboración de terapia
familiar completamente independiente y de una fuente
algo menos ruidosa que también había ejercido consi
derable influencia sobre el primer equipo de Bateson,
sobre el MRI, Satir y Haley, a causa de su singular abor
daje de personas y problemas. Nos referimos, desde
luego, a Milton Erickson, quien venía utilizando hip
nosis en el tratamiento de individuos, parejas y familias.
Su trabajo hipnótico compartía el carácter no analítico
de su terapia familiar.
En las últimas décadas, la serena voz de Milton Eric
kson ha penetrado en el campo de la salud mental, y ha
llevado a muchos a reconsiderar diversos tipos de co
municación, hipnótica o no, dentro de un abordaje de
salud mental no patológico y orientado hacia el futuro.
Erickson extendió las teorías científicas vigentes acerca
de la hipnosis para incluir el trance común cotidiano, y
así salvó el hiato entre hipnosis y terapia familiar como
lo habían propuesto Laing y Berne.
En este libro, la doctora Carol Kershaw formula ob
servaciones agudas y oportunas sobre aspectos hipnóti
cos en el interior de la diada conyugal. Expone una rese
ña práctica y completa de la bibliografía de apoyo y de
los fundamentos teóricos de estas ideas, y ofrece pautas
metodológicas destinadas a los terapeutas. La atención
que presta a la conducta del cliente y el uso que hace de
ella, con una orientación no patológica y orientada hacia
12
el futuro, son la impronta del legado ericksoniano; pero
Kershaw también incorpora los puntos fuertes de opi
niones rivales o contradictorias sustentadas por otros
autores en torno de la hipnosis.
Su tema principal es la hipnosis en familias, en su
doble carácter de intervención terapéutica y componen
te natural de diadas interpersonales, pero también nos
educa en la hipnosis misma y nos da un panorama
sobre ella. Esa educación se centra intensamente en el
contexto interpersonal, tantas veces subestimado o ig
norado por completo en muchas obras que detallan as
pectos de la técnica hipnótica.
Los síntomas son importantes formas de comunica
ción que señalan un desequilibrio o descontrol de proce
sos relaciónales. Los síntomas proporcionan una comu
nicación inconciente sobre conflictos evolutivos que es
torban el aprendizaje y la resolución de problemas en el
aquí y ahora. Por consiguiente, la perspectiva adoptada
por Kershaw incluye ayudar a los clientes a recuperar
y estructurar sus recursos con miras a facilitar nuevas
pautas relaciónales que vuelvan innecesarios los sínto
mas como «mejor alternativa» para responder a las de
mandas evolutivas. Esta exploración nos ayuda a com
prender mejor la idea de extender los usos tradicionales
de la hipnosis centrada en el individuo más allá de la
relajación y la sugestión directa para la remoción del
síntoma. El marco de Kershaw incluye atender al modo
en que se puede usar lo que denomina «trance sintomá
tico» para inducir un trance curativo, que se completa
con alteraciones del contexto interpersonal. La biblio
grafía científica sobre hipnosis en tanto intervención
destinada a facilitar la remoción del síntoma por suges
tión directa registra un alto índice de logros iniciales, en
especial con síntomas cuya base es la angustia. Pero los
estudios de seguimiento revelan a menudo la transito-
riedad de tales cambios o su posterior remplazo por
otros «síntomas». Cuando los terapeutas comprenden la
función interpersonal-evolutiva de los síntomas —o sea,
lo que llamamos los aspectos ecosistémicos— y trabajan
con los clientes en la creación conjunta de respuestas
distintas y creativas a los desafíos evolutivos, los sínto
mas presentados se abandonan lógicamente a ese pa-
13
sado en el que fueron adaptativos y necesarios. De esto
se infiere que los síntomas psicosomáticos y las crisis
conyugales son señales evolutivas interpretables como
oportunidades de crecimiento personal y conyugal.
En especial, nos atraen la minuciosidad y el respeto
con que la doctora Kershaw trata la importancia del
«desplazamiento de las lentes» por parte del terapeuta.
Adquiere así una empatia con los individuos y un respe
to por el bienestar del sistema en tanto este representa
hasta ahora el mejor modo de resolver sus problemas.
Define la empatia como una actitud básica de conside
ración hacia las personas y su lucha por la vida, que no
implica censura. Dentro de este contexto, bosqueja y de
talla parámetros útiles para evaluar la dinámica de pa
reja, conciente de la dinámica intrapsíquica que influye
en los hechos interaccionales. A medida que los tera
peutas comprenden la dinámica del sistema y adquie
ren un conocimiento evolutivo de los individuos y de la
diada conyugal, crean intervenciones holísticas y poten
tes con una gran naturalidad. La doctora Kershaw mues
tra de manera clara y explicable, en consonancia, la co
nexión entre evaluación y planes de tratamiento tenta
tivos. No hay riesgo de sobrestimar la importancia de
esa conexión, sobre todo cuando nos apartamos de la
hipnosis tradicional para insistir en las técnicas indirec
tas. Además, defiende un plan de tratamiento muy indi
vidualizado, específicamente modelado; esta es otra ca
racterística propia de la técnica ericksoniana, que prefie
re la flexibilidad a la aplicación arbitraria de un modelo
rígido a todos los clientes o a todas las categorías de pro
blemas. En conjunto, el libro presenta una rica variedad
de ideas para formular intervenciones, acompañadas de
útiles pautas de implementación.
Apreciamos en especial la metáfora de la «danza» in
terpersonal. Como terapeutas, también estamos com
prometidos en una «danza de pareja». Debemos equili
brar nuestra posición de expertos, y comprender que no
cambiamos nada sino, más bien, creamos juntamente
con el cliente un contexto en el que se puedan producir
los cambios deseados. La doctora Kershaw ayuda a los
lectores a percibir la terapia como una danza destinada
a estimular recursos y organizarlos en paquetes cohe-
14
rentes de conductas y sentimientos; así se ayuda a las
personas a estimularse eficazmente a ellas mismas y
estimular a otras hacia el desarrollo de un matrimonio y
una familia sanos. La autora reduce el papel del tera
peuta en tanto realza la confianza del cliente en sí mis
mo. Presenta una terapia orientada hacia metas y re
cursos. Cabe esperar que será más breve que el trata
miento centrado en examinar la patología y fomentar la
dependencia del cliente de un terapeuta «experto».
Desde este punto de vista, hipnosis y terapia familiar
son una tela tejida con el mismo hilo. Por lo tanto, la
combinación que nos presenta la doctora Kershaw sue
na bien. Sus observaciones y su creatividad concuerdan
con nuestras opiniones y teorías acerca del trabajo he
cho por Erickson en ambas áreas. Nos complace adver
tir la ulterior clarificación de ideas sobre hipnosis, ma
trimonio y terapia familiar tal como las expone aquí la
doctora Kershaw. Este es un libro dotado de una creati
vidad que inspirará a los lectores y de una erudición que
los imbuirá de profesionalismo. En suma, un verdadero
cotillón para todos.
GulfBreeze, Florida
15
Agradecimientos
17
por haber tenido la certeza de que yo podría llevar a cabo
el proyecto. Al paso que maduramos con los años, sigo
apreciando el valor de las amistades íntimas.
Judy Geer leyó con cariño la obra en sus etapas ini
cíales de elaboración y es una amiga querida.
La guía suave pero firme de Dale Hill ha sido invalo
rable, y ha despertado mi afecto.
Agradezco el respaldo prestado por Myer Reid, Don
Williamson, Jeff Zeig, Yvonne Dolan, Al Serrano, Cari
Whitaker y tantos otros colegas.
Doy gracias a mis padres y a mi abuela, que echaron
las bases para que yo fuera una mujer profesional.
Expreso mi sincero reconocimiento a Mark Tracten,
que estuvo dispuesto a arriesgarse a publicar mi obra, a
Natalie Gilman, por su constante influencia positiva, y
a mi editora, Suzi Tucker, que hasta el nacimiento de su
hijo trabajó conmigo en la tarea de dar al manuscrito la
claridad y la estructura correctas. Gracias, Suzi.
Finalmente, agradezco a mis pacientes haberme per
mitido participar en su viaje por el matrimonio y la vida.
Siento un profundo respeto hacia ellos. La psicoterapia
es un proceso donde cada uno, paciente y terapeuta,
afecta la vida del otro. He aprendido mucho.
18
Introducción
19
Un estado placentero similar al trance puede ser de
sencadenado por la señal de iniciar sexo que predis
ponga a la pareja para las conductas automáticas pla
centeras asociadas a esta pauta. Un estado displacen
tero similar al trance acompañado de una secuencia de
conducta horrorosa puede ser desencadenado por una
mirada, un gesto, un tono de voz o un tema de discusión
en los que la pareja reconozca una señal de conflicto.
Aunque las pautas sean percibidas por la pareja, a me
nudo parecen inalterables por un medio conciente. Es
más frecuente que estas pautas permanezcan fuera de
la conciencia de la pareja.
Comprender el modo en que una interacción conyu
gal estimula en los cónyuges estados de conciencia posi
tivos o negativos similares al trance (la «danza hipnó
tica») resulta útil tanto para el terapeuta como para el
paciente. Si contempla la interacción conyugal desde es
ta perspectiva, el terapeuta puede intervenir con mayor
rapidez y precisión para modificar la naturaleza del
trance que los compañeros se han estimulado el uno al
otro. Siempre que mire la interacción conyugal como un
tipo de inducción de trance, el terapeuta puede empezar
a comprender la naturaleza subjetiva de la experiencia
de cada persona: la razón por la cual los compañeros
sostienen que sus riñas, depresiones, persecuciones y
retraimientos, y el torrente de sentimientos negativos,
parecen «ocurrir simplemente» o ser «causados» por su
pareja, y la razón por la cual cada compañero parece tan
incapaz de alterar su propio ciclo de respuesta.
Este libro se escribió como una guía práctica de hip
nosis ericksoniana en terapia de pareja y es mucho lo
que debe a las obras de Milton H. Erickson.* El fue un
clínico notable cuya carrera y cuya vida influyeron en
muchos campos de estudio, incluidos psicología, psi
quiatría, antropología, enfermería y medicina. El libro
está destinado en particular a clínicos deseosos de un
modelo que suscite un cambio conyugal con potencia y
20
respeto. El psicoterapeuta de pareja persigue una doble
meta: alterar secuencias interacclonales Improductivas,
dolorosas o limitantes y ampliar el repertorio interaccio-
nal de la pareja. Las intervenciones posibles van desde
despotenciar un síntoma por la vía de modificar la se
cuencia de conducta con el agregado o la sustracción de
una conducta en el trato de la pareja, hasta alterar la re
presentación interior del cónyuge, cambiar la represen
tación interior de la familia de origen o alterar cualquier
otro elemento del contexto ecológico. La ecología de pa
rejas incluye la totalidad de los otros sistemas con los
que ellas interactúan: trabajo, pares, comunidad y acti
vidades recreativas. Cada sistema incluye a muchos
otros. Cada elemento de un sistema es a la vez parte de
un todo y una entidad independiente que ejerce una
influencia recíproca. Usar hipnosis en terapia de pareja
para hacer impacto en cualquiera de estos niveles puede
romper pautas de pelea, ampliar aprendizajes empobre
cidos, expandir estilos interpersonales y ayudar a recu
perar recuerdos de cuidados solícitos.
Erickson desarrolló su técnica hipnótica a lo largo de
su vida. Al comienzo de su carrera usaba principalmen
te la hipnosis directa y la definía como sueño (CP III,
pág. 15). Después pasó a un trabajo más indirecto, con
empleo de trance naturalista, sugerencias implícitas,
metáforas y símbolos para comunicarse con la mente
inconciente (Lankton y Lankton, 1983). Además intro
dujo un cambio importante en su pensamiento: aban
donó un lociis externo de control, en que el operador o
hipnólogo mantenía control directo sobre el paciente, en
favor de un locus interno de control, en que alentaba al
paciente para que elaborara una solución de un proble
ma orientada hacia el futuro (comunicación personal de
R. Klein, 1989). Erickson creía que usar la disociación
entre la mente conciente y la inconciente, y coparticipar
en la realidad de los pacientes con miras a emplear su
conducta en la creación de una solución, era un abor
daje mucho más eficaz que su psicoterapia inicial. Este
libro admite esos supuestos.
Uno de los temas principales de este libro es que la
gente cambia a través de un proceso de reorganización.
Estamos dotados de todos los recursos que necesitamos
21
para llevar una vida satisfactoria, aunque muchos de
ellos sean inconcientes. Trasformarnos no significa eli
minar una parte de nosotros mismos, sino reorganizar
lo que ya tenemos. Podemos expandir, dilatar y apro
vechar recursos a menudo desconocidos u ocultos a
causa de nuestras definiciones o categorías rígidas. En
muchos casos podemos superar dificultades si emplea
mos fenómenos de trance que se producen naturalmen
te para despertar nuestros vastos recursos interiores.
Una de las tesis fundamentales de este libro es que
las parejas se estimulan mutuamente un trance por vía
de sus interacciones y que cada cónyuge se comunica
con el inconciente del otro. Ellas capturan o refuerzan
ciertas conductas, actitudes y emociones en un nivel in
conciente. Captura es el proceso por el cual elementos
sensoriales se asocian a determinados sentimientos,
conductas o sucesos, y estas experiencias se recuerdan
cuando aquellos elementos son desencadenados. La
representación visual de una rosa puede estar asociada
a una fragancia agradable y a un encuentro romántico
ya vivido. El cruel pinchazo de una espina puede traer a
la memoria el triste final de una relación pasada. Una
melodía hermosa acaso sonaba mientras una pareja
estaba en romántico embeleso, y después esa melodía
desencadena el sentimiento de estar enamorado.
Por la vía de estimular un estado de conciencia alte
rado auto-inducido en cada compañero, las parejas co
crean pautas de interacción complementarias. Cada
compañero se autohipnotiza y entra en intercambios co
evolutivos pautados que lo llevan a la «danza hipnótica*,
es decir, a una secuencia de conductas y emociones mu
tuamente creada, estimulada por imágenes y escenas
de los mejores y los peores vínculos que se traen desde
la familia de origen. Esta pareja «hecha de imágenes» es
un símbolo del matrimonio pasado, presente y futuro en
la versión tanto de la fantasía como de la pesadilla.
El estado de trance hipnótico inducido por la pareja
se puede producir de diversos modos. Ese tiempo de
enfoque interior puede ocurrir simultáneamente con la
aparición de un síntoma emocional o físico, o en la pau
ta complementaria y recurrente de la danza hipnótica
entre parejas. Una comunicación acerca de un proble-
22
ma y de la solución intentada puede servir de cataliza
dor de trance. Además, un trance puede ser desencade
nado por las sugestiones inconcientes que las parejas se
intercomunican constantemente, por medio de suges
tiones implícitas y de metáforas contenidas en su len
guaje. ¿Cómo entran en trance las parejas y cómo el te
rapeuta puede utilizar los momentos de trance y el pro
blema mismo para hacer que la gente se sienta más
satisfecha con sus vínculos? Ambos temas serán exami
nados a fondo en este libro.
Un abordaje ericksoniano emplea trance, momentos
de foco interior que ocurren naturalmente, para quebrar
pautas y disposiciones mentales disfuncionales y para
generar nuevos aprendizajes. El terapeuta puede inte
rrumpir la danza hipnótica y crear una contrainducción
que conduzca a una experiencia más satisfactoria. Este
proceso ayuda al paciente a abandonar viejos significa
dos simbólicos y soluciones que han sobrevivido pero
que ya no son útiles.
La psicoterapia ericksoniana acepta y utiliza la rea
lidad del paciente, para luego expandirse a partir de ella.
Cuando los compañeros se quejan uno de la conducta
del otro, un abordaje ericksoniano acaso acepte que la
situación es dolorosa y que mejoraría mucho si el otro
cambiara, y quizá prescriba en un contexto diferente las
mismas conductas que motivan la demanda de la pareja
o encuadre esas conductas bajo una nueva luz. En oca
siones, la alteración de una idea o una imagen interior
por medio de una experiencia nueva vivida con el psico-
terapeuta o dentro del mundo del paciente promueve un
pequeño cambio cuyo resultado es modificar el rumbo
de toda una vida. El síntoma o la solución antigua, des
pués de ser situados en un contexto diferente y expan
didos, se pueden trasformar en una solución nueva.
Erickson usaba un abordaje pragmático de psicote
rapia y se encontraba con una teoría incompleta. De he
cho, creaba una teoría cada vez que veía a un paciente.
En una conversación con Jeffrey Zeig (1985) comentó
que el terapeuta necesitaba comprender lo que intenta
ban expresar sus pacientes. Creía que se formulaban
teorías y después se intentaba obligar a los pacientes a
encajar en ellas. Tal vez habría coincidido con esta opi-
23
nión de T. S. Eliot (1943): «Tuvimos la experiencia, pero
no acertamos con el significado». Erickson proponía, en
cambio, centrar siempre la atención en el paciente y su
situación de vida, y no en la teoría psicológica.
Basaba su abordaje pragmático en la observación
aguda. Procuraba hallar respuestas inconcientes a di
versos estímulos. Solía decir a sus hijos: «¡Observen, ob
serven, observen!» (comunicación personal de Betty Ali-
ce E. Elliott, 1985). Como terapeutas, también nosotros
debemos valernos de la observación aguda para destra
bar una conducta férrea y rígida entre cónyuges.
El libro se divide en diez capítulos. El primero aborda
trance, sugestión indirecta y fenómenos de trance que
ocurren de manera natural, tal como se presentan en
un contexto de pareja, y su posible uso para reorganizar
pautas y resolver síntomas. Se reseñan las premisas bá
sicas de la psicoterapia ericksoniana que interesan a la
terapia de pareja. Se tiende un puente entre elementos
sistémicos y dinámica individual, para uso del terapeuta.
El capítulo 2 expone interacciones hipnóticas pauta
das que ocurren en un contexto de pareja. Redefine sín
tomas como inductores de trance y como recursos que a
menudo contienen la solución del problema. Describe
trances positivos y negativos y define la «danza hip
nótica».
En el capítulo 3 se muestra la creación de realidad
por la pareja y para ello se estudia el modo en que los
individuos usan experiencias pasadas para construir
realidades presentes y futuras. Además, se discuten los
principios perceptuales indispensables para compren
der el modo en que esas realidades son creadas.
El capítulo 4 presenta un modelo hipnótico como
una estructura que sirve de punto de partida a la tera
pia conyugal. Este modelo comprende: 1) el síntoma, co
mo el marco de realidad a través del cual las parejas
miran su relación: 2) la evaluación del sistema de creen
cias vigente, y 3) el uso del síntoma para generar un
cambio. Experiencias conyugales tempranas no resuel
tas ni integradas pueden hacer que síntomas encuen
tren expresión en el «nombre» que los cónyuges dan a su
relación (p.ej., «Abandonados en una isla», «Nenúfar en
una laguna» o «Huracán Alicia»). Ese nombre puede de
24
terminar en buena parte el devenir del matrimonio. Se
examina la imaginería particular que el nombre esti
mula entre los esposos. Se estudia el modo de ayudar a
las parejas a alterar la forma en que perciben sus con
flictos a fin d e allanarles el camino hacia la resolución
del problema.
En el capítulo 5, trato sobre formas de lenguaje que
se pueden usar para provocar inducciones. Hay varios
modos de estimular un trance hipnótico por medio del
«manejo del lenguaje» que existe entre los cónyuges. Se
muestran las diferencias entre la técnica ericksoniana
y un método hipnótico más tradicional de inducción de
trance, el modo de usar un abordaje de conversación
para desarrollar una inducción de trance en una sesión
de terapia, y el de usar el síntoma presentado como un
inductor de trance, constructor de hipótesis y base de
una intervención. Se incluyen trascripciones de ejem
plos para ilustrar el proceso hipnótico.
El capítulo 6 expone métodos que permiten crear
una hipótesis de trabajo para el tratamiento por medio
de la evaluación de la dinámica de trance en la relación
conyugal. Presento un cuestionario de evaluación que
ayudará al terapeuta de pareja a establecer tres niveles
diferentes de hipótesis: sistèmico, interpersonal e intra-
personal. Este cuestionario está diseñado de manera de
utilizar la metáfora de la propia pareja sobre su relación
y las formas en que cada cónyuge se percibe a sí mismo
y al otro. Describo el modo de diferenciar la danza o la
interacción hipnótica de la pareja y de trabajar con ella.
Revelar estas pautas recurrentes de la danza constituye
un paso decisivo hacia la intervención.
El tema principal del capítulo 7 es enseñar al tera
peuta a usar un lenguaje terapéutico como estrategia de
intervención. Explica con ejemplos el método de cons
trucción de metáforas e historias terapéuticas. A modo
de guía, presenta protocolos para construir metáforas
basadas en la etapa evolutiva en que se halla la pareja.
En el capítulo 8, presento las técnicas estratégicas de
inducción de trance aplicables a parejas. Se basan en
los fenómenos de trance particulares que los miembros
de la pareja acaso ya emplean, que a menudo se descu
bren en el trance sintomático que producen entre ellos.
25
El capítulo 9 se centra en el papel del trauma en la
creación de la danza de inducción de trance entre miem
bros de parejas. Traumas infantiles pueden ocasionar
problemas con posterioridad, y provocar estados de
trance negativos. En ese capítulo abordo el efecto que
producen estos traumas sobre las parejas. En hogares
alcohólicos o abusivos donde ocurren reiterados inci
dentes traumáticos, a menudo se desarrolla un síndro
me de stress postraumático que persiste en la edad
adulta como estado crónico. Las expectativas de sufrir
duros castigos mueven a muchos niños a evadirse por
medio de disociación (Hilgard, 1977). ‘Algunos niños en
peligro se ofuscan o experimentan disociaciones hip
nóticas para protegerse. Traumas infantiles, conmocio
nes y una represión de sentimientos y de recuerdos pue
den generar una sensación de bloqueo emocional y un
miedo avasallador. Es fácil despertar estos sentimientos
y provocar la disociación hipnótica concomitante. Si ese
estado de alerta psicofisiológica se desencadena en un
adulto, puede manifestarse a través de conflictos con
yugales, enfermedades psicosomáticas, depresión, apa
gamiento gradual y un profundo sentimiento de ver
güenza. Describo el tratamiento de este síndrome en un
marco ericksoniano.
El capítulo 10 versa sobre enfermedades psicosomá
ticas que suelen acompañar al trauma temprano. Exa
mino el tratamiento de las alergias «de contacto», como
síntoma físico, y las influencias sistémicas y evolutivas
concomitantes. Además, describo la migraña en su do
ble aspecto de síntoma físico y mecanismo defensivo en
el conflicto conyugal.
El psicoterapeuta conyugal tiene que ser capaz de
observar la danza hipnótica de la pareja, evaluar hasta
cierto punto su dinámica y las creencias a que respon
de, percibir los fenómenos de trance que se usan en el
trance sintomático que se desarrolla e idear intervencio
nes que empleen los síntomas mismos. Una vez que ha
reconocido el trance que los cónyuges se estimulan uno
a otro desde sus interacciones, puede hallar una clave
para crear intervenciones orientadas a una solución, un
lenguaje que la pareja procese diferentemente y un sen
timiento esperanzado por el futuro de la relación.
26
Dentro de la danza, las parejas a menudo encuen
tran una senda hacia la solución y el bienestar. Pero
esta senda siempre está contenida en la danza de las
mentes inconcientes. Una vez que los elementos básicos
de la danza de trance entre parejas y lo inconciente se
investigan en el capítulo 1, los capítulos posteriores
guían al psicoterapeuta en la elaboración de estrategias
ericksonianas útiles para la terapia de pareja.
Nadie describió esta danza inconciente mejor que
T. S. Eliot en su poema «Burnt Norton»:
27
■
1. El inconciente de la pareja crea una
danza hipnótica
29
Contribuyen a mantener la estructura psíquica indivi
dual y el trance conyugal, esa realidad alterada y única
que suelen estimular dos personas ligadas por una rela
ción íntima.
La segunda parte del capítulo se ocupa específica
mente del trance conyugal, es decir, del estimulado por
los cónyuges en forma recíproca o por uno de ellos sobre
el otro. Describe este tipo peculiar de estado interper
sonal alterado como un proceso diàdico idiosincrásico
capaz de crear estados positivos o negativos y de derivar
en conductas generadoras o reductoras de conflictos.
Trance
30
petrificarse, o los ojos se ponen vidriosos y los procesos
corporales se retardan, se ha producido un estado de
trance natural. Ajuicio de Erickson,
«en la hipnosis, la conciencia se disocia de lo inconcien
te. La mente conciente es ese estado de conciencia en
que ocurren la evaluación activa y la toma de decisio
nes. La mente inconciente es un repositorio de todas las
experiencias que uno ha tenido en la vida. La memoria
se va desvaneciendo en el nivel conciente pero se conser
va intacta en el nivel inconciente; al menos, así lo creía
mi padre (...) La mente inconciente sirve de protectora y
aunque la mente conciente no siempre se percata de la
influencia que aquella ejerce en la toma de decisiones,
ambas contribuyen a originar las acciones del individuo.
La idea fundamental de la hipnoterapia ericksoniana es
la posibilidad de generar la resolución de problemas en
un nivel inconciente por medio de disociación. El foco te
rapéutico ericksoniano era alentar a la mente inconcien
te a acceder a sus propios recursos y utilizarlos, lo que
volvía posible un reaprendizaje y una reorganización en
el nivel inconciente, seguidos de cambios de conducta y
resolución de problemas en el nivel conciente» (comuni
cación personal de Roxanna Klein, 1988).
En este estado disociado se estimula un proceso pecu
liar del pensamiento.
Otros han definido el trance con especial relación a
una teoría de la disociación. Por ejemplo, Hilgard dice
que es «una conciencia dividida» o una disociación: la
mente conciente puede enfocar su atención en un as
pecto y la inconciente en otro completamente distinto.
Hilgard señala que dos líneas de pensamiento diferentes
se pueden seguir de manera concurrente. Dos personas
que conversan pueden al mismo tiempo escucharse una
a otra, pensar una respuesta y examinar la información
recibida del interlocutor para modificar el énfasis en un
argumento poco convincente. También es posible que
cada una imagine el momento y el modo en que pondrá
fin a la discusión. Una parte de una persona que pre
para activamente una respuesta puede no ser percibida
o estar disociada de la mente conciente (Hilgard, 1977).
Hilgard llama a este componente «el observador oculto».
31
Para otros teóricos, el trance es «un estado de con
ciencia alterado» (Daniel Brown y Erika Fromm, 1986),
cuya función es proporcionar una «regresión al servicio
del yo, junto con un mayor acceso a lo inconciente»
(Fromm, 1980, pág. 75). Fromm adopta una posición
analítica con respecto a la hipnosis. Ludwig (1966) de
sarrolló esta definición de un estado de conciencia alte
rado. Sostuvo que un estado de conciencia alterado se
podía alcanzar por medios psicológicos, fisiológicos o
químicos, y que nuestra percepción del mundo es dife
rente en ese estado hipnótico que en el estado normal de
vigilia.
Beahrs (1988) define la hipnosis desde tres perspec
tivas: fenoménica, transaccional y formal-procesal. La
primera la ve como el proceso que lleva a experimentar
alteraciones volitivas, perceptivo-mnémicas y cognitivas
tales como la «lógica del trance», según la define Orne
(1959). Para Beahrs, la perspectiva transaccional inclu
ye al paciente y al hipnólogo, a la inducción y al estado
hipnótico de sugestibilidad. La formal-procesal contiene
elementos de las dos anteriores y atiende a la ritualiza-
ción del proceso y a su etiquetamiento como «hipnosis».
Beahrs (1982) señala que puede haber muy diversos
tipos de estados de trance. Al respecto, cita una con
versación con T. X. Barber, en la que este dijo: «Por em
pezar, si va a hablar del trance, ¿por qué ha de referirse
a el trance? Tal vez hay dos, tres o aun un número infi
nito de tipos de trance» (pág. 22). Esta propuesta merece
ser tenida en cuenta.
Están el trance común cotidiano y el que se induce
en los deportes (p.ej., la intensa concentración requeri
da para lanzar una pelota o practicar un arte marcial).
Puede haber una diferencia cualitativa entre los estados
de trance inducidos entre cónyuges y los que ocurren en
presencia de los hijos. Conforme a diversas teorías, en to
dos estos casos la disociación constituye una caracte
rística fundamental.
En este libro, el trance se afilia a las teorías sobre la
disociación y se define simplemente como una disocia
ción de la mente conciente respecto de la mente incon
ciente. La conducta de trance presenta diversas caracte
rísticas que incluyen ensimismamiento de la atención,
32
conducta involuntaria en el contexto de la relación, y
factores biológicos.
Para los fines de esta exposición, podemos definir
teóricamente la hipnosis, la mente conciente y la incon
ciente. Más avanzado el capítulo, observaremos cómo
las interacciones de la pareja suelen correr paralelas a la
conducta hipnótica e incorporar fenómenos del trance
hipnótico al trance conyugal. Podemos decir que la hip
nosis es ese proceso de creación de un estado de con
ciencia alterado en que existe una disociación entre la
mente conciente y la inconciente. Esta disociación es lo
que llamamos «trance»: un estado de atención enfocada.
La mente conciente es ese estado de percatación que es
portador de funciones destinadas a la toma de deci
siones, las evaluaciones, el pensamiento lógico, lineal, y
mantiene una cantidad limitada de fragmentos de infor
mación simultáneos. La mente inconciente es el reposi
torio de todas las experiencias y aprendizajes pretéritos.
Según creen los investigadores (Kandel y Schwartz,
1982), reside en pautas de impulsos eléctricos neurona-
les que conectan muchas sinapsis cerebrales. Al pare
cer, es capaz de integrar una información compleja y
elaborada sin percatación cognitiva. El Brain/Mind Bu-
Uetín (marzo de 1984) afirma que «la mente inconciente
desempeña en la vida mental un papel más importante
que el imaginado hasta ahora. Los estímulos registrados
fuera de la conciencia causan un efecto mensurable en
la conducta» (pág. 2). Emmanuel Donchin, director del
Laboratorio de Psicofisiología Cognitiva de la Universi
dad de Illinois, expresa allí mismo que «hasta el noventa
y nueve por ciento de la actividad cognitiva puede ser no
conciente» (pág. 2). La mente inconciente también es ca
paz de responder a las simpatías y aversiones antes de
que la mente conciente sepa siquiera a qué responde.
Toda experiencia es registrada y organizada en una pau
ta particular, y almacenada en la mente inconciente. Es
tos recuerdos inconcientes pueden recuperarse y uti
lizarse como recursos para resolver problemas actuales.
Todo aprendizaje experiencial que hayamos hecho
puede servir después como recurso para resolver pro
blemas. Aprender a caminar y hablar, a percibir la sen
sación de hambre y sus señales, a decir no y sí a noso-
33
tros mismos y a los demás, a trabajar en equipo y a ser
un individuo: he ahí sólo algunos de los aprendizajes ex-
perienciales que adquirimos a una edad bastante tem
prana y que utilizamos con frecuencia en la adultez.
Aunque no sepamos exactamente qué es el trance
hipnótico y sus definiciones sean variadas y discutibles,
podemos proponer una definición basada en las ideas
de Erickson. Es posible distinguir el estado de trance del
estado de «no trance» y ver en él un continuo desde el
trance natural con diversos ejes: disociación, profundi
dad del trance, conducta voluntaria versus conducta in
voluntaria, alta sugestibilidad versus baja sugestibili
dad, atención, imaginación, memoria y fenómenos de
trance. Conceptualizamos el estado de no trance dicien
do que existe cuando una persona está plenamente
asociada al presente y su mente conciente cumple su
función procesadora en una forma lineal y evaluativa
(cf. figura 1.1).
Disociación
34
te. La persona en estado levemente disociado tal vez tenga
un sueño diurno o no advierta alguna actividad que se
desarrolla en la misma habitación. Según sean los estí
mulos recibidos, a medida que la disociación avanza
pueden ocurrir varias alteraciones sensoriales percep-
tuales: el individuo no oye concientemente un sonido,
aunque su inconciente lo registra o experimenta otros
fenómenos perceptuales. Todos los mecanismos de de
fensa que una persona puede utilizar contienen elemen
tos de disociación (examinaremos esto en el capítulo 6).
Por último, el polo del continuo de disociación corres
pondiente a la máxima desconexión podría denominarse
«personalidad múltiple». Tal estado de disociación extre
ma suele contener una barrera amnésica entre partes
del self. La organización de estas partes desconocidas
puede alcanzar un desarrollo tan completo que sostenga
estados de salud totalmente distintos: por ejemplo, una
parte o personalidad evidencia una diabetes y otra no;
un self carece de agudeza visual y otro tiene una vista
perfecta.
35
problema sea relativamente fácil. El terapeuta debe apli
car su criterio clínico a cada caso particular; si una téc
nica no da resultado, siempre podrá recurrir a otra (CP
IV, págs. 29-30).
Atención
36
tiva y maliciosa, para luego tratar de resolver los senti
mientos asociados a esa suposición específica. Veamos
un caso ilustrativo.
Jake quería saber todo lo que hacía Ann durante la
jornada: siempre quería saber adonde iba, qué haría y
con quién. Ann se sentía invadida y controlada por sus
interrogatorios intrusivos. Aunque no le ocultaba nada
a Jake, tendía a ser reservada. Jake percibía esta acti
tud evasiva de Ann e interpretaba su autoprotección
como señal de que mantenía una relación extraconyu
gal. Esta idea obsesiva le daba vueltas y más vueltas en
su cabeza. Una mañana en que se sentía particular
mente atormentado, fue a almorzar a un restaurante a
hora temprana. Dentro del local, tuvo una alucinación
en la que «vio» a su esposa almorzando con otro hombre.
En ese momento, Ann se hallaba en el extremo opuesto
de la ciudad, y participaba activamente en un trabajo
comunitario. Cuando ella le dijo adonde había estado, él
no pudo creerle ni siquiera ante la evidencia de un pro
grama impreso que Ann había traído a casa porque la
había «visto» con sus propios ojos. En un momento de
su relación con Ann, Jake había tenido expectativas de
abandono a causa de cierto trauma temprano de sepa
ración. Cuando empezó a experimentar tensión a causa
de problemas cotidianos, no pudo tolerarla. Proyectó su
miedo mayor y creó un estado negativo que lo llevó a
desarrollar una alucinación positiva.
Podemos absorber la atención del paciente pidiéndo
le que se relaje o sugiriéndole que esté más alerta. Tradi
cionalmente se asociaba el trance con el sueño, pero ya
no se lo concibe así. La absorción de la atención suele ir
acompañada de relajación con sugestiones para que el
paciente cierre los ojos y reduzca su actividad. En 1976,
E. I. Banyai y Ernest Hilgard desarrollaron un procedi
miento activo-alerta de inducción de trance. Los sujetos
pedaleaban una bicicleta-ergómetro con los ojos abier
tos; durante el ejercicio, les impartían diversas suges
tiones sobre sentirse más atentos y alertas. Los resul
tados indicaron que una conducta de trance ocurría en
un estado de alerta, según lo demostraba la mirada inex
presiva de los sujetos, como si hicieran foco sobre un
objeto distante. Todos los fenómenos de trance se expe
37
rimentaron en ese estado de atención en extremo alerta
y concentrada, entre ellos, alucinaciones positivas y ne
gativas, sueños hipnóticos, analgesia, hipermnesia, am
nesia y sugestiones pos-hipnóticas.
38
Le pedí que probara en el consultorio otros fenómenos
hipnóticos totalmente ajenos a su miedo de que Ann
tuviera una aventura. Sólo cuando comprobó en el con
sultorio que era capaz de tener una alucinación positiva
en la que veía a Ann saliendo por la puerta, consideró la
manera en que él construía la realidad. En ese punto
pudimos iniciar psicoterapia del problema más profun
do de Jake: el miedo al abandono. Si bien Jake pudo re
solver su problema sin necesidad de obtener un insight
acerca de él, la combinación de una experiencia y una
comprensión nuevas lo ayudó a establecer nexos inme
diatos y le proporcionó una sensación de alivio acerca de
lo que le sucedía.
Sugestibilidad
39
juzga estas comunicaciones según la posición asumida
por el individuo frente a una cuestión, y las evalúa sobre
la base de su proximidad o distancia respecto de esa po
sición. Si la comunicación expresa una posición cercana
a la del individuo, el resultado será la asimilación; en
otras palabras, esa persona percibirá una similitud en
tre el mensaje y la posición que ella sostiene, lo evaluará
favorablemente y, en consecuencia, será influida por él.
Podemos determinar el grado de sugestibilidad de la
mente conciente de un individuo si medimos su involu-
cración yoica en una cuestión. Cuanto menos capaz sea
de separar su yo de ella, tanto más se convertirá esta en
una prolongación de su yo. Cualquier comunicación que
respalde una idea situada fuera del margen de acepta
ción (el de aquellas ideas cuya verdad se acepta de buen
grado) no causará efecto alguno o será rechazada.
Si alguien sostiene con firmeza una opinión, cual
quier técnica persuasiva que procure cambiarla quizá
sólo sirva para reforzarla. Cuanto más comprometido
esté con una posición, tanto mayor será su involucra-
ción yoica y es posible que cualquier discrepancia se vea
como algo personal. La persona y la posición pasan a ser
una sola cosa. La involucración yoica sirve de filtro para
juzgar un mensaje; el individuo lo evaluará en función
de sus experiencias y creencias. El grado de sugestibi
lidad conciente de una persona puede estar determinado
por la medida en que la comunicación caiga dentro del
margen de aceptación, el grado de credibilidad de su
fuente y la intensidad de afiliación entre quienes se co
munican.
La sugestibilidad es una característica central de la
hipnosis y el estado de trance. El trance y los fenómenos
de trance se basan en la capacidad de reacción del su
jeto a las sugestiones. De hecho, tanto la conducta que
acaso se sugiera para resolver un problema como las
sugestiones orientadas a reorganizar recursos se fun
dan en la sugestibilidad (CP IV, págs. 20-1). Erickson
veía en la hipnosis una comunicación con el inconciente;
por lo tanto, la sugestión es un pedido dirigido al incon
ciente para que reorganice un recuerdo y lo convierta
en un recurso positivo, tal vez olvidado o ignorado por la
mente conciente. Si el sujeto actúa conforme a la su
40
gestión recibida, se deduce que su inconciente ha res
pondido al pedido. Cuando el psicoterapeuta usa la hip
nosis como instrumento intensificador de sugestiones
terapéuticas, provoca una respuesta positiva en el pa
ciente.
Imaginación
41
Memoria
Fenómenos de trance
42
podemos experimentar un olvido natural de un suceso o
de un sentimiento. Algunas parejas tienen la experien
cia subjetiva de la amnesia del cónyuge, o sea, su olvido
momentáneo acompañado por la visión alucinatoria del
rostro de un progenitor. La alucinación y la progresión
de edad son formas extremas de la imaginación vivida.
La primera es la experiencia subjetiva de ver, oír, oler o
tocar algo que no está verdaderamente presente en una
realidad objetiva. La segunda es la experiencia subjetiva
de avanzar en el tiempo y experimentarnos como más
maduros, en cuanto a los pensamientos y sentimientos,
y dotados de mayor soltura para generar soluciones. La
regresión de edad es una forma extrema de la memoria
reviviflcadora; en el trance, es la experiencia subjetiva
de volver a una época anterior de nuestra vida en el pen
samiento, el sentimiento y la experiencia corporal. La
hipermnesia es una forma extrema del recuerdo; en
ocasiones, el trance permite recordar hasta el último de
talle algún aspecto de una experiencia largamente olvi
dada en el nivel conciente. La escritura automática es el
garabateo llevado a un grado mayor; en ella, lo incon
ciente puede comunicar algo ignorado por la mente
conciente. La analgesia y la anestesia son formas extre
mas del adormecimiento u hormigueo de las extremi
dades; en el trance, pueden ser una experiencia subje
tiva de insensibilidad parcial o total.
