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Visión general
Puede ser útil introducir desde el comienzo los principales conceptos
y términos que vamos a utilizar en este libro. Aunque serán explica
dos e ilustrados en próximos capítulos, los presentaremos ahora sin
téticamente y en su orden lógico, de manera tal que puedan servir
como guía para la exposición siguiente y permitan al lector relacionar
entre sí los distintos capítulos. El concepto fundamental que usare
mos es el de “sistema político”.
EL SISTEMA POLITICO
La expresión “sistema político” se ha ido convirtiendo en un lugar
común en los títulos de los libros y monografías sobre temas de polí
tica comparada. Los textos más antiguos usaban, en cambio, términos
tales como “gobierno”, “nación” o “Estado” para referirse a lo que
ahora llamatfios sistema político. Por supuesto, esto implica algor más
que un problema de nomenclatura; la terminología adoptada en la ac
tualidad refleja una manera nueva de considerar los fenómenos poli-»
ticos. Algunos de los términos nuevos se emplean para designar rea
lidades ya conocidas; otros se refieren a actividades y sucesos que
no son formalmente reconocidos como partes o aspectos de la política.
Los términos antiguos —-Estado, gobierno, nación— están limitados
)>or significados legales e institucionales; difigen la atención a un
con junto determinado de instituciones que normalmente forman parte
do las modernas sociedades occidentales. Si aceptamos la idea de que
oí estudio de tales instituciones constituye la única preocupación y el
objeto específico de la ciencia política, muchos problemas pueden ser
entonces soslayados, incluida la difícil cuestión de delimitar el campo
propio de la disciplina. Sin embargo, los costos de tal decisión son
muy elevados. El papel desempeñado por las instituciones formales de
gobierno, como las legislaturas y los tribunales, varía considerable
mente en las distintas sociedades. En muchas de ellas, en particular
Qji 1hm que se hallan fuera del mundo occidental, sus funciones pueden
no ser tan importantes como las de otras instituciones v proceso^. En
iñilitH las sociedades el napel de las instituciones formales de gobierno
está delimitado por los grupos de carácter informal, por las actitudes
políticas y por una multitud de relaciones interpersonales. Si la cien
cia política aspira a encarar eficazmente los fenómenos políticos en
toda clase de sociedades, sin distinción de cultura, grado de moder
nización y desarrollo, necesitamos un marco de análisis más amplio.
Él concepto de “sistema político” ha adquirido gran difusión porque
dirige la atención hacia el espectro total de las actividades políticas
de una sociedad, sin determinar dónde y en qué sociedad pueden ser
localizadas tales actividades. ¿Qué es el problema político? ¿Cómo
definimos sus límites? ¿Qué es lo que confiere al sistema político su
particular identidad? Muchos estudiosos de la ciencia política han
tratado estos problemas; la terminología de sus definiciones varía
considerablemente, pese a que existe un cierto consenso. La asocia
ción del sistema político con el uso legítimo de la coacción física en
la sociedad es común a la mayor parte de sus definiciones. Easton
habla de adjudicación autoritaria de valores; Lasswell y Kaplan de seve
ras privaciones', Dahl de poder, norma y autoridadd Todas esas defini
ciones implican legítimas y rigurosas sanciones, el poder legal de cas
tigar, aplicar las normas y obligar. Coincidimos con Max Weber *12 cuando
señala que el uso legítimo de la fuerza es el hilo que recorre la acción
del sistema político dándole su peculiar carácter e importancia y su
coherencia como sistema. Las autoridades políticas, y sólo ellas, tienen
cierto derecho, generalmente aceptado, a utilizar la coacción y exigir
obediencia mediante el uso de ésta. (La fuerza es “legítima” cuando
existe la creencia de que su utilización es justificable.)
Los insumos del sistema político están todos ellos .relacionados
en cierta manera con la compulsión física legítima, ya se trate
de exigencias bélicas o de facilidades recreativas. Los resultados o pro
ductos del sistema también están relacionados de algún modo con la
coacción física legítima, por remota que pueda parecer la relación. Las
diversiones públicas son financiadas, por lo general, mediante los im
puestos, y cualquier violación de los reglamentos que regulan su uso
constituye un delito. Cuando hablamos del sistema político incluimos
todas las interacciones que afectan el uso —real o posible— de la coac
ción física legítima. El sistema político comprende no sólo instituciones
de gobierno, como las legislaturas, tribunales de justicia y organismos
administrativos, sino todas las estructuras en sus aspectos políticos.
