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ALICIA MOREL

LAS MANCHAS
DE VINCA
ILUSTRACIONES DE
CARLOS ROJAS MAFFIOLET1
AVENTURAS
DE UN CABRITO
ILUSTRACIONES DE
ANDRÉS JULLIAN

EDITORIAL ANDRÉS BELLO


Barcelona • Buenos Aires • México DE •
Santiago de Chile
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Capítulo 1
LA SOMBRA FUGITIVA
Hacia el amanecer, Vinca la Chinita, despertó
con la sensación de que le faltaba algo.
Desvelada, dejó el escondite de la flor en que
había

dormido y desdé la terraza de una hoja miró


cómo despertaba el jardín y nacían las sombras
junto con la luz.
Como un ancho dedo, los rayos del sol iban
mostrando hierbas, troncos, ramas, piedras y

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caminos; y detrás de cada cosa nacía una sombra
como si allí la noche tratara de esconderse.

A su lado pasó volando una de sus hermanas y le


gritó:
—Vinca, sólo tienes seis manchas!
Vinca trató de mirarse el lomo, pero las chinitas
tienen la cabeza pegada al cuerpo; no pudo
comprobar si era cierto o broma lo que le gritó
su hermana.
¿Sería eso lo que la despertó tan temprano?
La otra chinita volvió a pasar sobre ella,
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gritando:
—Te ves muy rara sólo con seis manchas!
Alarmada, Vinca sintió esta vez claramente que
algo se le había borrado en el lomo.
Como siempre que tenía una preocupación
grave,, pensó en voz alta:
—Se me debe haber caído una de las manchas...
Pero ¿dónde? ¿Estará en la sombra de la noche?
Hace rato ya que la noche se fue. ¿Dónde
encontraré mi pinta?
Vinca miró a su alrededor y vio las sombras
largas. -
Caminando por una de ellas, cayó al centro de
una espesa oscuridad, bajo capas de hojas.

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—Estoy en la noche? —preguntó abriendo los
ojos.
Un suspiro entrecortado le contestó.
—Quién está ahí? —insistió Vinca un poco
asustada.
—Yo no estaba porque dormía, pero ahora
estoy porque me despertaste —le contestó una
voz quejumbrosa.
Vinca divisó unas antenas temblorosas que
tanteaban buscándola.
—Ah, ¡eres tú, Vinca! —exclamó la Sombra—.
¿Qué haces tan temprano?
—Busco una mancha de mi lomo que se me
perdió y pensé que como aquí está oscuro, se
habría...
—Y ¿no te das cuenta de que es imposible
encontrar una pinta pequeña en una mancha
grande?
Vinca se sintió confundida.
—Disculpa, no se me había ocurrido.
Y al encogerse sintió que se le borraba otra pinta
del lomo.
—Ay, se me borró otra! —gritó.
La Sombra o el que allí estaba, rió, y al reír sus
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antenas vibraron y ondas de luz empezaron a
iluminar el rincón.
—Quién estuvo aquí? —preguntó la Chinita.
—La Sombra Fugitiva —contestó un
pequeñísimo pulgón de cristal verde que
chupaba un tallo.
—Ella fue, entonces, la que me borró otra
mancha —se quejó Vínca.
—Puede ser —afirmó el pulgón—, yo vi que
llevaba dos pintas como dos ojos.
—Para dónde se fue? —interrogó la Chinita
dispuesta a seguir a la ladrona.
—Tal vez se escondió al fondo del estanque
donde casi no llega el sol.
Vinca agradeció al pulgón sus indicaciones y
abrió sus alas; parecía como si un pequeñísimo
huevo rojo se partiera por la mitad y echara a
volar.
Se dirigió hacia el estanque bajo espesos árboles
y abordó una rama sobre el agua.

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Al mirar hacia abajo, allá, en el fondo verdoso,
descubrió sus dos pintas, ahora ojos de la
Sombra Abría y borraba sonrisas en. medio de
las truchas moteadas. Viendo que la Sombra
parecía amable, Vinca se dejo caer de un vuelo,

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sobre una de las grandes hojas verdes qué
flotaban en la orilla. Al caminar junto al borde,
buscando los ojos de la Sombra, sorprendió a
una trucha en el momento mismo de tragarse sus
pintas negras, las que se transparentaron a través
de la piel del pececillo no ya redondas, sino
alargadas como si se rieran.
—Trucha, por favor, dame mis manchas —gritó
Vinca.
Pero el pez movió las aletas y de un rápido y
zigzagueante impulso se perdió en la oscuridad
del agua como si la voz de la Chinita lo hubiera
acelerado.