O lvido--------Amnesia
Imaginación vivida-------- Alucinación
Recuerdo------------- Hipermnesia
Garabateo------------Escritura automática
Adormecimiento leve, hormigueo--------- Analgesia
Falta de sensibilidad----------Anestesia
Memoria reviviflcadora------------ Regresión de edad
Imaginería sobre el fu tu ro---------------Progresión de edad
Factores biológicos
43
tuaciones fisiológicas normales de los procesos psico-
fisicos que experimentamos a diario producen mudan
zas en la conciencia. Antes de la menstruación, es común
que la mujer adopte una actitud más introspectiva, que
se acompaña a veces de una caída del nivel de energía y
de la tolerancia a las frustraciones. Los hombres tam
bién tienen fluctuaciones en su energía y talante.
Ernest Rossi (1986) ha descrito varios ritmos natura
les que han sido determinados en la bibliografía espe
cializada. Los ritmos circadianos son ciclos biológicos
que ocurren cada veinticuatro horas. Pertenecen al ciclo
sueño-vigilia, pasible de ser interrumpido por hechos
tensionantes de la vida (p.ej., cambios en el ciclo labo
ral). El ritmo ultradiano es un ciclo de actividad seguida
de un descanso que ocurre cada noventa minutos. Se
caracteriza por un dormir o soñar MOR (movimientos
oculares rápidos), dilatación de la pupila, respiración
alternada por una u otra fosa nasal —a causa del predo
minio alternado de los hemisferios cerebrales (Werntz,
1981)— y congestión del pene o el clítoris.
Estos ritmos biológicos influyen sobre la conciencia y
la conducta de las parejas en las áreas de los apetitos
sexual y de hambre, las pautas de sueño, etc. (Chiba et
aL, 1977). Rossi (1986) explica que: «Mis observaciones
clínicas indican que parejas con una buena relación
conyugal tienden a integrar sus ritmos circadianos y
ultradianos en forma espontánea y están en sincronía;
parejas desdichadas declaran invariablemente conflic
tos y disincronía en todos estos ritmos» (pág. 217).
Premisas básicas
44
sarios para hacer frente a los problemas de la vida. La
percepción de un hecho y la respuesta a él son las que
determinan su carácter positivo o negativo. Tras haber
afrontado reiteradamente la posibilidad de su propia
muerte a lo largo de su vida, Erickson descubrió que po
seía notables capacidades naturales para manejar esas
dificultades y superar limitaciones concientes, como
todas las personas. En vista de esta capacidad innata,
nada hay que temer por el mañana.
2. La experiencia es subjetiva. Nuestras percepciones
y reacciones otorgan un significado a lo que percibimos;
por consiguiente, podemos alterar la experiencia subje
tiva de la realidad.
Puesto que otorgamos un significado a lo que percibi
mos, podemos cambiar ese significado y, con ello, modi
ficar la realidad. Dado que el contexto determina, en
gran parte, lo que percibimos, al cambiar aquel también
cambia la realidad.
3. Cada persona es un ser único dotado de muchos re
cursos, a algunos de los cuales los desconoce. Erickson
creía en la singularidad y el valor de cada individuo.
Este puede conocer, o no, los recursos internos de que
dispone y los existentes en su entorno. Erickson des
cribió el inconciente como un repositorio de recuerdos y
experiencias de vida. El individuo dispone de toda esta
información para resolver problemas, aunque tal vez no
tenga conciencia de ello.
4. Cada persona tiene muchas opciones para resolver
cualquier problema. El papel del terapeuta consiste en
facilitar la recuperación de recursos y en ayudar a gene
rar por este camino el cambio de actitud, de conducta o
de sentimiento dentro del inconciente del cliente. La ex
tensión del cambio sólo puede ser anticipada en un nivel
inconciente.
Ya tenemos organizados muchos aprendizajes apli
cables a nuestros problemas actuales, como abotonar
una prenda o atar los cordones de un zapato o percibir
en perspectiva. A estos se suman miles de aprendizajes
ulteriores; cómo iniciar una discusión y cómo ponerle
fin, cómo prestar atención a una ofensa y cómo olvidar
la, cómo acelerar y retardar el tiempo, cómo proyectarse
hacia el futuro y hacer un viaje al pasado.
45
5. El conflicto entre cónyuges es contextuaL Determi
nadas palabras, expresadas en un contexto especifico,
pueden llevar a una comunicación clara o a un malen
tendido. Se puede moderar la irritación si se redefine el
contexto; por ejemplo, si se lo trasforma en un ámbito de
pullas juguetonas. En tanto se lo considere seguro, ese
contexto proporcionará un ambiente adecuado para el
humor y las conductas experimentales. Como conse
cuencia, quizá los cónyuges acaben por reírse de ciertas
áreas anteriormente penosas, pero si uno de ellos dis
crepa acerca de la seguridad del contexto, puede surgir
un conflicto.
6. Cada cónyuge desempeña inadvertidamente un
papel complementario en cualquier problema que surja
en la relación. Aunque Erickson no aplicaba una orien
tación sistèmica, sus intervenciones dejan entender que
era conciente de la reciprocidad de la conducta entre
cónyuges. Cada cónyuge tiene percepciones y posicio
nes recíprocas con respecto al otro: el más introvertido y
pasivo suscitará una mayor extraversión y agresividad
en su compañero, y a la inversa.
7. Un trance puede ser consecuencia de una interac
ción conyugal A veces, interacciones conyugales esti
mulan el trance en forma recíproca. Cuando se produce
este desplazamiento de la conciencia, es posible que un
esposo vea aparecer, sobre el rostro del otro, el rostro de
un personaje del pasado (amnesia del cónyuge), y que
reaccione momentáneamente como si su pareja fuese
esa otra persona. Un cónyuge puede sentirse niño en
respuesta a cierta conducta verbal o no verbal del otro.
En algunas teorías psicológicas, esta noción se deno
mina «trasferencia» (trance-ferencia).
8. Dentro del problema está la solución. Erickson pen
saba que el problema era en muchos casos una metá
fora de una dificultad soterrada que, si era comprendida
plenamente, también sugería una solución. Partiendo
de esta línea de pensamiento, Gilligan (1987, 1988) sos
tuvo que «los fenómenos del trance son idénticos a los
fenómenos del síntoma». Un individuo puede utilizar in
suficientemente o en demasía determinado fenómeno de
trance. La respuesta al problema se puede hallar en el
interior del complejo de síntomas (Gilligan, 1987).
46
9. Cada individuo posee su propio estilo de aprendiza
je para recombinar y desplazar experiencia (Lankton,
1986, pág. 32). El que hace foco casi exclusivo en lo ne
gativo no puede, cuando se lo piden, hacer foco en as
pectos positivos. No obstante, tal vez logre diferenciar
matices de negatividad en caso de que le pregunten sí
algo es negativo en un cien por ciento o lo es acaso sólo
en un ochenta por ciento. El terapeuta creará el tipo de
intervención más útil aplicando las reglas que rigen el
funcionamiento de cada persona.
10. Los síntomas aparecen cuando las personas in
tentan utilizar repetitivamente el mismo estado de con
ciencia y no encuentran los recursos necesarios para
abordar determ inado problem a. Erickson decía que
«problemas psicológicos existen precisamente porque la
mente conciente no sabe cómo producir una experiencia
psicológica y un cambio de conducta en la medida que
desearíamos» (Erickson y Rossi, 1979, pág. 18). Es fre
cuente que los cónyuges se provoquen mutuamente
ciertos estados de conciencia que, si se repiten en el
tiempo, les estorbarán introducir un cambio en sus in
teracciones.
11. A menudo, el conflicto conyugal es metafórico y re
fle ja un significado más profundo que el contenido de la
discusión Si una disputa no se puede resolver en el ni
vel de las soluciones, es indicio de que opera alguna otra
dinámica. Quizás el conflicto refleje una lucha por el
poder, un intento inconciente de resolver una cuestión
relacionada con la familia de origen o un enojo y desen
gaño no resueltos.
12. Los fenóm enos de trance se pueden considerar
síntomas, recursos y vehículos para que el terapeuta
induzca un trance en una pareja Fenómenos de trance
sintomático aparecen cuando una pareja, incapaz de re
solver un problema, queda atrapada en un círculo vicio
so de conflictos. Los fenómenos de trance, en sentido
general, pueden ser recursos útiles si se utilizan con
venientemente. Beahrs (1982) sugiere la posibilidad de
que rotular a un paciente con un término psiquiátrico
sólo sirva en realidad para bloquear una intervención
adecuada del terapeuta. Si este es capaz de ver el pro
blema como una «habilidad hipnótica mal utilizada», po-
47
drá enseñar al paciente a usar sus recursos internos
para resolver problemas.
Haley describe el uso ericksoniano del síntoma en el
caso de una joven esposa que deseaba espaciar las visi
tas de sus suegros. Contrajo una úlcera incapacitante.
Erlckson le dijo: «En realidad, no quiere a sus suegros.
Son un dolor de estómago cada vez que vienen; esto de
bería perfeccionarse en provecho de usted: ciertamente,
no pueden pretender que usted limpie el piso si vomita
cuando vienen» (Haley, 1973, pág. 127). La paciente si
guió el consejo: cada vez que venían sus suegros, vomi
taba y ellos tenían que limpiar el piso. No sólo dejaron de
visitarla con tanta frecuencia, sino que además se m ar
chaban en cuanto ella empezaba a tener mal semblante.
Erickson comentó: «Necesitaba verse impedida, por lo
cual reservó todo su dolor estomacal para el momento
en que vinieran sus suegros. Esto la satisfizo (. . .) Su
estómago era tan bueno que podía echar a los parientes»
(Haley, 1973, pág. 128). Para trabajar por el logro de la
resolución de un problema, el terapeuta puede usar los
fenómenos de trance que la pareja emplea en un trance
sintomático para inducir un trance curativo.
48
dividuo puede responder espontáneamente y cambiar.
Es todo lo que hacemos. El resto depende de ellos» (Zeig,
1985, pág. 69; Ritterman, 1985).
Su uso del estado de trance para influir en la dinámi
ca intrapsíquica e interpsíquica por igual presenta as
pectos singulares. Un trance puede asistir al individuo
en la reorganización creativa de su dinámica intrapsí
quica. Al mismo tiempo, Erickson podía influir sobre el
sistema actual. Como dice Nichols, las relaciones actua
les tienden a reflejar las relaciones reales e imaginarias
del pasado y el presente (1987, págs. 28-9). Por ejemplo,
explica que hombres que se han criado con una madre
criticona e intrusiva pueden llevar en su interior una
imagen crítica de las mujeres en general. Ya adultos, es
posible que los invada el temor de desagradar a las mu
jeres y se esfuercen por mantenerlas contentas a expen
sas de sus necesidades propias. Esto puede moverlos a
soterrar una gran ira y resentimiento (Nichols, 1987). Si
un hombre así se casa, cada vez que su esposa se enfade
con él quizá la vea como a un monstruo. Y él debe «ma
tar» al monstruo con bondad, pasividad u otra técnica
de apartamiento. De esto se infiere que una dinámica
intrapsíquica influye en sucesos interaccionales.
Para Erickson, el trance era un elemento del proceso
interaccional. El proceso interpersonal desencadena
una búsqueda interior en el individuo. El contexto de
pareja es propicio a la ocurrencia de ciertos procesos
internos. Erickson concedía importancia a la psicodinà
mica individual, pero ponía de relieve el contexto inter-
personal como lugar inicial de los síntomas. Afirmaba la
existencia de «señales importantes de problemas evolu
tivos en proceso de hacerse concientes. Aquello que los
pacientes aún no puedan expresar claramente en forma
de insight cognitivo o emocional hallará una expresión
somática como un síntoma corporal» (Erickson y Rossi,
1979, pág. 143). Aunque se refería a los síntomas físi
cos, lo mismo vale para los psicológicos. Erickson sos
tuvo además que es posible resolver un síntoma si se
trabaja con los aspectos psicodinámicos del paciente de
manera tal que la mente conciente no sepa por qué de
saparece el síntoma físico. Y añadió: «Por otra parte,
también se resuelve, en forma aparentemente espontá
49
nea, el problema evolutivo que estaba expresado en el
síntoma» (Erickson y Rossi, 1979, pág. 143).
50
tareas familiares evolutivas que hace falta completar.
Cuando un terapeuta aprehende la dinámica del sistema
y la etapa evolutiva tanto de los individuos como de la
diada formada por la pareja, puede hacer una interven
ción más holística y quizá más potente. Aprender hip
nosis es conveniente para aguzar en el terapeuta la ca
pacidad de observar una conducta en detalle y, por esta
vía, para pasar con comodidad, en la formación de hipó
tesis, de una dinámica individual a una interacción de
pareja.
Hemos examinado un marco de referencia teórico pa
ra el uso de hipnosis en terapia conyugal. Dado que el
contexto interpersonal suele estimular un trance en ca
da cónyuge, las secuencias siguientes de conductas,
actitudes y sentimientos pueden ser percibidas por el
psicoterapeuta como problemas y recursos potenciales.
Hemos definido la mente conciente y la inconciente, y
bosquejado diversas premisas básicas utilizables en
una terapia de pareja ericksoniana. Hemos examinado
diversos elementos del trance en su referencia al trance
conyugal. En el capítulo 2, examinaremos más a fondo
la danza hipnótica de la pareja. Presentaremos para el
psicoterapeuta interacciones hipnóticas pautadas y for
mación y significado de una sintomatología.
51
2. Interacciones hipnóticas pautadas
52
hijo incompetente (o madre nutricia/hijo cariñoso) y pa
dre criticador/hija rebelde. Estos roles contienen, en
forma metafórica, suposiciones compartidas acerca de
la relación matrimonial. En algunas relaciones comple
mentarias se usa una identificación proyectiva. Un cón
yuge acaso se angustie por algo. Tan pronto como el otro
se hace cargo de este sentimiento, el primer cónyuge tal
vez deje de angustiarse y hasta lo critique por preocu
parse. Los seres humanos tendemos a producir deter
minadas defensas en los demás, para luego defendernos
de ellas con defensas complementarias o simétricas.
Pautas simétricas también pueden ser suscitadas en
la danza de la pareja; todo depende de las suposiciones
que teja un cónyuge sobre la conducta del otro, y de los
significados o interpretaciones resultantes. A veces se
observa una simetría en la competencia entre los espo
sos por ver quién ejecuta mejor una misma tarea. Las
parejas usan a menudo términos competitivos (ganar/
perder, mejor/peor) para describir sus interacciones.
Roles que son aplicación de posiciones simétricas pue
den incluir: madre competitiva/padre competitivo, hija
rebelde/hijo rebelde, madre pasiva/padre pasivo, o pa
dres o hijos cooperativos en pie de igualdad.
A esto se añade la frecuencia con que los individuos,
en forma inconciente y recíproca, eligen por pareja a al
guien que exprese las partes negadas o escindidas de su
propia personalidad. El hombre «obsesivo-compulsivo»
—un tipo clásico en psicodinámica— se relaciona con
una mujer «histérica» a fin de que ella pueda expresar
los sentimientos de él y él pueda expresar la inteligencia
de ella. Estos rótulos son bastante simplistas y estereo
tipados, pero es fecunda una descripción de la inter
acción. Un psicólogo (Kelly, 1979, comunicación per
sonal) propuso la idea de que en un matrimonio disfun
cional «la mujer pierde su mente y el hombre su alma».
En otras palabras, ella «se embrutece» y depende del
marido para la toma de decisiones; él sacrifica su capa
cidad de ser una persona independiente con necesida
des legítimas. Quizá cada uno critique después aquellos
aspectos del otro que representan las partes escindidas
de su propia personalidad. Tal vez un cónyuge sea por
tador del afecto, y el otro, de la capacidad cognitiva. Por
53
ejemplo, el marido mantiene una actitud estoica y la es
posa llora en su nombre; o el marido carga con la ira de
su mujer para que ella no tenga que sentirla. En ocasio
nes, un cónyuge se angustia mucho más que el otro y,
como los sistemas tienden a reflejar los extremos de una
polaridad, su pareja se sentirá más tranquila.
El proceso de identificación proyectiva es una pode
rosa dinámica de pareja. Sólo podemos conocer nuestro
mundo fenomenológico, el mundo de la experiencia. Si
las representaciones internas de quienes desempeña
ban el rol de personas nutricias son portadoras de emo
ciones conflictivas, es probable que sean proyectadas
hacia afuera. Por ejemplo, el padre «malvado», que consti
tuye un aspecto del self, es el padre malvado que una
persona lleva adentro, que proyecta hacia afuera y que
ve en otra persona. Del mismo modo, lo que alguien tie
ne de madre cariñosa puede ser proyectado en su cón
yuge. Desde luego, estos roles son reversibles. Joseph
Zinker (1977) comenta acerca de este proceso:
54
otro nunca sabía a ciencia cierta si se había convenido
alguna acción entre ambos. Cuando la confrontaban
con su ira y su conducta impropia, negaba haberse sen
tido o comportado así. Para escapar de su depresión,
buscaba pelea con su ex marido o se lanzaba a gastar
desenfrenadamente. Cada interacción de ella dejaba al
otro confundido y desorientado. Cuando su depresión
era grave, solía enfurecerse con los hijos, parientes, etc.
Se quejaba de que conspiraban contra ella. Era discuti-
dora y propensa a sentirse despreciada. Sus hijos la tra
taban con suma cautela y ellos mismos experimentaban
una angustia considerable. El hijo mayor se confundía
con facilidad; el menor adoptó una enérgica actitud de
«tener derecho a todo» y se volvió asmático. La hija ma
yor contrajo un trastorno en la alimentación; la menor
parecía asustadiza. Esta madre bloqueaba casi todos
los intentos de su ex marido por mantenerse involucra
do en la vida de sus hijos. El padre se vio obligado a pen
sar y a actuar de manera estratégica para sortearla; a
menudo se sentía atrapado en interacciones desorien
tadoras con su ex esposa. Al parecer, había un paralelo
entre esta experiencia y sus comunicaciones pretéritas
con su propia madre, lo que se combinaba con un fuerte
mandato paterno de no herir los sentimientos de la ma
dre; de ahí que se debatiera entre la culpa y la vergüenza
por haber dejado ese matrimonio disfuncional y recla
mado una vida propia. Descubrió que intentaba ser de
masiado comprensivo e indulgente con su ex esposa
porque, cuando niña, había sido víctima de abusos.
Pero, al mismo tiempo, sentía que ella era no menos
abusiva con él.
En su interacción con su ex marido, esta mujer se
sentía victimizada por él y creía necesario proteger a sus
hijos de un padre a quien juzgaba temible. Percibía
cualquier bondad de su parte como un acto que la obli
gaba y la hacía demasiado vulnerable. Su self parecía
sufrir frecuentes colapsos, a los que respondía montan
do otra vez en cólera contra sus hijos o su ex marido. Pa
ra esta mujer, el mundo era un lugar inseguro y aterra
dor en el que debía vivir en un estado de hiper-alerta a fin
de apartar sus peligros. Detrás de cada interacción ha
bía un intento de conservar el control.
55
Una conducta patològica en un sistema lleva a otros
miembros del sistema a reflejar esa patología. En este
caso, el padre notó que, cuando se veía obligado a Ínter -
actuar con su ex esposa, ardía de ira y se le ocurrían
pensamientos paranoides. Declaró que era el único con
texto en que experimentaba tales sentimientos. En la in
teracción y ante comunicaciones desorientadoras expe
rimentaba un trance negativo, estado de conciencia ca
racterizado por un foco introvertido en sentimientos
terribles y desconcertantes.
La capacidad de desplazarse de una perspectiva in
dividual a una posición sistèmica puede ayudar en un
tratamiento a explicar una serie de interacciones des
concertantes. Desde un punto de vista cibernético, es
importante distinguir entre secuencias de conducta fa
miliar. Lynn Hoffman (1985) juzga útil examinar «se
cuencias de relaciones en una red de realimentación»
para poder idear una intervención, y concluye que «el
problema está en la pauta y no en el sistema» (pág. 386).
La reacción e inter-reacción de cada miembro de la
familia a un síntoma y a cada uno de los demás define al
sistema. Por consiguiente, el terapeuta necesita com
prender cómo se involucra en el sistema cada uno de
sus integrantes. Hoffman (1985) declara, refiriéndose a
la enfermedad psiquiátrica: «Ya no podemos decir que
está en la familia, ni que está “en" la unidad [espacial
mente definida]. Está “en" la cabeza o el sistema ner
vioso de todos los que intervienen en su especificación.
La antigua epistemología implicaba que el sistema crea
ba el problema: la nueva epistemología implica que el
problema crea el sistema. El problema es aquello en que
consistía la aflicción original, no importa en qué consis
tiera esta, más todo aquello que esa aflicción consiguió
captar en su alegre camino por el mundo» (págs. 386-7).
Como se habrá advertido en el ejemplo anterior, para
comprender un problema es importante considerar las
dinámicas individuales. El mapa interior del individuo,
que sirve para crear una red interactiva de creencias, es
a menudo la realidad problemática creada. Ese mapa se
traza a partir de aprendizajes tempranos en el seno de la
familia, de la constitución de personalidad y de apren
dizajes acumulativos ganados en el desarrollo. Esta
56
realidad perceptual creada suele ocasionar dolor e insa
tisfacción en vínculos cuando un individuo proyecta las
pautas del mapa interior a una conducta de otro, y bus
ca en ella una concordancia manifiesta o la confirma
ción de esa realidad.
No es raro que se establezca una pauta colusiva en
parejas y dentro de las familias, mientras la danza hip
nótica prosigue su «alegre camino». Paul Wachtel (1985)
describe un proceso similar dentro de lo que él llama
teoría psicodinámica cíclica. Según Wachtel y Wachtel
(1986), esta teoría destaca el papel del inconciente en
materia de conflictos y defensas, que contribuye a man
tener una imagen de sí. Por lo tanto, «desde este punto
de vísta, el “mundo interior” oculto no es un reino en sí
mismo, sino que es a la vez un producto, una simboliza
ción y una causa de las pautas de interacción en que
participa una persona» (Wachtel, 1985, pág. 18). En
consecuencia, al formular un plan de terapia hay que
tener en cuenta ambas dinámicas: la interpsíquica y la
intrapsíquica.
Gracias a esta capacidad de desplazar las lentes, el
terapeuta llega a sentir empatia por el individuo y respe
to por el bienestar del sistema. Si una persona o un sis
tema perciben que no se presta atención a una u otro,
quizá respondan con una resistencia o con una actitud
protectora. Podemos definir la resistencia como una res
puesta ante el peligro, una maniobra para el manteni
miento de la integridad familiar e individual.
La empatia es un respeto básico por la gente y su lu
cha por la vida. En psicoterapia no hay lugar para la in
culpación. Muchas veces, los terapeutas familiares han
atribuido a los padres los problemas del hijo: inician
una misión investigadora para poner en evidencia al
«culpable», al responsable de la conducta patológica, y
formulan la inculpación bajo la forma de matices sutiles
que expresen desdén hacia los padres. Es una actitud
similar a la que solían trasmitir los terapeutas indivi
duales hacia la madre, a quien definían como el pro
genitor patológico. Hoy, muchos terapeutas familiares
incluyen al padre en su búsqueda de un culpable.
La teoría cibernética de orden segundo, donde «el
problema crea al sistema», proporciona un paradigma
57
más útil. En vez de culpar al sistema parental por el pro
blema presentado, postula que el problema, con su etio
logía múltiple, sirve de estímulo al sistema en evolución.
El sistema se organiza en torno del problema a ñn de
manejar la dificultad. A medida que el problema se exa
cerba, el sistema evoluciona para amoldarse a su mane
jo (Kershaw, 1986; Hoffman, 1985). Ahora podemos ex
plorar los componentes de la sintomatología compartida
por las parejas.
Sintomatología
58
defensas sirven para manejar angustia, aunque lo ha
gan improductivamente. Resulta difícil modificar acti
tudes, conductas y sentimientos por medio de un tra
bajo directo con la mente conciente, porque en el pasado
ellos demostraron cierta eficacia para poner coto a la an
gustia. El foco de la terapia consiste en alterar o desor
ganizar el síntoma o la pauta de conducta habitual. To
dos poseemos aprendizajes no reconocidos que hacen
posible la resolución de problemas. El uso del incon
ciente como agente de cambio puede conducir a una
reorganización y resolución del problema. Para desarro
llar un plan de cambio, conviene tener presente el tiem
po de relación.
En una discusión sobre el dolor, Erickson y Rossi
(1979) sostuvieron que el malestar tiene tres componen
tes de tiempo relacional: recuerdo de malestares pasa
dos, malestar presente y expectativa de malestares fu
turos. Cualquier síntoma puede contener estos compo
nentes. Habitualmente, los síntomas se contraen en
respuesta a una situación muy tensionante cuando las
defensas del individuo no logran manejar la circunstan
cia. El síntoma hace las veces de inductor de trance por
que la pauta de conducta introvierte el foco de atención
del sujeto y reduce el campo de respuesta o congela las
respuestas en apenas una o dos.
En medio de un síntoma doloroso, la pareja experi
mentará estos tres componentes de tiempo relacional.
Si el dolor del síntoma es manejable, quizá pueda utili
zar el recuerdo de un malestar pasado y la expectativa
de un bienestar futuro para resolver el síntoma tras des
cubrir los recursos que en el pasado le permitieron su
perarlo. Entonces podrá esperar el futuro conciente de
que conoce los pasos que la saquen del aprieto actual.
Por ejemplo, preguntar a una pareja cómo pasó la vez
anterior de un conflicto a una convivencia pacífica quizá
la ayude a redescubrir un recurso que ya sabía emplear:
humor, descanso, apaciguamiento o alejamiento. Pero
una persona sumida en un síntoma pierde el sentido del
tiempo. Este se distorsiona —se retarda, se acelera o
aun se detiene— y parece que las sensaciones negativas
duraran desde hace meses cuando en realidad sólo pa
saron minutos de tiempo objetivo (o cronométrico).
59
Por lo general, todo síntoma contiene alguna forma
de fenómenos de trance: tal vez amnesia, distorsión del
tiempo, alucinaciones positivas o negativas, anestesia o
hipermnesia. La danza hipnótica sintomática comparti
da por los cónyuges puede utilizar uno o varios fenómenos
y ser «autodesvalorizante» (Gilligan, 1987). Los resulta
dos de las investigaciones sobre disociación indicarían
que esta acompaña normalmente al stress percibido
(Sanders et aL, 1989).
Su ideodinamismo es otro elemento del síntoma. Las
parejas suelen experimentar un problema como algo
que escapa a su control. Se diría que surge sin que me
die una acción determinada de su parte. Desde luego,
no identifican el mecanismo de inducción recíproca del
trance utilizado por ambos cónyuges.
Erickson creía posible que los síntomas simbolizaran
un hecho traumático, recrearan circunstancias específi
cas de la vida, fueran la adaptación a la circunstancia
existencial o «. . .constituyeran [a la vez] defensas contra
las mociones instintuales subyacentes y un castigo infli
gido por ellas. Quizás enmascaren reacciones esquizo
frénicas soterradas o refrenen depresiones suicidas» (CP
IV, pág. 103). Determinar el significado de la representa
ción simbólica ayuda al paciente a resolver los conflictos
psicodinámicos subyacentes. De hecho, Erickson veía
en los síntomas otros tantos recursos bloqueados. He-
11er y Steele (1987) comentan: «. . . Todos los problemas
y síntomas presentados son, en realidad, metáforas que
contienen una historia acerca de la verdadera naturale
za del problema. Por consiguiente, incumbe al terapeuta
crear metáforas que contengan una historia que, a su
vez, contenga las soluciones (posibles). La metáfora es el
mensaje» (pág. 30).
Los síntomas contienen a menudo la solución al pro
blema. Las parejas suelen utilizar sus recursos de una
manera excesiva o insuficiente, y este proceso puede
conducir a la formación de síntomas. Varios autores
proponen una frecuente equivalencia fenomenológica
entre los síntomas y los fenómenos de trance (Gilligan,
1987, 1988; Frankel, 1974; Horowitz, 1983). El complejo
de síntomas es una secuencia rígida de conductas y de
actitudes inmovilizadas que se repiten una y otra vez.
60
En muchos casos, la solución se encuentra en la con
ducta de trance empleada como parte de ese mismo
complejo.
61
miento de miedo, asociado con estas imágenes, fomen
taba una respuesta ñsiológico-psicológica de agitación
por liberación de adrenalina y otras sustancias bioquí
micas. Así fue como el estado negativo similar al trance,
inspirado por experiencias pretéritas, llegó a dominar su
situación actual. En este ejemplo, la secuencia de he
chos que estimularon una experiencia similar al trance
también resultó autodesvalorizante.
Los estados de trance positivos o negativos pueden
ser inducidos mediante el proceso diàdico idiosincrásico.
Este produce un tipo específico de estado interpersonal
alterado que, combinado con trances positivos o negati
vos, genera relaciones sintomáticas o reducidas a con
flictos. Veamos cómo se estimulan estos trances.
Palabras impulsoras
62
trovierte el foco de atención del otro para crear un mo
mento de trance. Tuve una paciente en quien la palabra
«mona» estimulaba una imaginería negativa. En boca
de su esposo, le sonaba a un cumplido desdeñable: «Es
lo que se suele decir de una mujer un tanto fea, pero
con una buena personalidad», comentaba. Se enfurecía
cuando la escuchaba, porque la asociaba con una cosi-
ficación. En cambio, para el marido tenía una asocia
ción agradable. Vemos pues que el estímulo verbal emi
tido por un cónyuge puede impulsar al otro a experi
mentar un recuerdo visual, auditivo o generador de un
sentimiento determinado. Cuando se evocan estos re
cuerdos, el segundo cónyuge suele responder a la expe
riencia interna y a menudo proyecta su interpretación
sobre la otra persona. El resultado es una percepción
positiva o negativa del primer cónyuge.
63
pueden activar inconcientemente la disociación en el
cónyuge que ha sido violado, lo que traerá dificultades
en la excitación sexual.
Podemos establecer un nexo entre la disociación y la
generalización del estímulo. Todos creamos modelos
mentales de interacción con el mundo. Recibimos una
realimentación que tiende a mantener el modelo que
hemos creado. Supongamos que un episodio actual des
pierte un recuerdo traumático y provoque una conducta
asociada. La realimentación mantiene esa conducta, la
empeora o ayuda a resolverla. En ocasiones, los sucesos
traumáticos del pasado modelan la conducta y esta mo
dela el entorno de una manera mutua y recursiva. Al
cabo de muchos años, ambos se entrelazan. Una mujer
traumatizada por un incesto puede manifestar indife
rencia sexual hacia el marido. El marido acaso crea que
el problema obedece a alguna insuficiencia de él. Tal vez
conserva recuerdos traumáticos de haber sido recha
zado y sentirse no deseado.
Esa pareja puede crear un conjunto de sentimientos
en apariencia referidos sólo a su relación conyugal.
Pronto este modo de interactuar y los sentimientos re
sultantes adquirirán vida propia y se establecerá una
asociación recíproca entre los sentimientos dolorosos.
Los hechos presentes empezarán a tener un peso consi
derable. Para desenrollar este ovillo enmarañado y ver
dónde encaja cada sentimiento, conviene que el tera
peuta ayude al paciente a recuperar y clasificar recuer
dos y sentimientos reprimidos. El trance es un instru
mento eficacísimo para este trabajo.
No es raro que alguien experimente un sentimiento
en apariencia ajeno a los hechos del momento, y que ese
sentimiento le provoque un estado de confusión del que
procure salir señalando a su cónyuge como causante
del dolor. Este proceso de inculpación lo ayuda a man
tener una sensación de control. De ahí la gama de reac
ciones posibles de un marido frente a un sentimiento
dado (p.ej., pensará que su esposa no lo ama o le es in
fiel). Tal reacción justifica y explica el sentimiento ini
cialmente desorientador. El trabajo de trance induce una
confusión leve. En un ambiente seguro, permite que la
persona experimente confusión y la tolere. Cuando des
64
pués tenga esos sentimientos, los vivirá más como cu
riosidades que como problemas. En consecuencia, un
trabajo eficaz de trance puede despertar la curiosidad
del individuo hacia sus sentimientos de ira en vez de
enfocar su atención en un problema por resolver con su
cónyuge. De hecho, puede existir un problema que re
quiera solución, pero es muy probable que el sentimien
to se refiera a otra cosa. Una solución rápida que culpe
al cónyuge puede empeorar la situación. En vez de bus
car el divorcio u otra amputación psicológica, sería me
jor encajar el sentimiento en un contexto más correcto.
65
plícito habla a la mente inconciente (Erickson, 1966).
En un nivel, trasmite una comunicación sobre un tema;
en otro nivel, se recibe un mensaje distinto con instruc
ciones referidas a conductas específicas. Un matrimonio
se quejaba de una excesiva sensibilidad recíproca a sus
estados de ánimo. La esposa preguntaba constante
mente al marido: «¿Hoy te pondrás furioso?», con lo que
le impartía la sugestión «Hoy te pondrás furioso». El
cooperaba cortésmente y se enfurecía.
La danza hipnótica
66
avión en combate. Si vuela, lo más probable es que lo
maten; por consiguiente, si opta por esta alternativa,
está loco. Si está loco, no puede volar. Un hombre loco
no puede optar cuerdamente por pilotear su avión en el
esfuerzo de guerra (Jacobs, 1980). Las únicas salidas de
este vinculo o lazo son que la guerra termine, que Yosa-
rian muera como un héroe o que huya a un país neutral.
Este lazo paradójico e hipnótico se suele observar en
tiempos de tensión en que la secuencia conduce a un
conflicto a modo de salida del lazo. Por ejemplo, el lazo
puede girar en torno de una regla básica del matrimo
nio. Si estamos juntos, podemos soltarnos mutuamen
te. Si nos separamos (puede tratarse de una simple se
paración ocasional), debemos aferrarnos el uno al otro.
Si nos aferramos el uno al otro, eso significa que esta
mos juntos. Supongamos que dos cónyuges en vacacio
nes deciden permitirse mutuamente dos horas diarias
de soledad. Si alguno prolongara este lapso, podría in
terpretarse que desea separarse para siempre. Por lo
tanto, ambos deben volver a reunirse y decirse recípro
camente que la separación les resultó odiosa.
Examinemos otra regla que emplea el lazo hipnótico:
si el marido sabe lo que más conviene, él tomará las de
cisiones. Empero, si él decide, decidirá que su esposa
está mejor informada. Si la esposa está mejor informa
da, decidirá que su marido sabe lo que más conviene.
En la vida diaria abundan los ejemplos de este lazo. Un
marido expresa a su esposa su deseo de que ella decida
qué película irán a ver. La mujer responde que no le im
porta: lo que él decida hacer, estará bien para ella. El
prolonga el lazo defiriéndole otra vez la decisión final.
Este tipo de paradoja crea la necesidad de descubrir
una alternativa diferente (Jacobs, 1980). Cuando la dis
tancia es un regulador de la intimidad y la diferen
ciación, como sucede en el primer ejemplo, este víncu
lo puede ser indicativo de fusión entre los cónyuges.
Cuando la distancia emocional es excesiva, se suscita
una angustia que puede señalar el comienzo del lazo.
Los terapeutas reconocen muchas veces este tema en
conflictos: quién puede hacer qué separado del otro
cónyuge y qué se debe hacer conjuntamente. Una fle
xibilidad escasa en estas cuestiones refleja sentimientos
67
de inseguridad en cuanto a ser individuos distintos, y
puede representar un atascamiento en la etapa evolu
tiva de separación-individuación.
El segundo lazo refleja igualmente problemas pre
sentes en la declaración de una posición. Si el equilibrio
es correcto y cada uno tiene libertad para decidir, el más
informado será unas veces el marido, y otras, la esposa.
Pero si no puede haber estado de separación, existe una
seudointimidad. Este tema puede ser discernido por el
terapeuta como una seudomutualidad. Como no hay in
dividuación, ninguno de los cónyuges se siente cómodo
cuando adopta una posición. Hostilidad, ira y resenti
miento suelen estar soterrados en este lazo porque uno
de los cónyuges, o los dos, se aviene a hacer algo no de
seado. Cuando negocian en tales condiciones, el cónyu
ge que parece tener mayor poder suele dar por supuesto
que él tiene razón y que su pareja sumisa no está eno
jada, sino que concuerda totalmente con él. De este mo
do, las reglas y creencias acerca de nosotros mismos y
de nuestra pareja pueden encajar unas con otras en un
lazo paradójico e hipnótico capaz de generar conflictos o
satisfacciones. Una comunicación en lazo originada en
dos cónyuges requiere a la vez estabilidad y cambio por
parte de ambos y del psicoterapeuta. Una manera de
romper el lazo consiste en que el terapeuta reencuadre
la comunicación de la pareja como una protección, o use
el trance negativo co-creado por los esposos como con
trainducción de un trance más positivo.
Ciertos rituales de pareja, bodas, comidas, juegos de
pareja especializados (conocidos únicamente por los
cónyuges), u otras actividades, como ir a la iglesia, a
veces producen sentimientos de satisfacción porque la
pareja sale de su lazo negativo gracias a la actividad ri
tual. Podemos inducir a una pareja atrapada en un lazo
a entrar en un trance placentero; por ejemplo, mientras
asiste a un casamiento que le recuerda los placenteros
sentimientos recíprocos que experimentó en su propia
boda.
Durante una interacción, los esposos suelen partici
par en una co-inducción de trance. Dentro de este pro
ceso, ocurren diversos fenómenos que hacen del trance
una experiencia positiva o negativa y pueden ser utiliza
68
dos por el terapeuta para lograr que las parejas funcio
nen en un nivel superior. Estos fenómenos incluyen
regresión de edad, progresión de edad, distorsión tem
poral, amnesia, amnesia del compañero, hipermnesia o
disociación. Pueden ser problemáticos, pero el terapeu
ta los puede utilizar con miras a desenlaces más positi
vos. En el capítulo 8 me referiré a ellos como síntomas y
problemas despotenciadores.
Cuando un cónyuge reacciona excesivamente ante
la conducta del otro, es probable que se haya produci
do un estado de trance negativo. El esposo que produce
la reacción excesiva ha regresado a una edad en que
ocurrió una dinámica similar, o se ha emitido alguna
señal de alerta que marca el comienzo del lazo hipnótico
paradójico. En tales casos, el sistema interpersonal in
teractúa con la dinámica individual.
Erickson descubrió que, dada la frecuencia con que
las parejas se inducen mutuamente un trance, una téc
nica terapéutica que emplee comunicación directa —por
ejemplo, hacer que la pareja use únicamente determina
das palabras o modos de expresión (declaraciones en
primera persona del singular, etc.) — no siempre genera
un cambio duradero. Aun cuando los cónyuges apren
dan a hablarse de una manera diferente, sus gestos,
miradas, tonos de voz o cualquier otra señal pueden
provocar un trance negativo que derive en una conducta
disfuncional. Lo percibido por cada esposo suscita una
respuesta especial. Por lo tanto, en el capítulo siguiente
echaremos un vistazo a la realidad percibida entre los
cónyuges.
