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PIRANDELLO, Luigi. Obras completas (Enrique IV).

Ildefonso Grande y Manuel


Bosch Barrett Trad. Barcelona. Janés Editor. 1956

El laureado autor italiano, Premio Nobel de Literatura en 1934: Luigi


Pirandello es considerado uno de los autores más influyentes en la literatura de
comienzos de siglo XX. En sus inicios como escritor inclinó su pluma hacia el
género narrativo pero las necesidades económicas de su tiempo lo acercaron
al teatro y en él descubrió su virtuosismo dramático.

Luigi Pirandello brinda a la escena teatral de la Primera Guerra Mundial y


del periodo de entre guerras nuevas formas estructurales dramáticas. El
personaje, antes que la palabra es el centro de la escena. El arco dramático de
la obra no evoluciona progresivamente para revelarle al lector-espectador el
final de la fábula, sino que avanza para ir develando poco a poco la verdadera
identidad de los personajes. Estos se van hilvanando con suaves puntadas
mientras el drama va adquiriendo su forma.

Quizás las inquietudes de Pirandello por la identidad real y la ficticia, sus


límites; los intrincados telares de la mente y las diversas realidades que pueden
habitar en un mismo ser tengan su origen en la familia que formó. A los pocos
años de su matrimonio, la esposa de Pirandello comenzó a padecer trastornos
mentales a causa de la ruina en que cayó repentinamente su familia. La
enfermedad se agudizó con el paso de los años; Pirandello se vio obligado a
dar clases para poder sustentar a Stéfano, Lietta y Fausto (sus tres hijos) y
esta situación llenaba de delirios y celos a la pobre Antonieta Portulano
(cónyuge)

En la comedia de Enrique IV, Pirandello plasma nuevamente personajes


confundidos con su identidad y su papel a desarrollar en la realidad. La
comedia inicia con un par de cómicos que anuncian al público la representación
de una mascarada que se sitúa en los tiempos de Enrique IV. Los cómicos
discuten sobre el origen de sus nombres: Landolfo, Arialdo, Ordulfo y Bertoldo
Es estos cómicos al mismo tiempo son enfermeros que ayudan a seguir
la locura de Enrique IV (un hombre que tras una fuerte caída del caballo en una
mascarad donde interpretaba este personaje ha perdido la razón y se cree
dicho monarca).

En el habla de los personajes también se muestra la inquietud de


identidad. Bertoldo ha llegado con la conciencia de interpretar los tiempos del
Enrique IV, el monarca francés no el alemán (el rey que se alucina en la
comedia). Sus compañeros histriones le contextualizan rápidamente con
algunos datos sobre el monarca alemán. Dentro de estos breves datos
históricos, que también sirven para emplazar al lector-espectador, se enfatiza
en la enemistad entre Enrique IV y el Papa Gregorio VII.

Un elemento que será fundamental a para la comedia, es un lienzo


realizado el día de la mascarada trágica. Este elemento sirve a los bufones
para tener una idea de los disfraces que se usaron aquella vez y con los cuales
vive Enrique IV, al grado de tener un armario de vestuarios teatrales para que
el emperador pueda recibir visitas, haciendo que estas se caractericen como
frailes, monjes o pajes.

Los bufones salen y entran inmediatamente el anfitrión de la casa, el


joven Marqués Carlo Di Nolli, su prometida Freda, y la madre de ésta La
Marquesa Matilde Spina; también acompañan el Barón Tito Belcredi y el doctor
Dionisio Genodi.

Al poco tiempo la plática de estos nobles mirará hacia el lienzo de la


mascarada. Otro juego de identidades se apunta cuando la Marquesa señala
que ella, en el lienzo es idéntica a su hija Freda. Ella rechaza la comparación y
este detalle detona en el médico su carácter investigador: comienza a hacer
preguntas sobre los años en que se llevó a cabo la mascarada, indaga en la
relación que tenía Matilde con los dueños de la casa, etc. al final de este
interrogatorio se deduce que la verdad sobre la locura de Enrique IV.