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Este tropiezo desconcertó a Vinca y vaciló largo
rato sobre la hoja, abriendo y cerrando los
élitros con un poco de desesperación.

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Capítulo 2
UNA RISA DE SEDA
Y MUCHAS PATAS VERDES
Vinca estuvo mirando en torno sin saber qué
hacer.
—Dónde se habrá ido la Sombra con mis
pintas? —preguntó al aire.

Entonces una risa de seda resonó entre los


árboles, una risa que se perdía en un tupido
bosque.
Con un suspiro alegre, Vinca voló en
persecución de la risa, que movía las hojas del
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bosque, levantando una ventolera Todas las
ramas iban agitándose de una en una y la risa
llenó el bosque confundiendo a la Chinita

Empezó a girar, tratando de encontrar la pista de


la Sombra, pero sólo consiguió marearse. Se
sintió arrastrada como si estuvieran jugando con
ella, hasta que de pronto la risa cesó y un gran
silencio colgó de las ramas. Vinca, girando como
un vilano rojo, cayó entre los musgos del suelo,
donde lanzó un fuerte estornudo que le despejó
la cabeza. Indignada, chilló:
—No seguirás riéndote de mí, Sombra!
¡Devuélveme mis manchas de
una vez! ¡Sombra ladrona!
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Un par de patas verdes emergió del musgo junto
a ella y luego unos ojos saltones la miraron con
escándalo.
—Vaya! ¡Qué insolente y mal educada eres! —
gritó el aparecido. Y en sus ojos saltaron unas
chispas que casi queman a Vinca.

Ella alcanzo abrir las alas para huir. pero el otro


le advirtió:
—No, no te vayas. Has hecho una acusación
grave y tienes que probarlo. Yo amo a la
Sombra, todos nosotros la queremos ¿Qué
pruebas tienes de que te robo tus manchas?

—Bueno, ella me quitó una mientras yo dormía


y después, la otra. Usted mismo puede ver,
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señor, que me faltan dos manchas —explicó
Vinca tratando de poner una voz firme, ya que
la rabia se le había transformado súbitamente en
susto ante los ojos saltones de su juez.

—Sí, te faltan dos manchas, pero eso no prueba


que la Sombra haya sido la ladrona.
—Oh!, ¿quién fue entonces? —gritó Vinca
sorprendida, sintiendo al mismo tiempo un gran
disgusto al saberse víctima del juez que la miraba
con ojos cada vez más hambrientos.
—Quién fue, quién fue, quién fue?
—repitieron en ese momento muchas bocas
verdes que surgieron del musgo.
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Vinca intentó huir de nuevo, pero una gran gota
de agua cayó sobre ella, dejándola presa en su
cristal. La Chinita vio que la rodeaban una
cantidad de patas y ojos saltones. Eran cientos
de pequeños sapos parecidos a hojas, y ella no
podía defenderse ni siquiera gritando. Nunca se
había sentido tan asustada.
Tal vez fue uno de los pocos casos en que el
miedo sirvió de ayuda; la gota que cubría a
Vinca se puso a temblar con el tiritón de la
Chinita y esto ayudó a liberarla, porque el agua
empezó a deslizarse por sus alas impermeables y
cayó por fin al musgo, donde

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desapareció. Antes de que sus crueles jueces se la
comieran, voló recta hacia arriba, hasta salir al
sol, más allá del bosque. El terror la hizo
lanzarse. hacia el oriente; durante un largo rato
avanzó dejando atrás árboles y campos hasta que
divisó algo rosado y se dejó caer allí para tomar
aliento.

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Capítulo 3
LA ALEGRÍA DE LA VIDA
Aquella cosa rosada y chascona que recibió de
golpe a Vinca era una inocente Margarita del
campo, una flor capaz de resistir cualquier
ventolera, sequía o insolación. Sin dejar de ser
delicada, tenía las virtudes de los seres fuertes.