69
3. Cómo crean las parejas su mundo
70
extraer de esa experiencia su propio significado y per
mitir que su mente inconciente cosechara un aprendi
zaje. Pocas semanas después, Rick empezó a debatirse
menos con el proceso de aprendizaje y me dijo, como al
pasar, que ahora cobraba honorarios adecuados por sus
servicios. Al cabo de unos meses, dejó la supervisión pa
ra proseguir otros estudios. Dos años después, lo vi en
una conferencia y volvió a preguntarme: «Doctora Ker-
shaw, ¿qué quiso decirme exactamente al darme esa
moneda? He pensado en muchas interpretaciones». «Su
inconciente es capaz de extraer muchos aprendizajes de
una sola experiencia —le respondí—. Entonces, tal vez
quiera y necesite seguir revisándola de tiempo en tiempo
para descubrir el significado que quiere trasmitirle su
inconciente en ese momento». Para Rick, fue una expe
riencia de desplazamiento perceptual generativo que él
siempre recordará y llevará consigo. Esta sola experien
cia simbólica generará un aprendizaje continuo. Com
prender cómo trabaja la experiencia simbólica en con
junción con principios de percepción ayuda para saber
cómo se construye la realidad.
Hay varios principios perceptuales indispensables
para comprender el proceso de creación conjunta de la
realidad por las parejas.
71
inadecuadas. Siempre hay algo más que decir. Por otra
parte, estamos constreñidos por nuestras suposiciones
y creencias básicas, en particular las concernientes a
las relaciones. Combs y Snygg (1959) afirman, desde un
punto de vista fenomenológico: «Toda conducta, sin ex
cepción, está determinada íntegramente por el campo
fenoménico del organismo actuante e interesa a este»
(pág. 40). Podemos decir que nuestras percepciones ba
sadas en nuestras suposiciones crean nuestra realidad.
Humberto Maturana, biólogo chileno que ha influido
en el campo de la terapia familiar, dice que no podemos
distinguir entre percepciones e ilusiones. El observador
establece distinciones y usa el lenguaje con miras a
cambiar las clases de distinciones efectuadas. Según
Maturana, el observador distingue lo que será observa
do. La pareja especifica lo que oye y escucha. La mente
conciente filtra lo que se oye a través de un determinado
sistema de creencias y acaso mantenga categorías rígi
das. Cuando el terapeuta trabaja con lo inconciente, el
proceso le es muy útil para cambiar las distinciones.
El marco de una ventana determina qué se ve; en
consecuencia, ese marco distingue una parte del mundo
que entra en el foco visual. Si miramos por un ventanal
panorámico, por fuerza vemos algo diferente de lo que
escudriñaríamos a través de una tronera. El marco de la
ventana es una construcción expansible y contráctil; en
otras palabras, posee cierta plasticidad o fluidez.
Hallamos un buen ejemplo de este concepto en una
obra literaria muy conocida: El mago de Oz. Dorothy
descubre con asombro cuán fluida es la experiencia hu
mana por lo que hace Oz con los habitantes de la Ciu
dad Esineralda (Baum, 1900):
72
verde (. . .) Mi pueblo ha usado gafas verdes delante de
sus ojos durante tanto tiempo que en su mayoría cree
que realmente es una Ciudad Esmeralda, y por cierto que
es un hermoso lugar» (pág. 149).
73
drome de inmunodeficiencla congènita. Para protegerse
de las infecciones, pasó su vida internado en una ha
bitación esterilizada. Su aislamiento y su falta de expe
riencias perceptuales normales distorsionaron su pers
pectiva de profundidad y distancia. Creía que los edi
ficios situados frente al hospital, calle por medio, y que
observaba desde su habitación, carecían de fondo. Sólo
cuando pudo usar la burbuja ambulante diseñada por
la NASA y ver la parte posterior de los edificios, se dio
cuenta de que su construcción era similar a la de una
caja. Se sorprendió al enterarse de que el verdor de las
plantas provenía de ellas mismas. Además, como veía
que los edificios al fondo de la calle eran más pequeños,
creía en verdad que habían sido construidos así y no
que los empequeñecía la distancia. No tenía noción de la
perspectiva, de que los objetos «aumentan» cuando ca
minamos hacia ellos y «disminuyen» cuando nos ale
jamos. Sólo cuando dispuso de la burbuja ambulante
pudo demostrarse a sí mismo que los objetos lejanos se
agrandaban a medida que se acercaba a ellos (comuni
cación personal de J. Vogel, 1985).
Su visión del césped y los árboles era igualmente fas
cinante. Creía que no tenían raíces. Sólo comprendió
que las plantas crecían bajo tierra cuando su enfermera
le permitió arrancar una de la maceta. David era inca
paz de comprender el mundo natural a través de progra
mas televisivos o de explicaciones. Sólo la experiencia
efectiva de fenómenos perceptuales le permitió modi
ficar sus creencias acerca del aspecto que presenta el
mundo y del modo en que los seres humanos operan
dentro del conjunto de sus propios fenómenos percep
tuales organísmicos. Las enfermeras que trabajaron con
él llegaron a la siguiente conclusión: «La observación de
su desarrollo perceptual indica que inconcientemente
insertamos nuestras experiencias pasadas cuando con
templamos el espacio y la distancia (. . .) Para aprender
sobre fenómenos, es preciso experimentarlos» (Murphy y
Vogel, 1984).
En el matrimonio, cada esposo es portador de un
marco o una red de constructos para interpretar el
mundo de la relación conyugal y, sobre todo, la con
ducta del otro. Estos constructos o creencias acerca de
74
sí mismo, la vida y la propia pareja se aplican para
predecir el futuro, poner cierto orden en el presente y
categorizar el pasado. Todos tenemos constructos per
sonales. Estos son creaciones o suposiciones internas
acerca de lo que está fuera de nosotros. Ellos nos per
miten observar el mundo y formular interpretaciones
sobre lo que creemos que hay en él. George Kelly (1963)
dice que «todas nuestras interpretaciones actuales del
universo están sujetas a revisión o remplazo» (pág. 43).
Sostiene que las personas perciben sus mundos a tra
vés de «modelos trasparentes» que ellas mismas crean y
que luego intentan «encajar sobre las realidades de que
está compuesto el mundo» (Kelly, 1963, pág. 8).
Prevemos lo que sucederá a través de los constructos
que llevamos dentro y de los significados compartidos
experimentados por nosotros, y después nos compor
tamos como si hubiéramos visitado realmente el futuro.
Así como el viajero ideado por H. G. Wells en La máquina
del tiempo fue un hombre que se adelantó a su época,
del mismo modo los constructos personales y los signifi
cados compartidos crean una realidad futura anticipa
da por cónyuges que se adelantan a su tiempo.
La realidad cobra vida para nosotros porque vemos lo
que necesitamos ver. Seleccionamos las percepciones
basadas en experiencias pretéritas y, a través de nues
tro conjunto de creencias, proyectamos un mundo crea
do sobre personas y sucesos.
75
Ahora bien, las palabras construyen mapas de la rea
lidad. Alfred Korzybski (1933), creador del concepto de
semántica general, nos advirtió que no confundiéramos
el mapa con la realidad misma. Propuso la existencia
teórica de dos mundos: el de la realidad y el de los sím
bolos. Necesariamente existe un hiato entre estos dos
mundos; cuanto más amplio es, tanto más «locos» so
mos. Hoy cabria decir que el lenguaje sólo puede repre
sentar una experiencia fenomenològica por medio de
simbolización. Cuanto más casados estemos con la des
cripción de la realidad como algo «correcto», tanto menor
será nuestra cordura.
Cada visión individual del mundo es apenas una in
terpretación subjetiva de una realidad objetiva. Ajuicio
de Joseph Pearce (1971), puesto que creamos el mundo
con nuestros sentidos y palabras, no sólo lo observa
mos, sino que participamos simultáneamente en él.
Afirma: «Nuestra realidad es una creación semántica
de nuestras creencias culturales. Lo que creemos verda
dero se hace verdadero» (pág. 136). Cada interpretación
no es más que una descripción creada para orientarnos
en el mundo. A veces olvidamos que la descripción es
sólo eso, y no una realidad completa.
Construimos nuestra realidad interior a partir de ex
periencias pasadas, de la cultura en que vivimos y de los
valores presentes y pretéritos que sustentamos. El mun
do interior es, además, un mundo de imágenes, senti
mientos y sensaciones. Para comprender todos estos ele
mentos, recurrimos al pensamiento. Pensamos con sím
bolos como un modo de representar la experiencia, y nos
comunicamos con un lenguaje que cambia y evoluciona
de continuo a la par de la experiencia comunitaria.
El lenguaje representa una manera compartida de
definir la realidad, un sistema de valores compartidos,
un modo compartido de ver el mundo. Más aún: es una
forma de conocer nuestro inconciente. Este se expresa
por medio de símbolos, en cuya experiencia y expresión
se mantiene el propio ser. George Steiner (1975) escri
bió: «Más que hablarnos a nosotros mismos, hablamos
nosotros mismos» (pág. 18).
Harry Goolishian y Harlene Anderson, del Family Ins-
titute de Galveston, opinan que los sistemas humanos
76
son sistemas generadores de lenguaje y significado.
Puesto que damos un significado a las acciones, la es
tructura social evoluciona a partir de los significados
que generamos entre nosotros. El problema particular
presentado en terapia no se sitúa en la estructura del
sistema, sino en el «significado». Por consiguiente, la
terapia es un hecho lingüístico que fija como meta la
creación de significados nuevos para crear nuevas reali
dades narrativas. Goolishian y Anderson (1988) afir
man: «Los problemas no se resuelven: se disuelven».
El lenguaje puede limitar la representación de la ex
periencia. Muchas veces, se pierde algo al traducir una
experiencia individual en palabras. Por ejemplo, la per
sona que tiene actualmente cuarenta años experimenta
esta edad de manera muy distinta de alguien que tuvo
cuarenta años hace veinte. El padre nunca tuvo la edad
del hijo porque los dos mundos son diferentes. Hasta
podríamos decir que nuestros padres vivieron en otro
planeta: nuestros hijos saben que eso es cierto respecto
de sus padres. Según Korzybski (1933), para ser más
cuerdos debemos alterar lo que hacemos con el lengua
je. Propone un cuestionamiento de tres postulados del
pensamiento lineal aristotélico: las leyes de identidad,
de tercero excluido y de contradicción.
Ley de identidad
77
existen lo bueno y lo malo, lo blanco y lo negro, lo verda
dero y lo falso, no abarca los matices Intermedios. Vea
mos un ejemplo de este pensamiento dicotòmico. Un pa
ciente reveló que la madre le había enseñado que una
mujer sólo debía casarse con un hombre si él la amaba,
y no si ella lo amaba a él. Ante esta admonición, la hija
tuvo que rebelarse contra su madre; revirtió su creencia
y categorizó como únicos hombres disponibles a aque
llos a quienes ella amaba. Esta noción la mantenía en
constante prosecución de una meta imposible: un hom
bre emocionalmente inasequible. El mundo es poliva
lente pero a menudo se lo describe con sólo dos valores.
Una orientación fundada en dos valores nos vuelve «lo
cos» o distorsiona el pensamiento.
Ley de contradicción
78
indios hopi tienen un concepto del tiempo diferente del
nuestro. Para ellos, no hay una noción lineal de tiempo.
No hay pasado o futuro: sólo existe el presente. De he
cho, sus verbos carecen de tiempos, lo cual les permite
vivir en un presente continuo. El lenguaje se centra más
bien en nuestra relación con la naturaleza (Rogers etaL,
1977).
La lengua tahitiana carece de palabras que designen
la depresión o la aflicción, pero posee más de cuarenta
palabras para designar los diferentes grados de ira
(Mendelson, 1974). Si no tuviésemos palabras para de
signar la depresión, quizá tampoco tendríamos ese fenó
meno. Las culturas que no tienen palabras para desig
nar su concepto, no la experimentan (Rowe, 1982).
Las subculturas, en particular la masculina y la fe
menina, experimentan realidades diferentes y poseen
descripciones diferentes. A las mujeres se las socializa
para que se orienten más hacia las relaciones; a los
hombres, para que se orienten más hacia las metas (Gi-
lligan, 1982). A menos que lo hayan sensibilizado para
cuestiones referidas al género, un hombre habrá sido
educado para obtener poder y fijar las reglas. A las mu
jeres se las educa para que cuiden de otros, los nutran y
los eduquen; aun cuando se las estimule a abrazar una
profesión, se refuerza su conducta de cuidado. Esta di
ferencia en el foco formativo hace que el hombre y la
mujer experimenten el mundo bajo aspectos distintos.
Cada subcultura familiar proporciona una descrip
ción peculiar de la realidad. La vida familiar de cada
persona crea un modelo interiorizado de amantes, pa
dres, roles masculinos y femeninos, así como el marco
de «normalidad» para la vida familiar y una visión del
mundo.
La percepción es egocéntrica
79
imposible salirse de sí mismo y observar algo objetiva
mente.
80
mos a ellos; que unos sucesos nos trascienden. El ojo
sólo puede percibir una parte limitada del espectro elec
tromagnético. Además, todos los seres humanos expe
rimentan un fenómeno fascinante: el punto ciego. Se
trata de una zona de la retina insensible a la luz. Existe
ahí de hecho un hueco en la visión de un individuo. No
obstante, percibimos pautas y espacio continuos. Como
dice Humberto Maturana: «No vemos que no vemos»
(Maturana y Várela, 1987, pág. 17). Otra característica
interesante de la visión es que los colores que vemos no
existen fuera de nosotros. El color no proviene del exte
rior: depende de la actividad neural que se desarrolla en
nuestro interior. La forma en que percibimos los colores
se basa además en estados de actividad neuronal de
sencadenados por perturbaciones del ambiente y deter
minados por la estructura de cada persona.
Otros animales poseen capacidades visuales diferen
tes. El cernícalo tiene visión telescópica —es capaz de
divisar un pequeño ratón campestre desde un kilómetro
y medio de altura—, pero su visión periférica es débil. El
gato ve bastante bien en la oscuridad, pero se cree que
su visión es granulosa y acromática. El gorila ve a dis
tancias de hasta nueve kilómetros.
La audición es otra función del hombre en tanto ani
mal. Nuestros oídos responden a vibraciones del sonido
de veinte a veinte mil ciclos por segundo. No obstante, el
aire vibra por encima y por debajo de los límites de de
tección del oído humano. Algunos animales oyen soni
dos para nosotros inaudibles. Además, media un lapso
entre el momento en que se produce un sonido y su au
dición real: por ejemplo, entre el campanilleo de un telé
fono y su audición trascurren varios microsegundos,
pero nuestra mente registra ambos sucesos como si fue
ran simultáneos. Wolf (1984) cree que «para que el hecho
real se registre en nuestra conciencia, nuestro “oído
mental” proyecta hacia atrás la audición del campani
lleo retrotrayéndola al momento en que sonó realmente
el teléfono. Esta proyección es inconciente» (págs. 193-4).
En cuanto a que los objetos parezcan dotados de ma
sa y de profundidad, la física cuántica proporciona
pruebas sobre que no existe algo tal como un material
sólido. Los científicos creen que hay ondas de probabili
81
dad de interconexiones. En el nivel subatómico, todo
está conectado de manera tal que el universo muestra
una unidad (Capra, 1975). No obstante, en ese nivel
subatómico sólo hay espacio y pautas.
La realidad subliminal
82
La mayoría de nosotros utilizamos el olfato para reci
bir mensajes sobre otras personas (Welner, 1966). Mu
chas familias pueden reconocer a sus miembros por su
olor. De hecho, para aumentar el vínculo y el apego con
yugales debe haber una atracción olfatoria entre los
cónyuges. Uno de mis pacientes se quejaba de no dis
frutar los olores genitales de su esposa, ni aun cuando
acababa de bañarse. Se distanció de ella por otras razo
nes y finalmente abandonó la relación. Desde el princi
pio, había sido conciente de que el olor natural de esa
mujer lo molestaba, pero se casó con ella presionado por
su familia. Como no existía ninguna causa física para
ese olor extraño, el problema se convirtió en una metá
fora de las dificultades en la relación.
Los terapeutas pueden acrecentar su capacidad sen
sorial si dedican tiempo a concentrarse en un solo sen
tido. En nuestros grupos de formación, solemos pedir a
los participantes que concurran a restaurantes e inten
ten oír las conversaciones mantenidas en el extremo
opuesto del salón, o diferenciar los aromas de las comi
das de los olores de la gente. Tal vez sea una actividad
inaceptable desde el punto de vista social, pero es útil
aprender a desarrollar los sentidos.
83
ficados. No podemos crear significados prescindiendo
de otra persona. La percepción del otro es una imagen
proyectada desde el cerebro de la primera persona. El
significado se genera a partir de la interacción de dos
personas. En realidad, cada cónyuge es «creado» a partir
de la interacción.
Cada miembro de la pareja tiene varios estados espe
cialmente extraídos de su compañero. Existe un esta
do de conciencia extraído del compañero que es exclu
sivo de la relación conyugal en el sentido de que otros
individuos pueden comportarse de igual modo pero no
provocan las mismas respuestas emocionales. Ese es
tado de conciencia puede desplazarse hasta una edad
emocional basada en necesidades experimentadas y en
la receptividad y disponibilidad del cónyuge. Si se siente
asustado y necesitado de ayuda, un cónyuge quizá re
troceda emocional y momentáneamente a la infancia.
Cuando un esposo ataca al otro, utiliza un estado de
conciencia específico. Por lo común, hay una sensación
de visión en túnel: su agudeza visual se altera de tal
modo que sólo puede ver lo que tiene directamente a la
vista. Una vez que ha «entrado» en ese estado, le cuesta
tanto salir de él que debe dar vueltas hasta lograrlo. A
veces se produce amnesia sobre lo que se dijo en ese
estado.
84
Este proceso puede ocasionar resultados positivos o ne
gativos.
85
cónyuge querrá que el otro sea un compañero, amante,
amigo, prostituta, madre, padre, hijo, mecánico o coci
nero para gourmets; alguien que cure antiguas heridas;
alguien con quien se pueda establecer contacto e inti
mar. Estas imágenes tienen nombres intrínsecos: Ma
dre Amantísima, Padre Bien Informado, Pastor. . . Ade
más de nombrar el papel del otro, la relación misma
puede ser nombrada. Cuando preguntamos a los pa
cientes cómo «llamarían» a su matrimonio, proponen
una amplia variedad de nombres: Tercera Guerra Mun
dial, Luna de Miel, El Buen Barquito de Caramelo, Los
Muertos Agradecidos, Jardín de Lirios y Tierra de Gra
cia. Las metáforas abundan en imágenes sensoriales.
Aunque el nombre de la relación escape a la conciencia,
hay una expectativa de cierto rol por desempeñar y un
deseo de que el otro cónyuge adopte determinada con
ducta solícita.
Estos nombres suelen construirse a partir de profun
dos anhelos íntimos y cuestiones pendientes desde la
infancia. Los sueños y fantasías románticos que se sus
citan al comienzo de una relación encienden la espe
ranza de que la pareja será todo lo que no fueron los pa
dres. En los breves momentos en que un compañero al
canza la imagen idealizada, el otro bulle de excitación y
esperanza: ¡por fin podrá ser amado plenamente! Cuan
do la conducta de un cónyuge parece coincidir con la
imagen interna, el otro aguarda, esperanzado y expec
tante, que represente el guión proyectado en su pantalla
cinematográfica interior, esa parte de la mente capaz de
repetir el pasado, el presente y el futuro como un filme.
Pero raras veces la realidad es paralela al guión ima
ginado. En tanto no se resuelvan estos anhelos y espe
ranzas, los cónyuges se inclinarán a pretender que su
pareja satisfaga ciertas exigencias quiméricas. Si los
nombres no son realistas, habrá un conflicto.
Parte del obstáculo que impide vivir relaciones con
felicidad concierne a la calidad del contacto establecido
por los individuos. Por lo general, la gente sabe cuándo
no ha conseguido establecer contacto con alguien o pe
netrarlo psicológicamente. Falta algo, hay una sensa
ción de soledad y tristeza por lo que no se logró. Pintauro
(1970) ha comprendido bien este sentimiento: «Algunas
86
cáscaras de huevo son tan delgadas que podemos ver a
través de una de ellas durante cien años sin llegar a sa
ber nunca que estamos dentro». Conviene que el tera
peuta comprenda las imágenes interiores y los nombres
sobre relaciones presentes y pasadas de que cada es
poso es portador. Sus respectivos lenguajes son ele
mentos importantes para definir la construcción que
cada uno hace de la realidad. Sus expectativas y creen
cias acerca del modo de resolver conflictos y expresar
afecto, las reglas sobre comunicación, las expectativas
de rol y las reglas acerca de reglas constituyen una in
formación importante para el terapeuta de pareja. Esta
información puede ser recogida a través del proceso
terapéutico.
Creamos realidad descifrando el significado de nues
tras experiencias de cosas o de personas; por lo tanto,
podríamos decir que cada miembro de la pareja es una
creación. Cada uno inventa la percepción del otro. Al
gunas veces, la descripción de un cónyuge se asemeja
mucho a la que formula su compañero; otras no. Cuando
las descripciones son similares y promueven el cre
cimiento, la relación es íntima y vibrante.
En el capítulo que sigue, presentaré un modelo de
psicoterapia que he elaborado a partir de las premisas
ericksonianas en torno del cambio y del proceso tera
péutico.
87
4. Modelo de psicoterapia con la danza
hipnótica
88
5. Determinar el significado simbólico del problema.
6. Recuperar o estructurar recursos.
7. Utilizar el síntoma en la intervención.
8. Simbolizar la solución.
89
virulentos intrincados y compartidos a lo largo de nume
rosas dimensiones sutiles y, sin embargo, son extraña
mente inconcientes de ello (. . .) No hay un solo retardo
perceptible, ni siquiera en 1/48". Cuando el que habla
retoma la palabra tras un silencio, al cabo de 1/48" el
oyente empieza a ejecutar movimientos sincrónicos» (op.
cit., pág. 43).
Condon y Sander (1974) estudiaron además reaccio
nes del bebé normal hacia la madre y descubrieron que
ambos crean un movimiento sincronizado en el que se
miran, se escuchan y se mueven rítmicamente. El bebé
mueve su cuerpo en coordinación con pautas del habla.
Los investigadores descubrieron que quizás alce una ce
ja cuando el que habla toma aliento, o mueva un miem
bro si aquel acentúa una sílaba. Esta sincronización pa
rece ser la base de sus futuras relaciones emocionales.
Aparte de los movimientos físicos, está el proceso de
co-inducción en un nivel verbal. Hay secuencias Ínter -
accionales que co-inducen un estado de trance positivo
o negativo. Estas secuencias ocurren de manera repeti
tiva con ocasión de un contenido diferente pero de te
mas similares.
Cuando la danza estimula un estado de trance positi
vo, es placentera; cuando estimula un trance negativo,
no satisface. Por lo común, el trance negativo es activa
do cuando uno de los esposos siente aprensión y luego
intenta adquirir seguridad controlando al otro, a veces
mediante insinuación hipnótica. Recuerdo el caso de
una paciente a quien el marido, durante la terapia, le
había pedido que fuera más independiente. Cuando em
pezó a contarle sus tentativas en tal sentido, él le res
pondió: «Tienes que decidir qué ganas y qué no ganas
con esta relación. Puedes quedarte cuando la disfrutes».
Este comentario angustió a la mujer porque lo inter
pretó como una expresión de ambivalencia acerca de su
permanencia en el matrimonio. Dije al marido que él
eludía los sentimientos que le provocaba el que su espo
sa hablara de valerse por sí sola. Si bien se había que
jado de su falta de autonomía, pudo discernir su miedo
de que ella se apartara más de él.
En otra ocasión, una esposa preguntó al marido:
«¿Por qué no tienes afecto hacia los niños?» (aquí había
90
una pregunta oculta sobre sus sentimientos hacia ella).
El se defendió, y replicó en tono iracundo y malhumora
do: «Les tengo afecto. Simplemente, a veces no sé qué
decir». Ella sólo podía enfocar su atención en su conduc
ta retraída. Era incapaz de ver el contexto más amplio de
un hombre criado por un padrastro que no sabía ser a
la vez íntimo y viril, y se distanciaba cuando las emocio
nes eran intensas. Doce años antes, el marido la había
abandonado de repente, y ella nunca tuvo la certeza de
que había vuelto porque quisiera estar con ella. El trau
ma de ese abandono la mantenía angustiada ante la ex
pectativa de un nuevo alejamiento. Se volvió hiper-aler-
ta a cualquier conducta de distanciamiento de su parte.
Como reacción a los comentarios que ella le hacía acer
ca de su conducta, el marido se puso hiper-alerta a su
persecución y su exigencia tácita de que restableciera
un contacto más íntimo con ella. El habitualmente em
pezaba a sentir una responsabilidad excesiva por los
sentimientos de su esposa y le pesaba la carga que sig
nificaba tener que cuidar de ella; comenzaba a percibirla
como a una niña necesitada de atención que se aferraba
a él; se distanciaba aún más, y la esposa respondía exi
giéndole una mayor intimidad.
En este ejemplo, la mujer utilizaba una hipermnesia
para recordar la conducta de su marido previa a su
abandono, y una amnesia para los momentos en que él
la trataba con afecto. También usaba la regresión de
edad cuando recordaba que, al verse abandonada por
su esposo, se había sentido como una niñita de tres
años, totalmente incapaz de cuidar de sí misma o de sus
hijos. Hasta había pensado en suicidarse. Por su parte,
el marido solía experimentar una regresión de edad
cuando ella lo presionaba en solicitud de un mayor
acercamiento. También experimentaba una amnesia al
ver en ella a su madre dominante, de quien había tenido
que alejarse. Esta co-inducción provocaba en cada cón
yuge un estado de trance negativo que derivaba en un
estrechamiento del foco problema, acompañado de un
sufrimiento emocional.
Estados de trance negativo pueden ocurrir cuando
las interacciones se amortiguan o se vuelven agresivas.
Los esposos pierden la capacidad de usar una disocia
91
ción de trance extrovertida y de observar su proceso de
manera más objetiva, desde fuera de sí mismos. Solo-
mon (1989) lo explica así: «En este estado, el “yo obser
vador" no está disponible para reflexionar conciente-
mente sobre el proceso mientras este sucede. El estado
yoico que ataca o provoca un ataque no está disponible
para el razonamiento ni para otros estados de concien
cia» (pág. 90). En vez de ello, la pareja se hiper-enfoca en
un estado de trance interno, pierde su visión periférica
y, a menudo, declara haber perdido cierto sentido del
propio ser mientras sus dos miembros «devienen» un
sentimiento sin cuerpo ni mente. En algunos casos, tal
estado de trance sólo se puede romper por medios dra
máticos, como gritos, llanto, estallidos de violencia, en
los que se utiliza la ira para recuperar un sentido del
propio ser mediante un cambio repentino de estados
mentales.
Además de observar los movimientos sincrónicos y el
proceso interaccional de las parejas, conviene fijarse en
los movimientos ideomotores, esas señales inconcientes
que responden a una comunicación. Esos movimientos
pueden sugerir temas habitualmente soterrados y reve
lar áreas conflictivas tal vez evitadas en la conciencia.
Algunos psicoterapeutas prestan especial atención a los
movimientos leves de la cabeza o de cualquier extremi
dad. Quizás un cónyuge asienta apenas, expresando su
acuerdo o su discrepancia con lo que dice el otro, o pa
rezca concordar con él mientras la agitación impaciente
de su pie nos dice otra cosa.
El terapeuta de pareja puede discernir la secuencia
de conductas y emociones si observa cómo interactúan
los esposos en torno de cuestiones que encierran una
carga emocional. La pareja pauta y ritualiza la secuen
cia de manera tal que cada vez que uno de sus miem
bros la inicia, el otro manifiesta de inmediato la con
ducta siguiente. Entre ellos hay una pauta ritualizada y
compartida, que puede ser estimulada de diversos mo
dos y ejecutada inconcientemente sin que para ello se
requiera la presencia física de ambos en la totalidad de
la secuencia. Cada esposo conoce tan bien la «coreogra
fía» que puede ejecutar los pasos junto con su pareja o
separado de ella, en la imaginación, con los sentimien
92
tos concomitantes. La naturaleza automática de la dan
za hipnótica guarda relación con el uso de fenómenos
hipnóticos en el ritual. La danza hipnótica de la pareja
se disocia de la noticia conciente de ambos cónyuges. La
naturaleza automática de una respuesta conductal ha
ce suponer que el control personal es casi imposible. Un
individuo posee muchas imágenes que se desarrollan en
medio de las respuestas pautadas y automáticas.
Algo que contribuye a discernir la danza hipnótica es
distinguir las imágenes estimuladas en un contexto de
pareja en cada cónyuge sobre la peor y la mejor relación.
La imagen de esa relación se puede situar en cualquier
punto a lo largo de este continuo peor-mejor. Para esto
es útil preguntar por el «nombre» del matrimonio. Las
imágenes suscitadas y el nombre dado acaso revelen el
significado simbólico del problema. Este paso de obser
vación es importante para la orientación de la terapia.
Hace falta que el terapeuta emplee destrezas obser-
vacionales sutiles para «ver» realmente la danza hip
nótica. Erickson era un maestro para la observación y
veía a cada paciente con ojos diferentes. Don Juan, el
hechicero mexicano, dice a Carlos, su aprendiz: «Cuan
do ves, ya no hay más rasgos familiares en el mundo.
Todo es nuevo. Nada ha sucedido antes. El mundo es in
creíble» (Castañeda, 1971, pág. 159). Este proceso es más
que una visión objetiva. El terapeuta debe integrarse a la
«intensidad vital» que se da entre las personas presentes
en el consultorio. Como dice Franck: «El ver implica en
trar en el proceso vital —establecer contacto con él— y
no limitarse a observarlo sin involucrarse» (1973, pág. 6).
93
verlos Individualmente. Este problema puede surgir
cuando un esposo percibe como abandono cualquier in
tento del terapeuta de apoyar a su pareja.
Penetrar en la realidad de cada esposo, y aceptarla,
es un paso importante para establecer un rapport y
comprender el modo en que la danza hipnótica se activa
y sigue su curso por sus etapas de intensidad, explo
sión, resolución, sólo para ser reactivada.
A tra p a r la atención
94
quiere controlarme», me dijo la mujer, insinuando una
motivación maliciosa. «¿Quiere controlarla o es su modo
de reingresar en la familia, por torpe que sea?», respon
dí. El reencuadramiento implícito en mi pregunta atrapó
su atención; cayó en trance y creó un momento recep
tivo, durante el cual se expandió la categoría dolorosa
que había construido para definir la motivación de su
esposo. El cayó en trance simultáneamente y empezó a
enviar señales afirmativas con leves movimientos ideo-
motores de cabeza. (En el capítulo 8, me extenderé más
sobre esta técnica de «soslayar definiciones», que es una
forma de reencuadramiento.)
95
Alucinaciones visuales o auditivas, positivas o nega
tivas: En plena danza hipnótica, se puede producir una
alucinación positiva en la que un cónyuge «vea» compor
tarse al otro en determinada forma o lo «oiga» manifestar
algo en particular cuando, en realidad, no ha ocurrido ni
lo uno ni lo otro. Muchas veces, se activa un filme interior
que acaso incorpore algunas emociones muy intensas.
Cuando los esposos no escuchan o no ven lo sucedido,
es probable que abunden las alucinaciones negativas.
Uno de los ejemplos más profundos de alucinación ne
gativa es el cónyuge que no ve la prueba de la infidelidad
del otro.
Distorsión del tiempo: Ocurre en la danza hipnótica
cuando esta es agradable y se tiene la sensación de que
el tiempo vuela. En cambio, si la danza es conflictiva, se
diría que el tiempo se dilata y los sentimientos negativos
parecen interminables.
Disociación: Se experimenta de diversos modos. To
dos los demás fenómenos de trance son formas de diso
ciación, pero se deben enumerar aparte porque la disocia
ción puede ser espacial, temporal, auditiva, kinestésica o
visual. Algunos individuos se pueden experimentar a sí
mismos en trance tanto «aquí» como «allí», o verse senta
dos en dos puntos opuestos del consultorio o en este y
en otro lugar a la vez. El fenómeno ejemplifica la lógi
ca del trance, que nos permite estar simultáneamente
«aquí» y «allí». En trance, nos parecerá perfectamente
lógico tener a la vez seis y sesenta años. En la disocia
ción auditiva, oímos sonidos dentro o fuera de nosotros
mismos. Todos conocemos la experiencia de «oír» una
melodía dentro de nuestra cabeza, o imaginar una or
questa que toque en un parque sobre una plataforma
con techado acústico (o sea, fuera de nosotros). La di
sociación kinestésica ocurre cuando se disparan impul
sos eléctricos que acaso envíen a una parte del cuerpo
mensajes emocionales, pero la persona no se percata del
sentimiento. Sensaciones sexuales se pueden producir
en nuestro cuerpo, pero ser adormecidas. Algunos indi
viduos quizás experimenten un sentimiento y lo expre
sen con el cuerpo o anestesien una sensación física y la
expresen con un sentimiento. Perls et a i (1951) descri
ben así un proceso de somatización de una emoción de
96
llanto, donde el sujeto sofoca su sentimiento en vez de
desahogarlo:
97
D eterm in a r el significado sim bólico d el
p ro b lem a
Recuperar recursos
98
Utilizar el sín tom a e n la interven ción
S im boliza r la solución
99
de la mesa y, de este modo, estuvieron en condiciones
de empezar a trabajar sobre la relación.
Otro matrimonio se presentó en mi consultorio con
su hija Suzie, de ocho años, presa de sentimientos si
multáneos de ira y temor a causa del suicidio de su
abuelo paterno. Era una niña precoz y, sabiendo que
sus padres se habían tratado conmigo, les preguntó si
no podría hacer terapia también ella. La muerte del
abuelo la perturbaba, y me dijo que su otro abuelo se
estaba muriendo de cáncer. Parecía triste y agitada. «Si
mi abuelo estuviera vivo, lo mataría —me dijo—. Estoy
furiosa porque no habló con nadie. Desearía que la gen
te no tuviera que morir, que pudiera seguir viviendo
eternamente en el centro de la Tierra». Durante la se
sión, me contó que tiempo antes sus padres se habían
ausentado de la ciudad. Ella tomó un retrato de ambos,
lo rompió y luego volvió a juntar los pedazos. Le propuse
que dibujara a su abuelo e hiciera lo mismo; la idea le
pareció buena y ejecutó la tarea enseguida. Comentó
que su abuelo amaba las rosas y que ella tenía intención
de plantar un rosal en el fondo de su casa. Le propuse
que se llevara su dibujo roto y lo plantara junto con el
rosal. La conversación prosiguió en estos términos:
100
y la trasformación, e infundirle de ese modo consuelo y
esperanza.
Suzie vino a una segunda sesión y empezó a relatar
me cómo habían plantado sus rosales.
101
Suzie: ¿Cómo pude hacer el trueque?
C. K.: No lo sé y tú tampoco, pero esa parte especial de ti,
en el fondo de tu mente, en tu inconciente, sabe cómo
trocar una sensación por otra enfocando tus pensa
mientos en otra idea.
Suzie: ¿Mis rosas pueden sentir? Iba a poner una pla-
quita con su nombre, para que sobresaliera de la tierra.
C. K : ¿Y qué ibas a decir en la placa?
Suzie: En homenaje a mi abuelo.
102
Suzie cambió de tema y me contó el caso de una niña
a la que maltrataban sus padres; lo había oído en un in
formativo. Era una descripción metafórica del modo en
que se sentía «maltratada» por aquellos dos aconteci
mientos tan próximos. A continuación, volvió a hablar
me de sus rosas.
103
el futuro que más deseas. Es divertido construir cosas y
verlas crecer como tus pies.
104
ñas de color púrpura. . . Aquí vivirán artistas; harán
esculturas en mármol rodeadas de piedras color púrpu
ra, así. Y en el centro del surtidor de agua habrá una
larga piscina púrpura.
C. K : ¿Puedes mirar dentro de ese cristal y ver pasar el
tiempo?
Suzie: Puedo ver un período en particular.
C. K : ¿Y qué ves allí?
Suzie: Paz. Nunca habrá una guerra. .. nunca habrá una
Tercera Guerra Mundial, ¡a Dios gracias! Estados Uni
dos sólo tendrá una guerra más. Creo que con Rusia.
Dice que será en Rusia. Dice «R-U-S-I-A». ¿Quieres mirar
en el futuro? La primera vez que miré dentro de ella, em
pecé por este lado; luego la moví y volví a moverla. Tie
nes que moverla para ver el futuro. Si quieres, puedes
enfocar a la gente. Puedes ver cómo será su vida. Estoy
tratando de enfocar las flores para ver qué podrá suce-
derles.
C. K : Bien. ¿Quieres atisbar en el futuro y contemplar
tus rosales?
Suzie: Algunos habrán muerto.
C. K : ¿Lo crees?
Suzie: Creo que morirán antes que yo. Mucho antes.
C. K : Me pregunto por qué.
Suzie: ¡Bueno, no son eternos! Tampoco viven tanto
como las personas. Amo las rosas.
C. K.: Pero tienen hijos que, a su vez, tienen otros hijos.
Suzie: Sí, y en el futuro voy a Florida, me convierto en
una artista, hago una escultura que representa la tum
ba de mi abuelo y pongo las muñecas alrededor. Todo en
miniatura. Luego, tomo las muñecas de verdad y se las
doy a mis hijos. Sólo que no creo que vaya a ser una ar
tista. . . Quiero ser actriz.
105
bién trabajaba, en forma individual y conjunta, sobre el
impacto que las dos muertes parentales habían causado
en su vida conyugal.
La técnica terapéutica que apliqué a la esposa con
sistió principalmente en trabajo de apoyo. Ella no tenía
dificultad en expresar sus sentimientos. Además, el sui
cidio del suegro la estimulaba a vencer su reticencia a
decir a su padre todo lo que deseaba comunicarle antes
de que él muriera.
En cuanto al marido, la muerte del padre había sido
tan repentina que se sentía vacío e inconcluso. Utilicé
una sesión en trance para sugerirle que se viera a sí
mismo en compañía de su padre, sentado en el extremo
opuesto del consultorio, y le hablara.
106
ti mismo, pero intuyo que esperaba, y aún espero, que
superaras tus miedos para ayudarme a lograr más. Ca
da vez que me invade una angustia o depresión extre
mas, me siento engañado por eso. . . Cuando me siento
así, me alegro de que estés muerto.
Cuando me enteré de tu suicidio, recuerdo haber
sentido muchas cosas a la vez. Estaba conmocionado,
encolerizado, triste, aliviado. . . aliviado porque te ha
bías ido. Fue como si me quitaran un ancla del cuello; ya
no tenía que protegerte, podía ser lo que quisiera y como
quisiera. Lo siento en mis huesos. Estoy seguro de ello.
Haré cosas importantes que no pude hacer mientras es
tuviste vivo. En cierto modo, me hiciste un gran favor.
Me siento como un caballo que ya no tiene a nadie tirán
dole de las riendas.
También estoy triste y te extraño. Había algo en ti que
valoro y respeto. Sé que me amabas. Podía oírlo en tu
voz y verlo en tus ojos cuando me mirabas y me pregun
tabas qué tal me iba. Sé que estabas orgulloso de los éxi
tos que he tenido en mi vida; de ti aprendí a ser benévolo
y cortés, a cuidar solícitamente de la familia y ser gene
roso con los extraños. Adquirí curiosidad por el mundo y
un sentido de obligación hacia los demás. Poseías esas
cualidades e intentaré tenerlas.
Te echo de menos. Ojalá pudiera hablar contigo una
sola vez más. (Sale del trance.)
