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El P. Pío
(Del P. Pío: las meditaciones de los misterios)
G. En este Sábado Santo recemos en comunidad y en familia el rosario de la Virgen de la Soledad.
Este rosario se llama de “pésame”, porque con él queremos unirnos al dolor que sufrió la Santísima
Virgen María a causa de la pasión y muerte de su amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Oración introductoria
Virgen Santísima, Madre de Dios y madre nuestra, María. En este Sábado Santo estamos aquí para
acompañarte en tu dolor. Te damos el pésame por la muerte de tu Hijo. Era tu Hijo único, tu único
apoyo; te has quedado sola. Estamos contigo, María.
Un día lo aceptaste en tus entrañas y lo llevaste nueve meses; hoy lo aceptas muerto y lo llevas al
sepulcro. En Belén lo acariciaste niño, y su ternura te embelesaba; hoy lo acaricias muerto, hinchado
por los golpes, sucio por el sudor, el polvo, la sangre y los escupitajos, y con el hedor de sangre en
descomposición. Un día, en la pobreza del sepulcro, lo envolviste en pañales y lo acostaste en un
pesebre para la adoración de los ángeles y los pastores; hoy lo envuelves en la síndone y en las
vendas; lo llevas a la fría loza del sepulcro prestado, custodiado por soldados ante el terror de sus
amigos. ¡Qué contraste!
Madre, no pudiste cerrarle los ojos, ni limpiarle el sudor de la agonía, ni darle de beber un trago de
agua, ni decirle al oído la última oración. Entre los gritos e insultos de la plebe morbosa, hambrienta
de sangre, te llamaron "la madre del condenado". Con dificultades y entre controversias, estuviste
cerca de la Cruz, frente a frente, en diálogo. Cuánto sufrías, Madre tierna e inocente. Aunque toda tu
vida estuviste preparada, esperando la espada de dolor que traspasaría tu alma, eso no menguaba tu
dolor moral. Pero sufrías con gran esperanza, valerosamente, pues estabas de pie, uniendo tu dolor a
su dolor redentor en favor del mundo. Estuviste de pie, postura sacerdotal, del hombre libre, que se
ha levantado de la postración.
Te quedaste sola, María. Ya eras viuda, y ahora pierdes a tu único Hijo, para sentir el dolor del Padre
celestial. Jesús era tu único apoyo. Un día también habías devuelto a Dios al esposo que te había
dado. En tu casita de Nazaret, ya hace tiempo que vivías sola; pero de vez en cuando llegaba tu Hijo
Jesús, para que lavaras su ropa, orar juntos, platicar de las cosas que otros no comprendían, preparar
el futuro.
Aquí estamos, tus hijos para hacerte compañía con el rezo de este rosario. Meditaremos en tu
soledad, Madre, y contemplaremos a tu Hijo en algunos momentos de su Pasión, reconociéndonos
pecadores y causantes de su muerte. Por ello, iniciaremos rezando un acto de contrición dicho con
un sincero corazón.
Primer misterio:
V.- En este primer misterio traigamos a nuestra imaginación el momento en que la Virgen María
encuentra a Jesús, su Hijo, con la cruz a cuestas camino al Calvario.
E.- Meditemos en la soledad de María: En esos terribles momentos María se sintió sola, con la
soledad de la impotencia.
Ella no podía defender a su Hijo; ella no podía ayudarlo contra sus enemigos: estaba sola; no había
con ella abogados defensores; no tenía “palancas en el gobierno”; no había nación más poderosa
que el Imperio Romano en cuyas manos había caído Jesús.
M.- En este misterio pensemos en todos esos ancianos y personas que están solas y enfermas, que
experimentan la impotencia de no tener fuerzas, que no tienen quien los atienda, los acuda para su
medicamento y alimento. Necesitados del mínimo afecto, de consuelo en su sufrimiento y soledad.
(Se reza el Padre Nuestro, las diez Avemarías y el Gloria al Padre. Se termina cada misterio con la
jaculatoria:)
E.- Madre fuente de amor
T.- Hazme sentir tu dolor, para que llore contigo.
Segundo misterio:
V.- En el segundo misterio contemplemos el momento en que María ve que Jesús inclina la cabeza y
muere.
E.- Meditemos en la soledad de María: En ese momento se sintió sola, con la soledad de la
separación y de la incomunicación con Aquel a quien ella más quería.
Su Hijo acababa de morir: se había cortado toda posibilidad de seguir comunicándose con El; ya
no hablaba, ya no miraba, ya no respondía.
M.- En este misterio pensemos en tantas personas que se sienten solas por haber cortado la
comunicación con las personas que aman, aún continuando su presencia física: ¡Cuántos esposos o
esposas que se sienten solos por no haber ya diálogo con su pareja!; ¡cuántos hijos que se sienten
solos por no existir muestras de cariño ni de escucha de parte de sus padres! Y por tantas familias
venezolanas separadas físicamente por la circunstancias del país.