La flor esperó a que la visitante declarara sus


intenciones.
—Ay‟ —gimió Vinca—, qué voy a hacer ahora
la Margarita comprendió que se trataba de un
ser afligido se dispuso a darle consuelo y a tener
paciencia.

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—Es que perdí dos pintas de mis alas y yo creí
que me las había quitado la Sombra Fugitiva,
pero los jueces de los musgos no lo creen así y
ahora no estoy segura de quién me las robó.
La flor se balanceó unos instantes y contestó con
voz meditativa:
—Y no has pensado que a lo mejor te estás
destiñendo con el sol? A mí suele sucederme...
Vinca se apresuró a esconderse junto al tallo, a
la sombra de la flor, y lloriqueó:
—Y entonces, ¿nunca más tendré mis lindas
manchas negras?
—Te ves muy bien así —aseguró la flor—, ni se
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nota que te estás borrando.
—Borrando?...
El grito de la Chinita era de terror y realmente se
sintió mucho más asustada que ante los ojos
saltones y las patas verdes de los sapos.

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Vinca tragó con dificultad la frase “alegría de la
vida”. Eran unas palabras gordas, brillantes, y
ella estaba demasiado alicaída para digerirlas.
Sin embargo, tuvo buena voluntad y agradeció a
la flor sus consejos:
—Gracias, Margarita, buscaré eso que me dices...
Y corrió tallo abajo, tratando de olvidar sus
penas.
.—Dónde estará la alegría de la vida?
—iba preguntándose mientras avanzaba entre
los terrones y hierbas del suelo. Y al hacerse esta
pregunta, olvidó sus manchas y las dudas que la
habían afligido.

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Capítulo 4
LA FIESTA DE LA CUNCUNA
Moviendo una pata tras otra, Vinca marchó
varios metros envuelta en el pensamiento
brillante de “la alegría de la vida”.

No vio a un personaje que venía a su encuentro


hasta que lo tuvo frente a sus antenas: una
Cuncuna vestida a rayas negras y rojas que
tocaba alegremente el acordeón.
La Chinita se admiró:
—Nunca imaginé que eras tú la que venía con la
música! ¡Qué bien tocas!

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Con una sonrisa como tajada de sandía, la
Cuncuna exclamó:

—Tú me gustas! Te convido al baile.


—Busco la alegría de vivir —contestó Vinca.
—Entonces somos de la misma comparsa —
gritó la Cuncuna, sin detenerse.
Subieron por un ancho tronco, una correteando
y la otra corcoveando.

Desde lejos se oía un extraño rumor que iba


creciendo a medida que se acercaban a las ramas.
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—Aquí es el baile —anunció la Cuncuna,
abordando una hoja y empezando a masticar

Vinca se dio cuenta, entonces, de que cada hoja


del árbol tenía su cuncuna y que el mido que le
llamó la atención al trepar, no era sino el de las
mandíbulas de miles de cuncunas que cortaban y
comían sin descanso.
—Oye! —gritó a su amiga—, ¿a qué hora es el

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baile?
Pero la Cuncuna no podía contestar porque
tenía la boca llena.
Vinca la observó un rato, esperando que tragara
o que volviera a tocar el acordeón; pasaron los
minutos y la Cuncuna siguió comiendo como si
tuviera cuerda en una sola parte de su cara: la
boca, y como si su hambre fuera de mil años.
—Oye, amiga, ¿qué clase de baile es éste? —
volvió a preguntar la Chinita viendo sólo dientes
a su alrededor.

—Es... el gran... banquete... de la vida... —


contestó entre mordisco y mordisco la rayada.
A Vinca se le volvieron a bajar las alas; mirar un
banquete ajeno es tan triste como no ser invitada
a un banquete propio. Lentamente se alejó,
bajando el ancho tronco; ni siquiera se despidió
porque su amiga ocasional no iba a tener tiempo
de notar su ausencia.
De nuevo recordó sus manchas perdidas y que
tal vez se estaba destiñendo.