Cuando estaba con mi madre en Florida, en el fune
ral, experimenté una sensación de alivio. Creo que, de
un modo extraño, al hacer lo que hizo fue como si me
diera permiso, o casi, para no seguir pareciéndome obli
gadamente a él.
C. K : Así es. Puede vivir de otra manera.
Hace un par de años, tuve un cliente judío. Cuando
su padre murió, cremaron el cuerpo y él asistió a la cre
mación. Tenía que enviar los restos de regreso al Norte
pero, debido a su posición económica, sólo podía des
pachar la urna por correo. Según me dijo, fue la expe
riencia más extraña de su vida. Ahí estaba, parado en la
oficina de correos tras haber sacado un número, espe
rando en la fila para enviar a su padre de regreso al
hogar. En toda la oficina de correos, nadie más conocía
el contenido de la caja que se disponía a despachar. Era
107
una de las situaciones más increíblemente absurdas
que uno pueda imaginar y, sin embargo, mientras es
peraba que lo llamaran por el número, se despidió de su
padre. Le dijo cuánto apreciaba lo que había recibido de
él, y le expresó su tristeza por lo que no había recibido.
Gritan su número. Entrega el paquete al empleado y, en
el preciso instante en que lo suelta, usted experimenta
esa sensación de alivio y liberación. Al salir de la oficina
de correos, se dio cuenta de que le habían quitado de
encima un peso increíble. Su padre regresaba a casa.
Cuando a usted le quitan un peso de encima, empie
za a sentirse mucho más liviano: su paso y su andar se
aligeran, respira con mayor facilidad. Nunca sabe exac
tamente cuánto tardará algo en completarse, digamos
cuánto tardarán en crecer los rosales de Suzie. A medi
da que ellos crezcan, tal vez usted descubra que oye un
galopar de caballos. . . libres para gozar del espacio y el
aire, sin más riendas que los refrenen.
108
fleja en nuestro lenguaje. Uno de los ejemplos señalados
por él es: «Ese es un asunto al que me gustaría hincarle
el diente» (op. cíí., pág. 148), expresión simbólica del
deseo de involucrarse.
En el capítulo siguiente, examinaremos qué es la in
ducción de trance desde una perspectiva ericksoniana,
cómo podemos llevarla a cabo y cómo usar la danza in
terpersonal para ayudar a estimular un trance en una
pareja. También nos ocuparemos de sugestión indirecta
y formas lingüísticas.
109
5. Inducción de trance
110
pareja. Antes de adentrarnos en el tema, es importante
señalar las diferencias entre la técnica ericksoniana y
un método de hipnosis más tradicional.
La hipnosis tradicional sigue un procedimiento lineal
peculiar dividido en varias etapas específicas que, según
Zeig (1984), comprenden la etapa de preinducción, la
inducción, profundización, terapia, y terminación. La
preinducción incluye el proceso de establecer un rap-
port, diagnosticar el problema, disipar los mitos que
pueda tener el paciente y aplicar tests de sugestibilidad.
La inducción se centra en el uso de sugestiones directas
de relajación, como sucede en la relajación progresiva.
La profundización por el hipnólogo tradicional puede
incluir sugestiones directas de sumirse más en el tran
ce, o un fraccionamiento en el que, por ejemplo, el hip
nólogo sugiere sucesivamente al paciente que entre en
un trance más profundo, que despierte por unos instan
tes y que retorne a un trance aún más profundo, con lo
que se generan experiencias sucesivas de profundiza
ción y despertar. Quizá sugiera visualizar un número
que indique el grado de profundidad del trance. En esta
etapa, algunos hipnólogos aplican un test de sugestión
para provocar varios fenómenos hipnóticos. En la etapa
terapéutica suelen impartirse sugestiones positivas y
negativas con miras a eliminar el síntoma, fortalecer el
yo o abordar directamente el problema presentado. La
terminación consiste en sacar al paciente del trance y
hacerlo nuevamente responsable de sí mismo (Zeig,
1984).
En cambio, en el método inductivo ericksoniano, el
terapeuta usa un hecho natural —la alteración de la
conciencia— con fines terapéuticos. Erickson esfumaba
los límites entre inducción y trabajo en trance propia
mente dicho. Iba más allá de la técnica tradicional, y a
menudo partía de una conversación mantenida con na
turalidad en vez de dar órdenes formales y autoritarias.
La hipnosis siempre es el producto de una reducción
creciente del foco de atención o conciencia del individuo.
El terapeuta ericksoniano proporciona un contexto,
crea una invitación mediante un rapport intenso o gene
ra un ambiente que, si ha sido adaptado a las necesida
des específicas del individuo, satisface sus requeri
111
mientos del momento para entrar en trance. Erickson
era un experto en adecuarse a la experiencia de una
persona en un momento dado con el propósito de inten
sificar el trance.
Toda hipnosis es autoinducida; por consiguiente, el
paciente se limita a responder a la invitación del tera
peuta. La mayoría de las personas entran en trance o
experimentan un estado de conciencia alterado cuando
ingresan en el consultorio del terapeuta. Empiezan a en
focar su atención o su conciencia no bien se sientan y el
clínico invita a hacer un foco interno sobre actitudes,
sentimientos y conductas personales. En realidad, to
das las terapias proporcionan la invitación a un trance;
cada una tiene su propio procedimiento de inducción
(Lankton, 1980). La ericksoniana utiliza el tipo de trance
autoinducido exclusivo de cada paciente para posibili
tarle un nuevo aprendizaje.
Erickson desarrolló su estilo a partir del modelo for
mal, lineal, hasta llegar a otro más interpersonal que in
cluía prácticas tales como enfocar la atención, estructu
rar una capacidad de respuesta a señales mínimas, aso
ciar al paciente a recordar sus recursos, adecuarse a la
experiencia actual, utilizar confusión para desorganizar
la disposición de la mente conciente, estimular disocia
ción, motivar al paciente y conectar el cambio con lo que
el paciente valore, ratificar la respuesta y dar a la expe
riencia el nombre de «hipnosis» (Zeig, 1984).
El terapeuta ericksoniano acaso parta de lo que se
observa ahora: «Usted está sentado en esa silla, enfoca
su atención en mí y duda sobre la hipnosis».
El aserto siguiente puede ser «Usted puede notar que
su respiración empieza a cambiar». Con este aserto em
pezamos a enfocar la atención del paciente y a construir
una sensibilidad de respuesta para los desplazamientos
minúsculos que se producen cuando una persona entra
en trance, al mismo tiempo que orientamos y sugerimos
esas conductas. Sin embargo, si se lo hace en forma
indirecta, el paciente casi tendrá la impresión de que el
terapeuta lee sus pensamientos.
«¿Ha estado usted en trance alguna vez?» puede pre
guntar el terapeuta. «Todos hemos leído un buen libro y
nos interesamos tanto que absorbió nuestra atención».
112
La única respuesta posible a esta pregunta es «Sí». La
asociación con un aprendizaje común a todos sigue de
sarrollando el trance, y el cambio de pronombre de «to
dos» a «usted» profundiza la experiencia; un cambio en el
tono de voz marca el carácter significativo de la palabra
«usted».
Si a continuación deseamos adecuarnos a la expe
riencia del paciente, le diremos: «Tal vez usted experi
menta en su cuerpo una sensación de pesantez, ligereza
u otro tipo de sensación. Sea cual fuere, es una sensa
ción perfectamente respetable porque es su sensación».
Después se puede usar confusión para desorganizar
la mente conciente e impedirle pensar del modo habi
tual. Un ejemplo sería: «Y usted puede quedar tan ab
sorto en la lectura de ese buen libro que en su mente se
formen imágenes de una manera tan interesante y vivi
da que. . . en verdad, puede tener la sensación de que
está viendo un filme y, al rato, advierte que ha perdido la
página que leía. No sabe con certeza en qué página lo
dejó, ¿era la cincuenta y seis o la sesenta y cinco, la cin
cuenta y cinco o la sesenta y seis, o cuál era exactamen
te la página correcta en que lo dejó? El pasaje que aca
baba de leer, ¿estaba a la derecha o a la izquierda? El
pasaje que acababa de leer, ¿era exactamente el pasaje
que quería leer, o el pasaje correcto era el que dejó y que
estaba a la izquierda?».
Tras la confusión viene la disociación para seguir
profundizando el trance y despotenciando la disposición
de la mente conciente. Por ejemplo: «Su mano derecha o
su mano izquierda tal vez empiece a experimentar una
sensación de liviandad. No sé qué mano elegirá su men
te inconciente para tener esa sensación de liviandad
mientras su mente conciente la observa con curiosidad.
Quizás empiece con un crispamiento leve, cuando su
inconciente elija».
Luego procuraríamos motivar al paciente, conectar el
cambio con sus valores y realimentar su respuesta a las
sugestiones, diciéndole: «Su mente inconciente ha elegido
a su brazo y mano izquierdos para esa experiencia de le-
vitación; para que pierdan peso y se eleven, se eleven. . .
así está bien. . . recorriendo toda la distancia hasta su
rostro».
113
Mientras el paciente responde, podemos ratificar su
respuesta y definirla como una hipnosis: «Y usted puede
apreciar realmente el placer y el bienestar que es capaz
de proporcionarle su trance».
En este punto, tal vez expandamos el trance inicial y
pasemos a un trabajo metafórico o procuremos suscitar
más fenómenos hipnóticos. Diversas formas del lengua
je nos proveerán de instrumentos sumamente eficaces.
114
la mente conciente y ampliar la definición del paciente
respecto de lo que se puede y lo que no se puede lograr.
El terapeuta debe hacer coparticipación con el paciente
en el nivel de su experiencia, reconocer su realidad, re
cuperar aprendizajes anteriores y expandir la realidad
hacia una nueva solución. Todas las formas lingüísticas
utilizadas por Erickson cumplen simultáneamente dos
o tres de estas tareas: activan procesos inconcientes, ge
neran trance y trasmiten sugestiones.
Varios autores han esbozado los diversos tipos de
formas lingüísticas utilizables en el encuadramiento de
sugestiones. Erickson y Rossi (1979, 1981), Lankton y
Lankton (1983), Ritterman (1983) y O’Hanlon (1987)
han individualizado algunas de estas formas de len
guaje indirecto que incorporan la sugestión y cumplen
las tareas antedichas: crear el contexto, despotenciar la
disposición de la mente conciente y llevar al paciente a
un trance. A continuación, presentaré varias de ellas.
115
Ejemplo: «Puede entrar en trance mientras le hablo o
en las pausas entre mis palabras». El supuesto a príorí
es que «usted entrará en trance» y que este se producirá
mientras escuche mis palabras o mis pausas.
116
que sigue. Por ejemplo: «Después que me haya hablado
por unos minutos, puede entrar en trance». Me ocuparé
de estas formas particulares más adelante.
Ahora bien, si preguntamos al paciente: «¿En cuál de
estas dos sillas le agradaría entrar en trance?», utiliza
mos las tres formas lingüísticas precedentes. Está la
sugestión im plícita «le agradaría entrar en trance»; la
opción ilusoria «en cuál de estas dos sillas» y la implica
ción de que se sentará en una de las dos sillas y entrará
en trance.
117
Ejemplo: «Puede entrar en trance con los ojos abier
tos, o puede entrar en trance con los ojos cerrados, o
puede entrar en trance con los ojos entreabiertos».
118
Ejemplo: «Puede entrar en trance ahora, o puede
aprender observando cómo su cónyuge experimenta
una alteración conciente».
Ejemplo: «Entrará en trance paulatinamente o su in
conciente tendrá una experiencia simbólica».
119
a él para calentarlo, él puede apreciar ese cambio de
temperatura agradable y refrescante».
Ejemplo de condición: «Los adolescentes de hoy alte
ran mucho su lenguaje. Algo que es caliente no lo es; al
go que es frío es caliente y, como a usted le gusta frío y
no caliente, usted es frío, ¿no? Algo que es malo es bue
no, de modo que cuando ellos dicen "El es malo" quieren
decir que es bueno, de manera tal que ser malo es ser
bueno y ser bueno es verdaderamente malo, ¿y eso es
malo o bueno?».
120
Ejemplo: «Usted entrará en trance. Tal vez entre en
trance mañana» (futuro).
Ejemplo: «Usted ha entrado en trance ahora» (presen
te perfecto).
Ejemplo: «Usted había entrado en trance en muchas
oportunidades anteriores» (pretérito perfecto).
Ejemplo: «Usted habrá entrado en trance la próxima
vez que lo vea» (futuro perfecto).
121
cerrar los ojos o dejará que se pongan pesados en po
cos instantes, o los cerrará un poquito después (to
das las alternativas posibles). . . para poder empezar
a enfocar realmente su atención en su propia expe
riencia. Teniendo los ojos cerrados, puede ver con el
ojo de su mente tan bien como si los tuviera abiertos,
y cuanto más trance desarrolle, tanto más probable
será que su mente inconciente tenga un aprendizaje
para el estado de vigilia (aposición de opuestos). Todo
niño ha conocido la maravillosa experiencia de des
cubrir algo nuevo (perogrullada). . . Y me pregunto
qué alteraciones podrían empezar a producirse en su
respiración o su mente inconciente notará un cambio
(doble vínculo con non sequitur). Simplemente, por
cuál fosa nasal, la izquierda o la derecha, entra y sale
su aliento. .. Y si es la izquierda, domina su hemisfe
rio derecho. . . y si es la derecha, domina su hemis
ferio izquierdo (doble vínculo entre la conciencia y el
inconciente), o, si tiene la nariz tapada, notar simple
mente cuándo se despejará indicando la apertura de
otra cosa, alguna nueva apertura al aprendizaje. Es
tas alteraciones pueden ser un cambio en su respi
ración, o un cambio en una sensación. . . de un lado
a otro; quizás una sensación de pesantez en un cos
tado. . . o una sensación de levedad en el otro (todas
las alternativas posibles). Sin duda, una sensación
puede ser algo que usted experimenta (perogrullada)
y tiene derecho a sentir curiosidad por saber simple
mente cuáles serán esas sensaciones. Una sensación
puede empezar a desarrollarse en sus manos, ¿una
sensación de hormigueo?
Cuando usted entra en trance, experimenta algo
parecido a lo que siente al leer un buen libro, cuando
fija la vista en las páginas y puede ver esas palabras,
y esas palabras pueden formar imágenes y cuadros
en su mente. Quizá le resulte interesante dejar que
esa sensación de hormigueo en sus manos y en sus
dedos empiece a extenderse. . . quizá suba hasta la
muñeca.
Y cuando su atención queda absorta en imágenes
interesantes, esas imágenes pueden parecer muy
reales, exactamente igual que cuando lee ese buen li-
122
bro y experimenta una sensación de excitación y pla
cer, una sensación de bienestar. . . Y así como mira
una película, sentada entre los espectadores, obser
vando los personajes sobre una pantalla, ¿no le pare
cería curioso observarse a sí misma ahí sentada, ex
perimentando esa rara sensación de hormigueo (su
gestiones implícitas). . . y puede estar sentada frente
a sí misma que está ahí sentada, observándose sim
plemente con los ojos cerrados, mirando esa trance
acción (sugestión implícita, implicación y retruécano)
entre usted que está ahí sentada frente a usted mis
ma que está aquí sentada (confusión).
La mayoría de la gente ha tenido la experiencia de
hojear un álbum fotográfico (perogrullada) y, al ir
dando vuelta las páginas, puede ver fotos de usted
misma. Si empieza por el final y avanza retrocedien
do en el tiempo, puede verse en fotos tal como era a
una edad más joven y puede mirarse a una distancia,
dentro de un marco pequeño (sugestión implícita de
disociación). ¡Y cómo puede cambiar ese marco! Pue
de ser blanco y negro, puede ser en colores. La foto
puede ser grande. Puede ser pequeña. Puede haber
muchas fotos en una misma página o, tal vez, sólo
una. . . Y usted puede recorrer el álbum de derecha a
izquierda o de izquierda a derecha; no hay un sentido
específicamente correcto. . . Pero, sea cual fuere el
sentido correcto en que usted decida moverse, siem
pre queda una foto por mirar (confusión por doble in
versión de polaridades).
Sólo tiene que mirar las fotos que desea realmente
ver. Y tiene derecho a mirar cuantas quiera (suges
tiones implícitas). . . Puede escoger una que parezca
interesante, tomada en una época de su vida en que
tuvo una experiencia feliz. Qué interesante es poder
fotografiar una experiencia agradable y años des
pués. . . volverla a ver y recordar ese tiempo feliz,
¿verdad? (sugestión implícita de regresión de edad
para recuperar sensaciones placenteras).
Y no sería curioso si se levantara de estar sentada
frente a usted, haciendo esas observaciones, y se de
jara a usted exactamente allí (inversión «izquierda-
derecha») y decidiera salir por la puerta, y entrar en
123
otra habitación donde hubiera un espejo triple (nueva
disociación), como los espejos en que se mira al pro
barse un vestido nuevo (sugestión implícita de explo
rar otros fenómenos de trance). . . y tiene la expe
riencia de verse a sí misma a la derecha, a la izquier
da y delante de usted (enfoque de la atención). Ahí
está, de pie, con el vestido nuevo puesto. . . mirándo
se, rodeándose. . . Y puede estar de pie junto a usted
misma, al lado de usted misma, mirándose en el es
pejo (enfoque de la atención y suscitación de expec
tativas). . . y al mirar en el espejo y ver la imagen
reflejada hacia usted, mirándola. . . resulta en ver
dad difícil saber con exactitud quién está mirando
a quién. Si es usted quien mira la imagen que le de
vuelve la mirada, o si usted está en el espejo, obser
vándose en realidad a usted misma, mirando la imagen
que le devuelve la mirada. . . le devuelve la mirada. . .
le devuelve la mirada. . . le devuelve la mirada. . .
entrndo en trance (mala pronunciación intencional
para sugerir trance).
Y hay muchas sensaciones que usted puede tener.
Se acuesta por la noche y por la mañana despierta
con ciertas sensaciones (perogrullada). Puede expe
rimentar una sensación de hormigueo cuando su
brazo se va a dormir. . . Y esa puede ser una sensa
ción agradable, un hormigueo agradable (sugestio
nes de analgesia). . . una señal de que su cuerpo ha
producido una alteración (implicación). Y ese hormi
gueo puede extenderse. Puede empezar en un dedo o
en la palma de la mano y extenderse. . . casi imper
ceptiblemente, centímetro por centímetro. . . Y, sin
duda, es correcto dejar que esa sensación aumente
hasta el entumecimiento. . . si afuera hace frío. A ve
ces, cuando su cuerpo está deslizándose placentera
mente sobre los esquíes o un trineo, sus dedos no
perciben el frío. ¿Y no es divertido disfrutar de la nie
ve? En verdad, no advierte el frío de sus manos, por
que usted y los otros están jugando y riendo, mien
tras se deslizan cuesta abajo divirtiéndose deliciosa
mente. . . una sensación de entumecimiento y, sin
embargo, una sensación que no es desagradable (su
gestiones de anestesia). Y esa sensación puede exten
124
derse a las manos, las muñecas y, quizás, hasta la
mitad de los brazos. Correcto. Y esa sensación espe
cial de entumecimiento del brazo derecho. . . que tie
ne esa sensación y lo más que puede durar esa sen
sación es hasta que yo castañetee con los dedos. . .
un poquito después de que usted se reoriente del
trance (sugestión pos-hipnótica) y exactamente en
tonces las sensaciones podrán volver.
Y puede empezar esa reorientación. . . sabiendo
que puede volver cuando quiera. . . Encontrándose
frente al espejo, regresando a usted misma, entrando
nuevamente aquí. . . sabiendo que puede conectarse
y reconectarse con partes del cuerpo (no con su tota
lidad hasta mi castañeteo). Sentada frente a usted;
sintiendo los dedos de sus pies, y puede tomarse el
tiempo que quiera en un instante para regresar a es
ta habitación. . . sabiendo que su mente inconciente
puede utilizar esta experiencia como lo desee, pero
su mente conciente quizá no sepa con exactitud qué
sabe su mente inconciente (vínculo entre la concien
cia y el inconciente y reorientación) que usted pueda
utilizar en el futuro. Sin duda, puede estar a la expec
tativa de descubrir esa sorpresa, ese aprendizaje,
pues ya llevará un tiempo usándolo cuando advierta
qué es (orientación hacia el futuro). Y puede abrir los
ojos y regresar aquí.
125
una forma de Interacción conyugal protectora quizá dis
funcional, pero comprensible. El terapeuta empieza a
establecer rapport con el primer contacto y sigue mante
niendo una actitud cálida y solícita. Este tipo de actitud
de aceptación comunica a los pacientes la idea de que
su realidad es comprensible, aunque dolorosa, y pro
porciona un ambiente seguro para realizar el trabajo
psicológico.
También querrá expresar confianza en el trabajo hip
nótico, así como la expectativa de que la pareja podrá
modificar una relación disfuncional. El mensaje por
trasmitir es este: «Ustedes poseen los recursos necesa
rios para elaborar una relación diferente, aunque nin
guno sepa exactamente cómo se estructurará». Esta cla
se de actitud fomenta esperanza en los pacientes.
Relacionarse con cada miembro de la pareja es un
paso importante, pero delicado, dentro del trabajo con
junto. Es preciso adecuarse a la realidad de cada espo
so, y ratificar que esa es la realidad que él vive. Por lo
común, ambos cónyuges se muestran cautelosos. Cada
uno teme que el terapeuta lo designe como el miembro
extraño o enfermo de la pareja y, en algún nivel, le gus
taría que designara a su compañero como cónyuge pro
blema. Cada uno procurará demostrar que es el más
herido y que, en consecuencia, su pareja debe modifi
car alguna conducta. Y presentará argumentos y prue
bas que corroboren tal posición. El terapeuta quiere co
municar, de una manera sustentadora, que existe una
«danza» entre los cónyuges y que cada uno acaso tenga
problemas individuales que se confundan con lo que
hace o no hace el otro. Cada uno, pues, participa en la
creación de la danza hipnótica con su respuesta a la
conducta del otro. Cuando exploren los «pasos» que da
cada uno, ambos cónyuges empezarán a reconocer la
secuencia de conductas o la señal que parte de uno de
ellos con la consecuencia de iniciar una determinada
respuesta disfuncional.
Al comienzo del trabajo de trance, el terapeuta puede
seguir estas etapas: 1) absorber la atención de ambos
cónyuges comunicándose significativamente con cada
uno de ellos; 2) usar el tono de voz apropiado; 3) utilizar
cualquier resistencia al trance; 4) emplear disociaciones
126
entre la conciencia y el Inconciente; 5) despotenciar los
procesos concientes, y 6) empezar a intercalar sugestio
nes terapéuticas. Este procedimiento es igualmente
apto para la terapia individual.
A b s o r b e r la atención
E l tono d e voz
127
hablar a la mente conciente y otro para dirigirse a la
mente inconciente (CP I, pág. 438).
Ejemplo: «Quizás empiece a reparar en su respira
ción (voz normal). . . y e n que cuando inspira y espira su
cede algo (cambio de voz). . . tal vez se altere la tensión
(voz normal). . . o tal vez sobrevenga un cambio en el ni
vel de relajación o una sensación de pesantez o levedad
en su cuerpo (cambio de voz). A veces puede sentir una
especie de hormigueo agradable en tal o cual parte del
cuerpo. ¿Aún no ha llegado a sus dedos? (voz normal)».
Ejemplo: «Esa idea particularmente penosa acerca de
su cónyuge, esa idea en la que ha estado pensando, tal
vez se exprese en un cuadro que ve el ojo de su mente o
en una palabra o frase repetida a modo de estribillo en
una canción que no consigue quitarse de la cabeza. . . y
da vueltas y vueltas, hasta que se le hace difícil saber
realmente cómo reconocer el principio y elfin de una me
lodía (cambio de voz), qué viene antes y qué viene des
pués, y cuándo (voz normal) ha olvidado esa melodía
(cambio de voz) hasta que alguien le sugiere pasar al
verso siguiente (voz normal)».
Acaso le sirva al terapeuta practicar los cambios de
tono leyendo en voz alta la siguiente inducción de trance
para sesiones conjuntas:
«. . .Quizás empieza a producirse una alteración leve
en aquello que su mente conciente enfoca, mientras sus
mentes inconcientes se orientan hacia una nueva ex
periencia de aprendizaje acerca de ustedes mismos y el
otro. Quizá se están preguntando si. . . (nombre del
cónyugel vive ahora la misma experiencia u otra, una
experiencia de estar aquí juntos y, sin embargo, sepa
rados. Mentes separadas y cuerpos separados que com
parten este espacio en el tiempo conjunta y separa
damente. Y su mente conciente puede tener un pensa
miento, una idea que parece antigua y familiar, en tanto
que su mente inconciente puede usar una nueva pers
pectiva, un ángulo diferente capaz de crear una idea
totalmente nueva, pero ustedes no sabrán en verdad
qué es hasta que hayan descubierto que ven de manera
diferente. Todo niñito conoce la experiencia de contem
plar algo muy conocido y de ver algo que no vio antes. . .
128
por ejemplo, un caballito de madera de fabricación case
ra se trasforma en un espléndido corcel. . . que cabalga
hacia una aventura maravillosa o hacia el borde de la
cómoda hasta que se golpea la pata. Entonces, proba
blemente ustedes caminen con prudencia alrededor de
los bordes o hallen el modo de acolchonarlos».
129
esto coincidí con él—. Algunas de las que me mostró ex
presaban una energía, pasión y sensibilidad elevadas.
Le sugerí que había hallado una manera de llegar a su
alma y conmoverla, y que quizá le interesara ver qué
sucedería «cuando se deje entrar en trance de manera
similar, esta vez, quizás, escuchando mis palabras, o
sus propias palabras interiores, o viendo imágenes de
colores y texturas. . . O quizá quiera permitir que su
mente conciente permanezca fuera del trance mientras
hablo a su esposa (que ya había entrado en trance).
Entonces podría quedar absorto en sus propias imáge
nes mientras observa cómo entra ella en ¿ranee. Quizás
aparezcan imágenes que aún no ha visto. Esta referen
cia a su obra lo intrigó; empezó a desplazar su concien
cia y entró en trance».
130
D esp o ten cia r los p ro c eso s con cien tes
131
apartarse de su espiral reiterativa de sentimientos e
imágenes negativos:
132
ción del paciente y evocar diversos recursos que él ahora
usa mal o en forma incompleta (Erickson, 1966). Tam
bién podemos insertar estas sugestiones implícitas en
una historia anecdótica o metafórica con miras a provo
car diferentes fenómenos de trance o coadyuvar al cam
bio de actitudes, emociones o conductas. La construc
ción de historias metafóricas se aborda en el capítulo 7.
Veamos un ejemplo de sesión de terapia conyugal
ilustrativo del trabajo conjunto en trance.
Una pareja solicitó tratamiento porque estaba en
vuelta en un conflicto sumamente intenso. Cada vez que
la esposa. Jane, se deprimía, se quejaba de que su mari
do, Joe, no le prestaba suficiente atención o lo acusaba
de serle infiel. El empezaba a defenderse con vehemen
cia, exasperado por el hecho de que a ella se le ocurrie
ran siquiera semejantes ideas. Jane acentuaba su des
dén, aseguraba que estaba bien y su depresión desa
parecía temporariamente. Esta respuesta intensificaba
el conflicto que, de ordinario, terminaba con Jane gol
peando a su marido y este marchándose del hogar. Ante
su partida, empezaban a aflorar la angustia de Jane y
sus miedos de abandono. Sin embargo, sólo recaía en la
depresión cuando los cónyuges se sentían más sosega
dos el uno con el otro y ella comenzaba a prestar aten
ción a su propia tristeza. Más adelante en la evaluación,
Joe reveló que a veces se sentía abandonado por su es
posa; entonces solía retraerse, lo que le daba a ella la
señal para empezar a quejarse. El conflicto resultante
sacaba a ambos cónyuges de su disociación respecto de
sus sentimientos personales y cambiaba su estado psi-
cobiológico por otro de más fácil manejo.
La siguiente trascripción parcial ilustra sobre el mo
do de adecuarse a cada compañero y apoyarlo, de for
mular la hipótesis de trabajo y de preparar a la pareja
para el trabajo de trance. Además, ejemplifica el modo
en que se utiliza una conversación para llevar a una pa
reja al trance por medio de una contrainducción.
133
Jane: Yo no te ataco. Estás distante casi siempre que ne
cesito hablarte. Eso me enfurece y me siento completa
mente sola en esta relación.
Carol Kershaw: Joe, usted se siente realmente frustrado
cuando intenta complacer a Jane, y lo que usted hace
sencillamente no parece bastarle a ella. Aún no ha des
cubierto del todo lo que ocurre entré los dos o por qué se
esfuerza tanto por hacerla feliz. Quizá sepa que hay
cierto tono de voz, cierta mirada o cierto grupo de pa
labras que lo lanzan a una experiencia negativa.
134
Joe: ¡Me criticaste!
C. K.: Jane, antes de advertir que echaba de menos a
Joe, ¿qué la deprimía?
Jane: No lo sé. Supongo que me deprimo mucho, y en
tonces miro nuestro matrimonio y lo encuentro tan pa
recido al de mis padres que me siento peor. Ellos fueron
desdichados cincuenta años. No quiero vivir así.
135
Joe: No lo sé, tal vez catorce.
Jane: Cuando nos peleamos, siempre me siento una
niña de ocho años; cuando mis padres reñían mucho,
me sentía exactamente igual.
C. K : De modo que ambos se sienten más Jóvenes e in
tentan hallar una solución adulta teniendo ocho y cator
ce años, pero sólo pueden obtener soluciones propias de
los ocho y los catorce años. Fueron edades importantes
para su crecimiento y maduración. No sé qué pueden
recordar o contarme sobre esos años importantes.
136
quiere ser respecto de Jane. Se diría que ambos tienen
cierto miedo de recrear la vida conyugal de sus padres.
Son imágenes aterradoras que uno lleva encima. Me
imagino que cuando ustedes, cada uno por su lado, em
piezan a ver algo similar a esas imágenes, quieren actuar
prontamente para. .. mantenerlas en ese tiempo pasado
al que pertenecen. Cuando usted, Joe, ve deprimida a
Jane, recuerda a su madre, se asusta y quiere impedir
que haga lo mismo. Cuando usted, Jane, ve distanciarse
a Joe, procura obligarlo con sus quejas para no sentirse
abandonada. Cuanto más se esfuerza cada uno de uste
des por mantener al otro feliz y comprometido en la rela
ción, tanto más se intensifica el conflicto.
137
conocer) otro modo de manejar sus sentimientos», con la
enseñanza de que en realidad el sentimiento sólo es una
tensión física. Les sugiero que tengan curiosidad por esa
tensión. Utilizo palabras y tono de voz para impartirles
sugestiones indirectas de trance. Se introduce la impli
cación de que cada uno necesita enfocarse introspecti
vamente en lugar de ver en el otro al cónyuge problema.
138
sus mentes inconcientes compartidas lo decidirán.
Cuando se encontraron por primera vez y tomaron
esa decisión importantísima. . . la decisión de estar
juntos. . . empezaron a desarrollar una mente incon
ciente compartida, una mente que actúa para bien de
ustedes. . . que comparte y reparte tantos recursos
entre ustedes. Allí hay muchos aprendizajes impor
tantes, provenientes del pasado, utilizables en el pre
sente y que los preparan para su futuro. Todo niñito
que se prepara para pasar a la próxima etapa evolu
tiva y gatea con pies y manos, un día se pone de pie y
mira el mundo desde una nueva perspectiva. Co
mienza a producirse el cambio más notable. Los ob
jetos en la habitación empiezan a encogerse apenas.
El niño empieza a mover un pie delante del otro y a
mantenerse en equilibrio del modo correcto para te
ner un aprendizaje muy intrincado y complejo. Una
vez que han aprendido eso, entra en su mente in
conciente. . . de manera tal que no necesitan pensar
concientemente en ello. Este es uno de los miles de
aprendizajes. . . sobre los que ustedes empiezan a
edificar. Aprender a atarse un zapato. . . es al prin
cipio una tarea muy difícil. Pero una vez que al fin
aprenden a sujetar un cordón. . . a enlazarlo alrede
dor del otro y hacer un nudo perfecto. .. es un apren
dizaje que nunca olvidan y en el que, en verdad, no
necesitan pensar. Aprender a abotonarse la cami
sa. . . exige movimientos intrincados de ciertos gru
pos de músculos. . . y si alguna vez se pusieron una
camisa con los botones en la espalda, saben cuán di
fícil es abotonarla y eso tal vez los ayude a apreciar
qué tarea enorme significa para un pequeñuelo.
Quizás esa sensación de levedad se ha intensifi
cado a medida que su mano se eleva, se eleva hacia
su rostro, se eleva mientras se produce una alte
ración. Ya hubo varios desplazamientos mientras les
hablaba. Su enfoque es más interior, su respiración
ha cambiado. . . es más lenta. . . la temperatura de su
cuerpo ha cambiado. A causa de ese enfoque, es posi
ble que olviden reparar en que. . . tienen puesto un
reloj. . . pero no lo sienten, y tal vez queden tan ab
sortos en un filme interesante que el tiempo pase sin
139
que ustedes lo adviertan concientemente; es una his
toria fascinante y el tiempo pasa en tal forma que
ustedes olvidan notarlo. Pueden olvidarse de su reloj,
sabiendo que su inconciente es capaz de mantener
los encarrilados. Las manecillas de un reloj pueden
moverse. . . inadvertidamente. . . y los físicos nos
dicen que el tiempo es una conceptualización. . . algo
tan arbitrario. . . en verdad, es lindo olvidarse de
notar cuánto tiempo pasa. . .
140
6. Evaluación de la dinàmica de pareja
141
Una evaluación adecuada es decisiva para el proceso
terapéutico. Para evaluar con miras a intervenir en la
«danza hipnótica de la pareja», hay que tomar en cuenta
ciertas variables importantes: las pautas interacciona-
les inconcientes entre los cónyuges, el sistema que ellos
co-crean, los lados fuertes y débiles que cada uno aporta
al matrimonio y las cuestiones evolutivas enjuego. Con
viene que el terapeuta conyugal distinga estas catego
rías y establezca metas terapéuticas que se descompon
gan en pasos de corto plazo.
Siempre resulta peligroso para un proceso descom
ponerlo a fin de establecer las metas apropiadas. La psi
coterapia se estructura sobre la base de una relación y
se convierte en un símbolo de la relación temprana entre
el niño y sus padres. Es en la relación simbólica, más
que en una técnica o estrategia, donde se produce un
crecimiento en dirección a experiencias nuevas, más
funcionales. La intervención terapéutica debe evolucio
nar a partir de la relación misma, de manera tal que
emerja de las identidades del paciente y del terapeuta.
Para desarrollar una estrategia hipnótica de inter
vención a partir de la evaluación y dentro del modelo
presentado en el capítulo anterior, el terapeuta puede
explorar diversas hipótesis intrapsíquicas, interperso
nales y sistémicas referidas a la pauta de relación, a las
operaciones dinámicas cíclicas, a las conductas indivi
duales y recíprocas, a los afectos, a las actitudes y a los
recursos necesarios. Estas hipótesis constituyen la base
de una terapia eficaz. Aunque Erickson partía invaria
blemente de la explicación más simple de un problema
personal, sus intervenciones siempre se referían a una
hipótesis. El desarrollo de estrategias hipnóticas incluye
tres pasos importantes que descomponen aún más el
proceso: 1) compilar datos para evaluar los aspectos evo
lutivos y sistémicos individuales del problema; 2) for
mular hipótesis de trabajo, y 3) fijar metas terapéuticas
que identifiquen y encaucen los recursos necesarios.
142
Compilar información
143
conducta inconciente. (Cabe señalar que en el abuso de
niños —ya sea sexual, físico o emocional— la víctima
nunca participa en el acto, en ningún nivel. El perpe
trador siempre es el adulto.)
Esta paciente ejemplificó la relación cibernética entre
las personas y el mundo, detalle que escapa a la expe
riencia perceptual de la mayoría de la gente. Gregory Ba-
teson (1972, pág. 146) propuso la hipótesis de que so
mos incapaces de ver circuitos enteros; sólo percibimos
arcos de circuitos, desgajados de su matriz por nuestra
atención selectiva. Por tal razón, solemos percibir única
mente el arco de conducta proveniente de otra persona,
y no el circuito completo. Delozier y Grinder (1987) aña
den: «Si dos personas mantienen una relación estrecha,
continua y prolongada, ya sea profesional, conyugal o
fraternal, acaban por especializarse en exceso, a menos
que sean extraordinariamente concientes y posean un
sistema compensador (. . .) Empiezan a tomar parte
en arcos de los circuitos del otro. Representan circuitos
enteros uno en otro. Son circuitos que están dentro de
ellos pero, con el tiempo, pueden atrofiarse al extremo
de perder su funcionalidad, del mismo modo en que se
atrofia un músculo por falta de uso» (pág. 45). Bateson
creía que respondemos a representaciones o imágenes
del mundo contextual generadas por nosotros mismos,
y que tales representaciones configuran nuestras des
cripciones. Cada descripción es limitante pero útil; cada
una añade algo al mosaico que se formará cuando se
combinen todas ellas.
Para obtener un cuadro completo, es importante po
der describir la mayor parte posible del circuito. El único
modo de lograrlo con mayor precisión es crear descrip
ciones múltiples. Gregory Bateson preguntaba: «¿Cuál
es la pauta que conecta. . .?» (Bateson, 1979, pág. 8).
Sólo descripciones múltiples pueden iluminarla. Este
procedimiento permite discernir los temas recurrentes y
las distorsiones perceptuales en parejas.
El contenido del conflicto no siempre es tan impor
tante como el tema recurrente individualizable. Ese te
ma es una línea argumental o una «melodía» dentro de la
sinfonía de la dinámica de pareja, tocada, cantada, tara
reada y tamborileada a través de una diversidad de
144
asuntos. Entre los temas más frecuentes podemos enu
merar:
145
(cf. figura 6.1). Reflejan una particular redundancia de
conducta entre los miembros de la pareja e incluyen el
síntoma que co-evoluciona dentro de las pautas de la re
lación. Estas se refuerzan mutuamente, pero cambian
constantemente para mantener su «coincidencia» con
cada miembro de la pareja.
Debemos identificar las actitudes, los afectos y las
conductas que acompañan a los temas recurrentes y
utilizarlos en la formulación de las metas-blanco tera
péuticas. Por otra parte, podemos descifrar actitudes,
sentimientos y conductas más apropiados.
146
Definición del problema por la esposa:
TEMAS CO-EVOLUTIVOS
Esposa:____________________________________
Marido:
Imágenes:
BASADO EN:
M: 1 )___
2) ____
3 )___
M: 1 )___
2) ---
3 )___
M: 1 )___
2) ____
3 )___
147
nutriente porque le hace sentirse temporariamente se
gura, aunque también es posible que deteste su dulzura
porque probablemente vea en ella una señal de debili
dad e ineptitud.
148
pío hipotético de inducción negativa basada en la ver
güenza:
Esposa (en tono acusador): Necesitamos más dinero pa
ra la casa.
Esta afirmación avergüenza al marido y activa un filme
interior en el que su padre aparece despreciado por su
madre, u otro que lo muestra a él como un esposo terri
ble. La implicación es: «Eres un marido incompetente y
tengo miedo».
Marido (en tono acusador): No logro comprender por qué
no puedes administrar las cuentas de la casa.
Este aserto avergüenza a la esposa y activa un filme in
terior en el que su madre aparece despreciada por el pa
dre, u otro que la muestra a ella como una esposa in
competente. La implicación es: «Eres irresponsable y
tengo miedo».
Esposa; No puedo hablarte de esto y las cuentas se acu
mulan. No importa, como siempre, me ocuparé de eso.