Entre estas últimas figuran las estructuras tradicionales tales como las
1 David Easton: The Political System. Nueva York, Alfred A. Knopf, Inc.,
1953, págs. 130 y sigs., y su A Framework for Political Analysis. Englewood
Cliffs, Prentice-Hall, Inc., 1965, págs. 50 y sigs.; Harold D. Lasswell y Abra-
ham Kaplan: Potver and Society. New Haven, Yale University Press, 1950;
Robert A. Dahl: Modem Political Analysis. Englewood Cliffs, Prentice-Hall,
Inc., 1963, págs. 5 y sigs.
2 Véase Max Weber: “Politics as a Vocation”, en Hans H. Gerth y C.
Wright Mills (comps.) : From Max Weber: Essays in Sociology. Nueva York,
Oxford University Press, 1946, págs. 77-78.
relaciones de parentesco y las agrupaciones de casta, los fenómenos ané
micos como, por ejemplo, asesinatos, revueltas o manifestaciones, y las
organizaciones formales —partidos políticos, grupos de interés y medios
masivos de comunicación.
En consecuencia, no podemos decir que el sistema político se ocupa
únicamente de la fuerza, la violencia o la compulsión, sino que su rela
ción con la coacción es su cualidad distintiva. Los objetivos de las élites
políticas son, por lo general, la expansión o la seguridad nacional, el
bienestar social, el desarrollo de su poder a expensas del de otros grupos,
la creciente participación popular en política, y otros similares; sin em
bargo, en tanto políticos, su interés por esos valores se relaciona con
acciones compulsivas como la legislación y la aplicación de la ley, la
política exterior y de defensa, y la política impositiva. El sistema polí
tico no es el único sistema que legisla y aplica las leyes, pero sus leyes
yja aplicación de éstas suponen la máxima compulsión en lo que respecta
a obediencia y ejecución.
Existen sociedades en las cuales el poder legítimo de hacer uso
de la compulsión física está ampliamente compartido por la familia,
el clan, las organizaciones religiosas y grupos de otro tipo, o bien es
asumido por los individuos en las formas personales de enemistad o
en el duelo. Pero consideramos que inclusive esos sistemas políticos
son comparables —a pesar de su singularidad— con aquellas socie
dades en las que existe algo que se aproxima al monopolio de la
coacción física legítima.
Si lo que hemos dicho hasta ahora define el carácter “político”, es
decir, la mitad' de nuestro concepto, ¿qué queremos significar con
“sistema”? Un sistema implica la interdependencia de sus partes cons
titutivas y un límite específico entre él y su contorno. Por “inter
dependencia” queremos significar que si en un sistema cambian las
propiedades de un componente, todos los demás elementos que lo inte
gran se verán afectados. De la misma ‘manera si los aros del motor
de un automóvil se desgastan, el auto “quema aceite” ; el funciona
miento de las otras partes del sistema se deteriora y la fuerza del
vehículo declina. Veamos otro ejemplo. Hay momentos en el des
arrollo de los organismos en los cuales un cambio producido en el
H¡Hlema endocrino afecta el esquema total de crecimiento, y el fun
cionamiento y la conducta general de todas las partes del organismo.
IOn los sistemas políticos el surgimiento de los partidos populares o
Ion medios masivos de comunicación modifican el comportamiento de
laa restantes estructuras del sistema y afectan la capacidad general
1 1o este último en relación con su ambiente interno y externo. En otras
palabras, cuando una variable de un sistema cambia en su magnitud o
calidad, las otras variables son objeto de presiones y se transforman;
el sistema cambia sus pautas de comportamiento o los componentes anó
malos son disciplinados por los mecanismos de regulación.
