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VIERNES SANTO

ROSARIO DEL PÉSAME A MARÍA

(Todos se reúne delante de una imagen de María Dolorosa)

El Viernes Santo debemos tener nuestro corazón fijo en Cristo Crucificado, muestra
máxima del amor de Dios, pero no podemos dejar de ver que al pie de la Cruz estaba María, su
Madre, (Jn 19,25).

María fue redimida también por esa Cruz de Cristo, pero al mismo tiempo, como dicen los
Obispos Latinoamericanos, “no sólo es fruto admirable de la redención; sino que también es la
cooperadora activa y por su cooperación libre en la Nueva A/lanza de Cristo, es junto a El
protagonista de la historia” (Pue. 3, 293).

Ella nos invita, como dice San Pablo, a “completar en nuestro cuerpo lo que falta a la
Pasión de Cristo en favor de la Iglesia” (Col 1.24).

Por eso la religiosidad popular católica no deja de hacer el Viernes Santo una celebración
especial por sus dolores, centrada principalmente en el rezo del Santo Rosario.

P.- En esta noche de Viernes Santo recemos en familia el rosario de la Virgen de la Soledad.

M.- Este rosario se llama de “pésame”, porque con él queremos unirnos al dolor que sufrió la
Santísima Virgen María a causa de la pasión y muerte de su amadísimo Hijo, nuestro Señor
Jesucristo.

Primer misterio

P. En este primer misterio traigamos a nuestra imaginación el momento en que la Virgen María
encuentra a Jesús, su Hijo, con la cruz a cuestas camino al Calvario.

M.- Meditemos en la soledad de María:

En esos terribles momentos María se sintió sola, con la soledad de la impotencia.

Ella no podía defender a su Hijo; ella no podía ayudarlo contra sus enemigos: estaba sola;
no había con ella abogados defensores; no tenía “palancas en el gobierno”; no había nación más
poderosa que el Imperio Romano en cuyas manos había caído Jesús.

P.- En este misterio pensemos en tantas madres o padres de familia que se sienten solos en sus
problemas para defender a sus hijos, para ayudarlos, para librarlos del mal.

Al menos acompañémoslos hoy con nuestra oración.

(Se reza el Padre Nuestro, las diez Avemarías y el Gloria al Padre. Se termina cada misterio
con la jaculatoria:)
M.- Madre fuente de amor

T.- Hazme sentir tu dolor, para que llore contigo.

Segundo misterio

P.- En el segundo misterio contemplemos el momento en que María ve que Jesús inclina la cabeza y
muere.

M.- Meditemos en la soledad de María:

En ese momento se sintió sola, con la soledad de la separación y de la incomunicación con


Aquel a quien ella más quería.

Su Hijo acababa de morir: se había cortado toda posibilidad de seguir comunicándose con
El; ya no hablaba, ya no miraba, ya no respondía.

P.- En este misterio pensemos en tantas gentes que se sienten solas por haberse cortado la
comunicación con las personas que aman, aún continuando su presencia física: ¡Cuántos esposos o
esposas que se sienten solos por no haber ya diálogo con su pareja!; ¡cuántos hijos que se sienten
solos por no existir muestras de cariño ni de escucha de parte de sus padres!

(Se reza el Padre Nuestro, las diez Avemarías y el Gloria al Padre. Se termina cada misterio
con la jaculatoria:)

M.- Madre fuente de amor

T.- Hazme sentir tu dolor, para que llore contigo.

Tercer misterio

P.- En el tercer misterio contemplemos el descendimiento de la cruz, es decir, el momento en que


María tiene entre sus manos a su Hijo deshecho, aniquilado, desfigurado.

M.- Meditemos en la soledad que María experimentó en el martirio del recuerdo, cuando las
alegrías se convierten en tristezas al pensar que ya todo eso quedó en un pasado que no vuelve.

P.- Nadie la podía acompañar cuando pasaban por su mente mil recuerdos de su Hijo que sólo ella
había experimentado y sólo ella podía valorar: el cuidado que había tenido de El mientras lo llevaba
en su seno; la alegría de haberlo dado a luz, de haberlo mecido entre sus brazos y cuando lo
envolvía en pañales (Lc 2,7); cuando lo veía crecer en estatura, sabiduría y gracia ante Dios y ante
los hombres (Lc 2.40); cuando lo vio convertir el agua en vino (Jn 2,1ss).

M.- Toda la grandeza, hermosura, bondad, delicadeza de su Hijo se convertía ahora para ella en una
espada cuyo filo sólo ella sentía. Nadie podía sentir la profunda tristeza que ella tenía al verlo
“como un gusano y no un hombre” (Sal 22,6), porque nadie había podido experimentar el gozo que
ella había tenido por El.
P.- En este misterio pensemos en tantas gentes que, cuando caen en el fracaso, cuando llegan al
desgaste de la ancianidad, cuando sufren un accidente, cuando se troza su vida, sienten una terrible
soledad al ir pasando ante su mente mil recuerdos hermosos que sólo son suyos y que convierten su
vida presente en un acabóse.