Esta declaración provoca aún más vergüenza y senti
mientos íntimos de abandono. La implicación es: «Seré
más competente, pero deseo que cuides de mí».
Marido: ¡Bruja! ¡Déjame en paz!
Su exclamación suscita ira, sensación de rechazo y sen
timientos íntimos de abandono. La implicación es: «Te
apartaré de mí para que no puedas ser la primera en
marcharse emocionalmente».
La atención de cada cónyuge está enfocada hacia
adentro: en este punto, ambos han experimentado pro
bablemente alguna forma de disociación. La inducción
basada en la vergüenza ha promovido en ellos un estado
de trance negativo.
149
explicó que su relación había sido romántica y apasio
nada al comienzo; ambos tenían la sensación de haber
hallado por ñn a la única persona capaz de hacer que se
sintieran conectados y atendidos por un ser nutriente.
La esposa dijo haber creído equivocadamente que este
segundo matrimonio daría un nuevo «papá» a su hija (y
a ella) sin generar conflicto alguno acerca del anterior
papá. De hecho, había querido remplazar a su primer
marido, convencida de que podría hacerlo sin causar
aflicción o dolor alguno. Aunque advertía que eso era
una quimera, siguió presionando a su nuevo esposo
para que actuara paternalmente con ella y con su hija.
Pretendía que fuera el padre perfecto, pero estorbaba su
acción parental porque temía que fuese demasiado duro
con su hija. Su esperanza de tener un padre-salvador
que la rescatara de su desdichado matrimonio anterior
constituía una actitud problemática porque colocaba a
su segundo marido en un rol imposible. Por su parte, él
intentaba cumplirlo mostrándose exigente y áspero con
su hijastra. Tenía la expectativa de cumplir para esta el
papel parental en todos sus matices, pero en cambio se
veía apartado con violencia de la relación madre-hija.
Ansiaba desesperadamente ser amado y apreciado, y
creía tener la solución para el problema de la hija de ma
la conducta con tal que su esposa lo escuchara.
En esta parte de la compilación de datos es impor
tante discernir las defensas utilizadas por cada cónyuge
que suscitan defensas complementarias. Las diversas
defensas empleadas indican la clase de distorsiones que
se producen. Para crear una estabilidad, se suscitan de
fensas recíprocas: por ejemplo, la ira y la hostilidad de
un cónyuge suelen provocar sentimientos similares o un
retraimiento pasivo. Una identificación proyectiva sus
citará lo proyectado: el hombre que cree ser víctima de
agresiones o engaños por parte de otros y proyecta esta
idea en su esposa, provocará en ella una conducta agre
siva o embaucadora. Los terapeutas orientados hacia la
relación de objeto denominan «contratrasferencia» a
esta respuesta provocada. Si jugamos con las palabras,
diríamos que se produce una «contra-trance/ferencia».
La «trance-ferencia» original es una inducción mutua en
la que el esposo que inicia el proceso experimenta una
150
regresión de edad, y a veces el otro hace una progresión
de edad y pasa a ser una figura parental. La contra
trance /ferencia se agota en estos roles o en la batalla
que se sigue por determinar quién podrá seguir siendo
el hijo y quién la figura parental.
Si el conflicto es simétrico o complementario, el tera
peuta puede individualizar el modelo de respuesta de
fensiva. Quizás una complementariedad creciente in
cluya al marido que dicta órdenes a medida que aumen
ta la torpeza de la esposa, y una simetría creciente, al
marido que critica a su esposa y es criticado por ella.
Desde luego, estos roles pueden invertirse. Para deter
minar el consiguiente proceso de devaluación mutua y
conducta ritualista en trance, el terapeuta averiguará la
naturaleza del conflicto, las defensas utilizadas y las
conductas que provocan el trance negativo. Además, de
be discernir las conductas que inducen un trance ritua
lista positivo (comunicación personal de J. W. Wade,
1989). El trance es ritualista porque el mismo tema o
comunicación ocurre repetitivamente en determinados
momentos de la relación, provocado por las mismas
señales (cf. figura 6.1).
151
atadura adulta en general. Por lo común, los adultos
que se sienten solos y vacíos, que son reacios a las rela
ciones íntimas y se retraen de los demás, han tenido di
ficultades en su atadura temprana. En las familias en
que se cometen abusos, no es raro que se exija a los ni
ños un comportamiento adulto. Si un cuidador presiona
a un niño para que sea un personaje de apego o es am
bivalente en su función nutricia, es probable que ese ni
ño cobre un apego angustioso por él. El cuidador amena
zará abandonarlo si se rehúsa a actuar como personaje
de apego. El niño se volverá iracundo, demasiado res
ponsable y acosado por el sentimiento de culpa (De-
Lozier, 1982). Ya adulto, tal vez intente compensar esto
cobrando un apego ambivalente por su cónyuge.
La separación-individuación es una experiencia uni
versal que ocurre a lo largo de la vida, y no sólo en una
fase temprana como postulan algunos teóricos evolu
tivos. El proceso se percibe en cada experiencia de con
tacto con otras personas. Comienza cuando una perso
na conoce a otra, inicia relación con ella y, dentro de la
relación, se acerca y se aleja alternativamente. Es visible
en todas las fases de nuestro desarrollo cuando trata
mos de aprender a ser individuos y, al mismo tiempo, a
relacionarnos con los otros, y nos ponemos en una si
tuación paradójica que no es un proceso de y/o, sino de
y/y. Esta dinámica culmina en la muerte, la separación
definitiva de la relación tal como la conocemos.
E ta p a s ev o lu tiv a s 1’2
152
Hasta los 6 meses: El bebé debe cobrar apego a la
madre o al cuidador y ser capaz de formarse una Imagen
mental de él. Surgen nociones tempranas sobre la esci
sión entre «el progenitor bueno y el malo» (esto depende
de la disponibilidad de la madre para atender a las de
mandas inmediatas del bebé). La madre o el cuidador
tienen que experimentar hacia el bebé un sentimiento
de cálida solicitud. Las interacciones entre este y su ma
dre o cuidador influirán en su personalidad adulta.
El terapeuta conyugal puede querer determinar la
calidad y naturaleza del apego que cada esposo ha co
brado por el otro. La calidad del contacto que cada uno
establece con el otro puede reflejar un trastorno en su
evolución a partir de este período. Por lo tanto, el trabajo
hipnótico abordará la recreación de experiencias de ape
go en forma simbólica o metafórica.
5 a 9 meses: El bebé empieza a sentirse separado de
su cuidador, y se produce un «nacimiento psicológico» al
iniciarse su diferenciación respecto de este. La defini
ción de «a mí» comienza en esta etapa. El niño se aparta
físicamente del cuidador, si bien continúa utilizándolo
como el puerto de origen al que puede volver en caso ne
cesario. Nace en él la necesidad de explorar su entorno,
que lo impulsa a gatear y dar sus primeros pasos. El
cuidador debe apoyar esta separación incipiente y, a la
vez, estar disponible cuando el bebé vuelva a él para cer
ciorarse de que aún está allí.
9 a 18 meses: Algunos terapeutas de la corriente de
las relaciones de objeto denominan a esta fase «periodo
de reacercamiento». La separación de su madre o cui
dador angustia al niño; debe aprender a estar separado
y a mantener una sensación de seguridad. Por esta épo
ca, el niño empieza a nombrarse a sí mismo y a identi
ficarse con su madre o cuidador. Se establece la perma
nencia de objeto: si el cuidador sale de la habitación, el
niño puede conservar una imagen interior de él que le
proporcione una sensación de seguridad hasta su regre
so. La imposibilidad de lograr la constancia y perm a
nencia de objeto puede generar una memoria evocati-
va deficiente y ahogar la capacidad de hacer el duelo
(Masterson y Rinsley, 1975). En opinión de Masterson
(1981), el niño criado por un cuidador fronterizo verá re
153
forzada su conducta dependiente y regresiva, y castiga
da su conducta separadora-individuadora. Las imáge
nes interiorizadas del propio ser y el cuidador adqui
rirán dimensiones polarizadas. Una parte de la imagen
interior del cuidador estará teñida de censura, hostili
dad, ira y ataque; otra parte parecerá cariñosa, apro
badora y dispuesta a prestar apoyo. En cuanto a la ima
gen del propio ser, en un polo estará desvalorizada con
sentimientos de indefensión y culpa, sumados a un
afecto de ira y furor crónicos bajo cuya superficie se
oculta una depresión por abandono; en el polo opuesto,
será complaciente, obediente y buena, con un afecto de
calidez y confianza que oculta un deseo de reunirse con
el cuidador (Meissner, 1988).
El terapeuta conyugal querrá evaluar la diferencia
ción de cada esposo respecto de su primer cuidador a fin
de establecer cuánto propio ser separado ha aportado a
la relación. Tal vez tenga que diferenciar el periodo ac
tual del período de la adolescencia en que la separación
vuelve a constituir un problema. La frecuencia con que
cada esposo experimenta la necesidad de estar en con
tacto con un progenitor puede evidenciar una falta de
diferenciación. Si la constancia o permanencia de obje
to constituye un problema, el trabajo hipnótico deberá
abordar el problema de permanecer separado y seguro
y, al mismo tiempo, mantenerse conectado.
2 a 3 años: El proceso de separación debe completar
se en este período. Se forman las imágenes interiores de
propio ser y otros; se escinden las imágenes del propio
ser bueno-malo, pero persiste la del cuidador bueno-
malo. El niño sigue desarrollando la constancia de ob
jeto hasta los tres años, de manera tal que el progenitor
puede salir de la habitación y el hijo puede mantener
una imagen interior de él para sentirse seguro.
Es posible que el terapeuta conyugal evalúe la cons
tancia de objeto de ambos cónyuges para determinar si
la angustia de separación guarda relación con un pro
blema temprano. Ante una separación temporaria, al
gunas personas son incapaces de mantener una imagen
del cónyuge o la sensación de estar conectadas con él.
En tales casos, resulta útil hacerles llevar consigo un re
trato del esposo (que contemplarán de vez en cuando) o
154
un objeto de su pertenencia que actúe como «objeto
transicional», es decir, como un símbolo portador de la
sensación y la imagen de conexión durante las separa
ciones.
Otto Kernberg (1979, 1984) señala tres etapas evolu
tivas que, a su juicio, reflejan la relación madre-hijo
compuesta de «representaciones intrapsíquicas bipola
res»: introyección, identificación e identidad yoica. Estas
representaciones contienen tres elementos: una imagen
del self\ una imagen del otro y un afecto asociado. La in
troyección consiste en asimilar las imágenes de objeto y
del self derivadas de experiencias vividas con el primer
cuidador, y en asignarles valencias positivas o negati
vas. La etapa de identificación refleja la capacidad del
niño de adquirir un sentido de sí mismo, es decir, sentir
se un individuo capaz de influir en su mundo y de ma
nejar sus sentimientos. Por último, la etapa de la iden
tidad yoica refleja una integración del s e lf a partir de
todas las experiencias vividas con los padres; tal inte
gración puede dirigir la conducta.
El terapeuta conyugal debe recordar que el padre de
sempeña un papel importante en la evolución temprana
del hijo y en la relación triàdica madre-padre-hijo inicia
da no bien nace el bebé. La representación de esta rela
ción queda interiorizada en el niño como una imagen del
se¡f, de los progenitores (separadamente y como pareja)
y de afectos asociados por experiencias vinculadas con
la danza diàdica o triàdica.
3 a 7 años: El niño vive en un mundo mágico donde
los hechos parecen acaecer impelidos por alguna fuerza
misteriosa. Se establece la capacidad de pensamiento
lógico. El niño empieza a pensar que otras personas
construyen el mundo como lo hace él; además, aprende
ciertos mecanismos defensivos (p.ej., proyección y re
presión).
En ocasiones, el terapeuta conyugal observa en un
paciente adulto tendencias al pensamiento mágico indi
cadoras de que tuvo alguna dificultad de aprendizaje en
este período. En tales casos, le conviene identificar los
mecanismos defensivos del individuo.
7 a 11 años: En la prepubertad, el niño empieza a in
teresarse más por los familiares de su mismo sexo y
155
aprende a ser compañero. Una experiencia abusiva
vivida a esta edad puede traer dificultades en la forma
ción de la identidad sexual durante la etapa siguiente.
11 a 15 años: La adolescencia es un periodo decisivo
del desarrollo. Aparece la capacidad de abstracción a
medida que se discuten conceptos y constructos. El
adolescente se caracteriza por su pensamiento idealista,
un enfoque de la atención en el aspecto físico y una ten
dencia a tener opiniones simplistas y precisas acerca de
ciertas cuestiones, con la idea de que «Yo tengo razón; tú
estás equivocado». Comienzan a desarrollarse las rela
ciones con el sexo opuesto. Si a los padres les cuesta
allanarle el camino hacia la partida del hogar y dejarle
practicar con sus nuevas relaciones, fomentarán invo
luntariamente en el adolescente sentimientos de culpa y
vergüenza por tener estos deseos naturales.
Los problemas derivados de este período de creci
miento quizá se revelen en la adultez a través de suce
sivas aventuras extramatrimoniales, dificultades sexua
les, matrimonios en serie o tendencias a cambiar de em
pleo con frecuencia.
15 a 20 años: En esta etapa de adultez temprana se
establecen las metas futuras. El joven empieza a elegir
sus intereses y a trazar sus rumbos. Por lo general, a
esta edad se independiza y deja el hogar. En algunos ca
sos, las dificultades que experimenta en su preparación
para partir y durante la partida lo impelen a quedarse
en el hogar paterno hasta ya entrada la edad adulta, y a
mostrarse reacio a fundar una familia.
20 a 30 años: Esta suele ser la etapa de la adultez en
que la persona se establece: se casa, funda una familia y
abraza una profesión. Aprender a equilibrar las tensio
nes de la vida de relación y las exigencias de la profesión
constituye un problema para muchos hombres y muje
res. Por lo común, la esposa que queda embarazada in-
trovierte su atención, apartándola del marido, para ma
nejar el proceso de la gestación y el parto. Si el marido
tiene dificultad en dominar la aflicción que le causa el
«perder» a su esposa a manos de un pequeño intruso, tal
vez se retraiga resentido. Si ella se siente abandonada
por su esposo, ambos podrían tener dificultades en re
conectarse tras el nacimiento del hijo.
156
30 a 40 años: Hacia los treinta años, suelen derrum
barse los viejos mecanismos defensivos que sostuvieron
y guiaron al individuo en su camino por la vida, y se pro
duce un profundo trastorno y una revaluación del pro
pio ser, del matrimonio y de la profesión. El individuo
empieza a darse cuenta de que es mortal. Es común que
la mujer se sienta urgida a tener un hijo.
40 a 50 años: En esta etapa de la vida hay un afán de
triunfar en la profesión. Se suele experimentar angustia
por la propia condición mortal. La trasformación natu
ral de la estructura familiar a medida que los hijos dejan
el hogar destaca el paso del tiempo. Hombres y mujeres
por igual pueden sufrir la «crisis de la mediana edad»,
que fomenta una integración de diversos aspectos de
nosotros mismos. Intentamos conciliar nuestras polari
dades afectuoso-mezquino, altruista-egoísta, creativo-
destructivo.
50 a 60 años: Esta etapa se caracteriza por la pre
paración para la vejez. Con frecuencia, se despierta un
interés por objetivos espirituales y por el desarrollo per
sonal. Los adultos suelen convertirse en abuelos y nece
sitan reconciliarse con ciertos desengaños que quizá
tuvieron con sus hijos. También pueden surgir proble
mas de cambios físicos y pérdida de potencia física.
60 a 70 años: Muchas personas continúan trabajan
do hasta bien entrada la vejez, por lo que podría decirse
que en esta etapa disfrutan del papel de «ancianos esta
distas». A menudo, pasan a ser los sabios consejeros y
mentores de la gente más joven. Orientando a quienes
necesitan una guía frente a los problemas de la vida.
Puede ser la época más productiva para integrar di
versos aspectos del propio ser, y aquella en que se reali
ce y disfrute el trabajo profesional más productivo.
Más de 70 años: Esta etapa se caracteriza por la pre
paración para una vida fecunda. La jubilación o cierta
disminución del rendimiento suelen marcar un cambio
en la vida laboral. El individuo atiende más a vivir para
sí y hacer aquellas cosas quizá postergadas en una eta
pa anterior. A esta edad, se requiere una doble capaci
dad de reenfoque para identificarse con algo que no sea
una profesión. Es posible que sobrevengan grandes cri
sis evolutivas como la viudez o los cambios en la salud.
157
Etapas evolutivas en la relación conyugal
158
quizá, la persona Idealizada que alguna vez supusimos.
Enfrentar la humanidad del compañero es una parte
difícil del proceso de separación de la fusión. Por otro
lado, y esto también genera desilusión, cada esposo se
da cuenta de que él o ella tampoco es la imagen de la
persona ideal. En esta fase, algunas parejas experimen
tan una fusión intensa que puede durar años. Cuanto
más intensa sea, tanto mayor será el sentimiento de am
bivalencia sobre si llevarán adelante el matrimonio o le
pondrán fin.
Las tareas de esta etapa incluyen desarrollar una
imagen realista del cónyuge, negociar el movimiento en
tre la separación y la unión, y llegar a apreciar al compa
ñero tal como es, con sus virtudes y sus debilidades.
Conflicto: Es una etapa cargada de discusiones y lu
chas, en la que cada esposo intenta definir un s elf den
tro de la relación. Esta vez, el escenario del crecimiento
será la responsabilidad por las decisiones (quién decide
qué). Suele empezar la danza hipnótica y se identifican
los primeros motivos de disputa que quizá sigan a la
pareja a lo largo de su relación.
La tarea en esta etapa consiste en establecer las re
glas de la relación. Se resuelve dónde fijará cada esposo
los límites para su self y su pareja, lo cual provoca con
flicto.
Reorganización: Hay una aceptación y un reordena
miento de las idealizaciones, que se trasforman en per
cepciones más realistas de la pareja elegida. Si esta eta
pa no se ha dado antes del nacimiento de los hijos, el re
ordenamiento implicará una adecuación del rol parental
dentro de la propia identidad. La mujer embarazada
tiende a introvertir su atención, apartándola de su ma
rido; queda absorta por la vida que lleva dentro de sí
y mantiene una comunicación constante con otro me
diante la conexión más íntima que pueda experimentar
un ser humano. Todo esto es natural. Si, una vez nacido
el hijo, a los cónyuges les cuesta reconectarse (para la
mujer, esto equivale a pasar de un estado de trance orien
tado hacia adentro a otro orientado hacia afuera), habrá
conflictos y dificultades en la etapa de reorganización.
Expansión: Se caracteriza por la incorporación de
nuevas personas a la relación. Las tareas de esta etapa
159
incluyen integrar una profesión y la crianza de los hijos
en el estilo de vida corriente. Cada esposo debe reajustar
su tiempo, energías y recursos, y afrontar la aflicción
que le causa la pérdida de la antigua relación puramen
te diàdica. El triángulo de la familia de origen (madre-
padre-hijo) que se había interiorizado se forma ahora en
la realidad, fuera de la imagen mental de la persona. Se
imponen otros ajustes que permitan abordar las pro
yecciones consiguientes y la dinámica de la relación
triangular, que evolucionará con el tiempo.
Contracción: Los hijos se emancipan uno tras otro y el
sistema se contrae. Cada vez que un hijo deja el hogar,
los padres deben contraerse y reenfocarse más en su re
lación. Su capacidad de retracción depende de su capa
cidad de enfrentar su propio envejecimiento, los sueños
quizá no cumplidos todavía y el deseo de perseguir otros
intereses.
Estabilización: En la vida de muchas parejas, llega
un momento en que la disyuntiva sobre si seguirán con
viviendo o no deja de ser un problema. Se han compro
metido mutuamente y con su relación. Esta etapa los
encuentra dedicados a resolver sus conflictos y a traba
jar juntos por un futuro mejor.
Años fecundos: Si la pareja ha sido capaz de tratar
sus problemas productivamente y ha logrado resolver,
hasta cierto punto, sus temores frente a su condición
mortal, este puede ser uno de los períodos más satisfac
torios de la vida conyugal. Acaso se insista en las cues
tiones espirituales, y haya más trasferencia recíproca y
un profundo aprecio mutuo como individuos.
En la vida, hay transiciones evolutivas por las que
pasan todas las parejas: matrimonio, nacimiento del
primogénito, edad escolar, adolescencia y emancipación
de los hijos, pérdida de los padres, ser abuelos, viudez
(en algunos casos), nuevas nupcias o vivir solos.
Cabe señalar la frecuente interacción entre las eta
pas evolutivas individuales y la etapa de desarrollo de la
pareja. A veces, estos factores generan conflictos. Los
tiempos de transición entre etapas de crecimiento indi
viduales y transiciones evolutivas de la pareja y/o fami
lia pueden dificultar la capacidad de cooperación de los
esposos.
160
6. ¿Qué cuestiones sistémicas íntewinientes en el pro
blema incluyen fronteras funcionales, poder, deposición
de resentimientos, fantasmas generacionales, contexto y
regulación de la distancia?
Fronteras: En algunos casos, existen fronteras claras
y flexibles entre los esposos dentro del sistema conyu
gal, entre la pareja y otros subsistemas (hijos, abuelos) y
entre la parejay otros sistemas ecológicos (p.ej., amigos,
entorno laboral, organizaciones). Llamamos «fronteras»
a las actitudes y conductas que definen a la pareja como
entidad y la separan del mundo. También definen a los
cónyuges como individuos separados entre sí. Las fron
teras pueden ser rígidas o permeables.
La dificultad surge cuando la frontera entre la pareja
y el mundo exterior es confusa y permite la participa
ción de otras personas en la experiencia íntima de la
relación conyugal (permeabilidad excesiva de los pará
metros). A veces este problema se plantea cuando un
compañero discute su relación con un progenitor para
solicitar su intervención ante el otro cónyuge. Una de
pendencia excesiva o insuficiente del mundo exterior
como fuente de apoyo también puede ocasionar pro
blemas. Algunas parejas se involucran a tal punto con
otras personas que desatienden su relación, o se invo
lucran tan poco que esperan que el matrimonio satis
faga todas sus necesidades. Cuando una pareja parece
tener dificultad en mantener sus amistades, tal vez se
deba a la rigidez de sus límites.
Uno de los problemas conyugales de más difícil supe
ración es la falta de fronteras entre los cónyuges dentro
de la relación. Fronteras permeables implican una ten
dencia a asumir una responsabilidad excesiva por el otro
al extremo de sacrificar el propio bienestar, y una inca
pacidad de estar solo o separado, o de sostener opiniones
disímiles sin sentir una angustia abrumadora. Esta ten
dencia se suele llamar «afán de fusión» de dos personas
que se sienten ineptas. En ocasiones, una pareja se une
en un intento de formar una persona completa. A cier
ta paciente joven la invadía totalmente el pánico si su
amante no la llamaba por teléfono por lo menos una vez
al día. Empezaba a sentirse abandonada y separada a
tal extremo que vivía su propio temor a no existir.
161
Poder: Gregory Bateson ha discernido dos relaciones
importantes de poder: simétrica y complementaria. Am
bas son importantes en relaciones funcionales. Cuando
se comparte el poder, hay reciprocidad y equilibrio. En
cambio, las relaciones meramente simétricas tienden a
ser extremadamente competitivas. Es preciso que haya
intercambios complementarios, cierta capacidad para
adoptar, de vez en cuando, la posición desigual en la que
uno da y el otro recibe. Cuando se lucha por el poder,
aumenta el conflicto y la comunicación se hace confusa.
Deponer un resentimiento y aferramiento a é l La in
capacidad de deponer resentimientos es un importante
criterio diagnóstico. Puede ser función de cierta falta de
fortaleza interior, o tal vez tenga su raiz en un conflicto
temprano. De ordinario, esta dinámica opera entre las
parejas cuando el resentimiento desempeña un papel
importante en la regulación de la intimidad y el distan-
ciamiento. En una relación conyugal, cada esposo debe
experimentar un se¡f separado en grado suficiente para
desidentificarse de su propia interpretación de la con
ducta del otro y aceptar otra idea o explicación.
Fantasmas generacionales: Las lealtades a genera
ciones anteriores y la dificultad para fijar límites jerár
quicos pueden estorbar la relación de pareja. Donald
Williamson (comunicación personal, 1984) opina que es
imposible diferenciar y crear plenamente un matrimo
nio sano mientras no se renegocie la frontera jerárquica
entre el progenitor y el hijo adulto. Estos problemas re
lacionados con la familia de origen traban constante
mente la capacidad de funcionamiento pleno del sis
tema conyugal. Algunas familias de origen exigen que
sus hijos adultos vivan en la misma vecindad que los pa
dres: de lo contrario, los excluyen por desleales. Estas
presiones pueden tensionar a un matrimonio al extremo
de llevarlo al divorcio a menos que la pareja sea capaz de
arriesgarse a defraudar a sus padres.
El terapeuta conyugal querrá discernir si alguna otra
«entidad» cohabita con la pareja o, por decirlo así, vive
dentro del matrimonio. La frecuente presencia fantas
mal de un progenitor o un abuelo complica las interac
ciones conyugales e influye en la pauta establecida en
tre los cónyuges.
162
Contexto: Para evaluar el problema de una pareja, es
importante considerar la influencia del contexto sobre
su relación. ¿En qué medida la pareja y los individuos
que la componen están bien establecidos en su comu
nidad o están aislados de ella? La respuesta a esta pre
gunta refleja el grado de intimidad recíproca que pueden
alcanzar. Cuanto mayor sea la capacidad de una pareja
de aportar otros apoyos a la psique del matrimonio tanto
más fácil le resultará a esta psique capear temporales
conyugales. La fuerza de su conexión con la comunidad
es un factor decisivo para determinar su capacidad de
resistencia a las dificultades.
Regulación de la distancia: Kantor y Lehr (1975) han
descubierto un ciclo de apego y distanciamiento, un vai
vén constante entre los cónyuges que expresa una am
bivalencia normal. Este movimiento regula la necesidad
de intimidad y distancia; cuando un esposo desea la pri
mera y el otro la segunda, puede haber problemas.
163
otras fuerzas. También puede emplear y aplicar, con mi
ras al cambio, aquellos recursos que impiden la des
trucción definitiva de la pareja en tiempos difíciles. Es
importante precisar los fenómenos específicos de trance
ya en uso (cf. cap. 1). La mayoría de las parejas son
capaces de poner fin a una riña; no están en conflicto las
veinticuatro horas del día. Muchas tienen hipermnesia
para iniciar una reyerta y amnesia para salir de ella. El
terapeuta querrá ampliar su foco sobre el modo en que
salieron del conflicto y enseñarles a perfeccionar la so
lución, para lo cual deberá evaluar con cuidado tanto
los fenómenos de trance en uso como los que benefi
ciarían a la pareja.
164
reducir la angustia, estallar en furores compulsivos, be
ber, gastar dinero o trabajar. Por lo común no advierten
en absoluto que la motivación básica de su conducta
Am nesia________________________________________
Amnesia del cónyuge________________________________________
Hipermnesia________________________________________
Regresión de ed a d ________________________________________
Progresión de ed a d ________________________________________
Alucinación positiva________________________________________
Alucinación negativa________________________________________
Disociación________________________________________
Anestesia________________________________________
Analgesia________________________________________
Distorsión del tiem po________________________________________
165
cia o forma. Para completar la descripción del senti
miento, adquirió la capacidad de diferenciar los grados
de angustia asociados a él y de percibir, en forma expe-
riencial, su localización en su cuerpo y su pesantez o
levedad aparentes. A medida que empleaba sus propios
recursos en este examen interesante, pudo descubrir qué
estimulaba el miedo y formular un plan para reducirlo.
Todos los mecanismos defensivos implican una diso
ciación del afecto respecto de la cognición o la conducta.
Entre los mecanismos de defensa se cuentan represión,
sofocación, desmentida, proyección, intelectualización,
formación reactiva, reacción de conversión, sublimación
y regresión. Los teóricos analíticos y psicodinámicos los
han definido como dispositivos protectores contra la an
gustia y los sentimientos inaceptables.
Represión: Disociación grave de afecto y cognición
respecto de conducta, de manera tal que no hay ningún
recuerdo sobre el que se pueda basar un sentimiento,
pensamiento o acción presentes. Ejemplo: Una mujer
experimenta angustia cada vez que su esposo la toca en
determinada forma, pero no guarda ningún recuerdo
específico con el que pueda relacionar su reacción. No
obstante, es posible que más tarde rememore a un pa
riente ligado al recuerdo de un incesto, a medida que
empiece a emerger la imagen penosa.
Sofocación: Disociación menos grave de un afecto que
acaso se expresa en un pensamiento o conducta. Ejem
plo: Una mujer que siente ira hacia otra persona por al
guna razón, se permite expresar indirectamente ese
sentimiento haciéndole una broma mordaz.
Negación: Disociación de afecto o cognición respecto
de conducta; es también una defensa frente a percep
ciones. Ejemplo: Un bebedor justifica su conducta ase
gurándose a sí mismo y a los demás que puede dejar de
beber en cualquier momento.
Proyección: Disociación de afecto o de pensamiento
en la que se percibe a otra persona como poseedora del
sentimiento o pensamiento inaceptables. Ejemplo: Un
cónyuge se siente distante y experimenta al otro como
deseoso de distanciarse. A menudo se descubre la circu-
laridad de esta defensa cuando emerge en la siguiente
secuencia: «Tengo inquina» se convierte en «El me tiene
166
inquina» que, por su parte, se trasforma en «Le tengo in
quina».
Intelectualización: Disociación de afecto acompañada
de un paso más bien hacia la explicación que hacia la
expresión de un sentimiento. Ejemplo: Un cónyuge vive
la experiencia de perder a un progenitor y la pena lo
abruma; el otro le dice, a modo de explicación, que «ya
era tiempo de que se muriera». Esta explicación es a la
vez un intento de apartar de sí el sentimiento de pesar y
proteger al cónyuge afligido, e impedirle «abandonar»
emocionalmente a su pareja.
Reacción de conversión: Disociación de afecto acom
pañada de una conversión (a menudo, en una dolencia
somática). Ejemplo: Muchas personas que padecen de
jaqueca pueden expresar parcialmente su ira desenca
denando una.
Sublimación: Disociación de afecto respecto de con
ducta. Ejemplo: Un individuo remplaza su deseo de ac
tuar [act out] una ira asesina por otros medios más se
guros de desahogarla, como jugar al fútbol.
Regresión: Disociación de cognición respecto de afec
to. Ejemplo: Una persona asustada empieza a vestirse, a
hablar y a actuar como si su edad emocional fuera mu
cho menor que la cronológica.
167
ta tenga que ayudar a la pareja a efectuar ciertos ajustes.
Algunos cónyuges adquieren una orientación excesiva
hacia el futuro, al que sólo ven con colores románticos e
idealistas. Otros permanecen demasiado orientados ha
cia el pasado y sólo ven limitaciones negativas. Para ge
nerar y evaluar posibilidades o metas futuras, la pareja
debe ser capaz de percibir metas futuras positivas y per
cibir su tiempo en forma sincrónica. Cuando hay un
conflicto que atañe más bien al ajuste conyugal, «las
imágenes del futuro que tiene una persona suelen casar
mal con las de otros integrantes de su red social, los pla
nes de acción trazados juntamente con otros individuos
se desincronizan y la emoción que prevalece suele ser
una ambivalencia hacia las expectativas e intenciones
ajenas respecto de la persona propia» (Melges, 1982,
pág. 288). Cuando la angustia traba la capacidad de
una persona de percibir el futuro como algo positivo, se
forma una espiral cibernética que, según apunta Mel
ges, «consiste principalmente en una proalimentación
[feedforw ard] excesiva de previsiones o expectativas
aterradoras que se alimentan mutuamente» (pág. 288).
168
cónyuge experimenta al otro como si fuera él mismo.
Una vez establecido el nivel de fusión al comienzo de la
terapia, el paso siguiente será formular varias hipótesis
para encauzar el tratamiento.
La calidad del contacto recíproco entre los cónyuges
es otra información importante para el diagnóstico. El
contacto es la energía intercambiada entre las personas.
Podría decirse que es la conexión de nuestro espíritu
con otro. El contacto genuino entraña un encuentro de
estados de ánimo o sentimientos que nos deja una expe
riencia de inspiración, elevación o trascendencia de lo
mundano. Algunas personas son muy prudentes y cui
dadosas respecto de su participación en la danza; otras
son agresivas, se desesperan por ser alimentadas y con
frecuencia se muestran ávidas de «devorar» a otro. Ri
chard Heckler (1984) indica que «entrar en contacto con
el ritmo de entusiasmo de alguien es conectarse con la
parte más profunda y esencial de esa persona, y esta
conexión crea las condiciones para avanzar en el apren
dizaje y la comunicación» (pág. 120). La calidad del
contacto se une a la calidad y la satisfacción del sistema
de relación. Según Heckler, un contacto puede estar
unido a la polaridad contención-descarga. A algunos in
dividuos les cuesta contener su energía, que desborda
sus propios límites y los del cónyuge. Otros tienen pro
blemas de descarga y retienen su contacto de manera
tal que su pareja siempre los está persiguiendo. Habi
tualmente, cuando un esposo retiene sus sentimientos,
el otro descarga los suyos hasta la exageración. Este
proceso es un intento de equilibrar el sistema.
En los comienzos de mi carrera profesional, trabajé
en un hospital donde se trataban muchos casos de re
habilitación. Allí, un joven retardado mental me enseñó
qué era el contacto íntimo. Frecuentaba mucho el hos
pital porque había nacido con el corazón perforado. Un
día, al presentarme a trabajar, mis colaboradores me
informaron que Dennis se había internado nuevamente.
Cuando fui a verlo, por la tarde, me dijo que se iba a ver
a su abuela, quien había muerto ese mismo año. Presa
del pánico, pensé que debía protegerlo y darle aliento.
Pero cuando intenté tranquilizarlo diciéndole que regre
saría pronto, me lanzó una mirada directa y resuelta.
169
sonrió y respondió: «En verdad, está bien morirse». En
aquel instante compartimos una serenidad Increíble, el
sentimiento de que ambos habíamos trascendido su re
tardo mental y mi retardo emocional para tocarnos mo
mentáneamente. Al día siguiente, su corazón dejó de
latir. Dennis entró profundamente en mi conciencia.
Siempre recordaré su rostro aniñado y su sabiduría in
trínseca.
La manera en que una persona usa el contacto nos
permitirá descubrir cuál es el modo más apropiado de
abordarla. Si somos demasiado efusivos en nuestros
contactos iniciales con un paciente cauteloso e introver
tido, sólo conseguiremos que se retraiga aún más. Tene
mos que seguir sus señales en nuestro avance hacia
una mayor intimidad en la relación terapéutica.
El repertorio de contactos de que dispone cada cón
yuge es importante para definir este elemento como un
recurso aprovechable. Si la pareja puede utilizar pala
bras, toques, gestos u otros medios de establecer con
tacto, se amplía la gama de posibilidades. Si un cónyuge
sólo posee un medio de contacto (p.ej., las palabras),
pueden surgir dificultades. Recuerdo el dicho de un
personaje de T. S. Eliot completamente fuera de con
tacto: «Tengo que usar palabras cuando te,hablo» (1986,
pág. 123). Si las parejas intentan forzar contacto, el re
sultado será un descontento.
Hay reciprocidad entre las personas por su modo de
contactarse: un cónyuge quizá responda a la agresivi
dad del otro con una actitud más pasiva. Por lo general,
los esposos procuran equilibrar la dinámica de contacto.
En El Principito, Saint-Exupéry (1943) ejemplifica el
proceso para los más recelosos:
170
\
Construir hipótesis
171
compañeros. Además, se puede observar la influencia
familiar sobre la relación conyugal. Para ampliar la in-
Nivel intrapsíquico
1. Imagen de si mismo
2. Miedos, mecanismos de
defensa
3. Percepciones de limitaciones Hipótesis:
4. Sentimientos aceptables e
inaceptables
5. Nivel general de fortaleza
yoica: capacidad para el Recursos
humor y para manejar stress necesarios:
6. Edad evolutiva
Nivel Interpersonal.
1. Identificación o escisión
proyectivas
2. Imagen del cónyuge y/o del Hipótesis:
matrimonio
3. Modo de manejar la
angustia interpersonal
a. retraimiento Recursos
b. socialización necesarios:
c. agresividad u hostilidad
4. Capacidad de contactarse
5. Capacidad de estar solo
6. Edad evolutiva de la pareja
Nivel sistèmico
1. Secuencias de comunicación
2. Lazos hipnóticos Hipótesis:
3. Fronteras
4. Influencia ecológica Recursos
5. Unión conyugal necesarios:
172
sonales, donde quizá determine diversos aspectos de los
cuidadores que son proyectados en los cónyuges para
que estos los actúen por vía de identificación o de esci
sión proyectivas. También averiguará la imagen del ma
trimonio. Se evaluará el estilo de manejo de una angustia
interpersonal así como la capacidad de estar solo y la de
establecer un contacto. Además se pueden definir en.
este nivel las diversas tareas evolutivas aún inconclu
sas. El tercer nivel de formación de hipótesis puede ser
el nivel intrapsíquico donde se experimentan los conflic
tos individuales. Aquí es donde abordamos el conflicto
del individuo con la imagen interiorizada de sí mismo,
sus mecanismos defensivos frente a la angustia, el gra
do de fortaleza yoica (la capacidad de afrontar stress sin
quebrarse), los sentimientos aceptables e inaceptables y
las percepciones de sus limitaciones. Una vez formu
ladas estas hipótesis, el terapeuta conyugal puede fijar
las metas terapéuticas, determinar los recursos reque
ridos y enfocar su atención en la intervención. A medida
que avance el tratamiento, se introducirán las modifica
ciones necesarias en las hipótesis de trabajo.
El psicoterapeuta debe recordar tres nociones:
173
Fijar metas terapéuticas
Plan de terapia
174
r \
eia que tiene trazar un plan a la medida de cada perso
na, la relación terapeuta-paciente resulta mucho más
significativa que el uso de cualquier técnica en particu
lar. Toda intervención debe evolucionar a partir de la
preocupación solicita del terapeuta; todo plan de terapia
se debe poner en práctica con flexibilidad. Erickson
creía que era deber del psicoterapeuta guiar al paciente
de regreso al camino que este sabía era el correcto en vez
de obligarlo a adoptar una conducta «sana».
Por lo común, lo mejor es partir del nivel sistèmico
para aplacar la crisis inmediata. Muchas parejas entran
en el consultorio del terapeuta en un estado de pánico,
con una secuencia de comunicación rígidamente enla
zada que son incapaces de interrumpir. En ocasiones,
esta secuencia disfuncional de conductas promueve la
interrupción y la despotenciación. La crisis conyugal es
una oportunidad para que la pareja como tal y los espo
sos como individuos crezcan y maduren dentro del con
texto de una relación íntima. Una vez despotenciada es
ta crisis, se podrán abordar los niveles evolutivo e in-
trapersonal.
Conflictos suelen estallar cuando las personas tratan
de despertarse de un estado de amortecimiento creado
por un sistema que tal vez sólo se mantuvo vivo en el
nivel más bajo posible. Con un plan de terapia y las in
tervenciones apropiadas, alguna nueva historia (pauta)
está a punto de emerger del cambio inminente; una his
toria que enriquecerá el espíritu del matrimonio. Alice
Walker en In search o jo u r mothers’gardens (1983) des
cribe esta búsqueda de una vida y un espíritu nuevos,
tal como la manifestaba su madre:
175
»Advierto que cuando mi madre trabaja con sus flo
res, y sólo entonces, está radiante casi al extremo de
hacerse invisible. . . salvo como Creadora: mano y ojo.