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Capítulo 5
EL DOLOR DE LAS MANCHAS
Sin ánimo para volar, se metió bajo una piedra a
ver si el silencio y la soledad le daban mejor
consejo. Se encontró de pronto en una oscura
gruta, alguien lloraba allá al fondo, donde estaba
más negro.

Al principio, Vinca dudó en ir a consolar al


afligido, porque ella tenía su propia pena
cargando su corazón. No sabía que para pasar la
propia, el mejor remedio es la pena de otro.

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Los sollozos del que lloraba escondido se
hicieron más y más tristes; sin saber cómo, patita
a patita, Vinca se metió hasta el fondo de la
gruta.
—Quién llora? —preguntó con preocupación.
—Yo... ooo... la Sombra Fugitiva —gimió la
oscuridad.
—Oh! —exclamó Vinca, y la. sorpresa la dejó
inmóvil y muda.
—Ay, ¿eres tú, Vinca? Estoy tocando tu lindo
lomo rojo con mis manos de seda... Mira, tengo
que explicarte por qué robé tus manchas. -
—Ah!, ¡tú me las robaste! Llegué a creer que me
estaba destiñendo —gritó Vinca con inmenso
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alivio.
—Óyeme —continuó la Sombra, acariciando las
alas de la Chinita—, yo te robé tus manchas
porque quise tener ojos, como los seres del día, y
ver los colores que nunca había visto. Primero
me puse un ojo, creyendo que bastaría; me di
cuenta de que casi todos tienen por lo menos
dos, así que tuve que sacarte otra cosas tristes
pinta. Pero he visto más que alegres y en vez de

ponerme feliz de conocer un mundo nuevo, casi


no me cabe la pena dentro del pellejo.
La Sombra sollozó y Vinca esperó con paciencia
a que se desahogara.
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—No tenía para qué meterme con los seres del
día —continuó--—. Al principio no entendía
casi nada de lo que era capaz de ver; mis juegos
son muy distintos y me llevé muchos sustos. Los
colores me engañaban y lo que yo creía plano,
era redondo o puntudo. Lo que me dio más
espanto fue yerme reflejada en una laguna; al
principio no me reconocí porque en la noche no
hay espejos; vi algo oscuro que se movía con dos
estrellas en la frente; pensé que era mi hermana,
la Sombra de la Noche, y me acerqué a ella y
entonces la vi venirse encima de mí como si
quisiera atacarme.

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¡Era una extraña, terrible Sombra! Me desmayé
del susto. De pronto me encontré nadando entre
las truchas de la laguna y ellas me comían y me
llevaban a lugares brillantes como el cielo
nocturno.
La Sombra suspiró y la Chinita aprovechó para
decir:
—Yo sentí que te reías cuando volaste por el
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bosque.
—No, no fui yo la que se rió sino el r viento; se
apoderó de mí haciéndome planear entre los
árboles y cuando me alzaba sobre las ramas, la
luz del sol me quemó. Por último se fue y me
dejó colgando como una enredadera. Me costó
mucho salir del bosque y por suerte encontré
esta gruta donde pude esconderme para que no
me dolieran los ojos. Ay, Chinita, me equivoqué,
yo no necesito ojos para ver, conozco el mundo
de otra manera, con todo mi cuerpo de sombra.
Abrazo las cosas y les doy mi paz.. Y ahora he
perdido esa paz.
Se puso a llorar más fuerte, como si nunca
fuera a consolarse

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Vinca sintió que sobre su lomo caían dos gotas
de tinta negra que le dolieron igual que
pinchazos.
—Ay, me has clavado! —gritó.
—No fue mi intención —suspiró la Sombra,
más calmada—, son tus pintas que te devuelvo.

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La Chinita se alegró mucho y habría volado al
jardín donde vivía con sus hermanas si no
sintiera un fuerte dolor en el lugar de las
manchas recuperadas. Sin embargo no pudo
dejar de hacer un bailecito de felicidad.
—Por fin soy una Chinita con todas sus
manchas!