Un segundo aspecto del concepto de “sistema” es la noción de
límite. Un sistema empieza en algún punto y termina en otro. Cuando
se trata de un organismo o un automóvil, resulta fácil localizar sus
límites y especificar las" interacciones con el medio. La nafta está den-
tro del tanque, el motor la convierte en revoluciones, y éstas trans
miten fuerza a las ruedas de tracción de manera tal que el vehículo
se desplaza por la carretera. En los sistemas sociales, de los cuales
los sistemas políticos son un tipo especial, los problemas de límites*
no son tan sencillos. Los sistemas sociales están constituidos por roles
y no por individuos. Una familia, por ejemplo, consiste en los roles
de madre y padre, marido y mujer, hermano y hermana. La familia es
sólo el conjunto de los roles interactuantes de sus miembros, quienes
también pueden tener roles fuera del núcleo familiar: en la escuela,
los negocios o las iglesias. En el mismo sentido, un sistema político
está compuesto por roles interactuantes nacionales, súbditos, electores
y, según sea el caso, ñor legisladores, burócratas y jueces. Los mismos
individuos que desempeñan roles en el sistema político cumplen fum
ciones en otros sistemas sociales, como el económico, la comunidad
religiosa, la familia y las asociaciones voluntarias. Puesto que los
individuos están sometidos a la comunicación política y forman grupos
de interés, votan o pagan impuestos, suelen cambiar de roles —de los
no políticos a los políticos—. Podría decirse que el día en que votan
como ciudadanos y deben abandonar sus granjas, fábricas y oficinas
para asistir a los lugares de votación, cruzan la frontera entre lo
económico y lo político.
Otro caso similar puede producirse, por ejemplo, cuando la infla
ción reduce el ingreso real de ciertos grupos de la población. Cuando
el deterioro de la situación económica de determinados grupos se
convierte en demandas políticas o produce cambios en las posiciones
y actitudes de los políticos, puede decirse que existe una interacción
entre la economía y la política. Ciertos estados psíquicos resultantes
del cambio de la situación económica se convierten, entonces, en
demandas que afectan al sistema político. Las reivindicaciones se
plantean ante los sindicatos o ante los líderes de otros grupos de
presión para que ejerzan influencia y logren determinadas decisiones
de la legislatura o de los organismos del poder ejecutivo. En cierto
momento de ese proceso se cruzó el límite entre un sistema y otro;
es decir, entre el sistema económico y el sistema político.
Los límites de los sistemas políticos están sujetos a fluctuaciones
relativamente grandes. Durante la guerra, los límites se vuelven más
fluidos a medida que un número cada vez más numeroso de hombres
son reclutados para el servicio militar, y los negocios deben someterse
a las reglamentaciones y medidas de seguridad adoptadas. En una-
elección los límites también se amplían, puesto' que los votantes se.
convierten en políticos por un día. Con el retorno a, las condiciones
nórmales, los limites del sistema político se contraen.
El problema de los límites adquiere especial significación porque,
por lo general, la teoría sistèmica divide los procesos de interacción
en tres fases : insumo, conversión y resultados o productos. Cual
quier conjunto de partes interactuantes —es decir, cualquier sis
tema— que sea afectado por factores de su ambiente puede ser consi-
derado desde este punto de vista. Los insumos y productos, que vincu
lan el sistema político con otros sistemas sociales, son transacciones
entre el sistema y su medio; los procesos de conversión, en cambio,
son internos al sistema político. Cuando hablamos acerca de las fuen
tes de insumos, su número, contenido e intensidad, y sobre la manera
en que ingresan en el sistema político, o bien acerca de la cantidad y
contenido de los egresos y el modo como salen del sistema y afectan
oíros sistemas sociales, estamos refiriéndonos a los límites del sis
tema político. “ "
ESTRUCTURA Y "CULTURA
Los términos “estructura” y “cultura” revisten también especial
importancia en nuestro esquema analítico. Por “estructura” enten
demos las actividades observables que componen el sistema político.
Decir que ciertas acciones tienen una estructura significa simple
mente que existe una cierta regularidad común a todas ellas. Así,
cuando se trata, por ejemplo, de un tribunal de justicia, podemos hablar
de las interacciones entre el juez, el jurado, el fiscal y los abogados,
los testigos, el acusado y el querellante. El ejemplo sirve para aclarar
que, cuando hablamos de actividad política, no nos referimos a todas»
las actividades del individo que de una manera u otra participa de
ella, sino sólo a aquellas actividades que se relacionan con el procese
político. Los jueces, los abogados, los testigos, los acusados y los que
rellantes son todos hombres que presentan particularidades propia^
en su específico campo de acción. Denominamos rol a aquel aspecto pecu
liar de la actividad de los individuos que se vincula con los procesos
políticos. Los roles son las unidades que componen todos los sistemas
sociales, incluidos los sistemas políticos. Por lo general, los individuos
que forman parte de una sociedad desempeñan roles en diversos sis-
lemas sociales, además del sistema político; por ejemplo, en la familia,
los negocios, las iglesias y los clubes sociales.