Los bufones que estaban escondidos salen y presentan con honores al


emperador. Matilde tiene que vestir el traje de la duquesa Adelaida, el doctor
viste a Monseñor Cluny Belcredi a un sacerdote que acompaña a Monseñor.
Al entrevistarse éstas “personalidades” Enrique IV, al sentirse viejo, deja
ver sus intenciones por reconciliarse con la Iglesia e ir a pedir perdón a S.S.
Gregorio VII.

No es curioso que la Querella de las Investiduras sea la anécdota que


tome como referencia Pirandello para su tesis. Ya que una de las cuestiones
fundamentales para que Enrique IV obtuviera nuevamente la comunión por
parte de la Iglesia Católica fue el vestuario de harapiento que usó para inspirar
lástima al Gregorio VII.

En la anécdota real la imagen que se tiene de Enrique IV también es


ambigua, no se sabe si en realidad se “disfrazó” de humilde para negociar
nuevamente con la Iglesia Católica o en verdad lo hizo como un símbolo de su
arrepentimiento.

¿Quién era en realidad Enrique IV? Esta pregunta aunque parezca


provenir de un documental de bajo presupuesto de History Channel fue
interrogante constante durante los tres días que Gregorio VII dejó al emperador
esperando una audiencia. La pregunta es totalmente pertinente en la
actualidad pues a partir de esta surgen otras hipótesis sobre la interpretación
en la vida cotidiana de una realidad alterna que pueden en un punto de quiebre
conjuntarse con la verdadera esencia.

En la comedia Pirandelliana este mismo juego de realidades también


propicia un juego de status. Enrique IV al ser un monarca imaginario (Y con
este guiño también quiero enfatizar que la comedia Pirandelliana tiene gran
similitud con las comedias de Molière) y poder tener la gracia de tener carisma
y de que todos se compadezcan ante él después su accidente. Hace que el
resto de sus amigos pasen a ser sus súbditos, temerosos de desatar la ira del
emperador en cualquier momento. Dentro de este juego de status ¿Está arriba
el monarca imaginario que tiene el placer de contemplar a todos pobres,
pequeños y amilanados ante su trono? ¿O es que los del status mayor son los
que están en el plano de la realidad y son mayoría?

Los disfraces dejan de ser disfraces en cuanto entran en el contexto del


monarca. Para Enrique IV serían disfraces las ropas contemporáneas, mientras
que para los nobles actuales, los atuendos del siglo XI son disfraces. Las ropas
se significan de acuerdo al uso que se le da y así, los trapos también saltan las
fronteras de la utilización real al estado utilitario de la representación.

“DOCTOR: (Con la sonrisa suficiente de un competente hacia los


incompetentes) ¡Ah, sí! Es preciso entender esta especial psicología de los
locos, por la cual, fíjese, se puede estar incluso seguro de que un loco nota,
puede notar perfectamente un disfraz delante de él; igual que hacen los niños,
para cuales es a la vez juego y realidad. Por eso he dicho pueril, pero luego es
complicadísimo en este sentido: que él tiene, debe tener, perfecta consciencia
de ser para sí, ante sí mismo, una imagen…””1

Ya entrado el segundo acto, el doctor da cuenta del plan que tiene para
curar a Enrique IV: le propinará un golpe que le restaurará nuevamente la
razón. Sin embargo antes de que el segundo acto concluya Enrique IV es
descubierto en un soliloquio por uno de sus “asesores”. Entonces Enrique
decide confesar la verdad de toda la comedia:

En realidad no está loco, se ha fingido estar así para burlarse de todos


los demás. En voz de este personaje, Pirandello pone las disertaciones
expresadas anteriormente:

“ENRIQUE IV: … ¡Los locos, felices ellos, construyen sin lógica! ¡O con
una lógica suya que vuela como una pluma! ¡Volubles! ¡Volubles! ¡Hoy es así, y
mañana quién sabe cómo! Vosotros os sostenéis con fuerza, y ellos ya no se
sostienen ¡Volubles! ¡Volubles! ¡Vosotros decís: “Esto no puede ser”! Y para
ellos puede ser todo. Pero vosotros decís que no es verdad. ¿Y por qué?
Porque no os parece verdad a ti, a ti, a ti (señala a tres ayudantes) y a otros
cien mil más. ¡Ah, amigos míos! ¡Habrá que ver, en cambio, qué les parece

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verdadero a estos otros cien mil a los que no se les llaman locos, qué
espectáculo dan a sus acuerdos, flores de la lógica!”2

Aquí los planos de realidad que había estado operando Pirandello se


juntan pero avanzan a ritmos distintos. Los personajes sociales ya han sido
descubiertos en el primer acto y en la primera mitad del segundo; mientras que
Enrique IV comienza a complejizarse.

El que parecía ser el vicioso de la comedia, ahora es un héroe quijotesco


(como se lee al Quijote en el siglo XX: un idealista, no un loco) y los viciosos
son el resto de los personajes. La mujer y el amante adquieren en voz de
Enrique IV cierta repugnancia, pues aprovecharon la situación del “enfermo”
para su corrupto idilio.

Sin embargo la pareja de enamorados se mantiene incólume. Se han


prestado para ayudar al doctor a curarlo, pero ellos actúan “de buena fe”.

En el tercer acto, Enrique IV recibe una traición más, los bufones que
estaban a su servicio han delatado su mentira ante el resto de los invitados de
esa noche. Enrique IV sabe que ha llegado el momento de la confrontación
final y aprovecha el miedo que sabe le tienen casi todos (menos Belcredi) para
jugar a estar y no estar loco. Pero así como Enrique IV juega con sus
compañeros, también Pirandello juega con la mente del lector-espectador pues
las interrogantes no dejan de aparecer junto las imagenes que avanzan al lado
de la acción.

¿En realidad está loco? ¿Qué hace a un loco estar loco? ¿Cómo se
comporta un loco? ¿Cómo puedo distinguirme de entre los locos? Dalí decía
que la única diferencia entre Dalí y un loco era que Dalí no estaba loco.

Dentro de las poéticas acotaciones del autor italiano, nos deja ver que
hacia la última página habrá otro giro de tuerca. Lo anuncia cuando Enrique IV
se recompone y acepta la confrontación con una ligera sonrisa que anuncia
una venganza.

2
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Su venganza es expuesta en los últimos dos párrafos: Anuncia a sus
espectadores que el accidente de caballo que tuvo, fue planeado; juega una
última broma sobre su no-locura atemorizando a Freda y en el barullo desarma
a uno de los bufones y con ese estoque mata a Belcredi.

Así llega el final de la obra. Se escuchan las voces de los otros


personajes afirmar que está loco, ¡Que sí está loco! Pero ¿Cuáles son los
parámetros de la enfermedad dentro de este microcosmos? La perversión que
pudiera tener Enrique IV no es mayor que la de Belcredi y a Belcredi jamás se
le cuestionó como a un loco.

Enrique IV señala que a los locos se les debe de encerrar, pero a él


cuando le creían loco le rendían pleitesía. ¿Dónde está entonces la paradoja?
¿Pirandello hará un comentario, accidentalmente, sobre la situación Bélica que
estaba viviendo Italia?

Enrique IV es una obra compleja en todos los aspectos. Es atractivo


observar cómo se visten los caracteres con el desarrollo dramático. Es
interesante abrirle a la mente del lector-espectador preguntas sobre los planos
diversos de la realidad y también de la sociedad política inmediata. Lo que
comienza siendo una comedia muy hilarante y visualmente muy colorida
termina siendo la tragedia que detono el tono cómico del “loquito”.

Considero que en la comedia de Enrique IV no es el único lugar donde


los locos pueden tener un status alto y recibir dones de súbditos contratados.

Edsel Adrián Rivera Martagón

UNAM. FFyL

30 de Noviembre de 2015

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