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—Al principio te dolerán, pero cuando se
borren mis recuerdos ya no sentirás ningún
ardor —dijo la Sombra, un poco más contenta.
Aunque al comienzo le costó alzar el vuelo con
el peso de sus siete manchas, Vinca no tardó en
ir por los aires hacia su casa.
Desde entonces, la Chinita, amiga del sol, ama
las sombras porque las lleva sobre su lomo. Al
anochecer se esconde en lo más profundo de las
flores y las hojas y desde allí ve pasar a la
Sombra Fugitiva con su traje de seda. Las
manchas suelen dolerle como un ligero
reumatismo; eso quiere decir que la Sombra no
puede olvidar del todo sus aventuras entre los
seres del día. Vinca es la más alegre de toda su
parentela y las chinitas nuevas la siguen para oír
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sus historias. Apenas despierta, se apresura a
contar sus pintas; por esto es casi la única chinita
del mundo que sabe contar hasta siete.

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AVENTURAS
DE UN CABRITO

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36
El Cabrito Jonás había cumplido recién un mes
cuando lo separaron de Simona, su madre.
Berreaba todo el día llamándola ¡beee beee! Y
aunque Cori, la dueña, le daba su mamadera de
leche y una ración de pasto, Jonás no se
acostumbraba a estar tanto tiempo sin su madre.
Lo tenían amarrado junto al corredor de la casa,
mientras el rebaño, guiado por Pepe y Perro
Pastor, pastaba en lejanos potreros.

—jBee bee! ¡Yo quiero a mi mamá!


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—lloriqueaba Jonás de la mañana al atardecer,
hora en que regresaba a casa el rebaño.
Tizón, el Gato de doña Corma, se cansó pronto
de los sonoros lamentos del Cabrito, y
arrastrando su sombra, se acercó a conversar con
él:
—Oye, pequeño, deja de llorar por tu mamá.
Tus berridos no me dejan dormir la siesta.
—Es que yo quiero a mi mamáaaa!
—Mira, hay cosas mejores que deberías querer
ahora que estás más grande. Por ejemplo..,
conocer el bosque.
—Qué es el bosque? —preguntó Jonás, que
ignoraba casi todo.
—Es el paraíso de los cabritos. Allí, bajo los
árboles, hay toda clase de pastos olorosos. ¿No
es eso lo que te gusta?
—Sí, pero mucho más me gusta la leche de mi
mamá —insistió Jonás.
El Gato no se dio por vencido y lo desafió:
—No creo que estés preparado. Veo que
todavía eres un bebé, puesto que todo el día
gritas ¡bee bee!
—No, ya no soy un bebé: cumplí un mes el otro
día —contestó el Cabrito, picado en su orgullo.
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—Oh, un mes! Es muy pronto para hablarte del
bosque. Ahí se corren aventuras peligrosas y se
aprende a vivir en el mundo —contestó Tizón
con un brillo burlón en los ojos.
—ESe aprende a vivir en el mundo?
—Todo se aprende, Jonás: los caminos, los
sustos, los animales terribles como el Puma...
—Yo no tengo susto de nada. Esta misma noche
iré al bosque.
—Claro, y entonces el amo Pepe, al ver que has
crecido, te llevará a los potreros con tu madres
—Cuál es el camino del bosque?
—quiso saber Jonás, decidido a ser grande.
—Tienes que caminar hacia allá, hacia donde
sale el Sol en el día y la Luna en la noche.
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—Gracias, Tizón; te debo la primera lección de
mi vida.
—Si vuelves, tendrás algo para contar a tus
nietos —maulló el Gato con malicia.
—Eso es: volveré contando aventuras de pastos
olorosos.
Ignorante de los temerarios proyectos de su hijo,
la Cabra Simona le dio en la tarde la leche que le
quedó después de que Corma la ordeñara. Esa
noche, mientras su buena madre dormía en el
cobertizo, Jonás mordió la cuerda que lo