Una de las unidades básicas del sistema político es, pues, el rol
político. Nos referimos en particular a los roles que se relacionan
mutuamente formando estructuras. De esta manera, el ser juez es ~ün
rol, en tanto que un tribunal de justicia constituye una estructura de
roles. La razón por la que usamos los términos “rol” y “estructura”
(Mi lugar de “cargo” e “institución” reside en el deseo de destacar la
conducta real de los individuos que participan de la vida política y el
comportamiento de la institución particular que nos ocupa. Los tér-
minos “cargo” e “institución” se pueden referir a reglas formales del
tipo de las que presumiblemente rigen la conducta de los jueces y los
juzgados, así como al modelo ideal de conducta al que esperamos que
éstos aspiren. “Rol” y “estructura”, en cambio, se refieren a la con
ducta observable de los individuos. Las normas legales e ideales pue
den afectar la conducta pero casi nunca la describen plenamente.
Comenzando con el concepto de rol como una de las unidades bási
cas de un sistema político, podemos decir que un subsistema (por
ejemplo, un cuerpo legislativo) está compuesto por roles relacionados
e interactuantes; por su parte, el sistema político constituye un conr
junto de sistemas interactuantes (por ejemplo, las legislaturas, los
electorados, los grupos de presión y los tribunales de justicia) .
Debemos introducir dos o tres conceptos antes de abandonar los
de rol y estructura. Si en este texto deseamos poner el acento en el
desarrollo, tenemos que analizar aquellos procesos que mantienen o
modifican los sistemas políticos a través del tiempo. Los depositarios
de los roles políticos son reemplazados o mueren, se establecen nuevos
conjuntos de roles políticos y los viejos pueden ser suprimidos o atro-
fiarse. Es decir que todo sistema político se ve obligado continuamente
a reclutar individuos para sus roles políticos. Nos referimos aquí a la
función de reclutamiento, que debe cumplirse en todos los sistemas
políticos para que éstos puedan llenar sus roles y hacer funcionar sus
estructuras. Un aspecto importante del desarrollo o transformación del
sistema político es lo que llamamos diferenciación de roles o diferencia
ción de estructuras. Por “diferenciación entendemos los procesos en
virtud de los cuales los roles cambian y adquieren un carácter más
Especializado o autónomo, o bien se establecen nuevos tipos de roles y
surgen o se crean nuevas estructuras y subsistemas. Cuando hablamos
d*e diferenciación de roles y de estructuras nos referimos no solamente
al desarrollo de nuevos tipos de roles y a la transformación de los viejos,
sino también a los cambios que se producen en la relación entre los
roles, las estructuras o los subsistemas. Los tribunales de justicia, por
ejemplo, surgieron como estructuras separadas mucho antes de que
adquirieran independencia o autonomía respecto de las otras estructu
ras del sistema político. El aspecto de desarvollo del rol v la estructura^
se relaciona no sólo con el surgimiento de nuevos tipos de roles o la
atrofia de los viejos sino también con los cambios en los modelos de
interacción entre los roles, estructuras y subsistemas.
Otro concepto importante que se halla presente en todo el des
arrollo de este libro es el de cultura política. Todos sabemos que el
hombre debe ir más allá de lo que aparece en la superficie. En este
sentido, un sistema político puede ser algo más que aquello que se
manifiesta exteriormente durante un período determinado. Por ejem
plo, el fascismo italiano parecía ser un formidable y poderoso sistema
político; reprimió la oposición, organizó manifestaciones e impresio
nantes marchas populares y derrotó a los etíopes. Sin embargo, más
tarde, tropezó con grandes dificultades para dominar a los griegos
y su fracaso definitivo comenzó cuando en Africa divisiones enteras
de su ejército se replegaron y rindieron casi sin luchar. Un simple
estudio de observación de la política italiana durante aquel período
nos hubiese ayudado a predecir la capacidad del sistema político ita
liano para llevar a cabo su política. Si hubiésemos conocido más el
estilo de vida y la actividad de la población italiana, la moral y el
interés de sus soldados, la decisión de sus oficiales y la capacidad de
sus élites para adoptar decisiones políticas, nos hubiéramos encon
trado en mejores condiciones para predecir la eficacia de su sistema
político para hacer frente a una desusada presión y oposición.