Está entregada al trabajo que su alma necesita: ordenar
el universo a imagen de su concepción personal de la be
lleza.
»Mientras prepara el Arte que es su don, su rostro es
un legado de respeto que me deja, de respeto por todo lo
que ilumina, aprecia y fomenta la vida. Ha trasmitido el
respeto por las posibilidades. . . y la voluntad de atra
parlas con avidez» (pág. 241).
176
7. Uso del lenguaje del inconciente
Mito
177
brales interiores de pasaje» (Campbell y Moyers, 1988,
pág. 4) y conducen a ellos.
Campbell describe el mito como aquello que «. ,*.le
ayuda a uno a poner la mente en contacto con esta expe
riencia de estar vivo». Nos dice qué es esa experiencia.
En el caso del matrimonio, revela que es «la reunión de
la diada separada. Originariamente, usted era uno solo.
Ahora, ustedes son dos en el mundo, pero reconocen
una identidad espiritual; el matrimonio es ese reconoci
miento» (Campbell, 1988, pág. 6). Añade que quienes se
casan porque esperan que el romance y la pasión sos
tendrán su relación suelen divorciarse; en efecto, toda
aventura amorosa termina en desengaño. Más aún: la
supervivencia del matrimonio exige que los cónyuges
sacrifiquen el falso yo en aras de la relación. Campbell
identificó dos etapas en el matrimonio: lajuvenil, en que
la pareja procrea, y la alquímica, en que ambos cónyu
ges experimentan la unidad de la relación.
Cada pareja desarrolla su propio mito o historia so
bre cómo y por qué estos esposos se casaron, perma
necieron unidos y continúan la relación. Estas historias
suelen recurrir mucho a los recuerdos que cada uno
guarda de las luchas por la vida que libraron juntos.
Hay historias sobre la superación de conflictos, sobre
experiencias cómicas compartidas y sobre el compro
miso sentido hacia el vínculo. En muchos casos, el tera
peuta puede utilizar la mitología de otras parejas para
comunicar un significado al inconciente de sus pacien
tes, o bien aprovechar el uso del mito en la literatura.
Símbolo
178
proceso de poiesls, por el cual, partiendo de la compa
ración entre dos cosas, damos vida a algo que antes no
existía (Cox y Theilgaard, 1986).
Un símbolo, en sentido lato, es el uso de un objeto
para representar otro. En literatura es un tropo, una
figura del lenguaje que utiliza un cambio de significado.
Es «el uso de una palabra con un sentido distinto del
correcto o literal; en esta acepción hace las veces de una
comparación» como metáfora o símbolo. Al definir el
símbolo, es importante discernir que se trata d e «. . .una
imagen que evoca una realidad objetiva, concreta, y
hace que esa realidad sugiera otro nivel de significado»
(Holman, 1978, pág. 509).
Tendemos a vivir simultáneamente en dos diferentes
mundos de experiencia: el del hemisferio izquierdo y el
del hemisferio derecho (Sperry, 1968). Si bien ahora sa
bemos que esta dicotomía no es del todo exacta, puesto
que ambos hemisferios operan de manera constante, es
principalmente en el hemisferio derecho donde el sím
bolo, la metáfora, el ritual y las imágenes influyen sobre
el individuo.
Metáfora
179
decía que somos nuestra propia metáfora central; cuan
do ella cambia y tiene nuevas asociaciones, nos sucede
lo mismo.
La metáfora es «una analogía implícita que identifica
imaginativamente un objeto con otro y atribuye al pri
mero una o varias cualidades del segundo, o lo inviste
de cualidades emocionales o imaginativas asociadas con
el segundo» (Holman, 1978, pág. 314). I. A. Richards
percibió la diferencia entre el «tenor» y el «vehículo» de la
metáfora. «El tenor es la idea que se expresa, el tema o la
comparación; el vehículo es la imagen por cuyo interme
dio se trasmite esta idea (. . .) El tenor y el vehículo, to
mados juntamente, constituyen la figura del lenguaje, el
tropo, el “giro” del significado que trasmite la metáfora»
(Holman, 1978, pág. 314). Las características referen-
ciales y emotivas de la metáfora pueden ir más allá de
estos significados para comunicar una verdad.
El mago Merlín pudo aprovechar el poder del dragón
y provocar una trasformación valiéndose del encanta
miento. El chamán del mundo occidental es el psicote-
rapeuta. En un proceso parecido a una «cura» provocada
por algún cántico o ritual extraño, y en la que interviene
alguna poción o trasformación mágica conseguida por
la alquimia, el terapeuta provoca el cambio con la «ma
gia» de su lenguaje y la ofrenda de su propio ser en una
relación. La alquimia dramatiza el cambio a través de
símbolo, metáfora; ritual y mito, en los que Erickson era
un maestro. Estos agentes de cambio permiten al in
conciente crear asociaciones en un nivel muy profundo.
El paciente puede después expandir categorías y defi
niciones personales y librarse de creencias autolimitan-
tes. Estos vehículos quedan anclados en su inconciente
para ayudarlo en su viaje por los mares agitados, cal
mos, ignotos y familiares, mientras continúa desarro
llando su personalidad.
Lenrow (1966) sostiene que:
180
Además, las metáforas pueden poner de relieve la con
tribución activa del cliente a su propia situación y, de ese
modo, indicar opciones que él tenga para modificarla»
(pág. 146).
181
estos puntos. El primero es una metáfora poética de un
conocido poema de Robert Frost, «The road not taken»:
Reflexivo
Encontré una
hierba
que tenía un
espejo dentro
y ese
espejo
se miraba
en un espejo
dentro
de mí
que tenía una
hierba dentro.
183
algo de manera diferente. Erickson no era en modo al
guno un hechicero; sin embargo, recurría con frecuen
cia al símbolo, la experiencia simbólica y la metáfora pa
ra trasmitir una enseñanza por el uso de los recursos
desechados u olvidados concientemente por quien la
recibía.
La historia o la analogía metafóricas pueden servir de
vehículo para abrir nuevas formas de pensamiento, per
cepción y conducta. Deben centrarse siempre en la pareja
y ajustarse a su situación específica. Un matrimonio que
vino a solicitar tratamiento me contó que ya había visto
a cinco terapeutas experimentados; había hecho cuatro
sesiones con cada uno, pero creía que yo poseía cierta
«magia» de la que ellos carecían. Respondí que me ha
bían regalado una varita mágica. Traía un folleto de ins
trucciones porque, si se formulaba incorrectamente un
hechizo, su efecto sería contraproducente, y por cierto
que yo no quería empeorar su situación, sobre todo te
niendo en cuenta que sólo dispondríamos de cuatro se
siones. Me aseguraron que habían oído hablar de mi
reputación y deseaban tratarse por más tiempo. Dije
que comprendía su plan, por lo demás bien concebido,
pero su pauta indicaba la probable acción de alguna in
fluencia sistèmica cósmica que los compelería a aban
donar el tratamiento al cabo de cuatro sesiones. (Era
una pareja de terapeutas que llevaba cuatro años ca
sada en terceras nupcias y comprendía el significado y
la importancia de una orientación sistèmica. Pero un
sistema cósmico era en cierto modo una cosa diferente.)
Nuestro plan de terapia se basaría en cuatro sesiones
a fin de que ellos recibieran todos los beneficios del
tratamiento. Ahora bien, las instrucciones anexas a la
varita mágica especificaban que el usuario debía soste
ner la vara en la mano derecha, salvo que fuera zurdo, lo
cual significaría, naturalmente, que la mano derecha
sería la mano que quedaría para sostener la varita mági
ca, salvo que uno estuviera de pie frente au n espejo. En
tal caso, la mano derecha sería la mano izquierda refle
jada en la imagen del espejo que sostendría la varita má
gica que, naturalmente, era la mano correcta que que
daba. Las palabras mágicas debían pronunciarse agi
tando la vara sobre la pareja. «Leí las instrucciones hace
184
ya un tiempo, pero creo poder recordarlas», les advertí.
Echaron a reír y, para ayudarme, empezaron a decir
diversas palabras mágicas aprendidas en la infancia.
«Abracadabra, las palabras mágicas son pronunciadas,
la historia es narrada y el sueño se revelará», añadí. Y
empecé a contarles la siguiente historia de un monje y
una monja.
Benjamín era monje desde hacía cuatro años. Su ín
tima amiga Marie, monja desde hacía cuatro años, solía
estudiar con Benjamin y ambos pasaban muchos ratos
de intimidad entregados a pláticas interesantes. No obs
tante, los dos sentían que les faltaba algo, que cierta va
cuidad irrumpía en su conciencia. Ambos deseaban de
sesperadamente conocer el significado de la vida. Ha
bían hecho estudios breves con muchos maestros, pero
se diría que al rompecabezas de la vida le faltaba una
pieza. Entonces Benjamin y Marie emprendieron un
viaje largo, tedioso y cansador en busca del sabio capaz
de esclarecer su espíritu. El monje y la monja buscaron
en un país tras otro. Recorrieron grandes distancias
hasta comarcas de costumbres extrañas e insólitas. Su
afán de encontrar al sabio era tal que prestaron escasa
atención al viaje en sí, a los lugares interesantes, a los
pueblos fascinantes y a sus costumbres exóticas. Final
mente, descubrieron al Maestro en las montañas de un
remoto país. El Maestro permitió que el monje y la mon
ja entraran en su morada para exponerle sus inquietu
des. Entusiasmados y aliviados a la vez por haber ha
llado a la única persona capaz de decirles lo que bus
caban desde hacía tanto tiempo, el monje preguntó al
Maestro: «¿Cuál es el significado de la vida?», y la monja
suplicó: «Sí, ¡por favor!, ¿cuál es el significado de la vi
da?». Con una sonrisa afectuosa, el Maestro extrajo un
viejo trozo de pergamino, escribió en él unas líneas, se
los entregó y les ordenó que se marcharan. Apenas sa
lieron de la morada, el monje y la monja desplegaron el
pergamino y advirtieron que esas líneas habían sido
escritas en un idioma desconocido. Un tanto desalen
tados, el monje y la monja buscaron infructuosamente a
alguien capaz de interpretar esa escritura extraña.
El monje y la monja regresaron, pues, junto al Maestro
y le preguntaron: «Por favor, señor, ¿cuál es el -significa -
185
do de la vida?». El Maestro ordenó al monje y a la monja
que llevaran el pergamino consigo por la mañana tem
prano y contemplaran la puesta del sol. Aunque tal di
rectiva les pareció harto desconcertante, Benjamín y
Marie la cumplieron al pie de la letra. Fue una hermosa
puesta de sol y la pareja sintió la presencia de algo tan
magnífico que los dejaba sin habla. Luego, volvieron a la
morada del Maestro a compartir su experiencia con él,
pero también a reiterarle su pregunta: «¿Cuál es el signi
ficado de la vida? ¡Sabemos que usted tiene la respues
ta!». El Maestro les dijo que tomaran el pergamino, en
traran en el jardín y se sentaran con una rosa. El monje
y la monja así lo hicieron: observaron una rosa durante
tanto tiempo que empezaron a sentirse parte integral de
ella. Percibieron que se fusionaban con la rosa, que pe
netraban en ella de modo tal que se veían viajando ju n
tos sobre una molécula por la galaxia interior de la rosa.
Fue un viaje espléndido: vieron un mundo parecido a la
Vía Láctea, sólo que estaba contenido en una flor. Había
colores centelleantes, jamás vistos, formas, ángulos y
otras criaturas extrañas pero amistosas.
Volvieron junto al Maestro, le contaron la experiencia
y le preguntaron una vez más: «¿Cuál es el significado de
la vida?». El anciano les respondió con paciencia que
pasaran un tiempo junto a sus seres queridos y se en
tregaran a ellos generosamente. «Tómense de veras su
tiempo para ir más despacio y comprender la relación. Y
al final del día, pregúntense siempre cómo está su espí
ritu».
Trascurrieron muchos años, hasta que un día Benja
mín y Marie regresaron junto al Maestro. Parecían sere
nos y llenos de paz; habían desechado sus hábitos, ves
tían ropas informales y en la mano izquierda lucían sen
dos anillos de oro idénticos. Entregaron el pergamino al
Maestro, este lo desenrolló y vio que las líneas habían
sido borradas. «Finalmente, comprendí el significado de
la vida», dijo el ex monje. «El significado está en el espa
cio entre las líneas», dijo la ex monja. Y ambos se con
virtieron en Maestros.
La pareja que escuchó esta historia decidió hacer
nueve meses de terapia y pudo reelaborar muchas cues
tiones.
186
En esta metáfora, el vehículo fue un viaje hecho por
Benjamin y Marie para encontrarse a sí mismos y des
cubrirse mutuamente. En una actitud bastante similar
a la de Dorothy, que acude al mago de Oz en busca de
respuestas, la pareja de la historia acudió a una perso
na ajena a ella, el Maestro, en busca de un significado.
Utilicé los símbolos del monje y la monja para sugerir
que la pareja no podía unirse plenamente porque estaba
comprometida con alguien (la Madre Iglesia). Esta aso
ciación indirecta puede suscitar diversas asociaciones
inconcientes: por ejemplo, la de estar atados a la propia
madre o a otro cuidador de una manera que nos impida
comprometernos en una relación personal.
Repetí el número cuatro inspirándome en los años de
matrimonio que llevaba la pareja y en las sesiones que
se permitían hacer con cada terapeuta. Durante el pro
ceso terapéutico, descubrí que ambos habían vivido una
grave experiencia de abandono a la edad de cuatro años,
en pleno crecimiento. La cifra adquirió cierta calidad
mágica en el nivel inconciente de su vida hasta que re
cibieron la intervención terapéutica.
Las palabras poseen múltiples significados y crean
asociaciones inconcientes. Erickson podía utilizar la
metáfora para establecer un enfoque asociativo indirec
to y hablar en varios niveles simultáneos. El primer libro
que leyó fue un diccionario no abreviado: eso lo hizo
enormemente conciente del significado profundo de las
palabras. En la única videocinta que se conoce de su
trabajo con una pareja, emplea una inducción muy di
vulgada de la disposición temprana al aprendizaje, re
ferida a la recordación del alfabeto y los números. Cuan
do pregunta: «¿El 6 es un 9 invertido o el 9 es un 6 inver
tido? ¿Hacia qué lado van las patas del 3? ¿O acaso es
una eme en posición vertical?» (Zeig, 1990), usa conno
taciones sexuales. Más adelante, repite estas cifras en
una historia metafórica y siembra la noción de que un
hombre y una mujer maduros pueden funcionar juntos
sexualmente y saber cómo ser hombre y cómo ser mu
jer. Erickson cuenta que a los dieciséis años acompa
ñaba a su padre en su diario reparto de leche por las
granjas de los alrededores. En una de ellas, una niñita
preguntó a su madre, al verlo entrar: «¿Quién es ese
187
hombre, ese desconocido?». Erickson dice que al oírse
llamar «hombre» tuvo la experiencia repentina de sen
tirse tal, y pasa a describir la maravilla de esa com
prensión.
Además, dirige parte de la historia a la esposa sugi
riéndole que puede recordar sus sentimientos de ser
mujer. Zeig comenta que fue «una historia delicada de
una niña que había infundido poder a un chico. Tam
bién fue un puente para crear algunos sentimientos
buenos entre los cónyuges a quienes trataba». Zeig
continúa explicando que Erickson «sembró conceptos,
construyó una sensibilidad de respuesta y descargó la
resistencia» (Zeig y Erickson, 1984, pág. 34).
En la videocinta, el marido pide ayuda a Erickson pa
ra superar la tensión que experimenta al leer y escribir.
Su pedido pareció simbolizar una dificultad para «asimi
lar» y expresarse hacia afuera. La escritura acaso sea
vista con una asociación sexual por el esposo que usa
su «instrumento» de escritura para tener sexo mientras
que quizá viera en el leer la asimilación cómoda de es
tímulos sexuales provenientes de su esposa. Erickson
pasa a usar una metáfora sexual con ambos cónyuges,
recién casados.
La esposa no cooperó cuando Erickson le pidió varias
veces que hiciera levitación de una mano. En cuatro
tentativas infructuosas, ella no hizo lo que él le sugería.
Erickson decidió relatar la historia de la experiencia
vivida a los dieciséis años y de una niñita que había in
fundido poder a un muchacho. El mensaje para la espo
sa era que podía infundir poder a su marido brindándole
respeto y reconocimiento, o quitárselo negándose a co
operar con él.
Ritual
188
ción de los participantes, con lo cual los mensajes del
ritual se asimilan también inconcientemente» (pág. 5).
Erickson trató a una pareja que desde hacía algún tiem
po libraba una guerra conyugal, incapaz de unirse o de
separarse, y le impartió el siguiente ejercicio ritual: un
esposo debía subir al Pico Squaw y el otro visitar el ja r
dín botánico. Al comparar sus experiencias, descubrie
ron que valoraban cosas totalmente distintas y que, de
permanecer juntos, serian desdichados. Más adelante,
Erickson se enteró de que se habían divorciado y ambos
habían iniciado una vida más productiva.
Este ritual ambiguo se convirtió en un medio de ac
tuar en forma simbólica las diferencias inconciliables
entre los cónyuges. Habían sido incapaces de avenirse a
las dificultades de su relación por un lapso suficiente
para resolverlas o disolver el matrimonio. La ambigüe
dad del ejercicio, ideado por Erickson de modo tan crea
tivo, hizo que cada esposo proyectara en él su propio sig
nificado. Luego, cada uno supo claramente qué rumbo
debía tomar.
Imágenes
189
deseo. Para Freud, las imágenes de deseo eran las hue
llas mnémicas de experiencias de satisfacción con cui
dadores vividas cuando éramos infantes. La inhibición
deviene un aprendizaje necesario, o un aprendizaje de
posponer la satisfacción cuando «estados de ansia*, que
han pasado por el cedazo de la experiencia, se convier
ten en «estados de deseo» y, después, en «estados de ex
pectación», es decir, en estados que admiten un examen
de realidad (Pribram, 1971, págs. 82-3). Estas imágenes
presentan una mayor semejanza con los procesos in
concientes que el pensamiento verbal (pág. 183).
En 1971, Karl Pribram propuso la idea de que el cere
bro funciona como una imagen especial, como un holo-
grama. Un holograma es una placa fotográfica especial
que, al ser atravesada por un rayo láser, produce una
imagen tridimensional. Cualquier parte del holograma
puede crear la imagen exacta en su totalidad. Pribram
(1971) cree que «dado el modo en que están organizados
los sistemas motores, sólo se puede realizar un paso de
una acción por vez. No obstante, cuando nos sentamos
a escribir a mano o a máquina, a hablar o a tocar el pia
no, tenemos almacenada en nuestro cerebro una repre
sentación bastante detallada del modo en que ha de
llevarse a cabo la totalidad de la acción» (pág. 217).
Sugiere que la representación opera como un hologra
ma, en el sentido de que cualquier parte de una secuen
cia o pauta puede generar un recuerdo completo de un
suceso o experiencia. Describe la trasformación de pro
cesos visuales, kinestésicos y conducíales en una ac
ción, y la atribuye a un proceso de formación de imá
genes al que denomina «creación de la Imagen de Rea
lización», que «contiene toda la información de entrada y
salida necesaria para llevar a cabo el paso siguiente de
esa realización» (pág. 243). Pribram dice que la Imagen
de Realización «regula la conducta de modo muy similar
a como lo hacen los topes de un termostato: en el dial no
está codificada la pauta de encendido y apagado del
horno, sino sólo los puntos predeterminados que deben
alcanzarse» (pág. 243).
Las imágenes que se forman a partir de la relación-
interacción entre paciente y terapeuta en trance acaso
derivan de la resonancia profunda y las pautas de viven
190
cia holográflcas que contienen simultáneamente el pa
sado, el presente y el futuro. Cuando el paciente vive una
experiencia nueva con un personaje parental afectuoso,
las pautas de vivencia tienen asociaciones de aceptación
y comprensión, y una creencia en que esa persona pue
de llevar una vida satisfactoria. En tales casos, no sólo
el paciente es portador de una Imagen de Realización:
también el terapeuta lleva en sí una imagen de lo que el
paciente puede realizar.
Von Foerster opina, en cambio, que la teoría holográ-
fica del funcionamiento cerebral trivializa una operación
sumamente compleja. El holograma «se limita a darnos
una sola imagen de lo que sucede en ese momento» (Se
gal, 1986, pág. 106). A su juicio, los seres humanos so
mos no-triviales y recursivos porque cambiamos nues
tra conducta en respuesta a nuestros estados interiores.
Tendemos a funcionar como sistemas holísticos sólo en
el presente; no hay ningún acceso directo al pasado.
Sostiene, además, que trivializamos las cosas y las per
sonas para crear una sensación de certeza. Terminamos
por tomar nuestras simples descripciones lineales de la
realidad como si fueran explicaciones. Las hipótesis se
confunden con los hechos. Formula un «imperativo éti
co: actuar siempre para incrementar el número de op
ciones» en el contexto de una comunidad (Segal, 1986,
pág. 147). Es un buen consejo para el terapeuta.
Lo evidente es que nadie sabe a ciencia cierta cómo
funciona el cerebro. En este punto de nuestra compren
sión, lo más que podemos obtener es una descripción,
una metáfora. La visión metafórica del cerebro como un
holograma o un sistema holístico más inclusivo, donde
imágenes se entretejen de modo inextricable en emo
ciones, conductas y cambios de actitud, puede resultar
nos útil cuando pensamos en símbolos, mitos, metá
foras y rituales como intervenciones. Provocar un cam
bio tal vez sea cuestión de alterar la imagen sensorial,
modificar una actitud, suscitar una emoción y enseñar
una conducta nueva. Desde luego, el proceso es más
complejo de lo que indicaría esta lista, pero la aplicación
de este paradigma bastará para nuestros fines.
El uso de la metáfora y la sugestión indirecta puede
estimular el pensamiento inconciente por «contraste
191
comparativo, asociación mnémica, verificación de con
gruencia, identificación de atribuciones al recuerdo
presente, etc.» (Lankton y Lankton, 1986, pág. 51). Es
tos autores han ideado una estructura útil para cons
truir metáforas en el formato múltiple implícito (Lank
ton y Lankton, 1983, 1986, 1988) y han elaborado di
versos protocolos auxiliares. Los tres protocolos que
sirven de base a todos los demás son los correspon
dientes a actitud, afecto y conducta, que resumiré a
continuación.
Reestructuración de actitudes
Reestructuración de afectos
192
2. Describir un movimiento dentro de la relación, lo
que puede incluir alejamientos, aproximaciones,
oposiciones o concordancias.
3. Mostrar los cambios fisiológicos internos que
acompañan al sentimiento fortalecedor que expe
rimenta el protagonista y que acaso refleje la con
ducta del paciente.
Reestructuración de conductas
193
métricos de todas las actitudes, emociones y conductas
estudiadas por la teoría de sistemas. Pero en realidad no
tratamos sistemas. Tratamos a individuos que se influ
yen mutuamente. La unidad elemental de cambio con
siste en reestructurar actitudes, emociones y conduc
tas. De ahí la importancia decisiva que tiene, para el lo
gro de la intervención, descomponer todas las hipótesis
en estos elementos (comunicación personal de J. W.
Wade, 1990).
Esbozar, en trance, el modo de introducir cambios en
uno de estos aspectos o en todos ellos puede ayudar al
individuo o a la pareja a crear una mayor satisfacción.
En el caso de cónyuges, podemos utilizar para la cons
trucción de metáforas un protocolo de estructura de
pareja que sirva de armazón más elaborada para abor
dar los tres elementos, sea en forma simultánea o uno
por vez.
La mayoría de las parejas desarrolla un conflicto cró
nico recurrente que genera dolor y frustración. Por lo co
mún, uno de los cónyuges se enfoca en una conducta
que resulta irritante en el presente; después, repasa to
dos los episodios pretéritos en que esta conducta le pro
vocó frustración; por último, la frustración actual se in
tensifica y se trasforma en profunda decepción, ira y, a
veces, desesperación. Aquello que lo irrita bloquea aho
ra su capacidad de acercarse a su pareja y sentirse ín
timamente unido a ella. Tal vez experimente, en cambio,
el afecto de sentirse solo y la sensación concomitante de
tener que soportar a otro «hijo». En cierto modo, lo irri
tante actúa para mantener apartada a la pareja, o para
apartarla enérgicamente cuando ha excedido su límite
de tolerancia a la intimidad. Si deseamos interrumpir
este ciclo y usar recursos olvidados o desaprovechados,
la metáfora puede servirnos de poderoso instrumento
de cambio.
194
dres y el self, podemos preguntar qué cambios es preci
so efectuar en cada una de estas imágenes mediante
desplazamientos de pensamiento, sentimiento y acción.
¿Qué recursos se necesitan para ayudar a los cónyuges
a manifestar una intimidad evolutiva adecuada y habi
lidades propias de su edad que se reflejen en sus pen
samientos, sentimientos y acciones? ¿Qué fenómenos
importantes de trance se utilizan ya? Despertamos o
enseñamos estos recursos valiéndonos de historias me
tafóricas y de la interacción simbólica entre paciente y
terapeuta, o de otras estrategias de intervención que se
expondrán en el capítulo 8.
La metáfora debe abordar primero la hipótesis sistè
mica y la imagen del matrimonio. Si la estructura del
sistema de pareja es disfuncional (p.ej., si hay un dese
quilibrio entre las dinámicas simétrica y complementa
ria), podemos sugerir metafóricamente una reestructu
ración del sistema. En segundo lugar, la hipótesis inter-
personal y la imagen de la familia de origen pueden ser
el foco de un trabajo metafórico que atienda a distorsio
nes perceptivas. Este nivel irá seguido del foco intraper-
sonal y la imagen del se¡f. Como ya se dijo, todas estas
pautas de imagen contienen conjuntos de conductas.
Debemos ser cuidadosos en el uso de los fenómenos
de trance insuficiente o excesivamente empleados para
cada nivel de hipótesis. Por ejemplo, crearemos una sola
historia metafórica para cada hipótesis o recurriremos a
una metáfora inclusiva para abordar actitudes, emocio
nes y conductas específicas.
La construcción de historias metafóricas que abor
den la dinámica de la pareja exige incorporar varios ele
mentos: 1) protagonistas que afronten un conflicto en el
que esté involucrado otro personaje; 2) un antagonista;
3) una motivación central de alcanzar determinada me
ta; 4) una reacción exagerada frente al problema; 5) una
línea argumental o una cadena de sucesos concatena
dos por una relación causal que afecten a los protago
nistas (Meredith y Fitzgerald, 1972). Podemos colocar a
los protagonistas frente aun conflicto temático que sim
bolice los problemas de los pacientes: lucharán contra
otra persona o situación, a partir de lo cual se producirá
un aprendizaje importante de las realidades de la vida.
195
El antagonista simbolizará lo que el paciente necesita
superar (p.ej., el miedo o la resolución de un conflicto). A
menudo, este personaje provee al protagonista de un es
pejo en el que ve su lado «oscuro», la faz de su persona
lidad que necesita ser equilibrada por la resolución de
un conflicto o la avenencia con alguna insatisfacción. El
mago de Oz ofrece un ejemplo exagerado de estas dos
caras de una misma persona, representadas por el pro
tagonista y el antagonista, cuando Dorothy busca en él
una respuesta a la pregunta sobre cómo regresar a Kan-
sas. El mago sólo es un hombre normal que finge poseer
poderes mágicos. Representa una parte escindida de
Dorothy que ella busca. En realidad, la de ella es una es
pecie de búsqueda de una visión que le permita encon
trarse a sí misma y a su propio poder. Es un tema exa
minado una y otra vez por la literatura, el teatro y el ci
ne. En la novela Shoeless Joe [Joe el Descalzo], de W. P.
Kinsella (1982) y su versión cinematográfica, Fleld o f
Dreams [Ei campo de los sueños], el protagonista carga
con un sentimiento de ira y culpa hacia su padre, el an
tagonista, a causa de su relación no resuelta. Su padre
falleció antes de que pudiera producirse resolución al
guna. Joe sigue un sueño donde escucha una voz que le
ordena construir un campo de béisbol, y de este modo
finalmente puede encontrarse cara a cara con su padre,
ex jugador de béisbol. Lo más increíble de la experiencia
es que su padre tiene veinticinco años. La conversación
entre ambos es una fuerte experiencia trasformadora
para el hijo, que empieza a comprender la naturaleza
humana del padre. Esta experiencia lo cura. Gracias a
este encuentro, el protagonista puede reclamar su pro
pia humanidad, entrar en contacto con su sentimiento
de que su padre debería haber sido algo más (un deseo
universal) y aceptar su propia desilusión ante la sen
sación de que también él debería haber sido algo más.
Cada una de estas historias metafóricas contiene una
motivación central para alcanzar una meta de autodes-
cubrimiento y resolución de algún conflicto. La motiva
ción de Joe para construir un campo de béisbol en su
granja es una fuerza interior que, en el nivel conciente,
lo impele a hacer algo extraordinario y, en el inconcien
te, lo incita a resolver su íntimo anhelo de amar y respe
196
tar al padre. Las historias metafóricas contienen, ade
más, una reacción exagerada frente al problema y una
trama o línea argumental.
La línea argumental está destinada a alcanzar dos
objetivos. Primero: recuperar una experiencia mnémica
o construir, por asociación, una experiencia que sirva de
recurso al paciente y le allane el camino hacia la reso
lución del problema abordado, sea cual fuere. La recu
peración y el incremento de estos recursos puede llevar
al aprendizaje generativo de nuevas experiencias pre
sentes y futuras. Segundo: el terapeuta puede insertar
sugestiones en la trama de la historia y, al mismo tiem
po, regular y guiar al paciente para que desarrolle su
sensibilidad de respuesta. Para ello, observaremos esa
sensibilidad e incorporaremos a la metáfora y al trance
la información recibida del paciente (cf. figura 7.1).
Protagonista:
Conflicto o Problema:
Linea argumental:
Desenlace:
197
cambiar y a la conducta más conveniente para producir
un resultado positivo. Podemos incorporar a la metáfora
los peculiares fenómenos de trance que utilizan las pa
rejas y aplicarlos a crear el resultado deseado. En Fíeld
o f Dreams, se usa primordialmente el fenómeno de di
sociación. La experiencia curativa que vive el protago
nista es una combinación única de progresión de edad,
disociación y sorpresa al hablar con un padre más joven
que él. Una vez que Joe ha comprendido los factores que
modelaron a su padre, le es más fácil alcanzar un senti
miento de perdón.
En una historia metafórica, la acción debe fluir en
cierta dirección. El «momento inicial» monta el escenario
para el comienzo de la metáfora, al que sigue la presen
tación de los personajes. La acción empieza a emerger.
Luego, se provoca un efecto dramático y se aviva el in
terés del paciente introduciendo una complicación que
culmina en una «crisis». La historia avanza; se produce
un vuelco en la crisis, que conduce a algún tipo de so
lución, y la narración termina, tal vez con un desenlace
abierto, un momento de suspenso Anal que deja per
plejo al paciente —¿cómo resolver el caso?— o la suges
tión de que habrá otra metáfora en una próxima sesión.
Podemos utilizar varios protocolos, según la etapa
evolutiva en que esté la pareja. Cuando los esposos lle
van pocos años casados, usamos el primer protocolo an
te la posibilidad de que estén en la etapa de conflicto,
tengan muchos problemas con sus familias de origen y
aún no hayan entrado de lleno en el matrimonio.
1. La pareja se enamora.
2. Las familias desaprueban la relación arrojando so
bre ella un maleficio que mantiene a la pareja uni
da y, sin embargo, apartada en lazos intermina
bles.
198
3. La pareja pide ayuda a un curador que ha librado
una lucha similar.
4. El curador ayuda a la pareja a crear un contrahe
chizo o a romper el malefìcio para poder unirse en
plenitud.
La etapafecunda
199
nente cumplimiento del proyecto y se siente abu
rrido porque no tiene ante sí ningún desafío nue
vo. Esta situación deriva en un conflicto interior.
2. Los cónyuges crean independientemente sendos
proyectos novedosos.
3. Intentan un nuevo emprendimiento que implique
desasirse de algo viejo y ejecutar una acción nueva.
4. La energía renovada, volcada en una tarea exter
na, aviva el interés por la relación.
200
«El [sic] no sabía que se recuperaría, pero está arraigan
do y las hojas echan brotes nuevos. ¡Me siento tan aver
gonzado por haberlo abandonado!», comentó. A medida
que la planta pasó a crecer y a desarrollarse, el paciente
comenzó a cuidar mejor de sí mismo. Nunca estable
cimos un nexo verbal directo entre la planta y él. En un
nivel inconciente, este joven tomó nota del modo en que
evitaba cuidar de sí mismo. Una depresión que arras
traba desde su familia de origen le impedía nutrirse a sí
mismo. Una vez que la planta hubo respondido a sus
cuidados, el joven empezó a tolerar una terapia más in
tensiva.
Por lo general, y como lo demuestra el ejemplo prece
dente, la metáfora del paciente está preñada de conno
taciones afectivas y cognitivas. Es una creación princi
palmente simbólica, lo cual impide al terapeuta darle
un significado partiendo de un punto de vista lógico. El
terapeuta puede dejar que bañe al paciente y sea absor
bida por él, esperar que este haga sus propias asociacio
nes metafóricas y permitir que su mente inconciente
dance con la de él. Cuando existe una relación de empa
tia entre la mente inconciente del terapeuta y la mente
inconciente del paciente, se produce una resonancia.
Este proceso inconciente simboliza la relación temprana
entre madre e hijo (Chessick, 1965; comunicación per
sonal de Whitaker, 1982).
Toda comunicación entre terapeuta y paciente se es
tablece en varios niveles. Erickson era ducho en comu
nicarse en los niveles simbólico y de contenido; sabía
que el nivel simbólico abordaba cuestiones psicodinámi-
cas así como la relación entre paciente y terapeuta. De
hecho, toda comunicación entre ambos aborda simultá
neamente estos niveles.
Ahsen (1978) desarrolló este concepto y propuso la
noción de que todo suceso evolutivo importante vivido
por una persona queda codificado para su recordación
eidètica. Una imagen eidètica es la que contiene la ima
gen en sí, la respuesta somática y el significado o res
puesta emocional. Un cambio en la imagen puede pro
ducir una modificación de las respuestas somática y
emocional. Es posible que estas imágenes estén codifi
cadas en un patrón de símbolos que estimule respues
201
tas afectivas y somáticas. El trabajo en trance estimula
y utiliza los símbolos del paciente.
Theodore X. Barber (1961) atribuye la eficacia de la
hipnosis a la imaginería que crea, en un individuo, por
medio de sugestión. Cuando se produce trance, no es
raro que surjan imágenes o sentimientos espontáneos.
C a s o ilustrativo
202
Susan: Sí. Lo veo como un tentador.
C. K.: Sin duda, tentó a Eva con la conciencia y, por eso,
con el orgullo; la tentó con el árbol del conocimiento y la
invitó a contrariar los deseos de Dios.
203
una cultura distinta de aquella en la que se había for
mado Susan, que mantenían las viejas tradiciones fami
liares. En su sistema de creencias, las hijas debían cui
dar de los padres necesitados; se esperaba que sacrifi
caran sus necesidades personales para satisfacer las de
sus progenitores. La paciente se debatía penosamente
con sus deseos (y su necesidad) de que sus padres adop
taran valores más actualizados y aceptaran su incum
plimiento de los dictados de la familia. Se esforzaba por
exigírselos, pero cuanto más les pedía que cambiaran su
modo de ser tanto más intentaban ellos manipularla
formando coaliciones con otros miembros de la familia y
enviándole mensajes por intermedio de los hijos y otros
parientes de Susan. Todos los mensajes señalaban que
ella nunca hacía lo suficiente por sus padres. La pacien
te acabó por sentirse culpable, deprimida y tan hen
chida de furor que no se permitía expresar sus senti
mientos por temor a lo que pudiera suceder. Sin embar
go, también se guiaba por la noción de que para purgar
sus malos sentimientos debía pasar horas y horas exa
minándolos. La serpiente masculina de sus sueños era
una imagen poderosa que representaba la invitación a
continuar así, o a usarla como aliada para descubrir el
modo de poner fin a sus dolorosos e intensos sentimien
tos de rechazo, furia, vergüenza y culpa.
Después de la sesión de hipnosis pro conversación, a
la que me he referido, Susan decidió abundar sobre un
ritual sugerido por mí para ayudarla a desasirse de su
exigencia de que sus padres, humanos e imperfectos,
fueran progenitores idealizados, a aceptar a sus padres,
a aprender nuevas maneras de protegerse cuando los
tuviera cerca y, quizás, hasta a disfrutar de algunos as
pectos de ellos. Visitó el sector del cementerio reservado
a su familia y, en las parcelas destinadas a sus padres,
enterró una cuchara de bebé y otros objetos que la re
presentaban como niña. Todos los miembros de la fami
lia, salvo Susan, pensaban ser sepultados allí. La pacien
te usó ese sector para «enterrar» al bebé exigente que
llevaba dentro. Por medio de este ritual hipnótico, peno
so y emotivo, pasó simbólicamente a la edad adulta.
Cuando visitó a sus padres, de regreso del cementerio,
se sintió capaz de mantenerse a suficiente distancia
204
como para protegerse y, al mismo tiempo, ser una hija
nutricia. Al avanzar en su trabajo psicoterapèutico, em
pezó a enfocar su atención en nutrirse adecuadamente
a sí misma en vez de esperar que sus padres continua
ran desempeñando ese papel.
Empezó a resolver algunos de estos problemas evolu
tivos y a mostrarse más tolerante con el hecho de que su
marido no cuidara del hogar (una metáfora de cuidar de
ella). Cuanto menos se quejó y presionó a su esposo tan
to más libre se sintió él para ofrecerse a colaborar más
en el cuidado del hogar.
El capítulo siguiente examina estrategias basadas en
el uso primario de fenómenos de trance por parte de la
pareja. Se alienta al terapeuta a desarrollar estrategias
fundadas en las necesidades y las deficiencias evolu
tivas propias de cada pareja.
205
8. El uso estratégico del trance
206
Cuando un paciente se ve atrapado en una limitación
conciente y encuentra difícil cooperar con el terapeuta,
parece más conveniente recurrir a un método indirecto
porque este tiende a soslayar la resistencia conciente y
suele proporcionar al paciente un símbolo generativo de
salud, equilibrio y bienestar.
Antes de tratar sobre estrategias, es importante exa
minar otro aspecto de la hipnoterapia. Como toda psi
coterapia, la hipnosis opera dentro de una comunica
ción paradójica. Por ejemplo, cuando se pide al paciente
que haga una levitación de mano, él experimenta un
sentimiento paradójico: «Estoy haciendo esto, no estoy
haciendo esto». Parece que el hipnólogo fuera causa de
ese desempeño, pero el paciente «sabe» que en realidad
es él quien levanta la mano. Puesto que se produce una
disociación, es como si la levitación ocurriera con inde
pendencia de la persona. Es la paradoja la que produce
disociación (Hoorwitz, 1989).