sujetaba, y una vez libre, partió en dirección al


oriente, es decir, por donde salía en ese
momento la Luna llena.
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—Oh!, ¿es ésa la Luna? Debe tener gusto a la
leche de mi mamá.
El Cabrito caminó bajo la sombra de los
primeros árboles y se sintió
desorientado en medio de la oscuridad.
—Dónde estará el camino, beee?
—Beee! —le contestó un eco lejano.
Cualquier mido fuerte rebotaba en las grandes
rocas de las que nacía la vertiente que regaba el
bosque.
—Parece que hay otro cabrito cerca!
—exclamó Jonás sorprendido—. ¡Espérame,
hermano, ya voy, beee!
Guiado por el eco de su propio berrido, llegó a
la vertiente, y allí encontró a un enorme animal
echado en la orilla, bebiendo grandes sorbos de
agua. El Cabrito se acercó tímidamente a beber
también, más por educación que por sed.
—Buenas noches —saludó amablemente.
—Eh? ¿Un cabrito por aquí? Si no estuviera
satisfecho con la familia de conejos que devoré
recién, me habría servido a este delicioso animal
—ronroneó el Puma—; pero puedo comérmelo
fresquito al amanecer.
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—Qué dices? —preguntó Jonás sin entender lo
que hablaba el Puma.
—Digo que tengas buenas noches
—contestó el Puma, mostrando sus afilados
dientes mientras se levantaba y desaparecía entre
los matorrales del bosque.
—Qué animal tan grandote y amable! —se
admiró Jonás.
Iba a continuar su viaje, cuando oyó que lo
llamaban desde un árbol.
—Ea, ea, cabrito!

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—Eres tú, hermano mío? Oi tu voz hace un
rato.
—No soy tu hermano, y tampoco te he hablado
antes. Soy el gran Búho, el ave más sabia del
bosque.
—Oh, señor Búho! Mucho gusto de conocerlo.
¿Sabe usted dónde está el cabrito que me estaba
llamando?
—Por estos lugares no anda ningún cabrito. Tú
eres el primero que se aventura por aquí.
—Por qué los cabritos no vienen al bosque? —
preguntó Jonás extrañado.
—Porque el Puma, ese corpulento animal que
tomaba agua, se los come de un solo mordisco.
—Pero a mí no me comió; al contrario, fue muy
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amable. Estoy feliz de conocer al Puma, ya que
así tendré algo que contar a mis nietos —
exclamó Jonás saltando de gusto.

—Tuviste suerte. No te comió porque recién


había cenado una familia de conejos; pero piensa
devorarte a la hora del desayuno, antes de irse a
dormir —advirtió el Búho.
—A mí me pareció una persona muy educada;
me deseó buenas noches.
El Búho lanzó un especie de risa fúnebre:
—Ju, ju, qué cabrito más inocente! No sabes lo
que te espera, es mejor que vuelvas a tu casa
cuanto antes.
—Usted es muy sabio, señor Búho, pero quiero
averiguar por mí mismo si el Puma es tan
hambriento y malvado como para comerme.
—Ju, ju, nunca había visto un cabrito más tonto!
Y el Búho, de tanto reírse, llegaba a estremecer la
rama donde se escondía. Jonás se internó en el
bosque, enojado porque le habían dicho tonto.
Anduvo hasta cerca del amanecer, y a cada paso
escuchaba misteriosos crujidos que lo seguían. El
miedo iba creciendo dentro de él al acordarse de
lo grande que era el Puma, del brillo verde de
44
sus ojos y de sus afilados dientes. ¿Tendría razón
el Búho? “Por algo se ha ganado la fama de
sabio”,

pensó el Cabrito, tiritando con el frío de la


madrugada. Cuando quiso salir del bosque, se
dio cuenta de que estaba perdido entre la tupida
maraña de vegetación. Entonces, desesperado, se
puso a balar pidiendo auxilio:
—Beee, beeee, no sé cómo salir del bosque!
¡Ayúdenme, por favor!

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Sus berridos eran tan fuertes, que no sólo los
oyó Simona, sino también el Perro Pastor,
siempre atento al llamado de su rebaño, y en
pocos segundos estuvieron junto al angustiado
Cabrito, que no estaba tan lejos de la salida
después de todo.
El buen Peno lo reprendió:
—Por qué te has escapado de la casa? ¿No sabes
que el Puma podría comerte en cualquier
instante?