En consecuencia, al estudiar cualquier sistema político durante un
período determinado es necesario conocer tanto sus tendencias subya
centes como su comportamiento real. Denominaremos cultura política a
esas tendencias o a la dimensión psicológica del sistema político. La
cultura política consiste en las creencias, valores y capacidades que son
comunes al total de la población así como también a las tendencias espe
ciales, modelos y patrones que sólo pueden encontrarse en sectores par
ticulares de esta última. Así, los grupos regionales o étnicos, o las clases
sociales que componen la población de un sistema político pueden tener
tendencias o inclinaciones específicas. A esas inclinaciones especiales
localizadas en grupos particulares las denominamos subculturas. Del mis
mo modo, pueden existir tradiciones y actitudes frecuentes en los dife
rentes roles, estructuras y subsistemas del sistema político. Por ejemplo,
los militares o los burócratas franceses pueden tener una”cultura especial
que los distinga de los políticos franceses.
Por consiguiente, el análisis del sistema político no debe limitarse
a la observación de las pautas habituales de comportamiento e interac
ción durante un período, sino que ha de incluir la observación de esas
inclinaciones subjetivas localizadas en el sistema político, en su conjunto
y en sus diversas partes. Cuanto aprendamos acerca de la estructura y
la cultura de un sistema político nos permitirá caracterizar con mayor
eficacia sus propiedades y predecir y explicar su comportamiento.
Es necesario introducir ahora dos conceptos relacionados con la cul
tura política. Las inclinaciones, actitudes, creencias y valores a los cuales
nos hemos referido son consecuencia déla socialización política. Este es
el proceso mediante el cual se inculcan a los niños determinadas actitudes
políticas y valores. Los niños luego se convierten en adultos y como tales
son reclutados para los diversos roles. Finalmente, necesitamos un con
cepto que dé cuenta del aspecto de desarrollo de la cultura política; un
concepto comparable al de diferenciación en el plano de la estructura
política. El término generalmente usado es secularización. La seculariza
ción es el proceso mediante el cual los hombres acrecientan la capa
cidad racional, analítica y empírica de su acción política. Podemos
ejemplificar este concepto comparando a un líder político de una de
mocracia moderna con otro perteneciente a un sistema político tradi
cional o del Africa primitiva. Cuando el primero de ellos se postula,
por ejemplo, para ocupar un cargo, procurará reunir abundante
información acerca de los electores que espera lo elijan, y de los
asuntos o temas políticos que interesan a sus votantes; efectuará
estimaciones sobre la distribución y urgencia de sus demandas y ape
lará a su imaginación creadora con el fin de identificar en la pobla
ción un conjunto de exigencias y reivindicaciones que pueda permi
tirle recibir una mayoría de votos por parte de su electorado. Un jefe
de aldea de una sociedad tribal, en cambio, operará fundamentalmente
con un conjunto de fines y medios para conseguir esos propósitos que
nacieron y fueron consagrados por la costumbre. La secularización es
el proceso por medio del cual las orientaciones v actitudes tradicio
nales ceden ante procesos de decisión más dinámicos que exigen
recoger y evaluar información, establecer cursos de acción alternati-
vos, seleccionar un curso de acción' entre varios posibles v encontrar
los medios para probar que el curso elegido producirá o no las conse
cuencias que se buscan.
Cuando usamos el concepto de desarrollo “diferenciación estructu
ral” y “secularización cultural” no queremos significar que exista un a
tendencia inevitable en esa dirección, en el desarrollo de los sistemas
políticos.*3 Si se examina la historia de los sistemas políticos resultará
bastante claro que los retrocesos y contramarchas son considerable
mente frecuentes. El Imperio Romano, por ejemplo, alcanzó muy alto
nivel de diferenciación estructural y de secularización cultura] y, sin
embargo, se descompuso en gran número de sistemas políticos más
o menos diferenciados y secularizados. Cualquiera haya sido la direc
ción seguida por un sistema político, siempre podremos evaluar su
desarrollo según su grado de diferenciación y secularización.