(Se reza el Padre Nuestro, las diez Avemarías y el Gloria al Padre. Se termina cada misterio
con la jaculatoria:)

M.- Madre fuente de amor

T.- Hazme sentir tu dolor, para que llore contigo.

Cuarto misterio

P.- En el cuarto misterio contemplemos la sepultura de Jesús, es decir, el momento en que María se
va alejando de la tumba.

M.- Meditemos en la soledad que experimentó María por la ausencia total de su Hijo.

Ya no tiene hijo; su vida deberá cambiar; ciertamente que Jesús la confió a Juan, el
discípulo amado, pero nada ni nadie podrá llenar la ausencia de Jesús.

María había quedado sin El, de este lado del muro de la muerte.

M.- En este misterio pensemos en tantas familias que sufren por los hijos o padres ausentes, sobre
todo a causa de nuestra civilización actual deshumanizada que obliga a buscar trabajo lejos del
propio hogar; oremos también por tantas familias que han quedado desamparadas a causa de la
muerte del padre o de la madre.

(Se reza el Padre Nuestro, las diez Avemarías y el Gloria al Padre. Se termina cada misterio
con la jaculatoria:)

M.- Madre fuente de amor

T.- Hazme sentir tu dolor, para que llore contigo.

Quinto misterio

P.- En el quinto misterio meditemos en la noche pasada por María el viernes santo.

M.- Contemplemos la soledad de María al experimentar el desamparo de Dios.

P.- Si Jesús pudo decir en el colmo de su aflicción: “¡Padre, por qué me has abandonado?”, también
la Virgen María sintió profundamente esa especie de silencio o abandono de Dios y de una manera
que sólo ella podía experimentar.

M.- ¿Dónde estaban todas las promesas que Dios le había hecho por medio del Ángel en la
Anunciación? Se le había dicho que su Hijo era Hijo del Altísimo, que iba a ser Rey y su Reino iba
a durar para siempre: todo había quedado truncado; su Hijo había acabado en una cruz y no en el
trono.

P.- Pensemos en este misterio en todos los que sienten como si Dios se hubiera olvidado de ellos o
como si estuviera lejos de este mundo; principalmente pidamos por los que trabajan por el Reino de
Dios y todo les sale más difícil como si al mismo Dios no le interesara.

(Se reza el Padre Nuestro, las diez Avemarías y el Gloria al Padre. Se termina cada misterio
con la jaculatoria:)

M.- Madre fuente de amor

T.- Hazme sentir tu dolor, para que llore contigo.

CONCLUSION
Del Evangelio de San Juan (16,20-22):

Jesús dijo: "En verdad, en verdad les digo que llorarán y se entristecerán, y el mundo se alegrará de
sus lamentos. Estarán tristes, pero su tristeza se convertirá en gozo. La mujer, cuando va a dar a luz,
sufre porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto
por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo. También ustedes están tristes ahora, pero
volveré a verlos y se alegrará su corazón, con una alegría inmensa que nadie podrá quitarles".
Palabra del Señor.

Madre. Te hemos acompañado en este rosario de pésame, y después te acompañaremos en tu


camino de recuerdos por la via dolorosa. No queremos dejarte sola en esta noche de espera, larga y
cruel. Se traspuso el sol en el poniente, y también a la esperanza se le ocultan las estrellas.
Humanamente no hay respuesta.

Jesús nos dijo que no hay mayor amor que dar la vida, y que el que ama ha pasado ya de la muerte a
la vida. Tú estás segura de que tu Hijo resucitará. Sabes que tu dolor es un dolor de parto. Que la
vida no termina con la muerte terrena; que la muerte es el inicio de la vida definitiva.
Pero, Madre, nosotros muchas veces vivimos como si la vida deba terminarse con la muerte. Como
si estuviéramos destinados a permanecer para siempre en esta tierra, atados a los bienes terrenos,
esclavizados por nuestras pasiones, adictos a nuestros actos. No tememos caer en el vicio ni en el
infierno. No nos importa que se pisotee la inocencia de las nuevas generaciones. Necesitamos tus
lágrimas, María. Que comprendamos que tú lloras por lo que verdaderamente vale la pena llorar.
Madre: que no busquemos entre los muertos a Cristo, que es la vida. Que nuestra fe no sea sólo un
archivo de recuerdos que se empolva. Que nos animemos a dar el paso hoy. Y en nuestra vida de
amor, de servicio y de solidaridad fraterna, encontrarás a tu Hijo resucitado.

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