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—Yo estuve con él y fue tan amable, que creí
que podíamos ser amigos
—bajó el inocente Jonás.
—Según la Ley de la Selva —le explicó su
madre—, el Puma mata al más pequeño cuando
tiene hambre. Pan tener sueños tranquilos
siempre se va a dormir bien comido. No es que
sea un animal malvado: si el Puma no come lo
que se le presenta, muere de hambre. Tienes que
conocer y respetar la realidad.
Jonás llegó a casa pensativo y avergonzado.
Tizón, por su parte, sintiéndose culpable de la
peligrosa aventura del cabrito, ni se acerçó al
lugar en que estaba amarrado. Menos todavía
cuando la Cabra Simona supo que la idea de su
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inexperto hijo de ir al bosque había sido
sugerida por el Gato. Furiosa, amenazó cornear a
Tizón donde lo encontrara.
Pasó el tiempo, Jonás creció y partió con todo el
rebaño guiado por Pepe a pastar en los lejanos
potreros. Dirigía a los cabritos más jóvenes y les
aconsejaba que nunca entraran al bosque, porque
había que conocer y respetar la realidad de los
pumas.

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ALICIA MOREL
Nació en 1921 y fue la mayor de sus hermanos.
Desde pequeña le contaron cuentos y más tarde
se fascinó con los textos e ilustraciones de El
Tesoro de la Juventud; así comenzó a desarrollar
la imaginación, y no es difícil adivinar la
influencia de sus lecturas en su labor de
escritora.
Como sorpresa, al cumplir dieciséis años, su
padre hizo imprimir doscientos ejemplares con
sus primeros intentos literarios, en un librito que
se llamó En el campo y la çiudad. En 1940
publicó Juanilla, Juanillo y la abuela, novela
infantil ambientada en el Cajón del Maipo.
“Nací escritora para niños” —confiesa.
Los Cuentos de la hormiguita Cantora y el
duende Melodía nacieron en Radio Chilena, en
1954, como libretos radioteatralizados. Estos
relatos fueron grabados por Odeón en tres
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discos 45 y más tarde vieron la luz en El Peneca,
editándose finalmente en forma de libro en
1956.
Por breve tiempo fue presidenta de IBBY
(Organización Internacional para el Libro
Juvenil), y a fines de 1968 se trasladó por cuatro
años a la ciudad de Valdivia. Allí escribió El
increíble mundo de Llanca, novela donde se
muestra la naturaleza sureña. También descubrió
en esa zona algunas leyendas mapuches, que más
tarde se convirtieron en los Cuentos araucanos,
La gente de la tierra, obra incluida en la Lista de
Honor de IBBY en 1983 y que, además, recibió
una distinción de parte de la Municipalidad de
Santiago. Anteriormente, El increíble mundo de
Llanca también se había hecho merecedor de un
lugar en esa Lista de Honor y de un premio de
la Asociación de Amigos del Libro.
En los alrededores de Valdivia recogió los
Cuentos de la lluvia, relatos auténticos que
escuchó de labios de una “nana”.
A fines de los años 70, Marcela Paz invitó a
Alicia Morel a escribir en conjunto Perico trepa
por Chile, un notable proyecto ideado por la
creadora de Papelucho.
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El teatro para niños y los títeres han sido otra
faceta de esta autora, y para ellos creó La flauta
encantada, publicada por Editorial Andrés Bello,
y Hagamos títeres.
Más adelante vinieron las recopilaciones de
leyendas americanas, algunas de las cuales
aparecieron en Cuentos y leyendas
iberoamericanos y otras integran el volumen
Leyendas bajo la Cruz del Sur, editada bajo el
sello Andrés Bello en 1996.
“Las leyendas y mitos de las Américas son
nuestros auténticos y originales cuentos de
hadas”, opina Alicia Morel, y siguiendo la
inspiración de los relatos fantásticos que la
acompañaron en su niñez, escribe La era del
sueño y El viaje de los duendes al otro lado del
mundo.
Alicia Morel continúa escribiendo historias
imaginarias:
“Lo maravilloso —dice— nos hace entrar de
manera más profunda e indolora en la realidad,
que siempre nos sobrepasa con su complejidad
infinita”.