Una conducta sintomática corre paralela a una con
ducta de trance y también opera dentro de nexos para
dójicos. La conducta problemática se da con frecuencia
cuando una persona se siente atrapada en esta parado
ja: «Yo produzco este síntoma; yo no produzco este sínto
ma. Me sucede». Si un cónyuge se debate con un sínto
ma, como conducta compulsiva, ira, tedio o depresión, y
comunica esta situación a su pareja, el mensaje es: «Me
sucede esto. ¡Socórreme!». Cuando recibe este pedido
humillado de «socorro», el otro cónyuge pasa al frente en
un intento de asistencia, de consejo o de alguna otra
conducta en favor de su compañero. Por lo común, el
primer cónyuge recobra la posición de superioridad, y
alega que el consejo recibido no es suficientemente bue
no, porque no hace efecto. Pero enseguida recae en la
posición humillada y comunica a su pareja: «Este sínto
ma me domina. Por favor, ayúdame». El otro quizás en
saye algunos consejos o se haga cargo de la situación,
con lo que otra vez asumirá una posición de superiori
dad. Por supuesto, el primer esposo encuentra «insufi
ciente» esta respuesta, con lo cual sube a la posición
de superioridad para luego descender nuevamente. En
muchos casos, la pareja visita al psicoterapeuta cuando
el cónyuge salvador ha fallado. El estado de trance de
207
sarrollado durante este proceso, que es un estado diná
mico compartido, suele ser experimentado como nega
tivo y frustrante. Es preciso alterar la danza hipnótica.
Si el terapeuta asume la posición que había mantenido
el cónyuge salvador, es posible que se repita el mismo
proceso, siendo esta vez el terapeuta quien fracase en
resolver la dificultad, como había fracasado el esposo
salvador. Inducido a entrar en la danza hipnótica nega
tiva, corre el riesgo de llevar finalmente a su hogar la
frustración y la angustia de esa pareja, de comunicarlas
a su cónyuge y de co-crear su propia danza hipnótica
negativa. Este ciclo puede extenderse a sus hijos y a sus
amigos, y retornar por la vía inversa.
Pero si el terapeuta consigue crear un doble vínculo
terapéutico, tal vez el paciente pueda abandonar el sín
toma. El paciente dirá: «Produzco este síntoma, pero no
produzco este síntoma». El terapeuta concuerda con él y
le sugiere que es inútil eliminar el síntoma pero que qui
zás el paciente pueda experimentarlo en mayor o menor
grado. Este es el principio en que se basa Alcohólicos
Anónimos cuando insta a los bebedores problema a ad
mitir su alcoholismo. Sólo podemos controlar un proble
ma si capitulamos ante él. Al pasar de una posición si
métrica de auto-control a una posición complementaria
de capitulación ante un poder más fuerte que el propio,
el alcohólico cree que la única forma de asumir el con
trol es abandonarlo (Bateson, 1972).
El doble vínculo es el acicate del trance. Cuando un
individuo se siente atrapado en una paradoja, entra en
un estado alterado. Como una manera de encontrar
sentido a cierta experiencia que sustenta una lógica de
«tanto/como», la lógica del trance (o sea, algo es tanto de
un modo como del modo opuesto al mismo tiempo), una
persona desarrolla un estado de conciencia alterada
para protegerse de la angustia de una confusión tre
menda. En el universo lógico, algo puede ser sólo de un
modo al mismo tiempo, no «tanto/como». En el universo
del trance, es fácil experimentar la sensación de estar a
la vez aquí y allá, en el futuro y en el pasado, de tener
simultáneamente varias edades. Muchos adultos que
reanudan la práctica de un deporte al que se dedicaron
en su niñez o adolescencia dicen tener esta experiencia
208
de sentirse a la vez un muchacho de catorce años y un
hombre de cuarenta y tres. Pueden jugar al béisbol co
mo adultos y tener nuevas vivencias, pero continúan ex
perimentando los viejos sentimientos de su niñez cuan
do, parados en la base de cara al lanzador, ansiaban de
sesperadamente ser héroes o, al menos, no fallar. El
desafio está en evitar la humillación que tal vez sintie
ron de niños.
Hay varios métodos de uso del trance en terapia de
pareja: trabajo en trance individual, trabajo conjunto y
trabajo por medio de conversaciones con uno solo de los
cónyuges o con los dos. Estas y otras intervenciones
hipnóticas están destinadas a bloquear las señales in
terpersonales o intrapersonales que han alterado a los
esposos y generado su conducta sintomática. Se aplican
para crear una contrainducción, de manera que la señal
desencadenante de la conducta sintomática deje de ser
activada o adquiera un significado diferente. El tera
peuta elige uno o varios métodos guiándose por la eva
luación de la relación de pareja, los diversos fenómenos
del trance ya en uso y los que él pueda enseñar. Cuando
la relación se ve afectada por problemas individuales, se
puede usar un trabajo de trance con una persona mien
tras la otra observa el proceso. No es raro que si un es
poso entra en trance, el otro haga lo mismo. También es
posible ver a los esposos en forma individual, sin dejar
de abordar por ello el sistema conyugal. Ninguna de es
tas técnicas debe emplearse antes del «momento opor
tuno para la enseñanza».
El «momento oportuno para la enseñanza» es aquel
en que los individuos o compañeros hacen una pausa
en la confusión generada por su interacción y caen en
un trance leve. Este tiempo estratégico para iniciar el
trabajo de trance se da en cada sesión de terapia. Es el
momento utilizable terapéuticamente para desorganizar
el contexto habitual a fin de cambiar un modo de per
cepción, una secuencia conductal redundante o el sig
nificado de una emoción. Este momento suele presen
tarse cuando el paciente se halla en un estado de con
fusión o el terapeuta ha dicho algo que le suena veraz.
Si la pareja requiere un trabajo individual, tal vez
convenga trabajar separadamente con los esposos y
209
recurrir al trance más formal y al dialogal. En ocasiones,
esta separación resulta más beneficiosa que el trabajo
conjunto cuando los esposos persisten en su renuencia
a cooperar entre sí durante las sesiones y cada intento
del terapeuta de apoyar a uno de ellos es percibido por
el otro como un abandono. En tales casos, el terapeuta
puede seguir el mismo modelo y procedimiento evaluati-
vo que en las sesiones conjuntas.
El trabajo de trance dialogal o más formal es útil en
ciertos casos de terapia conjunta en que el terapeuta
desea trabajar con un esposo mientras el otro los ob
serva y luego proporciona información, o trabajar simul
táneamente con ambos. El trabajo conjunto es valioso
cuando acrecienta la ligazón y las sensaciones de ha
llarse en un estado de conexión.
Los siguientes fenómenos de trance, así como las in
tervenciones estructuradas y directas asociadas a ellos,
son utilizables en terapia conjunta o en el trabajo indi
vidual en torno de problemas de pareja. El terapeuta
acaso se decida por una de estas intervenciones sobre la
base de los fenómenos de trance ya practicados por la
pareja que, a su vez, acaso intervengan en el proceso
sintomático conyugal. Esos fenómenos se pueden ex
pandir en una dirección más positiva. El propósito de la
intervención debe ser abordar una de las hipótesis sis-
témicas, interpersonales o intrapersonales, desarrolla
das por el terapeuta a partir de los datos recogidos en el
cuestionario.
Disociación
210
experiencia se escinda de los demás aspectos. Por ejem
plo, el paciente experimenta una levitación hipnótica de
un brazo como si sucediera fuera de él. La experiencia
subjetiva le dice que en realidad el brazo no colabora.
La disociación existe sobre un continuo. Puede ser
leve en las experiencias comunes de la vida y más in
tensa en un trauma si ciertas partes de la personalidad
se escinden por completo de la conciencia y surge una
barrera amnésica. El trastorno de personalidad múlti
ple es un ejemplo de disociación extrema. Podemos ex
perimentar una disociación de los sentimientos a conse
cuencia de una conmoción o trauma. Un paciente que
mantenga en el tiempo la disociación entre afecto y
cognición acabará por ser incapaz de reconocer los sen
timientos fundamentales: ira, vergüenza, dolor, alegría,
culpa, soledad. En tal caso, hay que estimular y desen
cadenar esos sentimientos.
También nosotros podemos experimentar una diso
ciación entre cognición y afecto. Puede ser necesario
modular y administrar la intensidad del afecto si una
persona es conciente de sus sentimientos al extremo de
no poder tolerarlos o experimentarlos en forma equi
librada —sin pecar por exceso, de modo que el paciente
se vuelva disfuncional, ni por defecto, de modo que cai
ga en la chatura afectiva—. Algunas personas se obse
sionan con el pensamiento y se disocian del afecto; otras
se obsesionan con los sentimientos y se disocian de la
cognición; otras, en fin, mantienen una conducta com
pulsiva, y se disocian del afecto y la cognición. Veamos
algunas intervenciones que utilizan la disociación.
Ensayo mental
211
mo con su propia respuesta insatisfactoria en to
dos los niveles (actitud, conducta, respuesta fisio
lógica) en estado de vigilia.
2. Hacer que elija aquel recurso de trance que le ayu
daría a cambiar la respuesta.
3. Sugerirle que evite las interpretaciones psicológi
cas acerca de lo que le ocurre a él o a su pareja.
4. Hacerle construir un guión escénico con el recurso
de trance, para ponerlo en escena con la respuesta
deseada.
212
Diálogo entre estados de conciencia
213
increíblemente abusiva. Su madre solía golpearla, bebía
hasta atontarse y se retiraba al dormitorio. Su padre, en
su intento de ser a la vez padre y madre, se acercó de
masiado a su hija, y la convirtió en su confidente, com
pañera y esposa simbólica. La mujer hablaba de estos
antecedentes como si hubieran sido normales. Quedó
conmocionada al descubrir que las familias funcionales
no eran abusivas. Sus antecedentes familiares dificulta
ron su divorcio del padre y la fundación de su propia fa
milia. La paciente identificó una pauta en sus relaciones
con los hombres: tenía estallidos de furia en que los
apartaba violentamente de sí; después, se sentía depri
mida y confusa ante lo sucedido. Sólo podía etiquetar
los sentimientos que experimentaba cuando la conduc
ta de una pareja potencial la hacía desdichada. Cuando
exploré con ella el conjunto de sentimientos que llamaba
«ira», identificó primeramente un sentimiento de desilu
sión con su compañero. La desilusión la bañaba, cual
enorme ola, cada vez que él no respondía a la imagen
interior que ella mantenía de un hombre relación de pa
reja. Me dijo que los hombres por quienes se había sen
tido atraída eran bondadosos pero se mantenían muy
distantes, y se retraían frente a los conflictos. Cuando
un hombre la trataba con dulzura, ella sentía una nece
sidad desesperada de atrapar su atención y sacrificaba
todos sus deseos para complacerlo. Me informó que
buscaba cuidados maternales en compañeros distan
tes, emocionalmente inasequibles, con lo que recreaba
la relación mantenida con su madre.
La etapa siguiente en el complejo de sentimientos era
la depresión. «Si lo miro bien, mi sentimiento siguiente
es de rechazo —me explicó—. Después, en vez de que
darme con ese sentimiento, aparto al hombre y lo re
chazo con ira». Intentaba dominar o manejar el senti
miento de rechazo convirtiéndolo de golpe en un rechazo
del otro. Se sentía más poderosa si era la primera en
abandonar la relación en vez de ser ella la abandonada.
Al comienzo del trabajo de trance, esta paciente pudo
disociarse con facilidad. Una vez que estuvo en trance,
le pedí que antropomorfizara cada uno de estos sen
timientos y les hablara por separado como si fueran per
sonas (cf. el examen de mi trabajo en Achterberg y Law-
214
lis, 1980, cap. «Diabetes mellitus: Learning to think for
an organ»). Sentó en tres sillas a Soledad, Depresión y
Rechazo. En un animado diálogo con ellas, descubrió
que cada una de estas «entidades» era su aliada. Sole
dad la reconfortó, Depresión la protegió y, cuando se
sentó en la silla de Rechazo, sucedió algo curioso: se
acurrucó hasta hacerse una pelotita, su voz sonó mu
cho más joven y rompió a llorar. «¿Cuántos años tiene?»,
le pregunté. «Cuatro», respondió. Empezó a contar una
situación en que deseaba desesperadamente estar con
su madre, pero esta se hallaba bebiendo, completamen
te inasequible a cualquier contacto. Se sintió rechazada y
sola, y me dijo: «No puedo salir de este sentimiento. Así
me siento constantemente». Le sugerí que se sentara en
la primera silla y fuera ella misma, y dialogamos así:
215
ven, que se sentía asustada, abandonada y sola. En este
punto de la terapia, comenzamos a explorar otros recur
sos de los que podría echar mano para cuidarse. Con
ayuda de la hlpnoterapia y del programa de atención
hospitalaria, esta mujer brusca, amedrentadora y po
tencialmente explosiva se trasformò en una persona
más bondadosa, comprensiva y tolerante. Tres meses
después de su breve internación, me llamó por teléfono
para contarme que había roto su relación por dos moti
vos: descubrió que estaba mucho menos necesitada y
encontró un hombre mucho más asequible.
Esta mujer aprendió muchísimo acerca de su capaci
dad de diferenciar los sentimientos, comprenderlos, ma
nejarlos y cambiarlos. Se sorprendió al descubrir que
era capaz de dominar emociones y conductas que hasta
entonces parecían escapar completamente de su con
trol. Descubrió un poder cuya posesión ignoraba.
A quienes se sienten dominados por emociones que
ascienden en espiral, les conviene aprender a convertir
un sentimiento en otro. La disociación puede ser un ins
trumento valioso para cambiar y manejar sentimientos
fuertes.
S u eñ o dentro d e otro su eñ o
216
usando sus propios recursos interiores para proporcio
narle una mayor sensación de seguridad personal. Us
ted es capaz de atender a sus propias necesidades».
En ocasiones, un cónyuge tiene un sueño asociado al
trabajo de pareja. Resulta muy útil usar el sueño relata
do durante la sesión como un material inconciente acer
ca del cual la pareja acaso se ha comunicado mientras
dormía. Otras variantes posibles consisten en hacer que
la pareja sueñe con el sueño narrado en la sesión, o en
sugerir a cada esposo que sueñe con el otro.
217
veces una comprensión más profunda y una disposición
para cooperar. Entre los miembros de una pareja, hay
una resonancia eléctrica única. El intercambio de «piel»
puede mejorar la conexión y aumentar la resonancia.
A p a rea r d escripcion es
218
el terapeuta crea en su interpretación y, al mismo tiem
po, le ayude a desasirse de ella. Tomemos el caso de un
matrimonio que riñe a causa de las rabietas del marido.
Cuanto más le exige la esposa que actúe como un adul
to, y no como un niño, tanto más parece defender él su
conducta. El terapeuta puede responder así a la des
cripción formulada por la mujer: «¿Su marido tiene una
rabieta cuando las cosas no salen como él quiere [des
cripción dada por la esposa] o lo abruman el miedo y el
pánico y le resulta difícil gobernar estos sentimientos
que la terapia puede ayudarlo a dominar?» (comunica
ción personal de D. Hill, 1986). Este procedimiento de
aparear el encuadramiento negativo de la conducta del
esposo con otro más positivo y viable permite a ambos
cónyuges adoptar un enfoque diferente y salir de su per
niciosa comunicación en lazo. A medida que la esposa
comience a modificar su percepción del marido, y vea en
él más a un hombre con una dificultad que puede llegar
a dominar que a un ser irremediablemente inmaduro, el
esposo podrá volverse más competente en el gobierno de
sus sentimientos.
S e r inaccesible
219
Regresión de edad
P o n er f in al diálogo interior
220
que el sentimiento existe para alertarlo sobre el hecho
de que ha venido evitando algo que requería su aten
ción; en otras palabras, el sentimiento era en realidad
un recurso que tendía a restaurar cierto sentido de
equilibrio interior.
Para interrumpir el diálogo interno, el terapeuta pue
de trabajar con el paciente y hacer que este altere su
perspectiva con el propósito de romper el contexto ha
bitual. Quizá le sugiera que tome todas las defensas
puestas de manifiesto por medio del diálogo interior y
las visualice en forma de escudos. Estos escudos sirven
para proteger al individuo y a su pareja de las dificulta
des de la vida diaria. Representan todas las actividades
del individuo que posean cierta cualidad protectora y
cada uno puede diferir de los demás en su forma, color
y ornamentación. El terapeuta trabaja con el paciente
para cambiar el aspecto, la estructura, el color o la loca
lización protectora de determinado escudo así como las
actitudes, emociones y conductas relacionadas con él.
Si un paciente se atasca en pensamientos obsesivos
acerca de sus incapacidades, el clínico puede sugerirle
que mienta para cambiar el diálogo interior. Por ejem
plo, si sabe que el paciente se censura constantemente,
obsesionado por su incompetencia, puede sugerirle que
se mienta a sí mismo durante ocho días. En vez de til
darse de incompetente, se dirá, mintiéndose, que es ex
tremadamente competente. El propósito de este ejer
cicio es enseñar al paciente que ambos asertos son fal
sos. Es una estrategia paradójica semejante a la ideada
por Erickson para crear dobles vínculos terapéuticos.
Otro método que ayuda a interrumpir el diálogo inte
rior y a cambiar el estado de conciencia consiste en vi
sitar al paciente en un momento de su pasado. Erickson
creía posible alterar la historia perceptual de una perso
na por medio de técnicas de regresión de edad similares
a las descritas en El Hombre de Febrero (Erickson y
Rossi, 1989). Allí vemos que un adulto puede retroceder
en el tiempo hasta un hecho vivido cuando el paciente
era más joven y vulnerable. El adulto nutre y protege al
niño, o lo aconseja. El terapeuta quizá desee reforzar es
ta técnica y crear en trance el «ambiente de amparo» del
paciente. Para ello, le sugerirá un personaje femenino,
221
cálido y nutricio, y otro masculino, igualmente nutricio,
que lo acompañarán en su regresión a una edad más
difícil y lo protegerán hasta que complete la revisión de
un episodio traumático. Los dos personajes lo ayudarán
a modificar los efectos del trauma, o lo asistirán para
protegerlo de daños y peligros.
U sa r u n p u e n te afectivo
222
recurrentes y los use como puentes tendidos hacia el
pasado para regresar a la primera vez en que experi
mentó esa emoción o síntoma. Si emplea esta técnica, el
terapeuta quizá descubra la tarea evolutiva que ha que
dado pendiente. Además, traerá a luz el conflicto origi
nal, que quizás opere de manera encubierta. Acaso esto
deje en claro para el paciente un nexo con el problema
actual, lo que permitirá al terapeuta avanzar hacia su
solución.
Recuperar recursos
223
Progresión de edad
T écnica d e la b o la d e cristal
224
Insight inconciente con seu d o-orien ta ción e n el
tiem po
P erso n a lid a d es d e l fu tu ro
225
Es característico que un cónyuge imagine concien-
temente varios futuros en compañía de su pareja. En
trance, podemos sondear la mente inconciente y extraer
de ella ideas sobre el futuro desconocidas para la mente
conciente.
226
opinan que «cuando existe una diferencia "marcada" en
tre la duración aparente de un intervalo dado y su lectu
ra en el reloj, decimos que hay una “distorsión del tiem
po”» (pág. 2). La «duración aparente» es esa percepción
de la cantidad de tiempo trascurrido. A veces, cuanto
más disfrutamos de un suceso, tanto más acortamos el
tiempo de su goce; cuanto más doloroso nos resulta,
tanto más expandimos el tiempo de sufrir.
No es raro que las parejas experimenten una expan
sión del tiempo cuando las invade un sentimiento de
amor recíproco. El proceso de la aproximación sexual y
el orgasmo en parejas cuyos compañeros se sienten sa
tisfechos uno con otro suele ser una experiencia de un
placer moroso, intenso. En cambio, si existe una ira re
cíproca, el contacto sexual parecerá durar unos treinta
segundos. En medio de un conflicto, el tiempo se con
trae, se retarda hasta alcanzar una lentitud torturante y
los sentimientos dolorosos parecen prolongarse indefi
nidamente. En unos pocos segundos fugaces, cada es
poso puede repasar todos los hechos penosos de su his
toria percibidos como injusticias cometidas por el otro,
junto con los resultados de su conducta «mezquina y
desconsiderada». Hay dos estrategias básicas utilizables
para ayudar a resolver conflictos: la condensación y la
expansión del tiempo.
227
E x p a n sió n d el tiem po
Analgesia /anestesia
228
Amnesia / hipermnesia
229
un libro determinado en el estante de la biblioteca y, al
tomarlo, descubrimos que es otro. Entre quienes dejan
regularmente su automóvil en el mismo estacionamien
to provisto de una barrera protectora automática que
sube y baja cada vez que entra un vehículo, es común
que la vean aunque haya sido arrancada. Estas alucina
ciones cotidianas también pueden ser auditivas. En oca
siones, el terapeuta se vale de alucinaciones positivas
para sugerir que cada esposo vea en una bola de cristal,
o en una pantalla cinematográfica, la respuesta especí
fica que desea dar en una situación cargada de tensión.
La alucinación negativa es otra forma de alucinación
natural, definida como la capacidad de no ver algo que
está presente. Por ejemplo, no damos con las llaves de la
casa a pesar de tenerlas delante de nuestros ojos; quizá
las miremos directamente, pero no podemos verlas. La
incapacidad de reparar en sonidos, en sensaciones físi
cas o en ciertas señales visuales se puede aprovechar
como un recurso en terapia conyugal. La mayoría de los
cónyuges contraen ciertas irritaciones idiosincrásicas
frente a su pareja. Prestar atención a «ese tono de voz» o
«esa mirada» puede ser la señal desencadenante de un
conflicto cada vez más intenso. El terapeuta procura in
terrumpir la pauta sugiriendo que los esposos no repa
ren en ciertas señales y sí presten atención a algún ele
mento más grato (Lankton y Lankton, 1983, 1988). Hay
casos en que es importante averiguar la asociación que
establece esa persona con su fastidio o molestia a fin de
poder resolverlo por completo.
El uso de una o varias de estas estrategias depende
de la meta terapéutica y de los fenómenos de trance uti
lizados corrientemente por la pareja. Para interrumpir
una interacción que se inicia en un miedo intenso y con
duce a sentimientos negativos, podemos aplicar la si
guiente estrategia (salvo en casos de abuso).
Muchas veces, un esposo provoca involuntariamente
en el otro un miedo que marca el comienzo de la interac
ción disfuncional en lazo. El sentimiento de temor de
sencadena una regresión de edad y un estado de trance
negativo. Cuando uno de los cónyuges o los dos pueden
individualizarlo como un factor desencadenante de la
danza hipnótica, el terapeuta les enseña a manejar ese
230
sentimiento aplicando el siguiente protocolo. El paciente
podrá practicar y usar las habilidades adquiridas para
interrumpir una respuesta habitual, y así interrumpirá
también la pauta disfuncional. Los pasos que siguen se
pueden adoptar una vez inducido un trance. Las citas
que acompañan cada paso han sido tomadas de la vi
deocinta del trabajo hecho por Erickson con Monde
(Erickson y Lustig, 1975). Ejemplifican los pasos desti
nados a enseñar a una paciente a mantener un senti
miento de seguridad e indemnidad por medio del pro
tocolo hipnótico.
231
5. Hágale m em orizar los sentimientos positivos.
Monde recuerda sus chapoteos en un lago cuando tenía
dos años. Erlckson realza los buenos sentimientos: «Y
memorice todos esos buenos sentimientos, porque son
muchos. Es un aprendizaje. . . Así como aprender un al
fabeto, aprender a reconocer las letras y los números, es
la base de todo un futuro de lectura, escritura y enume
ración, del mismo modo, memorizar los buenos senti
mientos de chapotear en el agua con total abandono es
algo que usted aprende y que permanecerá con usted en
las etapas ulteriores de su vida para ser utilizado en
forma directa».
6. Suscite un segundo recuerdo positivo y repase los
buenos sentimientos. Monde tiene otro recuerdo positivo
de cuando perseguía despreocupadamente a los patos.
«Ella necesita aprender ese goce porque hay diversas
cosas a lo largo del camino de la vida, y usted tenía que
aprender esas cosas. . . y descubrir, más adelante, el
modo de usar esos aprendizajes».
7. Hágale cerrar los o/os y tener un recuerdo negativo
de su niñez. Erickson pide a Monde que tenga un mal
recuerdo con los ojos cerrados. Ella recuerda el patear
una ventana de la escuela y sobresaltarse al ver que se
rompe. Erickson reencuadra el incidente, dicléndole:
«Es lindo aprender qué es un sobresalto, ¿verdad?».
Erickson se adecúa al ritmo de la paciente, recupera
un recuerdo acompañado de un sentimiento y lo reen
cuadra en un nuevo aprendizaje que, según dice, un
adulto puede adquirir y comprender en mayor medida
que un niño. A continuación, recupera un sentimiento
de seguridad e indemnidad.
8. Evoque los sentimientos negativos y sugiérale que
puede cambiarlos abriendo los ojos. Erickson le sugiere
a Monde que, no bien cierre los ojos, empezará a sentir
se molesta pero luego, cuando los reabra por indicación
de él, se sentirá bien. Repite el proceso y le dice: «Puede
permitirse sufrir y sentirse desdichada porque sabe que
cuando haya experimentado esos sentimientos comple
tamente, puede abrir los ojos y desterrarlos».
Le hace examinar el sentimiento molesto y le sugiere
que lo está atravesando. Después, le pide que abra los
ojos y vea qué hace, como niña de dos años, en el extre
232
mo opuesto del consultorio. Monde puede mantener el
sentimiento positivo como mujer adulta.
9. Repase una vez más los sentimientos negativos. Pi
da al paciente que abra los ojos para eliminar el senti
miento previo y repase los sentimientos positivos recor
dados mientras procura retener el sentimiento negativo.
Erickson hace recordar a Monde una paliza recibida.
Le dice que creyó que no sobreviviría a ella, pero que so
brevivió; lo mismo sucede con la mayoría de los infor
tunios. Ella sobrevivió a la paliza y puede sobrevivir a
otros infortunios. Después, le hace experimentar una
paliza peor aún, y le dice: «Sentirá cierto odio en su inte
rior a causa de esa paliza... odio, ira y dolor. .. Siéntalos
todos. Y experimentará cierta sensación de “nunca
más". Y ahora sentirá: “Puedo sobrevivir a esto y nunca
más tendré esa paliza, ese odio y esa ira"». Le pide que
reexamine a fondo el sentimiento de dolor; así sabrá que
es capaz de tolerarlo. No obstante, le sugiere que en su
vida adulta nunca volverá a tener esa experiencia dolo-
rosa. Tampoco necesita mantener el odio y la ira por este
incidente que puede quedar en el pasado y, al mismo
tiempo, ser integrado totalmente.
10. Valiéndose del recurso de seguridad recuperada,
reexamine una situación negativa actual concerniente al
cónyuge del paciente; después, revea la peor situación
conyugal posible y pida al paciente que abra los ojos para
eliminar ese sentimiento malo. Hecho esto, repase los
sentimientos positivos de seguridad e indemnidad. Ha
ga que su paciente revise la situación negativa utilizan
do el recurso positivo.
Erickson sugiere a su paciente que la Monde adulta
lo conocerá, la Monde que abriga sentimientos de segu
ridad y bienestar «sabiendo que cuando la golpee un
malestar o una pena, podrá cerrar los ojos y luego abrir
los». Enseguida le hace practicar la técnica de desterrar
los sentimientos negativos cerrando y reabriendo los
ojos. Por último, le imparte una sugestión importante,
orientada hacia el futuro, cuando le dice: «Usted puede
pretender cualquier cosa y dominarla».
233
perar las limitaciones aprendidas y practicar una habili
dad deseada. Se puede resolver un trauma que acaso
impida a una pareja disfrutar de su relación. En los
capítulos siguientes abordaremos el posible efecto de un
trauma temprano sobre una relación desde la doble
perspectiva del conflicto conyugal y la enfermedad
psicosomàtica, y propondremos estrategias específicas
para resolver estos problemas.
234
9. El papel del trauma en el conflicto
conyugal
235
No es raro que sobrevenga una amnesia del suceso,
acompañada de una represión de la memoria y los sen
timientos. Más adelante, esa persona tal vez responda
con manifestaciones de sobresalto, hipersensibilidad al
ruido, anestesia emocional, incapacidad de experimen
tar sentimientos o reconocerlos, alexitimia y conversión
a síntomas somáticos. Entre las conductas posibles,
figuran el estado hiperalerta, el retraimiento, el malhu
mor, la dificultad para conservar amistades. Otra con
ducta puede incluir un trabajo excesivo destinado a
mantener distancia de otros.
En el nivel fisiológico ocurren ciertos cambios impre
sionantes. El stress ineludible agota la norepinefrina, la
dopamina y la serotonina, importantes neurotrasmiso-
res por medio de los cuales el cerebro nos mantiene mo
tivados para ejecutar una tarea. La conmoción, igual
mente ineludible, va seguida de un agotamiento de la
catecolamina que, a su vez, reduce el pestañeo y la efi
ciencia en el trabajo y genera un temblor tosco. El agota
miento de los neurotrasmisores provoca sobresaltos,
estallidos, pesadillas y remembranzas intrusivas (Van
derKolk, 1987).
Adicción al trauma
236
endógena que produce un estado de relajación. Algunas
personas son concientes de las crisis constantes que
jalonan su vida.
Un paciente eludió por años el pago de impuestos. Se
jactaba de no haber sido perseguido, pero sabía que era
una simple cuestión de tiempo. Sé involucró en una cri
sis tras otra, desde una aventura amorosa con la mujer
a quien luego desposó (lo cual le costó su empleo) hasta
transacciones financieras que lo llevaron peligrosa
mente al borde del desastre. Su esposa mantuvo el ma
trimonio a causa de su aferramiento a tradiciones reli
giosas contrarias al divorcio. Ella reconoció una pauta
de conducta: elegía a hombres que necesitaban ser sal
vados y después, al no realizarse la idealización del ro
mance, se enfurecía y se sentía decepcionada. El marido
se había criado en una familia alcohólica y abusiva don
de las palizas eran cosa corriente. Su capacidad de con
fianza era mínima; además, manifestaba una edad emo
cional mucho menor que la cronológica. Cada vez que
bailaba al borde de la destrucción, experimentaba un
sentimiento de euforia. Tal conducta suscitaba en la es
posa resentimiento y, a la vez, cuidados solícitos. La eu
foria o liberación de placer que sigue a un acto abusivo
refuerza esa conducta como un medio de sentir placer y
descargar tensión.
A menudo, el tratamiento psicológico del trauma ha
puesto el acento en una revivificación en el trabajo de
trance hipnótico: revivir el trauma a fin de integrarlo.
Pero si esto va seguido de una liberación condicionada
de endorfinas y una hiper-reactividad ulterior, se corre
el riesgo de que la evocación y la nueva vivencia de re
cuerdos en torno del trauma produzcan más bien un
empeoramiento de los síntomas y una retraumatización
del paciente. El terapeuta debe cerciorarse de que el pa
ciente puede ver a una personalidad más joven desde
una distancia segura que le permita sentirse a salvo.
Mary Jo Peebles (1987, 1989) ha creado un ejemplo
artístico del proceso de «reelaboración» para el trastorno
de stress postraumático (PTSD \post-traumatic stress
disorder]) por medio de hipnoterapia analítica. Sin em
bargo, después que pidió a una paciente revivir el re
cuerdo terrible de haber despertado durante una opera
237
ción quirúrgica, causante de su PTSD, en la siguiente
sesión la mujer le confesó que había estado a punto de
no volver al consultorio porque la revivencia había exa
cerbado sus jaquecas y demás síntomas. Peebles re
currió entonces a la visualización de la escena en un
monitor de televisión. Aunque logró ayudar hábilmente
a la paciente a resolver el trauma, quizá todo habría sido
más fácil para ambas si hubiera empleado medios in
directos mucho antes. Cuando se conduce una terapia,
hay que tener presentes ciertos factores biológicos. Eric-
kson nos prevenía contra el abordaje directo e indicaba
que el paciente podía reexaminar un hecho desde cierta
distancia: «Pueden (...) hacerle crear por alucinación un
escudo protector o una tela opaca, y hacer que ese escu
do o tela se vuelva cada vez más delgado y trasparente, y
le deje ver el área de angustia» (CP IV, pág. 396). A su
juicio, el terapeuta tenía más libertad de acción para
ayudar al paciente a resolver sus problemas si este ac
tuaba como un observador por medio de una revisión
disociativa, es decir, la revisión de un trauma desde
cierta distancia, fuera a través de una metáfora o de la
contemplación de sí mismo a distancia, en lugar de re
vivir de una manera actual el hecho traumático histó
rico. Hacer que un paciente reviva reiteradamente un
trauma equivale, en esencia, a hipnotizarlo en esa pauta
traumática.
238
\
239
para resistir el trauma y mantener su ser. Le sigue una
respuesta de sobresalto, depresión, irritabilidad, per
turbaciones del sueño y relaciones muy conflictivas en
las que a veces se vuelve a representar el trauma. Den
tro de la relación conyugal, es posible que varios ele
mentos actúen como recordatorios del trauma y que el
conflicto consiguiente escasa o ninguna relación guarde
con el vinculo como tal.
240
nado estado o nivel de vigilancia con (2) una determina
da interpretación simbólica de la vigilancia; la experien
cia queda ligada al estado y ello hace posible su evoca
ción, sea por inducción (natural, hipnótica o con ayuda
de drogas) del nivel de vigilancia específico, sea por
presentación de algún símbolo de su interpretación
(p.ej., una imagen, una melodía o un sabor)» (pág. 373).
En algunos experimentos con SDL, se embriagó a un
grupo de sujetos con bebidas alcohólicas y luego se les
enseñó sílabas carentes de sentido. Ya sobrios, varios
miembros del grupo fueron incapaces de recordarlas pe
ro, tras embriagarse nuevamente, pudieron recordarlas
muy bien. Se ha demostrado que, además de ser un
efecto de drogas, el SDL se da en ciertas estrategias de
memorización, estados emocionales y stress (Henry,
Weingartner y Murphy, 1973). Además, está entre los
efectos del sueño y el ritmo circadiano (Holloway, 1978).
Bower (1981) revisó la bibliografía sobre el SDL condi
cionado por el estado de ánimo. Podemos inferir que
existe una rememoración dependiente del estado de áni
mo. Los datos indican la posibilidad de vincular el es
tado de ánimo natural o inducido (por hipnosis o drogas)
con la codificación y la rememoración de recuerdos. A
cada aprendizaje corresponde un estado neuropsicofl-
siológico especial; cuando se da este mismo estado, re
torna lo codificado o aprendido en él, sea cual fuere su
naturaleza. En la bibliografía sobre el trastorno de per
sonalidad múltiple hemos descubierto que ciertos fenó
menos aparentemente extraños son, en realidad, for
mas extremas de una pauta de respuesta disponible
para todos. El trastorno de personalidad múltiple (gene
rado en muchos casos por malos tratos severos sufridos
en la infancia) ocupa el extremo de un continuo de diso
ciación normal que parte de los sueños diurnos o los
estados de trance cotidianos y normales, y llega a «la re
presión, los estados yoicos, la disociación extrema y la
personalidad múltiple» (Braun, 1984, pág. 173). Con
frecuencia, las diferentes personalidades llevan en sí
respuestas inmunológicas y estados de enfermedad di
símiles: una padece diabetes y otra no, una tiene una
vista excelente y otra necesita usar anteojos, o difieren
sus ritmos cardíacos, sus umbrales de sensibilidad al
241
dolor y sus reacciones alérgicas. En la actualidad, se
Investiga la posibilidad de establecer contacto con los
estados sanos y utilizarlos en personas que se disocian
dentro de una franja más normal. Como terapeutas, nos
conviene comprender que los estados Internos siempre
son interpretados por el individuo.
Los pacientes que describen la respuesta de sobre
salto ante ruidos fuertes o que alucinan algún suceso
traumático de su niñez y lo superponen Inadecuada
mente a su presente tienen un determinado nivel de vi
gilancia aguzada y lo Interpretan como «Me matarán».
En tales casos, nos conviene ayudarlos a reinterpretar la
experiencia kinestésica de una manera más apropiada,
y no como una cuestión de vida o muerte.
242
esposa vivía obsesionada por la idea de abandonar el
matrimonio, algo mal visto por su religión. El marido se
había criado en un hogar donde la cólera era previsible y
se exigía conformidad. Tenía fuertes sentimientos de
inseguridad y de miedo y, para defenderse de ellos, se
guía a su esposa adondequiera que fuere. La persuadió
de que trabajara en su oficina, así podrían pasar el día
juntos. Cada vez que ella quería reunirse con sus amis
tades o Jugar al tenis, él la llevaba en el auto y la espe
raba, o le exigía que lo llamara por teléfono tres veces
durante su ausencia. Si «se olvidaba», se enfurecía hasta
sumirla en el remordimiento. La esposa se había criado
en un hogar en el que la madre era victima de los furores
del padre —que, además, la rebajaba con sus actitudes
y conductas— sin que ella le hiciera frente jamás. Por
consiguiente, se había formado en la creencia de que las
mujeres eran seres débiles que necesitaban del cuidado
de un hombre aunque los modales de él fueran ásperos.
Había procurado someterse a las exigencias de su espo
so, pero su depresión y su ira aumentaron hasta llegar a
un punto en que empezó a manifestar una conducta pa
sivo-agresiva. Por último, comenzó a interesarse por su
compañero de tenis, quien la trataba con mayor amabi
lidad que su marido. Acabaron por compartir algo más
que un partido de tenis y el marido descubrió su rela
ción. Fue entonces cuando iniciaron el tratamiento.
Veamos otro efecto potencial del trauma sobre la vida
conyugal de los adultos. Muchos individuos que de ni
ños sufrieron un trato abusivo se hacen muy suscepti
bles a la hipnosis (Hilgard, 1972). Rossi (1986) ha inves
tigado el modo en que ciertos mecanismos ligados a un
estado provocan un trance. Estos mismos mecanismos
pueden operar entre los esposos. Cuando un estímulo
(p.ej., la conducta de un cónyuge) provoca determinado
estado, un recuerdo emerge burbujeante y sobreviene
de repente un proceso psicofisiològico. Un estado de
alerta y alarma penetra la mente y el cuerpo, el indivi
duo hace una regresión de edad y quizás experimenta
los mismos sentimientos que tuvo cuando niño durante
el episodio abusivo. Si bien es posible despertar del
mismo modo recuerdos positivos, quien ha tenido un
pasado de maltrato reparará más en reacciones de so
243
bresalto y alarma repentina que en sentimientos posi
tivos. De ahí la posible susceptibilidad de uno de los
cónyuges o de los dos a un trance negativo en el con
texto conyugal. Tal vez se retrotraigan a una experiencia
anterior (•Jlashback») o se alucinen y experimenten a su
pareja de una manera completamente distinta de como
ella se experimenta a sí misma. Calof (1989) dice que
«para el sobreviviente (que vive fuera del tiempo), el nivel
de realidad percibida de un “Jlashback' a un episodio
anterior equivale a la experiencia original del episodio
como tal o a la experiencia cotidiana corriente» (pág. 11).
Esta experiencia puede ocurrir en alguien que ha tenido
que soportar otras experiencias de maltrato durante su
crianza. La respuesta asaz dramática de un cónyuge
suele provocar en el otro reacciones adicionales que, a
su vez, susciten nuevas reacciones en aquel. El resul
tado es la circularidad, la reciprocidad y el surgimiento
de dificultades compartidas para determinar los senti
mientos o la dinámica. Cada esposo no siempre es capaz
de definir lo que le sucede a medida que se intensifica la
reacción dual. De hecho, algunos sólo pueden expresar
ansiedad, dolor, ira y miedo con maniobras de acusa
ción y ataque.