(Se reza el Padre Nuestro, las diez Avemarías y el Gloria al Padre. Se termina cada misterio con la
jaculatoria:)
E.- Madre fuente de amor
T.- Hazme sentir tu dolor, para que llore contigo.
Cuarto misterio:
V.- En el cuarto misterio contemplemos la sepultura de Jesús, es decir, el momento en que María se
va alejando de la tumba.
E.- Meditemos en la soledad que experimentó María por la ausencia total de su Hijo.
Ya no tiene hijo; su vida deberá cambiar; ciertamente que Jesús la confió a Juan, el discípulo
amado, pero nada ni nadie podrá llenar la ausencia de Jesús. María había quedado sin Él, de este
lado del muro de la muerte.
M.- En este misterio pensemos en tantas familias que sufren por los hijos o padres ausentes, sobre
todo a causa de las circunstancias de Venezuela que ha obligado a muchos a buscar trabajo o
estudios lejos del propio hogar y ahora, acentuado por esta pandemia, hay más familias separadas.
Oremos también por tantas familias que han quedado huérfanos a causa de la muerte del padre o de
la madre.
(Se reza el Padre Nuestro, las diez Avemarías y el Gloria al Padre. Se termina cada misterio con la
jaculatoria:)
E.- Madre fuente de amor
T.- Hazme sentir tu dolor, para que llore contigo.
V.- En el quinto misterio meditemos en la noche pasada por María el Viernes Santo.
E.- Contemplemos la soledad de María al experimentar el desamparo de Dios.
Si Jesús pudo decir en el colmo de su aflicción: “¡Padre, ¿por qué me has abandonado?”, también
la Virgen María sintió profundamente esa especie de silencio o abandono de Dios y de una manera
que sólo ella podía experimentar.
¿Dónde estaban todas las promesas que Dios le había hecho por medio del Ángel en la
Anunciación? Se le había dicho que su Hijo era Hijo del Altísimo, que iba a ser Rey y su Reino iba a
durar para siempre: todo había quedado truncado; su Hijo había acabado en una cruz y no en el
trono.
M.- Pensemos en este misterio en todos los que sienten como si Dios se hubiera olvidado de ellos o
como si estuviera lejos de este mundo; principalmente pidamos por los que han ido perdiendo la
confianza en el cambio de Venezuela o de otras situaciones familiares, para que Dios renueve su
esperanza y mantengan la paz en sus corazones, así como el vigor para seguir luchando para
cristianizar su sociedad.
(Se reza el Padre Nuestro, las diez Avemarías y el Gloria al Padre. Se termina cada misterio con la
jaculatoria:)
E.- Madre fuente de amor
T.- Hazme sentir tu dolor, para que llore contigo.
Padre Nuestro...
Dios te salve María... (3 veces)
Gloria al Padre...
Salve:
Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia, Vida, dulzura y esperanza nuestra. ¡Dios te Salve! A
ti clamamos los desterrados hijos de Eva. A ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de
lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra. Vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y
después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. Oh, clemente, oh
piadosa, oh dulce Virgen María.
Madre: es imposible callarlo: somos los culpables de la muerte de tu Hijo. En nuestras manos chorrea
su Sangre caliente. Era muy molesto para nosotros. Nos echaba en cara nuestras impaciencias,
nuestras incongruencias, el vivir de apariencias para agradar a los demás, vivir más pendiente de las
modas que de Él mismo. Nos pedía perdonar, reconciliarnos, ser castos, sobrios en el beber, respetar
el honor y los bienes ajenos, vivir como hermanos, defender la verdad, desterrar los sentimientos
negativos, poner a Dios por encima de nuestros negocios. Apelaba a nuestra conciencia, en lugar de
seguir la opinión pública o las pasiones.
Nuestros pecados lo llevaron a la Cruz. Han pasado los años y los siglos; sabemos que es el Salvador
que murió por nosotros, pero no nos decidimos a erradicar la raíz del pecado en nuestra vida y
seguimos ofendiéndole. Y con el pecado, volvemos a crucificar al Señor de la gloria. Somos los
asesinos, Madre. Sabemos que tú nos recibes, pues eres nuestra Madre. Jesús te confió esa nueva
misión en la Cruz. No importa que seamos unos pecadores, tú nos aceptaste como tus hijos, y nos
cuidas como lo hiciste con Jesús. No nos odias, porque tu corazón se purificó en el crisol del dolor.
Perdiste un Hijo muy bueno, adquiriste unos hijos que te causan preocupación. Pero nos quieres
como hijos únicos; y nos acompañas en nuestros sufrimientos. Te has quedado sola, pero no
queremos que te sigas quedando sola. Estamos contigo, María. Te acompañamos en tu pesar. Te
acompañamos en tus cuidados. Cuenta con nosotros. ¡Cristo Rey Nuestro!