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REVIVAMOS LOS CUENTOS
LAS MANCHAS DE VINCA
Inventa otro buen título para este cuento.
2. Nombra o dibuja otros animales con manchas
que tú conozcas.
3. El cuento empieza:
a) Al amanecer
b) Al anochecer
c) Al mediodía.
4. La Sombra robó las manchas de Vinca
porque:
a) Quería verse más hermosa
b) Para hacerle una broma
c) Para ver y conocer el mundo.
5. Después de robar las pintas la Sombra se
sintió:
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a) Poderosa
b) Dichosa
c) Intranquila.
6. Vinca se porta siempre como una chinita:
a) Curiosa
b) Floja
c) Despreocupada.
7. Este cuento nos enseña que:
a) Las manchas no sirven para nada
68 - REVIVAMOS LOS CUENTOS
b) Los animales son envidiosos
c) Cada ser tiene lo que necesita para vivir.
8. Imagina un cuento de un niño o niña que un
día despierta sin sus cejas o sin su voz.
Piensa cómo reaccionaría y qué haría para
solucionar su problema.
9. Desarrolla tu imaginación y cuenta lo que
hiciste una mañana como si tú fueras uno de
estos animales:
a) Una mariposa distraída
b) Una mosca golosa
c) Un zancudo peleador
d) Un gusano sabio.
10. ¿Qué es para ti La Alegría de la Vida. ¿Sabes
dónde y cómo se consigue?
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11. ¿Por qué crees tú que la Sombra es fugitiva?
12. Alicia Morel hizo una linda descripción para
la Margarita del campo.
Observa:
“La Margarita del campo era una flor inocente,
capaz de resistir cualquier ventolera, sequía o
insolación. Sin dejar de ser delicada, tenía las
virtudes de los seres fuertes‟.
La descripción es pintar con palabras. Una
buena descripción nos hace imaginarnos muy
claramente lo descrito. ¿Podrías describir uno de
estos seres?:
Una pequeña nube
Una tortuga vieja
Una rosa roja.
13. Podrías explicar dibujar a:
Un niño afligido
Una niña gimiendo
Una persona asustada
Un hombre aterrado.
Si no conoces una palabra, consúltala con un
buen amigo, el diccionario, por ejemplo.
Cuando la Margarita le aconseja a Vinca buscar
la alegría de la vida, ella piensa que son palabras
GORDAS Y BRILLANTES. ¿Qué palabras te
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parecen a ti FLACAS Y OSCURAS?
DULCESYBUENAS____ _________ ____ -
.
15. Nombra las cinco palabras que más te gusta
oír.
SOLUCIONES
3.a, 4.c, 5.c, 6.a, 7.c
AVENTURAS DE UN CABRITO
1. Dibuja la parte del cuento que más te gustó.
2. El cabrito Jonás era:
a) Inocente y bueno
b) Porfiado y alegre
c) Distraído y goloso.
3. El gato Tizón le aconseja al cabrito que salga
al bosque
porque:
a) Está celoso de él
b) No lo deja dormir
c) Para que conozca el bosque.
4. El Puma no devoró al cabrito porque:
a) No alcanzó a verlo
b) No tenía hambre
c) Lo encontró flaco.
5. Jonás se arrancó al bosque con la ayuda de:
a) El Perro Pastor
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b) La Cabra Simona
c) Nadie.
6. El ave más sabia que aparece en el cuento es:
a) La Lechuza
b) El Búho
c) La Garza.
7. Cuál animal hace estas preguntas:
¿Por qué te has escapado de la casa? ¿No sabes
que un puma podría comerte en cualquier
momento?
a) El Búho Sabio
b) El Perro Pastor
c) El Gato Tizón.
8. En el cuento transcurre:
a) Un mes
b) Un año
c) Mucho tiempo.
9. Las aventuras de Jonás en el bosque nos
enseñan que:
a) Debemos ser prudentes y no arriesgarnos
demasiado
b) Hay que cuidar el bosque
c) Hay que decir siempre la verdad.
10. Conversa con alguien sobre el significado de
la Ley de la Selva.
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11. Inventa una nueva aventura sobre „EJ
Cabrito Jonás y su amigo el Gato Tizón”.
Hazle tres ilustraciones correspondientes al
principio, medio y final.

Sinónimos
Une cada palabra con su sinónimo

inexperto tranquilo
inocente pequeño
berridos reprendió
retó escapar
atado arriesgada
chico ingenuo
huir ignorante
sereno balidos
SOLUCIONES:
2.a, 3.b, 4.b, 5.c, 6.b, 7.b, 8.c, 9.a.

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