Si un trauma temprano no es resuelto e integrado,
estorbará en la tarea de abrir el camino hacia una rela
ción conyugal funcional porque afectará la percepción
adecuada del compañero y la capacidad de manejar
afectos tales como el dolor y la alegría, y porque refor
zará la conducta de aferramiento o distanciamiento. El
niño desatendido o maltratado tiene una mayor vigi
lancia fisiológica. El cuidador puede reducirla por medio
de una conducta nutricia (p.ej., calmándolo con caricias
o palabras tranquilizadoras). En cambio, si lo trata con
brusquedad una y otra vez, el nivel de vigilancia del niño
se disparará fácilmente, generará pánico y un movi
miento crónico hacia la autosedación rápida por cual
quier medio que tenga a mano: comida, bebidas alcohó
licas, drogas, sexo o conductas compulsivas. Ya adulto,
tal vez se procure consuelo recurriendo a un proceso
dependiente en sus relaciones, en el que sacrificará sus
necesidades para mantenerse conectado con otra per
sona.
244
Tratamiento
245
mentos perturbadores que hacen intrusión en la vida
cotidiana. Pero el repaso de recuerdos negativos no
suele ser terapéutico cuando su único propósito es la
revisión por sí misma.
El terapeuta puede pasar a asistir al paciente para
que determine sus lagunas mnémicas con empleo de
una hipnosis por conversación: le pedirá que determine
su fecha de nacimiento y que luego, avanzando en el
tiempo, marque cada año de vida con el correspondiente
año escolar. El recuerdo de un año escolar puede des
pertar recuerdos significativos porque la asistencia a la
escuela es una experiencia universal. Recordar a maes
tros, lugares, experiencias concretas y otros detalles
suele estimular un recuerdo. Si se determina que la la
guna mnémica representa un período problema poten
cial donde pudo haberse producido un trauma, el tera
peuta puede usar una regresión de edad (inducida en la
conversación) para retrotraer al paciente a una época
anterior al problema y, después, seguir trabajando en
forma retrospectiva. Como existe la posibilidad de que
se desencadene un torrente de sentimientos incontro
lables, el trabajo debe incluir una preparación del pa
ciente por medio de la práctica de despertar recursos de
confianza y seguridad.
El siguiente protocolo indica los pasos que ayudarán
al terapeuta a facilitar la recuperación del paciente y a
alterar un recuerdo penoso o traumático.
1. Induzca un trance.
2. Imparta una sugestión indirecta para que el pa
ciente reexamine recuerdos de su pasado a dis
tancia y escena por escena.
3. Comience por un recuerdo neutral (p.ej., la pri
mera vez que nos paramos y descubrimos el
cambio de perspectiva).
4. Interrúmpalo suscitando un fenómeno de trance
(p.ej., una disociación por levitación de mano).
5. Intercale en la suscitación del fenómeno de tran
ce sugestiones de un recuerdo placentero de la
niñez y profundice el trance.
6. Despierte sentimientos de seguridad e indemni
dad describiendo metafóricamente una escena fe
246
liz universal (p.ej., acariciar a un animal domésti
co y sentirse cabalmente amado y aceptado). Su
giera al paciente que estos sentimientos perma
necerán en él, como recursos, para su posterior
uso. Si desea reexaminar otro recurso positivo,
puede suscitar un segundo recuerdo feliz, reite
rando la sugestión de que podrá usar este recur
so en un momento ulterior de su vida. Destaque
los sentimientos de seguridad e indemnidad.
7. Imparta la sugestión de que, por medio de una
disociación, vea al niño que fue poco antes de
entrar en los posibles tiempos difíciles. Empie
ce a alterar la experiencia introduciendo una fi
gura confortadora a la que el niño pueda contar
lo que le sucede. Esa persona puede ser usted o
un maestro confiable.
8. Utilice disociación y sugiera al paciente que la
parte adulta del individuo puede ver que la parte
infantil vive una experiencia dolorosa. Entretan
to, debe seguir dialogando con él acerca de lo que
le ocurre.
9. Vuelva a suscitar un sentimiento de seguridad e
indemnidad y sugiérale que podrá experimentar
lo no bien abra los ojos. Continúe recuperando
disociaciones y sentimientos de comodidad y se
guridad por medio de una contemplación distan
te. Es importante medir y regular con cuidado el
ritmo del paciente.
10. Prosiga su trabajo cauteloso hacia el recuerdo
más traumático y siga alterando el recuerdo con
un personaje o varios personajes confortadores.
El terapeuta debe asistir poco a poco al paciente
para que construya recursos superadores. Para
ello, lo alentará con suavidad a ver al niño que
vive una experiencia dolorosa y le recordará a la
parte adulta que proporcione a la parte infantil
los recursos que necesitó en el pasado. Nunca
debe actuar demasiado rápido. De ser necesario,
puede impartir la consigna de retardar la obser
vación del recuerdo. Tal vez el paciente sea capaz
de permitir la emergencia gradual de los senti
mientos dolorosos en el niño, y aprender así que
247
puede sobrevivir a ellos, integrarlos y cambiar
los. Después, el paciente puede abrir los ojos y
experimentar la desaparición del sentimiento.
Entonces se le podrá sugerir que deje para siem
pre en el pasado esos sentimientos y ese suceso.
La amnesia como fenómeno de trance se pue
de usar para hacer un trabajo hipnoterapéutico
después que el recuerdo se reexaminó en trance.
El terapeuta puede sugerir que la pintura inte
rior se complete así que la mente conciente esté
dispuesta. Estos pasos señalan tan sólo uno de
los muchos caminos que se pueden seguir para
resolver un trauma que tal vez afecta actualmen
te a una persona con la consecuencia de depri
mirla, de reducir su autoestima o de dificultar
sus relaciones.
248
conciente e interrumpían su vida cotidiana. Su autoesti
ma era bajísima y su contacto con los otros estaba satu
rado de sentimientos de vergüenza. Programé una se
sión de trance para ayudarla a retardar sus recuerdos y
a contemplarlos desde una distancia, a diferenciar sus
sentimientos y a aceptarlos sin avergonzarse. El acci
dente le había dejado como secuela algunos problemas
neurológicos que afectaban su vista y su equilibrio. Se
llevaba mal con sus padres y necesitaba mucha recrian
za y mucho restañamiento de heridas tempranas.
La sexta sesión comenzó con una exploración de su
memoria en busca de un personaje confortador.
249
ni siquiera puede imaginarlo hasta que tiene esa pers
pectiva futura. . . y mira hacia atrás. (La oriento hacía el
trance.) Quizás ahora pueda hacer algunos ajustes para
dejarse llevar por esos sentimientos agradables de reci
bir una atención cariñosa y darse el placer de ponerse
cómoda. (Lapaciente se acomoda en la silla.) Pero usted
ya ha estado en trance y puede iniciar su proceso único
y propio de entrar en trance. . . sea enfocando su aten
ción en su respiración o hallando algún otro modo de
volver su atención. . . hacia adentro. Por cierto que es
agradable sentarse aquí y entrar en trance. . . tomándo
se algunos instantes para sí. Naturalmente, entramos
en trance cada pocos minutos, pero es agradable hacer
lo ahora. Su mente conciente puede tener un pensa
miento, y su mente inconciente, otro. Tal vez su mente
conciente quiera saber que usted puede estar segura en
este lugar. Tiene diversas experiencias de estar aquí, se
gura. El trance es una mera experiencia personal que
usted crea para sí. Y su inconciente posee la capacidad
de proteger a la conciencia de todo aquello en lo que no
quiera pensar. Así como usted tiene ahora mismo una
bicicleta con una tercera rueda para mantener el equi
librio, así la mente inconciente hace las veces de una
cuarta rueda que posibilita esa sensación de equilibrio.
Cuando una persona sentada se pone de pie, equili
bra el peso sobre ambos pies con un movimiento natu
ral que usted aprendió hace ya mucho tiempo. . . un
aprendizaje que penetró en su mente inconciente de
manera tal que ahora no necesita pensar en él. Cuando
se pone de pie, sus manos asen los brazos de la silla, de
modo que hay cuatro pies manteniendo el equilibrio.. . y
luego dos, cuando se suelta. Su mente conciente puede
seguir una línea de pensamiento y su mente inconciente
otra, porque una persona en trance puede hacer dos
cosas al mismo tiempo.
Ya antes, usted ha sido capaz de crear ciertas sensa
ciones en su cuerpo. . . quizás una sensación de hor
migueo, o un adormecimiento parcial, o una sensación
cambiante por el puro placer de experimentarla. (Sigo
fomentando por un rato los fenómenos de trance.)
Estos tesoros, a veces no descubiertos, residen en
una variedad de aprendizajes. (Inducción.) Todo niño
250
que empieza a aprender a caminar. . . aprende esa sen
sación de guardar el equilibrio apoyándose en los pies.
Todos los músculos se coordinan de una manera deter
minada y, en verdad, no pensamos concientemente en
cómo sucede eso. Una vez que la niñita ha descubierto
que puede pararse sobre sus dos pies. . . aunque tal vez
se tambalee. . . hasta que sus piernas aprendan a cami
nar poniendo un pie delante del otro, ese aprendizaje
entra en su mente inconciente y, pasado un tiempo, esa
niña ni siquiera piensa en la acción de caminar, correr o
saltar.
(Comienzo la metáfora que procura abordar la actitud
de que puede manejar los recuerdos negativos y recupe
rar recuerdos positivos.) Una amiga mía me contó un via
je que había hecho en tren. Mientras una parte de usted
continúa desarrollando el nivel de trance que le gustaría
experimentar hoy, otra parte quizá tenga curiosidad por
saber qué relación tiene un viaje en tren con un nuevo
aprendizaje.
Aquel día, al tomar el tren, mi amiga no tenía la me
nor idea sobre lo que aprendería. Pero subió al tren con
una amiga. Estaban muy entusiasmadas porque no
viajaban en tren desde su infancia. Para revivir la expe
riencia, cruzarían el país.
Encontraron sus asientos, vino el guarda a marcar
sus pasajes y se dispusieron a disfrutar de lo que sería
una aventura interesante. El tren arrancó con ese ruido
que parecía tan familiar. . . triquitraque, triquitraque. . .
un ruido que ella reconoció. Era un tren muy distinto de
los que ella conocía. Tenía un compartimiento muy es
pecial. . . con televisores, un lugar donde relajarse, don
de apenas si se oía el traqueteo de las ruedas de la loco
motora. Apenas si sentían el traqueteo del tren. . . una
sensación placentera. . . como si algo se meciera en el
fondo de la mente.
Mi amiga decidió encender uno de los televisores y se
quedó ahí sentada, junto a su amiga. Había tomado un
folleto que describía las funciones del aparato, diferen
tes de las de un televisor común. La recepción de la ima
gen no era muy nítida a causa de todas las señales por
las que pasaba el tren al atravesar un pueblo tras otro.
El folleto decía que ese televisor peculiar podía orientar -
251
se, de una manera absolutamente única, hacia la perso
na que operaba sus controles. «Si usted sigue cuidado
samente las instrucciones, podrá crear su propio filme
—explicaba—. Podrá elegir los personajes, una linea
argumental. ¡Qué interesante es esto!. . . es como parti
cipar en un libro viviente que escribe usted misma. .. te
ner la capacidad y el control necesarios para cambiar
cualquier aspecto de él».
El usuario podía optar entre varios temas, pero a mi
amiga le pareció particularmente interesante uno en
que se visitaba a una familia donde se desarrollaban ac
tividades normales. Aunque había estudiado mucho
acerca de las familias, esta podía resultar interesante. . .
observar realmente a una familia en una interacción
cotidiana normal.
Oprimió un botón y en la pantalla fulguraron estas
preguntas: «¿Qué personaje elegirá? ¿Qué nombres da
rá a la madre, el padre y los hijos? ¿Qué edades ten
drán?». Mi amiga escribió sus opciones en el teclado de
computadora conectado a la pantalla del televisor. Hubo
una pausa. . . evidentemente, la computadora estaba
operando para incorporar la nueva información al par
que recuperaba otros datos... y coordinaba el conjunto.
En la pantalla, aparecieron esas instrucciones: «PUE
DE COMENZAR OPRIMIENDO EL BOTON “ARRAN
QUE”».
Así lo hizo, y empezó a mirar un filme acerca de una
familia. (Recuperación de una crianza positiva por parte
de figuras parentales.) En esta familia, la madre era muy
bondadosa aunque, por cierto, trataba con firmeza a
sus hijos cuando era preciso. Observándola en la panta
lla del televisor, mi amiga advirtió, entre otras cosas, el
modo en que esa madre miraba a sus hijos con verdadera
intensidad. . . sus ojos chispeantes les comunicaban
amor y afecto. . . y cómo los niños recibían y absorbían
hasta quedar saciados . . . y cómo jugaba la madre con
sus hijos. Cuando el papá regresaba del trabajo, se to
maba un tiempo para relajarse. Después, jugaba con
sus hijos. . . les arrojaba pelotas o les hacía bromas.
Ellos soltaban risitas tontas, reían a carcajadas y lo pa
saban estupendamente. Papá les dijo a poco: «Dentro de
un par de minutos, tendremos que interrumpir el juego
252
para que puedan hacer los deberes». Los niños accedie
ron a regañadientes y subieron al piso alto, a estudiar.
Mi amiga notó que en esa familia había mucho amor.
Sus miembros podían hablarse unos a otros y actuar en
forma respetuosa y solícita.
En la familia había una niñita aparentemente más
necesitada de cuidados cariñosos. Su madre percibía
las necesidades de esa hijita. De vez en cuando, le pre
guntaba con sincero interés cómo le iba con sus debe
res. En un momento, se volvió hacia el papá y le dijo: «So
mos afortunados por tenerla, ¡es una niña tan buena!».
Luego, la imagen cambió y aparecieron nuevas ins
trucciones: «PARA PROYECTAR LA HISTORIA HACIA
EL FUTURO, OPRIMA EL BOTON VERDE». (Proyección
del selffuturo para crear más recursos.) Según me contó
mi amiga, era tal su curiosidad por saber qué clase de
futuro tendría esta niñita, que oprimió el botón verde.
En la pantalla apareció otra pregunta: «¿CUANTOS
AÑOS HACIA EL FUTURO?». Mi amiga apretó la tecla
DIEZ; la computadora zumbó y se orientó hacia un
tiempo nuevo.
La niñita era ahora una joven. Estaba en un aula y
sus compañeros le pedían ayuda pues había llegado a
ser una estudiante excelente. La joven mujer notaba có
mo respetaban sus capacidades y conocimientos: solía
ser la primera a la que consultaban en caso de duda.
Ella observaba cómo los demás recibían su ayuda,
apreciaban su compañía y la disfrutaban.
La imagen volvió a cambiar enseguida, y apareció
nuevamente la pregunta: «¿CUANTOS AÑOS HACIA EL
FUTURO?». Ella oprimió otra vez la tecla DIEZ y la
computadora se orientó otros diez años hacia el futuro.
Aparecieron en la pantalla la niñita, la joven y una
mujer mayor, muy semejantes físicamente, e iniciaron
una conversación.
La mujer interactuó con las otras dos, diciéndoles:
«Es posible que ahora tengan muchas experiencias que
no saben cómo utilizar en su futuro. Quizá no sepan de
qué modo su pasado puede ser un presente futuro, un
regalo. (Le imparto la sugestión de que los aprendizajes
actuales la ayudarán en el futuro, igual que los anterio
res.) Nadie puede mirar hacia adelante y predecir Con
253
exactitud cómo usará esos aprendizajes, pero aquí estoy
yo: vengo de su futuro y, en mis años de vida, he logrado
muchas cosas. He tenido éxito —prosiguió diciendo—.
Siento esa confianza en mí misma que ustedes pueden
tener cuando echan los hombros hacia atrás y mantie
nen la cabeza erguida y el mentón bajo. Y nunca supe
todos los pasos que debía dar para llegar adonde estoy;
no obstante, desde esta perspectiva, puedo volver la vis
ta atrás y reexaminarlos, uno por uno. Todas las expe
riencias se ven distintas desde esta perspectiva futura,
parada aquí, en el futuro, mirándolas a ustedes, mis
personalidades pasadas». Y añadió: «Quiero alentarlas
en cada paso del camino. Con cada paso que dan, con
cada día, adquieren un aprendizaje que su mente incon
ciente puede utilizar para su propio crecimiento y ma
duración. . . y a veces esas experiencias son juguetonas.
Unas veces son experiencias de trabajo o conmovedo
ras. . . otras, humorísticas. . . pero cada experiencia en
sí, aun las dolorosas, puede ser un aprendizaje impor
tante. .. útil para su futuro. En verdad —admitió—, sólo
supe eso cuando leí una novela de uno de mis autores
favoritos. En ella, describía una experiencia extraña.
Volaba en un biplano. . . uno de esos viejos aviones sin
techo. . . y se preguntaba, en más de un sentido, cómo
marchaba su vida. Absorto en sus pensamientos, expe
rimentaba esa sensación de libertad que se puede tener
volando alto, cuando de pronto sintió la presencia de al
guien sentado a su lado. Se volvió a mirar y vio a alguien
que le resultaba familiar. Era un hombre que le sonrió y
le dijo: “Vengo de tu futuro. Soy tu futura personalidad”.
El piloto pensó que había ascendido demasiado y tenía
alucinaciones por falta de oxígeno. El hombre siguió di
ciendo: "Hay diversas experiencias que son importantes
para ti; he regresado para decírtelo. Cuando estas nue
vas experiencias enriquezcan tu vida y la hagan más
placentera, evitarás tomar algunas decisiones. En rea
lidad, he venido a informarte que tomarás la decisión
correcta porque, si no lo hicieras, yo no sería quien soy.
Conque ¡adiós!”. “¡Espera! ¿Quién eres?”, exclamó el
piloto, pero el hombre había desaparecido. El piloto que
dó con una sensación rara. Por cierto, recibir la visita de
nuestra futura personalidad puede darnos que pensar».
254
Mientras miraba el final de la historia en la pantalla
del televisor, mi amiga volvió a sentir la presencia del
tren. El ritmo de las ruedas que avanzaban por la vía. . .
la vía correcta hacia su destino. Hasta pudo oírlo silbar.
El tren se detuvo en la estación. Descendió con su amiga
y lo primero que vio al pisar el andén fue un hermoso ca
ballo castaño oscuro atado a un poste. El jefe de esta
ción vino hacia ella, le preguntó su nombre y le dijo que
alguien le había dejado ese caballo para que lo disfruta
ra. Mi amiga quedó atónita, pero se acercó al animal y
sintió un rapport inmediato con él.
Cuando me visitó, a su regreso del viaje, me dijo que
había retenido una idea. «Que tu mente inconciente. . .
siempre sabe proveerte de experiencias de aprendiza
je. .. y que puedes anticipar todas las experiencias que
tienes, y son muchas, para poder mirar hacia atrás y re
ver todos los pasos que has dado. . . todos los aprendi
zajes que has adquirido. . . son innumerables. . . dema
siados para retenerlos en tu mente conciente. . . pero tu
inconciente puede retenerlos. Demasiados tesoros para
que tu mente conciente los explore, pero tu inconciente
puede hacerlo y es capaz de enseñar algo nuevo a tu
mente conciente».
Antes de que ella se marchara, el jefe de la estación le
dijo: «¡Oh, a propósito! Esa persona me dio algo más
para que se lo entregara a usted». Era un pequeño pre
sente, envuelto en un papel colorido y atado con una
cinta. Ella lo miró sorprendida y él la instó: «Vamos,
ábralo». Desató la cinta, quitó el papel y abrió la caja,
pero dentro halló sólo otra caja, por supuesto que más
pequeña, envuelta en un papel. La desenvolvió, la abrió
y halló una tercera caja. Echó a reír, pensando que era
una broma. Abrió la tercera caja, la desenvolvió y extrajo
un papel de seda plegado, con un objeto dentro. Des
plegó el papel, y dejó al descubierto el objeto. Era una
moneda de oro, fechada en 1896. La dio vuelta en su
mano, la examinó detenidamente, y pensó: «¡Qué tesoro!
Me pregunto cuántas personas habrán tenido en sus
manos esta moneda, esta reliquia del pasado». Decidió
guardarla en un lugar especial porque «uno nunca sabe
exactamente el empleo que puede llegar a tener un pre
sente en su futuro».
255
Esta paciente continuó su trabajo hipnótico hasta
adquirir una sensación de dominio sobre su mundo. En
vista del precario equilibrio con que se mantenía en pie,
le sugerí que al pararse desviara levemente la vista ha
cia la derecha en vez de mirar al frente. Esta técnica la
ayudó a aprender a pararse, a caminar y, con el tiempo,
a montar nuevamente a caballo, compensando la lesión
cerebral sufrida en el accidente.
En este capítulo, hemos propuesto varias estrategias
de intervención en la danza hipnótica basadas en los fe
nómenos de trance que ya utilizan los cónyuges. En el
siguiente, examinaremos de qué modo una enfermedad
puede desempeñar un rol en el conflicto entre los com
pañeros.
10. El papel de una enfermedad crónica
en el conflicto conyugal
257
Antiguamente se creía que la enfermedad ailigia a los
individuos a causa de sus pecados. Hoy algunos propo
nen la noción de que la gente «necesita» sus enferme
dades; en otras palabras, que se pone enferma por sus
emociones desbocadas, sus estilos de vida ponzoñosos o
sus pensamientos negativos. Aunque es indudable que
estos factores intervienen de algún modo en la evolución
de la enfermedad, la etiología de muchas afecciones
presentes en nuestra cultura que guardan cierta rela
ción con el stress (p.ej., la migraña o el asma) es multi-
causal.
El terapeuta de pareja que trata a un matrimonio en
el que uno de los cónyuges o los dos padecen una enfer
medad tiene que ser conciente de sus propias creencias
sobre la evolución de las enfermedades y el manteni
miento de la salud. Erickson creía que síntomas psico-
somáticos podían ser una comunicación inconciente
acerca de un conflicto evolutivo. Las vulnerabilidades
genéticas, las defensas contra el stress, el estilo de vida
y el contexto sistèmico en el que operan las parejas pue
den determinar si serán sanas o enfermas. Una explica
ción simple de los problemas físicos insinuaría un re
proche sutil por el hecho de enfermarse. El inconciente
también puede servir de instrumento para influir positi
vamente sobre la salud.
El psicólogo David McClelland (1984) llevó a cabo un
experimento para medir la presencia en la saliva de la
inmunoglobulina A, una sustancia que mata a los virus
capaces de infectar el tramo superior del aparato respi
ratorio. Tomó a un grupo de estudiantes y les hizo ver
un filme sobre la Madre Teresa de Calcuta, que cuida de
los enfermos. La mitad del grupo dictaminó que era una
simuladora y, por añadidura, demasiado religiosa. Sin
embargo, la película estimuló un incremento notable de
la inmunoglobulina A. Los investigadores los sometie
ron además a tests proyectivos y llegaron a la conclu
sión de que los estudiantes se habían beneficiado incon
cientemente con el filme.
McClelland también realizó experimentos con un sa
nador que usó el humor en un grupo de personas con
resfríos incipientes y estimuló un aumento significativo
de los niveles de inmunoglobulina A. Trece de las quince
258
personas que recibieron su intervención no se resfriaron
y, entre ellas, tres que habían recibido un placebo evi
taron el resfrío. Es posible que las interacciones del
terapeuta y el cónyuge del paciente logren estimular el
sistema inmunológíco de este. Pero existe el riesgo de
que los esposos estimulen ese sistema bajo formas ne
gativas.
Síntomas físicos pueden desarrollarse en el contexto
conyugal. Acaso expresen una vulnerabilidad de un ór
gano que se quebranta tras años de padecer un stress
negativo no resuelto que deriva en el mantenimiento de
imágenes negativas. El matrimonio puede constituirse
en una forma de stress en la que se interioricen un con
flicto y un dolor constantes y cuya manifestación exter
na sea un problema psicofisico. Cuando se exacerba el
síntoma, la relación conyugal se modifica para amoldar
se al cambio. Veamos un ejemplo de participación de
una migraña en un conflicto conyugal y hagamos algu
nas consideraciones sobre su tratamiento.
Cuando aparece una disfunción física, la danza con
yugal se modifica para incorporar un nuevo paso. A me
dida que el problema evoluciona, es posible que cobre
vida propia y que la enfermedad casi llegue a ser una
entidad totalmente diferente dentro de la relación. Una
paciente que había contraído jaqueca algunos años des
pués de casada, siempre sucumbía a unas migrañas
atroces cuando su marido se mostraba más distante, y
emergían sentimientos de abandono. Se había criado en
una familia alcohólica y podía mencionar muchos epi
sodios de maltrato; por ejemplo, a la hora de cenar, la
hacían sentarse a la mesa con un palo de escoba atra
vesando sus brazos para obligarla a mantenerse dere
cha. Sus descripciones trasuntaban poco afecto. De he
cho, era alexitímica, salvo en lo tocante a sus jaquecas.
Tenía conciencia de que estas la deprimían. La migraña
se convirtió en una señal para que su esposo le brindara
más atención y cuidados tiernos; el dolor actuaba, en
tonces, como regulador de distancia y barómetro de in
timidad. Naturalmente, el marido se sentía culpable por
su conducta esquiva y responsable del bienestar de su
esposa. Esta noción exacerbada de la responsabilidad le
hacía sentirse atrapado y solo.
259
Había sido adoptado por su padrastro a los ocho
años y se sentía constantemente criticado por él. Ade
más, lo habían mandado a una escuela como pupilo. De
niño, se sintió doblemente abandonado: primero por su
padre biológico y después por su padrastro. Se volvió un
hombre iracundo y amargado que creía poseer ciertos de
rechos pero, a la vez, luchaba contra una tremenda sen
sación de fracaso y vergüenza porque creía que ninguno
de sus logros era suficientemente bueno. La perfección
se convirtió en la meta de todos sus emprendimientos.
Aprendió muy bien a enfocar su atención en el aspecto
negativo de un logro de manera que no pudiera desper
tar en apoyo de una conducta riesgosa actual los senti
mientos de confianza que suelen acompañar a un éxito.
Solía pensar en lo que no había querido o podido hacer,
incluso cuando un negocio le salía bien, con lo cual con
vertía cada experiencia positiva en otra negativa.
Se hizo imperioso tratar en este matrimonio 1e . fusión
y los fenómenos concomitantes de regresión de edad y
de amnesia del compañero, los déficit evolutivos de cada
esposo, los componentes emocionales de la reacción de
migraña y el manejo de sus señales tempranas. El sín
toma contraído en este caso servía de límite y protección
frente al sentimiento de ira. El marido seguía «viendo» a
su madre cada vez que miraba a su esposa. Le había
dado el anillo de bodas de su madre y, al morir esta, le
resultó casi insoportable vérselo lucir. Su madre había
muerto a raíz de un cáncer de mama, siendo aún joven.
Muchos años antes había superado esa enfermedad.
Pero cuando se repitieron nuevos pero conocidos sínto
mas, prefirió posponer un tratamiento hasta nueve me
ses después (un acto suicida), momento en que murió
su propia madre. Por desgracia, para entonces el cáncer
había hecho metástasis, y murió muy pronto. El pacien
te se sentía incapaz de despedirse de su madre; a cinco
años de su fallecimiento, parecía empantanado en la
aflicción. Se retraía de su esposa cuando ella le recor
daba a su madre.
Al comienzo de la terapia, la esposa se describió a sí
misma con una viva metáfora: dijo que vivía dentro de
una burbuja de la que no podía escapar. Desde su inte
rior, contemplaba el paso del tiempo y su propia sole
260
dad; esta imagen representaba su peor miedo. Al mirar
hacia adelante, hacia el futuro, se veía como una espec
tadora solitaria de la vida. Durante el tratamiento, notó
que cada vez que se enojaba con su marido sufría una
jaqueca. En sesiones individuales, trabajó en situar la
migraña fuera de ella: la imaginó como una forma colo
reada, la sacó del consultorio, le hizo cruzar la playa de
estacionamiento y la introdujo en el brazo del río. Las
aguas cenagosas la arrastraron lejos. Muchas veces con
siguió eliminar los síntomas incipientes de una jaqueca
y descubrió que podía interrumpir la mayoría de las ja
quecas si practicaba esta técnica en su casa. Hacia el fi-
ncl de la terapia, aumentó su actividad social, dismi
nuyeron sus males somáticos y se sintió esperanzada
respecto de su futuro conyugal.
Al principio del tratamiento, me comuniqué con su
médico y él se ocupó de buscar una medicación que la
ayudara como parte de la terapia. Siempre que proble
mas médicos de esta índole se traten con hipnosis, es
importante trabajar junto con un facultativo.
Como la mayoría de los trastornos fisiológicos, la
jaqueca tiene una etiología múltiple. Hay toda una gama
de factores desencadenantes; ciertas comidas, píldoras
anticonceptivas, acceso premenstrual, etc. Por lo gene
ral, un conflicto psicológico precede al ataque. Escasean
las pruebas de que exista un tipo especial de personali
dad propensa a sufrir estas jaquecas vasculares aunque
es posible que quienes tienden a sofocar la ira sean más
proclives a ellas. En el caso que nos ocupa, la jaqueca
recurrente se convirtió en una entidad más dentro de la
relación de pareja. Cuando la pareja empezó a resolver
su conflicto conyugal y sus problemas individuales, y
adquirió un nuevo sentido de la intimidad, las jaquecas
de la esposa se hicieron menos frecuentes.
El marido resolvió sus sentimientos de aflicción por
su madre y fue capaz de reconocer que su miedo abru
mador a decir a su esposa «Te amo» se enraizaba en otro
miedo: si pronunciaba esas palabras, de algún modo él
desaparecería por completo. En trance, dijo que se veía
a sí mismo descendiendo a una caverna. Ante su intran
quilidad manifiesta, le sugerí que se viera con una cuer
da de seguridad atada a su cintura. Recientemente se
261
había iniciado en el alpinismo tras una tarea terapéu
tica que consistió en escalar Enchanted Rock, una zona
montañosa cercana a la ciudad, de modo que conocía la
sensación y la seguridad que proporcionaba la cuerda.
En el fondo de la caverna estaba su esposa, que irradia
ba cálidos sentimientos de amor y aceptación. Al acer
cársele, aumentó su angustia. Rompió a llorar y dijo que
quería aceptar su amor, pero temía no ser digno de él.
Sus labios iniciaron un movimiento involuntario de suc
ción. Le sugerí que podía verse volviendo atrás para
recobrar la sensación de seguridad y él describió las
paredes de la caverna: las sentía blandas, cálidas y res
baladizas. Introduje una historia metafórica acerca del
nacimiento de un bebé (lo presenté como un logro) y la
atadura que acaso se establece cuando él succiona el
pecho de la madre, la mira a los ojos y se separa de ella
naturalmente, con cálidos sentimientos de ser reconfor
tado de una manera muy distinta que estando en su
vientre. La historia condujo al paciente por varias eta
pas evolutivas; terminó con la satisfacción de los padres
al ver que su hijo se hacía hombre y emprendía una vida
independiente. El propósito de la narración no era tratar
de cambiar su experiencia histórica sino sugerir etapas
evolutivas adecuadas que debe seguir una persona.
Suscité en él sentimientos de seguridad, que asocié por
igual a los estados de separación y unión, e incorporé la
construcción metafórica de una auto-imagen. Cuando
por fin el paciente pudo sentirse íntimamente unido a su
esposa y declararle su amor, reconoció que había cre
cido y madurado mucho.
A continuación, presentaré un último caso ilustrativo
de psicoterapia ericksoniana para el tratamiento de en
fermedades. La paciente, Sarah, era una médica de se
senta y siete años que escribía poesías. Solicitó trata
miento para sus alergias «de contacto» (afección clínica
que produce una inflamación cutánea en diversas áreas
del cuerpo cuando entran en contacto con diferentes
materiales de uso común). Como segundo problema, se
ñaló que su matrimonio era muy conflictuado. Su ma
rido, a quien muchos años antes habían diagnosticado
una depresión maníaca, sufría de una inestabilidad ex
trema en sus estados de ánimo: en sus accesos manía-
262
eos era abusivo; cuando se deprimía, era muy criticador.
Sarah no había tenido ningún trastorno cutáneo hasta
que se trasladaron a una gran ciudad donde conocía a
poca gente. Varias sesiones después, la paciente me
contó que le costaba creer en las cosas como le eran pre
sentadas y podía ser bastante hostil en su trato social:
no bien iniciaba una conversación, tendía a discrepar
con su interlocutor, quienquiera que fuese. Construi
mos la siguiente hipótesis preliminar: Sarah sufría real
mente de alergias «de contacto» o miedo de ser incapaz
de controlar situaciones y personas. El síntoma restrin
gía su involucración con los otros.
Sarah era una mujer encantadora, inteligente, bien
informada, capaz de establecer analogías maravillosa
mente poéticas, sobre todo bajo el estímulo de un traba
jo hipnótico. La trascripción comienza en la segunda se
sión, con una asociación del trance con su actividad de
escritora. Después, introduzco una idea diferente que
aumenta su angustia, por lo que empieza a oponer cier
ta resistencia. A lo largo de la trascripción presento los
pasos del modelo utilizado en este libro.
263
da relación con el predominio de una u otra fosa nasal;
por consiguiente, el respirar principalmente por la fosa
izquierda puede hacer que el hemisferio derecho produz
ca imágenes y metáforas interesantes para su trabajo.
Sarah (interrumpiéndome): Usted sabe que no creo real
mente en eso. Es una de las técnicas que enseñan en
yoga. En verdad, la considero un mero ejercicio y el úni
co modo de practicarlo es tapándose una fosa nasal. Su
pongo que su única finalidad es hacernos concentrar
pero, sinceramente, no creo en ella.
Etapas de la acción
O b s e rv a r la d a n za hipnótica
264
C. K : Es importante ser prudente con las ideas nuevas
cuando se trata de probarlas en uno mismo. Pero hoy ha
venido aquí a hacer trabajo hipnótico. Me pregunto si
desea contarme algo más ahora.
Atrapar la atención
265
Sarah: (Su ritmo se hace más pausado y comienza a en
trar en trance.) Sí, en efecto. Es muy agradable.
266
ción de hormigueo suba por sus brazos mientras la otra
mano quizás empiece a experimentar una sensación
más leve.
Sarah: Sí, está sintiendo una especie de calor pesado.
Recuperar recursos
267
rar verdaderamente otra cosa muy distinta, de suerte
que toda la escena cambia. Es una experiencia insólita.
268
Utilizar el síntoma en la intervención
Simbolizar la solución
269
punto del tratamiento, presto mayor atención a las alte
raciones que manifiesta el cuerpo de la paciente al paso
que ratifico el trance y despotencio su mente conciente.
Ahora, Sarah pudo experimentar una sensación de
pesantez que le sube por los brazos. Después, utilizando
la anestesia, consiguió cambiarla por una sensación de
entumecimiento. Practicó esta nueva habilidad y, al ca
bo de unas ocho sesiones, la reacción alérgica, que an
tes ocurría dentro de los cinco minutos de contacto con
ciertos materiales, tardaba cuatro horas en aparecer y
aun entonces era mucho más leve. «Siento que mi domi
nio de este problema ha aumentado enormemente», co
mentó. Una vez reducido el síntoma, Sarah decidió por
sí sola que quería ser mucho menos hostil con la gente.
Me dijo darse cuenta de que su respuesta inicial a las
sugerencias u opiniones ajenas era siempre negativa o
crítica, y de que lo mismo había hecho conmigo. Usó el
puente afectivo para producir una regresión de edad a
una época en que tenía ese sentimiento de oposición y
descubrió que, por debajo de él, había realmente un
sentimiento de terror. Recordó sorprendida que tenía
dos años, su madre había enfermado gravemente y la
mantenían aislada en una habitación, lejos de Sarah.
No pudo estar con ella por varios meses. Recordó que,
cuando ella ya era un poco más grande, su madre co
mentó al padre que Sarah se mostraba muy renuente a
ir a cualquier parte o a hacer cualquier cosa sin ella.
Cuando adulta, Sarah tuvo muchos miedos sobre su ca
pacidad de ir en auto a un lugar desconocido o de cono
cer gente nueva, y cayó en el consiguiente aislamiento.
Continuamos la psicoterapia hasta que pudo recuperar
sus recursos de seguridad e indemnidad en situaciones
extrañas. Apliqué la técnica del Hombre de Febrero para
que un personaje reconfortante la acompañara a hacer
regresión a los dos años de edad y elaborar una nueva
perspectiva en el presente.
Erickson desarrolló la técnica del Hombre de Febrero
(Erickson y Rossi, 1989) en su trabajo con una joven tan
carente de experiencias de una buena crianza materna
que temía ser una madre inepta. Erickson usó la regre
sión de edad en una serie de sesiones terapéuticas y se
situó en el pasado de la paciente como un viejo amigo
270
del padre que la guiaba bondadosamente a través de ex
periencias importantes. Siempre visitaba a la niña el día
de su cumpleaños, que caía en febrero; de ahí el apela
tivo Hombre de Febrero. Después del tratamiento, la jo
ven mujer pudo tener hijos y darles la crianza adecuada.
Yo utilicé a una mujer mayor para acompañar a Sa-
rah e interpretar la experiencia traumática que había te
nido a los dos años. Al cabo de varias sesiones, Sarah
me trajo un poema titulado «My father's back» y repitió
algunos versos:
271
Epílogo
272
apreciar el dolor que experimenta la pareja así como los
recursos potenciales disponibles en la danza interac-
cional inconciente.
En este libro hemos investigado el uso de la hipnosis
ericksoniana en terapia de pareja. Hemos examinado la
filosofía y las ideas de la psicoterapia ericksoniana, la
evaluación y la formulación de hipótesis y la construc
ción de metáforas. Hemos estudiado las estrategias de
intervención basadas en una integración entre dinámi
ca del sistema y problemas evolutivos individuales que
se reflejan siempre en las actitudes, emociones y con
ductas funcionales y disfuncionales de cada cónyuge.
De la danza hipnótica conyugal, entre las mentes in
concientes emergen pautas curiosas y fascinantes. Las
mentes inconcientes hallan modos exquisitos de bailar
juntas a fin de crear su experiencia singular de intimi
dad. Ver en la danza una fuerza positiva potencial orien
tada hacia la curación equivale a confiar en el poder del
inconciente, un poder que puede ser convocado y utili
zado para trasformar un problema en una solución.
Llevo ya muchos años investigando esta danza en los
matrimonios de mis pacientes y en el mío. No obstante,
sólo descubrí un modo mucho más positivo y esperan
zado de abordar el cambio cuando Milton Erickson, por
intermedio de sus discípulos y familiares, se convirtió en
un foco de mis investigaciones. Este libro resume e in
terpreta el abordaje ericksoniano tal como se aplica en
terapia de pareja. Tiende un puente entre las teorías sis
tèmica y evolutiva. Asimila la hipnosis ericksoniana co
mo un instrumento importante para desplazar secuen
cias interaccionales de las parejas, sus actitudes, con
ductas y emociones.
Chris, mi hijastro, me hace notar que una neblina
purpúrea se ha asentado esta mañana sobre la ciudad.
El cielo está encapotado y hay poco viento. El tinte pur
púreo ha alterado la forma de las casas y los árboles de
tal suerte que vienen a la mente imágenes surrealistas.
¡Qué fenómeno oportuno mientras doy los últimos reto
ques a este libro basado en la obra de Milton Erickson!
El púrpura era su color favorito. Los chinos quizá supu
sieran que el Dragón —el guardián del tesoro interior,
respetado y amado— cruza la comarca. Tal vez sea así.
273
Sin duda, hay tesoros inconcientes que cada uno de
nosotros utiliza. El objeto de la psicoterapia es recupe
rar y usar los recursos que posee cada persona, recono
cer en ellos otros tantos senderos hacia la trasforma
ción. En este proceso dinámico y relacional, terapeuta y
pareja por igual se encontrarán aprendiendo nuevos
movimientos en la danza hipnótica.
274
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